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Crítica e historicidad
Ensayos para repensar las bases
de una teoría crítica
Herder
ISBN: 978-84-254-2645-2
Imprenta: Reinbook
Depósito legal: B-5.059-2010
Printed in Spain - Impreso en España
Herder
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2. La Histórica de R. Koselleck
y la apertura de la historia ����������������� 73
2.1. La Histórica como teoría trascendental
de la historia ���������������������������������������������������� 76
2.2. Las categorías trascendentales de la historia
y la restricción de la experiencia histórica ��������� 79
2.3. La crítica como apertura de la historia ���������������� 81
2.3.1. La genealogía nietzscheana
y la problematización del presente ����������� 83
3. La historicidad de la crítica
en X. Zubiri ������������������������������������������������������ 93
3.1. Realidad y posibilidad �����������������������������������.. 102
3.2. Hacia una concepción compleja
de historicidad �������������������������������������������������� 104
3.3. La altura de los tiempos y el fundamento histórico
de la crítica ����������������������������������������������������.. 114
3.4. Más acá de lo trascendental ������������������������������� 122
1. No hay que olvidar el caso de Marx, cuyas obras más importantes llevan
el título de críticas: Contribución a la crítica de la economía política y El Capital.
Crítica de la economía política. Véase E. Renault, Marx et l’idée de critique, París,
Presses Universitaires de France, 1995, sobre todo, págs. 81-125.
3. F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza, 1972, §11,
pág. 32.
11. Id., Aurora, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, §44, pág. 89.
12. Ibid., §1, pág. 65.
13. Según K. Schlechta, la valoración del historicismo por parte de
Nietzsche, en su formulación básica de que en el plano de la historia incluso
los ámbitos excelsos (la moral, el arte y el conocimiento) son traducibles a
formas de devenir intrahistórico, sufre una auténtica «inversión» desde la segunda
Intempestiva a Humano, demasiado humano. Si allí es combatido por su fuerza
desublimadora de lo excelso que apunta en una dirección nihilista, en la obra
del Nietzsche posterior será afirmado precisamente por esa razón. Véase K.
Schlechta, Der Fall Nietzsche, Múnich, Hanser, 1958, págs. 52 y sigs.
14. F. Nietzsche, Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida,
Madrid, Biblioteca Nueva, 1999, §10, págs. 135-136.
24. Se podría sostener que «la genealogía parece ocupar un espacio entre
las demandas interpretativas de la meticulosa atención filológica y la creatividad
perspectivista». Véase A. D. Schrift, «Between Perspectivism and Philology:
Genealogy as Hermeneutic», en Nietzsche Studien, Berlín, 1987, vol. 16, págs.
105-108.
25. Una convincente defensa de este planteamiento aparece en M. Foucault,
La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1990, págs. 11-33.
26. Véase F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1990, págs.
169-173.
37. Id., Más allá del bien y del mal, op. cit., §259, págs. 221-222.
38. Ibid., §259, pág. 222.
39. Id., Sämtliche Werke. Kritische Studienausgabe, op. cit., vol. 12, pág. 333,
8[4].
40. Véase J. Minson, Genealogies of Morals. Nietzsche, Foucault, Donzelot and
the Eccentricity of Ethics, Nueva York, St. Martin’s Press, 1985, págs. 70-71.
41. Expongo esta paradoja de la genealogía nietzscheana con más deteni-
miento en El caos y las formas. Experiencia, conocimiento y verdad en F. Nietzsche,
Granada, Comares, 2001, págs. 294-299.
56. Id., Ontología. Hermenéutica de la facticidad, op. cit., pág. 33; del mismo
autor, Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles, op. cit., pág. 40, y Prolegómenos
para una historia del concepto de tiempo, Madrid, Alianza, 2006, págs. 351-352.
