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SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado-Ponente: JOSÉ M. DELGADO OCANDO


 
En fecha 29 de mayo de 2000, los abogados Miguel Jacir H. y Pedro Báez M.,
inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números 5.031 y 58.437,
respectivamente, en su carácter de apoderados judiciales de la sociedad mercantil BAKER
HUGHES S.R.L., inscrita en el Registro Mercantil Primero de la Circunscripción Judicial
del Distrito Federal y Estado Miranda, en fecha 2 de septiembre de 1993, bajo el nº 62,
tomo 97-A-PRO; con base en lo dispuesto por el artículo 336, numeral 10, de la
Constitución vigente, presentaron ante esta Sala Constitucional, solicitud de revisión de la
sentencia dictada por la Sala de Casación Social de este Alto Tribunal, en fecha 10 de mayo
del presente año, mediante la cual declaró sin lugar el recurso de casación ejercido por la
identificada sociedad mercantil.
 
En la fecha de su presentación, se dio cuenta en Sala del presente expediente,
designándose como ponente al magistrado JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO,
quien con tal carácter suscribe este fallo.
 
Efectuado el análisis de los elementos que cursan en autos, y siendo la oportunidad
procesal para ello, se pasa a decidir en los términos siguientes:
 
-I-
ANTECEDENTES Y FUNDAMENTOS DE LA SOLICITUD
 
 
Los hechos y argumentos más relevantes contenidos en el escrito libelar y sus
anexos, en síntesis, son los siguientes:
1.- En fecha 18 de diciembre de 1996, el abogado Guillermo Reina Carruyo,
apoderado judicial del ciudadano Boris José Hernández Bolaño, demandó la indemnización
por prestaciones sociales a la empresa Baker Hughes S.R.L., ante el Juzgado Primero de
Primera Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, por preaviso,
antigüedad, utilidad sobre prestaciones sociales, vacaciones fraccionadas del año 1996,
bono vacacional del año 1995, utilidades fraccionadas pendientes para el período diciembre
de 1995 a julio de 1996 y bono vacacional fraccionado del año 1997, conceptos que
totalizan la cantidad de noventa millones cuarenta y nueve mil ochocientos treinta y siete
bolívares con ochenta y cinco céntimos (Bs. 90.049.837,85).
 
2.- Cumplido el respectivo proceso, el mencionado Juzgado de Primera Instancia del
Trabajo en fecha 17 de abril de 1998, declaró parcialmente con lugar la demanda, por lo
que condenó a la demandada a pagar la suma de ciento un millones doscientos cincuenta y
seis mil setecientos sesenta y ocho bolívares con noventa céntimos (Bs. 101.256.768,90),
por los conceptos especificados en el libelo más la cantidad resultante de la diferencia de la
cotización del dólar de los Estados Unidos de América vigente para la fecha de
presentación de la demanda y la vigente para la fecha de la ejecución del fallo
definitivamente firme. Se eximió de costas a la parte demandada al no haber vencimiento
total.
 
3.- Impugnado el pronunciamiento anterior, el Juzgado Superior Accidental del
Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, en fecha 6 de julio
de 1999, dicto decisión mediante la cual declaró sin lugar la apelación ejercida por la
empresa Baker Hughes S.R.L., modificó el fallo dictado en primera instancia, en
consecuencia, declaró nula la transacción celebrada en fecha 4 de agosto de 1995, ante la
Inspectoría del Trabajo, entre la referida empresa y el ciudadano Boris José Hernández
Bolaño, en su condición de trabajador. Asimismo condenó en costas a la parte demandada
por resultar totalmente vencida.
 
4.- En razón de lo anterior, señalaron que “[...] con tal proceder, el referido Juez
Superior Accidental violó el derecho a la defensa de nuestra representada porque fue
condenada a pagar varios centenares de miles de bolívares como consecuencia de su
declaratoria de que (sic) transacción contenida en un acta levantada por la Inspectoría del
Trabajo del Estado Zulia era simulada. Nuestra representada no tuvo la oportunidad de
defenderse de ninguna acción de simulación que hubiese intentado Boris Hernández”.
 
5.- Anunciado y formalizado recurso de casación, argumentaron “[...]
incongruencia positiva manifiesta en la sentencia recurrida, al no atenerse a la acción
deducida que era una acción distinta de la simulación[...]”. Posteriormente, la Sala de
Casación Social declaró sin lugar el recurso de casación y condenó en costas a la
recurrente, conforme lo prevé el artículo 320 del Código de Procedimiento Civil en relación
con el artículo 274 del mismo Código.
 
6.- En tal sentido, aducen que la Sala de Casación Social infringió el artículo 257 de
la Carta Magna, por haber dictado una sentencia contraria a la justicia, no transparente,
parcializada, basada en motivos falsos, contradictorios, inidóneos y violatorios del derecho
a la defensa de su representada.
 
7.- Con base a lo anterior, solicitan: “[...] se REVISE la sentencia dictada por la
Sala de Casación Social, el día 10 de mayo del presente año así como también la sentencia
pronunciada por el Juzgado Superior Accidental del Tránsito y del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Estado Zulia, por ser violatorias a la Constitución [...]”.
Solicitan además “[...] se AMPARE a nuestra representada de la ejecución de esa
sentencia inconstitucional [...]”. Asimismo, el 14 de junio de 2000, solicitaron “[...] con
carácter de urgencia medida precautelar de suspensión de la ejecución hasta tanto se
dilucide [...]”.
 
8.- En fecha 10 de julio de 2000, el apoderado judicial del ciudadano Boris José
Hernández Bolaño, pidió que fuese declarada improcedente la solicitud de revisión, bajo la
premisa de que ya había sido conocida por la propia Sala de Casación Social y rechazada el
26 de mayo del mismo año.
 
 
Visto lo anterior, la Sala ha revisado el escrito contentivo del recurso planteado y ha
encontrado que no se opone a él ninguna de las causales de inadmisibilidad antes descritas,
por tanto se aboca a la procedencia del recurso. Así se decide.
 
-II-
DE LA COMPETENCIA
 
Siendo la competencia para conocer de un caso sometido al conocimiento de este
Alto Tribunal el primer aspecto a dilucidarse, pasa la Sala a efectuar las siguientes
consideraciones:
 
Del Principio de Supremacía Constitucional
 
1.- En primer lugar, conviene tener presente, por razones obvias, lo que en términos
de la función y atribuciones de esta Sala Constitucional, disciplinan los artículos, 266.1,
333 al 336 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, relativos a la
Jurisdicción Constitucional y al Título VIII “De la Protección esta Constitución”, Capítulo
I, “De la garantía de la Constitución”. De ellos es relevante extraer los siguientes
preceptos:
 

“Artículo 266. Son atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia:


1. Ejercer la jurisdicción constitucional conforme al Título VIII de esta
Constitución.
(...)”
 
* * *
 
 
“TÍTULO VIII
DE LA PROTECCIÓN DE ESTA CONSTITUCIÓN
 
Capítulo I
De la garantía de la Constitución
 
(...)
 
Artículo 334. Todos los jueces o juezas de la República, en el ámbito
de sus competencias y conforme a lo previsto en esta Constitución y en la ley,
están en la obligación de asegurar la integridad de esta Constitución.
 
(...)
 
Artículo 335. El Tribunal Supremo de Justicia garantizará la
supremacía y efectividad de las normas y principios constitucionales; será el
máximo y último intérprete de esta Constitución y velará por su uniforme
interpretación y aplicación.
Las interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre el
contenido o alcance de las normas y principios constitucionales son
vinculantes para las otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás
tribunales de la República .
 
Artículo 336. Son atribuciones de la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia:
 
(...)
 
...11. Las demás que establezca esta Constitución y la ley”
(Subrayado de la Sala).
 
 
2.- Los preceptos transcritos reflejan el último estadio al cual ha arribado nuestro
ordenamiento jurídico, como reflejo de la dilatada evolución política, social y ante todo
cultural, que ha girado en torno a la relación entre la autoridad y la libertad. Dicha reflexión
política ha recibido el nombre de movimiento constitucional, y tiene como principio rector
el acomodo de la legitimidad y el ejercicio del Poder a unos valores fundamentales bajo la
égida del Derecho. De entre estos valores, destaca aquel que pone como fin de la actividad
política la libertad del ser humano. De allí nace la especial entidad del derecho a la libertad,
que viene a presidir los demás derechos fundamentales, así como la necesidad de
garantizarlo jurídicamente.
 
En especial, lo que conocemos hoy por Derecho Constitucional, ha sido el producto
de un proceso de encuadramiento jurídico de dos vertientes que confluyen; una, el poder y
la autoridad, otra, la libertad individual y la búsqueda de lo que es bueno para la sociedad.
La Constitución es, sin duda, el principal y máximo arbitrio político-jurídico de ese
proceso, del cual emerge como el eje del ordenamiento jurídico todo. El principio de
supremacía de la Constitución en un reflejo de ese carácter.
 
La Constitución es suprema, entre otras cosas, porque en ella se encuentran
reconocidos y positivizados los valores básicos de la existencia individual y de la
convivencia social, al tiempo que instrumenta los mecanismos democráticos y pluralistas de
legitimación del Poder, tales como los relativos a la designación de las autoridades y a los
mandatos respecto al cómo y al para qué se ejerce autoridad. Persigue con ello el respeto a
la determinación libre y responsable de los individuos, la tolerancia ante lo diverso o lo
distinto y la promoción del desarrollo armonioso de los pueblos. El principio de supremacía
de la Constitución, responde a estos valores de cuya realización depende la calidad de vida
y el bien común.
 
3.- A los efectos de definir el contenido y los efectos del principio de supremacía de
la Constitución, debemos señalar desde ya, por lo que más adelante se dirá, que el principio
de supremacía constitucional justifica el Poder de Garantía Constitucional que ejerce esta
Sala Constitucional, al cual atienden los artículos 334 y 335 de la Carta Magna. Es decir, tal
principio tiene carácter fundamental.
 
Dicha fundamentalidad puede ser vista desde varios aspectos: fundamentalidad
jerárquica, que lo hace prevalecer sobre las reglas, es decir, sobre las normas que lo
desarrollan, pero que en todo caso no lo agotan, tales como las relativas a las competencias
de la Sala Constitucional contenidas en los artículos 203 y 366; fundamentalidad lógico-
deductiva, porque comprende la posibilidad de derivar de él otras normas, tanto de origen
legislativo como judicial; fundamentalidad teleológica, por cuanto fija los fines de las
normas que le desarrollan; y, por último, fundamentalidad axiológica, porque en él están
contenidos los valores provenientes de la ética pública que el cuerpo político hace suyos y
los positiviza en las leyes.
 
De la Jurisdicción Constitucional
 
La moderación y racionalización del poder que, como se vio, tiene su expresión
jurídica última en la Constitución, ha necesitado del funcionamiento de ciertos organismos
que, o bien sirven de freno a la autoridad misma al actuar como sus censores, o garantizan
la armonía interorgánica y el respeto a los derechos fundamentales. El surgimiento de la
institución parlamentaria tiene que ver con el primer orden de ideas referido. El segundo
orden, vale decir, los órganos a través de los cuales es garantizada la separación de poderes,
el respeto a los derechos fundamentales y las aspiraciones individuales o colectivas
expresadas en la Constitución, es el asunto que nos compete.
 
Se alude de este modo a la técnica derivada del principio de supremacía de la
Constitución, en función de la cual se atribuye a ciertos órganos especializados la tarea de
velar por el respeto a la ética pública que, como un conjunto de objetivos o de fines
axiológicos, debe reconocer y preservar el poder político a través del Derecho. Dichos
órganos tienen, desde una óptica jurídica, la última palabra sobre el contenido y alcance de
los principios y normas contenidos en la Constitución.
 
En consecuencia, ya sea que dichas instancias judiciales tengan una existencia
orgánica dentro del Poder Judicial o fuera de éste; o que se les denomine Tribunales,
Cortes, Consejos o Salas Constitucionales, lo cierto es que son fuente de derecho judicial
desde que complementan jurisprudencialmente el ordenamiento con normas de carácter
general. Ostentan, además, un poder de arbitraje, distinto según algunos autores, Troper por
ejemplo, a los clásicos poderes legislativo, ejecutivo y judicial, rasgo de notoria presencia,
según el mismo autor, en el Consejo Constitucional francés. Pero, en todo caso, lo que los
caracteriza es el ejercicio del denominado Poder de Garantía Constitucional, a través del
cual controlan en fin último de la justicia expresado en la ley, en tanto en cuanto realiza el
contenido axiológico de la Constitución, y garantizan el respeto a los derechos
fundamentales (Peces-Barba, G. y otros, “Derecho y Fuerza” en Curso de Teoría del
Derecho, Marcial Pons, Madrid, pág. 117).

La jurisdicción constitucional, a través de sus decisiones, fundadas en argumentos y


razonamientos, no obstante dictadas como expresión de la voluntad de la Constitución,
persigue concretar, por un lado, los objetivos éticos y políticos de dicha norma,
modulándolos con criterios de oportunidad o utilidad en sintonía con la realidad y las
nuevas situaciones; y por otro, interpretar en abstracto la Constitución para aclarar
preceptos cuya intelección o aplicación susciten duda o presenten complejidad.
 
Por otra parte, a dicha jurisdicción le cumple encaminar las manifestaciones de
voluntad o de juicio de los máximos operadores jurídicos dentro de los parámetros que
dicha norma establece. De su influencia no escapa, tal como se desprende de lo dicho,
ninguno de los poderes públicos, incluido el propio poder judicial. Tal vinculación es
universal.
 
De la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
 
1.- Lo expresado justifica ampliamente que la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, haya creado un órgano inédito dentro del también reciente
Tribunal Supremo de Justicia, el cual ha sido concebido como una instancia jurisdiccional
con una marcada especialización de tutela, tendente a asegurar la integridad, supremacía y
efectividad de la Constitución; éste órgano es la Sala Constitucional.
 
Esta especialización se concreta en el ejercicio de la tutela constitucional en su
máxima intensidad. No precisamente al modo en que la ejercía la Sala Plena de la entonces
Corte Suprema de Justicia, la cual estaba restringida en sus funciones de garantía
constitucional como si de un legislador negativo se tratase, es decir, la Sala Plena actuaba
como un complemento del Poder Legislativo (único ente propiamente sujeto a la
Constitución) en tanto se encargaba de revocar los actos de rango y fuerza de ley que éste
dictaba contraviniendo la Constitución. Siendo que ésta no era concebida como un cuerpo
jurídico normativo directamente aplicable a los distintos operadores jurídicos, se entendía
que las interpretaciones de la Constitución que hiciera la Sala Plena no tenían carácter
vinculante, y su influencia estaba asociada al efecto abrogatorio de los fallos de nulidad de
actos con rango o fuerza de ley. Muy por el contrario, a esta Sala Constitucional le
corresponde no sólo anular actos de esa naturaleza, sino que tiene asignada tanto la
interpretación del texto constitucional, con el fin de salvar sus dificultades o
contradicciones, como hacer valer el principio jurídico-político según el cual los derechos
fundamentales preceden y limitan axiológicamente las manifestaciones del poder. Para ello
se le ha puesto al frente del aparato jurisdiccional respecto a su aplicación, al punto de
vincular sus decisiones a las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia, no sólo en
gracia a su potestad anulatoria, sino como derivación de la función antes apuntada.
 
Tal concepción de la Sala Constitucional como órgano fundamental de la estructura
del Estado, produce, como seguidamente veremos, una serie de consecuencias en orden a
establecer los mecanismos necesarios para hacer operativo dicho cambio fundamental.
 
2.- Por ello, del análisis conjunto de las normas que contiene el Capítulo I del Título
VIII de la Carta Magna, denominado “De la Garantía de la Constitución”, considera esta
Sala que dicha tutela debe ser estimada en tanto función de garantía, la cual está enlazada
con lo que Matteucci denomina función de la Constitución. Este autor destaca que, además
de su forma escrita y su legitimidad, la Constitución se caracteriza por tener, entre otras, la
función de “...garantizar los derechos de los ciudadanos (e) impedir que el Estado los
viole”; dicha función, sigue diciendo, la realiza la Constitución a través del poder judicial,
al cual le incumbe “...controlar la justicia de la ley, es decir, su conformidad a la
constitución, ya que de otra manera no existiría ningún remedio legal contra su posible
violación” –subrayado de la Sala– (Matteucci, N., Organización del Poder y Libertad,
Madrid, Trotta, 1998, Trad. de F. J. Ansuátegui y M. Martínez N., p. 25).
 
En consecuencia, visto que el carácter supremo de la Constitución es un principio
político de primer orden, siendo a este carácter fundamental (en los términos expresados
más atrás) al que responde el Poder de Garantía de la Sala Constitucional, las potestades
que de esta derivan se expresan tanto en las reglas conforme a las cuales es declarada, por
ejemplo, la nulidad de actos con rango de ley o la armonización de los conflictos
interorgánicos, como aquellas potestades que se deduzcan de este principio fundamental.
Una visión tal, puede imponer a esta Sala el examen de actos o actuaciones producidas bajo
circunstancias especiales, vinculadas al orden público, a la paz social o que deriven de
ciertos órganos judiciales, contra cuyas decisiones no haya sido previsto recurso alguno.
 
En fin, las atribuciones de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
deben entenderse desde el principio de supremacía constitucional contenido en los artículos
7, 334 y 335 constitucionales, según los cuales es ésta la norma suprema y el fundamento
del ordenamiento jurídico. Quiere decirse con ello que la Carta Magna vincula, sin
excepción, todas las manifestaciones de los órganos que integran el Poder Público, lo que
sin duda constituye una puesta al día de nuestro Constituyente en cuanto a los avances que
en esta materia se han operado en otras latitudes.
 
Por ello, la actividad que ejerza la Sala Constitucional, merced a los diversos
medios procesales de que disponen los interesados, no sólo debe atender a la naturaleza de
los actos impugnados, a los entes involucrados o a la sustancia del asunto discutido, sino
también, de manera preferente, a la determinación de si lo planteado afecta, en palabras de
García de Enterría, la “...esencia misma de la Constitución, a la cuidadosa distribución de
poder (o a las) correlativas competencias por ella operada...”, esto es: su implicación
constitucional (ver aplicación de esta doctrina en la sentencia n° 7 de 1°-02-00).
 
El mismo autor, al referir la disposición de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional español relativa a las impugnaciones, por parte del Estado, de disposiciones
sin fuerza de ley y resoluciones de las Comunidades Autónomas, hace el siguiente
comentario, muy al caso, respecto al punto tratado en este fallo:
 
“La peculiaridad de este conflicto articulado con técnica impugnatoria y
como excepción a la regla del artículo 153, c), es doble: por una parte, la
de disponer (como lo ha establecido de manera explícita el artículo
161,2) el carácter suspensivo inmediato de la impugnación respecto a la
eficacia de la disposición o resolución recurridas (...); en segundo lugar,
aunque es verdad que lo directamente impugnado no es materia
constitucional, sino administrativa (Reglamentos y actos), no es menos
cierto que su trascendencia práctica puede llamar inmediatamente a la
cuestión central de los límites de la autonomía, que hace entrar en juego
necesariamente al parámetro constitucional y paraconstitucional (cfr.
art. 28,1 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional) de los
Estatutos y Leyes marco, de armonización, delegación, etc. A mi juicio,
el Estado no podrá ejercitar esta vía impugnatoria más que por esta
específica causa de afectar a los límites constitucionales de la autonomía,
única en que el Estado parece legitimado para hacerlo y única también
en que el Tribunal Constitucional, que no es juez de Derecho
administrativo, puede fallar con la norma cuya aplicación e
interpretación le concierne, la Constitución.” (La Constitución como
norma y el Tribunal Constitucional, Madrid, Civitas, págs. 151 y 152)
(subrayado de la Sala).
 
La esencia misma de la Constitución fue también lo que tuvo frente a sí el juez John
Marshall, cuando en 1803, en la conocida sentencia del caso Marbury v. Madison, afirmó la
función de intérprete supremo de la Constitución del Tribunal Supremo de los Estados
Unidos de América, al institucionalizar el control judicial de la constitucionalidad, incluso
respecto a leyes federales, competencia que por cierto –se olvida con frecuencia– no le
estaba expresamente conferida por la Constitución de ese país. Lo que hizo Marshall fue
afirmar un principio que se desprendía de la propia Constitución, por cuanto es,
precisamente, consecuencia de la juridización del poder. En otra decisión, McCulloch v.
Maryland, dicho Tribunal elaboró la teoría de los poderes implícitos de la Federación, esto
es, poderes que no estaban expresos, pero que por ello no dejaban de reconocerse debido a
su necesidad o conveniencia. En Cohens v. Virginia, el Tribunal Supremo dejó
definitivamente sentado que era competente para revisar las sentencias de los Tribunales
estadales cuando éstos aplicaban el derecho federal, competencia que fue deducida de su
condición de máximo intérprete de la Constitución de ese país (Schwartz, B., Los diez
mejores jueces de la Historia norteamericana, Madrid, Civitas, 1990, Trad. de E. Alonso,
p. 22).
En parecidas circunstancias se encontró el Consejo Constitucional francés (creado
por la Constitución de 1958), del cual se dijo que, a falta de una atribución expresa (de la
cual careció también el órgano que le antecedió, esto es, el Comité Constitucional creado en
la Constitución de 1946) no tendría la posibilidad de censurar leyes contrarias a los
derechos y libertades consagrados por la Declaración de Derechos de 1789 y por el
Preámbulo de la Constitución de 1946, no obstante que dichas declaraciones de derechos
fueron admitidos en el Preámbulo de la Constitución de 1958. Los propios redactores de la
Constitución confirmaban con su dicho tal imposibilidad. Sin embargo, en una
interpretación acorde con el principio de la supremacía de la Constitución, el Consejo
Constitucional, en una decisión de 16 de julio de 1971, se declaró competente para anular
leyes contrarias a los derechos y libertades fundamentales.
 
De allí que las reglas contentivas de ciertos parámetros materiales relativos al
contenido de las diversas ramas en que se divide el derecho –criterio de afinidad–; o
formales, vinculados por ejemplo, al rango de los actos objetos de control; o subjetivos,
atinentes a las personas, órganos u organismos a quienes se imputa un agravio al orden
constitucional, si bien tienen utilidad interpretativa, no pueden tenerse por criterios
suficientes y únicos de interpretación constitucional y tendrán relevancia al efecto en tanto
en cuanto el principio de supremacía constitucional –del que derivan– determine, en la
circunstancia del caso concreto, su vinculación al ejercicio o protección de derechos
constitucionales. Quiere decirse con ello, que dichos criterios están en todo tiempo
subordinados a la función de garantía de los derechos fundamentales y no al contrario.
 
Por tanto, las atribuciones de la Sala Constitucional, referidas en el artículo 336 de
la Constitución, deben entenderse como expresiones jerárquicas y procesales del sistema de
salvaguarda de la Constitución y de las actividades a través de las cuales, históricamente, se
han venido desempeñando los tribunales con competencia en materia de garantía
constitucional. Tales atribuciones, en función del principio de supremacía constitucional,
definen una determinada tarea, que, por derivada, corresponde a la naturaleza mas no
cubren la esencia toda de la materia constitucional, lo cual es tanto como decir que, si bien
esos perfiles están presentes en la propia Constitución y aun en normas de rango inferior,
cumplen en gran medida un rol procesal en el campo restringido para el cual el
constituyente o el legislador los previó, pero, no pueden ser usados como criterios de
interpretación que agoten la institución de la tutela constitucional que le corresponde a esta
Sala.
 
De la Revisión Extraordinaria de Sentencias
de las demás Salas del Tribunal
 
1.- Desde esta perspectiva, tiene firme asidero la posibilidad de que este Máximo Intérprete
revise decisiones, autos o sentencias de las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia
que contraríen la Constitución o las interpretaciones que sobre sus normas o principios haya
fijado la Sala. Ello es así, en primer lugar, desde que dichos operadores judiciales están
también, a tenor de lo que expresa el primer párrafo del artículo 334 de la Constitución
“...en la obligación de asegurar la integridad de esta Constitución”. De igual modo, están
obligadas las demás Salas, conforme al primer párrafo del artículo 335 constitucional, a
garantizar “...la supremacía y efectividad de las normas y principios constitucionales”, y
serán, en sus respectivas jurisdicciones y según sus competencias, los máximos y últimos
intérpretes de esta Constitución. Asimismo, en sus respectivas jurisdicciones y según sus
competencias, velarán por su uniforme interpretación y aplicación. Ello significa que las
demás Salas están siempre vinculadas directamente a los principios y normas de su
competencia, por lo que su tarea interpretativa la cumplen conforme a la potestad que les
confiere la Constitución; del mismo modo, a esta Sala Constitucional corresponde la
jurisdicción constitucional y la protección de la Constitución, como lo disponen los
artículos 266.1, 334.1, 335 y 336.1 eiusdem.
 
Dicha potestad de revisión se deduce positivamente del artículo 335 eiusdem,
cuando afirma que las “interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre el
contenido y alcance de las normas y principios constitucionales son vinculantes para las
otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás Tribunales de la República”. Tal
vinculación no podría ser meramente ética, como lo era la Ley para el Monarca en un
estadio de la evolución política del Estado Moderno, quien estaba supuesto a cumplirla en
tanto código valorativo de conducta, pero no existía poder alguno, más que su propia
conciencia, para hacer que la cumpliera.
 
No estamos frente a una situación siquiera parecida a la que fue objeto de la reseña
anterior. Nuestra Constitución, por el contrario, al vincular a las demás Salas de este
Tribunal Supremo a la doctrina de la Sala Constitucional (artículo 334, primer párrafo y
articulo 335, segundo párrafo), según el principio de supremacía de la Constitución, y al dar
potestad a esta Sala Constitucional para tutelar la Carta Magna como cúspide de la
Jurisdicción Constitucional, en ejercicio del Poder de Garantía Constitucional, deviene,
pues, autorizada para revisar tanto las decisiones que dicten las demás Salas en
contravención de la Norma Fundamental, como en oposición a las interpretaciones que de
la Constitución asiente la Sala Constitucional.
 
 
2.- Por otra parte, algún autor ha expresado que la garantía de la Constitución de
cara a la actuación inconstitucional de las demás Salas del Tribunal Supremo podría
ensayarse por otras vías de solución de orden institucional, mas no propiamente judiciales.
Frente a esta afirmación, esta Sala considera que tales mecanismos carecen de la
objetividad, imparcialidad y formalidad de los propiamente judiciales. Un ejemplo de ello
es el siguiente. Andre Hauriou, teniendo frente a sí los mecanismos de presión a que debía
recurrir la Asamblea Nacional francesa para garantizar el apego del Ejecutivo a la
Constitución (donde la amenaza de dimisión por parte del cuerpo legislador era incluso
aconsejada como último recurso para modificar ciertas actitudes gubernamentales), desliza
la siguiente queja: “...el hecho de que los actos del ejecutivo no estén sometidos al Consejo
Constitucional y de que la facultad de discutir la constitucionalidad de una ley no haya
sido concedida a los ciudadanos, restringe mucho el alcance de esta institución (del
Consejo Constitucional), que aparece más como un medio del que dispone el ejecutivo
para asegurar su supremacía sobre el Parlamento, que como el testimonio de una voluntad
de someter en todas sus manifestaciones, el Estado al Derecho” (Derecho Constitucional e
Instituciones Políticas, Barcelona, Ariel, Trad. Por J. A. González, 1971, p. 173). Hauriou
señala, además, que muchas veces, al no ser ejercidas o al fallar las medidas extremas de
coacción y a falta de medios formales de impugnación, tales actos u omisiones contrarios a
la Constitución quedaban impunes.
 
 
Visto que nuestra Constitución si da testimonio –parafraseando al autor citado- de
una voluntad de someter en todas sus manifestaciones el Estado al Derecho, la Sala ha
precisado su competencia, tanto por lo que hace a la revisión de las decisiones de las demás
Salas del Tribunal que violen alguna regla o principio constitucional, como respecto a
aquellas decisiones que contraríen la doctrina que ésta fije (ver al respecto sentencias núms.
520 de 7-06-2000 y 1115 de 4-10-2000).
 
 
 
Alcance de la Revisión Extraordinaria de sentencias de las
demás Salas del Tribunal Supremo
 
1.- La potestad de revisión abarca, pues, tanto las decisiones que se denuncien
violatorias de la doctrina de la Sala Constitucional, como las decisiones que infrinjan
principios o reglas de rango constitucional, siempre que hubieren sido dictadas con
posterioridad a la entrada en vigencia de la Constitución. Ello en razón de que sería un
contrasentido que la Sala Constitucional (órgano en ejercicio del Poder de Garantía
Constitucional), pueda vincular con sus decisiones a las demás Salas (cúspides en sus
respectivas jurisdicciones: penal, civil, político-administrativa, social, electoral, plena),
pero que éstas no estuvieran vinculadas a la Constitución más que formalmente, y sus
posibles decisiones inconstitucionales, no estén sujetas a ningún examen. No es lógico que
la fuente del ordenamiento político-jurídico de nuestro país no pudiera, según esta tesis,
contrastarse con las decisiones de las demás Salas, pero, que sí cupiera el contraste de estas
decisiones con la doctrina de la Sala Constitucional, que es realización de esa Norma
Fundamental.
 
Tal conclusión resulta, por decir lo menos, aconstitucional. Tanto como pretender
que sólo tienen opción de solicitar la revisión de tales sentencias, aquellos ciudadanos
cuyos casos hayan felizmente coincidido con una sentencia previa de esta Sala
Constitucional donde se haya vertido algún criterio vinculante para las demás Salas. Si la
Sala Constitucional nada ha dicho al respecto, ¿el ciudadano debe soportar la violación a
sus derechos o garantías constitucionales por esa sola razón?. Por otra parte, cabría
formular otra pregunta: ¿cuánto tiempo debe pasar antes que la Sala logre desarrollar una
doctrina densa, amplia y diversa sobre aspectos fundamentales, que haga posible cumplir
esta garantía de revisión?. Esta Sala considera que tal postura sería incorrecta, en razón de
que los ciudadanos no pueden quedar en la incertidumbre, sujetos a que tal doctrina se
desarrolle.
 
Por otra parte, en refuerzo de lo dicho, la doctrina que ha dado por sentada esta Sala
Constitucional desde su primera sentencia, es que la Constitución es Norma Suprema
aplicable, respecto a los aspectos orgánicos y de derechos fundamentales, inmediatamente
(ver n° 1 de 2-01-00).
 
Respecto al artículo 1 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
 
1.- Visto que de la propia Constitución se colige la potestad de esta Sala de revisar
las decisiones de las demás Salas de este Máximo Tribunal, y siendo que esta regla tiene un
contenido distinto al que estableció el legislador en el artículo 1 de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia, conforme al cual, no se admitirá recurso alguno contra las
decisiones de las Salas que conformaban la entonces Corte Suprema de Justicia, es por lo
que, en principio, dicho precepto legal devendría parcialmente nulo, por efecto de la
Cláusula Derogatoria Única de la Constitución, según la cual, quedó “... derogada la
Constitución de la República de Venezuela decretada el veintitrés de enero de mil
novecientos sesenta y uno (y el) resto del ordenamiento jurídico mantendrá su vigencia en
todo lo que no contradiga a esta Constitución”.
 
No obstante, en aplicación de la doctrina jurisprudencial de la interpretación
constitucional de todo el ordenamiento (v. Sentencia n° 1225, de fecha 19-10-00), el
sentido que hace compatible el artículo 1 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia con artículo 335 de la Constitución, en lo que toca al recurso de revisión de las
sentencias de las demás Salas del Tribunal Constitucional por esta Sala Constitucional, es
que el referido precepto de la Ley Orgánica en mención, al ser instituido por la
Constitución un recurso de revisión constitucional extraordinario, sólo se refiere a los
recursos preexistentes y supervivientes a la Constitución de 1999, distintos al recurso
extraordinario de revisión constitucional de sentencias de las demás Salas del Máximo
Tribunal. Así se establece.-
 
2.- En este contexto es que debe entenderse la decisión n° 158 de 28-03-00 de esta
Sala, la cual es un antecedente en cuanto a este punto. En ella fue declarado improcedente
un recurso de nulidad por inconstitucionalidad del tantas veces mencionado artículo 1 de la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.
 
Respecto a la igualdad jerárquica de las Salas del
Tribunal Supremo de Justicia
 
1.- En el mismo fallo mencionado anteriormente, esta Sala dejó sentada la igualdad
jerárquica entre las Salas que componen al Tribunal Supremo.
 
Según lo reseñado ampliamente, el principio de supremacía, que explica la potestad
de la Sala para ejercer la revisión de las sentencias provenientes de las demás Salas, que se
pretendan inconstitucionales, atiende a la “vinculación más fuerte” de la Constitución
respecto a todos los actos del Poder Público, en la tradición del constitucionalismo
norteamericano (higher, superior obligation and validity), seguido por los alemanes
(stärkere Bindung, gesteigerte Verpflichtungskraft des Grundgesetzes). Por lo tanto, su
imperatividad es política, ejecutable a través de medios judiciales, y priva sobre muy
respetables pero secundarios criterios organizacionales, como lo sería el de jerarquía, por lo
que siendo las Salas iguales desde el punto de vista jerárquico, la función de garantía
constitucional que ejerce esta Sala Constitucional, exige la puesta en práctica del recurso de
revisión anotado, aun ante la igualdad que fue destacada en la decisión n° 158.
 
Cabe recordar que un argumento como el que se controvierte, fue el que puso en
jaque el avance que significó el reconocimiento de los derechos fundamentales luego de la
Revolución Francesa. Se elevó el criterio técnico político de la separación de poderes a una
expresión tal de autonomía que provocó el aislamiento entre el poder ejecutivo, el poder
legislativo y el poder judicial, al punto de que fueron impuestas penas a los jueces que
osaran juzgar a la administración, pues tal cosa se entendía contraria al principio de
separación de poderes, en virtud de que unos no eran superiores respecto a los otros. Se
entendió tardíamente, que tal separación, siendo tal, no significa aislamiento. Así pues, no
debe entenderse que igual jerarquía implica el no ejercicio de la función de garantía. Tal
función es, tiene que ser, en razón de los valores que realiza y de la fuerza cohesionadora
que cumple del cuerpo social, resistible respecto a la inconstitucionalidad, y su instrumento
está constituido, precisamente, por los órganos de la jurisdicción constitucional.
 
La Sala estima, en definitiva, que el ejercicio de la jurisdicción constitucional,
conforme lo prevé el artículo 266.1 y el Título VIII sobre la Protección de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, no implica superioridad jerárquica de la Sala
Constitucional, sino potestad para garantizar la supremacía Constitucional, conforme al
Estado de derecho y de justicia, proclamado por la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela. La doctrina constitucional clásica ha asignado al Máximo
Tribunal la atribución de dirimir los conflictos dentro de los poderes públicos ex
auctoritate, pese al principio de la división del poder y la propiedad de las potestades que
corresponden a cada rama del poder público. De modo que cuando el artículo 335 eiusdem
atribuye a la Sala competencia para revisar las sentencias de las otras Salas, conforme a las
disposiciones constitucionales citadas, no afecta el artículo 136 eiusdem, sino que consagra
una atribución exigida por la racionalidad del sistema democrático, a saber, la de la garantía
jurisdiccional de la supremacía y efectividad de las normas y principios constitucionales,
conforme lo dispone el artículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela. En suma, la competencia revisora de la Sala Constitucional no es jerárquica
sino potestativa, y así se declara.
 
En este orden de ideas, esta Sala declara su competencia respecto al recurso
planteado, el cual, debido a su contenido, ha sido reconducido al recurso de revisión
extraordinario contra decisiones de las demás Salas del Tribunal Supremo, de acuerdo con
el Principio de Supremacía de la Constitución, el cual emerge del contenido de los artículos
266.1, 334 y 335 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en
concordancia con el artículo 336, numeral 1, eiusdem. Así se decide finalmente.-
 
-III-
MOTIVACIONES PARA DECIDIR
 
La Sala, en consonancia con los conceptos expresados, ponderó las circunstancias y
los elementos de juicio que aportaban los autos en el caso sub júdice, con el fin de
determinar si existían flagrantes violaciones al texto constitucional que hubiesen ameritado
abrir a revisión la sentencia adversada, y concluye que en el presente caso no debe ejercer
tal potestad discrecional, puesto que el acto judicial sometido a su conocimiento no
contradice decisión alguna proferida por esta Sala ni quebranta preceptos o principios
contenidos en nuestra Carta Magna.
 
Así tenemos que la Sala de Casación Social, en ejercicio de sus atribuciones,
resolvió un recurso de casación por defecto de actividad e infracción de ley, interpuesto por
la parte actora en contra de la sentencia dictada el 6 de julio de 1999, por el Juzgado
Superior Accidental del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado
Zulia y lo declaró sin lugar al considerar, previo análisis de los alegatos de incongruencia
positiva, que no existía el vicio de inmotivación de la sentencia, argumentando, denuncia
por denuncia, el por qué de tal improcedencia.
 
En relación con las denuncias por infracción de ley, la Sala de Casación Social,
refirió en su decisión “[...] Para denunciar suposición falsa, por desviación ideológica,
debió el formalizante comenzar por indicar cuál es la precisa declaratoria del Juez, para
luego compararlo con el texto de la prueba respecto a la cual cometió el error, lo cual
omite el formalizante... la renuncia de los derechos no constituye un hecho, sino una
conclusión del sentenciador, a la cual arriba luego de aplicar el derecho a los hechos
alegados y probados, por tal razón no puede ser combatida ante la casación por
suposición falsa [...]”. A lo largo de la resolución del recurso, la referida Sala de Casación
Social, dejó plasmado que la sentencia recurrida –emanada del juez superior- se compadece
con el principio de motivación y congruencia que debe existir en todo pronunciamiento
judicial. Sostener lo contrario afectaría al demandante –el trabajador-, por versar el juicio
sobre materia laboral, cuyos derechos son irrenunciables.
 
Dictamina la Sala que los hechos debatidos en el juicio llevado a casación, dada su
armonía con el marco constitucional, no ameritan el uso del medio extraordinario de
impugnación en que consiste la revisión, el cual también puede operar de oficio frente a la
violación o desconocimiento de preceptos, derechos, principios o valores consagrados y
reconocidos tanto por el ordenamiento jurídico constitucional como por los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la República, incluso,
como se dejó dicho, debido a su universalidad, contra sentencias de las demás Salas de este
Alto Tribunal, siempre y cuando en sus dictámenes se observen graves inconsistencias de
orden jurídico. Así se decide.
 
-IV-
DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO
 
 
Respecto a la solicitud de amparo constitucional contra decisiones judiciales
efectuada por los accionantes con apoyo en las argumentaciones que motivaron la revisión,
establece el artículo 4 de la Ley Orgánica respectiva que ésta debe ser interpuesta ante un
Tribunal Superior al que emitió el pronunciamiento. En el caso sub exámine, la misma fue
ejercida contra la Sala de Casación de Casación Social de este Tribunal Supremo de
Justicia, máxima autoridad en la jerarquía jurisdiccional para resolver el amparo planteado,
respecto del cual no es posible hablar de un “Tribunal Superior al que emitió el
pronunciamiento” (cursivas de la Sala).

Por tanto, esta Sala Constitucional, en ejercicio de la función jurisdiccional, debe


señalar que a tenor de lo dispuesto en el numeral 6 del artículo 6 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales: “No se admitirá la acción de
amparo: “...(omissis) Cuando se trate de decisiones emanadas de la Corte Suprema de
Justicia”. En consecuencia, estando la pretensión de amparo constitucional incursa en la
causal transcrita, resulta forzoso declararla inadmisible. Así se declara.-
 
-V-
DE LA MEDIDA CAUTELAR
 
En relación con la solicitud de la medida cautelar innominada efectuada por los
apoderados judiciales de la empresa Baker Hughes S.R.L., visto el pronunciamiento que
antecede, la Sala considera su estudio innecesario, como tampoco emitir pronunciamiento
alguno respecto de la solicitud efectuada por el apoderado judicial del ciudadano Boris José
Hernández Bolaño, quien resultó favorecido por la sentencia dictada en casación. Así
también se declara.
 
-VI-
DECISION
 
En razón de las consideraciones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia
en Sala Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad
de la Ley, declara IMPROCEDENTE la solicitud de revisión de la sentencia pronunciada
el 10 de mayo de 2000, por su Sala de Casación Social, efectuada por los abogados Miguel
Jacir H. y Pedro Báez M., en su carácter de apoderados judiciales de la sociedad mercantil
BAKER HUGHES S.R.L. e INADMISIBLE la solicitud de amparo constitucional. En
consecuencia, ordena remitir por Secretaría copia certificada de esta decisión a la referida
Sala y también al Juzgado Superior Accidental del Tránsito y del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Estado Zulia, para los fines consiguientes.
 
Publíquese, regístrese, comuníquese y archívese el expediente. Cúmplase lo
ordenado.
 
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, a los 25 días del mes de ENERO del año dos mil uno.
Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
El Vicepresidente,
 
 
JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

 
Los Magistrados,

 
 
ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA JOSÉ M. DELGADO OCANDO
Ponente
 

PEDRO RONDÓN HAAZ

 
 
El Secretario Interino,
 
 
TITO DE LA HOZ
 
 
 
JMDO/ns.
Exp. nº 00-1712

MAGISTRADO PONENTE: JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO


 
En fecha 7 de julio de 2000, la abogada BLANCA ZAMBRANO
CHAFARDET, inscrita en el Inpreabogado bajo el No. 28.689, actuando con el
carácter de apoderada judicial de la empresa MADISON LEARNING CENTER,
C.A., sociedad mercantil de este domicilio, inscrita en el Registro Mercantil de la
Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, bajo el No. 35, tomo
57-A Sgdo, de fecha 26 de abril de 1978, interpuso ante el Juzgado Superior
Quinto del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, acción de amparo constitucional contra la decisión dictada por el
Juzgado Séptimo de Primera Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas, en fecha 28 de febrero de 2000, mediante la
cual declaró con lugar la acción de calificación de despido intentada por la
ciudadana ASTRID ALCALÁ DE HERNÁNDEZ, contra la empresa anteriormente
citada, y en consecuencia le ordenó a la empresa el reenganche de la trabajadora
a su puesto de trabajo en las mismas condiciones que tenía para el momento del
despido y el pago de salarios caídos desde la fecha de su despido hasta su real y
efectiva reincorporación.
 
Según la accionante el amparo comentado fue interpuesto por la presunta
violación al debido proceso y al derecho a la defensa consagrados en el artículo
49 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en concordancia
con lo dispuesto en los artículos 1 y 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, los artículos 118 y 119 de la Ley Orgánica
del Trabajo y los artículos 14, 15 y 267 del Código de Procedimiento Civil.

Mediante dicha acción la representante judicial de la empresa


presuntamente agraviada manifestó que el juez presuntamente agraviante incurrió
en error judicial, puesto que, al haber estado el proceso paralizado desde
septiembre de 1998 hasta el 14 de febrero de 2000, lo procedente en su opinión,
era declarar de oficio la extinción del proceso con la perención de la instancia, en
lugar de abocarse al conocimiento de la causa y ordenar se notificaran a las partes
para reanudar el proceso. Igualmente, manifestó la accionante que el juez había
incurrido en otro error inexcusable “...al atribuirle a una norma jurídica (artículo
105 de la Ley Orgánica del Trabajo), consecuencias jurídicas que no tiene, al
determinar una confesión ficta, por el hecho que, nuestra representada no le haya
hecho a la actora la participación de despido en forma descriptiva de los hechos
que lo motivan, eso constituye una falta de intelecto en la interpretación de la
norma”.
 
En consecuencia, solicitaron en primer lugar al tribunal constitucional que
anulara la decisión del Juzgado Séptimo de Primera Instancia del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, de fecha 28 de febrero
de 2000; y en segundo lugar, la accionante solicitó se decretara como medida
cautelar, la suspensión de la ejecución de la sentencia hasta tanto se decida la
acción de amparo, solicitud que realizó de conformidad con el parágrafo primero
del artículo 588 en concordancia con lo establecido en el artículo 585 del Código
de Procedimiento Civil.
En fecha 1 de agosto de 2000, el Juzgado Superior Quinto del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, declaró sin lugar por
inadmisible la solicitud de amparo propuesta por existir otras formas procesales
idóneas que la accionante podía ejercer.
 
El 2 de agosto de 2000, la accionante apeló de la decisión por cuanto a su
parecer la misma no está ajustada a derecho.
 
En fecha 14 de agosto de 2000, mediante oficio No. 2.986 el Juzgado
Superior Quinto del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana
de Caracas remitió a esta Sala Constitucional el expediente contentivo de la
presente acción de amparo para que resolviera la apelación ejercida. En esa
misma fecha se dio cuenta en Sala del expediente y se nombró ponente al
Magistrado que con tal carácter suscribe el presente fallo.
 
En fecha 17 de agosto de 2000 los abogados ALEXIS ANTONIO FEBRES y
BLANCA ZAMBRANO CHAFARDET, actuando en representación de la empresa
accionante, presentaron escrito fundamentando su apelación y el 3 de octubre del
mismo año la apoderada judicial de la ciudadana ASTRID ALCALÁ DE
HERNÁNDEZ, presentó escrito donde expuso sus razones por las cuales
considera que la acción de amparo propuesta y la apelación deben ser declaradas
sin lugar.
 
Realizado el estudio correspondiente, se pasa a dictar sentencia,
previas las siguientes consideraciones:
 
 
 
DEL RECURSO DE APELACIÓN
 
En opinión de la parte accionante, la decisión del Juzgado Superior
Quinto del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana
de Caracas incurrió en “una confusión y contradicción de su misma
decisión”. Así mismo sostienen los recurrentes que dicha decisión los
coloca en una situación “de total y absoluta indefensión e infringe el
artículo 49, numeral 1º, de nuestra Carta Magna vigente, cuando realiza un
pronunciamiento de fondo de nuestra acción de amparo y después concluye
con declarar SIN LUGAR por inadmisible el recurso de amparo...”.
 
La parte accionante sostiene que la decisión de la recurrida les violó
sus derechos al declarar inadmisible la acción y a la vez resolver el fondo
del asunto al establecer que “...la reanudación de la causa, no puede
entenderse que el expediente se encontraba en fase de sustanciación y que,
por tanto, operaba la perención, sino que debe entenderse que el juez
continuaría la causa, con la actuación que correspondía, que no es otra cosa
que el pronunciamiento del fallo”.
 
Finalmente, los accionantes recurrentes manifestaron que “el juez de
la recurrida, ha incurrido en violación del debido proceso y derecho de
defensa, al declarar SIN LUGAR por inadmisible la acción de amparo
interpuesta, después de pronunciarse al fondo sobre un aspecto de la
denuncia de violación de derechos y garantías constitucionales y no restituir
la situación jurídica infringida, como era su deber, y más cuando ni siquiera
analizó la sentencia cuestionada que indefectiblemente incurrió en un
grosero y arbitrario “ERROR JUDICIAL”, por lo tanto deberá ser revocada la
decisión apelada y como consecuencia de ello, entre a conocer de OFICIO,
esa Sala Constitucional de la delación denunciada y declare su
procedencia, dejando nula y sin efecto alguno la sentencia de fecha 28 de
febrero de 2000 dictada por el Juzgado Séptimo de Primera Instancia del
Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas,
por evidente error judicial, y en esa forma quedaría restituida la situación
jurídica infringida de conformidad con lo previsto en el Numeral Octavo (8º)
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.”.
 
DE LA SENTENCIA APELADA

En fecha 1º de agosto de 2000, el Juzgado Superior Quinto del


Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas,
declaró sin lugar por inadmisible la acción de amparo intentada por los
apoderados judiciales de la empresa MADISON LEARNING CENTER, C.A.,
fundamentando su decisión de la siguiente manera:
 
Según la decisión recurrida, la solicitud de amparo se fundamentó
en dos circunstancias, una, que no se conocía la fecha para que el tribunal
de primera instancia dictara sentencia y, la otra, porque el juez de la
causa no declaró la perención de la instancia.

Por lo tanto, el juez constitucional analizó las diversas actuaciones


existentes en el expediente y con base en la normativa vigente concluyó
que “...el juez de la primera instancia no podía declarar un perecimiento que
no había operado”
“Si la parte presuntamente agraviada quería saber la etapa del juicio
en que se encontraba, o cuando venció el lapso probatorio, ha debido
solicitar la información en el propio expediente y no esperar a que se
hubiese dictado sentencia para ahora interponer un recurso (sic) de amparo,
pretendiendo con ello sustituir las formas procesales previstas por el
legislador...” .
 
En consecuencia, al tener la parte accionante un mecanismo idóneo
y efectivo para impugnar la decisión dictada en fecha 28 de febrero de
2000, por el Juzgado Séptimo de Primera Instancia del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, el tribunal
constitucional declaró sin lugar por inadmisible la acción ejercida.

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR


 
En primer lugar, esta Sala pasa a pronunciarse acerca de su
competencia para conocer de la apelación interpuesta por los apoderados
judiciales de la sociedad mercantil MADISON LEARNING CENTER, C.A.,
contra la decisión del Juzgado Superior Quinto del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, de fecha 1º de
agosto de 2000, en la cual se declaró sin lugar por inadmisible la acción de
amparo propuesta. En tal sentido, reiterando los criterios sostenidos en las
sentencias de fecha 20 de enero de 2000 (casos Emery Mata y Domingo
Ramírez Monja), esta Sala se declara competente para conocer de la
presente causa por tratarse de una apelación contra una decisión de un
Juzgado Superior que conoció de la acción de amparo en primera
instancia. Así se declara.
 
Habiendo quedado establecida la competencia, esta Sala pasa a
pronunciarse sobre la apelación ejercida, y al respecto se observa:
 
La accionante apelante denunció que el juez del Juzgado Superior
Quinto del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana
de Caracas, incurrió en contradicción al señalar en la sentencia que la
acción de amparo se declara sin lugar por ser inadmisible, ya que con
anterioridad el juez la había admitido y no podía en un acto posterior
inadmitirla. Al respecto esta Sala señala lo siguiente:
En relación a la admisión de la acción de amparo, esta Sala
considera necesario destacar que al igual que la admisión de la demanda,
el auto que en ese sentido se dicta no prejuzga sobre el fondo, sino que
constatado que se llenan los requisitos mínimos para dar curso a la acción
y a la demanda, se ordena tramitarla, con el fin que en el fallo definitivo se
analice y examine todo lo referente al fondo, y se revise de nuevo la
existencia de los requisitos de admisibilidad en esa etapa del proceso. En
consecuencia, a pesar de ser la admisión de la acción un requisito
necesario para el inicio del procedimiento, ya que es a través de esta figura
que el juez determina si la acción incoada debe o no tramitarse, eso no
quiere decir que ese es el único momento dentro del proceso en el cual el
juez puede declarar la inadmisibilidad de una acción, ya que, puede darse
el caso en el cual el juez al estudiar el fondo del asunto planteado,
descubre que existe una causal de inadmisibilidad no reparada por él, la
cual puede ser pre-existente, o puede sobrevenir en el transcurso del
proceso, y es en ese momento cuando el juez debe declarar inadmisible la
acción; así ha quedado establecido en jurisprudencia reiterada de esta
Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y en jurisprudencia
de la antigua Corte Suprema de Justicia.

Ahora bien, en el presente caso, el juez constitucional admitió la


acción de amparo propuesta y procedió a estudiar el expediente en
relación con la supuesta violación proveniente de la ausencia de la
declaratoria de perención por parte del tribunal de primera instancia, pero
al realizar dicho estudio, el mencionado Juez Superior Quinto constató
que tal violación no existió ya que según expuso en su decisión: “...el Juez
de la primera instancia no podía declarar un perecimiento que no había
operado”, en consecuencia, la sentencia había sido dictada por el juez
competente, y al habérseles notificado a las partes que el proceso
continuaría, se encontraban a derecho, y podían recurrir del fallo por los
medios procesales idóneos para ese fin, como es el caso de la apelación. Es
en ese momento (de dictar sentencia) en el cual el juez constitucional
observó que la acción de amparo propuesta no podía ser admitida, ya que
existe jurisprudencia reiterada de este Tribunal Supremo de Justicia
donde se establece la impertinencia de utilizar la vía de la acción de
amparo para la obtención de un fin, respecto del cual, existen otros
recursos para lograr su expedita obtención, pues, permitir tal proceder,
implicaría subvertir el orden legal establecido, y ello produciría el desuso e
incumplimiento de todos los dispositivos procedimentales previstos por
nuestro legislador; por lo tanto, el Juez Superior Quinto del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas debía declarar
inadmisible la acción de amparo propuesta por existir una vía judicial
ordinaria idónea, como en efecto lo hizo, y al ser declarada inadmisible la
acción, el juez constitucional no tiene porque revisar el contenido de las
demás denuncias presentadas por medio de esa acción de amparo.
 
En consecuencia a lo anteriormente expuesto, lo procedente en este
caso es declarar sin lugar la apelación ejercida por los apoderados
judiciales de la sociedad mercantil MADISON LEARNING CENTER, C.A., y
así se declara.
 
DECISION
 
Por las razones anteriormente expuestas, esta Sala Constitucional, del
Tribunal Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la Ley, declara SIN LUGAR la apelación
interpuesta por los apoderados judiciales de la sociedad mercantil MADISON
LEARNING CENTER, C.A., contra la decisión dictada por el Juzgado
Superior Quinto del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, de fecha 1º de agosto de 2000, y en consecuencia
se CONFIRMA dicha decisión.
 
Publíquese y regístrese. Remítase el expediente al Juzgado Superior
Quinto del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana
de Caracas.
 
Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal
Supremo de Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los días del
mes de de dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º
de la Federación.
 
El Presidente de la Sala,
 
 
IVAN RINCON URDANETA
 
El Vicepresidente,
 
 
JESUS EDUARDO CABRERA ROMERO
Ponente
 
 
Los Magistrados,
 
 
 
JOSE MANUEL DELGADO OCANDO
 
 
 
ANTONIO GARCIA GARCIA
 
 
PEDRO RONDON HAAZ
 
El Secretario Temporal,
 
 
TITO DE LA HOZ
 
Exp. Nº: 00-2432
JEC/

SALA CONSTITUCIONAL
Magistrado Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero
 
En fecha 17 de octubre del año 2000, fue presentado por ante la Sala Constitucional
de este Tribunal Supremo de Justicia, escrito contentivo de la solicitud de amparo
constitucional interpuesta por el abogado Arturo Contreras Suárez, inscrito en el Instituto
de Previsión Social del Abogado bajo el Nº 20.592, actuando en nombre y representación
de los ciudadanos IVAN PACHECO ESCRIBA y WILLIAM IVAN PACHECO GARCIA,
venezolanos, mayores de edad, titulares de las cédulas de identidad 82.078.684 y
15.296.214 respectivamente, actualmente recluidos en el Centro Penitenciario de Los
Andes, ubicado en San Juan de Lagunillas, Estado Mérida, contra el auto dictado por la
Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Mérida de fecha 9 de agosto de
2000, mediante la cual “[...] se observa que en ésta se encuentran inhibidos Jueces
integrantes de esta Corte de Apelaciones (...) sin que este Superior Despacho cuente con los
Jueces Suplentes correspondientes, (por lo que) se PARALIZA la misma [la causa] hasta
tanto sean cubiertas tales vacantes”. Ello con ocasión del juicio penal que se sigue en contra
de éstos ante el Juzgado Primero de Primera Instancia para el Régimen Procesal Penal
Transitorio del Circuito Judicial Penal del Estado Mérida, por la presunta comisión del
delito de tráfico, distribución, ocultamiento y transporte de sustancias estupefacientes y
psicotrópicas.
 

 
Se dio cuenta en Sala en el mismo día 17 de octubre de 2000 y se designó ponente
al Magistrado Jesús Eduardo Cabrera, quien con tal carácter suscribe este fallo.
 
Cumplida la tramitación legal del expediente, pasa la Sala a dictar sentencia, previas
las siguientes consideraciones:
 
I
ALEGATOS DE LA PARTE ACTORA
 
La solicitud de amparo constitucional interpuesta, ha sido dirigida contra el auto
dictado en fecha 9 de agosto de 2000, por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial
Penal del Estado Mérida que a continuación se transcribe:
 
“Por cuanto al revisar la presente causa se observa que en esta se
encuentra(sic) inhibidos los Jueces integrantes de esta Corte de
Apelaciones, en este caso en particular, los Dres, JACOB ALFONSO
CALANCHE VILLAMIZAR y JOSE HUGOLINO DE JESUS PRIETO, sin
que este Superior Despacho cuente con los Jueces Suplentes
correspondientes, se PARALIZA la misma hasta tanto sean cubiertas tales
vacantes, y ASI SE DECIDE”.
 
La representación judicial de los accionantes manifiesta:
 
1) Que en fecha 1º de noviembre de 1996, el extinto Juzgado Quinto de Primera
Instancia en lo Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Mérida, dictó auto de
detención en contra de sus representados por la presunta comisión del delito de “Trafico,
Distribución, Ocultamiento y Transporte (sic) de Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas” previsto y sancionado en el artículo 34 de la Ley Orgánica sobre Sustancias
Estupefacientes y Psicotrópicas, y que dicho auto fue confirmado por el extinto Juzgado
Superior Segundo de esa Circunscripción Judicial.
 
2) Que han transcurrido tres años, once meses y doce días de detención preventiva,
y que hasta el presente no se ha dictado sentencia definitiva en primera instancia.
 
3) Que el artículo 27 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
les otorga el derecho a ser amparados en el goce y ejercicio de sus derechos y garantías
constitucionales, así como el artículo 26 eiusdem les otorga el derecho a obtener una
justicia sin dilaciones indebidas, razón por la cual denuncian como infringido su derecho a
la tutela judicial efectiva.
 
4) Que se les ha violado el derecho constitucional al debido proceso, contemplado
en el artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, sobre todo
en lo que respecta al derecho a ser oído en cualquier clase de proceso, con las debidas
garantías y dentro del plazo razonable determinado legalmente por un tribunal competente.
 
5) Que de acuerdo al segundo aparte del artículo 25 de la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre, todo individuo tiene derecho a que el juez verifique
sin demora la legalidad de la medida y a ser juzgado sin dilación injustificada o, de lo
contrario, a ser puesto en libertad; y que, el numeral 5 del artículo 7 del Pacto de San José
establece que toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora ante un juez u
otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a
ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesto en libertad, sin perjuicio de que
continúe el proceso y, el artículo 8 del mismo Pacto, señala que ha de ser juzgado dentro
de un plazo razonable.
 
6) Que similar disposición contempla el artículo 9 del Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos, e indica que la disposición del artículo 253 del Código
Orgánico Procesal Penal en su único aparte prevé que las medidas de coerción personal en
ningún caso podrán sobrepasar la pena mínima prevista para cada delito ni exceder el plazo
de dos años.
 
7) Finalmente, solicita se restablezca la situación jurídica infringida por la Corte de
Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Mérida, y “(...) que se ordene su
inmediata libertad, toda vez que dicha privación judicial de libertad, resulta violatoria de
los derechos constitucionales, aquí expresamente invocados[...]”.
 
II
DE LA COMPETENCIA

En primer lugar, esta Sala pasa a pronunciarse acerca de su competencia para


conocer de la acción de amparo propuesta en forma autónoma por el apoderado judicial de
los ciudadanos IVAN PACHECO ESCRIBA y WILLIAM IVAN PACHECO GARCIA,
contra el auto dictado por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado
Mérida, de fecha 9 de agosto de 2000, y, en tal sentido, reiterando los criterios sostenidos
en las sentencias de fecha 20 de enero de 2000 (casos Emery Mata y Domingo Ramírez
Monja), esta Sala se declara competente para conocer de la presente causa. Así se declara.
 
 
III
MOTIVACIÓN PARA DECIDIR
 
Vistos los términos de la pretensión de amparo interpuesta, a los fines de verificar el
cumplimiento de los requisitos exigidos en la disposición contemplada en el artículo 18 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, la Sala encuentra
que dicha pretensión cumple los citados requisitos.
 
Del análisis del escrito contentivo de esta acción de amparo constitucional, la Sala
observa que las situaciones denunciadas se refieren a la violación del derecho a la tutela
judicial efectiva y al debido proceso, garantías constitucionalmente consagradas, pues, de
acuerdo a la representación judicial de los accionantes, el juzgador de la Corte de
Apelaciones que conoció del proceso penal incoado en contra de éstos, y donde se produjo
la inhibición de dos de los Jueces de esa misma Corte, ordenó la paralización de la causa
debido a la ausencia de suplentes.
 
Al respecto, reitera esta Sala que, ciertamente todas las personas llamadas a un
proceso, o que de alguna otra manera intervengan en el mismo en la condición de partes,
gozan del derecho y garantía constitucional a la tutela jurisdiccional efectiva, en el sentido
de tener igual acceso a la jurisdicción para su defensa, a que se respete el debido proceso, a
que la controversia sea resuelta en un plazo razonable y a que, una vez dictada sentencia
motivada, la misma se ejecute a los fines que se verifique la efectividad de sus
pronunciamientos.
 
Ahora bien, la representación de los accionantes en la misma fecha en que presentó
su escrito de amparo constitucional por ante la Sala Constitucional acudió ante la Sala de
Casación Penal de este Tribunal Supremo a los fines de presentar solicitud de radicación de
la causa con base en los mismos hechos que fundamentan el amparo solicitado. La Sala de
Casación Penal mediante decisión de fecha 23 de noviembre de 2000 acordó la radicación
del juicio en el cual supuestamente se producen las violaciones aquí denunciadas, en los
términos siguientes:
 
“El requerimiento del solicitante está fundamentado en la
paralización indefinida de la causa. Plantea, en tal sentido, que firme el
auto de detención, la ciudadana Juez Titular del Juzgado Quinto de
Primera Instancia de la Circunscripción Judicial del Estado Mérida, se
inhibió por ser hermano del defensor del imputado Williams Iván
Pacheco. Relata el solicitante que a partir de este momento se
inhibieron de conocer del caso: 1) el juez titular del Juzgado Superior
Segundo en lo Penal (quien habría de conocer la incidencia de la
inhibición del Juez de la causa), por razones de enemistad con el
defensor del imputado Pedro Williams Molina Rojas; 2) el juez
provisorio del Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Penal, por
haber emitido opinión, razón por la cual se remitieron las actuaciones a
la Corte de Apelaciones, habiéndose producido en esta instancia la
inhibición del juez designado ponente, por haber emitido opinión sobre
la causa y del presidente de dicha Corte, quien como consecuencia de
la situación planteada dictó un auto, en fecha 9 de agosto de 2.000,
acordando la paralización de la causa hasta tanto se convoque al juez
que haya de conocer de la misma.
También argumenta el solicitante que, para la fecha de la
solicitud de radicación (17 de octubre de 2.000), la causa aún se
encontraba paralizada, con la agravante de que su defendido ha
permanecido detenido por espacio de cuatro años, sin que se haya
dictado la sentencia definitiva de primera instancia.
Encontrándose la Sala dentro de la oportunidad legal, se pasa a
resolver la solicitud de radicación, en los siguientes términos:
Dispone el artículo 59 del Código Orgánico Procesal Penal
dispone (sic), que la radicación del juicio penal procede cuando se
hayan dado alguna de las circunstancias siguientes: a) delitos graves
cuya perpetración hubiere causado alarma, sensación o escándalo
público y b) paralización indefinida de la causa, después de presentada
la acusación por el fiscal o bien, por recusación, inhibición o excusa de
los jueces titulares, conjueces y suplentes.
Considera la Sala que en el curso del proceso incoado
por ante los Tribunales del Estado Mérida, contra los imputados Iván
Pacheco escriba (sic), Roger Alfonso Benitez, Claudia Patricia Báez,
Williams Iván Pacheco, Pedro Willian Molina, Rosalba García
Quintero y Helman Ortíz Rangel, han ocurrido una serie de
inhibiciones las cuales han conllevado una larga e indebida
paralización del proceso. Por consiguiente, es procedente su radicación
en un Tribunal de una distinta Circunscripción Judicial. Así se
declara”. (Caso IVAN PACHECO ESCRIBA. Sent. Nº 1525).
 
Vistas igualmente las condiciones de admisibilidad de la solicitud presentada ante la
Secretaría de esta Sala, a la luz de las causales de inadmisibilidad contempladas en el
artículo 6 de la referida Ley Orgánica, la Sala observa que los accionantes, optaron por
solicitar la radicación contra el fallo en referencia, es decir, optó por hacer uso de la vía
judicial ordinaria y, luego, contra la decisión que declaró la paralización del proceso,
ejercieron la acción de amparo constitucional.
 
Estima la Sala que la circunstancia de haber optado los accionantes por la vía de la
radicación, la cual constituía un medio idóneo para impulsar el proceso y evitar su demora,
lo que también significa tutela judicial efectiva, a juicio de esta Sala configura el supuesto
de inadmisibilidad previsto en el artículo 6, numeral 5, de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Así se declara.
 
DECISION
 
En virtud de las consideraciones anteriormente expuestas, este Tribunal Supremo de
Justicia, en Sala Constitucional, administrando justicia en nombre de la República por
autoridad de la ley, declara INADMISIBLE el amparo constitucional solicitado por los
ciudadanos IVAN PACHECO ESCRIBA y WILLIAM IVAN PACHECO GARCIA,
anteriormente identificados, contra la decisión dictada por la Corte de Apelaciones del
Circuito Judicial Penal del Estado Mérida de fecha 9 de agosto de 2000.
 
Publíquese y regístrese. Archívese el expediente. Cúmplase lo ordenado.
 
Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de
Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los 26 días del mes de ENERO de
dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente de la Sala,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
El Vicepresidente,
 
 
JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
Ponente
 
Los Magistrados,
 
 <o:p

SALA CONSTITUCIONAL

Caracas, 26 de enero de 2001

190° y 141

Consta en autos que, en fecha 29 de mayo de 2000, el

ciudadano ANDRÉS MÉNDEZ, titular de la cédula de identidad nº

7.122.329, diciendo actuar en su carácter de Presidente del Colegio de


Licenciados en Relaciones Industriales de Venezuela, dirigió un

telegrama a la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de

Justicia, contentivo de acción de amparo constitucional contra la

“Comisión Transitoria Legislativa Nacional” en la persona de su

Presidente y de la Subcomisión de Asuntos Sociales en la persona de

su Presidente y demás miembros: “... por menospreciar al proyecto de

Ley de Ejercicio de Relaciones Industriales...”, a cuyo efecto

denunció la amenaza de violación de sus derechos a obtener respuesta,

a la igualdad institucional y a la participación ciudadana, a cuyo

efecto invocó las disposiciones contempladas en los artículos 51 y 21

de la Constitución de la República.

Recibido el telegrama el 16 de junio de 2000, el Presidente

de la Sala Político-Administrativa del Máximo Tribunal lo remitió a

esta Sala de conformidad con el único aparte del artículo 83 de la Ley

Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

En esa misma fecha se dio cuenta en Sala y se designó

ponente al Magistrado Moisés A. Troconis Villarreal

En fecha veinte y siete de diciembre de dos mil, se

reconstituyó la Sala y se reasignó la Ponencia al Magistrado Pedro

Rafael Rondón Haaz.

 
ÚNICO
Reza el artículo 16 dela Ley Orgánica de Amparo sobre

Derechos y Garantías Constitucionales:


 
“Artículo 16.- La acción de amparo es gratuita por
excelencia. Para su tramitación no se empleará papel
sellado ni estampillas y en caso de urgencia podrá
interponerse por vía telegráfica. De ser así, deberá ser
ratificada personalmente o mediante apoderado dentro de
los tres (3) días siguientes . También procede su ejercicio
en forma verbal y, en tal caso, el Juez deberá recogerla en
un acta.” (Subrayado añadido)
 

Visto que no consta en autos que la acción de amparo a

que se ha hecho referencia y que fuere interpuesta por vía telegráfica

haya sido ratificada en la forma prevista en la norma supra transcrita,

ni tempestivamente ni fuera del lapso prescrito al efecto, la precitada

solicitud debe tenerse por no interpuesta y así, en nombre de la

República y por autoridad de la Ley, lo declara este Tribunal Supremo

de Justicia en Sala Constitucional.

Publíquese, regístrese y notifíquese.

El Presidente,

IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente,

JESÚS EDUARDO CABRERA

ROMERO
 

JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO


Magistrado
 
 
ANTONIO J. GARCÍA
GARCÍA
Magistrado
 
 
PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ
Magistrado-Ponente
 
El Secretario interino,
 
 
TITO DE LA HOZ
 

 
PRRH/fs/sn.-
Exp. No. 00-1887

SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO GARCÍA GARCÍA

En fecha 28 de junio de 2000 se recibió en esta Sala Constitucional proveniente de

la secretaría de la Sala Plena de este Tribunal Supremo de Justicia, el oficio Nº TPI–00-241,

mediante el cual se remitió el expediente Nº 0202 (de la nomenclatura de esa Sala),

contentivo de la acción de nulidad interpuesta por razones de inconstitucionalidad por los

ciudadanos FRANK DE ARMAS y CARLOS RAMÍREZ MACHADO, titulares de las

cédulas de identidad números 2.937.344 y 4.267.578, respectivamente, actuando con el

carácter de Presidente del Consejo Nacional de Comercio y los servicios

(CONSECOMERCIO), y de Presidente del Consejo Venezolano de la Industria


(CONINDUSTRIA), asistidos por los abogados HELIOS CASTELLS TORRES y

GONZALO ALVAREZ DOMÍNGUEZ, inscritos en el Impreabogado bajo los números

702 y 4.920, respectivamente, contra el Decreto Nº 1.971 dictado por el Ejecutivo Nacional

en fecha 18 de Abril de 1.983, publicado en la Gaceta Oficial Número 32.708 de fecha 20

de abril de 1.983, y “(...) al mismo tiempo, demandar la declaración de que, habiendo

cesado las causas razonadas expuestas por el Ejecutivo Nacional para restringir por los

Decretos 455, del 23 de enero de 1.961 y 674 del 8 de enero de 1.962, las garantías

constitucionales que lo fueron en los citados Decretos, el Ejecutivo Nacional y el Congreso

de la República se encuentran obligados a derogar este último. De manera, para el

supuesto de que la declaración que solicitamos sea declarada improcedente, demandamos

la declaración de que el Decreto 674 no permite dictar disposiciones normativas en

ninguna de las materias que aparecen ya normadas en la Ley de Protección al

Consumidor. Finalmente, para el caso de que la Corte estime si se encuentre vigente el

Decreto 674 del 8 de enero de 1.962 y considere que con fundamentación al mismo el

Ejecutivo Nacional puede dictar Decretos sobre las materias sancionadas en la Ley de

Protección al Consumidor, demandamos se resuelvan las colisiones contenidas entre las

sanciones previstas en dicha Ley y las contempladas en el Decreto 1.971 del 18 de abril de

1.983 (...)”.

En fecha 4 de agosto de 2000 se dio cuenta en esta Sala y se designó ponente al

Magistrado Hector Peña Torrelles.

Efectuada la nueva designación de los Magistrados de esta Sala


Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia mediante Decreto de la
Asamblea Nacional, la cual ha quedado integrada por los Magistrados IVAN
RINCÓN URDANETA, JESÚS EDUARDO CABRERA, ANTONIO
GARCIA GARCÍA, JOSÉ M. DELGADO OCANDO y PEDRO RONDÓN
HAAZ, en fecha 9 de enero de 2001 se designó Ponente al Magistrado que
con tal carácter suscribe el presente fallo.
Efectuado el estudio del expediente, para decidir se hacen las siguientes

consideraciones:

ANTECEDENTES

En fecha 20 de junio de 1.983 los ciudadanos Frank de Armas y Carlos Ramírez

Machado, asistidos por los abogados Helios Castells Torres y Gonzalo Alvarez Domínguez,

interpusieron por ante la entonces Corte Suprema de Justicia en Sala Plena la acción de

nulidad en los términos antes expuestos.

En fecha 11 de enero de 1.984 el Juzgado de Sustanciación de la entonces Corte en

Pleno, admitió cuanto ha lugar en derecho la acción de nulidad interpuesta y acordó

notificar al Ejecutivo Nacional, por órgano del Ministerio de Justicia, al Fiscal General de

la República y por ser procedente en este caso al Procurador General de la República,

emplazando a su vez mediante cartel a todos los interesados en el presente juicio

En fecha 16 de enero de 1.984 compareció por ante el Juzgado de Sustanciación el

abogado Helios Castells y consignó documento poder que le fuera otorgado a él y al

abogado Gonzalo Álvarez Domínguez por el Consejo Nacional del Comercio y de los

Servicios (CONSECOMERCIO), para que lo representaran en la tramitación de la acción

de nulidad.

Una vez efectuadas las notificaciones ordenadas, y publicado el cartel de

emplazamiento, se remitió el expediente a la Corte en Pleno, donde se dio cuenta el 6 de


agosto de 1.984, designándose ponente al Magistrado Domingo Antonio Coronil, y se fijó

para la segunda (2º) audiencia el comienzo de la relación.

En fecha 8 de agosto de 1.984, comenzó la relación de la causa y conforme a lo

establecido en el artículo 94 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, se fijó el

acto de informes.

En fecha 1 de octubre de 1.984, oportunidad pautada para que se efectuase el acto

de informes, se dejó constancia de que no comparecieron las partes.

En fecha 18 de octubre de 1984 se dio cuenta del escrito presentado por la

representante de la República.

En fecha 19 de noviembre de 1984, terminó la relación de la causa y se dijo

“VISTOS”.

En fecha 26 de noviembre de 1996 se reasignó la ponencia a la Magistrada Cecilia

Sosa Gómez; y el 26 de agosto de 1999, la Magistrada Belén Ramírez Landaeta, asumió la

ponencia del presente juicio, en virtud de la jubilación de la prenombrada Magistrada.

El 20 de julio de 2000, a través del oficio Nº TPI-00-241 la Secretaría de la Sala

Plena del Tribunal Supremo de Justicia, remitió a esta Sala Constitucional el expediente.

II

DE LA COMPETENCIA

Los accionantes señalaron que demandan la nulidad por razones de

inconstitucionalidad del Decreto Nº 1.971 dictado por el Ejecutivo Nacional en fecha 18 de

abril de 1983, publicado en la Gaceta Oficial Nº 32.708 de fecha 20 de abril de 1983, y

“(...) al mismo tiempo, demandar la declaración de que, habiendo cesado las causas

razonadas expuestas por el Ejecutivo Nacional para restringir por los Decretos 455, del 23

de enero de 1.961 y 674 del 8 de enero de 1.962, las garantías constitucionales que lo
fueron en los citados Decretos, el ejecutivo Nacional y el Congreso de la República se

encuentran obligados a derogar este último. De manera, para el supuesto de que la

declaración que solicitamos sea declarado improcedente, demandamos la declaración de

que el Decreto 674 no permite dictar disposiciones normativas en ninguna de las materias

que aparecen ya normadas en la Ley de Protección al Consumidor. Finalmente, para el

caso de que la Corte estime si se encuentre vigente el Decreto 674 del 8 de enero de 1.962

y considere que con fundamentación al mismo el Ejecutivo Nacional puede dictar Decretos

sobre las materias sancionadas en la Ley de Protección al Consumidor, demandamos se

resuelvan las colisiones contenidas entre las sanciones previstas en dicha Ley y las

contempladas en el Decreto 1.971 del 18 de abril de 1.983 (...)”

Al respecto, esta Sala Constitucional observa que fundamentalmente ha sido

ejercida en forma principal una acción de nulidad por razones de inconstitucionalidad en

contra del acto de efectos generales dictado por el Presidente de la República, mediante el

Decreto Nº 1.971 de fecha 18 de abril de 1983, publicado en la Gaceta Oficial Nº 32.708 de

fecha 20 de abril de 1983, a través del cual, con fundamento en lo establecido en el artículo

4 del Decreto Nº 674 de fecha 8 de enero de 1.962, publicado en la Gaceta Oficial Nº

26.746 de fecha 8 enero de 1.962, se dictaron normas para garantizar “(...) a la población

el normal abastecimiento de bienes y servicios, en condiciones razonables de precios y de

comercialización, así como evitar brotes especulativos y de acaparamiento”.

A los efectos de determinar la competencia, es preciso señalar que la Constitución

vigente distingue claramente la jurisdicción constitucional de la contencioso-administrativa,

delineando el alcance de ambas competencias en atención al objeto de impugnación, es

decir, al rango de los actos objeto de control y no a los motivos por los cuales se

impugnan..
En efecto, de conformidad con el último aparte del artículo 344 de la Constitución

Nacional:

“Corresponde exclusivamente a la Sala Constitucional del Tribunal


Supremo de Justicia como jurisdicción constitucional, declarar la nulidad de las
leyes y demás actos de los órganos que ejercen el Poder Público dictados en
ejecución directa e inmediata de la Constitución o que tengan rango de ley.”
 
En el artículo 336 eiusdem se establecen de forma particularizada las competencias

de esta Sala. Igualmente en el artículo 214 del texto constitucional se le otorga la

competencia para realizar el control de la constitucionalidad de las leyes antes de su

promulgación. Y por último, la determinación de la constitucionalidad del carácter orgánico

otorgado por la Asamblea Nacional a las leyes así calificadas, de forma previa a su

promulgación (artículo 203 eiusdem). En tal sentido, esta Sala Constitucional ha señalado

que:

“el criterio acogido por el Constituyente para definir las competencias de la


Sala Constitucional, atiende al rango de las actuaciones objeto de control, esto es,
que dichas actuaciones tienen una relación directa con la Constitución que es el
cuerpo normativo de más alta jerarquía dentro del ordenamiento jurídico en un
Estado de Derecho contemporáneo. Así las cosas, la normativa constitucional
aludida imposibilita una eventual interpretación que tienda a identificar las
competencias de la Sala Constitucional con los vicios de inconstitucionalidad que
se imputen a otros actos o con las actuaciones de determinados funcionarios u
órganos del Poder Público.” (Sentencia de fecha 27 de enero de 2000, caso:
Milagro Gómez y otros)
 
De esta forma, la Sala Constitucional, en el ejercicio de la jurisdicción

constitucional, conoce de los recursos de nulidad interpuestos contra los actos dictados en

ejecución directa de la Constitución o que tengan forma de ley. De allí que, al tratarse de la

impugnación de una acto de efectos generales dictado por el Ejecutivo Nacional con

fundamento en lo establecido en el artículo 4 del Decreto Nº 674 de fecha 8 de enero de

1.962, publicado en la Gaceta Oficial Nº 26.764 de fecha 8 de enero de 1.962;

específicamente el Decreto Nº 1.971 de fecha 18 de abril de 1.983, publicado en la Gaceta

Oficial Nº 32.708 de fecha 20 de abril de 1.983, mediante el cual se dictaron las normas

para garantizar “(...) a la población el normal abastecimiento de bienes y servicios, en

condiciones razonables de precios y de comercialización, así como evitar brotes

especulativos y de acaparamiento”, esto es una acto de rango sublegal, esta Sala

Constitucional carece de competencia para controlar su conformidad a Derecho, ya que la

misma no corresponde a la jurisdicción constitucional. Así se decide.

Señalado lo anterior, debe esta Sala determinar el tribunal competente para conocer

de la acción de nulidad contra el Decreto Nº 1.971 de fecha 18 de abril de 1.983, publicado

en la Gaceta Oficial Nº 32.708 de fecha 20 de abril de 1.983.

En tal sentido, se observa que conforme a lo estipulado en el artículo 259 de la

Constitución Nacional vigente, la jurisdicción contencioso-administrativa le corresponde al

Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la ley; siendo

competentes los órganos de esta jurisdicción, para anular los actos administrativos

generales o particulares contrarios a Derecho, incluso por desviación de poder.

De acuerdo con lo anterior, el control legal y constitucional de la totalidad de los

actos de rango sublegal (entendiendo como tales actos, normativos o no, los dictados en

ejecución directa de una ley o en función administrativa), son del conocimiento de la


jurisdicción contencioso-administrativa. De esta forma, la Constitución de 1999, en el

numeral 5 del artículo 266, estableció:

“Artículo 266. Son atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia:


(...)
5. Declarar la nulidad total o parcial de los reglamentos y demás actos
administrativos generales o individuales del Ejecutivo Nacional, cuando sea
procedente”.
(...)
La atribución señalada en el numeral 1 será ejercida por la Sala
Constitucional; las señaladas en los numerales 2 y 3, en Sala Plena; y las
contenidas en los numerales 4 y 5 en Sala Político Administrativa. Las
demás atribuciones serán ejercidas por las diversas Salas conforme a lo
previsto por esta Constitución y la ley.” (subrayado de la Sala)
 

Así pues, la Constitución vigente atribuye a la Sala Político

Administrativa, de este Supremo Tribunal, el conocimiento de las acciones de

nulidad contra los actos administrativos generales o individuales del Ejecutivo

Nacional, con independencia de que los vicios sean por razones de

inconstitucionalidad o de ilegalidad.

Por las consideraciones antes expuestas, según las normas constitucionales

precedentemente señaladas, estima esta Sala Constitucional que el tribunal

competente para conocer de la acción indicada en autos, por estar dirigido a

la anulación de un acto de efectos generales emanado del Ejecutivo Nacional,

es la Sala Político Administrativa de este Tribunal Supremo de Justicia. Así se

declara.

III
DECISIÓN
Por los razonamientos precedentemente expuestos, este Tribunal Supremo de

Justicia en Sala Constitucional, administrando justicia en nombre de la

República y por autoridad de la ley declara:

1. 1.      Que NO TIENE COMPETENCIA para conocer de la acción de nulidad

interpuesta por razón de inconstitucionalidad por los ciudadanos FRANK DE ARMAS y

CARLOS RAMÍREZ MACHADO contra el Decreto Nº 1.917 dictado por el Ejecutivo

Nacional en fecha 18 de Abril de 1.983, publicado en la Gaceta Oficial Número 32.7087

de fecha 20 de abril de 1.983, y “(...) al mismo tiempo, demandar la declaración de que,

habiendo cesado las causas razonadas expuestas por el Ejecutivo Nacional para restringir

por los Decretos 455 del 23 de enero de 1.961 y 674 del 8 de enero de 1.962, las garantías

constitucionales que lo fueron en los citados Decretos, el Ejecutivo Nacional y el Congreso

de la República se encuentran obligados a derogar este último. De manera, para el supuesto

de que la declaración que solicitamos sea declarada improcedente, demandamos la

declaración de que el Decreto 674 no permite dictar disposiciones normativas en ninguna

de las materias que aparecen ya normadas en la Ley de Protección al Consumidor.

Finalmente, para el caso de que la Corte estime si se encuentre vigente el Decreto 674 del 8

de enero de 1.962 y considere que con fundamentación al mismo el Ejecutivo Nacional

puede dictar Decretos sobre las materias sancionadas en la Ley de Protección al

Consumidor, demandamos se resuelvan las colisiones contenidas entre las sanciones

previstas en dicha Ley y las contempladas en el Decreto 1.971 del 18 de abril de 1.983 (...)”

2. 2.      Que EL TRIBUNAL COMPETENTE para conocer de la acción de

nulidad interpuesta, es la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia,

en consecuencia, se ordena remitir el expediente a la Sala Competente.

Publíquese y regístrese. Cúmplase lo ordenado.


Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala

Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas a los ( 30 ) días

del mes de del año 2001. Años: 190º de la Independencia y

141º de la Federación.

El Presidente,

IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

Magistrados,

 
 
ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA JOSE M. DELGADO OCANDO
Ponente
 
 
 
 
 
PEDRO RONDÓN HAAZ
 
 
 
 
 
El Secretario,
 
 
 
JOSÉ LEONARDO REQUENA
 
 
 
 
 
 
AGG/
Exp. Nº 00-2325
 

SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO GARCIA GARCIA
 

En fecha 27 de abril de 2000 se recibió en esta Sala Constitucional el oficio N° TPI-

00-041, anexo al cual se remitió el expediente N° 0361, proveniente de la Secretaría de la

Sala Plena de este Tribunal Supremo de Justicia, contentivo de la acción de nulidad ejercida

por razones de inconstitucionalidad por los abogados JOSE PEDRO BARNOLA, JUAN

VICENTE ARDILA Y SIMÓN ARAQUE, inscritos en el Inpreabogado bajo los

números 1.085, 7.691 y 5.303, respectivamente, actuando en nombre propio, contra la


norma prevista en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, publicado en la

Gaceta Oficial N° 3.694 Extraordinario de fecha 22 de enero de 1986, y contra la

disposición contenida en el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, publicada

en la Gaceta Oficial N° 3.995 Extraordinario, de fecha 13 de agosto de 1987.

En fecha 27 de abril de 2000 se dio cuenta en esta Sala Constitucional y se designó

Ponente al Magistrado Héctor Peña Torrelles.

Vista la nueva designación de los Magistrados de esta Sala Constitucional del

Tribunal Supremo de Justicia mediante Decreto de la Asamblea Nacional, la cual ha

quedado integrada por los Magistrados IVAN RINCÓN URDANETA, JESÚS

EDUARDO CABRERA, ANTONIO GARCIA GARCÍA, JOSÉ M. DELGADO

OCANDO y PEDRO RONDÓN HAAZ , en fecha 9 de enero de 2001 se designó Ponente

al Magistrado que con tal carácter suscribe el presente fallo.

Efectuado el estudio del expediente, para decidir se hacen las siguientes

consideraciones:

ANTECEDENTES
 

En fecha 16 de septiembre de 1988 los accionantes presentaron por ante la entonces

Corte Suprema de Justicia en Pleno, escrito contentivo de la acción de nulidad antes

descrita.

El 27 de septiembre de 1988 se dio cuenta a la entonces Corte Suprema de Justicia

en Pleno de la señalada acción, la cual se admitió en fecha 5 de octubre del mismo año, por

lo que se ordenó notificar al Presidente del entonces Congreso de la República y al Fiscal


General de la Republica; asimismo, se ordenó librar cartel de emplazamiento a los

interesados, conforme a lo establecido en el artículo 116 de la Ley Orgánica de la Corte

Suprema de Justicia.

El 10 de octubre de 1988 compareció por ante la Secretaría de la Corte en Pleno, el

abogado SIMÓN ARAQUE, y consignó copia traducida al castellano de la Ley Italiana N°

742, de fecha 7 de octubre de 1969, que trata sobre la “Suspensión de los términos

procesales en el período de vacaciones” y copia de la exposición de motivos y el proyecto

de Ley de Reforma Parcial de la Ley Orgánica del Poder Judicial venezolana.

El 19 de octubre de 1988 el prenombrado abogado consignó un ejemplar del diario

“El Nacional” de la misma fecha, donde apareció publicado el cartel antes referido.

En fecha 31 de octubre y 2 de noviembre de 1988 los ciudadanos JUVENAL

ACERO RIVAS, NANCY COROMOTO NAWAD DE ESCALONA, VICTORIA

GONZÁLEZ FARÍAS, SULMA ALVARADO ELMOR, ALBERTO BAUMEISTER

TOLEDO, JOSÉ VICENTE LÓPEZ ANZOLA, JUDITH VARGAS MENESES,

IBRAHIM GORDILS DELGADO, MANUEL AGUIRRE OSÍO Y ARÍSTIDES LANZ

SISO, abogados en ejercicio, e inscritos en el Inpreabogado bajo los números 8.692,

18.882, 19.012, 11.804, 293, 2.159, 12.820, 12.868, 2.787 y 3.793 respectivamente,

solicitaron su adhesión a la acción de nulidad interpuesta.

El 2 de enero de 1989 el abogado José Pedro Barnola, con el carácter acreditado en

autos, solicitó que en virtud del vencimiento del lapso probatorio se fijara la oportunidad

para la presentación de los informes y se designara al Magistrado Ponente.

El 25 de enero de 1989 el Juzgado de Sustanciación acordó remitir el expediente a

la Corte en Pleno, donde se dio cuenta en fecha 21 de febrero de 1989, designándose


Ponente al Magistrado LUIS DARÍO VELANDIA, y fijándose el quinto (5) día de

despacho para iniciar la relación.

El 16 de marzo de 1989 comenzó la relación de la causa y el 27 de marzo del mismo

año, se efectuó el acto de informes en forma oral, asistiendo al efecto los abogados

accionantes.

El 16 de mayo de 1989, terminó la relación de la causa y se dijo “Vistos”.

Mediante escrito de fecha 25 de octubre de 1989, la abogada VELMA SOLTERO

DE RUAN, actuando en su carácter de Fiscal del Ministerio Público, designada para actuar

ante la Sala Plena de la entonces Corte Suprema de Justicia y ante su Sala Político

Administrativa, consignó la opinión de ese despacho sobre ese juicio, solicitando la

declaratoria con lugar de la acción interpuesta.

