Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Juliana
La desparición de Juliana Campoverde cuenta mucho más que un proceso
judicial cargado de inoperancia, es la historia de una joven que, como cualquier
joven de su edad, amaba la música, trabajaba para pagar su universidad,
quería viajar, tenía una profunda y legítima fé cristiana, pero que vivió años la
presión y manipulación de los pastores de su propia iglesia, hasta que uno de
ellos, Jonathan Carrillo, se sintió con el poder de secuestrarla y quitarle la vida.
Elizabeth Rodriguez, madre de Juliana, es quien recuerda cada detalle antes y
después de su desaparición.
El control
“Oasis de Esperanza” es el nombre de la iglesia evangélica a la que Juliana
ingresó junto a su mamá Elízabeth Rodríguez, su padrastro Walter Parrales y
su hermano Ronny, en el 2003, cuando ella tenía nueve años. Esta institución
estaba liderada por la familia Carrillo: Patricio y su esposa Edith, que
pastoreaban junto a sus dos hijos mayores Jonathan e Israel. Los hermanos
Carrillo estaban encargados del grupo de jóvenes, particularmente Jonathan,
quien era el pastor.
En los primeros años July y su familia asistían fielmente al culto cada miércoles.
Mientras ella crecía la presencia de la iglesia en su vida fue cada vez más
fuerte, más aún cuando tuvo la oportunidad de unir sus dos pasiones: su fe en
Dios y la música. Un día le pidió a su madre que le compre un pandero, así
ingresó al coro de la alabanza de la iglesia.
–Entonces ya no iba solo miércoles y domingos, sino también los jueves en la
noche al curso de liderazgo y los sábados a los repasos de la alabanza para el
domingo presentarse en el culto – recuerda su madre.
De acuerdo a los informes psicológicos presentes en los documentos del caso
de Juliana Campoverde: “la religión era una de las piezas fundamentales en la
concepción de su vida. Una parte importante de su identidad estaba dirigida a
Dios”. recuerda su madre que su fe, materializada en la iglesia y sus pastores,
marcaron una parte esencial en su personalidad y en su vida:
–Cuando Juliana se presentaba con extraños una de las primeras cosas que
mencionaba era la iglesia a la que asistía, e invitaba a la gente a escuchar la
palabra de Dios .
Durante los nueve años que Juliana asistió, junto a su familia, a la Iglesia
“Oasis de Esperanza” los pastores ejercieron un profundo control sobre su
esfera privada incluyendo su familia.
–Los pastores decían que teníamos que contarles todo– relata Elízabeth.
De ese modo podían decidir y manipular a Juliana usando la autoridad religiosa
que ostentaban sobre ella. De acuerdo a testimonios recogidos por la defensa
de la familia: “ellos (los pastores) decidían quién le puede tomar la mano,
acompañar al bus o sentarse junto a ella en los cultos”.
July era castigada por medio de la música. Cuando tuvo quince años decidió
llevar a su primer enamorado al culto de la iglesia. Los Carrillo no vieron con
buenas ojos esta relación y la sancionaron del coro porque según ellos “todavía
no tenía edad para tener pareja”. La presión era cada vez más fuerte, más
asfixiante y más injusta. Varios meses antes de su desaparición July se da
cuenta que el control sobre ella es mayor al que los pastores ejercen sobre
otros feligreses. Así poco a poco July decidió alejarse de la iglesia y sus
pastores.
La última vez
Juliana despertó temprano la mañana del siete de julio de 2012, se vistió y
maquilló ya que esa tarde tendría su primera cita con su enamorado Fabián
Mendoza. Ellos fueron amigos más de un año y ambos pidieron formalmente
permiso a Elízabeth para estar en una relación. El día de la desaparición July
estaba vestida con una blusa de franjas blancas con beige, pantalones jeans y
zapatos marca Converse. Llevaba una cartera con la Biblia, su billetera y
documentos.
Según la versión de Elízabeth durante la audiencia en el Tribunal de Garantías
Penales de Pichincha en julio del 2019, ella y July salieron de casa y caminaron
juntas hasta la estación de gasolina en la esquina de Mariscal Sucre y Ajaví, en
el barrio la Biloxi al sur de Quito. En ese punto se despidieron cerca de las
nueve de la mañana, cada una fue a abrir sus negocios. En este trayecto se
encontraron con el expastor de Juliana, Jonathan C., evento que para Elízabeth
fue extraño ya que él tenía auto y no había razón para encontrarlo caminando
ya que “Oasis de Esperanza” no queda en esa dirección.
Aproximadamente a las 09:20 del siete de julio de 2012, es decir veinte
minutos después de dejar a su hija en la parada, Elízabeth recibió una llamada
de su esposo, Walter Parrales, ese día él tenía que ir al almacén de Juliana a
retirar un dinero.
–Mándele a July que le estoy esperando– fueron sus palabras. Elízabeth se
preocupó:
–July ya tuvo que llegar, hace rato que nos despedimos– respondió.
El trayecto que Juliana debía recorrer desde el punto donde Elízabeth la dejó
son apenas cuatro cuadras. En medio de la angustia ella y su esposo llamaron
al teléfono celular de July insistentemente, una de las llamadas se abrió.
Parrales relató el dos de julio de 2019 frente al Tribunal, que contestaron la
llamada y pudo escuchar gemidos y una voz de hombre que dijo.
–¡Deja ese celular que no es tuyo!
Elízabeth asoció esta reacción al encuentro que ella y Juliana tuvieron con
Jonathan C. mientras caminaban juntas en dirección a la calle Ajaví la mañana
del siete de julio.
El lunes nueve de julio de 2012, tres días después de la desaparición, a
Elízabeth le asignaron un agente investigador de la Fiscalía y quedaron en
encontrarse cerca de las 13:00. A las 12:30 Margoth, que también era feligrés
en “Oasis de Esperanza”, recibió una llamada de Patricio C. quien le dijo que ha
orado mucho y que en veinte minutos tendrían noticias de Juliana. La llamada
se colgó y, según la versión de Elízabeth, unos diez minutos después recibió el
segundo mensaje del teléfono de su hija:
–Estoy en Cuenca, cuando tenga la dirección les aviso, no tengo internet.
Elízabeth narró estos hechos y le mostró los mensajes al agente investigador
con la certeza de madre de que quien los escribió no era July. El agente
minimizó las palabras de Elizabeth y le dijo que responda a los mensajes
diciendo: “La Policía le está buscando”. Esa fue la última vez que el teléfono de
Juliana se prendió. El teléfono se encuentra hasta este momento desaparecido.
En la tarde del nueve de julio, Elízabeth recibió una llamada de Mishell Carrillo,
hermana de los pastores de la Iglesia “Oasis de Esperanza”, le dijo que Juliana
escribió una publicación abierta en Facebook: “amigos estoy tomando mis
decisiones y les pido que las respeten, no se metan en mi vida”. En este punto
Rodríguez estaba segura de dos cosas: ninguno de los mensajes los escribió su
hija y todas las noticias sobre Juliana estaban siempre asociadas a los pastores
Carrillo.
El martes diez de julio, al cuarto día de la desaparición de July, Elízabeth se
reunió con la fiscal asignada del caso Ligia Villacrés. Ella fue con peticiones
concretas: vincular a los pastores de la iglesia “Oasis de Esperanza” a la
investigación, llamarlos a rendir versión, investigar sus teléfonos y que se
realice una triangulación de llamadas porque ella dudaba de la veracidad de los
mensajes que recibió del teléfono de Juliana. Ante estos pedido la fiscal
respondió:
–No se preocupe que Juliana ya avisó que está bien en Cuenca.
Cuando Elizabeth increpó su respuesta fue invitada a salir de la oficina.
La justicia
El 17 de de julio de 2019, Jonathan Carrillo fue sentenciado a 25 años de
cárcel tras ser comprobado el secuestro extorsivo con resultado de muerte
de Juliana Campoverde. La Fiscal Mayra Soria además solicitó medidas de
reparación como: el registro de pastores a nivel nacional, el cierre de la Iglesia
«Oasis de Esperanza» entre otras.
En el largo camino, más de siete años, que ha recorrido la familia de Juliana
está claro que esta sentencia penal es solo un paso, pero mientras se
desconozca el paradero de July – ya que el pastor se negó a hablar y decir la
verdad de dónde dejó su cuerpo–, su familia no puede concluir el proceso de
luto, necesario para honrar la memoria de Juliana.
Juliana Campoverde:
¿Una historia de eterna
impunidad?
El pasado 7 de julio, Juliana Campoverde cumplió 5
años de desaparecida. Es uno de los más de 4.300
casos de personas cuyo paradero es desconocido.
Su madre ha impulsado las investigaciones, en
medio de la desidia de policías y fiscales. Pero
también ha enfrentado el vacío legal que existe para
procesar estos casos que pueden quedar en una
incertidumbre eterna. ¿Su historia es similar?
Escríbanos a planv.com.ec@gmail.com.
En Ecuador, imprimir un cartel con la imagen de un hijo o hija que ha
desaparecido puede ser el inicio de la peor de las tragedias. Es el
momento en que una familia ingresa a un camino lleno de incertidumbre
y de indolencia. El cartel, con el pasar de los días, los meses y los años,
cobra incluso el valor de una prueba: el de la impunidad.
Como a todo encuentro, Elizabeth llegó con uno de esos carteles para la
entrevista con Plan V. Han pasado 5 años desde que pegó los primeros
afiches en su barrio, la Biloxi, en el sur de Quito. Hacerlo, dice
Elizabeth, fue enfrentarse a una realidad que quería negar: la ausencia de
su hija. La joven que estaba por ingresar a la universidad desaparició
camino a su negocio el 7 de julio de 2012. Estaba por cumplir 19 años.
Justamente Elizabeth vio a su hija por última vez en una gasolinera,
donde se despidieron. Debía caminar solo seis cuadras hasta su lugar de
trabajo. Pero nunca llegó.
Hasta ese Comité llegó la historia de Juliana, una fiel creyente y activa
seguidora de la iglesia evangélica Oasis de Esperanza. Fue uno de los 10
casos emblemáticos que Asfadec llevó hasta el órgano internacional. En
el documento enviado a los expertos internacionales se exponen las
respuestas más inimaginables. Como el de uno de los agentes
investigadores, quien le dijo a la madre de Juliana que “hablaría con su
pastor personal para ver si le recomendaba o no investigar a los
pastores de la iglesia a la que asistía Juliana”.
Volví al siguiente día al negocio de mi hija. Pero ella nunca llegó a abrir
el local. Lo más duro fue cuando imprimimos los afiches y cuando
empezamos a pegarlos. Lo hicimos al segundo día. Yo no quería creer
que mi hija estaba desaparecida. Fui también a Teleamazonas para que
me hagan una entrevista, pero no lo logré. Regresé al lugar de los hechos
donde desapareció mi hija.
Entonces le dije que tenemos que salirnos de esa iglesia e irnos ya.
Porque ni yo como madre le puedo buscar esposo. Nos salimos y al mes
y medio mi hija desaparece. Pero aún así yo no creía que las personas
que desaparecieron a mi hija eran nuestros pastores y peor aún que
estaban involucrados.
En esa misma versión declara que él es Juan Solano. Dijo que creó esa
cuenta para aconsejar a Juliana para que no se vaya para malos caminos.
Pero creó esa cuenta para manipularla por medio de la palabra de Dios.
Ella era muy creyente en la palabra de Dios.
Han pasado 10 fiscales con este caso. Los primeros 6 fiscales no hicieron
nada. Con la fiscal Laura Machuca (la número 7) recién a los 2,5 años y
medio se hizo la reconstrucción de los hechos. Las pericias acabaron en
noviembre de 2016. Ya han pasado 8 meses, pero nada sucede aún. Pero
el fiscal quiere acusar por femicidio, cuando no tenemos pruebas de ello
porque no tenemos cuerpo.
Se suponía que nos iba a atender el nuevo fiscal general, Carlos Baca
Mancheno. Pero nos atendió un Geovanny Bravo, coordinador misional
de la Fiscalía. ‘Si quieren que los atienda yo a buena hora’, nos dijo. En
nuestra desesperación nos toca hasta humillarnos. Cuando es el deber de
ellos darnos una respuesta.
Juliana Campoverde: la
historia de un corazón
arrebatado
Ya que su propia historia no le permite más, solo restan las memorias de quienes
la recuerdan, sin embargo la búsqueda sigue, ya sea entre las montañas de
papeles burocráticos disfrazados de una investigación, que cesa de una situación
anormal para quienes permanecemos en su espera.
Por Elizabeth Rodríguez*
Ya que su propia historia no le permite más, solo restan las memorias de quienes la
recuerdan, sin embargo la búsqueda sigue, ya sea entre las montañas de papeles
burocráticos disfrazados de una investigación, que cesa de una situación anormal
para quienes permanecemos en su espera.
Este vínculo es la muestra del amor que siento por Juliana, en lo más profundo de
mi ser, pero como interrumpieron su vida esto hace que se convierta en una
historia.
La búsqueda de vida no depende de algo diferente que la relación íntima entre dos
personas: una desaparecida y otra dispuesta a buscarla.
Para saber que es la búsqueda de vida es preciso entender los vínculos profundos
que se generan entre las personas. De ahí, la importancia que tiene oír la historia y
de aquí parte que mi hija Juliana no es solo una simple estadística como quiere
hacer ver el Estado. No, mi hija Juliana es una historia de vida que está impregnada
en nuestras memorias.
Entonces, sin parar la buscaré con la incisiva mirada de madre, debemos entender
el significado que tiene aquel diminuto hueso enterrado en un barranco, para
quienes tenemos una persona desaparecida, las emociones que oscilan entre la
alegría y el dolor al encontrar pistas que nos acerquen a nuestros seres amados, al
final es a nuestra vida misma la que estamos buscando y con quien queremos
reencontrarnos, por eso es que siempre digo: Juliana, parte de mi vida se fue
contigo.
Desde aquel día 7 de julio de 2012 ando tras las huellas de un corazón arrebatado,
del vínculo emocional fracturado, porque mi vida ya no tiene sentido al saber que
me haces tanta falta adorada hija mía.
Yo, jamás me daré por vencida, hoy contaré la historia de vida interrumpida de mi
hija Juliana, ya que la memoria es un asunto que en tiempos de conflicto se vuelve
pública y una obligación social es conservarla.
Cuando nació era una niña hermosa con los ojos azules, pero mientras crecía sus
ojos se volvieron de color café. July es mi primera hija hermana de dos maravillosos
varones, el papá siempre le decía mi reina, mi negra y sus hermanos siempre le
decían mi ñaña o ñañita, pocas veces le llamaban por su nombre y yo siempre le
decía July o Julita.
Desde muy pequeña era tan ocurrida a su hermano, Ronny. Le vestía de mujer
poniéndole sus vestidos, sus vinchas y sus zapatos, yo le preguntaba ¿por qué le
vestías de mujer a su hermano? Ella me contestaba: es que yo quiero tener una
ñaña para jugar con ella con mis muñecas, es qué mi ñaño no se queda quieto y me
rompe las muñecas, por eso le pongo mis vestidos, me decía.
En la escuela siempre fue una niña muy aplicada, muy inteligente captaba rápido lo
que las maestras le enseñaban, hacia sola sus sus tareas, tenía excelentes
calificaciones, fue abanderada de la escuela.
Cuando July tenía 9 años, por cosas de la vida me tuve que separar de su papá, nos
quedamos los tres solos: July, Ronny -su hermano menor- y yo, pero nuestras vidas
continuaban. July me decía que extrañaba mucho a su papá y cuando les llamaba
por teléfono ella se sentía muy feliz, me decía que su papi era todo para ella, yo la
abrazaba fuerte, pero sabía que también quería los abrazos de su padre.
Hasta que un cierto día cometí el peor error de mi vida, llevando a mis dos hijos a la
Iglesia Cristiana Evangélica Oasis Esperanza, al sur de Quito, buscando ayuda
espiritual, disque para tratar de protegerlos y para que nadie les haga daño,
pensando que las personas que hablan de Dios no hacían daño.
Empezamos a ir todos los miércoles a las 19:30 y los domingos íbamos a los cultos
que empezaban a las 08:00. Las niñas y niños recibían clases de la biblia en otra
sala y July, cada vez salía aprendido un versículo bíblico; como veía a otras niñas
que danzaban y hacían sonar la pandereta, ella también me dijo que le comprara
una para participar en la danza, así fue como se integró en la danza de la Iglesia.
July fue al colegio como siempre, muy aplicada y cumplía con sus tareas. Ella era
muy responsable en sus estudios, se llevaba con todas sus compañeras y
compañeros, nunca me dieron quejas ni me llamaron la atención por nada, ni
ninguno de los profesores registraba notas regulares.
Cuando tenía 14 años me contó que un chico de otro curso le había dicho que le
gustaba y a ella también le atraía él. Me dijo que se habían dado un beso, ella me
contaba muy feliz, pero al siguiente día llegó triste y me dijo, que el chico le había
dicho que ella era muy bonita para él y que por eso se sentía mal y que prefería
tenerla como amiga para tenerla cerca.
July, dijo por una parte mejor porque en la Iglesia nos dijeron que no podemos
tener enamorado antes de los 18 años. July estudió en dos colegios los tres primeros
años en la Unidad Educativa Rincón del Saber y los tres últimos en la Unidad
Educativa Sagrado Corazón de Jesús (Hermanas Betlemitas).
Con sus hermanos siempre fue ocurrida, les hacía cualquier cosa para hacerlos reír
o a veces también peleaban por ganar la computadora para hacer las tareas, en la
casa era hacendosa, me ayudaba en los quehaceres; mientras yo trabajaba en mi
negocio; le encantaban los helados y las ensaladas de frutas.
July y yo éramos la una para la otra, teníamos largas conversaciones hasta altas
horas de la noche, siempre salíamos de compras juntas. Era muy gracioso, ella me
hacía que le compré ropa, pero luego no le gustaba lo que se compraba, terminaba
poniéndose lo que yo compraba para mí. Era muy feliz, risueña, cariñosa y muy
detallista en el día de la madre me llevaba un regalo, rosas o simplemente me
escribía una carta, siempre me abrazaba y me decía que me amaba.
En las vacaciones de cada año lectivo viajaba a Zamora Chinchipe, en el sur del
país, con su hermano a visitar a su papá, regresaba contenta y me decía que su papá
y yo éramos una bendición de Dios, que ella siempre iba a velar por nosotros
cuando estuviéramos adultos, no quiso que le hiciéramos fiesta de 15 años. Me dijo
que mejor le comprará ropa.
Como July ya era todo una señorita, sin descuidar sus estudios y la Iglesia
participaba del coro de la alabanza, entonces ya no iba solo miércoles y domingos,
sino también los jueves en la noche al curso de liderazgo y los sábados a los
repasos de la alabanza para el domingo presentarse en el culto. Recuerdo las
canciones que cantaba eran las de Marcela Gándara, una que titulaban Vine
adorarte, Aunque mis ojos no te puedan ver y El mismo cielo. Tenía una hermosa
voz, su forma de ser era dulce, tierna, amable aparentemente querida por todas las
personas que asistían a la Iglesia, no se diga de los pastores.
Pero cuando los pastores se enteraron que July había llevado el primer enamorado
a la Iglesia, por primera vez, le llamaron la atención y le dijeron que recuerde que
aún no tenía 18 años para que tenga enamorado y como castigo no podía cantar en
el coro de la alabanza y para ella cantar las alabanzas para Dios era primordial y
para que le levanten el castigo tuvo que dejar a su enamorado.
July amaba a Dios, se deleitaba cantando para él y leía mucho la biblia e inclusive
aconsejaba a muchos jóvenes, niños que iban a la Iglesia y también a sus
compañeras del colegio, cuando se hacía amiga de alguien lo primero que hacía era
identificarse a que Iglesia asistía y luego les invitaba a que asistan para escucharan
la palabra de Dios. July era muy obediente tanto con nosotros como padres como
con sus pastores. July realmente practicaba la palabra de Dios que leía.
Dios fue siempre lo primordial para ella, llegaba del colegio luego de hacer sus
tareas, empezaba a practicar sus canciones en un piano que alguien de la Iglesia
mismo le había prestado. Cuando yo llegaba de noche de mi trabajo a la casa, ella
seguía practicando las canciones de Alex Campos titulaba Dios creo, de Rojo Te
amo más que a mí misma vida, y otra de Marcela Gándara Supe que me amabas.
A mí me encantaba escucharla, me sentía muy bien verla feliz haciendo lo que a
ella le gustaba.
July no desperdiciaba el tiempo, también recibía clases de canto por las tardes que
a veces le quedaban libre, me gustaba mucho apoyarla en todo, porque ella se
esforzaba para salir adelante. También participó en el coro Voz Andes, se
presentaron en el Teatro Nacional Sucre en un festival en el año 2010. A July le
encantaba la música, uno de sus sueños era irse a Argentina a la Universidad
Nacional del Elitoral a especializarse en canto y música.
Cuando July se graduó del colegio en el año 2011 fue elegida por todas sus
compañeras para que diera el discurso de despedida para sus compañeras,
maestros y todos los presentes.
Juliana siempre se caracterizó por ser una mujer muy valiente frente al público,
fuerte en el sentido espiritual, feliz en todo lado, siempre sonriente, carismática,
extrovertida y muy cariñosa con toda la familia. Cuando se graduó ya tenía su plan
de vida, viajar a Argentina a estudiar música era uno de sus sueños, pero ese sueño
fue truncado por el pastor de jóvenes, Jonathan C. de la Iglesia que asistimos por 10
años, cuando un cierto día le ha enviado una solicitud a su cuenta de Facebook
haciéndose pasar por un supuesto psicólogo pastor Juan Solano. Mi hija acepta esa
solicitud y empieza a manipularla por medio de la palabra de Dios, la confunde y le
hace que desista del viaje a Argentina, diciéndole que Dios tiene otros planes para
ella, que Dios le había revelado que tiene que casarse con su hermano, Israel C.
Para July casarse no era su plan de vida y yo le había dicho a mi hija antes de que
esto pasara, que nunca se deje robar los sueños de nadie, me sentí muy
preocupada cuando me dijo, ya me voy de viaje. Le noté muy confundida y lo
primero que hice fue salirnos de esa Iglesia para protegerla.
July tenía su negocio propio de medicina natural que le pusimos mientras hacía los
trámites para viajar a Argentina y esperaba que iniciara clases en ese país y a la
universidad a la cual iba asistir, pero como ese sueño fue truncado ella seguía
administrando su negocio.
Luego le dije a mi hija que no debía dejar de estudiar, le pregunté que otra carrera
le gustaba, me dijo Ciencias Biológicas. Se inscribió en la Universidad Católica, dio
las pruebas y fue aceptada. El 23 de Julio de 2012 teníamos que hacer el
primer depósito para el ingreso a la Universidad, pero mi hija ya no
estaba.
Y para que este juicio proceda ha sido 7 años de lucha incansable, de exigir, persistir
y no decaer por tantas trabas que nos ponían; son 7 años de lucha incansables con
mis compañeros de Asfadec, organizaciones como Covidefem, Luna roja, Retumba
la Prole que con marchas y plantones me ayudan alzar mi voz para exigirle al
Estado verdad y justicia, gritando el nombre de mi hija y gritándoles a los falsos
pastores que me la devuelvan pero ni eso ha sido suficiente porque aún sigo sin mi
hija Juliana.
Pero quiero dejar claro que Juliana es mi vida y jamás me daré por vencida hasta
reencontrarme con mi propia vida.
Mi corazón se parte en dos al empezar narrando lo desgarrador que es que parte de
tu vida ya no la sientes o que esa luz que resplandecía de lo más profundo de tu
alma y de la mía dejo de brillar; mientras voy contando los segundos, minutos, horas,
días, meses y años sólo me acompaña tu retrato . Todos los días suelo clamar a dios
que ya no insista en arrancarte de mis brazos porque ya no podría soportar tanto
dolor, inclusive soñarte es un anhelo pero hasta eso se va esfumando con todo este
largo tiempo que ha transcurrido de tu ausencia.
Desde aquel día, 7 de julio del 2012 no aprendo a vivir sin ti mi July, me duele
profundamente una parte de mi vida, ya no sé cómo vivir, ya nada es igual. Son
2920 días que camino con mucho dolor, sí, mis pies están muy cansados, pero aun
guardo la esperanza de llegar al lugar donde tú estás, esa es mi meta y eso será el
final. No daré un solo paso atrás por más pedregoso que sea el camino.
El 7 de Julio del 2012, el que decía ser un pastor evangélico, Jonathan Carrillo te
arrebató de nuestras vidas privándote de tu libertad, dejándonos a toda la familia
con el corazón destrozado, con un vacío inmenso que nadie jamás en la vida nos
podrá llenar, con un dolor indescriptible que ninguna medicina nos podrá calmar y
con una incertidumbre que nos acobija todos los días. Así sobreviviremos hasta
llegar al lugar en donde estás.
Ya son ocho años que han pasado, pero para mí todo es como si fuera ayer. Tu
dormitorio sigue intacto, el aroma de tu piel sigue impregnada en tu ropa y todos tus
recuerdos están presentes en mi memoria. Mis heridas son profundas y sangrantes y
mi corazón sigue inquieto gritando tu nombre, tu regreso y exigiendo al desalmado
evangélico Jonathan Carrillo, al Estado ecuatoriano y a todos sus cómplices y
encubridores que respondan ¿dónde estás?
Son ocho años en los que para mí sólo brilla la impunidad, me siento indignada, con
mucho dolor y rabia con este aparataje estatal encargado de hacer justicia que aún
no me han devuelto a mi hija Juliana por su negligencia, inoperancia e indolencia de
todos los diez fiscales y policías que conocieron el caso. No les importó
absolutamente nada la vida de mi hija, peor aún dar con su paradero, les entregamos
todas las evidencias que nosotros mismo investigamos y hasta les dijimos de
quienes sospechábamos, pero la religión evangélica pesó más.
