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LAS RELIGIONES COMO

ANTROPOTECNIAS
Los nombres ateos de Dios. Los
maquillajes y los dogmas como
estrategia del Yo para evitar la
angustia. La última religión
Dra. Lía Ricón
Profesora Titular Consulta, Departamento de Salud Mental, Universidad de Buenos Aires
Directora de la Carrera de Médico Especialista en Psiquiatría, Universidad de Buenos Aires
Psicoanalista en Función Didáctica (APA) (IPA)

Introducción
La primera motivación para desarrollar este tema es la observación corriente en mi
práctica de los daños producidos por las religiones, los nombres ateos de Dios que se
colocan a entidades trascendentes, los cambios adaptativos que podríamos llamar
maquillajes de Dios que no son entendidos como tales, la creencia en los dogmas que
pretenden evitar la angustia a través de mentiras y la última religión realmente
autoproclamada, no sin razones, como universal.

Objetivos
➢ Definir las antropotecnias como mecanismos de defensa.
➢ Identificar los nombres ateos de Dios.
➢ Reconocer las estrategias actuales que despliega el Yo para evitar la angustia en
el marco del trabajo psicoterapéutico.
➢ Analizar la inteligencia artificial como última religión.

RED CONCEPTUAL
LAS RELIGIONES COMO ANTROPOTECNIAS
JUSTIFICACIÓN DEL TEMA
LOS NOMBRES ATEOS DE DIOS
LOS MAQUILLAJES DE DIOS
LA ÚLTIMA RELIGIÓN

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Justificación del tema
El término antropotecnias, acuñado por Peter Sloterdijk, implica el reconocimiento de
un aspecto inmunológico en el ser humano. El Homo sapiens ha desarrollado su existencia
inmerso en sistemas inmunológicos bajo velos rituales. Esto empieza en las necesidades
elementales de hambre, sed y abrigo hasta las estructuras sofisticadas como religiones,
teorías y dogmas.
El nombre de antropotecnias es equivalente en muchos aspectos al
de mecanismos de defensa. Entiendo que el primero es más abarcativo, ya que no se
refiere solo a los mecanismos que implementa el psiquismo en su intento de negar la
finitud, la fragilidad y los imprevisibles de nuestra existencia, sino que se remonta a
nuestras necesidades básicas, inherentes a la conservación de la vida.
Para este autor, el hombre se ejercita permanentemente acicateado por los dictámenes
de su estado de inmersión en un sistema inmunológico, con lo que pretende aliviar la
angustia que le produce la vulnerabilidad ante la muerte. Recordemos la reacción que
causó la demostración de Copérnico referida a que la Tierra flota en el espacio. Todos
podemos recordar en nosotros mismos la sensación de vacío que produce pensar que
estaremos cabeza abajo en las antípodas o que podríamos caernos en el vacío. El Homo
sapiens fue creando sistemas de reaseguro a través de los maravillosos relatos de
entidades trascendentes que nos sacan de este lugar de casi inexistencia en medio del
universo.
Mi primer recuerdo va a Lao Tsé y su corto y complejísimo texto Tao Te King (El libro
del Tao). Este espinoziano avant la letre nos habla de nuestra pertenencia a una totalidad
a la que accederemos a través de la profundización interior y la búsqueda de la sintonía
con el espíritu universal, con la esencia de la naturaleza de las cosas: el Tao.
No es el objetivo de esta Unidad didáctica mencionar lo que va a continuación, pero me
parece importante la referencia a otro texto también corto y profundo que tiene una visión
abarcativa sobre la totalidad que nos influye para desarrollar nuestra vida. Me refiero a El
cultivo de los gestos, de André Haudricourt. Este autor, que es ingeniero agrónomo,
formuló en 1962 una hipótesis referida a:
¿Qué relación tendrán los gestos de cultivo y cría de animales con las mentalidades que
dieron a luz a las metafísicas de Oriente y Occidente? ¿Qué tendrá que ver la oveja, el
gesto del pastor y la recolección del trigo con las filosofías de la trascendencia? Y su
paralelo, ¿no estarán emparentados el ñame y el arroz, el búfalo y la vaca, con un gesto
primitivo que habilita a la metafísica oriental su pasaje hacia las filosofías de la
inmanencia? Un modo de pensar, de producir, de valorar y de hacer política que no puede
disociarse del modo de sembrar y de habitar el mundo, una etnografía precisa que
consiste no solamente en analizar cómo el hombre inscribe, para cada formación histórica,
su relación entre teorías y prácticas, teologías e ideas, sino en observar cómo la
gestualidad histórico-corporal hace mente y mundo.
Yo no intento abarcar todas las religiones. Me interesa especialmente trabajar con los
efectos de las que puedo registrar en mi práctica. Me refiero a los tres monoteísmos y,
especialmente, el judeo-cristiano.

➢ El argumento que suele utilizarse para restar importancia al tema de las religiones es que la fe
religiosa está en baja y que tiende a desaparecer o a ser algo más ritual y ligado a costumbres. Mi
respuesta es que, si bien el argumento referido a las religiones en sí mismas corresponde a la
realidad, tenemos en este momento nuevos dioses que, como todos los anteriores, nos dan la
fantasía de resolver todas las preguntas que el Homosapiens se hace desde el principio de su
penosamente desarrollada autoconciencia. Me refiero a: cómo surge la autonomía de esa primera
célula, de dónde venimos, para qué estamos y a dónde vamos. Sin embargo, la inteligencia artificial
pretende dar cuenta de todo. Esta nueva deidad invasiva no aparece como claramente
trascendente, pero cumple con todos los requisitos.

