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Krotz (2012), en su artículo “¿Qué se aprende cuando se estudia antropología?, examina
atinadamente el trabajo de campo como uno de los tres diferentes instrumentos cognitivos
relativamente especializados para generar y sistematizar información etnográfica de primera y de
segunda mano. Los componentes de la triada metodológica disciplinaria central articulada son: la
comparación en sus muchas modalidades; la reconstrucción de los antecedentes históricos del
presente etnográfico y el trabajo de campo.
1
(ENAH-Unidad Chihuahua) y actualmente la Escuela de Antropología e Historia
del Norte de México (EAHNM).
Ante esta realidad, es imprescindible plasmar los “aprendizajes” obtenidos a
partir de algunas de las prácticas de campo realizadas, con el propósito de
contribuir al desarrollo experimental de la investigación social en campo.
El propósito de este trabajo es hacer un recuento de la influencia en la
escuela de antropología en el norte de México de las aportaciones de Ángel
Palerm2 en la realización del trabajo de campo como parte de la formación de los
antropólogos, en el aprendizaje, en la aplicación de teorías y en la estancia de
campo. De tal manera Palerm (2006:15, 17) indica que:
2
Ángel Palerm Vich fue un antropólogo, profesor e investigador español, nacido en Ibiza en 1917 y
fallecido en la Ciudad de México en 1980. Como resultado de la Guerra Civil española se trasladó
a México en 1939, después de haber militado en el movimiento anarcosindicalista catalán y más
tarde en la corriente comunista. Fue profesor de científicos sociales críticos, comprometidos con su
propia realidad. Estando en México rompió con toda filiación política para dedicarse a los estudios
de antropología que había iniciado en Barcelona. Cursó la licenciatura en antropología y también la
licenciatura en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH)
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Fue fundado en septiembre de 1973 por Gonzalo Aguirre Beltrán, Guillermo Bonfil y Ángel Palerm
como Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(CISINAH) y reestructurado en 1980 como Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS). Actualmente es un organismo público descentralizado adscrito al
Sistema de Centros Públicos de Investigación CONACyT, como parte del Subsistema de Ciencias
Sociales.
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instituciones en las que Palerm formó parte e impulsó proyectos innovadores y de
excelencia en antropología.
Giménez Romero (2014:48), señala algunos de estos rasgos que considera
importantes y que a continuación enumero, del enfoque Palermiano, compartido y
desarrollado por profesores, investigadores y alumnos:
4
Alfonso Romero Blake (2004) Usos sociales de los recursos naturales y particularmente del agua
en la cuenca del río Conchos, Chihuahua.
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c) ¿Qué es el trabajo de campo?; d) Dimensiones del trabajo de campo; e) Trabajo
de campo en el Norte de México; y f) Conclusiones.
Jacinta Palerm (1997) examina varios aspectos sobre la importancia del trabajo de
campo en antropología social contemporánea. No obstante, advierte que en la
tradición cultural del trabajo de campo en antropología social, esta acción no
consiste en un mero aprendizaje y en una puesta en práctica de ciertas técnicas y
metodologías, sino que debe estar vinculada a la teoría y servir para ponerla a
prueba5.
Jacinta Palerm (1997), afirma que a partir de su propia experiencia como directora
de práctica de campo, verificó que la vinculación entre trabajo de campo y teoría
es un problema fundamental para la iniciación e implementación de cualquier
trabajo de campo; y manifiesta que está de acuerdo con Melville (1993), que
sostiene que ante la ausencia de la teoría se “repitan los gestos y las palabras que
el mago realizaba, pero al cabo de la práctica de campo no se produce un nuevo
conocimiento científico”. De acuerdo a lo anterior, plantea que, como posible
solución al problema de la vinculación entre trabajo de campo y teoría, se ha
propuesto que el estudiante se inicie participando en el proyecto de investigación
de un profesor.6 No obstante del éxito obtenido7 señala Jacinta Palerm que, no
está plenamente de acuerdo con esta propuesta de que la iniciación al trabajo de
5
En su trabajo Guía y lecturas para una primera práctica de campo, señala que esta tradición
cultural del trabajo de campo, es un eslabón entre las técnicas–metodologías de trabajo de
campo–la teoría.
6
Esta vertiente se implementó en el programa de antropología social de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Iztapalapa; Universidad Iberoamericana y el CIS–INAH (actualmente
CIESAS), en todos con éxito.
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En la vinculación que hubo entre el programa de antropología social de la Universidad
Iberoamericana y el CIS-INAH (actualmente CIESAS), donde se integró a estudiantes con
formación en trabajo de campo.
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campo deba darse dentro de un proyecto específico, y enumera los siguientes
argumentos:
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de Texcoco —actualmente la Casa “José de Acosta”, conocida por todos como la
Casa de Tepetla—, donde hasta hoy muchos estudiantes mexicanos y extranjeros
aprenden el arte de la investigación etnográfica al tiempo que examinan
problemas reales y trabajan sus temas de interés dentro de los proyectos de
investigación que dirigen sus profesores (González y García, 2014:35)
Es importante señalar que se expondrán a continuación, por una parte,
anotaciones sobre el contexto general de trabajar en campo y, por otra, mostrar
algunos reportes de campo de estudiantes, que bien podrían ser integrados a sus
tesis y en los reportes de investigación que sirvieron al Proyecto de investigación
del profesor encargado de la práctica.
Este trabajo es una aproximación a lo que podríamos llamar una
herramienta que pretende orientarnos en el trabajo de campo en el norte de
México. Pretendemos, que sea un producto de reflexión y un instrumento
manejable para usar técnicas cualitativas como la observación y técnicas
cuantitativas como el registro de datos o la aplicación de cuestionarios, no sólo en
comunidades indígenas sino también en comunidades rurales y urbanas. Cabe
señalar, que los instrumentos propuestos están sujetos a las modificaciones
necesarias y pertinentes, pues es un producto de las experiencias del trabajo de
campo desarrollado en las temporadas de prácticas de campo programado por la
Escuela de antropología.
Consideramos importante advertir que los estudios de comunidad o los
denominados “estudios de caso” pueden realizarse a través de varias vías
instaurados por las ciencias sociales; en general, señala Sandoval (2003), para
obtener información cuantitativa o cualitativa, depende primordialmente de los
objetivos de la investigación. Pero, sin lugar a dudas indica: que para tener
panoramas más próximos a la realidad, es recomendable establecer una
combinación de la información y el análisis de datos cuantitativos y cualitativos.
