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PORTALES
Santiago de Chile
IMPRENTA UNIVERSITARIA
Estado 63.
1930
PORTALES
DOMINGO MELFI
PORTALES
Santiago de Chile
IMPRENTA UNIVERSITARIA
Estado 63.
1930
PORTALES
A máscara del hombre exterior en Portales era
contradictoria, paradojal. Sin embargo, tenía un
profundo dominio interior. Sólo así se explica la fran-
queza con que se entrega en sus cartas. El se decía
«Ministro plebeyo». Pero un alma plebeya, en el
sentido de inferioridad moral, de carencia de ori-
ginalidad, nunca franquea la zona secreta del espí-
ritu. Coloca entre éste y la posteridad o sus amigos,
la máscara del disimulo. Está siempre alerta sobre
el juicio que a los otros les merezca su actuación
en la vida y hasta adoptará actitudes que le favo-
rezcan, como las del enfermo de popularidad ante
un fotógrafo. Su corta vida cruzó únicamente días
tormentosos, entre guerras y conspiraciones, entre
angustias económicas y efímeros amores. Parecía do-
tado por la naturaleza para atravesar los caminos
intrincados de una sociedad convulsionada que aca-
baba de brotar de un cataclismo guerrero. La at-
mósfera estaba llena de sombras sospechosas, de ru-
mores siniestros, de actitudes ambiguas. Hizo len-
tamente el giro interior del hombre que domina su
el agua hasta que esta le llegó a los labios, sin hacer caso de su
desesperación ni de sus gritos.
El uno cubiletea
Y el otro firma y no más.
El uno se llama Diego
y el otro José Tomás, etc.
46 Domingo M e l f i ,
(1) «El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque
no tenemos hombres sutiles, hábiles y cosquillosos; la tendencia casi gene-
ral de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública. Si ella
faltase nos encontraríamos a obscuras, y sin poder contener a los díscolos
más que con medidas dictadas por la razón, o que la experiencia ha en-
señado ser útiles.» (Carta a don Joaquín Tocornal. Valparaíso, 16 de Julio
de 1832.)
Portales no podía comprender la doctrina del liberalismo romántico. Su
raíz sorbía la médula del coloniaje al que estaba atado por la tradición y por
la sangre. En su vida privada era hombre de «liberalismos» audaces; pero su
concepto de gobierno era, en cierto modo, retrógrado. No tenía fe en las doc-
trinas nuevas desencadenadas por la emancipación y consideraba locuras de
46
Domingo M e l f i ,
«bribones despreciables» los arrestos de los exaltados que luchaban por im-
poner una constitución de estirpe liberal. La idea liberal amparaba las garan-
tías individuales. Portales, en cambio, creía firmemente que para organizar
el gobierno fuerte no hacían falta las garantías individuales y que además
era preciso quebrantarlas y someterlas. Dió muestras sucesivas, en su breve
poderlo, de que él no entendía al hombre sino como un instrumento dócil y
maleable a la voluntad del dominador. Pero también se engañó, porque si
conquistar el poder es, en ocasiones, cosa fácil, mantenerse es tarea difícil,
especialmente cuando para ello se emplean la fuerza, la opresión, la arbitrarie-
dad. Su vida lo demuestra. A medida que sube, se encarniza cada vez más
con sus adversarios. Los persigue. No les da tregua. Los humilla cuando
puede e intenta, en definitiva, aniquilarlos. Su naturaleza excitable se em-
briagaba con el poder. Su segundo período en el gobierno fue una era de te-
rror. En ella se yergue, como la «mazorca» de Rosas, en Argentina, el te-
rrible tribunal de los «consejos de guerra permanentes» y los famosos «carros»
de presos, en los que se hacía mofa de la dignidad humana. Había llegado ya
al punto máximo en el que la tiranía se convierte para el dominador en un
hecho natural y en el que para mantener «el hecho» todos los medios se jus-
tifican.
