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78 ¿POR QUÉ FILOSOFAR?

definitiva, un ejercicio estimulante de introduc- Cuatro conferencias dadas a los estudiantes de


ción en la práctica misma del pensamiento crí- Propedéutica en la Sorbona (octubre-noviembre
tico. Los futuros temas de Lyotard -desde el de 1964)
deseo al lenguaje y su primariedad- están ya to-
dos aquí. Y su contexto es el de una «filosofía de
la sospecha», fuertemente crítica de las (falsas)
instancias «ideológicas», calcinad ora de las pseu-
dorracionalizaciones al uso, que emite signos de
futuro ...
No se trata, sin embargo, de limitar y condi- 1. ¿POR QUE DESEAR?
cionar al sentido actual de la figura de Lyotard el
valor de estos textos. Lo que tampoco constitui-
ría, de todos modos, una limitación restrictiva, Es una costumbre de los filósofos iniciar
dado que a la naturaleza de la cosa corresponde su enseñanza mediante la pregunta ¿ qué es la
su historia, como es bien sabido, y nada tan ins- filosofía? Año tras año, en todos los lugares
tructivo como los recorridos genéticos... Incluso donde se enseña, los responsables de la filoso-
a propósito de un continente teórico tan polimor- fía se preguntanr ¿dónde se halla?, ¿qué es?
fa, tan hirviente y desasosegado, tan en movi- Freud coloca entre los actos fallidos el hecho
miento constante como el lyotardiano. No. Estos de «no lograr encontrar un objeto que se ha-
textos constituyen por sí mismos lo que dicen bía colocado en algún lugar». La lección inau-
constituir: una introducción desde dentro al filo- gural de los filósofos, que se repite una y otra
sofar. y una introducción que escoge 'la vía pri- vez, tiene cierta semejanza con un acto fallido.
vilegiada de la autoconsciencia misma del filosofar La filosofía se falla a sí misma, no funciona, vamos
-de la metafilosofía, si se prefiere- como 'marco en su búsqueda a partir de cero, la olvidamos sin
idóneo para su ejercicio y despliegue. Largamente cesar, olvidamos dónde está. Aparece y desapare-
acreditada, tampoco en este caso defraudará esa ce: se oculta. Un acto fallido es también la oculta-
vía al lector afín. 0, al menos, así nos atrevemos ción de un objeto o de una situación para la con-
a suponerlo aquí. ciencia, una interrupción en la trama de la vida
cotidiana, una discontinuidad.
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untarnos no «¿qué es la filosofía? », sino
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80 ¿ POR QUÉ FILOSOFAR? ¿POR QUÉ DESEAR? 81

sobre la posibilidad para la filosofía de estar ausen- 1. Hemos adquirido la costumbre -y la filo-
te. Para la mayoría de la gente, para la mayoría sofía misma, 'en la medida en que acepta una cier-
de ustedes, la filosofía está ausente de sus preocu- ta manera de plantear los problemas, ha adquirido
paciones, de sus estudios, de su vida. Incluso para la costumbre-e- de examinar un problema como el
el mismo filósofo, si tiene necesidad de ser conti- del deseo bajo el ángulo del sujeto y del objeto,
nuamente recordada, restablecida, es porque se de la dualidad entre quien desea y lo deseado; has-
hunde, porque se le escapa entre los dedos, porque ta el punto de que la cuestión del deseo se con-
se sumerge. ¿ Por qué pues filosofar en vez de no vierte fácilmente en la de saber si es lo deseable
filosofar? El adverbio interrogativo por qué desig- lo que suscita el deseo o, por el contrario, el deseo
na, al menos mediante la palabra por de la que está el que crea lo deseable, si uno se enamora de una
formado, numerosos matices de complemento o mujer porque ella es amable, o si es amable por-
de atributo: pero esos matices se precipitan todos que uno se ha enamorado de ella. Debemos enten-
en el mismo agujero, el abierto por el valor inte- der que esta manera de plantear la cuestión perte-
rrogativo del adverbio. Este dota a la cosa cues- nece a la categoría de la causalidad (lo deseable
tionada de una posición admirable, a saber, que sería causa del deseo, o viceversa), que pertenece
podría no ser lo que es o, sencillamente, no ser. a una visión dualista de las cosas (por una parte
j: '
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«Por qué» lleva en sí mismo la destrucción de lo está el sujeto y por otra el objeto, cada uno de
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que cuestiona. En esta pregunta se admiten a la ¡ ellos dotado de sus propiedades respectivas) y, por
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t.;! vez la presencia real de la cosa interrogada (toma- J, . lo tanto, no permite afrontar seriamente el pro-
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mas la filosofía como un hecho, una realidad) y su blema. El deseo no pone en relación una causa y
. '1< ausencia posible, se dan a la vez la vida y la muerte un efecto, sean cuales fueren, sino que es el mo-
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" de la filosofía, se la tiene y no se la tiene. vimiento de algo que va hacia lo otro como hacia
Pero el secreto de la existencia de la filosofía lo que le falta a sí mismo. Eso quiere decir que lo
pudiera estribar precisamente en esta situación otro (el objeto, si se prefiere, pero precisament ,
contradictoria, contrastada. Para entender mejor ¿ es el objeto deseado en apariencia el que de v r-
esta relación eventual entre el acto de filosofar y dad lo es?) está presente en quien desea, y lo tá
la estructura presencia-ausencia, conviene exami- en forma de ausencia;' Quien desea ya ti ne lo que
nar, aunque sea rápidamente, qué es el deseo; le falta, de otro modo no lo desearía, y no lo tiene,
porque en filosofía hay philein, amar, estar enamo- no lo conoce, puesto que de otro modo tampoco
o' .desear. ._ lo d~se-ªría~Si_se vuelve a los cone ptos de sujeto
< .'iito del;a~~eo quisiera indicarles; sOI9;7
, _", y P?·,05~~to,~-,-"movimiento del deseo hace ~pare-
cereL~~Jlt:mesto objeto co no a go qu ya esta ahí,
Á ~ ~ .
¿l 11 O ¿POR QUÉ DESEAR? 83

