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Santiago, 8 de Mayo de 1925

Reverenda Madre Superiora de las Hermanas de la Congregación de Nuestra Señora de


Montréal. Canada.

Mi Reverenda Madre Superiora:

Una de sus antiguas alumnas viene desde muy lejos para saludarla y ofrecerle el
homenaje muy afectuoso de su gratitud.

Cuando niña me llamaba Venerance Morin. Durante los años 1843 y 1844, pasé 18 meses
en el Pensionado de Santa María de la Beauce de la diócesis de Quebec.

Mis buenas maestras fueron mi tía Sor Francisco de Sales y mi tía Sor Rafael. La
Superiora de la Congregación era la Reverenda Madre María Magdalena.

Guardo para el Instituto el más dulce recuerdo. Después de haber pasado seis años con
mi familia, el 11 de Mayo de 1850 fui admitida en el Noviciado de las Hermanas de la
Providencia de Montreal. Hice mi profesión religiosa el 22 de Agosto de 1852 y el 18 de
Octubre siguiente tuve el privilegio de partir con las Hermanas que iban a fundar en
Oregón. Después de haber soportado grandes sufrimientos no tuvo lugar la fundación en
Oregón sino en Chile.

Ahora tengo 93 años y antes de partir para la eternidad quiero agradecerle la buena
semilla de la Fe y la Piedad que su santa Comunidad depositó en mi alma. Acepte mis
expresiones de gratitud.

Así como he guardado afectuosamente sus recuerdos y los llevaré conmigo al cielo donde
espero llegar bien pronto. Ruegue por mí.

Su antigua y muy afectuosa alumna.

Mi vida ha sido muy agitada. El buen Dios no me ha economizado los sufrimientos, pero
en cambio su gracia ha sostenido mi fe y mi confianza en su divina Providencia unidas a
un amor constante a mi santa vocación religiosa asi que puedo afirmar que mi vida ha
sido feliz. Mis buenas Madres acepten mi cariño y gratitud.

Sor Bernarda
Santiago, 13 Enero de 1924

Rev. Madre María Antonieta

Mi muy querida Madre:

Comenzaré por expresarle mis deseos para el año que comenzamos que son sinceros y
ardientes para nuestra muy Rev. Madre Superiora General, sus distinguidas Asistentas y
el numeroso personal de nuestra muy amada comunidad de !a Providencia de Montreal.
Que el amor de Dios crezca en todas nosotras, sea nuestro guía y afirme nuestros pasos
en la práctica de las virtudes religiosas. Envidiable es la felicidad de !a vocación
religiosa, pero esta felicidad depende mucho del fervor con el que sirvamos al buen Dios.
Ruego a Dios con todo mi corazón concedernos a todas los dones y gracias del Santo
Espíritu y una santa alegría para soportar generosamente las penas de la vida.

Esperaba con impaciencia mi muy amada Madre Antonieta saber noticias suyas y si su
regreso a Canadá había sido tan feliz como yo lo deseaba.

Por su última carta del 22 de Noviembre último veo con pena que el Oregón y las
Montañas Rocallosas le han privado de! uso de las manos que le son tan necesarias para
continuar sus interesantes publicaciones. Espero que lo confortable de nuestras Casas de
Canadá durante el Invierno le devuelva la salud, la tranquilidad y todo lo necesario para
publicar las maravillas de Dios y de su divina Providencia en nuestra muy querida y tan
amada Congregación. La multiplicación de las Hermanas, la bendición de Dios sobre
todas las obras de la comunidad son las maravillas del cristianismo dignas de ser
proclamadas y alabadas.

Aquí caminamos a pasitos cortos según nuestras fuerzas. Próximamente abriremos una
nueva casa en Llo- Lleo, puerto de mar que nos proporcionará el beneficio de enviar allá
a nuestras Hermanas enfermas y también a los huérfanos.

Aquí las vocaciones religiosas han disminuido mucho en todas las comunidades. Las
costumbres y las modas modernas traen tristes consecuencias.

