Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Vittorio F. Guidano
LAS DIMENSIONES DEL SÍ MISMO
atañe, puede en todo caso resultar útil para lograr intuir la relevancia de las posibles
articulaciones y de los posibles desarrollos de estos conceptos. Es evidente que luego será
el lector quien se haga su idea y madure su punto de vista.
Vaya un agradecimiento a todas las personas con las cuales tengo la fortuna de
colaborar y que me han apoyado en la edición de este escrito, y en particular a Massimo
Donnini, por el constante estímulo, a Letizia Mannino, por la agudeza de sus sugerencias,
e a Giovanna Maxia, con quien he discutido en amplitud prácticamente cada parte
(premisas, notas, epílogo) de las versiones preliminares del texto, por la contribución
verdaderamente preciosa.
Agradezco también a Marco La Rosa y Mauro Roncaglia, dos de los colegas que han
participado en los encuentros de supervisión, por haberme hecho conocer esta lección.
Gracias también a Silvana Galderisi por el entusiasmo con el que ha aceptado escribir la
presentación.
Un agradecimiento, en fin, a Evelina Guidano por la aprobación de la redacción del
texto y por la autorización para publicarlo.
G.M.
5
PRESENTACIÓN
Silvana Galderisi
Profesora Regular de Psiquiatría
Directora de la Escuela de Especialización en Psiquiatría
Università di Napoli SUN
6
Guidano inicia su discurso con un argumento muy preciado por él y ya abordado en obras
precedentes (Guidano, 1991): el tema de la relación dinámica, siempre en acción, entre el
nivel que constituye nuestra experiencia inmediata, que es el producto de procesos tácitos
de elaboración ni siquiera potencialmente conscientes, y el nivel de la imagen consciente
que tenemos de nosotros mismos, que es el resultado de un proceso de reordenamiento
explícito que opera sobre la experiencia inmediata misma. El énfasis puesto desde siempre
por Guidano sobre la importancia de los procesos tácitos constituye una diferencia
relevante respecto de la mayor parte de los modelos de terapia cognitiva que, aún hoy,
centran su interés sobretodo en los procesos explícitos. Según Guidano, el intento de dar
cuenta de la experiencia humana, un fenómeno intrínsecamente variado y multinivelar,
recurriendo sólo a los procesos explícitos, incurre en un problema ya denunciado por
Heidegger: el reducir la experiencia humana al mero plano del lenguaje y de la reflexión
consciente.
1. En el modelo propuesto por Michael Lewis (2003) el término “machinery of the Self” indica un importante
componente del conocimiento “implícito” (o “tácito”). Se trata del sistema, presente ya desde el nacimiento
y presumiblemente siempre activo, que permite a un individuo relacionarse en modo fluido con el mundo
externo, en todos aquellos ámbitos que no requieren una conciencia de sí mismo. Este sistema es el que
hace posible, en un nivel tanto elemental como esencial, la diferenciación implícita sí mismo/otro, y a un
nivel más sofisticado, el aprendizaje –siempre fuera de la conciencia- de nuevas secuencias
comportamentales. (cfr. también nota 2).
3. “Óntico” deriva del participio presente del verbo griego einai (ser). El término, por lo tanto, significa:
relativo a un ente concreto y actual, empíricamente observable.
Sin embargo, el mundo naturalmente no se nos presenta desde el inicio como una colección de “objetos”
dados. Por el contrario, una función importante que nos permite “recortar” y separar unos de otros los
diversos objetos que componen el mundo es llevada a cabo íntegramente por el lenguaje, pero
comprendido en sentido amplio: es decir, no sólo en su aspecto verbal, sino también en un aspecto que
presumiblemente presupone al primero, que es el de las distinciones conceptuales.
8
Ahora, una vez que algo ha comenzado a destacarse de un trasfondo –por medio de una operación nuestra
de distinción-, es entonces que podemos comenzar a describirlo, a examinarlo, a compararlo con otros
“objetos”, análogos y diferentes. Obviamente, esta actitud de “objetificación” puede volverse no sólo hacia
el mundo externo sino también hacia nosotros mismos (y nuestra experiencia interna): de este modo
podemos, por ejemplo, “separar” un pensamiento nuestro o una vivencia nuestra del complejo trasfondo
ideacional y afectivo en el cual está inmerso y comenzar a considerarlo como una entidad independiente; en
consecuencia, no será más algo que participa de aquello que “somos” de manera fluida y sin límites netos y
consiguientemente de un modo tal que resulta difícil hablar de ello (nivel “ontológico”); más bien se
convertirá en algo que nosotros “poseemos” y que es posible describir. En sentido amplio, se puede definir
esta postura como “óntica” y contraponerla con el otro punto de vista que se puede llamar “ontológico”,
que busca salvaguardar la efectiva especificidad del modo de existir del ser humano que, a todo nivel,
parece distinto de un simple objeto.
4. Heidegger (1927) introdujo el término Dasein para referirse a la peculiar modalidad de la existencia
humana. Dasein en alemán –en el lenguaje común- significa “existencia”, pero en su significado literal quiere
decir “ser-ahí”, acepción que representa mejor las intenciones del autor.
Para comprender la razón de esta elección es necesario tener en cuenta el hecho que Heidegger no
compartía el punto de vista de toda una tradición filosófica, desde Descartes a Husserl, que comenzaba el
propio estudio de la naturaleza humana a partir de una suerte de “yo” separado del resto del mundo, una
especie de “sujeto” autónomo y aislado en un mundo de “objetos”. Por cierto, es precisamente desde esta
postura que se presentan muchos de los problemas tradicionales de la filosofía: por ejemplo, el de entender
cómo un sujeto puede lograr conocer de manera confiable el mundo externo (del cual, en base a esta
aproximación, parecería inexorablemente separado) (Magee, 1987).
Heidegger (1927), en cambio, subrayaba –recurriendo a una peculiar expresión suya- cómo cada ser humano
estaba “siempre-ya-en-el-mundo” y cómo era fragmento y parte del todo. En este punto, además, el
problema de identificar en sí mismo las bases desde las cuales poder deducir la existencia en los otros de
una mente como la propia parece en rigor artificioso. Efectivamente, en realidad nosotros hacemos nuestro
ingreso en el mundo ya al interior de un contexto de relaciones interhumanas: nuestra experiencia
presupone, por fuerza, la de los otros y precisamente no podría tener la forma que tiene si no fuese por la
participación de la experiencia de los otros. Justamente para dar cuenta de estos aspectos, Heidegger
recurre al término Dasein y toda la terminología que él propone, en el fondo, parece pensada para evitar
una artificiosa contraposición entre sujeto y objeto, y dar por el contrario el sentido de implicación mutua
entre las partes. El término Dasein, además, se ajusta bien a otra característica del ser humano puesta en
relieve por Heidegger: la peculiar relación consigo mismo. Efectivamente, a diferencia de la materia
inanimada, de las plantas y de los animales, el hombre no sólo “es”, sino se percibe que “es ahí”: por lo
tanto, exclusivamente para él, la existencia es fuente de interrogante y de problema y, al mismo tiempo, es
apertura a la posibilidad y al proyecto (Volpi, 2005).
5. Naturalmente, aquí no parece que Guidano ponga en discusión el método de la ciencia y sus resultados,
sino más bien la pretensión de dar cuenta de la experiencia humana en su integridad sólo con un método
orientado a la objetificación.
6. Generalmente, en la literatura, el tema de la relación entre la parte consciente del sujeto (sea narrador o
protagonista), por un lado, y su “experiencia inmediata”, por el otro, es abordada y desarrollada a partir de
la primera: vale decir, es la “parte consciente” la que habla y cuenta de su relación con la parte “tácita”.
Basta pensar en obras como “El libro de la inquietud” de Pezoa.
Borges, al contrario, adopta una perspectiva inusual y en el extracto del título “Borges y yo”, en el cual
Borges es la parte consciente y “Yo” es la inmediatez, hace hablar a esta última. Así, efectivamente, el breve
cuento debuta con: “Es al otro, a Borges, al que le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me
demoro, quizás ya mecánicamente, a observar el arco de un cobertizo o la reja de un patio; de Borges tengo
noticias de correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los
relojes de arena, las cartas geográficas, la tipografía del siglo VIII, la etimología, el sabor del café y la prosa
9
de Stevenson; el otro comparte estas preferencias, pero en un mundo vanidoso que las transforma en
atributos de actor” (Jorge Luis Borges, tr. it. L’artefice, Adelphi, 1999, p.93).
Y algunas líneas más adelante: “Del resto, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo cualquier
instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco le estoy cediendo todo, incluso si conozco su perversa
costumbre de falsear y agrandar” (ibídem).
Naturalmente, la inmediatez puede hablar en primera persona sólo gracias a un truco literario; en efecto, si
de verdad ella fuese capaz de un discurso similar sería, en realidad, sólo otro tipo de conciencia. Sin
embargo, en virtud de esta estratagema es que podemos hacernos una idea de la “convivencia con un
extraño” de la cual habla Guidano, así como podría ser vista y vivida por parte de la experiencia inmediata.
7. La distinción entre I y Me ha sido introducida por William James hace más de un siglo para distinguir dos
diversos aspectos del Sí mismo: El sí mismo como sujeto (I) y el sí mismo como objeto de autorreflexión
(Me).
En la versión abreviada de sus “Principios de Psicología”, en efecto, James anotaba: <<En cualquier cosa que
yo piense, al mismo tiempo estoy siempre más o menos consciente de mí, de mi existencia personal. Al
mismo tiempo soy yo quien estoy consciente de esto, de modo que la totalidad de mí mismo, casi como si
fuese doble, en parte conocida y en parte cognoscente, en parte objeto y en parte sujeto, debe contener dos
aspectos discriminados, de los cuales por brevedad podemos llamar a uno el “mí” y al otro el “yo”>> (James
W. 1892, Psichology. The Briefer Course, University of Notre Dame Press, Indiana, 1985, p. 43).
*Nota del traductor:”Cruz y delicia” constituye el título de uno de los libros de Sandro Penna, Croce e delizia
(1927-1957), la historia ardiente de un solitario que rodea la ciudad con el asedio del deseo transgresor. La
expresión italiana, utilizada además en el texto de La Traviata de Verdi para definir el amor que duele, alude
a aquellas sensaciones complejas en las que concurren ingredientes bifrontes. Como expresiones latinas
equivalentes, se puede mencionar: de dulce y de agraz, la agonía y el éxtasis.
