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L OS ESENCIALES DE LA FILO SO FÍA

D ire c to r:
M a n u e l G a rrid o
Tractatus logico-philo s ophicus
Retrato de Ludwig Wittgenstein en 1929 cuando presentó en la Universidad
de Cambridge su tesis doctoral. En esa época, su celebridad como autor del
Tractatus le había supuesto el reconocimiento de la comunidad filosófica
internacional. © Anaya.
L U D W IG W IT T G E N S T E IN

Timctatus logico-phi

T R A D U C C IÓ N , IN T R O D U C C IÓ N Y NOTAS DE
LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

T E R C E R A E D IC IÓ N

techos
1 .a edició n , 2002
2 . a edición revisada, 2003
3. a edició n , 2007
Reim presión, 2 008

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido


por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, adem ás de las
correspondientes indem nizaciones por daños y perjuicios, para quienes
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ción, interpretación o ejecución artística, fijada en cualquier tipo de
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autorización.

© de los derechos en lengua española de la obra Tractatus logico-philo-


so p h icu s: A lianza Editorial, S. A., por cesión de Routledge.
© de la traducción, introducción y notas: Luis M. Valdés Villanueva,
2002
© de la presente edició n : ED ITO R IA L T E C N O S (G R U P O A N AYA, S. A.),
2008
Juan Ignacio Lúea de Tena, 15 - 2 8 0 2 7 M adrid
ISBN: 978-84-309-4501-6
Depósito Legal: M-1 8747-2008

Printed ¡n Spain. Impreso en España por Clo sas O rcoyen, S. L.


ín d ice

LEER A L O S C L Á S IC O S ................................................................. Pag. 9

IN T R O D U C C I Ó N , por Luis M. V ald és V illa n u e v a ....................... 13

I. Pequeño bosquejo biográfico de Ludw ig Wittgenstein 17


II. El trasfondo del Tractatus: Frege y R u s s e ll...................... 35
III. El Tractatus: los lím ites del s e n t id o .................................. 43
IV. R eco rrid o breve por el Tractatus . ...................................... 56

N O T A A LA S E G U N D A E D IC IÓ N ..................................................... 80

N O T A A LA T E R C E R A E D IC IÓ N ......... 80

I N T R O D U C C IÓ N , por Bertrand R u ssell, F. R. S ......................... 81

T R A C T A T U S L O G I C O - P H I L O S O P H IC U S ....................................... 101

A N E X O S .......................................................................................................... 279

A. O p in io n e s sobre W ittg en stein ............................................ 281


B. G lo s a rio de sím b o lo s .............................................................. 284
C. B ib lio g ra fía .................................................................................. 288
D. ín d ice a n a lít ic o .......................................................................... 292

7


.
Leer a los clásicos
Hay muchas maneras de leer a un clásico. Lo peor es leer­
lo principalmente por obligación. Siendo yo niño, los alum­
nos de primera enseñanza teníamos que leer y escuchar en
voz alta a los compañeros de clase las páginas del Quijote.
Por mi parte tardé en superar la aversión a la obra suprema de
nuestras letras que, por su modo, me produjo aquella obliga­
da lectura.
Otra manera de leer a un clásico, probablemente la mejor,
es cuando el contacto personal y privado con uno de sus
libros alimenta o despierta nuestra vocación y nos avisa,
como diría Ortega, de nuestro destino. «Yo pertenezco» escri­
bió el joven Nietzsche en una de sus Consideraciones intem­
pestivas «a esos lectores de Schopenhauer que desde que han
leído la primera pagina, saben con certeza que leerán la obra
entera y que escucharán cada una de sus palabras.» Análoga
reacción parece que tuvo el filósofo francés Malebranche el
día en que un librero le puso ocasionalmente entre las manos
el Tratado del hom bre de Descartes: «no bien hubo abierto
Malebranche el libro — cuenta en su vieja historia de la filo­
sofía Damiron— , se sintió totalmente conmocionado y agita­
do. Lo compró, se lo llevó y lo leyó enseguida con tanta ansie­
dad que los latidos de su corazón, al acelerarse, le obligaban
9
10 MANUEL GARRIDO

a veces a interrumpir su lectura.» Vivencias semejantes encon­


tramos en más de uno de los grandes pensadores actuales.
Martin Heidegger, el hombre que no ha dejado de preguntar­
se y preguntarnos obstinadamente a lo largo del pasado siglo
por el sentido del ser, nos ha hecho la confidencia de que esa
obsesión suya se remonta al juvenil contacto en sus días de
seminarista con un conocido libro de Brentano sobre los sig­
nificados del ser en Aristóteles. Y para W. O. Quine, figura
señera de la filosofía y la lógica matemática en los últimos
cincuenta años, el libro que más influyó en su vida fue el
ejemplar de los Principia mathematica de Whitehead y Rus-
sel I en tres volúmenes que, siendo él adolescente, le regaló su
hermano. Esta sarta de ejemplos atestigua, por paradójico que
parezca, que también los clásicos de la filosofía pueden ser,
como las Metamorfosis de O vidio, leyendas de pasión.
Entre los dos modos de aproximación a los clásicos que
acabo de describir caben numerosos intermedios, y a todos
ellos quisiera servir de vehículo la presente colección deTec-
nos, cuyo objetivo es poner directamente al alcance del lec­
tor medio lo más esencial de las más esenciales obras del pen­
samiento de todos los géneros y todas las épocas, desde Con-
fucio o Platón hasta Rawls o Zubiri, pasando por Averroes,
Descartes o Rousseau. Especialistas responsables de la edi­
ción de cada texto cuidarán mediante oportunas introduccio­
nes, notas y comentarios de que esa edición sea a la vez crí­
tica y popular, fiel al pensamiento del clásico pero también
actualizada y referida a la situación en que vivimos, incorpo­
rando a su bibliografía los títulos más tradicionales y las últi­
mas referencias de Internet, y procurando que sus palabras
cumplan en todo momento la función de señal que transmite
y no de ruido que distorsiona el mensaje comunicado por
cada gran pensador.
Pero me he puesto a hablar de la lectura de los clásicos sin
haber empezado por justificarla. ¿Es realmente necesario leer
a los clásicos? Hace cuarenta años solía decirse que esa lec­
tura carecía de sentido. Unos veían en ella una simple marca
elitista para separar al hijo del burgués del hijo del obrero y
otros la juzgaban científica y tecnológicamente inútil por ser
inactual.' Hoy se tiende a pensar lo contrario. Los excesos de
la ciencia y la tecnología en su aplicación sin restricciones a
LEER A LOS CLÁSICOS 11

la naturaleza y a la vida, la destrucción del medio ambiente y


de la moral social, las desigualdades entre países ricos y
pobres, las guerras de exterminio parecen demandar el retor­
no a una conciencia humanista que los clásicos saben, mejor
que otros, propiciar.
Para mí la principal ventaja que reporta la lectura de los
clásicos no está en la invitación a imitarlos, sino en el es­
tímulo y el desafío que el recorrido mental de sus páginas
implica para el desarrollo de la propia originalidad. Sus obras
no están sólo para ser imitadas. Marx denunció con toda
razón la absoluta falta de originalidad artística del espiritual­
mente miserable neoclasicismo de la Francia de Napoleón.
Q uizá, por volver a la filosofía, sea un caso paradigmáfico de
estímulo y de reto a la propia originalidad el ya mencionado
impacto de Schopenhauer en Nietzsche. Pues el autor que en
años de juventud tan apasionadamente exaltó al pensamiento
del maestro en su tercera «Consideración intempestiva» fue el
mismo que luego lo pondría literalmente del revés al permu­
tar por el más enérgico «sí» el profundo «no» de Schopen­
hauer a la vida.
Las obras de los grandes clásicos son las estrellas que más
lucen en el firmamento cultural. Es natural suponer que Ulises,
el astuto y prudente héroe homérico, determinaría guiándose
por las estrellas del cielo el rumbo de la nave que, tras intermi­
nable cadena de fantásticas aventuras, había de conducirlo a su
hogar. Pero también cabe imaginar que más de una noche,
recostado después de la faena en la cubierta del barco o tendi­
do en la playa de alguna de las prodigiosas islas que visitó, vol­
vería, antes de que el sueño lo venciera, a contemplar el cielo
estrellado tratando de descifrar entonces en el intermitente par­
padeo de los astros un anticipo del destino temporal que le
aguardaba. Al ofrecer el pensamiento vivo de los grandes clási­
cos de la filosofía y de la ciencia, esta colección quisiera,
modestamente, ser una cartografía y cada uno de sus libros una
brújula que ayude al lector medio, sea joven o viejo, universi­
tario o no universitario, a orientarse y acaso adivinar su voca­
ción o destino, mejor pronto que tarde, en el vasto enjambre de
constelaciones que alumbran el zodíaco de nuestra cultura.

M a n uel G a r r id o
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Introducción
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Escribir una introducción al Tractatuses un asunto compro­
metido. Nada menos que Bertrand Russell redactó la que apa­
recía en 1922 precediendo al texto publicado por Routledge &
Kegan Paul — que se incluye en esta edición— , mitad con la
intención de ayudar a que su nombre abriese al libro las puer­
tas (y las bolsas) de las editoriales, mitad porque estaba con­
vencido del valor de la obra. El lector podrá juzgar por sí
mismo cómo la importancia de estas páginas de Russell no
reside, ni de lejos, en su carácter de documento histórico: hay
mucho de buena filosofía en sus poco más de seis mil palabras.
No pensaba lo mismo Wittgenstein, que llegó a decirle fina­
mente a Russell que su escrito era una mezcla de superficiali­
dad e incomprensión. Este precedente debería persuadir a
cualquiera de intentar de nuevo tal empresa; pido al benevo­
lente lector que considere lo que sigue como una muestra pal­
pable de que, contrariamente a lo que piensan algunos filóso­
fos, la akrasia es posible.
He dividido el cuerpo de mi escrito en tres partes. En la pri­
mera de ellas presento una pequeña nota biográfica sobre
Wittgenstein. Si, como decía Fichte, la filosofía que uno hace
depende del tipo de persona que uno es, a nadie mejor que a
Wittgenstein le viene como anillo al dedo este dictamen. Por
ello me excusará el lector de que no ofrezca mayor justifica­
ción para esta breve excursión biográfica. En la segunda,
15
16 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

hablo de cuál es el trasfondo del Tractatus y me limito a la


obra de Frege y Russell. Es cierto que en el Tractatus se pue­
den discernir muchas otras influencias filosóficas de las que,
por cierto, también doy cuenta en la primera parte. Pero tam­
bién tengo por cierto que Wittgenstein, a través de una serie
de peripecias vitales, entró definitivamente en la filosofía por
el portón de los fundamentos de la matemática, la preocupa­
ción central de Frege y Russell. Esto le llevó a interesarse por
la naturaleza de la lógica, que en el Tractatus resulta co inci­
dir con la indagación sobre la naturaleza de toda representa­
ción. Doy paso con ello al tercer bloque de mi introducción,
que está dedicado al tema de los límites del sentido. En él se
acepta sin mayor discusión que, en el Tractatus, Wittgenstein
es un filósofo de espíritu kantiano. Como Kant, intenta poner
límites a la razón teórica pero, a diferencia de Kant, se da
cuenta de que tales límites sólo pueden ponerse desde dentro,
desde el lenguaje. La teoría figurativa del significado es la
pieza clave en esta empresa y la que, al final, pone de mani­
fiesto el error tanto de Frege como de Russell: el considerar
que la lógica versa sobre algo, por mucho que ese «algo» sea
una clase de objetos peculiares.
Un apartado que no forma parte propiamente del cuerpo
de la introducción es el que lleva por título «Recorrido breve
por el Tractatus». En el texto de Wittgenstein he hecho una
selección de un conjunto de proposiciones que me atrevo a
considerar como más importantes, singularizándolas con un
sombreado en sus números de orden. Mi intención al hacerlo
es sugerir al lector principiante o apresurado que tome un pri­
mer contacto con esta obra leyendo sólo tales proposiciones
y dejando el resto para más adelante. Al mismo tiempo,
podría también servirle de ayuda el avanzar a través del texto
de Wittgenstein teniendo en cuenta la serie de segmentos en
que lo divido y el breve resumen que ofrezco de cada uno de
ellos.
INTRODUCCIÓN 17

I. PEQ U EÑ O BO SQ UEJO BIO G R Á FIC O


DE LU D W IG W ITTGENSTEIN

Ludwig Wittgenstein nació en Viena el 26 de abril de 1889


en el seno de una de las más opulentas familias del Imperio
austrohúngaro. Tanto su padre, Karl Wittgenstein (1847-1913),
como su madre, Leopoldine Kalmus (1 850-1 926), descendían
de judíos centroeuropeos que, unas generaciones más atrás,
habían abrazado el catolicismo. Oficialm ente, los Wittgen­
stein habían dejado atrás su pasado y ocupaban un lugar pre­
eminente en la sociedad vienesa, pero la cuestión de sus orí­
genes era uno de los esqueletos del armario familiar, un asun­
to que se sobreentendía y del que, por lo que sabemos, nunca
se hablaba explícitamente en la casa familiar de la Alleegasse.

La Landstrasse-Hauptstrasse de Viena a comienzos del siglo xx, según la ver­


sión pictórica de G. Müller que se conserva en el Museo D er Stadt de la
capital austríaca. La vida cultural de la capital imperial marcaría decisiva­
mente ios años de formación de Ludwig. © Anaya.
18 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Durante toda su vida Wittgenstein le dio vueltas una y otra vez


— casi hasta el tormento— a la cuestión de qué significado
tenía el que corriera por sus venas sangre judía y cuál era la
importancia de pertenecer a la tradición cultural hebrea.
Sabemos, por ejemplo, que algunas veces sintió la necesidad
de «confesar» a sus amigos más íntimos su condición de judío
y que se consideraba a sí mismo no como un filósofo innova­
dor, sino como un pensador reproductivo — un pensador «con
talento», lo máximo a lo que, según él mismo, podía aspirar a
ser un pensador judío— .
Ludwig, el octavo hijo de Klaus y Leopoldine, se educó en
un ambiente refinado y a la vez austero, donde la norma era
el desprecio por todo aquello que, incluso de lejos, pudiera
considerarse como de baja estofa. El palais Wittgenstein,
como era conocida en Viena la mansión de la fam ilia, era fre­
cuentada por la flor y nata del grupo de intelectuales y artis­
tas que dieron forma al extraordinario período que conoció
la Viena de finales del Imperio de los Habsburgo. Baste recor­
dar que Johannes Brahms, Gustav Mahler, Karl Kraus, Sig-
mund Freud, Adolf Loos, Oskar Kokoschka o Gustav Klimt
fueron algunas de las figuras que el joven Wittgenstein podía
encontrarse a diario en su propia casa. Sin embargo, su infan­
cia y juventud no fueron precisamente memorables: «He
tenido una infancia infeliz y una juventud de lo más misera­
ble», decía Wittgenstein al referirse a esa etapa de su vida.
Por una parte, el concepto que sus padres tenían de cómo
educar a sus hijos excluía de manera casi total cualquier
muestra de calidez o empatia sentimental. Como alguno de
los amigos íntimos de Wittgenstein ha recordado, los padres
de Ludwig no podían, o no querían, concebir que sus hijos
sufrieran alguna de las miserias típicas de un adolescente que
requieren atención y afecto. Por otra, su padre, Karl Wittgen­
stein, un magnate del acero hecho a sí mismo y uno de los
mecenas más importantes de la Europa de su época, no
admitía, por paradójico que parezca, que ninguno de sus
hijos varones fuese otra cosa que el ingeniero industrial que
lo sucediera al frente de sus boyantes negocios. Esta situación
dio lugar a tensiones de todo tipo, que, junto con cierto subs-
INTRODUCCIÓN 19

Fragmento del retrato realizado por Gustav Klimt a Margarete Stonborough-


Wittgenstein, en 1905 (Nueva Pinacoteca, Múnich). Este cuadro de la her­
mana del filósofo es un símbolo del refinado círculo de amigos y conocidos
que la familia frecuentaba en los años iniciales del siglo xx. © Anaya.

trato físico heredado de ia rama fam iliar de su madre Leo-


poldine, parecen estar en el origen del suicidio de nada
menos que tres de los hermanos varones de Ludwig. ^Él
mismo sufrió frecuentes y profundas depresiones; sabemos
que se aborrecía a sí mismo hasta el extremo de considerar
en varias ocasiones la posibilidad de suicidarse, y muchos
rasgos de su carácter sólo se pueden explicar apelando al
hecho de que durante casi toda su existencia vivió al borde
de la locura.
20 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Hans Sluga1, uno de los filósofos que mejor ha retratado el


ambiente en que se forjó el carácter de Wittgenstein, ha seña­
lado que la rebelión ante la autoridad paterna es una de las cla­
ves explicativas de su peripecia intelectual y vital. No deja de
ser significativo que, por una parte, Ludwig abandonase sus
estudios de ingeniero industrial — en los que se había embar­
cado por presiones de su familia— tan pronto como supo que
su padre estaba gravemente enfermo y que, a la muerte de éste,
repartiese su substanciosa herencia entre sus hermanos y un
grupo de artistas entre los que se encontraban Rilke, Kokosch-
ka y Loos. Pero, por otra parte, este instinto de rebeldía puede
verse también en el ácido enfrentamiento que mantuvo con su
«padre espiritual», Bertrand Russell, e incluso, como dice en un
prólogo que había preparado en 1930 para las Investigaciones
filosóficas y que nunca llegó a ver la luz, con el propio espíritu
de la civilización europea y americana que lo había alimenta­
do. No es casual que el ambiente de la Viena de finales del
Imperio fuese la cuna de transgresores proyectos intelectuales y
artísticos cuyos promotores combinaban la novedad — por no
decir la provocación— con un profundo pesimismo y escepti­

1 Véase su «Ludwig Wittgenstein: Life and Work. An Introduction», en


Uans Sluga y David G . Stern (eds.), The Cambridge Companion to Wittgen­
stein, Cambridge University Press, Cambridge, 1966; en esta pequeña nota
biográfica es evidente mi deuda con este artículo. Otras obras importantes,
de las que también he extraído datos para redactarla, son Georg H. von
Wright, «A Biographical Sketch», Philosophical Review, 64, n.° 4, 1955; N.
Malcolm, L. Wittgenstein: A Memoir, Oxford University Press, Oxford, 1966;
Brian M cGuiness, Wittgenstein. A Life. Young Ludwig (1889-1921), Duck­
worth, Londres, 1988 (versión castellana en Alianza, Madrid, 1991), y Ray
Monk, Ludwig Wittgenstein: The Duty o f the Genius, The Free Press, Nueva
York, 1990 (versión castellana en Anagrama, Barcelona, 1997). Q uizás la
mejor caracterización del ambiente cultural de la Viena de Wittgenstein sea
la ofrecida por Carl E. Schorske, Fin-de-Siécle Vienna: Politics and Culture,
Alfred Knopf, Nueva York, 1980. Es también aconsejable el libro de Alan
Janik y Stephen Toulmin, Wittgenstein's Vienna, Simon & Schuster, Nueva
York, 1973 (versión castellana en Taurus, Madrid, 1987). Es asimismo intere­
sante el nuevo libro de Allan S. Janik, Elans Veigl y Alian Janik, Wittgenstein
in Vienna: A Biographical Excursion through the City and Its History, Sprin­
ger, Viena/Nueva York, 1999.
INTRODUCCIÓN 21

cismo sobre el mundo que hundía sus raíces en la filosofía de


Schopenhauer, y con ciertos toques nostálgicos de un pasado
sobre el que ya estaba cayendo el telón. Como Sluga ha seña­
lado, el diseño de Adolf Loos — uno de los visitantes asiduos del
palais Wittgenstein— de un rascacielos con la forma de una
enorme columna dórica condensa de manera paradigmática el
estado de ánimo de los intelectuales vieneses de la época. La
propia receta filosófica de Wittgenstein fue siempre un modelo
de ese ambiente: la nueva lógica, los problemas de la funda-
mentación de la matemática, las ciencias naturales, el lengua­
je, la mente, etc., están siempre presentes pero, junto al culto a
la novedad, aparece un fuerte pesimismo sobre el mundo unido
a la convicción de que el predominio de la técnica — vale decir
del éxito— sobre la investigación de la verdad conducía ine­
luctablemente a nuestra civilización — que era también la
suya— hacia una nueva Edad Media.
Hasta que cumplió los catorce años Ludwig fue educado en
su propia casa por profesores privados contratados por la fami­
lia y sólo entonces su padre decidió enviarlo a la Realschule
de Linz — donde, por cierto, coincidió durante un año con
Adolf Hitler— . Ni que decir tiene que los cuatro años que pasó
en esta escuela fueron una experiencia difícil para un adoles­
cente que prácticamente no había tenido contacto alguno con
chicos de su edad. De esta época parecen ser sus primeras lec­
turas filosófico-científicas. De Hertz y Boltzmann aprendió que
la ciencia era una imagen o modelo creado por la propia
mente desviándose, las más de las veces, del guión que los
hechos le señalan. Una de las ideas que más le gustaba repe­
t ir — que la tarea de la filosofía consiste en dar una forma tal a
las expresiones que logre disipar la inquietud que nos causan
los problemas filosóficos— se debe precisamente a Hertz.
Schopenhauer fue también una de sus primeras lecturas y, por
cierto, una de las más influyentes. Von Wright cuenta que el
propio Wittgenstein le confesó que su primera perspectiva filo­
sófica era un idealismo de corte shopenhaueriano que sólo la
lectura de las obras de Frege le haría abandonar. Hay otras lec­
turas de esta época que merecen citarse y cuya influencia
puede rastraerse en sus obras. Por citar sólo dos autores: de
22 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Weininger le impresionaba su defensa de que lógica y ética


están al mismo nivel, y de Mauthner tomó, aunque con senti­
do distinto, la ¡dea de que toda filosofía es crítica del lenguaje
así como la famosa metáfora de la filosofía como una escalera
de la que debemos desembarazarnos una vez que, con su
ayuda, nos hemos encaramado donde queríamos (la metáfora
es realmente de Sexto Empírico, pero lo más verosímil es que
Wittgenstein la encontrase en las obras de Mauthner).
Aunque parece que Ludwig tenía inicialmente el proyecto
de estudiar física en la Universidad de Viena con el profesor
Boltzmann, lo cierto es que la muerte de éste en 1906 hizo que
ese mismo año encaminara sus pasos hacia la Technische
H ochschule de Berlín-Charlottenburg para estudiar ingeniería
industrial. No se sabe mucho de sus estudios en Berlín, donde

Panorámica de la Technische Hochschule de Berlín en la primera década


del siglo xx. La prestigiosa institución berlinesa fue testigo del inicio de los
estudios de ingeniería de Wittgenstein hasta 1908, año en que la abandonó
para ampliar estudios en la Universidad de Manchester en el Reino Unido.
© Suhrkamp Verlag.
INTRODUCCIÓN 23

permaneció hasta la primavera de 1908. Sus preocupaciones


intelectuales eran ya muy variadas por aquel entonces; sabe­
mos, por ejemplo, de su interés en la geometría proyectiva, que
explicaba en Berlín el profesor Jolles y que ha dejado una famo­
sa huella en el Tractatus con su tratamiento de la proposición
como proyección de una situación posible (y no es del todo
descartable que Jolles le recomendase alguna lectura de Frege).
Es conocida también su curiosidad por la mecánica de los glo­
bos aerostáticos que le impulsó a matricularse, en el otoño de
1908, en el departamento de ingeniería de la Universidad de
Manchester, donde permanecería hasta el otoño de 1911.
Durante los tres años que estudió en Manchester Wittgen­
stein centró su trabajo en la investigación sobre ingeniería aero­
náutica. En aquella época, el diseño de los aviones tal como los
conocemos hoy en día estaba literalmente en mantillas. Los
mayores esfuerzos iban dirigidos a la construcción y mejora de
aparatos como los dirigibles, una línea de investigación que
sólo se abandonaría de modo definitivo al final de los años
treinta. Wittgenstein defendía, sin embargo, que era inútil pen­
sar en construir objetos voladores sin disponer antes de moto­
res que fueran capaces de propulsarlos (una idea que, por cier­
to, había defendido también su admirado Boltzmann). De este
modo, se embarcó en el proyecto de diseñar un motor de pro­
pulsión para aeroplanos, llegando incluso a patentar alguno de
sus descubrimientos. Enseguida descubrió que la tarea en la
que estaba empeñado era esencialmente matemática y parece
que fue en esta época (aunque, como he dicho, existen algunos
indicios de que estos temas despertaron ya su atención durante
su estancia en Berlín) cuando empezó a interesarse tanto por la
matemática pura como por los fundamentos de la matemática.
Es bastante verosímil que en la propia Universidad de Man­
chester alguien le recomendase el libro de Bertrand Russell to s
principios de la matemática2 — publicado en 1903— y que la
lectura de esta obra le llevase a su vez a estudiar los escritos de

2 Bertrand Russell, The Principles o f Mathematics, George Allen &


Unwin Ltd., Londres, 1903.
24 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Gottlob Frege, el fundador de la moderna lógica. Como dice


Von Wright en su «Bosquejo biográfico», la nueva lógica de la
que Frege era el padre y que tenía en Russell uno de sus más
brillantes cultivadores fue la puerta por la que Wittgenstein
ingresó seriamente en la filosofía.
No hay constancia exacta de cuándo Wittgenstein visitó por
vez primera a Frege en Jena. Es muy probable que fuese en el
verano de 1911, cuando ya había decidido abandonar sus estu­
dios de ingeniería. Frege le aconsejó entonces que fuese a Cam­
bridge a estudiar lógica con Russell. Dicho y hecho: un buen
día del otoño de ese mismo año Wittgenstein apareció sin pre­
vio aviso — no se matriculó en la Universidad de Cambridge
hasta la primavera de 1912— en el despacho de Russell en el
Trinity College, dando comienzo a una fructífera y tormentosa
relación entre ambos. Puede decirse que, si el ambiente inte­
lectual deViena dio forma al carácter filosófico de Wittgenstein,
la constelación de problemas lógico-filosóficos que se discutían
en Cambridge durante las primeras dos décadas del siglo xx le
proporcionaron la materia para dar expresión a su genio. Frege
había llevado a cabo la obra «grandiosa» de diseñar de forma
pionera la nueva lógica — la lógica matemática o lógica simbó­
lica— que puso patas arriba una disciplina que desde Aristó­
teles no había experimentado cambio substancial alguno. Su
propósito inicial no era ciertamente hacer avanzar la lógica tra­
dicional, sino más bien proporcionar a la aritmética unos fun­
damentos seguros. Frege pensaba además que esos fundamen­
tos eran esencialmente lógicos, de modo que se impuso la tarea
de derivar la totalidad de la aritmética a partir de la lógica. Rus­
sell trabajaba entonces en un proyecto más ambicioso todavía:
el análisis de las proposiciones de la matemática mostraría,
pensaba él, que la matemática podía derivarse en su totalidad a
partir de la lógica. Pero tanto Frege como Russell se encontra­
ron con que el diseño de este nuevo instrumento de análisis exi­
gía replantearse toda una hueste de conceptos lógico-filosóficos
que había corrido una suerte pareja a la de la vieja lógica. De
este modo, florecía entonces en Cambridge la investigación
sobre nociones tales como significado, proposición, actitud
proposicional, variable, representación, existencia, generali­
INTRODUCCIÓN 25

dad, conectiva lógica, etc.; se debatía la cuestión de cómo es


posible que el lenguaje represente la realidad o la de si la
forma gramatical y la forma lógica coincidían. Flotaba además
en el ambiente la sensación de que se estaba conformando un
nuevo paradigma filosófico — lo que hoy conocemos con el
ciertamente confuso rótulo de «filosofía analítica»— , una de
cuyas fuentes esenciales está en la interacción entre el pensa­
miento de Frege, Russell y Wittgenstein en su primera época en
Cambridge. Flasta 1914 Wittgenstein permaneció en Cambrid­
ge — oficialmente como research student, algo así como un
estudiante de doctorado— . Son legendarias las discusiones que
mantenía a diario con Russell, que se vio enseguida sobrepasa­
do por aquel joven austríaco de quien, al principio, dudaba que
estuviese en su sano juicio. Las «Notas sobre lógica»3 constitu­
yen una magnífica guía de las preocupaciones filosóficas de
Wittgenstein entre 1911 y 1914.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Wittgenstein se alistó
como voluntario en el ejército austríaco, a pesar de que había
sido declarado inútil para el servicio por padecer una hernia.
Durante la guerra, en la que fue condecorado dos veces por su
valor, estuvo destinado en distintos lugares: patrullando el río
Vístula en la frontera entre el Imperio austrohúngaro y Rusia, en
una compañía de artillería en Cracovia, en Moravia, en el fren­
te del este y, al final de la guerra, en el frente sur, donde fue cap­
turado por los italianos cerca de Trento y transferido al campo
de prisioneros que se había establecido en Montecassino,
donde estuvo recluido hasta el mes de agosto de 1919. En su
mochila llevaba un conjunto de cuadernos de notas4 — Witt-

3 «Notes on Logic»/«Notas sobre lógica» (versión castellana de Josep L.


Blasco y Alfonso García Suárez), en Sobre el Tractatus logico-philosophictis,
revista Teorema, Valencia, 1972. Las notas dictadas a Moore en Noruega en
1914 son también importantes a estos efectos.
4 Muchos de tales cuadernos fueron destruidos por orden del propio Witt­
genstein. Fbrte de sus anotaciones entre 1 9 14 y 19 1 6 se publicaron en 1961. Hay
una traducción castellana de Jacobo Muñoz e Isidro Reguera, Diario filosófico
(1914-1916), Ariel, Barcelona, 1982. Se incluyen en esta edición las «Notas
sobre lógica», así como las notas dictadas a Moore en Noruega en 1914.
26 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Columna de prisioneros alemanes y austríacos en 1918, tras producirse el


armisticio que daba por finalizada la Primera Guerra Mundial. Al igual que
estos hombres, Wittgenstein tuvo que sufrir meses de cautiverio; su libera­
ción se produjo en el verano de 1919. © Anaya.

genstein tenía la costumbre de plasmar los pensamientos que


iba rumiando en forma de diario— y la versión mecanografia­
da, que había extraído en gran parte de esos cuadernos duran­
te aquel verano, lo que hoy conocemos como Tractatus logico-
philosophicus5. La historia de su publicación es bastante
rocambolesca. Wittgenstein intentó primero publicarlo en
varias editoriales austríacas y alemanas, que lo rechazaron
incluso después de que el muy prestigioso profesor Bertrand
Russell le hubiera escrito un prólogo, no del agrado de Witt­
genstein pero substancialmente elogioso. A la vista de ello,
alguna de las hermanas de Wittgenstein le ofreció pagarle la

5 El título con el que se conoce universalmente esta obra de Wittgenstein


fue sugerido por Moore después de que Wittgenstein rechazase ásperamen­
te la sugerencia de que se llamase «Lógica filosófica»: «¡No sé qué significa
[este título]!», respondió. «No existe la lógica filosófica (a no ser que se pien­
se que como todo el libro es un sinsentido, el título también puede serlo).»
En el nombre propuesto por Moore hay un eco del Tractatus theologico-poli-
ticus de Spinoza, una obra que, paradójicamente, es criticada por Schopen-
hauer por su optimismo.
INTRODUCCIÓN 27

publicación del libro, a lo que Ludwig respondió, en tono ofen­


dido, que él no era nadie para imponer su obra al mundo... si
el mundo no la quería. Finalmente, Russell se encargó de bus­
carle un editor. Consiguió que la revista Annalen der Naturphi-
losophie, cuyo director era el extravagante Wilhelm Ostwald,
publicase en 1921 el texto de Wittgenstein con el título de
Logisch-philosophische Abhandlung. Fue el último número que
publicó la revista. La edición no es muy buena, pero Wittgens­
tein no se privó de decir: «La considero una edición pirata. Está
llena de errores.» Al mismo tiempo Russell, o alguna persona
por encargo suyo, ofreció la obra de Wittgenstein a varias edi­
toriales británicas. Muchas la rechazaron — es famosa la nega­
tiva de Cambridge University Press, por ejemplo— hasta que
por una afortunada carambola la aceptó Routledge & Kegan
Fául, que publicó en 1922 una edición bilingüe con traducción
inglesa de C. K. Odgen realizada con la ayuda de Frank P. Ram-
sey. Así se inaugura la tradición de publicar las obras de Witt­
genstein en ediciones bilingües, lo que, junto con su propio
carácter, ha contribuido a darles un cierto aire oracular.
La época de la guerra supuso una profunda crisis en la vida
de Wittgenstein. Por una parte, no cabe duda de que las cir­
cunstancias de la contienda y el trato con sus compañeros de
armas tuvieron que haberle causado un gran impacto y quizás
fuese la causa que le indujo a leer con detenimiento los escri­
tos religiosos de Tolstói y los evangelios. En sus notas de la
época se consigna también un renovado interés por ciertos filó­
sofos que estaban en el ambiente de la Viena de su juventud,
alguna de cuyas obras ya conocía: entre ellos, Schopenhauer,
Nietzsche, Mauthner o Weininger. Por otra, el Tractatus rezuma
un fuerte pesimismo respecto de la filosofía: el libro, dice Witt­
genstein en su prefacio, expresa un conjunto de pensamientos
cuya verdad es definitiva. Pero tiene también el mérito de poner
de manifiesto cuán poco se logra cuando los problemas allí
planteados se resuelven. La moraleja de la obra es que los pro­
blemas filosóficos no son otra cosa que trampas que nos tiende
el lenguaje, y las proposiciones que expresan nuestro esfuerzo
reflexivo para liberarnos de ellas son sólo absurdos. Esto no
quiere decir que carezcan de valor: nos ayudan a alcanzar cier­
28 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

ta paz de espíritu pero, una vez lograda, ya no nos son útiles y


podemos (y debemos) prescindir de ellas. Sobre los problemas
que realmente son importantes: el sentido de la vida, la muer­
te, los valores, etc., sólo cabe el silencio. Wittgenstein se tomó
esta conclusión del Tractatus a pecho y en los diez años que
siguieron a su liberación del campo de prisioneros su actividad
filosófica se redujo drásticamente.
De 1920 a 1926 Wittgenstein ejerció como maestro de
escuela en varias aldeas de la Baja Austria. Su experiencia no
fue demasiado gratificante. Tuvo fricciones constantes con los
aldeanos, y su carácter austero y exigente con los escolares
le llevó a situaciones incluso de violencia que le torturarían
durante toda su vida. Consideró también la posibilidad de
entrar en un monasterio — llegó incluso a trabajar durante
algún tiempo como jardinero en el convento de Hütteldorf—
aunque abandonó rápidamente la idea. En 1926 se embarcó
en la tarea de construir una casa para su hermana en la Kund-
manngasse de Viena, en la que estaría enfrascado de manera
casi obsesiva durante dos años. Tanto Von Wright como Sluga
ven en esta obra una representación arquitectónica de los
puntos de vista lógicos, éticos y estéticos del Tractatus. El edi­
ficio se considera como un ejemplar típico del modernismo
formalista: como las proposiciones del Tractatus, está exento
de cualquier decoración superflua y en todo él se respira un
ambiente de serenidad, proporción y medida.
A lo largo de estos diez años de «retiro» Wittgenstein desa­
rrolló también cierta actividad filosófica. Durante 1919 y 1920
recibió la preparación oficialmente requerida para ser maestro
de escuela. En ese contexto se familiarizó con la obra de Karl
Bühler, un notable precursor de la teoría de la Gestalt cuyas
tesis tendrían cierta influencia en la obra posterior de Wittgen­
stein. Por otra parte, no es del todo descabellado pensar que su
experiencia como maestro le hubiera hecho contemplar el len­
guaje tanto en su contexto de aprendizaje como en la actividad
comunicativa ordinaria, y que esto le hiciera reflexionar sobre
la concepción estática que había ofrecido de él en el Tractatus.
En 1923 y 1924 tuvo en Viena una serie de conversaciones con
el matemático y filósofo F. P. Ramsey, quien había sido uno de
INTRODUCCIÓN 29

Edificio de la Ópera de Viena (fotografía de 1921). Por estos años em peza­


ron a reunirse en Viena un grupo de filósofos, matemáticos, científicos y lin­
güistas que, bajo la dirección del profesor Moritz Schlick, llegaron a formar
lo que se conoce como «Círculo de Viena». El Tractatus supuso para los
miembros del Círculo algo parecido a una «revelación» y su impronta es per­
ceptible en sus tesis más importantes. Wittgenstein no parece haber asistido
a ninguna reunión «oficial» del Círculo, aunque sí mantuvo relaciones per­
sonales con alguno de sus miembros, muy especialmente con Schlick y
Waismann. © Surhkamp Verlag.

los traductores del Tractatus, del que había hecho una excelen­
te recensión que apareció en la revista M in d en la que expre­
saba algunas agudas críticas. Por otra parte, el profesor Moritz
Schlick, fundador del famoso Círculo de Viena, y Friedrteh
Waismann, uno de sus miembros, entraron en contacto con
Wittgenstein a raíz de la favorable acogida que tuvo el Tracta­
tus en las sesiones del Círculo. Parece que Wittgenstein nunca
asistió a ninguna de sus reuniones «oficiales», aunque sí que
mantuvo contactos personales con alguno de sus miembros. De
hecho, las notas publicadas de sus conversaciones con Wais-
30 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

mann revelan que, al menos durante algún tiempo, aceptó el


principio de verificación — una de las divisas del Círculo de
Viena— , de acuerdo con el cual el significado de una oración
es su método de verificación. Este principio daría paso más
tarde a su famosa tesis de que el significado de una oración es
su uso en el lenguaje.
«Dios ha llegado. Lo encontré en el tren de las 5.15.» De este
modo anunciaba el ya entonces célebre economista John May-
nard Keynes la vuelta de Witgenstein a Cambridge en enero de
1929. Su intención era en principio solventar algunas dificul­
tades de las que ya era consciente cuando escribió el Tractatus
— particularmente la tesis de la independencia lógica de las pro­
posiciones elementales— y sobre las que había mantenido algu­
nas discusiones en su retiro austríaco. Nada más llegar se matri­
culó en la universidad con el objeto de hacer el trabajo de doc­
torado. Los buenos oficios de Russell, con quien, por cierto,
había chocado ya violentamente, y de sus poderosos amigos
universitarios hicieron que las estrictas normas de la Universidad
de Cambridge se interpretasen con benevolencia de manera que
en junio de ese mismo año se le concedió el doctorado en filo­
sofía. Excepcionalmente (en todos los sentidos) el Tractatus
hacía las veces de tesis doctoral. Un año más tarde, en 1930, se
le nombró fellow del Trinity College, en Cambridge. El período
que va desde su vuelta a Cambridge hasta el comienzo de la
Segunda Guerra Mundial es probablemente el más productivo
— lo que no significa que se materializase en publicaciones— de
toda su carrera. La única obra que Wittgenstein dio a la impren­
ta después del Tractatus, «Some Remarks on Logical Form»
(1929)6, y la conferencia publicada postumamente «A Lecture
on Ethics» (1930)7 ponen de manifiesto lo apegado que estaba
todavía a las tesis expuestas en su primera obra. Pero, a medida
en que se le ve profundizar en los problemas, uno no puede

6 «Some Remarks on Logical Form», Proceedings o f the Aristotelian


Society, sup. vol. IX (1929), pp. 162-71. Existe versión castellana en L. Witt­
genstein, Ocasiones filosóficas, Cátedra, Madrid, 1997.
7 «A Lecture on Ethics», The Philosophical Review, 74, 1965. Existe versión
castellana en L. Wittgenstein, Ocasiones filosóficas, Cátedra, Madrid, 1997.
INTRODUCCIÓN 31

substraerse a la impresión de que el soberbio edificio del Trac-


tatus está perdiendo sus cimientos. Asf, en sus escritos postumos
Philosophische Bemerkungen8 (1930) y Philosophische Cram-
matik9 (1931-1934) vemos a Wittgenstein ensayando una y otra
vez nuevos caminos filosóficos que abandona apenas ha reco­
rrido unos metros, hasta que en sus «Notes for Lectures on "Prí­
vate Experience" and "Sense Data"»8 10* (1932) y muy especial­
9
mente The Blue and Brown Booksu (1933-1935) puede perci­
birse ya el primer bosquejo de su nuevo comienzo en filosofía.
El punto de inflexión lo describe certeramente Hans Sluga cuan­
do afirma que el paso decisivo para el cambio lo dio Wittgens­
tein al percibir que su tesis de que toda oración significativa
debe tener una estructura precisa — si bien algunas veces está
oculta— y que esta estructura corresponde a la estructura lógica
de los hechos no era ni más ni menos que metafísica no justifi­
cada. O dicho de otra manera: el autor del Tractatus no había
comprendido la lógica del lenguaje y debía ahora beber de su
propia medicina. En esta época, hacia 1936, Wittgenstein empe­
zó también a escribir una revisión en alemán del Cuaderno
marrón que también desecharía casi inmediatamente, para con­
centrarse en lo que hoy conocemos como las primeras 189 sec­
ciones de las Investigaciones Filosóficas12, la obra emblemática
de su segunda época.
El estilo de las Investigaciones es completamente distinto al
del Tractatus. En lugar de aserciones lapidarias, numeradas de
forma que se perciba de forma inmediata su pertenencia a un

8 Philosophische Bemerkungen/Philosophical Remarks, Blackw ell,


Oxford, 1975. Existe traducción castellana en UNAM, México, 1996.
9 Philosophische Cram matik/Philosophical Grammar, Blackw ell,
Oxford, 1974. Existe traducción castellana en UNAM, México, 1992.
10 «Notes for Lectures on "Private Experience" and "Sense Data"», The
Philosophical Review, 77, 1968. Existe versión castellana en L. Wittgenstein,
Ocasiones filosóficas, Cátedra, Madrid, 1997.
,1 The Blue and Brown Books, Blackwell, Oxford, 1958. Existe versión
castellana en Tecnos, Madrid, 1968.
12 Philosophische Untersuchungen/Philosophical Investigations, Black-
well, Oxford, 1953. Existe versión castellana en Crítica/UNAM, Barcelo-
na/México, 1988.
32 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

sistema compacto, la nueva concepción pluralista del lenguaje


que se nos presenta tiene la forma de un diálogo en el que se
plantean objeciones y contraobjeciones a las doctrinas filosófi­
cas más comunes (incluyendo las tesis del Tractatus) sobre el
significado, la comprensión, el seguir una regla, la naturaleza
de los estados mentales, etc. Su defensa de que las palabras de
nuestro lenguaje sólo tienen significado en la medida en que
existen criterios públicos de aplicación para ellas dio lugar a lo
que se conoce como «el argumento del lenguaje privado», el
problema filosófico contemporáneo sobre el que, posiblemen­
te, se han derramado más ríos de tinta.
Durante este período, Wittgenstein estrechó algunas am is­
tades antiguas — por ejemplo, con Moore o Ramsey— y esta­
bleció otras nuevas — por ejemplo, con el economista Piero
Sraffa, de quien se dice que le dejó perplejo (y pensativo)
cuando le preguntó por la forma lógica del gesto de despre­
cio que hacen habitualmente los napolitanos pasándose la
mano por la barbilla— . También, como miembro de la uni­
versidad tuvo que hacerse cargo de sus obligaciones docen­
tes. Su fuerte y extraña personalidad — lo más parecido a un
profeta, dijo de él uno de sus estudiantes— atrajo a un
pequeño número de fieles e inteligentes alumnos, entre los
que se cuentan nombres como Alan Turing, Elisabeth Ans-
combe, Norman Malcolm o Rush Rhees, para citar sólo algu­
nos. Sus clases, muy poco «académicas» por cierto, y a las
que solían asistir también algunos de los grandes de Cam ­
bridge, se convirtieron casi de inmediato en una leyenda, y
las opiniones que Wittgenstein exponía en ellas se susurra­
ban en los ambientes filosóficos casi como si fueran la nueva
verdad revelada. A este carácter un tanto esotérico que
adquirió su filosofía no le fueron ajenos ni la propia perso­
nalidad de Wittgenstein, ni la sensación de elegidos como
destinatarios de lá buena nueva que tenían sus «discípulos»,
ni, sobre todo, el hecho de que Wittgenstein no fuera a publi­
car obra alguna desde 1929.
En 1938, después de la anexión de Austria por el régimen de
Hitler, Wittgenstein se convirtió en ciudadano británico. Al año
siguiente, la Universidad de Cambridge le concedió una cáte-
INTRODUCCIÓN 33

dra de filosofía, en la que sucedería a su amigo G . E. Moore.


Sólo un año después estalló la Segunda Guerra Mundial, lo que
supuso, a pesar de que durante los años de la contienda Witt-
genstein continuó parcialmente con su actividad académica en
Cambridge, un nuevo paréntesis en su vida. Wittgenstein era de
origen judío, su país estaba ocupado por Hitler y, aunque su
familia no fue deportada, hubo de pagar un alto precio — nunca
mejor dicho lo de «precio»— para no ser molestada por los
nazis. Wittgenstein afrontó la guerra con una actitud distinta a
la que había adoptado en 1914, muy lejos del impulso que le
había llevado a ir al frente como voluntario. Es posible que
deseara la guerra para acabar con la pesadilla hitleriana, pero,
como le sucedió a la mayor parte de los europeos, es casi segu­
ro que pensase que se trataba de una obligación que había que
cumplir sin ningún entusiasmo. De hecho, contribuyó al esfuer­
zo de la guerra haciendo primero de portero en el Guy Hospi­
tal de Londres y, a partir de 1943, trabajando en un laboratorio
de un hospital de Newcastle, en el noroeste de Inglaterra. Von
Wright cuenta que durante esta época Wittgenstein diseñó
algunas mejoras técnicas que resultaron muy útiles para el tra­
bajo clínico del laboratorio.
Al acabar la guerra Wittgenstein reanudó de manera plena
su actividad docente en Cambridge. Pero sería por poco tiem­
po. Sus últimas clases fueron las correspondientes al primer
trimestre de 1947 y, al final de ese año, presentó su dimisión
como catedrático. La excusa era que quería reelaborar todo el
material escrito que había acumulado antes de la guerra y,
particularmente, redactar una versión publicable de las Inves­
tigaciones filosóficas, una tarea que nunca llegó a completar.
Su abandono no constituye una sorpresa. Wittgenstein odiaba
el ambiente académico de Cambridge — probablemente odia­
ba cualquier ambiente académico— y, dado su carácter,-lo
que es un evento espectacular es que resistiera allí durante
casi dieciocho años.
En 1948 se estableció en un lugar apartado de la costa
occidental de Irlanda y más tarde en un hotel de Dublín,
donde a mediados de 1949 había completado la segunda
parte del texto de las Investigaciones filosóficas. Pero también
34 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

empezó a trabajar sobre temas relacionados con la percepción,


la epistemología, la filosofía de la psicología y la filosofía de la
mente. De las reflexiones publicadas bajo el título Sobre la cer­
teza13, que recogen algunas de las notas que Wittgenstein escri­
bió pocos días antes de su muerte, se ha dicho con razón que
ilustran de manera paradigmática el hilo de continuidad que
informa su postura filosófica a través de los distintos cambios.
En esta obra Wittgenstein combate tanto el escepticismo filosó­
fico como sus sucesivos intentos de refutación. Al escéptico le
dice que conocemos muchas cosas, aunque reconoce que esto
no quiere decir que toda proposición que decimos conocer
sea igualmente fiable. A los filósofos que intentan fundamen­
tar la seguridad del conocimiento en proposiciones absoluta­
mente ciertas les echa en cara que tales proposiciones sólo
desempeñan una función normativa — son una especie de
patrones de medida— en el sistema de creencias que consti­
tuye nuestra forma de vida: no expresan, como ellos errónea­
mente creen, ninguna profunda verdad metafísica. Son el
punto final de cualquier explicación no porque su autoevi-
dencia y seguridad se impongan, sino porque nuestra prácti­
ca de la explicación incluye que tales proposiciones son su
punto final. Es parte de nuestras prácticas el que funcionen de
ese modo. Ésta es toda la historia.
Wittgenstein sabía desde finales de 1949 que padecía cán­
cer de próstata. A pesar de ello, durante los dos años finales de
su vida trabajó a buen ritmo en los períodos que la enfermedad
se lo permitía. Murió en Cambridge rodeado por alguno de sus
amigos a finales de abril de 1951. Parece cierto que el día antes
de su muerte, antes de perder la consciencia, respondió con un
«¡Decidles que la vida ha sido maravillosa!» a la noticia de que
sus amigos más cercanos estaban viajando hacia Cambridge
para visitarlo. Como ha observado Norman Malcolm, uno de
sus amigos más cercanos, es cuando menos sorprendente que
una persona que, según confesión propia, había sufrido una

13 Ueber Cewissheit/On Certainty, Blackwell, Oxford, 1969. Existe una


version castellana en Cedisa, Barcelona, 1988.
INTRODUCCIÓN 35

infancia y juventud miserables, y cuya vida había sido aparen­


temente un paradigma de infelicidad, dijese al final de sus días
y en medio de los sufrimientos de una enfermedad terrible que
la vida había sido maravillosa. Y mucho más sorprendente,
añado yo, para un filósofo que tuvo como divisa que los proce­
sos internos requieren criterios externos.

II. EL TR A SFO N D O DEL TRACTATUS: F R E G E Y RUSSELL

Wittgenstein no era un profesor de filosofía típico. Como


diceVon Wright, la «fría objetividad» y la «meditación desapa­
sionada» no cuadraban con su talante. Esto explica que no
poseyera un amplio conocimiento de los autores con los que las
universidades exigen a sus estudiantes que estén familiarizados.
(Se cuenta que, al preguntarle Lady Ottoline, una de las aman­
tes de Russell, por su opinión acerca de Aristóteles, su respues­
ta fue: «¡Pero por Dios, si nunca he leído a Aristóteles!») Witt­
genstein ponía su alma en todo lo que hacía y sólo podía leer
aquello que despertaba pasionalmente su interés. Sabemos que
leyó algunas obras de Platón, Spinoza, Elume, Kant, Schopen-
hauer y quizás de algunos otros, pero no de manera sistemáti­
ca. La impronta de algunos de estos grandes filósofos es clara­
mente perceptible en el Tractatus, como se ha señalado ante­
riormente. Sin embargo, en el prefacio de qsta obra Wittgenstein
sólo reconoce explícitamente su deuda con Frege y Russell:
«Sólo quiero mencionar — afirma— que debo a las grandiosas
obras de Frege y a los trabajos de mi amigo Bertrand Russell una
gran parte del estímulo que ha alimentado mis pensamientos.»
Aun reconociendo que hay muchas más influencias filosóficas
en el Tractatus, no cabe duda de que fue su lucha intelectual
con el pensamiento de estos dos grandes filósofos la que sirve
de trasfondo a esta obra.
Como hemos visto, Wittgenstein empezó a dedicarse seria­
mente a la filosofía a través de su interés por los fundamentos
de la matemática y la naturaleza de la lógica y, por consejo de
Frege, decidió trasladarse a Cambridge para estudiar al lado de
Russell. Frege, el fundador de la lógica matemática o lógica
36 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Retrato de Bertrand Russell. Por consejo de Frege Wittgenstein decidió matri­


cularse en la Universidad de Cambridge para estudiar bajo la supervisión de
Russell. La colaboración intelectual entre ambos fue ubérrima, si bien sus
relaciones personales fueron tormentosas. © Anaya.
INTRODUCCIÓN 37

simbólica, no se había propuesto diseñar un lenguaje simbóli­


co que hiciera avanzar la lógica tradicional. Su propósito era
más bien proporcionar a la aritmética unos fundamentos segu­
ros que él creía que eran esencialmente lógicos, y su nuevo
lenguaje simbólico — la Conceptografía— debía ser el vehícu­
lo que le permitiese derivar la totalidad de la aritmética a par­
tir de la lógica. Ahora bien, al ponerse manos a la obra, Frege
llevó a cabo, sin proponérselo, la transformación más radical
que la lógica ha sufrido desde la época de Aristóteles. Frege
partía de la convicción de que el lenguaje ordinario no ofre­
cía garantía alguna de seguridad: las ambigüedades y vague­
dades de las que estaba aquejado enmascaraban muchas
veces lo que él denominaba el «contenido conceptual» de las
oraciones, lo que servía de soporte a las inferencias. No es que
Frege estuviera interesado — al modo de Llull o de Leibniz—
en la construcción de lenguajes lógicamente perfectos que sir­
viesen como instrumentos de solución de problemas de la más
variada índole. Pensaba que el lenguaje simbólico y el ordi­
nario mantenían una relación muy semejante a la que existe
entre el microscopio y el ojo. El ojo es mucho más versátil que
el microscopio: se aplica a infinidad de objetos y en infinidad
de situaciones. Pero el microscopio es más útil en los casos en
los que necesitamos un detalle particular de un objeto parti­
cular (y esto quiere decir también que en las situaciones ordi­
narias es perfectamente inútil). El lenguaje de la Concepto-
grafía es el instrumento con el que analizamos el soporte de
las inferencias, lo que nos permite desnudar las expresiones
lingüísticas dejando sólo sus contenidos conceptuales, hacien­
do más perspicua de este modo su lógica.
Al intentar explicar cómo el lenguaje ordinario enmascaraba
el contenido conceptual, Frege utilizó un arma que resultó ser
muy fructífera: se trata de la idea de que no debe darse por
supuesto que la forma gramatical coincide siempre con la forma
lógica. De este modo pudo superar las fatales limitaciones
expresivas de la lógica tradicional. Así, en vez de analizar las
proposiciones (oraciones declarativas) en términos de sujeto-
predicado — tal como su forma gramatical sugiere— una de sus
decisiones cruciales consistió en analizarlas como función y
38 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

argumento. Característicamente, una función es algo incomple­


to — insaturado— que se convierte en un todo completo cuan­
do se rellenan sus lugares de argumento (señalados por varia­
bles). Por ejemplo, la expresión «2-x3 + x» representa una fun­
ción de la variable x dado que su valor es función del argu­
mento al que se refiere el signo que reemplaza a x, a saber, 3
para el argumento 1 ,1 8 para el argumento 2, etc. El valor de
una función matemática, igual que su argumento, es siempre un
número. Pero Frege extendió la noción de función de manera
que se aplicase a entidades no numéricas. En primer lugar a
expresiones como «el conquistador de x» que tiene el valor
César para el argumento las Galias y a expresiones como «x
conquistó las Galias» que, cuando se rellena su lugar de argu­
mento, se convierte en la oración «César conquistó las Galias».
Esta oración, en vez de analizarse en términos de sujeto-predi­
cado, se descompone en la expresión funcional «x conquistó las
Galias» y el nombre «César», que ocupa en la expresión fun­
cional el lugar de argumento. De este modo, estamos tratando
a la expresión funcional «x conquistó las Galias» de manera
semejante a como tratamos «2*x3 + x» y al nombre «César»
como los numerales «1», «2», etc., que anteriormente ocupa­
ban los lugares de argumento. A su vez, el valor de esta función
ya no es un número; es lo verdadero para el argumento César y
lo falso para, pongamos por caso, el argumento Silvio Berlusco­
ni. Los valores de una función de este tipo son entonces, en vez
de entidades numéricas, objetos lógicos (valores de verdad), lo
denotado por «lo verdadero» o «lo falso». Una función de un
solo argumento cuyo valor es siempre un valor de verdad es un
concepto. Así «xconquistó las Galias» expresa un concepto que
pone en correspondencia argumentos con valores de verdad.
Frege aplicó este mismo análisis a las conectivas lógicas y a
los cuantificadores. Las proposiciones atómicas (aquellas que
no contienen símbólos lógicos) funcionan como nombres de
valores de verdad — del mismo modo que el nombre «César»
nombra a un emperador romano la proposición «César con­
quistó las Galias» nombra un objeto lógico, lo verdadero— y
las proposiciones moleculares son compuestos de proposicio­
nes atómicas cuyos símbolos lógicos expresan funciones que
INTRODUCCIÓN 39

toman valores de verdad como argumentos y como valores al


mismo tiempo. Así la negación «~p» pone en correspondencia
el valor de «p» con su opuesto; si «p» tiene como valor (nom­
bra) lo verdadero, «~p» nombra lo falso; la disyunción «p v q»
pone en correspondencia las parejas de valores «verdadero,
verdadero», «verdadero, falso» y «falso, verdadero» con lo ver­
dadero y la pareja «falso, falso», con lo falso, etc., etc. Uno de
los avances más importantes de Frege consistió en aplicar la
distinción entre función y argumento a la cuantificación.
Tomemos la proposición «Aristóteles es filósofo». Si la anali­
zamos como un compuesto del nombre «Aristóteles» y la
expresión funcional «x es filósofo» podemos decir que para el
argumento Aristóteles la función que expresa «x es filósofo» es
verdadera. ¿Cómo podríamos expresar que esta función resul­
ta ser verdadera para todo argumento? Frege diseñó una nota­
ción para expresar esto último, que, en su versión contempo­
ránea reza « V x (x e s filósofo)» y que puede parafrasearse como
«sea cual sea el argumento que contemplemos la función
expresada por "x es filósofo" resulta ser verdadera». Lo que en
castellano ordinario equivaldría (restringiendo el rango de los
argumentos a los seres humanos) a «Todo ser humano es filó­
sofo» (que, naturalmente, es verdadera si es cierto que, sea
cual sea el argumento que contemplemos, la función expresa­
da por "x es filósofo" resulta ser verdadera). Esta oración es,
desde el punto de vista gramatical, de sujeto-predicado, pero
desde el punto de vista lógico lo que tenemos es un cuantifi-
cador, una variable y una función proposicional. El cuantifica-
dor funciona como una función un tanto especial — una fun­
ción de «segundo nivel» la llama Frege— que toma como argu­
mentos funciones del primer nivel y que toma como valores lo
verdadero si estas últimas toman como valor lo verdadero para
todo argumento y lo falso en caso contrario. Existerrtambién
funciones de segundo nivel que toman como argumentos fun­
ciones del primer nivel y como valores lo verdadero siempre
que estas últimas tomen como valor lo verdadero para al
menos un argumento: se trata del cuantificador existencial una
de cuyas lecturas castellanas es «algunos» en, por ejemplo,
«Algunos son filósofos». Además, del mismo modo que «Aris-
40 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

tételes es filósofo» no se analiza lógicamente como siendo de


sujeto-predicado, la proposición «Aristóteles es discípulo de
Platón» se analiza en términos de la función que expresa «xes
discípulo de y», expresión que está saturada en este caso por
los nombres «Aristóteles» y «Platón». Si generalizáramos la
proposición anterior obtendríamos la fórmula que, en su ver­
sión contemporánea, rezaría V x V y (x es discípulo de y). Su
sentido es: para cualesquiera dos signos para argumento que
reemplacen a x e y en la expresión funcional «x es discípulo
de y», la función expresada por ella es hecha verdadera.
Obsérvese que esto representa un avance importantísimo en el
poder expresivo de la lógica. Para la lógica tradicional las pro­
posiciones «Aristóteles es filófoso» y «Aristóteles es discípulo
de Platón» tenían la misma forma. Esto significaba que no
había una manera adecuada de analizar proposiciones o razo­
namientos que dependieran de relaciones como las expresa­
das por «x es menor que y», «x es el sucesor de y», «x es la
causa de y», etc. Como es obvio, son tales relaciones las que
entran de manera central en la formalización de teorías mate­
máticas y científicas, tarea en la que Frege estaba empeñado.
Estos avances en el lenguaje de la lógica le permitieron a
Frege ofrecer por vez primera en la historia de la lógica un
cálculo deductivo para la lógica de primer y segundo orden
que era tan perfecto que alguno de sus aspectos sólo serían
superados cincuenta años más tarde. Su sistema le dio tam­
bién la oportunidad de presentar la inducción matemática
como una consecuencia puramente lógica y, lo que es más
importante para su proyecto de reducción de la aritmética a la
lógica, definió los números como clases de conceptos equi­
valentes, esto es: como clases de clases con el mismo núme­
ro de miembros. Frege introdujo también, en el curso de la
construcción de su lenguaje formal, nociones clave de la
semántica contemporánea como las de sentido y referencia.
En su sistema toda proposición expresa un sentido (un pensa­
miento tomado como objeto abstracto que es el modo de pre­
sentación de la referencia) y tiene una referencia que es un
valor de verdad, y lo mismo sucede con los componentes pre­
posicionales. Así, por ejemplo, los nombres propios tienen en
INTRODUCCIÓN 41

el sistema de Frege tanto un sentido (el modo de presentación


de la referencia) como una referencia (el objeto por el que
están).
Por la misma época, Russell trabajaba denodadamente
sobre fundamentos de la matemática haciendo uso de
muchos de los logros del nuevo lenguaje de la lógica diseña­
do por Frege. Había, sin embargo, algunas diferencias impor­
tantes tanto entre los elementos de sus sistemas como en el
alcance que querían darle. Así, por ejemplo, la noción que
Russell utilizaba de función proposicional tomaba como valo­
res proposiciones y no, como sucedía en el caso de Frege, los
dos objetos lógicos «lo verdadero» y «lo falso». Además,
Frege admitía que algunas proposiciones del lenguaje ordina­
rio, prohibidas desde luego en un lenguaje como el de su con-
ceptografía, podían carecer de referencia — carecer de valor
de verdad— y ser, sin embargo, significativas. Así, una propo­
sición como «El actual rey de Francia es calvo» carecía de
valor de verdad en virtud de que una de sus partes significati­
vas, «el actual rey de Francia», no se refiere a ningún objeto,
pero era significativa porque tanto la proposición completa
como sus partes tenían un sentido. Esto quiere decir, dicho sea
de paso, que para Frege la referencia no forma parte del sig­
nificado: el que una expresión tenga o no referencia tiene que
ver con cómo son las cosas del mundo, pero el significado
tiene que ver sobre todo con el sentido y una expresión como
«el actual rey de Francia» puede ser perfectamente significati­
va y completa sin que en el mundo haya nada que le corres­
ponda. Russell, sin embargo, rechazaba la distinción fregeana
entre sentido y referencia y defendía que proposiciones como
la anterior no tenían como constituyente genuino la expresión
«el actual rey de Francia». Si la analizamos como «Hay uno y
sólo un objeto que es rey de Francia y ese objetó es calvo»
vemos que no hay en ella ninguna expresión que parezca
referirse al actual rey de Francia, de modo que desaparecería
la ilusión de que la existencia o no existencia del actual rey
de Francia pudiera tener alguna influencia en el hecho de que
la proposición carezca o no de valor de verdad. Para Russell,
en contra de Frege, las proposiciones de este tipo, si son sig­
42 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

nificativas, tienen que tener valor de verdad. Su análisis esta­


blece que son verdaderas sólo si hay uno y sólo un objeto
que es rey de Francia y es calvo, y son falsas (y no es cierto
que carezcan de valor de verdad) cuando no hay rey de Fran­
cia, hay más de uno o no es calvo. Russell tenía además
ambiciones metafísicas de largo alcance que eran ajenas a las
preocupaciones más inmediatas de Frege. El atomismo lógi­
co — proyecto en el que el propio Russell reconoce que
«explica algunas ¡deas que aprendí de mi amigo y antiguo
alumno Ludwig Wittgenstein»— es un intento de construir un
sistema reduccionista de base empírica apoyándose en los
instrumentos que ofrecía la nueva lógica. De este modo, toda
proposición compleja se analizaría en sus proposiciones ató­
micas componentes que, a su vez, estarían compuestas de
nombres que tendrían referencia garantizada. Tales nombres
no podrían ser, naturalmente, los nombres propios ni las des­
cripciones definidas ordinarias («Cancerbero», por ejemplo,
es un nombre propio y carece de referencia) y Russell pensó,
al menos durante algún tiempo, que sólo podrían considerarse
como nombres propios expresiones como, por ejemplo, «yo»
o «aquí, ahora, rojo» de cuyo contenido tenemos conoci­
miento por familiaridad.
Frege también se preocupó por reflexionar acerca de la
naturaleza de la lógica. Probablemente su propósito tampoco
era altamente especulativo: simplemente su proyecto exigía
tener seguridad de que no se colase en su sistema ninguna
contradicción y para ello necesitaba indagar sobre la natura­
leza de su disciplina. El golpe más amargo de su vida se lo dio
una carta de Bertrand Russell que recibió en junio de 1902.
En ella Russell le anunciaba que había encontrado lo que, a
todas luces era una contradicción en su sistema. Como hemos
visto, el propósito principal de Frege era mostrar que la arit­
mética podía derivarse de nociones que eran puramente lógi­
cas (particularmente, no eran nociones aritméticas). Una
pieza muy importante en el proyecto era su ingeniosa defini­
ción de número como clase de clases que tienen el mismo
número de miembros. Esto permite hablar, en principio, de
clases de clases, de clases de clases de clases, etc. Ahora bien,
INTRODUCCIÓN 43

mientras que nadie querrá aseverar que la clase de los hom­


bres es un hombre, ¿qué pasa con la clase de todas las clases?
Seguramente queremos aseverar que, en este caso, sí se trata
de una clase. ¿Y qué pasa con la clase de todas las clases que
no son miembros de sí mismas? ¿Es esta clase miembro de sí
misma? Si lo es, no puede ser miembro de la clase de todas
las clases que no son miembros de sí mismas; por tanto, no
puede ser miembro de sí misma. Pero, si no es miembro de sí
misma, entonces tiene que ser miembro de la clase de todas
las clases que no son miembros de sí mismas; por tanto, tiene
que ser miembro de sí misma. He aquí la paradoja. Russell
intentó que su sistema no diera lugar a paradojas como ésta
introduciendo su teoría de tipos. Las líneas generales de su
idea no son difíciles de explicar. Tomemos la proposición «La
clase de todos los leones no es un león» que parece decir algo
que es verdadero. Sin embargo, si adoptamos la teoría de
tipos, tendremos que decir que esta proposición carece más
bien de significado — la cuestión de su verdad o falsedad ni
siquiera se plantea— pues afirma de un tipo lógico, la clase
de los leones, algo que no le conviene, a saber: que no es un
león. Pues de un objeto puedo afirmar que es un león o que
no lo es, pero no tiene sentido de una clase decir que tiene un
predicado que corresponde a un objeto. Objetos, clases, cla­
ses de clases, y así sucesivamente, pertenecen a tipos lógicos
distintos y, para preservar el significado, la teoría de tipos pro­
híbe predicar de una entidad perteneciente a un tipo lógico
particular algo que pertenece a un tipo lógico distinto.

III. EL TRACTATUS: LOS LÍMITES DEL SEN TID O

La aparición de la paradoja de las clases constituía^ un


desafío para todo aquel que estuviese interesado en la funda-
mentación de la matemática en la lógica tal como Frege y
Russell la habían concebido. Cuando Wittgenstein llegó a
Cambridge hacía sólo tres años que Russell había formulado
por vez primera su teoría de tipos. Después de un breve pe­
ríodo de desconfianza — «no sé si se trata de un idiota o de un
44 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

genio», le dice Russell a Lady Ottoline— Russell parece asig­


narle la tarea de lidiar con las cuestiones relacionadas con la
naturaleza de la lógica, cuestiones sobre las que Wittgenstein
discutía apasionadamente y tenía opiniones propias. Pensaba,
por ejemplo, que la teoría de tipos era errónea porque decre­
taba que proposiciones del tipo «El número 5 pertenece a la
clase de todos los pares de los números naturales» era for­
malmente incorrecta en virtud de su contenido. Pero para él
esta constricción no pertenecía a la lógica y, por tanto, no
podía servir para el propósito de fundamentar la matemática
en la lógica (pues introducía una noción que no era estricta­
mente lógica). La única manera de hacerlo era que la teoría
de tipos tuviera este mismo resultado, pero hablando exclusi­
vamente de las condiciones que debía cum plir cualquier sis­
tema de representación para ser adecuado. Wittgenstein pen­
saba que esto era justamente algo que no se podía decir (esto
es, enunciar) y por ello la teoría de tipos no tenía el efecto de
«bloqueo» que Russell le atribuía. Pero, entonces, la conclu­
sión era que cualquier sistema simbólico que permitiese la
aparición de paradojas como la paradoja de las clases no
podía ser lógicamente perspicuo y la teoría de tipos o expe­
dientes similares ni siquiera rozaban el problema. La tarea se
configuraba entonces como la de elucidar las condiciones
que debe cum plir cualquier sistema de representación de
modo que evitase las paradojas precisamente en virtud de su
naturaleza, de modo que hiciera superfluo el recurso a aña­
gazas como la teoría de tipos.
Una manera adecuada de contextualizar el proyecto de
elucidar lo que es esencial en todo sistema de representación
es colocarlo dentro de la tradición kantiana (como han hecho
desde antiguo estudiosos de Wittgenstein como, por ejemplo,
Erik Stenius14). El nervio filosófico de Kant puede verse como
un esfuerzo sostenido para separar el reino de la razón teóri­
ca del reino de la razón práctica. Sus ataques van dirigidos

14 En, por ejemplo, Wittgenstein's Tractatus. A Critical Exposition o f the


Main Lines o f Thought, Blackwell, Oxford, 1960.
INTRODUCCIÓN 45

contra la metafísica de Leibniz y Wolff cuyo error consiste en


tratar con métodos de la razón teórica los problemas acerca
de Dios, la inmortalidad del alma, el libre albedrío, etc., que
pertenecen al ámbito de la razón práctica y que, por tanto,
deben ser tratados con sus propios métodos. Esto exigía una
labor de delimitación, pero ¿cómo se pueden establecer lím i­
tes a la razón teórica? Kant llamó deducción transcendental a
la investigación de la razón teórica que muestra los límites de
toda experiencia posible y, a la vez, el tipo de problemas que
están más allá del límite. Tal investigación permite establecer
que la razón humana se extravía de forma inevitable cuando
transciende los límites de toda experiencia posible y, a pesar
de ello, se empeña en seguir usando los métodos de la razón
teórica. La investigación del límite no es otra cosa que la inda­
gación de lo que es posible para la razón teórica, lo que es
posible objeto de la intuición (lo que es imaginable), lo que es
inteligible.
Sólo es necesario hacer una modificación parcial de las
tesis de Kant para darse cuenta de dónde se sitúa el propósito
de elucidar los rasgos más generales de todo sistema de repre­
sentación. Si en vez de concebir lo que es posible a la razón
teórica en términos psicológicos (lo que es «intuible», «ima­
ginable», «inteligible») lo hacemos en términos de lo que es
«pensable» y tenemos en cuenta que un pensamiento es para
Wittgenstein una figura lógica de los hechos, una proposición
con sentido, nos encontraremos con que la investigación
sobre los rasgos más generales de todo sistema de representa­
ción es una investigación sobre los límites de lo que puede
decirse con sentido. El propio Wittgenstein es perfectamente
consciente de ello. Leemos en su prefacio: «El libro quiere tra­
zar un límite al pensar o, mejor dicho, no al pensar sino a la
expresión de los pensamientos; porque, para trazar un límite
al pensar, tendríamos que poder pensar ambos lados de ese
límite (tendríamos que pensar lo que no puede pensarse»). Por
ello, el límite sólo podrá trazarse en el lenguaje y lo que está
al otro lado del límite será, simplemente, un sinsentido.» Esto
es: el propósito del Tractatus es establecer límites a lo que
puede decirse con sentido que, dado que todo pensamiento
46 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Portada de la edición bilingüe (alemán-español) del Tractatus logico-philo-


sophicus publicada por Alianza Editorial. El hecho de que esta obra se haya
traducido a más de treinta idiomas demuestra el grado de interés que este
libro sigue despertando en todo el mundo. © Tecnos.
INTRODUCCIÓN 47

es expresable por medio de proposiciones, equivale a esta­


blecer límites al pensamiento. Ha de tenerse en cuenta ade­
más que tales límites no pueden fijarse mediante proposicio­
nes con sentido pues, en tal caso, necesitaríamos pensar tanto
lo que está dentro del límite como lo que cae fuera de él y
esto último no son más que puras combinaciones de signos
sin sentido alguno. El límite sólo puede fijarse entonces
«desde dentro», sólo pueden fijarlo los rasgos más generales
de toda representación.
Wittgenstein utilizó para esta empresa el envoltorio de la
filosofía del atomismo lógico de Russell — la tesis de que las
proposiciones han de poder analizarse completamente, su
concepción de los objetos y de los nombres, etc., se hacen
eco de las aspiraciones metafísicas de su mentor— . Pero creo
que puede decirse con justicia que esto es algo más bien
secundario. El núcleo a partir del que se desarrolla la tarea de
establecer los límites del sentido es lo que se conoce como la
teoría de la figura. Una figura es un hecho — es, por tanto,
algo complejo— que consta de elementos en conexión (la
estructura de la figura). Se cuenta que a Wittgenstein se le
ocurrió la idea de la teoría de la figura hojeando durante la
guerra — la leyenda dice que en el mismísimo frente— una
revista en la que se ilustraba cómo se representaban los acci­
dentes de tráfico en los juzgados de París. Una disposición
espacial de juguetes, muñecos, etc., que hacían las veces de
los vehículos y las personas que habían tomado parte en el
accidente, servía a los jueces y abogados como figura vivien­
te de lo que había pasado en la calle. Presumiblemente, a
Wittgenstein se le ocurrió que la razón por la que tal disposi­
ción podía representar lo que en efecto había sucedido se
debía a que los juguetes, muñecos, etc., podían estar en las
mismas relaciones espaciales que las personas y objetos que
habían intervenido en el accidente. En una primera aproxi­
mación podríamos decir que la esencia de la figuración con­
siste en que figura y hecho figurado tienen forma figurativa,
esto es: lo que la figura y el hecho figurado han de tener en
común para que aquélla figure a éste. Ahora bien, hay muchos
tipos de figuras; algunas son espaciales, pero otras son ero-
48 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

máticas, musicales, etc., y esto quiere decir que se puede


prescindir del rasgo espacial de la representación con jugue­
tes y muñecos que hemos tomado como ejemplo. Pues pode­
mos hacer una figura del hecho de que A es más alto que B
cantando, por ejemplo, dos notas musicales la primera más
alta que la segunda o utilizando dos manchas cromáticas de
distinta intensidad. Esto requiere que el rasgo más general de la
figuración no esté ligado a ninguna forma particular de repre­
sentación (espacial, musical, cromática, etc.). Ese rasgo gene­
ralísimo es la forma lógica: lo que cualquier figura tiene que
tener común con la realidad para poder figurarla, la forma de
la realidad.
En una entrada de uno de los cuadernos de notas de Witt-
genstein correspondiente a 1916 leemos: «Mi trabajo se ha
extendido de los fundamentos de la lógica a la naturaleza del
mundo.» Efectivamente, parece que el estudiante preocupado
en principio por los problemas de la fundamentación de la
matemática se ve llevado a estudiar la esencia de la represen­
tación, formula para ello la teoría de la figura y, casi de inme­
diato, se encuentra con que el rasgo esencial de toda figura­
ción, la forma lógica, le abre una ventana nada menos que a la
naturaleza del mundo. Pues la forma de cualquier figura — toda
figura es también una figura lógica además de ser una figura
espacial, cromática o musical— tiene que ser compartida por la
realidad de la que es figura. No es posible que algo que es figu­
ra de la realidad no comparta con ella la forma de figuración.
Pues decir que algo es una figura de la realidad es lo mismo que
decir que tiene forma lógica. Esto explica la significación de las
proposiciones con las que se abre el Tractatus — aunque no su
ubicación, que podría intentar conseguir algún efecto dramáti­
co; diremos algo sobre esto más tarde— , en las que habla del
mundo como totalidad de los hechos en el espacio lógico, de
la descomposición de los hechos en estados de cosas y de éstos
en objetos, de los objetos como entidades simples y eternas que
siempre ocurren en combinaciones de estados de cosas y for­
man la substancia del mundo, etc.
La noción de forma lógica le permite a Wittgenstein gene­
ralizar su tesis de la representación figurativa de modo que se
INTRODUCCIÓN 49

aplique a pensam ientos— un pensamiento es una figura lógi­


ca de los hechos— y finalmente a las proposiciones cuyo rasgo
distintivo es que sus elementos constituyentes son palabras.
Por otra parte, una oración hablada o escrita es un signo pro-
posicional, y una proposición no es más que un signo propo-
sicional — que es algo perceptible por los sentidos— emplea­
do como proyección de una situación posible. Tanto los pen­
samientos como las proposiciones son figuras lógicas. Esto
quiere decir que ambos son hechos — están compuestos de
elementos (constituyentes psíquicos en el caso de los pensa­
mientos, palabras en el de las proposiciones)— que comparten
forma figurativa con la realidad. Contra Frege y Russell, Witt-
genstein defiende que las proposiciones no son nombres ni de
valores de verdad ni de hechos: tienen sentido — representan
una situación posible— pero carecen de referencia. Por otra
parte, los componentes de las proposiciones, los nombres, son
representantes de objetos y, al modo de Russell, tienen refe­
rencia garantizada pero, contrariamente a las tesis de Frege, su
relación con los objetos por los que están es directa, no está
mediada por contenido descriptivo alguno (no tienen sentido).
Fas proposiciones tienen la característica de ser bipolares: su
sentido está siempre en acuerdo o en desacuerdo con la reali­
dad; son, respectivamente, verdaderas o falsas. Fo que puede
decirse con sentido (el límite del sentido, si se quiere) son
entonces las proposiciones de la ciencia natural pues son sólo
ellas las que enuncian situaciones posibles.
¿Qué sucede con las proposiciones de la lógica que, recor­
demos, eran las que habían llevado a Wittgenstein a plantear­
se el problema de la esencia de la representación? Las propo­
siciones de la lógica tienen la característica de que no son
bipolares, son siempre verdaderas. Desde luego hay proposi­
ciones que parecen ser siempre verdaderas aunque no diría­
mos de ellas que son proposiciones de la lógica. Tómese la
proposición «Todos los hombres son mortales». Esta proposi­
ción es verdadera pues sucede que, por lo que la experiencia
nos dicta, todos los hombres han muerto y creemos que en el
futuro eso seguirá sucediendo. Si, por ejemplo, descubriése­
mos que el mito del judío errante era algo más que una leyen­
50 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVÁ

da tendríamos que considerar seriamente si la proposición


«Todos los hombres son mortales» es o no verdadera. Ahora
bien, la proposición «Todos los solteros son personas no casa­
das» es también verdadera y, por todo lo que sabemos, nues­
tra experiencia nos dicta que hasta ahora todos los solteros
son personan no casadas. Sin embargo, es plausible mantener
que la verdad de la proposición «Todos los solteros son per­
sonas no casadas» no tiene que ver con el hecho de que no
hayamos encontrado ningún soltero que fuera una persona
casada — sería extravagante emprender una investigación por
los registros civiles para verificar que los solteros son personas
no casadas— , sino que parece que hay alguna relación inter­
na entre las expresiones «soltero» y «persona no casada» que
es la que da cuenta de su verdad. Y es esa misma relación
interna la que parece dejarla al abrigo de cualquier experien­
cia que pudiese dictaminar su falsedad.
Pues bien, a las proposiciones de la lógica les pasa algo
parecido a proposiciones como «Todos los solteros son per­
sonas no casadas». Tanto Frege como Russell sabían que eran
verdaderas independientemente de lo que fuera el caso, inde­
pendientemente de los hechos del mundo. Wittgenstein
denunció siempre el peligro potencial de los hábitos invete­
rados de pensam iento en filosofía del que tenemos aquí un
magnífico ejemplo. Puesto que de las proposiciones de la
lógica decimos, como de las proposiciones empíricas, que
son verdaderas y la verdad de estas últimas depende de lo
que pasa en el mundo, la verdad de las primeras parece que
debe depender, como norma general, de lo que «pasa» en
algún sitio. Desde luego, no en este mundo, porque en ese
caso podrían ser falsas, y las proposiciones de la lógica son
siempre verdaderas. De este modo, Frege, por ejemplo, man­
tenía que a una proposición aritmética como 2 x 2 = 4 tenía
que corresponderle algo en lo que él llamaba «el tercer
reino» — un reino cuyos súbditos eran pensamientos, objetos
lógicos, números, teoremas matemáticos, etc.— que la hacía
verdadera. Y tanto Frege como Russell defendían que una pro­
posición como «p v ~p», que es verdadera independiente­
mente del contenido de «p», por tanto también verdadera
INTRODUCCIÓN 51

independientemente de lo que sea el caso, tenía que deber su


verdad a aquello por lo que están los símbolos lógicos «v» y
«~». El razonamiento es muy simple: si «p v ~ p » es siempre
verdadera sin importar qué contenido tenga «p» (esto es, sin
importar lo que pase en el mundo) y a las proposiciones las
hace verdaderas algo externo a ellas, los símbolos lógicos tie­
nen que estar por algo en algún mundo pues, si no estuvieran
por nada, ¿cómo podría ser verdadera tal proposición? Tanto
para Frege como para Russell la lógica levanta acta de los
objetos lógicos lo mismo que la física lo hace con los objetos
físicos. El lógico es una especie de explorador que o bien
recorre el tercer reino en busca de significados, teoremas, etc.
(Frege), o se dedica a hacer análisis reductivo en busca de cla ­
ses, conectivas lógicas, etc. (Russell).
Probablemente, la innovación más importante del Tracta-
tus — mi «idea fundamental», dice Wittgenstein— es que las
constantes lógicas no actúan como representantes de nada, la
lógica de los hechos no consiente en tener representantes. La
diferencia entre las proposiciones empíricas y las proposicio­
nes lógicas no reside en que, sometidas a análisis, encontra­
mos que ambas constan de nombres que están por géneros de
objetos distintos, sino que ambos tipos de proposiciones fun­
cionan de acuerdo con mecanismos de representación com ­
pletamente diferentes. Mientras que el mecanismo de las pri­
meras se basa en que constan de una concatenación de nom­
bres que están por objetos y, en virtud de ello, tienen sentido
(representan una situación posible), el de las segundas no se
fundamenta en concatenación de nombres que hagan las
veces de presuntos objetos lógicos. Wittgenstein utiliza como
apoyo de su tesis una argumentación paralela a la que había
usado Russell en su teoría de las descripciones (puede decir­
se que hace que Russell pruebe su propia medicina). Pues
igual que, bajo análisis, la expresión «el actual rey de Fran­
cia» desaparece y eso elimina la tentación de buscar una enti­
dad por la que tal expresión esté, las constantes lógicas pue­
den escribirse de manera que desaparezcan. Por ejemplo,
puedo escribir «p D q» como «(VVFV) (p, q)y> donde ambos
signos preposicionales expresan la misma proposición com-
52 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

pleja. Dado que esto puedo hacerlo con todas las conectivas
lógicas independientemente de su complejidad, puedo con­
cluir que la necesidad de objetos por los que estuvieran las
constantes lógicas es sólo un espejismo que fomenta un modo
particular de representación, pero no es un rasgo esencial del
simbolismo que las constantes lógicas hagan las veces de los
objetos lógicos.
Por consiguiente, las proposiciones lógicas no dicen nada
acerca del mundo, son tautologías, pero tampoco dicen nada
acerca de una realidad peculiar. Una tautología combina pro­
posiciones genuinas — esto es: proposiciones que hablan del
mundo y que, por ello, son verdaderas o falsas— de tal mane­
ra que su contenido se desvanezca; esto explica el que sean
necesariamente verdaderas. Tómese, por ejemplo, la proposi­
ción «Llueve o no llueve». Esta proposición es vacía, no nos
informa acerca del estado del tiempo, pero está compuesta de
dos proposiciones que, en otras combinaciones, sí hablan del
mundo. La combinación particular en que es una tautología
tiene como rasgo esencial cancelar el contenido descriptivo de
ambas y, por ello, tal combinación no dice nada. ¿Quiere decir
esto que no existe conexión alguna entre la lógica y el mundo?
En absoluto; una de las piezas clave en la empresa de delim i­
tar los límites del sentido es la distinción entre «decir» y «mos­
trar». Las proposiciones de la lógica, dado su peculiar meca­
nismo de representación, no dicen nada — sólo dicen algo,
sólo hablan del mundo, las proposiciones de la ciencia natu­
ral— aunque sí muestran algo sobre la esencia del mundo.
Una proposición muestra también su sentido, no lo dice.
Tomemos la proposición «El libro está encima de la mesa».
Esta proposición enuncia algo sobre el mundo en virtud de su
forma lógica, pero no enuncia su forma lógica o, si queremos,
no nos d ice su sentido. Reconocemos que habla del mundo
porque captamos que dice algo sobre un libro particular que
está sobre una mesa particular y esto muestra que tal proposi­
ción tiene forma lógica; en caso contrario no podría decir
nada. Pero la proposición no versa sobre su forma lógica. Del
mismo modo, las proposiciones de la lógica, aunque no dicen
nada sobre el mundo, muestran la lógica del mundo sin decirla.
INTRODUCCIÓN 53

Frege y Russell pensaban que las proposiciones de la lógica


versaban sobre objetos lógicos porque concebían la lógica por
analogía con las demás ciencias con una única diferencia: la
lógica habla de hechos peculiares, hechos lógicos. El Tractatus
muestra entonces que ambos estaban equivocados en su con­
cepción de la naturaleza de la lógica. Pues las proposiciones
lógicas, como caso límite de posibilidad de representación,
son vacías, no representan nada. De donde se sigue que la
lógica no es algo que pueda enunciarse, sólo mostrarse — y lo
que se muestra no puede decirse— ; la lógica es la condición
de toda representación.
Conviene señalar dos consecuencias que se deducen de
esta concepción de la lógica y que también van en contra de
las concepciones de Frege y Russell. En primer lugar, dado que
todas las proposiciones de la lógica dicen lo mismo (no dicen
nada), todas ellas tienen el mismo rango: no hay proposicio­
nes de la lógica que sean esencialmente primitivas y esencial­
mente derivadas. Ciertamente podemos seleccionar un con­
junto de proposiciones «primitivas» como axiomas o reglas,
pero tal selección es siempre arbitraria (se debe a razones de
conveniencia práctica, pero no a la naturaleza de las proposi­
ciones de la lógica). En segundo lugar, no es cierto que las lla­
madas «leyes de la lógica» justifiquen las inferencias. De
acuerdo con las tesis de Wittgenstein sobre la naturaleza de la
representación, entendemos el sentido de una proposición
cuando conocemos las referencias de los nombres en conca­
tenación que las componen, sin que se nos tenga que explicar
nada más. Es obvio que esto tiene que ser así porque cualquier
explicación sobre el significado de una proposición exige que
entendamos ya que el explicatum tiene forma lógica. Del
mismo modo las llamadas «leyes lógicas», lejos de explicar la
validez de las inferencias, dan por supuesto que captamos de
antemano en qué consiste que un argumento sea válido. Del
mismo modo que sólo puedo explicar lo que dice una propo­
sición por medio de otra si presupongo una captación previa
de lo que toda proposición muestra — su forma lógica—•, sólo
se puede explicar lógica a quien sabe de antemano en qué
consiste hacer inferencias. Alguien podría preguntar: pero, si
54 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

la lógica no me enseña a razonar, ¿cuál es entonces su utili­


dad? En primer lugar, esta pregunta implica de alguna manera
que la lógica tiene una naturaleza similar a la de las ciencias
naturales: igual que éstas «explican» los hechos, aquélla
«explica» las inferencias. Ya sabemos que Wittgenstein consi­
dera que decir esto es mal interpretar radicalmente la naturale­
za de la lógica. Pero, si nos olvidamos de ello, quizás poda­
mos dar alguna respuesta a la pregunta. Pues, en segundo
lugar, las proposiciones de la lógica muestran la lógica de
nuestro lenguaje. El lenguaje que hablamos todos los días
tiene, dice Wittgenstein, una lógica impecable: no le queda
más remedio porque, de lo contrario, sería imposible decir
nada mediante su uso. Lo que sucede es que muchas veces el
lenguaje ordinario disfraza la forma lógica — del mismo modo
que el vestido disimula la forma del cuerpo— y es aquí donde
la lógica puede ser útil. Pues un lenguaje lógicamente perspi­
cuo sería aquel en el que la forma lógica es transparente y la
lógica de nuestro lenguaje se presenta tal como es, sin tapu­
jos. Justamente porque no tenían una noción cabal de la lógi­
ca, los sistemas de Frege y de Russell no logran este objetivo y
son por ello insatisfactorios.
Wittgenstein dice en el prefacio, llevando su arrogancia
casi hasta el insulto: «me parece que la verdad de los pensa­
mientos de los que se da cuenta aquí es intocable y definiti­
va. Soy por ello de la opinión de que, en lo esencial, he
resuelto ¡os problemas de modo indiscutible. Y [...] la segun­
da cosa de valor que hay en este trabajo consiste en mostrar
cuán poco se ha conseguido una vez que estos problemas se
han resuelto». Del mismo modo que las páginas iniciales del
Tractatus parecen refulgir de gozo al anunciarnos cuál es la
verdadera estructura del mundo, las últimas recuperan el pesi­
mismo vienés de raíz schopenhaueriana que Wittgenstein
había mamado en su juventud. Una vez desentrañada la esen­
cia de la representación y con ella la naturaleza de la lógica,
Wittgenstein comprueba con desánimo que los verdaderos
problemas — el yo, la ética, la estética, el sentido del mundo,
el libre albedrío, la vida y la muerte, en suma, lo que él llama
lo «místico»— no han sido ni siquiera rozados (de hecho,
INTRODUCCIÓN 55

Wittgenstein pensaba que no había ningún gran problema del


que tratase la ciencia). No obstante, la tarea de establecer
límites al sentido sí pone de manifiesto una conclusión de raíz
kantiana: que todo intento de habérnoslas con los problemas
de la metafísica, la religión, la ética o la estética usando los
sistemas de representación propios para hablar del mundo
está destinado al fracaso: en estas regiones sólo podemos
encontrar sinsentidos (esto es: absurdos, no confundir con las
proposiciones carentes de sentido, como las tautologías).
Incluso las proposiciones de la filosofía, incluidas las proposi­
ciones del Tractatus, caen en esta categoría, pues quien las
entiende se da cuenta de que violan las condiciones de repre­
sentación con sentido. No quiere decir esto que las proposi­
ciones filosóficas carezcan de todo valor. Se las puede des­
preciar una vez que, a través de ellas, hemos llegado a vis­
lumbrar cuál es la peculiar naturaleza de los problemas de los
que tratan. En ese momento sólo cabe callar la boca, aunque
no como una opción personal, sino como consecuencia inex­
cusable de que nuestro hablar sobre lo místico carece de forma
lógica, viola las condiciones de representación.
Esta conclusión puede tener una lectura un poco menos
pesimista. Wittgenstein defendió siempre que la filosofía no
era una teoría, sino una actividad y, como tal, con inmediatas
consecuencias prácticas. Robert Fogelin ha presentado estas
conclusiones de Wittgenstein como propias de un escéptico
pirrónico. Los pirrónicos — una de las escuelas del escepticis­
mo clásico— veían la filosofía no como una teoría, sino como
un método para vivir mejor. Pero, a diferencia de los escépti­
cos académicos, los pirrónicos no propugnaban la suspensión
del juicio en la mayor parte de los asuntos de la vida ordina­
ria; el objeto de sus críticas eran las teorías filosóficas que
desafiaban las creencias comunes, generaban desazón^e
impedían una vida apacible. Dice Wittgenstein en las Investi­
gaciones filosóficas: «El descubrimiento real es el que me
hace capaz de dejar de filosofar cuando quiero. — Aquel que
lleva la filosofía al descanso, de modo que ya no se fustigue
más con preguntas que la ponen a ella misma en cuestión.»
Esto es: cuando descubro la verdadera naturaleza del discur­
56 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

so filo só fico — «el descubrimiento real»— puedo dejar de filo­


sofar como aquel que le da una patada a la escalera que le ha
ayudado a subir al lugar en el que se encuentra (una metáfo­
ra que, aunque Wittgenstein la tomó de Mauthner, aparece en
los escritos de Sexto Empírico, uno de los más célebres filó­
sofos escépticos de la antigüedad). Hay ciertamente una dife­
rencia fundamental entre la posición de los escépticos anti­
guos y la de Wittgenstein. Aquéllos suspendían el juicio ante
los problemas filosóficos porque había un equilibrio entre los
argumentos a favor y en contra de cualquier solución. Lo que
Wittgenstein dice es quizás más radical: los problemas filosó­
ficos traspasan simplemente los límites del sentido — violan
las condiciones generales de representación— y no deben
siquiera preocuparnos. El sino de la filosofía es hacer desapa­
recer los problemas filosóficos.