En este momento el país soporta una crisis política alarmante; solamente el buen Dios
puede remediar la situación.

De mi pobre vejez solamente le diré que no tengo otra enfermedad que los sufrimientos
ordinarios de la edad. A menudo me siento fatigada pero una buena noche renueva mis
fuerzas y con alegría me someto a los trabajos del día.

Sin embargo confieso que las necesidades y las miserias de la vejez no tienen nada de
deseable si no es la de sentir la esperanza de ir pronto a ver al buen Dios y amarlo como
lo amaremos por toda la eternidad.

Reciba mi muy querida Madre los saludos muy afectuosos de la comunidad de Chile que
la aman muy sinceramente.

Su afectísima Hermana

Sor Bernarda
Santiago, 25 de Mayo 1922

Rvda. Madre Antonieta / Casa Madre Montréal 1271. Rué St. Catherine

Mi muy honorable Madre:

Su carta del 1"? de Abril último me llegó muy a tiempo como también el hermoso libro
"Las Hermanas de la Providencia en Chile" que ya he leído enteramente. En este gran
trabajo admiro: la ciencia, la sabiduría del autor, su delicadeza y más aún su caridad.
Esta redacción honra la Congregación de la Providencia de Montreal y está en
condiciones para producir grandes frutos de valor, experiencia y de confianza en la
divina providencia, en las dos comunidades.

Si es cierto que la hoja del árbol no se mueve sin la voluntad de Dios y un solo cabello de
nuestra cabeza cae sin la voluntad de Dios; con mayor razón podemos creer que los
acontecimientos que tienen lugar en nuestras comunidades y muy particularmente en
nuestro paso a Chile, han sido dirigidos por la divina Providencia que verdaderamente
probó dolorosamente nuestra fe y nuestra abnegación. Solamente el buen Dios sabe
cuántas angustias hemos pasado cuántas lágrimas hemos derramado la-mentando a la
vez con todo nuestro corazón las penas causadas a nuestra venerada Madre Superiora y
muy amadas Hermanas de la Comunidad Madre de Montreal. Sin duda que estos
sufrimientos eran necesarios para obtener la gracia de ser un día invitadas a reunimos
en la barca de San Pedro, observando las mismas Reglas y practicando las mismas obras.

Reconocemos humildemente la gran caridad que la comunidad Madre ha usado respecto


de nosotras y de una manera particular la suya, muy honorable Madre Antonieta que
por medio de su amable correspondencia tantas veces nos ha ayudado y consolado. Por
nuestra parte hemos orado por usted y trabajamos con cuerpo y alma para no
degenerar de su comunidad Madre. Creo que la lectura del libro "Las Hermanas de la
Providencia en Chile" producirá excelentes frutos tanto en el Sur como en el Norte de la
América. Aquí las Hermanas muestran mucho interés por leerlo. Lo han hojeado del
comienzo al fin.

Me permito agregar que nuestros Señores Obispos de Antofagasta y Tarapacá lo


recibirán con gusto y lo leerán con agrado. Estos dos Obispos conservan muy buen
recuerdo de Canadá.

Una vez que usted haya satisfecho los deseos de sus casas y de los canadienses
proporcionándoles su libro, le ruego enviarnos 20 ejemplares diciéndome el precio
correspondiente.

El que ha sido escrito aquí que le he enviado bajo el nombre de "historia de la


Congregación" es muy poco conocido en Chile, solamente los Obispos que lo han pedido
lo han obtenido. La edición se hizo sólo para las Hermanas. Para publicarlo sería preciso
suprimir las discusiones y los secretos de familia.

Le ruego, mi buena Madre, hacer aceptar nuestros homenajes y saludos muy respetuosos
a nuestra Rvda. Madre Superiora y Consejo General. Nuestros recuerdos muy afectuosos
a Sor María de los Santos Ángeles y a Sor Pierre d'Alcantara que son las únicas
sobrevivientes conocidas de la Comunidad de Montreal.
Mi buena Madre Antonieta le rogaría aún agradecer a nuestra buena Madre Superiora
General la atención de enviar a mi venerado M. Gilberí A. Limieux Cura de San Joaquín el
hermoso libro "La Historia de la Providencia en Chile.

