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3.

EL MODELO DE CONSULTA

La intervención directa sobre el individuo (a través del modelo clínico) y la intervención grupal
sobre el colectivo (a través del modelo de programas) no son suficientes si se quiere afrontar
con eficacia y de forma plena la función educativa de la orientación. Es imprescindible tener
presente en esa acción orientadora a la intervención indirecta sobre todos los agentes edu-
cativos, en especial sobre los profesores y los padres, sin olvidar la consulta a la institución
educativa como tal. A este modelo de intervención le denominamos de consulta y podríamos
definirlo como la «relación entre dos profesionales generalmente de diferentes campos: un
consultor (orientador, psicopedagogo) y un consultante (profesor, tutor, familia)» que plantean
una serie de actividades con el fin de ayudar/asesorar a una tercera persona o institución. Ésta
puede ser un alumno, un servicio, una empresa, etc.

Dos pueden ser los objetivos de las funciones de consulta (Bisquerra y Álvarez, 1996: 331):

a) La función de consulta como actividad profesional de ayuda a los diferentes agentes


y a la propia institución u organización.
b) La función de consulta como una estrategia de intervención y formación.

No se debe confundir el modelo de consulta con el modelo de counseling. Cuando hablamos de


consulta nos estamos refiriendo a una relación entre profesionales, con status similares que se
aceptan y respetan, desempeñando cada uno su papel (consultor/consultante). Y cuando nos
referimos al counseling, esa relación se está llevando a cabo entre personas con distinto status
(orientador-cliente) con un carácter predominantemente terapéutico.

La relación en la consulta es triádica: consultor–consultante–cliente. El consultante decide


acudir al consultor para realizar una consulta que afecta a la relación que este último mantiene
con el cliente. De ahí que digamos que el modelo de consulta supone para el orientador una
intervención indirecta. Gráficamente la representación sería:

Ilustración 5. Relación triádica en el modelo de consulta


Fuente: Bisquerra, 1998:113

Se establece la relación consultor-consultante y el consultante lo hace con el interesado. Sólo


en contadas ocasiones el consultor actúa de forma directa, precisamente cuando el consul-
tante, después de haber recibido la ayuda, no se encuentra todavía dispuesto y preparado para
afrontar la relación con el sujeto. El consultante actúa de mediador realizando una interven-
ción directa; mientras que el consultor presta una ayuda de forma indirecta. Aunque el con-
sultor no entra normalmente en contacto directo con el interesado, sí que controla y supervisa
el proceso de la consulta.

M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 96 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Dentro del modelo de consulta podemos destacar tres campos:

a) El campo de la salud mental, basado en los planteamientos de Caplan (1970), donde


se trata de ayudar al consultante a que afronte cada una de las situaciones proble-
máticas que se le presentan a través de una información y formación adecuadas.
Pero también, en el campo de la salud mental, en ocasiones el consultante es el pro-
fesional de la psicología y pedagogía quien acude, por ejemplo, al médico psiquiatra
que está atendiendo a un alumno del centro donde aquel trabaja. La consulta se
produce entre dos profesionales interesados por un tercero, en este caso, el alumno
o alumna.

b) El campo de las organizaciones donde se prima la función del consultor como agen-
te de cambio o consultor de procesos que ayuden a proporcionar las competencias
para resolver los problemas y asumir las responsabilidades (Drapela, 1983). En esta
ocasión contemplamos el centro educativo como organización y el modelo de con-
sulta se produce cuando, por ejemplo, el equipo directivo o la Comisión de Coordi-
nación Pedagógica consultan al psicopedagogo/a acerca de la elaboración del Plan
de Acción Tutorial o del Proyecto Educativo de Centro, para mejorar la atención al
alumnado.

c) El campo educativo, donde se trata de ayudar a un tercero que es el alumno. En este


caso, el consultor habitualmente es el orientador; el consultante es el profesor, que
actúa de mediador y el cliente es el alumno. Las consultas habitualmente se centran
en temas relacionados con la metodología a emplear con el alumnado que presen-
ta necesidades educativas especiales, o solicitando información acerca de alguna
discapacidad, o respecto a cómo elaborar las adaptaciones curriculares. En ciertas
ocasiones el consultor podrá ser el tutor, los mediadores los padres, y el cliente será
también el alumno, por ejemplo, cuando los familiares solicitan información acerca
del rendimiento escolar de su hijo/a y se tiene que establecer una coordinación entre
el trabajo realizado en la escuela y el que se lleva a cabo en casa.

Entre las funciones más habituales que puede asumir el orientador como consultor en un cen-
tro educativo, destacamos las siguientes (Jiménez Gámez y otros, 1997: 106):

Respecto del centro: asesorar y colaborar en la programación, identificar al alumna-


do con necesidades educativas especiales, facilitar las relaciones entre el centro y los
familiares.

