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1. Orígenes:
Los milleritas, que eran conocidos como adventistas, fueron todos seguidores de
William Miller, granjero del estado de New York, en los estados Unidos, y
ministro licenciado de la Iglesia Bautista que se destacó por su énfasis en la
predicación del retorno de Jesucristo. Miller estudió detenidamente la Biblia por
más de quince años y a lo largo de ese período utilizó las Escrituras como su
propio intérprete.
“Entre esos dos polos, la cruz y el glorioso retorno del Señor, Cristo actúa como
sacerdote real ‘de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el
hombre’ (Hebreos 8:2), abogado (1 Juan 2:1) e intercesor de aquellos que creen
en Él (Romanos 8:34). Como nuestro sumo sacerdote, Cristo ministra los
beneficios de su sacrificio a aquellos que van a Él, un ministerio tan esencial
para nuestra salvación como su muerte sustitutiva”.
De esa manera el gran chasco del 22 de octubre de 1844 se convirtió en un
mensaje poderoso. Es verdad que Jesús no vino como los milleritas pensaban.
Pero, un pequeño grupo de creyentes decepcionados descubrió nueva luz bíblica:
la verdad de que Cristo entró en la fase final de su ministerio sumo-sacerdotal en
el santuario celestial, después del cual Él volverá finalmente para redimir a su
pueblo.
h. Hiram Edson: era un laico, más tarde ordenado, de Port Gibson, Nueva York.
Él fue el pionero responsable por presentar, entre los que se convirtieron en
Adventistas del Séptimo Día, un entendimiento más profundo del santuario y
su limpieza. Edson no solamente era un estudiante bíblico pensativo y un
ayudante evangelístico sincero, sino también un contribuyente abnegado,
poniendo sus posesiones en el edificio de la iglesia que él amaba. Hay una
granja de Edson en la parte norte de Nueva York.
i. Enrique Fenner: Harry Fenner y Lutero Warren fueron dos jóvenes que sin
saberlo realizaron sentaron las bases del ministerio juvenil adventista. Su
idea de hacer las reuniones y el evangelismo para la juventud dio poco a poco
grandes resultados que han sido de grandes bendiciones para todos. La
primera reunión de jóvenes organizada fue en 1879 cuando Harry Fenner
(edad 16) y Lutero Warren (edad 14) organizaron reuniones en Hazelton,
Michigan, para promocionar obra misionera, recaudar fondos para literatura
misionera y para fomentar la causa de temperancia.
j. Eduardo Francisco Forga: nació en Arequipa, en marzo de 1871. Cursó estudios en. Suiza
y Alemania, donde recibió el título de Ingeniero de Minas, para luego volver a su ciudad natal en
el año 1896, encontrando un entorno religioso obscuro y lleno de hipocresía y maldad. Por lo
que inicio con traducciones de panfletos sobre temperancia, hidroterapia y salud para
distribuirlos a quienes estuvieran interesados. Casi 100 mil panfletos fueron distribuidos y por su
influencia el gobierno peruano organizo el congreso antialcohólico en 1903. A su vez abogo por
la promulgación de una ley de libertad religiosa, también vigoroso promotor de la reforma pro-
salud.
k. Alonzo Trévier «A.T.» Jones/ Ellet José «E.J.» Waggoner: fue un ministro,
editor y autor. A la edad de 20 años se alistó en el ejército y durante tres
años sirvió a su país. Le encantaba leer grandes obras históricas,
publicaciones adventistas del séptimo día y la Biblia. Después de ser dado de
alta del ejército en 1873, fue bautizado y comenzó a predicar en la costa
oeste para la iglesia. En mayo de 1885 se convirtió en editor asistente de la
revista Signs of the Times (Señales de los tiempos), y unos meses más tarde
él y E. J. Waggoner se volvieron en editores. Ocupó esta posición hasta 1889.
Desde 1897 hasta 1901, fue jefe de redacción de la Review and Herald. Él fue
reconocido como el orador de la denominación más destacado de la libertad
religiosa. Su asociación con el Dr. J. H. Kellogg en 1903, quien estaba
buscando activamente para separar el Sanatorio de Battle Creek desde el
control de la denominación, dio lugar a la separación del empleo de la
denominación y, por último, la pérdida de la membresía de la iglesia.
l. Charles M. Kenney: Como joven, Charles Kinney trabajó para llegar a Reno,
Nevada. Después de asistir a reuniones evangelísticas conducidas en ese
lugar por el anciano J. N. Loughborough, Kinney aceptó la fe adventista. Más
tarde asistió a la Universidad de Healdsburg, en California y entonces se
convirtió en colportor en Kansas. En 1889, Kinney empezó a trabajar en
Louisville, Kentucky. El mismo año en que fue ordenado al ministerio,
aparentemente siendo el primer Adventista del Séptimo Día de color en ser
ordenado. El Anciano Kinney se retiró en 1911.
m. Jorge King: era un pionero que desarrolló la idea de ventas por subscripción a
libros adventistas. Un nativo de Canadá, vino a los Estados Unidos cuando
era un hombre joven y aceptó las creencias adventistas y deseaba ser un
predicador. Como él tenía un trastorno del habla, fue animado a tratar de
vender tratados, revistas y libros adventistas. Por toda su vida era un
reclutador entusiasta e instructor para otros colportores.
n. Urías Smith: fue un editor y autor que dio 50 años de servicio a la causa
adventista del séptimo día. A los 13 años, su pierna izquierda fue amputada
por encima de la rodilla debido a una infección. En 1863, él patentó un
modelo mejorado de la pierna artificial con articulaciones en la rodilla y el
tobillo totalmente flexibles. Se convirtió en un adventista que guardaba el día
de reposo en 1852. Escribió poemas y artículos que se imprimieron en la
Review and Herald, y en 1853 se unió a su hermana, Ana, como trabajador en
la oficina de la Advent Review y Sabbath Herald en Rochester, Nueva York .
Fue uno de los escritores más fluios para la denominación joven. Su pluma
podría ser incisiva. Él es mejor conocido por el libro de Daniel y Apocalipsis.
En 1874, patentó un pupitre con un asiento plegable mejorado. Las últimas
palabras que escribió, en 1903, a la Asociación General personificaron su
propósito de toda la vida: «Estoy con usted en el esfuerzo para enviar en esta
generación este evangelio del reino, para testimonio a todas las naciones. Y
cuando esto se haya cumplido, será la señal para la coronación de nuestro
Rey venidero.»
p. Jaime White: uno de los fundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día,
fue el quinto de nueve hermanos. Fue bautizado a los 15 años en la
denominación llamada Conexión Cristiana, a la que pertenecían sus padres.
Después de enseñar durante dos inviernos oyó del movimiento milerita y fue
persuadido para asistir a una reunión. Él estaba convencido de la importancia
de lo que había oído y de la brevedad del tiempo. Renunció a su escuela para
unirse en proclamar el mensaje del advenimiento. Él sufrió intensamente
durante la Gran Chasco de octubre de 1844, pero se aferró de la confianza a
la Palabra de Dios. Se casó con Elena Gould Harmon el 30 de agosto de 1846
y, poco después, los dos de ellos comenzaron a guardar el séptimo día
sábado. Escribió aliento a los creyentes y trabajó para difundir el evangelio
del pronto regreso de Cristo hasta su muerte en 1881.
a. El Gran Chasco (22 de octubre de 1844) El día de la Gran Chasco fue cuando
Cristo no vino de la manera como los que esperaban Su venida habían
calculado y esperado con mucha oración.