Mi salud está mejor este año que los anteriores. Camino fácilmente. La vista y el oído me
permiten aún ocuparme personalmente de los asuntos de la casa y Congregación no
obstante, diariamente me preparo a partir de este mundo y su dirección está en lista
para que en el acto le pidan para mi la ayuda de sus oraciones.

Ruego a Dios concedernos a todas la gracia de cumplir lo más perfectamente posible el


gran precepto del amor de Dios y de vivir siempre en la caridad del Sagrado Corazón de
Nuestro Señor Jesucristo.

Su muy afectísima Hermana

Sor Bernarda
Conservo su pañuelo como una preciosa reliquia.
Santiago de Chile, 15 Octubre 1921

Rev. Madre María Antonieta:

Mi muy querida Madre:

He pasado largo tiempo sin escribirle, espero que usted tendrá la bondad de
disculparme; el cargo trae tantos asuntos imprevistos que los momentos desocupados
son extremadamente raros y son naturalmente empleados a descansar un poco junto al
buen Dios.

En este momento, Chile como todas las naciones del mundo vive sobre un volcán. La
guerra mundial ha terminado; ahora vienen las inquietudes de la vida social sin Dios ni
ley. Las asambleas subversivas tienen en alerta a las autoridades. No hay nada de
positivo. Gran número de personas vive desocupada y rehúsa ocuparse de la agricultura
que es la mejor riqueza del país.

Parece que Canadá está tranquilo o por lo menos nada se ha oído decir a! respecto. Sin
duda es discreto en sus aspiraciones, más dado al trabajo, menos exigente de falsas
libertades, prefiere la paz y la vida de familia a toda otra ambición. Tal es el fruto de una
educación cristiana.

Las Casas de la Providencia de Chile, a pesar de la carestía de alimento y de la ropa se


puede conservar el gran número de niños que la divina Providencia nos confía pero es
preciso poner ojo al trabajo y a la economía. En recompensa el buen Dios nos conserva
en paz y santa observancia.

Mi salud es aún bastante buena para seguir a la comunidad con excepción de la hora de
acostarse que yo anticipo cuando el frío o el trabajo me obligan a buscar el reposo de la
cama una media hora o una hora antes de la hora reglamentaria. Generalmente la hora
de la mañana me encuentra siempre pronta y de buen humor para levantarme.

Mi muy buena amada Madre, no olvidaré jamás sus bondades conmigo. Las agradezco
de todo corazón. Ruego al buen Dios que la inspire, facilite o dicte todo lo que la historia
de la Congregación de la Providencia pueda tener de edificante o de interesante.

Le ruego tener la bondad de presentar a la muy Rvda.

Madre General y a su Consejo los saludos y profundos respetos de las Hermanas de Chile
y para usted reciba los recuerdos muy afectuosos de toda la comunidad que se interesa
mucho por tener noticias de usted.

Su afectísima Hermana

Sor Bernarda
Santiago de Chile, 30 de Marzo 1919

Rev. Madre María Antonieta Sup. Provincial. Casa de la Providencia Joliette.

Mi muy querida Madre:

Usted no podría creer cuánto gozo me causó su carta del 25 de Abril último que se la
agradezco sinceramente. Cada una de sus cartas me trae una brisa del buen aire de
Canadá que me hace olvidar la decadencia y los sufrimientos de la vejez.

Los canadienses que han estado en la guerra le han hecho honor a Canadá pero esto no
ha sido sin sacrificio de todos. Quiera el Señor concedernos días de paz que devuelvan la
felicidad a las familias y cubra el país de prosperidad.

Su encantador librito me llegó sano y salvo. Su título es muy atrayente y escrito en


lengua francesa es de doble interés para mí.

