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Entras en tus redes sociales, y ves que uno de tus contactos acaba de romper con su pareja, o
que otro, ha empezado a salir con alguien.
Ves también, que otra persona está haciendo algo tan peculiar como es, comer en un
restaurante, y, para que no te queden dudas, te pone la foto de lo que está comiendo. Otra
persona te cuenta cuántos kilómetros acaba de correr.
Todo esto son ejemplos que me acabo de inventar, pero que no dejan de ser reales porque los
he visto. Hasta hace unos años, estos hechos formaban parte de la vida privada de una
persona. O a lo sumo, se compartía con los más cercanos. Hoy en día, ese tipo de información
ha pasado a formar parte del dominio público.
Este fenómeno tan actual, ha llegado a ser objeto de estudio de psicólogos y sociólogos…¿por
qué hay personas que lo publican todo en sus redes sociales? ¿Por qué se publica una foto con
una frase casi lapidaria, que claramente va dirigida, en forma de indirecta, a un o una ex? ¿Por
qué alguien pone una foto de un plato de comida, si no es cocinero?
Otras prefieren contarnos qué están haciendo en cada momento, incluyendo claro está, lo que
desayunan o cenan. Hay quien publica cosas, para que las lea su ex, y así se sienta fatal por lo
que ha hecho. Y hay quien todos los lunes, nos cuenta lo estupendo que fue su fin de semana.
Estos son sólo algunos ejemplos, pero hay muchos más. Está quien te dice en qué aeropuerto
está en ese instante; o quien te da las buenas noches, porque ya se va a dormir.
Como decía antes, todo esto ha sido objeto de estudio, y, según los mismos, se ha llegado a
una serie de conclusiones, que te cuento a continuación.
En un estudio realizado en Miami en el año 2014, se concluyó que las personas más inestables
emocionalmente, hacen mayor cantidad de publicaciones que las que son más estables. Todo
esto, con el objetivo de regular sus emociones, y recibir más apoyo social; lo que les producirá
mayor bienestar.Algunos autores, ven en el abuso de las publicaciones en las redes, la
necesidad de recibir cariño y la valoración social. También está la necesidad de aprobación y
aceptación de los demás, y la intención de paliar la soledad.
Cuantos más likes tenga una publicación, más subirá la autoestima, que no es real por
supuesto, pero que consigue minimizar el malestar, al menos por un rato. Y cada vez, la
necesidad de llenar ese vacío emocional será mayor.
Adicción a las redes sociales
Se ha demostrado, que cada vez que obtenemos un like en una de nuestras publicaciones,
nuestro cerebro libera una pequeña cantidad de dopamina. Ya la hemos nombrado alguna vez,
la dopamina es la hormona de la recompensa, y activa en nosotros una sensación placentera.
Una persona que publique contenido en las redes continuamente, puede llegar a desarrollar
adicción a la dopamina y a la sensación que le produce.Curiosamente, no existe en las redes el
botón “no me gusta”; lo que sería lógico puesto que tenemos el “me gusta”, “me encanta” o “me
divierte”. Esto tiene una explicación y es que, un estímulo negativo como podría ser un “no me
gusta”, tiene un impacto emocional mucho más intenso que el positivo. Con lo que podría
provocar que mucha gente dejara de utilizar las redes sociales.
Un psicólogo y experto en redes sociales, José Manuel Garrido, afirma que, lo que publicamos
en las redes sociales, dice mucho de nosotros y de las carencias que tenemos.Según Garrido,
las personas que publican muchas fotos con su pareja, tienen la necesidad de demostrar
continuamente que hay alguien que les quiere y les valora.
Por otra parte, aquellas personas que constantemente publican sus selfies, tienen la necesidad
de ser aprobados y admirados por los demás, y podrían tener ciertos rasgos narcisistas.
Aunque, los selfies donde una persona exhibe su cuerpo, que puede aparentar una gran
seguridad en sí misma, en realidad no tienen una buena autoestima; y necesitan reforzar con los
comentarios y reacciones de los demás.
Además y según Garrido, las personas que constantemente publican lo que comen y con quien,
quieren demostrar que tienen una vida social muy activa. Pero, también refleja el miedo a pasar
desapercibidos.Algunos otros estudiosos de las redes, concluyen que las personas que publican
mensajes, reproches o indirectas que van dirigidos clara y exclusivamente a sus ex parejas,
carecen de las habilidades sociales necesarias para expresar sus emociones en persona. Con lo
que, utilizan las redes sociales para expresar aquello que no se atreven a decir cara a cara.
