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CUADROS NARCISISTAS

El enfermar todo como concepto


psicosomático (psicosomáticas)
Prof. Dr. Eduardo Burga Montoya
Psicoterapeuta, Médico Psiquiatra
Magíster en Psiconeuroendocrinología, Universidad Favaloro
Magíster en Psiconeurofarmacología, Universidad Favaloro
Magíster en Ingeniería Genética y Biología Molecular, Universidad Favaloro
Profesor Consultor, Instituto APSA
Director del Curso Nacional Interinstitucional de Revalidación en Psiquiatría
Profesor Titular de Psiquiatría, USAL
Profesor, Maestría en Psiconeurofarmacología, Universidad Favaloro
Coordinador, Eje de Salud Mental, USAL
Profesor Titular de Psicopatología, ISALUD
Profesor Adjunto de Bioética, Isalud
Docente Autorizado de Salud Mental y Psiquiatría, Universidad de Buenos Aires

Introducción
Esta Unidad didáctica está dedicada a los cuadros narcisistas, y dentro de ellos, a los cuadros
psicosomáticos, es decir, al funcionamiento durante la mayor parte de la vida del individuo, desde una
organización yoica alterada que genera mayor propensión al enfermar.
La otra gran modalidad será el funcionamiento patológico del procesamiento emocional que, en
determinada época, genera enfermedad corporal a partir del sufrimiento, pudiendo acontecer no solo en
los cuadros narcisistas, sino en cualquier cuadro de la psicología y la psiquiatría, es decir, el enfermar
mismo como fenómeno psicosomático.
Dejamos en claro el sentido de esta Unidad didáctica al referir nuestro punto de vista de que todo el
enfermar es psicosomático, ya que no hay mente y cuerpo, sino que siempre está presente la historia
personal en el cuerpo. El cuerpo es la caja de resonancia de la vida.
Asimismo, describiremos el fenómeno psicosomático, el enfermar del cuerpo, la mente y el espíritu,
de dos formas preponderantemente:

• Presentación del enfermar como fenómeno psicosomático en cualquiera de los cuatro cuadros
principales: neurosis, cuadros narcisistas, cuadros límites y psicosis, es decir, como fenómeno
psicosomático, ya sea con vulnerabilidad leve, moderada o grave. La modalidad de
funcionamiento mental temporaria que puede llevar a cualquier sujeto a enfermar, con su
correspondiente vulnerabilidad biológica de base.
• Estructura psicosomática, el cuadro psicosomático como formación narcisista patológica, dentro
de los cuadros narcisistas: la segunda opción del enfermar es preponderantemente presentar
una estructura yoica alterada, es decir, perteneciente a los cuadros narcisistas, a su vez con el
entrecruzamiento de la vulnerabilidad genética, leve, moderada o grave, esto es, una estructura
propia psicosomática, durante el devenir de la vida.

Objetivos
➢ Reconocer en la formación yoica los cuatro cuadros estructurales de la psiquiatría.
➢ Describir dentro de los cuatro cuadros estructurales en psicopatología y psiquiatría los cuadros
narcisistas (cuadros neuróticos, cuadros narcisistas, cuadros límites y cuadros psicóticos).
➢ Reconocer el enfermar todo como concepto psicosomático.
➢ Reconocer la renegación y la desmentida como dos mecanismos complejos en dos tiempos.
➢ Explicar las características principales de las psicosomáticas, no como un grupo de
enfermedades aisladas, sino el enfermar todo como un concepto psicosomático.

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RED CONCEPTUAL
CUADROS NARCISISTAS
CUATRO CUADROS ESTRUCTURALES DE LA PSIQUIATRÍA
TODO EL ENFERMAR MISMO COMO CONCEPTO PSICOSOMÁTICO
DETERMINACIÓN DEL CAMPO PSICOSOMÁTICO AL ENFERMAR EN GENERAL
VULNERABILIDAD GENÉTICA, ESTRUCTURA PSICOSOMÁTICA Y FENÓMENO
PSICOSOMÁTICO
EL ERROR DE LIBRO: LA PRESENCIA DE UN CAPÍTULO DE ENFERMEDADES
PSICOSOMÁTICAS
GRUPO DE GRAN VULNERABILIDAD GENÉTICA
LA EVIDENCIA DEL ENFERMAR PSICOSOMÁTICO: LA
PSICONEUROINMUNOENDOCRINOLOGÍA
LA ELECCIÓN DE VIDA Y EL ENFERMAR
ESTRUCTURA PSICOSOMÁTICA, CUADRO PSICOSOMÁTICO
FENÓMENO PSICOSOMÁTICO: ENFERMAR DEL CUERPO Y DE LA MENTE
MOMENTOS DEL ENFERMAR PSICOSOMÁTICO
LA CONJUNCIÓN DE VULNERABILIDAD, FALLAS REPRESENTACIONALES
SIMBÓLICAS CON PODER DE AMORTIGUACIÓN Y LA SUMA DE LAS FALLAS DEL
RECONOCIMIENTO Y PRESENCIA DE SENTIMIENTOS AFECTIVOS
AFECTOS, REPRESENTACIONES, IRRUPCIÓN DEL ENFERMAR
SÍNTESIS DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL CUADRO NARCISISTA PSICOSOMÁTICO
O DEL SUJETO QUE PRESENTA DIFERENTES ESTRUCTURAS Y ENFERMA, EL
FENÓMENO PSICOSOMÁTICO

Cuatro cuadros estructurales de la psiquiatría


En la formación yoica los cuatro cuadros de la psicología y la psiquiatría son:
1. Cuadros neuróticos: estructura neurótica; neurosis fóbica, histérica y obsesiva;
caracteropatía neurótica; neurosis límites; locuras histéricas, fóbicas y obsesivas.
2. Cuadros narcisistas: perversiones, psicopatías, cuadros narcisistas psicosomáticos, el
enfermar todo como concepto psicosomático o fenómeno psicosomático en cualquiera de los
cuatro cuadros o estructuras de la psiquiatría. La caracteropatía narcisista y la hipocondría.
3. Cuadros límites: esquizotípicos, esquizoides, paranoides y el borderline, propiamente dicho.
4. Cuadros psicóticos:
• Psicosis: delirantes o alucinatorias crónicas: esquizofrenias, parafrenias y paranoia.
• Psicosis maníaco-depresiva.
• Depresión endógena.
• Depresiones psicógenas, anorexia, bulimia y adicciones imbricadas en una
estructura yoica de alguno de los cuatro cuadros clínicos.

Todo el enfermar mismo como concepto


psicosomático
¿Cuáles son las fronteras de lo llamado psicosomático?
¿Qué paradigma relaciona espíritu, mente y cuerpo?
Este es el principal capítulo de toda obra de salud, ya que fundamentalmente demuestra el andamiaje
filosófico como pretexto que enmarca todo el pensamiento de la obra de un autor y cómo se debate con el
pensamiento de su época.
El pensamiento moderno, posmoderno e hipermoderno, respecto de lo que significa el vocablo de las
psicosomáticas, es hiperelocuente, ya que todas las variables de la modernidad sostienen la razón como
su eje y van denunciando en la hiperelasticidad del término modernidad, junto con sus prefijos,
posmodernidad, hipermodernidad, cierto fracaso de la razón instrumental para abordar globalmente al
ser humano, desde la tecnología de armamentos hasta las teorías economicistas, llegando a la ciencia
como instrumento de apoderamiento de la naturaleza, para el propio provecho de grupos de poder, hasta
la alienación de la integración del propio sujeto y su soma.

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Desde una perspectiva macrofísica, global, planetaria, el siglo xx y el siglo xxi han visto la decadencia
de la razón instrumental en el deterioro global de la paz mundial, del medioambiente y de los factores
psicosociales, excluidos de las teorías economicistas, produciendo un acelerado daño al sujeto en su
singularidad, llevando a la pronta extinción de la raza humana.
Ya no es la pérdida del Sol, la estrella que mantiene la vida, ni una catástrofe inesperada la que
acabará con nuestro planeta, sino nosotros mismos quienes lo lograremos.
El ser humano siempre genera teorías que excluyen la verdad de todos los factores implicados, en las
atribuciones causales, por adherencia ilógica a una creencia predeterminada y este tipo de dualismos,
como observa la filosofía oriental, es causa no solo de error intelectual, sino que dicho error intelectual
causa daño, sufrimiento (Burga Montoya, 2006).

➢ El error se ha instalado respecto del enfermar en un microcosmos porque afecta en las


concepciones ideológicas, en la práctica, a millones de seres humanos.

