Está en la página 1de 254

HISTORIA UNIVERSAL

SIGLO X X I

Volumen 30

Los Estados Unidos


de América

i
VOLUMEN COMPILADO POR
Historia Universal
W illi Paul Adams

Nació en 1940; estudió historia, cultura americana y cultura Siglo Veintiuno


inglesa en Bonn y en Berlín. En 1965-1966 estuvo en los Esta­
dos Unidos com o becario de la d a a d . En 1968 se doctoró con
un trabajo sobre la Revolución americana. De 1968 a 1972 tra­
bajó com o ayudante y profesor agregado en el departamento Volumen 30
de Historia del John F. Kennedy Institut de estudios americanos
de la Universidad Libre de Berlín. En 1972 ocupó la cátedra |.S.F.D.yT.N»127
de Historia Moderna en la especialidad de Historia Angloame­ B IB LIO TE C A
ricana. En 1972 y en 1975-1976 fue «research fellow » en el “JOSE HERNANDEZ"
Charles Warren Center for Studies in American History de la SAN NICOLAS
Universidad de Harvard. D e 1972 hasta 1977 fue profesor en
el Amerika Institut de la Universidad de Frankfurt. Desde 1977
es profesor de Historia de Norteamérica en el John F. Kennedy
LOS ESTADOS UNIDOS
Institut de la Universidad Libre de Berlín. Ha publicado, entre
otros títulos: Republikaniscbe Verfassung und bürgerliche Frei- DE AMERICA
heit: D ie Verfassungen und polilischen Ideen der amerikanischen
Revolution (Darmstadt y N euwied, Luchterhand Verlag, 1973);
y, en colaboración con Angela Meurer Adams, D ie amerika-
nische Revolution in Augenzeugenberichten (Munich, 1976).

Compilado por
TRADUCTORES
Willi Paul Adams
Máximo Cajal
Pedro Gálvez

DISEÑO DE LA CUBIERTA

Julio Silva

m
siglo
veintiuno
editores
m ________________________________
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D.F.
Indice

PROLOGO .........

INTRODUCCION

1. REVOLUCION Y FUNDACION DEL ESTADO NACIONAL, 1763-


1 8 1 5 ...............................................................................................

I. ¿H u b o una «revolución» americana?, 12.— II. La


sociedad colonial a comienzos de la guerra de Indepen­
dencia y las causas de la revolución, 16.— II I . Declara­
ción de Independencia, guerra y acuerdos de paz, 24.—
IV . El nuevo orden político y el «período crítico»,
1776-1787, 30.— V. La constitución federal de 1787-
1788, 38.— V I. La política económica de Hamilton,
48.— V I L Los jeffersonianos y el cambio de poder de
1801, 51.— V I I I . Acuerdo con Europa: com ercio ex­
terior, diplomacia y guerra, 1789-1815, 53.— IX . La
sociedad americana antes de la industrialización, 58.

2. REGIONALISMO, ESCLAVITUD, GUERRA CIVIL Y REINCOR­


PORACION DEL SUR, 1815-1877 .............................................
primera edición en español, 1979
vigesimocuarta edición en español, 2000 I. Divergencias en torno a la constitución, 62.— El
viejo Sur, 65.— III. La esclavitud, 68.— IV . La ofensi­
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
va contra la esclavitud, 73.— V . El fortalecimiento de
en coedición con la conciencia regional, 78.— V I. Los conflictos entre
© siglo xxi de españa editores, s.a. las regiones, 1835-1860, 81.— V I L La secesión: el aban­
dono de la Unión por los Estados del Sur, 91.— V I I I .
isbn 968-23-0009-6 (obra com pleta) La guerra civil, 1861-1865, 93.— IX . El fin de la es­
isbn 968-23-0519-5 (volumen 30) clavitud, 99.— X . Reconstrucción del Sur, 1865-1877,
101.
primera edición en alemán, 1977
© fischer taschenbuch verlag gm bh, frankfurt arn main 3. LA REVOLUCION INDUSTRIAL EN LOS ESTADOS UNIDOS .. .
título original: die vereinigten staaten von ameriha
I. Sus orígenes en el siglo x v m , 109.— II. La revolu­
ción del transporte, 112.— I I I . La industrialización y
derechos reservados conform e a la ley
la urbanización en el Nordeste, 117.— IV . El Sur, 122.—
impreso y hecho en m éxico/printed and made in m exico V . El Oeste, 129.— V I. Población, recursos naturales,
productividad y empresarios, 138.— V II. Transforma­ 7. DE LA GUERRA MUNDIAL A LA SOCIEDAD DE LA ABUN­
ciones estructurales, especialización y monopolización, DANCIA, 1941-1961 ..................................................................... 324
143.— V I I I . Los ciclos económicos en el siglo x ix, 149.
IX . El gobierno y la industria, 153.— X . Los resul­ I. El fin del N ew Deal y el impacto de la guerra sobre
tados de la industrialización, 161. la sociedad americana, 324.— II. Mujeres y otros gru­
pos no privilegiados, 337.— II I . Los problemas de la
posguerra: reconversión, conservadurismo y «fair deal»,
4. LA EMIGRACION A AMERICA EN LOS SIGLOS XIX y XX ... 166 345.— IV . La guerra fría, la guerra de Corea y el mc-
carthysmo, 350.— Eisenhower y el conservadurismo de
I. Los orígenes de la emigración: «repulsión» y «atrac­
la década de 1950, 356.— V I. Los orígenes del nuevo
ción », 166.— II. Análisis estadístico, 170.— II I . La
movimiento en favor de los derechos civiles en la
distribución geográfica, 178.— IV . Sexo, edad, ocupa­
década de 1950, 361.— V I L La sociedad americana a
ción, 184.— V . Repatriación: temporales y reincidentes,
mediados del siglo x x , 365.
189.— V I . Los problemas de la asimilación, 192.—
V I I . Síntomas de asimilación deficiente, 200.— a) Lu­
gares de residencia de carácter étnico, 200.— b) Orga­ 8. LA DECADA DE 1960 ................................................................... 373
nizaciones de emigrantes, 203.— c) Matrimonio, 204.—
d) Iglesias, escuelas e idioma, 206.— e) Participación I. La era Kennedy, 1961-1963, 373.— II . La «guerra
en el proceso político, 210.— V I I I . Los grupos étni­ contra la pobreza» y la «gran sociedad», 1963-1968,
cos en la década de 1970, 212. 379.— I I I . Vietnam: el fracaso de la política exterior
y sus consecuencias, 385.— IV . La sociedad americana
en la década de 1960, 389.
5. LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZA­
CION. EL IMPERIALISMO Y LA PRIMERA GUERRA MUN­
9. DOSCIENTOS AÑOS DESPUES: LOS ESTADOS UNIDOS BAJO
DIAL, 1890-1920 .......................................................................... 215
NIXON Y F O R D ................. ....................................................... 396
I. Pobreza rodeada de bienestar, 215.— II. La separa­
I. El fin de la guerra de Indochina, 397.— II. Deten­
ción de clases: la indiferencia en las zonas suburbanas
te, 400.— II I . Watergate, 404.— IV . «V ida, libertad y
y la hostilidad de los empresarios, 218.— III. Reaccio­
búsqueda de la felicidad»: Problemas de la sociedad
nes humanas: esparcimiento, racismo y motines, 221.—
americana doscientos años después de la declaración de
IV . Las organizaciones obreras, 227.— V . La rebelión
la Independencia, 411.
de los populistas, 233.— V I. El fracaso socialista, 238.
V I I . La reforma liberal: «La era progresista», 243.—
V I I I . Imperialismo y primera guerra mundial, 250. N O T A S ................................................................................................... 419

B IBLIO G RA FIA ...................... .......................................................... 427


6. LOS ESTADOS UNIDOS ENTRE LAS DOS GUERRAS, 1919-
1941 ............................................................................................... 257 ANEXO ESTADISTICO ......... ........................................................... 464

I. La vuelta al aislacionismo, 258.— II. Americanos INDICE DEL ANEXO ESTADISTICO ................................................ 482
y extranjeros, 261.— I I I . La expansión industrial de la
INDICE ALFABETICO ........................................................................ 483
década de 1920, 264.— IV . La política durante la etapa
de prosperidad, 1920-1929, 277.— V . La ciudad contra INDICE DE ILUSTRACIONES ........................................................... 493
el campo: conflicto entre dos sistemas de valores,
281.— V I . La quiebra de la bolsa y la crisis económi­
ca mundial, 1929-1933, 286.— V II. Las consecuencias
sociales y políticas de la depresión, 1930-1933, 301.—
V I I I . El primer N ew Deal, 1933-1935, 305.— IX . El
segundo N ew Deal hasta la segunda guerra mundial,
1935-1941, 314.— X . Una ojeada retrospectiva al N ew
Deal, 320.

VI vn
COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN

W illi Paul Adams (Universidad Libre de Berlín)


Introducción, capítulos 1 y 9

Dudley E. Baines (London School o f Economics)


Capítulo 6

R obert A. BurcheH (Universidad de Manchester)


Capítulo 4

Rhodri Jeffreys-Jones (Universidad de Edimburgo)


Capítulo 5

John R. Killick (Universidad de Leeds)


Capítulo 3

Howard Tem perley (Universidad de East Anglia, N orw ich)


Capítulo 2

Neil A. W ynn (Glamorgan Polytechnic, Wales)


Capítulos 7 y 8
Prólogo

El autor agradece muy especialmente a los profesores Gerald


Stourzh, Enrique O tte y Hans R. Guggisberg y al doctor Robert
A . G ottw ald su valiosa crítica del primer capítulo. Angela Meurer
Adams fue un crítico inflexible y paciente consejera durante el
largo período de redacción. La magnífica biblioteca del John F.
Kennedy Institut para estudios norteamericanos de la Universidad
Libre de Berlín ha prestado una valiosa colaboración, al poner a
nuestra disposición una gran parte de la bibliografía. El Charles
Warren Center for Studies in American H istory de la Universidad
de Harvard y el American Council o f Learned Societies han faci­
litado con sus becas el trabajo en los distintos capítulos y en el
tomo.
La señora Edith Kaiser, lectora de idiomas extranjeros de
Fischer Taschenbuch Verlag y doctoranda en el Institut für Politi-
sche Wissenschaft de la Universidad de H eidelberg ha prestado
una colaboración fundamental en la composición del texto alemán
de los capítulos 2 al 8, gracias a su profundo conocim iento de la
historia americana y a su gran experiencia en la traducción de
textos de ciencias sociales. Nada más tomar posesión de su cátedra
de historia socio-económica, el doctor Walter Pehle se ocupó inten­
samente de la redacción final del tomo. La señora Inge Lüdtke ha
colaborado eficientemente durante varios años en su preparación.
Un agradecimiento muy especial va dirigido a la doctora Char­
lotte Erikson, cuyos consejos en los momentos críticos han contri­
buido a que el tom o apareciera y, sobre todo, a mis colegas ingle­
ses, de los cuales he aprendido lo útil que puede ser una crítica mu­
«0
tua y abierta y lo agradable que puede resultar una cooperación
científica internacional.

W .P A

1
Introducción historia social y económica. (Para las relaciones internacionales a
partir de 1918 véase también el volumen 34 de esta Historia Uni­
versal.) Desde una perspectiva histórica mundial, es de lamentar
especialmente que no se haya podido tratar más ampliamente la
persecución y exterminio de los indios. Para la historia colonial en
el siglo x v n y principios del x v m , especialmente en su contexto
histórico mundial, nos remitimos al tomo 29 de esta Historia Uni­
versal.
Una iniciación a la historia americana desde los comienzos del Los nueve capítulos han sido concebidos com o unidades inde­
movimiento de independencia, basado en el nivel actual de las in­ pendientes y de un tamaño apropiado para ser utilizados en cole­
vestigaciones, no precisa de ninguna justificación especial. Puede gios y universidades com o tema de estudio. Aunque el volumen
parecer más necesario aclarar por qué, dentro de una historia forma un conjunto com pleto, los distintos capítulos pueden tomar­
mundial en varios tomos, se han escogido dos Estados nacionales, se por separado. Por ello, además del índice bibliográfico general
los Estados Unidos de América y Rusia, y se les dedica a cada uno cada capítulo tiene también sus propias referencias bibliográficas
de ellos un tom o independiente, ceñido a su propia historia nacio­ para ampliación de conocimientos.
nal. O tro tom o de la serie que trata de la evolución europea de El primer capítulo (1763-1815) se inicia con el fin de la guerra
forma global, ha sido criticado por no aclarar suficientemente las de los Siete Años, la cual había decidido a favor de Gran Bretaña
«dependencias intercontinentales» y porque deja sin resolver el la rivalidad franco-británica por la supremacía en Norteamérica y
«programa histórico universal»'. Tam poco este tom o puede esgri­ había ampliado con ello las posibilidades de conflicto entre la
mir la pretensión de ajustarse al alto nivel de la perspectiva histó­ metrópoli británica y los colonos británicos. En él se relata la
rica mundial. Pero, cuando menos, puede ayudar a superar a este autoafirmación nacional de la mayor parte del «fragm ento europeo»
lado del Atlántico el eurocentrismo de la conciencia histórica, lo en Norteamérica. Ya que, en la revolución americana, a diferencia
cual es asimismo un objetivo declarado de toda la serie. Intenta de los movimientos anticolonialistas posteriores, no luchaban por
igualmente, a pesar de que su contenido es una historia nacional, su autodeterminación política y económica los indígenes oprimidos,
evitar algunas de las debilidades de la historiografía nacional, en- sino europeos aclimatados, con el apoyo de otros europeos. No
quistada en un relato canónico de acontecimientos: no se trata fue un levantamiento de los explotados, sino el perfeccionamiento
de una autointerpretación americana, sino que ha sido escrito des­ de un derecho ya garantizado parcialmente con anterioridad a su
de una perspectiva europea más bien comparativa, con la espe­ autoadministración de la primera sociedad «m oderna», próspera,
ranza de que de esta forma se corrigiera también un poco, al ampliamente alfabetizada, políticamente bien organizada y estable,
mismo tiempo, el americentrismo histórico. de europeos fuera de Europa. El reconocimiento de los valores,
El desmontaje de una imagen eurocéntrica del mundo solamen­ basados en la revelación y en el derecho natural, de la libertad
te puede realizarse teniendo en cuenta los intereses y la capaci­ ciudadana, la igualdad y el derecho a la propiedad ilimitada, for­
dad de asimilación de los lectores europeos. Por ello, nuestro obje­ maron parte de la fundación del Estado. Estos valores encontraron
tivo ha sido escribir una iniciación a la historia americana que sea su expresión en la Declaración de Independencia y en las declara­
comprensible a europeos sin ningún conocimiento previo. Para ciones de derechos fundamentales y las constituciones de los dis­
facilitar las comparaciones aclaratorias fue necesario adoptar una tintos Estados. Con la adopción de la Constitución federal de
postura conflictiva. Las interpretaciones controvertidas se mencio­ 1877-78 se completó la fundación de la República federal. El ca­
nan y se valoran com o tales. Ninguno de nosotros encontró con­ pítulo termina con el intento infructuoso de los ex colonos, en la
vincentes las interpretaciones exclusivas del desarrollo de la socie­ guerra de 1812-15, de obligar a su ex metrópoli a añadir al reco­
dad americana, tales com o su reducción al despliegue del espíritu nocimiento de la independencia también el reconocimiento de la
de libertad, al avance de la frontier (la frontera colonial), la ri­ soberanía económica, en el sentido de eliminar todas las limitacio­
queza natural del país o la ausencia de una fase de feudalismo. nes mercantilistas a las exportaciones hacia Inglaterra.
La limitación del volumen obligó a penosas omisiones. La histo­ El capítulo segundo (1815-1877) sitúa el movimiento antiesclavis­
ria diplomática y bélica fue relegada o reducida en favor de la ta, de motivaciones morales, dentro del contexto de los crecientes

2 3
enfrentamientos entre los grandes intereses regionales. La esclavi­ económ ico en unas pocas grandes empresas y bancos ya se había
tud n o era una institución del V iejo Sur fácilmente intercambia­ consumado totalmente al inicio de la primera guerra mundial.
ble, sino la base de su estructura social. Además, el Sur agrario se Frente a ello, las causas de las oscilaciones coyunturales, los
sentía relegado a una posición defensiva por un Norte y un Oeste efectos económicos positivos y negativos de la guerra civil y la for­
ma en que influyeron las distintas situaciones políticas, económicas
en rápido crecimiento industrial y demográfico y temía una inme­
y sociales de Europa en la evolución de la agricultura y la industria
diata y total superioridad política y económica de las otras regio­
americanas resultan mucho menos decisivas. También la postura del
nes. La cuestión, que finalmente sólo pudo resolver una guerra
gobierno federal y de los gobiernos de cada Estado en particular
civil, era si los estados que se sentían amenazados podían invalidar
frente a la economía y la envergadura de sus intervenciones preci­
su ingreso en la Federación, formalizado en 1787-88. Solamente
san de una determinación más exacta que la repetición de la con­
después de la victoria del Norte (1865) se inició, junto con la signa del laissez faire, que no ha representado en ningún momento
reconstruction (la reconstrucción económica y la reintegración p o­ la envergadura real de la intervención estatal en la economía. Ni
lítica del Sur) la larga lucha — hasta hoy inconclusa— de los ne­ siquiera la realidad americana ha correspondido nunca al modelo
gros, com o grupo minoritario, por la igualdad de trato y de opor­ de «Estado policía».
tunidades, tanto en las ciudades del Norte com o en el Sur. El cuarto capítulo nos aporta una visión del mayor movimiento
El capítulo tercero investiga una de las cuestiones más fascinan­ migratorio de la historia moderna. Aproximadamente 46 millones
tes de la moderna historia económica: las causas y la evolución de de personas emigraron a los Estados Unidos entre 1815 y 1970 e
la revolución industrial en América. En los cien años transcurri­ hicieron posible con ello, entre otras cosas, la colonización e indus­
dos entre 1810 y 1910, aquella sociedad agraria se transformó en trialización del continente en un plazo de tiempo tan corto. Tanto
una potencia industrial sin com petidor equiparable. La determina­ si el impulso inicial en cada caso venía dado por la fuerza de atrac­
ción de factores que desempeñaron un papel importante en este ción del nuevo país o por los efectos de rechazo de las condiciones
proceso, que ha marcado al mundo moderno com o pocos otros, es de vida en el país de origen, el que emigraba esperaba encontrar
todavía hoy objeto de discusión científica. Lo cierto es que la ri­ en el Nuevo M undo las oportunidades en las que ya no creía en
queza de las reservas del suelo y la apertura al tráfico del conti­ su tierra. La mayoría de ellos buscaban una mayor seguridad mate­
nente constituyeron una premisa esencial; que la colonización del rial. El porcentaje de decepciones y de realización de los sueños
Oeste y la expansión de la agricultura no se enfrentaron a la indus­ resulta difícil de medir. En todo caso, el número de los recién
trialización, sino que en conjunto sirvieron de estímulo al proceso llegados aumentó hasta alcanzar su máximo en 1907 con un total
económ ico; que la industrialización y la urbanización fueron de la de 1.208.000 personas en un solo año. Con la primera Ley de
mano, sobre todo en el Nordeste, mientras que el sistema de plan­ Cuotas, que asignaba cifras máximas anuales de inmigración a los
taciones im pidió en el Sur la aparición de centros urbanos. Tam­ países europeos según un criterio racista-económico, se acabó, en
bién es cierto que el crecimiento de la población, multiplicado por 1921, la era de una inmigración prácticamente ilimitada para los
la inmigración masiva, y el desarrollo industrial se estimularon mu­ europeos. Los problemas de los recién llegados resultan fáciles de
tuamente, de forma que un número cada vez mayor de personas determinar: el primer alojamiento, que encontraban generalmente
participaba de un producto social en crecimiento. El nivel de vida, en el ghetto de sus paisanos; el prilner puesto de trabajo, con una
definido estadísticamente, también aumentó. La escasez de mano actividad generalmente física, sencilla, adecuada a la deficiente for­
de obra característica del mercado de trabajo americano exigió des­ mación y escasos conocimientos del idioma y a merced de la explo­
de el principio el uso de una tecnología capaz de ahorrar mano de tación en casi todos los sectores de la economía, desde el trabajo a
obra, que alcanzó su mayor triunfo mundial en 1913 con la ca­ dom icilio pasando por tareas sencillas, hasta la agricultura, la mi­
dena de montaje de Henry Ford. El mercado privado de capitales nería y el trabajo en la fábrica; y finalmente el perpetuo problema
y sus instituciones, características del sistema económ ico capitalista, de la asimilación, integración o adaptación a la nueva sociedad,
se desarrollaron desde la primera gran crisis bancaria de 1819-20 la cual les presentaba com o un ideal la «americanización» en el
de acuerdo con las nuevas necesidades, y se completaron provisio­ sentido de la total asimilación, mientras les demostraba a diario
nalmente con la situación de la bolsa de Nueva York a la cabeza que su condición se hallaba para siempre determinada por su ori­
de las bolsas de valores del mundo. La concentración del poder gen y su relación diaria con otros inmigrantes. Los superpatriotas.

4 5
nativists, que temían la variedad y la competencia, desconfiaban tiempo, el movimiento populista pudo transformar, en la década de
de la lealtad de los recién llegados y les exigían un «angloconfor- 1890, una alianza de los sindicatos más radicales y de las organiza­
mism o» cultural. Las diversas reacciones de los distintos grupos in­ ciones de los pequeños granjeros del Oeste y el Sur olvidados por
migrantes frente a estas presiones para su adaptación y frente a las el gobierno federal, en una fuerza política. La postura política
oportunidades reales de adaptación, determinan, hasta hoy, una pura del Socialist Party o f America, fundado en 1901, si bien
gran parte de la realidad social de Norteamérica, desde la elección aportó a las luchas electorales la abierta discusión de las ideas so­
de pareja y la elección de residencia, hasta la toma de partido en cialistas y la presentación de candidatos íntegros, demostró no obs­
las elecciones. Desde que el idioma, la concepción del mundo y las tante, al mismo tiempo, la inferioridad sin esperanzas de un parti­
pautas de comportamiento de los W ASP (blancos, anglosajones y do con una concepción rigurosa del mundo, dentro del complejo
protestantes) se establecieron firmemente com o norma, en lugar de sistema de intereses de grupo de la política americana. Igualmente
la inhumana metáfora del «crisol» apareció un concepto tolerante estéril resultó el intento anarquista. Solamente un movimiento re­
del pluralismo étnico y cultural. formista coordinado de forma más flexible, el llamado Progres
El capítulo quinto está dedicado a estudiar las relaciones socia­ sive Movement, que aceptaba el sistema político y económ ico en
les er. la Norteamérica industrializada y a su entrada en la política líneas generales, pudo alcanzar entre 1900 y 1917 el suficiente
mundial en la era del imperialismo y en la primera guerra mundial apoyo político para modificar gradualmente la realidad.
(1890-1920). Millones de personas, tanto en el campo com o en la Desde 1865, fin de la guerra civil, el com ercio exterior ameri­
ciudad, seguían viviendo en la pobreza. El que perdía la salud o el cano aumentó fuertemente, y en 1900 los Estados Unidos eran ya
puesto de trabajo, no se hallaba protegido por ninguna legislación la tercera Potencia marítima del mundo. Los estrategas militares
social y estaba condenado a la miseria. Las condiciones de traba­ y comerciales norteamericanos se unieron a la carrera imperalista
jo en la industria y en la minería eran a menudo nocivas para la por la conquista de nuevos mercados y por la influencia en otras
salud y frecuentemente peligrosas. La semana de sesenta horas y partes de la tierra, mientras que misioneros culturales, más o me­
el trabajo infantil eran cosa frecuente. A l menos una parte de la nos convencidos religiosamente, predicaron la superioridad de la
violencia, del comportamiento racista y también de la huida hacia raza anglosajona y su misión mundial. El hecho de que el gobierno
el deporte y la diversión de la clase trabajadora americana en estos americano, después de la guerra con España en 1898, tuviera que
decenios se puede entender com o una reacción emocional a su des­ administrar de facto territorios en ultramar com o potencia colo­
contento frente a estas condiciones. Los blancos pobres, cuya situa­ nial, no fue en ningún caso un accidente de la historia norteame­
ción era inestable, tendían más que los ciudadanos de clase media, ricana. Latinoamérica se convirtió en un coto particular de las
que se sentían seguros, a declarar inferiores a los negros que tam­ empresas americanas y el canal de Panamá, administrado de facto
bién luchaban por un sustento y a tratarlos en consecuencia. Los com o territorio colonial, ratificó en 1903 el papel especial de los
sindicatos sólo pudieron empezar a organizarse gradualmente des­ Estados Unidos en el continente sudamericano. El presidente y el
pués de la guerra civil. El éxito relativo de la organización más Congreso de los Estados Unidos actuaron totalmente conscientes
importante y estable, la American Federation o f Labour, fundada de su papel de potencia mundial al acordar la entrada de Norte­
en 1886, se basaba en su renuncia a la actividad política directa américa en la primera guerra mundial, cuando con el potencial eco­
y, con ello, a la formación de un partido político derivado del m o­ nómico americano decidieron el signo de la contienda y desempe­
vimiento obrero a imagen, por ejemplo, del Labour Party inglés o ñaron un papel activo — que muchos europeos desilusionados juz­
del Sozialdemokratische Partei alemán. En este hecho reside en garon insuficiente— en la regulación de la paz. N o obstante, los
parte la respuesta a la cuestión, frecuentemente planteada, de límites a la disposición de asumir responsabilidades políticas en los
por qué el movimiento socialista ha tenido tan poca influencia en difíciles años de la posguerra quedaron claros cuando el Senado de
los Estados Unidos. La pregunta que debemos plantearnos es por los Estados Unidos se opuso a ratificar la entrada de los Estados
qué este tipo de sindicato pudo imponerse a los de origen político Unidos en la Sociedad de Naciones.
socialista en los tres decenios anteriores a 1914 y, además, por El capítulo sexto traza un bosquejo de la sociedad americana
qué los perjudicados, ya fueran negros, granjeros, trabajadores no en los años veinte y treinta de este siglo, en los cuales se des­
cualificados, mujeres y otros grupos reformistas ya en activo en esta arrollaron totalmente, tal com o los conocemos desde entonces, la
época, no formaron una coalición. Sólo por un corto período de fabricación y el consumo masivo de bienes, así com o el tipo de in­

6 7
dustria del espectáculo que nos es familiar. Los dirigentes políticos entre los candidatos de los demás partidos, incluidos socialistas y
de esta época, a pesar de los crecientes intereses de la economía comunistas. Las transformaciones fueron especialmente notables en
americana en Europa y en otras partes del mundo, se negaron a cuatro sectores: 1) La organización del proceso federal de toma de
asumir un papel activo en la política internacional que fuera decisiones se decantó finalmente a favor del Distrito Federal
adecuado a la potencia económica de los Estados Unidos. Solamen­ 2) A nivel federal, el presidente consiguió frente al legislativo una
te en este sentido puede decirse de ellos que fueron aislacionistas y supremacía creciente desde entonces. 3) El acatamiento general de
no en el sentido de un total alejamiento del mundo exterior. La una legislación reguladora de la economía, y 4) La legislación social
vida social de los triunfadores de los años veinte se hallaba carac­ com o tarea prioritaria del gobierno federal marcaron claramente el
terizada por un ambiente, ya proverbial, de frivolidad, «glamour», abandono del antiguo concepto social-darwinista de la libre com pe­
fiebre por la velocidad y desenfado, que generalmente se asocian tencia y la autodefensa individual. La ley sobre seguridad social de
con el concepto de jazz age. Estaban muy ocupados consigo mismos 1935 señaló la entrada tardía de los Estados Unidos en la era del
y con el milagro de una expansión económica que asombraba al Estado social. El éxito relativo de la política económica del New
mundo entero. El sistema económico capitalista y la mentalidad y Deal, que se basaba en el principio de la acción concertada (con-
el estilo de vida del hombre de negocios triunfador parecían impo­ certed action, 1935) de todos los sectores económ icos y de em­
nerse. El éxito transitorio de la lucha contra el alcohol, la vigilan­ presarios y trabajadores, bajo la supervisión del gobierno, puede
cia intolerante de las costumbres y el robustecimiento de un fanáti­ calificarse también de victoria y consolidación del capitalismo «o r­
co protestantismo fundamentalista, el cual llego a hacer prohibir ganizado». La respuesta a la cuestión de si estas medidas, junto
en Tennessee la enseñanza de las teorías evolucionistas en las con los presupuestos deficitarios de municipios, estados y gobierno
escuelas, todo ello, debe entenderse com o una reacción negativa federal, hubieran podido superar totalmente esa crisis, de no ha­
de una parte considerable de la población, sobre todo rural, frente bérsele añadido la fabricación de armamento para la segunda gue­
a un estilo de vida que juzgaban amenazador. El problema más rra mundial, seguirá perteneciendo al terreno de lo especulativo.
sobresaliente de esta época para el intérprete retrospectivo es el El capítulo séptimo arguye que de la segunda guerra mundial,
brusco fin del fenomenal boom con el crac de la bolsa en 1929 algunos de estos procesos salieron reforzados y complementados
y el total hundimiento posterior de la economía. A l juzgar este por otros, de m odo que debe considerarse a esta guerra, a pesar
proceso es importante mantener perfectamente delimitados los con­ de que no se desarrolló en suelo americano, com o factor esencial
ceptos de crac de la bolsa y Gran Depresión, ya que, en realidad, en la transformación de la sociedad americana en nuestro siglo
se trató de dos procesos separados. El crac de la bolsa podemos tanto com o la crisis económ ico mundial y el N ew Deal de Roose­
considerarlo poco menos que inevitable debido a la pirámide espe­ velt. Las necesidades impuestas por la dirección de la guerra y por
culativa, carente de toda base económica, que había hecho su apa­ la economía de guerra le dieron al gobierno federal más com pe­
rición poco tiempo antes. Sin embargo, las consecuencias posterio­ tencias que nunca para intervenir en la vida del individuo y en
res no eran ningún destino fatalmente marcado. Había opciones la economía. Los industriales ya no estaban sentados com o fra­
políticas y lo que creó la imagen reformista y activa de Franklin casados en el banquillo de los acusados, sino que se mostraban
Roosevelt con su N ew Deal fue, a diferencia de sus predecesores com o patriotas insustituibles. El com plejo «militar-industrial», que
en el cargo, el aprovechamiento extensivo y bien presentado públi­ de ninguna manera se disolvió con el fin de la guerra, siguió to­
camente, de toda su capacidad de maniobra. Mientras que en Ale­ mando cuerpo. Cierto que las reformas sociales dejaron de desa­
mania la crisis económica, en unión de otros factores, condujo al rrollarse activamente y que los sindicatos perdieron influencia,
cambio de sistema, en Norteamérica solamente provocó una refor­ pero la disminución del paro y los aumentos salariales resolvie­
ma del mismo. La miseria social que acompañó a la transición ron o atenuaron toda una serie de problemas sociales y los vete­
económica (en 1933 uno de cada cinco trabajadores habituales ranos de guerra fueron atendidos mucho mejor que en guerras
estaba en paro) no llevó a una peligrosa pérdida de legitimación anteriores. Las minorías étnicas y raciales, sobre todo los negros
del sistema político. La participación en las elecciones presiden­ y los más recientes inmigrados desde M éxico, así com o las mu­
ciales no fue menor que de costumbre (1932: 49,7 por 100; 1936: jeres que luchaban por una mayor igualdad e independencia, pu­
53,5 por 100). D e los votos registrados en 1932, el 97,1 por 100 dieron conseguir algunos éxitos al mejorar su situación durante el
fue para Roosevelt o H oover, y el restante 2,9 por 100 se repartió período de guerra. N o se llegó a la temida depresión de posgue­

8 9
de un presidente en la historia americana, acentuó posiblemente
rra com o en 1920-21 pero sí a una psicosis de pánico frente a la
esta tendencia. En los propios Estados Unidos, la guerra de Viet­
subversión comunista que recordaba el red scare de 1919-20. Esta
nam desató fuertes controversias. El fértil movimiento antibeli-
alcanzó su punto culminante en la campaña histérica y, para la
cista fue impulsado sobre todo por la juventud estudiantil, poi
mayoría de los afectados, calumniadora del senador Joseph Me-
los intelectuales liberales y por una «contracultura» motivada en
Carthy (1950-54) cuyo consentimiento y apoyo parcial por la opi­
la crítica a las bases de la sociedad americana.
nión pública americana marcaron el punto más bajo de respeto
En 1976, doscientos años después de la Declaración de Inde­
de los derechos y libertades individuales. La presidencia del re­
pendencia, los cronistas de la historia nacional americana pueden
publicano Eisenhower (1953-61) se caracterizó por un mayor con­
alegrarse justamente de la estabilidad de aquella fundación. Esta
servadurismo, en el sentido de una menor iniciativa presidencial,
ha sobrevivido porque admitía su propia transformación, tanto
un menor uso de las competencias federales y un mayor respeto
en el sentido de la ampliación del territorio del Estado dentro
de los intereses de las empresas. Sin apoyo de la Casa Blanca se
del continente com o en el de su capacidad de transformación
organizó en los años cincuenta el movimiento pro Derechos Ci­
del orden político por medio de enmiendas, totalmente constitu­
viles. El Tribunal Supremo, tercer órgano de gobierno de la na
cionales, a la Constitución. Pero ¿qué capacidad de aprendizaje
ción, suministró, entonces, con su decisión de 1954 de declarar
tendrá el sistema político de los Estados Unidos en el futuro?
anticonstitucional la separación racial en las escuelas públicas, la
Grandes problemas, cuya solución exige nuevos caminos, no fal­
chispa que encendió una nueva fase del conflicto racial. A partir
tan. El ideal democrático de la participación de los administra­
de entonces, los dirigentes ideológicos negros tomaron cada vez
dos en el proceso de toma de decisiones está amenazado por la
más la iniciativa y pusieron en marcha, con acciones de protesta
creciente concentración del poder económico y político. El ideal
pacífica, la «revolución negra» que dura hasta nuestros días.
de la libertad del individuo hay que defenderlo con dificultad
Tal com o se afirma en el capítulo octavo, de los presidentes
frente a una técnica que permite un control y una vigilancia
demócratas Kennedy y Johnson partieron nuevos impulsos refor
cada vez más fáciles. El ideal de la seguridad material y la pursuit
mistas. La recesión de 1960-61 trajo a la memoria los problemas
of happiness tropieza con el paro y la pobreza, las ciudades en
aún no resueltos de la dirección de la economía, el crecimiento
ruinas, el miedo a una pensión insuficiente por vejez o enfer­
económ ico, la inflación, el paro y la miseria. La administración
medad, el miedo a la delincuencia y la degradación del medio
Kennedy preparó una serie de leyes sociales que fueron converti­
ambiente y la naturaleza, para mencionar sólo algunos de los
das en realidad finalmente por su sucesor, bajo el título progra­
temas que movilizaron a la opinión pública americana en el año
mático de Great Society y War on Poverty. La Ley de Derechos
de los festejos de su bicentenario. Las dos tareas quizá más ur­
Civiles de 1964 se convirtió en un hito en la lucha de los gru­
gentes, el impedir una guerra mundial con armamento nuclear
pos minoritarios por lograr la igualdad de oportunidades. Estas
y la dirección de la economía, a la que pertenece también el su­
medidas tardías no pudieron impedir que lá desesperación y la
ministro energético, ponen de manifiesto claramente cada día
amargura de muchos habitantes de los ghettos se exteriorizaran,
que, para su solución, el marco nacional es solamente una unidad
especialmente entre 1966 y 1968, en sangrientos desórdenes ra­
subordinada.
cistas. La política exterior de los años sesenta y principios de los
setenta estuvo presidida por el acuerdo con la otra superpotencia,
El autor
en el sentido del respeto mutuo de las zonas de influencia y la
consulta sobre limitaciones de armamento, por la intervención
masiva del ejército americano en la guerra anticolonialista de H o
Chi Minh y finalmente por el abandono de la política aislacionista
frente a la República Popular China. La guerra de Vietnam se
saldó con una derrota militar, consecuencias desoladoras para los
directamente afectados y un debilitamiento de la anterior lógica
de las aspiraciones americanas al liderazgo, sobre tod o frente a
sus aliados de Europa occidental. El abuso del poder presidencial
por Richard Nixon, que finalizó en 1974 con la primera dimisión

11
10
1. Revolución y fundación cieron posible la afirmación militar y diplomática de la indepen­
dencia. En 1763, con la firma del tratado de paz tras la guerra
del Estado nacional, 1763-1815
de los Siete Años, Francia tuvo que cederle a la Gran Bretaña
sus territorios norteamericanos hasta el Misisipí. Con el fin de
arrancarle de nuevo al gran rival un trozo de su imperio, Luis X V I
apoyó a los colones rebeldes — en forma secreta, a partir de 1775:
y abiertamente, a partir de 1778— mediante envíos de armas v
préstamos, y, finalmente, con la intervención de la flota francesa
Los hechos conocidos llevan casi necesariamente a la con­ Sólo gracias a esa ayuda pudieron los rebeldes oponer resistencia
clusión de que los colonos americanos no se rebelaron por
a la supremacía de la marina de guerra británica.
un nuevo orden social, sino para sacudirse de encima la
intervención del gobierno de Gran Bretaña.
Sin embargo, de la revolución y de la guerra por la in­
dependencia americana resultaron necesariamente reformas Resulta evidente la diferencia estructural entre la guerra de In­
y diversos cambios sociales, económ icos y políticos; entre dependencia americana y la mayoría de los posteriores movimien­
otros, aquellos que implica todo movimiento revoluciona­ tos independentistas anticolonialistas de Asia y Africa. En Am é­
rio. Pues no puede haber ninguna revolución sin contro­ rica lucharon emigrantes europeos por su autodeterminación, con
versias intelectuales generadoras de opiniones y argumen­ el apoyo militar de varias potencias europeas. Su voluntad de re­
tos, sin los que es imposible justificar tal cambio radical
sistencia fue, por tanto, parte de la decisión de una pmplia y prós­
en la vida de un pueblo.
pera clase media nativa de defender el libre desarrollo ulterior
Lawrence Henry G ipson, 1967. de su prosperidad. L o singular de la «privación relativa» de la
amplia clase media colonial a partir de 1763 — que habría de
conducir a la revolución— era que todavía no la había sufrido,
sino que únicamente la temía, com o consecuencia de la estricta
I. ¿HUBO UNA «REVOLUCION» AMERICANA?
e incipiente política colonial británica. La resistencia contra la
ley del timbre y los impuestos sobre el azúcar de 1764-1765 — que
Junto a la revolución francesa, la fundación del Estado nacional
tenía que parecerle violenta a un inglés, acostumbrado a pagar
americano fue el acontecimiento más trascendental en la historia
contribuciones— mostró que una gran parte de los comerciantes,
política de la región europeo-americana del siglo x v m . La inde­
los políticos y amplias capas de la población no estaban dispues­
pendencia estatal de los americanos se basó en el desarrollo eco­
tos a someterse por más tiempo a los intereses económicos de la
nómico, social y — en el sentido más rígido de la palabra—
metrópoli. N o existía en las colonias una auténtica clase noble
político de Europa. Desde los primeros asentamientos de los
capaz de identificar su destino con el de la inglesa. La revolu-
europeos hasta la Independencia — y más allá aún— , la sociedad
toma del poder violenta por una gran parte de las capas altas y
de los blancos de Norteamérica fue fundamentalmente, por utilizar
ción americana fue una revolución burguesa por excelencia: la
la precisa expresión de Louis Hartz, «un fragmento de E u ro p a »1.
inedias de la burguesía colonial europea en contra de la preten­
Las inversiones europeas, el deseo de los europeos de asentarse
sión de dom inio de una monarquía constitucional. D e ahí que
en el nuevo continente, y el éxito de la autoafirmación de los co­
la lucha por la independencia no condujera a un derrumbamiento
lonos en el seno del imperio comercial británico hicieron que los
del orden social ni a una transformación social.
europeos desarrollasen en América, en el curso de siglo y medio,
¿Resulta entonces lícito hablar hoy de una «revolución» ame­
una sociedad que, para asombro de los coetáneos, pronto creó
ricana? La pregunta se plantea con frecuencia fuera del ámbito
un Estado nacional duradero. La base de su creciente prosperidad
angloparlante. Un acuerdo conceptual que se basase, por ejemplo,
fue la necesidad continua de los productos americanos en toda
en el término «guerra de Independencia» sólo tendría sentido si
Europa. Y , finalmente, las rivalidades entre las grandes poten­
entre tanto la palabra «revolución» hubiese sido precisada desde
cias europeas — sobre todo la competencia entre Francia e Ingla­
el punto de vista analítico de las ciencias sociales y su utilización
terra por el predominio en el continente norteamericano— hi-
pudiese ser falsa porque provocase previsibles incomprensiones.

12
13
Pero, hasta el día de hoy, n o existe ninguna imperiosa razón de una gran república comercial expansiva, interlocutor comercial
para no incluir al movimiento independentista y a la fundación de todo el mundo, que, para su autoafirmación, necesitaba ahora
del Estado americano en las dos revoluciones — de tipo muy di también un gobierno federal, capacitado para la acción y com pe­
verso— que, en la segunda mitad del siglo x v n , iniciaron la épo­ tente para la coordinación. Después de 1790, los americanos tra­
ca de las luchas por la institucionalización de la soberanía del taron de desempeñar, con relativo éxito, durante dos décadas y
pueblo en el moderno Estado constitucional. Tam poco es en media, el ventajoso papel de socio comercial neutral con todas
m odo alguno confuso hablar de revolutions for independence, las partes beligerantes en Europa. Pero incluso los mismos re­
com o hace John Lynch en su exposición de los movimientos in publicanos franceses no les. permitieron esa función, y sólo gracias
dependentistas latinoamericanos2. Los coetáneos que estaban por al frío racionalismo del presidente John Adams pudo ser evitada
el rey y el parlamento hablaban de la «rebelión» de ofuscados una guerra de los Estados Unidos en contra de Francia, en
colonos. Los patriotas americanos, sin embargo, comparaban su la última década del siglo x v m . N o obstante, bajo el presidente
resistencia con la ofrecida contra Jacobo I I en la glorificada «re­ Madison se llegó a una nueva guerra contra Inglaterra (1812-
volución» de 1668-1689 y hablaban de su no menos justificada 1815). A cabó en un com prom iso y no aportó, al igual que el an­
«revolución». La guerra de Independencia (1775-1781) era para terior embargo voluntario de 1807, el reconocimiento ilimitado
ellos solamente parte de la misma. John Adams, quien tuvo una de la neutralidad comercial por parte de la Gran Bretaña, que
destacada participación, opinaba en un análisis retrospectivo: «La seguía siendo la primera potencia naval de la época.
revolución estaba en la mente del pueblo. Y esto sucedió en los Los acuerdos de paz europeos de 1815 pusieron fin a las extra­
quince años que van de 1760 a 1775, antes de que se hubiera ordinarias posibilidades de beneficio que había venido aprovechan­
derramado en Lexington una sola gota de sangre». El m édico y do intensamente la flota mercante americana desde el comienzo
político Benjamín Rush, por el contrario, prevenía en 1787 contra de las guerras revolucionarias en Europa, en el año de 1793. El
la confusión entre las denominaciones «revolución americana» y capital acumulado en ese período fue utilizado, entre otras cosas,
«guerra americana»: «La guerra americana ya ha pasado», expli­ para financiar la mecanización de las manufacturas, que comienza
caba. «Pero esto no le atañe en m odo alguno a la revolución aproximadamente en 1810.
americana. Por el contrario, sólo ha concluido el primer acto del De 1775 a 1815 el proceso de decisión política siguió en manos
gran dram a»3. del sector de las capas superiores y medias que había rechazado
La historiografía nacional americana, que inmediatamente tomó el poderío colonial, pero que, con el nuevo orden político, no
cartas en el asunto, incluyó también a la guerra de Independencia quería llevar a cabo una nueva distribución de la propiedad ni
dentro del amplio proceso de la fundación del Estado. En la con­ minar su influencia. Durante medio siglo permaneció homogénea
ciencia de una gran parte de la capa política dirigente, la insurrec­ la capa política dirigente que se constituyó a partir de la Decla­
ción contra el poder colonial terminó en 1787-1789, con el acuer­ ración de Independencia: el comandante en jefe de la revolución,
do sobre la nueva Constitución federal y el establecimiento de George Washington fue elegido primer presidente (1789-1797);
las nuevas instituciones centrales: el presidente, la Cámara de Re­ el portavoz más tenaz de la fracción independentista en el Con­
presentantes y el Senado, y la judicatura de la federación. La greso continental, John Adams, fue el segundo presidente (1797-
Constitución federal abolió, de un m odo anticonstitucional, los 1801); el autor de la Declaración de Independencia, Thomas
A rdeles o f Confederation, acordados en 1781 en la primera Cons­ Jefferson, fue el tercero (1801-1809); y el padre de la Constitu­
titución de la federación estatal, es decir, violando la disposición ción, James Madison, el cuarto presidente de los Estados Unidos
constitucional según la cual los cambios en la Constitución sólo (1809-1817).
eran posibles por unanimidad. Ese hecho, ampliamente aprobado La revolución americana no fue, pues, el últim o acto desespe­
por los coetáneos, le fue suficiente a algunos intérpretes para va­ rado de resistencia de los colonos explotados, sino el primer acto
lorar com o una «segunda revolución» el paso de la Confedera­ de defensa de las posibilidades de desarrollo de una nueva eco­
ción estatal al Estado federal. nomía nacional. Una cadena de colonias europeas en ultramar se
Los políticos y publicistas que estaban descontentos con la laxa agrupaba para formar una comunidad económica cuyo centro
Confederación estatal de 1781, con el fin de ganarse simpatías de decisión, por vez primera, no se encontraba en Europa y cuya
para la Constitución de 1787 habían hecho propaganda a favor productividad no redundaba ya inmediatamente en beneficio de

14 15
una economía nacional europea. Antes que América del Sur, colonias; con sus 198.000 habitantes competía con su gran vecina,
Australia y Africa del Sur, se constituía autónomamente en Am e­ Nueva Y ork (193.000). En Carolina del Sur vivían aproximada­
rica del Norte el fragmento europeo de una unidad de acción p o­ mente unas 170.000 personas; en Nueva Jersey, 130.000; en
lítica. La emancipación económica y cultural, sin embargo, aunque Nueva Hampshire, 80.000; en Rhode Island, 58.000; en Delaware,
proclamada al principio, sólo pudo ser alcanzada después lenta­ 37.000; y en Georgia, solamente 33.0004. La conciencia regional
mente, mediante largas luchas. se encontraba tan fuertemente arraigada com o la conciencia de
la comunidad de intereses frente al poder colonial. Entre los ha­
bitantes de las cuatro colonias de Nueva Inglaterra (Nueva Hamp­
II. LA SOCIEDAD COLONIAL A COMIENZOS shire, Massachusetts, Connecticut y Rhode Island), de las cuatro
DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA colonias centrales (Nueva Y ork, Nueva Jersey, Pensilvania y D e­
Y LAS CAUSAS DE LA REVOLUCION laware) y de las cinco colonias del sur (Maryland, Virginia, Ca­
rolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) se había desarrollado
Las colonias y territorios británicos del continente americano se — o se encontraba al menos en plena gestación— una conciencia
desarrollaron con extraordinaria rapidez — especialmente en com ­ de sus propios intereses regionales. Las condiciones del suelo, el
paración con los territorios españoles— en la primera mitad del clima y la forma económica aportaron lo suyo.
siglo x v i i i . La superficie colonizada se triplicó. La población, las
exportaciones y las importaciones crecieron en una medida hasta
entonces desconocida. En la región de los Grandes Lagos, en En Nueva Inglaterra, pese a sus tierras pobres y pedregosas,
el Norte, y en la Florida española, en el Sur, el número de habi­ la mayoría de las personas vivía en el campo y del campo. La
tantes había pasado del millón hacia el año 1745, y en 1775 con­ mayor parte de las fincas era explotada para cubrir las nece­
taba con unos 2,5 millones. El primer censo del gobierno fede­ sidades de las familias de sus propietarios. Los m étodos de cul­
ral, de 1790, incluía a 3,5 millones de personas; y en 1815 vivían tivo apenas se diferenciaban esencialmente en ninguna de las co­
8,4 millones de personas en el territorio de los Estados Unidos. lonias de los empleados en Europa durante los siglos x v i i i , xvi
Con esa tasa de crecimiento se acercaban los colonos a la fórmu­ y xv. Una yunta de bueyes uncida al arado, que más rasgaba el
la maltusiana de la duplicación en veinticinco años. Para la con­ suelo que lo rozaba, era todavía en 1775 el instrumento más im­
ciencia nacional y la voluntad de resistencia de los colonos no dejó portante del agricultor del Nuevo Mundo. La disponibilidad de
de tener su importancia el conocimiento de su fuerza numérica. mano de obra esclava tam poco había conducido a implantar mé­
El número de habitantes de Inglaterra y del País de Gales aumen­ todos cualitativamente nuevos en la agricultura: más bien fom en­
tó entre 1760 y 1780 sólo de 6,5 millones a 7,5 millones en nú­ taban unos métodos basados en una mano de obra intensiva y
meros redondos. Escocia tenía en 1700 cerca de 1,1 millones de una explotación primitiva. Existía, sin embargo, una gran dife­
habitantes; en 1800, cerca de 1,6 millones. O sea, que al comenzar rencia con Europa en la relativa facilidad con que se adquiría la
la guerra de 1775, en las colonias rebeldes vivía por lo menos propiedad sobre la tierra. Adam Smith no hacía más que expre­
una cuarta parte de la población de la metrópoli. El tiempo, sar una opinión ampliamente difundida por Europa cuando, en
evidentemente, trabajaba a favor de las colonias. 1776, oponía a la dificultad de adquirir tierras en Europa las opor­
Las trece colonias que, com o comunidades políticas en igualdad tunidades que tenían los colonos en América del Norte. D e acuer­
de derechos, coordinaron a partir de 1774 su resistencia en el do con sus informaciones, allí eran necesarias de 50 a 60 libras
Congreso continental, representaban a grandes grupos de pobla­ esterlinas para iniciar una plantation; la compra y la roturación
ción muy diversos y observaban con celo de vecinos sus diferen­ de tierras eran allí «.the most proftable em ployment o f th e small-
cias de fuerza en la unión. En 1775 habían consolidado ya su est as ivell as of the greatest capitals». [« E l em pleo más prove­
posición com o potencias en sus correspondientes regiones. Vir­ choso tanto para los más pequeños capitales com o para los más
ginia, con unos 500.000 habitantes aproximadamente; Massachu- grandes»]. Según nuevos cálculos, en 1750 eran necesarias en
setts, con 339.000, y Pensilvania, con 270.000. Maryland y Caro­ Nueva Y ork de 100 a 200 libras esterlinas para adquirir una plan­
lina del Norte contaban cada una con cerca de 250.000 habitantes. tación con su equipo m ín im o5. Tanto los precios com o la falta de
Connecticut se encontraba, por su superficie, entre las pequeñas tierras cercanas a las costas habían aumentado sensiblemente, a

16 17
mediados de siglo, al menos en Nueva Inglaterra. Aquellos que
hitantes y Bristol 60.000. Filadelfia se encontraba en el centro
carecían de capital y buscaban tierras tenían que irse a probar
del com ercio costero entre las colonias y era, con sus ricas tierras
fortuna en el interior del país, en las baratas tierras fronterizas.
interiores, el punto natural de partida de las grandes rutas co­
En las colonias centrales y en Nueva Inglaterra la cosecha más
merciales hacia las islas de las Indias Occidentales y hacia Euro­
codiciada era la del trigo. Pensilvania y algunos territorios ad­
pa. Desde allí se exportaba trigo y harina, madera, hierro y pieles;
yacentes tenían fama, hacia 1775, de ser los graneros de Am é­
lo que se descargaba era ron y azúcar, vino y carruajes, y otros
rica. Cuando las tierras, no abonadas en su mayoría, no daban
miles de artículos de lu jo y de consumo provenientes de E u ro p a 8.
ya el suficiente trigo, ocupaban su puesto el maíz, el centeno y
Nueva Y ork competía con Filadelfia en comercio y en población;
la avena. Una parte de las haciendas estaba compuesta todavía
antes de comenzar las hostilidades tenía unos 20.000 habitantes
por bosques apenas talados que servían de pasto a las vacas, los
y todas las características de un centro comercial en expansión
caballos y los cerdos. La caza, con trampas o escopeta, era el
Boston tenía por la misma época 15.000 habitantes, Charleston
complemento de la agricultura en el interior del país.
14.000, y Newport, en Rhode Island, 9.000. Las ciudades coste­
En las colinas del Sur la agricultura se caracterizaba por la
ras se diferenciaban entre sí menos por su estructura que por
vecindad de las haciendas familiares y de las grandes plantacio­
sus correspondientes territorios interiores, por lo que podían ac­
nes. Las plantaciones producían ya, en forma de monocultivo, para
tuar de manera especial com o centros de com unicación e inte­
el mercado europeo. En cuanto a sus necesidades de productos
gración, sin lo que no hubiesen sido posibles un m ovim iento in-
manufacturados, dependían de la predisposición a otorgar crédi­
dependentista coordinado y la fundación de un Estado duradero 9.
tos por parte de las casas comerciales de Londres, Liverpool,
Las diferencias en la distribución de bienes y la jerarquía so­
Bristol o Glasgow. La región de la bahía de Chesapeake vivía
cial no eran tan crasas en las colonias com o en Europa, pero exis­
especialmente del cultivo del tabaco. Las Carolinas se habían es­
tían y eran ampliamente aceptadas. En Filadelfia, por ejem plo, en
pecializado en el cultivo del arroz y del añil. Una economía mixta,
1774, la capa superior, formada por el 10 por 100 de los contri­
integrada por agricultura, ganadería y caza (pieles y carne), ca­
buyentes, poseía el 89 por 100 de las propiedades sometidas a
racterizaba a toda la región interior de las colonias del Sur, ex­
contribución. Ese grupo abarcaba a 498 hogares en una ciudad de
tendida hasta las crestas de los Apalaches. Ingleses y escoceses,
unos 24.000 habitantes 10. La distribución casi feudal de la tierra
irlandeses y galeses, alemanes y suizos se habían establecido a llí6.
en algunas provincias de Nueva York y Carolina del Sur era
La mayoría de los africanos, libres o esclavos, vivían en tres de
comparable a las condiciones imperantes en Europa. En los fér­
las colonias del Sur: en Virginia se calculaban unos 270.000 ne­
tiles valles de la cuenca del Hudson se encontraban fincas de más
gros, en Maryland y Carolina del Sur, unos 80.000 respectiva­
de 100.000 acres (40.000 Ha) en manos de un solo propietario.
mente; en Nueva York, alrededor de 1775, unos 22.000 y en
Por el año de 1770, algunas pocas familias de terratenientes d o­
Massachusetts, unos 5.000 7. En todo el territorio de lo que iba
minaban la política local de Nueva York. No obstante, las dispu­
a ser después los Estados Unidos vivían, en 1770, unos 460.000
tas entre ellas permitían que los representantes de las clases me­
negros. El porcentaje de la población de color permaneció casi
dias tuviesen una base para llevar a cabo una oposición coronada
invariable (de un 21 a un 23 por 100) entre 1770 y 1810.
por el éxito en las cámaras de diputados. En Carolina del Sur,
La capa de comerciantes era especialmente consciente de las
los propietarios de las grandes plantaciones, auténticos emulado­
posibilidades de desarrollo de toda la economía de las colonias,
res de la aristocracia rural inglesa, pudieron mantener su influen­
incluyendo la construcción de buques y el com ercio mundial. Ella
cia política aun después de la Declaración de Independencia.
era el factor determinante en la vida de las ciudades costeras, en
Por lo general, sin embargo, nos encontramos con una amplia
las colonias centrales y en Nueva Inglaterra. Se habían formado
capa media que, tanto en las ciudades como en el campo, parti­
cinco grandes ciudades costeras que ejercían ya funciones de cen­
cipaba de un bienestar en aumento. La mayoría de la población
tros urbanos: eran centros comerciales, centros culturales y cen­
se veía a sí misma com o « the middling sort» o « the com m on
tros de poder político.
people». Entre esas capas medias se contaban los artesanos — lla­
La ciudad mayor, Filadelfia, con sus 24.000 habitantes, era
mados «mechamos» o « tradesmen»— y los agricultores. Su con­
una de las principales ciudades del imperio comercial británico
ciencia política desempeñó un papel importante en la propaganda
en general. Londres, en comparación, tenía en 1760, 750.000 ha-
por la independencia y por las nuevas constituciones. A l «aristo-

18
19
cratical junto-», que todavía en la primavera de 1776 apoyaba al vocada por leyes relativas al comercio y al transporte marítimo,
dom inio británico, replicaba, orgulloso de los éxitos logrados por lo que convirtió en rebeldes a comerciantes y plantadores. La
la capa de artesanos, un partidario de la independencia: « ¿ N o causa principal de la revolución consistió más bien en la con­
pertenece acaso la mitad de los bienes de Filadelfia a hombres fluencia de dos tipos de desarrollo que se excluían mutuamente:
que llevan mandil? [ . . . ] ¿ Y no pertenece la otra mitad a hom­ la creciente autonomía económica y política de las sociedades
bres cuyos padres o abuelos llevaron m andil?» n . Las continuas coloniales y la política colonial imperialista que se im plantó a
comparaciones con las condiciones de vida en Europa corrobo­ partir de 1763. La nueva política colonial se orientaba menos ha­
raban a las capas medias en la conciencia de sus éxitos. Incluso cia el viejo principio mercantilista del fomento y dirección del
los jornales de los artesanos no independientes superaban por comercio colonial en provecho de la metrópoli que hacia los nue­
término medio en un 100 por 100 a los jornales que se pagaban vos principios imperialistas de la defensa de los territorios y el
en Inglaterra. control administrativo de la población colonial. En una carica­
En numerosos relatos de viaje se señala que en las colonias tura aparecida en Londres en febrero de 1776 se ridiculizaba la
los más ricos no nadan en la misma abundancia que los ricos miopía de esa política: el incapaz gabinete contempla cóm o el
de Europa, pero tampoco los más pobres llevan la mísera vida primer ministro mata al ganso cuyo provecho anterior se muestra
de los pobres en Europa. Sin embargo, lo arraigada que se encon­ en una cesta de huevos de oro colocada al fondo.
traba la conciencia general de una estructura de clases, también La Ley del Timbre (Stamp A ct) de 1765 imponía un puro im­
en la sociedad colonial, hacia 1776, lo muestran los conceptos fre­ puesto sobre el consumo sin ninguna participación de las asam­
cuentemente utilizados por los publicistas políticos: «th e better bleas de colonos. Estas protestaron violentamente por ese des­
sort» o « the gentry», para las clases pudientes; y «paupers», precio a sus competencias. Declararon la ley anticonstitucional
« the p o o r» o « the meaner sort», para los que vivían con el mí­ y exigieron para sí el derecho de todo ciudadano inglés a ser so­
nimo necesario para la existencia o por debajo de éste. Las tres metido a contribuciones solamente mediante una ley en cuya pro­
clases, no obstante, compartían los valores de las capas medias, mulgación hubiera participado, al menos indirectamente, a través
con sus ideales de laboriosidad, deseos de propiedad, esperanzas de representantes electos: « N o taxation without representation!»
de un crecimiento económ ico ilimitado y firme creencia en la sería, a partir de ese m om ento, la reivindicación que habrían de
independencia de toda persona trabajadora y en la capacidad ge­ repetir una y otra vez. Las únicas asambleas representativas en
neral de mejora de las condiciones sociales. En las décadas ante­ cuyas elecciones podían participar los colonos eran sus Assemblies.
riores, Benjamín Franklin, con sus populares artículos caricatu­ En el Parlamento de Westminster ni siquiera estaban representa­
rescos (P oor Richard’s dmanach, 1732-1757), había ofrecido la dos «virtualmente» o «verdaderamente», com o se afirmaba en fo­
expresión periodística de la concepción del mundo que susten­ lletos adictos al gobierno. Tan sólo los delegados (agents) de las
taba esa burguesía ilustrada. Algunos aspectos del primitivo pu­ diversas colonias, en calidad de grupo de presión, trataban de
ritanismo habían entrado a formar parte de las nuevas concep­ ejercer influencia en Londres sobre las leyes y otras decisiones
ciones, pero, en su manifestación pura, el calvinismo había perdi­ políticas.
do influencia también en Nueva Inglaterra hacia 1760, teniendo Después de una ola de fuertes protestas y violentas manifes­
que cederle el puesto a los valores de la Ilustración, que ya no taciones en las colonias, el parlamento anuló en 1766 la Ley del
tenían solamente una fundamentación religiosa. Ya habían pasa­ Timbre. Su mayoría, sin embargo, siguió sin darse exacta cuenta
do los tiempos de los primeros asentamientos homogéneos. In de las limitaciones reales que tenía el poder de la Corona y del
cluso en Massachusetts, por ejem plo, la mitad de la población vi­ Parlamento en las colonias.
vía, en 1760, en comunidades con Iglesias disidentes, es decir no Ya en 1767, el Parlamento, bajo la dirección del ministro de
congregacionalistas, com o anglicanos, cuáqueros o bautistas 12. finanzas, Townshend, trató de gravar de nuevo con impuestos los
La definición que se dio de la «revolución» americana en el artículos de consumo diario en las colonias. Los comerciantes de
primer apartado encierra una interpretación de sus causas. No las colonias reaccionaron de nuevo con acuerdos de n o importa­
fue una opresión política del tipo de un anden régime del con­ ción, y las asambleas con renovadas resoluciones de protesta. En
tinente europeo lo que impulsó a los americanos a la lucha por 1770 el Parlamento suspendió esos impuestos. Com o señal de
la «libertad» y la «república». N o fue la ruina económica, pro­ advertencia de su soberanía, mantuvo sólo el impuesto sobre el

20 21
té. Las tensiones que se produjeron entre la población civil y causa com ún los enemigos de sus libertades políticas con los pa­
las tropas — hasta entonces ni siquiera conocidas en las plazas pistas para poder controlar mejor al resto de las colonias? Las
militares— condujeron en Boston, en marzo de 1770, a una san­ nuevas medidas no trajeron por resultado el aislamiento que se
grienta batalla callejera entre grupos del pueblo y una unidad ar­ pretendía del foco de disturbios. Una gran parte de influyentes
mada de casacas rojas. Los cinco ciudadanos de Boston que allí comerciantes y políticos de las otras colonias del interior, hasta
quedaron muertos se convirtieron en los primeros mártires de la Carolina del Sur, se solidarizó con los de Massachusetts. Los co­
revolución; el 5 de marzo pasó a ser el día conmemorativo de la merciantes acordaron de nuevo boicots de importación y consu
«matanza de Boston». N o se produjeron al principio actos de so­ mo. Los contemporizadores antipatrióticos fueron sometidos a
lidaridad que estuviesen a la altura de este hecho. Pero, con in­ presión mediante acciones del populacho. Las compañías de mi­
teligente previsión, los adversarios más decididos del régimen co­ licias comenzaron a realizar sus ejercicios con más frecuencia que
lonial, bajo la dirección del tribuno del pueblo de Boston, Samuel antes. Algunos miembros de la H ouse o f Burgesses de Virginia
Adams, organizaron a partir de 1772 en todas las colonias com- exhortaron a las Assemblies de las otras colonias a enviar delega­
mittees o f correspondence, con el fin de informarse mutuamente dos a un Continental Congress, con el fin de discutir una acti­
y de influir sobre la opinión pública mediante la publicación de tud común. Ese primer Congreso continental se reunió en Fila
noticias adecuadas, cartas de lectores y panfletos. La provoca­ delfia en septiembre y octubre de 1774. Desde Massachusetts has­
ción decisiva al poder colonial provino, en diciembre de 1773, de ta Carolina del Sur se encontraban representadas todas las co lo ­
un grupo de ciudadanos de Boston, los cuales, disfrazados de in­ nias; Georgia y las provincias canadienses no participaron. La
dios, asaltaron tres barcos que se encontraban en el puerto y, asamblea dirigió encendidas declaraciones al rey, al parlamento,
ante los ojos de una divertida multitud, arrojaron al agua 342 y al pueblo de la Gran Bretaña y a los habitantes de las co lo ­
cajas de té, con el fin de impedir la recaudación de impuestos nias y justificó la resistencia en contra de las leyes anticonstitu­
que iría unida a su venta. A ese Tea Party en Boston reacciona­ cionales: el Parlamento estaba autorizado a regular el com ercio
ron en 1774 la Corona y el Parlamento con unas leyes que fue­ en el im perio, pero no podía imponerle tributos directamente a
ron calificadas por los colonos de Intolerable A cts: el puerto de los colonos; sus vidas, sus libertades y sus propiedades se en­
Boston fue clausurado hasta que la ciudad hubiese pagado daños contraban bajo la protección de la constitución inglesa, al igual
y perjuicios; el derecho procesal fue cambiado de tal forma que que los derechos de sus otros súbditos en Inglaterra. El Congreso
un funcionario de la Corona que hubiese sido acusado de un llamó a los colonos a aplicar estrictamente el boicot a todas las
grave delito en alguna de las colonias, sería juzgado en Inglate­ mercancías de Inglaterra.
rra y no en la colonia correspondiente; el Senado electo de Mas- En su desconocimiento, la mayoría parlamentaria y la adminis­
sachusetts fue reemplazado por uno nombrado por la Corona, im­ tración convirtieron cada vez más en una cuestión de principios
poniéndose a las asambleas municipales la obligación de solicitar el conflicto sobre los derechos que tenían los colonos a gober­
permiso para celebrar sus sesiones; el ejército recibió la autoriza­ narse a sí mismos en el imperio. N o trataron de enfrentarse a las
ción de allanar ciertos edificios; las tropas en Boston recibieron tendencias independentistas, haciéndoles ver las ventajas que tenía
refuerzos. Los colonos consideraron también com o parte de esas el com ercio bajo la protección del poderío naval británico. En lu­
medidas represivas la Ley de Quebec, promulgada en junio de gar de esto, le plantearon a los colonos, sin la menor perspectiva
1774, que tenía por fin establecer una nueva reglamentación de de un compromiso, la soberanía del king in parliament, repro­
los derechos a la autoadministración de los franceses que habi­ chándoles más republicanismo y mayor decisión para la rebelión
taban en esa provincia adquirida en 1763. La integración a Q ue­ de lo que ellos mismos se atrevían a manifestar en esa fase del
bec de todo el territorio com prendido entre el O hio y los Gran­ conflicto.
des Lagos asustó a los especuladores en tierras, especialmente de De hecho, las ideas y los valores políticos desempeñaban un
Massachusetts, Connecticut y Virginia, quienes esperaban una ex­ Papel importante en la conducta política de los colonos, y, por
pansión de esas colonias hacia el Oeste; las concesiones hechas a tanto, la revolución tenía efectivamente bases ideológicas por am­
los privilegios de la Iglesia católica y la tolerancia del derecho bas partes. Aquellos que defendían los intereses de los colonos
romano francés en Q uebec alimentaron la desconfianza de los se aprovecharon de las ideas y normas constitucionales de los
combativos protestantes en las colonias costeras: ¿hacían ahora whigs, canonizadas ya en Inglaterra desde 1688. La doctrina con ­

22 23
tractual, tai com o la defendiera John Locke, y las normas de la las colonias, difundieron rápidamente la noticia, redactada en tér
constitución mixta monárquica, tal com o la comentara William minos patrióticos y revolucionarios, hasta en los Estados del sur:
Blackstone, ofrecieron buenos argumentos en contra de la polí­ cóm o tuvo que huir la soldadesca ante los agricultores que defen­
tica del imperio. Y los escritos de los whigs, «radicales» o «com- dían la libertad, y cóm o, al mismo tiempo, la ciudad de Boston
monwealthmen», quienes venían criticando desde hacía décadas era sitiada por un abigarrado ejército de voluntarios. En mayo
en la metrópoli la pérdida de las libertades inglesas debido a una de 1775 se celebró en Filadelfia el segundo Congreso continen­
administración corrupta y a unos parlamentarios venales y ahora tal de los delegados de doce colonias (Georgia no estaba repre
predecían el fin de la tan alabada Constitución inglesa, ayudaron sentada todavía); en él se proclamó la existencia de un ejército
a los colonos a ver las grandes concatenaciones de los diversos continental y se eligió a George Washington comandante en jefe
ataques del Parlamento: también en América, el poder político En agosto de 1775 Jorge I I I declaraba que las colonias se en­
incontrolado empezaba a amenazar «vida, libertad y propiedad». contraban en estado de rebelión. En enero de 1776, con la procla­
La expansión en las colonias de las formas europeas del abuso ma más ardiente de la revolución, Common sense, Thomas Paine
del poder podía ser observada, por lo demás, en el éxito que exhortaba a los colonos a que luchasen abiertamente por la inde­
tenía el patronato de cargos que ejercían los gobernadores. Los pendencia y a que se manifestasen por la forma de gobierno re­
miembros de los consejos de gobernación, los jueces supremos y publicana. Mientras tanto, la facción de los whigs moderados, que
otros titulares de cargos bien remunerados de la Corona — en su confiaban todavía en que se llegara a un acuerdo, seguía oponien­
mayoría designados por ésta a propuesta de los gobernadores— do resistencia, en el Congreso continental y en algunas de las
formaban, hacia 1750, una aristocracia nativa de funcionarios. A asambleas, a la proclamación de la independencia.
ella pertenecían también las familias de las cuales venían salien­ Fue en mayo de 1776 cuando los defensores de ese paso radi­
d o desde hacía generaciones, en algunas colonias, los hombres cal obtuvieron la mayoría en el Congreso; y el 2 de julio de 1776,
que ocupaban cargos públicos bien remunerados e influyentes, finalmente, el Congreso continental establecía por unanimidad:
incluidos los electivos. La frecuente reelección de estas personas «These United Colonies are, and o f right ought to be, free and
daba pruebas de esa actitud — tan ampliamente difundida y sólo independent States» [«E stas colonias unidas son, y por derecho
quebrantada después por la revolución— de deference, de respe­ deben ser, Estados libres e independientes»]. Dos días más tarde
tuosa sumisión ante los que tenían una posición social elevada. la Declaración de Independencia, uno de los manifiestos políticos
Por el contrario, ya en la época colonial era fuertemente criti­ más importantes que hayan sido concebidos en la época de la
cada y calificada de anómala la táctica de la representación des- Ilustración exponía los m otivos que habían dado lugar a esa re­
proporcional que tenían en las asambleas las viejas comunidades solución. A la ruptura del tratado de soberanía añadía el Con­
de la costa en relación con las comunidades del interior del país, greso toda una lista de casos en que el monarca no había cum­
las cuales se desarrollaban rápidamente. D e ahí que a la lucha plido con sus deberes. E l mismo rey se había destituido de su
por el home rule se añadiese a partir de 1764 — con diversa in­ cargo. Thomas Jefferson, autor del borrador, que sólo sufrió al­
tensidad en las distintas localidades— también una lucha por el gunos cambios, antepuso a la lista los famosos preámbulos, en los
w ho sbould rule at home. que se utilizaban categorías del derecho natural racional y se re­
curría a la libre posibilidad de desarrollo del individuo para jus­
tificar el fin, la forma y la legitimación del poder político:
III. DECLARACION DE INDEPENDENCIA, GUERRA
Y ACUERDOS DE PAZ, 1775-1783 Consideramos evidentes las siguientes verdades: que todos los hombres
fueron creados iguales; que recibieron de su creador ciertos derechos
Un intento de las tropas reales acantonadas en Boston por poner inalienables; que entre ellos se cuentan los derechos a la vida, a la liber­
tad y a la búsqueda de la felicidad; que para asegurar esos derechos fue­
también bajo control el territorio que rodeaba la ciudad condu­
ron implantados gobiernos entre los hombres, y que su poder jurídico se
jo, en abril de 1775, a los primeros combates con la milicia na­
deriva de la aprobación de los gobernados; que siempre que una forma
tiva, en las aldeas de Lexington y Concord. Los soldados del rey, cualquiera de gobierno demuestre que es contraria a esos objetivos, el
después de haber sufrido duras pérdidas, tuvieron que batirse en Pueblo tiene derecho a cambiarla o a aboliría y a implantar un nuevo
retirada. Los comités de correspondencia, implantados en todas gobierno, al que erigirá sobre tales principios y cuyos poderes.. organizará

24 25
ficables al comienzo de la guerra, constituían de un 6 a un 16
en la forma que le parezca adecuada para la salvaguardia de su seguridad
por 100 de la población. L o que está probado es que pertenecían
y de su felicidad
a todas las capas sociales. D e los 300 leales expulsados de Mas-
sachusetts en 1778, cerca de una tercera parte se ganaban la vida
N o fueron móviles democrático-radicales ni proyectos de refor­
como comerciantes o intelectuales, otra tercera parte com o agri­
ma social lo que impulsaron a la élite política, reunida en 1776
cultores, y el resto, com o pequeños comerciantes, artesanos y tra­
en Filadelfia, a manifestarse de este m odo por la soberanía popu­
bajadores asalariados. Sin embargo, una parte especialmente gran­
lar, por el postulado de la igualdad entre los hombres y por el
de estaba formada por ocupantes de cargos públicos, terratenien­
derecho de los gobernados a destituir a los gobernantes que se
tes, vendedores al por mayor, religiosos anglicanos y cuáqueros
opusiesen a los intereses del pueblo, definidos com o «vida, li­
Sólo una guerra de seis años y medio en los bosques america­
bertad y búsqueda de la felicidad». La necesidad de justificar la
nos y en el Atlántico y la creciente oposición de comerciantes y
independencia de un nuevo Estado ante las viejas potencias de
políticos en Inglaterra m ovieron al gobierno británico a recono­
Europa fue lo que condujo a esa proclamación de nuevos prin
cer la independencia del nuevo Estado. La situación militar obli­
cipios del poder legítimo. El reconocimiento de esos valores, sin
gó a ambas partes a mantener la misma estrategia de defensa
embargo, podía terminar desde ese momento en promesa no
Si bien es verdad que la marina real dominaba los mares desde
cumplida, y servir de argumento para nuevas reformas. De esta
1763, en 1775 y 1776 no estaba en condiciones de desembarcar
manera, la Declaración de Independencia se convirtió en el lógico
en tierra firme los recursos necesarios para bloquear la costa ame­
punto de partida de toda futura política reformista americana.
ricana y para desplegar una ofensiva definitiva. La marina de
T od o el que rechazase la Declaración de Independencia, viese
guerra que partió er. 1775 para América no tenía ni siquiera el
a los nuevos gobernantes com o usurpadores y se considerase a
equipo que le correspondía en tiempos de paz. D ebido a la falta
sí mismo «leal» era proscrito com o tory, físicamente atacado, cu­
de voluntarios, las autoridades administrativas reclutaron, entre
bierto de pez, emplumado y, si huía al territorio protegido por
1775 y 1783, cerca de 30.000 mercenarios de los países alemanes;
las tropas inglesas y dejaba bienes, frecuentemente expropiado.
estos soldados recibieron en las colonias la denominación común
Desde su ocupación por los británicos en el verano de 1776, la
de « hessians» y fueron exhortados a pasarse al otro bando y a
ciudad de Nueva Y ork se convirtió en lugar de asilo y baluarte
convertirse en colonos en América. Con una retaguardia que se
de los leales a la Corona. Pero también en los territorios fronteri­
extendía a lo largo de 4.500 kilómetros, el objetivo principal tenía
zos con la zona india, desde el norte de Nueva Y ork hasta G eor­
que ser la salvaguardia de las propias tropas. Los casacas rojas
gia, siguieron siéndole fieles a la Corona algunos colonos. Muchas
habían sido preparados para la guerra en los campos de instruc­
tribus indias y una parte de los pioneros esperaban de la lejana
ción europeos; ahora tenían que luchar en las selvas y en los pan­
metrópoli inglesa más ventajas, y también más protección para
sí mismos, que de los ambiciosos políticos de las colonias coste­ tanos. Tanto la marina com o el ejército podían destruir fácilmente
ras. N o sólo los que ocupaban cargos reales, sino también las las colonias costera:;, pero ni siquiera juntos podían controlar mi­
minorías poco asimiladas, com o una parte de los holandeses y litarmente una línea costera de 1.500 kilómetros. En tales cir­
de los franceses en Nueva York, una parte de los alemanes en cunstancias, solamente una estrategia superdotada, apoyada por
Pensilvania y Carolina del Sur, los escoceses y los irlandeses en políticos superdotados, hubiese podido cumplir los deseos del rey
Carolina del Norte y también una parte de los negros libres, no y de la mayoría parlamentaria. Pero ni los militares ni los mi­
veían el menor m otivo para apoyar a los insurrectos. N o se puede nistros se distinguían por esas dotes. Uno de los mayores erro­
decir con precisión cuántas personas siguieron siendo leales a la res de cálculo militar fue la creencia de que los colon os leales
Corona durante la, guerra. Entre 80.000 y 100.000 personas aban­ reforzarían de manera considerable al ejército en los estados del
donaron las colonias rebeldes durante el conflicto, lo que suponía sur. Y en otro grave error político se convirtió la indecisión del
del 2 al 3 por 100 de la población. La Revolución francesa sólo monarca, que estuvo persiguiendo paralelamente hasta 1778 dos
impulsó a la emigración a un 0,5 por 100 de la población. La objetivos incompatibles entre sí: el sometimiento militar y un
mayoría de los leales buscó asilo en Canadá y en las islas de las acuerdo diplomático sobre el statu quo de los americanos en el
Indias Occidentales británicas. Muchos esperaron en sus lugares seno del imperio.
el fin de la contienda. Probablemente, los leales activos, identi-

27
26
Además de las particularidades del terreno, los americanos se ticia de la victoria de Saratoga convenció al ministro de Asuntos
beneficiaban de su mayor disposición al combate y de su familia- Exteriores francés, Vergennes, de las probabilidades de éxito de
rización con las luchas mantenidas por pequeñas tropas en in­ los rebeldes. En el tratado de amistad y de relaciones comerciales
trincados territorios sin hacer caso del código de honor europeo, que se firmó en febrero de 1778, el gobierno francés acordaba
en el cual, por ejemplo, se condenaba el disparar contra oficiales con los representantes del Congreso continental en París la pro­
que por llevar coloridos uniformes fuesen visibles desde lejos. tección mutua de sus buques mercantes y el sistema preferencial.
Pero, también el ejército del Congreso continental y los regimien­ En el pacto de ayuda mutua, que se firmaba al mismo tiempo, se
tos de los diversos Estados tuvieron grandes problemas para en­ prometía asegurar la «soberanía y la independencia» de los Es­
grosar sus filas. N o existía el servicio militar obligatorio; fue dos tados Unidos, así com o la firma ulterior de un tratado de paz
décadas más tarde cuando empezó a practicarse en Francia el en el que esto quedara establecido. En junio de 1778 en el At­
concepto de levée en masse. Los delegados americanos trataban lántico eran atacados barcos franceses e ingleses. La guerra civil
de reclutar en Europa a oficiales de experiencia. Thaddeus Kos- se había extendido hasta convertirse en una guerra naval interna­
ciousko vino com o ingeniero; el marqués de Lafayette, Johann cional. También el gobierno español declaró la guerra a Gran Bre­
von Kalb y Friedrich Wilhelm von Steuben ofrecieron sus servi­ taña en junio de 1779, después de que el gobierno británico se
cios com o generales. Si bien los americanos lograron algún apoyo hubiese negado a corresponder a la neutralidad española con la
por parte de los indios en las fronteras, el odio y la desconfianza entrega de Gibraltar. El rey español, señor por su parte de un
que sentían muchas tribus indias por esos brutales colonos, que imperio colonial a duras penas mantenido, se negó al reconoci­
penetraban continuamente en sus tierras, eran ya tan grandes en miento de la independencia, tan deseado por los americanos. De
muchos lugares que en muchas ocasiones esto les permitió a las la guerra sacaron provecho, entre otros, los armadores y los co­
tropas británicas y a los leales nativos ganarse a los indios, a lo merciantes de los países neutrales, sobre todo de los Países Ba­
largo de toda la frontera de colonización desde Canadá hasta Flo­ jos, Dinamarca y Suecia. Los barcos holandeses, por ejemplo,
rida, para realizar campañas conjuntas contra los asentamientos transportaron grandes cantidades de materiales para la construc­
americanos. El general Washington no llegó a disponer en ningún ción de buques desde los países del Báltico hasta Francia y hasta
momento de más de 17.000 hombres. Ya en el primer año de gue­ las islas de las Indias Occidentales, desde donde eran llevados
rra se agotaron las reservas de armas de los colonos. A l igual que rápidamente a las costas americanas. Los holandeses no compar­
hacían en tiempos de paz al terminarse sus ejercicios, las compa­ tían la opinión británica de que el material para la construcción
ñías de milicias se llevaban el equipo a casa cuando terminaba su de buques era contrabando, y en diciembre de 1780 el gobierno
tiempo de servicio. La estrategia de Washington tenía que estar británico declaraba también la guerra a los Países Bajos.
dirigida al mantenimiento del ejército. Su mérito com o general A partir del tratado de afianza con Francia, las medidas deci­
en jefe del ejército radicaba sobre todo en su firmeza para no sivas militares se com binaron con las operaciones conjuntas por
caer en la tentación de satisfacer la ambición de los otros genera­ mar y por tierra de americanos y franceses. La más exitosa de
les y las esperanzas populares mediante espectaculares victorias. ellas obligó a capitular, en octubre de 1781, cerca de Y orktow n,
Logró imponer su concepción de evitar batallas para ganar des­ en la costa de Virginia, a un ejército británico cuya misión era
pués la guerra. A diferencia de la revolución inglesa, por ejemplo, someter a los Estados del sur. La noticia de la pérdida de 8.000
en América no se form ó un ejército ideológicamente integrado, hombres en Yorktown actuó en Londres como catalizador de la
que luego pasase a ser el poder dominante y elevase a su co­ ya inestable situación política. En febrero de 1782 se form ó en
mandante a la categoría de jefe político. Pese a las numerosas y la Cámara de los Comunes una mayoría en contra de la política
justificadas protestas de los militares en lo concerniente a la falta de sometimiento; en marzo de 1782 la Cámara de los Comunes
de cooperación por parte de los políticos, el poder militar quedó pidió al rey que iniciase las negociaciones de paz. Lord North,
claramente subordinado al poder civil del Congreso. que había dirigido el gobierno desde 1770, dimitió. Entretanto,
Las campañas militares del otoño de 1777 trajeron a los ameri­ los agentes americanos en París observaban con creciente des­
canos la primera gran victoria estratégica y la alianza con Luis xvi. confianza la diplomacia europea, especialmente desde que el mi­
En el valle del H udson se rendían los restos de un ejército britá­ nistro de Finanzas francés, Necker, hubiese señalado, en el vera­
nico de 10.000 hombres que había sido traído del Canadá. La no­ no de 1780, las consecuencias catastróficas que podía tener, para

28 29
el presupuesto francés, una continuación de la guerra, y se hu­ te Connecticut y Rhode Island mantuvieron sus cédulas de fun­
biese manifestado a favor de la pronta firma de un tratado de dación del siglo x v n , una vez que fueron depuradas de sus com ­
paz. En medio de una intrincada red de maniobras diplomáticas, ponentes monárquicos. La mayoría de las constituciones fueron
abiertas y ocultas, en las que desempeñaron un cierto papel las proyectadas como leyes, y com o tales entraron en vigor. Unica­
ofertas de mediación rusas y austríacas, el proyecto presentado mente en Massachusetts y Nueva Hampshire se reunieron con­
por Catalina I I de una liga de neutralidad armada en el mar y venciones para la preparación de la Constitución ( constitutional
la guerra de sucesión bávara, la primera generación de diplomá­ conventions), claramente diferenciadas del poder legislativo. Por
ticos americanos en Europa, sobre todo Benjamín Franklin, John primera vez en la historia del constitucionalismo, se presentaba
Adams y John Jay, tuvo que defender tenazmente en todos los en Massachusetts, en 1778, un proyecto de Constitución para que
frentes el objetivo principal de la guerra sostenida por su país: fuese aprobado en asambleas de ciudadanos de los diversos muni­
el reconocimiento de su ilimitada soberanía. cipios (tow n meetings). La combinación de convención constitu­
Los acuerdos de paz firmados en París en 1783 aportaron es­ cional y aprobación por parte de todas las personas con derecho
casas ganancias territoriales a las potencias victoriosas de Francia a voto se impuso, sin embargo, desde ese momento com o la mejor
y España, porque no habían derrotado a Gran Bretaña en el sen­ aproximación posible a un contrato social de gobierno.
tido tradicional. Lo único que había ocurrido era que Inglaterra Plenamente conscientes de la situación, esas asambleas trataron
no había podido someter por la fuerza de las armas a sus colo­ de asegurar la recién adquirida libertad de desarrollo para los ciu­
nias. España recobró las dos Floridas que había perdido en 1763; dadanos del nuevo Estado: 1) desde el punto de vista de la teoría
pero Gibraltar siguió siendo británico. Con el reconocimiento di­ social, mediante las ideas del contrato social y del ejercicio en
plomático por parte de las grandes potencias europeas, los ameri­ fideicomiso (trust) del poder gubernamental, tal com o eran man­
canos alcanzaban el fin supremo de la guerra. Aun cuando no del tenidas desde 1688 por la doctrina whig en conform idad con
todo, fueron ampliamente delimitadas las fronteras entre los Esta­ las concepciones de L ocke; 2) desde el punto de vista del dere­
dos Unidos y lo que quedaba de la América del Norte británica. In­ cho constitucional, mediante la codificación de los derechos ele­
glaterra — pero no España— reconoció el curso medio del Misisipí mentales; 3) desde el punto de vista institucional, mediante la
com o frontera con la Luisiana española. A sí surgieron los temo­ breve duración de los cargos ejercidos por los representantes del
res de los estrategas americanos de que Inglaterra, España y Fran­ pueblo y otros ocupantes de cargos públicos; y 4) con la división
cia fuesen a repartirse entre sí los territorios comprendidos entre en tres de los poderes y el control mutuo de los diversos órga­
los Apalaches y el Misisipí. Sólo ante la débil potencia colonial nos gubernamentales. En la discusión de estos acuerdos no sólo
de España se elevaba la pretensión de los americanos a los terri­ se apoyaban en su propia experiencia de autoadministración co­
torios comprendidos entre el Misisipí y el Pacífico. lonial, sino también, por ejem plo, en la crítica que hacían los
whigs reformistas ingleses a la larga duración de los cargos ejer­
cidos por los miembros de la Cámara de los Comunes y en la
IV. EL NUEVO ORDEN POLITICO idea del equilibrio de poderes en un sistema gubernamental (ba-
Y EL «PERIODO CRITICO», 1776-1787 lanced government), desarrollada ya en Inglaterra desde el si­
glo x v n y llevada a la discusión teórica por Montesquieu en su
Ni la Declaración de Independencia ni el tratado de paz daban obra D e l'esprit des lois (1748).
respuesta a la cuestión de cóm o habría de estar organizado polí­ Los derechos elementales — especialmente: vida, libertad y pro­
ticamente el nuevo Estado. El nuevo orden político se expresaba piedad, o bien búsqueda de la felicidad— se basaban en los de­
sobre todo en las nuevas constituciones de los diversos estados rechos del individuo antes de su entrada en la sociedad política­
y en los artículos de la confederación. Estas estipulaciones se ba­ mente concebida. D e ahí que no pudiesen ser violados ni pot
saban en los conceptos fundamentales de la «democracia represen­ el soberano de una mayoría con derecho a voto ni por los co­
tativa» (así Alexander Hamilton, en 1777, sobre la Constitución misionados temporales de un poder gubernamental. La primera
de Nueva Y ork) y sobre la república comercial federativa. lista de derechos elementales, redactada por George Masón en su
Entre enero de 1776 y junio de 1780, las asambleas represen­ Declaration o f Rights, fue aprobada por la Convención de Virginia
tativas aprobaron nuevas constituciones en once estados. Solamen­ el 12 de junio de 1776. Contenía las mismas declaraciones de

30 31
principio que se expresaban en la Declaración de Independencia, colonia, sobre todo en lo relativo a la fijación de impuestos. En
prohibía los cargos públicos hereditarios, garantizaba la división el momento de la independencia no se mostraron dispuestas a
de poderes, la elección frecuente de representantes, los tribuna­ reemplazar el poder central del imperio por un gobierno central
les de jurados, la libertad de prensa y la libertad de cultos. elegido por ellas mismas. Los trece Estados distintos, que se con­
En las constituciones el derecho electoral quedaba limitado por sideraban plenamente soberanos, siguieron formando, por lo me­
las cláusulas relativas a la propiedad, las cuales podían ser satis­ nos hasta 1788, unidades de decisión determinantes del proceso
fechas, en prom edio, por unas tres cuartas partes de los adultos político. Entre 1776 y 1781 fue discutido públicamente el proyec­
blancos; implicaban, además, una discriminación religiosa y racial. to de una Constitución de la confederación estatal, los llamados
Una minoría, sobre todo en las asambleas municipales de Nueva Articles of Confederaron. Se pusieron claramente de manifiesto
Inglaterra, protestó desde 1776 contra esas violaciones de los prin­ los diversos intereses de los estados y de los grupos de estados
cipios de la Declaración de Independencia y de los Bills of Rights. o regiones. Los estados de Massachusetts, Pensilvania y Virginia,
En todas las constituciones se dividía el poder gubernamental con gran densidad de población, exigían la representación según
en ejecutivo, legislativo y judicial y se aseguraba la independen­ el número de habitantes o el volumen de contribuciones a la caja
cia de la administración de la justicia mediante la ilimitada du­ federal. Los pequeños estados persistían en la igualdad de todos
ración de los cargos (during good behaviour) de los jueces supre­ los estados miembros. L os estados de gran extensión territorial
mos. Basándose en la especial necesidad de protección que había exigían que se calculasen las contribuciones a la caja de la confe­
que otorgarle a la propiedad frente a las decisiones de la mayoría, deración de acuerdo con la población y no con la superficie. Los
en once Estados se dividió el poder legislativo en dos: Cámara estados que, basándose en sus cédulas de fundación de la época
de Representantes (derecho electoral activo y pasivo, limitado por colonial, podían exigir una extensión hacia el Oeste, hasta el Mi-
cláusulas moderadas relativas a la propiedad) y Senado (candi­ sisipí (Virginia, las dos Carolinas y Georgia) se oponían a los
datura limitada por cláusulas rígidas relativas a la propiedad). deseos de los seis estados «sin tierras» (Nueva Hampshire, R hode
Solamente en Pensilvania y Georgia y en el territorio de Vermont, Island, Nueva Jersey, Pensilvania, Delaware y Maryland) de trans­
reconocido desde 1791 com o Estado, los encargados de redactar ferir al nuevo Congreso d e la confederación el poder de decisión
la Constitución rechazaron una segunda cámara con derecho a sobre las en parte contradictorias pretensiones territoriales en el
voto, aduciendo que con ello se institucionalizaban las contradic­ Oeste. El proyecto sobre los Artículos de la Confederación, pre­
ciones de intereses y se formaba el punto de cristalización para sentado en octubre de 1777 por el Congreso continental a los dis­
una semiaristocracia. En la mayoría de las constituciones el poder tintos parlamentos estatales y finalmente aprobado, significó una
ejecutivo quedaba subordinado prácticamente al legislativo. Los victoria de los estados «sin tierras» y de los defensores de una
diputados tenían que presentarse de nuevo cada año a las elec­ amplia soberanía de los diversos estados. El legislativo unicame­
ciones. Los senadores permanecían en sus cargos, según los Es­ ral de la Confederación recibió solamente atribuciones limitadas:
tados, de uno a cinco años. La mayoría de los gobernadores sólo 1) resolver los conflictos entre los estados; 2) determinar el con­
eran elegidos igualmente por un año. Siguiendo el ejem plo del tenido metálico de las monedas y emitir papel moneda; 3) orga­
consejo del gobernador colonial, la mayoría de los Estados dota­ nizar los ejércitos de mar y tierra y declarar la guerra y la paz;
ban a sus gobernadores de un consejo ejecutivo, el cual daba el 4) firmar tratados, pero sin perjudicar los distintos aranceles de
consentimiento al gobernador para el nombramiento de cargos, importación de los distintos estados; 5) exigir contribuciones a los
por ejemplo. La mitad de los estados establecía en la Constitu­ diversos estados de acuerdo con su número de habitantes blancos.
ción métodos para la reforma de la misma. El nuevo sistema Además de eso, todo Estado conservaba «su soberanía, su liber­
habría de conservar su capacidad de aprendizaje. tad y su independencia» (artículo 2). Los 2 a 7 delegados de
Los miembros del Congreso continental, reunido en julio de cada parlamento de los distintos estados podían ser destituidos
1776, no tenían poderes para aprobar una constitución federal. en cualquier momento. Cada Estado tenía un voto, que era dado
Las cámaras de representantes de las colonias habían luchado por la mayoría de la delegación. En caso de unanimidad en el
desde hacía décadas por la delimitación de sus competencias, seno de la delegación, n o tenía lugar el voto. Todas las decisio­
oponiendo a la pretensión de soberanía del Parlamento de West- nes importantes, enumeradas en el artículo 9, tenían que ser to­
minster su incumbencia exclusiva en las decisiones internas de la madas con un mínimo de 9 votos contra 4. La aceptación y el cam­

32 33
bio de los Artículos de la Confederación exigían la aprobación
en Pensilvania, las capas altas de la sociedad perdieron en 1776,
de los parlamentos de todos los estados. La Confederación no durante toda una década, una gran parte de su influencia política
tenía que ser más que una « firm league of friendship» (artículo 3). que hubieron de cederle a un grupo de políticos democráticos ra
La ratificación de los Articles o f Confederation se retrasó tres dicales apoyados en las asambleas de masas y en los referendums;
años y medio. En los Estados con fronteras bien delimitadas por
entre ellos se encontraba Thomas Paine, quien había llegado de
el Oeste, los especuladores de tierras habían organizado sociedad Inglaterra en 1774. El hecho de que la inmensa mayoría de los
des de compra y colonización, cuyas oportunidades de compra y negros y todas las personas sin propiedades no se contasen entre
de ganancia dependían de que los diversos estados, sobre todo
los ciudadanos y no fuesen, por lo tanto, miembros con derecho a
Virginia, cedieran o no al Congreso sus pretensiones de soberanía voz en el contrato social fue algo que sólo desencadenó la resis
más allá de los Apalaches. Las legislaturas de los estados «sin tie­
tencia de una minoría en los años que siguieron a 1776.
rras» esperaban de las ventas de tierras que habrían de seguir por
A partir de 1781, en la época de posguerra que John Fiske de­
parte del Congreso una disminución de sus contribuciones a la
nomina «período crítico», se demostró que las atribuciones que
caja de la confederación. Sólo cuando Virginia — último estado en
tenía el Congreso eran insuficientes para la solución de dos pro­
hacerlo— cedió al Congreso sus pretensiones territoriales en el
blemas al menos: la financiación de la revolución y la coordina­
Oeste, aprobó Maryland — el último estado que faltaba por dar
ción del comercio exterior en provecho de una economía nacional
su consentimiento— el proyecto de constitución. El 1 de marzo El Congreso no podía cum plir con las obligaciones de pago que
de 1781 entraban en vigor los Articles of Confederation and Per­
habían sido contraídas ante Francia y los Países Bajos para finan­
petual Union betw een the States of N ew Hampshire, Massachu­
ciar la guerra. La política fiscal había venido consistiendo desde
setts Bay, R hode Island, etc. La Confederación no fue aprobada
1775 en una cadena de improvisaciones. Como los diversos esta­
por el pueblo, sino por 13 estados soberanos. El experimento ame­
dos no se habían atrevido a poner a prueba la lealtad de sus súb­
ricano en materia de federalismo comenzaba con una «confederacy»
ditos durante la guerra mediante contribuciones, los primeros cin­
(artículo 1). co años de la guerra habían sido financiados con la emisión de
papel moneda. El valor del papel moneda, en relación con la mo­
neda acuñada, cuya escasez era extrema, bajó rápidamente, hasta
A partir de 1776 fue la clase media la que proporcionó un nú­ alcanzar la proporción d e 146:1 en abril de 1781. Las disposi­
mero cada vez mayor de representantes de los estados y de la fe­
ciones legales en materia de salarios y precios no pudieron de­
deración. Fue disminuyendo sensiblemente la influencia política
tener la devaluación. Los certificados gubernamentales (loan office
inmediata de las capas altas de la sociedad. Los grandes comer­
certificares) apenas encontraban compradores, ni siquiera con el
ciantes, los terratenientes y los juristas daban todavía al prin­
6 por 100 de interés. En marzo de 1780, el Congreso devaluó en
cipio la mitad de los senadores. La otra mitad pertenecía ya a la
una proporción de 40:1 los 200 millones de dólares que circula­
«middling sort» de los propietarios de tierras, artesanos, agri­
ban en papel moneda. C om o las contribuciones voluntarias de los
mensores, religiosos, médicos y agricultores 14. La elección de las
diversos estados sólo cubrían los gastos de administración del
personas que gozaban de un rango social elevado, característica
Congreso, éste se vio obligado en 1782 a emitir de nuevo papel
ésta de la « deferential society» prerrevolucionaria, fue reemplaza­
moneda, aun cuando esta vez cubrió la emisión con las reservas
da paulatinamente por la elección de los que tenían un posición
en moneda. Para sus transacciones, había fundado en 1781 el
social igual a la de los electores. El sentido común sería ahora,
Bank o f America, en forma de banco comercial privado.
pues, la condición suficiente para el ejercicio de los cargos pú
Con el fin de obtener ingresos independientes de los distintos
blicos. Entre 1765 y 1785 se duplicó, por ejemplo, el número de
estados, el Congreso pid ió en 1781 a las legislaturas de los esta­
agricultores en las asambleas representativas de los estados del
dos autorización para cobrar el 5 por 100 de casi todas las mercan-
Norte (del 23 por 100 al 55 por 100), y en los del Sur pasó de un
C|as de importación hasta que hubiesen sido pagadas las deudas
12 por 100 a un 26 por 100. El porcentaje de diputados con
de la confederación. C om o la concesión de esc poder hubiese sig­
ingresos medianos (definidos com o propiedades con un valor de
nificado un cambio en los artículos de la confederación, sólo podí
500 a 2.000 libras) aumentó en el Norte del 17 por 100 al 62
ser aprobado por unanimidad. Si bien es verdad que las trece
por 100; en el Sur, del 12 por 100 al 30 por 100 I5. Solamente
legislaturas no dieron su aprobación hasta 1786, impusieron en par­

34 35
te limitaciones tan fuerte que el Congreso tuvo que considerar fra­ precios, dio paso a la primera gran depresión de la economía na­
casadas sus repetidas tentativas de obtener unos ingresos regu cional americana (1784-1788).
lares. Los agricultores, que habían sido afectados con especial dure
za por la depresión, lograron en siete estados un cierto alivio de
su situación mediante una nueva emisión de papel moneda. En
La misma disolución del ejército iba unida a grandes dificul Massachusetts, sin embargo, el legislativo, que se encontraba d o­
tades financieras. En octubre de 1781, el Congreso solicitó de los minado por comerciantes de las ciudades costeras, se negó a pres
estados 8 millones de dólares. El 1 de enero de 1784 había reci­ cindir de la política fiscal restrictiva. Incluso teniendo en cuenta
bido menos de 1,5 millones. Las reivindicaciones de los oficiales, la depresión, insistió en dar su apoyo a la financiación de la re­
que exigían las pagas atrasadas y un adecuado arreglo de transi­ volución comprando por su valor nominal los certificados guber
ción para la disolución del ejército, fueron los puntos que utiliza­ namentales, que habían sido acumulados mientras tanto por los
ron aquellos que criticaban a la impotente federación para crear especuladores a precios mínimos. El dinero en moneda acuñada
una atmósfera de golpe de Estado y difundir sus advertencias que necesitaba para ello se lo procuraba mediante leyes tributarias.
sobre los peligros que implicaba un débil ejecutivo federal (New- El impuesto personal (poli tax), que era pagado por tod o hom­
burgh Conspiracy, diciembre de 1782-marzo de 1783). Fue en bre mayor de dieciséis años, sin consideración a sus bienes e in­
1784, gracias a un nuevo empréstito de los Países Bajos, cuando gresos, suponía el 40 por 100 de las recaudaciones de impuestos.
se pudo dar al ejército las pagas atrasadas. Los impuestos, la falta de dinero en el punto más bajo de la de­
A partir de 1780 se hizo cada vez más claro que los créditos presión, las exigencias tenaces y los procesos que entablaban los
y subsidios europeos eran el verdadero medio de financiación de acreedores; todo esto se sum ó al odio tradicional con que veían
la revolución y la base del comercio. Entre 1776 y 1784, Francia los agricultores a las autoridades de la justicia y a los abogados,
puso a disposición de la Confederación 8 millones de dólares; ios quienes se beneficiaban además de los altos honorarios que per­
Países Bajos, 2,8; y España, 0,069. A ello se añadieron los cré­ cibían de los procesos por deudas y de las subastas forzosas. Los
ditos privados de los comerciantes europeos. Cuando en 1785 el procesos por concepto de recaudación de impuestos y contra los
Congreso no pudo cumplir con sus obligaciones de pago frente deudores adquirieron una dimensión tal en el Massachusetts o c­
a Francia, el gran dilema consistió en saber cuánto tiempo acepta­ cidental que en 1785, de los 104 detenidos en la prisión de
rían los acreedores europeos tener ante sí a un impotente Congre­ Worcester Country, 94 eran deudores. Sobre numerosas haciendas
so confederal americano sin ingresos seguros ni digno de crédito. campesinas ondeaba la bandera roja, anunciando la subasta forzo­
Seguía faltando una balanza de com ercio activa, sin la cual el sa. Después de infructuosas demandas por parte de algunas jun­
Congreso no podía devolver los empréstitos. En 1784, los Estados tas de distrito, a partir de agosto de 1786 fueron ios campesi­
Unidos importaron mercancías de Gran Bretaña por un valor de nos armados los que impidieron nuevos procesamientos judiciales.
unos 3,6 millones de libras esterlinas, y sus exportaciones a esa En septiembre, unos 500 agricultores bajo el mfnrio de Daniel
Shays, político local y oficial en la guerra de Independencia, se
nación fueron sólo de 0,7 millones. En 1788 la relación era to­
enfrentaron a unos 800 milicianos. En febrero de 1787, los 1.200
davía de más del 2 :1 . El lino, el algodón, el papel, los objetos
hombres de Shays fueron dispersados ante el arsenal federal de
de hierro, el acero, las armas y la pólvora eran producidos y ela­
Springfield. H ubo cuatro muertos. Shays fue indultado después.
borados cada vez más en las colonias desde el comienzo de la
En la propaganda que llevaban a cabo los partidarios de un
guerra. La producción de hierro subió de 30.000 toneladas a
fuerte gobierno confederal se utilizó la noticia de la «rebelión de
38.000 toneladas entre 1775 y 1790, alcanzando las 45.000 to­ Shays» com o argumento para exigir una profunda reforma consti­
neladas en 1800. Pero las necesidades eran mucho mayores. In ­ tucional. Hasta Georgia llegó el rumor de que un ejército de
mediatamente después de la reanudación de las rutas comercia­ unos 12.000 a 15.000 hombres había tratado de im poner la dis­
les, la gran oferta de bienes de consumo ingleses condujo, entre tribución pública de la propiedad privada. El orden político de
1782 y 1783, al agotamiento de la capacidad de pago americana, los diversos estados — tal era el verdadero mensaje— no podía
al aumento de la deflación de posguerra y a la caída brusca de ser siempre defendido contra tales rebeliones y necesitaba impe­
los precios. El boom de la guerra, con sus enormes subidas de riosamente el apoyo, o la contrapartida, de un gobierno de la fe­

36 37
deración, capaz de cumplir con su razón de Estado, que salvaguar su campaña de persuasión, esos políticos lograron la victoria en
dase la ley, el orden y ,1a distribución de la propiedad. 1788 con un programa positivo. La gran mayoría de las clases
medias tendía a alimentar la esperanza de una floreciente repúbli­
ca comercial. El deseo de prosperidad y de grandeza nacional creó
V. LA CONSTITUCION FEDERAL DE 1787-1788 un consenso que se reflejó en la nueva Constitución federal, hasta
que, siete décadas más tarde, la divergencia entre los intereses
El movimiento por la transformación del Congreso continental regionales de los Estados d el Sur y los del Norte y del O este acabó
en un gobierno federal con amplias atribuciones fue impulsado con él.
por un sector de la población que se imaginaba a la futura Amé­ En septiembre de 1786, el poder legislativo de Virginia exigía de
rica com o un imperio comercial que no estuviese subordinado a los legisladores de los otros estados el envío de delegados a Anna-
las grandes potencias europeas. ¿P or qué habrían de vegetar las polis con el fin de discutir problemas comerciales y proponer pro­
trece repúblicas com o satisfechos países agrarios de segunda fila? yectos de leyes al Congreso continental. En lugar de ello, la An-
Unidos, podían llegar a forma un «.American em pire» próspero, napolis Convention, integrada por delegados de sólo cin co Estados,
orientado a la colonización y explotación de todo el continente y recomendaba a los estados la convocatoria de una nueva convención
al comercio con todos los países. «T h e Alm ighty [ . . . ] has made en Filadelfia, para mayo d e 1787, en la que habrían de discutirse
choice of the present generation to erect the American em pire» todas las posibles cuestiones de interés común, incluyendo aquellas
[« E l Todopoderoso ha elegido la presente generación para cons­ medidas que fuesen necesarias para «adaptar la constitución dei
truir el Imperio americano» había dicho a sus compatriotas gobierno federal a las necesidades de la unión». Tam bién el Con­
William Henry Drayton, uno de los dirigentes políticos de Caro­ greso de la Confederación, que se reunía en Nueva Y ork y que era
lina del Sur, en octubre de 1776, con el fin de que comprendiesen cada vez menos respetado, exhortó a las Cámaras de Representan­
el significado de la guerra. Mientras que un impotente Congreso tes de los diversos estados a enviar delegaciones a Filadelfia, «con
continental, dependiente en las esenciales cuestiones financieras el único y expreso fin de revisar los Artículos de la Confederación
de la confianza que depositasen en él los banqueros de Amster- y proponer al Congreso y a los legislativos cambios y acuerdos
dam, siguiese siendo el único punto de unión entre los trece ce­ que, si el Congreso y los Estados dieran su aprobación, adecuarían
losos gobiernos de los diversos estados, habría pocas probabilida­ la Constitución de la federación a las necesidades del gobierno y
des de realizar proyectos más ambiciosos. En 1783, Peletiah del mantenimiento de la nación». Solamente Rhode Island se abs­
Webster, comerciante y publicista de Filadelfia, resumía en un tuvo de enviar representantes. Los cincuenta y cinco delegados de
folleto los argumentos a favor de una fusión más estrecha de los los otros estados celebraron reuniones estrictamente secretas de
trece estados: mayo a septiembre de 1787. George Washington ocu p ó la presi­
dencia en la reunión de la intelectualidad política del país. El
Si se unen bajo una forma de gobierno (constitution) natural, adecuada reglamento de las sesiones habría de facilitar los com prom isos:
y eficaz, serán una potencia fuerte, rica y creciente, con grandes reservas hasta la votación final sobre todo el proyecto no habría de ser
y medios para defenderse. Ninguna potencia extranjera se atreverá tan válida ninguna votación. A l final que en el Congreso continental,
rápidamente a atacarlos o a ofenderlos. Muy pronto gozarán de respeto. cada estado disponía de un voto, el que correspondiera a la o p i­
Y como exportan especialmente materias primas y víveres, e importan
nión de la mayoría de la delegación.
sobre todo productos acabados, el comercio con ellos será objetivo prin­
cipal de toda nación industrial (manufacturing nation) de Europa y de
las colonias del sur de América. Como es natural, se buscará su amistad
y su comercio, y toda potencia con la que mantengan relaciones amisto­ También en lo que respecta a la convención constitucional man
sas aumentará su seguridad 16. tuvo Virginia la iniciativa. Sus delegados presentaron inmediata
mente a discusión un proyecto de constitución, el cual iba mucho
Transcurrió una década antes de que pudieran imponer su más allá de las simples adiciones a los artículos de la confedera­
concepción de un Estado federal aquellos dirigentes políticos qué ción. El Congreso de la Confederación, con sus com isiones, habría
aspiraban al desarrollo económ ico de toda la nación y a su afir­ de ser reemplazado por un gobierno federal, que, siguiendo el
mación política frente a las grandes potencias europeas. Gracias a ejemplo de los gobiernos d e los diversos estados, estaría dividido

38 59
en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. El legislativo ha­ pués de un fuerte debate entre el Norte y el Sur y la amenaza de
bría de estar integrado, además, por dos cámaras. La reacción que retirarse que hicieron los representantes de los estados del Sur,
suscitó el plan propuesto por Virginia mostró que la mayoría de el Norte accedió. En la distribución de los puestos, cin co esclavos
los delegados estaban dispuestos a ir más allá de las atribuciones habrían de tener el mismo valor que tres hombres libres. Evitando
que les concedía el Congreso de la confederación. Una contrapro­ cuidadosamente la palabra «esclavo», la Constitución garantizaba
puesta de la delegación de Nueva Jersey, que correspondía a la además la importación de esclavos hasta 1808. Hasta esa fecha,
limitada misión que tenía la convención, fue rechazada por ésta la federación sólo podría dificultar la importación de esclavos im­
con 7 votos contra 3 (debido a un empate en el seno de una poniendo una contribución de un máximo de 10 dólares por per­
delegación quedó anulado su voto). sona. Los esclavos fugitivos tendrían que ser devueltos a sus pro­
Sobre la cuestión de la distribución de puestos en la futura pietarios. (Sobre la liberación paulatina de los esclavos, véase el
Cámara de Representantes hubo colisión entre los intereses de capítulo 2.)
los estados grandes y pequeños. Algunos diputados de los gran­
des estados llegaron a un compromiso con los de los pequeños. Los
estados con gran número de habitantes, sobre todo Virginia, Pen­ Por entonces, en julio de 1787, el viejo Congreso continental re­
silvania y Massachusetts, querían que las dos cámaras del legis­ solvió una cuestión no menos importante para el futuro desarrollo
lativo fuesen elegidas por elección directa de acuerdo con el núme­ de la nación: la explotación de las tierras federales situadas al
ro de habitantes. Los estados pequeños, sobre todo Nueva Jersey, norte del Ohio, la forma de autoadministración de sus primeros
Delaware y Maryland, querían que, al igual que se había venido colonos y, finalmente, su admisión en la Unión. Su N orthw est Or-
practicando bajo los artículos de la confederación, los legislativos dinance estableció el principio y la forma de organización de la ex­
de los diversos estados enviasen al legislativo federal una delega­ pansión territorial de los EEU durante el siglo xix. E n el territo­
ción con un voto. Nueva Y ork coincidía con los estados pequeños. rio noroccidental preveía de tres a cinco estados que serían admi­
El primer paso hacia un com prom iso fue dado por los estados pe­ tidos en la federación co m o miembros enteramente iguales a los
queños, con su aprobación de la elección directa para la Cámara de demás en caso de que contasen con 60.000 habitantes cada uno.
Representantes según el número de habitantes. Ante esto, los De momento, hasta que se hubiesen asentado 5.000 hombres adul­
estados grandes accedieron a la elección de senadores por los le­ tos y libres y pudiera elegirse un legislativo, el territorio debía
gislativos de los distintos estados. El «gran com prom iso» acordado estar administrado por un gobernador, nombrado por el Congreso,
el 16 de julio de 1787 consistía en cuatro decisiones: 1) un dipu­ ayudado por un secretario y tres jueces. El mantenimiento de
tado representaría a 40.000 habitantes (cambiado por 30.000 antes esclavos quedaba prohibido desde un principio en este territorio.
de terminar las deliberaciones); 2) cada Estado enviaría a dos La institución del cargo presidencial polarizó a la convención
senadores (los cuales fueron elegidos hasta 1913 por los legislati­ en partidarios de un ejecutivo fuerte y partidarios de un ejecutivo
vos de los diversos estados); 3) en el Senado votan los individuos, débil. Los unos exigían que el presidente fuese lo más indepen­
no las delegaciones; 4) sólo la Cámara de Representantes presen­ diente posible, para que, de acuerdo con la concepción de la
taría proyectos de ley relativos al presupuesto. El Senado podría división de poderes, pudiese servir de contrapeso al legislativo.
aprobarlos o rechazarlos, pero no cambiarlos. Esa constitución del La evolución que se había observado en los diversos estados des­
Senado significaba el reconocimiento de un resto de soberanía para de 1776 llevó al debate el ejemplo funesto de los omnipotentes
los diversos estados, lo que era inevitable en la convención y en legislativos y puso de relieve los peligros de la democracy. U no de
relación con la ratificación del proyecto de Constitución, pero que los compromisos que surgieron de ese debate fue el del colegio de
significó también el comienzo de un interminable debate sobre electores (electoral college). Quedaba a juicio de cada estado el
los «states’ rights». <3ue sus electores fuesen elegidos por sufragio universal o por el
O tro com prom iso, esta vez entre los estados del Norte y del legislativo. La convención constitucional rechazó la elección del
Sur, consistía en tres disposiciones sobre los esclavos. ¿P or qué Presidente por medio de la Cámara de Representantes y del Sena­
— preguntaban los del Norte— habrían de ser considerados los do, impidiendo así el desarrollo de un sistema de gobierno parla­
esclavos en el Sur com o propiedad, siendo contados al mismo mentario con responsabilidad ministerial. La decisión a favor del
tiempo com o hombres al calcular los puestos de diputados? Des­ sistema presidencialista estaba tomada.