Es increíble pensar que en un acto tan cruel y despiadado que es la desaparición de
mi hija Juliana, los dirigentes de las iglesias evangélicas y el presidente del Cuerpo
de Pastores de Quito hayan sido quienes le otorguen certificados de honorabilidad o
simplemente un supuesto sigilo de confesión al hoy procesado, Jonathan Carrillo
Sánchez, para que de esa manera distorsionara la investigación y que los primeros
fiscales ni siquiera se dignaran en investigar si existía o no el supuesto sigilo de
confesión. O que tuvieran que pedir permiso a sus iglesias para cumplir con sus
obligaciones como funcionarios.
Es imperdonable que a los dirigentes de las iglesias evangélicas lo único que les
interesó fue encubrir al criminal en lugar de la vida de mi hija Juliana. Todos ellos,
incluido los que dicen ser pastores de la mal llamada Iglesia Oasis De Esperanza se
escudaron en la palabra de Dios para encubrir, manipular, engañar y desaparecer
por completo a mi hija. Por eso, siempre grito “las iglesia evangélicas son cómplices
por guardar silencio” y por otro lado la suerte no me acompañó en la investigación
de la desaparición de mi hija Juliana, pues el caso fue analizado por una fiscal y a un
agente investigador que también profesaban la religión evangélica. Lo único que
hicieron ellos fue generar estereotipos como por ejemplo:
La fiscal Ligia Villacrés decía: “Los pastores no son, los evangélicos no hacemos eso,
tenga señora este afiche para que asista a mi iglesia y siga orando para que su hija
aparezca. Juliana ha de estar embarazada vaya nomas a su casa, espere 8 meses ya a
de regresar con su bebé”. En cambio, el capitán Gino Pillajo, me dijo: “Déjeme
preguntarle al pastor de mi Iglesia para ver que nos recomienda”.
Fueron muy eficientes para generar estereotipos, para reevictimizarnos, para darles
prioridad a los testimonios y certificados de los dirigentes y los supuestos pastores
evangélicos, pero no para investigar; mientras tanto dejaron perder evidencias muy
valiosas que nos podían llevar pronto donde July podía estar aún con vida, pero era
mucho pedir. Solo podía contar los años que pasaban y el número de fiscales que
llevaban el expediente, la ineptitud y la insensibilidad de los fiscales era latente.
Vulneraron los derechos de mi hija y los míos al no haber una investigación efectiva
que diera una pronta respuesta en un tiempo razonable para devolvermela.
Los pastores no son, los evangélicos no hacemos eso,
tenga señora este afiche para que asista a mi iglesia y
siga orando para que su hija aparezca. Juliana ha de
estar embarazada vaya nomás a su casa, esperé ocho
meses ya a de regresar con su bebé”.
De ver tanta negligencia e inoperancia de fiscales y agentes investigadores
decidimos como padres buscar nueva abogada porque hasta para eso teníamos que
tener suerte y gracias a Dios fue la doctora María Espinosa, quien impulsó la
investigación después de dos años y medio cuando ya muchas evidencias se habían
perdido y recién ahí se hizo la primera reconstrucción de los hechos. Fueron cientos
de diligencias solicitadas y logramos obtener pruebas y pericias técnicas muy
fundamentadas donde nos indicaba que los culpables eran las mismas personas de
quien sospechábamos desde el inicio, es decir, Jonathan Carrillo Sánchez y todos sus
cómplices y encubridores que no fueron vinculados en el debido proceso.
Hasta ese entonces ya eran más de cinco años y más de diez fiscales que habían
pasado por el caso. Ninguno de ellos tuvo agallas para formular cargos, ellos se
excusaban diciendo que no había pruebas suficientes para hacerlo o que por
mentiras no se podía juzgar a nadie, como fueron las palabras del fiscal Jorge Flores.
Fueron innumerables los escritos que presentamos a las diferentes instituciones del
Estado encargadas de hacer justicia, pero ninguna de ellas nos daban respuestas a
nuestros requerimientos y ahí estaba incluida la Defensoría del Pueblo que no se
dignó ni siquiera a revisar el expediente para que se diera cuenta de las pruebas que
ya existían para que el fiscal de aquel entonces formulará cargos.
Fue tanta la exigencia para que nos cambiaran de fiscal por una nueva fiscal de
género y ahí conocimos a la doctora Maira Soria, aunque no fue nada fácil ni para
ella ni para mí pues yo ya no creía en nadie. Me dolía tanto la injusticia, la
reevictimizacion, el desinterés y la indolencia que me tocó vivir con los fiscales
anteriores. Yo ya no quería que me vuelva a pasar lo mismo con la nueva fiscal pero
de alguna manera se volvió a repetir con la diferencia que ella si tuvo empatía y
agallas para formular cargos el día 5 de septiembre del 2018, después de seis años
y dos meses de tanta exigencia y lucha incansable con organizaciones que se
unieron a nuestra causa.
Pensé que por fin voy a llegar a saber dónde está mi hija, pero nunca me espere que
Jonathan Carrillo Sánchez diga que ha lanzado el cuerpo sin vida de mi hija Juliana
en un barranco en el sector de Bellavista, en el norte de Quito. Mi vida se
desvanecía pero al mismo tiempo quería encontrarla, fueron veinte días de intensa
búsqueda y solo encontramos cuatro restos óseos: dos eran indeterminados y los
otros no correspondían al ADN de mi hija, la pregunta es de ¿Quién son esos
restos? ¿Acaso es el producto de un asesino en serie? ¿Dónde está mi hija? La
incertidumbre volvió a cobijarnos.
Con ansias esperaba que hablara y nos dijera por fin la verdad el día de la última
audiencia ante el Tribunal de Garantías Penales de Pichincha, en el Complejo
Judicial Norte, el 17 de Julio del 2019, día que fue sentenciado a cumplir una pena
de 25 años pero se volvió a acoger al derecho al silencio llevándose toda la verdad a
la cárcel y dejándonos con el mismo dolor e incertidumbre como aquel día 7 de julio
del 2012.
Esperamos una sentencia por escrito del Tribunal para que ojalá aprueben todas las
medidas de reparación integral que pedimos por medio de nuestros abogados el día
de la última audiencia, pero caímos de nuevo en otra incertidumbre. Las medidas
más importantes era que no cesen las búsquedas de mi hija Juliana hasta que el
Estado diera con su paradero y nos la entreguen; que la iglesia Oasis Esperanza sea
cerrada definidamente porque el Estado debe dar garantía de la no repetición de los
hechos y que los 10 fiscales y agentes policiales encargados de investigar la
desaparición de mi hija sean investigados y en lo posible sancionados.
Pero el Tribunal no tomó en cuenta estas medidas de reparación integral, que para
nosotros como familia eran sumamente importantes, sólo dio paso a una
indemnización económica de cien mil dólares y declaró la culpabilidad del criminal
Jonathan Carillo Sánchez juzgándolo apenas a 25 años de cárcel, cuando debió ser
juzgado a más años porque no cometió solamente un delito al desaparecer en vida a
mi hija, si no también al violarla, asesinarla y desaparecer su cuerpo por completo
dejándonos en total perplejidad al no decirnos la verdad acerca de dónde la dejo o
qué otras crueldades hizo con mi hija.
Al no estar para nada contentos con estas medidas, junto a nuestros abogados
apelamos a la Corte Provincial de Justicia de Pichincha, pero la defensa del criminal
Jonathan Carrillo también apeló su inocencia; entonces nosotros no solo pedíamos
que se dé paso a las medidas de reparación faltantes, sino también exigíamos a la
Corte que ratifique la sentencia. Esa audiencia se dio el día 13 de marzo del 2020.
Las juezas de la Sala Penal de la Corte Provincial ratificaron la sentencia en contra
del criminal Jonathan Carrillo Sánchez y dispusieron que el Ministerio de Gobierno
continúe con el proceso de búsqueda de los restos de la que en vida fue Juliana
Campoverde en el lugar que los familiares proporcionen. Además, de que se incluya
en el programa de recompensas el caso de Juliana con el monto económico que fije
el Ministerio para recabar información verdadera y comprobable con el fin de
localizar los restos de Juliana Campoverde, programa que se mantendrá vigente
hasta que se cumpla con la entrega de los restos de Juliana a los familiares de la
víctima.
La Corte también dispuso que se oficie al Ministerio de Gobierno a fin de que se
informe en cuanto a la existencia y cambio de nombre de la Iglesia Oasis Esperanza
y de hacerlo, sea la entidad correspondiente quien tome las medidas necesarias en
el caso de no estar legalizada Además, el Tribunal exhortó a la Fiscalía General del
Estado a fin de que las unidades correspondientes a la investigación de personas
desaparecidas actúen con la debida diligencia en casos similares para que se
obtenga y llegue a la verdad de los hechos en un tiempo razonable.
En cuanto a la medida de memoria, la Corte dispuso la colocación de una placa en
memoria de quien en vida fue la señorita Juliana Campoverde, la misma que será
colocada por la Iglesia Cuadrangular Evangélica con sede en Guayaquil en el lugar
donde su madre tuvo la última reunión con Juliana.
Con ansias esperaba que hablara y nos dijera por fin
la verdad el día de la última audiencia ante el Tribunal
de Garantías Penales de Pichincha, en el Complejo
Judicial Norte, el 17 de Julio del 2019, día que fue
sentenciado a cumplir una pena de 25 años pero se
volvió a acoger al derecho al silencio llevándose toda
la verdad a la cárcel y dejándonos con el mismo dolor
e incertidumbre como aquel día 7 de julio del 2012.
Como madre de Juliana exijo que se dé cumplimiento a las medidas de reparación. El
Ministerio de Gobierno debe aclarar cuáles serán las unidades correspondientes que
efectuarán dicha búsqueda y luego la localización de los restos de mi hija Juliana. La
localización de los restos de mi hija solo podrá ser producto de un proceso
investigativo, en el que los familiares y allegados a esta lucha debemos estar
inmiscuidos directamente. Nosotros como padres estamos en pleno derecho a
nombrar a la o las personas que deberán ser parte de esta investigación. No
podemos esperar que la localización de July sea producto de un hecho al azar, así
como tampoco es una posibilidad que el Estado pretenda que la familia, luego de
este calvario sufrido, contrate y pague investigadores privados. Esta es una
obligación que debió cumplir el Estado de manera efectiva, hace 8 años y la
continuación de la búsqueda es lo menos que puede hacer para reparar el daño
causado a la memoria de mi hija y a nosotros, como familia.
Es el Estado a quien le corresponde contratar expertos para que den con el paradero
de los restos de July que hasta hoy claramente están escondidos, desaparecidos,
enterrados en algún sitio; realizar convenios nacionales o internacionales para
continuar con su búsqueda o buscar cualquier medio que se encuentre a su alcance
para devolverme a mi hija de manera certera, esto es parte de nuestro derecho a la
verdad.
Si la confesión e investigación arribó a una sentencia por aquello, también arribó a
un hecho importante, no haber dado con el paradero de los restos de Juliana. El
cúmulo de indicios indudables nos llevan a la sentencia conocida, pero así mismo
nos tienen atados al no contar con los restos de mi hija. Por lo tanto, es necesario
saber cuál va a ser el papel del Estado frente a una realidad inobjetable: Juliana está
ausente, ni muerta ni viva ha sido encontrada, hoy la buscamos muerta, pues bien,
que nos diga el Estado cómo va a trabajar con nosotros para que sus restos
aparezcan.
No aspiramos que una retroexcavadora se traslade de un lugar a otro haciendo
huecos para ver si asoman o no los restos de mi hija, lo que exigimos es que sigamos
investigando para dar con su paradero.
En cuanto a la iglesia, al no ser cerrada definitivamente su patrón de conducta
difícilmente cambiará por lo cual la historia se puede volver a repetir en un asesinato
o atentado contra la libertad de alguna persona.
En cuanto a los 10 fiscales negligentes, expreso que la medida de reparación que
dicta la Corte hacia la Fiscalía General del Estado es indignante. Ese fallo es una
burla más aún cuando se demostró claramente que se vulneraron los derechos de mi
familia y de Juliana. El país enteró vio como después de 7 años y 10 días recién
sentenciaron al criminal Jonathan Carrillo Sánchez, cuando desde los primeros días
en que la desaparecieron, dijimos a los policías y a los fiscales quienes eran los
principales sospechosos. Fueron 10 fiscales desinteresados, indolentes e
inoperantes que a los 7 años, en vez de entregarme el cuerpo de mi hija, me
entregaron 133 cuerpos de papel disfrazados de una investigación y quieren que me
conforme con eso, cuando exigía y exijo que me devuelvan a mi hija. Repudiamos la
actuación de todos los fiscales que no les importó la vida de mi hija Juliana, que le
vulneraron sus derechos y les siguen vulnerando a los miles de desaparecidos que
existen en el Ecuador, no necesitamos fiscales como estos exigimos que nuestras
hijas e hijos sean encontrados.
En cuanto a los cien mil dólares y la placa de la memoria quiero decir que, mi hija
July nunca tuvo ni tendrá un precio. No hay placa de la memoria ni dinero en el
mundo que nos pueda llenar este profundo vacío que nos dejaron arrebatándola de
nuestro lado. La indemnización económica ni siquiera cubre con todos los gastos
que nosotros hemos hecho todos estos 8 años y es más, ni siquiera sabemos si van a
cumplir con esta medida de reparación.
Ahora, para dilatar más el proceso y revictimizarnos aún más, la defensa del criminal
Jonathan Carrillo interpuso un recurso de casación, que será conocido por la Corte
Nacional. No solo es cruel porque el tiempo perdido que implica en la búsqueda de
mi hija, sino por el dolor que implica saber que, a diferencia de la investigación dada
en anteriores años, ahora no existe ninguna institución del Estado buscando a mi
hija. Este recurso que es solo un mecanismo para dilatar el proceso y empeorar esta
espera tan dolorosa. Lo digo porque su defensa nunca ha sido legal ni de buena fe lo
que se puede ver por sus contradicciones y mentiras constantes: en un principio que
no la vio, luego que la vio tres días después. En las audiencias, que es inocente y
luego que es culpable solo de secuestro y no de su muerte. Luego, hace una
cooperación eficaz confesando que murió en sus manos y luego alega con osadía
que es inocente nuevamente. Siento un dolor constante y agudo al saber que ese
criminal tiene la verdad en sus manos y que el Estado no es lo suficientemente
capaz de obtener esa verdad.
No obstante, esta sentencia representa un precedente para el Ecuador. Es la primera
sentencia que juzga y sanciona al responsable de una desaparición involuntaria, y
esto es un paso fundamental en la lucha de los familiares de personas
desaparecidas.
Todo lo que hemos logrado no ha sido por la eficiencia de jueces y fiscales o tal vez
porque el Estado se haya pronunciado, ha sido gracias a la lucha incansable junto a
las organizaciones que nos han apoyado haciendo suyo nuestro dolor y alzando en
un solo grito la voz de exigencia: que se haga justicia y que nos devuelvan a Juliana
pero aun no es suficiente, porque sin mi hija Juliana no hay verdad ni justicia ni
mucho menos reparación.
Por eso agradezco infinitamente a cada una de las organizaciones que me han
acompañado en esta lucha y les pido nuevamente a Covidefem, Inredh, Luna Roja,
Retumba la Prole y Asfadec, organización compuesta por amigos y familiares que
como yo luchamos por encontrar a nuestros seres queridos desaparecidos, me sigan
acompañando en esta incansable lucha para exigir en un solo puño al Estado que
nos devuelvan los restos de mi hija Juliana y encuentren a los miles de
desaparecidos que existen en el Ecuador.
También agradezco a cada uno de las y los periodistas y medios de comunicación
que me han ayudado a difundir cada paso avanzado y les invitó nuevamente a que
se unan a esta nueva fase de lucha y búsqueda, ya que la difusión de cada medio
de comunicación nos ayudará a llegar donde July esta.
Unidos en un solo puño por encontrarte mi July
Juliana Campoverde:
crónica de un juicio que
tardó siete años
Este 17 de julio Jonathan C. fue sentenciado a 25
años de cárcel por el secuestro extorsivo que
terminó en la muerte de Juliana Campoverde. El
pastor se acogió al silencio en medio de las
expectativas de abogados y familiares de una
declaración suya. Los padres de Juliana seguirán
buscando el cuerpo de su hija que sigue
desaparecido desde hace siete años. La audiencia
terminó en golpes, insultos y llantos.
Jonathan C. fue declarado culpable por secuestro extorsivo con resultado
muerte de la joven Juliana Campoverde. El Tribunal de Garantías
Penales lo sentenció la tarde del 17 de julio a 25 años de cárcel y así
concluyó la audiencia de juicio que duró cinco días. Los jueces se
tomaron más de cinco horas para deliberar. Jonathan C. se acogió al
derecho al silencio y su defensa solo reconoció que el único delito
imputable a su defendido era el de secuestro. En la última jornada, los
abogados de los padres de Juliana, Elizabeth Rodríguez y Absalón
Campoverde, acusaron a Jonathan C. de asesinato.
Los defensores Gabriela Flores y Ramiro García coincidieron en que el
crimen contra Juliana recae en la figura de femicidio, pero ese delito no
estuvo tipificado al momento de la infracción, el 7 de julio de 2012, el
último día que fue vista Juliana. La fiscal Mayra Soria pidió reparación
integral para la familia. Entre sus solicitudes estuvieron una
indemnización por 262.800 dólares que representan los ingresos
mensuales de Juliana, según el cálculo de la expectativa de vida de una
mujer en el 2012. Soria solicitó al Estado que inicie un registro de los
pastores en Ecuador y se regularice su ordenación. La fiscal sostuvo que
Jonathan C. nunca fue pastor, pero usó esa posición para manipular a
Juliana que tenía un gran fanatismo religioso. Asimismo requirió el
cierre de la iglesia Oasis de Esperanza, a la que pertenece el religioso, y
que la sentencia sea difundida entre las organizaciones evangélicas a fin
de que el hecho no se repita. Instó a que los funcionarios judiciales sean
formados en derechos humanos y con enfoque de genéro, en especial a la
Policía Judicial. Flores, por su parte, pidió que sea siga buscando el
cuerpo de Juliana y que en el Museo de la Memoria exista un espacio
sobre la joven desaparecida.
Rojas fue convocado al juicio también la tarde del 3 de julio. Afirmó que
Juliana fue víctima de una manipulación psicológica y de una relación
abusiva en la que le infundieron el temor a Dios. Jonathan C., a través de
su alias Juan Solano, le indujo a tener sentimientos de culpa por tener
aspiraciones y actividades ajenas a la iglesia. Jonathan C. —dijo— se
presentó con una imagen sobrenatural, de gran poder, de un profeta
capaz de tener visiones.
En opinión del experto, Juliana fue parte de una secta coercitiva. Este
tipo de agrupaciones usan mecanismos psicológicos para alejar a la
víctima de su entorno de forma paulatina. Por eso desacreditaron a
quienes trataron de acercarse a Juliana. A la audiencia fueron
convocados dos exparejas de la joven. Uno de ellos contó que Juliana
estaba obligada a pedir permiso a los pastores para que pueda salir con
él. “Aprovecharon el fanatismo religioso de ella y le infundieron
sentimientos de culpa si es que abandonaba la Iglesia”, agregó el perito y
eso se evidenció en citas bíblicas amenazantes. En su investigación
encontró además “un soterrado deseo sexual” del pastor hacia Juliana.
“SE HA PROBADO QUE EXISTE RAPTO, QUE JULIANA FUE
ASESINADA, QUE SU CADÁVER FUE LANZADO A UN
BARRANCO Y QUE DURANTE 7 AÑOS HAN MANTENIDO EN
ZOZOBRA A SU FAMILIA”, RAMIRO GARCÍA, ABOGADO DE
ABSALÓN CAMPOVERDE.
El perito Rojas insistió en que desde el 2013 había concluido que Juliana
fue asesinada o estaba retenida en contra de su voluntad. “En cualquiera
de los dos casos está relacionado el pastor Jonathan C.”, dice su reporte
terminado hace seis años, un documento que al igual que los otros solo
engrosaron el abultado expediente del caso.
4 de 400 testigos
Pocas veces interactuó con sus tres abogados. Una de esas ocasiones fue
la tarde del 4 de julio. En un receso revisó una gruesa carpeta blanca que
puso en su regazo. Se detuvo en una hoja de registros y consultó con su
abogado Paúl Ocaña. Este asintió con un gesto como quien responde: ‘sí,
ya lo veremos’. El pastor pasó las hojas, pero volvió al mismo registro.
Dobló la esquina de esa hoja y esta vez más decidido se levantó de su
asiento y se juntó con sus tres abogados. Hablaron. Todos asintieron.
La defensa del religioso dijo al inicio del juicio que demostrarán que su
cliente no secuestró a Juliana. Para ello convocó a 400 testigos que
llenaron la sala de audiencia el primer día, el 2 de julio. Pero al final de
la semana, los abogados solo convocaron a cuatro, dos de ellos fueron
una familiar y un amigo de la Iglesia. Los otros dos, entre ellos un perito,
fueron citados con la fuerza pública en el día final del juicio. Uno fue un
perito que hizo un analisis grafológico de dos cuadernos; la otra testigo
fue funcionaria del Instituto de la Meritocracia, donde trabajaba Jonathan
C. Sus declaraciones duraron pocos minutos. Era el momento de conocer
si el pastor hablaría. La sala estaba expectante. Entonces su defensa
anunció que su cliente se acogería al silencio. Los padres de Juliana
esperaban escucharlo contar qué pasó con Juliana. Pero solo les quedó el
dolor.
Otras momentos y revelaciones del juicio
Seis años después, esa pista olvidada derivó en la detención del pastor
Jonathan C. el pasado 5 de septiembre, uno de los líderes de la iglesia
evangélica a la que asistía Juliana. La fiscal Mayra Soria una vez que
tomó el caso en noviembre de 2017 por pedido directo de la Fiscalía
General revisó el expediente y en la hoja 23 dibujó un círculo alrededor
de la fecha de ese último mensaje y escribió: “pedir información”. Ella
es la fiscal número 12 del caso.
En efecto se requirió a la operadora que verifique los números y los
IMEI, pero seis años después la telefónica ya no tenía esa información.
Sin embargo, una carpeta hallada durante un allanamiento a una casa del
pastor fue vital para la investigación. El operativo se realizó hace varias
semanas y con eso se obtuvo lo que los abogados llaman “el hilo
conductor” de la historia. En la carpeta se encontró un registro de
llamadas que el mismo Jonathan C. había solicitado a su operadora en
2012. En el documento se observa el mismo IMEI del teléfono que se
usó para enviar el mensaje del 7 de julio de 2012.
Preguntas de la fiscal:
“Si bien dije desconocer o negar al señor Juan Solano quiero aclarar que
en mi calidad de pastor y consejero y dado los múltiples problemas que
ella denotaba… hizo que me diera cuenta que la mejor alternativa era
crear un perfil ficticio por medio de Facebook, de donde podía
aconsejarle o sugerirle cambios positivos en su vida, pero nunca fue mi
afán presionarla”.
El Gran Pez
En la segunda versión que dio a la Fiscalía, Jonathan C. aceptó que él
creó un perfil falso en Facebook bajo el nombre de Juan Solano. Solano
se presentó a Juliana como un supuesto pastor. Cuando Juliana
desapareció, su familia logró entrar a su cuenta en Facebook y vio las
comunicaciones que intercambió con ese usuario.
Una vez más la fiscal insiste: “¿Una de las enseñanzas de Jonás y el pez
no es la desobediencia de una de las disposiciones de Dios?” Y el
detenido agrega: “Hay alguien que dice que de un verso hay diferentes
dimensiones , es más ligada a la enseñanza del hijo pródigo. Jonás
rectificó”. Pero uno de los mensajes que tiene al final esta historia dice:
“Y el Señor dispuso un gran pez que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo
en el vientre del pez tres días y tres noches”.
Según esos datos, el secuestro y muerte duró tres días. ¿Qué pasó con
Juliana en ese lapso? Para Elizabeth esa es otra mentira del pastor. Para
su defensa, aún no hay un relato lógico de los hechos. Daniel Véjar, uno
de sus abogados, el detenido ratificó en su última versión que Juliana lo
visitó en su trabajo dos días después de su desaparición. Esta ha sido la
historia que contó desde el 2012. En su segunda versión de agosto de ese
año, el religioso afirmó que Juliana llegó a su oficina para enviar un
mensaje por Facebook para despedirse de su familia y pedirle 10 dólares.
Pero sus compañeros de la oficina pública donde el pastor trabajaba no
recuerdan esa visita, apunta Véjar. Según Jonathan C., en ese encuentro
pidió a su creyente que regrese a casa.
En la última versión que diera ante la fiscal Soria, Jonathan C. dijo que
Juliana lo visitó con la misma ropa con la que la joven salió de su casa.
“Siendo su pastor no se preocupó en preguntarle dónde se está
quedando”, dijo Véjar a Plan V. El abogado agregó que –de acuerdo al
relato de Jonathan C.– Juliana llegó hasta la casa del pastor el 10 de
julio. Afuera, en la esquina del inmueble se habría dado la discusión y
luego en el parqueadero de su casa a donde la metió, ella habría caído y
fallecido.
La defensa salvadora
Por eso no contradijo a la fiscal en ninguno de los hechos que ella relató.
Pero tampoco le dio el crédito total de los avances de las investigaciones.
Aunque ella fuera la número 11 del caso y en menos de un año lograra
detener al principal sospechoso. Después de varios silencios y versiones
contradictorias, el pastor se acogió a la cooperación eficaz. A través de
esta, el procesado entrega información que ayuda a esclarecer los
hechos y si estos son comprobados, podría beneficiarse con una rebaja
de pena. Eso, según el abogado Ocaña, permitió que la fiscalía tenga una
“tesis” del caso.
La declaración del pastor está bajo reserva, pues para colaborar con la
justicia se acogió a la cooperación eficaz. Bajo esa figura, el sospechoso
suministra información que contribuye al esclarecimiento de los hechos
y si son comprobados puede darle beneficios como la rebaja de la pena.
La abogada contó a Plan V que antes de la cooperación, la fiscal del
caso, Mayra Soria había pedido realizar barridos en distintos lugares.
Pero fue la defensa de Jonathan C., la que pidió a la fiscal una
cooperación eficaz.
