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Grado en Filosofía
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Índice
1. Introducción............................................................................................................................3
5. La tensión constitutiva……………………………………………………………………..13
7. De la imaginación a la razón………………………………………………………………19
10. Beatitud…………………………………………………………………………………..26
11. Conclusiones……………………………………………………………………………..29
13. Bibliografía……………………………………………………………………………….32
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1. Introducción
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materialista de un claro tinte transgresor. Bajo mi convicción de que este corpus de obras que
he recorrido no ofrece interpretaciones enfrentadas sino compatibles, he buscado y encontrado
en ellas un hilo o conexión, una trama argumentativa que avanza conectando conceptos, autores
y pensamientos que son más potentes si los entendemos como parte de este torrente. El
recorrido será el siguiente: primero caracterizaremos la ontología spinozista (a través de las
tres obras principales de Deleuze sobre Spinoza) para posteriormente poder pensar cada
singularidad como constituida por una tensión interna (apoyándonos en la lectura de Macherey)
y finalmente poder concebir todos los modos en una tendencia práctica e inmanente hacia
liberación que encuentre su límite en la Beatitud o Libertad (aspecto central en la interpretación
de Negri), que son los conceptos más elevados del quinto libro de la Ética de Spinoza. Manejo
la edición de Alianza de la Ética, la fantástica traducción de Vidal Peña, que será citada primero
con el número de libro seguido del número de proposición, axioma o definición. Entendido
correctamente, mi trabajo es un intento de pensar efectivamente la igualdad entre substancia y
modos, y al mismo tiempo es también una breve reconstrucción contemporánea del que siempre
fue el objetivo de la filosofía de Spinoza: cómo alcanzar la libertad.
Nos encontramos frente a un pensamiento vivo que, como Toni Negri señala, bien
podría estar en la base del porvenir de una nueva racionalidad (Negri, 2015, 18). Una nueva
racionalidad puramente materialista que anuncia el fin de todo trascendentalismo, una nueva
racionalidad del deseo y su despliegue productivo, del afecto y el amor, una nueva racionalidad
corporal del asombro y la composición, de la constitución de la vida común y la experiencia
cotidiana, y, sobre todo, una afirmación absoluta de las existencias singulares en su despliegue
ético. En palabras de Deleuze, el mundo que pensó Spinoza es “el mundo más antijerárquico
que jamás haya creado la filosofía” (Deleuze, 2019, 40), ¿qué pasaría si, alentada como por su
propia tensión interna, esta imagen del mundo empujase hacia la existencia? Y más aún…
¿Cómo es esto posible para un pensamiento que rechaza explícitamente toda forma de
teleología? En el presente estudio me dispongo a tratar estas cuestiones desde un paradigma
que tiene su génesis en Spinoza y es reabierto por Deleuze y Negri, una nueva filosofía práctica
que pretende unificar gnoseología, política y ética bajo una ontología.
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2. Una ontología como ética.
Esta ontología está construida sobre una férrea proposición especulativa que moviliza
toda la potencia del pensamiento, sin ser esta comienzo ni principio absoluto del que derivaría
todo el sistema como conclusión lógica. Conocida por todo aquel que tenga relación con
Spinoza, esta sería la afirmación radical de la existencia de un único ser absolutamente
inmanente a sí mismo. Sólo hay una única substancia, su potencia es absolutamente infinita,
posee todos los atributos y se expresa de infinitos modos. Todo individuo, toda criatura, no es
más que expresión de la substancia, un grado de la esencia divina que se explicita
inmediatamente en dicha modificación concreta. Nos encontramos frente a una ontología de la
causa sui que se manifiesta sin salir de sí misma (Ética I, 1-11), pero entonces ¿por qué llama
Spinoza ética a lo que podría haber llamado ontología? La respuesta está en que construir una
ética es la única manera que tiene una ontología de poder decirnos qué hacer y cómo vivir. El
despliegue de la proposición especulativa central, el despliegue de la substancia, no es teórico
sino práctico.