Véase, además, J. Grondin, Introducción a la hermenéutica filosófica, Barcelona,
Herder, 1999, pág. 147. En su lección de 1925-1926, Heidegger llega a vin
cular la caída (Verfallenheit) a la alienación del trabajador industrial: habla de
la impropiedad (uneigentlichkeit) del Dasein en «los casos más extremos de una
producción industrial de algo». En esta situación el Dasein «se comprende casi
como una cosa que hay dada y con la que uno se las arregla por el rodeo a
través del objeto trabajado industrialmente». Id., Lógica. La pregunta por la verdad,
Madrid, Alianza, 2004, pág. 187. El hecho de que esta lección fuera previa a la
59. J-P. Sartre, El ser y la nada, Madrid, Alianza, 1984, pág. 589.
60. M. Heidegger, Ser y tiempo, op. cit., pág. 399.
71. Id., «La época de la imagen del mundo», en id., Caminos de bosque, Madrid,
Alianza, 1998, págs. 63-90, y, del mismo autor, «La pregunta por la técnica», en
id., Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1994, págs. 9-37.
72. Id., Nietzsche, Barcelona, Destino, 2000, vol. I, págs. 381-525, y vol.
II, págs. 31-269.
73. Véanse J. Habermas, Perfiles filosófico-políticos, Madrid, Taurus, 2000,
págs. 58-72, y, del mismo autor, El discurso filosófico de la modernidad, op. cit., págs.
189-195. Para Bourdieu, «la filosofía de Heidegger podría ser sólo la sublimación
filosófica, impuesta por la censura específica del campo de producción filosófica,
de los principios políticos o éticos que determinaron la adhesión del filósofo
«el ser» [...] necesita del hombre [...], el ser no es sin que le
sea necesario para su manifestación, salvaguarda y configu-
ración. La esencia de la técnica la veo en lo que denomino
«im-posición» [Ge-Stell]. Este nombre [...] remite lo que dice,
rectamente entendido, a la más íntima historia de la metafísica,
que aún hoy determina nuestra existencia. El imperio de la
«im-posición» significa: el hombre está colocado, requerido
y provocado por un poder, que se manifiesta en la esencia de
la técnica. Precisamente en la experiencia de que el hombre
está colocado por algo, que no es él mismo y que no domina,
se le muestra la posibilidad de comprender que el hombre
es necesitado por el ser. En lo que constituye lo más propio
de la técnica moderna se oculta justamente la posibilidad de
experimentar el ser necesitado y el estar dispuesto para estas
nuevas posibilidades.75
13. R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermenéutica, op. cit., pág. 87.
14. Ibid., pág. 73.
15. Ibid., pág. 85.
26. Tal como Honneth muestra en Das Andere der Gerechtigkeit, op. cit.,
págs. 70-87.
36. Véase X. Zubiri, Tres dimensiones del ser humano: individual, social,
histórica, Madrid, Alianza Editorial/Fundación Xavier Zubiri, 2006 e I.
Ellacuría, Filosofía de la realidad histórica, San Salvador, UCA Editores, 1999.
Esta tensión entre lo real y lo ideal, que implica que nunca po-
damos aceptar que una situación dada coincide de una vez por
todas con la situación ideal de habla a pesar de que, al mismo
tiempo, estemos coaccionados trascendentalmente por las condi-
ciones (ideales) que hacen posible el discurso, torna problemática
la concepción de la dimensión ideal del habla como canon que
puede dirimir en cada caso concreto si un contexto de comu-
nicación es distorsionado o no, pues siempre hemos de suponer
como cumplidas en nuestro contexto de habla las condiciones
que hacen posible la comunicación y, al mismo tiempo, nunca
podemos darlas por realizadas:
23. Véase R. Wolin, Los hijos de Heidegger, Madrid, Cátedra, 2003, págs.
201-251.
24. Véase H. Marcuse, «Beiträge zu einer Phänomenologie des Historischen
Materialismus», en id., Schriften, op. cit., vol. I, págs. 368 y sigs. Adorno realizó
una crítica de la categoría heideggeriana de historicidad unos años después de
los ensayos de Marcuse en términos análogos a los suyos; véase Th.W. Adorno,
Actualidad de la filosofía, Barcelona, Paidós, 1991, págs. 110-113.
25. X. Zubiri, Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica, op.
cit., pág. 139.
