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Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap

Article · January 2009

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Juan Antonio Rodríguez


University of the Andes (Venezuela)
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Capítulo Criminológico Vol. 37, Nº 4, Octubre-Diciembre 2009, 161 - 182
ISSN: 0798-9598

CRIMINOLOGÍA Y GÉNERO: COMENTARIOS


A PARTIR DEL GENDER GAP

Juan Antonio Rodríguez*

* Criminólogo. Doctor en Psicología Social. Profesor Agregado de Introducción a la Criminología,


Escuela de Derecho, Universidad de los Andes. E-mail: jarodrig@ula.ve
Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap 163

RESUMEN
Si hay algún hallazgo sostenido en Criminología es que los hom-
bres, frente a las mujeres, presentan mayores niveles de preva-
lencia, incidencia y variedad en su comportamiento desviado.
Un desafío de la Criminología moderna ha sido explicar el gen-
der gap de la desviación. Los primeros intentos de explicación
sobre esta relación género-conducta desviada se les atribuyen al
movimiento de liberación femenina en Criminología. Desde la
aparición en la década de los 60 de las explicaciones feministas
sobre el género y la delincuencia, hasta el presente, hay un matiz
de argumentos muy plurales sobre esta relación. El presente artí-
culo tiene varios objetivos. En primer lugar, se desea hacer refe-
rencia a las primeras manifestaciones feministas en Criminolo-
gía, y esto, dentro del marco del fenómeno del gender gap. Es in-
dudable que para una comprensión sobre el tratamiento actual
del género/sexo en esta ciencia, es necesario revisar los aportes
y las reivindicaciones del feminismo más primigenio y ortodoxo.
En segundo lugar, se intentará resumir desde una perspectiva
teórica e investigativa, el estatus del género en la discusión ac-
tual sobre la etiología de la delincuencia. No está de más indicar
que la preocupación por esta variable no es exclusiva del femi-
nismo en cualquiera de sus expresiones; también la Criminolo-
gía tradicional se ha interesado por su abordaje y comprensión.
En último término, se ofrecen algunas consideraciones epistemo-
lógicas y metodológicas para aquellos criminólogos de habla
hispana que estén interesados en introducir la perspectiva de gé-
nero dentro sus investigaciones sobre la etiología del delito.
Palabras clave: Criminología, Feminismo, Delincuencia, Gender Gap,
Género.

Recibido: 29-10-2009 • Aceptado: 30-11-2009


Juan Antonio Rodríguez
164 Cap. Crim. Vol. 37, Nº 4 (Octubre-Diciembre 2009) 161 - 182

CRIMINOLOGY AND GENDER: COMMENTARIES BASED


ON THE GENDER GAP

ABSTRACT
Numerous findings in the subject of criminology have established
that males, in contrast to their female counterparts, have a
higher level of incidence and are more prevalent in deviated be-
havior. Explaining the gender gap in this deviation has been a
challenge for modern criminology. The first attempts to explain
the deviation in the gender-behavior relationship were attributed
to the Women’s Liberation Movement. Since the appearance of
feminist explanations regarding the relation between gender and
criminal behavior in the sixties, up to the present, there has been
a plural texture of arguments regarding this relationship. This
article has various objectives. In the first place, the authors refer
to the first feminist manifestations in criminology, within the
framework of the gender gap phenomenon. It is indubitable that,
to understand the current treatment of gender/sex in this science,
it is necessary to review the contributions and claims of the ear-
liest and most orthodox feminism. In the second place, this study
will try to summarize, from a theoretical and researchal perspec-
tive, the status of gender in the current discussion regarding the
etiology of criminal behavior. It is also useful to point out that
the concern for this variable does not exclude feminism in any of
its forms; also, traditional criminology has been interested in its
approach and comprehension. Finally, some epistemological and
methodological considerations are offered to those Spanish-
speaking criminologists who are interested in introducing the
gender perspective in their research on the etiology of criminal
behavior.
Key words: Criminology, feminism, criminal behavior, gender gap, gen-
der.
Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap 165

1. A MANERA DE PREAMBULO: LAS PRIMERAS REFLEXIONES


SOBRE LAS DIFERENCIAS DE GÉNERO EN LA
DELINCUENCIA

Sería oportuno comenzar este artículo señalando que el interés por el


tema género/sexo1 en Criminología ha originado un volumen de información,
que, en especial, ha sido impulsado por el enfoque feminista de esta ciencia
(Adler, 1975; Simon, 1975; Steffensmeier y Allan, 1996). Cabe señalar, igual-
mente, que la inclusión de la mujer desviada como aspecto crucial de la Crimi-
nología se inicia después de que el movimiento político e ideológico conocido
como feminismo cobrara fuerza en los años setenta (Bartolomé, 2001).
La aparición de las “ideas feministas” en áreas tan diversas como la
política, la economía o la ciencia, promovió una nueva visión sobre los he-
chos vinculados a la mujer, que sin lugar a duda, afectó también a la Crimi-
nología. Los planteamientos sobre la relación mujer-delincuencia, bajo este
esquema, van a promover un sinfín de reivindicaciones desde el punto de
vista epistemológico, metodológico y teórico dentro de esta ciencia (Adler,
1975; Crites y otros, 1976; Simon, 1975).

