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Cuadros Narcisistas Leido
Cuadros Narcisistas Leido
Introducción
Esta Unidad didáctica está dedicada a los cuadros narcisistas, y dentro de ellos, a los cuadros
psicosomáticos, es decir, al funcionamiento durante la mayor parte de la vida del individuo, desde una
organización yoica alterada que genera mayor propensión al enfermar.
La otra gran modalidad será el funcionamiento patológico del procesamiento emocional que, en
determinada época, genera enfermedad corporal a partir del sufrimiento, pudiendo acontecer no solo en
los cuadros narcisistas, sino en cualquier cuadro de la psicología y la psiquiatría, es decir, el enfermar
mismo como fenómeno psicosomático.
Dejamos en claro el sentido de esta Unidad didáctica al referir nuestro punto de vista de que todo el
enfermar es psicosomático, ya que no hay mente y cuerpo, sino que siempre está presente la historia
personal en el cuerpo. El cuerpo es la caja de resonancia de la vida.
Asimismo, describiremos el fenómeno psicosomático, el enfermar del cuerpo, la mente y el espíritu,
de dos formas preponderantemente:
• Presentación del enfermar como fenómeno psicosomático en cualquiera de los cuatro cuadros
principales: neurosis, cuadros narcisistas, cuadros límites y psicosis, es decir, como fenómeno
psicosomático, ya sea con vulnerabilidad leve, moderada o grave. La modalidad de
funcionamiento mental temporaria que puede llevar a cualquier sujeto a enfermar, con su
correspondiente vulnerabilidad biológica de base.
• Estructura psicosomática, el cuadro psicosomático como formación narcisista patológica, dentro
de los cuadros narcisistas: la segunda opción del enfermar es preponderantemente presentar
una estructura yoica alterada, es decir, perteneciente a los cuadros narcisistas, a su vez con el
entrecruzamiento de la vulnerabilidad genética, leve, moderada o grave, esto es, una estructura
propia psicosomática, durante el devenir de la vida.
Objetivos
➢ Reconocer en la formación yoica los cuatro cuadros estructurales de la psiquiatría.
➢ Describir dentro de los cuatro cuadros estructurales en psicopatología y psiquiatría los cuadros
narcisistas (cuadros neuróticos, cuadros narcisistas, cuadros límites y cuadros psicóticos).
➢ Reconocer el enfermar todo como concepto psicosomático.
➢ Reconocer la renegación y la desmentida como dos mecanismos complejos en dos tiempos.
➢ Explicar las características principales de las psicosomáticas, no como un grupo de
enfermedades aisladas, sino el enfermar todo como un concepto psicosomático.
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RED CONCEPTUAL
CUADROS NARCISISTAS
CUATRO CUADROS ESTRUCTURALES DE LA PSIQUIATRÍA
TODO EL ENFERMAR MISMO COMO CONCEPTO PSICOSOMÁTICO
DETERMINACIÓN DEL CAMPO PSICOSOMÁTICO AL ENFERMAR EN GENERAL
VULNERABILIDAD GENÉTICA, ESTRUCTURA PSICOSOMÁTICA Y FENÓMENO
PSICOSOMÁTICO
EL ERROR DE LIBRO: LA PRESENCIA DE UN CAPÍTULO DE ENFERMEDADES
PSICOSOMÁTICAS
GRUPO DE GRAN VULNERABILIDAD GENÉTICA
LA EVIDENCIA DEL ENFERMAR PSICOSOMÁTICO: LA
PSICONEUROINMUNOENDOCRINOLOGÍA
LA ELECCIÓN DE VIDA Y EL ENFERMAR
ESTRUCTURA PSICOSOMÁTICA, CUADRO PSICOSOMÁTICO
FENÓMENO PSICOSOMÁTICO: ENFERMAR DEL CUERPO Y DE LA MENTE
MOMENTOS DEL ENFERMAR PSICOSOMÁTICO
LA CONJUNCIÓN DE VULNERABILIDAD, FALLAS REPRESENTACIONALES
SIMBÓLICAS CON PODER DE AMORTIGUACIÓN Y LA SUMA DE LAS FALLAS DEL
RECONOCIMIENTO Y PRESENCIA DE SENTIMIENTOS AFECTIVOS
AFECTOS, REPRESENTACIONES, IRRUPCIÓN DEL ENFERMAR
SÍNTESIS DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL CUADRO NARCISISTA PSICOSOMÁTICO
O DEL SUJETO QUE PRESENTA DIFERENTES ESTRUCTURAS Y ENFERMA, EL
FENÓMENO PSICOSOMÁTICO
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Desde una perspectiva macrofísica, global, planetaria, el siglo xx y el siglo xxi han visto la decadencia
de la razón instrumental en el deterioro global de la paz mundial, del medioambiente y de los factores
psicosociales, excluidos de las teorías economicistas, produciendo un acelerado daño al sujeto en su
singularidad, llevando a la pronta extinción de la raza humana.
Ya no es la pérdida del Sol, la estrella que mantiene la vida, ni una catástrofe inesperada la que
acabará con nuestro planeta, sino nosotros mismos quienes lo lograremos.
El ser humano siempre genera teorías que excluyen la verdad de todos los factores implicados, en las
atribuciones causales, por adherencia ilógica a una creencia predeterminada y este tipo de dualismos,
como observa la filosofía oriental, es causa no solo de error intelectual, sino que dicho error intelectual
causa daño, sufrimiento (Burga Montoya, 2006).
La razón se ha visto instrumentalmente direccionada hacia los prejuicios que los sujetos y sus
prácticas dominantes, como paradigmas, han impuesto en la enseñanza, hasta que la práctica de estos
principios teóricos se ha impuesto.
