prolongado Inmersa en el campo de la multipolaridad e incertidumbres que por diversos factores inciden hoy en día sobre la seguridad de Estado, la Nación venezolana se encuentra afrontando una coyuntura tan delicada que exige respuestas tanto para la sociedad como para la comunidad internacional en la aplicación de sus políticas como líneas de acción, demandando revisiones y reformulaciones de los planes de desarrollo socioeconómicos, así como de las decisiones y actuaciones en el contexto de la seguridad, defensa y desarrollo integral de la Nación.
El inicio del siglo XXI ha impulsado al Estado venezolano a la
Página 1 de 7 investigación de métodos, sistemas, medidas y acciones, donde la lógica transdisciplinaria se configura sobre los ámbitos político, social, económico, militar, cultural, ambiental y geográfico, dando lugar a interacciones necesarias y delicadas que requieren la inserción de un profundo campo racional. Las rupturas y cambios originados en estos tiempos, conllevan tanto en el escenario internacional como nacional, a orientar y fortalecer un marco de significación que contempla como modelo cognitivo lo que Marinovic habría señalado unos años atrás, al manifestar “…la centralidad desmontada, que requiere la infiltración de la lógica que se funda precisamente en el descentramiento”.
Pilar de este cambio lo constituye precisamente la de construcción,
y esta representa el desplazamiento del sentido en el seno de la racionalidad, cuyo sustento para otras ciencias tiene su origen en elementos céntricos y, la geografía no escapa a esta afirmación, al definir entre sus fundamentos a la esfera de la territorialidad. El ámbito geopolítico en el contexto internacional, permite ampliar la visión del carácter estático otorgado a la geografía, que viene a ser reemplazada por el enfoque globalizador y holístico que traduce la aprehensión dinámica del medio natural y sus recursos.
Con esta perspectiva, se tiende a significar que elementos como el
agua y los suelos se relacionan mutuamente, ejerciendo influencia y conformando organizaciones sistémicas que se vinculan como espacios constituidos, en el que el citado autor ha expresado al respecto “…sin tener un orden que adecue en forma prioritaria la superficie inerte, la envoltura gaseosa y las aguas con los seres vivos, entre los que se incluye al hombre”.
A través del tiempo, se han establecido y fortalecido lineamientos
jurídicos en materia de delimitación de estos espacios, atendiendo a
Página 2 de 7 normativas como las aplicadas en el ámbito geográfico al territorio, el aire y las aguas concebidas de acuerdo al Derecho Internacional, como intereses de los Estados que convergen en motivaciones enmarcadas en la seguridad de estos, planteando soluciones que han originado desacuerdos y controversias limítrofes que atañen y menoscaban la salvaguarda de la integridad territorial, que de acuerdo a Sanguin, esta “…adquiere en esencia una connotación especial al considerarse como la consecuencia política más inmediata a la territorialidad”.
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Por otra parte, los espacios acuáticos han sido dotados de
correlación acorde a las respuestas que los Estados requieren hoy en día en materia de territorialidad y, el océano Atlántico se visualiza por parte de las naciones allí existentes, como un todo existencial en su dimensión energética, estructural y funcional, lo que permite integrar la idea de lugar de vida, comunidad de vida y calidad de vida, ordenando la actividad marítima en términos relacionales que Santis proyecta como la visión “…en función de su preservación, integración y desarrollo, siendo estas actividades las que conforman el desarrollo oceánico Integral”.
La Nación venezolana para alcanzar a plenitud el desarrollo integral
en sus espacios terrestres y acuáticos, requiere la firmeza de intereses conjugados con los vínculos afectivos que crea su pueblo; de allí, la necesidad de avivar y fortalecer su integridad territorial. Sobre esta materia existen contenciones de naturaleza histórica y geográfica, que inciden sobre la reivindicación integral del espacio geográfico venezolano que se corresponde con el de la Capitanía General de Venezuela antes de la transformación política iniciada el 19 de abril de 1810, con las modificaciones resultantes de los
Página 3 de 7 tratados y laudos arbitrales no viciados de nulidad, cuyo texto se establece en el Artículo 10 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
La Constitución venezolana de 1811, proclamada después de su
independencia de España, en virtud del principio Uti possidetis juris aceptado por las Naciones hispanoamericanas para la delimitación de sus propias fronteras, estableció que su límite oriental “…seguía por el río Esequibo desde sus afluentes hasta su confluencia en el Atlántico”. Por el Tratado de Londres de 1815, los Países Bajos le cedieron a la Gran Bretaña las colonias que posteriormente se llamaron Guayana Británica. Creada la Colombia “Heroica”, de la cual formaba parte Venezuela, el Libertador Presidente Simón Bolívar, mediante notas explicativas en 1821, 1823, 1824 y 1825, le dio a conocer a Gran Bretaña cual era la frontera que la separaba de sus colonias antes mencionadas, sin que Gran Bretaña opusiese objeción alguna.” (ver el Mapa No. 1).
