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Vittorio F. Guidano
LAS DIMENSIONES DEL SÍ MISMO

Una lección sobre los últimos desarrollos del


modelo post-racionalista

Edición de Gherardo Mannino


Presentación de Silvana Galderisi
Texto original en italiano, traducido al español por Alfredo E. Cancino Arce, INTECO-IPRA, Chile.
Traducción sujeta a revisión.
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NOTA DEL EDITOR

El texto siguiente constituye la transcripción de una lección informal que, en el


contexto de una serie más amplia de encuentros de supervisión, Vittorio Guidano sostuvo
en Boloña con un pequeño grupo de sus alumnos, en febrero de 1999. En aquella ocasión,
Guidano ilustró algunas nuevas e importantes ideas (las que estaba elaborando
precisamente en aquel período) que iban a articular y desarrollar ulteriormente su
modelo.
Sin embargo, él no tuvo el tiempo para completar y publicar un trabajo suyo con estas
nuevas formulaciones. Desde este punto de vista, la presente publicación llena un vacío
en la literatura dado que, hasta hoy, no existe ningún testimonio de su pensamiento de
aquel período de la forma en que él mismo lo estaba formulando (al menos editado en
prensa) y, al mismo tiempo, protege estas ideas al acreditar su paternidad.
En particular, un aspecto extraordinariamente innovador de la presente lección está
representado por un nuevo encuadre del constructo de las “Organizaciones de Significado
Personal” en términos de dos dimensiones psicológicas (una conocida y la otra inédita): se
trata de una formulación extremadamente importante y que arroja nuevas luces sobre la
naturaleza de las “Organizaciones” y sus relaciones recíprocas.
Como texto de partida para la preparación de este pequeño libro fue utilizada la
transcripción redactada por uno de los participantes de la supervisión que ya había
procurado aportar algunos cambios a lo hablado mediante la eliminación de las
“imperfecciones” más evidentes (repeticiones, titubeos, correcciones, etc.). Además, las
observaciones y preguntas de los participantes, que originalmente se intercalaban con las
palabras de Guidano, han sido omitidas en la transcripción para no interrumpir la
continuidad del discurso; en cada caso, la comprensibilidad del texto no ha resultado en
modo alguno comprometida por esto. Por el contrario, estos cambios han mejorado la
fluidez del discurso, sin por ello alterarle las características de lenguaje hablado ni
comprometer en modo alguno el significado original; en consecuencia, quien haya
conocido a Guidano no tendrá dificultad para reconocer su estilo tan característico en los
contextos de comunicación informal. En efecto, se trata de un discurso que tiene
características diferentes no sólo de sus textos escritos sino también de las relaciones
públicas sostenidas con ocasión de seminarios o congresos. En el presente texto, de
hecho, se puede notar un discurso no estrictamente sistematizado, que toma en
consideración más argumentos y que retoma los mismos temas llevándolos más allá, casi
como si su pensamiento se desenredase del modo en que él –en aquel período-
probablemente en primer lugar se lo estaba formulando a sí mismo.
Más allá de esto, para hacer lo escrito más consecuencial, a la transcripción original se
aportó algún cambio ulterior: En efecto, una parte de la lección (la que señala los estudios
sobre la dimensión field-dependence/field-independence en el contexto de sesiones
psicoterapéuticas), que en la transcripción original concluía el texto, ha sido reubicada
más adelante. También en otro punto (cuando se introduce el concepto de
inwardness/outwardness) se cambió el orden de dos breves tramos consecutivos para
hacer más fluido el texto.
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Tratándose de una lección densa, aunque breve, el texto ha sido subdividido en


apartados y ha sido insertada una premisa al inicio de cada uno, de modo de presentar
mejor al lector los temas que Guidano aborda en su momento. Naturalmente, quien lo
desee puede prescindir de estas breves introducciones y leer todo el discurso de corrido,
como un texto único.
Además de esto, con el fin de hacer más fácil la lectura a los estudiantes, terapeutas
en formación y estudiosos de otras disciplinas, así como a su vez para clarificar el contexto
del discurso también a los especialistas, el texto ha sido provisto de un amplio sistema de
notas y, por la misma razón, ha sido enriquecido con todas las referencias bibliográficas
que ha sido posible encontrar. La figura mostrada en el libro, en fin, ha surgido a partir del
texto y confrontada con el esquema que los colegas habían reproducido de Guidano en el
curso del encuentro para verificar su exactitud.
De cualquier manera, la búsqueda del título para esta lección ha sido inevitablemente
arbitraria: En todo caso, dado que en el fondo la novedad más importante del texto está
representada justamente por la ilustración de las dos dimensiones relativas al self
entendido como proceso, pareció más apropiado un título que evocase precisamente las
“dimensiones del sí mismo”.
Una de las mayores limitaciones de esta lección es sin duda su brevedad y por esta
razón se decidió que el texto fuese seguido de un epílogo: En efecto, el discurso de
Guidano, ya sea porque a veces está constituido sólo por breves menciones acerca del
argumento tratado, o ya sea porque otras veces no está aún definitivamente
sistematizado y en fin, más en general, por las dificultades intrínsecas de los temas en
cuestión (no obstante la inclusión de premisas y notas explicativas), resulta más bien difícil
sobretodo en algunos puntos. Por ejemplo, para quien desde antes no conoce al menos
en parte el los argumentos del pensamiento de Guidano, la parte central del discurso
–aquella sobre el encuadre de las “Organizaciones de Significado Personal” en términos de
dos dimensiones- podría parecer de alguna forma muy comprensible pero en cada caso
bastante compleja.
Por estas razones, en el epílogo se buscó tanto delinear mejor el contexto y el estado
del arte al interior del cual se va a integrar el discurso de Guidano, así como ejemplificar
sus principales formulaciones (recurriendo a numerosos casos clínicos) y mostrar cuán
ricas son en consecuencias para la clínica (naturalmente los ejemplos clínicos reportados
han sido modificados para no hacer identificables a los sujetos).
Más allá de esto, no obstante las limitaciones inevitables de una empresa de este
tipo, además se decidió alargar el epílogo con una sistematización ulterior, aunque
ciertamente inicial, del argumento representado por el encuadre de las “Organizaciones”
en términos de sus dos dimensiones. Lo anterior, con objeto de explicitar y clarificar
ulteriormente el discurso de Guidano (que estaba evidentemente en proceso de
elaboración) y a fin de resaltar mejor las consecuencias para la clínica. Con esto no se
pretende para nada adivinar las intenciones de Guidano acerca del posible desarrollo
ulterior de estos conceptos, sino se propone sólo una de las posibles lecturas de su
discurso. En consecuencia, la particular interpretación delineada en el epílogo fue
propuesta no con el fin que el lector necesariamente la comparta, sino porque se
considera que ella, aunque sea como una simple ejemplificación de un intento en lo que
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atañe, puede en todo caso resultar útil para lograr intuir la relevancia de las posibles
articulaciones y de los posibles desarrollos de estos conceptos. Es evidente que luego será
el lector quien se haga su idea y madure su punto de vista.
Vaya un agradecimiento a todas las personas con las cuales tengo la fortuna de
colaborar y que me han apoyado en la edición de este escrito, y en particular a Massimo
Donnini, por el constante estímulo, a Letizia Mannino, por la agudeza de sus sugerencias,
e a Giovanna Maxia, con quien he discutido en amplitud prácticamente cada parte
(premisas, notas, epílogo) de las versiones preliminares del texto, por la contribución
verdaderamente preciosa.
Agradezco también a Marco La Rosa y Mauro Roncaglia, dos de los colegas que han
participado en los encuentros de supervisión, por haberme hecho conocer esta lección.
Gracias también a Silvana Galderisi por el entusiasmo con el que ha aceptado escribir la
presentación.
Un agradecimiento, en fin, a Evelina Guidano por la aprobación de la redacción del
texto y por la autorización para publicarlo.

G.M.
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PRESENTACIÓN

El texto que nos propone Gherardo Mannino es al mismo tiempo un tributo al


pensamiento de Vittorio Guidano y un regalo para todos aquellos que en el arco de su
formación o carrera profesional se acercaron a esta gran figura del teórico original, formador
eficaz y psicoterapeuta de vastísima experiencia.
Con la transcripción de esta lección informal, Gherardo Mannino, que fue alumno de
Guidano, nos abre un tesoro precioso y, con la rigurosidad y la claridad que desde siempre lo
caracterizan, guía al lector hacia el descubrimiento de las últimas y fascinantes evoluciones del
pensamiento de Guidano.
El texto ofrece una oportunidad única de “escuchar” una vez más a Guidano mientras
ilustra a sus alumnos el nuevo encuadre de las organizaciones de Significado Personal:
a partir de las dimensiones Field-Dependence/Field-Independence e Inwardness/Outwardness
que llegan a configurarse como verdaderas y absolutas dimensiones del sí mismo, al interior
de las cuales se define mejor la naturaleza de las Organizaciones de Significado Personal y de
sus relaciones recíprocas.
Una lección, como siempre fueron las de Guidano, densa en contenidos, reflexiones
críticas, citas culturales y referencias que consideran la experiencia clínica. En el ámbito del
discurso, un espacio está destinado a tratar las psicosis, tema al cual Guidano y su escuela
dedicaron gran parte del compromiso teórico a fines de los años ’90. Éste es un precioso
apartado del compendio, en el cual Guidano aclara las relaciones entre las Organizaciones de
Significado personal y la descompensación psicótica a la luz de la dimensión “Integración” y de
los constructos de “Ipseidad” y “Mismidad”.
Gherardo Mannino conduce la lección sin sacrificar nunca la linealidad que con gran
maestría logra conferir a la exposición, identificando en cada pasaje los elementos clave y la
secuencia más oportuna para permitir al lector familiarizarse con las dimensiones de Field-
dependence/Field-independence e Inwardness/Outwardness, así como con la contribución
original que éstas aportan a la comprensión de las Organizaciones mismas y de sus relaciones
recíprocas. Además, las premisas en cada uno de los apartados y las notas, enriquecidas,
detalladas y clarificadoras, permiten al lector que no tenga gran familiaridad con algunos de
los conceptos aquí formulados seguir sin dificultad la transcripción de la lección.
Como eficazmente el editor puntualiza en el epílogo, la contribución aquí presentada
corresponde a un work in progress y no a una reflexión teórica concluida y sistematizada: esto
por un lado enriquece la aproximación post-racionalista con originales y profundos elementos
de reflexión pero, por el otro, aumenta la conciencia del peso de la pérdida que ha sufrido el
pensamiento en el ámbito del Post-racionalismo tras la desaparición de Guidano. El
compromiso de sus alumnos y colaboradores más cercanos, como demuestra Gherardo
Mannino en esta contribución, es la senda maestra para aportar a este work in progress
ulteriores articulaciones teóricas y revisiones en este campo.

Silvana Galderisi
Profesora Regular de Psiquiatría
Directora de la Escuela de Especialización en Psiquiatría
Università di Napoli SUN
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IMAGEN CONSCIENTE E INMEDIATEZ

Guidano inicia su discurso con un argumento muy preciado por él y ya abordado en obras
precedentes (Guidano, 1991): el tema de la relación dinámica, siempre en acción, entre el
nivel que constituye nuestra experiencia inmediata, que es el producto de procesos tácitos
de elaboración ni siquiera potencialmente conscientes, y el nivel de la imagen consciente
que tenemos de nosotros mismos, que es el resultado de un proceso de reordenamiento
explícito que opera sobre la experiencia inmediata misma. El énfasis puesto desde siempre
por Guidano sobre la importancia de los procesos tácitos constituye una diferencia
relevante respecto de la mayor parte de los modelos de terapia cognitiva que, aún hoy,
centran su interés sobretodo en los procesos explícitos. Según Guidano, el intento de dar
cuenta de la experiencia humana, un fenómeno intrínsecamente variado y multinivelar,
recurriendo sólo a los procesos explícitos, incurre en un problema ya denunciado por
Heidegger: el reducir la experiencia humana al mero plano del lenguaje y de la reflexión
consciente.

La relación entre la imagen consciente que tenemos de nosotros mismos y nuestro


ser inmediato es como una convivencia con un extraño; por esta razón, cada vez que se
comprende algo del otro, esto resulta revelador, porque cambia la convivencia.
Efectivamente, nuestra parte consciente –desde el punto de vista cuantitativo- es
absolutamente insignificante: asume importancia porque se la damos nosotros y en
consecuencia tiene una relevancia sobretodo cualitativa. La parte preponderante, en
cambio, es la que Michael Lewis denomina “the machinery of the Self” (1), que es toda la
regulación de ritmos fisiológicos y conocimiento tácito (2): éste es el “conviviente”, el
extraño con quien cohabitamos desde siempre y con quien no hay posibilidad de divorcio.
Y por lo tanto lo que descubrimos de esa parte, de la cual no podemos separarnos nunca,
verdaderamente nos cambia la convivencia.
Muchas veces, las dos partes verdaderamente tienen una relación de extraños y no se
reconocen. Esta extrañeidad, sin embargo, es recíproca: vale decir, no es sólo la
inmediatez que resulta extraña para la parte consciente, sino también esta última es
extraña para la inmediatez; en suma, tienen dos lenguajes definitivamente distintos. Este,
en el fondo, es el problema básico que ha planteado Heidegger en el ‘900: el problema de
la diferencia entre “óntico” y “ontológico”; todo lo que es “óntico” es el resultado de la
transformación operada por el lenguaje, que separa la información de la afectividad y por
lo tanto transforma todo lo que es afectividad en objetos (3). El problema que plantea
Heidegger es que el dasein (4), el ser-ahí, es una realidad “ontológica” que no puede ser
administrada por el lenguaje. Este último, efectivamente, es un instrumento “óntico” que
transforma las cosas en objetos. Este error (5) ha sido cometido por todos, a partir de
Descartes: toda la ciencia “objetifica”. En razón a ello, se comprende por qué lo que
nosotros somos como parte consciente sea un extraño para nuestra inmediatez.
Hay un bellísimo extracto de Borges (6), titulado “Borges y yo”, que describe más bien
el punto de vista del “I” que aquel más habitual del “Me” (7). En este caso, efectivamente,
esta relación de extrañeidad es mirada desde el punto de vista de la experiencia
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inmediata. En efecto, el Borges consciente (es decir, su parte consciente) vive en el


lenguaje y tiene una actitud “óntica” con la cual transforma todo en objetos; en cambio, el
otro es la inmediatez y para ésta el lenguaje le resulta extralimitado y le parece una
manera de “falsificar” las cosas, agrandándolas sólo porque las puede ver y dimensionar.
Todos los cambios ocurrirían al interior de esta relación de convivencia, una
convivencia que no termina jamás. Y verdaderamente al mismo tiempo constituye cruz y
delicia (* N. del T.) el hecho de tener una conciencia “bipartita”: una especie de “fractura”
en el interior, que a veces te da un sentido de plenitud al lograr comprender, pero a veces
también un sentido de separación y de extrañeza. Como dice muy bien Borges, la
inmediatez debe estar en el otro, incluso si más tarde no se sepa bien quién es.

1. En el modelo propuesto por Michael Lewis (2003) el término “machinery of the Self” indica un importante
componente del conocimiento “implícito” (o “tácito”). Se trata del sistema, presente ya desde el nacimiento
y presumiblemente siempre activo, que permite a un individuo relacionarse en modo fluido con el mundo
externo, en todos aquellos ámbitos que no requieren una conciencia de sí mismo. Este sistema es el que
hace posible, en un nivel tanto elemental como esencial, la diferenciación implícita sí mismo/otro, y a un
nivel más sofisticado, el aprendizaje –siempre fuera de la conciencia- de nuevas secuencias
comportamentales. (cfr. también nota 2).