Los expertos nos aconsejan utilizar las redes sociales de una forma saludable, y esto implica no
necesitar la aprobación ni la aceptación de los demás, para sentirnos bien con nosotros mismos.
Tampoco tendríamos por qué necesitar que todos sepan lo que hacemos en cada momento, ni
la necesidad de enviar una indirecta a través de las redes. Cuando se tiene esas necesidades,
es probable que sea porque hay algo que trabajar, desde el punto de vista psicológico.
Rosa Armas.
El atractivo de Internet para los jóvenes es que se caracteriza por la respuesta rápida,
las recompensas inmediatas, la interactividad y las múltiples ventanas con diferentes
actividades. El uso es positivo, siempre que no se dejen de lado el resto de las
actividades propias de una vida normal (estudiar, hacer deporte, ir al cine, salir con
los amigos o relacionarse con la familia). Otra cosa es cuando el abuso de Internet
provoca aislamiento, induce ansiedad, afecta a la autoestima y le hace perder al
sujeto su capacidad de control.
Las motivaciones para tener cuenta en las redes sociales virtuales (Twitter o Facebook) son
múltiples: ser visibles ante los demás, reafirmar la identidad ante el grupo, estar conectados
a los amigos. El anonimato produce terror, del mismo modo que asusta la soledad. En las
redes sociales se vuelcan las emociones, con la protección que ofrece la pantalla y se
comparte el tiempo libre por medio de la localización de personas, del chat, del envío de
mensajes o del intercambio de fotos y vídeos. Hay personas que pueden incluso creerse
populares porque tienen listas de amigos en las redes sociales.
En personas vulnerables existe el riesgo de crearse una identidad ficticia, potenciada por un
factor de engaño, autoengaño o fantasía. Así, por ejemplo, hay personas que ligan bastante
virtualmente porque se cortan menos delante de una pantalla que en la vida real. Sin
embargo, hay quien no distingue entre lo íntimo, lo privado y lo público (que puede
favorecer el mal uso de información privada por parte de personas desconocidas) y quien
exhibe conductas histriónicas y narcisistas, cuando no deformadoras de la realidad (por
ejemplo, alardear del número de amigos agregados).
La adicción puede estar presente en las redes sociales cuando se hace un mal uso extremo
de ellas. Así, se instaura una adicción cuando la utilización de las redes sociales supone
una pérdida de control, una absorción a nivel mental y una alteración negativa de la vida
cotidiana de la persona afectada. En estos casos los comportamientos se vuelven
automáticos y emocionalmente activados y los sujetos afectados tienen poco control
cognitivo sobre el acierto o error de la decisión. El adicto sopesa los beneficios de la
gratificación inmediata, pero no repara en las posibles consecuencias negativas a largo
plazo. Por ello, el abuso de las redes sociales virtuales puede facilitar el aislamiento, el bajo
rendimiento, el desinterés por otros temas y los cambios de conducta (por ejemplo, la
irritabilidad), así como el sedentarismo e incluso la obesidad.
La dependencia de las redes sociales está ya instalada cuando se produce un uso abusivo
asociado a una pérdida de control, aparecen síntomas de abstinencia (ansiedad, depresión,
irritabilidad) ante la pérdida temporal de conexión, se establece la tolerancia (es decir, la
necesidad creciente de aumentar el tiempo de conexión a las redes sociales para sentirse
satisfecho) y de ahí derivan consecuencias negativas para la vida cotidiana de la persona
afectada (salud, familia, escuela y relaciones sociales).
Otras veces se trata de personas que muestran una insatisfacción personal con su vida o
que carecen de un afecto consistente y que intentan llenar esa carencia con un mundo
imaginario. La falta de cohesión familiar o la pobreza de relaciones sociales pueden incitar a
una persona a compensar en el mundo virtual las carencias del mundo real. En estos casos
Internet o las redes sociales actúan como una prótesis tecnológica.
Señales de alarma
Las principales señales de alarma que denotan la conversión de una afición en una adicción son las
siguientes:
a) Privarse de sueño (<5 horas) para estar conectado a la Red, a la que se dedica unos tiempos de
conexión anormalmente altos.
b) Descuidar otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las relaciones sociales, el
estudio o el cuidado de la salud.
c) Recibir quejas en relación con el uso de la Red de alguien cercano, como padres o hermanos.
d) Pensar en la Red constantemente, incluso cuando no se está conectado a ella y sentirse irritado
excesivamente cuando la conexión falla o resulta muy lenta.
e) Intentar limitar el tiempo de conexión, pero sin conseguirlo, y perder la noción del tiempo.
h) Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está delante de la pantalla (ordenador, tableta
o Smartphone).
