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CAPITULO II

ESTRATEGIAS Y ESTILOS DE AFRONTAMIENTO DEL ESTRÉS


EN ADOLESCENTES
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María Inés Figueroa


Silvina Cohen Imach
Capítulo II
ESTRATEGIAS Y ESTILOS DE AFRONTAMIENTO DEL ESTRÉS
EN ADOLESCENTES
María Inés Figueroa
Silvina Cohen Imach

El presente trabajo se propone analizar las estrategias de afrontamiento,


desde un punto de vista teórico, vinculadas con la adolescencia. Para ello, se
definirá el constructo afrontamiento, íntimamente ligado al estrés, como así
también se definirán las características esenciales de la adolescencia,
entendiéndola como una etapa no sólo evolutiva y psicológica, sino esencialmente
cultural. Se analizarán los aportes realizados por diferentes autores sobre el estrés
adolescente y los modos propios de los jóvenes para resolver las situaciones
denominadas estresantes. Finalmente se describirá una técnica de evaluación del
afrontamiento en adolescentes: la Escala ACS.

El Adolescente y el afrontamiento

Según Ávila-Espada, Jiménez-Gómez y González-Martínez (1996), la


adolescencia fue definida por muchos autores como una etapa de conflictos, que
se caracteriza por situaciones de crisis de la personalidad y de turbulencia
emocional, en la que el joven se vuelve más vulnerable y más proclive a ser
dañado física o psicológicamente por el proceso de cambios en este momento
vital y por las exigencias que el medio le plantea. Sin embargo, el autor remarca
que existe otra postura para pensar a la adolescencia, que apunta a considerarla
no ya como una etapa psicopatológica, o generadora de patología, sino como un
momento en el cual se transita por numerosos cambios que hacen al crecimiento
del sujeto. Lo común en ambas posturas es que el adolescente debe atravesar
cambios y situaciones propias de la etapa evolutiva.

Así entendida, la adolescencia constituye un momento en el ciclo vital


esencialmente complejo, en el cual el joven se confronta a numerosos obstáculos
y desafíos. Diversos autores clásicos teorizaron sobre esta etapa y señalaron

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procesos claves: los duelos, la agresión y la violencia del adolescente, la
búsqueda de la identidad sexual y ocupacional, la autonomía con respecto a su
grupo familiar, y la rebeldía que ello conlleva, los conflictos generacionales, entre
otros. Estos requerimientos que se le plantean implican el desarrollo de
competencias psicosociales importantes para el posterior posicionamiento del
adolescente en el mundo adulto; de no contar con estrategias positivas de
afrontamiento para responder a estas situaciones pueden generar en cambio,
comportamientos menos adaptativos y mayor vulnerabilidad en el adolescente.

Afrontamiento: un nuevo concepto en Psicología

El creciente interés por el estudio de las estrategias de afrontamiento es


producto de reconocer en ellas un particular modo de responder a las diferentes
situaciones que generan estrés, como así también de entender su función positiva
de mitigar los efectos nocivos de aquél (Leibovich, Schmidt y Marro, 2002).
Diversos estudios actuales destacan la importancia de conocer la manera
en que los jóvenes, específicamente, enfrentan los desafíos del crecimiento en el
curso de su desarrollo, en el cual deben atravesar cambios físicos,
transformaciones en la personalidad, nuevos posicionamientos frente a las
relaciones con sus pares y con sus figuras parentales, el desafío de la inserción en
el mundo social, académico y laboral, entre otros.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados, el constructo
afrontamiento no fue utilizado con clara delimitación conceptual, dejando aún
muchos interrogantes por resolver. Analizando la bibliografía sobre el tema, se
observa que los aportes de Lazarus (1991) son los que más ampliamente
abordaron este nuevo constructo y marcaron, sin dudas, un recorrido teórico de
relevancia para la Psicología. El modelo transaccional de Lazarus y Folkman
(1984) ha tenido gran aceptación entre los científicos, aportando una importante
conceptualización del afrontamiento. Generó además, una gran cantidad de
trabajos y estudios que analizan los modos en que las personas enfrentan las
dificultades y las situaciones estresantes en sus vidas.

