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El Adolescente y el afrontamiento
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procesos claves: los duelos, la agresión y la violencia del adolescente, la
búsqueda de la identidad sexual y ocupacional, la autonomía con respecto a su
grupo familiar, y la rebeldía que ello conlleva, los conflictos generacionales, entre
otros. Estos requerimientos que se le plantean implican el desarrollo de
competencias psicosociales importantes para el posterior posicionamiento del
adolescente en el mundo adulto; de no contar con estrategias positivas de
afrontamiento para responder a estas situaciones pueden generar en cambio,
comportamientos menos adaptativos y mayor vulnerabilidad en el adolescente.
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Desde los modelos cognitivos de la emoción, se entiende que no son las
situaciones en sí mismas las que provocan una reacción emocional, sino que el
factor que desencadena la emoción es la interpretación que el individuo hace de
tales situaciones. Dentro de los modelos cognitivos, el modelo de la valoración
cognitiva ha alcanzado una relevancia sobresaliente (Martín Díaz, Jiménez
Sánchez y Fernández Abascal, 2004).
En esta línea, y desde la concepción teórica desarrollada por Lazarus y
Folkman (1984), se sostiene que, la aparición del estrés y otras reacciones
emocionales están mediatizadas por el proceso de valoración cognitiva que la
persona realiza. En un primer momento, de las consecuencias que la situación
tiene para el sujeto (valoración primaria) y, en un segundo momento, si esa
situación tiene una significación de amenaza o desafío, el sujeto valora los
recursos de los que dispone con el fin de evitar o reducir las consecuencias
negativas de la situación (valoración secundaria).
La valoración secundaria constituye así la capacidad de afrontamiento
(coping), entendiendo a ésta como un proceso psicológico que se pone en marcha
cuando la situación o el entorno resultan amenazantes.
Desde aquí, Lazarus y Folkman (1984) definen al afrontamiento como
“aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se
desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son
evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (p.
141).
Estos autores entienden que el afrontamiento constituye un proceso
cambiante con fines de adaptación, en el que el sujeto y el contexto interactúan de
manera permanente y señalan, además, que los individuos varían sus patrones de
estrategias de afrontamiento en función del tipo de problema a resolver.
El afrontamiento es definido por Everly (1989) “como un esfuerzo para
reducir o mitigar los efectos aversivos del estrés, esfuerzos que pueden ser
psicológicos o conductuales” (p.44). En la misma línea, Frydenberg y Lewis (1997)
definen al afrontamiento como “las estrategias conductuales y cognitivas para
lograr una transición y una adaptación efectivas” (p.13).
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Cada sujeto tiende a la utilización de los estilos de afrontamiento que
domina, ya sea por aprendizaje o por hallazgo fortuito en una situación de
emergencia. A su vez, las estrategias de afrontamiento pueden resultar, según
Girdano y Everly (1986), adaptativas o inadaptativas. Las primeras reducen el
estrés y promueven la salud a largo plazo, mientras que las segundas reducen el
estrés sólo a corto plazo, pero tienen un efecto nocivo en la salud a largo plazo.
En este punto, se hace preciso diferenciar los estilos de afrontamiento de
las estrategias de afrontamiento. “Los estilos de afrontamiento se refieren a
predisposiciones personales para hacer frente a las situaciones y son los
responsables de las preferencias individuales en el uso de unos u otros tipos de
estrategia de afrontamiento, así como de su estabilidad temporal y situacional. Por
otro lado, las estrategias de afrontamiento son los procesos concretos que se
utilizan en cada contexto y pueden ser altamente cambiantes dependiendo de las
condiciones desencadenantes” (Fernández-Abascal, 1997, p. 190). Así, mientras
los estilos son las formas habituales, relativamente estables, que tienen una
persona para manejarse con el estrés, las estrategias son situacionalmente
dependientes, constantemente cambiantes y están influidas por los estilos que
tiene un sujeto de afrontar los problemas de la vida diaria.
Si bien en este trabajo no nos detendremos a analizar los estilos de
afrontamiento, si haremos hincapié en las estrategias de afrontamiento. En
relación a éstas, su delimitación conceptual es menos precisa que la de los estilos,
ya que su definición ha estado generalmente ligada al desarrollo de los
instrumentos de medida de las mismas. Más allá de las diferencias, diversos
autores coinciden en señalar que se entiende por estrategias de afrontamiento el
conjunto de respuestas (pensamientos, sentimientos y acciones) que un sujeto
utiliza para resolver situaciones problemáticas y reducir las tensiones que esta
situación le genera (Casullo y Fernández Liporace, 2001).