“Él está aceptando que en sus manos murió Juliana y si no está el cuerpo
(en la quebrada) no quiere decir que no haya hecho nada. Ya lo dijo. Hay
una aceptación de los hechos”, manifestó Rodríguez, quien dijo que
como defensora de la familia no está de acuerdo con esa figura. Pero
cree que quizá esa fue la única posibilidad que quedaba para conocer la
verdad después de seis años de investigaciones y eso es lo que desean los
padres de Juliana.
MI VIDA POR ENCON
TRARTE: MEMORIAS
DE UNA MADRE. Por
Elizabeth Rodríguez
Testimonio recogido y editado por Darío Iza Pilaquinga*
M i nombre es Noemí Elizabeth Rodríguez Martínez, nací en Zamora
A continuación su relato:
***
Durante todo el juicio en su contra Jonathan Carrillo optó por el silencio. Permaneció
sentado, con la vista perdida y la espalda encorvada. Su rostro, sus manos no gesticularon,
ni dijeron nada; ni siquiera cuando escuchó uno a uno, los treinta y siete testimonios que
lo señalaron como culpable.
La única vez que habló fue en noviembre de 2019 cuando intentó llegar a un acuerdo de
cooperación eficaz con Fiscalía, al revelar los detalles de su encuentro con Juliana
Campoverde, aquel siete de julio del 2012. En aquella ocasión, aseguró que la joven murió
en medio de una discusión con él, y que luego abandonó su cuerpo en la quebrada de
Bellavista, donde pese a las búsquedas no se pudo hallar rastro de Juliana. Luego de dar
esta versión, volvió al silencio. Durante el juicio en su contra no dio ninguna otra pista más
que ayude a encontrar el cuerpo de la joven.
El silencio del pastor evangélico da cuenta de su personalidad. El perfil psicológico
realizado por Fiscalía, lo describió como una persona egocéntrica, dominante, con un
comportamiento sexual inmaduro; incapaz de relacionarse y de sentir empatía por los
demás. Asimismo, en su alegato final, el abogado acusador, Ramiro García, aseguró que el
juicio contra el pastor mostró la crueldad con la que este actuó, al dejar a la familia de
Juliana sin certezas de lo que pasó con su hija.
Jonathan C. ya no será más el pastor a quien Dios se le revele en visiones, pues a más de
ser condenado a 25 años de cárcel, se ordenó el cierre de la Iglesia Oasis de Esperanza,
escenario de la manipulación religiosa que por tantos años sufrió Juliana Campoverde.
Palabra de pastor, palabra de Dios
Al pastor Jonathan C. no lo acompañaron más sus fieles. Sus únicos seguidores en el juicio
fueron dos policías que están con él desde septiembre del 2018 cuando fue detenido. Al
igual que cualquier privado de la libertad, estuvo vestido con un pantalón jean y una
chompa tomate. Él y sus abogados se mantuvieron al lado derecho de una de las salas del
Complejo Judicial Norte de Quito, donde se desarrolló el juicio en su contra. Al otro lado,
permaneció la fiscal Mayra Soria, acompañada de las abogadas de la parte acusatoria. Los
jueces Sara Costales, Galo Rumiguano y Daniel Tufiño dirigieron los cinco días que duró
este juicio, que se realizó exactamente a siete años de la desaparición de Juliana.
Durante el primer día del juicio realizado el dos de julio del 2019, Fiscalía presentó entre
sus testigos a los familiares de Juliana Campoverde. También rindieron testimonio, peritos
y analistas que dieron a conocer el contenido de sus informes e investigaciones. La Fiscal
Soria quería probar que la desaparición de Juliana se trató de un hecho planificado con
anterioridad por el pastor Jonathan C. Para esto, llamó a 23 testigos quienes dieron cuenta
de cómo se atentó contra la integridad patrimonial, sexual, la vida y la libertad de la joven.
Las abogadas Gabriela Flores y Pamela Chiriboga de la Fundación Regional de Asesoría en
Derechos Humanos (INREDH), se plantearon probar que Juliana Campoverde fue víctima
de manipulación y control por parte del pastor. Así como también, que la joven fue llevada
bajo efectos de la escopolamina a un motel donde fue violentada sexualmente. De su
parte, Ramiro García, abogado de Absalón Campoverde, padre de Juliana, en su alegato
inicial mencionó que este caso debe ser juzgado como una desaparición sin cuerpo, tal
como se contempla en la jurisprudencia de Alemania, España y Brasil.
La primera testiga llamada por Fiscalía fue Elizabeth Rodríguez, madre de Juliana. Ella
esperó por siete largos años este juicio contra el pastor Jonathan C. Mientras Elizabeth dio
su testimonio, Jonathan no fue capaz de mirarla ni por un segundo, pese a que la conoce
desde hace más de quince años cuando ella y su hija llegaron a la iglesia “Oasis de
Esperanza” que dirigía su padre, Patricio Carrillo.
Entre lágrimas, Elizabeth relató los momentos previos y posteriores a la desaparición de su
hija. Sobre su relación con la Iglesia Oasis de Esperanza, mencionó que junto con su
familia iban al culto los miércoles y domingos. Juliana por su parte iba otros días entre
semana, para ayudar en la limpieza del local, repasar en el coro, asistir a eventos y cursos
para jóvenes. Al igual que el resto de fieles, ellas debían diezmar, dar ofrendas y primicias.
Según recuerda Elizabeth, los pastores les decían que entre más dinero dieran, más
bendecidas serían. Por estas bendiciones, incluso se endeudó con un banco. Su familia, y la
del pastor eran muy cercanas, llevaban a Juliana de paseo, y hasta la ayudaron a
matricularse en el colegio donde estaba la hija de los pastores.
Juliana, según su madre, era muy obediente a la iglesia tanto que para ella la palabra de
los pastores era la palabra de Dios. La perito Pilar Chiriboga, quien analizó el perfil
psicológico de Juliana, mencionó más tarde en la audiencia del 2 de julio, que en los
cuadernos personales de la joven puede observarse cómo ella usaba el evangelio para
tomar decisiones, mostrando una fuerte dependencia a la iglesia. La profunda fe de Juliana
fue usada por el pastor para manipularla según los abogados de su familia.
Elizabeth en su testimonio, habló de los castigos que Jonathan C. le ponía a su hija Juliana:
la suspendía del coro y hasta la regañaba por presentar un novio en la Iglesia. Reveló que
lo más le preocupó fue cuando su hija se hizo amiga en facebook del supuesto psicólogo y
pastor “Juan Solano” –nombre inventado por Carrillo– quien mediante el uso de textos
bíblicos, hizo que Juliana desista de viajar a estudiar música en Argentina. Esta madre
contó además en la audiencia que este supuesto pastor, le habría revelado a Juliana que,
por mandato divino, debía casarse con el hijo menor de la familia de pastores: Israel
Carrillo. Es ahí cuando ambas decidieron abandonar la iglesia. Elizabeth recordó que uno
de los últimos mensajes de Juan Solano en la cuenta de Facebook de su hija era una cita
bíblica del libro de Proverbios, versículo 28, que dice: “Seguirán buscándome, pero no me
hallarán”.
La madre de Juliana señaló que, en su primera versión ante la justicia, Jonathan C. negó
ser Juan Solano; pero posteriormente el pastor admitió que usó este perfil falso
supuestamente porque “Juliana iba por mal camino”. Estas conversaciones entre el perfil
de Juan Solano y Juliana fueron analizadas por los peritos de Fiscalía y presentados como
prueba clave en el juicio.
En la audiencia del dos de julio, también se presentó el testimonio del padre y la tía de
Juliana Campoverde. Ambos dieron cuenta de la obediencia que la joven tenía para con los
pastores. Absalón Campoverde, durante su testimonio, mencionó que su hija debía pedir
permiso a la Iglesia para ir a visitarlo en su casa en Zamora Chinchipe. Así mismo, la tía de
Juliana, Margoth Rodríguez, enfatizó cómo su sobrina pasaba más tiempo con la familia del
pastor que con la suya; a tal punto, que incluso, la nombraron dama de amor en el
matrimonio de Mishell, la hija, de la familia Carrillo.
Como testigos en el juicio contra el pastor también acudieron dos antiguos novios de
Juliana. Uno de ellos fue Julio Vasco a quien Juliana conoció en su colegio. Él recordó ante
el tribunal que los pastores le exigían a Juliana no tener amigos por fuera de la iglesia y le
recriminaron en varias ocasiones la relación de noviazgo que existía entre ambos pese a
que él pertenecía a la Iglesia y a que la madre de la joven estaba de acuerdo. La Fiscal
Mayra Soria le preguntó a Vasco sobre su relación con Jonathan C., a lo que él mencionó
que ambos eran distantes y que el pastor siempre le puso trabas para que integrara el coro
de alabanza pese a sus conocimientos de música. No importaban los méritos y requisitos
que cumplía “nunca me dejó estar en el coro” aclaró.
Según Julio Vasco, Juliana vivía en constante conflicto y presión por el trato que le daban
en la Iglesia, mismo que era muy diferente al que recibían otras jóvenes, sobre todo la hija
de los pastores. Por estos conflictos, Vasco aseguró en la audiencia que salió de la Iglesia y
se alejó de Juliana.
De igual manera, en su testimonio del tres de julio, el perito Ítalo Rojas aseguró que
Juliana vivía en una relación de abusos y amenazas; la joven era manipulada mediante su
devoción a dios, además la Iglesia “Oasis de Esperanza” actuó como una secta que separó
a la joven de su familia y amigos. El informe de este perito se hizo en 2013 y para ese
entonces, ya aseguraba que Juliana pudo ser asesinada o se encontraba encerrada contra
su voluntad.
Las confesiones del pastor y sus contradicciones
Daniel Padilla fue otro de los peritos convocados por la Fiscal Mayra Soria para el juicio
contra el pastor. El perito se acercó a los tres jueces con una gruesa carpeta que contenía
una serie de fotografías tomadas durante la reconstrucción de los hechos realizada en
noviembre del año pasado. Mediante las fotografías, el perito narró el encuentro de
Jonathan C. con Juliana, ese sábado siete de julio del 2012.
La primera escena relatada por el perito Padilla mostró cómo Jonathan y Juliana abordaron
el vehículo del pastor, estacionado esa mañana en un parque cerca de la Iglesia Oasis de
Esperanza, en el sector de la Biloxi, poco después que la joven se despidiera de su madre.
Dentro del auto, presuntamente, conversaron de temas afectivos entre ambos durante
varios minutos.
El perito Padilla con informe en mano, relató cómo Jonathan y Juliana fueron hasta el
sector de El Recreo a buscar la nueva iglesia a la que la joven estaba asistiendo. Nunca
llegaron y más bien, según las fotografías, se ubicaron en un motel donde tuvieron
relaciones sexuales. Antes de esto, el pastor escuchó que la joven ingirió una pastilla. En el
testimonio que Jonathan C. dio a la Fiscalía durante la reconstrucción de los hechos,
aseguró que Juliana consintió estas acciones.
Siguiendo con el testimonio del perito Padilla, en la tarde de ese 7 de julio, Jonathan y
Juliana almorzaron juntos en la Plaza de las Américas, y pasadas las siete de la noche se
ubicaron en la calle Mercadillo donde Juliana le pidió el celular al pastor para poner allí su
chip y realizar una llamada, pues su batería se había agotado. El pastor la acompañó hasta
la parada del bus y luego fue hasta su trabajo en el Instituto Nacional de la Meritocracia, a
buscar unos documentos. Al siguiente día en casa de sus padres, Jonathan se enteró de la
desaparición de Juliana.
El pastor volvió a ver a la joven en el Instituto de la Meritocracia, el lunes 9 de julio del
2012, donde le prestó una computadora. La joven regresó al día siguiente, a este Instituto
donde conversó nuevamente con el pastor en la sala de reuniones. Sin embargo, los
empleados del Instituto Nacional de la Meritocracia nunca corroboraron que Juliana estuvo
presente en este lugar. Marco Sánchez, ex compañero de trabajo de Jonathan C., explicó
en la audiencia que esta oficina pública tenía varios filtros de seguridad, por lo que era
imposible que la joven Campoverde estuviera allí sin ser vista por alguien.
Las últimas escenas relatadas por el perito Padilla narran cómo la noche de ese martes,
ambos jóvenes se encontraron discutiendo en el Conjunto San Martín II donde el pastor
vivía con su esposa. En algún momento de la discusión, Jonathan la tomó de las manos y
del cuello porque supuestamente ella lo estaba agrediendo, en eso la joven cayó y golpeó
su cabeza en una grada, muriendo al instante. El pastor llevó el cuerpo de Juliana hasta
una bodega, amarró sus manos y pies; y en posición fetal lo metió en dos fundas de
basura, para finalmente abandonarla en la quebrada de Bellavista.
La versión del pastor fue puesta en duda por las pericias realizadas por Fiscalía y los
testimonios presentados durante el juicio. Así, tras la presentación del perito Padilla, fue el
turno del Teniente de Policía Luis Romero. El teniente habló con la convicción de ser una
de las personas que más conoce del caso, pues lo investigó desde el 2014. En el último
año, acompañó la reconstrucción de los hechos y estuvo presente en las búsquedas hechas
en la quebrada de Bellavista. Para él, las palabras de Jonathan C. eran contradictorias.
Romero contó que en una de las pericias hechas a la computadora que el pastor usaba en
su trabajo, como parte de la unidad de sistemas del Instituto Nacional de la Meritocracia,
se hallaron varias búsquedas en internet sobre dónde comprar escopolamina y burundanga
en Quito. Estas búsquedas se realizaron semanas antes de la desaparición de la joven
Campoverde. Se descubrió, además que, desde esa máquina, se cambió la contraseña de
la cuenta de Facebook de Juliana y se subió una entrada el lunes 9 de julio del 2012,
donde supuestamente decía que estaba en Cuenca y que no la busquen.
En esta computadora según las palabras del teniente Romero, también se encontraron
búsquedas en páginas web sobre cómo editar videos, cómo rastrear y borrar un IP
(número que identifica un dispositivo tecnológico) y cómo hackear cuentas de Facebook.
Adicionalmente mencionó que estaban almacenadas entre 200 y 300 fotografías de Juliana
y pornografía. El encargado de las pericias a la computadora del pastor fue el perito Mauro
Rodríguez. En el juicio, este perito aseguró a los jueces que realizó seis pericias a la laptop
que usaba Jonathan C. en su trabajo. En este dispositivo verificó el contenido de
fotografías, vídeos; también rastreó las búsquedas en internet hechas desde esa
computadora, gracias a una lista proporcionada por la Corporación Nacional de
Telecomunicaciones, CNT.
La Fiscal Mayra Soria le pidió al perito Rodríguez precisar la cantidad exacta de la
pornografía encontrada en la computadora del pastor. Pese a las objeciones de los
abogados de Jonathan Carrillo, el perito respondió que eran aproximadamente 500 gigas.
Comparando se puede decir que estas 500 gigas equivalen a alrededor de 150 vídeos en
formato HD.
Otra de las declaraciones clave durante el juicio contra Jonathan C. fue la del analista
Walter Tenorio. El analista llegó con una presentación en power point donde a través de
diagramas explicó a los jueces, el funcionamiento del sistema de tarjetas Veritrax, que
usaban los empleados del Instituto de la Meritocracia para entrar y salir de sus puestos de
trabajo. Jonathan C. al ser parte de la Unidad de Sistemas de este instituto, tenía acceso a
crear usuarios para el uso de estas tarjetas; también tenía acceso a los vídeos de
seguridad de la institución. En su informe pericial, Tenorio asegura que hubo alteraciones
en las fechas de los vídeos, así como cambios de hora en la base de datos del sistema
Veritrax, realizados entre los días siete, ocho y nueve de julio del 2012, cuando
desapareció Juliana. Jonathan Carrillo también habría tenido dos tarjetas de acceso.
Fiscalía también intentó corroborar la versión del pastor sobre la muerte de Juliana. Para
ello, el médico legal forense Luis Guaico simuló una caída similar a la que supuestamente
tuvo Juliana en su última discusión con el pastor. Según Guaico, en la audiencia del
miércoles tres de julio, esta caída fue simple y solo pudo haber causado lesiones o
hematomas, pero no haber matado a Juliana en ese instante como aseguró Jonathan C. en
sus versiones.
Las declaraciones del pastor llevaron además a que personal de policía y bomberos
busquen los restos de Juliana Campoverde en una quebrada del sector de Bellavista. Tras
varios días de búsqueda se hallaron cuatro fragmentos óseos. Según el testimonio del
perito y antropólogo forense Miguel Ángel Moreno, dos de las piezas encontradas fueron
una cabeza de fémur y un diente, que corresponden al cuerpo de una mujer, mayor de
edad. Por el desgaste de estos huesos, el perito estableció que tienen entre 6 y 8 años de
permanecer enterrados.
Sin embargo, debido a las condiciones climatológicas en las que se encontraban estos
fragmentos óseos, el perito Marcelo López declaró que no pudo extraer ADN y establecer
con certeza que se traten de restos del cuerpo de Juliana Campoverde.
La intervención divina
Oasis de Esperanza, es una iglesia cristiana evangélica pentecostal que opera en diferentes
países como Colombia, Nicaragua y Costa Rica. En Quito, esta iglesia funciona en una casa
de dos pisos en el barrio de La Biloxi. Allí, Jonathan C. se formó como líder y consejero
espiritual del grupo de jóvenes, donde tocaba la guitarra y dirigía el coro.
Cuando Patricio Carrillo decidió que su hijo Jonathan debía heredar su pastorado en la
Iglesia Oasis de Esperanza, acudió al Cuerpo de Pastores de Quito, organización que
aglutina a todos los pastores evangélicos de la ciudad. Mediante una solicitud verbal y
escrita, Patricio Carrillo pidió a este gremio que ordene a su hijo Jonathan como pastor.
Todos estos detalles fueron contados por el presidente de este gremio de pastores, Galo
Grandes durante el juicio por el caso de Juliana Campoverde. Grandes recordó que fue él
quien, junto con otro pastor, ordenaron a Jonathan C. en 2010.
El pastor Grandes aseguró que no le exigieron a Jonathan ningún otro requisito, ni estudios
previos, más que la solicitud hecha por su padre como pastor principal de la Iglesia Oasis
de Esperanza. Según Grandes, el Cuerpo de Pastores aceptó como proceso de formación
de Jonathan solo su experiencia como pastor de jóvenes.
Esta no fue la única ayuda que este pastor le brindó a la familia Carrillo. Con una voz
titubeante y nerviosa, Grandes también recordó cuando Patricio Carrillo y dos de sus hijos
lo visitaron en su casa, pidiéndole su firma en un documento, para levantar el sigilo de
confesión a Jonathan. En esta visita dice, la familia Carrillo le contó de la de desaparición
de Juliana, y le aseguraron que el documento era necesario para que “la justicia actúe” en
el caso de la joven. Pese a haber firmado este documento, la Fiscal Mayra Soria tuvo que
pasar varias veces el documento al pastor Grandes para que recuerde la fecha y su
contenido.
Grandes mencionó que fue llamado tres veces por Fiscalía para dar su versión en este
caso. Recién a la tercera versión, el presidente del Cuerpo de Pastores de Quito aseguró
que se había enterado de que el sigilo de confesión es solo sacramento católico y no se usa
en la religión evangélica.
Según la parte acusadora, Jonathan C. se escudó en el sigilo de confesión para no decir
nada durante sus primeras versiones. Luego de obtener el certificado firmado por Galo
Grandes, Jonathan reveló que creó el perfil de Facebook de Juan Solano para conversar
con Juliana.
La familia de Juliana también visitó a Galo Grandes buscando que el Cuerpo de Pastores se
pronuncie en el caso. Pero según recordó Grandes en la audiencia, les dijo: “Yo no puedo
hacer nada, esperemos de la justicia”.
El pastor Patricio Carrillo, padre de Jonathan, también tuvo participación en este caso.
Según el testimonio de Margoth Rodríguez, tía de Juliana, el lunes 9 de julio del 2012,
recibió una llamada del pastor Patricio quien le aseguraba que había orado por la joven y
que en veinte minutos iban a recibir una respuesta. Al poco tiempo dice Margoth,
recibieron un mensaje celular supuestamente de Juliana, donde contaba que estaba en
Cuenca. La justicia emitió una orden de arresto contra el pastor Patricio Carrillo y su hijo
Israel, el 28 de diciembre del 2018, con fines investigativos. Sin embargo, ambos salieron
del país antes de rendir su versión.
A pesar de no conocer completamente la versión del pastor Patricio Carrillo, la justicia sí
pudo investigar a la iglesia Oasis de Esperanza. Así, en su testimonio el teniente Luis
Romero aseguró que la Fiscalía conversó con los responsables de la Iglesia del Evangelio
Cuadrangular del Ecuador, quienes confirmaron que únicamente Patricio Carrillo y su
esposa, Edith Sánchez, eran reconocidos como pastores y no así su hijo, Jonathan. La
Iglesia Cuadrangular es el organismo que aglutina a todas las iglesias evangélicas con esta
doctrina.
Las indagaciones hechas a la “Iglesia Oasis de Esperanza” determinaron que no tenía
aprobada la personería jurídica en el antiguo Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y
Cultos.
La sentencia esperada
Elizabeth Rodríguez nunca olvidará la tarde del miércoles 17 de julio del 2019, cuando la
jueza Sara Costales dictó sentencia. Elizabeth juntó con su familia estallaron en llanto al oír
la condena de 25 años contra del pastor Jonathan Carrillo.
La madre de Juliana siempre afirmó que los pastores de la Iglesia “Oasis de Esperanza”
tenían algo que ver con la desaparición de su hija, pero no fue sino siete años después, en
que Jonathan Carrillo pudo ser enjuiciado. El pastor fue llamado varias veces por la justicia
a declarar. Los diez fiscales que pasaron por el caso, antes que la fiscal Mayra Soria, jamás
lo detuvieron o le levantaron cargos pese a las pericias realizadas.
Para el hermano de Juliana, Rony Campoverde, la vida de su familia y la suya propia
cambiaron el día que desapareció su hermana: “es duro llegar a la casa y ver el cuarto de
mi hermana vacío”,
Ramiro García, abogado del padre de Juliana, solicitó la pena máxima de 25 años de cárcel
para Jonathan Carrillo. Afirmó que, si el caso hubiera sucedido el día de hoy, sería a todas
luces un feminicidio, por la presión y manipulación que la joven sufrió en manos de la
iglesia, y la forma violenta de su muerte. Los abogados defensores de Carrillo, por su
parte, solo admitían que el caso se trataba de un secuestro simple, pues según ellos no se
pudo comprobar con certeza la muerte.
Tras los alegatos vino la espera. Los tres jueces que conformaron el Tribunal de Garantías
Penales se tomaron alrededor de cuatro horas de deliberación. Jonathan Carrillo entró a la
sala; su madre y hermano se le acercaron y lo abrazaron largamente. El pastor seguía
impávido. Durante toda esa audiencia fijó la vista en el tribunal, nunca regresó a ver a la
sala, ni a su familia.
Finalmente, la jueza Sara Costales tomó la palabra. Mencionó que, de forma unánime, el
tribunal decidió que el caso se trataba de un plagio con resultado de muerte. Se probó dijo,
mediante pruebas múltiples, que Juliana no tenía razones para desaparecer, por lo que fue
víctima de una acción criminal. El Tribunal declaró estar convencido de la muerte de
Juliana pese a que no fue posible extraer ADN de los restos encontrados. Las pruebas y
testimonios presentados por Fiscalía fueron suficientes para comprobar la responsabilidad
de Jonathan Carrillo y condenarlo a 25 años de cárcel. Como medidas de reparación se
ordenó que el Estado oficie un registro nacional de pastores evangélicos, así como el cierre
de la Iglesia Oasis de Esperanza a fin de evitar que lo sucedido con Juliana dentro de este
centro, vuelva a repetirse.
Tras la sentencia contra el pastor, se escuchó el grito desesperado de Elizabeth exigiéndole
a Jonathan C. que le devuelva a su hija. Ella, al igual que toda la sala, guardaba la
esperanza que el pastor confiese toda la verdad. Pero nada, ni una palabra.
Pese a la sentencia, Elizabeth Rodríguez sigue convencida en encontrar los restos de su
hija. Sigue con una fe inquebrantable, misma que la llevó durante siete años, a enfrentar la
negligencia judicial y a no permitir el silencio y la impunidad de ningún pastor.
Lo que dejó Juliana a la
justicia
Jonathan C. dejó la sala de audiencias el pasado 17
de julio llevándose consigo la verdad de lo que
sucedió con Juliana Campoverde. Inmóvil y evitando
ver a la familia de la joven y a sus abogados durante
el juicio, el pastor se acogió al derecho al silencio y
dejó a los padres con la herida abierta de no saber
dónde está el cuerpo de su hija. Pero la sentencia
contra el religioso abre la oportunidad para que más
casos de desaparecidos avancen a una
investigación penal sin cuerpo ni testimonio directo.
Es el legado de Juliana a la justicia ecuatoriana.
Ese día me llamarán, pero no responderé; me buscarán, pero no me
encontrarán”. La fiscal Mayra Soria inició sus alegatos finales en el
juicio contra Jonathan C. con esa cita bíblica. Es Proverbios 1:28, el
último texto que el pastor le escribió a Juliana Campoverde a través de
Facebook con el alias de Juan Solano antes de que ella desapareciera. La
fiscal escogió esa frase para arrancar su última intervención ante el
Tribunal de Garantías Penales, el pasado 17 de julio. Con una Biblia en
su mano derecha leyó ese acápite para sostener una vez más ante el
estrado que así amenazó Jonathan C. a la joven aprovechándose de sus
creencias religiosas. El capítulo habla de la furia de Dios por no escuchar
sus consejos y anticipa desgracias. Esos mensajes, según la fiscal, fueron
evidencia de la manipulación a la joven con el uso de pasajes bíblicos.
Los jueces deliberaron por cinco horas, una espera interminable para
ambas partes. Los magistrados pidieron el cambio de sala a una más
amplia para leer su veredicto. Al último día llegaron desde familiares de
otras personas desaparecidas hasta estudiantes de Derecho. Ya en el
auditorio del piso 11 del Complejo, a Jonathan C. le quedaron sus ojos
rojos después de recibir el abrazo de su madre y de su hermano mayor.