La razón se ha visto instrumentalmente direccionada hacia los prejuicios que los sujetos y sus
prácticas dominantes, como paradigmas, han impuesto en la enseñanza, hasta que la práctica de estos
principios teóricos se ha impuesto.
Un frecuente error grave se produce en la introducción de los temas, donde los aspectos filosóficos
son vistos como un epígrafe obsoleto y sin importancia práctica, como una historia del concepto, useless,
sin verdadero sentido ni relevancia práctica. Ya desde los presocráticos se tiende a establecer la causa
de lo existente generando desde las explicaciones primigenias, desde la naturaleza, incontables
dualismos, de espejismos, acerca de la naturaleza de la causa en el enfermar humano. Este concepto iba
indisolublemente ligado a otro sobre qué tipo de relación engloba el psiquismo y el cuerpo humano.
Psique, el alma, nous, el intelecto, pneuma, el espíritu, soma, el cuerpo vivo y el cadáver, el corps,
fueron la multiplicidad de conceptos necesarios para describir campos de conocimiento desintegrados
para el estudio, pero no vueltos a integrar. El único que llamativamente conservaba un cierto nivel de
integración entre la vida y la muerte fue el de soma.
La visión de lo biológico y lo anímico separados siempre estuvo presente, al principio por una
necesidad instrumental se observaba, aquí y ahora, lo más “prioritario para tratar, en cualquier época de
la mirada médica, el cuerpo”, es decir, donde se manifestaba la enfermedad y había que actuar.
Platón afirma que un error extendido entre los hombres es el de querer emprender separadamente la
curación del cuerpo y la del espíritu. Esta postura la retomó y reelaboró Aristóteles, según el cual cuerpo
y alma formarían una sola sustancia. Estas intuiciones de Platón y de Aristóteles hubieran podido
desarrollar una patología psicosomática, pero los médicos griegos, entre ellos Galeno, fueron fieles al
craso naturalismo del corpus hipocraticum, por lo que solo pudieron ver la enfermedad como un
desorden de la naturaleza, quedando las ideas de Platón y Aristóteles entre los filósofos.
Una concepción mecanicista permitió relacionar causas con consecuencias clínicas y modos de
informar, explicando paulatinamente desde la observación macroscópica hasta la búsqueda de su agente
productor.
Las enfermedades infecciosas fueron las más fieles a este tipo de explicación causal mecanicista y
donde triunfaron parcialmente hasta el día de hoy. La microbiología y las enfermedades infecciosas,
fundamentalmente, necesitaban un modelo de este tipo para combatir epidemias graves, como la sífilis, la
tuberculosis, la rabia y el sida.
Una cuestión era la lesión anatomoclínica y, otra, la alteración funcional de origen psíquico, teniendo
como modelo la conversión, descubrimiento que fue una genialidad rescatada por Freud, ya que había
multiplicidad de causas, pero algunas alteraban la funcionalidad del soma por sufrimiento psíquico y otras
enfermedades evidenciaban una lesión anatomoclínica observable.
Esta primera causalidad psíquica fue determinante para observar la causalidad psíquica funcional,
teniendo como paradigma la conversión del conflicto psíquico en la disfuncionalidad histérica,
perturbando la funcionalidad de los diferentes aparatos corporales, motores, sensitivos, desde una
contractura hasta una hiperalgesia o hipoalgesia, pero centralmente dando lugar formal a la causalidad
psíquica bajo el concepto de conversión. También tuvo en cuenta cómo el exceso de sufrimiento podía
producir una enfermedad somática.
Esto revolucionó las aguas de la concepción del enfermar y automáticamente se alinearon ideologías
respecto del origen del sufrimiento basadas originariamente en las propias experiencias personales y del
entorno, y en lo que creían práctico los observadores o en lo que podían tolerar sus creencias.

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Si bien la historia va a la par del sentido común, en todas las épocas se suponía que el sufrimiento
humano interviene de alguna u otra manera en el enfermar.
Pero ciertamente, si el sentido común es el menos común de los sentidos, al decir de Jacques Lacan,
debemos ver qué indicios ha armado el pensamiento psicosomático que podemos denominar corriente, el
cual adoptó la clínica médica, la psiquiatría e implícitamente la psicología desde las concepciones
simbólicas del enfermar hasta la causación psíquica de este.
¿Qué parámetros se tuvieron en cuenta?
Digamos que si la historia, y en particular la filosofía, refiere que los fenómenos y sus causas deben
tener en su descripción y en su explicación un nexo desde lo que aparece al observador hasta su
probable esencia o causa, por lo tanto, en discernir lo esencial del enfermar, es central entonces la
relación del fenómeno con el intento de explicar su esencia, el noúmeno.

Determinación del campo psicosomático al enfermar en general


El concepto reduccionista erróneo de psicosomática
Entonces, llevado a formalizar el campo de las mal llamadas enfermedades psicosomáticas, la
pregunta es cómo se circunscriben los límites de ese campo, así como tenemos los límites de las
neurosis, las psicosis y las perversiones.
Si todavía siguen vigentes las cuatro causas, v.gr., causa material, formal, agente y final, estas
deben estar presentes conjuntamente para pensar los límites para organizar el campo desde donde
podemos aplicar el concepto de enfermedad psicosomática. Por lo tanto, claramente cuestionamos por
qué determinado grupo de enfermedades, en realidad muy pocas, son denominadas psicosomáticas y el
grueso del enfermar, no.
¿Pero qué sucede entre la esencia del enfermar y lo que aparece como manifiesto?
¿Por qué algunas patologías las aceptamos como psicosomáticas y otras no? ¿Qué o quién lo
ha decidido?
Podemos pensar en un paradigma anónimo del inconsciente colectivo que se ha forjado desde el
fenómeno mismo.
La observación ha elegido algunas enfermedades cuyo límite se desconoce y este puede ser ampliado
y parece que nunca podría ser determinado con exactitud ni nunca podrían ser cerradas sus fronteras.
La pregunta central es cómo se armó, cómo se organizó el fenómeno psicosomático, debido a
qué leyes.
La primera ley puede ser la modalidad clínica de aparición, sumada a una segunda ley del
paradigma que es la temporalidad.
Progresivamente en la historia de la enfermedad humana y de su mirada médica, se fue tratando de
aislar qué era lo que enfermaba. Desde las teorías de los humores hasta quizá la observación de las
graves epidemias, el médico agudizó su mirada en el agente productor que necesariamente debía ser
descubierto para acabar con la enfermedad y la muerte.
Así, por primera vez, se salía de las hipótesis fantásticas de los humores, de la ira de los dioses, para
buscar por lo visto y con una temporalidad ciertamente precisa, la cual es la del contagio en las
enfermedades infecciosas y pasar a tratar de aislar al productor de la enfermedad.
Esa cuestión se fue logrando con gran maestría y los investigadores aprendieron del modelo, una
epidemia, una visión del fenómeno, un agente productor y entonces el contacto de alguna u otra manera
llevaba a la enfermedad, pero no en todos los seres.
Se aisló el agente productor, se tuvo a través de las enfermedades infecciosas el primer modelo del
enfermar de anatomopatología conocida en la cartografía corporal, luego de etiología conocida, el
microscopio, y muy posteriormente de etiopatogenia demostrable, es decir, una fisiopatología propia de
dicho proceso que el germen patógeno provocaba. Una etiofisiopatogenia anatomopatológicamente
demostrable y observable fue el modelo del enfermar como el certero y a dilucidar, con su ejemplaridad
central, en las enfermedades infecciosas que así lo requieren.
En la gran mayoría de las enfermedades, excepto las infecciosas, se desconocía el agente productor y
la fisiopatología del proceso.

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Con los avances posteriores, en muchas patologías, a partir de mitad del siglo xix y fundamentalmente
en el siglo pasado, se fue conociendo la fisiopatogenia de la enfermedad, pero no la causa, y de algunas
todavía se desconoce la causa y la verdadera fisiopatogenia de su producción.
Pero desde las epidemias y la grave mortandad provocada hasta llegar a su solución, la noción de
causa, agente único productor y la terapéutica eficaz, generó el modelo por seguir y conseguir.
Para todas las enfermedades se debía lograr lo mismo que en las enfermedades epidémicas, conocer
causa, agente, etiología que pasaba a ser conocida, luego la fisiopatología para llegar a la terapéutica
eficaz, es decir, eliminar al agente productor.
Pero a la gran mayoría de las enfermedades, hasta la actualidad, no se les conoce una causa
única por más que en la cabeza de los médicos se termina pensando en un agente único productor y se
le otorgue poco peso al medioambiente, familiar, laboral, social y a la grave contaminación
ambiental.
Pongamos aquí el caso de la hipertensión arterial, del Parkinson, etc., y de algunas enfermedades se
desconoce la etiología verdadera, la fisiopatología cierta, y menos una terapéutica efectiva. Este sería el
caso de las demencias, los trastornos neurocognitivos, mayores y menores.