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Desde los modelos cognitivos de la emoción, se entiende que no son las
situaciones en sí mismas las que provocan una reacción emocional, sino que el
factor que desencadena la emoción es la interpretación que el individuo hace de
tales situaciones. Dentro de los modelos cognitivos, el modelo de la valoración
cognitiva ha alcanzado una relevancia sobresaliente (Martín Díaz, Jiménez
Sánchez y Fernández Abascal, 2004).
En esta línea, y desde la concepción teórica desarrollada por Lazarus y
Folkman (1984), se sostiene que, la aparición del estrés y otras reacciones
emocionales están mediatizadas por el proceso de valoración cognitiva que la
persona realiza. En un primer momento, de las consecuencias que la situación
tiene para el sujeto (valoración primaria) y, en un segundo momento, si esa
situación tiene una significación de amenaza o desafío, el sujeto valora los
recursos de los que dispone con el fin de evitar o reducir las consecuencias
negativas de la situación (valoración secundaria).
La valoración secundaria constituye así la capacidad de afrontamiento
(coping), entendiendo a ésta como un proceso psicológico que se pone en marcha
cuando la situación o el entorno resultan amenazantes.
Desde aquí, Lazarus y Folkman (1984) definen al afrontamiento como
“aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se
desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son
evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (p.
141).
Estos autores entienden que el afrontamiento constituye un proceso
cambiante con fines de adaptación, en el que el sujeto y el contexto interactúan de
manera permanente y señalan, además, que los individuos varían sus patrones de
estrategias de afrontamiento en función del tipo de problema a resolver.
El afrontamiento es definido por Everly (1989) “como un esfuerzo para
reducir o mitigar los efectos aversivos del estrés, esfuerzos que pueden ser
psicológicos o conductuales” (p.44). En la misma línea, Frydenberg y Lewis (1997)
definen al afrontamiento como “las estrategias conductuales y cognitivas para
lograr una transición y una adaptación efectivas” (p.13).

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Cada sujeto tiende a la utilización de los estilos de afrontamiento que
domina, ya sea por aprendizaje o por hallazgo fortuito en una situación de
emergencia. A su vez, las estrategias de afrontamiento pueden resultar, según
Girdano y Everly (1986), adaptativas o inadaptativas. Las primeras reducen el
estrés y promueven la salud a largo plazo, mientras que las segundas reducen el
estrés sólo a corto plazo, pero tienen un efecto nocivo en la salud a largo plazo.
En este punto, se hace preciso diferenciar los estilos de afrontamiento de
las estrategias de afrontamiento. “Los estilos de afrontamiento se refieren a
predisposiciones personales para hacer frente a las situaciones y son los
responsables de las preferencias individuales en el uso de unos u otros tipos de
estrategia de afrontamiento, así como de su estabilidad temporal y situacional. Por
otro lado, las estrategias de afrontamiento son los procesos concretos que se
utilizan en cada contexto y pueden ser altamente cambiantes dependiendo de las
condiciones desencadenantes” (Fernández-Abascal, 1997, p. 190). Así, mientras
los estilos son las formas habituales, relativamente estables, que tienen una
persona para manejarse con el estrés, las estrategias son situacionalmente
dependientes, constantemente cambiantes y están influidas por los estilos que
tiene un sujeto de afrontar los problemas de la vida diaria.
Si bien en este trabajo no nos detendremos a analizar los estilos de
afrontamiento, si haremos hincapié en las estrategias de afrontamiento. En
relación a éstas, su delimitación conceptual es menos precisa que la de los estilos,
ya que su definición ha estado generalmente ligada al desarrollo de los
instrumentos de medida de las mismas. Más allá de las diferencias, diversos
autores coinciden en señalar que se entiende por estrategias de afrontamiento el
conjunto de respuestas (pensamientos, sentimientos y acciones) que un sujeto
utiliza para resolver situaciones problemáticas y reducir las tensiones que esta
situación le genera (Casullo y Fernández Liporace, 2001).
Dependen de la combinación de múltiples factores en los que se destacan
los aspectos personales y sus experiencias individuales, por un lado, y por el otro,
las exigencias del medio ambiente con sus permanentes desafíos y presiones
sociales.

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Revisando la bibliografía sobre el tema, resalta los diferentes intentos
realizados por los autores por clasificar las estrategias de afrontamiento
(Meichenbaum y Turk, 1982; Endler y Parker, 1990; Folkman, Lazarus, Dunkel-
Scetter, De Longis y Gruñe, 1986). Lazarus y Folkman (1984) propusieron ocho
estrategias de afrontamiento:
1. Confrontación: constituyen los esfuerzos de un sujeto para alterar la
situación. Indica también cierto grado de hostilidad y riesgo para él. Se da
en la fase de afrontamiento.
2. Planificación: apunta a solucionar el problema. Se da durante la evaluación
de la situación (evaluación secundaria).
3. Aceptación de la responsabilidad: indica el reconocimiento del papel que
juega el propio sujeto en el origen y/o mantenimiento del problema. Es lo
que comúnmente se señala como “hacerse cargo”.
4. Distanciamiento: Implica los esfuerzos que realiza el joven por apartarse o
alejarse del problema, evitando que éste le afecte al sujeto.
5. Autocontrol: Se considera un modo de afrontamiento activo en tanto indica
los intentos que el sujeto hace por regular y controlar sus propios
sentimientos, acciones y respuestas emocionales.
6. Re evaluación positiva: supone percibir los posibles aspectos positivos que
tiene una situación estresante.
7. Escape o evitación: A nivel conductual, implica el empleo de estrategias
tales como beber, fumar, consumir drogas, comer en exceso, tomar
medicamentos o dormir más de lo habitual. También puede ser evitación
cognitiva, a través de pensamientos irreales improductivos. En general,
apunta a desconocer el problema.
8. Búsqueda de apoyo social: Supone los esfuerzos que el joven realiza para
solucionar el problema acudiendo a la ayuda de terceros, con el fin de
buscar consejo, asesoramiento, asistencia, información o comprensión y
apoyo moral.
Las dos primeras estrategias estarían centradas en el problema (en tanto
resultan más instrumentales ya que modifican el problema haciéndolo menos

