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Schmitt, C. (2000) - Romanticismo Político. (Rossi, A. y Schwarzböck, Trads) - Buenos Aires - Universidad Nacional de Quilmes
Schmitt, C. (2000) - Romanticismo Político. (Rossi, A. y Schwarzböck, Trads) - Buenos Aires - Universidad Nacional de Quilmes
Romanticismo político
Universidad
Nacional
de Quilines
Ediciones
Intersecciones
Colección dirigida por C arlos A ltam iran o
ISBN: 987-9173-44-9
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
“De/midme como queráis, pero no como romántico”................................................................ 9
Jorge E. Dotti
RoTTianticísmo Político
Introducción....................................................................................... ..................................... 63
La concepción alemana: romanticismo político como ideología de la reacción y de la
Restauración. La concepción francesa: romanticismo como principio revolucionario,
el rousseaunismo. Explicación de la revolución a partir del esprit rotnantkjue y del esfíric
classique. La confusión del concepto y el camino hacia su definición.
1. La situación e x t e m a ......................................................................................................... 83
Panorama del desarrollo de las teorías del Estado a partir de 1796, La diferencia de la
concepción romántica del Estado respecto de la contrarrevolucionaria y de la legiti-
mista. El Estado y el rey como objetos ocasionales del interés romántico- La incapaci
dad romántica para la valoración ética y jurídica- La romantiiación de las ideas filoso-
fico-políticas. La productividad de Adam Müller; su argumentación como resonancia
oratoria de impresiones significativas, sus oposiciones como contrastes oratorios. El
carácter ocasional de todos los objetos román tizados. Breve alusión a la diferencia en
tre romanticismo político y política romántica: en ésta es el efecto, no la causa, oca
sional. Excurso; el romántico como tipo político en la concepción, de la burguesía libe
ral, ejem plificado por el em perador Juliano, según D. F. Strauss. Romanticism o
político como acompañamiento emotivo a los acontecimientos políticos.
“Definidme como queráis, pero no como romántico”
(C ar! Sch m itt).
Jo rge E. D otti
se
ción. Y donde carece d e dignidad filosófica el mal, prem isa d e toda
teología política autén tica, allí queda neutralizado das Poiitisc/ie.
D entro de la m isma perspectiva crítica, Sch m itt com pleta el cuadro
de las tendencias filosóficas antim eeanicistas co n observaciones agudas
tanto acerca del m isticism o (sobre todo en lo que hace a la predisposi
ción para alentar el m esianism o revolucionario, que entra en conflicto
con la soberanía absoluta y, a la vez, con el conciliacionism o p an teísta);
com o en to m o a posiciones de corte histórico-tradicíonalista (el nom
bre aqu í es V ico); y tam bién sobre la tendencia estetizante anglosajona
(y parcialm ente rou sseau niana), que tiene una incidencia vital en el ro
m anticism o germ ano. E n su ponderada aleación de racionalism o y sen
timentalismo, estas filosofías este to an tes reducen las antítesis conflicti
vas a m eras desarm onías provisorias, encuentran en la “naturaleza” una
totalidad m aleable con vistas a satisfacer las exigencias teórico-prácti-
cas m ás variadas, potencian un yo a la vez ajeno a la política y atónito
ante lo sublime, privilegian los cenáculos intelectuales y rechazan de
lleno la dureza ferina del homo naturalis hobbesiano.
S ó lo que el rom anticism o político germ ano com binará, con m ayor
o m enor acierto, sentim entalism o an glosajón y rousseauniano con ele
m entos kan tian os y fichteanos, que le aportan fuerza trascendental al
m om ento de la creatividad. Schm itt destaca, precisam ente, los ideolo-
gem as representativos de esta actividad subjetiva Ubre y del cam po en
que se despliega. A ten dien do a esta m ixtura doctrinaria, y a partir de
una inteligente lectura de los grandes reaccion arios franceses (de Bo-
naíd y de M aístre), S ch m itt focaliza la productividad in telectual ro
m án tica en los dos co n cep to s novedosos, “ hum anidad" e “ historia",
que p aten tizan la p erten en cia e stru ctu ral del espíritu rom án tico al
proceso de secularización distintivo de la m odernidad. Es sobre el sus
trato teórico que le proporcionan estas nociones universalistas que la
conciencia burguesa articula su visión del m undo, tan to en lo que tie
ne de revolucionaria, cu an to en sus apologías del starn quo. N ocion es
que nuestro autor califica de nuevos “dem iurgos” , pues ve en ellas (an
ticipando la Teología política) una prueba m ás de la “identidad m etódi
ca” entre conceptos teológicos, m etafísicos y políticos.
Sch m itt observa que la efectividad de un o y otro con cepto es de
signo contrario, en arm oniosa tensión; es decir, que tales figuras b alan
cean sus efectos ideológicos y así se equilibran. L a humanité-et-fratemi-
té opera m enos com o un a divinidad creadora de orden que com o una
fuerza revolucionaria, pues precisam ente la negación de todo límite y
la búsqueda de la totalidad (el rechazo de los particularism os históri
cos) ponen en crisis esa idea de orden riguroso y de condicionam iento
causalista en el universo y en ía sociedad, que la filosofía m ecanicista, a
su m anera, justificaba. L a “h istoria”, el “segun do dem iurgo", corrige
los desbordes de la co n cien cia revolucionaria; ella es el “D ios con ser
v ad o r” que recom pone ía idea de com unidad y pueblo concretos. Pero
es tan am plio el m argen de m aniobra ideológica que d e ja el plan teo
histórico, que alim en tará tam bién tendencias revolucionarias ju n to a
las conservadoras.
Frente a las tensiones, entonces, que prov ocan estas dos lógicas en
su coexistencia dentro de un m ism o texto, los rom ánticos no en con
trarán m ejor resolución que la de afirm ar el privilegio del observador,
esto es, la superioridad de la contem plación estética. N o obstante los
hosannas y exteriorizaciones m ístico-religiosas, tan abundantes en los
textos rom ánticos, éstos adolecen de la dram aticidad propia de una v i
sión cristiana de la historia. Sch m itt insiste en la incom patibilidad e n
tre la resp on sabilid ad de un au tén tico creyente an te las decisio n es
existenciales que no puede evitar, y la indiferencia y el dialoguism o
eterno al que se siente llam ado le moi romantique.
Pero en lo que h ace a la estructura filosófica íntim a de su planteo,
no queda suficientem ente clara en los rom ánticos la relación entre el
yo-productivo (kant-fichteano) y la dupla humanidad/historia (¿quién
concilia? ¿el yo, los universales-dem iurgicos?). U n o de los ap o n e s sch-
m ittianos es, precisam ente, dem ostrar que tai am bigüedad es intrínse
cam ente con stitutiva deí rom anticism o político, pues resolverla eq u i
valdría a que el su je to ad o p tara un gesto resolutivo, que defin iera,
decidera y actuara, aban don an do el cam po de las posibilidades in fin i
tas, esto es, de la libertad y la creatividad, tal com o ellos entienden e s
tas nociones. Para los rom ánticos, el gesto consistente en definir, fu n
dam entar y coherentem en te decidirse por una acción con creta equi-
vale a ultim ar la vitalidad y falsear la verdad, paralizando con un a d e
term inación con creta de la volun tad el m ovim iento libre, indeterm i
n ab le e im p re c iso , p ro p io de la im a g in a c ió n . A se m e ja n te g e sto
aniquilante, típico de la razón clásica, escap a sólo la com unidad de e s
píritus superiores, con tem plativos y sim ultáneam ente fatigosos elabo-
radores de lo fragm entario y aforístico, apologetas de la “plenitud de
posibilidades”, del hom bre ilim itado, del pueblo puro en su puericia,
del corazón in co n tam in ad o , del p a sa d o co m o fuente in agotab le de
im ágenes, de lo exótico y distante; esto es, de todo lo que resulta am e
nazado por las exigencias que im pone la realidad, sobre todo la del Es-
tado-m áquina con sus estructuras jurídicas y socio-políticas definidas.
E n el escapism o pseudocristiano frente a ios com prom isos existen-
ciales, los rom án ticos se h acen fuertes m ed ian te la ironía y la intriga,
que son los expedien tes para transform ar to da situación en un espacio
lúdíco, donde n inguna posibilidad queda d escartada e im pera un ab a
nico de virtualidad es no excluyentes (el “y viceversa” -d e sta c a Sch-
m ítt- es la cifra de la retórica rom án tica). N a d a es firme, todo revela
su provisoriedad cu an d o cae bajo el persifíage del intelectual distan cia
do y libre en h intimidad de su espíritu frente a los aprem ios de la reali
dad, en el secreto de su yo, que es siem pre otro respecto de cualquier
m ánera que se lo quiera identificar exteriorm ente, en la pureza de un
mo¡ que es siem pre auténtico respecto de cualquier m odo en que se lo
(re)presente o se lo quiera apresar, falseándoh. L a ironía es un elabora
do ir y venir desde el racionalism o al irracionalism o, que proporciona
al rom ántico la "reserv a” , indiferencia o d istan cia para disponer de lo
real com o si fuera un sim ple instrum ento o vehículo de expresión de
lo que es él m ism o en su interioridad, espíritu superior.
D e este m odo, al garantizar la in adecu ació n perm anente de cu al
quier realidad resp ecto de la totalidad e infinitud que el rom ántico an
hela y cree poder alcanzar con sólo no q u ed ar atrapad o por alguna
realización o presen tificación inevitablem ente im perfecta de tal totum
anhelado, lo que realm en te este intelectual hace no es sino autoprote-
gerse. A utoprotección que conlleva, coherentem ente, que la ironía ja
m ás sea aplicada a sí m ismo, que jam ás sea reflexiva, pues Ironizar so
bre uno m ism o y som eterse a la propia crítica es una m anera de objeti-
vizarse, y, así, de perder el estatus distanciado y sublime característico
de la subjetividad rom ántica. En todo caso, los rom ánticos sólo se o cu
p an de sí m ism os, ya que cad a uno com pone anárquicam ente su m un
do para sí, reduciendo io real a figuras de un juego que el sujeto juega
consigo m ism o. Pero n un ca tem atizan expresam ente su propio yo en
clave irónica. S ería com o pegarse con la p ala en el pie.
H a sta este p un to, enton ces, la enseñanza sch m ittian a es - c r e e
m o s- que los dioses del ateísm o, los universales abstractos que violen
tan lo concreto {ignorándolo o som etiéndolo a un desarrollo histórico
q ue reduce las p articu laridad es reales a m era co n tin gen cia), son la
contraparte de un yo que se pretende absoluto en su indiferencia irónica
frente a los conflictos y los com prom isos teórico-prácticos. Es el estado
espiritual de un sujeto que an te sí tiene sólo temas de diálogo, m otivos
de una co n versació n am able, susceptible de prolongarse in defin ida
m ente, porque la tem poralidad estético-dialógica y contem plativa es la
que le im pone el yo m ism o desde su absoiutez y privacidad intangibles.
U n sujeto al que la tem poralidad de lo político y ía urgencia de la d e
cisión le son ajen as.
Se trata ahora de profundizar el sentido del m eollo filosófico del ro
m anticism o político. La occasio.
1 "Romanticismo político, de Cari Schmitt, sigue siendo el mejor trabajo sobre este te
ma", dirá Arendt treinta años después de la segunda edición.
críticam ente el populism o tan h abitual en nuestras latitudes. Sobre to
d o porque la cultura popular, asum ida com o presunta fuente de toda
autenticidad y verdad, no es sin o una construcción sim bólica que lleva
a cabo el intelectual populista a partir de sus con viccion es personales,
proyectándolas com o rasgos idiosincráticos del pueblo, cuya vitalidad
así ficcionalizada no puede no confirm ar siempre lo que aquél presenta
com o n otas distintivas de lo popular. R asgos culturales que son la me-
ra ocasión para la reiteración de su credo, en un juego de circularidad
autocom placien te. El in telectual populista puede así acep tar tales o
cu ales co n n o tacio n es de lo popular, o rech azar o tras a le g an d o que
aquéllas son auténticas y éstas falsas (artificiales o im puestas externa-
m ente y violentando la co n cien cia auténtica de las m asas populares),
porque este pueblo h a deven ido sustan cia proteica a m erced de una
creatividad estetizante, no política. S ó lo que este discurso no va más
allá de una actitud con tem plativa, m ientras que la práctica política si
gue otros carriles, lo cual es recon ocido orgullosam ente por el in telec
tu al p op u lista cu an d o (ig n o ran d o q u e la su sta n c ia p o p u la r es una
construcción de su subjetividad) proclam a que no h ace sino seguir al
pueblo. A nuestro entender, entonces, hay elem entos significativos en
Romanticismo político para desarrollar una crítica del populism o típico
de tan ta producción in telectual latinoam ericana.
Pero tam bién , a u n q u e de un m od o m enos d e sa rro lla d o q u e en
otros escritos, esta obra de S ch m itt favorece una com prensión no in
genua del m oralism o con tem porán eo, co m u n icacion ista e hiperdialo-
guista; es decir, prom ueve un a lectura no estandarizada de las doctri
n as qu e, b ajo el rubro de a p o lo g ías del u n iversalism o racio n alista,
reform ulan abstracciones y gen ericidades neutralizadoras de lo políti
co. N eu tralizació n cuyo co ro lario es que la co n flictiv id ad hum ana
queda librada al em pirism o m ás grosero, a la lógica del antagon ism o
despolitizado, y por eso m ism o brutal. Tal com o S ch m itt en señ a aquí
y en textos posteriores, el m oralism o, al negar al adversario la co n di
ción de enemigo político (ya que lo político equivaldría a m era irracio
n alid ad ), lo reduce a ser in -h u m an o, co n lo cual ju stifica cualquier
procedim iento en su con tra, e sto es, legitim a el ejercicio ilim itado del
terror, pues todo vaíe co n tra quien está fuera del perím etro de la racio
nalidad moral.
Finalm ente, una lectura actual de Romanticismo político debe tener
presente que la fórm ula schm ittiana - e l rom anticism o com o ocasio n a
lism o subjetivizado- fue utilizada por K arl Lów ith para polemizar d u
ram ente con el decisionism o, en un artículo d e 1935 que, al estar fir
m ado con el seudónim o “H u go Piala”, Sch m itt creyó que había sido
escrito por G eorg Lukács, si bien el filósofo húngaro, siete años antes,
había publicado un a reseñ a elogiosa -c o n algun as observaciones críti
c a s - del libro sch m ittian o,2
N o sólo la doctrina, sino ciertas vicisitudes personales de S ch m itt
son para Lów ith sim plem ente ocasionalismo dedsionm a, esto es, re s
puestas variad as - e incluso teóricam ente in co n ciliab les- a circun stan
cias políticas externas, a eventos ajenos a la teoría y a la práctica del
teórico del decisionism o, que sirven sin em bargo para que Sch m itt las
presente com o con form es a decisiones existenciales de carácter rad i
cal. En realidad, el form alism o de este p lan teo -seg ú n la lectura lowit-
h e a n a - no hace sino condenarlo a m antener un a relación espúrea (o
al m enos contraria a la que su teórico afirm a) con un a realidad que le
jos de obedecer a la lógica de la decisión soberan a, transform a a é sta
en una suerte d e corolario depen dien te de la realidad que S ch m itt
2 a) Cf. Karl Lówith, ‘‘Der oklcasionette Dezisionismus von Cari Schmitt", en ídem,
Gesamme/ítí Abhandlimgen. Zur Kritik der geschichtltehen Existenz, Kohlhammer, Stutt-
gart-Berlin-Kóln-Mainz, 1969, 2, Durchgesehene Auflage, pp. 93-126, y también en
ídem, Heidfgger Denker in dürftiger Zeit. Zur Stellung der Phibsophie mi 20. Jahrhundert,
Metziersche v., Stuttgart, 1984, pp- 32-71. Se trata de la reimpresión, con el agregado
de consideraciones sobre Heidegger y F. Cogarten, del artículo publicado, bajo el seu
dónimo de Hugo Fíala, en la Revue inttírrwtionflfc de la théorie du droit / Intematicmale
Zeitschrift für Theorie des Rechts, 9, 1935, H. 2, pp. 101-123. Las mismas ideas, resumi
das, en idem, “M ax Weber und seine Nachfolger”, Mass und Wert, 3, 1939/1940, pp.
166-176, publicado en versión reducida como “M ax Weber und Cari Schmitt" en la
Frankfurter AUgemeine Zeitung del 27. VI. 1964 (en el vol. V de sus Samtüefie Scfiri/ten,
dedicado a sus trabajos sobre Weber y Nietzsche, pp. 408-418). Pero cabe remitir a las
consideraciones sobre Schmitt en su autobiografía: Mein Leben in DtíwtscWand vor und
nach 1933, MeDlersche V. und C. E. Poeschel V., Stuttgart, 1986 [hay traducción es-
presenta equivocadam en te, ideológicam ente, com o si estuviera condi
cionada por la decisión m ism a.
A i igual que los rom ánticos, el jurista -seg ú n Low ith - anuía toda
relación racional con la norm a jurídica. A sim ism o, el carácter absolu
tam ente form al y vacu o de la decisión, pone a ésta siempre a la espera
de contenidos políticos concretos, m om entáneos y ocasionales, para
presentarlos com o su contenido, com o si ellos hubiesen acon tecido en
virtud de la decisión m ism a, y así justificar un asidero en la realidad
que, en verdad, no tiene. L a teoría decisionista -prosigue la crítica ló-
w itheana— no es m ás que nihilismo: carece tanto de un fundam ento
m eta físico que la legitim e, com o de un ám bito propio y específico que
proporcione el criterio de la totalización estatista, sin tam poco poder
remitir a u n a religión o a una doctrina m oral, para recabar de ellas los
principios justifica torios de la con ducta política.
Lo que Sch m itt defiende, entonces, es -siem pre según Low ith - só
lo una vacía “decisión por la decisoriedad”, pues no le concede im por
tancia a aquello por lo cu al alguien se decide; o, en todo caso, encuen
tra com o m otivo disparador de la decisión tan sólo la disposición a
morir y a m atar, la guerra. E n resum en {no podem os entrar en el d e ta
lle del ensayo-diatriba low ith eano), el decísíonism o sería un a trans-
pañola]. Podríamos agregar un dato interesante para los lectores argentinos. La esposa
de Lowith, Ada, cuenta que el motivo para el regreso de su marido a Alemania fue la
invitación y consecuente participación en el congreso internacional de filosofía reali
zado en Mendoza, Argentina, en 1949, donde el pensador volvió a contactarse con
viejos colegas y amigos que lo incitaron a retomar la docencia germana. Las ponencias
de Lowith versaron sobre el existencialismo moderno, en su comparación con la filo
sofía clásica (Aristóteles) y con el cristianismo (Agustín), y sobre la filosofía de la his
toria, sin la mínima referencia al decísíonismo schmittiano; cf. sus “Background and
Problem o f Existen ti alism" y “The Theological Implications of the Philosophy of His-
tory”, en Actas del Primer Congreso Nactoníil de Filosofía, U. N. de Cuyo, Mendoza,
1949, 1. 1, pp. 390-399, y t. m, pp. 1700-1709 respectivamente,
b) cf. Georg Lukács, “Rezensionen: Cari Schmitt, Polirische Romantik”, en ídem, Wer-
ke, Bd. 2: Frü/iscfm/ten Ií- G csc/ííc/uí; and Klasienbewisstsein, Luchterhand, 1968, pp-
695-696, originariamente en Arc/uv /. d. Geschidue des Soziaíismus u. á, Arbeiterbewe-
xm, 1928, pp. 307-308.
c r ip c ió n ideológica de la actitu d versátil, proteica, de la persona Sch-
m itt, una suerte de trepador o arribista, fautor del belicism o, nihilista y
relativista en su falta de una m etafísica autén ticam en te sustancialista,
proclive a los golpes de tim ón doctrinarios cu an do las circunstancias
externas asi lo aconsejan.
N o com partim os en absoluto esta interpretación. N o creem os tam
poco que la actitud de Sch m itt - n i en lo que h ace a su teoría, ni res-
pecto de su biografía p e rso n a l- sea la de un “ocasionalista”, calificati
vo que reem plaza eufem ísticam ente el -m á s v u lg ar- de “oportunista”.
Por cierto es com prensible la m otivación política y cultural en general
que justifica la actitud polém ica del intelectual exiliado. Pero la ju sta
indignación de Lówith no garantiza el acierto de su herm enéutica. Por
el contrario, en este caso {com o en el de tan to com entarista posterior)
se desdibuja la dram aticidad no sólo de la historia en general, ese c a
rácter dram ático de lo histórico que el decisionism o reivindica en co n
tra de la n eu tralización y el optim ism o liberal, sino tam bién de los
eventos particulares que Sch m itt vive en prim era persona con la res
ponsabilidad de un intelectual com prom etido. H abrá com etido erro
res, que encontram os com prensibles, con aristas altam ente criticables,
pero no ha sido un m ero oportunista, ni el decisionism o puede ser des
pach ado com o oportunism o.
C on cluyam os con algunas observaciones sucintas al respecto. N o
es cualquier situ ación histórica la que despierta - s i así cabe d e cirlo -
la respuesta soberana. La decisión fundacional no va a la zaga, com o
un acom pañ am ien to tardío, del acontecim iento político que quien la
tom a {o pretende tom ar) se le ocurra presen tar com o el contenido
co n creto de la m ism a, com o el resultado del gesto de su voluntad. El
form alism o decisionista no está a la caza de “o casio n es”. Por el co n
trario, presupone la n oción de forma, por cierto am bigua pero irre
ductible al tipo de abstracción m entada cu an d o se denuncia el “ for
m a lism o ” de tal o cu al n o c ió n o teoría. D iríam o s: el fo rm alism o
sch m ittiano no cae bajo las generales de la ley, que en este caso es la
ley de la denun cia a una abstracción o vacu id ad plenificable por los
con tenidos m ás diversos, aun los m ás an titéticos, y por ende inútil en
sus p rete n sio n es de ser un u n iversal r e c to r de c o n o cim ien to s y/o
p rácticas. N o creem os que le quepa a Sch m itt este m odelo de ob je
ción, que tiene an teced en tes archisignificativos e n la crítica de H egel
a K an t y de M arx a H egel, por recordar d o s topoi filosóficos que Lo-
w ith co n o ce m uy bien . L a co m p lejid ad de la Form sch m ittia n a la
vuelve inconfundible con cualquier tipo de n oción gen érica y vaga,
válida para d enotar las realidades m ás diversas y por ende inútil gno-
seológicam ente, a la par que oportunista en la p ráctica.
Pero esta especificidad del form alism o sch m ittiano significa ta m
bién (m ás allá de la objeción low itheana) que el nervio teórico del de-
cisionism o no es un a ontoiogía ingenua. C iertam en te, en Romanticismo
político el discurso de Sch m itt parece con trapon er al form alism o del yo
m oderno (resultante de la secularización del D ios bíblico) un a reali
dad concreta, un a estructura ontológica firme y bien determ inada in
dep en dien tem en te de to d a in terven ción yoica, un m undo o b jetivo
que la subjetividad rom ántica no puede ni quiere aprehender y m odifi
car, pues com prom eterse gnoseológica y éticam en te equivaldría a so
m eterse a una alteridad extraña, a perder creatividad, A l reivindicar
Schm itt lo real y con creto frente a las p alab ras insustanciales y los e s
capism os este tizantes, da la impresión de ad o p tar un a ontoiogía clásica
para justificar su polém ica antirrom ántica.
Sin embargo, el análisis de Sch m itt no tiene un carácter ontologi-
zante; el m eollo de su crítica no p asa por la in vocación algo difusa de
la dura realidad frente a los m undos fan taseados, sino por el desm enu
zamiento de un tipo de subjetividad operante de m odo, precisam ente,
ocasionalista. L a clave de la crítica sch m ittian a reside en su análisis
del yo rom ántico. N o cabe, entonces, atribuir a este texto un alcance
ontologicista, pues el eje de su antirrom anticism o (en una línea que
lleva directam ente al antinorm ativism o) p a sa por la dilucidación de la
diferencia entre el sujeto político y el ego co n tem p la ti vo-dialoguista,
en las condiciones peculiares de la m odern idad en la primera m itad
del siglo XIX.
N i vacu o form alism o, entonces, ni recurso ingenuo a la ontoiogía.
C u an d o Sch m itt teoriza el decisionism o (en térm inos anun ciados en
Romanticismo político), el sujeto de lo político, ese soberano an te la cri
sis, no es un m ero ocasionalista que m anipula a piacere h echos y situ a
ciones para desplegar su subjetividad arbitraria en virtud de su misma
vacu id ad (ni, co n secu en tem en te, la teo ría d ecísion ista es tam p o co
una variante del ocasionalism o), ya que es exclusivam ente ante un a si
tuación bien específica, el estado de excepción, que desarrolla su fun
ción soberana. Lo que en el libro de 1919 aparece com o realidad con
cre ta, que la su b je tiv id a d r o m á n tic a e ste r n a com o occasio, e n las
posteriores fo rm u lacio n es del d ecision ism o es un tipo de a c o n te c i
m iento, el estado de excepción, cuyo dram atism o anula la p osibilidad
m ism a de ser neutralizado irón icam en te. El Ausnahme^ustand posee
una graved ad que no da espacio a posicionam ientos etiquetables com o
“ocasion alistas” , sino a decisiones que son respuestas tam bién excep
cionales, actos de libertad que fu ndan el orden jurídico-político.
Finalm ente, en esta decisión soberan a se representa en p len a visi
bilidad un a n oción de lo justo y lo in justo que define n ítidam en te el
am igo y el enem igo políticos. Por cierto, el estado de excepción schm ittía-
no tiene com o prem isa una m etafísica del m al y de la libertad de fuer
te im pronta católica, pero se abre a su vez a otras con stelacion es con
c e p tu ale s y sim b ó lic as, en la m ed id a en que !as m ism as e v ite n la
m ercantil! ¿ación axiologísta y el culto hiperm oralista de u n a un iversa
lidad etérea, y reconozcan la im bricación entre lo trascendente y lo in
m anente e n la decisión, com o acción libre por excelencia.
Prologo*
A los alem anes les falta la facilidad que hace de una palabra una de
signación sim ple y cóm oda, respecto de la cual se pongan de acuerdo
sin grandes dificultades. Es verd ad que para nosotros un a expresión se
vuelve rápidam ente banal, pero no sencillam ente convencional en un
sentido práctico y razonable. L o que perm anece com o denom inación
objetiva m ás allá del m om ento y exige por eso un análisis m ás exh aus
tivo, trae consigo am bigüedades y disputas lingüísticas; y quien busca
en medio deí caos una explicación objetiva, pronto n ota que está en
vuelto en un a con versación eterna y en una cháchara inútil.
El tem a rom anticism o sugiere tales reflexiones no sólo a nosotros los
alemanes; en la discusión francesa, inglesa e italiana la confusión no es
menor. N o obstante, tam bién aqu í se siente la facilidad term inológica
del idioma francés y se podría intentar imitarla. ¿No sería m ás simple de
cir aproxim adam ente así: rom anticism o es todo lo que puede derivarse
psicológica o intelectualm ente de la creencia en la bonté naturelle, es de
cir, del principio de que el hom bre es bueno por naturaleza? Esta defini
ción -establecida por los franceses y en apariencia particularm ente evi
dente para e llo s- de la que Seilliére se ocupó y que h a expuesto en
muchos libros sobre m ística y rom anticismo, da efectivam ente un crite
rio adecuado para num erosos fenóm enos rom ánticos y puede aplicarse
también a breves estados de ánim o y sucesos cotidianos. Pensem os en
* Luis Rossi ha realizado el cotejo de esta traducción con la excelente, aunque algo
libre, versión italiana de Cario Galli (Romanticismo Político, Milán, Giuffré Editóte,
1981} así como con la versión al inglés de Guy Oakes (Política¡ Romanácism, Cambrid
ge, The Mir Press, 1986).
un hombre que cam ina por las calles de una ciudad o que recorre un
m ercado y observa a las cam pesinas y a las amas de casa vendiendo y
com prando, profundam ente conm ovido por el empeño de las personas
en ofrecerse recíprocam ente herm osos frutos y buenos alim entos, em be
lesado por los niños encantadores y las madres esm eradas, los m uch a
chos vigorosos, los hom bres honrados y los ancianos venerables. Ese se
ría un rom ántico. R ousseau, cu an d o pin ta el estado de n aturaleza, o
Novalis, con su descripción de la E dad M edia, quizás se diferencian de
él por las cualidades literarias, pero n o por el tema o la psicología, pues
qué situación y qué tem a se elige para hacer de él un cuento rom ántico
es en sí indiferente. D e este modo, sale al encuentro una serie de figuras
conocidas que son consideradas co m o específicam ente rom án ticas; el
cándido e inocente hombre natural, el bon sauvage, el caballeresco señor
feudal, el candoroso cam pesino, el noble jefe de bandoleros, el vagabun
do y todos los holgazanes honrados del romanticismo alem án, el buen
mujik ruso. C a d a uno de ellos surge de la creencia en una bondad natu
ral del hombre, dondequiera que ésta se encuentre.
Para el sentir alemán, una definición semejante - a partir del principio
de la bondad natural del hom bre- está demasiado orientada hacia la moral
del hombre, demasiado poco hacia la historia y en absoluto hacia el cos
mos. N o por eso hay que despreciarla, sino que al menos debería recono
cerse que esa definición no se conform a con las caracterizaciones superfi
ciales y generales que padece el tratam iento del problema romántico. La
caracterización del romanticismo com o algo exaltado, anhelante, soñador
y poético, nostálgico, añorante de horizontes lejanos o cosas parecidas, se
ría ella misma romántica, pero no daría ningún concepto de é l Realm ente
es absurdo -aun que también se encuentren ejemplos de e llo - reunir una
serie de temas a los que se considera rom ánticos y hacer una lista de obje
tos “románticos” para deducir de alguna m anera de ellos la esencia del ro
manticismo. L a Edad M edia es rom ántica del mismo m odo que una ruina,
la luz de la luna, el Ftethom,* la cascada, el molino a la orilla de un arroyo,
guárneme era empleado por los postillones para anunciar la llegada del corteo a las aldeas
y ciudades. (Todas las nocas, frases y párrafos entre corchetes encabezados por un asteris
co pertenecen a los traductores. El lector notará que no hemos traducido todas las locu
ciones en otros idiomas que Schmitt emplea. Nos hemos limitado a las que consideramos
menos corrientes o más difíciles. Asimismo, en la bibliografía hemos proporcionado la tra
ducción de los títulos imprescindibles para la comprensión de la argumentación de Sch-
mitt, especialmente de las citas de títulos de obras de Adam Müller, Friedrich Schlegel y
Novalis, pero no de la totalidad del extenso aparato crítico utilizado por el autor.)
* El nombre completo de la obra es Die Soíuilie/iren der cfmstüchen KírcFi^n und
Gmfjfien (Las doctrinos socíaks de las iglesias y grupos cristianos), Tubinga, Mohr, 1912.
fórmula de “derecho natural absoluto”- se origina en un fanatism o cuya
fuerza anárquica reside en la negación del pecado origin al
L a exp licació n b asad a en el p rin cipio de la b o n d ad n atu ral del
hom bre tam bién me parece m ejor y m ás correcta que las caracteriza
ciones del rom anticism o según criterios nacionales, com o la equipara
ción de lo rom ántico con lo alem án, lo nórdico o lo germ ánico. Por
m otivos m uy diversos se han form ulado tales definiciones del rom anti
cism o. D e acuerdo con el punto de vista de que el rom anticism o con
siste en una mezcla, éste fue considerado com o la con secuen cia de la
fusión de pueblos rofnánicos y germ ánicos y fue descu bierta una mez
cla de tal índole especialm ente en la llam ada E dad M edia rom ántica.