26. Id., Naturaleza, historia, Dios, Madrid, Editora Nacional, 19879, pág. 297.
27. Ibid., pág. 296.
28. Id., Sobre el hombre, Madrid, Alianza, 1986, págs. 424 y sigs.
29. Id., Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica, op. cit.,
pág. 151.
30. Ibid., pág. 152.
41. Ibid., pág. 154, e I. Ellacuría, Filosofía de la realidad histórica, op. cit.,
pág. 551.
42. Cfr. I. Ellacuría. Escritos filosóficos III, San Salvador, UCA Editores,
2001, págs. 207-225.
45. Véase X. Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, op. cit., págs. 451-452 e I.
Ellacuría, Filosofía de la realidad histórica, op. cit., pág. 590.
financiada por los más ricos, que les proporcione los bienes ne-
cesarios para subsistir
25. Id., Principios de la filosofía del derecho, op. cit., §324, Agregado, págs.
478-479. Los textos entre corchetes contenidos en esta y en otras citas son
aclaraciones mías.
38. Ibid.
39. Ibid.
40. Ibid.
48. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, op. cit., vol. II, pág. 280.
60. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, op. cit., vol. II, pág. 167.
61. Ibid.
73. Véase Th. W. Adorno, Escritos sociológicos I, Madrid, Akal, 2004, págs.
188 y sigs.
74. G. Leyva cuestiona también la idea de que los subsistemas puedan ser
considerados como ámbitos neutros desde un punto de vista moral; véase su
trabajo «Pasado y presente de la Teoría Crítica. Tres vertientes de reflexión para
la crítica en el presente», en G. Leyva (ed.), La Teoría Crítica y las tareas actuales
de la crítica, Barcelona, Anthropos, 2005, págs. 107-110.
75. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, op. cit., vol. II, pág. 244.
pasa por alto el intrínseco valor evolutivo que poseen los sistemas
regidos por medios. No se da cuenta de que la diferenciación
del aparato estatal y de la economía representa también un
nivel más alto de diferenciación sistémica que abre nuevas
98. Id., Teoría de la acción comunicativa, op. cit., vol. II, pág. 433.
99. Ibid., pág. 447.
105. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, op. cit., vol. II, pág. 542.
106. J. M. Mardones ha criticado también la concepción de Habermas
de la evolución social de Occidente como paradigmática; véase su obra Ra-
zón comunicativa y teoría crítica, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1985, págs.
300-301.
2. A. Honneth, Crítica del poder, op. cit. (edición original: Kritik der Macht,
Frankfurt, Suhrkamp, 1985).
32. Id., «El reconocimiento como ideología», en Isegoría, op. cit., pág. 147.
37. Véanse A. Honneth, Das Andere der Gerechtigkeit, op. cit., pág. 92, y, del
mismo autor, «Crítica reconstructiva de la sociedad con salvedad genealógica.
Sobre la idea de la “crítica” en la Escuela de Frankfurt», en id., Patologías de la razón.
Historia y actualidad de la Teoría Crítica, Buenos Aires, Katz, 2009, págs. 53-63.
38. Th. W. Adorno, Introducción a la sociología, Barcelona, Gedisa, 1996,
págs. 33-34.
41. L. Boltanski y È. Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo, op. cit., pág. 41.
5. Véanse J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, op. cit., vol. II, pág.
538, y A. Honneth, «Kritische Theorie. Von Zentrum zur Peripherie einer
Denktradition», en Die zerrissene Welt des Sozialen, Frankfurt, Suhrkamp, 1990,
págs. 25-72.
6. Titulada «Principialidad de la esencia en Xavier Zubiri» (1965).
7. Compilados en I. Ellacuría, Escritos filosóficos, San Salvador, UCA Edi-
tores, 1993, tres volúmenes.
23. Véase A. Honneth, La lucha por el reconocimiento, op. cit., págs. 193-205.
28. M. Horkheimer, Teoría tradicional y teoría crítica, op. cit., pág. 86.
29. I. Ellacuría, «Hegel y el método dialéctico», San Salvador, Archivo
Ignacio Ellacuría (uca), págs. 17-18 (manuscrito mecanografiado inédito).