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La posibilidad de existencia de seres anfibios de Eric Sadin en los que interactúan
algoritmos cibernéticos y biológicos es una esperanzada propuesta que, de todos modos,
no es una respuesta definitiva a las preguntas planteadas.
Afortunadamente muchos pensadores toman este tema y con otros nombres se refieren
a las antropotecnias de Sloterdijk. Voy a transcribir lo dicho por Jean Pierre Dupuy
en Some Pitfalls in the philosofical Foundatios of Nanoethicis, Journal of Medicine and
Philosophye, vol. 32, 2007, citado por Ray Brassier (Aceleracionismo; 2007):
La salud simbólica del hombre estriba en su habilidad para hacer frente consciente y
autónomamente no solo a los peligros de su entorno, sino también a las series de
amenazas profundamente íntimas que todo hombre enfrenta y enfrentará siempre,
concretamente el dolor, la enfermedad y la muerte. El hombre en las sociedades
tradicionales obtenía esta habilidad de su cultura, que le permitía darle sentido a su
condición mortal. Lo sagrado desempeñaba un papel fundamental en esto. El mundo
moderno nació sobre las ruinas de los sistemas simbólicos tradicionales, en que no podían
ver sino arbitrariedad e irracionalidad. En su labor de desmitificación, no comprendió la
manera en que estos sistemas daban límites a la condición humana al tiempo que le
conferían un sentido. Cuando reemplazó lo sagrado con la razón y la ciencia, no solo
perdió todo el sentido de los límites, sino que el sentido mismo también fue sacrificado. La
expansión médica va de la mano con el mito según el cual la eliminación del dolor, la
discapacidad y el diferimiento indefinido de la muerte son objetivos tanto deseables como
alcanzables gracias al desarrollo indefinido del sistema médico y el progreso tecnológico.
No se puede dar sentido a lo que se busca solo para extirparlo. Si la finitud, naturalmente
inevitable, de la condición humana es percibida como una alienación y no como una fuente
de sentido, ¿no perdemos con esto algo infinitamente valioso a cambio de la persecución
de un sueño pueril?
De lo dicho surge que las religiones han sido un constructo teórico y filosófico
maravilloso que pretende habernos incluido en los planes un espíritu superior, quien no
podría por sus supuestas cualidades positivas habernos abandonado, cuando hemos sido
el punto máximo de su creación. Lamentablemente, no somos ni el punto máximo de la
evolución. Este es también un error, como dirían los científicos de ciencia dura, surgido
como consecuencia de haber sido el Homo sapiens quien decidió la escala. Un ejemplo
simple: un murciélago puede cazar un mosquito en un campo de golf, nosotros, los Homo
sapiens, no le damos con una palmeta en un espacio de cuatro por cuatro.
Quede claro que no estoy pensando en progreso, ni en desarrollos que nos lleven a
mejores lugares. No sabemos a dónde vamos, de modo que la fantasía de progreso está
siempre precedida por otra fantasía más poderosa que es la de que vamos a alguna parte
y de que encontraremos algún sentido.
Después de una justificación general quiero explicar el porqué del subtítulo de
los nombres ateos de Dios.
Tienen el mismo efecto obturador del pensamiento y conllevan la misma
paralización. Quienes los usan se sienten racionalmente libres de las creencias que están
ahí agazapadas defendiéndolos de las angustias tan difíciles de eliminar determinadas por
nuestra finitud, lo inevitable de la muerte y nuestra imposibilidad de implementar alguna
conducta definitivamente consoladora. Creo que el más popular es la “naturaleza”, lo
desarrolló magistralmente Spinoza, quien sin duda estuvo de acuerdo con Lao Tsé, pero
quiero agregar que se menciona con un carácter de fijismo como si pudiera servir de
explicación, por ejemplo, para decir que las relaciones heterosexuales son lo natural o la
expresión de Kristeva en el Congreso Internacional Psicoanalítico en Londres. “La
homosexualidad como adquisición frágil y tardía en la historia de las culturas humanas”,
esto implica no solo desconocimiento de los datos históricos de las culturas, sino también
una adhesión sin réplica a un creacionismo solo aceptable a partir de un dios, un espíritu,
un algo tiene que haber. Venimos de la diversidad. Antes de la reproducción sexuada,
hubo una asexuada; hay diferencia entre la inteligencia de un perro y la de Einstein, pero
no hay una línea divisoria neta. Ni siquiera la autoconciencia que tanto nos perturba. Los