De este modo, conectarse a la Red siempre que sea posible, meterse en Internet nada más
levantarse y ser lo último que se hace antes de acostarse, así como reducir el tiempo de las tareas
cotidianas, tales como comer, dormir, estudiar o charlar con la familia, configuran el perfil de un adicto
a las redes sociales. Más que el número concreto de horas conectado a la Red, lo determinante es el
grado de interferencia negativa en la vida cotidiana.
A modo de conclusiones
Las personas obtienen un nivel global de satisfacción en la vida que deriva de fuentes
diversas, tales como la familia, la pareja, el trabajo, las relaciones sociales o las aficiones en
las que están implicadas. Cuando una persona no consigue diversificar sus fuentes de
satisfacción o se siente insatisfecha en algunas de ellas, puede recurrir al mundo virtual en
un intento de compensar en el mundo virtual lo que no tiene en el mundo real.
El abuso de las redes sociales es un fenómeno preocupante en algunos casos, pero este
hecho puede denotar la existencia de otras alteraciones (personales o familiares) que hay
que saber detectar adecuadamente para abordar el problema en conjunto.
Las personas deben aprender a integrar las redes sociales virtuales con las relaciones
sociales reales. La riqueza de la comunicación interpersonal requiere de un contacto cara a
cara si no se quiere construir relaciones sociales ficticias que antes o después acaban por
derrumbarse-
Colombia pelea palmo a palmo los primeros puestos en varios rankings mundiales nada
honorables: segundo puesto en el mundo entre naciones que más pierden tiempo en las redes
sociales y cuarto lugar en horas dedicadas a internet. Subcampeones mundiales de la adicción a
las pantallas, los colombianos pasan una media de 3:45 horas al día publicando trinos y
siguiendo a influenciadores, según el más reciente reporte de We Are Social, tal vez la
radiografía más completa de la realidad digital en el mundo. Solo Filipinas nos supera, con ocho
minutos más al día.
Las cifras son alarmantes. Las casi cuatro horas diarias dedicadas a las redes superan la media
mundial de 2:24 horas. En las economías sólidas la gente dedica menos tiempo a esta actividad.
Los japoneses apenas 45 minutos al día y los alemanes una hora y 19 minutos diarios en
promedio. Más preocupante resulta el tiempo invertido por los colombianos en internet en
general, incluyendo redes sociales, YouTube, Netflix y WhatsApp. Nuestro país ocupa el cuarto
lugar, con 9 horas y 10 minutos en promedio. Con algunos minutos más al día nos superan
Filipinas, Sudáfrica y Brasil. De nuevo, las economías más sólidas tienen tiempos de dedicación
muy inferiores. En Corea del Sur, uno de los países mejor conectados y con mayor velocidad de
internet en el mundo, la gente invierte una media de 5:22 horas al día, casi la mitad de la cifra
colombiana. En Alemania menos de cinco horas y en Japón, 4:22 horas.
Un reciente reporte del operador de comunicaciones Claro confirma la fuerte adicción de los
colombianos a Facebook, WhatsApp y YouTube, las tres aplicaciones más utilizadas
durante el confinamiento. Entre las tres ocuparon 32.000 terabytes de datos, la mitad
del tráfico total de internet móvil de ese operador. En marzo pasado, un informe del
Centro Nacional de Consultoría encontró que el uso que hacen los colombianos de
internet es muy pobre. El índice de apropiación digital examina la intención de los
usuarios cuando se conectan, por ejemplo, si es para estudiar, trabajar, hacer negocios,
o si lo hacen para entretenerse, seguir influenciadores y ver videos de TikTok.
En contraste, los países con mayor penetración de internet, en donde casi toda la
población tiene acceso, como Estados Unidos (99 por ciento de penetración), o
Dinamarca y Suiza (con 96 por ciento de penetración), el uso inteligente de la
conectividad es superior y el promedio de horas dedicadas por los ciudadanos es
menor, por debajo de la media global de dos horas con 24 minutos al día. Asimismo, los
países más enviciados a las redes sociales son aquellos en los que la conectividad es
deficiente. El reciente reporte de calidad de vida digital de la firma Surfshark, que utilizó
datos del Banco Mundial para determinar calidad de internet, gobierno electrónico,
infraestructura y seguridad, puso a Colombia en el puesto 62 entre 85 países.