IV. R EC O R R ID O BREVE POR EL TRACTATUS

El Tractatus logico-philosophicus ya es de por sí una obra


breve que apenas excede las veinte mil palabras. Como ya se
ha señalado, consta de proposiciones fuertemente condensa-
das en las que el propósito de eliminar toda verborrea inne­
cesaria — las redundancias y reformulaciones son mínimas—
hace del texto un ejemplo paradigmático de laconismo expo­
sitivo. El propio Wittgenstein reconoció, años más tarde de
que la obra apareciera impresa, que cada una de las proposi­
ciones que contiene la obra podría considerarse como el
encabezamiento de un capítulo a desarrollar con detalle. Si
apuramos la analogía, el Tractatus podría verse como una
especie de índice analítico de un libro que Wittgenstein
nunca escribió. Las notas que he incluido en el texto no inten­
tan ni por asomo suplir lo que Wittgenstein nunca hizo explí­
cito, sino sólo servir de ayuda al principiante que quiera aden­
trarse en este extraordinariamente complejo laberinto.
¿Es posible indicar al lector un recorrido breve por el Tracta­
tus que deje de lado alguno de sus imponentes árboles para
que, por así decirlo, se pueda ver mejor el bosque? Admito
INTRODUCCIÓN 57

desde el principio que la empresa no es fácil. Las proposiciones


del Tractatus tienen a primera vista la forma de aforismos y eso
las convierte en presa fácil de los buscadores de citas que se
sienten autorizados para extraerlas de su contexto y usarlas a
placer para dar lustre a cualquier afirmación, case ésta o no con
las posiciones filosóficas de Wittgenstein. (Es curioso que, mien­
tras que Wittgenstein es uno de los iconos culturales del siglo xx,
sus concepciones filosóficas no hayan tenido prácticamente
ningún eco substancial en la filosofía contemporánea.) Sin
embargo, las proposiciones del Tractatus sólo son aforísticas de
una manera engañosa; lo son, si se me permite decirlo con una
terminología conocida, como signos, pero no como símbolos.
El lector ha de tener en cuenta que las proposiciones del Trac­
tatus se diferencian de los aforismos en que están insertas en
una rígida estructura en la que mantienen relaciones muy estre­
chas entre sí. Naturalmente, esto hace difícil abreviar aún más
el Tractatus pues cualquier supresión dejará inevitablemente
coja algunas de las proposiciones supervivientes. Aun aceptan­
do este previsible reproche, el texto que aparece a continuación
incluye la indicación de un «recorrido breve» que el lector
puede seguir si le place tomando sólo en consideración los
párrafos cuya numeración aparece en sombreado y dejando los
restantes para una mejor ocasión. De este modo, el texto se
reduce en un 40 por 100 de su extensión total, reducción un
tanto drástica si consideramos las características de la obra, pero
no tanto si, como es bastante común, se intentase condensar el
Tractatus en poco más de media docena de píldoras.
El lector tiene derecho a saber si se ha seguido uno o varios
principios de selección — en el caso de que se haya seguido
alguno— para este «recorrido breve». Y tengo que decir que
no he adoptado ningún principio sistemático y que, además,
muchas veces he seguido criterios de gusto personal. Un prin­
cipio sistemático que podría parecer aceptable consistiría en
dividir el Tractatus en las siete partes que corresponden a las
siete proposiciones «sin decimales» y, a partir de ellas, ir eli­
minando los comentarios menos relevantes. Desgraciadamen­
te, el asunto no es tan sencillo y, aunque las siete proposicio­
nes citadas aparecen en la selección, no es cierto que la argu­
58 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

mentación del texto se deje dividir temáticamente en un


número de partes correspondiente a las siete proposiciones
«principales». Por otra parte, espero, el lector sabrá excusar­
me por no haber tan siquiera ensayado un criterio de relevan­
cia para eliminar los comentarios de comentarios. Pero sí
puedo decir que he utilizado algunos «principios» sugeridos
por las propias afirmaciones de Wittgenstein sobre el sentido
del Tractatus. Por ejemplo, la selección es más amplia en las
partes del Tractatus que se ocupan de los hechos, la substan­
cia del mundo, las figuras y las proposiciones. Independiente­
mente de que Wittgenstein derive o no su ontología de su con­
cepción de la naturaleza del lenguaje, sí es cierto que se nece­
sita conocer los detalles técnicos de su tratamiento de los
objetos y de los hechos para poder entender a continuación
cómo usamos un subconjunto de los hechos para poder figu­
rar los demás hechos y cómo funcionan a su vez un subcon­
junto de las figuras que son las proposiciones. Se hace tam­
bién hincapié en su «pensamiento fundamental» de que las
constantes lógicas no son representantes de nada y en su tra­
tamiento de las proposiciones de la lógica. A su vez, esto nos
permite, entender en su contexto lo que dice la proposición 7
— tantas veces citada en vano— y que Wittgenstein considera
que resume todo el sentido del libro: «De alguna manera,
todo el sentido del libro podría condensarse en lo siguiente:
lo que en cualquier caso puede decirse, puede decirse clara­
mente; y de lo que no se puede hablar, hay que callar la
boca.» Esto es claramente compatible con su afirmación de
que la principal preocupación del Tractatus es el estudio de la
proposición del que es una consecuencia todo el sentido del
Tractatus. En este breve recorrido se presta asimismo una par­
ticular atención a los párrafos dedicados a la concepción de
la filosofía, de las proposiciones de la ética y de la estética, de
lo místico, etc. Contribuyo con ello a poner de relieve lo que
Wittgenstein expresa al final de su prefacio: aunque el Tracta­
tus haya establecido de manera definitiva qué es lo que puede
decirse y haya resuelto con ello los problemas de la filosofía,
el libro tiene valor porque muestra lo poco que se alcanza
cuando esos problemas se resuelven.
INTRODUCCIÓN 59

Aparece a continuación una posible división de la obra en


un conjunto de apartados que incluye después de cada epí­
grafe un breve resumen del contenido de cada uno de ellos.
Ni que decir tiene que tales resúmenes no pretenden en modo
alguno reemplazar la lectura del texto original de Wittgen-
stein. Invito al lector, sobre todo al principiante, a que use lo
que sigue como una especie de guía para un primer contacto
con el Tractatus. Espero y deseo que mis indicaciones le sean
útiles.

1. El mundo , los hechos y los estados de cosas


( 1- 2 . 0 1 )

El mundo es lo que es el caso, y lo que es el caso es la tota­


lidad de los hechos y no de las cosas; pero además el mundo
son los hechos en el espacio lógico. A su vez, un hecho es
algo complejo que se compone de estados de cosas — con el
caso límite de un hecho que se compone de un solo estado de
cosas— . Finalmente, los estados de cosas son también com­
plejos aunque en distinto sentido, se componen de objetos.

2. O bjetos, estados de cosas, formas de los objetos


( 2 .011- 2 .0201)

Los objetos (cosas) han de ser de modo esencial posibles


constituyentes de estados de cosas y eso significa que, en un
sentido, son independientes puesto que pueden ocurrir en
todas las situaciones posibles; ahora bien, esto es también una
forma de dependencia en tanto que los objetos siempre han
de ocurrir en una situación posible u otra. Dado que los esta­
dos de cosas se componen de objetos y un hecho es la exis­
tencia de estados de cosas, los hechos se componen final­
mente de objetos. Un estado de cosas se diferencia de un
hecho en que este último tiene como constituyentes estados
de cosas que, a su vez, están compuestos de objetos, mientras
que un estado de cosas, que también es complejo, no puede
60 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

descomponerse adicionalmente en otros estados de cosas,


sino sólo en objetos, cosas. Un objeto es simple. Los objetos
tienen forma: su forma es su posibilidad de ocurrencia en
estados de cosas.

3. O bjetos y substancia (2.021-2.0271)

Los objetos forman la substancia del mundo — lo invaria­


ble a través de las configuraciones de objetos— y por ello no
pueden ser compuestos. El que haya substancia — objetos—
es un requisito para poder figurar el mundo verdadera o falsa­
mente. La substancia determina una forma, pero no puede
determinar propiedad material alguna: esta última sólo es pro­
ducto de las configuraciones de objetos.

4. C onfiguraciones de objetos, estructuras y formas


(2.0272-2.063)

Los estados de cosas son configuraciones de objetos; en


ellas los objetos se enganchan entre sí como los eslabones de
una cadena sin que podamos identificar separadamente qué
es lo que los enlaza. Un estado de cosas tiene estructura: el
modo en que se enlazan entre sí los objetos que lo forman. La
forma de los objetos es la posibilidad de estructura. Los esta­
dos de cosas son independientes entre sí: de la existencia de
uno no puede inferirse la existencia o inexistencia de otro, y
viceversa.

5. Figuras: la relación figurativa y la forma de figuración


(2.1-2.174)

Las figuras — modelos de la realidad— representan una


situación en el espacio lógico y constan de elementos con
estructura (son hechos). Esto hace que las figuras sean, por así
decirlo, bifrontes. Por un lado, los elementos de la figura son
INTRODUCCIÓN 61

representantes (hacen las veces) de los objetos que constitu­


yen el estado de cosas que figuran. La relación figurativa es
justamente la correlación de los elementos de la figura con
los objetos del estado de cosas figurado. Por otro, el que los
elementos de la figura estén relacionados de una manera par­
ticular representa el que las cosas están relacionadas de esa
manera. La combinación de los elementos de la figura cons­
tituye su estructura, y la posibilidad de que la figura y lo figu­
rado tengan estructura (que las cosas se relacionen unas con
otras como los elementos de la figura) es la forma de figura­
ción. La forma de figuración hace que un hecho sea figura de
algo y la relación figurativa que la figura represente tal o cual
configuración particular de objetos. Una figura puede figurar
cualquier realidad con la que tenga comunidad de forma,
pero no puede figurar su propia forma de figuración: sólo la
exhibe.

6. Figuras y forma lógica de figuración (2.18-2.2)

Las figuras particulares explotan siempre determinadas


características concretas a la hora de figurar estados de cosas.
Por ejemplo, una disposición particular de los muebles de mi
despacho puede figurar un estado de cosas explotando carac­
terísticas espaciales, pero el mismo estado de cosas podría
figurarse sin explotar esa característica (por ejemplo, median­
te relaciones entre notas musicales). La característica más
general que tienen en común figura y figurado es la forma
lógica de figuración. La figura que tiene en común con lo figu­
rado la forma lógica de figuración se denomina figura lógica.
Por ello, toda figura es también una figura lógica.

7. El sentido de la figura. V erdad y falsedad (2.201 -2.225)

En virtud de su forma de figuración la figura representa una


situación posible en el espacio lógico y eso es su sentido. Pero lo
que una figura representa es independiente de la verdad o false­
62 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

dad de la figura. Una figura tiene sentido en virtud de la forma de


figuración; es verdadera o falsa en virtud de su acuerdo o desa­
cuerdo con la realidad. Se sigue que para determinar si una figu­
ra es verdadera o falsa — excepto en el caso límite de tautologías
y contradicciones— hemos de compararla con la realidad.

8. Pensamientos y figuras (3-3.05)

Un pensamiento es una figura lógica de los hechos. Esto


parece querer decir que un pensamiento es un tipo de figura
que, como tal, tiene también componentes (psíquicos) y
estructura. Particularmente Wittgenstein no parece mantener
que el pensamiento sea lo que está detrás de las figuras— dán­
doles, por así decirlo, aliento— . Pero las tesis de Wittgenstein
sobre los pensamientos son controvertidas y parece hacer dos
usos del término — como proceso psicológico y como resul­
tado objetivo— con importantes consecuencias sobre la inter­
pretación de puntos clave del Tractatus.

9. Proposición , signo proposicional y proyección


(3.1-3.432)

Un signo pro po sicion al es un hecho — que consta, por


tanto, de elementos en una disposición particular— que,
cuando se usa como pro yecció n de una situación posible (lo
que una figura representa, esto es: su sentido), constituye
una pro p o sición . Lo peculiar de las proposiciones — com pa­
radas con las demás figuras— es que son signos preposicio­
nales de forma lingüística usados de modo particular. Una
proposición no es un mero revoltijo de palabras: tiene
estructura (está articulada). Es por ello por lo que puede
decirse que sólo mediante hechos (en este caso, signos pre­
posicionales) podemos representar hechos. Pues no es una
mera lista de signos la que dice algo, sino que lo que lo dice
es el hecho de que los signos estén en tales y cuales rela­
ciones entre sí.
INTRODUCCIÓN 63

10. Nombres y proposiciones (3.144-3.3)

Los elementos de un signo proposicional son signos sim­


ples que se denominan nombres. Su significado (aquello por
lo que están) son objetos y a la configuración de estos ele­
mentos en el signo proposicional le corresponde una configu­
ración de objetos en una situación. A diferencia de las propo­
siciones, que representan situaciones posibles en virtud de su
forma de figuración, los nombres no representan nada, sólo
están por objetos. En consecuencia, sólo las proposiciones tie­
nen sentido, pero los nombres sólo tienen significado (refe­
rencia) en el contexto de una proposición (del mismo modo
que los objetos sólo se dan en estados de cosas).

11. Funciones proposicional.es (3.31-3.318)

Una función proposicional (variable proposicional) resulta


de substituir al menos uno de los signos simples componentes
del signo proposicional por una variable. Tal función colec­
ciona todas las proposiciones que resultan de substituir la
variable por un nombre adecuado. Los valores de la variable
son resultado de estipulación; esto quiere decir que la estipu­
lación sólo trata de signos y no de lo designado. Si la estipula­
ción tratase del contenido de los signos, se estaría intentando
decir algo que no puede decirse y que sólo puede mostrar el
simbolismo.

12. Signo y símbolo y los problemas filosóficos


(3.32-3.328)

Lo perceptible por los sentidos de un sím bolo es un signo.


Es posible que dos marcas escritas, sonoras, etc. (dos signos),
tengan idénticas características perceptibles, pero que sean
dos símbolos distintos, tengan diferentes usos con sentido.
(Por ejemplo, el signo «verde» en «Verde es verde».) Esto, que
en el lenguaje ordinario sucede sin generar confusión, es una
64 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

fuente de problem as filosóficos. Un lenguaje lógicamente


perspicuo, un lenguaje regido por la gramática lógica, debe­
ría postular un solo signo para cada símbolo distinto.

13. Errores de Russell: la teoría de tipos y la paradoja


DE LAS CLASES (3.33-3.334)

La teoría de tipos es un claro ejemplo de un intento de


decir algo que sólo el simbolismo puede mostrar dado que, al
establecer las reglas del simbolismo, se especifica en tal teo­
ría algo sobre aquello por lo que están los símbolos. Por otra
parte, la paradoja de las clases implica la construcción de una
función cuyo argumento es la propia función. Pero, a pesar
que en la función así construida función y argumento tengan
el mismo signo, son, sin embargo, símbolos distintos en virtud
de que tienen un empleo lógico-sintáctico diferente.

14. Rasgos esenciales y rasgos accidentales


DE LA PROPOSICIÓN (3.34-3.5)

Los rasgos accidentales de la proposición tienen que ver


con el modo particular en que se genera el signo proposicio-
nal, mientras que son rasgos esenciales los que permiten que
la proposición exprese un sentido. Tenemos pues muchas
variedades distintas de signos proposicionales que son de
naturaleza arbitraria, pero todas ellas han de compartir la
característica de ser modos posibles de significación: que
compartan esta característica ya no es arbitrario, es uno de sus
rasgos esenciales. Por otra parte, es también un rasgo esencial
de cualquier sistema simbólico el que, una vez tomada una
decisión arbitraria, ciertas cosas estén fuera de lugar. Final­
mente, es un rasgo esencial de una proposición el que, en vir­
tud de su sentido, ésta determine un lugar en el espacio lógi­
co. Pero además, al efectuar esta determinación, todo el espa­
cio lógico nos viene dado con ella.
INTRODUCCION 65

15. Signo proposicional, proposición y pensamiento


(3.5-4.001)

Un signo proposicional que, como sabemos, es un hecho


(esto es: consta de elementos y estructura) cuando es emplea­
do, pensado, es un pensam iento que consta, a su vez de ele­
mentos (psíquicos) y estructura. A su vez, un pensamiento es
una proposición con sentido, esto es: una figura de una situa­
ción posible. La totalidad de las proposiciones constituye el
lenguaje de modo paralelo a como el mundo es la totalidad
de los hechos y no de sus componentes, las cosas. Sería pues
un error concebir el lenguaje como la totalidad de los com ­
ponentes de los signos proposicionales, los nombres.

16. Toda filosofía es «crítica del lenguaje» (4.001 -4.0031)

Característicamente, una proposición presenta una situación


posible en virtud de su forma lógica. Pero los modos particula­
res (vale decir convencionales) en los que una proposición
expresa su sentido pueden despistarnos respecto de su verda­
dera forma lógica. Pues del mismo modo que los vestidos no
están diseñados en muchos casos para revelar la forma del
cuerpo y, así, nos engañan respecto del contorno corporal de la
persona que visten, tampoco los signos proposicionales permi­
ten en numerosos casos adivinar de manera inmediata la forma
lógica de la que son expresión sensiblemente perceptible. Gran
parte de los problemas filosóficos surgen de las ilusiones crea­
das por los signos proposicionales y la filosofía consiste en la
actividad crítica que nos permite hacernos cargo de la lógica,
muchas veces camuflada, de nuestro lenguaje. De ahí la afir­
mación de que «Toda filosofía es "crítica del lenguaje"».

17. La proposición como figura de la realidad (4.011 -4.0311 )

Aunque, a primera vista, las proposiciones no parecen ser


figuras de la realidad, Wittgenstein defiende en el Tractatus
66 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

que son, en efecto, figuras. Pues aunque tampoco la notación


musical parezca ser a primera vista una figura de la música, ni
la escritura fonética una figura del lenguaje hablado, todas
estas notaciones son figuras porque están entre sí en la rela­
ción interna de figuración que se da entre lenguaje y mundo.
Podemos ver esto si nos damos cuenta de que, en el caso de
cualquier signo proposicional, entendemos la situación posi­
ble que se representa en su empleo con sentido con sólo saber
por qué están sus componentes: no necesito para ello que se
me explique nada más, pues el sentido es algo que la propia
proposición muestra en virtud de la relaciones entre los ele­
mentos del signo proposicional cuyas referencias ya conozco.
De aquí se sigue que entender el sentido de una proposición
es saber lo que sería el caso si la proposición fuese verdadera
(y no saber si es verdadera). Conocer el sentido de la proposi­
ción «Tom está encim a de la mesa» no es saber si Tom está
efectivamente e~'': ma de la mesa, sino qué sería el caso si
Tom estuviera e na de la mesa.

18. Las constantes lógicas no son representantes de nada


( 4 . 031 2 - 4 . 0 6 4 1 )

El que las constantes lógicas no son representantes de


nada o, alternativamente, el que la lógica de los hechos no
consiente en tener representantes (al modo en que los objetos
los tienen) es considerado por Wittgenstein como su ¡dea fun­
damental en el Tractatus. ¿Qué se quiere decir con esto? Si
entender el sentido de una proposición es saber qué sería el
caso si esa proposición fuese verdadera, si uno entiende el
sentido de una proposición sabe eo ipso lo que sería el caso
si esa proposición fuese falsa (esto es: si su sentido no estu­
viera de acuerdo con la realidad). Ahora bien, si esto es así es
porque a las dos proposiciones «Tom está encima de la mesa»
(p) y «Tom no está encim a de la mesa» (~p) les corresponde
una y la misma realidad aunque su sentido (la situación que
representan) sea opuesto, «p» y «~p» no se diferencian en nada
por lo que respecta a su contenido — la introducción de «~» no
INTRODUCCIÓN 67

introduce discriminación objetiva alguna— dado que las


constantes lógicas no son representantes de nada. La función
de «~» es invertir la proposición a la que se antepone, pero
esta operación no da como resultado una diferencia en la
configuración de nombres que hacen de «p» y «~p» figuras,
pues a p y ~p les corresponde una y la misma realidad, que
hace a una verdadera y a la otra falsa.

19. La filosofía no es ninguna df. las ciencias naturales


(4.1-4.1 16)

Las proposiciones representan la existencia o no existen­


cia de estados de cosas; son figuras de la realidad dado que
la realidad es la existencia y no existencia de estados de
cosas. La ciencia está constituida por la totalidad de las pro­
posiciones verdaderas, pero, ni por su objeto, método o re­
sultados, la filosofía no es ninguna de las ciencias naturales.
La filosofía tiene como objetivo la clarificación lógica de los
pensamientos y su resultado no son «proposiciones filosófi­
cas», sino la clarificación de tales proposiciones. Muchos
problemas filosóficos surgen por considerar la filosofía como
una teoría en lugar de una actividad. En efecto, esto lleva
aparejada la concepción de que la filosofía hace enunciados
sobre el mundo cuando, en realidad, su tarea es dar a enten­
der lo que no puede decirse al presentar de forma clara lo
que puede decirse.

20. Propiedades formales (4.12-4.1251)

Aunque las proposiciones pueden representar toda la rea­


lidad, sin embargo no pueden representar la forma lógica: lo
que tienen en común con la realidad para poder representar­
la. La forma lógica de la realidad se muestra en las proposi­
ciones y lo que puede mostrarse no puede decirse. Dicho de
manera general: una propiedad formal no puede expresarse
por medio de un término general, sino que se muestra por
68 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

medio de la aplicación del signo en cuestión. Así, una expre­


sión como «"Nieva" es una proposición» es un sinsentido ya
que el signo proposicional "N ieva", usado como proyección
de una situación posible, muestra él mismo que es una pro­
posición, pero no lo dice. Intentar decirlo genera problemas
similares al intento de representar la forma lógica.

21. Serie formal (4.1252)

Una serie formal es aquella que está ordenada por relacio­


nes internas (una propiedad interna — formal— es aquella
cuyo objeto es impensable que no la posea: este color azul y
aquél es impensable que no estén en la relación interna de
más claro a más oscuro). La serie de los números, por ejem­
plo, está ordenada por una relación interna. (Véase también
5.2-5.4.)

22. C onceptos formales (4.126-4.128)

Mientras que las propiedades formales vienen expresadas


por rasgos de símbolos, los conceptos formales lo son por
variables preposicionales. De nuevo, los conceptos formales
no pueden expresarse mediante una función; la expresión de
un concepto formal es una variable proposicional. Pálabras
como «complejo», «hecho», «función», «objeto», «número»,
etc., designan conceptos formales y se representan mediante
variables y no mediante funciones o clases. De manera acor­
de con lo anterior, la pregunta por la existencia de un con­
cepto formal es un sinsentido.

23. Proposiciones elementales y nombres (4.2-4.243)

Las proposiciones elementales son el tipo más simple de


proposición (no se pueden descomponer adicionalmente en
nuevas proposiciones). La señal de que una proposición es
INTRODUCCION 69

una proposición elemental es que su contradictoria no puede


ser, a su vez, una proposición elemental. Una proposición
elemental no consta pues de otras proposiciones elementales,
sino de nombres en combinación. Tales nombres son signos
simples. Las proposiciones complejas han de poder analizar­
se de modo que lleguemos a las proposiciones elementales y,
eventualmente, a los nombres. Del mismo modo que los obje­
tos se dan sólo en combinaciones que forman estados de
cosas, sus representantes, los nombres, sólo se dan en la tra­
bazón de una proposición elemental.

24. Funciones de verdad (4.25-4.45; 5-5.101)

Si una proposición elemental es verdadera, entonces se da


el estado de cosas que figura; si es falsa, no se da. A su vez,
una proposición compleja es una función de verdad de sus
proposiciones elementales componentes; que sea una función
de verdad quiere decir que la verdad o falsedad de una pro­
posición compleja dependerá de la verdad o falsedad de las
proposiciones elementales de las que está compuesta. Las
posibilidades de verdad de las proposiciones elementales —
las posibilidades de existencia y no existencia de estados de
cosas— pueden representarse en la forma esquemática que
aparece en 4 .31, y los modos en los que la verdad de una pro­
posición compleja es función de la verdad de las proposicio­
nes elementales que la componen se puede representar por
medio de una tabla de verdad (que Wittgenstein considera
como un signo proposicional). Dado que podemos escribir
«p D q» en forma de tabla de verdad — por ejemplo, como
«(VVFV) (p, q)» en uno de los formatos considerados por Witt­
genstein— , ello muestra de modo transparente la tesis funda­
mental de que las constantes lógicas no son representantes de
nada (como hacen los nombres). D e m odo general, una pro ­
posición es una función de verdad de proposiciones elem en­
tales, pues una proposición elemental es una función de ver­
dad de s í misma. Las funciones de verdad pueden ordenarse
en series. Las funciones de verdad de un número cualquiera
70 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

de proposiciones elementales pueden escribirse en la forma


del esquema que aparece en 5.101. Este esquema nos da el
sistema total de las conectivas binarias.

25. Tautologías y contradicciones (4.46-4.4661)

Entre los posibles grupos de condiciones de verdad hay


dos casos extremos. En uno de ellos la proposición es verda­
dera para todas las posibilidades de verdad de las proposicio­
nes elementales: se trata de una tautología. Pero también tene­
mos el caso en el que la proposición es falsa para todas las
posibilidades de verdad de sus proposiciones elementales: se
trata de una contradicción. Tautologías y contradicciones
muestran que no dicen nada; carecen de sentido pero no son
sinsentidos. Pertenecen al simbolismo lo mismo que el sím­
bolo «0» pertenece al simbolismo de la aritmética. Ni las tau­
tologías ni las contradicciones son figuras de la realidad: las
primeras permiten cualquier situación posible («Llueve o no
llueve» no informa del estado del tiempo porque permite
cualquier estado de cosas «atmosférico»), mientras que las
segundas cierran la posibilidad de cualquier situación («No es
cierto que llueve o no llueve» es falsa independientemente de
cuál sea el estado del tiempo atmosférico).

26. La forma general de la proposición (4.5-4.53)

Del mismo modo que se ha analizado lo que es esencial a


los diferentes tipos de figuras, independientemente de los
diferentes modos de figuración — la forma lógica— , comien­
za ahora el tratamiento de lo que es común a toda proposi­
ción. La forma general de la proposición es «así es como están
las cosas». Si las proposiciones elementales son concatena­
ciones de nombres que están por objetos y que expresan un
sentido (una situación posible) en virtud de esa concatena­
ción, una proposición elemental habla efectivamente de
«cómo están las cosas». Y, dado que las constantes lógicas no
INTRODUCCIÓN 71

introducen en la proposición ningún representante de objetos


(ningún nombre adicional), lo mismo vale para las proposi­
ciones complejas: en su caso sigue siendo cierto que su forma
general sigue siendo «así están las cosas».

27. Inferencia, nexo causal y libre albedrío (5.11-5.143)

La verdad de una proposición se sigue de la verdad de


otra(s) cuando los fundamentos veritativos de ésta(s) — las posi­
bilidades de verdad de sus argumentos veritativos que la hacen
verdadera (5.101)— son también fundamentos veritativos de
aquélla. De este modo, es fácil ver que «p D q» se sigue de
«p. q» dado que todos los fundamentos veritativos de «p. q»
son también fundamentos veritativos de «p D q». Del mismo
modo, es fácil ver que «p. q» no se sigue de «p D q» puesto
que no todos los fundamentos veritativos de la última proposi­
ción son fundamentos veritativos de la primera. El que la ver­
dad de una proposición se siga de la verdad de otra reside en
las relaciones internas que mantienen ambas proposiciones:
en los sentidos de ambas. Es por ello por lo que las «leyes de
inferencia» de Frege y Russell son superfluas. Por otra parte, de
una proposición elemental no es posible deducir ninguna otra,
como resulta obvio a partir de la consideración de que no
puede haber dos proposiciones elementales que tengan todos
los fundamentos veritativos en común. Tampoco hay nexo cau­
sal alguno que justifique la inferencia dado que dos estados de
cosas si son distintos no tienen elementos comunes. Ésta es la
razón por la que podemos hajalar de libre albedrío: porque no
se pueden conocer ahora las acciones futuras; sólo podríamos
conocerlas si la causalidad tuviera, como la inferencia lógica,
una necesidad interna.

28. Probabilidad (5.15-5.156)

Wittgenstein define la probabilidad como una relación


entre proposiciones: la probabilidad que una proposición
72 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

confiere a otra en virtud de la comunidad total o parcial de sus


fundamentos veritativos. Así, por ejemplo, una conjunción
confiere grado de probabilidad 1 a la disyunción dado que
ésta se sigue lógicamente de aquélla (la inferencia es un caso
límite de la probabilidad). Inversamente, la disyunción con­
fiere la probabilidad 1/3 a la conjunción por razones no difí­
ciles de averiguar. Las proposiciones de probabilidad no tie­
nen ningún objeto que les sea peculiar; se trata aquí de la pro ­
babilidad lógica, no de la psicológica, en las que «es proba­
ble» — como sucede con las constantes lógicas— no es un
símbolo que sea representativo de nada.

29. O peraciones (5.2-5.254)

Una operación es lo que le ha de suceder a una proposi­


ción para hacer surgir otra distinta a partir de ella. Las estruc­
turas de las proposiciones mantienen entre sí relaciones inter­
nas que se pueden poner de relieve representando la proposi­
ción como resultado de una operación que la genera a partir
de otras proposiciones. Así, las funciones de verdad de las
proposiciones elementales son resultados de operaciones que
tienen a tales proposiciones elementales como base. Hay un
tipo de operación en la que Wittgenstein está particularmente
interesado: la aplicación reiterada de una operación a su p ro ­
p io resultado: tal aplicación reiterada equivale al concepto «y
así sucesivamente».

30. O peraciones, funciones veritativas y constantes lógicas


(5.3-5.441; 5.5-5.5151)

Cualquier proposición es el resultado de operaciones verita­


tivas sobre proposiciones elementales (donde por «operación
veritativa» se entiende el modo en que una función de verdad
resulta a partir de proposiciones elementales). Esto sirve de
apoyo a la tesis de que no hay objetos lógicos (las constantes
lógicas no son representantes de nada). A su vez, toda función
INTRODUCCIÓN 73

de verdad es el resultado de la aplicación reiterada a proposi­


ciones elementales de la operación de negación conjunta.

31. La lógica se nos da «de golpe » y «La lógica


DEBE PREOCUPARSE DE SÍ MISMA» (5.442-5.476)

Al dársenos una proposición, se nos dan también con ella


todos los resultados de las operaciones veritativas que le sirven
como base. La introducción de un concepto primitivo ha de
hacerse para todas las combinaciones en las que aparezca: en
lógica no es posible introducir un nuevo dispositivo en el simbo­
lismo «entre paréntesis» — o, por así decirlo, «con la boca peque­
ña»— . La lógica debe preocuparse de s í misma quiere decir: no
podemos entrometernos — tomando decisiones arbitrarias— una
vez que se han fijado las convenciones para el uso del simbolis­
mo. Dado que no podemos dar un sentido incorrecto a un signo
—sería lo mismo que afirmar que el lenguaje al que pertenece
ese signo no tiene sintaxis lógica— , se sigue que (en cierto senti­
do) tampoco podemos cometer errores en lógica.

32. G eneralidad (5.52-5.5262)

Las proposiciones generales son también funciones de ver­


dad de proposiciones elementales. Son el resultado de la apli­
cación reiterada de la operación de negación conjunta al con­
junto de todos los valores de una variable. Hay, sin embargo,
un punto en el que la generalidad se separa de las funciones
de verdad: Wittgenstein no acepta que el cuantificador uni­
versal se identifique con la conjunción iterada de las proposi­
ciones que son valores de la variable, ni el existencial con Su
disyunción iterada, sino que es la propia variable de cuantifl-
cación — una protofigura de las proposiciones que son sus
valores— /a que ya Introduce la generalidad. Las proposicio­
nes completamente generalizadas — aquellas en las que no
aparece ninguna constante— pueden, por extraño que parez­
ca, describir completamente el mundo.
74 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

32. Id e n t i d a d (5.53-5.5352)

La identidad de objetos se expresa en el Tractatus median­


te la identidad de signos y la diferencia de objetos mediante
la diferencia de signos. El signo de identidad no forma parte
esencial de una notación lógica perspicua pues a) la previsión
anterior permite tratar satisfactoriamente los enunciados de
identidad numérica y b) los enunciados de identidad puros no
pueden ni siquiera decirse.

33. A ctitudes proposicionales (5.54-5.5423)

En la forma general de la proposición las proposiciones


ocurren como parte de otras sólo como base de las operacio­
nes veritativas. Pero parece que ciertas formas de proposición
como «A cree que p es el caso» o «A piensa p» pueden ocu­
rrir de manera distinta. «A piensa p» tiene la forma «"p" dice
p». Al decir «A cree p» el hablante intenta figurar un estado
de cosas diciendo que A tiene tal y tal creencia sin que sus
palabras digan el contenido de la creencia que A tiene: mues­
tran ese contenido diciendo el signo proposicional que A
piensa. De este modo, en «A cree p» «p» no aparece como
signo proposicional usado como proyección de una situación
posible, por lo que «A cree p» no es función de verdad de
«p». Dado que, a su vez, en «A cree p» «p» no puede ser sim­
ple — es un hecho— , A, el sujeto que piensa «p», no puede
ser simple tampoco.

34. La lógica y el mundo (5.55-5.61)

De las proposiciones elementales sólo podemos decir a


priori que constan de nombres. La decisión acerca de las for­
mas de proposiciones elementales que ha de contener una
descripción del mundo no se puede tomar basándonos sólo
en el análisis lógico. Pero, si la apelación a la experiencia
tampoco puede ayudarnos en esto, ¿hemos de admitir un
dominio a priori situado más allá de la lógica? La realidad
em pírica queda delimitada por la totalidad de los objetos y tal
INTRODUCCIÓN 75

límite se manifiesta a sí mismo en las proposiciones elemen­


tales. La lógica toma como base el modo de expresión que ya
tenemos — las proposiciones de nuestro lenguaje ordinario
están ordenadas de una manera lógicamente perfecta— aun­
que a veces el análisis lógico venga en nuestra ayuda para
aclarar ciertas obscuridades de ese modo de expresión. Lógi­
ca y mundo son, por así decirlo, coextensos: los límites del
mundo y los de la lógica coinciden. Por otra parte, los límites
de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

35. Solipsismo (5.62-5.641)

¿Es el solipsism o — la tesis de que sólo existo yo y mis sen­


saciones— una verdad? Wittgenstein afirma que lo que el
solipsismo quiere decir es totalmente correcto, sólo que no se
puede decir, sino que se muestra. Wittgenstein parece tomar
en consideración la posibilidad de un yo transcendental, un
yo que no pertenece al mundo, pero que es un límite del
mundo (5.632). A estos efectos, establece una comparación
con el ojo y el campo visual: del mismo modo que la exis­
tencia del campo visual muestra la existencia del ojo, pero el
ojo no es un objeto del campo visual, el yo tampoco aparece
en lo que podemos llamar el «campo de la conciencia» del
mundo, aunque es condición de posibilidad del campo de la
conciencia. De este modo, la filosofía podría, a pesar de no
enunciar nada sobre el yo transcendental, mostrar algo sobre
él (como el campo visual muestra el ojo).

36. Las proposiciones de la matemática y de la lógica


(6-6.241)

Toda proposición es el resultado de aplicar de manera suce­


siva la operación de negación conjunta a proposiciones ele­
mentales. Del mismo modo, cualquier número particular es el
resultado de aplicar un número particular de veces una opera­
ción: cualquier número se puede escribir como el exponente
de tal operación. Las proposiciones de la lógica son tautologías
— no dicen nada— aunque este hecho muestra las propiedades
76 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

formales del lenguaje, del mundo. El que no digan nada, expli­


ca también por qué las proposiciones de la lógica no pueden
ser confirmadas ni refutadas por ninguna experiencia posible:
su verdad se reconoce por el sím bolo sólo. Tampoco la validez
general es indicio de que algo es una proposición de la lógica;
una proposición general — por ejemplo, «Todos los hombres
son mortales»— sólo vale de manera accidental, mientras que
la validez general de la lógica es esencial. La lógica es trans­
cendental, esto es: las proposiciones de la lógica no son distin­
tas en género a las demás proposiciones, pero muestran algo
que está presente en todas las proposiciones que dicen algo,
pero que no puede decirse. Las proposiciones de la matemáti­
ca son ecuaciones, por tanto pseudoproposiciones, y, como las
de la lógica, carecen de sentido. La corrección de las proposi­
ciones de la matemática puede determinarse sin apelar a los
hechos. El que la matemática es un método de la lógica quiere
decir: lo esencial del método de la matemática es trabajar con
ecuaciones y esto no es más que un método particular de trans­
formación de signos, el método de substitución.

37. Las proposiciones de la ciencia (6.3-6.372)


La ley de la causalidad no es una ley, sino la forma de una
ley. Esto quiere decir que la ley de la causalidad no dice nada
sobre el mundo, sino que es condición de posibilidad de las des­
cripciones del mundo. Por eso, afirma Wittgenstein, si hubiera
una ley de causalidad podría tener la siguiente forma: «Efay
leyes naturales» (algo que, por otra parte, no puede decirse, se
muestra). A su vez, las propias teorías científicas no enuncian
nada sobre el mundo, son instrumentos que nos permiten des­
cribirlo; pero sí lo dice el que el mundo se deje describir de una
manera particular (por ejemplo, mediante la mecánica newto-
niana). Al hacer descripciones más o menos exactas, más o
menos sencillas o más o menos adecuadas, las teorías científicas
sí hablan del mundo. El procedimiento inductivo consiste en
aceptar la ley más simple que case con nuestras experiencias. Tal
procedimiento sólo tiene fundamentación psicológica y no lógi­
ca. Las leyes de la naturaleza (en contra de la opinión más exten­
INTRODUCCIÓN 77

dida entre los científicos) no explican los fenómenos naturales.


Las explicaciones sólo tienen lugar allí donde se ponen de mani­
fiesto conexiones necesarias y las leyes de la naturaleza sólo nos
dicen cómo son las cosas y no cómo tienen que ser.

38. La voluntad, las proposiciones de la ética y lo místico


(6.373-6.522)

El mundo es independiente de mi voluntad. Esto quiere


decir: «Quiero que sea el caso que p» y «p» expresan dos
hechos lógicamente independientes por lo que no podemos
decir que uno tiene incidencia en otro. Es más, podría suceder
que todo lo que quisiésemos fuera efectivamente el caso, aun­
que esto sólo sería un feliz accidente. Todas las proposiciones
tienen igual valor quiere decir: no hay ninguna proposición que
exprese valor alguno pues las proposiciones expresan lo que es
el caso, lo contingente y lo que tiene algún valor no tiene tal
carácter, no es parte del mundo. Ésta es la razón por la que no
puede haber proposiciones de la ética. Lo místico no consiste
en cómo sea el mundo, sino en que sea. Esto es lo inexpresa­
ble, lo que se manifiesta a sí mismo, aquello para lo que la cien­
cia no tiene respuestas — «el enigma»— .

39. El método correcto en filosofía (6.53-6.54)

Lo que se puede decir son las proposiciones de la ciencia


natural (incluyendo aquí las proposiciones del lenguaje ordina­
rio). Dado que la filosofía no es una ciencia natural sus propo­
siciones no pueden decirse, son sinsentidos. El método correc­
to en filosofía consiste entonces en no decir nada más que lo
que puede decirse y corregir al que intenta decir algo que no
puede decirse mostrándole que no ha dado significado a algu­
nos términos de sus proposiciones. Las proposiciones usadas
para hacer aclaraciones filosóficas son también sinsentidos que,
una vez que han cumplido su misión, pueden desecharse como
se hace con la escalera de la que nos hemos servido para alcan­
zar un lugar elevado. Wittgenstein reconoce que este método
podría no resultar psicológicamente satisfactorio para la perso­
78 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

na a la que estamos corrigiendo porque no tendría la sensación


de que le estamos enseñando filosofía. Pero deberíamos decir a
renglón seguido: la filosofía no es una teoría que se enseñe
(como la física o la biología); es una actividad.

40. El silencio (7)


Sobre lo que no se puede hablar, hay que callar la boca.
Esto es casi perogrullesco: aquello que no se puede decir
(todo lo que no pertenece al ámbito de la ciencia natural) no
puede decirse, hay necesidad lógica de guardar silencio sobre
ello. Naturalmente, esto no significa que los intentos de decir­
lo no sean valiosos: piénsese sólo en las proposiciones de la
filosofía. Los problemas surgen cuando suponemos que las
proposiciones filosóficas hablan sobre el mundo al modo que
lo hacen las de la ciencia natural.
* * *

Las circunstancias en las que se publicó el Tractatus en


Inglaterra en 1922 aconsejaron que la edición fuese bilingüe
alemán-inglés. Se inauguró así una tradición que, ochenta años
después y en un contexto distinto, no parece tener ya demasia­
do sentido. Por esta razón prescindimos aquí del texto alemán
y sólo se ofrece la traducción castellana. Naturalmente, he con­
sultado las traducciones castellanas de Enrique Tierno Galván
(Revista de Occidente, Madrid, 1957) y de Jacobo Muñoz e Isi­
doro Reguera (Alianza, Madrid, 1987 y 1995), así como la cata­
lana de Josep María Terricabras (Laia, Barcelona, 1981) de las
que, sin duda, esta versión es deudora. Respecto de las traduc­
ciones inglesas, la de Ogden y Ramsey [Routledge & Kegan
Paul, Londres, 1922 y 1933 (con correcciones)] tiene la ventaja
de haber sido corregida por el propio Wittgenstein, con lo que
es un puerto bastante seguro cuando uno está en dificultades.
La de Pears y McGuiness (Routledge & Kegan Paul, Londres,
1961) es literariamente mejor y tiene además la ventaja de
resolver algunas importantes ambigüedades de la traducción de
Ogden. He consultado también las traducciones francesas de
INTRODUCCIÓN 79

Pierre Klossowski (Gallimard, París, 1972) y de Gilles-Gaston


Granger (Gallimard, París, 1993); las italianas de G. C. Colombo
(Fratelli-Bocca, Milán/Roma, 1954) y de Amedeo G. Conte
(Einaudi, Turín, 1998) y la portuguesa de M. S. Louren^o (Fun-
dagáo Calouste-Gulbekian, Lisboa, 1987).
La traducción incorpora una serie de notas explicativas — no
eruditas— si bien he procurado mencionar en todo momento al
comentador en el que me he inspirado. Es cierto que el hecho
de que las notas aparezcan intercaladas en el texto (aunque
presentadas de manera que puedan distinguirse de él en todo
momento) puede parecer un tanto chocante aunque sólo sea
por inusual. He contemplado con el editor varias posibilidades
de presentación y, considerando todas las cosas, esta opción
nos ha parecido la más acertada. Espero no haberme equivoca­
do del todo. Por otra parte, las notas no pretenden ser un
comentario exhaustivo; su única vocación es servir de guía al
lector en pasajes difíciles del texto y, algunas veces, proporcio­
narle información pertinente para su comprensión. Nuevamen­
te, y con grandes dosis de benevolencia, espero que, por lo
menos, se puedan tomar como una nueva prueba de la posibi­
lidad de akrasia. He incluido un glosario de símbolos. En líne­
as generales, Wittgenstein utiliza en el Tractatus la notación de
los Principia Mathematica de Russell, hoy en desuso. Por eso en
el glosario doy indicaciones acerca de la notación más usual en
nuestros días. Finalmente, ofrezco un índice analítico en el que
ordeno alfabéticamente los diferentes términos castellanos que
uso en la traducción y doy sus equivalentes alemanes. Indico
también los casos en los que no he podido mantener —a pesar
de haberlo intentado— correspondencias uniformes entre tér­
minos castellanos y alemanes.
Un grupo de compañeros de profesión y de estudiantes de
filosofía de la Universidad de Oviedo me han ayudado leyen­
do la introducción, la traducción y las notas y haciéndome
sugerencias que, o bien facilitaban la comprensión, o me evi­
taban caer en errores de todo tipo. Ni que decir tiene que las
incorrecciones que subsistan son sólo responsabilidad mía.
Muchas gracias pues por su inapreciable ayuda a Macarena
de Blanco de Paz, Margarita Blanco Hólscher, Roger Bosch
80 LUIS M. VALDÉS VILLANUEVA

Bastardes, David Fernández García, Alfonso G arcía Suárez,


Manuel Garrido Gim énez, Guillermo Lorenzo González,
Patricia Martínez López, Sergio Miranda Llorens, Josep Lluís
Prades Celma, Gonzalo Rodríguez García, Jorge Rodríguez
Marqueze, Víctor Manuel Santamaría Navarro, Martín Sevilla
Rodríguez y Lorena Villam il García.

Luanco-O viedo, febrero de 2002

Nota a la segunda edición


En esta segunda edición del Tractatus en la colección «Los
Esenciales de la Filosofía» de Editorial Tecnos he corregido los
errores y/o erratas de la primera que he podido advertir y/o de
los que he sido avisado. Agradezco a mis compañeros Pedro
J. Cham izo, de la Universidad de Málaga; Luis Fernández
Moreno, de la Universidad Complutense de Madrid, y Julián
Velarde, de la Universidad de Oviedo, su generosa ayuda al
hacerme ver defectos en los que no había reparado. En los
anexos he introducido una selección bibliográfica sobre el
Tractatus, así como indicaciones sobre musicografía, film o­
grafia y páginas web dedicadas a esta obra.

O viedo, septiem bre de 2002

Nota a la tercera edición


En esta tercera edición del Tractatus logico-philosophicus
se han introducido nuevas correcciones de erratas esencial­
mente tipográficas y se han reformulado algunas expresiones
que quizás adolecían de cierta oscuridad. La bibliografía y la
musicografía han sido actualizadas.

O viedo, noviem bre de 2006


Introducción
p o r B e rtra n d R u ssell, F. R. S.*

* Fellow of the RoyaI Society. Russell fue elegido miembro de la presti­


giosa Royal Society en 1906.
— —

■ •

.
.

'
:
j

'
'
El Tractatus Logico-Philosophicus del Sr. Wittgenstein,
resulte ser o no la verdad última sobre los asuntos de los que
trata, ciertamente merece ser considerado, tanto por el alien­
to que respira, como por su alcance y su profundidad, un
acontecimiento importante en el mundo filosófico. Partiendo
de los principios del simbolismo y de las relaciones que, en
cualquier lenguaje, son necesarias entre palabras y cosas,
aplica el resultado de esta investigación a diversas regiones de
la filosofía tradicional mostrando en cada caso cómo la filo ­
sofía y las soluciones tradicionales surgen de la ignorancia de
los principios del simbolismo y del mal uso del lenguaje.
En primer lugar, se somete a consideración la estructura
lógica de las proposiciones y la naturaleza de la inferencia
lógica. Desde ahí pasamos sucesivamente a la teoría del
conocimiento, a los principios de la física, a la ética y, final­
mente, a lo místico (das Mystisché).
Para entender el libro del Sr. Wittgenstein, es necesario darse
cuenta de cuál es el problema que le preocupa. En la parte de
su teoría que trata del simbolismo se ocupa de las condiciones
que deberían ser cumplidas por un lenguaje lógicamente per­
fecto. Hay diversos problemas por lo que respecta al lenguaje.
En primer lugar, está el problema de lo que pasa efectivamente
en nuestras mentes cuando usamos el lenguaje con la intención
de querer decir algo mediante él; este problema pertenece a la
83
84 BERTRAND RUSSELL

psicología. En segundo lugar, está el problema de cuál es la


relación que se da entre pensamientos, palabras u oraciones y
aquello a lo que se refieren o significan; este problema perte­
nece a la epistemología. En tercer lugar está el problema del
uso de las oraciones para transmitir verdad más bien que false­
dad; esto pertenece a las ciencias especiales que tratan de los
temas de los que hablan las oraciones en cuestión. En cuarto
lugar está la cuestión siguiente: ¿qué relación tiene que tener un
hecho (como, por ejemplo, una oración) con otro para que el
primero sea capaz de ser un símbolo del segundo? Esto último
es una cuestión lógica y es de la que se ocupa el Sr. Wittgens-
tein. Se ocupa de las condiciones de un simbolismo exacto,
esto es, de un simbolismo en el que una oración «significa»
algo completamente determinado. En la práctica, el lenguaje es
siempre más o menos vago, de modo que lo que aseveramos
jamás es completamente preciso. Así pues, la lógica tiene dos
problemas que tratar con respecto al simbolismo: 1) las condi­
ciones para que el sentido, más bien que el sinsentido, se dé en
las combinaciones de símbolos; 2) las condiciones para la uni­
cidad del significado o la referencia en los símbolos o combi­
naciones de símbolos. Un lenguaje lógicamente perfecto tiene
reglas de sintaxis que impiden el sinsentido, y tiene símbolos
individuales que tienen siempre un significado determinado y
único. El Sr. Wittgenstein se ocupa de las condiciones de un
lenguaje lógicamente perfecto; no es que algún lenguaje vaya a
ser alguna vez lógicamente perfecto, o que nos creamos capa­
ces, aquí y ahora, de construir un lenguaje lógicamente perfec­
to, sino que toda la función del lenguaje consiste en tener sig­
nificado y sólo cumple esta función en la medida en que se
acerca al lenguaje ideal que postulamos.
La ocupación esencial del lenguaje es aseverar o negar
hechos. Dada la sintaxis de un lenguaje, el significado de una
oración queda determinado tan pronto como se conoce el sig­
nificado de las palabras componentes. Para que cierta oración
asevere cierto hecho tiene que haber algo, esté como esté
construido el lenguaje, que sea común a la estructura de la
oración y la estructura del hecho. Ésta es quizás la tesis más
fundamental de la teoría del Sr. Wittgenstein. Lo que tiene que
INTRODUCCIÓN 85

haber en común entre la oración y el hecho no puede a su


vez, defiende él, decirse en el lenguaje. Sólo puede, en su ter­
minología, mostrarse, no decirse, pues cualquier cosa que
podamos decir necesitará tener con todo la misma estructura.
El primer requisito de un lenguaje ideal sería que hubiera
un sólo nombre para cada simple y que jamás hubiera el
mismo nombre para dos simples distintos. Un nombre es un
símbolo simple en el sentido de que no tiene partes que sean
ellas mismas símbolos. En un lenguaje lógicamente perfecto
nada que no sea simple tendrá un símbolo simple. El símbolo
de un todo será un «complejo» que contiene los símbolos de
las partes. Al hablar de un «complejo» estamos, como se verá
más tarde, pecando contra las reglas de la gramática filosófi­
ca, pero esto es inevitable al principio. «La mayor parte de las
proposiciones y preguntas que se han escrito sobre asuntos
filosóficos no son falsas sino sinsentidos. Es por ello por lo que
no podemos en absoluto responder a preguntas de ese tipo,
sino sólo constatar que se trata de sinsentidos. La mayor parte
de las preguntas y proposiciones de los filósofos surgen del
hecho de que no entendemos la lógica de nuestro lenguaje.
Son del mismo género que la pregunta sobre si lo bueno es
más o menos idéntico que lo bello» (4.003). Lo que en el
mundo es complejo es un hecho. Los hechos que no están
compuestos de otros hechos son lo que el Sr. Wittgenstein
llama Sachverhalte, mientras que un hecho que puede cons­
tar de dos o más hechos se denomina Tatsache; así, por ejem­
plo, «Sócrates es sabio» es un Sachverhalt lo mismo que un
Tatsache, mientras que «Sócrates es sabio y Platón es su discí­
pulo» es un Tatsache, pero no un Sachverhalt.
El autor compara la expresión lingüística con la proyección
en geometría. Una figura geométrica puede proyectarse de
muchas maneras; cada una de esas maneras corresponde a-un
lenguaje diferente, pero las propiedades proyectivas de la
figura original permanecen inalteradas sea cual sea la manera
de proyección que se adopte. Las propiedades proyectivas
corresponden a lo que, en su teoría, tienen que tener en
común la proposición y el hecho, si la proposición ha de ase­
verar el hecho.
86 BERTRAND RUSSELL

En ciertos modos elementales esto es, desde luego, bastan­


te obvio. Es imposible, por ejemplo, hacer un enunciado
sobre dos hombres (suponiendo por el momento que los hom­
bres hayan de ser tratados como simples), sin emplear dos
nombres, y si se va a aseverar una relación entre los dos hom­
bres será necesario que la oración en la que se hace la aser­
ción establezca una relación entre los dos nombres. Si deci­
mos «Platón ama a Sócrates», la palabra «ama» que ocurre
entre las palabras «Platón» y «Sócrates» establece una cierta
relación entre esas dos palabras y, debido a este hecho, nues­
tra oración es capaz de aseverar una relación entre las perso­
nas nombradas por las palabras «Platón» y «Sócrates». «No:
"El signo complejo 'aRb' dice que a está en la relación R con
b ", sino más bien: " Q ue ‘a’ está en cierta relación con 'b' dice
que aRb''» (3.1432).
El Sr. Wittgenstein comienza su teoría del simbolismo con
el enunciado (2.1) «Nos hacemos figuras de los hechos». Una
figura, dice él, es un modelo de la realidad, y a los objetos de
la realidad les corresponden los elementos de la figura: la pro­
pia figura es un hecho. El hecho de que las cosas tengan una
cierta relación entre sí se representa por el hecho de que, en
la figura, sus elementos tienen una cierta relación entre sí. «En
la figura y en lo figurado ha de haber algo idéntico para que,
en suma, la una pueda ser figura de lo otro. Lo que una figu­
ra tiene que tener en común con la realidad para poder figu­
rarla a su modo y manera — correcta o erróneamente— es su
forma de figuración» (2.161, 2.17).
Hablamos de una figura lógica de la realidad cuando que­
remos implicar solamente tanta semejanza como es esencial
a su ser una figura, en cualquier sentido que tomemos esto; es
decir: cuando no queremos implicar nada más que identidad
de forma lógica. La figura lógica de un hecho, dice él, es un
Cedanke. Una figura puede corresponder o no con un hecho
y ser, de acuerdo con ello, verdadera o falsa, pero en ambos
casos comparte la forma lógica con el hecho. El sentido en
que habla de figuras viene ilustrado por el enunciado siguien­
te: «La placa del gramófono, el pensamiento musical, la nota­
ción musical, las ondas sonoras, están todos ellos entre sí en
INTRODUCCIÓN 87

la relación interna de figuración que se da entre lenguaje y


mundo. Todos ellos tienen en común la construcción lógica.
(Como, en el cuento, los dos jóvenes, sus dos caballos y sus
lirios. En cierto sentido, todos ellos son uno)» (4.014). La posi­
bilidad de que una proposición represente un hecho descan­
sa sobre el hecho de que en ella los objetos están representa­
dos por signos. Las denominadas «constantes» lógicas no
están representadas por signos, pero están presentes ellas mis­
mas tanto en la proposición como en el hecho. La proposición
y el hecho tienen que exhibir la misma «multiplicidad» lógi­
ca, y tal cosa no puede, a su vez, representarse ya que esto
tiene que ser común al hecho y a la figura. El Sr. Wittgenstein
mantiene que todo lo que es propiamente filosófico pertene­
ce a lo que sólo puede ser mostrado, a lo que es común al
hecho y a su figura lógica. A partir de este punto de vista resul­
ta que no puede decirse nada correcto en filosofía. Toda pro­
posición filosófica es gramaticalmente defectuosa y lo mejor
que podemos esperar lograr mediante la discusión filosófica
es guiar a la gente para que vea que la discusión filosófica es
un error. «La filosofía no es ninguna de las ciencias naturales.
(La palabra "filosofía" tiene que significar algo que esté por
encima o por debajo de las ciencias naturales, pero no a su
mismo nivel.) El objetivo de la filosofía es la clarificación lógi­
ca de los pensamientos. La filosofía no es una teoría, sino una
actividad. Una obra filosófica consta esencialmente de eluci­
daciones. El resultado de la filosofía no son "proposiciones
filosóficas" sino la clarificación de las proposiciones. La filo­
sofía debe clarificar y delimitar de manera nítida los pensa­
mientos que, de otro modo, se presentan, por así decirlo, tur­
bios y envueltos en brumas» (4.111 y 4.112). De acuerdo con
este principio, todas las cosas que hemos de decir para con­
ducir al lector a que entienda la teoría del Sr. Wittgenstein son
todas ellas cosas que la propia teoría condena como carentes
de significado. Con esta cautela por delante, trataremos de
transmitir la imagen del mundo que parece subyacer a su sis­
tema.
El mundo consta de hechos: los hechos, estrictamente
hablando, no pueden definirse, pero podemos explicar lo que
88 BERTRAND RUSSELL

queremos decir afirmando que los hechos son los que hacen a
las proposiciones verdaderas o falsas. Los hechos pueden con­
tener partes que son, a su vez, hechos o pueden no contener
tales partes; por ejemplo: «Sócrates fue un sabio ateniense»
consta de dos hechos «Sócrates fue sabio» y «Sócrates fue un
ateniense». El Sr. Wittgenstein llama Sachverhalt a un hecho
que no tiene partes que sean hechos. Esto es lo mismo que lo
que llama hecho atómico. Un hecho atómico, aunque no con­
tiene parte alguna que sea un hecho, contiene sin embargo
partes. Si podemos considerar «Sócrates es sabio» como hecho
atómico, percibimos que contiene los constituyentes «Sócra­
tes» y «sabio». Si un hecho atómico se analiza todo lo com­
pletamente que sea posible (me refiero aquí a la posibilidad
teórica, no a la posibilidad práctica), los constituyentes que se
alcanzan al final pueden denominarse «simples» u «objetos».
No sostiene Wittgenstein que podamos aislar los simples de
manera efectiva o que podamos tener conocimiento empírico de
ellos. Es una necesidad lógica que exige la teoría, igual que
sucede con un electrón. Su fundamento para mantener que tiene
que haber simples es que todo complejo presupone un hecho.
No se supone necesariamente que la complejidad de los
hechos es finita; incluso si todo hecho constase de un número
infinito de hechos atómicos y si cada hecho atómico constase
de un número infinito de objetos, aún habría objetos y hechos
atómicos (4.2211). La aserción de que hay un determinado
complejo se reduce a la aserción de que sus constituyentes
están relacionados de cierta manera, que es la aserción de un
hecho. A sí pues, si damos un nombre al complejo, el nombre
sólo tiene significado en virtud de la verdad de cierta proposi­
ción, a saber: la proposición que asevera que los constituyen­
tes del complejo están relacionados. De este modo, nombrar
complejos presupone las proposiciones, mientras que las pro­
posiciones presuponen que se nombran simples. Se muestra
así que el que se nombren simples es en lógica lo que es lógi­
camente primero.
El mundo está completamente descrito si se conocen todos
los hechos atómicos junto con el hecho de que ésos son todos
los hechos atómicos. El mundo no se describe nombrando
INTRODUCCIÓN 89

meramente todos los objetos que hay en él; es necesario


conocer también los hechos atómicos de los que son consti­
tuyentes esos objetos. Dada esta totalidad de hechos atómicos
puede teóricamente inferirse cualquier proposición verdade­
ra, por compleja que ésta sea. Una proposición (verdadera o
falsa) que asevere un hecho atómico se denomina proposición
atómica. Todas las proposiciones atómicas son lógicamente
independientes entre sí. Ninguna proposición atómica im pli­
ca ninguna otra o es inconsistente con cualquier otra. Así
pues, toda la tarea de la inferencia lógica tiene que ver con
proposiciones que no son atómicas. Tales proposiciones pue­
den denominarse moleculares.
La teoría de Wittgenstein de las proposiciones moleculares
descansa sobre su teoría de la construcción de las funciones
de verdad.
Una función de verdad de una proposición p es una pro­
posición que contiene p y que es tal que su verdad o false­
dad depende sólo de la verdad o falsedad de p y, sim ilar­
mente, una función de verdad de varias proposiciones p, q, r,
..., es aquella que contiene p, q, r, ..., y que es tal que su ver­
dad o falsedad depende sólo de la verdad o falsedad de p, q,
r, ... A primera vista podría parecer que hubiese otras funcio­
nes de proposiciones además de las funciones de verdad;
tales serían, por ejemplo, «A cree p» pues, en general, A creerá
algunas proposiciones verdaderas y algunas falsas: a menos
que sea un individuo excepcionalmente dotado, no podemos
inferir que p es verdadera del hecho de que A la crea o que
p es falsa a partir del hecho de que no la crea. Otras aparen­
tes excepciones serían «p es una proposición muy comple­
ja», o «pes una proposición sobre Sócrates». Sin embargo, el
Sr. Wittgenstein mantiene, por razones que se presentarán,
que tales excepciones son sólo aparentes y que toda función
de una proposición es realmente una función de verdad. Se
sigue que, si podemos definir las funciones de verdad de
manera general, podemos lograr una definición general de
todas las proposiciones en términos del conjunto original de
proposiciones atómicas. Esto es lo que Wittgenstein procede
a hacer.
90 BERTRAND RUSSELL

El Dr. Sheffer ha mostrado (Trans. Am. Math. Soc., vol. XIV,


pp. 481-488) que todas las funciones de verdad de un conjun­
to dado de proposiciones pueden construirse a partir de cual­
quiera de estas dos funciones: «no-p o no-g» o «no-p y no-g».
Wittgenstein hace uso de la última, dando por supuesto un
conocimiento de la obra del Dr. Sheffer. La manera en que las
demás funciones de verdad se construyen a partir de «no-p y
no-g» es fácil de ver. «No-p y no-p» es equivalente a «no-p», de
manera que obtenemos una definición de la negación en tér­
minos de nuestra función primitiva; por tanto, podemos definir
«p o g» pues esto es la negación de «no-p y no-g», esto es, de
nuestra función primitiva. El desarrollo de otras funciones de
verdad a partir de «no-p» y «p o g» se da en detalle al comien­
zo de Principia Mathematica. Esto proporciona todo lo que se
necesita cuando las proposiciones que son argumentos de
nuestras funciones de verdad se dan por enumeración. Sin
embargo, Wittgenstein, por medio de un análisis muy intere­
sante, tiene éxito a la hora de extender el proceso a las propo­
siciones generales, esto es: a casos en los que las proposiciones
que son argumentos de nuestras funciones de verdad no están
dadas por enumeración sino que están dadas como todas aque­
llas que satisfacen alguna condición. Sea fx, por ejemplo, una
función proposicional (esto es: una función cuyos valores son
proposiciones), tal como «xe s humano», de modo que los dis­
tintos valores de x forman un conjunto de proposiciones. Pode­
mos extender la idea de «no-p y no-g» de modo que se aplique
a la negación simultánea de todas las proposiciones que son
valores de fx. De este modo llegamos a la proposición que se
representa ordinariamente en lógica matemática mediante las
palabras «fx es falsa para todos los valores de x». La negación
de esto sería la proposición «Hay al menos un x para el que fx
es verdadera» que se representa mediante «(gx). fx». Si hubié­
semos partido de no -fx en vez de fx hubiéramos llegado a la
proposición «fx es verdadera para todos los valores de x» que se
representa por «(x). fx». El método de Wittgenstein para tratar
con las proposiciones generales [esto es: «(x). fx» y «(gx). fx»]
difiere de los anteriores en el hecho de que la generalidad sólo
interviene en la especificación del conjunto de las proposiciones
INTRODUCCIÓN 91

concernidas y, una vez que se ha hecho esto, la construcción de


las funciones de verdad procede exactamente como en el caso
de un número finito de argumentos enumerados p, q, r, ...
En este punto, la explicación por parte del Sr. Wittgenstein
de su simbolismo no se da de manera completa en el texto. El
símbolo que usa es: [p, £, N (£)]. Lo que sigue es la explica­
ción de este símbolo:

p está por todas las proposiciones atómicas.


£ está por cualquier conjunto de proposiciones.
N(£;) está por la negación de todas las proposiciones
que forman £.

El símbolo completo [p, £, N (£)] significa todo lo que


puede obtenerse tomando cualquier selección de proposicio­
nes atómicas, negándolas todas, tomando seguidamente cual­
quier selección del conjunto de proposiciones así obtenido
junto con cualquiera de las originales, y así sucesivamente de
manera indefinida. Ésta es, dice él, la función de verdad gene­
ral y también la forma general de la proposición. Lo que esto
quiere decir es algo menos complicado de lo que parece. Se
intenta que el símbolo describa un proceso con la ayuda del
cual, dadas las proposiciones atómicas, puedan elaborarse
todas las demás. El proceso depende de:
a) la demostración de Sheffer de que todas las funciones
de verdad pueden obtenerse a partir de la negación simultá­
nea, esto es: a partir de «no-p y no-qr»;
ti) la teoría del Sr. Wittgenstein de la derivación de las pro­
posiciones generales a partir de conjunciones y disyunciones;
c) la aserción de que una proposición sólo puede ocurrir
en otra proposición como argumento de una función de verdad.
Dados estos tres fundamentos, se sigue que todas las proposi­
ciones que no son atómicas pueden derivarse de todas las que
lo son mediante un proceso uniforme, y es este proceso el que
indica el símbolo del Sr. Wittgenstein.
A partir de este método uniforme de construcción llegamos
a una sorprendente sim plificación de la teoría de la inferen­
cia, así como a una definición de la suerte de proposiciones
92 BERTRAND RUSSELL

que pertenecen a la lógica. El método de generación que se


acaba de describir capacita a Wittgenstein para decir que
todas las proposiciones pueden construirse de la manera ante­
rior a partir de proposiciones atómicas, y de este modo se
define la totalidad de las proposiciones. (Las excepciones apa­
rentes que mencionamos antes se tratan de un modo que con­
sideraremos más adelante.) Wittgenstein puede entonces afir­
mar que las proposiciones son todo lo que se sigue de la tota­
lidad de las proposiciones atómicas (junto con el hecho de
que se trata de la totalidad de tales proposiciones); que una
proposición es siempre una función de verdad de proposicio­
nes atómicas; y que si p se sigue de q el significado de p está
contenido en el significado de q, de lo que, naturalmente, se
sigue que nada puede deducirse de una proposición atómica.
Todas las proposiciones de la lógica, mantiene él, son tauto­
logías, tales como, por ejemplo, «p o no-p».
El hecho de que nada pueda deducirse de una proposición
atómica tiene interesantes aplicaciones para, por ejemplo, la
causalidad. En la lógica de Wittgenstein no puede haber nada
que sea el nexo causal. «No podem os inferir» — dice él— los
eventos futuros a partir de los presentes. La creencia en un nexo
causal es superstición.» Que el sol saldrá mañana es una hipó­
tesis. De hecho, no sabemos si saldrá, puesto que no hay obli­
gación alguna de que una cosa tenga que suceder porque otra
suceda.
Tomemos ahora otro tema, el de los nombres. En el len­
guaje lógico-teórico de Wittgenstein sólo se dan nombres a
los simples. No damos dos nombres a una única cosa o un
único nombre a dos cosas distintas. De acuerdo con él, no
hay manera alguna en la que podamos describir la totalidad
de las cosas que pueden nombrarse, en otras palabras: la tota­
lidad de lo que hay en el mundo. Para poder hacer esto ten­
dríamos que conocer alguna propiedad que debe pertenecer
a cada cosa en virtud de una necesidad lógica. Se ha preten­
dido buscar tal propiedad en la autoidentidad, pero la con­
cepción de la identidad es sometida por Wittgenstein a una
crítica destructiva de la que no parece haber escapatoria. Se
rechaza la definición de la identidad por medio de la identi­
INTRODUCCIÓN 93

dad de los indiscernibles, puesto que la identidad de los indis­


cernibles no parece ser un principio lógicamente necesario.
De acuerdo con este principio, x es idéntico a y si toda pro­
piedad de x es una propiedad de y, pero, después de todo,
sería lógicamente posible que dos cosas tuvieran exactamen­
te las mismas propiedades. Si esto no ocurre de hecho se debe
a una característica accidental del mundo, no a una caracte­
rística lógicamente necesaria, y las características accidenta­
les del mundo no han de admitirse, desde luego, dentro de la
estructura de la lógica. De acuerdo con ello, el Sr. Wittgen-
stein proscribe la identidad y adopta la convención de que
letras diferentes han de significar cosas diferentes. En la prác­
tica, se necesita la identidad entre un nombre y una descrip­
ción o entre dos descripciones. Se necesita para proposicio­
nes tales como «Sócrates es el filósofo que bebió la cicuta» o
«El primero de los pares es el número que sigue inmediata­
mente después del 1». En el sistema de Wittgenstein es fácil
disponer de recursos para tales usos de la identidad.
El rechazo de la identidad elimina un método de hablar de
la totalidad de las cosas, y se encontrará que cualquier otro
método que pueda sugerirse es igualmente falaz: así al menos
lo mantiene Wittgenstein y, yo creo, que de manera correcta.
Esto equivale a decir que «objeto» es un pseudoconcepto.
Decir « x e s un objeto» no es decir nada. Se sigue de esto que
no podemos hacer enunciados tales como «Hay más de tres
objetos en el mundo» o «Hay un número infinito de objetos
en el mundo». Los objetos sólo pueden mencionarse en cone­
xión con una propiedad determinada. Podemos decir «Hay
más de tres objetos que son humanos» o «Hay más de tres
objetos que son rojos», pues en esos enunciados la palabra
«objeto» puede reemplazarse por una variable del lenguaje de
la lógica que, en el primer caso, satisface la función «x es
humano»; en el segundo «xes rojo». Pero, cuando intentamos
decir «Hay más de tres objetos», esta substitución de la pala­
bra «objeto» por una variable se torna imposible y la proposi­
ción está, por tanto, desprovista de significado.
Tocamos aquí un ejemplo de la tesis fundamental de Witt­
genstein de que es imposible decir algo sobre el mundo como
94 BERTRAND RUSSELL

un todo y que cualquier cosa que pueda decirse ha de estar limi­


tada a porciones del mundo. Este punto de vista puede haber
sido sugerido originalmente por la notación y, si esto es así, dice
mucho en su favor, pues una buena notación tiene una sutileza
y una capacidad de sugerencia que a veces la convierte en algo
parecido a un profesor de carne y hueso. Las irregularidades en
la notación son a menudo el primer signo de los errores filosófi­
cos, y una notación perfecta sería un substituto del pensamien­
to. Pero aunque la notación podría haberle sugerido en primera
instancia al Sr. Wittgenstein la limitación de la lógica a cosas
dentro de mundo, como algo opuesto al mundo como un todo,
este punto de vista, una vez sugerido, parece que ha de reco­
mendarse por muchas otras razones. Por mi parte, confieso que
no sé si es, en última instancia, verdadero o no. En esta intro­
ducción me interesa exponerlo, no pronunciarme sobre él. De
acuerdo con este punto de vista, sólo podríamos decir cosas
sobre el mundo como un todo si pudiéramos salir fuera del
mundo, esto es: si éste dejara de ser para nosotros el mundo en
su totalidad. Pudiera ser que nuestro mundo estuviera limitado
por un ser superior que lo supervisara desde lo alto pero, para
nosotros, por finito que pueda ser, no puede tener un límite,
puesto que no hay nada fuera de él. Wittgenstein usa como ana­
logía el campo de visión. Nuestro campo de visión no tiene para
nosotros un límite visual porque, precisamente, no tiene nada
fuera de él y, de igual manera, nuestro mundo lógico no tiene
límite lógico porque nuestra lógica no conoce nada fuera de
ella. Estas consideraciones le llevan a una discusión del solipsis-
mo que es, en cierto modo, curiosa. La lógica, dice él, llena el
mundo. Los límites del mundo son también sus límites. Por
tanto, no podemos decir en lógica que hay esto en el mundo,
pero no aquello, pues decirlo presupondría aparentemente que
excluíamos ciertas posibilidades, y esto no puede ser el caso, ya
que exigiría que la lógica traspasase los límites del mundo; algo
así como si pudiera también contemplar estos límites desde el
otro lado. Lo que no podemos pensar no lo podemos pensar; por
tanto no podemos tampoco decir lo que no podemos pensar.
Esto, dice él, da la clave del solipsismo. Lo que el solipsismo
pretende es completamente correcto, pero no puede decirse,
INTRODUCCIÓN 95

sólo puede mostrarse. Que el mundo es mi mundo aparece en


el hecho de que los límites del lenguaje (el único lenguaje que
yo entiendo), indican los límites de mi mundo. El sujeto metafí-
sico no pertenece al mundo pero es un límite del mundo.
Tenemos que considerar a renglón seguido la cuestión de
las proposiciones moleculares tales como, por ejemplo, «A
cree que p », que no son, a primera vista, funciones de verdad
de las proposiciones que contienen.
Wittgenstein introduce este asunto al enunciar su posición
al efecto de que todas las funciones moleculares son funcio­
nes de verdad. D ice (5.54): «En la forma general de la pro­
posición las proposiciones ocurren en otras proposiciones
sólo como base de las operaciones veritativas.» A primera
vista, continúa explicando él, parece como si una proposi­
ción pudiese también aparecer de otras maneras, por ejem­
plo, «A cree que p». Aquí, visto el asunto de forma superficial,
parece como si la proposición p estuviese en una suerte de
relación con el objeto A. «Es claro, sin embargo, que " A cree
que p", "A piensa p", "A dice p" son de la forma p' dice p":
y no se trata aquí de una coordinación de un hecho con un
objeto, sino de la coordinación de hechos mediante la coor­
dinación de sus objetos» (5.542).
Lo que el Sr. Wittgenstein dice aquí lo dice con tal brevedad
que no es probable que quede claro para aquellas personas que
no tienen presente las controversias en las que Wittgenstein está
interesado en este punto. La teoría con la que está en desa­
cuerdo se encontrará en mis artículos sobre la naturaleza de la
verdad y la falsedad publicados en Philosophical Essays y Pro­
ceedings o f the Aristotelian Society, 1906-7. El problema en
disputa es el problema de la forma lógica de la creencia, esto
es: cuál es el esquema que representa lo que ocurre cuando un
hombre cree. Desde luego, el problema se aplica no sólo a la
creencia, sino también a toda una hueste de otros fenómenos
mentales que pueden denominarse actitudes proposicionales:
dudar, considerar, desear, etc. En todos estos casos parece natu­
ral expresar el fenómeno de la forma «A duda p», «A desea p»
etc., y esto lo hace aparecer como si estuviésemos tratando de
una relación entre una persona y una proposición. Éste no
96 BERTRAND RUSSELL

puede ser, desde luego, el análisis último, puesto que las per­
sonas son ficciones lo mismo que las proposiciones, excepto en
el sentido de que son hechos por sí mismas. Una proposición,
considerada como un hecho por sí misma, puede ser un con­
junto de palabras que un hombre se dice a sí mismo, una ima­
gen compleja, una secuencia de imágenes que pasan a través
de su mente, o un conjunto de movimientos corporales inci­
pientes. Puede ser cualquier cosa de entre un conjunto de innu­
merables cosas diferentes. La proposición como un hecho por
sí misma, por ejemplo el conjunto efectivo de palabras que un
hombre se dice a sí mismo, no es relevante para la lógica. Lo
que es relevante para la lógica es aquel elemento común a
todos esos hechos que le capacita, digámoslo así, para mentar
el hecho que la proposición asevera. Naturalmente, para la psi­
cología son relevantes muchas otras cosas; pues un símbolo no
significa lo que simboliza sólo en virtud de una relación lógica,
sino también en virtud de una relación lógica de intención, aso­
ciación o de cualquier otra cosa por el estilo. Sin embargo, la
parte psicológica del significado no es objeto de interés para el
lógico. Lo que le interesa en este problema de la creencia es el
esquema lógico. Es claro que, cuando una persona cree una
proposición, la persona, considerada como sujeto metafísico,
no tiene que darse por supuesta para explicar lo que está pasan­
do. Lo que ha de explicarse es la relación entre el conjunto de
palabras que es la proposición cuando se la considera como un
hecho en sí misma, y el hecho «objetivo» que hace a la propo­
sición verdadera o falsa. Esto se reduce, en última instancia, a
la cuestión del significado de las proposiciones, es decir: el sig­
nificado de las proposiciones es la única porción no psicológi­
ca del problema que aparece involucrada en el análisis de la
creencia. Este problema es simplemente el de la relación entre
dos hechos, a saber: la relación entre la serie de palabras usa­
das por quien tiene la creencia y el hecho que hace a esas pala­
bras verdaderas o falsas. La serie de palabras es un hecho en la
misma medida en que lo que las hace verdaderas o falsas es un
hecho. La relación entre esos dos hechos no es inanalizable,
puesto que el significado de una proposición resulta del signifi­
cado de sus palabras constituyentes. El significado de la serie de
INTRODUCCIÓN 97

palabras que es una proposición es una función del significado


de cada una de las palabras por separado. De acuerdo con esto,
la proposición como un todo no entra realmente en lo que ha
de ser explicado cuando se explica el significado de una pro­
posición. Quizás sirva de ayuda decir, para sugerir el punto de
vista que estoy intentando indicar, que en los casos que hemos
estado considerando la proposición ocurre como un hecho, no
como una proposición. Sin embargo, tal enunciado no ha de
tomarse demasiado literalmente. El asunto es, en realidad, que
al creer, desear, etc., lo que es lógicamente fundamental es la
relación de una proposición, considerada com o un hecho, con
el hecho que la hace verdadera o falsa, y que esta relación entre
dos hechos es reducible a una relación entre sus constituyentes.
Así pues, la proposición no ocurre en absoluto de la misma
manera en que ocurre en una función de verdad.
Hay algunos aspectos en los que, me parece, la teoría del
Sr. Wittgenstein necesita un mayor desarrollo técnico. Esto se
aplica en particular a su teoría sobre el número (6.02 ss.) que,
tal como está, sólo puede tratar de números finitos. Ninguna
lógica puede considerarse adecuada hasta que se haya mos­
trado que es capaz de habérselas con números transfinitos.
No pienso que haya nada en el sistema del Sr. Wittgenstein
que le haga imposible llenar esta laguna.
Más interesante que tales cuestiones de detalle comparati­
vo es la actitud del Sr. Wittgenstein hacia lo místico. Su acti­
tud hacia ello surge de modo natural de su doctrina pertene­
ciente a la lógica pura de acuerdo con la cual la proposición
lógica es una figura (verdadera o falsa) de los hechos y tiene
en común con ellos una cierta estructura. Es esta estructura
común la que la hace capaz de ser una figura de los hechos,
pero la estructura misma no puede formularse en palabras,
puesto que es una estructura de palabras, lo mismo que de las
hechos a los que éstas se refieren. Por tanto, todo lo que está
incluido en la misma idea de la expresividad del lenguaje
tiene que mantenerse sin capacidad de ser expresado en él y es,
por consiguiente, inexpresable en un sentido perfectamente pre­
ciso. Lo inexpresable contiene, de acuerdo con el Sr. Wittgenstein,
la totalidad de la lógica y de la filosofía. El método correcto de
98 BERTRAND RUSSELL

enseñar filosofía, dice él, sería autolimitarse a proposiciones de


las ciencias, enunciadas con toda la claridad posible, y tam­
bién con exactitud, dejando las aserciones filosóficas al apren­
diz y demostrándole, cada vez que las haga, que carecen de
significado. Es verdad que a un hombre que intentase este
método de enseñanza podría alcanzarle el destino de Sócrates,
pero no hemos de dejarnos disuadir por este temor si ése es el
único método correcto. No es esto lo que causa alguna vaci­
lación a la hora de aceptar la posición del Sr. Wittgenstein, a
pesar de los muy poderosos argumentos que él aduce en su
apoyo. Lo que causa vacilación es el hecho de que, después
de todo, el Sr. Wittgenstein logra decir bastantes cosas sobre lo
que no puede decirse, sugiriendo entonces al lector escéptico
que posiblemente haya alguna escapatoria a través de una
jerarquía de lenguajes, o recurriendo a algún otro expediente.
Por ejemplo, todo el asunto de la ética lo coloca Wittgenstein
en la región de lo místico, de lo inexpresable. Sin embargo, él
es capaz de transmitir sus opiniones éticas. Su defensa sería
que lo que él llama lo místico puede mostrarse, aunque no
puede decirse. Puede que esta defensa sea adecuada pero, por
mi parte, confieso que me deja con un cierto sentido de desa­
zón intelectual.
Hay un problema puramente lógico respecto del que estas
dificultades son peculiarmente agudas. Me refiero al proble­
ma de la generalidad. En la teoría de la generalidad es nece­
sario considerar todas las proposiciones de la forma fx, donde
fx es una función proposicional dada. Esto pertenece, de
acuerdo con el sistema del Sr. Wittgenstein, a la parte de la
lógica que puede ser expresada. Pero la totalidad de posibles
valores de x que podría parecer que está involucrada en la
totalidad de las proposiciones de la forma fx, no es admitida
por el Sr. Wittgenstein entre las cosas de las que se puede
hablar, pues aquella totalidad no es algo distinto de la totali­
dad de las cosas del mundo, y esto implica el intento de con­
cebir el mundo como un todo; «el sentir el mundo como un
todo limitado es lo místico»; por tanto, la totalidad de los
valores de x es lo místico (6.45). Esto se argumenta expresa­
mente cuando el Sr. Wittgenstein niega que podamos hacer
INTRODUCCIÓN 99

proposiciones respecto de cuántas cosas hay en el mundo


como, por ejemplo, que hay más de tres.
Estas dificultades me sugieren una posibilidad como la que
sigue: todo lenguaje tiene, como el Sr. Wittgenstein dice, una
estructura respecto de la que nada puede decirse en el lengua­
je, pero puede haber otro lenguaje que trate de la estructura del
primer lenguaje y que tenga él mismo una nueva estructura; y
para esta jerarquía de lenguajes no habría límite alguno. El Sr.
Wittgenstein replicaría, desde luego, que toda su teoría es apli­
cable sin cambio alguno a la totalidad de tales lenguajes. La
única réplica sería negar que haya tal totalidad. Sin embargo, él
piensa que las totalidades respecto de las que mantiene que es
imposible hablar lógicamente existen y son el objeto de su mis­
ticismo. La totalidad resultante de nuestra jerarquía no sería sólo
lógicamente inexpresable, sino una ficción, un mero engaño, y
en este sentido la supuesta esfera de lo místico quedaría aboli­
da. Tal hipótesis es muy difícil, y puedo verle algunas objeciones
que, de momento, no sé cómo responder. Con todo, no veo
cómo una hipótesis más fácil puede escapar a las conclusiones
del Sr. Wittgenstein. Incluso si se demostrase que esta muy difí­
cil hipótesis es mantenible, dejaría sin tocar una parte muy
amplia de la teoría del Sr. Wittgenstein, aunque posiblemente no
sea aquella sobre la que quiere hacer un mayor hincapié. Como
alguien con una larga experiencia en las dificultades de la lógi­
ca y en lo que de ilusorio tienen las teorías que parecen irrefu­
tables, me siento incapaz de estar seguro de la corrección de
una teoría tomando como fundamento el mero hecho de que no
puedo ver punto alguno en el que es errónea. Pero el haber
construido una teoría de la lógica que no es obviamente errónea
en ninguno de sus puntos es haber logrado hacer un trabajo de
extraordinaria dificultad e importancia. Este mérito pertenece,
en mi opinión, al libro del Sr. Wittgenstein y hace de él algo que
ningún filósofo serio puede permitirse el lujo de pasar por alto.