Un frecuente error grave se produce en la introducción de los temas, donde los aspectos filosóficos
son vistos como un epígrafe obsoleto y sin importancia práctica, como una historia del concepto, useless,
sin verdadero sentido ni relevancia práctica. Ya desde los presocráticos se tiende a establecer la causa
de lo existente generando desde las explicaciones primigenias, desde la naturaleza, incontables
dualismos, de espejismos, acerca de la naturaleza de la causa en el enfermar humano. Este concepto iba
indisolublemente ligado a otro sobre qué tipo de relación engloba el psiquismo y el cuerpo humano.
Psique, el alma, nous, el intelecto, pneuma, el espíritu, soma, el cuerpo vivo y el cadáver, el corps,
fueron la multiplicidad de conceptos necesarios para describir campos de conocimiento desintegrados
para el estudio, pero no vueltos a integrar. El único que llamativamente conservaba un cierto nivel de
integración entre la vida y la muerte fue el de soma.
La visión de lo biológico y lo anímico separados siempre estuvo presente, al principio por una
necesidad instrumental se observaba, aquí y ahora, lo más “prioritario para tratar, en cualquier época de
la mirada médica, el cuerpo”, es decir, donde se manifestaba la enfermedad y había que actuar.
Platón afirma que un error extendido entre los hombres es el de querer emprender separadamente la
curación del cuerpo y la del espíritu. Esta postura la retomó y reelaboró Aristóteles, según el cual cuerpo
y alma formarían una sola sustancia. Estas intuiciones de Platón y de Aristóteles hubieran podido
desarrollar una patología psicosomática, pero los médicos griegos, entre ellos Galeno, fueron fieles al
craso naturalismo del corpus hipocraticum, por lo que solo pudieron ver la enfermedad como un
desorden de la naturaleza, quedando las ideas de Platón y Aristóteles entre los filósofos.
Una concepción mecanicista permitió relacionar causas con consecuencias clínicas y modos de
informar, explicando paulatinamente desde la observación macroscópica hasta la búsqueda de su agente
productor.
Las enfermedades infecciosas fueron las más fieles a este tipo de explicación causal mecanicista y
donde triunfaron parcialmente hasta el día de hoy. La microbiología y las enfermedades infecciosas,
fundamentalmente, necesitaban un modelo de este tipo para combatir epidemias graves, como la sífilis, la
tuberculosis, la rabia y el sida.
Una cuestión era la lesión anatomoclínica y, otra, la alteración funcional de origen psíquico, teniendo
como modelo la conversión, descubrimiento que fue una genialidad rescatada por Freud, ya que había
multiplicidad de causas, pero algunas alteraban la funcionalidad del soma por sufrimiento psíquico y otras
enfermedades evidenciaban una lesión anatomoclínica observable.
Esta primera causalidad psíquica fue determinante para observar la causalidad psíquica funcional,
teniendo como paradigma la conversión del conflicto psíquico en la disfuncionalidad histérica,
perturbando la funcionalidad de los diferentes aparatos corporales, motores, sensitivos, desde una
contractura hasta una hiperalgesia o hipoalgesia, pero centralmente dando lugar formal a la causalidad
psíquica bajo el concepto de conversión. También tuvo en cuenta cómo el exceso de sufrimiento podía
producir una enfermedad somática.
Esto revolucionó las aguas de la concepción del enfermar y automáticamente se alinearon ideologías
respecto del origen del sufrimiento basadas originariamente en las propias experiencias personales y del
entorno, y en lo que creían práctico los observadores o en lo que podían tolerar sus creencias.
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Si bien la historia va a la par del sentido común, en todas las épocas se suponía que el sufrimiento
humano interviene de alguna u otra manera en el enfermar.
Pero ciertamente, si el sentido común es el menos común de los sentidos, al decir de Jacques Lacan,
debemos ver qué indicios ha armado el pensamiento psicosomático que podemos denominar corriente, el
cual adoptó la clínica médica, la psiquiatría e implícitamente la psicología desde las concepciones
simbólicas del enfermar hasta la causación psíquica de este.
¿Qué parámetros se tuvieron en cuenta?
Digamos que si la historia, y en particular la filosofía, refiere que los fenómenos y sus causas deben
tener en su descripción y en su explicación un nexo desde lo que aparece al observador hasta su
probable esencia o causa, por lo tanto, en discernir lo esencial del enfermar, es central entonces la
relación del fenómeno con el intento de explicar su esencia, el noúmeno.
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Con los avances posteriores, en muchas patologías, a partir de mitad del siglo xix y fundamentalmente
en el siglo pasado, se fue conociendo la fisiopatogenia de la enfermedad, pero no la causa, y de algunas
todavía se desconoce la causa y la verdadera fisiopatogenia de su producción.
Pero desde las epidemias y la grave mortandad provocada hasta llegar a su solución, la noción de
causa, agente único productor y la terapéutica eficaz, generó el modelo por seguir y conseguir.
Para todas las enfermedades se debía lograr lo mismo que en las enfermedades epidémicas, conocer
causa, agente, etiología que pasaba a ser conocida, luego la fisiopatología para llegar a la terapéutica
eficaz, es decir, eliminar al agente productor.
Pero a la gran mayoría de las enfermedades, hasta la actualidad, no se les conoce una causa
única por más que en la cabeza de los médicos se termina pensando en un agente único productor y se
le otorgue poco peso al medioambiente, familiar, laboral, social y a la grave contaminación
ambiental.
Pongamos aquí el caso de la hipertensión arterial, del Parkinson, etc., y de algunas enfermedades se
desconoce la etiología verdadera, la fisiopatología cierta, y menos una terapéutica efectiva. Este sería el
caso de las demencias, los trastornos neurocognitivos, mayores y menores.
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en el desencadenamiento de la enfermedad en gente con escasa vulnerabilidad somática, y así,
un trauma vital de gran magnitud genera una enfermedad, sería en la campana de Gauss el
tercer desvío estándar hacia la izquierda.