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estresante); las cinco siguientes están centradas en la emoción (ya que apuntan a
la regulación de la emoción) y la última estrategia se focaliza en ambas áreas.
Lazarus y Folkman (1984) señalan además que algunas estrategias son más
estables a través de diversas situaciones estresantes, mientras que otras se hallan
más asociadas a contextos situacionales particulares. Por ejemplo, pensar
positivamente es relativamente estable y depende sustancialmente de la
personalidad; en cambio, la búsqueda de soporte social es inestable y depende
principalmente del contexto social (Leibovich, Schmidt y Marro, 2002).
Más adelante, Fernández-Abascal (1997) realizó un exhaustivo listado de
las estrategias de afrontamiento que fueron definidas en la literatura científica. Se
identificaron 18 estrategias diferentes y se construyó la escala de Estilos y
Estrategias de Afrontamiento.
Por su parte, dado que el afrontamiento de una situación no equivale a
tener éxito, a veces pueden funcionar bien y otras mal, según las personas, sus
circunstancias y contextos, éste será eficaz cuando permita al individuo tolerar,
minimizar y aceptar o incluso ignorar aquello que no pueda dominar o controlar.
Siguiendo a Olson y Mc Cubbin (1989) señalan la importancia de entender
al afrontamiento tanto como un proceso, como una estrategia. El afrontamiento
constituye un proceso que el sujeto pone en marcha para hacer frente a
situaciones estresantes; sin embargo, no siempre la puesta en marcha de este
proceso garantiza su éxito. Si al hacerlo el individuo tiene éxito para solucionar el
evento presente, repetirá el mismo ante situaciones similares; en caso contrario
buscará otro recurso. Así, y según Fernández-Abascal (1997), estaríamos ante
una situación de aprendizaje por ensayo y error.

Consideraciones sobre el Estrés

La investigación sobre el estrés se ha caracterizado por una falta de


univocidad, adquiriendo el término una variedad de significados, referidos tanto a
sucesos externos (estresores) como a estados internos estresantes (strains).

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Según Omar (1995) los investigadores definen al estrés, al menos, de tres
formas diferentes:

1- como un estímulo

2- como una respuesta

3- como las relaciones entre estímulo y respuesta.

En el primer caso supone cualquier fuerza externa –evento– sobre un


objeto o persona que requiere algún tipo de respuesta adaptativa. En el segundo
caso, está más referido a una reacción del organismo de tipo psicológica,
sociológica o comportamental a los estresores del entorno. En el tercer caso, el
stress como la relación estímulo-respuesta refiere a la interacción entre los
estímulos del medio ambiente y las respuestas del individuo.

El médico húngaro Hans Selye (1960) fue uno de los pioneros en el


estudio del estrés en el campo de la medicina. Desde el campo de la
psicopatología, equiparó el término muchas veces, de manera confusa, con el
nombre de ansiedad (Gomez Dupertuis, 2002). Selye aborda el estudio del estrés
como una respuesta adaptativa del organismo ante las diversas situaciones o
estímulos que provocan una respuesta fisiológica no específica frente a los
agentes provocadores que denomina estresores. A dicho proceso lo denomina
Síndrome de Adaptación General (SAG), que comprende una fase de alarma,
otra de resistencia y de agotamiento. Este autor considera que cualquier estímulo
puede convertirse en estresor, siempre que provoque en el organismo la
respuesta inespecífica de reajuste: la homeostasis. Introduce la distinción entre
eustress y distress, marcando la diferencia entre lo que es estimulante en sentido
positivo y lo que es nocivo.

Selye (1960) define al estrés como un conjunto de respuestas somáticas,


autonómicas y conductuales inespecíficas, frente a agresiones procedentes del
ambiente que impliquen una demanda psicofísica aumentada o un riego para el
organismo en su conjunto.

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Lazarus y Folkman (1984) avanzan un poco más en estas
conceptualizaciones, agregando que el resultado de enfrentarse a un evento
estresante depende tanto de las demandas del medio como de los propios
recursos de cada persona.

Las investigaciones iniciales de Holmes y Rahe (1967) informaban que


cualquier cambio, tanto positivo como negativo, era estresante porque conllevaba
demandas de adaptación; posteriormente sugirieron que los sucesos negativos
desempeñaban un rol más significativo que los positivos en el proceso de
enfermar de un sujeto.