Hoy le envío el 3er. tomo de la Historia de la Providencia de Chile. Los documentos que
contiene son auténticos; no he hecho sino unirlos unos con otros. Arriesgando que usted
considere que he llegado a una excesiva simpleza, agrego en el paquete otros tres libros
"El Catecismo sobre la vida religiosa en la Congregación de la Providencia, Avisos
prácticos para las Superioras y Dogmas definidos por la Santa Sede desde la existencia
de nuestra muy amada Congregación. En la página 100 encontrará usted un discurso
muy interesante de Monseñor Miguel Paya y Rico que determina la votación definitiva de
la Infalibidad del Soberano Pontífice; estoy muy lejos de pretender instruirla, pienso
solamente darle todo lo que tengo.

Aquí la traducción de las Biografías de nuestras Venerables Madres Fundadoras está


casi terminada como también el pequeño tratado de cortesía. Los tratados de Economía
Doméstica y de Cocina están a cargo de otras dos Hermanas que se ocupan de este
trabajo.

Mi buena Madre, hace ya largo tiempo que su dirección está en una lista para el caso en
que yo no pueda escribir, como también la de nuestra Rev. Madre Superiora General.
Espero que en el Cielo formaremos un solo coro.

Estamos aquí en pleno invierno y muy riguroso. Las lluvias y las inundaciones están a la
orden del día. La epidemia de tifus exantemático va declinando, sin embargo nuestras
Hermanas están todavía en el Lazareto San Roque; espero que volverán pronto aquí
porque el Presidente de la República ha dado orden de suprimir este establecimiento.

Ahora voy a hacer la visita a nuestras Casas de Santiago. Acabo de terminar la de la Casa
de Huérfanos. La Casa se compone de 1.748 niños casi todos de corta edad; 30 Hermanas
de la Providencia; 200 empleados, 2 Capellanes, 2 médicos, 1 dentista. La Casa se podría
decir es como una ciudad que tiene necesidad de un gobierno serio y sólido; 837 niños
están en edad escolar y residen en la Casa. De estos niños más de 700 reciben la ^anta
Comunión conforme a los deseos del Papa Pío X así que cada día más o menos 400 se
acercan al altar en orden y recogimiento. Después del Evangelio de la Misa, uno o dos
sacerdotes distribuyen la Santa Comunión de manera que sin interrumpir el orden de la
Casa a las 7 A. M. las Hermanas toman su desayuno y van enseguida a presidir el
desayuno de cada sección de niños para continuar el trabajo del día.
La Casa de Temuco es también muy simpática. Las mapuchitas (salvajes) son muy
piadosas. Un padre jesuita me decía que no podía darles la santa Comunión sin
experimentar una profunda emoción. Quiera el Cielo escuchar la oración de almas
inocentes y concedernos el Reinado do Dios en todo el Universo.

Mis saludos muy afectuosos a Madre Juan de la Cruz, a nuestras queridas Hermanas
María de los Santos Ange¬les Rosa de Lima, Pierre d'Alcantara y Cecile que me
encomiendo a sus santas oraciones.

Le ruego ofrecer el homenaje de mis profundos respetos a nuestra Rev. Madre Superiora
General y a las Rev. Madres del Generalato. Ruego a Dios les conceda todas las gracias
necesarias para la dirección de la gran familia de las Hermanas de la Providencia y
usted reciba mis sentimientos de gratitud y sincera amistad.

Su afectísima Hermana

Sor Bernarda
Santiago de Chile, 15 Agosto, 1908

He tenido la felicidad de conocer y de vivir bajo obediencia con nuestra Rvda. Madre
Fundadora María Emilia Tavernier viuda de Gamelin desde el 11 de Mayo de 1850 hasta
su fallecimiento acaecido el 23 de Septiembre de 1851. A pesar de mi indignidad he sido
admitida al postulantado y al hábito religioso por la misma Rvda. Madre Gamelin.