40 41
La división tripartita del gobierno federal correspondía, al igual no se había establecido de nuevo un simple acuerdo estatal entre
que las divisiones entre poderes de los gobiernos de los diversos los gobiernos de los diversos estados.
estados, a los principios de la división de poderes y de su control El Congreso continental, que celebraba simultáneamente sus
mutuo (balanced government). El legislativo, igualmente dividido sesiones en Nueva York, discutió el proyecto inmediatamente, pero
en sí y denominado colectivamente Congress, recibió los plenos po­ renunció, después de tres días de debates, a tomar una postura
deres que había venido exigiendo en vano el Congreso de la Con­ propia y pasó el proyecto a los estados miembros para su ratifica­
federación, especialmente la atribución de fijar impuestos y aran­ ción. En el intenso debate público que se desencadenó inmediata
celes y de organizar el com ercio exterior y el com ercio entre los mente y que duró unos nueve meses, los defensores del proyecto
estados miembros de la unión y con los indios. Los diversos estados de constitución se presentaron bajo el nombre de federalists. Lo­
ya no podrían seguir emitiendo papel moneda. El presidente reci­ graron imponer a sus adversarios la denominación anti-federalists,
bió poderes relativamente mucho mayores que los que poseían la pese a que éstos, conform e al significado de esta palabra en aque­
mayoría de los gobernadores de los estados. Con su poder de veto, lla época, defendían la estructura federalista de la Confederación,
actuaba sobre la legislación; con el nombramiento de los jueces del mientras que los federalistas querían implantar un «national go­
Tribunal Federal Supremo, sobre la com posición personal del po­ vernm ent» o — según o tro modismo de la época— un «Consoli­
der judicial. C om o comandante supremo del ejército y de la marina, dated government».
com o distribuidor de importantes cargos administrativos (en parte ¿Q ué motivaciones dividían, entonces, a los políticos y electores
con la aprobación del Senado) y com o ejecutor de la política inte­ de todos los estados en partidarios y adversarios de la propuesta
rior y exterior, recibía un amplio campo de juego para las iniciati­ constitucional? ¿Por qué rechazaban el nuevo sistema destacados
vas políticas. Los cargos vitalicios (during good behaviour) y la políticos de Virginia, por ejem plo, como Ricard Henry Lee, Patrkk
amplia misión de hacer respetar la «ley de la nación» aseguraban Henry y George Masón, mientras que otros políticos del mismo
la existencia de un poder judicial independiente y poderoso. Estado y en las mismas condiciones económicas, com o George
La especificación de las tareas de los tres órganos del gobierno Washington y James M adison, lo defendían? La respuesta a esas
federal y su constitución representaban ya el meollo de la solu­ preguntas ha sido objeto de controversia hasta el día de hoy. Re­
ción del problema federalista. La fortaleza del gobierno federal ducir los factores determinantes a los distintos intereses de los
habría de consistir en el futuro en que la Constitución federal, las capitalistas y de los terratenientes, tal com o intentó hacer Charles
leyes federales y los tratados internacionales formaban «th e supre- Beard en 1913 en su A n econom ic interpretation o f the Constitu-
me law o f the land» (artículo V I). La Constitución obligaba a to­ tion o f the United States, solamente es válido en muy pocos casos
dos los jueces a hacer respetar esas leyes a todo ciudadano de los Los análisis más recientes de los resultados de las elecciones y las
Estados Unidos (no a los organismos de lo diversos estados). Con muestras de votación en los legislativos de los diversos estados
este fin, la Unión podía utilizar el poder militar en caso de pro­ permiten reconocer constantes, sin embargo, que pueden aclarar
ducirse una emergencia la conducta política desde los años ochenta del siglo x v m , des­
componiéndola en categorías de beneficio económico y juicios de
valor social. La capacidad de producción, la proximidad a los mer­
Los Artículos de la Confederación, a los que no se aportó ningu­ cados de venta y la conciencia de la unión y dependencia con res­
na cláusula de disolución, requerían, para ser enmendados, la apro­ pecto al desarrollo comercial a escala mundial parecen haber des­
bación de los legislativos de todos los estados. La violación a la empeñado un papel importante en la polarización de las opiniones
Constitución que se efectuó en 1787 consistió en que la conven­ Políticas. Los comerciantes al por mayor y los agricultores que pro­
ción estipulaba en el proyecto de constitución que la aprobación ducían un excedente, com o los campesinos del Norte y los propie­
por parte de convenciones de ratificación, elegidas a ese efecto en tarios de las plantaciones del Sur (los cuales sólo podían existir en
nueve estados, era suficiente para que entrara en vigor la nueva territorios dotados de vías de comunicación), esperaban de un fuer­
Constitución. La elección directa de las convenciones tle ratificación te gobierno federal la estabilidad política y el auge económ ico. Los
y la formulación « W e the peo pie o f the United States» en el turistas, los artesanos y otros habitantes de las ciudades — así com o
preámbulo habrían de poner de relieve que la aprobación por par­ sus periódicos— veían unidos sus intereses a las ventajas de esos
te del pueblo era lo que legitimaba a la Constitución federal y que grupos comerciales. Jackson T . Main llamó a los representantes po-

42
43
Uticos de ese grupo los «.commercial<osmopolitans»: sabían que blico, una amplia justificación teórica del nuevo sistema de go­
podían extraer ventajas del poder gubernamental a un nivel federal, bierno; justificación ésta que es considerada hasta el día de hoy
por ejemplo, para orientar la política financiera hacia sus intere­ com o un auténtico comentario constitucional y una obra clásica de
ses, ampliar las vías de comunicación e impulsar con todas sus la teoría política americana. En el invierno de 1787 a 1788, los
fuerzas el desarrollo económ ico; no les asustaban los costos adicio­ periódicos de Nueva Y o rk publicaron una serie de artículos de
nales del nuevo aparato gubernamental; se consideraban pertene­ Alexander Hamilton, James Madison y John Jay. En 1788 apa­
cientes a las clases cultas y estaban dispuestos a apoyar también recieron en forma de lib ro, bajo el título T he federalist: a collec-
el desarrollo cultural de las ciudades y las instituciones de ense­ tion of essays written in favour o f the new constitution 18. En los
ñanza; tenían tendencia a considerar a sus adversarios políticos en artículos 10 y 51 de esa declaración federalista explicaba Madison
el interior del país com o incapaces en cuestiones políticas y econó­ la multiplicidad de los intereses conflictivos y la formación de par­
micas y com o enemigos obtusos de todo gobierno eficiente en gene­ tidos basándose en la «m ultiplicidad de las capacidades humanas»
ral. Estos políticos, llamados por Main «agrarian-localists», repre­ y en las aspiraciones de propiedad y poder. Una república territo­
sentaban a los pequeños agricultores, frecuentemente cargados de rialmente grande ofrecía, con su multiplicidad de grupos de intere­
deudas, de los territorios escasamente poblados; se veían ya insu­ ses, la posibilidad de im pedir el dominio de un grupo de intereses
ficientemente representados en los legislativos existentes y sólo — bien fuesen los de los acreedores o los de los deudores, el interés
esperaban de la nueva delegación de poder en asamblas aún más agrario, el interés comercial o el manufacturero— y de im poner el
alejadas, en las que predominarían los pretendientes a aristócratas, respeto al bien común y a la libertad del individuo hasta un cier­
una pérdida mayor de sus derechos al autogobierno; trataban de to grado; «Am bition m ust be made to counteract am bition» era
reducir lo más posible los costos del gobierno; apenas podían con­ la consigna de Madison y de otros federalistas. La representación,
tar con obtener cargos públicos bien remunerados, y en lo que se la división de poderes y la división federal del poder eran las
refería a sus escuelas, iglesias y caminos, tenían que pagárselas estructuras organizativas d e las que esperaban ese efecto.
ellos mismos de todos modos; los financieros y los comerciantes El 13 de septiembre de 1788, el Congreso de la Confederación
de la ciudad eran antes sus enemigos que sus aliados, pues los inte­ constataba formalmente la ratificación de la Constitución federal
reses que cobraban por los créditos y los precios eran siempre muy (Carolina del Norte y R h ode Island la aprobaron posteriormente;
elevados; sólo confiaban en sí mismos, y por eso exigían más demo­ en 1789 y 1790, respectivamente) y fijaba la elección del presi­
cracia, en el sentido de atribuciones locales de decisión 17. dente, de la Cámara de Representantes y del Senado para febrero
Ese estado de ánimo sirvió de base a la resistencia de los anti- y marzo de 1789. Nueva Y ork habría de ser por el mom ento la
jederalists. Uno de sus portavoces, el popular Patrick Henry, acusó sede de los organismos federales.
a la convención constitucional de haberse sobrepasado en sus Echando una mirada retrospectiva, el primer gran éxito que se
atribuciones y advirtió del peligro que significaba para la libertad, puede atribuir a los anti-federalists consistió en que, precisamente
sobre todo para la libertad de las « middling and low er classes», la por su desconfianza hacia los plenos poderes del gobierno federal,
constitución de un poderoso gobierno central. Melanchton Smith, obligaron a que la Constitución fuese ampliada con una declaración
antifederalista de Nueva Y ork, temía igualmente que el gobierno de los derechos elementales del hombre. En esta Bill o f Rights de
federal que había sido propuesto anulara la influencia de la la Unión se basó la capacidad de adaptación y el desarrollo ulterior
«middling class». Además, algunos políticos que habían conquis­ del constitucionalismo americano en los siglos x ix y xx. El primer
tado considerables posiciones de poder en su estados — com o, poi Congreso bajo la nueva Constitución decidió, en septiembre de
ejem plo, el gobernador Clinton de Nueva Y ork— no estaban dis­ 1789, acceder a las peticiones de varias convenciones de ratifica­
puestos a subordinarse a un gobierno federal fortalecido. También ción y presentar proyectos de «amendments» — añadiduras, en rea-
la situación política en los diversos estados determinaba la acti­ 7™d— a k Constitución, en los que se garantizasen algunos dere­
tud ante el proyecto de constitución. Numerosos políticos de chos elementales. El Congreso, constituido en su mayoría por fe­
Nueva Y ork, Rhode Island y también de Virginia creían poder deralistas, veló por que con ello no fuesen disminuidas las atribu­
resolver por sí mismos sus problemas. ciones de la Unión. D e las centenares de solicitudes relativas a
Los partidarios del proyecto constitucional, obligados a adoptar cambios en la Constitución, el Congreso desechó peticiones tan
una actitud defensiva, presentaron, en el transcurso del debate pú­ radicales com o la de la aplicación del mandato imperativo. Final­

44 45
mente, diez enmiendas fueron aprobadas por las reglamentarias cantos de alabanza a la C on stitu ción se convirtieron en p ocos años
tres cuartas partes de los estados, pasando a ser parte integrante en un ritual, que nada decía de lo s objetivos políticos de quienes
de la Constitución el 15 de diciembre de 1791. Los primeros och o los entonaban. Sin em bargo, el con sen so retórico dem ostraba que
artículos adicionales representaban, junto a las secciones 9 y 10 habían sido encontrados un lenguaje com ún y unas instituciones
del primer artículo constitucional, un catálogo de derechos ele­ comunes, por m ed io de los cuales se creía poder interpretar las
mentales. El primer artículo adicional prohibía al Congreso la intenciones. C om o el texto de la Constitución dejaba muchas
implantación de una religión estatal, la limitación de la libertad preguntas sin contestar, la realidad constitucional tuvo que ser fi­
de cultos, de la libertad de expresión, de la libertad de prensa, jada continuam ente mediante enfrentam ientos políticos.
de la libertad de reunión y del derecho de petición. Los demás El consenso de 1787 n o era su ficien te, por ejem plo, para esta­
artículos garantizaban el derecho a la posesión de armas, a la blecer un derecho electoral unitario a nivel federal. D el B ill o f
garantía contra allanamientos arbitrarios y algunos derechos pro­ Rigbts de la Unión tam poco podía d ed u cir nadie una pretensión al
cesales, com o los tribunales de jurados y el derecho a negarse a derecho a voto en la elección d e representantes. La solución a
declarar. Sin un «adecuado proceso ju rídico» (du e process o f law), estas cuestiones quedaba a cargo d e los legislativos d e los diversos
se declaraba en el quin to artículo adicional, no se puede quitar a estados. El resultado fue la m ultiplicación de los reglamentos y un
nadie la vida, la libertad o su propiedad. Aquellos artículos intro­ desarrollo regional diferenciado en la participación electoral. En
ducidos en la C onstitución, que, com o el primero y el quinto, no Verm ont, en 1777, se con cedió p o r primera vez el derech o de
afectaban expresamente a los gobiernos de los diversos estados, sufragio simple a todos los h om bres adultos. En Nueva Y o rk , a
protegían a los ciudadanos sólo de las intervenciones del poder partir de 1804, ejercían el derecho de sufragio simple tod os los
federal. Hasta el catorceavo artículo adicional (1868) quedó sin adultos que pagasen al año 25 dólares de arrendamiento por tierras
aclarar cuáles eran los derechos elementales que estaban garantiza­ u otros bienes. En Nueva H am pshire pudieron votar tod os los
dos a todos los ciudadanos de todos los estados miembros y que contribuyentes masculinos, a partir d e 1784; en Massachusetts, a
les protegían frente a cualquier legislativo. El derecho a la pro­ partir de 1811; en Pensilvania, a partir de 1776; en D elaw are, a
piedad fue el primer derecho elemental garantizado en todos los partir de 1791. En Nueva Jersey, Carolina del N orte y G eorgia
sitios de la Unión. « E l derecho a adquirir una propiedad y a man­ podían votar todos los contribuyentes masculinos blancos. L os esta­
tenerla de manera segura — declaraba el Tribunal Supremo de dos de Tennessee, O h io y Luisiana, incorporados a la U nión entre
Justicia en 1792— es un derecho elemental del hom bre, natural, 1789 y 1815, concedieron el d erech o a voto a los contribuyentes
innato e inalienable. Los hombres tienen un sentido de la propie­ blancos. Com o casi todos los h om b res adultos pagaban al m enos el
dad (a sense o f property). La propiedad es para ellos una necesi­ impuesto personal (poli ta x), el d e r e ch o electoral de los co n trib u ­
dad vital, corresponde a sus necesidades y deseos naturales. El yentes se acercaba al sufragio universal masculino, aunque hay que
deseo de asegurarla fue uno de los objetivos que les m ovieron a especificar que p or derecho electoral se entiende siempre s ó lo el
reunirse en una sociedad [ . . . ] El mantenimiento de la propiedad derecho activo a v o to . Todavía n o h an sido suficientemente in vesti­
[ . . . ] es un fin primario del contrato social» l9. gadas las repercusiones q u e tuvieron en la mayoría de los estados
los índices más elevados d e prop ied a d sobre el derecho p a sivo a
voto. A llí donde el Congreso podía determinar por sí m ism o e l d e ­
El mayor éxito del m ovim iento en favor de la Constitución fede­ recho de sufragio, en los nuevos territorios establecidos en tierras
ral consistió en que las violentas discusiones que hubo en torno a federales del O este, se encontró d isp u esto, a partir de 1811, a co n ­
su ratificación no condujeron ni a la secesión de algunos estados ni ceder el derecho a voto en todos lo s asuntos relativos a la au toa d­
a la resistencia pasiva por parte de grandes sectores de la pobla­ ministración a todos los hom bres a du ltos que pagasen im puestos
ción. La autoridad d e la Constitución creció con el rápidamente y que tuviesen un año de residencia. La participación electoral m e­
difu n d ido convencim iento de que había surgido sobre la base de dia en las elecciones a la Cámara d e Representantes o sciló a p ro x i­
un poderosísim o consenso. Ya en 1791 declaraba sin ambages uno madamente, en los años anteriores a 1795, entre un 15 y u n 40
de los nuevos jueces federales: «E l hombre necesita un ídolo. Y P°r 100 de los blancos adultos. E n tre 1804 y 1816 aum entó a más
nuestro ídolo político ha de ser la Constitución y las leyes» 20. Los del 60 por 100 en varias elecciones d e gobernadores 21

46 47
VI. LA POLITICA ECONOMICA DE HAMILTON que tenía la Unión de devolver, pagando los intereses, los 11,7
millones de dólares que había recibido del gobierno francés y de
La dirección de la economía por parte del poder colonial no des­ los banqueros de Amsterdam. Sin embargo, algunos estados nega­
apareció después de la Independencia para pasar a manos de un ban a la Unión la atribución de hacer que recayeran sobre ellos,
Estado dormilón adicto a las frases hechas. Por el contrario. El retribuyéndoselas en el curso del tiempo con un cierto interés,
inseparable entrelazamiento entre el proceso de decisión política, incluso las deudas que, p or un m onto de 40,4 millones de dóla­
el poder militar y el desarrollo económ ico se hizo más evidente que res, habían sido contraídas con los grandes y pequeños capitalistas
nunca después de la guerra recién terminada, de la depresión de nativos (unos 25 millones d e las mismas consistían en obligaciones
1783 a 1787 y de las polémicas en torno a la financiación de la de los estados ante ciudadanos). La posibilidad de hacer esto, ase­
guerra y ante el homogéneo sistema económico de las potencias gurando así a la Unión el poder de un distribuidor central, era el
europeas. Agricultores y comerciantes, artesanos y propietarios de objetivo principal del programa económico formulado por Alexan-
manufacturas, banqueros y especuladores exigían la intromisión del der Hamilton en su calidad de primer secretary of the Treasury
legislador en favor suyo. D e la gran « fostering hand o f govern­ (First report on public credit, enero de 1790; Report on the esta-
m ent» esperaban, además, la salvaguardia del interés común frente blishment of a mint, junio de 1790; Second report on public cre­
a los intereses particulares. Por eso en las constituciones estatales dit, diciembre de 1790). H am ilton era partidario también de sal­
y en la Constitución federal se otorgaron a los órganos políticos dar por su precio nominal las obligaciones del Estado, las cuales
plenos poderes que no conducían ni a un orden económ ico pura­ habían bajado mientras tanto en su cotización, al igual que otros
mente intervencionista y proteccionista ni a uno puramente priva­ valores, y habían sido compradas por especuladores. Tanto en
d o y librecambista, sino a un orden económ ico «m ixto» 22. El sis­ aquella época como después, algunos críticos del programa de
tema de licencias estatales para los bancos y los monopolios garan­ Hamilton señalaron que el mismo redundaba más en beneficio de
tizados por el Estado, en forma de chartered Corporations, son los capitalistas que habían com prado las obligaciones del Estado
ejemplos de las repercusiones concretas de la concepción mixta. que de los pequeños campesinos sin capitales. Después de violentos
La minoría que consideraba el negocio bancario, por ejemplo, com o debates, que se alargaron durante meses en el Senado y en la Cá­
un ramo industrial más, no pudo imponerse. Junto a los bancos, mara de Representantes, la propuesta de Hamilton se vio respal­
fueron considerados com o corporaciones las compañías constructo­ dada por una modesta mayoría en el verano de 1790. Con el fin
ras de carreteras, las compañías de seguros y las manufacturas tex­ de crear un ordenado m ercado de capitales, Hamilton propuso la
tiles. Las rnixed corporations, fundadas con la participación de los fundación de un banco nacional con funciones equivalentes a las
gobierno estatales, resultaron ser un instrumento de desarrollo de un banco central. Para 1790, sólo existía en los tres centros
especialmente útil. El estado de Pensilvania, por ejemplo, participó comerciales de Filadelfia, N ueva Y ork y Boston un banco incorpo­
con un millón de dólares en 1793 y con dos millones de dólares rado a los correspondientes legislativos.
en 1815 en los dos bancos incorporados a él. También ese plan chocó con la más violenta resistencia en el
Congreso. Madison advirtió del peligro de la posición monopolista
que ocupaba el banco nacional. N o creía en la eficacia de medidas
T odos los grupos que se encontraban representados a partir de de política fiscal, porque consideraba la carencia de bienes com o
1787 en la Cámara de Representantes y en el Senado, así com o el la mayor dificultad de la econom ía americana, pobre en divisas.
presidente, con sus colaboradores más destacados, veían unánime­ Esperaba poder otorgar ayuda a los agricultores mediante expor­
mente la necesidad de asegurar a la Unión tanto frente a las intro­ taciones lo más libres posibles y mediante la importación de mer­
misiones de las grandes potencias europeas com o ante el peligro cancías acabadas lo más baratas posibles. En la Cámara de Repre­
de que ese Estado, tan grande en superficie, fuese a desintegrarse sentantes declaró:
por los intereses regionales que él unía. Y sólo una activa política
económica podría hacer frente a ambos peligros. Una de las pri­
J^e manifiesto en pro de un sistema comercial muy libre, y creo que las
meras decisiones político-económicas de la Unión tenía que estar
■nutaciones al comercio son injustas, en su mayoría, represivas y poco
encaminada a asegurar su solvencia en Europa y fortalecer su ■nteligentcs Si se deja el camino libre a la aplicación y al trabajo, éstos
crédito ante la propia población. Era casi indiscutible la obligación ^ orientarán, por regla general, a cosas del mayor provecho; y harán

48 49
esto con una seguridad mayor de lo que podría hacerlo, en su sabiduría, viviendas y tierras; y por cada esclavo entre los doce y los cin­
el legislativo más ilustrado cuenta años de edad había que pagar 50 centavos a la Unión.

Hamilton, por el contrario, veía la clave para el desarrollo de


los recursos americanos en un mercado de capitales flexibles, diri­ VII LOS JEFFERSONIANOS Y EL CAMBIO DE PODER DE 1801
gido por el gobierno federal, que beneficiara también a la agri
cultura, y en la imposición de aranceles a las importaciones o de La política económica del gobierno de Washington, audazmente
primas a favor de las manufacturas, lo que haría más indepen­ concebida e inteligentemente aplicada por Hamilton, obligó a los
diente a América de los productos acabados europeos (R eport of miembros del Congreso a tom ar una postura a favor o en contra
manufactures, 1791). «L o que hizo el gobierno — así se puede de la Administración; igualmente, otras diferencias en y entre los
caracterizar la concepción de Hamilton— no fue más que imponer poderes ejecutivo y legislativo, en torno a las decisiones funda­
contribuciones a un grupo de la población (en su mayoría, compra­ mentales de los primeros cuatro períodos legislativos (1789-1797),
dores de mercancías importadas y agricultores cerealistas que utili­ condujeron a la formación d e dos partidos. La Cámara de Repre­
zaban su cosecha para la destilación de whisky), en provecho inme­ sentantes y el Senado se dividieron pronto en «friends o f Govern­
diato de otro pequeño grupo de la misma (propietarios de las ment», que también se llamaban a sí mismos « friends o f order»
obligaciones del Estado). Y esto se hizo con la intención de lograr o « federal interest», y miembros de la oposición, cuya resistencia
a largo plazo un mayor beneficio para todo el país. El gobierno conjunta se convirtió rápidamente de un « Republican interest» en
se decidió por el ahorro forzoso, com o un medio para proveer de un « Republican Party» relativamente bien organizado. Madison
pasó a ser el adversario de Hamilton y organizó en la Cámara de
capital al subdesarrollado país» 24.
Representantes a los críticos de la Administración. La reacción
Washington firmó la ley para la fundación del banco nacional
ante los acontecimientos europeos desempeñó un papel importante
en febrero de 1791, y el Bank o f the United States abrió pronto
en la determinación de la identidad de ambos partidos. La noticia
filiales en todas las grandes ciudades marítimas. Las acciones eran
del ajusticiamiento de Luis x v i y de la declaración de guerra por
tan codiciadas que pronto se cotizaron por encima de su valor
parte de Francia a Inglaterra y a los Países Bajos desencadenó, en
nominal. Su popularidad entre los capitalistas de Europa puede
abril de 1793, un acalorado debate público en el que se enfrenta­
medirse por el hecho de que en 1793, 13.000 acciones habían sido ron pronto republicanos francófilos, que miraban con simpatía la
suscritas por extranjeros, y 18.000 en 1809. De los 10 millones a
revolución francesa, y federalistas anglofilos, que estaban horrori­
que ascendía el capital social del banco, en 1809 no menos de 7,2
zados ante los acontecimientos en Francia. La fuerte discusión que
millones provenían de Europa.
se mantuvo en 1795 en torno al tratado Jay con Inglaterra (p. 55)
agravó la polarización de fuerzas. Cuando Washington renunció a
Presentar su candidatura p o r tercera vez, se produjo, en 1796, la
La facultad de la Unión de imponer impuestos fue utilizada am­
Primera campaña electoral presidencial determinada por una cons­
pliamente por los federalistas. Los ingresos principales de la Unión
telación de dos partidos. E l federalista John Adams obtuvo una
tenían que provenir en primer lugar de los aranceles de importa­
ción y exportación. Porque antes de que pudiesen ser cobrados mayoría moderada en el colegio electoral. Jefferson, su adversario
los impuestos directos (impuesto personal, poli tax, e impuesto en la candidatura, se convirtió en vicepresidente, puesto que la
sobre la renta), había que esperar al primer censo (1790). El pri­ Constitución ignoraba todavía a los partidos y solamente preveía
mer derecho sobre el consumo, el impuesto sobre el whisky, de utla elección conjunta para ambos cargos. Víctima de la lucha por
1791, desencadenó, en el otoñ o de 1794, la primera resistencia el Poder entre federalistas y jeffersonianos fue, en 1798, la libertad
armada contra el gobierno federal, la rebelión del whisky. En de expresión y de prensa. La mayoría federalista en el Congreso
1794, la Unión estableció un impuesto sobre las bebidas alcohóli­ Promulgó cuatro leyes para restringir la actividad periodística de
cas, los carruajes, el rapé y otros artículos de lujo; en 1791 se oposición (Alien and Sedition Acts). Como algunos de los me-
creó un timbre fiscal para los documentos de carácter jurídico jpres publicistas jeffersonianos eran de nacionalidad inglesa y
El primer impuesto federa! directo, de 1798, afectaba a todas las ancesa, en esas leyes se com binaba la limitación de los derechos

50 51
de los nuevos inmigrantes con las rígidas ordenanzas de prensa En la primera década de política federal bajo la nueva Consti­
relativas a la ofensa y la calumnia. Los federalistas con togas de tución, la rivalidad de dos partidos desempeñó un importante pa­
jueces utilizaron las leyes para llevar a cabo una burda legislación pel integrador. Aminoró el efecto inhibidor del principio de la
partidista. división de poderes, enseñando a políticos y electores a percibir,
La campaña electoral de 1800 se convirtió en una irreconciliable junto a sus problemas regionales, también los problemas federales
confrontación ideológica entre federalistas y jeffersonianos. La aca­ y a participar en su resolución. D e esta manera, el primer sistema
lorada propaganda de ambas partes llenó periódicos y folletos. Pa­ bipartidista contribuyó también a la consolidación del nuevo
rece ser que hubo hijos desheredados, matrimonios divorciados, en­ Estado.
tierros boicoteados, criadas despedidas y clubs de baile divididos. Después de la subida al poder de Jefferson en 1801, la políti­
Ninguna de las partes se presentaba con un claro programa de ca económica n o sufrió ese cam bio en contra del poder y en favor
gobierno, y la motivación de los electores ha sido objeto de con­ del agro que hubiese pod ido esperarse o temerse ante la retórica
troversia hasta el día de hoy. L o que es indiscutible es que los desplegada en la campaña electoral. Su capacitado secretary of the
jeffersonianos agitaron los ánimos de los descontentos y llamaron Treasury, Albert Gallatin (1801-1814) disminuyó los gastos del
a que se pusiese fin al «poder aristocrático» de los federalistas, aparato gubernamental y redujo, hasta 1811, la odiada deuda na­
y que los federalistas previnieron contra el ocaso de la libertad y cional de 83 a 45 millones d e dólares. Al mismo tiempo suprimió
el triunfo del ateísmo en la persona de Jefferson. Los jeffersonia­ todos los impuestos federales. Sin embargo, los enfrentamientos
nos se identificaron con los intereses de los pequeños y medianos con las potencias beligerantes de Europa, que pronto se agudiza­
agricultores, reprochando a los federalistas haber favorecido a los ron, obligaron a Jefferson y a la mayoría de los republicanos en
unilaterales intereses del com ercio y del capital. La victoria de los el Congreso a aplicar ampliamente los poderes federales, haciendo
jeffersonianos, también en las elecciones para la Cámara de Re­ lo que habían criticado a los federalistas: compraron una tercera
presentantes, mostró que la insatisfacción provocada por el dom i­ parte del continente al oeste del Misisipí (1803), declararon un em­
nio de los federalistas era grande, sobre todo en aquellos territo­ bargo comercial total (1807) y, finalmente, una guerra (1812).
rios en los que el crecimiento económ ico había conm ovido al má­
xim o la vieja estructura de las jerarquías sociales. Los territorios
en los que los federalistas tuvieron la mayoría se encontraban po­ VIII. ACUERDO CON EUROPA: COMERCIO EXTERIOR, DIPLOMACIA
blados desde hacía mucho tiempo, crecían sólo lentamente y te­ Y GUERRA, 1789-1815
nían una población relativamente homogénea. Los territorios en
los que se impusieron los republicanos se caracterizaban por su ex­ La agricultura y la navegación, sectores fundamentales de la eco­
pansión y sus rápidos cambios. Las elecciones, no pueden ser nomía nacional americana, impusieron a la política exterior del go­
explicadas por una simple confrontación entre la ciudad y el cam­ bierno federal uno de sus grandes objetivos: la adquisición y am­
po. En Baltimore, por ejemplo, un grupo de ambiciosos comercian­ pliación de mercados para la exportación y el aseguramiento de las
tes republicanos reemplazó en el poder, en la provincia de Mary- rutas comerciales en el Atlántico y las vías fluviales del Oeste ame­
land, a los viejos federalistas derrocados. En Charleston, Nueva ricano, sobre todo la del M isisipí. Sin ejército y sin marina de
Y ork y Salem logró agruparse igualmente un número suficiente de guerra, ese país agrario solamente podía perseguir esos dos objeti­
florecientes comerciantes que se sentían excluidos de los bancos, vos si seguía aprovechándose de las luchas de los europeos por la
de las compañías de seguros y de los círculos políticos dominados . e8ejnonía, tal como las había aprovechado en su lucha por la
por los federalistas. Por eso apoyaban a la op osición 25. independencia. Pese a todos los esfuerzos que hizo el gobierno
A partir de 1800, los federalistas no volvieron a obtener el po­ . eral en l ° s veinticinco años siguientes a 1789 no logró que
der a nivel federal. N o obstante, a John Marshall le fue posible ? s. eutopeos renunciaran a sus restricciones comerciales. La opo-
imponer ampliamente su interpretación de la Constitución en el icion, dirigida por Madison y Jefferson, pidió a partir de 1789
Tribunal Federal Supremo. También en los diversos estados, las gk^ se tomasen represalias, especialmente contra Inglaterra. Exi-
concepciones exclusivistas y paternalistas de los federalistas entra­ - es Guaneras y navales de carácter discriminatorio. La ma-
ban cada vez más en contradicción con la reivindicación popular rxa jos federalistas se conform aron con tres moderadas leyes
de respeto y autodeterminación para el common man. naneras (1789, 1792), por las que se les reservaba a los buques

52 53
rentable comercio. El gobierno británico se comprom etió a evacuar
americanos el com ercio costero nacional y se establecían derechos
inmediatamente las plazas fuertes que le quedaban todavía en el
de aduana a favor de los barcos americanos. Com o quiera que la
noroeste del territorio americano y abrió los puertos en la India a
política comercial de los europeos era parte de su política de
los americanos. Todas las demás peticiones, sobre todo la de reci­
seguridad, éstos no se dejaron impresionar por los aranceles ameri­
procidad (reciprocity) en los derechos comerciales y navales, fueron
canos. Las flotas mercantes no sólo representaban el instrumento
rechazadas o delegadas al arbitrio de comisiones mixtas. El Senado
principal de las economías nacionales rivales para el aprovecha­
ratificó el tratado de Jay, pero una gran parte de la opinión pú­
miento de los monopolios comerciales con las propias colonias y
blica americana lo condenó com o una vergüenza nacional: ¡Ingla­
para la adquisición de capitales con la navegación comercial inter­
terra seguía ejerciendo todavía el control sobre América!
nacional, representaban al mismo tiempo un prometedor «criadero»
Com o resultado del tratado Jay, el gobierno de Washington o b ­
(the nursery) para la marina de guerra: con la pérdida de las
tuvo, en octubre de 1795, un favorable tratado de amistad con
colonias de tierra firme, Inglaterra había perdido una tercera parte
España (tratado de Pinckney o tratado de San Lorenzo). Por
de su flota comercial V los astilleros y bosques americanos. Por
temor a una acción conjunta de ingleses y americanos contra
eso era tanto más importante ahora el mantenimiento del m onopo­
Luisiana, el ley español con cedió el deseado derecho de navegación
lio comercial con las colonias que quedaban y el fom ento de la
por el Misisipí. El curso m edio del río habría de ser la frontera
marina mercante británica mediante unos derechos aduaneros
con Luisiana, y el paralelo 31 la frontera con la Florida occiden­
discriminatorios. Todas las tentativas diplomáticas que emprendie­
tal. Ambas partes se com prom etían a no seguir utilizando a los
ron los americanos entre 1789 y 1815 se estrellaron contra una
indios de los territorios fronterizos com o espías y avanzada.
rígida combinación de resentimiento e ideas de seguridad. Tam poco
Inmediatamente después de la enconada lucha política en torno
se logró una reorientación del comercio exterior hacia Francia,
a una solución contractual de las relaciones con Inglaterra, y ante
porque a los republicanos franceses les parecía demasiado des­
los repetidos intentos franceses por influir sobre la política com er­
ventajoso, en la situación de guerra a partir de 1793, el ideal
cial americana, Washington, en el discurso de despedida que pro­
americano del libre com ercio entre ambas repúblicas.
nunció en septiempbre de 1796, defendió la hasta entonces exitosa
Después de la declaración de guerra de los revolucionarios
política de la independencia frente a las grandes potencias belige­
franceses a Inglaterra y Holanda en febrero de 1793, los europeos
rantes de Europa. Su idea no era la de un aislamiento basado en
expulsaban mutuamente de los mares a sus buques mercantes
la autosatisfacción. Su ob jetivo era más bien el reforzamiento del
Pero los ejércitos necesitaban más víveres que nunca. Los ame­
peso político de los Estados Unidos en el futuro, mediante el des­
ricanos se aprovecharon todo lo que pudieron de sus ventajas de
arrollo de su economía, y especialmente del com ercio exterior.
país neutral. El valor de las exportaciones anuales aumentó de 26
Sin embargo, la premisa para las relaciones comerciales universales
millones de dólares en 1793 a 108 millones en el año del embargo
era la neutralidad. En caso de necesidad, declaraba Washington,
de 1807. Las resoluciones tomadas por el Consejo de la Corona
estarían justificadas las tem porary alliances. Las permanent al-
británica, en junio y noviembre de 1793, despertaron los ánimos
liances, por el contrario, sólo podrían redundar en perjuicio de
bélicos de los americanos. Con el fin de cortarle a Francia la lle­
América. Pues los europeos tenían algunos «intereses primarios»
gada de víveres de América, el Consejo de la Corona declaró a
que no eran compartidos por los americanos. Si la Unión se man­
los víveres com o contrabando e hizo detener a los buques mercan­
tenía hasta que sus instituciones, todavía jóvenes, se fortaleciesen
tes americanos, sobre todo en el mar Caribe, que llevasen produc­
y adquiriesen experiencia, si seguía imperturbable «desarrollándose
tos de una colonia francesa o que fuesen a descargar mercancías
hasta el grado de fortaleza y consistencia necesario para determinar
en una colonia francesa. Sin embargo, los dirigentes federalistas
su propio destino, según la humana prevención», entonces llegaría
no estaban dispuestos a acceder a los deseos de guerra, y Washing­
también el momento «en el que podamos adoptar la actitud que
ton envió al juez supremo federal John Jay com o embajador ex­
haga que sea cuidadosamente respetada la neutralidad que podamos
traordinario a Inglaterra. Jay firmó, en noviembre de 1794, el
desear en tod o momento [ . . . ] , en el que podamos elegir entre la
tratado que lleva su nombre, cuyo mérito principal consistió en
Paz y la guerra, tal com o parezca aconsejarlo nuestro interés basa­
evitar un enfrentamiento militar que hubiese puesto en peligro la
cohesión de la Unión. En lugar de ello, se inició una década de do en la ju sticia»26.

54 55
A partir de julio de 1796, el directorio francés ordenó la deten­ las naciones; intrincadas alianzas (entangling alliances), con nin­
ción de los buques americanos que se dirigiesen a puertos ingleses guna» 28.
o hubiesen recalado en ellos. Com enzó un mutua guerra de corso,
que pronto se llamó «casi guerra». El gobierno federal no disponía
de una marina de guerra digna de tal nombre, porque los podero­ Sin embargo, el com ercio exterior americano cayó primero en
sos intereses agrícolas en el Congreso se habían opuesto tenaz­ el engranaje de los decretos napoleónicos tendentes al bloqueo con ­
mente a su formación. El sucesor de Washington, John Adams tinental y de la correspondiente serie de 24 ordenanzas del Con­
(1797-1801), evitó la guerra abierta mediante una nueva ofensiva sejo de la Corona británica, dirigidas a encauzar por puertos in­
diplomática que le costó el apoyo político del ala de su partido gleses y en beneficio de Inglaterra el comercio de los países neutra­
adicta a Hamilton y apenas trajo a la Unión un provecho palpable. les. Las levas forzosas de marineros indignaron especialmente a la
Napoleón, primer cónsul desde diciembre de 1799, quería ver al opinión pública en América. Desde le reanudación de la guerra
gobierno americano lo más independiente posible de Inglaterra y marítima entre Francia e Inglaterra, en mayo de 1803, había ido
terminó la guerra de corso en la convención de 1800 (llamada tam­ aumentando esa forma de privación de la libertad y servicio mili­
bién tratado de Mórtefontaine). tar forzoso. Se calculan en unos 10.000 los marineros que fueron,
El acuerdo pacífico con Napoleón tuvo consecuencias muy ven­ secuestrados de los barcos americanos entre 1793 y 1811. Los co­
tajosas, ya que éste vendió al gobierno de Jefferson, en 1803, cerca mandos de reclutamiento de la Royal Navy, que operaban de esta
de una tercera parte de lo que es el actual territorio de los Estados forma en alta mar, declaraban únicamente que recobraban a los
Unidos, la Luisiana española (no confundirla con el actual Estado, desertores. Después de un ataque, especialmente provocador, ante
mucho más pequeño, de igual nombre), que había sido entregada las costas de Virginia en ju n io de 1807, el Congreso acordó demos­
a Napoleón en octubre de 1800 a cambio de un prom etido (y trarles a ingleses y franceses su dependencia de los envíos y bu­
nunca dado) reino en Italia. El cierre de la venta estuvo pre­ ques mercantes americanos im poniendo un paro total de las expor­
cedido de amenazas americanas y de un fracasado intento por taciones a fin de dar peso a su exigencia de libertad comercial para
consolidar militarmente el imperio colonial francés en las islas los países neutrales. El em bargo estuvo en vigor desde diciembre
de las Indias Occidentales. Los dos plenipotenciarios americanos, de 1807 hasta marzo de 1809. El considerable contrabando con el
Robert R. Livingston y James M onroe, realizaron las negocia­ Canadá y las islas británicas de las Indias Occidentales aminoraron
ciones con el estilo de grandes comerciantes. La oferta y el precio su rigor. N i el gobierno inglés ni el francés se dejaron arrastrar a
les parecieron satisfactorios, y compraron por 60 millones de livres una negociación.
(en lugar de por 50) toda la Luisiana, incluida Nueva Orleans (en Cuanto más impotente se hacía la diplomacia del presidente,
lugar de sólo la península en la que se encuentra la ciudad, y las más clamorosas se volvían las exigencias de los diputados que se
dos Floridas). La adquisición de Luisiana cum plió uno de los habían hecho elegir en 1810 con consignas nacionalistas y belicis­
fines principales de la política exterior americana. Ahora estaba tas, sobre tod o en el O este y en el Sur, y que ahora pedían he­
abierto el camino hacia la colonización del Oeste al otro lado del chos, una guerra contra Inglaterra. Expresaban el descontento de
Misisipí. Tanto los americanos com o los franceses eran conscien­ los productores de tabaco, trigo y algodón, los cuales se veían
tes de la significación que tenía la transacción. Parece ser que separados de sus mercados en las islas de las Indias Occidentales
Livingston dijo después de haber firmado el contrato de venta: y en Europa por la potencia naval inglesa. También Pensilvania,
«D esde este día los Estados Unidos se cuentan entre las grandes Delaware y Nueva Jersey dependían tanto de las exportaciones
potencias (pow ers o f the first ra n k)»; y que Napoleón apuntó: ° e sus productos agrícolas que sus diputados apoyaron a los del
^este. El objetivo de la fracción partidaria de la guerra era, me­
«Ahora le he dado a Inglaterra un rival marítimo que tarde o
lante una marcha sobre el Canadá y el empleo de buques corsa-
temprano doblegará su orgullo» 27. Desde ese momento, el gobierno
" os Privados, obligar al gobiern o inglés a entablar negociaciones
federal pudo llevar a cabo su política exterior con una sensación
e paz e imponerle definitivamente una solución que satisfaciese
de seguridad y mantener el principio que, basándose en Washing­
os intereses agrarios de los americanos. Al mismo tiempo, la gue-
ton, había sido proclamado por Jefferson al hacerse cargo de la
^ j - en ^ f rontera habría de ser utilizada para separar a las tribus
presidencia en 1801: «Paz, com ercio y sincera amistad, con todas días de las regiones fronterizas de sus proveedores de armas

56
57
ingleses y españoles, y para que las tropas federales las sojuzgasen
tes por milla cuadrada E n comparación, el número de inmigrantes
definitivamente. Periodistas patrióticos exigieron también la ane­
de Europa permaneció b a jo : 250.000 entre 1790 y 1815. Sin em­
xión de la Florida Oriental y la conquista definitiva del Canadá,
bargo, en el año de 1800, un 40 por 100 de los blancos adultos y
empresa ésta sin esperanzas, por cierto. La mayoría de los comer­
un 50 por 100 de la población productiva habían nacido fuera de
ciantes anglofilos de Nueva Inglaterra rechazaba la guerra por
los Estados Unidos.
vana y catastrófica.
Ni la triplicación de la población ni la duplicación del territo­
Sin esperar a que se produjese un incidente espectacular, el pre­
rio estatal ni la aplicación de innovaciones tecnológicas provocaron
sidente Madison (lo09-1817) declaró en junio de 1812, con la apro­
antes de 1815 una transformación cualitativa en el m odo de vida
bación del Congreso dominado por los republicanos, el estado de
de una considerable parte de la población. América siguió siendo
guerra entre los Estados Unidos y Gran Bretaña. Cuatro días des­
una sociedad agrícola, descentralizada y en expansión, con los ya
pués desaparecía la principal causa de la guerra, al liberar el Con­
apuntados problemas de m ercado y los problemas de transporte a
sejo de la Corona en Westminster a los buques mercantes ameri­
escala continental. Curtis Nettels resumía así la situación económica
canos de una parte de las restricciones decretadas. Sin embargo, la
de los americanos en 1815: «La inmensa mayoría de la población
prueba de fuerza militar siguió un curso catastrófico para los
vivía en el campo y utilizaba simples instrumentos y procedimien­
americanos. En poco tiempo, el mal preparado ejército y la ape­
tos de trabajo para producir por sí misma una gran parte de sus
nas existente marina se encontraban acorralados estratégicamente,
artículos de consumo. En las aldeas, en las ciudades y en los
y el gobierno federal sufría una bancarrota financiera. Los ameri­
pequeños asentamientos cercanos a los ríos que podían impulsar
canos obtuvieron una última victoria en la defensa de Nueva Or-
ruedas hidráulicas se encontraban muchos pequeños talleres y
leans, en enero de 1815. Pero la celebrada victoria resultó super-
fábricas en los que sus propietarios, solos o con unos pocos ayu­
flua, pues dos semanas antes, en las Navidades de 1814, había sido
dantes, elaboraban algunos productos especiales para los agriculto­
firmada la paz en la ciudad belga de Gante. El tratado no satisfacía
res de la vecindad, para el mercado de la ciudad más cercana o
ninguno de los objetivos bélicos americanos. Acordaba poco más
para la exportación. En cada uno de los ramos más importantes
que el cese de las hostilidades. Incluso el acuerdo comercial que
de la industria habían surgido empresas o fábricas mayores. Esta­
siguió en julio de 1815, al igual que el tratado de Jay, permitía
ban dirigidas por socios o por sociedades, que empleaban de 20 a
únicamente un com ercio relativamente libre con la madre patria
200 obreros y que invertían hasta 300.000 dólares de capital en
británica. Para el comercio legal americano seguían estando cerra­
las más nuevas máquinas. Cada etapa del desarrollo industrial se
das las puertas hacia el imperio comercial británico, especialmente
encontraba representada en esa economía nacional, desde la aldea
en las islas británicas del mar Caribe.
india y la primitiva hacienda, hasta la fábrica» 29.
Los iniciadores de la guerra de 1812 habían logrado imponerse,
IX. LA SOCIEDAD AMERICANA ANTES DE LA INDUSTRIALIZACION entre otras cosas, porque tocaban y encendían la incipiente concien­
cia nacional americana. Fue durante la guerra cuando se hizo popu ­
La fase de prosperidad que va de 1793 a 1807 se basó menos en lar la caricatura nacional del Unele Sam, y en la atmósfera de vic­
una eficaz política de desarrollo que en el aprovechamiento, ya toria que siguió al fracasado ataque inglés contra Baltimore en
apuntado, del mercado creado artificialmente por las guerras eu­ 1814, el abogado Francis Scott Key compuso el himno nacional.
ropeas en beneficio de la agricultura y la navegación comercial No obstante, el nacionalismo americano fus desde un principio
americanas. En esos quince años de abundancia predominó el ple­ alí?o más que gritos de guerra patrióticos. Pueden ser diferenciadas
no empleo y los ingresos per cápita aumentaron más que en los varias esferas de actuación del sentimiento nacional: la cuestión
años precedentes y en los que siguieron. A l mismo tiempo, la Puramente política de la unidad nacional fue resuelta con relativa
población se triplicó entre 1775 y 1815, pasando de 2,5 millones a rapidez y facilidad gracias a la Constitución federal de 1787-1788,
8,5 millones. Pero la estructura social no sufrió cambios. El y el federalista James W ilson tenía razón al exclamar jubiloso:
aumento de la población y la expansión del territorio estatal, espe­ «Tis done! W e have b ecom e a n a tion »30. Y sin embargo, sería
cialmente mediante la compra de Luisiana, mantuvieron el equili­
falso ver ya en la voluntad de nación un motivo esencial para la
brio. En nada cambió la densidad de población, de 4 a 5 habitan­
resistencia contra el poder colonial desde 1764. Pues los colonos

58
59
habían exigido precisamente un tratamiento igualitario com o ciu­ y Adams en el cincuentenario de la Declaración de Independencia
dadanos ingleses, para defender sus posiciones en el im perio. La hizo correr un piadoso escalofrío patriótico por todo el país.
nación no fue la madre, sino la hija de la revolución americana. En 1815 se había independizado definitivamente el fragmento
Las otras esferas de actuación del sentimiento nacional eran más europeo. Tanto en lo p olítico com o en lo económ ico, la Unión
ricas en contradicciones: el orgullo por la heterogeneidad del país americana, en 1815, había dejado de ser una cadena de asenta­
y de su población se mezclaba al temor de que fuesen a separarse mientos a orillas del Atlántico orientados hacia Europa. Los eu­
los diversos intereses; los sentimientos de superioridad y de infe­ ropeos emigrados al Oeste habían defendido con éxito su nuevo
rioridad ante los europeos se sucedían; la conciencia misionera ante Estado; ahora se volvían hacia el continente que tenían ante ellos,
el mundo entero iba acompañada del miedo a que fracasasen sus para explotarlo en provecho propio.
propios habitantes, en su papel de «virtuosos» ciudadanos republi­ Los ánimos de conquista económica, con los que terminaba la
canos que defendían la libertad. fase de consolidación de la Unión, se unían a un sentimiento po­
En los decenios que siguieron a la Declaración de Independen­ lítico básico de autosatisfacción. La existencia del nuevo Estado se
cia, una minoría con conciencia nacional sufría por tener que se­ encontraba asegurada en una medida que no hubiese sido previsi
guir viviendo en una provincia cultural inglesa. Uno de sus porta­ ble en 1776, y el nuevo ord en estatal había demostrado tener una
voces, el maestro, autor de libros escolares y lexicógrafo Noah flexibilidad tan grande que se había quedado sin adversarios: úni­
W ebster, en sus conferencias y escritos de 1780, llamaba a lo im­ camente se encontraba con personas que lo interpretaban de mane­
posible. N o sólo quería implantar un «gobierno nacional», sino ra diferente. Henry Adams, uno de los más amargos intérpretes de
también una «lengua nacional» (Dissertations on tb e English lan- esos años, ha resumido en pocas palabras el sentimiento político
guage, 1789). Sin embargo, n o pudo despertar en la mayoría la de fondo: «La sociedad se encontraba hastiada de las luchas y
necesidad de una revolución cultural antiinglesa. L o inglés seguía buscó su com odidad en un sistema político que dejaba sin decidir
determinando ampliamente la forma y el contenido de las expre­ toda cuestión en litigio» 31.
siones artísticas. Las imitaciones de Shakespeare y Sheridan dom i­ Esto fue posible por dos razones: en América, bajo las con dicio­
naban la escena; el sentimentalismo, la didáctica y el «escalofrío nes relativamente sencillas d e una sociedad agraria, se satisfacía la
gótico», la novela; la rima rebuscada, la poesía; el ensayo a imita­ pretensión d e participación política de las clases medias y de las
ción de Addison y el panfleto, las publicaciones semanales y men­ capas altas burguesas; a diferencia de Europa, una victoriosa revo­
suales y el periodismo político. Símbolos de la Antigüedad clásica lución democrática precedió allí a la revolución industrial. A eso
adornaban los sellos del Estado, los escudos y las m onedas; los se añadía que la lucha contra las pretensiones de hegemonía de las
motivos grecorromanos y góticos caracterizaban la arquitectura de grandes potencias europeas obligaba cada vez más a la cooperación
los edificios públicos. Con la fundación del Estado había surgido a cualquier precio de los diversos grupos de intereses, especialmen­
una necesidad, largo tiempo desconocida, de pintura y arquitectura. te los regionales. En el cu rso de unas pocas décadas pudieron des­
Había que construir edificios públicos, y para los retratistas e ilus­ arrollarse, por eso mismo, los grandes intereses regionales hasta lle­
tradores de los libros de historia había por fin personalidades y gar a la guerra civil.
acontecimientos de interés público. Una historiografía nacional
empezó inmediatamente a difundir la interpretación patriótica del
movimiento independentista. Los escritos de la primera generación
de historiadores nacionales americanos tenían en com ún que descri­
bían la revolución com o la gran experiencia en la que el pueblo
americano llegaba a un consenso y que colocaban lo com ún por
encima de las contradicciones internas. La misma finalidad cum­
plían los días de fiesta nacional. Además del día de la Declara­
ción de la Independencia, a partir de 1800 se celebró también en
tod o el país el día del nacimiento de W ashington, y p oco a poco
se fue im poniendo a los políticos de la época revolucionaria el
papel de «padres de la patria»; la muerte simultánea de Jefferson

60 61
otros, el pueblo de los Estados Unidos, con el fin de formar una
2. Regionalismo, esclavitud, guerra civil
Unión más perfecta...», parecía respaldar el segundo punto de
y reincorporación del Sur, 1815-1877 vista. N o en balde si «el p u e b lo », entendiendo por tal a su tota­
lidad, había aceptado la C onstitución, cabía presumir que ésta
tuviera prioridad sobre otras lealtades, incluidas las debidas a los
estados individualmente considerados.
Concretamente sobre este extrem o, la propia Constitución era
bastante precisa: cuando la autoridad federal y la estatal entraban
Para la Unión, el mayor peligro de su crecim iento deriva en conflicto, prevalecía la ley federal, siempre claro está que la
del constante desplazamiento de sus fuerzas internas... R e­ cuestión debatida cayera den tro de su esfera de competencia, sien­
sulta difícil imaginar una relación duradera entre dos pu e­ do el Tribunal Supremo el órgan o al que correspondía dirimir esta
blos, de los cuales uno es pobre y débil y el otro rico y cuestión. Naturalmente éste era un problema esencialmente técnico,
p od eroso... ( especialm ente) cuando aquél está cobrando la por cuanto mientras se aceptara la autoridad de la Constitución
fuerza que éste pierde.
no parecía probable que surgieran dificultades que no pudieran
Alexis de Tocqueville, 1835. resolverse por la vía legal, o p o r la política, con tal de que existiera
la voluntad de permitir el funcionam iento de los mecanismos y de
acatar las decisiones adoptadas. El verdadero problema, al que ya
habían aludido Jefferson y M adison en sus Resoluciones de Ken-
I. DIVERGENCIAS EN TORNO A LA CONSTITUCION tucky y Virginia de 1798, y los contrarios a la guerra de 1812, en
Nueva Inglaterra, era el de si, en última instancia, los americanos
Durante un breve lapso de tiempo, la guerra de 1812 puso de estaban obligados a aceptar la autoridad de la Constitución.
manifiesto la debilidad inherente al sistema de gobierno americano. Era ésta una interrogante a la que ni la propia Constitución
Una minoría poderosa había desafiado la autoridad del presidente respondía satisfactoriamente, ya que independientemente de lo
y del Congreso, dando pie así a inquietantes preguntas acerca de que su preám bulo parecía decir, lo cierto era que el conjunto del
la naturaleza de la Unión. N o obstante, el recuerdo que los ame­ pueblo americano jamás le había dado su consentimiento, ni por
ricanos conservaron de la guerra no fue el de la confusión polí­ supuesto había sido invitado a hacerlo. El asentimiento que había
tica en que el con flicto les había sumido ni el de la exigüedad recibido procedía de los estados por separado, actuando por m edio
relativa de sus éxitos militares, sino el de que, habiéndose enfren­ de sus respectivos legislativos o , lo que fue más com ún, a través
tado a la primera potencia militar del mundo, sobrevivían. Ello de convenciones de ratificación constituidas al efecto. El procedi­
parecía respuesta suficiente a los críticos extranjeros que, ya desde miento a seguir fue establecido en el artículo 7, que disponía que
la independencia, se limitaban a profetizar el desastre. Combinar la ratificación quedaba a la discreción de los estados; es más, el b o ­
republicanismo y federalismo y mantener al propio tiempo la posi­ rrador del p rop io preámbulo afirmaba: «N osotros, el pueblo de los
ción de América en cuanto potencia independiente no era tarea estados de N ew Hampshire, Massachusetts [...] decretamos, decla­
fácil; era evidente, sin embargo, que lo habían logrado. Los ramos y establecemos la presente Constitución...» El hecho de que
británicos se habían retirado a sus posiciones de antes de la gue­ se adoptara la versión final ob e d e ció a que los delegados se dieron
rra; el partido federalista se hallaba en decadencia; se había roto cuenta tardíamente de que ignoraban todavía si los trece estados
la resistencia india al este del M isisipí, y nuevas y extensas áreas estaban realmente decididos en su totalidad a ratificarla, y n o al
habían sido abiertas a la colonización. En conjunto el futuro n o se intento de que el documento apareciera com o expresión de la « v o ­
había presentado en muchos años tan brillante com o entonces. luntad general» del pueblo am ericano. El hecho de que a la postre
Ello explica que se dejaran de lado algunos de los trascenden­ todos los estados acabaran ratificando la Constitución — aun
tales problemas brevemente atisbados durante la guerra. Figuraba cuando algunos lo hicieran c o n notable retraso— n o implica que
entre los mismos la cuestión de si los Estados Unidos constituían su decisión fuera por ello m enos voluntaria, pues cualquiera de
una confederación de Estados o una sola nación unificada. El ellos tenía perfecto derecho a permanecer independiente, com o
preám bulo de la Constitución, que se abría con las palabras «N os­ P°r cierto tiem po lo haría R h od e Island.

62 63
Pero admitir que los Estados Unidos tuvieron su origen en un de su soberanía». En 1833, Daniel Webster hizo una observación
pacto voluntario entre estados, que en aquella ocasión actuaron similar: « A l ingresar en la U n ión, el pueblo de cada estado renun­
com o si fueran independientes, abstracción hecha de sus anteriores ció a una parte de su poder de legislar para sí mismo, en conside­
relaciones, no significaba necesariamente que tuviesen derecho a ración a la circunstancia de que, en cuanto se refiriera a temas de
optar por salirse del sistema por voluntad propia. Después de todo, interés com ún, participaría también en la elaboración de leyes
los estados soberanos, al igual que los individuos, pueden acordar para otros estados. D ich o d e otro modo, el pueblo de todos los
vincularse a perpetuidad. Eran muchos los que mantenían que, estados aceptó crear un gobierno común que sería dirigido por
efectivamente, tal había ocurrido entre 1787 y 1790; pero este pun­ representantes comunes» 3. E n cualquier caso, así es com o fun cio­
to de vista era difícilmente defendible en base a los supuestos naba el sistema americano. Su especial mérito, com o orgullosamen-
sobre los que operaban los americanos, por cuanto si, com o la te hacían notar los americanos, radicaba en que permitía una am­
mayoría creía, los poderes de un gobierno auténtico procedían del plia división de poderes, a diferencia de lo que ocurría en la mayor
consentimiento de los gobernados — en una palabra, si la fuente parte de los sistemas políticos europeos donde el poder se hallaba
última de la autoridad era el pueblo— resultaba que la soberanía concentrado en unas pocas manos y los gobernantes respondían
del pueblo era inalienable, y seguía siéndolo con independencia sólo ante sí mismos.
de los compromisos específicos que ocasionalmente pudiera con­ Este razonamiento era erróneo, com o acabarían por descubrir
traer. En 1788, ciertamente, no había quedado suficientemente tanto los nordistas com o los sudistas, porque no distinguía entre
claro si quienes se declaraban conformes con la nueva forma adop­ los poderes de la soberanía, q u e eran divisibles, y la propia sobera­
tada por la Unión estaban renunciando a aquel derecho, lo que por nía, que no lo era. D e este m od o, los americanos se vieron obliga­
otra parte carecería de sentido, ya que en caso afirmativo hubie­ dos a elegir, de 1840 a 1860, entre dos criterios marcadamente
ran actuado más allá de sus poderes. A lo más que podían llegar divergentes, e incluso irreconciliables, com o los acontecimientos
los estados era a «prestar» una parte de su soberanía a quienes posteriores habían de demostrar, acerca de su gobierno nacional.
creían capaces de ejercerla prudentemente en su nom bre; esto es En su expresión más simple se trataba de una opción entre la
lo que habían hecho al dar su conformidad a los Artículos de la interpretación que enjuiciaba el sistema fundamentalmente desde el
Confederación. A su debido tiempo, conscientes de que estos punto de vista de sus orígenes, y aquella que lo hacía sobre todo
artículos no resultaban provechosos, invistieron otra vez de su tomando en consideración el desarrollo de sus funciones. La debili­
autoridad a una nueva institución, la Unión, ciertamente más fuer­ dad del primer enfoque residía en que ignoraba el hecho de que
te pero no por ello más inmutable, en la medida en que, para se habían producido cambios importantes; la del segundo, en que
el ejercicio de sus poderes, dependía del asentimiento constante pretendía ignorar que gran parte del pueblo creía sinceramente que
de los ciudadanos de los estados individualmente considerados2. aquellos cambios eran irrelevantes o ilegítimos. Resulta imposible
De aquí que el sistema de gobierno americano pudiera contem­ decir cuál de los dos criterios era el «correcto». Los padres de la
plarse desde dos puntos de vista bastante dispares: com o un pacto patria, conscientes del estrecho margen de maniobra de que dis­
indisoluble, que había de mantenerse incluso por la fuerza de las ponían, se contentaron con q u e el tiempo resolviera las cosas. D e
armas, si ello fuera necesario, o com o un acuerdo dependiente de haber optado la totalidad d e los americanos por uno de los dos
la buena voluntad de los estados ndividuales. criterios, no se habría producido conflicto alguno, pero lo grave
Cuanto antecede no significa que en los años posteriores a la era que a medida que transcurría el tiempo las opiniones se pola­
paz de Gante (1815) fueran éstas las únicas opciones posibles. Si rizaban por regiones. Para entender por qué las cosas sucedieron
a los americanos se les hubiera preguntado si los Estados Unidos asi es preciso examinar las diferencias geográficas entre las dis­
constituían una confederación de estados soberanos o una sola na­ tintas regiones y sus respectivos intereses políticos y económicos.
ción unificada, la mayoría habría respondido que eran un poco de
ambas cosas. En determinados terrenos, la autoridad estatal era
soberana; en otro, la federal. Com o dijera el presidente Andrew EL VIEJO SUR
Jackson en 1832, «P or separado, los estados no han conservado
completa su soberanía [ . . . ] A l convertirse en partes de una nación, En 1815, la población americana se cifraba en ocho millones y
y no en miembro? de una liga, renunciaron a una porción esencial •Dedio de habitantes, de los que alrededor de cuatro millones, es

64 65
cualquier punto del Su: se prolongaban de dos a ocho semanas más
decir, algo menos de la mitad, vivían al sur de la línea que separa­
que en Nueva Inglaterra, lo que hacía posible obtener aquellas
ba Maryland de Pensilvania, conocida también com o la línea
materias primas agrícolas q u e hicieron famoso al Sur, y de las que
Mason-Dixon. El Sur, pues, contaba entonces con una población
dependía su prosperidad. D urante la época colonial, las principa­
casi igual a la que tenía todo el país en los tiempos en que se
les habían sido el tabaco, el arroz y el añil. A lo largo de más
efectuó el primer censo nacional de 1790. Desde el punto de vista
de un siglo estos tres productos cubrían la mayor parte de las ex­
geográfico, el Sur se hallaba también en proceso de expansión
portaciones americanas al V ie jo M undo. Después de la Revolución,
Kentucky se convirtió en Estado en 1792; Tennessee en 1796 y
su demanda cedió o , com o en el caso del añil, desapareció por
Luisiana en 1812. En 1821 se sumaron tres estados sudistas más,
completo, pero la pérdida que aquello significó fue compensada
Misisipí, Alabama y Misuri, a los que se agregarían en su momento
con creces por la irrupción d el algodón como cultivo comercial. En
Arkansas en 1836, y Florida y Texas en 1845.
1810 el algodón ocupó el pu esto del tabaco com o principal materia
Se desprende de todo ello que el V iejo Sur, com o más tarde
prima, y a partir de 1820 representaba prácticamente la mitad de
había de llamársele, no era en realidad tan viejo. En la época de
todas las exportaciones americanas.
la revolución americana, en su mayor parte no había sido coloniza­
Para los contemporáneos, este auge del algodón fue un aconteci­
do, ni siquiera explorado, e incluso en tiempos de la guerra civil
miento de alcance revolucionario, y, en cierto sentido, lo era. El
una gran extensión del mismo seguía siendo tierra virgen. Pero
ritmo de expansión del Sur durante la primera mitad del siglo x ix
inmerso en él había un Sur más viejo aún, integrado por las pri­
fue en gran medida una respuesta a la demanda de nuevas tierras
mitivas colonias británicas de Maryland, Virginia, Carolina del
para su cultivo. Sus efectos, por otra parte, no quedaron limitados
Norte y del Sur y Georgia, donde seguía habitando en 1815 la
al Sur, toda vez que tin to el desarollo inicial de la industria ma­
mayor parte de la población y de donde procedían tanto la pobla­
nufacturera del Norte c o m o la expansión del tráfico marítimo
ción com o muchas de las ideas y tradiciones, a medida que el gran
americano obedecieron también en gran medida a la aparición del
Sur se desarrollaba. D e aquellas antiguas colonias, la más primi­
algodón. En un sentido más amplio, sin embargo, las consecuencias
tiva y también la más poblada era Virginia, cuya historia se remon­
de su aparición fueron todo menos revolucionarias, ya que hicieron
taba al asentamiento original de Jamestown en 1607. Su legislatura
posible el mantenimiento d e un estilo de vida en el Sur que di­
estatal era descendiente directa de la asamblea representativa más
fícilmente habría perdurado de haber seguido siendo las materias
antigua del Nuevo M undo, la H ouse o f Burgesses de Virginia,
primas iniciales su único recurso. El algodón no sólo permitió a
fundada en 1619, un año antes de que los Pilgrint Fathers llegaran
las regiones colonizadas desde más antiguo conservar su carácter
a Plymouth. Las restantes colonias se establecieron en diferentes
esencialmente agrícola sino que hizo posible que todo el sistema
épocas y con propósitos diversos; la más reciente de todas, Georgia,
social sudista fuera trasladado a las regiones del Oeste reciente­
fundada en 1732, fue concebida com o un establecimiento para
mente explotadas y su im posición allí a una escala aún mayor. (Para
deudores condenados. Pero com o de costumbre, la lejanía de la
el desarrollo económico del Sur, véase el capítulo 3, apartado IV .)
madre patria y las vicisitudes de la vida en la frontera (para la
De este modo, las diferencias regionales de la época colonial
frontera de las tierras colonizadas, véase infra p. 129) acabaron por
se perpetuaron hasta la época de la fundación de la Unión. Ya
imponerse a los proyectos iniciales de sus fundadores. A lo largo
desde un primer momento aquellas diferencias eran suficientemente
de toda la región situada al sur de la línea Mason-Dixon, la vida
evidentes com o para justificar más de un comentario. Josiah Quincy
fue adquiriendo ciertos rasgos comunes.
Jr., un bostoniano que visitó Carolina del Sur en 1774, quedó desfa­
Lo que sobre todo distinguía a estos estados de los que se en­
vorablemente impresionado por el contraste que observaba entre
contraban más al Norte era el factor clim ático4. La temperatura
aquélla y su Nueva Inglaterra natal: «Sus habitantes», afirmaba,
media en Virginia era diez grados más alta que en Nueva Y ork, y
«pueden ser divididos en tres categorías: plantadores opulentos y se­
veinte la de Carolina del Sur. Desde el punto de vista del clima,
ñoriales, campesinos pobres y apocados y viles esclavos.» Los com en­
Boston, Richmond y Charleston eran tan diferentes com o Berlín,
tarios de Edward Rutledge, de Carolina del Sur, que visitó Nueva
Milán y Nápoles, lo que se reflejaba tanto en la apariencia exterior
Inglaterra dos años más tarde, no eran menos críticos: «M e espan­
de las ciudades mismas com o en el vestido y en los hábitos de sus
tan», escribía de sus habitantes, «su astucia rastrera, y esos princi-
moradores. Mayor importancia aún que las temperaturas medias te­
pios igualitarios que generalmente poseen quienes carecen de carác-
nía la diferente duración de las temporadas de cultivo, ya que en

67
66
tet y de fortuna, y que tanto cautivan a los estratos más bajos de zonas que no habían alcanzado todavía la condición de Estado,
la humanidad, y que han de provocar tales fluctuaciones en la los esclavos representaban entre un cuarto y un tercio de la p o ­
propiedad que crearán el mayor d esord en »5. El intercambio de blación 6.
invectivas de esta índole se prolongaría hasta el estallido de la Algunos de ellos, fácilmente reconocibles por sus cicatrices tri­
guerra civil e incluso después de ella. Ello no obstante, sería bales y por su aspecto « e x ó tic o », habían nacido en Africa, si
erróneo identificar diferencias regionales y antagonismos regionales. bien su proporción dism inuyó con la desaparición del tráfico de
Los bostonianos también tenían comentarios ácidos que hacer sobre esclavos en 1808. La mayor parte la constituían descendientes de
los habitantes de Rhode Island, en tanto que los virginianos con­ cautivos traídos de Africa en el curso de los siglos anteriores. Por
sideraban desde siempre a Carolina del Norte p oco menos que com o su condición de esclavos, carecían de derechos civiles y podían
un nido de piratas. En el propio Sur, entre los plantadores de la ser comprados, vendidos, hipotecados o trasladados de un lugar a
costa y los colonos de tierra adentro existía una enemistad inve­ otro com o cualquier otra propiedad personal, pues no otra cosa
terada que estallaba en conflictos intermitentes. Pero la prueba eran desde el punto de vista legal.
más evidente de que las diferencias regionales no eran obstáculo En la práctica, por supuesto, se admitía que poseían determi­
para la cooperación política fue el éxito con que nordistas y sudis- nadas cualidades de que carecían otros tipos de propiedades. Aun
tas se unieron primero en la lucha por la independencia y más tar­ cuando nada podían poseer legalmente y les estaba vedado hacer
de en la tarea de construir una nación. Tanto Washington com o contratos civiles, com o contraer matrimonio, por ejemplo, a la
Jefferson, Madison y M onroe procedían del Sur. Com o patriotas mayoría se le toleraba al m enos ciertos efectos personales y mu­
y partidarios de la Unión, los sudistas no tenían m otivo alguno chos de ellos celebraban ceremonias que se asemejaban al matri­
para estar menos orgullosos de sus realizaciones que los nordis­ monio civil. En este, com o en tantos otros aspectos, mucho de­
tas; es más, a la vista del comportamiento de los federalistas de pendía de la actitud personal de cada amo, y también, al menos en
Nueva Inglaterra durante la guerra de 1812, algunos comenzaron a cierta medida, de los propios esclavos. Algunos propietarios de
sospechar que incluso podían estarlo más. esclavos, muy pocos, se parecían a los benévolos patriarcas de las
En estas circunstancias, y aun cuando entre el Norte y el Sur leyendas sudistas; otros, a los crueles tiranos que describían los
existieran diferencias culturales y económicas bien definidas, no críticos del Norte; pero en su mayoría participaban •de ambos.
había m otivo para suponer, al menos hasta 1820, que aquéllas Paralelamente, algunos esclavos se hacían acreedores de los cas­
originaran diferencias políticas entendidas com o discordias, y, tigos por su trato difícil o rebelde comportamiento, dañando los
menos aún, que la opinión pública hubiera de polarizarse regional­ utensilios de trabajo o las cosechas o fugándose habitualmente, en
mente en torno a un determinado enfoque de la Constitución y en tanto que otros adoptaban una aptitud amistosa y cooperadora.
torno a otro muy distinto en el resto del país. El hecho de que Como corresponde a una institución que abarcaba a millones de in­
a la postre así ocurriera fue en gran parte resultado de una ins­ dividuos viviendo y trabajando en íntima relación, el espectro de
titución, la esclavitud. las relaciones humanas a las que afectaba era demasiado amplio
como para poder encajarlo claramente en un m odelo estereotipado.
Se ha discutido mucho acerca de la naturaleza de la experiencia
III. LA ESCLAVITUD esclavista y de la estructura conceptual en que debía ser juzgada
desde que en su obra The peculiar institution (1956), Kenneth
D e los 8,5 millones de habitantes con que contaban los Estados Stampp rechazara explícitamente las hipótesis racistas de prece­
Unidos en 1815, 1,5 eran negros, y de ellos 1,3 esclavos. D e cada dentes estudios. Durante la década de 1950 y gran parte de la
cien americanos, pues, dieciocho eran total o parcialmente de as­ de 1960, la mayoría de los historiadores ha subrayado los aspectos
cendencia africana y de ellos dieciséis eran esclavos. Aproximada­ más brutales de la institución. La obra de Stanley Elkins, Slavery
mente la mitad de los que no lo eran vivían en el Norte, y prác­ (1959), comparaba la experiencia de los esclavos con la de los judíos
ticamente la totalidad de los esclavos vivían en el Sur. En Mary­ en los campos de concentración nazis y llegaba a la conclusión de
land suponían un tercio de la población, en Virginia la mitad, en Que los negros estaban m utilados psicológicamente, com o conse­
Carolina del Norte una cuarta parte y en Carolina del Sur las dos cuencia del atentado que para su dignidad suponía la esclavitud.
terceras partes. Considerando el Sur globalmente, incluidas aquellas Como es natural, este juicio iba dirigido contra la sociedad blanca

68 69
y, com o tal, suscitó poca oposición. Pero primero los negros y les, no era una de las características del Sur. Casi todos los plan­
después también los blancos comenzaron gradualmente a tomar tadores conocían a los esclavos que trabajaban en sus campos, al
conciencia de que resultaba poco halagador para la cultura negra, menos de vista, y más íntimamente a sus servidores, e incluso
de la que los negros, durante los años 60, se sentían cada vez cuando empleaban capataces, com o acostumbraban a hacer los
más orgullosos. En los últimos años hay indicios de que se ha grandes plantadores, seguían de cerca las faenas y sabían cuándo
cerrado el ciclo. El historiador Eugene Genovese ha llamado la habían de intervenir para atajar los desórdenes. Por otro lado, no
atención sobre el grado de mutua acomodación entre razas que todos los esclavos se hallaban sujetos a tan estrecha supervisión;
comportaba la esclavitud, en tanto que los defensores de la cuan- los que vivían en las ciudades, aproximadamente un 5 por 100
tificacion exacta en la historiografía com o Fogel y Engerman sos­ del total, podían frecuentar las calles, donde se mezclaban con los
tienen que los negros estaban mejor alimentados, accedían con negros libres y con los blancos de inferior extracción social. A unos
mayor facilidad a los trabajos especializados y gozaban de mayor pocos les estaba permitido incluso alquilar su tiempo libre com o
estabilidad familiar antes de la guerra civil que después de e lla 7. artesanos o jornaleros, si bien es cierto que las autoridades munici­
Aunque nada parece indicar que la polémica esté cediendo, re­ pales trataban de desalentar esta práctica. Para la gran mayoría
sulta ob vio que las analogías con otras instituciones, com o las de los esclavos, la vida estaba gobernada por los ciclos del cultivo
prisiones y los campos de concentración, acaban por crear confu­ del algodón o del tabaco y circunscrita a la plantación y a sus
sión, sin perjuicio de que puedan arrojar alguna luz sobre deter­ inmediatos alrededores, don d e habitaban bajo la mirada vigilante
minados aspectos de la esclavitud. Es por otra parte muy poco del plantador y de sus auxiliares.
probable que los dos grandes grupos afectados, amos y esclavos, El Sur era pues, en esencia, una sociedad de blancos libres que
estuvieran integrados por individuos de ambos sexos que vivieran englobaba a una minoría — ciertamente considerable— de negros
juntos manteniendo entre sí una relación permanente. Sería, pues, sometidos a esclavitud y, sin embargo, muy pocos eran los aspec­
más correcto establecer un paralelo con los regímenes esclavistas tos de la sociedad blanca que no se veían afectados en alguna
de las Indias Occidentales y de América Latina, cuya existencia medida por esta presencia negra. No cabe duda de que, sin sus
obedecía a parecidas condiciones económicas y en los que las esclavos, los sudistas habrían hallado la manera de producir sus
cuestiones de raza y condición social se hallaban relacionadas en materias primas de exportación; con toda probabilidad lo habrían
forma semejante. Pero incluso aquí las diferencias eran impor­ hecho explotando pequeñas propiedades familiares. Esto fue pre­
tantes. cisamente lo que hicieron en el siglo x v n , antes de que se iniciara
Una de ellas era que, frente a lo que ocurría en las Indias la gran avalancha de negros. D e haber continuado por este cami­
Occidentales, en el Sur había más blancos que esclavos. Por supes- no, la sociedad sudista se hubiera desarrollado de forma similar a
to esto no ocurría en todas partes, pero incluso en aquellos con­ la del N orte, pero el advenim iento de mano de obra esclava negra
dados donde la concentración de negros era más elevada, era difícil hizo que el cultivo, al menos el de las materias primas básicas, se
que los blancos se hallaran en una inferioridad numérica tan acu­ concentrara en unidades de explotación más extensas; hizo tam­
sada com o, por ejemplo, en Jamaica. La realidad era que en el bién que en el Sur se produjera una estructura social característica.
Sur, globalmente considerado, tan sólo una de cada cinco familias Com o innumerables visitantes extranjeros pudieron observar,
era propietaria de esclavos, y que de aquellas que lo eran, la ma­ en cualquier lugar de Norteamérica el rasgo dominante de la so­
yor parte disponía de menos de cinco; únicamente una de cada ciedad era la ruda igualdad de las condiciones de vida. El contraste
quince podía ser considerada familia de plantadores por contar entre la riqueza y la pobreza que podía encontrarse en Europa en
con más de veinte esclavos, y, finalmente, sólo una familia de cada modo alguno existía allí. Esto obedecía, com o el más agudo de
trescientas pertenecía a la categoría de los grandes plantadores, aquéllos pusiera de relieve, no a razones de preferencia social,
por ser propietaria de más de cien. En 1850, en todo el Sur no que estaban implícitas, sino al simple hecho de que en un con­
existían más de 3.000 de estas familias. texto agrícola, donde la tierra abundaba y la mano de obra esca­
Otra importante diferencia era que la mayoría de los plantado­ seaba, la mayoría era tan rica o tan pobre com o lo permitieran
res, grandes y pequeños, vivían en sus posesiones, al menos su propio trabajo y el d e sus familiares. Pero estas condiciones
durante parte del año. La práctica del absentismo (absetitee no se aplicaban al Sur d e la línea Mason-Dixon, com o tampoco en
ownership), típica del sistema imperante en las Indias Occidenta­ Europa, al menos a quienes podían disponer de esclavos para tra­

70 71
bajar en su lugar. En cada caso, de lo que se trataba era de procu­
rarse aquello que más escaseaba: en Europa, la tierra; en América, la población sometido a un régimen de forzados, sino, además,
a mano de obra. El paralelismo no pasó inadvertido; de aquí que que Dios lo quería así9. Una vez aceptado esto, para la mayoría
no fuera mera coincidencia que los propios sudistas acabaran por de los sudistas lo demás fu e relativamente fácil. Y en el peor de
creer que procedían de los caballeros feudales ingleses del si­ los casos no les resultaba más difícil a los sudistas que a los nor-
glo x v ii, por oposición a los habitantes del Norte, a quienes con­ distas justificar las diferencias de riqueza y de influencia existentes
sideraban descendientes de los «cabezas redondas» puritanos. Esta en sus respectivas regiones. Am bos podían alegar que la igualdad
creencia estaba desprovista de fundamento histórico, pero encajaba estricta no formaba parte del ideario americano. En cualquier
perfectamente con la imagen que de sí misma tenía una clase, com o sociedad sana necesariamente tenían que surgir desigualdades de­
bidas a la mayor diligencia e iniciativa de unos y a la relativa
Ja « ™ P^ntadores, que se había encumbrado gracias a la explo­
tación de mano de obra esclava y que, entre tanto, había adquirido indolencia y al despilfarro de otros. Si ninguna de las dos socie­
veleidades aristocráticas 8. dades era perfecta, desde el punto de vista de los sudistas la suya
se aproximaba más al ideal porque descansaba sobre el interés re­
La plantación del V iejo Sur, con sus bellas damas, sus corteses
caballeros y sus hilarantes «m orenos», se ha visto aureolada por cíproco de amos y esclavos y no, como ocurría en el Norte, sobre
las relaciones intrínsecamente antagónicas entre capital y traba­
a leyenda. L o cierto es que, por lo general, la vida tanto de los
blancos com o de los negros, pero especialmente la de estos últimos jo 10.
era menos idílica. En cualquier caso, tan sólo una pequeña minoría Es evidente que toda tendencia a la autojustificación social con­
de blancos formaba parte de aquel selecto círculo; al igual de lo tiene elementos ilusorios, y desde el punto de vista que nos ocupa
que ocurría en el Norte, la mayoría estaba formada por agricultores bien pudiera ocurrir que las diferencias entre el Norte y el Sur
de una u otra especie. Pero incluso despojada de todo roman­ fueran escasas. La sociedad nordista, por supuesto, no estaba siem­
ticismo, la plantación seguía siendo una institución de la mayor pre a la altura de los ideales que proclamaba, cosa que los críti­
cos sudistas se apresuraban a poner de relieve. N o es menos cierto,
importancia; proporcionaba la mayor parte de las exportaciones
del Sur o, lo que es lo mismo, la mayor parte de las exportaciones también, que en el pasado los sudistas habían contribuido tanto
com o los nordistas a la form ación de la ideología liberal de la
americanas; por otra parte, desempeñaba también un importante
nación. Pero no se requería un gran esfuerzo de imaginación para
papel en la formacion de los valores sociales de la región, pues si
bien eran muy pocos los que alcanzaban la condición de plantador darse cuenta de que los sudistas incurrían en una contradicción
cuando describían su sociedad com o la encarnación viva de aquella
eran muchos los que aspiraban a ella. D e las filas de los planta­
libertad, al tiempo que conservaban la mayor población esclava del
dores, finalmente procedían quienes regian los intereses del Sur
y los representaban a nivel nacional. Por muy espúreas que mundo occidental.
pudieran ser sus aspiraciones a un rancio abolengo, lo cierto es
que los plantadores formaban una auténtica aristocracia en el sen­
IV. LA OFENSIVA CONTRA LA ESCLAVITUD
tido de que controlaban gran parte de la riqueza del Sur y ejer­
cían una influencia desproporcionada a sus efectivos reales.
Esta contradicción entre teoría y práctica no había pasado inad­
En un aspecto, sin embargo, tenían muy poco en común con los
vertida. Desde principios del siglo x v m , los cuáqueros y otros gru­
aristócratas europeos, ya que, aun cuando no lo parezca, seguían
pos habían puesto de relieve que mantener al hombre en esclavi­
considerándose identificados con los comunes ideales americanos
tud no era compatible co n las enseñanzas de Cristo sobre el amor
de libertad y democracia. Para ello comenzaron por asignar a los
al prójimo, y ya en tiempos de la revolución los cuáqueros habían
negros una categoría especial, lo que no siempre resultaba fácil
dado un paso efectivo contra la posesión de esclavos al persuadir
ya que ni todos los negros eran esclavos ni todos los esclavos
a sus correligionarios de que los emanciparan y cerraran sus puer­
eran de ascendencia puramente africana: la miscegenation, la mez­
cla de razas, era tabú pero precisamente por ello no era des­ tas a quienes se negaran a hacerlo.
conocida. Pero con la ayuda del clero sudista, que les docu­ Ello no significa, por supuesto, que su ejemplo cundiera. Mucho
mayor alcance, al menos por su impacto inmediato, tuvo el resur­
mento cumplidamente, elaboraron una argumentación que no
solo demostraba la conveniencia de mantener a un sector de gir del sentimiento liberal que acompañó a la propia revolución.
Hasta entonces, la esclavitud estaba reconocida en la totalidad de
72
73
Era muy poco probable que las tensiones regionales se agrava­
las colonias aun cuando los esclavos que vivían al norte de Mary­
ran mientras el futuro econ óm ico del Sur siguiera siendo proble­
land fueran relativamente escasos, menos de un 7 por 100. Los
mático. Aun cuando por entonces ya era posible distinguir entre
contemporáneos mantenían que esta situación obedecía al clima,
estados esclavistas y estados libres — y también entre territo­
que no les convenía, pero la explicación más probable es que allí
rios esclavistas y territorios libres— no parecía que aquello
no había una demanda de sus servicios comparable a la de una
fuera a tener importantes repercusiones políticas, ni que las ten­
agricultura de producción en masa com o era la del Sur. D e aquí
siones existentes fueran a prolongarse. ¿Quién podía predecir cóm o
que a los nordistas les fuera relativamente fácil poner en práctica
iba a evolucionar el Sur? D ado que era productor de materias pri­
sus ideas y abolir la institución. Al finalizar la contienda, la escla­
mar, ¿acaso n o podría convertirse en un centro para transformarlas
vitud era prácticamente inexistente en Nueva Inglaterra y una ge­
en artículos acabados?
neración después también había desaparecido de los estados de la
Estas interrogantes quedaron por el momento sin respuesta y,
costa atlántica.
entre tanto, se propuso una nueva solución al problema de la
En esta época también fueron adoptadas otras importantes de­
esclavitud. El motivo por el cual los sudistas no habían seguido el
cisiones. En 1787, entre las disposiciones tomadas por el Congreso
ejemplo de sus compatriotas del Norte, y que hizo que los estados
continental acerca de la autonomía de las tierras situadas al este de
del Sur adoptaran una legislación prohibiendo la manumisión, no
Nueva Y ork y al norte del río O hio, que abarcaban aproximada­
radicaba únicamente en la resistencia pura y simple a prescindir del
mente la mitad del territorio nacional de los trece primeros estados
servicio de los esclavos; radicaba también en la incertidumbre acer­
(capítulo 1, apartado V ), figuraba que la esclavitud quedaría allí
ca de su destino una vez puestos en libertad. En el Norte, la eman­
permanentemente excluida. A l mismo tiempo, la Convención
cipación no había planteado problemas porque su número era rela­
constitucional, reunida en Filadelfia, acordaba que a efectos de
tivamente pequeño, pero ¿y en el Sur? T od o el mundo estaba de
representación en el nuevo gobierno nacional, cada esclavo equival­
acuerdo en que había que descartar totalmente su integración en
dría a tres quintos de hombre blanco y, lo que era aún más im­
la sociedad blanca; eran demasiados y, por propia naturaleza, inasi­
portante, en 1807 el Congreso decidió poner fin a toda nueva
milables. Ponerlos en libertad equivaldría a empujarlos al bando­
importación de esclavos de Africa.
lerismo y a otras formas de delincuencia. La única solución, por
Com o habían de demostrar los acontecimientos posteriores, cada
consiguiente, era devolverlos a Africa.
una de estas decisiones afectaba a importantes intereses regionales;
Una de las facetas más positivas del programa de la Sociedad
el hecho de que se adoptaran sin que se produjera un profundo
Americana de Colonización (American Colonization Society), for­
enfrentamiento regional — e incluso el mero hecho de que se adop­
mulado en 1816, era que atraía tanto a los grupos proesclavistas
taran— demuestra que las fronteras regionales eran todavía relati­
com o a los antiesclavistas. Para los primeros era la forma de librar
vamente fluidas. Lo que preocupaba a la Convención constitucional al país de los negros libres; para los segundos, la única fórmula po­
no eran los respectivos intereses de los estados del Norte y del lítica para lograr la cooperación de los sudistas. En conjunto, la
Sur, sino los de los estados pequeños y grandes. En 1807, el tema solución que ofrecía parecía muy hábil; el problema estribaba en
nacional era la forma arbitraria en que los británicos trataban a que, com o tantas otras similares, funcionaba peor en la práctica
la navegación americana. Entre tanto, en el mismo Sur se había que en la teoría. Fletar los barcos y tomar las disposiciones nece­
abierto una interrogante acerca del futuro de la esclavitud, y ello sarias para ‘el asentamiento de los negros en Africa era una opera­
no porque los sudistas estuvieran contemplando la posibilidad de ción costosa y no siempre se disponía de los fondos necesarios;
una emancipación masiva — aun cuando algunos, incluido el pro­ una cosa era pedir a un patrono que manumitiera a sus esclavos
pio Washington, hubieran libertado a sus esclavos— , sino debido y otra, muy distinta, exigirle que además aportara un sustancial
a que se hallaba en tela de juicio la utilidad económica de la ins­ subsidio a lo que era privilegio suyo. El gobierno federal y algún
titución. En un momento en que cedía la demanda de materias Estado movilizaron algunas cantidades, pero éstas nunca alcanzaron
primas tradicionales del Sur y la demanda futura de algodón era el volumen suficiente para que el proyecto funcionara. Muchas de
incierta, no estaba nada claro qué empleo podría darse a su cre­ estas dificultades podían haberse previsto; lo que no se previo,
pues los miembros de la Sociedad carecían de conocimientos mé­
ciente población esclava, e incluso si se la podría emplear en ab­
dicos modernos, fue que a su llegada a Liberia casi la mitad de
soluto.