Dependen de la combinación de múltiples factores en los que se destacan
los aspectos personales y sus experiencias individuales, por un lado, y por el otro,
las exigencias del medio ambiente con sus permanentes desafíos y presiones
sociales.
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Revisando la bibliografía sobre el tema, resalta los diferentes intentos
realizados por los autores por clasificar las estrategias de afrontamiento
(Meichenbaum y Turk, 1982; Endler y Parker, 1990; Folkman, Lazarus, Dunkel-
Scetter, De Longis y Gruñe, 1986). Lazarus y Folkman (1984) propusieron ocho
estrategias de afrontamiento:
1. Confrontación: constituyen los esfuerzos de un sujeto para alterar la
situación. Indica también cierto grado de hostilidad y riesgo para él. Se da
en la fase de afrontamiento.
2. Planificación: apunta a solucionar el problema. Se da durante la evaluación
de la situación (evaluación secundaria).
3. Aceptación de la responsabilidad: indica el reconocimiento del papel que
juega el propio sujeto en el origen y/o mantenimiento del problema. Es lo
que comúnmente se señala como “hacerse cargo”.
4. Distanciamiento: Implica los esfuerzos que realiza el joven por apartarse o
alejarse del problema, evitando que éste le afecte al sujeto.
5. Autocontrol: Se considera un modo de afrontamiento activo en tanto indica
los intentos que el sujeto hace por regular y controlar sus propios
sentimientos, acciones y respuestas emocionales.
6. Re evaluación positiva: supone percibir los posibles aspectos positivos que
tiene una situación estresante.
7. Escape o evitación: A nivel conductual, implica el empleo de estrategias
tales como beber, fumar, consumir drogas, comer en exceso, tomar
medicamentos o dormir más de lo habitual. También puede ser evitación
cognitiva, a través de pensamientos irreales improductivos. En general,
apunta a desconocer el problema.
8. Búsqueda de apoyo social: Supone los esfuerzos que el joven realiza para
solucionar el problema acudiendo a la ayuda de terceros, con el fin de
buscar consejo, asesoramiento, asistencia, información o comprensión y
apoyo moral.
Las dos primeras estrategias estarían centradas en el problema (en tanto
resultan más instrumentales ya que modifican el problema haciéndolo menos
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estresante); las cinco siguientes están centradas en la emoción (ya que apuntan a
la regulación de la emoción) y la última estrategia se focaliza en ambas áreas.
Lazarus y Folkman (1984) señalan además que algunas estrategias son más
estables a través de diversas situaciones estresantes, mientras que otras se hallan
más asociadas a contextos situacionales particulares. Por ejemplo, pensar
positivamente es relativamente estable y depende sustancialmente de la
personalidad; en cambio, la búsqueda de soporte social es inestable y depende
principalmente del contexto social (Leibovich, Schmidt y Marro, 2002).
Más adelante, Fernández-Abascal (1997) realizó un exhaustivo listado de
las estrategias de afrontamiento que fueron definidas en la literatura científica. Se
identificaron 18 estrategias diferentes y se construyó la escala de Estilos y
Estrategias de Afrontamiento.
Por su parte, dado que el afrontamiento de una situación no equivale a
tener éxito, a veces pueden funcionar bien y otras mal, según las personas, sus
circunstancias y contextos, éste será eficaz cuando permita al individuo tolerar,
minimizar y aceptar o incluso ignorar aquello que no pueda dominar o controlar.
Siguiendo a Olson y Mc Cubbin (1989) señalan la importancia de entender
al afrontamiento tanto como un proceso, como una estrategia. El afrontamiento
constituye un proceso que el sujeto pone en marcha para hacer frente a
situaciones estresantes; sin embargo, no siempre la puesta en marcha de este
proceso garantiza su éxito. Si al hacerlo el individuo tiene éxito para solucionar el
evento presente, repetirá el mismo ante situaciones similares; en caso contrario
buscará otro recurso. Así, y según Fernández-Abascal (1997), estaríamos ante
una situación de aprendizaje por ensayo y error.
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Según Omar (1995) los investigadores definen al estrés, al menos, de tres
formas diferentes:
1- como un estímulo
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Lazarus y Folkman (1984) avanzan un poco más en estas
conceptualizaciones, agregando que el resultado de enfrentarse a un evento
estresante depende tanto de las demandas del medio como de los propios
recursos de cada persona.
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personales que podrán utilizarse en situaciones futuras y contribuir, así, a mejorar
su autoeficacia y autoestima.