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primates y hasta los elefantes tienen esbozos de autoconciencia. No somos la cumbre de
la creación.
Otro de los objetivos es alertar con respecto a la condición proteica de los dioses.
Una lectura desprevenida del título podría hacer suponer tanto un ataque como una
defensa. Dejémoslo así.
La preocupación por alertar surge en mí determinada por los daños que a lo largo de la
historia provocan los dioses malignos, no conozco benignos. Hay algunos que intentan
no preocuparse por el tema, entendiendo que la fe religiosa está en baja y que ahora el
progreso, en este tiempo, especialmente la tecnología, nos va a dar todo lo que las
religiones nos prometieron.
Lamentablemente, este comentario no me tranquiliza porque hasta ahora no hay
respuesta a las preguntas fundamentales, que este pobre Homo sapiens que tan
inoportunamente ha adquirido la conciencia, se ha visto obligado a plantearse, entre otras,
las ya mencionadas: ¿dónde vamos?, ¿de dónde venimos?, ¿para qué estamos?Y la
prínceps ¿por qué morimos?, ¿cómo es que el universo va a permanecer y nosotros no?
Las religiones de todos los tiempos hasta donde tenemos registro han sido, como
termino de decir, un constructo maravilloso que nos ha incluido en los planes de un espíritu
superior que no podría, por sus cualidades positivas, habernos creado y luego
abandonado.
Las religiones de mayores y mejores promesas que conocemos, las tres religiones del
Libro surgen del relato judeo-cristiano sintetizado en Génesis 1: 2, 27,28 y también en 18
17 y 9 1 (4). Este texto es recitado en varios capítulos del Nuevo Testamento tales como I
Co 11 7, Col 3 10 Ef 4 24. MT 19, y del antiguo, Sal 8 6-9, Si 17 2-4, Sb 9 2; 10 2, St 3 7.
La abundancia de citas muestra que no es un texto aislado ni simbólico. Esta
aclaración es útil cuando se pretende no entender el carácter concreto referido a una
realidad externa objetiva. Veremos que esta es una de las interpretaciones que quedan
descalificadas por el pecado de Onán, que echó su semen en tierra (Génesis 38) (4) y por
este pecado Dios lo hizo morir. Esta es una muestra más de la bonhomía de Dios.
Quedan con estos párrafos planteados mi interés y la necesidad de hacer una
explicitación sobre los mitos referidos a las características de Dios, cuya descripción en los
textos bíblicos no avalan otras interpretaciones.
Dicho en otros términos, el texto de los relatos bíblicos es permanentemente sometido
al lecho de Procusto para que se adecue a lo que haya sido dicho según las necesidades
impuestas por los importantes cambios culturales, técnicos, políticos, científicos, etc., al
imaginario social.
Lamentablemente, y para avalar mi inquietud, encuentro esta cita de Einstein: “Lo que
me disgusta de esta clase de argumentación (de Niels Bohr y otros) es la actitud positivista
básica, que desde mi punto de vista es insostenible […] Lo existente es siempre algo
mentalmente construido por nosotros, esto es, algo que postulamos libremente” (citado en
Michael Dickson (1999) en un artículo sobre el solapamiento de teoría y observación).
A modo de ilustración menciono la teoría de la evolución, de la que si haré algunas
explicitaciones y los cambios de paradigmas, ocurridos desde esa época, que no estoy en
condiciones ni siquiera de listar.
Antes de decir algo sobre la evolución me importa un intento de respuesta a la
pregunta: ¿Qué es ser ateo? Es haber podido prescindir de la fantasía de eternidad
individual y de trascendencia. Es aceptar la finitud de la existencia. Me refiero a una
fuerte apuesta racional, no a que emocionalmente aceptemos lo que ya dice la Biblia:
“polvo eres y en polvo te convertirás”.

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Los nombres ateos de Dios
La naturaleza que ya mencioné y a la que volveré, sin duda debe haber aparecido
desde los comienzos ante la contemplación de los fenómenos atmosféricos, la lluvia, el
viento, los astros, los terremotos, el sol, la luna, etc. Los encontramos en todas las
mitologías, las nórdicas, las griegas, las latinoamericanas.
A través de cambios la religión atónica de los egipcios, el monoteísmo promovido por
Amenofis IV se trasladó al pueblo hebreo, a los judíos y a la cristiandad, que se
universalizó entiendo que especialmente porque el Cristo de los villancicos promete una
religión universal, no la de un solo pueblo elegido.
Los filósofos no se han quedado atrás en la búsqueda de nombres ateos. Mis
conocimientos filosóficos son reducidos, de modo que solo mencionaré los que me han ido
saliendo al paso leyendo algunos autores.
Va una lista de la que intentaré dar algunas explicaciones de las razones por las que
entendí que las entidades mencionadas eran reemplazos del concepto de un Dios
trascendente.
Empiezo por el Tao del maravilloso Lao Tsé, contemporáneo de Confucio y del Buda.
El relato mítico de su nacimiento es menos verosímil que el del Cristo. Los tiempos han
cambiado. Madre virgen, quien lo tuvo en su seno 83 años hasta que un rayo de sol entró
por su boca, hizo un orificio en su costado por el cual salió Lao Tsé con pelo blanco y toda
su experiencia. Mencionaré algunas de las características atribuidas al Tao por Lao Tsé: el
concepto de tao exalta lo inefable, es un recipiente vacío que no se puede llenar. Habla de
un universo eterno que no vive para sí. La armonía con la naturaleza y el tao aseguran la
eternidad.
En esta misma línea menciono el cap. XXV que parece premonición de Spinoza: “Antes
de que el cielo y la tierra existieran/ya había algo nebuloso, silencioso y aislado, solitario e
inmutable, que gira eternamente sin cesar/ y se puede considerar la madre de todas las
cosas. No conozco su nombre y lo llamo Tao”.
Sigo con el libro del Tao: “Las cosas de este mundo vienen del ser y el ser viene del no-
ser”.