Un grupo pequeño de los decepcionados volvió a estudiar las escrituras con más
intensidad a fin de buscar comprender el evento profético. No demoró mucho
para concluir que, aunque la fecha de 22 de octubre de 1844 fuera correcta, el
evento estaba errado. Esos creyentes entendieron que el santuario a ser
purificado no estaba en la tierra sino en el cielo. Jesús había entrado al lugar
santísimo del santuario celestial para iniciar su obra de juicio. Como Ellen G.
White declaró más tarde: “El asunto del santuario fue la clave que aclaró el
misterio del chasco de 1844”
El 21 de mayo de 1863, una junta selecta compuesta por ocho delegados elaboró
una constitución que esbozaba la estructura de lo que se convertiría en la
Asociación General (AG) de los Adventistas del Séptimo Día.
La ley natural que Dios nos ha dejado consta de ocho factores que ayudan a
mantener una vida saludable e incluso a curar muchas enfermedades.
Agua.
Descanso.
Ejercicio.
Luz del sol.
Aire.
Nutrición adecuada.
Temperancia.
Esperanza.
De las visiones dadas a Elena de White, una de las más recordadas fue la del 6
de junio de 1863, en Otsego, Michigan: la visión de la reforma pro salud.
Muchos que han presenciado estas cosas a menudo han deseado que se diese
una descripción de la sierva de Dios cuando se halla bajo la influencia del
Espíritu Santo: la iluminación del semblante, los gestos delicados de las manos,
la dignidad que acompaña a cada movimiento, la entonación musical de la voz
que suena como a la distancia, y muchas, muchas otras cosas que a un testigo
presencial le dan confianza en su origen celestial... Ella estuvo en visión unos
cuarenta y cinco minutos.
Vi que ahora debiéramos cuidar en forma especial la salud que Dios nos ha dado,
porque todavía no hemos completado nuestro trabajo. Aún debiéramos dar
nuestro testimonio y ejercer influencia
¿Quién tenía razón? Por supuesto, ambos estaban en lo cierto. Ambas leyes
llevan a Cristo. Ocho años después, en 1896, Elena White escribió: «El Espíritu
Santo está hablando especialmente de la ley moral en este texto [Gal. 3:24],
mediante el apóstol. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra
necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz». En 1888, sin
embargo, se rehusó a dar una respuesta, acaso porque tampoco la sabía.
Hasta 1888 se creía mayormente que la justicia aceptable a Dios podía ser
lograda (con la ayuda del Espíritu Santo, por supuesto) por la obediencia a los
mandamientos. En otras palabras, se veía a la santificación como la base de la
salvación.
La obra de Cristo en la justificación era vista mayormente en relación con los
pecados del pasado. Un artículo no firmado, en los primeros números de la
revista Signs, expresaba: «Como todos han violado la ley de Dios y no pueden
por sí mismos obedecer sus justos requerimientos, dependemos de Cristo, en
primer lugar para nuestra justificación de las ofensas del pasado y, en segundo,
para obedecer por gracia su santa ley en el futuro».
Pero entonces apareció Waggoner y dijo: (1) la obediencia del hombre jamás
puede satisfacer la ley divina; (2) la justicia imputada de Cristo por sí sola es la
base de la aceptación de Dios por nosotros; y (3) necesitamos estar cubiertos
constantemente por la justicia de Cristo, no solo por causa de nuestros pecados
pasados.
Después del congreso Elena White se unió a Jones y Waggoner para comunicar
el mensaje de la justificación por la fe a las iglesias. Fueron a reuniones
netamente espirituales, a reuniones de obreros y a escuelas bíblicas, de una
costa a la otra de los Estados Unidos. En 1889 ella escribió: «Jamás he
presenciado semejante obra de reavivamiento, que al mismo tiempo esté libre de
cualquier excitación indebida».7 Después de Minneápolis se produjeron muchos
libros sobre el tema de la justificación por la fe, como por ejemplo El camino a
Cristo y El Deseado de todas las gentes.
A.G. Daniels ayudó a liderar un cambios para crear uniones en 1901, lo que
permitió que muchas decisiones que afectaban principalmente a un campo local
las tomaran los líderes dentro del campo. Esto dejó las decisiones globales a la
Asociación General e incluso eventualmente condujo a un enfoque basado en
delegados para la toma de decisiones acerca de temas tales como las creencias
fundamentales que definen el adventismo.
Elena de White había advertido que era necesario que hubiera más personas
involucradas en el proceso de toma de decisiones y que tener todos los «brazos»
principales de la iglesia trabajando todos en una ciudad no era la «sal y la luz»
que Dios quería. El Sanatorio de Battle Creek (médico) se quemó el 18 de febrero
y la Review and Herald (publicación) se quemó el 30 de diciembre, ambos en el
mismo año: 1902.
Casi diez años después de ese Gran Chasco, el pequeño remanente se había
convertido en casi 1,000 creyentes. Y aunque todavía no tenían un nombre
oficial, tenían un periódico oficial llamado La Revista Adventista y el Heraldo del
Sábado. En la primera página del número del 15 de agosto de 1854 de esa
publicación, se imprimió una breve declaración que enumeraba
cinco «Doctrinas principales enseñadas por la Revista». La lista incluía:
Se tienen noticias de que por el año de 1904 llegó a Monterrey una colportora de
origen norteamericano, de quien se ignora nombre y procedencia, pero que
sembró muchas páginas con la semilla de la verdad.
En julio de 1849, Jaime White colocó algunas copias de “La Verdad Presente” en
un maletín prestado y caminó unos trece kilómetros hasta la oficina de correos
en Middletown, Connecticut, Estados Unidos. Estaba dando los primeros pasos
hacia lo que eventualmente se convertiría en un ministerio global de
publicaciones.
“Cuando Dios está detrás de algo, lo que parece imposible es en realidad solo
una oportunidad para que el Espíritu Santo obre un milagro”, dijo Wilmar Hirle,
actual director asociado del Ministerio de Publicaciones de la iglesia mundial.
Esa revista llegó a ser lo que el historiador adventista George Knight identificó
como “probablemente el instrumento más eficaz tanto para reunir como para
unir al cuerpo de creyentes que llegarían a convertirse en los adventistas del
séptimo día de la década de los 1860”.
En esa visión, Elena G. White dijo que Dios le dio el mensaje a su esposo Jaime,
que debía “imprimir un pequeño periódico y repartirlo entre la gente”. A pesar de
las luchas financieras de la pareja, Elena dijo que se le había asegurado que por
medio de la fe, de ese comienzo “brotarían raudales de luz que habrían de
circundar el globo”.
Los primeros números de “La Verdad Presente” fueron una plataforma desde la
cual los dirigentes de la iglesia aclararon lo que había ocurrido en 1844,
discutieron las doctrinas que surgían, tales como los Mensajes de los Tres
Ángeles; pero, sobre todo, la develación de la doctrina del sábado, que impulsó a
la iglesia a lanzar su primera casa publicadora.
Jaime y Elena White, entre otros de los primeros fundadores de la iglesia, se
preocupaban cada vez más por el hecho de que una revista que proclamaba la
observancia del sábado fuese impresa por un editor que con frecuencia
trabajaba el sábado, explicó W. Hirle.
Así que en 1853, los adventistas de entonces tomaron el voto de establecer una
casa publicadora en Nueva York. Era una casa en todo el sentido de la palabra,
pues los dirigentes de publicaciones vivían y trabajaban juntos en una casa
rentada en Rochester. El pionero adventista, Hiram Edson, quien recientemente
había vendido su granja, prestó el dinero de la venta para comprar una prensa
manual Washington. Le llevó a la máquina tres días para producir una copia de lo
que entonces se llamaba “The Second Advent Review and Sabbath Herald”
(Revista del segundo advenimiento y heraldo del sábado).