El modelo fenomenológico cognitivo desarrollado por Lazarus y Folkman


(1984) con respecto al estrés nos proporciona las bases teóricas para verificar la
relación entre estímulos amenazantes y los recursos personales adaptativos o no
para abordarlos. Este modelo señala que una situación es considerada
estresante sólo si el individuo la percibe como tal, es decir, si exceden los
recursos del sujeto y atentan contra su bienestar.

Así, el estrés psicológico sería el resultado de una relación particular entre


el sujeto y el contexto, que se produce cuando éste es evaluado por la persona
como amenazante o desbordante para sus recursos. En las primeras
clasificaciones, estos autores distinguen al estrés como amenaza, pérdida o
desafío, ya que el concepto de estrés en sí mismo no aporta demasiado sobre la
naturaleza del esfuerzo que el individuo debe llevar a cabo para adaptarse.

Es aceptado entre los teóricos sobre el tema que el estrés no es algo


negativo en sí mismo, sino que facilita la disposición de recursos para enfrentar
situaciones excepcionales: se activan gran cantidad de recursos, aumenta el
nivel de reacción fisiológica, cognitiva y conductual; y esto supone un desgaste
importante para el organismo. Si esto sucede esporádicamente no habrá
problemas dado que el organismo tiene capacidad para recuperarse, pero si se
repite con mucha frecuencia e intensidad o duración puede producir la aparición
de trastornos fisiológicos. Agrega este autor que el estrés es un aspecto
inevitable de la vida que contribuye a poner en funcionamiento recursos

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personales que podrán utilizarse en situaciones futuras y contribuir, así, a mejorar
su autoeficacia y autoestima.

Varela y Bernardi (2000) cotejan estos conceptos con el concepto de


defensa a partir de la observación clínica y de la formación de síntomas y la
Psicopatología, desarrollado por el psicoanálisis. Los mecanismos de defensa
fueron definidos como procesos psíquicos inconscientes que se desencadenan
cuando una persona experimenta conflictos que producen dolor psíquico y
angustia. Defensa y coping comparten el origen en la evitación de la angustia o el
displacer; la vivencia subjetiva, la emoción, son las desencadenantes tanto del
esfuerzo de afrontamiento como del defensivo. Estos autores en su análisis
comparten con diversos investigadores la idea de que los mecanismos de
defensa se ponen en marcha no sólo por demandas internas sino también por
estímulos externos. Las defensas son activadas por perturbaciones internas pero
ayudan a soportar las demandas, las exigencias y los desafíos de la realidad.

Lazarus (1988) desarrolló la noción de vulnerabilidad como la tendencia de


cada individuo a reaccionar frente a diversos acontecimientos con estrés psíquico
o con un grado mayor de estrés que otros individuos. Según las características
de personalidad y de contexto (familiar, social e histórico) se presentan
diferencias entre los individuos en cuanto a las percepciones de sentirse dañado,
amenazado o puesto a prueba.

El estrés y su afrontamiento en adolescentes

Ya señalamos que en la adolescencia existe un importante riesgo de


estrés, ya que durante en este momento del ciclo vital se producen numerosos
cambios que pueden valorarse como estresores, en tanto desestabilizan el
equilibrio entre el joven y su entorno (Ávila- Espada y otros, 1996). Ahora bien, la
resolución de estas “situaciones de estrés” dinamiza el proceso de crecimiento
personal, generando recursos para afrontar adecuadamente los desafíos
planteados.

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Entre los aportes sobre el tema del estrés en adolescentes, destacamos el
desarrollado por Timko y Moos (1993), basado en la teoría de estrés y
afrontamiento de Lazarus y Folkman (1984). Elaboran un modelo de factores o
determinantes de estresores crónicos en adolescentes (madre, padre, hermanos,
amigos y escuela):

1- factores sociodemográficos, como por ejemplo la edad, el sexo y el nivel


educativo de los padres.

2- factores personales, como por ejemplo, la emocionalidad, la sociabilidad, la


ansiedad y la autoestima.

3- estrés contextual y factores de afrontamiento, tales como los recursos


sociales, los sucesos vitales negativos y los modos de afrontamiento.

La presencia de alta autoestima y de baja ansiedad en los adolescentes


funciona como factor protector en la medida en que ayuda a minimizar problemas
interpersonales antes de que se conviertan en crónicos.

Por otra parte la alta emocionabilidad puede generar situaciones tensas de


enojo, mientras que la baja emocionabilidad puede promover actividades
solitarias que disminuyan el contacto social. Los adolescentes con tendencias a
la sociabilidad se presentan como más activos y se inclinan por utilizar
estrategias dirigidas a la resolución de problemas.

Además, los estresores crónicos aumentan frente a sucesos vitales


estresantes, ante la falta de suficientes recursos sociales y la utilización de pocas
estrategias de afrontamiento. El adolescente que puede contar con apoyo social
está en mejores condiciones de usar estrategias de afrontamiento que le
permitan reducir la tensión de un evento estresor.

