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TESALONICA LA IGLESIA EN ESPERA

Hay personas que han comentado que dondequiera que el apóstol Pablo anduvo, hubo, ya sea un
alboroto o un avivamiento. Y cuando fue, con Silas y Timoteo al histórico puerto griego de
Tesalónica, él causó ambas cosas (Hechos 17.1-10).

En los días de Pablo, Tesalónica (hoy Salónica) era la ciudad más populosa de Macedonia. Era un
centro influyente del comercio y la cultura griega. Su localización estratégica como centro de
comunicación había atraído a un grupo numeroso de judíos en cuya sinagoga Pablo había
concentrado inicialmente su ministerio (Hechos 17.1-2). El resultado fue que en tres semanas su
misión había producido una rica cosecha de muchos conversos, no sólo judíos sino también un
buen número de griegos temerosos de Dios (Hechos 17.2,4).

En reacción a lo ocurrido, los judíos incrédulos organizaron un alboroto contra él (17.5-9)


obligándolo a continuar su segundo viaje misionero (cerca del año 50 d. de J.C.). Sin embargo la
iglesia en Tesalónica había quedado firmemente establecida y había florecido aun en ausencia de
Pablo (véase 1 Tesalonicenses 1.2,3; 2 Ts. 1.1-3). Subsecuentemente, desde Corinto, Pablo escribió
las cartas a los tesalonicenses, conteniendo lo siguiente: (1) felicitaciones por el crecimiento
espiritual; (2) defensa del ministerio del apóstol; (3) admonición en cuanto a la integridad moral; y
(4) revelación en cuanto a las últimas cosas.

Perfil

Puede verse con claridad, por la correspondencia de Pablo, que la iglesia de Tesalónica era muy
estimada para él. Pablo da gracias constantemente por ellos (1 Ts. 1.2,3; 2 Ts. 1.1-3) y ellos son la
causa de su gozo delante de Dios (1 Ts. 3.9). También describe su ministerio entre ellos en
categorías de (1) la ternura de una nodriza (1 Ts. 2.7-8); (2) el trabajo diligente de un obrero (vers.
9,10); (3) el consejo amoroso de un padre (vers. 11,12); y (4) el gozo exuberante de un triunfador
(vers. 19,20). Es comprensible, por lo tanto, la desesperación que Pablo sentía por volver a verlos
(1 Ts. 2.17,18; 3.10), y el disgusto que sufría por el "estorbo" de Satanás (2.18).

Pablo alaba la fe, el amor y la esperanza de los tesalonicenses (1 Ts. 2.3), virtudes que se habían
convertido en el modelo para todos los creyentes 1 Ts. 1.7,8; 2 Ts. 1.4). Además el agresivo
evangelismo de ellos, aun ante fuerte oposición (1 Ts. 1.6; 2.2; 3.3-5), había penetrado en toda
Macedonia y Acaya (1 Ts. 1.8). Ellos no sólo habían recibido bien el evangelio (1 Ts. 1.9; 2.13), sino
también lo habían compartido con entusiasmo.

Aquí, pues, había un grupo de gente que antes era idólatra (1 Ts. 1.9,10), que había sido escogida
por Dios (1 Ts. 1.4) y llamada por medio del evangelio (2 Ts. 2.14) para ser modelo de santificación
(1 Ts. 4.3-7) y agradecimiento (1 Ts. 5.18). Esta iglesia, que había recibido el evangelio con
completa convicción (1 Ts. 1.5), ahora recibía toda la confianza de Pablo (2 Ts. 3.4).
El modelo

Es impresionante considerar lo que Pablo selecciona como digno de alabanza en Tesalónica. Lo


que él encomia no son los aspectos cuantitativos del crecimiento de la iglesia, los cuales son
idealizados en nuestros tiempos. Más bien ensalza la triada cualitativa de la fe, el amor y la
esperanza (1 Ts. 1.2,3; 3.6; 4.13; 2 Ts 1.1-3). Lo que llenaba de entusiasmo a Pablo era que la labor
perseverante de ellos era manifestación de una realidad espiritual.

Sin embargo, es importante hacer notar que estas realidades no siempre están presentes en la
obra de una iglesia. Es probable contar con lo externo pero no con lo interno. Inclusive un "trabajo
diligente" puede ser sencillamente un disfraz que cubre un vacío interior (véase Mateo 23.27,28).
Nuestra tendencia moderna de fijarnos en grandes números (de miembros en las iglesias) es una
amenaza de aliarnos más a un gran negocio que al hombre de Nazaret, cuyo interés era la cualidad
y la calidad espiritual. Con toda probabilidad las categorías de Pablo: la fe, la esperanza y el amor,
son de poca aceptación entre nuestra hermandad.

Es hora de que tomemos en serio nuestros lemas, y que comencemos a restaurar algo más que las
cosas externas del Nuevo Testamento. La verdad es que en lo que concierne a la restauración de la
fe, la esperanza y el amor como virtudes cristianas, todavía hay mucho que desear.

Como se había indicado anteriormente, Pablo escribió desde Corinto las cartas a los
tesalonicenses, con el fin de animar e instruir a los nuevos conversos. Estas cartas han sido
notables por su sencillez y su toque personal, lo cual indica la intimidad que Pablo tenía con la
iglesia de Tesalónica.

Las ideas de doble aspecto que resultan en ambas cartas son la aflicción y la esperanza en Cristo,
con énfasis en su segunda venida. La fortaleza y la debilidad de la iglesia de Tesalónica dependían
de estas ideas de doble aspecto.

