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Alcances y Limitaciones de las Neurociencias Aplicadas al Contexto Jurídico-Forense

Matías Fernández

Docente: Francisco Maffioletti


Ayudante: María Rosario Beltrán
Curso: Taller de Intervención Psicosocial en Psicología Jurídica

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

Santiago, Chile
Mayo, 2020
Introducción

Los aportes teóricos de los estudios en neurociencia son cada vez más aplicados como
tecnologías novedosas en diversos campos de trabajo, como es el caso del marketing, la
economía y el derecho. Es en este último, que se centra el presente escrito, debido a lo relevante
que resulta comenzar a levantar una discusión apropiada sobre dicho tema y, en particular,
acerca de sus aplicaciones forenses.

Se conoce como neuroderecho o neurolaw, anglicismo bastante utilizado, a la aplicación


de las neurociencias al ámbito del derecho. Actualmente, el debate sobre esta subdisciplina
emergente se encuentra entre una crítica escéptica y un entusiasmo ingenuo acerca de las
posibles aplicaciones forenses de las neurociencias (Meynen, 2016). Es por esto, que, para
despolarizar los puntos de vista, es necesario incorporar algunos elementos teóricos de las
neurociencias que permitan evaluar, de forma más adecuada, los grados de validez científica
que pueden tener estas aplicaciones como pruebas periciales.

Marco teórico

Neurociencias

En primer lugar, es necesario recalcar el hecho de que, como bien se aprecia en el nombre
plural, las neurociencias están compuestas por un conjunto de ramificaciones que tiene como
punto de encuentro un mismo objeto de estudio, el sistema nervioso (Kandel, 2012). En este
sentido, las neurociencias reciben aportes desde diversos campos de estudio, como, por ejemplo,
la biología, la anatomía, las matemáticas y la psicología, siendo principalmente las
neurociencias de la conducta, cognitiva y social las que se abordan desde esta última disciplina
(Kandel, 2012). En general, se suele agrupar bajo el título de neurociencia cognitiva a estas tres
aproximaciones de las neurociencias y se definen como el campo de las neurociencias dedicado
al estudio de las bases y procesos biológicos asociados al funcionamiento cognitivo (Kandel,
2012). Y es en esta forma que las neurociencias intentan adaptarse al ámbito jurídico-forense.

Problema del objeto de estudio. En neurociencia cognitiva existen distintas formas de


entender cómo se relaciona el sistema nervioso con los procesos cognitivos y, considerando
esto, se debe tener especial cuidado al aproximarse a estos estudios, ya que el punto de vista en
que se aborda este asunto puede dar cabida a distintas conclusiones. Esto, es un problema
derivado desde la filosofía y la psicología, conocido como el problema mente cuerpo, que se
entiende como la discusión acerca de si la cognición, y sus derivados, son fenómenos enraizados
en el cuerpo, y por tanto reducible a este, o si no es posible reducirles de esta forma, dando
cabida a la distinción entre fenómenos mentales y fenómenos físicos como substancias
separadas (Nagel, 2007; Robinson, 2017). Ejemplos, de estos acercamientos filosóficos, son el
materialismo, el idealismo y el dualismo.

Una comprensión atenta del objeto de estudio de la neurociencia cognitiva es siempre


importante, pero lo es aún más si se pretende aplicar a contextos donde tendrá repercusiones
directas sobre las vidas humanas, como es el caso del neuroderecho, ya que dentro de los
alcances que se generan a partir del problema mente-cuerpo se pueden encontrar distintas
opiniones acerca de la causalidad de los procesos cognitivos, la consciencia y la intencionalidad.
Por esto, se vuelve necesario evaluar y/o determinar desde qué perspectiva se entenderán, ya
que al momento de evaluar la validez de un instrumento aplicado desde las neurociencias se
podría hablar de relaciones causales, entre procesos fisiológicos y mentales, en un acercamiento
materialista o bien se podría hablar de correlaciones, en un acercamiento dualista (Bunge, 2011;
Robinson, 2017). El poder explicativo de una relación causal es mucho mayor que el de una
correlación, ya que en el primero se entiende que A produce a B y en el segundo caso sólo se
sabe que A ocurre en paralelo a B, o que ocurre A y luego ocurre B, pero sin saber si la primera
produce la segunda. Además, es bien conocido que las correlaciones pueden ser relaciones
espurias, es decir, que aparentemente podría existir alguna conexión entre dos eventos, pero que
frente a un análisis acabado esto es fácilmente rebatible debido a un factor de confusión
(Hitchcock, 2018).