• Habría un grupo mayoritario que tiene una vulnerabilidad genética de intensidad media a leve, o
sea que por su historia personal conocen los antecedentes familiares que los pueden
predisponer a ciertas enfermedades. En estos casos la causa es necesaria pero no suficiente
para producir enfermedad y, sumado a su historia personal, hacen una enfermedad
psicosomática. Podría corresponderse el modelo de fenómeno psicosomático.
• En el tercio extremo del tercer desvío estándar hacia la derecha aparece el opuesto, situaciones
de gran vulnerabilidad genética, por ejemplo, personas que han tenido muy tempranamente en
su vida un infarto de magnitudes importantes y, sin embargo, han cuidado su historia personal y
su salud física, llegando a vivir hasta muy avanzada la tercera edad.
Entonces podemos decir que consideramos el enfermar como concepto psicosomático, no un grupo
de enfermedades ni exclusivamente la aparición de un fenómeno que da paso a la enfermedad en
determinada época del sujeto, en determinado momento traumático o aparentemente exitoso de la vida,
sino que disolviendo el dualismo psique-cuerpo o psique-soma podemos inferir que siempre en la
producción de enfermedad está presente la historia vital en forma mediata, inmediata y alejada en
el tiempo, como por ejemplo es la producción de un tumor por situaciones estresantes vitales como
muertes de familiares, hijos, padres, que generan un tumor que aparece algunos años después, porque la
cinética tumoral una vez desatada o una vez comenzada toma varios años en manifestarse.
Entonces hay diferentes formas de generar enfermedad y la mal llamada psicosomática implicaría
cuando determinado observador ideal le supone una causación, como la causación aristotélica, hay:
• Causa material: la madera de una mesa, la causa formal, la forma de la madera, que sirve para
ser una mesa.
• Causa agente: el que toma la madera y la corta, trabaja y da forma para transformar la materia
en forma de una mesa.
• Causa final: hay una finalidad en juego de parte del agente para conseguir que la madera se
transforme en mesa.
Este modelo, con sus variantes sobre la materia del cuerpo, y el impacto de la historia continua
personal afectiva generan la causación psíquica, siempre presente en el enfermar, y esto es así porque
siempre el espíritu y la mente de la persona están en juego cuando la persona enferma. No hay cuerpo
sin historia.
Lentamente se expanden las fronteras de la gastritis, del asma, de las alteraciones dermatológicas,
donde debido a la inmediatez del trauma y la aparición de los síntomas se hacía evidente lo psíquico en
la formación de síntomas corporales.
➢ El problema yace en que hay que cruzar tres informaciones, que fue lo que hemos hecho,
vulnerabilidad genética y estructuración psicopatológica de base y la aparición de una modalidad
temporaria tóxica del psiquismo, que origina enfermedad, el fenómeno psicosomático.
Entonces tenemos las combinaciones posibles que explicamos de la campana de Gauss, una gran
vulnerabilidad genética puede estar combinada con una estructura o cuadro psicosomático de fondo, una
estructuración narcisista yoica defectuosa y un forzamiento tóxico corporal, a expensas de un ello que no
permite una satisfacción pulsional adecuada, ya que un yo y un superyó alterados impiden un
procesamiento anímico de las emociones y traumas adecuados.
Asimismo, las otras posibilidades no se dan en una estructuración psicosomática de fondo, un cuadro
narcisista de tipo psicosomático, sino que se dan como un fenómeno psicosomático combinado con leve,
moderada o gran vulnerabilidad genética, teniendo a cualquiera de los cuatro cuadros psicopatológicos de
fondo y sus vulnerabilidades genéticas corporales, a doble entrada, que generan por un exceso de
sufrimiento o mal procesamiento anímico una enfermedad en determinada época de la vida, generan un
fenómeno psicosomático.
En los dos grupos hay que establecer su probable vulnerabilidad biológica, en cuanto grado se
presenta, por la historia familiar, en uno se cruza con una estructuración yoica deficitaria de tipo
narcisista, subtipo psicosomático, en otro las vulnerabilidades genéticas se cruzan con todos los cuadros
psicopatológicos.
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Grupo de gran vulnerabilidad genética
Este grupo, supongamos de gran vulnerabilidad que ha sufrido un infarto, podrá tener una excelente
constitución psíquica, cuidarse sumamente bien y evolucionar muy satisfactoriamente.
Pero en este mismo grupo, el del tercer desvío estándar a la derecha de la curva, puede haber una
estructuración psíquica narcisista de tipo psicosomático y estaríamos frente a la peor combinación
(cuadro psicosomático) (Burga Montoya, 2018). Es decir, la mayor vulnerabilidad con un cuadro
narcisista psicosomático.
La tercera posibilidad es que, en una etapa de la vida, sin una estructuración de base psicosomática
como diagnóstico psicológico, pero sí generando defensas del tipo psicosomático frente a una época
traumática de la vida, termine generando enfermedad con más facilidad por la marcada vulnerabilidad
genética (fenómeno psicosomático).
La misma combinación se da en los otros dos grupos (cuadro).
Cuadro
A 1. Escasa vulnerabilidad genética + estructura narcisista psicosomática
➢ También es sabido que a mayor gravedad psiquiátrica mayores son las posibilidades de
acortamiento del período vital para una persona. Es decir que tanto el agravamiento yoico como la
mayor vulnerabilidad genética son propensiones para enfermar.
Ya explicamos que el fenómeno psicosomático no es una estructura como las neurosis o como los
cuadros narcisistas (estructura psicosomática), ni como los cuadros límites, ni tampoco como las psicosis,
sino que puede aparecer en cualquiera de ellos, aparece en cualquiera de los cuadros, al igual que el uso,
abuso o adicción, las anorexias y bulimias y las depresiones psicógenas o reactivas, que son el 90% de
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las depresiones, aparecen imbricadas dentro de cualquiera de los cuatro grandes cuadros y eso da una
pauta de la evolución probable.
