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Un Estudio Preliminar
Por Mat Sinclair
Concepción, mayo de 2004
Uno de los temas que nos hacen sentir más incómodos en nuestra lectura de la Biblia, es el tema de la
violencia. La Biblia, como la mayor parte de la literatura de su tiempo, relata episodios de genocidio y
destrucción de pueblos completos, y a veces los atribuye a Dios mismo. La pregunta es ¿cómo podemos
interpretar estos textos a la luz de las enseñanzas de Jesús, el Pacificador?
En primer lugar, Jesús. Él es la revelación de la plenitud de Dios y, por lo tanto, es nuestra regla de
interpretación. Jesús leía e interpretaba el mismo Antiguo Testamento, que nosotros estamos intentando
entender, como punto de partida para el desarrollo de su propia forma de vida y de sus enseñanzas. Podemos
ver que, desde esta base, Jesús desarrolló un pacifismo fuerte y una resistencia no violenta que culminó en la
cruz y la resurrección. Por lo tanto, si Jesús, leyendo el mismo Antiguo Testamento, desarrolló una
interpretación así, nosotros también podemos hacerlo (1).
La segunda clave es intentar entender el propósito de Dios en la historia humana. Para los judíos, el actuar de
Dios en la historia representa una lucha para establecer paz y armonía en medio del caos y la muerte (2). Esta
paz y armonía forma el concepto central de “shalom” que podemos encontrar como hilo conductor en la Biblia
completa. La creación nos muestra una imagen de un paraíso de paz entre los seres humanos, los animales, el
mundo y Dios. La caída interrumpe esta paz y podemos ver que Yahvé comienza a actuar para reconciliar a la
raza humana con Él y restablecer la paz. Este plan es el centro de las promesas hechas a Abraham que resultan
en la creación del pueblo de Israel. El mismo actuar de Dios culmina en Jesús, en su vida, su muerte y su
resurrección y, finalmente, en el cielo nuevo y la creación nueva que los profetas y el libro de Apocalipsis nos
ayudan a imaginar y esperar.
Por esta razón, especialmente en los libros del Pentateuco, encontramos que Yavé muestra su poder y salva al
pueblo de Israel a través de episodios milagrosos. Examinemos algunos ejemplos que vienen de Éxodo.
Tomamos como primer ejemplo a Moisés porque demuestra la incapacidad de la violencia para solucionar un
problema y la liberación victoriosa que viene del Señor. En Éxodo 2:11-15a, Moisés está observando a sus
hermanos hebreos mientras trabajan y encuentra a un egipcio golpeando uno de los hebreos. Moisés, en un
intento de parar la opresión, mata al egipcio, pero después tiene que huir del faraón. El uso de la fuerza no
resulta en una situación mejor sino en un problema mayor y el exilio en el desierto. Es en el desierto donde el
Señor se revela a Moisés y le enseña a depender de Él. Dios obra para liberar a su pueblo, y encontramos la
tensión constante entre Dios, que pide confianza en Él, y un pueblo que quiere volver atrás o buscar otras
alternativas. El relato del Mar Rojo es otro momento en que Dios rescata a su pueblo de un peligro inminente
sin que el pueblo tome las armas.
Existen frases en estos textos que muestran claramente esta tendencia. Desafortunadamente, algunas de ellas
han sido tomadas para justificar lo opuesto. La más conocida se encuentra en Éxodo 15:3, que grita “¡Yahvé es
un guerrero!” (4). Esta frase se podría interpretar de la siguiente manera: ¡Yahvé es un guerrero, nosotros no lo
somos! Éxodo 14:14 es más claro cuando dice “Yahvé peleará por ustedes; ustedes no se preocupen”.
Deuteronomio 32:35 aplica la misma idea a la justicia, cuando Yahvé dice “A mí me toca la venganza”. Estas
frases no quieren decir que Yahvé sea un Dios que busca ejercer violencia sobre los seres humanos, sino que
buscan enfatizar que dicho rol no es para el pueblo de Dios. En otras palabras, la lucha es para un Dios
soberano y, sobre todo, misericordioso para con todos los seres humanos.