El 30 de octubre de 1989 el Magistrado CARLOS TREJO PADILLA manifestó su

deseo de inhibirse de conocer el presente recurso, por haber manifestado su opinión “sobre

lo principal del pleito” con fundamento en la causal prevista en el numeral 15 del artículo

82 del Código de Procedimiento Civil.

El 31 de octubre de 1989 los accionantes consignaron escrito en el que indicaron

que el Magistrado ponente LUIS DARIO VELANDIA habría manifestado su opinión sobre

lo principal de este caso, y se encontraba incurso en la causal de recusación.

El 28 de noviembre de 1989 se dio cuenta en la Secretaría de la Sala Plena, de la

diligencia presentada el 30 de octubre del mismo año por el Magistrado antes indicado, así

como el Oficio N° DCJ-SCA-14-89-25824 emanado del Fiscal General de la República en

fecha 25 de octubre de 1989, acordándose agregarlos al expediente y pasar dichas

actuaciones al Presidente de la Corte Suprema de Justicia.


En fecha 29 de noviembre de 1989 el Magistrado LUIS DARÍO VELANDIA

respondió a la solicitud formulada por los accionantes el 31 de octubre del mismo año, en el

sentido de que se inhibiera de conocer de la presente causa por haber adelantado opinión

sobre el fondo del asunto, señalando que ha sido un criterio unánime que la opinión

manifestada por un Magistrado en el seno del Tribunal no puede constituir adelanto de

opinión, pues las discusiones y confrontación de criterios de contenido jurisdiccional son

absolutamente secretas y sólo sabrían de ellas los demás Magistrados que conforman el

Supremo Tribunal.

Por auto de fecha 30 de noviembre de 1989 el Magistrado OTTO MARÍN GÓMEZ,

en su carácter de Presidente de la entonces Corte Suprema de Justicia en Pleno, declaró con

lugar la inhibición formulada por el Magistrado CARLOS TREJO PADILLA, y en

consecuencia, se procedió a la convocatoria del correspondiente suplente, de conformidad

con lo dispuesto en el artículo 67 y en el primer aparte del artículo 70 de la Ley Orgánica

de la Corte Suprema de Justicia.

En fecha 13 de diciembre de 1989 los abogados José Pedro Barnola y Simón

Araque, consignaron escrito donde rechazaron las opiniones presentadas por el Magistrado

LUIS DARÍO VELANDIA.

El 12 de febrero de 1990 mediante auto de la misma fecha el Magistrado Presidente

de la Corte en Pleno OTTO MARÍN GÓMEZ, declaró inadmisible por extemporánea la

recusación que hicieran los accionates del Magistrado LUIS DARÍO VELANDIA; y el día

siguiente, quedó constituida la Sala Plena Accidental de la entonces Corte Suprema de

Justicia, con la incorporación del Magistrado JESÚS PETIT DA COSTA, quien aceptó la

convocatoria que le fue formulada en su carácter de Primer Suplente de la Sala de Casación

Civil para suplir la falta del Magistrado inhibido, CARLOS TREJO PADILLA
El 16 de octubre de 1990 se dio cuenta del escrito presentado por los recurrentes en

fecha 1° de octubre del mismo año, mediante el cual solicitaron que la sentencia que

dilucide la acción interpuesta declare la inconstitucionalidad de las normas contenidas en

los artículos 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 197 del Código de Procedimiento

civil, toda vez que, con la reforma realizada al artículo 201 eiusdem no se subsanó la

inconstitucionalidad del referido artículo 197.

En fecha 22 de septiembre de 1992, visto que el 14 de mayo del mismo año el

entonces Congreso de la República renovó la tercera parte de los Magistrados que

integraban dicha corte, se procedió a reconstituir la Sala Plena Accidental designada para

conocer del presente recurso, siendo ratificado el Magistrado Suplente JESÚS PETIT DA

COSTA en su carácter de Magistrado Ponente.

El 5 de agosto de 1998 se acordó que el conocimiento del presente recurso pasara de

nuevo al conocimiento de la Sala Plena natural, designándose ponente al Magistrado

ANTONIO RAMÍREZ JIMÉNEZ.

En fecha 5 de abril de 2000 y mediante Oficio N° TPI-00-041, la Secretaría del

Tribunal Supremo, remitió el expediente a esta Sala Constitucional, en virtud de las

modificaciones de competencias contenidas en la Constitución de la República Bolivariana

de Venezuela.

II

ALEGATOS DE LOS ACCIONANTES

Los abogados actores interpusieron acción de nulidad por razones de

inconstitucionalidad contra la norma dispuesta en el artículo 197 del Código de


Procedimiento Civil, publicada en la Gaceta Oficial N° 3.694 Extraordinario, de fecha

22 de enero de 1986 y contra lo previsto en el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder

Judicial, publicada en la Gaceta Oficial N° 3.995 Extraordinario, de fecha 13 de agosto

de 1987, cuyos contenidos son del siguiente tenor:

Código de Procedimiento Civil


 
“Artículo 197: Los términos o lapsos procesales se computarán por días
calendarios consecutivos, excepto los lapsos de prueba, en los cuales no se
computarán los sábados, los domingos, el Jueves y el Viernes santos, los
declarados días de fiesta por la Ley de Fiestas Nacionales, los declarados no
laborales por otras leyes, ni aquellos en los cuales el Tribunal disponga no
despachar”.
 
Ley Orgánica del Poder Judicial
 
“Artículo 18.-Los jueces gozarán de vacaciones anuales en la fecha más próxima
a aquellas en que hayan cumplido el año de servicio, de conformidad a lo que
establezca el Consejo de la Judicatura, caso en el cual devengarán además de su
sueldo normal, un bono vacacional equivalente a un mes de sueldo. En todo caso,
las vacaciones de los jueces no suspenderán el curso de las causas ni los lapsos
procesales”.
 

Indicaron los accionantes, respecto al artículo 197 del Código de Procedimiento

Civil, que en dicha norma está interesado el orden público, la seguridad jurídica y una recta

administración de justicia, sin embargo, la misma está viciada de inconstitucionalidad por

contrariar lo dispuesto en el primer aparte del artículo 68 de la Constitución de 1961, que

consagraba el derecho a la defensa.

Continuaron alegando que el legislador de 1986, en el artículo 197 del Código de

Procedimiento Civil, a los fines del cómputo de los lapsos procesales, hizo una

diferenciación entre los lapsos de pruebas, los cuales resolvió contarlos por días en que el

Tribunal dispusiera despachar, y los demás lapsos, donde dispuso calcularlos por días

calendarios consecutivos, olvidándose entonces -en criterio de los accionantes- “que las
mismas buenas razones que tuvo para suputar contemplar que los lapsos de pruebas tenían

que se computados por días en que el Tribunal resuelva despachar, abonan con más

razones o suficientes para los lapsos en los cuales las partes deban ejercer los recursos

procesales correspondientes o cumplir un acto procesal transcendente”. En tal sentido

indicaron, que si bien la decisión judicial está vinculada con las pruebas que las partes

suministren en el proceso, también es cierto que las partes tienen el derecho legítimo a que

se les compute debidamente el lapso para interponer los recursos o cumplir con un acto

procesal esencial, pues de lo contrario, se violenta el derecho a la defensa.

Que el legislador de 1986 no previó algunos supuestos comunes a las contingencias

del debate judicial, y que de haberlos tomado en consideración, habría establecido el

cómputo por días de despacho para ejercer los recursos procesales, y para determinados

actos de importancia en el proceso. Señalaron así, que el término para apelar de las

sentencias interlocutorias, en algunos casos, es de tres días, por lo que, si la sentencia

interlocutoria es pronunciada un día de despacho viernes a las 2:00 p.m., el indicado plazo

para apelar, de acuerdo a la norma del artículo 197 vencería el lunes siguiente, quedando

entonces –según su opinión- el lapso de tres ( 3) días reducido a un ( 1) día y en la mayoría

de las oportunidades “ a horas y a veces a minutos”

Asimismo indicaron, que en virtud del exceso de trabajo que tienen los tribunales,

los expedientes en ocasiones son mal archivados, por lo que a veces no es posible conocer

la decisión y apelar de la misma, y quedando firme se produce una violación manifiesta al

derecho a la defensa, consagrado en el primer aparte del artículo 68 de la Constitución de

1961. Señalaron también, que las consideraciones son aplicables a los supuestos previstos

en los artículos 891, 993 y 26 del Código de Procedimiento Civil.


Por otra parte alegaron, que la norma dispuesta en el artículo 196 del Código de

Procedimiento Civil, donde se establece el principio de la legalidad de los actos procesales

constituye letra muerta, porque en la mayoría de las hipótesis, los lapsos correspondientes a

cinco (5), ocho (8), diez (10) y veinte (20) días consecutivos, según el caso, nunca

contendrían realmente el número de días preceptuados en cada supuesto, habida cuenta de

que al no despachar los tribunales los días sábados, domingos, feriados o cualquier otro día

virtualmente se abrevian los lapsos legalmente previstos. Concluyeron así que, la tesis de

computar los lapsos procesales conforme a lo previsto en el artículo 197 del Código de

Procedimiento Civil es contrario al derecho a la defensa consagrado en la Constitución de

1961.

Con relación a la nulidad del artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial

señalaron los accionantes, que la referida norma menoscaba el derecho de todos los

trabajadores a disfrutar sus vacaciones anuales, consagrado en el primer aparte del artículo

86 de la Constitución de 1961, precepto constitucional, que a decir de la parte actora, remite

a la Ley Orgánica del Trabajo, en cuyo artículo 58 se establece que por cada año de servicio

ininterrumpido el trabajador tiene derecho a un período de vacaciones remuneradas de

quince (15) días hábiles.

Que la exposición de motivos de la Ley de Reforma Parcial de la Ley Orgánica


del Poder Judicial afirmó que:
 
“Como se observa la legislación actual ha circunscrito el lapso de vacaciones de
los Tribunales y Funcionarios Judiciales al período comprendido entre el 15 de
agosto y el 15 de septiembre de cada año.
Esta disposición no se compadece CON LA DOCTRINA CONTEMPORÁNEA
en el sentido de que quienes han de gozar de vacaciones son los jueces y no los
tribunales, en virtud de ser LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA UN
SERVICIO PÚBLICO ININTERRUMPIDO Y MAL PUEDEN LOS
TRIBUNALES VACAR. Se impone pues una reforma. Igualmente para acoger lo
establecido en la Ley de Carrera Judicial en su artículo 6 (sic) la reforma debe
establecer que el funcionario judicial, obligado a tomar las vacaciones, percibirá
además del mes de remuneración, un bono vacacional equivalente a un mes de
sueldo. Los funcionarios judiciales no deben renunciar a sus vacaciones, sino
disfrutarlas conforme al derecho, en la fecha más próxima en la que haya
cumplido el año de servicio, conforme lo que establezca el Consejo de la
Judicatura. Se ha querido precisar aún más el sentido de la no interrupción de la
administración por las vacaciones de los jueces y en tal virtud, se establece que
las mismas no suspenderán el curso de las causas, ni los lapsos procesales; con lo
cual se evita la situación negativa para LA ADMINISTRACIÓN
DENOMINADA JUSTICIA VACACIONAL.
Con el nuevo texto del artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, SE
TRATA DE ADAPTAR UN MEJOR DISPOSITIVO LEGAL A LA REALIDAD
JUDICIAL VENEZOLANA.” ( Mayúscula, paréntesis y subrayado de los
accionantes).
 

Sobre la señalada exposición de motivos indicaron, que el concepto que atribuye a

la administración de justicia la cualidad de servicio público ininterrumpido fue incorporado

por la Comisión Redactora del Proyecto de Código de Procedimiento Civil, señalando al

respecto que, cuando se redactó la versión original del artículo 201, este establecía lo

siguiente: “Del quince de agosto al quince de septiembre, ambos inclusive, habrá

anualmente vacaciones judiciales para los jueces, pero ellas no suspenderán el curso de

las causas ni de los lapsos procesales”.

Expusieron también, que cuando los proyectistas redactaron la referida norma se

inspiraron en la Ley Italiana número 818 del 14 de julio de 1965, que autoriza las

vacaciones de cuarenta y cinco (45) días, desde el 1º de agosto hasta el 15 de septiembre de

cada año, pero sin interrumpir los lapsos procesales; sin embargo, la experiencia de la no

interrupción de los lapsos procesales durante el período de vacaciones fracasó en Italia y,

por consiguiente, se restituyeron las vacaciones de cuarenta y cinco (45) días, con

interrupción del curso de las causas y de los lapsos procesales durante dicho período de

vacaciones, según se desprende de la Ley Italiana número 742 del 7 de octubre de 1969.

Así, mencionaron los accionantes, que la Comisión Legislativa seguramente desconocía la


nueva ley italiana y acogió la tesis de los proyectistas de considerar la justicia como un

servicio público ininterrumpido y aprobó el artículo 201 con alguna de las modificaciones,

y que posteriormente fue objeto de una reforma publicada en la Gaceta Oficial Nº 3.970

Extraordinario de fecha 13 de marzo de 1987, debido - a su entender- a que en el régimen

anterior el período de vacaciones judiciales en el ámbito de la jurisdicción civil y mercantil,

“la justicia vacacional se reducía a sorpresas” en lo atinente a medidas cautelares, al

ofrecimiento y constitución de fianza suficiente, al embargo y a la prohibición de enajenar

y gravar, motivo por el cual, a estos marcos fácticos se limitaba el temor de la “justicia

vacacional” puesto que los jueces suplentes no tenían la posibilidad de sentenciar, ya que

en tal régimen se suspendía el curso de las causas y los lapsos procesales.

Señalaron también, que con el sistema adoptado por el artículo 18 de la Ley

Orgánica del Poder Judicial, la situación se ha agravado y “la justicia vacacional” se ha

extendido de un mes a todo el año por las siguientes causas: “(...) 1) Todos los jueces

titulares no pueden tomar las vacaciones de consuno, sino que disfrutarán de ellas

escalonadamente (...) 2) En el régimen anterior los jueces no podían dictar sino las

providencias cautelares y aquellas necesarias y urgentes, pero no podían pronunciarse

sobre el fondo del asunto, lo que garantizaba a los abogados litigantes un descanso seguro

durante las vacaciones judiciales, sin ninguna sorpresa. 3) Con el nuevo sistema los

Jueces suplentes tienen que continuar la sustanciación de los asuntos, dictar decisiones

atinentes a la sustanciación, decisiones interlocutorias y providencias cautelares y esto

constituye una fuente segura y copiosa de `justicia vacacional´ que fue precisamente lo que

quiso combatir artículo 18 reformado de la Ley Orgánica del Poder Judicial (...)”.

Mencionaron asimismo, que los logros que se han obtenido con la supresión de las
vacaciones han sido muy limitados, ya que los jueces temporales sólo sustancian las causas

y pocas veces deciden asuntos transcendentes.

En un capítulo titulado “De la Conveniencia de las vacaciones judiciales” los

accionantes indicaron que ha sido tradición en Venezuela que durante los meses de agosto y

septiembre de cada año, ocurran las vacaciones escolares en todos lo niveles de educación,

“(...) de manera que, todos los abogados en ejercicio y también los jueces y funcionarios

judiciales elaboran planes para salir de vacaciones con su familia y con sus hijos de edad

escolar durante dicho lapso(...)”, pero que con la nueva reforma del artículo 18 de la Ley

Orgánica del Poder Judicial, la mayoría de los jueces y los abogados en el libre ejercicio de

su profesión no pueden disfrutar de las vacaciones escolares con sus hijos. En este sentido

alegaron, que la única posibilidad de que un abogado en ejercicio disfrute de sus vacaciones

anuales en la misma oportunidad de las vacaciones escolares, sería imponerle al cliente otro

abogado para que lo patrocine, imposición que sería inconstitucional -en criterio de los

accionantes- porque le violaría a este otro abogado el derecho a disfrutar de las vacaciones

anuales. Por los motivos anteriores, señalaron que la administración de justicia

ininterrumpida fracasó, considerando que el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder

Judicial, conforme al cual las vacaciones de los jueces no suspenden el curso de las causas

ni los lapsos procesales, quebranta el espíritu y propósito del primer aparte del artículo 86

de la Constitución de 1961 que postula el principio de las vacaciones anuales para todos los

trabajadores.

Por otra parte, indicaron que los artículos 46 y 47 de la Ley Orgánica de Educación

y 56 del Reglamento General de dicha ley, se encuentran en correcta armonía con lo

dispuesto en el artículo 150 del Código de Procedimiento Civil, pues todos constituyen el

desarrollo operativo de la norma constitucional que postula las vacaciones anuales para
todos los trabajadores, y abona a favor de su acción de inconstitucionalidad promovida

contra el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

Finalmente expusieron, que el acuerdo dictado por la entonces Corte Suprema de

Justicia, en fecha 5 de agosto de 1987, respalda claramente la tesis de inconstitucionalidad

del indicado artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

III

OPINION DEL MINISTERIO PUBLICO


 

La representante del Ministerio Público se refirió a la impugnación del artículo 18

de la Ley Orgánica del Poder Judicial y señaló, que el problema planteado rebasa los

límites de lo estrictamente jurídico y se extiende al campo de lo social, económico y

familiar, pero que sobre todo, llama a reflexión sobre la importancia de la adecuación de la

norma jurídica a la realidad social a la cual va dirigida.

Según la representante del Ministerio Público, por disposición expresa del artículo

18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, quedaron eliminadas las vacaciones judiciales

anuales, que tradicionalmente se encontraban comprendidas entre el 15 de agosto y el 15 de

septiembre, ambos inclusive, y del 24 de diciembre al 6 de enero, ambos inclusive, y que a

partir de la reforma de 1987 el curso de las causas continúan ininterrumpidamente durante

todo el año. Y que, independientemente de las razones de estricto orden jurídico que tuvo el

legislador para reformar el régimen de vacaciones judiciales, era necesario analizar los

efectos prácticos que la misma ha causado en el medio forense, en virtud de que dicha

reforma no sólo afectaba a los abogados litigantes sino también a los funcionario judiciales.
Al efecto indicó que, en principio la profesión de abogado y su ejercicio se regula

por la Ley de Abogados y su Reglamento, y por las demás disposiciones que indica el

artículo 1º de la referida Ley, y que, de la lectura y el análisis de la normativa legal

mencionada, a través de la cual se establecen los derechos y deberes de los abogados para

el ejercicio de la profesión, se destacan el deber de ofrecer al cliente el concurso de la

cultura y la técnica que poseen y aplicarlas con rectitud de conciencia y esmero en la

defensa, así como el derecho a exigir a sus defendidos honorarios por la prestación de

servicios. Expresó en tal sentido, que el ejercicio de la profesión de abogado puede

contemplarse en un sentido amplio como una especial modalidad de contrato de trabajo

entre abogado y cliente, mediante el cual, el profesional del Derecho se compromete a

poner al servicio de sus clientes los conocimientos y técnicas que posee a cambio del pago

de una determinada suma de dinero que se estipula entre las partes. Por ello, en su criterio,

desde un punto de vista muy amplio, el servicio prestado por un abogado puede asimilarse a

un contrato de trabajo, de manera que, mal podría pensarse que por el hecho de ganarse la

vida en forma autónoma, carezca de los derechos propios de los trabajadores.

Alegó además que por razones de justicia social, la legislación moderna ha limitado

la jornada de trabajo y ha establecido no sólo el descanso diario y semanal, sino la

necesidad del descanso anual o período vacacional. Y que dada la naturaleza especial de la

prestación liberal de los servicios de abogados, resultaría imposible determinar entre el

cliente y el abogado, períodos de descanso, debido entre otras razones a la dificultad que

existe en determinar cuanto tiempo dedica el abogado efectivamente a su cliente,

correspondiendo entonces al profesional que ha escogido el trabajo autónomo, decidir el

tiempo de su propio descanso y el período de sus vacaciones, por lo que el problema de tal

escogencia se encuentra en que la misma debe ser efectuada en coordinación con el período
de funcionamiento de los tribunales de justicia, pues siendo éstos el lugar donde

habitualmente realizan sus actividades profesionales, resulta obvio que estando

comprometida la responsabilidad profesional, el abogado no puede decidir libremente el

tiempo en que tomará sus vacaciones en las causas pendientes que le han sido

encomendadas. Así, señaló la representante del Ministerio Público, que la reforma

introducida en el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, limita

considerablemente el derecho del abogado en libre ejercicio de la profesión, a escoger su

período vacacional y a disfrutar de sus vacaciones, derecho consagrado en la Constitución

de 1961.

La norma contemplada en el artículo 86 de la Constitución de 1961, consagra el

derecho a las vacaciones y al descanso de todos los trabajadores, sea cual fuere la

naturaleza del trabajo, y que, la interpretación inmediata que podría dársele a esta norma es

que ese derecho se consagra para aquellos trabajadores en relación de dependencia con un

patrono, a quien surge la obligación de conceder descanso y vacaciones pagadas; sin

embargo, en sentido amplio el derecho al descanso y a las vacaciones corresponde a toda

aquella persona que realice una labor continua como medio de subsistencia resultando

absurdo excluir del derecho al descanso, a aquellas personas que desempeñen labores en

forma autónoma, como es el caso de los abogados en el libre ejercicio.

Señaló además, que en el ámbito forense podría argumentarse que la mayoría de los

abogados trabajan conjuntamente con uno o dos colegas en un mismo proceso, caso en el

cual la distribución del período vacacional se podría efectuar de común acuerdo, pero que

sin embargo, existen abogados que deciden representar solos a sus clientes, en cuyo caso el

profesional dependerá de la conclusión de los juicios o causas que le han sido

encomendadas para vacacionar, lo que resultaría aleatorio y lo obligaría a asociarse para


poder disfrutar de su derecho al descanso. Razón por la cual estimó, que analizando así la

norma impugnada, su apariencia formal no reviste visos de inconstitucionalidad, pero que si

se atiende a sus efectos, se notaría el menoscabo que produce en el disfrute pleno e

ininterrumpido de las vacaciones de los abogados litigantes que tendrían que atender

constantemente los juicios en curso.

En lo atinente a la denuncia de inconstitucionalidad del artículo 197 del Código de

Procedimiento Civil formulada por los accionantes, la representante del Ministerio Público,

luego de transcribir el contenido del señalado artículo, expresó, que de la lectura y análisis

de la citada norma, se evidencia la distinción que la misma hace de los lapsos de pruebas

(cuyo cómputo deberá efectuarse estrictamente por días de despacho del tribunal

correspondiente) y todos los demás términos o lapsos procesales (los cuales se computarán

por días calendarios consecutivos).

Posteriormente, en cuanto a la Exposición de Motivos del Código de Procedimiento

Civil , narró- citando al procesalista venezolano Leopoldo Márquez Añez- que “[e]n el

curso de la discusión del proyecto de la Comisión Legislativa, esta disposición fue objeto

de una detenida consideración, debida, por una parte, a la conveniencia acusada de

ampliar en la medida de lo necesario los lapsos de pruebas, y por la otra, a la decisión que

se adoptó en el seno de la Comisión para eliminar las vacaciones judiciales”. Así

mencionó, que la celeridad procesal es uno de los objetivos y metas del vigente Código de

Procedimiento Civil, y que su importancia es fundamental en todo sistema jurídico, ya que

a través de ella se plasma en la práctica, la confiabilidad en los órganos de justicia, y que

precisamente por esa razón en la persecución de una justicia rápida y eficaz, no puede

dejarse a un lado o ignorarse el funcionamiento del sistema jurídico procesal hacia el cual

se dirigen sus efectos.


Señaló además, que la garantía establecida en el artículo 68 de la Constitución de

1961, encuentra su fundamento en la necesidad de concretar su imparcialidad de la justicia

y asegurar el efectivo acceso a los órganos judiciales de todos los ciudadanos, con la

certeza de obtener la oportuna defensa del derecho propio; de esta manera se identifica el

derecho a la defensa con el derecho a ser oído, de forma que, al ser informado el interesado

de cualquier procedimiento iniciado en su contra oportunamente, este pueda oponer las

razones y pruebas que le favorezcan. En este sentido indicó, que en el ámbito procesal, está

garantía se materializa a través de las normas adjetivas que permitan la efectiva y real

aplicación del derecho sustantivo –razón de su existencia-, y que de ello se deriva que en la

práctica , la garantía del derecho a la defensa adquiera sentido a través de los lapsos

procesales y oportunidades de actuar, en consecuencia, la existencia de normas procesales

que dificulten o impidan el ejercicio oportuno del derecho a la defensa podría contrariar el

principio contenido en el artículo 68 de la Constitución de 1961. Mencionó la representante

del Ministerio Público, que en virtud de ello, la Exposición de Motivos del original

proyecto del Código de Procedimiento Civil, explicaba el alcance de la reforma adoptada

en cuanto al cómputo de los lapsos procesales, sobre la base de lograr la uniformidad y

certeza del cómputo de los lapsos procesales pero, que el válido anhelo de la celeridad

procesal , no puede amparar normas que coarten la posibilidad de contradecir en forma

justa las pretensiones de la parte contraria y que por tanto, la solución de los problemas que

en la práctica acarrean las vacaciones judiciales, no encuentran relación de causalidad con

la reducción de los lapsos procesales.

Expuso la representante del Ministerio Público, que una de las razones que privó

para la modificación del artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, tal como estaba

propuesto en el proyecto original, obedeció a la decisión de eliminar las vacaciones


judiciales, sin embargo, el principio de la celeridad procesal aparece más bien unido a la

necesidad de la uniformidad y certeza en el cómputo de los lapsos procesales. Finalmente

indicó, que en la práctica la diferenciación establecida por la norma impugnada, en cuanto

al cómputo de los lapsos de prueba y de los demás lapsos procesales, acarreaban no sólo

incertidumbre sino también la restricción de la posibilidad de contradecir en forma justa las

pretensiones de la contraparte, ya que se reduciría el lapso hábil para actuar en el juicio, al

computarse los lapsos procesales por días calendarios consecutivos, y que por consiguiente,

resultaría contrarío a la pronta aplicación del principio constitucional que garantiza el

derecho a la defensa, establecer una discriminación en cuanto al cómputo de los lapsos

procesales, en virtud de que en la práctica se origina incertidumbre para el ejercicio de ese

derecho; y por ese motivo consideró, que el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil

viola el precepto constitucional establecido en el artículo 68 de la Constitución de 1961 que

consagra el derecho a la defensa.

IV

DE LA COMPETENCIA

La acción de autos, ejercida por razones de inconstitucionalidad contra la norma

contenida en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil publicado en la Gaceta

Oficial N° 3.694 Extraordinario de fecha 22 de enero de 1986, y contra la disposición

prevista en el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, publicada en la Gaceta

Oficial N° 3.995 Extraordinario de fecha 13 de agosto de 1987, se interpuso por ante la

entonces Corte Suprema de Justicia en Pleno, pues durante la vigencia de la Constitución

de 1961, correspondía a la Corte en Pleno, la competencia para declarar la nulidad total o


parcial de las leyes y demás actos generales de los cuerpos legislativos nacionales

violatorios de la Constitución, de conformidad con las normas establecidas en los artículos

215, ordinal 3° y 216 eiusdem, en concordancia con lo dispuesto en los artículos 42,

ordinal 1° y 43 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

Ahora bien, con la entrada en vigencia de la Constitución de 1999, tal competencia

se encuentra actualmente asignada a esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de

Justicia, según lo dispuesto en el numeral 1 del artículo 336 de la Carta Magna, conforme a

lo cual es atribución de la Sala Constitucional, “[d]eclarar la nulidad total o parcial de las

leyes nacionales y demás actos con rango y fuerza de ley de la Asamblea Nacional, que

colidan con esta Constitución”. Por ello, al haber sido interpuesta una acción de nulidad por

razones de inconstitucionalidad contra normas contenidas en la referidas leyes nacionales

aprobadas por el Poder Legislativo Nacional, debe esta Sala Constitucional asumir la

competencia para decidir dicha acción, de conformidad con lo previsto en el numeral 1 del

artículo 336 de la Constitución de 1999. Así se decide.

DE LA INTERVENCIÓN DE LOS COADYUVANTES

Determinada la competencia de esta Sala para decidir la acción de nulidad

interpuesta por razones de inconstitucionalidad por los abogados JOSÉ PEDRO

BÁRNOLA, JUAN VICENTE ARDILLA Y SIMÓN ARAQUE, corresponde ahora

pronunciarse, como punto previo, sobre la intervención de los ciudadanos JUVENAL

ACERO RIVAS, NANCY COROMOTO NAWAD DE ESCALONA, VICTORIA

GONZÁLEZ FARÍAS, SULMA ALVARADO ELMOR, ALBERTO BAUMEISTER


TOLEDO, JOSÉ VICENTE LÓPEZ ANZOLA, JUDITH VARGAS MENESES,

IBRAHIM GORDILS DELGADO, MANUEL AGUIRRE OSÍO Y ARÍSTIDES LANZ

SISO, antes identificado, como coadyuvantes de los accionantes.

Al efecto, observa esta Sala que conforme a lo estipulado en el artículo 370, ordinal

3° del Código de Procedimiento Civil, los terceros pueden intervenir en la causa pendiente

entre otras personas, cuando éstos tengan un Interés jurídico actual en sostener las razones

de alguna de las partes y pretendan ayudarla a vencer en el proceso; ello así, y visto que del

contenido del artículo 379 ejusdem, se desprende que éstos pueden constituirse en cualquier

estado y grado del proceso mediante diligencia o escrito siempre que acompañen prueba

fehaciente que demuestre el interés jurídico que tenga el asunto y, por cuanto el presente

juicio trata de una acción de nulidad ejercida por razones de inconstitucionalidad contra las

normas previstas en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil y 18 de la Ley

Orgánica del Poder Judicial de 1987, donde la legitimación activa es amplia y no requiere

condición especial alguna, esta Sala Constitucional, por mandato expreso del artículo 88 de

la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, aplica supletoriamente lo dispuesto en los

artículos 370, ordinal 3° y 379 del Código de Procedimiento Civil, en consecuencia, admite

a los señalados ciudadanos como coadyuvantes de la acción de nulidad que por razones de

inconstitucionalidad interpusieron los abogados JOSE PEDRO BARNOLA, JUAN

VICENTE ARDILA Y SIMÓN ARAQUE. Así se decide.

VI

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR


Corresponde a esta Sala Constitucional pronunciarse sobre la acción de nulidad

interpuesta contra las normas contenidas en los artículos 197 del Código de Procedimiento

Civil publicado en la Gaceta Oficial N° 3.694 Extraordinario de fecha 22 de enero de 1986,

y 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, publicada en la Gaceta Oficial N° 3.995

Extraordinario de fecha 13 de agosto de 1987, para ello observa lo siguiente:

DE LA SOLICITUD DE INCONSTITUCIONALIDAD DEL ARTICULO


197 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL

Los actores interpusieron la presente acción de nulidad por razones de

inconstitucionalidad contra el dispositivo normativo contenido en el referido artículo 197

del Código de Procedimiento Civil, por considerar que viola el derecho a la defensa,

consagrado en el artículo 68 de la Constitución de 1961. Al respecto, la representante del

Ministerio Público fue conteste con los actores al opinar que el señalado artículo lesionaba

el derecho a la defensa, puntualizando al respecto, que a pesar de ser la celeridad procesal,

la finalidad primordial del Código de Procedimiento Civil, no podía dejarse de lado el

funcionamiento del sistema jurídico procesal hacia el cual se dirigen sus efectos, siendo

además que se desprende de la Exposición de Motivos de dicho Código, que el cuestionado

dispositivo se redactó para ampliar, en la medida de lo posible, el lapso de pruebas y en

atención a la decisión de fecha 25 de octubre de 1989 de la Sala de Casación Civil de la

entonces Corte Suprema de Justicia, de eliminar las vacaciones judiciales.

Los accionantes señalaron, que el citado artículo 197 diferencia el cómputo de los

lapsos procesales según se trate del lapso probatorio o de los demás lapsos, ya que en éstos

resolvió computarlos por días calendarios consecutivos, y los primeros por días calendarios
consecutivos con excepción de los sábados, domingos, Jueves y Viernes Santos, los

declarados días de fiestas por la Ley de Fiestas Nacionales, los declarados no laborables por

otras leyes, así como aquellos en los cuales el tribunal dispusiera no despachar, violando

con ello el derecho a la defensa, consagrado en el artículo 68 de la Constitución de 1961,

considerando los accionantes, que las mismas razones que tuvo el legislador para

contemplar que los lapsos de pruebas debían ser computados por días en que el Tribunal

resolviera no despachar, justifican, el supuesto de los restantes lapsos procesales a efecto de

ser computados de igual forma.

Expusieron los accionantes, determinados casos en los cuales se evidencia que la

aplicación de dicha distinción (entre lapsos de pruebas y otros lapsos) conculca -a su

entender- los derechos de los justiciables, concretamente el derecho a la defensa. Así

indicaron por ejemplo, que según lo establecido en el artículo 1.114 del Código de

Comercio, el término para apelar de las sentencias interlocutorias es de tres días, y que si la

sentencia interlocutoria era pronunciada un viernes, el indicado plazo para apelar de

acuerdo a normativa del artículo 197 vencería el día lunes, quedando reducido el lapso de

tres días a un día, y en la mayoría de las oportunidades a pocas horas, a lo cual se une, en

su opinión, un sinnúmero de circunstancias fácticas que aceleraría el lapso para que la

sentencia quedase firme, atentando de esa manera contra el referido derecho a la defensa.

Señalaron también, que con lo dispuesto en artículo 197 del Código de

Procedimiento Civil, se trastoca el principio de legalidad de los lapsos procesales previstos

en el artículo 196 eiusdem, y conforme al cual “[l]os términos o lapsos para el

cumplimiento de los actos procesales son aquellos expresamente establecidos por la ley; el

Juez solamente podrá fijarlos cuando la ley autorice para ello”. A juicio de los actores, en

la mayoría de los casos, los lapsos a ser computados por días continuos, nunca contendrán
el número de días preceptuados en cada supuesto, habida cuenta de que con los sábados,

domingos, feriados y los días en los cuales el Tribunal dispusiera no despachar, se abrevian

los lapsos legalmente preceptuados, circunstancia que también consideraron violatoria del

derecho a la defensa.

Ahora bien, el artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela, dispone en su encabezamiento y en su numeral 1, lo siguiente:

 
“ Artículo 49. El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y
administrativas; en consecuencia:
1.La defensa y la asistencia jurídica son derechos inviolables en todo
estado y grado de la investigación y del proceso. Toda persona tiene derecho a
ser notificada de los cargos por los cuales se le investiga, de acceder a las
pruebas y de disponer del tiempo y de los medios adecuados para ejercer su
defensa. Serán nulas las pruebas obtenidas mediante la violación del debido
proceso. Toda persona declarada culpable tiene derecho a recurrir del fallo, con
las excepciones establecidas en esta Constitución y la ley (...)” (Subrayado de la
Sala).
 
 
La referida norma constitucional, recoge a lo largo de su articulado, la concepción

que respecto al contenido y alcance del derecho al debido proceso ha precisado la doctrina

más calificada, y según la cual el derecho al debido proceso constituye un conjunto de

garantías, que amparan al ciudadano, y entre las cuales se mencionan las del ser oído, la

presunción de inocencia, el acceso a la justicia y a los recursos legalmente establecidos, la

articulación de un proceso debido, la de obtener una resolución de fondo con fundamento

en derecho, la de ser juzgado por un tribunal competente, imparcial e independiente, la de

un proceso sin dilaciones indebidas y por supuesto, la de ejecución de las sentencias que se

dicten en tales procesos. Ya la jurisprudencia y la doctrina habían entendido, que el derecho


al debido proceso debe aplicarse y respetarse en cualquier estado y grado en que se

encuentre la causa, sea ésta judicial o administrativa, pues dicha afirmación parte del

principio de igualdad frente a la ley, y que en materia procedimental representa igualdad de

oportunidades para las partes intervinientes en el proceso de que se trate, a objeto de

realizar -en igualdad de condiciones y dentro de los lapsos legalmente establecidos- todas

aquellas actuaciones tendientes a la defensa de sus derechos e intereses.

De este modo debe entenderse el derecho al debido proceso consustanciado con el

derecho a la defensa, que invocan los accionantes como vulnerado en caso de autos, pues

como se indicó, ambos derechos forman un todo, cuyo fin último es garantizar el acceso a

la justicia y la obtención de tutela judicial efectiva, es decir, en el menor tiempo posible.

Así, la doctrina ha señalado que el derecho al debido proceso -y dentro de éste el

derecho a la defensa-, tiene un carácter operativo e instrumental que nos permite poner en

práctica los denominados derechos de goce (p. Ej. Derecho a la vida, a la libertad, al

trabajo), es decir, su función última es garantizar el ejercicio de otros derechos materiales

mediante la tutela judicial efectiva, por ello, su ejercicio implica la concesión para ambas

partes en conflicto, de la misma oportunidad de formular pedimentos ante el órgano

jurisdiccional. De manera que la violación del debido proceso podrá manifestarse: 1)

cuando se prive o coarte alguna de las partes la facultad procesal para efectuar un acto de

petición que a ella privativamente le corresponda por su posición en el proceso; 2) cuando

esa facultad resulte afectada de forma tal que se vea reducida, teniendo por resultado la

indebida restricción a las partes de participar efectivamente en plano de igualdad, en

cualquier juicio en el que se ventilen cuestiones que les afecte. Bajo esta óptica la violación

al debido proceso y la consecuente indefensión operará, en principio, dentro de un proceso

ya instaurado, y su existencia será imputable al Juez que con su conducta impida a alguna
de las partes la utilización efectiva de los medios o recursos que la ley pone a su alcance

para la defensa de sus derechos.

Por otro lado, pudiera resultar igualmente afectado el derecho al debido proceso y

con ello el derecho a la defensa, con la indebida actividad del Estado que sea violatoria de

las libertades ciudadanas, y que pudiera manifestarse, por ejemplo, en un instrumento

normativo (Ley, Decreto-Ley, Ordenanza, Reglamento, etcétera ), con el cual se llegue a

privar al ciudadano de la mínima posibilidad de invocar la protección judicial de sus

derechos e intereses, mediante la instauración de un adecuado proceso, atentando así contra

los principios fundamentales de libertad y justicia, que yacen en la base de todas las

instituciones civiles y políticas de un Estado de Derecho.

Es preciso entender entonces, que el proceso como un conjunto sucesivo de


actos procesales tendientes a la declaratoria final del juez para dilucidar una
controversia, amerita de un ámbito espacial y de un ámbito temporal para su
funcionamiento, a fin de asegurar la participación de los sujetos procesales, a
objeto de preservar la certeza jurídica, la igualdad de tratamiento y la lealtad
del contradictorio. Así, las leyes procesales distinguen el tiempo útil para la
realización de los actos procesales en general, del tiempo hábil para ello,
distinción expresada en el Código de Procedimiento Civil, en su artículo 193
que señala:
 
“ Artículo 193,. Ningún acto procesal puede practicarse en día feriado, ni antes de
la seis de la mañana ni después de las seis de la tarde, a menos que por causa
urgente se habiliten el día feriado o la noche.
Será causa urgente para los efectos de este artículo el riesgo manifiesto de
que quede ilusoria una providencia o medida o de que se frustre cualquiera
diligencia importante para acreditar algún derecho o para la prosecución del
juicio”.
 

De lo expuesto se evidencia, que no todas las horas del tiempo útil son hábiles para

la realización de los actos procesales, debiéndose computar dichos lapsos (entiéndase

término o lapso stricto sensu), conforme a una unidad de medida, previamente establecida
por la norma adjetiva, y que dentro del marco legal se encuentra diferenciada en atención a

las distintas unidades de tiempo que se emplee. Por tanto, los lapsos establecidos por años o

meses se computan desde el día siguiente al de la fecha del acto que da lugar al lapso, y

concluye el día de la fecha igual al acto del año o mes que corresponda para completar el

lapso ( artículo 199 del Código de Procedimiento Civil). Asimismo se evidencia, que los

lapsos procesales por días, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 197 del Código

de Procedimiento Civil, se computan por días calendarios consecutivos, a excepción del

lapso de pruebas.

Ahora bien, el proceso tiene como fin último, la decisión del conflicto mediante un

fallo que adquiere autoridad de cosa juzgada, sin el cual el proceso por sí mismo carecería

de sentido, ya que satisface al mismo tiempo el interés individual comprometido por el

litigio y el interés social de asegurar la efectividad del derecho mediante la actividad

jurisdiccional; por lo cual, siendo su fin último la tutela de los derechos, jamás se podría

permitir el sacrificio de la tutela jurisdiccional ante el proceso, bien porque la práctica

desnaturalice los principios que lo constituyen o porque sea la propia ley procesal la que,

por su imperfección, impida tal función tutelar, pues de ser así, el proceso fallaría en su

cometido, toda vez que, las formalidades procesales han de entenderse siempre para servir a

la justicia, garantizando el acierto de la decisión judicial, y jamás como obstáculos

encaminados a dificultar el pronunciamiento de la sentencia.

Es necesario por tanto, que la rigidez del formalismo procesal no arrolle la esencia

del derecho, y ello se logra con la aplicación del principio de Supremacía Constitucional, es

decir, que la tutela del proceso se debe realizar bajo el imperio de los principios

constitucionales, para garantizar que él a su vez pueda tutelar los intereses jurídicos de los

particulares. Por tal motivo, la Constitución consagra la existencia de un debido proceso


como garantía de la persona humana, de modo que, los preceptos que instituyen al proceso

se crean en atención a los lineamientos constitucionales, a objeto de hacer efectivo el

control constitucional de las leyes. Así las cosas, si una ley procesal instituye una forma del

proceso que prive al individuo de una razonable oportunidad para hacer valer su derecho,

tal instrumento normativo se encontraría viciado de inconstitucionalidad, ya que, con el

mero otorgamiento de la oportunidad de la defensa no se cumple a cabalidad con el

precepto constitucional analizado, puesto que amerita ser interpretada y aplicada en

concatenación con el principio de la preclusión procesal, que obliga a que la oportunidad

sea contemplada de forma racional, pues siendo el proceso una sucesión de actos procesales

el hecho de que las diversas etapas del proceso se desarrollen mediante la clausura

definitiva de cada una de ellas, impide el regreso a etapas y momentos procesales ya

extinguidos y consumados.

De allí que, cuando se le otorga una oportunidad a las partes de un proceso para

realizar cualquier acto procesal, no basta -se insiste- con el otorgamiento de tal

oportunidad, sino que debe haber un plazo racional para ejercer a cabalidad la defensa, por

tal motivo, el cómputo debe ser preciso, efectivo y cónsono con el fin para el cual ha sido

creado, esto es, garantizar el debido proceso. Al respecto cabe citar al jurista venezolano

Mario Pesci Feltri, quien señala que “[a]l conocerse previamente cómo y cuándo deben

manifestarse las voluntades que se objetivan en los diferentes actos procesales, las partes

saben que comportándose de la manera requerida por la ley, obtendrán formalmente el

resultado perseguido, que no es más, que la prestación de la actividad jurisdiccional en las

diferentes etapas que conforman todo el proceso” (Teoría General del Proceso, Editorial

Jurídica Venezolana; Tomo I, página 103).


Lo anterior, tiene su asidero en la garantía constitucional del debido proceso, que

consagra entre sus diversas manifestaciones el derecho a ser oído, por ello en el numeral 3

del referido artículo 49 de la Constitución vigente se dispone lo siguiente:

“Artículo 49. El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones


judiciales y administrativas; en consecuencia:
 
(omissis)
 
3.Toda persona tiene derecho a ser oída en cualquier clase de proceso;
con las debidas garantías y dentro del plazo razonable determinado
legalmente por un Tribunal competente, independiente e imparcial
establecido con anterioridad. Quien no hable castellano o no pueda
comunicarse de manera verbal, tiene derecho a un intérprete...”
( Resaltado de la Sala).
 

Se evidencia del texto de la norma parcialmente transcrita, que para garantizar el

derecho a ser oído, no basta con la sola posibilidad de actuar ante el tribunal competente,

sino que tal actuación debe ser ejercida con las debidas garantías (otorgadas por la

Constitución y las leyes), dentro de un plazo razonable determinado legalmente, establecido

con anterioridad a la fecha de su actuación y, ante un tribunal competente, independiente e

imparcial.

De manera que, a juicio de esta Sala, cuando el Constituyente indica

“dentro del plazo razonable determinado legalmente”, debe entenderse entonces, que el

plazo razonable es aquel que el legislador, en su momento, consideró necesario para la

ejecución del acto, el cual no puede ser disminuido por el método ejercido para su cómputo,

pues dejaría entonces de ser razonable y en consecuencia se haría inconstitucional, de modo

que, la disposición prevista en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, resulta en

franca contradicción con el derecho al debido proceso, el cual como se ha dicho comporta a

su vez, el derecho a la defensa. Así, por ejemplo, para la interposición del anuncio de
casación, está estipulado un lapso de diez (10) días, según lo preceptuado en el artículo 314

eiusdem, pero de conformidad con lo previsto en el artículo 197, dicho lapso virtualmente

nunca es el de los diez (10) días fijados por el artículo 314, sino siempre un lapso menor,

donde habrá al menos, y en el mejor de los casos, un sábado y un domingo, o cuando la

abreviación pudiera ser mayor por coincidir con cualquiera de los días Jueves y Viernes

Santos, o en días de Fiesta Nacional, o uno declarado no laborable por ley distinta a la de

Fiestas Nacionales, o alguno o algunos en que el Tribunal no haya dispuesto oír ni

despachar; o en forma acumulativa unos u otros días de los señalados en los cuales ni el

Tribunal, ni por ende, las partes pueden actuar. En cuanto se refiere a lapsos y términos

cortos, como por ejemplo, el de los tres (3) días establecidos en el artículo 10; o el de los

dos (2) días del artículo 84 del Código de Procedimiento Civil; o los términos de la

formalización y del término de la contestación, respectivamente, de la tacha incidental de

documentos de cinco (5) días cada uno, previstos en el artículo 440 eiusdem; o aquellos

establecidos para el Procedimiento Breve del Título XII, Parte Primera, Libro Cuarto del

Código, conlleva a que tales lapsos y términos podrían quedar abreviados (por virtud de

coincidir con alguno o algunos de los días señalados en el artículo 197, como días no

hábiles para el cómputo de pruebas, por no haber tampoco en ellos despacho en el

Tribunal), y en casos extremos, a un solo día, a horas, a minutos, o bien desaparecer

íntegramente el lapso o término mismo, con un real y efectivo menoscabo del derecho a la

defensa de las partes en el proceso y en detrimento al decoro de la propia función

jurisdiccional, al igual que atenta contra el principio de legalidad de los lapsos procesales,

previstos en el artículo 196 del Código de Procedimiento Civil.

Al respecto, considera la Sala que cuando por disposición legal se contempla


un lapso determinado para la realización de un acto procesal de los antes
reseñados, es porque es ése y no otro, el plazo razonable para realizar dicho
acto, por lo cual no puede ser disminuido, ya que ese es el lapso que el
legislador consideró prudente para la realización del acto dispuesto, toda vez
que se parte del principio de la razonabilidad del mismo, y en consecuencia, no
debe disminuirse en detrimento del debido proceso, ni relajarse de tal forma
que atente contra la celeridad.
En tal sentido, se debe observar que ya esta Sala Constitucional en sentencia de

fecha 1º de febrero de 2000 (caso: José Armando Mejías), había establecido de forma

general, que “(...) todo proceso jurisdiccional contencioso debe ceñirse al artículo 49 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que impone el debido proceso, el

cual como lo señala dicho artículo, se aplicará sin discriminación a todas las actuaciones

judiciales”. Criterio que fue acogido nuevamente por sentencia de fecha 31 de mayo de

2000 (caso: Seguros Los Andes C.A), al establecer:

 
“En efecto, el Artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, dispone que la garantía al debido proceso es aplicable a todas las
actuaciones, tanto judiciales como administrativas; y, seguidamente, enumera los
principios fundamentales que debe contener cualquier iter procesal de manera
concurrente, y el amparo no escapa de ello. Sacrificar el derecho a la defensa de
los ciudadanos -mediante juicios relámpago, por ejemplo- en aras de una mayor
celeridad, sería subvertir el orden lógico de los fundamentos que constituyen el
Estado Democrático, de Derecho y de Justicia que definen a nuestra República.
 
Precisado lo anterior, considera esta Sala necesario citar la Exposición de

Motivos del Código de Procedimiento Civil dictado en 1986, que con respecto al capítulo

VII, referido al Título IV del Código, donde se regulan los “Actos Procesales”, expresa

lo siguiente:

 
“ Según la nueva regla adoptada, todos los días calendarios, entran en el cómputo
de los lapsos, con exclusión solamente de aquellos en que el Tribunal no oiga ni
despache ( Artículo 197) y naturalmente, también los de vacaciones judiciales,
durante los cuales queda en suspenso el curso de la causa y de los lapsos
( Artículo 201). Sin embargo, se contempla la hipótesis de los lapsos que debieran
cumplirse en un día que resulte feriado, o en el cual el Tribunal haya dispuesto no
oír ni despachar, en cuyo caso se realizarán el día siguiente, a la hora indicada
( Artículo 200)
Se ha querido con esta modificación, lograr dos objetivos fundamentales, primero,
la uniformidad y certeza en el cómputo de los lapsos, estableciéndose éste por
días calendarios; y segundo, una mayor celeridad en el desarrollo de la causa
(...)”.
 

Se evidencia así, que entre el contenido de la Exposición de Motivos antes citada y

lo dispuesto en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, existe contradicción en

cuanto a la exclusividad que en dicho artículo se establece. En tal sentido estima la Sala,

que, si la finalidad de tal método era alcanzar la uniformidad y la certeza en el cómputo de

los lapsos, no se entiende la razón jurídica de la distinción entre lapsos de pruebas y los

demás lapsos procesales para aplicarle, según sea el caso, dos formas de cómputo distintas,

pues si bien es cierto que la promoción y evacuación de pruebas son actos procesales de

gran transcendencia en el proceso, no menos importantes son los actos que les preceden y

que le siguen, sobre todo al tratarse el proceso de una secuencia lógica de actos. Además,

tal como está redactada la norma, se pierde la finalidad del método al desaparecer la

razonabilidad del plazo otorgado por el legislador para la ejecución del acto, porque se

disminuye materialmente el plazo previsto en la norma para efectuarlo, en atención a que

los Tribunales -salvo alguna excepción- no despachan los sábados, domingos, días feriados

establecidos por la ley de Fiestas Nacionales, ni tampoco cualquier otro día que decida no

despachar, debido a elementos exógenos al proceso y que inciden en tal disminución,

contrariando así -como bien lo apuntan los accionantes- el principio de legalidad de los

lapsos procesales, establecido en el artículo 196 del Código de Procedimiento Civil, pero

primordialmente la garantía constitucional del debido proceso, y por tanto el derecho a la

defensa, consagrados en el artículo 49 numerales 1 y 3 de la Constitución de 1999.

Así pues, cuando el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil establece que,

“[l]os términos o lapsos procesales se computarán por días calendarios consecutivos


excepto los lapsos de pruebas, en los cuales no se computarán los sábados, los domingos,

el Jueves y el Viernes santo, los declarado días de Fiestas Nacionales, los declarados no

laborables por otras leyes, ni aquellos en los cuales el Tribunal disponga no despachar”

(Resaltado de la Sala), se enfrenta a los postulados que respecto al debido proceso y al

derecho a la defensa se establecen en la vigente Constitución, al convertir lo que debió ser

una regla del cómputo, en la excepción, ya que al computarse los demás lapsos procesales

por días calendarios continuos, sin atender a las causas que llevó al mismo legislador a

establecer tales excepciones en el cómputo de los lapsos probatorios, se viola el contenido

normativo del artículo 49 de la Constitución de 1999, por disminuir, para el resto de los

actos procesales, el lapso que el legislador consideró -en su momento- razonable para que

las partes cumplieran a cabalidad con los actos procesales que las diferentes normativas

adjetivas prevén. De allí, que esta Sala considere que la contradicción advertida conduce a

situaciones de Summum Jus-Summa Injuria, tanto en lo que atañe al ejercicio de la función

jurisdiccional propiamente dicha, como respecto de los derechos de las partes en el proceso.

Así lo ha reconocido, expresamente la Sala con respecto a la tramitación de la institución de

la apelación en el amparo constitucional, al establecer mediante sentencia de fecha 31 de

mayo de 2000, que:

“En relación con los lapsos para interponer el recurso de apelación en


amparo, esta Sala Constitucional considera que admitir que el lapso de apelación
previsto en el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales debe computarse por días continuos, incluyendo
sábados, domingos y feriados, sería atentatorio contra el derecho a la defensa,
principio cardinal del sistema procesal, pues el ejercicio del recurso de apelación
se vería limitado de hecho, incluso cercenado, bien por la llegada del fin de
semana, o alguna fiesta patria.
 
En un Estado Social de Derecho y Justicia, como es el que preconiza el
artículo 2 de la vigente Constitución, la literalidad de la leyes no puede
interpretarse hacia lo irreal o lo absurdo. Lo cierto es que en el país no existe un
sistema de justicia que funcione diariamente veinticuatro (24) horas, con jueces
constitucionales de guardia en las noches y días feriados, y ante la ausencia de tal
sistema, los jueces –incluyendo los constitucionales- en aras a su derecho al
descanso y a la recreación, no laboran ni los sábados, ni los domingos, ni los días
que contempla el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, manteniéndose
los tribunales cerrados al público. Distinta es la situación los días en que el
tribunal se encuentra funcionando, así no despache, el cual es un día hábil a los
efectos del amparo”.
 
De manera que, concluye esta Sala, que el debido proceso exige, tal como quedara

expuesto, un plazo razonable para todos los actos sin excepción, y por ello, visto que tal

como está redactada la norma contenida en el artículo 197 del Código de Procedimiento

Civil, ésta resulta inconstitucional por ser contraria al debido proceso y al derecho a la

defensa debe esta Sala DECLARAR SU NULIDAD PARCIAL en lo que respecta a la

frase: “ (...) los lapsos de pruebas, en los cuales no se computarán...”. Así, ante la

prohibición absoluta de actuación del Tribunal fuera de días y horas de despachos,

conforme lo dispone el Código de Procedimiento Civil, debe entenderse, que por regla

general los términos y lapsos a los cuales se refiere dicho artículo, tienen que computarse

efectivamente por días consecutivos, en los cuales el Tribunal acuerde dar despacho, no

siendo computables a esos fines aquellos en los cuales el Juez decida no despachar, ni los

sábados, ni los domingos, ni el Jueves y Viernes Santos, ni los días declarados de fiesta o

no laborables por ley, criterio que debe ser aplicado en concatenación con lo dispuesto en

los artículos 199 y 200 del Código de Procedimiento Civil, que establecen:

 
“Artículo 199.- Los términos o lapsos de años o meses se computarán
desde el día siguiente al de la fecha del acto que da lugar al lapso, y concluirán el
día de fecha igual a la del acto, del año o mes que corresponda para completar el
número del lapso.
 
El lapso que, según la regla anterior, debiera cumplirse en un día de que
carezca el mes, se entenderá vencido el último de ese mes.
 
Artículo 200.- En los casos de los dos artículos anteriores, cuando el
vencimiento del lapso ocurra en uno de los días exceptuados del cómputo por el
artículo 197, el acto correspondiente se realizará en el día laborable siguiente”.
 
 
En virtud de lo expuesto, esta Sala declara parcialmente nula la norma contenida en

el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, y a tal efecto, ordena que se tenga la

redacción de la misma de la siguiente manera:

 
 
“Artículo 197.Los términos o lapsos procesales se computarán por
días calendarios consecutivos excepto los sábados, los domingos, el Jueves
y el Viernes Santo, los declarados días de fiesta por la Ley de Fiestas
Nacionales, los declarados no laborables por otras leyes, ni aquellos en
los cuales el Tribunal disponga no despachar.”
 

DE LA INCONSTITUCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 18 DE LA LEY


ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL DE 1987

Corresponde a esta Sala Constitucional pronunciarse acerca de la acción de nulidad

que por razones de inconstitucionalidad interpusieran los accionantes contra el dispositivo

contenido en el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, publicada en Gaceta

Oficial N° 3.995 Extraordinario, de fecha 13 de agosto de 1987, cuyo contenido es del

siguiente tenor:

“Artículo 18. Los jueces gozarán de vacaciones anuales en la fecha más


próxima a aquellas en que hayan cumplido el año de servicio, de
conformidad con lo que establezca el Consejo de la Judicatura, caso en
el cual devengarán además de su sueldo normal, un bono vacacional
equivalente a un mes de sueldo. En todo caso, las vacaciones de los
jueces no suspenderán el curso de las causas ni los lapsos procesales”.
 
 
Es de observar que la referida ley se encontraba vigente para la fecha en que la

presente acción fue interpuesta -16 de septiembre de 1988-, siendo reformada

posteriormente el 11 de septiembre de 1998, y publicada en la Gaceta Oficial N° 5.262

Extraordinario, de la misma fecha, tal como se evidencia de lo dispuesto en el artículo 114

de dicha ley, que preceptúa: “[q]ueda así reformada la Ley Orgánica del Poder Judicial de

fecha 28 de julio de 1987”. Sin embargo, aún cuando la ley que contiene la norma

impugnada se encuentra reformada, no obstante, la disposición normativa, señalada por los

accionantes como inconstitucional, aún subsiste en el nuevo texto normativo, en su artículo

19, en los términos siguientes:

 
“Artículo 19. Los jueces gozarán de vacaciones anuales en la fecha más próxima a
aquellas en que hayan cumplido el año de servicio, de conformidad con lo que
establezca el Consejo de la Judicatura, caso en el cual devengarán además de su
sueldo normal, un bono vacacional equivalente a un mes de sueldo.
Los convocados para llenar las faltas de los jueces se consideran jueces
temporales, y tendrán derecho apercibir una remuneración equivalente al sueldo
asignado a su titular.
En los casos en que las normas procesales correspondientes no lo impidan, las
vacaciones de los jueces no suspenderán el curso de las causas ni los lapsos
procesales”.
 

De allí que, estando la norma impugnada originalmente reeditada en el texto de la

reforma, estima la Sala, que de existir presunta violación constitucional, tal como se la

imputan los accionantes a la normativa contenida en el artículo 18 de la Ley de 1987, está

existirá igualmente respecto al dispositivo normativo previsto en el artículo 19 de la Ley de

1998, y por tal razón, al estar aquélla reformada, pasa esta Sala a examinar los alegatos de

inconstitucionalidad formulado por los actores con relación al dispositivo normativo


contenido en el artículo 19 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1998, y al efecto

observa:

Los accionantes alegan que la referida norma establecida en la Ley Orgánica del

Poder Judicial viola el derecho constitucional relativo al disfrute de las vacaciones anuales

consagrado en el primer aparte del artículo 86 de la Constitución de 1961, derecho que, con

la entrada en vigencia de la Constitución de 1999, quedó consagrado en el artículo 90 de la

siguiente forma:

 
Artículo 90. La jornada de trabajo diurna no excederá de ocho horas
diarias ni de cuarenta y cuatro semanales. En los casos en que la ley lo
permita, la jornada de trabajo nocturna no excederá de siete horas diarias
ni de treinta y cinco semanales. Ningún patrono o patrona podrá obligar
a los trabajadores o trabajadoras a laborar horas extraordinarias. Se
propenderá a la progresiva disminución de la jornada de trabajo dentro
del interés social y del ámbito que se determine y se dispondrá lo
conveniente para la mejor utilización del tiempo libre en beneficio del
desarrollo físico, espiritual y cultural de los trabajadores y trabajadoras.
Los trabajadores y trabajadoras tienen derecho al descanso semanal
y vacaciones remunerados en las mismas condiciones que las
jornadas efectivamente laboradas.” ( Resaltado de la Sala)

Así las cosas, observa esta Sala que los argumentos planteados por los accionantes

para afirmar la inconstitucionalidad el artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de

1987, cuyo contenido se prevé ahora en el artículo 19 la Ley Orgánica del Poder Judicial,

se centran en dos aspectos: por una parte, en el derecho que tienen los abogados litigantes

de disfrutar de vacaciones anuales, y por otra, en la existencia de la denominada “Justicia

Vacacional”.

Respecto al primer argumento, expresaron los accionantes que según lo establecido

en el primer aparte del artículo 11 de la Ley de Abogados, la prestación de servicios por

parte de un abogado para con un cliente podría considerarse como un contrato de trabajo, y
que en virtud de ello, todo abogado litigante tiene derecho a tomarse un descanso anual

como cualquier trabajador, por ello, con el actual régimen que establece la reforma del

artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, se impide que los abogados litigantes

puedan disfrutar de las vacaciones escolares

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado-Ponente: JOSÉ M. DELGADO OCANDO


 
Mediante oficio de fecha 22 de septiembre de 1999, el Juzgado Superior Décimo en
lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de
Caracas, remitió a la Sala de Casación Civil de la entonces Corte Suprema de Justicia,
escrito contentivo de la solicitud de amparo constitucional interpuesta por los abogados,
Tulio Colmenares Rodríguez, Andrés Ramírez Díaz y Tulio Miguel Colmenares Torrealba,
inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números 869, 8.442 y
62.726, respectivamente, actuando en su carácter de co-apoderados de las empresas
comerciales OFICINA GONZALEZ LAYA, C.A., sociedad mercantil domiciliada en la
ciudad de Caracas, inscrita en el Registro Mercantil del Distrito Federal y Estado Miranda,
el 21 de enero de 1976, bajo el nº 13, tomo 2-A Segundo; PARCELAMIENTO
AGRICOLA RIO MAR, C.A., sociedad mercantil domiciliada en Higuerote, Estado
Miranda, inscrita en el Registro Mercantil del Distrito Federal y Estado Miranda, el 5 de
octubre de 1976, bajo el nº 35, tomo 105-A Segundo; DESARROLLOS
INMOBILIARIOS 47-40, C.A., sociedad mercantil domiciliada en la ciudad de Caracas,
inscrita en el Registro Mercantil II de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y
Estado Miranda, el 27 de agosto de 1992, bajo el nº 31, tomo 13-A Segundo;
URBANIZADORA LA COSTANERA, C.A., sociedad mercantil domiciliada en la
ciudad de Caracas, inscrita en el Registro Mercantil del Distrito Federal y Estado Miranda,
el 27 de junio de 1979, bajo el nº 36, tomo 82-A Segundo; GRUPO DE INVERSIONES
1898, C.A., sociedad mercantil domiciliada en la ciudad de Caracas, inscrita en el Registro
Mercantil IV del Distrito Federal y Estado Miranda, el 19 de octubre de 1993, bajo el nº 78,
tomo 3-A Pro; AGROPECUARIA COLINAS, C.A., sociedad mercantil domiciliada en la
ciudad de Caracas, inscrita en el Registro Mercantil de la Circunscripción Judicial del
Distrito Federal y Estado Miranda, el 8 de agosto de 1983, bajo el nº 72, tomo 101-A Pro;
CONSORCIO URBANISTICO EL PARAISO, C.A., sociedad mercantil domiciliada en
Higuerote, inscrita en el Registro Mercantil I del Distrito Federal y Estado Miranda, el 21
de mayo de 1986, bajo el nº 78, tomo 45-A Pro; y CONSORCIO URBANISTICO 9320,
C.A., sociedad mercantil domiciliada en Higuerote, inscrita en el Registro Mercantil I del
Distrito Federal y Estado Miranda, el 13 de diciembre de 1993, bajo el nº 10, tomo 104-A
Pro, contra la sentencia de fecha 25 de febrero de 1999, proferida por el ciudadano Juez
Provisorio del Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito
de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, y en contra del auto de
fecha 31 de mayo de 1999, dictado por el Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas.
Ello en razón de haber ordenado el Juzgado Superior Décimo en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, la consulta de su
sentencia de fecha 9 de septiembre de 1999, en atención a lo dispuesto en el artículo 35 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
 
La Sala de Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia, en
fecha 13 de enero de 2000, declinó su competencia para conocer de la acción
interpuesta, en virtud de que “la Sala Constitucional por mandato de la
Constitución, se convirtió en superior jerárquico natural en materia de
amparo de las decisiones de los juzgados superiores del país”. Recibido el
expediente, se dio cuenta en Sala el día 26 de enero de 2000 y fue designado
ponente quien con tal carácter suscribe este fallo.
 
Pasa la Sala a decidir, previas las siguientes consideraciones:
 
I
ANTECEDENTES DEL CASO
 
En fecha 20 de abril de 1998, el Juzgado Sexto de Primera Instancia de
Familia y Menores de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de
Caracas, dictó sentencia declarando disuelto el vínculo matrimonial que
mantenían Emilio González Marín y Lía Noguera López.
 
La ciudadana Lía Noguera López, ejerció la correspondiente acción de
partición de los bienes que conformaron la comunidad conyugal, solicitando
medida cautelar innominada, de nombramiento de administrador judicial
especial “ para que ejerza el control de las empresas anteriormente señaladas
que conforman el patrimonio perteneciente a la comunidad GONZALEZ-
NOGUERA, a objeto de evitar los manejos en que viene incurriendo el
demandado EMILIO GONZALEZ MARIN, todo de conformidad con lo
establecido en los artículos 585 y 588 del Código de Procedimiento Civil,”
 
Correspondió conocer de la acción de partición, al Juzgado Primero de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Area Metropolitana de Caracas, el cual admitió la demanda de
partición reservándose la decisión sobre la medida cautelar innominada
solicitada, la cual sería resuelta por auto separado en el cuaderno de medidas.
Designado un Juez Provisorio en el referido tribunal, éste dictó sentencia el 25
de febrero de 1999 y decretó la medida en referencia.
 
Por otra parte, el ciudadano juez titular del referido Juzgado de
Primera Instancia había sido recusado y, en consecuencia, el expediente pasó
a conocimiento y para decisión del Juzgado Tercero de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas, el cual ordenó, por auto de fecha 31 de mayo de
1999, la ejecución de la medida cautelar decretada, y al respecto ofició a
Registros y Bancos.
 
Alega la representación judicial de la parte accionante que “... Esa
determinación cautelar conculca el derecho de propiedad de las empresas
mercantiles que representamos, concebido como la potestad constitucional de
usar, gozar y disponer de la cosa libremente, sin someterla a opinión de un
tercero, pues tal sometimiento interfiere el giro normal de sus negocios y la
administración de sus bienes sin limitación que, como hemos dicho, es otro de
los atributos del derecho de propiedad. Con esa medida se le causan graves
daños a las empresas que representamos quienes ven afectado el desarrollo de
su actividad comercial y el cumplimiento de las obligaciones con terceros, por
efecto de una decisión judicial tomada en un proceso en el cual no han sido
llamadas a ser parte y en el que obviamente, no tienen interés.”
 
Señalan también las solicitantes de amparo que la decisión accionada
ha violado sus derechos económicos, consagrados en los artículos 95, 96 y 98
de la Constitución de 1961. Así mismo, consideran las empresas accionantes
que se violentó su derecho a la defensa y al debido proceso contenido en el
artículo 68 eiusdem, pues “... En los autos señalados, no se le dio a las empresas
afectadas derecho de defensa, sino que una decisión arbitraria, inaudita parte, y
de una sola vez se decreta la intervención de sus administraciones, sin ni
siquiera haberlas llamado al proceso...”
 
Con fundamento en lo anterior, solicitan la revocatoria de la medida
cautelar innominada decretada por auto de fecha 25 de febrero de 1999, así
como la suspensión de la prohibición del libre ejercicio de la actividad
comercial de las referidas empresas comerciales. En concordancia con lo
establecido en el artículo 588 ordinal 1º del Código de Procedimiento Civil, a
fin de evitar que el auto de fecha 25 de febrero de 1999 emanado del Juzgado
Primero de Primera Instancia Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, ejecutado por
auto del 31 de mayo de 1999, proferido por el Juzgado Tercero de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la misma Circunscripción
Judicial, cause graves daños a la actividad diaria de las empresas accionantes,
solicitaron medida cautelar innominada de suspensión de la medida decretada
y ejecutada hasta tanto fuera resuelta la acción de amparo planteada.
 
El 19 de agosto de 1999, el Juzgado Superior Décimo en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana
de Caracas admitió la acción de amparo cuanto ha lugar en derecho. En
fecha 26 de agosto de 1999 fue consignado ante el mencionado Juzgado
Superior, el informe del ciudadano Carlos Guía Parra, en su carácter de juez
titular del Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas,
en el cual rechazó los argumentos de la parte accionante y señaló:
 
“...este Juzgado tan sólo ha ejercido la potestad de los jueces,
referida a la continuación de los trámites procesales en el estado en
que le llegan las causas, siendo el de autos estado de la citación del
demandado, así como el trámite para ejecutar la medida innominada
decretada en este proceso por el Juzgado que conoció de la causa
interpuesta por la ciudadana LIA DE LOS ANGELES NOGUERA
contra EMILIO GONZALEZ MARIN, esa actividad ha sido cumplida
sin violar ningún derecho constitucional del accionante; desconozco
los motivos del Juez a cargo de ese Juzgado para dictar la referida
medida; no obstante en su oportunidad, o sea si el demandado
realiza la correspondiente oposición, podrá este sentenciador revisar
como consagra el Código Procesal, que es la vía idónea, si se han
cumplido o no los requisitos necesarios para dictar la medida, no es
la vía del amparo, la que tiene el accionante aquí y demandado en el
juicio principal para alegar contra esta medida, mas no puede este
juzgador tocar el fondo de ese asunto, sin violar la prohibición de ley
de omitir opinión adelantada sobre esa posible incidencia de
oposición.”

El 2 de septiembre de 1999, siendo la oportunidad fijada para que


tuviera lugar el debate oral, comparecieron los representantes judiciales de
la parte presuntamente agraviada, oportunidad en la cual ratificó los
alegatos contenidos en el escrito de amparo constitucional, y la parte
presuntamente agraviante, quien señaló que la decisión accionada en
amparo fue tomada por el Juez del Juzgado Primero de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas, y que su actuación se limitó a ejercer la potestad
de los jueces referida a la continuación de los trámites procesales en el
estado en que recibió la causa.

El Juzgado Superior Décimo en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la


Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, el 9 de
septiembre de 1999, dictó sentencia declarando con lugar la acción de
amparo constitucional interpuesta contra la sentencia de fecha 25 de febrero
de 1999 proferida por el ciudadano Juez Provisorio del Juzgado Primero de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas y en contra del auto de fecha 31
de mayo de 1999 dictado por el ciudadano juez del Juzgado Tercero de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la misma
Circunscripción Judicial; señalando respecto al caso de autos lo siguiente:
 
“... En el presente caso, desde el punto de vista constitucional este
Tribunal considera que se han lesionado derechos constitucionales,
referidos fundamentalmente al derecho a dedicarse a la actividad
económica de su preferencia y al debido proceso, por acto del juez
que decretó la medida...”
 
“... Con esta sentencia el Tribunal cambia el criterio sostenido hasta
el presente sobre la improcedencia del amparo cuando existan otras
opciones legales, como las consagradas en el artículo 370 del
Código de Procedimiento Civil. Pero, acogiendo la doctrina de
Casación de fecha 29 de julio de 1999, que señala como vía de
excepción para la admisión y procedencia de amparos de terceros,
los supuestos de hecho cautelares este Tribunal se adhiere y acoge
a la doctrina de Casación”.
 
 
II
COMPETENCIA
 
La Constitución vigente, publicada en la Gaceta Oficial n° 36.860 del
30 de diciembre de 1999, reimpresa en dicho órgano en su n°5.453
Extraordinario del 24 de marzo de 2000, consagra en su Título III los
derechos y garantías constitucionales de los cuales goza toda persona.
Destaca entre sus disposiciones generales el contenido del artículo 27, el cual
precisa el derecho de toda persona a ser amparada por los tribunales en el
goce y ejercicio de los mismos, aun de los que sean inherentes a la persona
aunque no figuren expresamente en la Carta Magna o en los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos. Para ello establece el procedimiento
de la acción de amparo el cual “…será oral, público, breve, gratuito y no
sujeto a formalidad…”; tiene al respecto la autoridad judicial competente la
potestad para restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la
situación que más se asemeje a ella.
 
Ha precisado este Máximo Tribunal, en lo que se refiere a la
determinación de las competencias de los tribunales de la República, que el
constituyente dejó dicha función al legislador y que corresponde a este último
distribuir entre los distintos órganos, conforme a los criterios que juzgue
idóneos, las potestades del poder jurisdiccional. En tal sentido, y como quiera
que, a excepción de la Constitución de 1961, el resto del ordenamiento
jurídico mantiene su vigencia en todo lo que no contradiga a la nueva Carta
Magna, la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales sigue siendo el instrumento que determina las pautas para
establecer la competencia de los diferentes tribunales en esta materia.
 
Así, por lo que respecta a la acción de amparo constitucional contra sentencias,
establece el artículo 4 de la referida ley orgánica que debe ser interpuesta por ante un
Tribunal Superior al que emitió el pronunciamiento. En el presente caso, la acción de
amparo fue planteada contra la sentencia de fecha 25 de febrero de 1999 dictada por el
ciudadano Juez Provisorio del Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil
y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas y en contra
del auto de fecha 31 de mayo de 1999, dictado por el Juzgado Tercero de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas, por lo que resultaba en efecto competente el Juzgado Superior
Décimo en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas.
 
Ahora bien, dentro de las atribuciones que la Carta Magna asigna a esta Sala
Constitucional, está la de conocer en consultas las sentencias de amparo constitucional
dictadas por los tribunales de la República, en los términos establecidos por la ley
orgánica respectiva. En tal sentido, ha señalado esta Sala Constitucional en sentencias
de fecha 20 de enero de 2000, que le corresponde conocer las apelaciones y consultas
sobre las sentencias de los Juzgados o Tribunales Superiores de la República, de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo y de las Cortes de Apelaciones en lo Penal,
cuando ellos conozcan la acción de amparo en primera instancia (Vid. caso Emery Mata
Millán vs. los ciudadanos Ministro y Vice-Ministro del Interior y Justicia).
 
Decidida la acción de amparo e interpuesta contra ella apelación,
corresponde oírla en un solo efecto, conforme lo prescribe el artículo 35 de
la referida Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, con lo cual se preserva el principio de la doble instancia.
En razón de ser este Tribunal Supremo de Justicia el peldaño superior
dentro de la jerarquía del poder judicial, al Juzgado del cual emanó la
decisión objeto de la acción de amparo a la cual conciernen los autos - un
Tribunal Superior -, le corresponde a esta Sala Constitucional el
conocimiento de la consulta ordenada sobre tal sentencia. Así se declara.
 
III
PUNTO PREVIO

Se observa que el recurso de amparo fue intentado por las sociedades


mercantiles OFICINA GONZALEZ LAYA, C.A., PARCELAMIENTO
AGRICOLA RIO MAR, C.A., DESARROLLOS INMOBILIARIOS 47-40,
C.A., URBANIZADORA LA COSTANERA, C.A.; GRUPO DE
INVERSIONES 1898, C.A., AGROPECUARIA COLINAS C.A.,
CONSORCIO URBANISTICO EL PARAISO, C.A. y CONSORCIO
URBANISTICO 9320, C.A., contra la sentencia de fecha 25 de febrero de
1999 proferida por el ciudadano Juez Provisorio del Juzgado Primero de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Area Metropolitana de Caracas y en contra del auto de fecha 31
de mayo de 1999, dictado por el Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas, a fin de impugnar el decreto y la ejecución de la
medida cautelar innominada de nombramiento de administrador judicial
especial para las acciones que integran el patrimonio o comunidad conyugal,
dictada en el juicio que, por partición de los bienes que conformaron dicha
comunidad, intentó la ciudadana Lía Noguera López, en contra del ciudadano
Emilio González Marín.

En la presente causa se origina un problema de legitimación


(legitimatio ad causam), ya que las personas jurídicas accionantes carecen
de cualidad para sostener el presente juicio; es evidente que las acciones sobre
las cuales se dictó la medida cautelar, no pertenecen a las accionantes sino
que forman parte del patrimonio de la comunidad conyugal. Las sentencias a
las cuales las presuntas agraviadas les imputan violaciones de orden
constitucional, no podían afectar el patrimonio de cada una de ellas porque a
él no estaban referidas, ni podían impedir, por lo tanto, la satisfacción de su
interés sustancial al libre goce y disfrute de sus patrimonios.

Es claro, pues, que las decisiones judiciales contra las cuales piden se
les ampare, que condujeron a la ejecución de la medida cautelar, no pueden
afectar directamente el patrimonio de cada una de las accionantes, siendo
que las acciones sobre las cuales se decretó la medida preventiva son de la
única y exclusiva propiedad de la comunidad conyugal y no forman parte de
los patrimonios de las accionantes. Esta falta de legitimación observada por la
Sala determina que no se hayan producido las supuestas lesiones a los
derechos constitucionales invocados. Por lo demás bastaría, como
efectivamente se desprende de las actas de este juicio, especialmente del acta
de la Asamblea General Extraordinaria de Accionistas de la empresa Oficina
González Laya, C.A., celebrada en fecha 15 de junio de 1994, que el haber
accionario correspondiente a la comunidad conyugal, cuya partición dio lugar
a las medidas judiciales, fuese mayoritario, para que la administración
decretada de las acciones representativas del capital social perteneciente a
dicha comunidad conyugal, alcanzara irremediablemente a la administración
de los intereses patrimoniales de las sociedades mercantiles demandantes, ya
que de acuerdo con el artículo 764 del Código Civil, en concordancia con el
artículo 191 eiusdem, el Juez de familia está facultado para nombrar
administrador de los bienes comunes a fin de evitar que se vea gravemente
perjudicado uno de los comuneros, si el otro, sin tener mayoría, pudiese tomar
por sí solo, como representante de las acciones comunes, las decisiones
administrativas y funcionales de la empresa. Tal situación en forma alguna
acarrearía violación constitucional por parte de las sentencias que se
impugnan.
 
Así, en la demanda que ha dado origen a este procedimiento de
amparo, no se determinan los hechos concretos en virtud de los cuales
podrían surgir para las empresas demandantes los derechos
constitucionales que pretenden, ni tampoco se determina en qué consisten
los hechos por los cuales cada una de ellas haya resultado realmente
afectada por las decisiones contra las cuales solicitan se les ampare, pues
para ello no basta alegar simplemente que son personas jurídicas diferentes
de los socios.
Esto demuestra que, para precisar cuál ha sido la posible lesión
sufrida por cada una de las accionantes, sería necesario que establecieran
los hechos concretos que legal o estatutariamente sirvan de causa jurídica a
su pretensión de amparo; no basta a la pretensión de las querellantes con
decir que han sido afectadas en su administración y patrimonio. No pueden
plantear su pretensión en la forma que lo han hecho, porque la concreta
individualización de las circunstancias de las que nacería su estado de
insatisfacción por el cual solicitan la providencia jurisdiccional que los
tutele sería distinto.
 
La doctrina más calificada, define en los siguientes términos el
significado de la legitimación a la causa:

“Al estudiar este tema se trata de saber cuándo el


demandante tiene derecho a que se resuelva sobre las determinadas
pretensiones contenidas en la demanda y cuándo el demandado es la
persona frente a la cual debe pronunciarse esa decisión, y si demandante
y demandado son las únicas personas que deben estar presentes en el
juicio para que la discusión sobre la existencia del derecho material o
relación jurídica material pueda ser resuelta, o si, por el contrario, existen
otras que no figuran como demandantes ni demandados.”(Ver Hernando
Devis Echandía. Tratado de Derecho Procesal Civil, Tomo I. Editorial
Temis. Bogotá . 1961.Pág 489).
 
La legitimación a la causa alude a quiénes tienen derecho, por determinación de la
ley, para que en condición de demandantes, se resuelva sobre sus pretensiones, y si el
demandado es la persona frente a la cual debe sentenciarse. En palabras del eminente
procesalista Jaime Guasp:

“Legitimación procesal es la consideración especial en que tiene la ley ,


dentro de cada proceso , a las personas que se hallan en una
determinada relación con el objeto del litigio , y en virtud de la cual
exige, para que la pretensión procesal pueda ser examinada en cuanto
al fondo, que sean dichas personas las que figuren como partes en tal
proceso” (subrayado de la Sala. Ver Jaime Guasp, Derecho Procesal
Civil. Instituto de Estudios Políticos. Gráficas González. Madrid. 1961.
pág. 193).
 
Precisa Carnelutti sobre las dos cuestiones fundamentales a las que debe responder
el proceso y que, a la vez, constituyen su razón de ser;
 
“.…media una cuestión de legitimación, cuando la duda se refiere, no a
si el interés para cuya tutela se actúa está en litigio, sino a si actúa para
su tutela quien debe hacerlo…” (ver. Carnelutti.Sistema de Derecho
Procesal Civil. Tomo III. Uteha Argentina. Unión tipográfica Editorial
Hispano América. Buenos Aires 1.944.pág 165).
 
Dentro de los presupuestos materiales de la sentencia de fondo, en particular de la
sentencia favorable, se encuentran los presupuestos de la pretensión; a saber: a) la
legitimatio ad causam; b) el interés para obrar; y c) en algunos casos, el cumplimiento de
ciertos requisitos previos para que el juez pueda proveer sobre el fondo de la controversia,
como podría ser, en nuestro ordenamiento procesal, algunos procedimientos especiales, tal
la preparación de la vía ejecutiva
 
Ahora bien la legitimatio ad causam es uno de los elementos que integran los
presupuestos de la pretensión, entendidos éstos como los requisitos para que el sentenciador
pueda resolver si el demandante tiene el derecho a lo pretendido, y el demandado la
obligación que se le trata de imputar; la falta de legitimación acarrea ciertamente que la
sentencia deba ser inhibitoria; no se referirá a la validez del juicio ni a la acción, sólo será
atinente a la pretensión, a sus presupuestos. Se trata pues, de una valoración que debe
realizar el sentenciador sobre la pretensión, para poder proveer sobre la petición en ella
contenida. Así, señala Devis Echandía:
 

”Como se ve, la legitimación es, en realidad, un presupuesto de la


pretensión contenida en la demanda, entendiendo el concepto en su
verdadero sentido; es decir, que sea procedente la sentencia de fondo.
Forma parte de la fundamentación de la demanda en sentido general,
pero si falta es más apropiado decir que ésta es improcedente, porque
así se da mejor idea de la situación jurídica que se presenta; no procede
entonces resolver sobre la existencia del derecho o relación jurídica
material, y el juez debe limitarse a declarar que esta inhibido para
hacerlo. Y se debe hablar de demanda infundada, cuando no se prueba
el derecho material alegado o cuando aparezca una excepción
perentoria que lo desvirtúe o extinga.” (Ver Hernando Devis Echandía.
Tratado de Derecho Procesal Civil. Tomo I. Editorial Temis .Bogotá.
1961. pág. 539)
 
En el Procedimiento Ordinario Civil tal examen previo no puede resolverse in
limine, porque no atañe a la validez de la acción, ni siquiera a la del proceso; sólo puede
realizarlo el juez al momento de entrar el juicio en el conocimiento del fondo, por ser el
examen de los presupuestos de la pretensión. Sin embargo, estima esta Sala, en cuanto a lo
que atañe a la naturaleza jurídica del juicio de amparo, y a su teleología, que la falta de
legitimación debe ser considerada como una causal de inadmisibilidad que afecta el
ejercicio de la acción, pudiendo ser declarada de oficio in limine litis por el sentenciador,
con la finalidad de evitar el dispendio de actividad jurisdiccional, lo cual se encuentra en
consonancia con el fin último de la institución del amparo constitucional y con los
preceptos generales que orientan su concepción, como son la celeridad, la economía
procesal y la urgencia, a fin de evitar dilaciones inútiles.
 
Así las cosas, es claro que las accionantes no tenían cualidad para
solicitar mediante la presente acción de amparo que se revocara una medida
precautelativa que fue decretada sobre bienes que no forman parte del
patrimonio de las accionantes y que sí forman parte del patrimonio de la
comunidad conyugal en referencia. Así se declara.
 