E n con secuen cia, los alem an es identificaron el rom an ticism o con la
propia nación para glorificar a am bos; los franceses rechazaron el ro
m anticism o com o alem án y lo endosaron al enem igo nacional. Por pa
triotism o se puede ensalzar y m aldecir eí rom anticism o, pero una co
rriente tan im portante del siglo XIX, que atraviesa las naciones europeas,
no puede reducirse pedantem ente a que el resto del m undo sea tratado
com o candidat á la ávilisation frangaise o com o aspirante a la cultura ale
m ana y que el romanticismo, adem ás de los calificativos de exaltado y
nostálgico, reciba tam bién el de alem án o germ ánico. Lo p eor es cuando
tales calificativos deben servir a un fin pedagógico, y el rom anticism o,1
por un lado, aparece com o n u eva vid a y verdadera poesía, com o lo
plenam ente vital y fuerte con trapuesto a lo viejo y rígido; pero, por el
otro, com o el estallido salvaje de la sensibilidad enferm iza y la inepti-_
tud bárbara para la form a. Para unos el rom anticism o es lo juvenil y lo
san o , m ientras los otros citan la frase de G oethe en la que lo clásico es
lo san o y lo rom ántico lo enferm o. H ay un rom anticism o de la energía
y un o dé la decaden cia, rom anticism o com o vida in m ediata y actu al y
rom anticism o com o fuga h acia el p asad o y a la tradición. El con oci
m iento de lo que es esencial al rom anticism o no puede com enzar con
tales valoracion es positivas o n egativas, higiénico-m oralizantes o polé-
m ico-políticas. Puede conducir h acia allí com o aplicación p ráctica; pe
ro en tan to no se logra aún ningún conocim iento claro, e n el fondo re
sulta arbitrario cóm o se m ezclan y asignan aqu í los calificativos y lo
que se elige del m uy com plejo m ovim iento com o lo autén ticam en te
“ rom ántico", sea para ensalzarlo o para condenarlo. C onsiderado así,
lo m ás cóm odo todavía sería seguir a Stendhal y decir sim plem ente: lo
rom ántico es lo in teresan te y lo clásico es lo aburrido, o naturalm ente
al revés; pues este fuego cansador de alabanza y crítica, entusiasm o y
polém ica, gira en to m o a un bastón con dos extrem os que se puede
agarrar de cualquier lado.
Toda defin ición basada en el principio de la bondad n atural del
hombre es, en com p aración con aquello, un esfuerzo m eritorio y v a
lioso. Pero ella no es to d avía un conocim iento histórico. Su in su fi
ciencia reside en que en su abstracción dogm ático-m oral descon oce
la especificidad h istórica del m ovim iento y la reduce al m ism o y único
prin cipio g en eral ju n to a m uch os otros acon tecim ien tos h istóricos.
E sto co n d u ce a un in ju sto rechazo de fen óm en os y con trib ucion es
con sonan tes y valiosos. Los inofensivos rom ánticos son así dem oniza-
dos y puestos a la par de sectarios rabiosos. Todo m ovim iento espiri
tual debe ser tom ado e n serio, tanto en sentido m etafísico com o m o
ral, p e ro n o co m o e je m p lo de un p rin cip io a b stra c to , sin o co m o
realid ad h istó ric a c o n c r e ta e n relación c o n un proceso h istó rico .
A h ora bien, n adie exigirá de un a descripción histórica, en la que sólo
im porta ía reproducción de los hechos concretos, una co n cien cia sis
tem ática com pleta de su uso del lenguaje, siem pre que sea com prensi
ble en gen eral y no renga contradicciones internas. Es diferente si lo
que debe ser con ocid o claram ente en su centro es un m ovim iento e s
piritual. Para una co n sideración histórica que se derivara de tales in
tereses sería en sí del to d o correcto un procedim iento que tom ara c o
m o p u n to de p a r tid a la co n trad icció n del m o v im ien to ro m án tico
respecto de la ilustración y respecto del clasicism o. Pero ello conduce
a una gran con fusión cu an d o los historiadores del arte, de ia literatu
ra y de la cu ltu ra co n sid eran esta contradicción com o la característi
ca esencial y exh au stiva, y teniendo presente al rom anticism o -p e ro
no al m odo d e los críticos abstractos, que reducen m uchos fenóm enos
históricos a un postu lad o universal, sino al r e v é s- refieren varios m o
vim ientos al rom an ticism o y, por consiguiente, descubren rom anticis
m o en toda la historia universal. Tendencias religiosas, m ísticas e irra-
cionales de toda clase, la m ística d e Plotino, el m ovim iento francisca
no, el pietism o alem án , el m ovim iento Sturm und Drang, son de tai
m anera “rom án ticos” . Es un argum en to algo peculiar, con cuya ayuda
un gran m aterial h istórico y estético es agrupado aquí según antítesis
sim ples: rom anticism o o clasicism o, rom anticism o o racionalism o. El
rom anticism o es lo con trario del clasicism o; de este m odo, rom an a-
cism o sería todo aquello que no es clásico, con lo cu al clasicism o sig
nifica, por otra parte, un co m p u esto muy h eterogéneo; ya se enrienda
por clásico a los an tiguos p agan os, en oposición a los cuales la Edad
M edia cristiana se con vertiría en el rom anticism o propiam ente dicho
y D an te en el au tén tico p o e ta rom ántico, ya al arte francés del siglo
xvn, vistos desde el cu al los c lásic o s alem an es y a so n rom án ticos,
pues en A lem an ia se desarrolla una literatura clásica a partir de una
corriente cosm opolita, am bigua, influida incluso por R ousseau; y en
R usia, donde no h ab ía en absoluto “clásicos” , lo clásico es, en con se
cuen cia, algo totalm ente ajen o, europeo occidental. O bien: rom anti
cism o es lo con trario de racionalism o e ilustración; por consiguiente,
rom anticism o sería todo lo que n o es racionalism o o ilustración. Tales
generalizaciones n eg ativ as con d ucen a asociacion es in esperadas y ab
surdas. T am poco la Iglesia cató lica es racionalista, m enos aún en el
sen tid o del racionalism o del siglo xvm, pese a lo c u a l aparece alguno
que llam a rom ántica tam bién a e sta con stru cción prodigiosa del or
den y la disciplina cristian as, de la claridad d o gm ática y de la m oral
precisa y, adem ás, co lo ca en el p an teón rom án tico la im agen del c a to
licism o al lado de la de todos los genios, sectas y m ovim ientos posi
bles. A esto con duce la cu riosa lógica que define por m edio de un a
con cordan cia en lo n eg ativ o y que, en la n iebla de tales sem ejanzas
negativas, realiza siem pre n uevas asociacion es y m ezclas. El rom anti
cism o surgió com o un m ovim iento juvenil co n tra lo que e n ese e n
ton ces aparecía co m o dom in an te y viejo, co n tra el racionalism o y la
ilustración ; el re n acim ien to tam b ién era un m o v im ien to co n tra lo
que en su ép oca p arecía viejo y an ticuado, del m ism o m odo que el
StUTTTi und Drang y la Jo v e n A lem an ia de los añ os trein ta del siglo p a
sado; tales m ovim ientos se originan en casi todos los años treinta y
dado que en cu alquier parte de la historia existen “m ovim ientos” , por
lo tanto, hay rom anticism o donde se m ire. Pero, en definitiva, todo es
parecido a todo de alguna m anera; sin em bargo, no se trata de h acer
todavía m enos claro -p o r m edio de n u evas sem ejan zas- a un con jun -
to histórico p oco claro.
Considero este procedim iento en gran parte una con secuen cia del
rom anticism o m ism o, el cual tam bién tom a los acontecim ientos h istó
ricos com o ocasió n para una peculiar productividad literaria, e n lugar
de conocerlos objetivam ente. D e esta form a, sin em bargo, ella m ism a
es rom antizada tam bién, de m odo tal que genera un subrom anticism o.
Tales procedim ientos se encuentran incluso donde m enos se lo espera.
Sólo un ejem plo flagrante: G iovanni Papini, que entiende el ro m an a-
cismo com o individualism o - e n lo que tiene tod a la razón-, co m o un a
sublevación del yo, generada a partir del spirito di rebellione, com ienza,
sin embargo, su descripción del “ rom anticism o” con la frase; hay algo
indeterm inado en esta palabra, pero donde se trata de grandes fe
nóm enos, de m ovim ientos colosales, n ad a es m ás preciso que u n a e x
presión in d eterm in ad a 1 Si alguien con trario a la arbitrariedad
subjetivista y a la falta de forma, si un enem igo del rom anticism o h a
bla así ¿qué se puede esperar en ton ces de sus am igos? Todos so m o s
conscientes de la im perfección del lenguaje y del pensam iento h u m a
nos; pero a sí com o sería necio y pretencioso q uerer nom brar lo in n o m
brable, tam bién es seguro que el cen tro de un m ovim iento espiritual
debe estar a la v ista y ser definido claram en te, si se debe juzgar y d e c i
dir acerca de él. R enunciar a eso significa e n realidad “pisotear la h u
m anidad”. Es un deber lograr la claridad, aun que sólo sea la clarid ad
acerca de por qué un m ovim iento aparece objetivam ente com o p o co
claro y bu sca h acer de la falta de claridad un principio. Q ue el rom an
ticismo ten ga quizás la pretensión de ser inefable y de estar m ás allá de
lo que las p alabras hum anas pueden aludir tam bién es propio d e él y
no debem os descon certarnos, pues generalm ente la táctica lógica de
1 Arnold Ruge en su ensayo Doí Maní/es t der Phiíosophie ttnd seine Gegner, 1840
(Gesantmílte Schrt/ren, m, Mannheim, 1846, p. 167).
Luctnde (Lucinda), novela de Friedrich Schlegel publicada en 1799.
bertad a la cóm oda tran quilidad d el E stado de policía* reaccion ario .2
D e este m odo, Gentz fue incluido en el rom an ticism o por num erosas
d iscu sio n es hístórico-lirerarias y p o líticas.3 Pero pau latin am en te ha
sid o recon ocido, en form a p arecid a a de M aistre, com o un hom bre
que está totalm ente arraigad o en la m en talidad clásica del siglo XVill.
Munich, 1864, p. 438, quien lo coloca junto a Burke y a johannes von Müller, dife
renciándolo de de M aistre, Bonald, Haller, Adam Müller y Górres. También Eugen
Guglia, Friedrich von G en tí, Viena, 1904, pp. 117 y ss., dice de él: “Este entusiasmo
por ía teoría del estado romántico-teosófic a era sin embargo puramente platónico.
En suma, a este respecto lo más valioso es una expresión que Metternich dijo de él;
toda forma de romanticismo le era fundamentalmente extraña”. Fr. Schlegel nunca
habría cometido el error de considerar a Gentz un romántico; en una caracteriza
ción inmejorable, lo incluía más bien en el siglo XVII], "pues el estilo magistral de su
correcta elocuencia con la ingeniosa claridad del entendimiento nos proporciona
precisamente un retrato de esta múltiple cultura del siglo xvm " (“Signatur des Zei-
talters”, Concordia, pp. 554, 563).
1 Briefe von ttnd an Friedrich vori Gentj, herausgegeken von Friedrich Car! WittidiÉn,
Munich y Berlín, 1909 s. (citadas como V6TI, TOTII, VK IIÍ 1 y 2).
5 Cfr. la Darlegwng der Legimkat Napoleoixs * [Exposición de la legitimidad de N apo
león], W. III, 1, pp. 247 y ss.
A q u í aparece un a curiosa confusión term inológica. D espués de la
m uerte de Gentz, M ette m ich escribió a un am igo que, a fin de cu en
tas, aquél no le había p restad o m ás servicios que los de la im aginación;
que le parecía que G entz fue siempre inm une al rom anticism o y que
sólo en los últimos añ os se m anifestó en él un a especie de rom anticis
m o que fue el principio del fin.5 M ettem ich com prendía com o rom an
ticism o las tendencias liberales y hum anitarias, frente a la s cuales no le
p arecía que Gentz fuera suficientem ente inm une. Esta no era una ter
m inología privada de M ette m ich , E n este punto los aristócratas de la
R estauración eran m uy susceptibles: tolerancia, derech os hum anos, li
bertades individuales, todo eso era revolución, rousseaunism o, subjeti
vism o desenfrenado y, p or eso, rom anticism o.
Pero tam bién para los revolucionarios del Vormürz, com o A rnold
R uge,7 lo esencial del rom an ticism o consistía en eso, y a m enudo se les
hacía difícil salvar su term inología - a l m enos superficialm ente- de las
contradicciones, “El fundam ento de todo rom anticism o -d ice R u g e- es
u n tem peram ento intranquilo y rebelde” , por eso el rom anticism o tiene
que originarse en el protestantism o, en el principio del yo libre. L a rela
8 Víctor Klemperer, Remaníife tmti /ran^Ósische R o m a n tifc , Fesísc/vn/t fiir K arl Vossler,
Heidelberg, 1922, p. 27.
? Die deutsche Ge¡chichtíichreibung «m den FTeiheitskriegen bis ru uns¿m Tagen, 2a.
ed., Munich y Leipzig, 1924, p. 4, refiriéndose a M. Lenz, JaJirbuch der Goethe-Geseib-
chaft, 1915, il, p. 299.
tantes del “espíritu real", hicieron al rom anticism o naturalista el repro
che de ser un alejam iento abstracto y trascendente con respecto a la vi
da real; el rom anticism o sería -co m o quizá se lo calificaría actualm en
te - una plenitud e n el m ero deseo, la satisfacción ilusoria de un anhelo
que no fue satisfecho de m anera real. Por eso se lo explica a partir de
las miserables condiciones políticas de A lem an ia. “El rom anticism o e s
tá arraigado en el sufrimiento de la tierra, y un pueblo se encontrará
tanto m ás rom ántico y elegiaco, cuan to más n efasto sea su estado”.10 El
realismo de los revolucionarios hegelianos se vuelve también contra el
esplritualismo “cristian o” y su desvalorización de la realidad, con tra la
carencia de “objetividad,” 11 sin que hayan logrado com prender por m e
dio de un con cepto sucinto al contradictorio y multiforme enemigo.
Esta inseguridad se basaba principalmente en que los portavoces de la
futura revolución de 1848 admiraban a Rousseau y a la Revolución Fran
cesa, y vetan en ellos el gran m odelo en el que se apoyaban; por eso, en
lo que respecta a A lem ania, tenían que disputarle al romanticismo toda
relación con el espíritu de la revolución. Los escritores franceses, en cam
13 Ibid., p. 9.
* Ensayo sobre el concepto de republicanismo.
16 Origines de (a France ccmtemporame, t. ii. A pesar de Aulard y Seignobos, siempre
será necesario, al tratar estos temas, lefeiirse a los juicios de Taine; su perspicacia psi
cológica y su gran poder expresivo, que sabe llevar acontecimientos vastos y complica
dos a una fórmula precisa de su straecure intime, no han sido refutados hasta ahora por
ninguna objeción.
15 De ios dos elementos del espíritu jacobino, amour-propre y esprit dogmatkjue, el
primero contiene ya los momentos irracionales, que Seilliére tanto destaca. Su oposi
ción a Taine, en consecuencia, no es tan grande como afirma, debido a su interés en
una antítesis más nítida. Taine también ha señalado ya (op. cit., cap. 1) que todo fana
tismo político o religioso tiene como fundamento un besoin avide, una pasión oculta,
más aliá de los canales filosóficos y teológicos por los que pueda circular.
para él significa m isticism o y rom anticism o, m ientras que Taine se
siente repelido por su abstracción racionalista, por su esprit classique.
Por consiguiente, p ara la historia francesa la oposición entre clásico y
rom án tico parece ser tan sencilla debido a la existen cia de un a tradi
ción clásica recon ocida, pero las fórm ulas se vu elven inseguras c u an
do son utilizadas para la explicación de acon tecim ientos políticos. En
T aine, adem ás, vu elven a aparecer casi todos los argum entos aducidos
por los opositores a la revolución, que en A lem an ia generalm ente son
incluidos entre los rom án ticos. N o sólo Burke y su traductor Gentz
h an llam ado a los jaco b in o s teóricos rabiosos, tam bién A d am M üller
caracteriza a la revolución com o un fetichism o de con ceptos abstrae-
tos y construye un a relación con la época clásica: ésta era el absolu
tism o racionalista de un hom bre individual, eí dogm a revolucionario
e s sólo la “quim era o p u esta” del m ism o racionalism o. En e sta argu
m en tac ió n ,'M ü íle r se ap oya sim ultán eam en te en Burke, H aller, de
M aistre y B o n ald .18 Por lo tan to, son precisam ente los llam ados “ ro
m ánticos políticos" quien es ven el sinsentido de la revolución en su
d istan ciam ien to de la exp erien cia razonable. S e com pren de casi de
en Konstanz, Oeuvres, t. X I n y X IV , París, 1843) y el Essoi analyúquc jut ¡es ¡oís mture-
¡les de I’ordrtí social (aparecido en 1800, 2a. ed., Oeuvres, t. 1, 1817) están llenos de
antipatía hacia el "hacer” artificial. Para de Maistre cfr. Corisuléraúons sur la Frunce,
cap. v j . La inversión: absolutismo del rey - absolutismo del pueblo era usual en la
época de Müller, cfr. Die Zeügenossen (en los que Müller ha publicado una biografía
del emperador Francisco y un ensayo sobre Frartz Homer) 1, 3, p. 9: Luis XIV aniqui
ló e! Estado, la unidad a través de la uniformidad, “se desencadenó la revolución. Su
temida expresión ‘el pueblo es soberano’, ‘el pueblo es el Estado’, formuló la oposi
ción” (ensayo sobre Fouché, firmado con H).
13 Adalbert Wahl, “Beitrage zur deutschen Parteigeschichte im 19. jahrhiindert”,
Híst, Zdtschr. 104 (1909), p. 344; G. v, Below, “Die Anfángen der konservadven Par-
tei in Preussen”, Imam. Woc/ienscfm/t 3 (1911), pp. 1089 y ss. El conservadurismo se
define, por lo tanto, de manera negativa El efecto de tales conceptos negativos se
muestra posteriormente en el libro de G. v. Below Die deucsche Geschichtsschreibung
non den Befreíungskríegeri bis tu mueren Tagen, Leipzig, 1916, 2a. ed., 1924: aquí es ro
mántico todo lo que no es racionalismo ahistórico. A pesar del hermoso fragmento NI®
136 de Novalis, a pesar de la pseudo-logia de las cartas de Bettina, aún se toma en se
rio al romanticismo.
Ino V ° pero el rom anticism o tam bién es esen cialm en te individualis
m o; el rom anticism o es tam bién distan ciam ien to de la realidad, pero
precisam ente los rom án ticos políticos, frente la revolución, se rc 111: -
ten a la experiencia positiva y a la realidad.
Si frente a esta confusión simplemente se quisiera renunciar a la uti
lización de la palabra, sería quizás una salida práctica, pero no una solu
ción. Si tam bién en la táctica de las luchas políticas y en las vicisitudes
de los debates histórico-políticos la oscura palabra se desliza de aquí pa-
ra allá y va y viene de un lado ai otro en la m ecánica de las antítesis su
perficiales, es no obstante necesario, y quizás tam bién posible, determ i
nar a partir de las relaciones históricas y espirituales del conjunto que se
designa com o rom anticism o la peculiaridad de aquello que debe ser lla
m ado legítimamente “ rom anticism o político”. La dificultad de una defi
nición convincente consiste, e n última instancia, en que “rom ántico”
no se ha convertido en una denom inación político-partidaria aceptada.
“Los nombres de los partidos políticos n o son com pletam ente exactos”,
señala con razón Friedrich Engels, pero palabras com o liberal, conserva
dor, radical tienen un contenido relativo históricam ente comprobable,
aunque no, sea un contenido absoluto. E n un caso así, la etim ología sólo
ayuda a ppner las dificultades enérgicam ente frente a nosotros. “ R o
m ántico” [romantisch] significa etim ológicam ente “novelesco” [roman-
fra/t]; la palabra deriva de novela [Román] y puede tener un significado
explicativo preciso com o diferen ciación de un co n cepto superior de
“épica”. La definición a la que conduce el presente trabajo hace justicia
al sentido de la palabra y logra, por m edio de las interesantes investiga
ciones filológicas e histórico-literarias de Victor Klemperer,2J una justifi
20 Wahl, ap. cít., p. 546: el contenido de las ideas de 1789 es un individualismo secular y
democrático; el hombre tiene sólo derechos frente aí Estado, no deberes; el individuo tiene
derecho de resistencia; se rechaza toda política de potencia, el individualismo está orienta
do secularmente; la felicidad mundana del individuo por medio de la virtud y el goce.
11 Roinarifík und /ran^SstscJií Romantik FescscJm/i für Karl Vossler, Heidelberg, 1922.
Además, E. Seilliére, Les origines romanesques de la mótale et d éla politique rom¿mt«¡ues,
París, 1920, especialmente pp. 11-12; también el libro sobre Rousseau anteriormente
mencionado muestra la relación con la literatura novelesca.
cación especial. Pero, lam entablem ente, desde hace casi un siglo la pala
bra rom anticism o -e n una confusión atroz- es un recipiente vacío que
se llena con un contenido diferente que cam bia de un caso a otro. Para
una dilucidación de esta situación, acéptese por el m om ento el caso de
un uso análogo dei concepto igualm ente épico de “fábula”. S i hoy se ca
lificara de “fabuloso” a un m ovim iento artístico o literario y su arte “fa
buloso” se definiera com o arte total, verdadero, superior, incondicional-
m ente auténtico, vital, pero lo “fabuloso” se definiera com o actividad
superior, totalidad o m etafísica, cuando ve su especificidad en ninguna
otra cosa y nada menos que en ser precisam ente “fabuloso”, esto recor
daría sin duda algunas definiciones del rom anticism o.22 Posiblemente el
m ovim iento tendría éxito y a través de algunas producciones le daría a
la palabra un contenido histórico concreto. Sería insensato querer dedu
cir el criterio del arte o m entalidad fabulosos del significado de la pala
bra “fabuloso”, pero sería m ás insensato aún ver en el program a del m o
vimiento algo m ás que un rechazo a toda diferenciación clara. Por eso
no se llega a n ada cuando se describe el rom anticism o com o im pulso
m ístico-expansivo, com o anhelo de lo sublime, com o mezcla de ingenui
dad y reflexión, com o dom inio de lo inconsciente, u otras expresiones
sem ejantes, por no hablar de las autodefiniciones rom ánticas {la “poesía
rom ántica es una poesía universal progresiva”, “abarca todo lo que es
puram ente poético, desde el sistema mayor del arte, que contiene en sí
cada vez m ás sistem as, h asta el suspiro y el beso que exhala el niño que
hace versos en una canción ingenua”) .
O tra dificultad p articular consiste en que justam ente los bu en os
h istoriadores, en su rechazo a las divisiones con ceptuales, to m an por
ese m otivo com o “ro m á n tic as” las m últiples opiniones de un hom bre
11 Durante la corrección, de esta 2a. ed. (diciembre de 1924) me enteré de que los artis
tas rusos modernos que se llanran a sí mismos “Hermanos de Serapión” proclaman ei pa
saje hacia la fábula. “Fábula” significa a la vez, en una confusión altamente significativa,
ya la acción (como hecho objetivo en oposición a la resolución psicológica), ya la tabula
ción y la novelación, de modo que, en el manifiesto, el romanticismo aparece como
“gran arte". En todo esto es interesante notar que desde el romanticismo predomina una
incapacidad para reconocer que todo gran arte es representativo y nunca romántico.
al que alguna vez con sideraron rom ántico. Por ejem plo, dado que Ei-
chendorff es sin duda un buen lírico rom ántico, sería, por consiguien
te, rom ántico todo lo que este noble católico considera verdadero. D e
este m odo se explica un in teresan te fen óm en o histórico, d estacad o
acertadam en te por V ladim ir G. Sim khovitch: “ciertas teorías filosófi
cas y literarias son form uladas y represen tadas por gente que tiene
ciertas opiniones sociales y políticas, y por m edio de un procedim ien
to que puede calificarse de ‘infraestructura!’”, produce entonces una
id en tificación , “A sí, los escritores q u e e n R u sia abogaban p or l’art
pour l'art durante d écad as fueron iden tificados inm ediatam ente com o
reaccionarios políticos, m ientras que todo realista debía ser n ecesaria'
m ente un liberal o un radical. De m an era parecida, en la prim era m i
tad del siglo XIX en A lem an ia, el rom an ticism o era sinónim o de con
serv adu rism o p olítico, m ien tras q u e en la d é ca d a de F euerbach el
naturalism o estab a al m ism o nivel que la rebelión política y el socia
lism o h um an itario”.2 3 Por eso es n ecesario estab lecer lo esencial siste
m áticam en te a través de una lim itación co n scien te a un co n ju n to
histórico determ inado. D e m odo opu esto a la expan sión que el co n
cep to de: rom an ticism o h a encon trado en la obra de Seilliére - e n la
q u e en realidad design a n ada m ás q u e la sim ilitud genérica de un h á
bito psicológico en tod as las situ acio n e s-, e n los historiadores alem a
nes que se han ocu p ad o en detalle de in vestigacion es con cretas ha
desaparecid o un nom bre detrás de otro de la larga lista de rom ánticos
que Ruge había propuesto. Górres ya no fue con siderado un rom ánti
co político a c a u sa de su oposición d em o crática, en ningún caso se lo
podría llam ar rom án tico razonablem ente, tan p o co com o a S tah l y a
Jarck e, y por la sep aración de la teoría h istórica del E stado y del d ere
ch o respecto de la doctrin a rom án tica e stá exclu ido sobre todo Sa-
13 Marxismus gegen Somtiismuí (traducido del inglés), jena, 1913, pp. 26-27.
24 Alexander Dombrowsky, “Adam Müller, die historische Weltanschauung und
die polLtische Romantik”, Zeítscfir. /. d. ga. Staatsuitssenscfi. 65 (1909), p. 577; incluye
también a Müller en el romanticismo político, peto sólo en sus últimos años; acepta,
por lo tanto, la equiparación de teoría de la Restauración y romanticismo político,
aunque este último parece ser el concepto más extenso. Lamentablemente, las claras
vígny.24 E n últim a in stan cia, q uedan com o rom ánticos políticos sola
m ente los propios escritores d e la R estauración política, A d a m M ü
ller, Friedrich Sch legel y Haller.
Sin em bargo, tam bién esta lista se encuentra aún bajo la influen
cia de los lugares com unes de la R estauración alem an a y de la polé
m ica liberal con tra “Haller, M üller y con sortes”. El h echo de que to
dos se hayan convertido al catolicism o parece fundar un a com unidad
m ás am plia, que conduciría enton ces nuevam ente a u n a relación en
tre el rom an ticism o político y la con cepción “ teocrático-teosófíca” del
E stad o, co m o si el cato licism o rom an o y la teosofía no fu eran tan
opuestos entre sí com o el clasicism o y eí rom anticism o. Pero tam poco
H aller es un rom ántico. S u conversión al catolicism o en 1820 tiene
una m otivación com pletam ente distinta de la del literato Müller, de
25 añ os en 1805. S i su obra ha cau sad o una im presión tan poderosa
distinciones de este buen ensayo no están extendidas a estos conceptos, Gunnar Re-
xius, “Studien zur Staatslehre der historischen Schuie”, Hist. Zeitschr. 107 (1911), p-
520 (en las recensiones que hace Rehberg de los escritos de Müller y de Haller se
muestra “por primera vez el abismo entre la teoría histórica del Estado y la de la reac
ción o, si se quiere así, del romanticismo político”; en la p. 535 menciona la diferen
cia entre la concepción histórica y la romántico-racionalista (sic), parece por ende
considerar un elemento racionalista como factor constitutivo del romanticismo polí
tico). U. H. Kantorowícs, “Volksgeist und historische Rechtsschule”, Uistorische
Zeítscfm/c, IOS (1911), p, 303: la teoría del espíritu del pueblo es característica de la
escuela histórica; el método y la intuición de la escuela histórica son en verdad de
origen romántico (aquí se cita a Novalis y se remite a Poetaseb, Stwdien zur frühro-
mantiscfian Po/itiJc und GejchicfiMu/fassung, Leipzig, 1907, pp. 64, 67), pero “sólo el
romanticismo político de un Adam Müller o de un von Haller (i) tiene que quedar
aquí fuera de consideración; éste no tiene nada que ver con la teoría del espíritu del
pueblo”. Wilhelm Metzger, Geselkchaft, Rec/it und Scotft in der Ethik. des deutscfien
ídeobmus, Heidelberg, 1917, p. 251, considera en conjunto a Fr. Schlegel, A . Müller
y K. L. von Haller como “románticos reaccionarios”, a diferencia de los históricos:
Savigny y Schleiermacher, von Schelling y la política de los primeros románticos; en
la p. 282 aparece Savigny como un romántico influido por A. Müller. Schleiermacher
ha sido tratado en detalle por Metzger, sus opiniones sobre eí Estado y la sociedad las
ha compilado Günther Holstein, Die StíW£sJ)fu¡osof>ftie Schleieimachers, 1922. Excelen
te la obra de Spranger, Lebemformen, p. 162.
en los tem peram entos rom ánticos de la é p o ca de ¡a R estauración , en
A d am Müller, Friedrich Sch legel y especialm ente en el círculo co n
servador de Berlín, esto podría indicar m ás bien una diferenciación
espiritual, porque tam bién tem peram en tos tan poco rom ánticos com o
Bonald o de M aistre h an influido de m an era decisiva en los rom án ti
cos alem anes. H aller h a sido con sid erado con razón com o un pariente
espiritual de Móser, lo que se com prueba por su m anera p ráctica, ob
jetiva, de aten erse a la realidad positiva de un orden social feudaí-pa-
m a rc a !.25 En cu an to construye m ás allá de eso, pertenece al antiguo
derecho n atural ded u ctivo .26 D e este m odo, entre los alem anes, q u e
da esen cialm en te A d a m M üller com o ejem plo h asta ahora indudable
de rom an ticism o p o lítico .27 Ju n to a Fried rich Sch legel y Z ach arías
25 Rexius, op. cit.: p. 317 (nota); a pesar de eso, en la p. 508 nombra juntos a M ü
ller y a Haller como los dos “profetas de la Restauración”, y a ambos como románticos
políticos. Sobre la vida y el carácter de Haller: Ewald Reinhard, Karl Ludu/ig non H a
llen án Lebenibild aus der Restaurationszeit, Koln, 1915 (Gorres Gesellschaft).
26 Que las argumentaciones de Haller son metódicamente un ejemplo de deduccio
nes del derecho natural lo ha explicado recientemente Metiger en of>. cit., p. 272. A.
von Amim í-quien, por otra parte, también tiene un buen ojo paca las teorías políticas-
señaló ya (en una carta a Gorres) el parentesco con Rousseau. "Según mi convicción,
padece de la misma insuficiencia que Rousseau, sólo porque la dirige hacia el otro ban
do y sabe darle una apariencia más histórica, aparece ante la gente como algo nuevo e
importante” (Reinhard, op. cit., p. 51). Muy claro Chr. Alb. Thilo, Die theologísiereruk
Rechts- und Smatilehre, Leipzig, 1861, p. 263: “los conceptos jurídicos de Haller no son
otros que los utilizados en el derecho natural". También Bluntschli, op. cit., p. 486, que
lo considera junto con Müller, Gorres, Bonald, de Maistre y Lamennais, dice de él: “és
te se diferencia esencialmente de los otros”; de manera parecida, Mohl. op. cit., 1, pp.
253, 254, y G: von Below, Der dentsc/ie Staac des Mittelakers, Leipzig, 1914, pp- 8 y 174-
Que no le cae en gracia a Bergbohm se comprende de suyo, casi inmediatamente: "él es
más bien un completo itisnaturalista, sólo que buscó el modelo de su derecho natural
en las instituciones positivas de épocas pasadas [...] es un doctrinario íusnaturalista
reaccionario, no un prosélito de la Escuela Histórica”, Jurisprudenz und Rechtsphilosophie,
Leipzig, 1892, p, 175; con referencia a Singer, “Zur Erirmerung an Gustav Hugo", en:
Zeííschr. f. d. Pmiat- und ñffentliche Rec/it, de Grünhut, 16, 1889, pp. 275 y ss. Sobre Ha
ller, recientemente: F. Curtius, Hotftíartd, 1923/1924, p. 200.