➢ También habla de “tener firmes raíces, fuerza profunda como camino a la inmortalidad y una
visión duradera”. Es evidente que no pudo evitar la imposibilidad de aceptar ser mortales.

Este texto maravilloso tiene, además, numerosas máximas y sugerencias que llevarían
a una mejor vida; las citas bastan para mi propósito, que apunta a entender por qué no
podemos aceptar la vida tal como la vemos en todo lo vivo, la vida en sí.
Continúo con el espíritu absoluto de Hegel (1770-1831). Este complicado autor me
permite solo algunas inferencias. Al decir de Anthony Kenny, el más influyente de todos los
idealistas alemanes, Georg Wilhelm Hegel influenciado por Johann Fichte de quien fue,
además, muy crítico.
La historia universal, dice Hegel, consiste en el desarrollo del espíritu y su manifestación
en la realidad concreta. El espíritu es lo opuesto a la materia y su esencia es la libertad. La
esencia de la materia es la gravedad. La historia universal es el despliegue del espíritu, en
el proceso de elaborar el conocimiento de lo que él es potencialmente.
Las actividades importantes de los individuos son los instrumentos con los que el
espíritu del mundo alcanza su objetivo.
El espíritu se manifiesta a sí mismo en las instituciones, la cultura, la religión y la
filosofía de un pueblo.

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Para Hegel, este espíritu absoluto es la idea divina tal como existe sobre la Tierra.
El pueblo al que ese espíritu pertenece será el pueblo dominante en la historia del
mundo.
Cito a Kenny: “El espíritu de Hegel se entiende como un centro de conciencia que es
anterior a cualquier conciencia individual”.

➢ Observamos que Hegel se refiere a menudo a lo absoluto con la palabra Dios, siendo lo absoluto
el pensamiento que se piensa a sí mismo.

Para este autor la autoconciencia finita ha dejado de ser finita y una autoconciencia
absoluta se ha hecho realidad.
No dudo mucho en creer que esa conciencia absoluta hecha realidad es la conciencia
de Hegel.
Creo que no me hace falta más para entender que este espíritu absoluto es claramente
un nombre que este gran pensador le está dando al mismo espíritu creador de las
religiones, sin hacer uso del absurdo mito judeo-cristiano de un ser superior que decidió
crear la vida en este cascote perdido en medio de la Vía Láctea.
Lo dañino es que se gastó una enorme energía en la elaboración de una teoría
sofisticada que nos vuelve a dejar en las manos del ser superior que no podría
engañarnos. Todo por no poder aceptar la mortalidad, la finitud, lo que está dicho tan claro
en “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Sigamos con otro grande, el pensador más estimado del siglo, el nazi casado con una
mujer camisa parda y una amante judía, el rector de Friburgo perteneciente al Partido
Nacional Socialista de los Trabajadores, autor de Ser y Tiempo, etc., Martín Heidegger. Así
están distribuidas las características de los representantes de nuestra especie, el Homo
sapiens. Un nazi repugnante es un gran pensador. ¿Cómo será esto? ¿Se piensa solo con
el hemisferio derecho racional y no hay lugar para lo emocional, que tendría que estar
incluido?
El SER de Heidegger que lo lleva a plantear que Occidente no ha pensado,
supongamos que hasta que él se ha dado cuenta porque solo ha podido pensar sobre los
entes y no sobre el SER. Soberbia no le falta, podemos asegurar. ¿Cómo pensar en el
SER desde nuestra finitud? Parece que estamos de nuevo nombrando o invocando a un
espíritu absoluto.
Parece que no pudo contentarse con la inmanencia. ¿Qué será este SER pensado
desde el conocimiento de la inconmensurabilidad del universo?
Es otro sofisticado nombre de Dios que preferiría llamarlo solo trascendencia. Tal vez si
nos podemos decir la verdad tenemos menos necesidad de gastar energías en estas
elucubraciones que son muy entretenidas y ayudan a meternos en nuestras mentes, pero
no sé si no podrían utilizarse con mayores posibilidades de disfrutar de lo que nos da la
vida, que no tenemos más remedio que administrar, aunque no hayamos decidido
asumirla.
Quiero mencionar a quien es para mí más respetable como persona y como
pensador: Baruch Spinoza (1632-1677).

➢ Este pensador judío eligió otra vía y transformó la inmanencia en una totalidad de la que todos
participamos con igual jerarquía. No hay lugar para un Creador que terminó su trabajo en siete días.
Deus, sive sustancia, sive natura expresa una noción de Dios diferente a la escolástica. Se inspira

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en manuales de geometría euclidiana y escribe así su ética a partir de una razón concebida como
deductiva y matemática.

Crítico e intérprete de Descartes, dota al sistema cartesiano de un dinamismo que


identifica la extensión con el movimiento y el pensamiento con el pensar.
Spinoza discute el dualismo cartesiano. Si hay una sola sustancia, sus atributos aunque
sean infinitos pueden entenderse como un único atributo que procede de una única
sustancia.
Fue un judío a quien los judíos excomulgaron siendo muy joven y los ortodoxos
acusaron de ateísmo. Su imposibilidad de ser ortodoxo hizo que le ofrecieran 1000 florines
al año para que acalle sus dudas. Rehusó el ofrecimiento e intentaron asesinarlo. Después
de esto vino la expulsión de la comunidad.
Su ética fue publicada después de su muerte. Su sistema metafísico nos recuerda a
Parménides. Solo hay una sustancia, Dios o naturaleza, infinita y autosubsistente, mente y
materia eran sustancias independientes definidas por sus atributos.