Con los profesores: identificar y analizar deficiencias en el desarrollo académico y


psicológico de los estudiantes, desarrollar habilidades en la comprensión y manejo
del comportamiento del alumnado en la clase, manejo de las reuniones con familia-
res, desarrollo de programas de recuperación, desarrollo de estrategias de enseñanza
más eficaces, desarrollo de la educación para la carrera, desarrollo de habilidades de
estudio, educación para la salud.

Con los padres o representantes legales: fomentar la comprensión padres-hijos,


ayudar a los padres para que estos ayuden a sus hijos en el desarrollo de habilidades
de estudio, así como a modificar el comportamiento de sus hijos en aquellos aspec-
tos que se considere necesario, facilitar relaciones positivas entre padres y escuela,
orientar respecto a pautas educativas adecuadas y a conductas a evitar, promocio-
nar una escuela de padres.

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Con el alumnado: facilitar la comunicación entre los miembros del grupo, mejorar
el proceso de aprendizaje, potenciar la tutoría de iguales, asesorar en cuestiones
relacionadas con el estudio y con el desarrollo personal y profesional, mediante la
actuación del tutor.

3.1. Fases del modelo de consulta

Como en todos los modelos, son numerosos los autores que han ofrecido su clasificación. Dado
que Bisquerra (1998:108) ofrece una síntesis de todas las aportaciones realizadas, ofrecemos a
continuación la que él propone:

1ª fase: Establecer una relación entre un consultor (orientador) y un consultante (por


ejemplo el tutor, un profesor, la familia o la institución).
2ª fase: Analizar el conjunto de la situación y clarificar el problema.
3ª fase: Explorar alternativas.
4ª fase: Establecer planes de acción, conjuntamente entre consultor y consultante.
5ª fase: Poner en práctica, el consultante, los planes con los destinatarios últimos de
la intervención.
6ª fase: Evaluación de la puesta en práctica del plan de acción.

3.2. La consulta colaborativa

En la práctica profesional resulta especialmente aconsejable llevar a cabo lo que denominamos


consulta colaborativa. En ella, son varios los profesionales que intervienen y, una diferencia
fundamental con respecto a la consulta anteriormente expuesta, es que, en ésta, el orientador
se implica de forma directa en la intervención, como un miembro más del equipo educativo.

En este modelo el orientador se convierte en el dinamizador de la acción orientadora de todo


el profesorado, facilitando las competencias adecuadas, la implicación y formación necesaria a
los distintos agentes educativos. A partir de un plano de igualdad y de la voluntad de participar
en un mismo proyecto se establece el «contexto de colaboración». Tal como señalan Jiménez
Gámez y otros (1995: 120) «en la consulta colaborativa sólo cabe la persuasión; la imposición
está fuera de lugar. Por esto, entre los conocimientos y habilidades que el consultor debe do-
minar está la capacidad de establecer buenas relaciones con los demás».

Por nuestra parte aconsejamos que se realicen consultas colaborativas en las que intervenga
más de un consultante. El orientador/a coordina al grupo, en el que se va a plantear cómo
encauzar la orientación para la mejor educación del alumno/a. Los consultantes serán los dife-
rentes profesionales y los padres del discente. Entre todos se reflexionará acerca del problema
planteado, concretando el mismo, aportando ideas acerca del mejor tratamiento posible, to-
mando acuerdos de intervención conjunta o de actuaciones que estén en una misma dirección,
lo cual aporta gran coherencia a la actividad formadora, continuidad de la tarea educativa
escolar con la familiar, sensación de unión, respeto mutuo entre profesionales y familiares y,
sobre todo, grandes avances en la educación del alumnado.

Autores como Lowe (1995: 119) encuentran gran paralelismo entre la consulta colaborativa y
el modelo de resolución de problemas de Dewey, tal como se recoge en la siguiente tabla:

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Cuadro 29. Paralelismo entre la consulta colaborativa y el modelo de resolución de problemas

ETAPAS DE RESOLUCIÓN DE PROCESO DE CONSULTA


PROBLEMAS DE DEWEY COLABORATIVA
Sugerencia A través de la reflexión el consultante se
hace consciente del problema.
Problema Identificación y concreción del problema.
Hipótesis Se insinúa una hipótesis concerniente al
modo en que se puede resolver el problema.
Razonamiento Determinación de las consecuencias poten-
ciales de la acción.
Comprobación Se pone a prueba la hipótesis tras una minu-
ciosa consideración.

Fuente: Lowe, 1995: 119

No hemos de olvidar que el asesoramiento supone una relación socialmente comprometida


(Escudero, 1992). Conlleva actuaciones que han de repercutir en una mejora de la situación
socio-educativa de los sujetos a los que, en última instancia, va destinada.

