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La Cofradía de los Hermanos de la Costa era una asociación de bucaneros del siglo XVII que
había fijado su centro de operaciones en La Tortuga, pequeña isla al noroeste de La Española,
actual Haití - República Dominicana. La máxima autoridad la ostentaba el Gobernador o
Almirante, que era elegido por votación de todos los filibusteros.
Esta hermandad fijó el reparto de botines, las indemnizaciones por heridas de combate y hasta
se hizo cargo de viejos piratas que no podían mantenerse por sí mismos. De los botines
apresados por los navíos piratas en aguas caribeñas, la Cofradía se quedaba para el fondo
común con la parte que correspondía a los marineros que habían causado baja.
En 1662 presidía la Cofradía Edward Mansvelt que nombró como lugarteniente suyo a Henry
Morgan. Cinco años más tarde y después de morir Mansvelt, posiblemente por
envenenamiento, el título de Almirante de la Cofradía recayó sobre el pirata y corsario inglés.
Artículo segundo: Todo lo incautado en los abordajes forma parte del botín común. Quien
usurpase la menor alhaja para uso particular será separado de la congregación.
Artículo tercero: Los prisioneros hechos presa serán puestos en tierra lo antes posible.
Artículo cuarto: Algunos prisioneros podrán reservarse para el servicio del barco y como
ayuda. En un plazo de dos o tres años se les dejará en libertad.
Artículo sexto: Costumbre de poner por escrito lo que ha de percibir cada miembro de la
tripulación y de las recompensas y premios de los que serán heridos o mutilados de algún
miembro. Las más habituales son las siguientes:
Piloto: 2 partes.
Marineros: 1 parte.
No se inició en la piratería hasta 1719, cuando el buque negrero Princesa en el que viajaba
como maestre es abordado y capturado por Howel David, también galés, y Roberts decide
unirse al pirata. Pocas semanas después muere Howel y Roberts es aclamado capitán. En su
discurso de aceptación del cargo expresa su agradecimiento a la tripulación diciendo: "Es más
honroso ser comandante de piratas que un simple hombre vulgar". E hizo honor a su palabra:
era un hombre religioso, cruel con los prisioneros, prohibía jugar a las cartas a bordo y, para
abordar a los enemigos, se vestía con las ropas más elegantes. Entre 1719 y 1722 capturó más
de 400 naves.
Roberts era muy estricto con la disciplina e intentó acabar con el alcoholismo de a bordo (él
sólo bebía té), pero todos sus esfuerzos por conseguirlo fueron inútiles.
Cada hombre tiene un voto en los asuntos importantes. Igual derecho tiene a provisiones
frescas y bebidas fuertes, en cualquier momento que se apresen, que podrá consumir a su
antojo, a menos que su escasez aconseje su racionamiento por el bien de todos.
El que estafe a la compañía el valor de un dólar en plata, joyas o dinero, será abandonado en
una isla desierta en castigo.
Si el robo lo hace un hombre a otro hombre, contenderán entre sí, se le cortarán las orejas y la
nariz al culpable y se le desembarcará, no en un paraje deshabitado, sino en algún otro donde
sufra muchas penalidades.
Las luces y velas se apagarán a las ocho en punto de la noche; si después de esa hora alguno de
la tripulación tuviera ganas de seguir bebiendo, lo hará en la cubierta superior.
Todos deben de mantener sus armas, pistolas o machetes, limpios y listos para su uso.
No se permiten niños ni mujeres a bordo. Si se descubriese que alguno seduce a una mujer y la
embarca disfrazada, será condenado a muerte.
El abandono del barco o del puesto durante una batalla se castigará con la muerte o el
abandono en una isla desierta.
No se permitirán peleas a bordo, sino que todas deberán solventarse en tierra, a espada o
pistola.
Si alguno pierde un miembro o queda lisiado a causa de su servicio, recibirá 800 dólares del
fondo común. Por heridas menores las cantidades serán proporcionales.