10
Mientras en las líneas precedentes Guidano se vincula sobretodo con sus trabajos
anteriores, en este punto, por el contrario, presenta nuevos desarrollos. Para hacer esto,
ante todo recurre a la distinción entre “mismidad” (sameness) e “ipseidad” (selfhood)
(utilizada aquí de un modo distinto al que aparece en literatura) para dar cuenta de la
dinámica, al interior de la experiencia humana, entre ingredientes “estables” e
ingredientes “variables”. Esta distinción, como subraya pronto Guidano, no coincide con
aquella entre “imagen consciente” y “experiencia inmediata”: tanto así que es fácil
observar que para constituir esta última, por ejemplo, concurren elementos relacionables
tanto a la ipseidad como a la mismidad.
La distinción entre ipseidad y mismidad después es utilizada por Guidano para introducir
una dimensión psicológica inédita que parece poseer una extraordinaria capacidad
explicativa: la inwardness/outwardness. Como se aclara en un apartado próximo, los
sujetos con una actitud inward focalizarían la experiencia propia a partir de lo interno,
mientras que los individuos outward la focalizarían desde lo externo, casi como si fueran
espectadores de sí mismos.
8. Uno de los autores que más ha recurrido a la distinción entre “ipseidad” y “mismidad” es el filósofo
francés Paul Ricoeur (1990). En su concepción de la identidad, ambos términos expresan la “permanencia”
en el tiempo de ciertos aspectos de la persona; más precisamente, la “mismidad” residiría en aquellas
características eventualmente públicas que hacen reconocible y repetidamente identificable a un individuo
como el mismo, mientras que la “ipseidad” tendría un carácter privado y se comprendería más bien como la
mantención en el tiempo de un compromiso asumido.
Aunque en otros lugares Guidano (1999) ha hecho referencia también a Ricoeur, en efecto el uso que él ha
hecho siempre de estos términos no corresponde al del filósofo francés. En particular, el uso del término
“ipseidad” es más bien distinto: efectivamente no expresa, como para Ricoeur, un aspecto de la experiencia
relativo a la permanencia en el tiempo sino, al contrario, el suceder momento a momento y por lo tanto
aquel componente de la experiencia que tiene el carácter de la variabilidad y de la discontinuidad.
10. Poseer el concepto de “permanencia del objeto” significa tener la conciencia que los objetos y las
personas tienen una existencia permanente, e independiente de la percepción que se pueda tener de éstos.
Esta capacidad no está presente desde el nacimiento. Si, por ejemplo, a un niño que no ha alcanzado aún
esta fase y que está tratando de coger un juguete se lo cubre –escondiéndoselo de la vista- el niño dejará de
buscarlo como si éste hubiese desaparecido. Al contrario, un niño que ha adquirido plenamente esta
habilidad continuará buscando el juguete también una vez escondido de su vista. Piagget, que antes analizó
el desarrollo de esto, sostenía que esta capacidad se desarrollaba gradualmente a partir del fin del primer
año de vida, hasta alcanzar luego una adquisición plena entre los 18 y los 24 meses (Piagget, 1937). Estudios
más recientes, sin embargo, han evidenciado cómo ésta comenzaría a ser adquirida más precozmente
(Baillargéon, Spelke, Wasserman, 1985).
La otra dimensión abarca el nivel de contexto con el cual uno se sintoniza, lo que
también depende en gran medida del tipo de situación familiar que se tiene: en efecto, si
el niño está en una situación con fuertes márgenes de ambigüedad, o bien de
intermitencia, debe forzosamente concentrarse en la interacción “momento a momento”.
Se trata, por ejemplo, de la situación de ambigüedad frecuentemente característica de las
configuraciones tipo “Disturbios Alimentarios psicogénicos” (DAP), donde el niño no tiene
frente a él un comportamiento constante de los padres y por lo tanto no puede reconocer
la configuración de conjunto (que en realidad es inconsistente y confusa), pero tiene como
única posibilidad la de regularse momento a momento a partir de la expresión individual
del rostro del padre.
Del mismo modo, para un niño “fóbico” el alejamiento/acercamiento de la figura
referencial es intermitente e imprevisible y, en consecuencia, debe mantenerse siempre
sintonizado con la actitud (postura, disposición corporal, expresión emocional) de la
madre: no la debe perder ni por un momento.
Al contrario, un niño con un pattern “depresivo” u “obsesivo” está más orientado a
captar la configuración de conjunto, a buscar comprender el curso del mundo interno del
otro (12).
De este modo se puede identificar la segunda dimensión, la vertical en el esquema,
que corresponde a la “dependencia del campo/independencia del campo” (field-
dependence/field-independence) (13).
Las personas field-dependent están más ligadas a las señales emotivas y más
vinculadas al contexto momento a momento, mientras los otros en cambio están más
vinculados a las señales cognitivas y orientados a la comprensión.
14
Esta dimensión fue desarrollada por Witkin hace cincuenta años (Witkin, 1948;
Witkin, Asch, 1948). Uno de los tests para evaluarla era el de la silla giratoria: el sujeto
experimental se sentaba, en un lugar vacío, sobre un sillón giratorio similar al de un
dentista, mientras en el techo se proyectaba un diseño luminoso.
Los sujetos field-dependent veían siempre sólo trozos separados del diseño, nunca el
diseño entero, y aquello que reconocían dependía de la dirección del sillón. Al contrario,
los field-independent reconocían siempre el diseño entero independientemente de la
posición de la silla. Esto, porque para reconocer la figura en el techo tomaban como
referencia el propio eje corporal mientras los field-dependent escogían como referencia el
diseño mismo (14).
En seguida, estas dos dimensiones fueron sucesivamente articuladas hasta identificar
no sólo dos estilos cognitivos sino dos verdaderas y precisas dimensiones de personalidad.
En efecto, los field-dependent (F-D) manifiestan en mayor medida un enfoque
interpersonal, mientras los field-independent (F-I), al contrario, muestran un enfoque más
impersonal y más orientado a la comprensión (Witkin, Goodenough, 1977).
Además, son orientaciones diferentes respecto al modo de razonar: los F-I, en efecto,
tienen una hypothesis testing approach, es decir construyen hipótesis y luego las verifican;
en cambio los F-D tienen una spectator approach, vale decir que en la resolución de un
problema están muy atentos a los otros para tomar los datos y los índices que éstos
pueden darles (Gager, Guild, 1984).
No obstante, ambas polaridades de esta dimensión en sí son “neutras” y no definen la
calidad de la performance; más bien el desempeño de un sujeto que posee una polaridad
dada dependerá del contexto en el que se encuentra: por ejemplo, un F-D percibirá una
notoria incomodidad en un contexto puramente cognitivo y además sentirá mucha fatiga
si tan sólo debe seguir la reconstrucción cognitiva de un problema sin el auxilio de datos
externos. Un F-I, contrariamente, tendrá más problemas en las situaciones
interpersonales (Witkin, Goodenough, 1977).
De la intersección de los dos ejes ortogonales se obtienen cuatro espacios que
corresponden a otros tantos grupos de sujetos: Los individuos inward/field-dependent son
aquellos que llamamos “Fóbicos”; los inward/field-independent corresponden a los
“Depresivos”; los outward/field-dependent identifican a los “DAP”, mientras, en fin, los
“Obsesivos” son señalados como outward/field-independent (Fig.1)
FIELD-DEPENDENT
FOB DAP
INWARD OUTWARD
DEP OBS
FIELD-INDEPENDENT
12. Esto ocurre porque en estos casos una configuración de conjunto es más fácilmente reconocible. Por
ejemplo, un niño con un pattern “obsesivo” se encontrará frente a una actitud parental, que si bien tendrá
los caracteres de la “ambivalencia”, podrá ser percibida más fácilmente como constante: en efecto, aspectos
contrastantes como la extrema dedicación, por un lado, y una aproximación exigente y a veces incluso
fríamente pedagógica, por el otro, (y de ahí la ambivalencia), coexisten de hecho en la actitud del padre
(Guidano,1991) y en consecuencia pueden ser percibidos por el niño como una configuración previsible. Al
mismo tiempo, un niño con pattern “depresivo” puede captar con facilidad una configuración unitaria en la
actitud a un mismo tiempo responsabilizante y poco propensa a otorgar confort mostrada por la principal
figura de apego.
13. En sus estudios sobre la percepción conducidos a partir de finales de los años 40, Witkin –con la
dimensión “dependencia/independencia del campo”- intentaba referirse a la mayor o menor capacidad de
un individuo de separar “un cierto ítem del campo o del contexto del cual éste forma parte y que por eso
ejerce una fuerte influencia sobre él”. Desde esta perspectiva, una persona con un modo de percibir más
“independiente del campo” tendería a experimentar el ambiente analíticamente, logrando separar los
elementos de su trasfondo; mientras al contrario, un sujeto con una modalidad más “dependiente del
campo” tendería a experimentar su ambiente de modo relativamente global, “conformándose pasivamente
con la influencia del campo o contexto prevalente” (Witkin et al. 1962).
Seguidamente, tanto Witkin y colaboradores como otros investigadores, ampliaron el significado de esta
dimensión, superando los confines de la sola percepción y extendiéndola también al más vasto ámbito de las
relaciones interpersonales (Witkin, Goodenough, 1977).
Después de la desaparición de Witkin en 1979, por cerca de un decenio se desplegó escasa investigación en
este ámbito, pero a partir de los años ’90 esta dimensión comenzó de nuevo a suscitar interés. (Larsen, Buss,
2006).
14. No obstante, una prueba más utilizada era la de la vara y el marco (Rod & Frame Test). El aparato
consistía en un marco luminoso de forma cuadrada que podía rotar en sentido horario o antihorario con una
vara luminosa al interior (fijada al centro mismo del marco) que podía ser movida independientemente del
marco mismo. Dado que el sujeto se encontraba en una habitación completamente vacía, frente a él podía
ver sólo un marco y una vara luminosos.
En la situación experimental, ambos componentes –marco y vara- eran presentados en posición inclinada:
La tarea del sujeto era guiar al examinador a mover la vara mientras no considerara que estaba finalmente
en posición vertical.