Asimismo, comenta que la experiencia nos dice que, por lo menos, existen dos
factores esenciales en la estrategia de la investigación: el tipo de investigación que
se pretende y el control de la misma, asociado con la experiencia del investigador.
Esto, por lo tanto, conlleva a que solo se pueden presentar partes significativas a
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manera de ejemplo y de agenda instrumental que pueden ser retomadas,
reelaboradas y por supuesto, adecuadas para estudiar a grupos específicos y en
lugares elegidos para llevar a cabo las prácticas.
A través de este artículo se pretende que nuestra propuesta y/o
aproximación expuesta para empezar a realizar trabajo de campo logre “delinear
instrumentos claves”, como base de la investigación social; por lo que es
primordial distinguir entre la primera fase, que consiste en recopilar información
con técnicas como: observación participante, observación dirigida, encuestas,
genealogías, cuestionarios, cédulas e incluso, la compilación a partir de fuentes
biblio–hemerográficas; y la fase de interpretación y el análisis de lo obtenido en
campo.
Aceptamos el reconocimiento previo del valor de la teoría y de la
metodología para usar las “técnicas de recopilación de información”, debido a que,
en el sentido clásico, se orienta por sus hipótesis e, invariablemente, se encuentra
influida por alguna escuela de pensamiento social. No obstante, debemos
reconocer que las técnicas y sus instrumentos de trabajo permiten “accesar a la
información”; la cual es la base de las investigaciones concluidas que de manera
obligada lleva implícito el análisis teorizado de los sujetos de estudio. Sandoval
(2003), cita de manera textual a Malinowski (1975:21) que dice:
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concretamente a las encuestas, con todos sus procedimientos técnicos y
metodológicos; para este ejemplo en específico, no sería acertado utilizar la
observación participante. No está de más señalar que de acuerdo con el objeto o
el sujeto de estudio, es decir, aquello que se pretende investigar, se determina una
perspectiva teórica y metodológica para su examen, misma que induce a utilizar
técnicas cuantitativas, cualitativas o combinadas. De manera general, en las
ciencias sociales han sido dominantes las teorías y metodologías del positivismo y
de la fenomenología. Todas las demás corrientes y métodos (etnografía,
estructuralismo, funcionalismo, dialéctica, sincrónico, diacrónico, histórico,
estructural–funcionalismo, materialismo histórico, etnometodologia, culturalismo,
comprensivo, etcétera) pueden ser agrupadas en algunas de las dos principales.
Taylor y Bodgan (1987:16), indican:
[…] Que “puesto que los positivistas y los fenomenólogos abordan diferentes
tipos de problemas y buscan diferentes clases de respuestas, sus investigaciones
exigen distintas metodologías (…) Son variados los métodos de investigación, los
abordajes teóricos, las técnicas y los instrumentos de indagación, lo cual
depende del fenómeno a investigar y de lo que se pretende explicar (…) El
positivista busca las causas mediante métodos tales como cuestionarios,
inventarios y estudios demográficos, que producen datos susceptibles de análisis
estadístico. El fenomenólogo busca comprensión por medio de métodos
cualitativos tales como la observación participante, la entrevista en profundidad y
otros, que generan datos descriptivos (ibíd.).
En los últimos cincuenta años del siglo XX, estudiosos de diferentes disciplinas
de la ciencia social y humanística como la antropología, historia, sociología,
economía, geografía, sicología, ciencia política y comunicación, han recurrido
para sus investigaciones, estudios y formación académica al trabajo de campo.
Una rápida mirada a recientes análisis nos deja claro el aquilatado valor que
entraña este trabajo, convirtiéndose en un recurso privilegiado del saber y de la
generación de nuevos conocimientos, a pesar de que su gran riqueza ha sido
poco sistematizada y reflexionada tanto en su teoría como en su praxis
(Sandoval, 2003:7).
Realmente faltan investigaciones sobre el trabajo de campo, pues se
carece de una constante evaluación que induzca a recuperar e integrar las
diversas experiencias que otorgan nuevas pautas, para indagar la diversidad de
los presentes fenómenos. La evaluación permite aprender de los aciertos y de
las desviaciones en que incurrimos, aportando información novedosa sobre la
manera en que se puede incursionar en el trabajo de campo, con miras a lograr
los objetivos propuestos
Son varios los ejemplos que cita Sandoval (2003:7), sobre trabajo de campo
que dieron luz a obras clásicas. Desde la sociología, el estudio sobre familias y
comunidad efectuado en 1855 por Fréderick Le Play, cuya propuesta fue la de
observar científicamente los hechos sociales a través de esa unidad elemental y
básica denominada familia, sirvió como punto de partida para analizar el sistema
social y constituye una elocuente demostración de la observación participante. Su
labor fue expuesta en la obra “Los obreros europeos”, que fue resultado de más
de veinte años de trabajo con 300 familias obreras de diversas regiones de
Europa.
Posteriormente, el mismo autor señala que en 1880, Charles Booth inquirió
sobre la familia en relación con la pobreza y la religión, en su obra “Vida y trabajo
del pueblo en Londres”, en la que utilizó el mapeo de familias de acuerdo con el
grado de pobreza, enfatizando las condiciones de los niños y ancianos. Combinó
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técnicas de observación directa en campo con información estadística y
cartográfica.
En 1887, el sociólogo Ferdinand Torries publicó “Comunidad y sociedad”,
donde estableció el vínculo natural de la comunidad con los individuos mediante
ritos y costumbres, con predominio del hogar en el desarrollo de la vida familiar.
En este estudio es evidente el trabajo de observación y de registros realizados por
el autor durante varios años en la comunidad acerca de las familias en las cuales
se integró.