➢ Aparece aquí uno de los nombres ya mencionados, la naturaleza. Esta es la idea de un dios
extenso, muy diferente de las divinidades personalizadas con absurdos relatos míticos
indefendibles.

Quiero mencionar por último un filósofo actual, un pensador digno de ser estudiado, en
quien no encontramos un dios trascendente, pero sí claramente la ambición de eternidad.
Empiezo por una cita textual de lo dicho por Alain Badiou en una entrevista que le hizo el
diario La Nación durante una visita a Buenos Aires:
Pregunta: ¿Qué es “vivir en inmortal”?
—Badiou: Es vivir en el elemento de una verdad, incorporarse a un proceso creador ya
sea amoroso, político, artístico o científico. Declarar un amor y recibir su confirmación del
otro, participar con entusiasmo en una manifestación decisiva, contemplar un cuadro,
comprender un teorema. Son estos los momentos en que, para hablar como Spinoza
“experimentamos que somos eternos”. La vida es, entonces, una vida más fuerte que la
vida.
Este filósofo menciona aquí los cuatro procedimientos de verdad de su filosofía:
arte, amor, política y ciencia. A partir de aquí su concepto de acontecimiento empieza
por algo que no es claramente reconocido en el momento en el que ocurre, no es
deducible de las condiciones generales y especialmente sociales en las que se produce y
al que hay que hacer una apuesta a posteriori. Este acontecimiento atraviesa todas las
capas y sus efectos son perdurables. Es maravilloso poder entender así que la rebelión de
Espartaco, el maravilloso esclavo crucificado como el Cristo, no fue vana, no perdimos. El
llamado “descubrimiento de América”, la revolución burguesa y la socialista también están
hoy dando sus frutos. Y es cierto. Lo que no es cierto es poder “vivir en inmortal”.
Entiendo que estos ejemplos bastan para ilustrar lo que me importa desarrollar, que es
la imposibilidad de aceptar la finitud y la muerte. Parece que se está más cómodo con
las mentiras urdidas a lo largo de los siglos que prometen asegurarnos una vida después
de la muerte.

➢ No podemos negar la fascinación que producen los desarrollos teóricos de los filósofos y hasta
los absurdos relatos míticos de la creación y de los dioses, pero no resuelven el problema, no nos
hacemos inmortales.

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Los maquillajes de Dios
Otro observable que permite mantener las estructuras religiosas adaptadas a los
distintos momentos es lo que podríamos llamar los maquillajes de Dios.
El primero que resulta clarísimo en Occidente es cómo pudimos pasar de Yahvé, el dios
vengativo que dice “mía es la venganza” y “hollarás a tus enemigos bajo tus pies”, el
Jehová de los ejércitos, que lo mató al pobre Onán solo por echar su semen en tierra, que
mandó a su hijo unigénito a morir crucificado para salvar esta especie de los Homo
sapiens, etc., al Dios de amor del Nuevo Testamento que, según se publica, ama a los
homosexuales, los bisexuales, los transexuales y seguramente a todos los que satisfacen
la pulsión sexual que no es hetero u homonormativa, sino que simplemente ES.
Jehová, el dios de los ejércitos, que dice: “No os toméis la justicia por vuestra mano…
dejad lugar a la ira,… pues dice la escritura: ‘Mía es la venganza, yo daré el pago
merecido’” está claro, ama al pueblo judío como elegido y mata a todo lo que se oponga a
su desarrollo. Este Dios del pueblo elegido promete ayuda para terminar con todos los
enemigos de Israel. Recordemos de paso la creencia azteca de ser el pueblo elegido de
Huitzilopochtli.
Pensemos en Pablo, el gran apóstol que difundió la teoría y escribió las Cartas a los
distintos pueblos. El relato es que yendo camino a Damasco, tuvo una visión y después
quedó ciego. Tenía sin duda una personalidad con muchos rasgos histéricos para
evidenciar dos síntomas tan característicos. Sus Epístolas son un argumento definitivo
para despreciar la carne y el cuerpo. Solo hay que leerlas con atención.

➢ Los maquillajes que recibe la personalidad de Dios son múltiples y variados y se corresponden
particularmente con el nivel mental y cultural de quien los implementa.
➢ Así, con la influencia de Pablo, Yahvé pasó de ser el dios vengativo de los ejércitos al dios es
amor de los villancicos. El Cristo le ganó a Zeus y a todos los otros dioses tribales porque prometió
una religión universal no solo para un pueblo elegido.