Sin el dinero para comprar una guillotina para cortar el papel, se dice que el
pionero adventista Urías Smith cortaba el filo de las revistas con su propia
navaja de bolsillo. Años más tarde, escribió lo siguiente: “Nos ampollamos las
manos en la operación y con frecuencia la forma de esos panfletos no era ni la
mitad de alineada y derecha que las doctrinas que enseñaban”.
Para 1903, la Iglesia Adventista había penetrado en 70 de los países del mundo.
Dice W. Hirle: “En muchos de esos lugares [la iglesia] estableció presencia
porque un colportor estaba dirigiéndola”.
d. Revista Libertad
f. La Verdad Presente
Los primeros números de “La Verdad Presente” fueron una plataforma desde la
cual los dirigentes de la iglesia aclararon lo que había ocurrido en 1844,
discutieron las doctrinas que surgían, tales como los Mensajes de los Tres
Ángeles; pero, sobre todo, la develación de la doctrina del sábado, que impulsó a
la iglesia a lanzar su primera casa publicadora.
g. El Instructor de Jóvenes
En 1852 Jaime White funda el Youth’s Instructor con lecciones bíblicas para los
jóvenes. Se publicaba cada 4 ó 5 semanas y contenía 4 ó 5 lecciones bíblicas.
El Instructor de Jóvenes era el nombre de la primera revista de los adventistas
para la juventud. Después fue renombrado a Junior Guide [Guía Menor] y
después Guide Magazine [Revista Guía], que todavía se publica hoy.
5. Organización de la Iglesia.
Esta es la historia del Congreso General más importante celebrado hasta ahora
por los Adventistas del Séptimo Día, la historia de una crisis en la que vemos
cómo Dios guió a su pueblo por medio de su mensajera. Es la historia de un
grupo de hombres y mujeres fervientes que procuraban conocer la voluntad de
Dios y andar en sus caminos, aceptar la luz que recibían día tras día y seguir
adelante en la reconstrucción de la organización de la iglesia haciendo frente a
una evidente necesidad en armonía con la luz que les fue dada para nuestra
orientación y dirección, pero no para reemplazar la fe, el estudio ferviente, el
trabajo diligente o la iniciativa.
Durante casi cincuenta años había cierta forma de organización entre los
adventistas del séptimo día. Al principio nuestros pioneros tenían temor de
organizarse porque habían sido testigos de la decadencia espiritual de distintas
iglesias protestantes que los rodeaban y se temía que la organización causar
formalismo. Pero en respuesta a los mensajes presentados a este pueblo por
medio de Elena de White en el año 1850 y en años subsiguiente, nuestros
pioneros realizaron intentos de organización. Al principio dicha organización fue
muy sencilla, pero más tarde sus objetivos fueron presentados por Elena de
White en las siguientes palabras:
“Al aumentar nuestro número se hacía evidente que sin alguna forma de
organización reinaría mucha confusión y la obra no se llevaría adelante con
éxito. Para proveer sostén al ministerio, para llevar adelante la obra en otros
campos, para proteger tanto las iglesias como el ministerio de miembros
indignos, para mantener las propiedades de la iglesia y proclamar la verdad por
medio de la prensa, y para muchas otras iniciativas, la organización era
indispensable”. Testimonies to Ministres, Pág. 36
“Aquí hay hombres que están al frente de nuestras diversas instituciones, de los
intereses educacionales y de las asociaciones en diferentes lugares y Estados.
Todos éstos deben ser hombres representativos, con voz y voto paras moldear y
trazar los planes que deben ser llevados a cabo. Debe haber más de uno o dos o
tres hombres para dirigir la obra del vasto campo mundial. La obra es grande y
no hay mente humana que pueda planear la obra que necesita se hecha… “De
acuerdo con la luz que he recibido, exactamente cómo se cumplirá, no puedo
decirlo. Debe robustecerse la fuerza directiva de la Asociación General. “Dios
quiere que os convirtáis para que él pueda ayudarnos para que esta obra vaya
adelante. El es poder para su pueblo cuando ellos se someten. Debe haber una
renovación, una reorganización; deben introducirse el poder y la fuerza que son
necesarias en las juntas…
Los adventistas del séptimo día se organizan a través de cuatro niveles, desde
cada miembro individual hasta la organización global:
c. Tabernáculo de los Diez Centavos: El Tabernáculo de Batlle Creek es uno de los templos más
famosos de la historia adventista. Según los registros, en 1898, cada sábado tenían la
asombrosa cantidad de ¡183 clases de Escuela Sabática! En ese lugar se celebraron algunas
de las reuniones más trascendentales de nuestra iglesia, entre ellas el memorable Congreso de
1901. Dwight L. Moody y su cantante Ira David Sankey se presentaron en él. ¿Cómo se
construyó ese suntuoso e histórico lugar?
La sugerencia de erigir un edificio que sirviera como templo y auditorio para las reuniones de la
iglesia fue hecha por Jaime White y su hijo Edson. El asunto se llevó a la Junta de la Asociación
General en marzo de 1878, y dicho comité acordó iniciar la construcción. Solo tenían que resolver
un pequeño problema: la iglesia no tenía dinero. Sin embargo, como Dios es el dueño de la plata y
del oro (Hageo 2:8), él buscó la manera de proveer los recursos necesarios para la construcción. ¿Y
cómo lo hizo? Los hermanos crearon un plan que consistía en separar mensualmente una dime -
una moneda de diez centavos- y donarla para el proyecto. ¿Tan poco? Sí, solo diez centavos al
mes. El 19 de agosto de 1879 se dio inicio a la construcción y al año siguiente fue inaugurado.
¿Cuánto se invirtió en esa magnífica edificación? La friolera suma de 26.275 dólares. Y todo
comenzó con una moneda de diez centavos. Por eso el Tabernáculo de Batlle Creek también fue
conocido como el Tabernáculo de los diez centavos.
d. Norsk Bokforlag: Norsk Bokforlag era una casa publicadora noruega establecida en 1932.
e. Nave Misionero Pitcairn: La Pitcairn era una nave construida como una goleta, reinstalada como
un bergantín, y utilizada por los adventistas para el transporte de los misioneros a través del
Océano Pacífico desde 1890 a 1900. La nave fue pagada por ofrendas de la Escuela Sabática e
hizo seis viajes misioneros cuyos misioneros establecieron misiones en muchas de las islas del
Pacífico Sur. El primer viaje fue directamente a la isla de Pitcairn, llegando allí el 25 de
noviembre de 1890. Pitcairn era una isla en posesión británica en el sureste del Océano
Pacífico, alrededor de 5.600 kilómetros al este de Nueva Zelanda. Debido a que el
mantenimiento del buque era caro, la Pitcairn fue vendida en 1900, durante el tiempo que las
conexiones a las islas por barcos de vapor habían mejorado.
i. Benevolencia Sistemática: El Espíritu de Profecía nos muestra que uno de los planes
financieros de Dios es que participemos en lo que se llama "Benevolencia Sistemática".
Benevolencia sistemática es cuando le damos a Dios el diezmo (10%) regularmente, y un
porcentaje adicional como ofrenda, por ejemplo, 10% o el 5% como ofrenda de amor.