Al respecto esta Sala en sentencia de fecha 15 de<SPAN style="mso-spacerun:
yes">   </SPAN>marzo de dos mil, con ponencia del Magistrado Jesús Eduardo Cabrera
Romero dejó sentado siguiente:

“<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">No pasa


inadvertido a esta Sala, que la sentencia no ha tomado en cuenta que no
existe explicación en la solicitud de amparo que justifique cómo puede
deducirse la violación de derechos o garantías constitucionales de los
presuntos agraviados (las compañías anónimas), de las que
supuestamente se produjeron en la esfera de intereses de los accionistas
de la empresa. En consecuencia, era su obligación examinar la
legitimidad de quienes proponen la acción de amparo, antes de estudiar
sus argumentos.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Desde la
perspectiva de la acción de amparo, la legitimación para proponerla la
tiene la persona directamente afectada por la vulneración de derechos o
garantías constitucionales. Otra cosa no puede deducirse del artículo 1
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Garantías y Derechos
Constitucionales, cuando expresa que el propósito del amparo es “... que
se restablezca inmediatamente la situación jurídica infringida o la
situación que más se asemeje a ella...”. Lo cual sólo interesa,
necesariamente, a quien ha sido afectado por los eventos que han
causado la violación.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">En
consecuencia, si de la pretensión de amparo no se deduce cómo han sido
afectados los derechos de sus proponentes, peor aún, si en ella se declara
que la resolución judicial infringe los derechos constitucionales de la
asamblea de accionistas y en otros casos de los accionistas, pero sólo uno
de los proponentes invoca el carácter de accionista de una de las
empresas presuntamente afectadas por la medida cautelar, era evidente
que no existía un interés legítimo por parte de las sociedades
accionantes, para obtener el restablecimiento de la situación jurídica
infringida.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Por otra parte,
en el procedimiento de amparo, como en cualquier otro, existe la
obligación de que la sentencia sea congruente con los hechos alegados
por las partes en la pretensión de amparo y en la contestación. Es decir,
aun cuando el juez constitucional no se encuentra limitado por las
calificaciones e infracciones constitucionales deducidas por el solicitante,
pues siempre mantiene la posibilidad de declarar la protección
constitucional de otros derechos o garantías constitucionales que no
hayan sido denunciados, pero cuyos hechos aparecen alegados y
probados, si lo está respecto de los eventos narrados por las
partes,<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>realizados en los
actos de solicitud y contestación en el proceso de amparo. Cualquier
petición o narrativa de nuevos hechos que se haga en un momento
distinto, no puede ser considerada por el sentenciador. De lo contrario
infringiría el derecho de defensa de la otra parte, quien no tendría
oportunidad de plantear las razones por las cuales estima improcedente
la solicitud efectuada y así se declara.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">En la situación
que se analiza, los presuntos agraviados hicieron una modificación de
los hechos y la petición expuesta en la solicitud de amparo, dentro del
escrito que contenía sus alegatos contra el informe de la juez, que
consiste en obtener un pronunciamiento en relación con otras solicitudes
de medidas que puedan ser efectuadas dentro del proceso y que sean
semejantes a la acordada en el fallo discutido; es decir, sobre hechos
futuros aún no acaecidos. Inexplicablemente la Juez, que estaba
obligada a pronunciarse sólo acerca de la resolución del Tribunal de
primera instancia, como fue pedido en la pretensión de amparo, atendió
la nueva petición y se pronunció sobre una nueva situación no afirmada
en la solicitud de amparo. <o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Por tanto, es
indudable, que no podía considerar la petición que modificó la
expresada en los escritos de amparo y así se
declara.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Para decidir sobre las diversas violaciones
denunciadas por las compañías y por el accionista de una de ellas
ciudadano Paul Hariton, se observa lo siguiente:<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">1.- Tal como lo señala la sentencia de esta
Sala de 1 de febrero de 2000 (caso José Amado Mejías y otros), el Juez
de amparo es un protector de la constitucionalidad, y por ello, si se
constata una violación de derechos o garantías constitucionales del
accionante, diferentes a los denunciados en su solicitud, el Juez puede
restablecerle la situación jurídica infringida, separándose de la petición
del querellante, que necesariamente no vincula al Juez del
amparo,<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>por lo que el
proceso de amparo no se rige, en este sentido, necesariamente, por el
principio dispositivo.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Considera esta Sala, que durante la
vigencia de la Constitución de<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>la República de Venezuela de 1961, el Juez de amparo
tenía<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>el mismo poder,
pero que a pesar de ello,<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>no era posible que el accionante o querellante transformare su
pretensión después que la misma hubiere sido contestada, lo que
equivaldría en los amparos contra sentencia, en la presentación del
informe del Juez, previsto en el artículo 23 del la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Permitir tales
transformaciones redundaría en perjuicio del derecho de defensa del
accionado, y hasta de la parte en el juicio donde se dictó el fallo
impugnado, interesado en el caso, que se vería sorprendido con la
modificación habida, así<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>estuviere a derecho en el amparo, actuando como
tercerista.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Observa esta Sala, que en el caso de autos,
después del informe del Juez, los actores pidieron algo diferente de lo
planteado en sus demandas, cual fue que como en el futuro la ciudadana
Gordon de Poplicher podía solicitar de nuevo la medida, se les
amparara ante tal acontecimiento futuro e incierto, del cual ni siquiera
existía en autos prueba alguna de que estuviere latente tal amenaza.
<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Se está ante una transformación indebida
de la pretensión, que ha debido ser desechada por el <SPAN
style="mso-spacerun: yes"> </SPAN>a quo, ya que ni siquiera la
amenaza de violación constaba en autos; pero a pesar de ello el juez que
dictó la sentencia objeto de consulta, decretó el amparo sobre hechos
diferentes a los constitutivos de la pretensión original del amparo. Tal
extemporánea transformación de la pretensión no debió producir efecto
alguno, y así se declara.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">2.- Por otra parte, consta en las actas
procesales que la medida cautelar que los accionantes afirmaban les
violaba diversos derechos y garantías constitucionales, fue desistida por
la parte que la solicitó. Ante el hecho cierto del<SPAN style="mso-
spacerun: yes">  </SPAN>desistimiento, la medida cesó de
emitir<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>efectos y la
supuesta violación, o amenaza de infracción, de algún derecho o
garantía constitucional, se hizo nugatoria, por lo que a los fines del fallo
definitivo del amparo, la acción se había hecho inadmisible, a tenor de lo
dispuesto en el ordinal 1° del artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">3.- Aunque las normas relativas al
desistimiento se refieren al de la demanda (lo que incluye la acción) y al
del procedimiento, es posible desistir de la medida preventiva solicitada
(y en este caso decretada) y tal desistimiento debe producir igual efecto
que el de la acción, por lo que él es irrevocable, aún antes de la
homologación. El derecho de pedir la actuación jurisdiccional en
materia de medidas preventivas o es parte del derecho general de
acción,<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>o responde a una
acción autónoma cautelar, pero en ambas hipótesis tal acción desistida
privaba a la parte de pedir la misma medida ante las mismas
circunstancias, y por tanto el imputado, en este caso el Juez de la
Instancia, no podía, con la medida revocada, ni siquiera amenazar los
derechos de los accionantes, motivo por el cual el amparo ha debido ser
declarado inadmisible conforme al ordinal 2° del artículo 6 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  
</SPAN><o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">4.- Establecido lo anterior, esta Sala
analiza algunos conceptos sobre las medidas preventivas innominadas,
ya que el decreto de una de ellas fue el objeto del fallo del amparo. Ellas,
como cualquier medida preventiva procede cuando exista riesgo
manifiesto de que quede ilusoria la ejecución de un fallo (artículo 585
del Código de Procedimiento Civil) y, además, cuando hubiere fundado
temor de que una de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil
reparación al derecho de la otra.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">La medida innominada que persigue los
anteriores fines, queda a criterio del juez, hasta el punto que él<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>acuerda las providencias
cautelares que considere adecuadas (artículo 588 del Código de
Procedimiento Civil) y ellas consisten en autorizar o prohibir
determinados actos, y adoptar las providencias que tengan por objeto
hacer cesar la continuidad de la lesión. De esta manera se deja al
criterio del juez el decreto de la providencia cautelar innominada, la
cual, puede asumir cualquier forma.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">El límite de estas medidas innominadas y
de la creatividad judicial para otorgar la cautela, viene dado porque con
ellas no se violen leyes vigentes y menos la
Constitución.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Este tipo de medidas no pueden rebasar
ni las limitantes legales expresas ni las teleológicas, pero el ser
implementadas respetando esas fronteras, pueden adquirir gran
dinamismo a fin de lograr la finalidad cautelar.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Consecuente con estos principios, la Sala
de Casación Civil de la extinta Corte Suprema de Justicia actuando
como juez constitucional, en decisión de fecha 8 de julio de 1997 (caso
Café Fama de América) sostuvo que el nombramiento de
administradores ad hoc como medida innominada, no podía chocar con
las normas sobre derecho societario, por lo que estos administradores no
podían sustituir a los órganos de las compañías, ni a la asamblea, ni
tomar medidas en contra de las decisiones de las asambleas; en fin, no
podrían ir contra lo establecido en el Código de
Comercio.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Las medidas
preventivas innominadas del artículo 588 del Código de Procedimiento
Civil, con las exigencias que dicha norma trae, conforman un tipo de
esta clase de medidas, pero ellas no son las únicas, ni exclusivas, que
existen en el derecho venezolano.<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>El artículo 171 del Código Civil, para enervar el peligro que un
cónyuge se exceda en la administración o arriesgue con imprudencia los
bienes comunes que está administrando, permite al Juez dictar las
providencias que estime conducentes a evitar aquel peligro, con lo que
se le otorga total arbitrio en cuanto a los caracteres de la medida; y para
decretarla, la ley no pide requisito específico alguno como los del
artículo 588 del Código de Procedimiento Civil, salvo que el
sentenciador tome la decisión con conocimiento de causa (lo cual no es
un instituto exclusivo de los procesos no contenciosos); es decir, que sin
necesidad de plena prueba y con la sola presencia de la parte que pide,
si ésta justifica la necesidad de la medida, el juez la ordena, pudiendo
incluso para tomarla mandar a ampliar la justificación. Lo importante
en estos casos es que al Juez se le faculta para investigar la<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>verdad y que no dicte resolución
alguna sino después de hallarse en perfecto conocimiento de
causa.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">En el caso de que trata este amparo, la
medida se fundó en el artículo 171 del Código Civil, y la situación
prevenida en dicho artículo, en cuanto a la medida innominada
(provisoria) que puede dictar el Juez, no difiere de la contemplada en el
artículo 191 del mismo Código en igual supuesto pero relacionado con la
acción de divorcio o de separación de cuerpos, donde el Juez puede
“dictar provisionalmente las medidas siguientes:”<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX"><SPAN style="mso-spacerun:
yes"> </SPAN>“1°- Autorizar la separación de los cónyuges y
determinar cuál de ellos, en atención a sus necesidades o circunstancias,
habrá de continuar habitando el inmueble que les servía de alojamiento
común, mientras dure el juicio, y salvo los derechos de terceros.<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>En igualdad de circunstancias,
tendrá preferencia a permanecer en dicho inmueble aquél de los
cónyuges a quien se le confiare la guarda de los
hijos.”<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX"><SPAN style="mso-spacerun:
yes"> </SPAN>“2°- Confiar la guarda de los hijos menores, si los
hubiere, a uno solo de los cónyuges y señalar alimentos a los mismos;
también podrá, si lo creyera conveniente, según las circunstancias,
poner a los menores en poder de terceras personas; en todos los casos
hará asegurar el pago de la pensión alimentaria de los hijos, y
establecerá el régimen de visitas en beneficio del cónyuge a quien no se
haya atribuido la guarda.”<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX"><SPAN style="mso-spacerun:
yes"> </SPAN>“3°- Ordenar que se haga un inventario de los bienes
comunes y dictar cualesquiera otras medidas que estime conducentes
para evitar la dilapidación, disposición u ocultamiento fraudulento de
dichos bienes.”<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX"><SPAN style="mso-spacerun:
yes"> </SPAN>“A los fines de las medidas señaladas en este artículo el
Juez podrá solicitar todas las informaciones que considere
convenientes.”<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">La norma es clara en cuanto a las
informaciones que puede solicitar, sin que distinga<SPAN style="mso-
spacerun: yes">  </SPAN>partes de terceros.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">También el artículo 174 del Código Civil
en los procesos de separación judicial de bienes, permite al Juez dictar
las providencias que estimare convenientes para la seguridad de los
bienes comunes mientras dure el juicio.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Todas estas normas del Código Civil
facultan al Juez para que a su arbitrio y con los procedimientos y
órdenes que juzgue necesarios, asegure los bienes comunes.<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Se trata de informaciones y
conductas que puede exigir tanto a las partes como a los terceros, con lo
que estas especiales medidas innominadas prevenidas en el Código Civil
no suscitan discusión alguna, como si ocurre con las innominadas del
Código de Procedimiento Civil, sobre si las cautelas pueden abarcar a
terceros.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Suele argumentarse, que en el proceso
civil, siendo las personas jurídicas diferentes a sus socios, ellas no
pueden ser objeto de medidas cautelares de ninguna clase en un juicio
en que no son partes.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Ello
es parcialmente cierto, sus bienes, su patrimonio, no puede ser objeto de
medidas en<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>una causa
donde no son litigantes, ya que la ejecución del fallo cuya ilusoriedad se
precave con las medidas, no podría ir contra ellos.<SPAN style="mso-
spacerun: yes">  </SPAN>Pero en materia de las medidas innominadas,
previstas en los artículos 171, 174 y 191 del Código Civil, las cuales no
tienen que afectar bienes, con el fin de evitar daños a las partes o hacer
cesar la continuidad de una lesión, no hay razón para que no se pueda
ordenar la colaboración de un tercero a fin de obtener un fin, siempre
que lo que se le pida no sea ilegal o le desmejore al tercero algún
derecho.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>En la vigente
Constitución tal colaboración es una participación solidaria en la vida
civil y comunitaria del país, lo cual constituye un deber ciudadano a
tenor de lo dispuesto en el artículo 132 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Las medidas
preventivas persiguen que los derechos de una parte no se menoscaben y
ellas por lo general obran contra la parte contraria a quien lo solicita,
pero teóricamente, y por aplicación de los artículos 171, 174 y 191 del
Código Civil, en casos como el que trata este fallo, para evitar tal
menoscabo de los derechos de una parte, se puede involucrar a un
tercero relacionado jurídicamente con las partes, como forma de cautela
para detener la dilapidación o el fraude.<SPAN style="mso-spacerun:
yes">  </SPAN>¿Qué puede hacer este tercero si la medida preventiva
que lo toca, es ilegal o lo perjudica?<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>Si viola directa e inmediatamente garantías constitucionales, y
no hay otra vía para el restablecimiento inmediato de la situación
jurídica infringida o amenazada de violación, podrá optar por el
amparo; pero a pesar que el Código de Procedimiento Civil no incluyó
entre las causas de intervención del tercero previstas en el artículo 370
de dicho Código, la oposición por éstos a la medida preventiva
innominada, limitándose a prever, en el ordinal 1°, la tercería de
dominio sobre bienes demandados, embargados, o sometidos a
secuestro<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>o a una
prohibición de enajenar y gravar; y en el ordinal 3° la oposición al
embargo por parte del tercero, no por ello puede pensarse que estas
especiales medidas innominadas señaladas en el Código Civil, no puedan
dirigirse a los terceros, sobre todo en supuestos como el del artículo 171
del Código Civil, donde la naturaleza del derecho reclamado puede
involucrar actividades de terceros.<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>¿Es qué acaso en un juicio de menores (artículo 261 del Código
Civil), no puede ordenársele a un tercero que no visite al menor
mientras dure el juicio, si es que ese tercero ejerce influencia sobre el
menor, que perjudica al progenitor<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>que reclama su guarda?<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>El tercero afectado por una providencia ilegal dictada como
medida innominada, que no lesione directamente sus garantías y
derechos constitucionales, no se encuentra inerme ante la situación
porque el Código de Procedimiento Civil no haya contemplado la
posibilidad de la oposición de su parte a la medida; y en ejercicio del
derecho de defensa que le otorgaba el artículo 68 de la derogada
Constitución<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>de la
República de Venezuela de 1961 y del artículo 49 de la actual, podría
oponerse a la medida con fundamento en los ordinales 1° y 3° del
artículo 370 del Código de Procedimiento Civil, aplicables por analogía
a la situación en que se encontraba, todo conforme al artículo 4° del
Código Civil, quedando a su iniciativa la vía procesal que utilizará para
la oposición.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Por otra parte,
la naturaleza pesquisitoria para ubicar o localizar unos bienes, que
puede asumir una medida cautelar, en nada choca con el principio
dispositivo, ya que la cautela es una institución procedimental que como
tal está desligada del derecho subjetivo del cual dispone como bien
tenga, quien pide su declaración judicial.<SPAN style="mso-spacerun:
yes">  </SPAN>Es un postulado del principio dispositivo que el juez
queda vinculado por los alegatos de las partes, por lo que si en el objeto
de la pretensión se identifican los bienes comunes, como sucedió en este
caso de acuerdo a lo transcrito en el fallo consultado, ya el alegato existe,
el cual no podrá ser transformado con posterioridad.<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Pero las medidas cautelares que
buscan que ese objeto (afirmado e identificado) pueda ser concretado en
la ejecución del fallo, pueden asumir las formas útiles para lograr ese
fin, y por ello, partiendo de lo alegado en el libelo, el juez podía crear la
figura de un funcionario judicial que constatare si los bienes aún
existían, o qué había sido de ellos; y en esa ubicación, que sería inútil si
no se conoce todo lo relativo a los bienes, como transformaciones,
ganancias, etc., el funcionario localizador puede seguir la pista de las
inversiones que en otras sociedades<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>haya hecho la compañía de la cual era accionista la comunidad
conyugal, ya que sólo así, siguiendo la cadena de inversiones, podrá
establecerse cuál es el real producto de los bienes comunes.<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>En ese sentido, los terceros, de
ser personas jurídicas, no pueden impedir que el verdadero accionista,
así sea indirecto de ellas, pueda acceder a la información, y a pesar que
se trate de una pesquisa, ella no transforma lo alegado, ni se sale de los
límites de los hechos controvertidos, ya que el alegato de la parte que
origina la petición de la medida debe en el libelo referirse a los bienes.
Es esta una situación diferente a la que ocurre en materia de pruebas,
por ejemplo, donde el promovente debe afirmar cuál es el hecho a
probar: el objeto de la prueba. Tomando en cuenta que la propiedad de
las acciones, según el artículo 296 del Código de Comercio, se prueba
con la inscripción en los libros de accionistas, y que éstos son privados y
se encuentran en la sede social, la única manera de ubicar el real estado
de las acciones cuando son bienes comunes, si es que la compañía no
colabora con el accionista, es indagando en los libros el tracto de esas
acciones, sin que las sociedades puedan negarse a ello, ya que ningún
daño se les está causando con ese examen, máxime cuando proviene de
orden judicial.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Las compañías de comercio, como
personas jurídicas, carecen de vida privada, pueden gozar<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>de derechos al secreto comercial
o industrial, a la reserva de los datos de su contabilidad; a que su
domicilio no sea arbitrariamente violado, pero no a negarse a mostrar
los libros de accionistas para que<SPAN style="mso-spacerun: yes"> 
</SPAN>se conozca quiénes son los socios, y cuáles dividendos
obtuvieron esas acciones, si se trata de procesos donde estén
involucrados acciones o cuotas de participación.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Hacia esos fines estaba<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>dirigida la medida decretada,
que fue poco feliz en su redacción, pero que debido a sus bases jurídicas
podía identificarse lo que se quería con ella.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">El incumplimiento por los requeridos de
las informaciones y documentos que se pidan en esta clase de medidas,
típicas de las actuaciones donde los bienes propiedad de una parte son
administradas por otra, constituye una negativa a servicios de
colaboración con la justicia.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN lang=ES-MX style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman';
mso-ansi-language: ES-MX">Asentado lo anterior, pasa esta Sala a
analizar el caso sub iudice. De las actas del expediente se evidencia
que<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Elízabeth Gordon de
Poplicher (folio 126 de los autos), pretendió ejercer la administración
conjunta de la comunidad conyugal que tiene con su entonces esposo
Mauricio Poplicher, comunidad la cual se presume existe dentro de
dicho matrimonio a tenor de lo dispuesto en el artículo 148 del Código
Civil.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Según dice el libelo
de demanda (que cursa en autos) que origina la decisión objeto del
amparo, su pretensión fue tratar de administrar bienes sobre los cuales
no ejercía la administración conjunta, situación posible según el artículo
168 del Código Civil, y que en base al artículo 171 del Código Civil,
pretende que su esposo no los siga administrando.<SPAN style="mso-
spacerun: yes">  </SPAN>Ahora bien,<SPAN style="mso-spacerun:
yes">  </SPAN>la ciudadana Poplicher o quien se encuentra en su lugar
y accione la misma pretensión, carece de control sobre los bienes que no
administra sino que lo hace su cónyuge, es más, pudiera no conocerlos,
quedando impedida hasta de demandar una rendición de cuentas; y si
no logra ubicar esos bienes que son de su copropiedad, quedaría
frustrada su pretensión de administración conjunta a la cual tiene
derecho conforme al artículo 168 del Código Civil.<SPAN style="mso-
spacerun: yes">  </SPAN>En casos como éste, luce adecuado la
ubicación de los mismos por orden judicial, ya que sin tal proceder, la
comunera nunca recabaría información sobre sus bienes si el cónyuge
administrador o los terceros la niegan.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Tratándose de
bienes de propiedad común, de acciones de compañías anónimas, la
medida innominada del Juez de Primera Instancia de nombrar una
persona que ubicare los bienes donde presuntamente se encontraban, a
juicio de esta Sala era la correcta, y siendo la ciudadana Poplicher
posible coaccionista de las Compañías, mal podían éstos negarse a
informarle, negativa que queda demostrada al intentar el amparo
aduciendo que ellos son unos terceros.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Las medidas
preventivas clásicas: secuestro, embargo y prohibición de enajenar y
gravar, pesan sobre bienes de las partes, y no luce un absurdo que
existan medidas destinadas a ubicar los bienes objeto de las cautelas
clásicas.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Estas últimas
medidas son justas y adecuadas cuando se trata de bienes que son
propiedad de la comunidad conyugal y uno de los cónyuges está
sindicado de administrarlos, poniéndolos en peligro y sin dar cuenta al
otro.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">La Juez de la
Primera Instancia, competente en la materia de Familia, nombró un
administrador cuyo objeto era “analizar las operaciones mercantiles
realizadas por Mauricio Poplicher” y para lograr tal objeto se le facultó
para revisar los libros de la contabilidad de las compañías en las cuales
había participación de la comunidad conyugal Poplicher-
Gordon.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>El nombre dado
al encargado de la averiguación no fue el correcto, al llamarlo
administrador, pero la finalidad de la medida sí la era, ya que si la
sociedad conyugal es accionista de unas compañías mercantiles y uno de
sus miembros, copropietario de las acciones, en un juicio donde la
pretensión es administrar conjuntamente la comunidad, lo ideal era que
se ubicaran los bienes, en este caso las acciones, así para la fecha de la
cautela ellas hubieren sido enajenadas, ya que el resultado de la
enajenación era importante para la comunidad conyugal si hubiere
habido proventos.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">La Juez de la
Primera Instancia tampoco exageró las facultades del funcionario
localizador de propiedades, cuando le ordenó analizar las operaciones
mercantiles realizadas por el cónyuge administrador de los bienes
comunes en esas sociedades y a tal fin, en protección de esos bienes
comunes, lo autorizó que revisará los libros, ya que podrían existir
dividendos de las acciones que eran propiedad de la comunidad
conyugal.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Conforme al
texto del auto que decretó la medida, la actuación del “administrador”
nombrado por la Juez de Familia, en ningún momento desarraigaba al
administrador legítimo de las sociedades, ni sustituía los derechos de los
accionistas o de los órganos sociales.<SPAN style="mso-spacerun:
yes">  </SPAN>Su función conforme a la información sobre los bienes
comunes que contenía el libelo de la demanda, era revisar sí en las
compañías (plenamente identificadas), aparecía como accionista el
cónyuge de la demandante y cuál había sido el resultado de esa
condición de accionista.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Tal vez la Juez
que dictó la medida no fue todo lo precisa que se requería, pero la idea
de decretar una medida innominada que permita a un cónyuge ubicar
los bienes de la comunidad conyugal cuyo paradero desconoce, por no
ser él el administrador, luce una cautela justa en beneficio de los
copropietarios.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Cuando la
administración de los bienes comunes corresponde a uno solo de los
cónyuges, quien no rinde cuenta al otro, debido a la propia esencia de la
confianza y buena fe que rige el matrimonio, resultaría injusto que el
otro propietario de los bienes no pudiera localizarlos si es que el
administrador no le da noticia de ellos y sus resultas, y el cónyuge que
no administra teme que el otro los dilapide o se exceda en la
administración .<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">El
artículo<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>171 del Código
Civil, permite al Juez que conoce la denuncia sobre excesos en la
administración, dictar las providencias que estime conducentes para
evitar el peligro, previo conocimiento de causa.<SPAN style="mso-
spacerun: yes">  </SPAN>Este poder que otorga tal artículo al Juez, ni
siquiera hace necesario que se cumplan los extremos del artículo 588 del
Código de Procedimiento Civil, y atiende a otro tipo de medidas
innominadas. En consecuencia, una medida tendente a que se ubiquen
los bienes de la comunidad conyugal en el estado en que se encuentren,
es posible, y si se trata de acciones o cuotas de participación, la
investigación podría realizarse en las compañías donde los cónyuges son
los accionistas.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Podría ser
que para el momento de la localización de los bienes, ya el cónyuge no
fuere socio, pero ello no obsta para que la compañía colaborara como
tercero en tal ubicación, ya que la colaboración de los terceros con el
proceso no es extraña en el Código de Procedimiento Civil, desde el
momento que ellos puedan informar (artículo 443 de dicho Código) y
pueden ser requeridos a exhibir (artículo 437 ejusdem); además, las
personas naturales que sean terceros tienen el deber de testimoniar, por
lo que el proceso exige a terceros actividades y ellos deben
cumplirlas.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>En materia de
menores, el empleador retiene, sin remuneración alguna y en beneficio
de la justicia, la pensión alimentaria del menor, por orden judicial, y la
pone a la orden del Tribunal (artículo 749 ejusdem). Todos estos son
ejemplos del servicio judicial que prestan los
terceros.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Lo que no
puede, en principio,<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>la
medida cautelar es sustituir los órganos societarios, destituir a un
administrador, y violar las normas de derecho mercantil; pero lo que
pretendía la medida ni siquiera violaba el artículo 41 del Código de
Comercio, ya que se trataba de un caso de comunidad de bienes, que es
uno de los que permite la manifestación y examen general de libros de
comercio. <o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Luego, a la luz
de la Constitución de la República de Venezuela de 1961, la medida
cautelar innominada declarada por la Juez era posible en la forma como
la estructuró.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>En la
actualidad con la vigente Constitución, tal medida con el mismo
contenido tendría aún mayor base constitucional, ya que el artículo 28
crea el derecho de acceso a la información o habeas data, así como
acceder a documentos de cualquier naturaleza que contengan
información, “cuyo conocimiento sea de interés para comunidades o
grupos de personas”, derecho de acceso que se ejerce contra partes o
terceros, ya que la norma no hace distingos.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Claro está, que
el funcionario judicial ocasional nombrado para la ubicación de los
bienes, que podrá acceder a los documentos de cualquier naturaleza a
que se refiere el artículo 28 de la vigente Constitución, deberá guardar
secreto, sobre todo cuando tenga acceso a las cuentas de la contabilidad
mercantil relativas a los bienes localizados, ya que dicha contabilidad
goza de especial protección en relación con los terceros, tal como se
desprende de los artículos 40, 41, 42 y 43 del Código de
Comercio.<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>Pero dentro de
la labor de ubicación de los bienes, a practicarse dentro de un término
determinado con antelación, el funcionario encargado de la
pesquisa<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>podrá seguir en
otras<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>sociedades las
inversiones en cadena que en dichas sociedades haga la compañía
propietaria de las acciones.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">La previsión de
una justicia idónea y equitativa, en casos donde accionistas minoritarios,
comuneros no administradores y otras personas a quienes el
administrador le niegue acceso a sus bienes, o se los dificulte hasta el
punto que no los conocen; o que conociéndolos se les imposibilite saber
por sí o por medio de otras personas los proventos que ellos producen, o
las circunstancias en que se encuentran, amerita medidas con las
características aquí señaladas. <o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">En materia de
comunidad matrimonial–patrimonial la ley autoriza al juez a dictar en
su arbitrio las cautelas, a tenor del artículo 171 del Código Civil, y
teniendo en cuenta que dicha comunidad nace del matrimonio, el cual,
conforme al artículo 77 de la vigente Constitución establece igualdad
absoluta de derechos entre los cónyuges, y que el artículo 75 ejusdem al
tomar en cuenta al grupo familiar, no desde el punto de vista del
parentesco, pero de la unión que conforman los padres con sus
descendientes, expresa que las relaciones familiares se basan en respeto
recíproco entre sus integrantes, debe concluirse que pueden dictarse
medidas cautelares cuya finalidad sea preservar el patrimonio familiar,
en el caso bajo estudio, el régimen patrimonial
matrimonial.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">Existen áreas
del derecho donde este tipo de medidas cautelares no se justifican, pero
en la tratada en este fallo, así como en materias a ella análogas, ella es
indispensable, aportando además evidencia debido al principio de
adquisición procesal.<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">En<SPAN
style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>un Estado de justicia como el que
el artículo 22 de la vigente Constitución considera, una medida cautelar
fundada en el artículo 171 del Código Civil, con el alcance que
señaló<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>el Juez que la
dictó, era lo procedente en beneficio del cónyuge que pretende no le
dilapiden los bienes de los cuales es copropietario y con lo ordenado al
administrador Hariton y a las compañías para que coadyuvaran con el
administrador, ninguno de los derechos constitucionales denunciados, se
infringía, y así se declara.” (Ver sentencia de la Sala de fecha 15 de
<SPAN style="mso-spacerun: yes">  </SPAN>marzo de 2000:)
<o:p></o:p></SPAN>
<o:p></o:p></SPAN>
<SPAN style="FONT-FAMILY: 'Times New Roman'">
Visto lo anterior, considera esta Sala innecesario analizar las demás causales de
inadmisibilidad, así como expresar pronunciamiento alguno sobre la procedencia de la
acción. Así se declara.
 
V
DECISIÓN
 
Por las razones expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la Ley, declara: 1) REVOCA la decisión dictada en fecha 9 de
septiembre de 1999, por el Juzgado Superior Décimo en lo Civil, Mercantil y
del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de
Caracas, en la acción de amparo constitucional interpuesta por las sociedades
mercantiles OFICINA GONZALEZ LAYA, C.A., PARCELAMIENTO
AGRICOLA RIO MAR, C.A., DESARROLLOS INMOBILIARIOS 47-40,
C.A., URBANIZADORA LA COSTANERA, C.A.; GRUPO DE
INVERSIONES 1898, C.A., AGROPECUARIA COLINAS C.A.,
CONSORCIO URBANISTICO EL PARAISO, C.A. y CONSORCIO
URBANISTICO 9320 C.A. 2) declara INADMISIBLE la acción de amparo
constitucional interpuesta en contra de las sentencias de fecha 25 de febrero de
1999, proferidas por el ciudadano Juez Provisorio del Juzgado Primero de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Area Metropolitana de Caracas y en contra del auto de fecha 31
de mayo de 1999, dictado por el Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas, en el juicio que, por partición de los bienes que
conformaron la comunidad conyugal, intentara la ciudadana LÍA NOGUERA
LÓPEZ, en contra del ciudadano EMILIO GONZALEZ MARIN.
 
En consecuencia, se ordena remitir el expediente al referido Juzgado Superior
Décimo en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas a los fines legales consiguientes.
 
Publíquese, regístrese y notifíquese. Cúmplase lo ordenado.
 
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a los 06 días del mes de
FEBRERO del año dos mil uno. Años: 190º de la
Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
 
El Vicepresidente,
 

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO


 
 
Los Magistrados,
 
 
ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA JOSÉ M. DELGADO
OCANDO
Ponente

 
 
PEDRO RONDÓN HAAZ
 
 
El Secretario,
 
 
JOSE LEONARDO REQUENA CABELLO
 
 
 
 
 
JMDO/ns
Exp. n° 00-0096.-

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: JOSÉ M. DELGADO OCANDO


 
Mediante escrito presentado en fecha 25 de octubre de 2000, la ciudadana
CARMEN ROSARIO ROJAS, actuando en su propio nombre, interpuso acción de
amparo constitucional en contra del acto administrativo contenido en el oficio n° ORH 455
del 30 de septiembre de 2000, firmado por el Director de Recursos Humanos de la
Gobernación del Estado Guárico, mediante el cual se la remueve del cargo de Jefe de
División de Relaciones Institucionales, adscrito a la Dirección de Información y Relaciones
Públicas, que venía desempeñando hasta el momento. Considera la accionante que fueron
violados, como consecuencia de dicho acto, los siguientes derechos: 1) derecho al respeto y
a la dignidad humana; 2) derecho a la defensa, presunción de inocencia y a ser oído en un
plazo razonable de una manera independiente e imparcial; 3) derecho a la igualdad; y 4)
derecho al trabajo y deber de trabajar.
 
En la misma fecha, 25 de octubre de 2000, se dio cuenta en Sala y designó ponente
al Magistrado José Manuel Delgado Ocando.
 
En fecha 27 de diciembre de 2000 se reconstituyó la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia con los Magistrados que actualmente la integran. Habiendo
sido reasignada la ponencia al Magistrado que con tal carácter suscribe el presente fallo,
pasa la Sala a dictar sentencia, previas las siguientes consideraciones:
 
UNICO
 
De manera previa, estima pertinente la Sala analizar si resulta competente para
conocer la acción de amparo constitucional interpuesta en el presente caso. A tal efecto, se
observa que la Sala, respecto a su propia competencia para conocer acciones de amparo, ha
especificado en sentencias de fecha 20 de enero de 2000 (Emery Mata Millán y Domingo
Ramírez Monja) los principios que deben regir a partir de la entrada en vigencia de la nueva
Constitución.
 
Con relación a la competencia de la Sala Constitucional para conocer en primera
instancia de acciones de amparo constitucional, modalidad utilizada en la acción en
conocimiento, se ha señalado que la misma se circunscribe a las acciones de amparo que
tengan como objeto los actos emanados de los altos funcionarios previstos en el artículo 8
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, e igualmente
los otros funcionarios de igual jerarquía, aun cuando no estén expresamente mencionados
en la citada norma.
 
En el presente caso, el acto que se considera lesivo, emana del Director de Recursos
Humanos de la Gobernación del Estado Guárico. Ello implica que el acto contra el cual se
interpone la acción de amparo constitucional no emana de ninguna de las altas autoridades
previstas en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo antes mencionado y, como
consecuencia, esta Sala carece de competencia para conocer de la presente acción de
amparo constitucional. Así se declara.
 
Con relación a qué Tribunal resulta competente, se observa que en tanto el acto
presuntamente lesivo es un acto administrativo, el Tribunal de Primera Instancia
competente de acuerdo a lo establecido en el artículo 7 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales es un Tribunal de la jurisdicción contencioso
administrativa.
 
Ahora bien, la competencia de los tribunales de la jurisdicción contencioso
administrativa para conocer de las acciones autónomas de amparo viene determinada no
sólo en razón del criterio de afinidad con la naturaleza de los derechos invocados,
consagrado en la Ley que rige, sino también en atención al órgano del cual emana la
conducta que se pretende atentatoria contra los derechos o garantías constitucionales
invocados, puesto que tal criterio define cuál es el Tribunal de primera instancia, dentro de
la jurisdicción contencioso administrativa. En tal sentido, tanto la jerarquía del órgano,
como su competencia territorial, como su ubicación dentro de la división vertical del Poder
Público (nacional, estadal o municipal), determinan cuál Tribunal resulta competente en
primera instancia para conocer del amparo.
 
En este caso, en tanto el acto presuntamente lesivo emana de una autoridad estadal,
en este caso, la Dirección de Recursos Humanos de la Gobernación del Estado Guárico; el
tribunal competente es el Juzgado Superior en lo Contencioso Administrativo con
competencia territorial en el Estado Guárico.
 
Si bien el artículo 9 de la Ley Orgánica del Amparo permite la interposición de la
acción de amparo por ante un tribunal de la localidad, cuando no exista en la misma un
tribunal con competencia en primera instancia –circunstancia que podría existir en este
caso–, es de señalar que dicha disposición constituye en todo caso una potestad del
accionante, que puede utilizar si considera que existen circunstancias de extrema urgencia;
pero así mismo podría elegir interponer la acción directamente por ante el tribunal de
primera instancia competente, aun cuando éste no se encuentre en la localidad. En este
caso, la accionante consideró –erróneamente– que esta Sala Constitucional era el tribunal
de primera instancia competente, e interpuso directamente la acción ante ésta, lo que denota
su intención de renunciar a la posibilidad que el mencionado artículo 9 le garantiza. En tal
sentido, no resultaría lógico remitir los autos a un tribunal de la localidad, cuando la propia
accionante no consideró necesario interponer la acción por ante éste. Al contrario, deben
remitirse los autos directamente al tribunal de primera instancia competente. Así se declara.
 
No deja de observar la Sala, en todo caso, que los casos en los cuales está dado al
particular prescindir de la utilización de los recursos contencioso administrativos ordinarios
y elegir la vía del amparo constitucional, son casos excepcionales, donde quede demostrada
una flagrante y grosera violación de derechos constitucionales. No puede tratarse
simplemente de ilegalidades o violaciones indirectas, pues de aceptarse la procedencia del
amparo en tales casos, éste sustituiría a los recursos contencioso administrativos ordinarios;
subvirtiendo indebidamente el orden procesal establecido.
 
DECISION
 
Por las razones expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, administrando Justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley, se
declara INCOMPETENTE para conocer de la presente acción de amparo constitucional.
 
Se ordena, de acuerdo a lo antes señalado, remitir los autos al Juzgado Superior en
lo Contencioso Administrativo con competencia territorial en el Estado Guárico.
 
Publíquese, regístrese y notifíquese. Cúmplase lo ordenado.
 
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a los 06 días del mes de
FEBRERO del año dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de
la Federación.
 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
SALA CONSTITUCIONAL
Magistrado-Ponente: JOSÉ M. DELGADO OCANDO
 
El día 30 de octubre de 2000, la sociedad mercantil AEROPOSTAL ALAS DE
VENEZUELA C.A., inscrita ante el Registro Mercantil V de la Circunscripción Judicial
del Distrito Federal y Estado Miranda, en fecha 14 de noviembre de 1996, mediante
asiento anotado bajo el n° 53, Tomo 73-A-Qto., a través de sus apoderados judiciales
ciudadanos Erwin Genie Loreto y Henrique Iribarren Monteverde, venezolanos, mayores
de edad, titulares de las cédulas de identidad núms. 8.942.536 y 5.592.778, abogados,
inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números. 64.994 y
19.739, respectivamente, según se evidencia de documento poder de fecha 27 de octubre
del año en curso, autenticado en la Notaría Pública Séptima del Municipio Libertador,
bajo el n° 53, tomo 73-A Qto., introdujeron por ante esta Sala Constitucional escrito
contentivo de una acción de amparo constitucional autónoma, con fundamento en los
artículos 27 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y 1, 2 y 5 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, contra doscientos
ochenta y seis (286) procedimientos administrativos emanados del Director General
Sectorial de Transporte Aéreo del Ministerio de Infraestructura.

En la misma fecha se dio cuenta en Sala, designándose ponente a quien


con tal carácter suscribe este fallo.
 
Pasa la Sala a decidir sobre su admisibilidad, en los siguientes
términos:
I
DE LA ACCIÓN DE AMPARO
 
Los siguientes son los argumentos de hecho y de derecho en que la empresa
accionante sustenta su petición de amparo constitucional.
 
1.- En primer término, la accionante destaca que los doscientos ochenta y seis (286)
procedimientos administrativos contra los cuales interpuso el presente amparo
constitucional, fueron dictados por el ciudadano Víctor Delgado Monsalve, Director
General Sectorial de Transporte Aéreo del Ministerio de Infraestructura, actuando por
delegación del Ministro, en los términos del artículo 88 de la Ley de Aviación Civil, todo
ello, afirma, por retrasos y cancelaciones de vuelos, supuestamente injustificados.
 
2.- Acota seguidamente que el referido ciudadano, Víctor Delgado Monsalve, habría
prestado servicios como piloto a la sociedad Aeroservicios Carabobo, C.A. (ASERCA), de
donde, según afirma, fue despedido injustificadamente, y por esta razón dicho ciudadano
habría demandado judicialmente a la mencionada empresa por 35.022.900,oo bolívares.
Dicho juicio terminó con el desistimiento de la parte actora. La accionante cuestiona dicha
renuncia, así como el hecho de que ASERCA le haya perdonado el pago de las costas del
juicio, cuando a tenor de lo dispuesto en el artículo 282 del Código de Procedimiento Civil,
quien desiste de la demanda o de cualquier recurso que hubiere interpuesto pagará las
costas si no mediare pacto en contrario.
 
3.- Asegura la accionante que la Dirección General Sectorial de Transporte Aéreo
mencionada le negó, en el mes de junio de 1999, una autorización para operar una
secuencia de vuelos charters hacia Punta Cana, con fundamento en su impuntualidad, pero
en cambio sí autorizó vía excepcional a ASERCA para que realizará dichos vuelos, a pesar
de que un índice de impuntualidad mostraría que ésta última línea aérea sufre más retrasos
y cancelaciones de vuelos que la accionante.
 
4.- La accionante objeta la designación de ASERCA como la línea aérea encargada
de cubrir rutas hacia Buenos Aires, Río de Janeiro y Sao Paulo, a cuyo efecto tuvo un plazo
de seis meses, luego de la designación, para operarlas. No obstante que algunos
contratiempos ocasionaron que los vuelos hacía Río de Janeiro no se realizaran, y el plazo
otorgado para operarlos transcurrió íntegramente, la Dirección General Sectorial de
Transporte Aéreo interrumpió ilegalmente el plazo de seis meses, perjudicando la solicitud
que de estas rutas había hecho Aeropostal, Alas de Venezuela C.A. .
 

5.- Que el referido funcionario hizo varias declaraciones a la prensa, en las que
desestimó las solicitudes de Aeropostal, al tiempo que beneficiaba las de ASERCA, lo que
demostraría su parcialidad a favor de ésta última.
 

6.- La parcialidad denunciada tendría su corolario en la apertura a Aeropostal de


doscientos ochenta y seis (286) procedimientos administrativos sancionatorios, iniciados, a
decir de la accionante, de manera falsa, arbitraria, con dolo y desviación de poder, sobre la
base de supuestos retrasos y cancelaciones injustificados. Estos procedimientos
conformarían el objeto de la pretensión de amparo incoada.
 

7.- Estima la accionante que la acción de amparo se funda en la violación de su


derecho al “funcionario natural”, causada por las actuaciones y actos denunciados, en los
que intervino el ciudadano Víctor Delgado Monsalve. Dicho derecho se encontraría
previsto en el artículo 49.4 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La
noción de juez natural vendría a ser el requisito o característica de la imparcialidad
consciente y objetiva, la cual podría extenderse al funcionamiento de la administración
pública. Cita al efecto la sentencia n° 144 de esta Sala Constitucional.
 
8.- Por último, solicita se declaren inexistentes los expedientes administrativos
abiertos en su contra.
 
II
DE LA COMPETENCIA
 
Siendo la competencia para conocer de un caso sometido al conocimiento de este
Alto Tribunal, el primer aspecto a dilucidarse, pasa la Sala a realizar las siguientes
consideraciones:
 
1.- Conforme a lo expuesto por la empresa accionante, el entonces Director
General Sectorial de Transporte Aéreo del Ministerio de Infraestructura, presunto
agraviante, actuó por delegación del entonces Ministro de Transporte y Comunicaciones,
tal como se desprendería del contenido de la Resolución n° 046 de fecha 12 de febrero de
1999, publicada en la Gaceta Oficial de la República n° 36.644, de fecha 18 de febrero de
1999.
 
A este respecto debe tener en cuenta esta Sala, por lo que más adelante se
determinará, que la delegación es una técnica organizativa mediante la cual un órgano con
un ámbito competencial determinado, desvía algunas de sus atribuciones, ya sea a un
órgano de inferior jerarquía o bien al funcionario que ostente la titularidad de dicho órgano;
en este segundo supuesto, como es de suponer, la cesación en el cargo aparejaría el fin de la
autorización. Esta técnica responde principalmente a criterios de eficiencia y
especialización en la gestión de las potestades públicas, lo que la ha hecho de frecuente
utilización por la administración pública venezolana. Particularmente la encontramos en los
actos mediante los cuales son designados los funcionarios de mayor jerarquía de los entes
públicos, en los cuales se incluyen, por esta vía, una larga lista de atribuciones, las que, en
caso de sustitución del titular del cargo, vuelven a repetirse en el nuevo nombramiento sin
cambio alguno.
 
La delegación viene consagrada en el Título IV, Capítulo I de la Ley Orgánica de
la Administración Central, cuyo artículo 60 se refiere a la potestad que tienen los Ministros
de delegar atribuciones en los Viceministros, y éstos en los Directores y Jefes de División,
al igual que su firma en los mencionados y en otros funcionarios. El artículo 61 disciplina
los efectos de ambos tipos de delegación. Dichos preceptos son del siguiente tenor:
 
“Artículo 60: Los Ministros podrán delegar las atribuciones que les
estén conferidas por Ley en los Vice Ministros; igualmente, podrán
delegar en éstos y en otros funcionarios la firma de documentos
conforme a lo establecido en los reglamentos respectivos.
 
Las atribuciones asignadas por Ley a los Vice Ministros podrán ser
delegadas por éstos en los Directores Generales, en los Directores y en
los Jefes de División; asimismo, podrán delegar en éstos y en otros
funcionarios la firma de documentos conforme a lo establecido en los
reglamentos respectivos.
 
Artículo 61: A los efectos de este Decreto Ley, se entenderá que los
actos y actuaciones ejecutados en virtud de delegación de atribuciones se
consideran emanados del órgano delegado, mientras que los actos y
documentos suscritos en virtud de delegación de firma provienen del
órgano delegante”.
 
Según los preceptos transcritos, coexisten dos tipos de delegaciones: la delegación
de atribuciones y la delegación de firmas. La delegación de atribuciones o facultades en un
acto jurídico general o individual, por medio del cual un órgano administrativo transmite
parte de sus poderes o facultades. Siendo, pues, a otro órgano que son transmitidas tanto la
competencia como la responsabilidad que trae aparejada su ejercicio, los actos dictados se
estiman emanados del funcionario inferior delegado y no del superior delegante. En
consecuencia, tales actos son susceptibles de impugnación a través del recurso
administrativo de reconsideración por ante el mismo funcionario que los emitió, y, una vez
agotado dicho recurso, el administrado tendrá a su disposición el recurso jerárquico ante el
respectivo superior jerárquico.
 
La delegación de firma, en cambio, no es una transmisión de competencias en el
sentido apuntado, ya que el inferior delegado se limita a suscribir los documentos o actos
señalados en la delegación, conservando el superior delegante la competencia, la decisión y
la responsabilidad sobre el acto en sí mismo considerado. Es por ello que, no siendo
responsables los delegados de la ilegalidad de los actos, los recursos de reconsideración
deben interponerse ante el propio superior delegante.
Generalmente, las máximas autoridades de la Administración Pública Nacional
Descentralizada, al hacer uso de la delegación, no acostumbran diferenciar un tipo del otro.
Esta confusión es evidente en la propia Resolución que se examina, pues afirma que “se
delega en el mencionado ciudadano (Víctor Delgado Monsalve) la atribución y la firma de
los actos y documentos que a continuación se indican...”, sin distinguir a cual delegación
corresponde cada atribución, siendo que tales figuras, como quedó dicho, se oponen en
cuanto a sus efectos. Por ello, luce necesario determinar si se trata en este caso de una
delegación de firma o de atribuciones, pues de ello dependerá la competencia de esta Sala
respecto al caso planteado, ya que si es una delegación de firma, se estima que los actos han
sido dictados por el Ministro; si es de atribuciones, se entienden dictados por el funcionario
delegado.

2.- En primer lugar, debemos acentuar nuevamente el uso frecuentísimo de la


técnica de la delegación en nuestro medio, al punto de que la misma ha devenido en un
modo, más que de distribución o transmisión de competencias, de desconcentración de
éstas, es decir, de asignación de potestades con vocación de permanencia. Así ocurre con
las competencias asignadas a la Dirección General Sectorial de Transporte Aéreo, conforme
a la Resolución n° 046 del entonces Ministerio de Transporte y Comunicaciones, la cual
consta de veintidós (22) ordinales. Desde una visión de conjunto, las autorizaciones que allí
constan valen tanto como un catálogo de atribuciones íntimamente relacionadas con las
tareas naturales de dicha Dirección General Sectorial, con independencia del funcionario
que esté a su cargo; es decir, no constituyen globalmente tareas aisladas u ocasionales de
las que prefieren desprenderse los jerarcas en virtud de su carácter y/o de su recurrencia, las
cuales sí son normalmente objeto de una delegación de firma.
 
En dicho acto la mencionada Dirección es autorizada, entre otras cosas, a emitir
certificados de horas de vuelo de los pilotos (ordinal 3°); dictar resoluciones autorizando a
las empresas aéreas la incorporación y desincorporación de aeronaves (ordinal 4°); dictar
resoluciones mediante las cuales se otorgue o se renueve el permiso para operar servicios
regulares y no regulares de transporte aéreo (ordinal 5°); emitir permisos de operación de
talleres aereonáuticos (ordinal 9°); suscribir contratos de obras hasta por un monto de
veintisiete millones de bolívares (ordinal 11°); firmar convenios interinstitucionales
relacionados con la aviación civil (ordinal 21°), y otras con contenido de similar naturaleza.
Estos pocos ejemplos dan la pauta para afirmar que no se trata de una delegación de firmas,
referidas propiamente a actos que se emiten en serie, tales como los títulos universitarios,
copias certificadas u otros por el estilo. Se trata en este caso de atribuciones medulares que
exigirían, en muchos casos, estudios previos o la apertura de procedimientos
administrativos destinados a la formación de actos de voluntad de la Administración
Pública.
 
Por ello, del examen atento del contenido de la Resolución se evidencia que la
delegación en cuestión, en su conjunto, es de atribuciones, por lo que los actos delegados
deben entenderse emanados del Director General de Transporte Aéreo del Ministerio de
Infraestructura y no del entonces Ministro de Transporte y Comunicaciones. Así se decide.
 
3.- En cuanto a la competencia de esta Sala Constitucional respecto al recurso
autónomo de amparo constitucional a nivel del Máximo Tribunal, esta Sala tuvo ocasión de
pronunciarse sobre el tema en su primera sentencia, la cual data del día 20-01-00. Allí fue
establecido que la Sala Constitucional es competente, conforme a una interpretación
constitucional del artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, para resolver los recursos de amparo constitucional interpuestos contra
las máximas autoridades de los órganos que ejercen el Poder Público Nacional. Ello así, por
cuanto la necesidad de garantizar el respecto a los principios y preceptos constitucionales
llevó al Constituyente de 1999 a crear, dentro del Máximo Tribunal de la República, una
Sala con una marcada especialización de tutela de dichos valores. De allí que esta Sala
Constitucional devenga autorizada para resolver los recursos de amparo constitucional que
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales atribuía a las
demás Salas de la entonces Corte Suprema de Justicia, ya sea que fueren interpuestos por
vía principal y autónoma, o que los conozca como consecuencia de la consulta obligatoria o
del ejercicio del recurso de apelación de decisiones dictadas por tribunales de menor
jerarquía a que alude el artículo 35 de dicha Ley.
Conforme al criterio que responde a la condición del presunto agraviante (ratione
condicio personarum), toca a la Sala Constitucional, a tenor de lo dispuesto en el artículo 8
de la Ley mencionada, conocer “en única instancia y mediante aplicación de los lapsos y
formalidades previstos en la Ley (...) de las acciones de amparo contra los hechos, actos y
omisiones emanados del Presidente de la República, de los Ministros, del Consejo
Supremo Electoral (hoy Consejo Nacional Electoral) y demás organismos electorales del
país, del Fiscal General de la República, del Procurador General de la República o del
Contralor General de la República”.
 
De la lectura de dicho precepto se sigue que esta Sala es competente para
dilucidar las denuncias que, respecto a actos, actuaciones u omisiones presuntamente
inconstitucionales, sean incoadas contra las máximas autoridades de los órganos que
ejercen el Poder Público a nivel nacional; dentro de éste se encuentra la rama ejecutiva. En
el artículo transcrito se encuentran incluidos, como vimos, el Presidente y los Ministros,
máximas autoridades de la Administración Pública Nacional Central. No están incluidas las
autoridades de menor jerarquía que éstas, lo que trae como consecuencia que las acciones
de amparo contra dichos funcionarios de menor jerarquía no puedan ser interpuestas ante
este máximo tribunal; de serlo, no le restaría a éste más que remitirlas al juez competente.
 
Siendo pues que el funcionario denunciado (el entonces Director General
Sectorial de Transporte Aéreo de entonces Ministerio de Transporte y Comunicaciones), no
se encuentra dentro de las previsiones del artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, tal como fue aclarado en el punto anterior, los actos
que dicho funcionario dictó en ejercicio de la delegación contenida en la Resolución n° 046
del Ministerio de Transporte y Comunicaciones no le son imputables al Ministro. Por tanto,
esta Sala declara su incompetencia para conocer de la presente acción de amparo
constitucional. Así se decide.
 
4.- En cuanto al tribunal competente para conocer del presente recurso de amparo,
la Sala observa lo siguiente.
Tratándose de una denuncia relativa a la presencia del vicio de desviación de
poder en una serie de actos y actuaciones de un órgano de la Administración Pública
Nacional Central, en perjuicio de un ente privado, como lo es la empresa Aeropostal Alas
de Venezuela, C.A., es por lo que, siguiendo el criterio material a que apunta el artículo 7
de Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, según el cual
“Son competentes para conocer de la acción de amparo, los Tribunales de Primera
Instancia que lo sean en la materia afín con la naturaleza del derecho o de la garantía
constitucionales violados o amenazados de violación, en la jurisdicción correspondiente al
lugar donde ocurrieren el hecho, acto u omisión que motivaren la solicitud de amparo”, el
tribunal competente en este caso sería uno que conozca en primera instancia en la
jurisdicción contencioso-administrativa.
 
A este respecto, cabe acotar que la jurisdicción ordinaria contencioso
administrativa la componen de manera provisional los Juzgados Superiores en lo
Contencioso Administrativo, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo y la Sala
Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, a la cual no toca tal
provisionalidad. La jurisdicción especial contencioso administrativa está compuesta por el
Tribunal de la Carrera Administrativa, los Tribunales Superiores en lo contencioso
tributario y la jurisdicción contencioso administrativa agraria.
 
Como es evidente, no existen Tribunales de Primera Instancia con competencia
contencioso administrativa. Ante esta situación esta Sala ha determinado, en consonancia
con la jerarquía de los intereses a cuya protección está destinada la acción de amparo, que
en aras de propiciar el acceso expedito a la justicia y la celeridad de la misma, en aquellas
localidades donde funcionen Tribunales Superiores en lo Contencioso Administrativo, hasta
tanto se cree la jurisdicción contencioso administrativa con todo rigor, éstos conocerán en
primera instancia de las acciones de amparo cuando la situación, estado o relación respecto
a los cuales se suscitó el agravio es de naturaleza administrativa, o, en segundo lugar,
cuando el acto lo hubiere dictado un ente en función administrativa. De las consultas o
apelaciones de dichas decisiones, conocerá en alzada la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo.
También se ha determinado, por las mismas razones, que la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo conocerá de amparos autónomos en primera instancia, en
atención a las competencias que le atribuye el artículo 185 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia. En segunda instancia conocería de tales decisiones esta Sala
Constitucional (ver sentencia n° 1555 de 8-12-00). No obstante, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 9 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, en los lugares donde no existan Tribunales Superiores en lo Contencioso
Administrativo, y no se trate de aquellos actos propios del conocimiento de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo, conocerán de las acciones de amparo donde se
denuncien situaciones relacionadas con esta materia los Tribunales de Primera Instancia en
lo Civil, por ser los tribunales de Derecho Común. Queda a la libre escogencia del
interesado la interposición del recurso ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Civil de
la localidad, ante el Tribunal Superior en lo Contencioso Administrativo de la Región o
ante la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, aunque no estén ubicados en el
Municipio.
 

En caso de no haber un tribunal de Primera Instancia en lo Civil en la localidad,


podrán también conocer de este tipo de acciones los Tribunales de Municipio, a tenor de lo
dispuesto en precepto últimamente mencionado. Contra las decisiones de éstos, operará la
consulta obligatoria o el recurso de apelación consagrados en el artículo 35 eiusdem, para
ante el Tribunal contencioso-administrativo con competencia ordinaria o especial, de la
Región o de la República (en caso de haber un único tribunal, como ocurre en materia
contencioso funcionarial), en el cual se agotará la primera instancia de conocimiento.

En caso de que el agravio se hubiese producido en cualquiera de los Municipios que


conforman el Distrito Metropolitano, visto que en éste tienen sus sedes la Corte Primera de
lo Contencioso-Administrativo y el Tribunal de la Carrera Administrativa, los recursos de
amparo de cuyo conocimiento tengan competencia dichos tribunales, deberán interponerse
ante ellos mismos, sin que quepa distinción alguna acerca del municipio en que se suscitó la
lesión.

5.- Siendo pues, que las acciones de nulidad, referidas tanto a vicios de ilegalidad
como de inconstitucionalidad interpuestas contra actos, actuaciones u omisiones imputables
a los órganos subalternos que integran la Administración Pública Nacional Central,
conciernen a la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo conforme a la competencia
residual contenida en el artículo 185.3 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia,
según el cual, corresponde a esa Corte conocer “De las acciones o recursos de nulidad que
puedan intentarse por razones de ilegalidad (e inconstitucionalidad) contra los actos
administrativos emanados de autoridades diferentes a las señaladas en los ordinal 9°, y
numerales 10, 11 y 12 del artículo 42 de esta Ley (actos generales de las máximas
autoridades de los órganos unipersonales o colegiados del Poder Público; actos
administrativos individuales de las máximas autoridades Poder Ejecutivo Nacional; actos
de los órganos del Poder Público, en los casos no previstos en los ordinales 3º, 4º y 6º del
artículo 215 de la Constitución -jurisdicción constitucional y reglamentos- y actos
administrativos generales o individuales del Consejo Supremo Electoral o de otros órganos
del Estado de igual jerarquía a nivel nacional), si su conocimiento no estuviere atribuido a
otro tribunal”; y visto que el presente recurso de amparo constitucional está dirigido contra
una serie de actos dictados por la Dirección General Sectorial de Transporte Aéreo,
dependencia del entonces Ministerio de Transporte y Comunicaciones, por tanto excluida
del ordinal 9°, y numerales 10, 11 y 12 del artículo 42 de la mencionada Ley Orgánica, es
por lo que el Tribunal competente para conocer de la mencionada acción es la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo, y así se declara en definitiva.

 
III
DECISIÓN
 
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la
ley, declara:

1.- Que NO TIENE COMPETENCIA para conocer de la acción de amparo


constitucional interpuesta por la sociedad mercantil AEROPOSTAL ALAS DE
VENEZUELA C.A., a través de sus apoderados judiciales ciudadanos Erwin Genie Loreto
y Henrique Iribarren Monteverde, contra doscientos ochenta y seis (286) procedimientos
administrativos emanados del Director General Sectorial de Transporte Aéreo del
Ministerio de Infraestructura.

 
2.- Que corresponde a la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo la
competencia para conocer y decidir la presente causa.

Publíquese, regístrese y remítase el expediente a la Corte Primera de lo


Contencioso Administrativo. Cúmplase lo ordenado.
 
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, a los 06 días del mes de FEBRERO del año dos mil uno.
Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
El Vicepresidente

Sala constitucional
MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO GARCÍA GARCÍA
 
En fecha 10 de enero de 2001 fue recibido en esta Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, proveniente de la Corte de Apelaciones del Circuito
Judicial Penal del Estado Miranda, el oficio Nº 16 de fecha 4 de enero de 2001,
adjunto al cual, se remitió el expediente Nº 1745-2000 (nomenclatura de dicha
Corte), en virtud de la consulta de ley a que está sometida la sentencia dictada por
la referida Corte de Apelaciones en fecha 27 de diciembre de 2000, que declaró
inadmisible la acción de amparo constitucional interpuesta por el ciudadano
CARLOS ALEXIS CARDELLICCHIO BORGES contra una presunta omisión de
pronunciamiento por parte del Tribunal Segundo de Ejecución del mismo Circuito
Judicial Penal.
En la misma fecha se dio cuenta en Sala y se designó ponente al
Magistrado que con tal carácter suscribe el presente fallo.
Efectuado el estudio individual del expediente esta Sala pasa a decidir,
previas las siguientes consideraciones:
I
DE LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL
Alega el accionante que en fecha 7 de agosto de 1996, el entonces Juzgado Tercero

de Primera Instancia en lo Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Miranda, dictó

sentencia en el proceso que se le seguía en el expediente Nº 11.796 (nomenclatura de ese

Juzgado), donde se dictaminó, entre otras cosas, que la Alcaldía del Municipio Carrizal del

Estado Miranda debía hacerle entrega, como único propietario, unos equipos de

Telecomunicaciones que están en poder y uso de la Policía Municipal de dicha Alcaldía,

sentencia ésta que según el dicho del accionante fue ratificada por el también entonces

Juzgado Superior Penal de esa misma Circunscripción Judicial.

Asimismo, señala que en fecha 18 de noviembre de 1999 el Juzgado Primero para el

Régimen Procesal Transitorio, emitió nuevo pronunciamiento donde de igual forma ordena

la entrega inmediata de los equipos de telecomunicaciones, todavía en poder de la señalada

Alcaldía, sentencia que -refiere- también fue ratificada por la Corte de Apelaciones del
Circuito Judicial Penal del Estado Miranda en fecha 17 de enero de 2000. No obstante ello

-alega-, en fecha 18 de septiembre de 2000, el Tribunal Segundo de Ejecución del Circuito

Judicial Penal del Estado Miranda hizo caso omiso a las referidas sentencias, por lo que

consideró que dicha omisión le conculca sus derechos constitucionales consagrados en los

artículos 19, 21, 25, 30, 51, 115 y 140 de la Constitución vigente.

II
ALEGATOS DEL JUZGADO ACCIONADO EN AMPARO
La abogada Rosa Amarista de Oropeza, en su carácter de Juez de Primera Instancia

en lo Penal en funciones de ejecución en el Juzgado Segundo de Ejecución del Circuito

Judicial Penal del Estado Miranda, rindió informe en relación a la causa Nº 2E2331/00

llevada en su oportunidad por el tribunal a su cargo, donde señaló que en fecha 22 de

agosto de 2000, recibió la causa antes identificada, y previo análisis y estudio de las misma,

procedió a ejecutar el fallo de conformidad con lo dispuesto en el artículo 472 del Código

Orgánico Procesal Penal, donde entre otras cosas ordenó remitir las actuaciones al Archivo

Judicial para su cuido y resguardo; toda vez que la orden de entrega de los bienes

materiales fue ordenado por el extinto Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Penal

para el Régimen Procesal Transitorio del circuito en fecha 21 de enero de 2000, por lo que,

consideró la Juez, que “[e]l criterio manifestado en la decisión de este Tribunal de

Ejecución, se corresponde a una interpretación taxativa del artículo 472 del Código

Orgánico Procesal Penal, infiriéndose que la pena a ejecutar es corporal y no material,

esto correspondería en todo caso a la Oficina de Ejecución de Medidas de los Tribunales

correspondientes en materia civil” (sic).


III
DE LA SENTENCIA CONSULTADA
Mediante sentencia dictada por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal

del Estado Miranda, publicada en fecha 27 de diciembre de 2000, se declaró sin lugar la

acción de amparo propuesta contra la presunta omisión de pronunciamiento por parte del

Tribunal Segundo de Ejecución de ese Circuito Judicial Penal, por considerar que el

petitorio del accionante constituía una solicitud de ejecución de sentencia y que por tanto,

según sentencia dictada por la entonces Corte Suprema de Justicia con ponencia del

Magistrado Héctor Paradísi Léon, la acción de amparo constitucional no podía tener ese fin

o propósito, ya que si el solicitante había obtenido una sentencia favorable, los posibles

obstáculos, trabas o impedimentos que tuviere para ejecutarla no son valederos para ejercer

la acción, “(...) pues hacerlo será tanto como ejecutar los fallos y sentencias dentro de una

acción especial como lo es la de amparo”.

IV
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR
 
En primer término, corresponde a esta Sala determinar su competencia para
conocer de la consulta de ley a que está sometida la sentencia de amparo dictada en
fecha 27 de diciembre de 2000 por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal
del Estado Miranda.
A tales efectos, se observa que mediante sentencias del 20 de enero de 2000 -casos
Emery Mata Millán y Domingo Ramírez Monja-, esta Sala Constitucional se declaró
competente para conocer en segunda instancia de las apelaciones y consultas en amparo
que prevé el artículo 35 de la ley orgánica que rige la materia, cuando dichas acciones
sean conocidas en primera instancia por los Tribunales o Juzgados Superiores y Cortes
de Apelaciones (salvo aquellas conocidas por los Juzgados Superiores en ejercicio de su
competencia en lo Contencioso Administrativo, de cuya apelación o consulta deberá
conocer la Corte Primera de la Contencioso Administrativo. Vid. sentencia de esta Sala
del 14 de marzo de 2000, caso Elecentro).
Por tanto, en virtud del criterio sostenido en las sentencias antes
referidas, y visto que la sentencia ha sido dictada por la Corte de Apelaciones
del Circuito Judicial Penal del Estado Miranda, esta Sala resulta competente
para conocer en consulta la sentencia antes referida. Así se declara.
Determinado lo anterior, esta Sala observa que la acción de amparo cursante
en autos fue interpuesta contra una presunta omisión de pronunciamiento por
parte del Juzgado Segundo de Ejecución del Circuito Judicial Penal del Estado
Miranda, por considerar el accionante que dicho juzgado hizo caso omiso a las
sentencias dictadas por el Juzgado Tercero para el Régimen Procesal
Transitorio y por la Corte de Apelaciones que conoció y ratificó en alzada la
sentencia dictada por este Juzgado, donde se ordenó a la Policía del Municipio
Carrizal del Estado Miranda, hacer entrega al ciudadano Carlos Cardellicchio
-hoy accionante en amparo- unos equipos de telecomunicaciones que son de su
propiedad y que el indicado cuerpo policial tenía bajo su posesión y uso.
Ahora bien, según se evidencia de autos la orden de entrega de los equipos de
telecomunicaciones a los cuales los señalados órganos jurisdiccionales se han
referido, obedece a que los mismos formaban parte del cuerpo del presunto
delito de hurto denunciado por el ciudadano Francisco Rafael Cruz, en donde
se señalaba como presumible autor al ciudadano Carlos Cardellicchio,
correspondiéndole el conocimiento de dicha averiguación sumarial al entonces
Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Penal de la Circunscripción
Judicial del Estado Miranda, quien una vez realizado las actuaciones
necesarias para el esclarecimiento de los hechos, declaró terminada la
averiguación, por cuanto los mismos no revestían carácter penal, en virtud de
que el hoy accionante en amparo demostró mediante facturas ser el legítimo
propietario de los equipos de telecomunicaciones denunciados como hurtados
por el ciudadano Francisco Cruz, decisión ésta que fue ratificada por el
correspondiente Juzgado Superior, correspondiéndole el conocimiento de
dicha causa con la entrada en vigencia del Código Orgánico Procesal Penal,
al Juzgado Primero de Primera Instancia para el Régimen Procesal
Transitorio, quien una vez definitivamente firme la decisión que dictó en fecha
18 de noviembre de 1999, donde ordenó la entrega de los referidos bienes al
ciudadano Carlos Alexis Cardellicchio, en fecha 21 de enero de 2000, dictó
auto cuya copia certificada riela al folio 31 del expediente, cuyo contenido es
del siguiente tenor:
 
“Vista la solicitud de fecha 20 de enero del año dos mil, por parte del
ciudadano CARLOS ALEXIS CARDELLICCHIO BORGES, en su carácter de
Representante de la Empresa A.C.T.C SRL debidamente asistido por la Dra.
Virginia Rivero, por medio de la cual solicita la Ejecución de la decisión de fecha
17/01/2000, dictada por la Corte de Apelaciones de este Circuito Judicial, este
Tribunal decreta su ejecución y ordena la entrega de los Equipos de Radio
Comunicaciones descritos en autos, al ciudadano CARLOS ALEXIS
CIRDELLICCHIO BORGES y al efecto se acuerda librar oficio a la Alcaldía del
Municipio Carrizal del Estado Miranda a fin de que se haga efectiva la entrega de
los equipos (...)”.
 
Sobre tales alegatos, la abogada Rosa Amarista de Oropeza, en su carácter de
Juez Segundo de Ejecución, en su acta de informe que fue realizada con
ocasión a la audiencia constitucional, y que riela al folio setenta y ocho (78)
del expediente, señaló lo siguiente:
 
“En fecha 22-08-00, se recibió la causa signada bajo el Nº
2E2331/00 en este Despacho, previo análisis y estudio de la misma, se procede a
ejecutar el fallo, todo ello de conformidad con lo dispuesto en el artículo 472 del
Código Orgánico Procesal Penal en la forma que a continuación se expone:
1.- Oficiar al jefe de la Oficina Central de Información Policial del
Cuerpo Técnico de Policía Judicial (C.I.P.O.L) para la exclusión de pantalla.
2.- Remitir las actuaciones del Archivo Judicial para su cuido y
resguardo; toda vez que la orden de entrega de los bienes materiales fue
ordenada por el extinto Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Penal para
el Régimen Procesal Transitorio del Circuito Judicial Penal del Estado Miranda
con sede en Los Teques en fecha 21-01-00, según oficio 287.
El criterio manifestado en la decisión de este Tribunal de
Ejecución, se corresponde a una interpretación taxativa del artículo 472 del
Código Orgánico Procesal Penal, infiriéndose que la pena a ejecutar es corporal
y no material, esto correspondería en todo caso a la Oficina de Ejecución de
Medidas de los Tribunales correspondientes en materia civil”.
 
 
Por su parte, la sentencia consultada consideró que la acción de amparo
fue interpuesta por el accionante a fin de lograr la ejecución de las sentencias
antes referidas, por lo que estimó declarar improcedente la acción de amparo
al considerar que la pretensión del accionante no era acorde con la finalidad
del amparo constitucional, dejando entrever con tal razonamiento la
consultada, que se hacía conteste con el criterio expuesto por la titular del
Juzgado de Ejecución, en el sentido, de que la entrega corporal de los bienes a
la cual se refieren las sentencias mencionadas le correspondía a la Oficina de
Ejecución de Medidas de los Tribunales correspondientes a la materia civil.
En base a lo anterior, y teniendo en cuenta que lo que el accionante
consideró como una omisión de pronunciamiento, el Juzgado Segundo de
Ejecución no lo estimó dentro de su competencia, esta Sala considera
necesario analizar las funciones de los Juzgados de Ejecución de sentencias
penales, para lo cual observa:
La naturaleza jurídica de la fase de ejecución de sentencia penal, por ser de
carácter complejo -dado la extensa normativa que la regula- se podría decir,
partiendo de la nueva concepción que el Código Orgánico Procesal Penal le
otorga a dicha fase, que obedece a una naturaleza judicial y a la par
administrativa, pues se procura concretar mayores garantías al sentenciado
quien puede impugnar por vía judicial las decisiones que tengan que ver con la
ejecución de su sentencia pero estando bajo la custodia del Ejecutivo Nacional
todo lo relativo al cumplimiento de la misma -en caso de sentencias
condenatorias con penas corporales-.
Este cambio de concepción en la normativa -en la concepción anterior
prevalecía el carácter administrativo- obedece a la finalidad de unificar el
régimen de ejecución de sentencias penales, a través de la creación de un
órgano judicial cuya competencia es la de velar por el pleno cumplimiento de
los mandamientos judiciales.
Así, los Juzgados de Ejecución como órganos encargados de ejecutar las
sentencias penales tienen entre sus competencias las dispuestas en el artículo
472 del Código Orgánico Procesal Penal, que dispone:
“Artículo 472. Competencia. Al tribunal de ejecución corresponde:
1º. La ejecución de las penas y medidas de seguridad impuestas
mediante sentencia firme;
2º. Todo lo relacionado con la libertad del penado, rebaja de penas,
suspensión condicional de la ejecución de la pena, redención de la pena por
el trabajo y el estudio y extinción de la pena;
3º. La determinación del lugar y condiciones en que se deba cumplir la
pena o la medida de seguridad;
4º. La acumulación de penas en caso de varias sentencias
condenatorias dictadas en procesos distintos contra la misma persona”.
 
Sin embargo, no obstante el presunto carácter taxativo de la citada norma, de
la lectura de la misma no puede desprenderse que la única competencia de los
juzgados de ejecución será ejecutar penas privativas de libertad, pues, tal
afirmación se encuentra desvirtuada con el principio de iniciación de oficio de
la ejecución de la sentencia, que establece, que una vez declarada firme una
sentencia, el paso siguiente es su ejecución, y el órgano competente debe
proceder a ejecutarla sin que nadie lo solicite, de lo que se desprende, que
basta con que la sentencia sea dictada y declarada definitivamente firme por
un tribunal con competencia en materia penal para que el Juzgado de
Ejecución resulte obligado a ejecutarla, más allá del carácter corporal o
pecuniario de la sanción que el dispositivo de la misma contenga. Ésta, es la
conclusión a la que se debe llegar de la intención del legislador de judicializar
el proceso de ejecución de sentencias penales, pues, de que serviría que se
delegue en los jueces la potestad de administrar justicia si se necesita acudir a
otros órganos no jurisdiccionales para cumplir y hacer cumplir lo juzgado,
cuando tal supuesto obviamente desnaturaliza la función del Estado de
mantener el orden jurídico, afectando además el derecho del justiciable de
obtener una tutela judicial efectiva. De manera que, las competencias de los
Juzgados de ejecución establecidas en el artículo 472 del Código Orgánico
Procesal Penal, no debe entenderse como las únicas a las cuales dichos
juzgados deben circunscribir su actividad, y muestra de ello es lo establecido
en el artículo 2º eiusdem, que establece:
“Artículo 2º. Ejercicio de la jurisdicción. La justicia penal se administrará
en nombre de la República y por autoridad de la ley.
Corresponde a los tribunales juzgar y hacer ejecutar lo juzgado” (subrayado
de esta Sala).
Afirmación que se encuentra también corroborada con lo establecido en la
exposición de motivos de dicho Código en lo atinente a su Libro Quinto, donde
se expuso:
“El Libro Quinto está dedicado a la ejecución de la
sentencia. Se crea por disposición de este Libro la figura del juez de ejecución de
penas y medidas de seguridad [...] que conocerá de todas las consecuencias que
acarrean las sentencias del tribunal de juicio” (Subrayado de la Sala).
 
 
Por tanto, cuando se menciona “todas las consecuencias” con ello se
refiere, sin lugar a dudas, al cumplimiento de la pena, a la entrega de objetos,
al pago de multas y todo lo concerniente a la totalidad de la ejecución del
dispositivo del fallo, sea éste condenatorio, absolutorio, de penas corporales o
de penas pecuniarias.
De manera que de lo hasta aquí expuesto, se evidencia de forma irrevocable
que el Juzgado Segundo de Ejecución del Circuito Judicial Penal del Estado
Miranda, efectivamente, incurrió en omisión de pronunciamiento, al resultar
competente para ejecutar la sentencia dictada por el Juzgado Primero de
Primera Instancia para el Régimen Procesal Transitorio, y no proveer acerca
de la entrega material de los equipos de telecomunicaciones propiedad del
ciudadano Carlos Cardellicchio que están en posesión y uso de la Policía del
Municipio Carrizal de dicha Entidad Federal; y lo que es más grave aún, actuó
de forma precipitada al dar por hecho lo que debía ser objeto de verificación y
ordenar el archivo del expediente, sin que constase en él que la entrega de los
mismos se había realizado en su totalidad, violando en consecuencia el
derecho constitucional del accionante, a obtener oportuna respuesta de los
órganos públicos sobre los asuntos que sean de su competencia, consagrado en
el artículo 51 de la Constitución.
De forma que, tal como quedara demostrado, el objeto del accionante en
amparo no era la de ejecutar la sentencia, pues tal fin lo pretendió alcanzar
con la solicitud que le hiciera al Juzgado Segundo de ejecución, sino que
pretendía con la interposición del amparo, que se le tutelara su derecho
constitucional a obtener oportuna respuesta de éste órgano jurisdiccional que
estaba llamado a ejecutar la sentencia donde se ordenó a la Policía del
Municipio Carrizal entregarle unos equipos de telecomunicaciones de su
propiedad y que en contravención a su deber no lo hizo, así que, ciertamente
como lo alegó la sentencia consultada, mediante la acción de amparo
constitucional no se puede pretender la ejecución de una sentencia ya que ésta
tiene por finalidad tutelar derechos constitucionales, pero la consultada debió
distinguir primero cual era el alcance de la competencia de los Juzgados de
Ejecución y posteriormente distinguir el objeto de la acción de amparo (que no
era otro que la omisión de pronunciamiento sobre la ejecución de una
sentencia), del objeto de la solicitud hecha ante el Juzgado de Ejecución (que
era la ejecución propiamente dicha), motivo por el cual esta Sala
Constitucional REVOCA la sentencia consultada dictada por la Corte de
Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Miranda en fecha 27 de
diciembre de 2000, y en consecuencia declara con lugar la acción de amparo
constitucional interpuesta por el ciudadano Carlos Cardellicchio, contra la
omisión de pronunciamiento en que incurriera el Juzgado Segundo de
Ejecución del mismo Circuito Judicial Penal, por lo que igualmente, revoca la
decisión dictada por éste Juzgado donde ordena el archivo del expediente, y se
le ordena al mismo realizar todas las diligencias conducentes para la entrega
material de los bienes propiedad de dicho ciudadano y ordenar el archivo del
expediente sólo cuando la misma se haya realizado en su totalidad. Así se
decide.
V
DECISIÓN
Por las consideraciones anteriormente expuestas, este Tribunal
Supremo de Justicia en Sala Constitucional, administrando justicia en
nombre de la República por autoridad de la ley:
1.- REVOCA la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones del
Circuito Judicial Penal del Estado Miranda, en fecha 21 de diciembre de 2000
sometida a consulta por imperio del artículo 35 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
2.- Declara CON LUGAR la acción de amparo interpuesta por el
ciudadano Carlos Alexis Cardellicchio contra la omisión de pronunciamiento
en la que incurrió el Juzgado Segundo de Ejecución del Circuito Judicial
Penal del Estado Miranda, en el sentido de proveer acerca de la entrega
material de los equipos de telecomunicaciones propiedad del accionante y
que se encuentra en posesión y uso de la Policía del Municipio Carrizal del
Estado Miranda.
3.- A los fines del restablecimiento de la situación jurídica infringida,
REVOCA la decisión dictada por el Juzgado Segundo de Ejecución del
Circuito Judicial Penal del Estado Miranda, donde se ordena el archivo del
expediente e insta a dicho Juzgado a que realice todas las diligencias
necesarias para se verifique la entrega material de los bienes propiedad del
ciudadano Carlos Cardellicchio.
4.- De conformidad con lo dispuesto en el artículo 27 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, se
ACUERDA remitir copia certificada de la presente decisión a la Inspectoría
General de Tribunales, a fin de que resuelva sobre la procedencia o no de la
medida disciplinaria que hubiere a lugar.
Publíquese y regístrese. Remítase el expediente al tribunal de origen.
Cúmplase lo ordenado.
Dada, firmada y sellada, en la Sala de Audiencias de la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 06 días del mes de febrero
de dos mil uno. Años: 189º de la Independencia y 141º de la Federación.
El Presidente,
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO-PONENTE: JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
 
En fecha 9 de mayo de 2000, los abogados Alexis Pinto D`Ascoli y
Guillermo Trujillo Hernández, en su carácter de apoderados judiciales de
CORPORACIÓN DE TURISMO DE VENEZUELA (CORPOTURISMO), de
conformidad con la sustitución de poder realizada por la abogada Joely
Margarita Torres Colmenares, quien posee poder de dicha entidad,
interpusieron acción de amparo constitucional contra la sentencia de fecha
9 de noviembre de 1999 dictada por la Sala Político-Administrativa de la
extinta Corte Suprema de Justicia, mediante la cual se declara parcialmente
con lugar la demanda por cumplimiento de contrato e indemnización de
daños y perjuicios intentada por la empresa OLIMPIA TOURS AND TRAVEL,
C.A. contra la CORPORACIÓN DE TURISMO DE VENEZUELA
(CORPOTURISMO) y en consecuencia condenó a dicha empresa al pago de
CIENTO VEINTICUATRO MIL SEISCIENTOS OCHENTA Y DOS DOLARES DE
LOS ESTADOS UNIDOS DE AMERICA (US$ 124.682,00); la cantidad de UN
MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMERICA (US$ 1.000,00), así
como el monto correspondiente a los intereses moratorios desde el 13 de
noviembre de 1993 hasta la fecha del fallo. Todo ello, por concepto del pago
que en nombre de CORPOTURISMO hiciera la empresa demandante a la IX
Feria Turística de Quebec, Canadá.
 
En fecha 9 de mayo de 1999, se designó como ponente al Magistrado
Moisés Troconis y en fecha 19 de mayo de 2000 se reasignó la ponencia
designándose como tal a quien con tal carácter suscribe la presente
decisión.
 
En fecha 25 de mayo de 2000, se dio cuenta de diligencia interpuesta
por el ciudadano Roberto Ackerman, en su carácter de Presidente de la
sociedad mercantil OLIMPIA TOURS AND TRAVEL haciéndose parte como
interesada directa en el presente proceso, en su carácter de demandante en
el juicio llevado ante la Sala Político- Administrativo de la extinta Corte
Suprema de Justicia del cual resultó la sentencia definitivamente firme,
objeto de la presente acción de amparo constitucional. Legalmente asistido
por el abogado Luis Felipe Blanco Souchon, el ciudadano Roberto
Ackerman expresó lo siguiente:
 
“... al revisar las actuaciones, hoy 25 de mayo del año
2000, Dejo constancia Expresa y así fue constatado
por personas presentes en la Sala, Que ni la nota
supuesta de recibo del expediente, ni la actuación de
cuenta y designación del Ponente de fecha 17 de mayo
del año 2000, Están firmadas por la Secretaría de la
Sala, razón (sic) por la cual Se debe tener por No
Presentado para la fecha dicha solicitud ni sus
Recaudos. Pido así se declare por Auto Expreso...”
 
En la misma fecha se dio cuenta de un escrito presentado por el
mismo ciudadano Roberto Ackerman mediante el cual alega su legitimación
para actuar y ratifica lo establecido en la diligencia presentada en la misma
fecha, antes citada, y expresa que “... el escrito presentado ... no se
encuentra suscrito por el Secretario de la Sala en violación de las
disposiciones contenidas en el Ordinal 3 del Artículo 49 de la Ley de la Corte
Suprema de Justicia y en el artículo 106 del Código de Procedimiento Civil,
por lo cual el mismo debe tenerse como no presentado y en consecuencia
declarar la nulidad del mismo, por cuanto esta presentación es esencial para
la validez de los actos posteriores, de este proceso”. En este sentido, el
diligenciante solicitó de esta Sala “declare la nulidad de la presentación
realizada...”.
 
En fecha 26 de mayo de 2000, se dio cuenta en Sala de la diligencia
interpuesta por el ciudadano Roberto Ackerman mediante la cual solicita se
deje constancia “del hecho irregular” sucedido en ese mismo día,
representado por el hecho de que habiendo éste solicitado fotocopia de la
“página trasera de la demanda incoada por CORPOTURISMO” en la cual,
según lo expresa el diligenciante, no se encontraba la firma del Secretario, al
momento de haber recibido la referida fotocopia ésta incluía la firma del
Secretario “...subsanando ilegalmente una falla formal...”.
 
En fecha 3 de agosto de 2000, se recibió ante esta Sala diligencia
suscrita por el ciudadano Roberto Ackerman en su carácter de Presidente de
OLIMPIA TOUR AND TRAVEL C.A., quien ratifica lo expuesto en las
diligencias presentadas con anterioridad y expone la supuesta ilegalidad de
la sustitución de poder otorgada a los abogados Guillermo Trujillo y Alexis
Pinto D`Ascoli por parte de la abogada Joely Margarita Torres Colmenares.
La representación de OLIMPIA TOUR AND TRAVEL C.A., alega en su escrito
que según el ordinal 1º del artículo 15 de la Ley Orgánica de Turismo, para
que el Presidente(a) pueda constituir apoderados generales y especiales, es
necesaria la previa autorización del directorio de dicho organismo. En
concordancia con ello, alega la representación de OLIMPIA TOUR AND
TRAVEL C.A., que el Directorio autorizó a la Presidenta de la recurrente con
fecha posterior a la sustitución de poderes mencionada “...para la
contratación de los Abogados GUILLERMO TRUJILLO Y ALEXIS PINTO
D’ASCOLI...”
 
En fecha 10 de agosto de 2000, los abogados Joely Margarita Torres
Colmenares, Alexis Pinto D`Ascoli y Guillermo Trujillo Hernández en su
carácter de apoderados de la Corporación de Turismo de Venezuela
(CORPOTURISMO), interpusieron escrito ante esta Sala mediante el cual
REFORMAN parcialmente la solicitud de amparo constitucional interpuesta
en fecha 9 de mayo de 1999, en cuanto a que la pretensión de éstos no se
concreta en una solicitud de amparo constitucional contra la sentencia de
fecha 9 de noviembre de 1999 dictada por la Sala Político- Administrativa de
la extinta Corte Suprema de Justicia, tal como fue expuesto en su escrito de
fecha 9 de mayo de 2000, sino que requieren de esta Sala que: “...en ejercicio
de la extraordinaria facultad de revisión del cumplimiento e interpretación de
los valores constitucionales que le confiere el ordinal 10 del artículo 336 de
la vigente Constitución, REVISE el indicado fallo en virtud de las gravísimas
violaciones a las garantías judiciales de nuestra representada contenidas en
el mismo, particularmente, el derecho al debido proceso y a la defensa”.
 
En la reforma parcial interpuesta, los recurrentes ratifican los hechos
expuestos en el Capítulo I del escrito original presentado en fecha 9 de mayo
de 2000.
 
 
 
 
I
CONSIDERACIONES PREVIAS

Tal como se expuso anteriormente, el representante de la sociedad


mercantil OLIMPIA TOURS AND TRAVEL C.A. -la cual esta Sala considera
posee interés directo en el presente proceso por haber sido parte
demandante en el juicio ordinario que resultó en el fallo que se impugna
mediante la acción de amparo objeto de la presente decisión, expuso
mediante diligencia interpuesta en fecha 25 de mayo de 2000, la supuesta
nulidad de la “presentación” del escrito contentivo de la solicitud de amparo
constitucional presentado por la accionante en fecha 9 de mayo de 2000, en
vista de que el mismo carecía de la firma estampada del Secretario. En este
sentido, el mencionado diligenciante solicita se declare el escrito de
solicitud de amparo como no presentado y, por lo tanto, se declare la
nulidad del mismo.
 
Ahora bien, afirma el mismo denunciante en su diligencia de fecha 26
de mayo de 2000, que “...estando el sello de la presentación no se
encontraba la firma del Secretario...”. De acuerdo a la diligencia presentada
por el ciudadano Roberto Ackerman en fecha 26 de mayo de 2000 antes
indicada, se establece que el Secretario estampó su firma habiendo
transcurrido quince (15) días de haberse presentado el escrito.
 
Ahora bien, tal como lo afirma el diligenciante, el Secretario, con
posterioridad a la presentación, aunque de manera irregular, “reconoció” la
fecha de presentación estampada en el escrito por el funcionario de esta
Sala que lo recibió, es decir, el 9 de mayo de 2000.
 
El artículo 107 del Código de Procedimiento Civil establece lo
siguiente:
“El Secretario recibirá los escritos y documentos
que le presenten las partes, los agregará al
expediente de la causa respectiva, estampando en
él su firma, la fecha de la presentación y la hora, y
dará cuenta inmediata del juez.”

De conformidad con el Código de Procedimiento Civil es obligación


del Secretario estampar en forma inmediata su firma en los escritos
presentados por las partes. Esto con el objeto de dar fe pública de las
actuaciones de las partes y autenticar la fecha y hora de presentación de
cualquier escrito ante esta Sala. La firma del Secretario es entonces un
requisito no sólo de forma sino de fondo, en vista de que los lapsos para la
actuación de las partes son preclusivos en muchas oportunidades, y es sólo
la firma del Secretario la que da fe pública de que la actuación de alguna de
las partes fue realizada en el tiempo oportuno.
 
Es igualmente evidente que, tomando en cuenta el volumen de trabajo
de esta Sala, y las diversas funciones del Secretario, diferentes a la sola
recepción de las actuaciones de las partes, no puede pretenderse que este
funcionario reciba personalmente todas las actuaciones de las partes en
todo momento. Es sin embargo un derecho constitucional de las partes a la
tutela judicial efectiva contenida en el artículo 26 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, exigir al Secretario, quien es el
funcionario con la potestad de autenticar con su firma los escritos o
documentos interpuestos, que éste estampe su firma dando fe pública de la
presentación. En este sentido, en los casos que por la urgencia del caso sea
necesario la obtención de la firma del Secretario en forma inmediata, es
obligación de éste estampar la firma en el mismo día de la presentación y, en
los casos que sea requerido, dentro de las horas de despacho de esta Sala.
 
En el caso que nos ocupa, la ausencia de firma del Secretario en el
escrito contentivo de la solicitud de amparo constitucional, habiendo
transcurrido quince (15) días de haberse presentado el escrito en referencia,
constituye una irregularidad e ilegalidad que esta Sala debe reconocer, más
aún considerando su carácter de máxima autoridad en materia
constitucional.
 
Sin embargo, en el presente caso, al momento de haberse estampado
la firma del Secretario, que según el ciudadano Roberto Ackerman ocurrió
entre el 25 y 26 de mayo de 2000, no existía lapso preclusivo alguno. Por lo
tanto, que la firma del Secretario haya sido estampada posteriormente a la
presentación, no ocasionó, en lo que respecta a este caso, una situación
jurídica de trascendencia.
 
Igualmente, de la revisión del Libro Diario llevado por esta Sala, se
pudo constatar que el escrito contentivo de la solicitud de amparo fue
efectivamente presentado en la fecha indicada, plasmándose en el mismo
Libro Diario las firmas de los accionantes. Esto ratifica entonces la
veracidad de la fecha de recepción del escrito indicado y, aunque tal
presentación fue verificada con tardanza por parte del Secretario de esta
Sala, es injusto para la parte presentante que por una irregularidad formal de
esta Sala y habiéndose verificado la fecha de presentación según consta en
el Libro Diario, se declare el escrito contentivo de la solicitud de amparo
como no presentado. Es por ello, que esta Sala considera que el escrito fue
presentado en la fecha indicada y ASI SE DECIDE.
 
En cualquier caso, la representación de CORPORACIÓN DE TURISMO
DE VENEZUELA (CORPOTURISMO), en fecha 10 de agosto de 2000, presentó
una reforma a la solicitud de amparo. Es por ello, que la fecha de
presentación que en todo caso esta Sala debe considerar es la fecha de la
presentación de la reforma señalada, y ASI SE DECIDE.
 
Por otra parte, el abogado Roberto Ackerman en una diligencia de
fecha 3 de agosto de 2000, impugnó la sustitución de poder otorgada por la
abogada Joely Margarita Torres Colmenares a los abogados Guillermo
Trujillo Hernández y Alexis Pinto D`Ascoli, en vista de que el Directorio de la
Corporación de Turismo de Venezuela no había autorizado dicha
sustitución. Tal como lo señala el ordinal 1º del artículo 15 de la Ley
Orgánica de Turismo citada por el mismo denunciante, el Presidente de la
Corporación de Turismo de Venezuela está facultado, previa autorización del
Directorio, para constituir apoderados generales y especiales, así como para
revocar los poderes otorgados. Se desprende entonces de esta norma que
el Presidente de dicha Institución requiere la autorización del Directorio para
otorgar poderes generales o especiales.
 
Conforme con lo anterior, en fecha 28 de abril de 2000 la Presidente de
la Corporación de Turismo de Venezuela (CORPOTURISMO), María Eugenia
Loriente, otorgó poder a la abogada Joely Margarita Torres Colmenares con
la previa autorización del Directorio y ésta última, según consta en
documento autenticado en fecha 8 de mayo de 2000, sustituyó parcialmente
dicho poder en los abogados Guillermo Trujillo Hernández y Alexis Pinto
D`Ascoli. Así las cosas, el ordinal 1º del artículo 15 antes citado no limita en
forma alguna que el poder otorgado pueda ser sustituido. Por su parte, el
instrumento poder otorgado a la abogada Joely Margarita Torres
Colmenares establece expresamente la posibilidad de “...sustituir este poder
en parte o en su totalidad en abogado o abogados de su confianza previa
autorización del Presidente...” de la Corporación de Turismo de Venezuela
(CORPOTURISMO). En este sentido, en el documento de sustitución de
poder autenticado en fecha 8 de mayo de 2000, la abogada sustituyente
expresa que se encuentra facultada para ese acto por autorización del
Presidente de al Corporación de Turismo de Venezuela (CORPOTURISMO).
 