El símbolo de los cristianos de los primeros tiempos fue un pez, los primeros discípulos
eran pescadores y el Cristo adorado era el Pantocrátor, el Cristo Rey que todavía se ve en
algunas basílicas. Parece que esa imagen no vendía y apareció entonces el hombre
colgado como los esclavos crucificados que poblaron las carreteras romanas. Qué falta de
pudor engañar así a los que necesitan encontrar una trascendencia y compran lo primero
que les venden.
Podemos partir de los tres tiempos de los griegos para entender un fenómeno actual
que es el de los cultos vernáculos como la difunta Correa, el gauchito Gil, sin olvidar la
maravillosa Pacha mama, madre tierra, que no es patriarcal.
Los tiempos griegos Kronos, Aión y Kairos son muy diferentes. Kronos, el que mejor
identificamos, es el que mide el eterno nacer y perecer, mide el espacio que hay entre la
vida y la muerte. Mide lo que Aristóteles llama acciones imperfectas como construir una
casa, esto empieza y termina, o adelgazar, que llega el momento en el que no
adelgazamos más. Kronos es el tiempo del reloj. Es hijo del Cielo y de la Tierra. Sabemos
además, con la ilustración del famoso cuadro de Goya, que para conservar su autonomía
devoraba a sus hijos por temor a que alguno de ellos le quitara el poder. Es el dios que
mata para conseguir ser infinito.
Aion no nació, siempre está, es el señor de lo que no se mueve, de lo que no nace ni
muere, es el dios de la vida, es el dios del placer y del deseo donde la medición del tiempo
desaparece. Todos tenemos esa experiencia, es el dios del eterno retorno, es el dios de la
vida plena, donde no hay muerte.
Pero nos queda Kairos. Es hijo de Zeus, quien termina con el reinado de Kronos, pero
su madre Tijé es la diosa de la suerte. Se lo representa como un adolescente calvo con un

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mechón delante de la cabeza y pies alados que le permiten escaparse rápidamente, es la
oportunidad. Tiene en su mano izquierda una balanza desequilibrada. No es un dios
importante del panteón olímpico, es más vale un duendecito que tiene su propia medida, la
medida de lo que podemos revivir en muy poco tiempo y que puede ser el desarrollo de
toda nuestra vida.
Toda esta referencia a los tiempos griegos es porque se identifica mejor a nuestras
divinidades menoresvernáculas que pueblan los caminos con este duendecito, que es
mucho menos trascendente, mejor dicho, no es trascendente, está ahí para ayudarnos a
tener un momento de felicidad.
Me refiero concretamente a las divinidades que encontramos a orillas del camino de las
rutas argentinas: la difunta Correa, el gauchito Gil, el Maruchito, San la Muerte, etc. Las
religiones oficiales no tienen más remedio que construir una iglesia cerca para intentar
competir, tal como se ve al lado del santuario de la difunta Correa.
Otro maquillaje importante es la metanoia de conseguir que el dios que mató a Onán
por tirar su semen en tierra ahora ame a los homosexuales y bisexuales y transexuales.
Solo nos falta que ame también a los pedófilos. He oído comentarios tales como que Dios
es amor y energía. Esto suele llevar a estudiar astrología y otras ciencias ocultas, solo
para seguir aceptando la trascendencia.

➢ Parece que no nos podemos contentar con el tiempo de vida que nos toca, tenemos que
trascender.

Las evidencias innegables de la vigencia de las teorías evolucionistas con su


comienzo en el Origen de las Especies de Darwin han agudizado el ingenio de los
maquilladores. La pregunta es cómo le seguimos atribuyendo a Dios la creación del
mundo en siete días.
Ya conocemos la solución de Linneo, ese gran botánico que fue sorprendido por la
humilde peloria, una plantita que encontró, para su desventura, en unas vacaciones. No
entraba en ninguna de sus prolijas y serias clasificaciones. Hizo infinidad de estudios sin
resultado que se encontraron guardados en un cajón después de su muerte.
No pudo aceptar que había un error en sus razonamientos. Tampoco se tenía el
concepto de mutación, de modo que el gran Linneo prefirió no perder su construcción de
trascendencia y esconder sus trabajos sobre la peloria.
Pero hay más. Si Dios creó el mundo y todo lo que en él habita en seis, ex nihilo días y
al séptimo descansó, ¿cómo hacemos con las evidencias que la biología nos da de la
evolución y las que la astronomía y la física nos dan de este universo insondable, infinito,
etc.? Si queremos ser honestos con nosotros mismos, hay aspectos de las investigaciones
que son totalmente inaccesibles a una comprensión convincente para nuestro intelecto.
El concepto de infinito es imposible de comprender para nuestras mentes finitas,
las comprobaciones inobjetables de la teoría cuántica, totalmente antiintuitivas, tampoco
nos son accesibles. La existencia de un Dios trascendente o de una inteligencia superior
programadora podría tranquilizarnos, se supone. Entonces, resulta que los relatos míticos
sobre nuestra posible inmortalidad y trascendencia hacen agua y alguien nos engañó,
inventamos el carácter simbólico de algunas afirmaciones concretas de los relatos, como
mencionamos al principio. Pero el forzamiento tiene también sus límites y bueno, por
ejemplo, si Dios creó ex nihilo lo que vino después se puede entender de diversas formas.
Por ejemplo, Dios creó la materia y de ahí vino la evolución con sus seis días.
El problema es que no es inocuo el cambio. Las características jerárquicas de la
creación hicieron colocar equivocadamente al Homo sapiens en la cumbre del árbol,
como ya sabemos, solo porque era un Homo sapiensquien hacía la clasificación.