Los sujetos más “dependientes del campo”, al juzgar la verticalidad de la vara, tendían a tomar como
referencia la posición del marco, haciéndose así influenciar por la posición de éste último en su evaluación;
al contrario, los individuos más “independientes del campo” se basaban mayormente en la percepción de
verticalidad sentida a partir de las propias sensaciones corporales, atribuyendo menos importancia a la
posición del marco (Witkin, 1948; Asch, 1948).
16
En los sujetos con organización “DAP” tal cambio es generalmente “bifásico”: por
ejemplo, ven el rostro de la madre con una cierta expresión y ya un instante después se
sienten de un modo diferente de cómo se sentían antes.
Los individuos con organización “Obsesiva” (outward/field-independent), en cambio,
tienen reacciones del tipo “todo o nada”, vale decir: o no sienten “nada” por el hijo, y
entonces son personas respetables, o bien si sienten un impulso de afecto
inesperadamente se sienten “pedófilos”.
En cada caso, en los sujetos outward se asiste a un cambio radical del sentir que no se
observará jamás en los inward, los que en cambio son mucho más estables internamente
y no tienen nunca dudas a propósito. Más bien, “el sentir” para un inward es de cualquier
manera primario: por ejemplo, un individuo con organización “Fóbica”, al momento que
tuviese la sensación de tener un infarto, podría tranquilamente hacer parar un avión en
despegue (y esto porque para él sus sensaciones no se discuten; un sujeto con
organización “DAP”, al contrario, rápidamente pensaría en el papel que podría hacer, en
cómo podría ser visto por el ambiente circundante (15).
Los outward, por otro lado, tienen la posibilidad de no sentirse “agentes” de
ingredientes experienciales que –de hecho- son ya objeto de conciencia (en efecto, uno
podría tener una información presente en la conciencia e igualmente no sentirse “agente”
de aquella información): Por ejemplo, una mujer con organización “DAP”–en terapia-
podría decir que no se atreve a profundizar un análisis de su relación con el marido
porque de lo contrario teme poder descubrir que no lo ama.
Este hecho, de tener un dato en la conciencia y al mismo tiempo de no sentirse
agente, lo puede experimentar también un sujeto con organización “Obsesiva”, que por
ejemplo, podría tener una notoria activación de rabia –de ésas fácilmente perceptibles- y
vivir, en tanto, “aniquilando” al cónyuge durante toda la vida sin jamás atribuírselo, sin
sentirse nunca agente de aquello.
15. Recientemente ha sido emprendido un estudio experimental sobre la diferencia entre sujetos inward y
outward en la experiencia de ciertos estados emocionales. Algunos autores, por ejemplo, han identificado
en la fRMI diferentes patterns de activación cerebral, en sujetos inward y en sujetos outward, en respuesta a
estímulos emociogénicos, (Bertolino, Arciero et al., 2005; Rubino, Blasi et al., 2007).
18
MODALIDADES DE AUTOENGAÑO
Guidano enfrenta ahora el llamado “autoengaño”, y precisamente el modo diferente con
el cual este fenómeno diverge en relación a las dos diversas polaridades de la dimensión
inwardness/outwardness.
Conviene precisar que el término “autoengaño” puede ser fuente de datos equívocos que
pueden inducir a estimar que los procesos en juego en este fenómeno son similares a
aquellos que operan en el engaño intencional de los otros. Pero si así fuese, el sujeto
debería lograr creer la falsedad aún sabiendo en realidad la verdad y resultaría
ciertamente difícil comprender en qué modo esto pudiera verificarse.
En cambio, “autoengaño”, en este contexto, sería entendido en otro sentido: el
autoengaño, en efecto, sería un fenómeno constitutivo del proceso mismo de
“reordenamiento” de la experiencia y consistiría, antes que nada, en el hecho que ciertos
ingredientes, que si bien han sido percibidos, luego son “omitidos” y no referidos al sí
mismo. De hecho, parece verdaderamente imposible que un sujeto logre tener en cuenta e
integrar completamente en una imagen unitaria de sí mismo todos los ingredientes que
constituyen el continuo flujo experiencial.
Por lo tanto, el autoengaño sería así la otra cara de la conciencia: a mayor conciencia,
menor autoengaño, y viceversa. Desde este punto de vista, dado que la conciencia no
puede ser nunca absoluta, el autoengaño aparece como un fenómeno que –aún pudiendo
estar presente en mayor o menor medida según los casos y desempeñando un rol
importante en el desarrollo de las manifestaciones psicopatológicas – nunca puede ser
eliminado del todo.
posibilidad de distinguir la variabilidad externa a partir del interior que es percibido como
constante.
Dado lo anterior, en lo que respecta a las modalidades de “autoengaño”, en los
inward el problema es controlar lo externo: el sentir, en efecto, no se puede controlar si
no es disminuyendo la entrada (** N. del T.). Por esta razón, lo que hacen es intentar
modificar el exterior de modo de volverlo acorde al interior y hacer a este último más
estable. En efecto, son éstos los sujetos que precisamente tienen poco presente los
eventos a los cuales son más sensibles: por ejemplo, el sujeto con organización
“depresiva” no “ve” nunca las pérdidas, las siente y sin embargo es suficiente con una
percepción desconectada de aquella sensación. De manera análoga, los sujetos con
organización “fóbica” “no ven” las situaciones “constrictivas”.
Y en ambos casos esto ocurre porque el único modo de mantener estable la
activación interna, que es irreductible, es modificar lo externo.
Siempre considerando las modalidades de “autoengaño”, en los outward ocurre lo
opuesto: estos sujetos, en efecto, deben modificar lo interno para que esté en
consonancia con lo externo; y de esa manera se logra la particular plasticidad de lo
interno, que es señalada por las emociones de culpa y vergüenza que siempre significan
una “no correspondencia” a los estándares externos (18). Por este motivo, siempre es
posible –para los sujetos outward- no sentirse “agentes” de aquello que está ya presente
en la conciencia, porque lo interno debe siempre someterse al estándar externo, al que se
debe ajustar.
Podremos decir que los outward tienen hacia lo interno una actitud más “óntica”,
esto es, tratan a la experiencia interna como si estuviese constituida de “objetos”;
mientras los inward siempre tienen hacia lo interno una actitud mayormente “ontológica”
(19). Del mismo modo, los primeros tienden a “ontologizar” la realidad y esto significa que
para ellos ésta es “primaria”; en cambio a los inward nunca les ocurre esto: en particular
los sujetos con organización “fóbica” son siempre desconfiados hacia la realidad social (las
normas son algo que conviene respetar para tener beneficios, pero no tienen valor en sí).
En suma, para los sujetos con organización “depresiva” el orden constituido es
efímero e inconsistente; y análogamente para aquellos con organización “fóbica” tiene
sólo un valor de conveniencia, mientras la realidad física es peligrosa y hostil, además que
los otros seres humanos no son muy confiables.
Para los inward las emociones no tan sólo son irreductibles, sino también más
intensas y evidentes y mucho más sensorializadas: las emociones de base están siempre
vinculadas a aspectos sensoriales, perceptivos y cenestésicos; por esto, al tener una carga
corporal mucho mayor, son siempre incuestionables. Inclusive, para los sujetos con
organización “fóbica” las emociones son sustancialmente “sensorialidad”.
La circunstancia que los sujetos con organización “depresiva”, más que todos, hagan
uso de sustancias anestesiantes hace referencia al hecho que el sentido de soledad es una
experiencia casi anuladora: no la puedes modificar con telefonear a una amiga y por lo
tanto si no llega a ser frenada con un anestésico no puedes hacer nada. Por esta razón,
estos sujetos pueden llegar a beber o a drogarse, pero también a consumir una gran
cantidad de tranquilizantes durante todo el día.
20
En cambio, en los outward la duda sobre el sentir está vinculada al hecho que la carga
corporal de las emociones es muy inferior y más matizada, y por lo tanto es como si el
“sentir” fuese derivable de lo externo: se siente lo que es justo sentir.
16. Las “tonalidades emocionales básicas” (basic feelings) son emociones ya observables en los neonatos,
por su base innata: Efectivamente, habrían estado plasmadas en el curso de la evolución por el notable valor
adaptativo que habrían revestido en situaciones fundamentales de la existencia y la sobrevivencia (ya sea
del individuo como de la especie). Cada emoción de base estaría caracterizada por un pattern específico de
activación fisiológica y por una distinta configuración expresiva (mímica y postural). Es más, también el tipo
de situación con el poder de desencadenarlas sería característico para cada una de las emociones y su
ocurrencia sería detectada a través de mecanismos “evaluativos” automáticos y fuera de la conciencia.
Generalmente, en esta categoría están incluidas emociones como la tristeza, la rabia, la alegría, el miedo, el
disgusto y la sorpresa.
17. Las así llamadas self-conscious emotions (es decir, las emociones autoconscientes) emergen más tarde
que las emociones básicas, entre los 18 y los 36 meses: esto porque para ser experimentadas requieren una
mayor maduración psicológica, lo que implica la capacidad de ser conscientes de sí mismos. Se agrupan en
esta clase ya sea emociones como la incomodidad, la envidia, la empatía (que aparecen primeramente), ya
sea como emociones como el sentido de culpa, la vergüenza, el orgullo (que en cambio aparecen
sucesivamente, alrededor de los tres años). Para experimentar este último tipo de emociones, en efecto, es
necesario que el sujeto realice una operación más compleja: una evaluación de la propia conducta o bien de
la propia persona en su globalidad comparándola con un estándar o con un criterio de referencia (Lewis,
1992).
18. Para ilustrar este concepto puede ser útil un ejemplo: Un hombre de 40 años, con Organización
“Obsesiva” y por lo tanto outward, comienza a experimentar una atracción creciente por una colega, en
quien reconoce una dulzura y una femineidad que le parecen desconocidas en la esposa. Sin embargo, cada
vez que experimenta estos sentimientos, se encuentra diciéndose que se trata sólo de “caprichos”
pasajeros, cuyo éxito para dominarlos le suscita un sentido de gobierno de sí mismo y de integridad. En este
caso, es a la luz de un criterio “externo” de normatividad moral (que en la mente del sujeto tiene una
prioridad ontológica), que él termina por “deslegitimar” su estado “interno”, es decir sus sentimientos,
reduciendo la discrepancia de estos últimos con los criterios externos. Es en este sentido que se puede decir
que un sujeto outward “modifica” lo interno para uniformarlo con lo externo. Naturalmente, en el momento
en que este mecanismo de autoengaño dejara de operar, como podría ocurrir una vez que el
involucramiento llegase a ser aún más profundo, entonces la activación emotiva ya no tan integrada
comenzaría a ser experimentada como “extraña” y perturbadora, al punto que el sujeto comenzaría a buscar
expulsar de la mente las imágenes conectadas con ésta pero sin lograrlo: en este punto podrían hacer su
aparición obsesiones y rumiaciones.