Los tres jueces salieron. La jueza Sara Costales, como presidenta del
tribunal, anunció que habían tomado una decisión unánime. Fue una
lectura rápida para informar a los asistentes que los jueces estaban
convencidos que Juliana no regresó a su hogar porque fue secuestrada
contra su voluntad y eso derivó en su muerte. Ella era una joven amorosa
apegada a sus creencias, dijo Costales. El Tribunal impuso una condena
de 25 años de cárcel a Jonathan C. y cuatro tipos de reparaciones para la
familia: 100.000 dólares para los padres, que se establezca un registro
nacional de pastores, el cierre de la iglesia evangélica Oasis de
Esperanza a la que pertenecía el pastor y la capacitación para los
servidores judiciales para que cumplan sus funciones con enfoque de
género.
Para la Fiscalía, ese era el “último eslabón” que vinculaba al pastor Jonathan
con la desaparición de Juliana. Tras la detención del pastor, la fiscalía le
formuló cargos por secuestro extorsivo y pidió su prisión preventiva. El juez
Roberto Carlos Cueva acogió los argumentos. Desde el miércoles 5 de
septiembre, cumple prisión preventiva. Él y su familia rechazan los cargos, y
dicen que es producto de una persecución contra el clérigo.
D esde que Juliana tenía 10 años, ella y su familia asistían al templo que
quedaba muy cerca de su casa en el sector de la Biloxi. Desde su inicio —en el
2000— la iglesia es manejada por la familia Carrillo. Juliana participaba mucho
en las actividades de la comunidad: era parte del coro, nunca faltaba a las
reuniones y a las charlas para jóvenes dictadas por el pastor Jonathan. Como
era con quien más contacto tenía, con el tiempo él y su esposa, Andrea, se
convirtieron en sus confidentes, sus consejeros, sus amigos.
Elizabeth dice que su hija iba a todos lados con ellos y los hermanos de
Jonathan: de paseo al Cotopaxi, a comer, preparaban los agasajos navideños de
la iglesia, chateaban por mensajes. “Para ella las palabras de los pastores era
como ser palabra de Dios y los honraba tanto a ellos”, dice Elizabeth mientras ve
una por una las fotos de su hija.
Los pastores tenían control sobre sus feligreses. Elizabeth recuerda que antes de
tomar cualquier decisión —sea un proyecto, emprendimiento o viaje— siempre
debían ir donde el pastor Patricio, padre de Jonathan, para pedirle autorización.
Cuando no entregaban el diezmo, los pastores llamaban a presionar, o los
visitaban en su trabajo diciéndoles que si no lo hacían las bendiciones no
llegarían. Cuando se enteraban de algo —un viaje o un nuevo empleo— los
llamaban a preguntar por qué no se lo habían contado.
Cuando Claudio fue llamado a rendir versión, en el 2013, dijo que su relación
terminó porque los pastores Jonathan y Patricio se opusieron. Dijo que Juliana
“era cuidada con mucho celo por la familia” y que “Juliana sentía un temor
reverencial ante el pastor Jonathan”. Después de esto, Juliana se alejó un poco
del pastor Jonathan y dejó de buscar su consejo.
El pastor Solano le dijo que tenía una esposa que murió y que se llamaba igual
que ella: July. Le hacía preguntas sobre el pastor Jonathan y sobre las razones
por las que se alejó de él. Cuando le contó el problema que tuvo por tener novio,
Solano justificó a Jonathan diciendo que él reaccionó así porque es como “un
león herido” que “daría su vida por sus ovejas”. Juliana le agradecía por los
consejos y le decía que Dios lo había puesto en su camino para ayudarla. Pero en
un mensaje Juliana le dijo a Solano:
Un día, Juliana recibió un mensaje de Solano que cambiaría todo para ella. Le
dijo que Dios le reveló que ella debía casarse con el hermano de su pastor
Jonathan. Cuando Juliana fue a conversar con Jonathan y le contó esto, él dijo
que iba a orar para ver si era verdad. Le confirmó que sí, que esa era la voluntad
divina. Y aunque Juliana no quería, porque estaba enamorada de un joven
llamado Fabián, los escuchó. Según la versión dada por Fabián en la Fiscalía,
ella le dijo llorando que “en la iglesia han tenido una revelación, que tiene que
casarse con alguien y que ella no puede desobedecer a Dios”. Dejaron de verse
en diciembre del 2011.
Los pastores la presionaban para que se case con Israel. Le decían que salga con
él y se den una oportunidad. Pero, según su madre, ella no estaba feliz ni
convencida, no entendía por qué Dios le pedía algo que ella no quería. Cuando
Juliana le contó sus dudas a Jonathan en una conversación por Facebook, él le
dijo que el problema era que ella no asumía “con seriedad tu rol en este asunto”.
Ella le respondió que trabajaría en ello. Como para cerciorarse, le preguntó cuál
era ese rol. Ella le contestó:
“Yo le recuerdo tanto que ella se hacía para atrás y decía ‘no, mami, yo no me
quiero casar, yo no me quiero casar’.” cuenta Elizabeth. “Pero yo le decía: mija
nadie te está obligando a que te cases, nadie te puede obligar a que te cases, lo
que tenemos que hacer es salirnos de esa iglesia”.
Eso hicieron en junio de 2012, más o menos un mes antes de que Juliana
desapareciera.
—Me dijo chao mami nos vemos en la tarde. Le di la bendición… y ella se fue,
cruzó la calle y se fue.
“Para mí fue como que me botaron un balde de agua fría”, dice mientras
sostiene con las dos manos el volante de búsqueda de su hija.
E lizabeth comenzó a llamar a todos los hospitales, a las clínicas, los amigos
de la iglesia, pero nadie la había visto. Llamó al pastor Jonathan pero no le
contestó el teléfono. La buscaron por el barrio, fueron a los hospitales, pensaron
que tal vez tuvo un accidente y no la identificaron. No había indicios de que eso
hubiera ocurrido en el barrio.
Siguió buscando por donde podía. Llamaba sin parar al celular de Juliana. No
había respuestas.
“conocí a una persona y me voy con él en cuanto pueda te hago llegar las cosas
del local”.
Elizabeth estaba con Fabián, le enseñó el mensaje y le dijo “no es mi hija la que
escribe y él me dice sí, ella no es”. Fueron a una Unidad de Policía Comunitaria
(UPC) en el Sur de Quito, donde les dijeron que no le podían recibir la denuncia
porque estaba claro que Juliana le decía que se había ido, voluntariamente, con
alguien. Elizabeth les insistía que no era su hija. La Policía le respondía lo
mismo: que espere. Regresó a su casa y se puso a buscar en el cuarto de Juliana
a ver si había una nota, un mensaje, algo que le ayudaría a dar con el paradero
de su hija. Nada.
Mientras ella y su familia pegaban los volantes por la Biloxi, un policía le dijo
que había cámaras en el sector, que vaya al Regimiento Quito para ver la
grabación. Elizabeth fue, la dejaron pasar solo a ella y su hermana Margoth se
quedó afuera. Mientras la esperaba, Margoth llamó al pastor Patricio, el padre
de Jonathan, a contarle que Juliana había desaparecido y él le contestó: “eso yo
ya sabía, era ya visto lo que iba a pasar, para qué se van de la iglesia”.Le
preguntó que dónde estaban y fue al regimiento Quito. Patricio le dijo que para
qué la buscan en las cámaras que deberían ir a Cuenca, a las fronteras, a Ambato
a buscar a Juliana. En la versión que rindió en la Fiscalía, Margoth dijo que
parecía que Patricio quería impedir que estén ahí y que vean las cámaras.
Cuando ella le preguntó qué hacía ahí si no parecía que quería ayudarlas, él le
respondió: “¿Qué está dudando de mí? Si quieren llevarme a la cárcel, de una
vez llévenme”.
Enseguida le llegó un mensaje de texto a Elizabeth que decía: ‘estoy bien, estoy
en Cuenca, en cuanto sepa la dirección les aviso, no tengo Internet’. El agente
les aconsejó que le respondan y le digan que la están buscando con la Policía. El
agente no sugirió hacer una triangulación de llamadas para ver de dónde salía el
mensaje. Llamaron al celular pero estaba apagado. Nunca más recibieron un
mensaje desde el celular de Juliana. Elizabeth se pregunta cómo el pastor pudo
predecir algo como esto.
Esa misma tarde la hermana del pastor Jonathan, Michelle, llamó a Elizabeth y
le dijo que su hija había publicado un estado en Facebook. Decía: “gracias
amigos por sus preocupaciones, tomé mis propias decisiones y quiero que las
respeten, no se metan en mi vida”. Elizabeth dice que no creía —que estaba
segura— que no era ella. Seguía sin entender por qué toda la información de su
hija venía de esa familia.
Al día siguiente, el 11 de julio, llevó todos los mensajes a la fiscal y pidió que se
solicite el registro de llamadas del celular de su hija, que se busque cuál era la
dirección IP desde donde salían los mensajes y la última publicación de su hija.
Además, como comenzó a sospechar de los pastores, en especial de Jonathan y
Patricio, pidió que se los llame a rendir versión. La fiscal aceptó.
Cuando la familia del pastor fue a rendir versión hablaron mal de Juliana y su
madre diciendo que eran problemáticas, que tenían muchos conflictos en casa.
Sobre Juliana decían que tenía malas amistades. Jonathan dijo que ese día
estaba por el barrio porque fue a limpiar la iglesia y que después fue a la casa de
su padre y pasó el día ahí. Más tarde cambió su versión y dijo que ese día se fue
a trabajar al Instituto Nacional de la Meritocracia, donde era ingeniero en
sistemas.
La primera Fiscal, la que tomó la versión de la familia, decidió no continuar con
la investigación. Le dijo a Elizabeth que ella también era evangélica, que para
investigarlos debía pedir permiso a su pastor pero que seguramente ellos no
eran culpables porque son pastores. Lo que la fiscal Soria llamó el ‘eslabón’
estaba en la investigación “desde el cuerpo 1 de la investigación pero justamente
por la renuencia de esta fiscal de investigar a estos pastores, no se pidió el
registro de llamadas de ellos a tiempo”, explica el abogado de Elizabeth, Daniel
Véjar. Elizabeth pidió que la cambien. Con el nuevo fiscal, la investigación
tampoco avanzó rápidamente.
Además, confesó que él creó el perfil ficticio de Juan Solano para “aconsejarle o
sugerirle cambios positivos en su vida” porque veía que Juliana estaba pasando
por lo que llamó “múltiples problemas”. Terminó diciendo que él nunca obligó a
Juliana a casarse con su hermano sino que le sugería que lo conociera para ver
si podrían tener “una relación más seria”. Cuando se le preguntó si utilizaba esta
técnica de consejería con alguien más en la iglesia, dijo que no. Para Elizabeth,
los mensajes que él le mandó desde la cuenta de Solano eran amenazantes y
manipuladores.
Él explica que, cuando una persona desaparece, el problema es que no existe un
proceso para su búsqueda. Como la desaparición no es un delito en Ecuador, su
búsqueda es considerada una actuación administrativa. “Solo está contemplado
en el estatuto orgánico por procesos de la fiscalía general en donde dice que se
abrirán actuaciones administrativas en ciertos casos como autos perdidos, y
personas desaparecidas”, explica Véjar.
“Yo decía qué hacemos aquí, como si después de tantos años mi hija fuera a
estar en las orillas”, dice Elizabeth. En el 2014, se hizo un primer allanamiento a
la casa del pastor Jonathan en el que se llevaron celulares y computadoras. En
ella, habrían encontrado muchísima pornografía, y fotos y videos de Juliana y
otras chicas de la iglesia. Recién a los tres años se hizo la reconstrucción en el
Instituto Nacional de Meritocracia para comprobar si es que ella realmente
había ido a ver al pastor en su trabajo: no hay registro en el libro de visitas de
que Juliana haya ido ese día, y el compañero de trabajo del pastor no recuerda
haberla visto. También descubrieron que su registro de entrada y de salida del
trabajo el día en que Juliana desapareció estaba adulterado.
La fiscal Soria envió ese documento a Claro para certificar que el IMEI era de un
equipo celular de Jonathan y que los datos eran correctos. Claro le contestó
afirmativamente. Con esta información, Soria utilizó el registro de llamadas del
celular de Juliana y comprobó que la última llamada que se hizo desde su
número de teléfono a las 19:50 del día en que desapareció provenía del IMEI del
pastor Jonathan.
Le pedí al pastor Patricio una entrevista. Me dijo que debían esperar a que salga
el abogado y lo autorice. No tuve respuesta. Les mandé un correo y mensajes
por Facebook pero no me contestaron.
Ese mismo día, hubo una audiencia de formulación de cargos contra el pastor
Jonathan. Solo pudieron entrar pocas personas de cada lado: el pastor Patricio,
Elizabeth, la esposa de Jonathan, Absalón, los abogados. Los demás que estaban
apoyando se quedaron afuera. Los familiares de Jonathan gritaban cosas como
“ah ahora sí viene el súper papá” refiriéndose a Absalón y diciendo que él y
Elizabeth “nunca fueron a la iglesia”. La audiencia duró un poco más de 2 horas.
Los que se quedaron afuera estaban sentados, callados, otra vez a la espera.
Cuando terminó, la fiscal Soria regresó a ver a Elizabeth antes de salir del
edificio de Flagrancia y le susurró algo. Las dos salieron sin regresar a ver a
nadie, directo a la avenida seguidas por los abogados. “Prisión preventiva”, dijo
el abogado Daniel Véjar a los que se quedaron afuera. Elizabeth se detuvo unos
metros más lejos de la unidad de Flagrancia y todos se acercaron a abrazarla.
Ella sonreía a medias mientras agradecía a los abogados y a los que la
acompañaban.
En una rueda de prensa, la fiscal Mayra Soria informó sus hallazgos. Dijo que
con el eslabón que faltaba pidieron prisión preventiva para continuar con la
investigación. “Es el último eslabón pero es un eslabón contundente que no da
pie a duda de la participación del señor Jonathan C. en esta presunta
desaparición”, dijo Soria.
El pastor Jonathan fue acusado por secuestro extorsivo. La fiscal dijo que la
Fiscalía “está imputando que el señor Jonathan C. mantiene oculta en algún
lugar el paradero y el cuerpo de la señorita Juliana”. En los próximos 90 días, la
fiscal Soria dirigirá una investigación más profunda para dar con el paradero de
Juliana.Mientras la fiscal daba los resultados de la audiencia de formulación de
cargos, Elizabeth y Absalón estaban serios. Los dos sostenían el volante fucsia
de la búsqueda Juliana, mirando fijamente al frente. “Seis años en absoluta
oscuridad”, dijo Absalón. Agradeció a la fiscal Soria y a la policía por su gestión
y dijo que nunca dudaron de su trabajo, que le gustaría decir lo mismo de los
once fiscales anteriores que tuvieron el caso de Juliana pero que “cuando les
tocaba afrontar huyeron cobardemente”. Pidió a los medios de comunicación
que no los abandonen en lo que falta de la lucha porque este era solo el primer
paso.
Elizabeth habló. “Son 2,249 días que yo estoy sin Juliana y espero dar con el
paradero de mi hija”. La rueda de prensa se terminó, los medios se retiraron.
Elizabeth no soltaba el panfleto fucsia de sus manos. “Que haya una persona
detenida no cambia nada”, me dijo por teléfono después de la audiencia. “El
dolor está ahí, la tristeza sigue como que peor porque sigue faltando mi hija
pero por más dura y difícil que sea la verdad voy a seguir luchando hasta que mi
hija aparezca.”
Daniel y Noé Salcedo. Por esa razón sus bienes fueron enajenados.
Marco Sevillano
Un sobreviviente relató su
fuga de la Mansión Seré
El ex arquero del club Almagro Claudio Tamburrini dio detalles ante la
Justicia de su fuga del centro clandestino de Castelar, además de
identificar a los responsables de su secuestro y torturas durante la
última dictadura militar
Tamburrini señaló ante el Tribunal Oral Federal Nº 5 a un suboficial
de la Fuerza Aérea de apellido Scali como jefe de los interrogatorios
durante su secuestro en el centro clandestino de detención ubicado en
la localidad bonaerense de Castelar.
"Estoy seguro que estuve en la Mansión Seré porque de allí yo me
fui caminando y luego volví muchas veces", explicó Tamburrini en
una nueva audiencia del juicio a los ex jefes de la Brigada Aérea de
Morón de la que dependía el centro clandestino, los brigadieres
retirados Hipólito Mariani y César Comes.
Tan solo en lo que va del año 2019, se han registrado 253 ataques de
este tipo contra la población civil, según lo detalla el sitio web de
rastreo de tiroteos en EU Gun Violence Archive.
LA MASACRE DE COLUMBINE
Otro de los sucesos que más conmocionó a la sociedad
estadounidense, fue la masacre de la Escuela Secundaria
de Columbine en abril de 1999.
Este tiroteo no destaca por ser de los más mortíferos, pero sí por ser
uno de los más conocidos ya que de él existen innumerables registros
como videos, audios, llamadas, testimonios, documentales y hasta
películas que se vieron inspiradas por la historia de los autores
materiales del crimen.
Se dice que estos dos jóvenes no eran muy bien aceptados por sus
compañeros de clase quienes los consideraban “raritos”, de manera
que una de las teorías que versan sobre este terrible hecho, es que
los dos estudiantes atacaron su escuela por venganza.
Eso no fue impedimento para Nikolas. Armado con un fusil del tipo
AR-15 detonó la alarma de incendios de la escuela y conforme los
alumnos iban saliendo al creer que solo se trataba de un simulacro, él
les disparaba uno a uno.
MASACRE DE AURORA
A diferencia de los tiroteos anteriores, este no ocurrió en una escuela,
sino en una sala de cine en el condado de Aurora, Colorado.
Fue el 20 de julio del 2012. Ese día se estrenaba The Dark Knight
Rises o El caballero de la noche asciende, una película de la saga
Batman.
Alicia, que tiene ahora 27 años, ha hecho su misión proteger a niños para que
no pasen por lo que ella pasó. Incluso hay una ley que lleva su nombre en
varios estados de Estados Unidos.
En 2001 y 2002 había muy poca gente educando a los niños sobre los peligros
de internet.
Había un chico, un niño que yo pensaba que tenía más o menos mi edad, que
no conocía, y al que le gustaban las mismas cosas que a mi.
Me escuchaba día y noche, me daba consejos. Era alguien con quien podía
quejarme de lo que no me gustaba y alguien que me hacía sentir bien a lo largo
de los ocho o nueve meses que precedieron a mi secuestro.
Agarraba mi mano con tanta fuerza que pensé que me la había roto.
Me daba órdenes, me decía: "Sé buena, quédate quieta". Si no obedecía, me
decía, me metería en el maletero (baúl).
Pero el hombre del peaje no me vio, ni pensó que pasaba nada malo, y el auto
aceleró.
No hay palabras para explicar el miedo y el terror de pensar que esta persona
podía parar y matarme en cualquier momento.
Siguió manejando durante unas cinco horas, desde Pittsburgh hasta Virginia
(EE.UU.).
Tengo que decir que es increíble la respuesta que obtengo a veces cuando lo
explico. A veces, la gente me dice: "Tienes suerte, no duró mucho".
Quiero dejar claro que no se puede definir el dolor por el tiempo que se sufre, o
por lo que pasó, sino que lo que importa es cómo esa experiencia afecta a la
persona. Cómo impacta en ella.
Si bien hice lo que pude para sobrevivir, sin importar cuán humillante, doloroso
o asqueroso fuera, no tenía control sobre mi destino.
Cuando intenté resistirme, acabé con la nariz rota. Si ya había sido capaz de
secuestrar a una niña, ya me había hecho cosas indescriptibles, ¿por qué no
iba a matarme también?
Recuerdo llorar y rezar, rezar y pensar sobre todo lo que haría si fuera más
fuerte, si fuera un personaje en una película de superhéroes.
Pensé: "Me va a matar, pero no voy a irme sin pelear, y quizás puedo ganar".
Pero luego me di cuenta de que ya había perdido muchas veces. Y
pronto perdí la esperanza.
Pensé mucho en mis padres esos días. Sabía que me estaban buscando y que
me querían. No tenía duda de que me encontrarían, la pregunta es si me
encontrarían viva o muerta.
Pensé: "¿Cuándo fue la última vez que les dije que los quiero? ¿Saben cuánto
los quiero?".
Empecé a aceptar que iba a morir. Entré en un estado de aturdimiento. Pero
luego escuché el sonido de hombres enfadados golpeando la puerta de abajo.
Como había perdido cualquier esperanza, pensé que estaban allí para
matarme, así que me metí debajo de la cama para intentar esconderme e
intenté no hacer ningún ruido.
Pensé que entonces me matarían, que ese era el final. Pero entonces el
hombre se dio la vuelta y vi que detrás de su chaqueta ponía FBI, y vi a todos
esos agentes entrar corriendo en la habitación.
Cortaron la cadena que tenía alrededor del cuello y me ayudaron, me liberaron.
Me dieron una segunda oportunidad para vivir. Estos hombres y mujeres, son
mis ángeles.
Uno de los que estaba viendo reconoció a la niña de ese video horrible como
aquella que aparecía en los posters de personas desaparecidas.
Fue a una cabina, llamó al FBI y les dio el nombre de pantalla del abusador.
Con él, el FBI encontró su dirección de IP y con eso me encontraron. Fue un
milagro. Esencialmente, un monstruo delató a otro.
Poder y control
Tengo mucha suerte. Si esos agentes hubieran parado a por un café, o su auto
se hubiera estropeado, ahora no estaría aquí. Él iba a llegar a su casa alas
4.30 pm y los agentes llegaron a las 4.10.
20 personas inocentes
que fueron condenadas
a muerte
La pena de muerte trae consigo gran cantidad de casos en
los que el acusado es ejecutado y años después se descubre
que en realidad era inocente. Aquí te traemos 20 de los
casos más famosos
George Stinney Jr
La persona más joven de Estados Unidos condenada a la pena de
muerte. Fue enviado a la silla eléctrica con 14 años de edad y 70 años
después fue declarado inocente.
Troy Davis
Su caso se hizo popular como el prototipo del afroamericano condenado
injustamente por la muerte de un caucásico. Con 42 años murió por
inyección letal. Varios de los testigos que lo acusaron se retractaron
asegurando que fueron presionados por la policía.
Cameron Willingham
Padre de familia que fue condenado a morir por inyección letal con 36
años. Las pruebas en las que se basaron para condenarlo fueron peleas
anteriores y tatuajes que tenía en su brazo.
Jesse Tafero
Fue condenado a morir en la silla eléctrica con 43 años. Un amigo
declaró en su contra y tiempo después confesó que había metido. La silla
eléctrica tuvo un fallo que hizo que su cabeza se incendiara durante el
proceso.
Carlos DeLuna (derecha, Carlos Hernández)
Fue acusado de asesinato con 27 años y condenado a morir por
inyección letal. El verdadero culpable, Carlos Hernández, se libró de la
condena por el gran parecido de ambos. La inocencia de DeLuna salió a
la luz cuatro años después de su muerte.
Ellis Wayne Felker
Su muerte motivó el debate del uso de pruebas de ADN para presos
condenados a muerte ya que la principal prueba que lo relacionó con el
asesinato fue un pelo en la ropa de la víctima.
John Ray Conner
Acusado de asesinato, varios testigos señalaron que lo vieron correr
rápidamente tras el ataque. John tenía dificultades para caminar y, pese
a ello, fue ejecutado.
Odell Barnes
Fue acusado de asesinato y condenado a morir por inyección letal. No se
realizaron investigaciones por el bajo presupuesto de la oficina del
Defensor Público del Condado de Wichita.
Larry Griffin
Fue acusado de asesinato por un testigo que aseguró haberlo visto
disparar desde un coche. Años más tarde, el testigo confesó haber sido
él mismo el autor del asesinato.
Lena Blaker
Se le acusó del asesinato de su jefe y fue condenada a muerte cuando
en realidad fue en defensa propia cuando su superior le estaba
amenazando con una pistola.
Gary Graham
Fue condenado injustamente a morir por inyección letal cuando había
suficientes evidencias de que era inocente.
Nie Shubin
Ejecutado de un disparo en la cabeza con 20 años tras haber sido
acusado de asesinado y violación, fue declarado inocente 21 años
después.
Reginald Blanton
Fue ejecutado tras ser declarado culpable por robo y homicidio. Nunca
hubo pruebas materiales que lo vincularan con el crimen y los abogados
sostienen que los fiscales se basaron en testimonios forzados.
Teng Xingshan
Fue acusado del asesinato de una mujer y ejecutado con un disparo en
la cabeza. Años más tarde la mujer reapareció en la aldea, había sido
secuestrada.
Derek Bentley
Sufría retraso mental por una contusión cerebral durante la II Guerra
Mundial. Fue condenado a muerte por un delito que cometió un amigo,
Cristopher Craig, que solo fue condenado a 10 años de prisión por ser
menor de edad aún siendo el autor del asesinato.
David Spence
Fue ejecutado por inyección letal. Tras su muerte, dos testigos se
retractaron de sus declaraciones explicando que la policía les ofreció
beneficios a cambio de que le culparan a él.
Leo Jones
Fue torturado y golpeado para que firmase una confesión de un delito
que no había cometido. Aunque existían varios testimonios que daban
credibilidad a su inocencia, fue ejecutado en la silla eléctrica.
Chiang Kuo-Ching
Fue acusado de violación y asesinato de una niña de 5 años y torturado
hasta que confesó el crimen. Lo ejecutaron con un disparo en la cabeza.
13 años después otro hombre admitió ser el verdadero autor y fue
condenado a 18 años de cárcel.
Thomas Griffin y Meeks Griffin
Los hermanos eran dos hombres negros que fueron sentenciados a
muerte porque Monk Stevenson, otro sospechoso del homicidio, testificó
en su contra. Tiempo después, confesó que los había acusado porque
pensó que podrían librarse pagando una multa.