Robert Park, en 1916 propuso a la Escuela de Sociología de Chicago, un
programa de investigación en terreno (Field Work Research), de tipo cualitativo, al
considerar que “... los mismos métodos pacientes de observación que fueron
empleados por los antropólogos Boas y Lowie para estudiar la vida y costumbres
de los indígenas norteamericanos, pueden ser más fructíferos si se emplean en la
investigación de las costumbres más sofisticadas de los habitantes de Greenwich
Village o los vecinos de Washington Square en New York” (Park, citado por
Burgess, 1982: 6)
Indudables son los aportes de la Escuela de Sociología de Chicago en la
producción teórica de la ciencia social, pero de gran significancia fue la aplicación
del trabajo etnográfico al ámbito citadino, a la vida cotidiana en las urbes,
mediante colectivos de investigación que, dicho sea de paso, se diferencia de la
tradición individualista del trabajo de campo de la antropología. Esta
etno–metodología, construida por la influyente escuela de sociología a nivel
mundial, rompe con los esquemas tradicionales del rígido diseño de investigación
y sus fases secuenciales, optando no por una permanencia en campo de larga
duración, sino más bien por una observación sistemática no estructurada que
permita elaborar investigación cualitativa-interpretativa.
En la antropología son elocuentes las investigaciones de campo de Franz
Boas expuestas en su “Manual de lenguas indias americanas”, publicadas en el
Boletín de Etnología Americana en 1911. Pero no cabe duda que Malinowski fue el
primer antropólogo que narró y reflexionó sobre el trabajo de campo en las
comunidades nativas de las islas Trobriand. Su labor versa sobre el Kula, un
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complejo sistema de intercambio instrumentado por los nativos de Trobriand con
sus vecinos, donde la magia desempeña un papel preponderante. Su dinámica y
misterios fueron analizados mediante la organización social, mitología, cultura y
religión, en su obra “Los argonautas del Pacífico occidental”.
El trabajo de campo que le permitió a Malinowski emprender la
investigación etnográfica duró seis años: de 1914 a 1920; el cual medita sobre el
trabajo de campo y la importancia de vincularlo con una guía teórica: “tener una
buena preparación teórica y estar al tanto de los datos más recientes no es lo
mismo que estar cargado de ideas preconcebidas” (ibíd.: 26). En su artículo
“Confesiones de ignorancia y de fracaso”, publicado en el texto “La antropología
como ciencia”, compilado por Llobera (1939:129-139), insiste en que “... sólo es
posible realizar un trabajo de campo satisfactorio si se vive directamente entre los
indígenas”. Señala también que el trabajo de campo siempre debe constar de: “(I)
documentación estadística mediante datos concretos; (II) recogida y registro de los
‘imponderables de la vida real´, y (III) datos lingüísticos”. En su exposición de la
forma de recoger información, confiesa los aciertos, así como las “lagunas y
rodeos” en el trabajo de campo, con el propósito de que los errores puedan servir
de ejemplo a otros.
Otro libro que suministra información explícita sobre el trabajo de campo es
el de Margaret Mead: “Experiencias personales y científicas de una antropóloga”,
relacionado con su permanencia en Samoa en 1925. En el texto, la autora
confiesa que al embarcarse para Samoa “en realidad no sabía mucho sobre el
trabajo de campo”. Pero al igual que acontece en el primer año del siglo XXI en los
cursos de metodología, en los talleres y en los seminarios, poco se discierne sobre
el trabajo de campo. Mead escribió: “El curso de metodología del profesor Boas no
trataba de eso. Era sobre teoría: de cómo se debe organizar material para
defender o cuestionar algún aspecto teórico” (Mead, 1976: 133). En varios
capítulos, la autora relata el inicio de su vinculación en Samoa y la manera en que
fue generando sus propios métodos de trabajo de campo y técnicas de
investigación.
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¿QUÉ ES EL TRABAJO DE CAMPO?
[…] 1. Los mejores instrumentos para comprender una cultura como realización
humana son la mente y la emoción de otro ser humano; 2. Una cultura debe ser
vista a través de quien la vive. También, a través del observador científico; 3. Una
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cultura debe ser vista como un todo, de modo que las conductas culturales no
puedan ser aisladas del contexto en el que ocurren.
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justicia…luchas cívicas, salariales, por la tierra, obras públicas, escuelas, puestos
de salud, etc. Esto implica que el investigador se involucre como agente
participativo y transformador del proceso que examina, “…tomando posición a
favor de determinadas alternativas, aprendiendo así no sólo de la observación que
hace, sino del trabajo mismo que ejecuta con las personas con quienes se
identifica” (Borda, 1971:59, Citado por Sandoval, 2003:16).
En México, Ricardo Pozas (1989:13), en su relación directa con los
indígenas del sureste define a la investigación-acción como autogestionaria, la
cual comienza con “la practica social de las comunidades indígenas, la que se
toma para iniciar la investigación, orientar la acción con la reflexión sobre las
causas del problema fundamental del pueblo, los procedimiento que han de
emplearse para su solución y los resultados que se esperan alcanzar
(Pozas, 1989:13). Pozas elaboró para el Instituto Nacional Indigenista la guía
general cualitativa para la investigación-acción autogestionaria de los pueblos
indígenas, como contrapuesta a los programas de la acción indigenistas, cuyas
bases teóricas se sustentan en el estructural funcionalismo con la aplicación de:
paternalismo, culturalismo, asimilacionismo, integracionismo, incorporativismo y
etnodesarrollo (Sandoval, 2003:17).
De todas las anotaciones señaladas se desprenden algunas indicaciones
relevantes. Primero, considerar la relación y diferencia entre lo que se considera
una investigación y un trabajo de campo, entendiendo este último como una etapa
de la primera. Sin embargo, el trabajo de campo no sólo pretende obtener
información y contribuir al conocimiento, sino también busca formar cientistas
sociales mediante el dominio y aplicación de métodos, técnicas y herramientas
que, junto con un bagaje teórico, los capacite en la investigación. Segundo, el
trabajo de campo requiere que el investigador se involucre de manera permanente
con el grupo social al que pretende estudiar. Ello supone dos premisas, una
consiste en definir los problemas susceptibles de investigación con objetivos
delimitados, y la otra premisa implica la necesidad o no de realizar entrevistas a
informantes seleccionados y claves; de tal manera que para ambos se requieren
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determinar las técnicas y herramientas de investigación en campo apropiados a lo
que se pretende averiguar (Sandoval, 2003:22).
¿Quién es un informante clave? En general, es toda aquella persona que
forma parte de la comunidad que se estudia o de los sujetos de investigación, que
posee información y conocimiento, de lo que específicamente pretendemos
indagar, o relacionado con ello. Son personaje representativos de una comunidad
que juegan un papel importante en las investigaciones y, por ello, debemos saber
seleccionarlos (Ídem).