2. El término “tácito” es usado principalmente en tres acepciones distintas.


En la primera acepción, el “conocimiento tácito” –término introducido por el químico y filósofo húngaro
Polanyi (1966)- indica un conocimiento de tipo “implícito”. Es el caso, por ejemplo, de una habilidad como el
saber andar en bicicleta o bien de una particular habilidad artesanal: uno puede poseerla, pero sin saberla
describir. Recurriendo a la distinción formulada por Gilbert Ryle (1949) entre “saber que” y “saber cómo”, se
puede decir que en modo consciente uno sabe “que” sabe andar (o bien, no) en bicicleta (y esto es un
ejemplo de conocimiento explícito) mientras que a nivel práctico sólo sabe “cómo” andar en ella sin poder
describir de hecho qué hace para lograrlo.
Es evidente que en sentido amplio también se pueden hacer entrar en esta categoría los complejos patterns
relacionales que un sujeto tiende a repetir en el tiempo aunque sin lograr dar una explicación de ello.
En una segunda acepción, el término “tácito” es usado, a veces por el mismo Guidano (1987), para referirse
a un nivel de experiencia que aún siendo consciente, no tiene un objeto de conciencia, que consiste en una
suerte de percepción pre-reflexiva, global y emotiva de sí mismo.
En una última acepción, en fin, el término evoca a todos aquellos procesos neurofisiológicos, por definición,
inaccesibles a la conciencia, que sin embargo son capaces de influenciar la experiencia y el comportamiento
del sujeto. Es el caso, por ejemplo, de la silenciosa elaboración intrapsíquica a través de la cual son
construidas relaciones de conjunto a partir de los aspectos invariantes de experiencias distintas (Guidano,
1987).
No hay duda, sin embargo, que los diversos aspectos, a los que las diferentes acepciones aluden, en realidad
están correlacionados. En el fondo, de hecho, precisamente los procesos tácitos en el sentido estricto del
término (es decir aquellos ni siquiera potencialmente explicitables) son los que producen ya sea aquel
trasfondo pre-verbal de emociones, imágenes, sensaciones, que sin embargo generalmente no es objeto de
conciencia, ya sea el nivel “implícito” o “procedural” del conocimiento.

3. “Óntico” deriva del participio presente del verbo griego einai (ser). El término, por lo tanto, significa:
relativo a un ente concreto y actual, empíricamente observable.
Sin embargo, el mundo naturalmente no se nos presenta desde el inicio como una colección de “objetos”
dados. Por el contrario, una función importante que nos permite “recortar” y separar unos de otros los
diversos objetos que componen el mundo es llevada a cabo íntegramente por el lenguaje, pero
comprendido en sentido amplio: es decir, no sólo en su aspecto verbal, sino también en un aspecto que
presumiblemente presupone al primero, que es el de las distinciones conceptuales.
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Ahora, una vez que algo ha comenzado a destacarse de un trasfondo –por medio de una operación nuestra
de distinción-, es entonces que podemos comenzar a describirlo, a examinarlo, a compararlo con otros
“objetos”, análogos y diferentes. Obviamente, esta actitud de “objetificación” puede volverse no sólo hacia
el mundo externo sino también hacia nosotros mismos (y nuestra experiencia interna): de este modo
podemos, por ejemplo, “separar” un pensamiento nuestro o una vivencia nuestra del complejo trasfondo
ideacional y afectivo en el cual está inmerso y comenzar a considerarlo como una entidad independiente; en
consecuencia, no será más algo que participa de aquello que “somos” de manera fluida y sin límites netos y
consiguientemente de un modo tal que resulta difícil hablar de ello (nivel “ontológico”); más bien se
convertirá en algo que nosotros “poseemos” y que es posible describir. En sentido amplio, se puede definir
esta postura como “óntica” y contraponerla con el otro punto de vista que se puede llamar “ontológico”,
que busca salvaguardar la efectiva especificidad del modo de existir del ser humano que, a todo nivel,
parece distinto de un simple objeto.

4. Heidegger (1927) introdujo el término Dasein para referirse a la peculiar modalidad de la existencia
humana. Dasein en alemán –en el lenguaje común- significa “existencia”, pero en su significado literal quiere
decir “ser-ahí”, acepción que representa mejor las intenciones del autor.
Para comprender la razón de esta elección es necesario tener en cuenta el hecho que Heidegger no
compartía el punto de vista de toda una tradición filosófica, desde Descartes a Husserl, que comenzaba el
propio estudio de la naturaleza humana a partir de una suerte de “yo” separado del resto del mundo, una
especie de “sujeto” autónomo y aislado en un mundo de “objetos”. Por cierto, es precisamente desde esta
postura que se presentan muchos de los problemas tradicionales de la filosofía: por ejemplo, el de entender
cómo un sujeto puede lograr conocer de manera confiable el mundo externo (del cual, en base a esta
aproximación, parecería inexorablemente separado) (Magee, 1987).
Heidegger (1927), en cambio, subrayaba –recurriendo a una peculiar expresión suya- cómo cada ser humano
estaba “siempre-ya-en-el-mundo” y cómo era fragmento y parte del todo. En este punto, además, el
problema de identificar en sí mismo las bases desde las cuales poder deducir la existencia en los otros de
una mente como la propia parece en rigor artificioso. Efectivamente, en realidad nosotros hacemos nuestro
ingreso en el mundo ya al interior de un contexto de relaciones interhumanas: nuestra experiencia
presupone, por fuerza, la de los otros y precisamente no podría tener la forma que tiene si no fuese por la
participación de la experiencia de los otros. Justamente para dar cuenta de estos aspectos, Heidegger
recurre al término Dasein y toda la terminología que él propone, en el fondo, parece pensada para evitar
una artificiosa contraposición entre sujeto y objeto, y dar por el contrario el sentido de implicación mutua
entre las partes. El término Dasein, además, se ajusta bien a otra característica del ser humano puesta en
relieve por Heidegger: la peculiar relación consigo mismo. Efectivamente, a diferencia de la materia
inanimada, de las plantas y de los animales, el hombre no sólo “es”, sino se percibe que “es ahí”: por lo
tanto, exclusivamente para él, la existencia es fuente de interrogante y de problema y, al mismo tiempo, es
apertura a la posibilidad y al proyecto (Volpi, 2005).

5. Naturalmente, aquí no parece que Guidano ponga en discusión el método de la ciencia y sus resultados,
sino más bien la pretensión de dar cuenta de la experiencia humana en su integridad sólo con un método
orientado a la objetificación.

6. Generalmente, en la literatura, el tema de la relación entre la parte consciente del sujeto (sea narrador o
protagonista), por un lado, y su “experiencia inmediata”, por el otro, es abordada y desarrollada a partir de
la primera: vale decir, es la “parte consciente” la que habla y cuenta de su relación con la parte “tácita”.
Basta pensar en obras como “El libro de la inquietud” de Pezoa.
Borges, al contrario, adopta una perspectiva inusual y en el extracto del título “Borges y yo”, en el cual
Borges es la parte consciente y “Yo” es la inmediatez, hace hablar a esta última. Así, efectivamente, el breve
cuento debuta con: “Es al otro, a Borges, al que le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me
demoro, quizás ya mecánicamente, a observar el arco de un cobertizo o la reja de un patio; de Borges tengo
noticias de correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los
relojes de arena, las cartas geográficas, la tipografía del siglo VIII, la etimología, el sabor del café y la prosa
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de Stevenson; el otro comparte estas preferencias, pero en un mundo vanidoso que las transforma en
atributos de actor” (Jorge Luis Borges, tr. it. L’artefice, Adelphi, 1999, p.93).
Y algunas líneas más adelante: “Del resto, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo cualquier
instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco le estoy cediendo todo, incluso si conozco su perversa
costumbre de falsear y agrandar” (ibídem).
Naturalmente, la inmediatez puede hablar en primera persona sólo gracias a un truco literario; en efecto, si
de verdad ella fuese capaz de un discurso similar sería, en realidad, sólo otro tipo de conciencia. Sin
embargo, en virtud de esta estratagema es que podemos hacernos una idea de la “convivencia con un
extraño” de la cual habla Guidano, así como podría ser vista y vivida por parte de la experiencia inmediata.

7. La distinción entre I y Me ha sido introducida por William James hace más de un siglo para distinguir dos
diversos aspectos del Sí mismo: El sí mismo como sujeto (I) y el sí mismo como objeto de autorreflexión
(Me).
En la versión abreviada de sus “Principios de Psicología”, en efecto, James anotaba: <<En cualquier cosa que
yo piense, al mismo tiempo estoy siempre más o menos consciente de mí, de mi existencia personal. Al
mismo tiempo soy yo quien estoy consciente de esto, de modo que la totalidad de mí mismo, casi como si
fuese doble, en parte conocida y en parte cognoscente, en parte objeto y en parte sujeto, debe contener dos
aspectos discriminados, de los cuales por brevedad podemos llamar a uno el “mí” y al otro el “yo”>> (James
W. 1892, Psichology. The Briefer Course, University of Notre Dame Press, Indiana, 1985, p. 43).

*Nota del traductor:”Cruz y delicia” constituye el título de uno de los libros de Sandro Penna, Croce e delizia
(1927-1957), la historia ardiente de un solitario que rodea la ciudad con el asedio del deseo transgresor. La
expresión italiana, utilizada además en el texto de La Traviata de Verdi para definir el amor que duele, alude
a aquellas sensaciones complejas en las que concurren ingredientes bifrontes. Como expresiones latinas
equivalentes, se puede mencionar: de dulce y de agraz, la agonía y el éxtasis.
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DIMENSIONES DEL SELF:


LA INWARDNESS/OUTWARDNESS

Mientras en las líneas precedentes Guidano se vincula sobretodo con sus trabajos
anteriores, en este punto, por el contrario, presenta nuevos desarrollos. Para hacer esto,
ante todo recurre a la distinción entre “mismidad” (sameness) e “ipseidad” (selfhood)
(utilizada aquí de un modo distinto al que aparece en literatura) para dar cuenta de la
dinámica, al interior de la experiencia humana, entre ingredientes “estables” e
ingredientes “variables”. Esta distinción, como subraya pronto Guidano, no coincide con
aquella entre “imagen consciente” y “experiencia inmediata”: tanto así que es fácil
observar que para constituir esta última, por ejemplo, concurren elementos relacionables
tanto a la ipseidad como a la mismidad.
La distinción entre ipseidad y mismidad después es utilizada por Guidano para introducir
una dimensión psicológica inédita que parece poseer una extraordinaria capacidad
explicativa: la inwardness/outwardness. Como se aclara en un apartado próximo, los
sujetos con una actitud inward focalizarían la experiencia propia a partir de lo interno,
mientras que los individuos outward la focalizarían desde lo externo, casi como si fueran
espectadores de sí mismos.

La distinción entre “ipseidad” y “mismidad” (8), por el contrario, no sigue la


separación entre experiencia inmediata e imagen consciente sino que es transversal a
aquella. La “mismidad” corresponde a lo que la psicología describe como “rasgos
emotivos”, vale decir, las características estables de la personalidad; mientras la
“ipseidad” corresponde a los “episodios emotivos”, que a su vez dependen de los rasgos
emotivos mismos. En la medida que lleguen a ser asimilados, estos episodios van a
configurar ulteriormente los rasgos emotivos.
Ambos son aspectos del fluir de la experiencia: Los rasgos son los patterns recurrentes
de activación interna; los episodios son patterns discordantes –por intensidad o calidad-
que otorgan un sentido, aunque momentáneo, de discontinuidad.
Ahora, estamos haciendo un intento de elaborar consecutivamente las categorías del
significado personal (9) [vale decir las “Organizaciones de Significado Personal”, N. del E.]
en base a principios explicativos más generales y uno de los posibles modos de reevaluar
este ámbito, sobre el que estoy trabajando ahora, precisamente, parte de la evidencia que
hay dos aspectos a tomar en consideración para comprender cómo funciona el Self.
El Self como proceso, efectivamente, tiene extremos y uno de ellos está en lo interno,
mientras que el otro se ubica en lo externo, donde entra en relación con la alteridad.
El confín externo corresponde a la dialéctica entre la pertenencia a un contexto, por
un lado, y la simultánea individuación como sujeto aparte, por el otro; vale decir, cómo se
pertenece y al mismo tiempo se desmarca de aquello, lo que constituye por lo tanto el
tema de la relación con la alteridad. Naturalmente, puede variar el nivel del contexto
externo respecto al cual el sujeto se sintoniza y en consecuencia tienen lugar diferentes
niveles en los que se puede articular esta relación.
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En lo interno, por el contrario, el extremo está entre la sameness (mismidad) y la


selfhood (ipseidad), y corresponde por lo tanto a la articulación de la dialéctica entre
aquello que es constante y aquello que cambia: Por ejemplo, cómo uno se refiere y se
explica un episodio emotivo que parece no conectarse con el propio sentido de
continuidad.
La primera diferenciación entre mismidad e ipseidad ocurre hacia el final del primer
año: la mismidad inicial, en efecto, está dada por el sentido de permanencia de sí mismo
en el tiempo y coincide más o menos con el desarrollo de la “fase de permanencia del
objeto”(10) : el niño tiene una experiencia de sí mismo como duración y permanencia en
el tiempo y ésta es una primera distinción entre self y no-self, donde éste último sin
embargo no está aún articulado, vale decir, aún no existe el sentido de la “alteridad” sino
simplemente se distingue un sentido de sí mismo permanente respecto del resto, una
duración y una permanencia en el tiempo y en el espacio.
Ahora, esta “constancia” puede ser extraída y enfocada a partir de la “variabilidad” o
bien, al contrario, se puede llegar a la “variabilidad” a partir de la “constancia”. Por
ejemplo, un niño que tiene un pattern de apego indiferenciado focalizará la “constancia”
desde la “variabilidad”: para él, en efecto, es mucho más claro el suceder momento a
momento dado que los patterns de activación interna son muy discontinuos; en
consecuencia él logrará ver que hay algo suyo que no cambia a través de esta continua
variabilidad: Es esto lo que lo lleva a darse cuenta que hay algo fijo que no cambia.
Por el contrario, un niño que tiene un pattern de apego más claro y definido tendrá
patterns internos más regulares y, en consecuencia, reconocerá antes y más directamente
la constancia y cómo ésta puede cambiar momento a momento.
En una primera dimensión, por lo tanto, podemos tener, en un extremo, un
reconocimiento de sí mismo “desde lo externo” (outward), vale decir, un “reconocimiento
de la constancia a partir de la variabilidad”; mientras en el otro extremo encontramos el
“reconocimiento de la variabilidad a partir de la constancia” (inward) (11). Ésta es la
primera de dos dimensiones que se pueden disponer una ortogonal a la otra.

8. Uno de los autores que más ha recurrido a la distinción entre “ipseidad” y “mismidad” es el filósofo
francés Paul Ricoeur (1990). En su concepción de la identidad, ambos términos expresan la “permanencia”
en el tiempo de ciertos aspectos de la persona; más precisamente, la “mismidad” residiría en aquellas
características eventualmente públicas que hacen reconocible y repetidamente identificable a un individuo
como el mismo, mientras que la “ipseidad” tendría un carácter privado y se comprendería más bien como la
mantención en el tiempo de un compromiso asumido.
Aunque en otros lugares Guidano (1999) ha hecho referencia también a Ricoeur, en efecto el uso que él ha
hecho siempre de estos términos no corresponde al del filósofo francés. En particular, el uso del término
“ipseidad” es más bien distinto: efectivamente no expresa, como para Ricoeur, un aspecto de la experiencia
relativo a la permanencia en el tiempo sino, al contrario, el suceder momento a momento y por lo tanto
aquel componente de la experiencia que tiene el carácter de la variabilidad y de la discontinuidad.

9. El constructo de “Organizaciones de Significado Personal” (Guidano, 1991) ha sido desarrollado a partir de


un constructo anterior, el de “Organizaciones Cognitivas” (Guidano, Liotti, 1983). Este último constructo se
refería a distintas configuraciones cognitivas identificadas en un contexto clínico y que por lo tanto
evocaban categorías específicas de disturbios mentales: de aquí el nombre de las distintas “organizaciones”
(“Depresiva”, “Obsesiva”, “Fóbica”, tipo “Desórdenes Alimentarios Psicogénicos”).
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Con el concepto de “Organizaciones de Significado Personal”, en cambio, Guidano desvincula estas


configuraciones de cada alusión específica a la patología: efectivamente, a pesar del nombre de las
“organizaciones” individuales, que evoca lo mismo y que aún testimonia el origen de ellas, estos constructos
son concebidos ahora como particulares modalidades de percibir la propia experiencia y de atribuirles un
significado, reconocibles en todos los seres humanos y no sólo en individuos afectados de una
psicopatología (Guidano, 1991).

10. Poseer el concepto de “permanencia del objeto” significa tener la conciencia que los objetos y las
personas tienen una existencia permanente, e independiente de la percepción que se pueda tener de éstos.
Esta capacidad no está presente desde el nacimiento. Si, por ejemplo, a un niño que no ha alcanzado aún
esta fase y que está tratando de coger un juguete se lo cubre –escondiéndoselo de la vista- el niño dejará de
buscarlo como si éste hubiese desaparecido. Al contrario, un niño que ha adquirido plenamente esta
habilidad continuará buscando el juguete también una vez escondido de su vista. Piagget, que antes analizó
el desarrollo de esto, sostenía que esta capacidad se desarrollaba gradualmente a partir del fin del primer
año de vida, hasta alcanzar luego una adquisición plena entre los 18 y los 24 meses (Piagget, 1937). Estudios
más recientes, sin embargo, han evidenciado cómo ésta comenzaría a ser adquirida más precozmente
(Baillargéon, Spelke, Wasserman, 1985).