75
74
los colonos sucumbiría víctima de la malaria y de la fiebre amarilla. Dicho en otros términos, podía considerarse com o el reflejo de
Aun cuando se prodigaron todo tipo de explicaciones, no pudo una creencia, particularmente arraigada entre los herederos intelec­
evitarse que el reclutamiento se resintiera; los propietarios dis­ tuales del puritanismo de Nueva Inglaterra, de que a pesar de las
puestos a poner en libertad a sus esclavos se negaban a enviarlos abundantes ventajas que la naturaleza les concedió, los americanos
a la muerte, y los negros libres, que desde un principio miraban no habían sacado el mejor partido de su sociedad, y ello porque en
el proyecto con recelo, lo denunciaron entonces abiertamente. En lugar de contrastar sus realizaciones con el ideal, lo que les hubie­
1830, al cumplirse diez años de esfuerzos, menos de dos mil negros ra mostrado la distancia qu e aún les faltaba por recorrer, se habían
habían regresado a Africa 11. contentado con excesiva frecuencia con lo que les parecía cóm odo
Hasta aquella fecha, los liberales opuestos a la esclavitud podían o factible.
creer que algo se estaba haciendo y que en su momento aquélla Desde este punto de vista, parecía evidente que eran muy pocas
acabaría por desaparecer. El fracaso de la colonización puso de ma­ las facetas de la sociedad americana a las que no beneficiaría una
nifiesto que no había esperanza alguna de que ello ocurriera. La reforma radical e inmediata. Pero no siempre resultaba fácil deter­
colonización, en el mejor de los casos, era un cóm odo expediente minar por dónde debían comenzar los reformistas y cuál era el
para obviar el problema; en el peor, algo mucho más siniestro. ideal en cada caso. El resultado fue la aparición de una serie de
Pero incluso así muchos la hubiesen respaldado de no haberse vociferantes movimientos, emparentados entre sí, que se hacían
producido dos importantes acontecimientos. la competencia y se solapaban mutuamente, consagrados a mejorar
El primero de ellos fue la abolición de la esclavitud en el Im­ a la humanidad de todas las formas imaginables. Unos predicaban
perio británico, decretada en 1833. A muchos les pareció cuando la salvación nacional a través de la hidroterapia; otros, por medio
menos irónico que fuera precisamente el antiguo enemigo de Am é­ de la frenología; algunos, finalmente, hacían patente su desespe­
rica el que marcara la pauta. Pero quienes habían seguido de cerca ración ante la imposibilidad de moldear la sociedad conform e a sus
los acontecimientos en Gran Bretaña sacaron consecuencias muy ideales retirándose de ella por completo, lo que explica la prolife­
distintas. Mientras los adversarios británicos de la esclavitud se li­ ración de comunidades utópicas durante aquellos años que, por lo
mitaron a pedir que se mejoraran las condiciones en que aquélla general, acababan por desaparecer tras enconadas luchas intesti­
se desarrollaba y una emancipación gradual, nada consiguieron; nas con igual brusquedad con que habían aparecido. Pero aun
pero tan pronto com o empezaron a exigir la emancipación inme­ cuando algunos reformistas abrazaron doctrinas disparatadas y otros
diata e incondicional, el Parlamento se decidió a intervenir. Resul­ se apartaron para formar comunidades propias, la inmensa mayoría
taba obvio, pues, que la mejor manera de obtener algún resultado no sólo permaneció en el seno de la sociedad, sino que en la prácti­
era elevar el nivel de las peticiones. La aparición en diciembre de ca se esforzó realmente por combatir males sociales tan obvios com o
1833 de una nueva organización, la Sociedad Antiesclavista Ameri­ la guerra, la criminalidad, el alcoholismo, el analfabetismo y la ex­
cana (American Anti-Slavery Society), modelada conform e al ejem­ plotación de la mujer.
plo británico y comprometida con el principio de la abolición in­ Resultaba, pues, que la causa del antiesclavismo era una más de
mediata de la esclavitud, con independencia de las consecuencias las muchas que por aquellos años despertaban la atención, aun
que ello pudiera acarrear, demuestra claramente la rapidez con cuando indudablemente fuera la que mayor apoyo recibió. Algún
que fue aprendida la lección. cínico podría aducir que ello era así porque el problema de la es­
El segundo acontecimiento fue la ola de reformismo que inva­ clavitud ya no afectaba directamente a la sociedad nordista y por­
dió el país a partir de 1830. Fue éste un notable fenóm eno, remi­ que al hombre siempre le ha sido más fácil condenar al prójim o
niscencia de los movimientos renovadores de la fe de tiempos pa­ que enmendarse a sí mismo. Es probable que hubiese algo de
sados; el parecido, efectivamente, no era pura coincidencia. En su verdad en estas afirmaciones, pero sin lugar a dudas el m otivo
vertiente religiosa, el movimiento era una manifestación de las co­ principal era que la esclavitud, más que cualquier otro, era el
rrientes utópicas implícitas desde hacía mucho en el pensamiento tema que con mayor fuerza desafiaba al sistema de creencias sobre
protestante americano, pero que hasta entonces se habían visto fre­ el que los americanos pensaban que reposaba su sociedad. Para la
nadas por los rígidos dogmas de la teología calvinista, o más con­ nueva generación de reformistas, que se había asignado la tarea de
cretamente, la manifestación de la creciente convicción de que los lograr que los americanos vivieran conform e a sus creencias, la
principios cristianos debían expresarse mediante la acción socia l12. supervivencia de la esclavitud resultaba intolerable por cuanto al

76
77
negar a un grupo determinado los valores que la mayor parte de clavista, ya que la institución estaba suficientemente arraigada
los americanos cultivaban, limitaban indefinidamente dichos valo­ en el mom ento de su incorporación; pero el hecho de que Misuri
res poniendo así en peligro la totalidad del sistema. Si se toleraba siguiera su ejemplo provocó un sentimiento de alarma que sa
la esclavitud, no había práctica, por inicua que fuera, que no cudió al Norte, pues estaba prácticamente deshabitado en 1803
pudiera reclamar un trato similar. Mientras no se aboliera había y en su mayor parte se hallaba situado al norte de la línea que
que poner en duda el futuro de las restantes causas y, por supues­ separaba los territorios libres de los esclavistas. D e admitirse la
to, el porvenir todo de América. esclavitud en Misuri era im posible prever dónde acabaría el pro­
A los sudistas, así com o a muchos nordistas, semejantes ideas ceso; cabía imaginar que se extendería hasta la frontera canadien­
les parecían inútiles y peligrosas. Eran inútiles por cuanto la escla­ se. Si ello ocurría, los estados libres se encontrarían rodeados y
vitud, cualquiera que fuera su valor ético, era de competencia es­ muy pronto se hallarían en minoría en el Congreso.
tatal y no cabía esperar que los estados aceptaran aboliría inme Estas consideraciones desencadenaron una lucha feroz que con­
diatamente o en un futuro previsible, lo que a estos efectos era cluyó al reconocer el N orte a Misuri a condición de que la escla­
lo mismo; y eran peligrosas porque, al propagarlas, los antiescla vitud quedara prohibida al norte de una línea que cruzaba el
vistas estaban creando disensiones regionales y, por consiguiente, resto del país a la altura d el paralelo 36° 30’ (Compromiso de Mi-
socavando la alianza regional sobre la que descansaba la Unión suri, 1820). Aquello pareció entonces una solución equitativa; pero
Al hacer campaña en favor de la emancipación de los esclavos a medida que pasaban los años y la población seguía presionando
ponían en peligro el futuro de todos. La única esperanza consistía hacia el O este, los sudistas cayeron en la cuenta de que les había
en que los abolicionistas tomaran conciencia de lo equivocado de tocado lo peor del reparto. En tanto que de la parte de las tierras
su proceder y desistieran o en que el movimiento reformista, del adquiridas con la compra d e Luisiana que correspondían al Norte
que formaban parte, acabara por desaparecer. surgieron nueve Estados, tan sólo uno, Arkansas, fue creado en
A lo largo de los años siguientes se hizo evidente que no iba a la del Sur. L o que el N orte había temido para sí, encontrarse en
suceder nada parecido. Emulando a los renovadores de la fe de minoría en el Congreso, amenazaba ahora al Sur com o una clara
los primeros tiempos, en cuyas actividades muchos habían parti posibilidad.
cipado, los propagandistas del abolicionismo iban de ciudad en Hasta cierto punto, esta amenaza había comenzado ya a mate­
ciudad soportando las burlas y los insultos del populacho. A su rializarse: la emigración se triplicó en la década de 1820; se tri­
paso surgían nuevas organizaciones antiesclavistas; en 1838, la So­ plicó de nuevo en la de 1830 y se cuadruplicó en la de 1840.
ciedad Antiesclavista Americana afirmaba contar con bastante más Prácticamente todos los recién llegados se establecieron en los es­
de 100.000 afiliados. El movimiento fue creciendo año tras año tados libres. En 1830, la población de los estados esclavistas re­
hasta que sus reivindicaciones oscurecieron a las de los restantes presentaba solamente el 42 por 100 del total nacional, y en 1850
grupos que abogaban por la mejora de la condición humana. el 35 por 100, en tanto qu e la proporción representada por los
blancos sudistas bajaba del 27 por 100 al 23 por 100. Si el Sur
pudo aún conservar una situación paritaria en el Senado (pues
V EL FORTALECIMIENTO DE LA CONCIENCIA REGIONAL la balanza sólo se inclinaría a favor de los senadores nordistas
a partir de la década de 1850), en la Cámara de Representantes,
Se habían producido entre tanto otros cambios que inclinarían donde los escaños se distribuían proporcionalmente a la pobla­
a los sudistas a velar por sus intereses. En 1819, el territorio de ción, los efectos de su relativa decadencia se hicieron ya pa­
Misuri solicitó del Congreso su reconocimiento com o Estado es tentes.
clavista, además de hacerlo la propia Luisiana, el primer territo­ Desde el punto de vista económico, los resultados alcanzados
rio creado sobre las tierras adquiridas por la compra de Luisiana Por el Sur tampoco eran satisfactorios. Tanto en 1816 com o en
que reunía los requisitos necesarios para adquirir la condición de 1818, los sudistas habían apoyado eí-.establccimiento de tarifas
Estado: la admisión en la federación com o Estado con igualdad arancelarias proteccionistas con la esperanza de que en su región
de derechos podía reclamarla cualquier territorio del Oeste que surgieran industrias manufactureras; pero ya en la década de 1820
demostrase que tenía 60.000 habitantes (cf. supra, p. 41). Se ha­ era evidente que ello no iba a ocurrir. D ado que se mantenía
bía dado por supuesto que Luisiana se convertiría en Estado e¡>- el auge del algodón, este resultado no habría tenido mayor al­

78 79
cance de no resultar obvio que el proteccionismo operaba tam bilidades era más reducida y proporcionalmente mayores las pro­
bién en su perjuicio. En cuanto productores de la mayor parte babilidades de una predicción más correcta.
de las exportaciones americanas, a los sudistas les habría conve Quedaba en pie una im portante cuestión, sobre la que seguía
nido más intercambiar sus mercancías por dinero y adquirir los cerniéndose la incertidumbre: el papel político que habría de des­
productos manufacturados que necesitaban allí donde fueran más empeñar el Oeste. La orientación de los estados del golfo de M é­
baratos; com o las mercancías más baratas se hallaban en Europa, xico — Alabama, Misisipí y Luisiana— era básicamente sudista,
se encontraron frente a la alternativa de comprar productos del aun cuando en determinados aspectos fueran «occidentales»; otro
Norte, relativamente caros, o pagar unos sustanciales derechos tanto ocurría, aunque en m enor medida, con Arkansas y Misuri.
aduaneros al gobierno federal. Parecía com o si se hubiera mon­ Lo que seguía siendo du doso era el futuro de los estados libres
tado un sistema notablemente eficaz para escamotear el dinero de la mitad septentrional d e l valle del Misisipí. Esta zona, que
de los bolsillos de una región e introducirlo en los de las demás culturalmente tenía características propias, dependía económica­
El resentimiento provocado por esta situación alcanzó su cénit mente, al menos hasta la llegada del ferrocarril, del Misisipí y
en 1832, cuando Carolina del Sur anunció que dejaría de pagar sus afluentes, sobre todo a efectos del com ercio. De aquí que
aquellos derech os13. El presidente Jackson respondió pidiendo fuera natural que a medida que las regiones más antiguas manio­
autorización al Congreso para imponer, incluso por la fuerza, la braban en su provecho, se volvieran hacia el Oeste en busca de
observancia de la legislación aduanera. Simultáneamente, el se­ respaldo. La realidad era q u e, en lo fundamental, los intereses
nador Henry Clay, de Kentucky, que ya había desempeñado un del Oeste y los del Norte eran más coincidentes que los del Oeste
importante papel en la resolución de la crisis de Misuri, acudió y los del Sur, lo que eiplica que los resultados obtenidos por los
en auxilio de la nación al proponer un arancel de compromiso sudistas en su campaña para conseguir el apoyo del Oeste fueran
en el que establecía una drástica reducción de los derechos. Al desalentadores.
tener noticia de que las tarifas iban a ser rebajadas, Carolina del En estas circunstancias, y aparte de la cuestión de la esclavi­
Sur dejó en suspenso su decisión y luego la abandonó definitiva­ tud, los sudistas tenían m otivos más que justificados para sentirse
mente. Se resolvió así lo que pudo haber desembocado en una acosados, y la riada de advertencias, críticas e insultos que desde
peligrosa situación, en una guerra incluso, permitiendo a ambas 1830 emanaba de la prensa del Norte reforzó aún más su sensa­
partes proclamarse vencedoras. ción de aislamiento. E n una Unión en la que en teoría todos de­
A pesar de esta solución amistosa, resultaba obvio que se es­ bían prom over sus intereses, los sudistas empezaron a sentirse
taba gestando algo nuevo y perturbador. El problema arancela­ solos.
rio no era más que uno de los muchos — el banco nacional, la
financiación de las obras públicas con fondos federales y la venta
de tierras federales en el Oeste, entre otros— que dividían a la VI. LOS CONFLICTOS ENTRE LAS REGIONES, 1835-1860

opinión en bloques regionales. Com o hemos visto, ya desde la


época colonial existían diversas conciencias regionales nacidas de D e haber investigado rnás a fond o el auténtico estado de opinión
estructuras económicas y estilos de vida diferentes. El elemento del Norte, los sudistas se habrían sentido menos amenazados. Por
nuevo era la aparición de intereses específicos divergentes y la grande que fuera el éxito alcanzado por los abolicionistas en su
intensificación de la conciencia regional derivada de ellos. Pero tarea de conversión, el m ovim iento era en muchos aspectos me­
éste no era un fenóm eno específicamente sudista; los habitantes nos formidable de lo que a primera vista parecía. Desde sus orí­
del Norte y del Oeste se regían también por criterios regionales, genes estaba minado por disensiones ideológicas, que alcanzaron
y en cuestiones vitales votaban de acuerdo con ellos. N o dejaba su cénit en 1840, cuando el ala radical encabezada por William
de ser paradójico que a medida que la nación crecía, también lo Lloyd Garrison asumió el con trol de la organización nacional uti­
hiciera la determinación de sus elementos constitutivos de prom o lizándola com o plataforma para acusar a los restantes abolicionis­
cionar sus respectivos intereses. tas de discriminar a las mujeres, de dar muestras de escasa mili-
Ello obedecía en parte a que dichos intereses estaban ahora tancia y de diversas otras faltas. Gran parte de las energías del
mucho mejor definidos. La generación anterior no veía claro cómo movimiento — en la medida en que todavía podía calificársele
iba a desarrollarse el país, en tanto que en 1830 la gama de posi­ como tal— se malgastaban de este modo en luchas intestinas M.

80 81
El relativo éxito de los abolicionistas obedecía en gran parte
Pero para la mayoría de los sudistas el hecho de que fueran
a su hábil manejo de la propaganda y, especialmente, de las nue­
muy escasos los nordistas que secundaban el abolicionismo — y,
vas téuucas de impresión barata, induciendo así a engaño acerca
por supuesto, que muy pocos abolicionistas estuvieran de acuer­
del respaldo de que disfrutaban. Pero de la gran oposición con
do entre sí— importaba menos que el hecho de que el abolicio­
que tropezaban cabía deducir, en todo caso, que no representa­
nismo fuera una manifestación de una cultura cuya creciente pu­
ban a la generalidad de los nordistas, y ello no porque aquéllos
janza amenazaba su forma d e vida. Una de las consecuencias de
aprobaran la esclavitud, cosa que algunos hacían, sino porque la
esta actitud era que los abolicionistas parecían mucho más peli­
acción de los abolicionistas tomaba unos rumbos que tenían todas
grosos de lo que en realidad eran. Su imagen de grupo eficazmen­
las trazas de resultar contraproducentes.
te organizado, bien dotado desde el punto de vista económ ico y
Entre los dirigentes de las masas antiabolicionistas que ate­
políticamente influyente tenía que halagar profundamente a quie­
rrorizaron Boston y otras ciudades en la década de 1830 figura­
nes, en realidad, no eran más que un grupo desorganizado, finan­
ban los partidarios del movimiento de colonización que trataban
cieramente débil y políticamente impopular. En todo caso, es in­
de resolver el problema a su manera; pero la principal fuente de
dudable que la exagerada reacción sudista acrecentó el prestigio
oposición radicaba en la creencia de que los abolicionistas eran
de los abolicionistas, incluso en el Norte. L o demuestra la repen­
unos fanáticos irresponsables que, al presionar en favor de una
tina notoriedad alcanzada p or el Liberator de Garrison, que to­
emancipación inmediata, no sólo era improbable que beneficiaran
davía en 1832 no era más que un oscuro panfleto, leído princi­
a los esclavos, sino que, con toda seguridad, dañarían a la Unión,
palmente por los negros d el Norte, al ser relacionado, errónea­
e incluso podrían destruirla 15. Ello explica que incluso los polí­
mente por cierto, con la insurrección de Nat Turner. O el hecho
ticos enemigos de la esclavitud se esforzaran por dejar bien sen­
de que en 1835, el gobernador McDuffie, de Carolina del Sur,
tado que no eran abolicionistas. Para un movimiento que pre­
llegara a manifestar ante el legislativo de su Estado que creía que
tendía representar los auténticos ideales americanos, el respaldo
a los agitadores abolicionistas había que condenarlos a muerte
político de que gozaba era notablemente reducido.
Fue en el Congreso donde la reacción sudista tuvo peores con ­
El obstáculo principal a la consecución de los objetivos aboli­
secuencias. Una de las iniciativas abolicionistas que más éxito tuvo
cionistas era simplemente la imposibilidad en que se hallaban de
fue el lanzamiento de una campaña masiva de peticiones, montada
responsabilizarse directamente del problema que trataban de re­
sobre el m odelo británico pero a escala mucho mayor; fueron tan­
solver. Todos estaban conformes en que la esclavitud era de com ­
tas las peticiones que, de haberse examinado todas, las activida­
petencia estatal; el único m odo de que el gobierno federal pudie­
des del Congreso se habrían paralizado. En tanto que el Senado
ra intervenir legalmente en ella, al menos tal y com o existía en
acordó un procedimiento según el cual las peticiones se rechaza­
los distintos estados, era mediante una reforma constitucional,
ban a medida que eran formuladas, en la Cámara de Represen­
lo que suponía la conformidad de las tres cuartas partes de los
tantes la situación era más compleja. En 1836 la Cámara aprobó
estados. Dado que la mitad de ellos (12 de 24 en 1830; 15 de 33 una resolución en la que se establecía que «el examen de cua­
en 1860) seguían manteniendo la esclavitud y, consecuentemente, lesquiera peticiones, memoriales, resoluciones, proposiciones o
cabía presumir que se opondrían a semejante enmienda, este en­ documentos que de algún m od o se relacionen con el tema de
foque quedaba políticamente descartado. la esclavitud o de la abolición de la esclavitud, sea pospuesto
Se ponía así de manifiesto la naturaleza quijotesca de la ofen­ indefinidamente, sin que sean impresos ni se les dé curso, y sin
siva abolicionista, lo que contribuye a explicar la disgregación que se tome ninguna decisión adicional al respecto». Esta pri-
del movimiento tras los éxitos propagandísticos de la década de niera «ley de la mordaza» (gag rule), y las que le sucedieron
1830. Una cosa era demostrar que la esclavitud era contraria al — pues cada Cámara establecía sus propias reglas de procedi­
sistema de valores americano y otra, muy distinta, hallar un re­ miento— motivaron la protesta de los representantes del Norte
m edio que concitara el beneplácito de todos. H abiendo fracasado alegando que se denegaban la libertad de discusión y los dere­
en su enfrentamiento con sus enemigos reales, los sudistas pro­ chos de petición de sus electores, a lo que siguió una prolongada
pietarios de esclavos, los abolicionistas se revolvieron airadamente campaña dirigida por el expresidente John Quincy Adams, de
los unos contra los otros. Massachusetts, que duró hasta 1844, año en que se abrogaron
las leyes de la mordaza. O tro tema que provocó una violenta
82
83
mente aquellas zonas de las tierras adquiridas con la compra de ríos que se extendían de las Rocosas al Pacífico. Por d ifícil que
Luisiana de las que había quedado excluida la esclavitud, y a las hubiera sido la cuestión de Misuri, no era nada en comparación
que afluían masivamente los colonos del Norte. Por su parte, los con este nuevo problema, en un momento en que los intereses
téjanos estaban deseando convertirse en ciudadanos de Estados regionales, mucho mejor organizados y resueltos a no ceder una
Unidos ya que, pese a sus éxitos en la lucha contra las tropas pulgada, estaban maniobrando para ocupar posiciones. Gran par­
mexicanas, eran numéricamente inferiores. La anexión descartaría te de la discusión giró en torno a la propuesta presentada por
el riesgo de la reconquista, atraería a más colonos y vincularía David W ilm ot, congresista demócrata por Pensilvania, de que
a la madre patria a los que ya se habían asentado. la esclavitud quedara permanentemente excluida de todos los
Pero el proyecto tropezaba con muchas dificultades. Una era territorios cedidos por M éxico. Los sudistas reaccionaron reivin­
que tanto los whigs del Norte — el partido de oposición— como dicando su derecho de acceso, con sus esclavos, a la totalidad de
los abolicionistas eran profundamente hostiles a éste; desde su la zona y argumentando q u e de este m odo compensarían las re­
punto de vista, la rebelión de Texas equivalía poco menos que cientes ganancias del N orte en el territorio de Oregón. Los su­
a una conspiración esclavista. N o andaban descaminados, pues distas radicales, dirigidos p o r John C. Calhoun, fueron aún más
los téjanos poseían esclavos y uno de los motivos por los que lejos al afirmar que, dado que los esclavos eran simples objetos
se enfrentaron con las autoridades mexicanas fue precisamente su de propiedad, y que a los americanos n o podía despojárseles de
negativa a ponerlos en libertad y a acabar con nuevas importa su propiedad salvo por el procedim iento legalmente establecido,
ciones. El mayor obstáculo, sin embargo, era la posibilidad de los sudistas eran libres de llevar los esclavos a cualquier territo­
que la anexión arrastrara a Estados Unidos a un conflicto con rio del país con independencia de las normas dictadas p o r el Con­
M éxico. Fue esta consideración, más que el temor a los whigs greso o por cualquier otro organismo.
y a los abolicionistas, lo que hizo que el presidente Jackson y Las polémicas de los años 40 significaron un nuevo paso en el
sus sucesores miraran con recelo las aspiraciones tejanas. El re­ deterioro de las relaciones regionales; su aspecto más inquietante
sultado fue que Texas siguió siendo una república independiente era la medida en que sus protagonistas desconocían, o n o podían
al tiempo que téjanos y sudistas conspiraban para sacar partido percibir, los problemas reales — com o, por ejemplo, si existía al­
del temor americano a que Gran Bretaña apareciera en escena, a guien que efectivamente quisiera trasladar sus esclavos a Utah
menos que los Estados Unidos intervinieran. La idea del «des y qué haría con ellos una vez allí— en su afán por negar a sus
tino manifiesto» — la creencia de que los Estados Unidos esta oponentes cualquier ventaja por imaginaria que fuese. A l igual
ban predestinados a ocupar y desarrollar la totalidad del conti que ocurría con las naciones europeas hostiles, cuyo proceder siem­
nente norteamericano— era ampliamente aceptada por todas las pre habían condenado pero al que cada vez se acercaban más, los
regiones del país. Por ignorar esta realidad, los abolicionistas hi­ americanos combatían a enemigos que eran más producto de su
cieron sin darse cuenta el juego a sus enemigos cuando cometie­ imaginación que otra cosa. En lugar del Sur real, lo que existía
ron la imprudencia de hacer determinadas propuestas al gobierno era el «p od er esclavista»; en lugar del Norte, la «conspiración
británico que, a pesar de su escaso interés para este último, se abolicionista» ,7. Resulta d ifícil decir cuál de los dos estaba más
presentaron de tal forma que parecía com o si Texas estuviera alejado de la realidad, pero en la medida en que las creencias
a punto de convertirse en una colonia británica. En marzo de se materializaban en acciones, aquellas imágenes acabaron por
1845, tras unas elecciones presidenciales cuyo resultado podía convertirse en realidad.
interpretarse com o ilustrativo del respaldo popular a la anexión Pero cuando se produjo la ruptura del equilibrio político, la
una resolución conjunta del Senado y la Cámara de Represen realidad fue muy distinta de lo esperado. El descubrimiento de
tantes aprobó el tratado de incorporación de Texas a la Unión oro en California, el 24 de enero de 1848, una semana antes de
Por duro que fuera este golpe para las fuerzas antiesclavistas que se firmara el tratado de cesión de las tierras mexicanas a
lo peor aún no había ocurrido. Los adversarios de la anexión Estados Unidos, desencadenó una afluencia masiva de población
habían profetizado que este paso conduciría a la guerra. Apenas con el resultado de que, sin haber alcanzado formalmente el sta­
había transcurrido un año cuando estalló el conflicto; al cabo tus territorial, California solicitó en marzo de 1850 su recono­
de dos, M éxico había sido derrotado y el Congreso se encontró cimiento com o Estado libre. D ado que ello era deseo expreso de
con el dilema de qué hacer con aquellos nuevos y vastos territo- sus habitantes, los sudistas n o tenían m otivo alguno para oponer­

86 87
se. La seguridad de que al menos una parte del territorio mexi­ lo sucedido era preocupante, en especial porque ahora cada rama
cano, y en todo caso la más fértil, quedaría libre de esclavitud, se creía obligada a justificar su acción. Más grave aún era que
m ovió a los nordistas a adoptar una actitud más flexible en re­ los partidos políticos parecían seguir idéntico camino. Contraria­
lación con la restante. Quedaba así expedito el camino a Henry mente a lo que habían tem ido los fundadores de la nación, los
Clay, quien nuevamente desempeñaba el papel de mediador entre partidos, hasta entonces, habían resultado ser más una fuerza
las regiones, para preparar un paquete de medidas destinadas a cohesiva que un factor de división Cualquier partido que no fue­
conciliar las notables divergencias entre el Norte y el Sur, y, ra nacional, es decir que n o disfrutara del apoyo de todas las
apoyándose en un resurgimiento de la opinión moderada, presen­ regiones, se hallaba en franca desventaja, com o había puesto de
tar al Congreso una serie de propuestas: la admisión de Califor­ relieve la suerte que corrieron los federalistas de Nueva Inglate­
nia com o Estado libre, la organización equilibrada del territorio rra. Por muy enfrentados que estuvieran sus afiliados en temas
mexicano sin restricciones a la esclavitud, la prohibición del co­ tan importantes com o la esclavitud, tenían que olvidar sus dife­
mercio de esclavos en el distrito de Columbia, la adopción de rencias una vez cada cuatro años con el fin de elaborar un p r o
garantías destinadas a evitar obstrucciones a la esclavitud en el grama com ún y designar sus candidatos. Pero com o consecuencia
propio distrito y la creación de unos mecanismos más eficaces de la intensificación de las tensiones regionales a finales de la
para el regreso de los esclavos fugitivos. década de los 40, aquello resultaba cada vez más difícil. Los dos
El com prom iso de 1850 era todo lo bueno que razonablemente partidos lucharon denodadamente por reconciliar a sus fa ccio
cabía esperar y mucho mejor de lo que hubiera podido imagi nes hostiles. Los demócratas, cuyas disensiones les habían costa­
narse poco tiempo antes. Evidentemente no resolvía los proble­ do las elecciones de 1848, lo lograron adoptando una línea con­
mas básicos de la esclavitud ni acababa con la desconfianza regio­ servadora a propósito de la esclavitud, asegurándose así la elec­
nal, pero estas situaciones se solventan rara vez de golpe, salvo ción de su candidato presidencial tanto en 1852 com o en 1856.
por la guerra, evitando una peligrosa crisis que de otro modo Los whigs, cuya ala nordista insistía en seguir una línea relati­
pudo haber desembocado en un conflicto abierto. Si la guerra hu­ vamente más liberal, perdieron el respaldo del Sur, lo que p r o
biera estallado entonces, en lugar de once años más tarde, cuan­ vocó la desintegración del partido. En 1853, el sistema político
do la fuerza relativa del No'rte había aumentado, las probabili­ de Estados Unidos había dejado de ser bipartidista.
dades de una victoria nordista habrían sido proporcionalmente me­ El país, ya agitado políticamente, no estaba preparado para re­
nores, por lo que al aplazar el enfrentamiento, el compromiso sistir el recrudecimiento de las luchas regionales provocadas por
contribuyó también a que los Estados Unidos se proyectaran hacia la ley Kansas-Nebraska de 1854. Engañado por la aparente tran­
el siglo x x com o una nación unificada. quilidad, Stephen Douglas, senador demócrata por Illinois, había
A comienzos de la década de 1850, sin embargo, no estaba cla­ propuesto que se autorizara la esclavitud en las zonas de las
ro que la guerra fuera inevitable, ni probable siquiera. Se habían que había sido excluida formalmente por estar situadas al norte
aliviado las emociones contenidas de los últimos años y los ra­ del paralelo 36° 30’ del Com prom iso de Misuri; el objetivo que
dicales, que hasta fecha reciente ocuparon la escena política, se perseguía no era extender la esclavitud, sino promover la cons­
habían retirado a los bastidores. Hacía mucho tiempo que el fu­ trucción de un ferrocarril que enlazara Illinois y California. Lo
turo, en conjunto, no parecía tan propicio. dispuesto sobre la esclavitud no era más que un señuelo desti­
Pero las apariencias eran engañosas. A pesar de su inmaculado nado a apaciguar a los sudistas que confiaban en que el primer
aspecto exterior, la estructura estaba gravemente deteriorada. El ferrocarril transcontinental naciera en su región. N o podía ima­
examen de las instituciones que hasta entonces habían contribui­ ginar que los sudistas quisieran llevar a sus esclavos a aquellos
do a mantener unida a la Unión evidencia en qué medida lo territorios ni que, si llegaban a hacerlo, se lo permitieran los
estaba. Figuraban entre ellas las Iglesias, cuya peculiar sensibili­ colonos, que en su mayoría procedían del Norte, y menos aún
dad frente a las cuestiones morales las hacía especialmente vulne­ que los estados del Norte se sintieran amenazados por lo que no
rables. Durante los años 40, se habían ido rompiendo, uno tras era más que un gesto sim bólico cuyo fin era asegurarles una ven­
otro, los lazos que unían a las ramas nordista y sudista de las taja económica efectiva, un enlace ferroviario con el Oeste.
principales confesiones. En una época en que los americanos de­ En términos lacionales, evidentemente, aquello carecía de sen­
dicaban más tiempo a escuchar semones que discursos políticos, tido. Lo grave era que m uchos nordistas — y también sudistas—

88
89
habían dejado de ver las cosas en un contexto racional, estricta­ 1860 y 1933 sólo hubo de dejar la Casa Blanca a un demócrata
mente hablando. Si lo que se alzaba frente al Norte ya no era el durante dieciséis años. Después de la guerra civil, el Partido D e­
Sur real, una cultura preindustrial cuyo crecimiento potencial se mócrata consiguió continuar la tradición jeffersoniana del llama­
hallaba condicionado por factores demográficos, climatológicos y miento a los intereses y valores del com mon man. Alcanzó una
económicos, sino el «poder esclavista», era ob vio que cualquier posición dominante especialmente en el Sur porque los republi­
propuesta destinada a aumentar su zona de influencia había de canos no parecían elegibles a muchos sudistas blancos hasta la
tener un carácter amenazador. Paralelamente, si el Sur se sentía segunda mitad del siglo x x a causa de su pasado com o «partido
acosado por un Norte hostil e implacable, hacía bien en llevar sus pronegro» 17 *.
reivindicaciones territoriales hasta el límite.
Las tensiones que se suscitaron en los años 50 llevaban implí­
citas reacciones de esta índole más acusadas aún que las de la VII. LA SECESION: EL ABANDONO DE LA UNION

década de 1840. Gran parte de lo ocurrido era de tal naturaleza POR LOS ESTADOS DEL SUR

que, de haber sucedido en otro momento, habría despertado poca


atención. Pero que la reacción nordista a las propuestas de Douglas N o cabe duda de que la elección de Lincoln com o presidente en
fuera tan violenta, y que el Sur interpretara la acción de John 1860 representó un duro golpe para el Sur. Por primera vez en
Brown de 1859 (un torpe asalto a una armería federal de Virgi­ la historia americana un presidente había resultado elegido sin
nia dirigido por un viejo medio chiflado) com o una agresión física el concurso sudista. P ocos años antes ello habría sido imposible;
del Norte, son hechos que revelan hasta qué punto se habían el que sucediera entonces ponía de relieve hasta qué punto se
deteriorado las relaciones entre las regiones. había erosionado la posición del Sur. Pero lo más grave era que
A l mismo tiempo se estaban produciendo otros acontecimien­ había sido elegido sobre la base de un programa que le com pro­
tos que sí tenían auténtica importancia; entre ellos la agudiza­ metía específicamente con la promoción de los intereses regionales
ción de las luchas entre las ramas nordista y sudista del Partido del Norte y del Oeste: elevación de los aranceles, reparto de tie­
Demócrata. O tro, más evidente, fue la aparición en el Norte de rras entre los colonos en el Oeste y oposición a que se introdu­
un nuevo partido, el Republicano, integrado por antiguos whigs, jera allí la esclavitud.
Demócratas disidentes y seguidores de diversos partidos mino­ Pero esta derrota, por real que fuera, no era en m odo alguno
ritarios del Norte, com o los free soilers, que rechazaban explíci­ irreversible; nadie podía asegurar que el siguiente presidente, o
tamente la esclavitud en los territorios que no la habían tenido el siguiente al siguiente, mantendría idéntica política. D e hecho
antes. A diferencia de los partidos no nacionales o regionalistas había motivos muy fundados para presumir que no lo haría, por
del pasado, el Partido Republicano tenía una fuerza extraordina­ cuanto los sudistas seguían controlando bastante más de la ter­
ria. Fundado en 1854, en 1856 estuvo a punto de alcanzar la pre­ cera parte del colegio electoral. Y , com o el propio Lincoln había
sidencia, lográndolo en 1860. Desde entonces, la rivalidad entre señalado, el daño que un presidente podía hacer en el curso de
el Partido Republicano y el Demócrata es la que ha determinado un mandato, o incluso de dos, tenía un límite. Por muy regiona­
el marco de las disputas políticas dentro de los Estados Unidos. les que fueran sus com prom isos previos, su actuación estaba li­
Hasta ahora, bajo las condiciones de la mayoría electoral simple mitada por una serie de frenos y equilibrios (checks and balances)
y la elección directa del presidente, ningún «tercer» partido ha constitucionales y, sobre todo, no podía inmiscuirse en la escla­
logrado poner en "peligro el predominio de los dos grandes par­ vitud tal y como existía en los distintos estados.
tidos. A las pocas décadas después de la guerra civil, y a pesar de De aquí que los estados sudistas pudieran haber continuado en
tener su origen en el movimiento antiesclavista, el Partido Re­ el seno de la Unión, seguros de que esta peculiar institución no
publicano no sólo carecía ya de principios, sino que entró en corría peligro inminente y con razonables perspectivas de encon­
un pacto electoral para ocupar la presidencia y numerosos puestos trar una futura administración más de su agrado. El que en su
públicos en los distintos estados. Hacia 1900 había adquirido ya lugar optaran por embarcarse en la aventura mucho más azarosa
la reputación, que ha conservado hasta hoy, de ser el partido de la secesión era simple reflejo de su creciente convicción de que,
de los businessmen, de los intereses industriales del Norte, así por reversible que fuera, no tenían obligación alguna de aceptar
com o de los grandes terratenientes exportadores del Oeste. Entre la derrota en ninguna de sus formas. Obedecía esta actitud al

90 91
hecho de que, a medida que se producían las tensiones regionales, excesivamente conciliadora equivaldría a renegar de las promesas
la opinión nordista y sudista acerca de la naturaleza fundamental electorales y a enemistarse con sus propios partidarios. Los su­
de la Unión se había ido distanciando paulatinamente. Tal y com o distas habían amenazado ya en otras ocasiones con la secesión;
los padres de la Patria anticiparan, el tiempo estaba resolviendo ¿quién podía asegurar, incluso a aquellas alturas, que hablaban
el problema, pero en cada región de m odo diferente. Mientras en serio? Adoptar, por otra parte, una línea dura provocaría la
que los nordistas estaban cada vez más convencidos de pertene­ inmediata hostilidad del A lto Sur, cuya fidelidad todavía estaba
cer a una sola nación, una e indivisible, los sudistas llegaban pre­ en juego.
cisamente a la conclusión contraria. N o es que pudiera concebirse En su discurso de toma de posesión, Lincoln ensayó una línea
la Unión com o un pacto voluntario, que se mantendría sólo en intermedia, asegurando a los sudistas que tenía el propósito de
tanto conviniera a los intereses de los estados individuales; es «n o inmiscuirse, directa o indirectamente, en la institución de la
que no cabía concebirla de otro m odo 18. Esto era, en pocas pa­ esclavitud en los estados donde existe», y que confiaba en que
labras, lo que ocurría. Recurrir a otros argumentos, com o hacían la violencia sería evitada, pero que estaba decidido a defender
los nordistas, no era más que valerse del disfraz del patriotismo la Unión. ¿Significaban sus palabras que planeaba la invasión del
para ocultar intereses regionales, com o claramente evidenciaba el Sur? Lincoln dejó que cada cual las interpretara a su gusto.
programa republicano. A los nordistas las ventajas regionales les Lo que sí era evidente es que si realmente pretendía preser­
preocupaban tanto com o a los sudistas, pero en cuanto partido var la Unión, más tarde o más temprano se vería obligado a in­
dominante, les interesaba sencillamente mantener la ficción de tervenir. En marzo, el gobierno confederado envió representantes
una nación unificada para mejor poder explotar a los demás. La a Washington para negociar la evacuación de los fuertes e insta­
cuestión capital radicaba, según un sudista, en saber si en el fu­ laciones federales, siendo rechazadas sus pretensiones. A princi­
turo los estados del Sur «n o serán más que colonias y plantacio pio de abril era ob v io que las provisiones de la guarnición de
nes de los centros comerciales [ . . . ] o conservarán su personalidad Fort Sumter, en el puerto de Charleston, en Carolina del Sur,
propia e individual» ,9.
eran tan escasas que sólo podría resistir unos pocos días más.
Así, pues, en las semanas siguientes a la elección de Lincoln,
Evacuar el fuerte significaba reconocer que el Sur tenía derecho
acompañándose de citas de Thomas Jefferson y con la sensación
a la secesión; reforzarlo, dar pie a acusaciones de provocación
de que seguían los pasos de sus antepasados revolucionarios, los
deliberada. Una vez más Lincoln optó por la solución interme­
congresistas de los estados algodoneros se despidieron de sus co­
dia, enviando una expedición naval de socorro con abastecimien­
legas del Norte y emprendieron viaje al Sur. El 20 de diciembre
tos e informando, al mism o tiempo, de su decisión al gobernador
de 1860, con un solo voto en contra, la Convención estatal de Ca­
rolina del Sur ratificó un decreto cortando todos los lazos con de Carolina del Sur. A las 4,30 de la madrugada del 12 de abril
la Unión. Le siguió Misisipí el 9 de enero de 1861, Florida el de 1861, las baterías de Charleston iniciaron el bom bardeo de
10 y Alabama el 11. El 1 de febrero los siete Estados del «Sur Fort Sumter.
profu ndo», en la franja que va de Carolina del Sur en el Este a
Texas en el Oeste, habían declarado formalmente su independen­
cia. El 8 de febrero los representantes de dichos estados, reuni­ VIII. LA GUERRA c i v i l , 1861-1865

dos en Montgomery, Alabama, crearon un gobierno provisional


bajo una nueva Constitución y, al día siguiente procedieron a ele­ A partir de entonces, los acontecimientos se desarrollaron a ve­
gir a Jefferson Davis com o primer presidente de la Confedera locidad creciente. Lincoln solicitó de los estados setenta y cinco
ción de Estados de América. mil voluntarios para acabar con la rebelión. Virginia, Carolina
El G obierno Federal, entre tanto, n o había tomado decisión del Norte, Tennessee y Arkansas se opusieron, promulgando sus
alguna. La Administración saliente de Buchanan (1857-61) esta­ propios decretos de secesión. Esta decisión puso en duda la futu­
ba encantada de poder dejar este tema en manos de su sucesor, ra actitud política de Maryland, Kentucky y Misuri. El sector
y los republicanos que accedían al poder no habían asumido aún montañoso de Virginia Occidental, tradicionalmente reñido con
sus funciones. Pero incluso cuando lo hicieron el 4 de marzo, la zona marítima y las tierras bajas, se negó a reconocer la se­
tampoco tenían una idea clara de cóm o proceder. Una actitud cesión y en 1863 se con virtió en Estado por derecho propio. D e

92 93
taba negativamente a muy pocos; eran muy escasos los que co­ su victoria, avanzando hacia el Norte, podrían haber entrado en
nocían el Sur de primera mano y menos aún los que simpatizaban la capital federal prácticamente sin encontrar resistencia.
con sus instituciones políticas. Pero, por su actitud política, el Bull Run fue el primero de una serie de desastres que se aba­
Sur se había enemistado prácticamente con todos. Uno de los re­ tieron sobre las fuerzas de la Unión destacadas en Virginia a lo
sultados de la secesión era que los congresistas del Norte podían largo de los dos años siguientes. A un cuando su experiencia fue
dedicarse ya a los asuntos que les eran propios. ¿Q uién podía cada vez mayor, los sudistas les superaban constantemente en
garantizar que en el futuro no habría más ventajas? En pocas pa­ capacidad de maniobra, lo que evidenciaba que la crema de la
labras, ¿qué motivos había para que el Norte se empeñara en oficialidad de Estados Unidos se había pasado a la Confederación.
una guerra prolongada con objeto de mantener en el seno de la Durante la primavera de 1862 se intentó llegar a Richmond por
Unión a un grupo de estados manifiestamente resueltos a aban segunda vez, mediante un desembarco en la península de Yorktow n,
donarla? al sudeste de la ciudad, pero las tropas de la Unión fueron recha­
Posiblemente un presidente menos decidido que Lincoln habría zadas de nuevo. En el otoñ o y el invierno de 1862, y en la pri­
intentado llegar a alguna forma de entendimiento con la Confe­ mavera de 1863, se hicieron tres nuevos ensayos, con parecido
deración, lo que efectivamente habría significado el reconocimien resultado. A l cabo de dos años de lucha, el único éxito alcan­
to de la independencia del Sur. Por no actuar de este m odo, el zado por la Unión en el teatro oriental fue el rechazo de una
Norte pagó una factura muy elevada, que al final de la contienda fuerza sudista que había penetrado en Maryland, al nordeste de
incluía 365.000 muertos. L o que sostuvo a Lincoln en los pri­ lá capital federal, tras la victoria puramente técnica lograda en la
meros momentos fue la fiebre bélica que sacudió al Norte, tras su batalla de Antietam.
petición de voluntarios, pero a la larga tuvo mayor importancia Pero la potencia del N orte se dejaba sentir en otras partes.
la creencia, claramente expresada en su discurso de Gettysburg El bloqueo cada vez más eficaz de la línea costera sudista inte­
en 1863, de que la causa de la Unión era también la causa de la rrumpió toda relación comercial con el mundo exterior; en la
democracia y, consiguientemente, la causa de toda la humanidad, primavera de 1862, una fuerza anfibia capturó Nueva Orleans y
aun cuando pueda discutirse que esta creencia estuviese justifica­ comenzó a presionar hacia el Norte remontando el Misisipí y, lo
da. Para los sudistas, propensos a reafirmar sus propias aspira­ que era más importante, los ejércitos de la Unión en el teatro
ciones democráticas a la autodeterminación, aquella afirmación occidental, bajo el mando de los generales Grant y Sherman, avan­
carecía de fundamento, pero no cabe duda de que ayudó mucho zaban hacia el Sur a lo largo del Misisipí con el propósito de en­
al Norte a mantenerse firme durante los amargos años del con­ lazar con aquella ciudad. Finalmente, en el verano de 1863, la
flicto. captura por Grant de la fortaleza confederada de Vicksberg, y la
El factor decisivo fue, sin embargo, que también el Norte rendición simultánea de Port H udson a las fuerzas nordistas que
estaba resuelto a luchar hasta el final, si bien en los primeros progresaban hacia el Norte, confirió a la Unión el control de la
meses de la guerra no era evidente todavía que fuera así. Ambos totalidad del curso del río.
contendientes habían previsto un enfrentamiento breve y violento, Este éxito coincidió con la primera victoria decisiva de la
seguido de la victoria. D ado que la estrategia del Sur era esen­ Unión en el Este. Aun cuando su capacidad de maniobra seguía
cialmente defensiva, la iniciativa correspondía al Norte. A media­ siendo mayor, alarmaba a los sudistas la creciente superioridad
dos de julio, una columna integrada por 35.000 hombres inició numérica de los efectivos de la Unión. En un desesperado intento
el recorrido de los 190 km. que separaban Washington de la por demostrar de una vez por todas la superioridad de sus ejér­
recién creada capital confederada de Richmond. En su mayoría citos en el campo de batalla, fomentando así el apaciguamiento
eran miembros de las milicias, reclutados por noventa días, cuyo y las disensiones en el Norte, el comandante sudista Robert E. Lee
servicio militar estaba a punto de expirar; su experiencia en el ordenó a sus tropas que cruzaran el río Potomac, en Pensilvania,
combate era prácticamente nula. A unos 45 km. al sur de Washing­ siendo detenidas en Gettysburg por un ejército enviado por la
ton, junto a un riachuelo llamado Bull Run, se enfrentaron a una Unión en su persecución. El enfrentamiento se prolongó durante
fuerza sudista aproximadamente igual. Tras un feroz combate, el tres días; en varias ocasiones los confederados estuvieron a punto
ejército de la Unión, que había recibido orden de retirarse y reagru- de alzarse con la victoria, pero carecían de los efectivos necesarios
par sus fuerzas, se desintegró. De haber explotado los sudistas para asestar el golpe decisivo. A l tercer día, viendo que el triunfo

96 97
escapaba de sus manos, Lee lanzó a sus tropas en un ataque frontal de aquellos países verse envueltos en una guerra con los Estados
sobre Cemetery Ridge, en el centro de las posiciones de la Unión, Unidos.
pero tuvieron que retirarse diezmadas bajo el fuego enemigo. El 4 En estas circunstancias, n o le quedaba a la Confederación otra
de julio, el maltrecho ejército sudista iniciaba la retirada hacia posibilidad que combatir sola. Grant, comandante en jefe de todos
Virginia. los ejércitos de la Unión desde la primavera de 1864, inició una
El verano de 1863 marcó el cambio de signo de la guerra; a nueva marcha hacia el Sur, en dirección a Richm ond, después
partir de aquella fecha, los superiores recursos del Norte asegura de que las fuerzas unionistas, tras sufrir graves pérdidas, se hubie­
ron su supremacía en todos los teatros, si bien sus efectos se deja­ ran retirado anteriormente. Explotando al máximo sus mayores
ron sentir más en el Oeste que en el Este. Los reveses militares reservas humanas, Grant siguió adelante de forma inexorable;
del Sur exacerbaron también dos problemas que desde un primer entre mayo y junio, la Unión perdió 60.000 hombres, más del
momento obsesionaban a los confederados. Uno era el de las reía doble de las bajas sufridas por Lee, pero a pesar de todo su ejér­
ciones entre el gobierno confederado y los gobiernos estatales, cito siguió avanzando hasta que, a finales de junio, se estabilizó
resultado, en parte, de la teoría de los derechos de los estados para iniciar el asedio de Petersburg, nudo ferroviario que protegía
(State rights theory), a los que la Confederación debía su existen el acceso a Richmond. En el Oeste, entre tanto, se desarrollaba
c ia 20. Ello significaba en la práctica que los estados podían negar, una campaña de características diferentes. Sherman, penetrando
y de hecho lo hacían en ocasiones, los hombres y los suministros hacia el Sur desde Chattanooga, puso sitio a Atlanta, que cayó en
que eran necesarios. La situación se agravó por la rigidez del presi septiembre; estirando sus líneas de abastecimiento, se dirigió al
dente Davis y por la inexistencia de un sistema bipartidista que Este, a Savannah, y, a continuación, en los primeros meses de
acogiera a sus oponentes21, lo que m otivó que algunas de las 1865, torció hacia el Noroeste, hacia Richmond; el 17 de febrero
figuras políticas más destacadas del Sur, entre ellas su vicepresi­ cayó Columbia, y Charleston fue evacuado. Las tropas nordistas
dente y principal teórico de los derechos de los estados, Alexan no encontraban ya resistencia en sus recorridos por el corazón
der H . Stephens, se consagraran durante gran parte de la guerra del territorio sudista y la defensa de la capital confederada resul­
a actividades que en cualquier otro país habrían constituido delito taba inútil. Ante la proximidad del ejército de Sherman proceden­
de traición. El segundo problema que acuciaba a la Confederación te del Sur, Lee se retiró de Petersburg y de Richm ond y huyó
era la elevadísima tasa de inflación; ante la imposibilidad de obte­ hacia el Oeste. Una semana más tarde, en el juzgado de Appomat-
ner los fondos que necesitaba mediante impuestos o empréstitos, tox, al sudoeste de Virginia, rindió su ejército a Grant; las restantes
se recurría a la emisión con el resultado inevitable de la elevación fuerzas confederadas se entregaron en rápida sucesión. Después
de los precios. Aun cuando el Norte tampoco fuera ajeno a estas de cuatro años de lucha y de la pérdida de más de m edio millón
preocupaciones, se hallaba en mejor situación para hacerles frente de vidas, la guerra había terminado.
Asediado por dificultades políticas y económicas, y con unas pers­
pectivas de victoria cada vez más remotas, la moral del Sur dis
minuía. IX. EL FIN DE LA ESCLAVITUD
A pesar de todo, los ejércitos sudistas siguieron combatiendo
por espacio de dos años. Una de las esperanzas que les mantenía Aun cuando la esclavitud desempeñó un papel crucial — tal vez
en pie era la creencia de que Gran Bretaña y Francia, necesitadas el papel crucial— en el estallido de la contienda, su abolición
de algodón, se verían obligadas a intervenir. En ambos países eran no era uno de los objetivos de guerra iniciales del Norte. En
efectivamente muchos los que no habían visto con desagrado la vísperas del conflicto, el propio Lincoln había manifestado que
ruptura de la Unión, pero en la etapa inicial de la guerra, cuando aun cuando lo deseara no podía inmiscuirse en ella, tal y com o
se discutió seriamente el reconocimiento de la Confederación, ha­ existía en los diversos estados. Pero el hecho de la guerra m odi­
bía en Europa suficiente algodón almacenado com o para que los ficó su postura en un importante aspecto, ya que entonces si lo
fabricantes pudieran salir del paso, y más tarde fue posible acu­ quería sí podía intervenir, recurriendo a sus poderes excepcionales;
dir a fuentes alternativas de abastecimiento, principalmente Egipto en la práctica, no obstante, su política permaneció inalterada.
y la India. En todo caso, después de Antietam y menos aún des­ Diecisiete meses después del comienzo de la guerra, Lincoln es­
pués de Gettisburg, difícilmente le habría compensado a cualquiera cribía al director del N ew Y ork Tribune, Horace Greeley: «M i

98 99
principal objetivo en esta lucha es salvar la Unión, y no salvar seguían legalmente en la misma situación, y en la mayor parte de
la esclavitud ni destruirla; si pudiera salvar la Unión al precio los casos así ocurrió hasta el final de la guerra. Pero resultaba
de no libertar a un solo esclavo, lo haría; si pudiera salvarla liber evidente que la esclavitud estaba condenada, porque no habría sido
tando a todos los esclavos, lo haría; y si pudiera salvarla libertan­ práctico mantenerla allí donde todavía era legal. Los abolicionistas,
do a unos y abandonando a otros, también lo h aría»22. Estos co­ com o es natural, estaban alborozados; también lo estaban los escla­
mentarios, se apresuraba a añadir, no reflejaban su opinión personal vos, que acudían en masa buscando el amparo de los ejércitos que
de que todo ser humano debía ser libre en todas partes, sino lo avanzaban. Pero la reacción general, tanto en el Norte com o en el
que sentía desde su cargo oficial de presidente de los Estados extranjero, fue marcadamente hostil. El Times de Londres llegó
Unidos. a comparar a Lincoln con Gengis Jan; por lo general, su iniciativa
La necesidad de cautela era evidente. Algunos estados esclavistas fue equiparada al ataque de Jonh Brown contra Harpers Ferri.
luchaban ya del lado de la Unión y se esperaba que otros siguie­ Obedecía esta reacción a que se consideraba que sus intenciones
ran pronto su ejemplo. Incluso había muchos estados libres que iban encaminadas a prom over un levantamiento de esclavos, fan­
eran hostiles a la idea de la liberación en masa de los esclavos; la tasma que obsesionaba a los blancos, al menos desde la rebelión
oposición era especialmente fuerte en el propio M edio Oeste, pa de Santo Domingo en la década de 1790. La consecuencia inme­
tria de Lincoln, donde se temía que la emancipación provocara diata de la emancipación, se vaticinaba, sería una revuelta de los
una afluencia masiva de negros, temor éste en parte deliberada­ esclavos seguida de una matanza de blancos que culminaría en
mente cultivado por la oposición demócrata. Preocupaba también, una matanza de negros aún más terrible. Nada semejante sucedió
com o pusieron de manifiesto algunos de los colegas del propio En la práctica, la mayoría de los negros siguió trabajando para sus
Lincoln, que a falta de victorias militares nordistas, la medida se amos — o para sus amas, puesto que los hombres estaban lejos,
interpretara com o un desesperado intento de salvar la situación guerreando— hasta que las tropas de la Unión hicieron su apari­
desencadenando una rebelión de esclavos. Había, pues, motivos ción; entonces muchos de ellos se limitaron a lanzarse por los
suficientes para suponer que una acción precipitada podía perjudi­ caminos. Era una reacción completamente natural, el deseo de sa­
car al esfuerzo bélico del Norte y, de paso, a los intereses a largo borear la libertad, de huir del escenario de su sujeción y de ver
plazo de los propios esclavos. qué había más allá del horizonte. Pero para la mayoría, aquélla
Pero al propio tiempo, las actitudes estaban cambiando. Si el fue una amarga experiencia; víctimas del caos de la guerra, sepa­
Norte luchaba por la democracia, difícilmente podía tolerar la es­ rados de sus amigos, sin saber dónde ir, sufrieron frío y hambre.
clavitud. Lincoln detestaba personalmente la institución y tam Algunos se alistaron en los ejércitos de la Unión; en la primavera
bién estaba muy necesitado del respaldo político de los republica­ de 1865, cerca de 200.000 negros, en su mayoría antiguos esclavos,
nos radicales y de los abolicionistas que, desde un principio, le militaban bajo las barras y estrellas. Otros fueron empleados para
instaban a que convirtiera la guerra en una cruzada antiesclavista. reparar los daños de la guerra o eran asistidos por la recién creada
Un mes antes de su carta a Greeley confió a su gabinete que estaba Oficina de Libertos (Freedman’s Bureau). Pero estas soluciones
considerando la posibilidad de utilizar contra la esclavitud los po­ eran puramente temporales. Uno de los problemas más urgentes, y
deres que le confería la situación bélica. La victoria de la Unión en muchos aspectos más difíciles, con que hubo de enfrentarse la
en Antietam le ofreció la oportunidad que había estado esperando; Unión fue precisamente el del futuro de los esclavos después de
cinco días más tarde, el 22 de septiembre de 1862, declaraba que la guerra.
tenía el propósito de conceder la libertad a los esclavos de las
zonas que, a comienzos del siguiente año, se mantuvieran todavía
en rebelión. X. RECONSTRUCCION d e l s u r , 1865-1877

La proclamación de la emancipación del 1 de enero de 1863 no


emancipaba, por lo tanto, a la totalidad de los esclavos. A aquéllos La victoria del Norte hizo posible que los Estados Unidos fue­
a quienes se aplicaba vivían en zonas dominadas por la C onfede ran una sola nación y que la esclavitud fuera abolida; lo que no
ración, y no podían, por lo tanto, al menos temporalmente, sacar resolvió fue cóm o se gobernaría en el futuro la nueva nación,
partido de su nueva condición. Los restantes, que habitaban en los quién la gobernaría y qué lugar ocuparían en ella los negros. Para
estados leales o en regiones ya ocupadas por los ejércitos nordistas, los vencedores, al menos, resultaba evidente que se trataba de una

100 101
nueva nación. Cualquiera que fuese el sentido de las palabras de la vieja aristocracia de los plantadores, limitar los poderes de los
de Lincoln cuando afirmó que su objetivo era salvar la Unión, estados y aumentar los del gobierno federal; en una palabra, ha­
estaba claro que en ningún caso quería volver a la lamentable si­ bría que remodelar la sociedad sudista de arriba abajo. Estos pla­
tuación de la década de 1850. Sin embargo, inmediatamente des­ nes del Congreso de reestructuración de la sociedad sudista, con­
pués de la victoria parecía que esto iba a suceder, y habría suce­ cretados en la ley Wade-Davis de 1864, habían sido vetados
dido ciertamente de haber dejado que los acontecimientos siguie­ indirectamente por Lincoln. Pero a su muerte era ob vio que el
ran su curso. Ello obedecía a la notable clemencia de las condicio­ Congreso n o descansaría en tanto no recibieran satisfacción al
nes que el propio Lincoln había establecido durante la guerra para menos algunas de sus exigencias.
el reconocimiento de los estados secesionistas que quisieran volver La gran ventaja de Johnson, o al menos así lo pareció entonces,
al seno de la Unión. Com o él mismo proclamara en diciembre de fue que durante los primeros ocho meses de su mandato las sesio­
1863, aquéllas contemplaban la amnistía de cuantos sudistas (con nes del Congreso estuvieron temporalmente suspendidas, circuns­
unas pocas excepciones concretas) aceptaran jurar lealtad, conforme tancia ésta que le permitió hacer en el Sur lo que le vino en gana.
a una fórmula prescrita de antemano, y el reconocimiento de los Por frecuentes que fueran las admoniciones de los congresistas
gobiernos estatales allí donde hubiera prestado el juramento al advirtiéndole de que su política era errónea y de que se estaba
menos el 10 por 100 del electorado de 1860 y los estados acorda­ buscando complicaciones, la realidad era que aquéllos no pudieron
ran la emancipación. D e este m odo, un Estado cuya población intervenir hasta que el Congreso se reunió de nuevo. D e aquí su
sólo en muy pequeña proporción estaba dispuesta a expresar su creciente indignación mientras se veían forzados a permanecer al
lealtad podía solicitar el reconocimiento pleno com o miembro de margen contemplando, impotentes, cóm o se desarrollaba el progra­
la Unión. Estas condiciones reflejaban en parte la generosa actitud ma presidencial. El objetivo que perseguía, com o reiteradamente
mantenida por Lincoln durante la guerra, y en parte también las manifestara Johnson, era la ífeintegración en el seno de la Unión de
dificultades prácticas con que tropezaban los oficiales de la Unión los estados secesionistas a la mayor brevedad posible, y no la pro­
para crear administraciones civiles en aquellas zonas que paulati­ moción de los intereses del Partido Republicano ni la imposición
namente caían bajo su control. de la igualdad racial. Una vez concluida la guerra, de lo que se
Nunca se sabrá si Lincoln se habría atenido a aquellas condi­ trataba era de reanudar, cuanto antes, la normal vida política del
ciones, a la vista de la situación radicalmente diferente creada por país.
el colapso militar del Sur, porque cuando se produjo su asesinato, La política de Johnson produjo efectos insospechados en un
menos de una semana después de la rendición de Lee, no había Sur vencido y desilusionado. La amnistía general y el perdón
confiado a nadie sus intenciones. Pero su sucesor, Andrew Johnson, liberalmente otorgado significaron que, apenas despojados de sus
se apresuró a manifestar que tenía el propósito de hacer suyas las uniformes, los antiguos dirigentes confederados se encontraron
medidas adoptadas por Lincoln durante la guerra com o base de su ejerciendo de nuevo las prerrogativas de sus altos cargos. De haber
programa de paz. Desde un primer momento, nadie dudó de que mostrado el Sur alguna inclinación por deshacerse de ellos, la alar­
esta decisión había de provocar conflictos con el Congreso, que ma de los nordistas habría sido menor, pero sucedió lo contrario;
nunca aceptó las condiciones de Lincoln por considerarlas excesi­ vieron cóm o, arrogantes y sin la menor señal de arrepentimiento,
vamente benévolas, negándose a acoger a los delegados del Sur aquéllos emergían de las ruinas y asumían nuevamente el mando.
en aquellas ocasiones en que así lo habían solicitado. Esta actitud, Los proyectos de las constituciones que redactaron los nuevos es­
frente a lo que muchos pretenden, no era producto de la venganza tados no diferían en mucho de los antiguos; la esclavitud, por
Menos atado que el presidente por problemas prácticos inmediatos, supuesto, había desaparecido, pero los black codes adoptados poi
el Congreso tenía mayor libertad para sopesar los efectos a largo las nuevas legislaturas sudistas equivalían prácticamente a lo mismo.
plazo de la política y, especialmente, los d«rivados de la afirma­ Uno de los resultados más sorprendentes de la desaparición de
ción de Lincoln de que la causa de la Unión era la causa de la la esclavitud fue el aumento de la fuerza potencial del Sur en el
democracia lo cual, de querer decir algo, significaba que había Congreso, al desaparecer la antigua regla de los tres quintos
que hacer un Sur más democrático. N o bastaba con abolir la escla­ (véase p. 41). Los antiguos esclavos eran ahora hombres libres
vitud. Si la democracia había de prevalecer, habría que garantizar independientemente de que pudieran votar o no. Los republicanos
los derechos de los hombres libertados, romper las prerrogativas del Norte, que después de todo habían hecho y ganado la guerra,

102
103
se vieron excluidos del poder por la alianza de sudistas y demó les prohibió el ejercicio de las funciones públicas, tanto a nivel
cratas del Norte. Habían perdido ya la presidencia, a manos de estatal com o federal. Nuevos refuerzos de tropas garantizaron
un hombre que, aunque acérrimo unionista, era sudista y antiguo la puesta en práctica de estas medidas. A l objetar Johnson que el
demócrata y que en gran parte debía su cargo al hecho de que Congreso estaba usurpando sus poderes com o comandante en jefe,
Lincoln había querido presentarse a los electores unionistas con fue privado efectivamente del mando de las fuerzas armadas y com o
una candidatura equilibrada. Perder por añadidura, en el apogeo siguiera poniendo obstáculos, la Cámara de Representantes aprobó
de su victoria, el control del Congreso era más de lo que podían solemnemente una ley recusándolo (impeachment). El juicio del
digerir. presidente ante el Senado se prolongó a lo largo de la primavera
Cuando el Congreso volvió a reunirse en diciembre de 1865, de 1868 y concluyó con el voto de 35 senadores a favor de su
estalló la tormenta que se había ido formando; el Congreso se culpabilidad y 19 en contra, a falta de uno solo para alcanzar la
negó a reconocer los gobiernos creados por el presidente; las mayoría requerida para su destitución.
delegaciones sudistas, de las que formaba parte el antiguo vicepre­ A pesar de este fracaso, la situación siguió en manos de los
sidente confederado, Alexander H . Stephens, fueron obligadas a radicales. A lo largo de 1868, seis estados sudistas, reorganizados
hacer las maletas; la ciudadanía fue hecha extensiva a todos los •conforme a las normas prescritas por el Congreso, solicitaron su
negros en 1866; los códigos negros fueron declarados ilegales y reconocimiento por la Unión, siendo readmitidos. En las elecciones
se ampliaron los poderes de la Oficina de Libertos, institución presidenciales celebradas aquel otoño, los republicanos se apoyaron
creada por el Congreso para ocuparse de ellos, hasta el punto de mucho en aquellas administraciones cautivas para desviar el voto
preverse el recurso a la fuerza militar para la protección de los hacia su candidato, el general Grant. Los otros cuatro estados de la
derechos civiles. Los sucesivos vetos de Johnson fueron derrota Confederación (Tennessee había sido readmitido en 1866) opu ­
dos; el presidente reaccionó afirmando que sin las delegaciones sieron gran resistencia al Congreso, pero la presión militar se
del Sur, el Congreso no representaba a la totalidad de la nación, impuso y en 1871 acabaron por someterse también. Se había res­
a lo que los republicanos radicales respondieron que, al separarse, taurado, pues, la Unión en el sentido de que al frente de todos los
los estados sudistas habían renunciado a todos los derechos poli estados figuraban gobiernos reconocidos tanto por el presidente
ticos. Estas posturas eran exactamente contrarias a las adoptadas com o por el Congreso. Pero en la mayor parte del Sur la existencia
cinco años antes, cuando los republicanos pretendían que la Unión de dichos gobiernos seguía dependiendo de la presencia de las
permanecía intacta y los sudistas esgrimían su derecho a la secesión tropas de la Unión; retirarlas, devolviendo de este m odo a la p o­
Esta vez eran los sudistas, apoyados por el presidente, quienes blación de los estados la dirección de sus propios asuntos, no sólo
pedían el ingreso y los republicanos quienes se lo negaban. significaría entregar el poder a los demócratas, sino también dejar
Las elecciones al Congreso, celebradas en el otoñ o de 1866, a los libertos, por cuyo bienestar los republicanos sentían una
ofrecieron la oportunidad de salir del punto muerto. Johnson hizo especial responsabilidad, a merced de sus antiguos amos.
campaña contra los republicanos radicales confiando en que mo­ El carpetbag rule, o lo que es lo mismo, la administración im­
vilizaría el respaldo popular, pero se vio muy pronto que había puesta al Sur por el Norte, se recuerda sobre todo por sus fracasos;
com etido un error de cálculo. El recuerdo de la guerra seguía que llevaba consigo la abrogación de los derechos que normal­
vivo; para el electorado nordista, el hecho de que un sudista pi­ mente disfrutan los americanos resulta innegable; también lo es
diera benevolencia para los antiguos rebeldes despertaba un amar que proporcionaba excelentes oportunidades para ilegítimas apro­
go resentimiento, y las elecciones dieron la victoria total a los piaciones de fondos y para todo tipo de artimañas. Pero no es
radicales. menos cierto que la leyenda popular de que aquélla fue una época
Los radicales siguieron adelante con su programa, por entender de opresión violenta, en la que un pueblo altivo, pero derrotado,
que su triunfo electoral significaba que el pueblo lo respaldaba se debatía vanamente bajo la férrea mano de antiguos esclavos, a
El Sur fue dividido en cinco distritos militares, cada uno de ellos su vez cínicamente manipulados por aventureros del Norte y trai­
bajo el mando de un oficial de la Unión dotado de plenos poderes dores del Sur, responde en gran medida a la imaginación sudista.
en materia civil, judicial y policial; se impusieron nuevas condicio­ Solamente en el legislativo de un Estado, Carolina del Sur, los
nes al reconocimiento de los gobiernos estatales, entre ellas la negros fueron mayoría, e incluso allí los escaños que ocuparon no
emancipación de los negros, y a los antiguos dirigentes sudistas se guardaban proporción con su número en relación con la población

1 04 105
total. Los sudistas blancos que desempeñaron funciones en estas
dista; los nordistas buscaban nuevas zonas donde invertir. El único
administraciones eran en su mayoría antiguos whigs, deseosos de
obstáculo que al parecer se oponía a la acomodación de sus rela­
que se repararan los daños de guerra y se desarrollara la economía
ciones era la inestabilidad política resultante de la prolongada
del Sur. Entre los llamados carpet-baggers, algunos eran unos bri­
presencia de las fuerzas de la Unión en el Sur.
bones, pero otros eran auténticos idealistas — maestros y adminis­
Este obstáculo desapareció con el compromiso alcanzado en 1877,
tradores— que se desplazaron al Sur con el propósito de levantar
tras las disputadas elecciones a las que se presentaron Rutherford
escuelas para los negros y ayudar a los antiguos esclavos a adaptarse
Hayes y Samuel Tilden. Era muy poco lo que diferenciaba a am­
a su nueva situación. La subida de los impuestos y el aumento
bos candidatos; el demócrata Tilden era gobernador de Nueva
de las deudas estatales, que los sudistas citaban com o evidencia de
Y ork y un experimentado abogado de empresas, conocido por sus
una deficiente gestión, lo único que reflejaba en la mayor parte
opiniones económicas conservadoras; el republicano Hayes, tam­
de los casos era lo inadecuado de los programas sociales de épocas
bién abogado de empresas, había sido gobernador de O hio en tres
pretéritas. Y la corrupción no estaba más extendida en el Sur que
ocasiones y tenía fama de hombre honrado. La elección de cual­
en el Norte, ni más de lo que lo estuvo en el propio Sur una vez
quiera de los dos habría supuesto pocos cambios en la manera de
que asumieron el poder los gobiernos de redención (redeem er go-
gobernar el país. A la postre importó menos a los sudistas que el
vernnents), representantes de la mayoría sudista blanca.
hombre a quien habían votado perdiera la elección por los fraudes
Es perfectamente comprensible que los sudistas se sintieran mo­
cometidos por los funcionarios de la Unión encargados del recuento
lestos al verse gobernados por administraciones que se apoyaban
en el Sur, que el hecho de que el candidato triunfante, Hayes,
en las bayonetas de la Unión. Si las medidas dictadas por el Con­
accediera a retirar hasta el último soldado y a extender la protec­
greso se hubiesen aplicado inmediatamente después de la derrota,
ción federal a sus intereses comerciales.
las habrían aceptado de mejor grado, pero tras el benévolo gobierno
Una de las muchas ironías de la reconstrucción fue que culminó
de Johnson, en que parecía que todo iba a ser perdonado y olvida­
en un arreglo de negocios. El hecho de que los intereses comer­
do, su puesta en práctica dejó un amargo recuerdo.
ciales demostraran ser un remedio tan eficaz reflejaba, en parte,
A lo largo de la década de 1870, los propios nordistas comenza­
el menguante idealismo del Partido Republicano y, en parte, el
ron también a cansarse de la reconstrucción. Hacía tiempo que
reconocimiento de que muchos de sus objetivos ya habían sido
para ganar unas elecciones no bastaba con agitar la bandera del
alcanzados. A l aplicar su programa al Sur, los radicales perseguían
rencor. El idealismo antiesclavista disminuyó y las gentes comen­
cuatro objetivos: impedir el retorno de las luchas regionales de la
zaron a ocuparse de otros problemas sin relación con la guerra
década de 1850; mantener el nuevo orden económ ico; preservar el
y con la lucha por la igualdad racial. Las versiones que corrían
ascendiente del Partido Republicano y proteger los derechos de
acerca de lo que sucedía en el Sur, algunas de las cuales eran
los libertos. Los dos primeros se alcanzaron en 1877; el nuevo
exactas, comenzaron a despertar simpatías, y el mero hecho de que,
Sur había dejado de acariciar el sueño secesionista al tiempo que
al cabo de tanto tiempo, los gobiernos sudistas siguieran depen­
sus dirigentes daban por sentado el sistema económ ico republicano.
diendo de la presencia de las tropas de la Unión resultaba una
El tercer objetivo también fue alcanzado, pero al precio de arrojar
flagrante anomalía. En 1875, los demócratas consiguieron controlar
a la totalidad de la población blanca del Sur en brazos de los de­
la Cámara de Representantes; nada alarmante ocurrió. A los su­
mócratas, lo que incidiría profundamente en el futuro tanto sobre
distas ahora presentes en el Congreso, a diferencia de aquellos de
la política del Sur com o sobre la de todo el país. El cuarto objetivo,
la década de 1850, no les obsesionaban conceptos tales com o los
la salvaguarda de los intereses de los libertos, fue sacrificado en
derechos estatales ni, com o temían los republicanos, proyectaban
aras de los tres restantes.
atacar las tarifas arancelarias proteccionistas, Tos subsidios a los
La suerte de los negros del Sur dejó mucho que desear tras la
ferrocarriles, los bancos nacionales ni intentar desmantelar por
retirada de la protección del Norte 23. La decimotercera enmienda,
otras vías el nuevo qrden económico. Muchos de ellos eran hom­
que abolía formalmente la esclavitud, fue ratificada en diciembre
bres de negocios, capaces de hablar el mismo idioma y de com ­
de 1865. En 1868 y 1870 se añadieron dos nuevas enmiendas; la
partir idénticas preocupaciones que sus colegas de otras regiones,
decimocuarta, que extendía la ciudadanía a los negros y les otor­
y la cooperación por encima de las barreras regionales les pare­
gaba igual protección ante la ley, y la decimoquinta, que garanti­
cía muy ventajosa. Los sudistas estaban necesitados de capital nor-
zaba los derechos civiles a todos los ciudadanos con independen­

1 06
1 07
cia de su «raza, color o previa condición de esclavos». Todas estas 3. La revolución industrial
disposiciones pasaron así a formar parte integrante de la Constitu­
ción y podían hacerse efectivas en la forma y tiempo que la mayo­
en los Estados Unidos
ría blanca de la nación decidiera hacerlo. Pero durante cerca de una
década los derechos de los negros suscitaron poco interés, con el re­
sultado de que fueron gradualmente cercenados. El Código Civil de
1875 establecía la discriminación de los negros en los edificios pú­
blicos, restaurantes y teatros, así com o en los transportes públicos,
bajo pena de multa, y prohibía su participación com o jurados. Pero Aunque para el mundo del siglo x v m los establecimientos colo­
en 1883 el Tribunal Supremo limitó la eficacia de la ley al declarar niales en América fueran prodigiosos ejemplos de crecimiento,
anticonstitucionales partes esenciales de la misma. todavía en 1776 seguían desperdigados por la periferia del conti­
El viejo sistema de las plantaciones había desaparecido, pero nente com o prolongaciones marítimas de la expansión europea
en su lugar surgió un nuevo sistema de aparcería en virtud del Ciento cuarenta años después, el continente ya estaba lleno y al co­
cual se permitía a los negros trabajar la tierra a cambio de una mienzo de la primera guerra mundial los Estados Unidos se habían
parte de sus cosechas. Si bien en teoría los aparceros (share-crop- convertido en la mayor potencia industrial del mundo (véase cua­
pers) negros eran libres, en la práctica su condición no difería en dro 3.1). Pero esta expansión económica era resultado de algo más
mucho de la de los siervos. Los gobiernos demócratas (o conserva­ que la simple adición de producción industrial, población y terri­
dores, com o ellos preferían ser llamados) que asumieron el poder torio; implicaba también transformaciones fundamentales de todas
en el Sur al retirarse las tropas de la Unión adoptaron por lo las relaciones económicas y sociales y la creación de una sociedad
general una actitud paternalista hacia los libertos y no dudaron nueva. Este capítulo versará sobre los orígenes y algunas de las
en manipular el voto negro siempre que ello conviniera a sus pro­ consecuencias económicas de estos cambios, y el capítulo 5 sobre
pósitos. Pero éste era un proceder peligroso, ya que inevitablemente los efectos sociales de la industrialización y las reacciones políticas
les enemistaba con los votantes blancos. Hasta finales de siglo que suscitó.
ocuparon el poder gobiernos que privaron a los negros del dere­
cho de voto y de la mayor parte de los restantes derechos civiles
que los republicanos radicales habían tratado de garantizarles. Se I. SUS ORIGENES EN EL SIGLO XVIII
había restaurado la Unión, pero para que los negros obtuvieran
las mismas oportunidades que los blancos se necesitaría una recons­ A diferencia de otras muchas sociedades próximas a la industriali­
trucción totalmente nueva. zación, la América del siglo x v m era una comunidad bien organi­
zada, próspera y dotada de un gran potencial de crecimiento. N o
se daban cita allí el círculo vicioso de la pobreza, la explosión
demográfica, la escasez de tierra y la ignorancia, problemas que
hoy en día caracterizan a gran número de países pobres. Por aquel
entonces, las colonias disponían ya de una estructura política esta­
ble, educación y riqueza ampliamente difundidas y gran número
de útiles instituciones y prácticas comerciales y gubernamentales
derivadas de su ascendencia europea, así com o de una clase comer­
cial agresiva y próspera, los aristócratas regionales (véase cap. 1).
Pero a pesar de esta prosperidad, existían barreras que obstaculiza­
ban el desarrollo económ ico. La mano de obra resultaba cara a los
industriales debido a la atracción de la frontier; también el capital,
porque los propietarios de tierras y los comerciantes eran más p o­
bres que en Gran Bretaña y los bancos y demás intermediarios
financieros eran inexistentes. En tanto que los productos de las

1 08 1 09
II. LA REVOLUCION DEL TRANSPORTE Antes de 1800, era virtualmente imposible navegar contra las rá­
pidas corrientes y el com ercio quedaba restringido a almadías que
A comienzos del siglo x ix, el elevado coste del transporte interior descendían río abajo cargadas de algodón y de cereales del Oeste;
anulaba las riquezas de América en tierras y recursos naturales estas balsas llegaban destrozadas a Nueva Orleans y, sus propieta­
y otorgaba a los pequeños estados europeos una decidida ventaja rios tenían que regresar al Norte a pie. La primera aparición de
sobre ella. A l igual que en Europa, se hizo un primer intento de los buques de vapor en el Misisipí data de 1811 y en seguida la
complementar la nevegación costera y fluvial mediante la construc­ hizo el clásico barco fluvial, con su quilla plana, escaso calado,
ción de caminos, y a principios de siglo las principales ciudades ruedas a popa y ostentosa superestructura. Estos barcos, con nom­
del Nordeste estaban comunicadas entre sí por carreteras pavimen­ bres tales com o Walk on the water, estaban perfectamente adaptados
tadas. £1 problema que planteaban las vías de comunicación terres­ a los tramos más estrechos y someros aguas arriba del río y a sus
tres situadas fuera del Nordeste urbanizado derivaba de las dis­ niveles rápidamente cambiantes, y se convirtieron en el nexo indis­
tancias existentes y de la densidad de tráfico relativamente baja, lo pensable entre las explotaciones agrícolas del Oeste, los plantado­
que hacía que fueran pocas las mejoras que podían introducirse y res del Sur y los mercados de Nueva Orleans hasta su sustitución
que no se consiguiera fomentar el tráfico. En ocasiones, las carre­ por los ferrocarriles después de la guerra civil. El río San Lorenzo
teras del Oeste eran subvencionadas, com o ocurrió con la famosa y los Grandes Lagos fueron tradicionalmente la ruta hacia el Oeste
Carretera Nacional, cuya construcción se inició en Maryland antes por el Norte, siendo los exploradores, misioneros y tramperos fran­
de la guerra de 1812, y que, tras atravesar muy pronto los Apala­ ceses los primeros en utilizarla. A principios del siglo x ix , el co­
ches hasta el río O hio, fue ampliada finalmente hasta Vandalia, en mercio de cereales y artículos manufacturados creció rápidamente,
Illinois, alrededor de 1850; pero en la mayor parte de los casos surgieron centros comerciales com o Chicago, Cleveland, Montreal
eran competencia de cada municipio, que las construía con plan­ y Quebec y los veleros fueron reemplazados por los grandes va­
chas de madera o de traviesas, por lo que se deterioraban rápida­ pores.
mente y eran a menudo impracticables en invierno. D e aquí que El éxito alcanzado por la explotación de estas vías fluviales
estas carreteras, independientemente de sus aplicaciones locales, condujo inevitablemente, com o en Europa, a la elaboración de pla­
especialmente en el Este, nunca pudieran utilizarse para abrir el nes para enlazar las cabeceras de los ríos y lagos por medio de
país a la colonización. canales para completar así los sistemas. Boston, Nueva Y ork, Fi­
Mucha mayor importancia tuvieron las diversas formas de trans­ ladelfia y Baltimore querían, además, sus propios accesos al Oeste
porte fluvial. Probablemente la innovación más decisiva fue la El resultado más fructífero de su rivalidad fue el canal de Erie,
utilización de buques de vapor en el Misisipí y sus afluyentes, que financiado públicamente, con 583 kilómetros de longitud, que
facilitó el acceso a un área gigantesca en el Sur y el M edio Oeste. comunicaba el río H udson, en Albany, con el lago Erie, enlazando

CUADRO 3.1.— DISTRIBUCION DE LA PRODUCCION INDUSTRIAL MUNDIAL


(EN PORCENTAJES)

1820 1840 1860 1870 1881-1885 1896-1900 1906-1910 1913 1926-1929 1948-1950 1961

Gran Bretaña 34 29 24 31,8 26,6 14,0 9,4 9,7 6,5


19,5 14,7
Francia 25 20 16 10,3 8,6 6,4 6,6 3,3 3,5
7,1 6,4
Alemania 10 11 13 13,2 13,9 15,7 11,6 3,1 6,6
16,6 15,9
EE.UU. 6 7 16 23,3 28,6 35,8 42,2 45,3 31,0
30,1 35,3
Rusia 2 3 6 3,7 3,4 5,5 4,3 11,4 19,4
5,0 5,0

Fuentes: Para 1820-60, Michael G . Mulhall, Dictionary o f statistics, Lon­ das, The growth of world industry, 1938-1961, Nueva York, 1965, pagi­
dres, 1909, p. 365. Para 1870-1929, Sociedad de Naciones, Industrializa- nas 230-76. Estas cifras son sólo indicativas. Tales comparaciones tropie­
tion and foreign trade, Ginebra, 1945, p. 13. Para 1948-61, Naciones Uni- zan con grandes dificultades estadísticas.

112 1 13
talmente imposible limitarse a comparar los fletes de carga por dos, lo que incidió sobre sus hábitos de ahorro y contribuyó a la
que si bien las tarifas de las compañías ferroviarias eran frecuen expansión de los mercados de valores, donde se negociaban y utili­
temente iguales a las de los canales en aquellas rutas donde com ­ zaban com o garantía adicional.
petían, los beneficios de las primeras eran muy grandes allí donde A comienzos del siglo x x , en conclusión, la mejora de los trans
ejercían un m onopolio. De m odo parecido, aun cuando la condi portes había permitido y alentado enormes transformaciones en los
ción previa y esencial de la mayor parte de los proyectos era la Estados Unidos, sobre las que se asentó un importante com ercio
eficacia del transporte, no siempre era la fuerza creadora inicial la exterior con Europa y un com ercio interior no menos vigoroso en
que los animaba. Las mejoras introducidas a principios del siglo x ix tre las distintas regiones americanas, lo que trajo consigo una eficaz
en el transporte facilitaron el desplazamiento de algodón, cereales, especialización regional y una creciente productividad. La totali
productos manufacturados y emigrantes, pero a menudo eran re­ dad del continente fue convirtiéndose de este m odo en un con
sultado y no causa del creciente comercio. Así, por ejemplo, la junto integrado. Pero se incurriría en un error si se pensara que
fuerte baja experimentada por los fletes oceánicos entre 1815 y el elemento decisivo de estos cambios fue el sistema de transpor
1860 era reflejo de los importantes avances logrados en la tecnolo­ tes; este papel lo desempeñó la industrialización misma, una de
gía naviera, pero éstos, a su vez, habían sido fomentados por el cuyas manifestaciones más importantes era precisamente las me
creciente volumen del com ercio y de las migraciones; y si la rápida joras introducidas en aquéllos.
colonización del valle inferior del Misisipí fue ciertamente acele
rada por el buque de vapor, su verdadero impulsor fue la vigoro­
sa demanda de algodón en aquella época. D e m odo semejante, la n i. LA INDUSTRIALIZACION Y LA URBANIZACION EN EL NORDESTE
colonización del M edio Oeste iba por lo general por delante de los
transportes, y los ferrocarriles se construyeron precisamente para El verdadero motor de la expansión de los Estados Unidos fue el
satisfacer una demanda ya existente. Unicamente en las altiplani­ desarrollo alcanzado por la población y la industria en el Nordeste
cies y en las zonas montañosas, escasamente pobladas, los ferro­ A pesar de que existía una corriente considerable hacia el Oeste
carriles fueron construidos realmente «por delante de la deman (véase p. 123 y apéndices 4 y 5) y de que había un gran número
da». Los ferrocarriles, efectivamente, sólo simbolizaron y prom o­ de pequeños molinos de harina y de fábricas de madera, que agre­
vieron el desarrollo americano durante un cierto tiempo, a finales gados formaban industrias más grandes, localizados en las proxi
del siglo xix. En la etapa anterior y en el Este el transporte flu­ midades de sus centros de aprovisionamiento y de sus mercados,
vial tuvo probablemente mayor importancia y todas las grandes la gran mayoría de las nuevas industrias y de las grandes ciudades
ciudades del siglo x ix fueron levantadas a lo largo de cursos na­ se concentraba en aquella zona. El éxito de la industrialización de
vegables. América se debió, sobre todo, al desarrollo cualitativo y a la vincu­
Los canales y las vías férreas produjeron también otros efectos. lación mutua de estas industrias en grandes y nuevas regiones ur­
Durante su construcción contribuyeron a desarrollar la industria banas, y mucho menos al simple crecimiento y a la mera extensión
metalúrgica y la fabricación de maquinaria y absorbieron un im de los negocios y a los asentamientos humanos en nuevas zonas
portante volumen de mano de obra. Antes de 1860 éste era un ras­ Todavía en 1815 el Nordeste era predominantemente agrícola y
go común a diversas industrias, pero en la década de 1870, cuando comercial, pero cuando en las décadas de 1840 y 1850 comenzaron
la economía comenzó a reactivarse, los ferrocarriles se convirtieron a llegar allí masivamente los cereales del Oeste, cuyo cultivo era
en los principales consumidores de hierro y acero. Finalmente, tan­ más económico, gracias al canal de Erie, la agricultura se contra­
to los canales com o los ferrocarriles tuvieron importantes reper­ jo ; muchas de las granjas más alejadas de los núcleos urbanos
cusiones institucionales. Las primeras compañías realmente gran­ fueron abandonadas para siempre, si bien las situadas en las in­
des se constituyeron en torno a ellos y fue en el seno de estas mediaciones de las ciudades fueron dedicadas por lo general a la
compañías donde por primera vez fueron plenamente visibles mu­ obtención de frutas, hortalizas y productos lácteos. Los america
chas de sus características más modernas, tales com o la separación nos nativos solían desdeñar este tipo de cultivo intensivo, que sin
entre propietarios, directores y trabajadores. Por otra parte, la embargo dio grandes oportunidades a los infatigables irlandeses y
construcción de los canales y ferrocarriles exigía la colocación de europeos meridionales para que pusieran en práctica sus con oci­
enormes emisiones de acciones y bonos entre los inversores priva­ mientos agrícolas. Más al Norte, el producto más importante era

11 6 1 17
la madera, extraída de bosques cada vez más remotos y que se tema W altham » tuvo una gran acogida en los años siguientes y
destinó primero a la construcción naval de Massachusetts y las nuevas ciudades fabriles, com o Lowell y Lawrence, emplazadas
luego a satisfacer la creciente demanda de otras ciudades. junto a ríos de rápidas corrientes, experimentaron un notable des­
D ebido tal vez a estas circunstancias naturales, en el Nordeste arrollo. Algunos de los puertos más pequeños de Nueva Inglaterra
se desarrolló un com ercio muy activo y los navios de Boston y trataron de salvarse instalando telares movidos por vapor en vez
Nueva Y ork surcaban todos los mares. A principios del siglo xix, de por agua, pero por lo general estos esfuerzos resultaron baldíos
los astilleros de ambos puertos construían los mejores barcos, y porque en la región no había carbón. Posiblemente las nuevas fá­
también los de mayor tonelaje, com o los gigantescos buques para bricas eran tan grandes porque proyectos en menor escala no ha­
el transporte de algodón que cada temporada arribaban a Liver­ brían logrado sobrevivir frente a la competencia británica; pero
pool, o los magníficos clippers, de especiales características. Otros al mismo tiempo fueron capaces de producir un sencillo paño de
puertos más pequeños, en las cercanías de cabo C od y de cabo gran resistencia que cubría perfectamente las necesidades de agri­
Ann, disponían de activas flotas pesqueras; y en Nantucket y New cultores, marineros y esclavos. Más que por una esmerada confec
London se aprovisionaban los balleneros que ponían proa a los ción, la variedad se introdujo mediante la estampación en color
mares del Sur. Pero el tráfico marítimo americano no alcanzaría Este producto sencillo y estandardizado facilitó la mecanización
su apogeo hasta mediados del siglo x ix , siendo Gran Bretaña el mucho más que en Inglaterra o en Europa y evitó que se produ­
país donde primero se produjo el cambio hacia una tecnología jera una prolongada lucha entre los telares movidos a mano y los
marina industrializada. M uchos de los puertos más pequeños de mecánicos. El problema de la mano de obra que se habría plan­
Nueva Inglaterra, com o Salem, habían comenzado ya a declinar a teado allí donde los telares estaban instalados en zonas despobla­
medida que el com ercio se concentraba en Boston que, con ayuda das, se resolvió empleando a las hijas de los agricultores, alojándo­
del ferrocarril, se estaba convirtiendo en la metrópoli de la región; las en dormitorios especiales bajo una estricta supervisión moral
pero en las décadas de 1830 y 1840 incluso el propio Boston saca­ A partir de 1850, aproximadamente, el suministro de mano de
ba más provecho de la industrialización de su hinterland que del obra fue simplificándose a medida que llegaba una corriente cada
comercio. vez mayor de inmigrantes, irlandeses primero y europeos meri­
Los primeros telares de algodón de los Estados Unidos, copia de dionales y orientales después. Las condiciones extraordinariamen­
los británicos, se fabricaron en las décadas de 1790 y 1800. El hilo te favorables del mercado explican en gran parte el éxito alcan­
era transformado en tejido por tejedores independientes o se ven­ zado por la industria textil de Nueva Inglaterra. Los mercados
día directamente al consumidor final. En el interior del país, y en del Sur y del Oeste se desarrollaban con gran rapidez gracias al
la frontier, las grandes distancias hacían que incluso este procedi­ crecimiento de la población y también a los adelantos de los
miento de fabricación doméstica resultara extremadamente lento y transportes, que facilitaban el acceso de los agricultores y de los
tanto los tejidos com o otras muchas necesidades muy elementales hombres de la frontera a los mercados en busca de vestidos aca­
fueran de fabricación totalmente casera. La provisión de hilados de bados; de modo semejante, las florecientes ciudades del Este re­
confección barata de telares que en su mayor parte estaban loca­ presentaban un mercado que crecía a mayor velocidad que Ls
lizados en Nueva Inglaterra significaba un paso adelante en rela­ de cualquier país europeo, al haber quedado excluidos los pro­
ción con esta primitiva organización, pero con anterioridad a 1812 ductos británicos e ir en aumento la inmigración.
estos telares eran pequeños y atrasados y los productos británicos Pero los tejidos de algodón no eran en m odo alguno la única
casi siempre amenazaban con hacerlos desaparecer. El siguiente industria de Nueva Inglaterra; en 1900 la región producía teji­
paso se dio con la aparición, durante y después de la guerra de dos de lana, zapatos y tod o tipo de maquinaria textil y general.
1812, de las grandes máquinas de hilar y tejer movidas por energía Por supuesto, muchas de estas industrias estaban relacionadas de
hidráulica. El primer com plejo de este tipo fue construido en 1813 algún m odo con los tejidos de algodón; así, por ejemplo, la de­
por la Boston Manufacturing Company en Waltham (Massachu­ manda de maquinaria textil creó las técnicas necesarias para la
setts), con un presupuesto de 300.000 dólares, muy superior al de producción de maquinaria ligera y la fabricación de relojes de
la mayor parte de las fábricas británicas de la época, financiado pared y de pulsera, máquinas de coser, máquinas de escribir, etc.
por destacados mercaderes bostonianos, com o Francis L. Lowell, Este proceso, sin embargo, tenía un límite, al menos a corto
que estaban retirando parte de su capital del com ercio. El «sis­ plazo. Las grandes industrias de la «segunda revolución indus-

1 18 1 19
CUADRO 3.2.— PRINCIPALES INDVSTRIAS MANUFACTURERAS EN 1860 Y 1910
tes industrias por derecho propio. Aun cuando también se des­
arrollaron otras industrias extractivas y metalúrgicas, com o las
Valor Mano de obra del cobre, plomo, zinc, petróleo y azufre, solamente desempeña­
(millones de empleada (miles ron papeles complementarios y nunca pudieron amenazar el ca
dólares) de obreros) rácter esencial del hierro en esa época.
1860 1910 1860 1910
Este proceso fue posible gracias a una serie de importantes
avances técnicos. La escasez de carbón vegetal en Gran Bretaña
Tejidos de algodón 55(1) 260(7) 115(2) 380(3) Nueva Inglaterra había llevado a la fundición del coque a mediados del siglo x v m ,
Madera 54(2) 650(2) 76(4) 700(1) Dispersa pero en Estados Unidos esta evolución se retrasó hasta princi­
Botas y zapatos 49(3) 180(10) 123(1) 200(8) Nueva Inglaterra pios del siglo xix debido a la existencia de abundantes reservas
Harina de trigo y
maíz de madera. N o obstante, en las décadas de 1850 y 1860 las fun­
40(4) - 28(9) — Dispersa
Ropa masculina 37(5) 270(6) diciones americanas producían ya enormes cantidades de hierro
115(2) 240(6) Nordeste
Hierro y acero 36(6) 330(4) 50(6) 240(6) Pensilvania para los ferrocarriles y, con ayuda de unos aranceles proteccionis­
Maquinaria 33(7) 690(1) 41(7) 530(2) Nordeste tas, estaban reduciendo las importaciones británicas. La gran trans­
Tejidos de lana 25(8) - 61(5) - Nueva Inglaterra formación se produjo a mediados del siglo x ix , con la aparición
de acero barato producido por el m étodo Bessemer, de tal forma
Las cifras entre paréntesis indican el orden de importancia. que en 1900 los procedim ientos empíricos de las primitivas for­
jas estaban siendo reemplazados por un conocimiento más preci­
Fuente: United States Bureau o f the Census, Census o f the United States, so de la química de la fabricación del acero; al mismo tiempo
Washington, 1861 y 1913; 1860: vol. 3, pp. 733-42, y 1910: vol. 8, p. 40. fueron descubiertas fórmulas para reducir al mínimo el empleo
del calor y de la mano de obra. En las acerías más avanzadas
de la época, el mineral de hierro era trasladado desde las vago­
trial» — acero, productos químicos, maquinaria pesada y automóvi­
netas, a través de la fundición, hasta los talleres de laminación
les— no se desarrollaron en Nueva Inglaterra, en parte porque care­ y acabado en un proceso casi continuo dirigido mediante man­
cía de las materias primas necesarias. Esta tarea correspondió a las dos automáticos y sin necesidad de recurrir a nuevos calenta­
ciudades en expansión del interior del territorio de los Apalaches. mientos. Los más importantes productores de acero de América,
En la América del siglo x v m no se utilizaba mucho carbón ni com o Andrew Carnegie, se hallaban en condiciones de instalar
hierro; los abundantes bosques proporcionaban tanto el material el equipo más avanzado y com plejo debido al gigantesco incre­
necesario para la construcción de las estructuras y las máquinas mento de la demanda procedente de las ciudades y los ferroca­
com o el combustible dom éstico y el carbón vegetal empleado rriles americanos al térm ino de la guerra civil; gracias a los be­
en la fabricación del hierro imprescindible en los primitivos uten­ neficios obtenidos, podían sustituir los viejos hornos y superar
silios de trabajo. Se calcula que en 1800 cada americano consu­ a sus competidores. A lgo similar, aunque en menor grado, esta­
mía 6,8 Kg. de hierro y 0,14 Kg. de acero, al precio de 38 dóla­ ba ocurriendo en Alemania, pero en Gran Bretaña el crecimiento
res y 200 dólares por tonelada, respectivamente (1 tonelada ame­ de la demanda era tan lento a finales del siglo x ix que con excesi­
ricana = 907,2 Kg.). En 1900, el consumo había pasado a 172 va frecuencia hacía posible la supervivencia de los viejos hornos
y 129 Kg., y el precio había bajado a 14 y 19 dólares. El hierro
y las pequeñas empresas.
y el acero eran necesarios para la fabricación de maquinaria po­ Una consecuencia importante de la concentración del comer­
tente y precisa y de las máquinas de vapor de las nuevas facto­
cio y de la industria en el Nordeste fue la rápida expansión de
rías, de los raíles que comunicaron al país y de los nuevos y ele­
las más importantes ciudades allí ubicadas. Los centros comer­
vados edificios que comenzaron a alzarse en las ciudades a partir
ciales situados fuera de aquella zona, com o Nueva Orleans y Los
de la década de 1870, así com o para gran número de otras apli­ Angeles, no podían com petir, por aquel entonces, con el com ­
caciones. Esta masiva expansión de la producción de hierro y
plejo urbano oriental don de Nueva Y ork superó, entre 1800 y
acero no habría sido posible sin un crecimiento paralelo de la 1860, a sus rivales costeras: Boston, Filadelfia y Baltimore. Los
minería del carbón y del hierro, que se convirtieron en importan­
comerciantes neoyorquinos se adueñaron del control de la mayor

120
121
parte del com ercio entre el Sur y Europa y de gran parte del co­ CUADRO 3.3a.— DISTRIBUCION DE LA POBLACION DE EE.UU. POR REGIONES,
mercio con el Oeste y sobre estas bases levantaron una super 1800-1950
estructura financiera que en 1900 había hecho de W all Street
la meca y el símbolo del capitalismo americano; pero al mismo Población Porcentaje de la población
tiempo, en otras calles de Nueva Y ork se concentraban «las ha total de los
cinadas masas que sueñan con respirar libremente», com o decía EE.UU.
Región cen­
un poema de Emma Lazarus en 1886, a medida que la ciudad (en miles
Nordeste tral septen­ Sur Oeste
de habitan­
se convertía en el principal centro de inmigración de los Estados trional
tes)
Unidos. Entre tanto, Chicago había crecido a un ritmo aún ma
yor, pero partiendo de un nivel más bajo que Nueva York. En _
1800 5.297 50,0 50,0
los mapas fechados en 1840 se seguía llamando a Chicago Fort
1850 23.261 37,2 23,3 38,7 0,8
Dearborn, pero la ciudad supo sacar el máximo partido de su 5,4
1900 76.094 27,6 34,6 32,8
situación junto al lago Superior, de sus ferrocarriles por los que 1950 151.234 26,2 29,5 31,3 13,0
canalizaba la producción del M edio Oeste y de las praderas oc
cidentales, y de sus conexiones directas con el Este, de tal forma Fuente: United States Bureau o f the Census, Historical statistics of the
que para 1900 era ya el mercado de cereales y el centro de in United States, Colonial times to 1937, Washington, 1960.
dustrias cárnicas mayor del mundo.
La supremacía de Pittsburgh en la industria del hierro y el
acero se basaba en su favorable situación geográfica que permi
tía un abastecimiento barato de carbón, mineral de hierro y ca
CUADRO 3.3b.— CRECIMIENTO DE ALGUNAS CIUDADES, 1800-1950
liza. Pittsburgh pudo conservar su posición dominante incluso
tras el descubrimiento de nuevos yacimientos de hierro en Min (E n miles de habitantes)
nesota, porque resultaba más económ ico transportar el mineral
Entre paréntesis el orden de importancia
que el carbón y porque los mercados más importantes de hierro
y acero, y de sus industrias derivadas, se encontraban en el Este
1800 1850 1900 1950
Pittsburgh era el ejemplo vivo de la ciudad basada en la indus
tria pesada: de noche «un infierno sin techo»; de día, llena de
humo y de suciedad. La ciudad estaba abarrotada de inmigran­ Nueva York con Broo­
klyn 64(2) 612(1) 3.437(1) 7.892(1)
tes, y los alojamientos sin condiciones higiénicas proliferaban
Chicago — 30(18) 1.699(2) 3.621(2)
com o hongos.
Filadelfia 69(1) 340(2) 1.294(3) 2.072(3)
Estas eran las tres ciudades más importantes de entre una gran Los Angeles — 2(53) 102(36) 1.970(4)
variedad de tipos, pero el crecimiento de todos los núcleos urba­ Baltimore 26(3) 169(3) 509(6) 950(6)
nos del siglo x ix presentaban ciertos rasgos comunes. Boston 25(4) 137(4) 561(5) 801(10)
Pittsburgh 2(13) 47(8) 322(11) 677(12)
Nueva Orleanj — 116(5) 287(12) 570(15)
IV. EL SUR
Porcentaje de la pobla­
ción total en ciudades
Aun cuando durante el siglo x ix los estados del Sur y del Oeste
con más de 100.000 ha­
siguieron siendo fundamentalmente agrícolas, desempeñaron una 30
bitantes 5 19
importante función de estímulo de la industrialización americana
al tiempo que influía sobre ellos la presión industrial procedente
Fuente: United States Department of Commerce, Statistical abstraet of
del Este. La tragedia de la historia económica sudista estriba en the United States, Washington, 1910 y 1970; 1909, p. 60; 1970, pági­
que, a pesar de esta contribución, tras la guerra civil su socie­ nas 20-21. Las ciudades aumentan también al absorber los municipios in­
dad se convirtió en el arquetipo de la pobreza rural. mediatos. Así, por ejemplo, Brooklyn era antes independiente.