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Proyecto de investigación titulado “Saberes socioculturales frente a la sequía y a las inundaciones
en la cuenca del río Conchos durante los últimos cincuenta años”.
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Juanito en la parte alta de la cuenca del río Conchos. En esta zona yace la
cabecera del río Sisoguichi (a menudo se refiere a esta ramificación como la
cabecera del río Conchos). Desde una altura de 2,200 metros sobre el nivel del
mar en una zona que recibe un promedio anual de 600 mm de precipitación
(Sanvicente et., al., 2005). Este río baja precipitosamente de la sierra al altiplano,
después de recibir agua de los ríos Nonoava y Balleza junto con otros afluentes
menores, desemboca en la presa de La Boquilla, también conocido como el lago
Toronto.
La investigación etnográfica abarcó cinco comunidades indígenas de la
zona (La Laguna, El Realito, El Salto, Rituchi y San Antonio). Para el desarrollo de
la etnografía se construyó una “Guía de observación y entrevista”, con el propósito
de mantener una uniformidad en el acopio de información durante el proceso de
trabajo de campo. Al igual que la “etnografía in situ”, se presentó una breve
contextualización de la cuenca resaltando las tres principales divisiones
hidrológicas, así como la importancia de la cuenca y los problemas relevantes.
El objetivo principal de la práctica fue que se conociera a la otredad a través
de conocerse a uno mismo, la idea es que la convivencia con la realidad de la
Sierra Tarahumara y la práctica de las diferentes técnicas de investigación lleve al
alumno a conocer sus limitaciones personales y a conocer sus aptitudes para la
práctica de la antropología. Se visitaron diferentes comunidades durante los
primeros días, donde los alumnos escucharon las diferentes vicisitudes a las que
se enfrentan otros profesionistas como ecólogos o ingenieros forestales durante la
realización de proyectos en la zona. Los alumnos durante esta primera etapa
debían observar cómo es que otros sectores de las ciencias, ajenos a las ciencias
sociales, realizan la aproximación a la vida comunitaria. No se esperaba mucha
participación en esta primera etapa, los alumnos realizaron observación directa de
las obras y las comunidades donde se llevaron a cabo los proyectos.
Posteriormente, los datos proporcionados por los técnicos invitados les
fueron útiles cuando realizaron entrevistas con la gente de las comunidades, se
manifestó esta información en los diarios de campo y en las observaciones
realizadas por los alumnos, luego se reflejó también en los alumnos un interés
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particular sobre estas comunidades. Seguidamente se realizaron recorridos dentro
de la comunidad de Sisoguichi, para conocer la organización del espacio dentro de
la misma comunidad, los equipos realizaron pequeñas descripciones dentro de los
cinco diferentes barrios, donde la entrevista informal, observación directa y si era
posible la observación participante fueron las técnicas que practicaron. El producto
de dichas observaciones fueron fichas de campo temáticas, donde se abordaron
los siguientes temas: Descripción del barrio, identidad, fiestas, actores sociales,
relaciones sociales y economía. Se formaron varios equipos, y en cuanto a la
presentación de la información en las fichas fue bastante buena, (no solo en las
fichas del barrio sino también en las de las comunidades) estos equipos en la
descripción de los barrios redactaron párrafos sucintos sobre la organización al
interior del mismo que fue muy útil en el trabajo de campo, pero a estas primeras
fichas les faltaron un poco de aspectos técnicos, como la fecha, la comunidad
donde está el barrio y el municipio, también había pequeñas confusiones en la
redacción de estos aspectos, que se trataron de corregir en su debido momento
con los integrantes de los equipos.
Después de este primer acercamiento se dirigieron a las comunidades
cercanas a Sisoguichi a realizar y practicar las diferentes técnicas de investigación
de campo. El objetivo era que los alumnos conocieran cuáles eran las dinámicas
sociales de los habitantes de estas comunidades, cómo era su cultura y cuáles
eran sus tradiciones etc.
En general los diarios de campo que realizaron los alumnos sufrieron
cambios sustanciales durante el mes que duro la práctica, en un principio había
juicios de valor dentro de las descripciones, que se comentaron y se corrigieron en
su debido momento, había también una falta de riqueza en la descripción que se
comentó y se corrigió, donde se les hizo ver la necesidad de introducir una
descripción detallada de los espacios para que personas ajenas a la comunidad
entendieran a cabalidad. Otro de los aspectos que se abordaron en las revisiones
de diarios de campo fue la necesidad de utilizar herramientas propias de la
investigación antropológica, tales como la elaboración de genealogías, se
conversó sobre cuáles familias eran las aptas para realizar las genealogías y tras
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un intercambio de ideas llegamos a la conclusión de elegir a una familia que fuera
representativa y profundizar en ésta solamente.
El trabajo de campo en las comunidades tuvo su impacto en la concepción
del alumno sobre este trabajo y la cultura Rarámuri, el interés de los alumnos no
sólo está reflejado en lo escrito en sus diarios, se comprobó que la mayor parte de
la fascinación hacia la práctica se evidenció en la conversación directa entre el
alumno y los profesores encargados de la práctica, desgraciadamente es difícil
plasmar por escrito y cuantitativamente el grado de provecho, pero se puede
resaltar que los alumnos se acercaron a los objetivos al comentar acerca de
aspectos como la identidad, el sistema político, el gobierno tradicional, el
contrabando, las relaciones familiares etc.
Se constató el resultado aceptable de la práctica y la facilidad con que los
alumnos pudieron entrar en la comunidad, se observó una actitud positiva hacia la
práctica de campo que fue en aumento durante todo el mes, la habilidad y el
perfeccionamiento de las técnicas se reflejó en el mejor manejo de diarios de
campo y fichas de campo temáticas conforme se corregían y se obtenía más
información.