11. En el caso de los sujetos inward, el “reconocimiento de la variabilidad a partir de la constancia” se


verificaría en cuanto los estados emotivos intercurrentes son focalizados por contraste con el trasfondo
emotivo, constante o recursivo, constituido por los “rasgos emotivos”; en el caso de los sujetos outward, por
el contrario, el “reconocimiento de la constancia a partir de la variabilidad” se realizaría mediante la
focalización de un ingrediente experiencial que parece quedar constante pese a la mutabilidad de las
situaciones intercurrentes: si pensamos por ejemplo en un sujeto con organización tipo DAP que, a partir de
una variedad de situaciones interactivas en las cuales se esfuerza por corresponder a aquellas que intuye
que son las expectativas de los otros, de todos modos obtiene de ellas un constante sentido de
inadecuación.
13

DIMENSIONES DEL SELF:


LA FIELD-DEPENDENCE/FIELD-INDEPENDENCE

Guidano recurre ahora a una segunda dimensión psicológica, ya bien conocida en la


literatura, la field-dependence/field-independence. Se trata de un constructo desarrollado
en el ámbito de los estudios de la percepción pero que luego fue progresivamente
ampliado hasta tomar en consideración en primer lugar las características generales del
funcionamiento cognitivo y por lo tanto aspectos importantes del estilo de las relaciones
interpersonales: es justamente esta última acepción a la que se refiere Guidano en este
contexto.
En el apartado que sigue, Guidano primero muestra cómo esta dimensión se aplica a las
diversas “Organizaciones de Significado Personal”. Por lo tanto, tomando en consideración
ambas dimensiones (inwardness/outwardness y field-dependence/field-independence)
muestra cómo, de modo simple y natural, las distintas “Organizaciones” van a disponerse
en el esquema que emerge de la intersección de las dos dimensiones. Este encuadre se
presenta, para todos los efectos, como una nueva formulación, más abstracta y general,
de las “Organizaciones de Significado Personal”, formulación que arroja nuevas luces sobre
la naturaleza de estos constructos.

La otra dimensión abarca el nivel de contexto con el cual uno se sintoniza, lo que
también depende en gran medida del tipo de situación familiar que se tiene: en efecto, si
el niño está en una situación con fuertes márgenes de ambigüedad, o bien de
intermitencia, debe forzosamente concentrarse en la interacción “momento a momento”.
Se trata, por ejemplo, de la situación de ambigüedad frecuentemente característica de las
configuraciones tipo “Disturbios Alimentarios psicogénicos” (DAP), donde el niño no tiene
frente a él un comportamiento constante de los padres y por lo tanto no puede reconocer
la configuración de conjunto (que en realidad es inconsistente y confusa), pero tiene como
única posibilidad la de regularse momento a momento a partir de la expresión individual
del rostro del padre.
Del mismo modo, para un niño “fóbico” el alejamiento/acercamiento de la figura
referencial es intermitente e imprevisible y, en consecuencia, debe mantenerse siempre
sintonizado con la actitud (postura, disposición corporal, expresión emocional) de la
madre: no la debe perder ni por un momento.
Al contrario, un niño con un pattern “depresivo” u “obsesivo” está más orientado a
captar la configuración de conjunto, a buscar comprender el curso del mundo interno del
otro (12).
De este modo se puede identificar la segunda dimensión, la vertical en el esquema,
que corresponde a la “dependencia del campo/independencia del campo” (field-
dependence/field-independence) (13).
Las personas field-dependent están más ligadas a las señales emotivas y más
vinculadas al contexto momento a momento, mientras los otros en cambio están más
vinculados a las señales cognitivas y orientados a la comprensión.
14

Esta dimensión fue desarrollada por Witkin hace cincuenta años (Witkin, 1948;
Witkin, Asch, 1948). Uno de los tests para evaluarla era el de la silla giratoria: el sujeto
experimental se sentaba, en un lugar vacío, sobre un sillón giratorio similar al de un
dentista, mientras en el techo se proyectaba un diseño luminoso.
Los sujetos field-dependent veían siempre sólo trozos separados del diseño, nunca el
diseño entero, y aquello que reconocían dependía de la dirección del sillón. Al contrario,
los field-independent reconocían siempre el diseño entero independientemente de la
posición de la silla. Esto, porque para reconocer la figura en el techo tomaban como
referencia el propio eje corporal mientras los field-dependent escogían como referencia el
diseño mismo (14).
En seguida, estas dos dimensiones fueron sucesivamente articuladas hasta identificar
no sólo dos estilos cognitivos sino dos verdaderas y precisas dimensiones de personalidad.
En efecto, los field-dependent (F-D) manifiestan en mayor medida un enfoque
interpersonal, mientras los field-independent (F-I), al contrario, muestran un enfoque más
impersonal y más orientado a la comprensión (Witkin, Goodenough, 1977).
Además, son orientaciones diferentes respecto al modo de razonar: los F-I, en efecto,
tienen una hypothesis testing approach, es decir construyen hipótesis y luego las verifican;
en cambio los F-D tienen una spectator approach, vale decir que en la resolución de un
problema están muy atentos a los otros para tomar los datos y los índices que éstos
pueden darles (Gager, Guild, 1984).
No obstante, ambas polaridades de esta dimensión en sí son “neutras” y no definen la
calidad de la performance; más bien el desempeño de un sujeto que posee una polaridad
dada dependerá del contexto en el que se encuentra: por ejemplo, un F-D percibirá una
notoria incomodidad en un contexto puramente cognitivo y además sentirá mucha fatiga
si tan sólo debe seguir la reconstrucción cognitiva de un problema sin el auxilio de datos
externos. Un F-I, contrariamente, tendrá más problemas en las situaciones
interpersonales (Witkin, Goodenough, 1977).
De la intersección de los dos ejes ortogonales se obtienen cuatro espacios que
corresponden a otros tantos grupos de sujetos: Los individuos inward/field-dependent son
aquellos que llamamos “Fóbicos”; los inward/field-independent corresponden a los
“Depresivos”; los outward/field-dependent identifican a los “DAP”, mientras, en fin, los
“Obsesivos” son señalados como outward/field-independent (Fig.1)

FIELD-DEPENDENT

FOB DAP

INWARD OUTWARD
DEP OBS

FIELD-INDEPENDENT

Figura 1: Las O.S.P en relación a las dimensiones field-dependence/field-independence e inwardness/outwardness


15

12. Esto ocurre porque en estos casos una configuración de conjunto es más fácilmente reconocible. Por
ejemplo, un niño con un pattern “obsesivo” se encontrará frente a una actitud parental, que si bien tendrá
los caracteres de la “ambivalencia”, podrá ser percibida más fácilmente como constante: en efecto, aspectos
contrastantes como la extrema dedicación, por un lado, y una aproximación exigente y a veces incluso
fríamente pedagógica, por el otro, (y de ahí la ambivalencia), coexisten de hecho en la actitud del padre
(Guidano,1991) y en consecuencia pueden ser percibidos por el niño como una configuración previsible. Al
mismo tiempo, un niño con pattern “depresivo” puede captar con facilidad una configuración unitaria en la
actitud a un mismo tiempo responsabilizante y poco propensa a otorgar confort mostrada por la principal
figura de apego.

13. En sus estudios sobre la percepción conducidos a partir de finales de los años 40, Witkin –con la
dimensión “dependencia/independencia del campo”- intentaba referirse a la mayor o menor capacidad de
un individuo de separar “un cierto ítem del campo o del contexto del cual éste forma parte y que por eso
ejerce una fuerte influencia sobre él”. Desde esta perspectiva, una persona con un modo de percibir más
“independiente del campo” tendería a experimentar el ambiente analíticamente, logrando separar los
elementos de su trasfondo; mientras al contrario, un sujeto con una modalidad más “dependiente del
campo” tendería a experimentar su ambiente de modo relativamente global, “conformándose pasivamente
con la influencia del campo o contexto prevalente” (Witkin et al. 1962).
Seguidamente, tanto Witkin y colaboradores como otros investigadores, ampliaron el significado de esta
dimensión, superando los confines de la sola percepción y extendiéndola también al más vasto ámbito de las
relaciones interpersonales (Witkin, Goodenough, 1977).
Después de la desaparición de Witkin en 1979, por cerca de un decenio se desplegó escasa investigación en
este ámbito, pero a partir de los años ’90 esta dimensión comenzó de nuevo a suscitar interés. (Larsen, Buss,
2006).

14. No obstante, una prueba más utilizada era la de la vara y el marco (Rod & Frame Test). El aparato
consistía en un marco luminoso de forma cuadrada que podía rotar en sentido horario o antihorario con una
vara luminosa al interior (fijada al centro mismo del marco) que podía ser movida independientemente del
marco mismo. Dado que el sujeto se encontraba en una habitación completamente vacía, frente a él podía
ver sólo un marco y una vara luminosos.
En la situación experimental, ambos componentes –marco y vara- eran presentados en posición inclinada:
La tarea del sujeto era guiar al examinador a mover la vara mientras no considerara que estaba finalmente
en posición vertical.
Los sujetos más “dependientes del campo”, al juzgar la verticalidad de la vara, tendían a tomar como
referencia la posición del marco, haciéndose así influenciar por la posición de éste último en su evaluación;
al contrario, los individuos más “independientes del campo” se basaban mayormente en la percepción de
verticalidad sentida a partir de las propias sensaciones corporales, atribuyendo menos importancia a la
posición del marco (Witkin, 1948; Asch, 1948).
16

LA RELACIÓN CON SÍ MISMO:


SUJETOS OUTWARD Y SUJETOS INWARD EN COMPARACIÓN
Después de haber presentado el nuevo encuadre de las “Organizaciones de Significado
Personal”, Guidano pasa ahora a mostrar más en detalle cómo cada una de las dos
dimensiones propuestas diferencia entre sí a las diversas “Organizaciones”.
En el apartado que sigue, habla de la dimensión inwardness/outwardness, que se refiere al
tipo de relación que el sujeto establece consigo mismo, mientras que en un próximo
apartado discute sobre la dimensión field-dependence/field-independence que por el
contrario está vinculada con la relación del sujeto con los otros.
Respecto a la mayor parte de las otras “teorías de la personalidad” presentes en literatura,
que tienen una pobre relación con la psicopatología, aquí resulta rápidamente evidente
cómo los mismos constructos están en condiciones de explicar al mismo tiempo tanto las
características personológicas normales de una configuración dada como las
manifestaciones psicopatológicas más típicas de esta configuración en caso de
descompensación.
La capacidad de explicar a un mismo tiempo normalidad y psicopatología, que ya
constituía un punto de fuerza de la teoría de las “Organizaciones de Significado Personal”
en su formulación clásica, ahora adopta fuerza adicional desde esta nueva formulación.

Todos los sujetos de la vertiente outward se caracterizan por un particular tipo de


relación consigo mismos en cuanto “lo interno” es definido a partir de “lo externo”: en
consecuencia, para tener un interior estable y aceptable, estos individuos buscan
corresponder a estándares externos. En particular, el sujeto con organización “DAP” busca
corresponder a las expectativas de los otros, mientras que un sujeto con organización
“Obsesiva” se esfuerza por corresponder a un tipo diferente de estándares externos: se
trata en efecto de categorías más abstractas (principios morales, éticos, religiosos) ya que
estos sujetos se caracterizan además por el aspecto F-I.
En cada caso, estas dos OSP (DAP y Obsesiva) tienen un aspecto que en los inward no
se encontrará jamás, a saber, el hecho que el interior es siempre mutable y en
consecuencia definido por lo externo: se trata de sujetos que siempre tienen dudas sobre
aquello que experimentan, mientras los inward, por el contrario, no tienen jamás dudas
de este tipo.
Los sujetos con organización “DAP”, en efecto, tienen múltiples dudas: por ejemplo,
no saben si en cierto momento están enrabiados o bien entristecidos.
Los individuos con organización “Obsesiva”, en cambio, tienen siempre dudas de tipo
“antitético”, es decir no saben si son “despreciables” o “santos”, si efectivamente quieren
a la madre o bien la odian: no obstante –también en este segundo caso- siempre es
evidente la duda “sobre el sentir”.
Otra característica típica de los outward es el cambio repentino del “sentido de sí
mismos”, dado que lo interior es mucho más maleable.
17

En los sujetos con organización “DAP” tal cambio es generalmente “bifásico”: por
ejemplo, ven el rostro de la madre con una cierta expresión y ya un instante después se
sienten de un modo diferente de cómo se sentían antes.
Los individuos con organización “Obsesiva” (outward/field-independent), en cambio,
tienen reacciones del tipo “todo o nada”, vale decir: o no sienten “nada” por el hijo, y
entonces son personas respetables, o bien si sienten un impulso de afecto
inesperadamente se sienten “pedófilos”.
En cada caso, en los sujetos outward se asiste a un cambio radical del sentir que no se
observará jamás en los inward, los que en cambio son mucho más estables internamente
y no tienen nunca dudas a propósito. Más bien, “el sentir” para un inward es de cualquier
manera primario: por ejemplo, un individuo con organización “Fóbica”, al momento que
tuviese la sensación de tener un infarto, podría tranquilamente hacer parar un avión en
despegue (y esto porque para él sus sensaciones no se discuten; un sujeto con
organización “DAP”, al contrario, rápidamente pensaría en el papel que podría hacer, en
cómo podría ser visto por el ambiente circundante (15).
Los outward, por otro lado, tienen la posibilidad de no sentirse “agentes” de
ingredientes experienciales que –de hecho- son ya objeto de conciencia (en efecto, uno
podría tener una información presente en la conciencia e igualmente no sentirse “agente”
de aquella información): Por ejemplo, una mujer con organización “DAP”–en terapia-
podría decir que no se atreve a profundizar un análisis de su relación con el marido
porque de lo contrario teme poder descubrir que no lo ama.
Este hecho, de tener un dato en la conciencia y al mismo tiempo de no sentirse
agente, lo puede experimentar también un sujeto con organización “Obsesiva”, que por
ejemplo, podría tener una notoria activación de rabia –de ésas fácilmente perceptibles- y
vivir, en tanto, “aniquilando” al cónyuge durante toda la vida sin jamás atribuírselo, sin
sentirse nunca agente de aquello.

15. Recientemente ha sido emprendido un estudio experimental sobre la diferencia entre sujetos inward y
outward en la experiencia de ciertos estados emocionales. Algunos autores, por ejemplo, han identificado
en la fRMI diferentes patterns de activación cerebral, en sujetos inward y en sujetos outward, en respuesta a
estímulos emociogénicos, (Bertolino, Arciero et al., 2005; Rubino, Blasi et al., 2007).
18

MODALIDADES DE AUTOENGAÑO
Guidano enfrenta ahora el llamado “autoengaño”, y precisamente el modo diferente con
el cual este fenómeno diverge en relación a las dos diversas polaridades de la dimensión
inwardness/outwardness.
Conviene precisar que el término “autoengaño” puede ser fuente de datos equívocos que
pueden inducir a estimar que los procesos en juego en este fenómeno son similares a
aquellos que operan en el engaño intencional de los otros. Pero si así fuese, el sujeto
debería lograr creer la falsedad aún sabiendo en realidad la verdad y resultaría
ciertamente difícil comprender en qué modo esto pudiera verificarse.
En cambio, “autoengaño”, en este contexto, sería entendido en otro sentido: el
autoengaño, en efecto, sería un fenómeno constitutivo del proceso mismo de
“reordenamiento” de la experiencia y consistiría, antes que nada, en el hecho que ciertos
ingredientes, que si bien han sido percibidos, luego son “omitidos” y no referidos al sí
mismo. De hecho, parece verdaderamente imposible que un sujeto logre tener en cuenta e
integrar completamente en una imagen unitaria de sí mismo todos los ingredientes que
constituyen el continuo flujo experiencial.
Por lo tanto, el autoengaño sería así la otra cara de la conciencia: a mayor conciencia,
menor autoengaño, y viceversa. Desde este punto de vista, dado que la conciencia no
puede ser nunca absoluta, el autoengaño aparece como un fenómeno que –aún pudiendo
estar presente en mayor o menor medida según los casos y desempeñando un rol
importante en el desarrollo de las manifestaciones psicopatológicas – nunca puede ser
eliminado del todo.