A partir de 1834 Gran Bretaña envió al naturalista Robert
Schomburgk a realizar exploraciones de las colonias del Esequibo, Demerara y Berbice, presentando un mapa en el que la frontera
Página 4 de 7 entre Venezuela y aquellas colonias era el río Esequibo,… y Ojer ratifica que ”este mapa lo tuvo oculto Gran Bretaña en los archivos de la Royal Geographical Society de Londres y, ha sido descubierto recientemente”.
Haciendo caso omiso a la línea Schomburgk, dicho autor refleja que
Gran Bretaña impuso la línea limítrofe e inició un proceso escalonado de invasión de sus colonias al oeste del Río Esequibo, atendiendo a los intereses imperialistas del siglo XIX,…”cuyos objetivos fueron la extracción del oro y el dominio del Orinoco”. Hasta 1896, Gran Bretaña resistió su firme intención de asistir al arbitraje solicitado por Venezuela, cuyo espacio geográfico en discusión estuvo fundamentado sobre la delimitación de dicho territorio; sin embargo, a partir de ese período hubo cambios que condujeron a flexibilizar su posición, aceptando abrir las negociaciones que arribaron al Tratado de Arbitraje firmado en Washington un año después.
El Tribunal correspondiente efectuó la primera Sesión en el mes de
Junio del año de 1899 sin la participación directa de Venezuela, dictándose la Sentencia del Laudo de París el 3 de octubre de ese año. A partir de ese entonces, Gran Bretaña quedó prácticamente con el territorio disputado, despojándole a Venezuela de 159.500 kilómetros cuadrados de espacio terrestre. Como consecuencia, se produjo la protesta sobre la sentencia pronunciada por parte del Gobierno de Venezuela, pero no produjo ningún efecto frente al poderío británico.
Pese a que asistió la Comisión Demarcadora, Venezuela continuó
posteriormente con su protesta al Laudo de París y exigió la rectificación. Sureda, ha señalado, que una vez finalizada la época colonial e iniciado el siglo XX con el orden internacional que
Página 5 de 7 desembocó en “…la Segunda Guerra Mundial, Venezuela se vio obligada a hacer más explícitos sus planteamientos sobre la protesta a nivel oficial”.
Entre los gobiernos de Gran Bretaña y Venezuela se originaron
conversaciones sostenidas, llegando al acuerdo de examinar los documentos relativos al caso y vez finalizadas las evaluaciones, informar a las Naciones Unidas, lo que conllevó a que la reclamación venezolana se concretase en un documento multilateral, denominado el Acuerdo de Ginebra, revisado y firmado el 17 de febrero de 1966, entre Gran Bretaña, el representante de la Colonia de la Guayana Británica y Venezuela. Se tomó un período de tres (03) meses para efectuar la escogencia de común acuerdo entre ambas partes, es decir, del medio para la solución pacífica de la controversia, previsto en el Artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas”.
El 17 de febrero del 2019, se cumplieron cincuenta y tres (53) años
de la firma del acuerdo de Ginebra, en el que la diplomacia obtuvo un importante triunfo sobre el derecho geohistórico que le corresponde a la Nación venezolana en el espacio geográfico integral esequibense; sin embargo, la problemática persiste aún en encontrar una solución satisfactoria.
Los acontecimientos ocurridos sobre esta particular, estrechan la
relación del tiempo y la historia con el pasado y el presente del gentilicio venezolano, resaltando el perfil de conducta colectiva exteriorizado en la alerta sobre la indiferencia e inconsciencia espacial que carga con el cercenamiento histórico de su territorio. La frontera de la República Bolivariana de Venezuela en el río Esequibo es una realidad geohistórica, y precisa concebirla en su contexto real, concreto y espacial por la población existente, sus
Página 6 de 7 lingüísticas, religiones, razas, tradiciones, recursos económicos, políticas y prioridades evidentes.
La complejidad de variables sobre este tema le imponen desde ya a
Venezuela, elegir una dirección que ayude a su comprensión geohistórica, que sirva de explicación a las especificidades que dinamizan la frontera existente en el río Esequibo y, que conduzcan sostenidamente a la definición de hechos concretos a ser conocidos por los venezolanos para lograr en el futuro concertar decisiones atinadas.
En este sentido, el contexto de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela se conjuga con el marco de la defensa integral, dado que esta controversia precisa que para el ejercicio de la soberanía en el espacio geográfico del Esequibo, además de consolidar el poder estructural – situacional venezolano (sostenido en los siete ámbitos del interés nacional) a través de una posible integración binacional, se requiere en esencia la firme voluntad de salvaguardar la integridad territorial de la patria. Es en este punto álgido, donde realmente se deben impulsar las acciones necesarias para darle un sensible vuelco a los hechos que conforman la base de esta problemática que se ha mantenido prácticamente inerte en el tiempo.