Bertrand Russell
Mayo de 1922
T ra c ta tu s lo g ic o -
p h ilo so p h ic u s
Dedicado a la m em oria de mi amigo
David P in sen t 1

M otto: ...y to d o lo q u e se sabe y n o se h a o íd o


m e ra m e n te c o m o ru m o r o m u rm u llo , p u e d e
d ecirse e n tres palabras.

K ürnberger2

1 D avid P insent (1891-1918), estudiante d e m atem áticas en C am b rid g e a q u ien


W ittgenstein co n o ció e n u n a d e las reu n io n es organizadas p o r Russell. E l sentido m usi­
cal d e P insent y su n oble tem p e ra m e n to h iciero n de él u n co m p añ ero ideal tanto
durante la estancia de W ittg en stein en C am b rid g e c o m o en sus viajes a Islandia y
N o ruega. D u ra n te la guerra sus cartas fu ero n u n a d e las pocas cosas que le alegraron la
existencia. La noticia de su m u e rte e n u n accidente de aviación su m ió a W ittg en stein
e n una p rofunda m elancolía. A su «prim ero y ú n ico amigo» va dedicada esta obra.
2 Ferdinand K ü rn b e rg e r (1821-1879), crítico literario y escritor de ideología libe­
ral nacido en A ustria, a u to r de novelas, folletines y obras dram áticas, saltó a la fam a p o r
su participación e n la revolución austríaca de 1848 y en la reb elió n d e D resde de 1849.
La cita que sirve de motto al Tractatus perten ece a u n o de sus folletines, p ublicado en
1875 en el vo lu m en Uterarische Herzenssachett. Parece q u e W ittg en stein solía utilizarla
co n frecuencia e n las conversaciones c o n sus am igos si b ie n es m u y probable q u e la
hubiera to m ad o del po eta y fu n d ad o r de la revista Die Fackel, K arl K raus (1874-1936).
.

/
'

'


Prólogo

Este libro sólo será entendido quizá por quien alguna vez
haya pensado por sí mismo los pensamientos que en él se
expresan o, al menos, pensamientos parecidos. No es éste pues
un libro que pretenda sentar doctrina. Su objetivo lo alcanza­
ría si procurase placer a quien lo leyera comprendiéndolo.
El libro trata de los problemas de la filosofía y muestra —se­
gún creo— que el planteamiento de estos problemas descansa
en una mala comprensión de la lógica de nuestro lenguaje. De
alguna manera, todo el sentido del libro podría condensarse
en las siguientes palabras: lo que en cualquier caso puede
decirse, puede decirse claramente; y de lo que no se puede
hablar, hay que callar la boca.
El libro quiere trazar un límite al pensar o, mejor dicho, no
al pensar sino a la expresión de los pensamientos; porque, para
trazar un límite al pensar, tendríamos que poder pensar ambos
lados de ese límite (tendríamos que pensar lo que no puede
pensarse.)
Por ello, el límite sólo podrá trazarse en el lenguaje y lo
que está al otro lado del límite será, simplemente, un sin­
sentido.
No quiero juzgar hasta qué punto mis esfuerzos coinciden
con los de otros filósofos. De hecho, lo que he escrito aquí no
tiene aspiración alguna de novedad en sus detalles; y la razón

103
104 LUDWIG WITTGENSTEIN

por la que no indico fuente alguna se debe a que me resulta


indiferente si lo que he pensado ya había sido pensado con
anterioridad por algún otro.
Sólo quiero mencionar que debo a las grandiosas obras de
Frege3 y a los trabajos de mi amigo el señor Bertrand Russell4
una gran parte del estímulo que ha alimentado mis pensa­
mientos.

3 G o ttlo b F reg e (1 8 4 8 -1 9 2 5 ), m a te m á tic o y filósofo alem án, es el fu n d a d o r


d e la ló g ica m a te m á tic a m o d e rn a . Su carrera la d esarro lló c o m p le ta m e n te e n la
u n iv ersid ad d e Je n a e n la q u e fu e Privatdozent d esd e 1874 y, p o ste rio rm e n te , c a te ­
d rático h o n o ra r io (1 8 9 6 -1 9 1 8 ). Sus obras m ás im p o rta n te s in clu y en : Begriffsschrift,
eine der arithmetischen nachgebildete Formelnsprache des reinen D enkens (1879) [versión
castellana e n U N A M , M é x ic o , 1973], D ie Grundlagen der A ríthm etik (1884) [ver­
sió n castellana e n Laia, B arcelo n a, 1972], Grundgesteze der A ríthm etik I (1983) y II
(1903). F rege es a u to r adem ás de u n c o n ju n to d e artíc u lo s q u e h a n sido fu n d a ­
m en ta le s e n el d esarro llo d e la ló g ica, la filosofía de la ló g ica y d el len g u aje y la
se m án tica c o n te m p o rá n e a s . M e re c e la p e n a d estacar e n tre ellos « U b er S in n u n d
B e d e u tu n g » (1892) [«Sobre se n tid o y referencia»], « F u n k tio n u n d Begriff» (1891)
[« F u n ció n y co n cep to » ], « U b e r B e g riff u n d G eg en stan d » (1892) [«Sobre c o n c e p ­
to y ob jeto » ], «Was ist e in e F unktion?» (1904) [«¿Q ué es u n a función?»] y el c o n ­
j u n t o d e tres a rtícu lo s « D er G edanke» (1 9 1 8 -1 9 1 9 ) [«El pen sam ien to » ], «D ie
V ern ein u n g » (1919) [«La negación»] y «Satzgeflige» (1923) [« C o m p o sició n de
p ensam ientos»]. [E xiste tra d u c c ió n castellana d e to d o s estos artíc u lo s e n G. Frege,
Escritos de semántica y filosofía de la lógica, T ecn o s, M a d rid , 1998]. A lo q u e p arece,
W ittg e n s te ín realizó su p rim e ra visita a F rege e n Je n a e n el v eran o de 1911 y fue
él q u ie n le re c o m e n d ó m a tric u la rse e n la u n iv ersid ad d e C a m b rid g e para e stu d iar
ló g ica b ajo la su p e rv isió n de R ussell.
4 B e rtra n d R u ssell (18 7 2 -1 9 7 0 ); filósofo, m atem ático , activista p olítico y u n o
d e los in telectuales m ás destacados e influyentes del pasado siglo, era m iem b ro del
T rin ity C ollege, C a m b rid g e , d u ra n te la ép o c a en la q u e co n o c ió y m an tu v o u n
im p o rta n tísim o in te rc a m b io d e ideas c o n W ittg e n ste ín . D e h ech o , la p u b licació n del
Tractatus e n 1922 p o r la ed ito rial R o u tle d g e a n d K egan Paul en u n a ed ició n b ilin ­
g üe c o n tra d u c c ió n de C . K . O d g e n — c o n ayuda de F. P. R am sey y co rrecio n es del
p ro p io W ittg e n ste in — y u n p ró lo g o del m ism o R ussell, se d eb ió a sus b u en o s ofi­
cios. C u a n d o , p o r reco m e n d a c ió n de Frege, W ittg e n ste in llegó a C am b rid g e, R ussell
estaba trab ajan d o c o n A . N . W h ite h e a d en los m o n u m e n ta le s Principia Mathematica
q ue, seg ú n él suponía, d e b e ría n establecer de m a n e ra definitiva la re d u cció n d e la
m atem ática a la lógica. La huella d e R ussell es ab so lu tam en te p erceptible en el
Tractatus, a u n q u e sólo sea p o r el sim ple h ec h o d e q u e W ittg e n ste in p arte d e las o p i­
n io n es de su m e n to r para ex p o n e r, co n fuertes divergencias, las suyas propias. A dife­
rencia de Frege, p o r el q u e W ittg e n ste in siem p re expresó un a ad m iració n sin lím i­
tes — q u e n o ex c lu y ó notab les discrepancias— sus relaciones filosóficas y p erso n a -
TRACTATUS LOCICO-PHILOSOPHICUS 105

Si este trabajo tiene algún valor, éste consiste en dos cosas.


La primera de ellas es que en él se expresan pensamientos, y
este valor será tanto mayor cuanto mejor expresados estén.
Tanto mayor será cuanto más se haya remachado el clavo. En
este punto, soy consciente de haberme quedado muy por
debajo de lo posible. Simplemente porque las fuerzas de que
dispongo para acometer la tarea son demasiado reducidas.
Ojalá vengan otros que lo hagan mejor.
En cambio, me parece que la verdad de los pensamientos de
los que se da cuenta aquí es intocable y definitiva. Soy por ello
de la opinión de que, en lo esencial, he resuelto los problemas
de modo indiscutible. Y si no estoy equivocado en esto, la
segunda cosa de valor que hay en este trabajo consiste en
mostrar cuán poco se ha conseguido una vez que estos pro­
blemas se han resuelto.
L.W.
V ien a , 1 9 Í 8

les co n R ussell fu e ro n casi siem pre to rm en to sas a lo q u e, sin duda, c o n trib u y ó el


p eculiar carácter del a u to r del Trartíjfns. W ittg e n ste in pensaba q u e to d o el trabajo d e
R ussell desde su a b a n d o n o d e la d o cen cia e n el T rin ity C o lleg e e n 1916 era p o c o
m en o s q u e basura, m ientras q u e R ussell, q u e siem pre había visto c o n suspicacia las
tesis de su p u p ilo sobre la filosofía o sus veleidades sobre lo m ístico, jam ás p u d o sen­
tir aprecio alg u n o p o r sus cam b io s d e o p in ió n filosófica q u e d ie ro n c o m o resultado
el a b an d o n o d e m uchas tesis del Tractatus. La am istad e n tre ellos desapareció p rácti­
cam en te tras u n to rtu o so e n c u e n tro q u e am bos m a n tu v ie ro n e n In sb ru ck en 1922,
el m ism o a ñ o e n el q u e el Tractatus vio la lu z e n fo rm a d e libro.
1* El m u n d o es to d o lo q u e es el caso.
1 .1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de
las cosas.
▼ D esde el inicio del Tractatus W ittg e n ste in subraya claram en te la d istin ció n
e n tre hechos y cosas. E l m u n d o , lo q u e es el caso, es la to talid ad d e los h ech o s, n o de
las cosas. H a de ten erse e n cu e n ta desde a h o ra q u e los té rm in o s «hecho» y «cosa» n o
tie n e n en el Tractatus su significado o rd in ario . C o m o se verá m ás adelante, las cosas
u o bjetos son esencialm ente sim ples, esto es: si algo es u n a cosa, n o es posib le q u e,
so m etida a anáfisis, e n c o n tre m o s q u e está c o m p u esta a su vez d e cosas. Si su ced ie­
ra esto últim o, n o estam os an te u n a cosa, sino a n te u n a co n fig u ra c ió n de cosas, ante
u n h e c h o .Y el m u n d o es la to talid ad d e tales co n fig u racio n es d e cosas — la to tali­
d ad de los hechos— , y n o la to talid ad d e los e lem en to s q u e las fo rm an .

1 .1 1 El mundo está determinado por los hechos y


por ser éstos todos los hechos.
1 .1 2 Pues la totalidad de los hechos determina lo
que es el caso y también todo lo que no es el
caso.*

* Los n úm eros decim ales q u e se asignan a las p ro p o sicio n es individuales in d ic a n


la im p o rtan cia lógica de las p ro p o sicio n es, el énfasis q u e se h ace sobre ellas e n m i
p resentación. Las proposicio n es n .l , n.2, n.3 , etc., so n o bservaciones sobre la p ro p o ­
sició n n .° n; las proposicion es « .m i, n.m 2, e tc., lo so n sobre la p ro p o sic ió n n.° n.m,
y así sucesivam ente.

107
108 LUDWIG WITTGENSTEIN

1.13 Los hechos en el espacio lógico son el mundo.


▼ L iem os visto q u e el m u n d o , lo q u e es el caso, es la totalidad d e los h e c h o s y
n o d e las cosas. Pero ¿por q u é n o p o d ría ser el m u n d o la totalidad de las cosas c o m o ,
a p rim e ra vista, parecería aceptable? T é n g ase e n c u e n ta q u e u n rasgo esencial de la
m etafísica d el Tractatus consiste e n q u e las distintas configuraciones d e o b jeto s
(2 .0272), los hech o s — sien d o c o m o son c o n tin g en tes (esto es: sien d o tales q u e
podrían no haberse dado)— n o su ced en , p o r así decirlo, sin o rd e n n i c o n c ie rto ; q u e el
m u n d o so n los h ech o s en el espacio ló g ico q u iere d e c ir q u e los h ech o s están in ser­
tos e n u n espacio d e posibilidades, algunas d e las cuales se dan (precisam en te las
posibilidades q u e son hechos) y otras no. D ic h o d e o tra m anera: a u n q u e la ló g ica n o
d ecid e q u é config u racio n es de o b jeto s se d an (son el caso), sí d ecid e cuáles pueden
darse. O , si se quiere: la lógica d ec id e el espacio ló g ico en el q u e se d an los h ech o s.
Es p o r ello p o r lo q u e el m u n d o so n los h ech o s en el espacio lógico.

El mundo se divide en hechos.


Algo puede ser o no ser el caso y todo el resto
permanecer igual.
Lo que es el caso, un hecho, es la existencia de
estados de cosas.
▼ La expresión «estado de cosas» traduce el térm in o alem án Sachverhalt q u e en la
traducción de O d g e n y R am sey de 1922 — revisada p o rW ittg en stein — se vertía co m o
«hecho atóm ico». Esta últim a expresión hace justicia al h ech o d e que u n estado de cosas
es, e n cierto sentido, atóm ico. D ic h o d e m anera aproximada: si T í es u n hecho, T í p uede
identificarse co n el darse de u n c o n ju n to de estados de cosas E v E2, E n, c o n el
caso lím ite de u n h ech o qu e consta de u n solo estado de cosas. D e este m o d o , resulta
obvio q u e u n h ech o es algo com plejo q u e consta de estados de cosas que, a su vez, son
com binaciones de objetos (2.01). Esto es: estamos ante u n estado de cosas c u an d o la
co nfiguración de objetos q ue lo constituye n o p uede descom ponerse en otros estados
d e cosas. la . com plejidad de los hechos tiene entonces, p o r así decido, dos caras: la c o m ­
plejidad d e los propios estados de cosas tom ados individualm ente, y la com plejidad de
los co njuntos de estados de cosas tom ados colectivam ente. Es evidente, de acuerdo co n
ello, q u e incluso u n h ech o q u e conste de u n solo estado d e cosas es tam bién com ple­
jo . P ues e n el caso lím ite estam os ante u n h ech o q u e consta d e u n solo estado d e cosas
q u e tam bién es com plejo; pues consta de una configuración d e cosas (objetos).

Un estado de cosas es una combinación de


objetos (cosas).
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 109

V C o m o ya se ha d ich o (ver n o ta e n 1.1), los objetos cuya c o m b in ació n da


lu gar a estados de cosas n o son objetos o rd in ario s, n i tien en p o r q u é ser n ecesaria­
m e n te entidades físicas concebidas c o m o trozos d e «materia», o algo p o r el estilo. D e
la dificultad d el asu n to da cu e n ta el h e ch o de q u e el p ro p io W ittg e n ste in re c o n o ­
ciese, e n la ép o ca en q u e escribió el Tractatus, su in capacidad para d a r u n solo e je m ­
plo d e objeto. S in em bargo, esto n o q uiere necesariam en te d ecir q u e W ittg e n ste in
pensara q u e era im posible d ar ejem plos de objeto s; parece m ás b ie n q u e defendía
q u e la cu estió n d e dilucidar si algo era o n o u n o b je to q u e cum pliese los requisitos
establecidos p erte n e c ía al rein o d e la investigación em pírica, m ien tras q u e la tarea
d el filósofo era establecer, de m anera in d e p e n d ie n te de la ex p erien cia, las exigencias
q u e d ebería satisfacer algo para c o n tar c o m o o b jeto . U n a p o stu ra más radical sobre
los o b jeto s del Tractatus es la defendida, e n tre otros, p o r Ishiguro [Ishiguro; (2001)
«T he S o -C alled P ictu re T h e o ry : Language an d W o rld in th e Tractatus Logico-
Philosophicus», e n H .J . G lo c k , Wittgenstein. A Critical Reader, B lack w ell, O x fo rd ,
pp. 2 6 -4 6 ]. Su tesis es q u e la c o n c ep ció n de W ittg e n ste in de los o b jeto s c o m o c o n ­
ceptos formales (véanse 4 .1 2 6 -4 .1 2 7 3 ) equivale a la afirm ación de q u e u n o b je to es
sim p lem en te c u alq u ier a rg u m e n to de u n a fu n c ió n p ro p o sicio n al y, p o r tan to , cual­
q u iera d e los sujetos de u n a prop o sició n elem ental. P o r ello, sería ta n p ro b lem ático
p re g u n ta r q u é tip o d e en tid a d es u n o b jeto c o m o p re g u n ta r q u é tip o de en tid a d es
el sujeto de u n a p ro p o sició n elem en tal — u n a p ro p o sició n e lem en tal es, c o m o se
verá m ás adelante (4.21) la p ro p o sició n m ás sim ple, la q u e asevera la existencia de
u n estado de cosas— . Pues del m ism o m o d o q u e n o hay ningún tipo particular de enti­
dad q u e esté destinada a ser el sujeto d e u n a p ro p o sic ió n — el sujeto d e u n a p ro p o ­
sición es cualquier cosa d e la q u e se p u e d e h ablar y n o hay n in g ú n tip o p artic u la r de
en tid ad q u e sea aquello de lo q u e se p u e d e hablar— , así ta m b ié n los o b jeto s del
Tractatus n o serían u n tip o p articu lar d e entidad, sino to d o aquello q u e p u e d e ser el
sujeto d e un a p ro p o sició n elem ental.

2.011
Es esencial a las cosas el que puedan ser parte
constituyente de un estado de cosas.
▼ S abem os ya q u e el m u n d o , lo q u e es el caso, es la to talid ad d e los h ec h o s y
q u e éstos se c o m p o n e n de estados d e cosas — c o n el caso lím ite d e u n h e c h o q u e
consta d e u n solo estado d e cosas— , los cuales, a su vez, se c o m p o n e n d e objeto s.
D e acu erd o c o n ello, los hech o s so n esencialmente contingentes (p u e d e n ser o n o ser el
caso sin q u e la lógica d ecrete q u e tienen q u e ser el caso de u n a u o tra m an era). E l
q ue sean co n tin g en tes les v ie n e d ad o p o r su ser c o m b in acio n es d e o b jeto s (2.01).
A h o ra b ien , el q u e u n o b je to pueda ser p a rte co n stitu y en te d e u n estado d e cosas n o
es, de acu erd o c o n W ittg en ste in , u n a m era co n tin g en cia. Pues, si el q u e algo sea c o n ­
tin g en te tie n e q u e v e r c o n la c o m b in a c ió n y separación d e objeto s, e n to n ce s, si es
u n a c o n tin g en cia el q u e u n o b jeto O p u ed a ser p a rte co n stitu y en te d e u n estado de
cosas E , esto req u iere q u e se d é la c o m b in a c ió n d e objeto s q u e d a cu e n ta d e tal p ro ­
p iedad c o n tin g e n te de O . Pero, si esto es así, la consecuencia q u e se seguiría es q u e
no LUDWIG WITTGENSTEIN

O no puede ser u n o b je to e n el sen tid o del Tractatus, pu es nada q u e d e p e n d a de una


c o n tin g e n c ia p u e d e serlo. P o r tan to , si hay objeto s, u n o d e sus rasgos esenciales tien e
q u e ser el q u e p u e d a n ser p a rte c o n stitu y en te de u n estado de cosas.

En lógica nada sucede de forma accidental: si


una cosa p u e d e ocurrir en un estado de cosas,
entonces la posibilidad de tal estado de cosas
tiene que estar ya prejuzgada en la cosa en cues­
tión.

2 0121 En cierto modo, parecería algo accidental el


que una cosa que pudiera existir sólo por sí misma
casase posteriormente en una situación.
Si las cosas pueden ocurrir en estados de cosas, tal
posibilidad tiene que residir de antemano en ellas.
(Algo lógico no puede ser meramente posi­
ble. La lógica trata de toda posibilidad, y todas las
posibilidades son sus hechos.)
Del mismo modo que no podemos en modo
alguno pensar obj etos espaciales fuera del espacio,
ni temporales fuera del tiempo, tampoco pode­
mos pensar n in g ú n objeto fuera de la posibilidad
de su combinación con otros objetos.
Si puedo pensar un objeto en el entramado de
un estado de cosas, entonces no puedo pensarlo
fuera de la p o sib ilid a d de ese entramado.
T E l té rm in o «situación» traduce el té rm in o alem án Sachlage (en la versión de
Pears y M cG uinness, situation), si b ie n la trad u cció n d e O d g e n prefiere la expresión
inglesa State o f affitirs (estado de cosas). N o sin ciertas reservas, p u e d e decirse que
Tatsache — q u e aquí se traduce c o m o «hecho»— y Sachlage son e n el Tractatus aproxi­
m a d am en te equivalentes.

Las cosas son independientes en tanto que


pueden ocurrir en todas las situaciones posibles,
pero esta forma de independencia es una forma
de conexión con estados de cosas, una forma de
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 111

dependencia. (Es imposible que las palabras apa­


rezcan de dos maneras distintas: solas y en la
proposición.)
T U n a c o n secu en cia d e q u e sea esen cial a los o b jeto s el q u e p u e d a n ser p a r­
tes constitu y en tes d e estados d e cosas (2.011) es q u e su in d e p e n d e n c ia parezca p ro ­
blem ática. 2.0121 c u e stio n a q u e los o b jeto s p u e d a n a la vez, e x istir p o r sí m ism os
y e n las co m b in acio n es q u e d a n lu g a r a estados d e cosas. Si u n o b je to existiera p o r
sí m ism o sería u n a característica accid en tal suya el q u e se c o m b in ase c o n o tro s
objetos p ara d ar lu g ar a estados de cosas. P o r u n ra z o n a m ie n to sim ilar al de la n o ta
q u e aparece bajo 2 .0 1 1 , esto ex ig iría q u e se diese u n a c o m b in a c ió n d e o b jeto s
(una co n tin g en cia) q u e sirv iera c o m o base a tal rasgo c o n tin g e n te d el o b je to ; p e ro
esto, a su vez, lo ex clu iría d el ám b ito de los o b jeto s del Tractatus. La analogía
siguiente p u e d e d arn o s u n a v isió n ap ro x im ad a d e este asu n to . P ensem os e n u n c e r­
ta m en de baile e n el q u e los d anzantes tie n e n p ro h ib id o b ailar solos — h a n de
hacerlo al m en o s de dos e n dos— y d e b e n estar ca m b ia n d o c o n tin u a m e n te de
pareja. D e algún m o d o , cada d a n z a n te es in d e p e n d ie n te e n el se n tid o d e q u e p u e d e
b ailar c o n c u a lq u ie r o tro d a n z a n te q u e le plazca, p e ro n o es in d e p e n d ie n te e n el
sentido de q u e siem p re tiene que estar b ailan d o c o n alg u ien , d a d o q u e n o está p e r­
m itid o el baile e n solitario. A su vez, los o b jeto s so n in d e p e n d ie n te s e n el sen tid o
de q ue p u e d e n o c u r r ir e n to d as las situ acio n es posibles, esto es: n o están ligados a
n in g u n a situ ació n p a rtic u la r q u e se dé de fo rm a efectiva; p e ro esto es u n a fo rm a
d e d ep en d en cia e n c u a n to q u e tienen que o c u r r ir e n c u a lq u ie ra de las c o m b in a ­
ciones q u e co n stitu y e n lo q u e es el caso.

2.0123 Si conozco un objeto, conozco también todas


las completas posibilidades de su ocurrencia en
estados de cosas.
(Cualquiera de tales posibilidades tiene que
residir en la naturaleza del objeto.)
No se puede hallar más tarde una nueva posi­
bilidad.
2.01231 Para conocer un objeto, no tengo por cierto
que conocer sus propiedades externas, pero sí
todas sus propiedades internas.
▼ 2 .0 1 3 y 2.0131 establecen c o n to d a p ro b ab ilid ad — ver Fogelin, R . (1995),
Wittgenstein, L ondres, R o u tle d g e [en ad elan te F ogelin (1995)], p. 7— q u e ex isten
géneros diferentes de objetos. T odo o b je to tie n e lo q u e p o d e m o s llam ar u n rasgo gene­
ral: es u n posible c o n stitu y e n te d e estados d e cosas y esto es p arte d e lo q u e lo hace
112 LUDWIG WITTGENSTEIN

u n o b jeto ; p ero tam b ién parece p o se e r u n rasgo peculiar del g é n e ro al q u e p e rte n e c e


q u e es el q u e d e te rm in a el ran g o d e c o m b in acio n es posibles en las q u e p u e d e entrar.
P ues, si to d o o b jeto p u d iera e n tra r e n c o m b in a c ió n c o n c u alq u ier otro , to d o s los
o b jeto s co m p a rtiría n las m ism as p ro p ied ad es in tern as y, conocidas las p ro p ied ad es
in tern as de un objeto, se co n o c e ría n ya las propiedades in tern as d e cualquier o bjeto.
P arece m ás ad ecu ad o en to n ce s c o n c lu ir q u e los objetos están clasificados e n d ife­
rentes categorías en virtud de sus diferentes propiedades internas; c ie rta m e n te to d o o b je ­
to estaría siem pre en una c o m b in a c ió n p a rtic u la r — u n estado d e cosas— p e ro ta m ­
b ié n estaría siem pre dentro d e u n posible estado d e cosas, esto es: d e n tro d e u n esta­
do de cosas q u e respeta las p ro p ied ad es in te rn a s del objeto.

2.0124 Una vez que se dan todos los objetos se dan


con ello también todos los posibles estados de cosas.

2.013 Cada cosa está, por así decirlo, en un espacio


de posibles estados de cosas. Puedo imaginarme
ese espacio vacío, pero no la cosa sin el espacio.
T ¿ Q u ie re esto decir q u e el espacio ló g ic o es in d e p e n d ie n te de los o b je to s q u e
c o n tie n e ? Pues, a lo q ue parece, p o d ría darse e n p rin c ip io u n espacio ló g ic o c o m ­
p le ta m e n te desprovisto de o b jeto s. E sta in te rp re ta c ió n ch o ca a b ie rta m e n te c o n otros
pasajes del Tractatus q u e im p lican q u e p o d e m o s p en sar posibles c o m b in a c io n e s de
o b jeto s q u e n o so n el caso, p ero n o , si se m e p e rm ite el absurdo, posibles c o m b in a ­
cio n es sin o bjetos. D e este m o d o , p a rece m ás ad ecu ad o in te rp re ta r la se g u n d a o ra ­
c ió n d e 2 .0 1 3 c o m o la afirm a ció n d e q u e a u n q u e sólo p o d e m o s c o n c e b ir u n o b je ­
to dentro del espacio lógico, sí p o d ría m o s c o n c e b ir alguna porción d el espacio ló g ico
sin o bjetos. D ic h o de otra m an era: los o b je to s h a n d e existir e n el espacio ló g ic o y
éste n o p o d ría existir sin o b jeto s, p e ro nada e n el espacio d e te rm in a q u e u n o b je to
ten g a q u e te n e r u n a lo ralizació n p a rtic u la r e n lu g ar d e otra, ni la fo rm a d e los o b je ­
tos d e te rm in a tam p o co q u é p o rc io n e s particulares de espacio h a n d e estar o cupadas
y cuáles n o [ver F ogelin (1995), p. 10].

2.0131 Un objeto espacial tiene que residir en el


espacio infinito. (Un punto en el espacio es un
lugar de argumento.)
Una mancha en el campo visual no necesita,
por cierto, ser roja, pero tiene que tener un color:
tiene, por así decirlo, el espacio del color en torno
suyo. Un tono tiene que tener u n a altura, un
objeto del sentido del tacto una dureza, etc.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 113

2.014 Los objetos contienen la posibilidad de todas


las situaciones.
2 0141 La f°rma de un objeto es la posibilidad de su
ocurrencia en estados de cosas.
▼ La fo rm a de u n objeto decreta e n to n c e s sus posibilidades de o c u rre n c ia en
estados de cosas, pero nó tese que, a su vez, estas posibilidades p e rte n e c e n d e fo rm a
necesaria a los objetos. N atu ralm en te, n o se q u iere d e c ir c o n esto q u e la fo rm a
d e te rm in e q u é posibilidades particulares d e o c u rre n c ia en estados de cosas so n el
caso; sólo se dice q u e la form a d eterm in a todas las posibilidades q u e u n o b je to tie n e
de com binarse e n estados de cosas sin d e te rm in a r p o r ello cuáles de entre las posibles
c o m b in acio n es so n las que se dan.

2.02 Los objetos son simples.


▼ E sto es, u n o b jeto n o p u e d e analizarse u lte rio rm e n te . N ó te se q u e la sim p li­
cidad de los o bjetos es, en tre otras cosas, req u isito indispensable para la posib ilid ad
del análisis (véase más adelante la n o ta b a jo 2 .0 2 1 1 ). P u es si n o h u b iera sim ples el
análisis n o ten d ría té rm in o final alg u n o (no sería análisis).

2.0201 Todo enunciado sobre complejos se puede


descomponer en un enunciado sobre sus partes
constituyentes y en las proposiciones que descri­
ben los complejos de manera completa.

2.021 Los objetos forman la substancia del mundo.


Por ello no pueden ser compuestos.
T W ittg e n ste in en tien d e aquí p o r «substancia» lo q u e p e rm a n e c e c o n stan te a
través d e las distintas configuraciones de o b jeto s, esto es: a través d e las d iferentes
posibilidades d e c o m b in ació n de los o b jeto s en estados d e cosas. A diferencia d e la
c o n c ep ció n tradicional, la substancia n o se c o n c ib e aq u í c o m o el lu g ar e n el q u e
in h ie re n las propiedades; en el Tractatus éstas so n ju s ta m e n te el resultado d e las p o si­
bles configuraciones de objetos.

Si el mundo careciese de substancia, el que


una proposición tuviera sentido dependería de si
otra proposición fuese verdadera.
1 14 LUDWIG WITTGENSTEIN

T 2 .0 2 0 1 — lo q u e p o d e m o s llam ar la «tesis del análisis»— establece q u e to d o


e n u n c ia d o sobre algo co m p u e sto tien e q u e resolverse fin alm en te en enun ciad o s
q u e lo d escrib an de m o d o co m p leto , esto es: en en u n cia d o s en los que sólo ap a­
rezcan sim ples. La ra zó n es, c o m o afirm a M ax B lack [M . B lack (1964), A
Companion to W ittgenstein’s Tractatus, C o rn e ll U n iv ersity Press, N u ev a York — de
a h o ra e n adelante, B lack (1964)— , p. 60] q u e si to d o s los h echos fueran ire d u c ti-
b le m e n te co m p u esto s, vale decir: si n o se p u d ie ra n d esc o m p o n e r fin alm en te e n
o b jeto s q u e estuviesen en c o n e x ió n directa c o n los elem en to s q u e h acen sus veces
e n u n a re p re sen tació n figurativa, n o h ab ría n in g ú n en u n c ia d o q u e pudiese d e c ir
n ad a determinado, n o p o d ría trazarse figura alg u n a del m u n d o (2.0212). P ues su p o n ­
g am o s q u e P 1 es u n a p ro p o sic ió n c o n sen tid o ; el sen tid o d e P ( d ep en d ería d e la
v erd ad d e o tra p ro p o sic ió n P2 q u e afirm aría q u e la co n fig u ració n de objeto s q u e
c o n stitu y e el c o m p u e sto a p a re n te m e n te m e n c io n a d o e n P ; es el caso y, a su vez, el
se n tid o de P2 d e p e n d e ría de la verdad d e u n a nueva p ro p o sic ió n P}, y así ad infini­
tum . Se sigue en to n c e s la desagradable c o n secu en cia d e que n o p o d ríam o s c o n o ­
c e r n u n c a el sen tid o de P 3 sin saber q u e o tro c o n ju n to in fin ito de prop o sicio n es es
v erdadero. F ogelin [F ogelin (1995), pp. 14-15] ha señalado las dificultades d e esta
in te rp re ta c ió n . P ues en 3 .2 4 se afirm a q u e la p ro p o sic ió n e n la q u e se habla d e u n
c o m p le jo n o será u n sin sen tid o si el c o m p le jo en c u e stió n n o existe sino q u e será
simplemente falsa; el resu ltad o sería e n to n ce s m ás b ie n q u e es la verdad de u n a p ro ­
p o sic ió n — y n o su sen tid o — la q u e d e p e n d e ría d e la verdad de o tra (la q u e afir­
m a q u e tal c o n fig u ra c ió n d e o b jeto s es el caso).

2.0212 Sería entonces imposible trazar una figura del


mundo (verdadera o falsa).

2.022 Resulta claro que por diferente que sea del


mundo real uno imaginado, éste tiene que tener
algo en común —una forma— con el real.

2.023 Esta forma permanente consta justamente de


objetos.
2 0231 La substancia del mundo sólo puede determinar
una forma y no propiedad material alguna.
Pues éstas sólo se representan mediante las
proposiciones — sólo se forman por la configu­
ración de objetos.
▼ Las propiedades m ateriales so n d en o m in ad as ta m b ié n propiedades externas
(2.01231) y se c o n tra p o n e n a las p ro p ied ad es in te rn a s o form ales.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 115

2.0232 Dicho sea de paso, los objetos son incoloros.


2.0233 Dos objetos de la misma forma lógica sólo se
diferencian entre sí —si se prescinde de sus pro­
piedades externas— en que son distintos.
2.02331 O bien una cosa tiene propiedades que nin­
guna otra tiene y entonces uno puede sin más
distinguirla de las otras por medio de una des­
cripción y referirse a ella, o bien hay varias cosas
que tienen en común todas sus propiedades al
completo y entonces es de todo punto imposible
singularizar una de ellas.
Pues si no hay nada que distinga a una cosa de
otras, no puedo distinguirla; si lo hiciese, ya esta­
ría distinguida en virtud de ello.

2.024 La substancia es lo que subsiste independien­


temente de lo que es el caso.
▼ El té rm in o «subsiste» traduce aquí el té rm in o alem án besteht, q u e en otras
ocasiones ta m b ién se tra d u c e c o m o «existe». La id ea q u e se q u ie re tran sm itir e n esta
ocasión es q u e la substancia es lo q u e p erm a n e c e co n stan te a través d e las distintas
configuraciones efectivas de objetos, a través d e los h ech o s. V éanse tam b ién , p o r
ejem plo, 2.027 y 2.0271.

Es forma y contenido.
▼ P ues la substancia co n sta de o b jeto s y cada u n o de ellos tie n e u n a fo rm a q u e
d eterm in a los estados d e cosas en cuyo e n tram ad o p u e d e ap arecer. D e este m o d o ,
los objetos, to m ad o s e n su to talid ad , d e te rm in a n la fo rm a del m u n d o (2.06). P ero
los o bjetos so n ta m b ié n los c o m p o n e n te s d e los estados de cosas y d e los h ech o s;
en este sentido p u e d e decirse q u e los o b jeto s so n los e le m e n to s q u e les prestan
co ntenido.

2.0251 Espacio, tiempo y color (coloración) son for­


mas de los objetos.
116 LUDWIG WITTGENSTEIN

2.026 Sólo si hay objetos puede haber una forma


permanente del mundo.

2.027 Lo permanente, lo que subsiste y los objetos


son uno y lo mismo.

2.0271 Los objetos son lo permanente, lo subsistente;


la configuración es lo cambiante, lo inestable.

2.0272 La configuración de los objetos forma los


estados de cosas.

2.03 En un estado de cosas los objetos están entre­


lazados unos con otros como los eslabones de una
cadena.
▼ E sto es: igual q u e e n u n a cad en a sus eslabones se e n g an ch an u nos c o n otros
sin q u e haya nada adem ás de los p ro p io s eslabones q u e con stitu y a su «enganche», los
o b jeto s se entrelazan e n los estados de cosas de m o d o d irecto, sin q u e su «enlace»
d e p e n d a de nada d istin to d e ellos m ism os. N u e v a m e n te W ittg e n ste in q u iere evitar
aq u í u n regreso p roblem ático .

2.031 En un estado de cosas los objetos están rela­


cionados unos con otros de un modo y manera
determinados.

2.032 El modo y manera en que los objetos se


conectan en un estado de cosas es la estructura de
tal estado de cosas.
▼ V éase 2 .1 5 para la n o c ió n c o rre sp o n d ie n te d e «estru ctu ra de la figura»

2.033 La forma es la posibilidad de estructura.

2.03 ü La estructura de un hecho consta de las


estructuras de los estados de cosas.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPH1CUS 117

2.04 La totalidad de los estados de cosas existentes


es el mundo.

2.05 La totalidad de los estados de cosas existentes


determina también qué estados de cosas no existen.
2 Q5 La existencia y no existencia de estados de
cosas es la realidad.
(Llamamos también a la existencia de estados
de cosas hecho positivo, a la no existencia hecho
negativo.)

2.001
Los estados de cosas son independientes unos
de otros.
T Esto es, d e la circunstancia d e q u e se dé u n estado d e cosas p artic u la r n o se
sigue* p o r ejem plo, q u e se dé o q u e n o p u e d a darse o tro estado de cosas p articu lar
(2.062). C o m o verem os, tam b ié n las p ro p o sicio n es elem entales — las q u e aseveran
la existencia de estados de cosas— so n ló g ic a m e n te in d e p e n d ie n te s. -

2 062 De Ia existencia o no existencia de un estado


de cosas no se puede inferir la existencia o no
existencia de otro estado de cosas.
2 ()5 3 La realidad al completo es el mundo.
▼ E n 2.04 se identifica el mundo c o n la totalidad d e los estados de cosas existen­
tes; en 2.06 se dice q ue la realidad es la existencia y n o existencia d e estados d e cosas,
m ientras qu e 2.063 afirm a q u e m u n d o y realidad so n lo mismo. T om ados e n su c o n ­
ju n to , estos tres párrafos parecen identificar — p o r m e d io d e la identificació n entre
m u n d o y realidad (2.063)— la to talid ad d e los estados de cosas existentes (el m u n d o ,
2.04) co n la totalidad de los estados d e cosas existentes y n o existentes (la realidad,
2.06). In d ep en d ien tem en te d e q u e haya aq u í u n c ierto desliz te rm in o ló g ic o [véase
Fogelin (1995), p. 13], cabe in te rp re ta r la c o n ju n c ió n d e estas tres proposiciones, sin
violentar de u n m o d o excesivo la o n to lo g ía del 7ractatus, te n ie n d o en cu en ta q u e exis­
te una relación m u y especial e n tre la estru ctu ra d e la realidad y la estru ctu ra del
m undo. Pues sabem os ya q u e to d o o b je to lleva inscritas e n sí sus posibilidades de
co m binación c o n otros o bjeto s e n estados d e cosas; ah o ra b ien , d a d o el c o n ju n to de
estados de cosas existentes, se p u e d e d e te rm in a r e n p rin c ip io el c o n ju n to d e los esta­
dos d e cosas posibles [los q u e se d a n y los q u e n o se dan, p e ro p o d ría n darse (2.05)]
118 LUDWIG WITTGENSTEIN

m ed ian te el exam en d e los objeto s que son partes constituyentes de los estados de
cosas existentes. D e este m o d o , 2.063 enunciaría, quizás de m anera u n p o c o deso­
rien tad o ra, la estrecha relación existente entre realidad y m undo.
L eroy-Finch [H . L eroy-F inch (1971) Wittgenstein :The Early Philosophy, H um anities
Press, N ueva 'York, 1971 — e n adelante Leroy-Finch (1971)— j da u n a explicación
m u c h o m ás simple — au n q u e quizás n o totalm ente satisfactoria— d e esta posible in co ­
herencia de W ittgenstein. 2.063 identificaría sim plem ente realidad y m u n d o , punto.
Pues si para to d o estado de cosas existente hay exactam ente o tro estado de cosas n o
existente aunque posible, lo q u e dice 2.063 es que si al c o n ju n to de los estados d e cosas
existentes se le sum a el c o n ju n to de los estados de cosas n o existentes, el resultado es el
c o n ju n to de los estados de cosas existentes. La aparente inconsistencia se disiparía cuan­
d o nos dam os cuenta de que a proposiciones c o n sentido opuesto n o les co rresp o n d en
realidades diferentes sino una y la m ism a realidad (4.0621).

2 1 Nos hacemos figuras de los hechos.


2 .1 1 Una figura representa una situación en el
espacio lógico, la existencia y no existencia de
estados de cosas.
T E n el Tractatus aparecen los verbos vorstellen y dartstellen c o n u n significado
p rá c ticam en te id én tico . «Presentar» y «representar» (n o c o n fu n d ir esto ú ltim o c o n
«ser rep resen tan te de», véase la n o ta bajo 2.131) so n trad u ccio n es castellanas de
am b o s té rm in o s qu e se p u e d e n usar in d istintam ente. D e hech o , ta n to la tra d u c c ió n
de O d g e n que, n o se olvide, fue revisada p o r W ittg en stein , c o m o la d e Pears y
M cG u in n e ss, v ierten am bos té rm in o s al inglés de m an era in tercam b iab le c o m o to
present y to represent. E n m i tra d u c c ió n usaré sólo «representar» para tra d u c ir am bos
té rm in o s alem anes.

2.12 Una figura es un modelo de la realidad.


2.13 A los objetos les corresponden en la figura los
elementos de la propia figura.
2 i3 i Los elementos de la figura son en ella los
representantes de los objetos.
T E n 2.11 se afirm a que «U na figura representa una situación en el espacio lógi­
co» m ientras q ue aqui, al hablar de los elem entos de la figura, se dice q u e éstos son los
representantes de los objetos. Esta diferencia term inológica refleja u n a característica fú n -
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 119

dam ental de la denom inada teoría figurativa del significado. P or u n a p arte, la figura
consta de elem entos q ue se relacionan e n tre sí de u n m o d o y m anera d eterm in ad o s
(2.14) y esos elem entos hacen las veces — son los representantes de— los objetos. D ic h o
de otra m anera, los elem entos de la figura ad q u ieren propiedades sem ánticas e n vir­
tu d de u n a relación particular que m a n tie n e n c o n algo externo a ellos. A h o ra b ie n , la
figura representa u na situación en el espacio ló g ico — para ser más exactos, representa
su sentido (2.221)— aunque n o e n v irtu d de su relación c o n algo e x te rn o a la propia
figura; p articu larm en te la figura no es rep resen tan te d e n in g u n a situación efectiva: lo
que representa u na figura lo representa in d e p e n d ie n te m e n te de q u e se dé o n o la
situación figurada. E sto quiere d ecir q u e las propiedades sem ánticas d e la figura c o m o
u n todo, a diferencia de las propiedades sem ánticas d e sus elem entos, so n internas; sur­
gen del h e ch o de qu e sus elem entos — q u e tie n e n ya propiedades sem ánticas— están
com binados d e fo rm a y m anera determ in ad o s.

2.14 Una figura consiste en que sus elementos se


relacionen unos con otros de modo y manera
determinados.
2.141 Una figura es un hecho.
▼ D a d o q ue u n h echo, lo q u e es el caso, es la existencia d e estados de cosas (2),
y u n estado d e cosas es u n a c o m b in a c ió n d e objeto s (2.01) q u e están relacionados
u n o s c o n otros de u n m o d o y m an era d e te rm in a d o s (2.031), n o resulta difícil c o le ­
g ir p o r q u é un a figura es u n h e c h o q u e co n sta ta m b ié n d e e lem en to s y estru ctu ra.

2.15 El que los elementos de la figura se relacionen


unos con otros de modo y manera determinados
representa que las cosas se relacionan también así
unas con otras.
A esta conexión de los elementos de la figura
la llamo estructura de la figura, y a la posibilidad
de estructura, forma de figuración de la figura.
▼ Para la fo rm a de figuración véanse esp ecialm en te 2.151 y 2 .1 7 .

La forma de figuración es la posibilidad de


que las cosas se relacionen unas con otras como
lo hacen los elementos de la figura.
120 LUDWIG WITTGENSTEIN

2.1511 La figura se vincula de este m odo con la reali­


dad; llega hasta ella.

2.1512 Es como una vara de medir aplicada a la rea­


lidad.

2.15121 Sólo los puntos más extremos de los trazos de


la escala tocan el objeto a medir.

2.1513 De acuerdo con esta concepción, pertenece


también a la figura la relación figurativa, la que la
hace figura.

2.1514 La relación figurativa consta de coordinacio­


nes de los elementos de la figura con las cosas.
▼ «relación figurativa» es la ex presión q u e W ittg e n ste in usa para referirse al
h e c h o d e q u e los e lem en to s de la figura estén p o r o b jeto s del m u n d o de los que
aquéllos so n representantes. E sta relación es, p o r así decirlo, directa; n o requiere
m e d ia c ió n alguna (a u n q u e esto n o q u iere d e c ir q u e n o ten g a q u e h a b er alguien q u e
establezca las co rrelaciones). V éase a este respecto 2 .0 3 , e n d o n d e, de m o d o parale­
lo, se afirm a q u e los o b jeto s fo rm a n los estados d e cosas al entrelazarse c o m o los
eslabones d e u n a cadena, sin q u e haya nada adicional q u e co n stitu y a ese enlace.

2.1515 Estas coordinaciones son, en cierto modo, las


antenas de los elementos de la figura, aquello con
lo que la figura toca la realidad.

Un hecho, para ser una figura, ha de tener


algo en común con lo figurado.

1 En la figura y en lo figurado ha de haber algo


idéntico para que, en suma, la una pueda ser figu­
ra de lo otro.

7 Lo que una figura tiene que tener en común


con la realidad para poder figurarla a su modo y
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 121

manera —correcta o erróneamente— es su forma


de figuración.

2.171 Una figura puede figurar toda realidad de la


que tenga la forma.
Una figura espacial, todo lo espacial, una colo­
reada, todo lo coloreado, etc.

2.172 La figura no puede figurar sin embargo su


forma de figuración; la exhibe.
T A parece aquí p o r vez p rim era en el Tractatus el tem a d e la inexpresabilidad que
W ittgenstein consideraba co m o la piedra de to q u e de su obra y el problem a central de
la filosofia. 2.173 y 2.174 explican p o r q u é es im posible figurar la fo rm a de figuración:
toda figura tiene necesariam ente q u e ten e r form a de figuración y ésta es lo c o m ú n
entre la figura y lo figurado (2.161, 2.17). Pero si intentam os hacer una figura de la
form a de figuración esa figura habrá de ten er a su vez u n a form a de figuración, c o n lo
que es fácil ver qu e nos em barcam os en u n regreso al infinito de form as de figuración
que nos p erm itan figurar la fo rm a d e figuración, etc. D ad o .que u n a figura n o p u ed e
situarse fuera d e su form a de figuración, se sigue q u e es im posible figurar la fo rm a de
figuración. Para la form a de figuración más abstracta, la form a lógica, y la im posibilidad
de q ue haya proposición alguna q u e la figure véanse más adelante 4 .1 2 y 4.121

2 173 La figura representa aquello de lo que trata


desde fuera (su punto de vista es su forma de
representación); por esto la figura representa aque­
llo de lo que trata correcta o erróneamente.
Pero una figura no puede situarse fuera de su
forma de representación.
2.18 Lo que toda figura, cualquiera que sea su
forma, tiene que tener en común con la realidad
para que, en suma, pueda figurarla — correcta o
erróneamente—-, es la forma lógica, esto es; la
forma de la realidad.
▼ Para p o d e r llevar a cabo la tarea de figurar la realidad, figura y realidad h a n d e
tener en c o m ú n la fo rm a d e figuración (2.17). A h o ra b ien , las figuras p u e d e n ser e n
122 LUDWIG WITTGENSTEIN

p rin cip io de m uchos tipos y, co rresp o n d ien tem en te, habrá form as de figuración dife­
rentes para cada tipo de figura. Pero ¿no p odríam os caracterizar la fo rm a de figuración
d e tal m anera q ue no aparezca ligada a n in g ú n m o d o particular de representar hechos?
El recurso a la forma lógica es lo q u e nos p e rm ite [ver Fogelín (1995), pp. 22 ss.] m an ­
te n e r q u e la figuración tien e lugar en v irtu d de q u e figura y figurado c o m p a rte n una
form a, al m ism o tiem p o q u e retenem os u n a n o c ió n de fo rm a totalmente desprovista de
rasgos empíricos ligados a formas particulares de representación. P o r ejem plo, e n lo que
m uch o s biógrafos de W ittg en stein d icen q u e fue su inspiración orig in al para la teoría
d e la figura — las representaciones de las circunstancias de u n accidente p o r m ed io de
m uñecos y coches de ju g u e te en los tribunales d e París— determ in ad a disposición de
tales ju g u etes p u ed e representar u n accidente p o rq u e tan to el accidente c o m o este
tipo particular d e representación co m p a rte n el rasgo de la espacialidad. A h o ra bien,
a u n q u e u n o p u eda figurar h echos ex plotando características espaciales, es fácil v er que
la m ayor p arte de las figuras q u e nos hacem os d e los h echos (piénsese sólo en las figu­
ras lingüísticas) no son espaciales. Pero si algo c o m o el rasgo espacial, q u e es c o m ú n a
la representación de accidentes p o r m ed io de ju g u etes y al p ro p io accidente, n o resul­
ta ser indispensable para la figuración, entonces sólo algo tan absolutam ente general
c o m o la fo rm a lógica p u e d e dar substancia a la tesis de q u e la figuración tien e lugar
e n v irtu d d e la com u n id ad d e form a.V éase a este respecto 2.182: «Toda figura es tam­
bién un a figura lógica. (E n cam bio, n o to d a figura es, p o r ejem plo, u n a figura espacial.)»
F ogelin llam a tam bién la a ten c ió n sobre el h ech o de q u e 2.18 identifique la form a
lógica c o n la fo rm a de la realidad. Pues si, e n tan to q u e hech o , to d a figura es p arte de
la realidad, esto querría d ecir q u e u n a figura tiene capacidades representacionales en
v irtu d precisam ente de la form a lógica que co m p arte c o n to d o h e ch o posible.

2.181 Si la forma de figuración de una figura es la


forma lógica, entonces la figura se llama figura
lógica.

« 182 Toda figura es tam bién una


cambio, no toda figura es, por ejemplo, una figu­
ra espacial.)

2 . 19

común con lo figurado la


forma lógica de figuración.

2.201 Una figura, al representar una posibilidad de


existencia y no existencia de estados de cosas,
figura la realidad.
TRAC TATUS L O G IC O - P H IL O S O P H IC U S 123

2.202 Una figura representa una situación posible en


el espacio lógico.
T Pues los h echos se dan en el espacio ló g ic o (1.13).

2.203 Una figura contiene la posibilidad de la situa­


ción que representa.

2.21 Una figura casa o no con la realidad; es


correcta o incorrecta, verdadera o falsa.

o oo Una figura representa lo que representa


mediante su forma de figuración, de manera
independiente de su verdad o falsedad.
▼ U n a co n secu en cia in m ed iata d e la sep aració n e n tre las p ro p ied ad es se m á n ti­
cas de los elem en to s de la figura (q u e h a c e n las veces d e los objetos) y las de la figu­
ra c o m o u n to d o (que represen tan u n a situ ació n posible) es q u e el significado es
in d ep en d ien te de la verdad. U n a figura tie n e sen tid o — p u es el sen tid o es lo q u e la
figura representa (2.221)— e n v irtu d d e su fo rm a d e fig u ració n - —en ú ltim a ins­
tancia de su fo rm a lógica— sin q u e ten g a q u e exigirse q u e lo fig u rad o sea u n h e c h o
co n el que la figura encaje, es d ecir: sin q u e im p o rte q u e la figura sea verdadera o
falsa. Si esto ú ltim o fuera u n requisito d e q u e u n a figura tu v ie ra sen tid o , las p ro p ie ­
dades sem ánticas de la figura y de sus ele m e n to s p e rte n e c e ría n al m ism o g énero. E l
sentido lo confiere la fo rm a ló g ica m ien tras q u e v erdad y falsedad tie n e n q u e v er
co n el acuerdo o d esacuerd o de la figura — q u e ya d e b e te n e r u n sen tid o — c o n la
realidad (2.222). P o r ello n o p o d e m o s re c o n o c e r a p a rtir d e la figura sola si es v er­
dadera o falsa (2.224), p u es la fo rm a ló g ica n o es n u n c a garantía — sólo p re c o n d i­
ción— de verdad.

Lo que una figura representa es su sentido. ^

Su verdad o falsedad consiste en el acuerdo o


desacuerdo de su sentido con la realidad.

Para reconocer si la figura es verdadera o falsa,


tenemos que compararla con la realidad.
124 LUDWIG WITTGENSTEIN

2.224 No se puede reconocer a partir de la figura


sola si es verdadera o falsa.

2.225 No hay figura alguna que sea verdadera a priori.


V E sta o b se rv a c ió n es alg o d e so ríe n ta d o ra . C o m o se verá m ás tarde,
W íttg e n ste in desarrolla la teo ría d e la figura de tal m o d o que p erm ita q u e haya u n
tip o p a rticu lar d e figuras — las tautologías— q u e so n verdaderas a priori.

Una figura lógica de los hechos es un pensa­


3 miento.
▼ «pensam iento» trad u ce aquí el té rm in o alem án Gedanke utilizado p o r Frege
(véase «El pensam iento», e n G. Frege, Ensayos sobre semántica y filosofía de la lógica,
T ecnos, M a d rid , 1998), para referirse a los objetos abstractos q u e — a diferencia de
las ideas y otras entidades psíquicas— so n los contenidos d e los actos de pensar, v e r­
d aderos o falsos in d e p e n d ie n te m e n te de q u e alguien los piense y esen cialm en te
c om unicables. E n 3, W íttg e n ste in p arece usar «pensam iento» e n el sen tid o fregeano;
p ues si u n p e n sam ien to es u n a figura ló g ica d e los h echos, en to n ces estam os an te el
tip o de figura m ás abstracto cuya fo rm a figurativa es la fo rm a lógica. P ara m ay o r
a b u n d a m ie n to , 3.01 h ace referencia a «pensam ientos verdaderos», c o n lo q u e se
su g iere q u e , c o m o F rege pensaba, son los p en sam ien to s los p o rtad o res de la verdad
y la falsedad. N o obstante, esta asim ilación resulta problem ática ya e n 3 .0 2 d o n d e se
lee: « U n p en sa m ie n to c o n tie n e la p o sib ilid ad d e la situ ació n q u e él piensa» (cursivas
m ías). O b v ia m e n te , los o bjeto s abstractos n o piensan en m o d o alguno y, si b ie n es
c ie rto q u e los p en sam ien to s c o m o actos subjetivos tam p o co lo hacen , p arece q u e,
p o r m u c h o q u e haya q u e e n te n d e r esto e n sen tid o figurado — Pears y M cG u in n ess
salvan la situ ació n trad u cie n d o 3 .0 2 c o m o «A th o u g h t contains th e possibility o f
w h ic h it is th e thought»— , 3 .0 2 ya es in co m p atib le c o n la lectu ra p u ra m e n te fre-
g eana de «pensam iento» en 3. V éanse m ás adelante las notas bajo 3.1 y 3 .1 1 , d o n d e
las palabras de W íttg e n ste in in d ican q u e «pensam iento» tien e q u e v e r c o n los actos
d e p e n sar y de d o n d e se p u e d e c o n c lu ir q u e es verosím il q u e W íttg e n ste in esté u san ­
d o e n el Tractatus dos sentidos distintos de «pensam iento»; c o m o realización su b je­
tiva y c o m o c o n te n id o objetivo.

3.001 «Un estado de cosas es pensable» quiere decir


esto: nos podemos hacer una figura de él.
3.01 La totalidad de los pensamientos verdaderos es
una figura del mundo.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 125

3.02 Un pensamiento contiene la posibilidad de la


situación que él piensa. Lo que es pensable es
también posible.
3 03 No podemos pensar nada ilógico; si lo hicié­
ramos tendríamos que pensar ilógicamente.
3 031 Se decía en otras épocas que Dios podría crear­
lo todo excepto lo que contravenía las leyes lógi­
cas. Y es que de un mundo ilógico no podríamos
decir qué aspecto tendría.

T Pues supongam os q u e se p u d iera h a c e r u n a figura d e u n a situ ació n im p o si­


ble; esto q u erría d e c ir que, a su vez, tal figura ten d ría q u e ten er, p o r así decirlo, forma
ilógica. Pero u n a figura q ue tuviera p resu m ib lem en te esa fo rm a n o sería en absoluto
una figura. S im plem ente, n o p o d em o s d ecir — fig u rar o enunciar— q u é aspecto te n ­
dría un m u n d o ilógico.

3.032 Es tan poco posible representar en el lenguaje


algo «que entre en contradicción con la lógica»
como representar una figura en geometría por
medio de sus coordenadas que entre en contradic­
ción con las leyes del espacio, o dar las coordena­
das de un punto que no existe.

3.0321 Podemos, es cierto, representar espacialmente


un estado de cosas que contraviniese las leyes de
la física, pero no uno que contraviniese las leyes
de la geometría.

3.04 Un pensamiento correcto a p rio ri sería aquel


cuya posibilidad garantizase su verdad.
Sólo podríamos saber a p rio ri que un pensa­
miento es verdadero si su verdad fuese reconoci­
ble a partir del propio pensamiento (sin objeto de
comparación alguno).
126 LUDWIG WITTGENSTEIN

3.1 En una proposición el pensamiento se expre­


sa de un modo perceptible por los sentidos.
T E sto n o d ebería en te n d e rse c o m o u n a afirm a c ió n al efecto de q u e u n p e n ­
sam ien to es alguna su e rte d e e n tid a d m ental o abstracta q u e, p o r así decirlo, es el
alm a d e la p ro p o sic ió n d e la q u e ésta sería m e ra m e n te su p arte p ercep tib le p o r los
sentidos. D e h e c h o u n p en sa m ie n to , dirá más tarde W ittg e n ste in (3.5), es u n signo
p re p o sicio n a l em p lead o y pensado y, a su vez, u n a p ro p o sic ió n n o es sino u n signo
p re p o sicio n a l e n su relació n proyectiva c o n el m u n d o (3.12). (D e h e ch o , cuan d o
R u ssell le p re g u n tó a W ittg e n s te in si u n p e n sam ien to constaba d e palabras, la res­
p u esta fue q u e u n p en sam ien to se co m p o n ía d e constituyentes psíquicos q u e tenían
la m ism a relación c o n la realid ad q u e las palabras. N u e v a m e n te , esto m ilita en c o n ­
tra de u n a in te rp re ta c ió n p u ra m e n te fregeana d e «pensam iento».)

3.11 Usamos el signo perceptible por los sentidos


(signo sonoro o escrito, etc.) de una proposición
como proyección de una situación posible.
El método de proyección es el pensar el sen­
tido de la proposición.
▼ L o peculiar de las proposiciones com o figuras es, entonces, q u e son signos p re ­
posicionales de naturaleza lingüística — sus co m p o n en tes son palabras— usados de u n a
m anera particular. O bsérvese q u e W ittgenstein distingue claram ente entre el signo p re ­
posicional y la proposición. U n signo preposicional es u n a entidad d e naturaleza sono­
ra (por ejem plo, u na o ració n hablada), gráfica (por ejem plo, un a oración escrita) o, en
general, perceptible p o r los sentidos, que tiene esencialm ente u n carácter proyectivo.
D esde este p u n to de vista el signo preposicional es la proyección, lo que se proyecta en
el signo es el sentido de la proposición — una situación posible— y el m éto d o d e p ro ­
yección consiste en pensar el sentido de la proposición. (N aturalm ente, «proyección» ha
d e tom arse aquí e n u n sentido m etafórico. Es p o r otra parte m u y verosímil q u e esta
m anera de hablar esté relacionada c o n el interés que W ittg en stein dem ostró p o r la geo­
m etría proyectiva durante su estancia en B erlín al lado del profesor Jolles.)

3.12 Llamo al signo mediante el que expresamos


un pensamiento, signo proposicional. Y una pro­
posición es un signo proposicional en su relación
proyectiva con el mundo.
3.13 A la proposición le es propio todo lo que per­
tenece a la proyección; pero no lo proyectado.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 12 7

Por tanto, la posibilidad de lo proyectado, pero


no lo proyectado mismo.
En una proposición, por consiguiente, no está
aún contenido su sentido, aunque sí lo está la
posibilidad de expresarlo.
(«El contenido de una proposición» quiere decir
el contenido de una proposición con sentido.)
En una proposición está contenida la forma
de su sentido, pero no su contenido.
El signo proposicional consiste en que sus ele­
mentos, las palabras, se relacionan unos con otros
de modo y manera determinados.
Un signo proposicional es un hecho.

3.141 Una proposición no es un popurrí de pala­


bras. (Como tampoco un tema musical es un
popurrí de tonos.)
Una proposición está articulada.

3.142 Sólo los hechos pueden expresar un sentido,


un agregado de nombres no puede hacerlo.
▼ Si son las proposicio n es las q u e tie n e n sen tid o al representar u n a situación
posible — al representar q u e las cosas están relacionadas e n tre sí de d e term in ad o
m o d o y m anera— , se sigue en to n ce s que, cu an d o hablam os de figuras de carácter lin­
güístico, son los h echos — los signos preposicionales usados de la m an era particular
que se h a indicado— los q u e p u e d e n representar hechos, a saber: cosas relacionadas
de m o d o y m anera d eterm in ad o s. U n m ero p o p u rrí de palabras sólo lograría dar u n a
lista de «representantes» de cosas. Pero, recuérdese, el m u n d o es la to talid ad de los
hechos en el espacio ló g ico y p o r ello tal lista n o p o d ría rep resen tar n in g u n a situa­
ción posible, n o diría nada sobre el m u n d o .

Que el signo proposicional es un hecho viene


encubierto por la forma habitual de expresión,
escrita o impresa.
Pues en una proposición impresa, por ejem­
plo, un signo proposicional no tiene el aspecto de
ser esencialmente distinto de una palabra.
128 LUDWIG WITTGENSTEIN

(De este modo fue posible que Frege llamase


a las proposiciones nombres compuestos.)
▼ Si echam os u n vistazo a u n a pág in a de u n libro n o parece q u e en c o n tre m o s
u n a diferencia esencial en tre las palabras q u e en ella aparecen y los signos p re p o si­
cionales. Lo q u e W ittg en ste in q u iere subrayar es q u e hay u n a d iferencia fu n d a m e n ­
tal e n tre am bas cosas: el signo p ro p o sicio n al n o es m e ra m e n te u n c o n ju n to de pala­
bras, es u n hecho-, el h ech o de q u e las palabras q u e lo c o m p o n e n estén relacionadas
e n tre sí de u n m o d o y m an era d e te rm in a d o s. 3.1431 in te n ta clarificar este p u n to
in v itán d o n o s a co nsiderar u n signo pro p o sicio n al co m p u esto d e o b jeto s o rd in ario s
d e clases diferentes cuyas relaciones m u tu as expresan u n sentido. Frege pasó p o r alto
esta diferencia al considerar q u e las oraciones declarativas eran u n tip o p articu lar de
n o m b res p ro p io s de objeto s lógicos, de valores de verdad; d e ahí q u e las considera­
se c o m o u n tip o de nom bres: n o m b res com puestos.

3.1431 La esencia del signo proposicional se ve muy


claramente si, en lugar de compuesto de signos
escritos, nos lo imaginamos compuesto de ob­
jetos espaciales (algo así como mesas, sillas,
libros).
La mutua posición espacial de esas cosas
expresa entonces el sentido de la proposición.
3.1432 No digas: «El signo complejo ‘a R b ’ dice que a
está en la relación R con b», sino más bien: « Q u e
V está en cierta relación con ‘b’ dice que aR b».
V E sta m u y debatida ob serv ació n de W ittg e n ste in p o d e m o s to m arla, o b v ian d o
otras dificultades, co m o u n a ilustración d e lo d ich o e n la n o ta an terio r. «aRb» es u n
sig n o p ro p o sicio n al qu e cie rta m e n te dice q u e a está e n u n a d e te rm in a d a relación R
c o n h. (D o y p o r sentado q u e ta n to «a» c o m o «6» h a c e n las veces de los objeto s de
los q u e so n representantes; c ó m o «a» y «b» se c o n ectan c o n los o b jeto s n o es im p o r­
ta n te aquí.) A h o ra b ien , sería d e so rie n ta d o r d ec ir q u e es el signo c o m p lejo «aRb» el
q u e dice esto (pues sugeriría q u e lo q u e d ice algo es u n m ero p o p u rrí d e signos).
L o q u e dice q u e a está e n u n a d e te rm in a d a relación R c o n b es el hecho (y u n p o p u ­
rrí de signos n o es u n h ech o ) de q u e «a» está e n cierta relación c o n «fe» (en este caso
q u e «a» está a la izquierda de «fe»).

3.144 Las situaciones pueden describirse, no nombrarse.


TRACTATUS LOGICO-PH1LOSOPHICUS 129

(Los nombres son como puntos, las proposi­


ciones como flechas, tienen sentido.)

3.2 En una proposición, un pensamiento puede


expresarse de tal manera que a los objetos del
pensamiento les correspondan elementos del
signo proposicional.
3 201 A estos elementos los llamo «signos simples» y
a la proposición «completamente analizada».

3.202 Los signos simples empleados en las proposi­


ciones se llaman nombres.
▼ Los elem en to s de la p ro p o sició n so n signos sim ples e n el sen tid o e n q u e los
objetos so n tam b ién sim ples (2.02): n o cabe su d esco m p o sició n u lte rio r. P o r otra
parte, tales signos sim ples son n o m b res y, c o m o tales, significan o h acen las veces de
objetos (3.203, 3 .2 2 ).T éngase en c u en ta q u e, si los n o m b re s h a c e n las veces de o b je ­
tos, tien en qu e h e re d a r sus m arcas características (en este caso el ser sim ples).

3.203 Un nombre significa un objeto. El objeto es


su significado, {«A» es el mismo signo que « A » .)

3.21 A una configuración de signos simples en un


signo proposicional le corresponde una configu­
ración de objetos en una situación.
En una proposición un nombre es el repre­
sentante de un objeto.

3.221 A los objetos sólo los puedo nom brar. Los sig­
nos son sus representantes. Sólo puedo hablar de
ellos, no puedo expresarlos. Una proposición sólo
puede decir cómo es una cosa, no lo que es.
▼ Si a la co n fig u ració n d e n o m b res q u e fo rm a el signo p ro p o sicio n al le c o rres­
p o n d e u n a situación (3.21) — que, e n el fo n d o , es u n a c o n fig u ració n p a rtic u la r de
objetos— es ev id en te q u e n o p u e d o sino n o m b ra r o b jeto s; en efecto, c u a lq u ie r p ro ­
posición habla de q u e los o b jeto s a los q u e se refieren los signos sim ples (nom bres)
130 LUDWIG WITTGENSTEIN

están dispuestos de tal y tal m an era. P o r ello, u n a p ro p o sició n habla siem pre de ras­
gos de o b jeto s pero n o d e lo q u e son los o bjetos. Los objeto s p u e d e n n o m b rarse
(W ittg e n ste in dice aquí q u e «puedo hablar de ellos»), pero n o describirse; a su vez,
so n las situ aciones las q u e p u e d e n describirse, p e ro n o n o m b rarse (3.144). Los o b je ­
tos tie n e n ciertam en te, si los to m am o s u n o a uno, una fo rm a particular pero, p o r u n
a rg u m e n to sim ilar al an terio r, n o es posible enunciar tal form a.

3.23 La exigencia de la posibilidad de los signos


» « v 7 ' * %
simples es la exigencia de la determinación del
sentido.
Y W ittg e n ste in abraza en el Tractatus la idea de q u e el sen tid o tie n e q u e ser
d e te rm in a d o , esto es: n o son posibles los sen tid o s inexactos o borrosos. P ues para
to d a p ro p o sició n siem pre tie n e q u e h ab er u n h e c h o q u e la haga verdadera o falsa.
A h o ra b ie n , u n h ech o n o es o tra cosa q u e u n a co n fig u ració n p articu lar de objeto s
y u n a p ro p o sic ió n es u n signo p rep o sicio n a l — q u e es tam b ién u n h e c h o — e m p le ­
a d o d e m an e ra particular. P ues b ie n , la p ro p o sic ió n sólo p u e d e figurar de fo rm a
d e te rm in a d a u n h ec h o si sus elem en to s con stitu y en tes son signos simples (nom bres)
q u e están correlacio n ad o s c o n los objetos de los q u e so n representantes.V éase a este
resp ecto la n o ta bajo 2.021 L.

Una proposición que trata sobre un complejo


está en una relación interna con una proposición
que trata sobre una parte constituyente de aquél.
Un complejo sólo puede darse mediante su
descripción y ésta será una descripción ajustada o
no ajustada. La proposición en la que se habla de
un complejo no será, si éste no existe, un sinsen­
tido, sino simplemente falsa.
Que un elemento proposicional significa un
complejo es algo que puede verse a partir de una
indeterminación de las proposiciones en las que
ocurre. Sabem os que todavía no está todo deter­
minado por esta proposición. (El signo de gene­
ralidad contiene, en efecto, una protofigura.)
La contracción de un símbolo de un comple­
jo en un signo simple se puede expresar median­
te una definición.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 131

T P ues si u n ele m e n to p re p o sic io n a l— p o r ejem plo, «el actual rey de


Francia»— designa u n com p lejo , el sentido, a diferencia d e lo q u e o c u rre en el caso
de los signos sim ples (3.23), n o está d e term in ad o . R esu lta claro que, p o r u n a parte,
expresiones c o m o «el actual rey d e Francia» n o tien en garantizada la referencia y n o
p u ed en actu ar p o r ello co m o representantes de objeto s tractarianos. Pero adem ás, de
acuerdo c o n el análisis russelliano de las descripciones, cu alq u ier p ro p o sició n q u e
c o n ten g a u n e le m e n to p rep o sicio n a l de este tip o es n ecesariam en te general.
P or o tra parte, «protofigura» es la trad u cció n del té rm in o Urbild q u e e n las tra ­
d ucciones d e O d g e n y de Pears y M cG u in n ess se v ierte c o m o «prototipo». La Sra.
A n sco m b e [E. A n sc o m b e (1 959), A n Introduction to W ittgenstein’s Tractatus,
H u tc h in so n , L ondres, 1959 — en adelante, A n sco m b e (1959)— , p. 67] identifica la
p rotofigura c o n u n a fu n ció n p rep o sicio n a l — p o r ejem p lo R x y , c o n te n id a e n la fó r­
m ula 3 x (y) (R x y )— e n la que, a diferencia d e u n a figura p ro p iam en te dicha, p o r
ejem plo Rab, las correlacion es e n tre los té rm in o s de la relació n y los objeto s n o h an
sido establecidas. S ólo u n a vez q u e tales correlaciones se establecen es posible figu­
rar u n h e c h o m e d ia n te un a co n fig u ració n d e signos y h a c e r u n a c o m p aració n c o n
la realidad para d e te rm in a r si las cosas están tal c o m o la p ro p o sició n d ice q u e están.
Pero el q u e un a fu n c ió n p re p o sicio n a l sea u n a pro to fig u ra q u iere d ec ir tam b ié n q u e
exhibe la fo rm a lógica de las p roposiciones q u e son sus valores. Para la im p o rta n c ia
de las protofiguras e n la exp ü cació n w ittg en stein ian a de la generalidad véanse 5.521
y 5.522.

3.25 Hay uno y sólo un análisis completo de una


proposición.
3 251 Una proposición expresa lo que expresa de
una manera determinada y claramente especifica-
ble: la proposición está articulada.
3 26 Un nombre no se puede desmembrar adicio­
nalmente por medio de definición alguna: es un
signo primitivo.
V A diferencia d e lo q u e sucede e n el caso d e los elem en to s p reposicionales
q u e designan co m p lejo s (3.24).

3.261 Todo signo definido significa a través de los


signos mediante los que ha sido definido; y las
definiciones señalan el camino.
132 LUDWIG WITTGENSTEIN

Dos signos, un signo primitivo, y otro defini­


do mediante signos primitivos, no pueden signi­
ficar del mismo modo y manera. Los nombres no
se p u e d e n despiezar mediante definiciones. (Nin­
gún signo que tenga por sí mismo, de manera
independiente, un significado.)
3.262 Lo que no viene expresado en los signos lo
muestra su aplicación. Lo que los signos se zam­
pan, lo expresa su aplicación.
V E sto es, las características físicas d e los signos — su ap arien cia— n o so n u n a
g u ía segura para d e te rm in a r su e stru c tu ra o fo rm a lógica, q u e se revela en sus apli­
caciones. Esta es u n a o b serv ació n m u y im p o rta n te pues u n a de las m o tiv acio n es para
u n lenguaje ló g icam en te p e rsp ic u o es ju sta m e n te q u e las apariencias d e los signos
disfrazan m uchas veces la v erd ad era fo rm a lógica d e las pro po sicio n es.

3.263 Los significados de los signos primitivos pue­


den ser explicados mediante elucidaciones. Las
elucidaciones son proposiciones que contienen
signos primitivos. Sólo pueden comprenderse por
tanto si los significados de esos signos ya se cono­
cen de antemano.

3.3 Sólo las proposiciones tienen sentido; sólo en


la trabazón de una proposición tiene significado
un nombre.
▼ E n los Fundamentos de la aritmética Frege enunció, d en tro d e su tenaz cam paña
e n contra del psicologism o e n ló g ica y teo ría del significado, el fam oso p rin c ip io del
c o n tex to : «Jamás p reg u n tar p o r el significado d e u n a palabra d e m anera aislada, sino
sólo en el c o n te x to de u na proposición». C o m o to d o el m u n d o p u ed e c o m p ro b ar p o r
sí m ism o, la tesis de que los significados son algún tipo de ideas (quizá im ágenes) en
la m e n te de la persona qu e habla se ve reforzada — al m en o s en el caso de las palabras
categorem áticas— cuando se p reg u n ta p o r su significado aisladam ente, p e ro es m ucho
m en o s atractiva c u an d o la p re g u n ta p o r el significado se plantea en el co n te x to de una
oración. Esta form ulación de W ittg en stein se hace eco sin d u d a del p rin cip io de Frege
y tien e tam b ién sus m ism os efectos. Pero 3 .3 es tam bién u n a co n secu en cia cabal d e la
o n tología w ittgensteiniana y d e su teoría d e la figura. E n p rim e r lugar, la tesis de que
sólo las proposiciones tie n e n sentido difícilm ente es u n a sorpresa: si lo q u e u n a figu­
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPH1CUS 13 3

ra representa es una situación e n el espacio lógico, su sentido, entonces — contra


Frege— sólo las proposiciones c o m o figuras tie n e n sentido; los n om bres sólo son p ar­
tes integrantes del signo proposicional y, tom ados u n o p o r u n o , sólo n o m b ra n en
determ inadas circunstancias. Es cierto q u e el signo proposicional consta d e nom bres
relacionados de m anera particular; p ero es ju sta m e n te este h ec h o — y n o el q u e te n ­
gam os u n m ero p o p u rrí de no m b res— el q u e hace q u e u n a p roposición tenga senti­
do. P o r otra parte, los n om b res son los elem en to s q u e tien en referencia, a u n q u e n o
aisladam ente, sino «sólo en la trabazón de u n a proposición». H e m o s visto q u e el que
los nom bres ten g an referencia q u iere d e c ir q u e actú an c o m o representantes de (hacen
las veces de) los objetos. A h o ra b ien , los objeto s tie n e n esencialm ente (2.011) form a:
su posibilidad de o currencia e n estados de cosas (2.014). C o m o dice Fogelin [Fogelin
(1995), p. 34], si tom am os en serio q u e los n om bres h an de hacer las veces de los o b je­
tos, entonces deb en com po rtarse c o m o ellos; tam b ién ha de serles esencial el m an te­
n e r determ inadas relaciones c o n otros n o m b res e n v irtu d de su form a. P ero puesto
que, p o r un a parte, los n om b res están co rrelacionados c o n objetos y, p o r otra, las rela­
ciones entre los nom bres reflejan c ó m o están relacionados los objetos de los q u e son
representantes, la conclusión obvia es q u e «sólo en la trab azó n d e una p roposición
tiene significado el nom bre». D ic h o de otra m anera: los nom bres sólo p u e d e n ser
representantes d e objetos en tan to q u e m a n tie n e n relaciones c o n otros nom b res, del
m ism o m o d o qu e u n o b je to sólo p u e d e ser u n o b je to m a n te n ie n d o determ inadas
relaciones c o n otros objetos e n v irtu d de su form a.

Hh A cualquier parte de la proposición que carac­


terice su sentido la llamo expresión (símbolo).
(La proposición misma es una expresión.)
Una expresión es todo lo que, siendo esencial
para el sentido de la proposición, pueden tener en
común entre sí las proposiciones.
Una expresión caracteriza una forma y un
contenido.
3.311 Una expresión presupone las formas de todas
las proposiciones en las que puede ocurrir. Es la
marca característica común de una clase de pro­
posiciones.
3.312 Por ello se la representa mediante la forma
general de las proposiciones que caracteriza.
Y, de esta forma, la expresión será ciertamen­
te co nstante y todo lo demás variable.
134 LUDWIG WITTGENSTEIN

3.313 Una expresión se representa entonces por


medio de una variable cuyos valores son las pro­
posiciones que contienen la expresión.
(En el caso límite, la variable se convierte en
una constante, la expresión en una proposición.)
Llamo a tal variable «variable proposicional».
T P o r «variable proposicional» W ittg en stein en tie n d e algo parecido a las fu n c io ­
nes preposicionales de R ussell q u e p o n e n en correspondencia b iunívoca arg u m en to s
y proposiciones (y no valores d e verdad, c o m o en el caso de Frege). Pero m ientras q u e
e n R usscll los argum entos son objetos, e n el caso de W ittg en stein los arg u m en to s son
los representantes de los objetos, los nom bres. U n a m anera p a rticu larm en te clara d e
darse cu en ta de lo qu e W ittg en stein quiere d ecir es la form ulada p o r F ogelin (1985),
pp. 56-57. Sea «A B C D » un a p roposición elem ental (esto es: u n a p ro p o p o sic ió n cuyos
constituyentes so n exclusivam ente los n om bres «A», «B», «C» y «I>» co n caten ad o s
e n tre sí). Si reem plazam os, p o r ejem plo, u n o d e los no m b res p o r u n a variable o b te n ­
dríam os la expresión «A xC D » q u e es u n a variable proposicional. «Ax» n o es desde
lu eg o u n signo simple, u n no m b re, y p o r ello n o p u ed e estar p o r u n objeto. P ero tam ­
p o c o expresa u n sentido, pues el sentido es d eterm in a d o y, c o m o tal, sólo es p ro d u c ­
to de la configuración d e nom bres. «Ax» fu n cio n a c o m o u n a especie de p rin c ip io de
c o lecció n d e to d o s los valores de la fu n c ió n p ara todos los posibles valores d e x . Si
«Ax» es, p o n g am o s p o r caso, «x es filósofo», lo q u e haría tal fu n ció n sería co lec cio n ar
todas las proposiciones co m o «Tales es u n filósofo», «Sócrates es u n filósofo», «Platón
es u n filósofo», etc., p o r el p ro ced im ien to d e rellenar el h u eco o cu p ad o p o r x e n la
ex presión fu n cio n al c o n los n o m b res apropiados para tal signo.

3.314 Una expresión sólo tiene significado en una


proposición. Toda variable puede concebirse
como variable proposicional.
(También los nombres variables.)
▼ O b serv ació n paralela a lo q u e se afirm a en 3.3 e n el caso d e los n o m b res.

3.315 Si convertimos una parte constituyente de una


proposición en una variable, hay una clase de pro­
posiciones que son todas ellas valores de la propo­
sición variable resultante. En general, esta clase
depende todavía de lo que nosotros, por conven­
ción arbitraria, entendamos por partes de esta pro­
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 135

posición. Pero si convertimos en variables todos


aquellos signos cuyo significado se determinó de
modo arbitrario, tenemos todavía tal clase. Pero ésta
ya no depende de convención alguna, sino sólo de
la naturaleza de la proposición. Corresponde a una
forma lógica, a una protofigura lógica.
3.316 Qué valores le está permitido tomar a una
variable proposicional es algo que se estipula.
La estipulación de los valores es la variable.
3.317 La estipulación de los valores de la variable
proposicional es la indicación de las proposiciones
cuya marca común es la variable.
La estipulación es una descripción de estas
proposiciones.
Por consiguiente, la estipulación tratará sólo
de símbolos, no de su significado.
Y sólo esto es esencial a la estipulación: qu e es
sólo u n a descripción de sím bolos y no enuncia nada
sobre la referencia de éstos.
Cómo suceda la descripción de la proposición
no es asunto esencial.
▼ Si, sig u ien d o el ejem p lo d e F ogelin e n la n o ta b ajo 3 .3 1 3 , aceptam os q u e la
fu nción p ro p o sicio n al «A x C D » resulta de la p ro p o sic ió n elem en tal «A B C D », 3 .3 1 6
nos dice q u e tal fu n c ió n pro p o sicio n al se d efin e p o r m e d io d e estipulaciones q u e
d eterm in an q u é proposicio n es p u e d e n co n stru irse a p a rtir de «A xC D » rellen an d o
el h u eco de la variable y q u e con stitu y en el c o n ju n to q u e colecciona. S u p o n g am o s
n uevam ente q u e «Ax» es «x es u n filósofo». Parecería q u e la m an era m ás adecuada
de estipular el c o n ju n to de p roposiciones q u e c o lec cio n a «Ax» sería el siguiente:
d ado q u e e n la p ro p o sició n elem ental o rig in al « A B C D » el n o m b re «B» está p o r u n
g énero p articu lar de objeto, «A pc» h abrá d e co le c c io n a r sólo las p roposiciones q u e
resultan de co lo ca r en el lugar de a rg u m e n to u n n o m b re q u e esté p o r u n o b je to del
m ism o g én ero q u e aquel p o r el q u e «B» está. D e este m o d o , «Ax» sólo co le c c io n a ­
ría las p roposiciones e n las q u e el n o m b re in tro d u c id o está p o r objeto s d el m ism o
g énero que, p o r ejem plo,T ales, Sócrates, P lató n , etc., p e ro n o aquellas en cuyo lu g ar
d e a rg u m en to haya n o m b res c o m o «El dos de mayo» o «j-1 » . W ittg e n ste in rechaza
claram ente esta sugerencia al d ecir e n 3 .3 1 7 . «Y sólo esto es esencial a la estipula­
ción: que es sólo una descripción de símbolos y no enuncia nada sobre la referencia de éstos.
La razón de esta restricció n d e W ittg e n ste in h a d e ser o bvia en este p u n to : si in te n -
136 LUDWIG WITTGENSTEIN

tasem os estip u lar q u e la fu n c ió n p to p o sicio n al «A x » sólo co lec cio n a proposiciones


d o n d e los su bstitutos de la «x » p e rte n e c e n a u n d e te rm in a d o género estaríam os
in te n ta n d o e n u n c ia r algún h ech o ; p e ro la p ro p o sic ió n q u e enunciase cuáles son los
n o m b res ad ecu ad o s p ara u n a clase p articu lar d e p ro p o sicio n es haría uso de c o n c e p ­
to s form ales q ue, p o r su p ro p ia naturaleza, sólo p u e d e n m ostrarse e n el sim bolism o.
D e ahí q u e la estip u lació n sólo p u ed a ser u n a «descripción d e sím bolos y n o e n u n ­
cia nada so b re la referencia d e éstos». E l q u e las p ro p o sicio n es coleccionadas p o r
«Ax» sean o n o adecuadas es algo que se d e te rm in a m e d ían te estipulaciones sobre
los sím bolos solos.