Finalmente, también son distintos los mecanismos de “autoengaño”. Los individuos


inward, por ejemplo, tienen una irreductibilidad del sentir que es necesario considerar: en
efecto, los sujetos con organización “fóbica” y “depresiva” han tenido situaciones desde el
punto de vista del apego bastante claras y de este modo se han distinguido rápidamente
las “tonalidades emocionales básicas” (16) (en el “fóbico” el miedo y la curiosidad, y en el
“depresivo” la desesperanza y la rabia). El hecho que sean “tonalidades emotivas de base”
significa que alcanzan a ser activadas sin la intervención de la conciencia y que, en otras
palabras, pueden ser activadas directamente desde el ambiente externo, hasta por
estímulos subliminales. Estas “tonalidades emotivas de base” (basic feelings) –el miedo, la
desesperanza, la rabia- pueden además ser experimentadas al año de vida, sin que esté
presente un desarrollo particular de la conciencia.
Los sujetos outward no tienen tonalidades de base bien diferenciadas; los ritmos
internos, por el contrario, son bastante irregulares y, de este modo, desde el segundo año
organizan un sentido de identidad a partir de las self conscious emotions, como son la
culpa, la vergüenza y el disgusto. Estas tonalidades emotivas requieren siempre una
acción reflexiva para ser experimentadas y no llegan a ser activadas por el ambiente
externo por sí solo (17).
En cambio, los inward tienen constantemente una activación subliminal proveniente
del exterior, ya sea de alarmas o de impulso a la exploración, que es siempre bastante
apreciable: esto es lo que constituye su característica “internalidad”, con la consecuente
19

posibilidad de distinguir la variabilidad externa a partir del interior que es percibido como
constante.
Dado lo anterior, en lo que respecta a las modalidades de “autoengaño”, en los
inward el problema es controlar lo externo: el sentir, en efecto, no se puede controlar si
no es disminuyendo la entrada (** N. del T.). Por esta razón, lo que hacen es intentar
modificar el exterior de modo de volverlo acorde al interior y hacer a este último más
estable. En efecto, son éstos los sujetos que precisamente tienen poco presente los
eventos a los cuales son más sensibles: por ejemplo, el sujeto con organización
“depresiva” no “ve” nunca las pérdidas, las siente y sin embargo es suficiente con una
percepción desconectada de aquella sensación. De manera análoga, los sujetos con
organización “fóbica” “no ven” las situaciones “constrictivas”.
Y en ambos casos esto ocurre porque el único modo de mantener estable la
activación interna, que es irreductible, es modificar lo externo.
Siempre considerando las modalidades de “autoengaño”, en los outward ocurre lo
opuesto: estos sujetos, en efecto, deben modificar lo interno para que esté en
consonancia con lo externo; y de esa manera se logra la particular plasticidad de lo
interno, que es señalada por las emociones de culpa y vergüenza que siempre significan
una “no correspondencia” a los estándares externos (18). Por este motivo, siempre es
posible –para los sujetos outward- no sentirse “agentes” de aquello que está ya presente
en la conciencia, porque lo interno debe siempre someterse al estándar externo, al que se
debe ajustar.
Podremos decir que los outward tienen hacia lo interno una actitud más “óntica”,
esto es, tratan a la experiencia interna como si estuviese constituida de “objetos”;
mientras los inward siempre tienen hacia lo interno una actitud mayormente “ontológica”
(19). Del mismo modo, los primeros tienden a “ontologizar” la realidad y esto significa que
para ellos ésta es “primaria”; en cambio a los inward nunca les ocurre esto: en particular
los sujetos con organización “fóbica” son siempre desconfiados hacia la realidad social (las
normas son algo que conviene respetar para tener beneficios, pero no tienen valor en sí).
En suma, para los sujetos con organización “depresiva” el orden constituido es
efímero e inconsistente; y análogamente para aquellos con organización “fóbica” tiene
sólo un valor de conveniencia, mientras la realidad física es peligrosa y hostil, además que
los otros seres humanos no son muy confiables.
Para los inward las emociones no tan sólo son irreductibles, sino también más
intensas y evidentes y mucho más sensorializadas: las emociones de base están siempre
vinculadas a aspectos sensoriales, perceptivos y cenestésicos; por esto, al tener una carga
corporal mucho mayor, son siempre incuestionables. Inclusive, para los sujetos con
organización “fóbica” las emociones son sustancialmente “sensorialidad”.
La circunstancia que los sujetos con organización “depresiva”, más que todos, hagan
uso de sustancias anestesiantes hace referencia al hecho que el sentido de soledad es una
experiencia casi anuladora: no la puedes modificar con telefonear a una amiga y por lo
tanto si no llega a ser frenada con un anestésico no puedes hacer nada. Por esta razón,
estos sujetos pueden llegar a beber o a drogarse, pero también a consumir una gran
cantidad de tranquilizantes durante todo el día.
20

En cambio, en los outward la duda sobre el sentir está vinculada al hecho que la carga
corporal de las emociones es muy inferior y más matizada, y por lo tanto es como si el
“sentir” fuese derivable de lo externo: se siente lo que es justo sentir.

16. Las “tonalidades emocionales básicas” (basic feelings) son emociones ya observables en los neonatos,
por su base innata: Efectivamente, habrían estado plasmadas en el curso de la evolución por el notable valor
adaptativo que habrían revestido en situaciones fundamentales de la existencia y la sobrevivencia (ya sea
del individuo como de la especie). Cada emoción de base estaría caracterizada por un pattern específico de
activación fisiológica y por una distinta configuración expresiva (mímica y postural). Es más, también el tipo
de situación con el poder de desencadenarlas sería característico para cada una de las emociones y su
ocurrencia sería detectada a través de mecanismos “evaluativos” automáticos y fuera de la conciencia.
Generalmente, en esta categoría están incluidas emociones como la tristeza, la rabia, la alegría, el miedo, el
disgusto y la sorpresa.

17. Las así llamadas self-conscious emotions (es decir, las emociones autoconscientes) emergen más tarde
que las emociones básicas, entre los 18 y los 36 meses: esto porque para ser experimentadas requieren una
mayor maduración psicológica, lo que implica la capacidad de ser conscientes de sí mismos. Se agrupan en
esta clase ya sea emociones como la incomodidad, la envidia, la empatía (que aparecen primeramente), ya
sea como emociones como el sentido de culpa, la vergüenza, el orgullo (que en cambio aparecen
sucesivamente, alrededor de los tres años). Para experimentar este último tipo de emociones, en efecto, es
necesario que el sujeto realice una operación más compleja: una evaluación de la propia conducta o bien de
la propia persona en su globalidad comparándola con un estándar o con un criterio de referencia (Lewis,
1992).

18. Para ilustrar este concepto puede ser útil un ejemplo: Un hombre de 40 años, con Organización
“Obsesiva” y por lo tanto outward, comienza a experimentar una atracción creciente por una colega, en
quien reconoce una dulzura y una femineidad que le parecen desconocidas en la esposa. Sin embargo, cada
vez que experimenta estos sentimientos, se encuentra diciéndose que se trata sólo de “caprichos”
pasajeros, cuyo éxito para dominarlos le suscita un sentido de gobierno de sí mismo y de integridad. En este
caso, es a la luz de un criterio “externo” de normatividad moral (que en la mente del sujeto tiene una
prioridad ontológica), que él termina por “deslegitimar” su estado “interno”, es decir sus sentimientos,
reduciendo la discrepancia de estos últimos con los criterios externos. Es en este sentido que se puede decir
que un sujeto outward “modifica” lo interno para uniformarlo con lo externo. Naturalmente, en el momento
en que este mecanismo de autoengaño dejara de operar, como podría ocurrir una vez que el
involucramiento llegase a ser aún más profundo, entonces la activación emotiva ya no tan integrada
comenzaría a ser experimentada como “extraña” y perturbadora, al punto que el sujeto comenzaría a buscar
expulsar de la mente las imágenes conectadas con ésta pero sin lograrlo: en este punto podrían hacer su
aparición obsesiones y rumiaciones.

19. El texto de Heidegger en el cual aparece por primera vez la distinción entre “óntico” y “ontológico”, la así
llamada “diferencia ontológica”, data de 1929 y tiene por título “Sobre la esencia del fundamento”. Sin
embargo, Heidegger había ya formulado esta distinción en un Curso del semestre de verano de 1927,
titulado “Los problemas fundamentales de la fenomenología”, pero cuyo texto sólo fue publicado mucho
más tarde. (Heidegger, 1975).
Para comprender esta distinción conviene pensar en dos diferentes géneros de preguntas: En efecto, si uno
se pregunta cuáles son las cualidades materiales de un cierto objeto, ésta es una pregunta de naturaleza
“óntica”; mientras que si se interroga sobre el por qué existe algo en lugar de que no exista, ésta es, en
cambio, una pregunta de tipo “ontológico”. En otras palabras, “óntico” significa relativo a las características
materiales de los “entes” (es decir, las cosas individuales que se pueden distinguir en el mundo) y a las
relaciones que intercurren entre ellas, mientras que “ontológico” se refiere al “ser” en general, esto es al
mundo en su totalidad y a su relación con la conciencia.
21

Ahora, si además las experiencias de naturaleza “ontológica”, en razón a sus características de globalidad, de
profundidad y de riqueza de significados, son difícilmente traducibles en palabras (Sass, 1992), no hay duda
que de todos modos tenemos una suerte de prioridad psicológica por el sujeto, por el sujeto que las
experimenta.
Por lo tanto, decir que los sujetos outward tienden a “ontologizar” la realidad compartida y a tratar la
experiencia interna de manera “óntica” significa decir que, a los ojos de ellos, la “realidad social” es la que
adquiere todos los caracteres de prioridad y de urgencia, mientras que el mundo interno termina con ser
poblado por una suerte de objetos, es decir de ingredientes experienciales que verdaderamente están
hechos de un cierto modo, pero que podrían ser de otra manera o fácilmente reemplazados por
ingredientes distintos. Viceversa, para los individuos inward que “ontologizan” el mundo interno mientras
tratan de manera “óntica” la realidad social, la experiencia interna –con su carácter de ineludible- es la que
tiene siempre “la primera y la última palabra”, en tanto la realidad social está constituida de convenciones
útiles pero arbitrarias. (cfr. también nota 3).

** Nota del traductor: “entrada” en este contexto se refiere al concepto “input sensorial”.
22

MODALIDADES RELACIONALES
El modelo a dos dimensiones presentado arriba pone en evidencia, más de lo que no
habían hecho las obras precedentes (Guidano, 1987, 1991), las analogías y las diferencias
entre las diversas organizaciones: a partir del esquema propuesto por Guidano, en efecto,
resultan evidentes las relaciones que cada una de las organizaciones tiene con cada una de
las otras: de este modo, las “Organizaciones de Significado Personal” aparecen finalmente
enmarcadas al interior de una teoría de la personalidad de largo alcance.
Además, el concepto de “cierre” de una organización individual parece coherente con este
nuevo modelo: lo que significa, antes que nada, que no puede encontrarse la coexistencia
en el mismo sujeto de dos organizaciones distintas ni el pasaje desde una organización a
otra. Naturalmente, la apertura al mundo externo desencadena en forma continua nuevas
experiencias en cada individuo, pero los cambios consecutivos a esto no debilitan aquella
configuración unitaria que permanece reconocible en el tiempo y que constituye
justamente la identidad del sujeto. Sobre esta base es que Guidano critica la propagación
en la clínica del diagnóstico de personalidad múltiple.
Sucesivamente, Guidano –pasando de lo general a lo particular- discute brevemente varias
organizaciones en relación a la dimensión field-dependence/field-independence,
destacando –también sobre la base de la literatura acerca del tema- cómo la posesión de
una u otra polaridad de la dimensión se traduce en una diferente modalidad de relación
interpersonal.

Las cuatro reagrupaciones obviamente tienen puntos colindantes: por ejemplo, los
sujetos con organización tipo DAP comparten con aquellos con organización “fóbica” el
hecho de ser “campo-dependientes” (field-dependent). Pero todos tienen límites entre sí:
si este esquema fuese visto como un posible campo emocional de la experiencia humana,
en términos de la teoría del caos, se pueden considerar las reagrupaciones como posibles
“atractores” (20).
El “cierre” de una organización de significado individual se origina en el hecho que sin
continuidad no puede haber funcionamiento. Como en las personalidades múltiples,
cuando no se tiene continuidad, el sistema Self no alcanza ni siquiera las condiciones
elementales para que uno pueda sentirse una persona. Se trata, en realidad, de rarísimos
casos (habrían sido comprobados no más de 15 de éstos en el mundo), aunque en USA
–por un cierto período- fue diagnosticado un número muy elevado. El tema era aquello
que “ser múltiples” tenía su fascinación, mientras que, en cambio, los pocos datos a
disposición sobre la personalidad múltiple dicen que se trata de personas que no han
llegado a estabilizar ni siquiera un sentido rudimentario de lo que significa existir como
“seres humanos”, ni frente a sí mismos ni en relación a los otros: es una desolación total.
Esta necesidad explica de qué forma un organismo puede funcionar como un todo
conjunto; en efecto, para que el organismo pueda mantener la propia continuidad en el
tiempo, todas las partes separadas, como en un motor, deben operar de tal manera que el
proceso ocurra siempre en el mismo modo.
23

Volviendo al esquema, los sujetos field-dependent tienen netamente una actitud más
interpersonal, en tanto los field-independent –al contrario- tienden a no prestar atención a
los aspectos emotivos y no-verbales, y están orientados más cognitivamente y con una
aproximación a la realidad mayormente basada en el pensamiento; en consecuencia,
viven los primeros años de la juventud como si la interpersonalidad casi no existiese;
aquello es un descubrimiento posterior.
También son muy interesantes los estudios conducidos en pacientes field-dependent
y field-independent que estaban en terapia. Si ustedes efectúan una sesión con un sujeto
field-independent, éste proporcionará respuestas siempre más largas que las de los
sujetos field-dependent; estos últimos efectivamente dependen del contexto y si
queremos una respuesta más extensa debemos reconstruirle el contexto, las situaciones
en las cuales se encuentran, etcétera; mientras que, por el contrario, si variamos el
contexto a un field-independent, éste a veces puede incluso enfadarse, porque le
interrumpimos el discurso.
Otro aspecto que ha sido estudiado es el del comportamiento no-verbal: si en terapia
se hace sentar a un sujeto field-dependent muy lejos del terapeuta, éste aumentará la
gesticulación, mientras, al contrario, el field-independent no cambia su actitud puesto que
continúa manteniendo la sintonía cognitiva (Greene, 1976).
Para los pacientes field-independent es muy importante lo que logran comprender
con el terapeuta (21); en cambio, los field-dependent sienten como primordial el hecho
que tú estés sintonizado con ellos. A veces esto puede resultarles una perturbación mucho
más útil que una explicación.
También un acto circunstancial puede tener un efecto muy intenso, pero siempre en
relación con la modalidad específica de sintonización de la organización. El sujeto con una
organización “fóbica”, por ejemplo, está sintonizado con el contexto en referencia a todos
los aspectos no-verbales de tipo espacial (“acercamiento” y “alejamiento”); al mismo
modo esto se le nota en la relación con las personas significativas: su ideal es la “estación
de policía”, con la pantalla y todas las escuadras móviles que en cada momento ves donde
están. Para el “fóbico” la esposa, el hijo, la amante, todos deben siempre estar localizados,
de modo de saber siempre dónde están y qué están haciendo.
En cambio, el sujeto con organización tipo DAP está sintonizado en particular con los
rostros y el número de rasgos faciales de expresiones que está en condiciones de captar es
similar al número de nombres que los esquimales tienen para referirse a la nieve (22); al
contrario de los field-independent que son prácticamente ciegos a la mímica.