Seguimos a Deleuze al mostrar cómo Spinoza construye una ética en oposición a una
moral. Esta última depende de un sistema jerárquico de valores en el que establece cierta escala,
y una vez establecida la jerarquía ciertos existentes son más valiosos que otros. No todos los
existentes valen lo mismo para una moral, y esta pretende realizar cierta operación que
devuelva a cada uno de ellos a su verdadera esencia. Por eso mismo, es la propia realización
de la esencia lo que está en juego en una moral. Esta operación moral tiene la forma de una
orden o mandato que promete elevar a los existentes a su esencia a través de la realización de
ciertos valores, pero la propia esencia no puede estar ya realizada desde un principio. Una moral
habla de la esencia del hombre como animal racional, una racionalidad aún no alcanzada con
la que debemos reunirnos siguiéndola como si de una causa final se tratase. Una moral no puede
hacerse desde una ontología porque siempre supone algo superior al ser, y se realiza mediante
la continuada repetición de juicios dirigidos hacia el ser mismo en nombre de una instancia
superior al propio ser, ya sea esta la Esencia, el Uno o el Bien. (Deleuze, 2019, 72)
Por el contrario, una ética se despliega eliminando toda jerarquía mediante una
operación radical que iguala la esencia y la existencia. Es así como la Ética de Spinoza está
interesada estrictamente por los existentes en su singularidad: todos los modos son igualados
en cierto sentido, pero no por ello son indistinguibles. Los lazos entre ontología y ética se trazan
en las relaciones de diferencia entre los modos, una diferencia ontológica sin jerarquía. Las
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relaciones de diferencia entre las singularidades están en la base del proyecto ontológico.
Pensar a Spinoza a través de la diferencia es una de las claves para desarrollar una filosofía
materialista de la afección entre intensidades en oposición a aquellos enemigos de Spinoza que
han pretendido reducirlo a un pensamiento de la identidad vacía de la substancia consigo
misma.
Este estudio avanzará profundizando en el trazo de estos lazos entre ontología y ética
hasta consumar su unión efectiva. Spinoza introduce tres criterios de diferenciación de los
existentes: un criterio cuantitativo, otro cualitativo y por último otro intrínseco. Si entendemos
estas tres formas en las que los modos pueden ser diferentes habremos consumado la unión
efectiva de ontología y ética. Atenderemos a los dos primeros en el apartado de “la esfera de
pertenencia de la esencia” y al tercero en el apartado de la Beatitud, por ahora basta con
entender que a diferencia de una moral, en una ética no hay juicios de valor porque cada
existente tiene necesariamente lo que merece, su esencia y su existencia coinciden. Cada causa
determina eficientemente su efecto, produciéndolo con absoluta necesidad, y la potencia de
cada modo siempre está efectuada en su completud, no hay promesa de trascendencia ni de
comunión con una esencia superior por realizar. Frente a la pregunta moral de ¿qué se debe
hacer en virtud de la esencia? La Ética pregunta: ¿De qué son capaces los modos de existencia?
¿Qué puede un cuerpo? Para Spinoza los hombres y el mundo son realmente asombrosos y la
filosofía es la verdadera potencia del pensamiento para afirmar plenamente la vida en su
singularidad y su multitud. Es así como podemos concluir que cualquiera que sea el valor de
una ontología, solo puede ser juzgado al nivel de la ética que esta implica.
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3. El plano de inmanencia y la univocidad del ser.
Hemos alcanzado la necesidad que una ontología tiene de constituirse como ética, o
mejor dicho, la naturaleza ética de una ontología. Nuestro trabajo continuará desplegando esta
ontología en un plano de inmanencia y pensándola en toda su potencia a través de la noción de
univocidad. El plano de inmanencia es la imagen del pensamiento, una absolutización del
concepto de inmanencia que absorbe todo acto de producción y lo hace interior a sí. A su vez,
la univocidad es un dispositivo que Deleuze detecta en la Ética de Spinoza, dispositivo que
establece una igualación que posibilita la apertura del mencionado plano de inmanencia.