27 Metiger, op. cit., p. 260 llega incluso a considerar la Lehre uom Gegensatí, Berlín,
1804, de Müller, como el “escrito programático de la concepción romántica del mundo”.
Werner pertenece al grupo de literatos protestantes del norte de A le
m ania que tom aron la orien tación del sur y se con virtieron al catoli
cism o, por consiguiente, (si se prescinde del prem atu ram ente falleci
do N ovalis) pertenece al grupo cuyo cam ino se cruza co n el de los
filósofos alem anes del sur, H egel, Schelling y Jo h an n Ja k o b Wagner,
en los que la orientación p arece ir h acia el norte, pero cu ya actividad
espiritual no puede ser d efin ida por el predicado “ rom án tico” . D ado
que Friedrich Schlegel era activo en política y que, e n cierto senddo,
puede ser incluido dentro del rom anticism o político,23 en ton ces tam
bién hay que tom arlo en cu en ta. Pero antes de que la estru ctu ra del
rom anticism o político sea in d agad a a partir del co n ju n to de sus rela
ciones his tórico-espir itu ales y sistem áticas, es preciso m ostrar en un
ejem plo la p raxis de un rom án tico p olítico. Pues si n o se trata de
co n stru ccio n e s arbitrarias, sin o de la p e cu liarid ad d e cisiv a de u n a
m an ifestación vital política, n o es indiferente có m o se com portan in
concreto los rom ánticos p olíticos. Para C h ateaub rian d, ca b e referirse a
la brillante exposición de P aléologue.29 En A lem an ia, la actividad po-
lírica de A d am M üller m uestra la im agen típica del rom an ticism o po
lítico- D e allí resultará c u án in correcta es la in terp retació n hoy co-
Meinecke, op. cít., cap. V: "Friedrich Schlegel ím Übergang zur politischen Ro-
mantik”, p. 83: por medio de la conversión a la Iglesia católica y de la adhesión a Aus
tria, el romanticismo libre e individualista de Friedrich Schlegel se transformó en uno
con fuertes lazos políticos y eclesiásticos. También de Maistre y Bonald son para Mei
necke, naturalmente, románticos políticos (p. 240), ya que Meinecke, al contrario de
su capacidad de diferenciación en el examen de otras tendencias, adopta aquí un uso
del lenguaje generalmente fortuito y sustentado en lugares comunes. De este modo se
explica también la distinción tan asombrosa para un historiador tan sutil: romanticis
mo '‘libre" y “político".
29 ftomamisrne et Diplómate, Tailey'rand, Metternich, Cfuiteaubriand, París, 1924, pp.
101 y ss. N o es necesario decir que Taüeyrand y Metternich no eran románticos (Pa
léologue habla tan sólo de la “légeruk rcmantique tiu diplómate"), ambos eran tan poco
románticos como muchas otras figuras que han servido de ocasión para la productivi
dad romántica. Cuando Talleyrand es presentado por la Sand de manera literaria co
mo una figura romántico-demoníaca, continúa siendo históricamente lo que es, un
técnico brillante de la política de gabinete.
xriente, que pone b ajo la m ism a categoría de espiritualidad política a
h om bres com o Burke, de M aistre y B onald ju n to a A d am M üller y
Friedrich Schlegel.
I. La situación externa
El m ovim iento rom ántico, que apareció a fines del siglo XVin en A le
mania, se hizo p asar por una revolución, y estableció en consecuencia
una relación con los acontecim ientos políticos en Francia, En vista de
las condiciones sociales existen tes en los dom inios de este m ovim ien
to, en el norte y el centro de A lem ania, era evidente que la relación
no era entendida políticam ente. El orden burgués estaba tan absoluta
m ente firme que p od ía perm itirse sin la m enor sospecha entusiastas sa
ludos de bienvenida a la revolución. C u ando el gobierno de H annover
hizo notar lo inoportuno de su con ducta a los profesores de G óttíngen,
Schlózer, Feder y Spittler -q u ien e s habían festejado desde su cátedra
la liberación de las n aciones del yugo de la tiran ía- estos m ismos e sta
ban m anifiestam ente asom brados de ser tom ados tan en serio. Si en la
corte prusiana se m ostraba una alegría particular por la revolución, e s
to podía ocurrir porque, según todos los cálculos, los acontecim ientos
en Francia debían con ducir a un debilitam iento de la potencia france
sa. Pero aunque la n u eva república desplegó una inesperada fuerza m i
litar y en el oeste de A lem an ia los estam entos am enazados del Imperio
gritaban al m undo su m iedo ante el expansionism o del Estado jacobi
no, nadie tem ía a las abstracciones de los derechos hum anos y de la
soberanía del pueblo, que en Francia habían dem ostrado una fuerza
tan temible. R ecién después de las guerras de liberación se expandió
en A lem an ia el tem or a una revolución surgida de aquellas ideas y se
convirtió en un pretexto para las m edidas policiales.
C uando Schlegel dice que la Revolución Francesa, la D octrina de la
ciencia de Fichte y el Wiíheim Meister de G oethe son las tendencias m ás
im portantes del siglo, o que la Revolución Francesa puede considerarse
el mayor y m ás singular fenóm eno de la historia de los Estados, esto de
be evaluarse en su sentido político del mismo m odo que m uchas otras
m anifestaciones de sim patía de los burgueses alem anes, que en la segu
ra tranquilidad del E stad o de policía dejaban actuar por sí m ism os a los
acontecim ientos y, por otra parte, en la región del ideal, acom pañ aban
la brutal realización de ideas abstractas que se desarrollaba en Francia.
Era el reflejo de un fuego m uy lejano. Sch legel tam bién superó fácil
m ente su entusiasm o. Pronto la R evolución Francesa no fue ya para él
lo suficientem ente grandiosa y sostenía que la verdadera revolución era
posible aún a lo sum o en Asía-, con sideraba a la R evolución Francesa
concreta sólo com o un ensayo muy prom etedor.1 Por el contrario, la re
volución de esos m ism os rom ánticos consistía en prom eter u n a nueva
religión, un n uevo evangelio, un a n ueva genialidad, un n uevo arte uni
versal. D e sus m anifestaciones en la realidad corriente ap en as corres
ponde alguna al foro externo. Sus hechos eran revistas. L a sensación
que causaban algunos literatos burgueses en los salones berlineses de
las hijas de banqueros, los escándalos sociales provocados por las intro
misiones en los m atrim onios de am igos o anfitriones, la declaración de
guerra a G oethe y Schiller, la aniquilación d e N icolai, la liquidación de
Kotzebue, éstos eran, considerados externam ente, algunos hechos. La
muy viajada M adame de Staél expresaba una vez su asom bro de que en
A lem ania pudieran exponerse librem ente los m ás osados pensam ientos
revolucionarios. D esde luego, ella con ocía tam bién la explicación: n a
die se los tom aba en serio. L a clase políticam ente determ inante, la n o
bleza y la alta burocracia, no se dejaba impresionar, en su superioridad,
por unos escritores que d aban conferencias bajo el protectorado de d a
m as con pretensiones literarias o que se les perm itía asistir a las reunio
nes de la alta sociedad,2 y estaban ansiosos por asimilarse a la adm irada
ver, 1829, p. 243). “Los aristócratas buscan distracción y recreo y quieren estreme'
cerse un poco alguna vez, para que el espíritu inmortal no se adormezca completamen
te. Pues con ello también está contenta ía multitud que ayuda a llenar la sala y que ha
acudido, en parte, para haber estado en sociedad con gente distinguida, en parte, para
mostrarse como participantes de la alta cultura. Para entretener a este auditorio, todo
lo común y conocido tiene que lograr la apariencia de lo nuevo y de la sabiduría oculta,
que recién ahora se ha dado a conocer. Es preciso haber buscado palabras nuevas y cla
sificaciones, alusiones, interpretaciones sorprendentes. La disertación reflexiva y clara
del hombre inteligente no es suficiente y tiene que dar paso a las artes del equilibrista.
Todas las abras que son producidas de esa manera traen consigo en mayor o menor m e
dida huellas de esto: adornos falsos, brillo enceguecedor de afirmaciones exageradas,
expresiones inadecuadas, contraste estridente de las opiniones forzadas con las ideas
corrientes. A todo esto se agrega aún otro nuevo inconveniente; el tono de una confe
rencia no es para alumnos, sino para oyentes que exhiben el prestigio de hacerse ver, lo
que induce a una elegancia pedante. El orador se mete en un corsé que ni Demóscenes,
Fox, Burke, ni siquieta Bossuet, han llevado, a pesar de la consideración que éstos en
conjunto también han tenido por las personas que estaban ante ellos.”
* Diario austríaco.
El observador austríaco.
de considerarse como actividad política; después de un breve lapso, los
trabajos de redacción propiamente dichos fueron encom endados al más
experim entado Pilar. El hecho de que en 1809 redactara proclamas con
tra N apoleón e incluso las pegara con sus propias manos, lo honra, porque
demuestra que podía tener una sensibilidad espontánea. Pero recién su
colaboración en el parlam ento federal en Frankfurt, que tanto se había es
forzado por conseguir, podría llamarse acción política, si no hubiera termi
nado tan deslucidamente. También aquí, por supuesto, había comenzado
con grandes planes y promesas. D orothea escribió que Friedrich “se ocupa
ahora de constituciones y estam entos, del parlam ento federal y de asuntos
d e importancia", que concernirían en algo a sus hijos recién “en su efecto
futuro”. Trataba de involucrarse en asuntos diplomáticos y de evitar a su
jefe, el Conde Buol, que le había encargado algunos trabajos a Schlegel
cuando éste se encontraba desocupado, pero sufrió con eso un penoso fra
caso. Cuando M etternich solicitó a Buol en un mem orándum del 16 de
septiembre de 1816 que se alcanzara influencia sobre ía opinión pública
por medio de folletos impresos y diarios, m encionaba como escritores que
entrarían en consideración para ello a A d a m Müller, Klüber, N ikolaus
Vogt y Saalfeld, pero no a Schlegel. Buol, no obstante, le hizo redactar un
memorándiim. Excepto éste y otros trabajos no tenidos en cuenta -la s Be-
merkungen über die Frankfurter Angelegenhéten * con las cuales se fatigaba,
artículos de diario, entre ellos uno sobre el parlam ento federal, al que
Gentz calificó de trabajo de un “iluso bienintencionado’’- hasta la fecha
de su relevo del cargo (14 de abril de 1818) Schlegel no podía mostrar
ningún resultado de su actividad política. La corrección de los protocolos
del parlamento federal, de la que se había hecho cargo voluntariamente,
pronto le fue quitada. Por último, sus cartas a conocidos influyentes, así
com o las de su mujer, están repletas de pedidos de intercesión en reclamos
por indemnizaciones, de pedidos de viáticos, de solicitudes de ennobleci
miento;® junto a todo ello, hay caracterizaciones de sus superiores litera
9 Carta a Gentz det 9 de abril de 1819 (W. III, 1, p. 390), además, por ejempio, G en e a
Pilar, el 9 de septiembre de 1818 (Brn^e an Pilac, editadas por K. Mendelssohn-Bartholdy),
W. Dorow a Schefíher, el 9 de noviembre de 1818 (Britífe an und van J.G.Scheffrurr, editadas
por Atthur Warda, 1 ,1, Manchen y Leipzig, 1916, p. 155). Heímich Finke, Über Friedrkh
und Dorodim Scfikge!, Kóln (Gorresgesellschaft), 1918, pp. 10 y ss, 34 y ss. La clase de in
terpretaciones erróneas sobre el significado político de Schlegel que se han difundido pue
de saberse de la mejor manera a partir de la observación de C. Latreille, Joseph de Maisne et
la Papauté, Parts, 1906, p. 282, según la cual Schlegel fue “ambassadeur tí'Autnche á Franc
hón” y organizó Austria en el sentido de las ideas de de Maistre (!).
10 Muy claro en la reseña de las Voríesungen üfier die deuache XVissemchaft und Litera-
tur ‘ [Lecciones sobre la ciencia y la literatura alemanas} de Müller, Dresde, 1807, en
los Heíde&ergisc/ien Jahrbücher, 1808, pp. 226 y ss., t. 143 de la Deutsche Ndríonallitera-
cur de Kürschner, pp. 405 y ss. En su carta a August Wilhelm Schlegel del 14 de junio
de 1813, dice de Müller: “un charlatán, de lo que él tiene un pequeño resabio, progresa
aquí con mayor facilidad; sólo tos hombres inteligentes no prosperan aquí (se. en Vie-
n a)”. Epistolario de Friedrich Schlegel con su hermano August Wilhelm, op. cit-, p. 638.
lí Woltgang Mernet, Die Deutsche Uteracur, 2a. ed., I, Stuttgart, 1836, p. 306:
“Adam Müller, su sombra, lo ha imitado en el terreno político y artístico, fue un rene
gado como él y lo ha sobrevivido porque se ha imbuido de su espíritu". D e manera se-
M üller era desde 1815 cónsul general austríaco e n Leipzig. Hábil y
servicial, había sabido crearse allí un círculo de influencia. El hombre, de
45 años, en una ocasión escribe a Gentz m elancólicam ente que en su
“salón de Leipzig”, su vena retórica, estim ulada por los artículos de los
diarios, se derrama y agota frente a algunos jóvenes bienintencionados,
pero sin efecto ulterior. Pero la conclusión de la carta dice otra cosa. Mü-
11er hace aquí el balance de su vida. Sabe que no es poca cosa, com o bur
gués sin nombre y sin estirpe, haber llegado a ser cónsul general imperial
en Leipzig. A gradece por ello (sin ninguna ironía) “a Dios y al príncipe”
(M ettem ich ). A pesar de eso: “habiendo alcanzado hace siete años la ci
m a de aquello que puede desear de m anera sensata”, el abogado burgués
de la nobleza hereditaria (cuyo ennoblecimiento se dem oraba), se lam en
ta de que los aristócratas “cierran el cam ino a sus mejores defensores", y
que “las prerrogativas de nacim iento en Europa, por m edio de nuestra
muy esencial colaboración, comienzan nuevam ente a am pliarse”. Y con
todo, nuevam ente; "N uestro príncipe (M ettem ich) es feliz, ése fue hasta
ahora m i consuelo”.12 M üller tuvo la alegría, que al mismo tiem po fue un
triunfo político, de que bajo su influencia el duque Friedrich Ferdinand
von A nhak-K ótth en se convirtiera al catolicism o; obtuvo un reconoci
m iento que hizo realidad el deseo de su vida, el ennoblecimiento. En to
da esta actividad siempre había sido solamente la herram ienta incondi-
cio n al de M ettem ich , y sus “d iv ag acio n es” no ocurrían en la praxis
política, sino en las alusiones teóricas de sus escritos. A l final de su vida
era sencillam ente un católico bueno y piadoso, m uchas veces tan humil
de que para un juicio hum ano com pensó con ello una década de dudosa
am bigüedad.13 Pero la época en la que pudo tomar decisiones políticas
11 Rexius, ofx cít., p. 506, donde se pone de relieve el significado de la influencia in
glesa para !a orientación positiva en ia ciencia jurídica y en la historiografía alemana.
b De ahí que los estudiosos de Góttingen tampoco se interesaran por las i^ y é c ji*^
con que los adversarios de los filósofos trascendentales respondían a la ar^á'^anfcia de
m entalidad inglesa, con su con com itan te objetividad y bu en sentido,
se rom antiza en el jo ven berlinés, volvién dose anglofilia. El hijo del
oficial de tesorería b u sca im itar a l inglés rico frente a los e xtrañ o s y ya
en el com ienzo de su actu ación m uestra la inclinación a ad ecu arse rá
pidam ente al ideal de la elegan cia social que era predom in ante en su
m edio.16 A l m ism o tiem po, Inglaterra se volvió p ara él la p a tria de la
filosofía; incluso allí debían erigirse los arcos de la A ca d em ia q u e p en
saba fundar, ju n to co n eso, sus in tereses perm anecieron e n policrom ía
rom ántica; econom ía política, filosofía n atural, m edicina, literatura,
astrología. S u prim er libro, Die Lehre vom Gegensatz* (1804) m uestra
este carácter p olifacético que no p o d ía dejar sin tratar n in gún objeto
interesante, ni dar cu en ta de n in gun o de m an era ob jetiva, y que cul
m inaba en la ten tativa de fusionar a G oeth e y a Burke en un tercero
superior. Burke era el expon en te de lo in glés, G oeth e, del rom an ticis
mo; en am bos casos no se tratab a de figuras reales, sino de figuras ro
m án ticas qüe, por lo tan to, podían ser fusionadas fácilm en te. D ado
que el autor era rom ántico, en el prólogo partió del h ech o de que la
revolución había fracasad o, tal com o era tam bién la co n cep ció n de
Schlegel ya en 1803. "Sistem as filosóficos” -a fir m a - “co ron as q u eb ra
d as, co n stitu cio n es re p u b lican as, p lan es teoftlan tró p íco s, em p resas
fracasadas para la con servación com o para la destrucción , principios
m orales y m anuales de derech o n atural, deberes exh au sto s y derechos
perdidos, yacen jun tos en un a enorm e pila de escom bros, y h asta ah o
ra ningún escrito, nin gún diálogo, ninguna acción que n os legó ía tu
m ultuosa conclusión del siglo xvm se h a realizado". En e stas circu n s
tancias, el jo ven escritor quería retom ar la em presa fra c a sa d a de la
éstos. Sin embargo, en el Neue¡ Mmsímít» der Fhiíosophie und Literatur de Bouterwek
aparecieron algunas parodias de la nueva filosofía y del romanticismo; sin duda perte
necen a lo mejor que ha creado la literatura alemana en cuanto a parodias.
16 El joven Eichhom se sorprendió de que sus amigos Kurnatowski fueran "jóvenes
muy cultos” Qoh. Friedr. Schulte, Karl Friedrich Eichhom, Sein Leben und Wír(ten,
Stuttgart, 1884, pp- 9-10). Fr. von Raumer se expresa demasiado maliciosamente al
respecto, op. cit., i, p. 40.
' La doctrina de la oposición..
revolución y llevarla a su fin, darle un n uevo con ten ido a las palabras
religión, filosofía, naturaleza y arte, hacer saltar los lím ites de! tiem po
hasta ahora m ecán ico y trasplantar las especulaciones abstractas de la
revolución espiritual al suelo de la realidad.
En los años siguientes sus pensam ientos no se aclararon, pero su
situación social y econ óm ica era tal que su am bición debía estar ago-
biada por eso. Vivía co n sus am igos polacos Kurnatow ski y H aza, que
tam bién lo h abían h ech o “d ip u tad o” de su Swdpreimisc/ie» ókonomis-
che Sozietdt*. Pero b asta ver los anales de esta asociación de p ropieta
rios rurales p a ra com prender que un hombre jo v e n que estab a absor
bido por el deseo de represen tar un papel e n la realidad social, n o
podía estar satisfecho co n e sto .17 En la m elancolía de su aislada es
tancia cam pestre sufría fuertes depresiones, se sen tía enferm o, reduci
do a vegetar y se aficionó a la astroio gía18 y a la m eteorología; final
m ente, respondió a la in v itación de G entz a V iena (del 8 de febrero al
30 de abril de 1805). A llí se convirtió ai catolicism o el día antes de su
viaje de regreso.19 En octubre de 1805 se tran sladó ju n to a los H aza,
con quienes vivía, a D resde y aquí, jun to a B ó ttiger y G, H. Sch ubert,
z0 De las reseñas, se mencionan: jen. Aüg. L¿t. Ztg., N e 26, del 6 de noviembre de
1806, N- 155, del 2 de julio de 1807 (breve referencia a la segunda edición), Fmimüti-
gtí, 1806, 2a. mitad, pp. 88 y ss., p. 197 (respetuosa reseña de G. Merkel); Oberdeutsche
AÍIg. LíteratuRdtimg, N c txiv del 9 de junio de 1808 y ss. Cfr, también joh. Bobeth,
Efe Zeitschriften der Romanuk, Leipzig, 1911, p. 192,
’ Pallas, una revista para el arte de la política y de la guerra.
21 Bnefu'ectad Genr^ Müíler, Stuttgart, 1857, N- 93, 28 de mayo de 1808.
realizar a m b a s e n u n a: ya en el in v iern o de 1 8 0 8 -1 8 0 9 d ic tó en
D resde lecc io n e s sobre “ la to talid ad de la política” , en las que de
fendía a la n obleza feudal y dab a al m ism o tiem po u n a serie de ob
servacion es p o líticas e históricas. L as leccion es fueron d ic ta d as “ a n
te Su A lte z a Seren ísim a, eí Príncipe B ern h ard von Sachsen -W eim ar
(com o cuyo p recep tor estab a co n tra ta d o M üller), y un a reunión de
hom bres de E sta d o y d ip lo m á tic o s” . L as p u b licó b a jo el título de
Elemente der Staatskun st,’ co n el que quizás alu d ía a los Eíememos de
geometría de E u clid es. T am bién a q u í el éxito se lim itó al estrech o
círculo de los c o n o cid o s.22
M ien tras tan to , M üller se había ido a Berlín en la prim avera de
1809 porque su estan cia en D resde se había vuelto imposible, ante to
do, desde el pun to de vista social y moral: había seducido a ía mujer de
su anfitrión y am igo de tantos años, con la que se casó p oco después en
Berlín; pero tam bién por razones políticas. N o era que por patriotismo
se hubiera dejad o llevar hacia expresiones o acciones im prudentes, co
mo ocurrió con Kíeist o con el joven Dahlm ann. En sus lecciones sobre
política fue suprim ida toda referencia explícita a la época y en varias
ocasiones incluso la palabra “francés”, que fue incorporada nuevam en
te m ás tarde, en la edición berlinesa; quizás una medida forzada por la
* Elementos de política.
11 Además de la reseña de Rehberg ya mencionada, deben referirse las siguientes:
Jen. A/ig. Ut. Ztg., N ° 60, 13 de marzo de 1810 (con observaciones desfavorables co
mo: “En todo esto existe un gran malentendido, del que sólo es incierto si está pro
ducido intencionalmente por el autor o es necesario para el espíritu del mismo" o:
"en virtud de la opinión favorable que el autor tiene de sí mismo, cree haber abarca
do todo lo que ha ocurrido en los tiempos recientes para el perfeccionamiento de la
teoría política", etc.). Neue L£ipü. ¡Jteraturzeitung, N s 80, 5 de julio de 1809, p. 1265
(sobre las lecciones segunda y tercera, publicadas por separado bajo el título: Von der
idee des Staates und ihren Verhaítmsjen zu den “populdrm Scaatscheorien" * [Acerca de ia
idea del Estado y sus relaciones con las “teorías políticas populares"], Dresde, 1809;
también por rechazo a las “brillantes antítesis"); Góttinger Ge¡. An^., N 2 91, 9 de ju
nio de 1810, pp. 899 y ss. (¡Qué e! cielo nos proteja de las ciencias sin definiciones y
sin conceptos claros!).
censura.23 En los Elemente der SLaatskunst h ace observaciones m alicio
sas dirigidas a la gente de la “Liga de ía V irtud” , habla de su “m elanco
lía teatral”, que “seguram ente los hace sentirse distinguidos” y, prob a
b lem en te alu d ien d o a K leist, de sus “p e n sa m ie n to s de v en g an za y
asesinato, con los que coquetean” (il, p. 6). A l honrado M artens, que le
entregaba una carta del conde von Gótzen y quería informarse sobre el
estad o del m ovim iento patriótico en Sajorna, lo trató con presuntuosa
am abilidad, que era al m ism o tiem po ridicula e insultante.24 Pero cu an
d o los franceses entraron en D resde tuvo que huir, porque poco tiem po
antes, m ientras los austríacos estaban en la ciudad, se había hecho n o
tar dem asiado abiertam ente en favor de sus intereses. Sin em bargo, e s
ta catástrofe tam poco fue de tal índole com o p ara que quedara co m
p rom etido m ás o m en os d u rad eram en te “ en las a ltas e sferas” .25 En
Berlín, presentó al gobierno prusiano una in teresan te propu esta (en
23 Compárese Idee des Staatzs, pp. 18, 22, 43, con Elemente i, pp. 59, 85, 86 (ien lu
gar de “Revolución Francesa", allí se dice solamente “revolución”!), o Idee, p. 18, con
Elemente, p. 34 (la referencia a la “vecindad más allá del Riri" está ausente en Idee) .
24 C. v. Martens; Denkwürdigkeiten aus dem ktíegerischen und ¡jolitischen Leben emes
alten Offizien, Dresde y Leipzig, 1848, p. 87: “En el Sr. A dam Müller encuentro al con
trario exacto del Sr. von Pfuel, El conde von Gótzen me había dicho que podía confiar
plenamente en este hombre y yo estaba provisto de una carta dirigida a él escrita en
un tono simpa tizante, en la que estaba explicado en líneas generales eí objetivo de mi
viaje. El Sr. Müller me recibió con una amabilidad presuntuosa y estudiada, sentado
en su escritorio vestido elegantemente. Tomó el escrito, explicó que no tenía tiempo
para conversar conmigo ni para leer el escrito entregado y me invitó a visitarlo a la
mañana siguiente. Dejando de lado esta ridicula y amanerada distinción, que me desa
gradó mucho, al día siguiente, con todo, fui a verlo de nuevo y fui recibido de la mis
ma manera. Me agradeció por el escrito, me pidió que le transmitiera al conde von
Gotzen sus respetos y nos deseó suerte en nuestro emprendimiento, pero lamentó con
un diplomático encogimiento de hombros no poder abrigar ninguna esperanza de que
encontráramos en la opinión pública presente en Sajonia alguna colaboración o algún
éxito, y que él mismo, por su posición personal, estaría completamente impedido de
interesarse de la manera que sea en nuestro proyecto. Lo dejé y no lo volví a ver".
Bnefe und Aktenscücke aus dem Nachlass vori Scdgemann, editadas por Franz Riihl,
Leipzig, 1899, i, pp. 117, 135-136.
una carta al consejero privado de finanzas Stagem ann, conocido suyo,
del 20 de agosto de 1809), expuso la necesidad de que el gobierno ejer
ciera u n a influencia constante sobre la opinión pública, con excelentes
ob servacion es sobre las ve n tajas de un periódico oficioso; al m ism o
tiempo, tenía un plan ingenioso para sabotear a la oposición anticipán
dose a ella; escribió textualm ente: “M e atrevo, 1- a escribir un periódi
co gubernam ental y bajo la autoridad del C on sejo de Estado, 2Q an ón i
m am ente y bajo la m era connivencia del mismo, a escribir al m ism o
tiem po un periódico popular, en otras palabras, un diario m inisterial y
uno op o sito r".26 En esta carta, com o tam bién en el escrito que presentó
algun as sem an as m ás tarde, la Memoire betreffend die Redaktion eines
Prm sstschen Regierungsfeíatces,* p u so siem pre de relieve su prin cipal
preocupación: que él sólo podría realizar todos estos im portantes servi
cios cu an d o el gobierno le proporcionara una posición social para p o
nerlo en co n tacto con los hom bres m ás im portantes y m ás favorables
del reino. El plan de fundar un periódico gubernam ental fue aceptado
por el gobierno prusiano. La em presa comenzó de m anera m uy prom e-
tedora para M üller; en algunos diarios ya aparecían notas en las que era
m en cio n a d o co m o re d acto r d el p eriód ico gu b ern am en tal p ru sian o
pronto a aparecer.27 Pero cu an do H ardenberg fue convertido en ca n ci
ller, M üller ya no fue tom ado en consideración para la edición del bole
asoció a los adversarios de Hardenberg, Íes prestó su ingenio, su pluma, y rio dejó de
hacer notar a codos quién conducía verdaderamente este asunto. Confesó a su amigo
Wtesel que, con este fin ¡incluso había dejado carras en el correo, con la intención y
ia esperanza de que fueran a caer en manos de las autoridades y les abrieran por fin los
ojos sobre su valor!"). Una reproducción más exacta del memorándum, en F t Meusel,
A. L u d. Manuiíz, n, 1, Berlín, 1913, pp. 252 y ss.
19 Además de las conocidas interpretaciones de Ranke, Klose, Treítschke, Leh-
mann y Meinecke, así como las publicaciones de Fr. Meusel sobre F. A. L. von der
Marwit: (Berlín, 1908 y 1913), fueron utilizadas: Remhold Steig, Heinrích von Kkists
Berlmer Kümpfe, Berlín y Sfuttgarr, 1901; Alexander Lewy, Zur Génesis der keutígen
agrarischen Ideen in Preussm, Stuttgart, 1898; Dombrowsky, Aus vner Biographie Adam
Mullen (Gottinger Dissertation, 1911), pp. 8-14, 83 y ss.; Fr. Lenz, Agrarfefire und
AgrarpoUak der deutschen Romanúk, Berlín, 1912.
m ente en Berlín que se había convertido al catolicism o y lo ocultó por
m edio de giros que en ese e n to n ces p a sa b a n por m o d ern o s.30 Los
m iem bros natos de la Tischgeselhchafc, gente co m o A m im , podían per
mitirse expresar abiertam ente su sim patía por la m entalidad católica;
pero el hijo del oficial de tesorería Müller, que quería lograr un cargo
com o funcionario superior a cualquier precio, n u n ca hubiera podido
hacerlo en Berlín profesando el catolicism o. Por eso m antuvo este as
pecto de su existencia en un segundo plano. Por lo dem ás, su actuación
30 Según Fr, Raumer, op. cit., p. 158, generalmente Müller se hacía pasar por protes
tante. También en el Morgenbotm -austríaco, pero que está al servicio de la propagan
da napoleónica- se lo menciona como protestante: “Adam Müller (él mismo un pro
testante) dice en sus lecciones sobre la literatura alemana etc. En ocasión de la
muerte de Müller'se mencionó en Inland, N a 31, del 10 de febrero de 1829, que en
1809 él, el severo, defensor de la santidad del matrimonio, como es sabido, había sedu
cido a la esposa de su amigo y anfitrión en Dresde, von Haza; Gorres, en un apasiona
do artículo en el Eos, se dirigió contra la "profanación de cadáveres", con el funda
mento de que esto correspondía al “período berlinés-protestante” de la vida de Müller
(Eos, N Q28, del 18 de febrero de 1829, p. 113). De la ruidosa y escandalosa polémica
periodística qué se originó en esta ocasión (Aujland, suplemento del N a 58, del 27 de
febrero de 182$, Inland, N 9 52, del 28 de febrero, Eos, 36 y 37 de! 4 y 6 de m ano, etc.)
sólo interesa aquí el hecho de que los tardíos amigos católicos de Müller consideraban
sin más este período de Dresde y Berlín como una época en la que Müller aún era pro
testante, si bien ya en el Kanversationslexikon de Brockhaus se indica el año 1805 como
fecha de la conversión. En sus cartas a Gentz, Müller le había confesado por ese en
tonces su catolicismo; el 27 de mayo de 1805, poco tiempo después de la conversión
(Bnefweclisel, N a 32), menciona un ciertamente sospechoso “catolicismo superior"; en
una carta del 25 de mayo de 1807 (Brie/uiee/iset, N e 67) es ya tan riguroso que juzga al
catolicismo de Fessler como una deshonrosa profanación, después de que él, el 6 de
febrero de 1808, había señalado a la poesía antigua y a la poesía cristiana de la Edad
Media (aunque no a la cristiandad) como los dos fenómenos más importantes de la
historia universal (Briefwechsel, N s 86), el 30 de mayo de 1808 reprocha a Schlegel
que la relación con Cristo no está clara (Briefwechsel, N ° 94, interesante en compara
ción con los juicios tardíos sobre el catolicismo de Gorres, N a 159 y 208). Por lo de
más, opino que Bottiger - a pesar de su negativa- es el autor del despacho del N 9 31
de Inlorui. Eí caso recuerda un hecho del año 1806, donde apareció un despacho con
tra Müller en el Freimwrigen y, cuando Gentz tomó parte enérgicamente en favor de
Müller, Bottiger también negó ser el autor (efe W. [, pp. 214-217).