3.318 Concibo la proposición —como Frege y


Russell— como función de las expresiones en
ella contenidas.
j&fffflL Un signo es lo que, en un símbolo, es percep­
tible por los sentidos.
▼ V ééase 3.11 y su co rre sp o n d ie n te c o m e n ta rio . 3 .3 2 es la generalización del
caso p articu lar del signo proposicional.

3 32] Dos símbolos distintos pueden por tanto


tener en común el signo (escrito, sonoro, etc.);
significan entonces de modo y manera distintos.

3.322 La marca común de dos objetos jamás puede


indicar que los significamos con los mismos signos
pero con dos modos de significación distintos. Pues el
signo es ciertamente arbitrario. Uno podría tam­
bién elegir dos signos distintos; y, entonces, ¿dónde
quedaría lo que es común en la significación?

3.323 En el lenguaje ordinario ocurre muy a menu­


do que la misma palabra signifique de modo y
manera distintos —que pertenezca por tanto a
símbolos distintos— o que dos palabras que sig­
nifican de modo y manera distintos se empleen
en las proposiciones, mirado el asunto de forma
superficial, de la misma manera.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 137

De este modo, la palabra «es» aparece como


cópula, como signo de identidad y como expre­
sión de existencia; «existir» en calidad de verbo
intransitivo, como «ir»; «idéntico» como adjeti­
vo; hablamos de algo, pero también de que algo
sucede.
(En la proposición «Verde es verde» —donde
la primera palabra es el nombre propio de una
persona y la última un adjetivo— estas palabras
no tienen meramente distinto significado; más
bien son sím bolos distintos.)
▼ P u ed e verse fácilm en te q u e el c rite rio para d istinguir e n tre sím bolos — o
m od o s de significación diferentes— n o son las clasificaciones gram aticales. E n este
m ism o pasaje aparecen palabras q u e la g ram ática a g ru p a e n u n a m ism a categoría y
que, sin em b arg o tie n e n m o d o s de significación distintos; lo q u e p e rm ite d istinguir
en tre diferentes sím bolos parece ser la g ram ática lógica (3.325). P o r o tra p arte, té n ­
gase e n cu en ta q u e la d istin c ió n en tre signo y sím bolo es el c o m ie n z o de u n a serie
de observaciones d e g ra n im p o rta n c ia filosófica (a p a rtir d e 3.324) sobre la capaci­
dad q u e tie n e n los signos d e p ro d u c ir malas com p ren sio n es. D e h e ch o , a u n q u e n o
se en u n cia ex p lícitam en te todavía, 3 .1 4 3 2 , es una m uestra co n c re ta d e esa capacidad
de g en erar problem as.

Es así como surgen fácilmente las confusiones


más fundamentales (de las que toda la filosofía
está llena).
Para evitar esos errores tenemos que emplear
un lenguaje de signos que los excluya no usando
el mismo signo para símbolos distintos, ni usan­
do de igual modo —mirado el asunto de forma
superficial— signos que tengan modos de signi­
ficación distintos. Por tanto, un lenguaje de sig­
nos que esté regido por la gramática lógica, por la
sintaxis lógica.
(La notación conceptual de Frege y de Russell
es un lenguaje de este género, si bien es cierto que
todavía no excluye todos los errores.)
138 LUDWIG WITTGENSTEIN

T B e rtra n d R ussell d ic e en su « Introducción» q u e el p ro b lem a q u e le p re o c u ­


paba a W ittg e n ste in c u a n d o e scrib ió el Tractatus era el d e establecer «las co n d icio n es
q u e d eb erían ser cum plidas p o r u n len g u aje ló g ic a m e n te perfecto». A u n q u e 3.325
p arece dar apoyo a esta afirm a c ió n d e R u ssell, es ev id e n te q u e n o le faltaba razó n a
W ittg e n s te in cu an d o acusaba a R u ssell de n o h a b e r e n te n d id o cuál era su aspira­
c ió n p rin cip al al escribir el Tractatus. P ues — véase 5 .5 5 6 3 — e n el libro p u e d e leer­
se ta m b ié n q u e «las p ro p o sic io n e s de n u estro len g u aje o rd in a rio están, tal c o m o
están, ordenadas d e m a n e ra ló g ic a m e n te perfecta». La ap aren te c o n tra d ic c ió n se
resuelve si nos dam os c u e n ta d e q u e W ittg e n ste in aceptaba q u e los signos del le n ­
guaje o rd in a rio disfrazaban («se zam paban») a veces la e stru c tu ra lógica d e la p ro p o ­
sición (que tie n e sin em b arg o u n a lógica im pecable) y u n a n o ta c ió n c o n c e p tu a l q u e
excluyese el tip o d e erro res q u e él señala haría c o m p le ta m e n te p e rsp icu a tal estru c­
tu ra. La idea es, d ich o d e u n a m a n e ra aproxim ada, q u e e n u n a n o ta c ió n adecuada las
diferencias e n la aplicación de los signos — las diferencias d e g ram ática lógica— te n ­
d rían su reflejo e n los p ro p io s signos, de m o d o q u e, p o r ejem p lo , n o estaría p e rm i­
tid o q u e el «es» d e id e n tid a d y el «es» de p re d icació n tu v ie ra n el m ism o aspecto físi­
co. Así, «las confusiones m ás fu n d am en tales d e las q u e to d a la filosofía está llena»
p erd erían u n o d e sus p rin cip ales incentivos.
Frege h izo su p ro p u esta d e n o ta c ió n co n ce p tu a l e n Begriffsschrift, eine der arith-
metischen nachgebildete Formelnsprache des reinen D enkens (1879). Esta n o ta c ió n ha
caíd o e n desuso d eb id o a su p a rtic u la r d ificultad tipográfica. La n o ta c ió n c o n c e p ­
tu al de R u ssell — q ue es la que, d e m o d o general, W ittg e n ste in usa e n el Tractatus—
apareció e n la obra, escrita c o n ju n ta m e n te c o n A lfred N o r th W h ite h e a d , Principia
Mathematica (1910-1913).

3.326 Para reconocer el símbolo en el signo uno


debe fijarse en su uso con sentido.
▼ Es decir: a diferencia del signo, q u e re c o n o cem o s m e ra m e n te p o r sus carac­
terísticas sensibles, el sím b o lo sólo se re c o n o c e prestan d o a te n c ió n a su uso signifi­
cativo, a sus reglas de uso.

3.327 Un signo sólo determina una forma lógica si


se lo toma junto a su empleo lógico-sintáctico.

3.328 Un signo que no se usa carece de significado.


WÊÊÊHKÊÊÊKÊ
Este es el sentido de la divisa de Occam.
(Si todo se conduce como si un signo tuvie­
ra significado, entonces tiene en efecto signifi­
cado.)
TRACTATUS LOG1CO-PHILOSOPHICUS 139

▼ A l franciscano G u ille rm o d e O c c a m (1 2 8 7 -1 3 4 7 ) se le a trib u y e el p rin c i­


p io d e eco n o m ía o n to ló g ic a — b a u tiz a d o e n el siglo XIX p o r Sir W illiam H a m ilto n
c o m o «navaja d e O ccam »— y u n a de cuyas fo rm u la c io n e s m ás co n o c id a s reza
«Pluralitas n o n est p o n e n d a sine necessitate» («La p lu ralid ad n o d e b e p o stu larse sin
necesidad»). D e b e señalarse, sin em b a rg o , q u e el re ch azo p o r p a rte d e O c c a m de
la realidad e x te rn a de los universales n o es c o n se c u e n c ia d e este p rin c ip io — a c e p ­
ta d o y u tilizad o antes q u e él in c lu so p o r los realistas m o d e ra d o s— , sin o q u e des­
cansa sobre el p rin c ip io d e n o c o n tra d ic c ió n . F o g elin [F o g elin (1995), p. 59]
subraya e n este c o n te x to el énfasis q u e W ittg e n s te in p o n e so b re la ap lic a c ió n de
los signos. P u es si nosotros estip u la m o s las c o rre la c io n e s e n tre n o m b re s y o b je to s
y las reglas de c o m b in a c ió n de signos sin q u e se p u e d a m e te r e n danza lo q u e los
signos significan, ¿qué es lo q u e aseg u ra q u e las c o m b in a c io n e s d e n o m b re s q u e
p e rm ite n nuestras estipulacio n es e n c a je n c o n las c o m b in a c io n e s posibles d e o b je ­
tos en el m u n d o ? La respuesta es q u e si u n sig n o n o se usa es q u e carece d e sig­
nificado; p e ro esto a su vez q u ie re d e c ir q u e el c rite rio p ara d e te rm in a r si las p o si­
bles co m b in acio n es d e signos e n c a ja n c o n las posibles c o m b in a c io n e s d e o b jeto s
las d e te rm in a el uso de los signos; p u e s si u n d e te rm in a d o signo se usa c o m o fig u ­
ra de u n a situ ació n posible, e n to n c e s tie n e q u e casar n e c e sa ria m e n te c o n u n
h e c h o e n el espacio lógico.

3.33 En la sintaxis lógica jamás está permitido que


el significado de un signo desempeñe papel algu­
no. Aquélla tiene que poder establecerse sin que,
al hacerlo, se mencione para nada el significado de
un signo; sólo le está permitido presuponer la des­
cripción de las expresiones.
▼ B lack [Black (1964), p. 135] piensa q u e esta a firm ació n fo rm a u n a m ism a
pieza co n la idea d e W ittg en ste in d e q u e n o es posible e n u n c ia r el significado d e las
expresiones. Pues las reglas d e la sintaxis ló g ica tratan sólo del sim b o lism o e n te n d i­
do éste c o m o lo q u e tie n e n e n c o m ú n los d iferentes sistemas d e signos e n su em p leo
ló g ico -sin táctico (p o r ejem plo, lo q u e tie n e n en c o m ú n los n u m erales arábigos y los
rom anos), y n o tratan del p re su n to co n te n id o .

3.331 Contemplemos, a partir de esta observación la


«Teoría de Tipos» de Russell: el error de Russell
se pone de manifiesto en el hecho de que, al esta­
blecer las reglas de los signos, tuvo que hablar de
su significado.
140 LUDWIG WITTGENSTEIN

T La teoría de tipos de R ussell — cuya p rim era fo rm u lació n aparece en 1908—


constituye parte de su in ten to de buscar u n arm azón lógico para la m atem ática, seria­
m e n te am enazado desde el descu b rim ien to de su propia paradoja de la p ropiedad de
las propiedades qu e n o so n propiedades de sí mismas. La teoría d e tipos p reten d ia evi­
tar estas paradojas estableciendo distinciones lógicas claras entre diferentes propiedades
y relaciones predicables de entidades com o, p o r ejem plo, la distinción e n tre objetos
co ncretos y sus propiedades y las propiedades de estas propiedades, etc. T om em os, p o r
ejem plo, u na oración en la que se asevera u n a perten en cia «... e — ».Tal o ració n n o se
considerará b ien form ada a m enos que la expresión q u e aparezca a la izquierda esté
p o r u n a en tidad (o, en el caso de u n a variable, su rango sean entidades) exactam ente
d e u n tip o m ás bajo q u e aquélla p o r la q u e está la q u e aparece a la derecha. D e este
m o d o la o ració n «El n ú m ero 5 p erten ece a la clase de todos los pares de los núm eros
naturales» n o es falsa, sino que resulta ser form alm ente in co rrecta pues viola las reglas
d e fo rm ación: la expresión que aparece a la izquierda d e « e » n o es exactam ente d e u n
tip o más bajo qu e la qu e aparece a la derecha (tal jerarq u ía tendría su inicio en los in d i­
v iduos, el tip o siguiente serían las clases de individuos, seguido de las clases d e clases de
individuos... y así sucesivam ente). Esta fo rm u lac ió n se co n o ce c o m o teoría sim ple de
tipos d o n d e propiedades y relaciones se distinguen p o r su o rd en respectivo e n la je ra r­
quía. C o n la resurrección del interés p o r las denom inadas paradojas sem ánticas (com o
la paradoja del m entiroso) que la teoría sim ple de tipos era incapaz de bloquear, R ussell
diseñó lo q ue se co n o ce co m o teoría de tipos ram ificada d o n d e propiedades y rela­
ciones se distinguen tan to jerárq u icam en te — p o r su o rd e n o tipo— c o m o p o r su nivel
d e n tro d e la jerarquía. E l principal rep ro ch e d e W ittg en stein a la teo ría de tipos c o n ­
siste e n q u e e n su fo rm u lac ió n ló gico-sintáctica se habla de aquello de lo q u e los sig­
nos tratan — algo qu e W ittgen stein defendía q u e n o p o d ía hacerse— . Es claro q u e n o
se p u e d e decretar q u e la oració n «El n ú m ero 5 p erten ece a la clase de todos los pares
d e los n úm eros naturales» es form alm en te in co rrecta aten d ien d o sólo a las reglas de
fo rm a c ió n d e oraciones del castellano. La posició n d e W ittg en stein es que, si R ussell
q u iere q u e la teo ría de tipos tenga el efecto d e «bloqueo» d e las paradojas, ésta sólo
d ebería h ablar de lo q u e es c o m ú n a los diversos sistemas de signos posibles e n su
em p leo ló g ico sintáctico. N o obstante, c o m o B lack señala, R ussell pensaba q u e la te o ­
ría d e tipos era esencialm ente u n a teo ría sobre el sim bolism o y hay posibilidad de for­
m ularla sin q u e se ten g an q u e m en cio n ar los significados d e los signos.

3.332 Ninguna proposición puede enunciar nada


sobre sí misma, puesto que un signo preposicio­
nal no puede estar contenido en sí mismo (a esto
se reduce toda la «Teoría de Tipos»).
3.333 Una función no ser su propio argu­
mento puesto que el signo de función contiene ya
la protofigura de su argumento y no puede con­
tenerse a sí mismo.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 141

Supongamos, por poner un ejemplo, que la


función F (fx ) pudiera ser su propio argumento;
entonces habría una proposición «F(F(/3c))», y en
ella la función externa F y la función interna F
tienen que tener significados distintos, pues la
interna tiene la forma <£(/3c), la externa la forma
Sólo es común a ambas funciones la
letra «F», pero ésta, por sí sola, no significa nada.
Esto resulta claro de manera inmediata cuan­
do, en lugar de «F(F«)» escribimos «(ac/>): F(<f>u).
<pu = F u».
Con esto desaparece la Paradoja de Russell.
T R u ssell d e sc u b rió la desde e n to n ce s d e n o m in a d a «paradoja d e R ussell» e n
1901 a p lican d o a la clase d e todas las clases la d e m o stra c ió n d e C a n to r — el p a d re
d e la te o ría de c o n ju n to s— d e q u e n o existe el m ay o r d e los n ú m e ro s cardinales.
C a n to r hab ía c o n c lu id o q u e el m ay o r de los n ú m e ro s cardinales n o p o d ía ex istir
d ado q u e el su p u esto d e su existencia g en erab a u n a c o n tra d ic c ió n . R e z a así: el
c o n ju n to de to d o s los c o n ju n to s U es el c o n ju n to c o n u n m ay o r n ú m e ro card i­
nal, p u e sto q u e to d o c o n ju n to es u n su b c o n ju n to de U. A h o ra b ie n , hay u n n ú ­
m ero cardinal m a y o r q u e el d e c u a lq u ie r c o n ju n to d a d o C : el card in al d el c o n ­
ju n to p o te n c ia — el c o n ju n to d e to d o s los su b c o n ju n to s— d e C. D e este m o d o ,
el cardinal del c o n ju n to p o te n c ia de U es m ay o r q u e el d e U, q u e era el c o n ju n ­
to c o n m ay o r card in alid ad d e to d o s, c o n lo q u e o rig in a m o s u n a c o n tra d ic c ió n . La
a p licació n d e R u ssell fue d e l sig u ie n te te n o r: hay algunas clases q u e n o so n m ie m ­
bros de sí m ism as. P o r ejem p lo , la clase d e los h o m b re s n o es m ie m b ro d e sí m ism a
d ado q u e tal clase n o es u n h o m b re . Hay, sin em b arg o , algunas clases q u e so n
m ie m b ro s d e sí m ism as co m o , p o r ejem plo, la clase d e los n o -h o m b re s q u e es u n
m ie m b ro de sí m ism a p o rq u e tal clase n o es u n h o m b re . C o n sid e re m o s a h o ra la
clase d e todas y sólo las clases q u e n o son m iem b ro s d e sí m ism as. Si es u n m ie m ­
b ro de sí m ism a e n to n c e s, p u e sto q u e sus m iem b ro s so n sólo aquellas clases q u e
n o so n m iem b ro s d e sí m ism as, n o es u n m ie m b ro de sí m ism a. Pero, si n o es u n
m ie m b ro de sí m ism a, en to n c e s, p u e sto q u e es la clase d e to d as las clases q u e n o
so n m iem b ro s de sí m ism as, es u n m ie m b ro d e sí m ism a. D ic h o d e o tra m an era:
o b te n e m o s el c o n tra d ic to rio resu ltad o de q u e tal clase es u n m ie m b ro d e sí m ism a
y n o es u n m ie m b ro de sí m ism a. P o r tan to , n o p u e d e h a b e r n in g ú n p re d ic a d a q u e
sea p redicable d e to d o s y sólo aquellos p red icad o s q u e n o so n predicables d e sí
m ism os. E n 1902, R u ssell c o m u n ic ó a F rege este resu ltad o c u a n d o el ló g ic o d e
Jen a ten ía ya en prensa el se g u n d o v o lu m e n de los Grundgesetze q u e in clu ía e n tre
sus axiom as u n o q u e p e rm itía el paso de u n c o n c e p to a su e x te n sió n y q u e era
esencial para estab lecer q u e los n ú m e ro s eran o b jeto s ló g ico s (si to d o f e s G y
to d o G es F, e n to n c e s la clase d e los G es id é n tic a a la clase d e los F, y v icev e r­
sa). A h o ra b ie n , el sistem a d e F rege p e rm itía , c o n tal ax io m a , la fo rm a c ió n d e la
142 LUDWIG WITTGENSTEIN

clase d e to d as las clases q u e n o so n m iem b ro s de sí m ism as, lo q u e era in tolerable.


F rege re a c c io n ó con la am a rg u ra n atu ral de q u ie n es co n sc ie n te de q u e las espe­
ranzas d e to d a u n a v ida d e tra b a jo in te le c tu a l se d e sv an ecen p ero , al a c ep tar su
d e rro ta , e sc rib ió u n a de las m ás bellas páginas d e h o n e stid a d in te le c tu a l de la his­
to r ia d e la ciencia.
E l raz o n a m ie n to q u e c o n d u c e a W ittg e n ste in a la co n clu sió n d e q u e la parado­
ja d e R u ssell desaparece p u e d e reco n stru irse así. S u p o n g am o s q u e a p a rtir de una
fu n c ió n cu alquiera F(x) p u d ie ra co n stru irse u n a nueva fu n ció n cuyo a rg u m en to
fuese la p ro p ia fu n ció n ; la escribiríam os e n n o ta c ió n sim bólica c o m o F(E), d o n d e la
fu n c ió n o cu p a ahora el lu g ar de su p ro p io a rg u m en to . A h o ra b ien , a pesar de que
las dos «F» te n g a n la m ism a ap arien cia, te n d rá n significados distintos — serán distin­
tos sím bolos— dado q u e tie n e n usos diferentes. P ero e n u n a n o ta c ió n co n cep tu al
satisfactoria n o debería o c u r r ir q u e a sím bolos distintos les co rresp o n d iese el m ism o
signo c o n lo q u e F(F) n o sería u n a fó rm u la b ie n form ada. P ensem os en el caso en
q u e in te n ta m o s c o n stru ir u n a p ro p o sició n q u e se refiera a sí m ism a: tal p ro p o sició n
y aquella a la q u e p re te n d id a m e n te se refiere serían dos p ro p o sicio n es distintas, co n
lo q u e e n tal n o ta c ió n c o n c e p tu a l n o sería adm isible u n a p ro p o sic ió n de estas carac­
terísticas. L uego, la teo ría d e tip o s es superflua y W ittg e n ste in p re te n d e h a b e r c o n ­
se g u id o este resultado estab lecien d o co n striccio n es sobre el sim bolism o sin m e n ­
c io n a r p ara nada su co n te n id o .

3.334 Las reglas de la sintaxis lógica han de com­


prenderse por sí mismas tan sólo con saber cómo
significa cada signo.
3-34 Una proposición posee rasgos esenciales y
accidentales.
Son accidentales los rasgos que resultan del
modo particular en que se gesta el signo propo-
sicional. Esenciales son solamente aquellos que
capacitan a la proposición para expresar su sen­
tido.

3.341 Lo esencial en una proposición es, entonces,


lo que tienen en común todas las proposiciones
que pueden expresar el mismo sentido.
Y del mismo modo, dicho de manera general,
lo esencial en un símbolo es lo que tienen en
común todos los símbolos que pueden cumplir el
mismo objetivo.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 143

3.3411 Podría, por consiguiente, decirse: el nombre


propiamente dicho de un objeto es lo que tienen
en común todos los símbolos que lo toman como
su significación. Resultaría entonces de manera
progresiva que ningún género de composición es
esencial para un nombre.
Hay ciertamente en nuestras notaciones algo
que es arbitrario, pero esto no lo es: que cuando
hemos determinado algo arbitrariamente, enton­
ces, algo diferente tiene que ser el caso. (Esto
resulta de la esencia de la notación.)
▼ P iénsese e n el caso d e «es». D esd e luego, es c o m p le ta m e n te a rb itra rio q u e
este signo se use c o m o cóp u la o c o m o signo d e id en tid ad . P ero ya n o es arb itra rio
el q ue se sigan d eterm in ad as cosas d e q u e «es» se use c o m o c ó p u la o c o m o signo de
id entidad y es precisam ente e n esa ap licació n del signo d o n d e reside lo esencial de
la n o tació n , la fo rm a del signo. D e este m o d o , en u n a p ro p o sic ió n d eb e d istin g u ir­
se entre el signo p ro p o sicio n al e n ta n to q u e c o n fig u ració n física de signos — q u e es
arbitrario— y la form a o estru c tu ra d e la p ro p o sic ió n q u e su ap licació n p o n e de
m anifiesto y q u e n o tiene tal carácter.

Un modo particular de significación puede


carecer de importancia, pero siempre es impor­
tante que éste sea un posible modo de significa­
ción. Y así sucede de modo general en filosofía:
una y otra vez, el caso individual resulta carecer
de importancia, pero la posibilidad de cada caso
individual nos instruye sobre la esencia del
mundo.
Las definiciones son reglas de traducción de
un lenguaje a otro. Cualquier lenguaje de signos
correcto tiene que ser traducible a cualquier otro
de acuerdo con tales reglas: esto es lo que todos
ellos tienen en común.
Lo que significa en un símbolo es lo que tie­
nen en común todos aquellos símbolos por los
144 LUDWIG WITTGENSTEIN

que se puede reemplazar el primero de acuerdo


con las reglas de la sintaxis lógica.
3.3441 Se puede, por ejemplo, expresar lo que es
común a todas las notaciones para las funciones de
verdad del modo siguiente: tienen en común el
que, por ejemplo, todas ellas p u e d e n ser substituidas
por la notación «~p» («no p») y «p v q» («p o q»),
(Con esto se caracteriza el modo y manera en
que una posible notación especial puede instruir­
nos de modo general.)
▼ Post d e m o stró e n 1920 q u e el c o n ju n to fo rm a d o p o r las conectivas «~» y «v»
era ad ecu ad o para la expresió n de c u a lq u ie r fu n c ió n de verdad.

3.3442 El signo de un complejo tampoco se resuelve


arbitrariamente por el análisis como si, pongamos
por caso, su resolución fuese distinta en cada
composición proposicional.

3.4 Una proposición determina un lugar en el


espacio lógico. La existencia de ese lugar lógico
está garantizada únicamente por la existencia de
las partes constituyentes, por la existencia de la
proposición con sentido.
El signo proposicional y las coordenadas lógi­
cas: esto es el lugar lógico.

3.411 El lugar geométrico y el lógico coinciden en


que ambos son la posibilidad de una existencia.

3.42 Aunque una proposición sólo puede determi­


nar un lugar en el espacio lógico, todo el espacio
lógico tiene que venir ya dado por ella.
(Si no fuera así, mediante la negación, la suma
lógica, el producto lógico, etc., se introducirían
siempre nuevos elementos —en coordinación.)
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 145

(El armazón lógico que rodea una figura


determina el espacio lógico. La proposición atra­
viesa todo el espacio lógico de parte a parte.)
▼ ¿ C ó m o es posible q u e una p ro p o sició n sólo d e te rm in e u n lugar en el espa­
cio ló g ico a u n q u e to d o el espacio ló g ico ten g a ya q u e v e n ir d ad o p o r ella? Sea «p»
u n a pro p o sició n cualquiera. «/» d eterm in aría u n lu g ar e n el espacio lógico, p e ro si
to d o el espacio ló g ico no viniera dado ya c o n ella esto q u e rría d ec ir q u e el sen tid o
de «p» n o d eterm in a, lo q u e p o r fuerza tie n e q u e hacer, las relaciones de «p» c o n
otras proposiciones en las q u e aparece c o m o c o m p o n e n te (negación, sum a lógica,
etc.). Pero esto sólo p u e d e su ced er si «p» tu v iera — lo q u e n o es el caso— d ife re n ­
tes significados cu an d o aparece d e m an era aislada q u e c u a n d o aparece co m b in ad a
c o n otras proposiciones.

3.5 Un signo proposicional empleado, pensado, es


un pensamiento.
Un pensamiento es una proposición con sen­
HHI tido.

4.001 La totalidad de las proposiciones es el len­


guaje.
T D e l m ism o m o d o q u e el m u n d o es la to talid ad de los h ech o s y n o d e las
cosas, el lenguaje es la totalidad de las p ro p o sicio n es y n o d e los nom b res.

4 002 El hombre posee la capacidad de construir len­


guajes en los que se pueda expresar cualquier sen­
tido sin tener ni idea de cómo y de qué significa
cada palabra. Del mismo modo que se habla sin
saber cómo se producen los sonidos individuales.
El lenguaje ordinario es una parte del orga­
nismo humano y no es menos complicado que
éste.
Es humanamente imposible extraer de él, sin
mediación alguna, la lógica del lenguaje.
El lenguaje disfraza el pensamiento.Y lo hace en
verdad de un modo tal que uno no puede inferir
146 LUDWIG WITTGENSTEIN

a partir de la forma externa de la vestimenta la


forma del pensamiento vestido con ella; pues la
forma externa de la vestimenta está diseñada con
unos objetivos completamente distintos de los de
dejar que se reconozca la forma del cuerpo.
Las convenciones tácitas para la comprensión
del lenguaje ordinario son enormemente com­
plicadas.

4 Q()4 La mayor parte de las proposiciones y pregun­


tas que se han escrito sobre asuntos filosóficos no
son falsas sino sinsentidos. Es por ello por lo que
no podemos en absoluto responder apreguntas de
ese tipo, sino sólo constatar que se trata de sinsen­
tidos. La mayor parte de las preguntas y proposi­
ciones delos filósofos surgen del hecho de que no
entendemos la lógica de nuestro lenguaje.
(Son del mismo género que la pregunta sobre
si lo bueno es más o menos idéntico que lo bello.)
Y no es sorprendente que los problemas más
profundos n o constituyan en realidad problema
a lg u n o .

T E sto es: lo q u e es arb itra rio e n el signo p roposicional (3.34, 3.341) p u e d e


o c u lta r c o n frecu en cia lo q u e es esencial. P o d em o s a veces to m a r p o r u n a p ro p o si­
c ió n d e te rm in a d o signo lingüístico q u e n o tie n e u n a aplicación que, si se m e p e r­
m ite la ex p resió n , carece de lógica. G ran p arte d e las preguntas filosóficas tie n e n este
o rig e n y la filosofía consistiría e n la actividad crítica p o r la q u e revelam os la lógica,
h a b itu a lm e n te cam uflada, d e nuestro lenguaje.

4.0031 Toda filosofía es «crítica del lenguaje». (Sin


embargo, no en el sentido de Mauthner.) Es méri­
to deRussell el haber mostrado que la forma lógi­
ca aparente de una proposición no tiene por qué
ser la real.

▼ F ritz M a u th n e r (1849-1923), filósofo, p erio d ista y literato nacido en B o h e ­


m ia cuya v ida in telectu al se desarrolló e n su m ay o r p a rte e n B erlín. M a u th n e r
d efen d ía u n a visión escéptica del c o n o c im ie n to basada e n su n o ció n d e q u e la in fo r­
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 147

m ación p ro p o rcio n ad a p o r los sentidos d e p en d e de las necesidades h u m an as y de su


utilidad práctica e n cada m o m e n to . D e este m o d o , sostiene él, los propios sentidos
han sufrido m odificaciones conectadas co n los cam bios, inclu id o s los cam bios evo­
lutivos, de tales n ecesidades. A p artir de esta co n c e p c ió n , M a u th n e r elaboró la tesis
de qu e el lenguaje sólo nos p ro p o rcio n a im ágenes co n tin g e n te s del m u n d o ; pues el
lenguaje c o m o so p o rte de los co n cep to s sólo m a n tie n e u n a relació n «metafórica»
co n la realidad. U n a consecu en cia in m ed iata de esta p o stu ra ep istem o ló g ica es q u e
la filosofía n o p u e d e con ceb irse c o m o la em presa de d escrib ir la verd ad era estru c­
tura del m undo. E l lugar de la filosofía lo o cupa la crítica del len g u aje en u n a co n s­
tante actividad liberadora y terap éu tica que, si b ie n n o es u n a so lu c ió n al «enigm a
de la esfinge», «es al m en o s el acto re d e n to r q u e fuerza a la esfinge al silencio».
A u n q u e W ittg en stein d efien d e e n el Tractatus q u e toda filosofía es crítica del le n ­
guaje, sus razones son otras, c o m o h em o s visto más arriba. Si b ie n am bos c o in c id e n
en qu e el grado m ás elevado d e crítica del lenguaje es el silencio, nada m ás lejos del
espíritu de M a u th n e r qu e la c o n c e p c ió n de q u e las p ro p o sicio n es son figuras d e la
realidad o la de q u e la fo rm a lógica es el requisito d e la fig u ració n .
P or otra parte, al señalar q u e la fo rm a lógica ap aren te n o tie n e p o r q u é ser la
real, W ittg en stein está p ensan d o c o n to d a seg u rid ad en la teo ría d e las d escrip cio ­
nes de R ussell. E n proposicio n es q u e c o n tie n e n descrip cio n es definidas co m o , p o r
ejem plo, «El actual presiden te de la R e p ú b lic a E spañola es m asón», surgen to d a u n a
hueste de problem as a p a rtir de la exigencia d e q u e la e x p resió n «El actual presi­
dente de la R e p ú b lic a Española», si es significativa, d eb e d esignar algún tip o de e n ti­
dad. El análisis d e R ussell m u estra q u e el co m p ro m iso c o n la existencia de tal e n ti­
dad sólo viene in d u c id o p o r la fo rm a gram atical d e la ex p resió n «El actual presi­
d en te de la R e p ú b lic a Española» que, c u an d o se analiza de fo rm a ló g ic a m e n te ade­
cuada, desaparece (y c o n él to d o s los problem as asociados).

Una proposición es una figura de la realidad.


Una proposición es un modelo de la realidad
tal como nos la imaginamos.

4.011 A primera vista no parece que una proposi­


ción —tal como, por ejemplo, está impresa sobre
el papel— sea figura alguna de la realidad de la
que trata. Pero, a primera vista, tampoco parece
que la notación musical sea figura alguna de la
música, ni que nuestra escritura fonética (el alfabe­
to) sea figura alguna de nuestro lenguaje hablado.
Pero, con todo, esos lenguajes de signos resul­
tan ser, incluso en el sentido ordinario, figuras de
lo que representan.
148 LUDWIG WITTGENSTEIN

Y 4.0L es, c o m o ha señalado Stenius [E. Stenius (1960), Wittgenstein’s Tractatus. A


CriticaI Exposition o f the M ain Lines ofThought, Blackwell, O x fo rd — en adelante Stenius
(1960)— , p. 11)] u n a consecuencia d e 3 y 4. Pues si los pensam ientos son figuras de
los h echos (3) y u n p en sam ien to es u n a proposición c o n sentido (4), se sigue q u e una
p ro p o sició n es m ía figura de la realidad (4.01). W ittg en stein ha hablado d e las p ro p o ­
siciones c o m o pensam ientos expresados d e m anera perceptible p o r los sentidos (3.1),
c o m o u n uso del signo proposicional en tanto que proyección de u n a situación posible
(3.11) y parece claro q u e signo proposicional y proposición n o son dos cosas distintas,
sino q u e u n a proposición n o es sino u n signo proposicional en su relación proyectiva
c o n el m u n d o . A p artir d e ahora el té rm in o «figura» se extiende de m o d o m etafórico-
analógico para c u b rir tam bién las proposiciones (4.01). E l pro p io W ittgenstein reco n o ­
ce que, a p rim era vista, u n a pro p o sició n n o parece ser u n a figura de la realidad — com o
tam p o co la n o tació n m usical parece ser u n a figura de la música— y su réplica de que
la n o tació n m usical y la escritura fonética son figuras «incluso en el sentido ordinario» pare­
ce más b ie n u na exageración. S on figuras p o rq u e (4.014) todas estas notaciones «están
en tre sí en la relación in tern a d e figuración que se da entre lenguaje y m undo».

Es evidente que tenemos la sensación de que


4.012
una proposición de la forma «a R b » es una figura.
Obviamente, el signo guarda aquí similitud con
lo significado.

4.013 Y si penetramos en lo esencial de este carác­


ter figurativo, vemos que n o resulta perturbado
por ir r e g u la r id a d e s a p a r e n te s (como el empleo de |
y \> en la notación musical).
Pues incluso esas irregularidades figuran lo
que pretenden expresar; sólo que de un modo y
manera distintos.

4.014 La placa del gramófono, el pensamiento musi­


cal, la notación musical, las ondas sonoras, están
todos ellos entre sí en la relación interna de figu­
ración que se da entre lenguaje y mundo.
Todos ellos tienen en común la construcción
lógica.
(Como, en el cuento, los dos jóvenes, sus dos
caballos y sus lirios. En cierto sentido, todos ellos
son uno.)
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 149

▼ H a de señalarse que p o r «relación interna» W ittg en stein n o en tien d e la tesis


idealista de que toda relación que u n o b jeto m an tien e c o n cu alq u ier o tro es necesa­
ria para que el o b jeto en cuestión sea el o b je to q u e es. P o r «relación interna» se hace
referencia aquí a la circunstancia de q u e u n a figura tie n e q u e te n e r e n c o m ú n c o n la
realidad la form a lógica (2.18). Esto q uiere decir: los elem entos d e u n a figura — e n el
caso de una proposición, los nom bres— tie n e n q u e te n e r la capacidad d e relacionar­
se entre sí de la m ism a m anera q u e los constituyentes de u n h ec h o o, c o m o se afirm a
a continuación, tienen q ue te n e r e n c o m ú n la m ism a co n stru cció n lógica.

4.0141 La semejanza interna de figuraciones aparen­


temente tan distintas consiste precisamente en el
hecho de que hay una regla general por medio de
la que el músico puede extraer la sinfonía de la
partitura, mediante la que sepuede derivar la sin­
fonía apartir del surco de la placa del gramófono
y, de nuevo, deducir la partitura de acuerdo con
la primera regla.Y esta regla es la ley de proyec­
ción que proyecta la sinfonía en el lenguaje de la
notación musical. Es la regla de traducción del
lenguaje de la notación musical al lenguaje de la
placa del gramófono.

▼ T ener la «m ism a c o n stru c c ió n lógica» se explica aq u í e n té rm in o s d e la exis­


tencia de u na regla gen eral q u e c o n ecta, p o r ejem p lo , la p a rtitu ra (o los surcos d e las
placas de u n g ram ó fo n o ) — q u e, a u n q u e p u e d a p a recer extraño, so n figuras e n el
sentido m e n cio n ad o a n te rio rm e n te — c o n la sinfonía q u e el m ú sic o ex trae d e ella.
La regla general fu n cio n a c o m o ley d e p ro y ecció n e n el sen tid o e n q u e la p ro p o si­
ció n es u n signo prep o sicio n a l e n su relació n proyectiva c o n el m u n d o .

4.015 La posibilidad de todas las similitudes, de todo


el carácter figurativo de nuestro modo de expre­
sión, descansa en la lógica de la figuración.

4.016 Para entender la esencia de la proposición,


pensemos en la escriturajeroglífica que figura los
hechos que describe.
Y apartir de ella se desarrolló la escritura alfa­
bética sin que se perdiese lo esencial de la figura­
ción.
150 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.02 Vemos estoen que entendemos el sentido de un


signo preposicional sin que senos haya explicado.

4.021 Una proposición es una figura de la realidad,


pues si entiendo la proposición, conozco la situa­
ción que ella representa. Y entiendo la proposi­
ción sin que se me haya explicado su sentido.
▼ Esto es: u na vez q u e sé p o r q u é están los com p o n en tes de u n a prop o sició n
ten g o q u e saber tam b ién qu é situación posible representa la p roposición. U n a p ro p o ­
sición expresa u n sentido e n v irtu d de q u e sus elem entos están e n determ inadas rela­
ciones. Pero, si sé en lugar de qué están esos elem entos, ya no se me tiene que explicar
nada para captar el sentido. E l sentido es algo que la proposición muestra (4.022). E sto
resuelve u n a dificultad aparente: ¿cóm o som os capaces d e e n te n d e r proposiciones d e
notable com plejidad y co n las q u e nunca nos hem os topado? La respuesta es una c o n ­
secuencia de la consideración de las proposiciones c o m o figuras. U n signo p ro p o si-
cional consta de elem entos q u e están e n determ inadas relaciones. E n co n trarse por vez
primera c o n un a proposición es encontrarse p o r vez p rim e ra c o n u n a co nfiguración
particular d e elem entos co m p o n en tes de u n signo preposicional — cuya referencia ya
co no zco — q ue representan u n a situación posible. Es c ierto (4.026) q u e se m e tien e
q u e explicar en lugar de q u é están esos elem entos para q u e p u e d a c o n o c e r sus refe­
rencias, pero u n a vez h e c h o esto, las m últiples situaciones posibles q u e representan las
distintas configuraciones de los elem entos del signo proposicional se en tien d en , sin
m ás explicación, e n virtu d de q u e la proposición está conectada esencialm ente c o n la
situación q u e com unica, y esta co n ex ió n consiste e n q u e la p ro p o sició n es precisa­
m e n te u n a figura lógica d e la situación (4.03). A dicionalm ente, el q u e u n o entien d a
de h ec h o u na proposición sin q u e se le explique previam ente su sen tid o p u e d e verse
c o m o u n arg u m en to a favor d e q u e las proposiciones son figuras; pues la p ro p o sició n
sólo p u e d e entenderse sin explicación previa si es una figura conectada c o n la situa­
ció n q u e representa p o r m ed io d e la form a lógica.

Una proposición m u e s tr a su sentido.


Una proposición m u e s tr a cómo están las cosas
si es verdadera.Y d ic e q u e están así.
▼ A parece aquí p o r vez p rim e ra u n a d e las n o cio n es capitales y m ás in trin c a ­
das del Tractatus, la n o c ió n d e «mostrar». U n a p ro p o sició n muestra su sentido, u n
h e c h o posible; m uestra c ó m o están las cosas si la p ro p o sició n es v erdadera (obsérve­
se q u e lo q u e es el caso también es posible); p e ro si es falsa tam b ién m uestra u n h e c h o
posible, au n q u e n o m uestra c ó m o están efectivam ente las cosas. E n te n d e m o s u n a
p ro p o sic ió n sin saber si es v erdadera o falsa; si las p ro p o sicio n es m o straran sólo
h ech o s simpliciter n o h ab ría lugar para las p roposiciones falsas. P o r o tra p arte, la p ro ­
p o sició n dice (verdadera o falsam ente) q u e las cosas están de d e te rm in a d a m an era.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 151

V éanse m ás adelante 4.461 y 4 .1 2 1 2 .T é n g ase e n c u e n ta q u e «dice» es en el Tractatus


u n té rm in o té c n ic o equivalente a «enuncia».

4.023 La realidad tiene que quedar fijada por la pro­


posición de modo que sólo quepan dos alternati­
vas: sí o no.
Para ello, la proposición tiene que describir la
realidad de manera completa.
Una proposición es la descripción de un esta­
do de cosas.
Así como la descripción de un objeto se hace
por sus propiedades externas, la proposición des­
cribe la realidad por sus propiedades internas.
Una proposición construye un mundo con la
ayuda de un armazón lógico y, por ello, puede
verse también en ella todo rasgo de lo lógico s i es
verdadera. Pueden e x t r a e r s e c o n c lu s io n e s a partir de
una proposición falsa.

4.024 Entender una proposición quiere decir saber


lo que es el caso si es verdadera.
(Así pues, se la puede entender sin saber si es
verdadera.)
Se la entiende cuando se entienden sus partes
constituyentes.

▼ Es decir, en te n d e r u n a p ro p o sició n es c o n o c e r sus c o n d ic io n e s de verdad, el


p u n to en el q u e W ittg e n ste in m ás se a p ro x im ó al p rin c ip io d e v erificació n [Black
(1964), p. 171]. D e h e c h o en te n d e m o s u n a o ra c ió n de la m ism a m an era, ya sea ésta
verdadera o falsa. C o m o h em o s visto, para e n te n d e r u n a p ro p o sic ió n n ecesitam os
q u e se nos ex p liq u e cada correlació n e n tre n o m b re s y o b jeto s, p e ro n o n ecesitam os
u n a explicación distinta para e n te n d e r cada c o n e x ió n de los n o m b re s e n signos p ro -
posicionales, pu es el sentido de u n a p ro p o sic ió n lo e n te n d e m o s sin q u e se nos ex p li­
q u e y de m an era in d e p e n d ie n te d e su verdad y falsedad. C o m p re n d e r, p o r ejem plo,
el sentido de «E xcalibur tien e u n tajo afilado» n o es saber q u e la espada «Excalibur»
tie n e u n tajo afilado, sino saber c ó m o sería el m u n d o si c o n tu v ie ra a la espada
«Excalibur» y ésta tuviera u n tajo afilado.
152 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.025 La traducción de un lenguaje a otro no es un


procedimiento que consista en traducir cada p r o ­
p o s i c i ó n del primero por unap r o p o s i c i ó n del segun­
do, sino que sólo se traducen las partes constitu­
yentes de las proposiciones.
(Y el diccionario no sólo traduce substanti­
vos, sino también verbos, adjetivos, conjunciones,
etc.; y los trata a todos por igual.)

4.026 Los significados de los signos simples (de las


palabras) se nos tienen que explicar para que los
entendamos.
Pero con las proposiciones nos entendemos.

4.027 Corresponde a la esencia de la proposición el


que nos pueda comunicar un sentido nuevo.

4.03 Una proposición tiene que comunicar un sen­


tido nuevo con expresiones viejas.
Una proposición nos comunica una situación;
tiene por tanto que estar conectada esencialm ente
con la situación.
Y la conexión es precisamente que ella es una
figura lógica de la situación.
Una proposición enuncia algo sólo enla medi­
da en que es una figura.

4.031 En una proposición se ensambla, por así


decirlo, una situación a modo de prueba.
En vez de «Esta proposición tiene tal y cual
sentido», puede decirse directamente: «Esta pro­
posición representa tal y cual situación».

4.0311 Un nombre está por una cosa, otro por otra


cosa y entre sí están conectados de manera que el
todo —como una figura viviente— representa
un estado de cosas.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 153

T Se alude aq u í a la posible fu e n te de in spiración d e W ittg e n ste in para la te o ­


ría de la figura — representació n d e accid en tes c o n la ayuda de piezas de ju g u e te en
los tribunales de París— a la q u e se h ace referencia e n la n o ta b ajo 2.18.

4.0312 La posibilidad de las proposiciones se basa en


:í •
el principio de que los objetos tienen alos signos
como representantes suyos.
Mi idea fundamental es que las constantes
lógicas no actúan como representantes de nada.
Que la ló g ic a de los hechos no consiente en tener
representantes.

▼ W ittg e n ste in expresa aq u í u n o de los p u n to s fu ndam entales d el Tractatus que,


c o m o se verá, tie n e u n im p o rta n te desarrollo p o sterio r. A diferencia d e las p ro p o si­
ciones q ue representan hech o s e n el espacio ló g ico y cuya posib ilid ad descansa en
q u e los signos sim ples (los n om bres) h ag a n las veces de los o b jeto s, la ló g ica d e los
h echos, dice él, n o consiente e n te n e r representantes: las con stan tes lógicas n o fu n ­
c io n an c o m o los n o m b res. ¿H an p en sad o los filósofos q u e las constantes lógicas so n
representantes de alguna entidad? Sí; F rege y R ussell lo p ensaban. E l p o rq u é se
e n ten d e rá enseguida co n u n ejem p lo . T ó m e se la p ro p o sició n «Llueve o n o llueve»
(«p v ~p»). Esta p ro p o sició n es siem p re (n ecesariam ente) v erdadera y eso q u ie re d e c ir
q u e su verdad n o tie n e q u e v e r c o n la p ro p o sic ió n p articu lar «Llueve», p u es si la
substituim os p o r «Nieva», «Es d e día» o «París es la capital de T urquía» siem p re o b te ­
n em os una pro p o sició n verdadera. E sto n o es más q u e u n a m an era d e d e c ir q u e el
c o n te n id o descriptivo d e «p» e n «p v ~p» es to ta lm e n te irrelevante. P arece e n to n ce s
q u e la verdad de «p v ~p» te n d ría q u e ser u n a co n secu en cia d el significado, d e aque­
llo por lo que están las constantes lógicas «~» «v» en esta c o m b in a c ió n p articular. P ues,
si el co n ten id o de «p » n o tie n e in flu en cia alg u n a e n la verdad o falsedad d e la p ro ­
posición com puesta, te n d rá q u e te n e rlo el d e las constantes lógicas. N a tu ra lm e n te ,
esto n o quiere d e c ir q u e F rege y R u ssell pensasen q u e las co n stan tes lógicas eran
representantes de alguna en tid a d física; lo im p o rta n te n o es el tip o d e e n tid a d p o r la
que hacían las veces, sino el que las concebían como haciendo las veces de alguna entidad.
La posición de W ittg en stein es, sin em bargo, ésta: la diferencia e n tre las p ro p o sic io ­
nes em píricas y las lógicas reside e n q u e m ientras q u e la posib ilid ad d e las p rim era s
se basa e n q u e co n stan de n o m b res q u e son representantes de o b jeto s, las segundas
fu ncionan de acuerdo c o n u n m eca n ism o to ta lm e n te diferen te q u e n o está basado
en elem entos rep resen tan d o o b jeto s sean éstos del tip o q u e sean: las co n stan tes ló g i­
cas n o son representantes de nada. P o r eso «Llueve o n o llueve» n o es n ecesaria­
m ente verdadera p o rq u e e n el m u n d o se d e n siem p re u n c o n ju n to de h e c h o s q u e
la hacen verdadera — los h ec h o s q u e h a c e n verdaderas a las p ro p o sicio n es so n n e c e ­
sariam ente co n tin g en tes— , sino ju s ta m e n te p o rq u e tal p ro p o sició n n o representa
nada, ni siquiera sus constan tes lógicas lo hacen.
154 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.032 Una proposición es una figura de una situa­


ción sólo en la medida en que está lógicamente
organizada.
(Incluso la proposición «Ambulo» es com­
puesta, pues su raíz con otra terminación, y su
terminación con otra raíz, dan como resultado
otro sentido.)

4.04 En una proposición tiene que poder distin­


guirse exactamente lo mismo que en la situación
que representa.
Ambas tienen que poseer la misma multiplici­
dad lógica (matemática). (Véase la «Mecánica» de
Hertz sobre modelos dinámicos.)

▼ Q u e u n a p ro p o sic ió n y la situ ació n posible q u e representa te n g a n la m ism a


m u ltip licid ad lógica parece u n a m an era alternativa d e d ecir q u e u n a p ro p o sic ió n y
la situ ació n q u e representa h an d e c o m p a rtir la m ism a fo rm a lógica.
▼ D ie Prinzipien der Mechanik in neuen Zusammenhänge dargestellt. M it einen
Vorworte von Hermann von Helmholtz. Jo h a n n A m brosious B arth (A rth u r M ein er),
Leipzig, 1894. H e in ric h R u d o lf H e rtz (1857-1894), profesor de Física en las univer­
sidades de B o n n y K arlsruhe fu e el d e scu b rid o r d e la existencia de las ondas d e radio,
d escu b rim ien to confirm ad o m ás tarde p o r la teoría electrom agnética d e M axw ell.
C u e n ta M cG uiness e n su biografía de W ittg en stein q u e éste solía rep etir c o n fre­
cuen cia la siguiente cita de H e rtz: «Toda la tarea de la filosofía consiste e n d ar una
fo rm a tal a nuestra expresión q u e ciertas in quietudes (o problem as) desaparezcan.»

4.041 Naturalmente, esta multiplicidad matemática


no puede, ella misma, ser figurada de nuevo. Al
figurar no se puede salir fuera de ella.

4.0411 Si, por ejemplo, quisiéramos expresar lo que


expresamos por «(x). f x » colocando un índice
delante de « fx » —algo así como « G e n . f x »— tal
procedimiento no sería suficiente: no sabríamos
qué es lo que se había generalizado. Si lo quisié­
ramos señalar con un sufijo « » —algo así como
«/(x )» tampoco sería suficiente: no sabríamos el
alcance del signo de generalidad.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 15 5

Si quisiésemos probar introduciendo una señal


en los lugares de argumento —algo así como:

«(G, G). F (G, G)»


—, el procedimiento no sería suficiente: no po­
dríamos establecer la identidad de las variables.
Y así sucesivamente.
Todos esos modos de significación no son
suficientes puesto que carecen de la necesaria
multiplicidad matemática.

T E n este párrafo W ittg e n ste in ensaya diversas n o ta c io n e s alternativas a la n o ta ­


ció n para generalización «(x]fx» c o n el resu ltad o de q u e n in g u n a d e ellas log ra la
prespicuidad exigible. Así, im ag in em o s q u e se in te n ta expresar gen eralid ad in tro d u ­
ciendo el signo «Gen», de m o d o q u e tu v ié ra m o s « G en .Jx». El resu ltad o sería q u e n o
podríam os d iscern ir a p a rtir de esta n o ta c ió n e n tre «(x).fx» y «(fj.Jx». Pero, si in te n ­
tam os p o n e r re m e d io a esta a m b ig ü ed ad a ñ a d ié n d o le u n sufijo a «x», el resultado
tam poco sería satisfactorio: la n o ta c ió n «f[xg)» dejaría in d e te rm in a d o si lo q u e se
quiere d ecir c o n , p o r ejem p lo <<4>xg v 4,xg" es «(*). 4>x v (*). »/'x» o «pe). <f>x v i/oc», y
así sucesivam ente [véase A n sco m b e (1969), pp. 1 3 9 -1 4 0 ].

4.0412 Por la misma razón, no es suficiente la expli­


cación idealista de la visión de las relaciones espa­
ciales a través de «gafas espaciales», pues no pue­
den explicar la multiplicidad de esas relaciones.

T B lack [B lack (1964), p. 177] su g iere q u e W ittg e n ste in está h a c ie n d o referen ­


cia aquí a M e in o n g o H usserl y cita p a rte d el sig u ien te párrafo d e R u ssell en «T he
Philosophical Im p o rta n c e o f M a th e m a tic a l Logic» (1911): «Las categorías d e K an t
son las gafas coloreadas de la m e n te ; las verdades a priori so n las falsas ap ariencias p ro ­
ducidas p o r tales gafas. A dem ás, te n e m o s q u e saber q u e to d o el m u n d o tie n e gafas
de la m ism a clase y q u e el c o lo r de las gafas n o cam b ia n u n ca. K a n t n o se d ig n ó a
decirnos c o m o sabía q u e esto era así.»

4.05 La realidad se compara con las proposiciones.

Una proposición puede ser verdadera o falsa


sólo en tanto que es una figura de la realidad.
156 LUDWIG WITTGENSTEIN

T P ues u na pro p o sició n es u n tip o de figura y su sentido representa u n h e c h o


posible, esto es, representa lo q u e representa de m anera in d ep en d ien te d e lo q u e es
el caso. U n a p ro p o sició n es verdadera o falsa p u esto q u e tiene sentido. N o te n e r esto
e n cu e n ta nos in d u c e a pensar q u e «verdadero» y «falso» son dos m o d o s de signifi­
c a ció n e n tre m u ch o s otros, c o m o si h u b ie ra u n m o d o de significación verdadero y
o tro falso (4.061).

4.061 Si no se tiene en cuenta que una proposición


tiene un sentido independiente de los hechos,
uno puede llegar a creer fácilmente que verdade­
ro y falso son relaciones con iguales derechos
entre los signos y lo que éstos signufican.
Se podría decir entonces que, por ejemplo, «p»
significa en el modo verdadero lo que «~p» signi­
fica en el modo falso, etc.

4.062 ¿No puede uno hacerse entender con proposi­


ciones falsas como lo hahecho hastaahora con ver­
daderas? Sólo en la medida en que se sepa siempre
que se las quiere decir como falsas. ¡No! Pues una
proposición es verdadera cuando las cosas están
como mediante ella sedice queestán;y si queremos
decir ~ p mediante «p» y las cosas están tal como
queremos decir que están, entonces, en esta nueva
manera de ver las cosas, «p»es verdadera y no falsa.

Pero es importante que los signos «p» y «~p»


4.0621
puedan decir lo mismo. Pues esto muestra que al
signo «~» no le corresponde nada en la realidad.
El que en una proposición aparezca la nega­
ción no es todavía una marca característica de su
sentido (~~p =p).
Las proposiciones «p» y «~p» tienen sentido
opuesto, pero les corresponde una y la misma
realidad.

▼ Es éste u n párrafo im p o rtan te q u e sirve de apoyo a la tesis a n te rio rm e n te


c o m en tad a d e q u e las constantes lógicas n o funcionan co m o los nom bres, n o son
representantes de nada (4.0312). R e c u érd ese q u e una proposición es u n signo p ro p o -
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 157

sicional em pleado co m o proyección de una situación posible y q u e e n te n d e r una p ro ­


posición es algo diferente de saber que es verdadera: u n o en tien d e u n a proposición
sim plem ente cu an d o sabe lo q u e es el caso si es verdadera, n o cuan d o sabe si es ver­
dadera. A hora bien, es obvio q u e u n o enriende tam b ién u n a prop o sició n c u an d o sabe
lo que es el caso si es falsa. Pues considerem os la prop o sició n «Llueve»; si e n te n d e r esa
proposición es saber lo qu e sería el caso para q u e su sen tid o estuviera de acuerdo co n
la realidad — saber e n q ué consiste u n a ocu rren cia d e lluvia en las coordenadas espa­
cio tem porales d e la aplicación de este signo proposicional— u n o tien e eo ipso q u e
saber lo q u e sería el caso si su sentido n o estuviera d e acu erd o co n la realidad — tien e
que saber e n q u é consiste que n o se d é u n a o cu rren cia d e lluvia en las coordenadas
espacio tem porales d e la aplicación de este signo proposicional— . ¡N atu ralm en te q u e
hay diferencia entre «Llueve» y «N o llueve»! Lo im p o rtan te, sin em bargo, es v er d ó n d e
reside la diferencia. La tentació n es pensar q u e la diferencia es, p o r así decirlo, fictica:
«Llueve» está conectad o con el h ech o de la o cu rren cia de lluvia del m ism o m o d o q u e
«N o llueve» está co n ectad o co n u n h ec h o de n o -o c u rre n c ia de lluvia. Pero ensegui­
da vem os que hay dificultades notables en este en fo q u e pu es ¿en q u é consiste el h ec h o
de una n o -o c u rre n c ia d e lluvia? ¿En q u e hace sol? ¿En q u e nieva? ¿E n q u e graniza?...
Es evidente que todos esos casos y m uchos otros p u e d e n catalogarse c o m o n o -o c u ­
rrencias de lluvia, p e ro n o hay n in g u n a situación particular q u e corresponda a u n a n o -
ocurrencia de lluvia y q ue esté ligada c o n «N o llueve» c o m o u n a o cu rren cia de llu­
via está ligada c o n «Llueve». La posición de W ittg en stein es q u e « N o llueve» n o c o n ­
tiene n in g ú n signo qu e sea representante de u n o b jeto del q u e carece «Llueve»; «N o
llueve» no es un a proposició n q u e asevere u n a relación objetiva nueva — las co n ecti­
vas lógicas no son representantes de nada y, p o r tanto, n o p u e d e n m e te r e n danza n u e ­
vos objetos— , sino q ue la fu n ció n del signo d e neg ació n es, si se m e p e rm ite la expre­
sión, p o n e r patas arriba a la proposición a la q u e se aplica, invertirla. «Llueve» y «N o
llueve» tienen sentidos diferentes — sentidos opuestos, dice W ittg en stein — , p e ro esto
lo que quiere d ecir es q ue la diferencia en tre ambas n o es u n asunto de c o n ten id o
pues a las dos les co rrespon d e una y la m ism a realidad. A dem ás, si la diferencia entre
«p» y «~p» fuera u n asunto de co n ten id o ¿cóm o explicar q u e «---- p = p»? P ues «~p»
tendría un co n ten id o distinto de «p» y «---- p», u n c o n ten id o distinto tan to de «p» c o m o
de «~p» y, sin em bargo, «---- p = p». Pero si «~» tien e la fu n c ió n de darle la vuelta a la
proposición a la q u e se antep o n e, el resultado de an te p o n e r «~» a «p» es la inversión
de «p», del m ism o m o d o qu e an te p o n e r «~» a «~p» resulta e n la inversión de «~p», esto
es: «p». D el m ism o m odo, cuan d o tenem os algo q u e se h a puesto patas arrib a el resul­
tado de invertir esa postura es la vuelta a la posición original.

He aquí una imagen para explicar el concepto


de verdad: pensemos en una mancha negra sobre
papel blanco; la forma de la mancha puede descri­
birse indicando, para cada punto de la superficie
del papel, si éste es blanco o negro. Al hecho de
que un punto sea negro le corresponde un hecho
158 LUDWIG WITTGENSTEIN

positivo, al de que un punto sea blanco (no negro)


un hecho negativo. Si indico un punto dela super­
ficie del papel (un valor de verdad ffegeano), esto
corresponde entonces a la suposición que se pro­
pone para ser enjuiciada, etc., etc.
Pero para poder decir que un punto es blan­
co o negro, tengo que saber por lo pronto cuán­
do a un punto se le llama negro y cuándo blan­
co; para poder decir « p » es verdadera (o falsa),
tengo que haber determinado bajo qué circuns­
tancias llamo verdadera a «p»; y, con ello, deter­
mino el sentido de la proposición.
Ahora bien, el punto en el que hace agua el
símil es éste: podemos señalar un punto en el
papel incluso si no sabemos qué es blanco y qué
negro; pero a una proposición que no tenga sen­
tido no le corresponde absolutamente nada, pues
no designa cosa alguna (valor de verdad) cuyas
propiedades puedan llamarse eventualmente
«falso» o «verdadero». El verbo de una proposi­
ción no es «es verdadero» o «es falso» ■ —como
Frege pensaba— ; más bien aquello que «es ver­
dadero» tiene ya que contener el verbo.
▼ Frege critica e n su Conteptograjia la d istin c ió n trad icio n al e n tre sujeto y p re ­
dicado. P u es dos en u n ciad o s c o m o «Los griegos d e rro ta ro n a los persas en Platea» y
«Los persas fu ero n d e rro ta d o s p o r los griegos e n Platea» p o se e n id én tico s p oderes
inferenciales m ientras q u e sus sujetos y predicados so n distintos. Frege saca la c o n ­
secuencia de q ue, a u n q u e la d istin ció n e n tre sujeto y p red icad o tien e relevancia g ra­
m atical, n o tie n e peso ló g ic o alguno: sujetos y p red icad o s gram aticales n o tien en p o r
q u é co in c id ir c o n sujetos y predicados lógicos (una idea, d ic h o sea d e paso, q u e es
paralela a la d istin ció n w ittg en stein ian a e n tre signo y sím bolo). Sin em bargo, Frege
rein tro d u jo d e alg ú n m o d o la distinción criticad a al afirm ar, tam b ié n e n la
Conceptograjla, q u e el signo d e aserción « |— >» (véase 4 .4 4 2 ) era el predicado común de
to d o s los ju c io s. Pues tó m e se la pro p o sició n «Polos m ag n ético s de distintos signo se
atraen»; Frege d istingue e n ella e n tre u n c o n te n id o enju iciab le — esto es: u n posible
c o n te n id o d e u n ju ic io — y la aserción de ese c o n te n id o . E n el signo a n te rio r dis­
tin g u e e n tre dos trazos: el h o riz o n ta l «— », q u e es la m arca d e q u e lo q u e sigue es
u n c o n te n id o en juiciable «— p o lo s m agnéticos d e d istin to signo se atraen», y q u e
p u e d e parafrasearse e n len g u aje o rd in ario c o m o «la circunstancia de q u e los polos
m ag n ético s de d istin to sig n o se atraen», y el vertical « | », q u e in d ica q u e tal c o n te ­
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 15 9

n ido se asevera. (T éngase e n c u e n ta q u e en las p ro p o sicio n es co m p u estas co m o , p o r


ejem plo, «p v q» «p» y «q>< son m ero s c o n te n id o s enjuiciables y lo q u e se asevera es
su com posición disyuntiva, p e ro n o cada u n o de los disyuntos p o r separado.) D e este
m odo, an te p o n e r « | » a lo q u e F rege d e n o m in a « co n ten id o enjuiciable», «la cir­
cunstancia de qu e los polos m ag n ético s de d istinto signo se atraen», lo co n v ierte en
«La circunstancia de qu e los p o lo s m ag n ético s d e distintos signo se atraen es un
hecho». C o n ello, Frege restauraba lo q u e p o d e m o s llam ar la «marca de la p ro p o si-
cionalidad» trad icio n alm en te a trib u id a al predicado, q u e había sido abolida de los
contenidos enjuiciables (pues la ex p resió n «la circunstancia d e q u e los polos m ag­
néticos de distinto signo se atraen» n o tie n e siq u iera la fo rm a g ram atical de u n a p ro ­
posición) y, a la vez, explicaba c ó m o en u n a p ro p o sició n aseverada se expresaba
re co n o cim ien to de q u e su referen cia era lo verdadero. La p o sició n d e W ittg e n ste in
es que Frege está to ta lm e n te d escam in ad o en este p u n to : el signo d e aserción no
p u ed e co n ferir p ro p o sicio n alid ad a algo q u e n o la ten g a ya pues «es verdadero» (o
«es u n hecho») tie n e q u e predicarse de lo que es ya u n a p ro p o sició n . Así, «la circuns­
tancia de q ue los po lo s m ag n ético s d e distin to signo se atraen» n o ad m ite sim ple­
m ente tal predicado p o rq u e n o rep resen ta n in g u n a situ ació n posible, n o tie n e to d a ­
vía u n sentido. Y W ittg e n ste in c o n clu y e e n 4 .0 6 4 q u e si u n a p ro p o sició n n o tiene
sentido — n o presenta u n a situ ació n posible— la afirm a ció n n o p u e d e dárselo; pues
lo q u e ella hace es afirm ar u n sen tid o y, si n o hay todavía sentido, n o estam os e n to n ­
ces ante un a proposición.

4.064 Toda proposición tiene que tener y a un senti­


do; la afirmación no puede dárselo, puesto que es
precisamente ella la que afirma el sentido. Y lo
mismo vale de la negación, etc.

4.0641 Se podría decir: la negación está relacionada


ya con el lugar lógico que determina la proposi­
ción negada.
La proposición que niega determina un lugar
lógico d if e r e n te del que determina la negada.
La proposición que niega determina un lugar
lógico con ayuda del lugar lógico de la proposi­
ción negada, al describir que aquél se encuentra
fuera de éste.
Que se pueda negar de nuevo la proposición
negada es algo que muestra que lo que es nega­
do es ya una proposición y no meramente la pre­
paración para una proposición.
160 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.1 Las proposiciones representan la existencia o


no existencia de estados de cosas.

▼ P ues u n a p ro p o sició n representa su sentido, u n estado d e cosas posible. E n


tan to q u e figura (2.11), la p ro p o sic ió n representa u n a situ ació n e n el espacio ló g i­
co, la existencia y n o existencia d e estados d e cosas; d e h e ch o , u n a p ro p o sició n es
u n a figura de la realidad pues la realidad es la existencia y n o existencia d e estados
d e cosas (2.06).

La totalidad de las proposiciones verdaderas es


la ciencia natural al completo (o la totalidad de las
ciencias naturales).

▼ Esta es probablem ente una afirm ación dem asiado esquem ática. Black [Black
(1964), p. 186] señala que, aun q u e la ciencia pueda incluir m uchas más cosas q u e un
m ero co n ju n to de verdades contingentes,W ittgenstein sólo parece estar in ten tan d o esta­
blecer aquí u n a distinción rápida entre la filosofía y lo q u e p uede deárse (véase 6.53, más
adelante). P o r otra parte, Po p p er ha planteado dos quejas im portantes: tal caracterización
de la ciencia excluye de ella las hipótesis puesto que n o podem os saber nunca de una
hipótesis si es o n o conclusivam ente verdadera; en segundo lugar, 4.11 n o sería una p ro ­
posición de la ciencia sino una proposición d e «segundo orden»; ¿cóm o p uede ser
entonces verdadera esta proposición si la totalidad de las proposiciones verdaderas es la
ciencia natural? A unque en este últim o p u n to la queja de P opper pueda ser razonable,
debe recordarse qu e W ittgenstein defendía que las proposiciones filosóficas eran «eluci­
daciones» y que, p o r tanto, no eran verdaderas o falsas. D e hecho, 4.111 sólo intenta
enunciar que la filosofía no es ninguna de las ciencias naturales.

4 111 La filosofía no es ninguna de las ciencias natu­


rales.
(La palabra «filosofía» tiene que significar algo
que esté por encima o por debajo de las ciencias
naturales, pero no a su mismo nivel.)

▼ W ittg e n s te in insiste u n a y o tra vez en q u e n i p o r su o b jeto , n i p o r su m é to ­


d o n i p o r sus resultados, la filosofía y la cien cia p u e d e n equipararse. S ig u ien d o la ins­
p ira c ió n d e S ch o p e n h a u e r y H e rtz , el Tractatus establece u n a n ítid a división en tre
estos dos ám bitos q u e n o tien e p reced en tes en la obra de F rege o d e R ussell. Por
ejem plo, F rege n o hizo dem asiadas proclam as substantivas sobre la naturaleza de la
filosofía — h em o s de leer su co n c e p c ió n , c o m o afirm a M ich ael D u m m e tt, e n su
práctica— p ero parece obvio q u e e n su tra ta m ie n to filosófico de la lógica y de la
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 161

m atem ática subyace la idea de que estam os a n te u n a ciencia cuyos objeto s so n o b je ­


tos abstractos. R ussell, a pesar de sus frecu en tes cam bios de o p in ió n filosófica, m a n ­
tuvo siem pre q u e la filosofía debía c o n d u cirse de a c u erd o c o n el m é to d o cien tífico
c o m p artien d o m eto d o lo g ía y tareas c o n la cien c ia natural.

4,112
El objetivo de la filosofía es la clarificación
lógica de los pensamientos.
La filosofía no es una teoría, sino una actividad.
Una obra filosófica consta esencialmente de
elucidaciones.
El resultado de la filosofía no son «proposicio­
nes filosóficas» sino la clarificación de las propo­
siciones.
La filosofía debe clarificar y delimitar de mane­
ra nítida los pensamientos que, de otro modo, se
presentan, por así decirlo, turbios y envueltos en
brumas.
▼ U n o de los resultados de la actividad filosófica es la clarificación d e p ro p o si­
ciones n o e strictam en te filosóficas. La idea d e W ittg e n s te in es q u e la ló g ica h a de
servir para expresar d e m anera p erspicua lo q u e el len g u aje o rd in a rio deja m uchas
veces en tre brum as. C ie rta m e n te las p ro p o sicio n es filosóficas p e rte n e c e n al re in o de
lo que n o p u e d e decirse, pero, al elim in ar los o bstáculos q u e g e n e ra n las malas c o m ­
prensiones, la filosofía nos p e rm ite d a rn o s c u e n ta d e lo q u e sólo p u e d e m ostrarse:
«Dará a e n te n d e r lo indecible al p resen tar claram en te lo decible» (4.115).

La psicología no está emparentada en mayor


medida con la filosofía de lo que lo está cualquier
otra ciencia natural.
La teoría del conocimiento es la filosofía de la
psicología.
¿No corresponde mi estudio del lenguaje fie
signos al estudio de los procesos de pensamiento
que los filósofos tenían por asunto tan esencial
para la filosofía de la lógica? Sólo que la mayor
parte de las veces se enredaban en investigaciones
psicológicas no esenciales y hay un peligro aná­
logo en el caso de mi método.
1 62 LUDWIG WITTGENSTEIN

▼ F reg e c o n sid erab a c o m o tarea p rio rita ria el e rra d ic a r el p sico lo g ism o d e la
filosofía d e la lógica y de la m atem ática; «es im p o rta n te para n o so tro s — rep etía
u n a y o tra vez— el q u e p o d a m o s cap ta r p en sam ien to s y reco n o c e rlo s c o m o v e r­
daderos; c ó m o su c e d e esto es u n a c u e stió n c o m p le ta m e n te in d e p e n d ie n te » .
P ru e b a d e su éx ito e n este c a m p o es q u e c u a n d o W ittg e n ste in e scrib ió el Tractatus
el an tip sico lo g ism o se daba p o r se n tad o en filosofía d e la lógica. Pero, c o m o señ a­
la H a c k e r [H ack er (1996), W ittgenstein’s Place in Tw enthieth-Century Philosophy,
B lackw ell, O x fo rd , p. 25], esto tu v o c o m o co n se c u e n c ia el q u e cu estio n es filo só ­
ficas fu n d am en tales q u e tie n e n q u e v e r c o n las relaciones co n ce p tu a le s e n tre sig­
n ificado, c o m p re n sió n y ex p lic a c ió n q u e d a ra n elim inadas d e g olpe; d e este m o d o
el q u e re r d e c ir algo m e d ia n te u n a ex p re sió n se in te rp re tó c o m o u n a especie de
m iste rio so a cto m e n ta l q u e co n e c ta b a n o m b re s c o n o b jeto s o signos p re p o s ic io ­
nales c o n estados d e cosas. W ittg e n s te in c ritic a rá esta m ito lo g ía del significado en
las Investigaciones filosóficas.

4.1122 La teoría darwinista no tiene más que ver con


la filosofía que cualquier otra hipótesis de la cien­
cia natural.
V C harles R o b e r t D arw in (1 8 0 9 -1 8 8 2 ), naturalista b ritá n ic o cuyas tesis acerca
d el o rig e n , selección y desarrollo de las especies — conocidas b ajo el títu lo general
d e «Teoría de la evolución»— re v o lu c io n a ro n la ciencia, la filosofía y la teo lo g ía en
el siglo XIX. Su o b ra p rin cip al, O n the Origin o f Species by Meatis o f Natural Selection,
ap areció e n 1859.

4 113 La filosofía establece límites a la controvertida


región de la ciencia natural.

4.114 Debe establecer límites a lo pensable y, con


ello, a lo impensable.
Desde dentro y a través de lo pensable, debe
establecer límites a lo impensable.
44 15 Dará a entender lo indecible al representar
claramente lo decible.
4 11 (j Todo lo que, en suma, puede pensarse, puede
pensarse claramente. Todo lo que puede formu­
larse en palabras, puede formularse claramente.
TRACTATUS LOCICO-PHILOSOPHICUS 163

4.12 Las proposiciones pueden representar toda la


realidad, pero no pueden representar lo que tie­
nen en común con la realidad para poder repre­
sentarla: la forma lógica.
Para poder representar la forma lógica noso­
tros mismos tendríamos que poder colocarnos
con las proposiciones fuera de la lógica, esto es:
fuera del mundo.
▼ Pues, co ncedam os p o r m o r del a rg u m en to q u e tuviésem os u n a p ro p o sició n
que representase la form a lógica. A su vez, las proposiciones sólo p u e d e n representar
algo en v irtu d de su form a lógica, esto es: en v irtu d de la c o m u n id ad de fo rm a co n
aquello de lo qu e son figuras. A hora b ien , lo q u e tal p ro p o sició n tendría q u e te n e r
en c o m ú n co n lo qu e p resum ib lem en te figurase habría de ser, p o r así decirlo, la fo rm a
lógica de la fo rm a lógica; pero el signo proposicional c o n el que representaríam os la
form a lógica es u n h ech o que, c o m o tal, tam b ién tie n e fo rm a lógica, p ero al q u e le
exigim os q ue tenga algo q u e u n h e c h o n o p u ed e tener, a saber: la fo rm a lógica d e la
form a lógica. Para q ue esto sucediera, nuestro signo proposicional ten d ría q u e te n e r
la form a de algo q u e n o es u n h ec h o — la fo rm a d e la fo rm a lógica— ; y esto q uería
decir que n o sería u n h echo, n o form aría p arte del m u n d o ; a fortiori, n o p o d ría h a b er
tal proposición q ue representase la form a lógica (4.121).

Las proposiciones no pueden representar la


forma lógica: ésta se refleja en ellas.
Lo que se refleja en el lenguaje, no puede ser
representado por él.
Lo que p o r s í m ism o se expresa en el lenguaje,
nosotros no podemos expresarlo por medio de él.
Las proposiciones m uestran la forma lógica de
la realidad.
La exhiben.
4 1211 De este modo, una proposición <<fa» muestra
que en su sentido ocurre el objeto «a», dos pro­
posiciones «fa» y «ga» que ambas son sobre el
mismo objeto.
Si dos proposiciones se contradicen entre sí,
su estructura lo muestra; lo mismo cuando una se
sigue de otra, etc.
164 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.1212 Lo que p u e d e mostrarse no puede decirse.

4 1213 Ahora comprendemos también nuestra sensa­


ción de que sólo estamos en posesión de una
concepción lógica correcta una vez que todo va
bien en nuestro lenguaje de signos.

4 122 En c^erto sentido, podemos hablar de propie­


dades formales de los objetos y de los estados de
cosas o, respectivamente, de propiedades estruc­
turales de los hechos y, en el mismo sentido, de
relaciones formales y de relaciones estructurales.
(En lugar de «propiedad estructural» digo
también «propiedad interna»; en lugar de «rela­
ción estructural», «relación interna».)
Introduzco estas expresiones para mostrar la
fuente de la que surge la confusión, muy amplia­
mente extendida entre los filósofos, entre relacio­
nes internas y relaciones propiamente dichas
(externas).
Sin embargo, la existencia de tales propieda­
des y relaciones internas no se puede aseverar por
medio de proposiciones, sino que se muestra en
las proposiciones que representan esos estados de
cosas y tratan de esos objetos.
T «P ropiedad form al» es u n a ex p resió n q u e en el Tractatus es p rácticam en te
eq u iv alen te a «propiedad interna». U n a p ro p ied ad (o relación) es fo rm al c u an d o es
im p en sab le q u e su(s) objeto(s) n o la posea(n) (4.126). D e este m o d o , n o es p en sa-
ble, p o r ejem plo, q u e dos m uestras d el c o lo r azul n o m a n te n g a n e n tre sí la relación
d e m ás claro a m ás obscuro. E n general, u n a p ro p ied ad fo rm al n o p u e d e expresarse
p o r m e d io d e u n té rm in o general, sino q u e se m uestra p o r la aplicación del signo
e n cuestión. Así, expresiones c o m o «“ N iev a” es u n a p roposición», «2 es u n n ú m e ­
ro», «a es u n objeto», «“ está e n cim a d e ” es u n a ex p resió n para relación», etc., serían
sinsentidos. La id ea q u e se q u ie re expresar aq u í es q u e, p o r ejem p lo , el signo p re ­
p o sicio n al «Nieva» usado c o m o p ro y ecció n d e u n a situ ació n posible, m uestra él
m ism o q u e es u n a p ro p o sic ió n , d e l m ism o m o d o q u e los signos prep o sicio n ales q u e
c o n tie n e n el signo «2» m u e stra n q u e se trata de u n n ú m e ro , y así sucesivam ente
(4.26). P ero in te n ta r d ecir esto es caer d e b ru ces en los p roblem as a los q u e aludía­
m o s en la n o ta an terio r.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 165

4.1221 A una propiedad interna de un hecho pode­


mos llamarla también un rasgo de ese hecho. (En
el sentido en que, por ejemplo, hablamos de ras­
gos faciales.)

4.123 Una propiedad es interna cuando es impensa­


ble que su objeto no la posea.
(Este color azul y ése están eo ipso en la rela­
ción interna de más claro a más obscuro. Es
impensable que esos dos objetos no estén en esa
relación.)
(Le corresponde aquí al uso oscilante de las
palabras «propiedad» y «relación» el uso oscilante
de la palabra «objeto».)

4.124 La existencia de una propiedad interna de una


situación posible no se expresa por medio de una
proposición, sino que se expresa por sí misma en la
proposición que representa tal situación por medio
de una propiedad interna de esa proposición.
Sería un sinsentido tanto el atribuirle a una
proposición una propiedad formal como el negár­
sela.

4.1241 Las formas no pueden distinguirse unas de


otras diciendo que una tiene esta propiedad pero
la otra tiene aquélla; esto presupone ciertamente
que tiene algún sentido enunciar ambas propie­
dades de ambas formas.

4.125 La existencia de una relación interna entre


situaciones posibles se expresa lingüísticamente a
través de una relación interna entre las proposi­
ciones que las representan.

4.1251 Aquí se solventa la debatida cuestión de «si


todas las relaciones son internas o externas».
166 LUDWIG WITTGENSTEIN

▼ ¿ C ó m o se solventa esta cuestión? H e aquí la sugerencia de B lack [Black


(1964), p. 198]; las relaciones internas y las relaciones externas p e rte n e c e n a dos
g én ero s q u e so n esencialm en te distintos. La c o n fu sió n tie n e el o rig e n sig u ien te: al
p re g u n ta r si todas las relaciones son ex tern as o in tern as se p resu p o n e q u e ta n to
«internas» c o m o «externas» están al m ism o nivel, am bas so n especies distintas de u n
m ism o g énero; p e ro esto n o es así. N o s dam os cu e n ta del d espropósito si pen sam o s
en lo siguiente: p re g u n ta r si todas las relaciones so n in tern as o ex tern as sería algo
p arecid o a p re g u n ta r si h em o s d e co n sid erar el n o m b re d e u n a p erso n a c o m o u n a
d e sus propiedades (m ed ir tales y tales c en tím etro s, te n e r los ojos m a rro n e s o ser
filósofo). D e l m ism o m o d o q u e el n o m b re y las propiedades d e u n a p erso n a n o p e r­
te n e c e n a especies de u n m ism o g énero, ta m p o c o lo h a c e n las relaciones e x tern as e
in ternas.

4.1252 Llamo serie de formas a la serie que está orde­


nada por relaciones internas.
La serie de los números no está ordenada por
una relación externa, sino por una relación interna.
Del mismo modo, la serie de proposiciones
«a R b »
«(3 x): a R x . x R b »
«(3 x, y): a R x . x R y . y R b »
y así sucesivamente.
(Si b está en una de esas relaciones con a,
entonces digo que b es un sucesor de a.)
4.126 En el sentido en que hablamos de propieda­
des formales, podemos también hablar ahora de
conceptos formales.
(Introduzco esta expresión para poner en
claro la fuente de la que surge la confusión entre
los conceptos formales y los conceptos propia­
mente dichos, confusión que recorre de arriba
abajo toda la vieja lógica.)
El que algo caiga bajo un concepto formal
como objeto suyo no puede expresarse por
medio de una proposición. Al contrario, esto se
muestra en el propio signo de tal objeto. (Un
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 167

nombre muestra que significa un objeto, un signo


de un número que significa un número, etc.)
Los conceptos formales no pueden represen­
tarse, como los conceptos propiamente dichos,
mediante una función.
Pues sus marcas características, las propiedades
formales, no pueden expresarse por medio de
funciones.
La expresión de una propiedad formal es un
rasgo de ciertos símbolos.
El signo de la marca característica de un con­
cepto formal es también un rasgo característico
de todos los símbolos cuyos significados caen
bajo el concepto.
La expresión de un concepto formal es, por
tanto, una variable proposicional en la que sólo es
constante ese rasgo característico.
T B lack [Black (1964), p. 198] o pina q u e la expresión «concepto formal» es eq u i­
valente a «propiedad formal» y q u e W ittg en stein la in tro d u ce aquí de m anera su p er-
flua para aludir a las tesis de Frege sobre los co n cep to s — funciones m onádicas cuyo
valor es siem pre u n valor de verdad— . D e h ec h o Frege había llegado a la conclusión
[Anscom be (1959), p. 122] d e que si algo es u n c o n c e p to n o p o d em o s d ecir q u e es
un concepto p o r la trivial razón de q u e u n a expresión para c o n c e p to es esencialm en­
te predicativa y no pued e aparecer c o m o sujeto del predicado «es u n concepto». D e
este m odo, la observación d e q u e «el que algo caiga bajo u n co n cep to form al c o m o
objeto suyo no p u ed e expresarse p o r m edio d e u n a p roposición, al co ntrario: se m u es­
tra en el p ropio signo de tal objeto», sólo sería la lectura q u e W ittg en stein hace de la
tesis ffegeana. N o obstante, e n este m ism o párrafo, c o m o tam b ién reconoce Black,
W ittgenstein distingue entre propiedades form ales q u e son expresadas p o r u n rasgo de
ciertos sím bolos, y conceptos formales que son expresados p o r variables p rep o sicio ­
nales. P or otra parte, véase 3.313 para «variable proposicional».V éase tam b ién 4.1273
para un ejem plo de la expresión de u n co n cep to fo rm al m ed ian te u n a variable.

'4127 Una variable proposicional significa un con­


cepto formal y sus valores los objetos que caen
bajo ese concepto.

4.1271 Toda variable es el signo de un concepto formal.


168 LUDWIG WITTGENSTEIN

Pues toda variable representa una forma cons­


tante que todos sus valores poseen, y esto puede
concebirse como una propiedad formal de esos
valores.

4.1272 Así, el nombre variable «x » es el signo propia­


mente dicho del pseudoconcepto objeto.
Siempre que la palabra «objeto» («cosa», etc.)
se usa correctamente, se expresa en las notaciones
conceptuales mediante un nombre variable.
Por ejemplo, en la proposición «Hay 2 objetos
tales que...», mediante «(3 x,y)...».
Dondequiera que se use de otra manera, a
saber: como una palabra para concepto propia­
mente dicho, resultan pseudoproposiciones que
son sinsentidos.
De este modo, uno no puede decir, por ejem­
plo, «Hay objetos» del modo en que podría decir
«Hay libros». Ni tampoco «Hay 100 objetos», o
«Hay KQobjetos».
Y es un sinsentido hablar del núm ero de todos
los objetos.
Lo mismo vale para las palabras «complejo»,
«hecho», «función», «número», etc.
Todas ellas significan conceptos formales y se
representan en una notación conceptual mediante
variables, no mediante funciones o clases. (Como
creían Frege y Russell.)
Expresiones como «1 es un número», «Hay
sólo un cero» y todas las similares a éstas son sin­
sentidos.
(Decir «Hay sólo un 1» es un sinsentido en la
misma medida en que lo sería decir «2+2 a las 3
de la tarde es igual a 4».)

▼ « P seu doconcepto» significa aq u í «co n cep to form al».


Las p seu d o p ro p o sicio n e s a las q u e se alude so n resultado de usar signos para
c o n c e p to s p ro p ia m e n te dich o s in te n ta n d o d e c ir algo sobre co n cep to s form ales.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 169

4.12721 Un concepto formal está ya dado en cuanto


se da un objeto que cae bajo él. Por consiguien­
te, no se pueden introducir objetos de un con­
cepto formal y el propio concepto formal como
conceptos primitivos. No se puede, por ejemplo,
introducir (como hace Russell) el concepto de
función y también funciones especiales como
conceptos primitivos; o el concepto de número y
números determinados.
▼ Pues u n co n cepto form al se define explicando el uso de u n a variable que, a su
vez, exige la especificación d e los posibles valores de la variable. Black señala que
W ittgenstein parece estar objetando a R ussell (Principia Mathematica *1) el q u e dé defi­
niciones independientes de n ú m ero cardinal y de los núm eros cardinales particulares.

4.1273 Si queremos expresar en notación conceptual


la proposición general «b es un sucesor de a»
necesitamos para ello una expresión para el tér­
mino general de la serie de formas
aRb,
(ax): a R x . x R b ,
(ax,y): a R x . x R y . y R b ,

El término general de una serie de formas


sólo puede expresarse mediante una variable,
pues el concepto «término de esta serie de for­
mas» es un concepto fo rm a l. (Esto lo pasaron por
alto tanto Frege como Russell: el modo y mane­
ra en que ambos quieren expresar proposiciones
generales como las anteriores es incorrecto; cón-
tiene un círculo vicioso.)
Podemos determinar el término general de
una serie de formas indicando su primer término
y la forma general de la operación que da como
resultado el miembro siguiente a partir de la pro­
posición precedente.
1 70 LUDWIG WITTGENSTEIN

T A nsco m b e hace n o ta r [A nscom be (1959), p. 128] q u e W ittg e n ste in apunta


aq uí al círcu lo vicioso e n q u e se ve en v u e lto R ussell e n los Principia al d efin ir la rela­
c ió n «ser u n ancestro de». P o r o tra p arte, p ara la im p o rta n te n o c ió n d e o p eració n
véanse 5 .2 1 -5 .2 4 .