Siempre he notado en nuestra Madre Fundadora una alma excepcionalmente noble por
su firmeza en la práctica del bien, su sumisión a la voluntad de Dios, su espíritu de
justicia, su constancia en las penas, su amor a Dios, una aplicación sostenida a una alta
prudencia en la formación de la comunidad y sus directivas siempre ajustadas a las
enseñanzas de la fe y de la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.

Los comienzos de la Comunidad fueron muy dolorosos para esta buena Madre. Ninguna
de las personas que formaban estaban iniciadas en las prácticas de la vida religiosa.
Todas eran muy virtuosas como cristianas, pero no tenían aún el ideal de las grandes
virtudes y de la disciplina religiosa, no tenían todavía a la vista los ejemplos de la
abnegación y de renunciamiento establecidos en una comunidad más antigua, en los
tesoros de méritos acumulados por la experiencia de largos años que abre un camino
luminoso y atrayente para las que lo siguen, de suerte que el nuevo género de vida, la
pobreza, la obediencia, el trabajo de grandes obras emprendidas oprimen, fatigan
dolorosamente el espíritu y el corazón de nuestras primeras Madres. Por poco
conocimiento que tengamos del rorn-7ón humano es fácil comprender las numerosas
contradicciones que sufren en la formación. A menudo se atribuíay a la Madre
Fundadora los sacrificios exagerados por la obediencia como los sufrimientos del trabajo
y de la humildad.

Varias encontraban sus avisos severos, sus correcciones exageradas, la disciplina


molesta. Como las quejas son contagiosas, multiplicadas, llegaron a conocimiento de la
autoridad eclesiástica que naturalmente reprendía y corregía, a menudo uno veía
correr las lágrimas sin embargo la obra de la santificación se operaba rápidamente y se
llevaba a cabo. "Bienaventurados los que lloran porque serán consolados". Así las
diferentes partes del cuerpo religioso se dejaban limar pacientemente, pulir y ajustar a
fin de obtener el movimiento, suave, exacto, silencioso y ordenado del que la comunidad
goza ahora, talvez sin comprender lo que ha costado a nuestras primeras Madres.

Nuestra Rvda. Madre sin duda sufría mucho más que sus compañeras en esta dolorosa
fusión, solamente su gran amor a Dios y una fuerza de alma superior pudieron
sostenerla en medio de sus penas. La carrera fue corta pero laboriosa y bendecida por
Dios.

Es con gran satisfacción que me permito declarar aquí que varias veces he tenido la
ocasión de escuchar las instrucciones y avisos que Nuestra Rvda. Madre Gamelin daba a
la comunidad en general y también sus consejos particulares, todos me parecían
dictados por la sinceridad de un alma que siente a Dios, y desea ardientemente la
santidad. Ella hablaba con franqueza pero sin olvidar las consideraciones debidas a sus
buenas Hermanas y siempre el amor maternal endulzaba los grandes deberos de la vida
religiosa.

Nuestra buena Madre se distinguía sobre todo por su devoción al Santísimo Sacramento,
a la Santa Misa y a la Santa Comunión. Su recogimiento, su respeto y un santo ardor so
manifestaban visiblemente cuando se acercaba al altar. Séanos permitido creer que los
grandes milagros operados por su intercesión casi siempre en el momento do la
Consagración son una gran recompensa a su gran fe y amor a Nuestro Señor Jesucristo
en el Santísimo Sacramento. La devoción a Nuestra Señora de Dolores fue también su
devoción privilegiada.

Todo lo que yo he escrito en español de nuestro Ilustre Fundador Monseñor Ignacio


Bourget y de nuestra Rvda. Madre María Emilia Tavernier viuda de Gamelin en !a
introducción de la historia de la fundación en Chile como también en sus respectivas
necrologías según mis escasos conocimientos, creo haberlos escrito con sinceridad.

Mis votos ardientes y los de la Comunidad son porque estos dos ilustres personajes sean
glorificados en el Cielo y en la tierra. Con este fin imploramos a Dios quiera concedernos
la gracia de que la Santa Iglesia les conceda pronto los honores de la santidad.