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a su s o c i o Cea, f e c h a d a e n L i m a el 10 d e F e b r e r o d e
1822, le decía a l u d i e n d o a un c o n a t o r e v o l u c i o n a r i o :
P o r t a l e s t e n í a y a su c o n c e p t o criollo d e gobier-
n o q u e c o n s i s t e e n i m p o n e r s e a caballazos. S ó l o q u e
el c a b a l l a z o d e Portales, si e n el orden teórico o doc-
trinario era u n a regresión a la v i d a i n s t i n t i v a , e n el
o r d e n real era u n i m p u l s o d e s a n e a m i e n t o .
P o r lo d e m á s , era la primera insinuación del gobier-
n o fuerte y centralizador, c o n c e p t o p o l í t i c o q u e de-
b í a a m p l i a r m á s tarde e n o t r a carta, q u e y a e s célebre
p o r q u e h a sido m u c h a s v e c e s reproducida, p u e s en
ella v a t i c i n ó el imperialismo e c o n ó m i c o d e los y a n -
q u i s en la A m é r i c a del Sur.
U n d í a Garfias, q u e c o n o c í a su s i t u a c i ó n difícil, le
escribió diciéndole q u e por el cariño q u e le p r o f e s a b a n
los a m i g o s y por el bien q u e le d e s e a b a n , h a b í a n re-
s u e l t o cobrar al fisco m á s d e seis mil pesos, debida-
m e n t e d o c u m e n t a d o s , q u e le p e r t e n e c í a n y c o n los
c u a l e s p o d r í a d e s a h o g a r u n p o c o su a n g u s t i o s a si-
t u a c i ó n e c o n ó m i c a . P o r t a l e s r e s p o n d i ó c o n la si-
guiente carta:
N a d a o l v i d a b a e n m e d i o d e s u s afanes. S u corres-
p o n d e n c i a d e e s e t i e m p o es u n a m e z c l a curiosa d e
m e n u d e n c i a s íntimas, d e i n q u i e t u d e s c o m e r c i a l e s y
r a s g o s d e g o b e r n a n t e . P a r e c í a c a n s a d o del ejercicio
v i o l e n t o del poder, c o m o si la l a b o r d e u n a ñ o d e m a n d o
o m n i p o t e n t e hubiera d e j a d o e n su espíritu u n sedi-
m e n t o d e h a s t í o . ¿Se h a b í a n m e j o r a d o l o s h o m b r e s ?
¿ M a r c h a b a t o d o c o n la regularidad c o n q u e él lo h a b í a
d e j a d o ? E s t a b a t o d o e n paz, t o d o e n c a l m a , y n o
o b s t a n t e eso, l o s a m i g o s le l l a m a b a n , a c u d í a n a él en
t o d a s las o p o r t u n i d a d e s .
A l o s señores T o c o r n a l y G a n d a r i l l a s les r e s p o n d í a :
Y a d o n J o a q u í n T o c o r n a l e s t a s líneas, e n la q u e
cruza y a c o m o u n r e l á m p a g o , el p r e s e n t i m i e n t o d e su
fin. ¿ A d i v i n a b a lo q u e iba a ocurrir? ¿O a c a s o el
a t l e t a preparaba s u s f u e r z a s para el ú l t i m o c o m b a t e
c o n t r a el d e s t i n o ?
¿ S e e n g a ñ a b a a sí m i s m o ? ¿ S e n t í a q u e su d o m i n i o
no hay interés por la justicia, por la ley y por las buenas cos-
tumbres, no nos queda más recurso que nuestras propias fuer-
zas para castigar al que nos ofenda, porque los tribunales y todos
todos los jueces nuestros son propensps a proteger el crimen,
siempre que no ven que hay quien haga efectivas sus respon-
sabilidades.
M á s tarde, o l v i d á n d o s e d e t o d o , d e s e c h a n d o s u s
i n q u i e t u d e s y sus p r e s e n t i m i e n t o s recobraba la v i v e z a
y la ironía d e su t e m p e r a m e n t o y a n t i c i p a b a en u n a
c a r t a a su c o m a d r e , d o ñ a R a f a e l a Bezanilla, la visión
d e u n f u t u r o en el q u e sin d u d a s o ñ a b a c o n entregarse
al d e s c a n s o c u a n d o a b a n d o n a r a la t o r m e n t a d e m a -
nejar h o m b r e s . L a carta es al propio t i e m p o un c u a d r o
m a g n í f i c o d e la é p o c a :
L a s realidades d e su a c t u a c i ó n política e s t u v i e r o n
s i e m p r e por e n c i m a de t o d a s l a s i d e o l o g í a s y d o c t r i n a s .