Es así como la inmanencia fluye: los efectos fluyen sin salir de su causa. En Qu’est-ce
que la philosophie? (1991) Deleuze y Guattari vuelven al plano de inmanencia para mostrar su
carácter absoluto, puesto que una vez construido efectivamente no permite ninguna
exterioridad. “La inmanencia es tal solo respecto de sí misma, y por eso ella toma todo, absorbe
Todo-uno y no deja subsistir nada a lo cual ella podría ser inmanente. En todo caso, cada vez
que se interpreta la inmanencia como inmanencia a Algo, se puede estar seguro de que este
algo reintroduce la trascendencia”. (Deleuze y Guattari, 2007, 47)
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A partir de la proposición especulativa productiva de la Ética, mediante el dispositivo
de igualación de la univocidad hemos alcanzado efectivamente el plano de inmanencia y hemos
reparado en su devenir absoluto, sin exterioridad posible. Sin embargo, este plano estaría vacío
si no lo cargamos de contenido efectivo, por lo que me dispongo a caracterizar positivamente
cómo opera este devenir, ahora que conocemos que sólo puede ser inmanente. Debemos
constituir el contenido efectivo de este plano de inmanencia y caracterizar su movimiento.
¿Cómo es el plano de inmanencia de Spinoza? ¿Cómo opera el movimiento dentro de él? Para
responder a la primera pregunta atenderemos a lo que Deleuze consideró el núcleo de la
doctrina spinozista, “La esfera de pertenencia de la esencia”.
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4. La esfera de pertenencia de la esencia.
Hay una coincidencia entre aquello que somos y este esfuerzo característico, propio y
único de cada modo de existencia. Spinoza usa el término conatus: “El esfuerzo con que cada
cosa intenta perserverar en su ser no es nada distinto de la esencia actual de esa cosa misma”
(Ética, III, 7). Ahora bien, a cada modo de ser finito solo le atribuimos una potencia de existir
y obrar idéntica a su esencia en la medida en que lo consideramos como parte de un todo, en
este caso como una parte de la potencia infinita de la substancia (Deleuze, 1999, 83). Si ya
habíamos atendido a la substancia como noción donde esencia y existencia coincidían, ahora
debemos añadir la potencia a esta igualdad: “La potencia de Dios es su esencia misma” (Ética,
I, 34). Si añadimos además que “la potencia del hombre, en cuanto explicada por su esencia
actual, es una parte de la infinita potencia, esto es, de la esencia de Dios o la naturaleza” (Ética,
V, 4) y recordamos que “la eternidad pertenece a la naturaleza de la substancia” (Ética. I, 19)
podemos concluir cierta eternidad en la esencia del hombre: la primera dimensión que
constituye la esfera de pertenencia de la esencia consiste en que somos cierta cantidad, un grado
de la potencia de Dios y por tanto somos eternos. Cada modo puede ser considerado como
único a través de una relación de diferencia con todos los demás en función de su potencia
característica, pero es igual a todos ellos por su coincidencia compartida en la substancia que
expresan.
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criterio cualitativo. Los modos son cuerpos en tanto que “expresan de cierta y determinada
manera la esencia de Dios, en cuanto se la considera como cosa extensa” (Ética II, def 1).
Hemos comprendido que cada modo (cada cuerpo, podríamos decir en adelante) tiene su
potencia y ahora debemos caracterizar esta potencia en su efectuación corporal instantánea,
puesto que la totalidad de la potencia de cada modo se expresa en sus afecciones. Toda afección
implica un afecto, que es precisamente aquello que efectúa la potencia del cuerpo: “por estos
afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida
o perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo cuerpo” (Ética III, def 3). La potencia solo
puede ser entendida en relación a lo que esta efectúa, y cada afecto sólo puede ser distinguido
al comprenderlo dentro del criterio de diferenciación cualitativo de la ontología: este remite
bien a una composición, al paso a una mayor perfección (alegría) o bien a una descomposición
o paso a una menor perfección (tristeza). La alegría y la tristeza son los dos polos cualitativos
que diferencian cómo se efectúa la potencia de los modos. Cuando esta se efectúa de manera
tal que aumenta, se diferencia como una alegría y cuando lo hace de manera tal que disminuye,
se diferencia como tristeza. Estos son los únicos dos modos cualitativos de existencia.