De nuevo, las economías más prósperas y en donde las personas invierten menos
tiempo en las redes sociales, figuran aquí en los primeros lugares de calidad de vida
digital. El ranking lo encabezan Dinamarca y Suecia, con un índice de 0,79 (en escala
de 0 a 1), seguidos de Canadá (con 0,78). Hay expertos revisando cuáles son los
componentes socioculturales de los colombianos que producen estas estadísticas. El
psicólogo Cristian Giraldo, investigador y docente del Politécnico Grancolombiano, cree
haber hallado tres factores que explican la situación. “Nuestra necesidad de cercanía y
socialización, mayor en Colombia que, por ejemplo, en Alemania, hace que busquemos
en las redes ese contacto social que creemos que nos hace falta”, dice. Eso no es igual
en todos los grupos sociales ni en todas las edades, pero es un factor que se suma al
del acceso sin restricciones a contenidos de cualquier tipo.
En Colombia los niños pueden consumir todos los contenidos disponibles en la red. El
tercer factor es la escasa educación de los colombianos en el uso de las tecnologías.
Giraldo opina que hay mucho por mejorar en los planes curriculares y que se necesita
una política pública sólida en relación con el uso de dispositivos, redes sociales y
control de contenidos en edades tempranas. Carlos Lemoine, del Centro Nacional de
Consultoría, director del estudio sobre apropiación digital, dice que Colombia pasó de la
desnutrición a la obesidad mórbida sin conocer lo que es la buena alimentación en
materia de uso de internet.
La analogía le sirve para explicar la delicada situación del país, que utiliza la
conectividad en mayor medida para el entretenimiento y muy poco para la educación y
el trabajo. En sus mediciones más recientes encontró que este año el 47 por ciento de
los colombianos ha utilizado las TIC para comunicación y entretenimiento, 27 por ciento
para educación y participación ciudadana y 6 por ciento para transacciones, negocios y
trabajo.
¿Está amenazada la salud mental de los colombianos con la adicción a las pantallas? El
psicólogo Cristian Giraldo cree que sí. Aunque hay discusión entre expertos acerca de
si puede hablarse de adicción digital, porque algunos enfoques sostienen que se
necesita una sustancia externa que la genere, Giraldo es del criterio de que las redes
sociales producen el mismo efecto de una sustancia. “Disparan la dopamina, y cuando
se interrumpe su consumo se provoca el efecto de abstinencia, que trae irritabilidad,
ansiedad y deseo de regresar inmediatamente al uso de los dispositivos digitales”,
explica.
Sin embargo, los expertos también señalan que las redes sociales y las
nuevas tecnologías pueden provocar adicción dado que parte del
procesamiento cerebral de las redes sociales tiene lugar en los circuitos
relacionados con las recompensas y su uso no controlado podría estar
asociado a algunos trastornos psiquiátricos como las adicciones.
¿Estamos a tiempo?
Se hablan mucho de la adicción a las redes sociales y que muchos de nosotros
ya tenemos un verdadero problema. Algo hay de cierto en tanto se ha
demostrado que provocan la activación de areas cerebrales del circuito de placer
de forma similar a las de las adicciones a las drogas. Sin embargo la Asociación
Americana de Psiquiatría designó un grupo de trabajo para estudiar la idea y ha
anunciado oficialmente que no hay pruebas suficientes para decir que el abuso
de Internet o el abuso de las redes sociales son trastornos mentales.
Esencialmente, las redes sociales nos permiten realizar actividades cerebrales
normales, como conectarnos con otros, buscar información o realizar tareas
relacionadas con el trabajo o actividades de ocio. Lo que se nos va de las manos
es cuando estamos motivados a revisar nuestros teléfonos como «una respuesta
a un mayor estrés y ansiedad», dijo el investigador Moez Limayem de la
Universidad del Sur de la Florida.
Por lo tanto, tiene sentido que sigamos usando los medios sociales de la misma
manera que lo hacemos. La clave es ser consciente y conocer ese poder de las
redes sociales sobre el cerebro. A la vez, seguir observando nuestros hábitos a
medida que las redes sociales se desarrollan y se hacen más presentes en
nuestras vidas.
Como dice el Dr. Billi Gordon:
Sí, los humanos estamos en problemas, y necesitamos arreglarlo, pero ¿cómo?. La
sociedad ocurre cuando dos o más seres humanos interactúan. Así que comienza
allí: en el tráfico, en la sala de descanso, en el trabajo, en la línea del supermercado
o en las redes sociales. Deja tu política, religión y juicio en casa. Abraza la empatía,
y realiza actos de bondad al azar. El tiempo es el recurso humano más valioso, así
que no desperdicies el tiempo aferrándote a resentimientos o juzgando a otros. Y
ciertamente, no lo desperdicies en las guerras de Twitter o en las peleas de
Facebook.