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Entiendo que una de las razones por las que se rechaza la diversidad sexual, aunque
no la única, es que no se puede aceptar que estamos en un punto de la evolución.
El género es absolutamente un constructo social. Tal vez lo único que podemos llamar
macho o hembra son los gametos con sus diferencias XX y XY. Y digo tal vez para
entender que siempre es útil pensar y decir: “Esto es así a la altura actual de nuestros
conocimientos”. La incertidumbre nos circunda y no lo queremos aceptar.
Me llega un libro de Caja Negra sobre la felicidad. La idea ya viene de los utilitaristas
ingleses con todos los recaudos a la que hay que someterla. De todos modos, mi
impresión es que no sabemos por qué tenemos o no un estado de felicidad. Sin duda, hay
circunstancias del mundo externo, sociales, políticas y económicas que pueden estar
fuertemente presentes, pero no explican en absoluto por qué en alguna gente con las
mismas condiciones del día anterior aparece una vivencia de felicidad.
Lamentablemente, con los dogmas y las teorías pasa algo similar. Los ejemplos son
muchos y muestran un respeto, o mejor, sometimiento a la autoridad que obstaculiza el
reconocimiento de nuevas observaciones. Las esferas de Aristóteles le llevaron mucho
tiempo a Kepler para desautorizarlo y creer más en sus observaciones de órbitas elípticas.
Escribir esta Unidad didáctica, para mi condición de psicoterapeuta, tiene un especial
sentido. En mi sillón de trabajo, obvio que no tengo ninguna posibilidad de tocar venenos
cadavéricos de los practicantes de obstetricia.

➢ No hace falta seguir. Solo pretendo impulsar una mayor autenticidad y un abandono del temor a
la muerte que es solo pérdida de toda sensación. Esto implica disponer de mayor energía para
proyectos que impliquen disminuir los padecimientos humanos e incrementar la posibilidad de
placer.

En cuanto a las creencias religiosas, tengo que arreglarme para pensar desde la mente
de quien me consulta y ayudar a que sea lo más feliz posible y a que sufra lo menos
posible. En una charla puedo ser más explícita, pero aclarando que con alguien con
convicción religiosa no voy a discutir. Lo único que puedo hacer es alertar con respecto a
los nombres ateos y los maquillajes de Dios.
Este trabajo es así una obligación de mi única militancia que es la de psicoterapeuta,
que en un rango muy minoritario pretende orientar la energía de la que disponemos a
disfrutar de esta única vida que nos toca administrar.

La última religión
La inteligencia artificial, con todas sus implicancias, se nos viene anunciando como la
solución de los problemas de nuestro mundo, hoy en camino de globalización total.
El desarrollo cada vez más importante de las tecnologías da la ilusión de haber
encontrado respuestas a las preguntas que nos venimos formulando desde el principio de
todas las civilizaciones. Sería maravilloso que realmente fuese así y que no hubiera más
padecimientos y que tuviéramos las respuestas y que no hubiéramos sido sacados de la
inmortalidad. Pero nada ha cambiado. Resulta difícil entender que se forjen tantas
ilusiones y que se nieguen las realidades que no han cesado de estar a la vista.
En los párrafos siguientes tomaré datos de dos textos de Eric Sadin (que son muy
ilustrativos. El primero La humanidad aumentada y el segundo La siliconización del
planeta, ambos de la editorial Caja Negra).
Este lúcido autor hace en su último libro una historia de lo ocurrido en lo que hoy
reconocemos más fácilmente como Silicon Valley. Dice textualmente: “San Francisco nació
de la estampida por el oro de cientos de miles de almas obstinadas, que, a partir de 1848,
se abocaron a la búsqueda del precioso mental en los subsuelos de la región: se le
decía Golden Gate mucho antes que un majestuoso puente colgante”.

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Hay libros y producción cinematográfica abundante sobre esta situación de los primeros
tiempos. Empiezo a mencionar en relación con el tema central de este texto, que se trató
desde el comienzo de una búsqueda de felicidad y de solución de todos los problemas.
Claramente expuesto por este autor, que vuelvo a citar textualmente: “El
tecnoliberalismo procede conjugando tres ambiciones: la voluntad de ser todopoderoso, la
neurosis de un enriquecimiento perpetuo y la negación de la imprevisibilidad de lo real
y de la muerte”.
Subrayo lo planteado en tercer término porque mi práctica me muestra que esta es la
causa primera que determina todas las búsquedas, empezando por las religiones más
antiguas tanto europeas como latinoamericanas (ya mencioné que no solo el pueblo judío
se consideró el elegido de Dios, también los aztecas en Latinoamérica).
A lo largo del recorrido por lo que Sadin va numerando los Silicon Valley hasta un quinto
denominado Global “Silicon Valley”, hay una mención a la tendencia a convertirse en la
economía del conocimiento más competitiva y más dinámica del mundo, que implicaría un
crecimiento económico duradero y una mayor cohesión social. En la descripción de este
cuarto Silicon Valley, me importa enfatizar fuertemente que no se trata del concepto de
conocimiento que implica elaboración, sino especialmente de acumulación de datos con
mínimo o ningún procesamiento. No tenemos que ir lejos para encontrar el mismo
fenómeno. Un estudiante en una clase está usando su celular, la docente le pide que
atienda lo que se está diciendo en el aula. La respuesta es: “Yo estoy atendiendo, usted
dijo…”. Lamentablemente, esto es una especie de memoria automática y en el proceso
falta especialmente la posibilidad de inclusión del joven estudiante. Esta es la fuente del
empobrecimiento de la creatividad.

➢ Se aproxima la desaparición del Homosapiens, no por muerte como los neandertales, sino por
sustitución del complejo pensamiento humano por la máquina que el mismo Homosapiens inventó.
El propio Sadin corrige más adelante lo de conocimiento por comportamientos que, obvio, no es lo
mismo.