“Esto dejó a las sociedades de tratados de las asociaciones con la función especializada de
servir como distribuidoras de las casas publicadoras. En 1924, cuando su esfera de influencia
ya había superado la etapa de pequeñas distribuidoras de literatura, se les cambió el nombre a
Agencias de Publicaciones. Estas agencias están ahora establecidas en todo el campo
mundial”.
k. Universidad de Montemorelos
l. La Voz de la Esperanza
a. Visión (06 de junio de 1863): De las visiones dadas a Elena de White, una de
las más recordadas fue la del 6 de junio de 1863, en Otsego, Michigan: la
visión de la reforma pro salud.
Muchos que han presenciado estas cosas a menudo han deseado que se diese
una descripción de la sierva de Dios cuando se halla bajo la influencia del
Espíritu Santo: la iluminación del semblante, los gestos delicados de las manos,
la dignidad que acompaña a cada movimiento, la entonación musical de la voz
que suena como a la distancia, y muchas, muchas otras cosas que a un testigo
presencial le dan confianza en su origen celestial... Ella estuvo en visión unos
cuarenta y cinco minutos.
Vi que ahora debiéramos cuidar en forma especial la salud que Dios nos ha dado,
porque todavía no hemos completado nuestro trabajo. Aún debiéramos dar
nuestro testimonio y ejercer influencia
2. Visiones: La Iglesia Adventista del Séptimo Día cree que Elena G. White
recibió visiones de Dios similares a aquellas recibidas por los profetas
Bíblicos. En esas ocasiones, mientras estaba totalmente inconsciente de lo
que pasaba a su alrededor, Dios le daba la información
sobre una variedad de tópicos. Esto era pasado a la iglesia durante su vida a
través de presentaciones habladas al público en reuniones eclesiásticas o en
comités individuales y juntas de iglesia, a través de cartas privadas escritas
a individuos específicos a quienes daba consejo, o a través de muchos libros
escritos. En su experiencia temprana, las visiones de la señora White eran
frecuentemente durante las horas tempranas del día y duraban desde pocos
minutos hasta cuatro horas. Estas visiones tempranas eran generalmente
acompañadas por fenómenos físicos destacados, vistos por muchas personas
presentes mientras ella estaba en visión: sus ojos se quedaban abiertos, no
respiraba, la fuerza de su cuerpo la dejaba y estaba totalmente inconsciente
de lo que pasaba a su alrededor la mayor parte del tiempo que duraba la
visión. Los pioneros nunca tomaron estos fenómenos físicos como una
prueba primaria del
origen divino de la visión, pero sentían que eran evidencia secundaria de que
Dios guiaba a la
señora White. La prueba real de la genuinidad de las visiones era el contenido
de los mensajes junto con los resultados en vidas cambiadas que ocurrían
cuando el consejo era seguido. En años subsecuentes, las visiones de la
señora White se convirtieron en sueños proféticos durante la noche, aunque
ella nos dice que el mismo ángel mensajero venía en estas visiones
nocturnas como se le había presentado en las visiones diurnas. Los
Adventistas del Séptimo
Día no colocan las visiones de Elena White al mismo nivel de la Biblia, aunque
siempre hemos enseñado y creído que ambas vinieron de Dios. Ella misma dio
a sus visiones como la luz menor dada por Dios para llevarnos a la luz mayor
La Biblia.
3. Gorham, Maine: Fue aquí donde dos gemelas, Elena y Elizabeth Harmon
nacieron en Noviembre 26, 1827, en la casa de Robert y Eunice Harmon.
Elena más tarde se casaría con el Anciano Jaime White; ella vivió hasta 1915.
Su hermana gemela se casó con Reuben Bangs, un comerciante en Gorham;
ella vivió en esa área hasta su muerte en 1891.
4. Mensajera del Señor: Esto fue el título que Elena White aplicó a su propia persona, más que
referirse a sí misma como profeta. En 1906 ella explicó por qué usaba este término para
describir el trabajo para el cual Dios la había llamado. "Temprano en mi juventud se me
preguntaba muchas veces: ¿eres un profeta? Siempre respondía, soy una mensajera del Señor.
Sé que muchas me han llamado profeta, pero no he hecho reclamo de ese título. Mi Salvador
me declaró Su mensajera. "¿Por qué no reclamo el título de profeta? Porque en estos días
quien clama que es profeta son un reproche a la causa de Cristo; y porque mi trabajo incluye
mucho más de lo que la palabra profeta significa"
5. Serie Conflicto de los Siglos: La serie de cinco libros que narra la historia del gran conflicto
entre Cristo y Satanás desde el tiempo antes de la creación cuando Satanás cayó, hasta que la
tierra nuevamente es renovada después del milenio y el pecado es finalmente destruido. Los
cinco libros en la "Serie del Conflicto de los Siglos" y sus fechas de publicación son los
siguientes: "Patriarcas y Profetas 1890)", "Profetas y Reyes (1917)", "Deseado de todas las
Gentes (1898), "Hechos de los Apóstoles (1911) y "El Gran Conflicto (188, 1911)".
6. Patrimonio de Elena G. de White, Inc: Cuando Elena White escribió su testamento en 1912,
dejó su patrimonio literario a una junta de cinco líderes eclesiásticos, conocidos como el
Patrimonio de Elena G. White. Luego de su muerte en 1915, se organizó esta corporación por
separado. Sus manuscritos literarios permanecieron en California hasta 1938 cuando fueron
transferidos a las oficinas de la Conferencia General la cual estaba localizada entonces en
Washington, D.C. Hoy, 10 Fideicomisarios representando varios aspectos del trabajo mundial
de la iglesia continúan preservando los manuscritos originales, promoviendo las publicaciones y
traducciones de los libros de Elena White, y autorizando la preparación de nuevas
compilaciones de sus manuscritos no publicados tal y como ella lo estipuló en su testamento
7. Lovett’s Grove, Ohio: la más antigua edificación Adventista en Battle Creek es el hogar de
Jaime y Elena White en la Calle Wood No. 63-65. Construida en 1856, el Anciano y la señora
White vivieron aquí desde 1856 hasta 1863. Mientras vivía en esta casa Elena White escribió la
visión del Gran Conflicto que le había sido dada en Lovett"s Grove, Ohio en Marzo 14 de 1858.
Su primera escritura sobre la visión apareció en septiembre de 1858 en Dones
Espirituales Volumen 1, a veces mencionada como la primera edición del Gran Conflicto. Fue
en esta casa que el cuarto hijo de Jaime y Elena White, John Herbert White, nació en 1860.
Vivió menos de tres meses. También, mientras vivían aquí, la joven iglesia adoptó la
Benevolencia Sistemática en 1859, se escogió el nombre de "Adventista del Séptimo Día" en
1860 y se organizó la primera asociación local en 1861, la Asociación de Michigan.
8. “Sunnyside”: Fue el hogar de Elena de 1895 a 1900 en Australia, desde el mismo comienzo,
cuando comenzaron a elaborarse los planes para el uso de las 587 hectáreas (1.450 acres) de
la propiedad de Brettville, se calculó que algo de la tierra se vendería a familias adventistas.
Para julio de 1895 se rumoreaba que unas 49 hectáreas (120 acres) se estaban usando de
esta manera. El domingo 7 de julio por la mañana, Elena de White negoció para que se separe
de la propiedad la primera sección de esta tierra, 16 hectáreas (40 acres) en el lado norte del
terreno. Por esto ella pagó $1.350. “La razón por la que compro ahora —escribió— es para que
pueda proveer el dinero que ellos [los que están vinculados con la escuela] necesitan tanto
precisamente ahora”. Ella planeó dejar algo de la tierra como área boscosa, usar algo para
pastoreo, y algo para un huerto y un jardín. Por supuesto, se escogería un sitio selecto para la
ubicación de la casa.