Vulnerabilidad genética, estructura


psicosomática y fenómeno psicosomático
El error de libro: la presencia de un capítulo de enfermedades
psicosomáticas
La concepción errada de un enfermar psicosomático ha llevado a querer circunscribir a un capítulo en
los libros de enfermedades psicosomáticas, ubicando en una parte circunscripta del saber enmarcado
solo un reducido grupo de enfermedades en las que el espíritu, la psique, la historia personal, tienen su
influencia en el cuerpo. Por ello, advertimos el error de libro claramente de ubicar en un capítulo las
enfermedades psicosomáticas y no comprender que la historia de un sujeto siempre está presente en
todas las enfermedades superpuesta a una vulnerabilidad genética, leve, moderada o grave.
La expresión, error de libro, equivale a un error central en la medicina y la psicología, ubicar en los
libros un capítulo que se refiere a las enfermedades psicosomáticas, lo cual desmiente la presencia del
enfermar todo como un concepto psicosomático.
Por lo tanto, podemos decir que el concepto de psicosomático ha sido definido con varias
acepciones:
• Como un grupo de enfermedades aparentemente limitado, pero cuyas fronteras nunca pudieron
cerrarse solo en diferentes capítulos de libros de psiquiatría, psicología y psicoanálisis, aludiendo
a algún grupo de enfermedades en las que la causalidad psíquica temporalmente sería más
visible en su forma inmediata o, a veces, mediata.
• El concepto de psicosomático se refería, como dice Jacques Lacan, al concepto de fenómeno
psicosomático, cuya aparición podría aparecer en cualquier estructura. Este modelo amplía la
noción de psicosomática, pero en cierta manera invalida una estructura psicosomática.
• Aquellos que sin llegar a conseguir un mecanismo específico validarían las enfermedades
psicosomáticas como parte de una estructuración que corresponde a las estructuras narcisistas o
cuadros narcisistas (Maldavsky, 1988).
• Nuestra posición es que el enfermar todo, en sí, es psicosomático, o sea el enfermar como
concepto psicosomático. De esta visión del enfermar tenemos que el enfermar como concepto
psicosomático y la distribución de todo el enfermar en relación con la historia personal, el
sufrimiento y el cuidado del propio cuerpo en la campana de Gauss, es decir, en dicha campana
podemos suponer un desvío estándar hacia la izquierda con leve vulnerabilidad genética, dos
desvíos centrales de moderada vulnerabilidad y un desvío hacia la derecha con gran
vulnerabilidad.
Habrá mayor o menor vulnerabilidad genética, como en la campana de Gauss:
• Hay gente que casi no tendría vulnerabilidad genética, el tercer desvío estándar, hacia uno de
los lados, la izquierda, por poner un ejemplo, otra que tiene una mediana vulnerabilidad genética,
dos desvíos estándar a cada lado de la media, y alguna que tiene una gran vulnerabilidad
genética, el tercer desvío estándar hacia la derecha. La historia personal tiene un elemento clave

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en el desencadenamiento de la enfermedad en gente con escasa vulnerabilidad somática, y así,
un trauma vital de gran magnitud genera una enfermedad, sería en la campana de Gauss el
tercer desvío estándar hacia la izquierda.
• Habría un grupo mayoritario que tiene una vulnerabilidad genética de intensidad media a leve, o
sea que por su historia personal conocen los antecedentes familiares que los pueden
predisponer a ciertas enfermedades. En estos casos la causa es necesaria pero no suficiente
para producir enfermedad y, sumado a su historia personal, hacen una enfermedad
psicosomática. Podría corresponderse el modelo de fenómeno psicosomático.
• En el tercio extremo del tercer desvío estándar hacia la derecha aparece el opuesto, situaciones
de gran vulnerabilidad genética, por ejemplo, personas que han tenido muy tempranamente en
su vida un infarto de magnitudes importantes y, sin embargo, han cuidado su historia personal y
su salud física, llegando a vivir hasta muy avanzada la tercera edad.
Entonces podemos decir que consideramos el enfermar como concepto psicosomático, no un grupo
de enfermedades ni exclusivamente la aparición de un fenómeno que da paso a la enfermedad en
determinada época del sujeto, en determinado momento traumático o aparentemente exitoso de la vida,
sino que disolviendo el dualismo psique-cuerpo o psique-soma podemos inferir que siempre en la
producción de enfermedad está presente la historia vital en forma mediata, inmediata y alejada en
el tiempo, como por ejemplo es la producción de un tumor por situaciones estresantes vitales como
muertes de familiares, hijos, padres, que generan un tumor que aparece algunos años después, porque la
cinética tumoral una vez desatada o una vez comenzada toma varios años en manifestarse.
Entonces hay diferentes formas de generar enfermedad y la mal llamada psicosomática implicaría
cuando determinado observador ideal le supone una causación, como la causación aristotélica, hay:
• Causa material: la madera de una mesa, la causa formal, la forma de la madera, que sirve para
ser una mesa.
• Causa agente: el que toma la madera y la corta, trabaja y da forma para transformar la materia
en forma de una mesa.
• Causa final: hay una finalidad en juego de parte del agente para conseguir que la madera se
transforme en mesa.
Este modelo, con sus variantes sobre la materia del cuerpo, y el impacto de la historia continua
personal afectiva generan la causación psíquica, siempre presente en el enfermar, y esto es así porque
siempre el espíritu y la mente de la persona están en juego cuando la persona enferma. No hay cuerpo
sin historia.
Lentamente se expanden las fronteras de la gastritis, del asma, de las alteraciones dermatológicas,
donde debido a la inmediatez del trauma y la aparición de los síntomas se hacía evidente lo psíquico en
la formación de síntomas corporales.

➢ El problema yace en que hay que cruzar tres informaciones, que fue lo que hemos hecho,
vulnerabilidad genética y estructuración psicopatológica de base y la aparición de una modalidad
temporaria tóxica del psiquismo, que origina enfermedad, el fenómeno psicosomático.

Entonces tenemos las combinaciones posibles que explicamos de la campana de Gauss, una gran
vulnerabilidad genética puede estar combinada con una estructura o cuadro psicosomático de fondo, una
estructuración narcisista yoica defectuosa y un forzamiento tóxico corporal, a expensas de un ello que no
permite una satisfacción pulsional adecuada, ya que un yo y un superyó alterados impiden un
procesamiento anímico de las emociones y traumas adecuados.
Asimismo, las otras posibilidades no se dan en una estructuración psicosomática de fondo, un cuadro
narcisista de tipo psicosomático, sino que se dan como un fenómeno psicosomático combinado con leve,
moderada o gran vulnerabilidad genética, teniendo a cualquiera de los cuatro cuadros psicopatológicos de
fondo y sus vulnerabilidades genéticas corporales, a doble entrada, que generan por un exceso de
sufrimiento o mal procesamiento anímico una enfermedad en determinada época de la vida, generan un
fenómeno psicosomático.
En los dos grupos hay que establecer su probable vulnerabilidad biológica, en cuanto grado se
presenta, por la historia familiar, en uno se cruza con una estructuración yoica deficitaria de tipo
narcisista, subtipo psicosomático, en otro las vulnerabilidades genéticas se cruzan con todos los cuadros
psicopatológicos.

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Grupo de gran vulnerabilidad genética
Este grupo, supongamos de gran vulnerabilidad que ha sufrido un infarto, podrá tener una excelente
constitución psíquica, cuidarse sumamente bien y evolucionar muy satisfactoriamente.
Pero en este mismo grupo, el del tercer desvío estándar a la derecha de la curva, puede haber una
estructuración psíquica narcisista de tipo psicosomático y estaríamos frente a la peor combinación
(cuadro psicosomático) (Burga Montoya, 2018). Es decir, la mayor vulnerabilidad con un cuadro
narcisista psicosomático.
La tercera posibilidad es que, en una etapa de la vida, sin una estructuración de base psicosomática
como diagnóstico psicológico, pero sí generando defensas del tipo psicosomático frente a una época
traumática de la vida, termine generando enfermedad con más facilidad por la marcada vulnerabilidad
genética (fenómeno psicosomático).
La misma combinación se da en los otros dos grupos (cuadro).

Cuadro
A 1. Escasa vulnerabilidad genética + estructura narcisista psicosomática

2. Escasa vulnerabilidad genética + fenómeno psicosomático en cuadros neuróticos, otros cuadros


narcisistas, cuadros límites, cuadros psicóticos

B 1. Leve o mediana vulnerabilidad genética + estructura narcisista psicosomática

2. Leve o mediana vulnerabilidad genética + fenómeno psicosomático en cuadros neuróticos, otros


cuadros narcisistas, cuadros límites, cuadros psicóticos

C 1. Marcada vulnerabilidad genética + estructura narcisista psicosomática

2. Marcada vulnerabilidad genética + fenómeno psicosomático en cuadros neuróticos, otros


cuadros narcisistas, cuadros límites, cuadros psicóticos

Se comprende luego de entrecruzar la historia de vulnerabilidad genética familiar para determinadas


enfermedades y el tipo de cuadro o estructuración psíquica que la persona tenga, cómo será su
evolución para estar medianamente sana o enfermar. Y así vemos lo que sucede cuando una persona
enferma, podemos tener un cuadro anterior de su historia personal e indagar en el momento actual y
sumarlo a su vulnerabilidad genética.
Así es que una persona con marcada vulnerabilidad genética puede vivir muchos más años si tiene
una buena estructuración psíquica, o una persona con escasa vulnerabilidad genética cardiológicamente,
si tiene una vida sedentaria, de excesos, fuma, consume alcohol y otras drogas, con mala alimentación,
genera una diabetes tipo 2 y un infarto por acompañar su escasa vulnerabilidad genética con una
estructuración narcisista psicosomática desde pequeño o por manejarse de forma tóxica para su propio
cuerpo, por las defensas utilizadas en determinado momento traumático de su vida, el fenómeno
temporario psicosomático.
Es decir que una buena estructuración psíquica del tipo de las estructuras preneuróticas o las neurosis
va a tener mayor capacidad de simbolización y manejo afectivo de la vida anímica y de los traumas, con
mucha menor capacidad de enfermar.
Mientras que los cuadros narcisistas, en particular los cuadros narcisistas psicosomáticos que
mantienen este modo de funcionamiento estructural toda la vida, como un neurótico, un perverso o un
psicótico, poseen su estructura durante su vida, es decir que la estructuración yoica alterada del
cuadro narcisista psicosomático favorece la aparición de enfermedad (Burga Montoya, 2018).