política tam bién h abía com enzado con una postura no totalm ente h o
nesta. C u an d o e n 1808 entró en liza contra Buchholz para defender a
la nobleza, subrayó con gran énfasis que la nobleza no necesita defen
derse de ataq u es com o los de Buchholz, sino que la única injuriada por
esos ataques m ezquinos es la burguesía, y que intervenía en la polém ica
contra Buchholz sólo para defenderse a sí mismo y a su injuriada bur
guesía, si bien para él (A dam M üller) sólo adversarios com o M ontes-
quieu o Burke ju stifican el esfuerzo de una polém ica.31 La falsedad no
se encuentra en la m anera en q u e se recutre aquí a M on tesquieu y a
Burke, ésta era un a petulancia rom ántica que en la discusión política
sólo era esp ecialm en te im prudente, Pero con qué desprecio nobles y
burgueses debieron tratar a un hom bre que desde hacía años vivía en
las m esas de algunos aristócratas y que osaba presentarse com o el d e
fensor del h on or de la burguesía. Q uizás esto tam bién explica por qué
tantos con tem porán eos sentían que era un mentiroso. S e encon trarán
muy pocos ejem plos de alguien que aparezca de m anera tan general an
31 Riflos, t. i, p. 162, la. parte, pp. 87-88 ( = Verrruscíitt! Scfinften, VLena, 1812, 2a. ed.,
1817, i, pp. 162, 165; cfr. también Elemente i, p. 167). El artículo ¡mita tan bien los ges
tos de la indignación, burkeana que puede entenderse perfectamente el entusiasmo de
Gentz: “Yo sería malinterpretado si se esperara de mí una apología de la nobleza. Para
hacer de defensor primero debería reconocer a los pequeños charlatanes de mi patria co
mo mis adversarios y a la sagrada institución de la nobleza, eternamente inquebrantable,
como discutible y problemática. Si manos puras y poderosas, con razones puras y pode
rosas, si un Montesquieu, un Burke, debieran salir al ruedo primero y atacada, el ataque
sería violento y temerario, y yo podrfa fracasar en la defensa, en ese caso, valdría la pena
el esfuerzo. Pero, cómo puedo luchar contra los que se escudan detrás del espíritu de la
época -disoluto, laxo y (luctuante como es- detrás de una opinión pública que no com
prende a la nobleza, porque hoy pisotea lo que ayer ennoblecía. No, en estas páginas me
defenderé a mí mismo, a mi estamento, la burguesía, para disipar el reproche de que no
haya siquiera uno entre nosotros que por medio del honor y la justicia que pudiera ha
cerle al otro estamento, supiera honrarse a sí mismo y a su estamento” (semejante, con
una fundamentación "antitética”, Elemente I, p. 167). Probablemente a los propios datos
de Müller se debe también la nota en Haymann, Dresdens teilsmurlich verstorbene, teih
jetzi lebende SchriftsteÜer und Kunstier, Dresden, 1809, p. 459, donde el padre de Müller
figura como un “hombre de negocios".
te sus prójim os com o un em bustero, y eso que aquí no se trata de los
chism es de las cartas y de los diarios personales, en los que se refleja la
locuacidad rom ántica, sino de com entarios serios. La opinión de Reh-
berg ya fue citada; Solger habla de una “mezcla fraudulenta"; Wiíhelm
Grimm dice que todo lo bueno que se encuentra en M üller es “en prés
tam o” , y en una carta a su herm ano escribe abiertam ente: “¿N o sientes
tú tam bién que una cierta m entira se extiende a través de todos sus es
critos?” , y A lexan d er vo n der M anyitz con cuerda co n R ahel en que
M üller es un “falso cam arad a, m entiroso, corrom pido e irreligioso” y
que sólo le interesa su "papel distinguido".32
El cu adro estaría incom pleto si no se considerara com parativam ente
la actividad de M üller en los años siguientes, de 1813 a 1815, Por ese
entonces, tuvo oportunidad de confirm ar de m an era práctica su posi
ción com o lugarteniente de Burke en A lem an ia y sus ideas -a p ro v e
ch adas en Be.rlín contra H ard en b erg- sobre la n ecesidad de privilegios
estam entales y corporativos, sobre eí carácter detestable de la adm inis
tración estatal m ecánico-centralista y de todas las m edidas financieras
calculadas exclusivam ente a partir de los ingresos fiscales. D urante la
guerra de 11313, Roschm ann, el jefe regional provisorio, lo tom ó como
asistente y consejero periodístico para el Tirol. La región debía ser reor
ganizada después de la conquista. La autoridad central vienesa espera-
ba de la región no sólo la m ayor recaudación posible, sino tam bién su
“austricización”, es decir, su integración en el conjunto del sistem a cen
tralista del Estado y la supresión de los estam entos y sus privilegios: los
derechos estam entales de concesión de im puestos, la defensa local del
territorio y la capacidad autónom a para legislar en asuntos judiciales y
de policía. R oschm ann, un am bicioso arribista - e l archiduque Johann,
3Í Cfr. Solger, Nacfigeíassene Scfirc/íen, tomo 1, Leipzig, 18Z6, p. Z05. (Carta a Rau-
mer del 2 de diciembre de 1S10, también en E Raumer, Lebenserinnerungen i, pp. 227,
228.) W. Grimm en Sceig, Kleists Berlmer Kámpfe, pp. 505-506 (Frankfurter Zeitung, 12
de junio de 1914) y en carta de W Grimm a su hermano del 3 de octubre de 1809; en
la correspondencia de Rahel con A. von. der Marwitz, las cartas del 26 de mayo, Ia de
junio y 9 de junio de 1811. Las citas se podrían aumentar fácilmente.
en su diario personal, lo llam a simplemente “el rastrero"-, quería apro
vechar la oportunidad para convertirse en gobernador del T irol; por
eso, llevó a cabo expeditivam ente las intenciones de sus superiores e
incluso fue m ás allá de los deseos de éstos cuando le fue posible. S e tra
taba sobre todo, para él, de aparecer en Víena como un sobresaliente
adm inistrador de Ía hacienda, que no recurría a los fondos generales
correspondientes para las tropas destinadas al Tirol, sino que cubría las
necesidades con los recursos de la región misma. El im portante m ovi
m iento del pueblo tirolés, dirigido a ía restauración de los antiguos de
rechos particulares, fue reprimido y sistem áticam ente tergiversado en
los informes a V iena; de cara a los tiroleses, el método de esta política
consistió en una expeditiva recaudación de los impuestos establecidos
por el “ opresor y poco paternal” gobierno bávaro en im puestos al co n
sumo sobre los granos bávaros, m edidas contra los habitantes a causa
de las protestas “sediciosas” y un sistem a policial de espionaje. M üller
apoyó a su jefe R osch m an n a través de proclam as, mem orias y artículos
de diario (en el Bote von Südtirol) * y en realidad hay que considerarlo
com o el guía espiritual, ya que Roschm ann no podía prescindir de su
ayuda. En los inform es dirigidos a Viena, los “útiles servicios” de M üller
son m encionados elogiosam ente. M üller se sentía feliz de que el Kaiser,
M ettem ich y B ald acci -u n baluarte particularm ente enérgico de la
centralización bu rocrática- estuvieran conform es con él. “Entre N ápo-
les y Ginebra no me pasa desapercibida con facilidad una persona inte
resante, y del conocim iento de esta singular región no me arrepentiré
n unca”, escribió a Gentz; “los trabajos m ás interesantes me fueron ad
judicados por la gravitación natural; deseo que la recom pensa tome la
m isma dirección". S u m eta era, tal com o él la expresa, “no am putar la
carne salvaje de T iroí y de Italia, sino asim ilarla al cuerpo en tero”.33
ros de Müller son, en todo caso, sus informes. Cuando Rühl, op. cit., sostiene que en
los datos de Müller sobre sus vínculos con Hardenberg debe haber algo verdadero,
porque, de lo contrario, sus vínculos con Stágemann no habrían podido ser tart cor
diales, no advierte que Stagemann sólo tenía interés en el literato Müller, no en ei po
lítico. Que Müller en una carta a Gentz llame a Wiesel “descarado e ingenioso como
siempre", no es rajón para creerle menos a Wiesel que al mismo Müller. Incluso del
relato de Dombrowsky, con sus adornos dramáticos (op. cit., pp, 8-10), resulta que
Hardenberg no había pensado darle a Müller una misión importante {fia “misión"
consistía en que Müller transmitiera a Gentz los saludos de Hardenberg!) y que, inclu
so aún en Viena, Müller estaba preparado para cualquier tipo de retractación y para
un indigno e impertinente pedido a Hardenberg, con tal de ser bien colocado por él
en cualquier lugar. No sé si Dombrowsky tuvo conocimiento de la carta a Stagemann
del 20 de agosto de 1809 con la típica oferta de escritorzuelo; cuando, a pesar de eso,
llama a Müller “gentilhombre”, es lamentable que no haya explicado las concepciones
éticas o sociológicas que asocia con ese predicado. Tampoco puedo manifestar mi
acuerdo con ¡a observación de M. Pályi, “Romantische Geldtheorie”, Archiv f. So-
ziolui., t. 42, 1916, p. 89, nota 28; la imagen de Müller bosquejada por la mayor parte
de ios biógrafos de Kleist (salvo Steig) es siempre más correcta que cualquiera de las
desconcertantes descripciones de los autorretratos románticos. Con respecto a S. Rah-
rtier, Heinrick von Kkist ais Mensch und Dichter, Berlín, 1909, p. 128, sólo podría decir
se que es imposible atribuirle a Müller una agresión violenta hacía Kleist y que, por el
contrario, creer que un hombre de un temperamento formidable como Kleist alguna
vez haya agredido físicamente a un Adam Müller no significa una difamación de su
memoria. Según la opinión de Metzger, comparado con Novalis y Schlegel, ios otros
dos románticos que se convirtieron al catolicismo, Müller es “en su mejor época, sin
discusión, el más simpático" (op. cit., p. 252), lamentablemente no es claro cómo pue
de fecharse esta mejor época. La exposición de D. A. Rosentha! (en su Kotwenitsnhd-
der aus dan neunzehnten Jahrhunilen, j, 1, pp. 48 y ss., Schaffhausen, 1866) es inutiliza-
ble a causa de su finalidad apologética que, en el caso de un tema como la vida de
Müller, por cierto, es difícil de asociar con la fidelidad histórica, y sólo se la toma en
consideración por algunos datos fácticos. Tampoco son atendibles las observaciones de
Innerkofler sobre Müller (Kkmens Muña Hofbauer, Regensburg, 1910, p. 670).
sofía, así, ningún poder de la tierra habría podido excluir a C onsalvi
del congreso restringido”. Pero la Iglesia católica se m uestra aquí com o
la roca contra la que se quebró la vanidad rom ántica, que quería in s
truir a todos sobre su verdadera esencia. D espués de las guerras n ap o
leónicas apareció en A lem an ia el vigoroso m ovim iento religioso que
condujo nuevam ente a m uchos, católicos y protestantes, a una cris
tiandad piadosa y con scien te. Este m ovim iento capturó no sólo a ro
m ánticos y apocalípticos, no sólo a los seguidores de M adam e Krüde-
ner, sino tam bién al voluble Fessler en su lejan a S arepta y ai honesto
K anne en Erlangen y los convirtió en protestantes devotos. Encontró
a Müller, que ya se había orien tad o hacia el catolicism o, y lo llevó in
teriorm ente h asta las últim as con secuen cias de su orientación, a una
religiosidad ortodoxa, para la cual Gorres tam poco lo era suficiente e
incondicionalm ente, y que reprochaba á la Restauración de H aller no
partir de la revelación. Paulatinam ente, M üller dejó de ser rom ántico;
h asta qué punto siguió siéndolo e n los detalles, no es necesario que sea
decidido. D e todos m odos, es in correcto llam arlo rom ántico porque
era católico. Esta popular interpretación sólo se explica por la con fu
sión diletante del ob jeto rom antizado con el rom anticism o. E_l_catoli-
cism o no es rom ántico en absoluto. C a d a vez que la Iglesia católica
fue objeto del interés rom ántico y tam bién cad a ves que ella supo p o
ner a su servicio tendencias rom ánticas, ella m ism a no fue n unca, tan
poco com o cualquier otro poder m undano, sujeto y exponente de a l
gún rom anticismo.
II. La estructura del espíritu romántico
l. La Recherche de laréalité
1 La filosofía política de Spinoza está demasiado influida por el derecho natural ra
cionalista de! ambiente intelectual de su época y por Maquiavelo, como para que pue
da ser una expresión, típica y consecuente de su filosofía emanantista. La impugnación
de! racionalismo panteísra de Hegel por parte de Stahl está ya bajo la influencia de la
filosofía teísta de la Restauración.
* En castellano en el original.
tuación de superar el racionalism o por sí m ism a -a ltera conceptos
precisos de la filosofía de la época dándoles un contenido emotivo,
hace, por ejem plo, de una idée innée un sentiment mné-, ni sale m ísti
cam ente del m undo o lo trasciende, porque perm aneciendo en el
m undo, pero anhelando uno diferente y superior, encuentra siempre
el cam ino hacia la urbanidad. En esta suspensión de toda decisión
-sob re todo en el resto de racionalism o que é sta se reserva en toda
conducta irracio n al- se encuentra el origen de la ironía rom ántica,
este signo explícito que vuelve inm ediatam ente evidente la diferen
cia con el m isticism o, pues no hay ningún m isticism o irónico. La
contradicción decisiva consiste en que el m isticism o, com o lo for
m ula acertadam en te Chr. janentzky, es una “form a de m anifesta
ción de la conciencia religiosa”,2 m ientras que esta cuarta form a de
reacción corresponde esencialm ente a la esfera de lo estético. Esta
forma desarrolla el sentim iento específicam ente rom ántico de la vi
da y de la naturaleza, el cual, si quiere articularse intelectualm ente
(para lo qué no está capacitad o en absoluto a cau sa de sus propios
supuestos específicos, pese a la aparente intelectualidad que, en rea
lidad, es un sensualism o cerebral), m ezcla conceptos heterogéneos
d e sistemas; filosóficos (naturaleza, logos, yo) co n con ceptos de la
época sen tim en taliiados; sin em bargo, este sentim iento tiene una
productividad específica propia, esto es, la lírica. D esde el punto de
vista lírico-sentim ental percibe el racionalism o consecuente de la fi
losofía política de H obbes com o especialm ente hostil. Las ideas an
tiidílicas de un hom bre “m alo por naturaleza” , de una guerra de ro
dos contra todos, de una libre com petencia, le resultan ante todo
repulsivas. A sí, Shaftesbury elogia las costum bres sencillas y “n atu
rales" de los pueblos prim itivos, entre las que destacab a especial
m en te sus dotes m usicales. Pero recién en R ou sseau se distingue
2 Mystik und Ratiúnalismus, Munich y Leipzig, 1922, p. 9, efe también eí artículo ex
traordinariamente claro “Zur Theorie der Mysdk", de Erik Peterson, Zétscht f. syste-
matische Theologie i, p. 165: el misticismo existe solamente “en el campo de" la reli
gión... “en tanto que eí misticismo está ordenado ónticamente en el mundo religioso”.
m ás claram ente la especificidad de esta cuarta forma de reacción.
Incapaz de superar el racionalism o y siempre en dependencia inte
lectual del adversario superior {el Contrae social dem uestra eso), sin
embargo, logra paralizar la consecuencia de éste, y alcanza de otra
m anera lo real concreto que la filosofía busca por vías sistem áticas y
especulativas. El m odo peculiar por el que logra hacerlo apenas ha
sido exam inado hasta ahora, pero ya puede reconocerse en el Dis-
cours sur Vongine de l'mégalicé: la “naturaleza”, una idea com pleta
m ente racional de la filosofía tradicional, así como un sinónimo de
la “esen cia” racional y conceptual, de la razón y la legalidad, recibe
un contenido sentim ental; el “estado de naturaleza”, que la filosofía
anterior trataba com o una abstracción consciente o com o un hecho
histórico, se convierte en un idilio concreto que se desarrolla en el
bosque y el cam po, se vuelve una imagination romanesque.
El rom anticism o alem án de com ienzos del siglo XIX pertenece a esta
cu arta form a de reacción. En él, ideas de Hem sterhuis, Herder, H a-
m ann, Jaco b i y G oeth e son puestas al servicio de la reacción estética;
sin duda, com o S. Elkuss señ ala correctam ente, “diluidas en form a li
teraria” ^ H ay que notar, adem ás, que los conceptos de la filosofía de ía
época, que el rom anticism o hizo ob jeto de su alteración em otiva, fue
ron tom ados en parte de la filosofía kantiana, pero en parte tam bién
de los sistem as filosóficos de Fichte y Schelling, por lo tanto, de expre
siones de reacción al racionalism o. Por eso, la mezcla que surge nece-
sariam en te d el rechazo estético -em o tiv o de to da división lógica se
vuelve aún m ás turbia y la confusión parece imposible de desentrañar.
Las cuatro form as aquí expuestas rara vez están presentes en la reali
dad histórica en su pureza típica. Vico, por ejemplo, le reprocha a D es
cartes no sólo su abstracción ah istórica y carente de tradición, sino
* Imaginación novelesca.
3 Zur fieurteílung der Romamik und rur Kriük ifirer Forscfiwng- (Hístorísc/ie Biblia thek,
t. 39), 1918, p. 32. Este importante trabajo, inusualmente rico, lamentablemente ha
quedado fragmentario.
tam bién su falta de poesía; en Fénelon hay fuertes influencias neopla-
tónicas, m ediadas a través de M alebranche y A gustín ; la relación de
Shaftesbury con M alebranche está aún iejos de recibir ia aten ción su
ficiente; la filosofía de Spinoza contiene bastan tes elem entos m ísticos
com o para relacionarla con la segun da form a de reacción; cu án pro
fu n d am en te se relacio n a R o u sse a u co n el q u ietism o de G u yon , es
asom brosam ente claro gracias a las publicaciones de R M. M asson; es
te tem a fue d estacad o de m anera adm irable por Seilliére. L a m ezcla es
aún m ás fuerte en los rom ánticos alem anes. N ovalis - s i se quiere p o
ner a un joven entre tales ca te g o ría s- es y a m ístico, ya rom ántico, y
viene del círculo de los “H erm an os M o rav o s” , cuya religiosidad era
sospech osa de ser sólo “dulces experien cias” p ara los m ísticos de la B a
ja R enania. E n Friedrich Schlegel, Z acharias Werner y A dam M üller
ap arecen disposiciones de ánim o apocalípticas, después de que éstas se
habían presentado en toda Europa in depen dien tem en te de ellos. En
las relacion es d e B ren tan o con K ath arin a Em m erich se en cuen tran
analogías con ía am istad entre Poiret y A n toin ette Bourignon. El lla
m ado “rom anticism o político” de la R estau ració n es dependiente de ía
reacción histórica contra el racionalism o abstracto, que se origina co n
Herder, quien lograba otra valoración de la E d ad M edia a partir de in
tereses histérico-culturales y no rom án ticos, y tam bién con Bon ald.
A q u í podría nom brarse tam bién a Burke, pero este mismo liberal co n
tiene elem entos rom ánticos y da origen a un vínculo histórico entre el
aristócrata whig Shaftesbury y el rom án tico alem án A d am M üíler.4 A
pesar de eso, los tipos de oposición son fácilm ente diferenciables. A q u í
nificado de Burke la ha dado Siegbert Eíkuss, op. cit., p. 11: la corriente de ideas que
proviene de Burke se divide en una concepción, histórica del mundo y romanticismo
político en sentido estricto; en Burke están ambas unidas, pero en él también se aso
cian Ilustración, Reforma y Revolución, como movimientos individualistas y raciona
listas frente a! tradicionalismo.
* La alienación total de cada asociado con todos sus derechos a la comunidad, cada
uno dándose por entero.
eí portavoz político un sacerdote de la república, de ía iey, de [a patria.
El jacobinism o se enfureció con fervor sangriento contra todo disiden
te político, con tra toda opinión divergente. Su fanatism o tenía carác
ter religioso y el n uevo culto de la libertad, de la virtud o deí “S er S u
p rem o ” era su co n se cu e n cia n a tu ra l. In clu so A u latd lo- re c o n o c e .5
Todo enem igo político, sea D an ton, H ébert, etc., era un rebelde co n
tra el soberano único y suprem o, en consecuencia, un “ateo”. Puede
ser que un atroz egoísm o hum ano o que una rabiosa voluntad de po
der se valiera aq u í de un a ideología p ara desahogarse desen fren ada
m en te, com o ha sucedido m uch as v eces en la historia h um ana. Sin
em bargo, aquí lo decisivo es que se in voca con éxito una n u eva reli
gión. N o es la m ism a situación sí un m on arca absoluto dice que él m is
m o es el E stado que si un jacobino actú a de m odo tal que puede decir
efectivam ente: la patrie cest moi. U n o representa al Estado co n su per
son a individual; .el otro sustituye ai E stad o con su persona; cu an to m ás
quiere ser él m ism o, tan to m ás debe escon der su person a priv ada y
siem pre destacar claram ente que sólo es un funcionario de un ser su-
prapersonal, el único que es p oderoso y determ inante. Incluso si fuera
diferen te al rígido m oralista R obesp ierre y sólo estuviera Im pulsado
por m otivos egoístas, no podría disfrutar de los beneficios privados, del
poder, del honor y de la riqueza, m ás q u e furtivam ente, com o de un
residuo ocasion al y sin im portancia. N o es n ad a para sí, pero es todo
en su función de portavoz del verdadero poder, esto es, del pueblo o de
la sociedad. C u an d o se quiso regresar a la naturaleza, se encontró que
la realidad era la com unidad hum ana, de la cual el individualista sen
tim ental creía huir.
5 Histoire politique de la révolutian franqaise, p. 367: “Le cuite de l’Etre suprime ne fut
pos seulement im. expédient de défense jiaticmaie, mais aussi una tentaúve paur poser un des
fondemana essentieh de la cité ¡ature” *[E1 culto del Ser Supremo no fue solamente un
medio de defensa nacional, sino también una tentativa de plantear uno de los funda
mentos esenciales de la ciudad futura]- Según Sybel, Franzosische Revolución n, p. 545,
el culto del Ser Supremo era para Robespierre sólo un medio de su política. Pero en ia
p. 520 cita ía instrucción a los patriotas lyoneses del 16 de noviembre de 1795: el re
publicano no tiene otra divinidad que la patria.
Desde el punto de vista de su filosofía política cristiana, Bonald vio
en el jacobinism o de 1793 la irrupción de una filosofía atea. Desarrolló
una analogía entre la idea teológica y filosófica de D ios y el orden políti
co de la sociedad, que llegaba al resultado de que el principio m onárqui
co corresponde a la idea teísta de un Dios personal, porque requiere de
la persona de un m onarca com o providencia visible; una constitución
m onárquico-dem ocrática debe corresponder al supuesto deísta de un
dios extraño al m undo, com o sucedía en la constitución de 1791, según
ía cual eí rey era tan im potente en ei Estado com o eí Dios del deísmo en
el m undo: esto es para Bonald antirrealismo encubierto, com o el deísmo
es ateísmo encubierto. L a “ anarquía dem agógica” de 1793, sin embargo,
era ateísm o declarado: ni D ios, ni rey.6 Esta identité dans Ies principes des
deux sociétés, religieuse et politiqiie* tiene su justificación en la identidad
m etódica de num erosos conceptos teológicos y jurídicos, en especial del
derecho público, y -ta l com o ocurre con el paralelism o entre teología y
jurisprudencia propuesto por Leibniz- no debe confundirse con los pasa
tiempos de la teosofía y de la filosofía natural, que encuentran múltiples
analogías en relación con el Estado y la sociedad, así com o con el resto
de las cosas. La argum entación de Bonald qu en a ser una defensa de la
realeza y de ía aristocracia, pero contenía el reconocim iento de la nueva
realidad cuya forma era la nación. El reproche que Bonald formulaba
desde 1796 contra D escartes y M aíebranche decía: no ven lo esencial, la
sociedad hum ana; la sociedad y la historia, ésta es la realidad.7 En de
8 Consídérations sur la Frtmce, 1796, Eí sai sur le principe générateur des constitudom
politiquea, París, 1814 (escrito en 1809), N- XLVü y XL. En 1822 apareció una traduc
ción alemana en Náumburg; el traductor, Albert von Haza, el hijastro de Müller, aña
dió al escrito un prólogo y notas que contienen referencias a Burke y a Bonald, y se
basan, en cuanto al;contenido, probablemente en Müller.
No hay moral pública ni carácter nacional sin la religión, no hay religión europea
sin el cristianismo, no hay cristianismo sin el catolicismo, no hay catolicismo sin el papa.
9 C. Latreille, Joseph de Maistre et la Papauté, París, 1906, pp. 8-11; J- Mandouí, Jo-
íefifi de Maistre et la Polinque de la Maíson de Savoie, París, 1899; Emile Faguet, fbiíti-
£¡t*es et Moraíistes du diX'neuviéme siéde, 1. série, París, 1905, pp, 28-31; Ferd. Bruñe rie
re, Etndes critiques sur ¡'fiistoire de la littéraíuTe frangaise, 8. série, París, 1907, pp. 274,
275; George Goyau, Reme des deux mondes, l 9 de febrero de 1918, pp. 611 y ss.
Para estos adversarios de la revolución, la sociedad h um ana co n tie
ne ya una d eterm in ación histórica, se h a co n vertido en n ación. S in e s
ta determ inación, la com unidad ilim itada es en sí m ism a un dios rev o
lucionario que elim ina to das las barreras sociales y políticas y p roclam a
la fraternidad gen eral de toda la hum anidad. Si la superación de todos
los límites y la exigen cia de totalidad bastaran por sí m ism as p ara d efi
nir al rom anticism o, no habría un ejem plo m ás herm oso de u n a políti
ca rom ántica q u e la resolución de la C o n ven ción N acion al del 19 de
noviem bre de 1792, que decreta “qu’il accordera fratemité et secours á
toiís Ies peiípíes qui vouáront leur liberté, et charge le pouvoir exécutif de'
■donner aux généraux les ordres nécessaires pour porter secours á ces peu-
p l e s "* U na tal politique sanscubue suprim e todas las fronteras n a cio n a
les e inunda, la politique blanche, la política internacional de la S a n ta
A lianza y del legítim o status quo.
El co rrectivo d el desen fren o revolu cion ario se e n co n trab a e n el
otro de los dos dem iurgos, la historia. E lla es el dios conservador, que
restaura lo q u e el o tro ha revolucionado, ella constituye la com u n idad
hum ana genérica p ara el pueblo históricam ente concreto, que a través
de esta delim itación se convierte en una realidad sociológica e h istóri
ca y con serva ía ca p a c id a d de p rodu cir un derech o p articu lar y un
idiom a particular com o expresión de un espíritu n acional individual.
Por esa razón, qué es un pueblo “orgán icam en te”, qué significa “espíri
tu deLpueblo”, sólo puede establecerse históricam ente, ya que el p u e
blo no es m ás, com o en R ousseau, señor de sí m ism o, sino el resu ltad o
del desarrollo histórico. L a idea de un dom inio arbitrario sobre la h is
toria es la idea propiam ente revolucionaria; ella tiene por co n ten ido
poder “h acer” algo a discreción y tam bién poder crear por sí m ism o;
puede encontrarse, desde luego, en toda actividad hum ana. E l fan atis
m o desenfrenado del jaco bin o era pensam ien to “ahistórico” ; el q uietis
m o de la ép oca de la R estauración podía justificarse de este m odo; to-
* Que otorgará fraternidad y ayuda a todos los pueblos que quieran su libertad y
encarga al poder ejecutivo de dar las órdenes necesarias a los generales para llevar la
ayuda a esos pueblos.
do lo que ocurre es bueno, porque acontece en la historia; lo que es, es
racional, porque es la obra del espíritu universal que se produce a sí
m ismo; lo que la historia ha hecho, está bien hecho. La voluntas Dei in
ipso ja c to , ’ que an tes podía justificar todo, ha tenido que ceder a ia le
gitim ación histórica ex ipso facto.
Pero no debe con siderarse cad a acontecim iento histórico aislada
m ente y por sí m ism o, de otro m odo se estaría de nuevo en el raciona
lism o atom ístico-analítico del siglo xvni; sólo en la duración el tiem po
se con vierte en el ab ism o irracio n al a partir del cu al se produ ce el
acontecer universal. L a in vocación a la duración es el argum ento típico
de conservadores y tradicionalistas. Sólo la perm anencia duradera justi
fica cad a situación, el longus tempus. es, com o tal, el fundam ento jurídi
co último; el significado de la religión y de las fam ilias nobles para el
Estado reside en que éstas le dan duración y, con eso, ante todo, su rea
lidad.10 C uando el conservador Bodin objeta a la política de potencia
m aquiavelista que sólo atiende a la utilidad inm ediata y que a la larga
sólo conduce a la ruina del Estado form ula un a objeción que es tam
bién práctico-utilitaria y que hace valer una m era experiencia, sin con
vertir a la duración e n el fundam ento de la legitim idad de m anera siste
m ática. H asta1qué p un to Gentz es aún un hombre del siglo XVIII, sólo se
m uestra cuando habla de la duración. Él sim plem ente quiere decir que
para juzgar acerca de los acontecim ientos históricos hay que esperar; es
la sabiduría sensata: tempus docebit. 11 Pero ahora el tiem po com o hísto-
ticismo. Cuando en la p. 81, nota 3, cita la frase de Treitschke: “es el respeto a los he-
chos lo que hace al historiador", hay que destacar que el respeto a la duración sería una
caracterización bastante mejor.
13 Bodin, Répubiique, C. v. c. 1, "Des moyens de connaítre le naturel des pimples". A
causa del vocabulario astrológico con el que Bodin a menudo trata estas cuestiones,
quiero introducir aquí una observación: incluso a los buenos historiadores pasa desa
percibido cuántos pensamientos, presuntamente nuevos, están formulados en térmi
nos astrológicos por los autores de la Edad Media y de los siglos XVI y xvn. En modo
alguno permaneció oculto para esas épocas que todo pueblo y todo país tiene su carác
ter particular, según el cual se rigen costumbres y leyes, sólo que lo formulaban refi
riéndose al genio propio, al planeta o al astro particular del pueblo o del país. Esta era
una idea corriente y escritores totalmente banales del siglo xvn, como Cristoph Be-
sold, compusieron escritos sobre la naturaleza particular y el genio de ios distintos
pueblos y sus leyes y costubres heterogéneas.
incluso en el orden del sistema de H egel, y en el perfeccionam iento re
volucionario de este sistema, en el m arxism o, el pueblo aparece de nue
vo en la figura del proletariado com o el portador del verdadero m ovi
m ie n to r e v o lu c io n a r io , q u e se id e n tific a co n la h u m a n id a d y se
reconoce com o señor de la historia. D e lo contrario, el m arxism o sería
una filosofía de la historia com o cualquier otra, sin fuerza revolucionaria
ni energía para formar un partido político. Ya nada posibilitaba la vuelta
al antiguo D ios de la m etafísica cristiana, a pesar de los elem entos reac
cionarios y a pesar de la term inología cristoíógica de H egel, y Stahl de-
m ostró su superioridad reconociendo con certeza ai hegelianism o com o
el enem igo de las tradiciones existentes fundadas en el cristianism o y to
m ando com o pun to de p artid a la filosofía de Schelling, quien desde
1809 había vuelto a reconocer un D ios personal.1^
S tah l no era rom án tico.15 El rasgo esencial de la situ ación espiri
tual del rom ántico es su reserva resp ecto de la lucha de las divinidades
para preservar su personalidad subjetiva. Su posición es la siguiente;
bajo el im pacto del individualism o de Fichte, los rom ánticos se habían
sentido lo suficientem ente fuertes co m o para jugar ellos m ism os el p a
pel de creadores del m undo y producir la realidad a partir de sí m is
m os; al m ism o tiem po, eran los h eraldos de las dos n uevas realidades,
escrito Der Protestantismus ais politischas Prinzip, Berlín, 1853, p. 31, había despectiva
mente de la "intromisión de la sensibilidad romántica galante” en la teoría de la autori
dad. La palabra “galante" es aquí especialmente oportuna. La explicación de Erich
Kaufmanft, por lo demás tan clara y concluyente, lamentablemente acepta la equipara
ción de romanticismo y filosofía de la irracionalidad (Síudien rur Staatskhre des nionar-
chischen Príncipes, 1906, p . 54), que poco después reaparece en la terminología de Mei-
necke (Über den Begnff dtís Organismos in der Swatsiefire des i 9, Jaforfiiínderts,
Heidelberg, 1908,' p. 10; cosmovisión antirracionaiista y par eso, personalista-románti
co-teísta) .