Rubén Cantú
Fue acusado de asesinato con un testigo que aseguró que había sido él.
Fue ejecutado mediante inyección letal y años después el propio testigo
aseguró que Cantú era inocente y que lo había acusado por sentirse
presionado por la policía.
Una vez ahí, detrás de unos barrotes injustos, los sentimientos que los atraviesan
son parecidos: viven en un infierno en el que los días pasan en cámara lenta y al
que no le ven salida; se desesperan al pensar que nadie les va a creer, que van a
"peinar canas" tras las rejas; sufren al imaginar que nunca van a volver a dormir en
sus casas, con sus seres queridos, y no pueden dejar de preguntarse: ¿por qué a
ellos?
Cuando lo detuvieron, Marcos era un chico que no sabía ni leer ni escribir, que
había vivido toda su vida en la villa Palito, en las entrañas de La Matanza, sin DNI,
luchando contra su adicción al paco desde los 12 y sobreviviendo de lo que pedía
en la calle. Había tenido problemas con policías en otras oportunidades, pero
asegura que siempre se hizo cargo de sus actos.
Esa vez, en cambio, la "ligó de arriba". Fue acusado de participar de un hecho que
ocurrió el 22 de noviembre de 2013, cuando cuatro jóvenes se subieron a un
colectivo de la línea 97 a robar. Les sacaron a los pasajeros lo que pudieron y
antes de huir le dispararon al chofer, quien murió horas más tarde.
Después de pasar casi cuatro años preso, el 30 de octubre de 2017 Marcos fue
absuelto y recuperó la libertad. Lo consiguió gracias al trabajo de organizaciones
sociales, un cura villero y la Defensoría ante la Suprema Corte de Justicia de la
provincia de Buenos Aires (SCBA), que demostraron su inocencia y dejaron al
descubierto las irregularidades que habían salpicado toda la investigación policial.
"Si no fuera por ellos, mi suerte habría sido otra: no salía más", dice Marcos. "Pasé
muchas cosas adentro. Y viví mucha agresión física por parte de la policía y de los
mismos internos. Mirá: me lastimaron por todos lados", cuenta, mostrando las
cicatrices que le dejó el encierro.
Pero también están las otras, las que no se ven. Sentado junto a su novia, Emilce,
el joven agrega: "Le pedí a ella que me sacara un turno con el psicólogo. A veces
cuando me levanto todavía pienso que estoy allá, en la cárcel, y digo: '¿En serio
pasó todo esto?'. Hoy quiero estudiar, conseguir un trabajo y estar con mi familia".
Algunos de los que "caen" tienen un perfil similar al de Marcos: chicos que viven
en villas y asentamientos, generalmente con antecedentes penales. Esos son
carne de cañón, pero están los que jamás habían pisado una comisaría, mucho
menos una cárcel.
La Defensoría ante la SCBA, por ejemplo, lleva desde el 2000 un registro que
suma 313 causas armadas por la policía y el servicio penitenciario. Por otro lado,
el CELS investigó 19 casos desde 2014; el Observatorio de Prácticas del Sistema
Penal de la Asociación Pensamiento Penal, unos 100 (algunos de los cuales
fueron desestimados), mientras que Innocence Project Argentina recibe unas 130
consultas por año (aunque muchas no cumplen con sus estándares de
admisibilidad).
Patrones sistémicos
Además, advierten que en nuestro país el sistema judicial está pensado de forma
tal que llevar adelante la revisión de una condena resulta sumamente engorroso.
"Otro problema es que muchos jueces son sumamente complacientes con este tipo
de irregularidades, sobre todo en la utilización desmedida del "testigo bajo reserva
de identidad" que fue un instituto pensado y creado para las investigaciones
dirigidas al crimen organizado, como el narcotráfico, y no para el delito común,
quedando en estos casos, el imputado y su defensa, sin ninguna posibilidad de
cuestionar la credibilidad de los dichos que lo incriminan", señala Mario Coriolano,
defensor ante la SCBA.
Desde el CELS definen las causas armadas como aquellas en que la policía fragua
pruebas (por ejemplo, "plantando" drogas o armas) para imputar un delito
inexistente, o donde las investigaciones son dirigidas contra una persona que en
realidad no cometió el hecho. "Por otro lado, hay casos en que las técnicas de
investigación son realmente muy deficientes, propias de una policía
desprofesionalizada, que no permiten dar con el verdadero autor del crimen",
explica Florencia Sotelo, abogada de la organización. Casi todos los casos que
reciben, son del conurbano bonaerense.
Sotelo considera que hay que poner el foco en las prisiones preventivas, que
deberían ser una herramienta excepcional, pero en la práctica se dictan con
rapidez y pueden prolongarse hasta cuatro años o más: "La posibilidad de que un
juez dé marcha atrás en esos casos es casi nula, porque implicaría reconocer un
error judicial muy grave: haber encarcelado a una persona que no es culpable".
"Hacía unos tres días habían matado a un capitán de la policía en el barrio, pero
nunca me imaginé que nos venían a echar la culpa a mi hermano y a mí. Cuando
nos empezaron a gritar 'asesinos de policías' me di cuenta en la que nos estaban
metiendo", dice Claudio, que tiene 36 años, quince hermanos y es del barrio
Crucecita, en Avellaneda.
En el comedor los pusieron de rodillas, les pegaron piñas en los oídos y patadas
en el estómago. "De repente escucho un sonido de metal y alguien que dice 'acá
hay un arma'. Nos la habían plantado", aclara.
Él, que no tenía antecedentes penales, que hasta ese momento había celebrado la
presencia de la policía en su barrio, sentía que estaba viviendo una pesadilla. "Me
acuerdo de mirar por la ventana y ver un cartel de una aseguradora que decía 'que
no se te venga el mundo abajo'. Parecía que me estaban jodiendo", cuenta.
"Siempre fui una persona llena de proyectos, me considero un tipo solidario, y no
llegaba a entender por qué había terminado ahí. ¿Quién me iba a creer?".
Los motivos que pueden disparar el armado de una causa son diversos. Servir
como "correctivo" o amenaza por parte de la policía para jóvenes de barrios
vulnerables, con el fin de encubrir las responsabilidades de aquella fuerza; ser un
método para resolver conflictos personales -como le pasó a Claudio-, o una
manera de dar una respuesta rápida ante casos mediáticos son algunos de los
más frecuentes.
"Hay una ficción de que solo se condena a culpables. Pero todos los sistemas son
falibles y estamos sorprendidos de la cantidad de casos que conocemos de
inocentes encarcelados", subraya Manuel Garrido, presidente de Innocence
Project Argentina, la filial local de una organización que nació en Estados Unidos y
que trabaja para revertir condenas erradas.
Y agrega: "El sistema no tiene mecanismos establecidos para revisar las condenas
irregulares, al extremo de que todos los incentivos son para que no se produzca
una revisión". Un ejemplo: para que el inocente condenado pueda tener un sistema
más flexible de cumplimiento de la condena se le exige que reconozca un delito
que no cometió.
Pagar la boleta
"Mi celda era un cuadrado de dos por dos donde estaba las 24 horas del día: un
fuelle, una tele y nada más describe Marcos-. Como tenía perpetua, no me
dejaban salir ni a trabajar ni al colegio, porque pensaban que me iba a fugar".
Esos años preso no se los devuelve nadie. Fue el sacerdote Basilicio Britez (el
"padre Bachi"), párroco en villa Palito, quien, junto a la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos La Matanza y un hermano de Marcos, le llevó su caso a
Coriolano, defensor ante la SCBA.
Esta es una de las prácticas que los especialistas señalan con preocupación:
mostrar a los testigos, como una forma de inducirlos, fotos de los presuntos
delincuentes antes de las ruedas de reconocimiento, sin ningún tipo de control o
garantía. De hecho, en la comisaría a cargo de la investigación, se secuestraron
álbumes con fotografías de jóvenes de la villa Palito, incluyendo menores de edad,
las cuales habrían sido utilizadas para imputar falsamente delitos.
Una medida clave para demostrar la inocencia de Marcos y de los otros implicados
en la causa fue tomada por la defensora de menores Carla Arrighi, quien citó a
declarar a una pasajera del colectivo, cuyo nombre surgió de un informe de
usuarios de la tarjeta SUBE pedido por la defensa. En la villa Palito circulaban
datos sobre la identidad del verdadero homicida, y efectivamente la testigo lo
reconoció como el autor.
Por su parte, Indiana Guereño, directora del Observatorio de Prácticas del Sistema
Penal de la Asociación Pensamiento Penal, coincide: "Es muy cruel que quienes
trabajan en el sistema penal lo hagan con indiferencia, con apatía, y las
consecuencias que eso trae. Porque detrás de los expedientes hay personas".
. Clemente Vera. Fue acusado de haber participado, en julio de 2011, del robo,
abuso sexual con acceso carnal y homicidio de Cassandre Bouvier y Houria
Moumni, dos estudiantes francesas que viajaron como turistas a Salta. En agosto
de 2017, Innocence Project Argentina, junto con el abogado José Humberto
Vargas, presentaron un recurso de queja ante la CSJN contra su condena a prisión
perpetua - esta revisión está pendiente-, asegurando que no hay pruebas en su
contra. El padre de Cassandre también los acompaña en el reclamo.
Más información:
Innocence Project Argentina: Se inicia en respuesta a las repercusiones que tuvo
el documental El Rati Horror Show, dirigido por Enrique Piñeyro, donde se cuenta
el caso de Fernando Carrera, condenado erróneamente a 30 años de prisión y
liberado por un fallo de la CSJN. Toma el modelo de la fundación norteamericana
que nace en 1992 con la misión de liberar a personas encarceladas por crímenes
que no cometieron. Además, el proyecto busca lograr reformas de políticas
públicas y normativas para revertir las causas de condenas injustas; y formar a
estudiantes en su clínica jurídica.
Una vez que supo del crimen, lo primero que hizo fue hablar con sus
vecinos y vecinas. Así encontró que una de ella había grabado un video
de los cuatro jóvenes abandonando el cuerpo de Carolina en el terreno
baldío. La madre guardó ese video en su teléfono. En un centro de
cómputo del barrio pidió que se lo grabasen a un CD y eso entregó a la
Fiscalía. El video entró a cadena de custodia y ha sido una de las
evidencias más fuertes que existen en el caso. También la hermana de
Carolina ingresó a la cuenta de Facebook de la joven. Encontró
conversaciones con los dos jóvenes que más tarde fueron detenidos.
En marzo de este año fueron detenidas siete personas. Los cuatro jóvenes
que arrojaron el cuerpo de Carolina: Christian G., Antony M., Meily T. y
Dejaneira C., los tres últimos menores de edad. Las dos adolescentes
fueron acusadas de fraude procesal por cambiar de ropa a Carolina.
Fueron sentenciadas a un año de libertad condicional asistida. Después,
en junio de este año Antony M. fue recibió la sanción máxima para un
menor de edad: ocho años de internamiento institucional. Otras dos
personas que fueron aprehendidas no fueron acusadas por la Fiscalía.
Guayasamín refiere que la gente asume como trata solo aquellos casos
donde se encuentran personas encadenadas y sumidas en lugares
oscuros. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(UNODC) ha definido a la trata como la captación, el transporte, el
traslado de personas recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza con
fines de explotación.
Según Centeno, las estructuras criminales −redes que incluyen líderes de
una banda, tramitadores, choferes− en trata no son frecuentes. Pero
existen. Uno de los casos más recientes ocurrió en Guayaquil. Una banda
de trata conformada por tres venezolanos fue capturada. Eran dueños de
varios inmuebles en el Puerto Principal, entre ellos cinco departamentos
en un edificio cercano al parque Centenario.
ESTO ES MI ADIÓS
Ya no se que hacer, estoy desesperada, ya no puedo, quiero gritar, ya
no puedo más, ya estoy arta ya quiero acabar con todo, esta es una
maldita ansiedad, como si necesitará algo pero no se que es y me enoja
y me da trizteza ya no saber que hacer y pienso que no puedo mas,
siento como mi corazón late tan rápido de desesperación y no saber que
hacer me mata por dentro. No estoy sola tengo una gran familia que me
apoya y me quiere pero no es suficiente, y lo peor es no saber porque,
ahora siento como me esta cosatando respirar y todo por no saber que
esta pasando conmigo en mi cabeza, con mis pensamientos, con mi ser,
ya no puedo mas quiero gritar a los 4 vientos que alguien acabe con
esto y ponga fin a tanta infelicidad, se que muchos diran:"busca a
dios"
Créeme ya lo busque tantas veces, tantas veces que llore, que grite,
que me quería morir y no estaba nadie para mi, solo quiero la receta
para una vida feliz, llega de amor y comprensión, imposible no?.
Todo me recuerda a mi pasado, cuando perdí a mi novio, a mi amiga, a
mi familia y lo unico que hacia era esconderme en un baño, escuchando
como reian los demás, como gozaban de la vida y yo..... Solo quería
ser como ellos.
Ojala solo ubiera una salvación para mi, para todos a los que se
sienten haci.
Cada día solo pienso en lo horrible de mi vida, la mierda en la que
vivo,no culpo al mundo, la culpa es mia y lo que mas ansío es saber
cuando acabará esto, CUANDO TERMINARA ESTA VIDA TAN INUTIL!!!
No tengo ningún talento en especial, pense que era escritora pero solo
me equivoque.... Como siempre.
Nadie tiene una maldita idea de que es ver a los demas felices y no
poder serlo, respirar y no sentirse viva, llorar hasta quedar dormida
y solo poder reír por momentos, recordar lo horrible y asquerosa que
puede ser la vida, que todos hablen de un dios y no poder verlo o
sentirlo, que el amor no existe y que la gente es falsa y mentirosa.
Saber que todo lo que haces es un error y jamas tendras razón, querer
vivir en un cuento, anime, novela, solo para poder tener un final
feliz pero..... Recordar que eso jamas pasara y seguiras atrapada ahi,
imaginar como seria morir, si abra alguien que se acuerde de tu
existencia y de tu historia, de tu trizte y podrida historia.
Mi mejor amiga, gracias por averme escuchado y estar ahi, se que abra
alguien mejor que yo, no necesitas a alguien que está muerto por
dentro.
Ya no tengo nada mas que decir, solo queda decir que la culpable de
esta desgracia y de lo horrible persona que soy hoy es culpa..... Mi,
yo cabe mi propia tumba, si tan sólo pudiera retroseder el tiempo y
poder aver escuchado consejos y lo que me dijeron no estuviera
escribiendo esto.
CHAO.......
LA CARTA ÍNTEGRA QUE DEJÓ EL MENOR
"Mi nombre es Andrés y si estás leyendo esto es por que me habré suicidado".
Con estas sobrecogedoras palabras empieza la carta que dejó escrita el menor
que se suicidó en Madrid el pasado 1 de abril y en la que describe "el infierno
diario" que sufría en el instituto. La carta íntegra la ha publicado 'El Mundo' este
jueves. Andrés relata la tensión, el horror y el miedo con el que vive por parte
de un compañero al que no identifica.
"Tenía que aguantar seis horas en las que empezaba a tener más miedo",
cuenta. "¿Creíste que tus palabras no me hacen daño? ¿Que tus bromas
alguna vez me gustaron? ¿Que me cogieras mis cosas y no me las devolvieras
me hacía gracia? Y yo digo, '¿qué hice para merecer eso?' No lo entiendo.
Todo el rato fui un chico que no molestó a nadie", relata el joven en su nota de
despedida, ya en poder de la Policía Nacional.
A lo largo del texto, Andrés explica cómo fueron sus últimos días de vida y qué
le llevó a pensar en el suicidio como única salida. "Me di cuenta de que no
podía más. Y me dije '¿tengo que estar así siempre?'. No vi futuro. Solo vi un
oscuro agujero negro y ya no me enfocaba en mis estudios por culpa de él,
porque me sentía perdido y de hecho ese día lo decidí. Estaba harto de tragar".
A pesar de esto, no todos los que han sido atrapados con drogas bajo la
insignia de una empresa de reparto eran inocentes, algunos camellos han
decidido simplemente adquirir la bolsa característica de estas empresas
para hacer los envíos. En Valencia fue detenido un joven que intentó
esquivar a los agentes de policía en su bicicleta "de reparto", dentro de su
bolsa hallaron 575 euros y varios paquetes envueltos en papel de aluminio
que desprendían un fuerte olor a marihuana. En Alicante otros dos
jóvenes que utilizaban este sistema fueron detenidos en un laboratorio
que se ocultaba tras la fachada de peluquería. Dentro fueron
incautados 57 gramos de cocaína, todas las herramientas para la
adulteración de sustancias, pequeñas cantidades de marihuana y 620
euros en efectivo.
Aunque la estrategia favorita del camello de poca monta parece ser más
simple aún. Consiste en sacar a pasear al perro y distribuir la droga de
mano a mano o sencillamente dejarla en puntos de recogida previamente
pactados con el cliente. Un español de 39 años fue detenido en San
Blas (Madrid) el día 11 de abril con más de seis gramos de hachís y un
sobre que contenía 40 euros en efectivo. El cliente que acababa de hacer
la transacción con él también fue sancionado e incautada la mercancía que
acababa de adquirir, 10 gramos de hachís.
Estos son los métodos que están utilizando actualmente los narcos para
tratar de entregar sus productos y mantener a flote su economía. Sin
embargo, no se puede obviar a algunos que sencillamente deciden tentar a
la suerte y realizar operaciones de narcotráfico saltándose la cuarentena y
encomendándose a la diosa Fortuna. El 19 de marzo en Ciudad
Condal (Barcelona) fueron detenidos tres hombres de origen marroquí por
saltarse flagrantemente la cuarentena. Durante la inspección los Mossos
D’Esquadra encontraron en el vehículo hachís, marihuana y dinero en
efectivo. Cuando comprobaron la información de los detenidos,
descubrieron que los tres tenían antecedentes por narcotráfico.
Finalmente, cabe señalar que, aunque las importaciones de drogas por vía
marítima estén siendo interceptadas, éstas no han cesado y han seguido
intentando mantenerse creativas. En 2019 fue desmantelada una red de
narcotráfico que introducía cocaína de Costa Rica en cajas de plátanos.
Más recientemente, en marzo de este año, fueron detenidos en Asturias,
en la ciudad de Avilés, dos narcobuzos que se encontraban retirando los
paquetes de droga de los bajos de buques mercantes procedentes
de Latinoamérica. También fueron detenidos otros dos sujetos que les
asistían.
EEUU ha hecho hincapié incluso en redes en las formas más extrañas que
han incautado drogas en el país. En este aspecto 2016 fue un año extraño.
Los agentes de aduanas crearon un hilo de Twitter de los productos más
curiosos en los que encontraron drogas ese año. El hilo incluía zanahorias
con marihuana, tortitas de maíz con metanfetamina, piedras con
marihuana que tuvieron que ser rotas con martillos neumáticos, champú
para caballos con metanfetamina líquida, cocaína en el sujetador de una
pasajera, un futbolín repleto de marihuana y hasta un submarino que
transportaba 5,5 toneladas de cocaína.
Pero no es tan sencillo. “Lo que se ha demostrado con este caso en la región es que hay
poca colaboración para investigar, que hay poca armonización de la legislación entre los
países”, dice Delia Ferreira Rubio, presidenta de Transparencia Internacional.
Penalidades y demoras
Lo que se ha demostrado con este caso en la región es que hay poca colaboración para
Colombia: El proceso empezó en diciembre del 2016 y ya han sido condenadas cuatro
personas, entre ellas un exviceministro de Transporte y un senador activo.
El caso Odebrecht salió a la luz por el Lava Jato, en Brasil. Pero, ¿es la única que
operaba a través de ilícitos? Fuentes cercanas a la constructora afirman que no. Faltan
escribirse entonces los nuevos capítulos de esta trama.
ECUADOR Y LA MANO SUCIA DE
ODEBRECHT
El Gobierno de Rafael Correa, a pesar de varios roces con la
constructora brasileña, la mantuvo como una de las contratistas más
importantes del país.
Con un sueldo promedio de 25 mil dólares más comisiones por contrato,
Santos Reis se convirtió en uno de los asesores internacionales más
influyentes en los gobiernos de Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio.
Santos Reis fue la representación de fortaleza de la constructora
brasileña en Ecuador. Su proximidad a funcionarios en el gobierno de
Gutiérrez era innegable, incluso desde Brasil se mencionó como posible
asesor del mandatario Correa, en el inicio de su primer período. Pero el
presidente no era el único Correa que tenía acercamientos con la
empresa. Su hermano Fabricio, que fue contratista desde 1996, trabajó
con la constructora a través de Aplitec “Yo diseñé y construí para
Odebrecht el parque lago de la prensa Chongón”.
Con Reis, Odebrecht se convirtió en la principal constructora en el país,
sin competencia directa alguna, después de los problemas que tuvo con
el Estado la también brasileña Andrade-Gutiérrez, que fue cuestionada
por la Contraloría debido a la demora en la construcción de una carretera
en la amazonia ecuatoriana.
Una muestra del poder de Odebrecht fue el proyecto San Francisco. Fue
un proceso lleno de vicios que arrancó en 1999, en el gobierno del
presidente Jamil Mahuad Witt.
La deuda
A paso acelerado el Mandatario ingresó a la sala de reuniones del
Palacio, les ignoró, les negó el saludo y tajante les gritó que si no
arreglaban los problemas se irían del país. Era el 18 de agosto de 2008.
Gandolfo y otros funcionarios de la constructora brasileña abandonaron
vapuleados la reunión.
“Tendrán que construir tres celdas más: para mí, Lula y Dilma”, expresó
Emilio Odebrecht, el día en que, agentes fiscales llevaban esposado
al “príncipe de los negocios“, a su hijo Marcelo, presidente de la
multinacional. Sin duda, las palabras de Emilio, sacudieron los endebles
cimientos de Planalto y de muchos centros del poder latinoamericano.
Ese mismo día, Emilio Odebrecht, sumó algunas advertencias, alertó
que, Lula Da Silva y Dilma Rousseff, estarían implicados en los actos de
corrupción por coimas que habría entregado su empresa para la
concesión de obras a nivel nacional e internacional.
Sin darse vueltas, Odebrecht, reconoció que tiene una “relación
institucional” con Lula, y admitió que lo invitó a viajar al extranjero con
ejecutivos de la empresa para hablar en varios eventos en los que se
buscaba promover a compañías brasileñas y atraer inversión al país.
Marcelo Odebrecht y otros 77 altos ejecutivos de la multinacional
brasileña llegaron a un acuerdo con la fiscalía de ese país para rebajar
sus condenas y pagar una multa —que supera los USD 2000 millones—
a cambio de revelar todas las operaciones de corrupción en los contratos
de la empresa en todo el mundo.
Como parte de las acciones judiciales, ocho de las diez constructoras
más importantes de Brasil se encuentran intervenidas. Las cuentas de las
autoridades de Odebrecht, Andrade Gutiérrez, Mendes Junior, Camargo
Correa, UTC-Constran, Queiroz Galvao, Engevix, IESA, y OAS, han
sido allanadas y los empresarios de las mismas están bajo investigación.
Según las versiones de Paulo Costa y Alberto Yousseff, los ejecutivos de
estas empresas pagaron sobornos a Petrobras con el fin de asegurar
contratos millonarios.
Costa y Yousseff, ya recibieron su sentencia, Costa a siete años y medio
de arresto domiciliario, mientras que Yousseff, deberá cumplir con
nueve años y dos meses de prisión. El ex tesorero del Partido de los
Trabajadores (PT), Joao Vaccari Neto, los acompaña en prisión.
Operación Zelotes
La corrupción en Brasil, no se reduce a Petrobras y Odebrecht. Existen
otros casos contaminados donde se destacan millonarios perjuicios al
Estado. Uno de ellos es el tráfico de influencias en el Consejo
Administrativo de Recursos Fiscales (CARF), conocido
como “Operación Zelotes“, donde se indaga el tráfico de influencias
dirigido por los asesores de la Junta de Apelaciones de Impuestos. El
Ministerio Público, considera que los asesores del CARF habrían
ofrecido a las grandes empresas, servicios como la reducción de
impuestos o la cancelación de multas a cambio de pagos. La Policía
Federal calcula una cuantía del esquema de corrupción por U$ 6000
millones, de los cuales U$1800 millones en pagos fraudulentos ya
fueron descubiertos.
Dos temas de especial interés en la investigación, están relacionados con
el financiamiento de U$ 682 millones por parte del BNDES para la
construcción del Puerto Mariel en Cuba; y, una línea crediticia de U$
5200 millones para el gobierno de Angola. En lo que va del 2015 el
BNDES habría realizado préstamos por U$ 63 000 millones, casi cuatro
veces más que el Banco Mundial.
Apresado el “Príncipe de los negocios“
En el marco de la operación anticorrupción, los representantes de
Odebrecht y Andrade Gutiérrez, Marcelo Odebrecht y Otávio Marques
de Azevedo, junto a otros directivos, fueron encarcelados y procesados
por sobornos y desvíos de dinero de Petrobras, usando cuentas en Suiza,
Panamá y el principado de Mónaco. Según la Fiscalía, Odebrecht y
Andrade Gutiérrez, formaban parte de una veintena de constructoras que
conseguían contratos en Petrobras de manera fraudulenta.
Aunque las autoridades de la estatal petrolera han reconocido un
perjuicio de USD 2000 millones, el total del despojo a Petrobras a través
de mecanismos corruptos, podría llegar a USD 7000 millones. La Policía
sostiene que este sistema de sobornos pagados por Odebrecht, Andrade
Gutiérrez y decenas de empresas a funcionarios de alto nivel de los
gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rouseff, se realizó con
conocimiento de las cabezas del poder: «Los presidentes tenían
conocimiento de todo lo que ocurría en las empresas, y la corrupción
parece extendida en todas ellas», señaló el agente de la Policía Federal,
Igor Romário de Paula.