➢ También es sabido que a mayor gravedad psiquiátrica mayores son las posibilidades de
acortamiento del período vital para una persona. Es decir que tanto el agravamiento yoico como la
mayor vulnerabilidad genética son propensiones para enfermar.

Ya explicamos que el fenómeno psicosomático no es una estructura como las neurosis o como los
cuadros narcisistas (estructura psicosomática), ni como los cuadros límites, ni tampoco como las psicosis,
sino que puede aparecer en cualquiera de ellos, aparece en cualquiera de los cuadros, al igual que el uso,
abuso o adicción, las anorexias y bulimias y las depresiones psicógenas o reactivas, que son el 90% de

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las depresiones, aparecen imbricadas dentro de cualquiera de los cuatro grandes cuadros y eso da una
pauta de la evolución probable.
Es decir que cualquier cuadro psiquiátrico clínico puede generar en su vida la capacidad de enfermar,
un fenómeno psicosomático, el punto es dilucidar cómo se armó ese momento de la vida de ese
sujeto para que se reúnan las modalidades de procesamiento tóxico de la vida afectiva que conducen al
enfermar.

La evidencia del enfermar psicosomático: la


psiconeuroinmunoendocrinología
La ciencia integradora que dio cuenta de este fenómeno es la psiconeuroinmunoendocrinología,
frente al escepticismo médico, fue la reunión de evidencias de la inmunología, como se refiere
comúnmente, la baja de defensas en la aparición de un cáncer o el ataque al propio cuerpo en las
enfermedades autoinmunes, también en las variables endocrinológicas, por ejemplo las depresiones y las
alteraciones tiroideas en el estrés, la amenorrea, imposibilitando la capacidad de embarazarse de una
pareja, y el rol del sistema nervioso central en la recepción de todas las situaciones vivenciales del medio.
Esta transdisciplina fundamentalmente intentó recoger las evidencias biológicas del sufrimiento psíquico,
es decir del distrés en la historia vital, y mostrar las conexiones desde el sufrimiento, que ya no era una
entelequia sutil sin conexión con el cuerpo ni con la historia personal, sino que se evidenció
una cartografía, neuroanatómica y fisiopatológica de cómo el sufrimiento impacta en el cuerpo, que
es su caja de resonancia.
Se observó claramente que todas las influencias del entorno que terminaban impactando en el
hipotálamo y posteriormente en la hipófisis y en el sistema nervioso autónomo tanto en el simpático como
el parasimpático producen desregulaciones de la neuromodulación de la inmunidad y
endocrinológicas que son la fuente y la expresión del enfermar.

La elección de vida y el enfermar


El cuerpo como caja de resonancia del vivenciar vital
¿Qué sucede con el psiquismo y las enfermedades con mayor carga genética, como por ejemplo en la
fibrosis quística, donde dos personas de una genética recesiva se reúnen en pareja consciente o
inconscientemente generando una grave patología somática?
Las personas producen elecciones amorosas que pueden ser extremadamente valiosas pero que a la
veces, a través del amor desafiando el sufrimiento, pueden llevar a aumentar su predisposición
genética para una enfermedad determinada, generando mayor facilitación hacia una genética
dominante o con mayor posibilidades de expresión de la enfermedad, en casos en que la genética es de
un modelo más complejo que la del tipo recesivo o dominante, tal es el caso de las enfermedades
mentales, pero elegida consciente o inconscientemente por las partes. Así sucede si en una pareja
las dos personas que se han elegido comparten un fenotipo autista ampliado o una esquizotipia o una
esquizoidia tendrán más posibilidades de generar autismo o alguna forma de patología del espectro
esquizofrénico.
Entonces vemos que, desde lo más remoto de las elecciones de pareja, más allá de lo fundamental
en la vida que es el amor, pueden producir mayor vulnerabilidad genética. Hay situaciones vivenciales
con los diferentes traumas que producen alteraciones en la neuroplasticidad y memorias alteradas que
reverberan los traumas. Estas situaciones inician una cascada de eventos neuroquímicos endocrinos
e inmunes que alteran la transducción intracelular, tienen una fecha de comienzo, pero que luego debido
al procesamiento que haga el sujeto de dichos eventos y a qué modalidades de abordaje afectivas y de
satisfacción genere, desembocará en la salud o la enfermedad.
Ponemos de manifiesto el concepto de elección inconsciente o consciente de un gran amor que
está provisto de su corporalidad con la vulnerabilidad genética concomitante, pero la elección está
siempre presente, lo que sucede es que una gran cantidad de la población tiene poca vulnerabilidad
genética, entonces esto pasa más desapercibido como fenómeno. Lo describimos como
una materialidad genética de vulnerabilidad para mostrar cómo el psiquismo también influye en
dichas elecciones.

➢ Siempre lo psíquico está presente en el enfermar y todo el tiempo como elecciones de vida, de
trabajo y de formas de abordaje de los traumas. Por supuesto que muchas veces el conocimiento de

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la capacidad consciente de elección es mínimo o realmente las posibilidades de no exponerse a
situaciones de vida o laborables insalubres son casi nulas.

Se trató de relacionar emociones con órganos y modos de enfermar psicosomático, algunos por su
característica significante. Vamos a poner el caso de “la mala sangre” y la hipertensión arterial, o la
ignominia sufrida que puede producir un infarto, y las interpretaciones funcionales, mostrando la
característica de emociones que suelen dañar determinados órganos, a veces muy llamativamente reales
y otras estableciendo conexiones forzadas de emociones y simbolismos, con órganos que se dañan por
ser portadores de determinada función, la piel, el aparato respiratorio, el asma, las alergias (Chioza,
1991), pero el gran mérito de todos los “psicosomatistas” fue revelar la enfermedad como historia oculta
en el cuerpo.
Hay dos fenómenos que podríamos relacionar en este paradigma y que marcan elementos que no
cierran en las explicaciones estructurales del fenómeno:
• El primero, como ya advertimos, se llamó psicosomáticas a las enfermedades en las cuales
temporalmente se notaba cómo la influencia psíquica producía síntomas somáticos.
• El otro fenómeno llamativo es que como no se encontró un mecanismo como la represión para
las neurosis, la desmentida para los cuadros narcisistas inicialmente descrita para las
perversiones y la forclusión inicial en un primer momento y el rechazo de la realidad para la
psicosis, se intentó cerrar en un capítulo rápidamente el concepto de que había algunas
enfermedades en las que era evidente una relación temporal donde se podía visualizar cómo el
sufrimiento terminaba impactando en el cuerpo. Esto cerró en todos los libros rápidamente un
capítulo para llamarlo el capítulo de enfermedades psicosomáticas.
Se observaron entonces modalidades de funcionamiento mental en los sujetos que tuvieran una
estructura narcisista psicosomática o que temporariamente produjeran el uso de estas modalidades,
generando enfermedad, el fenómeno psicosomático.

¿Cómo se enferma? ¿Qué es el enfermar?


Lo que origina el enfermar es la carencia de representaciones mentales amortiguadoras y afectos.
Entre las representaciones tenemos las fantasías y las imágenes o fotos de los hechos vividos,
ambas amortiguan el impacto del sufrimiento psíquico funcionando como redes representacionales, es
decir que contando con una mejor estructura yoica se cuenta con una mayor red de representaciones, de
imágenes mentales para pensar los traumas y el sufrimiento, y cuando afectivamente se genera una
amortiguación actual y en el tiempo de los traumas derivan en una mayor posibilidad de una vida más
sana por las condiciones neuroplásticas generadas.
La presencia de una mayor capacidad de pensar el sufrimiento para generar una aceptación y una
acción específica para solucionarlo y enfrentarlo, junto con el acervo vital de los afectos recibidos, que
actúan como continente, es la ecuación vital para comprender el enfermar como fenómeno psicosomático.
En este sentido, ampliamos el área de la neurobiología, del concepto de neuroplasticidad al
de psiconeurosomatoplasticidad como unidad.
¿Qué sucede si no hay una vida sana afectiva de realización personal o el sometimiento a una
vida tóxica por diversos avatares laborales, vitales, de pareja, de duelos de todo tipo?
Explicando integrativamente sucede que esa red de representaciones y afectos, los dos elementos
claves que tienen un soporte fáctico de redes neuronales, no se constituye como una red amortiguadora,
psíquica que es neurobiológica, y termina impactando en los efectores, inmunes, endocrinos y
neurológicos, como un distrés de memorias neuroplásticas alteradas que alteran la síntesis de factores
neuromodulares produciendo primero daño disfuncional de la transducción intracelular como mensaje que
porta una química alterada y luego organicidad al prolongarse el fallo patológico del distrés tanto agudo
como crónico.
Entre los aportes de muy valiosos autores que describieron las formas del funcionamiento que lleva al
enfermar somáticamente, y vamos a agregar psíquicamente, podemos citar a los que refieren la forma en
que piensa el paciente psicosomático, forma de pensamiento que denominaron pensamiento
operatorio (Marty, 1963). Este es un pensamiento fundamentalmente cuantitativomás que cualitativo,
una mente que hace números con las diferentes realidades que vive más que cualificar estas realidades
en la fantasía afectiva cualitativa del vivenciar humano más valioso, hay una pobreza del orden
simbólico que crea una relación cuantitativa del tiempo de los objetos y de los lugares vividos donde el
número, es decir lo cuantitativo, actúa como una manera de calmar la angustia y controlar la realidad,
de una forma lejanamente parecida a la anulación del paciente obsesivo. En el paciente obsesivo son los
rituales motores o las ideas los que intentan calmar la angustia, mientras que aquí el tratar