1 Es importante referirse aquí a la evolución histórica en la utilización de los conceptos sexo


y género, y su relación con la conducta de hombres y mujeres. Mientras que en los prime-
ros acercamientos al tema el término sexo era el utilizado con más frecuencia para referirse
a las posibles diferencias hombre/mujer; en torno a la década de los 60 muchos autores co-
mienzan a considerar que la expresión “diferencias de sexo” puede inducir el implícito de
que tales diferencias son debidas, o están muy vinculadas, con factores biológicos. Co-
mienza, entonces, a utilizarse el término género, con el propósito de diferenciar lo mera-
mente biológico de los aspectos sociales; de manera que la expresión “diferencias de géne-
ro” se reserva para referirse a las características, vinculadas al sexo, pero que se asume es-
tán relacionadas con el modo en el que los individuos de cada sexo son socializados. Des-
de entonces, existe considerable consenso entre los investigadores acerca de la utilidad de
tal diferenciación terminológica. Sin embargo, numerosos autores continúan utilizando en
la actualidad ambos términos, sexo y género, como intercambiables evidentemente sin asu-
mir que el sexo englobe el género, sino como consecuencia de una tradición que refleja la
utilización cotidiana de tales conceptos. De hecho, gran parte de la literatura revisada para
este artículo al comparar las características de los hombres y mujeres de sus muestras alu-
den a diferencias de género y/o sexo indistintamente. La propia expresión “gender gap” a
la que se hará referencia, podría ser un buen ejemplo de este planteamiento.
Juan Antonio Rodríguez
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Particularmente, para la corriente de liberación femenina la razón de la


constante desproporción entre las tasas delictivas de hombres y mujeres (fe-
nómeno denominado en inglés “gender gap”), gravita en la idea de que am-
bos géneros han ejercido distintos papeles, y ocupado diferentes espacios en
la estructura y sistema social. La exclusión de las mujeres de muchos secto-
res de la vida pública genera una menor delincuencia, especialmente de la
vinculada a contextos sociales dominados por los hombres (Adler, 1975).
Uno de los primeros aportes que se replanteó la condición de la mujer
dentro de la teoría y la investigación de la delincuencia fue el de Freda
Adler (1975). En Sisters in Crime, esta autora establece una relación entre
la emancipación o liberación de la mujer, y los cambios en sus niveles y ti-
pos de conducta delictiva. Conjetura esta criminóloga que al hacerse más
autónomas las mujeres, e ir ganando espacios tradicionalmente reservados
al otro género, se deberá originar una mayor participación de ellas en el de-
lito, y especialmente en aquellas contravenciones donde el hombre ha teni-
do mayor prevalencia (Adler, 1975).
Asimismo, desde el movimiento de liberación femenina, Rita Simon
(1975) analiza en su obra Women and Crime la situación de las mujeres en
la desviación. Al igual que Adler, esta autora sugiere que a medida que las
mujeres irrumpan con mayor importancia en el ámbito laboral, se abrirán
nuevas oportunidades para ellas, lo que traería, por ejemplo, una mayor par-
ticipación en la delincuencia. Al parecer, si cambian las circunstancias del
género femenino en la estructura sociolaboral, aumentarían también sus in-
cursiones en nuevas formas de desviación. Tal situación elevaría las tasas
delictivas y variaría el tipo de delito cometido por ellas, equiparándose con
mucha seguridad a la delincuencia asociada con los hombres.
De ambas criminólogas se puede rescatar la siguiente predicción: lue-
go de que las mujeres participen más en la vida pública, y reciban un trato
similar, incrementarán sus tasas delictivas hasta hacerlas coincidir con las
de los hombres. Sin embargo, este planteamiento no se ha visto confirmado,
dado que las tasas delictivas de ambos géneros siguen siendo diferentes en
la actualidad, incluso en aquellas sociedades donde las oportunidades de
participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida pública han au-
mentado considerablemente. Por ello, estas propuestas teóricas fueron cues-
tionadas y parcialmente abandonadas (Chesney-Lind y Pasko, 2004).
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Hoy en día las aportaciones de la corriente de liberación femenina, más


que un cuerpo teórico que explique con fortaleza la desviación de las muje-
res, constituyen un referente histórico sobre los inicios de una Criminología
“rebelada”. Es decir, que al margen de las dificultades que tuvo esta corriente
para encontrar verdadero respaldo empírico a sus hipótesis sobre las diferen-
cias de género en la delincuencia, este movimiento desempeñó una labor im-
portante en el devenir de la Criminología y del feminismo en esta ciencia,
dado que, desde ese momento, se incrementa el interés por reivindicar el aná-
lisis de los fenómenos ligados a la relación género-desviación.