Consta en autos que en fecha dieciocho (18) de mayo de 2000, fue
consignado documento autenticado en fecha 16 de mayo del mismo año,
mediante el cual la abogada Joely Margarita Torres Colmenares sustituye
nuevamente el poder otorgado por la Corporación de Turismo de Venezuela
(CORPOTURISMO) antes mencionado y en las mismas condiciones a los
abogados Guillermo Trujillo Hernández y Alexis Pinto D’Ascoli. Según
consta en dicho documento, la Notario Público Vigésimo Tercera del
Municipio Libertador del Distrito Federal dejó constancia de haber tenido a
su vista la autorización suscrita por la Presidenta de la Corporación de
Turismo de Venezuela.
 
Por lo antes expuesto, esta Sala considera improcedente el alegato
del abogado Roberto Ackerman en cuanto a que se requería la autorización
del Directorio para sustituir el poder, ya que no existe requerimiento alguno
de ello ni en la ley, ni en el propio poder objeto de sustitución parcial, y ASI
SE DECIDE.
 
Es menester sin embargo aclarar que ambos documentos antes
señalados contentivos de la sustitución de poder se refieren
específicamente a la facultad para que los abogados sustituidos
“...interpongan en representación de la Corporación de Turismo de
Venezuela, Acción de Amparo Constitucional contra la Sentencia emanada
de la Sala Político Administrativa de la extinta Corte Suprema de Justicia,
hoy Tribunal Supremo de Justicia, dictada en fecha 09 de noviembre de
1999, en el juicio que por Cobro de Bolívares incoara contra la Corporación
de Turismo de Venezuela la empresa Olimpia Tours and Travel, C.A...”.
 
Ahora bien, como previamente se indicó, los abogados Joely
Margarita Torres Colmenares, Alexis Pinto D’Ascoli y Guillermo Trujillo
Hernández interpusieron una reforma del escrito contentivo de la acción de
amparo constitucional presentada en fecha 9 de mayo de 2000. Es de notar,
que el objeto de tal reforma es una modificación de la pretensión, es decir,
transforma la acción de amparo constitucional interpuesta en un recurso de
revisión extraordinario. Tal como se indicó anteriormente, los documentos
que contienen la sustitución de poder antes referida limitan la facultad de
los abogados sustituidos a interponer acción de amparo constitucional
contra la sentencia de la Sala Político Administrativa allí identificada. Es por
ello, que esta Sala considera que para los efectos del recurso de revisión
extraordinaria interpuesto, la única apoderada judicial con facultad para ello
es la abogada Joely Margarita Torres Colmenares según consta en poder
anexo en autos, y ASI SE DECIDE.

II
CONTENIDO DE LA SOLICITUD DE REVISION EXTRAORDINARIA
 
En fecha 10 de agosto de 2000, la representación de la Corporación de
Turismo de Venezuela (CORPOTURISMO) interpuso una reforma de la acción
de amparo constitucional presentada en fecha 9 de mayo de 2000, en vista
de que según la recurrente el recurso interpuesto fue “erróneamente”
calificado de acción de amparo constitucional contra el fallo dictado en
fecha 9 de noviembre de 1999 por la Sala Político Administrativa de la extinta
Corte Suprema de Justicia que declaró parcialmente con lugar la demanda
por cobro de bolívares interpuesta por OLIMPIA TOURS AND TRAVEL, C.A.
contra Corporación Turismo de Venezuela (CORPOTURISMO). La recurrente
pretende mediante su reforma, que esta Sala “…en ejercicio de la
extraordinaria facultad de revisión del cumplimiento e interpretación de los
valores constitucionales que le confiere el ordinal 10 del artículo 336 de la
vigente Constitución, REVISE el indicado fallo en virtud de las gravísimas
violaciones a las garantías judiciales…” de su representada según
presuntamente se desprenden de la sentencia impugnada, específicamente
concretadas en la violación del derecho al debido proceso y a la defensa.
 
En tal sentido, la recurrente alega que esta Sala posee la potestad de
revisar sentencias de las otras Salas de este Tribunal conforme a lo
establecido en el artículo 7 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela el cual establece que “… todas las personas y órganos que
ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución.” Asimismo,
señala lo establecido en el artículo 2 del Texto Fundamental el cual declara
que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho
y Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento
jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la
solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la
preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Con base en esto la recurrente expresa:
 
“Por tanto, la garantía y vigencia efectiva de tales
principios: supremacía y fuerza normativa de la
Constitución, que implica el sometimiento de
todos los actos del Poder Público al control
constitucional, y preeminencia de los derechos
humanos, constituyen los pilares fundamentales
sobre los cuales se erige el vigente régimen
constitucional, cuya preservación y salvaguarda
tenía que ser encomendado a algún órgano del
Poder Público, que no es otro que esa Sala
Constitucional en virtud de lo establecido en el
numeral 1 y el último aparte del artículo 266 de la
Constitución, en concordancia con lo establecido
en los artículos 335 y 336 ejusdem.
 
Es por ello que consideramos más que justificado
recurrir ante Uds., ciudadanos Magistrados, en
procura de la revisión constitucional extraordinaria
que otorga a esa Sala el mencionado ordinal 10 del
artículo 336 de la Constitución, en relación al fallo
emitido en fecha 9 de noviembre de 1999 por la
Sala Político Administrativa de la extinta Corte
Suprema de Justicia, mediante el cual resolvió en
forma definitiva la acción que por cobro de sumas
de dinero intentara la empresa OLIMPIA TOURS
AND TRAVEL, C.A. contra CORPOTURISMO.”
 
En cuanto a la presunta inconstitucionalidad de la decisión
impugnada que dio origen a la solicitud de revisión extraordinaria solicitada
por la representación de Corporación de Turismo de Venezuela
(CORPOTURISMO), la recurrente señala que el proceso llevado a cabo por la
Sala Político-Administrativa y que resultó en la decisión impugnada, “…se
sustanció y tramitó SIN QUE LA CORPORACIÓN DE TURISMO DE
VENEZUELA FUERA VÁLIDAMENTE CITADA PARA COMPARECER EN
DICHO JUICIO, YA QUE LA CITACIÓN SE HIZO EN PERSONA QUE NO
PODÍA LEGALMENTE REPRESENTARLA.”
 
En tal sentido, alega la recurrente que en fecha 21 de noviembre de
1996 la Sala Político-Administrativa declaró nulo el poder otorgado por el
Presidente de la Corporación de Turismo de Venezuela al abogado Jesús
Olivares y por ello, siendo éste el que se había dado por citado “en fecha 28
de enero de 1997, los nuevos apoderados de CORPOTURISMO…
procedieron a solicitar la nulidad de dicha citación y, como consecuencia de
ello, la reposición de la causa al estado en que se fije oportunidad para dar
contestación a la demanda”. Señala la recurrente que en fecha 13 de marzo
de 2000, el Juzgado de Sustanciación de la Sala Político Administrativa de la
extinta Corte Suprema de Justicia declaró sin lugar la solicitud de reposición
de la causa, decisión que fue apelada.
 
En fecha 9 de noviembre de 1999, la Sala Político-Administrativa de la
extinta Corte Suprema de Justicia publicó la sentencia definitiva objeto de la
presente solicitud de revisión. En dicha decisión la Sala Político
Administrativa, en primer término, declaró sin lugar la apelación interpuesta
y negó la reposición de la causa. Tal decisión se fundamentó en que, a pesar
de que la citación fue declarada nula, en fecha 1° de agosto de 1995 se
presentaron los abogados de la recurrente consignando en fecha 28 de
enero de 1997 instrumento poder que acreditaba su representación, y en
dicha oportunidad los indicados apoderados solicitaron la reposición de la
causa al estado en que se fijara la oportunidad para dar contestación a la
demanda. Consideró entonces la sentencia impugnada que “… la actuación
realizada por los apoderados de CORPOTURISMO en la oportunidad antes
señalada, es suficiente para considerar perfeccionada su citación desde el
28 de enero de 1997, no sólo por el hecho de que hubiesen actuado en el
proceso, sino porque así expresamente lo manifestaron” declarando lo
siguiente: “…En nombre de la CORPORACION DE TURISMO DE VENEZUELA
nos damos por citado (sic) en este juicio de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 216 del Código de Procedimiento Civil…”.
 
Asimismo, señala la sentencia impugnada que no consta en las actas
del expediente que la Corporación de Turismo de Venezuela haya
contestado al fondo de la demanda o haya opuesto cuestiones previas
dentro de los veinte (20) días siguientes a la citación. Por todo ello, se
declaró parcialmente con lugar la demanda intentada por OLIMPIA TOURS
AND TRAVEL, C.A. contra la Corporación de Turismo de Venezuela.
 
Al respecto alega la recurrente:
 
“Ciertamente resulta insólita la decisión adoptada por
la Sala Político Administrativa en este caso, pues no
sólo ignoró el principio de la preclusividad de los
actos procesales, garantía de un debido proceso, sino
que desconoció paladinamente que la supuesta
citación tácita no alcanzó el fin para cual estaba
destinada, que no era otro que el organismo
demandado tuviera la oportunidad de comparecer al
juicio para contestar la demanda y poder así explanar
sus alegatos y razones, ya que no es cierto de que
disponía de veinte (20) días para contestar la
demanda, pues para el momento en que se produjo la
supuesta citación tácita de nuestra mandante, la causa
se encontraba en fase de pruebas por orden expresa
de la misma Sala, lo cual obviamente impedía que en
dicho lapso se diera contestación de la demanda, por
lo que es claro que NUNCA debió convalidarse la
continuación del presente juicio ante la manifiesta
falta de citación de la parte demandada.
 
III
DELIMITACION DE LA COMPETENCIA PARA REVISAR SENTENCIAS
DEFINITIVAMENTE FIRMES POR PARTE DE ESTA SALA
 
Es necesario, en principio, definir las potestades y los límites
constitucionales de la Sala Constitucional en cuanto a la revisión de
sentencias definitivamente firmes dictadas por las otras Salas del Tribunal
Supremo de Justicia y por los demás tribunales o juzgados de la República.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece en el
numeral 10 del artículo 336, entre las atribuciones de la Sala Constitucional,
la potestad de “revisar las sentencias definitivamente firmes de amparo
constitucional y de control de constitucionalidad de leyes o normas jurídicas
dictadas por los tribunales de la República, en los términos establecidos por
la ley orgánica respectiva”.
 
Por su parte, la Exposición de Motivos del Texto Fundamental, hace
referencia a la potestad revisora extraordinaria que ostenta esta Sala. Sin
embargo, antes de analizar lo establecido en la Exposición de Motivos de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, debe esta Sala
aclarar la naturaleza de ese documento, en el sentido que lo expresado en el
mismo se consulta sólo a título referencial e ilustrativo para el análisis de la
norma constitucional, ya que él constituye un documento independiente al
Texto Constitucional propiamente dicho y, no siendo parte integrante de la
Constitución, no posee carácter normativo. No puede entonces
fundamentarse en la Exposición de Motivos la justificación jurídica para
interpretar una modificación, ampliación o corrección de lo expresado en el
Texto Fundamental. No puede igualmente otorgarse un carácter
interpretativo de la Constitución a la Exposición de Motivos cuando la
misma Constitución le otorga dicho carácter expresamente a esta Sala. La
Exposición de Motivos constituye simplemente una expresión de la
intención subjetiva del Constituyente, y tiene el único fin de complementar al
lector de la norma constitucional en la comprensión de la misma.
 
Esta Sala, no obstante, dentro de su carácter de máximo intérprete de la
Constitución establecido en el artículo 335 del Texto Fundamental, puede
señalar lo establecido en la Exposición de Motivos como soporte de su
interpretación y otorgarle carácter interpretativo a lo establecido en ésta o,
sencillamente, desechar o no considerar lo establecido en tal documento, en
aras a la interpretación progresiva del Texto Fundamental.
 
En el sentido anterior, la Sala considera importante analizar lo
expresado en la Exposición de Motivos en lo que respecta a la potestad de la
propia Sala para revisar de manera extraordinaria las sentencias
definitivamente firmes. Al respecto, la Exposición de Motivos al referirse al
Capítulo I del Título VIII de la Constitución, establece:
 
“(...) la ley orgánica deberá consagrar un mecanismo de
carácter extraordinario mediante el cual la Sala Constitucional
pueda revisar los actos o sentencias de las demás Salas del
Tribunal Supremo de Justicia que contraríen la Constitución o
las interpretaciones que sobre sus normas o principios haya
previamente fijado la Sala Constitucional, a fin de dar eficacia a
los principios de supremacía y fuerza normativa de la
Constitución consagrados en el artículo 7, conforme a los
cuales todos los órganos que ejercen el poder público, sin
excepción, están sujetos a la Constitución”.
 
Esta Sala ha considerado, en otras oportunidades, lo expresado en la
Exposición de Motivos para fortalecer su criterio sobre la posibilidad de
revisar sentencias dictadas no sólo por los demás tribunales o juzgados de
la República, sino igualmente por las demás Salas del Tribunal Supremo de
Justicia, tal como es el caso de las sentencias de fecha 9 de marzo de 2000
(caso: José Alberto Zamora Quevedo) y de fecha 7 de junio de 2000 (caso:
Mercantil Internacional, C.A.). En esta última decisión, esta Sala estableció lo
siguiente:
 
“En la Exposición de Motivos de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, cuando explica el contenido del Capítulo
Primero de su Título VIII, en el cual se regulan los mecanismos que
garantizan la protección de la Constitución, se menciona la facultad de
la Sala Constitucional para revisar los actos o sentencias de las demás
Salas del Tribunal Supremo que contraríen el texto fundamental o las
interpretaciones que sobre sus normas o principios haya realizado esta
Sala.
 
Esta facultad, concebida para garantizar la integridad de la
interpretación y el cumplimiento de los valores constitucionales,
expresa la preocupación por impedir que las declaraciones de la
Constitución no se conviertan en adagios gastados por el tiempo,
ni en una contraseña vacía de sentido, sino en principios vitales,
vivos, que otorgan y limitan los poderes del gobierno y de los
otros órganos del poder público en general. Preocupación que es
manifestada en la sentencia dictada por esta Sala el 9 de marzo de
2000 (caso José Alberto Quevedo), en la cual se indica que:
 
`...Los principios inmersos en la Constitución,
que la cohesionan, así no aparezcan en su texto,
si no se aplican o se violan tienden a desintegrar
a la Carta Fundamental, y si ello sucediere la
Constitución desaparecería con todo el caos que
ello causaría. Basta imaginar qué pasaría, si un
juez ordena que un científico convierta a un
humano en animal, o que cese el sistema
democrático y se elija a un monarca, o que
condene a muerte a alguien, a pesar de la
aquiescencia de las partes del juicio donde surge
esa situación. El Juez que dentro de un proceso
lo conociera, que responde por la integridad y
supremacía de la Constitución, de oficio tendría
que dejar sin efectos tales determinaciones
judiciales, ya que ellas contrarían el orden
público constitucional y las violaciones del orden
público se declaran de oficio. La Constitución,
como se dijo, no sólo está formada por un texto,
sino que ella está impregnada de principios que
no necesitan ser repetidos en ella, porque al estar
inmersos en la Constitución, son la causa por la
cual existe...’.”
 
 
Debe sin embargo esta Sala en esta oportunidad definir con mayor
especificidad el criterio antes planteado, para lograr así formar la base que
sustente la revisión extraordinaria de sentencias definitivamente firmes por
parte de esta Sala, criterio que de cualquier forma debe irse perfeccionando
cada vez más mediante la jurisprudencia interpretativa de esta Sala y de
conformidad con lo que establezca la ley orgánica que se dicte al respecto.
En este sentido, esta Sala, con base en su carácter de máximo intérprete de
la Constitución, pasa a interpretar cuál es el ámbito de la potestad
extraordinaria de revisión de sentencias definitivamente firmes que la
Constitución le otorga.
 
Para determinar el ámbito de la potestad revisora de sentencias de
amparo definitivamente firmes por parte de esta Sala, es necesario ante
todo, interpretar lo establecido en el Texto Constitucional. En este sentido,
el numeral 10 del artículo 336 antes citado, establece la potestad
extraordinaria de esta Sala para revisar las sentencias de amparo
definitivamente firmes, así como de control de constitucionalidad de leyes o
normas jurídicas dictadas por los tribunales de la República. Ahora bien,
esta norma constitucional no intenta de manera alguna crear una tercera
instancia en los procesos de amparo constitucional o de control de
constitucionalidad de leyes o normas jurídicas. El precepto constitucional
referido lo que incorpora es una potestad estrictamente excepcional,
extraordinaria y discrecional para la Sala Constitucional. Es por ello que esta
Sala, al momento de ejecutar tal potestad de revisión de sentencias
definitivamente firmes, está obligada, de acuerdo a una interpretación
uniforme de la Constitución, y en consideración de la garantía de la cosa
juzgada, a ser excesivamente prudente en cuanto a la admisión y
procedencia de recursos que pretendan la revisión de sentencias que han
adquirido dicho carácter de cosa juzgada judicial.
 
De conformidad con lo anterior, es necesario, a manera de interpretar
la norma constitucional, reconocer la naturaleza constitucional de la cosa
juzgada, así como su alcance social y político, y su repercusión
determinante en la certidumbre jurídica y el estado de derecho del país, y
cohesionar dicha garantía constitucional con la potestad extraordinaria que
el propio Texto Fundamental otorga a esta Sala para revisar sentencias que
han adquirido el carácter de cosa juzgada. Tal como lo ha referido esta Sala
en otras oportunidades (sentencia de fecha 24 de octubre de 2000, caso:
Nohelia Coromoto Sánchez Bret), las normas constitucionales no pueden
analizarse en forma independiente, sino que cada norma forma parte de un
todo correlacionado que conforma el Texto Fundamental. Y asimismo, cada
derecho fundamental se encuentra limitado por los demás derechos
fundamentales contenidos dentro del conglomerado de normas
constitucionales.
 
De conformidad con lo anterior, es función de esta Sala como máximo
intérprete de la Constitución determinar los límites y la coherencia entre los
diferentes derechos fundamentales consagrados en la Constitución, con el
objeto de definir tanto su delimitación como su integración dentro del Texto
Fundamental.
 
Específicamente, en el caso que nos ocupa, es necesario definir los
límites a la garantía constitucional de la cosa juzgada en cuanto a la
potestad de la Sala Constitucional, en ejercicio de un exclusivo y especial
control de la constitucionalidad, de revisar una cierta categoría de
sentencias definitivamente firmes. Ahora bien, es de notar, que la garantía
de la cosa juzgada no sólo se encuentra limitada por la incorporación en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de la potestad de
esta Sala de revisar sentencias definitivamente firmes, sino que igualmente
el legislador la ha limitado al establecer, por ejemplo, a través del recurso de
invalidación establecido en el Código de Procedimiento Civil, la posibilidad
de los tribunales de invalidar sentencias definitivamente firmes cuando
existan causales taxativamente establecidas. Asimismo, implica un límite a
la garantía de la cosa juzgada la posibilidad de revisión de sentencias
definitivamente firmes establecida en el Código Orgánico Procesal Penal. De
la misma manera ocurre con la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, la cual establece expresamente la posibilidad de
acudir ante el juez o tribunal superior para solicitar amparo constitucional
contra sentencias definitivamente firmes.
 
De acuerdo a lo anterior, la necesidad de certeza jurídica que justifica
la cosa juzgada se encuentra limitada por la propia Constitución, ya sea en
forma directa o a través de la potestad que ésta otorga al legislador. En un
análisis, quizás más sociológico que propiamente jurídico, el autor Eduardo
J. Couture es aún más radical en cuanto a que la cosa juzgada no debe ser
absoluta y que la misma no debe prevalecer sobre la verdad. Al respecto
Couture indica:
 
“(...). Es verdad que en el sistema del derecho la
necesidad de certeza es imperiosa; el tema de la
impugnación de la sentencia no es otra cosa, como
hemos procurado destacar, que una lucha entre las
exigencias de verdad y las exigencias de firmeza. Una
manera de no existir el derecho sería la de que no se
supiera nunca en qué consiste.

Pero la verdad es que aun siendo esto así, la necesidad


de firmeza debe ceder, en determinadas condiciones,
ante la necesidad de que triunfe la verdad. La cosa
juzgada no es la razón natural. Antes bien, la razón
natural parecería aconsejar lo contrario: que el
escrúpulo de verdad sea más fuerte que el escrúpulo de
certeza; y que siempre, en presencia de una nueva
prueba o de un nuevo hecho fundamental antes
desconocido, pudiera recorrerse de nuevo el camino
andado para restablecer el imperio de la justicia..(...)”
(V. Eduardo J Couture. Fundamentos del derecho
procesal civil. Ediciones Depalma, Buenos Aires,1981.
p.405-406).
 
 
En cierta medida contrario a lo que establece Couture, en el derecho
venezolano la inviolabilidad de la cosa juzgada es, en principio,
inquebrantable, y es extrema su protección tal como lo expresa nuestra
Constitución en su artículo 49, numeral 7. Es por ello que sólo
excepcionalmente y por causas específicamente establecidas en la ley o en
la propia Constitución, o debido a la existencia de un fraude procesal, como
los que a título enunciativo trató esta Sala en fallo de fecha 4 de agosto de
2000 (caso Intana C.A.), es posible revisar sentencias que hayan adquirido
carácter de cosa juzgada.
 
Como se indicó anteriormente, el nuevo Texto Fundamental, a través
de la norma contenida en el numeral 10 del artículo 336, establece
expresamente un límite a la garantía constitucional a la cosa juzgada al
otorgar a esta Sala la potestad de revisión, corrección o posible anulación
de sentencias definitivamente firmes. No obstante, esta potestad
extraordinaria que en este aspecto le otorga el Texto Fundamental a esta
Sala no es amplia ni ilimitada, sino que se encuentra restringida, no sólo por
cuanto se refiere de una manera taxativa a un determinado tipo de
sentencias definitivamente firmes, sino que, igualmente, con base en la
unión, integración y coherencia que debe existir en las normas
constitucionales como parte de un todo, la propia Constitución, al establecer
la garantía de la cosa juzgada en su artículo 49 limita la potestad
extraordinaria de revisión.
 
En consecuencia, es restringida la potestad extraordinaria de esta
Sala para quebrantar discrecional y extraordinariamente la garantía de la
cosa juzgada judicial, por lo que debe interpretarse, entonces, la potestad de
revisión extraordinaria de sentencias definitivamente firmes de esta Sala, de
una manera estrictamente limitada, y sólo en lo que respecta al tipo de
sentencias o a las circunstancias que de forma específica establece la
Constitución y que serán indicadas más adelante.
 
En lo que respecta a la norma contendida en el numeral 10 del artículo 336, la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es expresa en cuanto al límite de la
potestad de revisión de esta Sala a sólo dos tipos de sentencias definitivamente firmes: las
sentencias de amparo constitucional; y las sentencias de control de la constitucionalidad de
leyes o normas jurídicas. En este sentido, a pesar de la posible violación de derechos
fundamentales que se verifiquen en sentencias diferentes a las taxativamente indicadas en el
numeral 10 del artículo 336 de la Carta Magna, esta Sala se encuentra constreñida
expresamente por la Constitución en lo que respecta específicamente a esta norma, así
como por la garantía de la cosa juzgada de conformidad con lo establecido en numeral 7 del
artículo 49 del Texto Constitucional.
 
Habiéndose establecido lo anterior, es incuestionable la potestad discrecional y
extraordinaria de esta Sala para revisar aquéllas sentencias específicamente establecidas en
el numeral 10 del artículo 336 de la Constitución, es decir, las sentencias definitivamente
firmes de amparo constitucional y de control de la constitucionalidad de normas jurídicas
dictadas por los tribunales de la República, y ASI SE DECLARA.
 
IV
REVISIÓN DE SENTENCIAS DEFINITIVAMENTE FIRMES DICTADAS POR
LAS DEMAS SALAS DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA
 
Ahora bien, ¿puede esta Sala, en los mismos términos anteriormente expuestos,
revisar las sentencias definitivamente firmes dictadas por las demás Salas del Tribunal
Supremo de Justicia?
 
Por una parte, el numeral 10 del artículo 336 de la Constitución establece
expresamente la potestad para conocer de las decisiones emanadas de los demás tribunales
de la República. Por otra parte el artículo 335 establece la potestad del Tribunal Supremo
de Justicia para “velar” por la “uniforme interpretación y aplicación” de la Constitución y
específicamente la misma norma, establece que “las interpretaciones que establezca la Sala
Constitucional sobre el contenido y alcance de las normas y principios constitucionales son
vinculantes para las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás tribunales de la
República”. Es pues evidente, que esta norma constitucional le otorga entonces a esta Sala
una potestad suprema en cuanto a la interpretación de los preceptos constitucionales y, por
lo tanto, implícitamente le otorga la potestad a esta Sala para revisar las sentencias que
contengan interpretaciones de la norma constitucional, ya que los fallos que obren en ese
sentido están realizando controles de constitucionalidad de leyes y normas jurídicas, lo que
conlleva igualmente a la potestad de esta Sala para corregir o anular aquellas sentencias que
se fundamenten en grotescos errores de interpretación del Texto Fundamental o que
contraríen una interpretación de la norma constitucional previamente establecida por esta
Sala. En estos últimos supuestos, los juzgadores estarían practicando errados controles de
constitucionalidad de leyes o normas.
 
 
En consideración de lo anterior, ¿cómo podría esta Sala actuar como máxima
autoridad y velar por la uniforme interpretación de la Constitución, si no puede revisar
aquellas sentencias que interpreten erróneamente la Constitución? Es evidente que, con
base en una interpretación integrada de la Constitución, y considerando su carácter de
máxima autoridad constitucional, esta Sala posee la potestad para revisar las sentencias
definitivamente firmes emanadas por las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia,
siempre y cuando, por supuesto, dichas sentencias se refieran a sentencias que contengan
interpretaciones o aplicaciones de la Constitución, y esto evidentemente actuando dentro de
los límites establecidos por la propia Constitución. Es por ello, que la potestad de esta Sala
para revisar sentencias definitivamente firmes de las demás Salas del Tribunal Supremo de
Justicia conforme con lo establecido en el artículo 335 del Texto Fundamental debe,
primeramente, enmarcarse dentro de los límites establecidos en el numeral 10 del artículo
336 de la Constitución, tal como fue previamente explanado.
 
Al respecto, en sentencia de esta Sala de fecha 2 de marzo de 2000
(caso: Francia Josefina Rondón Astor) se estableció lo siguiente:
 
“...observa la Sala que con la entrada en vigencia de la
nueva Constitución, surge la posibilidad de revisar una
sentencia de amparo una vez agotada la doble instancia, sin
necesidad de interponer una nueva acción de amparo. No
obstante esta revisión está sometida a la discrecionalidad de
la Sala.
En efecto, esta novísima figura de la revisión
extraordinaria cuyo fundamento es el artículo 336 numeral
10 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, ha sido creada con la finalidad de uniformar
criterios constitucionales, así como evitar decisiones que
lesionen los derechos y garantías que consagran la Carta
Magna. Su eficacia dependerá de la forma como se
sistematice y la correcta aplicación de sus postulados.
En este contexto, esta Sala Constitucional ha venido
diseñando la estructura de este medio extraordinario,
cuando en decisión de fecha 20 de enero del año 2000, a raíz
de la interpretación que hiciere del referido artículo 336
numeral 10 de la Constitución, señaló que, esta revisión
respecto de las sentencias dictadas por los Juzgados
Superiores de la República, Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal se
ejerce, bien de manera obligatoria -entre las cuales se
encuentran las consultas o apelaciones a que se refiere el
artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales- o de manera facultativa, cuando
la decisión llegue a esta Sala una vez agotada la doble
instancia.
Ahora bien, esta discrecionalidad que se le atribuye a
la revisión a que se ha hecho referencia, no debe ser
entendida como una nueva instancia, ya que como se dijo
precedentemente, la misma sólo procede en casos de
sentencias ya firmes, esto es, decisiones que hubieren
agotado todas las instancias que prevé el ordenamiento
constitucional.
De allí que la Sala no se encontraría en la obligación
de pronunciarse sobre todos y cada uno de los fallos que
son remitidos para su revisión, ni podría ser entendida su
negativa, como violación del derecho a la defensa y al
debido proceso de las partes, por cuanto se trata de
decisiones amparadas por el principio de la doble instancia
judicial.
Todo lo anterior, facultaría a esta Sala a desestimar la
revisión, sin motivación alguna, cuando en su criterio,
constate que la decisión que ha de revisarse, en nada
contribuya a la uniformidad de la interpretación de normas y
principios constitucionales, ni constituya una deliberada
violación de preceptos de ese mismo rango...”.
 
 
Asimismo, es importante nuevamente hacer referencia a lo establecido
en la Exposición de Motivos de la Constitución en cuanto a la revisión de
sentencias de las demás Salas de este Tribunal. En este sentido, la
Exposición de Motivos señala:
 
“(...) la ley orgánica deberá consagrar un
mecanismo de carácter extraordinario mediante el cual la
Sala Constitucional pueda revisar los actos o sentencias
de las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia que
contraríen la Constitución o las interpretaciones que
sobre sus normas o principios haya previamente fijado la
Sala Constitucional, a fin de dar eficacia a los principios
de supremacía y fuerza normativa de la Constitución
consagrados en el artículo 7, conforme a los cuales
todos los órganos que ejercen el poder público, sin
excepción, están sujetos a la Constitución”.
 
De conformidad con lo expuesto anteriormente, se considera, en primer
término, que esta Sala posee la potestad de revisar, en forma extraordinaria
y excepcional, y dentro de los límites antes indicados, las decisiones
definitivamente firmes de amparo constitucional y de control de la
constitucionalidad de normas jurídicas dictadas tanto por los demás
tribunales de la República, como por las demás Salas del Tribunal Supremo
de Justicia, y ASI SE DECLARA.
 
V
REVISIÓN DE SENTENCIAS DEFINITIVAMENTE FIRMES DIFERENTES A
LAS INDICADAS EN EL NUMERAL 10 DEL ARTÍCULO 336
 
Ahora bien, ¿puede esta Sala, de conformidad con lo establecido en la
Constitución, revisar las sentencias definitivamente firmes diferentes a las
establecidas en el numeral 10 del artículo 336 de la Constitución que
contraríen el criterio interpretativo que esta Sala posee de la Constitución?.
 
Es necesario en este aspecto interpretar lo establecido en el artículo 335 de la
Constitución, el cual textualmente indica:
 
“El Tribunal Supremo de Justicia garantizará la supremacía y efectividad de
las normas y principios constitucionales; será el máximo y último intérprete
de la Constitución y velará por su uniforme interpretación y aplicación.

Las interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre el


contenido o alcance de las normas y principios constitucionales son
vinculantes para las otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás
tribunales de la República”. (Subrayado nuestro)
 
De acuerdo con la norma transcrita, no existe duda alguna de que esta Sala posee la
máxima potestad de interpretación de la Constitución y que sus decisiones son vinculantes
para las otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y los demás tribunales de la
República. Así las cosas, las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia y los demás
tribunales y juzgados de la República están obligados a decidir con base en el criterio
interpretativo que esta Sala tenga de las normas constitucionales. El hecho de que el
Tribunal Supremo de Justicia o los demás tribunales de la República cometan errores
graves y grotescos en cuanto a la interpretación de la Constitución o no acojan las
interpretaciones ya establecidas por esta Sala, implica, además de una violación e irrespeto
a la Constitución, una distorsión a la certeza jurídica y, por lo tanto, un quebrantamiento del
Estado de Derecho. Por ello, la norma contenida en el artículo 335 de la Constitución
establece un control concentrado de la constitucionalidad por parte de esta Sala en lo que
respecta a la unificación de criterio relativa a la interpretación de la Constitución.
 
El Texto Fundamental le otorga pues a la Sala Constitucional una potestad única y
suprema en cuanto a la interpretación de la Constitución. Dicha potestad tiene por objeto tal
como lo señala la autora española Ana Aba Catoira, el “…preservar la unidad del Texto
Constitucional, de donde deriva la necesidad de coherencia o ausencia de contradicciones
en los preceptos constitucionales…”. Asimismo, señala la misma autora como principios
de interpretación “…el principio de la función integradora que cumple la Constitución al
ser instrumento de cohesión o unión y, por último, el principio de la fuerza normativa de la
Constitución en cuanto que norma jurídica suprema del ordenamiento que actúa como
límite”. (V. Ob. Cit, p. 241).
 
Ahora bien, ¿cómo puede esta Sala ejercer esa potestad máxima de interpretación
de la Constitución y unificar el criterio interpretativo de los preceptos constitucionales, si
no posee mecanismos extraordinarios de revisión sobre todas las instancias del Poder
Judicial incluyendo las demás Salas en aquellos casos que la interpretación de la
Constitución no se adapte al criterio de esta Sala ? Es definitivamente incongruente con la
norma constitucional contenida en el artículo 335 antes citado que, habiendo otorgado la
Constitución a esta Sala el carácter de máximo intérprete de los preceptos constitucionales
en los términos antes señalados, y habiendo establecido el Texto Fundamental el carácter
vinculante de tales decisiones, no pueda esta Sala de oficio o a solicitud de la parte
afectada por una decisión de alguna otra Sala del Tribunal Supremo de Justicia o de algún
tribunal o juzgado de la República, revisar la sentencia que contraríe una interpretación de
algún precepto constitucional previamente establecido o que según esta Sala erróneamente
interprete la norma constitucional.
 
De conformidad con lo anterior, sería inútil la función integradora y de
mantenimiento de la coherencia o ausencia de contradicciones en los preceptos
constitucionales ejercida por esta Sala, si ésta no poseyera la suficiente potestad para
imponer el carácter vinculante de sus interpretaciones establecido expresamente en el
artículo 335 de la Constitución o que no pudiera revisar sentencias donde es evidente y
grotesca la errónea interpretación.
 
En el mismo sentido, la norma constitucional referida sería inútil si los tribunales
de la República o las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia, en ejercicio del
control difuso de la constitucionalidad establecido en el artículo 334 de la Constitución,
no pudieren corregir decisiones que se aparten del criterio interpretativo establecido por la
Sala Constitucional. Es, más bien, imperativo para todos los tribunales del país así como
para las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia, en ejercicio del control difuso de
la constitucionalidad establecido en el artículo 334 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, revocar en segunda instancia aquellas decisiones que se
aparten de alguna interpretación que esta Sala haya realizado de las normas
constitucionales.
 
Es pues evidente, que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
estableció una fórmula para cohesionar la interpretación de la norma constitucional, y, en
tal sentido, el Texto Fundamental designó a la Sala Constitucional como el ente con la
máxima potestad para delimitar el criterio interpretativo de la Constitución y hacerlo
vinculante para los demás tribunales de la República y las demás Salas del Tribunal
Supremo de Justicia. Por ello, la Sala Constitucional posee discrecionalmente la potestad
coercitiva otorgada por la Constitución para imponer su criterio de interpretación de la
Constitución, cuando así lo considere en defensa de una aplicación coherente y unificada
de la Carta Magna, evitando así que existan criterios dispersos sobre las interpretaciones
de la norma constitucional que distorsionen el sistema jurídico creando incertidumbre e
inseguridad en el mismo.
 
Por consiguiente, esta Sala considera que la propia Constitución le ha otorgado la
potestad de corregir las decisiones contrarias a las interpretaciones preestablecidas por la
propia Sala o que considere la Sala acogen un criterio donde es evidente el error en la
interpretación de la normas constitucionales. Esto tiene el propósito de imponer la
potestad constitucional de la Sala Constitucional de actuar como “máximo y último
intérprete de la Constitución”. Se desprende entonces del artículo 335 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, que esta norma establece expresamente la
potestad de revisión extraordinaria de sentencias definitivamente firmes que se aparten de
la interpretación que de manera uniforme debe imponer esta Sala. Posee entonces potestad
esta Sala para revisar tanto las sentencias definitivamente firmes expresamente
establecidas en el numeral 10 del artículo 336 contra aquellas, tal como se dejó sentado
anteriormente, así como las sentencias definitivamente firmes que se aparten del criterio
interpretativo de la norma constitucional que haya previamente establecido esta Sala, lo
que en el fondo no es más que una concepción errada del juzgador al realizar el control de
la constitucionalidad, y así se declara.
 
VI
DELIMITACION DE LA POTESTAD DE REVISION DE SENTENCIAS
DEFINITIVAMENTE FIRMES
 
Por lo antes expuesto, esta Sala considera que la potestad de revisión extraordinaria
de sentencias definitivamente firmes de las otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y
de los demás tribunales y juzgados del país se encuentra delimitada de la siguiente manera:
 
Con base en una interpretación uniforme de la Constitución y considerando la
garantía de la cosa juzgada establecida en el numeral 7º del artículo 49 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, en principio, es inadmisible la revisión de
sentencias definitivamente firmes en juicios ordinarios de cualquier naturaleza por parte de
esta Sala. Y en cuanto a las decisiones de las otras Salas de este Tribunal es inadmisible
cualquier demanda incluyendo la acción de amparo constitucional contra cualquier tipo de
sentencia dictada por ellas, con excepción del proceso de revisión extraordinario
establecido en la Constitución, y definido a continuación.
 
Sólo de manera extraordinaria, excepcional, restringida y discrecional, esta Sala
posee la potestad de revisar lo siguiente:
 
1. 1.                  Las sentencias definitivamente firmes de amparo constitucional de
cualquier carácter, dictadas por las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia y
por cualquier juzgado o tribunal del país.
 
2. 2.                  Las sentencias definitivamente firmes de control expreso de
constitucionalidad de leyes o normas jurídicas por los tribunales de la República o
las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia.
 
3. 3.                  Las sentencias definitivamente firmes que hayan sido dictadas por las
demás Salas de este Tribunal o por los demás tribunales o juzgados del país
apartándose u obviando expresa o tácitamente alguna interpretación de la
Constitución contenida en alguna sentencia dictada por esta Sala con anterioridad al
fallo impugnado, realizando un errado control de constitucionalidad al aplicar
indebidamente la norma constitucional.
 
4. 4.                  Las sentencias definitivamente firmes que hayan sido dictadas por las
demás Salas de este Tribunal o por los demás tribunales o juzgados del país que de
manera evidente hayan incurrido, según el criterio de la Sala, en un error grotesco
en cuanto a la interpretación de la Constitución o que sencillamente hayan obviado
por completo la interpretación de la norma constitucional. En estos casos hay
también un errado control constitucional.
 
 
VII
PROCEDIMIENTO DE REVISIÓN EXTRAORDINARIA
 
Luego de aclarado lo anterior, y partiendo de la protección
constitucional a la tutela judicial efectiva establecida en los artículos 26 y 27
de la Constitución que establece el derecho de las partes de acudir al poder
judicial para defender sus derechos e intereses, tomando a su vez en
consideración que no ha sido dictada la ley orgánica que regule el
procedimiento de revisión extraordinaria, y considerando además que
existen una serie de solicitudes de revisión interpuestas ante esta Sala y que
es obligación de esta Sala analizar su admisibilidad y procedencia en
respeto de la tutela judicial efectiva; es menester, en esta oportunidad,
determinar el procedimiento que debe aplicarse en caso de solicitud de
revisión extraordinaria de sentencias definitivamente firmes de conformidad
con los términos establecidos anteriormente. En este sentido, es necesario
definir un procedimiento especial para llevar a cabo la potestad revisora de
esta Sala. Esto, de acuerdo a lo establecido en el artículo 102 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, el cual establece que “cuando ni
en esta Ley, ni en los códigos y otras leyes nacionales se prevea un
procedimiento especial a seguir, la Corte podrá aplicar el que juzgue más
conveniente, de acuerdo con la naturaleza del caso”.
 
Al respecto esta Sala acoge, en caso de ser admitido el recurso de
revisión extraordinaria de sentencias definitivamente firmes, el
procedimiento de apelación de sentencias de amparo constitucional
establecido en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales y en la jurisprudencia de esta Sala. En lo que respecta a la
admisibilidad de tales solicitudes de revisión extraordinaria esta Sala posee
una potestad discrecional de admitir o no admitir el recurso cuando así lo
considere, y, en todo caso, la Sala no admitirá aquellos recursos que no se
refieran a las sentencias o a las circunstancias que define la presente
decisión. En este sentido, se mantiene el criterio que dejó sentado la
sentencia dictada por esta Sala en fecha 2 de marzo de 2000 (caso: Francia
Josefina Rondón Astor) en cuanto a que esta Sala no está en la obligación
de pronunciarse sobre todos y cada uno de los fallos que son remitidos para
su revisión, y la negativa de admitir la solicitud de revisión extraordinaria
como violación del derecho a la defensa y al debido proceso de las partes,
por cuanto se trata de decisiones amparadas por el principio de la doble
instancia judicial.
 
Por lo tanto esta Sala puede en cualquier caso desestimar la revisión,
“...sin motivación alguna, cuando en su criterio, constate que la decisión que
ha de revisarse, en nada contribuya a la uniformidad de la interpretación de
normas y principios constitucionales...”.
 
En cuanto a la potestad de esta Sala para revisar de oficio las
sentencias definitivamente firmes en los mismos términos expuestos en la
presente decisión, esta Sala posee la potestad discrecional de hacerlo
siempre y cuando lo considere conveniente para el mantenimiento de una
coherencia en la interpretación de la Constitución en todas las decisiones
judiciales emanadas por los órganos de administración de justicia.

 
 
 
VIII
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR
 
La sentencia objeto de revisión, según solicitud de la recurrente,
constituye una sentencia dictada por la Sala Político-Administrativa de la
extinta Corte Suprema de Justicia en un juicio por indemnización de daños y
perjuicios iniciado por OLIMPIA TOURS AND TRAVEL, C.A. que fue
declarada con lugar condenando a la Corporación de Turismo de Venezuela
(CORPOTURISMO) por la cantidad de CIENTO VEINTICUATRO MIL
SEISCIENTOS OCHENTA Y DOS DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE
AMERICA (US$ 124.682,00); la cantidad de UN MIL DÓLARES DE LOS
ESTADOS UNIDOS DE AMERICA (US$ 1.000,00), así como el monto
correspondiente a intereses moratorios desde el 13 de noviembre de 1993
hasta la fecha del fallo. Todo ello, por concepto del pago que en nombre de
Corporación de Turismo de Venezuela CORPOTURISMO hiciera la empresa
demandante a la IX Feria Turística de Quebec, Canadá.

 
De conformidad con el criterio explanado anteriormente en cuanto a la
admisibilidad de los recursos extraordinarios de revisión, en este caso no se dan
los supuestos necesarios para que esta Sala pueda conocer de una sentencia con
carácter de cosa juzgada. En este sentido, la sentencia impugnada no se trata de
una sentencia de amparo definitivamente firme, no se refiere a una sentencia de
control de la constitucionalidad expreso o tácito de leyes o normas jurídicas, y no
considera esta Sala que existe un grotesco error de interpretación de la norma
constitucional y que por demás, al haber sido esta Sala constituida con
posterioridad a la sentencia impugnada, no existe una interpretación establecida al
respecto que permita definir que hubo una interpretación contraria a algún criterio
jurisprudencial previamente establecido por esta Sala. Por ello no existen los
elementos necesarios para declarar la admisibilidad de la solicitud interpuesta por
CORPORACIÓN DE TURISMO DE VENEZUELA (CORPOTURISMO), y, en todo
caso, esta Sala considera que la decisión que ha de revisarse, en nada contribuye
a la uniformidad de la interpretación de normas y principios constitucionales, y así
se decide.
 
 
IX
 
DECISION

Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la Ley, declara INADMISIBLE el recurso de revisión interpuesto por
la abogada Joely Margarita Torres Colmenares, en su carácter de apoderada de la
Corporación de Turismo de Venezuela (CORPOTURISMO) contra la sentencia de
fecha 9 de noviembre de 1999 dictada por la Sala Político-Administrativa de la
extinta Corte Suprema de Justicia.
 
 
Publíquese y Regístrese. Archívese el expediente.
 
 
Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo
de Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los 06 días del mes FEBRERO
de dos mil uno. Años: 190° de la Independencia y 141° de la Federación.
El Presidente de la Sala,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente,
 
 
JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
Ponente
 
Los Magistrados,
 
 
JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO
 
 
ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA
 
 
PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ
 
El Secretario,
 
 
JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO
Exp. N°: 00-1529
JECR/

SALA CONSTITUCIONAL
Magistrado Ponente: Iván Rincón Urdaneta
 
 
Mediante oficio S/N de fecha 16 de mayo de 2000, la Corte de Apelaciones
Accidental del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy, remitió a la Sala de Casación de
Penal del Tribunal Supremo de Justicia, expediente contentivo de la acción de amparo
constitucional interpuesta por los ciudadanos NESTOR ALEJANDRO ARZOLA,
JESÚS BERARDINELLI LEZAMA y ADRIANA COROMOTO MARTÍNEZ DE
BERARDINELLI, asistidos por la abogada Gladys Barón, inscrita en el Instituto de
Previsión Social del Abogado bajo el No. 6.930, en contra del auto de fecha 17 de marzo de
2000, dictado por la Juez de Control No. 4 del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy,
mediante el cual decretó que las acciones penales seguidas a los imputados -accionantes en
amparo- por los delitos de uso y aprovechamiento de acto falso y aprovechamiento de cosas
provenientes del delito “no estaban extinguidas y fueron promovidas conforme a la ley”, y
ordenó la apertura a juicio oral y público en contra de los mencionados ciudadanos, de
conformidad con los artículos 333 y 334 del Código Orgánico Procesal Penal.
 
La presente remisión se hizo de conformidad con el artículo 35 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, en virtud de la apelación
interpuesta por los accionantes en contra de la decisión de fecha 4 de mayo de 2000,
dictada por la Corte de Apelaciones Accidental del Circuito Judicial Penal del Estado
Yaracuy, que declaró inadmisible la acción de amparo constitucional interpuesta por los
imputados, de conformidad con los artículos 5 y 6, numeral 5 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
 
El 12 de junio de 2000, mediante oficio No. 1295, la Sala de Casación Penal del
Tribunal Supremo de Justicia remitió a esta Sala Constitucional el presente expediente, por
cuanto por “error involuntario” el mismo fue remitido a la referida Sala de Casación Penal.
 
El 12 de junio de 2000, se dio cuenta en Sala y se designó Ponente al Magistrado
Iván Rincón Urdaneta, a los fines de decidir la apelación interpuesta.
 
El 19 de octubre de 2000, el abogado Nestor Alejandro Arzola, asistido por la
abogada Gladys Barón, consignó ante la Secretaría de la Sala Constitucional, escrito
mediante el cual solicitó “sea tramitado con urgencia” el expediente contentivo de la
apelación interpuesta, “a los fines de que me -le- sean (sic) restituida la situación jurídica
infringida de mis -sus- derechos constitucionales”.
 
El 19 de octubre de 2000, se dio cuenta en Sala del referido escrito, ratificándose
como Ponente al Magistrado Iván Rincón Urdaneta.
 
I
ANTECEDENTES
 
Aducen los apelantes, lo siguiente:
 
Que mediante documento autenticado ante el Juzgado del Distrito Bruzual del
Estado Yaracuy de fecha 15 de octubre de 1990, el ciudadano Angel Borregales vendió la
totalidad “de las acciones que poseía en la Empresa Radio Chivacoa, C.A., al Señor
ELADIO PACHECO R., quien las canceló a través de su abogado apoderado judicial,
Dr. Nestor A. Arzola”.
 
Que en fecha 9 de febrero de 1994, mediante Asamblea Extraordinaria celebrada
entre los accionistas de la referida empresa mercantil Radio Chivacoa, C.A., el ciudadano
Eladio Pacheco, a través de su apoderado judicial, abogado Nestor Alejandro Arzola,
vendió a los ciudadanos Jesús Berardinelli y Adriana Martínez de Berardinelli, las acciones
que poseía sobre la empresa mercantil Radio Chivacoa, C.A. y, que dicha venta fue
realizada mediante “documento privado” que posteriormente “fue tenido por reconocido en
su contenido y firma” por el ciudadano Nestor Arzola ante el Juzgado Primero de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil, Agrario, Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción
Judicial del Estado Yaracuy.
 
En razón de lo anterior, en fecha 3 de octubre de 1995, el ciudadano Eladio Pacheco
interpuso ante el Juzgado Cuarto de Primera Instancia Penal y de Salvaguarda del
Patrimonio Público de la Circunscripción Judicial del Estado Yaracuy, denuncia por la
comisión del delito de falsificación de firma, previsto en el artículo 322 del Código Penal.
 
El 11 de septiembre de 1996, el referido Juzgado Cuarto de Primera Instancia Penal
y de Salvaguarda del Patrimonio Público de la Circunscripción Judicial del Estado
Yaracuy, en virtud de haber “quedado demostrado el cuerpo del delito de falsificación de
firma y no lográndose determinar la autoría del delito”, acordó “mantener la averiguación
abierta de conformidad con el artículo 208 del Código de Enjuiciamiento Criminal”.
 
El 16 de marzo de 1999, el Tribunal de la causa -Cuarto de Primera Instancia Penal
y de Salvaguarda del Patrimonio Público de la Circunscripción Judicial del Estado
Yaracuy- declaró “terminada la averiguación por prescripción de la acción penal, de
conformidad con el artículo 206 ordinal 1º del Código de Enjuiciamiento Criminal”.
 
El 13 de abril de 1999, el Juzgado Superior Primero en lo Penal de la
Circunscripción Judicial del Estado Yaracuy, confirmó en consulta, la decisión del Tribunal
a quo de fecha 16-3-99, que declaró terminada la averiguación seguida con ocasión a la
denuncia presentada por el ciudadano Eladio Pacheco por la comisión del delito de
falsificación de firma.
 
El 13 de septiembre de 1999, el ciudadano Eladio Pacheco interpuso nueva
denuncia ante la Fiscalía Superior de la Circunscripción Judicial del Estado Yaracuy por la
comisión de los delitos de uso y aprovechamiento de acto falso y aprovechamiento de cosas
provenientes del delito, causa esta que fue asignada para su investigación al Fiscal Tercero
del Ministerio Público de la misma Circunscripción Judicial.
 
El 18 de noviembre de 1999, el ciudadano Eladio Pacheco interpuso querella ante el
Juzgado No. 4 de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy en contra de los
ciudadanos Nestor Alejandro Arzola y Jesús Berardinelli, por la comisión de los delitos de
uso y aprovechamiento de acto falso y aprovechamiento de cosas provenientes del delito,
previstos en los artículos 323 y 472, primer aparte del Código Penal, investigación que fue
asignada al Fiscal Cuarto del Ministerio Público de la Circunscripción Judicial del Estado
Yaracuy.
 
El 23 de febrero de 2000, el Fiscal Cuarto del Ministerio Público de la
Circunscripción Judicial del Estado Yaracuy, interpuso: 1) acusación ante el Juzgado No. 4
de Control del mismo Circuito Judicial Penal en contra de los ciudadanos Nestor Alejandro
Arzola, Jesús Berardinelli y Adriana Martínez de Berardinelli, por la comisión de los
delitos de uso y aprovechamiento de acto falso y aprovechamiento de cosas provenientes
del delito, en perjuicio del ciudadano Eladio Pacheco, previstos en los artículos 323 y 472,
primer aparte del Código Penal; 2) solicitó el sobreseimiento de la causa seguida “a los
imputados en cuanto al delito de FALSIFICACIÓN DE FIRMA por cuanto en las
actuaciones se encuentra acreditada la cosa juzgada, de conformidad con lo previsto en el
artículo 325 ordinal 3º del Código Orgánico Procesal Penal” y 3) solicitó que se acordaran
las medidas cautelares relativas a la presentación de los acusados y la caución económica
respectiva, de conformidad con el artículo 266 ordinales 1º y 2º del Código Orgánico
Procesal Penal.
 
El 13 de marzo de 2000, la apoderada judicial de los imputados alegó las siguientes
defensas: 1) opuso las excepciones previstas en el artículo 27, ordinales 2º y 3º del Código
Orgánico Procesal Penal, por tratarse de una acción no promovida conforme a la ley y estar
extinguidas las acciones penales seguidas a sus representados; 2) solicitó el sobreseimiento
de la causa seguida a los imputados, ya que al estar prescrita la acción penal por la
comisión del delito de falsificación de firma, “queda extinguida la acción penal por el
presunto delito de Uso de acto falso y por el delito de Aprovechamiento de cosas
provenientes del delito, siendo que éstos delitos son instantáneos y subsidiarios”; 3) en
razón de lo anterior, señaló que en la causa seguida a sus representados estaba demostrada y
acreditada la cosa juzgada.
 
El 17 de marzo de 2000, tuvo lugar la audiencia preliminar “convocada de
conformidad con el artículo 330 del Código Orgánico Procesal Penal”, en la cual el
Juzgado Nº 4 de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy decretó, entre otros
pronunciamientos: 1) “EL SOBRESEIMIENTO de la causa seguida contra los
Ciudadanos: ADRIANA COROMOTO MARTÍNEZ, JESÚS MIGUEL
BERARDINELLI LEZAMA y ARZOLA OLMOS NESTOR ALEJANDRO, por el delito
de FALSIFICACIÓN DE FIRMA”, de conformidad con el artículo 325, ordinal 3º del
Código Orgánico Procesal Penal, 2) admitió la acusación en contra de los imputados y la
querella interpuesta por la víctima, por los delitos de uso y aprovechamiento de acto falso y
aprovechamiento de cosas provenientes del delito, 3) impuso a los imputados las medidas
cautelares previstas en el artículo 266 del Código Orgánico Procesal Penal; 4) declaró sin
lugar las excepciones opuestas por la apoderada judicial de los imputados, por cuanto las
acciones penales ejercidas “no están extinguidas y fueron promovidas conforme a la ley”; y
5) ordenó la apertura a juicio oral y público en contra de los imputados, “por los ilícitos de:
USO Y APROVECHAMIENTO DE ACTO FALSO Y APROVECHAMIENTO DE LAS
COSAS PROVENIENTES DEL DELITO”.
 
El 21 de marzo de 2000, los ciudadanos Nestor Alejandro Arzola, Jesús Berardinelli
y Adriana Coromoto Martínez de Berardinelli, asistidos por la abogada Gladys Barón,
interpusieron ante la Corte de Apelaciones Accidental del Circuito Judicial Penal del
Estado Yaracuy, acción de amparo constitucional en contra del auto de fecha 17 de marzo
de 2000 dictado por la Juez de Control No. 4 del mismo Circuito Judicial Penal, por
violación de sus derechos fundamentales, consagrados en los artículos 26, 49, numerales 2,
3, 6, 7 y 8 y 257 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por cuanto
se les llevó a juicio oral y público sin existir ningún delito.
 
El 4 de mayo de 2000, la referida Corte de Apelaciones Accidental del Circuito
Judicial Penal del Estado Yaracuy, declaró inadmisible el amparo interpuesto por los
imputados, de conformidad con los artículos 5 y 6, numeral 5 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, ya que a decir de dicho fallo, el auto
dictado “por el Juzgado de Control No. 4, en la Audiencia Preliminar efectuada el 15 (sic)
de marzo de 2000, donde se aperturó a juicio, de conformidad con el artículo 534 (sic) del
Código Orgánico Procesal Penal es inapelable”, pero las “otras decisiones tomas (sic) en
dicho acto siempre que se refieran a los supuestos establecidos en el artículo 439 ejusdem,
son apelables; es decir, procede el recurso de Apelación”.
 
El 8 de mayo de 2000, los ciudadanos Nestor Alejandro Arzola, Jesús Berardinelli y
Adriana Coromoto Martínez de Berardinelli -imputados y accionantes en amparo- apelaron
la decisión de fecha 4 de mayo de 2000 dictada por la Corte de Apelaciones Accidental del
Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy, que declaró inadmisible el amparo interpuesto.
 
El 16 de mayo de 2000, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del
Estado Yaracuy remitió a la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia el
presente expediente, en virtud de la apelación interpuesta, de conformidad con el artículo
35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
 
El 12 de junio de 2000, la referida la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo
de Justicia, remitió los autos a esta Sala Constitucional, a los fines de decidir la apelación
ejercida.
 
II
FUNDAMENTOS DE LA ACCIÓN DE AMPARO
 
En la solicitud de amparo constitucional que dio origen a la sentencia apelada, los
accionantes alegaron la violación de sus derechos fundamentales consagrados en los
artículos 26, 49, numerales 1, 3, 6, 7 y 8 y 257 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, relativos a la garantía a una justicia imparcial, idónea,
transparente y responsable, al derecho a la defensa y al debido proceso.
 
En este sentido, señalaron que la Juez de Control No. 4 del Circuito Judicial Penal
del Estado Yaracuy, al haberse pronunciado previamente acerca del “sobreseimiento del
delito de FALSIFICACIÓN DE FIRMA por estar comprobada y acreditada la COSA
JUZGADA...no debió continuar con el proceso, pero sin embargo, dicta al efecto
erróneamente, sin transparencia, de forma irresponsable... que la ACCIÓN PENAL NO
ESTÁ PRESCRITA Y ORDENA ABRIR JUICIO ORAL Y PÚBLICO A LOS
IMPUTADOS”, con lo cual -a su decir- se violaron sus derechos constitucionales
denunciados en amparo.
 
Asimismo, alegaron que no existía delito alguno, toda vez que “las acciones de
Eladio Pacheco fueron vendidas legalmente... a través de su apoderado el abogado Nestor
A. Arzola” y que, al estar prescrita la acción penal del delito de falsificación de firma,
igualmente estaba prescrita la acción de los delitos de uso y aprovechamiento de acto falso
y aprovechamiento de cosas provenientes del delito, por cuanto son delitos instantáneos,
por lo cual, señalan que no existía delito alguno imputable a sus representados.
 
En razón de lo anterior, solicitaron “la nulidad por inconstitucionalidad del auto de
fecha 15 (sic) de marzo de 2000”, dictado por la Juez de Control No. 4 del Circuito Judicial
Penal del Estado Yaracuy, “contentivo del auto donde acuerda la no prescripción de los
delitos de Uso y Aprovechamiento de Acto Falso y Aprovechamiento de Cosas
Provenientes del Delito”. Igualmente, solicitaron la procedencia de las medidas cautelares
innominadas, de conformidad con el artículo 585 del Código de Procedimiento Civil,
mediante las cuales “cese la PERSECUCIÓN PENAL POR NO HABER DELITO Y
ESTAR EXTINGUIDA LA ACCIÓN PENAL POR PRESCRIPCIÓN” y que “se ordene
a la Juez de Juicio que conocerá de la causa... se abstenga y suspenda de llevar a cabo el
debate oral y público en virtud de la declaratoria de inconstitucionalidad del auto dictado
por la Juez de Control No. 4” del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy.
 
 
III
DE LA SENTENCIA APELADA
 
La sentencia apelada fue dictada por la Corte de Apelaciones Accidental del
Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy en fecha 4 de mayo de 2000, la cual señaló que
“las presuntas lesiones a los Derechos constitucionales de los solicitantes, fueron producto
de la decisión emanada por (sic) el Juzgado de Control No. 4, en la Audiencia Preliminar
efectuada el 15 (sic) de marzo de 2000, donde se aperturó a juicio, el cual de conformidad
con el artículo 534 (sic) del Código Orgánico Procesal Penal es inapelable; las otras
decisiones tomas (sic) en dicho acto siempre que se refieran a los supuestos establecidos
en el artículo 439 ejusdem, son apelables; es decir, procede el recurso de Apelación”.
 
En razón de lo anterior, la decisión apelada declaró la inadmisibilidad de la acción
de amparo interpuesta por los imputados, de conformidad con los artículos 5 y 6, numeral 5
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
 
 
IV
DE LA COMPETENCIA
 
Debe previamente esta Sala determinar su competencia para conocer de la
presente apelación, a la luz de las atribuciones conferidas por el Texto Constitucional al
Tribunal Supremo de Justicia y, en especial, de las funciones que en materia
constitucional recaen sobre el mismo.
En este sentido, esta potestad debe ejercerse respecto de todas las sentencias de
amparo constitucional dictadas por los Juzgados Superiores de la República, Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal,
cuando conozcan como Tribunales de primera instancia.
 
En el presente caso, se somete al conocimiento de la Sala un recurso de apelación
ejercido en contra de una decisión dictada por la Corte de Apelaciones Accidental del
Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy, la cual conoció en primera instancia de una
acción de amparo constitucional ejercida en contra de una decisión dictada por un
inferior jerárquico -Juzgado de Control No. 4 del mismo Circuito Judicial Penal- motivo
por el cual, esta Sala es competente para conocer de la presente apelación, y así se
declara.
 

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

 
Tal como se narró precedentemente, la sentencia apelada declaró inadmisible la
acción de amparo constitucional interpuesta por los ciudadanos Nestor Alejandro
Arzola, Jesús Berardinelli y Adriana Martínez de Berardinelli en contra de la decisión de
fecha 17 de marzo de 2000 dictada por la Juez de Control No. 4 del Circuito Judicial
Penal del Estado Yaracuy, de conformidad con los artículos 5 y 6, numeral 5 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
 
En este sentido, alegan los apelantes que la decisión cuestionada en amparo, sí
vulneró sus derechos fundamentales consagrados en los artículos 26, 49, numerales 1, 3, 6,
7 y 8 y 257 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, relativos a la
garantía a una justicia imparcial, idónea, transparente y responsable y al derecho a la
defensa y al debido proceso, toda vez que -a su decir- el Juzgado agraviante “no ha debido
continuar con el proceso”, ya que al estar prescrita la acción penal correspondiente al delito
de falsificación de firma, asimismo estaba prescrita la acción penal correspondiente a los
delitos de uso y aprovechamiento de acto falso y aprovechamiento de cosas provenientes
del delito y, en consecuencia, no existía delito alguno.
 
En este contexto, la Sala pasa a decidir, y a tal efecto observa:
 
Consta en autos -folio 40- la decisión dictada por el suprimido Juzgado Cuarto de
Primera Instancia Penal y Salvaguarda del Patrimonio Público de la Circunscripción
Judicial Penal del Estado Yaracuy de fecha 16 de marzo de 1999, mediante la cual
declaró terminada la averiguación seguida a los imputados -hoy apelantes- por la
comisión del delito de falsificación de firma, en virtud de la “prescripción de la acción
penal, de conformidad con el artículo 206, ordinal 1º del Código de Enjuiciamiento
Criminal”. Igualmente, consta en autos -folio 41- la decisión dictada por el suprimido
Juzgado Superior Primero Penal de la misma Circunscripción Judicial de fecha 13 de
abril de 1999, la cual, conociendo en consulta, confirmó la decisión dictada por el
Tribunal a quo, esto es, la prescripción de la acción penal seguida a los imputados por el
delito de falsificación de firma.
 
Ahora bien, en virtud de la acusación interpuesta por el Fiscal Cuarto del
Ministerio Público de la Circunscripción Judicial del Estado Yaracuy en contra de los
ciudadanos Nestor Alejandro Arzola, Jesús Berardinelli y Adriana Martínez de
Berardinelli, por la comisión de los delitos de uso y aprovechamiento de acto falso y
aprovechamiento de cosas provenientes del delito, previstos en los artículos 323 y 472,
primer aparte del Código Penal, el Juzgado de Control No. 4 del mismo Circuito Judicial
Penal decretó, entre otros pronunciamientos, el sobreseimiento de la causa seguida a los
imputados, por el delito de falsificación de firma, de conformidad con lo previsto en el
artículo 325, ordinal 3º del Código Orgánico Procesal Penal, y que las acciones penales
correspondientes a los delitos imputados por la acusación fiscal -uso y aprovechamiento
de acto falso y aprovechamiento de cosas provenientes del delito- “no estaban
extinguidas y fueron promovidas conforme a la ley”, en razón de lo cual ordenó la
apertura a juicio de los acusados.
 
De las decisiones dictadas por los entonces tribunales de primera instancia y
superior penal, así como del mencionado Juzgado de Control, se observa que estas
instancias, coincidieron en la prescripción de la acción penal seguida a los acusados
-hoy apelantes- por la comisión del delito de falsificación de firma.
 
En razón de lo anterior, aducen los apelantes, que al estar prescrita la acción
penal correspondiente al delito de falsificación de firma, “asi mismo (sic) está
PRESCRITA la acción penal para perseguir el delito de USO DE ACTO FALSO... y
APROVECHAMIENTO DE COSAS PROVENIENTES DEL DELITO”, por cuanto
existe cosa juzgada, y que por lo tanto, “NO PUEDE LA LEY CASTIGAR DOS VECES,
a unas mismas personas por el mismo hecho”.
 
En efecto, esta figura de la prescripción, viene referida tanto a la acción penal
como a la pena misma, y no es más que la facultad punitiva que tiene el Estado, en
ejercicio de su soberanía, la cual se encuentra limitada por las disposiciones legales que
la rigen (Código Orgánico Procesal Penal y Código Penal). Siendo ello así, se tiene que
la prescripción no se encuentra, en modo alguno, establecida en interés del reo; antes
por el contrario, rige para la misma un interés social.
 
Por lo tanto, en virtud del interés general que priva sobre el interés particular,
dicha figura obedece a razones de orden público. En este sentido, la Sala, mediante
decisión de fecha 9 de marzo del año 2000 (Caso: José Alberto Zamora Quevedo, Exp.
No. 00-0126), estableció respecto a las cuestiones consideradas de orden público, lo
siguiente:
 
“Sin embargo, no escapa a esta Sala… (omissis) que el
conocimiento de unos hechos que no fueron alegados como supuestos
de hecho de las normas constitucionales denunciadas como
infringidas, pueden y deben producir otras situaciones a ser tomadas
en cuenta por los sentenciadores, ya que a pesar de ser ajenas a la
pretensión de amparo, siempre que sean cuestiones de orden público,
sobre las cuales el juez puede de oficio resolver y tomar decisiones, si
constata que las mismas no lesionan derecho de las partes o de
terceros…ya que es la actitud procesal de las partes la que con su
proceder denota la lesión del orden público, entendido éste como el
“…Conjunto de condiciones fundamentales de vida instituidas en una
comunidad jurídica, las cuales, por afectar centralmente a la organización
de ésta, no pueden ser alteradas por la voluntad de los individuos…
(omissis).
Los principios inmersos en la Constitución, que la cohesionan,
así no aparezcan en su texto, si no se aplican o se violan tienden a
desintegrar a la Carta Fundamental, y si ello sucediere la
Constitución desaparecería con todo el caos que ello causaría”
(negrillas de la Sala).
 
En el caso de autos, la Sala observa, que se está en presencia de cuestiones que
atañen al orden público, conforme con el fallo citado ut supra, siendo que el supuesto de
hecho alegado por los apelantes como lesivo de sus derechos constitucionales
-prescripción- es una figura que obedece a razones de interés general, en virtud de lo
cual, la misma, “no puede ser alterada por la voluntad de los individuos”.
 
En efecto, si bien el Tribunal de Alzada -Corte de Apelaciones- declaró la
inadmisibilidad de la acción interpuesta, en virtud de la existencia de un medio judicial
ordinario para impugnar la decisión cuestionada en amparo, por cuanto la misma -a
decir de dicho fallo- al resolver las excepciones opuestas por los imputados previstas en
el artículo 27 del Código Orgánico Procesal Penal, era recurrible en apelación, la Sala
observa, que los alegatos esgrimidos por los imputados, como fundamento de su solicitud
de protección constitucional, no versan sobre tal pronunciamiento, por cuanto en los
mismos no se denuncian infracciones de rango legal; antes por el contrario, dicha
acción fue interpuesta con ocasión de la prescripción de la acción penal seguida
previamente a los quejosos, por la comisión del delito de falsificación de firma.
 
En razón de lo anterior, alegan los apelantes, que el Juzgado de Control que
ordenó la apertura a juicio, “no debió continuar con el proceso”, ya que al haberse
decretado “el sobreseimiento del delito de FALSIFICACIÓN DE FIRMA”, operó la cosa
juzgada. De tal modo, que siendo la prescripción del delito imputado a los quejosos, el
fundamento de la acción de amparo ejercida, tal figura, por ser considerada de orden
público, no puede ser ignorada por el juzgador, máxime cuando en virtud de la misma,
pueda verse lesionado un derecho de rango constitucional, como lo es el debido proceso,
consagrado en el artículo 49, numeral 6, de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, por cuanto “ninguna persona podrá ser sometida a juicio por los mismos
hechos en virtud de los cuales hubiese sido juzgada anteriormente”.
 
Así las cosas, la Sala estima, que en el presente caso, la violación de los derechos
fundamentales alegada por los quejosos, solo podía ser restablecida a través de este
medio breve, sumario y eficaz, como lo es la acción de amparo constitucional, por
cuanto, conforme al propio Texto Fundamental, es obligación de todos los jueces de la
República, velar por la integridad y el cumplimiento de sus disposiciones, en el ámbito de
sus competencias. Siendo ello así, el juez constitucional que conoció de la acción
ejercida, ha debido entrar ha conocer de la misma, razón por la cual, el fallo apelado
debe ser revocado, y así se declara.
 
 
DECISIÓN
Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de la Ley,
declara:
 
1º CON LUGAR el recurso de apelación interpuesto por los ciudadanos NESTOR
ALEJANDRO ARZOLA, JESÚS BERARDINELLI LEZAMA y ADRIANA COROMOTO
MARTÍNEZ DE BERARDINELLI, en contra de la sentencia dictada por la Corte de
Apelaciones Accidental del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy de fecha 16 de
mayo de 2000.
 
2º REVOCA la decisión apelada dictada por la referida Corte de Apelaciones de
fecha 16 de mayo de 2000.
 
3º ORDENA a la Corte de Apelaciones Accidental del Circuito Judicial Penal del
Estado Yaracuy, admitir la acción de amparo interpuesta por los ciudadanos NESTOR
ALEJANDRO ARZOLA, JESÚS BERARDINELLI LEZAMA y ADRIANA COROMOTO
MARTÍNEZ DE BERARDINELLI, en contra del auto dictado por el Juzgado de Control
No. 4 del mismo Circuito Judicial Penal de fecha 17 de marzo de 2000.
 

Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado. Remítase el


expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, a los 09 días del mes de FEBRERO del año dos mil
uno. Años: 189º de la Independencia y 141º de la Federación.

El Presidente - Ponente

Iván Rincón Urdaneta

El Vicepresidente,

Jesús Eduardo Cabrera Romero

 
 
Antonio García García
Magistrado
 
José Manuel Delgado Ocando
Magistrado
 
 
 
 
Pedro Rondón Haaz
Magistrado
 
 
El Secretario,
 
 
José Leonardo Requena Cabello
 
 
 
Exp. 00-1836
IRU
 
 
 

SALA CONSTITUCIONAL
Magistrado Ponente: JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
 
 
El 8 de mayo de 2000, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
recibió copias certificadas del expediente contentivo del recurso de apelación ejercido
por Vicente Manuel Felipe Perera González, titular de la cédula de identidad Nº
2.384.448, asistido por el abogado Oscar Briceño Güere, inscrito en el Inpreabogado
bajo el Nº 15157, contra la sentencia dictada el 29 de julio de 1999, por el Juzgado
Superior en lo Civil (Bienes) y Contencioso Administrativo de la Circunscripción
Judicial de la Región Central, en el juicio de amparo intentado el 18 de marzo de 1999
por Vicente Manuel Felipe Perera González, antes identificado, asistido por el abogado
Luis Guillermo Hernández, inscrito en el Inpreabogado bajo el Nº 62.575, contra la
sentencia dictada el 5 de noviembre de 1998 por el Juzgado Primero de Primera
Instancia en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua y
contra “todo el procedimiento del expediente 31287”, en el que recayó la sentencia
contra la cual acciona.
 
En la misma fecha se dio cuenta en Sala designándose como ponente al Magistrado
que con tal carácter suscribe el presente fallo.
 
Efectuado el análisis del expediente se pasa a dictar sentencia, previas las siguientes
consideraciones:
 
I
 
DE LA ACCIÓN DE AMPARO
 
El 18 de marzo de 1999, Vicente Manuel Felipe Perera González, asistido por el
abogado Luis Guillermo Hernández, interpuso ante el Juzgado Superior en lo Civil,
Mercantil, del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua
(Distribuidor), acción de amparo contra la sentencia dictada el 5 de noviembre de 1998
por el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la misma
Circunscripción Judicial, al conocer éste en apelación del auto dictado por el Juzgado de
los Municipios Girardot y Mario Briceño Iragorry de la misma Circunscripción Judicial,
en el procedimiento de Ejecución de Hipoteca incoado por Américo José Hernández
contra el accionante de la presente causa; y “contra todo el procedimiento del expediente
31287”, en el cual recayó la sentencia accionada.
 
En el escrito contentivo de la acción de amparo el accionante señaló lo siguiente:
 
Que fundamenta la acción de amparo en los artículos 46, 49, 67, 68, 119 y 121 de
la Constitución de 1961, vigente para aquella fecha, en concordancia con los artículos 1,
2, 4, 5 y 13 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
denunciando conculcados sus derechos constitucionales consagrados en los artículos 46,
49, 50, 61, 67, 68, 69, 119, 121 y 177 de la señalada Constitución.
 
Que la sentencia contra la cual acciona es violatoria de los derechos
constitucionales que denuncia conculcados en razón de que, en su criterio, al conocer de
la apelación de la sentencia que declaró sin lugar la oposición por él formulada, el juez
debió “revisar y corregir” dicha sentencia, toda vez que oportunamente alegó y probó,
con la presentación de un instrumento, que el documento fundamental de la demanda
estipula intereses ilegales contrarios al orden público y contiene “errores de derecho”, lo
cual no fue, según afirma, negado ni rechazado oportunamente por el demandante en
dicho juicio, por lo que tales alegatos quedaron tácitamente aceptados o reconocidos.
 
Que, asimismo, acciona contra todo el procedimiento seguido en el expediente Nº
31287, en razón de que al declararse sin lugar la regulación de competencia que había
solicitado y “habiéndome dejado sin evacuar las pruebas” de experticias grafológicas y
técnicas, testimoniales y posiciones juradas, “decretadas” mediante sentencia de 16 de
septiembre de 1997, no impugnada por el demandante en aquél juicio dentro de los tres
días estipulados por el artículo 397 del Código de Procedimiento Civil, se le dejó en
estado de indefensión “incurriendo además el Juez de Primera Instancia en denegación
de justicia según el artículo 19 eiusdem”.
 
Que existe una inminente amenaza de perder su propiedad pues, de continuar el
juicio, en la fase siguiente corresponde el embargo del inmueble cuya ejecución
hipotecaria es el objeto de aquella demanda, lo cual, a su decir atenta contra la garantía
que le consagra el artículo 99 de la Constitución (de 1961).
 
Que en el documento fundamental de aquella demanda existen errores de
derecho y defectos, los cuales relaciona, y que, en su criterio, tales errores y defectos
hacen que dicho documento constitutivo de la hipoteca, deba ser considerado nulo e
inexistente.
 
Que en el libelo de la demanda por la cual se inició aquel juicio existen defectos
cada uno de los cuales “es por sí sólo violatorio de los artículos 50, 68 y 177 de la
Constitución...” (de 1961), entre los cuales señala que no se cuantifica el valor total de la
demanda, tal como lo estiman los artículos 31 y 33 del Código de Procedimiento Civil y
que aunque en ese caso “sólo podría considerarse lo amparado por la hipoteca”, “por
haberse empleado la figura de ejecución de hipoteca consagrada en el artículo 661 del
Código de Procedimiento Civil”, debieron incluirse todos los conceptos “en virtud de no
haberse perfeccionado el contrato hipotecario, tal como se explicó”, de manera que, en
su criterio, la demanda fue “tramitada”, “por un tribunal actuando fuera de su
competencia por la cuantía, como lo es el Juzgado de Municipio”. Señala, además, otros
presuntos defectos del libelo.
 
Que todo el procedimiento contra el cual acciona, estuvo viciado, y que para la
fecha de interposición de la presente causa “está pendiente en alzada (Juzgado Superior)
la solución de un amparo contra la decisión impugnada por apelación”.
 
Que la sentencia accionada, en su criterio, es nula a tenor del artículo 46 de la
Constitución de 1961, y así solicita sea declarado, explanando cada una de las
infracciones que considera contenidas en dicha sentencia.
 
Que solicita se ordene a los Juzgados Primero de Primera Instancia en lo Civil y
Mercantil de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua y al Juzgado de los
Municipios Girardot y Mario Briceño Iragorry de la misma Circunscripción Judicial,
“que se paralice el juicio de ejecución de hipoteca a que se refiere (sic) los expedientes
Nº 31287 (Primera Instancia) y Nº 7953 (Municipio), incoado por Américo José
Hernández contra Vicente Manuel Felipe Perera González...”; asimismo que se solicite
el expediente Nº 31287 ante el Juzgado Primero de Primera Instancia señalado y/o ante
el Juzgado de Municipios, referido, a objeto de que puedan constatarse sus afirmaciones
“toda vez que me han sido negadas reiteradamente las copias certificadas solicitadas”;
que se revoque la sentencia accionada; “que se termine con esto (sic) irrita ejecución de
hipoteca declarando cosa juzgada”; que se suspenda la medida de prohibición de
enajenar y gravar que pesa sobre el inmueble sujeto a ejecución, ordenándose al
Registrador Subalterno correspondiente estampar la debida nota marginal; “que se
condene en costas al Juez titular del Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil y
Mercantil del Estado Aragua y se le aplique (sic) las sanciones pertinentes conforme a lo
establecido en los artículos 46 y 121 de la Constitución...” (de 1961).
 
II
 
DE LA SENTENCIA OBJETO DE APELACIÓN
 
El 29 de julio de 1999, el Juzgado Superior en lo Civil (Bienes) y Contencioso
Administrativo de la Circunscripción Judicial de la Región Central, dictó sentencia,
mediante la cual declaró inadmisible la presente acción de amparo con fundamento en
las siguientes consideraciones:
 
Que la acción de amparo procede contra sentencias o actuaciones judiciales
cuando la conducta del juez accionado se constituya en una actuación fuera de los
límites de su competencia, es decir con abuso de poder, usurpación o extralimitación de
funciones, y que dichas actuaciones lesionen una garantía o un derecho
constitucionales.
 
Que la extinta Corte Suprema de Justicia ha indicado con relación a tales
requisitos de procedencia que ellos se exigen con el fin de evitar que se incoe la acción
de amparo persiguiendo reabrir indefinidamente asuntos ya resueltos judicialmente e
impugnar sentencias por vías distintas a las previstas en el ordenamiento procesal para
ese fin, ya que el juez de amparo no actúa como una segunda o tercera instancia sino
“como un tribunal de la constitucionalidad de un fallo judicial”, por lo que cuando se
cuestione un fallo por cuestiones de apreciación del sentenciador, del derecho o de los
hechos controvertidos, la acción de amparo debe ser desestimada.
 
Que en la presente causa se relatan actuaciones que a criterio del accionante “no
fueron debidamente atendidas” por el juez accionado, que no se realizaron
pronunciamientos respecto a solicitudes y pedimentos; que se realizaron actuaciones que
califica como de abuso de poder y usurpación de funciones, una de las cuales “se refiere
a una supuesta conducta omisiva por parte del presunto agraviante”.
 
Que la conducta omisiva no está contemplada dentro de los supuestos contra los
cuales procede la acción de amparo de conformidad con el artículo 4 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, y que “la jurisprudencia
Patria, ha sido reacia, a admitir amparos contra conductas omisivas o abstencionistas de
los jueces, por la inacción de los tribunales en decidir dentro del lapso correspondiente”,
“ya que ante esa conducta de demora, por parte del juez, nuestras leyes estipulan medios
adecuados para aplicar sanciones correctivas, disciplinarias, e inclusive, una
responsabilidad civil del juez...” que, en criterio del sentenciador, constituyen medios
idóneos capaces de restablecer la situación que se ha denunciado como infringida, que
no pueden ser sustituidos por la acción de amparo.
 
Que las actuaciones y conductas de un juez al elaborar un fallo que puedan
lesionar derechos o garantías constitucionales son distintas de los posibles vicios en que
dicho juez pueda incurrir al dictar una sentencia contra los cuales la ley procesal
establece recursos, incluso para obtener la nulidad de la misma, que no son materia de
la acción de amparo.
 
Que con relación a la denunciada infracción del artículo 67 de la Constitución de
1961, no se ha producido violación puesto que el juez, al dictar la sentencia fuera de
lapso ordenó la notificación de las partes.
 
Que respecto a la infracción denunciada del derecho a la defensa y al debido
proceso, la misma no se produjo, puesto que el accionante pudo alegar y ejercer tanto
sus derechos como los recursos pertinentes.
 
Que con respecto a las demás infracciones denunciadas, aún cuando el
accionante no especificó si las mismas se produjeron durante la tramitación del proceso,
en cuyo caso se trataría de un amparo sobrevenido y no del caso de autos, el tribunal
estima que las actuaciones ocurridas durante el proceso fueron consentidas por el
accionante puesto que el lapso previsto para accionar en amparo, de seis meses, se
computa desde el momento de producirse la lesión; además, “tampoco encuentra este
Tribunal, la posibilidad, por vía del amparo, de entrar a conocer de situaciones que
fueron resueltas por el a quo, que causaron cosa juzgada, pero que además, no se
observa... que se haya lesionado derecho o garantía constitucional alguno...”.
III
 
DEL ESCRITO DE APELACIÓN
 
El 15 de junio de 2000, el accionante de la presente causa, asistido por el
abogado Oscar Briceño Güere, introdujo ante esta Sala Constitucional una diligencia
acompañada del escrito de apelación. En dicha diligencia, el accionante expone:
 
1) Que la presente causa ha sido “traída a esta Sala en apelación, en base al artículo
336 ordinal 10 de la constitución (sic) concatenado con el artículo 35 de la Ley Orgánica de
Amparo” a objeto de que sean “corregidas las desviaciones a que ha sido sometida esta
causa”.
 
2) Que acompaña escrito de formalización de los alegatos que sustentan su
apelación.
 
3) Que el Juez Superior Ezra Misrahi Levy, quien dictó la sentencia apelada, ha
actuado con intención de obstaculizar la sana administración de justicia, parcializándose
con la parte accionada lo cual se ha manifestado por la tardanza de cuatro (4) meses en
notificar al juez presunto agraviante; al demorarse casi diez (10) meses en enviar a la alzada
el presente expediente; “por permitir una tercería que no acreditó su interés violando el
artículo 379 del Código de Procedimiento Civil; d) por desechar sólidos basamentos de
“mi” acción sin motivar su actitud; y e) por desconocer la nulidad de la sentencia de
primera instancia impugnada a pesar de adolecer del vicio de imprecisión a tenor de los
artículos 243 y 244 del Código de Procedimiento Civil en cuanto a la alteración de mi
nombre y la total ausencia de mi número de cédula de identidad”.
 
4) Que ocurrieron incidentes indebidos en el Juzgado Superior relacionados con la
remisión del expediente, los cuales narra.
 
5) Que quiere significar al Magistrado Ponente, la manera desordenada y
malintencionada del Juez Superior al remitir el presente expediente con alteración de los
vueltos de los folios 28 al 58, con ausencia de los folios 210 al 213, para impedir el correcto
análisis y el estudio a profundidad de sus alegatos, cuyo retardo le haría ganar tiempo a la
contraparte, calificando la intención que presume en dicho Juez Superior, las actuaciones
del mismo y su persona.
 
6) Que solicita que a dicho Juez Superior “se le aplique el artículo 34 de la Ley de
Amparo por haber violado los artículos 13, 15 y 16 de la Ley de la materia, sanción que
solicito con base al artículo 49 ordinal (sic) séptimo de la Constitución vigente”.
 
En el escrito contentivo de la formalización de los alegatos de la apelación, el
accionante señala:
 
Que la apelación, en su criterio, permite a esta Sala, anular la sentencia objeto de
apelación “en base a los artículos 336 ordinal 10 de la vigente Constitución (Revisión de
sentencias de amparo), además de resolver el fondo del litigio a que se refiere el expediente
Nº 4887 del citado Juzgado Superior, en base al artículo 209 del Código de Procedimiento
Civil como norma supletoria de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales concatenado con el artículo 336 de la Constitución, citado”.
 
Que la causa en la que se dictó la sentencia accionada en la presente acción de
amparo, se inició ilegalmente en el Juzgado de los Municipios Girardot y Mario Briceño
Iragorry de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua, mediante “una demanda de
ejecución de hipoteca intentada con un documento cuya hipoteca nunca existió por falta de
consentimiento del ahora actor, en un documento que expresa ‘ambas partes convienen y
así, lo establecen...’ siendo indubitable el carácter bilateral y la consecuente firma de las
partes. Por otra parte la redacción de dicho documento fijó la fecha de extinción de la
supuesta hipoteca para el 30-11-96, por lo que al actuar en marzo de 1997, ya no existía
hipoteca (nunca existió).... Además de ello, dicho documento presenta serios errores de
derecho que lo anulan...”.
 
Que el libelo de demanda en aquella causa también adolece de defectos que hacían,
en su criterio, inadmisible la demanda, tales como falta de cuantificación del monto
demandado, inclusión de montos superiores, al ser sumados, “a la cantidad establecida en el
documento supuestamente hipotecario”, defecto en identificación de la apoderada del
demandante, omisión de invocar el artículo 661 del Código de Procedimiento Civil, y no
haberse acompañado certificación de gravámenes.
 
Que en dicha causa hizo formal oposición y alegó cuestiones previas lo cual “abrió
la articulación probatoria según el artículo 664 Parágrafo Unico”.
 
Que en virtud de la aceptación por el demandante en aquella causa de “que hay
error” en los intereses, al deducir éstos, la cuantía de la demanda disminuye, por lo que, en
su criterio, correspondía conocer de ese juicio a un Juzgado de Parroquia y no a un Juzgado
de Municipio, por lo que al alegar cuestiones previas adujo la falta de competencia del
tribunal por la cuantía, “consignando la prueba escrita ya señalada”, sobre la cual solicitó
prueba de experticia grafotécnica para demostrar que había sido firmado por la misma
“causante del demandante” que firmó el documento hipotecario, tenido por documento
fundamental en aquella causa; y que asimismo solicitó la prueba testimonial del Registrador
Subalterno “para que explicara que devolvió el primer documento por contener intereses
usurarios al 70%, también solicité posiciones juradas del demandante”.
 
Que no habiendo habido oposición a las pruebas por él promovidas, éstas debieron
ser “ordenadas”.
 
Que la juez suplente, posteriormente destituida, dictó sentencia sobre la oposición
violando el artículo 21 Parágrafo Unico del Código de Procedimiento Civil, al expresar que
la constitución de hipoteca es un acto unilateral que solo requiere el consentimiento del
obligado para surtir efectos y que en el caso particular, al interponer la demanda el
demandante, allí garantizado, convalidó su aceptación, con lo cual confunde la juez “un
acto administrativo (hipoteca) con un acto jurisdiccional (demanda)”, sin pronunciarse
sobre la disconformidad alegada con el saldo demandado ni sobre la extinción de la
hipoteca, limitándose a ordenar la articulación probatoria a que se refiere el artículo 657 del
Código de Procedimiento Civil, en la cual el actor nada probó mientras que el accionante,
demandado en aquella causa, solicitó admisión de pruebas y consignó un documento
probatorio, sin que fueran vistos ni oídos sus argumentos.
 
Que contra la sentencia dictada por el juez suplente del Juzgado de Municipio
citado, solicitó oportunamente nulidad de la misma y regulación de competencia, y ejerció
recurso de apelación, oyéndosele la apelación y no habiéndose pronunciado el juzgado
sobre las otras solicitudes.
 
Que el juez de alzada “hizo caso omiso a la regulación de competencia y a la
omisión de evacuar las pruebas solicitadas por mi persona. (...) Sentenciando de una
manera infame, ese juez sentenció (sentencia B) expresando que yo nada esgrimí sobre la
oposición del artículo 663 del Código de Procedimiento Civil a sabiendas de que ese era el
último eslabón del juicio y que no tendría casación, por lo que allí se acababa la película de
terror judicial” (sic).
 
Que contra esa sentencia interpuso la presente acción de amparo, “un amparo
constitucional contra una sentencia judicial de primera instancia que cercenó directamente
el derecho a la defensa utilizando la mentira para terminar un juicio en abierta descarada e
indubitable parcialización hacia el juez de instancia y el demandante en el primer juicio de
municipios”.
 