La segunda práctica de campo se celebró del 6 de julio al 4 de agosto de
2009, con otra generación de estudiantes (2008-2012), los que realizaron las
actividades de aprendizaje dirigidas correspondientes en la Segunda Estación de
Campo de Valle de Zaragoza, Chihuahua. Estas prácticas de campo dirigidas de
la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Unidad Chihuahua, estuvieron a
cargo del Maestro Alfonso Romero Blake, Profesor-Investigador de tiempo
completo y los alumnos que a continuación señalo: Graciela Rojas Arellano, Karla
Johana Lozano Celaya, Enrique Alfonso Romero Martínez, Elías Plata Espino,
Aurora Acosta Navarrete, Eliezer Nayar Barrera Hernández, Paulina Ivonne Olvera
Hernández, Jesús Manuel Martínez Chávez, Gustavo Leyva Sinaloa, Carlos
Villalobos Alvídrez, Rogerio Rosales Márquez y Agustín de Jesús Hernández
Muñoz.
Los propósitos de este evento de aprendizaje fueron:
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a) Poner en práctica los conocimientos teóricos adquiridos durante los cursos de
Etnografía y Técnicas de Investigación de Campo, impartidas durante el primer y
segundo semestre de la Licenciatura en Antropología; b). Formar investigadores,
investigando bajo la dirección de un proyecto de investigación a cargo de un
profesor-Investigador; c) Estudiarnos a nosotros mismos como grupo para poder
conocer mejor a los otros; d) Conocer los saberes y prácticas socioculturales de
los pobladores sobre el uso y manejo de los recursos naturales; y e) Elaborar una
etnografía básica de la comunidad en estudio.
Una de las principales actividades fue registrar en las “Fichas de campo” los datos
recopilados durante las actividades realizadas en las comunidades asignadas.
Los estudiantes fueron organizados en equipos para realizar como trabajo
final una etnografía de Las Fiestas de San Santiago y Santa Anna que tienen una
especial celebración en la región del Valle de Zaragoza, esta región tiene un
ecosistema alterado debido a las actividades humanas desde la Colonia, que
iniciaron una deforestación al haber suministrado parte de su riqueza forestal para
satisfacer las necesidades de las minas cercanas, y a los procesos de
ganaderización y de agricultura para productos forrajeros, lo que ha impactado los
balances hídricos regionales.
Es importante resaltar que ésta es una las pocas regiones fértiles de la
cuenca del Río Conchos: La región del Pilar del Conchos, como antiguamente era
llamado, el Valle de Zaragoza tiene un espacio poblado por árboles centenarios,
llamado La Alameda, que ha visto pasar sequías e inundaciones y también a los
revolucionarios de 1910. Francisco Villa mandó ejecutar a algunos de los
personajes más prominentes de la región en este lugar, mandándolos colgar del
árbol más alto que encontraran en dicha Alameda, por no haber querido contribuir
a la causa revolucionaria. Los zaragonenses no olvidan a Villa, quien dejó
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enterrado mucho oro del que quitaba a los ricos por las cuevas del Cerro de la
Mezcalera, según nos dice la tradición oral de estas comunidades.
Aunque claro que los pobladores de estos parajes no se han convertido en
buscadores de tesoros. Sus mayores fuentes de ingresos están en el suelo que
poseen y en la fuerza de sus brazos, que es la que les ha hecho valer en los
Estados Unidos, país al que han tenido que recurrir en busca de trabajo y del que
han extraído cuantiosas divisas para enviárselas a sus seres queridos radicados
en estas tierras.
Las fiestas se llevan a cabo año con año en La Alameda, lugar idóneo para
la celebración de éstas, por la belleza visual que tiene, por la sombra de que se
disfruta, muy buscada en los días de verano, y por su cercanía al río. Además, a
La Alameda la rodean diferentes parcelas con la siembra de los diversos
productos de la región, lo que convierte el lugar en un espacio campirano lleno de
fertilidad donde todos los jinetes asistentes y las familias que acuden de todas las
comunidades circunvecinas disfrutan del lugar y de la fiesta, así como los que
vienen de lejos, los que recorrieron miles de kilómetros desde los Estados Unidos
para estar presentes en el lugar de su origen, en la tierra que los vio nacer, la que
les alimentó con el fruto de su huerto, que les permitió convertirse en hombres
fuertes, en hombres de bien, en jinetes consumados.
La tierra donde tienen a sus padres y donde una vez encontraron a la mujer
de sus sueños, la que espera ilusionada su regreso o la que lo acompaña al
vecino país de los Estados Unidos. En estas fiestas las nuevas generaciones
acuden también, porque tienen grandes esperanzas de tener ese encuentro con el
que han estado soñando por largo tiempo, es pues este espacio el lugar de la
realización de los sueños de muchos.
Los recios hombres de estos contornos recuerdan todavía cuando invitaron
a pasear a caballo a esa chica de sus sueños, cuando la rodearon con sus brazos
con el pretexto de llevar la rienda del caballo, después vendrían los paseos por las
estrechas calles del Valle, que pasan los diversos tramos del Canal Bellavista, que
fue construido desde el siglo XVIII, para usar la fuerza del agua y poder echar a
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andar los telares de la Fábrica de Hilados y Tejidos ubicada en Ranchocho, hoy
Colonia Galván, recordando al dueño de esta fábrica, el Sr. Lorenzo Galván.
Remontándonos en la historia encontramos que esta tradición de montar a
caballo el 25 y 26 de julio, Día de San Santiago y de Santa Anna surge en España,
en los tiempos de la Reconquista, cuando Ramiro II peleaba contra los árabes, fue
entonces cuando un jinete que montaba un caballo blanco ayudó a los españoles,
se cree que este jinete era San Santiago y de ahí surge la tradición de montar a
caballo el Día de San Santiago, tradición que llegó al país, donde en varios
lugares se pasea a caballo ese día. Aquí esa tradición ha coincidido con el término
de la siembra de maíz, la cosecha de la sandía y de los diversos productos de la
región, lo que celebran conjuntamente.
En las fiestas estuvieron a la venta todo tipo de productos, entre ellos el
agua embotellada, la cual no podía faltar, ya que la región no cuenta con una
Junta Oficial de Agua que controle la limpieza de los pozos surtidores y su debido
funcionamiento, ya que en la actualidad no funcionan los clorímetros de estos
pozos.