1 d o, in estar, no obstante, «en carne y briagado de néctar -pues aún no existía el vino-,
hu o», y el supuesto sujeto como algo indefinido, entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la
inacabado,' que tiene necesidad del otro para deter- embriaguez, se durmió. Entonces Penía, impulsada
minarse, complementarse, que está determinado por su carencia de recursos, planea hacerse hacer
por el otro, por la ausencia. Así, pues, por ambas un hijo por Poros. Se acuesta a su lado y fue así
partes existe la misma estructura contradictoria, como concibió a Eros. Por esta razón, precisa-
,1
pero simétrica: en el «sujeto», la ausencia del de- mente, es Eras también acompañante y escudero
1
seo (su carencia) en el centro de su propia presen- I de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del naci-
I miento de la diosa y al ser, a la vez, por naturaleza,
cia, del no-ser en el ser que desea; y en el «objeto»
1 I un amante de lo bello, dado que también Afrodita
\ I una presencia, la presencia del que desea (el
recuerdo, la esperanza) sobre un fondo de ausen- es bella.*
,
cia, porque el objeto está allí como deseado, por
I La condición, el destino de Eros procede, evi-
l'
I
lo tanto como poseído. dentemente, a decir de Diotima, de su herencia:
2. De ahí se desprende nuestro segundo tema. I «Siendo, pues, hijo de Poros y Penía, Eras se ha
Lo esencial del deseo estriba en esta -estructura quedado con las siguientes características. En pri-
que combina la presencia y la ausencia. La combi- I mer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser deli-
nación no es accidental: existe el deseo en la me- cado y bello, como cree la mayoría, es, más bien,
dida que lo presente está ausente a sí mismo, o lo duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre
ausente presente. De hecho el deseo está provo- I al raso y descubierto, se acuesta a la intemperie
cado, establecido por la ausencia de la presencia, i en las puertas y al borde de los caminos, compa-
o a la inversa; algo que está ahí no está y quiere ¡ ñero inseparable de la indigencia por tener la natu-
estar, quiere coincidir consigo mismo, realizarse, raleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuer-
yel deseo no es más que esta fuerza que mantiene do con la naturaleza de su padre, está al acecho
juntas, sin confundirlas, la presencia y la ausencia. de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y ac-
Sócrates cuenta en el Banquete que Diotima, tivo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna tra-
una sacerdotisa de Mantinea, le describió así el ma, ávido de sabiduría y rico en recursos, un
nacimiento del amor, Eros: «Cuando nació Afro- amante del conocimiento a lo largo de toda su
dita, los dioses celebraron un banquete y, entre vida, un formidable mago, hechicero y un sofista.
otros, estaba también Poros, el hijo de Metis. Des- No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino
pués que terminaron de comer, vino a mendigar que en- el mismo día unas veces florece v~ vive,
.. .Penía: comoerade.esperar enuna oCqsijn~esti!a~:- Editorial Gredas, 1986, .
-y estaba cerca.:de.Ia puerta. Mientras.rPoros, em-'
i
¡-
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cuando está en la abundancia, y otras muere, pero Finalmente el deseo es hombre y mujer a
recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza la vez que vida y muerte. Eso quiere decir que
de su padre. Mas lo que consigue siempre se le en el texto de Platón la pareja de opuestos vida-
escapa, de suerte que Eras nunca ni está falto de muerte se identifica, al menos en cierto modo, con
recursos ni es rico.» * . la pareja de opuestos macho-hembra. El padrede
El relato de Diotima, el mito del nacimiento Eras simboliza lo que en el deseo acerca el amor
de Eras, está dotado sin duda de una gran fecun- a su objeto, su encuentro, mientras que su madre,
didad. Fijémonos al menos en esto: la pobreza, encarna lo que los mantiene separados.
- Primero, el tema según el cual Eras es en- En este texto la atracción es viril y el rechazo feme-
gendrado el mismo día en que Afrodita, la Belleza, nino. No podemos ahora profundizar en este pun-
su objeto en definitiva, viene al mundo; hay una to, pero debemos recordar al menos que Eras, por
especie de ea-nacimiento del deseo y de lo deseable. más que sea del sexo masculino, en rea1idad es
- Después, esta idea de que la naturaleza de hombre y mujer.
Eras es doble; no es dios, no es hombre, participa Serge Leclaire, discípulo del doctor Jacques
de la divinidad por parte de su padre, que se sen- Lacan, en un trabajo para la Société Francaise de
taba a la mesa de los dioses y estaba henchido Psychanalyse (mayo de 1956, La Psychanalyse, 2,
(henchido de bebida) por la borrachera divina del 139 y sigs.), caracterizaba el síntoma de la histeria
néctar, es mortal por parte de su madre, que men- por el interrogante no formulado: ¿ Soy hombre
diga, que no se basta a sí misma. Así pues es vida o mujer?, mientras que, según él, el síntoma de
y muerte, y Platón insiste en la alternancia de la la obsesión consistiría en la pregunta: ¿ Estoy vivo
vida y de la muerte en la vida de Eras. Es como o muerto? De este modo, encontramos en la inter-
el ave fénix, «si muere una tarde, a la mañana si- pretación moderna de las neurosis la idéntica do-
guiente resurge de sus cenizas» (Apollinaire: Can- ble ambigüedad que Diotimaencuentra en Era:
ción del mal amado, Alcools 118). Se puede ir in- la de la vida y la del sexo. La enfermedad actúa
cluso un poco más lejos: el deseo, por ser indi- sobre esta incertidumbre como un revelador: 1
gente, tiene que ser ingenioso, mientras que sus enfermo no consigue clasificarse aquí o allá, ituar-
hallazgos terminan siempre por fracasar. Eso quie- se en la vida o en la muerte, en la virilidad o n
re decir que Eras continúa bajo la ley de la Muerte, la feminidad. La revelación que nos d para la
de la Pobreza, tiene permanentemente necesidad enfermedad no sólo nos proporciona la pru ba de
de escapar de ella, de rehacer su vida, precisa- yalidad de Platón, no sólo manífi ta hasta
mente. porque lleva la muerteze ~_sí miSPlD,
.• .....•. :.; ~ .: no •••• ;;"" ~ •
tt:rl:t;. -:.labúsqueda freudiana e un eco de los
- ."*. -lbíd~J pág. 249. s centrales de la filosofía, sino que tam-
¿ :{ QUÚ ILO o A ? ¿POR QU~ DESEAR? 87