Según plantea este modelo de análisis, las figuras parentales, filiares, los
amigos y la escuela pueden funcionar como estresores crónicos. En todos estos
casos los estresores pueden ser reducidos o evitados cuando los recursos
sociales se hacen presentes y señalan además que el mayor uso de estrategias
de afrontamiento estaría asociado con menores estresores crónicos porque

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implica acciones a llevar a cabo para abordar los problemas y por lo tanto poder
ver el lado positivo de los mismos (Casullo, G. 2002).

Las variables de personalidad se ponen en juego para que el adolescente


reconozca su capacidad de transformar las circunstancias de manera tal que
respondan a sus necesidades y pueda modificar la percepción amenazante o
negativa de un evento. En esta posición juega un papel fundamental la valoración
que el sujeto tenga de sí, su autoestima y el apoyo social necesario de su grupo,
que le permita contar con el reconocimiento de los otros, y con la aceptación de
su entorno para implementar de una manera autónoma la búsqueda de la
respuesta satisfactoria.

¿Cuáles son las estrategias de afrontamiento más usadas por los


adolescentes?

Es reconocido científicamente que no existen estrategias de afrontamiento


mejores ni peores en sí mismas. Su eficacia debe evaluarse en función de las
posibilidades de resultados en esa circunstancia y no en función de ideales sobre
la salud, el bienestar psicológico o el ajuste emocional. Así, se evaluará su éxito o
su fracaso en función de múltiples factores: el contexto (características de la
situación generadora de estrés), el momento vital del joven, los objetivos que se
persiguen con determinado comportamiento, entre otros. Es por ello, que
consideramos esencial analizar todas estas variables al momento de señalar si
una estrategia de afrontamiento resulta constructiva o destructiva para el joven,
funcional o disfuncional a su estructuración psíquica, beneficiosa o perjudicial.

Por su parte, los resultados de investigaciones sobre qué estrategias


utilizan los adolescentes en función de las variables género y edad resultan a
veces, contradictorios (Mullis y Chapman, 2000). En cuanto a la edad, algunos
investigadores señalan que los más jóvenes utilizan con mayor frecuencia el
estilo focalizado en la emoción, mientras que los mayores suelen emplear el
estilo centrado en el problema (González Barrón, Montoya Castilla, Casullo y
Verdú, 2002). Otros estudios señalan lo opuesto, en tanto afirman que los

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adolescentes más grandes focalizan sus estrategias en la emoción (Compas,
Orosan y Grant, 1993), así como en el estilo improductivo (Frydenberg y Lewis,
1993).

Con respecto a la variable género, los resultados son más homogéneos.


En relación al estilo centrado en el problema, al comienzo los autores no hallaban
diferencias significativas, y posteriormente observaron que los varones utilizaban
con mayor frecuencia que las mujeres las estrategias diversiones relajantes y
distracción física. En cuanto al estilo centrado en la emoción parece haber
acuerdo, asociándose más a las mujeres con la búsqueda de apoyo social
(Frydenberg y Lewis, 1991; Plancherel y Bolognini, 1995; Frydenberg y Lewis,
1999).

Finalmente, numerosos estudios buscaron la relación existente entre


afrontamiento y bienestar psicológico en adolescentes. Parson, Frydenberg y
Poole (1996) señalan que las estrategias de afrontamiento pueden repercutir en
el bienestar psicológico1. Investigaciones sobre el tema señalan que el nivel de
bienestar psicológico se correlaciona con las estrategias de afrontamiento, de
donde se infiere que los adolescentes utilizan distintas estrategias según su nivel
de bienestar.
Se encontró que la relación entre ambos constructos es positiva y
significativa, en ambos géneros, con el estilo dirigido a la resolución del problema
y sus estrategias. Asimismo se halló una relación significativa y negativa entre el
estilo improductivo y el bienestar psicológico (González Barrón et al., 2002).
Esto significa que los adolescentes con alto bienestar utilizan los estilos
dirigidos a la resolución del problema, y sus estrategias (a excepción de la
búsqueda de diversiones relajantes en las mujeres), y de relación con los demás

1
El Bienestar Psicológico, constructo no claramente definido en la literatura científica, es
relacionado principalmente con el grado en que un individuo juzga su vida “como un todo” en términos
favorables y satisfactorios (Veenhoven, 1991; Diener, 1994). Ryff y keyes (1995) describen el modelo
multidimensional del Bienestar Psicológico, en el cual desarrolla seis dimensiones: Aceptación de sí,
proyectos personales, vínculos sociales, control de las situaciones, compromiso vital y autonomía.