Que la sentencia objeto de la presente apelación es también inconstitucional porque
el juez superior, al conocer en primera instancia de la presente acción de amparo
“emulando al de instancia, omitió pronunciarse sobre varios y serios argumentos, tomando
con pinzas y encasillándose solamente en un artículo de los cinco (5) que esgrimí de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, en otro derroche de
parcialización”.
 
Que ha quedado abierta la posibilidad de que pueda perder su propiedad, puesto que
con la decisión objeto de apelación el expediente Nº 31287 ha sido remitido al Juzgado de
Municipio, “a pesar de que se extravió y que fue reconstruido por el Juez de Primera
Instancia sin poseer datos del Libro Diario...”.
 
Que fundamentó también la acción de amparo, en el artículo 13 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales y que el Juez Superior a quien
correspondió el conocimiento de la causa la “demoró”, citando al presunto agraviante
después de cuatro (4) meses, cuando el accionante pagó para que se le notificara; que es
una “infantilada” del Juez Superior expresar, como lo hace “al folio 185 en el último
párrafo”, que el accionante pidió que no se le notificara al presunto agraviante porque
estaría de viaje, puesto que es el juez el conductor del proceso judicial.
 
Que el Juez Superior, al dictar la sentencia objeto de apelación, sólo consideró la
fundamentación alegada por el accionante en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales y no en los artículos 1, 2, 5 y 13,
desestimando sin motivación su invocación, con lo cual se evidencia su parcialización hacia
el presunto agraviante, violando así los artículos 21 eiusdem, y 15 del Código de
Procedimiento Civil, y cercenándole al accionante su derecho a la defensa, por lo que,
considera el accionante, que dicha sentencia es nula, incurriendo el juzgador al dictarla en
responsabilidad civil, penal y administrativa, cuya aplicación solicita.
 
Que la sentencia objeto de apelación es nula también de conformidad con el artículo
244 del Código de Procedimiento Civil por ser contradictoria, imprecisa e inmotivada,
explanando las razones sobre las cuales apoya su afirmación.
 
Que de acuerdo con sentencia dictada por esta Sala el 1º de febrero de 2000, (caso
José Amando Mejía y otros), podría ser aceptada la tercería en amparo, a la cual él se opuso
y el Juez Superior aceptó pero que en todo caso, de acuerdo con dicha sentencia, si se
acepta que su contenido se aplica al presente caso, “indefectiblemente debería considerarse
que el Juez de Primera Instancia admitió los hechos imputados (al no asistir a la audiencia
pública), por lo cual debería declararse con lugar esta apelación...” (paréntesis de la Sala),
para apoyar lo cual cita textualmente que dicha sentencia señala:
 
“La falta de comparecencia del presunto agraviante a la audiencia oral aquí
señalada producirá los efectos previstos en el artículo 23 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales...”.
 
Que en caso de considerar esta Sala no aplicable a esta causa el criterio sostenido
en la sentencia de 1º de febrero de 2000 antes referida “no tendrá ninguna válidez la
presencia del tercer adhesivo” y “tampoco puede obviarse la ausencia del juez la acto o
audiencia oral y pública, con lo cual está aceptando los hechos que no refutó y que
también motivarían la declaratoria con lugar de esta apelación y amparo”.
 
Continúa el accionante en su escrito abundando sobre los hechos y argumentos
señalados, para finalmente solicitar:
 
1) Que se revoque la sentencia objeto de apelación.
 
2) Que se decida “el fondo de la controversia en base al artículo 209 del Código de
Procedimiento Civil concatenado con los artículos 48 de la Ley de Amparo, y 27 y 49
ordinales 1, 3, 4 y 7 de la vigente Constitución, declarando con lugar el amparo solicitado
con todos sus pedimentos, como constan en el libelo”.
 
3) Que se aplique “la más fuerte sanción en contra del Juez Ezra Misrahi por su
indolente, parcializada y antijurídica actitud manifestada en todo este proceso de amparo
que duró en su tribunal quince (15) meses, en base a los artículos 34 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales; artículos 10, 18 y 19 del Código de
Procedimiento Civil; de los artículos 255, 267 y 336 ordinal 10 de la Constitución vigente y
44 ordinal 6 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia”.
 
IV
 
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR
 
En primer lugar, esta Sala pasa a pronunciarse acerca de su competencia para
conocer de la apelación ejercida contra una sentencia dictada por un Juzgado Superior
al conocer éste en primera instancia de la presente acción de amparo y, en tal sentido,
reiterando los criterios asentados en las sentencias de fecha 20 de enero de 2000 (casos
Emery Mata y Domingo Gustavo Ramírez Monja), se considera competente para conocer
de la presente causa, y así se declara.
 
Toca ahora a esta Sala pronunciarse acerca de la apelación ejercida, a cuyo fin se
observa:
 
El recurrente expresa que la presente apelación ha sido ejercida fundamentándola en
el numeral 10 del artículo 366 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, concatenado con el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, lo que, en su criterio, permite a esta Sala ejercer la competencia
de revisión de sentencia de amparo que le ha sido atribuida por el artículo 336, numeral 10,
señalado.
 
Observa esta Sala que la apelación ejercida conforme al artículo 35 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, es un recurso que la ley
da al accionante para solicitar la corrección de la sentencia recaída en el juicio de amparo
en primera instancia, lo que significa que el tribunal que conozca de la apelación
efectivamente podrá modificar, revocar o enmendar la sentencia objeto del recurso, según
las pretensiones del recurrente, cuando sea procedente, a criterio del sentenciador; mientras
que la revisión a que se refiere el numeral 10 del artículo 336 citado, es un recurso
extraordinario distinto al de apelación y autónomo, por lo que la pretensión de que se
acumulen en esta causa la apelación ejercida con el recurso de revisión señalado es
improcedente, y así se declara.
 
Asimismo señala el apelante que, en su criterio el presente recurso permite a esta
Sala “resolver el fondo del litigio a que se refiere el expediente Nº 4887 del citado Juzgado
Superior, en base al artículo 209 del Código de Procedimiento Civil, como norma
supletoria de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales
concatenado con el artículo 336 de la Constitución”.
 
Observa esta Sala que, ningún tribunal, actuando en sede constitucional en un juicio
de amparo contra actuaciones judiciales, puede entrar a conocer el fondo del proceso en que
se dá el acto contra el cual se interpone la acción de amparo, pues para ello sería
incompetente y, al hacerlo, infringiría derechos constitucionales comprendidos dentro del
concepto mas amplio de garantía jurisdiccional y derecho al debido proceso, como lo es el
derecho a ser juzgado por el juez natural, uno de cuyos elementos es la competencia.
 
Observa esta Sala que, en su escrito de apelación, el accionante narra y califica
una serie de hechos referentes al inicio y procedimiento de la causa en la que se dictó la
sentencia con la cual, a su decir, se produjeron las presuntas infracciones
constitucionales denunciadas, alegatos que se refieren a la ilegalidad del procedimiento
por haber sido admitido con base a un documento fundamental que, a su criterio, está
viciado de nulidad por distintos supuestos que detalladamente señala y que serían
materia para una acción de nulidad que una vez declarada, si fuere procedente, podría
fundamentar la oposición en un juicio ordinario pero cuya determinación, por la
naturaleza misma de la acción de amparo y tal como se señaló supra, no es materia para
cuyo conocimiento es competente el juez de amparo, por lo cual, sobre dichos
argumentos, esta Sala considera que no tiene materia sobre la cual decidir, y así se
declara.
 
Asimismo señala el recurrente que el libelo de la demanda en aquella causa adolece
de errores y defectos que, en su criterio, la hacían inadmisible, con respecto a lo cual
observa esta Sala que dichos defectos y errores, de existir, pudieron ser corregidos dentro
del mismo procedimiento no siendo la acción de amparo, conforme a lo ya expuesto, la vía
idónea para ese fin, y así se declara.
 
Ha señalado el recurrente que en aquella causa de ejecución de hipoteca incoada en
su contra, solicitó evacuación de pruebas testimonial del Registrador Subalterno y
posiciones juradas del demandante, contra las cuales no hubo oposición, por lo que
debieron ser, en su criterio, ordenadas por el juez, que no lo hizo, con lo cual considera que
se le infringió su derecho de defensa.
 
Observa esta Sala que la sentencia objeto de la presente apelación, consideró que
todas las actuaciones ocurridas durante el procedimiento en la primera instancia del juicio
de Ejecución de Hipoteca referido, señaladas como hechos constitutivos de infracción
constitucional fueron consentidas por el accionante, en tanto que no se interpuso contra
ninguna de ellas la acción de amparo dentro del lapso de seis (6) meses previsto para ello
por la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, que se
computa desde el momento de producirse la lesión, siendo este criterio compartido por esta
Sala. No obstante, en el expediente de la presente causa el accionante hace referencia a otra
acción de amparo pendiente de decisión interpuesta por él contra el señalado Juzgado de
Municipio, que de versar sobre los mismos hechos aquí denunciados también haría
inadmisible la presente causa por aplicación del numeral 8 del artículo 6 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Así se decide.
 
Sin embargo, considera esta Sala necesario señalar que efectivamente el derecho al
debido proceso comprende el derecho a formular alegatos y probarlos, pero ese derecho a la
prueba se encuentra sujeto a que la prueba sea admisible si cumple los requisitos de
pertinencia, legalidad y licitud. Ello significa que cuando no existe una adecuación de
medio a fin entre la prueba promovida y el alegato formulado, o entre el alegato formulado
y los hechos litigiosos, la prueba no debe ser admitida por impertinente. La prueba
promovida para ser admitida debe versar siempre sobre un hecho (nunca sobre una
proposición jurídica), y el medio propuesto deberá ser idóneo para acreditar el hecho
controvertido, sujeto a prueba.
 
Observa esta Sala, que la sentencia objeto del presente recurso de apelación
consideró que la conducta omisiva de un Tribunal, no está contemplada dentro de los
supuestos de procedencia de la acción de amparo, de conformidad con el artículo 4 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, criterio éste no
compartido por esta Sala, que en sentencia citada de 28 de julio de 2000 (caso Luis Alberto
Baca) estableció como actividades judiciales sujetas a la acción de amparo:
 
“8.- Las omisiones judiciales lesivas a derechos o garantías constitucionales,
que vienen a actuar como una vía de hecho y que pertenecen al ámbito del
artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, como ya lo ha asentado esta Sala a pesar del silencio de la
norma sobre ellas, son objeto inmediato de la acción de amparo ya que la
situación jurídica se convierte en sujeto de una lesión indefinida mientras no se
cumple la actuación”.
 
Ahora bien, para que la acción de amparo proceda por omisión judicial, es
necesario que esa omisión lesione un derecho o garantías constitucionales, lo cual alega
el recurrente le ha sucedido, sin explicar de qué manera y con fundamento en cuáles
normas, considera infringidos sus derechos constitucionales por la conducta que
denuncia omisiva del juez, de pronunciarse expresamente sobre su solicitud de
“nulidad” de la sentencia del a-quo, asunto éste que, además, al declarar el juez sin
lugar la apelación ejercida y denegar la regulación de competencia también solicitada,
por considerar el sentenciador que dicha solicitud está íntimamente vinculada al alegato
de inexistencia (por nulidad) del documento hipotecario, queda consecuencialmente
desestimado, atendiendo a lo cual, considera esta Sala que no se ha verificado la
presunta infracción de derechos constitucionales en la esfera jurídica del accionante por
la señalada como conducta omisiva del juez respecto de la “solicitud de nulidad” de la
sentencia referida, y así se declara.
 
Señala esta Sala que la garantía jurisdiccional constitucional comporta el derecho a
la tutela judicial efectiva y el derecho al debido proceso. Los preceptos constitucionales que
establecen dichos derechos, son desarrollados por las leyes, que se dictan, o deben serlo,
atendiendo a los mandatos constitucionales.
 
Así es que las leyes adjetivas deben ser dictadas en procura de garantizar a todo
ciudadano el goce y ejercicio de los derechos que la Constitución le otorga para ventilar sus
pretensiones ante los órganos jurisdiccionales.
 
Ahora bien, no comprende la garantía jurisdiccional el derecho a obtener decisiones
judiciales que satisfagan la pretensión formulada por el litigante, sino a obtener una
decisión ajustada a derecho, cuando la pretensión ha sido formulada mediante las acciones
y procedimientos establecidos por la ley para ese fin. Tampoco comprende la garantía
jurisdiccional, el derecho a que en un procedimiento específico se observen todos los
trámites que el litigante estime convenientes a sus particulares intereses, sino el derecho a
defender los legítimos intereses en un proceso sustanciado conforme a la ley.
 
Ha dicho esta Sala que el juez constitucional que conoce de la acción de amparo
enjuicia las actuaciones de los órganos del poder público o de los particulares que se
denuncian lesionantes de derechos constitucionales, no pudiendo, en caso alguno, revisar la
aplicación o interpretación del derecho ordinario por parte de los órganos judiciales sino
cuando tal aplicación o interpretación resulte contraria a los preceptos constitucionales, de
tal manera que derive en un acto que resulte lesionante, en la esfera de la situación jurídica
de un particular sujeto, de los derechos y garantías que la Constitución le otorga, lo que no
ha ocurrido en el presente caso.
 
Ha dicho asimismo esta Sala que los derechos y garantías constitucionales no se
pueden estimar, en principio, vulnerados, porque una norma de rango legal deje de
aplicarse, se interprete erradamente o se aplique mal, puesto que estos vicios en sí mismos
no constituyen infracción constitucional alguna, siendo del ámbito del juzgamiento de los
jueces ordinarios, corregir tales quebrantamientos, que pueden producir nulidades. Sólo
cuando tales errores efectivamente infrinjan de manera concreta y diáfana un derecho o
garantía constitucional, podrán ser corregidos mediante el amparo, en otras circunstancias
la ley objetiva prevee otros medios apropiados para demandar nulidades.
 
No observa esta Sala, en la sentencia objeto del presente recurso de apelación
ninguna infracción a derechos constitucionalmente consagrados, y así se declara.
 
Señala el accionante en su escrito de apelación que es “contradictoria y antijurídica
la posición del Juez Superior al afirmar que solo se puede actuar contra sentencias dictadas
por un tribunal actuando fuera de su competencia...”.
 
El artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, establece la procedencia de la acción de amparo “cuando un tribunal de la
República, actuando fuera de su competencia, dicte una resolución o sentencia...” que
lesione un derecho constitucional, lo que ha sido reiteradamente interpretado por el más
alto Tribunal de la República como la necesidad de que el juez, al dictar el acto, incurra en
extralimitación o usurpación de funciones o en abuso de autoridad, en atención a lo cual,
considera esta Sala que es impropia la calificación de contradictoria y antijurídica que dá el
recurrente a una afirmación contenida en la propia Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, y así se declara.
 
Observa esta Sala que, en su escrito de apelación, el accionante señala haber
fundamentado su acción de amparo en los artículos 46, 49, 67, 68, 119 y 121 de la
Constitución de 1961, recogidos en los artículos 25, 27, 49, 51, 138 y 139 de la
Constitución vigente y en los artículos 1, 2, 4, 5 y 13 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, mientras que la sentencia objeto de apelación se
refiere solo a uno de los artículos de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, invocados por él, lo cual califica de “derroche de
parcialización”, aduciendo después detalladamente que fundamentó su acción en los
artículos 1, 2, 5 y 13 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales lo cual es, en su criterio, violatorio de los artículos 21 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales y 15 del Código de Procedimiento
Civil, pero sin explicar de qué manera, la sentencia apelada, resulta parcializada al no
referirse expresa y detalladamente a dichos artículos, por lo cual, sobre la afirmación del
apelante con respecto a lo que él denomina “derroche de parcialización”, esta Sala
considera que no tiene materia sobre la cual pronunciarse, y así lo declara, no sin advertir la
impropiedad del lenguaje utilizado por el recurrente en su escrito.
 
Señala el recurrente en su escrito de apelación que el Juzgado Superior en lo Civil
(Bienes) y Contencioso Administrativo de la Circunscripción Judicial de la Región Central,
al conocer de la presente causa en primera instancia demoró el proceso y narra hechos que,
según afirma, ocurrieron durante el mismo. No encuentra esta Sala la relación existente
entre tales afirmaciones y la presente apelación por lo cual a tal respecto considera que no
tiene materia sobre la cual pronunciarse y así lo declara.
 
Observa esta Sala, que en su escrito de apelación el recurrente afirma que la
sentencia objeto de apelación es nula, por ser, a su decir, parcializada, contradictoria,
imprecisa e inmotivada, incurriendo el juzgador al dictarla, en responsabilidad civil, penal y
administrativa cuya aplicación solicita, lo cual no es materia de la acción de amparo por lo
cual, sobre dicha solicitud esta Sala considera que no tiene materia sobre la cual
pronunciarse, y así se declara.
 
Observa esta Sala, que en su escrito de apelación el recurrente aduce que el Juzgado
Superior señalado, al conocer en primera instancia de la presente acción de amparo,
admitió, en su criterio indebidamente, la tercería del demandante en el juicio de Ejecución
de Hipoteca en el cual se dictó la sentencia contra la cual se ha interpuesto la presente
acción de amparo, criterio éste no compartido por esta Sala, en razón de que como parte en
el juicio en el que recayó la sentencia accionada, su interés en la presente acción de amparo
resulta evidente, y así se declara.
 
Observa esta Sala que el recurrente, en su escrito de apelación señala que algunos
de los argumentos contenidos en la sentencia apelada fueron originalmente aducidos por el
tercero coadyuvante en su escrito presentado, por lo que, en criterio del recurrente, de no
aceptarse tal tercería, tales argumentos deberán ser rechazados, todo lo cual hace a esta Sala
considerar pertinente señalar que los argumentos de derecho, cualesquiera que ellos sean,
pueden ser aplicados por el juez cuando lo estime procedente y aunque ninguna de las
partes los haya alegado o sugerido.
 
Señala el recurrente que de aceptar esta Sala que al presente caso se aplican los
criterios asentados en sentencia de 1º de febrero de 2000 (caso José Amando Mejía),
“indefectiblemente debería considerarse que el Juez de Primera Instancia admitió los
hechos imputados”. Al no asistir a la audiencia pública por lo cual, en su criterio, debería
declararse con lugar la presente apelación, para apoyar lo cual transcribe parcialmente la
sentencia referida en su parte que dice “La falta de comparecencia del presunto agraviante a
la audiencia oral aquí señalada producirá los efectos previstos en el artículo 23 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales...”.
 
Observa esta Sala que la misma sentencia citada por el recurrente, al referirse
específicamente al amparo contra actuaciones judiciales establece “La falta de
comparecencia del juez que dicte el fallo impugnado o de quien esté a cargo del tribunal, no
significará aceptación de los hechos y el órgano que conoce del amparo, examinará la
decisión impugnada”, lo cual desvirtúa el señalamiento realizado por el recurrente.
 
Considera esta Sala que es pertinente traer a colación el contenido del artículo 170
del Código de Procedimiento Civil, conforme al cual:
 
“Las partes, sus apoderados y abogados asistentes deben actuar en el
proceso con lealtad y probidad. En tal virtud, deberán:
1º Exponer los hechos de acuerdo a la verdad;
2º No interponer pretensiones ni alegar defensas, ni promover
incidentes, cuando tengan conciencia de su manifiesta falta de
fundamentos;
3º No promover pruebas, ni realizar, ni hacer realizar, actos inútiles o
innecesarios a la defensa del derecho que sostengan.
Parágrafo Único.- Las partes y los terceros que actúen en el proceso
con temeridad o mala fe son responsables por los daños y perjuicios
que causaren.
Se presume, salvo prueba en contrario que la parte o el tercero han
actuado en el proceso con temeridad o mala fe cuando:
1º Deduzcan en el proceso pretensiones o defensas, principales o
incidentales, manifiestamente infundadas;
2º Maliciosamente alteren u omitan hechos esenciales a la causa;
3º Obstaculicen de una manera ostensible y reiterada el
desenvolvimiento normal del proceso.”.
 
Observa esta Sala, que el recurrente ha solicitado la aplicación al Juez Superior
tantas veces referido, de las sanciones contempladas en los artículos 34 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales; 10, 18 y 19 del Código de
Procedimiento Civil; 255, 267 y 336 numeral 10 de la Constitución vigente; y 44 numeral 6
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, por lo que él califica de “indolente,
parcializada y antijurídica actitud manifestada en todo este proceso de amparo que duró en
su tribunal quince (15) meses”.
 
Observa asimismo esta Sala que, en su escrito de apelación el recurrente califica de
“infantilada” pero no niega, que solicitó a dicho juez demorar la notificación del presunto
agraviante, como dicho juez lo afirma en uno de los autos por él dictados consignados en el
presente expediente.
 
No escapa a esta Sala que tal demora, de hecho, se ha concretado en un beneficio
para el recurrente quién, en el escrito de apelación afirma que con la sentencia apelada ha
quedado abierta la posibilidad de que pueda perder su propiedad, puesto que, a su decir, el
expediente correspondiente al juicio de Ejecución de Hipoteca incoado en su contra, ha sido
remitido al tribunal de la primera instancia, siendo la fase siguiente del procedimiento el
embargo del inmueble hipotecado.
 
Atendiendo a lo expuesto, considera esta Sala que en el presente caso no debe
aplicarse la sanción prevista en el artículo 34 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, y así se declara.
 
Con relación a la aplicación de las sanciones previstas en los otros artículos
invocados por el recurrente en su solicitud, esta Sala advierte que la aplicación de tales
sanciones no es materia propia de la acción de amparo, por lo cual considera que sobre este
aspecto no tiene materia sobre la cual pronunciarse, y así lo declara.
 
Observa esta Sala que la sentencia objeto del presente recurso de apelación declaró
inadmisible la presente acción de amparo con fundamento en consideraciones tendientes a
establecer que en el presente caso no puede inferirse que la sentencia accionada infrinja
derecho o garantía constitucional alguno, ni ha sido dictada por el sentenciador con abuso
de autoridad, usurpación o extralimitación de funciones, criterio éste compartido por esta
Sala, no obstante lo cual, señala esta Sala que la infracción o presunción grave de
infracción de derechos o garantías constitucionales derivada del escrito de la solicitud de
amparo y la actuación del juez fuera de su competencia son los requisitos de procedencia de
la acción de amparo ejercida contra actuaciones judiciales, contenidos en el artículo 4 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, mientras que las
causales de inadmisibilidad de la acción de amparo son aquellas establecidas en los
artículos 6 y 19 eiusdem, por lo que, considera esta Sala que la presente acción de amparo
no es inadmisible sino improcedente la pretensión, y así se declara.
 
DECISIÓN
 
Por los razonamientos antes expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, en nombre de la República y por autoridad de la ley, declara SIN LUGAR
el presente recurso de apelación ejercido por Vicente Manuel Felipe Perera González,
contra la sentencia dictada el 29 de julio de 1999, por el Juzgado Superior en lo Civil y
Contencioso Administrativo de la Región Central; en la cual se CONFIRMA en los
términos contenidos en el presente fallo la sentencia objeto de apelación.
 
Publíquese, regístrese y comuníquese. Remítase copia del presente fallo al Juzgado
Superior antes mencionado.

Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de


Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas a los 09 días del mes de FEBRERO de dos
mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente de la Sala,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente,
 
 
JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
Ponente
 
Los Magistrados,
 
 
JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO
 
ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA
 
PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ
 
 
 
El Secretario,
 
 
JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO
 
Exp. Nº: 00-1522
JECR/

SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO PONENTE: JESUS EDUARDO CABRERA ROMERO
 
 
El 27 de junio de 2000, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, recibió expediente contentivo de la acción de amparo interpuesta el 2 de junio
de 2000 ante el Juzgado Superior Primero (Distribuidor) en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, por Carlos
Brender, abogado, inscrito en el Inpreabogado bajo el Nº 7820, en representación,
acreditada en autos, de Armand Choucroun, titular de la cédula de identidad Nº
6.201.344, contra la sentencia dictada por el Juzgado Décimo de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de
Caracas, el 9 de mayo de 2000, en el Recurso de Hecho intentado por Natalio Lorenzo
Carrera contra la negativa de oir apelación, dictada por el Juzgado Décimo Octavo de
Municipio de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, el 28 de
febrero de 2000, en el juicio seguido por el hoy accionante contra el nombrado Natalio
Lorenzo Carrera.
 
 
Dicho expediente fue remitido a esta Sala por el Juzgado Superior Cuarto en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de
Caracas quien por distribución conoció de la causa en primera instancia, a los efectos de oír
la apelación interpuesta por el accionante, conforme al artículo 35 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
 
En la misma fecha se dio cuenta en Sala, designándose como Ponente al Magistrado
que con tal carácter suscribe el presente fallo.
 
En fecha 4 de julio de 2000, el apoderado actor presentó escrito solicitando se
declare con lugar la apelación ejercida.
 
Efectuado el análisis del expediente se pasa a dictar sentencia previas las siguientes
consideraciones:
 
I
 
DE LA ACCIÓN DE AMPARO
 
La presente acción de amparo ha sido ejercida, por considerar el accionante
conculcados sus derechos constitucionales a la defensa y al debido proceso, consagrados
en el artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por el
Juzgado Décimo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, en la sentencia de 9 de
mayo de 2000, infracción que se habría verificado cuando dicho Juzgado declaró con
lugar el Recurso de Hecho intentado por Natalio Lorenzo Carrera contra la negativa de
oír la apelación ejercida contra la decisión del 28 de febrero de 2000, mediante la cual el
Juzgado Décimo Octavo de Municipio de la misma Circunscripción Judicial, homologó
el convenimiento judicial celebrado entre el accionante y Natalio Lorenzo Carrera en el
juicio por resolución de contrato de arrendamiento, incoado contra el último de los
nombrados.
 
Señala el accionante que la decisión contra la cual acciona declaró con lugar el
recurso de hecho referido, fundamentándose en que el auto de homologación de un
convenimiento celebrado en la oportunidad de practicarse una medida de secuestro pone
fin al juicio, y contra la misma cabe la apelación prevista en el artículo 288 del Código
de Procedimiento Civil, pero obviando que la negativa de oír la apelación dictada por el
Juzgado Décimo Octavo de Municipio señalado, se fundamentó en que el apelante había
expresamente desistido de la apelación del auto de homologación en el texto mismo del
convenimiento, lo cual considera el accionante acomodaticio y lesionante de sus
derechos a la defensa y al debido proceso, porque, en su criterio, el sentenciador solo se
basó en los elementos de convicción que resultaban favorables al recurrente, obviando
tomar en consideración los otros elementos, ordenándole al a quo oír la apelación
libremente y sin pronunciarse previamente, como a su criterio debió hacerlo, sobre la
validez del desistimiento previo convenido por el apelante, “especialmente cuando se
trata de derechos disponibles y que no guardan relación con el orden público, por
tratarse de una demanda por resolución contractual arrendaticia...”.
 
Señala asimismo el accionante, que la decisión accionada también le infringió los
derechos constitucionales a la defensa y al debido proceso, porque ordenó al a quo
abstenerse de practicar ningún acto de ejecución de sentencia mientras se decidiese la
apelación interpuesta, “ cuando el único objeto del recurso de hecho es admitir la
apelación denegada o bien habiendo sido admitida en un solo efecto que sea admitida
libremente, con lo cual modificó el objeto de la pretensión y del recurso ejercido...”.
 
Igualmente expone, que el presunto agraviante actuó de manera temeraria y en
abuso del principio de la legalidad, en razón de que el recurso de hecho fue presentado
acompañado de copias fotostáticas simples, sin que el tribunal le haya fijado al
recurrente plazo para la consignación de las copias certificadas.
 
En atención a sus alegatos, el accionante, finalmente, solicita que se deje sin
efecto la sentencia contra la cual acciona.
 
II
 
DE LA SENTENCIA OBJETO DE APELACIÓN
 
El 16 de junio de 2000, el Juzgado Superior Cuarto en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, dictó
sentencia mediante la cual declaró sin lugar la presente acción de amparo y confirmó
expresamente la sentencia accionada, con fundamento en las siguientes
consideraciones:
 
Que ante la negativa de apelación del auto que homologó el convenimiento
judicial en el referido juicio de resolución de contrato, el allí demandado, Natalio
Lorenzo Carrera, ejerció Recurso de Hecho que fue declarado con lugar, ordenándosele
al juez de aquella causa, oír libremente la apelación ejercida por el recurrente,
revocando los autos del 13 de marzo y 23 de marzo, ambos de 2000, en los cuales se
negó la apelación referida.
 
Que el convenimiento debidamente homologado es una forma “anormal” de
terminación del proceso, que al configurarse “queda equiparado a una sentencia
definitivamente firme”, impugnable a través del recurso de apelación.
 
Que en el caso de autos, el auto de homologación del convenimiento por el
tribunal de la causa, es una sentencia interlocutoria con carácter definitivo, por lo que la
anulación de ese acto no la puede realizar el mismo juzgador que lo dictó, por imperativo
del artículo 272 del Código de Procedimiento Civil, no obstante tal decisión puede ser
impugnada por las partes utilizando el recurso de apelación, que en opinión del
sentenciador es la vía idónea para ello, por lo que al negarse la apelación se ejerció el
recurso de hecho, lo cual es ajustado a derecho.
 
Que el Juzgado Décimo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito
de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas “al decidir con lugar
el recurso de hecho antes citado y ordenar que se oyera la apelación en ambos efectos,
revocando los autos apelados, se ajustó a la ley y su actuación no produjo las violaciones
a los derechos que alega la parte recurrente en amparo que le fueron violados, derechos
constitucionales al debido proceso y a la defensa, ni tampoco con esa decisión el juez
presunto agraviante hay (sic) violado el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, ya que actuó en el ámbito de su competencia”.
 
El 20 de junio de 2000, el accionante solicitó ampliación del fallo referido “a fin
de salvar omisión incurrida en la sentencia dictada el día 16 de junio de 2000, en la
presente acción de amparo constitucional, en virtud de que, considera que la causa de la
pretensión no fue resuelta en dicha sentencia, por cuanto como consta en el escrito
libelar y se sostuvo en la audiencia constitucional ... el motivo de la acción de amparo
consiste en que, la (sic) agraviante declaró con lugar un recurso de hecho contra la
negativa de apelación, la cual previamente había sido desistida...”.
 
El 21 de junio de 2000, el Juzgado Superior Cuarto en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas dictó un auto
mediante el cual señala que no hay que salvar omisión alguna en la sentencia de 16 de
junio de 2000; que el juez señalado como presunto agraviante actuó al dictar la
sentencia accionada “dentro de su competencia”, por lo que su conducta no constituye
en modo alguno abuso, extralimitación o usurpación de funciones de manera que la
acción de amparo contra su actuación es improcedente; y que, para el juez
constitucional lo fundamental son los hechos que constituyen violaciones a los derechos
y garantías constitucionales, que en el presente caso, en opinión del sentenciador no se
produjeron, no siendo vinculante para el juez de amparo la solicitud del quejoso de
pronunciarse sobre la procedencia de la apelación que había sido previamente desistida.
 
III
 
DE LA APELACIÓN EJERCIDA
 
El 22 de junio de 2000, el accionante apeló de la anterior sentencia.
 
En la misma fecha, el tercero interviniente, Natalio Lorenzo Carrera, acudió al
tribunal y expuso que no podía desistir de un acto que no había realizado; que ejerció la
apelación el 2 de marzo de 2000 por lo cual no podía desistir de ella con anterioridad;
que podía haber renunciado al derecho a ejercerla, pero no lo hizo.
 
El 4 de julio de 2000, el accionante presentó ante esta Sala escrito mediante el
cual señala que, en su criterio, la sentencia objeto de apelación “no decidió la causa de
la pretensión ..., en virtud de que en ninguna parte del fallo se resuelve el quid del caso
referido al desistimiento de la apelación que había efectuado el apelante...” y cita
parcialmente sentencia de esta Sala, de fecha 17 de marzo de 2000, caso F. De González,
copiando textualmente parte de dicha sentencia.
 
Finalmente, después de hacer otra cita textual, solicita que se declare con lugar
la presente apelación y se pronuncie esta Sala sobre el punto planteado.
 
IV
 
MOTIVACIONES PARA DECIDIR
 
En primer lugar corresponde a esta Sala pronunciarse acerca de su competencia
para conocer del presente recurso de apelación ejercido contra una sentencia dictada por
un Juzgado Superior al conocer de la acción de amparo en primera instancia, y en tal
sentido, reiterando los criterios relativos a distribución de competencia en materia de la
acción de amparo, a la luz de los principios y preceptos de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, asentados en sentencias de 20 de enero de 2000,
casos Emery Mata y Domingo Ramírez Monja, y de 14 de marzo de 2000, caso Elecentro,
esta Sala se considera competente para conocer de la presente apelación, y así se
declara.
 
Pasa esta Sala a pronunciarse acerca de la apelación ejercida, y al respecto
observa:
 
La presente apelación ha sido ejercida señalando el accionante que, en su
criterio, la sentencia apelada debió pronunciarse respecto del desistimiento de la
apelación, por parte del ciudadano Natalio Lorenzo Carrera, del auto de homologación
de un convenimiento, efectuado en el texto del convenimiento por el demandado, lo que
no ocurrió, puesto que dicha sentencia nada dijo al respecto, y el demandando apeló del
auto de homologación.
 
El a quo, en auto de 21 de junio de 2000, expresó que no es vinculante para el
juez de amparo la petición del accionante de pronunciarse sobre tal materia, siendo lo
fundamental para el juez constitucional, los hechos que constituyan violación a derechos
y garantías constitucionales.
 
Observa esta Sala que el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, que establece la procedencia de la acción de
amparo ejercida contra actuaciones u omisiones judiciales, cuando en la actuación u
omisión concurren el abuso, usurpación o extralimitación de funciones del presunto
agraviante, con la violación de derechos y garantías constitucionales, efectivamente
circunscribe la materia a conocer por el juez constitucional a la referida en dichos
supuestos; es decir, que éste deberá pronunciarse sobre la actuación competente o no,
del tribunal accionado y sobre la infracción de derechos constitucionales verificada o no,
en detrimento de la situación jurídica de un sujeto, para decidir sobre la necesidad de
restablecimiento de una situación jurídica infringida, o amenazada de serlo, por la
actuación u omisión judicial.
 
Es así como los errores de procedimiento que cometan los jueces, o los errores
que ellos puedan cometer en la escogencia de la ley aplicable o en su interpretación, solo
serán apreciados por el juez constitucional cuando conlleven la violación de algún
derecho constitucionalmente garantizado.
 
En efecto, la infracción del derecho a la defensa o al debido proceso, por
actuación u omisión judicial, no se produce con toda infracción de reglas procesales.
Solo cuando la infracción impida a una parte ejercer su defensa, enervándole las
oportunidades para alegar y probar, cercenándole la contradicción y el control de las
pruebas de su contraparte, o impidiéndole conocer lo que se le imputa o se pretende de
él, o negándole el uso de los medios que la ley adjetiva establece en desarrollo de la
garantía jurisdiccional y del derecho al debido proceso, será, cuando ocurra la
infracción constitucional materia de la acción de amparo; por lo que quien accione en
amparo, contra una decisión judicial deberá alegar cómo y de qué manera la infracción
procesal denunciada le impide o menoscaba el ejercicio de sus derechos constitucionales
a la defensa, al debido proceso o a la tutela judicial efectiva, indicando, en principio
expresamente, la actividad procesal concreta a la que tenía o tendría derecho en ejercicio
de sus derechos constitucionales, que le ha sido impedida por la violación procesal o de
qué manera la infracción cometida por el juez le menoscaba el ejercicio de algún otro
derecho constitucional.
 
Es del ámbito de la competencia de los jueces ordinarios, corregir los errores
cometidos en el curso de los procesos en la aplicación de la ley, en su escogencia o en su
interpretación, y para ello la ley adjetiva establece medios y recursos apropiados. La
acción de amparo, como ya ha dicho esta Sala, ha sido concebida como un medio
expedito y sumario para obtener con presteza, el restablecimiento de situaciones
jurídicas subjetivas que han sido lesionadas o existe amenaza inminente de que lo serán,
cuando no existe en el ordenamiento jurídico adjetivo ordinario otro medio igualmente
eficaz y sumario para la obtención del mismo fin. No se trata el amparo de una nueva
instancia judicial, ni de la sustitución de los medios ordinarios previstos para la tutela de
derechos e intereses, y solo interesa al juez de amparo la infracción procesal, cuando lo
aplicado por el juez, o su omisión, contraviene y deja sin aplicación una disposición
constitucional que consagra un derecho, o cuando la interpretación que se dio a la ley
menoscaba el ejercicio de un derecho constitucional.
 
En el presente caso, el sentenciador a quo no se pronunció en la sentencia de
amparo recaída en primera instancia, sobre la validez del desistimiento realizado por
Natalio Lorenzo Carrera, de interponer el recurso de apelación contra el auto de
homologación del convenimiento efectuado por él, es decir, un desistimiento realizado
con anterioridad al ejercicio del recurso, en consideración a que, en su criterio, ello es
materia propia del conocimiento de quien conozca de la apelación ejercida, lo cual,
atendiendo a lo antes expuesto, estima esta Sala que no es materia propia de la acción de
amparo, como tampoco lo es determinar el error de juzgamiento en que habría incurrido
el juez accionado con respecto a ese particular de haber sido así, tal como lo señala la
sentencia ahora objeto de apelación.
 
No obstante, observa esta Sala que la sentencia apelada, que corre inserta a los
folios 92 al 103 del presente expediente, declaró sin lugar la acción de amparo y
confirmó expresamente la sentencia accionada, que corre inserta a los folios 18 al 21 del
presente expediente, al considerar el juez de amparo, que de conformidad con el artículo
289 del Código de Procedimiento Civil y otras normas adjetivas, el proceso se había
desenvuelto debidamente y no se habían verificado infracciones de derechos
constitucionales, cuando la sentencia accionada declaró con lugar el Recurso de Hecho
referido, con fundamento en el artículo 288 eiusdem, ordenando al tribunal de la causa
oír la apelación ejercida por Natalio Lorenzo Carrera libremente, y omitiendo
pronunciarse sobre el alegato del hoy accionante, de que la decisión denegatoria de la
apelación dictada por el tribunal de la causa, se fundamenta en que el recurrente en
apelación había previamente desistido de ejercerla, todo lo cual afirma el accionante que
es violatorio de los derechos a la defensa y al debido proceso en tanto impide la ejecución
del convenimiento homologado.
 
La extinta Corte Suprema de Justicia reiteradamente asentó el criterio de que los
autos de homologación de los actos de autocomposición procesal, dictados en la primera
instancia pueden ser apelados en razón de que se equiparan, en su criterio, a las
sentencias que ponen fin al juicio, por lo que, en principio, no puede negarse tal
apelación, no siendo revocable el auto de homologación por contrario imperio.
 
Ahora bien, no establece expresamente norma adjetiva alguna, la procedencia de
tal apelación en el caso específico de la homologación de un acto de autocomposición
procesal, ni que la misma deba ser oída en un solo efecto o en ambos, no obstante lo
cual, considera esta Sala que aunque de conformidad con el artículo 263 del Código de
Procedimiento Civil, el convenimiento es irrevocable aun antes de la homologación del
mismo por el juez, como quiera que de conformidad con el artículo 363 eiusdem, la
homologación judicial del convenimiento es un requisito sine qua non para que pueda
considerarse terminada la causa y procederse como en cosa juzgada; y como quiera que
la homologación encuentra su justificación en la necesidad de que el juez determine que
no se ha dispuesto de derechos indisponibles, o contravenido el orden público, en el
convenimiento cuya homologación se solicita, esta Sala considera que, en principio, no
puede negarse el recurso de apelación contra el auto de homologación de un
convenimiento recaído en primera instancia, ello independientemente del contenido de la
decisión que en el recurso recaiga sobre la apelación ejercida.

Conforme al artículo 263 del Código de Procedimiento Civil, el acto por el cual el
demandado conviene en una demanda es irrevocable, aun antes de la homologación del
tribunal. Siendo ello así, no es posible pensar que la homologación que da por bueno el
convenimiento existente, pueda ser apelada por quien convino, ya que de ésta prosperar
se estaría revocando lo irrevocable.
 
El legislador exigió el auto de homologación o de consumación del
convenimiento por razones ajenas a la posible voluntad revocatoria de quien convino. Lo
hizo, porque es necesario que quien autocompone la causa tenga capacidad para
hacerlo, y si es un apoderado, que él se encuentre facultado para autocomponer; e
igualmente porque pueden existir juicios que versan sobre derechos indisponibles, y de
aceptarse su disposición por las partes, surgiría una violación de ley.
 
De allí, que ante la presencia de los actos de autocomposición procesal, el juez
debe examinarlos para verificar si cumplen los extremos legales, incluso calificar si
realmente se está ante un acto de autocomposición procesal. Es necesario verificar si
existe realmente una transacción, un desistimiento o un convenimiento.
 
La homologación equivale a una sentencia firme, que en principio produciría
cosa juzgada, pero ella será apelable si el juez -contrariando los requisitos que debe
llenar el acto de autocomposición-, y que se desprenden de autos, lo da por consumado,
ya que el desistimiento, el convenimiento o la transacción ilegales, no pueden surtir
efecto así el juez las homologue, y por ello, solo en estas hipótesis dichos autos podrán
ser apelables, lo que no excluye que si se encuentran viciados se pueda solicitar por los
interesados su nulidad. Esta última a veces será la única vía posible para invalidarlos,
cuando los hechos invalidativos no puedan articularse y probarse dentro de un
procedimiento revisorio de lo que sentenció el juez del fallo recurrido, como es el de la
Alzada.
 
Tratándose de apelaciones de sentencias que van a producir cosa juzgada y que
se equiparan a las definitivas, la apelación se oirá en ambos efectos, conforme a lo
dispuesto en el artículo 290 del Código de Procedimiento Civil, pero estas
homologaciones tienen características que provienen de su propia naturaleza, por lo que
la apelación solo puede ser interpuesta por razones específicas provenientes de la
ilegalidad del acto de autocomposición procesal.

La sentencia accionada declaró con lugar el Recurso de Hecho, ordenando al


tribunal de la causa oír la apelación libremente, fundamentando tal decisión en razones
de estricto derecho según la interpretación del juzgador y sin analizar las circunstancias
del caso concreto, con relación a las causas de la apelación, las cuales, como se dijo, son
muy específicas en materia de la homologación de los actos de autocomposión procesal.
El sentenciador a quo, en la presente causa confirmó expresamente la sentencia
accionada, fundamentando su afirmación de que no se había verificado infracción
constitucional de los derechos de defensa y del debido proceso, ya que consideró, con
fundamento en el artículo 289 del Código de Procedimiento Civil, que la apelación del
auto que homologa un convenimiento debe ser admitida, y que el proceso se había
realizado conforme a las normas adjetivas vigentes, sin analizar la institución del
convenimiento y sus efectos. Al obrar así, a juicio de esta Sala se infringió el debido
proceso en perjuicio del accionante, ya que se le dejó indefenso, sin poder gozar del
convenimiento a su favor, eliminando la cosa juzgada que produce el convenimiento
debido a su irrevocabilidad.
 
Así, como la cosa juzgada civil solo puede ser atacada por la vía de la
invalidación, esta cosa juzgada que nace de la homologación, solo puede ser atacada por
causas especificas que nacen de la naturaleza de los actos de autocomposición procesal.

Por otra parte, considera esta Sala, que el a quo, al declarar expresamente
confirmada la sentencia accionada, se excedió de los límites de su competencia como
juez constitucional, puesto que la sentencia confirmada expresamente por él, contiene
consideraciones relativas al fondo del asunto que se dilucida, no correspondiendo al juez
de amparo, sino a la jurisdicción ordinaria, como ya lo ha dicho esta Sala, el
conocimiento del fondo del litigio. Así se decide.
 
DECISIÓN
 
Por los razonamientos antes expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia, en
Sala Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad
de la ley, declara CON LUGAR la apelación ejercida y en consecuencia REVOCA la
sentencia dictada por el Juzgado Superior Cuarto en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de
la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, el 16 de junio 2000 y
declara CON LUGAR la acción de amparo ejercida por Armand Choucroun contra de la
sentencia dictada el 9 de mayo de 2000, por el Juzgado Décimo de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la misma Circunscripción Judicial, la cual se
declara nula; y en consecuencia, se ordena la reposición de la causa el estado en que el
Juzgado accionado proceda a dictar nueva sentencia.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado. Bájese el


expediente.
 
Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de
Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los 09 días del mes de FEBRERO de
dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente de la Sala,
 
 
IVAN RINCON URDANETA
SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO PONENTE: JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
 
El 17 de julio de 2000, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
recibió expediente contentivo de la acción de amparo constitucional interpuesta por el
ciudadano Carlos Alberto González Marcial, General de Brigada (Ej) en situación de retiro,
asistido por los abogados Alexis José Balza Meza, María Elena Meza de Balza y Elizabeth
Bravo de Yndriago, contra la sentencia de la Corte Marcial dictada el 16 de junio de 2000.
 
En la misma fecha se dio cuenta en Sala y se designó como Ponente al Magistrado
que con tal carácter suscribe el presente fallo.
 
Mediante decisión de fecha 10 de noviembre de 2000, esta Sala admitió el amparo
ejercido y ordenó la notificación del Presidente de la Corte Marcial, del Fiscal General
Militar y del Fiscal General de la República.
 
Practicadas las notificaciones antes referidas, en fecha 25 de enero de 2001, tuvo
lugar la audiencia constitucional en la presente acción de amparo, en la cual se dejó
constancia de la comparecencia de la parte accionante, del Presidente de la Corte Marcial,
del Fiscal General Militar ante la Corte Marcial, así como del representante del Ministerio
Público.
 
Efectuado el análisis del expediente se pasa a dictar sentencia previas las siguientes
consideraciones:
 
I
DE LA ACCIÓN DE AMPARO
 
El 17 de julio de 2000, el ciudadano Carlos Alberto González Marcial, General de
Brigada (Ej) en situación de retiro, titular de la cédula de identidad Nº 2.117.131, asistido
por los abogados Alexis José Balza Meza, María Elena Meza de Balza y Elizabeth Bravo
de Yndriago, inscritos en el Inpreabogado bajo los Nºs 52.297, 43.916 y 43.601,
respectivamente, interpuso ante esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
acción de amparo contra la sentencia dictada el 16 de junio de 2000, por la Corte Marcial,
actuando como Corte de Apelaciones, al conocer de la decisión dictada el 22 de mayo de
2000, por el Juzgado Militar Tercero de Primera Instancia Permanente de Caracas, al
conocer éste, actuando como Tribunal de Control, del procedimiento seguido a otros
ciudadanos por la presunta comisión de delitos tipificados en el Código Orgánico de
Justicia Militar.
 
En el escrito contentivo de la solicitud de amparo, el accionante señaló lo siguiente:
 
Que interpone la acción de amparo de conformidad con el artículo 27 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en concordancia con el artículo 19
eiusdem.
 
Que denuncia conculcados en la esfera de su situación jurídica, los derechos
constitucionales al debido proceso, a la defensa, a la presunción de inocencia, a ser oído, a
la protección de honor, la vida privada, la propia imagen y la reputación, consagrados en
los artículos 49, 60 y 266 numeral 3 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela; en el artículo 8 aparte primero de la Convención Americana de Derechos
Humanos, Pacto de San José de Costa Rica; así como en el artículo 8 del Código Orgánico
Procesal Penal.
 
Que las violaciones denunciadas se habrían producido cuando la Corte Marcial,
actuando también como Corte de Apelaciones, dictó el 16 de junio de 2000, la decisión
contra la cual acciona, ordenando, la apertura de una investigación penal militar en su
contra al Fiscal General Militar y al Ministro de la Defensa, lo cual fue difundido por la
prensa desde el 17 de junio de 2000.
 
Que la sentencia accionada fue dictada por la Corte Marcial, en clara usurpación y
extralimitaciones de funciones y abuso de autoridad, puesto que ordenó, al Fiscal General
Militar, por una parte, y al Ministro de la Defensa, por la otra, iniciar la referida
investigación penal militar en su contra, con prescindencia del procedimiento previsto en el
numeral 3 del artículo 266 de la Constitución de la República de Venezuela, y sin cumplir
con las formalidades previstas en los artículos 54 ordinal 1º y 55 ordinal 2º del Código
Orgánico de Justicia Militar, omitiendo, “expresamente”, la orden de apertura de
averiguación que prevé el artículo 163 eiusdem. Aduce el accionante que, en su criterio, de
acuerdo con el ordinal 1° del artículo 54 del Código de Justicia Militar, es potestad
exclusiva del Presidente de la República ordenar al Ministro de la Defensa la apertura de la
investigación a que se contrae el artículo 163 del Código Orgánico de Justicia Militar.
 
Que la sentencia accionada incurre en ultrapetita, puesto que contiene
pronunciamientos ajenos al fondo de la apelación interpuesta y que no fueron planteados
por el Fiscal Militar en su acusación ni en el recurso de apelación, que no señaló la
responsabilidad ni participación del accionante en ningún hecho que amerite
enjuiciamiento, y como quiera que, según afirma, es el Fiscal Militar y no el juez, quien
puede variar “el contenido fáctico” de la acusación, tales pronunciamientos configuran
también la violación de los artículos 442 y 449 del Código Orgánico Procesal Penal y
significa extralimitación de funciones y de competencia.
 
Que la sentencia accionada incurre en incongruencia puesto que no obstante haber
declarado nula la sentencia apelada, se fundamenta en ella al ordenar la apertura de la
averiguación en su contra.
 
Que al ordenar la sentencia accionada la apertura de la averiguación en su contra le
ha infringido su derecho a la presunción de inocencia hasta prueba en contrario, porque tal
decisión está fundamentada por el sentenciador, a su decir, en la deducción “propia” de que
el accionante se encuentra involucrado en los hechos investigados, lo que, a criterio del
accionante, le da “un carácter de inequívoca certeza a su deducción”.
 
Aduce el accionante que “la Presunción de Inocencia es inexistente en mi caso, por
cuanto los Magistrados de la Corte son contestes en afirmar en su fallo, basados en un
hecho que no es determinante de responsabilidad penal, que me encuentro involucrado en
los hechos investigados, cual culpable de un delito y al ordenar de manera directa mi
enjuiciamiento, con privación total de una adecuada y oportuna defensa, en un debido
proceso, se transgreden y lesionan todos estos derechos” (Subrayado de la Sala).
 
Que se le ha violado su derecho a ser oído en cualquier clase de proceso, porque en
el que conoció la Corte Marcial como consecuencia de la apelación, no tuvo la oportunidad
de exponer sus alegatos o defensas, puesto que solo rindió declaración como testigo en su
condición de Presidente del Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armadas sin que se
hubieran hecho señalamientos o imputaciones en su contra.
 
Que se le han infringido sus derechos “a la Protección del Honor y la Reputación”, a
través de las infracciones periodísticas publicadas en los medios de comunicación social,
tales como “El Nacional” edición de los días 17 de junio y 15 de julio de 2000, y “El
Mundo” del día 20 del mismo mes y año, mediante las cuales, con base en la sentencia
accionada, se divulgó que se encontraba involucrado en los hechos investigados por la
Fiscalía Militar, lo que lo ha expuesto al escarnio público, afectando su núcleo familiar y
entorno social.
 
Finalmente solicita que se declare la nulidad absoluta de la sentencia contra la cual
acciona y se oficie “lo conducente al Ministro de la Defensa y al Fiscal General Militar,
para que dejen sin efecto la inconstitucional e ilegal orden que les impartió en mi contra la
Corte Marcial”.
 
II
CONSIDERACIONES PREVIAS
 
Observa esta Sala que el accionante ha denunciado que la sentencia dictada por la
Corte Marcial en fecha 16 de junio de 2000, le viola sus derechos constitucionales al debido
proceso, a la defensa, a la presunción de inocencia, a ser oído, a la protección de honor, la
vida privada, la propia imagen y la reputación, consagrados en los artículos 49, 60 y 266
numeral 3 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al ordenar -en su
criterio- la apertura de una investigación penal militar en su contra al Fiscal General Militar
y al Ministro de la Defensa, lo cual fue además difundido por la prensa desde el 17 de junio
de 2000.
 
Al respecto, esta Sala estima necesario referirse a las disposiciones del Código de
Justicia Militar que regulan lo relativo al enjuiciamiento de los oficiales Generales, y al
efecto observa en primer lugar lo dispuesto en los artículos 54 ordinal 1° y 55 ordinal
2°, que rezan
 
“Artículo 54: Son atribuciones del Presidente de la
República, como funcionario de justicia militar:
1. Ordenar, por medio del Ministro de la Defensa el
enjuiciamiento de los oficiales Generales y de los
oficiales Almirantes”.
 
“Artículo 55: Son atribuciones del Ministro de la
Defensa, como funcionario de Justicia Militar:
2. Ordenar por disposición del Presidente de la
República, que se abra juicio militar contra los oficiales
Generales y oficiales Almirantes”.
 
Por su parte, el artículo 163 del mismo Código establece que:
 
“Artículo 163: Ningún sumario militar podrá iniciarse
sin la orden previa de abrir la averiguación dictada por
la autoridad competente.
Son autoridades militares competentes para ordenar que
se abra averiguación militar sumarial:
1. 1.                 El Presidente de la República, en el
caso del ordinal 1 del artículo 54.
2. 2.                 El Ministro de la Defensa.
3. 3.                 Los Jefes de jurisdicciones militares o
navales establecidas por las leyes militares.
4. 4.                 En tiempo de guerra los Jefes de fuerza
independientes conforme al presente Código y a las
órdenes que al efecto dictare el jefe del Ejército”.
 
El texto del artículo antes transcrito fue modificado en 1998 cuando se promulgó
la Ley de Reforma Parcial del Código de Justicia Militar, en la cual además se cambió el
título de dicho cuerpo normativo por el de Código Orgánico de Justicia Militar,
disponiéndose así en su artículo 4° lo siguiente:
 
“Artículo 4°- Se modifica el Artículo 163 de la Ley
vigente, el cual queda redactado de la manera siguiente:
‘Artículo 163: El fiscal militar no podrá iniciar ninguna
investigación sin la orden previa de apertura dictada por
la autoridad competente.
Son funcionarios competentes para ordenar que se abra
averiguación militar.
1. 1.                 El Presidente de la República, en el
caso del ordinal 1° del artículo 54 de este Código;
2. 2.                 El Ministerio de la Defensa;
3. 3.                 Los Jefes de Regiones Militares;
4. 4.                 Los Comandantes de Guarnición;
5. 5.                 Los Comandantes de Teatros de
Operaciones;
6. 6.                 Los Jefes de Unidades Militares en
Campaña’ ”.
 
 
Tomando en cuenta las disposiciones antes transcritas, esta Sala observa que lo
referente a la declaratoria de méritos para enjuiciar a los funcionarios y oficiales u
oficialas generales y almirantes de las Fuerzas Armadas Nacionales, ha sido previsto en
el numeral 3 del artículo 266 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, en los siguientes términos:
 
“Artículo 266. Son atribuciones del Tribunal Supremo de
Justicia:

...Omissis...

3. Declarar si hay o no mérito para el enjuiciamiento del


Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, de los o las
integrantes de la Asamblea Nacional o del propio Tribunal Supremo de
Justicia, de los Ministros o Ministras, del Procurador o Procuradora
General, del Fiscal o la Fiscal General, del Contralor o Contralora
General de la República, del Defensor o Defensora del Pueblo, los
Gobernadores o Gobernadoras, oficiales, generales y almirantes de la
Fuerza Armada Nacional y de los jefes o jefas de misiones diplomáticas
de la República y, en caso afirmativo, remitir los autos al Fiscal o a la
Fiscal General de la República o a quien haga sus veces, si fuere el caso;
y si el delito fuere común, continuará conociendo de la causa hasta la
sentencia definitiva.

...Omissis...

La atribución señalada en el numeral 1 será ejercida por


la Sala Constitucional; las señaladas en los numerales 2 y
3, en Sala Plena; y las contenidas en los numerales 4 y 5
en Sala Político Administrativa. Las demás atribuciones
serán ejercidas por las diversas Salas conforme a lo
previsto en esta Constitución y la ley”.

Como se desprende del texto de la disposición parcialmente transcrita, ha surgido


un cambio en lo que se refiere a la declaratoria o no de los méritos para el
enjuiciamiento de las personas que en él se mencionan, pues es únicamente la Sala
Plena y ningún otro organismo, ni siquiera el Presidente de la República, ni las
autoridades militares, la que puede determinar cuáles de los funcionarios y oficiales u
oficialas Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas Nacionales, tienen los méritos
para ser juzgados, casos en los cuales se remitirán los autos al Fiscal General de la
República o a quien haga sus veces, para que proceda a la querella respectiva.
 
 
 
 
 
Considera esta Sala que la decisión accionada se fundó en los artículos 55
ordinal 2° y 163 del Código Orgánico de Justicia Militar, siendo que el primero de los
artículos citados atribuye al Ministro de la Defensa, ordenar por disposición del
Presidente de la República que se abra juicio militar contra los oficiales Generales y
oficiales Almirantes. El ordinal 2° del artículo 55, es concordante con el artículo 54 del
mismo Código, que atribuye al Presidente de la República como funcionario de Justicia
Militar, ordenar por medio del Ministro de la Defensa, el enjuiciamiento de los oficiales
generales y oficiales almirantes.
 
Ahora bien, de acuerdo al actual texto constitucional corresponde con
exclusividad al Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Plena, ordenar el enjuiciamiento
de dichos oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales, y en consecuencia, al ordenar el
fallo accionado remitir copias al Ministro de la Defensa para que inicie una
investigación penal militar, la cual necesariamente involucra a un oficial General, está
desconociendo lo establecido en el numeral 3 del artículo 266 de la vigente Constitución,
y violando el debido proceso a que se refiere el artículo 49 eiusdem, y negando la
presunción de inocencia que establece el artículo 49 citado, no solo por las menciones
que contienen el fallo referentes al accionante, sino porque tales menciones no
correspondían insertarlas en el fallo, por la Corte Marcial.
 
Observa, además esta Sala que cuando en la decisión objeto de la presente acción
se señala que existen señalamientos que involucran en los hechos incriminados a un
oficial general, se ha invadido la competencia que tiene el Tribunal Supremo de Justicia
en Sala Plena, respecto a la declaratoria de mérito. Por ello, si la Corte Marcial
consideró que en el referido caso, existen indicios de hechos punibles que ameriten un
juicio militar, como en efecto se indicó en el fallo impugnado, copia de los autos deben
ser remitidos al Fiscal General de la República o a quien haga sus veces, para que
investigue y decida si solicita ante la Sala Plena el enjuiciamiento del hoy accionante.
 
En ese sentido, la decisión accionada podía remitir copia de la decisión a la
Fiscalía General de la República, o quien haga sus veces, el Fiscal General Militar, para
que resolviera si solicitaba ante la Sala Plena de este Tribunal Supremo de Justicia, la
declaratoria o no de mérito para enjuiciar al ciudadano General Carlos Alberto
González Marcial, en virtud de las atribuciones que le han sido conferidas en el artículo
285 de la vigente Constitución, razón por la cual dicha parte del fallo se mantiene
incólume, y así se decide.
 
Con relación al artículo 266 numeral 3 de la vigente Constitución, debe la Sala,
observar lo siguiente:
 
Corresponde a la Sala Plena declarar si hay mérito para el enjuiciamiento de los
funcionarios, Oficiales Generales y Almirantes a que se refiere la norma.
 
Enjuiciar, significa ser sometido a juicio, el cual, conforme al artículo 1º del
Código Orgánico Procesal Penal, debe ser oral y público, y corresponde al Título del
juicio oral de dicho Código.
 
Ahora bien, el proceso penal, conforme al artículo 292 eiusdem, comienza con la
investigación y ello obliga a la Sala a determinar, si el privilegio de los altos funcionarios
públicos, existe o no en la fase investigativa, en el sentido que su apertura debe ser
ordenada por la Sala Plena.
 
Considera la Sala, que a pesar de los derechos que tiene el imputado durante la
fase investigativa, corresponde a la Sala Plena declarar si hay mérito para el
enjuiciamiento, cuando existe una querella acusatoria, a la que se refiere el artículo 378
del Código Orgánico Procesal Penal, la cual debe estar fundada en hechos investigados;
y que es ésta querella la que persigue el enjuiciamiento de la persona privilegiada, por lo
que el mérito para enjuiciar a que se refiere el artículo 266 numeral 3 de la vigente
Constitución, se refiere al estudio de tal acusación y sus pruebas, que se recaban ajenas
a cualquier orden emanada de la Sala Plena, por los órganos competentes.
 
Respecto a la denuncia de violación del derecho al honor y a la reputación
invocado por el accionante y fundado en publicaciones a que se refiere en su escrito, esta
Sala estima que las mismas no pueden ser imputadas a la decisión accionada, razón por
la cual se desestima esta denuncia, y así se decide.
 
DECISIÓN
 
Por los razonamientos antes expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
declara PARCIALMENTE CON LUGAR la acción de amparo intentada por el General
de Brigada (Ej) en situación de retiro, Carlos Alberto González Marcial contra la sentencia
dictada el 16 de junio de 2000 por la Corte Marcial, al conocer ésta en apelación, de la
sentencia dictada el 22 de mayo de 2000, por el Juzgado Militar Tercero de Primera
Instancia Permanente de Caracas, en el juicio seguido por la Fiscalía General Militar contra
otros ciudadanos por la presunta comisión de delitos tipificados en el Código Orgánico de
Justicia Militar, y en consecuencia, anula la sentencia dictada el 16 de junio de 2000 por la
Corte Marcial sólo en lo que se refiere a la remisión de las copias al Ministro de la Defensa
y a la calificación que involucra al accionante con los hechos investigados a que se refiere
el fallo accionado.
 
Publíquese y regístrese.
 
Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de
Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los 09 días del mes de FEBRERO de dos
mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
 
El Presidente de la Sala,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA

SALA CONSTITUCIONAL
Magistrado Ponente: Iván Rincón Urdaneta

Mediante oficio de fecha 11 de mayo de 2000, la Sala Político Administrativa del

Tribunal Supremo de Justicia, remitió a esta Sala Constitucional la causa contentiva de la

acción de amparo constitucional interpuesta en fecha 10 de diciembre de 1999, por el

ciudadano ALBERTO JOSE DIAZ CASTRO, titular de la cédula de identidad Nº

3.728.188, asistido por el abogado Víctor José Cortez Mendoza, inscrito en el Instituto de

Previsión Social del Abogado bajo el Nº 23.978, contra la sentencia de la Corte Primera de

lo Contencioso Administrativo dictada en fecha 13 de octubre de 1999.

En fecha 12 de mayo de 2000, se dio cuenta en Sala y se designó ponente al

Magistrado Iván Rincón Urdaneta, quien con tal carácter suscribe el presente fallo.

Mediante escritos de fechas 23 de mayo, 15 de junio, 27 de junio, 11 de julio, 25 de

julio, 7 de agosto, 10 de octubre, 9 de noviembre y 7 de diciembre del año 2000, el

accionante reiteró sus consideraciones expuestas en el escrito de amparo.

 
I
ANTECEDENTES
En fecha 16 de octubre de 1990, el hoy accionante ingresó a la Dirección de

Auditoría e Inspección de la Comisión Nacional de Valores, adscrita al Ministerio de

Hacienda, con el cargo de Auditor Jefe II.

En fecha 1º de octubre de 1996, el hoy accionante fue designado Director de la

Dirección de Auditoría e Inspección de la Comisión Nacional de Valores.

En fecha 14 de marzo de 1997, la Presidenta del referido organismo ordenó la

remoción del hoy accionante.

El 15 de abril de 1997, la Presidenta del organismo en cuestión le notificó al

accionante su retiro de la Administración Pública Nacional.

En fecha 29 de septiembre de 1997, el ciudadano Alberto José Díaz Castro

interpuso ante el Tribunal de la Carrera Administrativa, recurso de nulidad contra el acto

que ordenó su retiro de la Administración Pública.

En fecha 5 de agosto de 1998, el Tribunal de Carrera Administrativa declaró sin

lugar el recurso interpuesto.

En fecha 14 de agosto de 1998, ejerció recurso de apelación contra la referida

sentencia del Tribunal de Carrera Administrativa.

En fecha 13 de octubre de 1999, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo

declaró sin lugar la apelación interpuesta.

En fecha 10 de diciembre de 1999, el accionante interpuso ante la Sala Político

Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, acción de amparo constitucional en contra

de la mencionada sentencia de la Corte Primera, la cual -tal y como se expuso- remitió los

autos a esta Sala Constitucional.


 
II
FUNDAMENTOS DE LA ACCION DE AMPARO

 
El accionante, a los fines de fundamentar su acción de amparo, hace una
serie de consideraciones que pasa esta Sala a exponer de la siguiente forma:
Estima el accionante que la sentencia accionada omitió realizar
consideraciones en torno a su alegato de falta de motivación de los
actos de remoción y de retiro.
En este mismo sentido, señala que la decisión accionada incurrió en
silencio de pruebas e inmotivación, ya que en la misma no se señaló la razón por
la cual los documentos por él consignados no fueron prueba suficiente para
demostrar la inmotivación de los actos de remoción y retiro.
Por otra parte, el accionante alega que la sentencia impugnada viola el
principio de la imparcialidad, al haberse basado para declarar válidos los actos de
remoción y retiro en las pruebas que él presentara, lo cual no podía realizar por no
resultar aplicable el principio de la comunidad de la prueba. En este sentido,
señaló el accionante que “El Juez de Alzada suplió en su decisión las defensas de
la parte demandada, en el caso de mi reubicación como funcionario de carrera,
distinguiendo que la parte demandada en ningún momento expresó sus defensas,
y quedó fuera del debate, por ello, el Juez de alzada no puede tomar en cuenta
para nada pruebas que nunca fueron opuestas por la demandada a riesgo de
pronunciar una sentencia incongruente…”.
Finalmente, solicita se declare la nulidad de la sentencia accionada y que se le

restituya en su cargo de Director de Auditoría e Inspección de la Comisión Nacional de

Valores.

III
DE LA SENTENCIA ACCIONADA
La sentencia accionada fue dictada por la Corte Primera de lo

Contencioso Administrativo en fecha 13 de octubre de 1999 y en la misma se

declaró sin lugar la apelación que interpusiera el hoy accionante contra la

sentencia dictada por el Tribunal de la Carrera Administrativa en fecha 5 de

agosto de 1998, a través de la cual se declaró sin lugar la querella

interpuesta por el referido ciudadano contra la Comisión Nacional de

Valores.

En primer término, la sentencia accionada realizó consideraciones en

torno al alegato del apelante -hoy accionante- según el cual el Tribunal de la

Carrera Administrativa no podía tomar en consideración el organigrama

estructural ni el resto de las pruebas constantes en autos por cuanto las

mismas fueron traídas al expediente por él mismo y no por la Administración

demandada.

Al respecto, la sentencia señaló -a diferencia de lo alegado por el

recurrente- que conforme al principio de comunidad de la prueba el Tribunal

de Carrera Administrativa, sí podía utilizar como fundamento de su decisión

el referido organigrama así como el resto de las pruebas cursantes en autos,

independientemente de que las mismas hubiesen sido consignadas por la

parte querellante o la querellada.

Finalmente, la sentencia accionada estimó que, a diferencia de lo

alegado por el querellante, la Administración sí dio cumplimiento a las

gestiones reubicatorias correspondientes.

 
IV

DE LA COMPETENCIA

Esta Sala, al delimitar su competencia en materia de amparo

constitucional, a través de su sentencia de fecha 20 de enero del año 2000,

Caso Emery Mata Millán, se declaró competente para conocer de las

acciones de amparo constitucional interpuestas contra sentencias dictadas

por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, en los siguientes

términos:

 
“...Igualmente corresponde a esta Sala Constitucional,
por los motivos antes expuestos, la competencia para
conocer de las acciones de amparo que se intenten
contra las decisiones de última instancia de los
Tribunales o Juzgados Superiores de la República
(salvo los que tienen competencia contencioso
administrativa) la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal
que infrinjan directa e inmediatamente normas
constitucionales”.(Subrayado añadido).

En el presente caso, se ejerce una acción de amparo constitucional

contra una decisión emanada de la Corte Primera de lo Contencioso

Administrativo, motivo por el cual esta Sala, congruente con el fallo

mencionado ut supra, se declara competente para conocer de la presente

acción, y así se declara.

 
V
MOTIVACIONES PARA DECIDIR
Corresponde a esta Sala pronunciarse en torno a la presente acción de amparo

constitucional ejercida en contra de la sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso

Administrativo de fecha 13 de octubre de 1999, mediante la cual fue declarada sin lugar la

apelación ejercida por el hoy accionante contra la sentencia del Tribunal de la Carrera

Administrativa que declaró sin lugar la querella que él mismo interpusiera contra la

Comisión Nacional de Valores.

En este orden de ideas, señaló el accionante que la sentencia recurrida omitió

pronunciarse en torno a su alegato de que los actos de remoción y retiro eran inmotivados.

Al respecto, puede apreciar esta Sala Constitucional que en el escrito presentado por el hoy

accionante, contentivo de los fundamentos de la apelación que interpusiera contra la

sentencia del Tribunal de la Carrera Administrativa -que da lugar a la sentencia impungada-

no señala ni hace consideración alguna en torno a la supuesta inmotivación de los actos de

remoción y de retiro. Siendo así, no tenía la Corte Primera de lo Contencioso

Administrativo que pronunciarse en torno a las posibles inmotivaciones de los actos de

remoción y retiro, en razón de lo cual debe ser desestimada la denuncia presentada por el

accionante, y así se declara.

En torno al alegato del accionante de que no podía la sentencia recurrida valorar las

pruebas aportadas por él a los fines de estimar válidos los actos de remoción y retiro, esta

Sala estima procedente hacer las siguientes consideraciones:

De conformidad con el principio de la comunidad de la prueba, tal y como lo señaló

la sentencia recurrida, el juez se encuentra obligado a valorar todas las pruebas que se

encuentren en el expediente y extraer de ellas elementos de convicción sin que las


consecuencias que se deriven de su interpretación tengan necesariamente que ser favorables

para la parte que produjo la prueba analizada. Así, en atención al referido principio,

determinada prueba puede demostrar circunstancias que favorezcan o perjudiquen a

cualquiera de las partes, indistintamente de quien la haya producido.

Ello es así, por cuanto de conformidad con el principio de la comunidad de la

prueba (el cual sin lugar a dudas tiene plena aplicación en el caso de autos), una vez que las

pruebas han sido incorporadas al proceso, dejan de pertenecer a la parte que las produjo y

son adquiridas para el proceso, pudiendo cada parte aprovecharse de las producidas por la

contraparte, y a su vez el juez valorarlas, aún en perjuicio de aquel que las produjo.

Siendo así lo antes expuesto, no resulta en forma alguna censurable la actuación del

juez accionado por haber formado su convicción con base a las pruebas aportadas por el

recurrente, a pesar de que de las mismas hubiera extraído elementos de convicción que le

eran desfavorables, como lo fue el estimar que los actos de remoción y retiro estaban

ajustados a derecho.

En atención a las anteriores consideraciones, de las cuales puede evidenciarse que

los jueces accionados no realizaron ninguna actuación contraria a derecho y que en

consecuencia no fue lesionado ningún derecho constitucional del accionante, debe esta Sala

declarar improcedente in limine la presente acción de amparo, y así se declara.

DECISION
 

Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de

Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de la Ley, declara

IMPROCEDENTE in limine litis la presente acción de amparo constitucional interpuesta


por el ciudadano ALBERTO JOSE DIAZ CASTRO, asistido por el abogado Víctor José

Cortez Mendoza, contra la sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,

dictada en fecha 13 de octubre de 1999.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Archívese el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional


del Tribunal Supremo de Justicia, a los 14 días del mes de FEBRERO del año
dos mil uno. Años 190º de la Independencia y 141º de la Federación.

El Presidente Ponente,

Iván Rincón Urdaneta


 

El Vicepresidente
 
 
Jesús Eduardo Cabrera Romero
 

Magistrado,

 
José Manuel Delgado Ocando

Magistrado,

 
Antonio García García

Magistrado,

 
Pedro Rondón Haaz

El Secretario,

José Leonardo Requena Cabello

Exp. 00-1567
IRU
SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO-PONENTE: ANTONIO GARCÍA GARCÍA

Corresponde a esta Sala decidir la demanda de nulidad interpuesta en fecha 27

de abril de 2000, por los ciudadanos Fermín Toro Jiménez y Luis Britto García, inscritos

en el Inpreabogado bajo los Nros. 2.546 y 2.305, respectivamente, contra los artículos 17,

22 y 23 del Decreto con rango y fuerza de Ley de Promoción y Protección de Inversiones,

dictado por el ciudadano Presidente de la República y publicado en Gaceta Oficial N°

5.390, Extraordinario, de fecha 22 de octubre de 1999, todo ello de conformidad con lo

dispuesto en el numeral 3 del artículo 336 de la Constitución.

 
I
ANTECEDENTES
 
 
En fecha 27 de abril de 2000, se dio cuenta a la Sala de la señalada demanda de

nulidad y se acordó pasar los autos al Juzgado de Sustanciación.

Por auto de fecha 13 de junio de 2000, el Juzgado de Sustanciación admitió la

demanda de nulidad y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 116 de la Ley

Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, se ordenó la notificación del Presidente de la

República, así como la de los ciudadanos Fiscal General de la República y Procurador


General de la República. Asimismo, en el identificado auto se ordenó el emplazamiento de

los interesados mediante Cartel.

En fecha 26 de octubre de 2000, los abogados Hilmar Armada Jiménez y Alberto

Mestas Pérez, inscritos en el Inpreabogado bajo los Nros. 75.421 y 28.222,

respectivamente, actuando en su carácter de apoderados judiciales de la Asociación Civil

Consejo Nacional de Promoción de Inversiones (CONAPRI), consignaron escrito

mediante el cual la mencionada Asociación Civil se hizo parte en el presente juicio de

nulidad a los fines de defender la constitucionalidad de las normas impugnadas.

Una vez vencido íntegramente el lapso de 60 días previsto en el artículo 117 de

la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, para la promoción y evacuación de

pruebas, por auto de fecha 29 de noviembre de 2000, el Juzgado de Sustanciación

ordenó la remisión del expediente a la Sala.

En fecha 12 de diciembre de 2000, se fijó el inicio de la relación de la causa y se

designó Ponente al Magistrado Héctor Peña Torrelles.

Realizada la nueva designación de los Magistrados de esta Sala Constitucional

del Tribunal Supremo de Justicia, mediante Decreto emitido por la Asamblea Nacional, la

cual ha quedado constituida por los Magistrados Iván Rincón Urdaneta, Jesús Eduardo

Cabrera Romero, Antonio García García, José M. Delgado Ocando y Pedro Rondón Hazz,

en fecha 24 de enero de 2001, se designó Ponente al Magistrado que con tal carácter

suscribe el presente fallo.

Por auto de fecha 9 de enero de 2001, se fijó el día 17 de enero de 2001 para

que tuviera lugar el acto de informes, el cual se acordó llevar a cabo en forma oral, en

virtud de la solicitud formulada por la parte accionante, todo ello de conformidad con el

artículo 95 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

Llegada la oportunidad fijada para el acto de informes orales, el mismo tuvo lugar

en el salón de Audiencias de esta Sala. Se dejó constancia de la no comparecencia de la


Procuraduría General de la República, cuya representación presentó sus informes por

escritos momentos antes de darse inicio al acto de informes orales.

Siendo la oportunidad para dictar sentencia y habiéndose efectuado la lectura

individual del expediente, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 94 de la Ley

Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, pasa esta Sala a decidir en atención a las

consideraciones siguientes:

 
II
FUNDAMENTOS DE LA ACCIÓN DE NULIDAD
 
 
En primer término, la parte recurrente señaló que el artículo 17 del Decreto de

Promoción y Protección de Inversiones colide con los artículos 187, numeral 1 y 317 de la

Constitución, por cuanto, según sus dichos, “(...) resulta evidente que la celebración por la

República de ‘contratos de estabilidad jurídica’ que a través de un consenso de

voluntades con particulares pudieran garantizar la ‘estabilidad de los regímenes de

impuestos nacionales vigentes al momento de celebrarse el contrato’, o lograr la

‘estabilidad de los regímenes de promoción de exportaciones’ o contratar la ‘estabilidad

de uno o más de los beneficios o incentivos específicos a los que se hubiese acogido el

inversionista o la empresa en la cual se realice la inversión’, constituye una inaceptable

limitación de la soberana potestad tributaria. Por mandato de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela, la Asamblea Nacional es soberanamente libre y

competente para legislar en el momento y circunstancia y en la forma que estime

apropiada sobre las materias de su competencia”.

Asimismo, señaló que el artículo 17 impugnado, establece una discriminación en

perjuicio de los inversionistas nacionales, toda vez que establece requisitos más

complejos a estos inversionistas, cuestión que, en su criterio, viola la norma contenida en

el artículo 301 de la Constitución.


Igualmente, luego de transcribir el artículo 22, cuya impugnación se solicita, así

como los artículos 157 y 253 constitucionales, señaló lo siguiente: “Es oportuno recalcar

la obligatoria aplicación de estos artículos en controversia que, como las que pudieren

surgir con motivo del varias veces mencionado Decreto con fuerza de Ley, versan sobre

cuestiones de orden público y están regidas por normas de Derecho Público, tales como

los regímenes impositivos y las políticas estatales de fomento de la economía. Como es

sabido, no es posible abrogar, dejar sin efecto ni eludir el cumplimiento de disposiciones

de orden público por mero acuerdo de voluntades entre los interesados. Y en el supuesto

previsto en el citado artículo 22 del Decreto con fuerza de Ley, justamente se intenta

autorizar a los particulares para que dejen de lado la aplicación de normas de derecho

público venezolanas, a favor de órganos arbitrales, que como es sabido aplican criterios

de equidad, sin atenerse necesariamente a las normas del derecho positivo”.

Concluyó alegando que el artículo 23 del mencionado Decreto Ley, es

inconstitucional por cuanto, según sus dichos, pretende autorizar que “(...) se deje de lado

la administración de justicia, obligada a la aplicación precisa de las normas de derecho

público, a favor del recurso ante ‘Tribunales Arbitrales’, que en su condición de árbitros

dejarían de lado las normas no negociables y soberanas de orden público, para aplicar

asimismo debatibles criterios de equidad que no necesariamente se ajustan a derecho ni

acuerdan a la República todos los derechos que asisten a ésta para la defensa de los

intereses de la colectividad”.

 
III
FUNDAMENTOS DE DEFENSA DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE LAS
NORMAS IMPUGNADAS, EXPUESTOS POR LA REPRESENTACIÓN DEL CONSEJO
NACIONAL DE PROMOCIÓN DE INVERSIONES (CONAPRI).
 
En primer término, señaló que a tenor del artículo 17 cuya nulidad se demanda,

la República puede suscribir contratos de estabilidad jurídica, con el objeto de asegurar,

tanto a la inversión venezolana como extranjera, la estabilidad de algunas condiciones

económicas durante la vigencia de los mismos. Asimismo, el parágrafo único de la

mencionada norma, prevé como requisito adicional y obligatorio para los contratos que se

refieran a estabilidad de regímenes de impuestos nacionales, la opinión favorable del

SENIAT y sólo entrarán en vigencia previa autorización del Congreso de la República, hoy

Asamblea Nacional, de lo cual resulta evidente, según sus dichos, que el legislador al

regular los contratos en referencia, fue muy cuidadoso en el respeto del principio de la

legalidad tributaria.

Señaló además, que el artículo 17 del Decreto Ley de Promoción y Protección de

Inversiones, en ningún momento violenta el señalado principio de legalidad tributaria

contenido en el artículo 317 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,

y desarrollado en el artículo 4 del Código Orgánico Tributario, puesto que en el aludido

Decreto no se crean, modifican o suprimen tributos, ni sus elementos esenciales, así

como tampoco se otorgan exenciones, rebajas de impuestos, ni exoneraciones; todo lo

cual sólo es posible de ser regulado mediante Ley.

Asimismo, alegó que dada la importancia de los contratos de estabilidad jurídica

previstos en el aludido Decreto, la eficacia de los mismos queda supeditada a dos

requisitos obligatorios: La opinión favorable del SENIAT y la autorización de la Asamblea

Nacional. Tal autorización emanada de la Asamblea Nacional como cuerpo legislador,

será la consecuencia de un procedimiento de formación de leyes pautado en la propia

Constitución, es decir, es un acto legislativo por cuanto emana del órgano legislador como

consecuencia de un proceso de discusión en el seno de la Asamblea Nacional.

Agregó que, como consecuencia de lo anterior, el acto por medio del cual la

Asamblea Nacional autoriza un contrato de estabilidad jurídica que garantice la estabilidad


de regímenes de impuestos nacionales, hace que dichos contratos debidamente

autorizados adquieran el carácter de actos con fuerza de ley y, por lo tanto, se constituyan

en fuente de derecho tributario.

Alegó que la parte recurrente obvia que los regímenes de incentivos previstos en

el Decreto contentivo de las normas impugnadas, no son necesaria ni excluyentemente de

naturaleza tributaria, por cuanto el Gobierno Nacional pudiera destinar recursos a

sistemas de promoción de exportaciones como apoyo a actividades de inteligencia de

mercados exteriores, o a producción de productos originarios de Venezuela en el exterior

y formas contractuales como arrendamientos o comodatos, por los que se transfiera el

uso de propiedades inmobiliarias en condiciones ventajosas a los inversionistas que

dediquen su producción a la exportación. Igualmente, que la Administración puede llevar a

cabo programas de apoyo al desarrollo tecnológico o la conservación ambiental que se

traducen en incentivos a la competitividad de las industrias y cuyos recursos pueden

emanar de fondos de financiamientos.

Con relación al alegato de la parte accionante relativo a que los contratos de

estabilidad jurídica están reservados en principio a los capitales o inversionistas

extranjeros, argumentó que es un alegato sin fundamento, toda vez que el mismo es mera

conjetura del actor, tal como se evidencia de la propia redacción empleada por éste en su

escrito libelar.

En su criterio, los recurrentes incurren en el error de diferenciar lo que no ha

diferenciado el legislador, al señalar una hipotética reserva a favor de los inversionistas

extranjeros, quienes serían los únicos legitimados para suscribir los mencionados

contratos, lo cual no consta del artículo 17 impugnado ni puede inferirse de su espíritu,

propósito y razón.

Alegó que los recurrentes yerran al entender como “Regímenes de Impuestos

Nacionales” únicamente aquellos referidos a la tributación por parte de inversionistas


nacionales, confundiendo el carácter nacional del régimen impositivo con la condición de

nacional del contribuyente, puesto que tanto inversionistas nacionales como extranjeros,

deben someterse a la opinión favorable del SENIAT y posterior autorización por parte de

la Asamblea Nacional de los contratos de estabilidad jurídica.

Con relación a la solicitud de declaratoria de nulidad del artículo 22 del Decreto

Ley de Promoción y Protección de Inversiones, señaló que el mismo es constitucional,

puesto que la vigente Constitución dispone en su artículo 253 el expreso reconocimiento

de los medios alternativos de justicia como parte integrante del sistema de justicia

venezolano.

En su criterio, el impugnado artículo 22 concuerda perfectamente con el artículo

253 constitucional, al reconocer el arbitraje internacional como parte del sistema de

solución de las controversias que surjan entre un inversionista internacional, cuyo país de

origen tenga con Venezuela un tratado o acuerdo sobre promoción y protección de

inversiones, o aquellas respecto de las cuales sean aplicables las disposiciones del

Convenio Constitutivo del Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones o del

Convenio sobre Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones entre Estados y

Nacionales de otros Estados. Asimismo, el citado artículo 22 –indicó- reconoce la

incorporación al derecho interno venezolano de los referidos acuerdos e instrumentos

internacionales, los cuales cumplieron su proceso constitucional de adopción en el

ordenamiento interno venezolano al ser aprobados mediante las leyes aprobatorias

respectivas.

Asimismo, señaló que el indicado artículo 22 concuerda plenamente con el

artículo 258 constitucional “(...) al constituirse en la evidencia de la promoción del arbitraje

por medio de la ley, en este caso, de un acto con rango y fuerza de ley, cual es el Decreto

con Rango y Fuerza de Ley de Promoción y Protección de Inversiones, dictado por el

Ejecutivo Nacional con base en su potestad normativa y plenamente habilitado para ello”.
A lo anterior, agregó que las controversias señaladas en el artículo 22 del

mencionado Decreto Ley, no son controversias entre particulares y, por tanto, no procede

un acuerdo de voluntades entre tales sujetos para dejar de lado normas de derecho

público venezolano, sino que alude a las que puedan producirse entre los inversionistas

internacionales y el país receptor de la inversión. Expresó, igualmente, que esas

controversias no versarán exclusiva ni necesariamente sobre cuestiones de orden público,

puesto que el propio artículo 22 deja a salvo el uso de las vías contenciosas

contempladas en la legislación venezolana vigente, con lo cual no procedería la utilización

del mecanismo arbitral previsto para la solución de dicha controversia.

Por otra parte, señaló que de conformidad con el artículo 151 de la Constitución

de la República Bolivariana de Venezuela, existe un régimen excepcional a la promoción

del mecanismo arbitral como opción válida para la solución de disputas, y esa excepción

viene dada por el interés público.

Con relación a la demanda de nulidad del artículo 23 del Decreto Ley de

Promoción y Protección de Inversiones, basada en el argumento de que el mismo es

inconstitucional por cuanto intenta autorizar que se deje de lado la administración de

justicia, señaló que de conformidad con el ya citado artículo 253 constitucional, el

arbitraje, como medio alternativo de controversia, es parte integrante del sistema de

justicia venezolano. Así, -refirió- el aludido artículo 23 reconoce la coexistencia de los

organismos jurisdiccionales nacionales y el mecanismo arbitral.

Concluyó señalando que el propio artículo 258 constitucional establece un

mandato a los órganos del Poder Público de promover los medios alternativos de solución

de conflictos.

 
IV
DE LA OPINIÓN DE LA PROCURADURÍA GENERAL DE LA REPÚBLICA
 
 
La representación de la República, siendo la oportunidad para la realización del

acto de informes orales, presentó escrito contentivo de tales informes, en el cual señaló lo

siguiente:

En primer término, señaló que de conformidad con lo dispuesto en el artículo 16

del Decreto Ley de Promoción y Protección de Inversiones, el objetivo primordial de tal

cuerpo normativo obedece al cumplimiento de los parámetros trazados en la Constitución

de la República Bolivariana de Venezuela, especialmente a lo establecido en su

Exposición de Motivos, Título VI “Del Sistema Económico”, que tiene por norte reconocer

como esencial la acción reguladora del Estado para establecer un marco normativo

estable, que brinde la seguridad jurídica a la actividad económica, postulando para ello

una economía abierta a las inversiones extranjeras y garantizando que éstas estarán

sujetas a las mismas condiciones que la inversión nacional.

Con relación a la impugnación del artículo 17 del Decreto Ley bajo estudio,

señaló que tal norma no se dirige únicamente al campo tributario, sino que el mismo se

amplía a fin de garantizar otras condiciones económicas, como por ejemplo, el desarrollo

tecnológico y ambiental. Por otra parte, argumentó que si bien es cierto el numeral 1 del

indicado artículo consagra como derecho la estabilidad de los regímenes de impuestos

nacionales durante la vigencia del contrato, ello no irrumpe la reserva legal tributaria, ni

discrimina a los nacionales frente a los inversionistas extranjeros, por el hecho de requerir

la opinión favorable del SENIAT y la autorización previa del Legislativo Nacional, porque

esas atribuciones de dichos organismos se ejercen sin atender a las discriminaciones a

que aluden los recurrentes.

Expresó que a partir del 1° de enero de 2001, entró en vigencia el régimen de

renta mundial, previsto en el artículo 149 de la Ley de Impuesto Sobre la Renta, con lo
cual se amplía lo atinente a la regulación internacional en cuanto al enriquecimiento neto

de la fuente extranjera, admitiendo sólo los gastos incurridos en el extranjero cuando sean

normales y necesarios para la operación del contribuyente que tribute con sus rentas

mundiales. Sin embargo –señaló- que de conformidad con el artículo 4 del Anexo 1 de la

Decisión 40 de la Comisión del Acuerdo de Cartagena, para los contribuyentes

domiciliados en cualesquiera de los países miembros de dicho Acuerdo, rige

exclusivamente el principio de la “fuente productora”. Alegó que en base a lo anterior debe

concluirse que las diversas circunstancias que envuelven el ámbito de las inversiones en

el campo internacional, requieren la implementación de un trato distinto, lo que, en su

criterio, no significa una discriminación en perjuicio de los contribuyentes nacionales.

Alegó que el parágrafo único del artículo 17 del Decreto Ley de Promoción y

Protección de Inversiones en ningún modo prohíbe que los mecanismos que se utilicen

internacionalmente en materia de inversiones, no sean sujetos a la aprobación respectiva,

lo cual sería inaceptable en nuestro ordenamiento jurídico y en las prácticas

internacionales.