El sufrimiento

No es difícil notar que la iglesia de Tesalónica era una iglesia que sufría (1 Ts. 1.6; 2.2,14s; 3.3,5; 2
Ts. 1.5; 3.3). Una gran oposición marcó su inicio en la fe (1 Ts. 1.6; 2.2), y el sufrimiento era
característica de su discipulado (1 Ts. 2.14s). Aun en medio de tal adversidad los tesalonicenses
tenían que aprender a ser agradecidos en todo (1 Ts. 5.18), y tenían también que ser fuertes ante
la presión (1 Ts. 3.3,5). Pablo consideraba ese sufrimiento como una prueba directa para ellos,
para que sirviera de modelo a toda la hermandad del cristianismo (1 Ts. 1.4-10).

Aquí encontramos una amonestación clara para nosotros y nuestro cristianismo fácil y sedentario.
Hoy nos quejamos de la "difícil" y casi imposible tarea de evangelizar al mundo. Es hora que
tomemos a la iglesia de Tesalónica como nuestro ejemplo. Debemos tener conciencia de nuestro
destino como está marcado por Dios. Dios no nos ha llamado a una vida fácil, sino a entregarnos
de lleno al servicio de su Hijo.
La tristeza

Un problema relacionado a los sufrimientos de los tesalonicenses era su tristeza (1 Ts. 4.13-18).
Evidentemente, la muerte de seres queridos traía consigo ciertos problemas relacionados a su fe
en la segunda venida de Cristo. ¿Sólo los vivos podrían participar de aquel gran evento?
¿Quedarían los muertos excluidos de contemplar la segunda venida? La reacción ante este
problema era una profunda depresión (1 Ts. 4.13). El antídoto que Pablo daba era la instrucción
adecuada acerca de la verdad de la vida después de la muerte y el significado de la esperanza en
Cristo.

Es bueno que nosotros recordemos que cuando nuestra tristeza se convierte en desesperación es
porque nuestra esperanza está puesta en el dios equivocado. Si nuestra fe no produce una
diferencia de carácter de tipo cualitativo en cuanto al significado de la muerte, realmente no
tenemos ningún testimonio que dar ante la comunidad y nuestra esperanza se ahoga entre los
incrédulos.

El ocio

Otro problema que tenían los tesalonicenses era el ocio (1 Ts. 5.14; 2 Ts. 3.6-13). Parecía que su
obsesión con el futuro los había hecho descuidar el presente aun hasta el punto de abandonar sus
trabajos (2 Ts. 3.6-15). Pablo los amonesta en cuanto a su descuido (2 Ts. 3.6,12,14), estableciendo
el ya conocido mandamiento: "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Ts. 3.10). Para el
apóstol, tanto la mutua responsabilidad como la productividad eran cosas esenciales para un
cuerpo activo de la iglesia del Nuevo Testamento.

Es muy posible que hoy estemos repitiendo una forma mutante de la iglesia del Nuevo
Testamento. El ocio es nuestro problema, como éste lo era de Tesalónica. Hoy hay muchos que
quieren participar de los beneficios de la iglesia sin hacer ningún sacrificio. Tenemos a esos que
gozan de "comer" pero no de "trabajar". Para hablar más claro, es malo comer y no trabajar.
Cuando los individuos únicamente quieren disfrutar de los momentos agradables en la iglesia,
pero no hacen ninguna contribución para los gastos, entonces ellos son personas deshonestas con
las cuales no hay que tener comunión (2 Ts. 3.6,14).

La esperanza

Pero de todas las características de la iglesia de Tesalónica, la más sobresaliente era su


preocupación por la segunda venida de Cristo. Para los tesalonicenses era más importante la vida
al final que la vida del tiempo presente. Exhibían perseverancia en su fe (hupomone, 1 Ts. 1.3), lo
cual Pablo alababa (1 Ts. 1.2) y a la cual hizo referencia al corregir la mucha preocupación que ellos
tenían (1 Ts. 4.13). La firme esperanza cristiana que ellos tenían era la lente a través de la cual
ellos podían ver los enigmas y las crisis de la historia, y contemplarlos a la luz de los juicios eternos
de Dios (2 Ts. 1.5-12).

En nuestra era se necesita con urgencia el ejemplo de una iglesia de esperanza. No queremos decir
con esto que es bueno escapar al futuro, a lo "extraterrestre" para olvidarnos del presente. Más
bien hablamos de tener una visión tan clara de la eternidad, que haga de cualquier momento del
presente algo precioso (1 Ts. 5.1-10; véase Efesios 5.16). Una iglesia que tenga tal esperanza
cuenta con un poder firme ante toda tormenta de la vida. Y una comunidad que cuente con una
iglesia bíblica como esa, es una comunidad que tiene un ancla afianzada en la eternidad (Hebreos
6.18).

Conclusión

En suma, vemos que había debilidades en la antigua iglesia de Tesalónica. Particularmente, su


problemática era su duelo excesivo por los muertos y el ocio de que adolecían es espera de la
segunda venida de Cristo.

Por otro lado, hay muchas cosas buenas de la iglesia de Tesalónica que hacen falta hoy con
urgencia. Necesitamos la característica cualitativa que corresponde a una fortaleza en fe, amor y
esperanza. Sólo así podremos satisfacer los requisitos que exige Pablo. Pero más que todo
necesitamos la fuerte resolución que se mostraba en la fe y esperanza que los tesalonicenses
tenían en la segunda venida de Cristo. Cuando el fin se haga tan real para nosotros como lo es el
presente, entonces estaremos restaurando verdaderamente la iglesia del Nuevo Testamento. El
"mañana" de Dios se convertirá en el "hoy" dinámico de nuestra iglesia.

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