P o r t a l e s h a b í a sido en su v i d a p r i v a d a u n h o m b r e d e
extraordinaria pujanza. E n el g o b i e r n o n o toleró n u n c a
el o b s t á c u l o , a u n q u e este, en m u c h a s ocasiones, sólo
sirviera para a t e m p e r a r la v i o l e n c i a d e s u s propó-
s i t o s (1). M i e n t r a s e s t a b a alejado del poder, insi-
(1) Portales fué presa de una violenta cólera cuando supo que la Corte
no confirmó la sentencia del Consejo de Guerra que condenaba a muerte
a Freire, después del desembarco de Chiloé. «Portales—dice Vicuña Mac-
kenna—iba a sentarse a la mesa, de regreso del Ministerio y lo acompañaban
a comer don Manuel Cavada y don Agustín Vidaurre, cuando aquél le dió
la noticia de la sentencia que acababa de pronunciar la Corte Marcial. Pú-
sose lívido el Ministro y al principio no dió crédito; pero apenas había tra-
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Portales
gado unas pocas cucharadas de sopa, dando suelta a su ira, levantóse con
estrépito y dando pasos acelerados, comenzó a jurar y a decir que haría
juzgar inmediatamente a la Corte Marcial por la Corte Suprema y que
si esta absolvía, a su vez, la haría acusar ante el Congreso o ante Dios.»
Estaba ya Portales en la pendiente resbaladiza y fatal de su poder om-
nímodo. Ni la ley ni los tribunales de Justicia le importaban, y sólo como ins-
trumentos de su voluntad podía tolerarlos. Le ofició al Fiscal de la Suprema,
Magistrado sin principio, y este respondió diciendo que podía acusarse a la
Corte Marcial. Portales extendió entonces el decreto que lleva fecha 24 de
Noviembre de 1836 y que es uno de los muchos documentos de la época y
en que se revela hasta qué punto el Dictador hacía tabla rasa de la jus-
ticia y de la dignidad humana. «DECRETO. Los Ministros de dicha Corte,
don Manuel A. Recabarren y don José Bernardo Cáceres, quedan suspensos
del ejercicio de las funciones judiciales, hasta la resolución de la causa que
se les ha mandado formar; y en su virtud, serán inmediatamente puestos
en arresto y a disposición de la Corte Suprema: pásese el correspondiente
oficio a la Cámara de Senadores, con copia de los antecedentes, para que de-
clare si ha o no lugar a formación de causa contra don Santiago Echevers y
ala de Diputados para que haga la misma declaración con respecto a don Lo-
renzo Fuenzalida; y en caso de hacerlo, quedarán estos individuos compren-
didos en disposiciones de este decreto.— Comuniqúese y tómese razón.—
PRIETO.—Diego Portales.*
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rado una fatal tibieza, que casi los presenta indiferentes, sino
como enemigos secretos. Todas las piezas de la máquina se
van desencajando sensiblemente y debe para su movimiento
precisamente. Nada importaría si la compostura no fuera
tan difícil por no decir imposible: no hay artistas tan diestros
y tan infatigables cuales lo demanda la naturaleza de la obra:
tendrían además que contrarrestar el poder invencible de la
ignorancia y de la presunción unidas.
(1) Este peso de la noche brotaba por fin del cadáver desgarrado del
Ministro, cuya sangre rojeó aún, por algunos días, sobre la tierra del camino.
La tendencia general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad
pública. Era esta su obseivación de fondo. Empero, para llegar a esa sen-
sación de reposo, de inercia que la noche tamiza sobre la tierra y sobre los
hombres, hubo de atravesar terribles alternativas, jugándose su propia exis-
tencia. El comprendía que irguiéndose sobre el caos de los motines mili-
tares, llegaría a ser víctima de ellos.
Pero al mismo tiempo, Portales se excedió en la medida, por otros aspec-
tos de la vida pública, persiguiendo y despreciando a los adversarios a los
que consideraba como bribones de poca monta.
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