Por algún tiempo ella sintió que debía tener su casa en una ubicación más propicia para su trabajo
de escribir que la casa alquilada, de tamaño grande, en Granville. Allí le parecía inevitable que
debía atender lo que parecía un “hotel gratuito”, con gente que iba y venía casi cada día. Ahora
decidió construir una pequeña cabaña donde no se le podrían hacer esas demandas. También
decidió cultivar una porción de su terreno para proveer una lección objetiva de lo que podía hacerse
en esa área en materia de agricultura. Estaban a mediados de julio, y averiguando se enteró de que
cualquier cosa que debía hacerse para plantar un huerto tenía que realizarse en las próximas pocas
semanas.
Cuando las 16 hectáreas (40 acres) entraron en su posesión, el primer paso para cultivar su
pequeña granja fue despejar la tierra para el huerto. Pronto se armaron en su propiedad tres carpas
de buen tamaño. La Sra. White y su nieta Ella vivían en una y también, gran parte del tiempo, una
de sus mujeres ayudantas. Otra de las carpas se usaba para cocinar y comer, y la tercera era
ocupada por algunos de los hombres (8 WCW, p. 31) que limpiaban el terreno y plantaban los
árboles. A medida que progresaba la construcción de su pequeña casa, Elena de White estaba
atenta para hacer mandados para los trabajadores a fin de ahorrarles tiempo. También escribía un
poco.
Comenzando casi desde la nada, a comienzos de agosto los hombres habían progresado
considerablemente en el trabajo de “la granja”, y se había puesto el fundamento para la casa (Carta
156, 1896). Su descripción del 28 de agosto del pequeño campamento en Sunnyside es
reveladora:
Estoy sentada en la cama escribiendo a las 3:30 a.m. No he dormido desde la 1:30. Ella May White
y yo somos las únicas ocupantes de una carpa familiar grande y confortable. Cerca está otra carpa
de buen tamaño, usada como comedor. Tenemos una choza tosca que sirve de cocina, y un
pequeño depósito de 1,5 por 1,5 metros (5 pies por 5 pies). Luego está otra carpa, que aloja a tres
de mis trabajadores. Le sigue un cuarto cerrado pero no terminado, para lavadero y taller. Ahora es
usado como dormitorio por dos hombres, el Hno. Shannon, mi maestro de obras, y el Hno. Caldwell.
Nosotros les damos comida a estos cinco hombres. Varios otros trabajan en el terreno que se
arreglan ellos mismos para su alojamiento y comida. Fannie Bolton ocupa otra carpa, bien arreglada
con su órgano y muebles. Como ven, tenemos un buen pueblito de carpas.
9. Testimonios para la Iglesia: Ahora un juego de nueve volúmenes de consejos para la iglesia
dados por Dios a Elena White, originalmente aparecieron como 27 testimonios numerados
individualmente, publicados durante los años 1855 al 1909. Contenidos en el juego, hay
consejos para individuos, grupos, así como para iglesias e instituciones. Algunos son muy
específicos en su naturaleza mientras que otros mensajes son de carácter general y tratan
los principios de la vida cristiana y la misión de la iglesia.
Salvador Marchisio ha sido reconocido como el primer laico adventista en México, quien en 1891
trajo por primera vez el mensaje adventista a México a través de la página impresa.
Salvador Marchisio nació el 2 de junio de 1855 en el norte de Italia. Creció en un hogar católico y
tuvo un hermano que era sacerdote. Vivió en Italia hasta 1876 y cuando tenía 21 años, viajó a
Nueva York con la idea de hacerse rico en los Estados Unidos. Al fallar en lograrlo, al menos en el
lapso que él esperaba, se estableció en Oakland, California.
De joven, Salvador Marchisio aprendió el oficio de sastre, con el cual se mantuvo durante su
estancia en Nueva York, Iola Kansas y Oakland, en los 14 años transcurridos desde su llegada a los
Estados Unidos. En 1892, cuando tenía 36 años y aproximadamente un año después de llegar a
México, fue a Battle Creek, Michigan, a tomar un curso de enfermería a fin de llevar a cabo más
eficazmente su obra entre la población mexicana. David Paulson fue uno de sus instructores. El
nombre de Salvador Marchisio aparece entre los enfermeros registrados prestando servicios en
México, entre 1866 y 1896.
Salvador Marchisio contrajo matrimonio con Kate Ross, quien trabajó en la oficina de la Tract
Society, ubicada en Battle Creek. Kate Ross era procedente de Nevada, Estados Unidos y se
graduó de la Escuela Secundaria Nevada en la década de los 1880 y de la Escuela de Educación
para Enseñanza Primaria de Storey County, en 1888. Enseñó en las escuelas de Storey County
hasta que se mudó con su madre y hermana Ella, a Battle Creek, Míchigan, en 1890. En Míchigan,
trabajó mayormente en instituciones de salud de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y en la
escuela en Battle Creek, hasta que fue a Guadalajara, México, a enseñar en una escuela misionera.
Es posible que Marchisio y Kate se hayan conocido en Battle Creek durante la estancia de él como
estudiante en el curso de enfermería, en 1892 y que tanto Kate y Salvador supieran de la existencia
de la obra en Guadalajara, que comenzó en 1893, porque las oficinas de la iglesia se encontraban
entonces ahí en Battle Creek.
Tiempo más tarde, ambos se convertirían en colaboradores en el cumplimiento de la misión, en
Guadalajara. De la unión de Salvador y Kate Marchisio, nació Iven Ross Marchisio, el único hijo que
tuvieron en el breve período de su matrimonio. Kate falleció a los 33 años en Iola, Kansas, el 30 de
octubre de 1901. Su hijo Iven murió un mes antes que ella, cuando tenía apenas 13 meses. Se
desconoce la fecha exacta del matrimonio de Salvador y Kate, aunque todo parece indicar que
contrajeron matrimonio en 1897, en la ciudad de Guadalajara, en el Estado de Jalisco, México. En
el obituario de Kate Ross Marchisio, se señala que la pareja había estado casada durante
aproximadamente cuatro años antes de su muerte. El Registro Iola señala que Kate pudo
permanecer viva durante las últimas semanas antes de su muerte, gracias a los cuidados tiernos e
incesantes de Salvador Marchisio.
El encuentro de Salvador Marchisio con la iglesia adventista ocurrió en el Hospital Santa Elena, en
California, al que acudió en busca de tratamiento para una enfermedad causada por trabajar
excesivamente. Su salud se había deteriorado y era necesario que hiciera cambios importantes en
su estilo de vida. Fue en Santa Elena en donde tuvo la oportunidad de escuchar acerca del Mensaje
de los Tres Ángeles, de labios de una persona prominente llamada Alonzo T. Jones. Aunque estuvo
resistiendo el mensaje durante dos años, después de entender la verdad más claramente, la aceptó
rápidamente con verdadera dedicación.
Con esa nueva luz regresó a Italia para dar a conocer el mensaje a sus familiares, pero fue
totalmente rechazado por su familia. Sin embargo, con el mensaje profundamente arraigado en su
corazón, regresó a Oakland y, estando allá, tomó la firme decisión de ir como misionero a México.