La economía de la región gira alrededor de la ganadería, la agricultura, la
pesca y el ingreso de las divisas provenientes de los familiares desde Estados
Unidos. En estas fiestas es evidente la consolidación de una “identidad ranchera”
que se ha construido desde la llegada de los españoles, que fueron los que
introdujeron los caballos y el ganado bovino a estas tierras, la que ha ido
desarrollándose cada día a través del duro trabajo en los campos, formando las
recias personalidades de los campesinos, que se ocupan a diario en la siembra de
forrajes, como el zacate Sudán, y también en la alfalfa y avena entre otros, así
como en la cría de ganado bovino, tanto para la carne como para la leche y
también en la cría de ganado porcino y caprino.
Durante estas fiestas empezamos a vislumbrar reglas que anteriormente
eran invisibles y que operan dentro de la identidad ranchera del Valle de
Zaragoza. Esta celebración nos permitió entender procesos más complejos en
términos económicos, sociales y de migración que engloban a toda la región.
Existe una marcada diferencia de clases, se percibe un control y manejo de los
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recursos naturales en donde el tener un buen caballo refleja el buen uso y manejo
de los mismos, así como las redes sociales internas y externas que operan en la
región. Esta etnografía nos permitió conocer el funcionamiento particular de la
migración en esta región, la cual sobrepasa la estrategia del envío de remesas
para pasar a fortalecer una red sociocultural más allá de la frontera nacional.
Estas fiestas populares del Valle de Zaragoza representan un paradigma
histórico de los mecanismos económicos y sociales que llevan operando años en
la región hasta injertarse en la estrategia de sobrevivencia. Se realizó un primer
acercamiento donde en el cortejo se pueden vislumbrar las principales estrategias
sociales de pareja que dan vida a una tradición, pero mucho más allá de ello
busca reforzar lazos sociales entre los migrantes y los autóctonos de la región.
Pudimos apreciar una conjunción en las estrategias económicas ganaderas,
agrícolas, comerciales y de divisas que se adecuan de una manera fina y precisa
en un elaborado equilibrio para mantener el status quo de los habitantes del Valle
de Zaragoza. Durante las fiestas, el paseo de una mujer sola es la confirmación de
su propia identidad y sobre todo de su independencia. A veces este acto refleja
una competencia entre mujeres en la que, por un lado, las que tienen caballo
propio, lo usan como símbolo de status contra aquellas que dependen de la
invitación de un jinete para poder montar a caballo.
La edad es un factor determinante dentro de las relaciones establecidas
durante los festejos. Los padres, madres, o conocidos mayores ejercen influencia
sobre los más jóvenes al momento de formar parejas para los paseos. Las
mujeres jóvenes por su parte, son presionadas por sus amigas o madres para
dejarse invitar por los jinetes, mientras los jóvenes se ven impulsados a invitarlas,
orientados por sus parientes o amigos con más experiencia en el cortejo.
La reunión de todas las comunidades que conforman la región del Valle de
Zaragoza sirvió para reforzar las redes sociales existentes entre ellas. A su vez
salieron a relucir 20 viejos conflictos y también surgieron nuevas amistades. Todo
giraba en torno a cabalgar, que fue el punto de partida de una celebración en la
que se estrechaban los lazos de amistad y de todo tipo de relaciones. Fue un
evento de renovación y actualización de estas redes sociales. Esta fiesta popular
22
proporcionó el momento propicio para que los jóvenes iniciaran el cortejo, e
hicieran alarde de sus destrezas, para confirmar su hombría. Fue la oportunidad
de expresión de diversas actitudes y cualidades, esforzándose todos los varones
de la comunidad por proyectar su personalidad sobre el caballo.
Pudo observarse que todos preveían lo que iba a pasar, la magnitud de lo
que iba a pasar, todos estaban alerta hasta de los más pequeños acontecimientos,
los niños veían cómo interactuaba cada uno. El alcohol tenía un papel importante,
porque entre más pasaba el tiempo y más se embriagaba la gente, el número de
conflictos iba aumentando. Primero se dieron agresiones sutiles que fueron
subiendo de tono, se tornaron más intensas las agresiones, ya no eran sólo
palabras sino agresiones físicas y directas. Había una relación entre el hombre y
el animal. Era un derroche de masculinidad, el jinete era el que venía marcando el
paso, el que ocupaba el primer rango.
Eran comunes los pleitos casados, dónde se presentaba la ocasión para
reiniciar conflictos anteriores, había un espacio y tiempo en que se permitían las
acciones conflictivas. Eran notorias las diferencias entre los espacios y los grupos
que estaban diferenciados y éstas propiciaban los conflictos.
En cuanto al impacto económico de estas fiestas, pudo observarse un
mayor dinamismo en el comercio local, ya que la gran afluencia de gente de los
municipios circunvecinos propiciaba ventas mayores que las usuales, además de
que había una mayor cantidad de gente, el consumo no era el usual sino uno
festivo, donde “se echaba la casa por la ventana”, como sucede frecuentemente
en México, país nuestro que es eminentemente festivo, donde siempre se
encuentran motivos para las celebraciones, que resarcen de muchas maneras las
dificultades cotidianas.
Estos fueron los principales acontecimientos sucedidos durante esta fiesta
popular, que a través de esta etnografía se intentó registrar por un lado, mientras
que por el otro, la intención fue señalar las principales lecturas de los hechos
acaecidos en este evento.
En la etnografía de la Fiesta de Santiago y Santa Anna (24 y 25 de julio), se
describen brevemente seis aspectos diferentes de las fiestas, los cuales fueron
23
elaborados por seis equipos de estudiantes coordinados por la Maestra Claudia
Harris y el Maestro Alfonso Romero Blake, que son los siguientes: Aspectos
religiosos e históricos, a cargo de Enrique Romero y Rogerio Rosales Márquez;
Cortejo de jinetes, a cargo de Gustavo Leyva Sinaloa y José Carlos Villalobos
Alvídrez; Conflictos, a cargo de Jesús Manuel Martínez; Relaciones de género, a
cargo de Aurora Acosta Navarrete y Paulina Olvera Hernández; Migrantes, a cargo
de Eliezer Nayar Barrera Hernández y Elías Plata Espino; Aspectos económicos, a
cargo de Graciela Rojas Arellano y Karla Lozano Celaya.
La segunda parte de esta narrativa consistió en señalar el contexto general
del territorio en donde se llevaron a cabo las dos principales prácticas de campo,
en este caso: La cuenca social del río Conchos.