El hilo conductor de la investigación fiscal es sencillo: la corrupción se
sostiene en los sobrecostos de las obras: si un proyecto cuesta 20 le
ponen 30, la diferencia va al bolsillo de los cabilderos (lobistas). Más de
50 políticos de renombre, vinculados a los gobiernos del PT e incluso del
PSDB (Socialdemócrata) están en la mira de los investigadores. Entre
ellos figuran: Lula Da Silva, los presidentes de la Cámara de Diputados,
Eduardo Cunha, y del Senado, Renán Calheiros, el ex presidente de
Brasil y actual legislador, Fernando Collor de Mello (destituido por un
caso similar), entre otras estrellas de la política, sin dejar de perturbar a
la presidenta Dilma Rousseff, cada vez más cerca del juicio político.
La metamorfosis de Lula
«Ya no estoy en edad para ser de izquierda: cabellos blancos y
responsabilidad suponen equilibrio y evolucionar significa ir desde la
izquierda hacia la socialdemocracia (…) Una persona que es de
izquierda tiene problemas, así como un joven que es de derecha tiene
problemas». Estas fueron las palabras de Lula Da Silva, en un foro
empresarial realizado en diciembre de 2006, los aplausos de los
presentes eran incontenibles, en especial de algunos ex coidearios que,
una vez en el poder, llevaban El Capital de Marx, en el bolsillo. Al final
de su confesión, Lula se avergonzó de su pasado marxista: «Yo no soy
marxista, soy metalúrgico», precisó, y siguió recibiendo aplausos.
Singular metamorfosis biológica, ideológica y económica la de Lula: el
joven izquierdista, tornero metalúrgico que perdiera su dedo obrero, al
sumar años mutó en socialdemócrata.
Sin embargo, pese a ser elogiado como la punta de lanza de la lucha contra la
corrupción en América Latina, el caso Odebrecht –con sus polémicos métodos
jurídicos importados desde EE.UU.– ha levantado una fuerte polémica en la
región.
Interpol respalda estas graves acusaciones lanzadas contra Sergio Moro, que
se negó a admitir a Tacla Durán como un testigo en el juicio de Lula. Esta
agencia de policía internacional se negó a seguir una orden judicial de busca y
captura contra Tacla Durán al considerar irregulares los métodos del juez
brasileño.
Todo empezó en Brasil hace cinco años cuando los fiscales del caso lava
jato centraron su investigación anticorrupción en Odebrecht tras descubrir una
trama corrupta en la petrolera semi estatal Petrobras. Ya era una práctica
habitual pedir dinero a la constructora para garantizar el apoyo de los partidos
políticos brasileños a cambio de obras lucrativas como refinerías. Con la
ayuda del testimonio explosivo de Marcelo Odebrecht y otros directivos que
habían firmado un acuerdo de colaboración premiada, Moro y sus fiscales
empezaron a detener a cientos de políticos brasileños, principalmente
del Partido de los Trabajadores (PT), acusados de cobrar sobornos,
normalmente para financiar a sus partidos aunque en algunos casos como el
del exministro Antonio Palocci, el principal acusador de Lula –en otro
acuerdo de colaboración–, para su propio enriquecimiento. “Hay un abuso
total de esta colaboración premiada sin otras pruebas; se ha reducido la pena
de más colaboradores de los que se han inculpado”, explicó Thiago Bottino,
experto en derecho de la Fundación Getúlio Vargas en Río de Janeiro, un
crítico a la investigación brasileña. “Basar una investigación en tantas
colaboraciones premiadas es contraproducente; se acabará hundiendo por falta
de pruebas”, agrega.
La flauta de Valentina
Ruth Montenegro es la madre de Valentina Cosíos,
una niña de 11 años que apareció sin vida en su
escuela, en Quito, el 24 de junio de 2016. Han
pasado tres años sin que exista un solo culpable por
el crimen. Pero esa injusticia no ha limitado a su
madre para recordarla en sus canciones. Un retrato
de la vida que se truncó.
Morir en su propia escuela. Quizá ese es el último pensamiento
que se le puede pasar a una madre o un padre que envía a sus
hijos a un centro educativo. En el abanico de peligros contra una
niña o un niño, un crimen en esos establecimientos no está en el
horizonte de un progenitor. Por eso Ruth Montenegro cuando
supo que Valentina Cosíos, su hija de 11 años, había
desaparecido el 23 de junio de 2016, buscó primero en el
Conservatorio Nacional de Música a donde la niña debía ir la
tarde de ese día para un ensayo. Sin ningún resultado, volvió a la
escuela Global del Ecuador que estuvo en una inusual penumbra
esa noche. Nadie respondió su llamado. Entonces recorrió la ruta
que hacía Valentina de regreso a casa. Pudo haberse perdido,
pensó. Sin señales de la niña la buscó en un edificio abandonado
cercano al Conservatorio. Pudo haberse caído, fue lo siguiente
que creyó. Mientras estaba en esa búsqueda, Ruth recibió una
llamada de un desconocido diciéndole que Valentina estaba en la
escuela. Un rayo de alegría le atravesó. Pudo haberse quedado
encerrada, supuso. Pero lo que encontró la madre fue el cuerpo
de su hija recostado en el piso. Cubierto e inerte.
Valentina nunca salió de la escuela, asegura su madre. A pesar
del tiempo transcurrido, Ruth narra cada detalle de las últimas
horas de su hija. Pero también de cada día, durante estos tres
años, en busca de justicia. Primero se dijo que la niña se
accidentó en los juegos infantiles. Luego que se había suicidado
con su propia bufanda roja que cargaba siempre al cuello. Pero
desde la primera autopsia el resultado fue otro: tenía señales de
violencia física y sexual. Su caso lleva tres años en investigación
previa. Es decir, no pasa de la primera etapa y no puede avanzar
porque el lugar de los hechos fue alterado sin que nadie lo
impidiera. Así resume Ruth la tragedia de buscar justicia en
Ecuador. La única opción que tiene esta familia para destrabar
las investigaciones es que la Fiscalía de paso a pericias con
colaboración internacional para determinar quién fue el agresor
de Valentina. Pero mientras espera, al teléfono de Ruth han
llegado mensajes y llamadas con amenazas. Tuvo que salir de su
casa donde nacieron y crecieron sus hijos, entre ellos Valentina.
ero esta madre no deja de emocionarse y reír cada vez que
rememora a su hija. ‘Allí está chiquitita’, ‘aquí está en el baile’,
‘acá está chupando mangos’, ‘aquí está seria porque no quería
que le tome fotos’, dice al mostrar las imágenes que le ha
quedado de la niña de cabello negro y largo. Este es un retrato
que hace Ruth de su hija y de la vida que alguien le quitó.
La primera atril
“Inicialmente ensayaba con las flautas del Conservatorio, pero por el uso
continuo no están en óptimas condiciones. Tratamos de estirar (la
economía) lo más que pudimos para ahorrar y comprarle la flauta. Hasta
el maestro de mi niña nos dijo que debíamos comprarle una porque sino
su oído empezaba a distorsionar el sonido. Un sol, un la, un mi no le
iban a sonar igual que en una flauta nueva. Ahorramos por meses.
Cuando ya tuvimos el dinero le dimos la sorpresa en la casa. Ella subió a
la habitación feliz y lo primero que hizo fue armar la flauta. Nos besó su
padre y a mí. Sus ensayos duraban hasta pasada la medianoche.
puede pasar a una madre o un padre que envía a sus hijos a un centro educativo. En el
abanico de peligros contra una niña o un niño, un crimen en esos establecimientos no
está en el horizonte de un progenitor. Por eso Ruth Montenegro cuando supo que
Valentina Cosíos, su hija de 11 años, había desaparecido el 23 de junio de 2016, buscó
primero en el Conservatorio Nacional de Música a donde la niña debía ir la tarde de ese
día para un ensayo. Sin ningún resultado, volvió a la escuela Global del Ecuador que
estuvo en una inusual penumbra esa noche. Nadie respondió su llamado. Entonces
recorrió la ruta que hacía Valentina de regreso a casa. Pudo haberse perdido, pensó. Sin
señales de la niña la buscó en un edificio abandonado cercano al Conservatorio. Pudo
haberse caído, fue lo siguiente que creyó. Mientras estaba en esa búsqueda, Ruth recibió
una llamada de un desconocido diciéndole que Valentina estaba en la escuela. Un rayo
de alegría le atravesó. Pudo haberse quedado encerrada, supuso. Pero lo que encontró la
madre fue el cuerpo de su hija recostado en el piso. Cubierto e inerte.
Valentina nunca salió de la escuela, asegura su madre. A pesar del tiempo transcurrido,
Ruth narra cada detalle de las últimas horas de su hija. Pero también de cada día,
durante estos tres años, en busca de justicia. Primero se dijo que la niña se accidentó en
los juegos infantiles. Luego que se había suicidado con su propia bufanda roja que
cargaba siempre al cuello. Pero desde la primera autopsia el resultado fue otro: tenía
señales de violencia física y sexual. Su caso lleva tres años en investigación previa. Es
decir, no pasa de la primera etapa y no puede avanzar porque el lugar de los hechos fue
alterado sin que nadie lo impidiera. Así resume Ruth la tragedia de buscar justicia en
Ecuador. La única opción que tiene esta familia para destrabar las investigaciones es
que la Fiscalía de paso a pericias con colaboración internacional para determinar quién
fue el agresor de Valentina. Pero mientras espera, al teléfono de Ruth han llegado
mensajes y llamadas con amenazas. Tuvo que salir de su casa donde nacieron y
crecieron sus hijos, entre ellos Valentina.
Pero esta madre no deja de emocionarse y reír cada vez que rememora a su hija. ‘Allí
está chiquitita’, ‘aquí está en el baile’, ‘acá está chupando mangos’, ‘aquí está seria
porque no quería que le tome fotos’, dice al mostrar las imágenes que le ha quedado de
la niña de cabello negro y largo. Este es un retrato que hace Ruth de su hija y de la vida
que alguien le quitó.
La escuela Global del Ecuador estuvo en estas instalciones. Luego del caso de Valentina fue
cerrada.
La primera atril
“Valentina era muy preguntona. Los porqués de ella eran inagotables. A mí me dejaba
sin respuestas. Era muy alegre. Por eso duele tanto que hayan botado lodo sobre una
vida tan pura, diáfana y transparente. No habré sido la mejor madre, pero la amaba. Y
ella lo sabía. “Sabía que contaba conmigo y se sentía feliz. Me abrazaba y me decía ‘me
siento feliz’. Era golosa, se hacía unas tortas caseras de chocolate. A mí siempre me ha
gustado cantar. Pero vi que mis hijos, desde pequeños, tenían la habilidad y el talento
para el arte. A Valentina le gustaba la flauta, su hermana toca el arpa. A mi hija además
le gustaba la danza. Quería seguir ambas, pero no pudo porque el horario se cruzaba.
Así que optó por la música.
Ruth Montenegro guarda con mucho cuidado la flauta traversa de Valentina. El día que apareció
sin vida en la escuela, la niña tenía el instrumento en su mochila. Dedicó horas a los ensayos para
el Conservatorio de Música.
“Ella era muy disciplinada en el estudio, solía grabarle en audio lo que ella ensaya. Le
gustaba escucharse para volver a ensayar. Aprovechaba el tiempo del recreo para
estudiar sus lecciones de música. A veces nos quedábamos ensayando hasta tarde y yo
me quedaba dormida en su habitación. Ella seguía tocando.
“Inicialmente ensayaba con las flautas del Conservatorio, pero por el uso continuo no
están en óptimas condiciones. Tratamos de estirar (la economía) lo más que pudimos
para ahorrar y comprarle la flauta. Hasta el maestro de mi niña nos dijo que debíamos
comprarle una porque sino su oído empezaba a distorsionar el sonido. Un sol, un la,
un mi no le iban a sonar igual que en una flauta nueva. Ahorramos por meses. Cuando
ya tuvimos el dinero le dimos la sorpresa en la casa. Ella subió a la habitación feliz y lo
primero que hizo fue armar la flauta. Nos besó su padre y a mí. Sus ensayos duraban
hasta pasada la medianoche.
“Pero nunca bajó de notas en la escuela. Era un referente para sus compañeras. Tenía
calificaciones entre 9 y 10. Era solidaria. Cuando Valentina murió, su mejor amiga de la
escuela, Camila, me contó muchas cosas que me llenaron. Me dijo que Valentina era
muy generosa, que no se quedaba con lo que ella sabía. Era la pequeña profesora de sus
compañeras. Le gustaba las ciencias sociales, las matemáticas y la historia. En eso
coincidía con su padre, quien también tiene alma de maestro. Por el lado de papá tenía
los cuentos y por el lado de mamá las canciones.
Valentina en una presentación con su flauta traversa. También estudiaba danza. Foto: Archivo
familiar
“Desde pequeña siempre la dormía cantando. Y en las noches, cuando iba creciendo,
con su hermana mayor se agarraban a conversar mucho. Ella estaba emocionada por su
fiesta de 15 años. Hoy, ella estaría próxima a cumplirlos. Entonces soñaba en el vestido.
Ella ya estaba programando la fiesta de su hermana mayor, Nina. A Nina no le gusta
mucho los vestidos y le decía: ‘aburrida, pero ¿cómo vas a estar en tu fiesta de 15
años?’, ‘yo te voy a diseñar y hacer el vestido’. Esas fueron las conversaciones que
tuvieron las dos la noche anterior a la muerte de Valentina. Mi niña que se veía en su
propia fiesta. ¿Cómo alguien así puede autolesionarse?”.
“Como todo en la vida hay una contrapartida de dolor, pero también de esperanza. En el
caso de mi Valentina es doloroso pensar que despierto cada mañana y no puedo mirar
esa carita sonriente. Al mismo tiempo la rabia y la indignación que da la mentira. Duele
ver tanta miseria humana. Se crearon tantas historias sobre mi familia y mis hijos.
“Pero también la esperanza porque yo pensé que, si mi hija era alegría, vida y fuerza, yo
no podía derrumbarme. Tenía que seguir adelante por mí, por ella y por mis guaguas.
¿Para mí qué sentido tiene la muerte de Valentina, a su tan corta edad? En un homenaje
a esa fiesta que era Valentina, con mi hija Nina, que toca el arpa, decidimos usar la
música para mantener viva la memoria de mi niña.
"EN UN HOMENAJE A ESA FIESTA QUE ERA VALENTINA, CON MI HIJA NINA,
QUE TOCA EL ARPA, DECIDIMOS USAR LA MÚSICA PARA MANTENER VIVA
LA MEMORIA DE MI NIÑA".
“Cuando murió mi niña, también pude encontrarme con otras mujeres, familiares y otras
víctimas sobrevivientes. Entonces confluimos en la plataforma ‘Vivas nos queremos’.
Decidimos alzar nuestros gritos. Cuando yo estaba en mi día a día ni siquiera me
enteraba sobre lo que pasa, parece tan ajeno a nuestra realidad, hasta cuando nos sucede.
La muerte de Valentina me pone justamente en el camino de otras personas que han
vivido situaciones muy similares a la mía. Donde lo constante es la revictimización y la
víctima es la responsable. Donde el Estado y las instituciones guardan silencio y
hermetismo. La palabra que se repite es impunidad.
"La Corte estableció que los hechos del caso se basaron en el abuso de una
relación de poder y confianza", añadió el tribunal. "Ello se advierte, en forma
concreta, dados los señalamientos de que los actos con implicancias sexuales
que el Vicerrector desarrolló con Paola comenzaron como condición para que
él la ayudara a pasar el año escolar".
La Corte concluyó que el Estado de Ecuador es responsable por la violación de
los derechos a la vida, la integridad personal, la protección de la honra y de la
dignidad, la educación; y por el incumplimiento de las obligaciones de prevenir
actos de violencia contra la mujer, en agravio de Paola; además de otros
delitos en agravio de su madre y hermana.
Además, la CIDH ordenó al Estado de Ecuador brindarle tratamiento
psicológico o psiquiátrico a ambas y una indemnización, entre otras medidas de
reparación.
¿Quién era Paola?
Paola Guzmán vivía con su hermana pequeña, su madre y abuela en un
suburbio de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil a principios de los 2000.
"Teníamos una vida tranquila. Había mucho amor y valores", describió
Petita en una audiencia en la CIDH en enero.
"Yo he sido madre y padre para mis hijas. He tenido que trabajar duro para que
no les falte nada", contó la madre.
Entre los proyectos de Paola estaba conocer Nueva York, donde vivía su tía, y
terminar la escuela secundaria.
"Quería ser secretaria para poder trabajar en una buena empresa", le dice
la madre a BBC Mundo.
Pero en octubre de 2002, Petita comenzó a notar cambios en Paola.
"¿Mi hija qué te está pasando? ¿Tienes algún problema?", le preguntaba.
"'No, mamita' y me hacía bromas", relató.
"Pero me di cuenta (de que algo pasaba) por unas llagas que le salieron (en el
cuerpo). El médico me dijo que era psoriasis, que esa enfermedad brota
cuando alguien tiene problemas o preocupación", describió.
La mujer contó que conoció al vicerrector del colegio cuando Paola tuvo una
nota baja en un examen y acompañó a su hija para hablar con Bolívar Espín,
porque estaban dando oportunidades a alumnos con calificaciones bajas.
"Le dije que yo le podía poner un profesor en casa, pero creo que no le gustó.
Entonces no la ayudó", relató Petita en la audiencia.
El trágico día
El 12 de diciembre de 2002, sonó el teléfono en la casa de los Guzmán
Albarracín. Atendió una sobrina de Petita. De repente sus ojos se pusieron
rojos.
"¿Qué pasa?", preguntó la mujer.
"Llamó una compañera que Paola tomó algo y que vayamos al colegio
rápido. Con mis sobrinos tomamos un taxi y fuimos. Había un grupo de niñas
afuera llorando y comentando, pero yo seguí de largo al rectorado a ver a mi
hija. Y ahí vi como en un callejón a mi hija tirada en una butaca. En ese
momento el vicerrector se acerca y me dijo: 'Coja a su hija y llévesela'", relató
Petita casi al borde del llanto.
"'¡Mamita, mamita perdóname!', escucho que me dice ella".
Paola apenas podía caminar del dolor y decidieron llevarla al hospital. Según la
familia, la joven no había recibido atención médica en la escuela.
"En el hospital la doctora me dice: 'Señora su hija tomó diablillos'", relató Petita.
Los diablillos se encienden por un raspado violento y se usan en fiestas
populares. Si se ingieren en cantidad pueden ser mortales.
Estas pastillas contienen fósforo blanco inorgánico en una concentración
promedio de 20 miligramos por tableta, una dosis 50 a 60 mg es letal,
según explicaron los peritos en la Corte.
Paola tomó 11 pastillas.
"Se trató de un caso grave de evolución rápida que llevo a una falla
multiorgánica", dijo uno de los expertos en la audiencia.
La comunidad médica de Ecuador viene advirtiendo sobre la peligrosidad de
este producto hace décadas ya que es de fácil acceso y los jóvenes lo utilizan
para intentar suicidarse.
"Como debe haber estado desesperada mi hija por haberse tomado los
diablillos", reflexionó Pepita.
"¿Por qué lo hiciste?"
La familia decidió llevar a Paola a una clínica privada. Pero el estado de salud
de la joven empeoraba.
"El abuso que tuvo mi hija, todos lo sabían", dijo Petita Albarracín en la audiencia en la
CIDH en enero.
"Me decía mamita báñame, dame agua… (el fósforo blanco) ya le estaba
quemando. Y yo no podía hacer nada", relató Petita con voz angustiada.
"Yo le preguntaba: '¿Por qué lo hiciste? ¿Algún enamorado? ¿Qué
paso?'. No mamá, no es nada", recordó la madre llorando en la sala de
audiencias.
"Al día siguiente mi hermana se da cuenta que las uñas están moradas y me
grita: ¡Paola se está muriendo!".
La verdad
Luego de 18 años de ese trágico hecho que cambió su vida por completo,
Petita Albarracín recordó en la sala de la Corte-IDH el mismo dolor y llanto de
ese día, y cómo se enteró de la verdad.
"Estábamos en la clínica con todas sus compañeras y entra una periodista
gritando: '¿Quién es la mamá de Paola? Señora, usted tiene que denunciar a
Bolivar Espín, el vicerrector, porque una compañera me llamó y me contó
todo. Este hombre la acosaba, la violó y la embarazó'", narró.
"Me quede sorprendida de enterarme sobre tantas cosas que le estaban
pasando a mi hija. Le dije al doctor que le haga un examen para ver si mi hija
estaba embarazada", continuó.
Pero el cuerpo de Paola ya estaba en manos de los forenses y serían ellos los
encargados de determinar si la joven estaba embarazada.
"Sin importarle el dolor que yo sentía, (el forense) me hizo entrar y vi a mi hija
en una mesa desnudita y con su cuerpo todo abierto, sus órganos ahí….
Me enseñó una carne y me dijo: 'Este es el útero de su hija, no hay embarazo'",
relató Petita con la voz entrecortada.
"En el medio de mi dolor, ¿cómo podía saber si eso era un útero?", se preguntó
la madre. "Mi hija estuvo embarazada porque le enseño una prueba de un
laboratorio particular a su compañera", añadió.
Petita cuenta que días antes de su muerte Paola le contó a sus amigas que
estaba embarazada del vicerrector. Pero, las cosas irían a peor para la joven.
"El victimario le indicó que debía practicarse un aborto en el servicio médico del
colegio, allí fue nuevamente víctima de violencia sexual pues el médico le
condicionó el procedimiento a cambio de sexo", según el Centro de Derechos
Reproductivos y el Centro Ecuatoriano para la Acción y Promoción de la Mujer
CEPAM-Guayaquil, organizaciones que dan apoyo legal a Petita.
"El abuso que tuvo mi hija lo vivió ahí (en la escuela). Lo sabía el rector, las
autoridades, los profesores, el alumnado, las compañeras y no me dijeron
nada. Todos los sabían", se lamentó la madre.
Paola dejó dos cartas de despedida: una dirigida a su madre y otra a Bolívar
Espín.
"La que se dirige a mi dice: 'Mamita, mamita, perdóname, cuida a mi ñaña
(abuela) que yo te cuidaré desde el cielo'".
Después de haber leído ambas cartas, la madre afirmó que su hija sufría por
culpa de Espín.
"Él abusó de su confianza. Ella tal vez lo vio como un superior, como un
profesor. Pero él abusó, la manipuló. Mi hija tenía 16 años y este hombre
tenía 65. Eso no es amor. Cuando ella estaba ahí tirada él tuvo que haberla
amenazado para que no nos dijera nada. Eso ella se lo llevo a la tumba",
retomó.
La investigación
Para esta mujer ecuatoriana, la muerte de su hija no solo desmoronó su vida
sino que tuvo que salir a buscar justicia con los pocos recursos que tenía. Y no
le fue fácil.
La muerte de Paola "derrumbó mi vida".
"Yo era una mujer pobre. Tuve que buscar abogados. Fui a la Defensoría del
Pueblo, me apoyaron dos meses y me dejaron abandonada", contó.
"Fue una lucha terrible. Hice todo lo posible por mandarlo preso: fui a la
fiscalía, al juzgado… hubo mucha humillación. No me atendían y los papeles
los tiraban. 'Aquí no va a haber justicia, yo no puedo estar aquí', pensé".
En 2003, se inició una investigación en la fiscalía del Guayas, en el oeste de
Ecuador, donde la defensa de Petita solicitó la prisión preventiva contra Espín,
pero el juez negó el pedido.
Ese mismo año, la madre presentó una segunda demanda contra el vicerrector
por daño moral ante la instigación al suicidio de su hija.
En 2004, la justicia dictó una orden de prisión preventiva contra Bolívar Espín
pero éste se fugó. Luego fue llamado a juicio por los delitos de acoso sexual e
incitación al suicidio. Sin embargo, tampoco apareció.
En 2005, fue sentenciado a pagar una indemnización de US$25.000 dólares
por la demanda de daño moral presentada por la madre de Paola. Pero Espín
siguió sin comparecer ante la justicia hasta que los delitos imputados en su
contra prescribieron.
Solo en el ámbito administrativo se logró una sanción por abandono del cargo
como vicerrector.
"Nosotros agotamos todas las instancias. Hice lo que más que puede hacer
una madre. Lamentablemente en Ecuador no se hizo justicia", dijo Petita.
"Él está libre y vivo, mi hija no. Trabaja en colegios particulares donde no lo
conocen", afirmó.
Y aparentemente el caso del abuso a Paola no fue el único.
"Se llegó a saber que adolescentes que fueron abusadas por este señor que
tuvieron que ser cambiadas de colegio y sus familias no quisieron contar lo que
pasó", dijo a BBC Mundo Lita Martínez, directora del Centro Ecuatoriano para
la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM) de Guayaquil y abogada de Petita.
Pero cuando se conoció la historia de Paola comenzaron a saberse de otros
casos, aunque no hubo denuncias en la justicia.
"Una profesora había informado a las autoridades de Educación que este señor
la había encerrado en una habitación, había tocado su cuerpo, la había
acosado, pero no se hizo nada. Hubo un silencio cómplice de todas las
autoridades", resumió Martínez.
Cambio de vida
"Este hombre destruyó la vida de mi hija, la mía y de mi familia", describió
Petita en la CIDH.
"Fue una lucha tan dura que yo ya no quería seguir, pero tuve que hacerlo.
Encontré buenas abogadas para seguir luchando porque mi hija fue una
víctima", añadió.
Petita Albarracín junto al CEPAM de Guayaquil presentaron el caso en la Corte
Interamericana de Derechos Humanos porque no encontraron la justicia que
buscaban en Ecuador.
"Estuvimos en un acuerdo de solución amistosa con Ecuador durante muchos
años pero no se pudo avanzar porque siempre había algún contratiempo", dijo
Martínez, quien representa a Petita Albarracín desde 2005.
"Cuando hay impunidad y no hay justicia se deja un mensaje de permisividad
para que este tipo de acciones puedan ser totalmente naturalizadas, avaladas,
permitidas y sigan siendo parte de la cotidianidad que vivimos las mujeres en
todos los países de América latina", reflexionó.
¿Qué dijo el Estado ecuatoriano?
Durante la audiencia en la Corte-IDH, Ecuador pidió disculpas a Pepita
Albarracín y a su otra hija, Denis.