Sus amigos trataron de convencerlo de no ir; pero, ignorando sus voces y siendo la voz de Dios
más ponderosa que las otras voces, vendió todo lo que tenía, compró una buena cantidad del
libro El conflicto de los siglos y partió rumbo a la Ciudad de México, en una jornada de 5,000
kilómetros, en el verano de 1891. Salvador Marchisio llegó a México como misionero a la edad de
35 años. Fue el primer misionero adventista en México. Se dio cuenta de lo difícil que era vender,
no solamente libros en inglés, sino también libros en español, porque la gente pobre no tenía dinero
para comprarlos y muchos de ellos no podían leer. Una persona podía ganar 37 centavos al día y el
libro costaba 50 centavos; y los ricos nos estaban interesados en libros puramente religiosos
como El conflicto de los siglos, a menos que estuvieran autorizados por un sacerdote (aunque se
afirma que Salvador Marchisio vendió en tiempo récord 2,500 ejemplares). Aun así, sintió que no
estaba llegando a la gente a la que realmente quería alcanzar entre los mexicanos y decidió ir a
Battle Creek a tomar un curso de enfermería a fin de poder servirles mejor.
Al regresar de Battle Creek como enfermero, en 1893, fue a trabajar en Guadalajara con un grupo
de médicos que se encontraban ahí. Para 1897, se encontraba trabajando en Ameca
(reemplazando al Dr. Cooper, que se había ido a Ciudad de México) y que en aquel tiempo se
encontraba a unos 80 kilómetros y medio de Guadalajara. En ese lugar trabajó con su esposa Kate,
quien había venido de Battle Creek a trabajar en la escuela que se había abierto en
Guadalajara. Ahí en Guadalajara, Marchisio se familiarizó más con Kate y contrajeron matrimonio
en ese lugar. Residieron en Ameca hasta 1899, cuando él fue transferido a Ciudad de México con
su esposa Kate, el Pastor Caviness y el Hno. Plascencia. Fue durante 1897 a 1901 que fue
asignado a México, luego a España y también a Chile, lo cual aparentemente no cristalizó (la ida a
España y Chile), debido a la enfermedad y luego fallecimiento de sus esposa e hijo, ocurridos en
1901.
Ministerio y Revolución Mexicana
En 1899, cuando comenzó su labor en Ciudad de México, visitó a la gente yendo de casa en casa y
distribuyendo literatura en donde le era posible, leyendo la Biblia cuando se le presentaba la
oportunidad, tratando a los enfermos en donde se requería y dando pláticas sobre salud. Trabajó
ahí vendiendo libros en español: Cristo nuestro Salvador y El camino a Cristo. Vendió cien libros El
camino a Cristo en español, cincuenta de los cuales fueron quemados. Esta fue una de las más
dolorosas experiencias como misionero en México. En 1902 fue por primera vez a San Luis Potosí
como colportor, para unirse a los esfuerzos de A. G. Bodwell, otro colportor que sembró también la
semilla en ese lugar. Mientras trabajaba en la región de San Luis Potosí, enfatizando la práctica del
método seguido por Cristo a través del cual no solamente le enseñaba a la gente cómo encontrar a
su Salvador, sino también cómo construir viviendas (uno de sus primeros trabajos para ganarse a la
gente fue construir casas para 25 familias, poniendo incluso de su propio dinero para hacerlo). Y
cuando las personas a las que deseaba ganar para Cristo no tenían dinero, les daba un dólar.
Cuando alguien se enfermaba, hacía todo lo que podía en favor de esa persona. Si alguien
necesitaba un médico, él enviaba por uno y pagaba su honorario. Enseñaba también la forma de
preparar mejores platillos, cómo vestir a los niños y cómo hacerlo con sus propias manos.
La obra de Salvador Marchisio en México fue muy diversa. Prestó primeramente sus servicios como
colportor, luego como obrero bíblico y finalmente como ministro. En algunas ocasiones actuó como
traductor para los supervisores de la obra en México, tales como G. W. Caviness y otros que venían
a visitarlo. Escribió también varios artículos en donde informaba acerca de la obra que estaba
llevando a cabo en México.
Como ministro, a partir de 1920 y, a fin de visitar sus grupos de creyentes, utilizó el plan seguido por
los predicadores o ministros itinerantes metodistas, haciendo sus rondas cada dos o tres meses,
aunque por algún tiempo el país se encontraba en tal condición, que era imposible visitar los
grupos. Los lugares que Salvador Marchisio visitó, aun sin ser un ministro y realizando en ellos una
“labor espléndida”, fueron Moctezuma (aquí el misionero Marchisio ayudó a construir una capilla,
contribuyendo con recursos económicos para comprar diez vigas o travesaños), La Viznaga,
Barbecho, La Tapona y Mexquitic. En diciembre de 1912, con la presencia de creyentes en esos
lugares de San Luis Potosí, se llevó a cabo “la primera reunión general de creyentes” en México,
con aproximadamente cien observadores del sábado, además de otras personas interesadas en el
mensaje.
Alrededor de 1909, Salvador Marchisio también evangelizó Matehuala. Fue enviado por el Pastor
Caviness, porque había ahí personas interesadas en la verdad como resultado de la obra de un
colportor que había tomado suscripciones para la revista El Mensajero de la Verdad y que
solicitaron que viviera alguien a enseñarles nuestras verdades. Y en un lugar cercano, a poco más
de cuarenta kilómetros de ahí, en un rancho, muy poco tiempo después había trece personas
reunidas los sábados; y en la primera visita del Pastor Caviness, se bautizaron diez personas. Otras
seis se bautizaron más tarde y luego otras catorce, para un total de treinta.
Otro lugar en donde trabajó como colportor el misionero Marchisio, fue Mérida, Yucatán. Dejó ahí
muchos libros. Esto sucedió en 1907, en compañía de J. A. P. Green y nuevamente en 1913.
Trabajó ahí vendiendo suscripciones y libros pequeños. Debido a las difíciles circunstancias
causadas por la Revolución, en 1914, Salvador Marchisio se fue a trabajar por un tiempo en San
Antonio, Texas, con la esperanza de que mejoraran las circunstancias en el norte de México, en
donde había creyentes y muchos intereses. Hubo también un acuerdo en 1916, debido a las
mismas condiciones de incertidumbre en México, de que los misioneros que estaban en México se
trasladaran a Cuba, entre los cuales estaba Salvador Marchisio. Después de pasar varios meses en
Cuba (lo cual fue de gran beneficio para la obra en Cuba), el misionero Marchisio regresó a la
región de San Luis Potosí y, para 1917, ya se encontraba atendiendo grupos pequeños de
creyentes, pero no sin grandes dificultades.
En 1913, Salvador Marchisio informó que, durante la Revolución Mexicana, se destruyeron miles de
vías ferroviarias, se incendiaron estaciones ferroviarias y vagones de carga juntamente con todos
sus artículos y mercancías. Se mataba a la gente, se abusaba de las mujeres jóvenes y se las
llevaban. Eso hacía muy peligrosa la labor y era muy poco lo que se podía hacer. Había por lo
menos una banda de revolucionarios en cada Estado. Sin embargo, a pesar de esas condiciones,
dijo Salvador Marchisio: “No debemos desanimarnos por todo esto. Debemos predicar el evangelio
en México”. En tales condiciones peligrosas, el misionero Marchisio escapó varias veces de la
muerte. En una ocasión, los revolucionarios lo encontraron regresando de una de sus rondas
(visitando a los miembros de iglesia) y lo acusaron de ser un espía. Aunque les explicó que era un
misionero, ellos insistieron en que era un espía y que debía ser fusilado. Le pidieron que mostrara
su pasaporte y le dijeron que si no tenía nada con qué identificarse, iban a tener que fusilarlo.