bién nos ayuda a comprender que el sí y el no, que sacado de su ghetto, y ello sin reducir las demás
el binomio contrastado, como dice Leclaire, bino- actividades a la libido, sino profundizando la es-
mio cuyos polos se distancian en la neurosis, go- tructura de las conductas, y comenzando a revelar
bierna nuestra vida (y no sólo nuestra vida amo- una simbología quizá común a todas ellas.
rosa), que' incluso cuando estamos en el anverso Para seguir con nuestro tema, que es el
de las cosas, de nosotros mismos, de los otros, del de la relación del deseo con el contraste entre
tiempo o de la palabra, su reverso no deja de estar atracción y repulsión, podríamos ilustrado con
presente ante nosotros: «cualquier relación a la numerosos ejemplos. Así, permaneciendo muy cer-
presencia tiene lugar sobre un fondo de ausencia» ca del tema Eras, para comenzar y para interesar
,.
(Lacan). Así, pues, el deseo, que por esencia con- de cerca a los más literatos de entre ustedes, lo ".

tiene esta oposición en su conjunción, es nuestro que cuenta Proust en La fugitiva es el deseo, pero ".

Maestro. con un matiz particular, el deseo en su crepúsculo,


¿ Es necesario que nos preguntemos qué hay es Eras en tanto que hijo de Pobreza, el peso de
que entender por deseo, y de qué hablamos cuando la muerte en el deseo; lo que Proust describe y
hablamos de él? analiza es el paroxismo de la separación, la sepa-
:1:
Ya habrán comprendido ustedes que es preciso ración duplicada: la que es consecuencia de la 11·
'1:
que nos libremos de la idea corriente, heredada, de muerte de Albertina, a la cual hay que añadir la '1'
:1.
que haya una esfera del Eras, de la sexualidad, que alimentaba -entre Marcel y la joven cuando il,.
aparte de las demás. Según ella, tenemos una vida ésta aún vivía- los celos de Marcel. La muerte r~ .
afectiva con sus problemas específicos, una de Albertina crea una determinación particular
vida económica con los suyos, una vida intelectual del deseo que es el duelo; pero no suprime el deseo,
consagrada a cuestiones especulativas, etc. Eviden- puesto que los celos continúan infundiendo la sos-
temente esta idea no sale de la nada. Intentaremos pecha hacia la muerta; ahora bien, los celos son
explicarnos al respecto más adelante. Pero si, por una especie de condena a muerte de la mujer viva,
ejemplo, la obra de Freud ha tenido y sigue tenien- un rechazo de su presencia. Tras la mujer presente
do el eco que ya conocen ustedes, sin duda alguna, yo veo la misma mujer distinta; destruyo su pre-
no es por haber visto la sexualidad por doquier, sencia y forjo de ella una imagen que no conozco,
lo cual no es más esclarecedor que ver por doquier La ausencia que, debido a la sospecha de Mareel,
la economía como hacen algunos marxistas, sino II existía ya cuando Albertina estaba presente, se du-
porque ha comenzado a poner en comunicación la I plica con la ausencia que resulta de su muerte y
vida sexual con la vida afectíva, con la vi-dasocial, I . q4e es alimentada por la; .presenda persistente de
con la vida religiosa; en la medidaen q:ue la' ha " .J' ,.,la: joven. '.'~" '", ,.".