122 1 23
CUADRO 3.4.— COMERCIO EXTERIOR E INTERNACIONAL AMERICANO partidos también por los mercaderes y los fabricantes del Nordes­
(en millones de dólares y en porcentajes) te, que proporcionaban bienes y servicios al Sur y al Oeste, lo
que enriqueció enormemente a ciudades com o Nueva Y ork y Bos­
1800 1820 1840 1860 1880 1900 ton. Todo ello explica que algunos hayan insistido en que, al
igual que ocurrió en otros países com o Gran Bretaña y Japón,
1. a) Exportaciones totales América se industrializó sobre la base de las exportaciones. N o
de los Estados Uni­ hay que sobrestimar, sin embargo, la importancia de este estímu­
dos 32 52 112 316 824 1,371 lo. Com o indica el cuadro 3.4, entre 1800 y 1840, el algodón fue
b) Exportaciones de al­ ciertamente el factor más dinámico en las exportaciones, pero
godón 4 22 64 192 212 242 los Estados Unidos dependían menos del com ercio exterior que
2. Porcentaje del comercio
otros muchos países que carecían de sus variados recursos con­
exterior respecto d e 1 tinentales. D e aquí que tenga la mayor importancia mostrar cuá­
P.N.B.: les fueron las relaciones cuantitativas de la cadena formada por
Gran Bretaña, el Sur, el O este y el Este. Se ha afirmado recien­
a) Estados Unidos 14 9 8 7 6 6
temente que aun cuando el com ercio de los vapores que hacían
b) Gran Bretaña 24 14 15 26 30 24 escala en Nueva Orleans fuera muy importante, gran parte de
3. Valor de la producción los productos del Oeste que allí llegaban se exportaban y no eran
(algodón incluido) en­ consumidos en el Sur, cada vez más autosuficiente en productos
trada en Nueva Orleans 13 50 185 alimenticios a partir de 1840; de tal forma que si bien el des­
arrollo del valle inferior del M isisipí en los años 1820 y 1830 pudo
4. Porcentaje de las expor­
haber influido de m odo considerable sobre las zonas ribereñas
taciones del Oeste con­
sumidas en el Sur _ _ 18 14 _ _ aguas arriba del río, hacia 1850 el M edio Oeste en conjunto de­
pendía más de la población y de la industria del Este, con el que
estaba cada vez mejor com unicado gracias a una red ferroviaria
Fuente: Fila 1: United States Bureau o f the Census, Historical statistics
más perfecta.
of the United States, colonial times to 1937, Washington, 1960, pp. 537-
346. Fila 2a: Datos sobre el comercio exterior (dividido en exportaciones A l término de la guerra civil, los estados sudistas se convirtie­
e importaciones), ibidem. Datos sobre el P.N.B.: Paul David. «The ron en los más pobres de la Unión (véase cuadro 3.9), hasta el
growth o f real product in the United States before 1840...», Journal of punto de que algunas de las cicatrices de sus heridas siguen sien­
Economic History, 27, 1967, pp. 151-197, y Robert E. Gallman, «Gross do visibles en la actualidad. Ello se debió en parte al impacto
national product in the United States, 1834-1909», en National Bureau de la industrialización del N orte pero también a las propias de­
of Economic Research, Studies in income and wealth, vol. 30, Nueva ficiencias de la región. A pesar de que muchas economías pro­
York, 1966, p. 26. Fila 2b: B. R. Mitchel, Abstraet of British historical
ductoras de materias primas experimentaron un rápido crecimien­
statistics, Cambridge, Inglaterra, 1962, pp. 282-283, 366. Filas 3 y 4:
to durante el siglo x ix en respuesta a la industrialización europea
Stuart W . Bruchey, Cotton and the growth o f the American economy,
Nueva York, 1967, pp. 35, 106.
y americana, algunas, com o el Oeste de los Estados Unidos, Ca­
nadá y Australia, salieron gananciosas de este contacto en tanto
que otras perdieron. El del Sur es un fenómeno curioso en la
La importancia del Sur para el resto de Estados Unidos radica­ medida en que parece que su economía fue próspera hasta la gue­
ba en sus enormes exportaciones de algodón en bruto a Gran rra civil, deteriorándose después. Pero son tantas las economías
Bretaña. Estas exportaciones, iniciadas alrededor de 1790, no sólo que se han recuperado vigorosamente de las devastaciones de la
dieron vida a la sociedad sudista y a la esclavitud, sino que, al­ guerra que muchos historiadores de la economía sospechan que
rededor de 1810, generaron un activo com ercio fluvial de maíz en el caso del Sur aquélla n o hizo más que confirmar una ten­
y carne de cerdo que, desde el Oeste, eran transportados por el dencia subyacente. De aquí que mantengan que el hecho de que
Misisipí desde las ciudades situadas río arriba, com o Cincinatti, el Sur no lograra industrializarse antes del conflicto incidió fa­
hasta Nueva Orleans. Los beneficios de este com ercio fueron com ­ talmente tanto sobre su capacidad bélica com o sobre sus opor­

124 125
tunidades subsiguientes de prosperidad. La esclavitud podría ser y que la industrialización no resultara fácil. En el M edio Oeste,
una posible explicación de este fracaso; muchos escritores del por el contrario, el agricultor típico cultivaba cereales en explo­
siglo x ix sostuvieron que la esclavitud era menos eficaz que el taciones de 80 a 160 acres (32 a 64 H a.), con ayuda de su familia
trabajo libre porque los esclavos carecían de los incentivos nece y de gran cantidad de maquinaria. Estos agricultores disfrutaban
sarios para trabajar duramente o de manera inteligente; tenían de suficiente prosperidad e independencia com o para adquirir
que ser objeto de atenta vigilancia incluso en faenas tan sim gran cantidad de artículos domésticos y de maquinaria y apreciar
pies com o el cultivo del algodón y jamás podrían haber constitui en todo su valor los conocimientos prácticos. N o trabajaban ne
do una fuerza laboral industrial. Esto explicaría que al margen cesariamente más o con mayor eficacia que los plantadores y sus
de la superproducción y de la caída de los precios del algodón, esclavos (por lo general en el Sur los pequeños agricultores no
el Sur estuviera condenado a producir exclusivamente materias podían com petir con las grandes plantaciones) pero, frente a lo
primas y no pudiera industrializarse. En épocas más recientes, que ocurría con la sociedad sudista, la estructura y la práctica
sin embargo, los historiadores han estudiado las contabilidades de de la sociedad del M edio O este facilitaban el comercio y la in
las plantaciones y han demostrado que desde el punto de vista dustria, produciéndose así la natural proliferación de pequeños
comercial era rentable poseer esclavos, especialmente si se tiene talleres, fábricas, mercados y pequeños núcleos urbanos. A fina­
en cuenta la posibilidad de vender los niños. Existía un próspero les del siglo x ix habían surgido ya la industria pesada y las gran­
mercado de esclavos y éstos podían ser alquilados localmente, 'ven des ciudades, com o Chicago, al tiempo que crecían rápidamente
didos a patronos del Sudoeste o enviados allí donde su trabajo las rentas medias (véase cuadro 3.9).
fuera más rentable. Había además un pequeño número de escla­ Pero cualesquiera que fueran los riesgos que a la larga supo­
vos que trabajaban con eficacia en la industria y que podían re nían el monocultivo del algodón y la esclavitud, resulta difícil sa­
cibir pequeñas recompensas a m odo de estímulo. ber si a corto plazo hubiera tenido sentido que los empresarios
Pero en cualquier caso, aun cuando se lograra que los escla­ del Sur procedieran de otro m odo. D e poder hacerlo, los com er­
vos trabajaran eficazmente, la propia naturaleza económica de ciantes sudistas preferían por lo general invertir su capital en
la plantación pudo haber retrasado el cambio. Llama mucho la nuevas plantaciones de algodón porque los beneficios eran ma­
atención en el Sur de aquella época la relativa escasez de ciuda­ yores y el riesgo menor que en el com ercio; en la década de
des y de una vida comercial activa; las plantaciones eran unida­ 1850, los precios del algodón estaban subiendo y los esfuerzos
des autosuficientes que cubrían muchas de sus propias necesida de los fabricantes ingleses por desarrollar fuentes alternativas de
des. La demanda local de maquinaria era muy escasa porque re­ abastecimiento en la India permitían suponer que no existía pe­
sultaba difícil la mecanización del cultivo; es más, fue precisa ligro de superproducción. Ello explica que los ingresos medios en
mente la necesidad de emplear abundante mano de obra en la el Sur pudieran compararse satisfactoriamente con la media na­
recolección de los productos básicos lo que originó la introduc cional y que aumentaran con rapidez a lo largo de aquella década.
ción de la esclavitud. Tam poco era importante la demanda de La ventaja comparativa del Sur seguía surtiendo efectos y todo
productos manufacturados localís de los plantadores que, por lo parecía indicar que la suya seguía siendo una economía viable.
general, los adquirían en Europa o en el Norte, y menor aún Pero la guerra y la industrialización del Norte modificaron su
por supuesto, la de los esclavos (que sin embargo solían estar posición tanto desde el punto de vista interno com o en relación
bien alimentados y alojados). El carácter de la sociedad producía con el resto de la Unión. En muchas zonas, la esclavitud fue
también otros efectos indirectos. El cultivo del algodón no reque­ reemplazada por un régimen de aparcería, especie de arrenda­
ría una particular capacitación de los esclavos, y los patronos miento en que los propietarios de las tierras recibían una parte
tenían una comprensible aversión a educarlos. Sin perjuicio de de las cosechas, y por una modalidad de embargo preventivo so­
que algunos plantadores aislados fueran frecuentemente muy em bre las mismas, forma de com pra a crédito en los almacenes en
prendedores, com o clase les desagradaba cuanto conocían de la cuya virtud los comerciantes adelantaban a los agricultores las
sociedad urbana industrial. Una activa clase media artesanal ha provisiones que necesitaban con la garantía de sus cosechas. En
bría significado una amenaza para ellos, por lo que no fomenta ocasiones el control del sistema siguió en manos de la vieja clase
ban la industria. En estas circunstancias se explica que no sur plantadora, pero muy a m enudo eran nuevas gentes las que po­
gieran allí ciudades importantes, a excepción de Nueva Orleans seían tanto las tierras com o los almacenes, de tal forma que en

126
muchas zonas no fueron sólo los libertos, sino también los agri los suburbios de Nueva Y ork o Los Angeles. Pero en términos
cultores blancos pobres quienes se vieron sometidos a una nueva generales los efectos de la industrialización en el Sur han sido
forma de servidumbre. Los orígenes de este nuevo sistema radica beneficiosos; el nivel de vida es casi tan alto com o la media na­
ban en la resolución de los blancos de preservar su predominio cional y hoy en día la región se diferencia mucho menos del resto
y en la inadecuación del sistema bancario del Sur, pero en cual­ de los Estados Unidos.
quier caso era menos eficaz y en cierto m odo menos humano
que el sistema de la preguerra, que al menos contaba con gran nú
v. EL OESTE
mero de importantes y rentables plantaciones en las que los es
clavos eran bien tratados por ser una mercancía cara. Después
La industrialización, además de transformar el Este, fue un fac
de la guerra, los pequeños arrendatarios apenas lograban subsis­
tor determinante en el desplazamiento de la frontera de las tie­
tir, malviviendo en diminutas parcelas donde sistemáticamente se
rras colonizadas, la frontier tantas veces evocada, hacia el Oeste,
producía demasiado algodón, cuya demanda siempre era accesoria,
y, a pesar de las enormes distancias, en la transformación de las
e insuficientes alimentos. A medida que aumentaba la producción
áreas que iban quedando tras ella *. Durante el siglo x ix , los lí­
de algodón, los precios caían y la tierra se esquilmaba. El resul­
mites políticos de los Estados Unidos se movieron constantemen­
tado fue un mundo de pobreza desesperada que subsistiría hasta
te hacia el Oeste, con la compra de Luisiana (1803), la adquisi:
la década de 1940.
ción de Texas, Nuevo M éxico y California (1845-1848), el tratado
Después de la guerra la situación del Sur en el seno de la
de Oregón, que delimitó la frontera con Canadá (1846), y la com ­
Unión experimentó una modificación porque el gobierno federal,
pra de Alaska (1867).
dominado ya entonces por los intereses comerciales del Norte
Las puntas de lanza de la exploración y de la colonización, so­
promulgó una legislación bancaria y arancelaria que incidió ne
bre las que se basó esta expansión política, han sido enumeradas
gativamente sobre aquél; pero mayor importancia tuvo aún la
creciente agresividad comercial de la industria y las finanzas ñor
* Para los americanos, frontier no significa únicamente la línea de
distas. Antes del conflicto, los grandes plantadores podían negó desplazamiento extremo de los asentamientos blancos, sino también la
ciar en términos de igualdad y competitividad con los comer zona de transición, a menudo ancha, existente entre la región despobla­
ciantes del Norte, pero después los aparceros y comerciantes su da, o la tierra de los indios, los primeros poblados con sus puestos co­
distas cayeron en manos de las grandes empresas del Norte. Mu merciales, roturaciones, construcción de caminos, especulación febril del
chos negocios importantes del Sur, com o por ejemplo el ferro suelo, fundación de ciudades y otras agitadas actividades del desarrollo,
carril central de Georgia quedaron bajo el control de W all Street y las zonas de colonización ya estructuradas. En consecuencia, el Webs-
al tratar de desenvolverse en las nuevas circunstancias de la ter’s third new international dictionary de 1969 define la frontera así:
posguerra. T od o esto no quiere decir, sin embargo, que el *a typically shifting of advancing zone o regio», especially in North
America, that marks the successive limits of settlement and civilization;
contacto con el Norte acarreara siempre consecuencias negati­
a zone or región that forms the margin of settled or developed territory».
vas y así, a finales del siglo x ix, en algunas zonas prendió el (Subrayado nuestro.) Desde el punto de vista estadístico, la Oficina del
espíritu industrial nordista. Este fue el «nuevo Sur» de la dé­ Censo del gobierno federal decidió en la década de 1870 que debía in­
cada de los 80: en Carolina del Norte se desarrollaron los texti­ cluirse en la zona de frontier el territorio en donde vivieran dos perso­
les y el tabaco; Atlanta fue reconstruida, convirtiéndose en un nas (blancas) por milla cuadrada. Un colaborador de la Oficina del Censo
importante centro comercial, y en 1901 fue descubierto petróleo declaraba en 1882: «C om o la población no cesa de repente en ningún
en Spindletop (Texas). A partir de 1880 una corriente cada vez sitio, sino que cada vez se va haciendo menos densa, hay que fijar arbi­
mayor de capitales y empresas nordistas se volcó sobre el Sur y trariamente una línea, más allá de la cual decimos que la tierra no está
poblada, aunque no carezca por completo de habitantes. Es lógico que
desde 1912 la balanza federal de impuestos y gastos ha arrojado
esa línea separe las regiones con menos de dos habitantes por milla
generalmente un saldo favorable a ésta área. A lo largo del pre­
cuadrada. Las tierras situadas fuera de esta línea pueden calificarse de
sente siglo, el cultivo del algodón ha sido sustituido por otros despobladas, aunque vivar, en ellas algunos cazadores, buscadores de oro
cultivos y por la industria, produciéndose un éxodo considerable o guardianes de ganado.» Henry Gannet, «The settled area and the den-
desde las zonas rurales del Sur a las ciudades del Norte y a Cali­ sity of our population», International Review, vol. 12, 1882, p. 70. (Nota
fornia, algunos de cuyos calamitosos resultados pueden verse en del Editor.)

128 129
Las praderas, desde luego, presentaban pocos alicientes y los
tradicionalmente por los historiadores en términos de frontiers:
primeros colonos trataban de evitarlas. Pero en la década de 1830.
la frontier de los exploradores, la de los tramperos, la de los mi­
el algodón atrajo a Texas a gentes del Sur, lo que provocó el en­
neros, la de los vaqueros y la de los agricultores. Los primeros
frentamiento con M éxico, y en la de 1840 la depresión en el valle
colonos europeos en el Lejano Oeste fueron los misioneros y sol
del Misisipí y la fiebre del oro y de tierras empujó a hombres
dados españoles que partiendo de M éxico fundaron misiones en
de toda índole hacia California y Oregón. Unicamente los mor-
Santa Fe (1610, 1692), en Natchez junto al Misisipí (1716), en
mones, que buscaban el aislamiento, se asentaron en el interior
San A ntonio (1718), Los Angeles (1769, 1781) y San Francisco
de Utah. En la década de 1850, cuando la minería del oro se in­
(1776). Más al norte, tramperos, exploradores y misioneros fran
dustrializó, los mineros más individualistas que no estaban dis
ceses y británicos crearon en torno a los Grandes Lagos, en las
puestos a trabajar para las compañías, crearon gran número de c o
praderas y, cruzando las Montañas Rocosas, en las márgenes del
munidades en las Rocosas, en su búsqueda de corrientes fáciles
río Columbia, puestos y asentamientos, algunos de los cuales se
donde «lavar» el metal. En las décadas de 1860 y 1870, los fe­
convirtieron en centros urbanos: Q uebec (1608), Montreal (1642)
rrocarriles transcontinentales comunicaron California con el Este.
y T oronto (1750). Pero a finales del siglo x ix , la ancha zona de
Las gigantescas manadas de bisontes de las grandes praderas fue­
lo que es ahora el Canadá, al norte de los Grandes Lagos, seguía
ron exterminadas sistemáticamente. «Buffalo Bill», William Cody.
siendo la frontier de los tramperos, leñadores y gentes de la mon
conquistó la fama de haber matado 4.280 bisontes en 17 meses
taña; sólo en la década de 1880, a medida que el M edio Oeste se
y habérselos vendido a los cocineros de las brigadas que cons
hacía más accesible a la colonización, comenzaron los agriculto­
truían el ferrocarril. Con los bisontes, los indios nómadas de las
res a instalarse en las praderas de Manitoba, Saskatchewan y
llanuras perdieron la base material de su existencia. Desde 1851.
Alberta. La más importante contribución americana a las ex p ío
su espacio libre, igual que el de los indios de las praderas y el
raciones se produjo cuando el presidente Jefferson envió expedi­
de los desplazados forzosamente a las praderas, se había reducido
ciones al mando de Meriwether Lewis y William Clark, entre
cada vez más. En las tres décadas de implacable guerra a los in­
1803 y 1806, y de Zebulon Pike, entre 1806 y 1807, para averi­
dios (1864-1890) y de incontroladas epidemias las tribus fueron
guar la extensión de Luisiana. Los exploradores levantaron el
diezmadas y sus zonas de asentamiento reducidas a reservas cada
mapa de la zona, pero al mismo tiempo los tramperos al servicio
vez más estrechas, destruyéndose sus formas tradicionales de vida
de la Hudson Bay Company y de la American Fur Company J .J .
Se desconoce la magnitud de la población india antes de la lle­
Astor persiguieron al castor hasta el último rincón de las Rocosas
gada de los europeos, y los cálculos varían mucho de unos a otros
A principios del siglo x ix ya se conocía a grandes rasgos la g e o
grafía del Oeste, pero se com etió al menos un grave error dv Muchos argumentos inducen a creer que la población era a pro
apreciación al creer que, puesto que las grandes praderas entre ximadamente de un m illón, pero en la bibliografía etnológica se
el Misisipí y las Rocosas eran tan secas, seguirían siendo un «de­ discute también la posibilidad de que fueran 10 millones o más
sierto» y los indios podrían seguir viviendo en ellas sin ser m o Hacia 1860 existían todavía en la zona estatal reclamada por los
lestados y dedicarse a la caza del búfalo. Estados Unidos unos 300.000 indios, dos tercios de los cuales
Durante la década de 1830, la brutal política contra los indios, estaban asentados en el territorio indio de Oklahoma. Su núme­
del gobierno federal presidido por Jackson condujo al traslado ro se redujo hasta bien entrado el siglo xx , cuando empezó a
forzoso de unos 100.000 indios a miles de kilómetros de su lugar aumentar de nuevo.
de origen. Los seminólas fueron expulsados de Florida, los che- En las décadas que siguieron a la guerra civil, los colonos blan­
roquis y los crics de Georgia y Alabama, los choctas de Misisipí, cos se asentaron en las praderas para dedicarse a la ganadería
y las tribus de los sauk y ¡os fox de Illinois y Wisconsin. El go­ y al cultivo de cereales. Hacia 1890, menos de trescientos años
bierno federal y los distintos estados no quisieron o no pudie­ después de sus primeros asentamientos en Virginia y Massachu
ron llevar a la práctica de m odo organizado la injusticia que habían
setts, los europeos se habían apoderado de las últimas regiones
decidido y dejaron morir de hambre y enfermedad a miles de in­
fronterizas.
dios por el camino. La meta de este trail o f lears (sendero de lá­
La densidad de los asentamientos en el Oeste, las modalida­
grimas) era la región declarada territorio indio, situada al oeste de
Misisipí y Misuri, en el actual estado de Oklahoma. des de em pleo de la tierra y la velocidad a la que se desplazaron

1 30 131
las sucesivas fronteras han de contemplarse com o resultado de lleres y edificó escuelas, tribunales, etc., ofreciendo la imagen y las for­
la relación existente entre la problemática de la colonización del mas de una vida civilizada, sencilla y frugal.
Irrumpió la tercera oleada. Llegaron los capitalistas y los empresa­
Oeste y la demanda de los productos que de allí procedían. La
rios [...]. La pequeña aldea creció hasta convertirse en pueblo o en ciu­
región de los grandes Lagos y el valle superior del Misisipí eran
dad espaciosos; surgieron grandes edificios de ladrillo, dilatados campos,
muy fértiles, disponían de agua en abundancia y de facilidades huertos, jardines, colegios e iglesias. Y se pusieron de moda los tejidos
para el transporte; de aquí que su rápida colonización en las dé­ de algodón, las sedas, los sombreros de paja y las cintas y todo tipo de
cadas de 1840 y 1850 sólo dependiera de la aparición de una ma­ refinamientos, lujos, elegancias, frivolidades y estilos. Una oleada tras
quinaria que pudiera operar en grandes extensiones de terreno otra avanzaba hacia el Oeste; el auténtico Eldorado estaba siempre más
y satisfacer la creciente demanda del Este y de Europa. Pero a allá I.
medida que la colonización se iba alejando del Misisipí y se apro­
ximaba a las Rocosas, las tierras eran cada vez más altas y el El proceso descrito en este pasaje correspondía al M edio Oeste,
clima más duro; los colonos allí asentados tenían que renunciar pero existían ciertas semejanzas con las zonas áridas más occi­
a las técnicas de cultivo aplicadas en Europa y en el Este y des­ dentales. Peck apuntaba que era la oportunidad de obtener ganan­
arrollar maquinaria y métodos enteramente nuevos. Se precisa cias de capital lo que impulsaba sobre todo a vender y desplazar­
ban semilleros, cultivos de secano, pozos profundos, irrigación, se hacia el Oeste, pero por debajo de los precios de la tierra se
alambre de espino y semillas híbridas; y en las zonas más secas hallaba la relación entre la oferta y la demanda de productos ali­
y montañosas, rebaños de vacas y ovejas que pastaran en las enor­ menticios. En el Este de los Estados Unidos y en Europa, la po­
mes extensiones y recios vaqueros que los persiguieran y encerra blación industrial crecía rápidamente y la presión para roturar
ran en corrales. Las explotaciones agrarias empleaban máquinas nuevas tierras en las zonas fronterizas de todo el mundo era
gigantescas para cosechar un trigo de escaso rendimiento sembra­ constante. En un primer m om ento, estas tierras eran muy baratas
d o en grandes superficies y con riesgo frecuente de sequías y tem­ y su cultivo era extensivo, pero a medida que mejoraban las
pestades de arena. T o d o ello explica que la colonización fuera comunicaciones con las áreas metropolitanas, los precios de la
necesariamente muy irregular y la población diseminada. En las tierra se encarecían, aumentaba la intensidad de los cultivos y
montañas, la gente se aglomeraba alrededor de los centros mine se modificaba el empleo de la tierra. En California, por ejemplo,
ros, com o Reno o Las Vegas, y en la costa del Pacífico en los los ranchos de ganado cedieron el paso a los cultivos en la dé­
fértiles valles de California central, en Washington y en Oregón. cada de 1870, y éstos a los frutales en 1914. De un m odo seme­
Los problemas y las decepciones de la colonización del Oeste jante, en las inmediaciones de las grandes ciudades del M edio
retardaron el movimiento hacia aquella zona, pero no lo impi Oeste, los cereales fueron sustituidos por los productos lácteos
dieron. La N ew guide to the W est de Peck (1837) describe este y éstos por los hortícolas. El ritmo de esta evolución, sin embar­
movimiento en el M edio Oeste com o un proceso de sedimentación go, no era en modo alguno constante. Tal y com o se desprende
cultural en el que la naturaleza virgen daba paso lentamente a del siguiente gráfico de ventas de tierras federales, la roturación
la civilización: de nuevas tierras se efectuaba a lo largo de ciclos muy pronun­
ciados, de aproximadamente veinte años, que gran número de his­
Como las olas del océano, sobre los asentamientos del Oeste se abatieron toriadores de la economía han relacionado con movimientos eco­
tres oleadas diferentes. Los primeros en llegar fueron los pioneros cuyas nómicos más amplios tanto en Estados Unidos com o en el ex­
familias, para subsistir, dependían básicamente del crecimiento espontá­ tranjero.
neo de la vegetación, y de los recursos de la caza. Sus utensilios agríco­ El tipo de sociedad que se desarrolló en el Oeste fue resul­
las eran rústicos, de fabricación casera fundamentalmente, y sus esfuerzos tado de la combinación de la política de los poderes públicos y
se encaminaban sobre todo a conseguir una cosecha de maíz y un peque­ de una serie de factores económ icos y geográficos. Dado que la
ño huerto [ ...] Construían sus cabañas [...] y las ocupaban hasta que mayor parte de la tierra pasó desde un primer momento a manos
la vegetación comenzaba a desaparecer y la caza escaseaba...
federales, el gobierno dispuso de una excelente oportunidad para
La siguiente oleada de inmigrantes compró tierras, añadió un campo
moldear la sociedad conform e a sus deseos; pero naturalmente su
a otro, desbrozó los caminos, construyó rústicos puentes sobre las co­
rrientes, levantó casas con troncos de madera y ventanas de cristal y capacidad de lograr este objetivo estaba limitada por el laissez
chimeneas de ladrillo o piedra, plantó ocasionalmente huertas, montó ta­ taire entonces imperante, por la inexistencia de una maquinaria

132 1 33
ción de las etapas de prosperidad relacionadas con determina­ ló Irlanda y Alemania; pero hay pruebas de que a finales del si­
das innovaciones. En Gran Bretaña, por ejem plo, la etapa ferro glo x ix se impusieron los factores de atracción de los Estados
viaria de la industrialización terminó de hecho en 1860, pero en Unidos. Por entonces la industrialización americana se desarro
los Estados Unidos los ferrocarriles se construyeron en función liaba a un ritmo superior al que podía satisfacer el crecimiento
de las sucesivas fronteras hasta la década de 1890. De aquí que de la población nativa, atrayendo a los inmigrantes para llenar el
no resulte sorprendente que la siderurgia americana aventajara vacío (véase capítulo 4).
rápidamente a la británica, que se enfrentaba con la tarea reía Pero si la industrialización incidía sobre el crecimiento de la
tivamente más ardua de vender sus raíles al extranjero o de lan­ población, lo contrario también era cierto. Fue la rápida expan
zar inmediatamente al mercado nuevos productos sión de la población a principios del siglo x ix lo que proporcionó
los nuevos mercados, la mano de obra adicional y el estímulo
necesario a la inversión que la industria necesitaba. Después de
VI. POBLACION, RECURSOS NATURALES, PRODUCTIVIDAD la guerra civil, esto ya no era tan cierto porque por entonces había
y EMPRESARIOS muchos factores que afectaban al crecimiento industrial y por
que el volumen de la masa laboral se adaptaba constantemente a
El rápido crecimiento industrial y agrícola de los Estados Unidos la demanda industrial gracias a las fluctuaciones de la inmigración.
se basaba en una expansión de la población y la producción muy Del mismo modo que la evolución de la población afectaba cuan­
importante en comparación con la de otros países. titativamente a las tasas de crecimiento económ ico, también tenía
¿Cuál fue la razón del rápido crecimiento de la población ame­ efectos cualitativos. Antes de la industrialización la excesiva di­
ricana? En el caso clásico de Gran Bretaña y de Europa en gene­ seminación de la población americana no justificaba muchas de
ral, existía una estrecha relación entre el crecimiento de la pobla­ las inversiones esenciales, la densidad de tráfico no era suficiente
ción y la industrialización. El creciente volumen de producción para alentar la construcción de ferrocarriles pesados ni la densi­
industrial puso fin a la secular dependencia de los estratos p o­ dad de la población en gran número de regiones permitía la exis­
pulares con respecto a la situación agrícola, y el incremento de tencia de mercados viables. Pero para 1900 estos inconvenientes
la población proporcionó obreros y consumidores a la industria ya habían desaparecido y h oy las ciudades del Este tal vez estén
Pero en los Estados Unidos la tasa de crecimiento de la pobla­ demasiado pobladas.
ción ya era muy alta en la época colonial; la tierra era práctica­ Por supuesto una población en expansión no es en sí misma
mente libre, abundaban los alimentos, y los índices de natalidad garantía de crecimiento del producto nacional. En los Estados
eran muy elevados y los de mortalidad bajos comparados con los Unidos, sin embargo, entre 1830 y 1890 la producción creció a
niveles europeos. El impacto de la industrialización y de la ur­ un ritmo ligeramente superior al de Ja tasa de aumento de la
banización sobre esta situación trajo consigo la reducción gradual población, lo que significaba que la producción per cápita también
de las tasas de mortalidad a medida que aumentaban los ingresos crecía. Uno de los m otivos de esta productividad cada vez mayor,
y mejoraban las condiciones de vivienda, la higiene y la medicina. citado repetidas veces, era la abundancia de recursos naturales
Pero la tasa de natalidad se redujo más aún, especialmente en en los Estados Unidos: mucha tierra fértil y fabulosos recursos
las zonas urbanas, donde los niños suponían una carga mayor que minerales en oro, hierro, carbón y petróleo. Pero la relación entre
en las rurales. D e esta forma, el crecimiento de la población se unas favorables disponibilidades de materias primas y un alto
redujo aproximadamente del 3 por 100 anual en 1800 al 2 por 100 nivel de vida no es en absoluto tan simple; es cierto que deter­
en 1850 y al 1,3 por 100 en 1900. minados tipos de recursos, com o la tierra, la madera y el oro
El crecimiento efectivo de la población fue superior al creci­ superficial, se hallaban a disposición de cualquier pionero, pero
miento vegetativo com o consecuencia de la inmigración. Duran­ no lo es menos que a excepción del oro, su explotación eficaz y
te !a década de 1850, la inmigración supuso cerca de un tercio en gran escala tuvo que esperar a que el buque de vapor y el
del crecimiento total, llegando a ser la mitad en los años previos ferrocarril proporcionaran las necesarias comunicaciones con los
a 1914. La inmigración también se vio afectada por la industria­ mercados existentes. La explotación de otros recursos mas com ­
lización americana. En las décadas de 1840 y 1850, el factor do­ plejos, por su parte, requería una adición cada vez mayor de
minante en la inmigración fue probablemente el hambre que aso ciencia y tecnología; de aquí que la minería profunda y el cultivo

138 139
de las praderas no fueran posibles hasta la aparición de la técnica p o tecnológico y ésta es una de las razones básicas que explican
y la maquinaria necesarias. Obviamente la tecnología no puede su actual riqueza.
prolongar indefinidamente la disponibilidad de los recursos natu­ Se han dado diversas explicaciones de este temprano esplendor
rales; pero la acelerada explotación de los recursos del M edio y tecnológico. Una de las más extendidas pretende que la atracción
del Lejano Oeste se debió en buena parte a la presión de la de­ del Oeste m otivó la escasez de trabajadores en el Este, lo que
manda y a las excelencias de la tecnología americana. En según hizo subir los salarios obligando a los empresarios a recurrir a
do lugar, la fecha en que se descubrieron los recursos del Oeste una maquinaria que ahorrara mano de obra. Tal vez sea este el
permite deducir que si bien fueron de utilidad para la industria origen de la pasión de los americanos por los gadgets tanto en
americana a finales del siglo x ix , no desempeñaron un papel esen­ las granjas com o en las fábricas y, finalmente en sus propios
cial en el despegue inicial de la industrialización ni, por supues­ hogares. La escasez de mano de obra forzó ciertamente a los
to, que fueron exclusivos de los Estados Unidos. En Nueva In empresarios a procurarse la maquinaria más avanzada, pero es
glaterra, por ejem plo, la aridez de la tierra era notoria y no exis­ dudoso que, por sí sola, ésta pudiera aumentar la capacidad tec­
tían yacimientos de carbón ni de petróleo. Inversamente, los pro nológica del país hasta el punto de inducir la industrialización.
ductos del clima y del rico suelo del Sur tenían tanto valor en Es más, la relativa rentabilidad de la agricultura americana bien
los mercados internacionales en proporción a su peso que el costo pudo reducir el ritmo de la industrialización, com o ocurrió en
adicional que suponía el transporte marítimo, por ejemplo del Canadá, Australia y en otias regiones fronterizas. Queda también
algodón a Liverpool en lugar de a Boston, era insignificante en pie la cuestión de saber con qué se reemplazó la mano de
Cuando Nueva Inglaterra se industrializó lo hizo en gran medi­ obra para poder seguir avanzando. En algunos casos, la elevada
da apoyándose en la demanda de tejidos bastos de algodón del productividad pudo conseguirse a expensas de los recursos natu­
Oeste y del Sur, pero la ventaja que adquirió sobre Gran Breta­ rales, com o cuando las tierras y los bosques fueron explotados
ña en estos ricos mercados basados en sus fértiles tierras no se rápidamente hasta su agotamiento. En la industria se derrochaban
debió tanto al costo de los fletes adicionales o a los aranceles energía eléctrica y madera para reducir los costes; todavía hoy
con que tropezaban los textiles británicos com o a la productividad en día los americanos siguen dispuestos a fabricar productos des-
de sus propios telares.
echables con tal de ahorrar trabajo. Pero a principios del siglo x ix
Ello nos lleva a prestar atención a las raíces de la eficacia tec­ no todos los recursos naturales abundaban y a menudo se necesi­
nológica americana, que según testimonio de gran número de via­ taba una costosa maquinaria para utilizarlos adecuadamente y su­
jeros europeos ya había alcanzado un buen nivel de desarrollo en cedía que el capital en América era probablemente tan caro com o
la década de 1840. Aquellos observadores pusieron especialmente la mano de obra, y los tipos de interés, incluso en el Este, eran
de relieve el ahorro de mano de obra logrado gracias a la maqui­ siempre más altos que en G ran Bretaña. Com o es natural, la de­
naria americana en los textiles, la fabricación de armas y máqui­ manda de capital era mayor en un país nuevo y los tipos de in­
nas herramientas y en el trabajo de la madera. A partir de me­ terés se veían frecuentemente afectados por la deficiencia de las
diados del siglo x ix , las explotaciones agrícolas del Oeste intro­ instituciones financieras americanas. Los empresarios, con gran
dujeron también maquinaria, com o segadoras, para hacer frente habilidad, pudieron reducir los costes de capital fabricando má­
a las grandes superficies. Por el contrario, en otras zonas de la quinas, vapores y ferrocarriles de modo endeble, pensando que
industria, com o la fundición de acero, donde se precisaba más un los más sólidos pronto quedarían anticuados.
conocim iento avanzado de la química que de la mecánica prác­ Las economías de este tipo tenían límites evidentes, pero
tica, los americanos iban por detrás de los británicos. Estas carac­ constituyen uno de los ejemplos de la función empresarial de re­
terísticas se mantuvieron por cierto tiempo y en 1914, si bien ducir los costes mediante la combinación, hábil y arriesgada, de
la nueva cadena de montaje de Henry Ford era una maravilla de capital, trabajo y recursos naturales. Pero ello ocurría en un m o­
eficacia mecánica, los Estados Unidos seguían dependiendo de mento en que el capitalismo era la fuerza creadora dominante de
Europa en cuanto se refería a conocimientos científicos funda­ la sociedad americana; eran los empresarios quienes veían lo que
mentales, y de Alemania en particular respecto de los productos podía hacerse en el país y quienes recababan el apoyo de los
químicos más avanzados. A partir de aquella fecha, los Estados poderes públicos a los transportes o a cualquier otra iniciativa
Unidos conservaron y ampliaron su primacía histórica en el cam­ que estuviera más allá de su capacidad individual; solos o en

14 0 141
En todos los países en proceso de industrialización se han pro­ Otra transformación igualmente importante que sobrevino con
ducido transformaciones semejantes, aunque en diferente medida. la industrialización fue la creciente especialización de los di­
Por una parte, según iban creciendo sus ingresos, los consumi­ versos tipos de actividad económica. En el sector industrial, las
dores gastaban relativamente menos en alimentación y más en empresas se dieron cuenta por lo general de que precisaban edi­
artículos manufacturados, transporte y servicios; por otra, en ficios, maquinaria y mano de obra más especializados, sin que
tanto que la productividad crecía muy deprisa en la agricultura, pudiera evitarse que en ocasiones desaparecieran las habilidades
los transportes y la industria manufacturera, no ocurría lo mismo artesanas bajo la acción de las nuevas máquinas. La función de los
en el sector servicios. Com o es natural, resultaba mucho más grandes comerciantes, que había sido el eje de las actividades
difícil mecanizar las tareas burocráticas, las ventas y las activida­ económicas en las viejas ciudades portuarias del siglo x v m , se
des profesionales y administrativas que la agricultura o la indus­ repartió entre los banqueros, agentes de bolsa, minoristas y ma­
tria, y a medida que crecía la demanda de estos servicios mayor yoristas (y a partir de 1900 los grandes almacenes y las empresas
era la mano de obra requerida. Por supuesto se trata de con especializadas en ventas por correo). La industrialización provocó
ceptos muy generales; así, por ejemplo, dentro de la agricultura igualmente la aparición de un gran número de actividades pro­
la demanda de carne, frutas y hortalizas aumentó relativamente fesionales nuevas o mejor definidas, entre otros en los campos
más que la de cereales y patatas. Los habitantes de las ciudades de la contabilidad, la educación, la ingeniería y la medicina.
y los empleados de oficinas no necesitaban alimentos pesados y Los cambios acaecidos en las finanzas constituyen una buena
podían pagar los más costosos. En la industria se producían tam­ muestra de este proceso de especialización. La creciente forma­
bién constantes modificaciones; muchas industrias que en un ción de capital era requisito previo a la industrialización y pro­
momento dado fueron prósperas desaparecían por com pleto, al cedía de la acumulación del ahorro de particulares, sociedades y
tiempo que proliferaban otras al compás de las nuevas invencio­ gobiernos o de los empréstitos exteriores. En 1820, América se­
nes y de la evolución del gusto del público. El aceite de ballena guía siendo un país eminentemente agrícola y la mayor parte
para el alumbrado, por ejemplo, fue reemplazado por el petró­ del capital procedía de los agricultores que roturaban sus tierras
leo, el gas y la electricidad en rápida sucesión. Las nuevas in­ y mejoraban sus productos y que cuando precisaban más capital
dustrias, por lo general, disfrutaban de un período de rápida ex­ acudían a la familia o a las amistades locales, fortalecidas por
pansión, con elevados beneficios y salarios, al que seguía otro de comunes intereses en propiedades y cosechas. En las ciudades,
resultados más normales y, en ocasiones, el declive. En determi­ el capital estaba constituido principalmente por propiedades in­
nadas circunstancias, las antiguas industrias lograban moderni­ mobiliarias y mercancías almacenadas, pero partiendo de estas
zarse, readaptando sus técnicas y su personal. El nivel relativo bases y recurriendo a una com pleja maraña de amistades y pa­
de los beneficios y los salarios en las distintas actividades era rentescos, los comerciantes lograban reunir los relativamente pe­
reflejo de estos movimientos, si bien surgían frecuentes proble­ queños préstamos a corto plazo que necesitaban para su comercio.
mas cuando los empresarios o los trabajadores trataban de pro­ En 1914, la riqueza nacional había crecido extraordinariamente y
teger una industria decadente. Algunas industrias ocupaban luga­ comprendía la totalidad del equipamiento requerido por una so­
res clave en este proceso de cambio y afectaban a la suerte de ciedad industrial moderna: viviendas, fábricas, oficinas, escuelas,
otras más pequeñas que de algún m odo estaban agrupadas en minas, explotaciones agrícolas, ferrocarriles, maquinaria, bienes de
torno a aquéllas. La industria textil desempeñó este papel en consumo, ganadería, reservas de alimentos, equipo para el co­
las décadas de 1820 y 1830; la ferroviaria y la siderúrgica entre mercio, moneda y tierras y bosques. El volumen y la creciente
1850 y 1890, y la del automóvil a comienzos del siglo xx. En el complejidad del mercado de capitales hicieron necesario un con­
intervalo en que uno de los «sectores punta» cedía su protago­ junto cada vez mayor de instituciones especializadas que canali­
nismo a otro el desarrollo industrial se frenaba, com o ocurrió zaran el ahorro hacia aquél, desapareciendo poco a poco la re­
en las décadas de 1840 y 1890. En otros momentos las oportu­ lación personal, sencilla y directa, entre los ahorradores y los
nidades de inversión en los sectores industriales de cabecera es­ inversores locales.
taban agotadas y sobrevenía la depresión y ello aunque, com o La innovación más importante a comienzos del siglo x ix fue
ocurrió con los ferrocarriles en la década de 1870, la industria el auge de la banca comercial. En 1800 tan sólo existían 28 ban­
en cuestión no hubiese completado su recorrido. cos; en 1860 eran 1.500 y 8.500 en 1900, importante cifra, com ­

144 1 45
parada con otros países, que era reflejo tanto de las dimensiones dación, procedente a m enudo de fuentes europeas, de las gran­
de los Estados Unidos com o de las reglamentaciones estatales des compañías ferroviarias e industriales de reciente aparición
contrarias a las sucursales bancarias. En 1900 cada pequeña ciudad y necesitadas de capital fijo a largo plazo. El mercado donde ope­
contaba con un banco propio, a menudo precariamente financiado raban sus valores era la Bolsa de Nueva York, que creció rápi­
pero casi siempre vinculado con los grandes bancos neoyorqui damente a lo largo del siglo xix. Las principales transacciones de
nos a través de una serie de relaciones de corresponsalía. Poco la Bolsa se hicieron prim ero con bonos estatales, federales y de
a poco fueron especificándose estrictamente las funciones de los las compañías constructoras de canales; luego, con obligaciones
bancos comerciales. En 1820, las comunidades que los habían emitidas por las compañías ferroviarias y, finalmente, a finales
creado esperaban de ellos que fomentaran su desarrollo y con de siglo, con valores industriales. Por aquel entonces, otros tipos
tribuyeran a financiar los servicios públicos y el com ercio locales, de intermediarios financieros estaban transformando los innume­
pero los pánicos financieros que estallaron en la década de 1830 rables préstamos a corto plazo a particulares en empréstitos a lar­
pusieron de manifiesto los peligros de los compromisos a largo go plazo para la industria, el com ercio o el propio público; a ellos
plazo y, en determinados casos, la insuficiente delimitación de pertenecían las diversas compañías de seguros, de ahorros y de
las prácticas financieras. Sometidos a una reglamentación estatal préstamos que financiaban hipotecas sobre las viviendas privadas
más rígida y con un mejor conocim iento de la administración de A partir de 1910, aproximadamente, los consumidores más ricos
las carteras, los banqueros obraron a partir de entonces con mayor y la industria disponían ya d e otras modalidades de préstamo; no
cautela, de tal forma que en 1900 los bancos comerciales de sólo podían hipotecar sus viviendas, sino que también podían o b ­
Nueva Y ork se habían convertido en instituciones gigantescas y tener créditos para adquirir pianos, máquinas de coser y, a partir
en pilares del conservadurismo, dedicados fundamentalmente a de 1916, automóviles.
préstamos a corto plazo al comercio y a la industria. O tro cam bio igualmente fundamental se produjo en la propie­
Pero la banca comercial cubría tan sólo un sector del mercado dad y en el control de la industria. A excepción de unos pocos
de capitales; otro, muy importante, era el relacionado con los ferrocarriles, la industria americana en 1850 estaba en manos
movimientos internacionales e interregionales de capital para ha de pequeños propietarios, que transformaban las materias pri­
cer frente a las necesidades del comercio. En un primer momen­ mas locales con destino al consum o local. En 1914, por el con ­
to fueron los propios comerciantes quienes cumplieron esta mi trario, la industria estaba dom inada por un reducido número de
sión, pero en las décadas de 1820 y 1830 la asumió una vasta gigantescas firmas industriales con un control oligopolístico e in­
organización que operaba bajo licencia del gobierno federal, el cluso monopolístico de los mercados nacionales y con una ere
Second Bank o f the United States. Lo dirigió brillantemente Ni- ciente influencia en ultramar. En 1909 las empresas más im­
cholas Biddle y contaba con sucursales en las más importantes portantes eran las siguientes: United States Steel, Standard Oil
ciudades comerciales. Com o el Banco de Inglaterra, desempeñó (más tarde Esso), Am erican Tobacco, International Harvester,
también algunas funciones de carácter oficial, pero durante la Pullman (vagones de ferrocarril), Armour (carne envasada) y Sin
década de 1830 sufrió los ataques del presidente Andrew Jackson, ger (máquinas de coser). Las razones que hicieron posible esta
apoyado por una coalición de suspicaces agricultores del Oeste y transformación eran muy com plejas. Las primeras empresas que
de celosos hombres de negocios del Este, perdiendo su licencia contaron con un mercado importante y dispusieron de una o r­
federal. En 1836 consiguió una segunda licencia del Estado de ganización moderna fueron los canales y los ferrocarriles de
Pensilvania, pero se derrumbó durante la crisis de 1837 a 1841 principios y mediados del siglo xix, cuyas actividades estaban regu­
Ello hizo que a partir de 1840 la organización de la financiación ladas por licencias emanadas de los diferentes estados. Pero a par­
del comercio internacional pasara a manos de un pequeño círcu tir de 1840 se fueron promulgando sucesivas leyes sobre consti­
lo de destacados banqueros privados, com o Brown Brothers, de tución de sociedades que motivaron que se adoptara cada vez más
Nueva Y ork; a partir de 1880 estas actividades eran ya tan se­ la forma colectiva en lugar de la asociativa. Un factor más im­
guras que fueron asumidas por los bancos comerciales más im portante aún en el proceso de concentración horizontal de gran
portantes, por lo que los banqueros privados más emprendedores número de industrias en las décadas de 1870 y 1880 fue la crea­
se orientaron hacia la banca de inversión, facilitando la finan- ción de un mercado nacional. A partir de este momento, muchas

1 46 147
VIII. LOS CICLOS ECONOMICOS EN EL SIGLO XIX
pequeñas empresas se vieron obligadas a salir de sus mercados
locales so pena de perecer, por cuanto otras empresas, gracias a
Los apartados precedentes se han ocupado de algunas de las cau­
las economías de escala que hacía posible la nueva tecnología,
sas a largo plazo de la industrialización, pero el ritmo de la evo­
irrumpían en los suyos. Las empresas más grandes, cuyas fábri­
cas abastecían a compañías de ferrocarril o canales que se hacían lución económica a corto plazo no fue en absoluto el mismo que
la competencia, se hallaban en condiciones de obligar a los fe­ a largo plazo. Después de la guerra de 1812-1815 se produjo una
fuerte expansión durante la cual los colonos afluyeron al M edio
rrocarriles a hacerles sustanciales rebajas en sus tarifas. Precisa­
mente manipulando a las compañías ferroviarias fue com o John Oeste y al Sudoeste, a través de los Apalaches. Esta situación
D . Rockefeller logró el m onopolio en la industria del petróleo acabó con el pánico de 1819, iniciándose de nuevo, a partir de
la década de 1830, una rápida expansión. El auge económ ico re­
para la Standard O il en la década de 1870. Com o es natural, las
sultante fue interrumpido p o r un breve pero intenso pánico en
compañías ferroviarias intentaron formar cárteles o fusionarse en
1834 y terminó en la crisis d e 1837 y 1839. A ello siguió un pe­
defensa de sus propios intereses, de tal forma que en 1900 la pro­
ríodo de aguda deflación a principios de la década de 1840 al que
liferación de pequeñas líneas existentes en 1840 había desapare­
pusieron término, a finales d e ésta, la inmigración alemana e ir
cido al aglutinarse aquéllas en grandes grupos regionales. Había
landesa y los descubrimientos de oro en California. Durante la
otras muchas compañías que también trataban de vender a un
década de 1850 se produjo una prolongada etapa de prosperidad
mercado nacional y cada vez más urbanizado; eran productoras
motivada por la construcción de los ferrocarriles y la colonización,
de conservas cárnicas, galletas, cigarrillos, máquinas de coser y de
que comenzaba a penetrar en las praderas y en Texas. Sobrevino
otros muchos bienes de consumo tipificados o estandarizados.
entonces el pánico de 1857 y estalló la guerra civil. El tendido
A la concentración horizontal y vertical seguía a menudo la reor­
de los primeros ferrocarriles transcontinentales fue ultimado du
ganización interna de las empresas para lograr mayor producti
rante la larga expansión de 1865 a 1873, turbada tan sólo por
vidad y eficacia administrativa hasta el punto de que se trans­
un leve pánico financiero en W all Street en 1869. En 1873 se
formaron en grandes burocracias «federales», con departamentos
produjo un colapso bancario en Nueva Y ork, y la subsiguiente
independientes de compras, producción, contabilidad y ventas.
depresión fue prolongada y profunda y produjo un desempleo y
Las depresiones de las décadas de 1870 y 1890 acabaron con
una penuria generalizados, que dieron lugar a inquietud entre
muchas de las compañías más débiles, fomentando nuevas fusio­
los trabajadores y protestas de los agricultores, así com o a los
nes. Las subsiguientes coyunturas favorables, especialmente entre
primeros monopolios. Durante la recuperación de finales de la
1896 y 1904, dieron grandes oportunidades a los financieros de
década de 1870 y la prosperidad de la de 1880 se produjo la úl­
W all Street para prom over nuevas empresas y fusiones de em­
tima gran oleada de construcciones ferroviarias, la inmigración
presas; en la década de 1890 se produjeron concretamente mu­
masiva y la expansión urbana, que acabaron en 1893 con el c o
chas fusiones en la industria pesada, que encontraba nuevos mer lapso financiero de W all Street que m otivó una grave depresión
cados en las crecientes necesidades de las ciudades. La United y un paro abundante. T odo ello coincidió con el movimiento p o
States Steel Corporation, por ejemplo, buen ejemplo de concen­ pulista y con la viciada campaña presidencial de 1896. La recu­
tración vertical, disponía de minas de hierro y carbón, asegurando peración se inició en 1898 co n la guerra de Cuba y el descubri­
así sus suministros de acererías adquiridas a Andrew Carnegie, miento de o ro en Alaska, sin que se produjeran ya más trastor­
y de otras muchas instalaciones para la fabricación de los ele­ nos económicos graves hasta la primera guerra mundial.
mentos finales, com o los puentes y las vigas que la América ur­ En diversas ocasiones se ha intentado encontrar una explica­
bana precisaba. Cuando la United States Steel fue creada por el ción sistemática a esto.s trastornos, cuya cronología se refleja en
banquero J. P. Morgan era, con diferencia, la mayor del mundo, las cuadros 3.5 y 3.8. La interpretación tradicional de las crisis
con un capital de 1.400 millones de dólares. Durante muchos de la década de 1830 afirma que la oposición del presidente
años controló alrededor del 60 por 100 del mercado americano Andrew Jackson al Second Bank o f the United States y su mala
del acero y cuando anunciaba anualmente sus precios, otras com ­ gestión de los recursos federales condujeron a un alza especulati­
pañías los adoptaban. Se estaba configurando el poder industrial va, especialmente de las tierras del Oeste. Esta acabó en 1836,
cuando una circular de Jackson sobre numerario (Specie circular)
tal y com o lo conocemos hoy en día.

149
1 48
exigió que los pagos por compras de nuevas tierras públicas en so, por lo que no es del to d o satisfactoria. Así, el período de pros­
la frontera se hicieran en moneda, lo que desencadenó una crisis peridad de la década de 1830 no afectó sólo a los Estados Unidos,
monetaria internacional en 1837. El Banco Federal contribuyó sino también a Gran Bretaña, y el precio del algodón reflejaba tan­
a financiar una recuperación temporal en 1838, pero el año si­ to las deficiencias en su abastecimiento com o el rápido crecimien­
guiente se produjo una nueva crisis y la subsiguiente depresión to de su demanda, basada en última instancia en una sucesión de
se prolongó hasta mediados de la década de 1840. Las restantes excelentes cosechas europeas. D e m odo parecido, las deficientes
interpretaciones de las etapas de prosperidad y de crisis están cosechas recogidas en Europa durante los años siguientes — las
relacionadas con el com ercio entre los Estados Unidos y Gran hambres de la década de 1840 en Gran Bretaña— tuvieron mu­
Bretaña. Del análisis de muchas de las series estadísticas más cho que ver con los bajos precios del algodón americano.
importantes, tales com o los precios del algodón, las importacio­ Estas primeras depresiones, sin embargo, aunque originaron
nes de capital y las ventas de tierras, parece desprenderse la exis­ pobreza no por ello fueron causa de excesivo desempleo. Los
tencia de ciclos regulares cuyas cotas más elevadas se alcanzaron agricultores se limitaban a trabajar y a producir más para poder
en 1818, 1836 y 1856. Una de las hipótesis sostiene que estos hacer frente a la baja de los precios y liquidar sus deudas. Uni­
ciclos fueron motivados por males cosechas periódicas. Una de camente a partir de la década de 1870 las oscilaciones de la in­
estas malas cosechas sobrevino en la década de 1830, cuando la versión en determinados ferrocarriles y en la industria tuvieron
demanda británica de algodón en bruto tropezó con un suminis­ amplitud suficiente en relación con la agricultura com o para ori­
tro temporalmente estacionario. Los precios del algodón subie­ ginar un paro considerable.
ron con gran rapidez provocando una oleada de colonización de
las zonas fronterizas de Misisipí, Luisiana y Texas. La relación de
cuadro 3.8.— PARO (p o rc e n ta je )
intercambio evolucionó de manera brusca en favor de los Estados
Unidos y las importaciones de productos y de capital británicos
1800-39 1840-69 1870-79 1880-89 1890-99 1900-09
crecieron velozmente. El com ercio interregional también se ex­
pansionó, y todo el país se benefició de la prosperidad del Sur
Medias dece­
Pero a finales de la década, grandes extensiones de tierras en el
nales 1-3 3-6 10 (?) 4 (?) 10 4
Sur y en el Oeste empezaron a alcanzar su fase productiva, lo que
aumentó considerablemente el volumen de producción y los pre­
cios cayeron. Todos aquellos que habían adquirido tierras me­ Fuente: Stanley Lebergott, «Changes in unemployment, 1800-1960», en
diante préstamos hipotecarios a elevado interés se vieron afec­ Robert W . Fogel y Stanley L . Engermann, The reinterpretation of A m e­
rican economía history, Nueva York, 1971, pp. 73-83. Los datos se basan
tados y muchos de los bancos que habían concedido los créditos
en estimaciones.
quebraron. Varios estados se negaron a pagar los bonos que ha
bían emitido, muchos de los cuales habían sido adquiridos en
Inglaterra, lo que m otivó que durante la década de 1840 el ca Según la interpretación tradicional, la guerra civil transformó
pital británico permaneciera en el país financiando la construc­ a los Estados Unidos de una nación agrícola en un país indus­
ción de los ferrocarriles nacionales. Ciclos similares culminaron trial. A corto plazo estim uló la industria, en particular la pesada
en las crisis de 1819 y 1857, si bien en esta última el trigo des­ y la mecánica, que obtuvieron grandes beneficios. Simultánea­
empeñó un papel relativamente más importante que el algodón mente, la emancipación d e los esclavos y la legislación federal
Este análisis es mucho más digno de crédito que la tradicio­ produjeron efectos a largo plazo. Las subidas de las tarifas adua­
nal interpretación política de los acontecimientos, tanto porque neras, la creación de un sistema bancario nacional, la concesión
del examen de esta última resultan innumerables contradicciones de créditos y tierras a los colonos, los ferrocarriles y las univer­
com o porque las medidas de Jackson, al igual que las adoptadas sidades, y las oportunidades que la posguerra ofrecía en el Sur,
por la mayoría de los gobiernos del siglo x ix , no eran lo suficien todo ello animó a los empresarios y aceleró la industrialización.
temente amplias com o para producir los efectos que se les atri Pero también esta explicación debe ser rectificada. El índice de
buyen. Ello no obstante, la hipótesis de los ciclos de cosechas paro en 1860 no era tan elevado com o para que lo absorbiera la
está excesivamente centrada en América y generaliza en exce­ guerra, ni el conflicto fue de tal naturaleza que el material béli­

150
151
co empleado estimulara la industria, com o pudo suceder en otras Europa? Una posible explicación sería que la emigración europea
guerras. Fue, por otra parte, una guerra muy dura, especialmente constituía la principal fuerza generadora de estos ciclos, motiva­
para el Sur, con graves pérdidas en vidas humanas, por lo que da a su vez por una explosión inicial de la demografía debida tal
su costo humano y económ ico inmediato probablemente superó vez a unas buenas cosechas, y que se repetía cada veinte años, a
con creces los beneficios que pudiera acarrear; a este respecto, medida que nuevas generaciones alcanzaban la edad de procrear.
las más recientes series estadísticas revelan que durante este pe­ Pero aun cuando sea evidente que determinadas avalanchas de
ríodo el p n b y otras variables disminuyeron en lugar de aumentar inmigrantes, como las que se produjeron entre 1846 y 1851, re­
A largo plazo, sin embargo, la determinación del alcance eco­ percutieron sobre el desarrollo americano, resulta dudoso que en
nómico de la guerra es tarea mucho más compleja. Efectivamente, Europa se produjera la suficiente sincronización en las tasas de
el crecimiento se aceleró en la posguerra, pero resulta difícil re­ natalidad com o para determinar la evolución económica con vein­
lacionarlo con el efecto cuantitativo de una determinada legisla­ te años de adelanto.
ción; pudiera tratarse de una compensación temporal al declive Otra teoría pretende que los ciclos de la inversión en América,
del período bélico o del normal crecimiento del ciclo económico. de los que formaban parte las cosechas (especialmente las de ce­
Más importancia tiene aún la observación de que la aceleración reales), la construcción de ferrocarriles, la colonización de la fron ­
industrial fundamental se había producido mucho antes de 1860, tera y el desarrollo urbano, determinaban el flujo y el reflujo de
creando una clase empresarial para la cual los plantadores del la economía atlántica, y q u e los inversores británicos y los inmi­
Sur no constituían un obstáculo mayor. El «triunfo del capita­ grantes europeos no eran más que factores que se adaptaban a las
lismo americano», en efecto, no fue resultado de la guerra civil; cambiantes circunstancias; podría explicarse así el aumento de
se había producido antes. la emigración procedente d e diversos países europeos durante los
■La interacción económica entre América y Europa, Gran Bre­ períodos de prosperidad americanos, pero no se daría razón del
taña en particular, siguió siendo un factor importante en el pe­ comportamiento de otros países fronterizos que, com o Australia,
ríodo com prendido entre 1870 y 1914. En ocasiones la inmigra­ también atrajeron a los emigrantes británicos. L o que efectivamen­
ción llegó a representar cerca de la mitad del crecimiento de la te parece haber sucedido es una compleja interacción a finales
población americana y la inversión extranjera entre el 10 por 100 del siglo x ix entre las regiones industriales y las zonas fronteri­
y el 15 por 100 de la acumulación de capital. Las estadísticas zas productoras de materias primas. Los tirones que experimen­
muestran que a lo largo de cada ciclo, la emigración británica a taba el desarrollo industrial, basado en productos alimenticios y
los Estados Unidos, sus exportaciones y sus inversiones, evolu recursos naturales baratos, tropezaban periódicamente con insu­
cionaron paralelamente a determinados datos estadísticos básicos ficiencias en los abastecimientos, y las transformaciones que ello
de la producción americana, pero siempre en proporción inversa comportaba en las relaciones de intercambio favorecían el des­
a la situación de la industria británica de la construcción. Así, arrollo de las zonas fronterizas, incluido el Oeste americano. Al
por ejem plo, cuando la emigración, las exportaciones y las in­ cabo del tiempo se restablecía la normalidad y nuevamente acu­
versiones británicas alcanzaron sus niveles más bajos en las dé­ dían a las sociedades industriales productos alimenticios y ma­
cadas de 1870 y 1880, ello coincidió con grandes depresiones en terias primas baratos, lo q u e incidía inevitablemente sobre la si­
los Estados Unidos pero también con un período de expansión tuación económica y sobre la evolución de la vida política y social.
de la construcción de viviendas en Inglaterra. D e lo que se de­
duce que si bien durante los períodos de expansión en América,
afluían allí las exportaciones, las inversiones y los emigrantes bri­ IX. EL GOBIERNO Y LA INDUSTRIA
tánicos (y de otros países europeos), durante las etapas de de­
presión el capital y la mano de obra británica se canalizaban Como consecuencia del sistema americano de gobierno, receloso
hacia la construcción en su propio país. La existencia de ciclos del poder centralizado y dota do de un sistema de control y equi­
similares y complementarios se ha detectado en otros varios librio (checks and balances), tradicionalmente los Estados Unidos
países europeos y también en algunas regiones fronterizas, com o han confiado menos en una amplia planificación nacional y más
Australia. D e ser ello cierto, ¿qué es lo que determinaba la pe­ en el mercado, a diferencia de los estados europeos más com pac­
riodicidad de los ciclos y dónde se iniciaban, en América o en tos. N o obstante, el grado de intervencionismo gubernamental

152 153
ha variado considerablemente con el tiempo. A principios del si­ rales o mediante donaciones de tierras; pero también se propor­
glo xix , si bien el Estado apenas interfería en las actividades de cionó ayuda con destino a la educación y a otros fines. También
los agricultores y de los hombres de la frontera, que por enton­ los gobiernos estatales y locales suministraron sumas considera
ces constituían un sector importante de la población, sí ejercía bles a los canales, com o e l de Erie, y a los ferrocarriles, com o
un control considerable sobre el com ercio y la industria de los los de Baltimore y O hio, importantes vías de penetración hacia el
estados del Este. Los gobiernos estatales, por su parte,seguían interior del país. Los diferentes gobiernos reunían así un «capital
la costumbre colonial de reglamentar los salarios y los precios, social básico» (social overhead capital) que, por su volumen, ja­
y supervisar la calidad, las condiciones de trabajo de los sirvien­ más hubieran podido proporcionar por aquella época los particu­
tes y los esclavos, los monopolios locales, el suministro de agua, lares. El dinero del gobiern o iba acompañado de un control oficial
gas y posteriormente de electricidad y el cumplimiento de las di­ de las empresas, si bien a medida que mejoraba su organización,
versas disposiciones locales. Por supuesto, la aplicación de estas las grandes compañías se hallaron en condiciones de reducir pau­
disposiciones era superficial y precaria, pero el aparato existía. Su latinamente la injerencia estatal sin dejar por ello de recibir sumas
origen probablemente se remontaba a la Inglaterra del siglo xvi. considerables. Esto sucedió en particular a mediados del siglo xix ,
Especialmente en los momentos difíciles, el público tenía la con­ cuando las compañías ferroviarias podían amenazar con hacer o
vicción de que era obligación del Estado preservar el bienestar deshacer una ciudad a m enos que recibieran subvenciones. P oco
general. Incluso en la frontera, el individualismo estaba ocasio­ después de su fundación L os Angeles, por ejemplo, pagó 100 d ó­
nalmente atemperado por el control comunitario. Los mormones lares por habitantes a la Southern Pacific, pero se trataba de una
de Utah reglamentaban la inmigración; las sencillas comunida­ inversión que sus responsables sabían que había de dar buenos
des mineras castigaban las apropiaciones indebidas de terrenos y dividendos.
los rancheros y agricultores se veían afectados por las disposi Este intervencionismo estatal comenzó a ceder a mediados de
ciones sobre riegos y vallado. siglo. Uno d e los m otivos fue que las comunicaciones ya habían
Estas manifestaciones tradicionales y locales de intervencionis­ sido completadas y que la economía avanzaba; otro, más impor­
mo público fueron completadas a principios del siglo x ix por tante, que la expansión d e l mercado privado de capitales hacía en
una legislación tendente a remediar el relativo retraso de los Es­ muchos casos innecesarios los subsidios federales o estatales en
tados Unidos frente a la industrialización británica. Tal vez la gran escala. Por otra parte, a partir de mediados de la década
medida más importante fue la introducción de tarifas aduaneras de 1830 se hizo patente la aversión a las mejoras internas finan­
llevada a efecto después de la guerra de 1812-1815, cuando la ciadas por los poderes públicos. Esto fue entre otras cosas una
avalancha de tejidos británicos baratos amenazó con ahogar la reacción a la desorganización y la corrupción que acompañaron en
naciente industria textil de Massachusetts. El arancel se convirtió muchos estados a los tiem pos de abundancia de la década de
pronto en un tema de controversia regionai, al propugnar el N or­ 1830. Así, por ejemplo, Indiana aprobó en 1836 un proyecto de
deste manufacturero su subida y el Sur su reducción. Resulta ley sobre mejoras de gran envergadura iniciándose rápidamente
difícil determinar el alcance exacto del proteccionismo, porque la construcción de canales en todo el Estado, para contentar a los
en muchos casos la creciente productividad americana habría aca­ intereses locales. Pero durante la crisis general de 1837 a 1841
bado con las importaciones, con o sin arancel; pero en cualquier se produjo un colapso de las finanzas estatales, de tal forma que
caso es probable que aumentara la rentabilidad y la tasa de cre­ cuando se inició la construcción del ferrocarril, en la década de
cimiento de muchas industrias. Paralelamente al arancel, el go­ 1850, la participación de la financiación privada fue mucho mayor.
bierno federal se procuraba ingresos mediante la venta de tierras A nivel municipal, los problemas eran semejantes. En Nueva
públicas en el Oeste (véase p. 135). El volumen de ingresos York, en la década de 1860, un grupo de políticos corrom pidos,
obtenidos de estos recursos hizo que durante el siglo x ix el go­ capitaneados por William Tw eed, se hizo con el control del Tam-
bierno federal nunca anduviera realmente escaso de fondos en many Hall * , y con el d e l ayuntamiento, y estafaron al público
épocas de paz y que, por consiguiente, se hallara en condiciones varios millones. Era evidente que este tipo de fiscalización públi-
de promover el desarrollo gracias a sus incentivos. Los sectores
más favorecidos por esta ayuda fueron las carreteras, los canales * Club político, prácticamente idéntico a la organización del partido
y los ferrocarriles, a los que se alentó mediante subsidios fede­ demócrata en Nueva York.

154 15 5
ca de las empresas no redundaba en beneficio de la mayoría y eran pitalista con la esperanza de que la comunidad se beneficiara sus­
muchos los liberales que creían que los intereses privados esta­ tancialmente del resultado de sus actividades sin trabas.
ban mejor capacitados para administrar los transportes públicos La justificación teórica d e esta actitud procedía de una versión
y los servicios municipales de gas y agua. elemental del liberalismo británico adaptado al medio americano.
Esta concepción se veía favorecida por la falta de unos fun­ Las teorías de los grandes economistas clásicos se popularizaron en
cionarios y de una Administración que hubiera podido prestar los Estados Unidos a partir de 1820, pero omitiendo muchas de las
de una manera eficiente y responsable estos y otros servicios pa­ salvedades que aquéllos habían hecho acerca del papel del Estado.
recidos. Desde que el presidente Jackson tomó posesión en 1829, Las versiones populares sugerían las inmensas posibilidades abier­
en el plano federal imperaba el spoils system: los cargos públicos tas a una dinámica población americana provista de abundantes re­
lucrativos, y en particular los puestos de dirección en las adminis­ cursos naturales, tod o ello regulado a escala continental por las
traciones, eran considerados com o «b otín » del triunfador de las fuerzas equilibrantes del m ercado. La intervención gubernamental,
elecciones. Por eso se ocupaban de nuevo cada cuatro años tras equivocada cuando no corrom pida, sólo contribuiría a obstaculizar
el resultado de las elecciones, sin tener en consideración la com el proceso y únicamente era necesaria para alcanzar los objetivos
petencia del titular del cargo. De este m odo se convirtieron en mínimos del respeto de la ley y el orden. Fue Henry Carey quien
prebendas de los partidos políticos los puestos directivos de Ha­ resolvió el problema de las tarifas arancelarias, excluidas por los
cienda y de las oficinas de correos en todo el país. Consecuencia de economistas clásicos com o Ricardo, pero ardientemente deseadas
todo esto fueron la incompetencia, la irresponsabilidad y la corrup­ por los empresarios, al afirmar que los Estados Unidos eran lo
ción. Sin embargo, el presidente Jackson defendía el patronazgo de suficientemente extensos y variados com o para disfrutar en su inte­
estos puestos para los partidos políticos con una retórica antiburo­ rior de todos los beneficios del libre cambio sin necesidad de re­
crática y demagógica: «to d o hombre inteligente» estaba cualificado currir a un importante com ercio exterior. Una de las ventajas de
para ocupar un puesto público. Hasta la ley sobre Civil Service de las teorías de los economistas clásicos sobre los efectos reguladores
1883 no se introdujo a nivel federal la profesionalización paulatina de la libre competencia era que encajaba perfectamente con la filo­
de la Administración ( merit system). sofía americana del sistema de control y equilibrio (checks and
El hecho de que los empresarios fueran cada vez más com­ balances), de un gobierno limitado y de los derechos de propiedad.
petentes revolucionó su actitud política. Inicialmente, los hom­ Ello es natural por cuanto ambos ideales, económ ico y político, te­
bres de negocios habían acogido con satisfacción el patrocinio y nían orígenes comunes en la Inglaterra de los siglos x v n y x v m .
la ayuda del Estado en lo que con frecuencia había sido una em­ Pero al mismo tiempo se abría gradualmente paso en este sistema
presa comunitaria. Pero en la década de 1830, a muchos capi­ otro concepto, el darvin ism o social, esto es, la aplicación por Her-
talistas del Este la filosofía intervencionista de Hamilton empe­ bert Spencer al cambio social de las teorías de Darwin sobre el pro­
zaba a parecerles excesivamente restrictiva, al tiempo que los greso biológico por la selección natural. Proporcionaba explicaciones
agricultores del Sur y del Oeste seguían desconfiando instintiva­ históricas plausibles a la pregunta de cóm o en el seno de una socie­
mente del gobierno. Una de las víctimas de esta nueva situación dad, los más capaces alcanzaban la cima mediante el principio de
fue el Second Bank o f the United States. Simultáneamente, la sen­ la selección natural (survival of the fittest). La teoría era también
tencia del Tribunal Supremo en el caso del puente del río Charles reconfortante desde el pu n to de vista social en unos tiempos en
(1837) acarreó la desaparición de gran número de monopolios pú­ que algunos americanos trataban a negros e indios con una total
blicos cuyos privilegios estaban demorando la aparición de otros falta de consideración y otros hacían negocios gigantescos y
servicios competitivos. Ello era indicio de que las concesiones aplastaban toda com petencia. Si éste era el proceder de la natura­
públicas de monopolios ya eran innecesarias para garantizar el leza, el humanitarismo o la intervención gubernamental no harían
funcionamiento de los servicios esenciales. O tro factor que fa­ más que entorpecerlo.
voreció también a la empresa privada fue la promulgación por Este consenso generalizado recibió el espaldarazo legal a media­
diversos estados de leyes generales sobre constitución de socie­ dos del siglo xix en form a de diversas decisiones del Tribunal Su­
dades, que establecían la responsabilidad limitada en muchas premo. Las características fundamentales del sistema político ame­
actividades con un mínimo de interferencia estatal. La opinión pú­ ricano — constitución escrita, federalismo y división de p o d e r e s -
blica y la ley se acomodaban a los intereses de la naciente clase ca­ habían conferido gran autoridad a los tribunales, que tenían que

156 157
dirimir los conflictos jurisdiccionales. Fue el juez John Marshall camente a un nivel muy pequeño y local. Los diversos estados
quien, en 1803, reivindicó el poder de revisión judicial para el eran conscientes de la necesidad de reglamentar los servicios pú­
Tribunal Supremo, que poco a poco se convertiría en doctrina esta­ blicos locales, pero casi nunca les pasaba por la imaginación la
blecida. El Tribunal Supremo se vio obligado muy pronto a des­ necesidad de reglamentar los ferrocarriles a escala nacional. D e
lindar la autoridad relativa de los gobiernos estatales y federal m odo parecido, abundiban las viejas disposiciones contra las prác­
com o consecuencia del creciente volumen del comercio interesta ticas restrictivas del com ercio mediante monopolios de las empre­
tal. La Constitución prohibía a los Estados gravar este comercio sas o de los trabajadoies, p ero hubo que esperar a que la consoli­
con tarifas arancelarias, pero eran muchas las posibilidades de res­ dación de la industria en la década de 1890 lo convirtiera en un
tringirlo mediante la oportuna legislación local. De aquí que en el problema nacional. E incluso en este caso pasaron bastantes años
caso Cooley (1851), el Tribunal Supremo dispusiera que a los es­ antes de que la ley anti-trust de Sherman en 1890 fuera utilizada
tados no les estaba permitido reglamentar aquellas manifestaciones expresamente para influir sobre la estructura industrial. Aunque
del com ercio que «p o r su naturaleza tuvieran carácter nacional». parezca una ironía, a finales de siglo cuando más activamente in­
En aquellos tiempos, por supuesto, el gobierno federal apenas con­ tervenía el Estado a través de los tribunales era para frenar las
taba con el respaldo político y el poder administrativo necesarios actividades d e los sindicatos obreros. Los diferentes estados, por
para regular a fondo el com ercio, pero a finales del siglo x ix la su parte, aceptaban a m ediados de siglo la necesidad de asistir a
expansión constante del com ercio interesíatal y la concentración de quienes no podían valerse p o r sí mismos y creaban prisiones, asilos
la industria sobre una base nacional exigieron ya una legislación a para enfermos mentales, hospitales públicos y hospicios. Eran mu­
esta escala. Pero en el caso E. C. Knight (1895), el Tribunal sen­ chos los americanos que estaban orgullosos de estas «instituciones»
tenció que «la fabricación de mercancías», incluso si era realizada que, en efecto, suponían a m enudo un gran avance respecto de es­
por un m onopolio, tenía carácter local y caía fuera de la com pe­ tablecimientos más antiguos; pero este dispositivo estaba todavía
tencia del gobierno federal. Esta actitud restrictiva de las activi­ muy lejos d el moderno con cepto de Estado del bienestar, incluso
dades del gobierno federal se mantuvo a lo largo de una serie de en su diluida versión americana. D e aquí que el Estado de media­
sentencias, hasta bien entrado el siglo xx, y unida a parecidas dos del siglo xix dejara co n frecuencia las decisiones sociales en
limitaciones al poder de los estados creó un vacío que únicamente manos del mercado o de la caridad individual o institucionalizada.
la iniciativa privada podía llenar. El «poder de policía» (pólice Pero aun cuando el nivel y la competencia de la intervención
pow er) de los estados tan sólo podía afectar «a las materias rela­ gubernamental fueran a m enudo penosamente bajos, puede afir­
cionadas con el interés pú blico» y no alcanzaba a la regulación de marse que los orígenes del m oderno Estado buiocrático americano
los salarios y las horas de trabajo «libremente contratados». En deben buscarse en el siglo x ix , resultado de la inevitable reacción
este punto los jueces estaban influidos por la mentalidad conser­ a los males que acompañaron a la industrialización y a la urbani­
vadora de la época, pero un cierto grado de limitación constitucio­ zación (véase cap. 5 ). E n muchas zonas fue estableciéndose de
nal del poder era probablemente inevitable en un momento en m odo paulatino un aparato administrativo que corrigió innumera­
que el centro de gravedad de las fuentes de decisión económica y bles abusos, acumuló experiencia y creó precedentes que fueron
política se estaba desplazando del nivel local al nacional. Podría vitales para el futuro. A m enudo se copiaron las disposiciones le­
incluso afirmarse que este período de intenso conservadurismo fa­ gales y los métodos d e trabajo de los gobiernos europeos, e inclu­
voreció el ulterior desarrollo de una economía nacional en los Esta­ so las técnicas administrativas de la economía europea. A nivel
dos Unidos. municipal, la rápida urbanización hizo necesaria una creciente re­
Bajo estas presiones, la intervención gubernamental estaba ex­ glamentación, pues d e o tro m odo las ciudades se hubieran para­
traordinariamente limitada según los criterios modernos. Los pre­ lizado. En 1900 eran los ayuntamientos los que se ocupaban del
supuestos combinados de los gobiernos sólo representaban alrede­ abastecimiento de agua potable, el alcantarillado, el gas y la elec­
dor del 4 por 100 del p n b en la década de 1870, frente al 17 por tricidad y otros muchos servicios municipales. Los impuestos y
100 en la de 1940. Algunas medidas, com o la política monetaria o gastos municipales crecieron enormemente aunque, com o con­
fiscal para regular el pleno empleo apenas eran conocidas a media­ secuencia de las obras y servicios públicos que la acelerada ur­
dos del siglo xix. Pero lo más frecuente era que los instrumentos banización habían hecho necesarios, en algunos casos parte de los
de la política económica estuvieran disponibles y se utilizaran úni ingresos pasaron a manos de particulares corrompidos. D e m odo pa­

1 58 159
recido, los gobiernos estatales en todo el país se esforzaban por gubernamental redundara en grandes beneficios. El público co ­
controlar la industrialización, al igual que antes habían intentado menzaba a tomar conciencia de que sólo el gobierno disponía del
fomentarla. El momento en que se produjo este cambio de orienta­ poder y de la competencia necesarios para hacer frente a los abru­
ción varió según el grado de industrialización y la política seguida madores problemas y a los abusos generalizados que habían hecho
en cada región; así, los estados del Sur continuaron subvencionan­ irrupción en la sociedad americana desde la guerra civil.
do sus ferrocarriles hasta la década de 1870, mucho después de
que estos subsidios hubiesen desaparecido en otras partes. A los
gobiernos también les llevó tiempo adquirir la competencia nece­ X. LOS RESULTADOS DE LA INDUSTRIALIZACION
saria. California, por ejemplo, creó comisiones para ocuparse de los
ferrocarriles, la banca y los seguros en la década de 1870, pero ¿D e qué m od o influyó la industrialización en el nivel de vida de
hubieron de transcurrir veinte años más hasta que estas com isio­ la población? El siguiente cuadro pone de manifiesto el enorme in­
nes, en un primer momento mal pagadas, inexpertas y bloqueadas cremento que experimentó el producto nacional bruto. Este aumen­
en todas partes por los empresarios, pudieran convertir una le­ to tenía que repartirse, por supuesto, entre una mayor población,
gislación bien intencionada en una administración eficaz, sin per­ pero los ingresos per cápita también crecieron en importante me­
juicio de que en 1900 la tendencia general se orientara hacia una dida. Como es natural, la prosperidad se retrajo ocasionalmente de­
creciente intervención burocrática en todos los estados. bido a guerras y depresiones, pero a la larga y en conjunto no
A nivel nacional también estaba operando teniendo lugar un cabe duda alguna del nivel d e vida en los Estados Unidos, lo que
proceso similar de crecimiento administrativo. La reafirmación no obstaba para que los americanos, individualmente considerados,
crucial de la autoridad federal se produjo con la guerra civil que, se preocuparan más que p or los índices generales del país por su
com o todos los conflictos bélicos, exigió una gran expansión de la situación personal, qu e dependía mucho de donde habitaran y de
actividad gubernamental. Después de la guerra y del período de su respectiva ocupación.
reconstrucción radical (véase cap. 2, X ) la autoridad del gobierno La producción media per cápita en el Sur y en el Oeste pone
disminuyó bajo una serie de presidentes débiles, si bien en mu­ de manifiesto el bienestar general de los agricultores allí estable­
chos aspectos la estructura administrativa federal siguió en aumen­ cidos. Una proporción considerable de agricultores del Sur eran ne­
to a medida que los funcionarios se enfrentaban a los problemas gros; ciertamente habían ganado su libertad pero socialmente se­
que planteaba el crecimiento económ ico. El Departamento de Agri­ guían sometidos y, desde el punto de vista material, puede que su
cultura, por ejem plo, creado en 1862, estableció gran número de situación incluso hubiera empeorado. El sistema de aparcería de la
divisiones especializadas que proporcionaban un valioso asesora- posguerra afectó igualmente a gran cantidad de blancos pobres,
miento científico y comercial a los agricultores, cuya confianza se cuya única esperanza de mejorar se hallaba en las nuevas fábricas
ganaron paulatinamente. La Comisión de Comercio Interestatal, de tejidos de algodón instaladas en las dos Carolinas y en Georgia,
creada en 1887, trató de suavizar las desastrosas guerras de precios generalmente reservadas para ellos. Pero también aquí los salarios
que libraban las compañías de ferrocarriles y que incidían negati­ .eran miserables, debido a la competencia de la mano de obra inmi­
vamente sobre otras industrias. Los ferrocarriles eran enemigos po­ grante en Nueva Inglaterra y a que los sindicatos eran completa­
derosos y los tribunales los respaldaban a menudo; pero la Comi­ mente desconocidos. Finalmente fueron muchos los plantadores
sión, animada por el apoyo popular, fue ganando experiencia y que perdieron la totalidad o gran parte de sus propiedades durante
logró que el Congreso mejorara la legislación, habiéndose conver­ o después de la guerra y, c o n sus propiedades, su situación social.
tido en 1914 en un eficaz organismo administrativo. Sería equivo­ Aun cuando algunas ciudades del Sur, com o Atlanta, tenían una
cado pretender que ya en 1890, o incluso en 1914, el gobierno vida comercial muy activa a finales del siglo x ix , por lo general
federal poseía en líneas generales una burocracia eficaz. Pero la el Sur no inició su recuperación hasta 1900, en que los precios del
existencia, siquiera fuera en unos pocos sectores, de una admi­ algodón experimentaron una notable alza y los cultivadores perfec­
nistración cada vez más competente, experimentada e íntegra, esta­ cionaron sus métodos.
ba empezando a influir sobre la actitud del público que comenzaba En el Oeste, por el contrario, el nivel de vida creció rápidamen­
a darse cuenta de que los defectos del sistema vigente podían ser te. En el Lejano Oeste, los agricultores y los mineros disfrutaban
subsanados y de que era posible que un mayor intervencionismo desde un primer momento de elevados ingresos, lo que en cierto

160 161
sin embargo, desde el punto de vista de los salarios reales, los tra­ de relieve la movilidad horizontal de la sociedad americana sin per­
bajadores americanos más pobres mejoraban a mayor velocidad juicio de que quede abierta la interrogante en cuanto a su m ovi­
que sus hom ólogos europeos. lidad vertical. En el Sur, la sociedad estaba integrada por una com ­
Pero el concepto de calidad de la vida es mucho más amplio que binación de plantadores, esclavos y blancos pobres. En algunas
el del simple nivel de vida. El efecto más visible de la industria­ zonas, com o el valle inferior del Misisipí, el elemento dominante
lización fue probablemente el auge de las grandes ciudades, pero era el gran plantador. A llí las tierras eran tan ricas que le permi­
fueron sobrecogedoras la suciedad y miseria resultantes de este pro­ tían comprar las de sus vecinos más pequeños. Pero allí donde los
ceso de urbanización que constituyeron una seria contrapartida a suelos eran pobres, com o en las colinas de Carolina del Norte, la
los salarios reales más elevados percibidos en las zonas industriales mayoría de la población estaba constituida por pequeños agricul­
(véase cap. 5). A pesar de ello, tanto los inmigrantes com o los pro­ tores laboriosos y las grandes propiedades eran escasas y estaban
pios americanos se sentían cada vez más atraídos por las ciudades alejadas entre sí. El O este, una vez más, era un caso aparte. A quí
Esta atracción sólo en parte era reflejo de las diferencias salaria­ la propiedad de la tierra estaba distribuida más igualitariamente
les; la ciudad ofrecía también una mayor diversidad de servicios y que en el Sur, por lo q u e la tesis de la igualdad es más correcta.
de comodidades que el campo y no sólo a la clase rica y media En los territorios nuevos el hom bre pobre pero capaz tenía mayores
Influían también consideraciones de índole psicológica: la vida del oportunidades de adquirir tierras y riquezas y las posiciones pre­
agricultor era a menudo tediosa, dura y aislada; las fábricas y los establecidas tenían m enor importancia. En las zonas agrícolas de]
barracones donde se alojaban los obreros, por el contrario, ofre­ Oeste esta igualdad se mantuvo durante cierto tiempo después de
cían con frecuencia una ruda camaradería, y la propia ciudad una que la colonización hubiera pasado por allí, porque las hacendosas
sensación de variedad, de participación y de mejores oportunidades familias de los agricultores se hallaban en situación de hacer frente
En cualquier caso, lo que el m odelo de vida americana prometía a las grandes propiedades; las explotaciones de trigo proverbial­
siempre pareció implicar algo más que meras satisfacciones inme­ mente rentables de la década de 1880 pronto se vinieron abajo.
diatas. Dos de los artículos de fe más generalizados sobre el país Pero en otras actividades fronterizas, com o la minería o la cría de
a comienzos del siglo x ix eran que la riqueza estaba muy extendida ganado, los pequeños empresarios fueron pronto eliminados por
y que cualquiera que aspirara a medrar tenía excelentes oportuni­ las grandes empresas que disponían del capital necesario para em­
dades para hacerlo siempre que trabajara lo necesario. A finales barcarse en grandes operaciones.
de siglo, la coexistencia de una riqueza extremada y de una consi­ De aquí que haya que matizar la famosa imagen de Tocqueville
derable pobreza había debilitado claramente la primera aserción, de una América igualitaria, tanto más cuanto que la industrializa­
si bien cabe dudar que hubiera mucho de verdad en ambas. Tam­ ción agravó aún más las desigualdades. Los ingresos y la riqueza de
poco el contraste con Europa era tan grande com o algunos habían la mayor parte de los americanos crecieron pero esta mejora fue
imaginado. A partir de la década de 1830, las ciudades del Este se acompañada de grandes cambios de poder y de prestigio. Las deci­
hallaron en manos de oligarquías mercantiles; basta un simple siones que afectaban al hom bre medio ya no se tomaban en sus
vistazo a las listas de sus ediles, banqueros y responsables de los inmediaciones, sino en lejanas oficinas de Chicago o de W all Street.
servicios públicos en las guías municipales para darse inmediata­ Los dirigentes tradicionales de la sociedad local, comerciantes, abo­
mente cuenta de cuáles eran las familias principales. Un puñado gados, políticos y clérigos, cedieron su autoridad a los directores
de hombres, com o J. J. Astor y Alexander Brown, habían amasado de las sucursales de las grandes compañías nacionales. M uchos
ya fortunas comparables a las de muchos nobles europeos, y en americanos se sintieron escandalizados ante la ostentación de que
los estratos más bajos de la sociedad también había hecho su apa­ hacían gala los ricos y tem ieron la influencia del poder empresarial
rición un pequeño proletariado. Era igualmente falso que fuera sobre los gobiernos. Los agricultores y los obreros, que antes nego­
fácil medrar. El estudio realizado sobre los trabajadores de una ciaban directamente con los compradores y los patronos, descubrían
pequeña ciudad de Nueva Inglaterra revela que fueron muy pocos ahora que no eran más que simples piezas de una gigantesca maqui­
los que ascendieron rápidamente en la escasa social, si bien la ma­ naria. Com o es natural, tod o ello planteaba una serie de interro­
yoría fue adquiriendo lentamente casas u otras propiedades. Pero gantes acerca de la consecución de la democracia política e indus­
fueron pocos los que permanecieron allí el tiempo suficiente com o trial en América (véase capítulo 5).
para que pueda ser estudiada su evolución, lo que al menos pone

1 64 165
industriales eran manifiestamente menores que en Alemania, el
4. La emigración a América
paso de la tasa de crecim iento de la población de un 3 por 1.000
en los siglos xix y xx a principios d e siglo a un 11 por 1.000 en la década de 1880,
provocó un aumento de la población de 6 millones de personas
entre 1880 y 1910 (sin contar los emigrantes). Esto >lanteó proble­
mas de escasez de recursos que la emigración pi lo resolver en
parte. De aquí que una econom ía americana genei lmente en ex
pansión, acompañada de una mano de obra escasa de unos sala
I. LOS ORIGENES DE LA EMIGRACION: «REPULSION» Y «ATRACCION» rios elevados, hiciera de los Estados Unidos una di las metas más
atractivas para los potenciales emigrantes (véase cap. 3).
A partir de 1815, aproximadamente cuarenta y seis millones de Los historiadores n o acaban de ponerse de acuerdo sobre si los
personas cruzaron voluntariamente los océanos para establecerse principales factores generadores de los movimientos migratorios re­
temporal o permanentemente en los Estados Unidos Aun cuan­ sidían en las condiciones d e vida de los respectivos países de
do todavía no se ha llegado a una explicación definitiva de este origen, factores de «repu lsión », o en las que se daban en los
fenóm eno, sí pueden formularse diversas hipótesis al respecto. La lugares de destino, factores de «atracción». El criterio clásico afir­
Europa del siglo x ix y principios del x x fue escenario de migra­ maba categóricamente que « la atracción [era] más fuerte que la
ciones masivas, y ello no sólo entre las dos orillas del Atlántico, repulsión», pero un estudio sobre la emigración sueca matiza lo
sino también de las zonas rurales a aquellas que estaban industria­ anterior al concluir que la «"atracción” industrial de América»
lizándose y de una nación a otra, a lo largo y ancho del conti­ fue más importante que la «"rep u lsión ” agrícola» en Suecia, espe­
nente. La emigración no fue más que una de las diversas manifes­ cialmente entre 1870 y la primera guerra mundial. Por otra parte,
taciones de los movimientos de población que hicieron que, de un análisis de la emigración británica a ios Estados Unidos llega a
1850 a 1900, Viena pasara de 431.000 habitantes a casi 2 millones, resultados ligeramente diferentes, en el sentido de que antes de
y que Varsovia cuadruplicara su población en idéntico espacio de 1870 la emigración en Europa fue promovida por una «crisis mal-
tiempo; que la población urbana de Alemania en las ciudades más thusiana», que se dejó sentir con mayor agudeza en la década de
importantes se duplicara entre 1870 y 1900 y que casi volviera a 1840, pero que transcurrida ésta el factor determinante parece
duplicarse entre 1890 y 1910. Las mismas circunstancias que pro­ haber sido la «atracción» de Am érica2. Desgraciadamente, las
vocaron los movimientos migratorios impulsaron asimismo a opiniones de los historiadores tampoco son unánimes sobre lo que
300.000 austríacos, 17.000 belgas y casi un cuarto de millón de entienden por «repulsión» y «atracción». Com o motivos de «atrac­
italianos, entre otros muchos, a efectuar una emigración de tempo­ ción », algunos hacen hincapié en la información enviada por ami­
rada tan sólo en el año 1910; y arrastraron a los europeos a otros gos y parientes radicados ya en el lugar de destino de los emigran­
continentes, com o América del Norte y del Sur. tes; otros, en el ritmo de. la actividad industrial de Estados Unidos,
El auge de estos masivos desplazamientos tras las guerras napo­ en tanto que otros prefieren subrayar las diferencias entre los res­
leónicas tuvo estrecha relación con el gran crecimiento experimen­ pectivos niveles de los salarios, y algunos, finalmente, las distintas
tado por la población europea y asiática durante el siglo xix. Una oportunidades de empleo. E n estas dos últimas opiniones se halla
estimación sitúa aquélla en 187 millones en 1800 y en 401 millo­ implícita la hipótesis aceptable de que es erróneo deslindar tajante­
nes en 1900, y la asiática en 522 millones y 859 millones, respec­ mente los efectos de la «repu lsión» y los de la «atracción», y que
tivamente. Pero el desarrollo de la población no siempre llevaba es más correcto contemplar los movimientos migratorios com o una
aparejada una emigración creciente. Así, por ejemplo, las más ele­ función de las condiciones d e vida imperantes tanto en el país de
vadas tasas anuales de crecimiento de la población en Alemania, origen com o en los Estados Unidos. Resulta muy difícil medir la
durante el siglo xix, se alcanzaron entre 1891 y 1900, en tanto que rapidez a la que evolucionaron las tasas de migración en respuesta
la emigración alemana a los Estados Unidos había llegado a su a las transformaciones acaecidas en las condiciones de vida del
cénit en 1882, con un volumen de un cuarto de millón de personas, país de origen y de Am érica. Lo que sí es cierto es que cuanto
sin que nunca más alcanzara la cifra de 100.000 hasta 1950. Por el más estrecha fuera la relación entre la economía americana y la de
contrario, en otros países, com o Italia, donde las oportunidades de la otra sociedad, más probabilidades había de que los movimien­

1 66 167
tos migratorios entre ambas fueran en función directa de las con­ so, de que las muchachas irlandesas empleadas en San Francisco
diciones de vida de los dos países, com o de hecho ocurrió con la remitían anualmente a Irlanda la cantidad de 270.000 dólares. En
emigración británica a los Estados Unidos. Pero allí donde la rela­ total, puede afirmarse qu e alrededor de la tercera parte del im­
ción era débil, lo que mayor influencia tuvo sobre la emigración porte global de los pasajes de los emigrantes a los Estados Unidos
fue la situación en el país de origen. En cualquier caso, todos los procedía de aquellas remesas.
movimientos migratorios a los Estados Unidos fueron en parte con­ La ampliación de las redes ferroviarias y de las líneas marítimas
secuencia del hecho de que allí los salarios eran siempre más ele­ de vapor y la creciente facilidad con que podían adquirirse los
vados que en el resto del mundo. pasajes fomentaron asimismo la emigración, contribuyendo también
Esta observación se aplica particularmente a la emigración esla­ a llamar la atención de los emigrantes las tentadoras ofertas de los
va a Estados Unidos, que procedía de países que no mantenían ferrocarriles americanos, deseosos de vender tierras; los empresa­
una relación económica directa con América. Se afirma a este rios y los estados, necesitados de mano de obra y de población; las
respecto que el movimiento fue provocado en gran medida por organizaciones com o los pa d ron i4, o caciques de la inmigración,
las condiciones en que vivían «los obreros rusos no especializados dispuestos a suministrarla, e incluso instituciones com o el Banco
en el último tercio del siglo x ix, que percibían un máximo de Italiano, u no de cuyos empleados manifestaba haber importado
treinta centavos diarios (la cuarta parte del salario de 1,15 dóla­ 14.000 italianos entre 1865 y 1884.
res de sus colegas en las minas de hulla americanas)»; en tanto Pero no todos los emigrantes actuaban por motivaciones econó­
que «el salario máximo de los obreros no especializados de la Po­ micas; desde los orígenes de la historia americana importantes nú­
lonia austro-húngara, era en 1891 de 24 centavos (alrededor de una cleos de personas se desplazaron al Nuevo M undo por razones p o ­
quinta parte de los de Estados Unidos), y que en el período líticas, religiosas o culturales. E l ejemplo más característico, en el
1880-1900, los trabajadores de las granjas y de las fábricas de siglo xix, fue la emigración mormona de las islas británicas y Es-
Posnania, en Prusia Oriental, percibían 60 centavos, es decir, la candinavia a su Sión del Estado de Utah. En algunas regiones de
mitad del salario medio de un trabajador am ericano»3. Pero las Alemania y Escandinavia, los disidentes religiosos fueron de los
diferencias de salarios no bastan para explicar la emigración. La de­ primeros en emigrar a Am érica, en tanto que los refugiados cristia­
cisión de partir reflejaba tanto la atracción que experimentaba el nos asirios de Persia figuran entre los últimos. Se produjo también
emigrante com o su malestar ante las condiciones de vida existen­ una emigración de inspiración política tras el fracaso de las revolu­
tes en su patria, la seguridad que tenía de que en otros lugares ciones de 1848 en Europa, aun cuando no deba concedérsele excesi­
se pagaban salarios más elevados, la certeza de que podría alcanzar va importancia. M ayor interés reviste el hecho de que entre las mi­
el N uevo M undo, la confianza de que podría encontrar empleo me­ norías étnicas de Hungría, del Imperio ruso y de los Balcanes, la
jor pagado y el sentimiento de que la dislocación producida por emigración era muy acusada al filo del siglo xx. Así, por ejemplo,
la emigración sería debidamente recompensada. 250.000 personas emigraron de Rusia en 1907, de las cuales 115.000
Además de los citados, había otros factores que también ejercían eran judíos y 73.000 polacos, y ello a pesar de que, según el censo
influencia. En 1825, un pasaje para América costaba 20 libras, de 1897, los primeros sólo representaban el 4 por 100 de la pobla­
en tanto que en 1863 el viaje en vapor suponía únicamente 4 ción rusa y los segundos el 6,3 por 100. El hecho de que los
libras y 15 chelines, y en 1890 ya era posible atravesar el Atlán­ Habsburgo acostumbraran a referirse a sus súbditos eslavos com o
tico al reducido precio de 3 libras y 10 chelines. Se ha calculado Vólkersplitter o Vólkerdünger («espinas» o «estiércol nacional»)
que a finales del siglo x ix , un hombre, su esposa y tres hijos explica por qué entre 1901 y 1910 las tasas de emigración por
pagaban algomás de 18 libras por cruzar el Atlántico a vela, can­ cada 100.000 habitantes entre los diversos grupos étnicos de Aus-
tidad ésta que contrasta claramente con las elevadas tarifas de co­ tria-Hungría eran de 926 para los polacos, 683 para los judíos,
mienzos de siglo. También era importante el creciente volumen de 692 para los croatas y eslovenos, 494 para los checos y eslovacos,
las remesas enviadas desde los Estados Unidos, que ayudaba a 226 para los italianos y 219 para los alemanes. Se ha afirmado, en
parientes y amigos a reunirse con quienes ya se habían establecido cambio, que «allí donde los eslavos meridionales gozaban de auto­
allí. Se estima que entre 1846 y 1862, y con el único objetivo de nomía política, la emigración no era tan elevada» 5.
sufragar los gastos de los pasajes, fueron transferidos a Gran Tal vez uno de los factores que mayor influencia ejerció sobre
Bretaña más de 62.700 millones de dólares. Existen datos, inclu­ la aparición de la emigración masiva fue el hecho de que el pue-