Sor Bernarda
Sup. General

Santiago, 18 de Abril de 1889


Rvda. Madre Marie Godfroi, Superiora General de las Hermanas de la Caridad de la Casa
de la Providencia de Montréal Canadá.

Mi muy querida Madre :

Después de presentarle mis homenajes de respeto y cordial afecto, le diré sencillamente


el objetivo de mi carta. ¿Sería usted bastante buena para comunicarnos sus Santas
Reglas tal como ustedes las observan ahora? Aquí sufrimos una crisis poco más o menos
semejante a la que ustedes han sufrido después de la muerte de Monseñor Bourget y
tengo confianza en que los acontecimientos son dispuestos por la Divina Providencia
para reunimos en una sola familia.

Mi querida Madrecita si usted está dispuesta a hacernos la gracia de enviarnos las


Reglas que deseamos ardientemente conocer, deme el gusto de responderme por
telégrafo "Yes". Esta sola palabra me bastará para tomar mis medidas en consecuencia.
Si usted cree que no debe responder a nuestra solicitud, comprenderé por su silencio que
no tenemos nada que esperar.

Aquí somos 84 Hermanas Profesas vivas y 16 novicias. Las Hermanas son buenas, la
tempestad viene de afuera.

Si usted pudiera concederme la gracia que le pido, enviándome: una docena de


ejemplares de la primera edición de nuestras Santas Reglas impresas en 1858. Cuente
con que yo pagaré todos los gastos.

Mis respetos a Monseñor de Montreal. Reciba mi muy querida Madre el afecto sincero de
su antigua compañera de infancia y de su muy humilde Hermana en religión.

Sor Bernarda

P. S. Los libros vienen muy fácilmente por correo.

Santiago, 20 de Julio de 1887


Rvda. Madre Marie Godfroi, Sup. General de las Hermanas de la Caridad de la
Providencia de Montréal.

Mi buena y muy querida Madrecita:

Su amable carta del 12 de Abril último ha sido muy agradable para mí. Nos ha hecho ver
a nuestra querida Comunidad de Montréal, bella sin comparación y derramando
anualmente los dulces frutos de su caridad sobre cientos de miles de pobres y de
enfermos. ¡Bendito sea el Señor!

Esta vida de grandes obras exige sin duda muchos sacrificios. La que está a la cabeza y
debe dar el movimiento a todo deberá acostarse a menudo muy cansada. Felices fatigas
que soportadas por amor a nuestro divino Esposo, nos hacen esperar el reposo eterno.

Mi querida Madre, me ha causado gran gusto al darme a conocer sus Asistentas y otras
oficialas del Generalato.

Mi Hermana Cecilia a quien dejé de postulante, Nuestra Madre y Maestra Filomena,


tienen derechos muy particulares a mi afecto, a mi respeto y a mi gratitud. Sor
Margarita del Sagrado Corazón, aunque privada del beneficio de conocerla merece toda
mi estimación. Mi Hermana Elizabette, que supongo que es la misma que era Depositaria
en mi tiempo, tan buena, tan prudente y tan paciente. No olvido que Sor de la
Inmaculada Concepción es una de nuestras venerables Fundadoras. Conservo una de sus
cartas toda delicadeza y dulzura. Las grandes bendiciones que el buen Dios derrama a
manos llenas sobre nuestra querida Comunidad son una prueba de que le es agradable.

Aunque la nueva Casa que ustedes van a construir no me agrada tanto como la antigua a
la que se unen tantos recuerdos, agradezco a Dios les dé los medios necesarios para la
subsistencia de la Comunidad y para hacer las Santas Obras de las que ella está
encargada por la Divina Providencia.

Los trabajos de nuestra iglesia de la Casa Central suspendidos desde hace más de un año,
continuarán a principios de Agosto. La iglesia de la Casa de Huérfanos está muy
adelantada. Será, creo una de las mejores iglesias de Santiago.