2. CRIMINOLOGÍA Y GÉNERO: UNA REVISIÓN DEL EJERCICIO


INVESTIGATIVO Y TEÓRICO

Más allá del hecho de que en la última década, por ejemplo, la delin-
cuencia juvenil femenina haya crecido rápidamente, inclusive comparándo-
la con el ritmo de aumento de la masculina (Chesney-Lind y Okamoto,
2001), y que además exista en algunos lugares una equiparación entre varo-
nes y hembras en conductas como el consumo de alcohol, tabaco y drogas
ilícitas (Bartolomé y otros, 2009), no cabe duda de que la desviación grave,
en especial aquella que encuadra comportamientos violentos, ha sido un fe-
nómeno substancialmente masculino. Si existe algún hallazgo que con nota-
ble reiteración se presenta en las investigaciones empíricas, es que los hom-
bres, en términos de prevalencia, incidencia y variedad, cometen más con-
ductas desviadas que las mujeres (Bartolomé y otros, 2009; Fagan y otros,
2007, Rodríguez y Mirón, 2008).
El hallazgo de esta vinculación entre género masculino y delincuen-
cia, ha tenido algunas consecuencias, por ejemplo, que una gran parte de
la producción científica en Criminología se haya centrado en el análisis de
muestras de varones/hombres (Steffensmeier y Allan, 1996). Ello ha gene-
rado también que la delincuencia femenina haya sido “ignorada, triviali-
zada o negada” por muchos investigadores (Chesney-Lind y Okamoto,
2001). Incluso, que las explicaciones de la delincuencia de las mujeres ha-
yan sido, en muchas ocasiones, simples extrapolaciones efectuadas a par-
tir de modelos teóricos validados con muestras masculinas (Cecil, 2006;
Lanctôt y Le Blanc, 2002).
Juan Antonio Rodríguez
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Esta “ceguera de género” ha provocado que en Criminología, preva-


lezcan:
a) Bases epistemológicas y metodologías fundamentalmente androcéntricas;
b) Investigaciones empíricas donde se hace mayor énfasis en los hombres;
c) Tratamiento de datos sin distinción de géneros;
d) Hallazgos e inferencias parciales, a partir de la realidad masculina, que
pretenden ser generalizables, y
e) Teorías y explicaciones de la delincuencia que se ven afectadas por todo
lo anterior, ofreciendo respuestas etiológicas que se ajustan sobre todo a
la situación de los hombres.
2.1. La investigación empírica sobre el género en Criminología
Cabría cuestionarse en este apartado si el género ha recibido una aten-
ción suficiente por parte de la Criminología. La respuesta evidentemente es
que no: el género, y en especial el femenino, ha sido un elemento poco cru-
cial en el debate sobre la génesis y el control de la delincuencia (Chesney-
Lind y Okamoto, 2001, Bartolomé y otros, 2009).
Desde la Criminología Feminista se ha criticado que la supremacía del
hombre en la investigación empírica y en la construcción teórica de la Crimi-
nología, ha traído como consecuencia la imposición de sus puntos de vista so-
bre la manera de explicar la realidad delictiva tanto masculina como femenina.
Refrenda sobre esto Cecil (2006) señalando que, desde sus inicios, la Crimino-
logía ha sido una disciplina supeditada al género masculino. O sea, tanto los in-
vestigadores como los sujetos a los que éstos analizan, son principalmente
hombres. Según la autora, este dominio masculino ha generado que el conoci-
miento científico de la delincuencia sea limitado, y sobre todo, sesgado.
Esta desconsideración sobre la realidad femenina ha dominado, y con-
tinúa dominando en ciertos entornos la investigación criminológica. En al-
gunas de las investigaciones actuales, los hombres y sus experiencias siguen
manejándose como el parámetro y medida al momento de entender la des-
viación (Cecil, 2006, Rutter y otros, 2000). Tal vez esto justifique puntos de
vista como los de Belknap y Holsinger (2006), los cuales afirman que:
“probablemente una de las grandes limitaciones existentes en los estudios
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criminológicos sea la poca prioridad que se le ha dado al género en la etio-


logía de la delincuencia” (pág, 48).
De hecho, durante el transcurrir de la Criminología, un grueso de la in-
vestigación sobre los factores de riesgo/protección de la delincuencia ha sido
realizada exclusivamente con muestras masculinas (Rutter y otros, 2000), y
cuando últimamente se han utilizado muestras de ambos géneros, el sexo sólo
ha sido usado como variable de control (Lanctôt y Le Blanc, 2002). Como
consecuencia, al analizar los hallazgos de la literatura clásica teniendo en
cuenta la variable género, surge la duda de si los factores de riesgo/protección
que influyen en la conducta antinormativa de los hombres serán los mismos
que inciden en la delincuencia de las mujeres (Booth y otros, 2008).
Para tratar de contrarrestar todo lo anterior, en los últimos años han
surgido otros estándares ideológicos, metodológicos y teóricos para paliar la
ya referida “ceguera de género” (Belknap y Holsinger, 2006; Lanctôt y Le
Blanc, 2002). Ya la preocupación por el género no afecta únicamente al tra-
bajo de los criminólogos feministas per se (ej: Chesney-Lind, 2006; Ste-
ffensmeier y Allan, 1996), sino también al de otros investigadores que no se
encuadrarían propiamente en esta corriente, pero a los que visiblemente les
inquieta el papel del género/sexo en los debates sobre la delincuencia (ej:
Farrington y Painter, 2004; Moffitt y otros, 2001).
En la actualidad ha eclosionado una cantidad de investigaciones que
tratan tanto la etiología de la delincuencia femenina, como la relación de la
mujer con las instancias de control social (ej. Chesney-Lind, 2006; Steffens-
meier y otros, 2006). Así, desde un enfoque netamente etiológico, un núme-
ro importante de los estudios empíricos más recientes han examinado los
factores de riesgo/protección que estarían involucrados en la delincuencia y
conducta antisocial de uno y otro género (Booth y otros, 2008; Fagan y
otros, 2007; Farrington y Painter, 2004; Belknap y Holsinger, 2006; Lanctôt
y otros, 2007; Moffitt y otros, 2001; Storvoll y Wichstrom, 2002).
Los resultados de estas investigaciones que analizan específicamente
las diferencias y similitudes en cuanto a los factores que subyacen en la de-
lincuencia de cada género, y que bien podrían explicar el gender gap, no
siempre son coincidentes. Por una parte, existen investigadores que sostie-
nen que los mismos factores asociados con la delincuencia de los hombres
Juan Antonio Rodríguez
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pueden predecir también la delincuencia de las mujeres. Por el contrario,