Es decir que cualquier cuadro psiquiátrico clínico puede generar en su vida la capacidad de enfermar,
un fenómeno psicosomático, el punto es dilucidar cómo se armó ese momento de la vida de ese
sujeto para que se reúnan las modalidades de procesamiento tóxico de la vida afectiva que conducen al
enfermar.
➢ Siempre lo psíquico está presente en el enfermar y todo el tiempo como elecciones de vida, de
trabajo y de formas de abordaje de los traumas. Por supuesto que muchas veces el conocimiento de
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la capacidad consciente de elección es mínimo o realmente las posibilidades de no exponerse a
situaciones de vida o laborables insalubres son casi nulas.
Se trató de relacionar emociones con órganos y modos de enfermar psicosomático, algunos por su
característica significante. Vamos a poner el caso de “la mala sangre” y la hipertensión arterial, o la
ignominia sufrida que puede producir un infarto, y las interpretaciones funcionales, mostrando la
característica de emociones que suelen dañar determinados órganos, a veces muy llamativamente reales
y otras estableciendo conexiones forzadas de emociones y simbolismos, con órganos que se dañan por
ser portadores de determinada función, la piel, el aparato respiratorio, el asma, las alergias (Chioza,
1991), pero el gran mérito de todos los “psicosomatistas” fue revelar la enfermedad como historia oculta
en el cuerpo.
Hay dos fenómenos que podríamos relacionar en este paradigma y que marcan elementos que no
cierran en las explicaciones estructurales del fenómeno:
• El primero, como ya advertimos, se llamó psicosomáticas a las enfermedades en las cuales
temporalmente se notaba cómo la influencia psíquica producía síntomas somáticos.
• El otro fenómeno llamativo es que como no se encontró un mecanismo como la represión para
las neurosis, la desmentida para los cuadros narcisistas inicialmente descrita para las
perversiones y la forclusión inicial en un primer momento y el rechazo de la realidad para la
psicosis, se intentó cerrar en un capítulo rápidamente el concepto de que había algunas
enfermedades en las que era evidente una relación temporal donde se podía visualizar cómo el
sufrimiento terminaba impactando en el cuerpo. Esto cerró en todos los libros rápidamente un
capítulo para llamarlo el capítulo de enfermedades psicosomáticas.
Se observaron entonces modalidades de funcionamiento mental en los sujetos que tuvieran una
estructura narcisista psicosomática o que temporariamente produjeran el uso de estas modalidades,
generando enfermedad, el fenómeno psicosomático.
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constantemente de controlar la realidad en forma cuantitativa genera este pensamiento operatorio que
termina siendo la causa del fracaso de la simbolización, es decir, de la capacidad de pensar
cualitativamente para resolver el sufrimiento.
Marty y M‘Uzan (Marty y M‘Uzan, 1995) utilizan el concepto de seudodesplazamiento donde el sujeto
usa el nombre de una cosa para designar otra sin que sea posible entender cómo esa sustitución está
ligada analógica o simbólicamente en términos concretos a lo designado, significa que la palabra muchas
veces tiene únicamente el fin de descargar una tensión de descarga catártica. También Marty (1990)
refiere la depresión esencial que viven los psicosomáticos que adolecen de una disminución del interés
pulsional por sí mismo y por los otros.
Otro de los conceptos que más cabida tuvo es el de alexitimia (Sifneos y Nemiah, 1978), referida a
una carencia de palabras para definir los afectos.
Actividad 1
a. ¿Por qué se considera un error agrupar solo algunas enfermedades como psicosomáticas?
f. ¿Qué significa que el cuerpo sea la caja de resonancia del vivenciar vital?
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Estructura psicosomática, cuadro psicosomático
Fenómeno psicosomático: enfermar del cuerpo y de la mente
Cuando pensamos en el enfermo psicosomático, no en psicosomáticas, nos tenemos que dirigir a los
dos elementos claves que tienen que ver con el enfermar: los afectos y las imágenes que perduran en
el psiquismo cerebral y somático, es decir, el registro de nuestro vivenciar anímico, en el cual el cuerpo
es la caja de resonancia de lo que vivimos como un instrumento.
Podemos entonces pensar que la cualidad afectiva de los afectos y las representaciones deben
ser estudiadas minuciosamente para ver qué personas o población de personas serían más vulnerables a
enfermar somáticamente.
Es claro que no hay tal enfermar del psiquismo o tal enfermar del soma, sino que siempre aparecen
indisolublemente ligados como una unidad; por lo tanto, anteponemos el vocablo enfermar
como concepto psicosomático volviendo entonces a los componentes que llevan a que se produzca
este enfermar psicosomático que, por otro lado, es la única manera de enfermar.
Tendremos que referirnos a dos esencialmente: los afectos y sus representaciones. A la vez, los
afectos tienen tres componentes que debieron estar integrados: la descarga, la percepción de la
descarga y el matiz afectivo, este último, uno de los elementos esenciales que favorecen el enfermar
psicosomático o el enfermar en general. Es la falta de reconocimiento del matiz afectivo de lo que se está
sufriendo, ya que para que haya más vulnerabilidad hacia el enfermar, empujada por el sufrimiento
psíquico, cuando hay menor carga de vulnerabilidad genética tiene que haber una afectividad en la cual
no se reconoce y se valora adecuadamente lo que se siente afectivamente, es decir, el matiz afectivo.
Esto conlleva, al estar alteradas la posibilidad consiguiente de percibir el matiz afectivo y su elaboración y
procesamiento simbólico del mundo real, que el sujeto igual siente en un nivel más profundo inconsciente
su malestar; por lo tanto, realiza diferentes forzamientos afectivos que terminan generando toxicidad
neuroplástica, que se deriva en toxicidad somatoplástica, es decir, enferma.
➢ El forzamiento corporal para intentar disminuir la angustia es una de las causantes que llevan a
enfermar.