Fuerza de atracción.
16 En los ejemplos de Stourdza y Baader es evidente que La Iglesia ortodoxa griega podía
tener eí mismo efecto que la católica romana. Si Schlegel hubiera ido a Rusia, como habría
hecho si allá se le hubiera procurado “un cargo verdaderamente excelente y espléndido"
Sin embargo, para com prender la situación del rom anticism o y el
significado que los rom án ticos daban a las dos nuevas realidades, es
necesario considerar un a com plicación que aparece a través del co n
flicto rom ántico entre posibilidad y realidad, £1 rom anticism o com en
zó com o un m ovim iento de los jóvenes contra los viejos y era natural
que la generación jo ven buscara una consigna sonora para oponerse a
la vieja dom inante. D a d o que no podía sacarla de auténticas realiza
ciones, se apoya en su m ism a juventud, en lo viviente, en su energía y
■vitalidad, es decir, en sus posibilidades. Ella es siem pre tem pestad e
ím petu [S tu m und D ran g], levanta nuevos ideales y de ese m odo crea
un espacio para sus realizaciones, las que posteriorm ente pertenecerán
de nuevo a lo viejo p ara la generación siguiente. A h ora bien, ía gen e
ración rom ántica, a fines del siglo XVIII, estaba en una situación espe
cialm ente difícil. Tenía ante sí a una generación cuyas realizaciones ya
eran clásicas y frente a cuyo mayor representante, G oethe, no podía
m ostrar otra productividad que un entusiasm o que se elevaba h asta el
éxtasis. Su actividad propia fue la crítica y la descripción de caracte
res; todo lo que pretendieran m ás allá de eso era m era posibilidad. H a
cían planes audaces y prom esas tem erarias, esbozaban y dejaban entre
ver, respondían a to d a expectativa de cum plim iento de sus prom esas
con nuevas prom esas, aban don aban el arte por la filosofía, la historia,
la política o la teología, pero las inm ensas posibilidades que habían
opuesto a la realidad no se hicieron realidad en ningún ca so .17 L a so-
(Carta 3 August Wilhelm del 16 de junio de 1813, op, rir., p. 537), e! resultado probable
mente habría sido semejante al de Baader. Cfr. su Philosojjfise der GescfccJtte, Viena, 1829, t,
2, pp. 270 y 55. También había otra conclusión de la situación romántica, encontrada por
Kierkegaard, el único grande entre ellos (pues 3 Kleíst no lo incluyo entre los románticos).
Todos los elementos del romanticismo estaban activos en su obra: ironía, concepción esté
tica del mundo, oposiciones entre lo posible y lo real, lo infinito y lo finito, el sentimiento
del instante concreto. Su cristianismo protestante lo hacía un individuo aislado y que
conscientemente existe en su relación con el Dios deí cristianismo. En la inmediatez de la
relación con Dios era superada toda comunidad humana por más valiosa que fuera como
tal. Pero esta solución no entra en consideración para el romanticismo político.
17 Con respecto a Friednch Schlegel podemos renunciar a la demostración en detalle
lución rom ántica a esta dificultad consiste en colocar a la posibilidad
com o la categoría superior. Los rom án ticos no podían desarrollar el
papel del yo productor del m un d o en la realidad corriente; preferían el
estado de eterno devenir y las posibilidades que n unca se realizan a la
lim itación de la realidad con creta. Pues siempre se realiza sólo una de
las incontables posibilidades, en el in stan te de la realización queda ex
cluida la infinitud de posibilidades alternativas; un m un do es destruí-
do a cam bio de una realidad de poco alcance, la “plenitud de la idea”
es sacrificada a una determ inación m ezquina. Toda palabra h ablada es
ya, en consecuencia, una falsedad, pues lim ita el pensam iento ilim ita
do; toda definición es una c o sa m ecán ica y m uerta, ya que define la
vida indefinida; toda fundam entación es falsa, porque con el fu nda
m ento siempre está dado tam bién un límite.
D e este m odo, ahora la relació n se invierte; no es la posibilidad la
que está vacía, sino la realidad, no la form a abstracta, sino el con teni
do positivo. Esto tam bién significa una inversión desde el punto de
vista filosófico. La época b u scab a la realidad con creta p ara superar la
enigm ática irracionalidad del ser real. S i esto debía ocurrir por m edio
de un a racionalización, la infinitud de la vida era elim inada otra vez,
pues de ese'm od o ella era n uevam en te circunscripta y definida con
ceptualm ente. El sentido de las sutilezas de los filósofos, así com o el
excitado cerebralism o de m uch as expresion es rom ánticas, consiste en
que quieren explicar y com pren der la existen cia sin renun ciar al vér
* Completamente.
13 Un excelente ejemplo es el libro de J. J. Wagner, Der Staat, Würzburg, 1815. El
desarrollo que en Hegel avanza hacia síntesis siempre nuevas, en el caso de Wagner
parece ser em anación de una n ecesid ad constructiva que se desarrolla
desenfrenadam ente, sin interés alguno por la realidad em pírica de las
cosas. L a línea geom étrica no es rom ántica, sin o el arabesco. T oda la
filosofía de la naturaleza del R en acim ien to, que es an terior al gran
punto de inflexión cartesiano, no tiene n ad a de rom ántico; sin duda,
la filosofía de la naturaleza de Sch elling es rom ántica, pero no com o fi
losofía de la naturaleza. E sta, al igual que otros elem en tos m ísticos,
teológicos, filosóficos y espirituales, es utilizada por el rom anticism o; la
construcción filosófica natural, del m ism o m odo que la construcción
histórica y psicológica, es rom antizada. Ello se lleva a cabo e n las for-
¿Pero de qué gózate cuando finalmente estaba solo? De mí mismo, del universo entero.
cen tran todo en un punto. A este respecto, A dam M üller supera a to-
dos los dem ás: la belleza suprem a no es más que el arte no es m ás
que ..., el dinero no es m ás que ..., la popularidad no es m ás que ..., la
separación de ideal y realidad n o es m ás que ..., positivo y negativo no
son m ás que ... el m undo entero no es m ás que “no es m ás q u e”. (El
rom ántico tenía tam bién así la posibilidad de explicar la realidad por
m edio del sensualism o m ás elem ental: el m undo, por lo tanto, es lo
que es.) N uevam en te, el m ism o punto no es otra co sa que una con
centración del círculo, el círculo, una expansión del punto. E n conse-
cuencia, la realidad sustancial fue superada. Tam bién el concepto fue
superado, y, por eso, todo este juego de puntualización y ciclizadón ya
no tiene ningún vínculo con el análisis y la síntesis, con el pensam ien
to atom ista y eí dinámico.
El in stan te, el tem ido segundo, se transform a tam bién en un punto.
El presente no es otra co sa que eí límite puntual entre el pasado y el
futuro, co n ecta a am bos "por m edio de la lim itación” y es “solidifica
ción, cristalización ” (N ovalis). A lrededor del presente com o centro
puede trazarse un círculo; el presente puede ser tam bién el punto en el
que la tan gen te de la infinitud toca al círculo de la finitud; pero es
tam bién el punto de partida para una línea al infinito que puede tom ar
cualquier dirección. D e este m odo, cad a acontecim iento adquiere una
am bigüedad fantástica y onírica, y cad a objeto puede llegar a ser cu al
quier otro. El “universo es la prolongación de mi am ada", pero tam
bién a la inversa, “ la am ada es la abreviatura del universo”, “cada indi
viduo es el centro de un sistem a de em anaciones"; las em anaciones,
en lugar de fuerzas m ísticas, so n líneas geom étricas, el m undo se des
com pone en figuras y el objetivo es “ la m anipulación del universo” .19
Estas form as caren tes de su stan cia pueden ponerse en relación co n
w Blütenstaufc * [Polen], Fragm. 1 (ed. Minoi, ¡I, p. 111) “una palabra-comando, di
ce allí más adelante, mueve ejércitos". Por las demás citas en el texto, cír. Glaube und
Liebe *[Fe y amor i, N1' 4 y 12 (ed. Minor, li, 146, 147, 149, 130, 131); Blüt¿nstaub,
Fragm. 27, 66, 102, 116, 119, 124 (il, 136, 140, 141); Studienhefte * [Cuadernos de es
tudio] 1108 (w, 373); Müller, Elemente, tu, pp, 192 y ss,, pp, 228 y $$., p. 256.
cualquier contenido; e n la anarquía rom ántica cada uno puede organ i
zar su m undo y realzar cad a palabra y cad a sonido com o un recipiente
de infinitas posibilidades, transform ar cad a situación y cada aco n teci
m ien to de m an era rom án tica, por ejem plo, com o h ace B e ttin a von
A m im en sus novelas epistolares. C u an d o N ovalis dice que cree en las
figuras del pan y el vino, no se le debería atribuir otra fe que la que él
m ism o tiene: él quiere decir literalm ente que todo puede ser p an y vi
no. C ree en la Biblia, pero todo auténtico libro es una Biblia; cree en
el genio, pero todo hom bre es un genio; cree en los alem anes, pero
alem anes hay en todas partes; a pesar del supuesto sentido histórico
del rom anticism o, p ara N o v alis la alem an id ad no se lim ita al E stado y
a la raza, ni siquiera a A lem an ia; especialm ente los franceses habrían
recibido una porción de alem anidad gracias a la revolución de 1789.
C elebra la A n tigüedad, pero la A n tigüedad está en todo lugar donde
esté el auténtico espíritu; se reconoce com o realista y m onárquico, p e
ro “todos los hom bres deben llegar a ser dignos de alcanzar el trono";
sólo am a a su mujer, pero con ayuda de la fantasía puede transform arla
en m iles de otras m ujeres. S i esta disolución general, esta m agia lúdica
de la fantasía, perm aneciera en su propia esfera, sería irrefutable d en
tro de los límites de su círculo. Pero se m ezcla con el m undo de la rea
lidad corriente de foTma caprichosa y arbitraria. En un cam bio y co n
fusión generales de los conceptos, en u n a escan dalosa prom iscuidad
de los térm inos, todo se vuelve explicable e inexplicable, idén tico y
opuesto, y todo puede ser sustituido por todo. El arte “de transform ar
todo en Sofie* y viceversa" se aplicó a todas las cuestiones y discusio
n es de la realidad política. E sta generalización del “y viceversa” es la
p iedra de los sabios e n la gran alquim ia de las palabras, ella puede
transform ar todo el barro en oro y todo el oro en barro. C a d a co n cep
to es un yo y viceversa, cad a yo, un con cepto, cada sistem a un indivi
duo, y cada individuo un sistema, el E stado es la am ada y deviene un ser
hum ano, el ser h um ano deviene Estado; o en la Lehre vom Gegensatz
Sophie von Kiihn (1782-1797), la primera novia de Novalis; ella murió muy po
co tiempo después de que ambos se hubieran comprometido.
de M üller: si positivo y n egativo son opuestos, al igual que objeto y su
jeto, e n con secuen cia, positivo y negativo no son otra cosa que objeto
y sujeto, pero tam bién so n esp acio y tiem po, n aturaleza y arte, cien cia
y religión, m on arqu ía y república, nobleza y burguesía, varón y mujer,
orador y oyente; es la fórm ula por la cual “ todo el m undo puede p a
sar” , bajo la cu al puede incluirse “el m undo e n su totalidad”, con la
cual está “dem ostrado el un iverso”.
C ierto, sólo que esto n o es el m undo y e l universo, sino una p e q u e
ñ a figura-artística. L a v o lu n tad de realidad term ina en volu n tad de
aparien cia. L o s ro m án tico s h ab ía n in ten tad o c a p ta r la realidad dei
m undo, el m undo entero a la vez, la totalidad del cosm os. En lugar de
eso obtuvieron proyecciones y reabsorciones, prolon gacion es y a b re
viaturas, el punto, el círculo, elipses y arabescos, un ludus globi* animi-
zado, esto es, subjetivizado, Lograron escapar a la realidad de las cosas,
ahora bien, las cosas, a su vez, tam bién se les escaparon , y cuando en
sus escritos, en sus ca rta s y en sus diarios person ales se los ve d ed ica
dos a la m an ipulación del universo, a veces le recuerdan a uno los
con den ados en el infierno de Sw edenborg correspondiente a los d em a
siado astutos; están sen tad os en un barril angosto, ven sobre sí m arav i
llosas figuras, a las que to m an por el m undo, y creen q u e tendrían que
gobernar ese m undo.
* Cada ve: que el término aparece en bastardilla, el autor se refere al término lati
no, como concepto opuesto a occasio.
realidad en las novelas epistolares de Bettina von A rnim es un excelen
te ejem plo de la praxis rom ántica: todo encuentro interesante es oca
sión para una n ovela.20 D e este m odo, tam bién en el rom anticism o se
llega a un a transform ación del m undo, pero diferente de la que había
postulado Fichte. Era la transform ación en el juego y en la fantasía, la
“poetización”, es decir, la utilización de los hechos concretos, incluso de
toda percepción sensorial, com o ocasión para una “fábula", una poesía,
un ob jeto de sensaciones estéticas, o -porqu e ella corresponde de la
m ejor m an era a la etim ología de la palabra rom anticism o- una novela.
A sí se explican los fenóm enos rom ánticos aparentem ente com plejos: la
torsión em otivo-esteticista del yo absoluto de Fichte no da com o resul
tado un m undo transform ado por la actividad, sino uno convertido en
estado de ánim o y fantasía.
La productividad rom ántica rechaza toda relación co n una causa y,
con eso, tam bién toda actividad que intervenga en las relaciones reales
del m undo visible. N o obstante, - a l igual que el yo de F ich te- ella pue
de ser absolutam ente creadora en la subjetividad absoluta, produciendo
ella m ism a fantasías, “poetizando”. S i se ha de conocer su esencia, en
tonces no se debe -co m o sucedió la mayoría de las veces hasta ah o ra-
partir del objeto rom antizado (por ejem plo, de la E dad M edia o de los
viejos castillos), sino del sujeto que romantiza o -seg ú n la term inología
de Shaftesbu ry- no se debe partir del bmutifyed, sino del beautifying. El
m undo exterior y la realidad histórica son de interés para la actividad
rom ántica e n la m edida en que -p a ra utilizar una expresión de N ova-
lis - puede ser el comienzo de una novela: el hecho dado no es conside
rado objetivam en te en sus relaciones políticas, históricas, jurídicas o
m orales, sino que es objeto de interés estético-em otivo, algo que e n
ciende el entusiasm o rom ántico. Lo que interesa a un a productividad
de esa índole se encuentra de tal m anera en lo subjetivo, en aquello
11 Para aclarar esta oposición conceptual hay que citar aquí la vieja definición de
San Buenaventura (según Ant. Mar. de Vicetía et Joa. a Rubino, Lexicón Bonaventu-
rianum, Venetiis M D C C C LX X X , p. 39: lo que per modum causae * [bajo la forma de cau
sa] conduce a algo, tiene “intra se ratkmem ordinmionis ad ftnem" * [dentro de sí la
De este m odo, pues, ap areció un a postu ra m etafísica n u e v a y específi
ca, aun que por ahora no se m u estra todavía la disrupción y la disolu-
c i ó n com pletas que la id ea de lo o casio n al contiene e n form a latente.
disposición racional hacia el fin]; “quoíl vero ducit per modum occosionú nuííam habet
¿ntra se raticmem ordinatiorús in finem" * [por otra parte, lo que se considera bajo la
forma de ocasión no tiene dentro de sí ninguna ordenación racional en vista del
fin]. No se puede decir que la gran literatura sobre Malebranche haya sido cons
ciente de la importancia central del concepto de occasio. El mismo Malebranche es
muy contradictorio acerca del tema. Pero, evidentemente, esto no cambia en nada
su importancia central. Del gran número de trabajos sobre M alebranche, a menudo
muy inexactos, quiero destacar la disertación de James Lewin, Die Lehre «on den
Ideen bei Malebranche (1912), en primer lugar, porque reconoce correctamente que
Malebranche no es un místico (en efecto, la formulación de la p. 22 sugiere la tesis
de que la fe religiosa siempre contiene un elemento místico, lo que me parece inco
rrecto; pero sí, a la inversa, que el misticismo pertence a la esfera religiosa), y, en se
gundo lugar, porque está bien caracterizada una fuente de las muchas contradiccio
nes en M alebranche, a saber, “la imposibilidad de establecer relaciones unívocas
entre realidad y fenomenalidad”. La relación característica del ocasionalism o es
también formulada paradójicamente, la relación con la relación no-aprehensible, la
relación con la relación que deja abiertas todas las posibilidades, que puede signifi
car infinitamente; en el fondo, una relación fantástica.
ner en relación a uno con otro y de explicar la in teracción entre alm a
y cuerpo. L a solución ocasion alista, adop tada por los sistem as de Gé-
raud de Cordemoy, G eulin cx y M alebran che, h acía a un lad o las difi
cultades, considerando a D ios co m o la verdadera cau sa de todo hecho
particular, tan to psíqu ico co m o físico. D io s e fec tú a la in explicab le
con cordan cia de los fenóm enos aním icos y corporales; el proceso de la
co n cien cia, el impulso de la vo lu n tad , y el m ovim iento de los m úscu
los, todos ju n tos son m era ocasión p ara la actividad divina. E n verdad,
n o actúa el hombre, sino D ios; nihil fa á m u s nisí auxilio potentiae quae
riostra non e s t * dice Cordem oy, y no se refiere con ello a los efectos de
la gracia, sino a los hechos naturales. L a intervención divin a es en to
do caso particular la verdadera eficacia, la efficacité propre.
Para este proceso, los ocasío n aíistas encuen tran tran scripcion es y
c o m p a ra cio n es que m u ch as v e ce s recu erd an ios e sta d o s de ánim o
rom án ticos. S i construyo u n a c a sa , u n a fuerza superior es la que ori
gin a m i plan , la que co n d u ce m i m an o, la que m ueve c a d a piedra, de
m odo que dp todo ello finalm ente resulta una casa. S p e a a to r sitm in
hac scena, npn actor (G eutin cx). T am bién se podría n om brar aqu í el
ejem p lo tan tas veces citad o d e la plum a que escribe, que se repite en
el p asaje tam bién m en cion ado del Loveü de T ieck: cu an d o escribo,
D io s m u eve la plum a, m u eve m i m an o, mi v o lu n tad , que pone ía
m an o en m ovim ien to, en su m a, la escritu ra es un m ov im ien to de
D ios; £¡iiar$o homo movet calamum, homo nequaquam illum movet, sed
motus calmi est accidens a Deo in calamo creatus.* A p esar de la h abi
tual utilización rom án tica de tales m otivos, la diferen ciación general
de ap arien cia y esen cia y el socavam ien to m ístico de la realid ad p al
pable n o p od rían fundar n in gun a relació n específica co n la estru ctu
ra del espíritu rom ántico. S in duda es im portante, pero aún n o d eci
siv o , q u e e n M a le b ra n c h e , a p e sa r de su a p are n te ra c io n a lism o ,
'o rechazo, con un juicio afirm ativo o negativo. S u libertad consiste en'
en el consentement, en una percepción del valor, un juicio o una crítica.;
Precisamente, en la ética de los sistemas racionalistas se tiende a cir-
cunscribir la actividad h um ana al consemus respecto de la legalidad in
variable de los hechos. Sin em bargo, en eí rom anticism o esta idea sufre
una torsión hacia lo em otivo y es sentim entalizada. D e todos modos,
ello ya empieza en M alebranche. D ios crea y produce, eí hombre sigue
los hechos en su ánim o, participando en el proceso sólo de esta m an e
ra. Donde la verdadera realidad era percibida en form a clara y unívoca,
com o es el caso dé M alebranche - a l que se puede considerar un cristia
no católico sincero, aun cuan do interpretara la muerte de Cristo com o
una m era occasio de la reden ción -, él sentim iento de ser occasio en la
m an o de D ios no exclu ía un a conciencia de la respon sabilidad; los
hom bres que estaban tan firm em ente arraigados en su ambiente religio
so, social y nacional pertenecían a ¡a com unidad que crecía alrededor
de ellos y con la cual ellos m ism os crecían. E s distinto cuando el o c a
sionalism o se subjetiviza, es decir, cuando el sujeto aislado considera al
m undo com o una occasio-, en ese caso, su actividad consiste exclusiva-
m ente en la estim ulación fan tasiosa de sus afectos. E l rom ántico reac
ciona sólo con su afecto, su actividad es el eco afectivo de una activi
d ad necesariam ente ajena.
La característica del tipo espiritual que puede designarse como oca-
síonalista consiste ante todo en que, en lugar de dar una solución del
problema, busca la disolución de los factores del problema. A la pregunta
acerca de cóm o pueden interactuar cuerpo y alma, la respuesta dice: la
cuestión no es ía acción de cuerpo y alma, pues ambos son absorbidos en
el tercero infinito y que los abarca, en Dios, que es el único que actúa.
Esta respuesta es sólo una manifestación de la orientación básica esencial
y m ás profunda de este tipo espiritual. El ocasionalista, para quien el
m undo pende de Dios, no piensa de manera propiam ente panteísta, sino
panenteísta; de este modo, toda actividad parece estar concentrada en
D ios y la acción m ás m eritoria es una gracia, un regalo de D ios. En
A dam Müller se encuentra un claro ejemplo de este panenteísmo, trans
ferido de Dios al Estado, cuando afirma (Elemente i, p. 66) que el hombre
en todas partes y en todas las épocas “sin el Estado no puede oír, ni ver, -
ni pensar, ni sentir, ni amar, el hombre no puede pensarse m ás que en di
Estado”. Pero si se considera m ás de cerca el concepto ocasionalista de
Dios, la actividad de D ios tam bién se vuelve problem ática. En el caso de
Descartes, Dios es una voluntad absoluta que en su arbitrio ilimitado ha
ce lo que quiere. M alebranche, en cambio, convierte a Dios en un orden
general que se cumple en perfecta arm onía y en el que incluso la acción
de la gracia es conforme a la ley. La aversión fundam ental contra toda
actividad y efectividad personales conduce consecuentem ente a una idea
de D ios en la que está suprim ida la personalidad de Dios. Descartes ve el
fundam ento de las leyes morales en la voluntad de D ios; para Malebran-
che, éstas son un ordre étemel, en el que Dios no puede cam biar nada. Es
verdad que M alebranche detestaba el panteísm o de Spinoza y protestaba
contra el hecho de que para éste la verdad o la legalidad estuvieran in
cluso por encima del Dios personal; por eso llegó a acusar a Spinoza de
ateísmo- Sin embargo, tam poco puede evitar la consecuencia de que el
D ios personal se transforme en un orden natural, en un ordre en génércd.
En M alebranche, la generalidad de la idea de ordre sólo aparentem ente
es una forma de racionalismo cartesiano, en realidad significa la disolu
ción de ía actividad de D ios en una armonía general. ¿Por qué Cristo
íundó una Iglesia? Lordre le v a a aími. ¿Por qué las plegarias piadosas son
atendidas? Lordre veiit qu’elles soíeiu exaucées. ¿Por qué el pecador no es
escuchado? Lordre ne le veut pos * Estos argum entos se apoyan en una
convicción que fue considerada impía por los ortodoxos. ¿Cóm o puede la
filosofía -se preguntaba Fén elon - querer limitar la actividad de Dios? Es
cierto que de esa m anera Dios está sometido a un orden general y que se
vuelve imposible la orden autoritaria y toda actividad. A quí hay una an a
logía con la manera de pensar de los revolucionarios políticos que busca-
£1 orden así lo quiere; el orden quiere que ellas sean atendidas; el orden no lo
quiere.
ban subordinar al m onarca a la volunté genérale. Es la antigua oposición,
para la cual Tertuliano encontró ia formulación clásica: audaciam existimo
de bono praecepti disputare, ñeque enim quia bonum est, idcirco auscultare
¿ebemns, sed guia deus praecipit* A sí tam bién M alebranche fue d e s e n n a
c a r a d o com o ateo y el jesuíta H ardouin lo incorporó junto con D escar
* Considero una osadía disputar acerca de la bondad de los preceptos divinos, de
bemos obedecerlos, no porque sean buenos, sino porque Dios los ha prescripto.
* Intuición.
el sujeto convierte en objeto de su interés creador. Por m edio de una
sim ple inversión, el sujeto se vuelve creador del m undo: define como
, m un do sólo aquello que le sirve com o ocasión para un a vivencia. A quí
parece concentrarse una inm ensa conciencia de la personalidad para
una inm ensa actividad. A p esar de ello, el am or propio del rom ántico
no m odifica en n ad a él h ech o psicológico siem pre presente en el tipo
ocasion alista, esto es, que no tiene otra actividad que su estado de áni
m o, al cual aprecia bastan te m ás que a la actividad “ordinaria”. EL in
quebrantable subjetivism o del rom anticism o tem prano vio ya un m éri
to e n la vivencia an ím ica. El afecto com o hecho psíqu ico era en sí
interesante y ya con su transform ación en una obra artística o lógico-
siste m ática, la viven cia p arece am en azada en su plen itu d vital. Se
e xaltan los sonidos de la naturaleza; un gemido, un grito, un a excla
m ación, “el beso que el niño p o e ta h a exhalado en su can to ingenuo"
b astab an com o obras rom án ticas y eran percibidas com o acciones por
un círculo de alm as afines. U n am igo puede causar u n a em oción m ás
profunda por m edio de un suspiro que un extraño con el poem a m ás
herm oso; si sólo se trata de la intensidad de la em oción subjetiva, el
gem id o del am igo sería e n to n ce s el logro artístico m ás im portante.
P ronto se descubre, por cierto, la necesidad de una "gim n asia” de la
creación artística y el rom ántico ten ía que estructurar o transcribir su
estad o de ánim o al discurso articulado, es decir, som eterse a determ i
n ad as leyes estéticas o lógicas. A quellos rom ánticos que efectivam ente
ten ían talento, por ejem plo, lírico, de ningún m odo renun ciaron a ha-
cer buenos poem as en los que su estad o de ánim o vibraba e n form a lí
rica. Ello im plicaba el reconocim iento de un cierto ordre q u e se lim ita
ba en verdad a ía región de lo estético. Pero tam poco se puede pasar
por alto que para el sujeto rom án tico toda forma de arte de la que se
servía era sólo una ocasión , al igual que cualquier otro elem ento co n
creto de la realidad que sirviera de punto de partida para el interés ro
m án tico. El estado de ánim o del sujeto era el centro de esta forma de
productividad; perm anecía com o temimus a quo y ad tjwem, se tratara
de poesías líricas, de crítica literaria o de un razonam iento filosófico.
El ob jeto siempre era solam ente ocasional.
En estas circunstancias, el m undo exterior no es negado totalm en
te. C ad a elem en to concreto del m undo exterior puede ser m ás bien el
“punto elástico", es decir, el comienzo de la novela rom ántica, la occa-
sio para la aven tura, el punto de partida del juego fantástico. D e allí la
“coloración sen su al” del rom anticism o, en oposición al m isticism o. Eí
rom ántico, que no tiene interés en cam biar in reedítate el m undo, lo
considera bueno cu an d o éste no perturba su ilusión. La ironía y la in
triga le ofrecen suficientes arm as para asegurar su autarquía subje tivis
ta y m antenerse en su postura ocasionalista; en lo dem ás, el rom ántico
deja libradas las co sas exteriores a su propia legalidad. El revoluciona
rio del espíritu, aun cuando postula teóricam ente el tum ulto y el caos,
am a el orden exterior de la realidad ordinaria. T ien e que llam ar la
atención el hecho de que M alebranche, quien convierte ei amour de
l’ordre en la virtud m ás im portante de su sistem a ético, quiera aferrarse
al cristianism o positivo-eclesiástico, a pesar de su racionalism o panen-
reísta. Juzga con gran intolerancia a los perturbadores del orden ecle
siástico y le parecía inconcebible que él m ism o pudiera entrar en un
verdadero conflicto con el orden externo del círculo en eí que vivía.
La aversión h acia los conflictos extem os, que es natural en los filóso
fos, hace surgir en el ocasionalism o la oposición específica de dos ex
tremos polarizados: la superación de toda realidad en D ios y el recon o
cim ien to de la realid ad en su carácte r p ositivo . Los o casio n alistas
consideraron com o una inclinación pecam inosa al esfuerzo por hacer
algo; lo han analizado con sutilezas psicológicas que a m enudo recuer
dan los sorpren den tes autorretratos de los rom ánticos. Pero incluso
G eulin cx, que sin em bargo descubre precisam ente en este punto al
diabohis ethicus, exige con la m áxim a severidad en su ética que se cum
pla lo que a uno se le presenta com o deber en el círculo en el que vive.
Es ésta una especie de quietism o que puede ser caracterizado com o p a
sividad legitim ista, porque, si bien previam ente h a vuelto inesencial lo
dado en la realidad positiva, sin embargo, lo vuelve a reconocer com o
tal y no le perm ite ningún cam bio.
La particularidad del ocasionalism o rom ántico consiste en que sub-
jetiviza al factor principal del sistema ocasionalista, esto es, Dios. En el
m u n d o burgués, el individuo separado, aislado y em ancipado se con
vierte en centro, en in stan cia últim a, e n absoluto. L a ilusión de ser
Dios sólo podía perdurar, naturalm ente, en relación con sentim ientos
panteístas o p an en teístas; de ah í que en la realidad psicológica se a so
cie con otros afectos m enos subjetivistas, no obstante, el sujeto siem
pre pretende que lo único interesante sea su experiencia. Esta preten
sión sólo puede realizarse dentro de un orden burgués reglam entado,
porque de otro m odo faltarían las “condiciones extern as” p ara dedi
carse en paz al propio estad o de ánim o. D esde el punto de vista psico
lógico e histórico, el rom anticism o es un producto de la seguridad bur
guesa, E sto p u d o d e sco n o ce rse p or ta n to tiem po só lo m ie n tra s se
com etió el error de tom ar casualm ente com o el rom anticism o m ism o
objetos preferidos p or los rom ánticos, com o la caballería o ía E dad
M edia, es decir, algunos temas y ocasiones de interés rom ántico. U n
caballero bandido puede ser una figura rom ántica, pero de ningún m o
do es un rom án tico; la E dad M edia es un conjunto fuertem ente ro-
m antizado, pero no es rom ántica. S ó lo el sujeto rom án tizante y su ac
tividad son de im p ortan cia para la d eterm in ación del c o n c e p to de
rom anticismo. Es verdad que este sujeto no rom antizó su supuesto, el
orden burgués, sino m ás bien ironizó sobre él, pues este orden era pre
sente y actual. S e ha dicho no sin tazón que el ideal político de Schle-
gel se encontraría m enos en ía E d ad M edia que en el E stado de policía
“al estilo alem án de entonces, es decir, m eticuloso-pedan te”.25 Q u e el
sujeto genial destronara a D ios era u n a revolución, pero com o el ro
m án tico sigue: siendo ocasion alista, sólo era una revolución “espiri
tual” , es decir,: exclusivam ente estética. L a term inología revolucionaria
con la que surgió el rom anticism o inicial se explicaba precisam en te
por el carácter ocasionalista del rom anticism o: la revolución era en
tonces el acon tecim iento grande e im presionante que e stab a suficien
tem ente alejado de A lem an ia; por lo tanto, el rom ántico reaccionaba
según esta orien tación . La posibilidad de una revolución política real
25 W. Metzger, Gesellschafc, Recht und Staíit in der Echik des deucschen ideafamus,
1917, p. 258.
en la que pudiera e star com prom etido personalm ente no le viene a la
m ente. Por m ás que su fraseología fuera revolucionaria o reaccionaria,
belicosa o pacifista, hereje o cristiana, el rom ántico n un ca estuvo d eci
dido a abandonar el m undo d e su vivencia sentim ental y cam biar algo
de aquello que sucede en la realidad ordinaria.