168 169
A pesar de que la mayor parte de estos fugitivos del hambre lle­ la depresión de 1893 en los Estados Unidos incidió una vez más
gaba a los puertos orientales y meridionales de los Estados Unidos, sobre ella, reduciéndose la cifra total a 285.000 en 1895, año en
en la costa del Pacífico habían hecho su aparición, empujados tam­ que por última vez los inmigrantes procedentes de la Europa del
bién por el miedo al hambre, los inmigrantes de Asia, atraídos por Noroeste constituyeron la mayoría. A l mismo tiempo se inició una
las noticias del descubrimiento de oro y de los altos salarios en Ca­ inmigración japonesa que, desde 1891, osciló en torno a una tasa
lifornia. Si bien oficialmente en 1851 y 1852 no llegó ningún chino, anual de más de un millar. M uy pronto los inmigrantes japoneses
y solamínte 42 en 1853, de otras fuentes se deduce que la inmi­ asumieron el papel de grave amenaza para el m odo de vida ameri­
gración china era ya intensa antes de 1854, año en que el Departa­ cano, com o antes sucediera co n los chinos.
mento de Estado contabilizó 13.100 entradas. A partir de enton­ Durante los años inmediatamente posteriores a 1895, la inmigra-
ces, y hasta 1883, en que se dejaron sentir los efectos del Tratado gración fue relativamente escasa, pero después la cifra alcanzó cotas
de 1882 prohibiendo la importación de trabajadores chinos, llega­ nunca vistas y que jamás volverían a repetirse. En 1905, 1906,
ron varios miles cada año. En 1880, la población china en los 1907, 1910, 1913 y 1914 llegaron más de un millón de inmigrantes
Estados Unidos se cifraba en más de 100.000 personas, concen­ cada año; entre 1903 y 1914, la tasa anual nunca estuvo por deba­
tradas principalmente en la costa occidental. Su existencia suscita­ jo de los 750.000. E l récord se alcanzó en 1907, año en que se
ba a nivel nacional la duda de si los americanos serían capaces de produjo la máxima inmigración japonesa, con más de 30.000 per­
asimilar a cuantos quisieran inmigrar y, consecuentemente, la apa­ sonas, en previsión del fin de la inmigración japonesa ilimitada,
rición del movimiento que por m edio de aquel Tratado limitó por que se produciría tras un acuerdo entre los respectivos gobiernos
primera vez la inmigración de determinados grupos étnicos. por el que se restringían los desplazamientos de los trabajadores
A medida que disminuían las secuelas de las hambres y de las nipones (Gentlem en's A greem ent, 1907-1908). Entre 1905 y 1914,
malas cosechas de la década de 1850, fue debilitándose la emigra­ la afluencia total a Estados Unidos se cifró en más de 10 millones
ción europea a los Estados Unidos, que se redujo aún más con la de personas, de los que 9 millones procedían de Europa. A la vista
depresión de 1857 y la guerra civil. Pero la paz volvió a hacer de de lo que sucedería al reanudarse la inmigración después de 1918,
los Estados Unidos una meta atractiva. Con dos inflexiones en 1868 el estallido de la primera guerra mundial interrumpió una corrien­
y 1871, el volumen total de inmigración se aproximó a las 460.000 te cuyo ímpetu distaba de haberse agotado. En cualquier caso, la
personas en 1873. Pero la recesión de aquel año y la incertidumbre inmigración en el últim o año de la guerra sólo ascendió a 110.600
acerca de la situación económica americana a finales de la década personas, de las que únicamente 31.000 procedían de Europa.
de 1870, unidas al resurgir de la actividad en diversas partes de El período 1921-1924 marca la etapa final de la inmigración sin
Europa, provocaron una nueva contracción de la inmigración total trabas. En 1920 ya era evidente que las primeras restricciones aca­
que, entre 1876 y 1879, cayó por debajo de las 200.000 personas barían imponiéndose al cabo de unos meses; en el seno del Con­
anuales. A partir de aquel año se produjo el auge masivo y en 1882 greso se estaban constituyendo mayorías favorables a una legisla­
arribaron 789.000 inmigrantes. El año 1882 fue particularmente ción destinada específicamente a reducir el flujo de inmigrantes
notable por dos razones; la inmigración alemana, escandinava y en procedentes de Europa oriental y meridional, considerados racial­
general la que procedía de la Europa del Noroeste alcanzó su cota mente inferiores, inasimilables, radicales y peligrosos. Esta certi­
máxima de más de 380.000 personas, pero marcó también el co­ dumbre provocó una intensificación de la inmigración procedente
mienzo de su declive permanente, y a partir de aquella fecha la de aquellas zonas, que tan sólo en 1921 se cifró en 513.800 per­
emigración de Europa meridional y oriental empezó a tener propor­ sonas. En mayo de dicho año, el Congreso aprobó la esperada ley
cionalmente mayor importancia; la inmigración china alcanzó tam­ en virtud de la cual la futura inmigración anual de cualquier pro­
bién su nivel más alto en 1882, en previsión de la exclusión de la cedencia se limitaría al 3 p o r 100 de la población total de cada
mano de obra de aquella nacionalidad. una de las nacionalidades residentes en Estados Unidos conform e
Después de 1882, la corriente inmigratoria disminuyó con la caí­ al censo de 1910, con una cuota máxima de 357.000. Esta medida,
da de la emigración de Europa nordoccidental, que sufrió un nuevo que tenía carácter temporal, fue prorrogada por dos años más y
golpe una vez que los desplazamientos desde Inglaterra, Escocia y reemplazada, en 1924, por una nueva que llevó más lejos la hos­
Gales alcanzaron su punto más elevado en 1888. Entre 1887 y tilidad frente a la «nu eva» inmigración. La inmigración anual pro­
1893, la inmigración total osciló entre 400.000 y 600.000, pero cedente de cualquier país quedaba ahora restringida, para un fu­

174 175
turo inmediato, al 2 por 100 del volumen total de cualquier nacio­ ñas desplazadas (¿esplaced persons) resurgió en 1945. El presidente
nalidad afincada en Estados Unidos según el censo de 1890, esto Trumaii admitió a unas 42.000 personas bajo el sistema de cuotas,
es seis años antes de que la «nueva» inmigración hubiera superado y en 1948 el Congreso autorizó la admisión de otras 205.000 per­
a la «vieja». Pero a partir de 1927 la inmigración total en ningún sonas desplazadas de Europa, cifra que se amplió a 341.000 por
caso podría superar la cifra de 150.000, y esta cifra se repartiría una ley aprobada en junio d e 1950, si bien estos inmigrantes eran
entre las distintas nacionalidades en idéntica proporción a la exis­ admitidos con cargo a las futuras cuotas de sus países de origen.
tente en 1920 entre cada una de ellas y la población total. De este La constante afluencia a los países de Europa occidental de refugia­
sistema de cuotas quedaban excluidos los inmigrantes de Canadá dos de la Europa com unista motivó la Ley de Asistencia a los
y Latinoamérica. A partir de 1929 la inmigración procedente de Refugiados. (Refugee R elie/ A ct) de 1953, que autorizó la entrada
zonas de Asia, com o el Japón, quedó prohibida. La inmigración de 214.000 personas durante un período de cuarenta y un meses,
de Asia y de Europa meridional y oriental fue objeto de un estre­ siempre a cuenta de las futuras cuotas anuales. La opinión públi­
cho control, com o lo demuestran las cuotas de 307, 5.802, y 2.784 ca en los Estados Unidos era firmemente contraria a la revocación
individuos asignadas, respectivamente, a Grecia, Italia y la URSS. del sistema de cuotas, y ello incluso cuando se presentó una emer­
En comparación con estas cifras, Gran Bretaña recibía la cuota gencia especial como la revolución húngara de 1956. Lo más que
más alta, 65.721 personas; Alemania, la segunda, 25.957; e Irlanda, pudo conseguir el presidente Eisenhower fue invitar a 30.000 de
la tercera, 17.853. los 200.000 húngaros huidos a Austria a desplazarse a los Estados
Curiosamente, sin embargo, lo que facilitó los objetivos de los Unidos com o medida de gracia del ejecutivo. La ley McCarran-
partidarios de la restricción no fue esta legislación, sino una dis­ Walter, de 1952, era reflejo de esta intransigente postura; en su
posición anterior, de 1917 concretamente, que prohibía la admisión preámbulo se establecía que unas nacionalidades eran superiores a
de personas «que pudieran convertirse en una carga pública». Ante otras y que el sistema de cuotas era justo, si bien acababa simplifi­
la agravación de la depresión, el Departamento de Estado ordenó cándolo al fijar las futuras cuotas anuales en una sexta parte del
a sus cónsules en septiembre de 1930 la rigurosa aplicación de esta 1 por 100 del volumen de cada nacionalidad en el conjunto de la
cláusula, y continuó haciéndolo hasta 1937, año en que suavizó li­ población de Estados U nidos conforme al censo de 1920. La ley,
geramente la medida; a los cinco meses de la puesta en práctica de por otra parte, suavizaba la discriminación de los grupos étnicos
estas instrucciones, la inmigración europea cubría únicamente el de Asia y del Pacífico.
10 por 100 de su cuota. La depresión también contribuyó a mante­ Ni la legislación promulgada en la década de 1920 ni la de 1952
ner las cifras a niveles bajos, de tal forma que durante la década puso dificultades a la inmigración procedente del hemisferio o c­
de 1930 gran parte de la inmigración se limitó a mujeres e hijos cidental. Las pruebas de lectura y escritura, introducidas con ca­
que se reunían con sus maridos y padres emigrados con anterio­ rácter general en 1917, deberían haber excluido a gran número de
ridad; dado que estos hombres procedían en su mayor parte de mexicanos, pero fueron obviadas mediante la inmigración ilegal.
Europa meridional y oriental, el resultado fue que durante el Entre 1921 y 1930, 459.000 mexicanos entraron legalmente en los
período 1931-1940, el 43 por 100 de la inmigración europea pro­ Estados Unidos, en tanto que miles de compatriotas suyos lo hi­
cedía de Europa sudoriental, situación que quienes habían luchado cieron clandestinamente. Después de la depresión y de la guerra,
por poner fin a la inmigración de esta zona sólo aceptaron por ser las tasas volvieron a subir a mediados de la década de 1950, y
tan bajas las cifras totales. A finales de la década de 1930, y en entre 1951 y 1960 la inmigración oficial de mexicanos se aproxi­
particular después de la invasión de Austria, se pidió infructuosa­ m ó a la cifra de 300.000, y entre 1961 y 1969 a la de 410.000,
mente que se diera mayor flexibilidad al sistema de cuotas con el lo que equivalía al 13,9 por 100 de la inmigración total durante
fin de poder admitir a cuantos refugiados judíos de Europa pudie­ este período. D e Puerto R ico también com enzó a emigrar masiva­
ran desplazarse a los Estados Unidos. A pesar de que no se logró mente la población a partir de 1945. Teóricamente podía haberlo
enmendar esta política, el 53 por 100 de la inmigración europea hecho libremente desde 1900, porque la isla tenía un status legal
en 1939 era de origen alemán y austríaco y, entre 1934 y 1941, semicolonial y sus habitantes eran ciudadanos americanos desde
el 46 por 100 de toda la inmigración procedía de allí. 1917. Se calcula que unos 550.000 puertorriqueños vivían en 1951
El estallido de la segunda guerra mundial interrumpió la corrien­ en la ciudad de Nueva Y ork y alrededor de 175.000 en otros luga­
te migratoria, pero el problema de los refugiados y de las perso- res, y que entre 1951 y 1960 la emigración anual media de Puerto

1 76 177
neraciones no se hallaban concentradas de manera tan despropor­ más especializados, sino que en conjunto progresaron más deprisa
cionada en uno de los extremos de la escala laboral, pero el censo que aquéllos, excepto en la agricultura. Las mujeres, al igual que
de 1890 fue el ultimo en publicar datos relativos a la ocupación los hombres, también mejoraron de posición. En 1950 se hallaban
por países de origen, de tal forma que resulta difícil analizar en menos concentradas en el servicio doméstico y eran más numerosas
detalle la distribución de los grupos de ocupación en las décadas en las oficinas y la administración, y en los puestos comerciales,
siguientes. Pero si consideramos globalmente a los nacidos en el profesionales y técnicos, así com o en la agricultura. Las mujeres
extranjero, no parece que los censos posteriores arrojen un balance inmigrantes, como el resto de las trabajadoras, se hallaban entonces
muy diferente; así, por ejem plo, en 1910 los varones blancos de presentes en muchas más ocupaciones que en 1 9109.
origen extranjero eran muy abundantes entre los obreros y arte­ Pero los índices de cam bio diferían mucho de un grupo étnico a
sanos, si bien escaseaban los que trabajaban en la agricultura. Tam­ otro. Algunos sobresalían en las actividades profesionales, com o
bién escaseaban los que trabajaban en oficinas y en servicios de los canadienses de habla inglesa, ingleses, galeses, escoceses y fran­
ventas, así com o en el terreno profesional y técnico, donde resul­ ceses, en tanto que otros brillaban por su ausencia, com o los me­
taba indispensable el conocim iento profundo del idioma inglés y xicanos, yugoslavos, griegos e italianos. En 1950 eran muchos los
de las costumbres americanas. La mayor proporción de mujeres varones procedentes de M éxico, Países Bajos, Finlandia, Dinamarca,
blancas de origen extranjero se concentraba en las tareas domésti­ Suiza y Noruega empleados en la agricultura; escaseaban, por el
cas y en el trabajo no especializado, pero al igual que los varones contrario, los griegos, irlandeses, escoceses e italianos. Las mujeres
de su familia, eran pocas las que trabajaban en faenas agrícolas, en de origen finlandés, sueco, irlandés, noruego, suizo y mexicano
oficinas y servicios de ventas y en actividades profesionales o téc­ trabajaban a menudo en las labores domésticas; los hombres p r o
nicas. cedentes de México, Yugoslavia, Italia, Finlandia e Irlanda en los
El hecho de que fueran tan pocos los inmigrantes de esta o de trabajos no especializados. La historia de la inmigración no ha
cualquier otra generación que se dedicaron a la agricultura requiere sido nunca simplemente la de los inmigrantes y sus hijos que as­
una explicación más detallada. Un contemporáneo, refiriéndose a cendían en la escala del em pleo a medida que transcurría el tiem­
los contadini italianos que habían trabajado la tierra en Europa po. Más bien cada grupo recorría su propia trayectoria, en función
pero que no lo hacían en América, comentaba: «los contadini no de sus valores colectivos, de su localización y del momento de su
eran agricultores... eran simplemente peones, casi siervos, que tra­ llegada, conformando de este m odo un m odelo original.
bajaban en las propiedades de los terratenientes y rara vez poseían
tierra propia. Además, no estaban familiarizados con los aperos
propios del moderno cultivo americano. Sus instrumentos agrícolas V. REPATRIACION: TEMPORALES Y REINCIDENTES
se reducían, por lo general, a una zappa, especie de azada ancha,
un hacha y un arado de madera de los tiempos bíblicos. Cuando La estructura de la ocupación está también relacionada con uno
llegan a América, el trabajo que más se parece al que realizaban de los aspectos menos estudiados de la historia de la inmigración
en Italia no es la agricultura, ni siquiera las faenas agrícolas, sino
americana: la estancia temporal en los Estados Unidos. Dado que
la excavación »8. Esta descripción de una clase campesina pobre,
los grupos que no tenían intención de permanecer no se molesta­
no especializada y atrasada que no logra familiarizarse con la agri­
ban en seguir los cursos de alfabetización o de capacitación, que
cultura americana y descubre que convertirse en agricultor en Es­
significaban una pérdida de tiempo, y preferían los trabajos peor
tados Unidos es una operación costosa puede aplicarse a casi todos
remunerados sí con ello podían empezar a ganar rápidamente dine­
los grupos d e inmigrantes en los siglos x ix y xx.
Entre 1910 y 1950, se produjeron ciertos cambios en la estruc­ ro, su diferente m odo de comportarse reviste gran interés para el
tura de ocupación de los inmigrantes. Los varones nacidos en el historiador. Por supuesto, n o era en absoluto necesario que todos
extranjero abundaban menos entre los trabajadores, los obreros no los grupos que llegaban con intención de quedarse iniciaran un pe­
especializados y los agricultores y eran relativamente más num ero ríodo de entrenamiento; los irlandeses son buena prueba de ello.
sos entre los trabajadores agrícolas, los profesionales y técnicos y Por el contrario, había otros muchos grupos, com o los eslavos, ita­
los oficinistas y directivos. Durante este período no sólo participa­ lianos y mexicanos, con elevados porcentajes de repatriación, que
ron en el movimiento general de los trabajadores hacia empleos eran los menos representados en las clases de formación p rofesio

1 88 189
V I. LOS PROBLEM AS DE LA ASIM ILACIO N Un interesante ejem plo de la paradoja nacionalista fue la res­
puesta dada a chinos y japoneses, que manifiestamente jamás p o­
Aun cuando desde su fundación los Estados Unidos fueron una dían pretender un origen británico y protestante. A los chinos se
nación de inmigración, durante los siglos x ix y x x se mostraron les atacaba por no esforzarse en imitar a quienes eran «superiores»
incapaces de aceptarla sin distinguir entre grados aceptables e in­ a ellos:
aceptables de extranjería. H u b o dos períodos de nacionalismo exa­
cerbado: en las décadas de 1840 y 1850, culminando en la orden Durante todo el proceso de su asentamiento en California nunqa se han
inicialmente secreta de los K now Nothing, orientada contra los ca­ adaptado a nuestros hábitos, a nuestro modo de vestir o a nuestro siste­
tólicos, y en particular los irlandeses; y en las décadas comprendi­ ma educativo; jamás han sabido lo que significa la inviolabilidad de un
das entre 1880 y el triunfo de las restricciones a la emigración juramento; jamás han tenido intención de convertirse en ciudadanos o de
de 1917 a 1924, cuando el objetivo principal del nacionalismo lo cumplir los deberes de la ciudadanía; jamás han distinguido entre la
constituía la «nueva» inmigración. Ello no quiere decir, por su verdad y el error, ni han dejado de adorar a sus ídolos o avanzado un
puesto, que el nacionalismo no se manifestara en otras ocasiones; paso más allá de sus tradiciones nacionales 10.
así, el movimiento antioriental, que logró cerrar el camino a casi
todos los chinos en 1882 y a los japoneses en 1907. H oy en día. A los japoneses, por el contrario, se les criticaba por adoptar las
existe también un sentimiento de inspiración racial que mantiene a tradiciones de su nueva patria, por convertirse en protestantes bri­
los puertorriqueños y mexicanos a prudente distancia. A lo largo tánicos «honorarios»:
de los siglos x ix y xx , año tras año, los prejuicios nacionalistas pre­
sidieron las relaciones entre los inmigrantes y los nativos. Si el trabajador japonés hubiera circunscrito su ambición a progresar en
la línea de la ciudadanía americana y del desarrollo industrial, probable­
Cabían tres tipos de relación. En primer lugar, el inmigrante p o­
mente habría despertado poca atención. [P ero] el japonés aspiraba a pro­
día renunciar a cuanto le permitiera la naturaleza de su cultura
gresar más allá de las actividades puramente serviles y a ocupar un pues­
natal asimilando voluntariamente cuanto le fuera posible de la ame­ to en los niveles más elevados de la clase trabajadora americana y, como
ricana; en segundo lugar, podía participar de una mezcla de cul­ ella, a ser propietario de una casa. A partir del momento en que adoptó
turas, lo que afectaba tanto a su propia mentalidad com o a la de esta postura, el japonés dejó de ser un obrero ideal ti.
los americanos, dando lugar a un reajuste recíproco y a una nueva
cultura; en tercer lugar, podía preservar lo más esencial de sus va­ El modelo de la A n glcxon form ity de los nacionalistas, por con ­
lores y adaptarse a la cultura americana en la medida estrictamente siguiente, era en cierto m od o un fraude, pero hacía posible que
necesaria para alcanzar el éxito material y la identificación pública todos los inmigrantes que no fuesen de ascendencia británica que­
con la sociedad americana, permaneciendo en definitiva al margen daran relegados a una situación marginal. Los w a s p , los protes­
del grupo dominante en importantes facetas de la vida. Los nacio­ tantes anglosajones blancos, rechazaban la asimilación; los inmi­
nalistas pretendían que ocurriera lo primero. Dado que los Estados grantes, en consecuencia, seguían siendo inasimilables.
Unidos se desarrollaron a partir de unas colonias creadas y dom i­ Habida cuenta de que la mentalidad que presidía el grupo d o­
nadas por los protestantes británicos, lo que los nacionalistas ofre­ minante en la América del siglo x ix era la de la Anglo-conformity,
cían a los inmigrantes posteriores era su adaptación al modelo la idea del «crisol» (m eltíng-pot), o amalgama de culturas, no tenía
inglés, la Anglo-conformity. Ello no significaba, sin embargo, una probabilidad alguna de éxito. Quienes la apoyaban eran los miem­
imitación servil de dicho m odelo cultural; el nacionalismo exacer­ bros más inquietos de los grupos inmigrantes, conscientes de lo
que había de irreductible en su propia cultura, pero deseosos tam­
bado exigía lo imposible: la renuncia por el inmigrante adulto a
bién de que el grupo dominante no utilizara esta excusa para re­
los rasgos culturales más inalienables que había adquirido durante
chazarlos. Sabían que se estaban produciendo ciertas transformacio­
niño. Tras la lógica de esta actitud se ocultaba una exigencia extre­
nes culturales en el seno de sus respectivos grupos, pero sobresti-
ma y totalmente inaceptable: que el inmigrante procediera de las
maban el alcance de los cambios que podían acaecer en la cultura
islas británicas y fuera protestante; de otro m odo no podía ser
dominante. A la postre, el «crisol» afectó a las culturas inmigran­
acogido com o un igual y, sin igualdad, la asimilación era im po­
tes mucho más que a aquélla; en cierto sentido el concepto de
sible.
melting-pot acabó siendo una variante más de la Anglo-conformity.

192 193
Pero el «crisol» que pretendía ser la sociedad americana se dio que actuaran como intermediarios entre los siguientes grupos de
cuenta también de que la renuncia total a la cultura inmigrante inmigrantes y la sociedad americana, pero las cosas sucedieron de
era imposible, aproximándose en esto a la concepción según la otro m odo. Los irlandeses se defendieron del nacionalismo refu­
cual los Estados Unidos habían de sobrevivir en tanto que socie­ giándose sobre todo en dos instituciones, la Iglesia católica y la
dad culturalmente pluralista, en la que cada cultura se centrara política. Pero en lugar de utilizarlas com o instrumentos de acomo­
en tom o a un determinado grupo étnico. Esta fórmula, que había dación, bien para ellos mismos o para los demás, impusieron su
de ser la más feliz, apareció históricamente en las décadas de 1840 propia identidad a ambas y más tarde trataron de obligar a los
y 1850, cuando los nacionalistas rechazaron a los católicos irlan­ restantes grupos inmigrantes a hacer suyo el m odo de conducta ir­
deses aceptados hasta entonces por su escaso número pero que re­ landés. En religión, la versión irlandesa del catolicismo era dema­
presentaron una amenaza para la sociedad americana tan pronto siado heterogénea para ser aceptada por los polacos, italianos,
com o huyeron masivamente del hambre. Este rechazo, y la resisten­ canadienses franceses, ucranianos, alemanes y otros católicos. En
cia de los católicos irlandeses a despojarse de su herencia cultural, las subsiguientes tensiones qu e se produjeron entre los grupos ca­
despertaron en América la conciencia americano-irlandesa, mante­ tólicos, los italianos tomaron muy pronto conciencia de las raíces
nida desde entonces por una permanente hostilidad. Los católicos locales, así como del calor, espontaneidad y emotividad de su ca­
alemanes fueron acogidos también de manera semejante, al igual tolicismo frente al irlandés; los ucranianos comprendieron que eJ
que lo fueron, aunque en menor medida, los protestantes alemanes, matrimonio de los sacerdotes era vital para la identidad ucraniana
lo que m otivó que, a partir de aquel momento, ambos grupos y, los polacos, que el fo so que les separaba de los irlandeses era
desarrollaran una conciencia de su propia identidad. Pero, y esto tan infranqueable que para muchos la única solución fue abando­
es importante, los alemanes no se limitaron a desempeñar el papel nar el movimiento católico internacional, dominado por los irlan­
de víctimas inocentes de la ofensiva nacionalista. El pluralismo cul­ deses, y constituir una Iglesia Católica Nacional Polaca al servicio
tural, en efecto, nunca fue criatura exclusiva de la intransigencia de los polacos de Am érica. E n el terreno político ocurrió algo se­
nacionalista. Muchos alemanes se mantuvieron deliberadamente mejante. El control que los católicos irlandeses ejercían en muchas
al margen de las corrientes principales de la sociedad, hasta el zonas sobre el Partido Demócrata arrojó en brazos del Republicano
punto de que un grupo, que más tarde se estableció en Misuri, no ya sólo a los protestantes escandinavos, ingleses, galeses e
acarició la idea de la creación de un Estado alemán, que natural­ irlandeses, sino también a los católicos italianos y eslavos. Cuando
mente había de convertirse en miembro de la Unión pero mante­ el cardenal McCloskey d ijo a los polacos que lo que necesitaban
niendo una forma de gobierno que garantizara la permanencia de no era una iglesia sino una «pocilga», cuando el obispo de Fila­
la civilización y del idioma alemanes e hiciera posible el desenvol­ delfia excomulgó al primer sacerdote ucraniano de los Estados
vimiento de la existencia libre y democrática. Los alemanes de al­ Unidos por estar casado, y cuando los irlandeses apedrearon el
gunas zonas de Misuri, W isconsin, Texas y otros lugares se man­ cortejo organizado con m otivo de los funerales del rabino Jacob
tuvieron siempre al margen del resto de la población. Joseph, estaban destruyendo la posibilidad de un desafío de las
Esta actitud, por otra parte, no quedaba restringida a los ale­ minorías étnicas al m od elo de la Anglo - conform ity, haciendo in­
manes. Los japoneses que habitaban en California, Oregón, Was­ evitable el pluralismo étnico. Pero sería injusto atribuir toda la
hington y Arizona antes de la segunda guerra mundial tampoco hi­ arrogancia étnica a los irlandeses; en Milwaukee un residente
cieron el menos esfuerzo por llegar a un entendimiento con la so­ alemán se quejaba de que a pesar de que muchos italianos «re­
ciedad americana, lo que en cierto m odo explica el encierro de ciben asistencia de la ciudad, ello no les impide consumir cinco
110.000 japoneses en campos de concentración en 1942. A princi­ o seis pintas de cerveza, o más, al día ni causar daños materiales
pios del siglo x x, la comunidad griega consideró la posibilidad de
y molestias al vecindario»; en tanto que de los ucranianos se de­
elegir representantes para ocupar escaños en la Cámara de Diputa­
cía que estaban dispuestos a tolerar a todo el mundo «a excep­
dos de Atenas. Se desprende, pues, que el aislamiento de los in­
ción de polacos y m exicanos». Los griegos y los italianos, vícti­
migrantes podía ser resultado de un doble rechazo.
mas frecuentes en otros lugares, perseguían sin disimulo a los
Irónicamente, los irlandeses fueron casi tan responsables como
chinos de California en 1900. Este comportamiento general esti­
los nacionalistas del pluralismo cultural. Precisamente porque figu­
raban entre las primeras víctimas del nacionalismo, cabía esperar mulaba la conciencia de la propia etnia.

1 94 195
El pluralismo cultural no significa, sin embargo, la super­ Pero estos sentimientos sólo se hacían patentes con el trans­
vivencia inmutable de las culturas inmigrantes en los Estados curso del tiempo, y n o actuaban sobre el comportamiento en el
Unidos. Los inmigrantes tenían que resultar necesariamente afecta­ momento de la llegada. Los grupos inmigrantes que querían abrir­
dos al establecerse en un país extranjero, a menos que se mantu­ se camino, procedentes de zonas no anglófonas del mundo, ini­
vieran muy aislados. La mayor parte de los que llegaban para ha­ ciaban su proceso de asimilación tratando de aprender el idioma
cerlo de m odo permanente ansiaban aprender las costumbres de El problema era grave: en 1910, en América, del total de los naci­
la nueva sociedad; uno de ellos recordaría de este m odo sus pri­ dos en el extranjero con más de diez años de edad, cerca de tres
meras semanas de estancia: millones n o hablaban inglés en absoluto, e incluso en 1930 el
4 por 100 de los varones nacidos en el extranjero y el 9 por 100
Teníamos que visitar los almacenes y vestirnos de los pies a la cabeza de las mujeres seguían hablando exclusivamente en su lengua
con ropas americanas; teníamos que descubrir los misterios de la estufa
materna. El avance del inglés, no obstante, se hacía patente en
de hierro, del lavadero y del tubo acústico; teníamos que aprender a
muchos aspectos. En 1930, el 82 por 100 de la prensa de los
tratar al frutero por el escaparate y a no temer consultar a un policía y,
sobre todo, teníamos que aprender inglés... Junto con nuestras despre­ grupos étnicos se publicaba en idiomas distintos del inglés, en
ciadas vestiduras de inmigrantes nos despojábamos de nuestros impronun­ tanto que en 1960 el 54 p or 100 se editaba ya en este idioma;
ciables nombres hebreos 1J. en 1900 existían 1.043 publicaciones en lenguas inmigrantes y en
1960 esta cifra se había reducido a 517, lo que reflejaba en par­
Esta era, en líneas generales, la pauta a seguir para muchos ticular el declive de la prensa alemana y escandinava, si bien
inmigrantes. Debían hacer frente a lo desconocido a menudo con ocultaba el notable crecim iento de las publicaciones en español
mucha menos seguridad de la que se desprende del ejemplo men­ Como consecuencia de la inmigración masiva de hispanoparlantes
cionado. Muchos modificaron sus nombres. Los Bodinski y Ru­ a partir de la segunda guerra mundial, en 1960 las emisiones de
giera se convirtieron en Boden y Roger y el italiano Giovanni radio en castellano representaban el 66 por 100 de todos los pro­
Salvini en John Sullivan. El impulso para aceptar estos cambios gramas en idiomas extranjeros, en tanto que las emisiones en ita­
sustanciales, reflejo del esfuerzo por hacer bien lo que se supo­ liano solamente suponían el 9 por 100, y ello a pesar de que el
nía que debía hacerse, no siempre era totalmente voluntario: la itáliano ocupaba el segundo lugar, lo que ponía de relieve el re­
compañía E. P. Allis, de Milwaukee, por ejem plo, aceleró el pro­ troceso sufrido por otros idiomas europeos. Los colonos alemanes
ceso designando a sus obreros polacos en la nómina com o Mike I, de Pensilvania que todavía hablan deitsch, son numéricamente in­
M ike II, Mike I I I , pensando que ello era más sencillo que pro­ significantes. Incluso en el seno de grupos com o los canadienses
nunciar sus complicados nombres y obligando así a aquéllos que franceses y los japoneses, el empleo de la lengua vernácula ha
deseaban recuperar su identidad individual a cambiarlos. disminuido. En 1939 había en Los Angeles 10.000 estudiantes
Esta situación, en la que el inmigrante se esforzaba por asi­ matriculados en las escuelas japonesas; a mediados de la década
milarse y el nacionalista rechazaba su incorporación plena, des­ de 1960 la cifra se había reducido a 2.000. En Nueva Inglaterra,
embocaba en una relación incómoda, y a menudo violenta, entre donde vive la mayor parte de los canadienses franceses, la pre­
el inmigrante y la nueva sociedad. Tal vez los nacionalistas estu­ sente generación está olvidando el francés. En Providence (Rhode
vieran dispuestos a aceptar lo que ha dado en llamarse «asimila­ Island), apenas el 13 p o r 100 de la tercera generación de judíos
ción de com portam iento», esto es la adopción de los modelos de pertenece a familias donde se habla yiddish. A juzgar por otros
comportamiento cultural de la sociedad receptora, pero no lo indicios, com o los sermones pronunciados en lenguas vernáculas,
estaban si se trataba de la «asimilación estructural», es decir, la tendencia a la sustitución de la lengua materna por el inglés no
el acceso de los inmigrantes y de sus descendientes a los grupos ofrece duda. En este aspecto, la asimilación de comportamiento
sociales, a las organizaciones, a las instituciones y, en general, al es un hecho.
proceso social y político 13. En un primer momento, el inmigran­ Otra de las características de los primeros años fue el esfuer­
te probó la asimilación de comportamiento con cierto éxito; tan zo desarrollado por los inmigrantes para aprender a leer y escribir,
sólo más tarde descubriría que le estaba vedada la asimilación es­ lo que también se consiguió en gran medida. Los inmigrantes
tructural. Era entonces cuando podían hacer acto de presencia de países con pocos analfabetos tropezaron naturalmente con me­
la desilusión y la exasperación. nos dificultades. A juzgar por las estadísticas de analfabetismo en­

196 197
tre los reclutas del ejército, los inmigrantes alemanes, escandina te y a sus descendientes; los ingleses y los alemanes, con un sis­
vos, suizos, escoceses, ingleses y franceses, por lo general, sabían tema escolar tradicional a sus espaldas, podían ser víctimas de
leer y escribir en su lengua vernácula. Estos inmigrantes eran una movilidad decreciente en el curso de dos o tres generaciones,
oriundos de países en los que menos del 50 por 1.000 de los lo que permite pensar que la educación era tanto más importante
reclutas eran analfabetos; la Iglesia finlandesa exigía saber leer cuanto más alejada estuviera la cultura del inn igrante de la de
y escribir — y sigue haciéndolo— com o requisito previo para Estados Unidos.
contraer matrimonio. El analfabetismo, por el contrario, era muy Los inmigrantes fueron adoptando de este mo a ciertas mani­
frecuente entre los reclutas españoles, portugueses, rusos, ser­ festaciones externas de la cultura americana; ccr enzaron a tra­
bios y rumanos. El principal aliciente para aprender a leer y es­ bajar com o los americanos y fueron a la huelg>? com o ellos ya
cribir, así com o para poder hablar inglés, procedía de la atinada que, frente a lo que pretenden muchos historiadores, la practi­
observación de que ello significaría un salario más alto. caban con la misma eficacia que los nativos. Gradualmente fueron
Sin embargo, no todos los grupos estaban dispuestos a apren­ adquiriendo una cultura híbrida, en algunos casos con sorpren­
der por igual, destacando los italianos por su lentitud en hacerlo dentes resultados; así, p or ejemplo, el periódico Ameriska Do-
Los siguientes comentarios de un padre acerca de la educación movina aconsejaba en 1936 a los yugoslavos que votaran a favor
de su hijo caracterizan su actitud durante la década de 1930; de los demócratas porque los republicanos habían puesto en
«Los dos años que pasó en la escuela no le causaron ningún bien; libertad a los negros, sus principales competidores en los puestos
la escuela, por el contrario, le hizo daño y arruinó mi vida. El de trabajo, en tanto que en la década de 1930 un italiano de N ew
respeto y la obediencia que antes sentía los perdió en la escuela, Haven, deseoso de hacer patente su lealtad com o americano in
donde no aprendió nada b u e n o » 14. El desinterés de los italia­ cluía entre sus héroes a Franklin Roosevelt, a Al Smith (político
nos por la educación americana estaba desde luego relacionado católico de Nueva Y ork q u e luchó contra el N ew Deal de R oose­
con la falta de oportunidades educativas en Italia, pero también velt) y al padre Coughlin (sacerdote católico que criticó a la
era consecuencia del miedo a la disgregación de la familia, cuya Administración Roosevelt en demagógicas emisiones radiofóni­
cohesión estaba ya bastante quebrantada por el nuevo ambiente cas). Pero a pesar de estos cambios, los inmigrantes carecían de
A l recibir educación, los hijos se apartaban de sus padres, con aquellas relaciones personales que hubieran significado su plena
el consiguiente disgusto de estos últimos. N o es sorprendente, aceptación por parte de la nueva sociedad. En tiempos de tensión,
pues, que en lugar de hacer lo contrario, los padres fomentaran los peligros de este aislamiento eran por demás evidentes. Los
la natural falta de inclinación del niño italiano a ir a la escuela sesenta años durante los que la comunidad germano-americana
El resultado era un elevado índice de faltas injustificadas, inasis­ estuvo abandonada provocaron la histeria del movimiento de ame­
tencias, impuntualidad y abandonos. Esta actitud únicamente co­ ricanización tan pronto com o el estallido de la primera guerra
menzó a desaparecer en la década de 1930, cuando se puso fin mundial suscitó entre los partidarios de la A nglo-conform ity el
a la libertad de inmigrar y de reemigrar y cuando hubo madu­ temor de que los alemanes traicionaran los intereses nacionales.
rado la segunda generación. La actitud de los judíos era exacta­ Los partidarios de este m ovim iento se encontraron sumidos en el
mente la contraría, si bien a menudo se producían idénticas ten­ dilema nacionalista; n o podían aceptar al inmigrante com o a uno de
siones entre padres e hijos. H oy en día, en el área metropolitana los suyos; habían decidido que era del todo diferente. Esta diferen­
ciación era peligrosa y debía ser eliminada, pero no podía serlo.
de Providence, el porcentaje de judíos que obtiene un título uni­
El resultado fue el confusionism o del movimiento de americani­
versitario es del 25 por 100, frente al 6,5 de la población total.
zación que se vio obligado a definir de forma vaga sus objetivos
Otros grupos, com o los polacos, húngaros, checos, yugoslavos,
com o «el proceso educativo de unificación de los nacidos en el
griegos, canadienses franceses y mexicanos han tardado más en
país y de los nacidos en el extranjero, mediante el apoyo total
beneficiarse del sistema educativo americano, con el resultado de
a los principios de libertad, unión, democracia y fraternidad» IS.
una considerable continuidad profesional entre las generaciones La limitación de estos esfuerzos pedagógicos puede comprobarse
y, consecuentemente, menor movilidad ocupacional. Ello no quie­ por el hecho de que al m ism o tiempo, en 1917, aparecía por pri­
re decir, por supuesto, que compartir o alcanzar los valores edu­ mera vez en el idioma americano la palabra kike com o epíteto
cativos americanos asegure inmediatamente el éxito al inmigran­ ofensivo con el que se designaba a los judíos.

198 199
V II. SINTOMAS DE ASIM ILACIO N DEFICIENTE
noruegos y suecos, d e l 41,1; para los daneses, del 47,4; para
los italianos, del 56,5, y para los portugueses, del 76,2 I7.
La inexistencia de una asimilación completa en los Estados Uni­ A menudo existían, den tro de los grupos más numerosos, otros
dos se manifestaba de muchas formas, com o el lugar elegido por más pequeños; la colonia italiana en el Chicago de comienzos
el inmigrante para vivir y aquel en que vivían después sus des­ del siglo x x fue descrita com o «un mosaico de ciudades italia­
cendientes, las asociaciones que constituían, sus hábitos matrimo­ nas: Larrabee Street es una pequeña Altaville, las gentes que
niales, su comportamiento religioso, sus actividades políticas y viven en Cambridge proceden de Alimena y Chiusa Sclafani, las
la supervivencia de los grupos étnicos hasta la actualidad. N o es de Townsend Street d e Bagheria y las de Milton de Sambuca-
sorprendente que en un primer momento los inmigrantes se agru­ Zabut» 18. L o importante es que si bien iban borrándose las pe­
paran; no era tanto que las circunstancias les empujaran a rea­ queñas diferencias entre los italianos, no ocurría lo mismo con
lizar actividades comunes com o que los atraía una común sole­ lo que les distinguía d e l resto de la sociedad. Las pautas bási­
dad que com o mejor podía aliviarse era agrupándose con otros cas de la segregación residencial italiana en Chicago se estable­
procedentes de la misma región, y a ser posible de la misma ciu­
cieron en 1900 y, desde entonces, han experimentado modifica­
dad o pueblo. Muchos de los inmigrantes llegaban .unas veces
ciones de grado pero n o de naturaleza. El censo de 1960 pone
para reunirse con amigos o parientes ya establecidos en los Esta­
de manifiesto la persistencia de la segregación general interétnica,
dos Unidos, y otras con quien había pagado el viaje del recién
por ng citar la segregación entre los grupos étnicos y los nativos
llegado, en tanto que los ya establecidos estaban siempre dispues­
en el área metropolitana d e Nueva York. Esta segregación era evi­
tos a acoger a los nuevos por la conexión con el país de origen
que su presencia creaba y por las noticias que traían consigo de dente tanto en los grupos llegados más tarde com o en aquellos,
cuanto habían dejado tras de sí. Un inmigrante contaba que en los escandinavos, por ejem plo, que venían haciéndolo durante
la casa de sus padres siempre había uno o dos recién llegados generaciones. Así, el ín dice entre noruegos e irlandeses era del
de Polotzk, «a quienes albergaban com o la cosa más natural del 58,7; entre noruegos y rusos, alemanes, polacos, checos, austría­
mundo hasta que encontraban alojamiento permanente» cos y húngaros, del 72,9, 56,4, 67,9, 65,6 y 68,3, respectivamente;
incluso entre noruegos y suecos llegaba al 45,4. El índice más
bajo se daba entre austríacos y rusos, ambos con importantes con­
a) Lugares de residencia de carácter étnico tingentes judíos, y era del 19,0. El grupo menos segregado de
todos los demás era el procedente de Gran Bretaña, cuyos índi­
En líneas generales, esta tendencia a buscar a los suyos creaba
ces de segregación de irlandeses, suecos, alemanes e italianos
unos lugares de residencia de carácter étnico que se veían favo­ eran del 28,1, 31,8, 2 5 ,6 y 44,9, respectivamente19. .
recidos por el hecho de que cuando el grupo en su conjunto es­
Se observa, por lo general, que la segregación inicial dismi­
taba integrado por inmigrantes tardíos, tendía a vivir allí donde
nuía con el paso de las generaciones, a medida que la primera
los alquileres eran baratos y no existía hacinamiento; además, los
iba extinguiéndose y las siguientes, menos desconfiadas, se dis­
nativos eran por lo general más hostiles al llegado en último persaban. También es cierto que ninguna comunidad de inmigran­
lugar. La tendencia al agrupamiento se puso, pues, de manifiesto
tes incluía a los mism os individuos durante largo tiempo y que,
desde un primer momento. Se puede medir el grado de concen­ desde las primeras épocas, los recién llegados constituían un gru­
tración de un grupo en una zona con ayuda del índice de segre­ po muy volátil y tal vez crecientemente móvil. Los católicos ir­
gación. Este índice designa el porcentaje de un grupo que tendría landeses y alemanes de la ciudad de Nueva Y ork de mediados
que ser redistribuido si la totalidad del grupo siguiera idéntica del siglo x ix , por ejem plo, abandonaban rápidamente las áreas de
pauta de distribución en toda la zona que los nativos. En Boston, su asentamiento original, y en Boston, a mediados de siglo, la
en 1855, el índice de segregación por sectores era, para los in­ movilidad de la inmigración parecía haberse acelerado. Pero exis­
gleses y galeses, del 11,9; para los escoceses, del 15; para los ten muy pocos indicios de que los que partieron se integraran en
irlandeses, del 18,9; para los canadienses, del 18,7; para los fran­ la corriente general y no acabaran por vincularse a una nueva
ceses, del 20,4; para los alemanes y holandeses, del 33; para los comunidad de su propia especie en algún otro lugar.

200 201
cia de la segregación residencial pone de manifiesto que la asimi­
La desaparición de un grupo étnico suponía a menudo su sus­ lación sólo se ha conseguido parcialmente.
titución por otro. Este hecho y el alto índice de movilidad geo­
gráfica justifican la afirmación de que en Chicago «la distribu­
ción geográfica... de los diversos grupos étnicos refleja un indu­ b) Organizaciones de emigrantes
dable proceso de separación. Los grupos inmigrantes se adaptan Idéntica observación puede hacerse respecto de la supervivencia
a una secuencia regular de asentamiento en áreas sucesivas de de las instituciones de raíz étnica. Sus objetivos concretos tal vez
creciente estabilidad y prestigio social... El proceso de separa­ hayan cambiado pero su principal razón de ser sigue siendo faci­
ción ha condicionado la distribución de la población en la ciudad litar las relaciones personales a los miembros de los distintos
y es reflejo del m odo en que los grupos de inmigrantes han ido grupos étnicos. Esto pu ede comprobarse desde un principio por
huyendo de los suburbios e integrándose en la vida general de la creación, en el siglo x ix , de la más común de las instituciones
la ciu d a d »20. Estas conclusiones requieren, sin embargo, alguna de la inmigración, la sociedad de beneficencia. Sus objetivos más
precisión, ya que el abandono de los suburbios significa, en el me­ ostensibles podían ser de dos tipos: ayudar al necesitado en caso
jor de los casos, asimilación de comportamiento, nunca asimila­ de apuros financieros, enfermedad o paro, y asegurar la obser­
ción estructural, y en los suburbios, por otra parte, tendían a for­ vancia de los ritos funerarios apropiados. Ocasionalmente, sus
marse nuevas reagrupaciones. Los judíos de Providence, por ejem­ estatutos podían prever entre sus funciones el fortalecimiento
plo, siguen aludiendo a su suburbio com o «el ghetto dorado» de los lazos de amistad entre sus miembros, consagrando de este
Y en el Wisconsin rural — tal vez debido al mismo impulso— en modo su motivación básica. A medida que avanzaba el siglo x x,
1950 más del 90 por 100 de las relaciones sociales de los no­ y en especial después de la segunda guerra mundial, los dos
ruegos se circunscribían a otros noruegos. Incluso admitiendo la primeros fines perdieron importancia. Los clubs de inmigrantes
intervención de otros factores, ambos ejemplos muestran la per­ se convertían en centros de reunión y ya apenas prestaban asis­
sistencia de la unión de los grupos: los que se asemejan se buscan. tencia social.
Algunos investigadores recientes han afirmado que en las ciu­ Las sociedades primitivas se caracterizaban a menudo por la
dades más pequeñas, com o Omaha (Nebraska), los grupos étnicos exigüidad de sus m iem bros, reflejando así su finalidad originaria,
podrían hallarse menos segregados que en otras más grandes com o la perpetuación de las relaciones personales. En Derby (Connec­
Boston, Chicago o Nueva York. Esto podría obedecer en parte ticut), los italianos de cada provincia crearon sus propias fune­
al hecho de que en las primeras las comunidades inmigrantes rarias para garantizar e l ritual indicado en los funerales, respal­
son necesariamente más reducidas, lo que hace difícil una re­ dándolas por medio de una sociedad. En 1912 existían en Chi­
agrupación masiva; pero aquellos investigadores han partido tam­ cago 400 pequeñas sociedades benéficas, todas ellas creadas en
bién del supuesto de que el agrupamiento ha de ser masivo para torno a socios procedentes de distintas comunidades italianas.
tener alguna relevancia. Esta interpretación es errónea. En el En Seattle, los japoneses fundaron organizaciones para ayudar a
momento álgido de la presencia italiana en Chicago, eran muy los compatriotas del m ism o ken o Estado. Las sociedades chinas
pocos los bloques de viviendas, si es que había alguno, habitados de San Francisco tenían com o misión, a un determinado nivel,
exclusivamente por italianos. Además, según la famosa definición hacer las veces de las asociaciones populares y patriarcales de la
de Louis W irth, un gettho «n o es sólo un hecho físico, es tam­ madre patria y sus respectivos miembros procedían de las mis­
bién un estado de á n im o »2*. Los judíos se agrupaban porque mas aldeas de China. Idéntica actitud adoptaron también otros
tenían que estar cerca de la sinagoga, de la escuela, del baño ri­ grupos étnicos. Los ju díos de la ciudad de Nueva Y ork crearon
tual, de la carnicería y de la vaquería kosber, para poder ser sociedades funerarias que estaban impregnadas para sus paisanos
partícipes de su comunidad cultural. El que esta necesidad fuera de la idea de Landmannschaft, con base en las ciudades y pue­
blos de Europa oriental. Los griegos tenían las suyas, integra­
más acusada para unos grupos que para otros no significa que
das por miembros procedentes de la misma topika o localidad.
no alcanzara a todos. Las tabernas, panaderías, iglesias, cafés,
A medida que transcurría el tiempo, dentro del grupo étnico
restaurantes y salones de billar eran una manifestación externa
podía producirse un proceso de centralización y ello sin per­
del agrupamiento y su razón de ser; facilitaban las relaciones que
juicio de que el grupo se identificara globalmente con los Es­
la sociedad receptora no quería o no podía ofrecer. La permanen­
2 03
202
tados Unidos. En 1906, los italianos de Chicago crearon las El «triple crisol» actúa en forma diversa. Su fuerza puede de­
United Italian Societies; en la década de 1930 los judíos de Los pender al menos de otras cuatro variables; el tamaño relativo de
Angeles hicieron varios intentos infructuosos para integrar a los la comunidad religiosa en la localidad, la cohesión de los sub-
miembros de su comunidad de una forma más completa, y los yu­ grupos, el status socio-económ ico de la comunidad religiosa en
goslavos y los griegos mostraron idéntica tendencia a nivel na­ dicha localidad y la condición de los contrayentes. Esto explica
cional. Pero no por ello desaparecía la vitalidad localista; sólo las grandes diferencias q u e con frecuencia se observan en las pau­
los yugoslavos cuentan hoy en día con 6.000 sociedades, lo que tas de comportamiento d e las distintas comunidades. En térmi­
constituye un elocuente testimonio de la supervivencia de la nos generales, en tanto q u e sólo un 8,5 por 100 de los matri­
función social de las asociaciones en un Estado crecientemente monios celebrados en áreas de renta baja salvaban las barreras
benefactor.
confesionales, en las zonas residenciales lo hacía un 19,3 por 100
A finales d e la década d e 1950 y comienzos de la de 1960, los
c) Matrimonio índices de exogamia entre los judíos eran del 17,2 por 100 en
San Francisco, del 8 por 100 en Rochester (Nueva Y ork), del 5
El alto grado de endogamia que siempre ha caracterizado a los por 100 en Camden (Nueva Jersey), y del 53,6 por 100 en Iowa.
grupos étnicos constituye uno de los ejemplos más visibles de Un estudio sobre los matrimonios de los emigrantes mexicanos
la segregación estructural. N o resulta sorprendente que en el revela que las tres variables que los afectan son la actividad pro­
San Francisco de 1870 el 88 por 100 de los irlandeses estuvie­ fesional, la generación y el medio. Entre 1924 y 1933, el 17 p oi
ran casados con irlandesas, y el 73,2 por 100 de las mujeres ir­
100 de lo s inmigrantes mexicanos en Los Angeles contrajo ma­
landesas estuvieran casadas con irlandeses, o que en 1860, en trimonio con miembros de otros grupos étnicos; en Alburquerque
el área rural de Milwaukee solamente 35 de cada 6.506 alema (Nuevo M éxico), entre 1924 y 1940 lo hizo el 15 por 100; en
nes estuvieran casados con no alemanas y 30 de cada 989 irlan­ San A ntonio (Texas), el 17 por 100, entre 1940 y 1955. Pero
deses lo estuvieran con no irlandesas. Pero el hecho de que en la actualidad, en Los Angeles es más probable que la ter
estas normas sólo se hayan modificado en un determinado aspecto
cera generación de mexicanos americanos contraiga matrimonio
a lo largo de un siglo sí merece algún comentario. En 1880, en
con angloamericanos que con mexicanos americanos de la pri­
Fall River (Massachusetts), el 86 por 100 de los canadienses fran­
mera o la segunda generación, porque, según dicho estudio, la
ceses eran endógamos; en 1961, solamente lo era el 20 por 100;
región es cada vez menos hostil a este tipo de matrimonios. En
pero en el 80 por 100 de todos los matrimonios ambos contra­
Nuevo México, por ejem plo, su número sería muy inferior.
yentes eran católicos. La explicación reside en la eficacia del
Pero la elección del cónyuge sólo afectaría en gran medida a
llamado «triple crisol». Se ha apuntado que a medida que avan­
la asimilación estructural si el grupo americano protestante esco­
zaba el siglo xx, los grupos'étnicos se casaban cada vez más con
miembros de otros grupos, en tanto en cuanto el otro pertenecie­ giera también su cónyuge fuera de su propio grupo, lo que al
se a la misma religión. Los tres grandes grupos religiosos eran parecer n o ocurre. La endogamia entre los miembros de los gru­
los católicos, protestantes y judíos. Las barreras entre los tres pos protestantes, con quienes el matrimonio sería más probable,
grupos rara vez son superadas. En N ew Haven, en 1948, el 97,1 sigue siendo muy fuerte, en particular entre alemanes, noruegos
por 100 de los judíos, el 93,8 por 100 de los católicos y el 74,4 y suecos. Incluso los ingleses y los escoceses prefirieron la endo­
por 100 de los protestantes se casaban con miembros de su mis­ gamia en su día. Resulta, pues, que el protestante nativo también
ma religión. El censo religioso de 1957 demostraba que en el tiende a ser endógamo si bien conviene subrayar que esta cues­
conjunto del país únicamente el 8,6 por 100 de los protestantes, tión requiere ulterior análisis. En tanto en cuanto el matrimonio
el 21,6 por 100 de los católicos y el 7,2 por 100 de los judíos depende de un contacto social previo y, a su vez, este contacto,
contraían matrimonios exógamos. Un estudio de Manhattan rea­ al menos en parte, del grado de segregación residencial, n o sería
lizado a finales de la década de 1950 reveló que, incluso en un sorprendente que, com o consecuencia del alto grado de segrega­
área tan cosmopolita, solamente el 21 por 100 de los católicos, ción residencial todavía existente, los índices de matrimonios
el 34 por 100 de los protestantes y el 18 por 100 de los judíos mixtos entre americanos protestantes y miembros de otros gru
habían contraído matrimonios mixtos. pos, especialmente judíos y católicos, sigan siendo muy bajos.

204 205
d) Iglesias, escuelas e idioma mente antes de que estallara la guerra fría. Es posible que para
ellos se produjera alguna form a d e asimilación estructural, ya
Durante los primeros años de su estancia en los Estados Unidos, que al abandonar su identidad religiosa y adscribirse a una ideo­
el grupo inmigrante tendía a acentuar su identidad religiosa, en logía que trascendía las barreras étnicas y religiosas, establecían
la que hallaba consuelo. Este particularismo religioso resultaría relaciones con otros correligionarios pertenecientes a grupos no
más fácil para los judíos y los protestantes que para los católi­ judíos. Pero n o dejaban de ser una m inoría; la mayor parte no
cos, que tenían una tradición universalista, aun cuando las ri­ podía rechazar el judaismo.
validades étnicas hicieran mucho por ignorarla. Algunos grupos La Iglesia católica sufrió m ucho c o m o consecuencia de la ne­
protestantes, com o los ingleses y galeses, se dividían en gran nú­ gativa de los inmigrantes a abandonar lo local y conocido por
mero de confesiones, adscribiéndose a iglesias dominadas por los lo desconocido y universal. C om o ya h em os señalado, a finales del
nativos. Otros grupos, com o la Iglesia reformada alemana y ho­ siglo X I X los irlandeses lograron h acerse con el control de los
landesa y los luteranos alemanes y escandinavos, se mantuvieron centros de poder de la Iglesia ca tólica , lo que m otivó que las
totalmente aislados tanto de sus equivalentes americanos como cuestiones doctrinales se tiñeran d e m otivaciones étnicas y que
entre sí. Las barreras idiomáticas, en ausencia de una fuerza que a la tendencia hacia la ortodoxia religiosa se mezclaran esfuerzos
las contrarrestara, mantenían esta separación. En el extremo opues­ por preservar las familiares tradiciones europeas, surgiendo difi
to, el idioma también podía dar pie a extrañas alianzas, com o cultades de tod o tipo. Así, p or e je m p lo , las palabras «p u eblo» y
cuando los sirios de lengua árabe formaron una Iglesia común «parroquia» eran idénticas en p ola co, lituano y eslovaco; de aquí
con los cristianos maronitas, musulmanes, drusos, protestantes que no resultara extraño que estos gru p os quisieran disponer de
y ortodoxos arabeparlantes. D e m odo parecido, el poder cohe­ iglesias propias. A finales del siglo x i x este fenóm eno no era
sivo del factor religioso podía resultar en ocasiones más fuerte novedad; la primera parroquia ca tólica americana fundada sobre
que otros elementos disgregadores; tal sucedió con los yugosla­ bases étnicas, la iglesia de la Santísim a Trinidad, en Filadelfia.
vos musulmanes, que acabaron por asociarse con los turcos y databa de 1787 y era reflejo de la prim itiva división en el seno
no con otros eslavos. Pero, por lo general, tratándose de pro­ de la Iglesia católica entre los ca tólicos de habla alemana y los
testantes, la tendencia a la fragmentación obedecía al deseo de de habla inglesa. La jerarquía am ericana y el papado eran contra­
asegurarse relaciones sociales. rios al concepto de parroquia étnica y se esforzaron durante largo
Los judíos, que en Europa eran el grupo más integrado, no tiempo por acabar con ella. Pero la parroquia étnica era producto
se fragmentaban de forma tan notoria com o los protestantes y, de las inmensas necesidades culturales de los inmigrantes y ni
por lo general, se adscribían a las sinagogas reformadas, ortodo­ siquiera el poder de Roma y de Irla n da fue capaz de conseguirlo;
xas o conservadoras, cuyas comunidades se basaban a menudo en de tal forma que hoy en día las parroqu ias locales en las grandes
el lugar de origen europeo. Con el tiempo, la línea ortodoxa ciudades se levantan por lo general sobre bases étnicas. La pa­
cedió el paso a la conservadora. La comunidad reformada atrajo rroquia así concebida era una in stitu ción fuertemente arraigada
a los elementos más liberales de las generaciones posteriores al desde un primer momento. En 1 9 1 6 existían 149 iglesias donde
tiempo que repelía a los partidarios del judaismo histórico. El únicamente se empleaba el italiano para atender las necesidades
movimiento reformador fue el más afectado por los intentos de de los inmigrantes, y 466 en las q u e sólo se utilizaba el polaco.
llegar a un entendimiento con el medio americano y de conseguir Tras la violencia de las controversias del siglo x ix , las diferen­
una síntesis de las tradiciones judías y americanas. El hecho de cias entre las parroquias étnicas h an dism inuido en algunos casos
que no consiguiera atraer a la mayoría de los judíos, incluso a en el siglo xx. Así, las generaciones más jóvenes de italianos dan
mediados del siglo xx, reflejaba la falta de disposición del grupo al parecer muestras de un com portam ien to religioso más «irlan­
étnico a abandonar unas tradiciones que le proporcionaban ün dés», recurriendo menos a la in tercesión de la Virgen María y
desahogo psicológico en tierra extraña. Entra, los judíos de la de los santos, honrando menos a lo s santos patronos locales y
tercera generación de Providence, sólo el 6,3 por 100 se identi­ aceptando que los sacerdotes atiendan a los enfermos. También
ficaba con la ortodoxia, el 49 por 100 con el conservadurismo y se está mitigando el control irlan dés sobre la Iglesia católica
el 35 por 100 con la reforma. Algunos judíos perdieron la fe re­ Durante el tiempo en que duró, im p rim ió en el catolicismo ame­
ligiosa; muchos se sintieron atraídos por el socialismo, especial­ ricano un sello marcadamente antiintelectual. En 1947, el car­

206 207
denal Cushing señalaba que de toda la jerarquía americana en los con la adoptada por los alemanes, por aquellas fechas alrededor
Estados Unidos, no tenía noticia de que existiera un solo obispo, del 6 por 100 de las parroquias pertenecientes a ambas con fe­
arzobispo o cardenal cuyo padre o madre tuvieran un título aca­ siones religiosas contaban con escuelas propias y cerca del 8 por
démico. «Todos nuestros obispos y arzobispos proceden de fa­ 100 de los niños en edad escolar frecuentaban escuelas privadas
milias trabajadoras.» Las características de esta jerarquía explican En 1959, más de 9.800 parroquias, de un total de 16.750, dis­
también la relación existente entre la Iglesia católica y los inmi­ ponían de estas escuelas a las que asistían cinco millones y medio
grantes pobres. de católicos y un m illón de protestantes, es decir cerca del
El deseo de perservar las culturas étnicas, junto con el de man­ 15 por 100 de la población infantil en edad escolar. El 1 de
tener la ortodoxia religiosa, llevó a la creación de escuelas parro­ enero de 1968 existían todavía 10.750 escuelas elementales per
quiales que hicieron aún más difícil la asimilación estructural al tenecientes a parroquias católicas, con más de cuatro millones
perpetuar las diferencias lingüísticas y mantener la separación de alumnos, y 2.275 escuelas secundarias, con más de un millón
entre los hijos de los inmigrantes y los de los nativos. En el si­ El apoyo de que disfrutaban estas escuelas variaba de un grupo
glo x v i i i , los luteranos alemanes trataron de preservar su idioma a otro; era fuerte entre irlandeses y canadienses franceses, débil
y su religión por medio de la escuela confesional, pero en 1820 entre polacos e italianos. La primitiva actitud italiana obedecía
ya era evidente que habían fracasado. El incremento de la inmi­ a la tendencia general de los italianos a desconfiar de la educa­
gración alemana a partir de 1830 dio lugar a nuevos intentos por ción; en 1915, menos de 2.000 niños asistían a las escuelas parro­
parte de diversos grupos alemanes. En Cincinnati crearon una quiales Ítalo-americanas de Chicago, siendo así que en la ciudad
escuela católica en 1836; en 1846 se fundó la Iglesia evangélica había más de 43.000 menores de origen o ascendencia italianos.
luterana (Sínodo de M isuri), que desde un primer momento hizo En 1959, solamente el 19 por 100 de los niños polacos de N ew
hincapié en la escuela confesional y que hoy tiene a su cargo el Haven frecuentaban la escuela parroquial. El débil respaldo que
mayor sistema escolar parroquial entre las Iglesias protestantes. los polacos prestaban a sus escuelas era en parte resultado de la
A lo largo del siglo x ix , los alemanes, especialmente en los esta­ escisión que se produjo a finales del siglo x ix en el seno de la
dos del M edio Oeste, obtuvieron el derecho de enseñar en ale­ comunidad polaca entre católicos y nacionalistas. Un polaco par­
mán, pero a finales de siglo la ley Bennett, de 1889, en W iscon­ tidario de las escuelas parroquiales afirmaba: «Nuestros hijos
sin y la ley Edwards, de 1899, en Illinois, prescribiendo el inglés pueden hablar todavía en polaco a sus padres y conservan la fe
com o único idioma utilizable en la enseñanza de la mayor parte católica debid o precisamente a las escuelas parroquiales; por el
de las materias en las escuelas privadas, pusieron de manifiesto contrario, los hijos de esos vehementes patriotas que acuden a
la hostilidad nativa a este aislacionismo cultural. Los católicos, las escuelas públicas apenas son capaces de pronunciar unas pocas
en las escuelas que regentaban, hacían hincapié en el bilingüismo, palabras en polaco y además lo hacen incorrectamente.» Un punto
en tanto que los luteranos pretendían que el alemán ocupara el controvertido es el de la utilidad a largo plazo del mantenimiento
primer lugar. de la lengua vernácula, incluso para las propias escuelas. La expe­
Pero este separatismo n o era únicamente resultado de los in riencia de los canadienses franceses revela que las escuelas parro­
tentos de salvaguardar las diferencias lingüísticas; provenía tam quiales se desenvolvían m ejor cuando, dentro de sus posibilida­
bién de la tendencia a preservar a los católicos del contagio del des, concedían prioridad a la asimilación cultural, con lo que re­
sistema de escuelas públicas protestante y, por definición, im pío legaban el francés a un lugar secundario, y ponían el acento sobre
En este terreno, la iniciativa correspondió a los irlandeses. En una educación que preparara a los alumnos para adecuarse al
Boston, en 1877, cerca de 9.000 niños entre los cinco y los quin­ medio americano.
ce años, de un total de 43.000, no estaban escolarizados, y de Los católicos y los luteranos no fueron los únicos grupos que
ellos muchos eran irlandeses. La ausencia de algunos podía ob e­ crearon sistemas educativos separados. O tro tanto hicieron los
decer al «ateísm o» del sistema escolar estatal. D ebido en parte ucranianos, yugoslavos, chinos y japoneses, si bien la actitud
a ello, una conferencia episcopal de la Iglesia católica, celebrada de estos dos últimos obedecía en parte al hecho de que los blan­
en Baltimore en 1884, hizo prácticamente obligatorio el sistema cos no acogían con agrado a sus hijos en sus escuelas. En el
escolar confesional, de tal forma que en 1900 se habían creado ya siglo x ix y principios del x x , los judíos cayeron en la cuenta de
casi 4.000 centros. C om o consecuencia de esta decisión, junto que sus escuelas tenían muy poca aceptación, debido al deseo de

208 209
asimilarse de los judíos; en Los Angeles, por ejemplo, la educa­
ción judía era prácticamente inexistente entre 1900 y 1930, pero el 49 por 100 de los italianos, en tanto que por Eisenhower se in­
a partir de entonces experimentó un notable auge. En 1936 se clinó el 59 por 100 de los escandinavos, el 55 por 100 de los in­
creó en aquella ciudad el Bureau o f Jewish Education y en 1967 gleses y escoceses y el 57 p or 100 de los irlandeses protestantes.
frecuentaban sus escuelas más de 27.000 niños, de un total de La persistencia del v o to étnico en la actualidad se pone de
93.000. En muchas zonas tanto las escuelas católicas com o las manifiesto también en ciertas actitudes anómalas. En N ew Haven
los italianos, que en otras partes suelen ser demócratas, votan
judías gozan de excelente salud, com o consecuencia de la necesi­
dad permanente de sus servicios. Lo que, sin embargo, resulta masivamente a los republicanos porque desde principios del si­
paradójico es que los graduados de estas escuelas no suelen apli­ glo xx el Partido Republicano ha cortejado allí deliberadamente
car a su vida posterior los principios específicos del grupo en la el voto italiano, fortaleciendo esta alianza con la presentación,
forma en que los fundadores de las escuelas hubieran deseado en 1939, de la candidatura de C. Celentano a la alcaldía, para
Aparte de los canadienses franceses, los grupos católicos que más la que fue elegido. En el Nordeste, el voto étnico sigue siendo
favorecen las escuelas parroquiales son los de la clase media fuerte, aunque ha dism inuido ligeramente al desaparecer la ge­
superior que, precisamente por tender a la movilidad, no se mues­ neración inmigrante. T am poco le ha afectado la movilidad social,
tran fanáticos ni agresivos. Así sucede que en las elecciones para antes lo contrario; es más probable que en algunas zonas los ca­
las juntas escolares, los protestantes procedentes de las escuelas tólicos pertenecientes a la clase alta voten a los demócratas que
públicas tienen, por lo general, más prejuicios religiosos que los los de la clase trabajadora, posiblemente porque les preocupe
graduados de los centros parroquiales. Comparada con la actitud menos la ascensión económ ica de los negros, con quienes los de­
de otros católicos, la de los educados en las escuelas parroquiales mócratas suelen mantener una estrecha alianza. Puede también
suelen ser básicamente distinta en relación con la misa, la exo­ que los irlandeses se estén apartando del Partido Demócrata (no
gamia y la comunión en Semana Santa. A l igual que en el pasa­ en balde el apóstata senador Joseph R. McCarthy era uno de
do, las necesidades que estas escuelas cubren hoy en día siguen ellos). Si algo puede destruir el voto étnico es, sin duda, la reac­
siendo más sociales que religiosas. ción frente a los negros. En la ciudad de Nueva Y ork, en 1970,
la línea divisoria básica que es la religión pareció momentánea­
mente eclipsada en parte por motivos raciales. O tro factor adi­
e) Participación en el proceso político
cional que también puede debilitar los lazos entre el voto étnico
El fracaso de la asimilación estructural se ha puesto también de y el religioso lo constituyen las disensiones internas en el seno
manifiesto en el comportamiento político de los grupos inmigran­ de la Iglesia católica a partir del pontificado de Juan X X I I I ; el
tes. L o que ha dominado la vida política americana, y sigue hacién­ grupo católico ha dejado de compartir el sentimiento de solida­
dolo, han sido los criterios étnicos y religiosos, y no la concien­ ridad que poseía antaño, resultándole ahora más difícil com por­
cia de clase. La conexión entre los católicos irlandeses y el Par­ tarse de manera coherente. Por otra parte, a medida que los pro­
tido Demócrata es conocida desde antiguo. Muchas decisiones testantes del país van dejando de ser mayoría, su amenaza también
políticas iban dirigidas a los sentimientos de lealtad étnicos. Así, va debilitándose, lo que resta a la cohesión católica otra de sus
por ejemplo, en 1930 una candidatura del Partido Demócrata de razones de ser.
Chicago iba encabezada por nombres com o Cermak, Kaindl Todos los grupos étnicos acabaron por tener sus representan­
Brady, Allegretti y Smietanka. Es probable que la depresión de tes a nivel estatal y federal siempre que se lo propusieron. El
los años 30 debilitara algunos de los lazos establecidos en el si­ hecho de que la presencia política griega fuera pequeña en 1930
glo x ix , pero la recuperación del Partido Republicano a finales no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que, por entonces,
de la década obedeció en parte al retorno de algunos de los gru­ menos de la mitad de ios varones griegos y solamente el 30 por
pos étnicos a sus lares políticos tradicionales. En 1952, el 26 por 100 de las mujeres estaban naturalizados. Gradualmente, la ma­
100 de los electores protestantes votaron a los demócratas, al yoría de los grupos han id o promocionando a sus líderes políti­
igual que el 43 por 100 de los católicos y el 64 por 100 de los cos, especialmente a partir de la segunda guerra mundial. En
judíos. Adlai Stevenson, candidato demócrata a la presidencia, 1944, el esloveno Frank Lausche se convirtió en el primer go­
recibió el 55 por 100 de los votos de los católicos irlandeses y bernador católico de O h io ; en 1954, Edmund A . Muskie y Abra-
ham R ibicoff fueron el primer polaco y el primer judío ruso.
2 10
211
lación estructural ha sido escasa. Las experiencias de los restan­ 5, Las consecuencias sociales
tes grupos varían entre estos extremos, sin que en ningún caso de la industrialización. El imperialismo
sean ob jeto ya de las discriminaciones de que eran víctimas a
principios de siglo. Esta evolución se manifiesta en el positivo
y la primera guerra mundial, 1890-1920
valor que hoy en día se concede a las tradiciones étnicas, frente
a su pasado carácter peyorativo. El gobierno federal ha previsto
fondos para la preservación de estas culturas y los propios grupos
contribuyen vigorosam ente a esta tarea. Tras décadas de inacti
I. POBREZA RODEADA DE BIENESTAR
vidad, los irlandeses de San Francisco, por ejem plo, crearon en
1971 el United Irish Cultural Center, con el ob jeto de reunir
a los irlandeses residentes en aquella ciudad. Aun cuando en todo El triunfo de la revolución industrial preparó a los Estados Uni­
escudo de la Am érica étnica deban figurar el Fénix y el Aguila dos para un período de expansión imperial y para su participa­
debe quedar bien claro que el fuego de los grupos étnicos en ción en la primera guerra mundial, pero estos éxitos se lograron
America jamas ha estado en peligro de verse reducido a cenizas. únicamente al precio del sufrimiento económ ico y social de la
población trabajadora agrícola e industrial, cuyas protestas y ac­
ciones se materializaron, a partir de 1890, en una oleada de agi­
tación. Precisamente para ponerle freno los liberáis 1 americanos
formularon un programa de reformas políticas y económicas du­
rante los primeros años del siglo xx.
Sería fútil afirmar, para tratar de explicar la ansiedad políti­
ca que embargó al pueblo americano en la década de 1890, que
los Estados Unidos se hallaban en peor situación económica que
los países europeos. En Am érica eran amasadas regularmente
grandes fortunas, a veces por hombres de humilde extracción. En
1883, el estadístico Carrol D . W right, al servicio del gobierno,
estimaba que el salario industrial medio era allí un 60 por 100
más elevado que en Gran Bretaña. Investigadores más recientes,
com o Phelps Brown, han afirmado que si bien se produjo una
inflexión en el crecimiento de los salarios reales norteamericanos
después de 1890, la caída fue aún más grave en diversos países
de Europa, com o Alem ania2. Pero no debe olvidarse, por otra
parte, que las estimaciones generales de las medias nacionales
inducen a error, por cuanto n o reflejan las diferencias regionales
y de ocupación ni las variaciones en las necesidades y en las
valoraciones personales. En Europa, Bismarck, Clemenceau y Gio-
litti se esforzaban por promulgar una legislación sobre seguri­
dad social que proporcionara un nivel mínim o a los elementos
más pobres de la clase trabajadora; en los Estados Unidos, en
determinadas regiones y sectores de actividad, la miseria podía
no tener límites. En la soleada y hospitalaria Italia, el precio
del ajo era más importante que el de un abrigo de pieles, en
tanto que en el estado de Maine ocurría exactamente lo contrario;
lo que determinaba la pobreza era el nivel individual de precios
y salarios, por lo que los cálculos comparativos de las diversas

214 215
medias no resultaban convincentes ni mitigaban la angustia de de mujeres pertenecientes a familias pobres de Chicago, Boston
la recién aparecida clase media reformista, cuyos puntos de refe y Nueva Y ork estaban obligadas a trabajar en los sweatshops, en
rencia eran puramente internos. D e aquí que se produjera un sen­ lugares improvisados y estrechos emplazados en bloques de vi­
timiento generalizado de horror cuando Robert Hunter, especia­ viendas y sometidas a la arbitrariedad del dueño. En 1900, había
lista en cuestiones sociales, afirmó en 1904 que entre diez y empleados en los Estados Unidos 1.700.000 niños menores de
veinte millones de americanos vivían en el más absoluto desam­ quince años; 20.000 trabajaban en turnos de doce horas en las
paro 3. Los americanos tomaron entonces conciencia de que la fábricas textiles del Sur. A diferencia de ellos, los hombres podían
pobreza había pervivido en medio de la abundancia. votar y organizarse para mejorar su suerte. A partir de la década
La calidad de la vida de quienes pertenecían a los grupos de de 1880, los varones adultos reivindicaron la jornada de trabajo
renta más baja ilustra más gráficamente que cualquier cifra el de ocho horas, pero a pesar de todo en 1920 seguía siendo co­
problema de la pobreza. En Nueva York, las viviendas se le­ rriente la semana laboral d e sesenta horas. Hasta 1922, el prome­
vantaban con absoluto desprecio de la intimidad y de la higiene; dio de horas de trabajo semanal en los altos hornos fue de 72.
la luz y la ventilación eran desconocidas en 360.000 habitacio­ Estas agotadoras jornadas cobraban su tributo; entre el 1 de julio
nes del gran Nueva Y ork. Los constructores de muchos núcleos de 1909 y el 30 de junio d e 1910, se produjo un accidente mortal
urbanos transformaban apresuradamente almacenes en viviendas cada hora.
o edificaban barriadas miserables en zonas amenazadas por aguas La mala salud contribuía también a completar el círculo vicioso
estancadas o contaminadas. La ausencia de servicios de recogida de la pobreza. Las principales enfermedades producían una tasa de
de basuras y de un adecuado sistema de alcantarillado fomentaba mortalidad cuatro veces mayor entre los pobres que entre los
los inevitables parásitos y las enfermedades; la tasa de mortali ricos; las deficiencias en la dieta, la vivienda y la asistencia mé­
dad producida por la tuberculosis era más alta en el Nueva York dica favorecían las enfermedades pulmonares y los accidentes
descrito por Hunter que en el Londres de Dickens. La resisten­ de trabajo, y la enferm edad del cabeza de familia sumía a su vez
cia contra las enfermedades estaba minada por la falta de higiene a quienes de él dependían en una penuria si cabe más atroz.
en la elaboración de los productos alimenticios, especialmente Uno de los síntomas finales de la pobreza en los Estados Uni­
la carne envasada y la leche. En las condiciones de hacinamiento dos era el elevado núm ero de vagabundos. H ombres solteros o
en que se vivía, cocinar resultaba peligroso y las moradas se con­ padres de familia, destrozados por el espectáculo de su propia
vertían en ratoneras mortales cuando la grasa se prendía. inutilidad, se lanzaban a la calle convirtiéndose en hoboes, en
Cualquiera que fuese el nivel de industrialización alcanzado vagos, que viajaban ilegalmente en los trenes de mercancías de
por los Estados Unidos, lo cierto es que no garantizaba a los un lugar a otro en busca de algo mejor; se reunían en tabernas
pobres su puesto de trabajo. En 1894, los obreros parados re­ y albergues para vagabundos (flop houses) situados en zonas tris­
presentaban el 17 por 100 de la mano de obra industrial y hasta temente célebres, com o el Bowery, de Nueva Y ork, o South Clark
1899 este índice nunca bajó del 10 por 100; en 1908, 1914 y Street, de Chicago, y acababan siendo víctimas del alcohol, la pros­
1915 se mantuvo por encima del 12 por 100, llegando al 21 por titución y el crimen. En 1895, el número de vagabundos que de­
100 en 1921. También hubo épocas de pleno empleo relativo; pendían por completo d e la asistencia pública ascendía a 86.000;
en 1890, el número de los que se hallaban en situación de des­ se trataba, por supuesto, de los casos más extremos. Mayor im­
empleo sólo representaba el 5 por 100 de la masa laboral, pero en portancia tenía el hecho d e que probablemente más del 25 por
aquel mismo año (según una estimación moderada de las estadís­ 100 de los obreros especializados y no especializados de las ciu­
ticas de 1890) el 15 por 100 de la población laboral había estado dades industriales de N ueva Inglaterra cambiara anualmente de
en paro al menos durante cierto tiempo. Los pobres no sólo eran dom icilio4. La desesperación empujaba a miles de familias nor­
víctimas del desempleo com o tal, sino también de la inseguridad males, y no sólo a unos pocos casos límite, de ciudad en ciudad
que provocaba su irregular ocupación. a la búsqueda de lo estrictamente necesario para subsistir.
Los ingresos familiares medios evolucionaron, sin embargo, al La persistencia de tal pobreza obedecía en gran parte a la ig­
ritmo del coste de vida durante la década de la depresión de norancia de quienes se hallaban en condiciones de tomar alguna
1890. Pero aun cuando los salarios fuesen elevados para la ma­ decisión, a su resistencia a dar carácter prioritario al problema
yoría, las condiciones de trabajo eran a menudo deplorables. Miles y a la falta de acuerdo entre los reformistas acerca del programa

216 217
a seguir. En América, la nueva situación de la industria y la eco­
cia que sus padres ejercían desde sus hogares miserables y es
nomía no había ido a la par de la preocupación social. El pro­
posible que incluso saborearan las delicias de jugar al tenis y
fundo abandono de las cuestiones sociales revelaba no sólo des­
del divorcio. Las subsiguientes fricciones entre generaciones se
interés por el bienestar material de la clase trabajadora, sino tam­
convirtieron en una fuente adicional de ansiedad. El impacto
bién desprecio por su dignidad. Pero este abandono, considerado
producido por estas fuerzas parecía impersonal e irremediable
tan a menudo inmoral, era en gran medida consecuencia de la
Los reformistas de la clase media provocaban a veces resenti­
distancia entre las clases.
mientos entre los afectados. En su mayoría se negaban a tolerar
cualquier tipo de agitación por parte de la clase trabajadora. El
deseo de reglamentar su vida se evidenciaba, por ejemplo, en el
II. LA SEPARACION DE CLASES: LA INDIFERENCIA
intento de limitar la ingestión de bebidas alcohólicas. Los refor
EN LAS ZONAS SUBURBANAS Y LA HOSTILIDAD
mistas atribuían las enfermedades venéreas y las disensiones fami­
DE LOS EM PRESARIOS
liares de los negros y los inmigrantes al whisky que bebían en
botellas adornadas con desnudos. La ley Volstead de 1919, que
Con frecuencia, los americanos que disponían de mayor fortuna puso en vigor la decim octava enmienda, prohibió la venta y dis­
albergaban la mejor disposición hacia los pobres, pero la igno­ tribución de alcohol. Esta disposición, y otras anteriores de al­
rancia y el resentimiento obstaculizaban sus buenas acciones. El
cance local, suprimieron tanto la inofensiva y digestiva botella
desconocimiento de la suerte y de los sentimientos de los más de vino de la mesa del inmigrante com o la acogedora taberna ir­
pobres aumentaba a medida que el capital y la dirección de las landesa, tradicional escenario de respetables diversiones, de ter­
empresas dejaban de estar en las mismas manos. La creciente tulia política y de esparcimiento informal. Beber un vaso acompa­
separación espacial entre las áreas donde vivían los pobres y los ñado en una atmósfera cordial era a menudo la única expansión
ricos reforzaba los efectos de una irresponsable propiedad de los de los pobres y muchos vieron en la cruzada contra el alcohol una
medios de producción. Estaba surgiendo un nuevo estilo de vida injerencia y una provocación intolerable. Esta cruzada, pese a su
de la clase media en las zonas suburbanas gracias a las mejoras anacronismo, alcanzó un extraordinario impulso y movilizó tanto
introducidas en los medios de transporte. El tranvía eléctrico co­ a las inquietas clases medias urbanas com o a las sectas protestan­
menzó a funcionar en 1887; pronto le siguieron los ferrocarriles tes y al movimiento feminista, tanto a los racistas preocupados
elevados y poco más tarde Boston construyó el primer ferro­ por el mestizaje com o a los agricultores, recelosos del desarrollo
carril subterráneo de América. En 1910, la ciudad de Nueva York urbano. La prohibición n o fue tan sólo el resultado de la escisión
disponía ya de 160 km. de transporte subterráneo. D e este m odo, entre ricos y pobres; procedía de una amplia discrepancia social
las clases medias podían residir a quince o veinte kilómetros de que sometía al obrero de las ciudades a una opresión sin espe­
los sórdidos centros urbanos, desentendiéndose poco a poco de ranza.
la pobreza, fenóm eno para ellas cada vez más distante. Los americanos ricos, deseosos de hacer algo por los trabaja­
El tranvía eléctrico, y más tarde los trenes subterráneos y los dores, condenaban a m enudo la acción colectiva emprendida por
automóviles, alejaron del centro de las ciudades a quienes se aquéllos. D e aquí que la oposición a cualquier forma de organi­
hallaban en mejores condiciones de hacer frente a los crecientes zación de la clase obrera frenara la reforma y constituyera una
gastos de mantenimiento de los servicios públicos. Las instalacio­ fuerza opresiva de tipo psicológico. Una diversidad de factores
nes privadas, com o los suntuosos bloques de oficinas, utilizadas impido que los obreros se organizaran: la elaboración de listas
durante el día por los empleados, ofrecían un vivo contraste con negras, las dificultades puestas a quienes pretendían alquilar lo­
las decrépitas casas de vecindad; los habitantes del centro tenían cales donde celebrar reuniones, la expulsión de sus hogares de
que sufrir, además, las muchas incomodidades y peligros deriva­ los campesinos y mineros cuya agitación molestaba a sus patronos.
dos de una elevada densidad de tráfico. Los medios de locom o­ La discriminación política era una de las provocaciones más gra­
ción al facilitar el trabajo en fábricas alejadas de las viviendas ves. La nueva legislación sudista de la década de 1890 fue des­
rompieron la tradicional unidad familiarentre las diversas ge­ poseyendo progresivamente a los negros de sus derechos civiles;
neraciones de los recién llegados procedentes de las zonas rura­ las mujeres y los niños n o podían votar; los inmigrantes y los
les. Los hijos y las hijas más afortunados escapaban a la vigilan­ recién llegados no tenían derecho a voto porque no cumplían los

218 219

i
requisitos señalados por la legislación de los diversos estados o Los mayores reveses que sufrieron los sindicatos fueron conse­
no habían adquirido la ciudadanía americana. Sin derecho de cuencia de la oposición económica. Los empresarios monopolistas,
voto no participaban prácticamente en el proceso de toma de de­ como Andrew Carnegie, o las asociaciones patronales, com o la
cisiones políticas. Estos grupos percibían los salarios más bajos National Erector’s Association, disponían de la fuerza suficiente
y engrosaban las filas de los pobres resentidos. para recurrir a prolongados lock-outs. En 1903, la National Asso­
El poder del dinero era otro de los impedimentos a la orga­ ciation o f Manufacturers lanzó una campaña de propaganda en
nización política de los trabajadores. El Senado de los Estados favor del open shop, que daba trabajo tanto a los trabajadores no
Unidos era un club de millonarios. El proceso real de selección organizados como a los organizados. Las asociaciones patronales
política no se efectuaba en las urnas (donde lo que con frecuen­ asesoraban a sus miembros sobre el m odo de combatir el sindi­
cia se ventilaba era la elección, carente de toda significación, entre calismo. La industria del metal organizó en todo el país un ejér­
un capitalista republicano y un capitalista demócrata), sino en si­ cito de reserva de esquiroles. La industria del carbón había re­
lenciosos salones llenos de humo (sm oke filled room s) donde se currido ya a sucesivas oleadas de inmigrantes pobres para man­
daban cita los poderosos dirigentes de los partidos. Los porta­ tener bajo su techo salarial. La política de «divide y vencerás»
voces de los pobres se lamentaban de la naturaleza conspiradora fue llevada aún más lejos mediante el recurso a esquiroles de
del sistema político. El dólar no sólo había corrom pido a la polí­ raza negra; el primer contacto que muchas comunidades del Norte
tica nacional, sino también a las legislaturas estatales, tradicional­ tuvieron con los negros fue desempeñando este papel. En 1905
mente igualitarias. Por ejem plo, a pesar de que una abrumadora tuvo lugar la huelga posiblem ente más sangrienta de la historia
mayoría de votantes se había pronunciado en 1902 en favor de americana, cuando fueron llevados negros armados de Memphis.
la jornada de trabajo de ocho horas para los mineros en Colora­ de Cincinnati y de San Luis para reventar la huelga de conduc­
do, la legislatura estatal falló a favor de las grandes compañías tores de camiones de Chicago. Con estos procedimientos, el ca­
y se olvidó del asunto; en las elecciones precedentes ambos parti­ pitalista americano n o contribuía precisamente a congraciarse con
dos se habían declarado favorables a la reforma. las clases trabajadoras.
La aversión de los patronos a la organización económica de
los obreros eran tan fuerte com o su oposición a la agitación po­
lítica. La mayoría de los jueces estaban predispuestos contra ella III. REACCIONES HUMANAS: ESPA RCIM IEN TO , RACISM O
porque habían iniciado sus carreras com o abogados de las em­ Y M OTINES
presas. Así, aquéllos obtenían de los tribunales mandamientos
judiciales que restringían las actividades de los sindicalistas. Euge- El descontento hacia el sistema de la sociedad industrial no se
ne V . Debs, líder de la huelga nacional de ferrocarriles de 1894, exteriorizaba únicamente en el campo político. Las formas de
fue encarcelado por ignorar los requerimientos de un tribunal fe­ esparcimiento, el racismo y los motines violentos revelan también
deral. Muchos de estos mandamientos se dictaron contra los lí­ algunas cosas sobre el estado de ánimo de los grupos más di­
versos.
deres sindicales al amparo de las disposiciones de la ley anti-trust
El tipo de esparcimiento informa tanto sobre el éxito de los
de Sherman de 1890, concebida originalmente contra los mo­
esfuerzos reformistas com o sobre la aceptación del sistema social
nopolios. Los tribunales declararon legales los yellow-dog contracts,
vigente, el american way o f Ufe dominante. La evasión hacia el
en virtud de los cuales el obrero, al aceptar su empleo, aceptaba
esparcimiento puede considerarse también com o una alternativa
también la sanción del despido en caso de afiliarse a un sindi­
escapista a la acción política radical. D e igual m odo, el com ­
cato. Finalmente, dado que los capitalistas tenían en sus manos portamiento racista y los motines tampoco eran manifestaciones
la política nacional, local y judicial, podían también llamar a las políticas directas, y pueden interpretarse asimismo com o reaccio­
tropas para acabar con las huelgas o contratar impunemente ejér­ nes escapistas a los problem as sociales. La mayoría no quería el
citos privados. A un cuando no está claro en qué medida estas radicalismo, sino la expresión directa de los sentimientos y el
tácticas fueron eficaces para combatir el sindicalismo, lo cierto esparcimiento momentáneo.
es que constituían una ofensa para los obreros, ya de por sí re­ En su libro Families against the city (1970), Richard Sennett
sentidos por cuestiones salariales. afirmaba que en el Chicago d e las décadas de 1870 y 1880 la clase

220 221
media miraba con recelo las relaciones sexuales com o expresión tráfico secundario. En los locales de diversión se exhibían c o ­
de alivio y diversión. Los prejuicios y las creencias religiosas se medias musicales populares o se organizaban bailes; en 1914, el
oponían a las prácticas anticonceptivas, por entonces todavía pri turkey trot y el fo x trot, alocados y excitantes, habían reempla­
mitivas. En ciudades donde la competencia era grande, resultaba zado ya al suave vals.
más fácil conseguir una buena preparación para la vida a uno Las primeras películas mudas comenzaron a proyectarse en los
o dos niños que a cinco o seis, y los médicos advertían a las mu­ Estados Unidos en 1894. Thomas A . Edison consagró su ingenio
jeres contra los embarazos frecuentes5. Sin embargo, las inves­ a esta industria en la década siguiente y en 1920 D . W . Griffith
tigaciones que está llevando a cabo el profesor Cari Degler pa­ ya había realizado algunas grandes películas; a partir de enton­
recen demostrar que las mujeres americanas del siglo x ix , y con­ ces, los estudios de H o lly w o o d contribuyeron en importante me­
secuentemente sus maridos, estaban menos constreñidas sexual- dida a la industria cinematográfica. En 1908, el publico que acudía
mente de lo que Sennett suponía y que las familias numerosas a los cinematógrafos instalados en todo el país osciiiba entre los
seguían creciendo, confiando en que al menos la comida no es­ dos y los tres millones de personas diarias. Ir al cine costaba
casearía. sólo un níquel (cinco centavos) y el «N ickelodeon» suplantó a
El esparcimiento no se limitaba únicamente, en las zonas ru la novela de diez centavos, com o medio de diversión de la clase
rales, a la satisfacción de las necesidades sexuales. Las distrae trabajadora. La película muda atraía tanto a los inmigrantes que
ciones allí iban desde la caza con perros hasta las meriendas cam­ desconocían el inglés com o a los americanos nativos. En un pri­
pestres. Nuevas instituciones se ocuparon de la situación de los mer momento, el cine proporcionaba una forma muy elemental
agricultores más aislados. Así, por ejemplo, en un campamento de diversión. En las películas cómicas la inevitable tarta era arro­
de vacaciones junto al lago Chautauqua, en las proximidades de jada contra la conocida cara pintada de negro de un blanco que
Buffalo, nació el movimiento Chautauqua para fomentar la cultu­ desempeñaba el papel de estúpido afroamericano; aparecieron en
ra general. Los sermones, las representaciones teatrales y los dis­ seguida las películas del O este, donde lánguidas mujeres que ha­
cursos políticos entretenían y edificaban a los padres, mientras bían preservado su virginidad eran recompensadas con el matri
que sus hijos pequeños jugaban y los mayores buscaban novia monio con ricos maduros que habían preservado su buena apa­
Otra institución posterior fue la Grange, creada en 1869 en los riencia. Pero la crítica social también haría su aparición en algu­
estados del Oeste para poner a disposición de las familias cam nas películas, com o Kleptom aniac, de E. S. Porter, estrenada en
pesinas un lugar de reunión, en el que podían congregarse para 1905, que trataba de los prejuicios de los tribunales en favor de
realizar diversas actividades sociales, com o bailar por ejemplo. los más afortunados, y en el «movim iento del pequeño teatro»,
Aun cuando en muchos aspectos las grandes ciudades ameri- que llegó a América en 1911 procedente de Europa. Innumera­
ricanas de finales del siglo x ix eran repulsivas, las posibilidades bles pequeñas salas cubrieron la geografía del país y en ellas no
de divertirse en ellas iban cubriendo rápidamente las necesidades se representaban solamente intrascendentes piezas románticas, sino
de la población. Com o los niños no disponían de espacios abier­ también obras de tesis, co m o The boss, de Edward Sheldon, estre­
tos para poder jugar en las abarrotadas ciudades, en la década de nada en 1911, sobre la lucha de clases. N o puede decirse, pues,
1890 los filántropos y las entidades municipales se esforzaron por que toda la diversión popular fuera de naturaleza escapista.
proporcionarles terrenos de juego y parques públicos. El ciclismo Con la urbanización se desarrollaron también ciertas formas de
se puso muy de moda y en los fines de semana familias enteras distracción exclusivamente masculinas. Los saloons de las gran­
iban con sus bicicletas a los parques (los métodos de Henry Ford des ciudades expendían aquellas bebidas consumidas antes en los
para abaratar la producción no pusieron el automóvil al alcan­ drugstores de las pequeñas localidades. Pero la manifestación más
ce de las familias medias hasta después de 1920). Menos cansado característica del escapismo colectivo era el club. Los artesanos
era viajar a los lugares de recreo en tranvía. Las líneas que par­ y comerciantes afluían a los clubs de los Rotarios (que comenzaron
tían de Boston y Nueva Y ork conducían a las agitadas familias a funcionar en 1905), los Kiwanis y los Leones; allí, fuera del
a los enormes parques públicos de Revere Beach y Coney Island alcance de los cáusticos comentarios de sus mujeres, se vestían
En otras ciudades más pequeñas, las empresas de transportes como potentados, se identificaban mediante signos secretos y pro­
construyeron también líneas especulativas que llevaban al campo y nunciaban discursos incendiarios ante fascinados auditorios, ac­
terminaban en centros de diversión creando de este m odo un tuando com o si el gran crecimiento de la producción en serie no

222 223
hubiera despojado al individuo de su interés humano. En 1914, En ocasiones, la reacción del obrero americano frente a la ten­
los clubs declaraban 15.600.000 socios. sión social fue racista o imperialista. Su racismo radicaba menos
El deporte organizado se desarrolló a finales del siglo x ix , bá­ en la insistencia de los intelectuales contemporáneos en las virtu­
sicamente también com o expresión de un sentimiento escapista. des «anglosajonas» que en su búsqueda de una víctima propicia­
El béisbol y el fútbol americano se convirtieron en grandes nego­ toria. Prácticamente ninguno de los grupos étnicos identificables
cios cuyo objetivo no era tanto proporcionar la forma física com o escapó a su persecución, p ero los judíos, los negros y los chinos
satisfacer la búsqueda indirecta de emociones. El planteamiento fueron las víctimas habituales de sus prejuicios raciales. A los
de los entrenamientos y de las pruebas era puramente profesio­ negros, por ejemplo, les acusaban de aspirar a ocupar puestos de
nal, y el deporte comercial sirvió para sublimar la agresividad trabajo solicitados p or blancos, de reventar huelgas, y de ser res­
de millones de espectadores. A partir de 1900, la Liga Nacional ponsables del fracaso del populismo. A l igual que sucedió en
y la Liga Americana se disputaban a jugadores y espectadores en otras sociedades, com o la de Irlanda del Norte, los grupos mayo-
lo que fue el primer deporte americano, el béisbol. Los seguido­ ritarios dominantes reprochaban sus propios fracasos a las m ino­
res del béisbol, que estaba circunscrito a los Estados Unidos, se rías, con las que por lo general tenían muchas cosas en común.
extasiaban recurriendo a una grandiosa retórica acerca de las Aunque los esfuerzos desplegados por los reformistas agrarios
«series mundiales». El cambio afectó también al fútbol america­ populistas se estudiarán más adelante, parece oportuno mencio­
n o; dominado inicialmente por las universidades privadas de la nar aquí la opiriión del profesor Richard Hofstadter de que los
Ivy League, Harvard, Yale y Princeton, se extendió rápidamen­ populistas eran anglófobos y antisemitas 6. El sím bolo de Shylock
te a las universidades democráticas del Oeste, com o las de M i­ aparecía por doquier en sus escritos y el banco anglojudío de
chigan y Minnesota, acabando por profesionalizarse. En los pri­ los Rotschild era la encarnación de la maldad para los agriculto­
meros años del siglo x x fueron construidos estadios gigantescos»; res radicales del Oeste y del Sur, irritados ante la persistencia
por aquel entonces un equipo de fútbol americano podía alardear de la política de dinero caro en la comunidad atlántica. Pero en
de unos recursos financieros semejantes a los de una universidad su obra The tolerant populism , publicada en 1963, el profesor
estatal o privada, y el público participaba no sólo en las inciden­ Walter T. K. Nugent niega que los populistas fueran los precur­
cias del juego, sino también en las lesiones, con frecuencia gra­ sores de los fascistas americanos del siglo x x, manteniendo que
ves, de los jugadores. si los agricultores criticaban a los financieros judíos lo hacían
Pero por muy escapista que fuese, el deporte no podía estar di­ por ser financieros y no p o r ser judíos.
vorciado de la vida, ni siquiera de la política. Durante la tempo­ Tanto en las zonas rurales com o en las urbanas, los blancos
rada de 1903 murieron en acción cuarenta y cuatro jugadores de pobres descontentos propendían a atribuir todos sus males a los
fútbol americano; dos años más tarde, el presidente Theodore negros; su resentimiento respondía en parte al nuevo status que
Roosevelt intervino personalmente para lograr la revisión de las los afroamericanos habían adquirido a partir de las décadas de
reglas del juego. Roosevelt se percató de que el interés del ciu­ 1860 y 1870 en el terreno de los derechos civiles y políticos. En
dadano medio estaba centrado en el deporte y de que aquél era una época de corrupción prácticamente universal, el com porta­
un terreno en el que la intervención de un político con éxito po­ miento de los miembros negros de las legislaturas sudistas en el
día mejorar su imagen. Su sucesor, el presidente W illiam H oward período de la «reconstrucción radical» de la posguerra había sido
Taft, inició la tradición, seguida desde entonces, de que el titular relativamente bueno. En estas circunstancias, mediante un arre­
de la Casa Blanca efectuara el primer lanzamiento de la liga pro­ glo conocido como el «com prom iso de 1876», los industriales del
fesional de béisbol. La popularidad del golf, deporte que se ex­ Norte y los conservadores del Sur acordaron apoyarse recíproca­
tendió rápidamente y que atraía a todas las clases sociales, obe­ mente en el Congreso y los negros fueron excluidos del poder.
decía en parte a la búsqueda de aire puro. El boxeo, deporte fa­ Esta actitud planteó a los negros el problema de la táctica a se­
vorito de la clase trabajadora, era una caricatura de la dura lucha guir; muchos de ellos compartían la teoría de su líder Bookei
por la vida. El combate que mayor apasionamiento suscitó antes T. Washington de que había que evitar el radicalismo político y
de la primera guerra mundial se celebró en Reno (Nevada) en dedicarse a las mejoras d e tipo económico. Pero unos pocos es­
1910 entre el negro Jack Johnson y la «última esperanza blan­ taban de acuerdo con la tesis del joven W . E. B. DuBois de que
ca», James J. Jeffries. El triunfador fue Johnson. no debía hacerse concesión alguna. A principios de la década