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Entre los aportes sobre el tema del estrés en adolescentes, destacamos el
desarrollado por Timko y Moos (1993), basado en la teoría de estrés y
afrontamiento de Lazarus y Folkman (1984). Elaboran un modelo de factores o
determinantes de estresores crónicos en adolescentes (madre, padre, hermanos,
amigos y escuela):
Según plantea este modelo de análisis, las figuras parentales, filiares, los
amigos y la escuela pueden funcionar como estresores crónicos. En todos estos
casos los estresores pueden ser reducidos o evitados cuando los recursos
sociales se hacen presentes y señalan además que el mayor uso de estrategias
de afrontamiento estaría asociado con menores estresores crónicos porque
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implica acciones a llevar a cabo para abordar los problemas y por lo tanto poder
ver el lado positivo de los mismos (Casullo, G. 2002).
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adolescentes más grandes focalizan sus estrategias en la emoción (Compas,
Orosan y Grant, 1993), así como en el estilo improductivo (Frydenberg y Lewis,
1993).
1
El Bienestar Psicológico, constructo no claramente definido en la literatura científica, es
relacionado principalmente con el grado en que un individuo juzga su vida “como un todo” en términos
favorables y satisfactorios (Veenhoven, 1991; Diener, 1994). Ryff y keyes (1995) describen el modelo
multidimensional del Bienestar Psicológico, en el cual desarrolla seis dimensiones: Aceptación de sí,
proyectos personales, vínculos sociales, control de las situaciones, compromiso vital y autonomía.
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(excepto búsqueda de pertenencia y acción social); mientras que el bajo
bienestar muestra un estilo improductivo, salvo la estrategia preocuparse. Esta
última no se considera improductiva, ya que también es utilizada en los
adolescentes que presentan un alto nivel de bienestar, en el estudio que realizan
estos autores.
Los adolescentes que tienen una apreciación positiva de su vida, que
confían en los demás y pueden establecer buenos vínculos, que tienen metas y
proyectos, que cuentan con recursos personales para hacer frente a los diversos
hechos o situaciones normales que les plantea la etapa por la cual transitan,
recurren a estrategias activas, haciendo deportes y manteniéndose activos,
buscando situaciones exitosas, fortaleciendo el concepto que tienen de sí, y de
su imagen corporal, logrando mayor aceptación de los demás, ganando prestigio
y reforzando su autoestima.
Por otro lado, aquellos que se sienten insatisfechos consigo mismos tienen
escasos vínculos interpersonales, presentan un desfasaje entre sus expectativas,
sus logros y una percepción negativa de las demandas que el medio les plantea
para resolver; tienen más limitaciones personales para afrontar los sucesos de la
vida cotidiana.
Cuando el joven manifiesta una posición pasiva frente a los problemas
suelen presentarse síntomas psicosomáticos. Los que acuden a la estrategia
reducción de la tensión ponen de manifiesto el intento de sentirse mejor por
medio de actividades que disminuyan el estrés. Una modalidad es la ingesta
excesiva de alcohol, y/o de sustancias psicoactivas o el fumar; recursos éstos de
carácter evasivo y en los cuales el adolescente no asume un rol activo, sino que
se refugia en la fantasía, en el mundo interno, aislándose y negándose a
participar de relaciones afectivas gratificantes y duraderas.
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1- WOC (Ways of Coping Inventory) de Lazarus y Folkman (1984): Es el
instrumento más usado en los comienzos, e incorpora las ocho estrategias
definidas por los autores y las relaciona con los estilos dirigidos al problema
y a la emoción.
2- COPE (Coping Estimation) de Carver, Sheier y Weintraub (1989): Este
instrumento tiene una mayor precisión en los ítems e incluye áreas que no
son abordadas por el WOC, tales como el humor, la religión y la negación.
3- IVA (Inventario de valoración y Afrontamiento): Sus autores, en su forma
original, son Cano-Vindel y Miguel-Tobal (1992). A diferencia de los
anteriores, este instrumento nos permite evaluar el afrontamiento en
situaciones específicas. Permite conocer la evaluación que el sujeto hace
de la situación estresante y sus estrategias de afrontamiento frente a
aquélla.
4- ACS (Escala de Afrontamiento para Adolescentes) de Frydenberg y Lewis
(1996). Estos autores son los que agregan el tercer estilo de afrontamiento,
al que denominaron Improductivo.
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Frydenberg y Lewis señalan que muchas de las conductas de un sujeto
dependen de una situación específica, evaluada a través de la Forma Específica
de la Escala ACS. Asimismo, se ha observado que las estrategias de
afrontamiento que un sujeto elige son en gran parte estables con independencia
de la naturaleza del problema, indagada por medio de la Forma General. Ambas
versiones tienen los mismos elementos aunque varían parcialmente las
instrucciones de aplicación.