La falta de posibilidad de darle calificación a los afectos es lo que determina un sufrimiento general
que anteriormente los autores denominaron depresión esencial, una depresión por el sufrimiento no
reconocido que termina forzando al cuerpo de diferentes maneras y que, a su vez, no es tampoco
reconocida como depresión, generándose un círculo vicioso tóxico.
Esto está completamente integrado a una incapacidad de reconocer el matiz afectivo y, por lo tanto,
de poner en palabras lo que se está sufriendo, no a la manera neurótica vinculada a la represión, sino
de una manera carente del reconocimiento de los afectos. Esto es compatible con una estructura
narcisista patológica donde el yo carece de la posibilidad de discriminar y nombrar los afectos de una
manera cualitativamente elaborada. Si fuera así, el reconocimiento de los afectos permitiría una salida de
la situación tóxica.
Se debe tener en cuenta también que siempre todo afecto va ligado a una representación, es decir,
todo afecto o toda vivencia tiene una imagen histórica que le corresponde que se denomina
representación. En este caso también estamos en un plano de dificultad representacional; hay una
pobreza de imágenes que facilitaría una mejor respuesta cualitativa a cualquier exigencia de vida, hay
una mayor pobreza de imágenes o representaciones en el pensamiento para resolver las situaciones
afectivas y para crear un mundo de deseos representables hacia una satisfacción afectiva
cualitativamente más satisfactoria.
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Esto es lo que Martí (1995) denominó pensamiento operatorio, un pensamiento que trata de suplir a
través de la lógica de lo cuantitativo y del éxito de la cantidad sobre la calidad.
Entonces si reunimos lo que siempre está integrado el afecto y la foto, imagen o representación vivida
que le corresponde, vemos una incapacidad de discriminar los matices afectivos de lo vivido y
una incapacidad en el mundo de la fantasía y las representaciones para aliviar las vivencias
tóxicas, es decir, así como lo afectivo está integrado con los representacional, el pensamiento operatorio
en el enfermar psicosomático está integrado con la alexitimia.
El goce es el forzamiento tóxico corporal en sus tres ejes de comprensión dinámico: la alteración
narcisista yoica patológica y su correlato patológico superyoico psicosomático y la falla del procesamiento
afectivo y pulsional del ello.
Pero si bien hay estructuras o cuadros que responden a lo largo de su vida en forma estable a un
patrón psicosomático, creemos que tiene mucho mayor frecuencia el fenómeno psicosomático, es decir
cuando puntualmente, en determinada época del sujeto, se produce el mismo forzamiento de los
cuadros psicosomáticos, pero aquí sucede en una temporada de la vida del sujeto, llevando este
procesamiento tóxico de la vida a que el sujeto enferme y esto sucede en cualquier cuadro
psicopatológico y con cualquier monto de vulnerabilidad genética.
Habíamos advertido que había un primer eje para pensar los lugares que Freud pensó para articular el
psiquismo, es decir, la primera tópica con el funcionamiento del ello, el yo y el superyó.Así
comentamos que el ello no tiene su cabida pulsional adecuada en una vida afectiva elaborada y esto se
entrelaza con el segundo lugar psíquico, el yo. Este que no tiene una adecuada identificación y la suple
como una especie de parche al modelo del síntoma, es decir, generando a la visión de los demás un self
made man, un hombre que construye su propio nombre y que se provee sustitutivamente de su propia
identificación a costa de una hipertrofia del pensamiento y la modalidad afectiva tóxica, donde la cantidad
prima. Aquí tenemos el pensamiento operatorio que preocupa más por la cantidad y la eficacia que por la
calidad afectiva, lo cual se correspondería con la alexitimia, es decir, la pobreza en la expresión verbal de
los afectos y estos ensamblados con una exigencia superior que también tiene que ver con el orden del
número, de la cantidad, pero que a su vez en esta exigencia no terminaba discriminando lo útil o lo
perjudicial de dicha exigencia para el cuerpo, sometido a un exceso tóxico, para lograr el éxito y la
eficacia que su yo restitutivamente necesita.
A sabiendas, utilizamos el vocablo restitutivamente, que implica la pesadez de la locura tóxica que
fuerza o daña al cuerpo por el exceso tóxico, o por la falta de cuidado, frente al impacto de un trauma. Por
ello, la renegación y la desmentida posterior juegan su papel crucial en renegar la percepción del
trauma y, posteriormente, desmentir la toxicidad a la que el sujeto se ve expuesto tanto del exceso de
forzar su cuerpo como de la falta de su cuidado.
Por lo tanto, observamos lo que nos llega del discurso del paciente psicosomático: la dificultad de la
expresión verbal de lo que vive afectivamente, su modalidad de dirigirse a la realidad mediada por un
pensamiento operatorio y el seudodesplazamiento, y el lenguaje catártico como descarga frente
justamente a la hiperexigencia tóxica corporal y mental a la que se somete.
Lo cuantitativo tiene que ver con un forzamiento efectivo y corporal tóxico que termina generando
lesión. Lacan comenta (Lacan, 1964) que cuando no hay intervalo entre una palabra y otra, entre un
significante primero y un significante segundo, cuando estas dos palabras, estos dos significantes se
aglutinan, quedan entrelazados sin intervalo, esto se denomina holofrase, ya que es una forma de pensar
como entre palabras, no hay capacidad de amortiguación del pensamiento simbólico, de discriminación
afectiva y de la realidad, por lo cual esta forma de aglutinarse las palabras o los significantes está en el
fondo del corazón de la expresión discursiva, de una incapacidad de procesar la vida afectiva y someterse
a una hiperexigencia, a una incapacidad de expresión que termina en el fenómeno psicosomático.