"Como representante del estado ofrezco a la señora Petita Albarracín y a Denis
Guzmán las disculpas públicas por aquellas acciones u omisiones del Estado
ecuatoriano que hayan ocasionado violaciones a los derechos de Paola
Guzmán", dijo María Fernanda Álvarez, abogada representante del Estado de
Ecuador.
Y también expresó sus disculpas "por aquellas acciones u omisiones del
Estado ecuatoriano que hayan generado violaciones a sus derechos en la
búsqueda por la verdad y el reconocimiento".
Sin embargo, los representantes de Ecuador no reconocieron responsabilidad
en el caso de Paola. Algo que a la defensa llamó mucho la atención.
"Ofrecer una disculpa pública y luego no reconocer la responsabilidad de los
hechos es por lo menos contradictorio. Nos causó mucha indignación", afirmó
Martínez a BBC Mundo.
"Con sus mismos peritos nos permitió aclarar que hubo una desatención a
Paola, que el haberse dado de otra manera había una probabilidad, aunque
mínima, de que Paola aún estuviera con nosotros", agregó.
De todos modos, en su exposición, Ecuador reiteró "su compromiso de que
los hechos de este caso no se vuelvan a repetir".
Búsqueda de justicia
"Yo espero de esta Corte haga lo que no ha hecho mi Ecuador porque no me
dieron protección. No hubo justicia. Se lo dejo en manos de Dios y en su
corazón", le dijo a los jueces mirándolos a los ojos.
"Esto no me la va a devolver a mi hija. Pido justicia y reparación. Estoy
cansada y enferma psicológicamente. Esto es lo último que hago por
Paola", dijo Petita.
"Solo espero vivir una vida tranquila y que no le pase nada a mi otra hija que es
la única que me queda", agregó.
Paola tendría hoy 33 años de edad.
El caso de Paola y la
incansable búsqueda de
justicia de su madre
“Querida mamita: quiero pedirle perdón por lo que hice. Yo sé que será mejor
para ustedes. Aunque yo ya no estoy aquí, la seguiré queriendo desde allá
arriba”. Estas líneas duras y tristes son parte de un fragmento de la carta de
suicidio que Paola Guzmán, de 16 años, le dejó a su madre, Petita Albarracín el
12 de diciembre del 2002.
A estas palabras, Paola -una joven alegre que poco a poco comenzó a verse
triste y aislada, tal como lo describe su madre- agregaba que ya no sería ni un
estorbo, ni una carga, ni una vergüenza. Su madre jamás supo el infierno por el
que la joven caminaba: “Nunca me di cuenta de lo que estaba pasando y ella se
lo llevó a la tumba, porque estuvo amenazada por este hombre. Ella es una
niña que estuvo amenazada", dijo años después Petita.
Paola fue víctima de acoso y abuso sexual por parte de Bolívar Espín, de 66
años, en ese entonces vicerrector del colegio fiscal Miguel Martínez Serrano de
Guayaquil, donde ella estudiaba desde que tenía 12 años. El acoso de parte de
Espín comenzó a los 14 años y la joven aseguró haber quedado embarazada y
ser presionada por el Vicerrector para abortar con la ayuda del médico del
colegio, quien le propuso tener relaciones sexuales para realizarle el
procedimiento.
Aquel nefasto jueves hace ya 17 años, Paola ingirió 11 diablillos y luego se fue
a su colegio. Allí empezó a mostrar síntomas de envenenamiento y fue
trasladada a la enfermería por sus amigas, pero nadie en el plantel hizo nada
por salvar su vida. No le avisaron a Petita. En lugar de brindarle ayuda urgente,
le dijeron que rece por “el pecado que había cometido”.
"Al parecer ella colocó los diablillos en la comida y ya en el colegio se puso
mal", cuenta su madre. Cuando Petita la auxilió y Paola llegó al hospital fue
demasiado tarde. Murió ese mismo día como consecuencia de una intoxicación
con fósforo blanco. De acuerdo al Centro de Derechos Reproductivos (CDR), “el
Vicerrector, en su carácter de servidor público en una institución educativa,
aprovechó su posición de autoridad para asediar continuamente a Paola y
finalmente establecer con ella una relación de naturaleza sexual”.
La familia de Paola denunció los hechos a las autoridades competentes pero
todo proceso judicial emprendido en el país fue infructuoso. Hubo deficiencias
en el análisis y manejo de las evidencias, la orden de detención nunca se
ejecutó y finalmente el caso prescribió en el 2008, explica el CDR.
Este martes 28 de enero del 2020, el caso de Paola Guzmán Albarracin Vs.
Ecuador, parecería ver una luz de justicia y esperanza: La Corte Interamericana
de Derechos Humanos -CorteIDH- iniciará un nuevo periodo ordinario de
sesiones en la sede de San José, en Costa Rica, dentro del que se abordará la
violación y muerte de Paola del Rosario Guzmán Albarracín.
Se trata de la primera vez en la historia en la que un caso de violencia sexual,
en el contexto educativo, llega a la Corte IDH. He aquí su relevancia y los
precedentes que la resolución favorable de un caso como el de Paola puede
marcar para situaciones similares en países amparados por este organismo.
La Corte tendrá la oportunidad de establecer estándares de garantía y
protección a las niñas para prevenir el acoso y la violencia sexual en
instituciones educativas, así como aquellos relacionados con las obligaciones de
los Estados en materia de salud y educación en estos casos. Si todo se resuelve
a favor del caso de Paola, estos estándares deberán ser aplicados no solo en
Ecuador sino en todos los países que hacen parte del Sistema Interamericano.
Así, de alguna forma su muerte -injusta, dolorosa, impune y violenta- no habrá
sido en vano.
Previo a la audiencia que se desarrolla a lo largo de todo este martes, el caso
estuvo en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Este
organismo determinó que el vicerrector y el médico del plantel abusaron de la
joven. Según la CIDH existió una relación entre ese hecho y su decisión de
quitarse la vida.
Se trata, explican, de un 'suicidio denunciativo', es decir, un acto que sucede en
particular porque la víctima quiere denunciar un hecho que le está afectando
directamente.
“La Comisión entendió que el Estado, además de presuntamente vulnerar el
deber de respetar los derechos humanos, habría incumplido su obligación de
garantía en su componente de prevención”, señala la Corte. El organismo
internacional criticó la impunidad en la que quedó el caso.
"El caso de Paola Guzmán Albarracín refleja la situación de acoso y abuso
sexual en las instituciones educativas públicas y la discriminación contra las
víctimas de violaciones en el sistema de justicia ecuatoriano", dijo el Centro
Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM), institución
guayaquileña que auspicia el caso.
Ahora, Ecuador deberá responder ante la Corte por la falta de garantías de los
derechos a la vida, la integridad y seguridad personal, a una vida libre de
violencias, a la educación, al derecho a vivir sin discriminación, al derecho a la
protección especial de la niñez y al derecho a las garantías judiciales.
Hechos[editar]
Paola Guzmán empezó a ser acosada sexualmente en 2001, cuando contaba con 14 años
y cursaba el tercer curso en el colegio público Miguel Martínez Serrano, de la ciudad
de Guayaquil. Bolívar Espín Zurita, el vicerrector del colegio y que en ese entonces
contaba con 65 años de edad, le ofreció ayuda en dos asignaturas en las que ella tenía
problemas si aceptaba salir en una cita con él.2
Espín siguió acosándola durante el resto del año escolar, llegando a obligarla a tocarle los
genitales. Desde octubre de 2002 empezó a abusar sexualmente de ella.2
Días antes de su muerte Paola les contó a sus amigas del colegio que estaba embarazada
del vicerrector. Espín le sugirió realizarse un aborto, por lo que Paola fue donde el médico
del colegio, Raúl David Ortega Gálvez9, quien supuestamente realizaría el procedimiento.
Sin embargo, éste también intentó abusar sexualmente de ella.8 Hacia 2020, Ortega
Gálvez trabajaba en el Hospital Luis Vernaza de Guayaquil como urólogo.9
Fallecimiento[editar]
El 12 de diciembre de 2002, durante el recorrido del bus escolar hacia el colegio, Paola
confesó a varias de sus amigas que había ingerido fósforo blanco. Al llegar al colegio
fueron a la enfermería, pero no le prestaron atención ni llamaron a sus familiares. La
madre de Paola, Petita Albarracín, llegó al colegio media hora después gracias a la
llamada de una de las amigas de su hija.2
Al ver la condición de su hija, que se hallaba presa de fuertes dolores en una camilla,2 la
llevó rápidamente al Hospital Luis Vernaza,1 donde falleció un día después
por intoxicación.10 Al momento de su deceso Paola tenía 16 años.11
En su mochila se encontraron dos cartas, una dirigida a su madre y otra a Espín.1
Luego de la muerte de Paola, saltaron a la luz pública casos adicionales de acoso sexual
por parte de Espín, entre ellos el de una profesora y de otra alumna del plantel, quien
declaró haber sido amonestada por el rector del colegio, José Ruiz Méndez, luego de
denunciar el hecho.12 La profesora, por su parte, reveló que Espín había intentado
encerrarla en su oficina en 1998.2
Investigación judicial[editar]
A principios de 2003 la Fiscalía del Guayas inició la investigación del hecho. La madre de
Paola pidió públicamente que se hiciera justicia y que se castigara a Espín para impedir
que abusara de más jóvenes.1 Su abogado defensor pidió a la fiscal que solicitara prisión
preventiva contra el acusado,13 pero el juez negó la solicitud.12
En noviembre de 2003 la madre de la menor presentó una segunda demanda contra
Bolívar Espín, esta vez por daño moral ante la instigación al suicidio de su hija.14
El 7 de enero de 2004 la jueza Rocío Santos dictó orden de prisión preventiva contra
Bolívar Espín,10 pero éste se dio a la fuga. En junio del mismo año fue destituido del cargo
de vicerrector del colegio Miguel Martínez Serrano por la Dirección Provincial de
Educación por abandono del cargo.11
En agosto de 2004 la jueza Rocío Santos llamó a juicio a Espín por los delitos de acoso
sexual e incitación al suicidio.15
En junio de 2005 Espín fue sentenciado a pagar una indemnización de 25.000 dólares por
la demanda de daño moral presentada por la madre de Paola.16 Sin embargo, Espín
permaneció prófugo de la justicia hasta que los delitos imputados en su contra
preescribieron.2
En el 2006 el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM-
Guayaquil) y el Centro de Derechos Reproductivos presentaron una petición en la que se
alega la responsabilidad internacional de la República del Ecuador en perjuicio de Paola
del Rosario Guzmán Albarracín.[1]
Sentencia[editar]
En agosto de 2020 la Corte IDH dictó la sentencia histórica de que el Estado de Ecuador
es responsable por la violencia sexual e institucional de la que Paola fue víctima,
y sentó jurisprudencia para el tratamiento y respuesta ante los casos que se
presenten en las escuelas y colegios de la región.20
Consecuencias[editar]
El presidente de Ecuador Lenín Moreno señaló que el país ejecutará la sentencia. La Corte
ordenó al Estado ecuatoriano medidas de reparación. En el plazo de un año deberá
identificar medidas adicionales para corregir insuficiencias en la información estadística
sobre situaciones de violencia sexual contra niños o niñas en el ámbito educativo, así
como la capacitación del personal educativo respecto a abordaje y prevención de
situaciones de violencia sexual. Asimismo, la Corte ordenó que el Estado provea de
asistencia, orientación y atención a víctimas de violencia sexual en el ámbito educativo. 21
Se trata del primer caso de abuso sexual a una adolescente en el ámbito educativo que
admite y sentencia la Corte IDH explicando que el acoso sexual es sistemático, es
estructural, que está naturalizado y por lo tanto es muy difícil de detectar, de entender el
riesgo y la vulneración a la que las niñas y adolescentes están expuestas, señala Lita
Martínez, abogada de la madre de Paola, Petita Albarracín, y quien la acompañó hasta la
Corte IDH.7
El Centro de Derechos Reproductivos y la corte IDH han indicado que harán un intenso
seguimiento del cumplimiento de la sentencia por parte de Ecuador. En un año debe
presentar a la Corte un avance en la aplicación de los nuevos protocolos. La jurisprudencia
implica a Colombia, Argentina, Chile y otros países que forman la Convención
Interamericana de Derechos Humanos.7
Legado[editar]
El 25 de noviembre de 2011 el Ministerio de Salud Pública del Ecuador inauguró la primera
Sala de Acogida a Víctimas de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar y la bautizó con el
nombre Paola Guzmán Albarracín, en el sector de la Ciudadela Martha de
Roldós de Guayaquil.2223
La historia de Paola
Petita sostiene dos fotografías de Paola en sus manos. En la una, Paola está de pie junto a
un árbol de Navidad adornado para la época con una sonrisa leve, abrazando un peluche
con forma de perro; en la otra fotografía aparece Paola cuando aún era niña, luciendo un
vestido y una corona de flores blancos en el día de su primera comunión. Petita la recuerda
así, como una niña dulce y tranquila, pero poco le dura esa imagen cuando viene a su
memoria lo sucedido y sus palabras se cortan, se llenan de llanto.
Petita y su hija menor Denisse, viven en una pequeña casa de un solo andar, al sur de
Guayaquil. Cuando conversamos con ella, en diciembre del 2017, se dedicaba a vender
pollos pelados en un puesto del mercado, y su cuerpo, decía, estaba cansado de trabajar y
de caminar en busca de justicia por su hija Paola. Hoy, dieciocho años después de la
muerte de Paola, Petita al fin parece respirar, luego de que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos sentenció al Estado ecuatoriano como responsable por la violencia
sexual que Paola vivió en el colegio donde estudiaba por parte de Bolívar Espín, vicerrector
de la institución y su posterior suicidio. Esta es la primera sentencia sobre violencia sexual
en el ámbito educativo que emite la Corte Interamericana, por lo que marca un precedente
para que los Estados de América Latina y el Caribe tomen acciones para detener la
violencia sexual y abuso contra niñas, niños y adolescentes en instancias educativas y
eliminar los estereotipos de género que impiden una vida libre de violencia basada en
género.
La llamada
Petita recuerda que estaba en su casa cuando recibió la llamada de varias compañeras de
Paola, el 12 de diciembre de 2002. La voz en el teléfono le decía que venga al colegio
porque Paola había ingerido “diablillos” y se encontraba en la enfermería . “Diablillos” es el
nombre que en Ecuador se le da al fósforo blanco, en forma de pastillas diminutas, que se
usa como fuegos artificiales en las fiestas de fin de año. Paola, había ingerido varias
pastillas de fósforo blanco en su casa, para después salir al colegio como todos los días en
autobús. Sus amigas, lo cuentan en los testimonios dados posterior a su muerte, que Paola
les contó que tomó la decisión de ingerir los “diablillos” porque estaba embarazada de
Bolívar Espín Zurita, un hombre de 65 años, vicerrector del Colegio Técnico de Comercio y
Administración “Dr. Miguel Martínez Serrano” donde estudiaba. Paola tenía dieciséis años
recién cumplidos.
Cuando Petita llegó al Colegio, Paola estaba recostada en una camilla en el departamento
médico, con fuertes dolores en el estómago, y las autoridades no habían pedido ayuda
médica externa. Sus amigas recuerdan que, la inspectora general de la institución le había
preguntado por qué consumió ese veneno. En los testimonios recolectados en el
expediente penal en 2003, se registra que la inspectora Luz Arellano, presentó su versión
de los hechos ante la Fiscal de Guayas y declaró: “le sugerí pedir perdón a Dios por lo que
había hecho y nos pusimos a orar”.
Petita recuerda el momento cuando encontró a Paola en el centro médico escolar en su
testimonio ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en octubre el 2015:
– Yo no podía creer lo que había hecho mi hija, no sabía qué hacer, estaba desesperada.
(…) Cuando llegamos al colegio, mi hija estaba en un callejón donde había una camilla, ahí
botada (…) Si no hubiese sido por la amiga que nos llamó, porque ellos, como jefes del
colegio, como profesores, no le dieron los primeros auxilios. Yo llegué a lado de ella, me
abrazó y me dijo: mamita, perdóname. Y ahí estaba el vicerrector, pero yo sin saber nada,
este hombre me dice: coja a su niña y llévesela al hospital, y yo me la llevé.
Paola falleció al siguiente día en la Clínica Kennedy a causa de una intoxicación con fósforo
blanco que le provocó un edema agudo de pulmón. En ese momento, Petita no
comprendía lo que había ocurrido para que su hija tomara esa decisión. Solo después de
que Paola murió, conoció la historia de abuso sexual que su hija sufrió por parte del
vicerrector Bolívar Espín.
Las amigas de Paola y una periodista que cubría la nota le contaron lo que Paola les había
dicho, y luego Petita encontró las cartas de despedida que su hija dejó en su mochila.
Petita narra que en cuanto supo que su hija se encontraba probablemente embarazada
solicitó al médico legista, que realizó la autopsia al cuerpo de Paola, verificar la existencia
de dicho embarazo. Petita dice que al médico no le importó su dolor de madre, y sin
ningún reparo, le mostró el cuerpo abierto de su hija.
– Me llamó el doctor que le está haciendo la autopsia (…) me lleva a lado del cuerpo
desnudito y abierta totalmente, todos los órganos yo le vi, en una mano tenía una
carnosidad y me dice: esto es el útero, no hay embarazo.
En la autopsia de Paola se pueden observar un conjunto de deficiencias técnicas en los
informes donde se constató que sus órganos en especial el útero fue raspado; tampoco se
hicieron otros procedimientos necesarios, por lo que no se pudo determinar, producto de la
negligencia, si existió o no un embarazo, según el informe de la CIDH.
Desde ese día Petita inició un camino para saber lo que le ocurrió a su hija y para obtener
justicia. Exigió al sistema educativo sanciones para el vicerrector del colegio; interpuso una
demanda penal por abuso sexual, luego una demanda civil; pero ni la justicia, ni el sistema
educativo dieron respuesta, por lo que el caso fue llevado a instancias internacionales con
el acompañamiento legal del Centro de Promoción y Acción de la Mujer, CEPAM Guayaquil
y el Centro de Derechos Sexuales y Reproductivos, CRR.
.
Los abusos
Petita, después de todo lo ocurrido, trata de repasar con lentitud cada episodio en la vida
de su hija. Es así que recuerda, que en octubre de 2002 notó un cambio de actitud en su
hija y también problemas físicos. Paola empezó a presentar soriasis, una enfermedad del
sistema inmune que genera brotes en la piel, en momentos de estrés o preocupación.
Petita recuerda haberle preguntado una y otra vez si tenía algún problema, pero Paola
siempre negó que algo malo le ocurría
–No mamá, no es nada– recuerda Petita que le respondía.
Hoy Petita sabe que su enfermedad empeoró, porque Paola ya estaba sufriendo el abuso
sexual.
Paola sufrió abuso sexual por parte del vicerrector del colegio Bolívar Espín desde que tenía
catorce años, de acuerdo a los informes elaborados por CEPAM y el CRR en el proceso.
Paola tuvo problemas en dos materias, matemáticas e inglés, y tenía el riesgo de perder el
año escolar. El entonces vicerrector le ofreció ayuda a Paola a cambio de que salga con él.
Petita supo de la ayuda ofrecida, pero desconocía las exigencias del vicerrector para con su
hija, por lo que habló con la autoridad del colegio y se determinó que Paola debía repetir el
año lectivo. Todo esto es narrado en el informe de fondo de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), de octubre del 2018.
En los testimonios de las compañeras del colegio, recolectados por CEPAM, las estudiantes,
en ese tiempo de catorce, quince y dieciséis años, cuentan que Bolívar Espín asediaba a
Paola, la obligaba a estar con él, la tocaba, la llevaba en su auto y llegó al punto de
mantener una “relación” por dos años. Esta supuesta relación, en realidad es un abuso
sexual, hoy penado por la ley, ya que existe una relación desigual de un adulto con una
menor de edad. El vicerrector abusó de Paola sistemáticamente sin que ninguna autoridad
del colegio haga algo.
Además, según los testimonios de sus amigas, presentes en el informe de fondo de la
CIDH de 2018, Paola les indicó una prueba de embarazo con su nombre y le avisó al
vicerrector de dicha prueba. La solución de Espín fue entregarle dinero para que acuda al
médico del colegio, Raúl Ortega, y este le aplique una inyección que le produzca un aborto.
Los testimonios recuerdan que Paola fue con el médico de colegio, pero este en vez de
atenderla o denunciar el abuso, también la acosó y le extorsionó pidiendo sexo a cambio
de la ayuda. Es así que, el martes 10 de diciembre del 2002, día del cumpleaños 16 de
Paola, y dos días antes de su suicidio, ella tuvo una discusión con Espín.
Paola no era la única adolescente que vivía el abuso sistemático en el Colegio Martínez
Serrano. Los testimonios de las entonces estudiantes revelaron que tanto el vicerrector
como los profesores acosaban y ejercían chantaje sexual en contra de estudiantes e incluso
en contra de profesoras.
.
La impunidad
Petita llevó a cabo tres procesos legales en contra de Bolívar Espín. El primero fue una
acusación penal ante la Fiscalía por el delito de acoso sexual. El segundo fue un proceso
administrativo ante la Dirección Provincial de Educación, en contra de Espín por su
responsabilidad en la muerte de Paola. El tercero fue un proceso civil por daños y
perjuicios. Ninguno de estos tres procesos culminó favorablemente. Más bien, todos se
desarrollaron de forma lenta y revictimizante.
El proceso penal en contra de Espín inició en 2003. Smirnova Calderón fue entonces la
Fiscal a cargo de este proceso, ella tomó las declaraciones de las compañeras y amigas de
Paola.
–Ella a mí me enseñó una prueba de embarazo y me dijo que la prueba era de ella y
además en la prueba decía el nombre de ella. Me dijo que estaba embarazada del
vicerrector Bolívar Espín Zurita– declaró una de las estudiantes.
Posteriormente, la fiscal Calderón solicitó pruebas para comprobar si Paola se encontraba
embarazada. Con estos elementos, en febrero de 2003, ordenó la detención de Bolívar
Espín y el allanamiento a su casa, pero para entonces Espín ya se había fugado. El proceso
penal prescribió en el año 2008, sin la detención de Espín y hasta hoy se desconoce su
paradero.
En 2003, Petita inició un proceso civil por daños y perjuicios en contra de Bolívar Espín.
Dos años después, en 2005, Espín fue sentenciado al pago de 25 mil dólares. Sin embargo,
esta sentencia nunca se ejecutó, ya que el agresor se encontraba prófugo de la justicia.
Durante estos procesos, las compañeras de Paola fueron amenazadas por las autoridades
del colegio Martínez Serrano para impedir que se presenten a brindar los testimonio en el
proceso. Quienes sí lo hicieron, recibieron represalias en sus calificaciones por declarar en
contra del vicerrector. Petita recuerda esto:
– A todas las amigas, al alumnado, las sacaron al patio y las amenazaron con que no
apoyen porque si no las iban a botar del colegio (…) solamente hubo dos amigas valientes
que declararon y por eso se pudo saber toda la verdad.
A la presión para evitar que el caso se sepa, se sumó el apoyo de parte de la institución al
vicerrector. Las asociaciones de estudiantes y de empleados emitieron comunicados de
respaldo a Espín y este presentó certificados buscando probar su honorabilidad.
Petita no detuvo su lucha. Inició un proceso administrativo en la Dirección Provincial de
Educación en contra de Espín, pero este también reveló una serie de irregularidades por
parte del rector y el vicerrector del Colegio Martínez Serrano. Se constataron otros casos de
acoso sexual perpetrados incluso contra las maestras de la institución. Finalmente en 2004
Bolívar Espín fue destituido por “abandono de cargo”, una falta leve, más no se señala en
las razones de destitución la responsabilidad del abuso sexual. Esto para las abogadas que
llevaron el caso muestra que el sistema educativo ocultó y permitió el abuso sexual.
Petita recuerda que cada vez que acudía a la Dirección Provincial para dar seguimiento al
caso de su hija, notaba como las autoridades educativas favorecían al agresor.
– Ahí no estaban haciendo nada, ahí me tenían como tonta. Yo venía nueve de la mañana
dejando a mi hija encargada, Dennisse que era chiquita de seis años, y me atendían a las
tres de la tarde, ahí era favoritismo para el violador, acosador. Ahí a uno le pierden los
archivos, mandan hacer otros archivos para hostigarnos, cansarnos, para dejar botado el
proceso. Esa es la corrupción grande ahí.
El Estado es responsable
Después de un largo
camino y de no obtener respuesta en la justicia nacional, Petita llevó el caso de Paola al
CEPAM, y junto al Centro de Derechos Sexuales y Reproductivos(CRR) de Colombia,
realizaron la petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Catalina Martínez, abogada del CRR, explica que a Paola se le vulneró el derecho a la vida,
a la integridad personal, el derecho a la igualdad y no discriminación. Estas vulneraciones
de derechos humanos se hicieron extensivas hacia su madre y su hermana, después del
fallecimiento de Paola. Martínez explica que existieron violaciones al derecho al debido
proceso, a las garantías jurisdiccionales, entre otros. El caso de Paola en el Sistema
Interamericano de Derechos Humanos es paradigmático, porque se demuestra cómo el
sistema judicial les falla a las mujeres víctimas de violencia sexual y “cómo esa violencia
puede venir de las instituciones que están encargadas de proteger a las niñas” explica
Martínez.
La CIDH y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), señalaron como
víctimas a Paola, a su madre Petita y su hermana menor Denisse, por el daño que el
Estado ecuatoriano les provocó. Para establecer esos daños, se realizó un peritaje
psiquiátrico y psicológico realizada por la Dra. Ximena Cortéz Castillo, a pedido de las
peticionarias y autorizada por la CIDH. Las conclusiones de autopsia psicológica fueron
presentadas durante la audiencia de octubre de 2015, en la sede de la Comisión, en
Washington D.C. Este informe explica que Paola cometió suicidio como una forma de
denunciar la transgresión sexual que estaba viviendo. El peritaje psicológico, también se
extendió a Petita y evidencia que sufrió graves afectaciones a su salud mental, a su salud
física y a su salud social, tras el deterioro de la relación familiar con su hija menor Denisse.