En este mismo capítulo del cuarto S.V. el autor nos dice que ahí se operó un pasaje
decisivo que consistió en la sustitución de una utopía de dimensión digital y relacional por
una utopía digital de dimensión estrictamenteeconómica. El resalte en negrita no es de
Sadin.
Muy impresionada por el curso que van tomando los enumerados S.V. me estoy
preguntando qué será pensar. Obvio, Heidegger me estará guiñando un ojo maligno. Me
preocupa estar implementando algún resto de la necesidad humana de trascendencia.
Sigo pensando, pensar ¿es solo la posibilidad de relacionar datos?, ¿qué le ponemos a los
datos? La promocionada inteligencia artificial de los algoritmos cibernéticos ¿entusiasma
por sus pretensiones de transcendencia?
En la descripción del quinto S.V. se señala la conjunción entre la expansión territorial y
el advenimiento de una industria de la vida.
La mención repetida de conseguir un mundo mejor para todos me evoca
permanentemente el cambio desde los dioses tribales como Thor, Zeus, Jahve, Ahura
Mazda para mencionar algún nombre, ya que son tantos como comunidades hubo desde
el principio de los tiempos, repito desde estos dioses a la promesa de un Salvador de toda
la humanidad que se le presenta a Pablo en el camino de Damasco.

➢ Como ya he mencionado, las construcciones teóricas y prácticas que apuntan a afianzar los
mecanismos de negación de la muerte tienen un éxito absoluto en nuestros psiquismos incapaces
de aceptar la condición de mortales.

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¡Cuánta energía que podría utilizarse para hacer mejor esta vida que no elegimos tener,
pero que no tenemos más remedio que administrar!
La singular perspicacia e inteligencia de Sadin nos dice: “El espíritu de Silicon Valley es
una mezcla de una visión zen con otra panteísta y otra cuántica del mundo. No hay que
poner trabas a su élan vita, sino precisamente ajustarse a él y mantenerlo en el ritmo más
intenso posible, a fin de converger en la armonía universal y de los seres que participan en
ella. La razón y la acción humanas deben dirigirse a ese objetivo”.
Estos milagros tecnológicos se emparentan indefectiblemente con el sentimiento
oceánico de Romain Rolland y con el concepto trascendente totalmente inmanente con el
que trabajamos los psicoanalistas: el inconsciente.
La promesa y expectativa de bienestar global se complica cuando sabemos cómo
podría funcionar este sistema con clases muy definidas por el autor en el capítulo titulado:
“Salvajismo empresarial y criminalidad en sweat-shirt”. Se trata de un sistema neofeudal
formado por cuatro castas distintas:
• Los que dominan con un nivel de excelencia las matemáticas y ciencias de la
programación.
• Legión más numerosa que agrupa a los demás oficios de la economía de los
datos.
• Lumpen proletariado contratado por empresas que fabrican hardware, la mayor
parte asiática.
• Los que participan en la economía de plataformas (prestatarios, choferes,
locadores de inmuebles, etc.) que se suponen independientes y que ofrecen sus
servicios, pero dependen de las compañías que garantizan la interfaz con los
clientes.

Entiendo que si tenemos presente lo dicho en este trabajo, no hacen falta comentarios.
Una última reflexión espinoziana traída por Sadin es que este sistema totalizador nos
llevaría a la emergencia inevitable de las pasiones tristes debidas a la pasividad o a la
experiencia de su ineficacia fundamental.

Actividad
a. ¿Cuál es la relación que se establece entre la religión judeo-cristiana y la aparición de
una nueva deidad invasiva?

b. A partir de la Unidad didáctica trabajada y de su experiencia profesional, ¿qué


intervenciones propone para abordar a los nuevos dioses en el marco del trabajo
psicoterapéutico?

Conclusiones
Termino esta comunicación con la expectativa de haber alertado sobre las supuestas
bondades universales de esta nueva religión, esperando especialmente que quienes lo
lean sigan pensando y no se excluyan a sí mismos, creyendo que la acumulación de datos
conseguidos inmediatamente con nuestros smartphone resuelve nuestros problemas.

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Lecturas sugeridas
Ahmed S. La promesa de la felicidad. Buenos Aires: Caja Negra; 2019.

Avanessian A. Reis M. Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el


postcapitalismo. Buenos Aires: Caja Negra; 2017.

Badiou A. El ser y el acontecimiento. Buenos Aires. Manantial; 1999.

Biblia de Jerusalem. Bilbao: Desclée de Brouer; 1998.

De Waal F. El bonobo y los diez mandamientos. Tusquets; 2014.

Haudricourt A. El cultivo de los gestos. Entre plantes animales y humanos y Bardet M.


Hacer mundos con gestos. Buenos Aires: Cactus; 2019.

Hegel WF. La fenomenología del Espíritu.

Heidegger M. Ser y Tiempo.

Kenny A. Breve historia de la Filosofía de Occidente. Paidós; 2006.

Lao Tsé. Tao Te King. El Libro del Tao. Palma de Mallorca; 1997.

Russel B. Obras Completas. Tomo I. Historia de la Filosofía. Madrid; 1973.

Sadin, E. La siliconización del mundo. Caja Negra; 2018.

Spinoza B. Ética. Tratado Teológico Político. México: Porrúa; 1998.

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