4.1274 La pregunta por la existencia de un concepto


formal es un sinsentido. Pues ninguna proposi­
ción puede responder a tal pregunta.
(Por ejemplo, no se puede preguntar «¿Hay
proposiciones inanalizables de sujeto-predica-
do?»)
4.128 Las formas lógicas carecen de número.
Por ello no hay números en la lógica que ten­
gan preeminencia sobre otros y, por ello tampo­
co hay monismo o dualismo filosóficos, etc.
▼ B lack señala [Black (1964), p. 206] q u e e n u n universo q u e contu v iera sólo u n
c o n ju n to finito de objetos y u n c o n ju n to finito d e sus com binaciones sería posible en
p rincipio co n tar las form as lógicas; probablem ente lo q u e W ittg en stein q u iere d ecir es
q u e «es u n a form a lógica» es u n co n cep to fo rm al — n o u n pred icad o g en u in o — a pesar
de q ue com parta u na sim ilitud superficial c o n u n predicado p ro p iam en te d icho com o
«es u n libro».

El sentido de una proposición es su acuerdo y


desacuerdo con las posibilidades de existencia y no
existencia de estados de cosas.
T R e c u é rd e se q u e u n a p ro p o sic ió n es u n signo p ro p o sicio n al usado c o m o p ro ­
y e c c ió n de u n a situ ació n (estado de cosas) posible. D e este m o d o , el sen tid o d e u n a
p ro p o sic ió n es el c o n ju n to d e posibles estados d e cosas q u e pro y ectam o s e n el signo
p ro p o sicio n al. D ic h o d e o tra m an era: es su ac u e rd o y d esacu erd o c o n las posibilida­
des d e existencia y n o existen cia de estados de cosas.

La proposición más simple, la proposición ele­


mental, asevera la existencia de un estado de
cosas.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 171

▼ D el m ism o m o d o que la in tro d u cció n d e los signos simples com pletaba la expli­
cación de la relación figurativa, la in tro d u cció n de las proposiciones elem entales c o m ­
pleta la explicación de la form a figurativa [véase Fogelin (1995), p. 35]. La existencia de
proposiciones elem entales se insinuaba ya al hablar de «proposiciones com pletam ente
analizadas» e n las q ue sus co m p o n en tes eran nom bres; ahora se nos dice q u e las p ro ­
posiciones elem entales son el tipo más sim ple d e proposición (esto es: n o se p u ed en
analizar adicionalm ente en otras proposiciones) y e n 4.221 se hace explícita su cone­
x ión con las proposiciones co m p letam en te analizadas. P o r otra parte, si el sentido de
una proposición es su acuerdo y desacuerdo c o n las posibilidades de existencia y no
existencia de estados de cosas (4.2), esto q u iere d ecir que las condiciones de verdad de
la proposición se establecen en últim a instancia a través de los estados de cosas. S on p re­
cisamente las proposiciones elem entales las encargadas de realizar esta función en el
caso del lenguaje pues ellas son el vehículo del sentido de la proposición.

4 .2 1 1 Es mi signo de que una proposición es ele­


mental el que ninguna proposición elemental
pueda estar en contradicción con ella.
T V éanse 2.061 y 2.062 para la in d ep en d e n cia m u tu a de los estados de cosas.
N ótese, en p rim e r lugar, q u e W ittg en stein n o dice q u e n o p u e d e h a b er n in g u n a p ro ­
posición q ue sea la contradicto ria d e u n a p ro p o sició n elem ental, sino q u e n o p u ed e
haber ninguna proposición elemental q u e sea la c o n trad icto ria d e u n a p ro p o sició n ele­
m ental. La proposición elem ental «p» tie n e u n a co n trad icto ria, «no-p», p ero esto lo q u e
quiere d ecir es qu e «no-p» n o es u n a p ro p o sició n elem ental. E n segundo lugar, ¿cuál
es el argum ento q ue lleva d irectam en te a la afirm ación d e 4.211? E n el Tractatus
W ittgenstein n o ofrece nada d e este tipo, p ero se po d ría pensar e n algo e n las líneas
siguientes. T om em os las proposiciones «a es blanco en to d a su e x ten sió n e n u n d ete r­
m inado tiem po t» y «a es n eg ro e n to d a su e x ten sió n en ese m ism o tiem p o í». Estas
dos proposiciones son contradictorias puesto q u e si la p rim era es verdadera, la segun­
da tiene qu e ser falsa, y viceversa. A h o ra b ien , si las traducim os al sim bolism o c o m o
«p» y «g» n o captam os de form a inm ediata (por el sím bolo sólo) q u e sean contradic­
torias; pero lo q ue esto querría d ec ir es que «p» y «<j» tien en q u e p o d e r ser analizables
(quizás en térm inos de la física de los colores) de tal m o d o q u e u n a d e ellas c o n ten g a
u n predicado L (a tiene determ in ad a lo n g itu d d e o n d a L e n f) y la otra u n predicado
n o - L (a no tiene la lo n g itu d de o n d a L en f) y q u e el resultado del análisis sea q u e L
y n o - L se afirm an a la vez de a. N atu ralm en te, u n a de ellas n o p o d ría ser u n a p ro p o ­
sición elem ental. Pero véase tam b ién más adelante 6.3751.

4.22 Una proposición elemental consta de nom­


bres. Es una trabazón, una concatenación, de
nombres.
1 72 LUDWIG WITTGENSTEIN

▼ D el m ism o m o d o q u e los objeto s se co m b in a n en tre sí, en g an ch ad o s c o m o


los eslabones de u n a caden a (2.03) sin q u e haya n ad a e n el m u n d o q u e constituya
ese «enganche», los n o m b re s se c o m b in a n tam b ié n d e fo rm a in m ed iata e n las p ro ­
posiciones elem entales sin q u e haya nada separado q u e esté p o r su c o m b in a c ió n e n
el signo proposicional.

4.221 Resulta evidente que mediante el análisis de


las proposiciones tenemos que llegar a proposi­
ciones elementales que constan de nombres com­
binados de forma inmediata.
Surge aquí la cuestión de cómo llega a ser
efectivo el entramado proposicional.
4.2211 Incluso si el mundo es infinitamente complejo
de modo que todo hecho conste de infinitos esta­
dos de cosas y todo estado de cosas esté compues­
to de infinitos objetos, aún tendría que haber obje­
tos y estados de cosas.
4.23 Un nombre sólo ocurre en una proposición
dentro de la trabazón de una proposición elemental.

▼ V éase 3 .3 .T én g ase e n cu en ta q u e 4 .2 3 se sigue de ella d e m an era n a tu ra l si


to m am o s e n serio la afirm a ció n d e q u e los n o m b re s so n representantes, o h a c e n las
veces, de los objetos.

4 24 Los nombres son los símbolos simples; los indi­


co mediante las letras individuales («x», «y», « z» ).
Escribo las proposiciones elementales como
función de los nombres de la forma siguiente:
<<fx», « (fj(x,y)», etc.
O las indico mediante las letras «p », «q», «r».
4.241 Cuando uso dos signos con uno y el mismo
significado lo expreso colocando entre los dos el
signo «=».
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 173

Por tanto «a = b» quiere decir: el signo «a» es


reemplazable mediante el signo «b ».
(Si introduzco a través de una ecuación un
nuevo signo «b» determinando que debe reem­
plazar a un signo «a» ya conocido, escribo enton­
ces la ecuación —definición— (como hace
Russell) de la forma «a = b Def.». Una definición
es una regla de signos.)
4.242 Así pues, las expresiones de la forma «a = b»
no son sino meros recursos auxiliares de la repre­
sentación. No enuncian nada sobre el significado
de los signos «a», «b».
4.243 ¿Podemos entender dos nombres sin saber si
significan la misma cosa o dos cosas distintas? —
¿Podemos entender una proposición en la que
aparecen dos nombres sin saber si significan lo
mismo o algo distinto?
Si, por ejemplo, conozco el significado de una
palabra inglesa y de una palabra alemana que
tiene igual significado que la primera, entonces es
imposible que no sepa que ambas significan lo
mismo; es imposible que no pueda traducir una
cualquiera de ellas a la otra.
Expresiones como «a = a», o las derivadas de
éstas, no son ni proposiciones elementales ni, por
lo demás, signos con sentido. (Esto se mostrará
más adelante.)
V V éanse 5.531 y ss. Pues si, c o m o se h a visto, las ecuaciones expresan reglas de
substituibilidad de signos, a = a sería u n a regla para substituir «a» p o r sí m ism a, lo cual
no sólo carece de sentido, sino que, c o m o afirm a Black, tam p o co m uestra nada.

4 25 I Si una proposición elemental es verdadera,


entonces el estado de cosas existe; si la proposi­
ción elemental es falsa, entonces el estado de
cosas no existe.
174 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.26 Dadas todas las proposiciones elementales


verdaderas, tenemos una descripción completa
del mundo. El mundo queda descrito completa­
mente una vez que se dan todas las proposiciones
elementales con la indicación adicional de cuáles
de ellas son verdaderas y cuáles falsas.
V F ogelin [Fogelin (1987), pp. 3 6 ss.] ve e n este p árrafo u n avance d e la tesis d e
q u e to d a p ro p o sic ió n es u n a fu n c ió n de verdad d e p ro p o sicio n es elem entales, u n a
o b serv ació n q ue, a m i ju ic io , es altam en te ilustrativa. R e c o rd e m o s q u e las pro p o si­
cio n es rep resen tan la existen cia y n o existencia d e estados de cosas (4.1) y que, alter­
n ativ am en te, rep resen tan u n a situ ació n e n el espacio ló g ico , la existencia y n o exis­
te n c ia de estados d e cosas (2.11). E l p ro b le m a es c ó m o es posible rep resen tar u n a
situ ació n e n el espacio ló g ico . P ues supóngase q u e u n a p ro p o sic ió n n o elem en tal «p»
rep resenta una situ ació n p a rtic u la r e n la q u e se da una d e te rm in a d a serie de estados
d e cosas existentes E v E 2, E } y d e estados d e cosas n o existentes E 4 y E y A u n q u e el
c o n te n id o de «p » v ie n e d ad o p o r el c o n ju n to de p ro p o sicio n es elem entales verda­
deras q u e rep resen tan los estados de cosas E r E 2, E }, «p» ta m b ié n d e te rm in a que
aquellas p ro p o sicio n es elem en tales q u e representan los estados d e cosas E 4 y E . son
falsas (de h ech o , es p osible d e riv a r d el c o n ju n to d e p ro p o sicio n es elem entales v er­
daderas el c o n ju n to d e las posibles). A h o ra b ie n , si «p» constase sólo d e la lista de las
p ro p o sicio n es elem en tales verdaderas, sería d u d o so q u e u n a p ro p o sic ió n representa­
se u n a situación e n el espacio ló g ic o — tesis fu n d a m e n ta l para la te o ría d e la figu­
ra— pues «p» diría q u é estados d e cosas se d an p e ro n o diría nada sobre el resto del
espacio lógico. La m a n e ra m ás n atu ral d e explicar esto es p en sa r e n la estru ctu ra de
«p» c o m o u n a c o n ju n c ió n d e todas las pro p o sicio n es elem entales verdaderas y la
n e g ació n d e las falsas d e m o d o q u e «p» será verdadera siem pre q u e sean el caso todos
los estados de cosas q u e ella d ic e q u e so n el caso y falsa e n caso c o n trario . U n a
m a n e ra alternativa de d e c ir q u e «p» (cu alq u ier p ro p o sició n , c o m o p u e d e verse fácil­
m e n te ) es u na fu n c ió n de v erd ad d e p ro p o sicio n es elem entales.

4.27 Con respecto a la existencia y no existencia


de n estados de cosas hay

Kn = ±
v= 0

posibilidades.
De todas las combinaciones de estados de
cosas cualquiera de ellas puede existir y el resto
no existir.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 1 75

Y La letra griega «2» es el su m a to rio m atem ático cuyo ín d ice va d e 0 a n. La


expresión e n tre paréntesis indica el n ú m e ro de posibilidades a elegir: v d e n. K es
la fun ció n q u e designa el su m a to rio y q u e tie n e c o m o valor 2". P o r o tra p arte, d ad o
que los estados de cosas son in d e p e n d ie n te s (2.061), cu alq u ier c o m b in a c ió n de ellos
puede existir in d e p e n d ie n te m e n te d el resto.

4.28 A estas combinaciones les corresponde el


mismo número de posibilidades de verdad —y
falsedad— de n proposiciones elementales.
4.3 Las posibilidades de verdad de las proposiciones
elementales significan las posibilidades de existen­
cia y no existencia de los estados de cosas.
Podemos representar las posibilidades de ver­
dad mediante esquemas del tipo siguiente («V»
significa «verdadero», «F», «falso»; las filas de letras
« V » y «F» bajo la fila de proposiciones elementa­
les significan, en un simbolismo fácilmente com­
prensible, sus posibilidades de verdad):

p 3 r
V V V
F V V P 4
V F V V V
JL.
V V F , F V v_ .
F F V V F F
F V F F F
V F F
F F F

▼ Los tres esquem as siguientes a g o ta n las posibilidades d e verdad p ara tres, dos
y una proposiciones elem entales respectivam ente.
176 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.4 La proposición es la expresión del acuerdo y


del desacuerdo con las posibilidades de verdad de
las proposiciones elementales.
4 Las posibilidades de verdad de las proposicio­
nes elementales son las condiciones de verdad y
falsedad de las proposiciones.
4 411 Es a primera vista probable que la introduc­
ción de proposiciones elementales sea fundamen­
tal para entender otros géneros de proposiciones.
Ciertamente, la comprensión de las proposi­
ciones generales depende de m odo palpable de la
de las proposiciones elementales.
4.42 Con respecto al acuerdo y desacuerdo de una
proposición con las posibilidades de verdad de n
proposiciones elementales hay
Kn
X
[K
U
posibilidades.
T A q u í se realiza la m ism a o p e ra c ió n q u e en 4 .2 7 c o n K n. Se trata a h o ra de
ca lc u lar el n ú m e ro de conectiv as lógicas d e n p ro p o sicio n es; L eq u iv ale e n to n c e s
a 22".

4 43 Podemos expresar el acuerdo con las posibili­


dades de verdad coordinándolas con, por ejem­
plo, la inscripción «V» (verdadero) en el esquema.
La ausencia de esta inscripción significa desa­
cuerdo.
▼ U n a m an era alternativa de rep resen tar las posibilidades d e v erd ad de p ro p o ­
siciones elem entales sería o m itir el signo «F» en el caso de d esacuerdo rom o se
h a ce de h e c h o e n 4.442— .
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 177

4.431 La expresión del acuerdo y desacuerdo con las


posibilidades de verdad de las proposiciones ele­
mentales expresa las condiciones de verdad de la
proposición.
Una proposición es la expresión de sus condi­
ciones de verdad.
(Por ello Frege tenía toda la razón al ponerlas por
delante al abordar la explicación de los signos de su
notación conceptual. El único reparo es que la expli­
cación de Frege del concepto de verdad es errónea:
si «lo verdadero» y «lo falso» fueran realmente obje­
tos y fuesen los argumentos en ~ p , etc., entonces, de
acuerdo con el procedimiento de Frege para la
determinación del sentido, el sentido de «~p» no
quedaría determinado en modo alguno.)
▼ A n sco m b e (1959), p. 107, in te rp re ta d e este m o d o el re p ro c h e de
W ittgenstein. Frege afirm a q u e e n su c o n cep to g rafía to d a prop o sició n n o m b ra u n
valor de verdad y tiene u n sentido, y ese sen tid o es el p en sam ien to de q u e sus c o n ­
diciones de verdad se cum plen. A hora b ien , ¿qué su ced e e n el caso d e «~p»? Su sen ­
tido ha de ser tam b ién el pensam iento d e q u e sus c o n d ic io n e s d e verdad se cu m p len ;
pero Frege dice sólo d e «~p» q u e su referencia es u n valor d e verdad q u e es d istinto
del de «p», esto es: «~p» tien e el valor de verdad V unas veces y F otras. S ien d o u n o
de los principios de Frege q u e al especificar u n a referencia n o se especifica p o r ello
u n sentido, al especificar los valores de verdad de «~p» n o se especifica su sen tid o y,
p o r tanto, se sigue q ue el sentido d e «~p» n o estaría especificado d e m anera alguna.

4 44 El signo que resulta de la coordinación de la


inscripción « V» con las posibilidades de verdad es
un signo proposicional.
Es claro que al complejo de los signos «V» y «F»
no le corresponde ningún objeto (o complejo de
objetos), como tampoco a las líneas horizontales y
verticales o a los paréntesis. — No hay «objetos
lógicos».
Naturalmente, algo análogo vale para todos
los signos que expresan lo mismo que los esque­
mas con las inscripciones «V» y «F».
178 LUDWIG WITTGENSTEIN

4.442 Así, por ejemplo,


«p i
V V V
F V V
V F
F F V»

es un signo proposicional.
(La «barra del juicio» « |—» de Frege carece en
absoluto de significado desde el punto de vista
lógico; sólo indica en Frege (y en Russell) que
estos autores mantienen como verdaderas las pro­
posiciones designadas de este modo. «|—» no per­
tenece al compuesto proposicional en mayor
medida que, por ejemplo, el número de la propo­
sición. Es imposible que una proposición enuncie
de ella misma que es verdadera.)
Si se establece de una vez por todas el orden
secuencial de las posibilidades de verdad del
esquema por medio de una regla combinatoria,
entonces la última columna no habrá de ser sino
una expresión de las condiciones de verdad. Si
escribimos esta columna como una fila, el signo
proposicional se convertirá en
«(V V - V ) i p , q )»,
o más claramente:
« ( V V F V ) (p, q)y>.

(El número de lugares que encierran los


paréntesis de la izquierda está determinado por el
número de términos que encierran los paréntesis
de la derecha.)
V N o rm a lm e n te las tablas de verdad para las conectivas lógicas se in tro d u c e n en
u n curso elem ental de lógica siguiendo el fo rm ato siguiente (utilizo c o m o ejem plo la
im plicación m aterial y respeto la form a d e asignación veritativa q u e usa W ittgenstein):
TRACTATUS LOGICO-PHiLOSOPHICUS 179

V 1 p Dq

V V V
F V V
V F F
F F V

D e este m odo las dos colum nas de la izquierda agotan las posibilidades de verdad
de las dos proposiciones «p» y «q» y la colu m n a de la derecha da los valores de p d q. Es
obvio que una vez determ inadas las posibilidades de verdad en las colum nas de la
izquierda resultan diferentes com binaciones d e valores e n la co lu m n a de la derecha
(16, en el caso de 2 proposiciones elem entales; véase 4.42). Es esto en esencia lo que
W ittgenstein quiere decir en 5 cuando afirm a que una proposición es u n a función de
verdad de proposiciones elem entales. Pero W ittgenstein utiliza o tro form ato. E n p rim e r
lugar, la tabla m ism a que aparece en 4.442 es u n signo proposicional — de ahí q u e vaya
entre comillas— . P or otra parte podem os estipular, dado q u e las posibilidades de ver­
dad que aparecen en las dos colum nas de la izquierda son siem pre las mismas, q u e a
partir de ahora sólo escribirem os la colum na de la derecha que especifica los valores
correspondientes dadas las asignaciones veritativas. Si en vez d e escribirla verticalm en­
te la representam os ho rizo n talm en te tendríam os

( V V F V ) (p ,q ).

Esta m aniobra no es m eram en te u n ju e g o con signos; W ittg en stein la considera


com o u n aliado fundam ental a la h o ra de apoyar lo q u e confiesa ser su tesis funda­
mental (4.0312): q u e las constantes lógicas n o funcionan c o m o representantes de nada
y que no hay objetos lógicos. Fogelin [Fogelin (1995), p. 42] Oama a este m o d o de p ro ­
ceder la «teoría de la desaparición de las constantes lógicas» y le atribuye u n cierto sabor
russeUíano. E n efecto, R ussell ofrece u n a solución a los m últiples problem as q u e plan­
teaban las descripciones definidas n o denotativas co m o la tantas veces m encionada «el
actual rey de Francia», presentando u n análisis en el que la descripción definida desapa­
rece. Pero si es posible prescindir de la descripción definida y substituirla p o r u n análi­
sis en el que están ausentes expresiones que funcionen supuestam ente co m o térm inos
singulares, se pued e concluir que las descripciones son expresiones sólo aparentem en­
te referenciales. D el m ism o m o d o , si «p 3 q», d o n d e parece q u e el signo «3» d en o ta una
relación, puede escribirse co m o «(W F V ) (p, q)», vem os que el q u e hayam os pensado
que el signo «3» designa algo es u n a m era ilusión inducida p o r el sistem a de signos usa­
dos, pues al com plejo de signos «V» y «F» ya n o creem os q u e le corresponda n in g ú n
objeto o com binación de objetos en m ayor m edida que, p o r ejem plo, a los paréntesis.

4.45 Para n proposiciones elementales hay L n gru­


pos posibles de condiciones de verdad.
Los grupos de condiciones de verdad que per­
tenecen a las posibilidades de verdad de un cierto
180 LUDWIG WITTGENSTEIN

número de proposiciones elementales, pueden


ordenarse en una serie.
T E n 5.101 W ittg e n s te in ofrece u n esquem a de esta o rd en a c ió n . E n el ex tre­
m o s u p e rio r ap arecen las p ro p o sicio n es q u e son verdaderas para cu alq u ier posibili­
d ad veritativa de sus co m p o n e n te s; en el e x trem o in fe rio r ap arecen las p ro p o sicio ­
nes q u e so n falsas p ara c u a lq u ie r p o sibilidad veritativa.

4 45 Entre los posibles grupos de condiciones de


verdad hay dos casos extremos.
En uno de los casos, la proposición es verda­
dera para todas las posibilidades de verdad de las
proposiciones elementales. Decimos que las con­
diciones de verdad son tautológicas.
En el segundo caso, la proposición es falsa
para todas las posibilidades de verdad: las condi­
ciones de verdad son contradictorias.
En el primer caso llamamos a la proposición una
tautología, en el segundo caso una contradicción.
▼ U sa n d o la n o ta c ió n m odificada d e W ittg e n ste in es o b v io q u e p o d e m o s te n e r
signos pro p o sicio n ales d e este tip o « (V V V V ) (p, q)» y «(FFFF) (p, q)» estipulando
sim p lem en te q u e e n los parén tesis d e la izq u ierd a ap arecen siem p re letras «V» o
letras «F» p a ra cualesq u iera posibilidades veritativas d e las p ro p o sicio n es elem entales
c o m p o n e n te s, del m ism o m o d o q u e h abíam os estipulado « (V V F V ) (p, q)». Es casi
seguro q u e W ittg e n s te in fu e el p rim e ro e n u tilizar el té rm in o «tautología» q u e se ha
c o n v ertid o e n u n vocablo d e uso (y abuso) co m ú n .

4.461 Las proposiciones muestran lo que dicen; las


tautologías y las contradicciones muestran que no
dicen nada.
Una tautología no tiene condiciones de verdad,
pues es incondicionalmente verdadera; y la contra­
dicción no es verdadera bajo condición alguna.
Tautologías y contradicciones carecen de sen­
tido.
(Como un punto del que parten dos flechas
en direcciones opuestas.)
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHiCUS 181

(Por ejemplo, no sé nada sobre el tiempo


cuando sé que llueve o no llueve.)

▼ R esp ecto de la relación en tre tautologías y co n trad iccio n es y la teoría figura­


tiva del significado,W ittgenstein p arece verse p resionado desde dos posiciones o p u es­
tas [Fogelin (1995), pp. 45 ss.]. D e u n lado una p ro p o sició n parece ser esencialm en­
te bipolar, verdadera o falsa, e n v irtu d de ser u n a figura de la realidad (4.06). P ero si
tautologías y contradicciones son in c o n d ic io n a lm e n te verdaderas e in co n d icio n al­
m ente falsas respectivam ente, d eb ería seguirse q u e n o son figuras de la realidad
(4.462). Pero si no so n figuras de la realidad W ittg e n ste in parece verse obligado a
concluir o b ien q ue tautologías y co n trad iccio n es n o son p roposiciones o, a ltern ati­
vamente, que hay proposiciones q u e n o son verdaderas o falsas (pues o son siem pre
verdaderas o son siem pre falsas). Pero, p o r o tra parte, n o parece q u e haya n in g u n a
razón, dada la veritativo-funcio n alid ad d e las proposiciones, para q u e n o estipulem os
signos preposicionales q u e sean in c o n d ic io n a lm e n te verdaderos o in co n d icio n al­
m ente falsos, pues ¿qué crite rio p o d ríam o s te n e r desde este p u n to d e vista para
prohibir «(V V V V ) (p, q)» y «(FFFF) (p, q)» m ien tras p e rm itim o s « (V V F V ) (p, <j)»?
La solución de W ittg e n ste in es q u e tautologías y c o n tra d ic c io n e s carecen de sen ti­
do — no representan n in g ú n h e c h o posible— , n o tie n e n co n d icio n es de verdad, pues
o bien p erm iten todas las posibilidades o n o ad m ite n n in g u n a. O b ie n ab ren to d o el
espacio lógico o lo cierran a cal y canto. A dem ás, d ado q u e las p roposiciones d e la
lógica son tautologías, esto q u iere d e c ir q u e la lógica n o p u e d e decirse, sólo m os­
trarse: las tautologías n o d ice n nada sobre el m u n d o : m u estran lo q u e dicen, esto es:
que n o dicen nada.

4 4611 Sin embargo, tautologías y contradicciones no


son sinsentidos; pertenecen al simbolismo y, cier­
tamente, de modo parecido a como el «0 » perte­
nece al simbolismo de la aritmética.
▼ Es im portante no co n fu n d ir el q u e u n a pro p o sició n carezca de sentido c o n q u e
sea un sinsentido. Tautologías y contradicciones n o son m eros galimatías; n o dicen nada
porque n o representan u n a situación posible — las co n d icio n es de acuerdo c o n el
m undo se neutralizan entre sí— , p ero n o son absurdos, p e rte n e c e n al sim bolism o en
el sentido de q ue son los casos lím ite d e la c o m b in ació n de signos (co m o se expresa
gráficam ente en 5.101). Pues, a u n q u e sean in co n d icio n alm en te verdaderas e in c o n d i­
cionalm ente falsas son, c o n to d o ,funciones de verdad de proposiciones que sí tienen sentido.
C iertam ente no sé nada sobre el tie m p o c u an d o «sé» q u e llueve o n o llueve (4.461),
pero «Llueve o n o llueve» tien e c o m o co n d ició n de posibilidad q u e haya prop o sicio ­
nes com o «Llueve» y «N o llueve» q u e sí so n proposiciones c o n sen tid o y, p o r tanto,
figuras de una situación posible, verdaderas o falsas. Tautologías y contradicciones son
entonces los casos lím ite del m ecanism o de figuración (4.466).
182 LU D W IG W ITTGENSTEIN

4.462 Tautologías y contradicciones no son figuras


de la realidad. No representan ninguna situación
posible. Pues aquéllas permiten cualquier situación
posible, éstas n in g u n a .
En una tautología las condiciones de acuerdo
con el mundo —las relaciones de representa­
ción—- se neutralizan entre sí, de modo que ella
no está en relación alguna de representación con
la realidad.
4.463 Las condiciones de verdad determinan el
espacio de juego que la proposición deja a los
hechos.
(Una proposición, una figura, un modelo son,
en sentido negativo, como un cuerpo sólido que
restringe la libertad de movimiento de los demás
cuerpos; en sentido positivo, son como el espacio
delimitado por substancia sólida en el que hay
lugar para un cuerpo.)
Una tautología deja a la realidad la totalidad
— infinita— del espacio lógico; una contradicción
llena la totalidad del espacio lógico y no deja punto
alguno a la realidad. Por ello ninguna de las dos
puede determinar la realidad en modo alguno.
4.464 La verdad de una tautología es cierta, la de
una proposición, posible, la de una contradicción,
imposible
(Cierto, posible e imposible: aquí tenemos
una indicación de la gradación que necesitamos
en teoría de la probabilidad.)
▼ V éase 5.1 5 2 , d o n d e se hace referencia a la certeza c o m o caso lím ite de la
p robabilidad.

4.465 El producto lógico de una tautología y una


proposición dice lo mismo que la proposición.
Por consiguiente, tal producto es idéntico a la
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 18 3

proposición. Pues no se puede cambiar lo esen­


cial del símbolo sin cambiar su sentido.
Y Pues es ev id en te q u e «p v ~p. p» equivale a «p» q u e es la ú n ic a p arte del signo
proposicional q ue representa u n a situ ació n posible, «p v ~p» fu n cio n aría c o m o el
signo «0» en la sum a.

4.466 A una determinada combinación lógica de


signos le corresponde una determinada combina­
ción lógica de sus significados; sólo a los signos
sin combinación les corresponde una combina­
ción discrecional cualquiera.
Es decir: las proposiciones que son verdaderas
para cualquier situación no pueden ser en abso­
luto combinación alguna de signos pues, de serlo,
sólo les podrían corresponder determinadas
combinaciones de objetos.
(Y a una combinación que no es lógica no le
corresponde combinación alguna de objetos.)
Tautologías y contradicciones son los casos
límite de la combinación de signos: son su disolu­
ción.
4 4661 Es cierto que, incluso en tautologías y contra­
dicciones, los signos aún están combinados entre
sí, esto es: están relacionados entre sí, pero esas
relaciones carecen de significado, no son esencia­
les para el sím bolo.
Parece posible ahora dar la forma más general
de la proposición, esto es: dar una descripción de
las proposiciones de u n lenguaje de signos cual­
quiera, de tal manera que todo posible sentido
pueda expresarse mediante un símbolo que case
con la descripción, y que todo símbolo que case
con la descripción pueda expresar un sentido,
siempre que los significados de los nombres se
escojan de manera adecuada.
184 L U D W IG W ITTGENSTEIN

Es claro que al describir la forma más gene­


ral de la proposición sólo cabe describir lo que le
es esencial; de lo contrario no sería la más ge­
neral.
Que hay una forma general de la proposición
es algo que demuestra el que no se pueda dar
ninguna proposición cuya forma no se haya
podido prever (esto es, construir). La forma gene­
ral de la proposición es: así es cómo están las
cosas.
▼ P a ra le la m e n te a la p re o c u p a c ió n d e W ittg e n ste in p o r d e te rm in a r lo q u e es
esen cial a los d iferen tes tip o s d e figuras in d e p e n d ie n te m e n te d e sus m o d o s p a rti­
culares de fig u ra c ió n — lo q u e h e m o s v isto c o m o fo rm a lógica-— em pieza e n este
p á rra fo el tra ta m ie n to de lo q u e es c o m ú n a to d a p ro p o sic ió n . Y lo q u e es c o m ú n
a to d a p ro p o s ic ió n es, d ice c ríp tic a m e n te W ittg e n s te in , así es como están las cosas (Es
verhält sich so und so). F o g elin su g iere q u e esta o b se rv a c ió n h a d e in terp re ta rse
c o m o u n m o d o d e h a c e r referen cia al fu n c io n a m ie n to d e las p ro p o sicio n es e le­
m e n ta le s, de fo rm a m u y esp ecial p o rq u e aparece después del e n u n c ia d o d e las tesis
so b re la v e rita tiv o -fu n c io n a lid a d . H e m o s v isto q u e las p ro p o sic io n e s elem entales
so n c o n c a te n a c io n e s de n o m b re s q u e re p re se n ta n situ acio n es posibles siem pre
q u e, d e a n te m a n o , se les a sig n en o b je to s c o m o su significado. A h o ra b ie n , las p ro ­
p o sicio n es elem en tales dicen lo m ism o siem p re independientemente d e las asignaciones
veritativas q u e les hagam os, esto es: en los signos p rep o sicio n a les « (V V F V ) (p , q)»,
« (V F F F ), (p, <j)», etc., «p» y «q» rep re se n ta n la m ism a situ a c ió n p o sib le y lo q u e
c am b ia so n las asig n acio n es veritativas. «p» y «q» d ic e n «así están las cosas» p u esto
q u e están fo rm ad as d e n o m b re s e n d e te rm in a d a c o m b in a c ió n q u e están p o r o b je ­
tos. A h o ra b ie n , ¿ q u é su ced e e n el caso d e las p ro p o sic io n e s n o elem entales? D a d o
q u e las co n sta n te s lógicas n o so n rep resen tan tes d e nada, nada se añade a su conte­
nido, d e m o d o q u e lo q u e sig u en d ic ie n d o es c ó m o están las cosas. Así, lo q u e sigue
sie n d o esen cial a la p ro p o s ic ió n es el d e c ir c ó m o están las cosas, p u es las p ro p o si­
c io n e s n o ele m e n ta le s so n sim p le m e n te u n c o n ju n to d e p ro p o sic io n e s ele m e n ta ­
les (c o m b in a c io n e s d e n o m b re s) m ás u n a m a n e ra d e h a c e r asignaciones v e rita ti­
vas. A l fin al d e l v iaje nos e n c o n tra m o s c o n q u e lo q u e to d a p ro p o sic ió n c o m p o r­
ta es el d e c ir «así es c o m o están las cosas».

Supongamos que se me dieran todas las pro­


posiciones elementales, entonces se podría pre­
guntar simplemente: ¿qué proposiciones puedo
formar a partir de ellas? La respuesta sería: todas
las proposiciones y así es como están delimitadas.
TRACTATUS LO G ICO -P H ILO SO PH IC U S 1 85

4.52 Las proposiciones son todo lo que se sigue de


la totalidad de todas las proposiciones elementa­
les (naturalmente, también de su ser la totalidad de
ellas). (Así, se podría en cierto sentido decir que
todas las proposiciones son una generalización de
las proposiciones elementales.)
La forma general de la proposición es una
variable.
▼ Pues n o es posible q u e sea u n a p ro p o sic ió n ya q u e, p o r m u y g en eral q u e
fuese, no podría dar la form a de todas las proposiciones.

Una proposición es una función de verdad de


proposiciones elementales.
(Una proposición elemental es una función
de verdad de sí misma.)
V E n 4.26 vim os lo qu e podría ser u n avance de la tesis que ahora se hace explíci­
ta. Por otra parte, 5 sirve de ilustración de las especíales relaciones entre la filosofía y la
lógica. Pues sabem os ya q ue hay dos tipos de proposiciones, las proposiciones elem en ­
tales — proposiciones cuyo análisis revela q u e n o se p u ed en d esco m p o n er adicional­
m ente en otras proposiciones elem entales— y las proposiciones q u e n o son elem enta­
les y que, p o r consiguiente, son descom ponibles en proposiciones elem entales. Si p re ­
guntamos p o r las relaciones en tre estos dos tipos de proposiciones la respuesta la o b te­
nemos en 5: «U na proposición es u n a fu n ció n de verdad de proposiciones elementales.»
Por extraño que parezca las proposiciones elementales, que son proposiciones, tam bién
son funciones de verdad de proposiciones elementales; son funciones d e verdad d e sí
mismas. E n el esquem a de 5.101, líneas 10 y 1 1, «p» y «q» aparecen c o m o una m ás de las
conectivas lógicas. Si nos fijamos en los valores q u e to m an para sus asignaciones verita-
tivas (VFVF) y ( W F F ) respectivam ente com probarem os que reproducen las asignacio­
nes veritativas de «p» y las asignaciones veritativas de «q», u n a estipulación que tiene tan ­
tos derechos com o la correspondiente a la im plicación m aterial o la tautología.

Las proposiciones elementales son los argu­


mentos veritativos de las proposiciones.
5.02 Es fácil confundir los argumentos de funcio­
nes con los índices de nombres. Pues tanto en el
186 LU D W IG W ITTGENSTEIN

argumento como en el índice reconozco el sig­


nificado del signo que los contiene.
En el signo usado por Russell «+ », por
ejemplo, «c» es un índice que señala que todo el
signo anterior es el signo de adición para núme­
ros cardinales. Pero esta significación descansa
sobre una convención arbitraria y también se
podría elegir, en lugar de «+ », un signo simple;
pero en «~p», «p » no es ningún índice, sino un
argumento: el sentido de «~p» no se p u e d e enten­
der a menos que ya se haya entendido el senti­
do de «p». (En el nombre Julio César, «Julio» es
un índice. Un índice es siempre parte de una
descripción de un objeto a cuyo nombre se lo
añadimos. Por ejemplo, el César de la familia de
los Julios.)
Si no estoy equivocado, la teoría de Frege del
significado de las proposiciones y las funciones
tiene como base la confusión entre argumento e
índice. Las proposiciones de la lógica eran, de
acuerdo con Frege, nombres, y sus argumentos
eran los índices de esos nombres.
▼ E n Los cuadernos a zu l y marrón, T ecnos, M a d rid , 1968, p. 4 9 (p o r d o n d e cito),
W ittg e n s te in u tiliza el eje m p lo sig u ie n te para d istin g u ir e n tre índices y a rg u m en ­
tos. T o m em o s la ex p resió n «la e n fe rm e d a d d e B right» y c o m p a re m o s la gram ática
de esta ex p resió n cu an d o 1) d e n o ta u n tip o d e e n fe rm e d a d y 2) c u a n d o la usamos
p ara referirn o s a u n a e n fe rm e d a d q u e tie n e la p e rso n a llam ada «B right». E n 1) la
e x p resió n es o b v iam en te c o m p leja, p e ro el n o m b re «B right» fu n c io n a c o m o una
especie de m arca distintiva d e la e n fe rm e d a d (lo m ism o q u e «Jubo» es u n a marca
distintiva de «César») y los en u n c ia d o s q u e la c o n tie n e n — p o r ej em p lo , «A tie n e la
e n fe rm e d a d de B right»— sig u en sie n d o verdaderos inclu so si d e sc u b rim o s q u e tal
e n fe rm e d a d fue d escu b ierta p o r S m ith , p u es la e x p re sió n se aplica co rre c ta m e n te
siem pre q u e se use para id en tificar casos d e la e n fe rm e d ad d e B rig h t. E n resum en:
este n o m b re co m p lejo p u e d e su b stitu irse p o r u n sím b o lo sim ple y e n él, afirma
W ittg e n ste in , sólo se alude al h o m b re B rig h t. P ero e n 2) «Bright» fu n c io n a com o
a rg u m e n to d e la fu n c ió n «la e n fe rm e d a d d e x» y la e x p resió n sólo p u e d e e n te n ­
derse si se e n tie n d e de an te m a n o — in d e p e n d ie n te m e n te d e aq u ello e n lo q u e c o n ­
sista tal c o m p ren sió n — el significado d e «Bright». E l caso d e «~p» tie n e la g ram á­
tica explicitada e n 2): «p» n o es u n ín d ice q u e especifique u n a m arca d e «~», sino
el a rg u m e n to de esa fu n ció n .
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 187

Las funciones de verdad pueden ordenarse en


series.
Éste es el fundamento de la teoría de la pro­
babilidad.
▼ V éanse 5.15 ss.

Las funciones de verdad de un número cual­


quiera de proposiciones elementales se pueden
escribir en un esquema del género siguiente:
( VVVV) (p, q) T a u to lo g ía (Si p e n to n c e s p, y si q e n to n ­
ces q.) [p o p .q o q]
(JFW V ) (p, q) E n p alab ras: N o es cie rto q u e p y q. [~(p . q)]
( VFVV) (p, q) » » : Si q, e n to n c e s p. [q ^ p]
(V V FV ) (p, q) » » : Si p , e n to n c e s q. [p o q]
( VVVF) (p, q) » » : p o q. [p v q]
(F F V V j (p, q) » » : N o q. [~q]
(FV FV ) (p, q) » » : N o p. [~p]
(FV V F) {p, q) » » : p o q, p e ro n o am bas.
[p. ~q: \j-.q. ~p ]
( VFFV) (p, q) » » : Si p, en to n ces q, y si q en tonces
p- \p = <ñ
(V FV F) (p, q) » » :p
( VVFF) (p, q) » » :q
(F F FV ) (p, q) » » :N i p n i q. [~p. ~q o p\q]
(F F V F) (p, q) » » : p y n o q. [p. ~q]
(F V F F ) (p, q) » » :q y n o p. [q. ~p\
( V F F F )(p ,q ) » » : q y p. [q. p]
(F F F F ) (p, q) C o n tr a d ic c ió n (p y n o p, y q y n o q.)
[p. ~p . q. ~q]

Llamaré fu n d a m e n to s veritativos de una propo­


sición a aquellas posibilidades de verdad de sus
argumentos veritativos que la hacen verdadera.
▼ Este esquem a presenta la serie co m p leta (16 en total) de las funciones de ver­
dad para dos proposiciones elem entales (el sistem a total de las conectivas binarias). E n
los extrem os su p erio r e in ferio r ten em o s tautologías y contradicciones y entre ellas las
14 funciones restantes entre las q u e están «p» y «q» c o m o funciones d e verdad de ellas
188 LU D W IG W ITTGENSTEIN

mismas. Los fundam entos verítativos de u n a proposición son las posibilidades v erita-
tivas de los argum entos veritativos q u e hacen verdadera a la proposición. P or ejem plo,
son fu nd am entos veritativos d e [~(p. q)] «p» falsa y «q» verdadera, «p» verdadera y «q»
falsa, y «p» falsa y «q» falsa. Para las posibilidades de verdad véase 4.3.

5.11 Si los fundamentos veritativos que son comu­


nes a un cierto número de proposiciones son
también todos ellos en su conjunto fundamentos
veritativos de una determinada proposición par­
ticular, decimos entonces que la verdad de esta
proposición se sigue de la verdad de aquéllas.
En particular, la verdad de una proposición
«p » se sigue de la verdad de otra «q», cuando todos
los fundamentos veritativos de la segunda son
fundamentos veritativos de la primera.
▼ 5.11 y 5.12 enuncian respectivamente el caso en el que tenem os una proposición
que se sigue de varias premisas y el caso en el que tenem os u n a única prem isa de la que
se sigue otra proposición.Veam os este últim o caso que es fácilmente generalizable. E n la
notación de W ittgenstein, las dos proposiciones 1) «(VFFF) (p, qj», y 2) « ( W F V ) (p, q)»,
qu e corresponden a la conju n ció n y a la im plicación material, tienen co m o fundam en­
tos veritativos 1) «p» verdadera y «<j» verdadera; 2) «p» verdadera y «q» verdadera , «p» falsa
y «qt> verdadera y «p» falsa y «<j» falsa. D e este m odo, 2) se sigue de 1) puesto que todos los
fundam entos veritativos de 1) — «p» verdadera y «q» verdadera — son fundam entos veri­
tativos de 2). O tra m anera de expresar esto es la que aparece en 5.121. Obsérvese que 1)
n o se sigue de 2) porque 2) tiene tam bién com o fundam entos veritativos «p» falsa y «q»
verdadera y «p» falsa y «q» falsa que no son fundam entos veritativos de 1) o, alternativa­
m ente, los fundam entos veritativos de 2) n o están contenidos en los de 1).

5 i2 1 Los fundamentos veritativos de una están


contenidos en los de la otra; p se sigue de q.
▼ C o m o señala Fogelin, esto es quizá u n a refo rm u lació n d e la id ea — usada tra­
d ic io n a lm e n te p o r los filósofos para explicar la inferencia lógica— de q u é si una
p ro p o sic ió n «q » se sigue d e o tra p ro p o sició n «p» el significado de «q» tie n e q u e estar
«contenido» d e alguna m an era e n «p».

5.122 Si p se sigue de q, entonces el sentido de «p»


está contenido en el sentido de «q».
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 189

5.123 Si un dios crea un mundo en el que ciertas


proposiciones son verdaderas, crea también en
virtud de ello un mundo en el que valen todas las
consecuencias de tales proposiciones. Y , del
mismo modo, no podría crear ningún mundo en
el que fuese verdadera la proposición «p » sin crear
todos sus objetos.

5.124 Una proposición afirma toda proposición que


se siga de ella.
5.1241 es una de las proposiciones que afirma
«p. q»
«p» y, al mismo tiempo, una de las proposiciones
que afirma «<j».
Dos proposiciones se oponen entre sí cuando
no hay ninguna proposición con sentido que
afirme ambas.
Toda proposición que contradiga a otra la
niega.
5. 13 Que la verdad de una proposición se sigue de la
verdad de otras proposiciones, es algo que puede
verse a partir de la estructura de las proposiciones.
▼ Véase 4.1211: e n la estru ctu ra de dos p ro p o sicio n es se m u estra c u án d o u n a
se sigue de la otra.

5.131 Si la verdad de una proposición se sigue de la


verdad de otra, esto se expresa por medio de las rela­
ciones que mantienen entre sí las formas de tales
proposiciones; y no necesitamos, por cierto, poner­
las de antemano en esas relaciones combinándolas
entre sí en una sola proposición, sino que esas rela­
ciones son internas y existen tan pronto como, y en
virtud de que, existen esas proposiciones.
5.1311 Cuando inferimos q a partir de p v q y ~ p , la re­
lación entre las formas preposicionales de «p v q»
190 LU D W IG W ITTGENSTEIN

y «~p» aparece velada por el modo de significa­


ción. Pues si en lugar de «p v q» escribimos, por
ejemplo, «p\q. \-p\q» y en lugar de «~p», «p\p» (p\q =
ni p , ni q ), entonces se torna evidente la conexión
interna.
(El que pueda inferirse f a a partir de (x ) . f x ,
muestra que la generalidad está presente también
en el símbolo « ( x ) .fx » .)
V B lack c o n je tu ra [Black (1964), p. 242] q u e la c o n e x ió n e n tre prem isas y c o n ­
c lusión de este a rg u m e n to es más evidente usan d o «|» p o rq u e de esta m an era se dejan
p aten tes las relaciones in tern as en tre ellas q u e q u ed arían veladas usando dos co n e c ­
tivas diferentes — «~» «v»— .

5.132 Si p se sigue de q, entonces puedo hacer una


inferencia de q a p ; deducir p de q.
El modo en que se lleva a cabo la inferencia
ha de extraerse sólo de ambas proposiciones.
Sólo ellas mismas pueden justificar la inferencia.
Las «leyes de inferencia» que —como en el
caso de Frege y Russell— se supone que han de
justificar las inferencias, carecen de sentido y serían
superfinas.
T Pues las relaciones diferenciales descansan en las relaciones internas en tre p ro ­
posiciones de m o d o q u e si «q» se sigue de «p», la inferencia sólo descansa en los sen­
tidos d e «2» y «p». A dem ás, c o m o las proposiciones de la lógica son tautologías todas
ellas dicen lo m ism o, a saber: nada. P o r consiguiente, tam p o c o p u e d e h ab er una je ra r­
quía entre ellas: n o hay proposiciones de la lógica q u e sean esencialm ente primitivas
y esencialm ente derivadas.Todas están al m ism o nivel (véanse 6.127-6.1271).

5.133 Toda deducción procede a priori.

5.134 De una proposición elemental no puede


deducirse ninguna otra.

5.135 De la existencia de una situación cualquiera


no se puede inferir en modo alguno la existen-
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 191

cia de una situación por completo diferente a la


primera.
5 P36 No hay nexo causal alguno que justifique tal
inferencia.
▼ Lo que afirm a 5.134 tiene su justificación en el h ec h o de q u e de la existencia
o no existencia de u n estado d e cosas n o se p u e d e inferir la existencia o n o existen­
cia de otro estado de cosas (2.062), y u n a p roposición elem ental asevera la existencia
de u n estado de cosas (4.21). AJrora bien, ten em o s derech o a p reg u n tar p o r la razón
de la im posibilidad de tal inferencia. A dm itam os de m o m e n to q u e fuera posible tal
inferencia; esto querría d ecir q u e en tre los estados de cosas habría u n vínculo lógico;
pero es claro q ue n o p u ed e h ab er tal vínculo, pues «p» (una p roposición elem ental)
tiene fu n d am en to s v eritativ o s de los q u e «q» (otra p ro p o sic ió n ele m e n ta l) carece.
A continuación, 5.135 dice q u e n o es posible in ferir u n a situación a p artir de o tra si
aquélla es co m p letam en te diferente de ésta. ¿Q u é quiere d ecir esto? Stenius [Stenius
(1960), pp. 59-60] afirm a q u e tales estados de cosas h an de ser totalm en te diferentes
de manera que no pueda apelarse a un nexo causal entre ellos (5.136), y reconstruye así la
argum entación de W ittg en stein . S upongam os q u e hay u n d e te rm in a d o sistema S q u e
está en el estado E en el tiem p o í; si h u b iera u n v ínculo causal en tre estados de cosas
esto querría d ecir qu e podríam o s in ferir a p a rtir de lo a n te rio r q u e ese m ism o siste­
m a pasará al estado L e n P ero q u e n o haya v ín cu lo causal en tre el estado de cosas
«S está en E en f» y «S está e n E ’ e n f’» q u iere d ecir q u e am bos so n com p letam en te
diferentes, n o tie n e n c o m p o n e n te s co m u n es y, p o r consiguiente, tam p o co tie n e n fu n ­
dam entos veritativos com unes; los estados d e cosas q u e p e rte n e c e n á diferentes p u n ­
tos tem porales son ló g icam en te in d ependientes. P or ello n o p u e d o in ferir de los even­
tos presentes los futuros (5.1361). Es más, n o p u ed o afirm ar q u e sé q u e «q» (u n efec­
to) si conozco q u e «p» (la causa) (5.1362); sólo p o d ría hacerlo si el efecto fuera entra­
ñado lógicam ente p o r la causa, p e ro ya sabem os q u e n o lo es. D esd e este p u n to de
vista la superstición es la creencia en el n e x o causal, si lo e n ten d e m o s c o m o la exis­
tencia de u n a conexión necesaria en tre el p resente y el fu tu ro (no, desde luego, si lo
entendem os c o m o u n a descrip ció n de la co n tig ü id ad rep etid a de dos eventos e n dos
puntos tem porales distintos). W ittg en stein p o n e en c o n e x ió n aquí d e algún m o d o la
tesis de H u m e sobre la causalidad c o n su co n cep ció n del m u n d o c o m o la existencia
de estados d e cosas m u tu a m e n te in d ep en d ien tes e n el espacio lógico.

5.1361
No p o d e m o s inferir los eventos futuros a partir
de los presentes.
La superstición es la creencia en un nexo causal.
El libre albedrío consiste en que no se pueden
conocer ahora las acciones futuras. Pues sólo
192 LUDWIG WITTGENSTEIN

podríamos conocerlas si la causalidad fuera una


necesidad interna como la de la inferencia lógica.
— La conexión que se da entre conocimiento y
lo que se conoce es la de la necesidad lógica.
(« A sabe que p es el caso» carece de sentido si
p es una tautología.)

▼ A p ro p ó sito d e la tradicional c o n e x ió n e n tre libre alb ed río y la ig n o ran cia de


las causas de nuestras accio n es resulta in stru ctiv o el sig u ien te te x to d e la Ética de
Spinoza, p arte 2, p ro p o sic ió n X X X V , escolio: «Por tanto, la id ea q u e los ho m b res
tie n e n d e lib ertad es ésta: q u e n o c o n o c e n las causas de sus propias acciones; pues
c u an d o d ic e n q u e sus acciones d e p e n d e n de su v o lu n tad p ro n u n c ia n palabras a las
q u e n o va u n id a id ea alguna» (citado p o r B lack). P o r o tra p a rte A n sco m b e
[«A ristotle a n d th e Sea Battle», e n From Parmenides to Wittgenstein, Blackw ell, O x fo rd ,
1981, p. 54] observa q u e la necesidad lógica de la q u e habla W ittg e n ste in e n este
párrafo h a de verse e n el c o n te x to d e q u e «A sabe q u e p» sólo tie n e sen tid o para
cu a lq u ie r «p» q ue describa u n h e c h o pasado o presente, de m o d o q u e, c o m o ta m ­
b ié n sostenía A ristóteles, los h ech o s pasados y presentes so n necesarios. P ero d o n d e
«p» hace referencia a m is acciones futuras p o c o im p o rta q u e la p ro p o sició n resulte
verificada o no; «A sabe q u e p» n o co n stitu y e c o n o c im ie n to p o rq u e podría ser falsa.
Así, p o r ejem plo, «Sé qu e m añ an a h ab rá u n a batalla naval» n o p u e d e ser n u n c a una
e x p resió n d e c o n o c im ie n to p o rq u e, a u n q u e m añ an a h u b ie ra u n a batalla naval — y
m añ an a «Hay hoy u n a batalla naval» sea necesaria— h o y esta p ro p o sic ió n podría ser
falsa y, p o r co n siguiente, n o c o n taría c o m o co n o cim ien to .

5.1363 Si del hecho de que una proposición nos


resulte evidente no se sigue que es verdadera,
entonces el que nos sea evidente no es tampoco
justificación alguna para nuestra creencia en su
verdad.

5.14 Si una proposición se sigue de otra, ésta dice


más que aquélla, aquélla menos que ésta.
▼ P ues si «p » se sigue de «q» los fu n d am en to s veritativos d e «p» — su sentido—
c o n tie n e n a los de «q>>.Véanse 5.121 y 5.122.

5 .1 4 1 Si p se sigue de q y q de p , entonces éstas son


una y la misma proposición.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 193

5.142 Una tautología se sigue de todas las proposi­


ciones: no dice nada.

5.143 La contradicción es lo que es compartido por


las proposiciones y es tal que n in g u n a proposición
lo tiene en común con ninguna otra. La tautolo­
gía, es lo que es compartido por todas las proposi­
ciones que no tienen nada en común entre ellas.
La contradicción se desvanece, por así decirlo,
en el exterior de todas las proposiciones, la tau­
tología dentro de ellas.
La contradicción es el límite exterior de las
proposiciones, la tautología su insubstancial
punto medio.
▼ D ado q u e u n a tautología se sigue de c u a lq u ie r p ro p o sic ió n , las p ro p o sic io ­
nes que no tie n e n nada e n c o m ú n tie n e n la ta u to lo g ía e n c o m ú n . P ero n ó tese que,
dado que las tautologías n o dicen nada p u esto q u e a b ren to d o el espacio lógico, d ecir
que la tautología es lo q u e tie n e n e n c o m ú n todas las p ro p o sicio n es q u e nada tie ­
n e n en c o m ú n es lo m ism o q u e d e c ir q u e las p ro p o sicio n es q u e n o tie n e n nada en
c o m ú n n o tie n e n nad a e n co m ú n : la ta u to lo g ía se «desvanece» e n el in te rio r de las
proposiciones. P o r o tra parte, d e u n a c o n tra d ic c ió n se sigue c u a lq u ie r cosa y eso es
precisam ente lo q u e n in g u n a p ro p o sició n tie n e e n c o m ú n c o n otra, p u esto q u e la
co ntradicción, e n el e x trem o o p u esto d e la tau to lo g ía, c ierra el espacio ló g ic o
(W ittgenstein d ice q u e es el lím ite e x te rio r d e las p ro posiciones).

Si V r es el número de los fundamentos verita-


tivos de una proposición «r» y V r$ el número de
los fundamentos veritativos de la proposición «s»
que son al mismo tiempo los fundamentos veri­
tativos de «r», llamamos entonces a la relación V rS :
V el grado de pro b a b ilid a d que la proposición «r»
da a la proposición «s».

5.151 Sea V , en un esquema como el de 5.101, el


número de las «V» de la proposición r; V rs el
número de las « V» de la proposición s que están
„ en las mismas columnas que las « V» de la propo-
1 94 LUDWIG WITTGENSTEIN

sición r. Entonces la proposición r da a la propo­


sición s la probabilidad: V rs : V r .
a

Y W ittg e n ste in define aquí p ro b ab ilid ad c o m o u n a relación: la pro b ab ilid ad


q u e u n a d eterm in ad a p ro p o sició n confiere a otra, y explica el co n cep to m ed ian te las
relaciones e n tre los fu n d am e n to s veritativos (5.101) de am bas proposiciones. Si c o n ­
sid eram o s dos p ro p o sicio n es com puestas — p o r ejem plo, «p. q» y «p v q»— que, escri­
tas e n la n o ta c ió n p ecu liar de W ittg e n ste in , se representarían c o m o «(VFFF) (p, q)»
y «( V W F ) (p, q)», p o d em o s p re g u n ta rn o s p o r el grado d e p robabilidad q u e la p r i­
m e ra da a la segunda. Para ello n ecesitam os saber (5.15) los fu n d am en to s veritativos
d e la c o n ju n c ió n ( V ) , y los q u e am bas prop o sicio n es tie n e n e n c o m ú n ( V J . E n este
caso V = 1 y V = 1 p o r lo q u e el g rad o de p robabilidad es 1 /1 = 1. N o es éste
u n resu ltad o in esp erad o p o rq u e la c o n ju n c ió n en trañ a ló g icam en te la d isy u n ció n y
la p ro p o sic ió n en tra ñ a n te da a la en tra ñ a d a p robabilidad 1. [La certeza de la infe­
rencia lógica es u n caso lím ite d e p ro b ab ilid ad (5.512).] Si nos p reg u n tam o s ahora
p o r el g rad o de p robabilid ad q u e la segunda da a la p rim e ra te n em o s q u e V = 3
m ien tras q u e V n = 1, c o n lo q u e el g rad o d e p robabilidad resultante es 1 /3 .

5.1511 No hay ningún objeto especial que sea pecu­


liar de las proposiciones de probabilidad.
▼ Im aginem os que alguien dice: «Juan suele venir todos los d o m ingos, es probable
q u e venga». A quí la expresión «es probable» tiene q u e v er c o n lo q u e psicológicam en­
te estam os dispuestos a creer dadas nuestras experiencias pasadas c o n Ju an ; tiene q u e ver
c o n u n asunto d e h ech o y n o de lógica (la proposición a n terio r tiene q u e v e r c o n nues­
tras expectativas; si fuese u n asunto de lógica n o diría nada). C o m o h em o s visto más
atrás, es supersticioso creer que esa c o n ex ió n entre el pasado y el fu tu ro es necesaria;
p ero del m ism o m o d o qu e W ittgenstein n o prohibiría hacer enunciados causales o rd i­
narios tam p o co rechazaría los enunciados de probabilidad ordinarios; sólo puntualiza­
ría q u e su p ro p io análisis de la probabilidad es p u ram en te lógico y n o tiene nada q u e
v er c o n asuntos de hecho. Lo m ism o q u e sucede c o n las constantes lógicas, «es proba­
ble» no es representante de nada P o r ello n o tien en n in g ú n «objeto especial».

5.152 De las proposiciones que no tienen ningún


argumento veritativo en común decimos que son
independientes entre sí.
Dos proposiciones elementales se dan la una a
la otra la probabilidad 1 / 2 .
Si p se sigue de q, entonces la proposición «q »
da a la proposición «p» la probabilidad 1. La cer­
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 195

teza de la inferencia lógica es un caso límite de la


probabilidad.
(Aplicación a tautología y contradicción.)
▼ Los a rg u m e n to s veritativ o s son las p ro p o sicio n es elem en tales (5.01).
N atu ralm en te, p uesto q u e las pro p o sicio n es elem entales so n in d e p en d ien tes e n tre sí
n o p u e d e n te n e r fu n d am e n to s veritativos c o m u n es, c o n lo q u e n o te n em o s base
alguna para d e c id ir el g rad o d e pro b ab ilid ad q u e u n a confiere a la otra. E n to n c e s,
dadas dos p roposiciones elem entales cualesquiera u n a se dará a la o tra la p ro b ab ili­
dad 1 /2 . Pues dadas «(L’FK F) (p)», «(V V FF ) (q)¡> F = 2 y = 1 para la p ro b ab ili­
dad d e «¡j» dado «p»; y lo m ism o para la pro b ab ilid ad de «p» dado «q».
Si la p ro b ab ilid ad es u n a relación e n tre p roposiciones (5.15), n o hay en to n ce s
probabilidad absoluta: u n a p ro p o sic ió n n o es p o r sí m ism a n i probable n i im p ro b a ­
ble. N o obstante, cabe in te rp re ta r q u e la p robabilidad absoluta d e u n a p ro p o sició n
es la q ue le co n fiere u n a tauto lo g ía. (N a tu ralm en te, seguim os te n ie n d o u n a relació n
entre proposiciones, p ero recuérdese el estatu to especial de las tautologías, q u e n o
dicen nada.) Así, la pro b ab ilid ad absoluta d e «( V V F V ) (p, q)» [«p z> q»] sería 3 / 4 y la
de «(VFFF) (p, q)» [«p. <j»] 1 /4 . C o n lo q u e la p robabilidad absoluta d e u n a ta u to lo ­
gía sería 4 /4 = 1 y la de u n a c o n tra d ic c ió n 0 / 4 = 0.

5.153 Una proposición no es en sí ni probable ni


improbable. O un evento se da o no se da; no hay
algo intermedio.

5.154 Supongamos que en una urna hay tantas bolas


blancas como negras (y ninguna de otro tipo).
Saco una bola tras otra y las vuelvo a colocar en
la urna. Puedo entonces establecer mediante este
experimento que el número de bolas negras y
blancas sacadas se va aproximando a medida que
la extracción progresa.
E sto no es, por tanto, ningún fa ctu m matemático.
Ahora bien, si digo: el que saque una bola blan­
ca tiene la misma probabilidad que el que saque
una bola negra, esto quiere decir que todas las cir­
cunstancias que me son conocidas (incluidas las
leyes de la naturaleza hipotéticamente tomadas) no
dan m ás probabilidad a la ocurrencia de un evento
que a la ocurrencia de otro. Es decir, dan a cada
196 LUDWIG WITTGENSTEIN

una —como puede fácilmente colegirse de las


explicaciones anteriores— la probabilidad 1/ 2 .
Lo que confirmo mediante el experimento es
que la ocurrencia de ambos eventos es indepen­
diente de las circunstancias que no conozco más
que de modo somero.
5.155 La unidad de la proposición de probabilidad
es: las circunstancias —de las que, por lo demás,
sólo tengo conocimiento parcial— dan tal y cual
grado de probabilidad a la ocurrencia de un
determinado evento.
5.156 Así, la probabilidad es una generalización.
Involucra una descripción general de una
forma proposicional.
Sólo a falta de certeza usamos la probabilidad.
— Cuando no conocemos de manera com­
pleta un hecho, pero sabemos, desde luego, algo
sobre su forma.
(Una proposición puede muy bien ser una
figura incompleta de una cierta situación, pero es
siempre u n a figura completa.)
Una proposición de probabilidad es, en cierto
modo, un resumen de otras proposiciones.
▼ E sto es: u n a p ro p o sic ió n p u e d e ser u n a figura in co m p le ta d e u n a situación,
p e ro siem pre h a de ser u n a figura co m p leta d e algo; incluso si ese algo lo co n o cem o s
d e m anera incom pleta.

5.2 Las estructuras de las proposiciones están en


relaciones internas entre sí.
5.21 Podemos poner de relieve esas relaciones
internas en nuestra manera de expresión repre­
sentando una proposición como resultado de una
operación que la genera a partir de otras propo­
siciones (las bases de la operación).
TRACTATUS LOGICO-PH1LOSOPHICUS 197

5.22 La operación es la expresión de una relación


entre las estructuras de su resultado y las de sus bases.

5.23 La operación es lo que le ha de suceder a una


proposición para hacer surgir otra distinta a par­
tir de ella.
▼ 5.2 -5.23 co n tien en las consideraciones generales de W ittg en stein sobre la
noción, m uy im p o rtan te e n el Tractatus, d e «operación». U n a o p eració n , d ich o de
m anera general, nos lleva de u n a p ro p o sició n (la basé) a o tra p ro p o sició n (el resultado
de aplicar la o peración a la base). Así la o p eració n consistente en d o b lar una cantidad
nos Eeva de 2 (la base) a 4 (el resultado). El siguiente ejem plo de A n sco m b e ilustra lo
que W ittgenstein quiere d ecir c u an d o afirm a q u e las estructuras d e las proposiciones
m antienen relaciones internas en tre sí. Si to m a m o s u n a relación y su conversa — p o r
ejem plo «a es esposo de b» y «6 es esposa d e a»— p o d em o s in tro d u c ir la o p eració n
«conversión» (sim b ó licam en te C nv) y e sc rib ir p ara «b es esposa d e a» «aConvRb»
— donde «R» está p o r la relación «ser esposo de»— en lugar de «bRa» q u e hace pers­
picuas las relaciones internas en tre «a es esposo d e fe» y «fe es esposa d e a» al p o n e r de
manifiesto qu e esta últim a es el resultado d e u n a o p eració n sobre la p rim era.
B lack [Black (1964), pp. 2 5 9 -2 6 0 ] sostiene que, a pesar de q u e W ittg en stein q u ie ­
re distinguir claram ente en tre operaciones y junciones (5.25, 5.251), la diferencia e n tre
ambas es más term in o ló g ica q u e substancial: p o d em o s d ec ir q u e x 2 es u n a fu n c ió n de
x o, tam bién q u e x2 se deriva d e x p o r m e d io de la o p eració n «elevar al cuadrado». Su
in terpretación es que, al hablar d e o peraciones, W ittg en stein p rete n d e p o n e r de relie­
ve las relaciones internas en tre las estructuras de las proposiciones q u e h acen d e base
y de resultado y, de hecho, restringe la aplicación del té rm in o a tales relaciones (5.22).
Pero podía h ab er logrado el m ism o efecto c o n la expresión «función interna», p o r ana­
logía con las relaciones o las p ro p ied ad es in tern as. (Pero véase 5.234.) Para el tipo p ar­
ticular de operación e n q u e W ittg e n ste in está interesado, ver 5 .2521.

5.231 Y, naturalmente, esto de sus


propiedades formales, de las similitudes internas
de sus formas.
5.232 La relación interna que ordena una serie
equivale a la operación mediante la que un tér­
mino resulta a partir de otro.
5.233 Las operaciones sólo pueden entrar en escena
allí donde una proposición resulta de otra de un
modo lógicamente significativo. Es decir, allí
198 LUDWIG WITTGENSTEIN

donde empieza la construcción lógica de la pro­


posición.
5.234 Las funciones de verdad de las proposiciones
elementales son resultados de operaciones que tie­
nen a las proposiciones elementales como bases.
(Llamo a estas operaciones, operaciones veritativas.)
▼ Si cualquier proposición es u n a fu n c ió n de verdad de p roposiciones e lem en ­
tales (5), se sigue a p artir de 5.234 que todas las proposiciones son el resultado de o p e ­
raciones veritativas co n proposiciones elem entales c o m o base (5.3). A nscom be
[A nscom be (1959), pp. 118-119] sostiene q u e este párrafo señala u n a diferencia radi­
cal entre u n a función de verdad (operación veritativa) y u n a fu n ció n o rd in aria c o m o
<px. U n a fu n ció n de este últim o tipo, en tanto que es función d e nom b res, expresa
algo, caracteriza tan to una fo rm a c o m o u n co n ten id o . Pero si la o c u rren cia d e una
o p eració n no caracteriza el sentido de u n a p roposición (sólo el resultado lo hace)
(5.25), entonces el signo de u n a o p eració n n o sólo n o está p o r nada sino q u e ni tan
siquiera señala u na form a; señala u n a diferencia entre form as. P ues si, te n ie n d o c o m o
base las proposiciones «p», «q» llevo a cabo la o p eració n de disy u n ció n y o b te n g o
c o m o resultado «p v q», y esta pro p o sició n puedo escribirla también c o m o resultado de la
o p eració n consistente e n la neg ació n de la o p eració n de p o n e r e n c o n ju n c ió n las dos
proposiciones negadas ~(~p. ~q), se sigue q u e la m era aparición de «v», «~» o «.» no
p u e d e ser u n a m arca distintiva del sentido d e la proposición.

5.2341 El sentido de una función de verdad de p es


una función del sentido de p .
La negación, la suma lógica, el producto lógi­
co, etc., etc., son operaciones.
(La negación invierte el sentido de la propo­
sición.)

5.24 Una operación se muestra a sí misma en una


variable; muestra cómo se puede pasar de una
forma de proposición a otra.
Da expresión a la diferencia entre las formas.
(Y lo que es común a las bases y al resultado
de una operación son justamente las bases.)
5 .2 4 1 Una operación no caracteriza ninguna forma,
sino sólo la diferencia entre las formas.
TRACTATUS LOGICO-I’HILOSOPHICUS 199

5.242 La misma operación que da lugar a «q» a par­


tir de «p», da lugar también a «r» a partir de «q», y
así sucesivamente. Esto sólo puede expresarse así:
«p», «q », «r», etc., son variables que dan expresión
de modo general a ciertas relaciones formales.

La ocurrencia de una operación no caracteri­


za el sentido de la proposición.
Por cierto, una operación no enuncia nada, es
sólo su resultado el que lo hace, y esto depende
de las bases de la operación.
(Operaciones y funciones no deben confun­
dirse entre sí.)

5 251 Una función no puede ser su propio argu­


mento; ahora bien, el resultado de una operación
puede convertirse en su propia base.

5.252 Sólo de esta manera es posible la progresión


de un término a otro en una serie de formas (de
un tipo a otro en las jerarquías de Russell y
Whitehead). (Russell y Whitehead no admitían la
posibilidad de esta progresión pero, una y otra
vez, hicieron uso de ella.)
▼ A lfred N o r th W h ite h e a d (1 8 6 1 -1 9 4 7 ), filósofo y m a te m á tic o b ritá n ic o , fue
m iem bro del T rin ity C o lleg e, C a m b rid g e , e n tre 1884 y 1911 d o n d e B e rtra n d
R ussell fue u n o de sus más distinguidos alu m n o s. E n tre 1900 y 1911 am b o s co la­
b o raro n e n la re d a c c ió n d e los tres p rim ero s v o lú m e n e s d e Principia Mathematica
(el cuarto n u n c a llegó a aparecer) e n los q u e se in te n ta b a d e m o s tra r q u e las m a te ­
máticas p o d ía n d e d u cirse d e p rin cip io s p u ra m e n te ló g ic o s. W h ite h e a d e n se ñ ó
tam bién e n las universidades de L ondres y H a rv a rd , d o n d e d esarrolló su o b ra en
filosofía d e la cien c ia cuyos hitos son The Concept o f N ature (1920) y Process and
Reality (1929).
A nscom be [A nscom be (1959), p. 130] señala q u e la q u eja d e W ittg e n ste in se
debe a q u e e n Principia Mathematica R ussell y W h ite h e a d h a c e n uso d e series for­
males en las q u e las proposiciones c o m p o n e n te s p e rte n e c ía n a distintos tipos ló g i­
cos y, por tanto, n o p o d ían fo rm a r una serie ú n ic a d e a c u erd o c o n sus p ropios p rin ­
cipios. El ax io m a de reducibilidad sería u n e jem p lo e n el q u e se pasa, de m o d o ile­
gítimo, de propiedades de individuos a individuos.
20 0 LUDWIG WITTGENSTEIN

5.2521 A la aplicación reiterada de una operación a


su propio resultado la llamo su aplicación sucesi­
va («O5O’O’a» es el resultado de tres aplicaciones
sucesivas de «O’^» a «a»).
Hablo, en un sentido similar, de aplicaciones
sucesivas de varias operaciones a un cierto núme­
ro de proposiciones.
▼ W ittg e n s te in está interesado esp ecialm en te p o r las o peraciones q u e to m a n su
p ro p io resu ltad o c o m o base para realizar sobre ella u n a nueva o p eració n . Así, apli­
c an d o la o p e ra c ió n O 'E a a o b te n e m o s O ’a (el signo «£» es u n a variable para e x p re ­
siones). Si rep etim o s la o p e ra c ió n 0 ’£ sobre O ’a o b te n e m o s O ’O ’a; si rep etím o s la
o p e ra c ió n to m a n d o este ú ltim o resultado c o m o base o b te n e m o s O ’O ’O ’a, y así
sucesivam ente. D e h echo, W ittg e n ste in hace equivaler el co n c e p to de aplicación
sucesiva de u n a o p e ra c ió n y el c o n c e p to «así sucesivam ente» (5.2523). D ad o q u e el
sim b o lism o d istin g u e claram ente o p eracio n es y relaciones, el apostrofe q u e sigue a
los sím bolos de o p e ra c ió n parece ser red u n d an te.

5.2522 Escribo entonces el término general de una


serie de formas a, O ’a, O ’O ’a,... así: «[a, x , O’a:]».
Esta expresión que va entre corchetes es una varia­
ble. El primer término de la expresión que va entre
corchetes es el comienzo de la serie de formas, el
segundo es la forma de un término x cualquiera de
la serie y el tercero la forma de aquel término de la
serie que sigue inmediatamente a x .
▼ V éase 4 .1 2 7 3 , d o n d e se explica c ó m o p ro c e d e la ex p resió n d e u n té rm in o
g en eral d e u n a serie de form as.

5.2523 El concepto de aplicación sucesiva de la


operación equivale al concepto «y así sucesiva­
mente».
5.253 Una operación puede contrarrestar el efecto
de otra. Las operaciones pueden neutralizarse
entre sí.
T V éase 5 .2 5 4 para u n ejem p lo d e lo an terio r.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 201

5.254 Una operación puede desaparecer (por ejem­


plo, la negación en «~ ~ p » ; ---- p = p ).

Todas las proposiciones son resultados de ope­


raciones veritativas con proposiciones elementa­
les.
Una operación veritativa es el modo y mane­
ra en que una función de verdad resulta a partir
de proposiciones elementales.
Según la esencia de las operaciones veritativas,
de la misma manera que de las proposiciones ele­
mentales surge su función de verdad, así también
de las funciones de verdad surge una nueva fun­
ción de verdad. Toda operación veritativa genera,
a partir de funciones veritativas de proposiciones
elementales, otra función de verdad de proposi­
ciones elementales, una proposición. El resultado
de toda operación veritativa que tiene como base
los resultados de operaciones veritativas con pro­
posiciones elementales es, de nuevo, el resultado
de u n a operación veritativa con proposiciones
elementales.
Toda proposición es el resultado de operacio­
nes veritativas con proposiciones elementales.
▼ E l q ue todas las p ro p o sicio n es sean resultados d e o p eracio n es veritativas c o n
proposiciones elem entales se colige fácilm en te a p a rtir d e 5 y 5.234. Este párrafo
aplica sim p lem en te el c o n c e p to d e o p e ra c ió n reiterada a las fu n cio n es de verdad.

Los esquemas de 4.31 tienen significado


incluso cuando «p », «q», «r», etc., no son proposi­
ciones elementales.
Y es fácil ver que el signo preposicional de
4.442 expresa una única función de verdad de
proposiciones elementales incluso cuando «p» y
«q» son funciones de verdad de proposiciones ele­
mentales.
202 LUDWIG WITTGENSTEIN

5.32 Todas las funciones de verdad son resultados


de aplicaciones sucesivas a proposiciones elemen­
tales de un número finito de operaciones verita-
tivas.
▼ E sto es: la c o n s tru c c ió n d e u n a p ro p o sic ió n a p a rtir d e prop o sicio n es ele­
m entales p o r m ed io de u n a o p e ra c ió n tien e carácter finito; a u n q u e ten g am o s siem ­
p re la posibilidad d e seg u ir d a n d o nuevos pasos q u e nos p e rm ite n o b te n e r u n a
nueva p ro p o sició n al aplicar la o p e ra c ió n al resultado co n seg u id o , e n cada paso que
dam os o b te n e m o s u n a p ro p o sic ió n .

Queda de manifiesto aquí que no hay «obje­


tos lógicos», «constantes lógicas» (en el sentido de
Frege y de Russell).
▼ V éanse 4 .0 3 1 2 , 4.0621 y 4.441 para las o bservaciones an terio res sobre la in e ­
xistencia de objetos lógicos.

5.41 Pues: todos los resultados de operaciones veri-


tativas con funciones de verdad que son una y la
misma función de verdad de proposiciones ele­
mentales, son idénticos.
5 42 Es evidente que v, z>, etc. no son relaciones en
el sentido en que derecha, izquierda, etc., lo son.
La interdefinibilidad de los «signos primitivos»
de Frege y Russell basta para mostrar que éstos
no son tales signos primitivos y, más aún, que no
designan relación alguna.
Y queda patente que el «o» que definimos
mediante «~» y «v» es idéntico a aquél mediante el
que definimos «v» con la ayuda de «~», y que éste
«v» es idéntico al primero, y así sucesivamente.
▼ W ittg en stein considera aquí las interdefiniciones d e las conectivas lógicas
c o m o u n a razón adicional para n egar que haya objetos lógicos. Así, hay una operación
q u e da lugar a «p d q» te n ie n d o c o m o base «p» y «q» q u e e n la n o ta c ió n de W ittgenstein
se representa c o m o « ( W F V ) (p, q)». U n a operació n distinta es la que, sobre la misma
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 203

base, da lugar a «~p v q». Si la escribim os en n o tació n w ittgensteiniana « (V V F V ) (p, q)»


resulta claro que su sentido es id én tico al de la anterior. Es ahora p aten te q u e lo que
parecían ser dos funciones distintas son u n a y la m ism a fu n ció n de verdad. Pero e n to n ­
ces <o» puede definirse en térm in o s de «~» e «v» y viceversa, y todas estas conectivas
que tienen el aspecto de ser diferentes, e n realidad son la m ism a en todos los casos.
(5.141). E n consecuencia, n o son signos prim itivos, pues el q u e u n signo sea capaz de
definición m uestra q ue no se ha analizado hasta sus últim as consecuencias (5.451).
Además, dado que son interdefinibles, ¿cuál de ellos sería el prim itivo? T am p o co desig­
nan relación alguna; W ittgenstein p o n e el ejem plo de «a la d erecha de», «a la izquier­
da de» qu e son signos genuinos d e relaciones en tre objetos. Pero si «v» o <o» designa­
sen una relación, ¿entre qu é se daría tal relación? N ó te se q u e sería absurdo pensar que
se da entre, p o r ejem plo, proposiciones elem entales, pues una p ro p o sició n es u n signo
proposicional usado co m o proyección de u n a situación posible.

5 43 Resulta difícil de creer, incluso a primera


vista, que de un hecho p hayan de seguirse infi­
nitos otros, a saber:---- p , ------- ~ p , etc. Y no es
menos extraordinario que el número infinito de
las proposiciones de la lógica (de la matemática)
se siga de media docena de «leyes primitivas».
Pero todas las proposiciones de la lógica dicen
lo mismo. A saber: nada.
▼ Si las conectivas funcio n asen c o m o n o m b re s d e o b jeto s lóg ico s se seguiría la
extraordinaria consecuencia q u e W ittg e n ste in señala (véase el m ism o p u n to en 5.44
sobre «p» y «— p»), Al n o ser las co n stan tes lógicas rep resen tan tes de nada, todas las
proposiciones de la lógica d ic e n lo m ism o (a saber; nada). P o r co n sig u ien te, todas
ellas están al m ism o nivel y, p o r tan to , n o hay, c o m o pensaban F rege y R ussell, p ro ­
posiciones esencialm ente prim itivas n i p ro p o sicio n es esen cialm en te derivadas.

5.44 Las funciones de verdad no son funciones


materiales.
Si se puede generar una afirmación mediante
doble negación, ¿está ya contenida la negación —en
algún sentido— en la afirmación? ¿Es que «~ ~ p »
niega ~ p , o más bien afirma p? ¿O quizás ambas
cosas?
La proposición «----p» no trata de la negación
como si ésta fuera un objeto; más bien, la posibi­
204 LUDWIG WITTGENSTEIN

lidad de la negación está ya prejuzgada en la afir­


mación.
Y si hubiera un objeto que se llamase «~»,
entonces «~ ~ p » debería decir algo diferente de
«p». En ese caso, una proposición trataría justa­
mente de ~ mientras que la otra no.
5.441 Esta desaparición de las constantes lógicas
aparentes sucede también si «~(qx). ~ fx » dice lo
mismo que «(x ) . f x » o << (^x).fx. x — a» lo mismo
que «fa».
▼ Pues el cu an tificad o r universal [(x ).fx \ p u e d e definirse e n té rm in o s d el p a r-
tic u larizad o r y la n eg ació n f~(3x). ~fx] y viceversa. P o r o tra p a rte si «fa» es v erd ad e­
ra, se sigue «(b x ) .fx . x = a», e inversam ente.

5.442 Si se nos da una proposición se nos ha dado


también con ella los resultados de todas las opera­
ciones veritativas que la tienen como base.

5.45 Si hay signos lógicos primitivos, entonces una


lógica correcta tiene que poner en claro sus posi­
ciones relativas y justificar su existencia. La cons­
trucción de la lógica a p a rtir de sus signos primi­
tivos tiene que llegar a clarificarse.

5.451 Si la lógica tiene conceptos primitivos, éstos


han de ser independientes entre sí. Si se ha intro­
ducido un concepto primitivo, ha de introducir­
se en todas las combinaciones en las que, de algún
modo, aparezca. Por consiguiente, no se le puede
introducir primero para u n a combinación y des­
pués, nuevamente, para otra. Por ejemplo, una vez
que se ha introducido la negación, tenemos que
entenderla tanto en proposiciones de la forma
«~p», como en proposiciones como « ~ (p v q)»,
«(gx). ~ fx » , etc. No nos está permitido introdu­
TRACTATUS LO G ICO -PH ILO SO PH ICU S 205

cirla p rim e ro para u n a clase de casos y, a c o n ti­


n u a c ió n , para otra, p u es e n to n c e s sería d u d o so si
su significado era el m ism o e n los dos casos y n o
habría razó n alguna p ara usar, e n am bos casos, el
m ism o m o d o de c o m b in a r los signos.
(D ic h o c o n brevedad: p ara la in tro d u c c ió n de
los signos p rim itiv o s vale, m u t a t i s m u t a n d i s , lo
m ism o q u e F rege dijo ( L e y e s f u n d a m e n t a l e s d e la
a r i t m é t i c a ) para la in tro d u c c ió n d e signos p o r
m e d io d e d efiniciones.)

T Véase 5.42 para la necesidad d e que en las interdefiniciones los signos defini­
dos sean idénticos. E n este párrafo W ittgenstein establece los rasgos que han de ten e r
los conceptos prim itivos de la lógica en el caso de q u e haya tal cosa. P or una parte,
han de ser independientes entre sí, pues si cabe la posibilidad de q u e se p u ed an definir
unos en térm in o s otros n o serían prim itivos ni indefinibles. P or o tra parte, la in tro ­
ducción de conceptos debe hacerse «de golpe» — c o m o lo q u e p u e d e decirse d e la
form a de todas las proposiciones (5.47)— ; n o es admisible utilizar definiciones par­
ciales que no fu n cio n en de la m ism a m anera — c o m o si se p u d ieran in tro d u cir reglas
para m over las piezas de ajedrez q u e funcionaran de m o d o distinto según la situación
de la partida— .A nscom be [A nscom be (1959)], pp. 143-144) p o n e el ejem plo siguien­
te com o objeto d e la queja d e W ittgenstein: R ussell y W h ite h e a d in tro d u cen siem pre
las conectivas «~» y «v» para su uso co n cuantificadores, m ientras q u e m uchos lógicos
m odernos las in tro d u cen c o n u n a m era explicación v eritativo-fúncional y después las
usan co n los cuantificadores p o n ie n d o «cara de n o h ab er ro to u n plato» (5.452). Pero
si introducim os «v» m eram en te en térm inos veritativo-funcionales, se necesita hacer
una in tro d u cció n nueva para los casos co m o (x). (f>x v i¡)x, pues aquí el disy u n to r n o
está u n ien d o expresiones q u e ten g an valor de verdad ya q u e <j)x y tf/x so n funciones
preposicionales. P o r o tra parte, B lack co necta la alusión a Las leyes fundamentales de la
aritmética de Frege c o n la siguiente cita: «U na definición d e u n co n c e p to (de u n posi­
ble predicado) tiene q ue ser com pleta; tiene q u e d eterm in ar de m anera n o am bigua
respecto de cualquier o b jeto si cae o n o bajo el co n cep to (si el predicado es verdade­
ram ente aseverable de él) [...]. A h o ra bien, de esto se sigue q u e el p ro ced im ien to favo­
rito de los m atem áticos, la definición p o r etapas, es inadmisible.»

5.452 La in tro d u cció n de u n nuevo dispositivo e n el


sim bolism o de la lógica tien e q u e ser siem pre u n
suceso p reñ ad o de consecuencias decisivas. E n ló g i­
ca n o se p u e d e in tro d u cir n in g ú n nuevo dispositivo
entre paréntesis o e n n o ta al m arg en — co n , p o r así
decirlo, cara de n o h ab er ro to n u n ca u n p lato -—.
206 LU D W IG W ITTGENSTEIN

(Así, e n los P r in c ip ia M a t h e m a t i c a de R u ssell y


W h ite h e a d ap arecen d efiniciones y leyes p rim iti­
vas puestas e n palabras. ¿P or q u é ap arecen palabras
aquí, d e so p etó n ? E sto exigiría u n a justificación.
Tal ju stific a c ió n está au sen te y ha de estar ausente,
p u e sto qu e, de h ech o , esta m an era de p ro ced e r n o
está p erm itid a.)
P ero si la in tro d u c c ió n d e u n n u ev o dispositi­
vo resultase n ecesaria e n alg ú n lugar, u n o ha de
p reg u n ta rse d e in m ed iato : ¿d ó n d e h a de em p lear­
se s i e m p r e este dispositivo? H a d e clarificarse pues
su situ a c ió n e n la ló gica.

▼ L a m e n c ió n d e los paréntesis es, según Black, u n a posible alusión al m o d o de


h a b lar d e los fen o m en ó lo g o s: la a d o p c ió n d e u n a su p o sició n sin co m p ro m e te rse co n
ella.

5 .4 5 3 T o d o s los n ú m e ro s d e la ló g ica tie n e n q u e


p o d e r ju stificarse.
O m ás b ie n : tie n e q u e resu ltar q u e e n ló g ica
n o h ay n ú m e ro s.
N o h ay n in g ú n n ú m e ro q u e te n g a p re e m i­
n e n c ia alg u n a so b re o tro.
▼ D a d o q u e n o hay «objetos lógicos» n o cabe h a b lar d e contarlos, n i de q u e u n
c o n ju n to de esos o b jeto s ten g a p reem in e n c ia sobre otros. P o r eso tam p o c o p u ed e
h a b e r e n ló g ica clasificación alg u n a n i algo m ás gen eral o m ás especial (5.454).
A p arece aq u í d e n u ev o la idea d e q u e las p ro p o sicio n es d e la ló g ica están todas al
m ism o nivel.

5 .4 5 4 E n ló g ic a n o hay v e cin d ad , n o p u e d e h a b e r
clasificación alguna.
E n ló g ic a n o p u e d e h a b e r algo m ás g en eral ni
algo m ás especial.

5 .4 5 4 1 Las so lu cio n es a los p ro b lem as ló g ico s tie n e n


q u e ser sencillas, p u es so n ellas las q u e establecen
el están d a r d e sencillez.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 207

Los h o m b re s h a n te n id o siem p re el p re s e n ti­


m ie n to de q u e ha de h a b e r u n d o m in io d e p re ­
guntas cuyas respuestas — a p r i o r i — so n s im é tri­
cas y se e n c u e n tra n ag ru p ad as e n u n a c o n fo rm a ­
c ió n cerrad a, regular.
U n á m b ito e n el q u e valga el p rin c ip io :
S i m p l e x s i g i l l u m v e r i.