Spinoza mantiene una concepción cinética de los cuerpos en la que la potencia de cada
uno, su esencia, se expresa mediante una relación concreta de movimiento y de reposo (Ética,
II, ax 1). Es precisamente esta relación característica de movimiento y de reposo de cada modo
singular la que se compone o descompone con los demás modos, considerados en sí mismos
también como una relación. Concluimos por tanto que la dimensión de la instantaneidad es
aquella afectividad donde a cada momento se expresa la potencia de los modos, efectuándose
en su totalidad mediante la composición y descomposición de las relaciones que expresan su
esencia.
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240) que constituye una “continuidad indefinida de la existencia” (Deleuze, 1984, 84). Todo
cuerpo tiene una duración indefinida si lo consideramos como presente en la existencia,
constituido por partes extensivas y relaciones de movimiento y reposo. La dimensión del pasaje
es la dimensión del devenir corporal mismo, puesto que toda duración envuelve la existencia
del cuerpo en el mismo sentido que los afectos envuelven a las afecciones: bajo la referencia a
un pasaje vivido hacia una mayor o menor perfección.
Pero, si la esencia es una cantidad eterna ¿cómo puede esta aumentar o disminuir? Sólo
puede hacerlo en tanto que es también una intensidad sometida a duración, es decir, sometida
a la continuidad indefinida de la existencia. Esta intensidad considerada desde sí, precisamente
porque es igual a la esencia del modo, no implica ninguna negación y por eso mismo tiene una
continuidad indefinida, por su incapacidad de negarse a sí misma o contener nada que implique
su propia destrucción (el cese de su duración siempre se producirá por una causa externa).
“Mientras el modo existe, la duración se compone de transiciones vividas que definen los
afectos, de constantes pasos a perfecciones más o menos grandes, de variaciones continuas de
la potencia de acción del modo existente” (Deleuze, 1984, 84). La intensidad que aumenta y
disminuye sólo lo hace dentro de un umbral que define su constitución, por tanto la cantidad
intensiva debe de ser considerada como una diferencia entre un máximo y un mínimo (Deleuze,
2019, 253). Dentro de un umbral eterno, la potencia entendida como intensidad y sometida a
una duración puede aumentar y disminuir sin contradicción alguna, de hecho ya sabemos que
toda efectuación de nuestra potencia supone necesariamente un aumento o disminución de
nuestra intensidad.
Todo existente finito lo es en tanto que infinito, pero necesitamos al mismo tiempo una
caracterización positiva del infinito en acto. Lo infinito es la determinabilidad productiva de
lo existente como totalidad expresiva (Negri, 2015, 113). Debemos conformar dos
movimientos en uno, el movimiento de expresión desde los existentes a lo infinito (“la totalidad
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ontológica es el punto último de la expresión espontánea de lo real”) (Negri, 2015, 114) y el
movimiento de producción desde el infinito positivo en acto (“lo real es el producto de la
espontaneidad de la infinita totalidad”) (Negri, 2015, 114). Solo entendiendo efectivamente la
unidad de este doble movimiento podemos pensar una verdadera correspondencia en acto entre
la existencia singular y la existencia total.
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5. La tensión constitutiva
Para ello primero debemos comprender la coincidencia de dos problemas en sólo uno:
por un lado, el problema de la potenciación de los modos o su proceso de aumento de realidad
(para poder pensar por tanto nuestra propia liberación). Por otro lado y al mismo tiempo, el
problema del mundo entendido como un versátil y complejo entramado de singularidades en
devenir que, pese a ser diferentes todas ellas, constituyen una misma y única substancia. El
problema de la potenciación, el de las singularidades y el del mundo coinciden: su resolución
solo puede hallarse en la tensión de los modos hacia una construcción unificada de sí mismos.
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tensión interna es la clave para continuar con nuestra línea argumentativa porque es el concepto
donde se unen el problema de la practicidad y el problema de la coincidencia de todos los
modos en la substancia. Por tanto, apoyándome en Macherey, me dispongo a caracterizar la
tensión constitutiva que en su desenvolvimiento madurará hacia un cambio de planteamiento
centrado en la liberación del individuo mediante una praxis ontológica.