19. El texto de Heidegger en el cual aparece por primera vez la distinción entre “óntico” y “ontológico”, la así
llamada “diferencia ontológica”, data de 1929 y tiene por título “Sobre la esencia del fundamento”. Sin
embargo, Heidegger había ya formulado esta distinción en un Curso del semestre de verano de 1927,
titulado “Los problemas fundamentales de la fenomenología”, pero cuyo texto sólo fue publicado mucho
más tarde. (Heidegger, 1975).
Para comprender esta distinción conviene pensar en dos diferentes géneros de preguntas: En efecto, si uno
se pregunta cuáles son las cualidades materiales de un cierto objeto, ésta es una pregunta de naturaleza
“óntica”; mientras que si se interroga sobre el por qué existe algo en lugar de que no exista, ésta es, en
cambio, una pregunta de tipo “ontológico”. En otras palabras, “óntico” significa relativo a las características
materiales de los “entes” (es decir, las cosas individuales que se pueden distinguir en el mundo) y a las
relaciones que intercurren entre ellas, mientras que “ontológico” se refiere al “ser” en general, esto es al
mundo en su totalidad y a su relación con la conciencia.
21
Ahora, si además las experiencias de naturaleza “ontológica”, en razón a sus características de globalidad, de
profundidad y de riqueza de significados, son difícilmente traducibles en palabras (Sass, 1992), no hay duda
que de todos modos tenemos una suerte de prioridad psicológica por el sujeto, por el sujeto que las
experimenta.
Por lo tanto, decir que los sujetos outward tienden a “ontologizar” la realidad compartida y a tratar la
experiencia interna de manera “óntica” significa decir que, a los ojos de ellos, la “realidad social” es la que
adquiere todos los caracteres de prioridad y de urgencia, mientras que el mundo interno termina con ser
poblado por una suerte de objetos, es decir de ingredientes experienciales que verdaderamente están
hechos de un cierto modo, pero que podrían ser de otra manera o fácilmente reemplazados por
ingredientes distintos. Viceversa, para los individuos inward que “ontologizan” el mundo interno mientras
tratan de manera “óntica” la realidad social, la experiencia interna –con su carácter de ineludible- es la que
tiene siempre “la primera y la última palabra”, en tanto la realidad social está constituida de convenciones
útiles pero arbitrarias. (cfr. también nota 3).
** Nota del traductor: “entrada” en este contexto se refiere al concepto “input sensorial”.
22
MODALIDADES RELACIONALES
El modelo a dos dimensiones presentado arriba pone en evidencia, más de lo que no
habían hecho las obras precedentes (Guidano, 1987, 1991), las analogías y las diferencias
entre las diversas organizaciones: a partir del esquema propuesto por Guidano, en efecto,
resultan evidentes las relaciones que cada una de las organizaciones tiene con cada una de
las otras: de este modo, las “Organizaciones de Significado Personal” aparecen finalmente
enmarcadas al interior de una teoría de la personalidad de largo alcance.
Además, el concepto de “cierre” de una organización individual parece coherente con este
nuevo modelo: lo que significa, antes que nada, que no puede encontrarse la coexistencia
en el mismo sujeto de dos organizaciones distintas ni el pasaje desde una organización a
otra. Naturalmente, la apertura al mundo externo desencadena en forma continua nuevas
experiencias en cada individuo, pero los cambios consecutivos a esto no debilitan aquella
configuración unitaria que permanece reconocible en el tiempo y que constituye
justamente la identidad del sujeto. Sobre esta base es que Guidano critica la propagación
en la clínica del diagnóstico de personalidad múltiple.
Sucesivamente, Guidano –pasando de lo general a lo particular- discute brevemente varias
organizaciones en relación a la dimensión field-dependence/field-independence,
destacando –también sobre la base de la literatura acerca del tema- cómo la posesión de
una u otra polaridad de la dimensión se traduce en una diferente modalidad de relación
interpersonal.
Las cuatro reagrupaciones obviamente tienen puntos colindantes: por ejemplo, los
sujetos con organización tipo DAP comparten con aquellos con organización “fóbica” el
hecho de ser “campo-dependientes” (field-dependent). Pero todos tienen límites entre sí:
si este esquema fuese visto como un posible campo emocional de la experiencia humana,
en términos de la teoría del caos, se pueden considerar las reagrupaciones como posibles
“atractores” (20).
El “cierre” de una organización de significado individual se origina en el hecho que sin
continuidad no puede haber funcionamiento. Como en las personalidades múltiples,
cuando no se tiene continuidad, el sistema Self no alcanza ni siquiera las condiciones
elementales para que uno pueda sentirse una persona. Se trata, en realidad, de rarísimos
casos (habrían sido comprobados no más de 15 de éstos en el mundo), aunque en USA
–por un cierto período- fue diagnosticado un número muy elevado. El tema era aquello
que “ser múltiples” tenía su fascinación, mientras que, en cambio, los pocos datos a
disposición sobre la personalidad múltiple dicen que se trata de personas que no han
llegado a estabilizar ni siquiera un sentido rudimentario de lo que significa existir como
“seres humanos”, ni frente a sí mismos ni en relación a los otros: es una desolación total.
Esta necesidad explica de qué forma un organismo puede funcionar como un todo
conjunto; en efecto, para que el organismo pueda mantener la propia continuidad en el
tiempo, todas las partes separadas, como en un motor, deben operar de tal manera que el
proceso ocurra siempre en el mismo modo.
23
Volviendo al esquema, los sujetos field-dependent tienen netamente una actitud más
interpersonal, en tanto los field-independent –al contrario- tienden a no prestar atención a
los aspectos emotivos y no-verbales, y están orientados más cognitivamente y con una
aproximación a la realidad mayormente basada en el pensamiento; en consecuencia,
viven los primeros años de la juventud como si la interpersonalidad casi no existiese;
aquello es un descubrimiento posterior.
También son muy interesantes los estudios conducidos en pacientes field-dependent
y field-independent que estaban en terapia. Si ustedes efectúan una sesión con un sujeto
field-independent, éste proporcionará respuestas siempre más largas que las de los
sujetos field-dependent; estos últimos efectivamente dependen del contexto y si
queremos una respuesta más extensa debemos reconstruirle el contexto, las situaciones
en las cuales se encuentran, etcétera; mientras que, por el contrario, si variamos el
contexto a un field-independent, éste a veces puede incluso enfadarse, porque le
interrumpimos el discurso.
Otro aspecto que ha sido estudiado es el del comportamiento no-verbal: si en terapia
se hace sentar a un sujeto field-dependent muy lejos del terapeuta, éste aumentará la
gesticulación, mientras, al contrario, el field-independent no cambia su actitud puesto que
continúa manteniendo la sintonía cognitiva (Greene, 1976).
Para los pacientes field-independent es muy importante lo que logran comprender
con el terapeuta (21); en cambio, los field-dependent sienten como primordial el hecho
que tú estés sintonizado con ellos. A veces esto puede resultarles una perturbación mucho
más útil que una explicación.
También un acto circunstancial puede tener un efecto muy intenso, pero siempre en
relación con la modalidad específica de sintonización de la organización. El sujeto con una
organización “fóbica”, por ejemplo, está sintonizado con el contexto en referencia a todos
los aspectos no-verbales de tipo espacial (“acercamiento” y “alejamiento”); al mismo
modo esto se le nota en la relación con las personas significativas: su ideal es la “estación
de policía”, con la pantalla y todas las escuadras móviles que en cada momento ves donde
están. Para el “fóbico” la esposa, el hijo, la amante, todos deben siempre estar localizados,
de modo de saber siempre dónde están y qué están haciendo.
En cambio, el sujeto con organización tipo DAP está sintonizado en particular con los
rostros y el número de rasgos faciales de expresiones que está en condiciones de captar es
similar al número de nombres que los esquimales tienen para referirse a la nieve (22); al
contrario de los field-independent que son prácticamente ciegos a la mímica.
20. El comportamiento en el tiempo de un “sistema dinámico” puede ser descrito disponiendo en un plano
de ejes cartesianos los sucesivos valores que asumen las variables elegidas para describir al sistema en la
medida que transcurre el tiempo. De esto resulta, en el así llamado “espacio de fases”, una trayectoria que
ilustra la evolución temporal del sistema y en la cual cada punto indica el estado de este último en un cierto
momento.
En un sistema de comportamiento “caótico” la trayectoria en el espacio de fases es una línea que
envolviéndose muchas veces sobre sí misma, pero sin jamás repetirse ni intersecarse, forma una suerte de
madeja intrincada que parece disponerse en torno a una configuración estable: puede tratarse de una
“circunferencia”, de una figura en forma de “8” o bien de otra forma, quizás más complicada y sugestiva
(Gleick, 1987)
24
El nombre de “atractor” es debido al hecho que, si se perturba el sistema –dentro de ciertos límites- la
trayectoria cambiará temporalmente para luego retornar a la configuración inicial más estable, a ser
“atraída” por ella precisamente. Para que una trayectoria vuelva al atractor es necesario sin embargo que la
perturbación aportada no sea demasiado amplia, esto es que refluya al interior de la llamada “cuenca del
atractor” (entendida como el conjunto de puntos de partida que generan trayectorias que tienden al
atractor) (Bischi et al., 2004). Un sistema dinámico puede tener un atractor único o bien más atractores: En
este caso existen “fronteras” o “límites” que separan las cuencas de diferentes atractores.
Al hacer un parangón entre las “organizaciones” y los “atractores”, Guidano parece sugerir la idea que las
primeras pudiesen entenderse como configuraciones estables, reconocibles a un nivel psicológico, de aquel
tipo particular de sistema dinámico que son los seres humanos.
Se puede discutir si esta analogía sea posible de entender como un “modelo” (es decir, como una
“representación esquemática” de un “fenómeno” que sin embargo presupone un cierto grado de
isomorfismo con el fenómeno mismo), o bien como una “metáfora” (es decir, como una imagen que saca
provecho de manera conveniente del poder evocativo de la analogía).