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constantemente de controlar la realidad en forma cuantitativa genera este pensamiento operatorio que
termina siendo la causa del fracaso de la simbolización, es decir, de la capacidad de pensar
cualitativamente para resolver el sufrimiento.
Marty y M‘Uzan (Marty y M‘Uzan, 1995) utilizan el concepto de seudodesplazamiento donde el sujeto
usa el nombre de una cosa para designar otra sin que sea posible entender cómo esa sustitución está
ligada analógica o simbólicamente en términos concretos a lo designado, significa que la palabra muchas
veces tiene únicamente el fin de descargar una tensión de descarga catártica. También Marty (1990)
refiere la depresión esencial que viven los psicosomáticos que adolecen de una disminución del interés
pulsional por sí mismo y por los otros.
Otro de los conceptos que más cabida tuvo es el de alexitimia (Sifneos y Nemiah, 1978), referida a
una carencia de palabras para definir los afectos.

Actividad 1
a. ¿Por qué se considera un error agrupar solo algunas enfermedades como psicosomáticas?

b. ¿Por qué se considera que el enfermar todo es psicosomático?

c. ¿De qué depende la mayor o menor vulnerabilidad genética en el desencadenamiento de la


enfermedad?

d. ¿Cuáles son las diferentes formas de generar enfermedad?

e. ¿Qué es el fenómeno psicosomático?

f. ¿Qué significa que el cuerpo sea la caja de resonancia del vivenciar vital?

g. ¿Cómo actúa el pensamiento operatorio?

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Estructura psicosomática, cuadro psicosomático
Fenómeno psicosomático: enfermar del cuerpo y de la mente
Cuando pensamos en el enfermo psicosomático, no en psicosomáticas, nos tenemos que dirigir a los
dos elementos claves que tienen que ver con el enfermar: los afectos y las imágenes que perduran en
el psiquismo cerebral y somático, es decir, el registro de nuestro vivenciar anímico, en el cual el cuerpo
es la caja de resonancia de lo que vivimos como un instrumento.

Podemos entonces pensar que la cualidad afectiva de los afectos y las representaciones deben
ser estudiadas minuciosamente para ver qué personas o población de personas serían más vulnerables a
enfermar somáticamente.

Es claro que no hay tal enfermar del psiquismo o tal enfermar del soma, sino que siempre aparecen
indisolublemente ligados como una unidad; por lo tanto, anteponemos el vocablo enfermar
como concepto psicosomático volviendo entonces a los componentes que llevan a que se produzca
este enfermar psicosomático que, por otro lado, es la única manera de enfermar.

Tendremos que referirnos a dos esencialmente: los afectos y sus representaciones. A la vez, los
afectos tienen tres componentes que debieron estar integrados: la descarga, la percepción de la
descarga y el matiz afectivo, este último, uno de los elementos esenciales que favorecen el enfermar
psicosomático o el enfermar en general. Es la falta de reconocimiento del matiz afectivo de lo que se está
sufriendo, ya que para que haya más vulnerabilidad hacia el enfermar, empujada por el sufrimiento
psíquico, cuando hay menor carga de vulnerabilidad genética tiene que haber una afectividad en la cual
no se reconoce y se valora adecuadamente lo que se siente afectivamente, es decir, el matiz afectivo.
Esto conlleva, al estar alteradas la posibilidad consiguiente de percibir el matiz afectivo y su elaboración y
procesamiento simbólico del mundo real, que el sujeto igual siente en un nivel más profundo inconsciente
su malestar; por lo tanto, realiza diferentes forzamientos afectivos que terminan generando toxicidad
neuroplástica, que se deriva en toxicidad somatoplástica, es decir, enferma.

➢ El forzamiento corporal para intentar disminuir la angustia es una de las causantes que llevan a
enfermar.

La falta de posibilidad de darle calificación a los afectos es lo que determina un sufrimiento general
que anteriormente los autores denominaron depresión esencial, una depresión por el sufrimiento no
reconocido que termina forzando al cuerpo de diferentes maneras y que, a su vez, no es tampoco
reconocida como depresión, generándose un círculo vicioso tóxico.

Esto está completamente integrado a una incapacidad de reconocer el matiz afectivo y, por lo tanto,
de poner en palabras lo que se está sufriendo, no a la manera neurótica vinculada a la represión, sino
de una manera carente del reconocimiento de los afectos. Esto es compatible con una estructura
narcisista patológica donde el yo carece de la posibilidad de discriminar y nombrar los afectos de una
manera cualitativamente elaborada. Si fuera así, el reconocimiento de los afectos permitiría una salida de
la situación tóxica.

➢ La imposibilidad de nombrar los estados afectivos es la alexitimia.

Se debe tener en cuenta también que siempre todo afecto va ligado a una representación, es decir,
todo afecto o toda vivencia tiene una imagen histórica que le corresponde que se denomina
representación. En este caso también estamos en un plano de dificultad representacional; hay una
pobreza de imágenes que facilitaría una mejor respuesta cualitativa a cualquier exigencia de vida, hay
una mayor pobreza de imágenes o representaciones en el pensamiento para resolver las situaciones
afectivas y para crear un mundo de deseos representables hacia una satisfacción afectiva
cualitativamente más satisfactoria.

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Esto es lo que Martí (1995) denominó pensamiento operatorio, un pensamiento que trata de suplir a
través de la lógica de lo cuantitativo y del éxito de la cantidad sobre la calidad.

Entonces si reunimos lo que siempre está integrado el afecto y la foto, imagen o representación vivida
que le corresponde, vemos una incapacidad de discriminar los matices afectivos de lo vivido y
una incapacidad en el mundo de la fantasía y las representaciones para aliviar las vivencias
tóxicas, es decir, así como lo afectivo está integrado con los representacional, el pensamiento operatorio
en el enfermar psicosomático está integrado con la alexitimia.

➢ Lo que debemos comprender en primer término es que el enfermar se debe a un deficitario


armado identificatorio yoico que corresponde a los cuadros narcisistas patológicos, el cuadro
psicosomático del enfermar, donde la renegación y la desmentida de los traumas toman su teatro
operacional a través del deficiente procesamiento de la toxicidad corporal.

El goce es el forzamiento tóxico corporal en sus tres ejes de comprensión dinámico: la alteración
narcisista yoica patológica y su correlato patológico superyoico psicosomático y la falla del procesamiento
afectivo y pulsional del ello.

Pero si bien hay estructuras o cuadros que responden a lo largo de su vida en forma estable a un
patrón psicosomático, creemos que tiene mucho mayor frecuencia el fenómeno psicosomático, es decir
cuando puntualmente, en determinada época del sujeto, se produce el mismo forzamiento de los
cuadros psicosomáticos, pero aquí sucede en una temporada de la vida del sujeto, llevando este
procesamiento tóxico de la vida a que el sujeto enferme y esto sucede en cualquier cuadro
psicopatológico y con cualquier monto de vulnerabilidad genética.

Habíamos advertido que había un primer eje para pensar los lugares que Freud pensó para articular el
psiquismo, es decir, la primera tópica con el funcionamiento del ello, el yo y el superyó.Así
comentamos que el ello no tiene su cabida pulsional adecuada en una vida afectiva elaborada y esto se
entrelaza con el segundo lugar psíquico, el yo. Este que no tiene una adecuada identificación y la suple
como una especie de parche al modelo del síntoma, es decir, generando a la visión de los demás un self
made man, un hombre que construye su propio nombre y que se provee sustitutivamente de su propia
identificación a costa de una hipertrofia del pensamiento y la modalidad afectiva tóxica, donde la cantidad
prima. Aquí tenemos el pensamiento operatorio que preocupa más por la cantidad y la eficacia que por la
calidad afectiva, lo cual se correspondería con la alexitimia, es decir, la pobreza en la expresión verbal de
los afectos y estos ensamblados con una exigencia superior que también tiene que ver con el orden del
número, de la cantidad, pero que a su vez en esta exigencia no terminaba discriminando lo útil o lo
perjudicial de dicha exigencia para el cuerpo, sometido a un exceso tóxico, para lograr el éxito y la
eficacia que su yo restitutivamente necesita.