224 225
o celebrar la fiesta de la Independencia. Por su parte, los mine­
de 1890, la situación ofrecía buenas perspectivas, cuando algu ros irlandeses de la zona oriental del mismo Estado crearon en la
nos populistas agrarios, com o Tom Watson, de Georgia, apelaron década de 1860 la organización clandestina de los M olly Maguires
al voto negro. Pero los conservadores dirigentes políticos demó­ Este nombre derivaba del grupo de rebeldes que se habían en­
cratas agitaron la envidia y el resentimiento de los blancos contra frentado al dominio británico en Irlanda; en el Nuevo M undo
los negros y, sin dejar por ello de recurrir a los habituales méto­ los Mollies intentaron mejorar su situación y sus salarios en las
dos de corrupción, derrotaron a los tolerantes populistas en las minas de carbón asesinando a propietarios y capataces seleccio­
elecciones. Los populistas, sin m otivo alguno, culparon enton­ nados (estos últimos, vestigios de una previa oleada de inmi­
ces de su derrota a los negros y Watson, candidato populista a grantes, eran protestantes británicos). También la población, y
las elecciones presidenciales de 1904, se presentó en 1906 com o no sólo la clase obrera organizada, hacía patentes sus sentimien­
uno de los más destacados explotadores de la negrofobia políti­ tos de protesta mediante revueltas y manifestaciones que recorda­
ca. La opinión pública sobre la «cuestión negra» en el Sur se ma­ ban los levantamientos campesinos. En las décadas de 1880 y
terializó en una oleada de linchamientos de negros y en las leyes
1890 las turbas atacaron los tranvías; la totalidad de la pobla­
que les privaron de sus derechos civiles y que tanto dañaron a ción de las comunidades mineras y siderúrgicas participó en ma­
las esperanzas de reforma social en el campo. Esta respuesta irra­ nifestaciones durante las huelgas salvajes de las décadas de 1890
cional no era del todo espontánea, por cuanto primero la alen­ y 1900, frecuentemente criticadas por los líderes radicales. En
taron los conservadores y luego los amargados populistas. 1894, diez mil parados desfilaron por Washington en una pro­
Puede afirmarse igualmente que los prejuicios raciales en el testa sin éxito inspirada por el populista Jacob S. Coxey. Bandas
movimiento obrero fueron más inducidos que espontáneos. Existen de adolescentes de los barrios bajos se daban cita en las esqui­
pruebas de que, en la década de 1880, entre los estibadores de nas y amenazaban a los paseantes. Se decía que los bandidos del
Nueva Orleans y los mineros de Kentucky reinaba la armonía
Oeste, com o los hermanos James, robaban a los ricos para ayudar
social. Algunos han atribuido la aparición de la discriminación
a los pobres. Este m od o de actuar podía interpretarse com o una
racial en estas zonas y la exclusión de los negros de los sindica­ modalidad inconsciente de protesta, a la espera tan sólo de un
tos a las exigencias espontáneas de los trabajadores blancos del
catalizador para transformarse en conciencia revolucionaria de
Sur, pero existen indicios que permiten suponer que la política
clase. Ello no obstante, algunas de las manifestaciones caracterís­
seguida por los patronos de fomentar las rivalidades entre los
ticas de la generación anterior en Europa — la destrucción de
obreros de esta zona y la actitud conciliadora de la American
la maquinaria, por ejem plo— no estaban presentes en el pano­
Federation of Labor ( a f l ) tenían mucho que ver con la nueva
rama social americano. La reacción más frecuente a la industria­
situación. En cualquier caso lo cierto es que com o resultado de
lización no fue la protesta articulada, sino la retirada a la vida
su exclusión de los sindicatos, los negros se convirtieron en esqui­
privada y el mantenimiento de posturas chovinistas.
roles y en cabezas de turco de todos los males tanto económicos
com o políticos. En la costa occidental, los trabajadores chinos y
japoneses asumieron un papel semejante. La unidad del movimien­
IV . LAS ORGANIZACIONES OBRERAS
to obrero en California obedeció en parte a la general antipatía
que despertaban los orientales.
Pero los críticos del capitalismo industrial no pretendían huir de
La inquietud social se manifestaba también en forma de activi­
los problemas que percibían, sino cambiar la sociedad. El filán­
dades no organizadas, lo que no significaba que se tratara de
tropo británico Robert O w en viajó a América en 1824 y en New
comportamientos escapistas en la medida en que a menudo per­
Harmony (Indiana) creó una comunidad m odelo. Tres años más tar­
seguían objetivos muy concretos. Pero pueden ser calificados, si
de el proyecto había fracasado y entre 1829 y 1834 O w en consagró
no de arcaicos sí, al menos, de preindustriales.
sus esfuerzos al m ovim iento de la clase obrera británica. Pero en
Los trabajadores no habituados a la rutina industrial reaccio­
América sus seguidores continuaron propagando las ideas comunita­
naban en ocasiones frente a la tensión volviendo a sus costum­
rias y socialistas. Su h ijo Robert Dale O w en colaboró con agita­
bres rurales. En la década de 1830 los obreros siderúrgicos de
dores com o la denostada «prostituta roja» France Wright, en la
Pensilvania eran famosos por su absentismo; desaparecían sin
difusión de un socialism o premarxista que hacía hincapié en
previo aviso durante varios días, para ir de caza, asistir a una boda

227
226
la cooperación para excluir la lucha de clases. La acción política alemán, com o M ilwaukee, centro cervecero que siguió siendo s o
fue desde muy pronto el objetivo de estos portavoces del asalaria cialista hasta la década de 1950. En 1877, el Workingmen’ s Party
do americano, en tiempos de la Jacksonian democracy. Los esfuer­ cambió su nombre por el de Socialist Labor Party, que dos años
zos del W orkingmens’s Party (partido de los trabajadores) de más tarde pretendía contar con diez mil afiliados en veinticinco
Nueva York, fundado en 1829, resultaron baldíos en un período estados. La prosperidad redujo al s l p a la impotencia; a principios
en que los asalariados, com o clase, eran sólo un sector muy pequeño de la década de 1880 sus efectivos ascendían sólo a 1.500.
de la población. Este mismo fracaso, sin embargo, dio lugar a Una rama disidente del s l p se afilió en 1881 a la Internacional
algunos enfoques positivos. George Henry Evans, antiguo dirigente Negra anarquista. Este movimiento, predominantemente alemán,
del partido, sentó un principio que sería seguido más tarde: que recibió nuevos impulsos con la llegada de un virulento exiliado
la clase obrera debía votar en masa a sus amigos políticos en el de Europa, Johann M ost. La filosofía de los anarquistas germano-
seno de los partidos establecidos. Evans dio también muestras de americanos difería de la de los pensadores anarquistas indígenas,
que poseía conocimientos económicos al mantener que a los tra como Benjamín Tucker, cuyas opiniones eran pacifistas y jeffer-
bajadores en paro había que darles gratuitamente tierras en el sonianas. Most había sido encarcelado en Inglaterra por haberse
Oeste. Muchas de las mejoras salariales logradas en años posterio­ congratulado del asesinato de Alejandro II, y sus partidarios se
res fueron consecuencia de la escasez de mano de obra más que de consagraron celosamente a preparar la revolución proletaria v io
la agitación sindical. lenta. Pero el anarquismo en todas sus manifestaciones recibió un
La National Labor Union, creada por el fundidor William Sylvis duro golpe en 1886 al estallar una bomba en Haymarket Square.
en 1866, tenía poco que ver con la Asociación Internacional de en Chicago, que mató a un policía. Albert Parsons, destacado anar­
Trabajadores fundada por Karl Marx en 1864. La n l u hacía hin­ quista de Chicago, fue injustamente colgado en venganza por este
capié en las necesidades de los trabajadores, no en las de la clase episodio, y el número de miembros de la Internacional Negra,
trabajadora, y establecía una distinción, importante para América, que nunca había excedido de 7.000, comenzó a reducirse. Des­
entre «productores», com o los agricultores y los pequeños comer­ pués de la huelga de los metalúrgicos de Homestead (Pensilvania)
ciantes, y «parásitos», com o los intermediarios y los banqueros en 1892, el anarquista ruso Alexander Berkman trató de matar a
Efectivamente, en 1866, com o también ocurriría más tarde, la ma­ Henry Clay Frick, mano derecha del magnate del acero Andrew
yoría de los americanos se habrían considerado a sí mismos produc­ Carnegie. Como si ello no fuera suficiente, el presidente McKinley
tores, pero al mismo tiempo miembros de la clase media más que fue asesinado en 1901 p or un hombre que se declaró anarquista.
de la clase obrera. A pesar de sus contribuciones básicas, la n l u Diez años más tarde se renovaría el interés por el anarquismo pero
fue languideciendo por cuatro razones: esperaba mucho de los no pasó de ser un gesto radical de los intelectuales burgueses.
acuerdos puramente financieros y técnicos, Sylvis falleció en 1869. De todas las instituciones creadas por la propia clase trabaja­
la depresión de 1873 planteó nuevos problemas, y las transforma­ dora en sü intento de influir sobre la sociedad industrial, la más
ciones de la izquierda europea tuvieron repercusiones en América: duradera fue el sindicato. Antes de que adoptaran su forma más
la Primera Internacional de Marx, la socialdemocracia de Lassalle característica, los sindicatos americanos pasaron por diversas vici­
y el anarquismo de Bakunin. situdes. Ya en 1792 los zapateros de Filadelfia se habían organiza­
En 1870, lo que quedaba de la n l u se integró en la Primera do con el propósito de emprender una acción colectiva en demanda
Internacional; en esta nueva etapa participaron activamente al
de salarios aceptables y en 1799 se produjo una huelga contra
gunos alemanes partidarios de Lassalle y un profesor de música
la reducción de los salarios, pero tuvieron que transcurrir muchos
alemán de Nueva York, Friedrich Sorge. El faccionalismo, especial­
años antes de que los sindicatos aprendieran a sobrevivir frente
mente en torno a la cuestión de si debía optarse por tácticas eco­
a la oposición de patronos y tribunales. Los dirigentes de los
nómicas o políticas, debilitó a las secciones americanas de la In­
trabajadores, tanto fuera del movimiento socialista com o dentro
ternacional. Pero en 1876 y 1877 los violentos disturbios entre los
trabajadores de los ferrocarriles y las revelaciones en torno a los de él, estaban divididos entre los que se mostraban partidarios
M olly Maguires impulsaron a la izquierda a unificarse en el Wor- de las tácticas económicas y los que abogaban por las de naturale­
kingmen’s Party o f the United States, que obtuvo buenos resul­ za política. En la etapa anterior a la guerra civil y en la de la
tados en aquellas ciudades donde abundaba la población de origen National Labor Union prevalecieron las tácticas políticas, pero a

228
partir de la década de 1870 comenzaron a aplicarse los métodos de origen judío holandés, pero educado en Londres, ocupó la pre­
económicos. sidencia de la a f l hasta su muerte en 1924. Sus méritos com o
Los Knights o f Labor constituían una organización de transición, dirigente siguen siendo ob jeto de debate, pero lo cierto es que
en cuyo programa figuraba la cooperación, la educación y la per­ durante su mandato el núm ero de miembros de (os sindicatos afi­
suasión política. Pero en la práctica se inclinaba por la acción liados a la a f l superó el m illón en 1901 y llegó i la cifra de 5
económica y las tácticas huelguísticas. Creada a finales de 1869 por millones en 1920.
un grupo de trabajadores textiles de Filadelfia, los Knights pre­ En un primer momento la f a l adoptó una posv ra ambivalente
tendían contar con 700.000 afiliados en 1886. Se trataba de una en materia de acción política. Su creación se ha a inspirado en
organización destinada a los «productores», es decir, a los agricul­ parte en el ejemplo del British Trades Union Jongress, cuyos
tores y a los trabajadores urbanos, excluyéndose de su seno a «pa­ objetivos políticos eran cada vez más patentes, pero en la década
rásitos» tales com o abogados y banqueros. Tal vez el principa] de 1890 se produjo una escisión en el seno de la a f l que determi­
éxito de Terence V . Powderly, gran maestre desde 1879, fuera nó que n o apareciera en las Estados Unidos un partido obrero
el lograr la aprobación de los Knights por el Vaticano. Para prote­ con base sindical. En la década de 1890, los socialistas se estaban
gerse, los Knights fueron una organización secreta hasta 1881, in­ esforzando por hacerse con el control tanto de los Knights com o de
curriendo así en la condena de la Iglesia católica. Pero el beneplá­ la a f l . Daniel DeLeon, dirigente del Socialist Labor Party, in­
cito vaticano a los sindicatos, conseguido en 1887 com o consecuen­ tentó vanamente hacerse con la redacción del Journal, el periódico
cia de las gestiones de Powderly, llegó demasiado tarde para los de los Knights; en la a f l , Thomas J. Morgan, secretario del sin­
Knights si bien animó a otras organizaciones sindicales que trataban dicato de mecánicos, trató por su parte de imponer una moción
de organizar a la masa obrera católica. La decadencia sufrida por los que abogaba por la nacionalización de todos los medios de pro­
Knights obedeció también en gran parte a la oposición de Powder­ ducción y transporte. A l cabo de hábiles maniobras de pasillo,
ly a las huelgas. El 1 de mayo de 1886, 340.000 obreros, en su Gompers y sus partidarios lograron derrotar esta moción en el con­
mayoría miembros de los Knights amenazaron con abandonar e] greso anual de 1894 y, en venganza, los socialistas votaron el cese
v trabajo a menos que se les reconociera una jornada laboral de de Gompers. Cuando G om pers fue reelegido al año siguiente, estaba
ocho horas. Powderly se negó a sancionar el recurso a la huelga resuelto a que sus antiguos camaradas no volvieran a empujar a
y a suministrar fondos para apoyar la acción huelguística. Cuando la a f l por la senda socialista o política.
en 1893 Powderly fue reemplazado com o gran maestre por James La filosofía de la a f l era conservadora, economista, antisocialis­
R. Sovereign, un granjero de Iowa, el número de afiliados se ha­ ta y antipolítica. Gom pers era de la opinión de que la agitación
bía reducido a 75.000, sin perjuicio de que las desavenencias de proletaria era insuficiente para que pudiera surgir un movimiento
este último con los socialistas en la década de 1890 debilitaran revolucionario con conciencia de clase; los obreros se interesaban
aún más al movimiento. m á s bien por la seguridad del empleo y por lograr beneficios in­
El progresivo auge de la American Federation o f Labor disipó las mediatos para su propio oficio. El presidente de la a f l se esforzó
esperanzas que pudieran subsistir sobre la resurrección de los por organizar lo organizable, es decir, una aristocracia integrada
Knights. A lo largo de la década de 1870 se habían creado veinte por los obreros especializados que podían triunfar en una huelga
sindicatos «internacionales», cada uno de los cuales se atribuía Por ser insustituibles y por estar bien dotados de fondos y de
jurisdicción sobre un determinado oficio en los Estados Unidos inteligencia. Pero al propio tiempo Gompers era flexible; uno de
y Canadá. Esta organización, basada en las distintas actividades los m á s importantes sindicatos afiliados a la a f l era el de los
gremiales, contrastaba con la política seguida por los Knights de United M ine Workers o f America, cuyos miembros eran obreros
constituir grupos geográficos conocidos com o Asambleas de Dis­ semicualificados. Com o consecuencia de estas componendas los
trito. En 1881, los nuevos sindicatos se reunieron en un congreso sindicatos de ferroviarios se negaron a afiliarse a la a f l .
en Pittsburgh para crear la Federation o f Organized Trades and Fue precisamente la incapacidad de estos sindicatos de ferrovia-
Labor Unions o f the United States and Cañada. En 1886, bajo rios (Brotherhood o f Locom otive Engineers a partir de 1863,
la dirección de A dolph Strasser y Samuel Gompers, ambos del Brotherhood of Railway Conductors a partir de 1868, Brotherhood
sindicato de cigarreros y antiguos socialistas, fue fundada la Am e­ ° f Firemen a partir de 1873) para organizar a los obreros ferra-
rican Federation o f Labor. Con una única interrupción Gompers, viarios no especializados lo que llevó a la creación, en 1893, de la

230 231
American Railway Union, que un año más tarde contaba con vorable a la ley seca se transformó en un poderoso argumento en fa­
350.000 miembros. Cuando el gobierno del presidente Grover vor del sufragio femenino. C om o es natural, esta actitud les enajenó
Cleveland recurrió a las tropas federales para acabar con la huelga el potencial apoyo de los obreros socialistas alemanes de las fábricas
de la a r u en 1894, las antiguas Brotherhoods cooperaron con las de cerveza, así como el de los bebedores moderados pertenecientes
autoridades y la a f l se mantuvo al margen. Esta prudente actitud a la población trabajadora. La unidad de los radicales estaba con­
de la a f l había de provocar en el futuro la reacción de otras orga­ denada, al tiempo que las mujeres americanas no llegaron muy lejos
nizaciones obreras radicales inspiradas en la a r u , y en particular con su voto una vez que lo hubieron obtenido a escala nacional
la de los Industrial Workers o f the W orld, creada en 1905, y el en 1920 (gracias a la decimonovena enmienda). La imposibilidad
Committee for Industrial Organization, en 1935, que atrajeron de una alianza política radical entre el movimento femenino y los
a la mano de obra no especializada. La actuación de estas dos sindicatos obedecía, en primer lugar, al conservadurismo de las
organizaciones impulsó a la a f l a extender sus actividades y a inte­ sufragistas y, en segundo, a que, por carecer de voto en la mayoría
resarse por la suerte de los trabajadores más pobres. Pero a la de los estados industriales hasta aquella fecha, las mujeres eran
larga la a f l protegía el bienestar de una minoría poderosa y pri­ en todo caso políticamente impotentes.
vilegiada de trabajadores; ignoraba a los diez millones de personas
que, según Robert Hunter, vivían en la miseria.
Una de las razones que explican el conservadurismo de las V. LA REBELION DE LOS POPULISTAS
organizaciones obreras es que no consiguieron establecer una alian­
za política radical con los negros, con las mujeres y con los agri­ Lo que ofrecía mejores perspectivas a los sindicalistas radicales
cultores. En los años inmediatamente anteriores a la guerra civil, era la alianza con los agricultores, a la que estos últimos podían
la clase obrera siempre había estado estrechamente relacionada aportar no ya sólo un enfoque radical sino también una experien­
con los defensores de la emancipación femenina, com o Francés cia política. El movimiento conocido com o The National Grang
W right, con el emancipador de los negros, Abraham Lincoln, y había sido una respuesta tanto política com o social a la industria­
con las reivindicaciones de los agricultores de libre acceso a las lización; en 1875 contaba ya con 850.000 miembros en treinta y
tierras del Oeste. Com o hemos visto, las relaciones entre blancos dos estados, muchos de los cuales pertenecían también a una gran
y negros se deterioraron a partir de la década de 1890. La alianza diversidad de «partidos agrarios» y contribuían a la aprobación
con las mujeres todavía seguía en pie; es más, la primera gran de «leyes agrarias» en las legislaturas estatales. El objetivo típico
huelga en la industria textil tuvo lugar en 1909, cuando miles de de estas leyes era controlar las tarifas ferroviarias, y aun cuando
muchachas judías abandonaron los sweat shops de Nueva York en muchas ocasiones los tribunales las anulaban, prepararon el
Pero las perspectivas de una acción política radical en alianza con terreno a la legislación federal, com o la Interstate Commerce Act
el movimiento feminista eran nulas. En 1871, Victoria W oodhull, de 1887. Los grangers experimentaron también en el terreno coop e­
una de las más destacadas dirigentes del movimiento, defendió rativista; en 1875 funcionaban en Iowa treinta silos en régimen
en público lo que ella misma practicaba, el «am or libre»; atacada de propiedad cooperativa, pero una brutal baja de los precios
por periódicos y predicadores, afirmó que el más famoso predi­ provocada por los capitalistas rivales los llevó a la bancarrota.
cador de América, Henry Ward Beecher, se había acostado con Aunque los movimientos Greenback y Greenback Labor de
Elisabeth Tifton, colega feminista suya. El movimiento feminista 1876-1884 surgieron en el seno de los círculos sindicalistas, sobre
americano, que nunco pudo recuperarse de este escándalo, pasó todo atrajeron a los agricultores. Durante la guerra civil, los bi­
por com pleto al conservadurismo abandonando todo tipo de ideas lletes de banco emitidos p or el gobierno federal (greenbacks) se
radicales, socialistas o de otra índole. La National American Woman convirtieron en el principal medio de pago, por lo que pronto
Suffrage Association, creada en 1890, com o su nombre indica escasearon. El nuevo movimiento reclamaba un control estatal
apenas si perseguía otra cosa que el derecho al voto de las muje­ sobre el sistema monetario para que hubiera una cantidad sufi­
res. Una de las pocas causas que las feministas llegaron a abrazaf ciente de greenbacks y ob tu vo más de un millón de votos en las
fue la prohibición del alcohol, precisamente por su inocuidad; el al­ elecciones parciales de 1878, pero tan sólo 308.000 para su com ­
cohol fue denunciado com o una amenaza contra el hogar y la necesi­ petente candidato presidencial, James B. Weaver, dos años más
dad de reunir los votos requeridos para conseguir una enmienda fa­ tarde. Los greenbackers tenían mucho en com ún con los propie­

232 233
tarios de minas de plata y otros partidarios de la utilización ili­ tema electoral (voto secreto, plebiscito, elección directa de los
mitada de la plata (y no sólo del oro) para la acuñación del dólar: senadores) que redujeran la corrupción de las grandes compañías,
ambos grupos aspiraban a un sistema monetario inflacionista que la propiedad estatal de los ferrocarriles, telégrafos y teléfonos, y
ayudara a los agricultores. Los partidarios de la «plata libre» se la restricción de la inmigración. La filosofía de los populistas atraía
rebelaron contra el «crimen de 1873», una ley promulgada a ins­ tanto a los agricultores com o a los trabajadores de las zonas indus­
tancias de los sectores comerciales e industriales por la que se triales. En 1892 se produjeron violentas huelgas en las acererías
suprimía la acuñación de dólares de plata. En 1889 y 1890 fueron de Carnegie en Homestead (Pensilvania) y en las minas de plata
admitidos en la Unión seis nuevos estados muy dependientes de de Coeur d ’Alene (Ida h o), que parecían augurar que la unidad
la agricultura y de la producción argentífera: Dakota del Norte entre los agricultores y los obreros alcanzarían buenos resultados
y del Sur, W yoming, Montana, Utah e Idaho. El fortalecimiento en las elecciones de aquel año. N o en balde algunos de los puntos
del bloque de la plata en el Congreso en 1890 llevó a la adopción del programa de Omaha parecían tener suficiente atractivo para
de una medida intermedia (Sherman Silver Purchase Act) que per sacar el máximo partido del agitado panorama político. La mone­
mitía al gobierno comprar plata y emitir más billetes de banco tización de la plata beneficiaría tanto a los mineros del Oeste com o
sin por ello acuñar dólares de plata. Pero esta solución, más que a los agricultores del Sur (David H . Waite, gobernador populista
acallar a los agricultores y a los mineros rebeldes, lo que hizo fue de Colorado, fue elegido por los mineros, a cuya huelga de 1894
animarlos a seguir adelante. había contribuido materialmente); la expropiación de los ferroca­
Las «Farmer’s Alliances» acabaron por preparar el camino a los rriles privados atraería a los obreros urbanos radicales no menos
populistas, a quienes acudirían en demanda de apoyo algunos diri­ que a los agricultores oprim idos por las exorbitantes tarifas del
gentes obreros radicales. Las Alliances se diferenciaban de la anti­ transporte; y la ofensiva contra la corrupción beneficiaría a quie­
gua Grange en la importancia que concedían a la acción política. nes aspiraban a la reforma. Incluso las manifestaciones más « p o ­
La Northwestern Alliance fue creada en 1880, y diez años más pulistas», en sentido negativo del populismo, aquellos extremos
tarde contaba con 130.000 miembros sólo en Kansas. La Southern que recogían los prejuicios más extendidos (aquí se utiliza la pa­
Alliance, mucho más poderosa, declaraba tres millones de afiliados labra «populista» en el sentido ruso y americano más que en el
en 1890, en tanto que la C olored Farmers’ Alliance afirmaba dis­ sentido intelectual francés), hallaron un denominador común entre
poner de un millón. Todas estas organizaciones se pusieron de los agricultores y los obreros de las fábricas: todos estos grupos
acuerdo sobre unas reivindicaciones básicas en una serie de con­ acogían con satisfacción la petición de que se restringiera la in­
gresos celebrados simultáneamente en San Luis en 1889, con las migración.
que se solidarizaron los Knights of Labor. Las Alliances eran hos­ Weaver obtuvo más d e un millón de votos en 1892, es decir, el
tiles al proteccionismo aduanero, que favorecía a la industria en 9 por 100 del total. Los obreros no agrícolas sólo votaron masiva­
detrimento de los agricultores, y a los bancos nacionales, y se mente por él en el N oroeste. Los populistas enviaron al Congreso
mostraban partidarias de un impuesto gradual sobre la renta, y de a cinco senadores y a diez representantes, y tres populistas fueron
la propiedad pública de los ferrocarriles y telégrafos. Un programa elegidos gobernadores en Colorado (W aite), Kansas y Dakota del
com o éste debía atraer a trabajadores de muy diversa índole. Norte. Puede afirmarse que 1892 fue el año del esplendor popu­
Los dirigentes de las Alliances se decidieron finalmente por la lista, ya que en 1896 dieron el primer paso hacia el anonimato al
rebelión en gran escala a través de la creación de un tercer par­ aceptar una candidatura conjunta con los demócratas, que habían
tido. Reunidas en Omaha (Nebraska) en 1892, crearon el People’s elegido al radical de Nebraska, William Jenning Bryan, com o can­
Party, cuyos afiliados eran comúnmente conocidos com o populistas. didato a la presidencia. Apasionado orador dotado de gran caris-
James B. Weaver, de Iow a, fue designado nuevamente candidato a ma, Bryan propugnaba la acuñación ilimitada de plata desde 1894.
las elecciones presidencias, al mismo tiempo que los delegados de En la convención de su partido, los populistas optaron por apo­
Omaha adoptaban un programa político que propugnaba la acuña­ yar a Bryan para evitar la ruptura en el seno de los partidarios de
ción ilimitada de la plata por el gobierno federal, la confiscación la acuñación. Aun cuando el programa del Partido Popular lle­
de las tierras en manos de especuladores y propietarios absentistas, vaba consigo otras reivindicaciones, éstas no tuvieron el menor eco
un impuesto gradual sobre la renta, una reducción de la jornada en 1896. Muchos hombres de negocios demócratas se negaron a
laboral y más participación para los sindicatos, reformas en el sis­ apoyar a Bryan, al tiem po que los republicanos gastaban cuatro

234 235
millones de dólares en hacer campaña contra él. Bryan venció en demócratas. Puede incluso afirmarse que para los populistas la de­
el Sur y en el Oeste, pero perdió por 600.000 votos. En las si­ rrota de 1892 fue más grave que la de 1896; el m ovimiento en
guientes elecciones, los populistas presentaron a su propio candi­ favor de un tercer partido adoleció siempre de una debilidad con-
dato, T om W atson, con escaso éxito. génita.
Si el populismo fracasó com o tercer partido, su filosofía resul­ La diversidad regional había sido una fuente permanente de di­
tó profética. Muchas de sus actitudes y tesis políticas sobrevivieron sensiones entre los agricultores. Los aparceros del Sur sentían poco
a la catástrofe de 1896, del mismo m odo que ocurriera con el pro­ interés por la libre acuñación de la plata o por los créditos super­
grama de los cartistas ingleses, que triunfó después de su desapa­ visados por el gobierno federal; sus objetivos económ icos eran
rición. El movimiento de reforma de los progressives hizo suya, menos ambiciosos que los de los grandes agricultores del Oeste.
por ejemplo, la idea del impuesto gradual sobre la renta; otros pun­ Ya hemos mencionado las divergencias raciales y étnicas com o
tos del programa populista, com o los relativos a la planificación y manifestación del escapismo rural. Miles de negros fueron obliga­
la limitación de las cosechas, presagiaban soluciones adoptadas en dos a votar contra sus propios intereses. Víctimas fáciles de su
los años 30; el plan de «subtesorería», en virtud del cual el go­ debilidad en la cuestión racial en el terreno doméstico, los popu­
bierno federal concedería préstamos a los agricultores en favora­ listas fueron incapaces de adoptar una postura firme en la cuestión
bles condiciones garantizados por los productos que el propio go­ de la guerra hispanoamericana de 1898 (Bryan, sumiso, se alistó a
bierno comercializaría, fue utilizado por sucesivas administraciones pesar de sus dudas acerca de la política de McKinley y del colo­
demócratas durante varias décadas; y la reivindicación de que se nialismo). Dado que los populistas fueron incapaces de explotar
restringiera la inmigración fue atendida en 1921. Pero había algo los temas importantes, perdieron terreno en beneficio de los par­
más: los populistas habían dado ejemplo político. Los futuros mo­ tidos principales cuyos dirigentes contaban con mayor experiencia
vimientos agrarios siguieron las huellas del People’s Party. En en la redacción de los programas políticos y en la manipulación de
1912, Arthur C. Tow ley, socialista de Minnesota, creó la Farmers’ las elecciones.
Nonpartisan Political League, con objeto de ofrecer el voto del Fue una desgracia para los populistas que la alianza con los
bloque agrario a cualquier candidato político, demócrata o repu­ obreros fracasara en el momento en que la población urbana cre­
blicano, que defendiera los intereses de los agricultores. La Non­ cía deprisa. Entre 1894 y 1896 hubo en algunos estados coopera­
partisan League alcanzó considerable éxito en Minnesota y Dakota ción entre elementos sindicalistas y socialistas y el People’s Party
del Norte, consiguiendo que varias importantes empresas fueran Así, el A rbeiter Zeitung de Chicago había instado a los socialis­
controladas por los poderes públicos. En 1918 los agricultores se tas a que apoyaran la alianza entre trabajadores y populistas, ope­
animaron nuevamente a crear un tercer partido y en 1924 el Far- ración que también fue respaldada por los radicales más destaca­
mer-Labor Party, junto con los socialistas y la a f l , presentó la dos de Illinois, como Thomas J. Morgan y Henry Demarest Lloyd.
candidatura del senador Robert F. LaFollette, de W isconsin, a Pero los populistas salieron malparados de las elecciones locales,
las elecciones presidenciales. LaFollette venció únicamente en su fracaso que obedecía a diversas razones: los agricultores se o p o ­
Estado, pero el hecho de que siguiera siendo posible la candidatura nían a las nacionalizaciones en gran escala y los socialistas a la
de un tercer partido basada en una alianza entre obreros y campe­
libre acuñación de la plata; la creciente pujanza del socialismo en
sinos contribuyó a que los principales partidos tomaran conciencia
Chicago repelía a los agricultores, que quizás hubieran visto con
de lo que de otro m odo habrían olvidado, los sentimientos de los
agrado una alianza con elementos urbanos más conservadores. Sa­
trabajadores.
muel Gompers, de la a f l , ahondó la brecha al dejar bien sentado
Cualquiera que fuese su valor propagandístico, el People’s Party
que era contrario a un nuevo acuerdo tanto con los socialistas
fracasó en cuanto institución política. La derrota de Bryan en
1896 y la subsiguiente decadencia de los populistas obedecían a como con los agricultores, patronos al fin y al cabo y en deter­
diversas causas: la subida del precio del trigo por encima del dólar minados aspectos enemigos naturales de los asalariados. C om o es
por bushel, debido a las malas cosechas en el extranjero, y el lógico, esta falta de unidad no podía desembocar en una campaña
descubrimiento de oro en Alaska y en Africa del Sur restaron electoral eficaz. Los agricultores miraban hacia el pasado prem-
atractivo a las medidas inflacionistas; otras reformas de los popu­ dustrial en busca tanto de inspiración táctica com o de ideología y,
listas fueron abandonadas com o consecuencia de su fusión con los consecuentemente, su partido fracasó.

236
V I. EL FRACASO SOCIALISTA y el partido perdía respetabilidad. El partido socialista contem po­
rizó efectivamente un cierto número de cuestiones. En su seno se
El fracaso del socialismo en los Estados Unidos fue la manifesta­ debatía constantemente si era o no deseable cooperar con los sin­
ción de una fallo en las organizaciones socialistas. Los socialistas dicatos; los partidarios de esta cooperación estaban divididos a
americanos — cualesquiera que sean las objeciones que puedan su vez entre quienes pretendían ganarse a la a f l y a sus afiliados
hacerse a la palabra «socialism o» en los Estados Unidos— fueron para el socialismo y quienes deseaban un sindicato socialista alter­
en cierta medida unos profetas. A l pronosticar que los bajos sala­ nativo (dual unionism). Tras diez años de polémica en torno a
rios reducirían la demanda y amenazarían al capitalismo, prepara­ estos temas, el partido d io carácter prioritario a la actividad p olí­
ron el camino para la nueva economía de la década de 1930, y al tica y al intento de ganarse los favores de la a f l o, al menos, de
contemplar la constitución de los trusts com o un paso hacia adelan­ no enfrentarse con los sindicalistas. Ello significó la victoria de
te que había de ser acogido con satisfacción, contribuyeron a for­ los moderados sobre la izquierda y el primer golpe asestado a la
mar la nueva ideología «progresista» que acabó por imponerse en identidad socialista. Pero los compromisos n o pararon aquí. En
la política americana tras las elecciones de 1912. 1912 el s p a se congració con el electorado burgués al condenar la
Pero el significado del Socialist Party o f America ( s p a ) reside violencia revolucionaria. V ictor Berger, elegido por los ciudadanos
sobre todo en su fracaso. El s p a , organización carente de cohesión de Milwaukee para el Congreso en 1910, apeló al chauvinismo de
que acogía en su seno a gran variedad de hombres y de ideolo­ la clase'trabajadora al atacar a los inmigrantes chinos y japoneses.
gías, fue creado en 1901 por iniciativa de Morris H illquit, inmi­ Y cuando se trató de la igualdad de los negros y de las restric­
grante perteneciente a la clase media de Riga y afincado en Nueva ciones a la inmigración, la actuación del s p a adquirió un inconfun­
Y ork. Atrajo a populistas desilusionados, a reformistas de la cla­ dible matiz racista.
se media, a inmigrantes alemanes y a americanos nativos tan dis­ Antes de 1910, los partidarios del s p a no eran menos nacionalis­
pares com o aparceros de Oklahoma y abogados de Los Angeles tas que el conjunto de la población americana y desertaron masi­
Su primer candidato presidencial fue Eugene V . Debs, dirigente de vamente de sus filas tan pronto com o la influencia de los «nuevos»
la huelga ferroviaria de 1894. Debs obtuvo 409.000 votos en las inmigrantes aumentó en el seno del movimiento. En 1912, el
elecciones de 1904 y 897.000 en las de 1912, es decir, el 6 por 100 13 por 100 de sus 118.000 miembros pertenecían a grupos que
del total. El número de afiliados al partido se triplicó entre 1908 hablaban idiomas extranjeros; aquel porcentaje pasó al 30 por 100
y 1912, año en que había 56 alcaldes socialistas en los Estados en 1918 y al 53 por 100 en 1919, con la llegada de inmigrantes pro­
Unidos. Cuando A . L. Benson se presentó a las elecciones presi­ cedentes de Rusia y países vecinos. La exclusión de la izquierda
denciales de 1916, el número de votos bajó a 585.000, pero subió en 1912 y 1913 privó al s p a de los 50.000 afiliados que con ma­
de nuevo a 923.000 en 1920, año en que Debs volvió a pre­ yor probabilidad habían abogado por la causa de las razas oprimi­
sentarse desde la cárcel (donde languidecía por oponerse a la das. Pero ni siquiera esta purga satisfizo a sus miembros «nórdi­
participación americana en la primera guerra mundial). En 1932, cos» que, a partir de 1913, se pasaron en gran número al Partido
Norman Thomas consiguió 885.000 votos; a la vista de la depre­ Demócrata del sudista W o o d ro w Wilson. El Partido Demócrata
sión y del aumento de la población estos resultados eran poco agitaba el señuelo de la reforma nacional e internacional, y pul­
satisfactorios. D e hecho, el s p a alcanzó su cénit en 1912, mante­ saba además la misma cuerda racial.
niéndose en las diversas elecciones locales hasta 1918, pero a partir La primera guerra mundial significó la quiebra definitiva del
de la posguerra se inició su declive. anido Socialista. D el m ism o m odo que la gran depresión de
La decadencia de s p a puede atribuirse a una serie de dificul­ 1929 cogería desprevenidos a los socialistas americanos, a pesar
tades. A l igual que los populistas y que los grandes partidos, los que la teoría socialista la podría haber predicho, también les
socialistas estaban obligados a atraer a grupos muy diversos; sorprendió la ruptura de hostilidades en 1914, perfectamente
cuando los demócratas o los republicanos hacían alguna concesión conforme con la doctrina marxista. Se sintieron desconcertados
con el fin de reconciliar a sus distintos partidarios en conflicto ello ^ t e la forma en que la mayor parte de sus correligionarios eu­
se aceptaba com o la cosa más natural, pero cuando un tercer par­ ropeos respaldaban los esfuerzos bélicos nacionalistas de sus res­
tido hacía alguna componenda con el fin de preservar a su hetero­ pectivos países. Una de las alternativas consistía en apoyar el es-
génea población, parecía que cometía una traición a sus principios uerzo bélico nacional al producirse la entrada de América en la

239
guerra en 1917, enfocándola com o un conflicto imperialista que en estas últimas huelgas eran en su inmensa mayoría «nuevos» in­
representaba el estadio final del capitalismo. Pero, por otra parte, migrantes, canadienses franceses, italianos, polacos, griegos y una
parecía inmoral secundar una guerra librada en beneficio de los buena proporción de irlandeses recién llegados. Bajo la aparente
logreros capitalistas. En estas circunstancias, algunos socialistas de disparidad de la masa de afiliados a los iw w — mujeres y niños
izquierda, com o E. W . Walling y Jack London, se inclinaron por trabajadores, negros, «n u evos» inmigrantes, obreros te m p o re r o s-
la guerra; otros, más a la derecha, com o V ictor Berger, se opusie­ había un denominador com ún: por distintas razones no podían
ron a ella. Desde cierto punto de vista resulta comprensible que votar.
Berger, que representaba a los electores germano-americanos de En contra de la opinión de DeLeon, cuyas objeciones dejaron
Milwaúkee, adoptara esta postura; lo que ya es más sorprendente de tener importancia al ser expulsado de los iw w en 1909, los
es que los socialistas americanos opuestos a la intervención no pa­ 'wobblies apelaron tanto a quienes no harían uso de su derecho al
saran a la clandestinidad. A l igual que los universitarios rebeldes voto como a quienes no podían hacerlo. A lo largo de su experien­
de la década de 1960, combatían los prejuicios del sistema político, cia política, los dirigentes de la w f m habían perdido toda espe­
pero, al propio tiempo, creían inocentemente que serían tratados ranza de acabar con la corrupción de las grandes compañías. W il­
con indulgencia por el G obierno y por el poder judicial. Los socia­ liam D. («B ig Bill») H ayw ood, secretario y tesorero de la w f m .
listas fueron presa fácil del Departamento de Justicia y de la O fi­ pidió que se hiciera mayor hincapié en la acción económica, con ­
cina de Inmigración en la vasta campaña que se desencadenó en­ virtiéndose en un importante organizador de los wobblies. H ay­
tre 1917 y 1919 para arrestar y hostigar a los radicales. Las reda­ wood y la w f m proporcionaron también una segunda faceta a la
das y pesquisas que cayeron sobre el movimiento socialista lo ideología de los iw w . D ado que la American Federation o f Labor
sumieron en el abatimiento, del que ni siquiera pudieron sacarlo era partidaria de los sindicatos por oficios, pronto fue calificada
los 900.000 votos obtenidos por Debs com o candidato a la presi sarcasticamente de «Am erican División o f Labor»; los w obblies,
dencia en 1920. Por el contrario, abogaban por el sindicalismo industrial. La ac­
El fracaso del socialismo en los Estados Unidos ha despertado ción económica a través del sindicalismo industrial resumía la
no poca atención porque constituye un rasgo característico de la filosofía del movimiento sindicalista americano autóctono.
historia de este país. El anarcosindicalismo no fracasó sólo en A partir de 1909, com enzó a asociarse a los iw w con la filoso­
América, sino en todas partes, por lo que ha dado lugar a menos fía anarcosindicalista de la violencia que se había desarrollado en
especulaciones históricas. Sin embargo, si algún grupo socialista Para desvincularse de cualquier relación de este tipo, entre
conm ocionó a la recién industrializada nación éste fue el de los y 1913 el s p a expulsó de sus filas a cuantos prestaban oídos
Industrial Workers o f the W orld ( i w o w obblies). El Congreso a ios iww . Esto dio gran notoriedad a los wobblies. Los partida­
constituyente de los iw w se celebró en Chicago en 1905 y a él rios de H aywood y de los iw w se distanciaron luego de la social-
asistieron representantes de la poderosa Western Federation of emocracia y no pocos (Earl Browder, entre otros) se pasaron al
Miners ( w f m ) , Debs y D e León y miembros disidentes de varios comunismo cuando se constituyeron los partidos comunistas ame-
sindicatos, com o William E. Trautmann, que acababa de ser de­ ^canos en 1919. El desarrollo de esta purga produjo en los Estados
puesto com o redactor-jefe del Brauer Zeitung. La w f m les retiro nidos la impresión muy generalizada y netamente americana de
en seguida su respaldo oficial y los i w dedicaron su atención a r“ e socialismo equivalía a violencia, por lo que parecía oportuno
los leñadores y a los trabajadores agrícolas temporeros. Una de las Poner fuera de la ley al socialismo radical. Los diversos estados
causas abrazadas por los w obblies en el Oeste fue la de la libertad P omulgaron contra los sindicatos nuevas leyes penales que refor-
de expresión; allí donde los patronos y las autoridades prohibían rad°n 1 3 federal del período bélico dirigida contra los
los discursos de los dirigentes obreros, los w obblies hacían prácti­ c lc e®' Aplicadas contra un sindicato com o el de los iw w que
camente imposible su ingreso en la cárcel al desafiar la prohibición eda de organización eficaz para defenderse, aquellas disposicio-
local y dejarse detener en crecido número. Comenzando por una Cual'fPa^ar° n eI entusiasmo revolucionario de los trabajadores no
huelga de obreros fabriles en McKees Rocks (Pensilvania) en en fdos y Haywood huyó a la Unión Soviética para evitar ser
1909, los iw w fueron penetrando hacia el Este. Las huelgas de encarcelado nuevamente.
Lawrence (Massachusetts) en 1912 y de Paterson (Nueva Jersey) Cializar°'S ^'Stac^0s Unidos se ha producido un cierto grado de so-
en 1913 alcanzaron gran resonancia. Los obreros que participaron acion y, en cierta medida, las objeciones americanas al socia­

240 2 41
lismo han sido puramente retóricas, pero ello no obsta para que un apreciable salto en la escala económica. Mientras permaneciera
el fracaso de los partidos socialistas, com o tales, haya sido una vivo el recuerdo de las condiciones de vida en Europa — y los
de las características más destacadas de la historia americana. Se ghettos étnicos subsistentes las rememoraban constantemente— di­
han mencionado ya algunas de las razones de este fracaso: el con­ fícilmente podrían poner los americanos en tela de juicio su sis­
servadurismo y el exclusivismo del movimiento sindicalista, la tema económico. D e esto a atribuir la opulencia americana a las
no participación de los negros y el recelo de los agricultores. Algu­ virtudes americanas y caer así, si no en un laissez-faire práctico
nos investigadores han apuntado otros factores más generales. sí al menos en un antisocialismo retórico, no faltaba por supuesto
Selig Perlman, famoso desertor del movimiento socialista ruso, más que un paso.
tras comparar los movimientos obreros en Rusia, Alemania, Gran
Bretaña y en su tierra de adopción, Estados Unidos, llegaba a la
conclusión de que el capitalismo americano era tan excepcional­ VII. LA REFO RM A L IB E R A L : « L A ERA PROG RESISTA»
mente fuerte que podía resistir cualquier amenaza a la propiedad
privada7. Pero tan plausible com o ésta es la opinión más reciente El historiador italiano C roce llamó a los años 1871-1914 en Euro­
de Louis Hartz de que el conservadurismo americano nunca fue lo pa l’etá liberale, la era lib e ra l,2. En América los liberales desem­
suficientemente fuerte com o para provocar una reacción radical8. peñaron también un importante papel en la vida nacional, y por
Se ha descrito el radicalismo com o un fenóm eno extraño que razones muy semejantes. L os estadistas europeos com o Bismarck,
nunca prosperó debido a la desunión étnica y que acabó por de­ Clemenceau, Chamberlain, Sagasta, G iolitti y Kerenski no eran
bilitarse con la asimilación de los inmigrantes. D ebe afirmarse, sin muy diferentes de dirigentes políticos americanos com o Theodore
embargo, que Bryan, Debs y H ayw ood eran americanos de pura Roosevelt y W oodrow W ilson por cuanto adoptaron políticas de
cepa. Por otra parte, el economista Jonh R. Commons ha argu­ reforma social moderada destinadas a atajar la revolución y la reac­
mentado que la presión de la inmigración (ilimitada) pudo acabar ción y a conseguir el respaldo de las nacientes clases medias. Pero
por sumir en la miseria y radicalizar al proletariado americano. al igual que en Rusia la amenaza revolucionaria fue demasiado
O tro de sus puntos de vista es que a la clase obrera americana no fuerte para que pudiera triunfar la reforma liberal, en España
le tentaba la acción revolucionaria porque se hallaba en situación y en los Estados Unidos fue excesivamente débil. En 1919, los
de inferioridad numérica (relación de 1 a 2) respecto de las clases enemigos del socialismo en América se dedicaban a perseguir a
media y alta 9. Pero, ¿p or qué? Com o ya hemos señalado en el ca­ sus partidarios en lugar de luchar por la reforma.
pítulo 3, la amplitud de los recursos humanos y materiales con­ De Progressive Era (era progresista) es com o grandilocuente­
tribuía a hacer de América un país próspero; era precisamente mente han calificado los historiadores americanos al período com ­
la relativa abundancia de recursos lo que le permitía el lujo de prendido entre 1901 y 1917. D e hecho, el movimiento progresista
un «proletariado» bien remunerado, externamente aburguesado y debía mucho a los antecedentes y a la propaganda del siglo xix.
en permanente minoría, dado que la automación estaba al alcan­ Algunos industriales habían tratado ya de mejorar las condiciones
ce de la nación. de vida de sus trabajadores; George Pullman, por ejemplo, cons­
Otra explicación del fracaso del socialismo en los Estados Unidos truyó una ciudad m odelo para las familias de los obreros que fa­
mantiene que la extendida convicción de que cualquier hombre bricaban sus lujosos vagones de ferrocarril. O tro antecedente de
capaz podía llegar a algo en América tenía cierta base objetiva; la reforma, también de carácter privado, lo constituye el m ovi­
lo que impidió el desarrollo de los movimientos de protesta sobre
miento de las organizaciones caritativas, iniciado en Londres en
la base de la lucha de clases fue la posibilidad extraordinariamente
1869, que se extendió rápidamente a los Estados Unidos. En
favorable de un ascenso so cia l10. Puede objetarse a esta teoría que
1892, las Charity Organization Societies establecidas en diversas
un alto grado de movilidad social parece haber sido una caracte­
ciudades americanas contaban ya con cuatro mil voluntarios. Su
rística de todas las sociedades industriales, y no sólo de los Esta­
trabajo consistía en visitar a las familias pobres necesitadas, pres­
dos Unidos; un estudio sobre la movilidad social en Copenhague
entre 1850 y 1950 avala esta o b je ció n 11. Más importancia que la tarles ayuda moral y económ ica e informar a las organizaciones
movilidad social dentro de los Estados Unidos tenía la movilidad acerca de sus necesidades inmediatas. De este modo el principio
geográfica de los inmigrantes, que para tantos europeos significaba de eficacia se extendía de la industria a la caridad.

242 243
En la década de 1890, las Iglesias se unieron al clamor general uno de los ejemplos más conocidos fue la revelación de las in­
exigiendo reformas. El mejor exponente de una filosofía conocida morales prácticas comerciales de la Standard O il Company por la
com o el «Evangelio social» (Social G ospel) fue el congregaciona- periodista Ida M. Tarbell en 1903. En 1900, el impulso liberal
lista Washington Gladden, que advertía que si los cristianos no había alcanzado un auge considerable; únicamente le faltaba co­
tomaban conciencia de sus responsabilidades sociales, su fe dege­ hesión.
neraría en irrelevante superstición, y la sociedad en lucha de El asesinato del presidente McKinley en 1901 a manos de un
clases. Incluso los tribunales, que hasta entonces recelaban del perturbado que se creía anarquista recordó a los americanos el
reformismo agrario o sindical porque la mayoría de los jueces peligro que suponía el radicalismo extremado, al tiempo que llevó
habían tenido una experiencia previa com o abogados de empre­ a la Casa Blanca a un vicepresidente descrito por un político con­
sas, comenzaron a modificar su actitud. En 1908, el abogado Louis servador com o un «m aldito vaquero». El espectacular estilo de di­
D . Brandéis defendió ante el Tribunal Supremo de los Estados rección de Theodore R oosevelt aportó al progresismo la cohesión
Unidos una ley aprobada en O regón para proteger a las muje­ de que carecía hasta entonces. Se considera generalmente que el
res trabajadoras contra la explotación; en la famosa sentencia dic­ florecimiento del progresismo tuvo lugar durante los mandatos
tada en el caso Muller contra Oregón, el Tribunal Supremo aceptó presidenciales de Roosevelt (1901-1909) y de W ilson (1913-1921),
la validez de los argumentos humanitarios aducidos por Brandéis. si bien algunos historiadores limitan la etapa reformista a los años
Los americanos habían sido preparados para la reforma liberal inmediatamente anteriores a la entrada de América en la primera
por una propaganda de diversa índole. La propaganda de los po­ guerra mundial, es decir, de 1913 a 1917. La presidencia de Wil-
pulistas contra la corrupción en el gobierno culminó en la acción liam H ow ard Taft (1909-1913) suele considerarse, aunque no del
a nivel estatal primero, y más tarde, a partir de 1901, a escala todo justamente, com o un intermedio conservador.
nacional. Así, por ejemplo, la decimoséptima enmienda (1913) ¿Cuáles eran los postulados de los progresistas? Sin perjuicio de
estableció, con carácter nacional, la elección directa de los senado­ que el movimiento alcanzara en ocasiones cohesión y reposara so­
res por votación popular. En la década de 1880 a la ofensiva con­ bre una ideología ampliamente compartida de reformas liberales,
tra la corrupción se sumaron, en las áreas urbanas, los reforma­ ello no obstaba para que fuera también un conglomerado de gru­
dores de la clase media llamados mungwumps. Entre tanto, la pos diversos, con puntos de vista divergentes si no contradictorios.
lectura de las obras de los reformistas utópicos había alcanzado Puede ser considerado en primer término com o una respuesta a las
gran difusión; del libro Progress and poverty de Henry George, quejas de los pobres. Entre aquellos que, movidos sobre todo
publicado en 1879, que abogaba por un «impuesto único» sobre por el idealismo, propugnaban un programa de reforma social fi­
la tierra para acabar con la especulación, se vendieron dos millo­ guraban personas pertenecientes a la segunda generación de indus­
nes de ejemplares; la novela de Edward Bellamy, Looking back- triales que habían tomado conciencia de la situación, com o John
ward (1887), y la crítica a la economía americana de Henry Des- D . Rockefeller Jr., junto con sacerdotes, rabinos, dirigentes obre­
marest Lloyd, W ealth against commonwealth (1894), alcanzaron ros, profesores y asistentes sociales con experiencia directa de las
una popularidad semejante. A m bos libros ponían de manifiesto el condiciones de vida en los suburbios. Pero, según Richard Hofs-
carácter despiadado del capitalismo y de la libre empresa. Final­ tadter, entre los dirigentes del progresismo tuvo mayor importan­
mente, un grupo de escritores y periodistas a los que el presidente cia otro grupo de intelectuales burgueses, dedicados a profesiones
Theodore Roosevelt llamó despectivamente los muckrakers («rastri- liberales, que veían amenazado por los nuevos ricos 13 su papel tra­
lladores de estiércol») referencia a la obra de Bunyan de 1684 dicional en cuanto dirigentes políticos y sociales. Aun cuando la
Pilgrims progress consiguió que incluso los ciudadanos más alér­ tesis de Hofstadter no resiste a un análisis cuantitativo, pues un
gicos tomaran conciencia de que la nación tenía planteados graves gran número de progresistas eran advenedizos y muchos de sus
problemas sociales. Las opiniones de los muckrakers, que eran contrincantes pertenecían a familias en decadencia, sí parece enca­
objeto de cuidadosa investigación aunque se presentaban de ma­ jar con la personalidad de algunos de sus principales representan­
nera sensacionalista, llegaban al público a través de las florecien­ tes, com o Theodore Roosevelt, el hombre que de 1907 a 1909 en-
tes revistas de diez centavos, com o M cClure’s, cuya tirada pasó v¡ó a la flota de los Estados Unidos a dar la vuelta al m undo con
de 120.000 ejemplares en 1895 a medio millón en 1907. En estas el único propósito de impresionarlo. Algunos reformistas, incluido
revistas fueron puestos en la picota temas hasta entonces tabú; el propio Roosevelt, encajaban además en el modelo del progre­

244 245
sista «eficiente». Cuando en 1890 desapareció la frontera com o cana. Los distintos grupos se inquietaban por distintas cuestiones
línea continua de asentamiento, algunos americanos comenzaron a Los partidarios de la conservación de la naturaleza temían que el
darse cuenta de que la abundancia ilimitada no había de durar relativo agotamiento de los recursos naturales llevara a la petición
eternamente, por lo que reclamaron una mayor eficacia industria] de su expropiación forzosa; los progresistas conscientes de su con­
y la conservación de los recursos naturales. dición social se oponían n o sólo al poder de los nuevos ricos,
Los diversos grupos de progresistas tratados hasta ahora no se sino también al poder de los nuevos dirigentes políticos de los
excluían entre sí. Un partidario de la conservación de los recur­ estratos inferiores. Tanto los capitalistas com o los obreros trata­
sos naturales podía ser también un defensor de los sindicatos, y ban de explotar en beneficio propio la violencia en la industria;
un director que predicara la eficiencia no tenía por qué encontrar­ las grandes agencias de detectives disponían de espías en la indus­
se desplazado en un comité de asistencia social. La búsqueda de tria que descubrían intrigas revolucionarias en cada rincón y alen­
un común denominador entre ellos nos lleva a traer a colación el taban el m iedo de ambas partes. El éxito alcanzado por la prensa
análisis marxista-leninista y la obra de los historiadores «radicales» sensacionalista (yellow journalism) en la década de 1890 hacía que
americanos, com o Gabriel K olko o William Appleman Williams 14. no pasara inadvertido ni el más leve síntoma de agitación. Final­
Este análisis supone la existencia de una clase dirigente americana. mente, los propios reformistas sociales, a pesar de que en su mayo­
En el siglo xx, naturalmente, esta clase no incluía ya a la aristo­ ría eran pacifistas, explotaban el miedo a la lucha de clases y a
cracia de los plantadores, sino a una alta burguesía urbana y a los la violencia con el fin de ayudar a los pobres. La Commission on
industriales más hábiles. L o que motivaba a la clase dirigente era Industrial Relations, que entre 1912 y 1916 elaboró un detallado
su autoperpetuación; la palabra clave de este espíritu de conser­ programa de reformas sociales, fue creada en respuesta a la publi­
vación era «progresism o», y sus objetivos inmediatos, la libera- cidad alcanzada por la explosión de Los Angeles y otros supuestos
lización de la sociedad americana y el estímulo de la economía a signos de la lucha de clases. Pero estas tácticas provocaron una
través de la conquista imperialista de nuevos mercados mundiales reacción negativa porque se llegó a creer que efectivamente existían
El inconveniente de la teoría marxista-leninista estriba en que los elementos revolucionarios en el movimiento sindical. Esta sospe­
estadios finales del capitalismo no dieron paso a la revolución cha se vio fortalecida p or la revolución rusa de 1917; de aquí
proletaria. Ya se han apuntado algunas razones que explican este que la psicosis de miedo y la ola de persecuciones (Red Scare) de
fenóm eno, pero en esta búsqueda de un elemento unificador en el 1919 fuese la última y lógica manifestación del progresismo, y no
progresismo no está de más recordar que los progresistas solían su rechazo, com o cabía imaginar.
creer — aunque sin fundamento— que la lucha de clases estaba a El análisis de la puesta en práctica de la reforma progresista a
la vuelta de la esquina. nivel nacional pone también de manifiesto que desde un primer
Esta visión catastrofista aparece claramente en la literatura del momento los dirigentes del movimiento estaban decididos a man­
período progresista, por ejemplo, en la novela de Jack London tener controladas a las masas. Su táctica consistía en proponer
T he iron he el, publicada en 1908, y también en muchos otros es­ una serie de reformas apaciguadoras que no iban tan lejos com o
critos de carácter social, desde las historias sensacionalistas de los las adoptadas en la Europa industrial contemporánea, y en asegu­
muckrakers hasta los informes de los investigadores de la univer­ rar en tod o caso el mantenimiento del orden. La primera mani­
sidad de Wisconsin, que se hacían eco de la creciente incidencia festación del progresismo a escala nacional fue la reforma militar.
de la violencia en la industria. La preocupación por la lucha de El desempleo y los desórdenes de 1894 impulsaron la adopción
clases tenía el mismo origen que el propio movimiento progresista, P°r el ejército regular de tácticas de lucha callejera más perfeccio­
y el desarrollo de los acontecimientos explica por qué ganaban nadas. El presidente G rover Cleveland autorizó la construcción
terreno las tesis catastrofistas. Los violentos enfrentamientos entre de más acorazados, en parte con objeto de aliviar el paro y en
obreros y esquiroles en Homestead (Pensilvania) en 1892 y en Parte para mantener el orden a escala mundial. Elihu R oot, secre­
Cripple Creek (Colorado) en 1903 y 1904, la voladura del edificio tario de Guerra en el gobierno del presidente McKinley (y secreta­
del Times de Los Angeles por un grupo de sindicalistas conser­ rio de Estado en el de Roosevelt) intentó nacionalizar las milicias
vadores en 1910 y los extensos debates en el seno del Partido estatales, a la vista de su pobre actuación en la guerra contra
Socialista en torno a la violencia en 1912 no contribuyeron en '-^paña. Su propósito de implantar un mando más eficiente era
m odo alguno a tranquilizar a los espectadores de la escena ameri­ épicamente progresista. El Estado Mayor data también de los

246 247
tiempos de R oot. Pero la tradición del soldado ciudadano estaba jungle (1906), contra la industria de conservas cárnicas de Chicago
demasiado arraigada para que prosperaran sus reformas más radi perseguía convertir a sus lectores al socialismo; en lugar de esto
cales. lo que consiguió fue que los consumidores se sintieran asqueados
También el presidente Theodore Roosevelt tropezó con una y pidieran una reforma. Roosevelt y otros progresistas reglamen­
fuerte oposición, en especial por parte del Congreso, cuando re­ taron determinadas actividades, com o las industrias cárnicas, no
currió a los poderes presidenciales con el fin de llevar adelante la sólo para beneficiar a los capitalistas y a los obreros, sino también
reforma. A los senadores conservadores, com o Marcus Hanna, in­ para proteger los intereses del consumidor, que en esos años se
dustrial de O hio, les agradaba que Roosevelt actuara com o gen convirtió en un importante factor político.
darme del mundo, pero no aceptaban que amenazara con enviar William H oward Taft, presidente republicano entre 1909 y
tropas federales para acabar con el lock-out decretado en 1902 por 1913, era conocido por su insensibilidad política y por su conser­
los propietarios de las mimas de carbón de Pensilvania. La autori­ vadurismo, desde los tiempos en que com o juez federal había dic­
dad moral de Roosevelt sobre el Congreso era escasa por haber tado con frecuencia sentencias desfavorables para los trabajadores,
llegado a la presidencia únicamente com o resultado del asesinato lo que no obstó para que él también propugnara una legislación
de McKinley, pero su relección en 1904 m odificó por com pleto el progresista. A pesar de que tenía fama de ser el presidente de los
panorama. A partir de entonces siguió adelante sin trabas con su capitalistas, Taft autorizó el doble de procesos contra los trusts que
proyecto de «juego lim pio» (Square Deal) en el sentido de justicia Roosevelt, su predecesor. La ley Mann-Elkins, de 1910, fortaleció
social para todos, incluidos el capital y el trabajo. Durante su aún más las competencias de la Interstate Commerce Commission.
mandato, determinadas compañías, com o la Standard O il, fueron La decimosexta enmienda, aprobada en 1913, hizo posible un im­
llevadas ante los tribunales por prácticas monopolísticas. La lucha puesto federal sobre la renta. Finalmente, ante la amenaza de un
desencadenada por Roosevelt contra los trusts era anacrónica en la inminente conflicto de clases, creó la Commission on Industrial
medida en que, com o él mismo reconocía, las grandes empresas Relations. La Comisión elaboró un programa de reformas sociales
(big business) no se dejarían desbancar de la economía americana. que mereció poca atención durante la presidencia de W ilson pero
La realidad fue que Roosevelt se limitó básicamente a lanzar una que proporcionó muchas de las ideas del N ew Deal en la década
campaña verbal contra los trusts y contra la faceta más fea del de 1930.
capitalismo. En la práctica estaba dispuesto a permitir que los Así com o una serie de ideas progresistas se materializaron en la
hombres de negocios resolvieran sus propios asuntos; así, la ley década de 1930, así también la legislación promulgada en tiempos
Hepburn de 1906 autorizó a la Interstate Commerce Commission de Wilson plasmó algunas de las reivindicaciones del populismo.
(creada en 1887 pero raramente utilizada hasta 1906) a modificar La ley Underwood, de 1913, por la que se rebajaban los derechos
las tarifas de los ferrocarriles, pero dejó en manos de los empre­ aduaneros sobre el acero y otros productos, dimanaba de los prin­
sarios particulares la iniciativa de fijarlas en primer término. cipios decimonónicos del libre cambio; la ley Clayton, de 1914,
Roosevelt compartía la fe de muchos progresistas en el potencial clarificaba los objetivos de la ley Sherman de 1890, concebida con­
regenerador de la frontera. Siendo' joven había restablecido su tra los trusts y no contra los sindicatos; la ley de créditos agrícolas,
salud en el duro Oeste y en 1898 participó en la guerra de Cuba a del mismo año, proporcionaba créditos a los agricultores en las con­
la cabeza de los «R ough Riders», regimiento de soldados de caba­ diciones que desde hacía tiem po tanto reclamaban. Otras dispo­
llería voluntarios, muchos de los cuales eran vaqueros, cazadores siciones legislativas protegían a los trabajadores al tiempo que
y deportistas. En su calidad de presidente, Roosevelt dio el espal­ contemplaban a un elector de reciente aparición, el consumidor;
darazo oficial a las actividades de los partidarios de conservar la 1® ley La Follette, de 1915, y la ley Adamson, de 1916, impedían
naturaleza al retirar de la venta más de 50 millones de hectáreas la explotación de los maquinistas de las locomotoras y de los ma­
de bosques del Estado que hoy en día constituyen el corazón del rineros, respectivamente, si bien las motivaciones retóricas que las
sistema forestal y de los parques nacionales americanos, poniendo acompañaban hacían hincapié en que los pasajeros estarían más
fin de este m odo a la explotación privada de una parte importante seguros en manos de unos empleados sanos y felices.
del patrimonio nacional. Su preocupación por el bienestar general En 1917, la entrada de los Estados Unidos en la primera guerra
motivó también la promulgación de una ley sobre alimentos y medi­ Mundial produjo la expresión más vigorosa del progresismo. El
camentos en 1906. El ataque de Upton Sinclair, en su novela The Patriotismo em botó la capacidad crítica de los conservadores, flo ­

248 249
reciendo un «nuevo liberalismo» que se manifestó en el creciente tan bien se batió en enero y febrero de 1918 fue el precursor de
intervencionismo federal en la economía. La Junta de Industrias un ejército de dos m illones de soldados no sólo bien entrenados,
de Guerra (W ar Industries Board) consiguió un aumento del 20 sino también respaldados p or los recursos del país más rico del
por 100 en la producción; la Administración de Alimentos (Food mundo. La intervención americana de 1917-1918 aseguró la derrota
Administration) estimuló la producción agrícola; la Junta Nacional de las Potencias Centrales, el nacimiento de una república demo­
del Trabajo de Guerra (National W ar Labor Board) logró mante­ crática en Alemania y el final del equilibrio de poder en un m undo
ner un bajo nivel de huelgas mediante sustanciales concesiones al dominado por Europa.
movimiento obrero, y los ferrocarriles fueron intervenidos por los Los propios americanos se han inclinado a considerar la guerra
poderes públicos. Una interpretación afirma que las empresas ame­ con Alemania y el anterior conflicto con España en 1898 com o un
ricanas acogieron con satisfacción el creciente intervencionismo fe­ momentáneo abandono de los preceptos aislacionistas de G eorge
deral en la economía y que fue precisamente durante la primera Washington (cf. p. 55). Algunos afirman, sin embargo, que a par­
guerra mundial cuando aquéllas consiguieron el apoyo federal a tir de mediados del siglo x ix , en la carrera por convertirse en po­
determinadas prácticas restrictivas, tales com o los acuerdos sobre tencias mundiales sólo participaron indirectamente, en un princi­
precios y mercados ls. Se acepte o no esta interpretación de que el pio, los Estados Unidos y Japón. Walter LaFeber y William A p
elemento dominante del progresismo lo constituían las grandes pleman Williams, historiadores de la «nueva izquierda» que escri­
empresas, no cabe duda de que las medidas patrocinadas por el bieron en la década de 1960, trataron de demostrar que en res­
gobierno durante la guerra contribuyeron a fortalecer el capitalis­ puesta a los problemas planteados por la industrialización y por el
m o al atacar la raíz del descontento social. temor a la escasez tras la colonización de las últimas tierras libres
D e quienes seguían adoptando una actitud radical a pesar de en el continente norteamericano, los Estados Unidos se vieron
las medidas liberales del período bélico se encargaron la ley contra obligados a buscar nuevas fuentes de materias primas y nuevos
el espionaje, de 1917; la ley contra la sedición de 1918, y una mercados en el exterior 16. N o cabe duda de que a diferencia de
ley del mismo año que disponía la deportación de los radicales sus rivales holandeses, franceses y británicos del siglo x v n , los
extranjeros. A l aumentar las huelgas tras el retorno de la paz, «nuevos imperialistas» aspiraban al control indirecto, especialmen­
la maquinaria antirradical de la etapa bélica, que permanecía te financiero, de los territorios extranjeros más que al dom inio te­
intacta, fue puesta nuevamente en movimiento por el secre­ rritorial. En este sentido, la adquisición por los Estados Unidos de
tario de Justicia A . Mitchell Palmer, quien con anterioridad Puerto R ico y de las Filipinas en 1898-1899 puede considerarse
había hecho campaña en favor de una legislación que protegie­ más bien com o un imperialismo «indirecto» o «inform al». La fi­
ra a las mujeres y a los niños trabajadores. Centenares de ra­ nanciación de la primera guerra mundial hizo de los Estados Uni­
dicales fueron interrogados en 1919 durante el «R ed Scare», his­ dos los acreedores del m undo, confirmando así su política de ejer­
térica persecución de socialistas y comunistas. En la actuación de cer un control político indirecto en partes de Europa y en otras
Palmer no había nada de contradictorio; com o liberal que era em­ zonas.
pleaba el doble arma de la mejora y la represión contra lo que a Pero, además, la guerra hispano-americana solamente resulta in­
su juicio constituía una amenaza de revolución proletaria. El y sus explicable si se acepta el m ito de que América era totalmente ais­
correligionarios liberales tuvieron tanto éxito en la prevención de lacionista antes de 1898. 7"ste mito fue creado por determinados
la amenaza socialista que durante la década de 1920 los america­ historiadores que se atenían en exceso a la diplomacia de la guerra
nos se sintieron lo suficientemente seguros com o para olvidarse de y de las crisis. A partir de 1865, los americanos buscaron en el
la reforma. exterior la paz y el orden que les eran tan caros en su país. En
las relaciones con América Latina se aplicaron procedimientos le­
gales para la resolución de los conflictos, en especial en forma de
V III. IM PE R IA LISM O Y PR IM E RA GUERRA MUNDIAL arbitraje, que desempeñaron el mismo papel que en las disputas
sobre cuestiones laborales y derechos de propiedad que se suscita­
A principios de 1918, las fatigadas tropas de las Potencias Centra­ ban en los Estados U nidos. A l propio tiempo, la expansión terri­
les que luchaban en el frente occidental se enfrentaron por primera torial en el interior del continente, que tanta importancia había
vez con tropas americanas. El puñado de soldados americanos que tenido para la joven República, dio paso a la expansión económica

250 2 51
en América Latina y en el Pacífico. El volumen del comercio ex Los acontecimientos posteriores a 1898 pusieron de manifiesto
terior creció de 400 millones de dólares en 1865 a 1.600 millones que determinados grupos e ideologías, que nada tenían que ver
en 1890; en parte precisamente para proteger este comercio, el con la mentalidad comercial, habían cobrado nuevamente fuerza
Congreso autorizó en 1883 la construcción de los primeros cruce­ en la política exterior americana. La guerra de 1898 contra España
ros acorazados, y en 1900 los Estados Unidos se habían convertido fue declarada con el propósito de lograr la independencia cubana
en la tercera potencia naval del mundo. y no con el de ayudar al capitalismo americano; es más, los pro­
La expansión del com ercio exterior recibió el apoyo oficial pios hombres de negocios se opusieron a ella por temor a las pér­
por estimarse indispensable tanto para el lucro privado com o para didas que podría causar la dislocación del com ercio, hasta que la
la prosperidad de la nación y el pleno empleo. Los contemporáneos derrota de la anticuada flota española demostró que por aquel
esperaban que los Estados Unidos resultarían beneficiados si se lado no había nada que temer. Las presiones a favor de la guerra
obligaba a los países de América Latina a adquirir productos ma­ procedían de imperialistas com o Roosevelt, quien insistía en que
nufacturados de su «buen vecino» del Norte, principal cliente de los Estados Unidos tenían el deber de izar la bandera de la civili­
las materias primas procedentes del Sur. Pero lo cierto era que los zación y del progreso dondequiera que hubiera ocasión; procedían
Estados Unidos, hasta finales del siglo x ix , siguieron exportando también de los estrategas navales, preocupados por la defensa del
sobre todo productos semiacabados. Con la excepción de la prime­ país, y de los misioneros protestantes, que deseaban la conversión
ra guerra mundial, las exportaciones americanas nunca sobrepasaron de los musulmanes y los católicos filipinos; la alentaban las enér­
el 10 por 100 del producto nacional bruto. El grueso del comercio gicas exigencias de la nueva prensa sensacionalista y, finalmente,
exterior seguía practicándose con Europa, lo que no impedía que servía de válvula de escape a las tensiones sociales de la década
los empresarios lucharan por abrir nuevos mercados. E n ‘ una época de 1890. La creciente com plejidad de los problemas sociales m oti­
en que por lo general el gobierno estaba dominado por industria­ vó que la victoria de 1898 planteara a los Estados Unidos más pro­
les, cierto número de secretarios de Estado miraron con simpatía blemas que los que resolvía; las relaciones con Cuba fueron turbu­
las necesidades del com ercio exterior; en la tarea de extender la lentas hasta la década de 1970 y los Estados Unidos contrajeron
influencia económica de los Estados Unidos destacaron especial­ con los habitantes de Filipinas unas responsabilidades que no de­
mente William Seward (1861-69), William M . Evarts (1877-81) y seaban. La guerra se había librado por el principio revolucionario
James G . Blaine (1881, 1889-92). de la independencia; de haber dejado a los filipinos a su suerte
Los representantes del comercio y de la industria influían en la habrían sido presa fácil de otro rival imperialista com o Alemania;
política exterior de los responsables del Departamento de Estado. por otra parte, si se concedía a los filipinos la nacionalidad ame­
Bajo la presión de los intereses económicos, se procedió a una ricana, minarían los salarios y los precios continentales. El com ­
nueva definición de la doctrina M onroe: en 1823 era la negación promiso por el que las Filipinas se convertían en un pro­
del derecho de las potencias europeas a extender su dom inio terri­ tectorado privilegiado simbolizaba los dilemas de la política exte­
torial al hemisferio occidental; en 1904, la doctrina se interpretó rior americana en el siglo x x , que debía compaginar prioridades
com o una afirmación del derecho de los Estados Unidos a in­ estratégicas, económicas e ideológicas mutuamente contradictorias.
tervenir en la política de América Latina. Por otra parte, los re­ Los acontecimientos diplomáticos entre 1890 y 1917 confirmaron
que si bien los intereses económ icos seguían siendo poderosos1, no
presentantes del sector comercial pedían especial cuidado en lo
siempre predominaron. Los capitalistas americanos pusieron de ma­
tocante a los medios a emplear para alcanzar los objetivos comer­
nifiesto su poder en 1899, cuando el secretario de Estado John Hay
ciales. El «nuevo imperialismo» comercial era esencialmente anti­
logró que todas las potencias importantes, a excepción de Rusia,
bélico y anticolonial; no debían adquirirse nuevos territorios que
prestaran su asentimiento a la «política de puerta abierta» en
hicieran peligrar la seguridad de los Estados Unidos o supusieran
China. La política de Hay garantizaba iguales oportunidades eco­
un precio excesivo para su economía. Pero lo que los empresarios nómicas a todos los países que comerciaban con China, y su acep­
americanos no podían prever era que en su estrategia se hallaban tación supuso un extraordinario progreso para los Estados Unidos,
las semillas de su propia destrucción por cuanto alimentaba entre que hasta entonces ejercían poca influencia en aquel país. La
sus compatriotas unos sentimientos expansionistas con fines extra- agresiva diplomacia de Roosevelt posibilitó también el acuerdo
comerciales. de 1903 sobre la construcción del canal de Panamá, que significó

252 253
importantes ventajas para los comerciantes americanos, si bien no los Estados Unidos 2.300 millones de dólares, en tanto que las
hay que olvidar que las razones que justificaron la apertura del Potencias Centrales sólo habían recibido préstamos por valor de
canal fueron de índole tanto económica com o estratégica. El ejem­ 27 millones. Los hombres de negocios americanos eran partida­
plo más característico de cóm o el gobierno americano podía ir en rios de la neutralidad com o mejor garantía de unos beneficios
contra de sus propios intereses económicos lo constituye la política continuados, pero de ir a la guerra había que hacerlo del lado
mexicana de W ilson. Tras la revolución mexicana iniciada en de los aliados. Entre las razones a corto plazo de la intervención
1910, W ilson respaldó a Venustiano Carranza, cuyas aspiraciones americana figuraban la negativa alemana de poner fin a la guerra
al poder consideró legítimas. Com o consecuencia de esta política, submarina, que producía gran número de víctimas entre los ame­
los Estados Unidos bombardearon y capturaron el puerto de Vera- ricanos que viajaban por mar, y la revelación del contenido del
cruz en 1914, lo que provocó la reacción mexicana contra W ilson «telegrama de Zim m erm an», en el que se prometía a M éxico, si
proporcionando a Alemania un aliado potencial. La Constitución se ponía del lado de Alemania en caso de ruptura de las hosti­
mexicana de 1917 establecía la nacionalización de las industrias lidades, la cesión de N u evo M éxico, Texas y Arizona. Finalmente,
vitales del país, dos tercios de las cuales eran propiedad de em­ la paz por separado de la Rusia bolchevique en 1917 confirió una
presas americanas que no podían sentirse satisfechas de los re­ respetabilidad democrática a la causa aliada, lo que permitió a los
sultados de la política exterior wilsoniana; de aquí que los republi­ Estados Unidos participar en ella rodeados de una aureola de idea­
canos la rectificaran en la década siguiente. Los intereses econó­ lismo.
micos no dictaron, pues, exclusivamente la política exterior ameri­ Tan pronto como intervinieron, los aliados se dirigieron al pre­
cana entre 1899 y 1917. Sin embargo, pudieron beneficiarse indi­ sidente W ilson con el fin de poner en claro sus objetivos de
rectamente del poder de distracción que una política exterior im­ guerra. Los «catorce pu ntos» de W ilson, enunciados a principios
perialista y racista ejerce sobre las masas potencialmente peligro­ de 1918, prometían a todos los pueblos el derecho a elegir libre­
sas, estrategia política que en los nuevos debates sobre la interpre­ mente la nación a la que querían pertenecer. La justicia interna­
tación del imperialismo se denomina «socialimperialismo». cional sería garantizada p o r una Sociedad de Naciones. El presi­
En 1917, los Estados Unidos entraron en la guerra que asolaba dente, finalmente, era contrario a la imposición de reparaciones
a Europa desde 1914. Con su acción destruyeron el equilibrio a Alemania. Los ideales de W ilson gozaban de gran popularidad
de fuerzas europeo, creando unos problemas estratégicos que to­ en varios países europeos; de aquí que cuando llegó a Francia
davía no han sido resueltos. Pero en aquel momento los diri­ para asistir a las negociaciones de paz en diciembre de 1918, el
gentes de la pujante nación creyeron que su entrada en la guerra pueblo invadió las calles y le dispensó una acogida triunfal.
les proporcionaría un lugar en la mesa de la conferencia de la Conforme a lo dispuesto por la Constitución, el presidente de
paz y la posibilidad de hacer oír su voz en el futuro; pensaban los Estados Unidos puede negociar un tratado con otra poten­
que en cuanto portavoces de la reforma en su país, estaban capa­ cia, pero para que este tratado entre en vigor se requiere el con­
citados para conseguir que el mundo se enmendara. Esta fe en sentimiento de los dos tercios del Senado. En noviembre de 1919
su propia rectitud era en parte una actitud defensiva, ya que es­ y marzo de 1920, el Senado, por un estrecho margen, se negó
taban apareciendo los primeros síntomas de recesión económica a ratificar dos versiones d e l tratado de paz que incluían la cons­
que ponían de relieve la insuficiencia de las reformas progresis­ titución de la Sociedad d e Naciones propuesta por W ilson. En
tas implantadas hasta entonces. una resolución conjunta d e 1921, ambas Cámaras del Congreso
El hecho de que los americanos entraran en la guerra del lado declararon que la guerra co n Alemania había finalizado pero que
de los aliados obedeció en parte a que la mitad de los habitan­ los Estados Unidos se mantendrían fuera de la Sociedad de Na­
tes de los Estados Unidos descendían de antepasados británicos ciones. Una de las razones que explican el fracaso del tratado
o canadienses, mientras que solamente una quinta parte era de es que W ilson ignoró algunos de sus propios ideales en sus ne­
origen germánico o austríaco. Desde el punto de vista estratégico, gociaciones de Versalles: a Alemania se le impusieron repara­
habría sido descabellado desafiar la potencia de la Marina bri­ ciones, Irlanda no alcanzó la plena independencia y catorce mi]
tánica en el Atlántico Norte. El dom inio que los británicos ejer­ soldados americanos permanecieron en Arcángel, Murmansk y Si.
cían en el Atlántico confirió al com ercio americano con Europa beria hasta principios de 1920. Si bien es cierto que W o o d r c r w
un aspecto unilateral; en 1917, los gobiernos aliados debían a Wilson ejercía poco con trol sobre algunos de estos factores, sus

254 255
críticos se percataron de que había pedido a sus compatriotas una 6. Los Estados Unidos entre
serie de sacrificios en nombre de unos principios que resultaron
ser simples promesas. Henry Cabot Lodge, de Massachusetts, en­
las dos guerras, 1919-1941
cabezó en el Senado la oposición al tratado; el hecho de que no
pudiera llegar a un acuerdo con W ilson, tan intransigente com o
él, se debió en parte a rivalidades personales. Los americanos
de origen alemán e irlandés no sentían el menor entusiasmo ante
las condiciones de paz propuestas por W ilson, y su apatía duran­
te las elecciones locales de 1919 y las presidenciales de 1920 des­ Las dos guerras mundiales significaron para los Estados Unidos,
corazonó a los partidarios de la Sociedad de Naciones. Las orga­ como para la mayor parte de los países, rupturas bien definidas.
nizaciones obreras locales, cuyos representantes habían hecho A partir de la primera guerra mundial, la vida política y social
campaña a favor de la Sociedad de Naciones a principios de 1919, estuvo dominada cada vez más por consideraciones económicas
perdieron el interés por ella a medida que la crisis económica y este período se contem pla generalmente com o un ciclo eco­
americana reemplazaba a la crisis europea. Consciente de que se nómico completo. La profunda depresión posbélica fue seguida
estaba deteriorando la base social de su política exterior y de de una fase de prosperidad en la década de 1920. La sociedad
que en el Senado ocurriría otro tanto, W ilson emprendió en sep­ americana de la década de 1920 fue la primera sociedad de con­
tiembre de 1919 una gira propagandística para ganarse a la pobla­ sumo de masas, con todas sus virtudes y defectos, treinta años
ción. Estos esfuerzos quebrantaron la salud del presidente sin antes de que otros países alcanzaran este nivel. D e hecho, la im­
que lograra convencer al Senado. portancia del consumidor no fue manifiestamente mayor en la
El hecho de que W ilson no consiguiera imponer la entrada de economía de aquella década de lo que había sido antes; duran­
los Estados Unidos en la Sociedad de Naciones reflejaba hasta qué te largo tiempo los Estados Unidos habían disfrutado de alimen­
punto sus compatriotas estaban cansados de revueltas, de «libera­ tos baratos y de una mano de obra relativamente escasa, así
lism o» y de campañas internacionales. En las elecciones presidencia­ como de un amplio mercado de consumo. La diferencia estri­
les de 1920 venció el republicano Warren G . Harding, opuesto a baba en que en la década de 1920 los principales productos de
toda reforma, cuyas promesas electorales consistían en la vuelta consumo en América eran los mismos que hoy. Los artículos de
a la «norm alidad». consumo «duros», utilizables durante varios años (por ejem plo, los
aparatos de radio), eran producidos en abundancia y a bajo pre­
cio; la producción en gran escala se basaba en innovaciones tan
fundamentales com o la cadena de montaje. La demanda de un
producto determinado, automóviles por ejem plo, fomentaba la
demanda de productos complementarios, tales com o neumáticos,
residencias secundarias y albergues de carretera. Los niveles de
venta se mantenían mediante la publicidad en los periódicos y
en la radio, algo de por sí nuevo. El cine llevaba a los rincones
®ás alejados del país una imagen estereotipada de la «buena vida».
En aquella época ningún otro país, ni siquiera remotamente, al­
canzó esta situación económ ica y loo europeos miraban a los Es­
tados Unidos con una mezcla de incredulidad, admiración y en­
vidia.
Pero a partir de m ediados de 1929 el país se sumió en un ma­
rasmo económico de una gravedad devastadora. La producción in­
dustrial descendió constantemente a lo largo de cuatro años y las
quiebras y el paro crecieron proporcionalmente. El sistema finan­
ciero se derrumbó y en todas partes los agricultores se arruina­

256 257
ron. En la primavera de 1933 millones de personas dependían poder real de los Estados Unidos no era reconocido; cuando lo
de la caridad y hombres y mujeres morían de hambre en las ca fue, la opinión pública americana optó por no ejercitarlo.
lies de Nueva York. El proceso de recuperación fue lento y pe La preponderancia de los Estados Unidos era aún más eviden­
noso y en m odo alguno se había completado cuando el estallido te en el terreno econ óm ico. La economía americana se había
de otra guerra mundial convirtió nuevamente a América en el desarrollado rápidamente bajo el estímulo de los altos precios de
«arsenal de la democracia». Esa amarga experiencia, tan próxima los productos alimenticios y de las materias primas; la produc­
al descubrimiento de la «eterna prosperidad», provocó un profun­ ción industrial había aumentado en un 37 por 100. A corto plazo,
do cambio en la sociedad americana, modificando en particular el única daño que la guerra causó a la economía fue la virtual
las relaciones entre el gobierno y la economía. En la década de pérdida del comercio con Alemania y Austria, pero esta pérdida
1920 parecía que el Estado y sus aparatos eran en gran medida fue compensada con creces por las importantes compras efectua­
superfluos. El producto nacional bruto crecía a un ritmo tal que das por Francia y, sobre tod o, por Inglaterra durante el conflicto.
se pensaba que el mero funcionamiento de la economía acabaría Como los aliados habían consagrado sus respectivas economías a
por resolver el viejo problema de la pobreza. Los progresistas la producción de armamento no estaban en condiciones de pagar
(cap. 5, v n ) dieron paso a un conservadurismo pagado de sí mis aquellos suministros con exportaciones, adquiriéndolos mediante
mo que se conformaba con ser mero espectador de una escena la venta de valores europeos y americanos y la emisión de em­
en la que las compañías rivales se disputaban el dólar del consu préstitos en los Estados Unidos. Las deudas de guerra con los
midor. Esta fe elemental en la eficacia de la economía no pudo Estados Unidos se cifraban en 1918 en 7.000 millones de dóla­
sobrevivir a la depresión, com o tampoco sobrevivieron los valo­ res, a los que se añadieron 3.300 millones destinados a la recons­
res individualistas, la idea de que los hombres únicamente po trucción europea; aquel año América pasó de ser un país deudor a
dían prosperar en virtud de su esfuerzo personal. El N ew Deal convertirse en el principal acreedor del mundo.
no fue un éxito total, pero significó un profundo cambio históri­ El hecho de que los Estados Unidos se convirtieran en país
co ya que, tras la depresión, no sólo el gobierno federal intervenía acreedor tendría efectos negativos sobre el com ercio y las finan
en prácticamente todos los aspectos de la vida americana — al zas de la posguerra. Era de esperar que el conflicto europeo pro­
dujera una grave dislocación del comercio y que redujera sensi­
igual que había ocurrido con los gobiernos europeos com o conse­
blemente la capacidad económ ica de gran número de países, pero
cuencia directa de la primera guerra mundial— sino que la mayor
sus consecuencias fueron mucho más profundas, de tal forma
parte de la población esperaba que aquél garantizase su nivel
que la recuperación de las debilitadas economías europeas resul­
de vida. Esto fue lo que intentó el gobierno desde entonces; y
tó extraordinariamente difícil. Durante el periodo bélico mu­
a partir de la segunda guerra mundial la política americana se
chos países agrícolas de Europa y de otras partes comenzaron a
convirtió en un forcejeo entre intereses contrapuestos para ob­ instalar industrias, pero una vez terminada la guerra, los nuevos
tener la ayuda federal. «países industriales» optaron por proteger los intereses de sus
industrias nacionales, en lugar de volver a sus tradicionales su­
ministradores aun cuando sus ofertas resultaran más baratas. Es­
I. LA VUELTA AL AISLACION ISM O tas manifestaciones de nacionalismo económ ico cobraron particu­
lar fuerza en Europa oriental. El tratado de Versalles había dis­
A l término de lo que entonces se llamó la «gran guerra», los Es­ puesto la creación de varios países nuevos y recíprocamente hos­
tados Unidos se habían convertido en la primera potencia eco­ tiles dentro del antiguo Im perio austro-húngaro, cuya caracterís­
nómica y de haberse prolongado el conflicto habrían acabado tica distintiva era la «nacionalidad», es decir la «raza». Estas
siendo también la primera potencia militar. Pero com o conse­ circunstancias hacían extraordinariamente difícil la reanudación
cuencia de su fracasado intento de incorporar ciertos principios de las relaciones comerciales tal com o eran antes de la guerra.
liberales, y en particular el derecho de las minorías nacionales, Europa necesitaba capital para salir de la grave situación eco­
al tratado de Versalles, durante la década de 1920 los Estados nómica y la única fuente posible era Estados Unidos. Aun cuando
Unidos dejaron de ejercer influencia alguna sobre los asuntos Gran Bretaña seguía disponiendo de crédito, ya no estaba en
políticos internacionales. D os razones explican esta actitud: el condiciones de efectuar las inversiones que durante los cincuen­

258 259
ta años anteriores a la guerra habían financiado la economía mun­ turaleza de las dificultades económicas con que se enfrentaba el
dial en un momento en el que sus mercados ultramarinos de car­ país. La responsabilidad de los Estados Unidos por su pasividad
bón, algodón y construcciones navales estaban desapareciendo rá­ ante los problemas económ icos de la década de 1920 sólo podría
pidamente. De este m odo recayó sobre los Estados Unidos una mantenerse si se demostrara: a) que los contemporáneos com par­
considerable responsabilidad económica. Pero un importante obs tían nuestra obsesión actual por las cuestiones económicas; b ) que
táculo dificultaba la transferencia de la prosperidad americana a aquellos problemas fueran previsibles en 1919, y c) que, en caso
las agotadas economías europeas. La economía mundial del si de serlo, existiera cierto acuerdo en Europa y América sobre su
glo x ix descansaba sobre el intercambio de productos agrícolas correcta solución.
por productos industriales; de aquí que no pudiera subsistir si el
principal país agrícola se convertía también en el principal país
industrializado. Por añadidura, los Estados Unidos eran europeos II. AM ERICANOS Y EXTRANJEROS
en sus orígenes y, por tanto, también lo eran en los gustos de
sus consumidores, y su clima era templado. En 1918 América Los Estados Unidos no habían logrado eludir su participación en
podía producir bienes industriales y alimentos más baratos que la primera guerra mundial. Pero tan pronto com o concluyó se
los europeos, y más de lo que consumía su población. Práctica­ puso de manifiesto que la mayor parte de la población ameri­
mente no había nada que los Estados Unidos tuvieran que im­ cana deseaba tener el m enor contacto posible con Europa y los
portar, lo que significaba que los americanos acumulaban enor europeos. Vista desde América, la guerra no había sido distinta
mes cantidades de oro, con fatales consecuencias para Europa de las anteriores y la Conferencia de Versalles aparecía com o un
Los países europeos, especialmente Alemania, dependieron cada despliegue poco edificante de política de poder. N o resulta, pues,
vez más de los préstamos americanos a corto plazo, sujetos a sorprendente que el idealista W ood row W ilson fracasara en su
devolución inmediata. Este fue el principal m otivo de las cons­ intento de convencer al Congreso de la necesidad de la participa­
tantes dificultades económicas del mundo en la década de 1920 ción americana en la «Sociedad de Naciones». Simultáneamente
y de la rapidez con que se extendió en la de 1930 la recesión los Estados Unidos reaccionaron con violencia frente a aquellos
de los Estados Unidos a Europa, así com o su gravedad. rasgos de la sociedad americana que se consideraban foráneos.
Si los Estados Unidos tenían en sus manos los resortes de la Esto afectó entre otros a los «nuevos» inmigrantes de las grandes
prosperidad mundial, ¿pueden ser acusados de no haber asumi­ ciudades cuya situación había sido m otivo de prolongadas ten
d o sus responsabilidades económicas? Manifiestamente no. En siones sociales que la guerra no había hecho más que disimular.
primer término porque en 1919 los problemas se hallaban disi­ El fin del conflicto significaba que los agricultores y las familias
mulados por una etapa de prosperidad posbélica basada funda­ acomodadas del Sur y del Este podían verse anegadas por otra
mentalmente en una demanda creciente de materias primas; y en oleada de inmigrantes procedentes de Europa meridional y orien­
segundo lugar porque el problema de las deudas de guerra se tal. Durante la posguerra se hizo aún más evidente que estos
resolvería exigiendo reparaciones a Alemania; Alemania pagaría americanos de origen extranjero albergaban sentimientos de leal­
a Francia y a Inglaterra en divisas y con estas divisas dichos paí­ tad hacia países extranjeros y hacia una Iglesia también extran
ses podrían saldar sus deudas con los Estados Unidos. Ahora jera. Cuando se comparaba a estos inmigrantes con la imagen
sabemos, por supuesto, que la prosperidad de la posguerra fue divulgada por la prensa de un agricultor «nórdico» — y p o r su
motivada por la dislocación de los transportes y no por una de­ puesto protestante— inevitablemente daban la impresión de no
manda real, y también que los alemanes incumplieron sus com­ ser cien por cien americanos. Ya estaba en vigor una legislación
promisos en materia de reparaciones. Pero todo ello no responde Astrictiva en materia de inmigración, pero, al resultar insuficien­
a la interrogante principal. A los Estados Unidos se les puede te, las cuotas impuestas a los nuevos inmigrantes en 1921 se re­
imputar retrospectivamente el desastre de la década de 1920; los dujeron en 1924. Entre 1920 y 1924 la inmigración cayó por
europeos no se ponían de acuerdo sobre la naturaleza de sus debajo de la mitad de la que se había producido entre 1910 y
problemas ni sobre su remedio, si es que existía. N i siquiera el 1914 y a finales de la década alcanzó el índice más bajo regis­
gobierno británico, que era el que mayor experiencia tenía en cues­ trado desde que se elaboraron las primeras estadísticas en la dé­
tiones económicas internacionales, interpretó correctamente la na­ cada de 1820 (véase cap. 4).

260 26 1
Pero este violento nacionalismo era anterior a la reanudación en tanto que a manos del secretario de Justicia llegaban las más
de la inmigración en gran escala. Simplemente se vio fomentado diversas sugerencias acerca de su suerte. Muchos de ellos acabaron
por la guerra y la Revolución rusa y se dirigió entonces sobre siendo deportados.
todo contra los radicales políticos y los militantes sindicalistas. La histeria generalizada alcanzó a los demás «¡extranjeros». En
Estos grupos eran básicamente urbanos, estaban formados en gran Chicago, a donde habían inmigrado muchos neg’ os durante la
parte por inmigrantes y, consecuentemente, «p o co americanos». guerra, se produjeron motines raciales. El Ku Kli- : Klan se puso
Las principales huelgas que tuvieron lugar en 1919 y principios nuevamente en marcha, pero donde mayor acti\ dad desarrolló
de 1920 en las minas de carbón y en la industria siderúrgica, por fue en el M edio Oeste, no en el Sur, siendo s víctimas más
ejemplo, obedecieron a la rápida alza de los precios (16 por 100 frecuentes los judíos y los católicos en lugar de as negros.
en 1919 y 15 por 100 en 1920) o a que esta subida del nivel de El «R ed Scare» (miedo a los rojos) de 1919 fue manifiestamen­
precios debida a la prosperidad de la postguerra hizo pensar a te exagerado. El número total de afiliados a los dos partidos
los huelguistas que tendrían más probabilidades de éxito. En el comunistas apenas llegaba a los 75.000, de los cuales muchos
mes de enero de 1919 se produjo en Seattle una huelga general menos eran activistas, y n o había posibilidad alguna de que se
de cinco días de duración. El alcalde, que había conseguido ter­ produjera un movimiento revolucionario. Pero un importante sec­
minar con la huelga denunciando el radicalismo político de sus tor de la población americana había sucumbido al rumor y a la
dirigentes, recibió una bomba por correo poco tiempo después. histeria, fenóm eno éste que se producía periódicamente. El páni
Otras diecisiete habían sido enviadas a destacados financieros y co cedió a mediados de 1920: el bolchevismo internacional había
antisocialistas. La más grave amenaza contra el orden, o al menos fracasado en su intento de subvertir a Europa y los radicales
así lo pareció, fue la huelga de la policía de Boston en 1919. americanos mantenían una actitud reservada. Pero todavía a fina­
En realidad no existían pruebas de que tuviera motivación p o­ les del año siguiente los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti no
lítica alguna, pero diecinueve agentes fueron cesados por haber­ lograron ser juzgados de m odo imparcial en Massachusetts, y
se afiliado a un sindicato. Esto no era un hecho aislado entre las cuando por fin fueron ejecutados en 1927 el movimiento de pro­
fuerzas del orden de los Estados Unidos, pero pareció inadmisible testa en ios Estados U nidos fue mínimo.
en un clima com o el de entonces. Sin policía se produjeron nu­ La realidad era que la población americana estaba harta de
merosos saqueos e incluso asesinatos. Samuel Gompers solicitó luchas políticas, tanto nacionales com o internacionales. Su resen­
la mediación de! gobernador de Massachusetts, Calvin Coolidge. timiento contra la Sociedad de Naciones y contra la guerra se
La respuesta telegráfica de Coolidge («N adie tiene derecho a ir basaba en su sensación de que en cierto m odo se habían reali­
a la huelga contra la seguridad pública») le valió la fama de ser zado contra su voluntad. Esto se puso claramente de manifiesto
el hombre que acabó con la huelga de la policía y probablemente en las elecciones presidenciales de 1920. Warren Harding, el can­
aseguró su designación com o candidato a la vicepresidencia aun didato republicano, era prácticamente desconocido fuera del Es­
cuando todo lo que hizo fue simplemente enviar un telegrama tado de O h io, donde era senador; pero era el candidato del sec­
A partir de este incidente, cualquier tensión laboral tenía un ma­ tor del big-business dentro de su partido y dado que en la con ­
tiz radical y todas las huelgas, así com o cuanto no encajara en la
vención del partido había conseguido romper el punto muerto,
imagen estereotipada de americano al cien por cien, era presentado
triunfó com o candidato de compromiso. En un discurso pronun­
com o una amenaza a la Constitución. Durante la guerra las clases
ciado en Boston, Harding supo captar con precisión el talante
medias se habían dedicado a la búsqueda de saboteadores alema­
del electorado; lo que Am érica necesitaba no era «heroísm o, sino
nes en los lugares más inverosímiles; se convencían con facili­
curar sus heridas; normalidad y no panaceas». Unicamente la
dad de que sus prejuicios eran patrióticos. Profesores de univer­
sidad y realizadores de cine fueron hostigados, las reuniones de mitad del electorado se tom ó la molestia de acudir a las urnas,
izquierdistas atacadas violentamente y sus locales destruidos. En Pero fue suficiente para dar a Harding una aplastante victoria
nombre de la libertad les fue negada la protección de la ley a los sobre Cox, el candidato de los partidarios de la Sociedad de Na­
«radicales», desde los marxistas revolucionarios hasta los refor­ ciones. Fiel a sus propósitos, fue el presidente más ineficaz de
mistas más moderados. Seis mil sospechosos fueron arrestados los tiempos modernos y dejó que sus conciudadanos se dedicaran
en redadas efectuadas a escala nacional y encarcelados sin juicio. a la tarea — que él creía la más adecuada— de ganar dinero.