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He aquí, si ustedes quieren, una ilustración de la comunicación entre sus partes, nada hay defi-
inmediata y un ejemplo accesible del deseo. Pero nitivamente logrado y tanto la una como la otra
está bien claro que todo el libro, toda La búsqueda tienen una permanente necesidad de ser recon-
del tiempo perdido, se inserta en la misma luz quistadas, de juntarse en ese impulso que, como
crepuscular; no es sólo una mujer el. la que no se dice Diotima del hijo de Poros, «avanza con todas
consigue tener en carne y hueso, es también una sus fuerzas sin reparar en obstáculos». En tanto
sociedad que se deshace, los otros a quienes la que socialidad e historicidad, nosotros también
edad hace irreconocibles, y, ante todo, un tiempo vivimos sobre un fondo de muerte y pertenecemos
que esparce sus momentos en vez de mantenerlos también al deseo. Debe quedar claro pues que por
unidos. Dejemos el crepúsculo, la lección que sin la palabra deseo entendemos la relación que simul-
duda quiere darnos Proust con su libro, y quedé- táneamente une y separa sus términos, los hace
monos con uno de estos temas, al que los más his- estar el uno en el otro y a la vez el uno fuera del
toriadores de entre ustedes pueden ser sensibles, otro.
el tema según el cual la historia y la sociedad Creo que ahora podemos volvernos hacia la filo-
contienen también la alternativa de la atracción sofía y comprender mejor de qué modo ella es
y de la repulsa y que, por lo tanto, muestran la philein, amor, probando en ella las dos caracterís-
evidencia del deseo. No sería demasiado aven- ticas que hemos distinguido hablando del deseo.
turado leer la historia de Occidente como el Al final del Banquete, Alcibíades, ebrio (y como
movimiento contradictorio en el cual la multipli- él mismo afirma: la verdad está en el vino), hace
cidad de las unidades sociales (de los' individuos, el elogio de Sócrates, junto al que ha venido a aco -
o de los grupos, por ejemplo de las clases socia- tarse. Nos interesa un fragmento de ese retrato,
les) busca y falla su reunión consigo misma. Esta a nosotros que intentamos comprender por qu
historia está marcada hasta el día de hoy por la filosofar; es el fragmento en que Alcibíades cuenta
alternativa, tanto dentro de las sociedades como lo siguiente: convencido de que Sócrates está ena-
entre ellas, de la dispersión y de la unificación, morado de él, puesto que al filósofo se le ve bu ar
y esta alternativa es completamente homóloga a asiduamente la compañía de bellos jóvenes, d cid
la del deseo. Así como Eras necesita todo el inge- ofrecerle la ocasión de sucumbir; y Sócrate , fr n-
nio que ha heredado de los dioses a través de su te a esta ocasión, le explica su situación d 1 modo
padre para no caer en la indigencia, así también, siguiente: en fin, dice Sócrates, tú has creído en-
puesto que la civilización está amenazada de muer- contrar en mí una belleza más extraordinaria aún
.te, es decir de indigencia de valores, y .Ia sociedad .que la tuya, de otro orden, oculta, espiritual; y tú
.-._está-amenazada de discontinuidad, de}.nt€rrupción quieres .intercambiarla, tú quieres darme tu be-
•.."
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lleza para tener la mía; eso sería un buen negocio des, no refuta su argumentación. Ninguna burla
para ti, si al menos yo poseyera realmente esa be- respecto a la hipótesis, necesariamente un poco
lleza oculta que tú sospechas; sólo que no es se- presuntuosa, de que Sócrates está enamorado de
guro; debemos reflexionar juntos. Alcibíades cree Alcibíades; ninguna indignación ante la propuesta
entender que Sócrates acepta el trato, tiende sobre de un intercambio; apenas una pizca de ironía so-
él un manto y se desliza junto a él. Pero en toda bre el «sentido de los negocios» de Alcibíades.
la noche no pasa nada, cuenta Alcibíades, ¡nada Lo que hace Sócrates, ni más ni menos, es po-
que no hubiera pasado «de haber dormido con mi ner en tela de juicio este «negocio redondo», y pre-
padre o con un hermano mayor». Y Alcibíades guntarse en voz alta dónde está la ganancia: eso
añade: «El resultado es que no había manera de es todo. Alcibíades quiere cambiar lo visible, su
enfadarme y dejar de frecuentarle, ni de descubrir belleza, por lo invisible, la sabiduría de Sócrates.
de qué modo podría conducirle hacia mi propósi- Al hacer esto corre un enorme riesgo: porque pue-
to ( ... )? No encontraba una salida, yo era su es- de suceder que, si no hay sabiduría, no obtenga
clavo como nunca nadie lo ha sido de alguien, no nada a cambio de sus favores. Este negocio redon-
hacía más que girar en torno a él como un .satélite» do es una apuesta, no un en paz o doble, sino, en
(Banquete 219 d-e). el mejor de los casos, un en paz, y en el peor, una
Mediante este relato Alcibíades nos describe dura pérdida. ¡Es arriesgado!
un juego, el juego del deseo, y nos revela con una Como ven, es como si Sócrates tomase las
maravillosa inocencia la posición del filósofo en cartas de Alcibíades después de haber enseñado
este juego. Examinémoslo un poco más detenida- las suyas y le mostrase que esas cartas no le per-
mente. miten ganar con seguridad, que la situación no es
Alcibíades cree a Sócrates enamorado de él, la de una compra al contado, sino la de una com-
pero él desea lograr que Sócrates le «diga absolu- pra a crédito en la que el deudor, Sócrates en este
tamente todo 10 que sabe» (217 a). Alcibíades pro- caso, no es solvente a ciencia cierta. Sócrates ha
pone un intercambio: él concederá sus favores a mostrado su juego, pero resulta que él «no tiene
Sócrates, Sócrates responderá dándole a cambio juego». Respecto de la estrategia de Alcibíades, ya
su sabiduría. no puede suceder nada, puesto que esta estrategia
Asediado por esta estrategia, ¿ qué puede hacer se basa en el intercambio de la belleza por la sabi-
Sócrates? Busca el modo de neutralizarla, y, tal duría, y Sócrates declara no estar seguro de poder
como veremos, la respuesta queda bastante am- corresponder. Pero Alcibíades interpreta "esta de-
bigua. claración corno un' regateo, por-ello -reitera, esta
Sócrates no rehúsa Iaproposicióride Alcibía-: vezmediantegestosenvez
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dé" palabras, su primera .•..