Consta de dos partes: la primera es una pregunta abierta sobre los
principales problemas vividos durante los últimos 6 meses. La segunda parte
consiste en un inventario en forma de autoinforme compuesto por 80 elementos,
79 de tipo cerrado y uno abierto al final, y permite evaluar con gran fiabilidad 18
estrategias de afrontamiento diferentes que se han identificado conceptual y
empíricamente. Los 79 elementos cerrados se puntúan mediante una escala de
tipo Likert de cinco puntos: 1: no me ocurre nunca o no lo hago; 2: Me ocurre o lo
hago raras veces; 3: Me ocurre o lo hago algunas veces; 4: Me ocurre o lo hago a
menudo y 5: Me ocurre o lo hago con mucha frecuencia.
La pregunta abierta se evalúa según las categorías de análisis empleadas
por Casullo y Fernández Liporace (2001) a las que se introdujeron nuevos ítems,
según problemas específicos identificados en la muestra de Tucumán (Contini,
Figueroa, Cohen Imach, Coronel, 2003) (Ver Anexo, Cuadro 1).
La hipótesis sería que los principales problemas que los adolescentes
autoinforman a partir de la pregunta abierta presentan particularidades según las
características de personalidad, del grupo familiar al que pertenece y del contexto
sociocultural de dónde provienen. Las diferentes condiciones y estilos de vida, tal
como lo señalamos más arriba, generan diferentes estrategias para afrontar los
problemas, como así también la lectura que se hace de aquellas situaciones
problemáticas.
La segunda parte de la escala evalúa 18 estrategias de Afrontamiento.
Estos factores o estrategias encontradas son:
As– buscar apoyo social,
Rp– concentrarse en resolver el problema,
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Es– esforzarse y tener éxito,
Pr– preocuparse,
Ai– invertir en amigos íntimos,
Pe– buscar pertenencia,
Hi– hacerse ilusiones,
Na– falta de afrontamiento,
Rt– reducción de la tensión,
So– acción social,
Ip– ignorar el problema,
Cu– autoinculparse,
Re– reservarlo para sí,
Ae– buscar apoyo espiritual,
Po– fijarse en lo positivo,
Ap– buscar ayuda profesional,
Dr– buscar diversiones relajantes
Fi– distracción física.
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general, no se esfuerzan en buscar las posibles soluciones a la
problemática planteada.
Posteriormente se interpretan las estrategias en relación al estilo al que
pertenece:
a) Dirigido a la resolución de problemas
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c) Afrontamiento improductivo
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CONCLUSIONES
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Anexo
Cuadro 1. CATEGORÍAS DE ANÁLISIS DE SITUACION PROBLEMÁTICA - ACS
1ª Parte-*
1. PROBLEMAS PERSONALES
1. Enfermedades físicas o psíquicas.
2. Problemas con imagen corporal.
3. Drogadicción.
4. Alcoholismo.
5. Depresión.
6. Ideaciones suicidas.
7. Ruptura de pareja.
8. Crisis de fe.
9. Culpa por haber mentido.
10. Preocupación porque la pareja consume alcohol o drogas.
11. Relación con los pares.
2. PÉRDIDAS CON SIGNIFICACIÓN AFECTIVA
12. Muertes de seres queridos.
13. Cambio de lugar de residencia.
14. Desempleo personal.
15. Peleas con amigos.
3. PROBLEMAS FAMILIARES.
16. Separación o divorcio de padres.
17. Discusiones con padres, hermanos, tíos.
18. Mala situación económica.
19. Negligencia.
20. Enfermedad de algún miembro de la familia.
5. PROBLEMAS SEXUALES
25. Violaciones.
26. Abortos.
27. Embarazos no deseados.
28. Dificultades para una relación sexual satisfactoria.
29. Conflicto con la identidad sexual.
30. Miedo a contraer SIDA.
6. PROBLEMAS EDUCATIVOS
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31. No poder aprender.
32. Desaprobar exámenes.
33. Confusión vocacional.
34. Expulsiones.
35. Malos vínculos con algún docente.
36. Miedo al fracaso en los estudios.
37. Sentirse discriminado.
8. PROBLEMAS SOCIALES
9. NINGÚN PROBLEMA
* Fuente: Casullo, M. M. y Fernández Liporace (2001). Adaptado por Contini, Figueroa, Cohen
Imach y Coronel (2003).
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