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Sistema óseo
La noción de sistema óseo, por lo tanto, hace mención al conjunto de huesos que forman el
esqueleto. El ser humano dispone de un sistema óseo formado por 206 huesos que crecen y se
desarrollan en la niñez y la adolescencia. Gracias a estos huesos, las personas pueden permanecer
de pie y desplazarse.
En el caso de los humanos, es habitual que el sistema óseo se divida en dos sectores para su
estudio: el esqueleto axial (formado por los huesos que se ubican en el eje y que se encargan de
soportar el peso corporal y de brindar protección a los órganos) y el esqueleto apendicular (los
demás huesos).
Todos los mamíferos cuentan con un sistema óseo interno; es decir, con un endoesqueleto. Los
huesos en estas especies se hallan en el interior del cuerpo. Los artrópodos, en cambio, tienen un
sistema óseo externo o exoesqueleto: sus piezas duras se hallan fuera del cuerpo y protegen los
órganos que sí están en el interior del organismo.
Esta enfermedad afecta en especial a las personas de edad avanzada, sobre todo a mujeres que se
encuentren en la fase posmenopáusica. Dada la pérdida de densidad y fuerza en los huesos, se
vuelven muy comunes las quebraduras por golpes y caídas leves, que no afectarían en absoluto a
un individuo joven y sano. La cadera, la columna y la muñeca son las zonas más preocupantes.
Por otra parte, el cáncer óseo es una de las enfermedades menos frecuentes en este marco, ya
que no se encuentra ni siquiera entre las primeras veinte. Sin embargo, dado que es uno de los
peores cánceres, los médicos intentan detectarlo a tiempo para comenzar el tratamiento lo antes
posible. En la mayoría de los casos, no se conoce la causa de este trastorno, pero algunos de ellos
se dan por herencia.
Podemos clasificar los huesos del cuerpo humano en largos, cortos, planos e irregulares según su
morfología. La forma de cada hueso también ayuda a la hora de observarlos y analizarlos a través
de una radiología simple.
huesos largos: tienen una mayor longitud, como es el caso del fémur. En este sentido, se
componen de la diáfisis (zona central con forma de tubo), dos epífisis (situadas en los extremos y
cubiertas de un cartílago), la cavidad medular (dentro de la diáfisis y formada por médula ósea
amarilla), el periostio (membrana fibrosa que cubre el hueso) y en endostio (membrana más
delgada encargada de cubrir la cavidad medular).
huesos cortos: tienen una extensión más corta y están cubiertos por cartílago auricular. Suelen
unirse a otros para formar las articulaciones móviles. Son cortos la rótulo, el hueso nasal o el tarso.
huesos planos: tienen una disposición ancha y plana para proteger a los órganos internos del
cuerpo, como es el caso de los huesos del tórax o del cráneo.
huesos irregulares: comprenden los que por su morfología no los podemos encajar en largos,
cortos o planos. Por ejemplo, la mandíbula o las vértebras.
Entre los numerosos huesos del esqueleto destacan los más extensos, conocidos o vitales, como
pueden ser:
Cráneo. La famosa calavera de los difuntos, el cráneo es el hueso más duro del cuerpo, ya que
protege el órgano más vital de todos: el cerebro.
Costillas. Vienen en pares simétricos en el torso, y protegen de impactos a la mayoría de los
órganos internos del tórax. Están diseñados para permitir el inflado de los pulmones sin problema.
Cúbito y radio. Los huesos del brazo, que vienen en par, uno sobre el otro, y juntan la muñeca
con el antebrazo.
Húmero. El hueso del antebrazo, que conecta el cúbito y el radio con los hombros.
Pelvis. El hueso pélvico es uno de los más grandes del cuerpo, sobre todo en las mujeres. Se
encuentra en las caderas y junta las piernas con la columna vertebral.
Tibia y peroné. Vienen en par, como los huesos del brazo, y conectan el fémur con los huesos
del pie.
Tipos de huesos
sistema óseo
Huesos largos. Huesos cilíndricos, alargados y rectos, con dos extremos (epífisis), como el fémur.
Huesos cortos. Huesos pequeños y achatados, más o menos cilíndricos, como los ubicados en el
carpo (muñeca).
Huesos planos. Protegen las partes blandas del cuerpo, sobre todo las superficies extensas,
como el cráneo.
Huesos sesamoideos. Huesos pequeños ubicados en las articulaciones, que cumplen el rol de
incrementar la palanca ósea y permitir el movimiento, como la rótula.
Huesos irregulares. No tienen una forma definida que los asemeje a los anteriores.
Partes del hueso
médula ósea
Cartílago. Un tejido flexible, no propiamente del hueso, pero que recubre sus partes exteriores y
los protege de impactar con otros huesos al moverse.
Hueso esponjoso. Segmento semejante a una esponja del interior del hueso, cuyos orificios
llenos de médula sirven para la emisión a la sangre de las sustancias que el hueso produce.
Hueso compacto. Parte rígida y dura del hueso, sólida y blanquecina, mineralizada a partir del
calcio.
Médula ósea. Sustancia interior de los huesos, que tiene funciones hematopoyéticas
(generación de glóbulos rojos y plaquetas).
Periostio. Membrana densa y delgada ubicada en la superficie de los huesos, llena de nervios y
vasos sanguíneos que lo nutren.
Los huesos protegen un amplio segmento del cuerpo humano, siendo el más recubierto la cabeza
(por los huesos del cráneo y la cara), luego el tórax (costillas, esternón, omóplatos, columna
vertebral, entre otros), luego la cadera y finalmente las extremidades superiores e inferiores. La
única porción del cuerpo humano desprovista de huesos es el abdomen en donde se hallan las
vísceras intestinales.
Esqueleto apendicular. Huesos de los apéndices, es decir, de las extremidades o partes anexas al
eje del cuerpo, como brazos y piernas.
Los huesos, como todo el cuerpo humano, se nutren a través de la irrigación sanguínea y del
acceso a los nutrientes indispensables para sus procesos energéticos y para su calcificación.
El consumo de calcio, en ese sentido, es vital sobre todo durante edades tempranas en que los
huesos están en crecimiento y expansión.
De hecho, los huesos de un recién nacido son aún débiles y flexibles, ya que así lo requiere la fácil
salida del bebé por la pelvis materna, pero inmediatamente después la leche materna le provee de
los minerales necesarios para volverlos rígidos y resistentes.
Los huesos pueden sufrir numerosas enfermedades, que tienen que ver con la pérdida de su
dureza (osteoporosis) por descalcificación progresiva, o con el daño (autoinmune o no) a las
articulaciones que ocasiona torceduras (ecoliosis o lordosis) contrarias a su orientación natura