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(excepto búsqueda de pertenencia y acción social); mientras que el bajo
bienestar muestra un estilo improductivo, salvo la estrategia preocuparse. Esta
última no se considera improductiva, ya que también es utilizada en los
adolescentes que presentan un alto nivel de bienestar, en el estudio que realizan
estos autores.
Los adolescentes que tienen una apreciación positiva de su vida, que
confían en los demás y pueden establecer buenos vínculos, que tienen metas y
proyectos, que cuentan con recursos personales para hacer frente a los diversos
hechos o situaciones normales que les plantea la etapa por la cual transitan,
recurren a estrategias activas, haciendo deportes y manteniéndose activos,
buscando situaciones exitosas, fortaleciendo el concepto que tienen de sí, y de
su imagen corporal, logrando mayor aceptación de los demás, ganando prestigio
y reforzando su autoestima.
Por otro lado, aquellos que se sienten insatisfechos consigo mismos tienen
escasos vínculos interpersonales, presentan un desfasaje entre sus expectativas,
sus logros y una percepción negativa de las demandas que el medio les plantea
para resolver; tienen más limitaciones personales para afrontar los sucesos de la
vida cotidiana.
Cuando el joven manifiesta una posición pasiva frente a los problemas
suelen presentarse síntomas psicosomáticos. Los que acuden a la estrategia
reducción de la tensión ponen de manifiesto el intento de sentirse mejor por
medio de actividades que disminuyan el estrés. Una modalidad es la ingesta
excesiva de alcohol, y/o de sustancias psicoactivas o el fumar; recursos éstos de
carácter evasivo y en los cuales el adolescente no asume un rol activo, sino que
se refugia en la fantasía, en el mundo interno, aislándose y negándose a
participar de relaciones afectivas gratificantes y duraderas.

Instrumentos de Evaluación del Afrontamiento


A partir del modelo transaccional de afrontamiento, se han desarrollado
numerosos instrumentos para evaluar este constructo. Entre los instrumentos más
conocidos para evaluar el afrontamiento, se encuentran los siguientes:

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1- WOC (Ways of Coping Inventory) de Lazarus y Folkman (1984): Es el
instrumento más usado en los comienzos, e incorpora las ocho estrategias
definidas por los autores y las relaciona con los estilos dirigidos al problema
y a la emoción.
2- COPE (Coping Estimation) de Carver, Sheier y Weintraub (1989): Este
instrumento tiene una mayor precisión en los ítems e incluye áreas que no
son abordadas por el WOC, tales como el humor, la religión y la negación.
3- IVA (Inventario de valoración y Afrontamiento): Sus autores, en su forma
original, son Cano-Vindel y Miguel-Tobal (1992). A diferencia de los
anteriores, este instrumento nos permite evaluar el afrontamiento en
situaciones específicas. Permite conocer la evaluación que el sujeto hace
de la situación estresante y sus estrategias de afrontamiento frente a
aquélla.
4- ACS (Escala de Afrontamiento para Adolescentes) de Frydenberg y Lewis
(1996). Estos autores son los que agregan el tercer estilo de afrontamiento,
al que denominaron Improductivo.

ACS (Escala de Afrontamiento para Adolescentes)


La Escala de Afrontamiento para Adolescentes (ACS) –versión española
editada por TEA– fue diseñada por Frydenberg y Lewis (1996), y constituye otro
instrumento de evaluación que permite a los jóvenes analizar sus propias
conductas de afrontamiento. Es una herramienta de carácter psicométrico, de
autoevaluación, que necesita de un profesional especializado para su
interpretación clínica. Se aplica a adolescentes entre 12 y 18 años y es
autoadministrable, en forma individual o colectiva.
Dadas las características del instrumento, resulta de fácil administración,
no requiere aptitud avanzada de comprensión lectora y resulta eficaz para
evaluar las estrategias de afrontamiento que utiliza el joven, de una manera
rápida y económica.
El ACS tiene dos versiones: una General y otra Específica. Estas
versiones responden a la concepción de los autores acerca del afrontamiento.

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Frydenberg y Lewis señalan que muchas de las conductas de un sujeto
dependen de una situación específica, evaluada a través de la Forma Específica
de la Escala ACS. Asimismo, se ha observado que las estrategias de
afrontamiento que un sujeto elige son en gran parte estables con independencia
de la naturaleza del problema, indagada por medio de la Forma General. Ambas
versiones tienen los mismos elementos aunque varían parcialmente las
instrucciones de aplicación.
Consta de dos partes: la primera es una pregunta abierta sobre los
principales problemas vividos durante los últimos 6 meses. La segunda parte
consiste en un inventario en forma de autoinforme compuesto por 80 elementos,
79 de tipo cerrado y uno abierto al final, y permite evaluar con gran fiabilidad 18
estrategias de afrontamiento diferentes que se han identificado conceptual y
empíricamente. Los 79 elementos cerrados se puntúan mediante una escala de
tipo Likert de cinco puntos: 1: no me ocurre nunca o no lo hago; 2: Me ocurre o lo
hago raras veces; 3: Me ocurre o lo hago algunas veces; 4: Me ocurre o lo hago a
menudo y 5: Me ocurre o lo hago con mucha frecuencia.
La pregunta abierta se evalúa según las categorías de análisis empleadas
por Casullo y Fernández Liporace (2001) a las que se introdujeron nuevos ítems,
según problemas específicos identificados en la muestra de Tucumán (Contini,
Figueroa, Cohen Imach, Coronel, 2003) (Ver Anexo, Cuadro 1).
La hipótesis sería que los principales problemas que los adolescentes
autoinforman a partir de la pregunta abierta presentan particularidades según las
características de personalidad, del grupo familiar al que pertenece y del contexto
sociocultural de dónde provienen. Las diferentes condiciones y estilos de vida, tal
como lo señalamos más arriba, generan diferentes estrategias para afrontar los
problemas, como así también la lectura que se hace de aquellas situaciones
problemáticas.
La segunda parte de la escala evalúa 18 estrategias de Afrontamiento.
Estos factores o estrategias encontradas son:
As– buscar apoyo social,
Rp– concentrarse en resolver el problema,