Denisse tenía apenas seis años cuando su hermana Paola falleció. En su testimonio en la
audiencia ante la Corte Interamericana, Denisse narró cómo su infancia y adolescencia
quedaron marcadas por la partida de Paola. Lita Martínez explica esta afectación:
– A ella también le tocó vivir y acompañar todo el sufrimiento de Petita. Sufrió el temor de
Petita de que a Denisse le volviera a pasar lo mismo. Cómo ella sentía la sensación física,
emocional, económica de Petita y, por ella misma, todas las afectaciones, que para ella
significaron incluso el no tener confianza en espacios en donde había profesores hombres,
o pensar que todo iba a repetirse en ella.
Todos estos daños fueron provocados por agentes de Estado: el profesor de una institución
educativa pública y sus autoridades; las autoridades de la Dirección Provincial de
Educación, y en consecuencia, el Ministerio de Educación del Ecuador, así también los
funcionarios del Ministerio Público, encargados de judicializar el caso y generar las
garantías de protección a la familia. Esto, de acuerdo a las organizaciones peticionarias y la
misma Comisión Interamericana de Derechos Humanos, constituyeron violaciones de
derechos humanos en contra de Paola, Petita y Denisse.
Entre octubre de 2008 y febrero de 2019 Petita, las organizaciones que la acompañaron y
el Estado tuvieron varios acercamientos para obtener un acuerdo amistoso. Este acuerdo
incluía que el Estado acepte la responsabilidad sobre la muerte de Paola y se comprometa
a reparar a las víctimas. Si este acuerdo se hubiese consolidado, el caso no habría llegado
a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
– En 2015, se trabó la negociación. Le exigíamos al Estado que conteste, pero el Estado ya
no contestó más, simple y llanamente se quedó ahí – cuenta Lita Martínez, abogada y
presidenta del CEPAM.
En octubre del 2015 Petita y las abogadas del CEPAM acudieron a la audiencia de la CIDH
para la elaboración del informe de fondo, pero el Estado ecuatoriano no se presentó.
En esta audiencia, Petita Albarracín se presentó ante los comisionados y contó lo que había
vivido durante trece años, cómo fue llevada ante el cadáver de su hija y el trato que recibió
por parte de los operadores de justicia y autoridades del Ministerio de Educación. A decir
de Lita Martínez, Petita regresó diferente ese día, porque tuvo la esperanza de que su
duelo por fin se cerraría. Sin embargo, debió esperar cuatro años más. La CIDH determinó
que no habían las condiciones para un acuerdo amistoso con el Estado Ecuatoriano, por lo
que debía emitir el informe de fondo.
Lita Martínez asegura que incluso después de la emisión de informe de fondo, el Estado
podía retomar la negociación, pero esto no ocurrió. Finalmente, la Corte Interamericana
trató el caso en su 135avo Período Ordinario de Sesiones, realizado entre el 1 de junio y el
31 de julio de 2020 y la sentencia final se emitió en agosto del 2020.
La sentencia determina que existió un nexo causal entre la muerte de Paola con la
violencia sexual que sufrió por parte del vicerrector y el médico del Colegio Martínez
Serrano, ambos funcionarios públicos. También se resolvió que el Estado Ecuatoriano
vulneró los derechos humanos de Paola, pues no existieron “herramientas preventivas y de
detección temprana” que prevengan este caso. Así mismo, la impunidad persistió debido a
las negligencias en el sistema de justicia.
Para que no se vuelva a repetir
El caso de Paola ya ha dejado sus huellas en la institucionalidad ecuatoriana para evitar el
abuso sexual contra las niñas. En estos 18 años, tras la muerte de Paola, el Ministerio de
Educación generó una serie de protocolos de identificación, denuncia y tratamiento de los
casos de abuso sexual en el contexto educativo. Aunque todavía se evidencias fallas en su
aplicación, como lo demostró el informe de control político de la comisión AAMPETRA, en la
Asamblea Nacional, la situación no es la misma que en 2002 cuando Paola vivió el abuso.
En el ámbito de la salud, el Ministerio de Salud, en 2011, creó las salas de primera
acogida, con el propósito de que las mujeres víctimas de violencia de género sean
atendidas por personal especializado. Una de las salas de primera acogida, ubicada en la
sala de emergencias del Centro de Salud Materno Infantil “Martha Roldós” en
Guayaquil, lleva el nombre de Paola Guzmán Albarracín.
La sentencia final de la Corte Interamericana, emitida el 24 de junio del 2020, contempla
una serie de medidas que el Estado Ecuatoriano deberá tomar para reparar a la familia
Guzmán Albarracín y establece un análisis sobre cómo los estereotipos de género afectan
la vida de las niñas.
El abuso sexual por parte Bolívar Espín, como autoridad del colegio; la respuesta de la
inspectora y de otras autoridades educativas culpabilizando a Paola de lo ocurrido, la
extorsión del médico, la respuesta de la justicia, todo ello es observado en la sentencia de
la Corte Interamericana como una de las causas de lo ocurrido: “En este marco,
estereotipos de géneros perjudiciales, tendientes a culpabilizar a la víctima, facilitaron el
ejercicio del poder y el aprovechamiento de la relación de confianza, para naturalizar actos
que resultaron indebidos y contrarios a los derechos de la adolescente”
Es por eso que la sentencia incluye medidas de reparación de resarcimiento económico y el
restablecimiento del buen nombre de Paola, pero también medidas para impedir que casos
similares vuelvan a ocurrir. Como lo explican en su comunicado EL Centro de Derechos
Reproductivos y el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer CEPAM-
Guayaquil “El tribunal regional concluyó que Ecuador no le garantizó a Paola los derechos a
la vida, integridad personal, a la protección de la honra y de la dignidad, educación, y a
vivir libre de violencia y discriminación. Así, por primera vez se deja claro que el derecho a
la educación debe contemplar la educación sexual y reproductiva.”
La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordena al Estado
ecuatoriano realizar medidas como:
– Información estadística sobre agresiones sexuales en el ámbito educativo.
– Declarar un día en contra de la violencia sexual en las aulas.
– Capacitar al personal educativo para que en caso de detectar casos de abuso sexual o
acoso denuncien y se pueda dar seguimiento y tratamiento adecuado.
– Acompañamiento a las víctimas.
– Políticas públicas para evitar que se repitan más casos como el de Paola.
Fuente: Sentencia Corte Interamericana de Derechos Humanos, 24 junio del 2020.
Esta sentencia no se solo involucra a Ecuador, es aplicable también en todos los estados
miembros de la Organización de Estados Americanos(OEA).
Tras 18 años de lucha Petita y su hija menor Denisse hoy tienen justicia. Las palabras de
Petita, compartidas después de conocer la sentencia, en un comunicado de las
organizaciones, lo expresan:
– Se ha limpiado el nombre de mi hija, que fue culpabilizada de los hechos ante la justicia
ecuatoriana. Ahora queda claro que mí Paola, fue víctima de un terrible abuso sexual que
la llevó al suicidio. Ya los agresores no serán encubiertos nunca más. ¡Por fin se hizo
justicia para mi Paola!
Hoy Petita sabe que en todo este largo proceso no solo se logró #JusticiaPorPaola, sino
también dejar un presente para que ninguna niña o adolescente en Ecuador o en América
Latina y el Caribe tenga que vivir la impunidad frente al abuso y la violencia sexual.
Paola había tomado 11 pastillas de fósforo blanco para acabar con la tortura que vivía,
tras dos años de sufrir abusos sexuales a manos del vicerrector de su colegio en
Guayaquil, Bolívar Espín. La adolescente había sido inclusive extorsionada por sexo por el
médico del colegio cuando, desesperada, había recurrido a él para someterse a un aborto
por un embarazo producto de las violaciones de Espín.
Álvarez reconoció que un mal manejo del caso a cargo de la Fiscalía permitió que
prescribiera el proceso penal contra Espín. La adolescente comenzó a ser abusada
sexualmente por el vicerrector a los 14 años a cambio de ayuda con sus notas. Después
de dos años quedó embarazada y Espín la obligó a abortar. Después, se tuvo que
enfrentar también al médico Raúl David Ortega Gálvez, también dentro de la institución
pública,
La presentación en la CIDH
“El abuso que vivió mi hija lo sabían todos, lo sabía el rector, los profesores, las
compañeras y no me dijeron nada”, reclamó Albarracín entre lágrimas ante la CIDH.
La mujer narró también sus infructuosos esfuerzos por buscar justicia. “Hice todo lo
posible, fui a la fiscalía, a la dirección de estudios, hubo mucha humillación, no me
atendían, botaban los papeles”, se quejó.
Sin embargo, la Corte criticó la falta de coherencia del Estado ecuatoriano en cuanto a su
responsabilidad y le pidió aclararlo en sus alegatos escritos, dado que el pedido de
disculpas no incluyó la promesa de esclarecimiento sobre lo ocurrido
Por eso los padres han armado esta cuadrillas de vigilancia porque ya no
confían en la institución. Al igual que en el colegio particular Aampetra,
las denuncias fueron desmentidas. En una reunión que tuvieron con la
exrectora de Aguirre Abad, Patricia Cuenca, la madre recuerda cómo la
autoridad les negó cualquier posibilidad de un hecho así en el colegio.
En la cita estuvo una de las madres afectadas, que invitó al resto de
padres para que asistan a la Fiscalía y escuchen los testimonios de los
niños. No tuvieron ningún apoyo.
Pero el hermetismo era normal. Según Mónica Pérez, solo después del
escándalo, los padres pudieron ingresar al plantel para hacer estas
vigilias. “Antes solo podíamos ir cuando teníamos una citación”. Los
padres tienen pánico de que esto nuevamente ocurra, dice el abogado
Ulloa. Por eso harán una marcha este sábado 21 de octubre, desde las
10:00 en la avenida 9 de Octubre, en Guayaquil.
A raíz del caso del colegio Aampetra, denunciando entre mayo y junio
de este año, el ministro de Educación, Fánder Falconí, emitió
un Acuerdo Ministerial para “regular los procedimientos para la
prevención, atención y acompañamiento a los/las niños, niñas y
adolescentes de las instituciones educativas que se vean afectados por
infracciones de tipo sexual; así como orientar respecto a la actuación
administrativa y judicial frente a este tipo de infracciones”. También la
Asamblea creó una comisión llamada “Aampetra” para investigar casos
de abuso sexual en los establecimientos.
Pero las denuncias de abuso sexual no son recientes y han llegado hasta
la Comisión Interamericana de DDHH (CIDH). Se trata del caso Paola
Guzmán Albarracín vs. Ecuador. Paola era una adolescente de 16 años
que fue víctima, durante cuatro años, de violencia sexual por parte del
Vicerrector del establecimiento donde estudiaba. La menor resultó
embarazada, lo que provocó a sus vez el suicidio de la joven en el 2002.
Según recuerda el libro, “Democracia, DDHH e instituciones en
Ecuador”, la familia de Paola denunció inmediatamente los hechos ante
las autoridades competentes, sin embargo la ineficacia de sistema
judicial y administrativo mantienen el caso en la impunidad.
EPU 2017
Al día siguiente nos fuimos a la escuela. Mi hija no nos decía quién era.
Nombró a varios niños. En la escuela hablamos con la Vicerrectora y el
tutor de mi hija. Pensamos que nos iban a ayudar. Pero se rieron de
nosotros. En forma burlona dijeron: ‘jajaja es que aquí no debe haber
sido’. ‘¿Pero qué van a hacer?’, les pregunté. ‘Tenemos que abrir los
protocolos’, dijeron. Fuimos a la escuela con agentes de la Dinapen
porque quería actuar antes de las 24 horas para detener a la persona. Uno
de los agentes habló con uno de los niños que había estado jugando ese
día con mi hija. Obviamente le llamaron a la mamá para hablar con el
niño que dijo: ‘sí estaba jugando conmigo, vino ese grande y la llevó’.
La psicóloga nos dijo que no era un niño, sino un adulto que la niña lo
ubica en la puerta donde entran los estudiantes del colegio. A este
portero solo le había visto unas tres veces porque trabaja en la puerta del
colegio, no en el de la escuela. Pero al lado de él hay una zona que le
dicen el gimnasio y hay unos tubos donde los niños se cuelgan. Mi nena
ha sabido ir a jugar ahí. No solo la encerraba en los baños sino hasta en
las aulas.
Pero no era la primera vez que había tocado a mi hija. Ella se ponía los
vestidos de princesa, jugaba, bailaba, cantaba. Pero llegó a un punto
donde no quería salir a jugar al parque, quería pasar solo encerrada,
lloraba por todo, pero no me imaginé que estaba pasando esto. Los niños
entraron en septiembre a clases y yo me di cuenta de esto en noviembre.
Quizá estuvo un mes o dos meses haciéndole eso.
Con la referencia de quién era, hablamos con el fiscal y nos dijo que
tienen que ir la niña a la escuela y reconocerle porque no sabemos quién
es. Fuimos con el fiscal, la psicóloga de mi hija, mi esposo y yo. En la
escuela, la psicóloga le dijo a mi hija que indique quién le estaba tocando
y la niña señaló al portero, quien estaba sentado. Los agentes lo
detuvieron. Él no puso resistencia ni dijo nada, no preguntó por qué lo
llevaban. Ese mismo día hicieron el reconocimiento en la cámara de
Gessel. Mi hija sin ninguna duda lo reconoció por dos ocasiones.
Primero entró con el número y luego con el 10.
Después de dar dos nombres de dos niños, la niña aseguró que ellos no
son y que es un tal Angelito. Y resulta ser que Angelito le dicen al
Vicerrector y nunca lo investigaron. Lo más extraño es que mi cliente ha
sido guardián de ese colegio 21 años. La Fiscalía dijo que los
depredadores sexuales no pueden contenerse. ¿Me puede explicar cómo
un depredador sexual se pudo contener durante 21 años? Fue una chica
de 24 años, que estuvo en el colegio desde los cuatro y dijo que en el
primer grado, cuando la mamá no le iba a ver, ella se quedaba haciendo
su tarea y nunca mi cliente le cogió ni la mano. Este hombre ha tenido
más de un millón y medio de oportunidades para tocar a un niño.
La revolución
#YoSíTeCreoCristina
Cristina Álvarez denunció que fue víctima de acoso
sexual por parte de un reconocido profesor de
grabado de la Facultad de Artes de la Universidad
Central en 2016. Pese a la denuncia que puso en
Bienestar Universitario, su caso fue tratado recién un
año y medio después. Sus abogados le
recomendaron hacerlo público. Su bitácora diaria
disparó el hashtag #YoSíTeCreoCristina. Pensó que
estaba sola. Pero no. Un testimonio.
Cristina Álvarez está sentada en la misma aula donde ocurrieron los
hechos. Es un espacio de la Facultad de Artes de la Universidad
Central muy iluminado. De amplias ventanas y tragaluces. Hay una
prensa, mesas de corte y paredes decoradas con grabados. También un
pizarrón y un escritorio. “Cuidado”, dicen en broma algunos
estudiantes cuando alguien se acerca demasiado al lugar desde el cual
el maestro H.C. dio clases durante 32 años. Él fue destituido el 8 de
junio pasado por el Honorable Consejo Universitario. Cristina lo acusó
de acoso sexual. Ella fue su alumna durante cinco semestres. En este
testimonio recupera cada uno de los hechos que la llevaron a poner la
denuncia:
Artes fue la carrera de mis sueños. Tengo 44 años y toda mi vida trabajé
en banca. Pero tuve la oportunidad de regresar a las aulas. Concursé en
Canela TV y luego me contrataron en Comedia Divina para GamaTV.
Allí hice comedia. Dejé el banco y como mi nuevo trabajo no era a
tiempo completo volví a la universidad.
Ese semestre nos hizo ver la película ‘Relatos salvajes’ para hacer
bocetos sobre ella. A mí me pidió uno sobre la microhistoria de la boda.
Por primera vez hice un tema erótico. Me lo aprobó. Pero al final del
semestre volvió: ‘la impresión no sirve’, ‘te vas a quedar conmigo’. En
ese semestre varios cursos pidieron recalificación de su materia por otros
profesores y yo pasé con 19. Pero me dejó por faltas. Le reclamé por
whatsapp, pero me dijo que él solo subió el cómputo al sistema. Por
último me escribió: ‘el que se enoja pierde, que esta sea una oportunidad
para conversar’. En vacaciones de ese semestre me escribió para que
pasemos juntos un fin de semana en Papallacta. ‘¿Qué me ofreces para
borrarte las inasistencias?’, me dijo. Finalmente me corrigió las faltas
junto a otro grupo de estudiantes.
'AY QUÉ BRAVITA’, ‘QUÉ ARISCA’, ME DECÍA CUANDO LO
RECHAZABA. AL FINAL DEL SEMESTRE VOLVIÓ A
AMENAZARME CON DEJARME DE LA MATERIA.
Los Principitos
Creemos cada palabra que dices, Lucas. Estamos construyendo estas
respuestas para disputarle el sentido a las narrativas que no honran tu voz
o que han preferido olvidarla. Tus padres necesitan estas respuestas para
cuando seas grande y para que entiendas tu vida. Tu madre dijo algo que
queremos para todos los niños como tú: dijo que irá hasta las últimas
consecuencias para poder explicarte lo que te pasó.
El primer juez asignado a este caso, el juez Bayas, había tenido malas
actuaciones y recibió una sanción de Judicatura, no solo por este caso.
Por eso, fue destituido a la semana de sobreseer a 4849 en el 2015. Esa
audiencia fue declarada nula. “Se están refiriendo a un acto anulado, eso
no tiene sentido”, argumenta la defensa, y continúan: “En Fiscalía
siempre han estado seguros del caso, actuaron independientemente, al
igual que Dinapén y la función judicial, salvo el juez Bayas. Tenemos
que decir que el Estado ha actuado debidamente.”
Del padre se llegó a decir que estaba obsesionado con su hijo, pero lo
que no se ve es que el colegio no les aclaró a los padres a qué profesores
se había asignado para ver por Lucas en los recreos. “Nunca nos dieron
los nombres de los profesores que iban a cuidar a mis hijos, los
cuidábamos nosotros mismos”.
Pilar Rassa, del centro de derechos Surkuna, enfatiza: “No existe ningún
elemento de convicción que implique al padre, ni el más mínimo.
Fiscalía, Dinapén, la trabajadora social que realizó el estudio del entorno
familiar de Lucas: en ningún lugar existe nada que siquiera dé una
sombra de duda.”
“La conclusión de las psicólogas fue que retirar a Lucas de inmediato del
colegio lo culpabilizaría. Él se sentiría responsable por lo que le pasó,
perdería su espacio, sus amigos. Varias expertas coincidieron. Sin
embargo, en marzo la situación fue insostenible. Luego de la amenaza a
mi hija, sacamos a Lucas del colegio”, narra Paulina. “El colegio no nos
permitió sacar a mi hija y no nos querían dar el pase de año. El día que
fuimos a pedir el pase quisieron que firmáramos una carta que decía que
por nuestra propia decisión sacábamos a nuestra hija del colegio. Esto
fue en presencia de la secretaria del rector, el rector y la rectora
ecuatoriana. No firmamos”.
Narra Paulina: “Leí todos los testimonios de los profesores, hay muchos
a favor del profesor. Hablan de mi hijo como malcriado, mimado y, esto
es verdad, con déficit de atención. No entiendo cómo es posible que
siendo educadores hablen así de un niño de cinco años que fue víctima
de un pedófilo. El déficit de atención no justifica una violación. ¿Puedes
justificar una violación porque un niño tiene problemas?”.
Francia
Te creí tanto
Lucas tenía 5 años e iba a un colegio internacional privado, muy
respetado en Quito. Hace dos años, sus padres notaron señales de abuso
sexual en su conducta. El testimonio de Lucas les confirmó que su hijo
había sido víctima de su profesor de natación.
Honrar la voz de los niños es saber reconocer también que hay verdad en
su palabra. Los niños no suelen inventar historias de abuso sexual: no
tienen suficiente información para crear detalles y, sobre todo, saben que
tienen mucho que perder. Un niño que está por contar una historia de
abuso sabe que puede ser castigado, porque eso es lo que les hemos
enseñado; sabe que podrá ser apartado de su agresor, que puede ser de su
familia o un ser querido. Los niños saben esto, y las víctimas son
siempre quienes más tienen que perder.
“Te creí tanto que fui hasta las últimas consecuencias”, le dice su mamá
a Lucas. Me pregunto cuántos de nosotros podemos decir esto cuando
escuchamos el testimonio de alguien que amamos y detenemos nuestra
vida para desmontar la violencia que lo aplasta en el momento en que
sufre un abuso. Para creerle a alguien es necesario desmontarlo todo,
porque el mundo en que vivimos está hecho para encubrir la violencia.
Tras todas las pruebas a las que tuvo que someterse, Lucas, con toda la
sabiduría que tiene un niño, dijo que lo que más quería era que le
creyeran, porque sabía que le habían hecho daño. “Los abogados
defensores del agresor me acusaron de ser una mala madre por
enseñarles de sexualidad a mis hijos: por decirles que nadie los puede
tocar en sus partes íntimas.” Si hemos tenido la suerte de que nuestros
padres nos enseñen a proteger nuestro cuerpo desde que somos
pequeñas, sabemos que no son unos pervertidos, sino que nos estaban
protegiendo justamente de abusos como éste.
La violencia es la
maestra: testimonio de un
docente
Un maestro de un colegio fiscal de Quito relata lo
que encontró en las aulas; reflexiona sobre el
comportamiento de los jóvenes, la reacción de los
padres y de sus colegas maestros. La violencia en
las aulas es la norma y reflejo de una sociedad
agresiva que, sin embargo, prefiere ver para otro
lado.
Dos años atrás llegaba a mi trabajo en la Universidad de las Américas.
Tras parquear el auto subí al tercer piso en un cómodo ascensor hasta
una oficina con ventanales amplios, computadora con internet. Sin
embargo tras ver a algunos amigos tristes que se despedían, el día
empezó a ensombrecerse y, efectivamente, supe que la universidad
estaba despidiendo a algunos docentes y eran los más nuevos o por
razones rebuscadas. La razón en el fondo era que la situación del país
había provocado que los estudiantes no se matricularan en la cantidad
suficiente para mantener a un grupo de profesores tan grande. Yo llevaba
apenas año y medio y temí que también me tocara vivir esos momentos,
lo cual días mas tarde se hizo realidad.
Hubo otro caso en el que a una estudiante le puse seis por un trabajo
mediocre de una exposición, pese a haberles dado las pautas de cómo
entregar un trabajo y de haberles puesto rúbricas. Desde entonces jugó
un papel muy desleal en clase, cada clase ponía malos gestos como si
siempre estuviese aburrida y cuando me daba la vuelta se ponía a
sugerirles a sus compañeros que se pusieran en desacuerdo. Se juntó con
los de tercera matrícula, que son los expulsados y repetidos en otros
colegios y se hicieron un grupo de ocho en un curso de 33 y se ponían de
acuerdo para molestar, reír estrepitosamente y burlarse de lo que sea y
de quien sea con tal de no permitir la clase.
Otra: cinco veces pedí a una estudiante que guardara su teléfono y que
no hiciera “transacciones mercantiles en la clase”, porque la veía que le
daban dinero o ella se levantaba para pedir dinero a sus compañeros.
Pensé que era alguna cuota para copias o alguna actividad, pero no; nos
dimos cuenta, más tarde, que había otra chica que vendía dulces en clase
y esta era la encargada de cobrar, y que la habían puesto ahí por su pinta
de bravucona, para que ella cobrara a los chicos el dinero que les debían
por los dulces. La vimos en el patio intimidando a los pequeños para que
pagaran. En fin, cometí el error de —tras la quinta vez que le pedí que
guardara su celular y siempre ella respondiera con vulgaridades y malos
gestos—quitárselo. Fue una acción rápida y decidida de mi parte, con
agilidad y sorpresa para sacarle el aparato de la mano. No di ni tres pasos
cuando la chica se había levantado y me dio un puñetazo en el riñón.
Estas acciones no son solo conmigo, son con varios profesores; pero
claro, unos ya están hechos al dolor y otros se han parado más firme. Ya
voy por el tercer intento de renunciar, pero la ley dice que solo puedes
renunciar los primeros cinco días de cada mes y justo me tocado hacer
algunas actividades y se me ha pasado esta fecha. Por otro lado, está el
hecho de que los otros profesores me dicen que me esta cogiendo de
nuevo dar clases en el colegio y que el próximo año será diferente.
Se han dado casos de que los estudiantes se inventan que los profesores
han pedido dinero para hacerles pasar de año. Esto me lo contó una
profesora con lágrimas y, claro, con resentimiento.
Pero cuando hablas con ellos no tienen miedo a perder el año. Una
estudiante me dijo: “no se meta conmigo y no hable de haber perdido el
año, eso no es ningún crimen y si quiero perder otro año es mi
problema”. Ya va por tercera matrícula.
Creí que esto solo pasaba en este colegio, pero me cuentan que el mío es
el mejor o uno de los menos problemáticos y que esto no solo pasa en los
fiscales sino que cosas peores pasan en colegios privados y de clase alta.
Con todo esto, creo que sería bueno ver qué pasó con esos estudiantes
del Mejía; qué es lo que hicieron antes de ese maltrato y si de verdad
está loco el profesor como para que de la nada les castigue. ¿Y cómo son
en casa? ¿Es solo el orgullo de los padres que no pusieron limites a sus
hijos en la formación de sus vidas, pero que quieren librarse de su
responsabilidad enviándolos al colegio?
Solo espero que esto cambie desde casa. Siempre hablo con mis hijos;
hablamos mucho del respeto y con mi esposa les enseñamos a ser
respetuosos y considerados en una sociedad que privilegia la estadística
de tener menos pérdidas de año por sobre los valores. Y recuerdo que,
antes, uno de los valores era pasar el año e inclusive reconocer si no se
había aprendido bien y pensar en repetir.
En una reunión conté todo esto y más a mis amigos, tras dos horas de
hablar todos seguían asombrados y uno me preguntó: perdón, ¿en cuál
reformatorio estas trabajando?