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Histórica marcha indígena en Salta

Referentes de nueve pueblos originarios caminarán más de 500 kilómetros para exigir el
cumplimiento de derechos, una mesa de diálogo político y un fondo de reparación. Agua, DNI
y salud, entre los reclamos básicos.
noviembre 17, 2020
Cables | Territorios_Breves

Comunidad indígenas de Salta iniciaron ayer una caminata de 500 kilómetros hasta la capital
provincial para exigir el cumplimiento de sus derechos y la conformación de una mesa de
diálogo intercultural. Son caciques y referentes de nueve pueblos indígenas con reclamos muy
básicos: agua, territorio, educación, salud, entrega de DNI y bolsones de alimentos, entre
otros.
“A 528 años de la llegada del europeo a nuestras tierras, no solo seguimos resistiendo, además nos
organizamos y marchamos para decidir sobro nuestro destino y el buen vivir”, señala el
comunicado de la Unión de Comunidades del Pilcomayo, integrada por los pueblos originarios
Wichí, Chorote, Chulupí, Tapiete, Qom, Guaraní, Chané, Kolla y Diaguita.
La marcha comenzó ayer lunes en Santa Victoria Este, extremo noreste de Salta, para caminar
los 500 kilómetros hasta la capital provincial. En el trayecto se irán sumando referentes de decenas
de comunidades. Estiman que llegarán a destino a inicios de diciembre.
El comunicado resalta la ausencia de políticas reales interculturales “que solucionen la profunda
crisis sanitaria y social” de las comunidades, agravadas por la pandemia. Puntualizaron las
necesidades, que al mismo tiempo son una radiografía de la situación de muchos pueblos originarios
de Argentina: ausencia de recursos sanitarios, desnutrición, alta mortalidad infantil, falta de
agua, saqueo de territorios, quema intencional y tala del monte nativo, contaminación de ríos,
falta de educación intercultural, violencia de fuerzas de seguridad, precariedad jurídica y
ausencia de dialogo político.
Puntualizaron una decena de leyes que protegen sus derechos. Desde el Artículo 75 (Inciso 17)
de la Constitución Nacional hasta el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT). Y recordaron la vigencia de la Ley 26160, de emergencia territorial indígena. Exigen el
derecho a la consulta libre, previa e informada, derecho básico de los pueblos originarios. “A pesar
de contar con tanta legislación provincial, nacional e internacional, denunciamos la ausencia real
de ejercicio pleno de nuestros derechos”, remarcaron.
Los pueblos indígenas solicitan una mesa de diálogo intercultural con el gobierno de Salta y la
creación de un fondo de reparación para las comunidades. Y detallaron veinte puntos con
demandas: un modelo sanitario respetuosos de las culturas indígenas, pozos de agua, personerías
jurídicas, entrega de DNI, controles ambientales efectivos, respeto a la Madre Tierra, bolsones
alimentarios, acceso de la Justicia, educación intercultural, planes sociales y exigieron que el
Instituto Provincial de Pueblos Indígenas de Salta (Ippis) está al servicio de las comunidades.

Relevamiento de un equipo de la UNSa

Diagnóstico de la desigualdad: pueblos originarios de Salta y


pandemia
Docentes, investigadores y estudiantes de antropología relevaron el estado de situación de
comunidades indígenas en la cuarentena, con el objetivo de aportar al armado de políticas
públicas efectivas.
Por Cecilia Espinosa
17 de junio de 2020

NOTA RELACIONADA

En un informe nacional sobre la situación que viven en contexto de coronavirus y aislamiento


el 80% de los pueblos originarios del país, un equipo de investigadores de Universidad Nacional
de Salta diagnosticó la problemática a nivel local. “Relevamiento de la situación de
comunidades indígenas frente al COVID-19 en las tierras altas y bajas de la Provincia de
Salta” denominaron este informe que da cuenta del trabajo mancomunado y en condiciones
atípicas en torno al oficio antropológico, y que han realizado en tiempo récord, en un marco de
necesidad y urgencia.

