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La Razón Ilustrada en Kant

La diversidad de interpretaciones de la Razón, el entrecruzamiento de


los modos de entenderla, es vivido agudamente por Kant. En el Siglo de
las Luces, en el que la Razón es considerada la principal herramienta
para el progreso social y una mejora en las relaciones ente países y
personas, de nir qué sea ese elemento se antoja crucial.

La tarea fundamental que impondrá esta exigencia vendrá a ser


someter a juicio la Razón. ¿Para qué? Para resolver, si es posible, el
antagonismo entre las interpretaciones de la misma que la desgarran y
la disuelven a estas alturas de la Historia de la Filosofía.

Por una parte, el dogmatismo racionalista, o sea, la pretensión del


Racionalismo de que la sola Razón, autosu ciente y al margen de la
experiencia y de lo dado (de los fenómenos), funda un discurso que
interpreta la estructura y el sentido de todo lo real, fundiendo de este
modo el pensar y el ser.

Por otro lado, el empirismo, que conduce al escepticismo, como intento


de reducir el pensamiento a lo dado (los fenómenos), relegando a la
Razón a un papel meramente pasivo y sin relevancia en el proceso de
conocimiento. Y renunciando, de paso, a la aspiración a conocimientos
universalmente válidos.

Finalmente, la tercera interpretación será la tentación del


irracionalismo, entendido como exaltación de los sentimientos frente a
la razón ordenada y justa, lo cual puede incluso devolvernos a un
pensamiento en el que la fe subjetiva vuelva a ser más poderosa que la
razón compartida por todos los seres humanos. Esto supone, para Kant,
la negación radical de la Razón.

Dogmatimos racionalista, escepticismo empirista e irracionalismo son


las tres interpretaciones que rivalizan a lo largo del siglo XVIII en sus
concepciones de la Razón. Para ubicar correctamente el signi cado y
extensión de este concepto crucial en la Ilustración, Kant ve inevitable
una crítica de la razón.

Este juicio de la razón es doblemente necesario. Por un lado, por


cuestiones losó cas, es necesario aclarar el concepto que vertebra la
época Ilustrada salpicando los textos que todos los lósofos de Europa.
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Y por otro lado, es necesario este juicio para determinar exactamente
en qué consiste eso que estamos llamando vivir de una forma ilustrada.
Es decir, la crítica de la razón tendrá una utilidad teórica ( losó ca) y
otra práctica (ética).

kant registra en su época una situación de minoría de edad propiciada


por la pereza, el encerramiento en la individualidad abstracta y, en
de nitiva, la falta de verdadera libertad. La tarea de la crítica de la
razón tendrá como objetivo primordial la realización de la libertad, la
superación de sus constricciones: la constricción civil y la constricción
de la conciencia (religiosa, social o histórica). Estas constricciones de la
libertad implican un uso de la razón fuera de sus propios objetivos (de
ser verdaderamente libre).

El remedio a tal situación sólo puede ser la crítica de la razón,


atreviéndose ésta a buscar en sí misma la piedra de toque de la verdad.
“La máxima de pensar por uno mismo: eso es la Ilustración.”

Una crítica de la Razón será, pues, la exigencia que el ser humano se


impone de clari carse sobre lo que es y sobre sus últimos nes e
intereses. Precisamente por esto y en este sentido, a rmábamos que la
crítica de la razón se propone el ejercicio y realización de la libertad,
una libertad que no se satisface con ser vivida de modo subjetivo, sino
que ha de proyectarse en la estructuración de un orden social. O lo que
es lo mismo: será razón en tanto tenga implicaciones éticas y políticas.
Es aquí donde la Razón cobra su sentido de herramienta para el cambio
y el progreso social.

Esta libertad es el motor de la crítica y apunta hacia una situación (la


Época Ilustrada de nitiva) que es, acaso inalcanzable, de ahí el
elemento utópico en el pensamiento kantiano. Pero entre tanto, la
misma crítica responde, consagrándola, a una Época de la Ilustración.
Esta sutil distinción entre “Época Ilustrada” y “Época de la Ilustración”
requiere un concepto particular de Historia. A saber: la Ilustración
como movimiento es el motor del progreso social y, por tanto, de la
Historia entendida como ese camino hacia cotas de desarrollo humano
cada vez superiores. Y dialécticamente, la Historia debe ser
considerada en la medida en que ese progreso se realiza de manera
efectiva. O dicho de otro modo: la Ilustración provoca cambios sociales y
los cambios sociales están naturalmente orientados a alcanzar mayores
niveles de Ilustración.
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