20. El comportamiento en el tiempo de un “sistema dinámico” puede ser descrito disponiendo en un plano
de ejes cartesianos los sucesivos valores que asumen las variables elegidas para describir al sistema en la
medida que transcurre el tiempo. De esto resulta, en el así llamado “espacio de fases”, una trayectoria que
ilustra la evolución temporal del sistema y en la cual cada punto indica el estado de este último en un cierto
momento.
En un sistema de comportamiento “caótico” la trayectoria en el espacio de fases es una línea que
envolviéndose muchas veces sobre sí misma, pero sin jamás repetirse ni intersecarse, forma una suerte de
madeja intrincada que parece disponerse en torno a una configuración estable: puede tratarse de una
“circunferencia”, de una figura en forma de “8” o bien de otra forma, quizás más complicada y sugestiva
(Gleick, 1987)
24

El nombre de “atractor” es debido al hecho que, si se perturba el sistema –dentro de ciertos límites- la
trayectoria cambiará temporalmente para luego retornar a la configuración inicial más estable, a ser
“atraída” por ella precisamente. Para que una trayectoria vuelva al atractor es necesario sin embargo que la
perturbación aportada no sea demasiado amplia, esto es que refluya al interior de la llamada “cuenca del
atractor” (entendida como el conjunto de puntos de partida que generan trayectorias que tienden al
atractor) (Bischi et al., 2004). Un sistema dinámico puede tener un atractor único o bien más atractores: En
este caso existen “fronteras” o “límites” que separan las cuencas de diferentes atractores.
Al hacer un parangón entre las “organizaciones” y los “atractores”, Guidano parece sugerir la idea que las
primeras pudiesen entenderse como configuraciones estables, reconocibles a un nivel psicológico, de aquel
tipo particular de sistema dinámico que son los seres humanos.
Se puede discutir si esta analogía sea posible de entender como un “modelo” (es decir, como una
“representación esquemática” de un “fenómeno” que sin embargo presupone un cierto grado de
isomorfismo con el fenómeno mismo), o bien como una “metáfora” (es decir, como una imagen que saca
provecho de manera conveniente del poder evocativo de la analogía).
En el estado de los conocimientos actuales, parece más prudente interpretar esta comparación como una
metáfora, dado que existe aún una distancia demasiado grande entre los dos órdenes de fenómenos: basta
pensar que los parámetros utilizados para describir la evolución en el tiempo de un sistema dinámico son
generalmente variables continuas, mientras que, en el caso del esquema bidimensional en discusión, al
menos una de las variables consideradas, la inwardness/outwardness, no parece una medida que varíe en
modo continuo a lo largo de una misma dimensión. Sin embargo, no se puede excluir que a futuro la
investigación logre mostrar que la analogía –bajo ciertos aspectos- puede funcionar efectivamente también
como modelo.

21. “Comprender” en el sentido de una comprensión primariamente intelectual de lo que el terapeuta dice y
de la lógica de su intervención. Esto tiene importantes consecuencias en el plano de la terapia: Por ejemplo,
un paciente con organización “obsesiva” (y por lo tanto field-independent) afectado por una intensa
ansiedad debida a una duda sobre él que no logra dilucidar, difícilmente podrá ser tranquilizado sólo con
una actitud reaseguradora del terapeuta, aproximación que en cambio se revelará eficaz en un sujeto con
organización “fóbica” (y por tanto field-dependent). Por el contrario, con el primer sujeto es importante que
el terapeuta, si bien al interior de una actitud de soporte y reaseguramiento y de cualquier manera mientras
lleva adelante el trabajo de reformulación del problema (trasladando la atención del presunto dilema
“objetivo” a las subyacentes emociones “perturbadoras”), aporte al paciente todas las explicaciones del caso
en respuesta a las preguntas y a las dudas de este último.

22. El lingüista Benjamin Lee Whorf (1956), en un famoso artículo suyo, había reportado el hecho que los
esquimales utilizarían no una sola palabra sino siete términos diferentes, etimológicamente no relacionados,
para referirse a la nieve; en este modo podían designar de acuerdo a la ocasión diversos aspectos de ella:
nieve apenas caída, nieve con barro, nieve compacta como el hielo, nieve traída por el viento, etcétera
(Carroll, 1956).
El fenómeno había golpeado a los estudiosos y al público masivo; y probablemente por esta razón en el
tiempo se asistió a un injustificado aumento del presunto número de términos en cuestión, al punto que
aquello últimamente –como ha subrayado algún crítico (Pinker, 1994)- se transformó en múltiples decenas
si no centenas.
Es evidente que en la referencia que hace Guidano a este hecho, que en lingüística ya se ha transformado en
una suerte de lugar común (*** N. del T.), el número exacto de palabras en juego tiene poca importancia; lo
que cuenta, en la analogía, es el concepto de la notable capacidad que tendrían los field-dependent para
discriminar una gran variedad de matices en una misma expresión facial.

***Nota del traductor: La expresión “lugar común” alude a una frase hecha o dicho, es decir, una oración
que tiene forma fija, tiene sentido figurado y es de uso común por la mayoría de los hablantes de una
comunidad lingüística, en todos los niveles sociales y culturales y que, por su morfología, no se considera un
refrán. En este caso, Guidano se refiere a la locución: “Los esquimales tienen cientos de palabras para
describir la nieve”.
25

MODALIDADES DE DESCOMPENSACIÓN PSICÓTICA


Guidano concluye su discurso con el tema de las psicosis, presentando además en este
caso algunas reflexiones inéditas.
Antes de esto, hace alusión a la dimensión “integración” de la cual en el pasado había
subrayado el compromiso en las condiciones psicóticas (Guidano, 1991); esta vez, sin
embargo, enfrenta el tema de modo distinto: poniendo en evidencia que, en efecto, no es
tanto un déficit ‘tout court’ sino más bien la evolución diferenciada de esta dimensión en
diversos ámbitos de experiencia, por lo que junto a áreas de integración deficitaria pueden
subsistir incluso áreas de hiperintegración (****N. del T.).
Posteriormente, retomando la dicotomía “mismidad/ipseidad” propone una nueva y
atractiva distinción, relativa a la psicopatología de la esquizofrenia y de otros sindromes
psicóticos no afectivos, entre dos diferentes tipologías de descompensación psicótica, de
acuerdo al predominio y la cristalización de una o de otra polaridad de esta dicotomía.

Considerando los dos ejes, la elaboración neurótica puede ser localizada en los
campos extremos, por lo que se relaciona con la rigidez en la secuencialización y la trama
narrativa poco articulada.
Por el contrario, pese a todo, los psicóticos pueden tener una trama articulada y
abstracta; sin embargo, tienen el problema de la “continuidad” de la conciencia, vale decir
tienen una conciencia que los hace ser más fragmentados: en otros términos, se trata
mayormente de un problema de integración. Esta integración sería, por lo tanto, una
dimensión ulterior respecto a las dos ya vistas.
La situación es complicada por el hecho que pueden observarse aspectos que, si
bien son opuestos, conviven juntos, de acuerdo a la dimensión de la experiencia tomada
en consideración. Si pensamos, por ejemplo, en alguien como Beethoven y si
consideramos la genialidad como la máxima expresión de la normalidad, vemos de pronto
que, en la música, él cambió por un lado el rol del músico (que antes de él era una suerte
de lacayo y de bufón de corte y que con él, en cambio, llega a transformarse en el máximo
de los artistas) (23) y por otro lado el modo de escribir: en efecto, él escribió nueve
sinfonías y fíjense que, después de él, el número de obras sinfónicas de cualquier artista
se redujo a menos de diez (24).
Pero si desde el ámbito musical nos trasladamos al afectivo, vemos que con las
mujeres era un depresivo neurótico y jamás logró tener una relación con ninguna: En
efecto, era totalmente empalagoso y “abandónico”, se hacía dejar aún antes de comenzar.
Tenía regularmente relaciones “mercenarias”, y nunca logró instaurar una relación
afectiva.
A fines de su vida, mientras escribía sus mejores obras, tenía un delirio
persecutorio, desencadenado –como ocurre en un sujeto con organización depresiva- por
una pérdida: había muerto su hermano, de quien se había hecho cargo, y estaba
convencido que el sobrino, el hijo del hermano, era su hijo y que la madre se lo quería
arrebatar. Cuatro veces interpuso pleito, perdiendo en todas las ocasiones (25).
26

Lo contemporáneo del delirio y de la cumbre de la creatividad demuestra cómo la


“no-integración” pudiera acontecer en sectores diferentes de la experiencia: es decir,
mientras en el sector de la afectividad él no integraba, en el campo musical evidenciaba
una hiperintegración y llegaba a las cimas más excelsas. Es de recordar que deliró al
menos durante veinte años.
El aspecto más interesante es comprender qué relación hay entre los dos sectores:
Esto es, si la desintegración en uno haya favorecido la superintegración en el otro. Las dos
cosas, en efecto, están conectadas: mientras delira, escribe El Archiduque y la Novena
(27), que representan la apoteosis de la afectividad. En El Archiduque son expresadas
todas las categorías del amor, así como en la Novena con el himno a la alegría.
La descompensación de Beethoven no parece que haya sido una pérdida de
continuidad en el sentido de la sameness. De hecho, se pueden tener dos diferentes tipos
de descompensación psicótica: en el tema de la sameness, o bien en el de la ipseidad. Una
descompensación en la cual se pierde la continuidad y se transforma todo en ipseidad, es
lo que sucede en el cuadro hebefrénico (28) con la “ensalada de palabras” (29). Sin
embargo, se puede tener también el otro cuadro, la “magnificación emocional”, en la cual
se transforma todo en sameness y se anula la ipseidad, como en la paranoia lúcida y
sistematizada (30). En esta última también es difícil detectar el debut que frecuentemente
es solapado: en efecto, siempre se trata de una intensificación de los rasgos de
personalidad ya existentes y por eso nunca no se lo puede localizar con precisión; a lo más
se puede decir que quizás el cuadro comenzó en el espacio de cuatro o cinco años.
En el caso de Beethoven, pareciera que se trató de un problema de magnificación
emocional: en efecto, una persona que como él tiene un tema afectivo de base (a los cinco
años se sentía el sostén de la familia) y que nunca logró tener una historia afectiva, al fin
precisamente se inventa el amor y piensa que tiene un hijo: los eventos aislados son
suprimidos, hay sólo una continuidad sin más correspondencia con lo externo.
Los delirios son siempre una pérdida del equilibrio entre mantener un sentido de
continuidad y mantener un sentido del suceder momento a momento: La
descompensación puede venir de una parte o de la otra. Si se descompensa con una
supresión del suceder momento a momento, se tendrá una situación cuyo prototipo es la
paranoia lúcida, con todas las posibilidades intermedias. En el extremo opuesto, se tendrá
el delirio fragmentario en el cual la discontinuidad es el elemento único, hasta llegar a la
ensalada de palabras. Pero más que esto, un delirio se da en el primer sentido, el de una
magnificación emotiva, en el que es más difícil identificar su comienzo. Y en este caso
nunca se encontrará el paso al poussé delirante en el cual se convierte en suceder y se
pierde el sentido de continuidad (*****N. del T.).
El delirio por magnificación emotiva puede ocurrir en todas las organizaciones: Si en
los sujetos con organización depresiva podemos encontrar delirios del tipo de Beethoven,
en los sujetos con organización fóbica encontraremos el delirio hipocondríaco, en la
organización obsesiva la paranoia lúcida sistematizada y en la organización tipo DAP el
delirio fantástico.
A veces en la organización tipo DAP este último tipo de delirio puede ser detectado
casi por casualidad en personas tranquilas, que cuidan a sus hijos, hacen una vida normal,
etcétera, aunque quizás se trata de sujetos que siempre estuvieron un poco atentos a los
27

aspectos mágicos. Y ya veinte años después están “en contacto con otros mundos”.
También en estos delirios fantásticos, no obstante, no se ve el debut, que es solapado. Es
el típico aspecto de la parafrenia (31): recuerdo una educadora de liceo, una señora de
mediana edad que vi 3 o 4 veces como consejería por la hija, que en un cierto momento
–por casualidad- me dice que desde hacía 15 años estaba en “contacto telepático” con
otros mundos con los cuales todas las noches entraba en conexión mediante ritos
especiales.
La misma magnificación emotiva llevará, de acuerdo a la posición del sujeto, a un
delirio fantástico, como en la organización tipo DAP, o a un delirio científico o paranoide,
como en la organización obsesiva.
Estas que hemos visto son las modalidades de base con las cuales se puede
descompensar la relación entre el sí mismo narrador y el sí mismo protagonista,
continuidad y discontinuidad. Desde el punto de vista terapéutico, son más fácilmente
tratables las formas en que se pierde la continuidad: En efecto, la paranoia lúcida es
intratable y el delirio fantástico, además, no es muy modificable; no hablamos de la
hipocondría delirante y, en fin, para un delirio como el de Beethoven, basta pensar en la
duración y en el hecho que –a pesar de todas las causas perdidas- no se haya modificado
ni en una coma.
El tema de la magnificación emotiva es como si fuese la continua amplificación de un
tema de vida, al punto que termina con perderse la relación con el suceder. Mucho
tiempo antes que esto ocurra, por ejemplo, ya en las primeras sesiones con un paciente
dudoso de si comprometerse o no en una psicoterapia, si ustedes ven que a los 25 años ya
ha contraído todos los posibles problemas físicos de corazón, bazo, etcétera, le dicen:
<<Mire, el problema grande es que si usted no le pone las manos encima a esto, a los
cincuenta años será “El enfermo imaginario” de Molière…>> (32). Esto se lo dicen no para
atemorizarlo, sino para mostrarle la evolución del desorden. Si lo dejan por sí mismo, este
tema espontáneamente se amplificará con la experiencia y ya está hecho.
La condición de magnificación emotiva es vivida mucho mejor por un sujeto con
organización DAP y con un delirio fantástico que por uno con organización fóbica y con
delirio hipocondríaco: en efecto, este último tiene un sentir irreductible mientras que el
primero puede vivir una condición “de duplicidad”, precisamente porque –como hemos
visto- puede sentirse “no-agente” de aquello que de todos modos está presente en la
conciencia y así puede “vivírselo” llevando al mismo tiempo una vida normal y tranquila; y
esto puede ocurrir porque este tema no tiene la intensidad de un delirio hipocondríaco.
La cronicidad puede ser una condición que se encuentra como punto de llegada ya
sea de descompensaciones en la vertiente de la mismidad como de descompensaciones
en el lado de la ipseidad. La cronicidad puede ser vista, por lo tanto, como consecuencia
ya sea de factores externos como internos. El vivir mismo, de hecho, es un proceso
irreversible y si se recorre un cierto camino, forzosamente esto se transforma además en
el modo en el cual uno se siente; de hecho, entran en juego, tanto factores como los
fármacos, así como los procesos de “marginación” que los primates tienen hacia los
“diferentes”. Tú mismo en consecuencia, te construyes un sentido de diversidad, un
sentido de enfermedad que llega a ser otro modo de vivir.
28

23. El status de un músico, aún en una época de poco precedente a la de Beethoven, no era lo que nos
podríamos imaginar hoy con los ojos del hombre moderno. En primer lugar, no existía el concepto de
autonomía artística: el músico, en el mejor de los casos, estaba al servicio de un noble y, en cada caso,
escribía por comisión.
Más aún, también la consideración de la que gozaba era diferente de la que nos podríamos esperar ahora:
un compositor, aún por muy estimado, no era ubicado en el mismo plano de sus mecenas. Basta pensar, por
ejemplo, que Haydn (1732-1809), mientras era músico de corte cercano a los príncipes de Esterhàzy,
consumía las pastas con la servidumbre con quienes compartía también el hecho de vestir librea
(Lanza, Restagno, 2001).
Beethoven, siempre partícipe del mayor desarrollo de la edición musical, fue quizás el primer ejemplo de
“artista” en el sentido moderno del término: Es decir, un hombre que podía vivir de su música, compuesta
por lo demás bajo el libre empuje de la inspiración y no detrás de una comisión.

24. Efectivamente, después de Beethoven, la mayor parte de los compositores ha llevado a término menos
de diez sinfonías: basta pensar en Schubert, Mendelsohnn, Brahms, Bruckner, Mahler. Naturalmente, esto
no ocurrió porque Beethoven hubiese puesto un límite, sino presumiblemente por otra razón. La sinfonía,
en cierto sentido, ha representado en la música lo que el romance ha sido en la literatura (Karolyi, 1965):
Después que Beethoven contribuyó a aumentarle la complejidad, llegó a ser más difícil escribirlas en un
número elevado.

25. Finalmente, sin embargo, en 1820, la Corte de Apelaciones se pronunció a favor de Beethoven. Pero es
probable que este resultado haya sido alcanzado gracias a la intercesión y al testimonio de conocidos de alto
rango del compositor (entre quienes estaba el mismo archiduque Rodolfo, protector y alumno de
Beethoven) (Solomon, 1977).

26. “El Archiduque” es el trío (para violín, cello y piano) en si bemol mayor, opus 97, dedicado al archiduque
Rodolfo de Habsburgo en 1811.

27. Se trata de la Sinfonía N° 9 en re menor, opus 125, compuesta entre 1822 y 1824. El último movimiento
de la sinfonía se cierra con una grandiosa pieza coral sobre un texto de Schiller, An Die Freude (A la alegría),
un himno a la fraternidad y al Creador.