¿Pero cóm o llega e! rom anticism o a la acep tació n o rechazo cam
biantes de cu alq uier acon tecim iento, por ejem plo, de la R evolución
Francesa? El rom ántico sigue el desarrollo histórico a través de acom
pañam ientos em otivos. A firm aciones y negaciones, por m ás d estaca
das que sean en el ám bito de la crítica literaria, histórica o política, no
pueden ser co n sideradas com o expresiones de u n a verdadera decisión.
Porque afirm ación y n egación significan aquí sólo una antítesis, u n a
oposición. La estructura “an titética” de las m anifestaciones rom ánti
cas tiene un doble fundam ento, un o form al y otro m aterial. Form al
m ente se agrupan las palabras, conceptos e im ágenes de acuerdo con
el punto de vista estético del con traste; el significado de este m om ento
estético será ejem plificado en el siguiente capítulo, especialm ente en
relación con la produ ctividad de A dam M üller. A q u í se trata de las
antítesis m ateriales en los e stad o s de ánim o y sentim ientos, que se
oponen naturalm ente unos a otros, com o placer y displacer, alegría y
dolor, aceptación y rechazo, afirm ación y negación, consenso y repu l
sión. Sin em bargo, una reacción acen tuad a de placer o displacer a un
estím ulo no es una actividad; un hombre no se vuelve una personali
d ad activa en sentido m oral porque sienta placer o displacer de m an e
ra m ás intensa, ni tam p oco cu an d o su estado lo induce a tran scripcio
n es con m ovedoras. A h o ra bien, las acep tacio n es y rechazos que se
encuentran en el razonam iento de los rom ánticos son esas transcrip
ciones, porque no significan que el autor se haya decidido en eí se n ti
do corriente del térm ino y quiera intervenir en el m undo exterior. El
rom ántico en absoluto podría aventurarse en el m ecanism o de cau sa y
efecto o en la su jeción a una norm a sin realizar sus infinitas posibilida
des en una realidad lim itada y sin salir de su creatividad subjetivista.
N o podría d ecid irse sin ren u n ciar a su iron ía superior, es decir, sin
abandonar su situ ación rom ántica. El rom ántico no quiere m ás que te
ner experien cias y transcribir sus viven cias en su plenitud em otiva; por
eso sus argu m en tacion es y co n clu sion es se con vierten en las figuras
que reflejan sus afectos afirm ativos y n egativos, los cuales, un a vez que
percibieron e n un objeto del m un do exterior el estim ulo desen cade
n ante y ocasion al, giran alrededor de sí m ism os “en círculos sublim es”.
E n la perífrasis de los estados em otivos de acep tació n y de rechazo
se d esarrolla un a p rod u ctivid ad ro m án tic a peculiar, u n a cuasi-argu-
m entación, que tiene una técn ica particular. Es n atu ral parafrasear la
acep tació n h ab lan d o de algo com o positivo; a esto se contrapone lo
rech azado co m o algo n egativo. P ositivo se usa an te to d o sólo en el
sentido de afirm ación; pero a partir del hecho de que los rom ánticos
se un en al cristianism o positivo, recibe un significado especial que lu e
go se am plía por m edio de una n ueva m odificación, pues H aller usa la
palabra en sentido específico. Lo positivo es io viviente, lo negativo,
n aturalm en te, lo m uerto. Lo viviente es orgánico, lo m uerto, m ecáni
co (o tam bién, en el caso de Sch legel, dinám ico) e inorgánico. Lo or
gánico es, naturalm en te, lo auténtico, lo m ecán ico-sucedán eo, etc. De
este m od a, las siguientes listas pueden form arse con facilidad de los
ensayos de Friedrich Schlegel y A d am M üller:
Positivo Negativo
viviente dinámico - mecánico
matemático - rígido
orgánico inorgánico
auténtico o verdadero sucedáneo (apariencia, engaño)
duradero , momentáneo
conservador destructor
histórico : arbitrario
fijo caótico
pacífico faccioso, polémico
legítimo revolucionario
cristiano pagano
es tamen tai-corporativo absolutista - centralista
Los elem en tos in dividuales de am bas series tienen una historia e s
pecífica. Es obvio que viviente y orgánico van juntos, pues así h abía
com enzado el rom anticism o; A d am Müller introdujo la d uración y el
instante en la argu m en tación rom ántica; en el caso de lo positivo se
diferencia entre lo positivo viviente y lo positivo de los h echos m ate
riales crudos {esto últim o se le reprochó a H aíler); “ fijo" no es “p ositi
vo” en el sentido específico de la terminología del rom anticismo tem pra
no, pero en el añ o 1820, por la fixité de Bonald no podía entenderse otra
cosa que “positivo", adem ás, tiene en "rígido” su negativo, de m odo
que se puede diferenciar. Pero las relaciones concretas a las q u e se
aplica este esq u em a son relativam ente intercam biables. S i se las p u e
de subsum ir bajo un elem en to de una serie, es fácil desarrollar toda la
serie y brindarle a la argum entación un fuerte m ovim iento. Los ele
m entos in dividuales se fu ndan y se apoyan m utuam ente. Si, por ejem-
pío, la revolución aparece com o el com ienzo de una n ueva v id a, es
fácil darle los predicados de la serie positiva y afirmar que era “en v e r
dad" un m ovim iento cristiano, dirigido con tra el absolutism o ilumi-
n ista y p agan o. Si, en cam bio, lo legítimo aparece com o lo h istórico, y
lo histórico es lo orgán ico, entonces lo legítim o es tam bién, en c o n se
cuen cia, lo viviente; ahora bien, com o revolucionario es la n egació n
de lo legítim o, “en co n secu en cia”, lo m eram ente instantáneo, lo in o r
gánico, lo m ecán ico, lo pagan o, tiene que ser tam bién, de m an era por
dem ás curiosa, lo rígido. El E stado de policía de M etternich es sin d u
da legítim o, p or lo tan to, es cristiano, autén tico, orgánico, viviente, y,
si se com prendiera correctam en te a sí m ismo, debería volverse esta-
m ental-corporarivo. Pero sí alguien quisiera deducir de e sto q u e esta
cíase de E stad o puede ser llam ado absolutista, sim plem ente dem o s
traría que éste, por el contrario, es revolucionario, que carece de legi
tim idad en el sentido m ás elevado y que su legitim idad sólo es un su
cedáneo de la legitim idad auténtica, orgánica e histórica. L a Prusia
cen tralista de Federico II, por este m otivo, se ha convertido e n un E s
tado revolucionario p ara los rom ánticos; en consecuencia, su orden
no era au tén tico sino sólo un caos im pedido por m edio de un m e c a
nism o artificial, com o tam bién ocurría co n el Estado de N ap o le ó n .
Por io tan to, un sistem a de argu m en tación sem ejante es “un bastón
con dos extrem os”; ya que puede m overse en direcciones diferentes
según de qué lado se lo em puñ e. A d am M üller opina, por ejemplo,
que ía altern ativa m artillo-yunque está fu ndada e n el derech o n atu
ral-positivo ¿qué le im pide arm ar la siguiente serie?
* Fe y amor.
* E¡ nombre correcto es Die Chrístenheit oder Europa, La cristiandad o Europa, tal
como eí mismo Schmitt lo cita más adelante.
* El espíritu del cristianismo y su destino.
* Sistema del idealismo trascendental
* Lecciones sobre el método de los estudios académicos.
aparecidas en 1803, el Estado es caracterizado específicamente com o or-
ganisino. El reproche de m ecanicism o se formula aquí sólo contra el E s
tado “de derecho privado", no contra el verdadero Estado que transfor
m a todo lo privado en derech o público, el organism o objetivo de la
libertad, el “correlato natural” de la Iglesia. A los doctrinarios kantianos
del derecho natural, así com o a Fichte, les reprocha que quieran “inven
tar” un Estado y que sólo creen un m ecanism o ilimitado. Pero, de todos
modos, este Estado aún es capaz de perfeccionarse y debe ser creado se
gún las “ideas” com o una obra de arte. Este último resto de “tarea” desa
parece en las lecciones de W ürzburg sobre el System der gesamten Phih-
sop/ue* de 1804. A quí Schelling alcanza la clara y serena sublimidad de
Spinoza. El Estado es en la idea, es algo existente, no un ente m oral o al
go que aún tiene que ser producido, más bien es una obra de arte en ía
que ciencia, religión y arte se com penetran en un organismo espiritual
unitario, un cuerpo universal y espiritual, cuyos atributos son las tres po
tencias nom bradas y en el que filosofía e Iglesia se objetivan en una be
lleza viviente, rítmica y arm ónica, esto es, precisam ente artística.
E sta idea del Estado -c o m o ya se m encionó, sólo referida al pasar
al final del sistem a sch ellin g u ian o - tenía un defecto a los ojos del ro
m anticism o, era “sabiduría caren te de am or" (Scheleierm acher). En
ese m ism o 1804, Friedrich Sch legel com enzó sus lecciones de París y
Colonia, en las que explicaba lo esencial del rom anticism o: los sen ti
m ientos de am or y fidelidad; éstos debían ser el soporte m ás firme de
la vida pública, pero no se d ab a otra explicación m ás am plia de esta
persp ectiva acerca del Estado. L as leccion es se ocupan de la con s
trucción de un E stado dividido en cuatro estam entos (los dos m ás b a
jos, el cam pesin ad o y ía burguesía, los dos m ás altos, la nobleza y el
clero ), u n a con stru cción que correspon de a teorías sem ejan tes, e x
puestas por Schelling, H egel y Jo h an n jak o b Wagner, que recom ien
dan un E stad o estam en tal-m onárquico. Refiriéndose a las teorías tra-
dicionalistas, tal com o fueron exp u estas en los escritos de B o n ald ya
p u b licad os p ara ese en to n ce s, se p ostu la el E stado fam iliar feu dal;
* El título completo de la obra es Dies Buch gehort dem Konig {Este libro pertene
ce al rey), a la que sigue como segunda parte GespTadie míe Damonen (Conversacio
nes con demonios).
ch o natural o hum ano, com o de ia conservadora, que se apoya en el
derecho histórico. Tam bién la filosofía legitim ista reconoce la diferen
cia entre lo justo y lo injusto, sólo contrapone ios derechos histórica
m ente bien adquiridos a la diferenciación iusnaturaiista entre derecho
y poder m eram ente fáctico. C uando en las teorías ñlosófico-políticas de
los legitm nstas D ios aparece com o el principio último de la vida polfti-
ca, es el soberano y legislador supremo, el punto último de legitima-
ción; por lo tanto, en una categoría norm ativa y, por eso, antirrománti-
■ca'. La historia es, com o se expresa de M aistre, sólo premier ministre de
D ios au départemerü de ce m onde* También en el caso de Burke, el pat
eos dom inante frente a la revolución nunca es el sentim iento estético
de los ro m án ticos, q u e viero n aqu í un gran dioso esp e ctá cu lo o un
acontecim iento natural, para él la revolución es una indignante viola
ción del derecho divino y hum ano. Sólo se necesita com parar el en tu
siasm o fem enino que aquellos pobres literatos burgueses, M üller y Sch-
legel, tenían por ía aristocracia feudal con el convincente alegato de
Burke por los em igrantes, para ver la gran diferencia. Estos contrarre
volucionarios ven en la conciencia del derecho de la revolución, funda
da sobre doctrinas iusnaturalistas, sólo un juicio confundido por las pa
sion es h u m a n a s y las ab stra ccio n e s m etafísicas. Pero e llo s m ism os
consideran el derecho natural com o algo evidente y no m uestran la in
capacidad fundam ental para concebirlo, de la que se precia A dam M ü
ller en sus lecciones de 1808-1809. En esta incapacidad para la valora
ción norm ativa se basa la concepción “orgánica" del E stado que tiene
el rom ántico. Ella rechaza lo “jurídico” com o lo estrecho y m ecánico y
busca un E stado que esté por encim a del derecho y la injusticia, es de
cir, un punto de partida para los sentim ientos que es al m ism o tiempo
la proyección del sujeto rom ántico en lo político. La raíz de la sublim i
dad rom ántica es la incapacidad de decidirse, el “tercero superior" del
que siempre habla el rom anticism o no es un tercero m ás elevado, sino
otro tercero, es decir, siempre la escapatoria ante la disyuntiva radical-
D ebido a que dejan abierta la decisión y construyen “antitéticam ente"
* La marca de la época.
b u en efecto del cato licism o, ante e l cu al se h a e v ap o rad o la n eb u losa
m elan colía del ro m an ticism o tem prano. T am bién se o b serv a q u e eí
rom an ticism o tuvo reservas frente a la R estau ració n y q u e se aproxi-
m aba otra ép o ca. Pero a pesar de eso, el artícu lo es to talm en te ro
m án tico e n su n ú cleo; su m arca se evid en cia de m an era p articu lar
m en te clara, porque se esfuerza m uy en fáticam en te por determ in ar la
d iferen cia resp ecto de otras co n cep cion es p o lítica s de la R e sta u ra
ción, ante todo, resp ecto de las de los realistas m on árqu ico s fran ce
ses. Estas distin cion es y algun as sutiles caracterizacio n es psico lógicas
de hom bres de su ép o ca, por ejem plo, de G entz, o torgan aí artícu lo su
im portancia, cuyo co n ten id o es, por el con trario, caren te de originali
dad h asta la ban alidad . A h o ra bien ¿en qué consiste la peculiaridad
de su co n cepción del m un do en oposición, p or ejem plo, a la de Bo-
nald, que tam bién p arece ser un “ rom án tico p o lítico ” ? E n el rom an ti
cism o. Bon ald es un teórico, am a las fórm ulas ab stractas, busca las
discusiones de prin cipios y quiere alcanzar en la m oral y e n la política
la evidencia irrefutable d e las leyes m atem áticas y de las cien cias n a
turales. Era adem ás un hom bre que defendía su co n vicción en ¡a rea
lidad política y tenía una aversión antirrom ántica en grad o sum o por
fan tasías, sueños y p oesías líricas. Por eso, d uran te la R estau ració n en
Francia actu ab a com o jefe de los ultras que luch aban co n todos los
m edios políticos co n tra la política sem iliberal y con stitu cion al del g o
bierno, luch aba por el “systéme natural des sodétés" con tra el “sistem e
politique des C abinets” (Oeuvres, III, p. 367 ). M ás allá de cóm o se juz
gue políticam ente e ste punto de vista, si se lo considera ju stificado u
obtuso, en todo caso, un hom bre que se tom ó en serio su con vicción
política tuvo que llegar necesariam ente a esta clase de actividad po
lítica. C o m p letam en te distin to del rom án tico Sch legel. A p esar de
algunas divergencias e n la valoración histórica de person as y acon te
cim ientos particulares,2 sus opiniones e ideales corresponden a los de
* No podemos ni debemos.
3 Essoi analytique, Oeuwes, t. i, p. 167. Sobre los hechos históricos, cfr. Mariéjol en
Lavisse, vi, 2, p. 389, Eugen Guglia, Die künswativen Elemente Frankreichs am Vota-
bcrid der Revolutid n, Gotha, 1890, p. 5, y ía literatura allí citada.
4 Pens¿es diuerses, París, 1817 (OetaTis, V, p. 52); “J’aime assez, je l'avoue, dans un
homine, ce mélange de sendments dmdépendance républicaine et de principes d’obéis-
sance et de fidélité monarquiques: c’est la, si l'on y prend garde, ce qui constituoit l’esprit
franjáis, et ce qui fait l’homme fort dans une societé íbrte/^IAm o bastante y defiendo en
un hombre esta mezcla de sentimientos de independencia republicana y de principios de
obediencia y de fidelidad monárquicas: allí está, si se presta atención a ella, lo que consti
tuye el espíritu francés y que hace fuerte al hombre en una sociedad fuerte].
cable en n uestra época y tam p oco puede repetirse. D e este m odo , n o
se m odifica n a d a e n el resultado, la activid ad d om in an te del gobierno
no está am en azada por la oposición entre Iglesia y E stad o. Y sin e m
bargo, este m ism o gobierno, el ún ico que puede ser realm en te activo,
experim enta el m ism o destino q u e el D ios del sistem a ocasio n alista.
N o debe h acer n a d a “arbitrario", “ m ec án ico ” o ‘'ab so lu to ", e n reali
dad, sim plem ente debe aban don arse al desarrollo histórico. L o que en
el sistem a ocasion alista se llam aba ordre général, en el cu al la actividad
' de D ios desaparecía, es design ado a q u í ya com o desarrollo histórico,
’i ya com o desarrollo orgánico. E n térm in os prácticos, p ara la actividad
política vale lo m ism o que para el individuo: ésta no debe “querer ser
efectiva”, sino oscilar al ritmo d el orden de los hechos. L a historia, el
desarrollo, y finalm ente la provid en cia divina, son las in stan cias a las
que el gobierno tiene que ceder to d a actividad efectiva.
A sí, to d a actividad es desplazada de un o al otro, del in dividuo al
gobierno, del gobierno a D ios, y en D ios el gobierno es providen cia y
legalidad. L o s factores particulares cam b ian a veces de nom bre y el go
biern o p u ed e llam arse tam b ién E s ta d o - c o r a o e n io s Elem ente der
Stadtskimst de M üller-; Schlegel in tercala la historia entre el gobierno
y Dios; así, la idea de “organism o” tam bién puede ponerse al servicio
de la evasión o casio n alista y fu n d ar un “desarrollo o rg án ico " .com o
única instancia efectiva; en pocas palabras, en el rom anticism o se con-;
funde la secu en cia sim ple del sistem a ocasion alista por m edio de la
mezcla de los factores particulares co n conceptos rom antizados de la ¡
filosofía de la época. Pero ésta es fácil de reconocer. Por m ás que el úl
timo elem ento abarcador de la serie pued a llam arse D ios o Estado, yo
o historia, idea o desarrollo orgánico, el resultado es siem pre que toda
actividad del individuo consiste en su “pensam iento sim pático”. En la
vida política el resultado es el m ism o: no se debe intervenir en lo que
hace la autoridad com petente. A un q u e M üller y Schlegel llam an m ala
a la época y oponen un buen principio al m alo, esto no puede conside
rarse com o una decisión m oral, pues ellos no quieren tom ar partido,
com o tiene que hacer aquél que h ab la de bueno y m alo en sentido
m oral y diferencia el derecho de la injusticia. A sí, Burke, de M aistre y
B o n ald tom aron partido con tra la R evolución Fran cesa porque veían
e n ella una injusticia, y Gentz explicó desde el com ienzo que la cu es
tió n de la legitim id ad de la revolu ción e ra “ la p rim era y la últim a”
(Hist. Journal, II, 2, p. 48 -4 9 ). A dam Müller, e n cam bio, no encuentra
ningún ¡>at/ios m oral in m ediato frente a la revolución. N a d a es m ás c a
racterístico del rom an ticism o político que su juicio sobre la R evolu
ción Francesa, en el que M üller h a insistido; “la historia de la R evolu
ción F ran ce sa es u n a d e m o stració n de la v e rd a d -p ro lo n g a d a a lo
largo de 30 a ñ o s- de que el hom bre no puede rom per por sí m ism o y
sin la religión n inguna cad en a que lo oprim e, sin hundirse en una es
clavitud m ás profunda. C u á n poco resulta, en sum a, de la m era des
trucción de las cadenas, por m ás elogiable que pueda ser de por sí la
efervescen cia que se requiere para hacerlo, ya lo he m ostrado en 1810,
en m is lecciones sobre Federico el G ran de y la m onarquía prusiana”.
D e este m odo, la cuestión de la justificación de la revolución es liqui
d ad a con un a observación solapada y m aliciosa. A q u í tal vez habría
que señalar que Müller, en realidad, había caracterizado a la revolu
ción en aquellas lecciones de 1810 (p. 305} com o expresión de la vida
reprim ida y sojuzgada. Sin em bargo, ahora rechaza la revolución y de
clara abiertam ente que no le interesa si está ju stificada o no. A hora
bien ¿cóm o llega a este rechazo? D e l m ism o m odo q u e llega a las afir
m aciones, son acom pañ am ien tos em otivos con los que sigue por sim
p atía el desarrollo histórico, pues sólo le interesan verdaderam ente el
sentim iento y la poesía.
E sto significa, hablan do concretam ente, que desde el punto de vis
ta rom ántico, revolución y restauración pueden ser consideradas de la
m ism a m anera, es decir, convertidas en ocasión de interés rom ántico,
y es falso y engañ oso calificar de “ rom anticism o político” en sentido
particular las ideas del íegitimismo o siquiera su m undo aním ico y sen
tim ental. H ech os y personajes totalm ente heterogéneos y opuestos en
tre sí pueden ser considerados por el sujeto rom ántico com o comienzo
de la novela rom ántica. La productividad rom ántica, sin cam biar su
e sen cia y su estructura -q u e siem pre siguen sien do o casio n alistas-,
puede partir de cualquier otro objeto de la realidad hístórico-polftica
adem ás de los príncipes legítimos. C u an d o N ovalis poetiza al rey y a la
en can tadora rein a, cuando A d am M üller poetiza las condiciones agra
rias feudales, todo esto no tiene en vista una teoría política m onárqui
ca, una feudal o estam en tal o u n a legitim ista. El rey no es a q u í m enos
ocasional que, com o es ei caso de otros rom ánticos, un héroe revolu
cionario “co lo sal” , un condotáaro o un a cortesana. D esde el punto de
vista del in terés rom án tico esto es com pletam ente evidente, Pues si
sentim iento, poesía y en can to son las cualidades determ inantes, puede
suceder fácilm ente que algunos fenóm enos en extrem o legítim os apa-
rezcan com o m en os interesantes y m enos "rom án ticos” que las herm o
sas m uch ach as que bailan alrededor de un árbol de la libertad. O curre
que belleza poética y legitim idad, lam entablem ente, no están asocia
das una a la otra n ecesariam en te y el gusto de la época cam bia con ra
pidez. Los genios de la Jo v e n A lem an ia de la siguiente gen eración ya
habían rom antizado a N ap o león y dem ostraron que (com o ya los ro
m ánticos de 1799} se podía ver en la revolución el espectácu lo im pre
sion an te de un gran dioso m ovim iento, tan rom ántico com o aquella
idílica im agen de las condiciones tradicionales, que aparecen ilustra
das con gran patetism o por los rom ánticos en las costum bres invetera
das que se desdibujan, som brías, en tiem pos inm em oriales. A m bos no
se contradicen, porque los dos pueden ser tem a de una rom antízación;
n o o b stan te , “ legitim id ad ” es un a categoría ab solutam en te antirro-
m ántica. N o se puede decidir, según el punto de vista de la legitim i
dad, si u n dram a en el que figura D an tón com o protagonista es más
rom án tico q u e otro que tenga com o héroe, por ejem plo, a O tto el
H olgazán. E n principio, la poetización insufla vida rom ántica al obje
to, aun cu an d o se trate de una figura de la realidad histórica. Previa
m ente, este ob jeto era algo m uerto, irrelevante desde el punto de vista
rom ántico, sea cu al fuere su im portancia política.
Toda relación con un ju icio jurídico o m oral sería a q u í un disp a
rate, y to d a n orm a ap arecería com o tiranía antirrom án tica. U na de-
* Se trata de O tto der Faule (1341-1379), eí hijo menor del Kaiser Ludwig de Ga
viera. Su gobierno (1351-1373) se caracterizó por la debilidad.
cisión jurídica o m oral sería absurda y h abría de destruir al rom an ti
cism o. E sta es la razón por la q u e el rom án tico n o e stá en la situ a
ción de tom ar partido a partir de un a d elib eración co n scien te y d e ci
d ir s e . L o s r e c u r s o s d e l r o m a n t ic is m o n o le p e r m it e n r e f u t a r
decisivam ente la teoría política que parte del “hom bre m alo por n a
turaleza” , pues, aun que e sta teoría es an tip ática para m uch os rom án
ticos, existe sin em bargo la posib ilidad de rom an tizar in cluso a este
hom bre m alo, la “ bestia” , al m enos m ien tras ella esté lo su ficie n te
m ente alejad a. D esde el pun to de vista rom án tico se trata precisa-,
m ente de algo superior a un a decisión. C o n scien te de sí m ism o, el
rom anticism o tem prano, que se d e jab a llevar por el ím petu de otros
m ovim ientos irracionales de su é p o ca y que, adem ás, se atribuía el
papel del yo absoluto y cread o r del m un do, percibió esto co m o supe
rioridad. Pero cu an d o m ás tarde, algunos rom án ticos típicos, com o
Friedrich Sch legel y A d a m M üller, sé o cu p aro n teórica y p rá c tic a
m ente de los problem as políticos, tal com o los p lan te ab a por e n to n
ces la épopa, resultó que no h ab ía un a produ ctividad p olítica en el
rom anticism o y que repetían co n o tras palab ras a B u rk e, B o n ald , de
M aistre y .Haller. A partir de en to n ces p red icab an la p asiv id ad c o m
p leta y utilizaban id eas m ísticas, teológicas y trad icion alistas, com o
“resign ación ", “ h um ildad” y “d u ración ”, p ara convertir a la p olicía de
M ette m ich en un ob jeto digno de ad h esión am orosa y fusion ar ro
m án ticam en te a las au torid ad es superiores co n el tercero superior.
Este es, por tan to, el n úcleo de todo rom anticism o: el E stad o es
un a obra de arte, el Estado de la realidad histórico-política es occasio
para la actividad creadora del sujeto rom ántico que produce la obra de
arte, ocasión para la poesía y la novela, o incluso para un m ero estado
de ánim o rom ántico. C u an d o N o v alis afirm a que el E stado es un ma-
croantkropos, ése es un con cepto exp resado desde hace siglos. El ro
m anticism o consiste en que a este Estado-hom bre se lo con sidera un
individuo “herm oso”, que es objeto de am or y de sentim ientos sem e
jantes. U n ejem plo extrem o, pero totalm ente consecuente, de esta ac
titud puram ente estético-sentim ental se encuen tra en la concepción
rom ántica del Estado prusiano; N ov alis y A d am M üller co inciden en
explicar la Prusia del ilustrado solterón Federico II com o un a m áquina
m onóton a, com o un a fábrica; en cam bio, la Prusia del m arido de la
en can tad o ra reina L u isa era para ellos un verd ad ero rein ado y la forma
m ás herm osa, p oética y n atu ral del Estado- Pero Federico II tam bién
p u ed e ser el, p u n to de p artid a para el in terés rom án tico y entonces
cam bia ju stam en te la im agen rom án tica. L a dign idad m on árquica se
b asa en u n a “poesía” que se im pone al hom bre y satisface un anhelo
superior de su naturaleza. La sim ple co n secu en cia de e sta filosofía po
lítica estética parece ser que el hom bre m ás h erm oso debe gobernar el
Estado, that first in beauty should be first in might* (K eats). Pero, otra
vez, esto no sería rom ántico, porque en el rom an ticism o no im porta la
realid ad, sino la p rodu ctivid ad rom án tica, que tran sform a todo y lo
convierte en ocasión de una poesía. Se ignora deliberadam en te lo que
eí rey o la reina son en realidad; su función consiste m ás bien en ser
p un to de partida para sentim ientos rom ánticos. L a s co sas n o son de
otro m odo con la am ada. Por eso, desde el p un to de v ista rom ántico,
n o es posible en absoluto diferenciar entre el rey, el E stad o o la am ada.
En el crepúsculo de los sentim ientos ellos se confunden. E n el caso de
N ovalis, com o en eí de A d am MülLer, el Estado aparece co m o la ama-
da, y la poetización de la cien cia financiera que llevan a cab o consiste
en que se debe pagar los im puestos al Estado com o se h ace regalos a
las am adas. D e este m odo, tam bién es lo m ism o si N o v alis realiza una
poesía a la Virgen M aría o M üller un capítulo sobre el Estado. Aplica-
da a situaciones históricas concretas, este tipo de produ ctividad da por
resultado el idilio am oroso de la E dad M edia que N ovalis bosquejó en
su célebre ensayo Die Chnstm heit oder Europa. El ensayo es en su con
tenido, en su actitud y en su cadencia, una leyenda, no es una realiza
ción conceptual, pero sí un a herm osa fantasía poética; corresponde a
la serie de la descripción del estado de naturaleza d ada por R ousseau
en el Díscours sur l’ínégalité; y el hecho de que no sea considerado c o
m o un a leyenda, sino que aún hoy se lo cite de corrido co m o prueba,
con seriedad pedante y en pie de igualdad con expresiones de estadis-
5-Ésta es la idea fundamental del derecho eclesiástico de Sohm. Sin embargo, sería
falso -según el método sub roma m ico - señalar en consecuencia a Novaíís como el
cisam ente en esta form a por Schlegel y Müller, cuando postularon la
“positividad” del cristianism o. Pero la decisión surge sólo de la estruc
tura del rom an ticism o -en ten d id o com o un consentement ocasionalista
orientado h acia la productividad e stética -: la total incom patibilidad
del ro m an ticism o co n cu alq u ier criterio m oral, ju rídico o político.
Pues aquí la viven cia busca sin duda una expresión artística, pero no
una claridad lógico-conceptual o m oral-norm ativa; en el rom anticis
m o falta todo sentim iento tanto para los límites de la eficacia del E sta
do com o p ara los lím ites del individuo. La com prensión am oral de
A dam M üller para todo y su contrario, su afán de m ediar todo, su “to
lerancia om n iab arcad o ra” que asu stab a a Gentz, pues “enton ces no
quedaba n ada que pudiera am ar u odiar de m anera ju sta”, su pasividad
afem inada, co n la que creía torcer el rechazo de Burke, de M aistre y
Bonald h acia el “h acer" artificial, su panteísm o esencialm ente emoti-
vista, que todo lo aprueba y que siempre está de acuerdo con todo,6
bien pueden explicarse por su naturaleza fem enina y vegetativa, pero
para el esteticism o rom ántico éstas eran las disposiciones físicas y psí
quicas apropiadas, porque refieren al sujeto totalm ente a su afecto y a
la productividad estética que se satisface con la elaboración del afecto.
Por m ás que practique astroiogía (u hoy psicoanálisis o dentro de al
gún tiem po quizás nuevam ente astroiogía) o estilice su rechazo del es
r
3 Guyau, cuya exposición de la historia deí catolicismo alemán en el siglo xi.K es
más importante que incontables monografías históricoliterarias, declara con razón que
el acontecimiento decisivo fue la conversión det conde Stolberg (1800), y no las de
Müller y Schlegel, Revue des deux mondes, 1° de febrero de 1918, p. 639; UÁUemagne
rdigieuse, t. i, París, 1905, pp. 159, 252, 274- Aún en 1803 Müller hablaba con gesto
de superioridad del “buen Stolberg" (Brie/u>ecíijei, N c 16), así como habló del “honra
do Nettelbladt" y 4e otros. Que de Maistre no se hubiera ocupado de un libro como
los EEemente der Stoatslcunst, es comprensible de suyo a causa de su antipatía hacia la
filosofía alemana, hacia Herder, Kant, Fichte y Schelling. Por el contrario, estimaba
mucho la Kirchertgescfiicfue de Stolberg, cfr. Latreílle, op. cit., pp. 70, 74, 279.