No es fácil acabar con el hábito digital más común del mundo, ni siquiera en un
arranque de ira moral ante los riesgos relacionados con la privacidad y las divisiones
políticas que ha creado Facebook, o en medio de las preocupaciones acerca de cómo el
hábito afecta la salud emocional.
Aunque cuatro de cada diez usuarios de Facebook afirman haberse tomado largos
descansos de la red social, la plataforma digital sigue creciendo. Un estudio reciente
reveló que al usuario promedio se le tendrían que pagar entre 1000 y 2000 dólares por
alejarse de su cuenta durante un año.
Entonces, ¿qué sucede si renuncias de verdad? Un nuevo estudio, el más completo hasta
la fecha, ofrece un adelanto.
Debes saber que verás las consecuencias de inmediato: pasarás más tiempo con
amigos y familia en persona. Sabrás menos acerca de la política, pero también serás
menos propenso a la fiebre partidista. Tendrás ligeros cambios de humor en el día y
estarás satisfecho con la vida. Y, si eres como el usuario promedio de Facebook,
tendrás una hora de ocio extra al día.
Cuando Facebook publicó sus propios análisis para refutar esas aseveraciones, la
compañía ha sido ampliamente criticada.
Un directivo de prensa de Facebook declaró lo siguiente acerca del nuevo ensayo que
el propio estudio mencionaba: “Facebook genera grandes beneficios para sus
usuarios”, y “cualquier debate acerca de los inconvenientes de las redes sociales no
debería opacar el hecho de que cumplen con necesidades profundas y
generalizadas”.
El nuevo estudio, una prueba aleatoria, esboza una imagen matizada y equilibrada
del uso diario que probablemente no satisfaga a quienes critican la plataforma ni a
quienes la apoyan.
(El ensayo, junto con análisis similares realizados por otros grupos de investigación,
aún no ha pasado por la revisión de otros expertos. The New York Times les pidió a
cinco expertos independientes que revisaran la metodología y los descubrimientos).
Casi tres mil usuarios aceptaron y llenaron largos cuestionarios en los que se les
preguntaba acerca de sus rutinas diarias, sus opiniones políticas y su estado mental
en general.
Para los abstemios, la ruptura con Facebook les liberó una hora al día en promedio
y más del doble a los usuarios más asiduos. También reportaron que habían pasado
más tiempo desconectados, incluyendo el tiempo que pasaron con amigos y familia
y viendo televisión.
El resultado más sorprendente del estudio podría ser que el hecho de desactivar
Facebook tuvo un efecto pequeño, pero positivo en los estados de ánimo de las
personas y en la satisfacción que sentían con su vida. El descubrimiento modifica la
suposición generalizada de que el uso habitual de las redes sociales puede
ocasionar problemas psicológicos reales.
Una investigación previa no logró distinguir si los problemas con el estado de ánimo
se presentaban después del uso prolongado, o si las personas malhumoradas
tendían a ser las usuarias más frecuentes. El estudio nuevo sustentó esta última
explicación.
En una entrevista, Ethan Kross, profesor de Psicología en la Universidad de
Míchigan, quien ha hecho investigaciones previas respecto al estado de ánimo y el
uso de las redes sociales, afirmó que era demasiado pronto para sacar conclusiones
respecto a los efectos psicológicos de abandonar Facebook. Mencionó dos estudios
recientes, aleatorios y de menor tamaño, en los que se descubrió que el estado de
ánimo de los usuarios mejoraba cuando se les restringía el acceso a las redes
sociales.
“Necesitamos saber más acerca de cómo impacta el uso de las redes sociales en el
estado de ánimo y cuándo, no solo concluir que la correlación no existe”, o que es
muy leve, aseguró Kross.
Hasta ahora, la discusión respecto a los efectos de las redes sociales en la salud
mental también se ha enfocado, en su mayoría, en niños y adolescentes, no en la
población de mayor edad que fue el objeto de este nuevo estudio.
Los psicólogos y los informáticos han presentado el argumento de que las redes
sociales son adictivas, y muy pocos usuarios habituales de Facebook estarían en
desacuerdo. El nuevo experimento proporcionó mucha evidencia que lo sustenta: al
concluir, los participantes que abandonaron la red social durante un mes dijeron que
planeaban usar Facebook con menor frecuencia, y lo hicieron, por lo que redujeron
su viejo hábito… al menos durante un tiempo.
“Les pedí 200 dólares por otras cuatro semanas”, contó Graves, la participante de
Texas quien aún no ha vuelto a Facebook. “Mínimo”.
Tomasdo de: https://www.nytimes.com/es/2019/02/04/espanol/adiccion-facebook-salud-mental.html