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Tanto Camacho, Sthal y Kalbermater pueden ser considerados como los precursores de
la liberación espiritual y social del campesino puneño. Ellos se resistieron a creer en el
determinismo; pues, las circunstancias no son limitantes para permanecer en la
ignorancia. Por esa razón podemos catalogarlos como los prototipos de la superación,
decisión, coraje y valor. Estuvieron dispuestos de pagar el precio de lo que significa
luchar por un ideal que requiere entrega y pasión para derribar barreras y muros
infranqueables.
Estos pioneros obraron en un tiempo cuando la educación estaba vedada a las
multitudes campesinas por la mezquindad de malos peruanos. Muy a pesar de esa
realidad, la obra educativa creció, se fortaleció y resistió como el ichu ante las
inclemencias de la naturaleza. Además, la educación adventista contribuyó al cambio
decidido del hombre como un todo y hacia una tolerancia civilizada para eliminar de la
constitución política la exclusividad religiosa.
Las escuelas adventistas son los medios donde el ser humano experimenta la
transformación integral por la obra milagrosa del poder del Espíritu Santo con maestros
comprometidos para continuar la historia, en un clima de fraternidad y paz. Un sistema
donde la filosofía, la epistemología y la teología hacen la diferencia.
En consecuencia, al hacer esta remembranza, en el Centenario de la Educación
Adventista en el Perú, podemos visualizar a estos pioneros como paradigmas de valor,
coraje y entrega. Creo que la mística que caracterizó a los pioneros fue contagiosa y
fructífera; por eso, aquella Escuela de Utawilaya al multiplicarse en centenares de
instituciones educativas patrocinadas por la Iglesia Adventista, actualmente, contribuye
en el desarrollo social, cultural, económico y religioso del pueblo peruano, albergando a
más de 25000 estudiantes en sus aulas.