otros autores consideran que los factores de riesgo/protección de la desvia-
ción de cada género son diferentes.
Entre los autores que propugnan la primera postura estarían, por ejem-
plo, Moffitt y otros (2001). Estos investigadores indican que la delincuencia
de las mujeres se origina por los mismos mecanismos etiológicos que ocasio-
nan la de los hombres, y que por supuesto, las variables que se asocian con la
desviación de ellos, son claramente predictoras de las conductas reprobables
de ellas. Por ejemplo, y haciendo referencia especialmente a la delincuencia
juvenil, para estos autores, el grupo de amigos desviados tienen una influen-
cia similar en la conducta antisocial de ambos géneros, aunque los varones
están diferencialmente más expuestos a estos entornos, y a otros factores de
riesgo en general. De ahí que se muestren reticentes ante la posibilidad de
formular “teorías de la delincuencia específicas” para cada género.
En contraste, otros investigadores como Belknap y Holsinger (2006)
no comparten esta posición, sino que consideran que hay diferencias clara-
mente perceptibles en los procesos de socialización de varones y hembras
que pueden tener efectos específicos tanto en los niveles como en la natura-
leza de la conducta antisocial de ambos sexos. En esta línea de trabajo, ca-
bría señalar que factores de riesgo como: la disciplina dura y errática en el
hogar, la tensión familiar, los amigos desviados y el fracaso escolar se han
relacionado en mayor medida con la delincuencia juvenil de los varones.
Por su parte, la falta de supervisión, la crianza sobreprotectora, y el bajo
apego a los padres se han señalado como factores que afectan especialmente
la conducta antisocial de las hembras. Además, para ellas, el hecho de pasar
más tiempo en casa, la mayor creencia en la importancia de la familia, la
menor asociación con amigos problemáticos, y las relaciones más emocio-
nales y afectivas dentro de su grupo de amigos, operarían como factores
protectores frente a la desviación (Bartolomé, 2001; Fagan y otros, 2007;
Heimer y De Costner, 1999; Storvoll y Wichstrom, 2002).
Con respecto a la falta de acuerdo entre los hallazgos empíricos y las
posiciones teóricas de los diferentes autores, Rutter y otros (2000) matizan
que la información de la que se dispone acerca de la relación género-delin-
cuencia es todavía muy escasa como para poder establecer aserciones con-
cluyentes. Pero los autores manifiestan que, sobre la base de las pocas evi-
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dencias empíricas existentes, se puede asumir, provisionalmente, que son


mayores las concordancias en las variables predictivas de la delincuencia
juvenil de varones y hembras que las diferencias. Quizá las diferencias en-
tre géneros en la conducta antisocial se deban más a la mayor o menor ex-
posición a los factores de riesgo y protección, que a la existencia de factores
radicalmente diferentes en las trayectorias vitales de cada género.
Es decir, los predictores que pudieran estar asociados al denominado
“gender gap” de la delincuencia (en este caso juvenil), no serían tanto un
asunto de cualidad, sino de cantidad. La naturaleza de los factores de ries-
go/protección sería la misma en la etiología del delito de ambos géneros,
mas no así los niveles de exposición a esos factores. Puede colegirse, enton-
ces, que los varones incurren en más conductas antisociales porque están
más expuestos a los factores de riesgo y menos a los de protección.
Sobre el papel diferencial que pueden jugar los factores de riesgo/pro-
tección Fagan y otros (2007) ofrecen un estudio revelador. Estos autores
evalúan las diferencias de género en 22 factores de riesgo y protección indi-
viduales, familiares, escolares y grupales, relacionados con la probabilidad
de delincuencia juvenil grave. Los autores encuentran, coincidiendo con la
postura de Rutter y otros (2000), que “todos” los factores de riego y protec-
ción analizados dan cuenta de la delincuencia de varones y hembras. Sin
embargo, en cuanto a las diferencias observadas, para 18 factores (ej. actitu-
des pro-delincuencia y uso de drogas en la familia, actitudes individuales
pro-delincuencia y pro-uso de drogas, rebeldía, delincuencia y uso de dro-
gas de los amigos, y recompensas por la delincuencia), los varones con rela-
ción a las hembras, informaron de niveles más altos de exposición a facto-
res de riesgo, y niveles más bajos de exposición a los de protección. Para
estos autores, esta exposición diferencial es lo que posiblemente ocasiona
los mayores índices de delincuencia grave en los varones.
A pesar de este tipo de resultados, a juicio de Farrington y Painter
(2004) existe todavía una escasa evidencia empírica con respecto a los fac-
tores que generan la conducta antisocial en los varones, y por tanto también
con respecto a si éstos son semejantes a aquellas variables que intervienen
en la etiología de la conducta desviada femenina. Las investigaciones sobre
diferencias de género en la delincuencia, bien sea juvenil o adulta, han sido
insuficientes y poco satisfactorias; y esto es así, entre otros motivos, porque
Juan Antonio Rodríguez
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varias de ellas se han desarrollado sobre la base de estrategias metodológi-