262 263
III. LA EXPANSION INDUSTRIAL DE LA DECADA DE 1920
Dearborn. Pero más revolucionaria aún fue su decisión de im
plantar el salario de 5 dólares al día ese mismo año, en una época
D ebido a la tremenda potencia de su economía, los Estados Uni
en que sus competidores pagaban mucho menos. Quince años
dos podían permitirse el lujo de optar por el aislacionismo políti
más tarde las cadenas de producción, los instrumentos eléctricos
co. Durante la década de 1920 la economía experimentó un des
portátiles y las taladradoras y estampadoras automáticas eran co ­
arrollo prácticamente ininterrumpido com o consecuencia de unas
rrientes en la industria americana de bienes de consumo; por en­
inversiones masivas que a su vez se basaban en una fuerte de
tonces la producción de artículos manufacturados era un 70 por
manda de artículos de consumo, «du ros», que duraran muchos
100 más elevada que en 1919 siendo así que empleaba una mano
años, com o automóviles y aparatos eléctricos, y en una expan­
de obra cuyo volumen había permanecido inalterable y cuyas h o­
sión acelerada de los sectores de la construcción y servicios. De
ras de trabajo semanales habían bajado de una media de 53 a 47.
aquellas inversiones una gran parte se dedicaba a la mejora de
Se ha dicho a menudo que el desarrollo del consumo en masa
los procesos de producción. Adam Smith había definido, ciento
en Europa fue más tardío porque la división entre sus clases
cincuenta años antes, los requisitos de la producción en gran
era más acentuada que en la democrática sociedad americana.
escala al afirmar que la división del trabajo viene dada por las
Pero a partir de la segunda guerra mundial, y en menor medida
dimensiones del mercado. Comparado con el de otros países, el
antes, ha quedado demostrado que esta afirmación carece de fun
mercado de artículos de consumo americano siempre había sido
damento; el mercado europeo era más reducido no por razones
grande; pero antes de la década de 1920 no habría sido posible
sociológicas, sino porque los países europeos eran más pobres.
una expansión tan rápida de la demanda de artículos de consu­
Los rasgos más característicos de la prosperidad americana eran
mo «duros», ya que hacía muy poco que existía un verdadero
la fabricación en serie de los vehículos de motor, y en particular
mercado nacional, gracias al sistema ferroviario complementado
el automóvil privado, y la producción y el consumo masivos de
por los camiones. Tras veinte años de prosperidad, especialmente
energía eléctrica. Estas dos innovaciones resultaron esenciales para
en el sector agrícola, la población estaba en situación de comprar
el mantenimiento de un alto grado de inversión y, consecuen­
productos más elaborados y com plejos, y fue precisamente en la
temente, de expansión. Su dominio sobre la economía obedecía
década de 1920 cuando la industria estuvo en condiciones de pro­
a cuatro razones: eran nuevas; su producción, especialmente la
ducir masivamente estos bienes, cuya fabricación implicaba im
de automóviles, daba lugar a un gran número de industrias auxi­
portantes conquistas tecnológicas en diversos campos com o la me­
liares y accesorios, que a su vez creaban inversión y expansión;
talurgia y la electrónica. Muchos de estos avances se lograron du­
el vehículo de motor y la energía eléctrica barata proporciona­
rante el período bélico y fueron aplicados a la producción en
ban al consumidor nuevas oportunidades de gastar su dinero; y,
gran escala de bienes de consumo una vez finalizado el conflicto
finalmente, el desarrollo que alcanzaron m odificó la actitud del
De hecho la inversión fue relativamente menos importante enton­
público hasta el punto de que para muchos la idea de una so­
ces que en el período prebélico, pero favoreció al proceso de
ciedad dominada por la economía resultó más aceptable.
producción. Los trabajadores podían producir más y consecuen­
Estrictamente hablando, ni el automóvil ni la energía eléctrica
temente ganar más, y reducir los precios al consumidor creando
constituían una novedad. Ambas industrias se habían desarrolla­
así importantes aumentos en los ingresos reales. El mejor ejem­
do con anterioridad a la guerra, pero en tanto que en 1919 sólo
plo de estas mejoras, y también el de mayor trascendencia, fue
circulaban 6.750.000 automóviles y seguía existiendo un gran
la cadena de producción, gracias a la cual el producto pasaba
mercado potencial, en 1929 el parque automovilístico casi se
frente a una serie de obreros cada uno de los cuales efectuaba en
había cuadruplicado y se disponía de un vehículo por cada cinco
él una sencilla operación básica. La producción per cápita creció
Personas. P or otra parte, el automóvil americano típico era muy
porque cada hombre disponía de más equipo y también porque
distinto en 1929 del que se fabricaba diez años antes; éste fue
la reiteración de las sencillas operaciones facilitaba su ejecución
el secreto del éxito. El automóvil satisfacía las cambiantes nece­
El más fam oso exponente de la cadena de producción, aunque en
sidades del consumidor y los antiguos modelos eran reemplazados
m odo alguno su creador, fue Henry Ford, quien aplicó a partir
antes de que expirara su vida técnica. A quí radicaba en parte,
de 1914 las ideas sobre «gestión científica» de Frederick W .
Pero sólo en parte, la importancia de la publicidad. La publici­
Taylor a la fabricación de los Ford m odelo T en su planta de
dad experimentó una gran difusión debido a la introducción en

264
265
Estados Unidos de los periódicos «tabloides» y a la radio. Los yoristas especializados mediante acuerdos voluntarios de coopera
programas comerciales hicieron su primera aparición en 1919 ción, lo que explica que las grandes cadenas nunca pudieran
con el fin de estimular las ventas de aparatos de radio; en dicho aumentar su porcentaje d e participación en las ventas al p o r me­
año funcionaban 606 estaciones, todas ellas dependientes de la nor por encima del 25 p o r 100 de su volumen total. E l princi­
publicidad para su financiación. En un primer momento la pu­ pal efecto de los cambios introducidos en las ventas al p o r m e­
blicidad se limitaba a suministrar información al consumidor so­ nor fue su impacto en el estilo y la moda. Antes de la guerra, el
bre nuevos productos («com a más naranjas»), pero a medida diseño evolucionaba muy despacio, pero en la década de 1920
que la economía se expansionaba y la competencia entre los gran­ cualquier fabricante podía presentar simultáneamente un n uevo
des fabricantes crecía, aquélla fue utilizada cada vez más com o modelo de automóvil o de aparato de radio en cada ciudad. La
un dispositivo de diferenciación del mercado; es decir, trataba de mayoría de las industrias productoras de bienes de consumo esta­
persuadir al consumidor de que productos exteriormente simila­ ba controlada por un pequeño número de grandes empresas,
res eran en realidad distintos. Ello reflejaba el problema funda­ como Ford, General M otors y Chrysler, pero dado que las guerras
mental de la producción en serie: la reducción de los precios al de precios entre estas compañías resultaban ruinosas, pues cada
mínimo dependía de la venta de un producto estandardizado en una de ellas estaba en condiciones de llevar a las demás a la
un gran mercado, pero el mantenimiento de esta demanda a largo quiebra, su competencia en un régimen oligopolístico tendía a
plazo dependía de que se mejorara el producto para satisfacer manifestarse más en la calidad que en los precios; de aquí que
los cambiantes gustos del consumidor y crear nuevas necesida­ se insistiera cada vez más en el diseño. La aparición de las ven­
des en él. tas a plazos fue también decisiva para el crecimiento económ ico.
También tuvieron gran importancia los cambios introducidos A corto plazo, por supuesto, sólo contribuían a crear una mayor
en los sistemas de distribución, siempre tendentes a una mayor demanda, pero hacían posible que esta demanda fuera canalizada
especialización de las ventas tanto al por mayor com o al por hacia productos de alto valor. Las fábricas de automóviles, por
menor. La principal novedad de la década de 1920 fue la apari­ ejemplo, utilizaron resueltamente este procedimiento, que a fina­
ción de las cadenas de almacenes (chain store) especializados les de la década representaba alrededor del 60 por 100 d e las
en la venta de productos alimenticios y farmacéuticos; en 1919 ventas totales de vehículos, así com o el 75 por 100 de todas las
estos almacenes vendían únicamente el 4 por 100 del total del ventas de muebles. Las ventas a plazos tuvieron un papel deci­
com ercio al por menor en tanto que a finales de la década de sivo en el consumo de artículos duraderos que hacían la vida
1920 este porcentaje se había elevado al 25 por 100. En 1929, más grata o acrecentaban el prestigio ante los vecinos. Pero la
la cadena más importante, la «A & P » (Atlantic and Pacific Tea gran cantidad de morosos entre los compradores a plazos y bene­
Company) contaba con 15.400 sucursales que vendían el 10 por ficiarios de créditos en la década de 1920 hace sospechar que una
100 de los alimentos. El automóvil permitió a mayor número buena parte de los compradores de los nuevos artículos de con su ­
de personas efectuar sus compras en los centros comerciales de mo no estaba en condiciones de permitírselo.
las ciudades, aunque en los distritos más céntricos de las gran­ El ejemplo de Henry F ord refleja perfectamente el proceso de
des urbes la congestión del tráfico perjudicaba a los grandes conformación del mercado americano de consumo. La intuición
almacenes. Las grandes empresas dedicadas a las ventas por corres­ más importante de Ford fue la existencia de un mercado poten-
pondencia, com o Montgomery W ard y Sears R oebuck, que aten­ cial y la posibilidad de satisfacerlo con un producto único. Se
dían las necesidades del aislado mercado rural, se vieron obliga­ dio cuenta de que el principal mercado era el rural. En aquella
das a abrir sus propios almacenes, de tal forma que en 1929 la época la mayor parte de los automóviles eran utilizados p o r los
mitad de sus ventas se hacían ya directamente y al contado. Una neos para efectuar breves recorridos urbanos y eran inservibles
amplísima gama de productos, desde los cosméticos a los pro­ fuera de las ciudades. F ord fabricó en 1909 un vehículo muy
ductos alimenticios y farmacéuticos, era vendida bajo marcas re­ « « o de ejes, lo que le hacía independiente de las carreteras, y
gistradas, a menudo con el apoyo de una publicidad a escala que, gracias a las piezas de recambio que podían ser compra­
nacional, lo que redundaba también en beneficio del pequeño das en los almacenes de los pueblos o adquiridas por correo, era
minorista, el cual se beneficiaba de aquella prom oción comercial también independiente de la presencia de mecánicos especializados.
Estos minoristas estaban en muchas ocasiones en relación con ma­ A los dos años de su presentación, Ford fabricaba exclusivamente

266 267
el «m odelo T » , del cual se habían vendido 15 millones de ciadas en su mayor parte por los gobiernos estatales. El gobierno
unidades en 1927. Ford se percató de que el automóvil podía federal también participó en esta actividad, presionado por los
reemplazar al caballo y a la carreta siempre que tuviera tantas apli­ sectores interesados, com o los fabricantes de cemento, por ejem ­
caciones com o aquéllos. El Ford «m odelo T » era sólo un articu­ plo. A partir de 1920 los ferrocarriles experimentaron un deseen
lo de consumo los dom ingos; pero entre semana se utilizaba para so en el número de pasajeros y, aun cuando sus ingresos por
el transporte de las cosechas al mercado y realizaba muchas de transporte de mercancías n o disminuyeron, la carretera absorbió
las funciones del moderno tractor. Era, en definitiva, un factor una creciente proporción del transporte de carga en general
de producción. (Uno de los problemas con que tropezaban las compañías ferro­
A principios de la década de 1920 el mercado del automóvil viarias era que sus actividades estaban limitadas por leyes antimo­
había experimentado profundas modificaciones. Las principales nopolistas del siglo xix. E sto las situaba en condiciones de infe­
ciudades estaban unidas por carreteras asfaltadas y rodeadas de rioridad con respecto a las empresas de transporte por carretera,
zonas residenciales suburbanas dependientes del automóvil. El que hasta 1935 carecieron por completo de reglamentación.) El
público exigía ya vehículos más potentes y más cóm odos, que automóvil permitió a millones de personas huir de la congestión
Ford no fabricaba. Y los «m odelos T » que se cambiaban por los de la ciudad. La residencia suburbana, rodeada de jardín y a ser
Chevrolet y Plymouth, más caros, le plantearon problemas adi posible de árboles, pasó a ser otro importante artículo de consu
cionales. D ado que el «m odelo T » de segunda mano era idén­ mo; había que dotarla de energía eléctrica, aparato de radio, as­
tico al nuevo, incluso de color, y que su mantenimiento resulta­ piradora, lavadora y, a finales de la década, nevera, lo que cons­
ba igualmente económ ico gracias a las piezas de recambio, el tituye una muestra adicional de la complementariedad entre la
principal com petidor de Ford era el propio Ford. Su anterior industria del automóvil y la eléctrica.
producción había saturado el mercado. Las fábricas Ford fueron Sobre el automóvil particular se levantó una «nación de n ó­
cerradas en 1927 y dotadas de nuevo equipo para la fabricación madas», a la que prestaba servicio en carretera una serie d e nue­
de un vehículo más evolucionado. Cuando fue presentado el vas industrias que iban de los puestos de venta de bocadillos
«m odelo A » en diciembre de aquel año, los salones de exposi­ de salchichas hasta los billares y los moteles. El Sur de Florida,
ción de Ford fueron materialmente asaltados por la muchedum­ por ejemplo, fue una creación del vehículo de motor; gozaba de
bre, que la policía a duras penas pudo contener; 500.000 personas un clima ideal y, a diferencia de la costa del Oeste, podía alcan­
habían efectuado pagos a cuenta sin haber visto el vehículo ni co­ zarse fácilmente por carretera desde los núcleos de población del
nocer su precio. Pero el automóvil, que por fin podía adquirirse Noroeste. En una carrera frenética que alcanzó su punto álgido
en diversos colores, no alcanzó ni remotamente el éxito de su en 1925, fueron vendidos cerca de 100 km. de costa en el Sudes­
predecesor; la Ford M otor Company dejó de ser rentable. Las te de Florida, con centro en Miami y con una profundidad de
otras dos grandes compañías, General Motors y Chrysler, tenían 6 km., para la construcción de residencias veraniegas. Las dife­
en 1927 mayor experiencia del cambiante mercado, y el público rentes zonas fueron acondicionadas com o lugares de recreo y bau­
seguía identificando el Ford con el transporte básico, lo que por tizadas con nombres sugestivos tales com o «H ollyw ood by Sea»
entonces ya no era suficiente. o «Coral Gables». Las parcelas eran vendidas tan pronto com o
Los efectos de la producción automovilística se extendieron por llegaban al mercado, pero en su mayoría se adquirían para ser
toda la economía. Esta industria absorbía alrededor del 15 por 100 revendidas a la primera ocasión. El país gozaba de prosperidad
de la producción de acero y era, con gran diferencia, el mayor y muchas personas que sólo disponían de medios de fortuna m o­
consumidor de perfiles y laminados, así com o de importantes derados comenzaron a pensar que cualquiera que tuviera unas
cantidades de cristal, plom o, níquel, cuero y textiles (para los dotes y energía suficientes podía enriquecerse rápidamente. N o
interiores). La industria del caucho creció al compás de la in estaban seguros, ni les importaba, de que «H ollyw ood by Sea»
dustria del motor y la demanda americana de esta materia prima existiera o fuera sólo un proyecto, ni tampoco de que su «parce-
se hizo sentir sobre las plantaciones de Malasia y las Indias en la playa» se hallara en realidad bajo las aguas. La propie-
Orientales holandesas. Más importante aún fue el efecto del uso “ *d. que n o había tenido que ser abonada n e c e sa ria m e n te ,
de los vehículos de m otor; su consecuencia más evidente fue la Pasaba de unas manos a otras a un precio cada vez más elevado,
construcción en gran escala de carreteras dotadas de firme, finan lo d o aquel tinglado presentaba unas características p u r a m e n te

268 269
especulativas cuya naturaleza había de repercutir sobre Wall de obra, incluido un creciente número de mujeres, trabajaba en
Street en 1928 y 1929. En el invierno de 1925-1926 se produjo el sector servicios en lugar de trabajar en la industria, b que en
una inflexión de la demanda y cuando un huracan de cuya la actualidad es tendencia generalizada en todos los países des­
amenaza nadie se acordaba— dejo a 50.000 personas sin hogar, arrollados. Dichos servicios — desde las instalaciones «creativas
el auge se vino abajo. Quien había vendido su tierra a 12 dólares hasta la administración y el gobierno— se desarrollaban normal­
por acre a principios de 1925, viendo cóm o era revendido suce­ mente en las ciudades. En los Estados Unidos, lo más caracte­
sivamente hasta alcanzar un precio de 60 dolares, se encontró de rístico fue la expansión de los servicios financieros, porque la
pronto con que los distintos compradores eran insolventes, y la presión que ejercieron sobre los centros comerciales hizo q u e las
tierra volvía a sus manos invendida sin perjuicio de que sobre ciudades crecieran hacia arriba. Esto fue posible gracias a la in­
ella se levantaran casas a medio construir. N o todo el mundo vención de las estructuras de acero y del ascensor, p e io el ras­
abandonó aquella zona, sin embargo, y Miami, que no existía cacielos necesitó además el estímulo de un masivo desarrollo eco-
en 1900 y que en 1920 era una ciudad prácticamente descono­ nomico. Manhattan y el L oop de Chicago adquirieron su perfil
cida, con una población de 30.000 habitantes, contaba ya con característico en la década de 1920; en 1929, 30 ciudades con­
111.000 habitantes en 1930. taban al menos con veinte edificios de más de piez pisos, y los
En la prosperidad de la década de 1920 influyeron, por su especuladores se dedicaron a demoler los inmuebles más pequ e­
puesto, otros factores aparte. La construcción de viviendas par ños para levantar sobre sus solares rascacielos más altos. Nueva
ticulares hasta mediados de la decada y de locales comerciales y York, cuyos rascacielos fueron llamados por un inmigrante «ca­
naves industriales había alcanzado un gran desarrollo en 1928 . tedrales del com ercio», n o era una ciudad tan poco representa­
Los factores que regían el mercado de la vivienda eran distin­ tiva com o lo era en otros aspectos. En la década de 1920 la po­
tos de los que dominaban los restantes sectores de la economía. blación de todas las grandes ciudades creció a mayor ritm o que
Las viviendas se construían a lo largo de ciclos bastante regu­ la poblacion total y las que crecían más lo hacían a mayor velo­
lares de 15 a 20 años de duración, que no se ajustaban al ciclo cidad que las de mayor crecimiento antes de la g u e m . E n el
económ ico; el m otivo principal es que las viviendas perduran transcurso de la década, la población creció un 16 por 1 0 0 ; los
por lo que su demanda puede ser aplazada. En 1910, por ejemplo, habitantes de Nueva Y ork pasaron de 5,6 millones a 6,9 millones;
una persona podía optar entre adquirir una nueva casa o reparar los de Chicago, de 2,7 millones a 3,4, y los de Los Angeles, de
la suya (o dejar que se derrumbara poco a poco). Si compraba 0,6 millones a 1,2. E llo ocurrió a pesar de una tasa de inm igra­
una nueva en 1920, dispondría entonces de dos edificios. Pero el ción mucho mas baja, si bien los negros del Sur com enzaron a
hecho de que comprara o no un nuevo automóvil en 1910 no desplazarse hacia los núcleos urbanos del Norte al interrumpirse
afectaba al número de vehículos en circulación en 1920, ya que la inmigración durante la guerra; tan sólo durante la década de
en esta fecha normalmente aquél estaría inservible. El de la vi­ 1920 se desplazaron unos 600.000. Una corriente de signo con­
vienda es, pues, un mercado especulativo; si las perspectivas son trario, que obedecía a razones similares, se produjo con t i trasla­
buenas, los constructores incrementan su producción hasta que do de la industria textil de Nueva Inglaterra al Sur, don de la
el mercado se satura. La fuerte expansión experimentada por la mano de obra era barata. La década de 1920 fue la época dora-
construcción de viviendas en el período 1918-1925 fue provoca­ a de la gran ciudad (con su centro y sus zonas residenciales
da en parte por una elevada tasa de inmigración, con la que suburbanas) y por primera vez la sociedad americana estimo sorne-
siempre estuvo estrechamente relacionada en Estados Unidos la tida a una cultura urbana, le gustara o no.
política de la vivienda; por un alto índice de constitución de fa­ El gobierno federal tuvo escasa participación directa en la pros­
milias en los núcleos urbanos, efecto secundario a su vez de la peridad de aquellos años; su volumen de gastos era muy bajo
elevada tasa de inmigración de jóvenes adultos ocurrida unos y no hizo intento alguno de fortalecer el empleo o la inversión.
veinte años antes, y por el debilitamiento del ritmo de construc­ ero tampoco había m otivo para ello, y su propia inactividad fa
ción durante la guerra. V°recía a las empresas. Los exponentes auténticos del laissez-fatre,
La construcción de edificios comerciales evolucionó paralela­ C^ec*r totalidad de los hombres de negocios, pensaban que
mente a la expansión general y se mantuvo a un elevado ritmo ellos invertían su dinero d e forma más productiva que ei gob ier
a lo largo de la década. Un porcentaje cada vez mayor de la mano no- Sin el mas leve síntoma de progresismo en ninguna de las

270 271
administraciones de la década de 1920, no resulta sorprendente Gran Bretaña volvió al patrón oro en 1925, Benjamín Strong.
que los presupuestos federales se cerraran con superávit, que la de la Federal Reserve Board (equivalente americano del Banco
presión fiscal fuera débil y que a los hombres de negocios se les Central de Emisión, creado en 1913), llegó a un acuerdo privado
dejara tranquilos. Es cierto que las autoridades estatales y mu­ con Montagu Norman, del Bank o f England, para mantener los
nicipales gastaban a un ritmo sin precedentes, pero sólo en sec tipos de interés de Nueva Y ork por debajo de los de Londres,
tores que estimulaban directamente el crecimiento económico, objetivo que logró con facilidad poniendo así de manifiesto el he­
com o las carreteras, de tal forma que los automóviles les propor­ cho de que los «auténticos» banqueros del Federal Reserve Bank
cionaban una importante fuente de ingresos. tenían más influencia que los representantes del gobierno. El re­
La intervención del Estado en la economía revestía, sin em­ sultado más importante de la política de dinero barato fue que
bargo, la forma de aranceles aduaneros. En 1921 fue promulga­ hizo posible la emisión d e nuevas acciones y la especulación en
da la Em ergency Tariff A ct en respuesta a las protestas de un el mercado inmobiliario. Las condiciones del mercado eran tales
pequeño número de industrias que, com o la química, se habían que, mediante la emisión de acciones, las compañías podían o b te ­
apropiado de patentes alemanas durante la guerra y temían el ner más capital del que necesitaban. Estas emisiones eran finan­
retorno de la competencia alemana. Le siguió inmediatamente la ciadas por los bancos cuya competencia significaba que los exce­
ley Fordney-McCumber, de 1922, que elevo al 33 por 100 la me­ dentes de numerario de las empresas se mantenían en depósitos
dia de los derechos arancelarios sobre una amplia gama de p r o a plazo con interés; de este m odo aquéllas no dependían d e los
ductos manufacturados. Finalmente el presidente fue autorizado a bancos para sus necesidades ordinarias y podían emplear los de
modificar los aranceles con el fin de adecuar los costes de pro­ positos — constituidos con ayuda de los bancos— para adquirir
ducción nacionales y extranjeros. Era ésta una empresa práctica­ valores de otras firmas y especular con ellos. La emisión de nue­
mente imposible, que sólo llevaba a aranceles más proteccionis­ vas acciones no redundaba necesariamente, por supuesto, en una
tas todavía. Se ha mantenido que la ley arancelaria de 1922 fue mayor eficacia. En el sector eléctrico, por ejemplo, fueron utili­
una condición indispensable de la prosperidad americana en la zadas para erigir pirámides de sociedades cuya misión consistía
década de 1920 y un medio de preservar el nivel de vida del en dejar lo más sustancioso de los beneficios en manos de sus
país frente a la barata mano de obra extranjera. Esta afirmación promotores. Pero no cabe duda de que una gran parte de esta
carece de todo fundamento; con excepción de los tejidos de al febril actividad financiera contribuyó a estimular la productivi­
godón, que era una industria en decadencia, no había ningún pro­ dad, hasta que a finales de 1928 perdió el control de la situa­
ducto industrial de importación, ni prácticamente ningún p r o ción, alterándose así el mercado. N o cabe duda, además, de que,
ducto agrícola o mineral, que pudiera ser vendido masivamente comparados con los llamados factores «reales», los factores m o­
en el mercado americano. Los Estados Unidos eran, con diferen­ netarios solamente pudieron influir marginalmente sobre la apa­
cia, los productores de automóviles, energía eléctrica y bienes de rición y el mantenimiento de la prosperidad de la década de 1920,
consumo domésticos más baratos, no existía allí una inflación basada ante todo en el incremento masivo de la productividad
que hiciera subir los costes y facilitar el acceso de los productos mdustrial y en los efectos secundarios de las dos principales in­
extranjeros, y los servicios y las viviendas no podían ser im­ novaciones del momento, el vehículo de motor y la energía eléc­
trica.
portados. A finales de la década, incluso las industrias más re­
cientes, com o la química, podían valerse por sí mismas. D e aquí También tuvo extraordinaria importancia la evidente capacidad
que el arancel no pudo haber «protegido» a la economía ameri­ de la economía americana para superar el ciclo económico. La
cana; su única función fue poner de manifiesto que el gobierno unica interrupción importante en el crecimiento sostenido de la
estaba de parte de los hombres de negocios. economía desde antes de la primera guerra mundial fue una breve
El crecimiento fue estimulado también por una política de recesión de 1920 a 1921, que obedeció a factores totalmente ex­
créditos baratos. Entre 1914 y 1921, la cantidad de dineío en cepcionales. El auge económ ico de la posguerra, que se materia-
circulación se duplicó y entre 1921 y 1929, creció en un 75 por izo en rápidas alzas de los costes y los precios, fue consecuencia
100, mientras los precios permanecían estables. Los tipos de in­ e las constantes compras militares que se prolongaron hasta bien
terés fueron más bajos que antes de la guerra, en parte porque entrado 1919, y del desencadenamiento de la demanda. El crédi-
el gobierno no tenía necesidad de emitir empréstitos. Cuando ° era fácil de conseguir y la demanda de productos americanos

273
procedente de los países europeos seguía siendo elevada. Pero tierra, iba perdiendo valor a lo largo de la década, lo que tampo­
en la primavera de 1920 la situación cambió; la producción des­ co ocurría antes.
cendió y el desempleo creció. Sin embargo, el rasgo característico El problema básico con que se enfrentaban los agricultores con
de esta recesión fue la velocidad con que se contrajeron los pre­ sistía en que resultaba más fácil aumentar la producción que res­
cios y los salarios, lo que redujo rápidamente los costes y per­ tringirla. La mayoría de los productos eran cultivados por un
mitió que al cabo de un año se iniciara nuevamente la expansión. gran número de agricultores, de tal forma que ninguno de ellos
Tan pronto com o se efectuaron unos pocos reajustes en la eco­ podía influir sobre su precio de venta. Frente a la caída de los
nomía, las fuerzas que permitían la expansión a largo plazo co­ precios, el agricultor reaccionaba a menudo produciendo más.
braron de nuevo vigor y el crecimiento se mantuvo com o antes Pero en la década de 1920 el consumo de productos alimenticios
Esta recesión merece ser tenida en cuenta porque en 1929 era básicos, com o el trigo y el maíz, aumentaba muy despacio y
la única que se conservaba fresca en la memoria; las de 1824 y el ritmo de crecimiento de la población había experimentado tam­
1927 no pasaron de ser triviales, siendo la causa de la última e) bién un considerable frenazo en comparación con el período de
cambio de m odelo introducido por la Ford. D ado que en las dé­ la preguerra. La caída de los precios no llevaba aparejadas unas
cadas de 1870 y 1890 se habían producido importantes depre ventas proporcionalmente mayores ni el consumo de productos
siones en América (véase cap. 3, v il) y que la única que había alimenticios básicos crecía con unos ingresos mayores. Es más, a
tenido lugar en los últimos veinte años — muy breve por otra medida que la gente prosperaba consumía menos pan e incluso
parte— había sido motivada por la guerra, resultaba muy difí menos carne.
cil contradecir a los que en número cada vez mayor pensaban que El estallido de la primera guerra mundial contribuyó a exacer­
la expansión de aquella década era un fenóm eno permanente. bar estos problemas. Bajo el estímulo de unos precios elevados
A mayor abundamiento los expertos económicos recordaban que (y garantizados) la superficie cultivada creció rápidamente, p o­
las anteriores depresiones habían ido precedidas de alzas de pre­ niéndose en explotación gran cantidad de tierras marginales.
cios, a medida que las empresas se veían obligadas a pagar can­ El precio de la tierra subió y fueron muchos los agricultores que
tidades crecientemente elevadas por las materias primas y la mano tomaron dinero a préstamo con la garantía de sus tierras para
de obra cada vez más escasas; en la década de 1920, por el con­ adquirir otras nuevas y equipo adicional. En 1920 y 1921 finali­
trario, los precios no subían. (Las consecuencias políticas y soda zaron la garantía y el nivel de precios de la guerra, pero las deu­
les de esta creencia serán estudiadas en la sección IV .) das a plazo fijo contraídas durante el período bélico seguían en
H ubo un importante sector de la población que no se benefició pie y gravitaron sobre muchos agricultores a lo largo de la dé­
de la prosperidad general. Estaba localizado en las zonas depri­ cada; también aumentaron los arrendamientos, ya que al ser
midas de Nueva Inglaterra y de los Apalaches, donde la indus­ ejecutadas las hipotecas algunos granjeros se convirtieron en arren­
tria textil y las minas de carbón atravesaban por graves dificul­ datarios de sus antiguas tierras. A pesar de todo, la superficie
tades. Pero el mayor problema económ ico de la década de 1920 cultivada aumentó, com o se desprende del cuadro 6.1, debido
fue, con diferencia, que la agricultura no participó de la prospe en gran parte a la mecanización, ya que al mismo tiempo que las
ridad industrial, fenóm eno que ya se había producido con ante tierras marginales eran retiradas del cultivo, los tractores reem­
rioridad. En el último cuarto del siglo x ix , la caída de los precios plazaban a los caballos en las nuevas grandes explotaciones del
agrícolas llevó a muchos agricultores al convencimiento de que Medio Oeste, lo que hacía posible que en las tierras hasta enton­
los ferrocarriles, los bancos, el patrón oro y de hecho cuanto tu­ ces dedicadas a forrajes se cultivaran productos para el mercado.
viera alguna relación, por remota que fuera, con el Este no hacían En un primer momento el valor de las exportaciones fue en
más que sustraer al agricultor aquellos ingresos a los que tenía aumento; pero tan pronto com o los países europeos normaliza-
derecho. En la década de 1920, los agricultores eran relativamente r°n sus respectivas producciones, hacia 1920, las exportaciones
más pobres pero entonces no existían víctimas propiciatorias a nunca llegaron a representar más de las dos terceras partes de]
las que poder echar la culpa. Los precios agrícolas estaban ca valor alcanzado durante la guerra o la inmediata posguerra. Tam­
yendo en comparación con los de los productos industriales ad­ poco había posibilidad alguna de que se recuperaran, pues a los
quiridos a cambio, lo que no sucedía a finales del siglo x ix ; y futopeos les resultaba muy difícil hacer frente al pago de sus
el producto de reserva por excelencia de los agricultores, la propia ^Portaciones y además estaban protegiendo a sus propios agri-

274 275

I
cedentes de los estratos más bajos del mundo mercantil convir
mientos, el senador por Nebraska George Norris logró evitar la
tiéndolos en una organización que conquistó el m undo». Y , aun­
venta a Henry Ford de una central eléctrica situada en Muscle
que fuese a regañadientes, se admiraba incluso a A l Capone. El
Shoals, junto al río Tennessee; ésta siguió en manos del gobier­
senador Raskob, presidente del Comité Nacional demócrata, ex­
no federal, convirtiéndose en la base de la famosa Tennessee
plicaba a los lectores de T he Ladies H om e Journal que cualquier
Valley Authority. En todos los conflictos entre los sindicatos y
obrero que invirtiera 15 dólares mensuales en acciones dispon­
los empresarios, el gobierno federal se puso inequívocamente de
dría de 80.000 dólares al cabo de veinte años.
parte de los segundos, alentando por ejemplo el recurso a las tro­
Los socialistas dejaron de desempeñar papel alguno. Su can­
pas estatales en la huelga del carbón de 1922. Los sindicatos se­
didato Eugene Debs obtuvo únicamente 900.000 votos en las
guían siendo víctimas de leyes claramente discriminatorias; los
elecciones presidenciales de 1920, momento en que se hallaba re­
tribunales dictaban mandamientos (injunctions) contra los huel
cluido en la penitenciaría de Atlanta acusado de sedición. El pro­
guistas al tiempo que cerraban los ojos ante la violencia desen
gresismo había perdido fuerza: si en 1912 los cuatro candidatos
cadenada por los matones a sueldo de las grandes compañías
presidenciales se declaraban progresistas, ninguno lo hizo en 1920.
El Tribunal Supremo sancionó la validez de los llamados yellow
Por supuesto, una serie de puntos del programa progresista se
dog contraéis (contratos laborales en virtud de los cuales el tra­
habían convertido en ley, com o el sufragio femenino, la restric­
bajador se comprometía a no afiliarse a ningún sindicato), que
ción de la inmigración y la prohibición; tampoco era incompa­
estuvieron en vigor hasta 1932. En un período de ocho años
tible con los objetivos republicanos el antiguo postulado progre­
Andrew Mellon, «el m ejor secretario del Tesoro desde los tiem­
sista de la igualdad de oportunidades y la eficacia mercantil. En
pos de Alexander H am ilton», devolvió mil quinientos millones
1924, el gobernador de W isconsin, La Follette, candidato pro­
de dólares de impuestos, especialmente a las grandes compañías
gresista, obtuvo 5 millones de votos y triunfó en su Estado, pero
El aumento de los ingresos fiscales se conseguía incrementando los
a pesar de todo la única posibilidad seria de una política «libe­
impuestos indirectos, de tal manera que la presión fiscal favore­
ral» habría sido que los progresistas se hicieran con el partido
cía a los más ricos. En 1929, unos ingresos anuales de un millón
demócrata, lo cual era imposible. Los demócratas estaban profun­
de dólares pagaban tan sólo 300.000 dólares de impuestos, de
damente divididos. En las grandes ciudades aún no se había im­
los que gran parte eran fácilmente evadidos. Aun cuando Mellon
puesto su hegemonía y a su maquinaria urbana se oponía un nú­
era un hombre rico — tuvo que renunciar a 65 consejos de ad­
mero igual de agricultores del Oeste y del Sur, partidarios de la
ministración para poder ser nombrado secretario del Tesoro— el
ley seca, que miraban a los demócratas de los núcleos urbanos
hecho de que gravara ligeramente a los más afortunados era para
com o una colección de católicos, judíos e inmigrantes antiamerica­
él cuestión de principio, n o de interés; gravar la riqueza equi­
nos y amigos del alcohol. Esta confrontación se puso claramente
valía a gravar la inversión. Por otra parte, tampoco veía inconve
de manifiesto en la Convención Demócrata de 1924, donde los
niente político alguno en la riqueza; tanto él com o H oover eran
delegados de las ciudades no lograron imponer una resolución
admirados por haber amasado grandes fortunas. A medida que
condenando al Ku Klux Klan. Desgraciadamente, el intercambio
la década avanzaba, el poder político iba pasando paulatinamente
de insultos que se produjo a continuación se escuchó en todo el
a manos de hombres muy ricos.
país, pues aquélla fue la primera convención radiada en directo.
Aun cuando los tres presidentes republicanos diferían mucho
Coolidge venció fácilmente en las elecciones presidenciales y los
en cuanto a personalidad y capacidad, nada los separaba en cues
republicanos obtuvieron el suficiente número de escaños para
tiones políticas. Com o uno de ellos dijo, «el negocio de América
lograr una mayoría conservadora en el Congreso, perdiendo
son los negocios». El primero, Warren Harding, era prácticamen­
los progresistas su última oportunidad de evitar un gobierno de los
te desconocido fuera de O h io cuando accedió al poder en 1920.
empresarios.
La mejor baza con que contaba era su aspecto físico, que coin ci­
El control ejercido por los organismos (regulatory agencies)
día con el concepto que H ollyw ood tenía de un presidente; su
federales pasó a las compañías privadas, teóricamente supervisa­
mayor defecto, sus amigos y subordinados, incompetentes algunos
das por aquéllos. A partir de aquel momento nada pudo impedir,
de ellos pero al fin y al Cabo viejos amigos de Marión (O hio).
por ejem plo, que los trusts eléctricos dictaran los precios al con­
Resultó que entre ellos los había también corrom pidos; en 1923
sumidor. Afortunadamente, a la vista de los últimos acontecí-
se supo que de la noche a la mañana el secretario del Interior
278
279
Albert Fall, que ganaba 12.000 dólares al año, había empezado a rra mundial dirigió con extraordinario acierto la organización
vivir fastuosamente en su rancho de N uevo M éxico, sobre el que de ayuda a Bélgica y regresó de Versalles donde había asesorado
durante catorce años no había estado en condiciones de pagar en las cuestiones económicas a la delegación americana rodeado
impuestos. Pronto se descubrió que Fall había convencido a la de considerable fama y de gran popularidad. Encarnaba el sueño
Marina para, que entregara el control de sus dos gigantescas re­ americano de éxito de los capaces. Pero desaprovechó la opor­
servas de petróleo de Elk Hills (California) y Teapot Dom e tunidad de ser nombrado candidato republicano al declarar pú­
(W yom ing) a su propio departamento; inmediatamente las re­ blicamente que los demócratas no podían contar con él, abatien­
servas fueron arrendadas a dos compañías petrolíferas, a precios d o así sus triunfos antes de tiempo. De haberse convertido en
bajísimos y sin licitación, y simultáneamente Fall y su familia presidente en 1920 — lo que en cualquier caso habría sido una
recibieron créditos y regalos por valor de casi medio millón de posibilidad remota— su probado genio burocrático y su inter­
dólares. Resultó fácil probar que se trataba de un caso de co­ nacionalismo le habrían convertido ciertamente en uno de los
rrupción; Fall fue encarcelado y los arrendamientos cancelados. grandes presidentes de los tiempos de paz. Pero hubo de espe­
El escándalo de Teapot D om e fue sólo el más famoso de una rar hasta 1928 lo que, co n W all Street en pleno auge, parecía
larga serie: la secretaría de veteranos de guerra permitía que sus el momento ideal; sin embargo, al cabo de un año la economía
amigos redactaran los contratos de construcción de hospitales; la empezó a derrumbarse, y con ella su reputación.
dirección de la Oficina de Propiedades Extranjeras admitía el so­
borno cuando se trataba de acelerar la distribución de las propie­
dades alemanas confiscadas. Aun cuando estos escándalos esta­ V. LA CIUDAD CONTRA EL C A M P O :
llaron únicamente tras su muerte, no caba duda de que Harding C O N FLIC TO ENTRE DOS SISTEMAS DE VALORES
conocía su existencia. Los culpables eran amigos suyos con quie­
nes, a pesar de la ley seca, bebía y jugaba a las cartas durante La crisis agrícola de la década de 1920 puso de manifiesto el con­
noches enteras, y a quienes daba frecuentemente testimonio de flicto entre los valores rurales y urbanos subyacentes en muchos
gran lealtad. Estos escándalos, sin embargo, no tuvieron gran re­ acontecimientos de la época. Aun cuando naturalmente los valo­
percusión pública. En general sólo se censuraba abiertamente la res de un país de las dimensiones de los Estados Unidos no pueden
corrupción de los funcionarios públicos; el hecho de que tam­ ser reducidos a dos simples conjuntos de actitudes, lo cierto es que
bién los admirados hombres de negocios estuvieran corrompidos durante la década de 1920 la radio, la prensa y las películas de
y acabaran convirtiéndose en delincuentes, era algo que no se H ollyw ood divulgaban una imagen de la cultura de la gran ciu­
les echaba mucho en cara. dad que los jóvenes del cam po absorbían com o nunca lo habían
El fallecimiento de Harding en 1923 llevó a la presidencia al hecho antes. La canción d e moda en 1919 ponía el dedo en la
austero y distante Calvin Coolidge. H ijo de un almacenista de llaga: « H o w ’ re you going to keep tbem dowti on the farm, now
Vermont, nacido en una época en que todavía se empleaba el that they’ ve seeti P aree?» («¿C ó m o vais a retenerlos en sus gran­
guardapolvos en el campo, Coolidge en Washington era com o el jas ahora que han visto París?».) La población de las pequeñas
«puritano en Babilonia». Pero no era un necio, ni mucho me ciudades y el campo se opu so a estas influencias fortaleciendo
nos; la antigua tradición de esfuerzo individual que encarnaba su creencia en los antiguos y «sencillos» valores, en D ios, la
era del todo compatible con las exigencias de la expansión eco­ «americanidad», la moralidad y la maldad intrínseca del alcohol,
nómica en un período de prosperidad. El lema electoral de 1924. valores éstos que la ciudad y la juventud rechazaban claramente.
«K eep cool with Coolidge», era sinónimo de pocos cambios y Las cuestiones sexuales eran tratadas con creciente libertad; una
de ningún aumento en los gastos federales, y en particular de opinión generalmente extendida era que la infidelidad ocasional
que no habría apoyo alguno a los agricultores que, al igual que en el matrimonio no acarreaba consecuencias irreparables y que
la industria, tendrían que valerse por sí mismos. la experiencia prematrimonial enriquecía a las muchachas, idea
Herbert H oover (1929-33) fue con mucho el más capaz de que hoy en día no resulta muy chocante. Para los medios de co ­
los tres presidentes republicanos. También de humilde extrac­ municación más pudibundos el acortamiento de la falda, el char-
ción rural, siendo todavía joven amasó una fortuna y adquirió lestón y la ginebra eran testimonio de un gran avance en el li­
renombre internacional com o ingeniero. Durante la primera gue­ bertinaje sexual, y el automóvil cerrado, que se impuso a partir

280 281
con palabras com o «calorías», «vitaminas», «fu nción » y «frustra­
de 1925, constituía una invitación al pecado. Freud era tema habi ción», por lo general sin saber exactamente lo que significaban.
tual de conversación, especialmente sus trabajos acerca de los pe Rechazaban la moral de sus padres y ponían en su lugar la nueva
ligros de la represión sexual, siempre mal interpretados. D e aquí
moral de la ciencia y el racionalismo.
que fuera fácil burlarse de algo definido com o «puritanismo Victo­ Si la América rural n o logró obtener del gobierno el apoyo a
riano». N o resulta sencillo saber si efectivamente el país era cada los precios agrícolas, su otra reivindicación — la prohibición a ni­
vez más inmoral. La prostitución, al parecer, disminuyó, lo que
vel nacional del alcohol— n o podía serle negada. La «prohibición»
podía querer decir que los hombres eran más morales o que las
fue aprobada por ley en 1919 porrue los habitantes de las peque­
mujeres lo eran menos. D e m odo parecido, la mayoría de los ex­
ñas ciudades y del campo se sintieron obligados a salvar la moral
pertos han sido incapaces de valorar el significado del aumento
de las grandes ciudades mediante una ley. Pero la ley sólo pudo
del número de divorcios. Lo más probable es que la población
imponerse sobre el papel; d e aquí que gentes de toda condición
americana no fuera más o menos moral que antes de la guerra
se convirtieran en delincuentes y que se resintiera seriamente el
Lo que hacía que el comportamiento de muchos jóvenes fuera más
respeto de la ley. Como la corrupción en la Administración estaba
notorio era que estaban concentrados en las grandes ciudades y
muy extendida, un importante sector industrial y una considerable
que disponían de más dinero. Probablemente se limitaban a ce­
fuente de ingresos públicos pasó de este m odo a manos de los
lebrar el descubrimiento del sexo en forma algo más pública que
gángsters, de los que n o era de esperar que emplearan el dinero
la generación anterior.
de modo productivo.
Pero el «cinturón de la Biblia» (bible belt), com o se llamaba
Aun cuando la prohibición, tanto a nivel local com o estatal, se
al Sur rural, no pensaba del mismo m odo. En 1925, com o parte
había ido extendiendo antes de la guerra, ahora eran sobre todo
de la creciente reacción del campo, el estado de Tennessee pro­
los grupos feministas y las Iglesias protestantes los que pedían su
mulgó una ley con el propósito de preservar a los escolares de
imposición a escala nacional. El saloon, en cuanto refugio de va­
los ataques contra la Biblia; quedaba especialmente excluida cual-
gos y réprobos, era considerado a menudo com o un mal mayor
quien versión acerca del origen de la humanidad que no fuera
que el propio alcohol. En 1918 entró en vigor la decimoctava en­
la del Génesis. Pero un maestro de Dayton (Tennessee) se puso
mienda a la Constitución por la que se prohibía el consumo, y no
de acuerdo con algunos padres para desafiar la ley y dar lugar a
sólo la venta, de bebidas que contuvieran más del 0,5 por 100 de
una prueba de fuerza. El maestro, John Scopes, fue respaldado
alcohol. En 1919 la ley Volstead hizo posible su imposición por
por la American Civil Liberties Union, que asesoraba Clarence
las autoridades federales. La prohibición gozaba de un gran res­
Darrow, el abogado más famoso de América; la acusación corrió
paldo, mucho mayor que el que los agricultores podían dar. Los
a cargo nada menos que de William Jennings Bryan, candidato
partidos estaban divididos a este respecto y los grupos de presión
demócrata a la presidencia en 1896 y uno de los más destacados
que la propugnaban estaban extraordinariamente bien organizados y
portavoces del fundamentalismo (grupo protestante partidario de
eran muy activos. De aquí que para los congresistas y senadores lo
la interpretación textual de la Biblia)^ En las grandes ciudades
más sencillo fuera apoyarla, aunque nunca pudieron imaginar que
de América, que siguieron sus incidencias minuto a minuto a
entraría en vigor salvo en aquellos lugares donde contaba con el
través de la radio y de los periódicos, el juicio fue visto com o
favor de una gran mayoría de la población. Los grandes estados
la ocasión para rebatir la superstición mediante la razón. Scopes
industriales se opusieron a la aplicación de la disposición mediante
sería sentenciado. Lo que preocupaba a la opinión pública no
enérgicas medidas policiales, pero la amenaza de la ley fue lo su­
era su culpabilidad, que era evidente, sino el hecho de que la ley
ficientemente efectiva com o para sumir la bebida en la clandes­
contra la teoría de la evolución fuera una mala ley. La cuestión
tinidad.
no era el problema de la libertad de enseñanza, ni si el hombre
En las grandes ciudades beber ilegalmente se revistió de em o­
descendía del mono, sino si toda la conducta humana podía ser
ción. Locales de mala reputación se pusieron de moda, siendo fre­
racionalizada y manejada de igual manera que una cadena de mon­
cuentados por primera vez por mujeres jóvenes. También se exten­
taje. Q ue sí podían serlo era una creencia muy extendida que,
dió el uso de la botella de bolsillo, el bip-flask. Las fuentes que
llevada a sus últimas consecuencias, constituía una religión igual
suministraba!! el alcohol ilegal eran muy diversas; entraba de con­
que el cristianismo fundamentalista con el que toda coexisten­
trabando desde los países vecinos o se obtenía a partir del alcohol
cia era imposible. Sus seguidores salpicaban sus conversaciones
283
282
industrial. El alcohol industrial era venenoso y la «ginebra» o el pudo haberse previsto habida cuenta del doble rasero con que pro­
«w hisky» elaborados en base a aquél podían producir la ceguera cedían muchos de los defensores de la prohibición: el congresista
e incluso la muerte; entonces se inventó el cocktail, para disimular de Texas que redactó la decimoctava enmienda fue arrestado al
su mal sabor. Muchas personas empezaron a fabricar vino o cer­ cabo de unas semanas por haber instalado un destilería en su
veza en casa. Las cubas vendidas al público incluían las instruccio­ rancho.
nes sobre su manejo y las sanciones penales en que se incurría en Los contemporáneos no se pusieron de acuerdo sobre el éxito
caso de seguirlas. o el fracaso de la prohibición. Sus enemigos afirmaban que con­
Habida cuenta de que tanto los productores com o los suminis­ tribuyó a aumentar el consum o de alcohol, porque la ilegalidad era
tradores y los consumidores de alcohol estaban violando la ley, un aliciente sin el cual aquél habría disminuido, com o en Gran
no resulta sorprendente que proliferaran los gangsters que lo pro­ Bretaña; sus partidarios mantenían, por el contrario, que sin la
porcionaban. América siempre ha sido tierra de buenos empresa­ prohibición el país se habría inundado de alcohol. La discusión
rios y las oportunidades eran evidentes. Com o los propietarios de se com plicó aún más al ser sustituidas las bebidas alcohólicas por
los speakeasys, bares semiclandestinos, y de las cervecerías y desti­ la cerveza. Cualesquiera fuesen sus repercusiones sobre el consu­
lerías no podían recurrir a la policía y los tribunales, los gangsters mo, la prohibición constituyó un rotundo fracaso en cuanto medi­
tenían expedito el camino para quitarles todo el dinero que que­ da legal para mejorar la moral, ya que si bien resolvió un «prob le­
rían. Las guerras entre bandas en Chicago no fueron más que lu­ ma moral» creó otros aún más graves. Pero a los adversarios del
chas por la supremacía en determinados barrios en los que los alcohol esto último les resultaba indiferente; no cabía compromiso
gangsters tomaban locales bajo su «protección». Los primeros im­ alguno con el principio moral, aun cuando la exclusión del com ­
perios de los gangsters, com o el de A l Capone, sé levantaron so­ promiso imposibilitara el funcionamiento de una sociedad civili­
bre la fabricación de cerveza, pero ésta era una industria muy zada. La prohibición acabó por morir a manos de la depresión,
vulnerable porque requería grandes inversiones en equipo y los que destruyó la confianza en todas las medidas políticas de la
camiones de reparto podían ser atacados con facilidad. Los más década de 1920, fuesen buenas o males, y del aumento del poder
fervientes partidarios de la prohibición eran los destiladores ile­ político de las grandes ciudades. A l Smith, un católico irlandés de
gales y los contrabandistas, pero de ello no se deduce que la pro­ Nueva Y ork que en 1924 ni siquiera había sido designado candi­
hibición fomentara la criminalidad. Durante la década de 1920 la dato demócrata a la presidencia, logró un gran número de votos
delincuencia fue en aumento, en particular los robos, que no tie­ en las elecciones presidenciales de 1928 frente a Herbert H oover.
nen relación directa con la prohibición. Cuando la prohibición ter­ En 1933 ganaron las grandes ciudades y se levantó la prohibición
minó en 1933, los actos de violencia se trasladaron al ámbito de del alcohol.
los sindicatos, la prostitución y las drogas. Se produjo también una Es significativo que el gran héroe popular de la década de 1920
oleada de atracos de bancos a mano armada, lo que permite pen­ no fuese ningún tecnócrata, sino un hombre que debía su éxito
sar que el automóvil pudo haber constituido un estímulo de la exclusivamente a su propio esfuerzo, habilidad y coraje. El piloto
criminalidad más potente que la prohibición misma. Y las pelícu­ postal Charles Lindbergh se construyó su aeroplano privado y
las de gangsters, por razones evidentes, no tuvieron influencia has­ en 1927 fue el primer hom bre que atravesó el Atlántico. Necesitó
ta la llegada del cine sonoro. Mayor gravedad revestía el problema treinta y tres horas y media de vuelo para cubrir el trayecto Nueva
de la corrupción generalizada, de la que el público no tenía conoci­ York-París. A pesar de su extraordinaria hazaña, conservó una
gran modestia, com o el héroe clásico, personalmente modesto,
miento. Sin duda a los contrabandistas de bebidas les resultaba
más sencillo sobornar a la policía para que se mantuviera al mar­ que respondía más bien a los ideales del siglo pasado.
gen o a los funcionarios gubernamentales para que les procuraran Una ojeada retrospectiva a la sociedad americana de la década
alcohol destinado a fines médicos o industriales. La décima parte de 1920 invita a una apreciación crítica: el culto a los negocios
de los agentes federales encargados del cumplimiento de la ley seca nos parece ingenuo; la intolerancia, ridicula; el aislacionismo, de­
fueron cesados acusados de corrupción. Y en un momento dado, sastroso. Pero antes de juzgarlos conviene recordar que ningún pe­
A l Capone llegó a dirigir el barrio de Cicero, en Chicago, por me­ ríodo histórico, y m ucho menos el nuestro, tiene motivos para
dio de un alcalde por él elegido secundado por cerca de un millar considerarse «m ejor» que el anterior. El materialismo mas pronun­
ciado sigue estando a la orden del día en las sociedades industria­
de rufianes encargados del mantenimiento del orden. T od o esto
285
284
les occidentales y la intolerancia no ha desaparecido. Algunos, nuevas sugerencias de los iniciados. Las acciones que despertaban
sobre todo entre la joven generación, siguen buscando una forma mayor interés eran las de las compañías de aviación y radio; la sus
de inocencia rural n o muy distinta de aquélla por la que la década cripción de acciones de la Seabord Air Line fue cubierta en el
de 1920 fue puesta en la picota. Resulta especialmente erróneo mismo momento de la emisión, aun cuando en realidad se tratara
afirmar, a la vista de la depresión subsiguiente, que la sociedad de una empresa ferroviaria. Cualquier cosa podía ser vendida. Un
americana estaba condenada de antemano; esto sería sacar una falsa caso famoso fue el de una compañía cuyos prospectos afirmaban
lección de la historia. Com o más adelante veremos, el derrumba­ que jamás distribuiría dividendos, por lo que se supuso que sus
miento económ ico no era en absoluto inevitable y, finalmente, a] acciones tendrían algún valor oculto y fueron vendidas con extra
cabo de los años treinta fue creada una nueva sociedad igualmen­ ordinaria facilidad. Nadie se preocupaba de averiguar si la cotiza­
te materialista pero en la que había más justicia social. ción de las acciones estaba justificada por la situación económica.
Cuando el profesor Irving Fisher afirmó, seis días antes de que
se derrumbara el mercado, que las cotizaciones habían alcanzado
VI. LA QUIEBRA DE LA BOLSA Y LA CRISIS ECON O M ICA MUNDIAL, «lo que parece ser un nivel permanentemente alto», fueron muy
1929-1933 pocos los que no estuvieron de acuerdo con él. El optimismo ge­
neral obedecía en parte al hecho de que los precios de las mer
La nueva etapa económica culminó en una orgía especulativa. A cancías no habían experimentado alzas, lo que en cambio había
partir de marzo de 1928, las acciones de las principales grandes sucedido con anterioridad a otros colapsos. Más importante aún
compañías americanas, com o General M otors, Radio Corporation era la fe en la capacidad de la industria americana para desarrollar­
o f America y United States Steel, así com o las de prácticamente se constantemente. Para el ciudadano medio, la Bolsa y el sistema
la totalidad de las restantes sociedades, subieron rápidamente de de libre empresa eran sinónimos y su eficacia había quedado de­
valor. A l cabo de veinte meses el índice de cotizaciones casi se mostrada a lo largo de una etapa de prosperidad que, con leves re­
había duplicado. A lo largo de la década de 1920 las emisiones cesiones, se remontaba a fechas que ya casi nadie recordaba.
de valores, que habían sido muy voluminosas, habían constituido La quiebra de la Bolsa tuvo lugar en octubre de 1929, en forma
una importante fuente de capital inversor y, consecuentemente, sorprendentemente repentina. Durante la primera semana de sep­
de crecimiento económico. También se habían producido m ovi­ tiembre se había producido ya una caída de las cotizaciones, pero
mientos especulativos, asociados fundamentalmente con las vivien­ los especuladores la aprovecharon para hacer algunas ventas esco­
das y los solares, pero jamás habían subido tanto las cotizaciones gidas y el mercado se recuperó. A comienzos de octubre reinaba
en un período tan breve ni se habían lanzado al mercado tantas cierto nerviosismo, pero nadie imaginaba lo que iba a suceder. El
nuevas acciones. Durante un largo período de tiempo parecía 23 de octubre fue vendida la cifra récord de seis millones y medio
imposible que pudiera perderse dinero en la Bolsa, lo que acabó de títulos. A l día siguiente el caos y el pánico se apoderaron de
por convertir a cada nuevo inversor en un especulador. Los valores la Bolsa neoyorquina. El principal m otivo del pánico era la inse­
de renta fija se vendían mal y muchos de ellos fueron liquidados a guridad; cuando el inversor acudía a la oficina de su agente para
cambio de acciones. Pero a pesar de todo, el número de inversores que le informara de la situación de sus acciones, el teletipo ponía
seguía siendo muy pequeño; las historias que nos cuentan que de manifiesto que en una sola mañana habían desaparecido las ga­
cada limpiabotas era propietario de un paquete de acciones son nancias de meses. Pero la realidad era que el teletipo llevaba un
pura fantasía. L o que sí es cierto es que el auge de la Bolsa se retraso de dos horas sobre el desarrollo de las operaciones. Era im­
convirtió en tema habitual de conversación; la subida de las coti­ posible hablar por teléfono con la Bolsa. Cada diez minutos se
zaciones fascinaba a una nación obsesionada con las estadísticas procedía a anunciar desde el parquet unas pocas cotizaciones, ma­
del mismo m odo que lo estaba por las estadísticas que se derivaban nifiestamente más bajas que las registradas en el teletipo. El ac­
de los resultados de los encuentros de béisbol. Circulaban toda se­ cionista no tenía medio de saber la cotización real de sus acciones
rie de rumores sobre fortunas adquiridas en la Bolsa y las oficinas y daba orden de venta con la esperanza de que al cierre de la
de los corredores de Bolsa se convirtieron durante aquella época de operación sus pérdidas fueran soportables. O tro grave problema
prohibición en una especie de clubs a los que acudían los hombres era el planteado por las transacciones a crédito. Muchos de los
para conocer las últimas noticias en el teletipo o para escuchar las títulos habían sido com prados a crédito a los agentes. Los créditos

286 287
habían de financiarse mediante las ganancias en las cotizaciones: en ocasiones significaba que financiaban la especulación de sus
cuando las cotizaciones cayeron, desapareció esta posibilidad de propios valores sin que hubieran tenido lugar incrementos de pro­
financiación y el comprador hubo de pagar con efectivo procu ducción que justificaran el alza de sus cotizaciones.
rado mediante la venta de una parte de sus acciones. Circulaba Un segundo factor consistía en que los valores eran vendidos
todo tipo de rumores, entre ellos que la Bolsa de Chicago había directamente al público y ello de manera mucho más agresiva que
cerrado y que varios destacados financieros se habían suicidado antes; la publicidad de las acciones estaba muy extendida, com o
arrojándose por las ventanas de los rascacielos; ambos eran falsos. también lo estaba el recurso al rumor y a la información « co n fi­
A primera hora de la tarde, el vicepresidente de la Bolsa de Nueva dencial». Por lo general, tanto los corredores com o los clientes es­
Y ork, que era al mismo tiempo agente de la firma J. P. Morgan, taban mal informados acerca de la calidad de los valores en venta.
se presentó en el parquet y adquirió títulos por valor de 240 millo­ Las principales fuentes de nuevos títulos eran las sociedades de
nes de dólares. M uy pronto quedó claro que los principales bancos cartera ( investm ent fond s) y las fusiones de empresas; aquéllas
y sociedades financieras estaban actuando de acuerdo para cortar el representaban por sí solas 8 mil millones de dólares. Pero muchas
pánico, lo que consiguieron temporalmente. En el momento de de estas operaciones eran simples expedientes destinados a obtener
cerrar las operaciones, el número de ventas era ya mucho menor dinero para especular en Bolsa. Los agentes creaban sociedades de
y el día siguiente discurrió con relativa tranquilidad. Parecía que cartera sin la menor intención de actuar com o tales gestores y el
la debilidad había sido superada. Pero en la tarde del lunes 28 inversor, lejos de recibir una participación en una cartera diver­
comenzó una nueva oleada de pánico. Nueve millones de títulos sificada y segura, se limitaba a prestar su dinero a bajo interés
fueron vendidos; al día siguiente se alcanzaría la asombrosa cifra H ubo incluso muchos bancos conocidos que también incurrieron
de dieciséis millones y medio. Por entonces las cotizaciones habían en esta práctica. Resultaba extraordinariamente fácil obtener crédi­
sufrido una baja del 40 por 100, si bien todavía se mantenían muy to. El comprador sólo tenía que pagar al contado parte del precio
por encima del nivel de marzo de 1928, momento en que se ini­ de las acciones; el resto podía pagarlo más tarde y era adelantado
ció la subida. Pero cuando la caída de la Bolsa se detuvo definiti­ por el agente contra la garantía del valor en cuestión. Dado que la
vamente, en el verano de 1932, su nivel había bajado en un 83 subida de las cotizaciones era del 50 por 100 anual, los beneficios
por 100 con respecto a su cota máxima de 1929. del comprador eran enormes. El agente, por su parte, se hallaba
El derrumbamiento de la Bolsa se produjo porque las cotiza­ en excelente situación para facilitar crédito porque podía garanti-
ciones habían dejado de reflejar la marcha de la economía. Cotiza­ zar a las grandes compañías, a los bancos y a los especuladores
ciones que representaban unos beneficios diez veces superiores al extranjeros un interés del 12 por 100 — y después de la primave­
valor de las acciones alcanzaron a principios de 1929 un nivel ra de 1919, del 20 por 100— por su líquido sobrante.
dieciséis veces superior a aquél. Aunque no parece que haya moti­ Ninguna institución pública o privada era capaz de restringir el
vos para dudar de la ortodoxia de las emisiones de valores efec­ crédito con objeto de frenar la especulación. Posiblemente lo que
tuadas antes del verano de 1928, lo cierto es que a lo largo de desencadenó la subida de la Bolsa fue precisamente la política de
quince meses el mercado descansó sobre una extraordinaria com ­ dinero barato adoptada en 1927, un bajo tipo de redescuento y
binación de factores. La mayor parte de los recursos financieros una oferta monetaria en expansión, destinada a ayudar a la moneda
utilizados con fines especulativos procedía de los elevados bene­ británica. En 1928, la Federal Reserve Board dudaba en restrin­
ficios de las grandes compañías, que se habían visto muy favoreci­ gir el crédito porque el sector de la construcción se estaba debili­
das por las condiciones económicas imperantes a finales de la déca­ tando, y las minas de carbón, la industria algodonera y la agricul­
da de 1920. Las innovaciones técnicas elevaron la productividad, tura ya estaban en crisis. En cualquier caso, resulta dudoso que por
las fusiones redujeron la competencia, los sindicatos eran muy dé­ si sola la política monetaria pudiera haber conseguido frenar el
biles y el sistema impositivo favorecía a la industria. Pero a medida alza de la Bolsa, incluso de haberse aplicado de forma más enérgica.
que la situación del mercado empeoraba, la creciente productividad A un interés del 12 por 100, los agentes no dependían de los
fue aprovechada para aumentar los beneficios a costa de los sala­ bancos para financiar sus operaciones, y podrían haber conseguido
rios y de los precios. La fuerte subida de la Bolsa hacía que a los fácilmente más crédito de los empresarios o del extranjero.
empresarios les resultara más ventajoso prestar dinero en efectivo A partir del momento en que el alza de las cotizaciones dejó
a los especuladores que emplearlo con fines productivos, lo que de guardar relación alguna con la marcha de la industria, era sólo

288 289
cuestión de tiempo que el mercado se viniera abajo. El motivo
cosas permanecía oculto porque los principales bienes de consumo
pudo ser cualquier suceso sin importancia; se dijo que había sido
duraderos eran comprados a crédito, es decir, que se pagaban con
la retirada de fondos extranjeros tras la bancarrota del grupo Cía-
los futuros ingresos. Ello fue también un importante factor de
rence Hatry de Londres y la subida del interés bancario al 6,5 por
inestabilidad, ya que tan pronto com o se inició la depresión mu­
100. Pero la especial naturaleza de los pánicos financieros hace
chos automóviles y otros bienes fueron recuperados por los ven­
muy difícil aislar sus causas.
dedores contribuyendo a saturar el mercado.
Los factores inmediatos de la inflexión que experimentó la eco­
Son muchos los indicios que parecen confirmar la tesis del «sub-
nomía americana en 1929 son fácilmente identificables, pero entre
consumo», generalmente mantenida por los economistas en la dé­
ellos figuraban pocas de las tradicionales causas de la depresión.
cada de 1930. En 1929, menos de la mitad de los automóviles nue­
N o había presión sobre la capacidad productiva, antes al contrario;
vos fueron vendidos a nuevos compradores. La penetración adicio­
tampoco subía el coste de la mano de obra, ni el precio de las
nal en el mercado resultaba cada vez más difícil. Pero la experien­
materias primas. Tam poco había hecho crisis el crédito. Es más, en
cia más reciente demuestra lo difícil que resulta saturar un mer­
circunstancias normales el colapso de la Bolsa habría sido inter­
cado de bienes de consumo, por lo que aquélla constituye también
pretado com o un efecto, más que una causa, de la crisis económica.
una explicación excesivamente simplista de la crisis de 1929, ya
Una causa evidente de las dificultades fue la crisis del ramo de
que si el consumidor no gasta sus ingresos necesariamente tiene
la construcción, que ya se había iniciado en el sector de las vivien­
que ahorrarlos. En la década de 1920, el ahorro privado y las re­
das privadas en 1925, y que a partir de 1928 se extendió al de los
servas de las empresas había alcanzado un elevado nivel. Para jus­
edificios comerciales. Estaba claro que la excepcional tasa de cons­
tificar el volumen de sus reservas, las empresas estaban obligadas
trucción alcanzada en los años anteriores había saturado el merca­
a efectuar grandes inversiones en equipo nuevo, lo que hacía que
do. El aumento de los intereses hipotecarios incidía sobre el sector,
sus economías fueran muy vulnerables; de otro m odo tratarían de
pero durante 1928 y comienzos de 1929 la subida de la Bolsa
ahorrar más de lo que invertían y sus ingresos disminuirían. A fi­
redujo drásticamente las inversiones municipales y estatales en la
nales de la década, la inversión en las principales industrias pe­
infraestructura y en particular en las carreteras. Estas inversiones
sadas (automóviles, acero y maquinaria) había alcanzado un excep­
habían contribuido muy especialmente a la expansión económica
cional volumen. En la mayoría de los casos iba destinada a la ad­
de la década de 1920 y su crisis condujo a la contracción de otras
quisición de un equipo más eficaz. Pero estas industrias se perca­
industrias. Por otra parte, aquellas industrias que no habían par­
taron en seguida de que estaban construyendo nuevas fábricas
ticipado del crecimiento de la década, especialmente la del algodón
cuya producción iba a ser muy difícil de colocar, por lo que redu­
y la del carbón, también tropezaron pronto con dificultades, y la
jeron drásticamente sus inversiones con los graves efectos secun­
situación de la agricultura se deterioró repentinamente. Finalmente
darios que ello llevaba aparejado. Resultaba imposible concebir
el mercado internacional sufrió una contracción brutal, lo que mo­
un aumento del consumo que justificara aquellas inversiones. Las
tivó la aparición de grandes stocks.
interpretaciones en la línea del «subconsum o» son manifiestamen­
La polémica principal ha girado en torno a la importancia
te incorrectas; lo que sucedía podría definirse con más exactitud
relativa del consumo y de la inversión. N o hay duda de que la in­
com o una «sobreinversión»: «E l subconsumo es lo contrario de la
versión crecía más que el consumo. A finales de la década, la pro­
sobreinversión; se produce desviando el poder adquisitivo hacia la
ductividad en las principales industrias manufactureras creció más
Bolsa o haciendo que los salarios queden por detrás de las ganan­
rápidamente que antes. Los sindicatos eran muy débiles, de tal for­
cias» La cuestión es com pleja porque aun cuando la producción
ma que en su mayor parte los beneficios se invertían o se distri­
de bienes de capital se estaba debilitando en 1929, las ventas de
buían entre los accionistas. La desigualdad en la distribución de
algunos artículos de consum o y de lujo eran muy elevadas; los
la renta aumentó, lo que hizo que el mercado de bienes de consu­
automóviles, por ejemplo, se vendían a mayor ritmo que en 1928.
mo duraderos se contrajera. A l aumentar los beneficios aumentó
Ello obedecía probablemente a la propia alza de la Bolsa. A partir
también la demanda de determinados bienes, com o los yates y las
de mediados de 1929, en un momento en que el conjunto de la
pieles, pero el mercado de estos artículos se saturaba fácilmente y
economía estaba decayendo, también aumentaron los beneficios
era muy vulnerable a las pequeñas fluctuaciones de los ingresos.
resultantes de las transacciones bursátiles, el empleo y los ingresos
Los beneficios restantes fueron a parar a la Bolsa. Este estado de
procedentes de los servicios financieros -

290
291
El mercado de bienes de equipo, abonos artificiales, tractores, do, ya que perdieron un importante mercado y, lo que era aún
alambre de espino y artículos semejantes era prácticamente inexis­ más grave, perdieron también la principal fuente de financiación
tente y muchas explotaciones se arruinaron lentamente. De este internacional. Como otros países, los Estados Unidos tendían a
m odo se redujeron las compras de bienes de consumo efectuadas por la «autarquía» económica. Esta fue la reacción común frente a
los agricultores. Com o la producción agrícola tardó en contraerse, la depresión y una de las más importantes razoni s que explican
la relación de intercambio con los productos industriales, que de su prolongación. El arancel Hawley-Smoot de 19 3 elevó los de­
por sí era desfavorable, osciló decisivamente en contra del agri­ rechos de importación en un 50 por 100. Esta le\ es considerada
cultor. Para algunos pequeños campesinos la situación fue aún comúnmente com o la señal para el comienzo de la guerra eco­
peor porque al emplear poco equipo y mano de obra no estaban nómica. A lo largo de la década de 1930, el comercio mundial
en condiciones de beneficiarse de la caída de los costes de pro­ fue reduciéndose debido a tarifas arancelarias, los contingentes,
ducción. Mayor gravedad revestía el problema de las deudas. En los boicots y la devaluación de las monedas, y hasta la década de
1929, el 20 por 100 de las tierras estaban gravadas con hipoteca. 1950 no recuperó su nivel de 1929. En realidad, la ley Hawley-
Para poder hacer frente a una deuda de 100 dólares, un agricultor Smoot había sido aprobada por el Congreso antes de la qu iebra
tenía que producir en 1929 125 bushels de maíz, 96 de trigo o de Wall Street y no constituía sino una extensión, políticamente
588 libras americanas de algodón, en tanto que en 1932 el pago previsible, de la ley Fordney-McCumber de 1922. Pero al gobier­
de la misma deuda exigía 313 bushels de maíz, 263 de trigo o no americano le resultó muy pronto imposible encontrar un mer­
1429 libras americanas de algodón. Com o todos los pequeños agri­ cado para sus excedentes agrícolas.
cultores estaban endeudados, se veían forzados a vender sus pro­ La economía americana se hallaba en el centro de la crisis
ductos o perder sus propiedades. A menudo no les era posible económica mundial en un aspecto fundamental. En la década de
pasar a convertirse en aparceros. La expropiación por deudas e 1920 a los países industriales de Europa les era muy difícil com ­
impuestos impagados estaba a la orden del día y los agricultores, petir con los productos americanos. Los Estados Unidos acumu­
privados de sus tierras, emigraron a California a recoger fruta. laron un considerable superávit comercial y prestaron enormes
A partir de 1931, sin embargo, las expropiaciones no se limitaban sumas para que otros países pudieran importar los productos
ya a los agricultores marginales, sino que se extendieron por todo americanos y para financiar la reconstrucción posbélica. En 1928
el país, y hubieran sido aún más frecuentes de no ser por la im po­ Alemania dependía ya por com pleto de los empréstitos comercia­
sibilidad en que se hallaban sus acreedores de vender las granjas les de los bancos americanos, tanto por este m otivo com o porque
en un mercado que se hundía. soportaba la carga adicional de las reparaciones. A l subir las
cotizaciones de la Bolsa de Nueva York, muchos de estos présta­
N o había más que tres caminos en esta situación: que cada
mos fueron retirados y al iniciarse la depresión en los Estados
agricultor cultivara menos, que el número de agricultores se re­
Unidos fueron repatriadas las dos terceras partes de las inver­
dujera o que se exportara más. La primera solución no fue in­
siones americanas. En 1931 Europa central sufrió un colapso eco­
tentada seriamente hasta 1933, y durante la depresión las otras
nómico y sólo en Alemania había más de 6 millones de parados.
dos eran imposibles. A lo largo de la década de 1920, la pobla­
El principal banco austríaco, el Kredit Anstalt, con numerosas
ción agrícola se había reducido en 1.300.000 personas, a pesar de
conexiones internacionales, quebró. Esta fue la señal que desen­
un crecimiento natural de 4.500.000, pero durante la depresión
cadenó un pánico financiero general agravado por determinados
parte de la población urbana afluyó al campo y la población
factores políticos, com o el recelo francés frente a Alemania. El
agrícola aumentó en más de un millón. Finalmente, incrementar
sistema bancario alemán se vino abajo y el marco dejó de ser re­
las exportaciones era imposible porque la economía internacional
conocido com o divisa internacional. También resultó afectada
atravesaba por un colapso prácticamente total.
la libra esterlina, muy vulnerable debido a los importantes prés­
El comercio de los Estados Unidos representaba menos del 10
tamos efectuados por el Banco de Inglaterra a Europa central y
por 100 de su producto nacional bruto, y aun cuando las reper­
a que, com o consecuencia de la moratoria de la deuda intergu­
cusiones del colapso internacional pudieran ser muy graves en
bernamental negociada p or el presidente H oover, no estaba en
determinados sectores, no había duda de que la depresión y su
superación eran problemas puramente internos. El efecto de la condiciones de reembolsar sus préstamos. Además, los bancos
centrales de otros países tenían reservas en libras esterlinas que po­
depresión americana sobre otros países fue naturalmente profun­

297
296
dían ser convertidas instantáneamente en otra moneda. L o mismo estado de Michigan concedió unas «vacaciones bancarias» de ocho
ocurría con el dólar, pero dado que América era prácticamente días en febrero de 1933, al no haber podido hacer frente a sus
el país más afectado por la depresión y estaba repatriando capital, pagos los principales bancos de Detroit. En todo el país la mul­
su balanza de pagos arrojaba un superávit. Esto explica que el titud asaltó los bancos y el día de la toma de posesión de R oo­
dólar en aquella época fuera relativamente fuerte. El resultado sevelt, el 4 de marzo de 1933, cerca de la mitad de los estados
fue que Gran Bretaña, tras denodados esfuerzos por evitar este habían cerrado los bancos por disposición legal, y de los que
paso, se vio obligada a abandonar el patrón oro en septiembre permanecieron abiertos muchos no disponían de dinero.
de 1931, y la cotización de la libra frente al dólar se redujo en Mucho más que la quiebra de W all Street, lo que hizo tomar
pocos meses en un 30 por 100 hasta llegar a 3,25 dólares. A par­ conciencia a la generalidad del país de la gravedad de la situa­
tir de aquel año la economía británica adoptó una política nacio­ ción fue la crisis bancaria, el espectáculo de los depositantes ha­
nalista a expensas del com ercio internacional. Muchos países de­ ciendo colas interminables para retirar sus ahorros, sin poder
valuaron igualmente sus monedas. Com o tal sistema, la economía conseguirlo a menudo. Las bancarrotas no sólo destruían el aho­
mundial había dejado de existir. Las importaciones procedentes rro individual, sino que obligaban a los bancos a poner co to a
de los países que habían devaluado su moneda resultaban más sus préstamos porque para evitarlas tenían que conservar la ma­
baratas y las exportaciones a dichos países más caras. En estas cir­ yor liquidez posible, lo que a menudo suponía la quiebra para
cunstancias, y con el fin de salvaguardar sus reservas, se veían muchos de los que hasta entonces habían sido sus clientes. En
obligados a adoptar políticas deflacionistas. Esto no revestía ma­ peor situación se hallaban aún las cajas de ahorros y préstamos:
yor gravedad para la economía americana, pero el hecho de que servían a clientes locales; los ahorros se habían reducido más
el dolar tuviera un cambio elevado y fijo impidió el desarrollo que los ingresos y no podían prestar dinero. A l mismo tiempo
de una política monetaria expansionista com o la de Gran Bretaña las garantías, com o casas, por ejemplo, contra las cuales habían
y Suecia. Esto tuvo serias repercusiones sobre el sistema bancario concedido los préstamos, eran invendibles. A l igual que sucedía
americano.
con los otros pequeños bancos, no tenían acceso a las institucio­
El funcionamiento del sistema bancario americano fue el factor nes más grandes ni podían contar con las garantías gubernamen­
individual que mayor influencia tuvo sobre la profundidad al­ tales de que disfrutan hoy en día. Se hundieron, arrastrando en
canzada por la depresión. Fuera de California no existía un autén­ su caída el dinero de quienes habían invertido en ellos.
tico sistema de sucursales bancarias, pues casi en su totalidad se A pesar de la grave debilidad estructural del sistema bancario
hallaban en la misma ciudad que la central; en el Oeste eran americano su derrumbamiento probablemente pudo haberse evi­
prácticamente inexistentes. Los bancos se apoyaban en unas pocas tado. Es difícil decir qué medidas habría debido tomar el gobier­
industrias locales y eran muy vulnerables a las retiradas de fon ­ no. Retrospectivamente resulta fácil sugerir, por ejemplo, una po­
dos. Las quiebras de bancos fueron uno de los rasgos caracterís­ lítica fiscal de emisiones públicas y un presupuesto deficitario.
ticos de la vida americana; entre 1921 y 1929 se produjeron más Pero en la década de 1930 ningún gobierno recurría a las medi­
de 5.000, si bien en su mayoría obedecieron a dificultades agríco­ das fiscales para estimular la recuperación. Cierto, algunos eco­
las locales y afectaron únicamente a bancos pequeños. nomistas com o Keynes y Arthur Henderson en Inglaterra y Wil-
La primera oleada de bancarrotas del invierno de 1930-1931 helm Lautenbach y W ladim ir S. Woytinsky en Alemania propu­
presentó características muy semejantes. Una excepción fue el sieron ya entre 1929 y 1932 la creación de puestos de trabajo am­
Bank o f the United States, de Nueva York, con 400.000 depo­ pliando el crédito. Pero n o pudieron convencer de momento a
sitantes, la mayor quiebra de todos los tiempos. El nombre del los economistas ortodoxos ni a los p olíticos2. Lo que se pen­
banco hace que el asunto aparezca bajo una luz aún más oscura saba entonces era que la depresión suponía una «purga» que
La segunda oleada, que siguió a la crisis financiera internacional desembarazaría a la economía de sus aspectos menos eficientes,
de 1931, afectó cada vez más a las grandes instituciones bancarias. siendo las bancarrotas y el desempleo una parte necesaria de este
En el invierno de 1932-1933 algunas regiones llegaron a utilizar proceso. Esta creencia trascendió también al pensamiento del gobier­
moneda canadiense o mexicana, e incluso moneda de fabricación no republicano, y el presidente H oover la compartía, aunque no
local, ya que no se disponía de billetes y monedas americanos. dejaba de destinar fondos federales a fines asistenciales. La Re-
El pánico final, y también el más grave, se desencadenó cuando el construction Finance Corporation, creada en 1932, prestó dinero

298 299
a los estados para respaldar a los bancos, a las compañías de se­ ocurriera; a lo largo del ciclo, efectivamente, la masa monetaria
guros y para financiar proyectos de utilidad pública. La Federal se redujo en un tercio. Pero este análisis plantea el problema de
que sigue siendo muy controvertida la exacta relación entre la
Farm Board, que trabajaba en estrecho contacto con el ministe­
oferta monetaria y la actividad económica; el hecho de que la
rio de Agricultura, trató de estabilizar los precios del algodón y
cantidad de dinero guarde una relación positiva con las fluctua­
del trigo. Pero ambas instituciones resultaron inadecuadas. En
ciones de la actividad económica no significa nada. La depresión
teoría, tanto la Reconstruction Finance Corporation com o la Fe­
pudo tanto haber causado una reducción de la oferta monetaria
deral Farm Board debían autofinanciarse a largo plazo. Con ello
H oover pretendía evitar las críticas que por entonces se formula­ com o haber sido provocada por ella.
ban contra los gastos gubernamentales en el sentido de que si la
empresa privada no invertía en un determinado proyecto ello era
VII. LAS CONSECUENCIAS SOCIALES Y POLITICAS
debido a que no merecía la pena llevarlo a cabo; de lo que se
deduce que las obras públicas financiadas por el gobierno se ha­ DE LA DEPRESION, 1930-1933

cían únicamente a expensas de proyectos privados de mayor uti­


lidad social. La depresión modificó la apariencia social de América, l a en
1931 el número de parados totales se cifraba en 8 millones, lo
La política monetaria entrañaba mejores perspectivas de recu
peración. Los bancos centrales contaban con una larga experien­ que afectaba a una familia de cada seis. N o había seguro de des­
empleo de ningún tipo y la asistencia local era absolutamente
cia de depresión financiera y se esperaba que la Federal Reserve
Board ayudase al país a salir de la depresión, pero la realidad inadecuada. Y , sin embargo, los signos exteriores de la depresión
— los mendigos, frecuentemente mal disfrazados de vendedores
fue que durante el período crítico sólo contribuyó a agravar la
de manzanas, las largas colas en espera de una comida caliente,
situación. A lo largo de dos años el interés de los créditos fue
reducido, por ejemplo, el 1,5 por 100 en Nueva York. Pero a la las chabolas construidas con viejos automóviles y embalajes—
vista de la crisis financiera mundial, la Federal Reserve Board aunque suficientemente obvios no eran ni con mucho tan llamati­
modificó bruscamente su política. Los bancos habían empezado a vos com o lo serían en los años siguientes.
quebrar en el país y la contracción del crédito contribuyó a que En primer término, muchos de los que todavía disfrutaban de
se produjeran más quiebras; es más, los bancos miembros de la pleno empleo percibían salarios de pura subsistencia. Este grupo
Federal Reserve Board acordaron exigir inmediatamente el reem­ incluía, por supuesto, a los agricultores, pero al margen de a
bolso de sus préstamos a aquéllos que no lo eran. La última opor­ agricultura la filosofía que se impuso fue la de «compartir el tra­
bajo» entre tantos trabajadores com o fuera posible. Se trataba
tunidad de salvar el sistema bancario se presentó durante el in­
en realidad de una forma de ayuda a los parados. Las autorida­
vierno de 1931-1932; en febrero de 1932 era evidente que ya no
bastaban unas mayores facilidades crediticias. des municipales estaban dispuestas a emplear métodos intensivos
de trabajo, por ejemplo en la reparación de carreteras. Esto era
La Federal Reserve Board dejó que los bancos se hundieran
porque, tras la muerte de Benjamín Strong, era incapaz de tomar menos racional que el trabajo de jornada completa y reducía a
demanda de bienes de consum o más caros y, por consiguiente, la
decisiones y, enfrentada a un drenaje de oro en el extranjero,
inversión, por lo que obstaculizaba la recuperación siquiera fuese
optó por hacer frente a este problema a costa de las dificulta­
marginalmente. Las reducciones generalizadas de salarios inicia
des internas. La gravedad de la situación interior no fue tomada
en consideración, y com o los Estados Unidos disponían de alre­ das en 1931, contra las que H oover se había pronunciado en la
campaña electoral, distribuyeron los fondos disponibles para sa­
dedor del 40 por 100 de todo el oro monetizado del mundo, la
devaluación era imposible. Los elevados tipos de interés y las res­ larios entre el mayor número posible de trabajadores. En 1932
tricciones del crédito que condujeron al colapso bancario eran los salarios nominales eran inferiores en un 60 por 100 a los de
totalmente innecesarias. 1929 La amplitud alcanzada a lo largo de la depresión por la
jornada reducida de trabajo explica en parte por qué se mantuvo
Algunos economistas contemporáneos, y en particular Milton
el desempleo durante el período de recuperación. N o debe olvi­
Friedman, han ido aún más lejos en sus críticas, achacando toda
la responsabilidad de la depresión a la reducción de la oferta darse que el paro no es más que un indicador de la depresión
monetaria y a la Federal Reserve Board, que permitió que así y no necesariamente el más importante. En Gran Bretaña, por

301
ejemplo, donde la depresión fue mucho menos grave, el índice El aspecto más negativo de la depresión era la coexistencia de
de desempleo era casi tan elevado com o en América. La caída del la pobreza y la riqueza. En las grandes ciudades del Oeste, los
producto nacional bruto real en comparación con los Estados Uni­ desocupados en espera de pan hacían cola al pie de los silos re­
dos fue sólo de un tercio, lo que quiere decir que la mayoría de bosantes de trigo invendido. En tanto que en Chicago los maes­
la población británica se hallaba en mejor situación en 1932 que tros de escuela, que llevaban sin cobrar cerca de doce meses, se
en 1929. Esto no sucedía en América. desmayaban en clase por falta de alimentos, las investigaciones lle­
Mayor importancia tiene el hecho de que la pobreza fue ori­ vadas a cabo en Wall Street revelaban que hasta los más respe­
ginada menos por el alcance de la depresión que por su duración. tables financieros eran unos bribones y que incluso se negaban
En un país tan rico com o los Estados Unidos, los trabajadores a pagar cualquier tipo de impuestos.
de la industria y los empleados estaban en condiciones de sobre­ H oover era colmado de reproches. Los barrios de chabolas eran
vivir durante un año de paro a base de despojarse paulatinamente llamados «H oovervilles» y los periódicos viejos, «mantas H oover»
de los bienes que poseían. Por supuesto también los había muy En 1932, las gentes le increpaban en las calles, cosa que desde
pobres, que únicamente podían contar con algún amigo que les hacía mucho tiempo no le ocurría a un presidente americano, y
echase una mano; pero en su mayoría vivían en el campo. Los pa­ circulaban groseras biografías suyas en las que se le acusaba de
rados retiraban primero la totalidad de sus ahorros, pedían pres­ haberse apropiado de los fondos de la ayuda para Bélgica e in­
tado a amigos y parientes y recurrían a su póliza de seguros; a cluso se le hacía responsable de la ejecución de una enfermera
continuación vendían su automóvil, su mobiliario y su casa, mu­ inglesa. El asunto que más daño le hizo fue el de los «bon os del
dándose a un piso y recibiendo crédito para el pago del alquiler ejército», en el verano de aquel mismo año. Alrededor de 11.000
y de los comestibles. Finalmente se iban a vivir a casa de algún alle­ veteranos de guerra en paro, y algunos de sus familiares, acudie­
gado. Era entonces cuando, sumidos en la miseria, acudían a la ron a Washington y se manifestaron ante el Congreso para con­
ciudad en busca de asistencia. La financiación de la asistencia seguir el pago adelantado de los bonos, previsto para 1945. A
social tenía siempre carácter local; para el gobierno era artículo continuación, un grupo integrado por unas 2.000 personas se
de fe que así ocurriera a fin de evitar que surgiera una clase de negó a abandonar W ashington en tanto no se les diera satisfac­
indigentes protegida por el Estado. Esta actitud hizo que la carga ción, instalándose en tiendas de campaña y barracones en unas
de la depresión gravitara sobre las ciudades que se hallaban en tierras baldías al otro lado del Potomac. H oover, inquieto, dio
peor situación para afrontarla, lo que unido a una menor recau­ orden de que fueran desalojados, enviando para ello al ejército.
dación tributaria y a los impagos m otivó que en 1932 las admi­ Políticamente, ninguna otra solución podía causarle más daño.
nistraciones de todas las grandes ciudades se hallaran en banca­ Los noticiarios mostraron a la caballería, con los sables desen­
rrota. Distribuidos entre todos los parados, los socorros presta­ vainados y apoyada por tanques y gases lacrimógenos, incendiando
dos aquel año equivalían tan sólo a 27 dólares por cabeza. Por las improvisadas viviendas y expulsando a sus desgraciados mo­
aquel entonces, muchos de los que llevaban largo tiempo en paro radores; y lo que fue aún peor, H oover trató de justificar su
ya estaban psicológicamente incapacitados para trabajar. En oca­
acción alegando que en Bonus Arm y se habían infiltrado « c o ­
siones la totalidad de los ingresos de una familia dependía del
munistas y personas con antecedentes penales». Para muchos ame­
hijo o de la hija, lo que provocó profundos cambios en la estruc­
ricanos, que se identificaron con los veteranos, H oover ganó fama
tura familiar. Las mujeres, al parecer, soportaban mejor la presión,
de gobernante despiadado.
al menos si se juzga por el número de suicidios, que aumentó en
H oover no tenía esperanza alguna de alcanzar la victoria en
un 20 por 100 entre los hombres permaneciendo estable entre
las mujeres. Un problema especial era el de los menores en paro, las elecciones de 1932, com o tampoco la tenía ningún otro candi­
muchos de los cuales jamás habían tenido antes un trabajo; entre dato del Partido Republicano identificado con las grandes em­
ellos el desempleo era proporcionalmente más elevado, com o tam­ presas, de aquí que había de ser la Convención demócrata la que
bién lo era entre los de más edad. D e uno a dos millones de pa­ eligiera al nuevo presidente de Estados Unidos. A l cabo de innu­
rados vagabundeaban por el país cobijándose en chabolas hechas merables escaramuzas y regateos, la elección recayó sobre el go­
de cartón y hojalata en las afueras de las ciudades y tratando de bernador del estado de Nueva York, Franklin Delano Roosevelt
sobrevivir. En las elecciones, Roosevelt aplastó a H oover y triunfó en todos

302 303
los estados situados al Oeste y al Sur de Pensilvania, 42 en los comunistas y los socialistas fueron pésimos, mucho peores
total, siendo su voto popular el doble que el de H oover. que en la década de 1920. Las protestas unidas a actos de vio­
El atractivo de Roosevelt residía en su imagen, que se aproxi­ lencia fueron raras, salvo en el Oeste, donde hubo una oposición
maba a la de un aristócrata tanto com o ello era posible en Am é­ violenta a la venta forzosa de granjas. L o que el país quería era
rica. En el país sobraban los políticos y las políticas desacredita­ un nuevo enfoque y voluntad de experimentar, de «intentar algo».
das, y parecía que Roosevelt se hallaba por encima de aquéllos, Sobre esta esperanza basó Roosevelt la estrategia para su N ew
incluso a pesar de que buscaba el respaldo de los caciques de Deal.
las ciudades. En la década de 1920, la fortuna que había here­
dado, su residencia campestre y su costosa educación privada ha
brían representado un inconveniente, pero en 1932 el self made
V III. EL PRIMER NEW DEAL, 1933-1935
man y el mundo de los business de donde surgía había dejado
de disfrutar de la estima general. Roosevelt no prometió solu
Era obvio que algo extraordinario flotaba en el ambiente a partir
ciones radicales; es más, ni siquiera expuso un conjunto coheren­
del momento en que Roosevelt pronunció su discurso de toma
te de medidas políticas. Pero en tanto que H oover vacilaba, él pro­
de posesión, el sábado 4 de marzo de 1933. Inmediatamente de­
metía acción. En el que probablemente sería su discurso más
cretó unas vacaciones de cuatro días para la banca y convocó para
fam oso, Roosevelt puso el dedo en la llaga: «L o que el país ne­
el lunes siguiente una sesión extraordinaria del Congreso. A lo
cesita — y, si no juzgo mal su estado de ánimo, exige— es una
largo de los siguientes «cien días», com o se conoce a este período
experimentación valiente y tenaz. Es de sentido común adoptar de la Historia el Congreso aprobó una avalancha de leyes sobre
un m étodo e intentarlo; si fracasa, reconocerlo francamente y en­
fondos asistenciales para los parados, precios de apoyo para los
sayar otro. Pero, sobre todo, intentar algo». Sin embargo, esto no
agricultores, servicio de trabajo voluntario para los parados me­
fue todo lo que le ganó el respaldo de más del 60 por 100 del nores de veinticinco años, proyectos de obras públicas en gran
electorado. A la edad de cuarenta años se hallaba paralizado desde
escala, reorganización de la industria privada, creación de un
las caderas por la poliomielitis, negándose a permanecer en una
organismo federal para salvar el valle del Tennessee (la Tennessee
silla de ruedas; se había impuesto subir por sí mismo a ias tri­
Valley Authority), financiación de hipotecas para los compra­
bunas públicas con la sola ayuda de muletas, y por lo general
dores de viviendas y para los agricultores, seguros para los de­
disimulaba tan bien su incapacidad que muchos pensaban que
pósitos bancarios y reglamentación de las transacciones de valo­
estaba curado. El hombre que tenía tal energía para superar sus
res. Estas leyes crearon nuevos organismos, encargados de llevar
dificultades personales, era sin duda el hombre que resolvería a cabo estas medidas, y el público tuvo que aprenderse una
los problemas de América. La tercera baza de Roosevelt, final­
multitud de nuevas siglas, algunas de las cuales se explican a
mente, era que unía a la arrogancia del aristócrata una persona­
continuación: FERA (Federal Emergency Relief), organismo fe­
lidad humana cautivadora y hablaba directamente al ciudadano
deral para distribuir la ayuda a los estados y municipios; A A A
medio com o uno de los suyos. Siendo ya presidente hablaba por
(Agricultural Adjustment Administration), organismo federal para
la radio com o si de verdad mantuviera una charla «junto al fue­
aconsejar a los agricultores la reducción de sus cultivos y pagarles
g o » con cada uno de sus oyentes. H oover no podía competir con
primas por ello; CCC (Civilian Conservation Corps), el ya citado
él; cuando afirmó que lo único que se precisaba era aumentar la
servicio de trabajo; P W A (Public W orks Administration), orga­
confianza, fue denostado; cuando Roosevelt dijo lo mismo — «lo
nismo federal para realizar un programa especial de construcción
único que debemos temer es el temor mism o»— todos escucha­
de carreteras y otras obras públicas; N R A (National Recovery
ron con atención. Roosevelt podía permitirse el lujo de aumentar
Administration), organismo federal para regular los precios, sa­
la asistencia social y, al mismo tiempo, reducir los gastos en un
larios y condiciones de competencia en la industria y el comercio.
25 por 100; podía también acusar a la Administración H oover de
El com prom iso financiero del gobierno federal no tenía prece­
incluir en su presupuesto muchos gastos superfluos. Es evidente
dentes en tiempos de paz. La primitiva legislación del N ew Deal
que en 1932 todavía no había elaborado las ideas directrices del
procedía de dos fuentes. Algunas disposiciones habían sido elabo­
N ew Deal; tampoco el país exigía en aquel momento una so­
radas durante la campaña presidencial por un grupo de intelec­
lución radical. En las elecciones, los resultados alcanzados por
tuales que Roosevelt reunió en torno suyo, conocidos com o «el

304 305
trust de los cerebros» (Brains Trust), que le sometieron una serie Este objetivo fue alcanzado en gran medida en 1935; se amplia
de medidas radicales, muchas de las cuales acabaron formando ron las atribuciones de la Reconstruction Finance Corporation
parte del N ew Deai. En los discursos pronunciados en su campa­ creada por H oover, que fue utilizada por los grandes bancos com o
ña de 1932, Roosevelt había evitado cuidadosamente todo com ­ un fondo crediticio rotatorio. La Federal Deposit Insurance C or­
promiso radical y ello reflejaba ciertamente su actitud personal poration garantizaba los depósitos bancarios. La Federal Farm
en aquel momento. El «trust de los cerebros» se desintegró des­ Mortgage Corporation refinanciaba aproximadamente una de cada
pués de las elecciones, pero sus ideas siguieron ejerciendo influen­ cinco hipotecas constituidas sobre las explotaciones agrícolas, y
cia y su representante más conspicuo, Raymond M oley, profesor la Home Owners Loan Corporation alcanzó un éxito similar me­
del Barnard College, de Nueva Y ork, se convirtió de hecho en diante la financiación de hipotecas a los propietarios de vivien­
un ministro sin cartera. La segunda fuente legislativa fue el pro­ das particulares. A pesar de las constantes dificultades económ i­
pio Congreso; una vez que el gobierno federal manifestó su pro­ cas, durante el período de vigencia del N ew Deal prácticamente
pósito de actuar, se abrieron las compuertas A las propuestas ra­ no se produjeron bancarrotas, si bien debe subrayarse que los
dicales y a la política de los grupos de presión. pequeños bancos que habían quebrado no fueron resucitados en
El problema más acuciante para Roosevelt era la quiebra casi 1933. La Bolsa fue también objeto de minuciosa atención y la
total del sistema bancario; el día en que tom ó posesión era prác­ nueva Securities Exchange Commission sacó algunas consecuen­
ticamente imposible cobrar un cheque. La producción industrial cias de la catástrofe, prohibiéndose por ejem plo la financiación
había tocado fond o en otoño de 1932. Lo que prolongó la de­ de las acciones sobre la base de las ganancias esperadas.
presión hasta 1933 fue probablemente la propia crisis bancaria; O tro de los problemas acuciantes en 1933 era la ayuda a los
el hecho de que Roosevelt fuera capaz de superar esta crisis en parados. La primera medida adoptada en este terreno, y una de
una semana permite pensar que pudo haberse resuelto antes de las menos controvertidas, fue la creación del Civilian Conserva-
haber sido aquél presidente. Pero aunque fue elegido en noviem­ tion Corps. En los parques nacionales y en otros lugares seme­
bre, en aquel tiempo el nuevo presidente no podía tomar pose­ jantes fueron creados campamentos de trabajo donde los parados
sión hasta el mes de marzo, viéndose así privada la nación de una de dieciocho a veinticinco años efectuaban tareas de conserva­
dirección política eficaz por espacio de cuatro meses. En febrero ción de la naturaleza. A lo largo de la década de 1930, pasaron
H oover, temeroso de que Roosevelt abrigase el propósito de adop­ por ellos entre un cuarto y medio millón de personas, constitu­
tar medidas financieras «heterodoxas», le propuso una solución yéndose con este m otivo varios parques más. La imagen de una
conjunta de la crisis, ofrecimiento que el presidente electo igno­ vida sana al aire libre que ofrecían los CCC era muy atractiva, y
ró al darse cuenta, acertadamente, de que se le tendía una tram­ en aquellos tiempos no tenían para la opinión pública americana
pa; si aceptaba participar en un llamamiento conjunto hubiese las implicaciones más siniestras que tuvieron los servicios de tra­
tenido que endosar la política financiera rígidamente ortodoxa de bajo bajo los regímenes totalitarios en Europa.
H oover; si, por el contrario, lo rechazaba, y la banca se hundía El principal intento de ayudar a los parados fue la Federal Emer-
— com o parecía que iba a ocurrir— se le responsabilizaría por gency Relief Act de mayo de 1933. El gobierno federal n o se
ello. En aquellas circunstancias no puede reprochársele su deci­ había encargado jamás de los subsidios de paro, que eran de in­
sión. Com o luego se vio, la crisis bancaria, que era esencialmente cumbencia local, com o la P oor Law de los tiempos elisabetianos,
una crisis de confianza, se solucionó fácilmente. Después de unas de la que de hecho derivaba en América. Además, el nuevo orga­
«vacaciones bancarias» que se prolongaron por espacio de una nismo federal, la FERA, no pagaba directamente a los parados,
semana, en la primera de sus «charlas junto al fuego» Roosevelt smo a las autoridades estatales y locales para que pudiesen in­
inform ó a 60 millones de radioyentes que los bancos se abrirían crementar el volumen de sus prestaciones. Algunos estados, sin
al día siguiente porque no corrían riesgo alguno si depositaban embargo, pagaban a los efectados sumas inferiores a las que
en ellos su dinero; y así lo hicieron. Washington consideraba adecuadas. Ello no era sorprendente en
La reapertura de los bancos no fue más que el preludio de absoluto, ya que en 1932 tan sólo cuatro estados habían contribui­
una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsio­ do de algún modo a la financiación de los programas de lucha
nado desde 1929 por el círculo vicioso de la contracción del cré­ contra el paro o a la ayuda directa a los parados. Los fondos fa­
dito, el incremento de las deudas y el impago de las hipotecas. cilitados por la FERA n o bastaban para que los parados pudie­