Ahora bien, la existencia de los modos finitos no se determina de la misma forma: las
cosas singulares no existen por sí mismas, sino que son producidas y existen por otras que a su
vez son determinadas por otras a existir, y así en un encadenamiento infinito. La
“determinación externa” de los modos, la forma en la que su existencia es determinada, implica
efectivamente cierta negatividad.
Mientras que la substancia es la noción donde esencia y existencia coinciden, los modos
singulares no existen necesariamente porque están constituidos en una tensión interna, es decir,
su esencia y su existencia se determinan de maneras diferentes: “tienen una esencia propia, que
está dada en ellas, y en la cual la substancia se expresa certo et determinato modo, y existen en
exterioridad en un encadenamiento interminable que las una a todas las otras cosas”
(Macherey, 2009, 214). Como ya hemos apuntado, la eternidad de la esencia de los modos
puede comprenderse como su tendencia inmanente e intrínseca a perseverar en su ser, pero su
existencia está necesariamente dada en una duración indeterminada, en la que se encuentra en
relación con los demás modos entendidos como exteriores.
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requerirá también entender cómo pueden los modos tener una determinación interna distinta de
una determinación externa. El modo está conformado en una tensión que es tendencia hacia
una constitución unificada y singular de sí mismo porque los órdenes gnoseológico y
ontológico solo pueden ser uno. Negri engloba este momento bajo un aforismo que simboliza
el paso efectivo del idealismo al materialismo “Si Dios es todo… todo es Dios” (Negri, 2015,
144). La existencia singular no es contradictoria con respecto al infinito intensivo en acto, por
tanto la eliminación de la sustancialidad humana y de todo modo en favor de una existencia de
conexiones singulares no resulta contradictoria con su esencia singular: eterna, instantánea e
intensa. Podemos asegurar que tanto para el humano como para cualquier otro modo “la
singularidad representa el único horizonte real. Dios vive en la singularidad. Dios es el mundo
que se constituye. El modo es el mundo y es Dios.” (Negri, 2015, 145)
Estamos ante un materialismo fundante cuyo horizonte está conformado por la totalidad
naturaleza entendida como Límite, como individuo compuesto de todos los individuos “toda la
naturaleza es un solo individuo, cuyas partes -esto es, todos los cuerpos- varían de infinitas
maneras, sin cambio alguno del individuo total” (Ética, II, lema 7). La tensión interna de cada
modo es una fuerza constitutiva que empuja en un movimiento no teleológico desde el
microcosmos individual hacia el macrocosmos entendido como límite (Negri, 2015, 148). Esta
tensión solo podrá ser resuelta en su realización efectiva que culmina en ese mismo límite,
desplegando una fuerza constitutiva y ahora sí, por primera vez, libre. La paradoja de la tensión
del mundo madura hacia la paradoja de la libertad de la singularidad.
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6. El comienzo de la liberación: La imaginación
Hemos dado con la dinámica constitutiva del ser, en esto mismo consiste la Ética a
partir de su tercera parte. Cada esencia expresa una cantidad de realidad determinada en función
de su intensidad. El criterio de diferenciación cualitativo de los modos opera a un nivel
constitutivo en la ontología. Una alegría o aumento de potencia es un aumento de perfección o
de realidad y supone por tanto un aumento en la escala cuantitativa, un mayor grado de
adecuación al ser o aumento de intensidad. A través de los afectos la unión de alma y cuerpo
en el deseo pasa a mayores o menores grados de perfección: los afectos son ahora entendidos
como elementos constitutivos de un esquema de proyección ontológica (Negri, 2015, 310). Es
dentro de esta dinámica constitutiva del ser que debemos encontrar una vía ascendente que
constituya la perfección misma como camino del deseo a través de las pasiones y acciones
individuales. Debemos encontrar una fenomenología de la praxis colectiva.