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propuesta. Pero bajo el manto no encuentra un error, un desvarío por parte de Alcibíades? ¿No se
amante, sino, como él mismo dice, ¡un padre! Só- trata más bien de que Alcibíades, al insistir en la
crates permanece pues a la expectativa y Alcibía- actitud inicial, trata de desbaratar el juego socrá-
" des queda en el error. tico? A fin de cuentas, el esclavo es el amo del amo .
Alcibíades permanece en el error hasta el (Hegel).Y la mejor jugada de la pasión consiste
final de su relato, cuando interpreta de nuevo en que, si no puede obtener quitando, está dispues-
la actitud de Sócrates como una estrategia su- ta a conquistar dándose. De hecho Alcibíades jue-
perior a la suya; él quería conquistar al filósofo ga su juego, y, a su manera, lo hace bien, porque,
y es conquistado; dominarle (puesto que así po- finalmente, Sócrates fracasa: no ha sido capaz
seería su propia belleza y la sabiduría obtenida de de que Alcibíades acabe aceptando la neutraliza-
Sócrates), pero finalmente él es su esclavo. Sócra- ción que le proponía.
tes ha sido más astuto que él, le ha pillado; los ¿Qué quiere, pues, el filósofo? Cuando declara
papeles que Alcibíades atribuía a Sócrates y a sí no estar seguro de poseer la sabiduría, ¿lo hace
mismo al comienzo de la partida se han invertido: sólo para atraer mejor a Alcibíades? ¿Es Sócra-
el amante ya no es Sócrates, es Alcibíades. tes sólo un seductor más sofisticado, un jugador
Incluso se puede decir que al presentar la his- más sutil que entra en la lógica del otro y le prepa-
toria de esta manera ante Sócrates, precisamente ra la trampa de una debilidad fingida? Eso es lo que
cuando está tumbado a su lado como sucede en cree Alcibíades, yeso es lo que Alcibíades mismo,
la noche de la que nos habla, no hace sino repetir como acabamos de decir, intenta hacer. Eso es lo
el mismo desvarío que le empujó a hacer su pri- que creerán también los atenienses, que no querrán
mera propuesta. Va un poco más lejos, pero per- dejarse convencer de que Sócrates no tiene otro
siste en la misma estrategia; quiere convencer a propósito que el de interrogarles acerca de su
Sócrates de que está totalmente vencido, sin de- actividades, de sus virtudes, de su religión, d u
fensa, y por consiguiente sin peligro, y que cier- ciudad, y que le harán sospechoso de introducir
tamente esta vez Sócrates no tiene por qué temer, de tapadillo nuevos dioses en Atenas, para t rmí-
o, si prefieren, de que tiene todas las de ganar ha- nar decidiendo su muerte.
ciendo el intercambio. Es como el mercader de Sócrates sabe bien lo que creen los d má , co-
alfombras que corre tras el comprador obstinado menzando por Alcibíades; pero él mi mo on i-
en su oferta de 50.000 para decirle : tened, os la dera un jugador superior. Decir, COlnohac qu le
I