Esta cuenca9 hidrográficamente, está subdividida en cinco sub–cuencas:
Alto Río Conchos, Río Florido, Río San Pedro, Medio Río Conchos, y Bajo Río
Conchos. Regiones, interconectadas por el agua, así también estrechamente
relacionadas en el territorio, los suelos y la vegetación, donde cualquier
modificación de una de sus partes altera a las demás y afecta el medio ambiente
(ecosistemas).
La cuenca tiene una superficie aproximada de 68,527 km2, casi totalmente
en el Estado de Chihuahua, con excepción de 5,051 km2 que se ubican en el
Estado de Durango. Abarca 42 municipios, 37 de los cuales se encuentran en
Chihuahua y los restantes 5 del Estado de Durango (Vargas, 2007).
El río nace en la vertiente oriental de la Sierra Tarahumara, cruza las
amplias llanuras del Desierto Chihuahuense y finalmente se incorpora al río Bravo
en la zona fronteriza de Ojinaga. Su recorrido tiene una longitud de 749 kms, y
fluye principalmente en dirección este/noreste. Los principales ríos afluentes 10 que
alimentan al Conchos son: Nonoava y Balleza; el Florido y su afluente, el río
Parral; el río San Pedro y sus afluentes, el río Satevó y el río Santa Isabel; y el río
Chuvíscar incluyendo su afluente, el río Sacramento.
9
Se denomina cuenca a la depresión o concavidad en la superficie terrestre por la cual las lluvias
escuren hacia diferentes ríos y acuíferos que al final tienen un cauce común y que generalmente
no concuerdan con límites políticos de comunidades, municipios, estados y países.
10
Cada uno de estos ríos forma una cuenca propia denominada sub-cuenca
24
El agua disponible en toda la cuenca para ser utilizada año con año
proviene del líquido acumulado en los acuíferos y de los escurrimientos generados
por las lluvias. De acuerdo a la información de campo, los meses de menor
precipitación y escurrimiento son marzo y abril, y de los de mayor son julio y
agosto, cuando se presenta hasta la mitad de toda la lluvia del año. Del volumen
anual de lluvias, el 75% se pierde por evapotranspiración (116,343 m³) un
fenómeno natural, y el 25%, equivalente a 6,205 millones de m³, escurre a los ríos
y, en algunos casos, se infiltra a los acuíferos. Considerando este volumen de
agua, la disponibilidad anual por habitante de la cuenca es de 4,773 m³, lo que
representa una baja disponibilidad, en términos del indicador de problemas
potenciales de acceso al agua por la UNESCO.
Cabe señalar que estos valores medios decrecieron drásticamente durante
los años de sequía, como se registró en el periodo de 1994 al 2004 y 2010–2012,
ocasionado una baja considerable en el agua disponible, con efectos adversos en
el bienestar de la población y la economía de toda la región. La escasez del
recurso llegó a desencadenar momentos de tensión en las relaciones binacionales
entre México y Estados Unidos por la falta de cumplimiento de los acuerdos de
entrega de agua por parte de México (500 Mm³ anuales). La combinación de la
baja precipitación y el manejo inadecuado de los recursos naturales de la cuenca
agudizan el impacto negativo de la sequía.
En cuanto a los tipos de usos del agua, el 95% del agua en la región se
emplea en la irrigación de cultivos (alfalfa, maíz forrajero, chile jalapeño, nogal)
mientras el resto atiende las necesidades de uso público-urbano, industrial,
pecuario (cuenca lechera y cría de ganado para la exportación a Estado Unidos) y
la generación de energía eléctrica
La parte alta de la cuenca abarca desde los bosques de la Sierra
Tarahumara (2,700 msnm) hasta La Boquilla (1,310 msnm), presenta un clima frio
y tiene una precipitación media de 700 mm. Se presenta una muy baja
disponibilidad de agua y el uso productivo de la misma es principalmente para
actividades de subsistencia. En ella se ubican los municipios (Balleza, Carichi,
Gran Morelos y Nonoava) con mayor índice de marginación del país, y la mayoría
25
de sus habitantes vive en comunidades rurales, sufriendo diversos grados de
pobreza. En esta parte de la cuenca se estima, de acuerdo al censo de población
del 2000, una población de 30,659 habitantes, con un promedio de ingreso per
cápita de $ 6,600.00.
La cuenca media queda demarcada entre las presas La Boquilla y la Luis L.
León, también llamada localmente El Granero (1060 msnm). En esta región se
localizan los principales consumidores de agua de la cuenca, las zonas de riego
(Meoqui–Delicias) y seis de los nueve centros urbanos más grandes del estado.
La disponibilidad de agua es alta en la cuenca y el uso productivo es para
actividades agrícola, industrial y servicios. El clima en esta zona es semidesértico
con precipitaciones medias de 350 mm. Esta zona cuenta con una población
estimada de 1 059,548 habitantes. El índice de marginación es bajo-muy bajo, con
PIB per cápita de $ 25,500.00.
Por último, la parte baja de la cuenca abarca de la presa Luis L. León hasta
su descarga al río Bravo/Grande en Ojinaga, Chihuahua (786 msnm), con clima
árido y precipitación media de 250 mm. La disponibilidad del agua es alta y su uso
productivo es principalmente para las actividades agrícolas y ganaderas. En esta
zona, de poca población, el mayor porcentaje de agua se utiliza en riego agrícola
en el Distrito de riego 090 Bajo Río Conchos, y el resto fluye al río Bravo/Grande.
La población registrada para esta zona es de 35,000 habitantes, con un índice de
marginalidad de bajo-muy bajo, no existe ningún dato disponible sobre el PIB per
cápita.
La importancia de la cuenca radica fundamentalmente en el aspecto
socio-cultural, económico, binacional y ambiental. Cada uno de estos factores
presenta una relevancia primordial ya que permite considerar al río Conchos como
uno de los más importantes del norte de México y la principal corriente superficial
del árido estado de Chihuahua. Cabe indicar un elemento adicional en este río y
sus afluentes: son las presas hidráulicas11 que se han venido construyendo a lo
largo de la historia para garantizar un mejor aprovechamiento del agua. Sin
embargo, es significativo mencionar que, al retener el recurso en diferentes
11
Las presas construidas son : San Gabriel, Pico del águila, La Boquilla, Vírgenes y El Granero
26
puntos, el flujo natural del río se ha visto severamente alterado, modificándose el
equilibrio con los acuíferos y afectando a los ecosistemas que dependen de esta
agua.