Problema epistemológico. En la neurociencia cognitiva, ha existido un amplio debate


acerca de la epistemología utilizada, principalmente entre el localizacionismo y el holismo, en
donde se tensiona la forma en que se comprenden el funcionamiento del sistema nervioso y la
cognición. El localizacionismo postula que el funcionamiento de este puede ser segmentado en
regiones dedicadas exclusivamente a una o más funciones predeterminadas, por ejemplo, las
áreas de Broca y Wernicke, que tienen relación con procesos de la comunicación y el lenguaje
(López-Velásquez, 2015). Por el otro lado, el holismo apela a que la comprensión debe partir
de la totalidad y no de compartimentalizaciones, ya que el funcionamiento conjunto y global del
sistema nervioso daría origen a la cognición (López-Velásquez, 2015). Ambas formas de llevar
a cabo la comprensión del fenómeno cognitivo tienen fuertes bases que les sustentan, pero aún
así ninguna es capas de dar una explicación acabada de la cognición, para el localizacionismo
se dificulta la explicación de los procesos cognitivos complejos y para el holismo se vuelve
complejo dar explicación a los procesos cognitivos más básicos (Bunge, 2011; Churchland,
1986).

Las limitaciones del localizacionismo y el holismo para comprender el funcionamiento


cognitivo y su relación con el sistema nervioso, restringen bastante los alcances explicativos de
los estudios realizados en neurociencias cognitiva, pero actualmente se suele trabajar desde una
tercera forma de aproximarse a este fenómeno: el conectivismo y las redes neuronales. En este
modelo, se plantean tres niveles de explicación sobre la conectividad del sistema nervioso: la
estructural, que refiere a las conexiones físicas de este (un mapa), la funcional, que da cuenta de
la actividad correlacionada entre áreas cerebrales, y la efectiva, que entrega las interacciones en
donde existe una relación causal directa entre un área y otra (Rolls et. al., 2018; Greene, Lessov-
Schlaggar y Schlaggar, 2016; Stephan y Friston, 2009). Esta perspectiva permite una aproximación
en dónde a partir de la interacción efectiva, causal, entre distintos nodos neurales, es posible
explicar la forma en que se producen los procesos cognitivos, aunque, para esto cabe aclarar que
aún existen limitaciones metodológicas.

Problema metodológico. En las últimas décadas la tecnología ha avanzado de forma


increíble debido al poder entregado por la computación, facilitando la tarea científica en general.
En el caso de la neurociencia cognitiva, esto ha permitido una mejor comunicación entre
distintas comunidades científicas, diversificando la producción de conocimiento, y también
mejoró importantemente el procesamiento de datos, que resulta crucial en la neurociencia
cognitiva. Por ejemplo, antiguamente los primeros electroencefalogramas eran similares a un
sismógrafo, tenían un rollo de papel y un mecanismo que traducía señales eléctricas a
movimiento mecánico que rayaba el papel mientras giraba, y los estudios sobre estos se
realizaban comparando manualmente las distintas muestras, por lo que resultaba un trabajo largo
y tedioso (Millett, 2001). Actualmente, esta herramienta realiza la traducción de señales
eléctricas a datos que son desplegados en la pantalla de un ordenador y pueden ser analizados
con bastante mayor facilidad que en antaño. Aún así, esto no quiere decir que actualmente esto
permita dar explicaciones a todos los fenómenos de la cognición con facilidad, ya que es
necesario comprender las limitaciones propias de cada instrumento, aquellas que le son
inherentes.

La electroencefalografía es una de las principales herramientas en los estudios de


neurociencia cognitiva ya que, junto a la magnetoencefalografía (que es más cara), además de
ser menos invasiva, es la que entrega datos con mayor resolución temporal, es decir, que se
obtienen en un orden de tiempo más adecuado para capturar el funcionamiento neuronal, pero a
la vez entrega una baja resolución espacial, es decir, sobre la ubicación de la actividad que es
capturada (Gazzaniga y Mangun, 2014). Esto ocurre debido a que la señal eléctrica que se recibe
en los electrodos ha sido propagada por el cuero cabelludo, por lo que puede aparecer con cierta
desviación, pero existen métodos de análisis que permiten corregir esto y mejorar parcialmente
la resolución espacial de este instrumento.