regalo por 55.0qO . falta sabiduría no es sólo para él una imple finta.
."Pero -esta. comparación queaflora espontánea- Por el contrario, es la hipótesi de la finta la que
.mentenos obliga -a reflexionar:"¿ es de verdad UD constata hasta' qué punto hay falta de sabiduría,
"
¿ o LO OFAH.? ¿POR QU~ DESEAR? Y5
l st U II supone, en su ingenua astucia, que insiste en provocar la reflexión. Y creo que tene- .
il 'o s realmente sabio y que dice lo contra- mas una confirmación suficiente de que justamcn-
io sólo para intrigar (en los dos sentidos de la te es ésa la lógica de Sócrates, su juego en el juego
p labra más fácilmente, Ahora bien, creer que de los demás: esa confirmación es que ~1C\.~}Aa UI.:!-
Sócrates tiene una sabiduría que se puede inter- ber la cicuta; porque si hubiera desorientado al
cambiar, vender, ésa es precisamente la locura de adversario sólo para cogerle mejor, para dorni-
Alcibíades. narle, no hubiera aceptado la muerte .. Murie do
Para Sócrates la neutralización de la lógica de voluntariamente les obliga a pensar que verdadc-
Alcibíades es el único objetivo perseguido; porque ramente no tenía nada que perder, que él no, tenía
esta neutralización, si tiene éxito, significaría que nada en juego.
Alcibíades ha comprendido que la sabiduría no Lo que quiere el filósofo no es que .los des eos
puede ser objeto de intercambio, no porque sea sean convencidos y vencidos, sino que sean exami-
demasiado preciosa para encontrarle una contra- nadas y reflexionados. Diciendo que sabe qUCJ.10
partida, sino porque jamás está segura de sí mis- sabe nada, mientras que los demás 1)0 saben y
ma, constantemente perdida y constantemente por creen saber y tener, y muriendo por ello, quiere
buscar, presencia de una ausencia, y sobre todo dar testimonio de que hay en la petición, en la
porque ella es conciencia del intercambio, inter- petición de Alcibíades por ejemplo, más de 10 que'
cambio consciente, conciencia de que no hay ob- ella pide, y ese más es un menos, una pequeñez,
jeto, sino únicamente intercambio. Sócrates inten- que incluso la posibilidad del deseo significa la
ta provocar esta reflexión suspendiendo la lógica presencia de una ausencia, que quizá tod .a sabi-
de Alcibíades que admite la sabiduría corno un duría consista en escuchar esta ausencia y el! per-
haber, corno una cosa, una res, la lógica reificante manecer junto a ella. En vez de buscar la sabidu-
de Alcibíades y de los atenienses. ría, lo que sería una locura, le valdría 111ása
Pero no puede romper ahí el diálogo, retirarse Alcibíades (y a ustedes, ya mí) buscar por qué bus-
de la comunidad y del juego, porque necesita que ca. Filosofar no es desear la sabiduría, es desear el
esta ausencia sea reconocida por otros. Sócrates deseo. Por eso el camino en que se encuentra Alci-
sabe muy bien que tener razón él solo contra to- bíades desorientado no conduce a ninguna arte,
dos no es tener razón, sino estar equivocado, estar es un Holzweg, como diría Heidegger.v- la pista
loco. Al abrir su propio vacío, su propia vacancia que deja hasta la orilla del bosque la leña que el
ante la ofensiva de Alcibíades, quiere abrir en él leñador recoge». Seguid esa pista: os dejará en -cl
el mismo vacío; al decir a sus acusadores que toda corazón del bosque. .
su sabiduría consiste en saber que no sabe nada, Eso no significa que Sócrates no estuviera ena-