Y La idea de q u e el m u n d o p resenta u n o rd e n a priori n o es sólo u n rasgo carac­


terístico de la lógica. La m etafísica clásica está fascinada ta m b ié n p o r la idea de sis­
tem a, p o r el d o m in io de preg u n tas q u e tie n e n respuestas a priori q u e «son sim é tri­
cas y se en c u e n tra n agrupadas e n u n a c o n fo rm a c ió n cerrada, regular».
«La sim plicidad es el sello de la verdad», aforism o q ue usaba c o m o divisa el
m édico y profesor de b o tán ica y m ed ic in a en la U n iv ersid ad d e L eyden (H olanda)
H erm án B oerhaave (1668-1 7 3 8 ). A B oerhaave se le atrib u y e la in stau rac ió n d e la
enseñanza de la m ed icin a m ed ian te clases prácticas al lado de los pacientes. Su fam a
llegó a ser e n o rm e en to d a E u ro p a y d ejó u n a im p ro n ta m u y d u rad era e n la ense­
ñanza de la m ed icin a, de m o d o p artic u la r e n E scocia, A lem an ia y e n la p ro p ia V iena.

5.46 Si se in tro d u je ra n c o rre c ta m e n te los signos


ló g ico s, se in tro d u c iría n ya al m ism o tie m p o el
s e n tid o de to d as sus c o m b in a c io n e s; p o r c o n si­
g u ie n te , n o sólo «p v q » , sino ta m b ié n «~(p v ~^)»,
etc. T a m b ié n se te n d ría n q u e h a b e r in tro d u c id o al
m ism o tie m p o el efec to d e to d as las posibles
c o m b in a c io n e s d e p arén tesis.Y c o n ello se h ab ría
p u e s to e n claro q u e los signos p rim itiv o s g e n e ra ­
les p ro p ia m e n te d ic h o s n o so n « p v q » , « ( ^ x ) . f x » ,
etc., sin o la fo rm a m ás g en era l d e sus c o m b in a ­
cio n es.
T E n 5.451 W ittg en stcin defiende q u e si se in tro d u ce en lógica u n co n cep to
genuinam ente prim itivo, ha de in troducirse co n reglas q u e valgan para cualquier c o m ­
binación en la q u e aparezca. S upongam os p o r u n m o m e n to q u e las conectivas lógicas
y los cuantificadores fueran signos g en u in am en te prim itivos; al introducirlos necesita­
ríamos tam bién in tro d u cir d e u n a vez reglas para los paréntesis q u e incluyeran los
efectos de todas sus posibles com binaciones. Pero entonces esto m ostraría a las claras
que las conectivas y los cuantificadores n o son signos prim itivos, pues las distintas posi­
ciones de los paréntesis también tie n e n influencia en el sentido total de las expresiones
en las que aparecen. D e m o d o q u e u n a característica del sim bolism o nos m uestra n u e ­
vamente u n rasgo real d e las conectivas: q u e son pseudorrelaciones (5.461).
208 LU D W IG W ITTGENSTEIN

5.461 Es p le n a m e n te significativo el h e c h o ap are n ­


te m e n te irre le v a n te d e q u e las p se u d o rre la c io n e s
lógicas, c o m o v y D, al c o n tra rio q u e las rela cio ­
nes reales, n e c e site n p aréntesis.
D e h e c h o , el u so d e parén tesis c o n esos signos
a p a re n te m e n te p rim itiv o s in d ica ya q u e éstos n o
son re a lm e n te signos p rim itiv o s. Y, c ie rta m e n te ,
n a d ie c ree rá q u e los paréntesis tie n e n u n signifi­
cad o in d e p e n d ie n te .

5 .4 6 1 1 L os sig n o s de o p erac io n es ló g icas so n signos


de p u n tu a c ió n .

▼ Si escribim os «p o «q» c o m o «(W F V ) (p, q)» podem os v er gráficam ente q u e lo


q u e esta o p eración sobre «p » y «q» señala es u n a disposición particular de los valores que
to m a n cada u n a de las asignaciones veritativas de la pareja de proposiciones elem enta­
les «p» y «q», aquello d e lo q u e trata el com plejo. P o r ejem plo, «p v q» señala otra dis­
posición para las mism as proposiciones elem entales «( V W F ) (p, q)» que, naturalm ente,
tiene efectos para su sentido. C om párense, p o r ejem plo, las expresiones «es u n a santa
católica y apostólica» c o n «es una, santa, católica y apostólica»: ambas expresiones con­
tienen lo mismo, pero los signos de p u n tu ació n (o la ausencia de ellos) hacen cam biar el
sentido del com plejo. A la vista de esto, considérese, p o r ejem plo, la diferencia e n tre «~p
. q» y «~(p . q)» y nos darem os cu en ta de cuán cerca están los paréntesis tanto de los sig­
nos de p u n tu ació n c o m o de los signos d e operaciones lógicas.

5 47 Es claro q u e to d o lo q u e, d e cu a lq u ie r m o d o ,
p u e d e d ecirse d e a n te m a n o sobre la fo rm a d e todas
las p ro p o sicio n es, tie n e q u e p o d e r decirse d e g o lp e .
E n u n a p ro p o s ic ió n e lem en tal están c o n te n id a s
ya to d as las o p e ra c io n e s lógicas. P u e s «fa» d ic e lo
m ism o q u e
« ( B x ) .f x . x = fa » .

D o n d e h ay c o m p o sic ió n , hay ta m b ié n a rg u ­
m e n to y fu n c ió n , y, d o n d e éstos están , te n e m o s ya
todas las c o n stan tes lógicas.
P o d ría d ecirse: la ú n ic a c o n sta n te ló g ic a es la
q u e t o d a s las p ro p o sic io n e s, p o r su p ro p ia n a tu ra ­
leza, tie n e n e n c o m ú n e n tre sí.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO P H IC U S 209

Pero esto es la fo rm a g en eral d e la p ro p o s i­


ció n .

V Véase 4.5 para el inicio del tra ta m ie n to de la fo rm a gen eral d e la p ro p o si­


ció n y, m ás adelante, 6 -6 .0 1 . El párrafo sig u ien te, 5 .4 7 2 , es un a re fo rm u la c ió n d e la
últim a p ro p o sició n de este párrafo.

5.471 La fo rm a g en era l d e la p ro p o s ic ió n es la esen ­


cia d e la p ro p o sic ió n .

T V éase 3.341: lo q u e es esencial a la p ro p o sic ió n es lo q u e tie n e n e n c o m ú n


todas las proposiciones q ue p u e d e n expresar el m ism o sentido.

5.4711 D a r la esencia d e la p ro p o s ic ió n q u ie re d e c ir
d a r la esencia d e to d a d esc rip c ió n , p o r ta n to la
esencia del m u n d o .

▼ P ues si dam os la esencia de to d a p ro p o sic ió n , dam os lo q u e to d a p ro p o sic ió n


ha de te n e r e n c o m ú n c o n lo q u e es el caso, los h e c h o s, para p o d e r figurarlos. D a d o
que el m u n d o es lo qu e es el caso, d a r la esencia d e to d a p ro p o sic ió n es d a r la esen­
cia del m u n d o .

La d esc rip c ió n d e la fo rm a m ás g e n e ra l d e la
p ro p o sic ió n es la d e sc rip c ió n del ú n ic o sig n o p r i ­
m itiv o g en eral d e la ló g ica.

5.473 La lóg ica h a d e p re o c u p a rs e d e sí m ism a.


U n signo p o s i b l e tie n e ta m b ié n q u e p o d e r
te n e r significación. T o d o lo q u e es p o sib le e n
ló g ica, ta m b ié n está p e rm itid o . («Sócrates és
idén tico » n o q u ie re d e c ir n ad a p o rq u e n o h ay
p ro p ie d a d alg u n a d e n o m in a d a «idéntico». La p ro ­
p o sició n es u n sin se n tid o p o rq u e n o h e m o s c o n ­
ce rta d o resp ecto d e ella n in g u n a d e te rm in a c ió n
arb itraria, p e ro n o p o r q u e e n sí y p o r sí el sím ­
b o lo fuera ileg ítim o .)
2 1O LU D W IG W ITTGENSTEIN

En cierto sentido, no podemos cometer erro­


res en lógica.

▼ La fam osa observación de q u e la lógica debe preocuparse de sí m ism a está p re ­


sente de u n a u o tra fo rm a a lo largo del Tractatus y perten ece a la m ism a constelación
q ue las afirm aciones de W ittg en stein acerca de, p o r ejem plo, la form a lógica. U n a p ro ­
posición tiene u na fo rm a lógica que, a su vez, refleja la form a lógica de los hechos. Es
cierto q u e para q ue u n a proposición tenga sentido es necesario que existan correla­
ciones entre los elem entos constituyentes de las proposiciones elem entales — los n o m ­
bres— y los objetos; estas correlaciones p u e d e n m u y b ie n ser convencionales, pero
esto n o hace q u e la estructura lógica d e la pro p o sició n form ada p o r la concatenación
de n om bres sea también convencional pues, u n a vez q u e hem os fijado el significado de
los signos, la cuestió n de có m o se va a usar el signo e n el futuro ya n o es co nvencio­
nal, sino qu e viene dictada p o r la lógica. D ic h o de otra m anera: n o está en nuestras
m anos el decidir q u é reglas van a g o b ern ar el uso de los signos, pues sólo podem os
usar para hacer figuras de los hechos aquellas que reflejan la estructura lógica del
m u n d o . E l qu e la lógica deba preocuparse de sí m ism a es sólo una m anera incisiva de
d e c ir q u e n o p o d em o s entro m etern o s — estableciendo convenciones o to m ad o deci­
siones arbitrarias— e n la lógica. D e l m ism o m o d o , tam poco p o d em o s inm iscuirnos
e n la esencia de la figuración. Es en este sentido e n el q u e n o podem os c o m e te r e rro ­
res en lógica. ¿Q u é sucede entonces c o n la prop o sició n «Sócrates es idéntico»? Stenius
[Stenius (1960), pp. 192 ss.] defiende q u e lo q u e probablem ente quiere d ecir
W ittg en stein es q u e n o hay necesidad de afirm ar que esta prop o sició n es incorrecta
d e acuerdo c o n la sintaxis lógica. La razó n p o r la q u e esta proposición es u n sinsenti­
d o resulta del h e c h o de q u e n o le h em o s asignado u n significado e n esta combinación
sintáctica particular. E fectivam ente, «idéntico» sí tiene u n significado cuan d o se usa en
ciertas co m binaciones sintácticas, p ero d e ahí n o se sigue que lo tenga e n cualquier
c o m b in ació n sintáctica, pues el cam bio d e co m b in ació n sintáctica exige cam bio de
sim bolización. E sto es lo q u e tie n e q u e su ced er en u n lenguaje q u e tenga sintaxis ló g i­
ca — a u n q u e n o siem pre suceda e n el lenguaje o rdinario— de m o d o q u e el filósofo
q u e trabaja c o n estos lenguajes p uede c o m e te r errores de bulto si pasa p o r alto esta
circunstancia. Pero e n u n lenguaje q u e tenga sintaxis lógica sim plem ente n o es posi­
ble q u e aparezcan proposiciones c o m o «Sócrates es idéntico» pues eso qu erría decir
q u e ten em o s u n signo cuyo significado n o encaja c o n su fu n ció n sintáctica y eso es
lo m ism o q u e d ecir q u e tal lenguaje n o tie n e sintaxis lógica. P uesto q u e n o p odem os
d ar a u n signo u n sentido in co rrecto (5.4732), se sigue que, en este sentido, tam poco
p o d em o s c o m eter errores en lógica.

5 .4 7 3 1 La ev id en cia in e lu d ib le, de la q u e ta n to h abló


R u ssell, sólo p u e d e llegar a ser su p erflu a e n ló g i­
ca p o rq u e el p ro p io le n g u aje evita to d o e rro r
ló g ico . — Q u e la ló g ic a sea a p r i o r i co n siste en
q u e n o s e p u e d e p en sar n ad a ilógico.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO P H IC U S 21 1

5 .4732 N o p o d e m o s d ar a u n sig n o u n s e n tid o in c o ­


rrecto .

5.47321 La divisa d e O c c a m n o es, d esde lu e g o , u n a


regla a rb itraria o u n a regla q u e alcan ce ju stific a ­
c ió n p o r su éx ito p ráctico : su in te n c ió n es d e c ir
q u e las u n id a d es d e u n sistem a d e signos q u e so n
in n e c e s a r ia s n o significan nada.
Los signos q u e cu m p len u n a y la m is m a finalidad
son ló g icam en te equivalentes, y los q u e n o cu m p len
finalidad a lg u n a carecen ló g icam en te de significado.

▼ V éase 3 .3 2 8 para el sen tid o de la divisa d e O c c a m : el c rite rio de significati-


vidad co m o aplicación d e los signos.

5.4733 F reg e dice: c u a lq u ie r p ro p o s ic ió n le g ítim a ­


m e n te fo rm a d a tie n e q u e te n e r u n sen tid o ; y yo
digo: c u a lq u ie r p ro p o sic ió n p o sib le está le g ítim a ­
m e n te fo rm ad a , y si n o tie n e s e n tid o esto sólo
p u e d e ser co n se c u e n c ia d e q u e n o h e m o s d ad o
s ig n if ic a d o a alg u n a d e sus p artes co n stitu y en tes.
(In clu so si creem o s h a b é rse lo dado.)
A sí p u es, «Sócrates es id é n tico » n o d ic e n ad a
p o rq u e n o h e m o s d a d o a la p alab ra «idéntico»
n i n g ú n significado c o m o a d j e t i v o . P u es, c u a n d o
ap arece c o m o sig n o de id e n tid a d , sim b o liza d e
u n m o d o y m a n e ra c o m p le ta m e n te d istin to s — la
re la c ió n d e sig n ificació n es d ifere n te— ; p o r ello,
el sím b o lo ta m b ié n es c o m p le ta m e n te d istin to e n
los dos casos: am b o s sím b o lo s tie n e n e n c o m ú n
sólo, y p o r u n acc id en te, el signo.

▼ O b serv ació n co n ectad a c o n 5.473. N u e v a m e n te , n o h e m o s de d a r p o r sen ­


tado que se le h a d ado u n significado a «idéntico» en cu a lq u ie r c o m b in a c ió n sin­
táctica p o rq u e se lo hayam os d ad o e n u n a co m b in a c ió n sintáctica particular. E n u n
lenguaje ló g icam en te p ersp ic u o ten d ríam o s signos distintos para su ap arició n en
com binaciones sintácticas distintas d o n d e el signo es diferentes sím bolos, y es ju sta ­
m ente p o r eso p o r lo q u e n o hay p o sibilidad d e erro r. P ero en el len g u aje o rd in a­
212 LU D W IG W ITTGENSTEIN

rio , la diferen cia e n los sím bolos n o está reflejada en los signos y p o d em o s creer fal­
sam en te — de ahí el p elig ro filosófico— q u e signos q u e accid en talm en te co in cid en
y qu e, d e h ech o , so n sím bo lo s distintos, son sin e m b a rg o siempre el m ism o sím bolo.
Si eso sucede, te n e m o s sinsentidos y su ra zó n d e ser es q u e creem os e rró n e a m e n te
q u e h e m o s d ado significado a u n a d e las partes constitutivas de la p ro p o sició n cu an ­
d o n o se la h em o s d ado (o se la h e m o s d a d o para su ap a ric ió n en d ete rm in a d a c o m ­
b in a c ió n p a rtic u la r). Así, e n «Sócrates es idéntico» creem o s q u e h em o s dado signifi­
cado a «idéntico» c o m o adjetivo y sólo se lo h e m o s d ad o c o m o signo d e id entidad.

5 .4 7 4 E l n ú m e ro d e o p e ra c io n e s fu n d am en tales
necesarias d e p e n d e s ó lod e n u estra n o ta c ió n .

▼ P u esto q u e p o d e m o s e leg ir e n tre distin to s tipos d e n o tació n , tal elección


conlleva ta m b ié n la d e te rm in a c ió n d e las o p eracio n es fundam entales en esa n o ta ­
ció n . Y esto q u ie re d e c ir q u e n o hay o p eracio n es esen cialm en te fu ndam entales y
e sen cialm en te derivadas, sino q u e sólo son fu n d am en tales y derivadas una vez elegi­
da u n a n o ta c ió n d e te rm in a d a .

5 .4 7 5 S ólo se precisa c o n fo rm a r u n sistem a d e signos


c o n u n n ú m e ro d e te rm in a d o de d im ensiones, de
u n a m u ltip licid ad m a tem á tic a d eterm in a d a.

5 .4 7 6 Es claro q u e d e lo q u e se trata aq u í n o es de
u n c ie rto n ú m e ro d e c o n c e p to s p r i m i t i v o s q u e tie ­
n e n q u e te n e r sig n ificació n , sino m ás b ie n d e la
e x p re s ió n d e u n a regla.
▼ A u n q u e la ele c c ió n d e u n a n o ta c ió n es arb itraria, ya n o es arb itra rio que, una
vez elegida, valgan d e m an e ra g en eral las in te rre lacio n es d e sus elem en to s. Así habrá
u n a regla de acu e rd o c o n la q u e se fo rm a rá n todas las p ro p o sicio n es q u e niegan p,
q u e afirm a n «p», q u e afirm a n «p o q», «p im p lica q», etc., q u e te n d rá n efectos eq u i­
valentes e n todas las n o ta c io n e s posibles. Tales reglas so n los sím bolos co m u n es a
d iferentes n o ta c io n e s (5.514).

T o d a fu n c ió n d e v erd ad es u n resu ltad o de


ap licacio n es sucesivas d e la o p e ra c ió n
«(---- V) & ....)»
a p ro p o sic io n e s elem en tales.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 213

E sta o p e ra c ió n n ieg a todas las p ro p o sicio n es


en ce rra d as e n el parén tesis d e re c h o y la d e n o m i­
n o la n e g a c ió n d e estas p ro p o sic io n e s.

▼ Lo q u e está encerrado en el paréntesis izquierdo h a de leerse c o m o (FFFV)


(W ittgenstein usa aquí la n o tació n de 4.442 en la q u e se o m ite n las «F»), «fj» está p o r
un conjunto de proposiciones, en este caso el c o n ju n to fo rm ad o p o r «p, q». D e m o d o
que la operación pued e escribirse, en el sim bolism o más habitual «(FFFV) (p, q)» y es
la negación conjunta d e «p» y «q», «~p. ~q» o tam bién «~(p v q)» (negación de la dis­
yunción). Esta es, p o r otra parte, u n a de las dos conectivas binarias q u e funciona c o m o
única conectiva «primitiva» d e la lógica proposicional. E n u n fragm ento d e 1880, n o
publicado hasta 1933, Peirce había contem plado la posibilidad de u n a única conectiva
prim itiva para el cálculo proposicional. Fue Sheffer q uien, sin c o n o c e r el hallazgo de
Peirce, publicó p o r vez p rim e ra este d escubrim iento en u n artículo aparecido en 1913
en la revista Transactions o f the American Mathematical Society. A este descu b rim ien to se
refiere R ussell e n el prólogo al Tractatus cuando afirma: «El D r. Sheffer ha m ostrado [...]
que todas las funciones de verdad d e u n c o n ju n to dado de proposiciones p u e d e n cons­
truirse a partir de cualquiera d e estas dos funciones: “n o -p o n o -q ” o “ n o -p y n o -q”».
La prim era d e esas funciones es la que se co n o ce c o m o «functor d e Sheffer» o nega­
ción de la con ju n ció n y suele simbolizarse p o r m ed io d e la den o m in ad a «barra de
Sheffer» que fue introducida p o r N ic o d en 1917 e n u n artículo en el q u e se usa u n
único axiom a para el cálculo proposicional. Así, la n otación para «~(p . q)>> actualm en­
te más usual es «p|<p. La negación de la co n ju n ció n n o debe confundirse c o n la nega­
ción conjunta («ni p ni q») — «~p . ~q»— o n egación de la disyunción— «~(p v q)n—
tam bién conocida co m o «functor de Peirce» cuya expresión sim bólica más generaliza­
da en nuestros días es «p-lq». D ic h o sea de paso, ésta es la conectiva q u e W ittgenstein
representa precisam ente e n 5.101 c o m o «p\q» (probablem ente n o co n o cía el artículo de
Nicod) y la que usa en su tratam iento de la form a general de la proposición.

5.501 A u n a expresión q u e va en tre paréntesis cuyos


té rm in o s sean p roposiciones la in d ico — si el o rd e n
de los té rm in o s q u e van en tre paréntesis es indife­
rente— m e d ian te u n signo de la fo rm a «(£)». «£» es
u n a variable cuyos valores so n los té rm in o s d e la
ex p resió n q u e va en tre paréntesis; y el trazo q u e va
en cim a de la variable in d ica q u e ésta es represen­
tan te de to d o s sus valores en el paréntesis.
(Así p u es, si ^ tie n e , p o r e jem p lo , los tres v alo ­
res P , Q , R , e n to n c e s

© = (P, Q , R ) .)
214 LU D W IG W ITTGENSTEIN

Los valores de las variables están su jeto s a esti­


p u la c ió n .
La e s tip u la c ió n es la d e s c rip c ió n d e las p r o ­
p o s ic io n e s de las q u e la v aria b le es re p re s e n ­
ta n te .
N o es esencial el c ó m o se lleve a cab o la des­
c rip c ió n d e los té rm in o s de la ex p re sió n q u e va
e n tre paréntesis.
P o d e m o s d istin g u ir tres g én ero s d e d e s c rip ­
ció n : 1. La e n u m e ra c ió n directa. E n este caso,
p o d e m o s co lo car sim p lem e n te e n el lu g a r d e la
variable sus valores con stan tes. 2. La in d ic a c ió n de
u n a f u n c i ó n c u y o s valores p ara to d o s los v alo ­
res d e x so n las p ro p o sicio n es q u e se h a n de d es­
crib ir. 3. La in d ic a c ió n de u n a ley fo rm a l de
acu e rd o c o n la q u e se fo rm a n esas p ro p o sic io n e s.
E n este caso, los té rm in o s de la e x p re sió n q u e va
e n tre parén tesis so n , to d o s ellos, los té rm in o s de
u n a serie d e form as.

T V éase 3.317 p ara la estip u lació n d e los valores de las variables.

5 5 02 P o r ello e s c rib o «iV(£)», e n lu g a r d e «(------- V )


( £, - . . . ) »•
N ( Q es la n e g a c ió n de to d o s los valores d e la
variable p ro p o sicio n al

V U n a sim plificación de la n o ta c ió n in tro d u c id a e n 5.5. «N» fu n cio n a aq u í de


m an e ra sim ilar a la n eg ació n c o n ju n ta o n eg ació n d e la d isy u n ció n a la q u e h em o s
alu d id o a n te rio rm e n te e n la n o ta bajo 5.5.

5 .5 0 3 Es e v id e n te q u e cab e ex p resar c o n facilidad


c ó m o p u e d e n fo rm arse p ro p o sicio n es c o n esta
o p e ra c ió n y c ó m o n o h a n d e fo rm arse p ro p o si­
cio n es c o n ella; p o r ello esto tie n e q u e p o d e r
e n c o n tra r ta m b ié n u n a e x p resió n exacta.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 215

5.51 Si £ tie n e u n solo valor, e n to n c e s N ( f ) = ~p


(no p ) ; si tie n e dos valores, e n to n c e s iV(¿;) = ~p.
~q (ni p , ni q ) .

▼ E n la n o tació n habitual de W ittg e n ste in iV(f), c u a n d o tie n e u n solo valor,


es (FV) (p), A /(|), cu an d o ^ tien e dos valores, es ( F V V V ) (p, q), etc.

¿ C ó m o p u e d e u tiliz ar la o m n ic o m p re n s iv a
5.511 lógica, espejo d el m u n d o , ta n especiales g arab ato s
y m a n ip u lacio n es? S ó lo e n la m e d id a e n q u e
to d o s ellos están e n tre te jid o s en u n a in fin ita y
fina red , en el g ra n espejo.

gglgggg «~p» es v erd ad e ra c u a n d o « p » es falsa. D e este


m o d o , e n la p ro p o s ic ió n v erd ad e ra «~p», «p» es
u n a p ro p o sic ió n falsa. ¿ C ó m o p u e d e e n to n c e s el
trazo «~» h acerla casar c o n la realidad?
P ero lo q u e n ie g a e n «~p» n o es «~» sino
aq u ello q u e es c o m ú n a to d o s los signos d e esta
n o ta c ió n q u e n ie g a n p .
Se trata, p o r tan to , d e la regla c o m ú n d e a c u e r­
d o c o n la q u e se fo rm a «~p», «-----~p», « ~ p v ~ p » ,
« ~ p . ~ p » , etc., etc. ( a d i n f i n i t u m ) . Y esto q u e es
c o m ú n lo refleja la n e g a c ió n .

▼ V éanse 3 .3 4 1 y 3.3411 p ara lo q u e es c o m ú n a signos q u e so n el m ism o


sím bolo. L o q u e es c o m ú n a todas las n o ta c io n e s d e las fu n c io n e s d e v e rd a d q u e
expresan el m ism o sím b o lo es q u e tie n e n la p o sib ilid a d d e tra d u c irse e n tre sí. La
idea q u e se m an eja a q u í es la sig u ie n te : to m e m o s la p ro p o s ic ió n «El g a to está
sobre el tejado» (p), q u e su p o n e m o s a efecto s e x p o sitiv o s q u e es u n a p ro p o s ic ió n
elem ental, e im a g in e m o s q u e p ara c o m u n ic a r esto e n v ez d el le n g u a je usam os
unas cartu lin as e n d o n d e hay p in ta d o s dos e le m e n to s , u n o re p re se n ta tiv o del g a to
(digam os u n c o n o ) y o tro del te ja d o (d ig am o s u n re c tá n g u lo ). P ara d e c ir q u e el
gato está e n c im a d el tejad o m u e stro sim p le m e n te u n a c a rtu lin a e n la q u e el c o n o
está p in ta d o so b re el rectán g u lo . P o d ría m o s p e n sa r q u e si q u ie ro d e c ir q u e el g a to
no está so b re el tejad o cabría m o stra r cualquier c a rtu lin a q u e c o n tu v ie se el c o n o
y el re c tá n g u lo e n cu a lq u ie r p o sic ió n relativa e x c e p to a q u ella q u e tie n e p in ta d o
el co n o e n c im a d el rectán g u lo . A h o ra b ie n , a u n q u e es v e rd a d q u e e n c u a lq u ie ra
de esas cartu lin as n o se rep resen ta u n g a to e n c im a d el te ja d o , ta m p o c o es c ie rto
que alg u n a de ellas diga e stric ta m e n te q u e el g a to no está e n c im a d e l tejad o . Si
216 LU D W IG W ITTGENSTEIN

c u m p le n la c o n d ic ió n im p u e sta d irán q u e el g ato está d ebajo, al lado, a la iz q u ie r­


da, a la d e re c h a , etc., d el tejado. Para d e c ir q u e el g ato n o está e n cim a del tejad o
n e c e sito u n n u e v o dispositiv o ; p o r e je m p lo p o d e m o s c o n v e n ir q u e p rese n ta r b o ca
abajo la c a rtu lin a q u e p in ta el c o n o e n c im a del re c tá n g u lo es d e c ir q u e el g ato no
está e n c im a d el te ja d o (q u e o b v ia m e n te n o es lo m ism o q u e d ec ir q u e el g ato está
d eb ajo , al lado, a la izq u ie rd a , a la d e re c h a , e tc., del teja d o ). P ues b ie n , si el h e c h o
d e q u e el g a to está e n c im a del tejad o lo ex p reso m e d ia n te la p ro p o sic ió n «p», el
e fe c to de p o n e r b o c a abajo la c a rtu lin a p u e d e co n se g u irse a n te p o n ie n d o «~» a
«p». P ero am bas n o ta c io n e s para la n e g a c ió n son fácilm en te traducibles: si q u iero
d arle la v u e lta al se n tid o d e u n a p ro p o s ic ió n sólo te n g o q u e añadirle «~»; si q u ie ­
ro darle la v u e lta al se n tid o d e la figura e n la c a rtu lin a sólo te n g o q u e p o n e rla
b o c a abajo. [Y si le d o y u n a nueva v u elta al resu ltad o o b te n id o al darle la v u elta
p o r vez p rim e ra , v u e lv o a la situ a c ió n d e p artid a ; lo m ism o q u e si añ a d o u n n u ev o
signo «~» a «~p»; esto m u e stra n u e v a m e n te (4 .0 6 2 1 ) q u e u n a figura y su n eg a c ió n
tie n e n d ife re n te se n tid o , p e ro q u e les c o rre sp o n d e u n a y la m ism a realidad.] Es
o b v io q u e lo común a los d iferen tes signos d e n e g a c ió n es invertir el se n tid o d e la
fig u ra o rig in a l. D e m o d o sim ilar se p u e d e c o m p ro b a r lo q u e es c o m ú n a otras
co n ectiv as.
N o m e resisto a in c lu ir aq u í la o b se rv a c ió n d e R a m se y e n su rec e n sió n sobre
d el Tractatus [en F. R a m se y (1931), The Foundations o f Mathematics, H a rc o u rt
B ra c e /K e g a n P au l, N u e v a Y o rk /L o n d re s, p. 279]. R a m se y h ace referencia al h e c h o
d e q u e «lo c o m ú n » q u e refleja la n e g a c ió n n o lo refleja del m o d o en q u e, p o r
e jem p lo , la c o n ju n c ió n de dos p ro p o sic io n e s refleja la c o n ju n c ió n de sus sentidos:
« N o p u e d o e n te n d e r c ó m o esto [lo c o m ú n ] lo refleja la n e g a c ió n . C ie rta m e n te n o
lo h a c e d e la m a n e ra sim p le e n q u e la c o n ju n c ió n d e dos p ro p o sicio n es refleja la
c o n ju n c ió n d e sus sen tid o s. E sta d iferen cia e n tre la c o n ju n c ió n y las otras fu n c io ­
n es de v e rd a d p u e d e verse e n el h e c h o d e q u e cre e r p y q es c re e r p y c re e r q; p e ro
c re e r p o q n o es lo m ism o q u e c re e r p o c re e r q, n i c re er n o -p es lo m ism o q u e
n o c re e r p .»

Se podría decir: lo común a todos los símbo­


los que afirman tanto p como q es la proposición
«p . q». Lo que es común a todos los símbolos que
afirman p o q es la proposición «p v q».
Y de este modo puede decirse: dos proposi­
ciones se oponen entre sí cuando no tienen nada
en común; y: toda proposición tiene sólo una
negativa, pues sólo hay una proposición que se
encuentre totalmente fuera de ella.
Es también manifiesto en la notación de
Russell que «q:p v ~ p » dice lo mismo que «<p; que
«p v ~p» no dice nada.
TRACTATUS LO G ICO -P H ILO SO PH IC U S 217

5.514 Una vez que se establece una notación habrá


en ella una regla de acuerdo con la que se for­
marán todas las proposiciones que niegan p , una
regla de acuerdo con la cual se formarán todas las
proposiciones que afirman p , una regla de acuer­
do con la cual se formarán todas las proposicio­
nes que afirman p o q, y así sucesivamente. Estas
reglas son equivalentes a los símbolos y en ellas se
refleja su sentido.

5.515 Ha de ponerse de manifiesto en nuestros sím­


bolos que lo que está combinado mediante «v»,
«.», etc. han de ser proposiciones.
Y esto es en efecto así, pues el símbolo «p » y
«q» presupone ya «v» «~», etc. Si el signo «p» en «p
v q» no está por un signo complejo, entonces no
puede tener sentido por sí solo; pero entonces
tampoco pueden tener sentido alguno los signos
«p v p », «p . p», etc. que tienen igual sentido que
«p». Pero si «p v p» no tiene sentido alguno,
entonces tampoco puede tenerlo «p v q».

5.5151 ¿Tiene que formarse el signo de la proposi­


ción negativa con el signo de la positiva? ¿Por
qué no habría de poder expresarse una proposi­
ción negativa mediante un hecho negativo? (Por
ejemplo: si «a» no está en una determinada rela­
ción con «b», esto podría expresar que a R b no es
el caso.)
Pero incluso aquí la proposición negativa se
forma de manera indirecta mediante la positiva.
La p ro p o sició n positiva tiene que presuponer
la existencia de la proposición negativa y a la
inversa.
▼ V éase el co m e n ta rio a 5.512. La p ro p o sició n «El g ato está d eb ajo d el tejado»
no representa al gato en cim a de! tejado, p e ro tampoco dice q u e el g ato n o está en cim a
del tejado. La ú n ica m anera q u e te n g o de d ec ir esto ú ltim o es te n ie n d o e n cu en ta
218 LU D W IG W ITTGENSTEIN

la p ro p o sició n positiva y d án d o le la vuelta; p o r eso es n ecesario q u e la p ro p o sició n


negativa se fo rm e d e m an e ra in d irecta m ed ian te la positiva. La p ro p o sició n positiva
y la negativa se p resu p o n en .

5.52 Si los valores de í; son todos los valores de una


función f x para todos los valores de x, entonces
M© = ~(3 x ) .J x .
V V éanse 5.501, 5.502 para la n o tació n especial d e W ittgenstein. El sentido de la
fórm ula contenida e n este p u n to es el siguiente. T om em os el predicado «ser u n u n i­
cornio» qu e escribirem os c o m o Ux. f es una variable cuyos valores son, si £ = U x, todos
los valores de la función (el trazo encim a de fj representa q u e los valores d e x son todos
los valores de la variable). E ntonces, la operación N (Q da c o m o resultado —(30c). U x
(esto es: n o hay unicornios), pues tal operación es la n egación co n ju n ta d e todos los
valores de Ux: (~ U a. ~U b. ~Uc... etc.), esto es: ni a es u n un ico rn io , ni b es u n un ico r­
nio, ni c es u n u n ic o rn io y así sucesivamente. P uesto q u e el resultado de aplicar N (Q a
todas las proposiciones q u e son valores d e U x es q u e U x es falsa para todos los valores
d e x , esto es: cuando n o hay u n ico rn io s, 1V(Q equivale a «N o hay unicornios» [~(3x ).
U x]. A su vez, ~ (3x). U x equivale a (x). ~ U x . (nada es u n u n ico rn io ); si ^ es ahora esta
proposición, N (Q da c o m o resultado ~(x). ~ U x q u e es trivialm ente equivalente a (gx).
U x. Si hubiéram os partid o de ~ U x hubiéram os llegado p o r aplicación d e N (Q a U x es
verdadera para todos los valores de x; o (x). U x (todos los objetos d el m u n d o son u n i­
cornios). N ó tese tam bién q u e esta explicación hace q u e se p u e d a aplicar d e m anera
u n ifó rm e 5: toda proposición es u n a fu n ció n de verdad de proposiciones elem entales
pues la o p eración N (Q se aplica tam bién del m ism o m o d o ; la única diferencia es que
e n el caso de la generalidad las proposiciones q u e hacen de base se especifican co m o el
c o n ju n to de valores de f;.

Separo el concepto todo de las funciones de


verdad.
Frege y Russell introdujeron la generalidad en
conexión con el producto o la suma lógicos. Así,
resultaba difícil entender las proposiciones «(3x).
f x » y «(x) .f x » , en las que las dos ideas se encuen­
tran encerradas.
y E n este párrafo W ittg e n ste in em pieza a explicar — d e b e rec o n o c e rse q u e de
u n a m an era bastante críptica— la p ecu liarid ad d e su c o n c e p c ió n d e la generalidad
lógica. E n p rim e r lu g ar afirm a q u e separa el c o n c e p to todo de las fu n cio n es d e ver­
d ad y a trib u y e a F rege y a R u ssell la in tro d u c c ió n d e la g en eralid ad e n c o n e x ió n
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 219

c o n la sum a y el p ro d u c to ló g ico s (d isy u n c ió n y c o n ju n c ió n , resp ectiv am en te). La


idea a la q u e W ittg e n s te in q u ie re p la n te a r u n a a ltern ativ a es la d e id en tificar el
c uantificador universal c o n la c o n ju n c ió n ite ra d a d e los valores d e la variable p ro -
posicional y al p a rtic u la riz a d o r c o n su d isy u n c ió n . E sto es: si «Mx» es el p red icad o
«x es m aterial», «(x). M x» (to d o es m aterial) se d erivaría d e «Ma. Mb. Me», e tc., y
«(3x) M x» (algunas cosas son m ateriales) se d eriv aría d e «Ma v M b v M e v», etc. Al
c o n trario , el m é to d o de W ittg e n s te in consiste e n in tro d u c ir la g en eralid ad p o r
m edio de la especificación d e las p ro p o sic io n e s q u e so n valores d e la fu n c ió n p ro -
posicional, esto es: cu a n d o d ig o «T odo es m aterial» [(x). M x] h e especificado u n
c o n ju n to de p ro p o sicio n es m e d ia n te la fu n c ió n M x p e ro sin tener que ir recorriendo
esas proposiciones una por una. E sto es p o sib le p o rq u e (5.523) el sig n o de g en eralid ad
hace su en trad a e n escena c o m o a rg u m e n to . E sto n o q u ie re d e c ir o b v ia m e n te q u e
los signos «(x)» o «(3x)» aparezcan c o m o a rg u m e n to s — algo así c o m o el ab surdo
«M(3x)»— , sino q u e es la seg u n d a v ariab le e n , p o r e jem p lo , «(x). «Mx» la q u e fu n ­
ciona c o m o signo d e g en eralid ad o, si se q u iere, la g e n eralid ad viene ya con la varia­
ble. E n la cuan tificació n universal a n te r io r «Mx» es una protofigura de las proposiciones
que son sus valores y, c o m o tal, está ligada a ellas e x h ib ie n d o u n a fo rm a ló g ica
co m ú n . A h o ra se ve p o r q u é el m é to d o d e F reg e y R u sse ll p ara ex p licar la g e n e ­
ralidad n o fu n cio n a. Si in te n to e x p lic a r la g e n e ra lid a d p o r m e d io de u n a c o n ju n ­
ción o d isy u n ció n iteradas, los m ie m b ro s d e esas c o n ju n c io n e s o d isy u n cio n es so n
ya instancias d e u n a p ro to fig u ra y, p o r ta n to , c o n tie n e n ya c ie rta g en eralid ad . P ero
si esto es así, ex p licar la g en e ra lid a d p o r m e d io d e ellas es sim p le m e n te u n a p e ti­
ción de p rin cip io .

Lo peculiar del signo de generalidad es, en


primer lugar, que señala hacia una protofigura y,
en segundo lugar, que otorga preeminencia a las
constantes.

5.523 El signo de generalidad entra en escena como


argumento.

i.524 Si se dan los objetos, se nos dan ya en virtud


de ello todos los objetos.
Si se dan las proposiciones elementales, se nos
dan ya en virtud de ello todas las proposiciones
elementales.
▼ Pues, si u n a p ro to fig u ra c o n tie n e ya d e m a n e ra « em brionaria» la fo rm a d e los
objetos q u e encajan e n ella, u n a v ez q u e se nos da esa fo rm a te n e m o s ya la fo rm a
de todos los o b jeto s y c o n ello sus posibilidades d e c o m b in a c ió n q u e dan lu g ar a los
estados de cosas. P o r u n ra z o n a m ie n to sem ejante, si se n o s d an las p ro p o sicio n es ele­
220 LU D W IG W ITTGENSTEIN

m entales se no s d an ya todas las p ro p o sicio n es elem entales [véase A n sc o m b e (1959),


pp. 14 4 -1 4 5 ],

5.525 Es incorrecto, como hace Russell, verter la pro­


posición «(3 x).f>c» en las palabras «fx es posible».
La certeza, posibilidad o imposibilidad de una
situación no se expresa mediante una proposi­
ción, sino por medio de que una expresión sea
una tautología, una proposición con sentido o
una contradicción.
Aquel precedente al que uno quisiera siempre
apelar, tiene que estar ya en el símbolo mismo.
▼ Si u n o d ic e q u e u n a p ro p o s ic ió n es posib le si es algunas v eces v erd ad era,
n e c e sa ria si sie m p re es v e rd ad era e im p o sib le si siem p re es falsa — c o n c e p c ió n
q u e d e fie n d e R u sse ll— , e n to n c e s « (jx ).fx » se tra d u c e c o m o «fx es p osible». Pero,
c o m o señala B lack , esta p o sic ió n tie n e m u ch as dificu ltad es; p o r e je m p lo : si h a c e ­
m o s q u e las p ro p o s ic io n e s «H ay u n h o m b re q u e se sabe el Q uijote d e m e m o ria »
y «Es p o sib le q u e u n h o m b re sepa el Q uijote de m em o ria» te n g a n el m ism o sig ­
n ific a d o n o s e n c o n tra re m o s c o n q u e esta ú ltim a p ro p o s ic ió n será v e rd a d e ra a u n ­
q u e n a d ie n u n c a haya sab id o n i sepa el Quijote d e m e m o ria . P o r o tra p a rte ,
W ittg e n s te in está in te re sa d o e n la g e n e ra lid a d esencial, n o e n la d e p ro p o s ic io ­
n e s tales c o m o «T odos los h o m b re s so n m ortales» cuya g e n e ra lid a d es a c c id e n ta l
(véase 6 .1 2 3 2 ). P a ra las rela c io n e s e n tre p ro b a b ilid a d y «posible», «necesario» e
«im posible» véase 4 .4 6 4 .
P o r o tra parte, q u e el p re c e d e n te al q u e querem os apelar tie n e q u e estar ya en
el sím b o lo m ism o q u iere decir: si el sím b o lo tie n e sen tid o esto q u ie re d ec ir q u e
rep resen ta u n a situ ació n posible, «p p u e d e ser verdadera» q u iere d e c ir «La ex p resió n
“p ” tie n e sentido».

5.526 Se puede describir el mundo totalmente por


medio de proposiciones completamente genera­
lizadas, esto es: sin coordinar por tanto de ante­
mano ningún nombre con un objeto determi­
nado.
Y después, para llegar a la manera habitual de
expresarse, a continuación de una expresión
como «Hay un y sólo un x tal que...», se tiene que
decir simplemente: «y ese x es a».
TRACTATUS LO G ICO -P H ILO SO PH IC U S 221

▼ U n a p ro p o sició n co m p letam en te generalizada es aquella e n la q u e n o apare­


ce n in g u n a con stan te al h a b e r sido reem plazadas todas ellas p o r variables ligadas. P o r
ejem plo: «(ax, <p). <f>x»; si p a rto d e la p ro p o sició n «Picasso es u n pin to r» , la p ro p o si­
ción c o m p le ta m e n te generalizada a n te rio r diría: «Hay al m en o s u n o b je to y u n a
p rop ied ad y ese o b je to tie n e al m enos esa propiedad».
E n este párrafo se hace la aparentem ente extraña afirm ación d e q u e el m u n d o
p u ed e ser descrito e n su totalidad p o r proposiciones co m p letam en te generales. A h o ra
b ien, ¿cóm o es posible esto si las proposiciones co m p letam en te generales carecen de
nom bres y las proposiciones so n figuras de la realidad e n v irtu d de q u e sus partes cons­
tituyentes, los nom bres, actú an co m o representantes d e objetos? La respuesta de
W ittgenstein aparece e n el párrafo siguiente (5.5261): las proposiciones co m p leta­
m ente generalizadas representan la realidad en v irtu d de que, c o m o las dem ás p ro p o ­
siciones, son com puestas y sus partes están en relaciones d e significación c o n el
m undo. A hora b ien, co m o observa Fogelin [Fogelin (1995), pp. 67 ss.],lo más p ro b a­
ble es q ue esta respuesta nos deje insatisfechos. P ues a u n q u e u n a p roposición c o m ­
p letam ente generalizada pued a hablar del m u n d o , n o p u e d e d ecir to d o lo q u e las p ro ­
posiciones que c o n tie n e n nom bres dicen: en particular n o p u ed e d ec ir q u e u n o b je­
to particular tiene d eterm in ad a característica particular. A esta o b jeció n cabría res­
p o n d e r que, si b ie n n o p o d em o s decir c o n proposiciones co m p letam en te generaliza­
das qué objeto particular es el que tien e determ in a d o rasgo, sin em b arg o esto n o supo­
ne una pérdida descriptiva: n o m b rar n o equivale a describir e identificar objetos (en el
sentido del Tractatus) n o ex tien d e el p o d e r descriptivo de u n a expresión.
N ótese, no obstante, que, de acuerdo c o n W ittgenstein, tan to las proposiciones
elem entales co m o las generales tien en e n c o m ú n el q u e ambas p u e d e n describir co m ­
pletam ente el m u n d o (4.26), e incluso las proposiciones elem entales tien en cierta
generalidad. Las proposiciones elem entales son ciertam en te las proposiciones m ás sin­
gulares, pero cabe pensar qu e están com puestas de nom bres q u e significan objetos for­
males, ya qu e es m u y verosím il que W ittg en stein pensase e n los objeto s c o m o en tid a­
des particulares únicas e irrepetibles sólo c o m o resultado de com binaciones de form as.
D e este m odo, las proposiciones elem entales tendrían ya u n carácter general d e m a n e ­
ra im plícita; la m ism a proposición elem ental p o d ría aparecer e n m últiples c o m b in a ­
ciones diferentes c o n otras proposiciones elem entales y, p o r consiguiente, en la rep re­
sentación de innum erables estados de cosas distintos e n los q u e entraría en escena lo
particular e irrepetible. H abría entonces dos m aneras, p o r así decirlo, d e representar el
m undo; un a particular e n la q u e se usarían n o m b res d e objetos desde el p u n to de vista
formal, y otra general especificando el c o n ju n to de valores d e la variable del signo de
generalidad. Esto quiere decir q u e 1) en am bos casos sólo nos acercaríam os a los p a r­
ticulares en, p o r así decirlo, u n a segunda instancia — recuérdese q u e los n o m b res sólo
tienen referencia e n la trabazón proposicional (3.3)— y 2) la generalidad q u e h em o s
visto que está presente e n las protofiguras sería com partida p o r las propias prop o sicio ­
nes elem entales pues los nom bres son nom bres variables. E n o tro o rd e n de cosas, M ax
Black le ve a este párrafo de W ittgenstein a) u n a posible consecuencia indeseable; u n a
descripción e n térm in o s exclusivam ente generales p u e d e casar c o n m ás de u n m u n d o
posible y, p o r ello, n o podría expresar en qué difiere el m u n d o actual de u n o altern a­
tivo; y b) u n a anticipación del p u n to d e vista m u y p o p u la r e n tre los positivistas ló g i-
222 LU D W IG W ITTGENSTEIN

eos, particularm ente en el caso de C arnap, de que las proposiciones científicas tratan
sólo de la estructura del m u n d o y n o de su co n ten id o .

5.5261 Una proposición completamente generalizada


es, como cualquier otra proposición, compuesta.
(Esto se muestra en que en «(gx, c/>). 0x», «0» y
«x» han de mencionarse de forma separada.
Ambas están, independientemente, en relaciones
de significación con el mundo, como sucede con
las proposiciones no generalizadas.)
La característica del símbolo compuesto es
que tenga algo en común con otros símbolos.
5.5262 La verdad o la falsedad de toda proposición
altera algo en la constitución general del mundo.
Y el espacio de juego que la totalidad de las pro­
posiciones elementales deja para su constitución
es justamente el mismo que delimitan las propo­
siciones totalmente generales.
(Si una proposición elemental es verdadera, en
cualquier caso ya es verdadera con ello una pro­
posición elemental m ás.)

5.53 Expreso la identidad de objetos con la identi­


dad de signos y no con la ayuda de un signo de
identidad. La diferencia de objetos mediante la
diferencia de signos.
V W ittg e n ste in está p ro p o n ie n d o aq u í u n a co n v e n c ió n al efecto de q u e signos
diferentes ten g an significados diferentes y q u e a la id e n tid a d de signos le corres­
p o n d a id en tid ad de significados. Así, p o r ejem plo, e n vez de escrib ir <nj[a, b). (a = b)»,
se escribiría «J{a, a)» (5.531). A nscom be, p o r ejem p lo , subraya q u e esta convención
n o es planteada p o r W ittg e n ste in c o m o u n a ex ig en cia, sino sólo c o m o u n a posibi­
lidad. P ero el h e c h o de q u e sea posible m u estra q u e el signo de id e n tid a d n o es una
fu n c ió n p ro p ia m e n te dicha; d e este m o d o su uso qued aría p ro scrito sólo e n aque­
llos casos en los q u e se in te n ta que fu n c io n e c o m o u n signo d e fu n c ió n genuino.
P ero la n o tació n de Ifusscll parece ex ig ir el uso del signo de identidad com o
signo g e n u in o de fu n c ió n para proposiciones c o m o «Hay al m en o s dos cosas» que se
sim bolizaría c o m o : «(gx, y) C x . C y. x T4 y». El signo d e iden tid ad (la n egación de la
id en tid ad e n este caso) tien e q u e aparecer p o rq u e, d e acuerdo c o n las convenciones
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 223

usadas p o r R ussell las funciones C x y C y p u e d e n to m ar los m ism os valores. La c o n ­


vención propuesta p o r W ittg en stein , sin em bargo, haría que la p roposición an terio r se
simbolizase co m o «(3%, y) C x . Cy» pues las substituciones d e x e y tienen que ser dis­
tintas. C o n dificultades no triviales la convención propuesta p o r W ittg en stein podría
funcionar en cuantificación n u m érica (véanse para las dos n otaciones 5.532-5.5321)
pero, com o señala Fogelin [Fogelin (1995), pp. 73-74], el problem a reaparece c o n
enunciados de identidad puros, esto es: aquellas ocurrencias de la id en tid ad q u e n o apa­
recen gobernadas p o r u n predicado, p o r ejem plo «a = b o (^x). x = a» (5.534). A hora
bien, estos usos del signo de id en tid ad serían elim inables p orque, según W ittgenstein,
form an parte de proposiciones que «no p u e d e n ni siquiera decirse» (5.534) co n lo
que, de acuerdo c o n su co n cep ció n , se podría co n clu ir q u e el signo de identidad no
es un constituyente esencial de u n a notació n lógicam ente perspicua (5.533).

5.5301 Resulta evidente que la identidad no es una


relación entre objetos. Esto se pone en claro si se
considera, por ejemplo, la proposición « ( x ) : fx o x
— a». Lo que dice esta proposición es simplemen­
te que sólo a satisface la función f y no que sólo
aquellas cosas que tienen una cierta relación con
a satisfacen la función f
Desde luego, podría decirse ahora que sólo a
tiene precisamente esa relación con a, pero, para
expresarlo, necesitamos el propio signo de identidad.
5.5302 La definición de Russell de «=» no es satisfac­
toria pues, de acuerdo con ella, no se puede decir
que dos objetos tienen todas las propiedades en
común. (Incluso si esta proposición jamás es
correcta, tiene, con todo, sentido.)
▼ La d efin ició n russelliana d e la id e n tid a d en los Principia se basa en el p rin c i­
pio de identidad d e los indiscern ib les q u e afirm a q u e dos cosas so n idénticas si n o
es posible hallar u n p red icad o q u e las distinga. W ittg e n ste in rechaza este p rin c ip io
y, p o r consiguiente, la d e fin ic ió n d e la id e n tid a d d e R ussell.

Dicho sea de paso: decir de dos cosas que son


idénticas es un sinsentido, y decir de u n a que es
idéntica consigo misma es no decir nada en abso­
luto.
224 LU D W IG W ITTGENSTEIN

V D e c ir q u e dos cosas son idénticas es u n sinsentido; n o hay lu g ar para ello en


u n lenguaje c o m o el q u e W ittg e n ste in p ro p o n e; y d ec ir q u e u n a es idén tica consi­
go m ism a carece d e sentido, esto es: n o dice nada. Es obvio a p a rtir d e esto q u e n in ­
g u n a id e n tid a d p u e d e se r'c o n tin g e n te , todas las identidades so n necesarias.

5.531
iwrÄ
lRRiH m Por tanto, no escribo «j\a,b). (a —b)», sino « fa , a)»
(o «f[ b , b)»). Y no «J{a, b ) . ~ a = b», sino «f[a, b)».

5.532 Y análogamente: no escribo «(gx, y ) .J [ x , y ), x


= y» sino « ( 3 x ) . J ( x , x)»; y no « ( 3 x , y ) . f x , y ). ~ x
= y» sino «(3 X, y ) .J [ x , y)».
(Así en lugar de la proposición russelliana
«(gx, y ) - f x , y)» escribo:
«(3 *, y ) - f e , y) ■v . ( 3 x ) .J [ x , x)».)
5.5321 Así también, por ejemplo, en lugar de «(x):f x o
x = a», escribimos « ( ^ x ) . f x . o . f a : ~(3 X, y ) - fx .jy » .
Y la proposición «Sólo u n x satisface J { )» reza
así: « ( 3 x ) . f x : -(gx, y ).fx .fy > K
5.533 El signo de identidad no es, por tanto, parte
constituyente esencial de una notación conceptual.
5.534 Y vemos ahora que en una notación concep­
tual correcta pseudoproposiciones como «a — a»,
«a = b . b — c . 0 a = o>, «(x). x = x», «(3 x). x = a»,
etcétera, no pueden ni siquiera escribirse.
5.535 Con esto se liquidan todos los problemas que
estaban anudados a tales pseudoproposiciones.
Todos los problemas que comporta el
«Axioma de Infinitud» de Russell pueden ya
resolverse aquí.
Lo que el axioma de infinitud pretende decir
se expresaría por sí mismo en el lenguaje median­
te el hecho de que haya infinitos nombres con
distinto significado.
TRACTATUS LO C IC O -P H ILO S O P H IC U S 225

▼ El axiom a de infinitud es el dispositivo q u e garantiza en los Principia la existen­


cia de un núm ero suficiente de objetos para definir infinitos enteros. U n o de los p ro ­
blemas que W ittgenstein señala es q u e el axiom a es considerado p o r R ussell c o m o Una
verdad em pírica y su posición es q u e nada em p írico debe m ezclarse c o n cuestiones de
lógica («La lógica debe preocuparse de sí misma»). W ittgenstein rechaza este axiom a
porque, co m o hem os visto, pertenece al m ism o tip o d e absurdos q u e los que in ten tan
decir que hay u n núm ero particular de objetos (4.1272). E l n ú m e ro d e individuos que
hay lo m uestra el que haya en el lenguaje infinitos nom bres c o n distinto significado.
«Hay un objeto» es u n sinsentido, pero el q u e e n el lenguaje haya al m enos u n no m b re
muestra que hay al m enos u n objeto. D e l m ism o m o d o el h ec h o de q u e en el lengua­
je haya infinitos nom bres m uestra q u e hay infinitos objetos.

5.5351 Hay ciertos casos en los que uno está tentado


a usar expresiones de la forma «a — a» o «p ^ p» y
cosas parecidas. De hecho, esto sucede cuando se
quiere hablar sobre protofiguras: proposiciones,
cosas, etc. Así Russell, en los P rincipios de la m a te ­
m ática, ha vertido en símbolos el sinsentido «p es
una proposición» mediante «p o p» y lo ha colo­
cado como hipótesis ante ciertas proposiciones,
de modo que sus lugares de argumento sólo
pudieran ser ocupados por proposiciones.
(Es un sinsentido colocar la hipótesis p o p
delante de una proposición para asegurarle
argumentos de la forma correcta, pues la hipó­
tesis, para una no proposición como argumento,
no es que sea falsa, es un sinsentido, y porque la
propia proposición se convierte en un sinsenti­
do para argumentos de un género incorrecto;
por tanto, ésta se preserva tan bien, o tan mal, de
los argumentos incorrectos como la hipótesis
sinsentido que, con este fin, se le ha puesto a
remolque.)
5.5352 Del mismo modo, se querría expresar «No
hay cosas» mediante «~ (g x ). x — x » . Pero, incluso
si esto fuera una proposición, ¿no sería también
verdadera si, de hecho, «hubiera cosas», pero éstas
no fueran idénticas consigo mismas?
226 LU D W IG W ITTGENSTEIN

T P ues si «~(3x). x = x» fuera u n a proposición, tuviera sentido, entonces tam b ién


lo ten d ría «(sx). x = x» y tan to la p rim era expresión c o m o la segunda te n d ría n q u e
ad m itir la posibilidad d e cosas n o idénticas. E n ese caso «~(3%). x = x» sería verdade­
ra au n q u e hubiese cosas, a saber: cosas n o idénticas. N ótese q u e to d o el a rg u m en to
descansa e n la adm isión de que si «x = x» tien e sentido, tam b ién ha de ten erlo «x 4=
x», c o n lo q u e se adm itiría la posibilidad de cosas n o idénticas consigo mism as. V éase
B lack (1964), p. 298.

En la forma general de la proposición las pro­


posiciones ocurren en otras proposiciones sólo
como base de las operaciones veritativas.
A primera vista parece como si una proposi­
ción pudiera ocurrir en otra de una manera dis­
tinta.
Particularmente en ciertas formas de proposi­
ción en psicología como « A cree que p es el
caso», o «A piensa p » , etc.
Aquí parece, si el asunto se ve de una manera
superficial, como si la proposición p estuviera en
algún género de relación con un objeto A .
(Y en la moderna teoría del conocimiento
(Russell, Moore, etc.) estas proposiciones se han
concebido efectivamente así.)
V G e o rg E d w ard M o o re (1 8 7 3 -1 9 5 8 ), u n o d e los filósofos ingleses m ás in flu ­
y entes del siglo x x , fue fellour del T rin ity C olleg e, C am b rid g e, en tre 1898 y 1904, y
p ro feso r de filosofía m o ral e n tre 1911 y 1939. P articip an te activo en la d e n o m in a ­
d a «revuelta realista» en co n tra de idealism o d o m in a n te d u ran te su ju v e n tu d en las
facultades de filosofía británicas, sus artículos «T he N a tu re o f Ju d g m en t» (1899) y
«T he R e fu ta tio n o f Idealism» (1903) fu ero n d eterm in an tes para socavar el in flujo de
la filosofía d e K an t y H egel. Su o b ra más im p o rta n te en filosofía m o ra l es Principia
Ethica (1903) y g ran p a rte de su influencia ,1a ejerció c o m o e d ito r d e la revista M ind
(1 9 2 1 -1 9 4 7 ). C u a n d o W ittg e n ste in llegó a C am b rid g e c o m o estu d ian te asistió a las
clases de M o o re q u ien lo ten ía e n alta estim a in telectual. C u e n ta R u ssell q u e M o o re
le confesó q u e sentía siem pre q u e W ittg e n ste in tenía q u e te n e r razó n c u a n d o le dis­
c u tía alguna de sus posiciones. Sin em bargo, W ittg en stein , a u n q u e te n ía u n ex ce­
le n te c o n c e p to de M o o re c o m o p erso n a, sen tía p o r él c ierto desprecio intelectu al.
R a y M o n k c u en ta e n su biografía d e W ittg e n ste in q u e éste resp o n d ió e n los té rm i­
n o s siguientes a u n a p reg u n ta sobre M o o re : «¿M oore? U n b u e n e jem p lo d e lo lejos
q u e p u e d e llegar u n h o m b re sin u n g ra m o de inteligencia.»
TRACTATUS LO G ICO -P H ILO SO PH IC U S 227

W ittg en stein ha afirm ad o (5) q u e toda p ro p o sic ió n es una fu n c ió n de v erd ad d e


p roposiciones elem entales. P o d em o s explicar esto del m o d o siguiente: las c o n e c ti­
vas lógicas so n u n o d e los recursos d e los q u e d isponem os para fo rm a r p ro p o sic io ­
nes a p a rtir de p roposiciones; de h e c h o la o p e ra c ió n h ace esto, pues fo rm a u n a
p roposición nuev a to m a n d o c o m o bases otras propo sicio n es. La característica d e las
proposiciones así form adas es q u e so n fu n cio n es d e verdad de las pro p o sicio n es ele­
m entales q u e sirven d e base a la o p eració n . E so q u iere d ec ir a su vez q u e los valo­
res de verdad d e u n a p ro p o sic ió n co m p u esta d e p e n d e n d e los valores d e v erd ad de
las proposiciones elem entales q u e sirven d e base a la o peración. A h o ra b ie n , hay
operadores c o m o «cree que», «piensa que», «dice que», etc., q u e tam b ié n fo rm a n
p roposiciones a p a rtir d e prop o sicio n es y d o n d e p arece q u e lo a n te rio r n o sucede.
T óm ese, p o r ejem p lo , «A cree q u e la T ie rra es plana»; la p ro p o sició n c o m p o n e n te
«La T ie rra es plana» es d e h e c h o falsa, p ero si es verdad q u e A la cree, la p ro p o sic ió n
com puesta «A cree q u e la T ie rra es plana» es verdadera. Pero supo n g am o s p o r u n
m o m e n to q u e la T ie rr a fuese plana; e n ese caso la p ro p o sició n «La T ie rra es plana»
sería verdadera, p e ro la p ro p o sic ió n to tal «A cree q u e la T ie rra es plana» sigue sien­
do verdadera siem pre q u e A la crea. D ic h o d e o tra m anera: para la verdad d e «A cree
q u e la T ie rra es plana» n o im p o rta q u e la p ro p o sició n c o m p o n e n te «La T ie rra es
plana» sea verdadera o falsa; y esto lo q u e q u iere d ecir es q u e ««4 cree q u e la T ie rra
es plana» n o es u n a fu n c ió n d e verdad de sus p roposiciones c o m p o n en tes.
N atu ralm en te esto plantea a W ittg e n ste in u n dilem a si q u iere m a n te n e r la tesis de
la veritativo-fim cionalidad: o b ie n m u estra q u e prop o sicio n es d e este tip o son, a
pesar de las apariencias, fun cio n es d e verdad de sus c o m p o n e n te s o b ie n q u e son
pseudoproposiciones q u e in te n ta n d ec ir lo q u e sólo p u e d e m ostrarse. W ittg e n ste in
presenta su so lu ció n a este p ro b lem a e n el párrafo siguiente. P ero es im p o rta n te v er
el co n tex to en el cual la plantea: la teo ría russelliana del ju ic io c o m o relación m ú l­
tiple. R ussell había abrazado — c o n M o o re — la teo ría del ju ic io c o m o relació n d iá -
dica de acuerdo c o n la cual p roposiciones c o m o «C reo q u e Sócrates b e b ió la c ic u ­
ta» involucraban u n a relació n e n tre u n creyente y la p ro p o sició n «que Sócrates b e b ió
la cicuta». U n h e c h o se definía c o m o u n a p ro p o sic ió n verdadera, p ero c o m o h ab ía
que buscar u n o b je to para los ju ic io s falsos — pues u n ju ic io e n el q u e n o se ju z g u e
nada n o parece ser u n ju ic io — , era n ecesario ad m itir, adem ás d e los h ech o s, c o m ­
plejos n o fácticos tales c o m o «que la T ie rra es plana», «que hay u n icornios», etc. E l
robusto sentido d e la realidad del q u e R ussell hacía gala le llevó a p lan tear u n a n ueva
c o ncepción del ju ic io en la q u e sus constitu y en tes eran a) el sujeto q u e ju z g a y
b) los elem en to s de la pro p o sició n ju z g a d a q u e el sujeto disp o n e e n u n c ie rto o rd e n .
Así, p o r ejem plo, la creencia de O te lo de q u e D e sd é m o n a am a a C asio tie n e c o m o
constituyentes el su jeto — O te lo — , D esd ém o n a, la relación «ama» y C asio q u e se
u n en de una m an e ra particu lar q u e fragua la relación m ú ltip le del ju ic io . Esta te o ­
ría tiene, sin em b arg o , varios problem as p ero W ittg e n ste in señaló d e m o d o p a rtic u ­
lar que la teoría de R ussell p e rm itía cre e r sinsentidos, y q u e si en to d o ju ic io se daba
una relación e n tre u n creyente y el c o n te n id o de la creencia éste ten ía q u e ser u n a
entidad articulada (y n o m e ra m e n te u n a lista d e elem entos) bajo p en a de n o p o d e r
explicar p o r q u é la creencia de O te lo , en el e jem p lo a n terio r, es la de q u e
D esdém ona am a a C asio m ás b ie n q u e la de q u e C asio am a a D esd ém o n a.
228 LU D W IG W ITTGENSTEIN

5 542 Es claro, sin embargo, que « A cree que p » ,


«A piensa p » , « A dice p » son de la forma «“p ”
dice p»: y no se trata aquí de una coordinación
de un hecho con un objeto, sino de la coordi­
nación de hechos mediante la coordinación de
sus objetos.
▼ E n p rim e r lugar, veam os cuál es la solución de W ittg en stein al últim o de los
problem as qu e él señala de la teo ría russelliana del ju ic io c o m o relación m últiple. «A
cree q u e p» es de la fo rm a « “p ” dice p» y n o se trata de la co o rd in ació n de u n h ech o
c o n u n objeto, sino d e la co o rd in ació n de hechos m ed ian te la co o rd in ació n de sus
objetos. W ittg en stein recuerda aquí q u e la relación e n tre u n a pro p o sició n y su senti­
d o es interna: n o es la relación en tre u n n o m b re y u n objeto, sino que u n a proposi­
ció n tien e sentido p o rq u e los elem entos del signo p reposicional (que es u n hecho)
están coordinados c o n los elem entos del h e ch o q u e la p roposición figura (véase
3.1432). D ic h o de otra m anera: q u e u n a prop o sició n figure la relación d e a m o r entre
D esd ém o n a y C asio n o se p u e d e explicar sólo ten ie n d o en cu en ta los elem entos del
h e c h o figurado, pues éstos son los mismos q u e en la relación de a m o r en tre Casio y
D esd ém o n a. «D esdém ona am a a Casio» y «Casio am a a D esdém ona» tie n e n sentido
distinto p o rq u e los elem entos de la figura, q u e están p o r objetos, están dispuestos de
m anera diferente. Es fácil ver entonces, si el signo p reposicional es u n h e ch o que cons­
ta de nom bres correlacionados c o n oEyetos del m u n d o , c ó m o «“p ” dice p»: p o r m edio
d e la correlación entre los objetos que configuran el signo prep o sicio n al «p» y los q u e
configuran el h ech o de q u e p. A h o ra b ie n , ¿cóm o p u e d e esto ser equivalente a «A cree
q u e p»? H . O. M o u n c e , en Wittgenstin’s Tractatus. A n Introduction, Blackw ell, O xford,
1981, pp. 8 3 -8 6 , ofrece u n a sencilla explicación. D e h e c h o «A cree q u e p» y «“p ” dice
p» n o son equivalentes; p ero «“p ” dice p» nos da u n a clave para explicar «A cree que
p»: la relación entre la creencia d e A y aquello de lo q u e es creencia es la m ism a que
la q ue se da en tre «p» y lo q u e «p» dice.Volvamos a nuestro ejem plo « O telo cree q u e
D esd ém o n a am a a Casio» para sintetizar la posición de W ittg en stein . E n p rim e r lugar,
q u e O te lo crea q u e D esd ém o n a am a a Casio equivale a q u e O te lo piense u n signo
preposicional cuyos elem en to s están relacionados d el m o d o en q u e lo están los ele­
m en to s del h e c h o («“p ” dice p»), Pero si alguien dice « O telo cree q u e D esd ém o n a am a
a Casio», lo qu e in te n ta es figurar u n estado d e cosas diciendo q u e O te lo tiene tal p e n ­
sam iento (p o r ejem plo, p o rq u e O te lo ha aseverado q u e D esd ém o n a am a a Casio);
p e ro sus palabras n o d ic e n cuál es el co n ten id o d e la creencia de O te lo ; muestran tal
co n ten id o diciendo q ue O te lo piensa tal y tal signo p reposicional. C o m p árese co n
«Galileo dijo q u e la T ie rra se m ueve». «La T ie rra se m ueve» (u n signo preposicional)
dice q ue la T ie rra se m ueve; si alguien dice «Galileo dijo q u e la T ie rra se m ueve» lo
q u e in te n ta es figurar u n estado d e cosas reproduciendo el signo p reposicional q u e
G alileo em itió y mostrando c o n ello el c o n te n id o d e lo q u e G alileo dijo. Pero, si esto
es así, e n «A cree q u e p» «p» n o aparece c o m o signo p rep o sicio n a l usado c o m o p ro ­
yección de u na situación posible (com o proposición) y, p o r ello, «A cree q u e p» n o es
u n a fu n ció n de verdad de la p ro p o sició n «p».
TRACTATUS L O G IC O PH ILO SO PH ICU S 229

5.5421 Esto muestra también que el alma, el sujeto,


etc. — tal como se concibe en la psicología super­
ficial de hoy en día— , es un disparate.
Un alma compuesta ya no sería, en efecto, un
alma.
▼ Pues en « “p ” dice q u e p» «p» n o p u e d e ser sim ple, e n realidad «p» es u n h e c h o
y los hech o s son, p o r d efin ició n , co m p lejo s. A h o ra b ien , si «A cree q u e p» tie n e esa
form a, en to n ce s A n o p u e d e ser u n a en tid a d sim ple (un «alma» o u n «yo»), esto es:
n o com puesta. A tien e q u e ser u n h az d e p ercep cio n es al estilo d e H u m e , u n ag re­
gado d e relaciones en tre ac o n te c im ie n to s p síquicos pasados, presentes y futuros de
m i cuerpo. N o hay nada simple q u e esté detrás d e todos ellos.

5.5422 La explicación correcta de la forma de la pro­


posición « A juzga p» tiene que mostrar que es
imposible juzgar un sinsentido. (La teoría de
Rmssell no satisface esta exigencia.)
▼ La teo ría russelliana d el ju ic io c o m o relació n m ú ltip le n o tie n e fo rm a de
im pedir q u e se co n stru y an p ro p o sic io n e s c o m o « V -l b e b e cerveza», p u e sto q u e el
ju icio es u n a relación q u e se da e n tre el q u e ju z g a y los ele m e n to s d el ju ic io , sin espe­
cificar tipos de elementos y dirección de la relación. La p ro p u e sta d e W ittg e n ste in al ex ig ir
u n signo pro p o sicio n al usado c o m o p ro y e c c ió n d e u n h e c h o posib le g arantiza sen ­
tido al c o n te n id o d el ju ic io .

5,5423 Percibir un complejo quiere decir percibir


que sus partes constituyentes se relacionan entre
sí de esta y aquella manera.
Sin duda, esto explica también que la figura
230 LU D W IG W ITTGENSTEIN

pueda verse como un cubo de dos modos; y


explica todos los fenómenos similares. Pues lo
que vemos son, en realidad, dos hechos distintos.
(Si concentro primero mi mirada en los ángu­
los a y sólo miro de reojo los b , entonces a pare­
ce estar delante; y a la inversa.)
5.55 Tenemos ahora que responder a p rio ri la pre­
gunta por todas las formas posibles de proposi­
ciones elementales.
Las proposiciones elementales constan de
nombres. Pero, dado que no podemos indicar el
número de nombres con significados distintos,
tampoco podemos indicar la composición de las
proposiciones elementales.
V E sto es: to d o lo qu e p o d em o s d ecir a priori d e las proposiciones elem entales es
q u e constan de nom bres. Pero, c o m o n o p o d em o s dar el nú m ero de proposiciones ele­
m entales — es, co m o hem os visto, u n sinsentido— , n o podem os dar tam p o co su co m ­
posición. E n consecuencia, la decisión acerca de las form as de proposiciones elem en ­
tales q ue ha de co n te n e r u n a descripción del m u n d o n o se p u e d e to m a r ten ie n d o
c o m o base el análisis lógico (5.551). A hora bien, esto n o quiere d ecir q u e este asunto
p u ed a resolverse apelando a la experiencia, pues, W ittgenstein sostiene q u e c u an d o en
nuestro razonam iento llegam os a u n p u n to en el q u e parece q u e estam os obligados a
ech ar m an o de la experiencia para decidir, p o r ejem plo, acerca d e las form as posibles
d e proposiciones elem entales, estamos ante u n signo d e q u e nos hem os extraviado. La
razón n o es difícil de enunciar (5.552): la experiencia p u ed e ayudarnos e n aquello que
tiene qu e ver co n lo q u e es el caso, c o n los hechos. Pero aquí n o estam os interesados
p o r có m o están las cosas, sino en lo que son (véase 3.221 para la contraposición entre
el «cómo» y el «qué» y, más adelante, 6.44 para su co n ex ió n co n lo m ístico). Es p o r eso
p o r lo q ue la apelación a la experiencia n o surte efecto en este p u n to : nos las ten em o s
q u e h aber co n u na cuestión que precede a cualquier experiencia. Pero si la cuestión
acerca de todas las form as posibles de proposiciones elem entales n o p erte n e c e a la
ex periencia ni tam poco a la lógica cabe preguntarse, c o m o hace Black, si hay u n d o m i­
n io a priori qu e está situado fuera d e la lógica (véase, más adelante, 6.41).

5 551 Nuestro principio fundamental consiste en


que toda pregunta cuya respuesta, en suma, pueda
decidirse por medio de la lógica, tiene que poder
decidirse sin más.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 231

(Y si llegamos a una situación en la que, para


responder a tal problema, necesitásemos mirar al
mundo, esto mostraría que andamos por senderos
radicalmente equivocados.)
5 552 La «experiencia» que necesitamos para enten­
der la lógica no es la de que algo está de esta o de
aquella manera, sino la de que algo es; pero preci­
samente esto no es n in g u n a experiencia.
La lógica es previa a cualquier experiencia —de
que algo es así.
Es previa al cómo, no al qué.
5.5521 Y, si esto no fuera así, ¿cómo podríamos apli­
car la lógica? Podríamos decir: si hubiera una
lógica aunque no hubiese ningún mundo, ¿como
podría entonces haber una lógica dado que hay
un mundo?
▼ Lo qu e W ittg en stein p arece estar d icie n d o aquí, d e m an era u n tan to c ríp ti­
ca, tiene q u e ver c o n su «pensam iento fundam ental» d e q u e n o hay h e c h o s lógicos
[véase A n sco m b e (1959), p. 165]. A u n q u e la ló g ica es previa a cu a lq u ie r e x p e rie n ­
cia, tam p o co p o d e m o s co n ceb ir la lógica to ta lm e n te disociada del m u n d o , ya q u e
no podríam os ex p licar su aplicación, n o p o d ríam o s e n te n d e r c ó m o la ló g ica tie n e
que ver c o n las proposiciones que, c o m o sabem os, h ablan d el m u n d o . P ues «si
h ubiera u n a lógica au n q u e n o h u b iese n in g ú n m u n d o , ¿có m o p o d ría en to n ce s
haber u n a ló g ica dado q ue hay u n m undo?». S u p o n g am o s q u e hu b iese verdades
lógicas sin m u n d o . H ab ría entonces h ech o s lóg ico s q u e nos servirían d e p a tró n para
decidir acerca d e la consistencia de las p ro p o sicio n es e n el caso d e q u e h u b ie ra u n
m undo. Pero si la lógica incluyese h ech o s c o n los q u e tu v ie ra n q u e ser consistentes
los hechos del m u n d o la lógica ya n o sería lógica, pues es a ella a la q u e le to ca
decretar la consistencia.

5.553 Russell dijo que había relaciones simples


entre distintos números de cosas (individuos).
Pero ¿entre qué números? ¿Y cómo ha de deci­
dirse esto? ¿Por la experiencia?
No hay número alguno que tenga preemi­
nencia sobre el resto.
232 LU D W IG W ITTGENSTEIN

5.554 La indicación de cualquier forma especial


sería algo completamente arbitrario.
5.5541 Se supone que se ha de poder indicar a priori si,
por ejemplo, puedo llegar a una situación en la que
tenga que designar algo con un signo de relación de
27 lugares.
5.5542 Pero ¿nos está siquiera permitido hacer una
pregunta de este tipo? ¿Podemos establecer la
forma de un signo sin saber si le puede corres­
ponder a algo?
¿Tiene sentido la pregunta: qué tiene que ser
para que algo pueda ser el caso?
5.555 Es claro que tenemos un concepto de propo­
sición elemental independientemente de su forma
lógica particular.
Pero allí donde podemos formar símbolos de
acuerdo con un sistema, es ese sistema el que es
importante desde el punto de vista lógico y no
los símbolos particulares.
Y cómo iba a ser posible que, en lógica, me las
tuviera que haber con formas que puedo inventar;
más bien aquello con lo que tengo que habérme­
las es lo que posibilita que me las invente.
T A q u ello c o n lo q u e te n g o q u e h ab érm elas e n lógica n o es la n o ta c ió n p a r­
tic u la r q u e p u e d a ad o p tar sino el sistem a q u e h ace posible q u e m e invente las n o ta ­
cio n es particulares (véase a este respecto 5.5 1 4 ).

5.556 No puede haber una jerarquía de las formas


de las proposiciones elementales. Sólo podemos
prever aquello que nosotros mismos construimos.
5.5561 La realidad empírica está delimitada por la
totalidad de los objetos. El límite se manifiesta
nuevamente en la totalidad de las proposiciones
elementales.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 233

Las jerarquías son, y tienen que ser, indepen­


dientes de la realidad.
▼ P ues los o b jeto s son los c o m p o n e n te s d e los estados de cosas y llevan inscri­
tos en sí sus posibilidades d e c o m b in a c ió n e n ellos. Los objeto s o c u rre n esencial­
m ente en estados d e cosas — lo q u e es el caso— y to d o lo q u e es el caso p u e d e ser
figurado p o r p ro p o sicio n es elem entales q u e están com puestas de n om bres q u e
hacen las veces de los objeto s.

5.5562 Si, a partir de puros fundamentos lógicos, sabe­


mos que tiene que haber proposiciones elementa­
les entonces, cualquiera que entienda las proposi­
ciones en su forma no analizada, tiene que saberlo.

5(5563 De hecho, todas las proposiciones de nuestro


lenguaje ordinario están, tal como están, ordena­
das de manera lógicamente perfecta. Esta cosa
extremadamente simple que hemos de indicar
aquí no la apuntamos a modo de parábola de la
verdad, sino que es la propia verdad misma.
(Nuestros problemas no son abstractos sino,
quizá, los más concretos que hay.)
▼ E ste p árrafo m uestra la eq u iv o ca ció n de R ussell e n el p ró lo g o al Tractatus al
atribuirle a W ittg e n ste in la in te n c ió n de investigar las co n d ic io n e s para la c o n stru c­
ción de u n len g u aje ló g ic a m e n te perfecto. La idea de W ittg e n ste in es m ás b ie n q u e
el lenguaje o rd in a rio está p erfe c ta m e n te o rd e n a d o tal c o m o está; lo q u e sucede es
que, en algunos casos, esta o rd e n a c ió n se ve em p añ a d a p o r el m o d o de ex p resió n y
es el análisis ló g ico el q u e v ie n e e n nu estra ayuda. Pero la lógica to m a c o m o base el
m odo de ex p resió n q u e ya te n e m o s y n o crea u n o p articu lar para ella. La c o n c e p ­
ción de q ue d eb em o s c o n stru ir u n len g u aje ideal es rechazada p o r W ittg en stein p o r
incom prensible. Pues, si el lenguaje ideal h a d e expresar lo q u e ya expresam os
m ediante el lenguaje o rd in a rio , en to n ce s es superfluo; p ero , si in te n ta d ec ir algo dis­
tinto, ¿có m o p o d ríam o s darn o s c u e n ta d e ello?

5.557 La aplicación de la lógica decide qué proposi­


ciones elementales hay.
Lo que reside en su aplicación, la lógica no
puede anticiparlo.
234 LU D W IG W ITTGEN STEIN

Una cosa es clara: la lógica no puede entrar en


colisión con sus aplicaciones.
Pero la lógica tiene que estar en contacto con
sus aplicaciones.
Por tanto, la lógica y sus aplicaciones no pue­
den solaparse.

5.5571 Si no puedo indicar a p rio ri las proposiciones


elementales, entonces tiene que conducir a un
sinsentido evidente el querer indicarlas.

5 £ L o s lím ites de m i lenguaje significan los límites


de mi mundo.
T E m p ie z a aquí u n a de las partes m ás difíciles y, n o es d e ex trañ ar, m ás d eb ati­
das del Tractatus. Ya e n el prefacio W ittg e n ste in ad v ie rte q u e la aspiración del libro
está conectad a c o n el estab le c im ie n to d e los lím ites del lenguaje: «El libro q u iere tra­
zar u n lím ite al p en sar o, m e jo r d ich o , n o al p en sar sino a la e x p re sió n d e los p e n ­
sam ientos; p o rq u e, p ara trazar u n lím ite al pensar, te n d ríam o s q u e p o d e r pensar
am b o s lados d e ese E m ite (ten d ría m o s q u e p en sa r lo q u e n o p u e d e pensarse).» Pero
¿en q u é sen tid o los lím ites de m i lenguaje son los Em ites d e m i m u n d o ? 5.61 afir­
m a q u e la lógica llena el m u n d o y q u e sus lim ites so n los d el m u n d o ; esto es: en
ló g ica n o p o d e m o s d e c ir q u e el m u n d o tie n e esto y eso p ero n o aquello.
N a tu ra lm e n te estos tres dem ostrativos se refieren a objeto s e n el sen tid o del Tractatus
y n o a h ech o s. P u es su p o n g a m o s q u e p u d iéram o s d ec ir q u e el m u n d o no c o n tien e
este o b jeto . Para p o d e r h acerlo ten d ríam o s q u e n o m b ra rlo ; p e ro si usam os u n n o m ­
b re para u n o b je to el o b je to n o m b ra d o tie n e q u e existir pu es, de lo c o n tra rio n o
sería u n n o m b re (y esto es a su n to d e lógica). U sa r u n n o m b re q u e n o d e n o te u n
o b je to n o sería usar u n n o m b re en absoluto; sería c o m o d ice P la tó n e n el Crátilo,
u n m ero ru id o c o m o el q u e se p ro d u c e al b a tir u n a cacerola. E s e n este sen tid o en
el q u e to d o s los lenguajes so n lóg ico s — u n len g u aje iló g ico sería c o m o u n n o m b re
sin o b je to del q u e h a c e r las veces— y las diferencias e n tre las co n v en cio n es d e los
distintos lenguajes so n , e n este p u n to , irrelevantes. N o s e n c o n tra m o s en to n ce s c o n
q u e el len g u aje y la ló g ica son, p o r así decirlo, co ex te n so s y, e n ese sentido, los lím i­
tes d e m i len g u aje significan los Em ites d e m i m u n d o .