cas, muestras y análisis estadísticos inapropiados para esclarecer diferencias
entre hombres y mujeres.
En este sentido, Cecil (2006) comenta:
“Los trabajos más actuales tratan de determinar si las teorías
criminológicas se pueden aplicar también a las mujeres, para lo
cual utilizan investigaciones empíricas que incluyen a delin-
cuentes femeninas. Sin embargo, existen una serie de problemas
con este enfoque. Las mujeres de estos estudios simplemente se
añaden al análisis como seres sin género, o como si fueran
hombres (…) este método sería el del “género añadido”… Este
enfoque nos permite apreciar cómo el género afecta a la con-
ducta delictiva, pero no cómo los factores relacionados con la
conducta delictiva afectan a los hombres y a las mujeres. Aun-
que algunos pueden considerar este enfoque como preferible a
la exclusión completa o la visión estereotípica de las mujeres,
sigue siendo un método que limita nuestra capacidad de com-
prender completamente la conducta delictiva. Cuando no se re-
conoce que las mujeres y los hombres son diferentes y que ex-
perimentan sus vidas de un modo diferente, la imagen del delito
que se obtiene a partir de la investigación es una imagen distor-
sionada (…) A lo largo de los años, un grupo de criminólogos,
incluidas a título meramente enunciativo y no limitativo las cri-
minólogas feministas, han puesto de relieve la importancia de
avanzar más allá de esta perspectiva... A nivel básico, esto sig-
nifica considerar las diferencias de género y el modo en que es-
tas diferencias de género modifican el impacto de los factores
criminógenos” (Cecil, 2006: 172-173).

Las investigaciones sobre las diferencias existentes entre hombres y


mujeres es una práctica relativamente nueva en Criminología, y constituye
un nuevo norte para aclarar muchos de los vacíos existentes en las explica-
ciones del delito. En palabras de Garrido y otros (2006):
“…en Criminología el género no puede seguir siendo considera-
do una variable más (del mismo nivel que la educación, la fami-
lia, la inteligencia, etc.) a la hora de estudiar la delincuencia (…)
el género constituye un factor estructural, que divide la vida so-
cial en dos maneras distintas de afrontarla e interpretarla: la de
las mujeres y la de los hombres (Garrido y otros, 2006: 419).
Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap 173