En el estado de los conocimientos actuales, parece más prudente interpretar esta comparación como una
metáfora, dado que existe aún una distancia demasiado grande entre los dos órdenes de fenómenos: basta
pensar que los parámetros utilizados para describir la evolución en el tiempo de un sistema dinámico son
generalmente variables continuas, mientras que, en el caso del esquema bidimensional en discusión, al
menos una de las variables consideradas, la inwardness/outwardness, no parece una medida que varíe en
modo continuo a lo largo de una misma dimensión. Sin embargo, no se puede excluir que a futuro la
investigación logre mostrar que la analogía –bajo ciertos aspectos- puede funcionar efectivamente también
como modelo.
21. “Comprender” en el sentido de una comprensión primariamente intelectual de lo que el terapeuta dice y
de la lógica de su intervención. Esto tiene importantes consecuencias en el plano de la terapia: Por ejemplo,
un paciente con organización “obsesiva” (y por lo tanto field-independent) afectado por una intensa
ansiedad debida a una duda sobre él que no logra dilucidar, difícilmente podrá ser tranquilizado sólo con
una actitud reaseguradora del terapeuta, aproximación que en cambio se revelará eficaz en un sujeto con
organización “fóbica” (y por tanto field-dependent). Por el contrario, con el primer sujeto es importante que
el terapeuta, si bien al interior de una actitud de soporte y reaseguramiento y de cualquier manera mientras
lleva adelante el trabajo de reformulación del problema (trasladando la atención del presunto dilema
“objetivo” a las subyacentes emociones “perturbadoras”), aporte al paciente todas las explicaciones del caso
en respuesta a las preguntas y a las dudas de este último.
22. El lingüista Benjamin Lee Whorf (1956), en un famoso artículo suyo, había reportado el hecho que los
esquimales utilizarían no una sola palabra sino siete términos diferentes, etimológicamente no relacionados,
para referirse a la nieve; en este modo podían designar de acuerdo a la ocasión diversos aspectos de ella:
nieve apenas caída, nieve con barro, nieve compacta como el hielo, nieve traída por el viento, etcétera
(Carroll, 1956).
El fenómeno había golpeado a los estudiosos y al público masivo; y probablemente por esta razón en el
tiempo se asistió a un injustificado aumento del presunto número de términos en cuestión, al punto que
aquello últimamente –como ha subrayado algún crítico (Pinker, 1994)- se transformó en múltiples decenas
si no centenas.
Es evidente que en la referencia que hace Guidano a este hecho, que en lingüística ya se ha transformado en
una suerte de lugar común (*** N. del T.), el número exacto de palabras en juego tiene poca importancia; lo
que cuenta, en la analogía, es el concepto de la notable capacidad que tendrían los field-dependent para
discriminar una gran variedad de matices en una misma expresión facial.
***Nota del traductor: La expresión “lugar común” alude a una frase hecha o dicho, es decir, una oración
que tiene forma fija, tiene sentido figurado y es de uso común por la mayoría de los hablantes de una
comunidad lingüística, en todos los niveles sociales y culturales y que, por su morfología, no se considera un
refrán. En este caso, Guidano se refiere a la locución: “Los esquimales tienen cientos de palabras para
describir la nieve”.
25
Considerando los dos ejes, la elaboración neurótica puede ser localizada en los
campos extremos, por lo que se relaciona con la rigidez en la secuencialización y la trama
narrativa poco articulada.
Por el contrario, pese a todo, los psicóticos pueden tener una trama articulada y
abstracta; sin embargo, tienen el problema de la “continuidad” de la conciencia, vale decir
tienen una conciencia que los hace ser más fragmentados: en otros términos, se trata
mayormente de un problema de integración. Esta integración sería, por lo tanto, una
dimensión ulterior respecto a las dos ya vistas.
La situación es complicada por el hecho que pueden observarse aspectos que, si
bien son opuestos, conviven juntos, de acuerdo a la dimensión de la experiencia tomada
en consideración. Si pensamos, por ejemplo, en alguien como Beethoven y si
consideramos la genialidad como la máxima expresión de la normalidad, vemos de pronto
que, en la música, él cambió por un lado el rol del músico (que antes de él era una suerte
de lacayo y de bufón de corte y que con él, en cambio, llega a transformarse en el máximo
de los artistas) (23) y por otro lado el modo de escribir: en efecto, él escribió nueve
sinfonías y fíjense que, después de él, el número de obras sinfónicas de cualquier artista
se redujo a menos de diez (24).
Pero si desde el ámbito musical nos trasladamos al afectivo, vemos que con las
mujeres era un depresivo neurótico y jamás logró tener una relación con ninguna: En
efecto, era totalmente empalagoso y “abandónico”, se hacía dejar aún antes de comenzar.
Tenía regularmente relaciones “mercenarias”, y nunca logró instaurar una relación
afectiva.
A fines de su vida, mientras escribía sus mejores obras, tenía un delirio
persecutorio, desencadenado –como ocurre en un sujeto con organización depresiva- por
una pérdida: había muerto su hermano, de quien se había hecho cargo, y estaba
convencido que el sobrino, el hijo del hermano, era su hijo y que la madre se lo quería
arrebatar. Cuatro veces interpuso pleito, perdiendo en todas las ocasiones (25).
26
aspectos mágicos. Y ya veinte años después están “en contacto con otros mundos”.
También en estos delirios fantásticos, no obstante, no se ve el debut, que es solapado. Es
el típico aspecto de la parafrenia (31): recuerdo una educadora de liceo, una señora de
mediana edad que vi 3 o 4 veces como consejería por la hija, que en un cierto momento
–por casualidad- me dice que desde hacía 15 años estaba en “contacto telepático” con
otros mundos con los cuales todas las noches entraba en conexión mediante ritos
especiales.
La misma magnificación emotiva llevará, de acuerdo a la posición del sujeto, a un
delirio fantástico, como en la organización tipo DAP, o a un delirio científico o paranoide,
como en la organización obsesiva.
Estas que hemos visto son las modalidades de base con las cuales se puede
descompensar la relación entre el sí mismo narrador y el sí mismo protagonista,
continuidad y discontinuidad. Desde el punto de vista terapéutico, son más fácilmente
tratables las formas en que se pierde la continuidad: En efecto, la paranoia lúcida es
intratable y el delirio fantástico, además, no es muy modificable; no hablamos de la
hipocondría delirante y, en fin, para un delirio como el de Beethoven, basta pensar en la
duración y en el hecho que –a pesar de todas las causas perdidas- no se haya modificado
ni en una coma.
El tema de la magnificación emotiva es como si fuese la continua amplificación de un
tema de vida, al punto que termina con perderse la relación con el suceder. Mucho
tiempo antes que esto ocurra, por ejemplo, ya en las primeras sesiones con un paciente
dudoso de si comprometerse o no en una psicoterapia, si ustedes ven que a los 25 años ya
ha contraído todos los posibles problemas físicos de corazón, bazo, etcétera, le dicen:
<<Mire, el problema grande es que si usted no le pone las manos encima a esto, a los
cincuenta años será “El enfermo imaginario” de Molière…>> (32). Esto se lo dicen no para
atemorizarlo, sino para mostrarle la evolución del desorden. Si lo dejan por sí mismo, este
tema espontáneamente se amplificará con la experiencia y ya está hecho.
La condición de magnificación emotiva es vivida mucho mejor por un sujeto con
organización DAP y con un delirio fantástico que por uno con organización fóbica y con
delirio hipocondríaco: en efecto, este último tiene un sentir irreductible mientras que el
primero puede vivir una condición “de duplicidad”, precisamente porque –como hemos
visto- puede sentirse “no-agente” de aquello que de todos modos está presente en la
conciencia y así puede “vivírselo” llevando al mismo tiempo una vida normal y tranquila; y
esto puede ocurrir porque este tema no tiene la intensidad de un delirio hipocondríaco.
La cronicidad puede ser una condición que se encuentra como punto de llegada ya
sea de descompensaciones en la vertiente de la mismidad como de descompensaciones
en el lado de la ipseidad. La cronicidad puede ser vista, por lo tanto, como consecuencia
ya sea de factores externos como internos. El vivir mismo, de hecho, es un proceso
irreversible y si se recorre un cierto camino, forzosamente esto se transforma además en
el modo en el cual uno se siente; de hecho, entran en juego, tanto factores como los
fármacos, así como los procesos de “marginación” que los primates tienen hacia los
“diferentes”. Tú mismo en consecuencia, te construyes un sentido de diversidad, un
sentido de enfermedad que llega a ser otro modo de vivir.
28
23. El status de un músico, aún en una época de poco precedente a la de Beethoven, no era lo que nos
podríamos imaginar hoy con los ojos del hombre moderno. En primer lugar, no existía el concepto de
autonomía artística: el músico, en el mejor de los casos, estaba al servicio de un noble y, en cada caso,
escribía por comisión.
Más aún, también la consideración de la que gozaba era diferente de la que nos podríamos esperar ahora:
un compositor, aún por muy estimado, no era ubicado en el mismo plano de sus mecenas. Basta pensar, por
ejemplo, que Haydn (1732-1809), mientras era músico de corte cercano a los príncipes de Esterhàzy,
consumía las pastas con la servidumbre con quienes compartía también el hecho de vestir librea
(Lanza, Restagno, 2001).
Beethoven, siempre partícipe del mayor desarrollo de la edición musical, fue quizás el primer ejemplo de
“artista” en el sentido moderno del término: Es decir, un hombre que podía vivir de su música, compuesta
por lo demás bajo el libre empuje de la inspiración y no detrás de una comisión.
24. Efectivamente, después de Beethoven, la mayor parte de los compositores ha llevado a término menos
de diez sinfonías: basta pensar en Schubert, Mendelsohnn, Brahms, Bruckner, Mahler. Naturalmente, esto
no ocurrió porque Beethoven hubiese puesto un límite, sino presumiblemente por otra razón. La sinfonía,
en cierto sentido, ha representado en la música lo que el romance ha sido en la literatura (Karolyi, 1965):
Después que Beethoven contribuyó a aumentarle la complejidad, llegó a ser más difícil escribirlas en un
número elevado.
25. Finalmente, sin embargo, en 1820, la Corte de Apelaciones se pronunció a favor de Beethoven. Pero es
probable que este resultado haya sido alcanzado gracias a la intercesión y al testimonio de conocidos de alto
rango del compositor (entre quienes estaba el mismo archiduque Rodolfo, protector y alumno de
Beethoven) (Solomon, 1977).