A sabiendas, utilizamos el vocablo restitutivamente, que implica la pesadez de la locura tóxica que
fuerza o daña al cuerpo por el exceso tóxico, o por la falta de cuidado, frente al impacto de un trauma. Por
ello, la renegación y la desmentida posterior juegan su papel crucial en renegar la percepción del
trauma y, posteriormente, desmentir la toxicidad a la que el sujeto se ve expuesto tanto del exceso de
forzar su cuerpo como de la falta de su cuidado.

Por lo tanto, observamos lo que nos llega del discurso del paciente psicosomático: la dificultad de la
expresión verbal de lo que vive afectivamente, su modalidad de dirigirse a la realidad mediada por un
pensamiento operatorio y el seudodesplazamiento, y el lenguaje catártico como descarga frente
justamente a la hiperexigencia tóxica corporal y mental a la que se somete.

Lo cuantitativo tiene que ver con un forzamiento efectivo y corporal tóxico que termina generando
lesión. Lacan comenta (Lacan, 1964) que cuando no hay intervalo entre una palabra y otra, entre un
significante primero y un significante segundo, cuando estas dos palabras, estos dos significantes se
aglutinan, quedan entrelazados sin intervalo, esto se denomina holofrase, ya que es una forma de pensar
como entre palabras, no hay capacidad de amortiguación del pensamiento simbólico, de discriminación
afectiva y de la realidad, por lo cual esta forma de aglutinarse las palabras o los significantes está en el
fondo del corazón de la expresión discursiva, de una incapacidad de procesar la vida afectiva y someterse
a una hiperexigencia, a una incapacidad de expresión que termina en el fenómeno psicosomático.

Esta modalidad de aglutinación de los significantes está expresando que no hay una inscripción
inconsciente a la cual se pueda tener acceso al modo de la neurosis, como un lapsus, un chiste o un

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sueño, momentos donde el sujeto tiene acceso al inconsciente y recupera lo que no había podido aceptar
de otra forma. En este caso, tanto en el cuadro psicosomático como en el fenómeno psicosomático, se
produce esta aglutinación significante entre palabras que no tiene una inscripción inconsciente, por lo cual
el sujeto no puede recuperar desde su inconsciente esa otra escena que le indica qué le estaba
sucediendo. En ese sentido, Lacan (Lacan, 1964) afirma que las lesiones orgánicas son marcas escritas
en el cuerpo, verdaderos jeroglíficos aún no legibles donde el cuerpo se deja escribir por algo que es el
orden de un número que no implica la subjetivación del deseo, sino un conteo absoluto del goce.

Este concepto está relacionado con el concepto de las manifestaciones discursivas del tipo
del seudodesplazamiento, ya que ellos especifican que, en lugar de aparecer en el discurso
psicosomático una vía de fantasía inconsciente afectiva eficaz, aparece un orden de fantasías primitivas
referidas en torno al número, es decir, al pensamiento cuantitativo y es posible entonces que están
emparentados al concepto de holofrase.

El orden del número también postulado estaría relacionado con el pensamiento operatorio. Maldavsky
(Maldavsky, 1988) refiere que el orden del número se refiere a réplicas inconscientes proyectivas de
los ritmos pulsionales (frecuencia cardíaca, podemos referir).

¿Pero qué sucede frente a estas carencias que el paciente siente?

Evidentemente la dificultad de relacionarse con los afectos, conseguir una vida afectiva más eficaz en
términos de la realización de los deseos y una vida afectiva acorde es sentida por la persona que sufre
síntomas psicosomáticos, por lo tanto, establece una forma defensiva tratando de sobreadaptarse e
hiperexigirse tóxicamente.

➢ Estos fenómenos en segundo término también pueden generarse en una modalidad temporaria
de procesamiento similar tóxico-afectivo en cualquier cuadro psiquiátrico, siendo justamente el
modelo de enfermar como concepto psicosomático, el fenómeno psicosomático. Es decir, cuando
cualquier sujeto enferma, el enfermar mismo, donde no hay disociación del cuerpo y de la historia
personal nunca.

Momentos del enfermar psicosomático


Los momentos del enfermar psicosomático son:

1. Éxito de la defensa: la sobreadaptación, el pensamiento operatorio.

2. Momento intermedio: la holofrase, el lenguaje del seudodesplazamiento, el lenguaje catártico.

3. Fracaso de la defensa y el enfermar: el síntoma de enfermedad, el grito.

4. Caracteropatía psicosomática.

5. Organoneurosis.

El yo del psicosomático: el self made man, la sobreadaptación y el pensamiento


operatorio

La modalidad de sobreadaptación a la realidad supliendo esa dificultad afectiva y de relación


(Liberman, 1986) termina siendo una hiperexigencia que finaliza en un discurso de descarga, en un
discurso llamado catártico. Esto conduce a diagnosticar en qué momento se encuentra la persona que
presenta un cuadro psicosomático, es decir que tiene una estructuración psicosomática o aquella que no
presentó una estructuración psicosomática pero que va a presentar enfermedad psicosomática (el
fenómeno psicosomático) por el momento que está padeciendo actualmente en su vida, es decir la que va
a presentar un fenómeno psicosomático, ambas van a evidenciar un momento para enfrentar la limitación
afectiva de éxito de la defensa, el momento donde predomina el self made man, creándose su propio
nombre, la hiperexigencia superyoica y una vida pulsional dominada por el pensamiento operatorio que
intentará ser eficaz a través del logro cuantitativo en medio de una sobreadaptación y aquí tendrá éxito

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la lógica de pensamiento de las contradicciones orgánicas descrita por Maldavsky (Maldavsky, 1988):
cuanto mayor tensión tóxica corporal, mayor esfuerzo para incrementar la tensión de goce corporal, es
decir de goce que desmiente el trauma, la carencia.

Podemos pensar que si bien en estos cuadros como en todos los cuadros narcisistas hay una
renegación inicial en la conformación del yo predominante y luego una desmentida que trata de
relacionarse con lo que podríamos llamar la parte enferma, y la parte sana que tiene cierto acceso a lo
que está sucediendo y que la observa y necesita desmentir a través de mecanismos y conductas
defensivas para generar la ilusión de que se está pudiendo lidiar con el trauma, aquí la desmentida tiene
dos características específicas para el enfermar psicosomático:

• Desmiente contenidos de la limitación de la identificación yoica, donde el hombre se hace su


propio nombre.
• Desmiente la propia limitación identificatoria yoica a través del hiperdesarrollo del éxito del
pensamiento operatorio.

➢ La desmentida ocurre en utilizar el plano cuantitativo del empobrecimiento de la fantasía sobre el


plano cualitativo afectivo de realización efectiva, del amor y de los deseos.

Superyó: la regulación de lo beneficioso o dañino para el propio cuerpo

El segundo orden donde interviene la desmentida es a nivel superyoico, y aquí el goce superyoico se
transforma en una hiperexigencia que desmiente la posibilidad de que aparezca daño corporal o la
muerte. Este es el lugar donde también se evidencia un fracaso identificatorio no solo en la
conformación del yo, sino también en la conformación del superyó. Por lo tanto este, además de tener
como función regular el orden del goce en los afectos y la sexualidad, tiene la función de regular lo que
es útil y perjudicial para el propio cuerpo, que aquí falla, y el goce superior que se transforma en una
hiperexigencia que somete al cuerpo a un exceso de tensión ya sea de trabajo, de falta de descanso, de
mala alimentación, dificultad en el procesamiento afectivo, todas cuestiones que terminan impactando
fuertemente en el cuerpo y generan lesión al sujeto. Frente a este incremento de la tensión, en lugar de
realizar una conducta eficaz para solucionar el problema, se hiperexige y aumenta la tensión corporal,
teniendo más horas de trabajo, alimentándose peor, durmiendo menos o teniendo menos cabida para sus
afectos. En esta alteración de hiperexigencia es donde observamos que tienen lugar las desmentidas, el
sujeto imagina que, a mayor tensión, mayor ilusión omnipotente de no estar sufriendo y de poder
sobrellevar el trauma.

Ello: la falla del procesamiento afectivo pulsional

Sin lugar para el deseo

La desmentida tiene los dos planos, yoico y superyoico, a los que se agrega la tercera desmentida,
que son las desmentidas de los contenidos pulsionales del ello. Esta desmentida representa la
incapacidad para dar cabida a una vida pulsional afectiva de calidad, es decir, intentar realizar los deseos
y afectos que el sujeto vive. Por lo tanto, vemos a nivel del ello, del yo y del superyó en conjunto cómo se
van articulando las diferentes formas de desmentida como mecanismo para dirigirse frente a la
realidad traumática, que terminan generando el progresivo deterioro orgánico y generan la lesión
psicosomática, por el forzamiento de la hiperexigencia corporal o el descuido del cuerpo.

Esta desmentida ubica la tensión cuantitativa del goce con el número, con lo cuantitativo a nivel del
ello, a nivel pulsional conservando un objeto pulsional que sustituye a la sexualidad y afectividad
adecuada por el orden del número, de lo cuantitativo, del éxito, que sustituye dicha sexualidad y
afectividad adecuadas. Esta es la falla pulsional del ello y el yo tampoco tiene conocimiento de este
registro corporal adecuadamente; por lo tanto, las señales de sufrimiento corporal son desmentidas y se
produce un forzamiento tóxico superyoico, es decir, se elige una exigencia superyoica para forzar
todavía más el cuerpo y no se registran las señales pulsionales de sufrimiento corporal.