2.2. Modelos teóricos de la delincuencia que reparan en la variable


género
Para algunos criminólogos la teoría tampoco ha atendido con suficien-
cia las explicaciones sobre los procesos causales de la delincuencia femeni-
na (Belknap y Holsinger, 2006; Booth y otros, 2008; Cecil, 2006). Como se
ha señalado, las conclusiones sobre la etiología de la delincuencia masculi-
na, se han convertido automáticamente en inferencias etiológicas acerca de
la delincuencia femenina. Como bien queda patente en la literatura, las pro-
puestas teóricas, sobre todo las más tradicionales, no escaparon de los efec-
tos androcéntricos de la Criminología. Por ejemplo, Thrasher (1963), Cohen
(1971) y Hirschi (1969), han fundamentado sus explicaciones de la delin-
cuencia en base a la realidad de los varones adolescentes.
Sin embargo, en años recientes algunos trabajos han intentado deslas-
trarse de esta “sobregeneralización” y para ello, han facilitado enfoques teó-
ricos que expliquen la realidad delictiva de ambos géneros. Esto significa
que la Criminología se está preocupando por las propensiones delictivas de
las mujeres, por las diferencias y semejanzas de los esquemas delictivos de
ambos géneros, y sobre todo, por la utilidad de explicaciones etiológicas
que puedan permitir el entendimiento de la delincuencia teniendo en cuenta
la variable género/sexo. Un buen ejemplo de esto último lo constituyen las
aportaciones teóricas de Steffensmeier y Allan (1996).
Estos dos criminólogos proponen un conjunto de constructos que de-
ben ser considerados para el abordaje etiológico de la delincuencia/desvia-
ción en función del género/sexo. Su pretensión es explicar la desviación de
hombres y mujeres utilizando un modelo creado, específicamente, para tal
propósito. Estos autores consideran que las desigualdades en cuanto al nú-
mero y tipo de delitos cometidos por hombres y mujeres se deben a la exis-
tencia de diferencias entre ellos, no sólo a nivel físico, sino, especialmente,
a nivel social. Hombres y mujeres responden con sus conductas, incluidas
sus conductas desviadas, a hechos diferenciales que están determinados por
características biológicas y por la existencia de estructuras sociales que los
categorizan y definen de maneras específicas. En concreto, para explicar las
diferencias delictivas de hombres y mujeres se refieren a:
1) La organización del género. Con este constructo teórico se alude a
los variados aspectos de la vida social y de relación que se diferencian según
Juan Antonio Rodríguez
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el hecho de ser hombre o mujer. Integran esta dimensión las normas de gé-
nero, el desarrollo moral, el control social, y la socialización diferencial. En
este aporte se hace énfasis en el hecho de que las mujeres cometen menos
delitos porque sus contextos de socialización, que obviamente las controlan
más, enaltece valores vinculados al cuidado y a la precaución, además de la
preocupación por mantener relaciones interpersonales basadas en el afecto.
2) La motivación para el delito. Estos autores argumentan que la mo-
tivación para delinquir es mucho menor en las mujeres, ya que su proceso
de socialización diferencial favorece el desarrollo de un mayor nivel de au-
to-control. Las mujeres están menos predispuestas que los hombres a com-
prometerse y correr riesgos por la realización de actos antisociales, puesto
que la conducta delictiva tendrá más costes sociales y morales para ellas; lo
cual genera una suerte de “tendencia a la contención” que hace muy poco
probable que se decidan por la opción delictiva. Si en algún momento las
mujeres se vieran conminadas a la violación de la norma, uno de los moti-
vos principales sería la protección de sus relaciones personales.
3) Las oportunidades para delinquir. Además, las mujeres tienen un
limitado acceso a un número de oportunidades delictivas como consecuen-
cia de la estructura patriarcal y el sexismo predominante en la sociedad, ya
que ambos restringen la actuación de ellas en el mundo social. Este enfoque
sostiene que, como consecuencia de su género, las mujeres tienen un acceso
diferencial a experiencias y ambientes delictivos, y por tanto van a disponer
de escasas oportunidades de aprender conductas antisociales. Igualmente
sus actividades cotidianas y las diferencias de género en el mercado laboral,
coadyuvan al poco contacto con oportunidades para delinquir.
4) El contexto del delito. El contexto según estos autores hace referen-
cia principalmente a las características particulares del hecho delictivo, o
sea, tanto a las circunstancias como a la naturaleza de esto hechos. Conclu-
yen, dentro de su propuesta, que hombres y mujeres se diferencian en la
manera en la que realizan sus delitos y en la situación que se genera en tor-
no a éstos. Las diferencias entre géneros en cuanto al contexto y situación
del delito, incluyen, por ejemplo, el hecho de que las mujeres utilicen en
menor medida la violencia física, empleen en menor medida armas, elijan
víctimas cercanas que forman parte de sus escenarios de relación, y preten-
dan obtener resultados o propósitos menos vinculados al dominio.
Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap 175

5) Factores físicos y biológicos. Los aspectos y dimensiones anteriores


guardan relación, o se combinan, con las características físicas y reproducti-
vas de ambos géneros. De tal modo, por ejemplo, que la menor fuerza física
de las mujeres, o su papel en los procesos de reproducción, condiciona, en
parte, tanto la estructura de género, como las motivaciones para delinquir, o
el acceso a contextos del delito, así como el tipo de delito que llevan a cabo.
Ahora bien, paralelo al enfoque feminista anterior, otros autores y mo-
delos teóricos, en especial aquellos incluidos en lo que se ha denominando
Criminología mayoritaria o tradicional, consideran que varios de sus plan-
teamientos dedicados a la explicación de la delincuencia masculina aluden,
implícita o explícitamente a variables y mecanismos que pueden dar cuenta
tanto del gap de género como de la delincuencia de las mujeres.
Por ejemplo, varias investigaciones han pretendido poner a prueba la
adecuación de la Teoría del Aprendizaje de Akers (1973) y de la Asociación
Diferencial de Sutherland (1939) para explicar las diferencias de género/sexo
en la delincuencia. Este sería el caso de Giordano y Rockwell (2000) o de
Heimer y De Costner (1999) quienes sugieren que para explicar la desviación
de las mujeres, deben abordarse los procesos de aprendizaje de esas conduc-
tas en los contextos de socialización (familia, amigos, escuela), dado que para
ellas, al igual que para los hombres, serían los mecanismos de modelado y re-
forzamiento los que determinan el desarrollo de la delincuencia.
Haimer y De Coster (1999) consideran que aunque originariamente la
Teoría de la Asociación Diferencial no está enfocada a la explicación de las
diferencias de género/sexo, es evidente que los principios de aprendizaje
deben ser los mismos tanto en hombres como en mujeres. Lo que cambiaría
sería el contenido de los aprendizajes y el contacto diferencial con defini-
ciones favorables y desfavorables a la ruptura de las normas.
Los resultados de su trabajo indican que las mujeres son menos violen-
tas, porque las vinculaciones con su familia son más fuertes, y esta influencia
determina que aprendan pocas definiciones favorables a la desviación. Para
estos autores, el rol de género sería un elemento crucial en las explicaciones
sobre los contrastes en la delincuencia de hombres y mujeres, pues a ellas se
les enseña que la violencia es incoherente con el rol femenino.
Tampoco la Teoría del Control Social de Hirschi (1969) se formuló
originalmente para explicar las diferencias de género/sexo. Pero también se
Juan Antonio Rodríguez
176 Cap. Crim. Vol. 37, Nº 4 (Octubre-Diciembre 2009) 161 - 182