26. “El Archiduque” es el trío (para violín, cello y piano) en si bemol mayor, opus 97, dedicado al archiduque
Rodolfo de Habsburgo en 1811.
27. Se trata de la Sinfonía N° 9 en re menor, opus 125, compuesta entre 1822 y 1824. El último movimiento
de la sinfonía se cierra con una grandiosa pieza coral sobre un texto de Schiller, An Die Freude (A la alegría),
un himno a la fraternidad y al Creador.
28. El tipo “hebefrénico” constituye, según la psicopatología clásica, uno de los cuadros más característicos
de la esquizofrenia, junto a la esquizofrenia simple, a la catatónica y a la paranoide. Las manifestaciones más
aparentes consistirían en incongruencia afectiva (con actitudes fatuas, risotadas sin motivo, expresiones
bizarras), alteraciones del lenguaje (fragmentación e incoherencia en el discurso) y desorganización del
comportamiento. En cambio, los delirios serían transitorios y cambiantes (Sarteschi, Maggini, 1982).
De acuerdo a una terminología más reciente, adoptada de los actuales sistemas de clasificación como el
DSM-IV, más que de “hebefrenia” ahora se prefiere hablar de variedad “desorganizada” de la esquizofrenia.
29- La “ensalada de palabras” consiste en una alteración de los nexos asociativos en grado muy marcado:
Las palabras son agrupadas sin ninguna conexión aparente entre ellas, al punto que para el interlocutor el
discurso resulta del todo incomprensible.
30. La distinción propuesta aquí por Guidano alude, al menos en parte, al criterio introducido por Kraus
(1983, 1994) para distinguir el delirio característico de la esquizofrenia (delirio como “revelación”) de aquel
más típico de las psicosis afectivas y de otros síndromes psicóticos no esquizofrénicos (delirio como
“confirmación”). En la experiencia delirante de la “revelación” consistiría en la aparición de un elemento de
novedad que se separa en modo brusco respecto de la biografía del sujeto y que de improviso arroja una
nueva luz sobre el mundo; en cambio, en la experiencia de la “confirmación”, se trataría del enésimo evento
vital que tan sólo ratifica lo que el sujeto en el fondo ya sabe: por ejemplo, en el caso del depresivo, las
propias “culpas” (Rossi Monti, Stanghellini, 1999).
Ahora, un polo de la distinción propuesta por Guidano es efectivamente asimilado a una polaridad de esta
29
31. Con el término “parafrenia” se indicaba, en la psicopatología clásica, una psicosis de surgimiento tardío
(edad media o presenil) y de curso crónico, con un delirio más o menos sistematizado de carácter
fantástico, pero no acompañada de aplanamiento afectivo y apatía o de disturbios groseros del
comportamiento. Por el contrario, en este cuadro predominaría la discreta conservación de la personalidad
y la mantención de una buena integración en el contexto familiar, social y laboral (Sarteschi, Maggini, 1982).
En tiempos recientes, se ha puesto en discusión la autonomía de la “parafrenia” como entidad mórbida en sí
misma y las clasificaciones más actuales tienden a considerarla como una variante simple de la
“esquizofrenia paranoide”, sin embargo el concepto conserva su utilidad en el plano descriptivo dada la
existencia de un número, aunque pequeño, de pacientes con estas características.
32. El protagonista de la comedia de Molière “El Enfermo Imaginario” es, en efecto, un gravísimo
hipocondríaco: aún en realidad gozando de óptima salud está firmemente convencido estar gravemente
enfermo y así transcurre su tiempo consultando médicos y asumiendo los más variados tratamientos para
males presuntos.
****Nota del traductor: El galicismo ‘tout court’ equivale a las formas adverbiales “tan sólo”,
“simplemente”, “sin complejidad alguna”. En este caso, el editor transmite el planteamiento de Guidano en
términos que, en la deriva psicótica, no se produce sencillamente un deterioro transversal y repentino de la
dimensión integrativa del self.
*****Nota del traductor: la palabra francesa ‘poussé’ es el participio del verbo pousser, que significa brotar,
escapar, largar, impulsar, por lo que en contexto se puede traducir como “brote”, “desarrollo”, “deriva”.
30
31
32
33
POST-FACIO
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ÚLTIMOS DESARROLLOS DEL MODELO
POST-RACIONALISTA
Introducción
La lección de Guidano que se ha escogido para presentar en este libro, a pesar de la
brevedad, abarca un conjunto más bien heterogéneo de temas y de enfoques. Es más,
también el nivel de sistematización y de profundidad perecen heterogéneos: se separa,
en efecto, desde un argumento como la dinámica entre “imagen consciente” e
“inmediatez”, al cual Guidano se aproxima sobretodo a través de sugestiones filosóficas y
referencias literarias, a un tema como el de la dimensión inwardness/outwardness, que en
cambio es enfrentado de modo más técnico y sistemático. La diferencia de enfoque se
comprende fácilmente si se tiene en cuenta que Guidano habla a alumnos ya expertos,
que han concluido hace ya tiempo un training de formación; en consecuencia, en el
primer caso no se extiende sobre ciertos argumentos, como la importancia del nivel
tácito, que da ya por adquiridos, mientras que en el segundo caso el discurso se amplía
precisamente porque sabe que introduce un tema completamente nuevo incluso para el
auditorio.
Además el nivel de originalidad no es homogéneo a través de toda la lección:
Efectivamente, por ejemplo, junto a la simple exposición de la literatura sobre field-
dependence/field-independence se encuentra, en cambio, un argumento extremadamente
original que es el nuevo encuadre de las “Organizaciones de Significado Personal” (OSP)
en términos de dos dimensiones psicológicas. Más allá, mientras algunos puntos del
discurso parecen más bien ya completos y definidos, otros en cambio quedan aún abiertos
y susceptibles de desarrollar. De hecho, el discurso da la impresión de un work in progress
y no de un trabajo concluido y ahora es difícil intuir cuál habría sido la dirección de la obra
en relación a algunos puntos si Guidano hubiese podido completarla. En fin, es presumible
que no todos los temas en los cuales Guidano estaba trabajando en aquel momento hayan
sido abordados en el curso de la lección: en efecto, dado el particular contexto, el de una
supervisión, es probable que la elección de los argumentos clínicos haya sido influida
también por particulares problemas clínicos surgidos en el curso del encuentro.
En conjunto, por lo tanto, no se ha permitido considerar este texto como una muestra
representativa, de manera homogénea, del pensamiento del último Guidano; más bien es
considerado como una rápida mirada a su mesa de trabajo, donde presumiblemente sus
apuntes estaban dispuestos todavía de modo provisorio y en diferentes estadios de
elaboración.
Por esta razón, más que comentar punto por punto todo el discurso de Guidano, se
ha preferido extraer algunos temas que parecen de particular interés, incluso a la luz del
marco delineado en trabajos precedentes, y proponer sobretodo una reflexión crítica
acerca de ellos.
34
Más allá de las reportadas en la Tabla I, hay además otra diferencia importante
–destacada por Guidano- entre inward y outward, y se refiere al tipo de emociones en
primer plano: en efecto, en las OSP inward las emociones más sobresalientes son las
llamadas “emociones básicas” (basic feelings), mientras que en las OSP outward en
cambio son las denominadas self-conscious emotions, emociones que para ser
experimentadas requieren de una evaluación de sí mismo (Lewis, 1992).
El porqué de este predominio de las self-conscious emotions en las OSP outward
tiene que ver con el distinto tipo de “regulación emocional” que está en juego en las dos
parejas de OSP.
Tabla I. Las principales diferencias reseñadas por Guidano en su lección respecto a inward y outward; en la
parte superior de la tabla están indicadas las diferencias relativas al nivel de la experiencia inmediata; en la
parte inferior, las diferencias relativas a la modalidad de interpretar y juzgar esta última.
Inward Outward
Una joven de 27 años, con organización tipo “DAP” y por lo tanto outward, se entera por su novio que
éste se ha vuelto a ver con una ex. Pronto advierte una dificultad para entender lo que experimenta:
en efecto, no sabe si tiene ganas de llorar, si quiere abofetear al joven o bien si en el fondo lo
acontecido no la toca demasiado. Por lo tanto, se cuestiona sobre qué “debería” sentir en una
situación de este tipo: ¿Sería más justo enrabiarse - se pregunta- o bien quedarse indiferente?
Es evidente cómo en este caso el sujeto tiene cierta dificultad para captar la propia
experiencia en toma directa y, en el intento por comprenderla, busca enfocarla “desde lo
externo”.
Como se ha dicho ya, una de las dificultades encontradas en un caso como éste nace
del hecho que en los outward los estados internos son menos definidos. Más
precisamente, en una de las OSP outward, la tipo “DAP”, como en el caso arriba
reportado, la experiencia inmediata estará constituida sobretodo por emociones
“ambiguas” y elusivas; en cambio, en la otra OSP outward, la “Obsesiva”, por estados de
ánimo con un cierto carácter de “ambivalencia”. También en este segundo caso, para
interpretar su experiencia el sujeto hará referencia a criterios externos; sin embargo, no
se tratará como en el caso precedente de estándares sociales, sino más bien de principios
de orden moral o jurídico, en todo caso de tipo abstracto y general. La diferencia entre las
dos OSP outward relativas al tipo de criterio invocado (vale decir, si es “contextual” o
“general”), depende además del rol jugado por la otra dimensión (como se dirá en el
próximo apartado).
También en este caso, para ilustrar lo que ocurre en la otra OSP outward, puede ser
útil un ejemplo.
Un hombre de 30, con OSP “Obsesiva” y por lo tanto outward, frente a ciertos comportamientos de su
novia que le parecían infantiles y poco apropiados, sentía puntualmente una mezcla de ternura y de
rabia. Y cada vez se sentía culpable porque pensaba que la irritación apenas percibida era un
sentimiento que un hombre a punto de casarse no debería experimentar respecto a la futura mujer.
También en este ejemplo, por lo tanto, el sujeto coteja los propios estados internos
con un criterio externo (en este caso un principio de orden ético más que un criterio de
adecuación social), y en base a este criterio es que busca tanto interpretarlos como
37
definirlos. Es en este sentido que Guidano afirma, en su lección, que en los sujetos
outward “se siente aquello que es justo sentir”.