Esta modalidad de aglutinación de los significantes está expresando que no hay una inscripción
inconsciente a la cual se pueda tener acceso al modo de la neurosis, como un lapsus, un chiste o un
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sueño, momentos donde el sujeto tiene acceso al inconsciente y recupera lo que no había podido aceptar
de otra forma. En este caso, tanto en el cuadro psicosomático como en el fenómeno psicosomático, se
produce esta aglutinación significante entre palabras que no tiene una inscripción inconsciente, por lo cual
el sujeto no puede recuperar desde su inconsciente esa otra escena que le indica qué le estaba
sucediendo. En ese sentido, Lacan (Lacan, 1964) afirma que las lesiones orgánicas son marcas escritas
en el cuerpo, verdaderos jeroglíficos aún no legibles donde el cuerpo se deja escribir por algo que es el
orden de un número que no implica la subjetivación del deseo, sino un conteo absoluto del goce.
Este concepto está relacionado con el concepto de las manifestaciones discursivas del tipo
del seudodesplazamiento, ya que ellos especifican que, en lugar de aparecer en el discurso
psicosomático una vía de fantasía inconsciente afectiva eficaz, aparece un orden de fantasías primitivas
referidas en torno al número, es decir, al pensamiento cuantitativo y es posible entonces que están
emparentados al concepto de holofrase.
El orden del número también postulado estaría relacionado con el pensamiento operatorio. Maldavsky
(Maldavsky, 1988) refiere que el orden del número se refiere a réplicas inconscientes proyectivas de
los ritmos pulsionales (frecuencia cardíaca, podemos referir).
Evidentemente la dificultad de relacionarse con los afectos, conseguir una vida afectiva más eficaz en
términos de la realización de los deseos y una vida afectiva acorde es sentida por la persona que sufre
síntomas psicosomáticos, por lo tanto, establece una forma defensiva tratando de sobreadaptarse e
hiperexigirse tóxicamente.
➢ Estos fenómenos en segundo término también pueden generarse en una modalidad temporaria
de procesamiento similar tóxico-afectivo en cualquier cuadro psiquiátrico, siendo justamente el
modelo de enfermar como concepto psicosomático, el fenómeno psicosomático. Es decir, cuando
cualquier sujeto enferma, el enfermar mismo, donde no hay disociación del cuerpo y de la historia
personal nunca.
4. Caracteropatía psicosomática.
5. Organoneurosis.
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la lógica de pensamiento de las contradicciones orgánicas descrita por Maldavsky (Maldavsky, 1988):
cuanto mayor tensión tóxica corporal, mayor esfuerzo para incrementar la tensión de goce corporal, es
decir de goce que desmiente el trauma, la carencia.
Podemos pensar que si bien en estos cuadros como en todos los cuadros narcisistas hay una
renegación inicial en la conformación del yo predominante y luego una desmentida que trata de
relacionarse con lo que podríamos llamar la parte enferma, y la parte sana que tiene cierto acceso a lo
que está sucediendo y que la observa y necesita desmentir a través de mecanismos y conductas
defensivas para generar la ilusión de que se está pudiendo lidiar con el trauma, aquí la desmentida tiene
dos características específicas para el enfermar psicosomático:
El segundo orden donde interviene la desmentida es a nivel superyoico, y aquí el goce superyoico se
transforma en una hiperexigencia que desmiente la posibilidad de que aparezca daño corporal o la
muerte. Este es el lugar donde también se evidencia un fracaso identificatorio no solo en la
conformación del yo, sino también en la conformación del superyó. Por lo tanto este, además de tener
como función regular el orden del goce en los afectos y la sexualidad, tiene la función de regular lo que
es útil y perjudicial para el propio cuerpo, que aquí falla, y el goce superior que se transforma en una
hiperexigencia que somete al cuerpo a un exceso de tensión ya sea de trabajo, de falta de descanso, de
mala alimentación, dificultad en el procesamiento afectivo, todas cuestiones que terminan impactando
fuertemente en el cuerpo y generan lesión al sujeto. Frente a este incremento de la tensión, en lugar de
realizar una conducta eficaz para solucionar el problema, se hiperexige y aumenta la tensión corporal,
teniendo más horas de trabajo, alimentándose peor, durmiendo menos o teniendo menos cabida para sus
afectos. En esta alteración de hiperexigencia es donde observamos que tienen lugar las desmentidas, el
sujeto imagina que, a mayor tensión, mayor ilusión omnipotente de no estar sufriendo y de poder
sobrellevar el trauma.
La desmentida tiene los dos planos, yoico y superyoico, a los que se agrega la tercera desmentida,
que son las desmentidas de los contenidos pulsionales del ello. Esta desmentida representa la
incapacidad para dar cabida a una vida pulsional afectiva de calidad, es decir, intentar realizar los deseos
y afectos que el sujeto vive. Por lo tanto, vemos a nivel del ello, del yo y del superyó en conjunto cómo se
van articulando las diferentes formas de desmentida como mecanismo para dirigirse frente a la
realidad traumática, que terminan generando el progresivo deterioro orgánico y generan la lesión
psicosomática, por el forzamiento de la hiperexigencia corporal o el descuido del cuerpo.
Esta desmentida ubica la tensión cuantitativa del goce con el número, con lo cuantitativo a nivel del
ello, a nivel pulsional conservando un objeto pulsional que sustituye a la sexualidad y afectividad
adecuada por el orden del número, de lo cuantitativo, del éxito, que sustituye dicha sexualidad y
afectividad adecuadas. Esta es la falla pulsional del ello y el yo tampoco tiene conocimiento de este
registro corporal adecuadamente; por lo tanto, las señales de sufrimiento corporal son desmentidas y se
produce un forzamiento tóxico superyoico, es decir, se elige una exigencia superyoica para forzar
todavía más el cuerpo y no se registran las señales pulsionales de sufrimiento corporal.
Hay tres momentos en los que se observa clínicamente la dinámica del éxito y el fracaso de las
defensas, el éxito de las defensas temporario es un aparente primer momento de éxito en el que
predominan el pensamiento operatorio y la sobreadaptación.
