Está en la página 1de 4

UN ENFOQUE CLÁSICO-KEYNESIANO

En el presente artículo se plantea que los precios se determinan independientemente de las


cantidades producidas. Se analizan serias estadísticas (salario real, tipo de cambio real bilateral,
acelerador de la inversión, Producto, etc.) entre 1930-2009 y obtiene varios coeficientes de
regresiones. Finalmente se concluye que el crecimiento está vinculado con las variaciones de la
demanda autónoma, específicamente el gasto e inversión pública, y que la única restricción al
crecimiento es la externa (divisas) y de ninguna manera una restricción “interna” dada por un
producto potencial exógeno.

La fundamentación de un trabajo de investigación necesita establecer claramente de cual teoría y


supuestos parte. Como dice un viejo dicho: “no hay nada más práctico que una buena teoría”, y
en efecto, a la luz de la crítica a la teoría marginalista surgida en los ‘60 del debate del capital de
Cambridge, sin una teoría macroeconómica coherente para la explicación de los canales de
transmisión entre variables económicas, toda investigación económica alternativa tiende tarde o
temprano, a ser reinterpretada nuevamente bajo una mirada convencional. La “huida” hacia el
empirismo para esquivar el accionar de una teoría dominante es fútil, dado que esta vuelve una y
otra vez en los “pliegues” conceptuales de la explicación de la causalidad entre variables y hasta
en la propia construcción del dato relacional entre ellas. Para empezar con temas metodológicos,
es un tema central el dejar en claro cuál es la base teórica y por lo tanto la lógica causal de los
canales de transmisión entre variables económicas que guía el análisis. No se suele tener en
cuenta que la discusión teórica entre diversos enfoques se desenvuelve en derredor a la
causalidad entre variables. Y como dicha cadena causal lógica no puede ser definida por métodos
cuantitativos, la solidez y coherencia de la teoría adoptada se vuelve decisiva. Como dice Sraffa
en la frase inicial, no puede haber en la teoría ningún lugar para la aproximación, las medidas
teóricas requieren una precisión absoluta. Cierta frecuente confusión en círculos “críticos” suele
denostar la lógica teórica y la formalización para la economía política basándose en que se trata
de “determinaciones sociales”, mezclando a su vez los orígenes de una falta de relevancia a un
instrumento.

La causalidad en econometría, no abarca a la causalidad teórica y sólo indica una precedencia


temporal para la muestra en cuestión acerca de este compromiso (entre rigor y relevancia), cabe
preguntarse hasta qué punto la idea puede deberse a una identificación un tanto supersticiosa de
rigor con matemáticas. Si de hecho tomamos rigor en su buen sentido, una lucha por la claridad y
lógica consistencia del sentido, es decir, para los que el rigor se puede atribuir al tratamiento de
un caso legal o de una cuestión histórica, así como a un argumento matemático (que se puede
deducir por cierto de, en lugar de añadir a, rigor cuando, por ejemplo, que distrae la atención de
premisas y conclusiones con el fin de atraer a una máquina de ductiva mecánica)-entonces,
aparece un aparente conflicto entre pertinencia y rigor que sólo es posible cuando la teoría es
deficiente para empezar, y su supuesta relevancia no puede soportar un examen más detallado:
cuando, es decir, el rigor exhibe una irrelevancia que ya estaba allí en la teoría.”