En cuanto a la supuesta colisión del Decreto Ley de Promoción y Protección de

Inversiones y el artículo 301 constitucional, alegó que la Constitución venezolana adopta

el mecanismo de igualación de las condiciones de la inversión extranjera y la inversión

nacional, es decir, las reglas aplicables a una u otra deben ser las mismas. “De ahí que el

análisis de la situación aplicable a la inversión extranjera en cada caso particular debe

partir de la determinación del régimen adecuado a la inversión nacional en el contexto del

asunto de que se trate, de manera de aplicar las normas aplicables a esa inversión en

ese sector de la actividad económica, en ese lugar, en ese momento”.

Alegó que el artículo 301 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela, lo que prohíbe es el establecimiento de normas que consagren en favor de las

personas, empresas y demás organismos extranjeros, derechos mayores o regímenes


más beneficiosos que los que ya están establecidos en esos mismos tratados. “Es decir,

que supere los regímenes ya implantados en el mismo cuerpo normativo, lo que se

traduce que debe privar el principio primigenio internacional de la reciprocidad, pues la

intención más importante de los Estados al celebrar los convenios sobre inversiones, es

lograr la atracción de la inversión extranjera en sus territorios bajo la premisa de la

reciprocidad”.

Con relación a la supuesta violación por parte de los artículos 22 y 23 del Decreto

Ley de Promoción y Protección de Inversiones de los artículos 253 y 258 de la

Constitución, indicó que el arbitraje está admitido en nuestra legislación como medio

alternativo de justicia, por lo que mal podría afirmarse que existe la colisión en la que se

fundamentan los recurrentes.

 
V
ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN
 
Presentada la controversia en los términos descritos, pasa esta Sala a emitir su

decisión en atención a las consideraciones siguientes:

 
1.- De la impugnación del artículo 17 del Decreto Ley de Promoción y

Protección de Inversiones:

 
1.1.- De la supuesta violación al Principio de Legalidad Tributaria:

Tal como se señaló supra, la parte actora fundamenta su demanda de nulidad del

mencionado artículo, en el supuesto hecho de que dicha norma violenta el principio de la

legalidad tributaria, previsto en el artículo 317 constitucional, así como la reserva legal del

Poder Nacional prevista en el ordinal 1° del artículo 187 eiusdem.


Al respecto observa esta Sala que el artículo 17, cuya nulidad se solicita, es del

tenor siguiente:

Artículo 17: La República podrá celebrar contratos de


estabilidad jurídica, con el propósito de asegurar a la
inversión la estabilidad de algunas condiciones económicas
en el tiempo de vigencia de los mismos. Dichos contratos
serán celebrados, según el sector de actividad económica de
que se trate, por el Organismo Nacional Competente al que
corresponda la aplicación de las disposiciones contenidas en la
normativa comunitaria andina sobre capitales extranjeros y
podrán garantizar a la inversión uno o más de los siguientes
derechos:
1.- Estabilidad de los regímenes de los impuestos
nacionales vigentes al momento de celebrarse el contrato;
2.- Estabilidad de los regímenes de promoción de las
exportaciones;
3.- Estabilidad de uno o más beneficios o incentivos
específicos a los que hubiese acogido el inversionista o la
empresa en la cual se realice la inversión, según fuere el caso,
en virtud de los dispuesto en el artículo 15 del presente
Decreto-Ley.
Parágrafo Único: Los contratos que se refieran a la
estabilidad de regímenes de impuestos nacionales
requerirán de la opinión favorable del Servicio Nacional
Integrado de Administración Tributaria (SENIAT) y sólo
entrarán en vigor, previa autorización del Congreso de la
República”. (Resaltado de la Sala).
 

Por su parte, el artículo 317 de la Constitución dispone claramente, en su

extracto pertinente, lo siguiente:

 
Artículo 317: “No podrán cobrarse impuestos, tasas, ni
contribuciones que no estén establecidos en la ley, ni
concederse exenciones o rebajas, ni otras formas de incentivos
fiscales, sino en los casos previstos por las leyes. Ningún tributo
podrá tener efecto confiscatorio.”
 
Ahora bien, ese principio constitucional de la legalidad tributaria, contemplado al

más alto rango dentro del ordenamiento jurídico venezolano, encuentra su desarrollo en el

Código Orgánico Tributario. En efecto, el artículo 4 del Código en comento establece

textualmente lo siguiente:
Artículo 4: “Sólo a la ley corresponde regular con
sujeción a las normas generales de este Código, las siguientes
materias:
1.- Crear, modificar o suprimir tributos; definir el hecho
imponible, fijar la alícuota del tributo, la base de su cálculo e
indicar los sujetos pasivos del mismo;
2. Otorgar exenciones y rebajas de impuesto;
3.- Autorizar al Ejecutivo Nacional para conceder
exoneraciones y otros beneficios o incentivos fiscales; y
4.- Las demás materias que le sean remitidas por este
Código”.
 

Así, pues, se aprecia con claridad meridiana de las normas precedentemente

transcritas, que sólo a la ley le corresponde regular la creación, modificación o extinción

de los tributos; y es ese acto legislativo denominado ley, el único que puede y debe

indicar los elementos constitutivos –cuantitativos y cualitativos- de la relación jurídico

tributaria, estos son: sujeto activo (acreedor), sujeto pasivo (deudor), base de cálculo o

base imponible, alícuota impositiva y la materia imponible (sobre la cual recae el tributo,

verbigracia: la renta, una determinada actividad económica, patrimonio hereditario, etc).

Esto es lo que se ha dado en llamar el Principio de Legalidad Tributaria.

Ahora bien, de la lectura del artículo 17, objeto de la acción de nulidad que se

decide en el presente fallo, no se desprende, bajo ningún concepto, que se esté

arrebatando al Poder Legislativo Nacional la potestad de normar sobre la materia

tributaria. Efectivamente, de la lectura hecha a la norma bajo examen, no se evidencia

que la misma cree, modifique o extinga tributos, ni mucho menos regule o defina alguno

de los elementos constitutivos de la relación tributaria, elementos estos señalados en el

párrafo que antecede, circunstancia que resulta suficiente para que esta Sala deseche el

alegato esgrimido por la parte actora en relación a la supuesta violación al Principio de

Legalidad Tributaria, previsto en el artículo 317 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela y así se declara.


No obstante la declaratoria anterior, esta Sala estima pertinente hacer el

señalamiento siguiente: Resulta evidente que los contratos de estabilidad jurídica a que

se refiere el numeral 1 del artículo 17 del Decreto Ley de Promoción y Protección de

Inversiones, a saber, los contratos de estabilidad de los regímenes de impuestos

nacionales vigentes al momento de celebrarse el contrato, poseen una singular

importancia para el Estado venezolano, y es por tal razón que el legislador incorporó a

dicha norma, como requisitos concurrentes y esenciales para la eficacia de tales

contratos, la opinión favorable del Servicio Nacional Integrado de Administración

Tributaria y la autorización previa del Poder Legislativo Nacional.

Es importante recalcar que los requisitos en referencia no son ni alternativos, ni

facultativos de las partes contratantes, sino, por el contrario, deben darse ambos

concurrentemente, so pena de resultar ineficaz el contrato de estabilidad de régimen

impositivo.

Ahora bien, ese acto autorizatorio emanado de la Asamblea Nacional, al cual se

supedita la eficacia del aludido contrato, posee un eminente rango y fuerza de ley, toda

vez que el mismo nace como consecuencia de un proceso –constitucionalmente

establecido- de formación de las leyes, en tanto que, tal como lo señaló la representación

judicial de CONAPRI, supone una discusión y aprobación por parte de los miembros de

dicha Asamblea.

A tal efecto, se hace menester recordar que a tenor de lo dispuesto en el artículo

202 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, todo “acto sancionado

por la Asamblea Nacional como cuerpo legislador” debe ser entendido como ley. Así,

pues, no es el contenido del acto lo que determina su rango dentro del ordenamiento

jurídico, sino el procedimiento seguido para su promulgación y el órgano del cual emana.

Entendido lo anterior, se obtiene una evidente conclusión: El acto que emana del

Poder Legislativo Nacional, por medio del cual se autoriza la suscripción de los contratos
de estabilidad de los regímenes impositivos, vigentes al momento de la suscripción de los

mismos, se constituye en fuente de Derecho Tributario, de conformidad con la norma

contenida en el artículo 2 del Código Orgánico Tributario, el cual señala expresamente:

Artículo 2: Constituyen fuente del derecho tributario:


1. 1.      Las disposiciones constitucionales.
2. 2.      Los tratados, convenios o acuerdos internacionales celebrados por la
República.
3. 3.      Las leyes y los actos con fuerza de ley.
4. 4.      Las reglamentaciones y demás disposiciones de carácter general
establecidas por los órganos administrativos facultados para ello. (Resaltado
de la Sala).
 

Así las cosas, aunado al hecho de que, tal como se indicara supra, la norma

contenida en el artículo 17 impugnado no violenta el principio de legalidad tributaria por

cuanto el mismo no crea, extingue o modifica tributos, ni regula en forma alguna los

elementos constitutivos de la relación jurídico tributaria, debe tenerse en cuenta la

naturaleza jurídica del acto autorizatorio de los contratos de estabilidad de los regímenes

impositivos (acto con fuerza de ley) y en virtud de ello, se constituyen en fuente de

derecho tributario, de conformidad con el propio ordenamiento jurídico venezolano. En tal

sentido, todo contrato que garantice la estabilidad de un régimen impositivo, va a estar

necesariamente, a los fines de su eficacia, autorizado por un acto con fuerza de ley, lo

cual no significa que el contrato en cuestión pueda contener disposiciones o cláusulas

contractuales violatorias del ordenamiento jurídico, sino que, atendiendo a cada caso

concreto, siempre podrá revisarse si los mismos se encuentran cabalmente ajustados a

derecho, tanto su constitucionalidad como su legalidad.

Por otra parte, esta Sala estima pertinente señalar, tal como así lo aludieron tanto

la representación de CONAPRI como la representación de la República, que no es

correcto limitar el ámbito de aplicación de la norma contenida en el artículo 17 impugnado,

al campo tributario, como así lo interpreta la parte actora. En efecto, el Ejecutivo Nacional
podría garantizar a los inversionistas mediante los contratos de estabilidad jurídica, una

serie de beneficios o incentivos que escapan de la esfera fiscal, tales como destinar

recursos a la promoción de exportaciones a los fines de ubicar productos nacionales en el

exterior, o asumir formas contractuales como arrendamientos o comodatos mediante los

cuales se transfiriera el uso de propiedades inmobiliarias, en condiciones ventajosas, a

aquellos inversionistas que se dediquen a producir con la finalidad de exportar, contratos

éstos cuya constitucionalidad y legalidad podría ser perfectamente controlada por este

Supremo Tribunal de Justicia, los cuales, sin embargo, no requerirían de la opinión

favorable del Servicio Nacional Integrado de Administración Tributaria, ni de la

autorización del Poder Legislativo Nacional, por no ser subsumibles dentro del supuesto

de hecho previsto en el parágrafo único del tantas veces señalado artículo 17, es decir,

que siendo contratos de estabilidad jurídica, no son contratos que garantizan la

estabilidad de régimen impositivo alguno.

Por todas las razones que anteceden, debe declararse improcedente el alegato

expuesto por la parte actora, relativo a la supuesta violación de los artículos 317 y 187

numeral 1 constitucionales, por parte del artículo 17 del Decreto Ley de Promoción y

Protección de Inversiones. Así se decide.

 
1.2.- De la supuesta violación al Principio de la No Discriminación:

En su escrito libelar la parte actora argumentó textualmente lo siguiente:

“Por otra parte, una lectura cuidadosa del referido


artículo 17 del Decreto con fuerza de Ley lleva a la
interpretación de que los “contratos de estabilidad jurídica”
previstos en él están reservados en principio para los
capitales o inversionistas extranjeros, mientras que, según
pauta el parágrafo único de dicha norma, “los contratos que se
refieran a estabilidad de regímenes de impuestos nacionales,
requerirán la opinión favorable del Servicio Nacional Integrado
de Administración Tributaria (SENIAT) y sólo entrarán en vigor
previa autorización del Congreso de la República”. Los
contratos de estabilidad jurídica promovidos a favor de
inversionistas nacionales, por tanto, requerirán
autorización previa del supremo órgano legislativo y de la
administración tributaria. Por argumento a contrario, se
entiende que aquellos que celebren los inversionistas
extranjeros no están sometidos a tales requisitos, ya que en
materia de Derecho Público todas las obligaciones han de
estar taxativa y explícitamente expresadas por una norma
específica.
En virtud de ellos, habría dos regímenes: uno
aplicable a los extranjeros, que sólo requiere la celebración de
tales contratos por “la República”, y otro aplicable a los
nacionales, que requeriría además la autorización del supremo
órgano legislativo y de la administración tributaria.
Esta desigualdad discriminatoria, que impone
requisitos adicionales y más complejos a los
inversionistas venezolanos, colide abiertamente con el
artículo 301 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela...” (Resaltado de la Sala).
 

En base a las anteriores afirmaciones, expuestas por los accionantes, considera

esta Sala pertinente hacer el siguiente señalamiento:

En primer lugar, la parte actora evidencia con la redacción de su demanda, que

su pretensión se fundamenta en conjeturas o suposiciones, mas no en violaciones

concretas al Texto constitucional. En efecto, la frase “en principio los contratos de

estabilidad jurídica están reservados para capitales o inversionistas extranjeros”, resulta

claramente una conjetura que de ningún modo se desprende del texto de la norma

contenida en el artículo 17 del Decreto Ley de Promoción y Protección de Inversiones.

Más aún, de la lectura del artículo en comento se aprecia con suma claridad que

el mismo se refiere a la inversión, en término genérico, sin distingo de la procedencia o

nacionalidad del capital o persona que realice la inversión. Efectivamente, se observa que

el artículo 17 impugnado dispone en su extracto pertinente:

Artículo 17: La República podrá celebrar contratos de


estabilidad jurídica, con el propósito de asegurar a la
inversión la estabilidad de algunas condiciones económicas
en el tiempo de vigencia de los mismos. Dichos contratos
serán celebrados, según el sector de actividad económica de
que se trate, por el Organismo Nacional Competente al que
corresponda la aplicación de las disposiciones contenidas en la
normativa comunitaria andina sobre capitales extranjeros y
podrán garantizar a la inversión uno o más de los siguientes
derechos:...” (Resaltado de la Sala).
 

Así las cosas, se aprecia claramente que los demandantes en nulidad incurren en

el error de distinguir donde el legislador no lo ha hecho, de lo cual desprenden la errada

conclusión de limitar los contratos de estabilidad jurídica sólo a los capitales o

inversionistas extranjeros. En tal sentido y en atención al texto de la norma

precedentemente transcrita, resulta obvio para esta Sala que tanto inversionistas

venezolanos como extranjeros tienen igual derecho de suscribir contratos de estabilidad

jurídica, a los fines de que se les aseguren ciertas condiciones económicas durante el

lapso de vigencia de tales contratos.

Por otra parte, se hace menester aclarar que cuando el parágrafo único en

concordancia con el numeral 1 del tantas veces aludido artículo 17, se refieren a contratos

de estabilidad de regímenes de impuestos nacionales, no significa en modo alguno que

sólo los inversionistas nacionales estén sujetos al cumplimiento de los requisitos previstos

en la mencionada norma.

Dispone el comentado parágrafo único lo siguiente:

Parágrafo Único: “Los contratos que se refieran a la


estabilidad de regímenes de impuestos nacionales
requerirán de la opinión favorable del Servicio Nacional
Integrado de Administración Tributaria (SENIAT) y sólo
entrarán en vigor, previa autorización del Congreso de la
República”. (Resaltado de la Sala).
 

Es evidente el error de interpretación en el que incurren los demandantes, puesto

que de la norma bajo examen lo que se desprende es que los contratos suscritos tanto
por los inversionistas extranjeros como por los nacionales, que se refieran a la estabilidad

de regímenes de impuestos nacionales, deberán cumplir los requisitos especiales que la

norma prevé a los fines de su eficacia, entendiendo el término “impuestos nacionales” en

contraposición a los impuestos creados por los entes político-territoriales menores. No

puede entenderse, como así lo hacen los demandantes, a los impuestos nacionales como

aquéllos en los que los sujetos pasivos son sólo los contribuyentes nacionales, es decir,

no es correcto equiparar el carácter nacional del régimen impositivo con el carácter

nacional del contribuyente.

A modo meramente pedagógico, esta Sala estima necesario acotar que el

“régimen de impuestos nacionales” debe entenderse como el conjunto y sistematización

normativa relativa a la creación, organización, recaudación, administración y control de

impuestos que correspondan al Poder Nacional, de conformidad con lo preceptuado en el

ordinal 12 del artículo 156 de la vigente Constitución, así como aquellos impuestos, tasas

y rentas que no hayan sido atribuidos por la Constitución y las Leyes a los Estados y

Municipios.

Precisado lo anterior se hace enteramente lógico admitir que el ordenamiento

jurídico patrio no puede, bajo ningún concepto, establecer discriminaciones o

desigualdades fiscales en base a la nacionalidad de los contribuyentes y, menos aún, en

perjuicio de los venezolanos, todo ello a tenor de lo previsto en el artículo 301 de la Carta

Magna, el cual señala:

Artículo 301: “El Estado se reserva el uso de la política


comercial para defender las actividades económicas de las
empresas nacionales públicas y privadas. No se podrá otorgar
a personas, empresas u organismos extranjeros regímenes
más beneficiosos que los establecidos para los nacionales. La
inversión extranjera está sujeta a las mismas condiciones que
la inversión nacional.”
 
Es claro, pues, que en el caso sub judice –se reitera- no se está en presencia de

la discriminación o desigualdad alegada por la parte actora, sino que, por el contrario, la

norma impugnada es de un contenido perfectamente armónico con la parte in fine del

artículo constitucional, precedentemente transcrito, toda vez que de aquélla se desprende

que tanto nacionales como extranjeros están sujetos al cumplimiento de los requisitos

previstos en su parágrafo único cuando el contrato verse sobre la estabilidad de los

regímenes de impuestos nacionales, entendiendo tales regímenes en la forma precisada

supra.

Surge, igualmente, la importancia de analizar el sentido de la norma contenida

en el artículo 17 impugnado, esto es, la finalidad que la misma reviste dentro del

ordenamiento jurídico o el objetivo perseguido por el legislador al momento de

incorporarla en el denominado bloque de la legalidad. En tal sentido, cabe destacar que el

fin primario de los contratos de estabilidad jurídica previstos en la norma aludida, es la de

dar la mayor seguridad jurídica, tanto a los inversionistas extranjeros como a los

nacionales, y con ello garantizar una regulación de derecho determinada durante el

tiempo en que los contratos permanezcan en vigor.

Es obvio que la seguridad jurídica, como fin esencial de un Estado de Derecho y

de Justicia, es un “valor social” que beneficia a todos cuantos cohabitan en un

determinado territorio, en tanto permite saber con certeza las reglas que rigen todas las

actividades de los distintos elementos que constituyen el Estado. No puede haber

seguridad jurídica cuando las reglas en referencia no poseen una permanencia racional

en el tiempo.

En materia económica la seguridad jurídica posee especial importancia, puesto

que, como es sabido, los capitales –nacionales y extranjeros- sólo se asientan y

desarrollan en los estadios que aseguran esa permanencia de las reglas en períodos

racionales de tiempo. Por ello el Decreto Ley de Promoción y Protección de Inversiones,


tiene como objetivo primordial establecer un marco normativo estable que brinde

seguridad jurídica a la actividad económica, abierto a las inversiones extranjeras y

garantizando que tanto extranjeros como nacionales se regirán bajo las mismas

condiciones, tal como así lo prevé la Exposición de Motivos del Título VI “Del Sistema

Económico” de la Constitución vigente.

Establecido todo lo anterior, esta Sala se ve forzada a declarar la improcedencia

de lo alegado por la parte actora, en el sentido de la supuesta violación del Principio de la

No Discriminación, previsto en el artículo 301 de la Constitución, por parte del tantas

veces citado artículo 17 impugnado. Así se decide.

 
2.- De la impugnación de los artículos 22 y 23 del Decreto Ley de Promoción

y Protección de Inversiones:

Tal como se señaló en la primera parte de este fallo, los accionantes consideran

inconstitucionales los mencionados artículos, por cuanto estos –estiman- coliden con los

artículos 157 ordinal 31 (sic.) y 253 de la Carta Magna.

En criterio de la parte actora, el artículo 22 “intenta autorizar a los particulares

para que dejen de lado la aplicación de normas de derecho publico venezolanas, a favor

de órganos arbitrales, que como es sabido aplican libremente criterios de equidad, sin

atenerse necesariamente a las normas del derecho positivo”. Agregaron los demandantes

que el artículo 23 “también es inconstitucional por cuanto intenta autorizar asimismo que

se deje de lado la administración de justicia, obligada a la aplicación precisa de las

normas de derecho público, a favor del recurso ante “Tribunales Arbitrales”, que en su

condición de árbitros dejarían de lado las normas no negociables y soberanas de orden

público...”.

Visto que el fundamento por el cual se pretende la nulidad del artículo 22 del

Decreto Ley de Promoción y Protección de Inversiones, es el mismo que para el artículo


23 ejusdem, esta Sala estima apropiado el análisis conjunto de tales impugnaciones en

este mismo capítulo y al efecto observa:

Señala expresamente el artículo 22 impugnado:

 
Artículo 22: “Las controversias que surjan entre un
inversionista internacional, cuyo país de origen tenga vigente
con Venezuela un tratado o acuerdo sobre promoción y
protección de inversiones, o las controversias respecto a las
cuales sean aplicables las disposiciones del convenio
Constitutivo del Organismo Multilateral de Garantía de
Inversiones (OMGI-MIGA) o del convenio sobre Arreglo de
Diferencias Relativas a Inversiones entre Estados y Nacionales
de Otros Estados (CIADI), serán sometidas al arbitraje
internacional en los términos del respectivo Tratado o Acuerdo,
si así éste lo establece, sin perjuicio de la posibilidad de hacer
uso, cuando proceda, de las vías contenciosas contempladas en
la legislación venezolana vigente”.
 
Por su parte, el artículo 23 ejusdem dispone:

 
Artículo 23: “Cualquier controversia que se suscite en
relación con la aplicación del presente Decreto-Ley, una vez
agotada la vía administrativa por el inversionista, podrá ser
sometida a los Tribunales Nacionales o a los Tribunales
Arbitrales venezolanos, a su elección”.
 
A juicio de esta Sala Constitucional, los demandantes incurren en el error de

considerar que en virtud de las normas impugnadas, precedentemente transcritas, se

intenta hacer una autorización para dejar de lado normas de derecho público a favor de

órganos arbitrales, arrebatando de tal forma a los tribunales nacionales, la potestad de

decidir las eventuales controversias que pudieran surgir con ocasión de la aplicación del

Decreto Ley de Promoción y Protección de Inversiones. En efecto, estima esta Sala que la

anterior aseveración constituye un error por cuanto es la propia Carta Fundamental la que

incorpora los medios alternativos de justicia, dentro de los cuales obviamente se ubica el

arbitraje, al sistema de justicia.


Al respecto, se observa que las normas constitucionales pretendidamente

conculcadas, son del tenor siguiente:

Artículo 156: “Es de la competencia del Poder Público


Nacional:
31. La organización y administración nacional de la
justicia, del Ministerio Público y de la Defensoría del Pueblo”.
 
Artículo 253: “La potestad de administrar justicia emana
de los ciudadanos y ciudadanas y se imparte en nombre de la
República y por autoridad de la ley.
Corresponde a los órganos del Poder Judicial conocer
de las causas y asuntos de su competencia mediante los
procedimientos que determinen las leyes, y ejecutar y hacer
ejecutar sus sentencias.
El sistema de justicia está constituido por el Tribunal
Supremo de Justicia, los demás tribunales que determine la ley,
el Ministerio Público, la Defensoría Pública, los órganos de
investigación penal, los o las auxiliares y funcionarios o
funcionarias de justicia, el sistema penitenciario, los medios
alternativos de justicia, los ciudadanos o ciudadanas que
participen en la administración de justicia conforme a la ley y los
abogados autorizados o abogadas autorizadas para el ejercicio.”
(Resaltado de la Sala).
 
Llama la atención de esta Sala que los demandantes en nulidad no hayan

advertido, de la norma constitucional que invocan como violentada, que los medios

alternativos de justicia también forman parte del sistema de justicia venezolano y que la

transcripción hecha en su escrito libelar del citado artículo 253 no contenga el último

aparte de dicha norma.

Ahora bien, no obstante esa inadvertencia por parte de la parte actora –que la

Sala presume como error involuntario- se hace necesario analizar los artículos

impugnados, arriba transcritos, a la luz de las normas contenidas en los artículos 253 y

258 de la Carta Fundamental, debido a que son estas últimas las que de una manera

acertada y armónica reconocen e incorporan los medios alternativos de conflictos, como

parte integrante del sistema de justicia patrio y, aunado a ello, establece una directriz a los
órganos legislativos a los fines de que éstos promuevan al arbitraje, conciliación,

mediación y demás vías alternativas para solucionar las controversias.

En efecto, el artículo 258 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela, en forma categórica expresa:

Artículo 258: “La ley organizará la justicia de paz en las


comunidades. Los jueces o juezas de paz serán elegidos o
elegidas por votación universal, directa y secreta, conforme a la
ley.
La ley promoverá el arbitraje, la conciliación, la
mediación y cualesquiera otros medios alternativos para la
solución de conflictos”. (Resaltado de la Sala).
 

Se observa que la ley, en este caso un acto con rango y fuerza de tal, promovió y

desarrolló el mandato constitucional en referencia, al establecer el arbitraje como parte

integrante de los mecanismos de solución de controversias que surjan entre un

inversionista internacional, cuyo país de origen tenga vigente con Venezuela un tratado o

acuerdo sobre promoción y protección de inversiones, o las controversias respecto a las

cuales sean aplicables las disposiciones del convenio Constitutivo del Organismo

Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI-MIGA) o del Convenio sobre Arreglo de

Diferencias Relativas a Inversiones entre Estados y Nacionales de Otros Estados (CIADI).

Debe dejarse claro que de conformidad con la propia norma impugnada, queda abierta la

posibilidad de utilizar las vías contenciosas contempladas en la legislación venezolana

vigente, cuando surja la eventual controversia y tales vías sean procedentes.

Estima esta Sala que con la previsión del arbitraje en los términos desarrollados

en la normativa impugnada, no se violenta la soberana potestad de los tribunales

nacionales para administrar justicia, tal como lo afirma la parte actora, sino que,

efectivamente –se reitera- se desarrollan las normas programáticas arriba señaladas,

contenidas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.


Es acertada la afirmación esgrimida por la representación de CONAPRI, en el

sentido de que los recurrentes incurren en el error de considerar que “por acuerdo de

particulares” se deja de lado la administración de justicia venezolana, toda vez que las

controversias que pudieran presentarse, no surgirían en ningún momento entre

particulares, sino entre el inversionista internacional y el país receptor de la inversión, es

decir, la República Bolivariana de Venezuela, controversias éstas que no necesariamente

versarán sobre cuestiones de interés público o afectarán el orden público, casos en los

cuales sí sería procedente la aplicación de las vías contenciosas vigentes en nuestro

ordenamiento jurídico, ello de conformidad con la propia normativa cuya impugnación se

solicita, lo cual, además, se fundamenta constitucionalmente en el artículo 151 de la Carta

Magna, que expresamente señala:

 
Artículo 151: “En los contratos de interés público, si no
fuere improcedente de acuerdo con la naturaleza de los
mismos, se considerará incorporada, aún cuando no estuviere
expresa, una cláusula según la cual las dudas y controversias
que pudieran suscitarse sobre dichos contratos y que no
llegaren a ser resueltas amigablemente por las partes
contratantes, serán decididas por los tribunales competentes de
la República, de conformidad con sus leyes, sin que por ningún
motivo ni causa puedan dar origen a reclamaciones
extranjeras”.
 
Así las cosas, de la lectura de la normativa constitucional bajo examen se

evidencia que, tal como lo señaló la representación judicial de la República en su escrito

de informes, el arbitraje –nacional e internacional- está admitido en nuestra legislación

como parte integrante del sistema de justicia. Es por ello que la solución arbitral de

controversias, prevista en los artículos 22 y 23 impugnados, no colide en forma alguna

con el Texto Fundamental.


En razón de todo lo anterior, resulta improcedente la pretensión de la parte actora

de ser declarados inconstitucionales los citados artículos 22 y 23 del Decreto Ley de

Promoción y Protección de Inversiones. Así se decide.

VI
DECISIÓN

Por las consideraciones anteriormente expuestas, esta Sala,


administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
declara SIN LUGAR la acción de nulidad interpuesta en fecha 27 de abril de
2000, por los ciudadanos FERMÍN TORO JIMÉNEZ y LUIS BRITTO GARCÍA,
inscritos en el inpreabogado bajo los Nros. 2.546 y 2.305, respectivamente,
contra los artículos 17, 22 y 23 del Decreto con rango y fuerza de Ley de
Promoción y Protección de Inversiones, dictado por el ciudadano Presidente
de la República y publicado en Gaceta Oficial N° 5.390, Extraordinario, de
fecha 22 de octubre de 1999.
Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala


Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas a los 14 días
del mes de FEBRERO del año 2001. Años: 190° de la Independencia y 141°
de la Federación.
El Presidente,
 
IVÁN RINCÓN URDANETA

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: Iván Rincón Urdaneta

Mediante escrito presentado ante esta Sala en fecha 6 de junio de


2000, los abogados Marvel Martínez Romero y Carmelo de Grazia Suárez,
inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números
47.906 y 62.667, respectivamente, actuando en su carácter de apoderados
judiciales del GOBERNADOR DEL ESTADO TRUJILLO, ciudadano Hilario
Jesús Sequera Mazzey, solicitaron que mediante “control preventivo de
constitucionalidad” sobre el Proyecto de Ley de Reforma Parcial de la Ley
Especial de Conservación, Administración y Aprovechamiento de la Vialidad
del Estado Trujillo, se resuelva la controversia constitucional suscitada
entre la Comisión Legislativa del Estado Trujillo y el ciudadano Gobernador
de esa entidad.
En esa misma fecha se dio cuenta en Sala del presente expediente y se designó
ponente al Magistrado Iván Rincón Urdaneta, que con tal carácter suscribe el presente fallo.
El 13 de junio de 2000, el ciudadano Armando Contreras Díaz, actuando en su carácter de
Presidente de la Comisión Legislativa del Estado Trujillo, asistido por la abogada Juana
Araujo de Calles, inscrita en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo el número
19.755, rechazó las violaciones constitucionales imputadas por el Gobernador del Estado al
proyecto de Ley, consignó una serie de recaudos como la exposición de motivos de dicho
proyecto de Ley, así como una lista de ciudadanos habitantes del Estado Trujillo que
expresan el irrespeto a sus derechos constitucionales por las concesiones de vías otorgadas
por el Ejecutivo Regional y solicitan que esta Sala declare sin lugar la solicitud antes
referida y ordene la promulgación del proyecto de Ley.

En fechas 20 y 22 de junio de 2000, el Presidente de la Comisión Legislativa del


Estado Trujillo acudió a esta Sala Constitucional a los fines de acompañar al presente
expediente una lista de ciudadanos habitantes de ese Estado, opuestos a la creación de
peajes en el sistema vial del mismo y un informe elaborado por expertos de la Dirección
Estadal Trujillo del Ministerio de Transporte y Comunicaciones.

I
FUNDAMENTOS DEL CONTROL PREVENTIVO DE
CONSTITUCIONALIDAD
Los apoderados judiciales del Gobernador del Estado Trujillo,
solicitan el control preventivo de constitucionalidad del Proyecto de Ley de
Reforma Parcial de la Ley Estadal Especial de Conservación, Administración
y Aprovechamiento de la Vialidad del Estado Trujillo, de conformidad con lo
previsto en los artículos 266 numeral 1, 334 y 335 en sus numerales 2 y 9 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el artículo 67 de
la Constitución del Estado Trujillo, con base a las siguientes
consideraciones:
Narran los recurrentes que el proyecto de Ley de Reforma Parcial de
la Ley Estadal Especial de Conservación, Administración y
Aprovechamiento de la Vialidad del Estado Trujillo, en lo adelante proyecto
de Ley, pretende desarrollar el contenido del artículo 50 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, normativa que además de
consagrar el derecho al libre tránsito, dispone que “...En caso de concesión
de vías, la ley establecerá los supuestos en que debe garantizarse el uso de
una vía alterna...”.
Que mediante oficio de fecha 18 de mayo de 2000, la Comisión
Legislativa del Estado Trujillo remitió el proyecto de Ley, al ciudadano
Gobernador a los fines de su promulgación, ejecútese y publicación en
Gaceta Oficial.
Que el Gobernador del Estado Trujillo, luego de haber analizado el
contenido del Proyecto de Ley Estadal, lo devolvió a la Comisión Legislativa
de ese Estado mediante oficio número 030 de fecha 29 de mayo de 2000,
solicitando “formalmente el levantamiento de su sanción, por considerarlo
violatorio a diversas disposiciones constitucionales”, todo ello en ejercicio
de la facultad que le otorga el artículo 67 de la Constitución del Estado
Trujillo.
Que el 1º de junio de 2000, la Comisión Legislativa del Estado Trujillo
informó al ciudadano Gobernador de ese Estado que “había decidido
mantener el texto original del PROYECTO DE LEY ESTADAL, requiriéndole
su promulgación”.
Que dentro de los vicios de inconstitucionalidad del proyecto de Ley
se encuentra en primer lugar el vicio de usurpación de funciones en que
incurriera la Comisión Legislativa de ese Estado, al arrogarse funciones que
corresponden al Poder Legislativo Nacional, como lo es el desarrollo del
artículo 50 de la Constitución vigente.
Que el proyecto de Ley, al declarar nulos diversos contratos de
concesión, incurrió en usurpación de funciones que corresponden al Poder
Judicial, concretamente a la Sala Político Administrativo de este Máximo
Tribunal.
Que igualmente el proyecto de Ley viola la garantía de irretroactividad
consagrada en el artículo 24 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, al revocar unos contratos de concesión otorgados por el
Ejecutivo Estadal, antes de que “se exigiera legalmente la existencia de una
vía alterna como requisito para otorgar concesiones viales”.
Que en razón de que la solicitud de control preventivo de la
constitucionalidad no tiene previsto procedimiento alguno, esta Sala,
haciendo uso de la facultad conferida en el artículo 102 de la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia, establezca uno donde se le conceda la
oportunidad de exponer sus alegatos y defensas a la Comisión Legislativa
del Estado Trujillo.
Que existe una controversia constitucional entre dos órganos del
poder público, como lo son la Comisión Legislativa del Estado Trujillo, al
insistir en promulgar un proyecto de Ley devuelto por el Gobernador del
Estado, por encontrar serios vicios de inconstitucionalidad, y la negativa del
Gobernador de efectuar tal promulgación por considerarla inconstitucional.
 
II

ANALISIS DE LA SITUACION
Debe previamente esta Sala precisar el alcance del control preventivo
de la constitucionalidad de proyectos de leyes en nuestro ordenamiento
jurídico, para poder determinar la procedencia del mismo.
En tal sentido, esta Sala observa lo siguiente:
Con la entrada en vigencia de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, surgieron una serie de cambios en el
ordenamiento jurídico constitucional, entre ellos la creación de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, como máximo y último
intérprete de los valores, principios, derechos y garantías consagrados en el
Texto Fundamental, al punto de que sus decisiones son vinculantes para los
demás tribunales de la República, lo que propende a la uniformidad
jurisprudencial en materia de interpretación constitucional.
La propia Constitución atribuye el ejercicio de la jurisdicción
constitucional a la Sala Constitucional, tal como lo prevé el numeral 1 de su
artículo 266.
Dentro de las competencias atribuidas por el Texto Fundamental a la
Sala Constitucional, enmarcadas dentro del ejercicio de la jurisdicción
constitucional, se encuentran las enumeradas en su artículo 336, relativas al
control a posteriori de la constitucionalidad de leyes nacionales y demás
actos con rango de ley de la Asamblea Nacional, leyes estadales,
ordenanzas, actos con rango de ley dictados por el Ejecutivo Nacional, los
dictados por cualquier otro órgano estatal en ejercicio del Poder Público, los
decretos que declaren estados de excepción y sentencias definitivamente
firme dictadas por cualquier órgano jurisdiccional que colidan con algún
precepto constitucional o doctrina sentada por la Sala Constitucional o que
hayan ejercido el control difuso de la constitucionalidad de determinados
actos.
Pero el constituyente no se limitó a un control a posteriori de la
constitucionalidad de los actos antes mencionados, sino que consagró un
sistema amplio de protección de los derechos constitucionales, a la par de
las más modernas tendencias de la jurisdicción constitucional a nivel
mundial, dentro de las cuales se encuentra el control de omisiones
legislativas, la posibilidad de resolver colisiones de leyes con preceptos
constitucionales y de resolver conflictos de autoridades.
Adicionalmente, la Sala Constitucional tiene dentro de sus
competencias el control preventivo de la constitucionalidad de los tratados
internacionales, la cual es ejercida a instancia del Presidente de la República
o de la Asamblea Nacional; las de control preventivo de la
constitucionalidad de los proyectos de leyes nacionales, también a instancia
del Presidente de la República; y el control preventivo en cuanto al
pronunciamiento de la constitucionalidad del carácter orgánico de las leyes
calificadas como tales por la Asamblea Nacional.
Ahora bien, en el caso de autos se somete a conocimiento de esta
Sala una solicitud de control preventivo de un proyecto de ley estadal
denominado “Reforma Parcial de la Ley Especial de Conservación,
Administración y Aprovechamiento de la Vialidad del Estado Trujillo”,
ejercido por el Gobernador del Estado Trujillo, en ejercicio de la facultad que
le confiere el artículo 67 de la Constitución de ese Estado, que regula entre
otros aspectos el proceso de formación de las leyes de ese Estado.
Al respecto, cabe indicar que a juicio de esta Sala no existe duda
acerca de la existencia del control preventivo de proyectos de leyes
nacionales a instancia del Presidente de la República, medio cuyo
conocimiento está atribuido al Tribunal Supremo de Justicia en Sala
Constitucional por mandato del numeral 11 del artículo 336, en concordancia
con el último aparte del artículo 214 de la Constitución de 1999, es decir,
existe una norma constitucional expresa atributiva de competencia.
Sin embargo, para el caso del control preventivo de proyectos de
leyes estadales no existe disposición constitucional alguna o contenida en
alguna ley en sentido formal, que expresamente atribuya su conocimiento a
la Sala Constitucional, como sí ocurre expresamente en el caso de
proyectos de leyes nacionales, por mandato del artículo 214 del Texto
Fundamental.
En el presente caso lo que existe es una disposición consagrada en el
artículo 67 de la Constitución del Estado Trujillo que coincide con el
contenido del artículo 214 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, que faculta al Gobernador de ese Estado a solicitar ante la
suprimida Corte Suprema de Justicia, hoy Tribunal Supremo de Justicia, el
control preventivo de proyectos de leyes estadales cuando considere que el
texto o alguno de las disposiciones contenidas en él son inconstitucionales.
De lo anterior se infiere, que la norma atributiva de competencia de
esta Sala para conocer de la presente solicitud de control preventivo de la
constitucionalidad de un proyecto de ley dictado por la Comisión Legislativa
del Estado Trujillo, deriva del artículo 67 de la Constitución de ese Estado y
no de una disposición Constitucional o Ley en sentido formal, por lo que
esta Sala debe proceder a analizar si el numeral 11 del artículo 336 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el cual indica que
son atribuciones de la Sala Constitucional las demás que establezca la ley,
se refiere a ley en sentido formal o material, para poder concluir acerca de
su competencia para conocer o no de la presente solicitud.
Al respecto, cabe señalar que conforme a la exposición de motivos de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la Asamblea
Nacional Constituyente consideró excluir a toda persona distinta al
Presidente de la República del ejercicio del control preventivo de los
proyectos de leyes, ya que se consideró que con posterioridad a su
promulgación, cualquier ciudadano podía activar la jurisdicción
constitucional mediante la acción popular de nulidad por
inconstitucionalidad.
Otro aspecto que resulta contrario a la posición de aceptar la
existencia del control preventivo de la constitucionalidad de proyectos de
leyes estadales, es que la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela sólo lo consagra respecto a los proyectos de leyes nacionales
(artículo 214), respecto a los tratados internacionales (numeral 5, del artículo
336) y de las leyes orgánicas dictadas por la Asamblea Nacional (artículo
203).
En este sentido es menester señalar que la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, no prevé expresamente la existencia del control
preventivo de proyectos de leyes estadales.
Ahora bien, a juicio de esta Sala, cuando el numeral 11 del artículo 336
Constitucional utiliza la expresión “Las demás que establezcan ... y la Ley”,
se refiere en un principio a la Ley de la Jurisdicción Constitucional, la cual
aun no ha sido dictada, y en un segundo momento a disposiciones
contenidas en otras leyes de carácter formal, es decir, a las que hace
referencia el artículo 202 eiusdem.
Lo anterior es así, ya que es materia de reserva legal, lo referente a la
legislación sobre “organización y funcionamiento” de los órganos del Poder
Público Nacional, dentro de los cuales se encuentra el Tribunal Supremo de
Justicia como más alto Tribunal de la República y cabeza del sistema
judicial venezolano, tal como lo consagra el numeral 32 del artículo 156 del
Texto Fundamental, en concordancia con el ordinal 1º del artículo 187,
respecto a las competencias del Poder Legislativo para legislar sobre las
competencias del Poder Nacional.
De lo precedentemente expuesto, deriva que una Ley o Constitución
estadal, no puede atribuir competencias a esta Sala Constitucional mediante
la previsión de un medio de protección constitucional y la regulación de su
procedimiento, por ser materias de reserva legal (en sentido formal) lo
concerniente a la “organización y funcionamiento” del Tribunal Supremo de
Justicia como integrante del Poder Público Nacional, a tenor de lo previsto
en el numeral 32 del artículo 156 de la vigente Constitución.
Así las cosas, pretender que esta Sala conozca de un medio de control
o protección constitucional no consagrado en la propia Constitución o en
una ley en sentido formal, como ocurre en el presente caso donde la norma
atributiva de competencia para conocer de una solicitud de control
preventivo de constitucionalidad de un proyecto de ley estadal, está
contenida en el artículo 67 de la Constitución del Estado Trujillo, norma que
no puede considerarse ley de carácter nacional, sería incurrir en una
violación al principio constitucional de la reserva legal, motivo por el cual,
esta Sala, haciendo uso del control difuso de la Constitución consagrado en
el artículo 334 del Texto Fundamental, desaplica por inconstitucional el
referido artículo 67 de la Constitución del Estado Trujillo, sólo en lo referente
al establecimiento del control preventivo de la constitucionalidad de
proyectos de leyes estadales y su procedimiento, y en consecuencia
inadmisible la presente solicitud. Así se declara.

 
DECISIÓN
Por las razones precedentemente expuestas, esta Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, en nombre de la República por autoridad
de la Ley, declara:
1) 1)        DESAPLICA por inconstitucional el último aparte del artículo 67 de la
Constitución de Estado Trujillo, por violar el principio constitucional de la reserva
legal.

2) 2)        INADMISIBLE la solicitud de “control preventivo de constitucionalidad” sobre


el Proyecto de Ley de Reforma Parcial de la Ley Especial de Conservación,
Administración y Aprovechamiento de la Vialidad del Estado Trujillo, dictada por la
Comisión Legislativa de ese Estado, ejercida por los abogados Marvel Martínez
Romero y Carmelo de Grazia Suárez, actuando en su carácter de apoderados judiciales
del GOBERNADOR DEL ESTADO TRUJILLO, ciudadano Hilario Jesús Sequera
Mazzey.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Archívese el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala


Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a los 15 días del mes de
FEBRERO del año dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la
Federación.
El Presidente-Ponente,
 
Iván Rincón Urdaneta
El Vicepresidente,
 
Jesús Eduardo Cabrera Romero
 
Pedro Rondón Haaz
Magistrado
José Manuel Delgado Ocando
Magistrado
 
Antonio García García
Magistrado
 
El Secretario,
 
José Leonardo Requena
 
Exp. 00-1777
IRU.

SALA CONSTITUCIONAL
Magistrado - Ponente: JOSE M. DELGADO OCANDO

En fecha 1º de febrero de 2000, se recibió en esta Sala, proveniente de


la Sala de Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia, el expediente
contentivo de la acción de amparo constitucional, ejercida por el abogado
Ivor Ortega Franco, inscrito en el Instituto de Previsión Social del Abogado
bajo el nº 7.228, actuando con el carácter de apoderado judicial de la
ciudadana MARIA AUXILIADORA BISOGÑO, titular de la cédula de identidad
nº 3.533.496, contra el auto dictado el 27 de octubre de 1999 por el Juzgado
Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara, en virtud de la apelación ejercida
por la accionante de conformidad con lo establecido en el artículo 35 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
contra la sentencia dictada por el Juzgado Superior Primero en lo Civil,
Mercantil y de Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Lara en
fecha 25 de noviembre de 1999, que declaró inadmisible el amparo
interpuesto.

En esa misma fecha, se dio cuenta en Sala, designándose ponente al


Magistrado José Manuel Delgado Ocando, quien con tal carácter suscribe el
presente fallo.

Con base en los elementos que cursan en autos, y siendo la


oportunidad procesal para ello, se pasa a decidir la presente apelación de la
siguiente manera:

I
ANTECEDENTES DEL CASO
De las actas que conforman el presente expediente se desprenden los
siguientes antecedentes:

Que el 10 de marzo de 1998, el Juzgado Primero de Primera Instancia


en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado
Lara, admitió demanda por intimación de honorarios, presentada por la
abogada Milagros Corro en contra de la ciudadana María Auxiliadora
Bisogño.

Que los honorarios intimados fueron causados con motivo del


procedimiento de separación de bienes, ya culminado por desistimiento de
la referida ciudadana María Auxiliadora Bisogño.

Aduce el apoderado judicial de la accionante que los honorarios en


referencia fueron discriminados, por la ciudadana Milagros Corro en cuatro
renglones, reseñados en los literales A, B, C y D, representando el literal A la
suma de tres millones de bolívares (Bs. 3.000.000); y los literales B, C y D,
cada uno por un monto de ochenta mil bolívares (Bs. 80.000), para un total
de tres millones doscientos cuarenta mil bolívares (Bs. 3.240.000).

El 13 de julio de 1998, el antes mencionado Juzgado Primero de Primera


Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial
del Estado Lara, en la parte motiva de la sentencia consideró:

“…Procedente el cobro de honorarios por las partidas en el numeral


“b” en lo que respecta a la separación de bienes solamente, por
cuanto en la separación de cuerpos quedo comprobado de autos que
fue asistido por otro abogado, así como las ( sic )literales
distinguidas con “c” y “d” …”
 

Y en la parte dispositiva de la misma declaró:

“… Con Lugar el derecho al cobro de honorarios profesionales


intentado por la abogada MILAGRO CORRO contra la ciudadana
MARIA AUXILIADORA BISOGÑO, ya identificados, por los
razonamientos explanados supra en la parte superior de esta
sentencia ( sic )…”

La intimante apeló de la anterior decisión porque consideró que:

“… Le genera gravamen irreparable por cuanto el Juez a quo en la


parte motiva de la sentencia excluye del cobro de honorarios
profesionales ciertos ítems…”
 
Refiere la accionante que el recurso de apelación lo conoció el
Juzgado Superior en lo Civil y Contencioso Administrativo de la Región
Centro Occidental, el cual declaró el 11 de noviembre de 1998, sin lugar la
apelación, confirmando la parte dispositiva de la sentencia de primera
instancia; sostuvo el juzgador que tal dispositivo era generador de cosa
juzgada, por haberle otorgado todo lo solicitado a la intimante, por lo que
ésta no tenía derecho a apelar; que por tanto el juez a quo no ha debido oír
la apelación.

Así, devuelto el expediente al a quo la intimada desistió del derecho


de retasa y consignó el 9 de febrero de 1999, la cantidad de doscientos
cuarenta mil bolívares (Bs. 240.000), correspondientes a la suma de los
honorarios previstos en los literales B, C y D, y absteniéndose de consignar
los tres millones de bolívares correspondientes al literal A que se referían a
estudio del caso, redacción del libelo y asistencia para la introducción de la
demanda, actuaciones que fueron estimadas en Tres Millones de Bolívares (
3.000.000 Bs.) los cuales consideró el juzgador de la causa improcedentes
por cuanto no fueron probados en el juicio intimatorio, con base en las
actuaciones que las habrían causado.

La consignación mencionada la realizó la intimada con base en la


parte motiva de la sentencia de primera instancia, antes mencionada,
dictada el 13 de julio de 1998 por el Juzgado Primero de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado
Lara.

La parte intimada ratificó la consignación efectuada y la intimante por


su parte ratificó la diligencia suscrita, en la que solicitó se estableciese el
plazo para el pago de Tres Millones Doscientos Cuarenta Mil Bolívares (Bs.
3.240.000). correspondientes a la suma total de los honorarios profesionales.

El referido Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil


y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado Lara, ordenó la
ejecución del pago por la cantidad de Tres Millones de Bolívares (Bs.
3.000.000); en consecuencia, el abogado de la parte intimada, el 24 de
febrero de 1999, apeló de dicho auto, y el Juzgado Superior declaró con
lugar la apelación y en consecuencia nulo el auto, ordenando entonces
reponer la causa al estado en que se dictase un nuevo auto, pues según el
juzgador, el a quo no preservó la garantía del debido proceso al no fijar el
lapso para el cumplimiento voluntario.

Una vez devueltas las actuaciones al a quo, éste concedió cinco días
para el cumplimiento voluntario del pago, y en virtud de ello la intimada
nuevamente apeló de dicho auto.

En fecha 27 de octubre de 1999, el a quo dictó auto mediante el cual,


luego de realizar un recuento de la causa, se inhibió de seguir conociendo
de la misma por las opiniones expresadas en autos anteriores a éste, por lo
que ordenó la remisión del expediente al Juzgado Superior Distribuidor.

El 23 de noviembre de 1999, el apoderado judicial de la parte intimada,


la ciudadana María Auxiliadora Bisogño interpuso acción de amparo
constitucional, en contra del auto anterior, dictado el 27 de octubre de 1999,
por el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado Lara.

El Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y de Menores de la


misma Circunscripción Judicial, en fecha 25 de noviembre de 1999, declaró
inadmisible la acción de amparo constitucional interpuesta, y en fecha 26 de
noviembre de 1999, el apoderado judicial de la accionante ejerció recurso de
apelación en contra de dicha decisión.

En fecha 29 de noviembre de 1999, el Juzgado Superior Primero en lo


Civil, Mercantil y de Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Lara
mediante oficio nº 99-351, remitió el expediente a la extinta Corte Suprema
de Justicia, en virtud de la apelación interpuesta por la accionante -sin
fundamentación alguna- de conformidad con lo dispuesto en el artículo 35
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
La Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia en fecha
13 de enero de 2000 declinó el conocimiento de la presente causa en esta
Sala Constitucional.

II
DE LA ACCION DE AMPARO
En el confuso escrito contentivo de la acción de amparo
constitucional, la accionante señaló los siguientes fundamentos de hecho y
de derecho:

Luego de realizar una reseña de la causa, transcribir la sentencia de


primera instancia de fecha 13 de julio de 1998, dictada por el Juzgado
Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara, así como también el auto recurrido
dictado por dicho Juzgado en fecha 22 de octubre de 1999, y la sentencia de
segunda instancia dictada en fecha 11 de noviembre de 1998, por el Juzgado
Superior en lo Civil y Contencioso Administrativo de la Región Centro
Occidental, expresó lo siguiente:

“.. Ciudadano juez constitucional, es evidente que no es cierto que el


juez superior le haya ordenado al a quo, que condenara al intimado
al pago del rubro contenido en el literal “A” del libelo presentado por
la abogado Milagro J. Corro. Observará usted, que al declarar sin
lugar el juez superior, la apelación contra la decisión producida por el
juez Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito
del Estado Lara, de fecha 13 de julio de 1998, quedó confirmada
ésta, en el sentido que sólo tenia derecho la intimante al cobro de
honorarios profesionales de abogado, respecto de los literales “B”,
“C” y “D”, y violentando su competencia, arremete contra la cosa
juzgada material, y sobre lo ya decidido por ella, y pretende obligar a
esta parte al ilegalmente condenarla a pagar tres millones de
bolívares (Bs. 3.000.000), lo que no puede ser tolerado por ningún
concepto jurídico, fundamentando dicho auto, sólo en la arbitrariedad
del juzgador..”.

Luego, la accionante realizó un análisis doctrinario de qué se entiende


por cosa juzgada, y denunció la presunta violación de su derecho
constitucional previsto en el artículo 60 ordinal 8º de la Constitución de
1961, referido a la cosa juzgada, que consagra: “Nadie podrá ser sometido a
juicio por los mismos hechos en virtud de los cuales hubiere sido juzgado
anteriormente”. Por lo tanto, solicitó medida cautelar innominada a los fines
de que se suspendiesen los efectos del auto presuntamente lesivo del
prenombrado derecho constitucional, así como también, solicitó que se le
decida el amparo y declare la nulidad del auto recurrido.

III
DE LA COMPETENCIA
 
Esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia considera
necesario reiterar, a los fines de pronunciarse sobre la competencia para el
conocimiento de la presente apelación, que en sentencia de fecha 20 de
enero del presente año (caso: Emery Mata y Domingo Gustavo Ramírez
Monja), a este Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitucional,
corresponde conocer de las apelaciones y consultas sobre las sentencias de
los Juzgados o Tribunales Superiores, de la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal, cuando
ellos conozcan la acción de amparo en primera instancia.

Observa esta Sala que, en el presente caso, la sentencia apelada ha


sido dictada por el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y de
Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Lara, actuando como
tribunal de primera instancia, razón por la cual esta Sala resulta competente
para conocer de la presente apelación, y así se declara.

IV
DE LA SENTENCIA APELADA

El 25 de noviembre de 1999, el Juzgado Superior Primero en lo Civil,


Mercantil y de Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Lara
decidió, en primera instancia, la acción de amparo constitucional ejercida
por la ciudadana María Auxiliadora Bisogño, representada judicialmente por
el abogado Ivor Ortega Franco, contra el auto dictado el 27 de octubre de
1999, por el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado Lara.

El referido Juzgado Superior declaró inadmisible la acción de amparo,


con base en las siguientes razones de hecho y de derecho:

Luego de transcribir el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre


Derechos y Garantías Constitucionales, señaló que son dos los requisitos
fundamentales, para que proceda la acción de amparo contra decisión
judicial y al respecto expresó lo siguiente:

“… 1.- Que el Tribunal recurrido tome una decisión actuando fuera


de su competencia, entendida ésta, no en el sentido procesal
estricto, tomando en cuenta el territorio, cuantía o materia, sino más
bien que lo haya tomado con evidente abuso o desviación de poder o
en violación flagrante de derechos constitucionales, como el de la
defensa por ejemplo.
2.- Que tal decisión lesione directamente un derecho constitucional
del accionante en amparo…”.

Después de transcribir el auto recurrido, expuso lo siguiente:


 
“…Al analizar dicho auto observamos que se trata de una inhibición
de la Juez en la etapa de ejecución de sentencia, por haber emitido
opinión en autos anteriores al recurrido en amparo, sobre el objeto
de la ejecución, inhibición que por cierto ya fue declarada con lugar
en este Juzgado Superior, expediente No. 7094, por lo que ya perdió
la juzgadora de Primera Instancia competencia para seguir
conociendo de la mencionada ejecución. La inhibición es una
facultad concedida a los jueces, que ejercida por causa legal no
puede considerarse tomada fuera de las competencias del Juez, y al
no lesionar ningún derecho constitucional de los particulares, no
puede ser objeto del recurso de amparo. En todo caso, las opiniones
vertidas en el auto que contiene la inhibición, declarada ya con lugar,
no pasan de ser el criterio de la Juez inhibida, quien por haber
perdido competencia para la resolución de lo controvertido no podrá
influir en la decisión del Juez a quien le corresponda conocer. Por
tanto no existiendo en el presente caso la denuncia de una violación
expresa y directa de un derecho constitucional del agraviante por
parte de la Juez recurrida en amparo, el mismo es inadmisible…”.
 
 

V
MOTIVACION PARA DECIDIR
 
La accionante denunció en el libelo contentivo de la acción de amparo
interpuesta, la presunta violación del derecho constitucional previsto en el
ordinal 8º del artículo 60 de la Constitución de 1961, referido a la cosa
juzgada, por parte del auto dictado el 27 de octubre de 1999, por el Juzgado
Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara. Tal violación se debió a que en el
auto recurrido, según la accionante, el referido Juzgado le ordenó cumplir el
pago del literal “A” de los honorarios profesionales descritos en los
antecedentes.

Constata esta Sala, que corre inserta a los folios 24 y 25, copia simple
del auto recurrido, dictado el 22 de octubre de 1999, por el referido Juzgado
Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara y éste se refiere a la inhibición de la
ciudadana juez titular del antes identificado Juzgado de Primera instancia
para seguir conociendo de la causa, debido a las opiniones expresadas por
ella en autos anteriores, quien luego de realizar un recuento de la causa
estableció lo siguiente:

"…En este sentido quien se inhibe en este juicio considera haberse


pronunciado sobre lo que debe versar el cumplimiento voluntario o el
forzoso y como quiera que este auto debe ser nuevamente dictado,
en aras de mantener la igualdad de las partes, esta juzgadora
mantiene su decisión de no continuar conociendo de esta causa por
las razones expresadas, que en todo caso no perjudica a alguna de
las partes toda vez que como lo expresa el artículo 93 del Código de
Procedimiento Civil estos trámites no paralizan el curso de la causa;
y en cuanto a la reseña por la parte actora de no haberlo hecho
antes, esta juzgadora advierte que no es sino cuando se pide el
nuevo procedimiento al folio 100 vto. en fecha 20-10-99 cuando
surge la situación de haber ya emitido opinión... "
Así mismo, el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y de
Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Lara mediante sentencia
dictada el 25 de noviembre de 1999, declaró inadmisible la acción de
amparo, con fundamento en que la misma no llenaba los requisitos de
procedencia previstos en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, por cuanto el auto recurrido sólo
contenía la inhibición de la titular del Juzgado de seguir conociendo de la
causa. También señaló el referido Juzgado Superior que conoció de la
inhibición de la ciudadana Juez, al declararla con lugar, que la juzgadora de
Primera Instancia había perdido la competencia para seguir conociendo de
dicho juicio.

En vista de lo anteriormente expuesto, estima la Sala que, al tratarse el


auto recurrido de la inhibición de la juez para seguir conociendo de la causa,
dicha Juez no actúo fuera del ámbito de su competencia, como bien lo
señaló el a quo, ni se extralimitó en el ejercicio de sus funciones, sino que
actuó conforme a lo dispuesto en el artículo 84 del Código de
Procedimiento Civil

La inhibición es un deber jurídico impuesto por la ley al funcionario


judicial de separarse del conocimiento de una causa, en virtud de
encontrarse en una especial vinculación con las partes, con el objeto del
proceso o con otro órgano concurrente en la misma causa, calificada por la
ley como causal de recusación y, por ser un deber procesal, el artículo 84
del Código de Procedimiento Civil dispone que si el funcionario retarda esa
declaratoria a sabiendas de que está incurso en el impedimento, deberá
responder de los daños que con su intervención haya causado a la parte
que resulte afectada y está sujeto también a multa, por retardo en el
cumplimiento de este deber .

En este sentido, la representación judicial de la accionante le atribuyó


al auto recurrido antes transcrito, dictado el 22 de octubre de 1999, por el
Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de
la Circunscripción Judicial del Estado Lara, contentivo de la inhibición de la
ciudadana Juez, consecuencias o resultados impertinentes, que no
pretendía ni tenía el auto, pues no es cierto que en él se haya ordenado el
pago de los conceptos referidos en el literal “A” de la relación de honorarios
profesionales. Y aun en el caso de que se hubiere impartido tal orden, la
misma no tendría efecto alguno frente a las partes, puesto que la Ciudadana
Juez no podía válidamente, en el mismo auto, inhibirse para seguir
conociendo de la causa, y, a la vez, ordenar el pago de los referidos
honorarios; por lo que la Sala considera que no se le violó al accionante el
derecho constitucional previsto en el ordinal 8º del artículo 60 de la
Constitución de 1961, referido a la cosa juzgada.

Por tanto, la conducta asumida por la sentenciadora del Juzgado


Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara, al inhibirse en dicha causa, no se
subsume dentro del supuesto de hecho contemplado en el artículo 4 de la
Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales, ya
que no actuó fuera de su competencia, ni usurpando funciones.

 
Reitera esta Sala que ciertamente todas las personas llamadas a un
proceso, o que de alguna otra manera intervengan en el mismo en la
condición de partes, gozan del derecho y garantía constitucional a la tutela
jurisdiccional efectiva, en el sentido de tener igual acceso a la jurisdicción
para su defensa, a que se respete el debido proceso, a que la controversia
sea resuelta en un plazo razonable y a que una vez dictada sentencia
motivada, la misma se ejecute a los fines de que se verifique la efectividad
de sus pronunciamientos. Sin embargo, en el caso de autos, la Sala estima
que resulta por demás claro que no incurrió la sentenciadora del Juzgado
Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara, en violación de garantía
constitucional alguna, y así se declara.
 
Advierte esta Sala la manifiesta carencia de fundamentación de la
presente acción de amparo interpuesta, ya que, como se ha dejado señalado
supra, al inhibirse, la sentenciadora cumplió con el deber que le impone la
ley en dicho juicio y es obvio que ningún perjuicio podría serle ocasionado a
las partes por esta forma de proceder.

Por lo tanto, se amonesta al apoderado judicial de la accionante


abogado Ivor Ortega Franco, inscrito en el Instituto de Previsión Social del
Abogado bajo el nº 7.228, de conformidad con lo establecido en el artículo 28
de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales

Siendo ello así, esta Sala Constitucional procede a CONFIRMAR la


decisión del Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y de Menores de
la Circunscripción Judicial del Estado Lara, de fecha 25 de noviembre de
1999, aunque por otras razones, ya que al observarse que el hecho acto u
omisión que se le atribuye al juez no se subsume dentro del supuesto de
hecho contemplado en el articulo 4 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, la acción de amparo interpuesta era
manifiestamente improcedente. Así se declara.

VI
DECISIÓN
 
Por las razones antes expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia,
en Sala Constitucional, administrando justicia en nombre de la República
por autoridad de la Ley, declara SIN LUGAR el recurso de apelación
interpuesto por la representación judicial de la accionante y, en
consecuencia CONFIRMA, la decisión del Juzgado Superior Primero en lo
Civil, Mercantil y de Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Lara, de
fecha 25 de noviembre de 1999, mediante la cual declaró inadmisible la
acción de amparo constitucional incoada por la ciudadana María
Auxiliadora Bisogño, titular de la cédula de identidad Nº 3.533.496,
representada judicialmente por el abogado Ivor Ortega Franco, inscrito en el
Instituto de Previsión Social del Abogado bajo el Nº 7.228, contra el auto
dictado por el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y
del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado Lara, en fecha 27 de
octubre de 1999, la cual se declara IMPROCEDENTE por las razones antes
expuestas

Publíquese, regístrese, y notifíquese. Remítase el expediente al


Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y de Menores de la
Circunscripción Judicial del Estado Lara a los fines legales consiguientes.
Cúmplase lo ordenado.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Audiencias de la Sala


Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a los 15 días del mes de
FEBRERO del año dos mil uno. Años 190° de la Independencia y 141° de la
Federación.

 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
 

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

Consta en autos que, el 20 de mayo de 1999, el

ciudadano MOHAMAD KAMVAR, titular de la cédula de

identidad Nº 13.287.687, en su carácter de Director de la

s o c i e d a d m er c a n t i l R e f r i g e r a c i ó n M a s t e r M e t r o p o l i t a n a , C . A .

( R e f r i m a s t e r ) , i n s c r i t a p o r a n t e e l R e g i s t r o M e r c a n t i l Pr i m e r o
de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado

M i r a n d a , b a j o e l N º 5 1 , T o m o 2 9 6 - A- P R O e l 2 3 d e o c t u b r e d e

1 9 9 6 , a s i s t i d o p or e l a b o g a d o M a n u e l O s w a l d o C h á v e z P é r e z ,

i n s c r i t o e n e l I n pr e a b o g a d o b a j o e l N º 6 5 . 7 7 0 , e j e r c i ó , a n t e l a

Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, amparo

constitucional contra la Dirección General Sectorial de

Calidad Ambiental del Ministerio del Ambiente y de los

Recursos Naturales Renovables, a causa de la presunta

violación de sus derechos a la igualdad y no discriminación,

petición y defensa, previstos en las disposiciones

contempladas en los artículos 61, 67 y 68, respectivamente, de

la Constitución de la República (derogada).

E l 2 0 d e a g o s t o d e 1 9 9 9 , l a C o r t e P r i m er a d e l o

C o n t e n c i o s o A d m i n i s t r a t i v o d e c l a r ó p ar c i a l m e n t e c o n l u g a r l a

pr e t e n s i ó n i n t e r p u e s t a .

El 22 octubre de 1999, el abogado Manuel Oswaldo

C h á v e z P ér e z , r e c u r r i ó e n a p e l a c i ó n c o n t r a l a s e n t e n c i a d e l

citado Tribunal.

Recibido el expediente de la causa en la Sala

P o l í t i c o - A d m i n i s t r a t i v a d e e s t e T r i b u n a l S u pr e m o d e J u s t i c i a ,
la misma declinó el conocimiento de dicha apelación en la

Sala Constitucional el 11 de mayo de 2000.

Recibido el expediente en la Sala se dio cuenta por

auto del 24 de mayo de 2000 y se designó ponente al

M a g i s t r a d o M o i s é s A . T r o c o n i s V i l l ar r e a l .

E n f e c h a 2 7 d e di c i e m b r e d e 2 0 0 0 s e r e c o n s t i t u y ó l a

Sala y se reasignó la ponencia al Magistrado Pedro Rondón

Haaz.

DE LA CAUSA

El 8 de junio de 1999 el tribunal de la causa admitió la


acción de amparo interpuesta, ordenó tramitarla conforme al
artículo 23 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales y declaró sin lugar la medida
cautelar solicitada.
El 22 de junio de 1999 tuvo lugar la audiencia

constitucional a la cual no asistió la parte accionada. Se dejó

constancia de que la parte actora consignó escrito de conclusiones.

El 20 de agosto de 1999 el tribunal de la causa declaró

parcialmente con lugar el amparo y el 26 de ese mismo mes y año la

accionante solicitó “la revisión del fallo definitivo”.

El 21 de octubre de 1999 la Corte Primera de lo

Contencioso Administrativo declaró improcedente la solicitud de

aclaratoria y, al día siguiente, la accionante apeló de dicha decisión.


Oída la apelación en un solo efecto se remitió el

expediente a la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de

Justicia.

II

DE LA PRETENSIÓN DEL RECURRENTE

1. Alega:

Que su representada, Refrimaster, fue creada el 23 de


octubre de 1996 y su objetivo principal es la
comercialización de gases y repuestos para refrigeración.
Que el 10 de noviembre de 1997 se dirigió a la Dirección
General Sectorial de Calidad Ambiental del Ministerio del
Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, a los fines
de solicitar su inscripción en el Registro de Productores,
Importadores y Exportadores de Sustancias Agotadoras de la
Capa de Ozono, así como la autorización para la
importación de dichas sustancias.
Que el 21 de noviembre de 1997 la administración le otorgó
el Nº 085 que lo acredita en dicho Registro de Productores
y, por consiguiente, a su decir, igualmente lo autoriza para
la importación de las mencionadas sustancias.
Que el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales
Renovables en una inspección realizada en la sede de
Refrimaster habría dejado constancia de que tal empresa
cuenta con la infraestructura necesaria y con los equipos
para realizar de forma segura el llenado y distribución de
los gases refrigerantes CFC12 y HCFC22.
Que en 1998 Refrimaster habría sido la mayor importadora
de refrigerantes del país y la única que habría cumplido con
las normas exigidas por el Ministerio competente para el
almacenamiento y distribución de refrigerantes.
Que el ciudadano Eugenio Cubeddu, en su carácter de
Director de Refrimaster, dirigió una carta a la Directora de
la Dirección de Calidad Ambiental y a la Directora de la
Dirección de Calidad del Aire en la cual presenta una serie
de inquietudes que, a su decir, no fueron atendidas.
Que, posteriormente, formalmente solicitó permiso de
importación para gases refrigerantes “GENETRON 12 Y 22”
para el primer semestre de 1999, solicitud que fue ratificada
posteriormente, pero no había recibido respuesta de tal
solicitud.
Que el Presidente de la República dictó Decreto Nº 3220
contentivo de las Normas para reducir el consumo de las
sustancias agotadoras de la capa de ozono cuyo artículo 9
excluiría a la presunta agraviada en forma discriminatoria.
Que el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales
Renovables habría otorgado oportunamente permiso de
importación del gas refrigerante CFC12 a las empresa
REFIQUIM e INTERFRIGO y no a Refrimaster, lo cual, en su
criterio, obedeció a intereses particulares e individuales.
Que el 20 de abril de 1999 se dirigió de nuevo al Ministerio
competente: "con el único propósito de que se pronunciara
en relación a la solicitud de importación hecha por su
representada el 8 de diciembre de 1998, sin haber obtenido
respuesta.
2. Denuncia:

L a v i o l a c i ó n d e l d er e c h o a l a n o d i s c r i m i n a c i ó n ,

pr e v i s t o e n l a d i s p o s i c i ó n c o n t e m p l a d a e n e l ar t í c u l o 6 1 d e l a

C o n s t i t u c i ó n d e l a R e p ú b l i c a ( d e r o g a d a ) , p or c u a n t o l a

pr e s u n t a a g r a v i a n t e h a b r í a c o n c e d i d o e l p er m i s o d e

i m p or t a c i ó n d e l g a s r ef r i g e r a n t e C F C 1 2 a d o s c o m p a ñ í a s y n o

a Refrimaster, quien habría formulado su solicitud pero fue

excluida "sin fundamento jurídico válido" del proceso de

o t or g a m i e n t o d e l p e r m i s o d e i m p or t a c i ó n d e d i c h o g a s .

L a v i o l a c i ó n d e l d er e c h o d e p e t i c i ó n , p r e v i s t o e n l a

disposición contemplada en el artículo 67 de la Constitución

de la República (derogada), por cuanto habría dirigido


múltiples solicitudes, incluyendo la del permiso de

i m p or t a c i ó n , s i n r e c i b i r l a d e b i d a r e s p u e s t a .

L a v i o l a c i ó n d e l d er e c h o a l a d e f e n s a , pr e v i s t o e n l a

disposición contemplada en el artículo 68 de la Constitución

d e l a R e p ú b l i c a ( d e r o g a d a ) , " ( l ) a v i o l a c i ó n e j er c i d a p or l a

agraviante, lo constituye pues, la circunstancia de no haber

dado a Refrimaster una respuesta oportuna a su solicitud, y de

h a b e r l o h e c h o , R e f r i m a s t e r p o dr í a h a b er e j e r c i d o s u d e r e c h o a

la defensa que en justicia le correspondía”·

3. Pide:

 
“(se) decrete la autorización para que (su) representada
Refrimaster, pueda importar el gas refrigerante CFC12, para el
primer y segundo semestre de 1999, por las cantidades ya
señaladas”
 
 
Asimismo, solicitó medida cautelar innominada, con base en
las previsiones contempladas en los artículos 585 y 588 del
Código de Procedimiento Civil, en el sentido de que se
expidiese el permiso de importación a Refrimaster
correspondiente al primer y segundo semestre de 1999, por
doscientas (200) toneladas de gas refrigerante de CFC12.
 

III

DE LA COMPETENCIA DE LA SALA

En sentencia de fecha 14-03-2000 (Expediente Nº

00-0581, Caso Elecentro y Cadela), esta Sala estableció lo

siguiente:
“Es competencia de la Sala Constitucional el
conocimiento de las acciones de amparo que se
ejerzan, por vía principal, contra las decisiones de
última instancia que dicte la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo.
Asimismo, es competencia de la Sala Constitucional el
conocimiento de las consultas y apelaciones que se ejerzan
contra las sentencias de la citada Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo, cuando ésta conozca, por vía
principal, de acciones de amparo en primera instancia”.
 

Visto que, en el caso de autos, el recurso de

apelación fue ejercido contra la sentencia dictada, en materia

de amparo constitucional, por la Corte Primera de lo

Contencioso-Administrativo, esta Sala se declara competente

p a r a c o n o c e r d e l r e c ur s o e n r ef e r e n c i a . A s í s e d e c i d e .

 
 
IV

DE LA SENTENCIA RECURRIDA EN APELACIÓN

El juez de la recurrida declaró parcialmente con lugar la

pretensión de amparo en los términos siguientes:

“Por las razones antes expuestas, esta Corte Primera de lo


Contencioso-Administrativo, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley, declara
PARCIALMENTE CON LUGAR la acción de amparo
constitucional ejercida por el ciudadano MOHAMAD
KAMVAR, (...), en consecuencia:
 
1. Se declara con lugar el derecho a obtener oportuna
respuesta respecto a la solicitud formulada por la parte accionante
en fecha 8 de diciembre de 1999. En consecuencia se ordena a la
Dirección General Sectorial de Calidad Ambiental del Ministerio
del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables dar respuesta
a esa solicitud, en un lapso de cinco (5) días hábiles contados a
partir de que conste en autos la notificación del presente
mandamiento.
 
2. 2.  Se declaran improcedentes las restantes solicitudes.
 

E n p r i m er l u g a r , l a r e c u r r i d a s e ñ a l ó q u e p o r c u a n t o

l a p a r t e a c c i o n a d a n o h a b í a pr e s e n t a d o e l i n f or m e a q u e a l u d e

e l a r t í c u l o 2 3 d e l a L e y O r g á n i c a d e A m p ar o s o b r e D e r e c h o s y

Garantías Constitucionales, los hechos incriminados se daban

p or a c e p t a d o s , p e r o , s e d e b í a e s t u d i a r s i t a l e s h e c h o s v i o l a b a n

las disposiciones constitucionales denunciadas.

Respecto a la pretensión de la accionante de que se

l e c o n c e d a e l p er m i s o d e i m p or t a c i ó n p a r a e l g a s r ef r i g e r a n t e

CFC12, señaló el tribunal de la causa que el amparo

c o n s t i t u c i o n a l t i e n e u n ef e c t o r e s t a b l e c e d o r y e l l o s u p o n e q u e

quien accione sea el titular del derecho que alega le ha sido

lesionado.

En el caso de autos, la parte accionante fundamentó

s u p r e t e n s i ó n e n e l r e gi s t r o q u e l e h a b í a s i d o o t o r g a d o , p e r o ,

n o o b s t a n t e , i n d i c ó l a r e c u r r i d a , l a i m p or t a c i ó n d e g a s e s

r ef r i g er a n t e s y a g o t a d o r e s d e l a c a p a d e o z o n o h a b í a s i d o

r e g ul a d a p o s t e r i or m e n t e p or e l D e c r e t o P r e s i d e n c i a l N º 3 . 2 2 0
del 13 de enero de 1999, por lo que había surgido una nueva

s i t u a c i ó n , e n e l m ar c o d e l a c u a l t e n d r í a q u e d i l u c i d a r s e e l

d e r e c h o q u e a l e g a b a e l a c c i o n a n t e , l o c u a l n o er a p r o c e d e n t e

mediante una acción de amparo, dado el carácter restablecedor

de ésta.

E n c u a n t o a l a d e n u n c i a d a v i o l a c i ó n a l d er e c h o d e

petición y a la oportuna respuesta, estimó la recurrida que

respecto a la solicitud formulada por la accionante el 3 de

septiembre de 1998, reiterada posteriormente, y para la fecha

de interposición de la acción, ya había transcurrido el lapso

d e s e i s ( 6) m e s e s p r e v i s t o e n e l n u m er a l 4 d e l ar t í c u l o 6 d e l a

L e y O r g á n i c a d e A m p ar o s o b r e D e r e c h o s y G a r a n t í a s

C o n s t i t u c i o n a l e s , p o r l o q u e d e c l a r ó i m pr o c e d e n t e l a

violación en cuanto a dicha solicitud.

Respecto a la solicitud de fecha 8 de diciembre de

1 9 9 8 d e i m p or t a c i ó n d e g a s e s r ef r i g e r a n t e s “ G e n e t r o n 1 2 y

22” constató la recurrida que no se había dado respuesta, por

l o q u e s e h a b í a pr o d u c i d o l a vi o l a c i ó n d e l d er e c h o a l a

o p or t u n a r e s p u e s t a d e n u n c i a d o p or l a p ar t e a c t o r a . P o r t a n t o ,

s e l e or d e n ó a l a D i r e c c i ó n G e n e r a l S e c t or i a l d e C a l i d a d d e l
Ambiente del Ministerio de los Recursos Naturales

Renovables dar respuesta a dicha solicitud.

E n c u a n t o a l a pr e t e n d i d a v i o l a c i ó n d e l d e r e c h o a l a

d e f e n s a b a s a d a e n l a f a l t a d e o p or t u n a r e s p u e s t a , c o n s i d e r ó e l

t r i b u n a l d e l a c a u s a q u e c o nf i g u r a d a l a v i o l a c i ó n d e é s t e ,

pr o c e d í a l a d e c l a r a t o r i a c o n l u g ar d e l a pr e t e n s i ó n d e

restablecimiento de aquél, a través de la orden de respuesta.

E n r e f er e n c i a a l a d e n u n c i a d e l d er e c h o a l a n o

d i s c r i m i n a c i ó n , s e ñ a l ó l a r e c ur r i d a q u e d e l o s e l e m e n t o s q u e

c u r s a b a n a l o s a u t o s n o er a p o s i b l e d e t e r m i n ar l a v i o l a c i ó n

denunciada.

MOTIVACIÓN PARA DECIDIR

Corresponde a la Sala decidir la presente apelación, a tal

fin observa lo siguiente:

La sentencia recurrida en apelación consideró que no

procedía la pretensión de la accionante, con fundamento en el carácter

restablecedor de la acción de amparo constitucional, pues mal podría

colocarse, al accionante en una situación jurídica de la cual no gozaba

con anterioridad; es decir la accionante solicita que se le otorgue un

permiso de importación de gases refrigerantes, cuando no existe


situación alguna que restablecer, toda vez que la accionante no llegó a

ser titular de dicho permiso de importación de gases.

En este sentido, la Sala debe señalar que la Constitución,

en el artículo 27, expresa que toda persona tiene derecho a ser

amparada por los tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y

garantías constitucionales, aun de aquellos inherentes a la persona

que no figuren expresamente en esta Constitución o en los

instrumentos internacionales sobre derechos humanos, lo cual

lógicamente supone que quien reclama la perturbación o violación de

un derecho constitucional sea previamente el titular del mismo, pues

la acción de amparo no puede convertirse en una vía judicial

constitutiva de derechos, sino protectora de los mismos. Así se

declara.

En el caso bajo análisis, debe señalarse que el

h e c h o d e q u e u n a d e t er m i n a d a e m pr e s a e s t é i n s c r i t a e n e l

R e g i s t r o d e P r o d u c t o r e s , I m p or t a d o r e s y E x p o r t a d or e s d e

S u s t a n c i a s A g o t a d o r a s d e l a C a p a d e O z o n o n o a u t or i z a p e r s e

l a i m p or t a c i ó n d e s u s t a n c i a s g a s e o s a s , t a l c o m o pr e t e n d e l a

accionante al sostener: “Cabe destacar, que con fecha 21 de

N o v i e m br e d e 1 . 9 9 7 , l a a d m i n i s t r a c i ó n O T O R G A a m i

r e pr e s e n t a d a e l n ú m e r o 0 8 5 , q u e l o a c r e d i t a e n e l R e g i s t r o d e

P r o d u c t o r e s , I m p o r t a d or e s y E x p o r t a d o r e s d e Su s t a n c i a s
Agotadoras de la Capa de Ozono y por consiguiente,

i g u al m e n t e , l o a u t o r i z a p a r a l a i m p o rt a c i ó n d e d i c h a s

sustancias”. (Resaltado del fallo). Cursa al folio 18 oficio Nº

8 4 3 d o n d e l a D i r e c t or a d e C a l i d a d A m b i e n t a l d e l M i n i s t e r i o

del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables,

efectivamente, le otorgó a la empresa Refrigeración Master

M e t r o p o l i t a n a , C . A . e l n ú m er o 0 8 5 e n e l m e n c i o n a d o

R e g i s t r o , p e r o e s t o t a l m e n t e f al s o q u e t a l h e c h o c o n s t i t u y a

d e r e c h o a l g u n o a f a v or d e d i c h a e m p r e s a p a r a i m p o r t ar

s u s t a n c i a s a g o t a d or a s d e l a c a p a d e o z o n o .

La Sala no acepta alegatos falsos como el analizado,

p u e s s e t r a t a d e u n a a f i r m a c i ó n q u e pr e t e n d e i n d u c i r e n er r or

al sentenciador y tal conducta es contraria a lo establecido en

el artículo 170 del Código de Procedimiento Civil que prevé

el deber de decir verdad de las partes, al expresar:

“ A r t í c u l o 1 7 0 . L a s p ar t e s , s u s a p o d e r a d o s y
abogados asistentes deben actuar en el proceso con
lealtad y probidad. En tal virtud, deberán:
 
1. 1.  Exponer los hechos de acuerdo a la verdad;
 
2 . 2 .   N o i n t er p o n e r p r e t e n s i o n e s n i a l e g a r d e f e n s a s ,
n i pr o m o v e r i n c i d e n t e s , c u a n d o t e n g a n c o n c i e n c i a
de su manifiesta falta de fundamentos;
 
3 . 3 .   N o pr o m o v e r p r u e b a s , ni r e a l i z a r , n i h a c e r
r e a l i z ar , a c t o s i n ú t i l e s o i n n e c e s a r i o s a l a d e f e n s a
del derecho que sostengan”
 

P or t a n t o , s e l e a d v i e r t e a l a p a r t e a c t o r a q u e d e b e

a b s t e n e r s e e n e l f u t ur o d e f o r m ul a r a l e g a t o s q u e n o s e

correspondan con la verdad. Así se decide.

En cuanto a la violación del derecho a la no

d i s c r i m i n a c i ó n , l a S a l a c o n c u e r d a c o n l a a pr e c i a c i ó n d e l a

r e c ur r i d a d e q u e l a p a r t e a c c i o n a n t e n o d e m o s t r ó q u e l a s o t r a s

e m pr e s a s r e s p e c t o d e l a s c u a l e s f u n d a m e n t a d i c h a v i o l a c i ó n ,

hayan recibido la autorización de importación y que todas se

encuentren en la misma situación de hecho.

En efecto, la jurisprudencia ha precisado que la

v i o l a c i ó n a l d e r e c h o a l a n o d i s c r i m i n a c i ó n s e c o n f i g ur a

cuando se trata de forma desigual a los iguales. En este caso

c o n c r e t o , t a l v i o l a c i ó n s e c o nf i g u r a r í a s i l a a c c i o n a n t e h u b i er a
pr o b a d o q u e a o t r a s e m p r e s a s , q u e e s t á n e n s u m i s m a

situación y que cumplan con todos los requisitos para solicitar

e l p e r m i s o p a r a l a i m p or t a c i ó n d e s u s t a n c i a s a g o t a d or a s d e l a

c a p a d e o z o n o , s e l e s h a y a o t o r g a d o t a l p e r m i s o a d i f er e n c i a

de ella.

Finalmente, respecto de las denuncias de violación

del derecho a obtener una oportuna respuesta, constató la

r e c ur r i d a q u e a l g u n a s d e l a s s o l i c i t u d e s h a br í a n s i d o

formuladas ante el presunto agraviante pasados seis meses

para la fecha de la interposición del amparo, razón por la que

tal omisión habría sido consentida por la accionante,

a p r e c i a c i ó n q u e c o m p a r t e l a S a l a , p u e s e l a r t í c u l o 6 , n u m er a l

4 , d e l a L e y Or g á n i c a d e A m p a r o s o b r e D e r e c h o s y G ar a n t í a s

Constitucionales establece que será inadmisible la acción de

amparo cuando hayan pasado más de seis meses desde la

consumación de la omisión que se alegue como violatoria de

derechos constitucionales. Así se decide.

S i n e m b ar g o , r e s p e c t o d e l a s o l i c i t u d q u e h a br í a

formulado la empresa accionante relativa a la importación de

g a s e s r ef r i g e r a n t e s “ G e n e t r ó n 1 2 y 2 2 ” l a D i r e c c i ó n G e n e r a l
S e c t or i a l d e C a l i d a d A m b i e n t a l d e l M i n i s t e r i o d e l o s R e c u r s o s

N a t u r a l e s R e n o v a b l e s n o s e h a b í a pr o n u n c i a d o , l o c u a l

c o n f i g u r a b a u n a vi o l a c i ó n a l d er e c h o d e p e t i c i ó n . P or t a n t o , l a

Corte Primera de lo Contencioso Administrativo declaró

parcialmente con lugar la acción de amparo interpuesta y, en

c o n s e c u e n c i a , o r d e n ó a l a p a r t e a c c i o n a d a d i er a r e s p u e s t a a l a

mencionada solicitud en un lapso de cinco días hábiles desde

la notificación de la sentencia, apreciación que, igualmente,

comparte la Sala. Así se decide.

Vistos los términos de la sentencia apelada, la Sala

encuentra que la misma se ajusta a derecho, por lo que debe

declarar sin lugar la apelación ejercida y confirmar el fallo

r e c ur r i d o . A s í s e d e c i d e .

VI

DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de
Justicia, en Sala Constitucional, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley, declara
PARCIALMENTE con lugar la demanda de amparo
interpuesta por la sociedad mercantil Refrigeración Master
Metropolitana, C.A. (Refrimaster), contra la Dirección
General Sectorial de Calidad Ambiental del Ministerio del
Ambiente y de los Recurso Naturales Renovables; y declara
SIN LUGAR la apelación ejercida contra la sentencia
dictada por la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, en fecha 20 de agosto de 1999, la cual se
CONFIRMA.
 
Publíquese, regístrese y devuélvase el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Sesiones de

l a S a l a C o n s t i t u c i o n a l d e l T r i b u n a l S u pr e m o d e J u s t i c i a ,

e n l a c i u d a d d e C a r a c a s , a l o s 2 0 d í a s d e l m e s d e FE B R E R O

del dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la

Federación.

El Presidente,

IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

JOSE MANUEL DELGADO OCANDO


Magistrado
 
ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA
Magistrado

 
PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ
Magistrado-Ponente
 
El Secretario,
 
 
JOSÉ LEONARDO REQUENA
CABELLO
 
 
EXP N° 1667
PRRH/fs/sn.-
 

SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO-PONENTE: JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
 
En fecha 8 de febrero de 2000, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, recibió de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, a los fines de la
regulación de competencia, el expediente contentivo de la acción de amparo constitucional
ejercida por el abogado Jesús Arenas Hernández, inscrito en el Inpreabogado bajo el Nº
29.666, en representación de Manuel Gutiérrez, José Hurtado, Héctor Farfán, Andrés
Malavé, Víctor Martínez y José Pérez, titulares de las cédulas de identidad Nºs 8.868.969,
8.890.031, 8.469.245, 6.922.103, 10.198.534, y 9.458.964 respectivamente, contra el
Consejo Universitario de la Universidad de Oriente.
 
En fecha 8 de febrero de 2000, se dio cuenta en Sala y se designó como ponente al
Magistrado que con tal carácter suscribe el presente fallo.
 
Efectuada la lectura del expediente se hacen las siguientes consideraciones:
 
I
 
ANTECEDENTES
 
El 29 de abril de 1999, el abogado Jesús Arenas Hernández, en representación de
Manuel Gutiérrez, José Hurtado, Héctor Farfán, Andrés Malavé, Víctor Martínez y José
Pérez, interpuso ante el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y
Agrario del Primer Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar, acción de
amparo constitucional contra acto del Consejo Universitario de la Universidad de Oriente,
que consta de Oficio CU- 0281 del 24 de marzo de 1999, por el cual dicho consejo negó la
solicitud de anulación de la decisión previa de suspensión de la matrícula y subsecuente
reinscripción de los mencionados accionantes, en la Escuela de Medicina, Núcleo Bolívar
de la citada Universidad, acto que según los accionantes les lesiona el derecho a la
educación, consagrado en el artículo 78 de la Constitución de la República de Venezuela de
1961, hoy derogada, en concordancia con los artículos 80 y 81 eiusdem, violación que, a
decir de los accionantes, se materializa en la indebida aplicación por el Consejo
Universitario de las Normas de Permanencia para los estudiantes que rigen en dicho centro
de estudios.
 