Hay tres momentos en los que se observa clínicamente la dinámica del éxito y el fracaso de las
defensas, el éxito de las defensas temporario es un aparente primer momento de éxito en el que
predominan el pensamiento operatorio y la sobreadaptación.

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En un segundo momento hay un momento intermedio de comienzo de fracaso de las defensas,
incremento de la alexitimia, aparece el discurso del tipo de la holofrase y el seudodesplazamiento, es
decir, un discurso con poca capacidad expresiva y aglutinado, con poca capacidad de
discriminación afectiva, y va tornándose progresivamente de descarga, momento del lenguaje
catártico, personas que en terapia más que procesos elaborativos se tornan en pura descarga al referir
su padecimiento de lo que al sujeto le sucede en su vida.

Lo psicosomático (Sami Alí, 1991) más que la represión de un contenido fantasía o deseo se trata de
la represión de la función de lo imaginario que es la encargada de las producciones de los sueños y
las fantasías. Renegación de la percepción de la cualidad vital de lo imaginario, de características tóxicas,
de diagnóstico diferencial con las neurosis obsesivas, hasta antes del desencadenamiento somático,
fallida, que determina la creación pobre en imágenes, que se orienta hacia una oscilación entre la
neutralidad y la literalidad en detrimento de la figurabilidad.

La caracteropatía psicosomática y la organoneurosis

El tercer momento es ya claramente de fracaso de los mecanismos defensivos y aparición de la


lesión psicosomática. En este momento de fracaso de la defensa, se utilizan mecanismos psíquicos que
podríamos indicar que son de gravedad, cuando más allá de la desmentida se utiliza la desestimación
de las señales corporales de la sensorialidad cenestésica reconocida porque está creada por
identificación, es decir, el yo discrimina lo que pasa intracorporalmente con más precisión cuanto
mejor es su identificación, quiere decir que el mecanismo que acompaña a la falla superyoica de
discriminar que es lo útil o perjudicial para el propio cuerpo y someterse a mayor tensión corporal para
desmentir el trauma llegó a un pico donde utiliza mecanismos psicóticos parciales referidos al cuerpo, ya
no desmiente, sino que desestima las señales de sufrimiento corporal e incrementa la
hiperexigencia corporal tóxica.

Se observa lentamente el pasaje del éxito de la defensa al fracaso defensivo de la desmentida y al


fracasar la desmentida se instauran mecanismos psicóticos parciales como la desestimación de lo
tóxico para el propio cuerpo generando la enfermedad psicosomática y una coraza de carácter. El
sujeto se identifica a su condición psicosomática la caracteropatía psicosomática, una reinstalación de
la desmentida donde el sujeto justifica su enfermedad, pero no generando conductas de cambio más
sanas que lo alejen del sufrimiento y de la posibilidad de progresión de la enfermedad.

En el último estadio de agravamiento se encuentra la organoneurosis, que consiste en el predominio


de la condición de enfermedad corporal y la identificación decepcionante del yo a la enfermedad.

➢ Este agravamiento de la sintomatología psíquica donde se privilegia la mirada y la atención


constante hacia la enfermedad y prevalece el discurso acerca de esta y el discurso catártico, esta
modalidad de organoneurosis genera más posibilidades de volver a enfermar o de agravar la
enfermedad psicosomática.

La conjunción de vulnerabilidad, fallas


representacionales simbólicas con poder de
amortiguación y la suma de las fallas del
reconocimiento y presencia de sentimientos
afectivos
Diferentes autores, desde la revolucionaria concepción freudiana del reconocimiento de los afectos y
representaciones traumáticas, han querido interpretar el fenómeno psicosomático hasta el forzamiento.

La primera dificultad es hacer hablar al padre del psicoanálisis y extender sus conceptos donde él no
se ocupó. Freud (Freud, 1895), claramente en forma visionaria, transformó la posibilidad de entender
cómo la suma de las representaciones traumáticas podía generar la alteración funcional somática, es
decir, la conversión de la energía psíquica en somática para la histeria. A otro grupo de
enfermedades por estancamiento de la energía libidinal con un concepto pansexualista las

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denominó neurosis de angustia y neurosis actuales; de allí surgió la extensísima mayoría de las
concepciones sobre las psicosomáticas.

El primer modelo tomó como idea que debía ser un tipo de conversión temprana
llamada pregenital basada en las concepciones kleinianas que atribuyen representación al sufrimiento
somático, al modo de vivir, relaciones de objeto bueno o malo referidas a la vivencia de relación con la
madre.

Estas fantasías primitivas mantienen su vigencia en la adolescencia y la adultez creando, en ciertos


momentos traumáticos, una falla de la mentalización y una desorganización caótica psíquica que favorece
la irrupción de la energía estancada, tóxica actual o traumática pasada, generando lesión.

Por lo tanto, el cuerpo se construye simbólicamente para bien o para mal y esto permite una
interpretación del fenómeno. Esto creó una visión más primitiva pero simbólica al fin de los modos de
enfermar y su sentido simbólico, creemos que no tienen el armado de una fantasía adecuada para armar
un modo simbólico de enfermar, sino que funcionan más al modo del pictograma, es decir, como una
imagen muy primitiva precursora de fantasía, pero sin poder organizador simbólico para nuestra visión
del fenómeno. Más bien, se está generando un modelo pregenital conversivo más primitivo, pero con una
gran avidez de ser interpretado.

Chiozza (Chiozza, 1991) refiere que “la elección del órgano a través del cual se expresa un
determinado trastorno se rige por los mismos principios que determinan la elección de cualquier otra
representación”. Groddeck fue un precursor de esta forma de buscar el sentido del síntoma
psicosomático. Psicologiza lo orgánico haciendo de la conversión histérica el arquetipo de toda
somatización. Para este autor, toda enfermedad orgánica sin excepción es igualmente psíquica y el
cuerpo simboliza a través de su ser mismo. La morfología ya es simbólica y los órganos son imágenes
descifrables como un argumento onírico. Propone una verdadera anatomía fantástica paralela a la
anatomía física, diferentes partes del cuerpo están consideradas como la encarnación de
cualidades o de afectos.

Un fenómeno como este inicial coloca la interpretación como un elemento central del fenómeno, la
cual podría ser atendida para alguna de las posibilidades de comprensión parcial del enfermar; sin
embargo, tan errado es disociar, como ha sucedido, la mente del cuerpo, como también la posibilidad de
ver símbolos por todos lados.

Quiero decir con esto que se “neurotizó a las psicosomáticas”, se las pensó al modelo interpretativo
neurótico, siguiendo los pasos de Freud y forzándolos, bajo el concepto de neurosis actuales (Freud,
1926).

En este modelo no se comprendió que la represión no es el mecanismo fundante de estos cuadros y


que el mismo error de la interpretación de las psicosis, como lo que en buena medida sucede en el caso
Schreber, no da cuenta teórica del fenómeno y menos de su cura. Es decir que la primera forma de
entender las psicosomáticas fuerza el modelo conversivo, aunque sea temprano pregenital, de una
modalidad histérica primitiva, al modelo neurótico.

El segundo modelo es el de la Escuela de Chicago y de la Escuela Francesa.

➢ La problemática central es pensar que no solo los afectos producen alteración funcional
somática, sino que lo que proponemos es que el sufrimiento genera daño orgánico al agudizarse el
daño psíquico o perpetuarse crónicamente el daño en el tiempo.

Las evidencias las intenta brindar la psiconeuroinmunoendocrinología.

En este sentido las depresiones, las enfermedades psiquiátricas y neurológicas, si bien las disociamos
por ser mentales, no las asociamos al cuerpo, pero también encuadran en el enfermar como concepto
psicosomático, ya que presentan o no una vulnerabilidad genética más una estructuración que las
complementa.

Se centraron ambas en las fallas representacionales, el pensar operatorio ya mencionado, y las


fallas afectivas, la alexitmia.

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Maldavsky (Maldavsky, 1988) refirió la desmentida como mecanismo respecto de las
representaciones mentales desatendidas, respecto del reconocimiento del forzamiento tóxico del cuerpo y
avanzó más, especificando la desestimación de los afectos.

Estos autores, como nadie puede hacerlo, no descartan las formas de manifestación simbólica que
puede querer expresar la enfermedad, pero se centran en el déficit simbólico de la mentalización del
paciente, es decir, de la falta de amortiguación simbólica que le resta poder de procesamiento frente a
los traumas a cualquier sujeto que presenta este déficit.

El grupo de Chicago promueve la desaparición progresiva del protagonismo de la conversión


histérica. Las manifestaciones somáticas, así como la localización del órgano lesionado, no han de tener
necesariamente una significación simbólica, el cuerpo, soporte de un mensaje cifrado en el síntoma
conversivo histérico, es en el psicosomático un desarreglo sobredeterminado de sus funciones (Otero,
2009).