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del conocimiento que es también el camino de evolución y constitución afectiva. Pero, ¿Cómo
entrar en esa vía ascendente? ¿Cómo opera esta corriente de liberación desde la imaginación
confusa y oscura, pasando por la razón hasta llegar a la ciencia intuitiva? En este apartado
caracterizaremos la imaginación y en el siguiente el pasaje de esta a la razón.
Nuestra alma es una idea bajo el atributo del pensamiento y solo está en Dios en tanto
que este posee la idea de nuestra causa eficiente, a su vez, Dios posee la idea de nuestra causa
eficiente en tanto que posee la idea de su causa eficiente y así continúa infinitamente (Deleuze,
1999, 141). Por tanto, en la medida en que desconocemos las causas que nos determinan a obrar
y existir, no poseemos la verdadera idea de nuestra propia alma. En un principio, cuando
nacemos y desconocemos todas estas causas estamos arrojados a un mundo equívoco,
mutilado, confuso y hostil, en el que “la fuerza con la que el hombre persevera en la existencia
es limitada, y resulta infinitamente superada por la potencia de las causas exteriores” (Ética,
VI, 3). En este mundo de la imaginación nuestro conocimiento se reduce a las impresiones de
los cuerpos externos sobre nosotros. Estamos condenados a imaginar confusamente los cuerpos
exteriores que nos afectan porque desconocemos las causas que nos determinan a actuar y
existir, mientras que sólo conocemos los efectos que se siguen de nosotros.
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de vista de la imaginación que la substituye por ficciones” (Macherey, 2009, 179). La
imaginación, o primer género de conocimiento, está reducido al punto de vista de un sujeto
ilusoriamente libre que se sitúa en el centro del sistema de sus representaciones y lo constituye
como si fuese autónomo, como un imperio dentro de otro imperio. Podemos concluir que los
afectos que se derivan de la imaginación son afectos pasivos, pasiones tristes o alegres, pero
siempre pasiones, ya que de nuestra naturaleza se siguen cosas cuyos efectos no pueden
entenderse por ella sola. (Ética, III, def 1 y 3)
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7. De la imaginación a la razón.
Por ejemplo, pensemos que los glóbulos rojos y los glóbulos blancos componen sus
relaciones para formar el individuo compuesto que es la sangre. La noción común sería aquella
relación que hace que tanto los glóbulos rojos como los blancos sean parte de la sangre y la
sangre sea el todo de los glóbulos rojos y blancos. La noción común es por tanto necesariamente
unívoca porque se dice igual de las partes y del todo, se dice igual de los glóbulos rojos, de los
glóbulos blancos y de la sangre.
El segundo género de conocimiento ya no conoce los cuerpos por el efecto que tienen
en el individuo como la imaginación, sino que los conoce por las relaciones que los constituyen
en tanto que esas relaciones se componen con las relaciones de otros cuerpos y el cuerpo del
propio individuo (Deleuze, 2019, 324). La razón es lo contrario de una capacidad de
abstracción, es más bien un esfuerzo para seleccionar y organizar los encuentros favorables,
aquellos que tendrán como resultado la unión del cuerpo con otros cuerpos, la composición de
relaciones. Las nociones comunes son las ideas de composiciones de relaciones entre cuerpos
y sólo pueden ser concebidas adecuadamente (Ética, II, 40). La corporeidad y la racionalidad
se identifican e igualan en los afectos. Estamos ante un método de exploración e intensificación
de la realidad dentro de un horizonte plenamente materialista (Negri, 2015, 332). El
conocimiento que aportan es uno con la vida práctica y los afectos que derivan de él solo pueden
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ser activos, son acciones y no pasiones. Ya hemos identificado y podemos participar en la vía
ascendente necesaria de afectos alegres que se levanta por encima de la imaginación y
constituye la realidad bajo el triunfo de lo colectivo.
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8. La “fenomenología de la praxis colectiva”.