han realizado recientemente trabajos que intentan analizar si las variables


propuestas por Hirschi (apego familiar, supervisión, vinculación a grupo de
amigos convencionales, apego a la escuela, etc.), podrían dar cuenta de la
delincuencia tanto de los hombres como de las mujeres (ej. Booth y otros,
2008; Hartjen y Priyadarsini, 2003; Svensson, 2003). A juicio de Booth y
otros (2008), los escasos trabajos realizados desde esta perspectiva teórica
(incluido su propio estudio) tienden a indicar que en términos generales los
mecanismos y efectos del control social informal no son experimentados
igualmente por hombres y mujeres.
En su más reciente propuesta: la Teoría General del Delito, el propio
Hirschi junto con Gottfredson (1990) ya plantean explícitamente una explica-
ción de las diferencias de género en la delincuencia, haciéndose eco de la cre-
ciente preocupación de los criminólogos por aclarar esta cuestión fundamen-
tal. En concreto, sostienen que la explicación sobre estas diferencias en la
desviación puede ser realizada considerando las disparidades en los niveles
de autocontrol de hombres y mujeres. Es decir, las mujeres, en su opinión,
presentan menos delincuencia porque la crianza ha sido más efectiva en ellas,
y poseen en consecuencia un mayor autocontrol, combinado además con po-
cas oportunidades para el delito. Estas escasas oportunidades serían debidas,
fundamentalmente, a una mayor supervisión por parte de los padres.

3. CONCLUYENDO: NOTAS PARA UNA CRIMINOLOGÍA


INTERESADA EN EL GÉNERO

En virtud de la información anterior, no cabe duda de que una de las


grandes tareas pendientes en Criminología sigue siendo aclarar por qué los
hombres delinquen más que las mujeres; y más importante aún -esto por sus
potenciales efectos teóricos y prácticos-, explicar por qué ellas lo hacen, y
lo hacen en menor medida. Frente a estas cuestiones ligadas al género, o
gender gap, son varias las explicaciones que han surgido, las cuales, gene-
ralmente, se ajustan a la posición particular de cada sector que totaliza esa
corriente global denominada feminismo. Aun cuando, no hay que olvidar,
que la reflexión sobre las diferencias de género en Criminología no es un
ejercicio exclusivo, por ejemplo, de aquel feminismo más ortodoxo, extre-
mo y discursivo (ej: el feminismo liberal, radical o marxista), sino también
Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap 177

de otras escuelas que sin ser abiertamente feministas, se preocupan por el


papel del género/sexo en la delincuencia. Si bien el objetivo de este escrito
no es ahondar en sus controvertidos reclamos y reivindicaciones, a los im-
portantes esfuerzos del feminismo se debe que el género sea un punto cru-
cial dentro del debate criminológico actual.
Tan importantes han resultado sus críticas y exhortaciones, que muchas
de las investigaciones y modelos teóricos tradicionales en Criminología, en
particular, aquella contribución intelectual que no surge originalmente de los
feministas, han reacomodado sus propuestas para explicar la relación géne-
ro-delincuencia. Lo que significa que existan en el presente, por ejemplo, in-
vestigaciones y perspectivas teóricas que armonizan el positivismo con el
afán de aclarar la trascendencia del género en la etiología de la delincuencia
(ej. Gottfredson y Hirschi, 1990; Haimer y De Coster, 1999; Moffitt y otros,
2001). A este respecto, las presentes líneas tienen como objetivo principal
animar la incorporación de la perspectiva de género dentro de la investiga-
ción criminológica que se hace específicamente en Latinoamérica.
Si bien en la Criminología que se desarrolla en lengua española no es
habitual tratar las cuestiones ligadas al género en la delincuencia, existen
pocas, pero serias experiencias sobre el tema. Por ejemplo, en el trabajo de
Rodríguez y Mirón (2008) Grupo de Amigos y Conducta Antisocial se com-
bina una forma de feminismo con el positivismo criminológico. Con este
trabajo, en especial, se pretende observar a través de la perspectiva de géne-
ro cómo diversos factores de riesgo y protección, como el grupo de amigos
y la familia, afectan diferencialmente los niveles de conducta antisocial de
varones y hembras. En esta misma línea, en el trabajo de Bartolomé y otros
(2009): Los Factores de Protección frente a la Conducta Antisocial: ¿Expl-
ican las diferencias en violencia entre chicas y chicos? se hace también un
intento por conciliar algunos elementos feministas con la investigación em-
pírica. En este artículo, los autores aspiran explicar los bajos niveles de vio-
lencia de las mujeres a través del impacto diferencial de un grupo de varia-
bles protectoras. Para lo cual se proponen, en concreto, aclarar si hay una
exposición independiente de cada género a los mismos factores de protec-
ción; o, si existen indicios de que los factores protectores de la violencia
son, sencillamente, distintos en varones y hembras.
Juan Antonio Rodríguez
178 Cap. Crim. Vol. 37, Nº 4 (Octubre-Diciembre 2009) 161 - 182