La concepción freudiana de la neurosis actual fue retomada por Fenichel que vio en ella, al igual que
Freud, el resultado de un estancamiento de la energía libidinal, aunque atribuyó ese estancamiento a
conflictos neuróticos que tenían el impacto de verdaderas experiencias traumáticas. En palabras de
Fenichel: “La inhibición de la descarga resultante de un conflicto neurótico crea una condición que es
idéntica a aquella creada por la influencia intensificada por un trauma”.

Fenichel refiere que “los afectos inconscientes” tienen una especial significación en la formación de
los síntomas somáticos que acompañan a los estados de libido estancada. Tales afectos o “equivalentes
afectivos” pierden su componente mental mientras que el componente fisiológico concomitante persiste
(Fenichel, 1982).

Podemos decir que el concepto de “actual” creemos que solo podría mantenerse en la concepción
del fenómeno psicosomático, ya que la actualidad de la posibilidad de enfermarse en el aquí y ahora se
puede dar siempre que suceda, en cualquier estructura psíquica, un forzamiento tóxico con
empobrecimiento de la vida representacional deseante y vital, acompañado de una incapacidad afectiva,
donde se desmienten o desestiman los afectos generando la alexitimia mencionada.

Las características alexitímicas más sobresalientes según Taylor son (Taylor, 1984):

• Dificultad para identificar y describir sentimientos.


• Dificultad para distinguir entre sentimientos y sensaciones corporales propias de la activación
emocional.
• Proceso imaginario constreñido, evidenciado por la escasez de fantasías.
• Estilo cognitivo orientado hacia el exterior.

Afectos, representaciones, irrupción del


enfermar
Marty como M’Uzan y David (Marty, 1990) mantienen el supuesto básico de que los sucesos y
situaciones que se nos presentan tocan nuestra afectividad y desencadenan una serie de
excitaciones a las que debe darse una salida adecuada. Una buena parte de este trabajo pertenece a
la elaboración mental, siempre y cuando el individuo esté dotado de un buen soporte para la
mentalización.

El proceso de mentalización se construye gracias a que las representaciones de cosas (que tienen
una calidad sensorio-perceptiva) a través del proceso simbólico, se van organizando progresivamente en
representación de palabras. Estas permiten el acceso a la fantasía, la producción onírica o los procesos
de reflexión interna.

Si se dan fallas o insuficiencias en la adquisición de representaciones de palabras ligadas con valores


afectivos, se corre el riesgo de que la vía somática aparezca de una manera patológica. La carga de
las emociones, mal vehiculizada y poco o mal elaborada e integrada por las funciones mentales, se
compromete rápidamente por la vía corporal. En otras palabras: “Todo sucede como si el cuerpo fuera
el depositario de los fenómenos pulsionales desatados, como si las pulsiones, privadas de la posibilidad

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de ser metabolizadas en una expresión mental, emprendieran la vía subterránea de los órganos” (Marty,
1995).

Establece una economía psicosomática tomando el preconsciente como un “punto central” y


destacando que cuanto más rico sea el preconsciente de un sujeto en representaciones relacionadas
entre sí de una manera permanente, más probabilidades tendrá la patología eventual de situarse en un
plano mental. En cambio, cuanto menos rico sea en ellas, y en las relaciones y permanencia de estas, la
patología correrá un mayor riesgo de situarse en el plano somático. Esto es así porque el preconsciente
es concebido como la herramienta fundamental del aparato mental para protegerse de la cantidad de
excitaciones y estímulos tanto instintivos como exteriores.

Resumiendo, y en palabras del propio Marty: “Las desorganizaciones se traducen en primer lugar, en
síntomas patológicos mentales con sintomatología positiva. Cuando estos sistemas patológicos no se
pueden utilizar o se agotan, sobreviene la depresión esencial y la vida operatoria que también presentan
un aspecto patológico mental, aunque con un diagnóstico más sutil ya que, en esencia, la sintomatología
consiste en fallas funcionales. La desorganización continúa, debiéndose enfrentar a la patología somática”
(Marty, 1980).

Síntesis de características del cuadro narcisista


psicosomático o del sujeto que presenta
diferentes estructuras y enferma, el fenómeno
psicosomático
1. Apariencia de normalidad psíquica: tienen una hiperadaptación social (Liberman, 1986) y su
desviación respecto de la norma parece estar exclusivamente ligada a anomalías somáticas.

2. Pensamiento operatorio: es un pensamiento consciente, sin ligazón con los movimientos


fantasmáticos y desprovisto de un valor libidinal, que se aferra a contenidos concretos adheridos a la
materialidad de los acontecimientos.

3. Relaciones objetales carentes de afecto: su incapacidad proyectiva y fantasmática afecta las


relaciones interpersonales. El psicosomático es incapaz de contactar con sus propios sentimientos y, por
lo tanto, no puede expresarlos. De este modo, sus intercambios con los demás están deslibidinizados y
vacíos.

4. Incapacidad de soñar: entre las funciones del sueño podemos señalar la liberación de las fantasías
inconscientes o la neutralización de experiencias traumáticas mediante la actividad onírica. Pues bien, en
estos sujetos, dada la desvinculación abismal respecto de su inconsciente (por la ausencia de
preconsciente), no surge la posibilidad de desplegar material onírico o bien sus sueños son de tipo
operatorio.

5. Tendencia a la gesticulación corporal, a las manifestaciones sensoriomotrices inespecíficas y a las


quejas de dolor físico en momentos en que cabría suponer la aparición de manifestaciones neuróticas.

McDougal (McDougall, 1987) refiere: “Les llamé normópatas y observé al mismo tiempo que
manifestaban todas las características de lo que Winnicott llamó falso self. Me parecía que este
falso self debía servir, como indica Winnicott, para proteger al verdadero self que de otro modo no hubiera
quizá sobrevivido”.

Para McDougall (McDougall, 1991) el fracaso de las defensas habituales frente al desamparo psíquico
hará que la persona “somatice” el dolor mental. Habla de una “histeria arcaica” donde las angustias no
están ligadas a la castración, sino al temor de perder la identidad subjetiva e incluso la vida.

La pérdida de la función onírica, por no hablar de otras, impide descargar la tensión por la
satisfacción alucinatoria. La psique se ve entonces forzada a emitir, regresivamente, señales
somatopsíquicas, infraverbales y arcaicas para salvar al yo de una muerte psíquica. De esta manera se
corre el riesgo de que las descargas tomen el camino más corto, el más cercano a lo fisiológico.
La psique evacua sus tensiones sin palabras (Otero, 2009).

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La desestimación afectiva (Maldavsky, 1988) se puede corresponder a la conceptualización de
McDougall (McDougall, 1987) que propone la “desafectación”. Ni la angustia ni toda la gama de afectos
sirven como señales que permitan al sujeto comunicarse consigo mismo. Normalmente se sienten
condenados a vivir en un vacío afectivo.

La coraza o caparazón del normópata que se correspondería con lo que Marty llama neurosis de
comportamiento, aparece también en la obra de Bollas. Este autor señala que el normótico, en lugar de
experimentar tristeza, se decae. Para él la vida se define por la acción y, por lo tanto, las depresiones o
los estados de angustia no se presentan en una forma mentalmente elaborada. Refiere: “La presencia en
la literatura y en el cine contemporáneos del humano que resulta ser un robot constituye un
reconocimiento de este tipo de personalidad que emerge en nuestra cultura. Estas representaciones, más
que descriptivas del futuro de los robots, son pronósticos precisos de una perturbación de personalidad
que ya está entre nosotros” (Bollas, 1982; Otero, 2009).

McDougall (Mc Dougall, 1991) pone en tela de juicio la falta de capacidad de simbolización,
podemos agregar en algunos casos o en todos, que esta falta de capacidad de simbolización está referida
al procesamiento amortiguatorio de las representaciones, que amortiguan y median simbólicamente para
encontrar salidas y no enfermar.

➢ En este sentido, todo el enfermar responde a la conjunción de la mente, el cuerpo y el espíritu. El


cuerpo es la caja de resonancia de la historia personal, el cuerpo nunca enferma solo.

Y como sostuvimos en esta Unidad didáctica, habrá sujetos con cuadros narcisistas que se exponen
como cuadro psicosomático, preferentemente en su vida, evidenciando este tipo de funcionamiento.

Otro grupo será, entonces, no el de los cuadros de enfermar psicosomático puros, sino aquellos que,
con cualquiera de los cuatro cuadros psicopatológicos, se expongan a una toxicidad en su vida que lleve
a una alteración de la vida pulsional, no deseante, que fuerce su cuerpo y genere un falso self como
reconocimiento identificatorio, y que desmienta los avisos superyoicos en discriminar lo útil y perjudicial
para su propio cuerpo.

Actividad 2

a. ¿Cómo afecta la falta de posibilidad de darle calificación a los afectos en el enfermar?

b. ¿Cómo afectan el forzamiento efectivo y corporal tóxico en el enfermar?

c. Complete el siguiente cuadro integrador.

MOMENTOS DEL ENFERMAR PSICOSOMÁTICO CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES

Éxito de la defensa

Momento intermedio

Fracaso de la defensa y el enfermar

Caracteropatía psicosomática

Organoneurosis

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d. Explique por qué las enfermedades psiquiátricas y neurológicas encuadran en el enfermar como
concepto psicosomático.

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