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Estamos ante un proceso de socialización y praxis ontológica que extiende la potencia
a las dinámicas interindividuales (Negri, 2015, 315) Ahora, desde una fenomenología de la
praxis colectiva podemos entender unívocamente el bien como todo género de alegría y todo
cuanto a ella conduce, mientras que el mal es el género de tristeza que frustra ese anhelo
colectivo. La esencia ya no solo tiende a perseverar en su ser, sino también a potenciarse: “el
alma se esfuerza en imaginar solo aquello que afirma su potencia de obrar”. (Ética, III, 54 dem)
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9. La resolución de la tensión: pasaje al tercer género de conocimiento
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absolutamente positiva de la substancia? En absoluto, más bien el tercer género de
conocimiento es aquel que ha abandonado una concepción negativa de la determinación en
favor de una absolutamente positiva. En la ciencia intuitiva, la absoluta determinación de Dios
y su absoluta indeterminación coinciden.
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se determina en su paradoja con la substancia hasta alcanzar su unión efectiva con ella. La
determinación interna avanza eliminando o disipando la determinación externa. El modo
determinándose internamente al avanzar en su paradoja con la substancia es el proceso de
determinación mismo que avanza hacia alcanzar la ausencia de negatividad: la tensión
constitutiva de los modos puede ser entendida como una tensión entre su determinación externa
(existencia) y su determinación interna (esencia) solo mientras el modo esté sometido a ideas
confusas, imaginaciones o afecciones pasivas porque en el tercer género ya no hay
determinación externa. El modo, en tanto que imagina, no coincide con la substancia y se
determina también externamente, pero cuando emprende un proceso de liberación y
conocimiento su tensión queda resuelta en la Beatitud, libertad o coincidencia con el Límite:
sólo está determinado de manera interna y absolutamente positiva. Este proceso de liberación
y conocimiento es para nosotros, los modos humanos, la fenomenología de la praxis colectiva,
vía para resolver nuestra la tensión constitutiva mediante la afectividad y creación de nociones
comunes necesariamente activas.
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10. Beatitud
Dios produce infinitas esencias singulares: este acto de producción expresa su infinita
potencia de existir precisamente porque produce instantáneamente una infinita multitud de
esencias singulares al conferir a cada una de ellas su ser. En el tercer género de conocimiento
la pura producción de ser, la natura naturans interior a la natura naturans, solo puede ser
comprendida como el acto instantáneo de producción inmanente y eterna de infinitas
singularidades que confiere a cada una de ellas una esencia única y propia. Solo así puede ser
entendida la igualdad absoluta que acontece de manera única en cada singularidad: esencia,
tensión interna y tendencia a perseverar en el ser.
Por tanto, las esencias singulares, eternas instantáneas e intensas, solo son iguales en
Dios en la medida en la que todas ellas son absolutamente diferentes, ya que cada una se realiza
en la plenitud positiva de su propia naturaleza. Las esencias son únicas en el mismo sentido en
el que Dios lo es. Bajo el tercer género de conocimiento las infinitas esencias singulares son
diferentes, pero esta diferencia solo se da en su interior. Todas las esencias convienen con todas
las demás, cada una está comprendida en la producción del resto. "Sólo modos existentes
pueden destruirse, ninguna esencia puede destruir a otra" (Ética, V, 37).
Hemos alcanzado la unión efectiva entre ética y ontología, el tercer y más alto criterio
de diferenciación de los modos: aquel que refiere a una diferencia interna e intrínseca de las
esencias singulares consigo mismas. Las esencias son diferentes, pero no pueden serlo
extrínsecamente, solo se constituyen en una autoafección absolutamente inmanente. Los
modos, en tanto que substancia, son todos iguales porque solo se distinguen en una relación de
diferencia consigo mismos. Las esencias son absolutamente positivas, no hay ninguna
oposición entre ellas, ni hay negatividad, ni jerarquía.
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La quinta parte culmina con la igualdad entre el amor de Dios hacia los hombres y el
amor intelectual del alma hacia Dios, un amor intelectual infinito a lo que nada puede ser
contrario. (Ética, V, 36). Podemos pensar a Dios desde la esencia singular del modo porque
hemos conquistado su igualdad efectiva. “La ética consiste en conseguir la eternidad de lo
existente, del modo. Esta eternidad es construida, en su determinabilidad singular.” (Negri,
2015, 352). Ahora todo lo que conocemos es a partir del hecho de que concebimos nuestra
propia esencia bajo la especie de la eternidad (Ética, V, 29). Si hemos seguido todo el proceso
de este escrito estamos en condiciones de comprender que este pensamiento es puro devenir.