Siendo que no tenía nada como lo que le pedían y sin saber qué hacer, les mostró un himnario en
español que traía en su bolsillo. Uno de aquellos hombres lo tomó, comenzó a leerlo y encontró en
él un himno que tocó su corazón. Lo leyó todo y dijo entonces: “Dejen libre a este hombre, pero
quiero quedarme con este pequeño himnario”. El jefe revolucionario le dio un pasaporte para evitar
futuros problemas. Pero al proseguir su camino, vio que se acercaba el bando contrario que era del
ejército de Victoriano Huerta. Él sabía que si ellos le encontraban el pasaporte otorgado por el otro
bando, lo iban a matar. Así que se deshizo de él. Y cuando le preguntaron quién era, les respondió
lo mismo que a los otros; que era un misionero. Pero ellos le dijeron: Tú has estado en el bando
enemigo. Eres un espía y tenemos que fusilarte. Se sentó sobre una piedra y oró. Al principio tenía
miedo. Entonces pensó: “Si es la voluntad del Señor que sea fusilado, entonces que así sea”.
Entonces se tranquilizó y sintió que no le iba a pasar nada. Y así sucedió. Lo dejaron ir.
Entre las muchas maravillas de conversiones de las que el misionero Marchisio tuvo la oportunidad
de testificar por escrito; se cuenta la del hombre que se oponía obstinadamente al evangelio y el
que cierto día, cuando trataba de quemar varios libros y un Nuevo Testamento, vio que ese Nuevo
Testamento no se quemaba, lo cual ayudó a hacer de este hombre un converso, recibir el bautismo
y luego convertirse en un activo obrero bíblico.
Últimos años
En un artículo escrito por Salvador Marchisio, erróneamente atribuido a J. P. Robles (corregido dos
meses más tarde por los editores), Salvador Marchisio narra que había bautizado a nueve personas
en San Luis Potosí, porque, para 1920, aparece ya como un ministro ordenado. En él informa que
los pequeños grupos de creyentes que estaban esparcidos durante la Revolución Mexicana, se
estaban reuniendo nuevamente, manteniendo encendida la luz hasta el máximo de sus
posibilidades. Narra entonces su gira por Tampico y una población cercana llamada Tampico Alto,
en donde había una pequeña congregación de personas de raza negra. En su artículo, muestra que
era el mejor momento para establecer una escuela industrial en Tampico Alto, con el entusiasta
apoyo de dos miembros de esa pequeña congregación, el Hno. y la Hna. Settle. Informaba también
que C. P. Martin había ido a San Luis Potosí, juntamente con su familia, para hacerse cargo de la
obra en ese Estado, supuestamente porque él ahora, como ministro, supervisaba ya una región
más grande.
La última gira del misionero Marchisio, antes de abandonar definitivamente la nación mexicana, fue
al Istmo de Tehuantepec, a finales de 1923. Lo acompañaba J. G. Pérez, un joven misionero nativo
que estaba a cargo de todas las compañías de creyentes en esas zonas, Su primer alto fue en
Jáltipan, Veracruz, en donde celebraron una reunión con más de cien personas. De allí se dirigieron
a Minatitlán en donde organizaron una nueva compañía de creyentes. De Minatitlán, partieron hacia
Coatzacoalcos (llamado en ese tiempo Puerto México), en donde bautizaron a tres coreanos. Hizo
entonces un viaje en canoa a lo largo del Río Coatzacoalcos, hasta llegar a Ixhuatlán de Madero, en
donde bautizó a 11 personas. Regresaron entonces a Santa Lucrecia (actualmente Jesús Carranza,
Veracruz) y de allí viajaron por otro río hasta Chalchijapan, en donde había una escuela que era al
mismo tiempo una iglesia y a la que dedicó, con más de setenta miembros presentes. Partió
entonces a Salina Cruz, Tehuantepec y a Ixtaltepec. En todos esos lugares había pequeños grupos
de creyentes. De Ixtaltepec, se dirigió a Tonalá, Chiapas (fue en Tonalá en donde permaneció
escondido en un rancho indígena durante tres meses y catorce días debido a la Revolución. En
Tonalá encontró a cinco personas listas para el bautismo y, antes de dejar Tonalá, bautizó a otras
quince.
Salvador Marchisio soportó muchas adversidades y peligros en México por causa de la verdad.
Después del tiempo que pasó escondido por los indígenas, su salud era precaria y, tan pronto como
pudo escapar, se dirigió a los Estados Unidos. Bajo el buen cuidado recibido en el hogar del Dr.
Swayze, en Los Ángeles, mejoró tanto, que ya tenía hechas sus maletas para regresar a México y
cumplir entonces con las múltiples solicitudes de sus hermanos y hermanas mexicanos que
deseaban su retorno. Requirió de una operación quirúrgica y, cuando parecía que ya había pasado
todo el peligro y estaba en vías de recuperación, un derrame cerebral terminó súbitamente con su
vida el 27 de febrero de 1925. El servicio funeral se llevó a cabo en la “Pequeña Iglesia de las
Flores”, en el Cementerio Forest Lawn, en Los Ángeles, conducido por F. H. Westphal y R. W.
Parmele. Su cuerpo fue sepultado junto a la tumba de George W. Caviness, con quien compartió la
labor en algunas partes de México.
Legado
Aunque Salvador Marchisio arribó a México como un obrero laico en 1891, no trabajó todo el tiempo
en forma independiente de la organización. En 1899, cuando acompañó a G. W. Caviness a Ciudad
de México, ya contaba con una credencial misionera otorgada por la organización a aquellos
obreros bíblicos y misioneros involucrados en el trabajo misionero activo. De acuerdo con datos
actuales, de 1910 a 1912, Salvador Marchisio aparece portando una licencia misionera. De 1913 a
1916, una licencia ministerial y de 1917 a 1924, una credencial ministerial.
En lo que concierne a su salario, (a partir de 1899), probablemente recibía diez dólares al mes, los
cuales frecuentemente compartía con la gente. Su interés no estaba puesto en el dinero. Ya para
1915, Salvador Marchisio se rehusó persistentemente a aceptar más de treinta dólares al
mes; compartía libre y gozosamente con los necesitados lo que tenía.
Salvador Marchisio es reconocido como el primer obrero laico adventista en México, quien en 1891
trajo a México por primera vez el mensaje adventista a través de la página impresa. Sin
publicaciones disponibles en español, vendió ejemplares en inglés de El conflicto de los siglos. Al
final de su largo periodo de servicio, que comprendió 34 años (en 1924), había 250 miembros
bautizados en todo México. Aunque su obra avanzaba más lentamente al principio, debido a los
grandes obstáculos que tuvo que afrontar, ya para 1929, solamente cinco años después de la
muerte de este honorable pionero, se contaba con 1,200 miembros bautizados y otros 1,200 que
guardaban el sábado y asistían a la Escuela Sabática a lo largo del territorio mexicano. Ese mismo
año, cuando D. A. Parson se hizo cargo de la labor en este campo, había solamente dos escuelas
sabáticas; pero para 1929, cinco años más tarde, había 115. De los 12 misioneros en México, por lo
menos en 1915, dos tercios de los conversos se atribuían a Salvador Marchisio y a
Godínez. Actualmente, la Iglesia Adventista del Séptimo Día en México cuenta con 761,802
miembros. Solamente la eternidad revelará el alcance de la labor de este hombre y de otros que
han puesto su vida en peligro predicando el evangelio en México.
Desde sus inicios, en Interamerica el Club de Conquistadores ha representado todo un éxito para la
Iglesia Adventista del Séptimo Día. Bajo el liderazgo del pastor Israel Leito, entonces director de
jóvenes de la División Interamericana, en marzo de 1983 se organizó el primer Camporee de
Conquistadores de la División Interamericana (DIA) en Oaxtepec, Morelos, México. Tendrían que
pasar quince años para que, bajo el liderazgo del Ptr. Alfredo García – Marenko, se celebrará el
Segundo Camporee de Conquistadores de Interamerica en 1998, esta vez en San Juan, Puerto
Rico.