5 ¡gj La lógica llena el mundo; los límites del


mundo son también sus límites.
Por tanto, en lógica no podemos decir: en el
mundo hay esto y eso, pero no aquello.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO P H IC U S 235

Esto presupondría, aparentemente, que excluía­


mos ciertas posibilidades y esto no puede ser el
caso, dado que exigiría que la lógica traspasase los
límites del mundo; esto es: que pudiera también
contemplar esos límites desde el otro lado.
Lo que no podemos pensar no lo podemos
pensar; por consiguiente, tampoco podemos decir
lo que no podemos pensar.
Esta observación da la clave para tomar una
decisión respecto de la pregunta acerca de en qué
medida el solipsismo es una verdad.
Pues lo que el solipsismo quiere decir es total­
mente correcto, sólo que no se puede decir, sino
que se muestra.
Que el mundo es m i mundo es algo que se
muestra en que los límites del lenguaje (del solo
lenguaje que yo entiendo) significan los límites
de m i mundo.
Y H u b o d u ran te m u c h o tie m p o u n p ro b lem a de in te rp re ta c ió n en la tercera
p arte de este párrafo. La o rac ió n q u e va e n tre paréntesis — e n a lem án «der Sprache,
die allein ic h verstehe»— p u e d e in te rp re ta rse c o m o «el len g u aje q u e yo sólo e n tie n ­
do» o «el solo (único) lenguaje q u e y o entien d o » . H ay e n la actu alid ad evidencia
suficiente para afirm ar q ue la seg u n d a in te rp re ta c ió n es la c o rrecta: W ittg e n ste in n o
hace referencia en este punto a u n len g u aje privado, sino a m i len g u aje e n te n d id o
co m o la totalidad de las p ro p o sicio n es (4.001) y q u e es «coextenso» c o n la lógica,
p o r lo que, en lo q u e sigue, n o h a ré referen cia a este asunto. D e b e señalarse, sin
em bargo, q u e p u ed e h ab er otras evidencias in d e p e n d ie n te s q u e llev en a la c o n c lu ­
sión de q u e el lenguaje del Tractatus es u n len g u aje p riv ad o [véase A . G arcía Suárez
(1976), La lógica de la experiencia, T ecnos, M ad rid .] Sólo voy a c o n sid erar e n este
p u n to dos posibilidades d e in te rp re ta r la p o stu ra d e W ittg e n ste in sobre el solipsis­
m o (sólo existo yo y m is sensaciones): 1) o b ie n W ittg e n ste in abraza el solipsism o
en el Tractatus, si b ie n afirm a q u e la v erd ad del solipsism o n o p u e d e decirse, sólo se
m uestra, o b ie n 2) la segunda le c tu ra d el paréntesis establece q u e n o existe c o n e ­
x ión entre m i lenguaje (el ú n ic o len g u aje q u e yo e n tie n d o ) y la p o stu ra solipsista.
Fogelin [Fogelin (1995), pp. 9 3 -9 5 ] p o r ejem plo, considera q u e la p rim e ra d e las
posibilidades es la más sim ple a la vista d e los textos de W ittg e n ste in , p e ro señala q u e
n o se p u ed e ad u cir n in g ú n te x to del Tractatus e n el q u e esté fu n d a m e n ta d a la p ri­
vacidad esencial d e la c o n c e p c ió n del m u n d o q u e tie n e cada p erso n a. Es m ás, su tesis
es que el Tractatus n o exige e n m o d o a lg u n o tal privacidad. La seg u n d a p o sibilidad
n o exige privacidad, pues sólo re c o n o c e q u e los lím ites d e m i len g u aje so n los lím i­
236 LU D W IG W ITTGENSTEIN

tes d e m i m u n d o en el sen tid o de q u e es c o n m i lenguaje c o n el q u e rep resen to el


m u n d o . A h o ra b ie n , eso n o ex cluye q u e las dem ás personas h ab len el m ism o le n ­
g uaje y, p o r tanto, q u e los lím ites d e su m u n d o y los del m ío co in cid an . El p ro b le­
m a de esta alternativa es q u e deja sin e x p b car los pasajes claram en te solipsistas d el
Tractatus (p o r ejem plo, 5.6 2 1 , 5.63). A su vez, M o u n c e [M o u n c e (1981), pp. 89-93]
se inspira e n u n c o m e n ta rio de B lack [Black (1961), p. 308] para h a c e r la sig u ien te
le c tu ra del espinoso p ro b le m a del solipsism o. B lack afirm a q u e W ittg e n ste in to m a
e n co n sid eració n la p osibilid ad de u n yo transcen d en tal al m o d o de S c h o p e n h a u e r
e n 5.632; se trata d e la n o c ió n de u n yo q u e n o p e rte n e c e al m u n d o , sin o q u e es el
lím ite del m u n d o y q u e explica e n 5 .6 3 3 co m p arán d o lo c o n el o jo y el cam p o
visual: del m ism o m o d o q u e la ex isten cia del cam po visual m uestra la existen cia del
o jo, p e ro el ojo n o es u n o b je to d e l c am p o visual, el yo ta m p o c o aparece en el, lla­
m é m o slo así, «cam po de la conciencia» del m u n d o p o rq u e , c o m o el o jo , es la c o n ­
d ic ió n de p osibilidad del c a m p o d e la co n cien cia. La co n secu en cia de ello sería q u e
la filosofía p o d ría trascen d er las c o n d ic io n e s em píricas d el yo y, a pesar d e n o e n u n ­
ciar nad a sobre el yo transcen d en tal, sí p o d ría mostrar algo sobre él (co m o el cam po
visual m u estra el o jo ). ¿P lantea W ittg e n ste in esto c o m o algo razonable o sólo c o m o
u n a p o sic ió n a rechazar? B lack co n sid era q u e W ittg e n ste in lo p lan tea só lo a efectos
d ialécticos, c o m o u n ejem p lo d e aq u ello a lo q u e se llega c u an d o n o se respeta la
d iferen cia e n tre d ecir y m ostrar. M o u n c e in te p re ta d e m o d o paralelo la o b serv ació n
d e 5 .6 2 «lo q u e el solipsism o quiere decir es to ta lm e n te c o rrecto , sólo q u e n o se p u e d e
decir, sino q u e se m uestra». E n este sen tid o la co n fu sió n residiría e n el p ro p io solip-
sism o, n o e n su expresión; detrás del sohpsism o habría en to n ce s u n a v erd ad q u e se
m uestra, p e ro n o se dice, y el p ro p io sohpsism o sería sólo el resultado d e q u e re r
decirla. E l a rg u m e n to m ás persuasivo q u e M o u n c e usa a favor de su in te rp re ta c ió n
tie n e q u e v er c o n la cu e stió n d e los lím ites del lenguaje. H e m o s visto q u e el le n ­
guaje, esto es: la to ta h d a d d e las p ro p o sicio n es, n o p u e d e d ejar d e ser ló g ic o so p e n a
d e d ejar de ser lenguaje, y q u e los lím ites del m u n d o y los d e la ló g ica c o in cid ían .
E s p o r eso p o r lo q ue, d ad o q u e el m u n d o m e es d ado en el lenguaje, los lím ites d e
m i len g u aje significan los lím ites d e m i m u n d o y, adem ás, no hay alternativa. M o u n c e
lo expresa gráficam en te d icie n d o q u e tan to el cam po visual c o m o el m u n d o tal
c o m o m e es d ad o n o tie n e n «vecinos». E sta sería la v erd ad q u e hay detrás del so h p ­
sism o. Pero esto n o equivale a la p o sic ió n solipsista. E l solipsista q u iere m a n te n e r q u e
el m u n d o (al final los o b jeto s e n sus com b in acio n es) n o es real: lo ú n ic o real es él
m ism o y sus estados m entales. A h o ra b ie n , d e a cu erd o c o n la c o n c e p c ió n d el
Tractatus, el yo sólo p u e d e m ostrarse a través del m u n d o ; si- el m u n d o es irreal ta m ­
b ié n tie n e q u e serlo el yo. P o r eso dice W ittg e n ste in q u e/el sohpsism o, ap u rad o hasta
el final d e fo rm a estricta, co in c id e c o n el p u ro realism o, p u es el solipsista q u iere
h a c e r q u e el m u n d o se en c o ja hasta hacerlo c o in c id ir c o n su yo (5.64). Pero, si el yo
sólo p u e d e m ostrarse a través d e m u n d o , el solipsista tie n e q u e re c o n o c e r al final del
v iaje q u e sólo la realidad del m u n d o p u e d e d ar alguna substancia al y o y n o p reci­
sa m e n te c o m o u n o b jeto .

5.621 El mundo y la vida son todo uno.


TRACTATUS LO G ICO -PH ILO SO PH IC U S 237

5.63 Yo soy mi mundo. (El microcosmos.)


5 631 El sujeto que piensa, que tiene representacio­
nes, no existe.
Si escribiese un libro que tuviera por título E l
m u n d o tal como lo encontré, tendría que informar en
él sobre mi cuerpo y decir qué miembros estaban
sujetos a mi voluntad y cuáles no, etc. Ciertamente,
éste es un método para aislar al sujeto o, más bien,
para mostrar que, en un sentido importante, no hay
sujeto alguno. En efecto, es de él de la única cosa
que no podría hablarse en este libro.

5.632 El sujeto no pertenece al mundo, sino que es


más bien un límite del mundo.
5 533 ¿Dónde se ha de apreciar en el mundo un
sujeto metafíisico?
Dices que se trata aquí de algo completamen­
te semejante al caso del ojo y del campo visual.
Pero tú no ves realmente el ojo.
Y nada e n el cam po visual permite inferir que
es un ojo el que lo ve.

5.6331 Es decir: el campo visual no tiene una forma tal


que ésta:

Esto está qonectado con el hecho de que tam­


poco ninguna parte de nuestra experiencia es a
priori.
Todo lo que vemos podría también ser de
otro modo.
238 LU D W IG W ITTGENSTEIN

Todo lo que, en suma, podemos describir,


también podría ser de otro modo.
No hay orden alguno a priori de las cosas.

5 gq Aquí se ve que el solipsismo, apurado hasta el


final de forma estricta, coincide con el puro rea­
lismo. El yo del solipsismo se contrae hasta un
punto sin extensión y queda la realidad coordi­
nada con él.

5 i Así pues, hay realmente un sentido en el que


la filosofía puede hablar del yo de manera no psi­
cológica.
El yo entra en escena en filosofía porque «el
mundo es mi mundo».
El yo filosófico no es el hombre, ni el cuerpo
humano, ni el alma humana de la que trata la psi­
cología, sino el sujeto metafísico, el límite —no
una parte— del mundo.
Y E l sen tid o e n el cual hablam os d el yo, e n té rm in o s sc h o p en h au erian o s, c o m o
« p o rtad o r del m u n d o » , c o m o c o n d ic ió n d e c o n o c im ie n to d e to d o o b jeto . Pero esto
ex clu y e q ue, p o r ejem plo, el y o p u e d a id entificarse c o n u n c u e rp o o c o n cu alq u ie­
ra d e sus partes; u n c u e rp o o cu alq u iera d e sus partes son objeto s q u e p resu p o n en
el y o para p o d e r ap arecer c o m o tales o b jeto s. El yo, p o r tanto, carece d e co o rd e n a ­
das esp acio -tem p o rales (véase 5.62).

Laform a general de una función de verdad


es [p, Í , N ( Q ] .
Ésta es la forma general de una proposición.
V E n 5 .2 5 2 2 W ittg e n s te in in tro d u c e el signo «[a, x , O ’x]» para designar el té r­
m in o g en eral d e u n a serié. E sta ex p resió n es u n a variable d o n d e el p rim e r té rm i­
n o es el c o m ie n z o de la serie, «x» es la fo rm a d e u n té rm in o seleccio n ad o de m a n e ­
ra arb itra ria y « O ’» es la o p e ra c ió n q u e g e n e ra la serie. A q u í te n e m o s u n signo de
e stru c tu ra sem ejan te — «[p, | , N(Q¡\»— d o n d e «p» es el c o n ju n to de todas las p ro ­
p o sicio n es elem entales, «(;» está p o r u n a selecció n a rb itra ria d e variables ya co n si­
d eradas, y «N(Q » es la o p e ra c ió n realizada so b re valores de «4» q u e , c o m o sabem os,
es la n e g a c ió n c o n ju n ta (5.502). Q u e esta fó rm u la sea la fo rm a gen eral d e la p ro -
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 239

p osición q u iere d e c ir q u e to d a p ro p o sic ió n es el resultado de aplicar de m an era


sucesiva la o p e ra c ió n de n eg ació n c o n ju n ta a p ro p o sicio n es elem en tales. Es fácil v er
cóm o esto p u e d e ser así (véase 5.521 para la e x p re sió n de g eneralidad). S upóngase
que aplicam os «iV©» a la p ro p o sic ió n elem e n ta l «p»; el resultado es (en la n o ta c ió n
habitual de W ittg en stein ) (F V F V ) (p) [~p]; si la aplicam os a «q», el resultado es
(F F V V ) (q) si la aplicam os al p ar d e p ro p o sicio n es elem en tales «(p, q)», o b te ­
nem os (FFFV) (p, q) [~p. ~ p o ~(p v q)]; si a, su vez, aplicam os d e n uevo «TV©» a
este resultado, o b te n e m o s ( V V V F ) (p, q), [p v q \; y así sucesivam ente.

6.001 Esto no dice sino que toda proposición es un


resultado de aplicaciones sucesivas de la opera­
ción N(i) a proposiciones elementales.

6.002 Una vez que se da la forma general de cómo


se construye una proposición, se da también al
mismo tiempo la forma general de cómo una
proposición puede engendrar otra por medio de
una operación.

6.01 La forma general de la operación Í2’(T\) es


entonces:

[ l N (l)Y (Ti) (= [TI, l N (l)] ).

Ésta es la forma más general de la transición


de una proposición a otra.

T Í 2 ’ (T|) es en to n ce s la o p e ra c ió n q u e h a de realizarse sobre u n c o n ju n to de


proposiciones para pasar a otras proposiciones utilizando la o p eració n co n o cid a N © -
El m ecanism o es el q u e h e m o s visto e n 6.

6.02 Y así llegamos a los números. Defino

x = Q P ’x Def.,

Q ’Q v ’x = Qv+1’x Def.
240 LUDWIG WITTGENSTEIN

De acuerdo con estas reglas de signos, escribi­


mos pues la serie
x, Q’x, fl’Q’x, fi’Q’f í’x,...,
de la manera siguiente:
Q°x, Q0+1’x, Q0+1+1’x, Q0+
1+1+1’x, ....
Por tanto, en lugar de «[x, Q’£]», escribo:
«[Q°’x, Q .v’x , Q"+1’x]».
Y defino:
0+1 =1 Def.,
0+1+1 =2 Def.,
0+1+1+1 ~3 Def.,
(y así sucesivamente).

6.021 Un número es el exponente de una opera­


ción.
▼ D e m an era u n ta n to breve (6 .0 2 -6 .0 3 1 ), W ittg e n ste in p resen ta su propia
c o n c e p c ió n d e n ú m e ro in m e d ia ta m e n te después d e estab lecer la fo rm a gen eral de
la p ro p o sició n . A p a rtir d e las d efin icio n es x = Í2°x D e f., y í l f i ’r = Q f i ' ú D ef.
(o m ito los apostrofes d ad o q u e es claro sin m ás añadidos q u e «Q» es u n signo de
o p eració n ), e m p re n d e la tarea de ex p licar c ó m o u n n ú m e ro es u n e x p o n e n te d e una
o p e ra c ió n . ¿ Q u é quiere d e c ir esto? T o m em o s, p o r e jem p lo Q 4x; de a c u e rd o c o n las
d e fin icio n es an terio res equivaldría a Í K Í Q Í l t . O bsérvese q u e se trata d e u n a o p e ­
ra c ió n q u e se basa e n el m ism o p rin c ip io q u e la fo rm a gen eral d e u n a p ro p o sició n :
el resultado de un a op eració n previa se usa c o m o base sobre la q u e se realiza u n a nueva
o p eració n . D e este m o d o p u e d o escribir la serie x , Q x , Q D x , £2£2Qx, Q Q Ü x , ...,
d o n d e cada u n o de los m iem b ro s d e la serie es Q °x, Q 'x , í i 2x , £23x , Q 4x ,..., etc.;
c u a lq u ie r n u m eral o rd in ario p u e d e verse c o m o el e x p o n e n te d e la o p e ra c ió n Q y
d e fin ir en to n ce s la serie de los n ú m e ro s c o m o 0 , 0+1 = 1 , 0 + 1 + 1 = 2 , 0 + 1 + 1
+ 1 = 3 , 0 + l + l + l + l = 4 , ..., etc. D e acuerdo c o n lo a n te rio r, u n n ú m e ro
p a rtic u la r n o sería m ás qiie el resultado de aplicar u n n ú m e ro p a rtic u la r d e veces la
o p e ra c ió n Í2. Para ayudar a aclarar lo q u e se q uiere d ec ir y c o n te sta r a u n a posible
acu sació n de circularidad e n la d efin ic ió n usaré u n eje m p lo de la Sra. A n sco m b e.
Im agínese q u e q u erem o s ex p licar el c o n c e p to «antepasado m ío e n la lín ea m asculi-
n a»¿cóm o p o d ríam o s hacerlo? P o d ríam o s explicarlo d ic ie n d o q u e «antepasado m ío
e n la línea m asculina» es to d o aq u el in d iv id u o q u e está en la lín e a q u e c o m ien za
c o n m i p adre, y c o n tin ú a c o n el p a d re de m i padre, el p ad re del p a d re d e m i padre,
y así sucesivam ente (que es u n a m a n e ra d e d e c ir q u e la o p e ra c ió n e n c u e stió n p u e d e
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 241

repetirse de fo rm a indefinida). E n te n d e r «antepasado m ío en la línea m asculina»


equivale a e n te n d e r qu e la serie «mi padre, el p ad re d e m i padre, el p ad re del padre
de m i padre, etc.» pued e co n tin u arse u n n ú m e ro in d efin id o de veces. Pero im a g i­
n em os q u e se m e pregunta, respecto d e u n o d e m is antecesores e n la lín ea m ascu­
lina, q u é an teceso r particular es (m i padre, e l p ad re de m i padre, etc.); e n ese caso
tengo q u e dar el ordinal de ese a n tec eso r en la serie, q u e es lo m ism o q u e re m o n ­
tarse desde m i padre al padre d e m i padre, etc. E sto explica, p o r o tra p arte, p o r q u é
la definición n o es viciosam ente circular — algo q u e parecía seguirse c u an d o d ecía­
m os q u e u n n ú m ero particular n o era m ás q u e el resultado de aplicar u n número p a r­
ticular d e veces la op eració n Q . E n p rim e r lugar, u n té rm in o a rb itra rio d e la serie
n o es m ás q u e el resultado d e la ite ra c ió n in d e fin id a d e la o p e ra c ió n Q ; es c u alq u ier
té rm in o de la serie alcanzado p o r este p ro c e d im ie n to , y n o hay aq u í m e n c ió n algu­
na al c o n c e p to de núm ero. Pero, e n se g u n d o lugar, ¿qué sucede c u a n d o se m e p re ­
g unta q u é an tec eso r m ío p o r la linea m asculina es este h o m b re particular? D a d o q u e
e n tien d o q u é significa el co n cep to «antecesor m ío p o r línea m asculina», sólo te n g o
q u e re c o rre r las operaciones sucesivas desde «mi padre» hasta llegar al in d iv id u o p ar­
ticular p o r el q u e se m e pregunta. Si la o p e ra c ió n es n , m i tatarabuelo sería n n n r i x ,
q u e se p u e d e escribir co m o el e x p o n e n te d e u n a o p eració n , I l 4x. D e l m ism o m o d o ,
2 + 2 = 4 se escribiría com o £22 Q 2 x = Q 4x que, a su vez, sería (Q£l) (Q .íi)x = í l í l í l í i x ,
d o n d e n o sólo la p retendida circu larid ad ha desaparecido sino q u e , e n el m o d o de
expresión m ism o, veríam os en q u é consiste q u e las ecuaciones m atem áticas n o d igan
nada, no estén p o r nada e n el m u n d o (véanse m ás ad elante 6.231 y 6.232).

6.022 El concepto de número no es sino lo que es


común a todos los números, la forma general del
número.
El concepto de número es el número variable.
Y el concepto de igualdad numérica es la
forma general de todas las igualdades numéricas
especiales.

6.03 La forma general de un número entero es


[0 ,$, € + !]•
6.031 En la matemática, la teoría de clases es com­
pletamente superflua.
Esto está conectado con el hecho de que la
generalidad que necesitamos en matemáticas no
es la a c c id e n ta l.

Las proposiciones de la lógica son tautologías.


242 LUDWIG WITTGENSTEIN

6.11 Por tanto, las proposiciones de la lógica no


dicen nada. (Son las proposiciones analíticas.)
▼ Para las observacio n es an terio res de W ittg en stein sobre la lógica véanse
5 .4 5 3 -5 .4 5 4 1 y 5 .4 7 3 -5 .4 7 3 3 . A dem ás d e n o d ec ir nada, las prop o sicio n es d e la
ló gica tie n e n co n d icio n es d e verdad tautológicas, esto es: son verdaderas para todas
las c o m b in acio n es veritativas de sus pro p o sicio n es elem entales c o m p o n en tes.
(R ecu érd ese qu e tam b ién a las proposiciones de la lógica, a pesar de ser tautologías,
se e x tie n d e la d o c trin a de q u e to d a p ro p o sició n es fu n ció n de verdad de pro p o si­
cio n es elem entales.) P o r o tra parte, éste es el ú n ic o lugar del Tractatus d o n d e
W ittg e n ste in hace uso del té rm in o «analítico».T radicionalm ente, u n a p ro p o sic ió n se
llam a analítica cu a n d o es v erdadera p o r d efin ició n o su verdad se sigue d el signifi­
cado d e sus té rm in o s. Frege, p o r ejem plo, afirm aba q u e los p rin cip io s lógicos eran
p ro p o sicio n es analíticas [véase B lack (1964), p. 320].

Las teorías que hacen que una proposición de


la lógica parezca que tiene contenido son siem­
pre falsas. Podría pensarse que, por ejemplo, las
palabras «verdadero» y «falso» significan dos pro­
piedades entre otras propiedades, con lo que
parecería un hecho extraordinario el que toda
proposición estuviera en posesión de una de estas
propiedades. Pero esto parece ahora ser menos
que evidente, tan poco evidente como tuviera
visos de ser, por ejemplo, la proposición «Todas
las rosas son oamarillas orojas», aun cuando fuese
verdadera. En efecto, aquella proposición adquie­
re ahora el carácter íntegro de una proposición
de la ciencia natural y esto es un indicio seguro
de que se la ha concebido erróneamente.

6.112 La explicación correcta de las proposiciones


lógicas tiene que concederles un lugar único
entre todas las proposiciones.

Es marca peculiar de las proposiciones lógicas


que se pueda reconocer por el símbolo sólo que
son verdaderas, y este hecho encierra en sí toda la
filosofía de la lógica. Y, de este modo, es también
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 243

uno de los hechos más importantes el que la ver­


dado falsedad delas proposiciones no lógicas n o se
pueda reconocer a partir de la proposición sola.
▼ Esta observación fo rm a una pieza c o n la de q u e la lógica d e b e preocuparse de
sí m ism a. La idea q u e quiere expresar W ittg en stein es q u e las proposiciones d e la ló g i­
ca tien en au to n o m ía en el sen d d o de q u e su verdad se p u ed e d ete rm in a r m iran d o sólo
a los sím bolos qu e las integran. D ad o que las proposiciones de la lógica n o d icen nada
— n o representan n in g u n a situación posible puesto q u e ad m iten todas las posibilida­
des— , carece d e o b jeto in ten tar d e te rm in a r su verdad m iran d o si casan co n el m undo.
Su verdad, co m o caso lim ite, viene d eterm in ad a p o r el sim bolism o. T éngase e n c u e n ­
ta que W ittgenstein no quiere d ecir q u e la verdad d e u n a p roposición de la lógica se
determ ina siem pre echándole m eram en te u n vistazo; c o m o to d o estudiante d e lógica
sabe hay m uchas tautologías cuya dem ostración d e q u e son tautologías requiere m u c h o
esfuerzo y pericia e n el cálculo (véase 6.126); su verdad, no obstante, sigue siendo reco­
nocible p o r el sím bolo sólo, esto es: sin necesidad de m irar a los hechos.

Que las proposiciones dela lógica son tautolo­


gías m u e s tr a las propiedades formales —lógicas—
del lenguaje, del mundo.
Que, al estar entretejidas d e e s ta m a n e r a p a r t i c u ­
la r, las partes constituyentes delas proposiciones de
la lógica den como resultado una tautología, carac­
teriza la lógica de tales partes constituyentes.
Para que las proposiciones, entretejidas de un
modo y manera determinados, den como resultado
una tautología, tienen que tener ciertas propiedades
estructurales. Que combinadas d e e s ta m a n e r a den
como resultado una tautología muestra también
que poseen esas propiedades estructurales.
▼ Este párrafo p u e d e considerarse c o m o respuesta a u n a p re g u n ta q u e es n a tu ­
ral que surja. P u es 6.1 afirm aba q u e las p ro p o sicio n es de la ló g ica so n tautologías,
esto es: carecen d e sen tid o y, e n co n secu en cia, n o d ic e n nada. A h o ra b ie n , si n o d ic e n
nada quizás p o d em o s o lvid arn o s ya de ellas, del m ism o m o d o q u e n o prestam os
atención a sinsentidos c o m o «G ato p ero fu rio sa m e n te sí» pues ¿q u é in terés p u e d e
tener para nosotros lo q u e n o dice nada? E n p rim e r lu g ar sabem os q u e n o es lo
mismo q ue u n a p ro p o sició n sea u n sinsentido q u e el q u e carezca d e sen tid o . Las p ro ­
posiciones de la lógica carecen d e sen tid o , p e ro n o so n equiparables a sinsentidos
com o el an terio r. Q u e carezcan de sen tid o q u iere d ec ir q u e carecen d e c o n te n id o
descriptivo — n o d ic e n nada—- y ésa es p re cisam en te su v irtu d . ¿ C ó m o ?
244 LUDWIG WITTGENSTEIN

W ittg e n ste in dice q ue, precisam en te p o rq u e n o d ic e n nada, muestran las propiedades


lógicas del lenguaje y del m u n d o .T o m e m o s, p o r ejem plo, la p ro p o sició n «Hace frío
o no lo hace»; es o b v io q u e esta p ro p o sició n n o nos da in fo rm a c ió n alguna acerca
d e la te m p eratu ra a m b ie n te y tam b ié n d e b e serlo q u e n o nos habla de las co n stan ­
tes lógicas «o» y «no» (las constantes lógicas n o son representativas d e nada y, p o r
tanto, n o in tro d u c e n n in g u n a in fo rm a c ió n sobre el m u n d o en las proposiciones en
las q u e aparecen). «H ace frío o n o lo hace» es, c o m o todas las tatutologías, u n a p ro ­
p o sició n e n la q u e el c o n te n id o se ha evap o rad o — se h a cancelado— d ejándonos
la pura fo rm a. L o q u e la tau to lo g ía nos muestra e n to n c e s — p o rq u e n o dice nada—
son las p ro p ied ad es form ales d el c o m p u esto , nos m u estra q u e u n a c o m b in a c ió n p a r­
ticu lar d e p roposiciones elem entales q u e en otra combinación tiene contenido descriptivo,
en esta disposición p a rticu la r n o dice nada. Y, a su vez, q u e esta co m b in a c ió n p a rti­
cular cancele el c o n te n id o descriptivo de p ro p o sicio n es elem entales m uestra algo
sobre las p ro p ied ad es form ales d e esas p ro p o sicio n es elem entales. A h o ra b ien, al can­
celarse e n la tau to lo g ía el c o n te n id o d escriptivo y q u e d a r sólo la fo rm a, lo q u e p e r­
m an ec e resid u alm en te es lo q u e u n a p ro p o sic ió n tie n e q u e tener en común con la rea­
lidad para p o d e r figurarla, es decir: e n cada ta u to lo g ía te n e m o s a n te nosotros u n a
especie de b a lc ó n sobre las p ro p ied ad es fo rm ales d el m u n d o . N i en el caso del le n ­
guaje n i e n el caso del m u n d o se p u e d e n decir tales pro p ied ad es: sólo p o d em o s d ecir
lo q ü e es el caso q ue, c o m o sabem os, consiste e n co m b in a c io n e s d e objeto s y p e r­
te n ec e al re in o d e la c o n tin g e n c ia .Y n i la fo rm a d e l len g u aje n i la d el m u n d o son
c o n tin g en tes. E sto p u e d e d espejar nu estra in q u ie tu d p o r el h e c h o d e q u e nos p re ­
o c u p e m o s d e p ro p o sicio n es q u e n o d ic e n nada; so n las p ro p o sicio n es de la lógica,
p recisam en te p o rq u e n o d ic e n nada, las q u e nos d eja n e n trev er las propiedades ló g i­
cas del len g u aje y del m u n d o .

6.1201 Que, por ejemplo, las proposiciones « p » y «~p»


arrojen como resultado una tautología en la com­
binación «~(p. ~p)», muestra que se contradicen
entre sí. Que las proposiciones « p D q», « p » y «q»
combinadas entre sí en la forma «(p D q).
(p):D:( q )» arrojen como resultado una tautología
muestra que q se sigue de p y p Z> q. Que «(x).
fx : D’J a » es una tautología, muestra quefa se sigue
de ( x ).fx . Etc., etc.

T L o q u e aquí ten em o s son ejem plos d e c ó m o la c o m b in a c ió n de proposiciones


q u e da lu g ar a u n a tautología caracteriza la lógica d e las proposiciones com ponentes.
Así, p o r p o n e r u n ejem plo, el q u e las proposiciones «p» y «~p» arrojen c o m o resulta­
d o u n a tautología en la co m b in ació n *~{p. ~p)», m uestra q u e estas proposiciones se
c o n trad icen e n tre sí. H e m o s visto q u e la v irtualidad del signo d e negación n o era
in tro d u c ir cuestió n de h e c h o alguna respecto d e la p ro p o sició n q u e niega, de m o d o
TRACTATUS LO G ICO -P H ILO SO PH IC U S 245

que «~p» no hace otra cosa q u e darle la vuelta al sentido d e «p». P ero sí «~(p. ~p)» es
una tautología esto quiere d ecir que está desprovista d e senrido, q u e m uestra su form a
lógica desnuda y, a su vez, m uestra q u e «p. ~p» es una c o n trad icció n puesto q u e una
expresión c o n el sím bolo «~» delante sólo p u ed e ser tauto ló g ica si la expresión nega­
da tiene la form a lógica de u n a contradicción.

6.1202 Es claro que, en lugar de las tautologías, podrían


emplearse las contradicciones con la misma fina­
lidad.
T P o r u n a rg u m en to sem ejante al a n te rio r «~(p v ~p)» m u estra q u e la c o m b i­
nación a la q ue se a n te p o n e la n e g a c ió n es u n a tautología.

6.1203 Para reconocer una tautología como tal uno


puede servirse, en los casos en los que no apare­
ce en la tautología ningún signo de generalidad,
del método intuitivo siguiente: en lugar de «p»,
«q», «r», etc., escribo «V pF », « V q F », « VrF», etc. Las
combinaciones de verdad las expreso por medio
de llaves, por ejemplo:

¿ ■ ----- N
V p F V q F ,

y la correspondencia de la verdad o falsedad de la


proposición entera con las combinaciones de
verdad de los argumentos veritativos la expreso
mediante líneas de la manera siguiente:
F

V
246 LU D W IG W ITTGENSTEIN

Este signo representaría, por ejemplo, la pro­


posición p D q. Quiero ahora examinar si, por
ejemplo, la proposición ~(p. ~ p ) (el principio de
contradicción) es una tautología. La forma «~¿j»
se escribirá en nuestra notación

La forma «£. -q» así:

Por tanto la proposición ~(p . ~ q ) reza del modo


siguiente:

F
\
V

Si aquí reemplazamos «q» por «p» y examinamos


la conexión de las V y F más externas con las más
internas, se obtiene como resultado que la verdad
de la proposición entera está coordinada con
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 247

todas las combinaciones veritativas de su argu­


mento y su falsedad con ninguna de ellas.
▼ W ittg e n ste in presenta aquí u n p ro c e d im ie n to — u n a v ersió n distinta, e n sus
líneas generales, al m é to d o de las tablas d e v erdad— para calcular de m an era siste­
m ática si una fórm ula dada es o n o u n a ta u to lo g ía q u e adem ás p e rm ite o b te n e r a la
vez una rep resentación gráfica de las c o o rd in a c io n e s de los valores de verdad d e las
p roposiciones involucradas co n las c o m b in a c io n e s veritativas d e sus a rg u m en to s
veritativos. E n la últim a de las figuras, u n a v ez q u e se hace el reem p lazo d e «q» p o r
«p» el esquem a qued a reducid o a:

F —V

6.121
Las proposiciones de la lógica ponen de
manifiesto las propiedades lógicas de las proposi­
ciones al combinarlas en proposiciones que no
dicen nada.
Este método podría llamarse también un
método cero. En una proposición lógica se lleva a
las proposiciones a ponerse en equilibrio entre
ellas y tal estado de equilibrio muestra cómo tie­
nen que estar lógicamente constituidas estas pro­
posiciones.

6 .1 2 2 De esto resulta que, de hecho, podríamos


habérnoslas sin las proposiciones lógicas, pues en
una notación idónea podemos reconocer cierta­
mente las propiedades formales de las proposicio­
nes mediante la mera inspección de éstas.

6 .1221 Si, por ejemplo, dos proposiciones «p» y «q » dan


como resultado una tautología en la combinación
«p D q», entonces es claro que q se sigue de p .
248 L U D W IG W ITTGENSTEIN

Que, por ejemplo, «q » se sigue de «p D q. p» lo


vemos a partir de estas dos proposiciones mismas,
pero también podemos mostrarlo del m odo siguien­
te: las combinamos en «p D q. p:Z):q» y mostramos
a continuación que esto es una tautología.
6 1222 Esto arroja alguna luz sobre la pregunta de por
qué las proposiciones lógicas no pueden ser ni con­
firmadas por la experiencia ni refutadas por ella.
Una proposición de la lógica no sólo no puede ser
refutada por ninguna experiencia posible, sino que
tampoco puede ser confirmada por ella.
▼ P u es las p ro p o sicio n es lógicas al n o figurar n in g ú n h e c h o posible, al n o d ecir
nada, n o p u e d e n ser n i con firm ad as n i refutadas p o r n in g u n a ex p erien cia posible: su
v erd ad se re c o n o c e p o r el sím b o lo sólo. V éase 5.552, d o n d e W ittg e n ste in explica el
carácter p a rticu lar d e la «experiencia» q u e necesitam os para e n te n d e r la lógica: la
ló g ica es a n te rio r a cu alq u ier e x p erien cia.

Ahora se aclara por qué se ha tenido la sensa­


ción a menudo de que las «verdades lógicas»
habían de ser «p o stu la d a s» por nosotros: de hecho
las podemos postular en la medida en que pode­
mos postular una notación satisfactoria.
▼ N u e stra sensación d e q u e las verdades lógicas h an d e ser postuladas p o r n o so ­
tros es el re c o n o c im ie n to im p líc ito d e q u e, al diseñar u n lenguaje ló g icam en te pers­
p ic u o , ex ig im o s q u e sea to ta lm e n te m an ifiesto — q u e p o d am o s re c o n o c e r e n el p ro ­
p io sim b o lism o sin n ecesid ad d e m ira r al m u n d o — q u e estam os a n te u n a verdad
ló g ica (tautología).

6.1224 También se aclara ahora por qué se ha llamado


a la lógica la teoría de las formas y de la inferencia.
T Si u n a tau to lo g ía está escrita e n u n a n o ta c ió n ló g icam en te p ersp icu a p o d e ­
m o s re c o n o c e r las p ropiedad es fórm ales d e las prop o sicio n es m ed ian te el m ero exa­
m e n de los sím bolos. La lóg ica trata ju s ta m e n te de esas relaciones form ales (6.1224).
P o r o tra p arte, m o stram o s q u e u n a p ro p o sic ió n se sigue de o tra u otras si re c o n o ­
cem o s q u e su c o n d ic io n a l c o rre sp o n d ie n te es u n a tau to lo g ía (6.1221).
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 249

6.123 Resulta claro: las propias leyes de la lógica no


pueden estar subordinadas, a su vez, a las leyes de
la lógica.
(No hay, como pretendía Russell, un princi­
pio de contradicción privativo de cada «tipo»; al
contrario con un único principio basta, ya que
no se aplica a sí mismo.)
▼ E sto es: n o hay un a je ra rq u ía d e las leyes, de la lógica; n o hay, p o r ejem plo,
leyes m ás generales y m enos generales: todas las prop o sicio n es lógicas tie n e n igual
rango jerárq u ico .

6.1231 La validez general no es el indicio de que algo


es una proposición lógica.
En efecto, ser general sólo quiere decir: valer
de forma accidental para todas las cosas. Una pro­
posición no generalizada, lo mismo que una
generalizada, pueden ser tautológicas en igual
medida.
6.1232 A la validez general de la lógica se la podría lla­
mar esencial en contraposición con la que es acci­
dental, la de, por ejemplo, la proposición «Todos
los hombres son mortales». Proposiciones como el
«axioma de reducibilidad» de Russell no son pro­
posiciones lógicas y esto explica el que tengamos
la sensación de que tales proposiciones, incluso si
fueran verdaderas, sólo podrían serlo en virtud de
un feliz accidente.
▼ El «axiom a de reducibilidad», in tro d u c id o e n los Principia Mathematica, d ice
que para cu alq u ier fu n c ió n d e nivel a rb itra rio existe u n a fu n c ió n predicativa q u e es
fo rm alm ente equivalente a la p rim e ra . U n a fu n c ió n p re p o sicio n a l es predicativa
cuando su ex p resió n n o c o n tie n e cu an tificació n sobre funciones.

6.1233 Uno puede imaginar un mtíndo en el que no


valga el axioma de reducibilidad. Es claro, sin
250 LU D W IG W ITTGENSTEIN

embargo, que la lógica no tiene nada que ver con


la cuestión de si nuestro mundo es realmente así
o no.

6.124 Las proposiciones de la lógica describen el


armazón del mundo o, más bien, lo representan.
No «tratan» sobre nada. Presuponen que los nom­
bres tienen significado y las proposiciones elemen­
tales sentido, y ésta es su conexión con el mundo.
Resulta claro que el que ciertas combinaciones de
símbolos —que tienen esencialmente un carácter
determinado— sean tautologías tiene que indicar
algo sobre el mundo. En esto reside lo decisivo.
Hemos dicho que varias cosas de los símbolos que
utilizamos eran arbitrarias y que otras no lo eran.
En la lógica sólo se expresan estas últimas; pero
esto quiere decir que en la lógica nosotros no
expresamos lo que queremos con la ayuda de sig­
nos, sino que en la lógica es la naturaleza de los
signos naturalmente necesarios la que se manifies­
ta por sí misma. Si conocemos la sintaxis lógica de
algún lenguaje de signos, entonces ya se han dado
todas las proposiciones de la lógica.
▼ E ste párrafo es u n excelente resum en d e to d a la filosofía d e la lógica de
W ittgenstein. Las proposiciones de la lógica n o tie n e n c o n te n id o descriptivo — n o
tratan sobre nada— pero p resu p o n en q u e los no m b res (en el sentido d el Tractatus) tie­
n e n referencia [significado] y las proposiciones sentido. Los nom bres tien en en el
Tractatus referencia garantizada del m ism o m o d o q u e las proposiciones genuinas (esto
es: todas las proposiciones c o n excepción d e las tautologías y las contradicciones) tie­
n e n sentido.Y , dado q u e esto se presupone, las proposiciones de la lógica están co n ec­
tadas c o n el m u n d o a pesar d e q u e n o hablan del m u n d o . T éngase en cu e n ta q u e esto
n o equivale a decir q ue los nom bres o los signos preposicionales sean existentes nece­
sarios: es perfectam ente com patible con las tesis del Tractatus que n o haya nom bres — si,
p o r ejem plo, figurásem os la realidad de m o d o n o lingüístico— ; p ero si los hay e n to n ­
ces h an d e te n e r necesariam ente referencia y las proposiciones (que son com binacio­
nes de nom bres) sentido. Es de este m o d o c o m o u n a p ro p o sició n c o m o «~(p . ~p)»
indica algo sobre el m u n d o (ver n ota bajo 6.1201); p articu larm en te e n lógica no
som os nosotros los q u e expresam os algo q u e qu erem o s expresar sirviéndonos de sig­
nos, sino q u e son los propios signos los que, p o r su naturaleza esencial, m uestran las
propiedades form ales del lenguaje y del m undo.
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 251

6.125 Es posible, también incluso de acuerdo con la


vieja concepción de la lógica, dar de antemano
una descripción de todas las proposiciones lógi­
cas «verdaderas».
6.1251 Por eso ja m á s puede haber sorpresas en lógica.
T U n a co n secuencia adicio n al de q u e las tautologías n o d ic e n nada. D a d o q u e
m uestran la fo rm a c o m ú n d el len g u aje y el m u n d o y tal fo rm a n o es c o n tin g e n te
no cabe la p osibilidad de q u e sean falsas. P o d ríam o s llevar u n a sorpresa si, p o r e je m ­
plo, descubriéram os q u e u n a p ro p o sic ió n de la ló g ica q u e su p o n íam o s v erdadera
resultase ser falsa, p e ro esto sólo p o d ría su ce d e r si tal p ro p o sic ió n representase u n a
situación posible, si tu v iera sentido. P ero, seg ú n W ittg e n ste in , las p ro p o sicio n es d e la
lógica carecen de sen tid o y so n verdaderas para cu a lq u ie r situ a c ió n posible, p o r ello
no p odem os d escu b rir q u e so n falsas, vale decir: n o nos p u e d e n so rp re n d e r reve­
lándose c o m o falsas.

6.126 Puede calcularse si una proposición pertene­


ce a la lógica calculando las propiedades lógicas
del sím bolo.
Y esto es lo que hacemos cuando «demostra­
mos» una proposición lógica. Pues, sin ocuparnos
de un sentido y de un significado, formamos la
proposición lógica a partir de otras de acuerdo
con reglas q u e tratan meramente de signos.
La demostración de proposiciones lógicas
consiste en que las hacemos surgir a partir de
otras proposiciones lógicas por medio de la apli­
cación sucesiva de ciertas operaciones que, a par­
tir de las primeras, siempre engendran una y otra
vez tautologías. (Y, de hecho, a partir de una tau­
tología sólo se sig u en tautologías.)
Naturalmente, a la lógica no le es en absoluto
esencial este modo de mostrar que sus proposi­
ciones son tautologías. Aunque sólo sea porque
las proposiciones de las que parte la demostración
tienen que mostrar sin demostración alguna que
son tautologías.
252 LU D W IG W ITTGENSTEIN

6.1261 En lógica proceso y resultado son equivalentes.


(Es por ello por lo que no hay ninguna sorpresa.)
V Podría pensarse q u e si u n a d em ostración consiste en hacer surgir tautologías a
p a rtir de tautologías p o r m e d io de u n a serie de operaciones (6.126) las dem ostracio­
nes d e proposiciones lógicas son u n a actividad superflua dado q u e las tautologías care­
c e n de c o n te n id o inform ativo. N atu ralm en te, si p o r ello e n ten d e m o s q u e la única
actividad n o superflua tien e q u e ver c o n las relaciones entre proposiciones que tien en
c o n te n id o inform ativo en to n ces eso es verdad: la dem ostración e n lógica n o depara
n in g u n a sorpresa p o rq u e n o h acem o s n in g ú n d escubrim ento c o n ella (no en co n tra­
m o s q u e u n a p ro p o sició n de la lógica q u e creíam os verdadera es falsa, y viceversa).
La d em o strac ió n es sólo u n a ayuda para reco n o cer una tautología allí d o n d e es co m ­
plicado hacerlo p o r m era in sp ecció n (6.1262), lo cual quiere d ecir que, e n principio,
sería posible reconocerla sin necesid ad d e tal ayuda. P o r otra parte, téngase e n c u e n ta
q u e la d em o stració n lógica sólo p arece superflua p o rq u e pasamos de proposiciones sin
c o n te n id o a proposiciones sin co n ten id o . A hora bien, eso n o q u iere d ecir q u e todas
las tautologías sean iguales; si b ie n el p ro ced im ien to que tie n e n de m o strar algo es el
m ism o, el m o d o e n q ue lo m u estran cada u n a de ellas es diferente: cada u n a de las ta u ­
tologías es u n a ventana abierta a las propiedades form ales del lenguaje y del m undo.

6.1262 La demostración en lógica es sólo una ayuda


mecánica para reconocer más fácilmente la tauto­
logía allí donde es complicada.
6.1263 Sería ciertamente demasiado extraordinario el
que una proposición con sentido se pudiera
demostrar lógicam ente a partir de otras y que ta m ­
bién se pudiera hacer así en el caso de una propo­
sición lógica. Está claro de entrada que una
demostración de una proposición con sentido y
una demostración e n lógica tienen que ser dos
cosas completamente diferentes.
▼ N uevam ente, un a consecuencia de que las tautologías n o dicen nada. E n el caso de
u n a proposición lógica lo q u e se demuestra es que es una tautología y n o propiam ente que
es verdadera; sólo las proposiciones que tienen sentido pueden ser, estrictamente hablando,
verdaderas (o falsas).

6.1264 Una proposición con sentido enuncia algo y


su demostración muestra que es tal como lo
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO S O P H IC U S 253

enuncia; en lógica toda proposición es la forma


de una demostración.
Toda proposición de la lógica es un m o d u s
p o n e n s representado en signos. (Y el m o d u s p o n e n s
no se puede expresar mediante una proposición.)
▼ W ittgenstein parece estar diciendo aquí que toda tautología que tenga laforma de
una implicación p u ed e considerarse co m o regla d e inferencia del tipo del modus ponens.
A nscom be [A nscom be (1959), p. 115] in terp re ta q u e este pasaje dice q u e la im plica­
ción tautológica p. (p o q): o q es una prop o sició n c o n el modus ponens c o m o su senti­
do. N ótese, sin em bargo, que, tom ado literalm ente, lo expresado en el segundo párrafo
de 6.1264 n o valdría para, p o r ejem plo.p v ~ p [véase B lack (1964), p. 339],

6.1265 Siempre se puede concebir la lógica de modo


que toda proposición sea su propia demostración.
▼ P u es to d a tatu to lo g ía muestra ella m ism a q u e es u n a tau to lo g ía (6.127): n o
necesita d em o strac ió n alguna.

¡6,127 Todas las proposiciones de la lógica tienen


igual rango; no hay entre ellas proposiciones que
sean esencialmente leyes primitivas y proposicio­
nes que sean esencialmente derivadas.
Toda tautología muestra ella misma que es
una tautología.
Resulta claro que el número de «leyes primi­
tivas» de la lógica es arbitrario, pues ciertamente
puede derivarse la lógica a partir de una única ley
primitiva formando simplemente, por ejemplo, el
producto lógico de las leyes primitivas de Frege.
(Frege diría quizá que esta ley primitiva ya no
sería evidente de modo inmediato. Pero no deja
de ser destacable que un pensador tan riguroso
como Frege apelase al grado de evidencia como
criterio de una proposición lógica.)
La lógica no es una teoría sino una imagen
especular del mundo.
254 LU D W IG W ITTGENSTEIN

La lógica es transcendental.
▼ A n sco m b e in te rp re ta la afirm ación d e W ittg e n ste in de q u e la lógica es trans­
cen d en tal del m o d o siguiente: las p ro p o sicio n es de la lógica n o son de u n g énero
d istin to del de las dem ás proposiciones. Lo q u e sucede es q u e las p ro p o sicio n es de
la lógica m u estran algo q u e está p resen te e n todas las p roposiciones q u e d icen algo,
p e ro q u e n o se p u e d e d e c ir m ed ian te u n a p ro p o sició n .

La matemática es un método lógico.


Las proposiciones de la matemática son ecua­
ciones; son, por tanto, pseudoproposiciones.
T Las p roposiciones d e la m atem ática — c o m o las p roposiciones d e la lógica—
carecen de sentido p ero , a diferencia d e éstas, las p rim e ra s son ecuaciones y esto q u ie ­
re d e c ir q u e so n p roposicio n es e n las q u e se m u estran identidades de significado
e n tre expresiones. R a m se y [R am sey (1931), p. 17] explica así la idea intu itiv a q u e
subyace a la ex p licació n de W ittg e n ste in . La idea d e q u e las pro p o sicio n es de la
m atem ática son ecu acion es q u ie re d ec ir q u e son fórm ulas d el tip o a = b. Esta idea
parece plausible d ad o que, p o r ejem plo «Tengo 2 + 2 som breros» y «Tengo 4 so m ­
breros» so n la m ism a p ro p o sic ió n y «2 + 2» y «4» so n sím bolos equivalentes. Pero, a
re n g ló n seguido, R am sey re c o n o c e q u e esta c o n c e p c ió n d e la m atem ática es rid i­
c u lam en te estricta ya q u e la re d u ce a la aritm é tic a elem ental.

1 Las proposiciones de la matemática no expre­


san pensamiento alguno.
▼ U n m o d o altern ativ o d e d ecir q u e las pro p o sicio nes d e la m atem ática care­
c e n de sentido, n o rep resen tan situ ació n posib le alguna.

6.211 En la vida, una proposición matemática no es


jamás lo que necesitamos; más bien utilizamos las
proposiciones matemáticas sólo para inferir, de pro­
posiciones que no pertenecen a la matemática,
otras que tampoco pertenecen a la matemática.
(La pregunta ¿para qué utilizamos en el fondo
esta palabra, esta proposición?, lleva una y otra vez
en filosofía a intuiciones valiosas.)
▼ U n a p ro p o sició n m atem ática es, p o r ejem p lo , lo q u e nos p e rm ite pasar d e las
p roposiciones em píricas «Tengo tres som breros» y «Tengo dos som breros» a la pro­
TRACTATUS LO G IC O -P H ILO SO PH IC U S 255

posición em p írica «Tengo cin c o som breros». P ero la p ro p o sic ió n m atem ática «Tengo
tres som breros + T en g o dos so m b rero s = T engo cin co som breros» n o se usa para
representar u n estado d e cosas, a u n q u e g o b ie rn e la tran sició n e n tre proposiciones
que representan estados de cosas.

La lógica del mundo que las proposiciones de


la lógica muestran en las tautologías, la muestra la
matemática en las ecuaciones.

6.23 Si dos expresiones se combinan mediante el


signo de igualdad, esto quiere decir que son subs­
tituibles una por otra. Pero, si esto es el caso, tiene
que resultar manifiesto en las dos expresiones
mismas.
El que una expresión sea substituible por otra
caracteriza la forma lógica de ambas.
6.231 Es una propiedad de la afirmación el que se
pueda concebir como doble negación.
Es una propiedad de «1+ 1+ 1+ 1» el que se
pueda concebir como «(1 + 1) + (1 + 1)».
▼ T enem os aquí dos ejem p lo s d e expresiones q u e p u e d e n substituirse e n tre sí;
el que se p u e d a n su b stitu ir caracteriza la fo rm a lógica de am bas y esto q u iere d ecir
que esta p ro p ied ad es in te rn a , esto es: in d e p e n d ie n te d e la n o ta c ió n p articu lar q u e
elijamos.

6.232 Frege dice que ambas expresiones tienen la


misma referencia, pero diferente sentido.
Pero lo esencial de una ecuación es que no es
necesaria para mostrar que las dos expresiones
que combina el signo de igualdad tienen el
mismo significado, pues esto puede desprenderse
de las dos expresiones mismas.
6.2321 Y que las proposiciones de la matemática se
puedan demostrar no quiere decir otra cosa que
256 LU D W IG W ITTGENSTEIN

su corrección se puede captar sin que lo que


expresan haya de compararse con los hechos para
establecer tal corrección.
▼ T o m em o s el e jem p lo de « l + l + l + l» y «(1 + 1)+(1 + 1)» de 6.231. N o es nece­
saria la ecu ació n l + l + l + l = (1 + 1)+(1 + 1) para d a rn o s cu e n ta q u e las dos expre­
siones q u e están a derech a izquierda del signo d e igualdad tie n e n el m ism o signifi­
cado; nos dam os c u e n ta d e ello m iran d o am bas exp resio nes p o r separado. T am bién
la rep resen tació n p u e d e n o ser aquí ló g icam en te p e rsp icu a (p o r ejem plo, si escribi­
m o s « 2 + 2 = 4»); p e ro c u a n d o escribim os esta e c u a c ió n del m o d o q u e hacíam os al
p rin c ip io vem os in m ed ia ta m e n te q u e la expresión es u n a ecu ació n , tien e q u e ver
c o n la equivalencia e n tre signos. Pero en cu an to captam os esto ú ltim o ya nos damos
c u e n ta ta m b ié n d e q u e n o dice nada y d e q u e su c o rre c c ió n se p u e d e determ in ar
sin apelar a los h echos.

6.2322 La identidad del significado de dos expresio­


nes no puede aseverarse. Pues para poder aseverar
algo sobre el significado de ambas, tengo que
conocer su significado; y, en la medida en que
conozco su significado, conozco si tales expresio­
nes significan lo mismo o algo distinto.
▼ V éase u n a observ ació n relacionada e n 4 .2 4 3 . La e x p resió n « l + l + l + l =
(1 + 1 )+ (1 + 1 )» n o dice q u e «l + l + l + l » y «(1+ 1)+(1 + 1)» tie n e n el m ism o significa­
d o ; la id e n tid a d de significado se m uestra en la o p e ra c ió n d e los signos y, p o r tanto,
n o p u e d e aseverarse.

6.2323 Una ecuación caracteriza meramente el


punto de vista desde el que contemplo ambas
expresiones, a saber: el punto de vista de su igual­
dad de significado.
6.233 La pregunta sobre si se necesita la intuición
para resolver los problemas matemáticos debe
responderse así: es justamente el lenguaje el que
proporciona la necesaria intuición.
▼ La tran sfo rm ació n d e ecuaciones — que es lo que, de a c u erd o c o n W ittg en -
stein, se hace e n m atem ática-— n o necesita de in tu ic ió n alguna; lo q u e substituye
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPH1CUS 257

aquí a la in tu ició n es q u é las ex p resio n es m atem áticas m u e stra n q u e son ecu acio n es
que han d e enten d erse p o r sí m ism as (6 .2341).

6.2331 La ejecución del cálculo facilita precisamente


esa intuición.
El cálculo no es ningún experimento.
T W ittg en stein co nsideró d e te n id a m e n te e n las Observaciones sobre los fu n d a ­
mentos de la matemática (Alianza, M a d rid , 1987) la posib ilid ad — q u e siem pre rech a­
zó— de q u e u n a o p eració n d e cálculo fuera u n e x p e rim e n to ; u n a m u ltip licació n ,
p o r ejem plo, podría considerarse c o m o u n e x p e rim e n to e n el se n tid o sig u ien te: n o
sabemos q ué resultado vam os a o b te n e r hasta q u e la m u ltip licació n n o está te rm i­
nada — pero cuando salim os a d ar u n paseo ta m p o c o sabem os d ó n d e vam os a ir y
no p o r ello llam am os «experim ento» a u n p aseo — . C u a n d o h a cem o s u n a o p e ra c ió n
no estam os interesados e n el resu ltad o sin o m ás b ie n e n el ca m in o q u e lleva al resul­
tado. N o decim os «así vamos», sino «así va el asunto».

a
6.234 La matemática es un método de la lógica.
▼ N o d ebería en ten d e rse esta o b se rv a c ió n c o m o u n apoyo d e W ittg e n s te in al
logicismo, la tesis d e q u e p u e d e n deriv arse todas las p ro p o sic io n e s m atem áticas
haciendo uso exclusivam ente d e p rin c ip io s lógicos. L o q u e W ittg e n s te in está afir­
m ando aquí es más b ie n q ue la m a te m á tic a es u n m é to d o p artic u la r d e tran sfo rm a­
ción d e signos, el m é to d o d e su b stitu c ió n (6 .2 3 4 -6 .2 3 4 1 ).

í.2341 Lo esencial del método de la matemática es


trabajar con ecuaciones. En este método se basa
el que toda proposición matemática deba enten­
derse por sí misma.
El método que utiliza la matemática para lle­
gar a sus ecuaciones, es el método de substitu­
ción.
Pues las ecuaciones expresan la substitutibili-
dad de dos expresiones; y pasamos de cierto
número de ecuaciones a ecuaciones nuevas al
substituir unas expresiones por otras de una
manera que responda a las ecuaciones.
258 LUDWIG WITTGENSTEIN

6.241 Así reza la demostración de la proposición


2 X 2 = 4:
(Ov)^’ x = x Def.,
Q 2 X 2’ x = ( H 2) 2’x = ( Q 2) 1 + l ’ x
= n 2’í22’x = Q1+1’Q1+1’x = (Q’QJ’CQ’flt)’*
= Q ’Q ’Q ’Q ’x = a 1+,+,+1’x = a 4’ X.

▼ V éase 6.02.

6 .3 La indagación sobre la lógica significa la inda­


gación sobre toda regularidad. Y fuera de la lógica
todo es accidental.
6.31 En cualquier caso, la llamada ley de la induc­
ción no puede ser una ley lógica puesto que,
obviamente, es una proposición con sentido. —Y,
por tanto, tampoco puede ser una ley a priori.
▼ E m p ie z a a q u í u n a se rie d e o b se rv a c io n e s so b re la c o n c e p c ió n de
W íttg e n s te in d e las p ro p o sicio n es d e la ciencia. La teoría de la p ro p o sic ió n com o
figura h a llevado a la co n c lu sió n d e q u e hay dos grandes tipos d e pro p o sicio n es: por
u n lado, las tautologías (in clu y en d o e n esta categoría a las p ro p o sicio n es d e la m ate­
m ática) y las con trad iccio n e s, q u e n o d ic e n nada, n o rep resen tan n in g u n a situación
posible y, p o r otro, las p ro p o sicio n es genuinas, q u e d ic e n algo d ad o q u e representan
u n a situ ació n posible e n el espacio lógico. Las p roposiciones d e la cien c ia tie n e n el
aspecto de p e rte n e c e r al se g u n d o tip o pero, c o m o señala B lack, esto n o p arece hacer
ju stic ia al h e c h o de q u e las p ro p o sicio n es d e la ciencia n o son u n a m e ra colección
d e verdades, sino q u e co n stitu y e n u n sistem a fu e rte m e n te articu lad o d e a cu erd o con
leyes y p rin cip io s abstractos. P ero ¿qué carácter tie n e n esas leyes y principios?
T o m em o s, p o r ejem plo, la ley de la in d u c c ió n — p ro b a b le m e n te W íttg e n ste in se
refiere c o n esta ex p resió n al p rin c ip io de q u e el fu tu ro estará d e ac u e rd o c o n el
pasado— ; esta ley n o parece q u e sea u n p rin c ip io ló g ico p o rq u e tie n e c o n te n id o y,
p o r tan to , ta m p o c o p u e d e ser u n a ley a priori. P ero tie n e u n a p ecu liarid ad : nunca
p o d re m o s saber si es verdadera, p o rq u e la evidencia q u e necesitam os p ara d ecid ir si
lo es, es algo a lo q u e n u n c a p o d e m o s te n e r acceso. D e h e ch o , la p ro p o sic ió n d e que
el Sol saldrá m añ an a es un a hipótesis (6.3611) p o rq u e p u e d e ser falso q u e el Sol salga
m añ an a y p o r m u ch a reg u larid ad q u e hayam os observado e n la c o n d u c ta d e ese
astro n o hay c o n e x ió n necesaria alg u n a fu era d e la necesidad lógica. ¿Es en to n ces la
ley de la in d u c c ió n u n a m era p ro p o sic ió n co n tin g en te? W ittg e n ste in n o d ice nada
al respecto, p e ro parece q u e p o d ría considerarla c o m o la «forma» d e u n a ley, tal
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 259

com o hace co n la ley d e causalidad. E sp ecia lm en te si ten em o s e n cu e n ta 6 .3 6 3 ,


d onde la ley de la in d u cció n aparece c o m o u n p rin c ip io regulativo al q u e acep ta­
mos que h an de ajustarse las leyes científicas particulares: la elección de la ley más
simple qu e se p u e d a p o n e r en a rm o n ía c o n nuestras experiencias.

6.32 La ley de la causalidad no es ninguna ley, sino


la forma de una ley.
▼ ¿Q u é q u iere d ecir q u e la ley de la causalidad es la fo rm a d e u n a ley? U saré
el siguiente ejem p lo to m ad o de M o u n c e (1981), p. 76, para explicarlo. Im ag in em o s
que alguien dice: «Esta n o c h e lloverá p o rq u e todas las n oches pasadas ha llo v id o y
las condiciones q u e se dan hoy son las m ism as q u e las de las pasadas noches», y su p o n ­
gamos adem ás q u e esa n o c h e n o llueve. A u n c u a n d o n o hayamos d escu b ierto n in ­
guna co n d ició n nueva para adjudicarle el ser la causa de q u e n o haya llovido, n o
estamos obligados a c o n clu ir q u e la ausencia d e lluvia esa n o c h e n o ha te n id o causa
alguna. P o r el m e ro h e c h o de q u e la lluvia se da e n u n m o m e n to y n o se da e n o tro
ambos aco n te cim ien to s son diferentes y eso nos a u to riza a su p o n er q u e sus c o n d i­
ciones ya so n diferentes. P o r co n sig u ien te, el p rin c ip io de q u e to d o tien e u n a causa
no dice nada sobre el m u n d o ; si ad m itim o s q u e u n aco n te c im ie n to difiere siem p re
de otros q u e le p re ced en p o r el m e ro h e c h o d e ser o tro a c o n te cim ien to distinto,
cualquiera de los aco n tecim ien to s p re c e d e n te s p u e d e ser su causa. N ó te se q u e este
principio es d iferen te d e la asignación p artic u la r de causas: el p rin c ip io habla de q u e
todo tiene u n a causa, n o de q u e este h e c h o p a rtic u la r tie n e esta causa particular.

6.321 «Ley de la causalidad» es un nombre genérico.


Y lo mismo que en la mecánica decimos que hay
principios de mínimos —por ejemplo, el princi­
pio de mínima acción— , así también hay en físi­
ca leyes de causalidad, leyes de la forma de la cau­
salidad.
▼ El p rin c ip io de m ín im a acció n , u n a c o n trib u c ió n capital a la sistem atización
de la m ecánica, fue fo rm u lad o p o r M a u p e rtiu s (1698-1759) y p erfeccio n ad o p o r
Euler (1707-1783) y L agrange (1 7 3 6 -1 8 1 3 ), y dice q u e cada vez q u e o c u rre u n
cambio en la naturaleza, la can tid ad de acció n em pleada para p ro d u c ir el cam b io es
siempre la m ín im a. Esta ley sufrió varias refo rm u lacio n es y es usada e n la actualidad
com o un e lem en to im p o rtan te en el análisis m ate m á tic o de sistemas dinám icos.

6.3211 De hecho, se tuvo incluso la sospecha de que


tenía que haber u n «principio de mínima acción»
260 LUDWIG WITTGENSTEIN

antes de que se supiera de forma precisa cómo


rezaba. (Aquí, como siempre, lo que es cierto a
p rio ri resulta ser algo puramente lógico.)

No creemos a p rio ri en una ley de la conserva­


ción, sino que conocemos a priori la posibilidad de
una forma lógica.
Todas las proposiciones tales como el princi­
pio de razón suficiente, la ley de continuidad en
la naturaleza, el principio de economía en la
naturaleza, etc., etc., son sagaces vislumbres a p rio ­
ri sobre la posible forma de modelar las proposi­
ciones de la ciencia.
6.341 La mecánica newtoniana asigna, por ejemplo, a
la descripción del mundo una forma unitaria.
Imaginemos una superficie blanca en la que baya
algunas manchas negras irregulares. Podemos
entonces decir que, sea cual sea la figura que aquí
resulte, puedo siempre aproximarme cuanto quiera
a su descripción recubriendo la superficie con una
red de malla cuadriculada que sea adecuadamente
fina y diciendo a continuación de cada cuadrícula
que es blanca o negra. De esta manera, habré asig­
nado a la descripción de la superficie una forma
unitaria. Esta forma es discrecional, pues podría
haber usado con igual éxito una red de malla trian­
gular o hexagonal. Puede ser que la descripción
hecha con la ayuda de una red de malla triangular
hubiese sido más sencilla; esto es: quizás pudiéra­
mos describir la superficie de forma más precisa
con una red de malla triangular más tosca que con
una de malla cuadrada más fina (o inversamente) , etc.
Las distintas redes corresponden a distintos sistemas
de descripción del mundo. La mecánica determina
una forma de descripción del mundo al decir que
todas las proposiciones que intervienen en la des­
TRACTATUS LOCICO-PHILOSOPHICUS 261

cripción del mundo tienen que obtenerse a partir


de un cierto número de proposiciones dadas —los
axiomas de la mecánica—, de un modo y manera
dados. Con ello proporciona los ladrillos para la
construcción del edificio de la ciencia y dice: cual­
quiera que sea el edificio que quieras levantar ten­
drás que hacerlo usando en su composición éstos y
sólo estos ladrillos.
(Lo mismo que, dado el sistema numérico,
tiene que poderse escribir cualquier número a
discreción, así también, dado el sistema de la
mecánica, tiene que poder escribirse a discreción
cualquier proposición de la física.)
▼ P o r «m ecánica n ew to n ian a » o «m ecánica clásica» se suele alu d ir al tip o de
explicación m ecánica q u e Isaac N e w to n (1 6 4 3 -1 7 2 7 ) desarro lló p o r vez p rim e ra e n
form a m atem ática e n los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687). Esta
obra sigue el m o d e lo d e los Elementos d e E uclides: c o m ie n z a c o n el e n u n c ia d o de
ocho definiciones y tres axiom as d el m o v im ie n to a p a rtir d e los q u e se signen los
teorem as y corolarios. E n el se n tid o e n q u e «m ecánica» se restrin g e a los c o n tex to s
de la m ecánica de N e w to n , u n a ex p licació n m ecá n ica se e n tie n d e c o m o aquella q u e
se da en térm in o s d e los co n c e p to s y teo rem as d el sistem a d e N e w to n o de sus eq u i­
valentes.
La co m p aració n de la m ecá n ica de N e w to n c o n u n a re d está diseñada para ilus­
trar la co n cep ció n general d e W ittg e n ste in sobre las p ro p o sicio n es de la ciencia. Es
evidente que, de acu erd o c o n la analogía presentada en este párrafo, hay m u ch o s
m odos (tipos de redes) altern ativ o s d e rep resen tar el m u n d o (6.432). P o r ello, decir,
p o r ejem plo, q u e el m u n d o se d eja rep resen tar p o r m e d io d e la m ecá n ica n e w to ­
niana n o p ro p o rc io n a in fo rm a c ió n sobre el m u n d o : m u c h o s o tro s tipos d e teo ría
podrían describirlo, d el m ism o m o d o q u e las m anchas sobre el p ap e l se p u e d e n des­
cribir utilizando distintos pasos de m alla. W ittg e n ste in se presen ta aq u í c o m o u n in s-
trum entalista resp ecto d e las teo rías científicas: las teo rías científicas so n in stru m e n ­
tos que nos p e rm ite n d e scrib ir el m u n d o , p e ro las propias teorías n o en u n c ia n nada
sobre el m u n d o , a u n q u e n o es triv ial el q u e el m u n d o se d e je d esc rib ir p o r ellas.
Obsérvese q ue esto n o q u ie re d e c ir q u e sea lícito d a r d escrip cio n es arbitrarias del
m undo. Si, volv ien d o al ejem p lo d e la h o ja d e papel c o n m anchas, nu estra re d c o n
paso de malla trian g u lar nos d ic e q u e hay d eterm in ad as figuras triangulares d e d e te r­
m inada superficie y c o n unas relaciones espaciales e n tre ellas, esto n o es a rb itra rio y
la descripción será v erd ad era o falsa d e p e n d ie n d o d e los h ech o s, e sto es: d e p e n ­
diendo de si es efectiv am en te el caso q u e h ay tales y tales figuras c o n tales y tales '
relaciones dado el paso de malla utilizado. P o r o tra p arte, n o todas las teorías so n igual­
m ente adecuadas p u e sto q u e la realidad a la q u e se aplican ta m b ié n in te rv ie n e a la
hora de valorar su ad ecu ació n . P ues, si b ie n es c ie rto q u e hay m u c h o s tipos d e redes
262 LUDWIG WITTGENSTEIN

q u e p o d ría n usarse para hacer u n a d escrip ció n , sin em bargo, d e p e n d ie n d o d e c ó m o


sean las m anchas y de c ó m o estén distribuidas sobre el pap el, u n o u o tro paso de
m alla p u e d e hacer m ás sencilla o más exacta (o am bas cosas) la d escrip ció n . Las leyes
científicas hablan del m u n d o al h a c e r descrip cio n es más o m e n o s exactas, m ás o
m e n o s sencillas o m ás o m e n o s adecuadas (6.341).

6.342 Y vemos ahora la posición recíproca de la lógi­


ca y la mecánica. (La red podría constar también
de una malla con diferentes géneros de figuras, de
triángulos y de hexágonos, pongamos por caso.)
Que una figura como la mencionada hace un
momento se pueda describir mediante una red de
una forma dada, no enuncia nada sobre la figura.
(Pues esto vale para cualquier figura de este géne­
ro.) Pero lo que caracteriza a la figura es esto: que
se pueda describir com pletam ente mediante una red
determinada con un paso de malla determ inado.
Del mismo modo, no enuncia nada sobre el
mundo el que se le pueda describir por medio de
la mecánica newtoniana; ahora bien, sí lo hace el
que se le pueda describir así mediante ella como,
en efecto, es el caso. También dice algo sobre el
mundo el que se le pueda describir más sencilla­
mente mediante una mecánica que medíante
otra.
6.343 La mecánica es un intento de construir de
acuerdo con un sólo plan todas las proposicio­
nes verdaderas que necesitamos para describir el
mundo.
6.3431 Sin embargo, a través de todo el aparato lógi­
co, las leyes de la física hablan sobre los objetos
del mundo.
6.3432 No deberíamos olvidar que la descripción del
mundo mediante la mecánica es siempre com­
pletamente general. Por ejemplo, no se habla en
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 263

ella de puntos materiales d e t e r m i n a d o s , sino siem­


pre de puntos materiales c u a lq u ie r a .
6.35 Aunque las manchas de nuestra figura son
figuras geométricas, es obvio, sin embargo, que la
geometría no puede decir absolutamente nada
sobre su forma y posición efectivas. Pero, con
todo, la red es p u r a m e n t e geométrica, todas sus
propiedades pueden darse a p r i o r i .
Las leyes como el principio de razón suficien­
te, etc., tratan sobre la red, no sobre lo que la red
describe.

6.36 Si hubiese una ley de la causalidad, podría


rezar así: «Hay leyes naturales».
Pero, por cierto, esto no puede decirse: se
muestra.

6.361 Podría decirse, haciéndonos eco del modo de


expresión de Hertz: sólo las conexiones r e g u la r e s
son p e n s a b le s .
▼ Y, p o r tanto, sólo las conexiones regulares se p u e d e n decir. D ic h o de o tro m odo,
el principio de causalidad es una cond ició n necesaria para p o d e r describir el m undo.

6.3611 No podemos comparar ningún proceso con


el «transcurso del tiempo» —no existe tal cosa—,
sino sólo con otro proceso (por ejemplo, con la
marcha de un cronómetro).
Por ello la descripción del discurrir temporal
sólo es posible si nos apoyamos en otro proceso.
Algo completamente análogo vale para el espa­
cio. Cuando se dice, por ejemplo, que, de dos
eventos (que se excluyen mutuamente), ninguno
de ellos tiene lugar porque no se da n in g u n a c a u sa
en virtud de la cual deba tener lugar uno en vez
de otro, se trata en realidad de que no se puede en
absoluto describir u n o de los dos eventos cuando
264 LUDWIG WITTGENSTEIN

no se da alguna asimetría. Y si tal asimetría está


dada, podemos concebirla como la causa de que
tenga lugar uno de ellos y no tenga lugar el otro.
▼ V éase a este respecto la n o ta b ajo 6.31.

6.36111 El problema kantiano de la mano derecha y la


mano izquierda, que no se pueden hacer coinci­
dir, existe ya en el plano, incluso en un espacio
unidimensional
— o---- x- -x—-—o—
a b

en el que las dos figuras congruentes a y b no se


pueden tampoco hacer coincidir sin que salgan
fuera de este espacio. La mano derecha y la mano
izquierda son, en efecto, totalmente congruentes.
Y que no se las pueda hacer coincidir no tiene
nada que ver con ello.
Un guante derecho podría calzarse en la
mano izquierda si se le pudiera dar la vuelta en
un espacio de cuatro dimensiones.
T Im m a n u e l K an t (17 2 4 -1 8 2 4 ) utilizó especialm ente el d e n o m in a d o arg u ­
m e n to d e las «contrapartidas in co n g ru en tes» para p ro b a r dos cosas: 1) q u e nuestro
c o n o c im ie n to del espacio es a priori y 2) q u e , a la vez, es intu itiv o y n o m e ra m e n te
discursivo. La p rim e ra vez q u e aparece este a rg u m e n to es e n u n breve a rtícu lo titu ­
la d o «Von d e m ersten G ru n d e des U n te rsc h ie d s d e r G eg e n d e n in R au m e» , p u b li­
c a d o e n 1768 e n u n sem anario d e K ónisberg.
K an t pensaba q u e el q u e la m a n o d erech a n o se p udiese h acer c o in c id ir c o n la
m a n o izquierda era u n a verdad sintética a priori, esto es: u n a verdad a priori n o vacía,
lo cual p lan tea problem as para la c o n c e p c ió n del Tractatus de las verdades necesarias.
D ic e K an t e n los Prolegómenos, § 13: «¿Q ué p u e d e ser más sem ejante a m i m an o o a
m i oreja y m ás igual e n todas sus partes q u e su im ag en en el espejo? Y, sin em bargo,
n o p u e d o co lo ca r la m a n o q u e se ve e n el espejo en el lugar del o riginal; pues si ésta
es u n a m a n o derecha, aquella es, e n el espejo, u n a izquierda [...]. A h o ra b ie n , aq u í no
existe diferencia alguna con ceb ib le p o r cu alq u ier e n te n d im ie n to y, n o obstante, las
diferencias so n in tern as, c o m o en señ an los sentidos; pues la m ano izquierda, prescin­
d ie n d o d e to d a igualdad y sem ejanza p o r am bas partes, n o p u e d e ser en cerrad a d e n ­
tro de los m ism os lím ites q u e la d erech a (n o p u e d e n ser congruentes); el g u an te de
TRACTATUS LOG1CO-PHILOSOPHICUS 265

u n a m an o n o p u e d e ser usado en la otra. ¿C uál es pues la solución? Estos objetos n o


son, tal vez, representaciones de las cosas tales c o m o en sí mism as son y c o m o las
reconocería el e n te n d im ie n to puro, sino q u e son in tu icio n es sensibles, esto es, fe n ó ­
m enos, cuya posibilidad se funda e n las relaciones de ciertas cosas, en sí desconoci­
das, c o n algo distinto, a saber: nuestra sensibilidad.» D e alguna m anera, lo q u e K an t
viene a d e c ir es q u e la diferencia e n tre dos contrapartidas in c o n g ru en tes d e p en d e de
u n a diferencia d e sus propiedades espaciales intrínsecas y n o de sus relaciones espa­
ciales c o n u n c u e rp o distinto de las dos. Pero, p o r o tra p arte, esa diferencia n o p u e d e
consistir en q u e partes de u n a de las figuras estén relacionadas d e m anera diferente
c o n partes de la otra, pues esa diferencia n o p u e d e descubrirse. La arg u m en tació n de
W ittg en stein consiste en afirm ar q u e el q u e dos cosas iguales p o r lo que respecta a
todas sus características espaciales — las contrapartidas— n o se p u ed an hacer co in ci­
dir no tien e nada q u e ver c o n la co n g ru en cia. E n la figura q u e aparece en el tex to el
q u e a los diagram as a y b no se les p u ed a h ac e r c o in cid ir e n u n espacio trid im en sio ­
nal es lo q u e K a n t consideraría u n c rite rio d e q u e a y b son inco n g ru en tes; p ero
W ittg en stein , c o m o dice Fogelin, sim p lem en te resuelve el problem a de las c o n tra ­
partidas in c o n g ru e n te s d icien d o q u e n o so n in c o n g ru e n te s o, alternativam ente,
dando u n a nueva defin ició n de «congruencia». P o r o tra p arte, a la vista d e 6.3611 es
difícil explicar c ó m o los diagram as a y b son diferentes, esto es c ó m o son n u m érica­
m en te distintos si so n to talm en te c o n g ru en tes. U n a posibilidad apuntada p o r B lack
es q ue W ittg en stein pensase q u e a y b son diferentes p o rq u e tie n e n antecedentes cau ­
sales distintos, lo cual n o estaría m u y lejos d e la so lu ció n kantiana.

Lo que se puede describir también puede


suceder y lo que la ley de causalidad debe excluir
tampoco puede describirse.
El modo de proceder de la inducción consis­
te en que aceptamos la ley m ás sim ple que se
pueda poner en armonía con nuestras experien­
cias.
Pero este modo de proceder no tiene ningu­
na fundamentación lógica, sólo la tiene psicoló­
gica.
Es claro que no existe fundamento alguno
para creer que el caso más simple será también el
que realmente tendrá lugar.
▼ P ues la ú n ic a m an era de q u e tu v iese u n a fu n d a m e n ta c ió n lógica sería q u e
hubiese c o n e x ió n lógica (necesaria) e n tre dos a c o n te c im ie n to s (véase 6.37).
2 66 LUDWIG WITTGENSTEIN

. Que el sol saldrá mañana es una hipótesis; y


6.36311
esto quiere decir: no sabem os si saldrá.

6.37 No existe obligación alguna de que una cosa


tenga que suceder porque otra cosa haya sucedi­
do. Sólo hay necesidad lógica.
Toda la concepción del mundo moderno
toma como base la ilusión de que las Oamadas
leyes de la naturaleza son las explicaciones de los
fenómenos naturales.
V W ittg e n ste in tie n e u n a c o n c e p c ió n p artic u la r d e «explicación» de acuerdo
c o n la cual la ciencia n atu ra l n o p ro p o rc io n a explicaciones de los fen ó m en o s. Para
él las explicaciones sólo tie n e n lugar allí d o n d e se p o n e n d e m an ifiesto co n ex io n e s
necesarias (lógicas), y d ad o q u e las llam adas «leyes d e la naturaleza» n o son capaces
d e llevar a cabo esta tarea sólo p u e d e n hab larn o s de las cosas tal c o m o so n , n o de
c ó m o tie n e n q u e ser.

6.372 Así se quedan parados ante las leyes de la


naturaleza como si de algo inviolable se tratase,
como hacían los antiguos con Dios y el Destino.
Y, ciertamente, ambos tienen razón y ambos
están equivocados. En cualquier caso, los antiguos
tienen una idea más clara en la medida en que
reconocen un punto final claro, mientras que en
el sistema moderno ha de parecer como si todo
estuviese explicado.
V W ittg e n s te in p ien sa q u e la c o n c e p c ió n d e los a n tig u o s in v o c a n d o a D io s o
al D e stin o e n sus e x p licacio n e s era m ás « ló g ic a m e n te persp icu a» — si se m e p e r­
m ite h a c e r u n a c o m p a ra c ió n c o n la p e rsp ic u id a d ló g ic a d e u n a n o ta c ió n — q u e la
d e los m o d e rn o s c o n su afán d e q u e to d o tie n e q u e q u e d a r ex plicado. P ues de
h e c h o la cien c ia n a tu ra l n o lo explica to d o . D e sd e lu e g o , p u e d o ex p lic a r q u e el
p a p e l de to rn a so l e n ro je c e c u a n d o se in tro d u c e e n u n á c id o c o n e c ta n d o este
h e c h o c o n o tro s h e c h o s y éstos a su vez c o n o tro s y... P ero u n a de dos, o a d m iti­
m o s q u e h ay al final d e la serie u n o s h e c h o s fu n d a m e n ta le s q u e se au to e x p lic a n ,
o d isim u lam o s y h a c e m o s q u e las cosas ap arezcan e n u n esta d io p a rtic u la r de la
«explicación» c o m o si to d o estuviera ya explicado, c o m o si h u b iéram o s agotado ya
la c o n e x ió n inacabable d e h e c h o s. Los an tig u o s fiab an a la v o lu n ta d d e D io s o del
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 2 67

D estino lo q u e n o p o d ía n ex p licar y p o r eso su c o n c e p c ió n d eja claro q u e las


explicaciones tien en q u e te n e r u n p u n to final, es d ecir: rep re se n ta m e jo r la p ro p ia
naturaleza de u n a ex p licació n .

6.373 El mundo es independiente de mi voluntad.


T Pues es obvio q u e « Q u iero q u e sea el caso q u e p» y «p» hab lan de dos h ech o s
lógicam ente in d ep en d ien tes, del m ism o m o d o q u e «C reo q u e p» y «p». P odría suce­
d er qu e to d o lo qu e quisiéram os sucediese d e h ech o , p e ro eso sólo sería u n feliz
accidente (6.374) p o rq u e W ittg e n ste in establece la c o n d ic ió n de q u e sólo p o d em o s
hablar de relación en tre am bos h ech o s si q u e re r q u e «p» establece n ecesariam en te
que p es el caso.

5 3-74 Aunque todo lo que deseamos sucediese, sólo


lo haría, por así decirlo, por concesión graciosa
del destino, pues no hay conexión lógica alguna
entre la voluntad y el mundo que lo garantice y,
a su vez, la supuesta conexión física misma no es
algo que podamos querer.
6 375 Del mismo modo que sólo hay una necesidad
lógica,sólo hay también una imposibilidad lógica.
6.3751 Que, por ejemplo, dos colores estén al mismo
tiempo en un sólo lugar del campo visual es
imposible, de hecho es lógicamente imposible;
pues está excluido en virtud de la estructura lógi­
ca del color.
Pensemos en cómo se presenta esta contra­
dicción en física; más o menos del modo
siguiente: una partícula no puede tener dos velo­
cidades al mismo tiempo; esto quiere decir que
no puede estar en dos lugares al mismo tiempo;
esto quiere decir que las partículas que están en
lugares diferentes al mismo tiempo no pueden
ser idénticas.
(Es claro que el producto lógico de dos pro­
posiciones elementales no puede ser ni una tau­
268 LUDWIG WITTGENSTEIN

tología ai una contradicción. El enunciado de


que un punto del campo visual tiene dos colores
diferentes al mismo tiempo es una contradic­
ción.)
V V éase 4.211. A q u í W ittg en stein in te n ta lidiar c o n u n asu n to espinoso q u e
in cide e n to d a la estru ctu ra del edificio del Tractatus. 6.375 recu erd a q u e igual q u e
sólo hay u n a necesidad lógica hay tam b ién una sola im posibilidad lógica pero, a c o n ­
tin u ació n se alude a u n posible co n traejem p lo pues si, p o r ejem plo, u n a superficie
está coloreada de rojo e n to d a su e x ten sió n esto excluye q u e esté co loreada de verde
e n to d a su extensión: «Esto es rojo» excluye, si es u n a p ro p o sició n verdadera, q u e sea
verdadera la p ro p o sició n «Esto es verde» (d o n d e «esto» se refiere a la m ism a superfi­
cie e n el m ism o lapso tem po ral). La dificultad reside e n el carácter d e la im posibili­
d ad de q u e am bas proposiciones sean sim ultáneam ente verdaderas. P o d em o s adm itir
que, c o m o asunto de h echo, n in g u n a substancia q u e huela c o m o el azufre sepa a vai­
nilla y q u e la p ro p o sició n universal «Toda substancia q u e h u e le c o m o el azufre n o
sabe a vainilla» sea u na ley natu ral y, p o r tanto, verdadera p e ro n o n ecesariam en te ver­
dadera. Pero lo q u e sucede en el caso de la incom p atib ilid ad d e los colores es q u e el
e n u n cia d o «Todo lo q u e es rojo e n to d a su ex ten sió n n o p u e d e ser sim u ltán eam en ­
te verde» es n ecesariam ente verdadero y esto q u iere d ec ir q u e su verdad es u n asun­
to de lógica y n o d e c ó m o están las cosas en el m u n d o . L a so lu c ió n de W ittg e n ste in
consiste, n o e n in te n ta r p o n e r d e m anifiesto q u e se da im posibilidad ló g ica d e p re ­
dicaciones sim ultáneas de colores distintos sino, c o m o ya R a m se y señaló e n su recen ­
sió n del Tractatus, e n trasladar el pro b lem a a las «propiedades necesarias del espacio, el
tie m p o , la m ateria o el éter»: lo q u e h ace es afirm ar q u e es ló g ic a m e n te im posible
q u e un a m ism a partícula esté en dos lugares al m ism o tiem po, p en san d o quizás q u e
los colores, físicam ente considerados, tie n e n m ov im ien to s o n d u lato rio s q u e tien en , a
su vez, velocidades. D e este m o d o el en u n cia d o «Esto es ro jo y verde sim ultánea­
m ente» sería u na co n trad icc ió n p o rq u e equivale al en u n ciad o de q u e u n a partícula
p u e d e estar sim u ltán eam en te e n dos lugares. E l problem a sólo se resuelve ilusoria­
m e n te p o rq u e a h o ra ten em o s q u e explicar cóm odas relaciones e n tre espacio y tiem ­
p o so n ló g icam en te necesarias. A dem ás, sea o n o «Esto es rojo» u n e jem p lo d e una
p ro p o sició n elem ental, parece difícil conciliar lo a n te rio r c o n la id ea de q u e las p ro ­
posiciones elem entales so n ló g icam en te independientes; pues a h o ra resulta q u e la
a trib u c ió n d e u n a p ro p ied ad a u n o b jeto excluye la atrib u c ió n sim ultánea al m ism o
o b je to d e otras propiedades. D e h e c h o W ittg e n ste in re c o n o c ió m ás tard e q u e este
p ro b lem a p o n ía en ja q u e to d o el en tram ad o del Tractatus y p ropuso, p o r ejem plo,
co n siderar nuestros predicados para colores e n la fo rm a d e u n sistem a c o n exclusio­
nes m utuas: c o n ello, la idea inicial d e la in d ep en d en cia lógica de las proposiciones
elem entales recibía u n g o lp e de m u e rte al convertirse en la in d e p e n d e n c ia m u tu a de
sistemas de proposiciones elem entales.

Todas las proposiciones tienen igual valor.


TRACTATUS LOGICO-PHILQSOPHICUS 2 69

▼ Pues n o hay n in g u n a p ro p o sició n q u e exprese valor alguno. Las p ro p o sicio ­


nes hablan de lo qu e es el caso, los hechos, y su carácter es c o n tin g e n te , p ero lo q u e
tiene algún valor n o p u ed e ser accidental; p o r consiguiente tien e q u e estar fuera del
m u n d o (6.41). Ju stam en te la «falacia naturalista» form ulada p o r M o o re p u e d e d ec ir­
se q ue consiste e n in ten tar derivar ju ic io s de valor de lo q u e es c o n tin g e n te . D e
acuerdo c o n esto, W ittgenstein se adhiere a la c o n cep ció n según la cual hay u n h iato
insalvable en tre h ech o s y valores.

6.41 El sentido del mundo tiene que residir fuera


de él. En el mundo todo es como es y todo suce­
de como sucede; no hay en él valor alguno y, si lo
hubiera, no tendría ningún valor.
Si hay algún valor que tenga valor, tiene que
residir fuera de todo lo que sucede y de todo lo
que es de esta y aquella manera. Pues todo lo que
sucede y todo lo que es de esta y aquella manera
es accidental.
Lo que lo hace no ser accidental no puede
residir e n el mundo pues, en tal caso, eso sería, a
su vez, accidental.
Tiene que residir fuera del mundo.
Es p o r ello p o r lo q u e n o p u e d e h a b e r p ro ­
p o sicio n es éticas.
Las proposiciones no pueden expresar nada
que sea más elevado.
Es claro que la ética no consiente en que se la
exprese.
La ética es transcendental.
(Etica y estética son uno y lo mismo.)
▼ Si la ética n o tien e q u e v e r c o n lo q u e es el caso es o b v io q u e n o p u e d e h a b e r
proposiciones de la ética. Las q u e más se aproxim an so n aquellas q u e a lu d en a las
consecuencias de nuestras acciones (véase 6.4 2 2 ), p e ro e n este caso su v alo r es sólo
extrínseco. La ética, c o m o la estética, es u n tip o d e a c titu d q u e n o se relacio n a c o n
lo q u e es el caso. T an to la u n a c o m o la o tra están em p aren tad as c o n el c a rácter del
m u n d o c o m o u n to d o y n o c o n algo q u e sucede d e n tro d el m u n d o . T a n to la ló g i­
ca (6.13) c o m o la ética so n transcendentales; n i u n a n i o tra tie n e n q u e v e r c o n lo
q u e es el caso, au n q u e sí c o n el a rm a z ó n d en tro d el q u e se d a n los h ech o s.
270 LUDWIG WITTGENSTEIN

6.422 Lo primero que se nos viene a las mientes al


proponer una ley ética de la forma «Debes...» es:
«¿Y qué pasa si no lo hago?». Es claro, sin embar­
go, que la ética no tiene nada que ver con castigos
y recompensas en el sentido habitual. Por ello, la
pregunta por las consecuencias de una acción tiene
que carecer de importancia. — Al menos esas con­
secuencias no han de ser eventos. Pero, a pesar de
todo, en la pregunta planteada tiene que haber algo
que sea correcto. Ciertamente, tiene que haber
algún género de castigo y recompensa éticos, pero
éstos tienen que residir en la propia acción.
(Y es claro también que la recompensa tiene
que ser algo agradable y el castigo algo desagra­
dable.)
▼ Im aginem os que alguien m e dice: «N o debes salir de paseo p o r la m on tañ a si las
predicciones m eteorológicas son desfavorables.» Si y o respondo «¿Y qué pasa si a pesar
d e to d o decido salir?», esto es u n a señal de q u e el p rim e r enunciado, a pesar de su form a,
n o contiene elem ento valorativo alguno en el sentido de W ittgenstein. Pues se m e p u e ­
d e n explicar cuáles son las consecuencias de salir a la m on tañ a cuando hay aviso d e tem ­
poral, los peligros qu e conlleva salir y las ventajas q u e com porta quedarm e en el refugio
(los «castigos» y las «recompensas» d e m i acción) y, tom ando todas las cosas e n cuenta,
yo decidiría si «debo» o «no debo» hacer la excursión. A hora bien, si a pesar de las malas
perspectivas m eteorológicas decido salir, lo q u e u n o te diría sería sim plem ente «allá tú,
es tu problem a» (o algo p o r el estilo). Pero com párese co n el siguiente enunciado: «N o
se debe infligir m altrato a nadie p o r razón de su raza, religión u o rientación sexual». Si
alguien responde: «¿Y q u é pasa si ignoro esto?», n o tendría efecto alguno el señalarle las
consecuencias de las acciones q u e contravienen el enunciado en cuestión pues la im p o r­
tancia de la prescripción n o dep en d e d e ellas. Eso n o quiere decir que contravenirlo n o
ten g a consecuencias; p o r supuesto que las tiene. Pero, según W ittgenstein, lo im p o rtan ­
te aquí — y lo q u e hace q u e el enunciado m uestre q u e contiene una valoración— co n ­
siste e n que su im portancia n o d epende de algo q u e es el caso (las consecuencias de n o
seguir la prescripción), sino de q u e tiene valor por si mismo que yo actúe de acuerdo con la pres-
cripción. T am bién e n este caso hay castigos y recom pensas, pero estos tienen q u e derivar­
se d e la acción m ism a y n o m eram en te de consecuencias externas d e la acción.

