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Sin embargo, en muchas ocasiones esto no es así y frecuentemente una de las partes tiene
más información que la otra sobre el producto o servicio objeto de la compraventa. A esta
diferencia de información se denomina en economía “información asimétrica” y es
considerado un “fallo” del mercado.
Cuando esta situación se produce, se rompe el equilibrio del mercado y la parte con más
información se encuentra en una situación privilegiada. Esto impide a una de las partes tomar
la mejor decisión, ya que se encuentra en una situación de incertidumbre que genera
situaciones ineficientes en el mercado. Podemos encontrar este problema en distintos ámbitos
como los de la inversión, las finanzas o el consumo.
Por ejemplo, si quisiéramos invertir en una empresa, seguramente sus directivos tengan más
información sobre su situación que los propios inversores. Si los inversores supieran la
situación real de la empresa quizá no estuvieran de acuerdo en pagar tanto por esas acciones.
En el caso de la compra de un coche de segunda mano ocurre lo mismo; el comprador tiene
menos información sobre el coche que el vendedor.
Otro ejemplo de información asimétrica es el del caso de los seguros y de los bancos, aunque
en este caso es el comprador del servicio el que tiene más información. Cuando un cliente
quiere formalizar un seguro conoce mejor su riesgo particular que la propia entidad
aseguradora. Si quisiéramos formalizar un préstamo bancario, el banco puede que no tenga la
certeza del destino final del dinero y de las posibilidades reales de devolución.
El problema con esta diferencia de información es que los precios no se ajustan bien al
mercado y “expulsa” a algunos posibles compradores o vendedores; es lo que se conoce
como “selección adversa”. En el caso del mercado de coches de segunda mano, por ejemplo,
ante la imposibilidad de los compradores de diferenciar los coches de buena calidad y los de
mala calidad, tenderían a valorar todos a un precio bajo con lo que los vendedores de
“buenos” coches no les compensará venderlos y saldrán del mercado. El resultado es que solo
habría coches “malos” en estos mercados. En el caso de los seguros, ante la imposibilidad de
evaluar bien el riesgo de cada persona, las compañías aseguradoras tenderán a aumentar las
primas, provocando que las personas con un riesgo bajo no les compense pagar esas altas
primas y salgan del mercado quedándose en el mismo solo los clientes de “alto riesgo”.
LA SELECCIÓN ADVERSA
Los principios ideales sobre el funcionamiento del mercado suponen que los agentes conocen
perfectamente las mercancías o servicios que se intercambian en los mercados, pero esto no
siempre es así, y el funcionamiento ideal del mercado, como consecuencia, a veces no es tan
perfecto y los precios no vacían los mercados.
Si todos los agentes conocieran perfectamente el uso y calidad de las mercancías, habría
mercancías peores con un precio de equilibrio inferior que vaciarían ese mercado y habría
mercancías de mayor calidad o duración más caras, pues su precio de equilibrio debe ser
mayor.
Esto hace que en conjunto, se suelen asegurar más las personas con problemas de salud que
las más sanas. Proporcionalmente, entonces suscriben el seguro mayor número de personas
que tienden a estar enfermas, esto hace que el precio del seguro tienda a subir, con lo que las
sanas tienen menos razones aún para suscribir el seguro, y se reduce el porcentaje de personas
sanas entre los asegurados.
Finalmente, es una mayoría abrumadora de personas enfermas las que disfrutan de un seguro
y este debe tener un precio muy elevado, o en el caso extremo, a la compañía ya no le
interesa vender seguros por el coste de la atención médica que debe soportar.
En otros mercados con información imperfecta y selección adversa como el primer caso que
hemos citado (la venta de productos cuyo estado real se desconoce), a las empresas les suele
funcionar establecer un sistema de garantías posventa, es decir, una garantía sobre los
servicios o bienes ofrecidos que cubre cualquier reparación que sea necesaria durante un
periodo de tiempo. Cuanto más potente y extenso en el tiempo sea el sistema de garantías,
mayor debe ser entonces la calidad que el propio vendedor juzga de su producto. De esta
forma, algunos productores consiguen labrarse una importante reputación de servicio
posventa ágil y eficiente que les permite diferenciar a sus productos. Pero esto también puede
tener sus contrapartidas pues un sistema de garantías muy generoso por parte del vendedor,
puede llevar al comprador a comportamientos más negligentes y menos cuidadosos con el
bien —el problema del riesgo moral— por lo que los productores suelen especificar en sus
garantías que queda expresamente excluido el uso inadecuado del bien o su incorrecta
manipulación.