En fecha 20 de agosto de 1999, el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil, Agrario y del Tránsito del Primer Circuito de la Circunscripción Judicial
del Estado Bolívar después de haber admitido, el 5 de mayo de 1999, la acción de amparo y
tramitado el procedimiento, dictó sentencia en la que se declaró incompetente para conocer
de la acción de amparo.
 
Por oficio Nº 0025/00665/99, de fecha 7 de septiembre de 1999, el mismo Juzgado
Segundo de Primera Instancia, remitió al Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil,
del Tránsito, del Trabajo, de Menores y de lo Contencioso Administrativo del Segundo
Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar, el expediente de la causa “a fin
de que (dicho Juzgado) conozca de la presente causa” (Paréntesis de la Sala).
 
En fecha 13 de septiembre de 1999 dicho Juzgado Superior recibió expediente y
oficio, y por auto de fecha 15 de septiembre de 1999, declinó la competencia en la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo.
 
En fecha 7 de octubre de 1999, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,
ordenó la remisión del expediente a la Sala de Casación Civil de la extinta Corte Suprema
de Justicia, al considerarse, de oficio, “no competente” para decidir la regulación de
competencia que, a su criterio, es procedente.
 
En fecha 8 de febrero de 2000, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia recibió, a los fines de la regulación de competencia, el expediente respectivo, se dio
cuenta en esta Sala, y se designó como ponente al Magistrado que con tal carácter suscribe
el presente fallo.
 
II
DE LOS CONFLICTOS NEGATIVOS DE COMPETENCIA
 
En el presente caso, el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil,
Agrario y del Tránsito del Primer Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado
Bolívar, tribunal ante el que se interpuso la acción de amparo, mediante sentencia dictada el
20 de agosto de 1999, se declaró incompetente para conocer de la acción de amparo con
fundamento en que el conocimiento de la misma corresponde “como es de rigor” a un
tribunal con competencia en lo contencioso administrativo, “como lo ha planteado y
decidido la Corte Suprema de Justicia en múltiples ocasiones”, citando textualmente una
sentencia del 8 de marzo de 1995, y sin asentar ningún otro pronunciamiento ni indicar
cuál, a criterio del sentenciador, sería el tribunal competente, se limitó a remitir el
expediente por oficio 0025-00665-99 del 7 de septiembre de 1999, al Juzgado Superior
Primero en lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo, de Menores y de lo Contencioso
Administrativo del Segundo Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar.
 
A su vez, el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del
Trabajo, de Menores y de lo Contencioso Administrativo del Segundo Circuito de la
Circunscripción Judicial del Estado Bolívar, el 15 de septiembre de 1999, dictó auto por el
cual declinó la competencia para conocer de la acción de amparo en la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo, fundamentando su declinatoria en que los accionantes
interpusieron su solicitud en su carácter de alumnos de la Universidad de Oriente, Núcleo
Bolívar, denunciando la infracción de artículos de la Constitución de 1961, garantizadores
del derecho a la educación, presuntamente quebrantados por decisión del respectivo
Consejo Universitario, decisión que constituye acto administrativo, contra el cual se
acciona, y cita sentencia dictada por la extinta Corte Suprema de Justicia, el 12 de julio de
1994, conforme a la cual, en el caso de una acción de amparo interpuesta por estudiantes de
la Universidad José María Vargas, denunciando la infracción de normas constitucionales
que garantizan el derecho a la educación, presuntamente quebrantadas por un acto
administrativo emanado del respectivo Consejo Universitario, “según doctrina constante e
inveterada de esta Sala sobre los actos administrativos emitidos por estos entes, como
sobre los órganos jurisdiccionales competentes para revisarlos, que cuando se
interpongan recursos o acciones contra ellos … omissis … es competente la Corte Primera
en lo Contencioso Administrativo para conocer de las acciones contra actos
administrativos de las universidades…”.
 
En fecha 7 de octubre de 1999, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,
dictó auto por el cual, de oficio, se consideró incompetente para decidir la regulación de
competencia que, en criterio de dicha Corte, procede ante el doble conflicto negativo de
competencia planteado por dos tribunales distintos, fundamentando su decisión en el
criterio de que, en materia de amparo, por remisión del artículo 48 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, y en ausencia de regulación especial,
debe aplicarse el artículo 70 del Código de Procedimiento Civil y, en que, como en el caso
de autos no existe un tribunal superior común a los dos tribunales que sucesivamente
plantearon el conflicto negativo de competencia, corresponde la regulación de competencia
a la Corte Suprema de Justicia.
 
III
 
CONSIDERACIONES PREVIAS
 
En primer lugar, esta Sala pasa a pronunciarse acerca de su competencia para
conocer de la presente regulación de competencia en materia de amparo, y al respecto
observa, que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 266,
numeral 7, establece que es atribución del Tribunal Supremo de Justicia “Decidir los
conflictos de competencia entre tribunales, sean ordinarios o especiales, cuando no exista
otro tribunal común a ellos en el orden jerárquico” y así mismo que, en sentencias de
fechas 20 de enero de 2000, recaídas en los casos Emery Mata y Domingo Ramírez Monja,
al determinar la competencia para conocer de la acción de amparo a la luz de los principios
y preceptos consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, esta
Sala estableció que le corresponde a ella misma ejercer la jurisdicción constitucional en
sede del Tribunal Supremo de Justicia y que es ella la competente por la materia “para
conocer, según el caso, de las acciones de amparo constitucional propuestas conforme a la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales”.
 
Observa asimismo esta Sala que, de conformidad con el ordinal 21 del artículo 42
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y los artículos 70 y 71 del Código de
Procedimiento Civil, aplicables a este caso en ausencia de regulación especial en la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, ante el conflicto
negativo de competencia por razón de la materia sucesivamente planteado por dos
tribunales distintos, corresponderá al Tribunal Supremo de Justicia la regulación de
competencia “cuando no hubiere un tribunal superior común a ambos jueces”.
 
Apunta esta Sala que, tal como lo señaló la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, el 7 de octubre de 1999, en el presente caso, la regulación de competencia
se plantea por dos conflictos negativos de competencia sucesivamente planteados por dos
tribunales para conocer de una acción de amparo constitucional, y así mismo que, siendo el
primero de los tribunales que plantearon el conflicto negativo de competencia, el Juzgado
Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y Agrario del Primer Circuito de la
Circunscripción Judicial del Estado Bolívar y el segundo, el Juzgado Superior Primero en
lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo, de Menores y de lo Contencioso
Administrativo del Segundo Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar, no
existe tribunal superior común a ambos.
 
Atendiendo a lo expuesto de conformidad con el ordinal 7 del artículo 266 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en concordancia con el artículo 42
ordinal 21 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y 70 y 71 del Código de
Procedimiento Civil -aplicando el criterio establecido en las sentencias citadas “supra”-,
esta Sala resulta competente para conocer de la presente regulación de competencia y así se
declara.
 
IV
 
DE LA REGULACIÓN DE COMPETENCIA
 
Establecido lo anterior, toca ahora pronunciarse acerca de la regulación de
competencia, respecto de lo cual se observa:
 
Que en sentencia de fecha 8 de diciembre de 2000, caso Yoslena Chanchamire
Bastardo, esta Sala como complemento de su fallo de 20 de enero de 2000 (caso Emery
Mata Millán), donde se reguló la competencia en lo concerniente a la acción de amparo,
estableció, entre otros criterios, el siguiente:
 
“D... mientras no se dicten las leyes que regulen la jurisdicción
constitucional o la contencioso-administrativa, y a pesar de la letra
del artículo 7 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, el conocimiento de los amparos
autónomos afines con la materia administrativa, corresponderá en
primera instancia a los Tribunales Superior con competencia en lo
Contencioso Administrativo, que tengan competencia territorial en el
lugar donde ocurrieron las infracciones constitucionales, a pesar de
que no se trate de jueces de primera instancia....”.
 
Observa esta Sala, que la presente acción de amparo, ha sido ejercida contra
un acto del Consejo Universitario de la Universidad de Oriente, instituto éste
creado por Decreto-Ley Nº 459 de la Junta de Gobierno de la República de
Venezuela, de fecha 21 de noviembre de 1958, publicado en la Gaceta Oficial
Nº 25831 de fecha 6 de diciembre de 1958, es decir, que debe su existencia a
un acto creador del Estado, cuya promulgación, de acuerdo con la Ley de
Universidades, le da carácter de Universidad Nacional, es decir, de entidad no
territorial con personalidad jurídica propia, lo que significa que es una
persona jurídica de carácter público e investida de autoridad.
 
De acuerdo con la citada Ley de Universidades, las Universidades Nacionales gozan
de autonomía que implica, entre otras potestades, la de dictar sus propias normas y la
elección de sus autoridades, que ejercerá por órgano del Consejo Universitario, autoridad
suprema de cada universidad. Asimismo establece la citada ley, un control del Estado
orientado a la consecución de los fines educativos propios también del Estado, que
justifican su creación, ejercido por el Consejo Nacional de Universidades, única instancia
administrativa para conocer y decidir de las infracciones de dicha ley y de su reglamento en
que pudiere incurrir un Consejo Universitario, el Rector, los Vice-Rectores o el Secretario
de una Universidad Nacional, y con atribuciones también normativas.
 
Considera esta Sala que, siendo la Universidad de Oriente una persona jurídica
autónoma de carácter público cuya máxima autoridad es el Consejo Universitario, los actos
que de dicho órgano emanan son actos administrativos destinados a cumplir la función que
le ha sido asignada por la ley, lo que les confiere autoridad y eficacia en la esfera jurídica
de sus destinatarios, y contra los cuales las leyes otorgan a los administrados, recursos
administrativos y judiciales en la jurisdicción contencioso administrativa. Dichos actos
administrativos influyen en la situación jurídica de los particulares, en el estado de hecho
que el derecho público les otorga con relación a la universidad y sus actos, siendo dichos
actos administrativos los que le lesionan su situación jurídica.
 
Es claro entonces, que en el presente caso, tratándose de un acto dictado por una
persona jurídica de derecho público investida de autoridad, en el ejercicio de las funciones
que le han sido asignadas para el cumplimiento de los fines que le son propios, y que
supuestamente lesiona situaciones jurídicas fundadas en el derecho administrativo, la
competencia para conocer de las controversias que se suscitan, corresponde a tribunales
competentes en lo contencioso administrativo. En efecto, el artículo 259 de la Constitución
vigente, establece que el Tribunal Supremo de Justicia, y los demás tribunales determinados
por la ley, ejercerán la jurisdicción contencioso administrativa, con competencia para
anular los actos administrativos “contrarios a derecho” y disponer lo necesario para el
restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad
administrativa, criterio que hace extensible esta Sala a la competencia de estos tribunales en
materia de amparo constitucional, cuando la situación jurídica del accionante se funda en
actos administrativos.
 
Apunta esta Sala que los hechos que se denuncia violatorios de derechos
constitucionales en la presente acción de amparo, ocurrieron en jurisdicción del Estado
Bolívar, y asimismo, que el tribunal que planteó el conflicto negativo de competencia para
conocer de la presente causa fue el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil, del
Tránsito, del Trabajo, de Menores y de lo Contencioso Administrativo del Segundo
Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar.
 
Siendo ello así, atendiendo a los criterios transcritos supra, esta Sala considera que
el tribunal competente para conocer de la presente causa es el Juzgado Superior Primero en
lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo, de Menores y de lo Contencioso
Administrativo, del Segundo Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar, y
así se declara.
 
 
DECISIÓN
 
Por las razones anteriormente expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
declara COMPETENTE para conocer de la presente acción de amparo al Juzgado
Superior Primero en lo Civil, Mercantil, del Tránsito, de Menores y de lo Contencioso
Administrativo del Segundo Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar y
ORDENA remitir a dicho tribunal el presente expediente, a los fines legales consiguientes.
 
 
Publíquese y regístrese. Remítase el expediente. Cúmplase lo ordenado.
 
 
Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de
Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los 20 días del mes de FEBRERO de
dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.
EL PRESIDENTE DE LA SALA,
 
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA

EL VICEPRESIDENTE,
 
 
JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

PONENTE

 
LOS MAGISTRADOS,
 
JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO
 

ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA


 
PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ
 
EL SECRETARIO,
 
 
JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO
 
EXP. Nº: 00-0444

JECR/

SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA

En fecha 16 de enero de 2001 el ciudadano HENRIQUE CAPRILES

RADONSKI, titular de la cédula de identidad número 9.971.631, actuando en su propio

nombre y en su carácter de Alcalde del Municipio Baruta del Estado Miranda, asistido por

los abogados Román José Duque Corredor, Rafael Guzmán Reverón, Claudia Briceño

Aranguren y Juan Bautista Carrero Marrero, inscritos en el Instituto de Previsión Social del

Abogado bajo los números 466, 57.741, 62.006 y 80.940, respectivamente, interpuso acción

de amparo constitucional de conformidad con lo dispuesto en el artículo 27 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; artículos 1, 2 y 5 de la Ley

Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales; y, 56 y 58 de la Ley

para el Control de los Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, contra las

actuaciones de la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas

Traganíqueles, consistentes en: “1)Licencia de Funcionamiento identificada con las letras


y números CNC-B-00-014, de fecha 14 de abril de 2000, mediante la cual se autoriza a

Inversiones Camirra, S.A, para el funcionamiento de una Sala de Bingo en la calle

Veracruz con calle Madrid de la Urbanización Las Mercedes de la Parroquia Nuestra

Señora del Rosario del Municipio Baruta, denominado ‘Bingo Las Mercedes’ ... (...) ... y 2)

Licencia de Instalación identificada con las letras y números CNC-B-00-022, de fecha 04

de julio de 2000, mediante la cual se concedió a la sociedad mercantil Inversiones 33,

C.A., permiso para la instalación de la “Sala de Bingo La Trinidad”, situada en la

Avenida San Miguel, Parcela 3-6 de la Urbanización Sorocaima de la Parroquia Nuestra

Señora del Rosario del Municipio Baruta...”, por considerarlas violatorias de los derechos

y garantías constitucionales contemplados en los artículos 62, 70, 141, 137 y 75 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, relativos a la participación en los

asuntos públicos, la legalidad de las actuaciones administrativas y la protección de la

familia.

En esa misma fecha se dio cuenta en Sala y se designó ponente al Magistrado que

con tal carácter suscribe el presente fallo.

Realizada la lectura individual del expediente, esta Sala procede a dictar


sentencia, previas las siguientes consideraciones:
 
I
ALEGATOS DEL ACCIONANTE
 

Expone el accionante que la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y

Máquinas Traganíqueles ha venido concediendo de forma ilegítima y arbitraria, licencias

para la instalación y el funcionamiento de salas de bingo en la jurisdicción del Municipio

Baruta del Estado Miranda, sin cumplir con los requisitos establecidos en los artículos 23,

24 y 25 de la Ley para el Control de los Casinos, Salas de Bingo y Máquinas


Traganíqueles, los cuales constituyen requisitos indispensables para la autorización de los

Casinos y Salas de Bingo, manifestando además de forma expresa su voluntad de

desconocer tales requisitos.

En este sentido expone, que en fecha 14 de abril de 2000 la citada Comisión

concedió a la sociedad mercantil Inversiones Camirra, S.A., autorización signada CNC-B-

00-014, para el funcionamiento de una Sala de Bingo en la calle Veracruz con calle Madrid

de la Urbanización Las Mercedes de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Municipio

Baruta del Estado Miranda, sin que se cumplieran los requisitos y en contravención de la

normativa constitucional y legal, “(...) en virtud de que: 1) la Sala de Bingo en cuestión no

se encuentra ubicada en una edificación hotelera o especialmente autorizada para la

instalación de una Sala de Bingo; 2) los habitantes de la Parroquia Nuestra Señora del

Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda no han aprobado mediante referendo –

como lo exige la ley- la instalación de ninguna Sala de Bingo en su jurisdicción, y; 3) La

Parroquia Nuestra Señora del Rosario, no ha sido declarada como zona geográfica

turística por el Presidente de la República en Consejo de Ministros”.

Continúa explicando que posteriormente mediante “Resolución No. DE-200-76-


4, de fecha 27 de junio de 2000, la Comisión Nacional de Casinos, de manera
completamente abusiva e inconstitucional, concedió igualmente a la sociedad
mercantil Inversiones 33, C.A., autorización para la instalación de la ‘Sala de Bingo
La Trinidad’, situada en la Avenida San Miguel, parcela 3-6 de la Urbanización
Sorocaima de la misma Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Municipio Baruta
del Estado Miranda, y en fecha 4 de julio de 2000 Licencia de Instalación identificada
con el número CNC-B-00-022, donde se autoriza tal instalación”, para cuya emisión
tampoco se cumplieron con los requisitos legales, habiéndose expedido la misma de
forma inconstitucional e irregular.
Asimismo, señala que la Comisión además de haber actuado en contravención de las

leyes, desconociendo los derechos de los ciudadanos, ha manifestado en varias

oportunidades su voluntad de seguir transgrediendo el ordenamiento jurídico y violando los

derechos de los ciudadanos, al expresar públicamente –afirma- que “(...) seguirá otorgando
Licencias de Instalación y Funcionamiento a Casinos y Salas de Bingo aunque no se

cumplan los requisitos que la Ley de Casinos exige para ello”, indicando, que dicha

Comisión expresó que tales requisitos son de innecesario cumplimiento, por lo que

considera, que se “(...) ha desconocido el derecho de participación de los ciudadanos en

los asuntos públicos, al afirmar que el referendo para la consulta a los habitantes de una

determinada Parroquia sobre su conformidad con la instalación de Casinos y/o Salas de

Bingo en su ‘comunidad’ es irrelevante e innecesario...”

Manifiesta, que con base en las consideraciones expuestas, resulta forzoso concluir

que las actuaciones de la mencionada Comisión violan de manera flagrante y directa los

derechos y garantías constitucionales, relativos a la participación política y a la legalidad de

las actuaciones administrativas, contemplados en los artículos 62, 70, 141 y 137 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, amenazando con violar de forma

inminente el derecho a la protección de la familia contemplado en el artículo 75 ejusdem.

Explica el accionante, en el capítulo III del escrito que encabeza las presentes

actuaciones, el contenido y alcance del artículo 62 del Texto Fundamental, que “(...)

consagra el derecho a la participación ciudadana en los asuntos públicos, y el deber del

Estado de generar las condiciones más favorables para su ejercicio”. Asimismo, indica

que el artículo 70 ejusdem señala al referendo como uno de los medios de participación y

protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía. Por otra parte, cita el contenido del

artículo 71 del mismo instrumento normativo, y explica que el referendo es definido en la

Constitución como un mecanismo de participación ciudadana, a través del cual el soberano

puede decidir sobre materias de especial trascendencia nacional, estadal y municipal,

siendo que el tema de los casinos y salas de bingo es de gran trascendencia para la

comunidad. En tal sentido, comenta que “(...) el artículo 25 de la Ley de Casinos, prevé
expresamente que para la autorización de tales instalaciones ‘el Ejecutivo Nacional

solicitará al Consejo Supremo Electoral la realización de un referendo consultivo en la

parroquia respectiva, mediante el cual sus habitantes se pronuncien acerca de si están...’”

Por ello -expresa-, la identificada Comisión sólo puede autorizar la ubicación y

funcionamiento de casinos y salas de bingo en una respectiva parroquia, cuando sus

habitantes así lo hayan manifestado mediante un referendo consultivo, “cuya realización

resulta obligatoria, y su resultado es vinculante en caso de ser negativo”, de allí que las

Licencias otorgadas sin que previamente se haya consultado la opinión de los habitantes de

la Parroquia donde ambas Salas de Bingo se encuentran ubicadas, a través del referendo

consultivo contemplado en la Ley especial que rige la materia y regulado igualmente en los

artículos 70 y 71 del Texto Constitucional, constituye una violación del derecho a la

participación política en asuntos públicos, consagrado en el artículo 62 del mismo texto

normativo.

Igualmente, en cuanto a la alegada violación del derecho a la legalidad de las

actuaciones administrativas, el accionante manifiesta que la nombrada Comisión ha actuado

en contravención plena al ordenamiento jurídico vigente, “(...) lo cual se traduce en una

flagrante violación del principio de legalidad y del derecho constitucional a contar con el

servicio de una Administración Pública plenamente sometida a la ley y al derecho,

consagrados en el artículo 137 y 141 de la Constitución de la República”.

Con relación a la admisibilidad de la presente acción manifiesta que la misma no se

encuentra incursa en ninguna de las causales de inadmisibilidad previstas en el artículo 6 de

la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales y que por lo tanto

debe ser admitida y substanciada conforme al ordenamiento jurídico vigente.


Por otra parte, solicitó protección cautelar inmediata en virtud de la gravedad de las

violaciones sufridas, y de la inminente posibilidad de materialización de las amenazas

denunciadas. En tal sentido, expone que se podría producir durante el transcurso del

presente proceso judicial, una violación a los derechos y garantías constitucionales no

susceptible de ser reparada por la sentencia definitiva, y con base en los alegatos y

fundamentos expuestos, solicita que se decrete como protección cautelar inmediata las

siguientes medidas: de conformidad con lo dispuesto en el artículo 26 de la Constitución de

la República Bolivariana de Venezuela y 588 del Código de Procedimiento Civil,

suspensión de efectos de las actuaciones que se consideran lesivas, contenidas en la

Licencia identificada con las letras y números CNC-B-00-014, y consecuencialmente, se

ordene a la sociedad mercantil Inversiones Camirra, S.A., el cese de las actividades

relativas al funcionamiento de la Sala de Bingo ubicada en la Urbanización Las Mercedes;

e igualmente la signada con las letras y números CNC-B-00-022, y en consecuencia, se

ordene a la sociedad mercantil Inversiones 33, C.A., el cese de las actividades relativas a la

instalación de la Sala de Bingo ubicada en la Urbanización La Trinidad. Por ultimo, solicitó

como medida cautelar que se prohíba a la Comisión otorgar Licencias de instalación y/o

Funcionamiento para Salas de Bingo o Casinos en la jurisdicción de la Parroquia Nuestra

Señora del Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda, hasta tanto sus habitantes

manifiesten su aprobación al funcionamiento de este tipo de instalaciones mediante un

referendo consultivo y hasta tanto sea declarada zona geográfica turística, por el presidente

de la República en Consejo de Ministros.

Finalmente, solicita que la presente acción sea declarada con lugar y en

consecuencia se dejen sin efecto las ya identificadas licencias, emanadas de la citada

Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles. Asimismo, se


ordene a la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles que

se abstenga de conceder Licencias para el Funcionamiento o la Instalación de Casinos en

jurisdicción de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, sin cumplir con los requisitos

correspondientes.

 
II
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR
 
Corresponde a esta Sala pronunciarse acerca de la admisibilidad de la presente
acción de amparo constitucional, para lo cual previamente resulta pertinente revisar su
competencia para conocer de la misma y, a tal efecto se observa:
Con la entrada en vigencia de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, publicada en Gaceta Oficial de la República
de Venezuela Nº. 36.860 del 30 de diciembre de 1999 se creó la
jurisdicción constitucional, para ser ejercida por la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, a la cual le atribuyó expresas
competencias, que aun cuando no haya sido dictado aun el respectivo
texto legislativo que regule las funciones de este Tribunal, esta
obligada a cumplir para mantener el funcionamiento integral del
Estado.
Así, la Sala Constitucional, al igual que las demás Salas que
integran el Tribunal Supremo de Justicia, está obligada a conocer y
decidir todos aquellos casos que cursaban por ante la extinta Corte
Suprema de Justicia, así como aquellos que ingresen, atendiendo a la
afinidad existente entre la materia debatida en el caso concreto y la
especialidad que le ha sido conferida. En el caso de la Sala
Constitucional le corresponde no solamente la interpretación del Texto
Fundamental, sino la fijación de criterios uniformes que permitan la
orientación de las instituciones y procedimientos afines con la materia,
cuyo conocimiento le ha sido atribuido.
Ahora bien, en el caso de autos ha sido interpuesta una acción
de amparo constitucional conjuntamente con medida cautelar contra
las actuaciones administrativas provenientes de la Comisión Nacional
de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, consistentes
en las Licencias de Funcionamiento e Instalación otorgadas a las
empresas Inversiones Camirra, S.A. e Inversiones 33, C.A., relativas al
funcionamiento e instalación de unas Salas de Bingo en las
Urbanizaciones Las Mercedes y La Trinidad, respectivamente, por
considerar que tales actos resultan violatorios de los artículos 62, 70,
141, 137 y 75 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, y de los artículos 23, 24 y 25 de la Ley para el control de
los Casinos, Sala de Bingo y Máquinas Traganíqueles. En tal sentido,
se observa que al estar relacionada la presente controversia con la
materia constitucional, y como quiera que la Ley para el Control de los
Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles en su artículo 56,
asigna la competencia para conocer de los amparos que se intenten en
esa materia a la extinta Corte Suprema de Justicia, hoy Tribunal
Supremo de Justicia, esta Sala por ser la de materia afín con el asunto
debatido en autos, se declara competente para conocer esta causa.
Así se decide.
Determinada la competencia de esta Sala para conocer y decidir la presente acción

de amparo, se procede a emitir pronunciamiento acerca de su admisibilidad y al efecto,

observa:

La presente acción de amparo ha sido interpuesta contra las


referidas actuaciones de la Comisión Nacional de Casinos, Salas de
Bingo y Máquinas Traganíqueles relativas al otorgamiento de la
Licencia de Funcionamiento y la Licencia de Instalación identificadas
CNC-B-00-014 y CNC-B-00-022, de fechas 14 de abril y 4 de julio de
2000, respectivamente, por medio de las cuales se autorizó el
funcionamiento de la “Sala de Bingo Las Mercedes” y la instalación de
la “Sala de Bingo La Trinidad”, en ese orden de mención.
Con relación a las causales de inadmisibilidad contenidas en el
artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales se observa que la misma dispone:
“Artículo 6: No se admitirá la acción de amparo:
 
...(omississ)...
 
4º Cuando la acción u omisión, el acto o la resolución que violen el
derecho o la garantía constitucionales hayan sido consentidos expresa o
tácitamente, por el agraviado, a menos que se trate de violaciones que
infrinjan el orden público o las buenas costumbres.
Se entenderá que hay consentimiento expreso, cuando hubieren
transcurrido los lapsos de prescripción establecidos en leyes especiales o
en su defecto seis (6) meses después de la violación o la amenaza al
derecho protegido.
El consentimiento tácito es aquel que entraña signos inequívocos de
aceptación.”
 
Del texto del citado requisito de admisibilidad, contemplado en la
norma parcialmente transcrita, se desprende que el lapso de seis (6)
meses allí establecido admite excepciones, toda vez que el mismo es
susceptible de ser ignorado, cuando el hecho gravoso implica una
lesión al orden público o a las buenas costumbres, es decir, que el
tiempo que transcurra desde el momento en que se ha verificado la
conducta lesiva, no hace que opere inexorablemente la caducidad de
la acción, en aquellos supuestos en que la amenaza de violación
implica una lesión a derechos individuales de rango constitucional,
derivadas del ejercicio de potestades públicas de los órganos del
Estado y cuya tutela es debida en todo momento, para mantener la
vigencia y el respeto de los derechos y garantías constitucionales.
En el presente caso se observa que las referidas actuaciones
dictadas por la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y
Máquinas Traganíqueles, suficientemente identificadas anteriormente,
datan de fecha 14 de abril de 2000 y 4 de julio de ese mismo año, de
donde se desprendería que habiendo sido interpuesta la presente
acción en fecha 16 de enero de 2001, el lapso de seis (6) meses a que
se refiere el numeral 4 del artículo 6 de la citada Ley Orgánica, habría
transcurrido íntegramente.
No obstante se observa, que de acuerdo con el sentido y
alcance de la referida excepción y en atención a la naturaleza de las
actuaciones producidas por la Comisión Nacional de Casinos, Salas de
Bingo y Máquinas Traganíqueles, que implican el ejercicio de
prerrogativas del Poder Público a las cuales se le imputan una
antijuridicidad tal, que suponen la amenaza de violación de los
derechos constitucionales de los habitantes de la Parroquia Nuestra
Señora del Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda, cuya
defensa se arroga el accionante en su carácter de Alcalde de ese
Municipio, al habérseles violado presumiblemente los derechos que se
alegan, lo que a juicio de esta Sala constituye una situación lesiva cuya
denuncia no se encuentra sometida al instituto jurídico de la
caducidad.
Ha sido éste el criterio sostenido por esta Sala al respecto, la
cual ha señalado en sentencia número 20, de fecha 15 de febrero de
2000, que: “... no es posible afirmar que la ausencia del ejercicio de la
acción de amparo conlleva tales consecuencias, pues a tenor del
numeral 4 del artículo 6 de la Ley que rige la materia, el presunto
conocimiento expreso del agraviado no opera si la violación concreta
que se denuncia transgrede normas de orden público, entre las cuales
indudablemente se encuentran aquellas que rigen el ejercicio de
prerrogativas del poder público”.
En consecuencia, esta Sala consecuente con la doctrina
anteriormente expuesta estima inaplicable al presente caso la sanción
a que se refiere el numeral 4 del artículo 6 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, dado el carácter
de las actuaciones efectuadas, que se alegan como violatorias de los
derechos constitucionales invocados, que suponen la violación del
orden público, caso en el cual no corre el lapso de caducidad
contemplado en la citada norma, y así se declara.
Con relación a las demás causales de inadmisibilidad contenidas en el artículo 6
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, considera
esta Sala que la presente acción no se encuentra incursa en ninguna de ellas, y que
además, el escrito contentivo de la misma cumple con los requisitos establecidos en el
artículo 18 ejusdem, motivo por el procede a admitir la presente acción de amparo
cuanto ha lugar en Derecho y así se declara expresamente.
III
DE LA PROTECCIÓN CAUTELAR SOLICITADA
 
 
La medida cautelar solicitada en el presente caso está dirigida a que se suspendan

los efectos de las Licencias emitidas por la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo

y Máquinas Traganíqueles, identificada la primera, con las letras y números CNC-B-00-

014, de fecha 14 de abril de 2000, y en consecuencia, se ordene a la sociedad mercantil

Inversiones Camirra, S.A., el cese de las actividades relativas al funcionamiento de la Sala

de Bingo ubicada en la Urbanización Las Mercedes de la Parroquia Nuestra Señora del

Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda; y la segunda, identificada con las letras

y números CNC-B-00-022, de fecha 4 de julio de 2000, y por lo tanto, se ordene a la

sociedad mercantil Inversiones 33, C.A., el cese de las actividades relativas a la instalación

de la Sala de Bingo ubicada en la Urbanización La Trinidad de la misma Parroquia y

Municipio. Asimismo peticionó que se prohíba a la citada Comisión otorgar Licencias de

instalación y/o Funcionamiento para Salas de Bingo o Casinos en esa Parroquia, hasta tanto

sus habitantes manifiesten su aprobación al funcionamiento de este tipo de instalaciones

mediante un referendo consultivo y hasta tanto sea declara zona geográfica turística, por el

presidente de la República en Consejo de Ministros.

Tal solicitud se fundamenta en el artículo 26 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela y en lo dispuesto en el artículo 588 del

Código de Procedimiento Civil, texto normativo que tiene aplicación de

manera supletoria en materia de amparo constitucional, en atención a lo


dispuesto en el artículo 88 de la Ley de la Corte Suprema de Justicia, dado

los amplios poderes cautelares de los que está dotado el juez en este tipo

de procesos para tutelar de manera real y efectiva los derechos y garantías

constitucionales que sean vulnerados.

Ahora bien, ciertamente en decisión de fecha 24 de marzo de 2000

dictada por esta Sala Constitucional, quedó sentada la tesis que postula la

posibilidad de otorgar medidas cautelares integradas a un proceso de

amparo, no obstante “lo breve y célere” del procedimiento. Asimismo,

quedó igualmente sentada, la tesis según la cual el juez dentro de este tipo

de procesos, y dadas las circunstancias particulares del caso, podía

prescindir de la exigencia al presunto agraviante de elementos probatorios

suficientes para acordar la protección inmediata, que exigiera la situación

en que el mismo se encontrara, situación que el juez en cada caso

examinaría realizando la ponderación correspondiente.

Advierte esta Sala que no se desprende de la citada sentencia que el

órgano jurisdiccional que conozca de la acción de amparo deba

constantemente y ante cualquier solicitud conceder la medida cautelar

solicitada, antes bien, debe siempre analizar cada caso concreto y verificar

si de lo alegado por el solicitante se evidencia la presunción a su favor del

buen derecho que reclama, o si existe o no fundado temor de que quede

ilusoria la ejecución del fallo, o que los daños sean irreparables o de difícil

reparación como consecuencia del no otorgamiento de la cautela

solicitada.
Efectivamente existe una ampliación de los poderes que posee el

Juez Constitucional para tornar más efectiva la tutela judicial que está

llamado a ofrecer, como un mecanismo óptimo que le permita y habilite

para que de manera inmediata otorgue al justiciable la medida judicial

acorde, que lo haga gozar y disfrutar el derecho o garantía constitucional

que le ha sido vulnerado, restituyéndolo a la situación jurídica que le

había sido infringida.

A tal efecto, y considerando los derechos e intereses que poseen los

demás ciudadanos que no son parte en el juicio de amparo, pero contra

quienes podría obrar la tutela que se acuerde, el juez está obligado a

realizar una ponderación de las circunstancias y elementos del caso, el

derecho que se alega violado y asegurarse que efectivamente la medida que

se dicte o acuerde, persiga o sea el medio idóneo para proteger la situación

del accionante, de allí que deba esta Sala proceder a examinar si, en el

presente caso, se dan los supuestos mencionados que hagan procedente la

medida cautelar innominada, es decir, si se verifican las condiciones de

procedencia.

Pues bien, esta Sala aprecia que en el caso sub júdice el accionante

se ha limitado a solicitar la medida cautelar sin que haya alegado cuáles

son las lesiones graves o de difícil reparación que se le pudieran ocasionar

durante la tramitación de la presente causa, ni el riesgo de frustración en

la ejecución del fallo en caso de no acordarse la medida, que hagan nacer

en esta Sala la convicción de que de no otorgarse la medida solicitada


efectivamente se cause un daño que sea irreparable o de difícil reparación,

más aun cuando de ser otorgada la medida cautelar en los términos

expuestos, podrían producirse daños a aquellos contra quienes obraría la

medida, cuando los mismos ostentan un derecho derivado de las

actuaciones que se consideran lesivas, las cuales se presumen legítimas

dado el principio de legitimidad que inviste a la actividad administrativa.

De allí que, es forzoso para esta Sala, declarar improcedente la solicitud de

medida cautelar innominada. Así se decide.

 
IV
DECISIÓN
 
En virtud de las declaratorias contenidas en el presente fallo, esta Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en nombre de la República y por
autoridad de la Ley, declara:
1.- Se ADMITE la presente acción de amparo constitucional incoada
por el ciudadano Henríque Capriles Radonski, quien actúa en su propio
nombre y con el carácter de Alcalde del Municipio Baruta del Estado
Miranda,
2.- Se declara IMPROCEDENTE la medida cautelar innominada solicitada.

3.- Se ORDENA la notificación del ciudadano Presidente de la Comisión Nacional

de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, a fin de que esta Sala

Constitucional, una vez que conste en autos dicha notificación, fije dentro de las noventa y

seis (96) horas siguientes a ella, la oportunidad en que se llevará a cabo la audiencia

constitucional. Asimismo, se ordena acompañar a la mencionada notificación, copia

certificada de la presente decisión, así como del escrito respectivo.

3.- Se ORDENA la notificación del ciudadano Fiscal General de la

República sobre la apertura del presente procedimiento, de conformidad


con lo dispuesto en el artículo 15 de la Ley Orgánica de Amparo sobre

Derechos y Garantías Constitucionales.

4.- A los fines de garantizar el derecho de defensa de terceros se acuerda notificar a

los representantes legales de las sociedades mercantiles Inversiones Camirra, S.A. e

Inversiones 33, C.A., para que si lo consideran pertinente concurran a la audiencia que se

fije.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado. 

Dada, firmada y sellada en la Sala de Audiencias de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, a los 01 días del mes de marzo de dos mil uno (2001).
Años: 190° de la Independencia y 141° de la Federación.
El Presidente

IVAN RINCÓN URDANETA

SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA

En fecha 16 de enero de 2001 el ciudadano HENRIQUE CAPRILES

RADONSKI, titular de la cédula de identidad número 9.971.631, actuando en su propio

nombre y en su carácter de Alcalde del Municipio Baruta del Estado Miranda, asistido por

los abogados Román José Duque Corredor, Rafael Guzmán Reverón, Claudia Briceño

Aranguren y Juan Bautista Carrero Marrero, inscritos en el Instituto de Previsión Social del

Abogado bajo los números 466, 57.741, 62.006 y 80.940, respectivamente, interpuso acción

de amparo constitucional de conformidad con lo dispuesto en el artículo 27 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; artículos 1, 2 y 5 de la Ley


Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales; y, 56 y 58 de la Ley

para el Control de los Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, contra las

actuaciones de la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas

Traganíqueles, consistentes en: “1)Licencia de Funcionamiento identificada con las letras

y números CNC-B-00-014, de fecha 14 de abril de 2000, mediante la cual se autoriza a

Inversiones Camirra, S.A, para el funcionamiento de una Sala de Bingo en la calle

Veracruz con calle Madrid de la Urbanización Las Mercedes de la Parroquia Nuestra

Señora del Rosario del Municipio Baruta, denominado ‘Bingo Las Mercedes’ ... (...) ... y 2)

Licencia de Instalación identificada con las letras y números CNC-B-00-022, de fecha 04

de julio de 2000, mediante la cual se concedió a la sociedad mercantil Inversiones 33,

C.A., permiso para la instalación de la “Sala de Bingo La Trinidad”, situada en la

Avenida San Miguel, Parcela 3-6 de la Urbanización Sorocaima de la Parroquia Nuestra

Señora del Rosario del Municipio Baruta...”, por considerarlas violatorias de los derechos

y garantías constitucionales contemplados en los artículos 62, 70, 141, 137 y 75 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, relativos a la participación en los

asuntos públicos, la legalidad de las actuaciones administrativas y la protección de la

familia.

En esa misma fecha se dio cuenta en Sala y se designó ponente al Magistrado que

con tal carácter suscribe el presente fallo.

Realizada la lectura individual del expediente, esta Sala procede a dictar


sentencia, previas las siguientes consideraciones:
 
I
ALEGATOS DEL ACCIONANTE
 
Expone el accionante que la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y

Máquinas Traganíqueles ha venido concediendo de forma ilegítima y arbitraria, licencias

para la instalación y el funcionamiento de salas de bingo en la jurisdicción del Municipio

Baruta del Estado Miranda, sin cumplir con los requisitos establecidos en los artículos 23,

24 y 25 de la Ley para el Control de los Casinos, Salas de Bingo y Máquinas

Traganíqueles, los cuales constituyen requisitos indispensables para la autorización de los

Casinos y Salas de Bingo, manifestando además de forma expresa su voluntad de

desconocer tales requisitos.

En este sentido expone, que en fecha 14 de abril de 2000 la citada Comisión

concedió a la sociedad mercantil Inversiones Camirra, S.A., autorización signada CNC-B-

00-014, para el funcionamiento de una Sala de Bingo en la calle Veracruz con calle Madrid

de la Urbanización Las Mercedes de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Municipio

Baruta del Estado Miranda, sin que se cumplieran los requisitos y en contravención de la

normativa constitucional y legal, “(...) en virtud de que: 1) la Sala de Bingo en cuestión no

se encuentra ubicada en una edificación hotelera o especialmente autorizada para la

instalación de una Sala de Bingo; 2) los habitantes de la Parroquia Nuestra Señora del

Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda no han aprobado mediante referendo –

como lo exige la ley- la instalación de ninguna Sala de Bingo en su jurisdicción, y; 3) La

Parroquia Nuestra Señora del Rosario, no ha sido declarada como zona geográfica

turística por el Presidente de la República en Consejo de Ministros”.

Continúa explicando que posteriormente mediante “Resolución No. DE-200-76-


4, de fecha 27 de junio de 2000, la Comisión Nacional de Casinos, de manera
completamente abusiva e inconstitucional, concedió igualmente a la sociedad
mercantil Inversiones 33, C.A., autorización para la instalación de la ‘Sala de Bingo
La Trinidad’, situada en la Avenida San Miguel, parcela 3-6 de la Urbanización
Sorocaima de la misma Parroquia Nuestra Señora del Rosario del Municipio Baruta
del Estado Miranda, y en fecha 4 de julio de 2000 Licencia de Instalación identificada
con el número CNC-B-00-022, donde se autoriza tal instalación”, para cuya emisión
tampoco se cumplieron con los requisitos legales, habiéndose expedido la misma de
forma inconstitucional e irregular.
Asimismo, señala que la Comisión además de haber actuado en contravención de las

leyes, desconociendo los derechos de los ciudadanos, ha manifestado en varias

oportunidades su voluntad de seguir transgrediendo el ordenamiento jurídico y violando los

derechos de los ciudadanos, al expresar públicamente –afirma- que “(...) seguirá otorgando

Licencias de Instalación y Funcionamiento a Casinos y Salas de Bingo aunque no se

cumplan los requisitos que la Ley de Casinos exige para ello”, indicando, que dicha

Comisión expresó que tales requisitos son de innecesario cumplimiento, por lo que

considera, que se “(...) ha desconocido el derecho de participación de los ciudadanos en

los asuntos públicos, al afirmar que el referendo para la consulta a los habitantes de una

determinada Parroquia sobre su conformidad con la instalación de Casinos y/o Salas de

Bingo en su ‘comunidad’ es irrelevante e innecesario...”

Manifiesta, que con base en las consideraciones expuestas, resulta forzoso concluir

que las actuaciones de la mencionada Comisión violan de manera flagrante y directa los

derechos y garantías constitucionales, relativos a la participación política y a la legalidad de

las actuaciones administrativas, contemplados en los artículos 62, 70, 141 y 137 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, amenazando con violar de forma

inminente el derecho a la protección de la familia contemplado en el artículo 75 ejusdem.

Explica el accionante, en el capítulo III del escrito que encabeza las presentes

actuaciones, el contenido y alcance del artículo 62 del Texto Fundamental, que “(...)

consagra el derecho a la participación ciudadana en los asuntos públicos, y el deber del

Estado de generar las condiciones más favorables para su ejercicio”. Asimismo, indica

que el artículo 70 ejusdem señala al referendo como uno de los medios de participación y
protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía. Por otra parte, cita el contenido del

artículo 71 del mismo instrumento normativo, y explica que el referendo es definido en la

Constitución como un mecanismo de participación ciudadana, a través del cual el soberano

puede decidir sobre materias de especial trascendencia nacional, estadal y municipal,

siendo que el tema de los casinos y salas de bingo es de gran trascendencia para la

comunidad. En tal sentido, comenta que “(...) el artículo 25 de la Ley de Casinos, prevé

expresamente que para la autorización de tales instalaciones ‘el Ejecutivo Nacional

solicitará al Consejo Supremo Electoral la realización de un referendo consultivo en la

parroquia respectiva, mediante el cual sus habitantes se pronuncien acerca de si están...’”

Por ello -expresa-, la identificada Comisión sólo puede autorizar la ubicación y

funcionamiento de casinos y salas de bingo en una respectiva parroquia, cuando sus

habitantes así lo hayan manifestado mediante un referendo consultivo, “cuya realización

resulta obligatoria, y su resultado es vinculante en caso de ser negativo”, de allí que las

Licencias otorgadas sin que previamente se haya consultado la opinión de los habitantes de

la Parroquia donde ambas Salas de Bingo se encuentran ubicadas, a través del referendo

consultivo contemplado en la Ley especial que rige la materia y regulado igualmente en los

artículos 70 y 71 del Texto Constitucional, constituye una violación del derecho a la

participación política en asuntos públicos, consagrado en el artículo 62 del mismo texto

normativo.

Igualmente, en cuanto a la alegada violación del derecho a la legalidad de las

actuaciones administrativas, el accionante manifiesta que la nombrada Comisión ha actuado

en contravención plena al ordenamiento jurídico vigente, “(...) lo cual se traduce en una

flagrante violación del principio de legalidad y del derecho constitucional a contar con el
servicio de una Administración Pública plenamente sometida a la ley y al derecho,

consagrados en el artículo 137 y 141 de la Constitución de la República”.

Con relación a la admisibilidad de la presente acción manifiesta que la misma no se

encuentra incursa en ninguna de las causales de inadmisibilidad previstas en el artículo 6 de

la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales y que por lo tanto

debe ser admitida y substanciada conforme al ordenamiento jurídico vigente.

Por otra parte, solicitó protección cautelar inmediata en virtud de la gravedad de las

violaciones sufridas, y de la inminente posibilidad de materialización de las amenazas

denunciadas. En tal sentido, expone que se podría producir durante el transcurso del

presente proceso judicial, una violación a los derechos y garantías constitucionales no

susceptible de ser reparada por la sentencia definitiva, y con base en los alegatos y

fundamentos expuestos, solicita que se decrete como protección cautelar inmediata las

siguientes medidas: de conformidad con lo dispuesto en el artículo 26 de la Constitución de

la República Bolivariana de Venezuela y 588 del Código de Procedimiento Civil,

suspensión de efectos de las actuaciones que se consideran lesivas, contenidas en la

Licencia identificada con las letras y números CNC-B-00-014, y consecuencialmente, se

ordene a la sociedad mercantil Inversiones Camirra, S.A., el cese de las actividades

relativas al funcionamiento de la Sala de Bingo ubicada en la Urbanización Las Mercedes;

e igualmente la signada con las letras y números CNC-B-00-022, y en consecuencia, se

ordene a la sociedad mercantil Inversiones 33, C.A., el cese de las actividades relativas a la

instalación de la Sala de Bingo ubicada en la Urbanización La Trinidad. Por ultimo, solicitó

como medida cautelar que se prohíba a la Comisión otorgar Licencias de instalación y/o

Funcionamiento para Salas de Bingo o Casinos en la jurisdicción de la Parroquia Nuestra

Señora del Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda, hasta tanto sus habitantes
manifiesten su aprobación al funcionamiento de este tipo de instalaciones mediante un

referendo consultivo y hasta tanto sea declarada zona geográfica turística, por el presidente

de la República en Consejo de Ministros.

Finalmente, solicita que la presente acción sea declarada con lugar y en

consecuencia se dejen sin efecto las ya identificadas licencias, emanadas de la citada

Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles. Asimismo, se

ordene a la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles que

se abstenga de conceder Licencias para el Funcionamiento o la Instalación de Casinos en

jurisdicción de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, sin cumplir con los requisitos

correspondientes.

 
II
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR
 
Corresponde a esta Sala pronunciarse acerca de la admisibilidad de la presente
acción de amparo constitucional, para lo cual previamente resulta pertinente revisar su
competencia para conocer de la misma y, a tal efecto se observa:
Con la entrada en vigencia de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, publicada en Gaceta Oficial de la República
de Venezuela Nº. 36.860 del 30 de diciembre de 1999 se creó la
jurisdicción constitucional, para ser ejercida por la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, a la cual le atribuyó expresas
competencias, que aun cuando no haya sido dictado aun el respectivo
texto legislativo que regule las funciones de este Tribunal, esta
obligada a cumplir para mantener el funcionamiento integral del
Estado.
Así, la Sala Constitucional, al igual que las demás Salas que
integran el Tribunal Supremo de Justicia, está obligada a conocer y
decidir todos aquellos casos que cursaban por ante la extinta Corte
Suprema de Justicia, así como aquellos que ingresen, atendiendo a la
afinidad existente entre la materia debatida en el caso concreto y la
especialidad que le ha sido conferida. En el caso de la Sala
Constitucional le corresponde no solamente la interpretación del Texto
Fundamental, sino la fijación de criterios uniformes que permitan la
orientación de las instituciones y procedimientos afines con la materia,
cuyo conocimiento le ha sido atribuido.
Ahora bien, en el caso de autos ha sido interpuesta una acción
de amparo constitucional conjuntamente con medida cautelar contra
las actuaciones administrativas provenientes de la Comisión Nacional
de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, consistentes
en las Licencias de Funcionamiento e Instalación otorgadas a las
empresas Inversiones Camirra, S.A. e Inversiones 33, C.A., relativas al
funcionamiento e instalación de unas Salas de Bingo en las
Urbanizaciones Las Mercedes y La Trinidad, respectivamente, por
considerar que tales actos resultan violatorios de los artículos 62, 70,
141, 137 y 75 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, y de los artículos 23, 24 y 25 de la Ley para el control de
los Casinos, Sala de Bingo y Máquinas Traganíqueles. En tal sentido,
se observa que al estar relacionada la presente controversia con la
materia constitucional, y como quiera que la Ley para el Control de los
Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles en su artículo 56,
asigna la competencia para conocer de los amparos que se intenten en
esa materia a la extinta Corte Suprema de Justicia, hoy Tribunal
Supremo de Justicia, esta Sala por ser la de materia afín con el asunto
debatido en autos, se declara competente para conocer esta causa.
Así se decide.
Determinada la competencia de esta Sala para conocer y decidir la presente acción

de amparo, se procede a emitir pronunciamiento acerca de su admisibilidad y al efecto,

observa:

La presente acción de amparo ha sido interpuesta contra las


referidas actuaciones de la Comisión Nacional de Casinos, Salas de
Bingo y Máquinas Traganíqueles relativas al otorgamiento de la
Licencia de Funcionamiento y la Licencia de Instalación identificadas
CNC-B-00-014 y CNC-B-00-022, de fechas 14 de abril y 4 de julio de
2000, respectivamente, por medio de las cuales se autorizó el
funcionamiento de la “Sala de Bingo Las Mercedes” y la instalación de
la “Sala de Bingo La Trinidad”, en ese orden de mención.
Con relación a las causales de inadmisibilidad contenidas en el
artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales se observa que la misma dispone:
“Artículo 6: No se admitirá la acción de amparo:
 
...(omississ)...
 
4º Cuando la acción u omisión, el acto o la resolución que violen el
derecho o la garantía constitucionales hayan sido consentidos expresa o
tácitamente, por el agraviado, a menos que se trate de violaciones que
infrinjan el orden público o las buenas costumbres.
Se entenderá que hay consentimiento expreso, cuando hubieren
transcurrido los lapsos de prescripción establecidos en leyes especiales o
en su defecto seis (6) meses después de la violación o la amenaza al
derecho protegido.
El consentimiento tácito es aquel que entraña signos inequívocos de
aceptación.”
 
Del texto del citado requisito de admisibilidad, contemplado en la
norma parcialmente transcrita, se desprende que el lapso de seis (6)
meses allí establecido admite excepciones, toda vez que el mismo es
susceptible de ser ignorado, cuando el hecho gravoso implica una
lesión al orden público o a las buenas costumbres, es decir, que el
tiempo que transcurra desde el momento en que se ha verificado la
conducta lesiva, no hace que opere inexorablemente la caducidad de
la acción, en aquellos supuestos en que la amenaza de violación
implica una lesión a derechos individuales de rango constitucional,
derivadas del ejercicio de potestades públicas de los órganos del
Estado y cuya tutela es debida en todo momento, para mantener la
vigencia y el respeto de los derechos y garantías constitucionales.
En el presente caso se observa que las referidas actuaciones
dictadas por la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo y
Máquinas Traganíqueles, suficientemente identificadas anteriormente,
datan de fecha 14 de abril de 2000 y 4 de julio de ese mismo año, de
donde se desprendería que habiendo sido interpuesta la presente
acción en fecha 16 de enero de 2001, el lapso de seis (6) meses a que
se refiere el numeral 4 del artículo 6 de la citada Ley Orgánica, habría
transcurrido íntegramente.
No obstante se observa, que de acuerdo con el sentido y
alcance de la referida excepción y en atención a la naturaleza de las
actuaciones producidas por la Comisión Nacional de Casinos, Salas de
Bingo y Máquinas Traganíqueles, que implican el ejercicio de
prerrogativas del Poder Público a las cuales se le imputan una
antijuridicidad tal, que suponen la amenaza de violación de los
derechos constitucionales de los habitantes de la Parroquia Nuestra
Señora del Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda, cuya
defensa se arroga el accionante en su carácter de Alcalde de ese
Municipio, al habérseles violado presumiblemente los derechos que se
alegan, lo que a juicio de esta Sala constituye una situación lesiva cuya
denuncia no se encuentra sometida al instituto jurídico de la
caducidad.
Ha sido éste el criterio sostenido por esta Sala al respecto, la
cual ha señalado en sentencia número 20, de fecha 15 de febrero de
2000, que: “... no es posible afirmar que la ausencia del ejercicio de la
acción de amparo conlleva tales consecuencias, pues a tenor del
numeral 4 del artículo 6 de la Ley que rige la materia, el presunto
conocimiento expreso del agraviado no opera si la violación concreta
que se denuncia transgrede normas de orden público, entre las cuales
indudablemente se encuentran aquellas que rigen el ejercicio de
prerrogativas del poder público”.
En consecuencia, esta Sala consecuente con la doctrina
anteriormente expuesta estima inaplicable al presente caso la sanción
a que se refiere el numeral 4 del artículo 6 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, dado el carácter
de las actuaciones efectuadas, que se alegan como violatorias de los
derechos constitucionales invocados, que suponen la violación del
orden público, caso en el cual no corre el lapso de caducidad
contemplado en la citada norma, y así se declara.
Con relación a las demás causales de inadmisibilidad contenidas en el artículo 6
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, considera
esta Sala que la presente acción no se encuentra incursa en ninguna de ellas, y que
además, el escrito contentivo de la misma cumple con los requisitos establecidos en el
artículo 18 ejusdem, motivo por el procede a admitir la presente acción de amparo
cuanto ha lugar en Derecho y así se declara expresamente.
III
DE LA PROTECCIÓN CAUTELAR SOLICITADA
 
 
La medida cautelar solicitada en el presente caso está dirigida a que se suspendan

los efectos de las Licencias emitidas por la Comisión Nacional de Casinos, Salas de Bingo

y Máquinas Traganíqueles, identificada la primera, con las letras y números CNC-B-00-

014, de fecha 14 de abril de 2000, y en consecuencia, se ordene a la sociedad mercantil

Inversiones Camirra, S.A., el cese de las actividades relativas al funcionamiento de la Sala

de Bingo ubicada en la Urbanización Las Mercedes de la Parroquia Nuestra Señora del

Rosario del Municipio Baruta del Estado Miranda; y la segunda, identificada con las letras

y números CNC-B-00-022, de fecha 4 de julio de 2000, y por lo tanto, se ordene a la

sociedad mercantil Inversiones 33, C.A., el cese de las actividades relativas a la instalación

de la Sala de Bingo ubicada en la Urbanización La Trinidad de la misma Parroquia y

Municipio. Asimismo peticionó que se prohíba a la citada Comisión otorgar Licencias de

instalación y/o Funcionamiento para Salas de Bingo o Casinos en esa Parroquia, hasta tanto

sus habitantes manifiesten su aprobación al funcionamiento de este tipo de instalaciones


mediante un referendo consultivo y hasta tanto sea declara zona geográfica turística, por el

presidente de la República en Consejo de Ministros.

Tal solicitud se fundamenta en el artículo 26 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela y en lo dispuesto en el artículo 588 del

Código de Procedimiento Civil, texto normativo que tiene aplicación de

manera supletoria en materia de amparo constitucional, en atención a lo

dispuesto en el artículo 88 de la Ley de la Corte Suprema de Justicia, dado

los amplios poderes cautelares de los que está dotado el juez en este tipo

de procesos para tutelar de manera real y efectiva los derechos y garantías

constitucionales que sean vulnerados.

Ahora bien, ciertamente en decisión de fecha 24 de marzo de 2000

dictada por esta Sala Constitucional, quedó sentada la tesis que postula la

posibilidad de otorgar medidas cautelares integradas a un proceso de

amparo, no obstante “lo breve y célere” del procedimiento. Asimismo,

quedó igualmente sentada, la tesis según la cual el juez dentro de este tipo

de procesos, y dadas las circunstancias particulares del caso, podía

prescindir de la exigencia al presunto agraviante de elementos probatorios

suficientes para acordar la protección inmediata, que exigiera la situación

en que el mismo se encontrara, situación que el juez en cada caso

examinaría realizando la ponderación correspondiente.

Advierte esta Sala que no se desprende de la citada sentencia que el

órgano jurisdiccional que conozca de la acción de amparo deba

constantemente y ante cualquier solicitud conceder la medida cautelar


solicitada, antes bien, debe siempre analizar cada caso concreto y verificar

si de lo alegado por el solicitante se evidencia la presunción a su favor del

buen derecho que reclama, o si existe o no fundado temor de que quede

ilusoria la ejecución del fallo, o que los daños sean irreparables o de difícil

reparación como consecuencia del no otorgamiento de la cautela

solicitada.

Efectivamente existe una ampliación de los poderes que posee el

Juez Constitucional para tornar más efectiva la tutela judicial que está

llamado a ofrecer, como un mecanismo óptimo que le permita y habilite

para que de manera inmediata otorgue al justiciable la medida judicial

acorde, que lo haga gozar y disfrutar el derecho o garantía constitucional

que le ha sido vulnerado, restituyéndolo a la situación jurídica que le

había sido infringida.

A tal efecto, y considerando los derechos e intereses que poseen los

demás ciudadanos que no son parte en el juicio de amparo, pero contra

quienes podría obrar la tutela que se acuerde, el juez está obligado a

realizar una ponderación de las circunstancias y elementos del caso, el

derecho que se alega violado y asegurarse que efectivamente la medida que

se dicte o acuerde, persiga o sea el medio idóneo para proteger la situación

del accionante, de allí que deba esta Sala proceder a examinar si, en el

presente caso, se dan los supuestos mencionados que hagan procedente la

medida cautelar innominada, es decir, si se verifican las condiciones de

procedencia.
Pues bien, esta Sala aprecia que en el caso sub júdice el accionante

se ha limitado a solicitar la medida cautelar sin que haya alegado cuáles

son las lesiones graves o de difícil reparación que se le pudieran ocasionar

durante la tramitación de la presente causa, ni el riesgo de frustración en

la ejecución del fallo en caso de no acordarse la medida, que hagan nacer

en esta Sala la convicción de que de no otorgarse la medida solicitada

efectivamente se cause un daño que sea irreparable o de difícil reparación,

más aun cuando de ser otorgada la medida cautelar en los términos

expuestos, podrían producirse daños a aquellos contra quienes obraría la

medida, cuando los mismos ostentan un derecho derivado de las

actuaciones que se consideran lesivas, las cuales se presumen legítimas

dado el principio de legitimidad que inviste a la actividad administrativa.

De allí que, es forzoso para esta Sala, declarar improcedente la solicitud de

medida cautelar innominada. Así se decide.

 
IV
DECISIÓN
 
En virtud de las declaratorias contenidas en el presente fallo, esta Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en nombre de la República y por
autoridad de la Ley, declara:
1.- Se ADMITE la presente acción de amparo constitucional incoada
por el ciudadano Henríque Capriles Radonski, quien actúa en su propio
nombre y con el carácter de Alcalde del Municipio Baruta del Estado
Miranda,
2.- Se declara IMPROCEDENTE la medida cautelar innominada solicitada.

3.- Se ORDENA la notificación del ciudadano Presidente de la Comisión Nacional

de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, a fin de que esta Sala

Constitucional, una vez que conste en autos dicha notificación, fije dentro de las noventa y
seis (96) horas siguientes a ella, la oportunidad en que se llevará a cabo la audiencia

constitucional. Asimismo, se ordena acompañar a la mencionada notificación, copia

certificada de la presente decisión, así como del escrito respectivo.

3.- Se ORDENA la notificación del ciudadano Fiscal General de la

República sobre la apertura del presente procedimiento, de conformidad

con lo dispuesto en el artículo 15 de la Ley Orgánica de Amparo sobre

Derechos y Garantías Constitucionales.

4.- A los fines de garantizar el derecho de defensa de terceros se acuerda notificar a

los representantes legales de las sociedades mercantiles Inversiones Camirra, S.A. e

Inversiones 33, C.A., para que si lo consideran pertinente concurran a la audiencia que se

fije.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado. 

Dada, firmada y sellada en la Sala de Audiencias de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, a los 01 días del mes de marzo de dos mil uno (2001).
Años: 190° de la Independencia y 141° de la Federación.
El Presidente

IVAN RINCÓN URDANETA

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: JOSÉ M. DELGADO OCANDO


 
Mediante escrito presentado en fecha 8 de noviembre de 2000, ante esta Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, los abogados Andrés Jiménez García y
Jesús Alfaro Brito, actuando en representación judicial de la sociedad mercantil FABRICA
DE PASTAS ALIMENTICIAS ROSANA C.A. (FAPARCA), interpusieron acción de
amparo constitucional en contra de la decisión emitida en fecha 5 de octubre de 2000 por el
Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Tránsito, Trabajo y Protección del Niño y del
Adolescente del Primer Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa. En
dicha decisión, el mencionado tribunal, actuando en segunda instancia, declaró con lugar
una solicitud de calificación de despido, reenganche y pago de salarios caídos incoada por
la trabajadora Migdalia Vargas en contra de FAPARCA C.A.
 
Contra dicha decisión, adicionalmente, fue solicitada una medida cautelar
innominada, de conformidad con lo previsto en los artículos 585 y 588, parágrafo primero,
del Código de Procedimiento Civil.
 
En la misma fecha, 8 de noviembre de 2000, se dio cuenta en Sala del escrito
recibido con sus anexos, asignándose la ponencia del caso al Magistrado José Manuel
Delgado Ocando. Posteriormente, reconstituida la Sala con los Magistrados que
actualmente la integran, se ratificó como ponente al referido Magistrado, quien con tal
carácter suscribe el presente fallo. Realizada la lectura individual del expediente, pasa la
Sala a dictar sentencia, previas las siguientes consideraciones:
 
I
LA ACCION INTERPUESTA
 
Los apoderados de FAPARCA C.A. señalan que la sentencia objeto de la presente
acción de amparo lesionó el derecho a la defensa de su representada, e, igualmente, su
derecho a una tutela judicial efectiva y a obtener una resolución de fondo fundada en
derecho. En líneas generales, su argumento consiste básicamente en que la sentencia da por
probados ciertos hechos que en la litis inclinan la balanza a favor de FAPARCA, y aun así,
a su decir de modo incongruente, decide declarar con lugar la calificación de despido, a
favor de la trabajadora solicitante Migdalia Vargas.
 
La solicitud de calificación de despido es interpuesta por Migdalia Vargas en virtud
de que, presuntamente, había sido despedida injustificadamente de la empresa FAPARCA
—donde laboraba desde el 26 de abril de 1993— en fecha 2 de marzo de 2000. La
demandada, FAPARCA, opuso el hecho de que realmente fue la propia trabajadora,
Migdalia Vargas, la que voluntariamente decidió abandonar su trabajo, a partir del 3 de
marzo de 2000. En esa fecha, según alega FAPARCA, la trabajadora se presentó al sitio de
trabajo, solicitando permiso para ausentarse del mismo desde las 9.00 a.m. hasta las 2.00
p.m. de ese día, lo cual prueba que no había sido despedida el día anterior. A partir de
entonces, aduce dicha empresa, que la trabajadora no volvió más.
 
En el juicio de calificación de despido, FAPARCA opuso el documento donde
consta la solicitud de permiso formulada por la trabajadora, documento que fue impugnado
por ésta. Realizada una experticia sobre el mismo, se concluyó en su autenticidad, y tanto el
Tribunal de primera instancia, como la alzada, apreciaron la misma. De allí que resulta
incongruente que, a pesar de considerar que la trabajadora no había sido despedida el 2 de
marzo de 2000 (hecho en el cual se fundamenta su demanda), el Juzgado Superior en lo
Civil, Mercantil, Tránsito, Trabajo y Protección del Niño y del Adolescente del Primer
Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa, declare con lugar la solicitud
de calificación; existiendo por ello una incongruencia entre la parte motiva y la dispositiva
del fallo.
 
Afirma la empresa accionante que la carga de la prueba para demostrar la veracidad
del despido correspondía a la solicitante de calificación de despido y no a la parte patronal,
tal y como lo sostiene el Juzgado Superior. Ello así por cuanto lo que alega FAPARCA es
precisamente que no existió despido, y la no existencia de despido es un hecho negativo
genérico. En todo caso, consideran que FAPARCA demostró fehacientemente que la
trabajadora asistió a sus labores el día 3 de marzo de 2000.
 
La sentencia objeto de amparo, según sostienen, es contradictoria y se sale de lo
alegado y probado en autos; invierte la carga de la prueba, al establecer que es a la empresa
FAPARCA a quien corresponde comprobar las causales del despido, sin estar ello
permitido en la ley, contraviniendo lo dispuesto en los artículos 12 y 243 ordinal 5°, del
Código de Procedimiento Civil; viola el artículo 15 eiusdem, al crear desigualdades no
establecidas en la ley, en detrimento de una de las partes en el proceso; y, en definitiva, no
produce una resolución de fondo fundada en derecho, al desoir o mal interpretar las
alegaciones y pruebas, violentando así el debido proceso. Aduce también, que la sentencia
se sale del planteamiento litigioso, estableciendo otra fecha de despido sin que ninguna de
las partes lo hubiere pedido. Igualmente, invierte la carga de la prueba, en contra de su
mandante.
 
Más adelante, los apoderados de la empresa accionante pasan a hacer ciertas
consideraciones acerca de la naturaleza del amparo contra sentencias, reconociendo que el
mismo procede sólo en caso de que la sentencia objeto de amparo haya lesionado la
consciencia jurídica y constituya un abuso de poder; sin que pueda pretenderse la revisión,
mediante el amparo, de cualquier error de juzgamiento enmarcado dentro del contexto de la
legalidad y la sana crítica. Ello aceptado, consideran que, en el caso particular bajo juicio,
la sentencia objeto de amparo constituyó una extralimitación de atribuciones, al haber
incurrido, entre otras cosas, en ultra petita e incongruencia con lo alegado y probado.
 
Los apoderados de la accionante fundamentan su solicitud de medida cautelar
innominada, alegando que de ejecutarse la sentencia contra la cual se interpone la acción de
amparo, ésta resultaría inútil y por ello inadmisible.
 
Finalmente, como petitum de la acción, solicitan que se dicte mandamiento de
amparo, anulándose la sentencia presuntamente lesiva, y reponiéndose la causa al estado de
que, en el proceso de calificación de despido instaurado por la trabajadora Migdalia Vargas
contra su representada, se dicte nueva sentencia en segunda instancia, corrigiéndose los
vicios antes anotados.
 
II
EL FALLO OBJETO DE AMPARO
 
La decisión que la empresa accionante considera como lesiva a sus derechos
constitucionales, declara con lugar una solicitud de calificación de despido interpuesta por
la trabajadora Migdalia Vargas, fundamentándose en las siguientes razones:
 
 
“Examinada de esta forma las pruebas promovidas podemos concluir
que ciertamente el trabajador demandante no demostró que la fecha
del despido fue el 02 de marzo del año en curso, mas aduciendo la
demandada que no fue despedida en dicha fecha plantea el despido en
forma injustificada por las causales previstas en los literales F, I y J
del artículo 102 de la Ley Orgánica del Trabajo.
 
Estas causales se refieren a la inasistencia injustificada al trabajo
durante tres días hábiles en el período de un mes; la segunda a la falta
grave a las obligaciones que impone la relación de trabajo y la tercera
al abandono del trabajo, los hechos en que se fundan dichas causales
no fueron demostradas por la demandada y en razón de ello ya se
señaló le correspondía demostrarlas como cargas probatorias que
asumió al aducir el despido justificado y no basta con sólo hacer la
participación del despido sino que como tal debe probarse a quien
corresponde como en este caso al demandado por haberlas alegado y
tomando en consideración la fecha de la participación del despido
este se produce el día 10 de marzo del año en curso y es a partir de
dicha fecha que debe tenerse como injustificado este despido y
asimismo a los efectos del reenganche y el pago de los salarios caídos
que la demandante y demandada admiten que correspondía a un
salario integral de Cuatrocientos Cincuenta y Tres Mil Trescientos
Veinticinco Bolívares y así se declara”.
 
El Juzgado Superior, pues, estimó que aun cuando no quedaba demostrado el
presunto despido de la trabajadora Migdalia Vargas en fecha 2 de marzo de 2000; sí
quedaba demostrado su despido a partir del 10 de marzo de 2000, y en tanto la patrona,
FAPARCA, no probó ninguna de las tres causales que hubiesen justificado dicho despido,
el mismo resulta injustificado y por ello la solicitud de calificación formulada debía ser
declarada con lugar.
 
III
MOTIVACION PARA DECIDIR
 
En primer lugar, debe pronunciarse esta Sala Constitucional acerca de su propia
competencia para conocer de la presente acción de amparo constitucional. A tal efecto se
observa que, tal y como lo señaló esta Sala en su decisión de fecha 20 de enero del 2000
(caso Emery Mata Millán), corresponde a esta Sala Constitucional la competencia para
conocer de las acciones de amparo que se intenten contra las decisiones de última instancia
emanadas de los Tribunales o Juzgados Superiores de la República, la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal que infrinjan directa e
inmediatamente normas constitucionales. En tal sentido, y por cuanto la sentencia objeto de
la presente acción fue dictada por un Tribunal Superior, la competencia para conocer del
presente amparo corresponde a esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, y
así se declara.
 
Respecto a la admisibilidad de la acción interpuesta, debe la Sala observar lo
siguiente:
 
El artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales establece que: “Igualmente procede la acción de amparo cuando un
Tribunal de la República, actuando fuera de su competencia, dicte una resolución o
sentencia u ordene un acto que lesione un derecho constitucional”.
El requisito de que, para que el amparo resulte procedente, el Tribunal
presuntamente agraviante haya actuado fuera de su competencia, ha sido entendido
ampliamente por la jurisprudencia, no mediante una interpretación estrictamente procesal
del termino “competencia”, sino más bien, como una alusión a conceptos de orden
constitucional. En tal sentido, el Tribunal actúa fuera de su competencia cuando incurre en
abuso de poder, usurpación de funciones, o cuando dicte resoluciones que lesionen la
consciencia jurídica. Así, por ejemplo, si un Tribunal nombrase a un Ministro (usurpando
así las funciones propias del Poder Ejecutivo), o condenare a muerte un reo (lesionando así
la consciencia jurídica), o bien dictare una sentencia sin haber garantizado el derecho a la
defensa, al omitir la citación del demandado; en estos casos, la acción de amparo sería
procedente.
 
Cuando, por lo contrario, lo que se imputa a la sentencia es un error de apreciación
de pruebas, una aplicación incorrecta del derecho, o un simple vicio formal que no resultare
sustancial, la acción de amparo resultaría improcedente.
 
En el presente caso, la circunstancia sobre la cual se considera que la sentencia
implica un actuar fuera de la competencia por parte del Tribunal, y una violación derechos
constitucionales, es el hecho de que en el fallo se aprecia que a la trabajadora demandante
en calificación de despido no se le despidió el día 2 de febrero de 2000, según ella misma
alega; y ello sin embargo, se declara con lugar la solicitud de calificación de despido.
 
El argumento esgrimido por los representantes de FAPARCA, consiste básicamente
en que el thema decidendum, el problema del cual dependía la decisión a tomar, era
precisamente determinar si a la accionante se le despidió o no el día 2 de febrero de 2000.
 
La sentencia objeto del presente amparo, en contraste, consideró que, a pesar de que
quedaba demostrado que el día 2 de febrero de 2000 la trabajadora no había sido despedida,
la solicitud de calificación de despido sí resultaba procedente; pues con posterioridad se la
había despedido con fundamento en las causales previstas en los literales f, i y j del artículo
102 de la Ley Orgánica del Trabajo (que contemplan la inasistencia injustificada durante 3
días hábiles en un mes, la falta grave en las obligaciones que impone el trabajo, y el
abandono del trabajo), sin que se hubiesen probado fehacientemente los hechos
contemplados en dichas causales.
 
Consideró la sentencia, en este sentido, que la carga de la prueba para demostrar que
la trabajadora no había asistido a sus labores desde el día 3 de febrero del 2000 hasta el 9 de
los mismos mes y año, correspondía al patrón; y en tanto éste no había demostrado tal
hecho, tampoco demostraba que el despido había sido justificado, lo cual acarreaba la
declaratoria con lugar de la solicitud de calificación. Los apoderados de la accionante,
como se señaló anteriormente, consideran que, contrariamente, la carga de la prueba
correspondía a la trabajadora.
 
Ahora bien, tales planteamientos escapan del objeto propio de una acción de amparo
constitucional contra decisiones judiciales, pues los mismos constituyen un problema de
simple apreciación jurídica. Si el Tribunal presuntamente agraviante, por ejemplo, hubiese
dictado la sentencia desconociendo todo el material probatorio, tal vez podría considerarse
la existencia de violaciones a derechos constitucionales. Pero en el fallo objeto del presente
amparo, se observa que el Tribunal analiza diversas pruebas, y las aprecia de acuerdo a su
sano criterio, sin que esta Sala pueda, con motivo de una acción de amparo, entrar a
discrepar con el criterio probatorio allí manejado. Admitir lo contrario sería, sencillamente,
transformar al amparo en una tercera instancia, condición esta totalmente ajena a su
naturaleza.
 
No deja de observar la Sala la asiduidad con que, en los juicios de calificación de
despido, y en virtud de que en tales procedimientos el recurso de casación es inadmisible, la
parte perdidosa en segunda instancia acude al amparo y plantea nuevamente la controversia
hasta entonces litigada, agregando simplemente alegatos de violación a derechos
constitucionales. Este proceder es inadecuado, pues atenta contra la celeridad de la justicia,
al abarrotar los órganos jurisdiccionales con acciones de amparo improcedentes, retardando
así la decisión sobre otras acciones, incluidas las de amparo que sí se fundamentan en
verdaderas violaciones constitucionales.
 
En tal sentido, advierte la Sala que, sin perjuicio de que puedan existir casos
relacionados con solicitudes de calificación de despido en los cuales existan auténticas
violaciones de derechos constitucionales, se considerará temeraria aquella acción de
amparo interpuesta contra la sentencia dictada en alzada sobre un procedimiento de
calificación de despido, en la cual los argumentos esgrimidos por el accionante constituyan
un simple replanteamiento de la controversia hasta entonces existente, cual si de una tercera
instancia se tratase. Así se declara.
 
Sobre la base de lo expuesto, considera la Sala que la presente acción de amparo
constitucional es improcedente. Por ello mismo, y por cuanto la medida cautelar solicitada
está subordinada a la acción principal, resulta improcedente. Así se decide.
 
III
DECISION
 
Por las razones expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, administrando Justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley,
declara IMPROCEDENTE la acción de amparo constitucional interpuesta por los
apoderados de FABRICA DE PASTAS ALIMENTICIAS ROSANA C.A. (FAPARCA),
contra la decisión emitida en fecha 5 de octubre de 2000 por el Juzgado Superior en lo
Civil, Mercantil, Tránsito, Trabajo y Protección del Niño y del Adolescente del Primer
Circuito de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa.
 
Publíquese, regístrese y notifíquese. Archívese el expediente.
 
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a los 02 días del mes de
MARZO del año dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 142º de la
Federación.
 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
 
SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA

Mediante escrito presentado ante esta Sala en fecha 30 de enero de

2001, el ciudadano AMÉRICO PERNALETE, productor agropecuario, titular

de la cédula de identidad número 4.344.033, actuando en su carácter de

Presidente del Comité de Rescate de la Federación Campesina de

Venezuela, asistido por la abogada Elisabeth Sánchez, inscrita en el Instituto

de Previsión Social del Abogado bajo el número 18.535, ejerció recurso de

interpretación respecto del Decreto de fecha 30 de enero de 2000, emanado

de la Asamblea Nacional Constituyente, donde fue creada la Comisión

Electoral Agraria.
En esa misma fecha se dio cuenta en Sala del presente expediente y

se designó ponente al Magistrado Antonio J. García García, quien con tal

carácter suscribe el presente fallo.

FUNDAMENTOS DEL RECURSO DE INTERPRETACIÓN

Alega el recurrente que en fecha 30 de enero de 2000 la Asamblea

Nacional Constituyente “en ejercicio del poder constituyente originario y en

concordancia con el artículo 1º del Estatuto de Funcionamiento de la

Asamblea Nacional Constituyente” dictó un decreto, cuyo último

considerando establece:

“Que es deber de la Asamblea Nacional Constituyente, en su


condición de máxima instancia, salvaguardar los intereses y
aspiraciones legítimas, populares y nacionales, y entre ellos los
de los sujetos de reforma agraria afiliados o que afilien a la
Federación Campesina de Venezuela que han visto incumplidos
sus objetivos sociales y organizativos.”
 
El texto del Decreto a que se refiere el accionante en su escrito, es del

tenor siguiente:

Artículo 1.- Se convoca al proceso electoral de la Federación Campesina de Venezuela, a


tal efecto se realizará un Censo Electoral, el cual se hará sobre la base actualizada de los
sindicatos y, sujetos de reforma agraria, afiliados a la Federación Campesina de
Venezuela y la apertura del proceso de inscripción de nuevos afiliados, según lo
establecido en el Articulo 68 de la Ley de Reforma Agraria.
 
Artículo 2- Se crea la Comisión Electoral Agraria, integrada por los ciudadanos: JESÚS R.
VALDERREY MARCANO, titular de la Cédula de Identidad No. 8.925.479. ANÍBAL
SANTELIZ, titular de la Cédula de Entidad No. 502.214, FREDDY ANTONIO
PERDOMO, titular de la Cédula de Identidad No. 2.199.833, JOSÉ RAMÓN ROSAS,
titular de la Cédula de Identidad No. 4.047.031, NELSON PÉREZ PÉREZ, titular de la
Cédula de Identidad No. 997.280, DAYANE SÁNCHEZ MARTÍNEZ, titular de la Cédula
de Identidad No. 6.299.730, VALERIANO GONZÁLEZ, titular de la Cédula de Identidad
No. 2.902.372 y JOSÉ MACHADO MORALES, titular de la cédula de Identidad No.
12.294.278, como principales y, los ciudadanos: FRANKLIN CANACHE SILVA, titular
de la Cédula de Identidad No. 1.191.189, LUIS HIDALGO PARISCA, titular de la Cédula
de Identidad No. 1.196.777, EUQUERIO GODOY, titular de la Cédula de Identidad No.
4.071.886, NARCISO ROMERO LOPEZ, titular de la Cédula de identidad No. 550.666,
AUGUSTO MARTÍNEZ VICUÑA, titular de la Cédula de Identidad No. 8.916.045,
DOMINGO COA, titular de la Cédula de Identidad No. 3.958.089, LUIS RILO, titular de
la Cédula de Identidad No. 1.423.759 y HERMES BRIZUELA, titular de la Cédula de
Identidad No. 2.837.112, como sus respectivos suplentes.
La Comisión Electoral Agraria en conjunto con los testigos de las diferentes candidaturas
a la Presidencia Nacional de la Federación Campesina de Venezuela y a los cargos
regionales, pre- inscritas en su debido momento, una vez organizado el Censo Electoral
Agrario previsto en e1 artículo 1 de este Decreto, someterá a revisión los Listados del
Censo Electoral y posteriormente organizará el proceso de inscripción de candidatos
electorales con suficiente respaldo y el proceso electoral de la Federación Campesina de
Venezuela.
 
Artículo 3- Se crea una Comisión Interinstitucional, la cual estará conformada por: Un
representante de la Defensoría del Pueblo, que la presidirá, un representante del
Ministerio del Trabajo y un representante del Consejo Nacional Electoral. Esta Comisión
Interinstitucional tendrá la obligación de cooperar con la Comisi6n Electoral Agraria,
como garantes de que el proceso electoral que se derive del presente Decreto se efectúe
democráticamente, con la mayor apariencia, confiabilidad y eficacia. Esta Comisión se
instalará dentro de los ocho días hábiles siguientes a la publicación del presente Decreto.
 
La Procuraduría Agraria Nacional y el Instituto Agraria Nacional, o el organismo que lo
sustituya, prestarán la asistencia técnica, legal y logística que sea requerida para la
ejecución del proceso .
 
...Omissis.
 
En tal sentido, señala el accionante que la Comisión Electoral Agraria fue instalada

dentro del plazo previsto, se encuentra funcionando y posee una Junta Directiva y “su

cronograma de elecciones”. No obstante, indica que en fecha 28 de enero de 2001 en los

diarios de circulación nacional, salió publicado un aviso oficial del Consejo Nacional

Electoral que convoca a los representantes legales de las organizaciones sindicales:

Sindicatos Nacionales, Federaciones y Confederaciones para consignar los recaudos que los
acreditan legalmente para participar en el proceso electoral para la elección de las nuevas

autoridades sindicales, tal como fue aprobado en el referendo sindical celebrado el 3 de

diciembre de 2000.

Por último, expresa en su escrito como petitorio, que como quiera que

existe una dualidad de procesos, conformados por el mencionado Decreto

de la Asamblea Nacional Constituyente donde fue creada la Comisión

Electoral Agraria y la Convocatoria efectuada por el Consejo Nacional

Electoral, es que recurre ante este Tribunal Supremo de Justicia “en base a

la norma invocada (266 numeral 6) de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela, por vía de consulta a fin de que se interprete el

Decreto referido, emanado de la Asamblea Nacional Constituyente, en el

sentido de que nosotros como organizaciones campesinas, ya tenemos una

Comisión Electoral Agraria y quiénes la conforman, cómo se va a realizar

nuestro proceso eleccionario y fecha de la respectiva elección, y solamente

el Consejo Nacional Electoral, tendrá un representante en la Comisión

Interinstitucional a fin de que se lleve a cabo la elección de la forma mas

transparente.”(sic) Igualmente, solicita que “tal ‘consulta’ se realice en un

lapso perentorio, ya que el aviso efectuado por el máximo organismo

electoral da sólo un plazo de quince (15) días para consignar los recaudos

exigidos, y como Directiva, dependen de la decisión que recaiga para tener

la certeza de lo que deben hacer”. Finalmente, solicita que el presente

recurso sea admitido, sustanciado y tramitado conforme a derecho y

declarado con lugar en la definitiva.


II

ANALISIS DE LA SITUACION

Debe previamente esta Sala precisar su competencia para conocer del

presente recurso y consiguientemente examinar su admisibilidad. A tal

efecto, observa:

Según lo dispuesto en el artículo 266 numeral 6 de la Constitución de

la República Bolivariana de Venezuela, y en el artículo 42 numeral 24 de la

Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, resulta ostensible la

existencia en el ordenamiento jurídico venezolano de un instituto jurídico

que tiene por objeto la interpretación de los textos de carácter legal, a los

fines de determinar el contenido y alcance de los mismos, cuyo

conocimiento está atribuido al Tribunal Supremo de Justicia.

No sucede en cambio lo mismo con relación a este mismo

instrumento procesal referido a las normas constitucionales. Sin embargo,

la jurisprudencia de esta Sala se ha pronunciado prolijamente al respecto, la

cual procurando satisfacer una necesidad colectiva de esclarecimiento de la

normativa constitucional ha despejado la duda acerca de la posibilidad de

su ejercicio, cuando lo que se pretende es la interpretación de algún

precepto constitucional. Inspirada en razones lógicas y teleológicas, así

como en los novísimos postulados constitucionales que aspiran a una

jurisdicción constitucional fuerte y extensible, y en consideración al

contenido del artículo 335 de la Constitución que establece: “El Tribunal

Supremo de Justicia garantizará la supremacía y efectividad de las normas y


principios constitucionales; será el máximo y último intérprete de esta

Constitución y velará por su uniforme interpretación y aplicación. Las

interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre el contenido o

alcance de las normas y principios constitucionales son vinculantes para las

otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás tribunales de la

República”; la Sala ha admitido lo viable y plausible que resulta poder

acceder a interpretar las disposiciones constitucionales, y además, ha

procedido a efectuar una diferenciación entre los recursos de interpretación

a que se refiere el numeral 24 del artículo 42 de la Ley Orgánica de la Corte

Suprema de Justicia, cuyo conocimiento, de conformidad con dicho

precepto, corresponde a la Sala Político Administrativa de este Tribunal y la

acción tendiente al razonamiento y comprensión de una norma

constitucional, que también es distinta de la que previene el artículo 266,

numeral 6 constitucional. En tal sentido, la Sala ha establecido igualmente,

en virtud de la ausencia de preceptos que de manera expresa regulen este

instrumento procesal, los requisitos de procedencia y el procedimiento

aplicable para tramitar este especialísimo medio procesal (Véase sentencias

números 1077 de 22 de septiembre de 2000, 1387 de fecha 21 de noviembre

de 2000 y 1415 de 22 de noviembre de 2000).

Establecida la posibilidad que ofrece el ordenamiento jurídico de

interpretar las normas constitucionales, esta Sala procede a analizar el

carácter del acto normativo objeto del presente recurso. En tal sentido, se

observa que, del examen de las actas procesales, se desprende que el

instrumento jurídico cuya interpretación se solicita fue dictado por la


Asamblea Nacional Constituyente, en ejercicio del poder constituyente

originario otorgado mediante referendo aprobado el 25 de abril de 1999, en

concordancia con el artículo 1º del Estatuto de Funcionamiento de la

Asamblea Nacional Constituyente y con fundamento en lo dispuesto en los

artículos 305, 306 y 307 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela.

Cabe destacar que, esta Sala ha tenido igualmente oportunidad de

pronunciarse acerca del carácter y naturaleza de las actuaciones que fueron

realizadas por la Asamblea Nacional Constituyente, en ejercicio y desarrollo

de ese poder originario que le fue otorgado a través del referendo de fecha

25 de abril de 1999; y, en tal sentido ha establecido, que tales actuaciones

poseen carácter constitucional y como tal, quedan sometidas al mismo

régimen, siendo equiparables a la Constitución. (Véase por ejemplo

sentencias números 179, 180 y 445 de fecha 28 de marzo de 2000, las dos

primeras, y 23 de mayo de 2000, la última)

Ahora bien, es preciso reiterar una vez más que, en virtud de las

atribuciones conferidas por el Texto Fundamental a esta Sala Constitucional,

como órgano jurisdiccional especializado encargado de velar por el control

de la constitucionalidad de los actos del Poder Público, y como último y

máximo intérprete de la Constitución, función que fue ampliamente

considerada por esta misma Sala en la citada sentencia número 1077, en la

cual afirmó su competencia para interpretar el contenido y alcance de las

normas y principios constitucionales, le corresponde según el contenido del

artículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en


concordancia con el artículo 336 eiusdem, conocer de los recursos de

interpretación que se intenten con el objeto de determinar el alcance de los

preceptos constitucionales, y como quiera que el presente expediente versa

sobre la interpretación de un Decreto dictado por la Asamblea Nacional

Constituyente, que como tal ostenta rango y naturaleza constitucional, le

corresponde a esta Sala su conocimiento, al guardar relación con las

atribuciones que la misma posee. En consecuencia, esta Sala Constitucional

se declara competente para conocer del presente recurso. Así se decide.

Establecido lo anterior, pasa esta Sala a pronunciarse sobre la

admisibilidad del recurso de interpretación propuesto, y en tal sentido

observa lo siguiente:

Para proceder a la admisión del presente recurso es imperativo determinar

previamente, por razones lógicas y metodológicas, cuál es el objeto del mismo. A tal fin, se

advierte que, del examen realizado al contenido del escrito que encabeza las presentes

actuaciones, a juicio de esta Sala resulta complejo establecer su inteligencia, en virtud de la

ininteligibilidad de la situación planteada, o dicho en otros términos, dada la forma como

está propuesto el escrito no se puede tener conocimiento de qué pretende exactamente el

recurrente al incoar el recurso, a los efectos de obtener un pronunciamiento de determinada

índole por parte de esta Sala.

En efecto, en el texto del mismo el recurrente se limita a transcribir un Decreto

dictado por la Asamblea Nacional Constituyente y un aviso que contiene una convocatoria

efectuada por el Consejo Nacional Electoral, respecto de los cuales no formula un

planteamiento en concreto, probablemente el recurrente pretenda la interpretación de dicho

Decreto, situación de la cual la Sala no posee certeza, toda vez que no se alude a ninguna
interpretación del texto normativo en concreto del cual el recurrente solicite

pronunciamiento en cuanto a su sentido y alcance. Pareciera que el recurrente planteara

alguna colisión entre el instrumento de rango constitucional referido y un acto

administrativo de efectos generales dictado por el Consejo Nacional Electoral, sin embargo

tampoco es posible para la Sala determinarlo.