No se puede hablar de la voluntad como suje­


to de lo ético.
Y la voluntad como fenómeno interesa sólo a
la psicología.
TRACTATUS LOGICO-PI IILOSOPHICUS 271

▼ Si el m u n d o es in d e p e n d ie n te de m i v o lu n tad y n o hay c o n e x ió n lógica


alguna e n tre la v o lu n tad y el m u n d o (6.373, 6 .3 7 4 ), se sigue q u e cu alq u ier a c o n te ­
cim ien to del m u n d o q u e p o d am o s llam ar v o lu n tario , e n tre ellos el p ro p io fe n ó m e ­
n o de la volición, sólo p u ed e ser d e interés para las ciencias — e n tre ellas la psico lo ­
gía— q ue se o c u p a n ju sta m e n te de lo q u e es el caso. D e este m odo, la v o lu n tad
en ten d id a c o m o fe n ó m e n o del m u n d o n o p u e d e ser p o rta d o ra de lo ético; lo ético
n o tien e q u e v er c o n los hechos. A h o ra b ie n , hay u n sen tid o de «voluntad» — b u e n a
v o lu n tad y m ala vo lu n tad — q u e está c o n e c ta d o c o n la ética y tam b ién , d e algún
m odo, c o n el m u n d o . B u en a y m ala v o lu n ta d cam b ian el m u n d o co m o totalidad,
p ero no los h ech o s del m u n d o ; es p erfe c ta m e n te posible q u e b u e n a y m ala v o lu n ­
tad no ten g an rep ercu sió n en el m u n d o p o rq u e , recuérdese, incluso c u an d o el c o n ­
ten id o de mis voliciones se m aterializa siem p re es sólo p o r u n a co n cesió n graciosa
del destino. D e este m o d o el m u n d o del h o m b re feliz y el del h o m b re infeliz son
m undos distintos p ero n o p o r razón d e alteració n alguna d e n tro del m u n d o , sino
p o rq u e el m u n d o c o m o u n to d o cam bia a la p a r q u e las actitudes hacia él (que n o
son parte del m u n d o ) (6.43).

6.43 Si la buena o la mala voluntad cambian el


mundo, sólo pueden cambiar los límites del mundo,
no los hechos; no lo que puede expresarse por
medio del lenguaje.
Dicho brevemente: el mundo tiene que con­
vertirse entonces en otro completamente distin­
to. Tiene que, por así decirlo, disminuir o aumen­
tar como un todo.
El mundo del que es feliz es diferente del de
aquél que es infeliz.
g 43 j Así también, a la hora de la muerte, el mundo
no cambia, se termina.

La muerte no es un evento de la vida. De la


muerte no tenemos vivencia algtina.
Si por eternidad no entendemos duración
temporal infinita sino intemporalidad, entonces
vive eternamente el que vive en el presente.
Nuestra vida carece de final en la misma
medida en que nuestro campo visual carece de
límites.
272 LUDWIG WITTGENSTEIN

▼ P ues la m u e rte n o p e rte n e c e a lo q u e es el caso; es el lím ite del m u n d o p ero


n o fo rm a p arte del m u n d o (6 .4 3 1 ).W ittg e n ste in se h ace eco a q u í del fam o so ra z o ­
n a m ie n to de E p ic u ro en la Carta a Meneceo: «La m u e rte n o es n ad a p ara nosotros;
c u a n d o existim os la m u e rte n o está p resen te; c u a n d o está p re se n te n o existim os.»
Y «el recto c o n o c im ie n to de q u e la m u e rte nada es p a ra n o so tro s h a c e d ichosa la
m o rta lid a d d e la vida, n o p o rq u e añada u n a te m p o ra lid a d in fin ita, sino p o rq u e eli­
m in a el ansia d e inm ortalid ad » . L a vida d el h o m b re feliz es la v id a d el q u e vive en
el presente, sin ansia de in m o rta lid a d p o rq u e sie n te el m u n d o c o m o u n to d o lim i­
ta d o (6.45).

6.4312 La inmortalidad temporal del alma humana, es


decir, su eterna supervivencia incluso después de la
muerte, no sólo no está garantizada en modo algu­
no, sino que, sobre todo, esta suposición no sirve en
absoluto para lo que siempre se ha pretendido
alcanzar con ella. Pues ¿se resuelve algún enigma
porque yo viva eternamente? ¿No es quizá esa vida
eterna tan enigmática como la presente? La solu­
ción del enigma de la vida en el espacio y en el
tiempo reside fu era del espacio y del tiempo.
(No son problemas de la ciencia natural los
que han de solucionarse aquí.)
▼ E n u n a d e sus cartas a O d g e n d u ra n te ei p ro ceso d e tra d u c c ió n d el Tractatus
W ittg e n s te in explica así lo q u e q u ie re decir. Im a g in e m o s q u e alg u ien in te n ta
d e m o strar u n a d e te rm in a d a p ro p o sic ió n e n física. Para ello hace cierto s supuestos y
espera q u e sean ellos los q u e h agan la tarea d e p ro b a r la p ro p o sic ió n e n c u estió n ,
p ro b a r q u e la p ro p o sic ió n se sigue d e ellos. P ero si tal p ro p o sic ió n , n o se sigue d ire­
m o s q u e esos supuestos n o sirven para lo q u e in te n tá b a m o s q u e sirvieran. D e l
m ism o m o d o , el supuesto de la in m o rta lid a d d el alm a h u m a n a n o sirve p ara resol­
v e r el enigma, p a rtic u la rm e n te p o rq u e el e n ig m a n o existe (6.5). E n la m ism a carta
a O d g e n W ittg e n s te in se refiere al en ig m a c o m o «el en ig m a “ p o r ex celen cia” ». Es
m u y pro b ab le q u e W ittg e n ste in se esté refirien d o aq u í a la m u y c o n o c id a ex p resió n
d el p o p u la riz a d o r del d arw in ism o e n A lem ania, E rn st H a eck el (1 8 3 4 -1 9 1 9 ), «el
en ig m a del universo». P o r tal e n ig m a H aeck el e n te n d ía p reg u n tas tales c o m o «¿Cuál
es el significado d el universo?», «¿Por q u é hay u n iv erso (algo)?», q u e son distintas de,
p o r ejem plo, «¿C óm o se h a fo rm a d o el universo?». D e alg u n a m an era, q u e el en ig ­
m a n o exista q u ie re d e c ir q u e tales preguntas n o p u e d e n fo rm u larse p o rq u e su res­
p u esta ta m p o c o es susceptible d e fo rm u la c ió n (6.5). P o r eso, n o p e rte n e c e a la c ie n ­
cia n atu ral lo q u e p o d ría d a r u n a respuesta cabal a tales p re g u n ta s (a diferencia de la
in d ag ac ió n sobre c ó m o se ha fo rm a d o el universo).
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 273

6.432 Para lo que es más elevado resulta absoluta­


mente indiferente cómo sea el mundo. Dios no se
revela en el mundo.
Y La p osición de W ittg e n ste in resp ecto d e D io s (co m o su ced e c o n su p o sició n
respecto de lo m ístico) es am bivalente. W ittg e n ste in p o d ría estar h acién d o se eco
aquí de la co n o cid a postura de K an t de q u e la teo lo g ía n atu ral n o es posible: es siem ­
p re ilegítim o in ten tar deriv ar la existencia del D ios a p a rtir d e la existencia del
m u n d o . P o r o tra p arte hay algunas evidencias d e q u e W ittg e n ste in co n sid erab a abso­
lu ta m e n te increíble la idea de u n D io s p e rso n al q u e rep arte reco m p en sas y castigos.
Y en sus Diarios habla de D io s c o m o eq u iv alen te al sen tid o d e la v id a e inclu so al
m u n d o , a «cóm o están las cosas». F ogelin [Fogelin (1995), pp. 9 7 -9 9 ] cree q u e este
párrafo (ju n to con, p o r ejem plo, 6.41 y 4.4321) es u n a b u e n a m u estra de lo q u e él
llam a «la insignificancia de lo decible». Lo d ecible es aquello q u e es c o n tin g e n te , lo
q ue tien e q u e ver co n lo q u e es el caso. W ittg e n ste in ya había a d v ertid o en su p re ­
facio q u e «la verdad de los p en sam ien to s de los q u e se da c u e n ta aq u í es in to cab le y
definitiva. Soy p o r ello de la o p in ió n de que, en lo esencial, h e resu elto los pro b le­
m as d e m o d o indiscutible.Y, si n o estoy eq u iv o cad o e n esto, la seg u n d a cosa d e valor
q ue hay e n este trabajo consiste e n m o stra r cuán p o c o se h a c o n se g u id o u n a vez q u e
estos problem as se h an resuelto». A h o ra se lim ita a co n sig n ar q u e lo q u e h a co n se­
g u id o es insignificante. H a lo g rad o desen trañ ar la fo rm a general d e la p ro p o sic ió n
nada m en o s q u e la estructu ra del m u n d o , p e ro c u a n d o in te n ta m o s aplicarnos a las
cosas v erdaderam ente im p o rta n te s n o s sentim os im p o ten tes: lo q u e tie n e valor, lo
m ístico, etc., sim plem ente n o p u e d e expresarse e n palabras, n o tie n e fo rm a p re p o ­
sicional.

Los hechos, todos ellos, pertenecen sólo a la


tarea, no a la solución.
Y E sto es: los h echos, el m u n d o , so n sólo p a rte de la tarea de in d ag ar sobre lo
m ístico — q u e el m u n d o es— , p ero n o fo rm a n p a rte d e la so lu ció n . Los h ech o s tie ­
n e n q u e ver co n c ó m o so n las cosas y n o c o n q u e las cosas son.

Lo místico no consiste en cómo es el mundo,


sino en que sea.
La visión del mundo sub specie aeterni consiste
en verlo como un todo, un todo limitado.
El sentir el mundo como un todo limitado es
lo místico.
274 LUDWIG WITTGENSTEIN

▼ V éase 6.522.

6 5 Si una respuesta no puede expresarse, la pre­


gunta que le corresponde tampoco puede expre­
sarse.
E l enigm a no existe.
Si una pregunta puede llegar a plantearse,
entonces también se le p u e d e dar una respuesta.
▼ V éase 6.431.

El escepticismo no es irrefutable, sino un sin-


6.51 sentido obvio, pues quiere plantear dudas allí
donde no se puede preguntar.
Pues una duda sólo puede existir allí donde
existe una pregunta; una pregunta sólo donde exis­
te una respuesta y esta última sólo donde p u e d e
decirse algo.

V W ittg e n s te in n o ex p líc ita d e q u é tip o de escep ticism o está h a b la n d o aquí;


p e ro , d a d o el c o n te x to de esta o b se rv a c ió n , p o d ría m o s ex p licar lo q u e q u ie re d e c ir
d e l m o d o sig u ien te. Im a g in e m o s u n escép tico acerca del sen tid o de la v id a o del
m u n d o ; esa p e rso n a es escép tica p o rq u e n o tie n e ra z ó n alg u n a p ara c re e r q u e el
m u n d o tie n e alg ú n sen tid o . A lg u ie n q u e m a n tu v ie ra esa p o sic ió n c o m p a rte suelo
c o m ú n c o n q u ie n d e fie n d e q u e el m u n d o sí tie n e sen tid o : los dos p ie n sa n q u e la
p re g u n ta so b re si el m u n d o tie n e se n tid o es p e rfe c ta m e n te leg ítim a (c o m o lo es
la p re g u n ta acerca del o rig e n d el m u n d o ); a h o ra b ie n , el c o n te n id o de tal p re g u n ta
ca rece de fo rm a ló g ic a , n o in q u ie re so b re u n a situ a c ió n posible. P o r eso
W ittg e n s te in afirm a q u e el e scep ticism o es u n sin sen tid o o b v io : el escép tico p la n ­
te a d u d as resp e c to de u n a su n to d el q u e n o se p u e d e d e c ir nada; si n o p u e d e d ec ir­
se n ad a so b re él n o se p u e d e re sp o n d e r a p reg u n tas q u e lo to m e n c o m o o b je to y,
si esto ú ltim o ta m p o c o p u e d e hacerse, e n to n c e s n o cabe p re g u n ta r siquiera.
N ó te s e q u e el m ism o a rg u m e n to vale para el n o escép tico resp ecto d el se n tid o del
m undo.

6.52 Sentimos que, aún cuando todas las posibles pre­


guntas científicas hayan obtenido una respuesta,
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 275

nuestros problemas vitales ni siquiera se han toca­


do. Desde luego, entonces ya no queda pregunta
alguna; y esto es precisamente la respuesta.
T W ittg en stein expresó algunas veces q u e el im pulso hacia lo m ístico te n ía q u e
ver co n la insatisfacción q u e nos dejan las respuestas de la ciencia. U n a vez q u e se
d an todas las respuestas científicas posibles ya n o q u e d a n m ás respuestas q u e d a r y
tam p o co q u ed an preguntas genuinas. Las posibles preg u n tas q u e alguien p u e d a p la n ­
tear en to n ces sólo son preguntas aparentes cuya respuesta es precisam en te q u e n o
son preguntas. A h o ra b ien , W ittg e n ste in n o cree q u e carezca d e valor el in te n ta r
plantear esas preguntas y d ar esas respuestas. La g en te ha h e c h o esto siem p re, lo
seguirá h acie n d o y, p o r cierto , c o n p rovecho. Lo eq uivocado es n o darse c u e n ta d e
q u e se trata de preguntas y respuestas cuyo c o n te n id o n o trata d el m u n d o y co n si­
derarlas c o m o si se tratara de preguntas y respuestas genuinas.

6.521 La solución del problema de la vida se traslu­


ce en la desaparición de este problema.
(¿No es ésta acaso la razón por la que los hom­
bres a los que, después de intensas dudas, les resul­
tó claro el sentido de la vida, no pudieran decir, en
ese momento, en qué consistía tal sentido?)

6.522 Existe en efecto lo inexpresable.Tal cosa resul­


ta ella m ism a m a n ifiesta ; es
lo místico.
▼ T anto aquí c o m o en 6.23 W ittg e n ste in utiliza la c o n stru c c ió n alem ana sich
zeigen traducida usu alm en te p o r «mostrarse» o «se muestra». S in em bargo, c o m o
señala C . L ew y e n « N o te o n th e T ext o f th e Tractatus», M ind, 1967, pp. 4 1 6 -4 2 3 ,
W ittg en stein c o rrig ió de su p u ñ o y letra la tra d u c c ió n inglesa d e O d g e n q u e reza­
b a «show(s) itself» e in tro d u jo las expresiones «appear from» y «appear» q u e yo,
siguiendo a Pears y M cG uiness, trad u zco c o m o «resultar m anifiesto».

El método correcto en filosofía consistiría


propiamente en esto: no decir nada más que lo
que se puede decir, esto es: proposiciones de la
ciencia natural —algo, por tanto, que no tiene
nada que ver con la filosofía—; y entonces, siem­
pre que alguien quisiese decir algo metafísico,
demostrarle que no había dado significado alguno
276 LUDWIG WITTGENSTEIN

a ciertos signos de sus proposiciones. Este método


no sería satisfactorio para ia otra persona —no
tendría la sensación de que le estábamos enseñan­
do filosofía— pero tal m étodo sería el único estric­
tamente correcto.

6 _5 4 Mis proposiciones son elucidaciones de este


modo: quien me entiende las reconoce al final
como sinsentidos, cuando mediante ellas —a hom­
bros de ellas— ha logrado auparse por encima de
ellas. (Tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una
vez que se ha encaramado en ella.)
Tiene que superar esas proposiciones; enton­
ces verá el mundo correctamente.
▼ 6 .5 3 p re te n d e explicar cuál es el m é to d o c o rre c to e n filosofía. L o q u e se
p u e d e d e c ir so n las p roposicio n es de la cien cia n atu ral (y vam os a e n te n d e r q u e
«ciencia natural» in clu y e aquí las p ro p o sic io n e s d el len g u aje o rd in a rio ). Si esto es así,
p u e sto q u e la filosofía n o es u n a ciencia, sus p ro p o sicio n es n o d icen nada. A h o ra
b ie n , hay m ás de u n a m an e ra e n q u e las p ro p o sicio n es p u e d e n in te n ta r d e c ir algo
sin d e c ir nada. E n p rim e r lu g ar las tau to lo g ías y co n trad iccio n es n o d icen nada p o r­
q u e c a recen d e sen tid o (lo q u e, recuérdese, n o q u iere d e c ir q u e sean sinsentidos).Y
h ay u n a seg u n d a m a n e ra e n la q u e las p ro p o sicio n es p u e d e n n o lograr su ob jetiv o :
c u a n d o so n sinsentidos (absurdos). W ittg e n s te in piensa q u e las prop o sicio n es d e la
filosofía — las propias propo sicio n es d e l Tractatus— p e rte n e c e n a esta segunda clase.
Las razo n es de esta p o sició n n o están claras p ero , e n p rin c ip io , parece q u e n o sería
ad ecu ad o d e c ir q u e «El m u n d o es to d o lo q u e es el caso» o «U n p en sam ien to es u n a
figura ló g ica de los hechos» sean p ro p o sicio n es tau to ló g icas, p o r lo q u e sólo q u ed a
ab ierta la seg u n d a o p c ió n . Sin em bargo, el q u e sean sinsentidos plan tea u n a dificul­
tad, p u es W ittg e n s te in p re te n d e q u e sus p ro p o sicio n es sean elucidaciones; ah o ra
b ien , si so n sinsentidos, esto es: absurdos, ¿ có m o nos resulta posible entenderlas para
que, al final, fu n c io n e n c o m o elucidaciones? ¿ C ó m o nos aclaran las cosas los sin­
sentidos? U n a de las dificultades d e la p o sic ió n d e W ittg e n ste in tie n e su raíz e n el
h e c h o de q u e dividiese n ítid a m e n te e n tre p ro p o sicio n es q u e son sinsentidos y todas
las dem ás (co n el caso especial d e las tautologías y co n trad iccio n es q u e carecen de
se n tid o p e ro n o so n sinsentidos), pu es nos resulta difícil h acern o s cargo de c ó m o
p u e d e sernos d e u tilid ad aclaratoria algo q u e, p o r p rin c ip io , n o p o d em o s en ten d e r.
P ero lo q u e W ittg e n s te in p arece q u e re r d e c ir es q u e los sinsentidos n o so n m e ra ­
m e n te garabatos al b u e n tu n tú n (co m o p o d ría serlo «grzx w ao pzst») sino, e n el caso
d el lenguaje, config u racio n es de signos q u e n o s so n fam iliares e n m u ch o s co n te x to s
y q u e e n el filosófico sólo tienen apariencia de proposiciones. A u n q u e son sinsentidos
estrictos, d e scu b rim o s q u e lo so n c u a n d o se nos llam a la a te n c ió n sobre la falta de
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 277

significado de algunos d e sus signos c o m p o n en tes; c o m o c u a n d o se nos dice q u e


«Sócrates es idéntico» es u n sinsentido p o rq u e al signo c o m p o n e n te «idéntico» n o
le hem os asignado u n significado c o m o adjetivo. M o u n c e |M o u n c e (1981), pp. 105-
106] llama la aten ció n en este p u n to sobre el análisis del ú n ic o ejem plo detallado
que W ittg en stein da e n el Tractatus: el caso del solipsism o. C u a n d o el solipsista dice
«Sólo existo yo» da p o r supuesto el uso c o rrecto de «yo» en circunstancias n o rm a ­
les. E n esos casos «yo» se p u e d e usar para h acer referencia al q u e habla c o m o algo
distinto de las dem ás personas q u e se da p o r su p u esto q u e existen. Pero el solipsista
cree qu e p u ed e c o n v ertir ese signo e n u n sím bolo d istinto, q u e p u e d e usar «yo» para
enfrentarlo a to d o lo dem ás (incluidos los dem ás posibles usuarios de «yo») que tiene
ahora la característica de no ser real. A h o ra b ien , esto obliga a co n sid erar q u e el uso de
«yo» en el segu n d o sen tid o n o se refiere a n in g ú n o b je to del m u n d o y, en conse­
cuencia, no p u e d e decirse. El in te n to del solipsista de hacerlo c o n d u c e al sinsenti­
do. E lucidar esto es, d e nuevo, sinsentido, pero W ittg e n ste in p arece aceptar que, del
m ism o m o d o q u e todas las tautologías son vacías p e ro el m o d o e n q u e m u estran que
son vacías n o es el m ism o, los sinsentidos tam p o co d ic e n nada p e ro hay algún valor
en el proceso de c ó m o llegam os a d arn o s cu e n ta q u e so n sinsentidos. N o es lo
m ism o el sinsentido del solipsista q u e niega el m u n d o al m ism o tie m p o que, para
hacer esto, se ve forzado a presu p o n erlo , q u e el sin sen tid o q u e in te n ta p o n e r fin a
las ilegítim as preten sio n es del solipsista. Pero, c u a n d o las p ro p o sicio n es filosóficas
han cum plido su p ro p ó sito d e aclarar m alen ten d id o s, se to rn a n inútiles. H e m o s lle­
gado adonde q u eríam o s y ah o ra p o d e m o s d esp ren d ern o s d e la escalera d e la q u e nos
hem os servido. U n a vez q u e re c o n o cem o s q u e h e m o s «parloteado» m u ch o , la paz
de espíritu sólo p o d em o s alcanzarla callando la boca. N o c o m o u n a im p o sició n ,
sino, co m o dice W ittg e n ste in en las Investigaciones, e n v irtu d del d e sc u b rim ie n to q u e
m e p erm ite d ejar de h a c e r filosofía c u an d o quiera. P o r c ie rto q u e la m etáfora de la
escalera fue em pleada ya p o r S ex to E m p íric o e n Contra los lógicos (y q u e es casi segu­
ro q ue W ittg en stein e n c o n tró e n M a u th n er): «D el m ism o m o d o q u e n o es im posi­
ble que el h o m b re q u e se ha en caram ad o e n u n lu g ar elevado se desem barace de
una patada de la escalera q u e le ha servido para subir, ta m p o c o es im p ro b ab le q u e
el escéptico, u n a vez q u e ha llegado a la d em o stra c ió n d e su tesis — p o r m e d io de
u n arg u m en to q u e dem uestra la n o existencia d e la d em o stra c ió n q u e ha usado, p o r
así decirlo, a m o d o d e escalera— , p ro ced a a d e m o le r su p ro p io argum ento.»

De lo que no se puede hablar, hay que callar


la boca.
▼ Sin co m en tario s.
. ■

,

.
A n ex o s
•}
A. Opiniones sobre Wittgenstein

M uy al principio dudaba entre si [Wittgenstein] era un h om ­


bre genial o un chiflado, pero no tardé en decidirm e por lo pri­
mero. Algunos de sus primeros puntos de vista hicieron difícil la
decisión. En una ocasión mantuvo, por ejemplo, que todas las
proposiciones existenciales carecen de significado. Esto sucedió
en un aula, y le invité a considerar la proposición «En este
m om ento no hay hipopótam os en esta habitación». Cuando
rehusó creerlo miré debajo de todos los pupitres sin encontrar
ninguno, pero siguió sin convencerse.

Bertrand R ussell

[W ittgenstein era] un genio tal com o se concibe tradicional­


mente: apasionado, profundo, intenso y dominador. Poseía una
cierta pureza que nunca he vuelto a encontrar en esa medida [...].
Todos los días m e visitaba a m edianoche y, durante tres horas,
sum ido en un excitado silencio, se m ovía de un lado para otro
por m i habitación cual animal salvaje. U na vez le dije: «¿Está
usted m editando sobre la lógica o sobre sus pecados?», y m e res­
pondió: «Sobre las dos cosas».

Bertrand R ussell
282 ANEXOS

[W ittgenstein ] tiene el orgullo de Lucifer.

Bertrand RUSSELL

Le dije [...] que imaginármelo a él, con la preparación filosó­


fica que tenía, com o un maestro de escuela, era algo parecido a
com o si alguien usase un instrum ento de precisión para abrir
cajones. Ludw ig m e contestó con una comparación que m e dejó
muda; m e dijo: «Me recuerdas a alguien que está mirando a tra­
vés de una ventana cerrada y no puede explicarse los extraños
m ovim ientos de un viandante. N o se da cuenta de la tormenta
que se está levantando fuera y de que esa persona quizás está
haciendo grandes esfuerzos para m antenerse en pie». Fue enton­
ces cuando m e di cuenta de cóm o veía él las cosas.

H erm ine WlTTGENSTElN

El que un m ultim illonario se meta a maestro de escuela tiene


toda la pinta de ser una perversidad.
Thom as B e r n h a r d

D ios ha llegado. Lo encontré en el tren de las 17.15.

John Maynard K eyn es

W ittgenstein es lo más parecido a un profeta que jamás haya


conocido. Es un hombre que, com o una torre, permanece enhies­
to, independiente y sin inclinarse hacia ningún lado. Tiene su pro­
pia base, no tem e a nadie [...] pero otros le tem en [...] tem en su
juicio.Tam bién yo temía a W ittgenstein, m e sentía responsable ante
él.Jaleaba sus palabras com o si fueran alhajas [...]. Es una cosa terri­
ble trabajar bajo la mirada inquisitiva de aquellos ojos penetrantes
y de aquel discernimiento que conocía lo que era oro y lo que era
basura. Y ante alguien que dice las palabras: «¡Esto es basura!».

O. K. B o u w sm a
ANEXOS 283

Su m ím ica era absolutamente maravillosa. Desperdició su


vocación: debería haber sido un actor de com edia. C o n su curio­
so acento austríaco podía imitar todo tipo de acentos, estilos,
maneras de hablar. Siempre estaba hablando sobre los diferentes
tonos de voz en los que se podían decir cosas y era absolutamente
cautivador. R ecu erd o que una tarde se levantó de su silla y
hablando con su extraño tono de voz dijo: «¿Qué diríamos si paso
a través de este muro?» Y m e recuerdo consciente de que mis
nudillos palidecían mientras m e agarraba con fuerza al sillón.
Pensé realmente que iba a atravesar aquel muro y que el techo
nos iba a caer encim a. Parte de su encanto se debía con toda
seguridad a que podía evocar cualquier cosa.

Peter G r _a y - L u c a s

La gente dice a m enudo que toda la filosofía es sólo una nota


a pie de página a Platón, pero deberían añadir: hasta W ittgenstein.

W asfí H ija b

Es com pletam ente cierto que tanto la obra com o la persona­


lidad de W ittgenstein provocarán diversos com entarios e inter­
pretaciones en el futuro. El autor de las proposiciones «El enigma
no existe» y «Todo lo que puede decirse puede decirse clara­
mente» era él m ism o un enigm a, y sus proposiciones tienen un
contenido que a m enudo está a m ucha profundidad de la super­
ficie del lenguaje.

G e o rg H . v o n W r ig h t
B. Glosario de símbolos

p. í.r Letras minúsculas usadas habitualmente com o


variables preposicionales que en el T ra c ta tu s
están por proposiciones elementales. Así, por
ejem plo, en 3.3441, 4.062, 4.0621, etc.

P, Q,R Letras mayúsculas que representan valores de la


variable £; (véase más adelante), y están por pro­
posiciones (no necesariamente proposiciones
elem entales). En el T ra c ta tu s se usan sólo en
5.501. Pero «R» se usa también com o signo de
relación (véase más adelante).

a, b, c Letras iniciales del alfabeto en minúscula que


funcionan com o variables de sujeto (nombres
de objetos). Así, por ejemplo, en 4.012, 4.1252,
4.1273, 4.242, 5.531, etc.

f ( a)> g ( a) > f ( a > b) Las dos primeras representan proposiciones que


contienen el nombre a; la segunda proposicio­
nes que contienen los nombres a y b. Así, por
ejem plo, en 4.1211, 5.531, etc.

aR b La letra mayúscula «R» se usa en el T r a c ta tu s


para representar relaciones del tipo «— es el

284
ANEXOS 285

sucesor de— », «— está encim a de— », etc. « a R b »


es una proposición que asevera la relación R
entre a y b . Así, por ejem plo, en 4 .0 1 2 , 4 .1 2 5 2 ,
4.1273, etc.

x , y, Z Letras minúsculas del final del alfabeto usadas


com o variables. Su función es la de «guardar el
sitio» a los nombres en las proposiciones en las
que éstos se han eliminado. Así, por ejem plo, en
4.24, 5.531, 5.532, 5.5321, etc.

J [x ), 0(x, y), a R x , Funciones preposicionales que son el resultado


de eliminar uno o más nombres de una propo­
sición que los contiene, substituyéndolos por
una variable. Así, por ejem plo, en 4.1252,
4 .1 2 7 3 ,4 .2 4 , etc.

{ x ) .f x N otación usada en el Tractatus para la cuantifi-


cación universal que, en la actualidad, se suele
representar com o V x (P x). Así en 4.041, 5.521,
5.5321, etc. (Para el significado de los puntos «.»
o «:» en las fórmulas cuantificacionales, véase
más adelante.)

(3*, y). x R y , N otación usada en el Tractatus para el particula-


(3 x , y ) . x(x,y) rizador o cuantificador existencial que, en la
actualidad, se suele representar com o 3 x (Px).
Así, por ejem plo, en 4.1252, 4.1272, 5.532,
5.534, etc.

La conectiva de negación cuya representación


más habitual es actualm ente «—i». Así, por ejem ­
plo, en 3 .3 4 4 1 ,4 .0 6 2 , 5.101, etc.

V La conectiva de disyunción no exclusiva (o


suma lógica) tal com o se presenta en 5.101. Su
notación más habitual es «v»

D La conectiva de im plicación material que se


representa en la actualidad c o m o «—>». Véase,
por ejem plo, 5.101.
286 ANEXOS

«|» representa el llamado «functor de Peirce» o


negación de la disyunción (véase 5.101). Así,
por ejem plo, en 5.101, 5.1311, etc. En la actua­
lidad se suele representar com o «!'».

Los puntos tienen en el T ra c ta tu s un uso sem e­


jante al que les da Russell en los P r in c ip ia M a t h e -
m a tic a . D e este m odo tenem os que:
a ) cuando el punto o los puntos están inm e­
diatamente precedidos o seguidos de «v», <o»,
«(x)» o «3 x» funcionan com o paréntesis de
acuerdo con la regla siguiente: un número
mayor de puntos indica paréntesis exterior y un
núm ero m enor indica paréntesis interior.
b) cuando los puntos no se usan de la manera
anterior representan la conjunción o producto
lógico que, en la actualidad, se representa
m ediante «A».
Veamos algunos ejem plos en los que los
puntos se han substituido por los paréntesis y, en
su caso, por las conectivas de conjunción y dis­
yunción en sus versiones más habituales. Así:

5.101: «p.~ q: v :q . ~p» se lee com o «(p v ~q) V (q


A ~ p )» .
5.1311: « p \ q . \ . p \ q » se lee com o ( p \ q) | (p \ q ) .
5.532: «(3 x , y ) . J [ x , y ) . v . ( 3 x ) . J ( x , x ) » , se lee com o
«(3*,y) ( f ( x , y ) ) v (3 x) ( f [ x , x ) ) » .
6.102: «(p d q ) . (p ) :d : (q )», se lee com o «((p o q)
A p) d (q )» .
5.5321: « { 3 x ) . f x .~ D .fa : ~ ( 3 x , y ) . f x . f y » , se lee
com o «(3x) ( ( f x ) d (fa )) A ~(3x) ( f x A f y ) » .
(N ótese que en este caso «:» corresponde a una
com binación de paréntesis y conectiva de con­
junción.)

in Variables preposicionales. Así, por ejemplo, en


5.51, 6, 6.01.

N ( ) O peración consistente en la negación conjunta


(~p A ~ q ) de las proposiciones representadas por
ANEXOS 287

el signo o signos que van entre paréntesis. Así,


por ejemplo, en 5.51, 5.52, 6, etc.

0’,Q’ Variables de operación. Así, por ejemplo, en


5.2521, 6.02, 6.241, etc.

Signo de identidad; así, en 5.534, etc.

Xn Sím bolo (letra hebrea «aleph») que designa la


cardinalidad del conjunto de los números natu­
rales, el conjunto infinito de m enor tamaño. Así
en 4.1272.
C. Bibliografía

A) E d ic io n e s del T r a c t a t u s

1921 L o g isch -p h ilo so p h isch e A b h a n d lu n g , A n n a le n der N a tu rp h ilo so p h ie , n.°


14. ( S e trata d e la p rim era edición d e l Tractatus. C o n tie n e tan g ran c a n ti­
d a d d e errores q u e W ittg e n ste in llegó a considerarla com o u n a edición p i ­
rata.)
1922 L o g isch -p h ilo so p h isch e A b h a n d lu n g / Tractatus logico-philosophicus, texto
original alemán con traducción al inglés de C. K. Odgen y F. P.
Ramsey e introducción de Bertrand Russell, Routledge and Kegan
Paul, Londres. (S e considera com o la g e n u in a p rim era edición del
Tractatus y tien e la v ir tu d de haber sid o revisada y corregida p o r el p ro p io
W ittg e n s te in .)
1961 tra­
L o g isch -p h ilo so p h isch e A b h a n d lu n g / Tractatus logico-philosophicus,
ducción al inglés de D. F. Pears y B. F. McGuiness e introducción de
Bertrand Russell, Routledge and Kegan Paul, Londres. (T e x to a le ­
m á n con u n a traducción inglesa m ucho m en os literal q u e la de O d g e n en la
qu e q u e d a n resu eltas algu n as am b ig ü ed a d es im p o rta n te s d e la edición de
1 9 2 2 , especialm en te p o r lo qu e respecta a l p ro b le m a d el solipsism o.)
1971 P rototractatu s, a n early versión q f Tractatus logico-ph ilosoph icu s, editado
por B. F. McGuiness y G. H. von Wright, con traducción de D. F.
Pears y B. F. McGuiness y un facsímil del manuscrito del autor,
Routledge and Kegan Paul, Londres. (T e x to de u n a versión p rim itiv a
d e l Tractatus, descubierta en 1 9 6 7 .)

288
ANEXOS 289

B) A lgunas t r a d u c c io n e s del T r a c t a t u s

C astellan o: trad, de Enrique Tierno, Revista de Occidente, Madrid, 1957


(con varias reimpresiones posteriores en Alianza, Madrid); trad, de
Jacobo Miuñoz e Isidoro Reguera, Alianza, Madrid, 1987.
C atalán : trad, de Josep Maria Terricabras, Laia, Barcelona, 1981.
E uskera: trad, de José Luis Alvarez Santa, Universidad del País Vasco
(Servicio Editorial)/Euskal Herriko Unibertsitatea (Argitarapen
Zerbitzua), Bilbao, 1990.
Francés: trad, de Pierre Klossowski, Gallímard, París, 1972; trad, de Giles G.
Granger, Gallimard, París, 1993.
Inglés: trad, de Daniel Kolak, Mayfield, Mountain View, Cal., 1998.
Italiano: trad, de G. C. Colombo, Fratelli-Bocca, Milán/Roma, 1954; trad,
de Amedeo G. Conte, Einaudi,Turin, 1998.
Portugués: trad, de José Arthur Gianotti, Cía. Editora Nacional, Sao Paulo,
1968; trad, de M. S. Louren^o, Fundadlo Calouste-Gulbekian, Lisboa,
1987.

C) A lgunas o b r a s e n ca stella n o q u e t r a t a n to ta l
o pa r c ia l m e n t e s o b r e el T r a c t a t u s

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( Incluye una edición b ilin g ü e d e las Notes on Logic d e W ittg e n ste in , obra qu e
éste en vió a R u s s e ll en 1 9 1 3 y en la q u e se prefigu ran a lg u n a s d e las tesis d el
Tractatus.)
290 ANEXOS

D) A lg u n a s o b r a s im po r t a n t e s q u e t r a t a n to ta l o pa r c ia l m e n t e
SO BRE EL T r A CTATVS

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ANEXOS 291

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F) M U S IC O G R A F ÍA

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N u m m in e n , M. A., T h e Tractatus S u ite , Man Productions Oy, Kelho,
Finlandia. (O b r a de un célebre co m p o sito r fin la n d é s de m úsica rock. S e p u e d e
o b ten er m á s inform ación en w w w .m a -n u m m in e n .n e t)
P O W E R S , A. (2001), A P ictu re o f th e W orld, cantata para contratenor, clarine­
te y coro.

G) F il m o g r a fía

D e r e k J a r m a n (dir.): W ittg e n ste in (1993): guión de Terry Eagleton, distri­


buye Kino on video. (U n a pelícu la qu e refleja de m anera m u y aceptable la v id a
y la obra d e W ittg e n ste in .)

H) P Á G IN A S W E B S O B R E EL T R A C T A T U S

http://www.kfs.org/~jonathan/witt/tlph.html (h ip ertex to d e la edición b ilin ­


g ü e de O d g e n y R a m s e y con u n m a p a del Tractatus).
http://guava.phil.lehigh.edu/tlp/ (presen tación d el Tractatus com o un co n ju n ­
to de p roposicion es a n id a d a s).
D. ìndice analídco

a p rio ri, 2.225, 3.04, 3.05, 5.133, argumento veritativo; véase: verita­
5.4541, 5.4731, 5.55, 5.5541, tivo, argumento.
5.5571, 5.634, 6.31, 6.3211, aritmética ( A r i th m e ti k ) , 4.4611,
6.33, 6.34, 6.35. 5.451.
abstracto (a b stra k t), 5.5563. armazón (G erü st), 3.42, 4.023, 6.124.
accidente (Z u fa ll), 2.012, 20121, aseverar (b e h a u p te n ), 4.122, 4.21,
3.34, 5.4733, 6.031, 6.1232, 6.2322.
6.3,6.41. asimetría (A s y m m e tr ie ), 6.3611.
acción (H a n d lu n g ), 5.1362, 6422. atribuir (zu sp rech en ), 4.124.
actividad (T ä tig k e it), 4.112. axioma ( A x io m ) , 6.341.
afirmación (B ejah u n g), 4.064, 5.124, axioma de infinititud (A x io m o f
5.1241,5.513,5.514, 6.231. In fin ity ), 5.531.
alma (S e e le ), 5.5421, 5.641, 6.4312. axioma de reducibilidad ( A x io m o f
análisis, ( A n a l y s e ) , 3.201, 3.25, R e d u c ib ility ), 6.1232, 6.1233.
3.3442, 4.1274, 4.221,5.5562.
analítico (a n a lytisch ), 6.11.
aplicación (A n w e n d u n g ), 3.262, base (B a sis), 5.21, 5.22, 5.234, 5.24,
5.2521,5.2523,5.32,5.5,5.5521, 5.25, 5.251, 5.442, 5.54.
5.557, 6.001,6.123,6.126. bello, lo (d a s S ch ön e), 4.003.
arbitrario (w illk ü rlich ), 3.315, 3.322, bueno, lo (das G u te ), 4.003.
3.342, 5.02, 5.473, 5.47321,
5.554, 6.124, 6.127Í. calcular (rechnen), 6.126, 6.2331.
argumento ( A r g u m e n t), 2.0131, campo visual (G e sic h tsfe ld ), 2.0131,
3.333, 4.0411, 4.431, 5.01, 5.633, 5.6331, 6.3751,6.4311.
5.02, 5.101, 5.152, 5.251, 5.47, cardinal, número; véase: número
5.523,5.5351,6.1203. cardinal.

292
ANEXOS 293

carente de significado (bedeutunglos); concepto primitivo (G ru n d b eg riff),


véase: significado, carente de. 4.12721, 5.451, 5.476.
caso, ser el (d e r F a ll sein ), 1, 1.112. conceptual, notación; véase: nota­
1.21, 2, 2.024, 3.342, 4.024, ción conceptual,
5.1362, 5.5151,5.541,5.5542, conexión (V erb in d u n g ), 4.0311.
6.23. configuración (K onfiguration), 2.0231,
castigo (S trafe), 5.422. 2.0271, 2.0272, 3.21.
causa (U rsa ch e), 6.3611. conformar (b ild e n ), 5.475.
causal, nexo (K a u s a ln e x u s ), 5.136, conservación, ley de (E rh a ltu n g s­
5.1361. g e s e t z ) , 6.33.
causalidad (K a u s a litä t), 5.1362. constante (K o n s ta n t), 3.312, 3.313,
causalidad, ley de (K a u s a litä tg e s e tz ), 4.126, 41271, 5.501, 5.522.
6.36, 6.362. construcción (B a u ), 4.002, 4.014,
ciencia (W isse n sc h a ft), 6.34, 6.341, 4.5, 6.002.
6.52. — (K o n s tr u k tio n ), 4.023, 4.5, 5.233,
ciencia natural (N a tu rw isse n sc h a ft), 5.556,6.343.
4.11, 4.111, 4.1121, 4.1122, constantes lógicas (logische K o n s ­
4.113,6.111,6.4312,6.53. ta n te n ), 4.0312, 5.4, 5.441, 5.47.
clase (K la s se ), 3.311, 3.315, 4.1272, constitución (B a u ), 5.5262.
6.031. constituyente; véase: parte constitu­
clases, teoría de (T h e o rie der K la sse n ), yente.
6.031. contener (en th a lte n ), 2.014, 2.203,
color (F a rb e ), 2.0131, 2.0251, 302, 3.13, 3.24, 3.332, 3.333,
2.171,4.123, 6.3751. 5.121,5.122,5.44,5.47.
combinación (K o m b in a tio n ), 4.27, contenido (G e h a lt), 6.111.
4.28, 5.46. — (I n h a lt), 2.025, 3.13, 3.31.
— (V erb in d u n g ), 2.01, 2.0121,4.221, continuidad en la naturaleza, ley de
4.466, 4.4661, 5.131, 5.451, ( S a t z d e r K o n t i n u i t ä t in d er
5.515, 6.12, 6.1201, 6.121, N a tu r ) , 6.34.
6.1221,6.124,6.23,6.232. contradicción (K o n tr a d ik tio n ), 4.46,
combinación de verdad; véase: ver­ 4.461, 4.4611, 4.462, 4.463,
dad, combinación de. 4.464, 4.465, 4.466, 4.4661,
complejo (K o m p le x ), 2.0201, 5.101, 5.143, 5.525, 6.1202,
3.1432, 3.24, 3.3442, 4.1272, 6.3751.
4.2211, 4.441, 5.515, 5.5423. — (W ie d e r s p r u c h ), 3.032, 4.1211,
compuesto ( z u s a m e n g e s e tz t), 2.021, 4.211, 5.1241, 6.1201, 6.3751.
3.143, 3.1431, 3.3411, 4.032, contradicción, principio de; véase:
4.2211, 5.47, 5.5261, 5.5421, principio de contradicción,
5.55. convención (A b m a c h u n g ), 4.002.
concepto (B eg riff), 4.063, 4.126, — (Ü b e re in k u n ft), 3.315, 5.02.
4.127, 4.1271,4.1272, 4.12721, coordenadas (K o o rd in a te n ), 3.032,
4.1273, 4.1274, 4.431, 5.2523, 3.41.
5.521, 5.555, 6.022. coordinar (z u o r d n e n ), 2.1514,
concepto formal (form ale B egriff), 2.1515, 4.43, 4.44, 5.526,
4.126, 4.127, 4.1271, 4.1272, 5.542,6.1203.
4.12721.4.1273. cópula (K o p u la ), 3.323.
294 ANEXOS

correcto (rich tig), 2.17, 2.173, 2.18, 3.327, 3.4, 3.42, 4.063, 4.0641,
2.21, 3.04, 5.5302, 5.62, 4.431, 4.463, 4.466, 6.124.
6.2321. diferencia (V ersch ieden h eit), 2.0233,
corresponder (e n tsp re c h e n ), 2.13, 5.135,5.53, 6.232, .
3.2, 3.21, 3.315, 4.0621, 4.063, Dios ( G o tt ) , 3.031, 5.123, 6.372,
4.28, 4.441, 4.466, 5.5542. 6.432.
cosa (D in g ) , 1.1, 2.01,2.011, 2.012, dualismo (D u a lis m u s ), 4 . 128.
2.0121, 2.0122, 2.013, 2.02331, duda (Z w e ife l), 6.51,6.521.
2.151, 3.1431, 3.221, 4.0311,
4.1272, 4.243, 5.5301, 5.5303, economía, principio de; véase: prin­
5.5351, 5.5352, 5.553, 5.634, cipio de economía,
6.1231. ecuación (G le ic h u n g ), 4.241, 6.2,
— (S a c h e ), 2.01, 2.15, 2.1514, 6.22, 6.232, 6.2323, 6.2341,
4.1272. 6.24.
creencia (G la u b e ), 5.1361, 5.1363, elemental, proposición (E lem en ta r­
5.541, 5.542, 6.33, 6.3631. s a t z ) , 4.21, 4.211, 4.22, 4.221,
crítica del lenguaje (S p r a c h k ritik ), 4.23, 4.24, 4.243, 4.25, 4.26,
4.0031. 4.28, 4.3, 4.31, 4.4, 4.41, 4.42,
4.431, 4.45, 4.46, 4.51, 4.52, 5,
Darwin, 4.1122. 5.01, 5.101, 5.134, 5.152, 5.234,
decir (sagen ), 3.031, 4.022, 4.115, 5.3, 5.31, 5.32, 5.41, 5.47, 5.5,
4.1212, 5.535, 4.461, 5.142, 5.524, 5.5262, 5.55, 5.555,
5.43, 5.4733, 5.513, 5.5303, 5.556, 5.5561, 5.557, 5.5571,
5.61, 5.62, 6.11, 6.121, 6.342, 6.001,6.124, 6.3751.
6.35,6.36,6.51,6.53. elemento (E le m e n t), 2.13, 2,131,
deducir (fo lg e rn ), 5.132, 5.133, 2.14, 2.15, 2.151, 2.1514,
5.134. 2.1515, 3.14, 3.2, 3.201, 3.24,
definición (D e fin itio n ), 3.24, 3.26, 3.42.
3.261, 3.343, 4.241, 5.42, elucidación (E r lä u te r u n g ), 3.263,
5.451, 5.452, 5.5302, 6.02. 4.112.
demostración (B e w e is ) , 6.126, emplear (a n w e n d e n ), 3.5.
6.1262, 6.1263, 6.1264, 6.1265, — (v e rw e n d e n ), 3.325, 4.013, 6.1202.
6.2321, 6.241. enumeración (A u fz ä lu n g ), 5.501.
descripción (B esch reibu n g), 2.0201, enunciado (A u ssa g e ), 2.021, 6.3751.
2.02331, 3.144, 3.24, 3.317, enunciar (au ssagen ), 3.317, 3.332,
3.33, 4.016, 4.023, 4.0641, 4.03, 4.242, 4.442, 5.25,
4.26, 4.5, 5.02, 5.156, 5.4711, 6.1264.
5.472, 5.501, 5.526, 5.634, erróneo (falsch ), 2.17, 2.173, 2.18.
6.124, 6.125, 6.341, 6.342, escepticismo (S k e p tiz is m u s ), 6.51.
6.35, 6.3611,6.362. esencia (W e s e n ), 2.011, 3.143,
desmembrar (ze rg lie d e rn ), 3.26. 3.1431, 3.31, 3.317, 3.34, 3.341,
despiezar (au sein derlegen ), 3.261. 3.3411, 3.342, 3.3421, 4.013,
destino (S ch ick sa l), 6.372, 6.374. 4.016, 4.027, 4.03, 4.112, 4.465,
determinado (b e s tim m t), 1.11, 1.12, 4.4661, 4.5, 5.3, 5.471, 5.4711,
2.0231, 2.031, 2.032, 2.05, 5.501, 5.533, 6.1232, 6.124,
2.14, 2.15, 3.14, 3.23, 3.251, 6.126, 6.127, 6.232, 6.2341.
ANEXOS 295

espacio ( R a u m ) , 2.0121, 2.013, 5.5352, 6.124, 6.1264, 6.21,


2.0131, 2.0251, 2.11, 2.171, 6.23, 6.232, 6.2321, 6.2322,
2.182, 2.202, 3.032, 3.0321, 6.2323, 6.24.
3.1431, 4.0412, 4.463, 6.3611, expresión, modo de (A u s d r u c k s ­
6.36111,6.4312. w eise), 4.015, 5.21, 5.526.
espacio de juego (S p ie lra u m ), 4.463,
5.5262. falso (falsch), 2.0212, 2.221, 2.22,
espacio lógico (lo g isch er R a u m ) , 2.222, 2.223, 2.224, 3.24, 4.003,
1.13, 2.11, 2.202, 3.4, 3.42, 4.023, 4.06, 4.061, 4.062, 4.063,
4.463. 4.25, 4.26, 4.28, 4.31, 4.41,
espejo (S p ieg el), 5.511. 4.431, 4.46, 5.512, 5.5262,
esquema (Schem a), 4.31, 4.43, 4.441, 5.5351, 6.111, 6.113, 6.1203.
4.442.5.101.5.151.5.31. feliz (glücklich) , 6.43.
estado de cosas (S a c h v e rh a lt), 2 , fenómeno (P h ä n o m e n ), 6.423.
2 . 01, 2 . 011, 2 . 012 , 2 . 0121 , fenómeno natural ( N a tu r e r ­
2.0122, 2.0123, 2.0141, 2.0272, sch ein u n g), 6.371.
2.03, 2.031, 2.032, 2.034, 2.04, figura (B ild ), 2.0212, 2.1, 2.11, 2.12,
2.05, 2.06, 2.061, 2.062, 2.11, 2.13, 2.131, 2.14, 2.141, 2.15,
2.201, 3.001, 3.0321, 4.023, 2.151, 2.1511, 2.1515, 2.16,
4.0311, 4.1, 4.122, 4.2, 4.21, 2.161, 2.17, 2.171, 2.172, 2.173,
4.2211,4.25, 4.27,4.3. 2.174, 2.18, 2.181, 2.182, 2.19,
estética (A e s th e tik ), 6.421. 2.2, 2.201, 2.202, 2.203, 2.21,
estructura (S tru k tu r), 2.032, 2.033, 2.22, 2.2221, 2.223, 2.224,
2.034, 2.15, 4.1211, 4.122, 2.225, 3, 3.001, 3.01, 3.42, 4.01,
5.13,5.2,5.22,6.12, 6.3751. 4.011, 4.012, 4.013, 4.015,
eternidad (E w ig k e it), 6.4311. 4.032, 4.06, 4.462, 4.463, 5.156,
exhibir (au fw eisen ), 2.172, 4.121. 6.341,6.342, 6.35.
existencia (B e s te h e n ), 2, 2.0121, figura lógica (logisches B ild ), 2.181,
2.04, 2.05, 2.06, 2.11, 2.201, 2.182,2.19, 3, 4.03.
4.1, 4.122, 4.124, 4.125, 4.2, figura viviente (le b e n d e s B ild ) ,
4.21, 4.25, 4.27, 4.3, 5.131, 4.0311.
5.135. figuración, forma de; véase: forma
— ( E x is te n z ) , 3.032, 3.24, 3.323, de figuración.
3.4,3.411,4.1274,5.5151. figurativa, relación (a b b ild e n d e
experiencia (E rfa h ru n g ), 5.552, B e zie h u n g ) ,2.1513,2.1514.
5.553, 5.634, 6.1222, 6.363. filosofía (P h ilo s o p h ie ), 3.324,
expresión (A u sdru ck), 3.1, 3.12, 3.13, 3.3421, 4.003, 4.0031, 4.111,
3.124, 3.1431, 3.2, 3.24, 3.251, 4.112, 4.1121, 4.1122, 4.113,
3.262, 3.31, 3.311, 3.312, 3.313, 4.122, 4.128, 5.641, 6.113,
3.314, 3.318, 3.323, 3.33, 3.34, 6.211,6.53.
3.341, 3.3441, 4.002, 4.03, finito (en dlich ), 5.32.
4.0411, 4.121, 4.124, 4.125, física (P h y s ik ), 3.0231, 6.321,6.341,
4.126, 4.1272, 4.1273, 4.241, 6.3751.
4.4, 4.5, 5.131, 5.22, 5.24, 5.242, forma (F o r m ), 2.0122, 2.0141,
5.31, 5.476, 5.503, 2.022,
5.5151, 2.023, 2.0231, 2.0025,
5.525, 5.53, 5.5301, 5.535, 2.0251, 2.026, 2.033, 2.18,
296 ANEXOS

3.13, 3.31, 3.312, 3.333, 4.002, función de verdad; véase: verdad,


4.0031, 4.012, 4.063, 4.1241, función de.
4.1271, 4.241, 5.2522, 5.451,
5.46, 5.47, 5.501, 5.5351, generalidad, signo de (A llg e m e in ­
5.542, 5.555, 5.556, 5.6331, h eitsb ezeich n u n g ), 3.24, 4.0411,
6, 6.002, 6.01, 6.022, 6.03, 5.522,5.523,6.1203.
6.1201, 6.1203, 6.1224, 6.1264, generalización ( V erallgem ein eru n g),
6.32, 6.34, 6.341, 6.342, 6.35, 4.0411, 4.52, 5.156, 5.526,
6.422. 5.5261,6.1231.
forma de figuración ( F o rm der geometría { G e o m e tr ie ) , 3.302,
A b b ild u n g ), 2.15, 2.151, 2.17, 3.0321,3.411,6.35.
2.172,2.181,2.22. gramática lógica {logische G r a m m a ­
forma de la proposición (F o rm des tik ), 3.325.
S a tz e s ), 3.312, 4.1273, 4.0031,
4.012, 4.5, 4.53, 5.131, 5.24, hecho {T a tsa ch e), 1.1, 1.11, 1.12,
5.241, 5.451, 5.46, 5.47, 5.471, 1.13, 1.2, 2, 2.0121, 2.034,
5.472, 5.54, 5.541, 5.542, 2.06, 2.1, 2.141, 2.16, 3, 3.14,
5.5422, 5.55, 5.554, 5.555, 3.142, 3.143, 4.016, 4.0312,
5.556, 6, 6.002. 4.061, 4.063, 4.122, 4.1221,
forma de representación (F o rm der 4.1272, 4.2211, 4.463, 5.156,
D a rste llu n g ), 2.173, 2.174. 5.43, 5.5151, 5.542, 5.5423,
forma lógica ( lo g isch e F o rm ), 6.111, 6.113, 6.2321, 6.43,
2.0233, 2.18, 2.181, 2.2, 3.315, 6.4321.
3.327, 4.12, 4.121, 4.128, hecho negativo {n egative Tatsache),
5.555, 6.23,6.33. 2.06,4.063,5.5151.
forma lógica de figuración (logische hecho positivo {p o sitiv e T atsache),
F o rm d e r A b b ild u n g ), 2.2. 2 . 0 6 , 4.063.
formal {form al ), 4.122, 5.501. Hertz, 4.04, 6.361.
formal, concepto; véase: concepto hipótesis { H y p o th e s e ) , 4.1122,
formal. 5.5351, 6.36311.
formal, propiedad {form ale E ig e n ­
sc h a ft), 4.122, 4.124, 4.126, idealista {idealistisch ), 4.0412.
4.1271,5.231,6.12,6.122. identidad {G le ic h h e it), 5.53.
formal, relación {form ale R e la tio n ), identidad, signo de {G le ic h h e its ­
4.122,5.242. ze ic h e n ), 3.323, 5.4733, 5.53,
formar {b ild e n ), 4.51,5.4733, 5.501, 5.5301,5.533.
5.503, 5.512, 5.514, 5.5151, igualdad {G le ic h h e it), 6.022.
6.126, 6.1271. igualdad, signo de, { G le ic h h e its ­
Frege, 3.143, 3.318, 3.325, 4.063, ze ic h e n ), 6.23, 6.232.
4.1272, 4.273, 4.431, 4.442, imagen especular (S p ie g e lb ild ), 6.13.
5.02, 5.132, 5.4, 5.42, 5.451, incoloro fa r b lo s), 2.0232.
5.4733, 5.521, 6.1271, 6.232. indecible {u n sagbare), 4.115.
función {F u n k tio n ), 3.318, 3.333, independencia { S e lb s tä n d ig k e it) ,
4.126, 4.1272, 4.12721, 4.14, 2.0122,3.261.
5.02, 5.2341, 5.25, 5.251, 5.44, independiente {u n a b h ä n g in g ), 2.024,
5.47,5.501,5.52,5.5301. 2.061, 2.22, 4.061, 5.152,
ANEXOS 297

5.154, 5.451, 5.5261, 5.5561, ley de continuidad en la naturaleza;


6.373. véase: continuidad en la natura­
inducción (In d u k tio n ), 6.31, 6.363. leza, ley de.
infeliz (u nglücklich ), 6.43. ley primitiva (G r u n d g e s e tz ), 5.43,
inferir (schliessen ), 2.062, 5.1311, 5.452, 6.127,6.1271.
5.132, 5.135, 5.1361, 5.152, U eyes fu n d a m e n ta le s d e la aritm ética
5.633,6.1224,6.211. ( G r u n d g e s e tz e d e r A r it h m e t ik ) ,
infinito (u n en d lich ), 2.0131, 4.2211, 5.451.
4.463,5.43,5.535,6.4311. libre albedrío (W ille n s fr e ih e it),
infinitud, axioma de; véase: axioma 5.1362.
de infinitud. lógica (L o g ik ), 2.012, 2.0121,
interno (in n e r ), 4.0141, 5.1311, 2.0233, 2.181, 2.182, 2.19, 2.2,
5.1362. 2.02, 3, 3.03, 3.031, 3.032,
— (in te rn ), 2.01231, 3.24, 4.014, 3.315, 3.327, 3.33, 3.41, 3.411,
4.023, 4.122, 4.1221, 4.123, 3.42, 4.002, 4.003, 4.0031,
4.124, 4.125, 4.251, 4.252, 4.014, 4.015, 4.023, 4.0312,
5.131,5.232. 4.032, 4.0641, 4.112, 4.1121,
intuición (A n s c h a u u n g ), 6.233, 4.12, 4.121, 4.122, 4.126,
6.2331. 4.1274, 4.128, 4.441, 4.466,
5.1262, 5.233, 5.2341, 5.4, 5.42,
jerarquía (H ierarch ie), 5.252, 5.556, 5.43, 5.451, 5.452, 5.453, 5.454,
5.5561.
5.4541, 5.46, 5.461, 5.472,
jeroglíficos (H ie r o g ly p h e n s c h r ift),
5.473, 5.4731, 5.47321, 5.511,
4.016.
5.551, 5.552, 5.521, 5.555,
juicio (U r te il), 4.063, 5.5422.
juicio, barra del (U rte ilstric h ), 4.442. 5.5562, 5.5563, 5.557, 5.61,6.1,
6.11, 6.111, 6.112, 6.113, 6.12,
Kant, 6.36111. 6.121, 6.122, 6.1222, 6.1223,
6.1224, 6.123, 6.1231, 6.1232,
lenguaje (S p ra ch e), 3.032, 3.343, 6.1233, 6.124, 6.125, 6.1251,
4.001, 4.002, 4.003, 4.0031, 6.126, 6.1261, 6.1262, 6.1263,
4.014, 4.0141, 4.025, 4.121, 6.1264, 6.127, 6.1271, 6.13, 6.2,
4.125, 5.4731, 5.535, 5.6, 5.62, 6.22, 6.23, 6.234, 6.3, 6.31,
6.12,6.233, 6.43. 6.3211, 6.33, 6.342, 6.3431,
lenguaje de signos; véase: signos, 6.3432, 6.3631, 6.37, 6.374,
lenguaje de. 6.375, 6.3751.
lenguaje ordinario (U m g a n g s ­ lógica, constante; véase: constante
sprache), 3.323, 4.002, 5.5563. lógica.
ley ( G e s e t z ) , 3.031, 3.032, 3.0321, lógica, figura; véase: figura lógica.
4.0141, 5.501, 6.123, 6.211, lógica, forma; véase: forma lógica.
6.31, 6.32, 6.321, 6.3211, lógica, gramática; véase: gramática
6.3431, 6.35, 6.363, 6.422. lógica.
ley de causalidad; véase: causalidad, lógica, sintaxis; véase: sintaxis lógi­
ley de. ca.
ley de conservación; véase: conser­ lógica, suma; véase: suma lógica.
vación, ley de. lógico, espacio; véase: espacio lógico.
298 ANEXOS

lógico, lugar; véase: lugar lógico, 3.12, 3.3421, 4.014, 4.023, 4.12,
lógico, producto; véase: producto 4.2211, 4.26, 4.462, 5.123,
lógico. 5.4711, 5.511, 5.521, 5.6, 5.61,
lugar (Orí), 3.411, 6.3751. 5.62, 5.621, 5.63, 5.631, 5.632,
lugar lógico (logischer O r í) , 3.41, 5.633, 5.641, 6.12, 6.1233,
3.411, 3.42, 4.0641. 6.124, 6.13, 6.22, 6.341, 6.342,
6.343, 6.3431, 6.3432, 6.371,
matemática (M a t h e m a t ik ), 4.04, 6.373, 6.374, 6.41, 6.43, 6.431,
4.041, 4.0411, 4.154, 5.43, 6.432, 6.44, 6.54.
5.475, 6.031, 6.2, 6.21, 6.211, música ( M u s ik ) , 3.141, 4.011,
6.22, 6.321, 6.233, 6.324, 4.014, 4.0141.
6.3241.6.24.
Mauthner, 4.0031. natural, ciencia; véase: ciencia natu­
mecánica (M e c h a n ik ), 4.04, 6.321, ral.
6.341, 6.342, 6.343, 6.3432. naturaleza (N a tu r ), 2.0123, 3.315,
metafísico (m e ta p h y s ic h ), 5.633, 5.47.6.124.
5.641, 6.53. negación (N e g a tio n ), 5.5, 5.502.
método (M e th o d e ), 3.11, 4.1121, — ( V erneinung ), 3.42, 4.0621, 4.064,
5.631, 6.1203, 6.121, 6.2, 4.0641, 5.1241, 5.2341, 5.254,
6.234.6.2341.6.24, 6.53. 5.44, 5.451, 5.5, 5.512, 5.514,
método cero (N u llm e th o d e ), 6.121. 6.231.
mínima acción, principio de; véase: negativo (n e g a tiv ), 4.463, 5.513,
principio de mínima acción, 5.5151.
místico, lo ( das M y s tis c h é ), 6.44, negativo, hecho; véase: hecho nega­
6.45, 6.522. tivo.
modelo (M o d e ll ), 2.12, 4.01, 4.04, Newton, 6.341, 6.342.
4.463,. nexo (N e x u s ), 5.136, 5.1361.
modo de designación; véase: desig­ nombre ( N a m e ) , 3.142, 3.143,
nación, modo de. 3.144, 3.202, 3.203, 3.22, 3.26,
modo de expresión; véase: expre­ 3.261, 3.3, 3.314, 3.3411,
sión, modo de. 4.0311, 4.126, 4.1272, 4.22,
m o d u s p o n e n s, 6.1264. 4.221, 4.23, 4.24, 4.243, 4.5,
monismo (M o tiism u s ), 4.12. 5.02, 5.526, 5.535, 5.55, 6.124.
Moore, 5.541. nombre variable (variabler N a m e ),
mostrar (z e ig e n ), 3.262, 4.022, 3.314, 4.1272.
4.0621, 4.0641, 4.121, 4.1212, notación (N o ta tio n ), 3.342, 3.3341,
4.126, 4.461, 5.1311, 5.24, 5.474, 5.512, 5.514, 6.1203,
5.42, 5.515, 5.5261, 5.5421, 6 . 122 .
5.5422, 5.62, 5.631, 6.12, notación conceptual (B egriffsschrift),
6.1201, 6.1221, 6.126, 6.127, 3.325, 4.1272, 4.1273, 4.431,
6.22, 6.23, 6.232, 6.36, 6.522. 5.533, 5.534.
muerte ( T o d ), 6.431, 6.4311, numérico, sistema (Z a h le n s y s te m ),
6.4312. 6.341.
mundo {W e lt), 1,1.1, 1.11,1.13, 1.2, número ( A n z a h l ) , 4.1272, 5.474,
2.021, 2.0212, 2.022, 2.0231, 5.475, 5.476, 5.55, 5.553,
2.026, 2.04, 2.063, 2.19, 3.01, 6.1271.
ANEXOS 299

— (Z a h l), 4.1252, 4.12721, 4.128, parte constituyente (B e s ta n d te il),


5.453, 5.553, 6.02, 6.021, 2.011, 2.0201, 3.24, 3.315, 3.4,
6.022, 6.03. 4.024, 4.025, 5.4733, 5.533,
n ü m e r o Cardinal, (K a rd in a lza h l ), 5.02. 5.5423,6.12.
n ü m e r o p r e e m i n e n t e (a u sg ezeich n e­
pensamiento (G e d a n k e ), 3, 3.01,
te Z a h l), 4.128, 5.453, 5.553. 3.02, 3.04, 3.05, 3.1, 3.12, 3.2,
n ü m e r o v a r ia b le (v a ria b le Z a h l) , 3.5, 4, 4.002, 4.112, 6.21.
6 .0 22. pensamiento, proceso de (D e n k -
process), 4.1121.
objeto (G e g e n sta n d ), 2.01, 2.0121, posibilidades de verdad; ver: verdad,
2.0123, 2.0124, 2.0131, 2.014, posibilidades de.
2.0141, 2.02, 2.021, 2.023, posible (m ö g lic h ), 2.012, 2.0121,
2.0231,2.0232, 2.0233, 2.0251, 2.0123, 2.0124, 2.014, 2.0141,
2.026, 2.027, 2.0271, 2.0272, 2.033, 2.15, 2.151, 2.201,
2.03,2.031, 2.032, 2.13, 2.202, 2.203, 3.02, 3.04, 3.11,
2.15121, 3.1431, 3.2, 3.203, 3.13, 3.23, 3.3421, 3.411,
3.21, 3.22, 3.221, 3.322, 4.015, 4.0312, 4.124, 4.125,
3.3411, 4.023, 4.0312, 4.1211, 4.2, 4.27, 4.28, 4.3, 4.31, 4.4,
4.122, 4.123, 4.126, 4.127, 4.41, 4.42, 4.43, 4.431, 4.44,
4.1272,4.12721, 4.2211, 4.431, 4.45, 4.46, 4.462, 4.464, 4.5,
4.441, 4.466, 5.02, 5.123, 5.252, 5.42, 5.44, 5.46, 5.473,
5.1511, 5.4, 5.44, 5.524, 5.526, 5.4733, 5.525, 5.555, 5.61,
5.53, 5.5301, 5.5302, 5.541, 6.1222, 6.125, 6.33, 6.34, 6.52.
5.542,5.561, 6.3431. positivo (p o s itiv ), 2.06,4.063,4.463,
Occam, 3.328, 5.47321. 5.5151.
operación (O p era tio n ), 4.1273, 5.21, positivo, hecho; véase: hecho positi­
5.22, 5.23, 5.232, 5.233, 5.234, vo.
5.2341, 5.24, 5.241, 5.242, 5.25, postular (fordern ), 6.1223.
5.251, 5.2521, 5.2523, 5.254, presuponer ( v o r a u s s e tz e n ), 3.31,
5.4611, 5.47, 5.5, 5.503, 6.001, 3.33, 4.1241, 5.515, 5.5151,
6.002,6.01,6.021,6.126. 5.61, 6.14.
operación veritativa; véase: veritati­ primitivo, concepto; véase: concep­
va, operación. to primitivo.
opuesto (e n tg e g e n g e s e tz ) , 4.0621, primitivo, signo; véase: signo primi­
4.461,5.1241,5.513. tivo.
orden ( O r d n u n g ), 4.152, 5.563, P rin cip ia M a th e m a tic a , 5.452.
5.634. principio de contradicción ( G e s e t z
des W id ersp ru ch s), 6.1203, 6.1-23.
palabra (W o r t), 2.0122, 3.14, 3.141, principio de economía ( S a t z v o m
3.143, 3.23, 4.002, 4.026, k le in ste n A u fw a n d e ), 6.34.
4.243,5.452, 5.525, 6.211. principio de mínima acción ( G e s e t z
paradoja de Russell (R u s s e lls d e r k le in ste n W ir k u n g ), 6.321,
P aradox), 3.333. 6.3211.
paréntesis (K la m m e r ), 4.441, 5.46, principio de razón suficiente; véase:
5.461. razón suficiente, principio de.
300 ANEXOS

P rin ciples o f M a th e m a tic s, 5.5351. 5.525, 5.526, 5.5261, 5.5262,


probabilidad ( IV a h rs c h e in lic h k e it), 5.5301, 5.5302, 5.5321, 5.5351,
4.464, 5.1, 5.15, 5.151, 5.1511, 5.5352, 5.54, 5.541, 5.5422,
5.152, 5.153, 5.154, 5.155, 5.562, 5.563, 6, 6001, 6.002, 6.1,
5.156. 6.11, 6.111, 6.112, 6.113, 6.12,
probabilidad, teoría de la ( W ah r­ 6.1201, 6.1203, 6.121, 6.122,
sch ein lich keitsleh re), 4.464. 6.1221, 6.1222, 6.1231, 6.1232,
producto lógico (logischer P ro d u k t), 6.124, 6.125, 6.126, 6.1263,
3.42, 4.465, 5.521, 6.1271, 6.1264, 6.1265, 6.127, 6.1271,
6.3751. 6.21, 6.211, 6.22, 6.23, 6.231,
propiedad (E ig e n s c h a ft), 2.01231, 6.2322, 6.2341, 6.241, 6.34,
2.0231, 2.0233, 2.02331,4.023, 6.341, 6.343, 6.4,6.53,6.54.
4.063, 4.122, 4.1221, 4.123, proposición elemental; véase: ele­
4.124, 4.1241, 5.473, 5.5302, mental, proposición,
6.111, 6.12, 6.121, 6.126, proposición, forma de la; véase:
6.231, 6.35. forma de la proposición,
propiedad formal; véase: formal, proposicional, signo; véase: signo
propiedad. proposicional.
proposición ( S a tz ) , 2.0201, 2.0211, proposicional, variable; véase: varia­
2.0231,3.1,3.11,3.12,3.13,3.14, ble proposicional.
3.141, 3.143, 3.1431, 3.2, 3.201, protofigura (U r b ild ), 3.24, 3.315,
3.202, 3.21, 3.22, 3.221, 3.24, 3.333,5.522,5.5351.
3.25, 3.251, 3.263, 3.3, 3.31, proyección (P ro je k tio n ), 3.11, 3.12,
3.311, 3.312,3.313,3.314,3.315, 3.13, 4.0141.
3.316, 3.317, 3.318, 3.34, 3.341, proyección, método de (P ro je k tio n s­
3.4, 3.42, 3.5, 4, 4.001, 4.003, m e th o d e ), 3.11.
4.0031,4.01,4.011,4.012,4.016, pseudoconcepto (S c h e in b e g riff),
4.02, 4.021, 4.022, 4.023, 4.024, 4.1272.
4.025, 4.026, 4.027, 4.03, 4.031, pseudoproposición ( S c h e i n s a tz ) ,
4.0312, 4.032, 4.04, 4.05, 4.06, 4.1272,5.534, 5.35,6.2.
4.061, 4.062, 4.0621, 4.063, pseudorrelación (S c h e in b e zie h u n g ),
4.064, 4.0641, 4.1, 4.11, 4.112, 5.461.
4.12.4.121.4.1211.4.122.4.124, psicología (Psychologie), 4.1121, 5.541,
4.1241, 4.125, 4.1252, 4.1273, 5.5421, 5.641, 6.361, 6.423.
4.1274, 4.2, 4.21, 4.211, 4.411,
4.42, 4.431, 4.44, 4.442, 4.46, rasgo (Z u g ), 3.34, 4.1221, 4.126.
4.463, 4.465, 4.466, 4.51, 4.52, razón suficiente, principio de ( S a t z
4.53, 5, 5.01, 5.02, 5.123, 5.124, vo m G r u n d e ), 6.34.
5.1241, 5.13, 5.131, 5.1311, realidad (R e a litä t), 5.561, 5.64.
5.1363.5.14.5.141, 5.142,5.143, — ( W ir k lic h k e it ), 2.06, 2.063, 2.12,
5.15, 5.151, 5.152, 5.153, 5.155, 2.1511, 2.1512, 2.1515, 2.17,
5.2, 5.21, 5.23, 5.233, 5.24, 5.25, 2.171, 2.18, 2.201, 2.21, 2.222,
5.2521, 5.31, 5.43, 5.44, 5.442, 2.223, 4.01, 4.011, 4.021,
5.451,5.47,5.471,5.4711,5.472, 4.023, 4.05, 4.06, 4.0621, 4.12,
5.473, 5.5, 5.501, 5.503, 5.512, 4.121,4.462,4.463, 5.512.
5.513, 5.514, 5.515, 5.5151, realismo (R e a lis m u s ), 5.64.
ANEXOS 301

red (N e tw e r k ), 5.511, 6.341, 6.342, 4.014, 4.02, 4.021, 4.022,


6.35. 4.027, 4.03, 4.031, 4.032,
reducibilidad, axioma de; véase: 4.061, 4.0621, 4.063, 4.064,
axioma de reducibilidad. 4.1211, 4.122, 4.1221, 4.1241,
regularidad (G e s e tz m ä s s ig k e it), 6.3, 4.126, 4.2, 4.243, 4.431, 4.465,
6.361. 4.52, 5.02, 5.251, 5.4, 5.42,
relación (B e zie h u n g ), 2.513, 2.514, 5.44, 5.46, 5.4732, 5.4733,
3.1432, 3.24, 4.0412, 4.061, 5.514, 5.515, 5.5302, 5.5542,
4.462, 4.4661, 5.131, 5.21, 5.631, 5.641, 6.124, 6.126,
5.22, 5.232, 5.42, 5.461, 6.232,6.41,6.422,6.251.
5.4733, 5.5151, 5.553, 5.541. serie (R e ih e ), 4.1252, 4.1273, 4.45,
— (R e la tio n ), 4.122, 4.123, 4.125, 5.1, 5.232, 5.252, 5.2522,
4.1251, 4.1252, 5.242, 5.5301, 5.501,6.02.
5.541, 5.553, 5.5541. significación (B e ze ic h n u n g ), 3.24,
relación formal; véase: formal, rela­ 3.261,3.321,3.322,3.323,3.333,
ción. 3.334, 3.3411, 3.3421, 3.344,
relacionarse (sich verh alten ), 2.03, 4.012,4.061,5.02,5.473,5.4733,
2.14,2.15,2.151,3.14,5.5423. 5.476.5.5261.6.111.
representación, forma de; véase: significación, modo de (B e z e ic h -
forma de representación. n u n g s g w e is e ), 3.322, 3.323,
representante de, ser (v e r tr e te n ), 3.325, 3.3421,4.0411,5.1311.
2.131, 3.22, 3.221, 4.0312, significado ( B e d e u tu n g ) , 3.203,
5.501. 3.261, 3.263, 3.3, 3.314, 3.315,
representar (d a r ts te ile n ), 2.0231, 3.317, 3.323, 3.328, 3.33,
2.173, 2.174, 2.201, 2.202, 3.331, 3.333, 4.002, 4.026,
2.203, 2.22, 2.221, 3.032, 4.111, 4.1241, 4.242, 4
3.0321, 3.312, 3.313, 4.011, 4.466, 4.5, 5.02, 5.31, 5.451,
4.021, 4.031, 4.04, 4.1, 4.115, 5.461, 5.47321, 5.4733, 5.535,
4.12, 4.121, 4.122, 4.124, 5.55, 5.6, 5.62, 6.124, 6.126,
4.125, 4.126, 4.1271, 4.1272, 6.232, 6.2322, 6.53.
4.31, 4.462, 5.21,6.1203, significado, carente de (b ed eu tu n g s­
6.124,6.1264. lo s ), 3.328, 4.442, 4.4661,
— (vorstellen), 2.11, 2.15, 4.0311. 5.47321.
Russell, 3.318, 3.325, 3.331, 3.333, signo (Z e ic h e n ), 3.11, 3.12, 3.1432,
4.0031,4.1272,4.12721,4.1273, 3.201, 3.202, 3.203, 3.21,
4.241, 4.442, 5.02, 5.132, 5.252, 3.221, 3.23, 3.261, 3.262,
5.4, 5.42, 5.452, 5.4731, 5.513, 3.263, 3.315, 3.32, 3.322,
5.521, 5.525, 5.5302, 5.532, 3.325, 3.326, 3.327, 3.328,
5.535, 5.5351, 5.541, 5.5422, 3.33, 3.331, 3.332, 3.3442,
5.553, 6.123,6.1232. 4.012, 4.026, 4.0312, 4.061,
Russell, paradoja de; véase: parado­ 4.0621, 4.126, 4.1271, 4.241,
ja de Russell. 4.242, 4.243, 4.431, 4.44,
sentido ( S in n ), 2.0211, 2.221, 4.441, 4.466, 4.4661, 5.02,
2.222, 3.11,313, 3.142, 3.1431, 5.451, 5.46, 5.473, 5.4732,
3.144, 323, 33, 3.31, 3.326, 5.47321, 5.4733, 5.475, 5.501,
3.34, 3.341, 3.4, 4.002, 4.011, 5.512, 5.515, 5.151, 5.53,
302 ANEXOS

5.5541, 5.5542, 602, 6.1203, 3.144, 3.21, 4.021, 4.03, 4.031,


6.124, 6.1264,6.53. 4.032, 4.04, 4.124, 4.125,
signo de identidad; véase: identi­ 4.462.5.135.5.156.5.525.
dad, signo de. solipsismo (S o lip sism u s), 5.62, 5.64.
signo de igualdad; véase: igualdad, su b specie aetern i, 6.45.
signo de. subsistente (b esteh en d ), 2.024, 2.027,
signo de generalidad; véase: genera­ 2.0271.
lidad, signo de. substancia ( S u b s ta n z ) , 2.021,
signo primitivo, 3.26, 3.261, 3.263, 2.0211,2.0231,2.024. .
5.42, 5.45, 5.451, 5.46, 5.461, sucesor (N a c h fo lg e r), 4.1252,
5.472. 4.1273.
signo proposicional (S a tz z e ic h e n ), sujeto (S u b je k t) , 5.5421, 5.631,
3.12, 3.14, 3.143, 3.1431, 3.2, 5.632, 5.633.
3.21, 3.332, 3.34, 3.41, 3.5, sujeto-predicado, proposiciones de
4.02, 4.44, 4.442, 5.31. (S u b je k t-P r ä d ik a ts ä tz e ) , 6.124.
signo simple (ein fa ch es Z e ic h e n ), suma lógica (lo g isch e S u m m e ),
3.201, 3.202, 3.21, 3.23, 4.026. 5.2341.
signos, lenguaje de (Z eich en sprach e ), superstición (A b e rg la u b e ), 5.1361.
3.325, 3.343, 4.011, 4.1121,
4.1213.4.5.6.124, tautología (T autologie), 4.46, 4.461,
símbolo (S y m b o l), 3.24, 3.31, 3.317, 4.611, 4.462, 4.463, 4.464,
3.32, 3.321, 3.323, 3.325, 3.326, 4.465, 4.466, 4.4661, 5.101,
3.341, 3.3411, 3.344, 4.126, 5.1362, 5.142, 5.143, 5.152,
4.24, 4.31, 4.465, 4.4661, 4.5, 5.525, 6.1, 6.12, 6
5.1311, 5.473, 5.513, 5.514, 6.1203, 6.1221, 6.1231, 6.124,
5.515, 5.525, 5.5351, 5.555, 6.126, 6.1262, 6.127, 6.22,
6.113.6.124, 6.126. 6.3751.
simple (einfach), 2 . 0 2 , 3 . 2 4 , 4.21, teoría (L eh re), 4.112, 6.13.
4.24, 5.02, 5.4541, 5.553, — (T h e o rie ), 4.1122, 5.5422, 6.111.
5.5563, 6.341, 6.342, 6.363, teoría de clases; véase: clases, teoría
6.3631. de.
simple, signo; véase: signo simple. teoría de la probabilidad; véase:
s im p le x sig illu m veri, 5.4541. probabilidad, teoría de la.
sinsentido (U n s in n ), 3.24, 4.003, teoría de tipos; véase: tipos, teoría de.
4.124, 4.1272, 4.4611, 5.473,teoría del conocimiento (E rk e n n t­
5.5303, 5.5351, 5.5422, 5.5571, n isth eorie), 4.1121, 5.541.
6.51, 6.54. término ( G li e d ) , 4.1273, 4.442,
sintaxis lógica (lo g isc h e S y n t a x ) , 5.232, 5.252, 5.2522, 5.501.
3.325, 3.33, 3.334, 3.344, tiempo ( Z e i t ) , 2.0121, 2.0251,
6.124, 6.3611,6.3751,6.4311, 6.4312.
sistema ( S y s te m ) , 5.475, 5.555, tipos, teoría de (T h e o r y o f ty p e s),
6.341,6.372. 3.331, 3.332.
sistema numérico; véase: numérico, trabazón ( Z u s a m m e n h a n g ), 3.33,
sistema. 4.22, 4.23.
situación (S ach lage), 2.0122, 2.014, traducción ( Ü b e r s e t z u n g ) , 3.343,
2.11, 2.202, 2.203, 3.02, 3.11, 4.0141,4.025,4.243.
ANEXOS 303

transcendental (transzendental), 6.13, verdad, posibilidades de (W a h rh e its­


6.421. m ö g lic h k e ite n ), 4.3, 4.31, 4.4,
4.41, 4.42, 4.43, 4.431, 4.44,
uso (G e b r a u c h ), 3.326, 4.123, 4.442, 4.45, 4.46, 5.101.
4.1272, 4.241. verdad, valor de (W a h rh e itsw e rt),
utilizar (b e n u tz e n ), 6.211. 4.063.
verdadero (w ah r), 2.0211, 2.0212,
valor (W e r t), 6.4, 6.41. 2.21, 2.223, 2.224, 2.225, 3.01,
valor de verdad; véase: verdad, valor 3.05, 4.022, 4.023, 4.31, 4.024,
de. 4.06, 4.061, 4.062, 4.063, 4.11,
variable, nombre; véase: nombre 4.25, 4.26, 4.43, 4.431, 4.461,
variable. 5.123, 5.1363, 5.512, 5.5262,
variable, número; véase: número 5.5352, 6.111, 6.113, 6.1232,
variable. 6.125, 6.343.
variable proposicional (S a tz ­ veritativa, operación (W a h r h e its ­
variable), 3.313, 3.317, 4.126, operation ), 5.234, 5.3, 5.32, 5.41,
4.127,5.502, . 5.442, 5.54.
verdad (W a h rh e it), 2 . 2 2 , 2 .2 2 2 , 3.04, veritativo, argumento ( W a h rh e its­
4.063, 4.28, 4.41, 4.431, 4.42, a rg u m en t), 5.01, 5.101, 5.152,
4.46, 4.461, 5.11, 5.12, 5.13, 6.1203.
5.131, 5.1363, 5.5262, 5.5563, veritativo, fundamento (W a h rh e its­
5.62,6.1203,6.1223. g r u n d ), 5.101, 5.11, 5.12, 5.121,
verdad, combinación de ( W ah rh eits­ 5.15.
k o m b in a tio n ), 6.1203. vida (L e b e n ), 5.621, 6.4311,6.4312,
verdad, condición de (W a h rh e its­ 6.52,6.521.
bed in g u n g ), 4.431, 4.442, 4.45, voluntad ( W i l l e ) , 5.631, 6.373,
4.46, 4.461, 4.463. 6.374, 6.423, 6.43.
verdad, función de (W a h r h e its ­
f u n k tio n ) , 3.3441, 5, 5.1, 5.101, Whitehead, 5.252, 5.452.
5.234, 5.2341, 5.3, 5.31, 5.41,
5.44,5.5, 5.521,6. yo (Ich), 5.64, 5.641.
El Tractatus logico-philosophicus
de Ludwig Wittgenstein (1889-1951)
constituye uno de los iconos culturales
del siglo X X . Sin duda una de las obras capitales
y de mayor influencia de la filosofía
occidental, se encuentra también entre las más citadas
por pensadores de posiciones filosóficas
hartamente dispares. Por un lado, su estilo
es cautivador: sus lacónicos párrafos
de apariencia aforística — aunque encajados
dentro de una muy trabajada estructura indicada
por una numeración característica— son
una especie de «trinos sincopados»
con diferentes tem p i musicales.
Por otro, la descripción de su contenido
tiene tintes heroicos: «El libro trata de los problemas
de la filosofía y muestra [...] que el planteamiento
de estos problemas descansa en una mala
comprensión de la lógica de nuestro lenguaje.»
Esta edición castellana del Tractatus
incluye el famoso prólogo que Bertrand Russell
escribió para la edición de 1922. La traducción,
introducción y notas han sido realizadas por
Luis M.Valdés Villanueva, catedrático
de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la
Universidad de Oviedo.

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