Salta posee una gran diversidad ambiental, cultural y lingüística, en términos tanto cualitativos
como cuantitativos. La antropóloga Norma Naharro, investigadora del equipo, explicó como se
hizo el trabajo: “No es que todas las comunidades fueron consultadas, obviamente, porque en
Salta hay más de 300 comunidades indígenas, lo que sí, abarcamos todas las áreas, es decir,
desde la Puna hasta el Chaco, tratando de conectarnos con gente de los distintos pueblos. Ese
relevamiento se hace más difícil en Salta que en otras provincias, porque acá hasta el momento
hay 14 pueblos indígenas distintos, hay 14 identidades indígenas distintas, y entonces se
presenta una gran heterogeneidad cultural y una gran heterogeneidad de situaciones ambientales,
políticas y sociales”. 

El informe se organizó sistematizando la información organizada según una diferenciación


geocultural clásica: “tierras altas” y ”tierras bajas”. La primera, también conocida como “región
andina” o “subandina”, incluye la Puna, los Valles Calchaquíes y la Quebrada del
Toro, donde se encuentran los pueblos Atacamas, Kollas, Diaguitas/Diaguitas-Calchaquíes,
Tastiles y Lules. La segunda alude al “Chaco salteño” e incluye areas de yunga y chaco, es el
territorio de los pueblos Wichí, Chorote, Chulupí, Iogys, Weenhayek, Tapiete, Qom (Toba),
Guaraní y Chané.

En términos generales, las precarias condiciones de vida de los pueblos originarios locales se
asientan en una configuración social históricamente orientada a la apropiación y concentración de
la tierra que dificulta el acceso a los derechos de propiedad comunitaria. En las últimas décadas se
agudizaron las situaciones de inseguridad jurídica y, por lo tanto, la conflictividad. El interés
empresario sobre los territorios para la puesta en marcha de emprendimientos productivos,
agronegocios, el aumento del valor de las tierras, la deforestación y degradación ambiental, y la
multiplicación de situaciones de desalojos, reprodujeron y agravaron la exclusión y subordinación
histórica de estas poblaciones. 

Con altos niveles de pobreza y desocupación, la provincia es considerada la segunda del país
con las tasas de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) más altas, siendo sus habitantes
considerados “pobres estructurales” (INDEC, 2010). A su vez, los indicadores de calidad de
vida, educación y trabajo de la provincia expresan un acceso desigual entre la población
indígena y no indígena a los bienes y servicios básicos. Estas brechas dan cuenta del lugar
marginal que los pueblos originarios tienen dentro de la estructura social salteña. Dichas
condiciones de vida, hoy afectadas por las medidas tomadas en torno a la pandemia, varían
ampliamente en el territorio provincial. El 6,6% de la población total salteña se autoidentifica como
indígena o descendiente. Según el informe, de este total provincial el 57,4% vive en zonas urbanas
y periurbanas, y un 42,6% reside en zonas rurales, por lo que otro criterio que el equipo de
investigación tomó fue la diferencia entre cada ambiente y localización, que se traduce, a su vez,
en distintos problemas a resolver.

Efectos del aislamiento en las comunidades 

Los "servicios de salud pública se vieron profundamente afectados por las medidas estatales
preventivas tomadas en la Provincia. La asistencia a hospitales y puestos sanitarios por parte de
los miembros de comunidades se vio impedida en la mayor parte de los casos debido a la situación
de emergencia, dado que se priorizan casos de complejidad" reseñó. En el caso de las tierras
bajas, particularmente en las comunidades wichí, se agudizaron las desigualdades que ya se
venían notando a principio de año con la crisis a través de la cual se declaró la emergencia socio
sanitaria en relación a la escasez de agua potable, y la muerte por desnutrición y
deshidratación, pues se frenaron todas las ayudas e intervenciones que se venían realizando.

Con el confinamiento se extremaron las medidas de control y seguridad en todo el territorio