Esto es muy claro en las teorías económicas convencionales, como las neowalrasianas, que se
volvieron dominantes al intentar escapar de la crítica del capital dada en Cambridge en los ’50 y
que recurren a una maquinaria importante de matemáticas. Y finaliza Garegnani respecto a esas
teorías:
Cuando no hay una claridad en punto a la coherencia teórica, puede suceder lo que se observa
en corrientes de pensamiento alternativo, como en el estructuralismo latinoamericano en el cual
permanecen incrustaciones teóricas convencionales propias de la formación inicial de sus
integrantes. Y ninguna precisión empírica lo puede corregir luego.
Paradójicamente, una gran laboriosidad empírica para focalizar problemas particulares de
nuestra región, no ha sido acompañada por la conformación de una nueva teoría económica
común, independiente de la corriente principal marginalista. En efecto, interpretaciones actuales
de dicha corriente, suelen recaer en explicaciones de causalidades convencionales. Tal es así que
muchos de estos economistas suponen convencionalmente -explícita o implícitamente- que
existe un producto potencial exógeno y no inducido por el producto efectivo. La idea que
subsiste, por el contrario, es que la demanda es inducida por la capacidad productiva (oferta)
dentro de una continua utilización de la capacidad productiva que oscila entre un 70 y 80%
alrededor de un nivel normal. Reaparece en escena otra vez el ahorro generando inversión.
Equivalentemente, que el ahorro genera la demanda, o como suele expresarse hoy sin ponerse
colorados: “canalizar el ahorro” para la inversión productiva a casi 80 años de la teoría General
de Keynes. Es evidente que no se ha entendido muy bien el principio de la demanda efectiva, aun
diciéndose keynesianos.
Muchos de estos modelos intentan explicar “anomalías” empíricas de los países periféricos desde
una “posición política alternativa”, pero dentro de sus explicaciones suponen “excesos de
demanda inflacionarios” o déficits fiscales “insostenibles” en países con emisión de su propia
moneda doméstica, como si se tratase de una economía en convertibilidad con divisas, o
dolarizada u otros tópicos convencionales. Es decir que las “diferencias políticas”, no llevan a
cambiar y salirse totalmente de la teoría convencional marginalista, muy a pesar de las
intenciones y de los objetivos de estos autores.
En esa línea, insospechables de ortodoxos, renombrados economistas estructuralistas suelen
mostrar dentro de contextos teóricos alternativos a la corriente principal, fuertes concesiones
(inadvertidas o no) en materia causal entre variables. Se sostiene que el ahorro en una economía,
necesario para la acumulación de capital y la inversión, no es voluntario o espontáneo, y que
necesita el rol del gobierno. Según él, el problema general en América Latina de no crecer tan
rápido como el Este de Asia, se debe al hecho de que el ahorro interno se dirige hacia el consumo
y no a la inversión. “El modelo convencional sugiere que el flujo de los ahorros es el que de
alguna manera financia la inversión. Alguien debería mostrarle a esta gente el Sistema de
Cuentas Nacionales (SNA), que demuestra que los ahorros son un residuo. Además, si el modelo
cambia de crecimiento dirigido por exportaciones a dirigido por la demanda doméstica, en
particular, con mayores niveles de consumo, la inversión seguirá reaccionando, a través del
acelerador, y no dejará de crecer. Si el consumo crece más rápido que la producción, y aumenta
su acción, ya sea la inversión, o el consumo público o las exportaciones netas, tendrán que caer
como porcentaje del producto, pero eso no sería una señal de algún problema particular para el
proceso de crecimiento. La inversión es el resultado del crecimiento en Asia como en cualquier
otra parte del mundo”.
Fallas de coherencia y supuestos convencionales se observan luego, en las explicaciones de
distintos fenómenos y dentro de una amplia gama de tópicos y autores como en la “inflación
estructural” y que puede tomarse de Pinto, Sunkel, Olivera y otros. Estos economistas si bien
critican empíricamente la explicación monetarista de la inflación, no avanzan hacia otra
formulación teórica que deslinde su propia explicación de la visión convencional. O para el tema
de la causalidad ahorro inversión.
En resumen, en el plano de su incidencia en la demanda global, la inversión puede operar en el
corto plazo como un factor expansivo, con cierta independencia del nivel del ahorro interno y de
la posición del balance de pagos. Pero en el mediano y largo plazo debe respaldarse,
necesariamente, en el ahorro interno y en la capacidad de pagos externos formada por las
exportaciones”, Con base en Nelson y Romer e investigaciones neoschumpetereanos, comienzan
a dominar la escena desde los ’80. En efecto, luego de Fajnzylber, se difundieron las ideas del
“fracaso” de los planes de sustitución de importaciones en la región latinoamericana, y se
propagaron informes que pasaron a postular ajustes fiscales para permitir un aumento del
“ahorro” para financiar las inversiones:
"Financiar cambios en la estructura de la producción necesita naturalmente cambios en la
organización de la política fiscal para incrementar el ahorro público que puede ser usado para ser
invertido. Cada esfuerzo debe ser hecho para mejorar la asignación del gasto, pero es claro que
mucho del ajuste fiscal debe ser a través de la reforma impositiva."
En 2012 en otro trabajo a cargo Mario Cimoli, Ricardo French-Davis, Gabriel Porcile y Osvaldo
Sunkel, et al. se expone que:
"Implementar una política fiscal anticíclica conlleva dos desafíos importantes. El primero es crear
suficiente espacio fiscal para emprender un gasto extra necesario para disparar la demanda
agregada y el crecimiento económico incrementando el ahorro público durante la fase de alza de
tal forma que el impacto adverso pueda ser absorbido sin complicar la sostenibilidad del Estado."
CEPAL, (2012) La mal entendida política anticíclica, pide erróneamente la reducción del gasto en
el boom del ciclo para moderar el crecimiento en aras de realizar políticas expansivas en la fase
recesiva. Sin embargo, es contradictorio con lo que se afirma antes: que en la región de América
Latina la fase de expansión dura menos que en otras regiones. Curiosamente, se olvidan así de
vincular los magros resultados de crecimiento, con las políticas de restricción fiscal sugeridas para
el boom. En cambio, para estos autores la explicación de dichos resultados recae más bien, sobre
algún problema de inhabilidad productiva estructural:
"Ciclos de expansión corta reflejan la incapacidad de la estructura productiva para transformar el
impulso de crecimiento de demanda en un crecimiento endógeno sustentable (a través de
encadenamientos, efectos derrame y círculos virtuosos)."
Otras veces no se terminan de separar las variaciones de las cantidades producidas y la de los
precios (vía funciones de producción o supuestos de rendimientos variables que no son
empíricamente mensurables); o supuestos de tendencia al pleno empleo de largo plazo
convalidando teóricamente una visión pre keynesiana.

También podría gustarte