  En ese orden de ideas, lo primero que procede determinar en un sentido racional, es

sobre qué debe versar la actividad hermenéutica de la decisión que recaiga en este tipo de

recursos, para luego, sobre la base de este juicio preliminar, proceder a someter a análisis la

pretensión, a los fines de determinar la admisibilidad del mismo, para ello resulta

indispensable que el planteamiento satisfaga ciertos elementos a los que hace referencia la

sentencia antes citada número 1387, en cuyo contenido se establece:

“Advierte esta Sala, que la petición de interpretación puede resultar inadmisible, si


ella no expresa con precisión en qué consiste la oscuridad, ambigüedad o
contradicción entre las normas del texto constitucional, o en una de ellas en
particular; o sobre la naturaleza y alcance de los principios aplicables; o sobre las
situaciones contradictorias o ambiguas surgidas entre la Constitución y las normas
del régimen transitorio o del régimen constituyente. Igualmente, será inadmisible el
recurso, cuando en sentencias de esta Sala anteriores a su interposición, se haya
resuelto el punto, sin que sea necesario modificarlo; o cuando a juicio de la Sala,
lo que se plantea no persigue sino la solución de un conflicto concreto entre
particulares o entre éstos y órganos públicos, o entre estos últimos; o una
escondida forma destinada a lograr una opinión previa sobre la
inconstitucionalidad de una ley”.
 
 

Resulta necesario entonces un esbozo de los problemas interpretativos que según la

opinión del recurrente presente una normativa dada, que invite a su análisis y haga presumir

la existencia de una verdadera necesidad de pronunciamiento por parte del órgano

jurisdiccional; una duda razonable acerca del alcance e inteligencia de una disposición, la

cual vendrá a ser dilucidada por la actividad del juzgador.


Examinados los supuestos señalados en la transcrita decisión y
examinado el escrito contentivo del recurso intentado, se observa que los
elementos a los cuales la misma se refiere no se cumplen en el presente caso.
Ante tal circunstancia y como quiera que el planteamiento efectuado lo es de
forma equívoca, resulta para esta Sala imposible comprender la dificultad
interpretativa que presenta para el solicitante la normativa indicada, por lo que
este recurso resulta inadmisible y así se declara expresamente.
 
 
III
DECISIÓN
 
Por las razones precedentemente expuestas, esta Sala Constitucional

del Tribunal Supremo de Justicia, en nombre de la República por autoridad

de la Ley, declara INADMISIBLE el recurso de interpretación constitucional

ejercido por el ciudadano AMERICO PERNALETE, asistido por la abogada

Elisabeth Sánchez Fuentes.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Archívese el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Audiencias del Tribunal

Supremo de Justicia en Sala Constitucional, a los 02 días del mes de marzo

de dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 141º de la Federación.

El Presidente,

Iván Rincón Urdaneta

 
SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: Iván Rincón Urdaneta

Mediante oficio No. 98-2453 de fecha 5 de agosto de 1998, la Corte Primera de lo


Contencioso Administrativo remitió a la Sala Político Administrativa de la Corte Suprema
de Justicia, expediente contentivo de la decisión que dictara con ocasión de la solicitud de
amparo constitucional interpuesta por el ciudadano BALTAZAR PEDRA, asistido por los
abogados Isaac Lewis y Gladys Ariza Salcedo, inscritos en el Instituto de Previsión Social
del Abogado bajo los números 13.277 y 47.170, respectivamente, en contra del ciudadano
“Doctor TRINO ALCIDES DÍAZ, o a quien haga las veces de RECTOR de la
UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA”, y de la “Profesora OSCARINA
CASTILLO, en su carácter de SECRETARIA” de la referida Institución Universitaria, a fin
de que proceda a su restitución como alumno regular de la Escuela de Comunicación
Social, Facultad de Humanidades y Educación de dicha Casa de Estudios.

Dicha remisión se hizo de conformidad con lo establecido en el artículo 35 de la


Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, a los fines de su
conocimiento en consulta.

El 11 de mayo del año 2000, la Sala Político Administrativa declinó en esta Sala la
competencia para conocer del presente expediente.

El 24 de mayo de 2000, se dio cuenta y se designó Ponente al Magistrado Iván


Rincón Urdaneta, quien con tal carácter suscribe el presente fallo.

ANTECEDENTES

Aduce el accionante lo siguiente:

Que en fecha 16 de octubre de 1990, acudió ante la Facultad de Humanidades y


Educación de la Universidad Central de Venezuela, a fin de efectuar su inscripción en la
Escuela de Comunicación Social de dicha Institución Universitaria, cumpliendo con todos
los requisitos exigidos para tal fin; en razón de lo cual -señala- le fue entregada la planilla
de inscripción con “un Sello Húmedo Triangular, en donde se lee: INSCRITO POR
SECRETARÍA”.

Que durante los once (11) semestres cursados, la Oficina de Control de Estudios, de
la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, le hizo
llegar las planillas de inscripción correspondientes a cada semestre, siendo “que después de
haber cumplido los requisitos de Admisión establecidos en la Ley y Reglamentos, continué
cursando desde el Primer SEMESTRE al DECIMO PRIMER SEMESTRE, con el fin de
obtener un TÍTULO UNIVERSITARIO”, por lo que considera “que de forma legal”, es
alumno de la Universidad Central de Venezuela.

Que a finales del mes de octubre de 1995, introdujo ante la Secretaría de la referida
Casa de Estudios, solicitud de sus notas certificadas, la cual no le fue entregada en la fecha
fijada, toda vez que fue “remitido a la Jefa de la División de Registro Estudiantil... quien
me -le- informó que mi -su- situación era irregular, por cuanto mi expediente no aparecía
en el archivo general de la U.C.V.”

Que el 11 de abril de 1996, mediante oficio No. C.E.-32 de fecha 12/2/1996,


suscrito por la ciudadana María Josefina Barajas, en su carácter de Jefe de Control de
Estudios de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de
Venezuela, fue notificado de la anulación de su inscripción y escolaridad, “SIN
EXPLICAR EL MOTIVO O LA CAUSA DE LA MISMA”, con lo cual -señala- se le vulneró
su derecho constitucional a la educación y a la defensa, entre otras garantías fundamentales.

En razón de lo anterior, el 9 de septiembre de 1996, el ciudadano Baltazar Pedra,


interpuso ante la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, acción de amparo
constitucional en contra del ciudadano “Doctor TRINO ALCIDES DÍAZ, o quien haga las
veces de RECTOR de la UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA” y de la profesora
Oscarina Castillo, “en su carácter de Secretaria” de dicha Institución, a fin de que fuera
declarada su restitución como alumno regular, en la Escuela de Comunicación Social,
Facultad de Humanidades y Educación, de dicha Universidad.
El 2 de abril de 1997, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, declaró
parcialmente con lugar la acción interpuesta, y ordenó “a las Autoridades de la Escuela de
Comunicación Social de la referida Universidad, reconocerle al accionante los estudios
aprobados y cursados en dicha Institución Universitaria, a los fines de que pueda
continuar los mismos en otra Universidad”.

El 14 de abril de 1997, la apoderada judicial de la Universidad Central de Venezuela


ejerció recurso de apelación en contra de la decisión dictada por la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo de fecha 2 de abril de 1997, que declaró parcialmente con
lugar la solicitud de amparo interpuesta.

El 14 de julio de 1997, el ciudadano Baltazar Pedra solicitó ante la Corte Primera de


lo Contencioso Administrativo, se declarara definitivamente firme la sentencia dictada por
esa misma Corte en fecha 2 de abril de 1997, por cuanto la Universidad Central de
Venezuela no señaló las copias certificadas “que serían enviadas a la Corte Suprema, Sala
Político Administrativa”, en virtud de la apelación interpuesta.

El 14 de octubre de 1997, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo negó


la anterior solicitud interpuesta por el accionante, y en consecuencia, ordenó la remisión del
presente expediente a la Sala Política Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, a los
fines de su conocimiento en consulta, de conformidad con el artículo 35 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

El 11 de mayo del año 2000, la Sala Política Administrativa de la Corte Suprema de


Justicia, declinó en esta Sala la competencia para conocer del presente expediente.

II

DE LA SENTENCIA CONSULTADA

La decisión objeto de la presente consulta, declaró parcialmente con lugar la


solicitud de amparo constitucional interpuesta, por las razones siguientes:
 

1. 1.                  Respecto a la violación del derecho a la educación alegada por el


accionante: Señaló dicho fallo, que consta en las actas procesales que conforman el
expediente, que el ingreso del accionante a la Universidad Central de Venezuela, fue
realizado mediante el uso de “canales irregulares”, razón por la cual “no puede esta Corte
-Primera de lo Contencioso Administrativo- restituir derecho alguno”.

En este sentido, señaló la decisión aludida, que “si bien es cierto que debe
accederse a la Universidad de modo regular ningún impedimento de tipo académico tiene
el accionante para acceder a la Universidad”, razón por la cual consideró dicho fallo, que
“en virtud de que el accionante cursó y aprobó once semestres en la Universidad Central
de Venezuela... anularlos, sin fundamento legal ni reglamentario sí constituye una
violación al derecho a la educación”, y que en consecuencia, “se le deben reconocer los
estudios realizados en dicha institución, a los fines de que pueda continuar cursando su
carrera en otra institución universitaria”.

2. 2.                  Respecto a la violación al derecho a la defensa: Señaló el fallo


consultado, que en cuanto al alegato esgrimido por el accionante, relativo a “que no se le
manifestó el motivo por el cual se le anula su inscripción y escolaridad”, “esta Corte -
Primera de lo Contencioso Administrativo- observa que el accionante tenía conocimiento
de tal decisión... y así mismo (sic) consta que conocía la situación irregular planteada en
su caso”.

3. 3.                  Respecto a la denuncia de la violación al derecho fundamental


relativo al libre deselvolvimiento de la personalidad: señaló la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo, que sólo podría considerarse la violación de dicho derecho,
respecto “a la invalidación de los estudios realizados y no a la invalidación de la
inscripción” por cuanto dicho derecho, “puede limitarse no sólo por razones de orden
público, sino igualmente por los derechos que a las demás personas puedan
corresponderles, por lo que los límites que imponen las Universidades para el ingreso a
las mismas, caben dentro de los límites que para estos derechos prevé el artículo 43 de la
Constitución Nacional”.
En razón de lo anterior, el fallo consultado declaró parcialmente con lugar la acción
ejercida, y ordenó a las autoridades de la Universidad Central de Venezuela, Escuela de
Comunicación Social, Facultad de Humanidades y Educación, “reconocerle al accionante
los estudios aprobados y cursados en dicha Institución Universitaria, a los fines de que
pueda continuar los mismos en otra Universidad”.

III

COMPETENCIA

Debe previamente esta Sala determinar su competencia para conocer de la


presente consulta, a la luz de las atribuciones conferidas por el Texto Constitucional al
Tribunal Supremo de Justicia y, en especial, de las funciones que en materia
constitucional recaen sobre el mismo.

En este sentido, esta potestad debe ejercerse respecto de todas las sentencias de
amparo constitucional dictadas por los Juzgados Superiores de la República, Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal,
cuando conozcan como Tribunales de primera instancia.

En el presente caso, se somete al conocimiento de la Sala, la consulta de una


decisión dictada por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, la cual conoció
en primera instancia de una solicitud de amparo constitucional ejercida en contra de
autoridades -Rector y Secretaria- de la Universidad Central de Venezuela, motivo por el
cual, la Sala es competente para conocer de la presente consulta, y así se declara.

IV

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

Analizadas como han sido las actas que conforman el presente expediente, pasa
esta Sala a decidir, previas las siguientes consideraciones:
La decisión que origina la presente consulta, fue dictada con ocasión a la acción
de amparo constitucional interpuesta por el ciudadano Baltazar Pedra en contra de las
autoridades -Rector y Secretaria- de la Universidad Central de Venezuela, por la
violación de sus derechos fundamentales, relativos a la educación, a la defensa y al
desenvolvimiento de la libre personalidad, consagrados en los artículos 43, 49, 78 y 80,
respectivamente, de la derogada Constitución. Dicha solicitud de protección
constitucional, fue declarada parcialmente con lugar por la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo.

En efecto, señaló la referida Corte, que en el caso sometido a su análisis, no hubo


menoscabo alguno de los derechos constitucionales denunciados en amparo, toda vez
que, “si bien es cierto que debe accederse a la Universidad de modo regular ningún
impedimento de tipo académico tiene el accionante para acceder” a ésta, por lo tanto
ordenó “a las Autoridades de la Escuela de Comunicación Social de la referida
Universidad -Central de Venezuela- reconocerle al accionante los estudios aprobados y
cursados en dicha Institución”.

En este contexto, la Sala observa:

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela prevé expresamente el


derecho que tienen todos los ciudadanos a la educación, el cual es consagrado como un
derecho humano y fundamental, orientado a la preservación de una sociedad
democrática, basada, entre otros valores, en la participación activa de la misma y en el
pleno desarrollo de la personalidad de los miembros que la conforman. Igualmente, se
consagra este derecho, como un deber social fundamental, democrático, gratuito y
obligatorio, el cual debe ser garantizado por el Estado, quien lo asume como una
función “indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades”
(artículo 102).

Así pues, es el propio Texto Constitucional que consagra la educación como “un
servicio público”, el cual, dado el interés general que reviste, corresponde al Estado, en
ejercicio de tal función docente, regular todo lo relativo a su cumplimiento, garantizando
el derecho que tiene toda persona a una educación integral, de calidad, permanente “sin
más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones” (artículo
103).

Es así como nuestro sistema educativo se encuentra mayormente definido por el


texto legal que lo regula, esto es, la Ley Orgánica de Educación, la cual establece las
directrices y bases de dicho sistema, así como lo relativo a su “orientación, planificación
y organización” (artículo 1º). Igualmente, prevé dicha Ley el derecho que tienen todos
los ciudadanos a “recibir una educación conforme con sus aptitudes y aspiraciones,
adecuadas a su vocación... sin ningún tipo de discriminación”, para lo cual el “Estado
creará y sostendrá instituciones y servicios suficientemente dotados” a fin de
“garantizar el máximo rendimiento social del sistema educativo y de proporcionar
una efectiva igualdad de oportunidades educacionales” (artículo 6).

Conforme a la citada Ley, nuestro sistema educativo está estructurado en diversos


niveles, siendo uno de ellos el nivel superior, cuya organización y régimen de
funcionamiento, se encuentra regulado en la Ley de Universidades y en los reglamentos
respectivos, por remisión expresa de la Ley Orgánica de Educación.

En el caso que nos ocupa, la Secretaría de la Universidad Central de Venezuela,


dictó una medida de invalidación en contra de la inscripción y escolaridad del
accionante, en la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Humanidades y
Educación de dicho Centro Universitario -copia de la cual corre al folio 33- razón por la
cual alega el accionante, la violación de sus derechos constitucionales a la educación, al
libre desenvolvimiento de la personalidad y a la defensa, ya que, al no tener
conocimiento de dicha medida, no pudo ejercer recurso alguno en contra de la misma.

Al respecto, aduce la referida Universidad, que dicha anulación fue dictada de


conformidad con lo establecido en el artículo 116 de la Ley de Universidades, y “la
Resolución del Consejo Universitario aprobada en sesión de fecha 11/11/81 que acordó
que a los casos de alumnos que aparezcan inscritos en Facultades, sin haber cumplido
con la inscripción en la U.C.V. (Oficina Central de Inscripciones – Secretaría
General), a partir del proceso 1980 – 81, inclusive, se les anule automáticamente dicha
inscripción”.
Ahora bien, del análisis de las actas procesales que conforman el presente
expediente -folios 80 y 98- se evidencia la aceptación, por parte del accionante, de las
circunstancias irregulares bajo las cuales fue realizada su inscripción en la Facultad de
Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. En este sentido,
señala el actor, que ingresó a dicha Institución Universitaria “en el año 1990, por
intermedio del empleado Señor Dilio Cordero quien para ese entonces se
desempeñaba como Asistente de Registro de Control de Estudios de la Facultad de
Humanidades y Educación... dicho señor me -le- ofreció de forma GRATUITA el
ingreso a esta casa de estudios haciéndome pasar como miembro de su familia,
porque... los profesores, empleados y obreros gozan de cupos para sus familiares
mediante acta convenio con la institución”.

Igual consideración merece, la comunicación dirigida al Ministro de Educación


de fecha 24 de mayo de 1996 -folio 94- en la cual reconoció el accionante, “que debido a
mi -su- deseo por estudiar... acepté la tramitación para ingresar a esta universidad...
siendo “que en todo momento reconozco mi falta por cuanto no utilicé los canales regulares
para ingresar a la universidad. Pero fue la desesperación e incertidumbre... y el deseo de
querer estudiar para ser un profesional universitario... y por no contar con los
recursos económicos necesarios... lo que me llevó a acceder involuntaria e
inconscientemente a tal irregularidad” (negrillas de la Sala).

Conforme a las anteriores transcripciones, la Sala observa, que en efecto, la


inscripción del accionante en la Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de
Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, se efectuó de forma
irregular, por cuanto la misma tuvo lugar en virtud del convenio o beneficio que ofrece
dicha Institución, únicamente para los hijos de profesores, empleados y obreros, casos
éstos en los que no se encontraba el accionante.

En razón de lo anterior, la Sala estima, que al haberse gestionado la inscripción


impugnada mediante el uso de canales irregulares, la misma no puede tenerse como
válida, toda vez que el accionante no dio cumplimiento a los requisitos que para tal fin
prevé el reglamento de la Universidad Central de Venezuela, razón por la cual el fallo
consultado debe ser confirmado en este aspecto, y así se declara.
No obstante lo anterior, la Sala observa, que de las actas procesales que
conforman el presente expediente, se evidencia que el accionante ha venido cumpliendo
con la carga académica exigida por la Universidad Central de Venezuela,
específicamente, en la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Humanidades y
Educación, por cuanto, solo le “faltan diez (10) materias para concluir con los ciento
ochenta (180) créditos exigidos por la escuela, para presentar mi -su- trabajo de grado
y obtener la Licenciatura en Comunicación Social”.

En tal sentido, el artículo 116 de la Ley de Universidades, aplicable al presente


caso, por remisión expresa de la Ley Orgánica de Educación, establece lo siguiente:

“Son alumnos de las Universidades las personas que, después de haber


cumplido los requisitos de admisión establecidos en la Ley, y los
Reglamentos, sigan los cursos para obtener los títulos o certificados
que confiere la Universidad.

Se entiende por alumno regular de la Universidad al estudiante


debidamente inscrito en ella, y que cumpla a cabalidad con todos los
deberes inherentes a su condición de alumno, conforme a la Ley, los
Reglamentos y los planes regulares de estudio” (negrillas de la Sala).

Asimismo, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, consagra el


derecho que tiene toda persona, a una educación “de calidad, permanente, en igualdad
de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus
aptitudes, vocación y aspiraciones” (artículo 103). Igualmente prevé el Texto
Constitucional, lo relativo al ingreso, promoción y permanencia del sistema educativo,
los cuales “serán establecidos por ley... sin injerencia partidista o de otra naturaleza
no académica” (artículo 104) (subrayado propio).

En el caso bajo análisis, si bien es cierto que la inscripción del accionante en la


Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, se
realizó en forma irregular, por cuanto la misma no cumplió con los requisitos que para
tal fin exige dicha Institución, tales condiciones de admisión, responden a una
naturaleza no académica, por lo que, la Sala observa, que en el presente caso, no existe
ningún impedimento académico, ni ninguna limitación derivada de la aptitud, vocación
o aspiración del accionante, que impida la continuidad de sus estudios a nivel superior
-periodismo- máxime, cuando consta en autos que éste ha cursado y aprobado once (11)
semestres en dicha mención, y fue beneficiario de una “beca- estudio luego de haber
cumplido con todos los trámites exigidos por la Unidad de Servicios Estudiantiles de la
Organización de Beneficiencia (O.B.E.) de la U.C.V.”, lo cual pone de manifiesto su
condición de alumno regular.

De lo anterior se evidencia, que los estudios realizados por el accionante, fueron


con el animus de un buen estudiante, esto es, que aun no ostentando la condición legal
de alumno inscrito válidamente en la Universidad -lo cual desconocía hasta el año 1995-
actuó bajo la apariencia de legitimidad de un alumno regular.

En este sentido, la Sala estima, que tal situación, reviste los mismos efectos que la
doctrina atribuye a los funcionarios de hecho, frente a los funcionarios de derecho,
entendidos los primeros como aquéllos que, si bien se encuentran en el ejercicio de un
cargo, el mismo deriva de alguna irregularidad, la cual puede provenir de diversas
causas. No obstante la irregularidad que puedan presentar dichos funcionarios en su
investidura, los actos realizados por éstos, deben tenerse, dentro de ciertas limitaciones,
como válidos, en virtud del interés público que revisten las relaciones jurídicas creadas
por dichos funcionarios, siempre que éstos, entre otras condiciones, ejerzan su función
bajo apariencia de legitimidad de título o autoridad, y en forma pública, pacífica,
tranquila e ininterrumpida.

Así las cosas, la Sala observa, que no obstante la nulidad de la inscripción del
accionante en la Universidad Central de Venezuela, éste cumplió con todos sus deberes
inherentes a su condición de alumno regular, habiendo cursado y aprobado once (11)
semestres en la Escuela de Comunicación Social, por lo que anular esta escolaridad
impediría la continuidad de los estudios del accionante a nivel superior, vulnerando su
derecho fundamental a la educación, siendo que en el presente caso, no existe ningún
impedimento de tipo académico que permita al accionante continuar sus estudios en otra
institución universitaria; motivo por el cual el fallo consultado debe ser confirmado, y
así se declara.

DECISIÓN

Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de la Ley
CONFIRMA la sentencia dictada por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo
de fecha 2 de abril de 1997, con ocasión de la solicitud de amparo constitucional
interpuesta por el ciudadano BALTAZAR PEDRA, en contra del ciudadano “Doctor
TRINO ALCIDES DÍAZ, o a quien haga las veces de RECTOR de la UNIVERSIDAD
CENTRAL DE VENEZUELA”, y de la “Profesora OSCARINA CASTILLO, en su
carácter de SECRETARIA” de la referida Institución Universitaria.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Devuélvase el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, a los 06 días del mes de MARZO del año dos mil uno.
Años: 189º de la Independencia y 142º de la Federación.

El Presidente - Ponente

Iván Rincón Urdaneta

El Vicepresidente,

Jesús Eduardo Cabrera Romero

Antonio García García

Magistrado

José Manuel Delgado Ocando

Magistrado
Pedro Rondón Haaz

Magistrado

El Secretario,

José Leonardo Requena Cabello

 
 
Exp. 00-1672
IRU

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: Iván Rincón Urdaneta

Mediante oficio No. 98-2453 de fecha 5 de agosto de 1998, la Corte Primera de lo


Contencioso Administrativo remitió a la Sala Político Administrativa de la Corte Suprema
de Justicia, expediente contentivo de la decisión que dictara con ocasión de la solicitud de
amparo constitucional interpuesta por el ciudadano BALTAZAR PEDRA, asistido por los
abogados Isaac Lewis y Gladys Ariza Salcedo, inscritos en el Instituto de Previsión Social
del Abogado bajo los números 13.277 y 47.170, respectivamente, en contra del ciudadano
“Doctor TRINO ALCIDES DÍAZ, o a quien haga las veces de RECTOR de la
UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA”, y de la “Profesora OSCARINA
CASTILLO, en su carácter de SECRETARIA” de la referida Institución Universitaria, a fin
de que proceda a su restitución como alumno regular de la Escuela de Comunicación
Social, Facultad de Humanidades y Educación de dicha Casa de Estudios.
Dicha remisión se hizo de conformidad con lo establecido en el artículo 35 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, a los fines de su
conocimiento en consulta.

El 11 de mayo del año 2000, la Sala Político Administrativa declinó en esta Sala la
competencia para conocer del presente expediente.

El 24 de mayo de 2000, se dio cuenta y se designó Ponente al Magistrado Iván


Rincón Urdaneta, quien con tal carácter suscribe el presente fallo.

ANTECEDENTES

Aduce el accionante lo siguiente:

Que en fecha 16 de octubre de 1990, acudió ante la Facultad de Humanidades y


Educación de la Universidad Central de Venezuela, a fin de efectuar su inscripción en la
Escuela de Comunicación Social de dicha Institución Universitaria, cumpliendo con todos
los requisitos exigidos para tal fin; en razón de lo cual -señala- le fue entregada la planilla
de inscripción con “un Sello Húmedo Triangular, en donde se lee: INSCRITO POR
SECRETARÍA”.

Que durante los once (11) semestres cursados, la Oficina de Control de Estudios, de
la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, le hizo
llegar las planillas de inscripción correspondientes a cada semestre, siendo “que después de
haber cumplido los requisitos de Admisión establecidos en la Ley y Reglamentos, continué
cursando desde el Primer SEMESTRE al DECIMO PRIMER SEMESTRE, con el fin de
obtener un TÍTULO UNIVERSITARIO”, por lo que considera “que de forma legal”, es
alumno de la Universidad Central de Venezuela.

Que a finales del mes de octubre de 1995, introdujo ante la Secretaría de la referida
Casa de Estudios, solicitud de sus notas certificadas, la cual no le fue entregada en la fecha
fijada, toda vez que fue “remitido a la Jefa de la División de Registro Estudiantil... quien
me -le- informó que mi -su- situación era irregular, por cuanto mi expediente no aparecía
en el archivo general de la U.C.V.”

Que el 11 de abril de 1996, mediante oficio No. C.E.-32 de fecha 12/2/1996,


suscrito por la ciudadana María Josefina Barajas, en su carácter de Jefe de Control de
Estudios de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de
Venezuela, fue notificado de la anulación de su inscripción y escolaridad, “SIN
EXPLICAR EL MOTIVO O LA CAUSA DE LA MISMA”, con lo cual -señala- se le vulneró
su derecho constitucional a la educación y a la defensa, entre otras garantías fundamentales.

En razón de lo anterior, el 9 de septiembre de 1996, el ciudadano Baltazar Pedra,


interpuso ante la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, acción de amparo
constitucional en contra del ciudadano “Doctor TRINO ALCIDES DÍAZ, o quien haga las
veces de RECTOR de la UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA” y de la profesora
Oscarina Castillo, “en su carácter de Secretaria” de dicha Institución, a fin de que fuera
declarada su restitución como alumno regular, en la Escuela de Comunicación Social,
Facultad de Humanidades y Educación, de dicha Universidad.

El 2 de abril de 1997, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, declaró


parcialmente con lugar la acción interpuesta, y ordenó “a las Autoridades de la Escuela de
Comunicación Social de la referida Universidad, reconocerle al accionante los estudios
aprobados y cursados en dicha Institución Universitaria, a los fines de que pueda
continuar los mismos en otra Universidad”.

El 14 de abril de 1997, la apoderada judicial de la Universidad Central de Venezuela


ejerció recurso de apelación en contra de la decisión dictada por la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo de fecha 2 de abril de 1997, que declaró parcialmente con
lugar la solicitud de amparo interpuesta.

El 14 de julio de 1997, el ciudadano Baltazar Pedra solicitó ante la Corte Primera de


lo Contencioso Administrativo, se declarara definitivamente firme la sentencia dictada por
esa misma Corte en fecha 2 de abril de 1997, por cuanto la Universidad Central de
Venezuela no señaló las copias certificadas “que serían enviadas a la Corte Suprema, Sala
Político Administrativa”, en virtud de la apelación interpuesta.

El 14 de octubre de 1997, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo negó


la anterior solicitud interpuesta por el accionante, y en consecuencia, ordenó la remisión del
presente expediente a la Sala Política Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, a los
fines de su conocimiento en consulta, de conformidad con el artículo 35 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

El 11 de mayo del año 2000, la Sala Política Administrativa de la Corte Suprema de


Justicia, declinó en esta Sala la competencia para conocer del presente expediente.

II

DE LA SENTENCIA CONSULTADA

La decisión objeto de la presente consulta, declaró parcialmente con lugar la


solicitud de amparo constitucional interpuesta, por las razones siguientes:

4. 1.                  Respecto a la violación del derecho a la educación alegada por el


accionante: Señaló dicho fallo, que consta en las actas procesales que conforman el
expediente, que el ingreso del accionante a la Universidad Central de Venezuela, fue
realizado mediante el uso de “canales irregulares”, razón por la cual “no puede esta Corte
-Primera de lo Contencioso Administrativo- restituir derecho alguno”.

En este sentido, señaló la decisión aludida, que “si bien es cierto que debe
accederse a la Universidad de modo regular ningún impedimento de tipo académico tiene
el accionante para acceder a la Universidad”, razón por la cual consideró dicho fallo, que
“en virtud de que el accionante cursó y aprobó once semestres en la Universidad Central
de Venezuela... anularlos, sin fundamento legal ni reglamentario sí constituye una
violación al derecho a la educación”, y que en consecuencia, “se le deben reconocer los
estudios realizados en dicha institución, a los fines de que pueda continuar cursando su
carrera en otra institución universitaria”.

5. 2.                  Respecto a la violación al derecho a la defensa: Señaló el fallo


consultado, que en cuanto al alegato esgrimido por el accionante, relativo a “que no se le
manifestó el motivo por el cual se le anula su inscripción y escolaridad”, “esta Corte -
Primera de lo Contencioso Administrativo- observa que el accionante tenía conocimiento
de tal decisión... y así mismo (sic) consta que conocía la situación irregular planteada en
su caso”.

6. 3.                  Respecto a la denuncia de la violación al derecho fundamental


relativo al libre deselvolvimiento de la personalidad: señaló la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo, que sólo podría considerarse la violación de dicho derecho,
respecto “a la invalidación de los estudios realizados y no a la invalidación de la
inscripción” por cuanto dicho derecho, “puede limitarse no sólo por razones de orden
público, sino igualmente por los derechos que a las demás personas puedan
corresponderles, por lo que los límites que imponen las Universidades para el ingreso a
las mismas, caben dentro de los límites que para estos derechos prevé el artículo 43 de la
Constitución Nacional”.

En razón de lo anterior, el fallo consultado declaró parcialmente con lugar la acción


ejercida, y ordenó a las autoridades de la Universidad Central de Venezuela, Escuela de
Comunicación Social, Facultad de Humanidades y Educación, “reconocerle al accionante
los estudios aprobados y cursados en dicha Institución Universitaria, a los fines de que
pueda continuar los mismos en otra Universidad”.

III

COMPETENCIA

Debe previamente esta Sala determinar su competencia para conocer de la


presente consulta, a la luz de las atribuciones conferidas por el Texto Constitucional al
Tribunal Supremo de Justicia y, en especial, de las funciones que en materia
constitucional recaen sobre el mismo.
En este sentido, esta potestad debe ejercerse respecto de todas las sentencias de
amparo constitucional dictadas por los Juzgados Superiores de la República, Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal,
cuando conozcan como Tribunales de primera instancia.

En el presente caso, se somete al conocimiento de la Sala, la consulta de una


decisión dictada por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, la cual conoció
en primera instancia de una solicitud de amparo constitucional ejercida en contra de
autoridades -Rector y Secretaria- de la Universidad Central de Venezuela, motivo por el
cual, la Sala es competente para conocer de la presente consulta, y así se declara.

IV

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

Analizadas como han sido las actas que conforman el presente expediente, pasa
esta Sala a decidir, previas las siguientes consideraciones:

La decisión que origina la presente consulta, fue dictada con ocasión a la acción
de amparo constitucional interpuesta por el ciudadano Baltazar Pedra en contra de las
autoridades -Rector y Secretaria- de la Universidad Central de Venezuela, por la
violación de sus derechos fundamentales, relativos a la educación, a la defensa y al
desenvolvimiento de la libre personalidad, consagrados en los artículos 43, 49, 78 y 80,
respectivamente, de la derogada Constitución. Dicha solicitud de protección
constitucional, fue declarada parcialmente con lugar por la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo.

En efecto, señaló la referida Corte, que en el caso sometido a su análisis, no hubo


menoscabo alguno de los derechos constitucionales denunciados en amparo, toda vez
que, “si bien es cierto que debe accederse a la Universidad de modo regular ningún
impedimento de tipo académico tiene el accionante para acceder” a ésta, por lo tanto
ordenó “a las Autoridades de la Escuela de Comunicación Social de la referida
Universidad -Central de Venezuela- reconocerle al accionante los estudios aprobados y
cursados en dicha Institución”.

En este contexto, la Sala observa:

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela prevé expresamente el


derecho que tienen todos los ciudadanos a la educación, el cual es consagrado como un
derecho humano y fundamental, orientado a la preservación de una sociedad
democrática, basada, entre otros valores, en la participación activa de la misma y en el
pleno desarrollo de la personalidad de los miembros que la conforman. Igualmente, se
consagra este derecho, como un deber social fundamental, democrático, gratuito y
obligatorio, el cual debe ser garantizado por el Estado, quien lo asume como una
función “indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades”
(artículo 102).

Así pues, es el propio Texto Constitucional que consagra la educación como “un
servicio público”, el cual, dado el interés general que reviste, corresponde al Estado, en
ejercicio de tal función docente, regular todo lo relativo a su cumplimiento, garantizando
el derecho que tiene toda persona a una educación integral, de calidad, permanente “sin
más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones” (artículo
103).

Es así como nuestro sistema educativo se encuentra mayormente definido por el


texto legal que lo regula, esto es, la Ley Orgánica de Educación, la cual establece las
directrices y bases de dicho sistema, así como lo relativo a su “orientación, planificación
y organización” (artículo 1º). Igualmente, prevé dicha Ley el derecho que tienen todos
los ciudadanos a “recibir una educación conforme con sus aptitudes y aspiraciones,
adecuadas a su vocación... sin ningún tipo de discriminación”, para lo cual el “Estado
creará y sostendrá instituciones y servicios suficientemente dotados” a fin de
“garantizar el máximo rendimiento social del sistema educativo y de proporcionar
una efectiva igualdad de oportunidades educacionales” (artículo 6).
Conforme a la citada Ley, nuestro sistema educativo está estructurado en diversos
niveles, siendo uno de ellos el nivel superior, cuya organización y régimen de
funcionamiento, se encuentra regulado en la Ley de Universidades y en los reglamentos
respectivos, por remisión expresa de la Ley Orgánica de Educación.

En el caso que nos ocupa, la Secretaría de la Universidad Central de Venezuela,


dictó una medida de invalidación en contra de la inscripción y escolaridad del
accionante, en la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Humanidades y
Educación de dicho Centro Universitario -copia de la cual corre al folio 33- razón por la
cual alega el accionante, la violación de sus derechos constitucionales a la educación, al
libre desenvolvimiento de la personalidad y a la defensa, ya que, al no tener
conocimiento de dicha medida, no pudo ejercer recurso alguno en contra de la misma.

Al respecto, aduce la referida Universidad, que dicha anulación fue dictada de


conformidad con lo establecido en el artículo 116 de la Ley de Universidades, y “la
Resolución del Consejo Universitario aprobada en sesión de fecha 11/11/81 que acordó
que a los casos de alumnos que aparezcan inscritos en Facultades, sin haber cumplido
con la inscripción en la U.C.V. (Oficina Central de Inscripciones – Secretaría
General), a partir del proceso 1980 – 81, inclusive, se les anule automáticamente dicha
inscripción”.

Ahora bien, del análisis de las actas procesales que conforman el presente
expediente -folios 80 y 98- se evidencia la aceptación, por parte del accionante, de las
circunstancias irregulares bajo las cuales fue realizada su inscripción en la Facultad de
Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. En este sentido,
señala el actor, que ingresó a dicha Institución Universitaria “en el año 1990, por
intermedio del empleado Señor Dilio Cordero quien para ese entonces se
desempeñaba como Asistente de Registro de Control de Estudios de la Facultad de
Humanidades y Educación... dicho señor me -le- ofreció de forma GRATUITA el
ingreso a esta casa de estudios haciéndome pasar como miembro de su familia,
porque... los profesores, empleados y obreros gozan de cupos para sus familiares
mediante acta convenio con la institución”.
Igual consideración merece, la comunicación dirigida al Ministro de Educación
de fecha 24 de mayo de 1996 -folio 94- en la cual reconoció el accionante, “que debido a
mi -su- deseo por estudiar... acepté la tramitación para ingresar a esta universidad...
siendo “que en todo momento reconozco mi falta por cuanto no utilicé los canales regulares
para ingresar a la universidad. Pero fue la desesperación e incertidumbre... y el deseo de
querer estudiar para ser un profesional universitario... y por no contar con los
recursos económicos necesarios... lo que me llevó a acceder involuntaria e
inconscientemente a tal irregularidad” (negrillas de la Sala).

Conforme a las anteriores transcripciones, la Sala observa, que en efecto, la


inscripción del accionante en la Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de
Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, se efectuó de forma
irregular, por cuanto la misma tuvo lugar en virtud del convenio o beneficio que ofrece
dicha Institución, únicamente para los hijos de profesores, empleados y obreros, casos
éstos en los que no se encontraba el accionante.

En razón de lo anterior, la Sala estima, que al haberse gestionado la inscripción


impugnada mediante el uso de canales irregulares, la misma no puede tenerse como
válida, toda vez que el accionante no dio cumplimiento a los requisitos que para tal fin
prevé el reglamento de la Universidad Central de Venezuela, razón por la cual el fallo
consultado debe ser confirmado en este aspecto, y así se declara.

No obstante lo anterior, la Sala observa, que de las actas procesales que


conforman el presente expediente, se evidencia que el accionante ha venido cumpliendo
con la carga académica exigida por la Universidad Central de Venezuela,
específicamente, en la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Humanidades y
Educación, por cuanto, solo le “faltan diez (10) materias para concluir con los ciento
ochenta (180) créditos exigidos por la escuela, para presentar mi -su- trabajo de grado
y obtener la Licenciatura en Comunicación Social”.

En tal sentido, el artículo 116 de la Ley de Universidades, aplicable al presente


caso, por remisión expresa de la Ley Orgánica de Educación, establece lo siguiente:
“Son alumnos de las Universidades las personas que, después de haber
cumplido los requisitos de admisión establecidos en la Ley, y los
Reglamentos, sigan los cursos para obtener los títulos o certificados
que confiere la Universidad.

Se entiende por alumno regular de la Universidad al estudiante


debidamente inscrito en ella, y que cumpla a cabalidad con todos los
deberes inherentes a su condición de alumno, conforme a la Ley, los
Reglamentos y los planes regulares de estudio” (negrillas de la Sala).

Asimismo, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, consagra el


derecho que tiene toda persona, a una educación “de calidad, permanente, en igualdad
de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus
aptitudes, vocación y aspiraciones” (artículo 103). Igualmente prevé el Texto
Constitucional, lo relativo al ingreso, promoción y permanencia del sistema educativo,
los cuales “serán establecidos por ley... sin injerencia partidista o de otra naturaleza
no académica” (artículo 104) (subrayado propio).

En el caso bajo análisis, si bien es cierto que la inscripción del accionante en la


Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, se
realizó en forma irregular, por cuanto la misma no cumplió con los requisitos que para
tal fin exige dicha Institución, tales condiciones de admisión, responden a una
naturaleza no académica, por lo que, la Sala observa, que en el presente caso, no existe
ningún impedimento académico, ni ninguna limitación derivada de la aptitud, vocación
o aspiración del accionante, que impida la continuidad de sus estudios a nivel superior
-periodismo- máxime, cuando consta en autos que éste ha cursado y aprobado once (11)
semestres en dicha mención, y fue beneficiario de una “beca- estudio luego de haber
cumplido con todos los trámites exigidos por la Unidad de Servicios Estudiantiles de la
Organización de Beneficiencia (O.B.E.) de la U.C.V.”, lo cual pone de manifiesto su
condición de alumno regular.
De lo anterior se evidencia, que los estudios realizados por el accionante, fueron
con el animus de un buen estudiante, esto es, que aun no ostentando la condición legal
de alumno inscrito válidamente en la Universidad -lo cual desconocía hasta el año 1995-
actuó bajo la apariencia de legitimidad de un alumno regular.

En este sentido, la Sala estima, que tal situación, reviste los mismos efectos que la
doctrina atribuye a los funcionarios de hecho, frente a los funcionarios de derecho,
entendidos los primeros como aquéllos que, si bien se encuentran en el ejercicio de un
cargo, el mismo deriva de alguna irregularidad, la cual puede provenir de diversas
causas. No obstante la irregularidad que puedan presentar dichos funcionarios en su
investidura, los actos realizados por éstos, deben tenerse, dentro de ciertas limitaciones,
como válidos, en virtud del interés público que revisten las relaciones jurídicas creadas
por dichos funcionarios, siempre que éstos, entre otras condiciones, ejerzan su función
bajo apariencia de legitimidad de título o autoridad, y en forma pública, pacífica,
tranquila e ininterrumpida.

Así las cosas, la Sala observa, que no obstante la nulidad de la inscripción del
accionante en la Universidad Central de Venezuela, éste cumplió con todos sus deberes
inherentes a su condición de alumno regular, habiendo cursado y aprobado once (11)
semestres en la Escuela de Comunicación Social, por lo que anular esta escolaridad
impediría la continuidad de los estudios del accionante a nivel superior, vulnerando su
derecho fundamental a la educación, siendo que en el presente caso, no existe ningún
impedimento de tipo académico que permita al accionante continuar sus estudios en otra
institución universitaria; motivo por el cual el fallo consultado debe ser confirmado, y
así se declara.

DECISIÓN

Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de la Ley
CONFIRMA la sentencia dictada por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo
de fecha 2 de abril de 1997, con ocasión de la solicitud de amparo constitucional
interpuesta por el ciudadano BALTAZAR PEDRA, en contra del ciudadano “Doctor
TRINO ALCIDES DÍAZ, o a quien haga las veces de RECTOR de la UNIVERSIDAD
CENTRAL DE VENEZUELA”, y de la “Profesora OSCARINA CASTILLO, en su
carácter de SECRETARIA” de la referida Institución Universitaria.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Devuélvase el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, a los 06 días del mes de MARZO del año dos mil uno.
Años: 189º de la Independencia y 142º de la Federación.

El Presidente - Ponente

Iván Rincón Urdaneta

El Vicepresidente,

Jesús Eduardo Cabrera Romero

Antonio García García

Magistrado

José Manuel Delgado Ocando

Magistrado

Pedro Rondón Haaz

Magistrado

El Secretario,

José Leonardo Requena Cabello


 
 
Exp. 00-1672
IRU

SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

Consta en autos que, el día 28 de diciembre de

1999, los ciudadanos JHONNY CASTILLO, JOSÉ LUIS

MONTOYA, JOSÉ ALEJANDRO ARTEAGA, TOMAS

OCHOA, JOSÉ GABINO DUN, JHONNY AVILA,

CLÍMACO CHACON, RAMÓN MAMBEL, RICHARD

M A M B E L , J O S É R A M Í R E Z , B L A D I M I R E SP I N O Z A ,

MANUEL PULGAR, JULIO LUGO, RENNY PUENTES,

O M A R S A L A S y A L F R E D O P I R O N A , t i t ul a r e s d e l a s

cédulas de identidad nºs. V - 6 . 4 3 2 . 1 8 9 , V- 1 1 . 1 5 7 . 1 5 1 , V -

6 . 4 3 5 . 1 6 3 , V- 6 3 7 . 0 5 5 , V - 6 . 4 4 4 . 6 1 7 , V - 1 0 . 1 8 4 . 9 1 5 , V-

2 . 0 9 4 . 9 2 3 , V- 2 . 0 3 8 . 2 9 3 , V - 6 . 4 5 2 . 0 0 2 , V - 3 . 8 1 8 . 6 8 7 , V-

3 . 9 6 9 . 3 5 9 , V- 5 . 0 2 2 . 2 5 7 , V - 8 . 9 9 2 . 1 2 9 , V - 1 1 . 4 6 8 . 7 8 3 , V-

9 . 0 2 7 . 3 2 8 y V- 6 . 2 3 9 . 5 1 9 , r e s p e c t i v a m e n t e , d e b i d a m e n t e

a s i s t i d o s p o r l a a b o g a d o C A R O L I N A R . L E Ó N G O N Z ÁL E Z ,
i n s c r i t a e n e l I n pr e a b o g a d o b a j o e l n º 5 7 . 8 9 5 , i n t e r p u s i e r o n ,

ante el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y del

T r á n s i t o d e l a C i r c u n s c r i p c i ó n J u d i c i a l d e l Ár e a

Metropolitana de Caracas, demanda de amparo constitucional

contra el auto dictado el día 17 de diciembre de 1999, por el

Tribunal Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil

y d e l T r á n s i t o d e l a C i r c u n s c r i p c i ó n J u d i c i a l d e l Ár e a

M e t r o p o l i t a n a d e C a r a c a s , a c a u s a d e l a pr e s u n t a v i o l a c i ó n d e

s u s d e r e c h o s a l a d ef e n s a y a l d e b i d o p r o c e s o , pr e v i s t o s e n l a s

d i s p o s i c i o n e s c o n t e m p l a d a s e n e l ar t í c u l o 6 8 d e l a

Constitución de la República de 1961, actual artículo 49 de la

C o n s t i t u c i ó n vi g e n t e .

E l 1 º d e f e br e r o d e l 2 0 0 0 , e l T r i b u n a l S u p e r i or

Primero en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la

C i r c u n s c r i p c i ó n J u d i c i a l d e l Ár e a M e t r o p o l i t a n a d e C a r a c a s

juzgó sobre la pretensión interpuesta y la declaró inadmisible.

E l 1 4 d e f e b r er o d e l 2 0 0 0 e l r e f e r i d o T r i b u n a l

S u p er i o r , r e m i t i ó e l e x p e d i e n t e e n c o n s u l t a l e g a l a e s t a S a l a

Constitucional.
Recibido el expediente de la causa, se dio cuenta en

S a l a p or a u t o d e l 1 6 d e f e br e r o d e l 2 0 0 0 , y s e d e s i g n ó p o n e n t e

al Magistrado Moisés A Troconis Villarreal.

La Sala fue reconstituida el 27 de diciembre de 2000 y se

reasignó la ponencia al Magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz.

DE LA CAUSA

El 28 de diciembre de 1999, los actores intentaron,

ante el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y

T r á n s i t o d e l a C i r c u n s c r i p c i ó n J u d i c i a l d e l Ár e a

Metropolitana de Caracas, demanda de amparo constitucional

contra el auto dictado el día 17 de diciembre de 1999, por el

Tribunal Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil

y T r á n s i t o d e l a C i r c u n s c r i p c i ó n J u d i c i a l d e l Ár e a

Metropolitana de Caracas.

P or a u t o d e l 1 0 d e e n er o d e l 2 0 0 0 , e l r e f e r i d o

Juzgado Superior Primero admitió la solicitud de amparo

c o n s t i t u c i o n a l , o r d e n ó n o t i f i c a r a l a p ar t e p r e s u n t a m e n t e

agraviante y al Fiscal del Ministerio Público.


P or a u t o d e l 1 4 d e e n er o d e l 2 0 0 0 , e l T r i b u n a l

S u p er i o r P r i m e r o d i c t ó m e d i d a c a u t e l a r i n n o m i n a d a m e d i a n t e

la cual suspendió, provisionalmente, los efectos de la decisión

del 17 de diciembre del 2000, pronunciada por el Juzgado

Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y

Tránsito de esa misma Circunscripción Judicial, hasta tanto se

d e c i d i e r a e l m é r i t o d e l a m p ar o i n t e r p u e s t o a n t e d i c h o T r i b u n a l

S u p er i o r .

El 18 de enero del 2000, la parte presuntamente

a g r a v i a n t e r e m i t i ó c o p i a c er t i f i c a d a d e l a s e n t e n c i a di c t a d a

p or e s e J u z g a d o e l 1 8 d e e n e r o d e l 2 0 0 0 .

P or a u t o d e l 1 9 d e e n er o d e l a ñ o 2 0 0 0 , e l T r i b u n a l

S u p er i o r P r i m e r o f i j ó o p o r t u n i d a d p a r a l a a u d i e n c i a

c o n s t i t u c i o n a l , l a c u a l t u v o l u g ar e l 2 4 d e l m i s m o m e s y a ñ o .

E n l a o p o r t u n i d a d f i j a d a p ar a l a a u d i e n c i a c o n s t i t u c i o n a l n o

c o m p a r e c i e r o n l a p ar t e pr e s u n t a m e n t e a g r a v i a n t e n i e l F i s c a l

del Ministerio Público. Se dejó constancia de que

c o m p a r e c i e r o n l o s p r e s u n t o s a gr a v i a d o s y s u r e p r e s e n t a n t e

judicial, quien consignó escrito en el que señala:

 
Que el mismo día en que le fue notificada al Juez

a g r a v i a n t e l a m e d i d a i n n o m i n a d a d e c r e t a d a p or e l J u z g a d o

S u p er i o r P r i m e r o , a q u é l d i c t ó s e n t e n c i a e n e l p r o c e d i m i e n t o

de amparo que conocía, la cual consignó en copia certificada.

Q u e , e n l a r e f er i d a s e n t e n c i a , e l J u e z S e g u n d o d e

Primera Instancia, ordenó la restitución de la Junta Directiva,

Tribunal Disciplinario, a los solicitantes del amparo y la

celebración de una Asamblea Extraordinaria de socios.

Que, el día 23 de enero de 2000, se celebró la

A s a m b l e a E x t r a or d i n a r i a e n c u e s t i ó n , a l a h o r a o r d e n a d a p o r

el Tribunal, en la que, por voluntad de la mayoría de los

asociados, se destituyó a la Junta Directiva, Tribunal

Disciplinario y Comisiones Permanentes, restituidos por el

Tribunal.

Que la situación de hecho y de derecho infringida se

encuentra restituida, es decir, que “cesó a nuestro entender la

v i o l a c i ó n d e l o s d e r e c h o s d e n u e s t r o s r e pr e s e n t a d o s ( . . . ) ” .

E l 1 º d e f e br e r o d e 2 0 0 0 , e l T r i b u n a l S u p e r i or

Primero en lo Civil, Mercantil y Tránsito de la


C i r c u n s c r i p c i ó n J u d i c i a l d e l Ár e a M e t r o p o l i t a n a d e C a r a c a s

juzgó sobre la pretensión interpuesta y la declaró inadmisible.

E l 1 4 d e f e b r er o d e 2 0 0 0 e l r e f e r i d o T r i b u n a l

S u p er i o r , r e m i t i ó e l e x p e d i e n t e e n c o n s u l t a l e g a l a e s t a S a l a

Constitucional.

II

DE LA PRETENSIÓN DE LOS SOLICITANTES DEL AMPARO

1. 1.  Alegan:

1.1 Que el Tribunal Segundo de Primera Instancia en lo


Civil, Mercantil y Tránsito de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas no debió admitir el
referido amparo por cuanto, después de que había ordenado
corregir la solicitud por considerarla oscura, la misma no
fue subsanada por los presuntos agraviados, quienes
aprovecharon la oportunidad para reformar el libelo, en
contravención con lo dispuesto en el artículo 19 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.
1.2 Que la corrección que le hicieron al libelo no aclaró las
ambigüedades anteriores.
1.3 Que el Tribunal Segundo de Primera Instancia, proveyó
admitiendo lo inadmisible, por cuanto para el momento en
que los ciudadanos SAID JONAS RODRÍGUEZ DURAN, JUAN
RAFAEL TOVAR, JUAN BAUTISTA ALVAREZ, PABLO
ALVAREZ, LUIS DURAN, MANUEL DURAN, GILBERTO
JAIMES, MANUEL VERDU, RICARDO SÁNCHEZ, OMAR
VILLA, SANTANA RONDON, PEDRO JIMENEZ, OMAIRA
RODRÍGUEZ, MANUEL HERNÁNDEZ, RAMÓN DARIO
JÁUREGUI y PARIDE DONATO POLSINELLI, se dan por
notificados y presentan el nuevo escrito subsanando el
anterior, no se había verificado la notificación de uno de los
presuntos agraviados, ciudadano GERMAN QUIROZ, a quien
el propio Tribunal había ordenado notificar para que
subsanara los errores señalados.
1.4 Que el lapso otorgado por el Tribunal para corregir o
subsanar no había comenzado a correr para ese entonces,
razón por la cual el escrito de subsanación fue
extemporáneo y así debió ser declarado.
1.5 Que el comentado auto de admisión del amparo

constitucional es omisivo y viola el principio de exhaustividad,

además del artículo 15 del Código de Procedimiento Civil, el cual está

íntimamente relacionado con el derecho constitucional contemplado

en el artículo 68 de la Constitución de la República.

1.6 Que el juez admitió el amparo en franca violación del


artículo 18 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, al aceptar como parte a personas que no
lo son, por cuanto menciona en el auto de admisión al ciudadano
IDELFONSO LUNA JÁUREGUI, quien no había suscrito la
solicitud y cuya cualidad debió ser establecida de acuerdo al
artículo 370 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, así
como al omitir en el auto de admisión a uno de los solicitantes:
GERMAN QUIROZ.
1.7 Que el Tribunal acordó una medida innominada de
restitución de la Junta Directiva de la Asociación Civil Propatria-
Carmelitas-Chacaito, sin tener todos los extremos de Ley
claramente establecidos y apoyándose en la admisión y el escrito de
solicitud interpuestos por los presuntos agraviados.
1.8 Que en caso de que hubiere violación al debido proceso
por parte de los socios al destituir a los presuntos agraviados, éstos
contaban con los medios idóneos para subsanar dicha situación,
como lo era, solicitar ante los Tribunales competentes la nulidad
del Acta de Asamblea por no cumplir con los requisitos
establecidos en los estatutos de la Asociación Civil, y no acudir a
la vía de amparo constitucional.
2. Denuncian:
2.1. La violación del derecho a la defensa y al debido
proceso, previstos en las disposiciones contempladas en el artículo
68 de la Constitución de la República de 1961, artículo 49 de la
Constitución vigente, por cuanto el Juez Segundo de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y Tránsito, actuando como Juez
Constitucional omitió su obligación de ser el garante de las normas
constitucionales, violando el artículo 68 de la derogada
Constitución de 1961 y los artículos 12 y 15 del Código de
Procedimiento Civil: “toda vez que no se limitó a lo alegado y
probado en autos, sino que a su libre arbitrio, efectuó
modificaciones que según sus dichos no son esenciales, pero que si
son violatorias de la normativa existente en el Código de
Procedimiento Civil vigente y que no garantizan la igualdad de las
partes, toda vez que el se extralimitó en sus funciones al efectuar
dichas modificaciones”
2.2. Que el Tribunal dictó una medida innominada sin
notificar a los presuntos agraviantes por lo que no se pudo enterar
de que existía un acta de asamblea debidamente registrada, en
donde consta que quienes destituyen a la Junta Directiva, Tribunal
Disciplinario y Comisiones Permanentes de la Asociación Civil
Propatria Carmelitas Chacaito, son los socios en Asamblea General
de socios.
3. Piden:

 
“(...) de conformidad con lo previsto en el artículo 585 en concordancia con
el artículo 588 parágrafo primero, ambos del Código de Procedimiento Civil
Vigente, solicitamos del Tribunal se sirva dictar medida innominada, a los
fines de impedir que se continúe con la violación de nuestro derecho
constitucional contemplado en el artículo 68 de la Constitución de la
República y se ordene suspender la medida innominada decretada por el
Tribunal Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito
de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas (...)”.
 
“(...) admita el presente procedimiento de Amparo
Constitucional, de conformidad con lo dispuesto en el artículo
23 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales y al efecto restablezca la situación jurídica
infringida y se suspendan los efectos inmediatos violatorios de
nuestros Derechos Constitucionales”.
 
 
III

DE LA COMPETENCIA DE LA SALA

Visto que, con fundamento en las disposiciones

pr e v i s t a s e n l o s a r t í c u l o s 2 6 6 n u m e r a l 1 , 3 3 5 d e l a

Constitución de la República y 35 de la Ley Orgánica de

Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, esta

Sala se declaró competente para conocer de los recursos de


apelación y consultas que se ejerzan contra las sentencias que,

en materia de amparo constitucional, dicten los Juzgados

S u p er i o r e s d e l a R e p ú b l i c a , s a l v o e l c a s o d e l a s q u e

pr o n u n c i e n l o s J u z g a d o s S u p e r i or e s e n l o C o n t e n c i o s o

Administrativo. Y visto que, en el caso de autos, la consulta

s e r e f i er e a u n a s e n t e n c i a d i c t a d a , e n m a t e r i a d e a m p a r o

c o n s t i t u c i o n a l , p o r e l J u z g a d o S u p er i o r Pr i m e r o e n l o C i v i l ,

Mercantil y Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área

Metropolitana de Caracas, esta Sala se declara competente

p a r a c o n o c e r d e l a c o n s u l t a e n r ef e r e n c i a . A s í s e d e c i d e .

IV

DE LA SENTENCIA SOMETIDA A CONSULTA

El juez de la sentencia sometida a consulta decidió sobre

la pretensión de amparo en los términos siguientes:

“PRIMERO: Se declara INADMISIBLE la acción de


amparo constitucional interpuesta por los ciudadanos
JHONNY CASTILLO, JOSÉ LUIS MONTOYA, JOSÉ
ALEJANDRO ARTEAGA, TOMAS OCHOA, JOSÉ
GABINO DUN, JHONNY AVILA, CLÍMACO CHACON,
RAMÓN MAMBEL, RICHARD MAMBEL, JOSÉ
RAMÍREZ, BLADIMIR ESPINOZA, MANUEL PULGAR,
JULIO LUGO, RENNY PUENTES, OMAR SALAS y
ALFREDO PIRONA, asistidos por la abogada
CAROLINA R. LEÓN GONZALEZ, identificados en
autos, en fecha 28 de diciembre de 1999, contra el auto de
fecha 17 de diciembre de 1999, proferido por el Juzgado
Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas.- SEGUNDO: Se SUSPENDE la
medida innominada dictada por este Tribunal en fecha 14
de enero del corriente año 2000.- TERCERO: No hay
condenatoria en costas dada la naturaleza de la decisión,
por cuanto la acción interpuesta no lo es contra un
particular sino contra una decisión judicial, todo de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 33 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.-”
 
 
A j u i c i o d e l r ef e r i d o j u e z , e n e l c a s o b a j o e s t u d i o ,

el hecho lesivo que a juicio de los solicitantes en amparo

violaba sus derechos constitucionales cesó, al haber sido

restituida la situación jurídica infringida cuando mediante

decisión dictada el 18 de enero del 2000 por el Juzgado

S e g u n d o d e P r i m e r a I n s t a n c i a , d e c l a r a c o n l u g a r e l a m p ar o

constitucional, se ordena la restitución de los solicitantes

c o m o m i e m br o s i n t e gr a n t e s d e l a J u n t a D i r e c t i v a y d e l

Tribunal Disciplinario de la Asociación Civil Propatria-

Carmelitas-Chacaito y la celebración, el 23 de enero del año

2 0 0 0 , d e u n a A s a m b l e a E xt r a o r d i n ar i a d e S o c i o s .

Q u e d i c h a s c i r c u n s t a n c i a s f u er o n c o n s t a t a d a s d e l o s

r e c a u d o s q u e c ur s a n e n a u t o s ( d e c i s i ó n d e l 1 8 - 0 1- 2 0 0 0 , f o l i o s

2 3 2 a l 2 5 2 e I n s p e c c i ó n J u d i c i a l d e l 2 3 - 0 1- 2 0 0 0 , f o l i o s 3 0 7 a l

3 2 2) , r a z ó n p o r l a c u a l c o n c l u y e q u e , d e a c u e r d o c o n l o
e s t a b l e c i d o e n e l a r t í c u l o 6 d e l a L e y Or g á n i c a d e A m p a r o

sobre Derechos y Garantías Constitucionales, existe una

causal sobrevenida de inadmisibilidad, al haber cesado la

violación de los derechos constitucionales de los quejosos.

 
V
MOTIVACIÓN PARA DECIDIR
La Sala observa que el amparo fue interpuesto

contra el auto dictado el 17 de diciembre de 1999, por el

Tribunal Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil

y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área

Metropolitana de Caracas, a causa de la presunta violación

de los derechos a la defensa y al debido proceso, de los

presuntos agraviados.

Asimismo, observa la Sala, que la decisión por

ellos recurrida es un auto de admisión de un amparo

interpuesto por los ciudadanos SAID JONAS RODRÍGUEZ

DURAN, JUAN RAFAEL TOVAR, JUAN BAUTISTA ALVAREZ,

PABLO ALVAREZ, LUIS DURAN, MANUEL DURAN, GILBERTO

JAIMES, MANUEL VERDU, RICARDO SÁNCHEZ, OMAR VILLA,

SANTANA RONDON, PEDRO JIMENEZ, OMAIRA RODRÍGUEZ,

MANUEL HERNÁNDEZ, RAMÓN DARIO JÁUREGUI, GERMAN

QUIROZ y PARIDE DONATO POLSINELLI.


Al respecto, la Sala considera que resulta

improcedente el intentar un amparo constitucional contra el

auto que admite otro amparo, por las siguientes razones:

1.- El auto que admite un amparo es un acto de

sustanciación o instrucción del Juez, mediante el cual le da

impulso al proceso. No contiene decisión de fondo, ni

produce gravamen alguno a las partes, por lo tanto, contra

el mismo no cabe recurso de apelación, ni demanda de

amparo.

2.- El artículo 27 de la vigente Constitución exige

que el procedimiento de amparo constitucional sea oral,

público, breve gratuito y no sujeto a formalidad, que es

precisamente el fundamento de la decisión de esta Sala,

cuando describió las formas del proceso de amparo, en

sentencia del 1º de febrero de 2000 (Caso José Amando

Mejía).

3.- Darle curso a un amparo contra este tipo de

providencias, implica desnaturalizar su esencia, ya que la

brevedad del procedimiento, impide la existencia de

incidencias o trámites procesales, que puedan afectar o

comprometer la efectividad de la tutela constitucional.

Téngase presente que, la única cuestión incidental

permitida, es la relativa a los conflictos de competencia,


prevista en el artículo 12 de la Ley Orgánica de Amparo

sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

Por estos motivos resulta improcedente la

demanda ejercida y así se declara.

VI

DECISIÓN

Por las razones que anteceden, este Tribunal

Supremo de Justicia, en Sala Constitucional, administrando

justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley,

declara IMPROCEDENTE la demanda de amparo

constitucional intentada por los ciudadanos JHONNY

CASTILLO, JOSÉ LUIS MONTOYA, JOSÉ ALEJANDRO

ARTEAGA, TOMAS OCHOA, JOSÉ GABINO DUN, JHONNY

AVILA, CLÍMACO CHACON, RAMÓN MAMBEL, RICHARD

MAMBEL, JOSÉ RAMÍREZ, BLADIMIR ESPINOZA, MANUEL

PULGAR, JULIO LUGO, RENNY PUENTES, OMAR SALAS y

ALFREDO PIRONA, contra el auto dictado el 17 de diciembre

de 1999, por el Tribunal Segundo de Primera Instancia en lo

Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial

del Área Metropolitana de Caracas.

En consecuencia, queda confirmada la sentencia sometida a


consulta, desestimatoria del amparo, no por razón de
inadmisibilidad sino por razón de improcedencia.
 
Publíquese, regístrese y devuélvase el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Sesiones de

l a S a l a C o n s t i t u c i o n a l d e l T r i b u n a l S u pr e m o d e J u s t i c i a ,

en la ciudad de Caracas, a los 06 días del mes de MARZO de

dos mil uno. Años: 190º de la Independencia y 142º de la

Federación.

El Presidente,

IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente

SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO GARCÍA GARCÍA
En fecha 8 de febrero de 2001, compareció por ante la secretaría de esta Sala

Constitucional el abogado SIMÓN ARAQUE, quien con el carácter acreditado en autos,

solicitó aclaratoria de la sentencia dictada por esta Sala en fecha 1º de febrero de 2001 en la

presente causa. La referida aclaratoria fue solicitada por el prenombrado abogado en los

términos siguientes:

 
“1º) ¿Cómo deberán computarse los lapsos largos o mayores de
veinte días, como por ejemplo, los lapsos para sentenciar y el de prórroga
contemplados en los artículos 515, 521 y 251 del Código de Procedimiento
Civil; los plazos para la formalización, contestación, réplica y contrarréplica
del recurso de casación; los lapsos para los actos conciliatorios consagrados
en los artículos 756 y 757 eiusdem; los lapsos para la comparecencia a través
de un edicto, previsto en el artículo 231; el lapso para proponer la demanda,
después que haya ocurrido la perención, previsto en el artículo 271; los
lapsos que tiene la Sala Civil para dictar su fallo y el que tiene el Juez de
Reenvío para dictar el suyo, prevenidos en los artículos 319 y 522,
respectivamente; el plazo para intentar la invalidación, contemplado en el
artículo 335; los lapsos de suspensión de la causa principal, según los
artículos 374 y 386; el lapso de treinta días para la evacuación de las
pruebas, contemplado en el artículo 392; el lapso para que los árbitros dicten
sentencia, conforme al parágrafo cuarto del artículo 614, entre otros?
2º)¿Cómo deben computarse el término de la distancia?
3º) En lo que concierne al pronunciamiento sobre la
inconstitucionalidad del artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
promulgada el 13 de agosto de 1987, (G.O. 3995, Extraordinario.), que
modificó el mismo artículo de la Ley de 4 de Octubre de 1974 (G.O. 1692,
Extraordinario), conviene reiterar que dicha reforma eliminó las vacaciones
contempladas en la Ley de 1974, así:
‘Los Tribunales vacarán en los términos señalados en los Códigos
Procesales; y los funcionarios judiciales gozarán de las vacaciones
correspondientes al período comprendido entre el quince de agosto y el
quince de septiembre de cada año, a menos que renuncien a ellas, caso en
el cual devengarán, además de su sueldo normal durante ese mes, la mitad de
un sueldo’.
De modo que la inconstitucionalidad alegada consignada en la norma
reformada se fundó, específicamente, en que ella eliminó las vacaciones al
dispones los siguiente:
‘Los jueces gozarán de vacaciones en la fecha más próxima a
aquellas en que hayan cumplido un año de servicio,... En todo caso, las
vacaciones de los jueces no suspenderán el curso de las causas ni los
lapsos procesales’.
No empeciente, ese vicio de inconstitucionalidad de la norma
reformada fue reparado por el propio legislador cuando sancionó el 18 de
julio de 1990, la reforma del artículo 201 del Código de Procedimiento Civil,
que restituyó las vacaciones (G.O. Extraordinario 4209, de 20___ 1990), que
es la norma actualmente en vigencia.
En mérito de lo expuesto, solicito respetuosamente que esa Sala me
aclare si en lugar del pronunciamiento sobre la constitucionalidad del
artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, lo procedente era declarar
que no había materia sobre que decidir por la restitución legal de las
vacaciones ocurrida con posterioridad a la presentación de la demanda?”.
(Resaltado del solicitante)

DE LA SENTENCIA CUYA ACLARATORIA SE SOLICITA


La sentencia cuya aclaratoria se solicita fue dictada con ocasión a la acción de
nulidad que por razones de inconstitucionalidad se interpusiera contra la norma prevista en
el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, publicado en la Gaceta Oficial N° 3.694
Extraordinario de fecha 22 de enero de 1986, y contra la disposición contenida en el
artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, publicada en la Gaceta Oficial N° 3.995
Extraordinario, de fecha 13 de agosto de 1987, cuya norma hoy se encuentra prevista en el
artículo 19 de Ley Orgánica del Poder Judicial vigente, publicada en la Gaceta Oficial N°
5.262 Extraordinario de fecha 11 de septiembre de 1998.
La Sala se pronunció sobre la acción de inconstitucionalidad interpuesta, en los

siguientes términos:

 
“1.- PARCIALMENTE CON LUGAR, la acción de nulidad interpuesta
por razones de inconstitucionalidad por los abogados JOSE PEDRO
BARNOLA, JUAN VICENTE ARDILA Y SIMÓN ARAQUE, contra la
norma contenida en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, en lo que
respecta a la expresión ‘(...) los lapsos de pruebas, en los cuales no se
computarán...’ quedando en consecuencia la redacción de la citada norma de la
siguiente manera:
 
‘Artículo 197.Los términos o lapsos procesales se computarán por
días calendarios consecutivos excepto los sábados, los domingos, el Jueves
y el Viernes santo, los declarados días de fiesta por la Ley de Fiestas
Nacionales, los declarados no laborables por otras leyes, ni aquellos en
los cuales el Tribunal disponga no despachar’.
 
2.- Se fijan los efectos de esta decisión con carácter ex nunc, a partir de la
publicación del fallo por la Secretaría de esta Sala, a tales fines, la aplicación de la
norma contenida en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil, deberá
realizarse a partir de la publicación de la presente sentencia.
 
3.- IMPROCEDENTE, la acción de nulidad interpuesta por razones de
inconstitucionalidad contra la norma contenida en el artículo 18 de la derogada
Ley Orgánica del Poder Judicial, publicada en la Gaceta Oficial N° 3.995
Extraordinario, de fecha 13 de agosto de 1987, cuya norma hoy se encuentra
prevista en el artículo 19 de Ley Orgánica del Poder Judicial vigente, publicada en
la Gaceta Oficial N° 5.262 Extraordinario de fecha 11 de septiembre de 1998”.
 

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR


a) De la admisibilidad de la solicitud.
La materia con relación a la cual debe resolver la Sala Constitucional en esta

oportunidad versa sobre la solicitud de “aclaratoria” del fallo antes mencionado, dictado

por esta Sala en fecha 1º de febrero de 2001. Al respecto, el artículo 252 del Código de

Procedimiento Civil establece la procedencia de la citada figura, cuyo contenido es del

tenor siguiente:

 
“Artículo 252. Después de pronunciada la sentencia definitiva o la
interlocutoria sujeta a apelación, no podrá revocarla ni reformarla el Tribunal
que la haya pronunciado.
Sin embargo, el tribunal podrá, a solicitud de parte, aclarar los puntos
dudosos, salvar las omisiones y rectificar los errores de copia, de referencias
o de cálculos numéricos, que aparecieren de manifiesto en la misma
sentencia, o dictar ampliaciones, dentro de los tres días, después de dictada
la sentencia, con tal que dichas aclaraciones y ampliaciones las solicite
alguna de las partes en el día de la publicación o en el siguiente”.
 

Sobre el alcance de la norma precedentemente transcrita, ya esta Sala se ha

pronunciado en sentencia de fecha 26 de diciembre de 2000 (caso: Asociación Cooperativa

Mixta La Salvación, R. L.), donde se señaló: “(...) que el transcrito artículo 252,

fundamento legal de la solicitud de aclaratoria, regula todo lo concerniente a las posibles

modificaciones que el juez puede hacer a su sentencia, quedando comprendidas dentro de

éstas, no sólo la aclaratoria de puntos dudosos, sino también las omisiones, rectificaciones

de errores de copia, de referencias o de cálculos numéricos que aparecieron de manifiesto

en la sentencia, así como dictar las ampliaciones a que haya lugar (...)”.

En lo que respecta a la oportunidad para solicitar la aclaratoria, en dicha sentencia

esta Sala indicó que: “(...) la disposición comentada establece que la misma es procedente

siempre que sea solicitada por alguna de las partes en el día de la publicación del fallo o

en el día siguiente”.
Sin embargo es de señalar que la condición a la cual alude el artículo en referencia

debe entenderse cuando la sentencia haya sido dictada dentro del lapso establecido y que no

amerite por tanto que la misma sea notificada. De manera que, lo anterior conlleva a

afirmar que en el caso de que la sentencia haya sido dictada fuera del lapso establecido para

ello, los términos indicados en el artículo 252 del Código de Procedimiento Civil deben

entenderse que son el día de la notificación de la sentencia o el día siguiente al que ésta se

haya verificado.

En atención a lo anterior, observa esta Sala que el abogado Simón Araque actuando

con el carácter acreditado en autos, solicitó la aclaratoria de la sentencia dictada por esta

Sala el día 1º de febrero del año 2000, en fecha 8 de febrero de 2001. Sin embargo, es de

observarse, que la sentencia fue dictada fuera del lapso para sentenciar establecido en el

artículo 118 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, y siendo que el

prenombrado abogado realizó la solicitud de aclaratoria al día siguiente que tuvo

conocimiento de la misma, esta Sala declara procedente la solicitud de aclaratoria de la

sentencia dictada en esta causa. Así se decide.

b) De la aclaratoria de la primera parte del fallo “Inconstitucionalidad


del artículo 197 del Código de Procedimiento Civil”.
Entiende la Sala que la presente solicitud va dirigida al
esclarecimiento de la forma en que se deben computar los términos o lapsos
procesales para la realización de los actos que se mencionan en la misma; a
saber, para la formalización, contestación, réplica y contrarréplica del
recurso de casación; para los actos conciliatorios; para la comparecencia a
través de edictos, para proponer la demanda después que haya ocurrido la
perención, los que tiene la Sala de Casación Civil para dictar su fallo, así
como el que tiene el Juez de Reenvío para dictar el suyo; para intentar la
invalidación; los de suspensión de la causa principal, los lapsos de pruebas
y el plazo que tiene los árbitros para dictar sentencia.
Todo ello, a la luz de la norma establecida en el artículo 197 del
Código de Procedimiento Civil, sobre el cual esta Sala Constitucional ejerció
control concentrado de su constitucionalidad declarándola parcialmente
inconstitucional.
Ahora bien, observa la Sala que el accionante al proponer su solicitud en los

términos antes descritos, sugiere una distinción entre lapsos largos y cortos, cuando señala:

“¿Cómo deberán suputarse los lapsos largos o mayores de veinte días, como por ejemplo,

(...)”.

En tal sentido, a los fines de proveer acerca de la solicitud interpuesta, y


con el objeto de determinar el alcance real del dispositivo del fallo considera
necesario esta Sala realizar de forma previa ciertas consideraciones acerca de
los efectos de la declaratoria de nulidad parcial en el control concentrado de la
constitucionalidad de las leyes.
Así, observa esta Sala que según lo dispuesto en el artículo 266,
numeral 1, de la Constitución, es atribución de este Tribunal Supremo de
Justicia ejercer la jurisdicción constitucional; y, conforme a lo establecido
en el artículo 336 numeral 1, eiusdem, es competencia exclusiva de esta
Sala Constitucional “[d]eclarar la nulidad total o parcial de las leyes
nacionales y demás actos con rango de ley de la Asamblea Nacional, que
colidan con esta Constitución”. Expuestas así las cosas, la referida norma
asigna dos posibles consecuencias al ejercicio de dicho control por parte de
esta Sala; una, determinar la nulidad total de la norma impugnada y la otra,
la nulidad parcial de la misma, lo cual abre un abanico de posibilidades al
momento de ejercer dicho control.
Por tanto, cuando una norma es declarada enteramente nula es porque el operador

jurídico, es decir la Sala, luego de haber realizado un análisis exhaustivo del contenido de

la norma impugnada contrapuesto a los principios constitucionales señalados como

trasgredidos, ha concluido que el valor normativo en ella contenido resulta inconstitucional,

sin que medie posibilidad alguna de que persista su existencia en el mundo jurídico, pues se

alteraría de forma insoslayable el orden instaurado, considerando que el dispositivo

normativo contenido en el artículo 119 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia,

le otorga la facultad de fijar los efectos de dicha declaratoria en el tiempo, es decir, hacia el

pasado o pro futuro, lo cual en definitiva constituye la exclusión total de dicha norma en el

sistema normativo existente.


Situación diferente se plantea en los casos de nulidad parcial de una norma, donde

la totalidad de la norma no resulta inconstitucional, sino que son algunos de sus elementos

los que violan dispositivos constitucionales, supuesto en el cual, la Sala Constitucional

excluye de la estructura de la norma el elemento que resulte inconstitucional, siempre y

cuando el supuesto al cual va dirigida esa norma no desaparezca o se altere en su totalidad

de forma tal que constituya una norma sin objeto.

Ahora bien, en el último de los supuestos referidos, y que resulta ser el caso

regulado por el fallo cuya aclaratoria se solicita, se debe admitir que la relación jurídica

condicionada por la norma de una u otra manera, se ve afectada con el control de

constitucionalidad ejercido, ya que la norma impugnada, a través de la declaratoria de

nulidad parcial, se ha convertido en una norma nueva y diferente de la norma inicial, lo cual

implica aceptar, que al constituirse en una norma distinta, el operador jurídico debe plasmar

en su sentencia el alcance del nuevo dispositivo normativo, pues, se parte de que dicha

norma va integrada a un texto normativo sistemático, donde los preceptos establecidos en

cada artículo, en reiteradas ocasiones guardan relación entre sí. De allí que, la

determinación del alcance de dicha norma se hace fundamental para establecer en qué

afecta la misma la relación jurídica que condiciona, así como el esquema aplicativo del

texto normativo que integra.

Así pues, al prosperar la nulidad parcial de la norma impugnada nace una nueva

norma y para aplicar tal norma, resulta necesario e indispensable su interpretación, lo cual

no es posible hacerlo sin desentrañar previamente el significado de los signos en los que

exteriormente se manifiesta, obviamente, sin perder nunca de vista el todo del cual forma

parte, debiendo la Sala, en su condición de operador jurídico, imprimirle a la norma los


caracteres ideológicos que lo llevaron a determinar su nulidad parcial en resguardo de los

derechos constitucionales.

De manera que, debe esta Sala señalar de forma más clara, cual es el alcance de la

nueva norma contenida en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil dentro del

sistema normativo que integra, lo cual bajo ningún supuesto puede ser visto como una

ingerencia o usurpación en las atribuciones del órgano legislativo -Asamblea Nacional- que

tiene por función propia normar las materias que resultan de orden nacional.

Así, los postulados constitucionales en los que se fundamentó esta Sala para

declarar la inconstitucionalidad parcial de la norma in comento, son los establecidos en los

numerales 1 y 3 del artículo 49 de la Carta Magna, en atención a la circunstancia fáctica

que se verificaba con los cómputos de los términos y lapsos establecidos para la realización

de determinadas actuaciones procesales de los justiciables, a consecuencia de la

disminución de los mismos en un número ciertamente menor a aquellos dispuestos en la

norma, como producto del no despachar continuo de los tribunales, lo cual tendía a crear un

estado de indefensión y a transgredir el debido proceso.

Por tanto, los postulados anteriores en los cuales se basó esta Sala para indicar que

la regla del cómputo establecida en el referido artículo 197 del Código de Procedimiento

Civil “(...) viola el contenido normativo del artículo 49 de la Constitución de 1999, por

disminuir, para el resto de los actos procesales, el lapso que el legislador consideró -en su

momento- razonable para que las partes cumplieran a cabalidad con los actos procesales

que las diferentes normas adjetivas prevén”, fueron establecidos en atención a que la

actividad jurisdiccional va dirigida a resolver una controversia y siendo que las partes serán

quienes en definitiva sufrirán los efectos de la sentencia, debe garantizársele a cada una de
ellas, la posibilidad de adversar o contradecir oportunamente lo sostenido por su

contraparte, es decir, garantizarle su derecho a la defensa.

Empero, lo expuesto no quiere decir que esta Sala no haya tenido en cuenta el

derecho constitucional a la tutela judicial efectiva contemplado en el artículo 26 de la Carta

Magna, que dispone:

 
“Artículo 26. Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de
administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los
colectivos o difusos; a la tutela efectiva de los mimos y a obtener con
prontitud la decisión correspondiente.
El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea,
transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin
dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles” (Resaltado de la
Sala).
 

Lo cual quiere decir, que esta Sala jamás ha pretendido con el dispositivo del fallo

sacrificar las formas sobre el fondo, sino mas bien pretende buscar el contenido jurídico y

la finalidad que el legislador le atribuyó a la norma contenida en el artículo 197 del Código

de Procedimiento Civil, señalándose mediante esta sentencia su razón de ser, de forma tal

que se adapte a la actividad procesal respetando el derecho a la defensa y al debido proceso

consagrado en el artículo 49 , numerales 1 y 3, de la Constitución.

De manera que, esta Sala al dictar la decisión cuya aclaratoria se solicita partió de

que el fin institucional e inmediato del proceso es la justicia, la cual debe ser alcanzada sin

sacrificar el fondo por la forma, teniendo claro, la existencia de dos actos fundamentales

dentro del esquema procesal; a saber, la demanda y la sentencia, siendo todos los actos

intermedios el mecanismo por el cual se preparara la providencia judicial.

Ahora bien, lo expuesto no quiere decir y así lo entendió esta Sala cuando dictó el

fallo, que todas las formas son innecesarias, pues, la instrumentalidad de las formas si bien
no tienen un valor intrínseco propio -ya que existen solamente como un medio para

alcanzar la plena finalidad de cada acto-, su observancia permite medir concretamente la

realización en el tiempo y en el espacio de las actuaciones procesales.

Por tanto, cuando esta Sala anuló parcialmente la norma in comento lo hizo

atendiendo al derecho a la defensa y al debido proceso, pero -se insiste-, sin desconocer la

existencia del derecho a la celeridad procesal consagrado en el citado artículo 26 de la

Constitución, motivo por el cual, entendiendo al Código de Procedimiento Civil como un

conjunto sistemático de normas, donde los términos o lapsos pautados para realizar las

actuaciones procesales se crearon en principio para ser computados por días calendarios

continuos, la formalidad de que el término o lapso procesal para la realización de un

determinado acto sea computado atendiendo a que el tribunal despache, debe ser entendido

para aquellos casos en que efectivamente se vea inmiscuido de forma directa el derecho a la

defensa de las partes.

De forma que, será la naturaleza de las actuaciones procesales las que distinguirán si

el cómputo del término o lapso se realizará por días calendarios continuos sin atender a las

excepciones previstas en el artículo in comento, o, si por el contrario, deberán hacerse

únicamente en función de que el tribunal despache. En virtud, de que esta Sala considera

que el ejercicio oportuno de los derechos adjetivos que les asiste a las partes en un proceso

-oportunidad que sólo puede verificarse si el tribunal despacha- forma parte de la esfera

esencial del derecho a la defensa y al debido proceso.

Por lo cual, si la naturaleza del acto procesal implica, que para que se cumpla

cabalmente el derecho a la defensa y al debido proceso, éste deba ser realizado

exclusivamente cuando el tribunal despache, en virtud de que sólo así las partes pueden

tener acceso al expediente o al juez para ejercer oportunamente -entiéndase de


forma eficaz- su derecho a la defensa, indudablemente que los términos o lapsos procesales

para la realización de tales actos se computarán en función de aquellos días en que el

tribunal acuerde despachar.

En consecuencia, estima esta Sala que la aplicación del artículo 197, y como tal, el

considerar para el cómputo de los términos o lapsos los días en que efectivamente despache

el tribunal, no puede obedecer a que se esté ante un lapso o término “largo o corto”, sino en

atención a que el acto procesal de que se trate involucre o de alguna manera afecte el

derecho a la defensa de las partes; en contraposición a aquellos que con su transcurrir no lo

involucren.

Así por ejemplo, el lapso procesal establecido para contestar la demanda o los

términos o lapsos procesales establecidos para ejercer oposición a cualquier providencia

judicial, deben ser computados por días en que efectivamente el tribunal despache, en

virtud de que la naturaleza de tales actos se encuentran vinculadas directamente con el

derecho a la defensa y al debido proceso.

Por otro lado, también se puede mencionar que los términos o lapsos procesales

establecidos para ejercer cualquier acto de impugnación ante el tribunal de instancia; tales

como, recurso de hecho, recurso de queja, recurso de regulación de competencia o

apelación, también deben ser computados por días en que efectivamente el tribunal

despache.

En ese mismo orden de ideas, y en atención a los términos en que ha sido planteada

la presente solicitud, esta Sala establece que, a los fines de garantizar la tutela judicial

efectiva, los lapsos para sentenciar así como el de prórroga contemplado en los artículos

515, 521 y 251 del Código de Procedimiento Civil, deben ser computados por días
calendarios consecutivos sin atender a las excepciones establecidas en el artículo 197

eiusdem.

El lapso para la formalización, contestación, réplica y contrarréplica del


recurso de casación establecidos en los artículos 317 y 318 del mismo texto
legal, deben ser computados por días calendarios consecutivos sin atender a
las excepciones establecidas en el artículo 197 eiusdem.
Los lapsos para los actos conciliatorios consagrados en los artículos 756 y 757

eiusdem, así como el lapso para la comparecencia a través de edictos previsto en el artículo

231 de dicho texto legal, y los lapso de carteles, tales como, los previstos en los artículos

223, 550 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, serán computados por días

calendarios consecutivos, sin atender a las excepciones establecidas en el artículo 197

eiusdem.

El lapso para proponer la demanda después que haya operado la perención previsto

en el artículo 271 del Código de Procedimiento Civil, igualmente serán computado por días

calendarios consecutivos sin atender a las excepciones establecidas en el artículo 197

eiusdem.

El lapso que tiene la Sala de Casación Civil de este Alto Tribunal para sentenciar,

así como el que tiene el Juez de Reenvío, establecido en los artículos 319 y 522 del texto

que rige la materia serán computados por días calendarios consecutivos, sin atender a las

excepciones establecidas en el artículo 197 del Código de Procedimiento Civil.

El lapso para intentar la invalidación contemplado en el artículo 335 del Código de

Procedimiento Civil, será computado conforme a la regla prevista en el artículo 199

eiusdem, por tratarse de un lapso cuya unidad de tiempo es mensual.


Los lapsos para la suspensión de la causa principal, según lo pautado en los

artículos 374 y 386 del Código de Procedimiento Civil, serán computados por días

calendarios continuos, sin atender a las excepciones establecidas en el artículo 197 eiusdem.

El lapso de treinta días para la evacuación de las pruebas contemplado en el artículo

392 íbidem, así como el lapso para su promoción, admisión y oposición será computado por

días en que efectivamente el tribunal despache, en atención a lo dispuesto en el artículo 197

del Código de Procedimiento Civil, por encontrarse vinculada directamente la naturaleza de

dicho acto al derecho a la defensa y al debido proceso de cada una de las partes. El lapso

para que los árbitros dicten sentencia según lo dispuesto en el artículo 614, parágrafo

cuarto, del Código de Procedimiento Civil, se computará por días calendarios consecutivos

sin atender a las excepciones previstas en el artículo 197 eiusdem.

Y, por último el término de la distancia debe ser computado por días calendarios

consecutivos, sin atender a las excepciones establecidas en el artículo 197 del Código de

Procedimiento Civil. Así se decide.

c) De la solicitud de aclaratoria de la segunda parte del fallo “Inconstitucionalidad

del artículo 18 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1987”.

En lo que atañe a la solicitud de aclaratoria sobre la improcedencia de la acción de

nulidad interpuesta por razones de inconstitucionalidad contra lo dispuesto en el artículo 18

de la Ley Orgánica del Poder Judicial, se observa, que en los términos en que fue planteada,

la misma evidencia la inconformidad del solicitante con el dispositivo del fallo, lo cual,

evidentemente no constituye el objeto de la aclaratoria. De allí que, esta Sala considera que

al respecto no hay nada que aclarar y en consecuencia declara improcedente la solicitud de

aclaratoria contenida en el punto 3 del escrito presentado por el accionante. Así se decide.
Ahora bien, por cuanto esta Sala observa, que existe un error de referencia en la

parte in fine del dispositivo del fallo, objeto de la presente aclaratoria, referido a la fecha de

publicación del Código de Procedimiento Civil, se procede mediante la presente a subsanar

el mencionado error, en los términos siguientes:

“Conforme a lo previsto en los artículos 119 y 120 de la Ley Orgánica de la Corte


Suprema de Justicia, publíquese el presente fallo en la Gaceta Oficial de la
República Bolivariana de Venezuela, sin que su publicación condicione la eficacia
del mismos, en cuyo sumario se indicará con precisión lo siguiente:
 
‘SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA, EN SALA
CONSTITUCIONAL QUE ANULA PARCIALMENTE LA NORMA
CONTENIDA EN EL ARTÍCULO 197 DE LA LEY DE REFORMA
PARCIAL DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL,
PUBLICADO EN LA GACETA OFICIAL Nº 4.209
EXTRAORDINARIO DE FECHA 18 DE SEPTIEMBRE DE 1990’”.
 
 
DECISIÓN
Por todas las razones anteriormente expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en

Sala Constitucional, declara PARCIALMENTE CON LUGAR la solicitud de aclaratoria

respecto a la sentencia Nº 80 dictada por esta Sala en fecha 1º de febrero de 2001 en la

presente causa, efectuada por el abogado SIMÓN ARAQUE.

Téngase la presente decisión como parte integrante de la sentencia antes

identificada.

Publíquese, regístrese y comuníquese.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de Justicia

en Sala Constitucional a los 09 días del mes de marzo del año 2001. Años: 190° de la

Independencia y 142° de la Federación.

El Presidente,

 
IVÁN RINCÓN URDANETA

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