28. El tipo “hebefrénico” constituye, según la psicopatología clásica, uno de los cuadros más característicos
de la esquizofrenia, junto a la esquizofrenia simple, a la catatónica y a la paranoide. Las manifestaciones más
aparentes consistirían en incongruencia afectiva (con actitudes fatuas, risotadas sin motivo, expresiones
bizarras), alteraciones del lenguaje (fragmentación e incoherencia en el discurso) y desorganización del
comportamiento. En cambio, los delirios serían transitorios y cambiantes (Sarteschi, Maggini, 1982).
De acuerdo a una terminología más reciente, adoptada de los actuales sistemas de clasificación como el
DSM-IV, más que de “hebefrenia” ahora se prefiere hablar de variedad “desorganizada” de la esquizofrenia.

29- La “ensalada de palabras” consiste en una alteración de los nexos asociativos en grado muy marcado:
Las palabras son agrupadas sin ninguna conexión aparente entre ellas, al punto que para el interlocutor el
discurso resulta del todo incomprensible.

30. La distinción propuesta aquí por Guidano alude, al menos en parte, al criterio introducido por Kraus
(1983, 1994) para distinguir el delirio característico de la esquizofrenia (delirio como “revelación”) de aquel
más típico de las psicosis afectivas y de otros síndromes psicóticos no esquizofrénicos (delirio como
“confirmación”). En la experiencia delirante de la “revelación” consistiría en la aparición de un elemento de
novedad que se separa en modo brusco respecto de la biografía del sujeto y que de improviso arroja una
nueva luz sobre el mundo; en cambio, en la experiencia de la “confirmación”, se trataría del enésimo evento
vital que tan sólo ratifica lo que el sujeto en el fondo ya sabe: por ejemplo, en el caso del depresivo, las
propias “culpas” (Rossi Monti, Stanghellini, 1999).
Ahora, un polo de la distinción propuesta por Guidano es efectivamente asimilado a una polaridad de esta
29

distinción: en efecto, la descompensación psicótica en la “mismidad” sin duda evoca el concepto de


“confirmación” de un tema emotivo producto de eventos existenciales; en cambio, el otro polo de la
distinción propuesta por Guidano, la descompensación en la ipseidad, indica un concepto diferente a lo que
representa el concepto de “revelación”, aunque ciertamente no es incompatible con éste.

31. Con el término “parafrenia” se indicaba, en la psicopatología clásica, una psicosis de surgimiento tardío
(edad media o presenil) y de curso crónico, con un delirio más o menos sistematizado de carácter
fantástico, pero no acompañada de aplanamiento afectivo y apatía o de disturbios groseros del
comportamiento. Por el contrario, en este cuadro predominaría la discreta conservación de la personalidad
y la mantención de una buena integración en el contexto familiar, social y laboral (Sarteschi, Maggini, 1982).
En tiempos recientes, se ha puesto en discusión la autonomía de la “parafrenia” como entidad mórbida en sí
misma y las clasificaciones más actuales tienden a considerarla como una variante simple de la
“esquizofrenia paranoide”, sin embargo el concepto conserva su utilidad en el plano descriptivo dada la
existencia de un número, aunque pequeño, de pacientes con estas características.

32. El protagonista de la comedia de Molière “El Enfermo Imaginario” es, en efecto, un gravísimo
hipocondríaco: aún en realidad gozando de óptima salud está firmemente convencido estar gravemente
enfermo y así transcurre su tiempo consultando médicos y asumiendo los más variados tratamientos para
males presuntos.

****Nota del traductor: El galicismo ‘tout court’ equivale a las formas adverbiales “tan sólo”,
“simplemente”, “sin complejidad alguna”. En este caso, el editor transmite el planteamiento de Guidano en
términos que, en la deriva psicótica, no se produce sencillamente un deterioro transversal y repentino de la
dimensión integrativa del self.

*****Nota del traductor: la palabra francesa ‘poussé’ es el participio del verbo pousser, que significa brotar,
escapar, largar, impulsar, por lo que en contexto se puede traducir como “brote”, “desarrollo”, “deriva”.
30
31
32
33

POST-FACIO
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ÚLTIMOS DESARROLLOS DEL MODELO
POST-RACIONALISTA

Por Gherardo Mannino

Introducción
La lección de Guidano que se ha escogido para presentar en este libro, a pesar de la
brevedad, abarca un conjunto más bien heterogéneo de temas y de enfoques. Es más,
también el nivel de sistematización y de profundidad perecen heterogéneos: se separa,
en efecto, desde un argumento como la dinámica entre “imagen consciente” e
“inmediatez”, al cual Guidano se aproxima sobretodo a través de sugestiones filosóficas y
referencias literarias, a un tema como el de la dimensión inwardness/outwardness, que en
cambio es enfrentado de modo más técnico y sistemático. La diferencia de enfoque se
comprende fácilmente si se tiene en cuenta que Guidano habla a alumnos ya expertos,
que han concluido hace ya tiempo un training de formación; en consecuencia, en el
primer caso no se extiende sobre ciertos argumentos, como la importancia del nivel
tácito, que da ya por adquiridos, mientras que en el segundo caso el discurso se amplía
precisamente porque sabe que introduce un tema completamente nuevo incluso para el
auditorio.
Además el nivel de originalidad no es homogéneo a través de toda la lección:
Efectivamente, por ejemplo, junto a la simple exposición de la literatura sobre field-
dependence/field-independence se encuentra, en cambio, un argumento extremadamente
original que es el nuevo encuadre de las “Organizaciones de Significado Personal” (OSP)
en términos de dos dimensiones psicológicas. Más allá, mientras algunos puntos del
discurso parecen más bien ya completos y definidos, otros en cambio quedan aún abiertos
y susceptibles de desarrollar. De hecho, el discurso da la impresión de un work in progress
y no de un trabajo concluido y ahora es difícil intuir cuál habría sido la dirección de la obra
en relación a algunos puntos si Guidano hubiese podido completarla. En fin, es presumible
que no todos los temas en los cuales Guidano estaba trabajando en aquel momento hayan
sido abordados en el curso de la lección: en efecto, dado el particular contexto, el de una
supervisión, es probable que la elección de los argumentos clínicos haya sido influida
también por particulares problemas clínicos surgidos en el curso del encuentro.
En conjunto, por lo tanto, no se ha permitido considerar este texto como una muestra
representativa, de manera homogénea, del pensamiento del último Guidano; más bien es
considerado como una rápida mirada a su mesa de trabajo, donde presumiblemente sus
apuntes estaban dispuestos todavía de modo provisorio y en diferentes estadios de
elaboración.
Por esta razón, más que comentar punto por punto todo el discurso de Guidano, se
ha preferido extraer algunos temas que parecen de particular interés, incluso a la luz del
marco delineado en trabajos precedentes, y proponer sobretodo una reflexión crítica
acerca de ellos.
34

Naturalmente, dado que -acorde a la perspectiva epistemológica post-racionalista-


cada discurso refleja en definitiva el particular punto de vista de quien lo expone, el
presente comentario en ningún modo pretende constituir la última palabra sobre las ideas
de Guidano aquí expuestas, sino más bien formular simplemente una de las posibles
lecturas.

Al centro del self: Inwardness/outwardness

En su lección Guidano presenta al Self como un proceso sustancialmente


caracterizado por una doble interfaz: una interna y otra externa. La interna tendría que
ver con la relación dinámica entre diferentes tipos de ingredientes: aquellos que parecen
constantes (la denominada sameness) y que son la expresión de los llamados “rasgos
emotivos”, y aquellos cambiantes, que por el contrario son el resultado de los diversos
“episodios emotivos” que continuamente se suceden y que constituyen la denominada
selfhood. La interfaz externa, en cambio, tendría que ver con la relación con los otros y
más precisamente con la incesante dinámica entre la necesidad de pertenencia, por un
lado, y la necesidad de desmarcación, por el otro.
Para dar cuenta de esta suerte de “confines” Guidano recurre a dos dimensiones
psicológicas, una inédita y la otra ya presente en la literatura.
La primera de las dos dimensiones, inwardness/outwardness, parece en realidad
innovadora y extremadamente promisoria. En efecto, sintetiza de modo simple y
elegante, en un concepto único, muchas de las diferencias que se pueden distinguir entre
una pareja particular de OSP (“Obsesiva” y “DAP”) y la dupla restante (OSP “Depresiva” y
“Fóbica”), en relación a una serie de fenómenos intra-subjetivos.
Ahora, mientras al comienzo Guidano desarrolla el concepto de esta nueva dimensión
–si bien presumiblemente de una forma aún no definitiva- sobretodo en relación a la
dinámica entre selfhood y sameness (y aquí el discurso parece más bien comprometido),
en seguida él se desplaza hacia conceptos más cercanos al léxico habitual del modelo
post-racionalista, presentando a esta dimensión sobretodo como expresión de la relación
que un sujeto establece con la propia experiencia inmediata y, en definitiva, con sí mismo
(y el discurso en este punto se vuelve más fluido).
Ahora, si se mira con atención este nuevo constructo, se puede notar que, en realidad,
toma en consideración dos niveles distintos: el primero está constituido por el “sentir” y el
otro por el modo en que el sujeto “observa” e interpreta este sentir. En otras palabras, un
nivel se refiere precisamente al modo en el que está hecha la experiencia inmediata,
mientras que el otro concierne tanto a la modalidad con la que ésta es enfocada (es decir,
los procesos de “reordenamiento” de la experiencia inmediata misma) como también,
más en general, a la actitud hacia ésta (Tabla I). Naturalmente, es presumible que los dos
niveles tomen forma contemporáneamente en el curso del desarrollo, influenciándose
recíprocamente: en efecto, la escasa definición de las emociones básicas favorecerá desde
el comienzo una lectura de la experiencia inmediata “desde el exterior”, mientras que esta
última actitud, a su vez, hará más difícil la focalización en toma directa de la experiencia,
así como el reconocimiento de emociones nítidas cuando aún éstas estuviesen presentes.
35

Más allá de las reportadas en la Tabla I, hay además otra diferencia importante
–destacada por Guidano- entre inward y outward, y se refiere al tipo de emociones en
primer plano: en efecto, en las OSP inward las emociones más sobresalientes son las
llamadas “emociones básicas” (basic feelings), mientras que en las OSP outward en
cambio son las denominadas self-conscious emotions, emociones que para ser
experimentadas requieren de una evaluación de sí mismo (Lewis, 1992).
El porqué de este predominio de las self-conscious emotions en las OSP outward
tiene que ver con el distinto tipo de “regulación emocional” que está en juego en las dos
parejas de OSP.

Tabla I. Las principales diferencias reseñadas por Guidano en su lección respecto a inward y outward; en la
parte superior de la tabla están indicadas las diferencias relativas al nivel de la experiencia inmediata; en la
parte inferior, las diferencias relativas a la modalidad de interpretar y juzgar esta última.

Inward Outward

-emociones básicas definidas -emociones básicas poco definidas


-interior estable -interior cambiante
-vivencias con fuerte carga sensorial -vivencias con escasa carga sensorial
-primacía “ontológica” del mundo interno -primacía “ontológica” del mundo externo
-pocas dudas sobre los propios estados internos -muchas dudas sobre los propios estados internos
-lectura en toma directa -lectura desde lo externo
-modificación de los ingredientes “externos” para -modificación de los ingredientes “internos” para
hacerlos sintónicos con lo interno hacerlos corresponder a criterios externos
-enfoque de los ingredientes variables a partir de -reconocimiento de lo que es estable a partir de la
los que son constantes variabilidad de la experiencia

La “regulación emocional” se refiere a aquel conjunto de procesos que contribuyen


a modular una cierta reacción emotiva, modificando no sólo el modo en el cual ésta se
expresa sino también el modo en el que se experimenta. Una ofensa, por ejemplo, puede
causar una intensa rabia expresada incluso a nivel comportamental, o bien una vivencia de
rabia no expresada, o más aún, quizás, una reacción de orgulloso silencio (Frijda, 2009).
Desde este punto de vista, los outward al encontrarse enfrentando estados internos
poco definidos tendrán una regulación emocional centrada sobretodo en un trabajo de
“interpretación” y de atribución de significado a los estados emocionales mismos (1);
mientras los inward, experimentando estados internos más bien unívocos, no deberían
tanto enfrentar un trabajo de interpretación sino más bien de “administración” de una
carga emocional de cualquier manera ineludible y poco modificable (2). Dado que los
outward, para conducir su tarea de “interpretación”, deberán siempre recurrir a criterios
externos, será precisamente la eventual discrepancia entre la propia experiencia y el
estándar al que el sujeto busca corresponder lo que suscite las self-conscious emotions
(como vergüenza, culpa, etcétera), es decir, emociones que nacen justamente de una
evaluación de sí mismo a la luz de un criterio ideal. Y esto, en definitiva, explica por qué
precisamente en las OSP outward (donde las basic feelings son menos definidas), sean
más evidentes las self-conscious emotions.
36

Ahora, es el caso de precisar que, aunque Guidano no formuló en su lección la


diferencia entre inward y outward en términos de diferentes tipos de regulación
emocional (vale decir, “administración” versus “interpretación” de los estados internos),
esta conceptualización resulta sin duda alguna coherente con su postura y parece permitir
una comprensión más bien rápida e intuitiva de este constructo.
Para dar cuenta ulteriormente del doble aspecto de la outwardness/inwardness y de
cómo entran en juego, según la polaridad del constructo, ya sea la interpretación o la
administración de los estados internos, piénsese, para comenzar, en la OSP tipo “DAP”:
aquí, en efecto, la característica outward se encuentra ya sea en el hecho que las
emociones de base (basic feelings) son menos nítidas y definidas que en los inward, así
como en la particular modalidad con que el sujeto con esta organización enfoca la propia
experiencia, definiéndola e interpretándola a partir de criterios externos. Como
consideración puede ser útil un ejemplo:

Una joven de 27 años, con organización tipo “DAP” y por lo tanto outward, se entera por su novio que
éste se ha vuelto a ver con una ex. Pronto advierte una dificultad para entender lo que experimenta:
en efecto, no sabe si tiene ganas de llorar, si quiere abofetear al joven o bien si en el fondo lo
acontecido no la toca demasiado. Por lo tanto, se cuestiona sobre qué “debería” sentir en una
situación de este tipo: ¿Sería más justo enrabiarse - se pregunta- o bien quedarse indiferente?

Es evidente cómo en este caso el sujeto tiene cierta dificultad para captar la propia
experiencia en toma directa y, en el intento por comprenderla, busca enfocarla “desde lo
externo”.
Como se ha dicho ya, una de las dificultades encontradas en un caso como éste nace
del hecho que en los outward los estados internos son menos definidos. Más
precisamente, en una de las OSP outward, la tipo “DAP”, como en el caso arriba
reportado, la experiencia inmediata estará constituida sobretodo por emociones
“ambiguas” y elusivas; en cambio, en la otra OSP outward, la “Obsesiva”, por estados de
ánimo con un cierto carácter de “ambivalencia”. También en este segundo caso, para
interpretar su experiencia el sujeto hará referencia a criterios externos; sin embargo, no
se tratará como en el caso precedente de estándares sociales, sino más bien de principios
de orden moral o jurídico, en todo caso de tipo abstracto y general. La diferencia entre las
dos OSP outward relativas al tipo de criterio invocado (vale decir, si es “contextual” o
“general”), depende además del rol jugado por la otra dimensión (como se dirá en el
próximo apartado).
También en este caso, para ilustrar lo que ocurre en la otra OSP outward, puede ser
útil un ejemplo.

Un hombre de 30, con OSP “Obsesiva” y por lo tanto outward, frente a ciertos comportamientos de su
novia que le parecían infantiles y poco apropiados, sentía puntualmente una mezcla de ternura y de
rabia. Y cada vez se sentía culpable porque pensaba que la irritación apenas percibida era un
sentimiento que un hombre a punto de casarse no debería experimentar respecto a la futura mujer.

También en este ejemplo, por lo tanto, el sujeto coteja los propios estados internos
con un criterio externo (en este caso un principio de orden ético más que un criterio de
adecuación social), y en base a este criterio es que busca tanto interpretarlos como
37

definirlos. Es en este sentido que Guidano afirma, en su lección, que en los sujetos
outward “se siente aquello que es justo sentir”.
También en las OSP inward se puede reconocer este doble aspecto de la dimensión
inwardness/outwardness. En efecto, en sujetos con estas Organizaciones, es fácil ver tanto
que los estados internos son más nítidos y definidos, como que el problema de hacerles
frente consiste no tanto en el interpretar sino en el administrar estos últimos. Un ejemplo
puede ser útil para ilustrar el concepto.