También en las OSP inward se puede reconocer este doble aspecto de la dimensión
inwardness/outwardness. En efecto, en sujetos con estas Organizaciones, es fácil ver tanto
que los estados internos son más nítidos y definidos, como que el problema de hacerles
frente consiste no tanto en el interpretar sino en el administrar estos últimos. Un ejemplo
puede ser útil para ilustrar el concepto.
Hombre de 35 años, con OSP “Fóbica” y por tanto inward, durante la noche previa al propio
matrimonio –de modo aparentemente inesperado- siente fuerte ansiedad, opresión torácica y
sensación de sofocación. Interpreta estas sensaciones como un signo inequívoco de enfermedad y
rápidamente se hace acompañar a Urgencias. Frente a la reacción de desconcierto de su novia (que
no sabe qué pensar de este inesperado y “extraño” malestar), el paciente, que a este punto se siente
incomprendido, decide anular la ceremonia; sin preocuparse en absoluto de la posible reacción de la
novia misma, de los amigos y de los parientes.
Sólo sucesivamente, en el curso de una psicoterapia, logra enfocar el estado de ánimo que precedió al
episodio de malestar: la sensación de estar en una emboscada y de estar por subir a un tren del cual,
aunque quisiera, no habría podido bajarse más.
En este caso es evidente cómo el estado interno experimentado por el sujeto tiene
una pregnancia y una visceralidad que lo hace ineludible (primer nivel de la dimensión) y
que el sujeto no se dispone tanto a tener que interpretar, sino más bien a tener que
administrar (segundo nivel de la dimensión).
Se comprende mejor esta reacción si se la intenta comparar con aquella que habría
podido mostrar en la misma situación un sujeto outward. Efectivamente, un sujeto con
organización tipo “DAP”, por ejemplo, habría podido percibir la decisión de anular el
inminente rito como particularmente inconveniente desde el punto de vista social y
precursora de un juicio negativo a los ojos de los demás, mientras un sujeto con
organización “Obsesiva” en cambio habría podido encontrarla sobretodo éticamente
incorrecta (reprochándose, quizás, por hacer sufrir a los otros, y en particular a la novia,
sin un motivo justificado).
La tarea prevalente de administración (más que de interpretación) de los estados
internos es característica también de la otra OSP inward, pero con una modalidad
diferente de la que caracteriza a la OSP “Fóbica”: en esta última, efectivamente, la
administración del estado interno se centra sobretodo en ingredientes afectivos y de
naturaleza interpersonal, mientras que en el caso de la OSP “Depresiva” la administración
se acentúa mayormente sobre ingredientes cognitivos e impersonales.
Joven de 27 años, con OSP “Depresiva” y por tanto inward, en una ocasión, mientras prepara la
maleta, recibe el llamado telefónico del muchacho, en que le comunica que el viaje que deberían
hacer juntos, y del cual ella particularmente se ocupaba, debería ser aplazado. En el momento,
percibe un sentimiento agudo de desesperanza, pero rápido se encuentra diciéndose que en el fondo
este viaje no le importa nada y que, en vez de postergarlo, desearía simplemente anularlo.
También en este caso es evidente cómo el estado emotivo tiene una claridad y una
pregnancia que no son susceptibles de modificación y que el sujeto no se dispone
ciertamente a “interpretar”, sino sólo a tener que “administrar”. Sin embargo –al
38
contrario del caso precedente- la paciente no busca ayuda en los otros, sino procura
gobernar sola la situación, intentando minimizar frente a sus propios ojos el
involucramiento y las expectativas alimentadas respecto a las inminentes vacaciones.
También aquí, por lo tanto, como ocurre para las OSP outward, las diferencias entre
las dos OSP inward dependen del rol que juega la segunda dimensión invocada por
Guidano y de la cual se hablará enseguida.
(1) Este trabajo de interpretación no es entendido en términos de la teoría de Schacter y Singer (1962), esto
es como una suerte de “etiquetamiento” de un arousal indiferenciado. En efecto, la experiencia clínica
muestra que ni siquiera en los outward la activación emocional es en caso alguno realmente indiferenciada.
Más bien, la tarea de interpretación es entendida como un proceso de atribución de un significado a un
ingrediente emotivo, que sin embargo nunca es considerado aislado sino siempre sobre el fondo de otros
ingredientes experienciales, emocionales y de otra naturaleza.
(2) Ya otros autores (Arciero et al., 2004) han subrayado la presencia de diferencias de regulación emocional
entre inward y outward. En efecto, partiendo de la observación que la regulación emocional incluye, entre
otros, procesos centrados en el appraisal (evaluación del significado de los eventos que han gatillado la
emoción) y procesos relacionados con la administración del arousal (esto es, control de los aspectos físicos
de la activación emocional, como intensidad, evolución temporal, etcétera) (Thompson et al., 1995), estos
autores piensan que los primeros son más característicos de los sujetos outward, mientras que los segundos
distinguen a los sujetos inward.
En el presente trabajo, en cambio, se propone una visión en parte diferente, según la cual lo que caracteriza
a los outward, más que una evaluación (y una reevaluación) del significado de los eventos externos, es el
esfuerzo en la “interpretación” de estados internos no unívocos. Por lo tanto, para distinguir los inward de
los outward –según esta mirada- no sería tanto “administración” de la activación versus “evaluación” del
significado de los eventos externos, sino más bien “administración” de los estados emocionales versus
“interpretación” de los mismos estados emocionales.
La segunda dimensión a la cual recurre Guidano para dar cuenta de los límites del
Self, y más precisamente de su interfaz externa (aquella de la relación con los otros), es la
“dependencia/independencia del campo” (field-dependence/field-independence), un
concepto introducido a fines de los años 40, por el psicólogo americano Herman Witkin
(1948).
Este constructo originalmente tenía como finalidad dar cuenta de los diferentes
estilos perceptivos de las personas y más precisamente de la mayor o menor capacidad de
un individuo para separar un cierto ítem del contexto (o “campo”) en el cual está inserto:
efectivamente, una persona con un modo de percibir más field-independent
(independiente del campo) tendería a experimentar el ambiente analíticamente, logrando
separar los elementos de su trasfondo; mientras, al contrario, un individuo con una
modalidad más field-dependent (dependiente del campo) tendería a experimentar su
ambiente en un modo relativamente global, sufriendo la influencia del contexto o
“campo” prevalente (Witkin, 1948; Witkin, Ash, 1948; Witkin et al., 1962).
39
Para estudiar esta dimensión, al comienzo Witkin sobretodo hizo uso de pruebas
como el “Test de la vara y el marco” (Rod & Frame Test). Sin embargo, dada la relativa
complejidad de esta prueba, él optó enseguida por un test mucho más simple, pero que se
supone está basado en el mismo principio: El Embedded Figures Test (Witkin, 1950). La
tarea consiste en identificar una serie de figuras geométricas simples al interior de una
correspondiente serie de figuras geométricas mucho más complejas en la cual sin
embargo las primeras surgen como elementos ocultos. También aquí los sujetos más field-
independent se dejan influenciar menos por la configuración de conjunto, identificando
más fácilmente la figura simple al interior de la compleja. A partir de esta prueba ha sido
preparada también una versión para la aplicación colectiva: el Group Embedded Figures
Test (Witkin et al., 1971). El que estas pruebas más simples evalúen en todo caso el mismo
constructo de la prueba original se debe al hecho que los puntajes de las primeras están
ampliamente correlacionados con los obtenidos en el Rod & Frame Test (Witkin, 1973).
Con el tiempo, sin embargo, Witkin y sus colegas ulteriormente ampliaron el
significado de esta dimensión, extendiendo su aplicabilidad, primero al ámbito de la
cognición en general (hablando así de “estilos cognitivos”) y sucesivamente al ámbito de
las relaciones interpersonales. Y sobretodo es éste el aspecto tomado en consideración
por Guidano en su lección.
Efectivamente, una creciente serie de estudios había evidenciado que sujetos
respectivamente field-dependent y field-independent, identificados como tales a través de
pruebas como las antes descritas, tienden a comportarse de modo más bien diferente en
una variedad de situaciones. En efecto, como recuerda Guidano, al enfrentar situaciones
nuevas y de significado no unívoco, los field-dependent buscarían en las otras personas
indicios acerca del modo más oportuno de proceder, en tanto que los field-independent,
por el contrario, tenderían a tener confianza mayormente en sí mismos dejándose
influenciar menos por lo externo. Es más, los field-dependent manifestarían un enfoque
más interpersonal, poniendo mucha atención a las señales de carácter social; tenderían a
mantener una mayor cercanía física respecto a los otros; y, en fin, preferirían situaciones
interactivas. Al contrario, los field-independent tendrían un enfoque más impersonal,
mostrándose menos interesados en las opiniones de los otros; además mantendrían una
mayor distancia física respecto a ellos y darían preferencia a situaciones no sociales
(Witkin y Goodenough, 1977).
Un punto particularmente importante, subrayado por Guidano en su clase, es la
“neutralidad” de las dos polaridades: es decir, el hecho que no parece correcto atribuir un
juicio valórico a éstas y hablar, por ejemplo, de la superioridad de una por sobre la otra.
Cada una de éstas, de hecho, parece poseer puntos fuertes y puntos débiles y mostrar
características que la hacen capaz de suministrar adaptación en circunstancias particulares
y no en otras. Por ejemplo, los field-dependent (en posesión de mayores habilidades
sociales), se encontrarían aventajados en los contextos interpersonales (y aproblemados
en aquellos que son impersonales); al contrario, los field-independent, con limitaciones en
las situaciones sociales, explotarían mejor sus aptitudes analíticas en contextos
prevalentemente cognitivos e impersonales (Witkin y Goodenough, 1977).
En otras palabras, como fue subrayado por Witkin, esta dimensión tendría una
naturaleza sustancialmente “bipolar”. Para comprender el concepto de “bipolaridad” de
40
(3) La field-dependence/field-independence, de hecho, constituye para todos los efectos una variable
“dimensional”, es decir que puede asumir todos los valores a lo largo de un continuum. Para los fines de la
aplicación de la teoría de las OSP, esto por si mismo no sería un problema –en los tests que evalúan la field-
independence- si la distribución de los puntajes fuese “bimodal”. En este caso, efectivamente, la mayor
parte de la población estaría repartida en dos grupos, uno prevalentemente field-independent y otro
prevalentemente field-dependent. Esto sería concordante con la teoría de las OSP: en efecto, el primer
grupo incluiría a las OSP “Obsesiva” y “Depresiva”, en tanto el segundo grupo abarcaría las OSP “Fóbica” y
“DAP”.