Ayer tuvimos la fiesta de San Vicente de Pau! en la antigua Casa que llamamos ahora
"Providencia-Huérfanos". La misa fue cantada por 567 niñitos que gozaron muchísimo
creyendo cantaban maravillosamente. Esperamos que en el mes de Octubre los Padres
Salesianos fundados por Don Bosco vendrán a hacerse cargo de los niños que pasan de
diez años. Monseñor Cagliero Superior de los Salesianos para las Misiones de la
Araucanía, ha venido a Santiago para conocer el país y proponer las condiciones del
establecimiento de la Congregación Salesiana. Todo ha sido favorable; el informe se hará
a Don Bosco en el mes de Agosto y creemos que inmediatamente después de las grandes
fiestas en honor de Don Bosco el 15 de Agosto será nombrado el personal de la fundación
de Santiago.

El Hospital abierto últimamente en Limache va bastante bien. ,


Al escribir esta carta recuerdo que usted mi buena Madre, Sor Juana de/ la Cruz y yo
nacimos en una misma parroquia, somos mas o menos de la misma edad y hoy formamos
un triángulo que abarca toda la América. Quiera el Cielo que los lados de este triángulo
se restablezcan, que nuestros corazones, nuestras almas y, nuestras obras se unan por la
práctica de una misma regla. Mi buena Madre, no nos rehúse por más tiempo la gracia
de comunicarnos las modificaciones hechas a las primeras Reglas; así se restablecerá la
dulce y perfecta fraternidad que usted y yo deseamos.

Adiós por hoy, mi buena y muy querida Madre. Ruego a Dios suavizar todas las penas
que se encuentran en el gobierno de una Comunidad; que la consuele y fortifique en
medio de las dificultades de la vida. Mis recuerdos para todas nuestras queridas y muy
amadas Hermanas especialmente para las que tengo el gusto de conocer y nuestras
antiguas compañeras de Chile. Reciba además, mi buena Madre, para usted y para toda
la Comunidad, los saludos respetuosos de todas nuestras Hermanas en particular de Sor
Valentina y de Sor María de Jesús que están aquí.

Su humilde y obediente hija.

Sor Bernarda

Santiago, 21 de Septiembre de 1885


S. Marie Godofroi, Sup. General residente en Montréal. Sor Juana de la Cruz, Provincial de
la Provincia del Sagrado Corazón de Jesús, residente en Vancouver, Territorio de
Waschington al Oeste de América del Norte y Sor Bernarda residente en Santiago de
Chile al Sur. / A. S. G. Monseñor E. C. Fabres Obispo de Montréal

Monseñor:

Ayer, 20 de Septiembre, día de Nuestra Señora de Dolores, tuve el consuelo de recibir su


paternal y amable carta del 27 de Julio último. Con toda mi alma le agradezco, Monseñor
la bondad con que V. G. se ha dignado contestarme. Comprendo que si las reglas no están
definitivamente aprobadas por la Santa Sede es una razón muy poderosa para que
nuestras Madres no deseen comunicarlas. Rogaremos mucho para que todo se arregle de
manera que nos conceda pronto el consuelo de ver nuestra querida comunidad
perfectamente constituida.

Es con un sentimiento muy vivo de dolor que hemos sabido la muerte de nuestro Santo
Fundador Monseñor Bourget. Unimos nuestro pesar tan profundo como grande al de V.
G. al de nuestra muy amada Comunidad que fue su obra querida y al dolor de Montréal y
de todo Canadá.

Nuestras oraciones, nuestras buenas obras y nuestras lágrimas son el tributo de nuestro
amor filial, de nuestra veneración y gratitud hacia este venerable difunto. Espero que
muy pronto nos reuniremos en el cielo.

Los asuntos religiosos en Chile no son muy consoladores. Hace más de siete años que
estamos sin Arzobispo.

El clero y el gobierno no están de acuerdo sobre las personas presentadas y la Santa Sede
espera una época más favorable para nombrar al Arzobispo y dos obispos para las sillas
vacantes.