El tercer género de conocimiento sigue siendo inseparable de las afecciones que de este
derivan. La felicidad, “la perfección misma del alma” (Ética, V, 33 esc) y el amor intelectual
son ahora afectos puramente activos que dirigen el cuerpo y continúan el proceso de
constitución sin cierre efectivo: “Bajo el tercer género de conocimiento, formamos ideas y
sentimientos activos que son en nosotros mismos inmediatamente y eternamente en Dios.
Pensamos como Dios piensa, experimentamos los sentimientos mismos de Dios. Formamos la
idea de nosotros-mismos tal cual es en Dios, y al menos en parte formamos la idea de Dios tal
cual es en Dios él mismo … las dichas del tercer género son las únicas verdaderas afecciones
de la esencia en ella misma.” (Deleuze, 1999, 303)
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definición del proyecto de liberación. La dimensión teológica cede ante la ontológica; el sentido
del límite se atribuye al horizonte de la divinidad: el sentido de la tendencia se identifica en la
ontología.” (Negri, 2015, 632)
Dios, el límite, es interior al ritmo constitutivo en la medida que los modos son interiores
a sí mismos. La determinación divina es producción de deseo que avanza eliminando la
negatividad, tomando a la negatividad como causa externa e ilusoria contra la que luchar: la
negatividad es el no ser, el vacío de la existencia frente a la plenitud. El límite es el signo
determinado de la potencia actual del proceso constitutivo y toda cuestión metafísica planteada
fuera del territorio de la tensión y la praxis constitutiva remite no más que a una superstición.
“La inmanencia es tal sólo respecto de sí misma, y por eso ella toma todo, absorbe Todo-uno
y no deja subsistir nada a lo cual ella podría ser inmanente.” (Deleuze y Guattari, 2007, 47)
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11. Conclusiones
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familiarizados con el paradigma spinozista. Me he encontrado envuelto en la dificultad de tener
que sacrificar profundidad o tener que rechazar ciertas consideraciones porque la limitada
extensión no me permitía exponerlas con la claridad requerida. Por tanto, considero que lo más
acertado para retomar la línea de desarrollo de la investigación sería volver a entrar en la
cuestión misma y repetir la tarea sin las limitaciones propias de un trabajo de fin de grado.
No debemos olvidar que el proceso descrito por Spinoza en la Ética es “tan difícil como
raro” (Ética, V, 42 esc). Alguien podría replicar que encontrar en la Ética una tendencia hacia
la liberación en cada modo es contrario a su literalidad… Sin embargo, no debemos caer en la
trampa de confundir la tensión constitutiva con una promesa. La ausencia de teleología asegura
que la Beatitud solo preexiste en la medida en la que la construimos. La liberación no está dada
y sólo opera en la medida en la que la conquistamos efectivamente. Identificarla no es
suficiente, sino que hay que vivirla. El porvenir está en nuestro esfuerzo, es nuestro deseo y en
nuestro propio ser. Aún hay mucho trabajo por hacer.
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12.Esquema general
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13. Bibliografía
Principal
Deleuze, Gilles. 2019. En Medio de Spinoza. (Equipo Cactus Trad.) Buenos Aires: Cactus.
Deleuze, Gilles. 1999. Spinoza y el problema de la expresión. (Horst Vogel Trad.) Barcelona:
Muchnik.
Deleuze, Gilles. 1984. Spinoza: Filosofía práctica. (A. Escohotado Trad.) Barcelona: Tusquets.
Negri, Antonio. 2015. La anomalía salvaje. (M. D’Meza y R. Molina-Zavalía Trad.) Buenos
Aires: Waldhuter.
Spinoza, Baruch. 2018. Ética demostrada según el orden geométrico. (V. Peña Trad.) Madrid:
Alianza.
Secundaria
Agamben, Giorgio. 2007. La potencia del pensamiento: ensayos y conferencias. (F. Costa
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