<,

, '

"

96':" ¿POR QUÉ FILOSOFAR? 97


.- ¿POR QUÉ DESEAR?
.. .' , :.

,:il?:~:rr:é\clo; ya se lo he dicho a ustedes, ni una vez .decirse y comprenderse en su discurso; s~bem~s


niega qué-la belleza de Alcibíades sea deseable. No que esta palabra sobre sí misma, esta_ dl~tanCIa
:' preconiza, en modo alguno el desprendimiento de consigo misma no es superflua, sobreañadida, s:-
,.,laf' pasiones, la abstinencia, la abstracción lejos 1
cundaria con respecto a la civilización de OCCI-
, de} siglo. p'or el contrario, hay amor en la filosofía, dente, sino que, por el contrario, constituye el nú-
essu Recurso, su Expediente. Pero la filosofía está
en'elúmor como en su Pobreza. cleo, la diferencia; después de todo sabemos que es-
, .La filosofía no tiene deseos particulares, no es tas filosofías pasadas no están abolidas, ya que
una especulación sobre un tema o en una materia seguimos oyéndolas y contestándolas.
determinada. La filosofía tiene las mismas pasío. Los filósofos no inventan sus problemas, no
n~s qil~ todo el mundo, es la hija de su tiempo, !I están locos, al menos en el sentido de que hablan.
.corno dice Hegel. Pero creo que estaríamos más de Quizá lo sean -pero entonces no más que cual-
acuerdo 90n todo esto si dijéramos primero: es el quiera- en el sentido de que «ea vent a travers
deseo 'el que tieI}~ a la filosofía como tiene cual- eux» (una voluntad les traspasa) están poseídos,
qu ieroj rn cosa. f€!:
filósofo no es un sujeto que se' habitados por el sí y el no. Es el movimiento del
despierta y se dice: se han olvidado de pensar en deseo el que, una vez más, mantiene unido ~o~epa-
Di?s, en la historia, en el espacio, o en el ser; [ten- rado o separado lo unido; éste es el movimiento
dr'~.que ocuparme de ello! Semejante situación que atraviesa la filosofía y sólo abriéndose a él
significátíaque el filósofo es el inventor de sus y para abrirse a él se filosofa. Se puede~eder ~
prq~len1as,ysi fuera cierto nadie se reconocería este movimiento por vías de acceso muy diversas:
~i ,~né6i1~ráría valor en lo que dic¡)Ahora bien, se puede ser sensible al hecho de que dos y dos
ln,cIus?.si .la ilación entre el discurso filosófico y son cuatro que un hombre y una mujer forman
lo t¡u~ ,s,ucedeen el mundo desde hace siglos no una pareja: que una multitud de individ~os cons-
se ve .Inmediatamente, todos sabemos que la iro- tituyen una sociedad, que innumerables. ~nstantes
'n,ía'socrática, el diálogo platónico, la meditación constituyen una duración, que una suces.lOnde pa-
. <-:;artes.ü~na,la crítica kantiana, la dialéctica hege- labras tienen un sentido o que una serie de con-
h~na:,d· 'movimiento marxista no han cesado de ductas conforman una vida, y al mismo tiempo
.determinar .nuestro destino y ahí están, unas junto 1 estar convencido de que ninguno de esos resulta-
a otr:~s',':engruesas capas, en el subsuelo de nues- dos es definitivo, que la unidad de la pareja o del
,~r:aculturapresente, y sabiendo que cada una de tiempo, de la palabra o del número perma~ece
esas nl?dali.dades de la palabra filosófica ha repre- inmersa en los elementos que la forman y pendien-
sentado un momento en que el Occidente buscaba te de su destino. En una palabra, el filosofar puede
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98 ¿POR QUÉ FILOSOFAR? ¿POR QUÉ DESEAR? 99