provincial, implicando una mayor presencia policial y de Gendarmería en las principales rutas y
vías de acceso utilizadas por integrantes de las comunidades. Esto provocó superposiciones de
alcance jurisdiccional en diferentes espacios de la provincia, ocasionando problemas en relación
a permisos de circulación. Cabe destacar que en Salta los espacios más poblados por
pueblos originarios colindan con Jujuy y con países vecinos, principalmente Bolivia y parte
de Paraguay. El cierre de las fronteras internacionales y su militarización generó un abrupto cese
del comercio informal, afectando a familias cuyo sustento depende de esta actividad y provocando
el desabastecimiento de muchos productos. Es crítica la situación de algunas comunidades e
incluso poblados que quedaron incomunicados, lo cual también impidió que los trabajadores
“golondrina” regresaran a sus localidades. Las autoridades provinciales y municipales han
operado como intermediarias para agilizar el retorno de estos trabajadores. "No obstante, se
denunciaron situaciones de abandono tanto en el traslado (encierro sin provisiones) como en el
cumplimiento del período de aislamiento en instalaciones edilicias de la provincia, sin que se
cubrieran las raciones mínimas de alimento. También se ha puesto en evidencia la práctica
discriminatoria y degradante por parte de las autoridades hacia estos grupos de trabajadores en
base a su condición de clase y de etnia, incluyendo al gobernador que los calificó como
'delincuentes'", sostiene el informe.

En el marco de una profundización del control y vigilancia sobre la población, se generaron


situaciones de intimidación y de abuso. En este punto adquiere especial relevancia el decreto
provincial 255 que otorga a la jefa de la Policía provincial la facultad de detener, juzgar,
sentenciar y aplicar la pena de arresto a cualquier persona considerada infractora. Así se
legalizaron intervenciones arbitrarias de la Policía. “Se han presentado algunas situaciones
de violencia institucional como es el caso de un desalojo que se produjo en comunidades
periurbanas de la localidad de Tartagal, donde la Policía realizó algunas prácticas muy violentas
de intervención en un contexto donde habían niños, personas discapacitadas, pertenecientes a los
pueblos toba y chorote”, contó la antropóloga Mónica Flores Klarik, integrante del equipo de
investigación.

COMENTARIO

Las comunidades originarias hoy en día están muy desentendidas y olvidadas en el tiempo por el
gobierno de turno de nuestra provincia.
Ya que presentan múltiples necesidades: atención médica (hospitales, centro de salud, puestos
sanitarios) – educación bilingüe (escuelas, primarias, secundaria y terciaria) – pozos de agua potable
– energías renovables – trabajo – recomposición histórica – y la restitución de sus tierras las -cuales
les pertenecen (títulos) para poder desarrollar sus actividades agroganaderas – respeto por la madre
tierra (deforestación, tala indiscriminada, usurpación de territorios, contaminación de los ríos.
Actualmente las comunidades aborígenes se ubican en los departamentos de San Martin, Rivadavia,
Oran, Iruya, Anta divididos en comunidades rurales y algunos en pueblos y ciudades.
La Provincia de Salta es la provincia argentina que mayor cantidad de pueblos indígenas alberga en
su territorio, en ella habitan los pueblos TOBA, GUARANI, CHANE, CHOROTE, TAPIETE,
CHULUPI, WICHI, DIAGUITA CALCHAQUI y KOLLA.
WICHI, CHOROTE, CHULUPI : Viven en Salta, Es pueblo del monte aunque ocupan las periferias de los
pueblos como Ingeniero Juárez y Embarcación, en Salta.