5 También por eso Rehberg estaba autorizado a emitir, en su reseña de los Elemente
der Stíiatskunst de Müller ya citada (Sámti. [V, p. 267), un fallo aniquilador: “E!
autor (Müller) conoce y alaba continuamente a ios mejores escritores. ¿Pero no debe
ría él mismo percibir que su cálida recomendación de los escritos de Burke convierte a
su propia conferencia en una sátira?" N o lo percibió, así como tampoco percibió que
se satirizaba a sí mismo cuando imputaba a Fichte y más tarde a Buchholt: (y además,
rambién a Bonald, Verm. S cíitv, i, p. 393) carencia de conocimientos científicos básicos.
lín y len a - de que el suceso le interesa sólo como “ vehículo de una con
versación”. Esto se expresa en la ocasional y altamente rom ántica com bi
nación de tres impresiones que se mezclan, heterogéneas, pero sim ultá
neas e igualm ente fuertes: la R evolución Francesa, la D octrin a d-. la
Ciencia de Fichte y el Wilhelm Meister de Goethe. Ciertam ente, no había
leído todavía a Burke. ¿Qué efecto produjo en él la lectura de Burke?
A ugust W ilhelm Schlegel conocía escritos de Burke desde 1791, al m e
nos en ese año se lo hizo notar a su herm ano. Entretanto, también N ova-
lis había conocido a Burke; lo m enciona en 1798 en los Bliítenstaubfmg-
menten (N e 104), y el ensayo Die Christenheit oder Europa m uestra ya su
influencia. Friedrich Schlegel leyó a Burke hacia el inicio de 1799. El
efecto: lo “dejó sin aliento” el hecho mismo de que algo tan “furioso” hu
biera sido escrito.10 Por eso, cuando N ovalis dice de Burke que h a escrito
un libro “revolucionario” contra la revolución, está así bien caracterizada
la impresión sobre los románticos, sobre Novalis, sobre Friedrich Schlegel
y sobre A dam Müller: “revolucionario” era todavía sinónimo de “rom án
tico", pero “antirrevolucionario” también podía ser “rom ántico”, esto es,
se ve en ambos, en la Revolución Francesa com o en el espléndido pathos
y fuerte tem peram ento de Burke, una incitación a la adm iración estética
y a la imitación. A quello de lo que Burke se ocupa, su sensibilidad histó
rica, su sentim iento de la comunidad nacional, su aversión hacía la “fa
bricación” violenta, todo lo que en él es histórico y político, es trasladado
a otra esfera y romantizado. La romantización tiene lugar sin la capaci
dad ni la posibilidad de una consideración objetiva: es la “ fabulosa” - e n
ese entonces se decía rom ántica- impresión de una persona, de un acon
tecimiento histórico, de una obra filosófica, artística o literaria.
De allí es que ju n to a la Revolución Francesa, a Fichte y a Goethe,
pudiera tam bién alinearse a Burke; A dam Müller, de hecho, lo colocó
10 Epistolario de Friedrich Schlegel con su hermano, op. rit., p. 17, No. 401, 26 de
agosto de 1791 (p. 17): “Todo el asunto me interesa principalmente de modo inmedia
to, sobre todo como vehículo de conversación con mucha gente", Rich. Volpers,
FnédncK Schlegel ais poliajcher Denker und deutscher Patriot, Berlín, 1917, p. 55, escribe,
muy erróneamente, “curioso".
junto a G oethe. Tam bién N apoleón o Beethoven se convierten en figu
ras rom ánticas. N ovalis pudo incluso nom brar al amigo o a la am ada.
Asimism o, Schlegel y Müller realizan com posiciones y mezclas a volun
tad, pero en ellos la rom antización alcanza su punto m ás alto con las
“ideas” , esto es, con un m aterial ya disponible en formulaciones intelec
tuales, al cual convierten antitéticam ente en su opuesto, lo com binan
con otro m aterial, lo estilizan activam ente o lo transform an rom ántica
m ente de m odo sem ejante. Tanto a R ehberg com o a Jean Paul les llamó
la atención que A dam M üller sólo se ocupara de los m ejores y m ás gran
des escritores y que citara sólo a ellos. El m ism o Müller parece haber en
contrado en ello una prueba de su propia grandeza, pues cuando disputó
con Buchholtz, señaló expresam ente que sólo excepcionalm ente, a ca u
sa de la especial circunstancia del caso, em prendía una defensa de la no
bleza contra Buchholz, lo que en realidad sólo habría hecho si hubiera
tenido com o adversarios a hom bres com o Burke o M ontesquieu. N o
obstante, con ,esta pretensión probaba can escasam ente una riqueza es
pecial de sus propias ideas, com o en su vida su constante devoción por
la sociedad aristocrática probaba un a riqueza económ ica propia o un
prestigio social derivado de su propia capacidad. £1 interés rom ántico
por los nom bres célebres se debía a un a m otivación com pletam ente di
ferente: un gran nombre es un reservorio de sugestiones. Las obras de
un gran hombre contienen tantas objetivaciones de valores espirituales
que apenas con una fina sensibilidad “por su toque, su com pás, su espíri
tu m usical y el delicado efecto de su naturaleza interior que m ueven su
lengua o su m ano, alcanza para ser un profeta”.11 A quí subyace una ra
zón de ia inclinación rom ántica hacía el catolicism o hasta ahora siempre
pasada por alto: en la Iglesia C atólica y su teología estaban interpreta
dos, en un m ilenio de trabajo espiritual, todos los problem as hum anos
de la forma m ás alta que ellos puedan tener, esto es, teológica. Esto era
un poderoso arsenal de conceptos disponibles y de fórmulas profundas.
Sin adentrarse en el penoso e ingrato trabajo de la investigación dogm á
tica, así com o antes utilizaban térm inos de la filosofía natural, se sirven
13 Consideraba al pobre Karl Gustav vori Brinckmann como un poeta que podía es
tar junco a Raciue y a quien sólo podía elogiarse con un grito de admiración (Vi/,, U, p.
237 ¡Se debe confrontar esta carta con BW., Nc 158, para conocer la psicología del
elogio gentziano!).
Carta a Brinckmann del 26 de abril de 1803 (W., n, p. 125).
esta filosofía culm inaba, debieron sorprender co n desagrado especial-
m ente a un hombre versado com o Gentz, que estaba educado e a la es-
cuela kantiana. A pesar del entusiasm o por el am igo, era dem asiado in
teligente para no ver qué pobre era la filosofía de las oposiciones, la que
lo había entusiasm ado tanto en las conversaciones de sociedad y en la
crinolina de la oratoria; declaró que prefería cualquier conversación con
Müller antes que el libro (BW ., N 2 17}. La m ism a desilusión se repitió
luego de cad a volum inosa publicación de Müller: luego de los Elemente
der Staatskunst (1809) y de los Versuchen einer neuen Theorie des GeWes*
(1816). Por elio Gentz prefería elogiar los pequeños ensayos publicados
en Pallas, un escrito de ocasión con motivo del regreso del rey de Prusia
a Berlín en 1809, y tam bién la Uber die Notwmdigke.it einer theobgischen
Grundlage der gesamten Staaiswissenchaften, de 1819, sobre la cual escri
bió: “lam entablem ente es sólo un fragmento; no obstante, este fragmen
to contiene párrafos y pasajes que no pueden com pararse con nada en
A lem ania y, en general, sólo con los m ejores capítulos del inmortal de
M aistre. Incluso el estilo se eleva en m uchos pasajes sobre lo mejor que
los m ejores entre nosotros hayan escrito”.15 En efecto, cuando se consi
deran las eficaces carras de Müller, el bello gesto con el que renuncia al
aplauso de! m undo, cuan do ese aplauso se le niega; cuando quiere hu
millar la incom prensión del m undo, si es posible por medio de obras aún
m ayores; la tranquila superioridad con la que declara que encuentra
m ás im portante el aplauso de un médico llam ado Langerm ann que el
" Toda esta filosofía escrita ha sido dicha, y ella lia sido dicha con el acento, la ani
mación, la naturaleza ini mi cable de La improvisación [...] todo está allí arreglado,
aprestado [...] apenas se encuentra aüí un hecho, un detalle instructivo.
* La nada no represe ntable.
Ensayo de incorporación de las cantidades negativas en la filosofía.
11 Lehre vom Gegensttf j, pp. 49 y 108, la carta de Gentz: W. lí, p. 125. Fichte es men
cionado en: el prefacio (como revolucionario), p. 77 (los extraordinarios trabajos de
Fichte, Friedrich Schlegel, Schelling y Schleiermacher, "los auténticos héroes de la re
volución científica”). Cfr. también Phóbas, I, p. 52 (la falsa popularidad de Fichte), idea
de la belleza, pp. 76, 80, 85, Elemente, pp. 19, 107 (nuevamente contra eí “Estado co
mercial cerrado”), Vorksungen über Fnedrich II * [Lecciones sobre Federico II], p. 137
(“Por ejemplo ¿Qué es lo que atrae irresistiblemente, con derecho, hacia Fichte a sus
discípulos?", respuesta: “la continua disposición militar de su ánimo"). El que en las
Vorfesuiigeri über die deutsche Wissenscha/t urni Literatur * [Lecciones sobre la ciencia y la
literatura alemanas], Dresde, 1807, p. 66, se nombre (a sátira de Fichte a Nicolai, “a
pesar de su cínica rusticidad y dureza, la obra maestra de la polémica alemana”, “un
fragmento de energía alemana”, le pareció a Gentz “doloroso” (BW N s 115); sin em
bargo, ello prueba, además de la dependencia de los Schlegel, eí respeto de Müller por
cía de sus an tepasados” . Por el contrario, en lo referente a la supresión de
las com unidades cam pesinas el asunto es diferente ¿por qué? “E! incre
m ento evidente del ingreso neto de una nación habla a favor de la supre
sión; una vieja ley h ab la en contra; sin embargo, la que habla en contra
de la supresión del m ayorazgo es una ley de un alcance mucho m enor
que aquélla. La costum bre y la obstinación de los cam pesinos los pone
del lado de la ley; sin embargo, la ventaja inm ediata obtiene la victoria
por sobre una ley lim itada e im potente”.18 Ésta es toda la argumentación.
N o es sorprendente que Rehberg y Raumer, que estaban familiarizados
co n las d ificu ltad es p rácticas de la cuestión, despreciaran esto com o
charlatanería y vieran en ello un sofisma barato, que un orador servía a
su noble clientela.
Junto a esta aversión por el detalle concreto, que corresponde al an
tiguo principio retórico de que el orador sólo debía hablar generalizan'
do, Müller tenía otras dos particularidades oratorias que a m enudo apa-
recen tan fuertem ente en sus obras, haciendo desaparecer el contenido
objetivo de am plios pasajes. La primera es su tendencia a los superlati
vos, como ta l: un efecto ulterior de la tradición ciceroniana. En M üller
puede explicarse por el h ech o de que a toda palabra concisa se le quita
su contenido concreto. Figura sólo com o ornam ento y debe volverse im
presionante ai través de la hinchazón superlativa. A l igual que en las lo-
cucíones convencionales, en los finales de cartas y en casos sem ejantes,
los superlativos (devotísim o, cordialísim o, sincerísim o, obedientísim o,
amicísimo) aparecen com o una necesidad psicológica, ellos también do
Fíchts, con quien se guardo de polemizar otra vei, luego de aquéíla en 1801. En ese en
tonces (en la edición de diciembre de los Beríaier Monatsscfvrrfc, 1801) había reprocha
do a Fichte falta de conocimientos y experiencias científicas; el reproche estaba justifi
cado, salvo que el joven diletante berlinés era el último que estaba autorizado a
hacerlo; en cuanto a lo que no está de acuerdo con Fichte, el artículo es un eco de lo
que Müller había escuchado de Gentz y en Gottinga (cfr. Gentz, Híst. Journal n, 3,
1800, p. 749, nota, y Gütc. gel A n i del 23 de febrero de 1801, pp. 313 y ss.; el autor de
esta última reseña de Der geschbssene Hantlelstaai * [El Estado comercial cenado] -la
gran cárcel, como lo llama allí- es Rehberg, cfr. sus Samtl. Scfm/ten iv, pp. 309-313).
13 Elemente I, pp. 39-90, cfr. también Friedrich II, p, 99, y Deutsche Stootsaiuegen, u, p. 35.
m inan en m uchos rom ánticos a causa de una falta de contenido objeti
vo y de una actitud “sociable”. En M üller aparecen en cantidades enor
mes, en las lecciones y en las cartas, a m enudo hasta por docen as.19 H ay
superlativos en los que el pensam iento no puede conform arse con la
simple afirm ación, gira sobre el lugar y se apasiona hasta llegar al super
lativo; donde hubiera bastado hablar de la esencia en oposición a lo no
esencial, la representación abstracta busca hacerse m ás enérgica, de m o
do que habla de esencia interna, luego de la m ás interna y finalmente de
la más interna de todas las esencias, por supuesto, sin que con ello se
vuelva m ás claro el pensam iento. La obra de Fichte está plagada de tales
conjuros com o “sim plem ente”, “absolutam ente”, “no otro q u e ”, “autén
ticam en te” , “puro”, “sólo", “único", “absoluto”,"incondicionado” ; por
ejem plo, “con absoluta evidencia" sabe “que sólo a través del p en sa
m iento auténtico, puro y verdadero, y simplemente a través de ningún
otro órgano, puede capturarse y apropiarse de la divinidad y de la beati
tud que de ella fluye”. En Fichte ello deriva del esfuerzo por constreñir a
los dem ás hombres a sus pensam ientos; el impulso despótico por dom i
nar y la capacidad de prueba aniquiladora. En Müller los superlativos
son sólo refuerzos fonéticos o signos de adm iración retóricos.
19 Para tomar como ejemplo uno de los mejores ensayos breves: en el artículo sobre
Franz H om er se habla del “excelentísimo estudioso” de "los profundísimos y esencial!'
sinios intereses de Europa”, de “los estrechísimos y más indisolubles nudos", de “nego
cios eseocialísitnos”, de “la luí conve memísima” en la que los méritos sean señalados,
hasta la bella y retórica frase conclusiva con que el artículo se c i e r r a : h a b e r ofre
cido de ese modo las últimas energías del cuerpo moribundo a uno de los más profun
dos problemas de la ciencia, así como a los más sublimes intereses de su patria es 1a
perdurable fama póstuma de nuestro H om er”. Zeúgenosíen, Biograplnen und ClutTakte-
rtsttken * [Contemporáneos, Biografías y Caracterizaciones], Leipzig, 1818, III, t. 4, p.
128. En la primera parte (1816) Müller había publicada (p. 12) el ensayo Frare; I vori
Osterreic/i. (El ensayo está marcado T-Z y reimpreso en los Gesammelte Se/iridien de
Müller, Munich, 1837, i, pp. 377-408.) El compilador, Profesor Koethe, proveyó a la
obra de Müller de un prefacio en el que al menos se brindan los datos más importan
tes de la vida del Kaiser, dado que el bello y estilizado panegírico de Müller apenas
contiene alguna indicación útil que pudiera interesarle a un lector en busca de infor
mación acerca de los hechos históricos.
Esta tendencia a los superlativos se une a m enudo con un segundo
recurso oratorio, la perífrasis en tres partes, a la que se podría denom inar
la “tem a mülleriana”, por la preponderancia tan llam ativa que tiene en
su obra. También aqu í pueden darse cientos de ejemplos: “vida bella, li
bre y vivaz", “templanza, indulgencia, tolerancia” , “censura, intoleran
cia, incredulidad”, “por la llam a del ingenio consum ido, destruido, sacri
ficado”, "tam bién en la m ás alta, m ás seria, m ás íntim a devoción", “la
com icidad genuina, pura, inocente”, “qué es la santidad suprem a, qué es
la belleza m ás alta, qué es la verdad más pura sino...”, “lo poderoso, li
bre, exuberante” (com o características del rom anticism o), lo “circuns
pecto, elegante, discreto” (com o m arcas distintivas del clasicism o fran
cés), la “inocencia, plenitud y claridad de H o m ero”, “la acom pasada,
arqueada, pulida locuacidad de Cicerón” , “el espíritu m ás agitado, m ás
tierno, más encum brado del m undo antiguo” (Platón), etc.20 A veces las
ternas se alternan co n m ovim ientos binarios, pero ello está siempre d e
term inado exclu sivam en te por pun tos de v ista rítm icos, acústicos u
otras exigencias oratorias y se desarrolla con el correr de los años desde
un ciceronianism o juvenil y torpe hasta una gravedad refinada.21
L as argum entaciones de M üller sólo se p u ed en juzgar com o obras
oratorias. Las antítesis que expone no son diferenciaciones objetivas u
oposiciones, los superlativos no im plican increm ento del contenido y
la “ terna" no es una acum ulación de pensam ientos, sino de palabras.
Las oposiciones son retóricas, pendants oratorios que con ayuda del rit
m o y del efecto de la sonoridad p ued en tener una fuerza sugerente.
A sí se justifica la altam en te rom ántica disposición y m ezcla de toda
“ oposición” posible: hom bre y mujer, ciudad y cam po, nobleza y b u r
guesía, C ám ara alta y C ám ara baja, cuerpo y alm a, persona y cosa, e s
11 Acerca de las relaciones con Schelling se pronuncia el detallado, pero, con todo, in
suficiente libro de A m o Friedrichs Klassische, Philosophie uncí Wirtschaftswissenschaft,
Gotha, 1915, pp. 117 y ss.; en la p. 160 se llama a Müller el conferencista mundano y
estetizante, un “solitario pensador político”. El libro es un ejemplo de falta de sentido
crítico, típicamente subromántico. Pero incluso un buen filósofo como Metzger quiere
distinguir eí “concepto especulativo" de Hegel en las oposiciones de Müller (op. cá., p.
260) y hasta menciona -porque no conoce el concepto de occasio~ la diferenciación
que hace Cassirer entre los conceptos de sustancia y función. De hecho, apenas habrá
es, por lo tanto, sólo “un dos que se ha vuelto rígido". El artista m an
tiene una con versación con el que considera la obra de arte y, dado
que la naturaleza y el arte son lo mismo, tam bién lo hace la naturaleza
con el hom bre. Toda flor, toda im agen devienen parte de un diálogo y
son tan pronto oyentes com o hablantes; el m undo entero, el universo
es una conversación, de m odo que oportunam ente se crea la aparien
cia de que este pensar o sentir esté orientado sociológicam ente, por
que - u n caso raro para un rom án tico- tiene com prensión de la reci
procidad y, por esto, de que el hom bre no está solo en el m undo. Pero
esta com unidad h um an a sólo tiene por contenido la con versación ro
m ántica. A pesar de su rechazo por el sistema de la identidad de Sche-
lling, que en estas condiciones no pudo comprender, adoptó expresio-
nes y giros de él y de m uchos otros, y, con ello, ocultó el ocasionalism o
subjetivo de su m entalidad. Sería incorrecto hablar aquí de dualism o o
m onism o, pues dualism o o m onism o no son aquí ninguna oposición,
porque las oposiciones m ism as no son verdaderam ente tales, sino sólo
ocasiones. N in g ú n co n cep to retiene su form a, todo se disuelve en una
m úsica oratoria. S e puede pensar al hablante en una “guerra” con el
oyente tan to com o está en una relación am istosa con él, de otro m o
do, sería im posible la conversación; las oposiciones son rápidam ente
m ediadas y salvad as e invariablem ente tiene lugar un acuerdo. L a “c o
m u n id ad ” , q u e de h ech o e stá siem pre presupuesta, es la in m ediata
cercan ía corporal y espiritual de los amigos y de aquellos cuyas ideas
son afines, e n la q u e se puede hablar del con cepto “verd ad ero” por
oposición al falso, sin que sea necesario aventurarse en dem ostracio
nes circun stan ciales, con cretas o conceptuales. En sus Reden über die
algún pensamiento en las palabras de Müller que no pueda evocar tanto ideas pragma
tistas o sociológicas, como también, por ejemplo, a la Philosophit tier Aráhmetík de Hus-
serl simultáneamente, puesto que de la Lehre ucrn Gegemíit- (pp. 62-68) puede entresa
carse una teoría de sistemas; ciertamente, también su opuesto. Esta es la típica
operación romántica, tomar todo como occasio de una equívoca fantasía. Quien, por el
contrario, tome cada palabra de un romántico en serio, fácilmente puede hacer nuevos
descubrimientos. Quizás alguien investigue alguna vez las palabras “Estado” y “Pueblo"
en las cartas de Bettína von Arním y nos presente una "filosofía política” de Bt;trina.
Beredsamkzit, M üller contrapuso la elocuencia, com o algo m asculino,
tendiente a la actividad y a la resolución, a la poesía, com o lo fem en i
n o . E sto es solam en te un ejem p lo d e sus c o n tra stes orato rio s, y se
com prende casi de suyo que si sus d otes hubiesen sido las poéticas, h a
bría encontrado en la producción p oética com o una actividad creativa
y generativa, algo m asculino por oposición a la dependencia funcion al
de la elocuencia respecto de la existen cia de un público. E n las Reden
resuena tam bién un patético lam ento: los alem anes son un pueblo que
escribe, en consecuencia, un pueblo m ud o;23 es el lam ento del orador
nato, que sólo produce grandes discursos si tratan sobre la elocuencia
y cuyas dotes no van m ás lejos, b ajo las con diciones políticas de la
época, que a las m odestas alturas de la elocuencia en con versaciones
de am igos y círculos de sociedad. Las Reden están cargadas de la n o s
talgia por la vida política real, pero so n spío configuraciones oratorias
de esta n ostalgia por salir del estrech o espacio de la sensibilidad ro
m án tica com ún. Por lo dem ás, no con tien en más que crítica literaria.
Por el hecho de que los esfuerzos filosófico-políticos de Friedrich Sch-
legel carezcan de toda originalidad política, aun cuando no contienen e x
clusivamente; descripciones del derecho natural eclesiástico, se los ha po
dido encontrar con razón, allí donde los intereses histórico-líterarios no
fueran determinantes, apenas dignos de consideración en relación con
las publicaciones de A dam Müller.2'1' Pero tam poco es posible valorar la
filosofía política de Müller de otro m odo que no sea el estético-estilístico,
incluso tom ando en cuenta sólo los m ás m odestos criterios de coherencia
y objetividad. Carente de instinto y confuso, cam bia sus puntos de vista
16 Elemente I, pp. 57-59: “donde hay un ¡ocal, un caso positivo -y por supuesto esto
ocurre siempre- hay también allí, inmediatamente una ley”. Una página más adelante;
"quien piensa el derecho, piensa inmediatamente una localidad determinada, un caso
determinado, por el cual hay derecho; éste es el afán bello y natural del hombre vi
viente por un. conocimiento viviente. Quien conoce una ley de acuerdo a como ella
está expresada en la letra, conoce el concepto de la ley, esto es, no más que letra
muerta; quien vé la ley eñ la aplicación o, lo que quiere decir lo mismo, en movimien
to, tiene un 'tercero' que ni es ía mera fórmula ni tampoco algo meramente positivo o
un caso determinado. Y este ‘tercero1 es entonces la idea de la ley, del derecho, la que
nunca es algo concluido o acabado, sino que está comprendida como una ampliación
infinita y viviente". Lo positivo referido por Müller es el caso concreto sobre el que la
ley (la fórmula muerta) es aplicada; lo que para Locke es el occosionoi judgemenf por
oposición al juicio general propio de la ley; parece tratarse también del problema de la
aplicación de la ley; y, por cierto, se dice que la ley se vuelve viviente en el momento
en que es aplicada, pero también aquí es reconocible el pensamiento ocasionalista;
“local” y ley son colocados como opuestos, la idea como lo más alto, “tercero”, actúa
en ocasión de la oposición. Según se afirma en la p. 59 (¡pero en la p. 182 afirma lo
contrario!), el caso positivo tiene su ley en sí inmediatamente; incluso se sostiene allí
que el hombre “en estado de naturaleza —esto es, en tanto las teorías falsas y vacías to
davía no lo han destruido, o, por lo menos, distorsionado- siempre ha sentido como
idénticos la ley y el ''aso o (!) un ‘tercero1, que es más alto que ambos, es decir, la
idea”. Las fuentes de esta afirmación son Novalis, Schelling y Hugo. Que todas las
verdades son “locales" era también una expresión cara a Rahel.
rece el “sereno cam pesino” de Rousseau, esto es, lo que en los artículos
del Bote von Sudaral contra el dem agogo Górres sólo había denominado
como el “así llam ado pueblo". De M aistre hubiera m ostrado poquísima
com prensión por una representación romántica sem ejante. Sin embargo,
Müller - e l alem án que en su comprensión mediadora de todo con todo
perm anece incorregiblem ente sentim ental y p a n te ísta- creía estar de
acuerdo con de M aistre, con el pesimismo profundamente escéptico del
diplom ático sin ilusiones y cuyo principio, que debía superar inevitable
mente a todo el romanticismo, a saber, que el hombre en su voluntad y
en sus impulsos es m alo y que sólo por su inteligencia es bueno.27 El es
crito de Müller Über die Notwendigkeit áner theobgischen Gmndkíge der
gesamten SMíitsu'tísmschaften se diluye en el revestimiento oratorio, com
puesto de m ateriales heterogéneos, de un juicio em otivo falto de toda
sustancia: el verdadero Estado, éste es el verdadero Estado, De los círcu
los vacíos que forman estas afirm aciones y negaciones vacías no surge
ninguna discusión objetiva o conceptual. Por tanto, pululan en ellos los
sinónimos de lo “verdadero” y lo “ falso” : lo viviente, lo auténtico, natu
ral, cristiano, histórico, duradero, en oposición a muerto, mecánico, qui
mérico, hipócrita, pagano, antinatural, y de sucedáneo (una palabra am a
da especialmente por Müller, que ya había sido usada por Schlegel contra
Kant, y que durante el bloqueo continental, cuando en todas partes sólo
eran asequibles sucedáneos del té, del café, del azúcar y de otras cosas,
27 Du Pape, 11, cap. 1 (2a. ecl., p. 211): “Lfujimne en sa qualité d'étre d ¡afois moral et
corrompa, juste dans son mtelKgence, et ¿jervers íiíim sa volonté, doil nécessairémmt écm
gomemé" *[el hombre en su cualidad de ser a la vez moral y corrompido, justo en su
inteligencia y perverso en su voluntad, debe necesariamente ser gobernado). De pasa
sea dicho que la construcción histórica aceptada por Schlegel -qu e rechazaba al pue
blo romano, su cultura y su lengua por considerarlos limitados, individualistas, mecá
nicos y fundados sobre el derecho privado, se trata evidentemente de una identifica
ción con el Estado conquerant francés confusa y movida por la pasión (Elemente II, pp.
46 y ss,)-, se desvaneció calladamente frente a la admiración que de Maistre expresa
ba en cada oportunidad por el carácter latino. De Maistre alababa la sublimidad de es
te pueblo regio y de su idioma “née pour commander" * [nacido para mandar], de este
signo de la civilización europea; en suma, lo que Gobineau más tarde admiraría en los
germanos, de Maistre ya lo había reivindicado para los romanos.
encontró naturalm ente un a aceptación general), caricatura, deform a'
ción, parodia, bastardo, etc.28 Son los adornos necesarios de la escritura
rom ántica: protestas de asentim iento o rechazo em otivo, tanto o tan po
co significativas com o otras perífrasis a causa de sus asociaciones filosófi-
2S Si se repasa el escrito completo, se encuentran por rumo los siguientes ejemplos, so
bre los cuales se mueve la cuasi argumentación (cfr. más arriba, p. 166): el concepto inna-
tural y muerto del Estado-, el dios verdadero; la quimera del Estado absoluto-, la idolatría
de los conceptos de Estado, ley y razón; la vana locura de la ciencia falsa, egoísta y pagana
(contrapuesta a !a ciencia verdadera); el "Estado puro" como sucedáneo de la Iglesia; la
verdadera energía y grandeza del hombre; la verdadera dignidad y esenciaíidad de la hu
manidad; el falso concepto del Estado; la esencia del Estado real y verdadero; el concepto
irreal del Estado; el derecho público verdadero, la locura de la soberanía; los sucedáneos
de “Estado", "ley" y “pueblo"; el concepto muerto de unidad estatal, ía libertad real y vi
gorosa (contrapuesta a la libertad falsa); la así llamada soberanía; el espejismo de la omni
potencia; la quimera de la soberanía popular, la quimera de un supuesto derecho natural
(contrapuesto al verdadero derecho natural cristiano), el derecho antiguo, confiable, sóli
do y evidente (contrapuesto a la borrosa posesión de una moral filosófica, indeterminada
y universal y al fantasma filosófico); la naturaleza en el sentido verdadero de la palabra; el
metal puro del derecho y la innoble mezcla de la falsa moral racional; el así llamado dere
cho natural; la jurisprudencia antigua y auténtica; las ciencias presuntas; la moral verda
dera y propia; el: conocimiento verdadero, la libertad verdadera y su deformación, el arbi
trio; el sucedáneo del dios viviente; el así llamado derecho natural; ía falsa sabiduría sobre
el Estado; la razón eterna y viviente contrapuesta al concepto limitado y muerto de la ra
zón finita; la chapucería inventada-, los ídolos; el concepto abstracto; el concepto verda
dero del Estado; ía libertad natural y verdadera; la esencia superior de la naturaleza hu
mana; la prudencia verdadera; organizar en el sentido verdadero de la palabra; la cosa
verdadera; la persona verdadera; la libertad verdadera e infinita; la consideración verda
deramente sabia; el así llamado beneficio neto; el verdadero ordenamiento terreno, con
trapuesto a las fuerzas mecánicas y químicas de las cifras, de las cuales hay un ejemplo
contable en lo que se denomina presupuesto; las dos grandes quimeras, Estado y pueblo;
ía vana escoria de! oro contrapuesta a la moneda esencial; el yo vanidoso y efímero; la es
coria del sí mismo, del Estado imaginario; la personalidad auténtica; el espíritu verdadero;
las libertades verdaderas contrapuestas a las hipocresías liberales y a los espejismos de la
avidez; locura y realidad; el concepto abstracto del Estado, un sucedáneo de la Iglesia; el
ídolo, el fetiche del Estado abstracto. Este pequeño escrito de Müller es seguramente una
obra maestra estilística, pero un resumen semejante es destructivo para su valor argu
mentativo; un tema tan enorme como el que se ha propuesto Müller no se puede despa
char con algunas colora turas acerca del concepto verdadero y el falso.
cas aparentes, com o son en Müller “idea” ( = l o verdadero) y “co n cep to”
( = lo falso), duración e instante.29
La in v estigación fu ndam ental sobre la teoría del din ero d e A d a m
M üller que Pályi llevó a cabo en su ob ra Románrisc/ier Geldtheorie* lle
ga a la co n clu sión de que M üller m uy a m enudo se d iferen cia “de la
econ om ía p olítica de su tiem po só lo por la inversión fo rm al de ella,
pero no por un enfoque m ás p rofu n d o” . “A d am M üller n o h a profun-
19 Dombrowsky afirma (op. cit., p. 96) que “en general, lo más valioso que se puede
obtener políticamente en ía obra de MüllerMsería la “antítesis” entre instante y dura
ción; por lo cual, Müller habría elevado la oposición estamental de von der Manvitz
"por sobre e! nivel del orgullo prusiano por la gloria de! pasado de la patria y por sobre
los tercos reclamos de actos preventivos en 1798, por sobre un realismo primitivo y el
horror de los Junker por la revolución”. Müller sirvió a la oposición estamental como
secretario estilístico, y no más que eso. Los Junker no necesitaban ser adoctrinados por
Adam Müller acerca de lo que tenían para decir sobre el tema, incluso acerca de la
“antítesis” entre instante y duración, el requisito más antiguo de toda argumentación
conservadora. Para utilizar la misma expresión, en Müller no había nada que obtener
políticamente que un opositor conservador a las reformas liberales no hubiera obteni
do mejor en la obra de Burke, Steig hace notar que en la posdata de A m im a Des
Knaben üímderhom hay declaraciones que podrían haber sido tomadas de las ífe/kc-
titms on the Revolución in France sin que A m im haya pensado en una tal dependencia.