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Es– esforzarse y tener éxito,
Pr– preocuparse,
Ai– invertir en amigos íntimos,
Pe– buscar pertenencia,
Hi– hacerse ilusiones,
Na– falta de afrontamiento,
Rt– reducción de la tensión,
So– acción social,
Ip– ignorar el problema,
Cu– autoinculparse,
Re– reservarlo para sí,
Ae– buscar apoyo espiritual,
Po– fijarse en lo positivo,
Ap– buscar ayuda profesional,
Dr– buscar diversiones relajantes
Fi– distracción física.

Articulación entre estilos y estrategias de afrontamiento a partir de la


Escala de Afrontamiento para Adolescentes (ACS)

Estas 18 estrategias pueden agruparse en tres estilos básicos de


afrontamiento:
a- Dirigido a la resolución de problemas: aquellas estrategias que
modifican la situación problemática para hacerla menos estresante.
b- Afrontamiento en relación con los demás: aquellas que apuntan a
reducir la tensión, la activación fisiológica y a la reacción emocional.
c- Afrontamiento improductivo, apuntan a los jóvenes que no enfrentan la
situación problema. Los sujetos que utilizan estrategias de este estilo
suelen tener sentimientos y pensamientos de autorreproche, e
inutilidad; pueden negar el problema o minimizarlo; no se preocupan
por las demandas del medio ni de sus reacciones, es decir que en

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general, no se esfuerzan en buscar las posibles soluciones a la
problemática planteada.
Posteriormente se interpretan las estrategias en relación al estilo al que
pertenece:
a) Dirigido a la resolución de problemas

1- Buscar diversiones relajantes (Dr), describe actividades relajantes: oir


música, leer un libro, tocar un instrumento musical, etc.
2- Esforzarse y tener éxito (Es), supone compromiso, ambición y
dedicación para estar mejor.
3- Distracción física (Fi), elementos que se refieren a hacer deporte,
mantenerse en forma, etc.
4- Fijarse en lo positivo (Po), busca el aspecto positivo de la situación y
considerarse afortunado.
5- Concentrarse en resolver el problema (Rp), acciones dirigidas a
analizar los diferentes puntos de vista de la situación.

b) Afrontamiento en relación con los demás

1- Buscar apoyo espiritual (Ae), supone recurrir a la ayuda de un ser


superior para solucionar los conflictos. Emplean la oración y la creencia
en la ayuda de un líder espiritual.
2- Buscar ayuda profesional (Ap), consiste en buscar la opinión de
profesionales, como maestros, terapeutas o a una persona
competente.
3- Invertir en amigos íntimos (Ai), se refiere búsqueda de relaciones
personales íntimas.
4- Buscar apoyo social (As), consiste en una estrategia de compartir. los
problemas con otros y buscar apoyo en su resolución.
5- Buscar pertenencia (Pe), implica preocupación e interés por sus
relaciones con los demás y por lo que los otros piensan.
6- Acción social (So), supone dejar que otros conozcan el problema y
tratar de conseguir ayuda a través de grupos.

45
c) Afrontamiento improductivo

1- Autoinculparse (Cu), ciertos sujetos se ven como responsables de los


problemas o preocupaciones que tienen.
2- Hacerse ilusiones (Hi), estrategia expresada por elementos basados en
la esperanza y en la anticipación de una salida positiva.
3- Ignorar el problema (Ip), rechazar conscientemente la existencia del
problema.
4- Falta de afrontamiento (Na), incapacidad personal para tratar el
problema y desarrollo de síntomas psicosomáticos
5- Preocuparse (Pr), indica preocupación por el futuro y la felicidad futura.
6- Reservarlo para sí (Re), expresa que el sujeto huye de los demás y no
desea que conozcan sus problemas
7- Reducción de la Tensión (Rt), utilización de elementos que reflejan un
intento de sentirse mejor y relajar la tensión (Fumar, beber, drogarse).
Fuente: Frydenberg y Rowley (1998)