Los músicos deberán interpretar las canciones pedidas por los piratas a cualquier hora del día
o de la noche y tendrán descanso el domingo, pero los seis días y noches restantes no gozarán
de ningún privilegio especial.
Una vez que los artículos que siguen fueron leídos y aceptados por la tripulación, cada uno de
los hombres que la componían fue requerido a prestar juramento sobre la Biblia. Pero como
no apareció ninguna en el Revenge, el juramento se hizo colocando la mano sobre un hacha.
Todo hombre que deserte u oculte algún secreto con la tripulación será abandonado en una
playa desierta con una botella de pólvora, una botella de agua y un arma pequeña con un solo
tiro.
Todo hombre que robe algún objeto dentro de la Cofradía o juegue más de una moneda de a
ocho, será expulsado del barco o herido de bala.
Si en cualquier momento ocurre que tropezamos con otro expulsado (que sea pirata) y uno de
nuestros hombres lo protegiera sin el consentimiento de la tripulación, tal hombre sufrirá el
castigo que la tripulación y el capitán crean más justo.
Todo hombre que pegue a otro mientras estos artículos estén en vigor será castigado
mediante la ley de Moisés; esto es, cuarenta azotes menos uno en las espaldas desnudas.
Todo hombre que dispare sus armas o fume tabaco en la bodega del barco sin poner un
casquete en la pipa, o que lleve consigo una vela encendida sin linterna, recibirá el mismo
castigo del anterior artículo.
Todo hombre que no cuide de sus armas y no las tenga listas en el momento del combate o se
muestre remolón, se le descontará de su parte y se hallará sujeto a un castigo ejemplar, que
impondrá el capitán y la tripulación.
Todo hombre que durante un combate sufra una desgarradura importante en el cuerpo
percibirá 400 monedas de a ocho, si perdiera un miembro del cuerpo percibirá 800.
Todo hombre que al encontrarse con una mujer honrada le hiciere proposiciones deshonestas,
sin ella consentírselo, será condenado a muerte.
Se tiene referencia suya por primera vez cuando navega por las islas de las Hormigas, Grosa y
Farallón, en 1565, cerca de las costas de Cabo de Palos. Se sabe que llega hasta Argelia y que,
posteriormente, se embarca a bordo de un carguero rumbo a la isla La Española para, antes de
entrar a puerto, hacerse con el mando del barco.
Medía casi dos metros de altura y siempre vestía con una levita negra que le llegaba a los
tobillos. Decían de él que trataba con mucha consideración a los prisioneros españoles e,
incluso, que los defendía de los atropellos que la tripulación podría causarles, pero que era
terriblemente cruel con los ingleses, a los que alimentaba con tocino salado y agua de mar. Y
cuando algún desdichado le pedía agua potable, que era la mayor parte de las veces, ponía
enfrente suyo una tinaja llena de agua dulce y le decía que comenzase a beber. Y si el cautivo
no vaciaba las treinta arrobas en un par de tragos, le metía dentro de la tinaja, clavaba la tapa
y le lanzaba al mar.
A todo hombre que huyese de la contienda o mostrase cobardía, haciendo peligrar la vida de
sus compañeros, será arrojado al mar.
Cada hombre recibirá su ración de comida y bebida diaria, incluida la de ron, conforme a las
provisiones que haya en las bodegas.
Los prisioneros ingleses por los que no haya que pedir rescate serán atendidos puntualmente
en sus peticiones y, después, serán arrojados al mar.
En el reparto del botín, el capitán, artillero, maestre, carpintero, piloto y médico, recibirán dos
partes; la tripulación, una; otra para el arreglo del barco y otra a repartir entre los heridos.
El botín que correspondiese a un tripulante muerto en abordaje se repartirá entre los que
hubiesen sufrido lesiones.
Prohibido los juegos de cartas, dados y huesos, incluso sin que haya apuestas de por medio.
En las tareas de reparación y limpieza del barco habrá de participar toda la tripulación.
Quien robase del fondo común recibirá un pistoletazo a una distancia de 25 pasos.