En la literatura al respecto, algunos autores han diferenciado dos modelos dentro del modelo
general de consulta: el modelo centrado en contenidos (para el cual el orientador es un experto
que se sitúa frente a los consultantes en una relación jerárquica) y el modelo centrado en proce-
sos (el cual contempla la actuación del orientador siguiendo los principios del trabajo conjunto
y colaborativo). Tal como indica Santana (2002: 112) ambos modelos deben intercalarse: «A mi
modo de ver, la eficacia del asesoramiento y de los propios asesores reside en saber intercalar, yo
diría que con sabiduría, el papel de portador de soluciones a problemas puntuales (aunque sean
tentativas provisionales o contingentes) desde la visión del especialista y el papel del profesional
que facilita/anima procesos de cambio y mejora de la institución escolar (generalista)».

En una perspectiva mucho más comunitaria, Carretero, Pujolàs y Serra (2002) entienden que
el asesoramiento no es tanto, aportar soluciones a problemas puntuales, como indica Santa-
na, sino potenciar los recursos de otro para que éste sea capaz de asumir las tareas que tiene
encomendadas.

De lo dicho hasta ahora puede deducirse que, en el modelo de consulta, el orientador ejerce un
importante papel como agente de cambio, favoreciendo la construcción conjunta del conoci-
miento por parte de todos los miembros de la comunidad educativa implicados en el proceso
formativo del alumnado, y permitiendo, con ello, que se produzcan pequeñas transformacio-
nes del pequeño mundo escolar y familiar en el que están inmersos.

Algunos criterios útiles para analizar la función asesora, desde el punto de vista de la consulta
colaborativa son los que ofrecen Carretero, Pujolàs y Serra (2002), para los cuales, las activi-
dades de asesoramiento:

Han de partir de la voluntad intencional de los participantes y favorecer la motiva-


ción intrínseca.

Han de favorecer la reflexión en la acción docente y sobre la acción docente a partir


de la interacción de los que participan con su realidad profesional.

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Han de permitir a los participantes revisar sus prácticas, sus instrumentos, sus ideas,
sus actuaciones...

Han de posibilitar, a los que participan [en la consulta colaborativa] reconocer y


poder identificar sus intereses y las necesidades personales y colectivas. Han de ser
relevantes para los propósitos y los intereses explícitos de los participantes. Han de
permitir reconocer las ideas personales subyacentes en la actividad docente perso-
nal, su explicitación y el intercambio intelectual entre los participantes.

Han de ser planificadas conjuntamente y favorecer la participación, el intercambio


intelectual y la evaluación de los procesos de aprendizaje compartido a partir de la
evaluación de los resultados obtenidos.

Han de posibilitar la toma de decisiones razonable de los que participan respecto a


cómo desarrollarse y ver las consecuencias de su elección. Las actividades de aseso-
ramiento han de atribuir a los participantes un papel activo en su realización.

Han de permitir a los participantes reflexionar conjuntamente en un contexto nuevo.

Además de favorecer la implicación del profesorado y del asesor, las actividades de


asesoramiento han de favorecer la implicación de otros agentes sociales de la co-
munidad (servicios sociales, sanitarios, educadores sociales...) que también intervienen
en aquello que ha sido objeto del asesoramiento. Han de permitir avanzar hacia una
reconceptualización de la propia actividad asesora y educativa con la finalidad de fa-
vorecer el desarrollo de los recursos personales y comunitarios y la cohesión social.

Como hemos visto, los tres modelos básicos de actuación son importantes. No son modelos
excluyentes. El profesional de la psicología y la pedagogía ha de recurrir a los tres y, en función
de la demanda, de la situación, de los objetivos, de las necesidades, etc., utilizar el más apro-
piado, si bien, el hecho de generar la implicación de todos los agentes educativos, ha de ser la
tónica general a la hora de intervenir.

De ahí que hablásemos de un modelo mixto: el psicopedagógico, en el que se da una interven-


ción prioritariamente indirecta, grupal, interna, proactiva y que suele utilizar tanto la consulta
como los programas, dejando el modelo clínico para los casos en que es indispensable. La
actuación del psicopedagogo es principalmente indirecta, en cuanto que presta más atención
a la consulta de la institución, del profesorado y de las familias que a la intervención directa
en el aula. Sin embargo, en ocasiones su actuación es también directa, cuando interviene di-
rectamente con los alumnos, cuando lleva a cabo evaluaciones psicopedagógicas o entrevistas
individuales.

Su labor es fundamental en el centro educativo para dar unidad al proceso orientador y sopor-
te técnico a los agentes que intervienen directamente con el alumnado.

M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 100 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI

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