Ahora bien, ¿qué tienen en común este par de investigaciones que sir-
viera de lección a una Criminología que desee incorporar el género dentro
de su ejercicio investigativo y teórico? Una respuesta sería que se esfuerzan
por disminuir la denominada “ceguera de género” en los estudios sobre la
delincuencia.
En líneas generales, los hallazgos de las dos investigaciones permiten
deducir que la socialización diferencial puede ser uno de los hechos que dan
cuenta de los contrastes en la participación delictiva de ambos género. Al
mismo tiempo, también dejan claro la necesidad de diseñar nuevos modelo
(investigativos y teóricos) en los que se reconozcan las variables que hacen
que las mujeres sean menos instigadas a la desviación. Se conoce mucho me-
jor los factores de riesgo, y se evidencia que están más presentes en la sociali-
zación de los hombres, pero se conoce todavía muy poco acerca de los facto-
res de protección que están presentes en la socialización de las mujeres. Optar
por modelos soportados en las investigaciones previas y en las teorías formu-
ladas a partir de los datos de varones explicará mejor las conductas desviadas
de los varones. Tal como señala Cecil (2006) se está ante la Criminología de
“género añadido”, y no ante un esfuerzo real de plantearse, desde el inicio,
cómo experimenta uno y otro género sus trayectorias vitales de socialización.
Es momento de trascender desde la simple inclusión de las mujeres como su-
jetos muestrales, a la inclusión de sus circunstancias de socialización diferen-
ciales en cuanto que factores etiológicos de la conducta humana.
Ante esto, una de las preguntas que surge es: ¿cómo comenzar a culti-
var la perspectiva de género en la Criminología que se hace en español? En
el caso particular de aquella Criminología que fundamenta sus investigacio-
nes y explicaciones sobre la delincuencia en estudios cuantitativos, hay, a
todas luces, que esforzarse por controlar el problema del “género añadido”.
Esto se puede lograr evitando el uso exclusivo del género/sexo como una
variable de control, y además, como un recurso metodológico que se utiliza
únicamente para observar su asociación con la delincuencia. En cambio, se-
ría necesario darle “género a los análisis” dentro de la investigación crimi-
nológica con base cuantitativa. Lo que significaría tratar al género/sexo,
más que como variable de control, como un sistema metodológico que orga-
nice y diferencie, en categorías masculino y femenino, las observaciones
empíricas y las inferencias derivadas de estas últimas.
Criminología y género: comentarios a partir del Gender Gap 179

En términos metodológicos, por ejemplo, si se dividen o desglosan los


análisis estadísticos por género/sexo, se abre una verdadera posibilidad de re-
conocer las variables de riesgo y protección que son importantes para la de-
lincuencia de uno y otro género. O sea, que superando el tratamiento del sexo
como variable de control, incorporando muestras suficientes de mujeres, y di-
ferenciando por géneros las estrategias de investigación, tal vez se aprecie
que las circunstancias que influyen en la delincuencia de hombres y mujeres
pueden ser diferentes, en algunos casos coincidentes, o inclusive inesperadas,
como sucede en el estudio de Bartolomé y otros (2009) donde los factores de
protección estudiados, al contrario de las hipótesis de partida, tenían un efecto
mayor en la delincuencia de los varones. Una consecuencia potencial de este
método, con el que simplemente se aspira “visibilizar” todo lo relacionado
con el género, es que se controlarían las generalizaciones a partir de la reali-
dad de los hombres, y se garantizarían hallazgos e inferencias diferenciales en
base a las circunstancias propias de ambos sexos, afectando naturalmente la
teoría criminológica y la intervención de la delincuencia.
Sin embargo, y para finalizar, debe quedar claro que los métodos
cuantitativos no están en la capacidad de aprehender totalmente el peso del
género en la conducta desviada. Si se despertara un firme interés por abor-
dar las diferencias de género en Criminología, no sería conveniente optar
por una sola técnica de investigación. Si bien es cierto que el patrón de aná-
lisis diferencial propugnado aquí puede mejorar substancialmente la refle-
xión sobre los factores de riesgo/protección asociados con la desviación, no
es menos cierto que basarse exclusivamente en los métodos cuantitativos
puede resultar insuficiente, lo que continuaría restringiendo la total com-
prensión del gender gap.
Queda claro que la investigación de tipo cuantitativa facilita en su
mayoría la comprobación de asociaciones y diferencias estadísticamente
significativas. Recursos por su puesto nada desdeñables, pero sí bastante
incompletos para comprender por ejemplo: 1) los aspectos asociados con
el género de otros factores que estarían en juego en la etiología del delito,
pero que no quedan completamente establecidos a través de los análisis
cuantitativos; y, 2) los posibles procesos de causación intervinientes. Por
ende, por qué no pensar que aquellas diferencias de género que quedan
poco claras a través de los métodos cuantitativos, serían más comprensi-
Juan Antonio Rodríguez
180 Cap. Crim. Vol. 37, Nº 4 (Octubre-Diciembre 2009) 161 - 182

bles, por ejemplo, con el uso de métodos cualitativos. Se reconoce que la


información derivada de las técnicas cualitativas daría una noción distinta
del asunto, o tal vez complementaria.

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