Alcance de los instrumentos que evalúan el afrontamiento


La evaluación del afrontamiento constituye una tarea compleja debido a la
multidimensionalidad del concepto. Uno de las principales dificultades encontradas
se refiere al desconocimiento de las motivaciones por el cual un sujeto elige
determinadas formas de resolución de problemas. Asimismo no se llega a
vislumbrar el mecanismo por el cual selecciona éstas y no otras.
Otro obstáculo constituye la falta de consistencia temporal, ya que una
misma situación puede ser afrontada por un mismo sujeto de distintas maneras en
diferentes momentos (Leibovich y otros, 2002).
Por ello, si bien estos instrumentos permiten conocer las formas más
usuales que tienen los jóvenes de afrontar situaciones problemáticas, queda aún
por trabajar con un abordaje clínico las causas que llevan al adolescente a utilizar
determinadas estrategias y no otras.

46
CONCLUSIONES

El afrontamiento resulta un fenómeno complejo y su análisis responde a la


necesidad de conocer los modos de afrontar de los adolescentes los eventos
estresantes, en distintos contextos socioculturales.
Cada adolescente dispone de varias estrategias para enfrentar los
estresores. La selección de las mismas va a depender del contexto psicosocial, y
de la personalidad de cada uno, que da cuenta de la variedad de recursos que
dispone el sujeto. Ambos aspectos interactúan en la determinación del
afrontamiento.
Identificar los estresores; analizar la relación de la situación estresante con
las estrategias, a veces adaptativas y otras no, que se ponen en marcha para
intervenir frente a la situación; describir cómo es evaluado y valorado el suceso
estresante y cuál es el resultado de las estrategias utilizadas para amortiguar los
efectos del estrés, constituye una tarea esencial no sólo para los psicólogos
clínicos sino también para aquellos abocados a las tareas de investigación en
nuestra disciplina, en tanto permitirá hacer señalamientos e intervenciones a nivel
comunitario que lleven a mejorar la calidad de vida, posibilitando un mayor
desarrollo personal y favoreciendo el bienestar psicológico de los adolescentes.
Por ello, es importante plantear, siguiendo a Leibovich et al. (2002), que la
complejidad del fenómeno del estrés y sus modos de afrontamiento nos impone
desafíos teóricos, como terapeutas y como investigadores, en tanto requiere
integrar factores diversos que interactúen entre sí dentro de un marco teórico
amplio, con el fin de comprender a este multifacético fenómeno.

47
Anexo
Cuadro 1. CATEGORÍAS DE ANÁLISIS DE SITUACION PROBLEMÁTICA - ACS
1ª Parte-*
1. PROBLEMAS PERSONALES
1. Enfermedades físicas o psíquicas.
2. Problemas con imagen corporal.
3. Drogadicción.
4. Alcoholismo.
5. Depresión.
6. Ideaciones suicidas.
7. Ruptura de pareja.
8. Crisis de fe.
9. Culpa por haber mentido.
10. Preocupación porque la pareja consume alcohol o drogas.
11. Relación con los pares.
2. PÉRDIDAS CON SIGNIFICACIÓN AFECTIVA
12. Muertes de seres queridos.
13. Cambio de lugar de residencia.
14. Desempleo personal.
15. Peleas con amigos.

3. PROBLEMAS FAMILIARES.
16. Separación o divorcio de padres.
17. Discusiones con padres, hermanos, tíos.
18. Mala situación económica.
19. Negligencia.
20. Enfermedad de algún miembro de la familia.

4. PROBLEMAS LEGALES. VIOLENCIA SOCIAL


21. Accidentes.
22. Problemas que requieren la intervención policial.
23. Abandono por parte de los padres.
24. Ser asaltado robado, golpeado.

5. PROBLEMAS SEXUALES
25. Violaciones.
26. Abortos.
27. Embarazos no deseados.
28. Dificultades para una relación sexual satisfactoria.
29. Conflicto con la identidad sexual.
30. Miedo a contraer SIDA.

6. PROBLEMAS EDUCATIVOS

48
31. No poder aprender.
32. Desaprobar exámenes.
33. Confusión vocacional.
34. Expulsiones.
35. Malos vínculos con algún docente.
36. Miedo al fracaso en los estudios.
37. Sentirse discriminado.

7. PROBLEMAS PATERNOS / MATERNOS


38. Consumo de drogas o alcoholismo en padre o madre.
39. Recibir castigos físico.
40. Madre golpeada o maltratada (o padre).
41. Nuevo matrimonio de alguno de los padres.
42. Nacimiento hermano de nueva pareja paterna o materna.
43. Enfermedad grave en alguno o ambos padres.
44. Problema con la identidad sexual paterna o materna.

8. PROBLEMAS SOCIALES

45. El futuro del país.


46. La guerra y los atentados terroristas.
47. La pobreza, la injusticia, el desempleo.

9. NINGÚN PROBLEMA

* Fuente: Casullo, M. M. y Fernández Liporace (2001). Adaptado por Contini, Figueroa, Cohen
Imach y Coronel (2003).

49
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