Nuestra pequeña comunidad se compone de 79 Hermanas que se ocupan de! servicio de


los pobres en diez Casas. La Casa de Huérfanos ha tomado gran desarrollo. Pronto se
terminarán los edificios suficientes para la educación de mil huérfanos. Cuatrocientos
ocupan ya la Casa y el resto cerca de novecientos en Nutrición. Tenemos gran deseo de
que los Religiosos de Don Bosco vengan a hacerse cargo de los niños una vez que ellos
hayan hecho su primera comunión. El Presidente nos ha prometido pedirles y hacerlos
venir antes de dejar la Presidencia.

Todas tratamos de vivir para Dios y lo mejor posible. Su bendición, Monseñor nos da
valor. Reciba nuestras más cordiales expresiones de gratitud. Escribo a nuestra Madre
Amable.

Prosternada a los pies de V. G. le suplico humildemente bendecirme como también a mis


queridas Hermanas los Pobres, y los huérfanos.

En el corazón de N. S. de Dolores

Su anciana hija

Sor Bernarda
Santiago, 21 Abril, 1906
Rvda. Madre María Antonieta Superiora General de las Hermanas de la Caridad Casa
Madre Providencia Montréal

Muy honorable Madre Superiora:

Es con gran gozo que he recibido su amable carta de 5 de Febrero último. Comprendo
perfectamente que usted no se pertenece porque una multitud de problemas imprevistos
absorbe su tiempo y sus fuerzas, que teniendo la responsabilidad de una administración
tan vasta como variada es preciso orar y deliberar sobre lo que será más agradable a
Dios y dormir pensando que problema apura más para el día siguiente. Aquí tengo
solamente, una muestra de lo que usted tiene allá y a menudo me encuentro
sobrecargada

Su excelente Secretaria mi Hermana Marie Cuthbert ha ejecutado religiosamente sus


órdenes. Sus bondadosas cartas y una fotografía del equipaje de la Madre General en
viaje de Edmondton en el momento de partir nos han causado gran gusto. Me he puesto
los lentes y la he contemplado mi buena Madre con todo el afecto de mi corazón.

Le agradezco, mi muy honorable Madre, los detalles tan interesantes que me da en su


amable carta sobre el buen espíritu, la sólida formación y la marcha siempre progresiva
de la Congregación. Es evidente que para realzar las grandes obras que ustedes hacen, la
comunidad debe poner en juego el celo, la fuerza de alma, el espíritu de sacrificio y de
disciplina de Monseñor Bourget y también la abnegación, la simplicidad y la santa
generosidad r-n nuestra venerable Madre Gamelin. No he dudado jamás un solo instante
de! gran número de almas privilegiadas que componen la comunidad, pero estoy feliz de
ver confirmada por usted la alta idea que tengo de las sólidas virtudes y del gran mérito
adquirido por la abnegación y los incesantes trabajos de nuestras buenas Hermanas.
Agradezco a Dios con todo mi corazón y le ruego aumente día a día en ustedes los
tesoros de buenas obras y de entidad que hoy regocijan y consuelan su corazón de
Madre. Le quedaría muy agradecida si usted tuviera la bondad de rezar y hacer rezar
por nosotras a fin de poder también realizar los designios de la divina Providencia sobre
nosotras.

Somos 134 profesas, 10 novicias y 9 postulantes; felizmente no hemos tenido ninguna


defunción desde fines de 1903. En general la salud de las Hermanas es tan satisfactoria
como se puede desear. Desde hace poco más de un año gozo de una salud bastante
buena, sin olvidar que estoy en los 74 años y en consecuencia próxima a partir.

Al leer la ruina de la City San Francisco de California recuerdo que ahí tenemos
Hermanas muy queridas, sus sufrimientos me afligen y rogamos a Dios por ellas.

Reciba, mi muy honorable Madre, el homenaje de mi profundo respeto y cordial gratitud,


los sentimientos de afecto de todas nuestras Hermanas y nuestros mas amables
recuerdos para la Comunidad. Madre acepte también nuestros votos para que el buen
Dios la conserve y le conceda todo lo que usted desea.

Suya afectísima en N. S. J.

Sor Bernarda

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