Como parte de los eventos del camporee, las instituciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día,
tuvieron espacios para que conocieran sus actividades.
Alguna vez oí a un dirigente adventista asegurar que los clubes juveniles consolidan las labores de
la iglesia. Hoy creo que es una gran verdad. Toda la iglesia debiera invertir en los clubes para
consolidar el liderazgo de los jóvenes.
1. Historia # 1
Aunque no lo creas, los jóvenes de entre diez y quince años han desempeñado un papel muy
importante en la Iglesia Adventista. E.G. White tenía doce años cuando ya gozaba de una sólida
relación con Dios y decidió ser bautizada: Jhon N. Andrews tenía diez años cuando junto con su
familia empezó a escuchar las predicaciones de los “milleristas” y le impresionó mucho su mensaje;
Luther Warren tenía catorce años cuando decidió iniciar reuniones juveniles cristianas en su hogar.
Comienza la organización
Con el paso del tiempo, los dirigentes de la iglesia se dieron cuenta de lanecesidad de atender
mejor a los jóvenes. Así que para 1901 decidieron integrar las actividades juveniles al
Departamento de Escuela Sabática de la Asociación general (AG) bajo el liderazgo de la hermana
Flora Plummer. Gracias a ella, las Sociedades de Jóvenes empezaron a organizarse a lo largo de
todo el mundo.
En 1907, la AG consideró que era preciso que los jóvenes tuvieran un Departamento que atendiera
sus necesidades. Así que nombró al pastor Milton Kern como primer director de Jóvenes de la
Asociación General. A partir de ahí empezaron a configurarse las diversas actividades que,
posteriormente, formarían parte de lo que hoy es el Club de Conquistadores, como manuales
juveniles, el concepto del año bíblico y los clubes de lectura.
Un dato interesante es que para 1919, un hombre de Tennesse, A.W Spaulding, organizó un
pequeño grupo de jovencitos a los que llamó Mission Scouts (algo así como Exploradores
Misioneros) que practicaban el campismo y estaban dedicados a realizar buenas obras en su
comunidad. Además, tenían una Promesa y una Ley. Sin embargo, cuando Spaulding se mudó del
poblado el club desapareció. Pero la Promesa y la Ley fueron la base de lo que hoy son el voto y la
Ley de los Conquistadores.
Para 1920, la Asociación General eligió a la hermana Harriet Holt como directora de Jóvenes. Ella
amaba a la juventud y especialmente las actividades al aire libre. De ahí que se organizaran cada
vez más actividades en campo abierto. Además, creó dos niveles de desarrollo para los
adolescentes: Amigo y Compañero. Igualmente, dos niveles de liderazgo: Camarada y Maestro
Camarada. Entre los requisitos de estas clases estaban Salud y Sanidad, los cuales conducían a la
entrega de un Honor, que se otorgaba junto con otros quince tópicos vocacionales, que estuvieron
completamente listos hasta 1928, bajo la conducción del nuevo director de Jóvenes de la
Asociación General. Lester Bond.
En aquella época, una buena cantidad de dirigentes empezaba a organizar actividades al aire libre
por los jóvenes. En 192, W.J. Wilson, director de Jóvenes de la Asociación de Victoria, Australia,
organizó un campamento junto al río Yarra, cerca de Melbourne, con 14 asistentes. En 1926,
Grover Fattic, director de Jóvenes de la Asociación del Este de Michigan, organizó un campamento
de jóvenes en Town Line Lake; a partir de ahí, los campamentos fueron parte de su ministerio
juvenil. Pronto los campamentos empezaron a organizarse por diversas partes de los EUA.
2. Historia #2
Es importante que usted, siendo líder de la SJA, conozca un poco sobre la historia de la
sociedad y que entienda sus objetivos e ideales. Al principio en la historia de los Adventistas del
Séptimo Día, nuestra iglesia planificó para la instrucción religiosa de los jóvenes de nuestra
iglesia. Las primeras lecciones aparecen en el Instructor de Jóvenes, un diario publicado por
primera vez en 1852 por Jaime White. La primera reunión de jóvenes organizada fue en 1879
cuando Harry Fenner (edad 16) y Lutero Warren (edad 14) organizaron reuniones en Hazelton,
Michigan, para promocionar obra misionera, recaudar fondos para literatura misionera y para
fomentar la causa de temperancia.
La obra de los jóvenes en nuestra iglesia se extiende a través del país y alrededor del mundo.
En 1907, la Conferencia General aprobó la formación de un Departamento de Jóvenes y
delegaron a un director. La Sociedad de Misioneros Voluntarios (MV) creó un Calendario de la
devoción matutina y un curso de lectura MV fue adoptado. En 1978, el nombre fue cambiado a
Jóvenes Adventistas, pero la meta permanece igual: Involucrar a los jóvenes de nuestra iglesia
y comunidad en el esparcimiento de las noticias del regreso de Jesus y guiarlos al servicio de
Él.
3. Historia #3
En apenas un siglo y medio la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha crecido de un puñado de
personas, que diligentemente estudiaron la Biblia en búsqueda de la verdad, para una
comunidad mundial de más de ocho millones de miembros y, otros millones, que consideran la
Iglesia Adventista su hogar espiritual.
Doctrinariamente, los Adventistas del Séptimo Día son herederos del supra denominacional
movimiento Milleriano de la década de 1840. Aunque el nombre “Adventista del Séptimo Día”
haya sido escogido en 1860, la denominación no fue oficialmente organizada hasta el 21 de
mayo de 1863, cuando el movimiento incluía cerca de 125 Iglesias y 3.500 miembros.
Entre 1831 y 1844, Guillermo (William) Miller - un predicador Bautista y ex-capitán de Ejército de
la Guerra de 1812 - lanzo el grande despertar del segundo advenimiento, el cual eventualmente
se dispersó a través de la mayoría del mundo cristiano. Basado en su estudio de la profecía de
Daniel 8:14, Miller calculo que Jesús podría retornar a Tierra el 22 de octubre de 1844. Cuando
Jesús no apareció los seguidores de Miller experimentaron lo que se vino a llamar “El Gran
Chasco”.
La mayoría de los millares que se habían juntado al movimiento, salió en profunda desilusión.
Unos pocos no en tanto, regresaron para sus Biblias para descubrir porque ellos fueron
decepcionados. Luego ellos concluyeron que la fecha del 22 de octubre era correcta, pero que
Miller había predicho el evento errado para aquel día. Ellos se convencieron de que la profecía
bíblica preveía no el retorno de Jesús a la Tierra en 1844, pero que El comenzaría en aquella
fecha un ministerio especial en el cielo para Sus seguidores. Así, ellos continuaron a esperar
por el breve retorno de Jesús, como hacen los Adventistas del Séptimo Día aun hoy.
De este pequeño grupo que se rehusó a desistir después del gran Chasco, surgieron varios
líderes que construyeron la base de lo que vendría a ser la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Se destacan dentro de estos líderes una pareja joven – Santiago y Elena White - y un capitán
de navío jubilado, Jose Bates.
El Instituto de Reforma de la Salud, conocido más tarde como Sanatorio Battle Creek, abrio sus
puertas en 1866, y la obra de la sociedad misionera fue establecida a nivel estatal en 1872, y
1877 vio la formación de las Asociaciones de las Escuelas Sabáticas en todo el Estado. En
1903, la sede de la denominación se cambió de Battle Creek, Michigan, para Washington, D.C.,
y en 1989 para Silver Spring, Maryland, a donde ella continua a formar el nervio central del
trabajo siempre en expansión