Hoy ocupan tierras marginales, montes deteriorados debido a la tala indiscriminada de árboles, la
instalación de petroleras que ocasionan la pérdida de la fauna autóctona.
Viven en comunidades situadas en las cercanías de poblados blancos, en medio del monte o sobre
la ribera del Pilcomayo y Bermejo, con líderes tradicionales y elegidos por la comunidad. Comparten
con otras etnias el resurgimiento de la organización de la lucha por la tierra. Participan con sus
representantes en el espacio reconocido por las leyes del aborigen.
Muchos aún practican la recolección de frutos y miel del monte, cazan y pescan. Otros trabajan en
obrajes madereros, en desmontes o son cosecheros temporarios en campos ajenos. Tallan la
madera del palo santo, tejen con fibras de chaguar y hacen una utilitaria alfarería que venden
también. Algunos fueron víctimas del cólera.
Debido a la acción del blanco, de sectas religiosas, de la escuela común y de otros, han ido
perdiendo la cultura propia de los pueblos cazadores y recolectores, aunque la mayoría tiene
arraigadas costumbres de vida con dependencia plena de la naturaleza y aún conservan elementos
de su rica cosmovisión, su lengua y curaciones naturales, entre otras cosas.
Entre los Wichi actualmente se reconocen grandes grupos con variantes idiomáticas y diferentes
localizaciones geográficas, los cuales se reconocen como familias que a través del tiempo tienen una
ubicación geográfica muy dispersa.
Relación con la naturaleza
El hombre está plenamente integrado a la naturaleza; extrae de ella las nociones fundamentales,
religión, lenguaje, explicaciones. La tierra es considerada tierra de todos por ser interpretada como
un espacio libre. Convendría decir que todas las formas de vida cultural se establecen alrededor de
mitos diversos: astrales, cosmogónicos, animalísticos, vegetales, etc. Cada uno de los elementos
que constituyen a diario el hábitat de ese pueblo, está protegido por Demiurgos que castigan a
quienes violan los tabúes impuestos.
Un lugar preponderante en la cosmovisión ocupa el chamán, que al igual que en otras culturas
accede a esa función a través de la transmisión hereditaria, la revelación o el aprendizaje. El
chamán, verdadero puente entre la comunidad y lo sobrenatural es también el custodio de los mitos
que explican el misterio de los hombres y del mundo además de aplicar esos conocimientos para la
curación de enfermedades.
Con la aparición de las misiones la religión anglicana ganó adeptos junto a otras sectas de
orientación evangélica; éstas aplicaron una férrea disciplina para regir la conducta produciendo una
interacción de lo nuevo con lo tradicional, aparece el fatalismo conviviendo con la conciencia mágica
y la creencia de la cura a través del rezo.
La funebria entre estos pueblos nos muestra también el entierro secundario de los huesos. Al morir
un miembro de la comunidad, el cuerpo es depositado en una fosa luego de haberlo envuelto con
mantas y tapado con ramas, se cubre la fosa con tierra y después de un tiempo se juntan los huesos
y se los deposita en una tinaja para ser trasladado al cementerio comunitario; la viuda del difunto
viste ropas oscuras, corre y danza por el monte desgarrando sus vestiduras en señal de luto.
DIAGUITA-CALCHAQUI-KOLLA: Viven en los valles Calchaquíes. Generalmente ocupan la tierra por
arriendo. Lucharon valerosamente por ella en la época de la conquista. Lucharon con heroísmo, hasta la
muerte.

Algunos viven dispersos y otros en comunidades organizadas. Hoy se organizan para luchar por sus
por sus derechos y la tierra.
De supervivencia. En los valles viven de la crianza de animales, cultivos, tejidos artesanales,
cerámicas. Son la mano de obra barata de la zafra, minas, etc.
Siendo un pueblo que sufrió persecución, muerte y destierro, conservan elementos de su rica y
milenaria cultura. Practican rituales a la Pachamama, formas de cooperación y el canto con
percusión que tiene una enorme fuerza cósmica (bagualas, tonadas y vidalas).
Sus ocupaciones son antiquísimas y no cuentan con los títulos de propiedad. Perseguidos y
amenazados por terratenientes, algunas comunidades sufren severas represiones policiales o son
"persuadidos" de abandonar sus tierras con cierre del paso hacia los centros poblados donde venden
sus productos. Algunos ocupan tierras fiscales sin títulos o como arrendatarios y cuidadores de
ganado ajeno. Otros viven en las villas periféricas de las ciudades.
Son pequeños agricultores y criadores de animales. Cosecheros golondrinas y mineros marginados y
explotados. La mujer se emplea en servicios domésticos en la ciudad. Realizan tejidos en telares.
A pesar de la aculturación sufrida debido a la acción colonizadora, aún practican algunos de sus
rituales y mantienen otras formas culturales como la minga, antigua forma de cooperación; el
serviñakuy o prueba de pareja y rituales vinculados al culto de la tierra: la Pachamama, señalada o
marcación de animales, apachetas o descanso de viajeros, entierro y desentierro de pujllay o
cacharpaya (carnaval), chaya y chayar (beber) y corpachada (dar de comer a la tierra); Tinkunaku,
topamientos o encuentros de compadrados, musiqueros, parcialidades o comunidades.
Sus instrumentos musicales tradicionales como quena, anata, siku, erke y erkencho, que han
ingresado a la música popular o folklórica de nuestro país. Hablan su lengua. Después del guaraní
es la segunda lengua indígena de mayor uso en el país.

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