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En un segundo momento hay un momento intermedio de comienzo de fracaso de las defensas,
incremento de la alexitimia, aparece el discurso del tipo de la holofrase y el seudodesplazamiento, es
decir, un discurso con poca capacidad expresiva y aglutinado, con poca capacidad de
discriminación afectiva, y va tornándose progresivamente de descarga, momento del lenguaje
catártico, personas que en terapia más que procesos elaborativos se tornan en pura descarga al referir
su padecimiento de lo que al sujeto le sucede en su vida.
Lo psicosomático (Sami Alí, 1991) más que la represión de un contenido fantasía o deseo se trata de
la represión de la función de lo imaginario que es la encargada de las producciones de los sueños y
las fantasías. Renegación de la percepción de la cualidad vital de lo imaginario, de características tóxicas,
de diagnóstico diferencial con las neurosis obsesivas, hasta antes del desencadenamiento somático,
fallida, que determina la creación pobre en imágenes, que se orienta hacia una oscilación entre la
neutralidad y la literalidad en detrimento de la figurabilidad.
La primera dificultad es hacer hablar al padre del psicoanálisis y extender sus conceptos donde él no
se ocupó. Freud (Freud, 1895), claramente en forma visionaria, transformó la posibilidad de entender
cómo la suma de las representaciones traumáticas podía generar la alteración funcional somática, es
decir, la conversión de la energía psíquica en somática para la histeria. A otro grupo de
enfermedades por estancamiento de la energía libidinal con un concepto pansexualista las
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denominó neurosis de angustia y neurosis actuales; de allí surgió la extensísima mayoría de las
concepciones sobre las psicosomáticas.
El primer modelo tomó como idea que debía ser un tipo de conversión temprana
llamada pregenital basada en las concepciones kleinianas que atribuyen representación al sufrimiento
somático, al modo de vivir, relaciones de objeto bueno o malo referidas a la vivencia de relación con la
madre.
Por lo tanto, el cuerpo se construye simbólicamente para bien o para mal y esto permite una
interpretación del fenómeno. Esto creó una visión más primitiva pero simbólica al fin de los modos de
enfermar y su sentido simbólico, creemos que no tienen el armado de una fantasía adecuada para armar
un modo simbólico de enfermar, sino que funcionan más al modo del pictograma, es decir, como una
imagen muy primitiva precursora de fantasía, pero sin poder organizador simbólico para nuestra visión
del fenómeno. Más bien, se está generando un modelo pregenital conversivo más primitivo, pero con una
gran avidez de ser interpretado.
Chiozza (Chiozza, 1991) refiere que “la elección del órgano a través del cual se expresa un
determinado trastorno se rige por los mismos principios que determinan la elección de cualquier otra
representación”. Groddeck fue un precursor de esta forma de buscar el sentido del síntoma
psicosomático. Psicologiza lo orgánico haciendo de la conversión histérica el arquetipo de toda
somatización. Para este autor, toda enfermedad orgánica sin excepción es igualmente psíquica y el
cuerpo simboliza a través de su ser mismo. La morfología ya es simbólica y los órganos son imágenes
descifrables como un argumento onírico. Propone una verdadera anatomía fantástica paralela a la
anatomía física, diferentes partes del cuerpo están consideradas como la encarnación de
cualidades o de afectos.
Un fenómeno como este inicial coloca la interpretación como un elemento central del fenómeno, la
cual podría ser atendida para alguna de las posibilidades de comprensión parcial del enfermar; sin
embargo, tan errado es disociar, como ha sucedido, la mente del cuerpo, como también la posibilidad de
ver símbolos por todos lados.
Quiero decir con esto que se “neurotizó a las psicosomáticas”, se las pensó al modelo interpretativo
neurótico, siguiendo los pasos de Freud y forzándolos, bajo el concepto de neurosis actuales (Freud,
1926).
➢ La problemática central es pensar que no solo los afectos producen alteración funcional
somática, sino que lo que proponemos es que el sufrimiento genera daño orgánico al agudizarse el
daño psíquico o perpetuarse crónicamente el daño en el tiempo.
En este sentido las depresiones, las enfermedades psiquiátricas y neurológicas, si bien las disociamos
por ser mentales, no las asociamos al cuerpo, pero también encuadran en el enfermar como concepto
psicosomático, ya que presentan o no una vulnerabilidad genética más una estructuración que las
complementa.
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Maldavsky (Maldavsky, 1988) refirió la desmentida como mecanismo respecto de las
representaciones mentales desatendidas, respecto del reconocimiento del forzamiento tóxico del cuerpo y
avanzó más, especificando la desestimación de los afectos.
Estos autores, como nadie puede hacerlo, no descartan las formas de manifestación simbólica que
puede querer expresar la enfermedad, pero se centran en el déficit simbólico de la mentalización del
paciente, es decir, de la falta de amortiguación simbólica que le resta poder de procesamiento frente a
los traumas a cualquier sujeto que presenta este déficit.
La concepción freudiana de la neurosis actual fue retomada por Fenichel que vio en ella, al igual que
Freud, el resultado de un estancamiento de la energía libidinal, aunque atribuyó ese estancamiento a
conflictos neuróticos que tenían el impacto de verdaderas experiencias traumáticas. En palabras de
Fenichel: “La inhibición de la descarga resultante de un conflicto neurótico crea una condición que es
idéntica a aquella creada por la influencia intensificada por un trauma”.
Fenichel refiere que “los afectos inconscientes” tienen una especial significación en la formación de
los síntomas somáticos que acompañan a los estados de libido estancada. Tales afectos o “equivalentes
afectivos” pierden su componente mental mientras que el componente fisiológico concomitante persiste
(Fenichel, 1982).
Podemos decir que el concepto de “actual” creemos que solo podría mantenerse en la concepción
del fenómeno psicosomático, ya que la actualidad de la posibilidad de enfermarse en el aquí y ahora se
puede dar siempre que suceda, en cualquier estructura psíquica, un forzamiento tóxico con
empobrecimiento de la vida representacional deseante y vital, acompañado de una incapacidad afectiva,
donde se desmienten o desestiman los afectos generando la alexitimia mencionada.