En los libros proféticos encontramos un desarrollo de la misma idea. Los reyes, ancianos y estructuras de poder
de Israel y Judá reciben una dura crítica porque han vuelto a ser como todos los otros países que usan la fuerza
física para dominar a los indefensos y han perdido la confianza en un Dios que salva y defiende. Uno de los
mensajes presentes en los profetas es un llamado a volver al modelo de una comunidad que no recurre a las
armas para defenderse y a dejar las estructuras militares que los reyes han ido construyendo. En este llamado
nace la esperanza de un tiempo nuevo, cuando el Mesías gobierne sobre un reino en el cual ya no habrá
violencia. El profeta Isaías lo imagina de la siguiente manera:
Sin embargo, en el Antiguo Testamento, y especialmente en los períodos de Josué y de Jueces, encontramos
momentos de espantosa violencia. ¿Cómo es posible tener estos episodios de violencia dentro de un libro
como la Biblia? ¿Cómo podemos entender relatos como el de Jefté en Jueces 11 y 12, quien termina
sacrificando a su única hija en agradecimiento al Señor, o el mandato que Samuel da a Saúl, de matar a una
raza completa en 1 Samuel 15 y 16? Lo que sí es cierto es que el genocidio no es aceptable, sean cuales sean las
circunstancias. Obviamente se hace muy difícil interpretar estos textos; pero hay algunos elementos que
podemos considerar para comenzar:
a. Los textos de la Biblia fueron escritos por autores que vivían en situaciones sociales concretas. Eran personas
de su tiempo, con las limitaciones culturales y los errores propios de su tiempo; y Dios, al revelarse a través de
ellos, no les quita su humanidad. Muchos de ellos, gracias al Espíritu Santo, lograron ir contra la corriente; pero
solamente Jesús pudo superar totalmente las actitudes y prejuicios de su tiempo. Las limitaciones de la cultura
son el riesgo que tomó Dios al revelarse dentro de situaciones humanas concretas. En medio del mundo de
caos y muerte que rodeaba a los autores del Antiguo Testamento, Yavé se reveló; pero, mientras este proceso
no terminara, existía la posibilidad de distorsiones y malas interpretaciones como consecuencia de trabajar con
seres humanos. La revelación de Dios en medio de estas sociedades resulta en una transformación de la
sociedad; pero éste es un proceso gradual, por el hecho de trabajar con seres humanos libres. Nosotros
debemos tener cuidado de no juzgar culturas diferentes de la nuestra sin entender su forma de pensar y de ser.
Es lógico que los hebreos, como pueblo antiguo y oriental, compartían la comprensión básica de la época sobre
lo que constituía ‘violencia’. Sería un error grave, y una injusticia histórica, esperar de ellos toda la definición
moderna de violencia y de derechos humanos, que se ha desarrollado durante largos siglos.”
b. La auto-revelación del Señor en el Antiguo Testamento fue progresiva y gradual. En diferentes momentos
históricos, Yahvé mostró aspectos diferentes de su naturaleza. En la creación, mostró su poder creador; en las
promesas a Abraham, su plan de restauración; en el éxodo, su compasión por su pueblo que estaba sufriendo;
y en los profetas, su justicia y las promesas de la venida del Mesías. Pero es solamente con Jesús, Dios como ser
humano en medio de nosotros, que podemos ver la revelación plena de la naturaleza de Dios. Todo lo que
había venido anteriormente era anticipo y, por lo tanto, cuando los autores del Antiguo Testamento
escribieron, lo hicieron con una imagen parcial del carácter de Dios. Las distorsiones causadas por esta imagen
parcial son corregidas en el Nuevo Testamento, y es por esta razón que interpretamos el Antiguo Testamento a
la luz del Nuevo.
c. Los textos bíblicos narrativos representan tres momentos históricos. Primero está el momento en que ocurre
el hecho relatado. En un segundo momento, un autor toma un relato oral y le da un nuevo propósito teológico
según las necesidades y desafíos de su comunidad. Finalmente, en un tercer momento, nosotros leemos el
texto y lo interpretamos según la perspectiva de nuestra comunidad. Entonces, en la re-lectura de los hechos
que surge en el segundo momento, encontramos que el autor no está simplemente contando un
acontecimiento histórico –como nosotros lo entendemos-, sino que está contando una verdad teológica. Las
palabras y el lenguaje que el autor usa son herramientas para la expresión de este mensaje teológico. Por lo
tanto, si nos enfrentamos al texto esperando que éste nos cuente el hecho literal y “objetivamente” y no
tomamos en cuenta el propósito de autor, terminamos con una imagen distorsionada del relato y, a veces, de
la relación de Dios con el pueblo. Los hebreos no buscaban interpretar los textos de forma literal, sino que
buscaban las verdades más profundas. Por lo tanto, encontramos relatos de genocidio y violencia que no
necesariamente ocurrieron tal como dice el relato, sino que es el autor quien usa una herramienta bastante
dramática para representar su mensaje.
A pesar de estos elementos de ayuda, entender estos textos de violencia y genocidio es una tarea muy difícil.
Hay dos cosas que son esenciales. Primero, que estos relatos no están escritos para que nosotros los copiemos.
No son modelos a seguir ni justificaciones para hechos de violencia cometidos por otras personas o gobiernos.
La Biblia condena absolutamente el uso de la violencia para dominar e imponer la voluntad de los unos sobre
los otros. La segunda cosa es que Jesús hizo una lectura del Antiguo Testamento que fue total y activamente
pacificadora. Por lo tanto, si nuestra lectura no resulta en un pacifismo así, tenemos que volver a re-pensar
nuestras conclusiones.-
Notas
(1) Driver, Juan (2003) Una Teología Bíblica de la Paz, Ciudad de Guatemala, Semilla
(2) Birch, Bruce C, “Old Testament Foundations for Peacemaking in the Nuclear Era”, en The Christian Century,
4 diciembre 1985, pp 1115-1119
(3) Lind Millard C, citado en Byler, Dionisio (1997) Los Genocidios en la Biblia, Barcelona, Editorial CLIE
(4) Citas tomadas de la Biblia de Jerusalén, versión Latinoamericana
(5) Isaías 11:6-9
(6) Stam, Juan, “La Biblia y la Violencia”, en El Comentario Bíblico Latinoamericano, tomo 1, Buenos Aires,
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