También existe el MRI que es un escáner magnético que permite realizar una captura de
la estructura cerebral, con muy buena resolución espacial, pero nula resolución temporal, y
permite dar cuenta de alteraciones estructurales en el cerebro, por ejemplo, tumores o pérdidas
de masa encefálica (Gazzaniga y Mangun, 2014). Además, tiene una variación, el fMRI
(resonancia magnética funcional) que igualmente posee una buena resolución espacial y entrega
un grado de resolución temporal, aunque es bajo, pero permite estudiar la actividad cerebral a
partir de la correlación entre la activación neuronal y la señal BOLD (blood-oxygen-level-
dependent), ya que esta última se observa, luego de algunos segundos, después de que un grupo
de neuronas se activa (Gazzaniga y Mangun, 2014). Este método es ampliamente utilizado y ha
entregado buenos resultados, pero carga con fuertes críticas, principalmente, debido a que no da
cuenta de actividad neuronal directa, sino de su correlato sanguíneo, por lo que se le puede
considerar cargado de ruido y poco explicativo.

Los métodos anteriormente mencionados, se han intentado aplicar, directamente, al


neuroderecho, principalmente como detectores de mentiras y/o “lectores de mente”, obteniendo,
generalmente resultados negativos (Rusconi y Mitchener-Nissen, 2013; Langleben y Moriarty, 2013;
Petoft y Abbasi, 2020; Kraft y Giordano, 2017). Pero estas proezas creativas de algunos no deben
ensuciar la imagen de estos métodos, ya que, si tienen otras aplicaciones bastante útiles para el
contexto legal, por ejemplo, en la detección de algunas patologías mentales, como la
esquizofrenia, la epilepsia y algunos trastornos afectivos (Abrams, 1979; Boutros et al., 2008; Dvey-
Aharon, Fogelson, Peled e Intrator, 2015; Goshvarpour y Goshvarpour, 2020; Smith, 2005; Demirci y
Calhoun, 2009).

Artículo 10 del Código Penal Chileno

Para los fines de este escrito, es necesario describir algunos aspectos del sistema legal
chileno. En primer lugar, es necesario mencionar que el código penal, en su décimo artículo,
declara los casos en que se exime de responsabilidad criminal a un individuo que en su primer
inciso se menciona a la figura del loco o demente, que se define como quién cometió un delito
sin poder hacer uso de su razón (República de Chile). Esta figura permite considerar la
aplicación de las neurociencias, al derecho, debido a que, como ya se mencionó, algunas
metodologías permiten diagnosticar la presencia de algunas patologías de carácter psicológico
y psiquiátrico, de forma que pueden complementar los peritajes forenses solicitados por alegatos
de insanidad.

Conclusión

A lo largo de la historia han existido diversos intentos de categorizar a los criminales


dentro de ciertos tipos de rasgos físicos, como es el caso de la fisiognomía y la frenología,
sirviendo como ejemplos de cómo no se deben realizar aproximaciones reduccionistas de la
cognición mediante correlaciones espurias y dando cuenta de la necesidad de metodologías
acabadas de investigación para esto. En este sentido, el neuroderecho, para poder ser un aporte
como disciplina forense, debiera tener cuidado con las sobre expectativas que coloca sobre las
neurociencias, ya que sería un error atribuir el estatus de verdad única a los relatos entregados
por las herramientas de la neurociencia cognitiva, ya que se deben considerar sus limitaciones
metodológicas y epistemológicas, además de que, en caso de implementarse, las discusiones
respecto de su objeto de estudio debieran incorporarse en el contexto jurídico para determinar
el grado de validez que tendrían estas nuevas herramientas de peritaje.

Dado que actualmente, y a pesar de que ya es posible dar explicaciones firmes sobre
procesos pequeños, aún falta camino por recorrer para poder dar una explicación contundente a
cómo funciona la cognición y sus procesos más elevados. Sin embargo, es posible dar cuenta de
fuerte evidencia que da cuenta de que algunas de sus herramientas podrían servir como
complementos diagnósticos de algunas patologías psicólogicas, por lo que es aquí donde podría
instaurarse el neuroderecho como subdisciplina forense de las neurociencias aplicadas. Esto, en
el contexto chileno funcionaría como un aporte a la hora de enfrentar casos donde existan
alegatos de insanidad o locura por parte del imputado intentando apelar al artículo décimo del
código penal.
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