Hombre de 35 años, con OSP “Fóbica” y por tanto inward, durante la noche previa al propio
matrimonio –de modo aparentemente inesperado- siente fuerte ansiedad, opresión torácica y
sensación de sofocación. Interpreta estas sensaciones como un signo inequívoco de enfermedad y
rápidamente se hace acompañar a Urgencias. Frente a la reacción de desconcierto de su novia (que
no sabe qué pensar de este inesperado y “extraño” malestar), el paciente, que a este punto se siente
incomprendido, decide anular la ceremonia; sin preocuparse en absoluto de la posible reacción de la
novia misma, de los amigos y de los parientes.
Sólo sucesivamente, en el curso de una psicoterapia, logra enfocar el estado de ánimo que precedió al
episodio de malestar: la sensación de estar en una emboscada y de estar por subir a un tren del cual,
aunque quisiera, no habría podido bajarse más.

En este caso es evidente cómo el estado interno experimentado por el sujeto tiene
una pregnancia y una visceralidad que lo hace ineludible (primer nivel de la dimensión) y
que el sujeto no se dispone tanto a tener que interpretar, sino más bien a tener que
administrar (segundo nivel de la dimensión).
Se comprende mejor esta reacción si se la intenta comparar con aquella que habría
podido mostrar en la misma situación un sujeto outward. Efectivamente, un sujeto con
organización tipo “DAP”, por ejemplo, habría podido percibir la decisión de anular el
inminente rito como particularmente inconveniente desde el punto de vista social y
precursora de un juicio negativo a los ojos de los demás, mientras un sujeto con
organización “Obsesiva” en cambio habría podido encontrarla sobretodo éticamente
incorrecta (reprochándose, quizás, por hacer sufrir a los otros, y en particular a la novia,
sin un motivo justificado).
La tarea prevalente de administración (más que de interpretación) de los estados
internos es característica también de la otra OSP inward, pero con una modalidad
diferente de la que caracteriza a la OSP “Fóbica”: en esta última, efectivamente, la
administración del estado interno se centra sobretodo en ingredientes afectivos y de
naturaleza interpersonal, mientras que en el caso de la OSP “Depresiva” la administración
se acentúa mayormente sobre ingredientes cognitivos e impersonales.

Joven de 27 años, con OSP “Depresiva” y por tanto inward, en una ocasión, mientras prepara la
maleta, recibe el llamado telefónico del muchacho, en que le comunica que el viaje que deberían
hacer juntos, y del cual ella particularmente se ocupaba, debería ser aplazado. En el momento,
percibe un sentimiento agudo de desesperanza, pero rápido se encuentra diciéndose que en el fondo
este viaje no le importa nada y que, en vez de postergarlo, desearía simplemente anularlo.

También en este caso es evidente cómo el estado emotivo tiene una claridad y una
pregnancia que no son susceptibles de modificación y que el sujeto no se dispone
ciertamente a “interpretar”, sino sólo a tener que “administrar”. Sin embargo –al
38

contrario del caso precedente- la paciente no busca ayuda en los otros, sino procura
gobernar sola la situación, intentando minimizar frente a sus propios ojos el
involucramiento y las expectativas alimentadas respecto a las inminentes vacaciones.
También aquí, por lo tanto, como ocurre para las OSP outward, las diferencias entre
las dos OSP inward dependen del rol que juega la segunda dimensión invocada por
Guidano y de la cual se hablará enseguida.

(1) Este trabajo de interpretación no es entendido en términos de la teoría de Schacter y Singer (1962), esto
es como una suerte de “etiquetamiento” de un arousal indiferenciado. En efecto, la experiencia clínica
muestra que ni siquiera en los outward la activación emocional es en caso alguno realmente indiferenciada.
Más bien, la tarea de interpretación es entendida como un proceso de atribución de un significado a un
ingrediente emotivo, que sin embargo nunca es considerado aislado sino siempre sobre el fondo de otros
ingredientes experienciales, emocionales y de otra naturaleza.

(2) Ya otros autores (Arciero et al., 2004) han subrayado la presencia de diferencias de regulación emocional
entre inward y outward. En efecto, partiendo de la observación que la regulación emocional incluye, entre
otros, procesos centrados en el appraisal (evaluación del significado de los eventos que han gatillado la
emoción) y procesos relacionados con la administración del arousal (esto es, control de los aspectos físicos
de la activación emocional, como intensidad, evolución temporal, etcétera) (Thompson et al., 1995), estos
autores piensan que los primeros son más característicos de los sujetos outward, mientras que los segundos
distinguen a los sujetos inward.
En el presente trabajo, en cambio, se propone una visión en parte diferente, según la cual lo que caracteriza
a los outward, más que una evaluación (y una reevaluación) del significado de los eventos externos, es el
esfuerzo en la “interpretación” de estados internos no unívocos. Por lo tanto, para distinguir los inward de
los outward –según esta mirada- no sería tanto “administración” de la activación versus “evaluación” del
significado de los eventos externos, sino más bien “administración” de los estados emocionales versus
“interpretación” de los mismos estados emocionales.

El sí mismo en el mundo: el problema de la “dependencia/independencia del


campo”

La segunda dimensión a la cual recurre Guidano para dar cuenta de los límites del
Self, y más precisamente de su interfaz externa (aquella de la relación con los otros), es la
“dependencia/independencia del campo” (field-dependence/field-independence), un
concepto introducido a fines de los años 40, por el psicólogo americano Herman Witkin
(1948).
Este constructo originalmente tenía como finalidad dar cuenta de los diferentes
estilos perceptivos de las personas y más precisamente de la mayor o menor capacidad de
un individuo para separar un cierto ítem del contexto (o “campo”) en el cual está inserto:
efectivamente, una persona con un modo de percibir más field-independent
(independiente del campo) tendería a experimentar el ambiente analíticamente, logrando
separar los elementos de su trasfondo; mientras, al contrario, un individuo con una
modalidad más field-dependent (dependiente del campo) tendería a experimentar su
ambiente en un modo relativamente global, sufriendo la influencia del contexto o
“campo” prevalente (Witkin, 1948; Witkin, Ash, 1948; Witkin et al., 1962).
39

Para estudiar esta dimensión, al comienzo Witkin sobretodo hizo uso de pruebas
como el “Test de la vara y el marco” (Rod & Frame Test). Sin embargo, dada la relativa
complejidad de esta prueba, él optó enseguida por un test mucho más simple, pero que se
supone está basado en el mismo principio: El Embedded Figures Test (Witkin, 1950). La
tarea consiste en identificar una serie de figuras geométricas simples al interior de una
correspondiente serie de figuras geométricas mucho más complejas en la cual sin
embargo las primeras surgen como elementos ocultos. También aquí los sujetos más field-
independent se dejan influenciar menos por la configuración de conjunto, identificando
más fácilmente la figura simple al interior de la compleja. A partir de esta prueba ha sido
preparada también una versión para la aplicación colectiva: el Group Embedded Figures
Test (Witkin et al., 1971). El que estas pruebas más simples evalúen en todo caso el mismo
constructo de la prueba original se debe al hecho que los puntajes de las primeras están
ampliamente correlacionados con los obtenidos en el Rod & Frame Test (Witkin, 1973).
Con el tiempo, sin embargo, Witkin y sus colegas ulteriormente ampliaron el
significado de esta dimensión, extendiendo su aplicabilidad, primero al ámbito de la
cognición en general (hablando así de “estilos cognitivos”) y sucesivamente al ámbito de
las relaciones interpersonales. Y sobretodo es éste el aspecto tomado en consideración
por Guidano en su lección.
Efectivamente, una creciente serie de estudios había evidenciado que sujetos
respectivamente field-dependent y field-independent, identificados como tales a través de
pruebas como las antes descritas, tienden a comportarse de modo más bien diferente en
una variedad de situaciones. En efecto, como recuerda Guidano, al enfrentar situaciones
nuevas y de significado no unívoco, los field-dependent buscarían en las otras personas
indicios acerca del modo más oportuno de proceder, en tanto que los field-independent,
por el contrario, tenderían a tener confianza mayormente en sí mismos dejándose
influenciar menos por lo externo. Es más, los field-dependent manifestarían un enfoque
más interpersonal, poniendo mucha atención a las señales de carácter social; tenderían a
mantener una mayor cercanía física respecto a los otros; y, en fin, preferirían situaciones
interactivas. Al contrario, los field-independent tendrían un enfoque más impersonal,
mostrándose menos interesados en las opiniones de los otros; además mantendrían una
mayor distancia física respecto a ellos y darían preferencia a situaciones no sociales
(Witkin y Goodenough, 1977).
Un punto particularmente importante, subrayado por Guidano en su clase, es la
“neutralidad” de las dos polaridades: es decir, el hecho que no parece correcto atribuir un
juicio valórico a éstas y hablar, por ejemplo, de la superioridad de una por sobre la otra.
Cada una de éstas, de hecho, parece poseer puntos fuertes y puntos débiles y mostrar
características que la hacen capaz de suministrar adaptación en circunstancias particulares
y no en otras. Por ejemplo, los field-dependent (en posesión de mayores habilidades
sociales), se encontrarían aventajados en los contextos interpersonales (y aproblemados
en aquellos que son impersonales); al contrario, los field-independent, con limitaciones en
las situaciones sociales, explotarían mejor sus aptitudes analíticas en contextos
prevalentemente cognitivos e impersonales (Witkin y Goodenough, 1977).
En otras palabras, como fue subrayado por Witkin, esta dimensión tendría una
naturaleza sustancialmente “bipolar”. Para comprender el concepto de “bipolaridad” de
40

un constructo basta comparar la field-dependence/field-independence con un constructo


de naturaleza “unipolar”, como por ejemplo la “inteligencia”. Este último parece
“unipolar” porque los dos extremos de la dimensión de hecho no tienen el mismo valor: es
evidente, en efecto, cómo una mayor inteligencia es preferible a una pobre inteligencia y
confiere una ventaja en términos de adaptación.
Ahora, pronto salta a la vista la aparente pertinencia del constructo en la teoría de las
OSP: en efecto, es inmediatamente comprensible cómo el concepto de “independencia
del campo” parece caracterizar bien el enfoque más general, impersonal y
tendencialmente más cognitivo de una pareja de “Organizaciones” (“Obsesiva” y
“Depresiva”), en tanto el de “dependencia del campo” señala puntualmente el aspecto
más afectivo, contextual e interpersonal de la otra pareja de “Organizaciones” (“Fóbica” y
tipo “Desórdenes Alimentarios Psicogénicos”).
Además, las consecuencias de esto que Guidano lleva a los objetivos de la terapia
parecen inmediatamente plausibles: por ejemplo, el hecho que para los field-independent
sobretodo sea importante aquello que logran “comprender” en el curso de la terapia,
mientras que para los field-dependent tenga prioridad la sintonía intersubjetiva y que una
perturbación emotiva resulte bastante más incisiva que cualquier explicación.
Sin embargo, pese a su relevancia intuitiva para el modelo de las Organizaciones, el
constructo de la “dependencia/independencia del campo” parece dar lugar a posibles
problemas. Ante todo, está el hecho que, en relación a esta dimensión, la mayor parte de
la población parece ubicarse en correspondencia con posiciones intermedias: y esto
puede suscitar problemas cuando se usan ambos constructos para encuadrar
sistemáticamente a las diversas OSP (3). Además, esta dimensión parece evidenciar
correlaciones con otras variables que en rigor un constructo de personalidad no debería
mostrar (4).
Por el momento, sin embargo, es difícil decir si estos problemas son intrínsecos de la
dimensión en cuestión o bien si éstos dependen sobretodo de los test empleados para
evaluarla, pruebas que –siendo desequilibradas como ocurre en el medir aspectos
prevalentemente visuoespaciales- quizás no son del todo adecuadas para el objetivo
(dada la valencia no sólo cognitiva sino también afectiva e interpersonal del constructo). El
asunto por lo tanto sigue considerándose abierto (5).
En el estado actual, por consiguiente, parece más prudente distinguir entre dos
diferentes cuestiones. La primera es si existe una dimensión que, como en el esquema
descrito por Guidano, separe las OSP “Obsesiva” y “Depresiva” por un lado, y las OSP
“Fóbica” y tipo “DAP” por el otro. La segunda es si esta dimensión corresponde
efectivamente la dimensión descrita por Witkin. Las dos cuestiones deben mantenerse
separadas, dado que una respuesta afirmativa para la primera no implica
automáticamente una respuesta también positiva para la segunda.
En efecto, mientras parece extremadamente convincente el hecho que exista un
constructo que distingue una pareja de OSP de la otra en el modo descrito (y que tiene
que ver con un modo de enfocar más “cognitivo”, “general” e “impersonal”, por un lado, y
con un punto de vista más “afectivo”, “contextual” e “interpersonal”, por el otro),
permanece en cambio abierta la pregunta acerca de la exacta definición de este
41

constructo, vale decir, si corresponde exactamente a la dimensión de Witkin o bien si se


trata de un concepto al menos en parte distinto.
Es evidente que estas consideraciones nada restan al valor de la intuición de Guidano
y a la utilidad del nuevo encuadre discutido en el próximo apartado.

(3) La field-dependence/field-independence, de hecho, constituye para todos los efectos una variable
“dimensional”, es decir que puede asumir todos los valores a lo largo de un continuum. Para los fines de la
aplicación de la teoría de las OSP, esto por si mismo no sería un problema –en los tests que evalúan la field-
independence- si la distribución de los puntajes fuese “bimodal”. En este caso, efectivamente, la mayor
parte de la población estaría repartida en dos grupos, uno prevalentemente field-independent y otro
prevalentemente field-dependent. Esto sería concordante con la teoría de las OSP: en efecto, el primer
grupo incluiría a las OSP “Obsesiva” y “Depresiva”, en tanto el segundo grupo abarcaría las OSP “Fóbica” y
“DAP”.
Sin embargo, en realidad la distribución en la población general de los puntajes de pruebas como las
“Embedded Figures” se acerca a una distribución “normal” (con la característica curva de campana) (Witkin,
Oltman, Raskin, Karp, 1971). Este dato no sorprende: en el fondo, el mismo Witkin subrayaba cómo la field-
dependence y la field-independence podrían entenderse sólo como los extremos de un continuum, con la
mayor parte de las personas situadas en correspondencia con las posiciones intermedias (Witkin et al.,
1962).
Esto significa, sin embargo, que la mayoría de las personas no es en rigor ni field-dependent ni field-
independent, sino una forma intermedia, Ahora, esto constituye un problema cuando se busca aplicar esta
dimensión a la teoría de las OSP, porque en este punto nos encontramos haciendo frente a un constructo
que, en la mayoría de los casos, discrimina poco entre las distintas OSP y por lo tanto exhibe escasa utilidad
tanto a nivel teórico como clínico.

(4) Basta pensar, por ejemplo, en aquellas investigaciones que han mostrado una correlación positiva entre
field-independence y nivel de inteligencia general (Richardson y Turner, 2000) o habilidades específicas
(McKenna, 1983). Es más, en pruebas como el Embedded Figures Test, los sujetos afectados por autismo y
Sindrome de Asperger (autismo con nivel intelectual normal) obtienen puntajes particularmente elevados
(Baron-Cohen, 1977). Esto parece ocurrir, no tanto porque estos sujetos logren no dejarse influenciar por el
“campo” prevalente, sino más bien porque tendrían una dificultad para captar la Gestalt, hecho que haría su
tarea mucho más fácil respecto a los no autistas (Frith, 1989). Si esto es verdad, significa que una prueba
como el Embedded Figures Test evalúa aspectos diferentes en sujetos distintos.

(5) En cada caso, el hecho que la field-dependence/field-independence, al contrario de la


inwardness/outwardness, en teoría pueda implicar problemas, no resulta tan sorprendente si se considera
que, a diferencia de esta última (formulada justamente a partir de la teoría de las OSP), la primera tuvo su
origen en un ámbito completamente distinto. Por lo tanto, no llama la atención que no aún no esté del todo
integrada al interior de la Teoría de las OSP.