En el aspecto sociocultural, seis de los nueve municipios con mayor
población en el estado de Chihuahua se ubican en la cuenca del río Conchos
(Chihuahua, Delicias, Hidalgo del Parral, Camargo, Jiménez y Ojinaga). Por otra
parte, la Sierra Tarahumara, donde nace el cauce principal del río, es también el
territorio de cuatro pueblos indígenas: Rarámuri, Pimas, Tepehuanes y Guarojíos,
cuyo compromiso con un manejo equilibrado de los recursos naturales es un
reflejo de su particular cosmogonía, manifiesta en sus prácticas cotidianas.
En el aspecto económico, el río y sus afluentes abastecen de agua a tres
distritos de riego (005 Delicias, 113 Río Florido y 090 Bajo Río Conchos), que
suman una extensión de 109,628 hectáreas (CNA, 1997). El más grande es el
Distrito de riego 005, en Delicias, que cubre 90,589 hectáreas y agrupa a 12,503
usuarios. La aportación regional de los habitantes de la cuenca al producto interno
bruto (PIB) estatal es cercana al 40%, a pesar se representar menos del 33% de la
población del estado (Ídem).
En lo de binacional, este río es el principal afluente del río Bravo y, una vez
que deja el estado de Chihuahua sus aguas se reparten en el resto de las
entidades que forman la gran cuenca del río Bravo/Grande; una tercera parte de
esta agua se destina a los Estados Unidos, y los dos tercios restantes llegan a las
presas internacionales Amistad y Falcón, para su regulación y uso en los estado
de Tamaulipas y Coahuila.
Y finalmente, en el aspecto ambiental, muchos son los estudios que
muestran la gran riqueza de la cuenca en términos de su biodiversidad. Por una
parte, existen los bosques de pino y encino de la cuenca alta, hasta los álamos
que dominan el paisaje ribereño de la cuenca baja; y por otra, el aislamiento y las
desafiantes condiciones climáticas han originado el desarrollo de especies únicas
en el mundo (endémicas). Los bosques de la Sierra Tarahumara se encuentran
entre los más biodiversos en el norte del continente americano. Su riqueza
florística incluye aproximadamente 40 especies de encino (Quercus sp.), y
27
27 especies de confieras como pino (Pinus sp.), táscate (Juniperus sp.), y ciprés
(Cupressus sp.).(WWF, 2009). Además es notoria la alta presencia de plantas
endémicas, algunas medicinales, así como flores de ornato de gran valor como las
orquídeas. Estos bosques también sostienen poblaciones de nutria de río (Contra
longicaudis) y castor (Castor canadienses).
Por otro lado se han identificado una docena de especies endémicas de
peces, muchas de ellas en peligro de extinción (ídem). En 2005 fue redescubierta
una especie de trucha considerada extinta. La llamada “Trucha del Conchos”,
conocida por los indígenas de la Sierra Tarahumara como “Aparique”, es la última
variedad nativa de trucha mexicana en una cuenca que drena hacia el Atlántico.
La conservación de sus poblaciones está íntimamente ligada al manejo
sustentable del agua en la cuenca.
CONCLUSIONES
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desarrollándose el aprendizaje teórico a la par que el aprendizaje práctico. La
metodología de la investigación en la praxis no es fácil de llevarse a cabo, pero
con la dedicación al estudio y el trabajo de campo puede convertirse en una
herramienta muy valiosa y necesaria para los objetivos de aprendizaje del
conocimiento como investigador.
Finalmente, reflexionar sobre las experiencias y el aprendizaje, cuestionar
los métodos de investigación y análisis, criticar la interpretación de los datos,
postular las conclusiones y proponer un nuevo conocimiento son parte del proceso
que el antropólogo enfrenta al realizar el trabajo de gabinete, analizando los datos
e interpretando y explicando los resultados obtenidos en campo a través de una
corriente teórica. En la práctica todo ello resulta ser una empresa extenuante y un
trabajo intelectual muy complejo, ya que el trabajo de gabinete es sólo una parte
de la investigación de antropología formal y la reflexión, el cuestionamiento, el
análisis, la postulación y la proposición de los elementos señalados anteriormente
se realizan desde que el antropólogo se encuentra en el campo con su objeto de
estudio.
Desde ese momento los conocimientos adquiridos en la academia y en la
práctica constituyen el conocimiento previo que nos ayudará a observar e
interpretar el fenómeno analizado en su totalidad. Es aquí cuando el discurso
antropológico inicia de manera formal para que el estudiante de antropología,
produzca un nuevo conocimiento para explicar la situación que se vive alrededor
del objeto de estudio.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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Barcelona: Editorial Anagrama.
29
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Viqueira como profesora de antropología en la Universidad Iberoamericana”, en:
Revista de Saúde Colectiva, 20(2), 387-410 Universidad Iberoamericana, México.
Durán, T., & Berhó, M. (2003) “Antropología interactiva: consciencia y práctica dual
del rol del antropólogo en una sociedad multiétnica y multicultural”, en:
Cultura-Hombre-Sociedad CUHSO, 7(1).
30
Kluckohn, Florence (1959), “La Técnica del Observador Participante en las
Pequeñas Comunidades”, en: Resumen, México: Mimeográfica de la Soc. de
Alumnos, ENAH
Richards I., Audrey (1959), Notas sobre Investigación de Campo, México: Ed.
Mimeográfica de la ENAH.
Palerm Viqueira Jacinta (2008) “Guía para una primera practica de campo”, en:
Guía y lecturas para una primera practica de campo. Universidad Autónoma de
Querétaro, México.
Sandoval Forrero, Eduardo Andrés (2003) Guía para realizar practica de campo.
Facultad de Ciencias Políticas y Administración Universidad autónoma del Estado
de México. Toluca, Estado de México.
32
Velasco, Honorio; Díaz de Rada, Ángel (1997) La Lógica de la Investigación
Etnográfica. Ed. Trotta, Madrid 1997
WWF (2009) Los peces del Conchos Alianza World Wildlife Fund (WWF - México)
/ Fundación Gonzalo Río Arronte (FGRA) y Gobierno del Estado de Chihuahua,
www.wwf.org.mx. www.chihuahua.gob.mx
33