Sin embargo, en realidad la distribución en la población general de los puntajes de pruebas como las
“Embedded Figures” se acerca a una distribución “normal” (con la característica curva de campana) (Witkin,
Oltman, Raskin, Karp, 1971). Este dato no sorprende: en el fondo, el mismo Witkin subrayaba cómo la field-
dependence y la field-independence podrían entenderse sólo como los extremos de un continuum, con la
mayor parte de las personas situadas en correspondencia con las posiciones intermedias (Witkin et al.,
1962).
Esto significa, sin embargo, que la mayoría de las personas no es en rigor ni field-dependent ni field-
independent, sino una forma intermedia, Ahora, esto constituye un problema cuando se busca aplicar esta
dimensión a la teoría de las OSP, porque en este punto nos encontramos haciendo frente a un constructo
que, en la mayoría de los casos, discrimina poco entre las distintas OSP y por lo tanto exhibe escasa utilidad
tanto a nivel teórico como clínico.
(4) Basta pensar, por ejemplo, en aquellas investigaciones que han mostrado una correlación positiva entre
field-independence y nivel de inteligencia general (Richardson y Turner, 2000) o habilidades específicas
(McKenna, 1983). Es más, en pruebas como el Embedded Figures Test, los sujetos afectados por autismo y
Sindrome de Asperger (autismo con nivel intelectual normal) obtienen puntajes particularmente elevados
(Baron-Cohen, 1977). Esto parece ocurrir, no tanto porque estos sujetos logren no dejarse influenciar por el
“campo” prevalente, sino más bien porque tendrían una dificultad para captar la Gestalt, hecho que haría su
tarea mucho más fácil respecto a los no autistas (Frith, 1989). Si esto es verdad, significa que una prueba
como el Embedded Figures Test evalúa aspectos diferentes en sujetos distintos.
En este punto será útil ilustrar cada uno de los cuatro posibles casos con un ejemplo.
Comenzamos con los sujetos outward: de cuanto se ha dicho hasta ahora, está claro que
la polaridad outward se manifestará de distinto modo según se acompañe de una
polaridad field-dependent o bien de una field-independent.
Esta vez, el ejemplo se ha escogido entre pacientes con graves disturbios con el fin de
mostrar cómo también en estos casos se puede razonar en términos de dimensiones.
Una joven de 34 años afectada de Esquizofrenia en fase de discreta mejoría clínica, con OSP tipo “DAP”
y por lo tanto outward y field-dependent, lamentaba tener frecuentemente notorias dificultades para
comprender si estaba triste o no. Para resolver la duda, preguntaba a los otros si la veían deprimida o
no.
En este caso es evidente cómo para enfrentar la incertidumbre acerca del propio
estado interior (incertidumbre característica de los outward), la paciente recurre a un
criterio “contextual” e “interpersonal”; vale decir, la actitud y el punto de vista de la
persona con quien se encuentra interactuando en aquel momento.
En el caso de un sujeto al mismo tiempo outward y field-independent, en cambio, el
resultado será diferente: la polaridad outward, en efecto, se manifestará en distinto modo
en presencia de la actitud más “cognitiva” e “impersonal” que es característica de la field-
independence.
También para este propósito será útil un ejemplo, elegido además en este caso entre
pacientes con graves disturbios.
Un hombre de 45 años afectado de esquizofrenia residual, con una OSP “Obsesiva” y por lo tanto
outward y field-independent, era atormentado por la duda de ser homosexual. Para procurar dirimir
la cuestión recurría a test ideados por él mismo. El más simple de éstos, por ejemplo, consistía en
observar cualquier transeúnte que pasaba por la calle con el fin de verificar si la vista de éste le
suscitaba o no un estado de excitación.
Una joven de 25 años, con OSP “Fóbica” y por lo tanto inward y field-dependent, apenas llegada a una
fiesta, había advertido una sensación de perturbación y de miedo al percatarse que no conocía a nadie.
Pronto procuró enfrentar la sensación de vulnerabilidad que advertía buscando reconocer entre los
invitados una figura disponible y protectora hacia ella.
Un hombre de 30 años, con OSP “Depresiva” y por tanto inward y field-independent, en una ocasión
se encuentra en una estación ferroviaria para saludar a un amigo que se va. Cuando el tren
desaparece a la vista, experimenta súbitamente la sensación de pérdida y de soledad como una
confirmación, a fin de cuentas superflua, de su visión del mundo como un lugar definitivamente
inhóspito. Y pronto piensa que el único modo de aquietar este estado de ánimo es obnubilarse con
cerveza.
En este caso, el sujeto, para regular el propio estado interno, no recurre a los otros,
sino que utiliza una modalidad más “cognitiva” e “impersonal”: vale decir, hace uso de
una sustancia de la que conoce bien los efectos, casi como si prescribiera una “medicina”
que ya sabe, por experiencias previas, que es la “más adecuada” para su situación.
Hasta aquí se ha ilustrado el tipo de análisis que se puede conducir cuando se razona
en términos de dimensiones. Es evidente, sin embargo, que el nuevo enfoque no
reemplaza al “tradicional” (que permite distinguir la OSP de un sujeto reconociendo en
ella un pattern de conjunto, una suerte de Gestalt): efectivamente, los dos enfoques no se
excluyen para nada, sino que al contrario se complementan e aclaran recíprocamente.
(6) Esto resultaba evidente no sólo en las obras publicadas (Guidano, 1987, 1991) sino también en el
discurso de Guidano con ocasión de cursos de formación o encuentros de supervisión. Por ejemplo, si
alguien notaba en el curso de un Training que el “control de las emociones” parecía mostrarse en ambas
OSP “Fóbica” y “Obsesiva”, Guidano no perdía la ocasión para precisar las características que en realidad
diferenciaban las modalidades de “control” de una Organización de la modalidad de “control” de la otra. Y lo
mismo ocurría al ser notada, en cambio, la presencia común –en las OSP tipo “DAP” y “Depresiva”- del tema
de la “sensibilidad al rechazo”.
46
(7) Naturalmente, cada vez que se recurre a una metáfora no es necesario forzar la similitud más allá de
ciertos límites, de lo contrario la analogía, más que esclarecedora, se torna confundente. En este caso, esto
significa que, desde un análisis de la influencia recíproca entre las dos dimensiones, obviamente no es
posible deducir todas las características de cada OSP, sino sólo ciertos aspectos de orden general. Cada OSP,
en efecto, evidencia una suerte de “propiedades emergentes” que no pueden ser previstas “a priori”.
Piénsese, por ejemplo, en la OSP “Obsesiva”: razonar en términos de influencia recíproca entre field-
independence y outwardness permite ciertamente entender algunas actitudes de orden general de esta
Organización, como –por ejemplo- la tendencia a interpretar los propios estados emocionales a la luz de
criterios cognitivos e impersonales, pero, en cambio, no permite prever con anticipación la forma particular
que adoptarán las vivencias en caso de descompensación (vale decir, obsesiones, rumiaciones, etcétera).
(8) En efecto, algunas de las más acreditadas entre las actuales Teorías de la Personalidad sitúan las diversas
tipologías personológicas reconocidas al interior de un marco delineado por la intersección de más
dimensiones. Por ejemplo, Millon distingue tres distintos ejes: placer/dolor; actividad/pasividad; sí-
mismo/otros (Millon, 1990; Millon, Davis, 1996), en tanto Cloninger recurre a tres diferentes dimensiones:
harm avoidance, novelty seeking, reward dependence (evitación del daño, búsqueda de la novedad,
dependencia de la recompensa) (Cloninger, 1986, 1987, 1999; Cloninger et al., 1993)
Conclusiones
En este texto han sido discutidos algunos de los temas más significativos entre
aquellos abordados por Guidano en su clase.
Tres argumentos, en particular, parecen de especial relevancia: en primer lugar, la
introducción de una inédita y promisoria dimensión psicológica (la
inwardness/outwardness); en segundo lugar, la aplicación de la field-dependence/field-
independence a la teoría de las Organizaciones de Significado Personal; en tercer lugar, la
formulación del nuevo encuadre de las OSP en términos de las dimensiones
inwardness/outwardness y field-dependence/field-independence.
En definitiva, la novedad más importante de la clase de Guidano parece residir
precisamente en la introducción de estas nuevas dimensiones psicológicas que, dado el rol
que desempeñan en la articulación del Sí Mismo, podrían ser definidas en breve como
“dimensiones del Sí Mismo”.
Además, pensar en términos de “dimensiones del Sí Mismo” abre ciertamente nuevas
perspectivas y se lo comprende mejor si se realiza una comparación con el enfoque
tradicional basado simplemente en la distinción entre las diversas OSP. Una limitación de
esta segunda modalidad, en efecto, recae en el hecho de restringir la posibilidad de
nuevas observaciones, imprevistas en límite pero que podrían conducir a una mayor
articulación del modelo. Por ejemplo, frente a un sujeto de incierta situación diagnóstica
(naturalmente en términos de OSP), la tentación del terapeuta podría ser considerar
aquellas que le parecen atipias como simples variantes con poco peso de una u otra OSP.
En otros términos, todas las manifestaciones no inmediatamente encasillables serían
consideradas con el criterio de “la excepción que confirma la regla”. No hay duda que en
cualquier caso se tratará verdaderamente sólo de esto; pero en cualquier otro caso, en
cambio, podría encontrarse frente a un nuevo fenómeno que podría requerir en rigor una
articulación ulterior de la teoría. Ignorar esta segunda posibilidad conlleva un riesgo:
47
acabar resaltando en los pacientes sólo lo que la teoría anticipa y que, de hecho, permite
resaltar.
El nuevo enfoque en términos de “dimensiones del Sí mismo”, en cambio, no sólo
aumenta la capacidad explicativa del modelo (arrojando nuevas luces sobre muchas
características de las distintas OSP así como sus relaciones recíprocas) sino que les amplía
además su poder heurístico, es decir, la posibilidad de producir nuevos descubrimientos.
Esto significa, en la práctica, que con el nuevo enfoque se vuelve posible efectuar nuevas
observaciones, algunas de las cuales a futuro podrían hacer posibles nuevos desarrollos.
Ésta es la razón por la cual el nuevo enfoque delineado en la lección de Guidano
aparece tan fascinante y promisorio.
48
49