Posiblemente A m im empleó reminiscencias de sus tiempos de Góttíngen. De todos
modos, ello prueba que Müller no inauguró ningún nuevo horizonte con su mixtura f\-
losófca-política, más bien se muestra como un hábil aprendiz de algunos conocimien
tos prácticos, que combinaba en las conversaciones allí. Incluso su juicio acerca de In
glaterra se transformó por influencia del medio berlinés. Cuando en 1810 escribió a
G enu que de ahora en adelante consideraba la lucha contra los imitadores serviles de
Inglaterra en la agricultura como la tarea más importante de su vida, no era tampoco
esta nueva valoración de los ingleses algo que los Junker de la marca oriental hubieran
debido aprender de él. A pesar de la común hostilidad hacia Napoleón, en su instinto
contra el “espíritu mercantil” de Inglaterra, los auténticos militares no se dejaban en
gañar por un país que no había producido soldados, sino "a lo sumo un par de temera
rios como héroes marinos", y por ello utilizaba mercenarios en las guerras y así “paga
ba la sangre de naciones extranjeras con el dinero que su espíritu usurario había
exprimido del continente” (cfr. Inteíligeníblait der N euen Feuerbranáe ''[Anuncios de
los nuevos tizones], 1808, pp. 227 y 228).
* Teoría romántica del dinero.
dizado el co n cep to de dinero de la econ o m ía política clásica y m ucho
m enos lo h a superado-, pero gracias a un uso elástico del lenguaje, al
cu ai lo h an llevado los supuestos rom án ticos de su pensam iento, lo ha
h ech o dilatable a v o lu n ta d y transform ó de m odo parad ó jico en su
con trario la d octrin a tradicion al de las relacion es entre un orden m o
n etario y uno no m o n e ta rio ”. Este es ei m étodo n atural del inteíec-
tualism o rom án tico. M ü ller había asim ilado algunos detalles in tere
s a n t e s b a jo el in flu jo d e G e n tz , a tr a v é s d e l tr a to co n h o m b res
prácticos com o los terraten ien tes prusianos y particularm en te por su
p rá c tic a a d m in istra tiv a .30 S u artícu lo “ El b a n c o de L o n d res” en el
KonversítCtomlexiícon de B rockh aus es, in cluso, un ensayo com pleto y
objetivo, en el que las im ágen es preferidas de M üller, ía fuerza cen trí
fuga y la fuerza cen tríp eta, no obedecen a un fin exclusivam ente retó
rico, sino que sirven a la ilustración de un a e xp licación objetiva. A q u í
M üller no es m ás rom án tico. El teórico rom án tico -p o r supuesto, es
in e x ac to h ablar a q u í de teoría o p e n sa m ie n to - d e ja que la im agen
piense por sí, m ism a y, aban don án dose al ju ego com binatorio o an tité
tico de ideas; ajen as, extien d e las d enom inaciones puram ente verbales
de esas ideas h asta un a am bigüedad rica en relaciones. Por ello, no
hay ideas rom án ticas, sin o ideas rom antizadas.
P ara el rom an ticism o político es esp ecialm en te im portan te que el
m aterial in telec tu a l co n el que la em o ció n ro m án tic a b u sca darse
form a, sea re lativ am e n te indiferente. N o to d a em o ció n origin ada en
la esfera política n e c e sita revestirse co n aso cia cio n e s políticas. En
31 El escrito de ]. j. Wagiier Über die Trenimng der iegis ¡atinen und executiven Staatsge-
walt * [Acerca de la división de los poderes legislativo y ejecutivo], Munich, 1804, es
crito con motivo de las diferencias entre el gobierno bávaro y las asambleas estamen
tales, no pertenecería, a mi juicio, al romanticismo político, puesto que su
construcción del Estado es “en su totalidad” propia de la filosofía natural El escrito
merece, por otra parte, más atención que las composiciones de Müller; un talento sis
temático que intenta identificar, metódicamente de modo semejante a Bonald, el pa
pel del rey en la realidad política con el concepto de unidad suprema en un sistema fi
losófico, Para la comparación con las afirmaciones de Müller sobre temas
filosófico-políticos, son dignos de atención los siguientes pasajes: p. 4 (“no se perjudi
quen mutuamente" es el primer principio del Estado para et derecho natural; se trata
aquí de una limitación del poder de los más fuertes frente a los más débiles. Pero dado
que es un principio meramente negativo, debe "necesariamente hacer del edificio en
tero de la ciencia un conjunto de oposiciones; pues lo que es negativo comienza con
una oposición... que debe poder ser reconducida a la oposición originaria”. La división
p ecíficam en te ju ríd ica y com p letam en te antirrom ántica. En N ov alis
ellas están d eterm in ad as e stéticam en te y so n figuracion es p oéticas.
Esto se m uestra claram en te en fragm entos com o el siguiente: la je rar
quía es la “figura sim étrica fu n d am en tal de los Estados, el principio
de la unión estatal com o con cepción in telectu al del Yo político"; aqu í
se m ezclan sin orden filosofía natural, fich tean ism o, aso ciacion es e s
téticas y políticas, y ascien den espu m an tes en un aforism o co m pacto
y rítm ico, pero sin valor objetivo-
Este m odo rom ántico de tratar las co sas se basa en el perm anente
pasaje ocasionalista desde un dom inio a otro, para evadirse h acia un
tercero extraño y “superior” y m ezclar así las representaciones de d o
m inios heterogéneos- L a expresión de Solger, acerca de que en A dam
M üller todo es “una m ezcla insincera”, y la observación exacta de Wil-
entre pueblo y príncipe es para Wagner una oposición tal, que implica la división en
tre el poder legislativo y el ejecutivo. Como a todos los representantes de un esprit géo-
metnque -por lo demás, también lo es Adam M üller- la división tripartita de Montes-
quieu no le sirve de mucho; la justicia, esto es, precisamente el poder cuya
independencia se conforma en la historia más clara y rápidamente, no tiene lugar por
que no entra en el esquema sencillo de las antítesis); p. 15 (“seríamos felices si el lec
tor no viera simplemente un símil en esta comparación, -del Estado con el organismo
humano- sino que alcanzara a' reconocer aquí in concreto la identidad íntima de la n a
turaleza y de la libertad"); p, 17 (“el Estado no es producto del azar, no se basa en un
contrato social,- cae como fruto maduro del árbol, tan pronto como la productividad
ideal del género humano se ha elevado al mismo nivel que la fuerza de producción de
la tierra); p. 19 (el punto central del Estado debe ser una persona); p. 31 (la elegancia
superficial de Sajonia y de Prusia; es interesante a causa de la semejanza con las opi
niones del joven Hegel); pp. 22, 52, 48-49, 93 (el rey no es el primer servidor del Esta
do, un principio semejante es propio de la democracia); p. 32 (los consejos proporcio
nan al príncipe los conceptos, el príncipe los eleva a la idea); p. 84 (contra la
artificialídad política y el cálculo del equilibrio de poderes; el parlamento inglés retar
da el curso de los asuntos de Estado y le da oportunidad a la nación de ejercitarse en
la elocuencia política); pp. 51 y 65 (toda realidad tiene su fundamento en la posibili
dad; la realidad como tal es ya limitación, enfermedad); finalmente, como síntoma de
las convicciones políticas de este paisano de Hegel, p, 98 (“el célebre publicista J. ].
Móser podía ciertamente alegrarse en la cárcel de Hobentwiel por su perseverancia,
pero no podía impedir los planes del príncipe”) .
helm Grim m de que, a su parecer, to d o lo bueno que p od ía en con trar
se en M üller estab a “a p réstam o”, ap u n tan hacia el segun do principio:
la utilización de ideas ajen as e n esta m ezcla, sin otra activid ad que su
exageración literaria, cuya co n se cu e n cia es la inversión paradójica. S in
em bargo, la im presión de in sin ceridad resulta de otro m om ento, pro
ducto d e la peculiaridad espiritual de la rom án tización. El pun to aire-
dedor del cual gira el círculo fo rm ad o por el ju ego rom án tico de figu
ras es siempre ocasional y, por tan to, la cuasi argum entación rom án tica
puede justificar cualquier situación . El Estado de policía centralizador
puede ser hoy un a m áqu in a a rtificia l y m uerta, a la que no d eb en
ofrendarse las energías vitales de los privilegios estam en tales; m añana,
esos privilegios serán carne in d ó m ita q u e debe ser cu rad a por su im
plantación en el gran con jun to del cuerpo viviente; la división de los
poderes puede significar un d esgarram ien to artificial de la totalidad
del organism o, m añ an a un ju ego viviente de las oposiciones que se re-
piten en toda la naturaleza, e n cuya acción recíproca -p u e sto que la
guerra es el padre de todas las c o s a s - se reproduce el organism o vi
viente com o una unidad superior; n ad a es m ás a n tin atu ral y repug
n ante que eí “h acer” artificial, es revolucionario y carece de duración,
pero la grandeza de la nación prusian a consiste en que creó con scien
tem ente lo que la naturaleza le negó; la R evolución Fran cesa es hoy
-c o m o Burke la en tien d e- idolatría antinatural y crim en sin sentido,
m añana puede ser tam bién “la fuerza natural, la afin idad electiva de
una vida oprim ida y subyugada” q u e h ace saltar los vín cu lo s de las
consideraciones morales y de las form as (Friedrich II, p. 305), etcétera.
E sta falta de co n secu en cia y este d esam paro m oral frente a toda
im presión n ueva tienen su fu n d am en to en la p rodu ctividad e sen cial
m ente estética del rom anticism o. L a política le es tan a je n a com o la
m oral o la lógica. S in em bargo, hay que diferenciar claram en te los
c a so s de ro m a n tic ism o p o lític o de los de p o lítica ro m á n tic a . U n
hom bre que no es esen cialm en te rom án tico p u ed e e star m otivado
por represen tacion es rom an tizadas y poner su energía, que surge de
o tras fuentes, al servicio de aqu éllas. Para evitar la co n sideració n de
accion es de Estado com p licad as y p oco claras, en tien d o com o caso
típ ico d e u n a p olítica ro m án tica tal, el asesin ato de K otzebue por el
e stu d ia n te K arl Ludw ig Sand,-52 lle v a d o a cabo el 20 de m arzo de
1819. S a n d fue ed u cad o de a cu e rd o co n la severidad m oral que to
d av ía regía la form ación de los jó v e n es del siglo xvin. D u ran te su n i
ñez y ad o lescen cia se afan ó en un a gim n asia de la v o lu n tad a m en u
d o c o n m o v e d o r a y se o b lig ó a n o c e d e r a n in g ú n im p u ls o de
d eb ilid ad o con cup iscen cia. En Fran cia, donde R obespierre ofrece un
e jem p lo n otorio de ese severo m oralism o, elío sería señ alad o com o
u n a repercu sión de la sev era trad ició n del esfmt cías sigue, en A le m a
n ia, una d en o m in ació n sem ejan te in du ciría al error, p orq u e el c lasi
c ism o a le m án ya e stab a b ajo el in flujo de las ideas h um an itarias y
ro u sseau n ian as, en las que term inó disolviéndose la prim itiva sev eri
d a d . Pero ella to d av ía e x istía en A le m a n ia y en S a n d tu v o co m o
co n se c u e n c ia que preservara la ca p a cid a d no rom án tica de inerva.-
ción p síqu ica y ía energía para decidir, esto es, la ca p a cid a d de actu ar
e n el sen tid o usual, no “e le v a d o ”. C o m o estudiante, siguió al rom an
ticism o de su'tiem p o, para ese e n to n ce s ya popular e idílico, se e n tu
siasm ó por las an tiguas can cio n es pop u lares y alabó ía gloría del m e
d io ev o co n hpnradez au tén tica. C reyó en sus ideales de libertad y de
p a tria sin n in gun a reserva rom án tica. A este hom bre sin cero, Kotze-
b u e, el agen te de R usia, viejo, volu p tuoso, m alicioso, se le aparecía
co m o el enem igo. La prim itiva p olítica estudian til, que se expresab a
e n la av ersió n por el zar, no ten ía n a d a de rom ántico e n sen tido e s
p e c ífic o . L a d irecció n del se n tim ie n to n a cio n a l a le m án se dirigía
co n scien tem e n te con tra Fran cia y el extran jero, el enem igo en ese
e n to n c e s re cié n exp u lsad o , cu ya d o m in a c ió n h ab ía d e sp e rta d o el
se n tim ie n to nacional. Kotzebue era un “extran jero” sólo “m oralm en
te ” , sí se quisiera señ alar con ello su debilidad; para los estu dian tes,
33 Anché Su ares, La mition comre la race, II, Répúblique et barbares, París, 1917, p.
97. Las conocidas antítesis Oriente-Occidente, cantidad-cual idad, etc., junto a moti
vos tomados del Apocalipsis y de la historia mundial, se repiten aquí de modo seme
jante al de los románticos antinapoleónicos durante las guerras napoleónicas. Por lo
demás, de ningún modo quiero definir a Suarés, el autor del bello ensayo sobre Dosto-
iewski, como un romántico. Por el contrario, él ha señalado con razón que cuando
Stendhal utiliza la palabra “romántico", no quiere significar con ella “romanticismo”
sino: Shakespeare y no Víctor Hugo, Dante y no Chateubriand, Beethoven y no Ber-
lioz, y añade Suarés: “cien años más tarde persiste aún la ambigüedad; los estafadores
políticos la cultivan".
La muda de Ponici.
tata, Homantiker a u f den Throne der C asaren (M annheim , 1847). Este
escrito tiene u n a im portancia especial en la construcción del concepto
“rom anticism o p olítico” .
sado" (p, 1658). También Johannes Geffcken (Kaiser Julianus, Leipzig, 1914, p. 169), para
quien esto es “sólo en parte exacto”, reconoce sin embargo que ésta “es una comparación
que siempre tiende a aceptarse”, por supuesto, lo afirma en relación con el escrito de
Strauss: "Juliano es totalmente místico y en ocasiones también romántico -entonces D.
Fr. Strauss no estaba completamente equivocado- y sin embargo nunca un completo so
ñador", etc. (p. 124)- U na buena recapitulación de las contradicciones intrínsecas de
“Proteo” (tal como lo llamaba Libanio) da G. Negri, ¡Umperatore Gníliano ¡'Apostata, M i
lán, 1901, pp. 428, 429. Por lo demás, se podrían encontrar muchos puntos de apoyo para
las más diversas comparaciones a partir de la clara enumeración de pasajes de Teuffel (en
la primera revisión de la fieaí-Enciidopadie de Pauly, t. iv, Stuttgart, 1846, pp. 401 y ss,).
Strauss había mostrado en la introducción de su escrito cómo el juicio acerca de Juliano
cambió paulatinamente en la Edad Moderna, porque se juzgaba de otro modo su oposi
ción a la Iglesia. Es igualmente interesante cómo Juliano, quien originalmente sólo era el
apóstata y perseguidor de cristianos, se vuelve una figura política a causa del interés polí
tico naciente, del cual el mismo Strauss es el primer ejemplo notable. Peto ya desde anees
aparecen alusiones a situaciones concretas del tiempo de la Restauración- El consejero
consistorial Wíggers, del Gran Ducado de Mecklenburgo, quien en 1837 publica en
Zeitíchr. /. hist.Theobgíe un ensayo sobre Juliano el Apóstata, indica que los cristianos de
bían parecer al emperador pagano individuos ávidos de innovaciones, ‘'demagogos en el
moderno sentido de la palabra” y que se podría hablar de una “reacción en favor del pa
ganismo" (pp. 121, 122, 158). Luego de 1848, la palabra se volvió corriente; Sievers, por
ejemplo, realiza una interesante referencia al escrito de Strauss en el cap. XI de su biogra
fía de Libanio, Dk Reatrion untar Julián, Berlín, 1868, p. 103; Fr. Rodé escribe una Gas-
cfiicfiíe der Reakdon Kaiser jidutns Qena, 1877) y utiliza 1a palabra como expresión técnica.
Asmus, op. cic. habla en un punto del “corto renacimiento del paganismo", por lo demás,
acepta allí la terminología de reacción y Restauración (“por consiguiente, su política reli
giosa, que es señalada como una reacción arbitraria por la historiografía objetiva, repre
sentaba una justificada política de restauración para los que con Juliano buscaban el res
tablecimiento del pontificado pagano”) míennas que en su valioso comentario y crítica a
Jufcim Gcdiláerschrift tm Zusammenhang mu. saínen ubrigen Werken, Friburgo, 1904 -im pres
cindible para el estudio de las teorías de Juliano- resalta y retoma con razón la exacta ex
presión de von Gutschmid “centrarteligión contra el cristianismo".
desarrolla un p rod u cto tan con trad ictorio y m endaz co m o el rom an ti
cism o. T am poco es probable que u n hom bre en el que el sen tim iento y
la Im aginación p redom in an por sobre el pensam iento claro prefiera lo
an tiguo d urad ero, ni que en los con flictos entre lo viejo y lo jo v e n el
racionalism o e sté naturalm ente del lad o de los jóvenes.
Pero la defin ición de Strauss n o debe ser confrontada co n ob jecio
nes sem ejan tes porque ella establece los elem entos co n cep tu ales del
rom anticism o sólo aparentem ente; en realidad, no es m ás que un a rá
pida tipificación del oponente político del m om ento. D e form a m ás
clara aún que en Ruge (1840), el program a político, ya poco a n te s de
1848, defin e el co n cep to ; quien no es progresista, es rom án tico. El
sentim iento de representar un tiem po n uevo y próxim o ya es seguro y
autoe vi d en te; la co n cep ció n p olítica d el adversario ap arece tan in
com prensible en su fundam ento que su resistencia sólo puede ser e x
plicada por su arbitrariedad e íntim a falsedad. N uevam en te aparecen
los errores aparen tem en te inevitables: en lugar de considerar al sujeto
rom ántico, el tém a ocasion al de la productividad rom ántica, en lugar
del proceso de. rom antización de alguno de los tantos contenidos ro-
m antizados, el; resultado de ese proceso. D e este m odo S trau ss d e sa
tiende visiblem ente contradicciones evidentes. E xplica co n todo d e ta
lle có m o Ju lia n o q u iso vivificar n u e v a m e n te a los an tig u o s dio ses
pagan os con la ayuda extrem adam en te confusa de nebulosas interpre
taciones y m uestra la conexión d e la m ística n eoplatón ica con la filo
sofía n atural de Schelling; recuerda la sim bólica de Creuzer y su trans
form ación de todos los conceptos de la teología cristiana, la que tiene
su con traparte e n la transform ación neoplatón ica del O lim po pagano.
Pero h u b iera d e b id o llam arle la a te n ció n que la d iso lu ció n m ística
tam bién se m an ifiesta en liberales com o O ken e incluso, con toda la
energía de la con vicción interna e inm ediata, en m iem bros dem ocráti
cos de la co rp oración estudiantil, com o lo m uestra el caso de Karl Fo
lien y sus seguidores, m ientras que la evolución de los reaccionarios
rom ánticos, los usualm ente llam ados “políticos”, desde bastan te tiem
po atrás se h ab ía orientado hacía el punto de vista opuesto. El rom an
ticism o alem án com enzó com o un m ovim iento juvenil y m ientras se
m ezcló realm ente con la filosofía natural y el m isticism o se co n d u jo
con adem an es revolucionarios. C u ando se unió con la reacción políti
ca, se declaró partidario de una ortodoxia estricta y positiva q u e re
ch azab a cu alq uier an álisis de las ideas cristianas calificándolo com o
“patrañ as de la filosofía natural" y “ ateísm o”. Jarcke fue cualquier cosa
salvo un rom ántico, pero com o estuvo al servicio de M etternich fue
considerado com o tal por los liberales, a pesar de que, com o hom bre
inteligente y serio, encon traba al rom anticism o vienés del período Bie-
derm dtr com o “ vacío y desordenado y en su esencia íntim a, no cristia
n o”, a pesar de que posteriorm ente hubiera m ostrado en una exposi
ción clásica, con sus descripciones de Grüuehzenen in W ildenspuch* los
horrores de un m isticism o subjetivista. H aller no era ni rom ántico ni
m ístico sim bolista, y en toda A lem ania, liberal o reaccionaria, nadie
dem ostró un desprecio tan sincero por los teólogos m ístico-panteístas
com o de M aistre, quien, por otra parte, veía en ju lian o uno “de esos
peligrosos soñ adores” , un “phibsophe". Por ello es necesario considerar
m ás de cerca los partidos de los que se trata; pues lo “viejo” y lo “n u e
v o ” son caracterizaciones que, si com o tales pueden tener algún valor
argum entativo, en sí m ism as pueden ser señaladas com o rom ánticas.
El rom anticism o tem prano se veía a sí m ism o com o una n u eva é p o
ca y, precisam ente por ello, m ás valiosa; en N ovalis resuena repetida
m ente que una n ueva época comienza ya, la que realizará lo que “ h as
ta ahora” n o fue posible. E n ese entonces lo “nuevo" pertenecía aún a
la serie positiva de la cu asi argum entación rom ántica, lo n uevo era la
vida, lo orgánico, autén tico, etc. A m edida que los rom ánticos en v eje
cieron, se les reveló la dignidad de lo viejo, ahora viejo equivale a d u
radero, au tén tico , orgán ico , vida, etc. (cfr. m ás arriba, p. 166). En
Strauss, debido a la contem poraneidad de su escrito, las faccion es no
están señ alad as co n precisión suficiente; parece tratarse de un a n ta g o
nism o tanto político com o espiritual. El h ech o de que com pare a ju lia
no con Federico G uillerm o IV de Prusia podría indicar el carácter p o
lítico de la lucha entre lo viejo y lo nuevo. Pero es evidente q u e am bos
" "El gran problema que divide en Europa a los hombres y a las sociedades es: eí
hombre se crea a sí mismo y crea a la sociedad o la sociedad se crea a sí misma y crea
al hombre”.
cristianism o estab a superado y es con ocid o lo que Taine y R e n á n p e n
sab an al respecto: lo con sideraban com o un producto de u n a cu ltu ra
decaden te; pero com o los tres term inaron rech azando y repu dian do ía
R evolución Fran cesa, los m onárquicos fran ceses actuales, d e sce n d ie n
tes de Borvatd y de M aistre, invocan a C o m te, Taine e incluso R e n á n y
se denom inan a sí m ism os, jun to a ellos tres, realistas. El rasgo d istin ti
vo es, precisam ente, de naturaleza política.
L a historia de ju lian o , a diferencia de la R estau ració n de 1815, es
sólo la historia de un a reform a del cu lto fracasad a y de la m isión in
tern a del pagan ism o, no la de u n in ten to político. Por haber sido in i
ciad a por el em perador, la em presa fue sosten id a con m edios e sta ta
les, sin que por ello haya dejad o de ser otra co sa que un asu n to del
corazón de un teósofo arrojad o sobre el trono, por lo dem ás, hábil en
las cuestion es p rácticas. N o había ningún m ovim iento p rod u cid o por
el paganism o. A tan asio lo llam ó u n a “n u b ec ita” ; un h istoriado r p ru
sian o m oderno, que com para a Ju lian o co n Federico II y lo defien de
com o un luch ador laico estatal con tra la in toleran cia ecle siástica, O.
G ruppe, lo llam a “un acciden te sim b ó lico";36 N egri sostiene c o n toda
razón (op. cit., p. 491) que Ju lian o no era ni un reaccionario ni un ilu-
m inista. C reía en la doctrina n eoplatón ica, ía que para éí e ra m ás una
religión que un a filosofía y com o so ld ad o estu vo bajo el in flujo del
cu lto de M itra. El cristianism o no se le op o n ía com o enem igo p o lítico
ni am enazaba de m od o directo la e xisten cia del im perio co m o sí lo
h acía la revolución d el siglo XVIII con el orden estatal existen te. S i j u
liano acusó a los cristian os de ateísm o, ello no im plica, co m o en los
tiem pos de em p erad ores preceden tes, un co n cep to c a si de d erech o
penal, sino un a expresión del co n vencim ien to que tenía el em perador
36 Op. cit-, p. 1669. En la p. 1665, nota 2, Gruppe señala que Federico 11 y Vottaire,
“con razón lo reconocieron como un igual". Esto corresponde a las ideas de todo ilu-
minista del siglo xviíi. También el marqués d'Argens, el amigo de Federico II, explica
ba y justificaba la política religiosa de Juliano a causa de la intolerancia del cristianis
mo (Réflexions sur l'empereitr Julián, prefacio a la edición de la Défense du f>agonisme,
2a. ed., 1. 1, Berlín, 1767, p. l x x x v i ) .
de que el D ios de los cristian os no era un verdadero D ios. L a argu
m en tació n de Ju lian o correspon de a ello. B u sca co n tradiccion es en la
d o ctrin a cristiana, les h ace reproch es m orales y opo n e al cristianism o
un politeísm o tran sfigurado a través de las id eas n eoplatón icas. En el
siglo x ix las iglesias cristianas e stab a n un id as al orden estatal y ju rídi
co en la luch a con tra la d octrin a revolucion aria y se podía esperar
que e n ju lian o , el defensor del pagan ism o u n id o al Estado, se e n co n
traran argum entaciones co n tra el cristianism o an álogas a las que los
filósofos legitim istas ad u cían con tra la revolución. S in em bargo, esto
es cierto sólo en detalles. E n Julian o, p artid ario del esoterísm o h ele
n ista y neoplatónico, cuyos esfuerzos político-religiosos sólo se in tere
saro n por los sofistas de A te n as y A n tío q u ía y apen as por la autén tica
tradición p agan a tod avía subsisten te en las fam ilias del senado rom a
no, no se encuen tra rastro de la id ea de que tan to la religión co m o el
le n g u a je so n ele m e n to s c o n stitu tiv o s de to d a co m u n id ad h um an a
co m pletam en te realizada, ni tam p oco de la idea tradicional de que
D ios se reveía dom o tal e n la com un idad. L a razón de ello es que e s
tab a dem asiado, ocu p ad o co n el co n ten id o de una convicción religio
sa o filosófica determ inada. Ju lia n o tam bién ad u ce, com o S trau ss p o
ne de relieve, la referencia n atural en la posición co n servadora a la
trad ición y a la duración: el politeísm o p agan o es lo antiguo y ya acre
d itad o com o idóneo, la religión que hizo gran de al E stado rom ano,
m ien tras que el cristianism o es un a in n ovación sin sentido, sin rela
ción co n la vida política y pred icad ora de un am or al prójim o que n e
cesariam en te destruirá al Estado, ju lian o fu n da su pontificado en la
tradición y se preocu pa por la con servación de las icáipiot vo^at, * A si
m ism o, une a ello la an tigua doctrin a del origen divino de las leyes.
Por supuesto, ello significa para Ju lian o una repetición de ideas neo-
p latón icas y a veces un a in d ign ación m oral por el ateísm o de los cris
tian o s; pero siempre es expresión de su creen cia puram ente m etafísi
c a en la con exión entre religión y destin o, en la protecció n de los
dioses y la eficacia de la oración . El D ios de los galileos no es el ver
37Atd fiiv f i p tt}v rocAcXaíiov atupíav ¿Myo'j 5tTv ¿Eiravra ávsTpíÍT;?], 5id r/|v tiüv
t& fíé v E K t v tc íiv te í* SBfj ypf¡ 't t p .o v t o u í S e o ü í * a i t c ;j s 9 £ < jí e p e í (
avSpaí xal *[Eti efecto, en virtud de la demencia de los gaíileos casi todo fue
subvertido, mientras que en virtud del favot de los dioses todos nos hemos salvado.
De allí que es necesario honrar a los dioses y a los hombres y ciudades piadosos]
* [agradecemos al prof. Sebastián A bad la traducción de este pasaje] (carta 7, 376 D,
Hertlein, p. 485). Aílard, o{>. cít., menciona ia carta a Temistio como ejemplo de! ca
rácter abstracto, alejado de toda sensibilidad tradicionalista, del pensamiento de Julia
no; en dicha carta, en efecto, se desarrolla un programa fdosófico-político completo;
el príncipe debe dar leyes que no estén calculadas para sus contemporáneos, sino para
la posteridad y para los países que no forman parte del imperio (262 B, C, Hertlein, p.
339). La carta, que Aílard fecha primero (t. ni, p. 404) como del año 362 y luego, en
la p. 340, del 361, sería en sí un buen ejemplo, pero su fuerza probatoria está disminui
da por el hecho de que probablemente esté escrita hacia el inicio del 356, esto es, an
tes del comienzo de la actividad política de Juliano en la Galia y, en consecuencia, es
un ejercicio filosófico al que se puede recurrir tan poco como aí Antímaquiavdo para
un juicio acerca de Federico II. Rud. Asmus, Kaiser Julians philosophische Werke, vol.
116 de ia Pililos. Bibl., Leipzig, 1908, p. 23, por cierto, fecha la carta en la época poste
rior a la muerte de Constancio, hacia el fin dei 361 y Geffcken, o£. cít., pp. 78, 147, le
da una serie de puntos de apoyo. Sin embargo, a mi criterio ellos no alcanzan pata de
bilitar los que O tto Seeck en Gesehichie des Umergarigs der antiken VC’eit, t. IV, Berlín,
1911, pp. 469, 470, da para el año 356, sobre todo no afectan la razón principal: el he
cho de que la carta debió haber sido escrita antes de que Juliano aceptara por primera
vez difíciles tareas políticas. A ello debe agregarse que la carta no habla de ios dioses,
como era de esperar hacía la época de asunción del principado (cfr. entre otras la car
ta N a 58, a Máximo), sino de la divinidad con ta característica precaución correspon
diente a la época, pues Constancio todavía vivía (t<jj fhqí en el párrafo fínaí aparece
llamativamente tres veces, cada una cerca de la otra).
to das las confesiones. Es allí, y no en una arbitrariedad subjetivista,
don d e se origina la co n trad icción de la situación de Ju lian o. D ebe e n
frentar, aun cuando sus con viccion es person ales h u b ieran sido otras,
a sus oponentes religiosos e n el terreno religioso; a la religión absolu
ta del cristianism o debía correspon der una igualm ente absoluta y ver
d adera religión p agan a, au n q u e la esen cia y el valor político de ese
politeísm o consistiera precisam en te en la relatividad religiosa.
E n cuan to el liberal S trau ss se acerca en su escrito a esta página de
la obra de reforma de Ju lian o, realiza un llam ativo viraje. El reaccion a
rio em perador ahora se le aparece súbitam ente com o un hom bre razo
nable, e incluso sim pático, ya que ahora se p resen ta no com o un “ ro
m án tico ” a secas, sino com o un “ rom ántico p a g a n o ”, por lo cu al lo
“diferen cia” de los rom án ticos cristianos, “co n los que precisam en te
(!) entra en un a oposición que difícilmente pueda resultarle desv en ta
jo sa ” {p. 47). Si S trau ss h ubiera sido m ás claram en te consciente de
h asta qué punto la política religiosa de Ju lian o corresponde al p en sa
m iento liberal,: esto es, que en el E stado tod a religión debe ser tolera
da, entonces, tal com o resueltam ente lo hace O . G ruppe, se habría n e
gad o a hablar ;de rom anticism o en este caso. S ó lo se n ecesita poner en
claro qué eran realm ente las facciones a las que aq u í se confronta c o
m o lo viejo y lo n uevo p ara com prender al in stante la diferencia entre
la argum entación religiosa de Ju lian o y la del rom anticism o de la R es
tauración. El em perador enfrentaba a su enem igo - u n a creencia reli
g io sa - co n argum entos religiosos; los rom ánticos teologizantes se e v a
d ía n de las d is c u s io n e s p o lític a s p or m e d io de d e m o str a c io n e s
religiosas y la teología les servía de coartada rom án tica. E so era el ro
m an ticism o político, no obstante, era igual de rom án tico que la ro
m án tización de la revolución o de N apoleón , e n la que se solazaban
los correligionarios de Strauss, la n ueva generación rom ántica. E spe
cialm ente Bettina von A rnim se volvió revolucionaria de nuevo y p u
blicó en 1843 Dies B uch gehórt dem Kóntg y e n 1851 Die Gesprache mtt
Dümonen, productos típicos del rom anticism o político revolucionario.
Concíustán