Las características alexitímicas más sobresalientes según Taylor son (Taylor, 1984):
El proceso de mentalización se construye gracias a que las representaciones de cosas (que tienen
una calidad sensorio-perceptiva) a través del proceso simbólico, se van organizando progresivamente en
representación de palabras. Estas permiten el acceso a la fantasía, la producción onírica o los procesos
de reflexión interna.
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de ser metabolizadas en una expresión mental, emprendieran la vía subterránea de los órganos” (Marty,
1995).
Resumiendo, y en palabras del propio Marty: “Las desorganizaciones se traducen en primer lugar, en
síntomas patológicos mentales con sintomatología positiva. Cuando estos sistemas patológicos no se
pueden utilizar o se agotan, sobreviene la depresión esencial y la vida operatoria que también presentan
un aspecto patológico mental, aunque con un diagnóstico más sutil ya que, en esencia, la sintomatología
consiste en fallas funcionales. La desorganización continúa, debiéndose enfrentar a la patología somática”
(Marty, 1980).
4. Incapacidad de soñar: entre las funciones del sueño podemos señalar la liberación de las fantasías
inconscientes o la neutralización de experiencias traumáticas mediante la actividad onírica. Pues bien, en
estos sujetos, dada la desvinculación abismal respecto de su inconsciente (por la ausencia de
preconsciente), no surge la posibilidad de desplegar material onírico o bien sus sueños son de tipo
operatorio.
McDougal (McDougall, 1987) refiere: “Les llamé normópatas y observé al mismo tiempo que
manifestaban todas las características de lo que Winnicott llamó falso self. Me parecía que este
falso self debía servir, como indica Winnicott, para proteger al verdadero self que de otro modo no hubiera
quizá sobrevivido”.
Para McDougall (McDougall, 1991) el fracaso de las defensas habituales frente al desamparo psíquico
hará que la persona “somatice” el dolor mental. Habla de una “histeria arcaica” donde las angustias no
están ligadas a la castración, sino al temor de perder la identidad subjetiva e incluso la vida.
La pérdida de la función onírica, por no hablar de otras, impide descargar la tensión por la
satisfacción alucinatoria. La psique se ve entonces forzada a emitir, regresivamente, señales
somatopsíquicas, infraverbales y arcaicas para salvar al yo de una muerte psíquica. De esta manera se
corre el riesgo de que las descargas tomen el camino más corto, el más cercano a lo fisiológico.
La psique evacua sus tensiones sin palabras (Otero, 2009).
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La desestimación afectiva (Maldavsky, 1988) se puede corresponder a la conceptualización de
McDougall (McDougall, 1987) que propone la “desafectación”. Ni la angustia ni toda la gama de afectos
sirven como señales que permitan al sujeto comunicarse consigo mismo. Normalmente se sienten
condenados a vivir en un vacío afectivo.
La coraza o caparazón del normópata que se correspondería con lo que Marty llama neurosis de
comportamiento, aparece también en la obra de Bollas. Este autor señala que el normótico, en lugar de
experimentar tristeza, se decae. Para él la vida se define por la acción y, por lo tanto, las depresiones o
los estados de angustia no se presentan en una forma mentalmente elaborada. Refiere: “La presencia en
la literatura y en el cine contemporáneos del humano que resulta ser un robot constituye un
reconocimiento de este tipo de personalidad que emerge en nuestra cultura. Estas representaciones, más
que descriptivas del futuro de los robots, son pronósticos precisos de una perturbación de personalidad
que ya está entre nosotros” (Bollas, 1982; Otero, 2009).
McDougall (Mc Dougall, 1991) pone en tela de juicio la falta de capacidad de simbolización,
podemos agregar en algunos casos o en todos, que esta falta de capacidad de simbolización está referida
al procesamiento amortiguatorio de las representaciones, que amortiguan y median simbólicamente para
encontrar salidas y no enfermar.
Y como sostuvimos en esta Unidad didáctica, habrá sujetos con cuadros narcisistas que se exponen
como cuadro psicosomático, preferentemente en su vida, evidenciando este tipo de funcionamiento.
Otro grupo será, entonces, no el de los cuadros de enfermar psicosomático puros, sino aquellos que,
con cualquiera de los cuatro cuadros psicopatológicos, se expongan a una toxicidad en su vida que lleve
a una alteración de la vida pulsional, no deseante, que fuerce su cuerpo y genere un falso self como
reconocimiento identificatorio, y que desmienta los avisos superyoicos en discriminar lo útil y perjudicial
para su propio cuerpo.
Actividad 2
Éxito de la defensa
Momento intermedio
Caracteropatía psicosomática
Organoneurosis
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d. Explique por qué las enfermedades psiquiátricas y neurológicas encuadran en el enfermar como
concepto psicosomático.
Bibliografía
Bollas C. La sombra del Obneto. Buenos Aires: Amorrortu; 1982.
Burga Montoya E. Las creencias son un síntoma. Buenos Aires: Actualidad Psicológica; 2006.
Burga Montoya E. Psiquiatría perenne. Los cuatro cuadros clínicos en la integración psiquiatría y
psicoanálisis. PROAPSI, Sexto ciclo, Módulo 3. Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana; 2017. p.
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Chioza L. ¿Por qué enfermamos? La historia que se oculta en el cuerpo. Buenos Aires, 1991.
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Otero J, Rodado J. Revista Internacional de Psicoanálisis. El enfoque psicoanalítico de la patología
psicosomática. Aperturas Psicoanalíticas. Revista de Psicoanálisis 2009;4. Disponible en: .aperturas.org.
Sifneos PE, Nemiah JC. The prevalence of 'alexithymic' characteristics in psychosomatic patients; 1978.
Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/477053669.
Taylor GJ. Alexithymia: concept, measurement and implications for treatment. Am J Psychiatry 1984.
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