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Cultura, sociedad y ambiente 11 de Noviembre 2017

ANÁLISIS SOBRE LOS WAYUU

Laura Valentina Medina Alarcón


Luisa Fernanda Méndez Triana
Valentina Peraffan Rachez

La población Wayuu está constituida por 144.003 personas que representan el 20.5% de la
población indígena nacional (DNP-INCORA, 1997), y constituyen el 48 % de la población de
la Península de la Guajira. La comunidad wayuu, por ejemplo, es una nación porque lo es,
ya que tiene lengua, cosmovisión religiosa, una larga tradición común y un derecho
particular que rige su vida social desde la cuna hasta más allá de la sepultura. Esta realidad
no debe ser soslayada por el Estado de la República de Colombia, en la medida en que
ignorar que se está frente a una nación aborigen, constituye un serio ataque a los derechos
humanos de los wayuu, a sus históricos y sus acciones afirmativas.
El pueblo Wayuu y las comunidades de La Guajira llevan años denunciando que la sequía,
los problemas de salud y el deterioro de sus formas de vida tiene que ver con el
megaproyecto minero de El Cerrejón. El Gobierno ha señalado que el problema es la
corrupción, la falta de educación o el cambio climático.
En la actualidad este terreno ha sido utilizado por las familias como zona de pastoreo y para
exportar leña, actividades que permiten su subsistencia, dado que los programas
alimentarios y ayudas del departamento raramente llegan.
El problema al que hoy se enfrentan estas comunidades es la desviación del arroyo Bruno,
el propósito del Ministro de Ambiente es mejorar el dialogo sobre la expansión que está
haciendo la empresa Cerrejón con el fin de darles una compensación y un apoyo que
recibirían en el tema de tierras, conservación ambiental, salidas productivas y de salud
alimentaria. Lo que ha establecido el Ministerio interior es realizar procesos de socialización
y que las comunidades sean receptoras de las inversiones en el marco integral del plan de
compensación, se definiría las acciones concretas y se apoyaría a la comunidad.

Los pueblos indígenas y afrodescendientes tienen una fuerte relación con el agua que es
constitutiva de su cosmovisión. La interacción entre el arroyo y la comunidad significa
entonces la pervivencia de prácticas y significados que revitalizan la cultura y permiten otras
interacciones asociadas a la medicina tradicional, el sueño como fuente de saber propio y
la socialización. El desvío o intervención de cualquier fuente de agua, trastoca estas
relaciones poniendo en peligro la integridad cultural de estos pueblos.

En la mayoría de los territorios el líquido desapareció de las albercas y los tanques de


almacenamiento que obligan a los indígenas a cumplir largas caminatas para conseguir un
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poco de agua. Los pobladores no son los únicos afectados por la sequía, la falta de agua
afecta también a los animales, y es que la cría de Chivos es cada vez más difícil por la intensa
sequía en la región.

Por otra parte, tendrían que desalojar a las comunidades de sus territorios, actualmente
numerosas poblaciones se distribuyen en las zonas cercanas al Arroyo Bruno. Una de las
causas de desplazamientos podría ser los altos índices de escasez hídrica propiciada por los
impactos del desvío y la mayor vulnerabilidad territorial por la cercanía a la mina. El
desplazamiento, además, trae consigo cambios en las prácticas, usos y significados que las
comunidades mantienen con esta fuente de agua que al ser desviada desaparecerían.

La zona del Arroyo es un lugar de recarga de acuíferos que si es alterada pone en riesgo el
abastecimiento de las comunidades que toman agua de los pozos y en general la dinámica
subterránea del agua fundamental para el abastecimiento en el departamento.

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