Del tejido al telar: un nuevo modo de considerar las “Organizaciones de


Significado Personal”

En su clase Guidano presenta, en cierto punto, un nuevo encuadre de las OSP en


términos de las dos dimensiones antes discutidas. Se trata de un esquema que inaugura
un modo inédito de entender las OSP. Hasta ahora, en efecto, el modo tradicional de
considerar las OSP era entenderlas sobretodo como entidades individuales, esto es, como
42

configuraciones sustancialmente distintas la una de la otra, más allá de las


frecuentemente innegables analogías de superficie (6).
El nuevo modo de entender las OSP, en cambio, destaca de ellas no solamente las
diferencias sino también las múltiples y profundas analogías.
Efectivamente, los constructos utilizados por Guidano (la inwardness/outwardness y
la field-dependence/field-independence) constituyen una suerte de estructuras de sostén
del Sí mismo; a partir de las cuales se comprende por qué las diversas OSP tienen
precisamente la fisonomía que tienen y no una distinta. Para ilustrar puede ser útil una
analogía.
Imaginemos que, a partir de un examen de la textura y la trama de diferentes tipos de
tejido producidos en un cierto telar, se logre deducir la estructura de este último. Si en
este punto tomamos el camino al revés, teniendo en mente la estructura del telar,
rápidamente resulta obvio comprender por qué los tejidos que se pueden hacer con éste
son precisamente esos y no otros.
Al mismo modo, desde un análisis de las OSP y de una atenta confrontación entre
ellas, Guidano ha reconocido las dimensiones del Sí mismo en cuestión. En este punto,
desde un análisis del modo con el que las dos dimensiones interactúan entre sí se puede
entender, aunque sea en términos muy generales, por qué las OSP son precisamente estas
y no otras: esto es, el hecho que tengan este aspecto y no uno diferente (7).
Esta nueva conceptualización hace dar un notable salto a la Teoría de las OSP en
términos de abstracción, transformándola en una teoría de la personalidad de largo
alcance y alineándola, en términos metodológicos, con las otras principales Teorías de la
Personalidad contemporáneas (8).
Esto tiene una primera consecuencia importante: efectivamente, hasta ahora para
proponer cualquier otra nueva Organización, sería suficiente ilustrar en detalle una
configuración inédita con características de coherencia interna y de distinción respecto de
las otras: en este punto, la nueva organización simplemente se iría a situar al lado de las
existentes. El nuevo encuadre, en cambio, ahora presenta una vinculación y quien quisiera
introducir una nueva organización debería tener en cuenta el modelo a dos dimensiones y
especificar en qué modo se ubicaría ésta respecto a las últimas.
Otra importante consecuencia del nuevo encuadre reside en el hecho que,
finalmente, las OSP ahora están completamente desvinculadas de cada referencia directa
a la psicopatología. Efectivamente, en rigor, desde ahora en adelante cada “Organización”
podría ser definida simplemente en términos de las polaridades que la caracterizan: por
ejemplo, la OSP “Fóbica” podría ser definida simplemente como la Organización
inward/field-dependent y la OSP “Depresiva” como la Organización inward/field-
independent, y así sucesivamente. Esto podría facilitar la comprensión del hecho, en
realidad ya claramente sancionado antes (Guidano, 1991), que las OSP son
configuraciones que más allá de ser reconocibles en sujetos afectados por
manifestaciones psicopatológicas (ya sean de orden “neurótico” o “psicótico”), son en
realidad reconocibles en todos los seres humanos, por lo tanto también en individuos que
en el curso de su vida nunca vayan al encuentro de una descompensación.
Una última consecuencia, esta vez de orden clínico, se refiere a la novedad que
aporta el nuevo encuadre ya sea a nivel del diagnóstico como a nivel del tratamiento. Para
43

lo concerniente al primer punto, rápidamente resulta evidente la utilidad de las dos


dimensiones en casos en los cuales el diagnóstico de la organización sea más bien dudoso:
de hecho, más que razonar en términos de diagnóstico diferencial entre una organización
y otra, puede ser mucho más útil concentrarse, una por una, en las dimensiones y buscar
comprender cuál es la polaridad específica presentada por aquel paciente en particular.
Una vez reconocidas las polaridades, de inmediato surgirá la Organización relacionada.
Pero, pensar en términos de dimensiones es útil además para los fines del
tratamiento: por ejemplo, cuando se tiene enfrente a un paciente outward, que por lo
tanto tiene una notoria dificultad para captar la experiencia propia en toma directa, es
claro que parte de la intervención terapéutica deberá considerar precisamente el ayudarlo
a focalizar la experiencia inmediata de modo más directo, poniendo atención a la
interferencia por parte de criterios externos (a los cuales espontáneamente y de manera
automática el paciente pronto recurre).
Ahora, como ya se ha señalado antes, es claro que las polaridades relativas a la dos
dimensiones “se influencian” entre sí. Este hecho se comprende mejor si se consideran la
inwardness/outwardness y la field-dependence/field-independence sobretodo como
dimensiones relativas a los procesos de “regulación emocional”. En realidad, ambas
dimensiones constituyen conceptos más amplios que no se aplican sólo a la regulación
emocional sino también a otros fenómenos; sin embargo, considerar sobretodo el aspecto
de la regulación emocional puede resultar extremadamente útil para los fines de una
comprensión más rápida de cómo éstas “interactúan” en las diferentes OSP.
Desde este punto de vista, efectivamente, la primera dimensión –como ya fue
ilustrado en una apartado precedente- tendría relación con el “tipo” de regulación
emocional puesto en marcha (los inward mostrarían una regulación centrada en la
“administración” del estado emocional, en tanto los outward una regulación centrada en
la “interpretación” del estado emocional); mientras que la segunda dimensión se referiría
a las “modalidades” utilizadas para efectuar esta regulación. Vale decir, los field-
dependent -para efectuar esta regulación (ya sea “administración” o “interpretación”)-
recurrirían sobretodo a medios “interpersonales” (búsqueda de soporte emotivo de parte
de los otros, atención al punto de vista de las personas significativas, etcétera), mientras
los field-independent en cambio se valdrían uso de medios más “impersonales”.
En definitiva, esto significa que tanto la “interpretación” (en los outward) como la
“administración” (en los inward) de los estados emocionales, pueden ser efectuadas
recurriendo a medios “interpersonales” (en los field-dependent) o bien “impersonales” (en
los field-independent).
Por lo tanto, de la intersección de las dos variables se obtiene una parrilla de cuatro
campos, cada uno de los cuales identifica a una de las cuatro OSP (Tabla II). De este modo,
las OSP tipo “DAP” y “Obsesiva” estarían ambas caracterizadas por una regulación
emocional centrada en la “interpretación” de los estados internos: a través de
modalidades “interpersonales” en la OSP tipo “DAP” y sobre la base de criterios
“impersonales” en la OSP “Obsesiva”. Las OSP “Fóbica” y “Depresiva”, en cambio,
estarían ambas caracterizadas por una regulación emocional centrada en la
“administración” de los estados internos, pero respectivamente con modalidades
“interpersonales” en el primer caso e “impersonales” en el segundo.
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Tabla II- De la intersección de las variables inwardness/outwardness (relativa al tipo de regulación


emocional) y field-dependence/field-independence (relativa a la modalidad utilizada para la regulación) se
obtiene una parrilla de cuatro campos, cada uno de los cuales identifica a una de las OSP.

“Interpretación” de los “Administración” de los


estados internos (OW) estados internos (IW)
Modalidad “interpersonal” (FD) OSP tipo “DAP” OSP “Fóbica”

Modalidad “impersonal” (FI) OSP “Obsesiva” OSP “Depresiva”

En este punto será útil ilustrar cada uno de los cuatro posibles casos con un ejemplo.
Comenzamos con los sujetos outward: de cuanto se ha dicho hasta ahora, está claro que
la polaridad outward se manifestará de distinto modo según se acompañe de una
polaridad field-dependent o bien de una field-independent.
Esta vez, el ejemplo se ha escogido entre pacientes con graves disturbios con el fin de
mostrar cómo también en estos casos se puede razonar en términos de dimensiones.

Una joven de 34 años afectada de Esquizofrenia en fase de discreta mejoría clínica, con OSP tipo “DAP”
y por lo tanto outward y field-dependent, lamentaba tener frecuentemente notorias dificultades para
comprender si estaba triste o no. Para resolver la duda, preguntaba a los otros si la veían deprimida o
no.

En este caso es evidente cómo para enfrentar la incertidumbre acerca del propio
estado interior (incertidumbre característica de los outward), la paciente recurre a un
criterio “contextual” e “interpersonal”; vale decir, la actitud y el punto de vista de la
persona con quien se encuentra interactuando en aquel momento.
En el caso de un sujeto al mismo tiempo outward y field-independent, en cambio, el
resultado será diferente: la polaridad outward, en efecto, se manifestará en distinto modo
en presencia de la actitud más “cognitiva” e “impersonal” que es característica de la field-
independence.
También para este propósito será útil un ejemplo, elegido además en este caso entre
pacientes con graves disturbios.

Un hombre de 45 años afectado de esquizofrenia residual, con una OSP “Obsesiva” y por lo tanto
outward y field-independent, era atormentado por la duda de ser homosexual. Para procurar dirimir
la cuestión recurría a test ideados por él mismo. El más simple de éstos, por ejemplo, consistía en
observar cualquier transeúnte que pasaba por la calle con el fin de verificar si la vista de éste le
suscitaba o no un estado de excitación.

Es evidente cómo en este caso el sujeto, frente a la ambigüedad de los propios


estados internos no busca tanto recurrir a un reaseguramiento externo, sino más bien
–exhibiendo una actitud más “impersonal” (y “cognitiva”)- recurre a una suerte de
experimento científico, en el que busca ser observador imparcial de sí mismo.
Naturalmente, el concepto de la distinta manifestación de una polaridad en función
de la otra, vale también para la polaridad inward. Efectivamente, esta última se
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exteriorizará de diverso modo según si se acompaña de una polaridad field-dependent o


bien de una field-independent. También en este caso será útil un par de ejemplos.

Una joven de 25 años, con OSP “Fóbica” y por lo tanto inward y field-dependent, apenas llegada a una
fiesta, había advertido una sensación de perturbación y de miedo al percatarse que no conocía a nadie.
Pronto procuró enfrentar la sensación de vulnerabilidad que advertía buscando reconocer entre los
invitados una figura disponible y protectora hacia ella.

En esta situación, el recurrir a los otros (fundamentado en la actitud field-dependent)


no tiene el objetivo, como en el caso de la paciente con OSP “DAP” presentado antes, de
lograr un criterio para “interpretar” los propios estados internos y las propias emociones:
aquí, en efecto, para la joven del ejemplo, el estado de ánimo advertido es más bien
unívoco y transparente. El recurrir a los otros (una modalidad “afectiva”, “contextual” e
“interpersonal”) es llevado a cabo, en cambio, con el objetivo de “administrar” los propios
estados internos.
Esta diferencia entre necesidad de “interpretar” los estados internos, por un lado, y
el requisito de “administrar” los estados mismos, por el otro, será tenida también en
mente a propósito de la otra OSP inward, la “Depresiva”. En efecto, también en este caso
se observará una necesidad de “administrar”, más que de “interpretar”, estados internos
que por sí mismos aparecen claros, significativos e ineludibles. Sin embargo, la presencia
de una actitud field-independent dará lugar al final a una disposición diferente respecto al
caso precedente.

Un hombre de 30 años, con OSP “Depresiva” y por tanto inward y field-independent, en una ocasión
se encuentra en una estación ferroviaria para saludar a un amigo que se va. Cuando el tren
desaparece a la vista, experimenta súbitamente la sensación de pérdida y de soledad como una
confirmación, a fin de cuentas superflua, de su visión del mundo como un lugar definitivamente
inhóspito. Y pronto piensa que el único modo de aquietar este estado de ánimo es obnubilarse con
cerveza.

En este caso, el sujeto, para regular el propio estado interno, no recurre a los otros,
sino que utiliza una modalidad más “cognitiva” e “impersonal”: vale decir, hace uso de
una sustancia de la que conoce bien los efectos, casi como si prescribiera una “medicina”
que ya sabe, por experiencias previas, que es la “más adecuada” para su situación.
Hasta aquí se ha ilustrado el tipo de análisis que se puede conducir cuando se razona
en términos de dimensiones. Es evidente, sin embargo, que el nuevo enfoque no
reemplaza al “tradicional” (que permite distinguir la OSP de un sujeto reconociendo en
ella un pattern de conjunto, una suerte de Gestalt): efectivamente, los dos enfoques no se
excluyen para nada, sino que al contrario se complementan e aclaran recíprocamente.

(6) Esto resultaba evidente no sólo en las obras publicadas (Guidano, 1987, 1991) sino también en el
discurso de Guidano con ocasión de cursos de formación o encuentros de supervisión. Por ejemplo, si
alguien notaba en el curso de un Training que el “control de las emociones” parecía mostrarse en ambas
OSP “Fóbica” y “Obsesiva”, Guidano no perdía la ocasión para precisar las características que en realidad
diferenciaban las modalidades de “control” de una Organización de la modalidad de “control” de la otra. Y lo
mismo ocurría al ser notada, en cambio, la presencia común –en las OSP tipo “DAP” y “Depresiva”- del tema
de la “sensibilidad al rechazo”.
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(7) Naturalmente, cada vez que se recurre a una metáfora no es necesario forzar la similitud más allá de
ciertos límites, de lo contrario la analogía, más que esclarecedora, se torna confundente. En este caso, esto
significa que, desde un análisis de la influencia recíproca entre las dos dimensiones, obviamente no es
posible deducir todas las características de cada OSP, sino sólo ciertos aspectos de orden general. Cada OSP,
en efecto, evidencia una suerte de “propiedades emergentes” que no pueden ser previstas “a priori”.
Piénsese, por ejemplo, en la OSP “Obsesiva”: razonar en términos de influencia recíproca entre field-
independence y outwardness permite ciertamente entender algunas actitudes de orden general de esta
Organización, como –por ejemplo- la tendencia a interpretar los propios estados emocionales a la luz de
criterios cognitivos e impersonales, pero, en cambio, no permite prever con anticipación la forma particular
que adoptarán las vivencias en caso de descompensación (vale decir, obsesiones, rumiaciones, etcétera).

(8) En efecto, algunas de las más acreditadas entre las actuales Teorías de la Personalidad sitúan las diversas
tipologías personológicas reconocidas al interior de un marco delineado por la intersección de más
dimensiones. Por ejemplo, Millon distingue tres distintos ejes: placer/dolor; actividad/pasividad; sí-
mismo/otros (Millon, 1990; Millon, Davis, 1996), en tanto Cloninger recurre a tres diferentes dimensiones:
harm avoidance, novelty seeking, reward dependence (evitación del daño, búsqueda de la novedad,
dependencia de la recompensa) (Cloninger, 1986, 1987, 1999; Cloninger et al., 1993)

Conclusiones

En este texto han sido discutidos algunos de los temas más significativos entre
aquellos abordados por Guidano en su clase.
Tres argumentos, en particular, parecen de especial relevancia: en primer lugar, la
introducción de una inédita y promisoria dimensión psicológica (la
inwardness/outwardness); en segundo lugar, la aplicación de la field-dependence/field-
independence a la teoría de las Organizaciones de Significado Personal; en tercer lugar, la
formulación del nuevo encuadre de las OSP en términos de las dimensiones
inwardness/outwardness y field-dependence/field-independence.
En definitiva, la novedad más importante de la clase de Guidano parece residir
precisamente en la introducción de estas nuevas dimensiones psicológicas que, dado el rol
que desempeñan en la articulación del Sí Mismo, podrían ser definidas en breve como
“dimensiones del Sí Mismo”.
Además, pensar en términos de “dimensiones del Sí Mismo” abre ciertamente nuevas
perspectivas y se lo comprende mejor si se realiza una comparación con el enfoque
tradicional basado simplemente en la distinción entre las diversas OSP. Una limitación de
esta segunda modalidad, en efecto, recae en el hecho de restringir la posibilidad de
nuevas observaciones, imprevistas en límite pero que podrían conducir a una mayor
articulación del modelo. Por ejemplo, frente a un sujeto de incierta situación diagnóstica
(naturalmente en términos de OSP), la tentación del terapeuta podría ser considerar
aquellas que le parecen atipias como simples variantes con poco peso de una u otra OSP.
En otros términos, todas las manifestaciones no inmediatamente encasillables serían
consideradas con el criterio de “la excepción que confirma la regla”. No hay duda que en
cualquier caso se tratará verdaderamente sólo de esto; pero en cualquier otro caso, en
cambio, podría encontrarse frente a un nuevo fenómeno que podría requerir en rigor una
articulación ulterior de la teoría. Ignorar esta segunda posibilidad conlleva un riesgo:
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acabar resaltando en los pacientes sólo lo que la teoría anticipa y que, de hecho, permite
resaltar.
El nuevo enfoque en términos de “dimensiones del Sí mismo”, en cambio, no sólo
aumenta la capacidad explicativa del modelo (arrojando nuevas luces sobre muchas
características de las distintas OSP así como sus relaciones recíprocas) sino que les amplía
además su poder heurístico, es decir, la posibilidad de producir nuevos descubrimientos.
Esto significa, en la práctica, que con el nuevo enfoque se vuelve posible efectuar nuevas
observaciones, algunas de las cuales a futuro podrían hacer posibles nuevos desarrollos.
Ésta es la razón por la cual el nuevo enfoque delineado en la lección de Guidano
aparece tan fascinante y promisorio.
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