precipitarse sobre nosotros desde la cumbre más 1 saborear supone tanto la degustación de la cosa
insospechada de la rosa de los vientos. como su distanciamiento; uno se deja penetrar
No hay pues un deseo propio del filósofo; Alain por la cosa, se mezcla con ella, y él. la vez se la ,,1 al -
decía: «Para la filosofía cualquier materia es bue- tiene separada, para poder hablar de el a, juzgarla.
na, con tal que sea extraña»; pero hay una forma Se la mantiene en ese fuera del interior que es la
de encontrar el deseo propio del filósofo. Ya cono- boca (que también es el lugar de la palab .a). tilo-
cemos esa particularidad: con la filosofía el deseo sofar es obedecer plenarnente al movimiento de
se desvía, se desdobla, se desea. Y entonces se deseo, estar comprendido en él e intentarcompren-
plantea la cuestión de por qué desear, ¿por qué derIo a la vez sin salir de su cauce.
lo que es dos tiende a hacerse uno, y por qué lo Así pues, no es casual que la primera filosofía
que es uno tiene necesidad del otro? ¿Por qué la griega, aquellos a quienes curiosamente llamamos
unidad se expande en la multiplicidad y por qué los presocráticos -del mismo modo que a los to -
la multíplicidad depende 'de la unidad? ¿Por qué la tecas, a los aztecas y a los incas los llamamos prc-
unidad se da siempre en la separación? ¿Por qué colombinos-, como si Sócrates hubiera descubier-
no existe la unidad a secas, la unidad inmediata, to el continente filosófico y como si hubiéramos
sino siempre la mediación del uno a través del reparado en que ese continente ya estaba ocupado
otro? ¿Por qué la oposición que une y separa a la por ideas llenas de vigor y de grandiosidad (como
vez es la dueña y señora de todo? decía Montaigne de las capitales indias de Cuzco y
Por eso la respuesta a «¿por qué filosofar?» se México), no es una casualidad el que esta prime-o
halla en la pregunta insoslayable ¿por qué desear? rísima filosofía esté obsesionada por 'la cuestíón
El deseo que conforma la filosofía no es menos del uno y de lo múltiple y a la vez por él problema
irreprimible que cualquier otro deseo, pero se am- del Lagos, de la 'palabra, que es el de la reflexión
plía y se interroga' en su mismo movimiento. Ade- del deseo sobre sí mismo: y es que filosofares de-
más la filosofía no se atiene sino a la realidad en jarse llevar por el deseo, pero recogiéndolo, y esta
su integración por las cosas; y me parece que esta recogida corre pareja con la palabra.
inmanencia del filosofar en el deseo se manifiesta Hoy por hoy, si se nos pregunta por qué filo-
desde el origen de la palabra si nos atenemos a sofar, siempre podremos responder haciendo' ma
la raíz del término sophia: la raíz soph -idéntica nueva pregunta: ¿por qué desear? ¿Por qué existe
a la raíz del latín sap-, sapere, y del francés savoir por doquier el movimiento de lo uno que busca
y savourer. * Sophon es el que sabe saborear; pero lo otro? Y siempre podremos decir, a falta de res-
* Igualmente válido para los verbos castellanos saber y pu.esta mejor: filosofarnos porque queremos, por-
saborear, puesto que es idéntica la raíz de donde proceden. que nos apetece.
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