306 307
ran pasar el invierno, pero en noviembre de 1933 un nuevo orga­ Desde el punto de vista económ ico era indiferente que el G o ­
nismo federal, la Civil W orks Administration (C W A ), creó cua­ bierno invirtiera su dinero en murales o en presas; lo importante
tro millones de puestos de trabajo a nivel federal, estatal y local. no era que el dinero se empleara en salarios o en maquinaria,
Los recursos de la C W A y la FERA eran administrados por un sino su cuantía. Para lograr él máximo beneficio económico, los
hombre muy capaz, Harry H opkins, asistente social en Nueva salarios debían ser equiparables a los del sector privado y los
Y ork, y principal experto del presidente en cuestiones asistencia- trabajadores seleccionados por sus méritos, estuviesen en paro o
les. A comienzos de 1934, el número de familias que estaban no; para lograr el máximo beneficio social, había que emplear la
recibiendo ayuda ascendía ya a 8 millones, frente a 4.750.000 un mayor cantidad posible de mano de obra, no utilizar ninguna ma­
año antes. El número de personas asistidas pasó de 18,5 millones quinaria, y reservar los puestos de trabajo a los parados. La FER A
a 28 millones. En 1934 el desempleo afectaba únicamente a 1 ^ pedía un justificante de pobreza y daba a cada uno de los nece­
millones de personas. sitados un máximo de 6,5 dólares semanales; lo que en la prác­
El N ew Deal jamás dispuso de un programa concreto para miti­ tica era una auténtica limosna. La FERA y la W P A pagaban sa­
gar el paro a través de las obras públicas. La Public W orks Adm i­ larios más elevados que estos subsidios, pero inferiores a los de
nistration (P W A ) era excesivamente lenta y carecía de proyectos la industria local, por lo que en el Sur eran meros salarios de
preparados de antemano, y la planificación requería tiempo. Los subsistencia en tanto que en el Norte eran más altos. Pero des­
proyectos debían autofinanciarse, lo que hacía difícil su elabora­ pués de haber creado cuatro millones de puestos de trabajo en
ción. El director de la P W A , H arold Ickes, era un hombre pe­ el invierno de 1933-1934, con un salario medio de 15 dólares
dante, lento y meticuloso. Además, la P W A era muy vulnerable semanales, la C W A se disolvió. La W P A , que la sustituyó, ayu
a los ataques lanzados a sus fondos por quienes disponían de pro­ daba sólo a 1.500.000 personas.
yectos de ejecución inmediata, aunque fuesen de muy escaso vo­ El New Deal se enfrentó constantemente al dilema de emplear
lumen. Con su ayuda se electrificó el ferrocarril de Pensilvania y el dinero en aliviar el sufrimiento actual o en estimular la eco­
se construyó el puente de Triborough y el túnel de Lincoln, en nomía para el futuro. Ilustra esta alternativa la experiencia de
Nueva York, así com o varios portaaviones, pero las inversiones la Tennessee Valley Authority, el organismo federal del N ew
federales en obras públicas no llegaron a compensar la enorme Deal que mayor éxito alcanzó y que fue muy admirado y emu­
reducción experimentada por el gasto a nivel estatal y municipal, lado. La T V A transformó una región agrícola abandonada y bal­
por ejemplo, en carreteras y construcciones inmobiliaris, por día en un programa coordinado de desarrollo; produjo energía
lo que el gasto total en este sector fue muy inferior. La FERA, eléctrica y fertilizantes; con troló el curso fluvial; acabó con la ma­
la C W A y la W orks Progress Administration (W P A ), dependien­ laria; fom entó la modernización de las técnicas agrícolas y m ejoró
te del gobierno federal, en la que acabaron por amalgamarse aqué­ extraordinariamente la calidad de la vida. Pero jamás pudo auto-
llas, no constituían verdaderos programas de obras públicas; ofre­ financiarse y requirió dinero constante del gobierno, por lo que
cían trabajo únicamente porque la ética protestante así lo exigía. quedan en pie varias interrogantes: ¿pudo haber inducido aquel
Los puestos de trabajo creados por la FERA eran absolutamente dinero la recuperación de haberse invertido en otro lugar? ¿Tal
marginales (barrenderos, etc.). Los puestos creados por la C W A vez habría debido emplearse en otro sector que no fuera el agríco­
y la W P A en la construcción de carreteras y edificios públicos la? ¿Había otras zonas deprimidas que lo necesitaban con mayor
eran más razonables, pero ninguno de sus proyectos era comer­ urgencia?
cial en el sentido de que, salvo el gobierno federal, nadie estaría Es éste un grave problema porque gran parte de las inversiones
dispuesto a financiarlos. M uy criticados fueron por ejem plo la del New Deal procedían de los impuestos. De otro modo el go­
ayuda a los escritores en el marco del Federal W riters’ Project, bierno federal habría tenido que aceptar un déficit presupuesta­
que entre otras cosas realizó una guía de cada uno de los es­ rio por este gasto adicional, lo que no sucedió.
tados, y el proyecto de pintar murales en todas las oficinas de Del análisis del cuadro 6.4 se desprende que tan sólo en un
correos. Es evidente que este tipo de iniciativas no se habrían año (1936) el déficit fue superior a 3.000 millones de dólares,
llevado a cabo de no ser por la depresión, que, al margen de la oscilando normalmente entre 2.000 y 3.000 millones. (Los esta­
ventaja de preservar las habilidades de escritores y artistas, indis­ dos tendían a mantener el superávit en sus presupuestos.) Ello
cutiblemente no aportaron beneficio alguno. suponía alrededor del 4 por 100 del producto nacional bruto, lo

308 3 09
otro recurso que subvencionar a los agricultores para que destru­ to con que se gravaba la elaboración de los productos agrícolas
yeran el algodón y sacrificaran las crías de cerdo y las cerdas pre­ a fin de financiar las primas a la reducción de los cultivos y esta
ñadas, medida ésta bastante impopular habida cuenta de que mi­ decisión acabó con la A A A . En Washington, los defensores del
les de personas estaban muriendo de hambre y ello tanto más New Deal se sintieron aliviados aunque esto no tuviese carácter
cuanto que no se encontraba el m odo de distribuir más de una oficial. La atención se centró entonces en la conservación del
pequeña proporción de los cerdos, naranjas, etc., que, aunque suelo y en la protección del medio ambiente. Los agricultores
parezca irónico, eran transformados en fertilizantes. Por desgra fueron subvencionados para que renunciaran al cultivo de aquellos
cia para su reputación, el N ew Deal ha sido juzgado por lo que productos que esquilmaran el suelo, que resultaron ser los mis­
sucedió a lo largo de su primer año de vigencia y, aunque la ma­ mos por cuya reducción habían recibido primas antes.
tanza no se repitió, su imagen «inhumana» permanece viva. Se En junio de 1933 se iniciaron en Londres las sesiones de la con ­
llegó a decir que incluso las muías se negaban a pisar el algodón ferencia económica mundial. Para la mayoría de los delegados
abonado de aquel modo. aquélla representaba la última oportunidad de evitar que el mun­
Otra dificultad adicional era que la agricultura carecía por com ­ do se sumiera en la anarquía económica. Por entonces, las rela­
pleto de homogeneidad en cuanto se refería a dimensiones de ciones económicas internacionales eran ya muy tensas y cada país
las explotaciones, cultivos, etc. Las explotaciones mayores, que se aferraba a unas medidas irreconciliables entre sí. Muchos afir­
eran las que tenían que renunciar a un volumen mayor de pro­ maron que Roosevelt destruyó cualquier esperanza de arreglo;
ducción, recibieron la parte del león de los subsidios. Los ingre­ lo que hizo fue negarse a estabilizar la cotización del dólar. Por
sos garantizados por el Estado a unos agricultores ocasionaban entonces parecía que Roosevelt pretendía experimentar con el
costes más elevados a otros, que adquirían productos encarecidos patrón oro en un intento de fomentar la inflación en los Estados
artificialmente, com o por ejem plo los forrajes. La A A A no sub­ Unidos. Tanto moral com o políticamente estaba comprom etido
vencionó los precios de la leche y de la mantequilla, pero las vacas con el sector agrícola, que desde hacía cuarenta años miraba con
eran alimentadas con maíz, cuyo precio sí estaba subvencionado. recelo el patrón oro; una enmienda a la A A A le dio facultades
Los precios de los productos cultivados en gran escala, com o el para imponer la flotación del dólar, cosa que hizo. Esta medida
algodón y el maíz siempre estuvieron subvencionados porque con carecía de toda justificación, pues aun cuando otros países habían
estas medidas se podían ganar muchos votos en el Oeste y el Sur. devaluado su moneda lo hicieron únicamente cuando sus respec­
La A A A no logró restringir la producción, que aumentó en un tivas balanzas de pagos así lo exigieron. En 1933, la balanza de
10 por 100 durante la década de 1930, a pesar de una dismi­ Pagos americana arrojaba un importante superávit y era im por­
nución de la superficie cultivada del 20 por 100; los subsidios tadora de oro; por otra parte era fácil tener crédito. La devalua­
recibidos a cambio de su reducción fueron empleados en la ad­ ción del dólar sirvió únicamente para empeorar la situación de
quisición de fertilizantes, con el consiguiente incremento del ren­ los demás países sin que ello favoreciera a los Estados Unidos.
dimiento de la tierra. Si los precios subían podía ocurrir que un El resto del mundo se vio arrastrado a una virulenta guerra eco­
agricultor que hubiera reducido su productividad se encontrara nómica que pudo haberse evitado si América y otros países hu­
en peor situación que otro que no hubiera reducido su produc­ biesen aplicado unas medidas más en consonancia con la situa­
ción y recibiera primas. Los precios de los productos agrícolas ción. Roosevelt devaluó el dólar porque, según sus consejeros, si
subieron, sin embargo, un 75 por 100 en dos años, aunque nun­ se reducía el contenido en oro del dólar los precios subirían
ca llegaran a alcanzar la famosa «paridad», es decir un nivel que automáticamente, lo que n o sucedió. Entonces hizo subir delibe­
garantizara a las rentas del campo la misma relación con los sa­ radamente el precio del o ro efectuando compras de este metal
larios de la industria que antes de 1914. La razón principal del a precios cada vez más altos, con la consiguiente devaluación del
alza de los precios' fue la sequía particularmente severa en el dólar a un nivel jamás alcanzado (5,14 dólares la libra esterlina),
Oeste a lo largo de toda la década, que hizo necesaria la impor­ sin que una vez más esta solución tuviera efectos apreciables so-
tación de trigo en 1935 y 1936. En 1935 ya no había duda de re los precios a pesar de la enorme y constante afluencia de oro
que la restricción voluntaria había fracasado y el gobierno se dis­ a Estados Unidos durante el resto de la década.
ponía a declararla obligatoria, com o sucedía con el tabaco; pero Roosevelt estaba convencido desde hacía mucho tiempo de que
un año más tarde el Tribunal Supremo declaró ilegal el impues­ a solución de la depresión era una cuestión de política interior

312 3 13
y estaba decidido a sacrificar unas buenas relaciones internacio­
toma de posesión habló de la «tercera parte de la nación mal
nales a este fin. Com o dijo Keynes, es posible que en este punto
alojada, mal vestida y mal alimentada». El mensaje estaba claro:
estuviera en lo cierto ya que si de alguna manera lograba resol­ había tomado partido. Los empresarios debían ser considerados
ver los problemas económicos de América esto tendría más im­
com o enemigos porque podían frustrar el cambio social, y eran
portancia para el mundo que la estabilidad del dólar.
muy pocos los que podían poner en duda que el cambio social no
Roosevelt decidió también hacer un ridículo experimento con
fuera esencial. Las carreteras del Sudoeste estaban repletas de
la plata. Las presiones de los estados productores de plata lleva­
«arkies» y de «okies» obligados a abandonar sus pequeñas pro­
ron a la promulgación de una ley en virtud de la cual el gobier­
piedades de Arkansas y de Oklahoma en busca de trabajo y tra­
no se comprometía a adquirir la totalidad de la plata producida
tados com o delincuentes por su miseria. Fue también por esta
por el país a un precio muy superior al del mercado mundial;
época cuando muchos negros comenzaron a apoyar a Roosevelt.
1.500 millones de dólares fueron invertidos en plata, que en
En 1936 dieron por primera vez sus votos a un candidato del par­
América sólo proporcionaba trabajo a 5.000 personas. Tam poco tido demócrata.
estas compras redujeron la inflación; lo que hicieron fue revaluar
La política de la N R A fue abandonada y los procesos judicia­
fas monedas de Perú, M éxico y China, que se regían por el pa­
les contra los trusts recibieron un vigoroso impulso; con tal fin,
trón plata, reducir sus reservas y hundirlos en una depresión
el departamento de Justicia contrató 190 abogados. El gobierno
aún más profunda.
anunció la próxima promulgación de una ley sobre la vivienda,
Al llegar el invierno de 1934-1935, muchos habían perdido ya
la puesta en marcha de la seguridad social y su propósito de crear
su confianza en el N ew Deai. N o podía ser de otro m odo. Los
nuevos organismos de planificación regional al estilo de la Ten-
empresarios abandonaron la coalición en el verano de 1935, alar­
nessee Valley Authority. Y lo que fue aún más importante, los
mados por el «irresponsable» déficit en el presupuesto federal;
sindicatos recibieron un am plio respaldo federal. Fueron aumen­
y lo que era más grave aún, el ritmo de recuperación se iba re­
tados los impuestos sobre los ingresos más elevados y el sistema
duciendo. Parecía evidente que las medidas tomadas durante
fiscal se hizo más progresivo. El Congreso instituyó también un
los «cien días» únicamente podían reducir el desempleo en dos
nuevo impuesto sobre la riqueza, que tenía además la ventaja
millones, sin que el N ew Deal fuera capaz de ir más allá. Los sin­
de adelantarse al demagogo populista de Luisiana Huey Long,
dicatos, por su parte, llegaron al convencimiento de que las me­
único rival del presidente. Lon g había afirmado enérgicamente en
didas laborales de la National Industrial Recovery A ct eran uti­
una ruidosa campaña que los ricos debían comparrtir su riqueza
lizadas contra ellos. Entonces estalló el caso Schechter, en mayo
con los pobres; pero Long fue asesinado antes de las elecciones
de 1935. D os hermanos fueron acusados por funcionarios de la y sus partidarios se pasaron a Roosevelt. Por supuesto las con ­
National Recovery Administration de vender pollos enfermos y
secuencias de la nueva im posición sobre los ricos fueron insigni­
también de contravenir las normas laborales del código. El asunto
ficantes. En la década de 1930 no hubo tal redistribución de la
pasó al Tribunal Supremo que, por unanimidad, falló que la Na­ riqueza.
tional Industrial Recovery Act, en la que se basaba la actuación Durante la campaña electoral no se hizo la menor alusión a los
de la National Recovery Administration, era ilegal. El Tribunal poderes del Tribunal Supremo, pero Roosevelt no dudaba de
afirmó que aquella legislación daba excesivos poderes al presi­ la necesidad de introducir algunos cambios. Tanto el caso Schech­
dente y negó al gobierno federal el derecho a regular el comercio ter como otras sentencias desfavorables a las leyes del N ew Deal
interestatal. Esta interpretación restrictiva de la Constitución ponía habían contribuido a endurecer la oposición al N ew Deal dentro
en peligro la totalidad del dispositivo legal del N ew Deal. A esto y fuera del Congreso. El Tribunal Supremo se había convertido
respondió Roosevelt inclinándose hacia la izquierda. en el bastión del conservadurismo y la lentitud de sus delibera­
ciones reducía la eficacia de la nueva legislación. En febrero de
IX . EL SEGUNDO NEW DEAL 1937 Roosevelt presentó un proyecto de ley facultando al presi­
HASTA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, 1935-1941 dente para nombrar sustituto a aquellos jueces que pese a su
edad o incapacidad se negasen a aceptar la jubilación. D e este
En las elecciones presidenciales de 1936, Roosevelt no tenía rival modo tenía la posibilidad de nombrar seis jueces nuevos y leales
posible; ganó en 46 de los 48 estados. En su segundo discurso de a él, suficientes para acabar con la mayoría conservadora. La ini­

314 315
ciativa fue considerado com o un descarado intento de conformar la sindicación de los traDajadores de las industrias de producción
el Tribunal Supremo a la medida del presidente — de lo que en masa; todos los empleados, cualquiera que fuese su categoría
efectivamente se trataba— , y el proyecto fue rechazado por abru­ en la empresa y 'su capacitación, deberían integrarse en un mismo
madora mayoría. El Tribunal Supremo era una de las pocas ins­ sindicato industrial, por ejem plo el sindicato de los United A u to­
tituciones intocables en tiempos de agitación, e incluso algunos mobile W orkers. Su principal arma fue la huelga de brazos caí­
de los más acérrimos partidarios de Roosevelt se opusieron a su dos, esencial en una época de desempleo. Los nuevos sindicatos
manipulación. Pero al cabo de pocos meses, el Tribunal comenzó afiliados al C IO alcanzaron un éxito espectacular, hasta el punto
a dictar veredictos rápidos y favorables y cinco de sus miembros de que en 1939 habían conseguido organizar, con o sin lucha, a
presentaron la dimisión en el plazo de dos años y medio, pro­ la totalidad de los trabajadores de la industria del acero y del
porcionando a Roosevelt el tribunal «liberal» que necesitaba. Per­ automóvil, a excepción de la Ford que cedería muy pronto. H ubo
dió una batalla pero ganó la guerra. ciertamente violencia, pero fue muy escasa si se piensa en el signi­
La segunda gran batalla que se libró en 1937 fue la del reco­ ficado de estos cambios de poder económico.
nocimiento de los sindicatos; en aquel año, el número de afilia­ En estas circunstancias, el gobierno com etió un grave error
dos a los sindicatos creció en un 60 por 100. En la década de 1920, económico que retrasaría en dos años la recuperación. En 1936 el
el movimiento fue muy débil; los gobiernos estatales y federal ritmo de expansión era acelerado y los precios subieron rápida­
habían ignorado el uso de la violencia ilegal, mientras que la le­ mente. Tem iendo un auge especulativo, Roosevelt puso fin al
gislación era muy desfavorable a los sindicatos. La American Fe­ déficit presupuestario. E l Banco central, la Federal Reserve Board
deration o f Labor, exclusivista y dominada por los trabajadores duplicó el mínimo de reservas, y al año siguiente la economía
especializados, mejor pagados, organizados gremialmente, no hacía se sumió en una depresión que no sufriría ningún otro país,
el menor esfuerzo por atraer a los trabajadores no especializados aumentando el desempleo a la cifra de 5 millones. ¿C óm o es po­
de las nuevas industrias de producción en masa. A pesar del cre­ sible que el gobierno juzgara de m odo tan equivocado la situa­
cimiento industrial en 1929, el número total de afiliados a los ción? Ante todo no se había tenido en cuenta un factor psicoló­
sindicatos era sólo de tres millones y medio de personas. La de­ gico: el temor que había producido en la industria y el com ercio
presión favoreció al movimiento sindicalista al destruir la mística el bandazo a la izquierda del segundo N ew Deal. Tan pronto
del empresario y traer un gobierno que si no era totalmente favo­ como el gobierno federal redujo los gastos, los empresarios per­
rable a los sindicatos al menos los apoyaría si estaban dispuestos dieron la confianza y dejaron de invertir. Es probable también
a ayudar a la industria. La sección 7 (a) de la ley constitutiva de que Roosevelt siguiera sin comprender en 1937 el funcionamiento
la N IR , por ejemplo, hacía hincapié en que los empresarios de­ de la nueva política fiscal; al parecer pensaba que eran las obras
bían reconocer a los sindicatos; pero esta cláusula fue utilizada públicas, y no el déficit presupuestario, lo que promovía el empleo.
para crear sindicatos totalmente sometidos a las compañías. Al Los gastos federales aumentaron de nuevo en 1938, pero la
ser revocada la National Industrial Recovery Act, fue sustituida hostilidad al New Deal estaba aumentando. Los adversarios del
en 1936 por una ley que regulaba las relaciones entre empresarios New Deal salieron fortalecidos de las elecciones para el Congreso
y sindicatos (National Labor Relations Act, Wagner Act) y re­ de 1938, formándose una coalición conservadora entre los dem ó­
forzaba la posición de los sindicatos. También se creó la National cratas del Sur y los republicanos en la Cámara de Representantes
Labour Relations Board, comisión de arbitraje encargada de poner y el Senado. A medida que el paro se prolongaba, crecía la im­
fin a las «prácticas laborales discriminatorias»; a partir de aquel popularidad de Roosevelt.
momento, las empresas tuvieron que aceptar la libertad de sin La forma en que eran llevados los asuntos exteriores era una
dicación de sus empleados. Simultáneamente, el propio movimien­ fuente adicional de descontento; seguía siendo opinión generali­
to sindical lanzó una ofensiva contra el exclusivismo de los sin­ zada que la entrada de América en la primera guerra mundial
dicatos gremiales. John L. Lewis, del United Mine W orkers, el había sido innecesaria salvo tal vez para llenar los bolsillos de
mayor de los sindicatos que no tenían carácter gremial se retiró banqueros e industriales: la magnitud de sus beneficios había
de la A FL y creó el Committee o f Industrial Organization, que sido revelada por un com ité del Congreso en 1934. Hasta 1939,
pronto dio origen a una segunda federación, el Congress o f In­ los dictadores europeos no eran vistos por la opinión pública
dustrial Organization (C IO ). Sus objetivos consistían en lograr americana com o una amenaza; es más, para los liberales y aísla-

316 3 17
cionistas americanos sus reivindicaciones territoriales constituían no era más aislacionista que Roosevelt y en la crisis los votantes se
una expresión legítima del principio de autodeterminación nació agruparon en torno al presidente. La situación recordaba la de
nal. Por supuesto existían algunos fascistas, especialmente entre 1933. A l amparo de la ley de préstamo y arriendo de marzo de
los americanos de origen alemán, pero ellos y sus dirigentes eran 1941 le fue concedido a G ran Bretaña un crédito ilimitado. Era
insignificantes comparados con sus auténticos modelos. El comité evidentemente absurdo enviarle suministros bélicos y permitir que
de «actividades antiamericanas» (House Un-American Activities los submarinos alemanes los hundieran, por lo que la Marina ame­
Committee) de la Cámara de Representantes, creado en 1938 para ricana comenzó a escoltar los convoyes, estableciendo puntos de
ocuparse de este tipo de amenazas, centró su atención en los co ­ apoyo en Groenlandia e Islandia. En otoño de 1941 existía ya
munistas. Roosevelt estaba convencido de que América podía una guerra naval no declarada entre los Estados Unidos y A le­
mantenerse al margen de un conflicto en Europa pero únicamente mania.
si disponía del necesario poderío militar. Hasta 1940 no se pudo Por último, en diciembre de 1941, los gobiernos japonés y ale­
contar con un ejército moderno y la única flota de guerra exis­ mán evitaron a los americanos la decisión de declarar la guerra.
tente era la del Pacífico. Pero el Congreso temía que el rearme El conflicto de intereses entre Japón y los Estados Unidos se
arrastrara de nuevo a los Estados Unidos a una conflagración mun había agudizado a lo largo de la década de 1930 a medida que
dial y creía que Roosevelt estaba agitando el espectro de la guerra los japoneses intentaban alcanzar por la fuerza su objetivo de es­
para desviar la atención de las dificultades económicas internas tablecer «una zona económicamente autárquica, controlada por
Apenas estallado el conflicto en 1939 surgieron dificultades con la Japón: la próspera gran Asia Oriental» 3. A esta expansión terri­
ley de neutralidad, que tenía que ser abrogada para que Gran torial en el Sudeste asiático se oponían las Filipinas, com o colonia
Bretaña y Francia pudieran adquirir armamento en los Estados americana, y además los estrategas japoneses partían del supues­
Unidos; lo fue, pero en términos muy desfavorables, ya que ingle­ to de que los americanos no sólo no les cederían los mercados
ses y franceses estaban obligados a pagar al contado aquellos su­ comerciales y las ricas fuentes de materias primas de esta zona,
ministros que (hasta 1941) no pudieran ser transportados en sino que además estaban decididos a degradar a Japón a poten­
barcos americanos. Esto permitió a Alemania dedicarse a una cia de segunda categoría4. Pero el triunfo alemán en Francia y
guerra submarina indiscriminada sin riesgo de enfrentarse al más su probable éxito en Rusia animaron a los japoneses a dirigirse
importante país neutral. hacia el Sur, y en 1941 se anexionaron la Indochina francesa.
La derrota de Francia a manos de Alemania transformó radi­ Los Estados Unidos, Gran Bretaña y los Países Bajos reacciona­
calmente la situación. La guerra relámpago y el aparentemente ron decretando el bloqueo total de sus ventas de chatarra y pe
inminente derrumbamiento de Gran Bretaña pusieron de mani­ tróleo, y las propiedades japonesas en Estados Unidos fueron con­
fiesto la debilidad militar de América, pues a nadie se le ocul­ geladas. Japón no disponía de yacimientos de petróleo y sus re­
taba que si los alemanes ponían pie en M éxico, grandes zonas del servas sólo alcanzaban para dos años por lo que no tenía otro
M edio Oeste quedarían a merced de sus bombarderos. La apro­ remedio que abandonar la guerra con China o atacar la fuente
bación de una asignación de 12.000 millones de dólares para la de producción más próxima, las Indias Orientales holandesas
defensa — mayor que el gasto total de la W P A — significó la crea­ El alto mando japonés, por otra parte, llegó a la conclusión de
ción de dos millones de puestos de trabajo tan sólo en 1940. En que los Estados Unidos, potencialmente más poderosos, no po­
septiembre del mismo año fue establecido el servicio militar dían mantenerse al margen, y decidió desencadenar un ataque
obligatorio. preventivo. A primera hora del dom ingo 7 de diciembre de 1941,
La derrota francesa permitió a Roosevelt ocupar por tercera vez los aparatos de los portaaviones japoneses atacaron y destruye­
la presidencia, fenóm eno sin precedentes. Antes de mayo de 1940, ron gran parte de la flota americana estacionada en Pearl Harbour,
probablemente no tenía intención de hacerlo, pero los únicos en las islas Hawaii.
demócratas con alguna audiencia eran todos conservadores y El ataque a Pearl H arbour ha suscitado una considerable po­
Roosevelt tuvo que enfrentarse al dilema de proseguir o abandonar lémica. El servicio secreto americano había descifrado el código
el N ew Deal, todavía inconcluso. El candidato de los republi­ japonés y la actividad diplomática era intensa. ¿Acaso expuse
canos fue W endell W illkie, director de una compañía de electri­ Roosevelt deliberadamente a la flota a un ataque por sorpresa,
cidad, presentado com o una víctima del N ew Deal. Pero Willkie convencido de que América debía entrar en la guerra? N o existen

318 319
pruebas que abonen esta suposición. Lo sucedido en Pearl Har- pudieron aumentar en un 15 por 100 la producción industrial
bour podría atribuirse a incompetencia militar; nueve horas más de 1933 a 1934. ¿M ejoró la situación a pesar de las medidas to­
tarde los bombarderos japoneses descubrieron que la aviación madas? Es muy probable que la elección de un nuevo presidente,
americana seguía formada en los aeródromos filipinos. El 8 de evidentemente decidido a actuar, convenciera a los empresarios y
diciembre de 1941 el Congreso aprobó le declaración de guerra a a otros de que la situación no era tan desesperada com o parecía
Japón con un solo voto en contra. Alemania e Italia declararon en el invierno de 1932-33.
la guerra a los Estados Unidos, com o habían estipulado y los El New Deal no alcanzó un éxito total. La renta per cápita
Estados Unidos volcaron la totalidad de los recursos de su eco­ real no recuperó su nivel de 1929 hasta 1940, momento en que
nomía y de su sociedad contra las potencias del Eje. el motor del crecimiento era el rearme (véase cuadro 6.2). Desde
el punto de vista económ ico, la década de 1930 fue una «década
perdida». T odos los inviernos había 9 ó 10 millones de parados
X. UNA OJEADA RETROSPECTIVA AL NEW DEAL y todavía en 1941 el número de personas sin trabajo se cifraba en
cinco millones y medio. La inversión privada, sobre la que re­
Es sumamente difícil juzgar las medidas aisladas del N ew Deal posaba la economía, no se recuperó. En el colapso inicial, la pro­
o el conjunto de éste. D e ahí que el N ew Deal, uno de los más ducción total cayó tan bajo (alrededor del 30 por 100), que la
importantes programas legislativos de la historia moderna, clara­ expansión no presionó sobre la capacidad industrial hasta cierto
mente limitado en el tiempo, sea inevitablemente discutido. La tiempo después de iniciado el rearme. Pero, naturalmente, cabe
principal dificultad estriba en que el producto nacional bruto se­ imaginar que sin el New Deal la depresión habría sido aún peor.
guía estando todavía, al estallar la segunda guerra mundial, por La raíz del problema estaba en que el N ew Deal tenía que
debajo del nivel de 1929, lo cual no demuestra, sin embargo, que resolver las dificultades de todo el mundo. Tenía que hacer
el N ew Deal fuera un fracaso. Si se piensa en las circunstancias frente a las necesidades más urgentes de asistencia; ni com o po­
extraordinarias de la década de 1930, resulta evidente que sin lítico ni com o persona humanitaria podía ignorar Roosevelt las
el N ew Deal el nivel habría descendido mucho más. Además, la colas de hambrientos ni la ruina de los agricultores. A l propio
recuperación económica después de la depresión no era el único tiempo, el N ew Deal trataba de asegurar la recuperación económ i­
objetivo del New Deal, que en los seis años y medio que van ca, esto es hacer que la industria se pusiera nuevamente en m o­
hasta 1939 tuvo que tomar en consideración muchas circunstan­ vimiento. Y para evitar una nueva recaída, Roosevelt intento re­
cias variadas. Tal vez pueda decirse que la economía se habría formar el sistema político y, en particular, las relaciones entre la
recuperado mejor si el gobierno hubiera ayudado a menos para­ economía y el Gobierno.
dos en 1933. Pero esto no sería ningún argumento válido contra Muchos de estos objetivos, en sí mismos deseables, eran mu­
todas las medidas de carácter social del N ew Deal. Con el tiempo tuamente excluyentes. E l lastre más grave de la economía era el
vino también a ocupar el primer plano otro objetivo político, la elevado porcentaje de población empleado todavía en la agricul­
reforma del orden económ ico y social americano a fin de evitar tura; ello explica en gran medida por qué la depresión en los
que se repitieran los acontecimientos de 1929 a 1933. Si se Estados Unidos fue más acusada que en otros países, com o Gran
pregunta por el efecto de determinadas medidas, se plantea el Bretaña, donde las importaciones de alimentos baratos incremen­
problema de la causalidad. En el ámbito económ ico estuvieron taron el poder adquisitivo del consumidor. Aun cuando el N ew
siempre mezclados varias causas y efectos. El hecho de que la in­ Deal hubiera superado la depresión, seguiría habiendo demasia­
troducción de subvenciones a los precios en la agricultura se tradu­ dos agricultores. Subvencionarlos para que permanecieran en sus
jese siempre en un aumento de los precios no demuestra, por granjas, que debieron haber abandonado, no prom ovió la recu­
ejemplo, que también los causaran. Por otro lado, el político con­ peración; pero sí produjo la miseria. El caso de la N R A es muy
vencido del N ew Deal diría que A ocurrió después de B y, por semejante. Roosevelt mantenía que si el gobierno ayudaba a los
tanto, a causa de B. Lo más difícil de juzgar es el papel que des­ empresarios a fijar los precios, también tenía que alentar a los
empeñó el factor psicológico de la confianza y la esperanza en sindicatos a subir los salarios. Dado que lo que se perseguía era
una pronta mejora. Si se consideran los acontecimientos objeti­ aumentar los beneficios empresariales, ambos objetivos eran in­
vamente, resulta difícil explicar cóm o las medidas del N ew Deal compatibles. Parte de la dificultad obedecía a que Roosevelt era

320 321
biem o federal se dispuso a hacer las cosas por sí mismo; p a n
demasiado receptivo; no tenía una estrategia global, y se dejaba J o tuvo que reducir el poder relativo de los estados y de les
aconsejar por diversos asesores, con todos los cuales estaba de empresarios. El presidente y su recién creado gabtnrte sustituy
acuerdo. Muchas medidas fueron puestas en vigor sin pensar en ron al Congreso como principal fuente legislativa. Una vez
sus consecuencias, lo que por otra parte no era necesariamente troducidos estos cambios, la sociedad americana exper.m en tou na
equivocado. Los problemas eran relativamente nuevos, com o tam profunda transformación. D ebido al incremento del poder federal
bien lo eran algunas de sus soluciones. Se carecía de fuentes de 1 presidencial sobre la economía, la transición de la guerra a la
información estadística. D ado que el problema más grave en 1933 L z en 1945 fue indolora. Pero si el gobierno fe d e ra l financia la
era la desmoralización generalizada un gobierno visiblemente de­ construcción de una carretera que atraviesa los suburbios, no pa
cidido a actuar podía muy bien superarlo, ya que tenía muchas sará mucho tiempo antes de que sus habitantes pidan que les fa
posibilidades de aumentar la confianza de los empresarios, al me­ ciliten mejores viviendas. El auténtico legado del New Deal fue
nos a corto plazo. revolucionar las expectativas.
Si el gobierno federal hubiera estado dispuesto a insuflar ma­
yor poder adquisitivo en la economía, el problema del reparto
de fondos tal vez no habría revestido importancia. Pero el mayor
déficit en el presupuesto federal nunca superó el 5 por 100 de
la renta nacional (véase cuadro 6.4). Una buena parte de los gas­
tos se cubría con los impuestos, que no disminuyeron. Muchos
de los déficits presupuestarios no estaban planificados, sino que
fueron motivados por la reducción de los impuestos recaudados.
Existe, sin embargo, un argumento político contra unas finan­
zas deficitarias en gran escala, si es que se intentó esta solución:
las principales decisiones económicas seguían en manos de los
capitalistas, por lo que cuanto más gastara el gobierno más «so­
cialista» parecería y menor sería el gasto efectuado por el sector
privado. Pero este razonamiento es muy discutible. De haber gas­
tado Roosevelt suficiente dinero para poner a la economía nueva­
mente en movimiento, de tal forma que invertir resultara ren
table, difícilmente habrían desaprovechado los empresarios la
oportunidad que se les presentaba por el mero hecho de que el
país fuera socialista. L o que importaba en definitiva era el volu­
men del gasto público.
En realidad, el N ew Deal no era “n absoluto hostil a los em­
presarios. T od o lo que hizo fue poner al burócrata allí donde
había fracasado el hombre de negocios, hasta que la empresa
privada pudiera florecer de nuevo. Precisamente por haber sabi­
d o evitar una solución más radical fue el salvador y no el destruc
tor del capitalismo. N o se produjo ningún tipo de planificación
colectivista ni de ideología «socialista» o cosa parecida. Incluso
el término N ew Deal sugería que era el individuo el que jugaba
sus propias cartas.
Su efecto más perdurable fue aumentar el poder del gobierno
federal en general y del presidente en particular. Antes de 1933.
para el americano medio «el gobierno» era el gobierno de su es­
tado o incluso el de su municipio. A partir del N ew Deal, el go-

322
7. De la guerra mundial a la sociedad texto de la crisis económica mundial y la guerra fría. Es muy
importante n o ver sólo los cambios que se produjeron, sino com ­
de la abundancia, 1941-1961 probar también hasta dónde llegaron estas modificaciones en los
años de la posguerra.
Cuando el conflicto estalló en Europa en 1939, seguían sin em­
pleo 10 millones de americanos y aunque los organismos del N ew
Deal continuaban funcionando, se había agotado ya el impulso
reformista. P or aquel entonces la reforma social estaba muriendo
La segunda guerra mundial alteró radicalmente el carácter a manos de una sólida coalición conservadora en el Congreso y
de la sociedad americana y puso en tela de juicio sus va­ de las luchas intestinas en el seno de la Administración de Roose­
lores más permanentes. La guerra definió de nuevo las re­ velt. Simultáneamente, la situación europea obligaba tanto al pre­
laciones entre el gobierno y los particulares y las de éstos sidente com o a los ciudadanos a desviar su atención hacia la p o ­
entre sí; y abrió una serie de interrogantes acerca de las lítica exterior. Los Estados Unidos habían movilizado su industria
relaciones entre los civiles y los militares, entre la libertad
y sus fuerzas armadas incluso antes de 1941. En los años inme­
y la seguridad y entre los intereses específicos y los objeti­
vos nacionales, que aún hoy no han sido plenamente aclara­ diatamente anteriores al ataque de Pearl Harbour, el gobierno
dos. Pearl Harbour fue algo más que el fin de una década creó una serie de organismos en previsión de los acontecimientos
significó el fin de una era futuros: la National Defense Advisory Commission; la O ffice of
Production Management y la O ffice o f Price Administration. En
Richard Polenberg, War and socte- septiembre de 1940 fue aprobada la primera ley sobre servicio
ty : the XJnited States, 1941-1945 militar obligatorio en tiempos de paz y las fuerzas armadas em­
Nueva Y ork, 1972, p 4 pezaron a reforzar sus efectivos, habilitándose cien nuevos cam­
pamentos militares. También la industria com enzó a prepararse
para la guerra, y en agosto de 1940 las ciudades que contaban
con fábricas de armamento habían iniciado ya su marcha hacia
I. EL FIN DEL NEW DEAL Y EL IMPACTO DE LA GUERRA el florecimiento económico. En 1941 el 15 por 100 de la pro­
SOBRE LA SOCIEDAD AMERICANA ducción industrial se orientaba hacia la satisfacción de las nece­
sidades bélicas. Los preparativos eran visibles incluso en las es­
Hasta fecha relativamente reciente los historiadores han ignora­ cuelas y en los colegios: la universidad de Columbia organizó
do casi por com pleto el impacto de la segunda guerra mundial cursos sobre los efectos de la guerra en la sociedad, la de Chica­
sobre la sociedad americana, centrando su atención sobre los as­ go otro sobre balística, y en centenares de centros los alumnos es­
pectos militares del conflicto o sobre las cuestiones de política tudiaban las causas de la guerra, la historia de la guerra y la
exterior que planteó. Esta tendencia ha sido combatida sobre todo psicología de la guerra.
por tres estudios sobre la situación del «frente nacional»: D on ’t La atmósfera de expectación en América se reflejaba en los
you know there’s a war on?, de Richard Lingeman (1970); War sondeos de opinión. En el verano de 1941, una encuesta Gallup
and society, de Richard Polenberg (1972), y Days o f sadness, years mostraba que el 85 por 100 de los interrogados opinaba que los
o f triumph, de G eoffrey Perret (1973). En ellos se mantiene la Estados Unidos se verían arrastrados al conflicto. A pesar de la
tesis de que la conflagración mundial transformó profundamente existencia de una poderosa fracción aislacionista en el Congreso,
la sociedad americana. Perret llega a sostener que los seis años el 68 por 100 de los entrevistados en la encuesta Gallup creía
de guerra .trajeron consigo un deseable cambio social mayor aún que era más importante derrotar a Alemania que mantener a los
que el aportado por los seis de vigencia del N ew Deal; afirma Estados Unidos al margen de la conflagración. Aun cuando el go­
también que durante los años bélicos se produjo en los Estados bierno americano era oficialmente neutral, Roosevelt estaba firme­
Unidos « lo más parecido a una auténtica revolución social» *. A mente decidido a ayudar a Gran Bretaña; el acuerdo de préstamo
fin de poder estimar la significación de la guerra para el desarro­ y arriendo de marzo de 1941 facilitó a Inglaterra la ayuda que
llo de la sociedad americana tenemos que estudiarlo en el con tanto necesitaba, v la Carta del Atlántico, de agosto del mismo

324 325
año, no fue sino una declaración conjunta de los objetivos de dos por la O ffice of W ar Mobilization. Su director era James
guerra británicos y americanos. La opinión pública, por su parte, Byrnes, antiguo senador p or Carolina del Sur, pero a la cabeza
respaldaba firmemente estas iniciativas. de la mayoría de los restantes organismos figuraban hombres de
N o cabe, pues, duda de que los americanos esperaban entrar negocios, que también integraban sus efectivos. En su conjunao.
en guerra y de que estaban parcialmente preparados para ello; se trataba de un sistema de capitalismo bajo dirección estatal se­
aunque el m odo en que empezó el 7 de diciembre de 1941 les mejante al de Gran Bretaña; el tipo de organización que Albert
sorprendiera. A partir de aquel momento, lo sucedido fue muy Speer intentó implantar en Alemania.
similar a lo que aconteció en Gran Bretaña. El gobierno fue El control gubernamental fue más allá de las exigencias eco­
aumentando sus poderes a fin de controlar al máximo el esfuer­ nómicas y militares de la conducción de la guerra. La O ffice o f
zo bélico y movilizar a la población para una guerra total. War Information actuaba com o intermediario entre la prensa y
A pesar de que los Estados Unidos no fueron víctima de una el gobierno y elaboraba los comunicados para la prensa nacional,
agresión directa — con la excepción del bombardeo de la costa así com o la propaganda para el exterior. La O ffice of Censorship
del Pacífico por un submarino y de un bosque de Oregón por censuraba la totalidad de la correspondencia en ambas direccio­
un solo avión— el pueblo americano no dejó por ello de sentir nes, las películas y las emisiones de radio. La O ffice of Civilian
el impacto de la guerra: más de 14 millones de hombres y mu­ Defense hizo los preparativos necesarios en previsión de even­
jeres sirvieron en las fuerzas armadas; otros 10 millones se su­ tuales bombardeos, y en 1942 contaba en sus filas con cerca de
maron a la masa laboral en puestos de trabajo civiles, y el coste 10 millones de personas; aun cuando las ciudades americanas nun­
de la guerra — 320.000 millones de dólares— fue diez veces su­ ca llegaron a ser bombardeadas, este organismo para la defensa
perior al de la primera guerra mundial. Para poder dirigir este civil contribuyó a mantener alta la m oral.de la población. Mayor
gigantesco despliegue el gobierno creó una multitud de comités importancia tuvo la O ffice o f Scientific Research and Develop-
y organismos, en número muy superior al de los establecidos por ment, que inició y coordinó los proyectos de investigación y des
el New Deal, por medio de los cuales intervenía en prácticamente arrollo de los armamentos y el material de guerra, estableciendo
la totalidad de los aspectos de la vida civil. En enero de 1942 acuerdos con universidades, institutos de investigación, departa­
Roosevelt creó una dirección de la producción de guerra (War mentos científicos industriales e incluso con particulares y orga­
Production Board) bastante similar a la W ar Industries Board nizando en cierto modo un ejército de científicos. Esta estrecha
de la primera guerra mundial; presidida por el industrial Donald colaboración entre el gobierno y la ciencia formaría parte más
Nelson, le fue encomendada la movilización económica del país, adelante del «com plejo militar-industrial» que desempeñó un lugar
la conversión de la industria para la producción militar, la dis­ destacado en los años de la posguerra.
tribución del material y la asignación de cuotas de producción. A l compás del rápido crecimiento de los nuevos organismos
La distribución de los recursos humanos entre la industria y las gubernamentales y de la concentración en el esfuerzo bélico, la
fuerzas armadas fue confiada a la War M anpower Commission, importancia de los organismos del New Deal fue disminuyendo.
dirigida por Paul V. M cNutt, antiguo gobernador de Indiana y Entre 1942 y 1943 fueron liquidados el Civilian Conservation
jefe de la Federal Security Agency desde 1939. La National War Corps, la W orks Progress Administration y la National Youth
Labor Board, creada también en 1942, se ocupaba principalmente Administration; otros, com o la Farm Security Administration, de­
de la resolución de los conflictos laborales planteados en las in­ jaron de funcionar o fueron absorbidos por organismos creados
dustrias de armamento y del control de los salarios. El control de durante el período bélico, del mismo m odo que el «D r. Win-the-
los precios y, más tarde, del racionamiento, correspondía a la W ar» sustituyó al «D r. N ew D e a l» 2. En gran parte, el New
O ffice o f Price Administration. Si durante la primera guerra Deal ya no era necesario; el crecimiento de la industria de arma­
mundial el gobierno había asumido el control total de los ferro­ mentos y de las fuerzas armadas significaba que ya no se trata­
carriles, durante la segunda instrumentó un procedimiento más ba de encontrar puestos de trabajo para los hombres, sino hom­
sutil, pero igualmente eficaz, de dirección centralizada bajo la bres para los puestos de trabajo. Pero si el conflicto logró acabar
O ffice o f Defense Transportation, que respetó la independencia con el paro, también retrasó, e incluso desvirtuó, importantes re­
de las diversas compañías. A partir de mayo de 1943, los diver­ formas sociales. Apenas h ubo entrado América en la guerra, cuan­
sos departamentos y organismos fueron supervisados y coordina­ do los procesos anti-trust, al amparo de la ley Sherman, práctica­

326 327
mente desaparecieron por miedo a desorganizar la producción de bajo y bienestar en tiempo de paz: del Be ver id ge Report, proyecto
armamento. D el mismo m odo, y com o consecuencia de la escasez británico de reforma social, se vendieron cuarenta mil ejemplares
de mano de obra, los empresarios no dudaron en violar las cláu­ en los Estados Unidos. En 1943, la National Resources Planning
sulas de la Fair Labor Standards Act de 1938 relativas al traba­ Board elaboró el equivalente americano del Beveridge Report, el
jo infantil. En 1944 eran ya 19 los estados que habían modifica­ New Bill o f Rights. Este docum ento contenía disposiciones sobre
do su legislación ampliando la jornada laboral de los niños, y mantenimiento del pleno empleo, salario justo, a stencia médica
el número de trabajadores comprendidos entre los catorce y los seguros de vejez y de enfermedad y oportunic des educativas
diecisiete años pasó de un millón en 1940 a cerca de tres millo Aun cuando el Congreso rechazó entonces estas ; ropuestas y re­
nes en 1945. Aun cuando la mayor parte de estos nuevos traba­ cortó el presupuesto de la National Resources Planning Board
jadores encontraron empleo en boleras, drugstores y restaurantes, hasta el punto de que ésta dejó de funcionar, las lecciones de la
el Children’s Bureau descubrió que también eran muy numero­ guerra no podían ser ignoradas. La guerra demostró de una vez
sos los que trabajaban en la industria manufacturera. por todas la validez de los principios económicos keynesianos y
A pesar de que algunos «liberales» (véase cap. 5, nota 1) man­ forzó a muchos de sus antiguos oponentes a aceptar la idea deJ
tenían que el mejor m odo de ganar la guerra consistía en llevar gasto deficitario; si el gobierno podía gastar un total de 320.000
más adelante las reformas, pues así merecería más la pena defen­ millones de dólares en tiem po de guerra, parecía razonable que
der América, Roosevelt y sus colaboradores dieron prioridad a pudiera invertir una fracción de dicha cantidad en tiempo de paz
otros procedimientos más directos. Para el presidente se trataba con el fin de garantizar el pleno empleo y la prosperidad perma­
ante todo y sobre todo de ganar la guerra — de aquí que los nente. Este argumento estaba implícito en el mensaje al Congreso
gastos militares prevalecieran sobre la inversión en programas sobre derechos económicos (Econom ic Bill o f Rights) de 1944.
domésticos— , por lo que se negó a respaldar las propuestas en que incorporaba algunas de las primitivas sugerencias de la Natio­
favor de un plan sanitario nacional o a sancionar un aumento de nal Resources Planning Board. Dos años más tarde, el Congreso
los salarios mínimos, que habría fomentado la inflación. El Con­ aprobó una ley sobre regulación del empleo (Employment A ct),
greso, por su parte, no cedió a los intentos de reforma de la que, aun sin aceptar la totalidad de las propuestas presidenciales,
seguridad social y del seguro de desempleo, llegando incluso a sancionaba el gasto deficitario; también reconocía la responsabi­
congelar el volumen de la contribución a la seguridad social, apla­ lidad del gobierno federal en la prevención del paro masivo y
zando así un aumento que ya estaba previsto. La importancia de creaba un consejo de asesores económicos (Council o f Economic
la industria durante la etapa bélica y la inclusión de hombres de Advisers) que le asistieran en la formulación de la política econó­
negocios en el gobierno invirtieron la corriente dominante en el mica nacional.
N ew Deal, durante el cual los empresarios se habían mantenido En cierto sentido, la ley de empleo de 1946 fue una recompen­
a la defensiva. A l desaparecer el énfasis en la reforma, muchos sa a la participación civil en el esfuerzo bélico. Más ob vio fue el
partidarios del New Deal abandonaron por com pleto el servicio premio, o la compensación, a quienes participaron militarmente
del Estado siendo reemplazados por ejecutivos de las empresas en él, a través de la ley de reincorporación de los veteranos de
más habituados a la administración de los recursos productivos guerra (Servicemen’s Readjustment Act) de 1944. La « G . I. Bill
A algunos de estos hombres les fue permitido permanecer en las of Rights», com o se la llamó, no se concibió entonces com o un
nóminas de sus antiguas compañías mientras trabajaban para el programa de asistencia social, pero a la larga acabó por alcanzar
gobierno, y no pocos liberales afirmaron que así podían aprove­ los mismos resultados. A l amparo de esta ley, los veteranos de las
charse de su nuevo empleo para seguir atendiendo a sus respec fuerzas armadas tenían derecho a una asignación durante el pe­
tivos intereses industriales. ríodo de readaptación; a préstamos para la adquisición o la m ejo­
Ello no quiere decir, sin embargo, que el impacto de la guerra ra de viviendas y para la compra de explotaciones agrícolas o de
fuese totalmente negativo. Muchos americanos conservaban un re­ negocios, y a bolsas de estudios y pensiones alimenticias que les
cuerdo vivo y amargo de la depresión y sufrían de «psicosis de Permitieran regresar a la escuela de segunda enseñanza o a la
depresión», es decir, temor a que la guerra fuera inevitablemente universidad. El impacto de estas medidas fue espectacular; en
seguida de huelgas y un desempleo masivo. D e aquí el éxito alcan­ 1950 un tercio de la población total se había beneficiado en una
zado por los proyectos que ofrecían seguridad en el puesto de tra u otra forma del programa de asistencia a los veteranos. Entre

328 329
1945 y 1952, el gobierno invirtió 13.500 millones de dólares tan aumento del coste de la vida. Esta fórmula fue aplicada a continua­
sólo en educación y escolarización, lo que permitió a 8 millones ción a la totalidad de las restantes industrias y aceptada por los
de veteranos regresar a la escuela o a la universidad. A lo largo sindicatos porque no impedía los aumentos de salarios ni limitaba
del mismo período fueron concedidos también 4.500.000 préstamos otros ingresos adicionales, tales com o horas extraordinarias, dietas
para la adquisición de viviendas 3. A pesar de que no se adoptaran o ascensos. Es más, este mecanismo regía tan sólo en caso de con­
medidas semejantes a su favor, los trabajadores civiles salieron be­ flicto; los patronos que quisieran eran libres de pagar sueldos más
neficiados de su participación en el esfuerzo bélico, aunque en ello altos.
no tuviera intervención directa el gobierno. La venta de bonos de guerra contribuyó también a absorber
Para el obrero industrial, el beneficio más evidente de la guerra las rentas y a financiar el coste de la guerra; pero lo más eficaz
fue la creación de puestos de trabajo. En tanto que la producción para hacer frente a las cargas bélicas fue el sistema de impuestos,
total prácticamente se duplicó en el curso del conflicto, el servicio que al mismo tiempo ayudó a frenar la inflación. La ley de im­
militar absorbió a cerca de 13 millones de hombres perfectamente puesto sobre la renta de 1940 redujo las exenciones fiscales en
aptos, con el resultado no ya sólo de la aparición de nuevas opor­ un 25 por 100, y la de 1942 integró en el sistema im positivo a
tunidades de trabajo, sino incluso de escasez de mano de obra casi todos los americanos, estableciendo las bases de la moderna
En 1943, el paro se había reducido a la cifra de 800.000 personas, estructura fiscal. Los impuestos sirvieron también para lograr una
y quienes disfrutaban de un empleo trabajaban y ganaban más que redistribución de las rentas; si el límite de los salarios en 25.000
nunca. En 1940, la cifra total de asalariados era de 54 millones; dólares anuales — aprobado por una orden del ejecutivo frente a
en 1945, de 64 millones. Este cambio, por supuesto, no se produ­ la oposición del Congreso— tuvo escasas consecuencias, una fisca-
jo de manera inmediata; a pesar de la rápida expansión de las in­ lidad progresiva permitió que los más ricos pagaran más. Mientras
dustrias de armamento, a principios de 1942 el número de parados que en 1939 el 23,7 por 100 de la renta estaba en manos de tan
ascendía todavía a 3,5 millones. Si hubieron de transcurrir cuatro sólo un 5 por 100 de la población, en 1944 aquel porcentaje había
años hasta alcanzar el pleno empleo, parece razonable pensar que bajado al 16,8 por 100; entre 1941 y 1945, los ingresos familiares
sin el estímulo de la guerra este plazo habría sido aún más largo; del estrato inferior de la sociedad habían crecido en un 68 por 100,
la guerra triunfó ciertamente allí donde el N ew Deal parecía haber mientras que el porcentaje de incremento para el estrato superior
fracasado. fue sólo del 20 por 100. O tra transformación que también se pro­
Com o consecuencia del mayor número de puestos de trabajo y dujo durante la guerra fue la de la com posición de los estratos in­
de la escasez de mano de obra, los salarios y los sueldos fueron feriores; en 1935-1936, el 43,5 por 100 de todas las familias per­
en aumento; entre 1939 y 1944, la masa salarial pasó de 52.600 cibía ingresos que no llegaban a los 1.000 dólares anuales, en
millones de dólares a cerca de 113.000 millones; también crecie­ tanto que diez años más tarde únicamente el 8,8 por 100 tenía
ron los niveles salariales, que de una media semanal de 23,86 dó­ rentas tan bajas y casi el 75 por 100 superaba los 2.000 dólares.
lares en 1939 pasaron a 44,39 en 1945, aumento considerable ha Aunque parezca paradójico, la escasez y el racionamiento contri­
bida cuenta incluso de la subida de los precios. A pesar de que buyeron también a la transformación de los Estados Unidos en
un sector considerable de la población seguía percibiendo unos una sociedad más igualitaria. A comienzos de 1942, el Congreso
ingresos muy bajos, hacía mucho tiempo que los americanos en autorizó a la O ffice of Price Administration a controlar los pre­
su conjunto no disfrutaban de un nivel de vida semejante. El sub­ cios máximos, que a partir de abril del mismo año fueron estabi­
siguiente crecimiento de su poder adquisitivo se produjo en un lizados a los niveles de marzo de 1942. Al mismo tiempo el citado
momento en que se disponía de menos artículos de consumo, y otganismo impuso determinadas restricciones sobre los alquileres
esta situación provocó fuertes tensiones inflacionistas. El gobierno de viviendas privadas, congelándolos o reduciéndolos en veinte
se dispuso a luchar contra ella, encomendando a la W ar Labor áreas seleccionadas. Estas medidas fueron progresivamente amplia
Board la tarea de reducir paulatinamente los incrementos salariales. das a otras zonas y acabaron por favorecer a un total de 86 m illo­
En el curso de la resolución de un conflicto surgido en la industria nes de inquilinos. Aun cuando el racionamiento no tuvo de por sí
del acero en 1942, la W ar Labor Board adoptó la fórmula «Little nada de beneficioso, salvo en el caso de los estraperlistas, sí ayudó
Steel», que permitía la elevación de los salarios en un 15 por 100 a reducir las diferencias de clase. El racionamiento de la gasolina
sobre su nivel de enero de 1941 con objeto de compensar el comenzó en diciembre d e 1942, siguiéndole el del azúcar, café.

330 331
carne, mantequilla y productos alimenticios en conserva. Otros siendo respetado este com prom iso de manera general a lo largo de
artículos se vieron afectados por la escasez; las bebidas alcohólicas la guerra. D e 1942 a 1944, la media anual de días de trabajo per­
no fueron racionadas, pero en 1944 prácticamente no se encontraba didos ascendió a 8.600.000, casi la mitad que en tiempos de paz.
whisky al haberse agotado las existencias y no poderlas cubrir y en 1942 el número de días perdidos fue sólo de 4.180.000
nuevamente las destilerías, dedicadas a la producción de alcoholes Pero a medida que el coste de la vida iba subiendo, las lim itacio­
industriales; también escaseó la cerveza en lata com o consecuencia nes impuestas por la fórmula «Little Steel» resultaban cada vez
de la falta de estaño. Estas restricciones de alimentos y bebidas más irritantes para los sindicatos, que comenzaron a dudar de las
causaron indudables privaciones, pero al menos permitieron que ventajas de renunciar a la huelga.
todos se sintieran más iguales cualesquiera que fuesen su fortuna Ello explica que en 1943 se produjeran huelgas en diferentes
y su posición social. Paralelamente, la escasez de determinados pro­ industrias, siendo la más grave la de la industria del carbón, donde
ductos alentó la fabricación de sucedáneos, com o el caucho sintéti­ los mineros, bajo la dirección de John L. Lewis, desafiaron la
co, las fibras artificiales y los plásticos; las dificultades de trans­ reglamentación salarial d el gobierno. De conformidad con la
porte y la falta de estaño produjeron una notable expansión de la fórmula «Little Steel» los mineros no tenían derecho a una subida,
elaboración de alimentos congelados y deshidratados; y la investi­ pero la mencionada fórmula no había tenido en cuenta la vertigi­
gación con fines militares dio importantes pasos hacia el futuro nosa alza de los precios en las aisladas zonas mineras; com o diría
descubrimiento de la televisión, los transistores, el plasma sanguí­ Lewis, «cuando los hijos d e los mineros piden pan, no se les pue­
neo, la penicilina, los antibióticos y el D .D .T. de calmar con la fórmula «Little Steel» 4. Tras una serie de paros
D e igual m odo que muchos de estos adelantos se consideran en la primavera de 1943, el gobierno se hizo cargo de las minas,
hoy en día dudosas bendiciones, también muchos de los avances poniéndolas bajo el control del secretario del Interior, H arold
logrados durante la guerra tenían sus limitaciones. Para los sindi­ Ickes. Pero una nueva oleada de huelgas en aquel otoño puso de
catos la guerra fue ciertamente un arma de dos filos. La escasez manifiesto su impotencia, habida cuenta de la urgente necesidad
de mano de obra fortaleció su posición negociadora, y el aumento de carbón durante el conflicto. El propio Ickes reconoció que no
generalizado del empleo condujo a la expansión del número de había cárceles suficientes para dar cabida a todos los mineros y
sus afiliados. En 1940 había 8.900.000 personas sindicadas; en 1945 que, además, los mineros encarcelados no podían extraer carbón.
su número ascendía a 14.800.000. La importancia del sector laboral En noviembre, negoció con Lewis un acuerdo que daba satisfac­
durante la guerra justificó la inclusión de representantes sindicales ción a prácticamente la totalidad de las reivindicaciones de los
en diversos organismos gubernamentales, com o la W ar Production trabajadores, reconociéndoles una subida de 1,50 dólares diarios.
Board y la W ar Labor Board, así com o su participación en dife­ Aun cuando los mineros alcanzaron una importante victoria,
rentes comités integrados por empresarios y trabajadores. Con el sus huelgas y las que se produjeron en otras ramas de la industria
fin de reducir la conflictividad en la industria, la W ar Labor repercutieron negativamente sobre el conjunto de los trabaja­
Board estableció en el verano de 1942 un «plan de mantenimien­ dores. A lo largo de 1943, diversos estados aprobaron leyes res­
to de la afiliación» que prácticamente garantizaba a los sindicatos tringiendo el derecho a crear piquetes, prohibiendo las contribu­
creados en el seno de las industrias de armamento el derecho a ciones de los sindicatos a los partidos políticos y de éstos a los
hacer obligatoria la afiliación. sindicatos y permitiendo el acceso a sus libros. Las diversas crisis
Pero los sindicatos también tuvieron que hacer concesiones. laborales animaron también al Congreso a resucitar determinadas
Durante el período de emergencia fueron ignoradas las disposi­ disposiciones tendentes a reducir la influencia de los sindicatos
ciones relativas a la limitación de la jornada de trabajo. En febrero que habían caído en desuso en 1941. En junio de 1943 el Congreso
de 1943, Roosevelt decretó un mínimo de cuarenta y ocho horas aprobó una ley (War Labor Disputes A ct, llamada también ley
semanales para los obreros de las fábricas de municiones, y si la Smith-Connally), haciendo caso omiso del veto presidencial, en
jornada semanal media se prolongó hasta cuarenta y cinco horas, virtud de la cual el presidente estaba facultado para hacerse cargo
en ciertas industrias llegó a ser de cincuenta o sesenta. Mayor de las industrias de guerra amenazadas por movimientos huelguís-
gravedad revestían las restricciones impuestas a las actividades ticos, declarándose ilegal cualquier actividad destinada a fomentar
sindicales y a la libertad del obrero. Y a en diciembre de 1941 los los paros en dichas industrias. En las fábricas sin interés militar,
sindicatos aceptaron dejar en suspenso su derecho de huelga los representantes sindicales estaban obligados a observar un plazo

332 3 33
de «enfriam iento» de treinta días y a contar con el apoyo de la siendo insuficientes. La mayor parte de las construcciones así
mayoría de sus afiliados antes de declarar la huelga. A pesar de financiadas tenía carácter temporal, pero sobre todo no era sufi
que la satisfactoria conclusión de la huelga de mineros pusiera de cíente para atender todas las necesidades. Las familias se veían
relieve sus insuficiencias, la ley representó una grave amenaza para obligadas a mudarse a casas abarrotadas y en pésimo estado o a
los sindicatos más pequeños y, consecuentemente, menos pode alojarse en los numerosos barrios de caravanas y barracones que
rosos. surgieron en las inmediaciones de las zonas industriales, muchos
Otra de las consecuencias del pleno empleo acarreado por la de los cuales carecían de las debidas instalaciones sanitarias y cons­
guerra fue la exacerbación de determinados aspectos de las rela­ tituían una amenaza para la salud. Todos los alojamientos estaban
ciones entre empresarios y sindicatos; uno de ellos fue el factor superpoblados; así no era nada insólito hallar viviendas ocupadas
de desorganización introducido por la demanda de mano de obra. por 25 personas o familias de once miembros habitando destarta­
Alentados por las necesidades de la industria militar, los movimien­ lados barracones de 8 metros cuadrados de superficie. En algunas
tos migratorios del campo a la ciudad y del Sur al Norte y al Oeste partes el sistema de «cama caliente» era un rasgo característico: el
experimentaron una fuerte aceleración durante la década de 1940 obrero que hacía el turno de día dejaba libre su cama al que regre­
A lo largo de los cinco años que duró la guerra, más de cinco saba del turno de la noche anterior.
millones y medio de personas se desplazaron de las zonas rurales El gobierno fue absolutamente incapaz de impedir la dislocación
a las urbanas y un 10 por 100 de la población se trasladó de un de la vida comunitaria y familiar que las migraciones, la situación
Estado a otro; algunas familias abandonaron sus primitivos hoga­ de la vivienda y las exigencias de la guerra trajeron consigo. De
res para estar cerca de los padres o maridos en filas, pero lo que por sí, la ausencia del padre alistado o empleado en alguna indus­
la mayor parte de los emigrantes perseguía era encontrar trabajo y tria alejada ya era suficiente m otivo de tensión. En 1940, el núme­
ganar dinero. California, donde se concentraba cerca de la mitad ro de familias que se hallaban en esta situación ascendía a 770.000;
de la industria naval y aeronáutica del país, atrajo a 1.400.000 per­ en 1945 la cifra había subido a 2.770.000. Para las familias que se
sonas, de las cuales 500.000 se instalaron en el área de la bahía mudaban, el cambio de un ambiente rural a otro urbano y super­
de San Francisco; medio millón más se dirigió hacia el N orte, ha­ poblado significaba una serie de dificultades adicionales. Surgían
cia la zona D etroit-W illow Run, para trabajar en las reconvertidas fricciones entre los recién llegados y los antiguos residentes. Un
fábricas de automóviles y aviones. Sin perjuicio de que las grandes indicio de la inestabilidad de aquellos tiempos fue el aumento ex­
corrientes migratorias se dirigieran principalmente hacia el Norte perimentado por el índice de divorcios; en 1944 se producían 27
y el Oeste, determinadas ciudades situadas a lo largo de la costa divorcios por cada 100 matrimonios, frente a sólo 16 cuatro años
del Atlántico y del golfo de M éxico, com o N orfolk, M obile y Char­ antes. Este aumento obedecía en parte al elevado número de ma­
leston, experimentaron también importantes incrementos de pobla­ trimonios celebrados durante la guerra; la tasa de matrimonios
ción debido a su industria naval. creció en 1940 en cerca de un 14 por 100, y en 1941 en más del
Pese a que estas migraciones discurrían por unos cauces esta­ 7 por 100. La prosperidad y la seguridad financiera que propor­
blecidos desde hacía ya veinte años, eran muy escasas las zonas cionaba el pleno empleo fom entó los matrimonios y las posibili­
urbanas en condiciones de absorber las tasas de crecimiento sin dades de separación porque el reclutamiento precipito la boda de
precedentes de la guerra. El problema más acuciante fue el del alo­ muchas jóvenes parejas; el indudable apresuramiento de estas
jamiento de los recién llegados; el número de propietarios de in­ uniones, seguidas inmediatamente de separaciones prolongadas, se
muebles aumentó de hecho durante la guerra de 15 millones en reflejó en los índices de divorcio. N o cabe duda, por supuesto, de
1940 a 20 millones en 1945, pero no todo el mundo estaba en con­ que muchas de ellas hubieran fracasado de todos modos y de que
diciones de adquirir una vivienda incluso aunque dispusiera del la guerra no fue más que la excusa o el acicate para la ruptura de­
dinero necesario para ello. En todas partes escaseaban las casas. El finitiva. Pero al mismo tiempo la amenaza del peligro o de la des­
gobierno trató de encontrar alojamiento a los obreros empleados aparición com o consecuencia de la guerra pudo también contribuir
en las industrias de guerra creando en 1942 la National Housing a unir más a las familias y a los matrimonios, fortaleciendo sus re­
Administration, encargada de elaborar un programa en este sector laciones. D e aquí que el aumento del número de matrimonios y
Los 2 3 0 0 millones de dólares que gastó sobrepasaron con mucho tal vez el impacto emocional del conflicto repercutieran sobre la
cualquier otra inversión estatal previa en vivienda, pero siguieron tasa de natalidad, que desde 1920 se había reducido manteniéndose

334 335
a un nivel de alrededor del 18 por 1.000 en 1930, y que creció II. MUJERES Y OTROS GRUPOS NO PRIVILEGIADOS
hasta el 22 por 1.000 entre 1940 y 1945.
Los más afectados por las dislocaciones motivadas por la guerra Si la guerra afectó de una u otra forma a la totalidad de los ame­
fueron los niños. La prolongada ausencia de uno o de ambos pa ricanos, para los grupos minoritarios fue un período de particular
dres perturbó seriamente a muchos de ellos, en tanto que a otros trascendencia. El sentimiento de unidad y solidaridad nacional y
no se les prestó la necesaria atención, debido a la falta de espacio la necesidad de una movilización de todas las fuerzas dieron a los
en las escuelas situadas en las congestionadas zonas industriales, y grupos generalmente ignorados o marginados la posibilidad de
a la escasez general de maestros. Los adolescentes no fueron menos tomar parte en la vida del país incorporándose a las grandes co ­
inmunes que sus hermanos y hermanas más jóvenes a las tensiones rrientes de la sociedad americana. Com o consecuencia de su trabajo
emocionales y psicológicas de los años de guerra; para muchos de en las industrias de guerra o del alistamiento de sus maridos,
ellos, la sensación de inestabilidad, de ansiedad, de tensión y de las mujeres americanas alcanzaron un nivel de independencia eco­
excitación generada por el conflicto coincidía con los problemas nómica y de libertad sin precedentes. Tres millones de mujeres,
propios de su edad creando un difícil período de reajuste que se que en circunstancias normales habrían permanecido en sus h o­
reflejó en el aumento de la delincuencia juvenil, tanto más alar gares, los abandonaron para ir a trabajar; el número de mujeres
mante cuanto que había disminuido el índice de criminalidad empleadas pasó de 12 millones a más de 16 millones, que paula­
entre los adultos. Tan solo en 1943, las detenciones de menores tinamente fueron desempeñando tareas tradicionalmente reserva­
aumentaron en un 20 por 100. Más grave aún era el incremento das a los hombres: trabajaban en talleres, siderurgias, fábricas
experimentado por las cifras de actos de violencia cometidos por de aviones y astilleros. Y varios millones más se alistaron en los
menores y por la delincuencia femenina en particular. Para las mu­ cuerpos femeninos de las fuerzas armadas donde prestaron servi­
chachas, la delincuencia era de carácter sexual, y en 1943 el nú­ cios auxiliares, pero no p or ello menos esenciales.
mero de menores de dicisiete años detenidas por practicar la pros Al realizar trabajos masculinos, parecía justo que las mujeres
titución aumentó en un 68 por 100. Estas jóvenes, que hacían la fueran pagadas com o los hombres. En noviembre de 1942 la War
carrera en las terminales de los autobuses, en las estaciones, en Labor Board reconoció el principio de «a trabajo igual, salario
los drugstores o en los alrededores de los campamentos militares, igual» mediante una disposición permitiendo a los patronos elevar
eran conocidas com o las V-girls; algunas no tenían más de doce o los salarios de las mujeres al mismo nivel que el de los hombres.
trece años. Aun cuando la delincuencia juvenil no era una nove­ Pero com o su aplicación quedó en manos de los empresarios, mu­
dad en la sociedad americana, la guerra la fomentó y la hizo más chas industrias ignoraron aquella normativa o procedieron a una
visible. nueva clasificación de los puestos de trabajo para «mujeres», pa­
N o cabe duda de que la guerra tuvo consecuencias buenas y gándolas menos que antes, en tanto que otras, com o los fabrican­
malas sobre la estructura social de los Estados Unidos. Por una tes de automóviles, les subieron inmediatamente los salarios; in­
cluso en los astilleros federales el salario diario más elevado a
parte, llevó consigo un pleno empleo relativo, una redistribución
que podía aspirar una mujer era de 6,95 dólares, frente a los 22
de las rentas, una mayor prosperidad y una urbanización acelera­
de un hombre. Por término medio, el salario de una mujer era
da; pero, por otra, contribuyó a la superpoblación de muchas zo­
inferior en un 40 por 100 al de un hombre. Pero en cualquier
nas industriales, a la escasez de viviendas, a una insuficiente esco-
caso, la mujer pudo participar en una creciente serie de actividades
larización, al auge de la delincuencia juvenil y a la perturbación de y ganar más que antes de la guerra, lo que no significa, sin embar­
la vida familiar. Para muchos la guerra significó sobre todo, cua­ go, que se produjeran grandes cambios en su actitud o en la de
lesquiera que fuesen sus beneficios, la desaparición del padre, los varones. Concretamente, a muchas de ellas les preocupaba más
esposo, hijo o hermano; más de 300.000 americanos perdieron la no poder comprar determinadas cosas que la falta de igualdad
vida en el curso de la conflagración y cerca de 700.000 sufrieron de derechos. Una canción com o la siguiente pretendía expresar
heridas. Aunque estas cifras son pequeñas si se las compara con los deseos de la mujer del pueblo:
las de alemanes o rusos muertos, 2 ó 3 millones y 7 millones, res­
pectivamente, no por ello dejaron de tener gran importancia para Se pueden decir o escribir muchas cosas tristes,
la sociedad americana. pero la más triste de todas es que no quedan h om b res 5

336 3J7
fue creada la War Relocation Authority, encargada de organizar
La publicidad seguía exigiendo a las mujeres que resultaran
los campamentos donde habían de ser internados los evacuados
atractivas y femeninas; una mujer guapa y bien vestida contri­
japoneses. Más de 110.000 japoneses, muchos de ellos nacidos en
buiría sin duda a elevar la moral de su hombre dándole algo por
América, fueron reunidos y llevados a estos campamentos, situa­
qué luchar. La moda prestaba también atención a las exigencias
dos en regiones desérticas de Arkansas, Utah, Arizona y otros
de las fábricas y a la necesidad de consumir menos material con el
estados. En ellos las condiciones de vida distaban mucho de ser
fin de contribuir al esfuerzo común. El temor de que las mujeres
satisfactorias y por el alambre de espino y los guardianes armados
continuaran trabajando, privando a los hombres de trabajo, resultó
que los custodiaban recordaban a los campos de concentración.
injustificado; al término de la guerra más de 2 millones de traba­
Una consecuencia de esta evacuación fue la pérdida de bienes mue­
jadoras abandonaron sus puestos y el porcentaje de mujeres en
bles e inmuebles valorados en 400 millones de dólares. El hecho
la población activa descendió del 36 al 29 por 100. Este porcen­
de que 12.000 internados se ofrecieran com o voluntarios y fueran
taje seguía siendo superior al 25,5 por 100 de la etapa prebélica,
aceptados por las fuerzas armadas no influyó para nada en !a
lo que pone de relieve que aquellas que habían trabajado no po­
actitud oficial. En 1944, el reclutamiento se hizo extensivo a los
dían olvidar completamente la emancipación temporal de que
disfrutaron. japoneses estuviesen o n o internados. Cuando en uno de los cam­
pamentos de Wyoming se inició un movimiento de resistencia
Los efectos de la guerra se dejaron sentir también sobre los
contra el reclutamiento forzoso, 63 de los implicados en él fueron
grupos étnicos y raciales minoritarios de América, que participa­
sentenciados a tres años de prisión. Pero el Tribunal Supremo
ron así de algunos de sus beneficios. A diferencia de lo que ocurrió
declaró anticonstitucional el confinamiento permanente de ciuda­
en la primera guerra mundial, durante la segunda no se produ­
danos leales, viéndose obligado el gobierno a levantar en enero
jeron ataques histéricos contra los americanos de origen alemán
de 1945 las restricciones que pesaban sobre los ciudadanos ame­
o italiano; tan sólo 3.000 alemanes y 85 italianos fueron conside­
ricanos de origen japonés.
rados suficientemente peligrosos com o para justificar su detención.
Los americanos de origen mexicano eran discriminados desde
En todo caso la animosidad pública fue siempre escasa. Es más, si
hacía largo tiempo tanto en la costa occidental com o en el sudoeste;
para algo sirvió la guerra fue para acelerar la integración de aque­
al igual que los negros americanos eran segregados, insultados y
llos grupos en la sociedad americana. Las hostilidades interrum­
forzados a realizar los peores trabajos, pero a diferencia de los
pieron la difusión de todo tipo de noticias y propaganda extranje­
japoneses habían sido incapaces de crear las bases de una estruc­
ras, lo que condujo a que hubiera menos periódicos en otros
tura económica urbana. Las necesidades de mano de obra para los
idiomas y a que los recién llegados adoptaran más deprisa las
costumbres de su nueva patria. Finalmente su participación en astilleros y fábricas de aviones durante la guerra les permitieron
las fuerzas armadas demostró su lealtad y su trabajo en las indus­ disfrutar por primera vez de un empleo en la industria, de tal
trias de guerra les aportó seguridad financiera y la incorporación a forma que si en 1941 n o había un sólo obrero mexicano en los
la clase media americana. astilleros de Los Angeles, en 1944 su número era de 17.000. Por
La gran excepción, sin embargo, fueron los extranjeros de ori­ otra parte, gracias al acuerdo firmado entre los Estados U nidos
gen japonés, concentrados en su mayoría en la costa occidental. y México, que permitía la importación de trabajadores con destino
El temor al espionaje y a los actos de sabotaje, unido a un evi­ a la industria de guerra, pudo el gobierno americano adoptar de­
dente racismo y al resentimiento económico, llevó al pueblo y terminadas disposiciones en cuanto a la reglamentación de sus
a las autoridades locales de California a solicitar el traslado de salarios y condiciones de empleo lo que les permitió alcanzar el
los japoneses; este temor a actividades «quintacolumnistas» fue nivel de vida americano mínimo. El servicio en las fuerzas armadas
fomentado por los periódicos de la cadena Hearst, por el fiscal les granjeó también el reconocimiento oficial y, lo que era más
general y el gobernador de California, así com o por representantes importante, les dio seguridad en sí mismos y respetabilidad. La
del estamento militar. En febrero de 1942, el presidente Roosevelt «G . I. Bill of Rights», finalmente, hizo posible que muchos de
accedió finalmente a estas demandas promulgando una orden por ellos recibieran educación o capacitación profesional al término
la que se autorizaba al ejército a señalar determinadas zonas mi­
de la guerra; varios representantes de los intereses de los america­
litares de las que podían ser excluidas algunas o todas las perso­
nos de origen mexicano en la posguerra eran veteranos de guerra
nas. Una de estas zonas fue California, y en marzo del mismo año

339
338
El hecho de que estas transformaciones contribuyeran a suavizar acceder a la Infantería d e Marina, al servicio de guardacostas ni
los efectos de la discriminación racial no significa en absoluto que a las fuerzas aeronavales.
los prejuicios antimexicanos desaparecieran de la noche a la ma­ Los dirigentes negros protestaron vigorosamente contra la vir
ñana; bien al contrario, ya que el desplazamiento de los «chica- tual exclusión de los afroamericanos del esfuerzo defensivo. A par­
nos» hacia las áreas urbanas intensificó en determinados aspectos tir de 1939 y 1940, a las diversas organizaciones en favor d e los
la tensión. En junio de 1943 Los Angeles fue sacudida por el derechos civiles, como la National Association fo t the Advance-
ataque de un grupo de marineros y civiles blancos contra jóvenes ment of Colored People (N A A C P ) y la National Urban League,
mexicanos. La juventud mexicana se enfrentaba a idénticos pro­ se agregaron otros organismos constituidos con el propósito espe­
blemas que la blanca, pero tenía que soportar además los prejui­ cífico de conseguir la participación de los negros en el esfuerzo
cios de sus conciudadanos. Con el fin de hallar seguridad y mani­ bélico militar e industrial. Sus gestiones, y el hecho de que el
festar su identidad muchos jóvenes se reunían en bandas, se vestían partido republicano explotara las críticas lanzadas contra la Adm i
de forma extravagante, y provocaban a los otros, en especial a los nistración en el curso d e las elecciones de 1940, lograron que
soldados. El motín fue la culminación de un período de creciente acabaran introduciéndose ciertos cambios en la política militar
tensión y duró cuatro días durante los cuales cierto número de al respecto. En 1940 el gobierno se avino a admitir a los negros
mexicanos fueron golpeados salvajemente o detenidos. Incidentes en todas las ramas del ejército sobre una base proporcional, a
similares, aunque en menor escala, se produjeron en otras ciudades crear campamentos de entrenamiento para oficiales negros y a es­
del Oeste poniendo así de manifiesto que la guerra no había re­ tablecer una academia de aviación para negros; un coronel negro,
suelto en absoluto todos los problemas de la sociedad americana. Benjamín O . Davis, fue ascendido a general, el primero en la his­
Para los 13 millones de negros americanos la experiencia fue toria de los Estados Unidos; otro afroamericano, el coronel Cam­
muy similar: avances en algunos terrenos entremezclados de vio­ pbell C. Johnson, fue nombrado asesor del director del Servicio
lentas explosiones de tensión racial. Cuando en 1940 se inició la Militar Obligatorio; y William H . Hastie, representante legal de
movilización del país para la guerra, parecía que los negros iban la N AACP, fue designado ayudante civil del ministro de la Guerra.
a quedar prácticamente excluidos de ella. La depresión había Pero estas medidas no eran más que paliativos; el principio de
afectado particularmente a los afroamericanos debido a su condi­ la segregación fue mantenido y en la práctica continuaba la dis­
ción de ciudadanos de segunda clase, lo que implicaba que eran criminación en el seno de las fuerzas armadas. A pesar de una
los últimos contratados y los primeros despedidos. El porcentaje serie de nuevas concesiones en 1942, com o la admisión d e los
de negros en paro era muy superior, a veces el doble, que el de negros en los servicios generales de la Marina y de la infanteiía de
los blancos. La circunstancia de que siguiera habiendo gran can­ Marina, William Hastie dim itió de su puesto un año más tarde
tidad de obreros blancos sin empleo, unida a los prejuicios de ante la negativa de las fuerzas armadas a modificar su enfoque
muchos patronos, lim itó la participación negra en el «arsenal de de las cuestiones raciales. La insuficiencia de efectivos durante la
la democracia». Si el porcentaje de blancos en paro disminuyó del ofensiva alemana de las Ardenas en diciembre de 1944, sin em­
17 por 100 al 13 por 100 entre abril y octubre de 1940, el de bargo, obligó al ejército a integrar pelotones negros en unidades
los negros se mantuvo en un 22 por 100 6. A lgo semejante ocurría blancas; estas unidades integradas combatieron satisfactoriamente
con la situación de los negros en las fuerzas armadas, donde tam­ a lo largo de 1945, y aunque más tarde fueron disueltas, sirvieron
bién se reflejaba la actitud general de la sociedad. A pesar de que para demostrar que la integración era una posibilidad real. O tro
los negros habían servido con honor en las guerras anteriores, tanto ocurrió en la Marina, donde la escasez de hombres hizo
también allí prevalecían la segregación y la discriminación. En también necesaria la integración de los negros en la flota auxiliar,
1940 solamente existían cuatro unidades del ejército en las que de tal m odo que poco antes de acabar la guerra aquélla se dispo­
podían servir los afroamericanos: los cuatro regimientos creados nía a eliminar por com pleto la segregación.
por el Congreso al término de la guerra civil, integrados total­ Cuando las negociaciones para lograr alguna mejora en el terre­
mente por negros a excepción de los oficiales que eran blancos en no industrial fracasaban, aumentaban el nivel y el carácter de la
su mayoría. Solamente existían cinco oficiales negros, de los cuales protesta negra. En 1941, A . Philip Randolph, dirigente del sindi­
tres eran capellanes; en la Marina los negros únicamente podían cato negro de empleados de coches-cama, convocó una marcha de
prestar servicios en las cocinas y en los comedores, no pudiendo protesta de 10.000 afroamericanos sobre la capital federal para

340 341
presionar al gobierno a fin de que pusiese término a la discrimina­ negros desaprobasen su actitud, no por ello dejaban de formar
ción en las industrias de guerra; otros dirigentes de organizaciones parte de la creciente toma de conciencia política y social de los
negras se adhirieron a su iniciativa, fracasando todos los intentos negros.
que se hicieron para cancelar la manifestación. Ante la amenaza A medida que la guerra avanzaba y que los negros iban obte­
de una protesta gigantesca a las puertas del gobierno, Roosevelt niendo triunfos, sus reivindicaciones disminuían, al menos tem­
cedió. El 25 de junio de 1941, cinco días antes de la fecha fijada poralmente. Aunque el Fair Employment Practices Committee no
para iniciar la marcha, promulgó una orden poniendo fin a aquella tuvo el éxito que algunos han pretendido, sí consiguió ciertos re­
forma de discriminación; se preveía la inclusión de cláusulas de sultados positivos. El mero hecho de su existencia significó algo
no discriminación en los contratos suscritos en las industrias nuevo en las relaciones raciales y obligó a la gente a tomar en
de armamento y se creaba un comité (Fair Employment Practices consideración la discriminación económica. A un cuando no dispo­
Committee) encargado de investigar las reclamaciones presentadas nía de los necesarios recursos humanos y materiales estudió gran
por violación de aquella normativa. La orden del ejecutivo fue la cantidad de reclamaciones en una amplia gama de industrias, lo­
primera en su especie desde 1875; por primera vez en el siglo xx grando resolver satisfactoriamente muchas de ellas. Su mayor fraca­
el gobierno federal había adoptado una actitud definida frente a so lo tuvo con las compañías ferroviarias del Sur, dieciséis de las
los prejuicios raciales. Com o no podía ser menos, los negros la cuales se negaron a poner fin a sus prácticas discriminatorias.
consideraron una gran victoria y la manifestación fue cancelada Como el com ité carecía d e la autoridad necesaria para imponer
El movimiento de la marcha sobre Washington subsistió durante la aplicación de sus mandatos, los casos acabaron siendo sobre­
cierto tiempo bajo la dirección de Randolph, y aun cuando el seídos. Desde un principio, este comité tropezó con una fuerte
respaldo que recibió tras su éxito inicial fue disminuyendo, siguió oposición del Congreso, al tiempo que recibía escaso apoyo del
siendo un símbolo de la militancia negra. presidente y de los organismos gubernamentales; al cabo de una
El nivel y la fuerza de la protesta negra durante el período bé­ agitada vida, fue disuelto en 1946 cuando algunos senadores su­
lico marcaron un nuevo rumbo en la lucha por los derechos civiles distas impidieron que se le asignaran los fondos que precisaba
que se libró en los años de la posguerra. Los dirigentes negros se Pero sentó un precedente para el futuro.
percataron de que la igualdad de participación en el esfuerzo de La mayor parte de los progresos efectuados por los negros en
guerra había de fortalecer sus reivindicaciones en las restantes materia de empleo durante la guerra no obedecieron a las activi­
esferas de la vida, y también de que el conflicto ofrecía una situa­ dades de ningún comité, sino a la escasez de mano de obra sur­
ción de crisis favorable para luchar con éxito por los derechos gida a partir de 1942. En enero de aquel año sólo el 3 por 100
civiles. Com o era lógico, utilizaron la propaganda americana y de los obreros empleados en las industrias de guerra eran negros,
aliada en provecho de su causa; el lema del diario negro de en tanto que en 1944 ya representaban el 8 por 100. Significa­
Pittsburgh, The Courier, la «doble v » de la victoria para la dem o­ tivamente, más de la mitad de este avance se logró allí donde la
cracia en el interior y en el extranjero, resumía perfectamente sus escasez de mano de obra era particularmente aguda. Sea cual
objetivos. Pero no todos los afroamericanos estaban dispuestos a fuere la razón, lo cierto es que entre 1940 y 1944 la cifra total
participar en el esfuerzo bélico en aquellas circunstancias; hom­ de afroamericanos con trabajo pasó de 4.400.000 a 5.300.000, dis­
bres com o Ernest Calloway, Lewis Jones y W infred Lynn se ne­ minuyendo el número de parados en idéntico periodo de cerca
garon a servir en las fuerzas armadas mientras fueran segregados, de un millón a 151.000. E l cambio se produjo, además, tanto en
siendo detenidos; otros, más extremistas, se negaron a hacerlo cantidad com o en calidad, y el número de negros empleados en
en cualquier circunstancia afirmando que América era un país trabajos cualificados y semicualificados casi se duplicó. Ello no
de blancos y que la guerra nada tenía que ver con los negros. obsta, por supuesto, para que en su mayoría siguieran siendo obre­
Los miembros de otras organizaciones, com o los musulmanes ne­ ros sin cualificación alguna, condenados a efectuar trabajos duros
gros, que habían abandonado toda esperanza de solucionar los
y peligrosos, y para que sus salarios, a pesar de aumentar global-
problemas mediante la integración y defendían ideas separatistas,
mente, se mantuvieran muy por debajo de los percibidos por los
se opusieron al reclutamiento, siendo encarcelados varios cientos
blancos. En 1945, los ingresos medios de las familias negras repre­
de ellos, incluido su dirigente Elijah M uham m ad7. Aun cuando
sentaban la mitad de los de las blancas; ciertamente era un nivel
estas gentes fuesen una minoría dentro de una minoría, y otros

3 42
jamás alcanzado antes, pero había de mantenerse invariable du
detenidos. Este fue el últim o gran motín del período bélico y tam­
rante cierto tiempo.
bién el último en gran escala hasta la década de 1960.
El progreso racial tropezó con la oposición tanto en el terreno
N o cabe duda de que durante los años de la guerra, los negros
militar com o en el industrial y, en ocasiones, con la violencia
hicieron importantes avances sociales, económicos y políticos, a
Desde un primer momento los soldados negros fueron víctimas
pesar de los evidentes indicios de creciente tensión social, hasta
de los ataques de soldados y civiles blancos, en especial en los
el punto de que a menudo la violencia no era sino resultado de los
campamentos situados en el Sur. En 1943, el número de estos
progresos efectuados. A medida que a los negros se les hacía con ­
incidentes aumentó en forma alarmante al responder los negros
cesiones, sus aspiraciones y expectativas iban en aumento, y tam
a las vejaciones de que eran objeto. Las informaciones de la
bién su sentimiento de frustración; paralelamente, la oposición
prensa contribuyeron a incrementar las tensiones que se estaban
a aquellos cambios se manifestaba con mayor fuerza en determi­
incubando en los sectores civiles y en particular en las grandes
nados sectores de la población blanca. Pero en su conjunto, el
ciudades del Norte. A l igual que los blancos, gran número de afro­
impacto de la guerra contribuyó a suavizar las diferencias raciales,
americanos se había desplazado al Norte y al Oeste en busca de
étnicas y sexuales. El conform ism o y el anonimato eran consus­
empleo en las zonas industriales; de hecho, la migración de los
tanciales al servicio militar y también, aunque en menor medida,
negros superó a la de los blancos, afectando al 14 por 100 de su
al trabajo en la industria de guerra. Muchas mujeres, por ejem plo,
volumen total. Más de 1.800.000 negros abandonaron sus respec
conseguían puestos de trabajo normalmente atribuidos a los hom ­
tivos estados durante la guerra; en algunas ciudades, com o Los
bres, llevaban pantalones y no se maquillaban, y en ocasiones per­
Angeles, San Francisco, Buffalo, Syracuse y otras, la población de
cibían el mismo salario que aquéllos. La creciente influencia del
color creció en mas del 100 por 100; también atrajeron gran can­
gobierno en la sociedad, con independencia de la clase social, de
tidad de nuevos inmigrantes negros aquellas que, com o Chicago
la raza y del sexo, contribuyó también a introducir un desacos­
y Detroit, disponían ya de importantes núcleos negros. En todas
tumbrado nivel de uniformidad. Pero el factor más importante en
ellas la afluencia de recién llegados agravó los problemas de vi­
este proceso fue la existencia de un enemigo exterior y la prioridad
vienda existentes y los negros, víctimas de los prejuicios de las
dada a la lucha y a la victoria.
autoridades locales responsables de la vivienda y de la discrimina­
ción de los propietarios, se vieron hacinados en sórdidos ghettos.
La competencia entre blancos y negros por encontrar alojamien­
III. LOS PROBLEMAS DE LA POSGUERRA: RECONVERSION,
to se sumó a las tensiones producidas por las largas jornadas de
CONSERVADURISMO Y «FA IR DEAL»
trabajo, por el racionamiento y por la preocupación acerca de la
suerte de los amigos y parientes alistados, a lo que había que aña­
La totalidad de los americanos, pero en particular los grupos mi­
dir los prejuicios raciales que muchos inmigrantes llevaron consigo
noritarios, esperaban al fin de la guerra con cierta ansiedad, mu­
del Sur a las ciudades del Norte. En 1943, estas tensiones esta­
chos de ellos temían la vuelta al desempleo masivo ante la pers­
llaron en 242 motines raciales que se produjeron en 47 ciudades
pectiva de una súbita y masiva desmovilización unida a un drástico
diferentes. El más violento de todos se produjo en Detroit donde
descenso de la producción. Esta «psicosis de depresión» se veía
al cabo de cinco días de lucha, murieron 34 personas (25 negros
fomentada por cierto número de previsiones económicas. La más pe­
y 9 blancos), resultaron heridas más de 1.000 y la producción
simista de éstas estimaba que al término del conflicto serían des­
de guerra se interrumpió por com p leto8. Fue necesaria la inter­
pedidos entre 8 y 10 millones de trabajadores, mientras que los
vención de las tropas federales para restaurar el orden. Dos meses
cálculos más cautelosos hablaban de 5 millones. Estos temores no
más tarde, en agosto, se produjo otro motín en Harlem, barrio
se vieron confirmados por los hechos; a pesar de la desmoviliza­
negro de Nueva York, pero aquí no se trató de un enfrentamiento
ción de 10 millones de soldados entre 1945 y 1946, el número de
entre miembros de las dos razas, sino de un estallido de rencor
parados ascendió tan sólo a 2 millones, el 3,9 por 100 de la
y de frustración de los negros, dirigido sobre todo contra las pro­
población activa, y en 1948 se había reducido de nuevo.
piedades de los blancos; fueron saqueadas tiendas, se cometieron
Son varias las razones que explican esta transición comparativa­
actos de pillaje y los daños causados se estimaron en 5 millones
mente indolora de la guerra a la paz. Una de ellas fue la tapida
de dólares, resultando 5 negros muertos, 500 heridos y otros tantos
reconversión de la producción de material de guerra a la de ar­
3 44
34*5
tículos de consumo, alentada por las reducciones de impuestos versión de la industria y la recuperación europea. El gobierno in­
y la supresión de controles y el mantenimiento de un elevado nivel tervino también en la industria ferroviaria, y .ante la amenaza de
de gastos gubernamentales. Mayor importancia tuvo el desencade­ una huelga Truman decidió hacerse cargo de los ferrocarriles con
namiento de una demanda muy activa de bienes de consumo por el fin de prevenirla; com o persistiera la actitud de los ferroviarios,
parte de la población. Las estadísticas de compras de automóviles el presidente solicitó del Congreso autorización para militarizarlos,
son un buen índice del gasto de la posguerra: si en 1940 el número pero afortunadamente se llegó a un acuerdo antes de que el Con­
de vehículos matriculados era de 27 millones, en 1950 la cifra greso adoptara una decisión al respecto, si bien lo ocurrido puso
se había disparado hasta alcanzar los 40 millones. Tras un cierto de manifiesto la gravedad de la situación. En determinadas ramas
número de despidos, se mantuvo el elevado nivel de empleo y de la industria del automóvil, por el contrario, se llegó a un acuer­
producción. La «G . I. Bill, o f Rights» ayudó a gran número de do amistoso donde entre otras cosas se estipuló que los salarios
soldados a encontrar empleo o reanudar sus estudios, facilitando evolucionarían siempre al compás del aumento de los precios y
de este m odo su reincorporación a la vida civil. La retirada de del crecimiento de la productividad. Com o es natural, la presión
más de 2 millones de mujeres de la masa laboral entre 1945 y 1946 conjunta de los precios y los salarios incidió sobre el nivel genera]
permitió también a muchos hombres encontrar empleo y reflejó de aquéllos, que entre 1946 y 1947 experimentaron una subida
el carácter temporal de las conquistas logradas por aquéllas du­ superior a la de toda la guerra. Entre 1945 y 1949, el coste de la
rante la guerra, lo que no obsta para que el porcentaje de mujeres vida aumentó en un 31,7 por 100, frente a un 28,4 por 100 en el
trabajadoras en 1946, el 29 por 100, fuera considerablemente más período com prendido entre 1940 y 1945. Pero el mantenimiento
alto que el del período prebélico. O tro tanto ocurrió con los afro­ de un nivel relativamente elevado de empleo hizo posible que con ­
americanos. Aun cuando retrocedieran en la escala económica, sus tinuara la prosperidad creada durante el conflicto. Fue precisa­
oportunidades globales de empleo y el volumen de sus rentas se mente el dinero ganado y ahorrado durante los años de guerra
mantuvieron muy por encima de los niveles de 1940, y sus expec­ lo que constituyó la base de la futura «sociedad de la abundancia»
tativas siguieron siendo optimistas gracias a la sostenida prosperi­ (cf. John K. Galbraith, T h e affluent society, 2.* ed., 1969).
dad de los años de la inmediata posguerra. Aun cuando la segunda guerra mundial no fue seguida de un
El verdadero problema de la posguerra fue la inflación, no la estallido de histeria y de xenofobia de la intensidad del de 191S-19,
depresión. Bajo la presión del Congreso, en 1946 el presidente había signos evidentes de creciente intolerancia y conservadurismo.
Truman (1945-1953) suprimió a regañadientes la totalidad de los En las elecciones de 1946, por primera vez desde 1928, los repu­
controles de los precios, a excepción de los que recaían sobre los blicanos obtuvieron la mayoría en ambas Camaras del Congreso.
alquileres, el azúcar y el arroz. Si los empresarios aspiraban a una Una de las primeras decisiones de la nueva legislatura conservadora
elevación de los precios, los trabajadores, tras años de sacrificio fue restringir el poder de los sindicatos. En junio de 1947, el
durante la guerra, exigían mayores salarios. Esto dio lugar aquel Congreso, obviando el veto del presidente Truman, aprobó la ley
año a una serie de huelgas en algunas de las más importantes in­ Taft-Hartley, inspirada en gran medida en la legislación vigente
dustrias, com o las del automóvil, el acero, la minería y los ferro­ durante la guerra, en virtud de la cual se declaraban ilegales los
carriles. closed shops, es decir, la obligación de que todos los trabajadores
Cuando en 1946 los obreros siderúrgicos pidieron un aumento de una fábrica se afiliaran a un sindicato, se obligaba a los sindica­
de 25 centavos por hora, los patronos se negaron a concederlo tos a respetar un plazo de sesenta días de «enfriamiento» antes
a menos que se les autorizara a subir el precio del acero en 7 de ir a la huelga, se exigía la publicidad de la contabilidad de los
dólares por tonelada. Truman propuso una solución de com pro­ sindicatos y se les declaraba personas jurídicas, responsables ante
miso: un aumento de 4 dólares por tonelada y una subida de los tribunales.
18,5 centavos por hora. El sindicato aceptó, pero no así las com ­ Aunque la ley Taft-Hartley fue ante todo una reacción frente
pañías siderúrgicas, produciéndose la huelga. En las minas, el a la oleada de huelgas de 1946, los acontecimientos exteriores
sindicato mantuvo la huelga incluso después de que el gobierno también influyeron sobre la opinión publica americana. La inten­
hubiese asumido su control y a pesar de las multas impuestas por sificación de la guerra fría indujo a muchos americanos a identi­
los tribunales federales; pero los mineros acabaron por triunfar ficar y a perseguir a sus compatriotas comunistas. La ley Smith
en su empeño debido a la importancia del carbón para la recon­ (Alien Registration A ct) de 1940 había condenado ya la propa­

3 46 3 47
ganda de la revolución violenta y borrado toda distinción entre
Con anterioridad a 1948 ningún presidente había adoptado una
doctrina (por ejemplo, teoría marxista) y actuación política. En
postura tan clara y decidida sobre la cuestión racial. Ello no obstó
1947, Truman dispuso una investigación de la lealtad de los fun
para que algunos mantuvieran entonces, y sigan haciéndolo, que su
cionarios federales con el propósito de excluir de la administración
actitud en esta cuestión n o era más que una maniobra política para
pública a los elementos «desleales y subversivos». El hecho de
ganarse el voto negro en las elecciones presidenciales de 1 9 4 8 ’
que en 1952 no se hubiera descubierto todavía ningún caso de
De ser cierta esta hipótesis, el presidente hizo entonces una arries­
espionaje no im pidió que la práctica de investigar las actividades
gadísima jugada, porque, com o era de suponer, los demócratas
de los funcionarios federales — siquiera limitada a los miembros
del Sur reaccionaron violentamente contra las medidas y las decla­
del ejecutivo— sentara un importante precedente y alimentara
raciones presidenciales. Varios delegados sudistas abandonaron la
los peores instintos. También contribuyeron a exacerbarlos las
Convención Demócrata al incluirse en el programa electoral una
acusaciones lanzadas en 1948 contra Alger Hiss, antiguo funcio­
declaración favorable a los derechos civiles; aquellos delegados
nario del departamento de Estado, y el juicio de 11 dirigentes del
formarían más tarde el States Rights Party y presentarían sus pro­
partido comunista americano en 1949. La condena de los comu­
pios candidatos presidenciales. A esta defección se añadió la de
nistas, por propugnar el derrocamiento del gobierno, y la de Hiss
algunos demócratas del ala «liberal», que se unieron a Henry
en 1950 por perjurio aumentaron el temor popular y prepararon el
Wallace para integrar el Progressive Party. A pesar de estas divi­
terreno a Joseph McCarthy.
siones, Truman alcanzó inesperadamente una considerable victoria
En los primeros años de la posguerra se produjeron también
sobre su contrincante republicano, Thomas E. Dewey, y lo hizo con
indicios de una creciente tensión racial. En 1946 se registraron
la ayuda, entre otras, de la mayoría de los votantes negros.
varios casos de negros atacados por blancos. En Columbia (Ten­
Truman interpretó su victoria com o un mandato popular en
nessee) fueron asesinados dos negros, y en Athens (Alabama) 50
favor del liberalismo y com o un rechazo del conservadurismo del
sufrieron heridas; en Filadelfia y en Chicago se produjeron peque­
80 ° Congreso. Ya presidente por derecho propio, presentó al C on­
ños estallidos de violencia. El asesinato de dos negros, uno de
greso un programa legislativo destinado a llevar adelante el N ew
ellos veterano de guerra, y de sus esposas, en Georgia, horrorizó
Deal y a dar a todos y a cada uno de los americanos un «Fair
a la opinión pública. N o pocos soldados de color fueron acogidos
Deal», un «trato justo». Las medidas del «Fair Deal» comprendían
violentamente cuando, licenciados, regresaron a sus hogares. En
una legislación sanitaria a escala nacional, una ley de derechos
Uno de estos incidentes, que mereció gran publicidad, un soldado
civiles, disposiciones relativas a la construcción estatal de vivien­
perdió la vista al ser agredido por un encolerizado agente de poli­
das, subsidios agrícolas, controles de precios y de salarios y la
cía. Cuando los dirigentes negros y destacados liberales blancos
abrogación de la ley Taft-Hartley. La coalición que se había for­
llamaron la atención del presidente sobre estas vejaciones, Truman mado en el Congreso entre los republicanos y los demócratas con ­
reaccionó creando un Civil Rights Committee. En diversos dis­ servadores reaccionó alarmada contra las propuestas del presidente,
cursos ante el Congreso y con ocasión de una concentración de la al que acusaron de pretender aumentar la autoridad federal a
N A A C P frente al Lincoln Memorial en 1947, Truman insistió en costa de los estados, de intentar constituir un Estado benefactor y
la necesidad de una acción federal en materia de relaciones racia­ de recurrir a métodos totalitarios. El Congreso bloqueó el pro­
les. Simultáneamente, el presidente tom ó también diversas inicia­ yectado plan de subsidios agrícolas y también el del seguro de
tivas para acabar con la discriminación en las fuerzas armadas ante enfermedad, tras fuerte presión de la American Medical Associa-
el temor de que se produjeran nuevas protestas por parte de mili­ tion. El programa de derechos civiles cayó víctima del filibuster,
tantes negros encabezados una vez más por A. Philip Randolph, y táctica obstruccionista consistente en la intervención de un número
ante las críticas formuladas contra las prácticas raciales del esta­ ilimitado de oradores, y la derogación de la ley Taft-Hartley fue
mento militar por el Civil Rights Committee en su informe de oc­ rechazada. A pesar de todo, Truman consiguió en 1949 y 1950
tubre de 1947. En julio de 1948, Truman promulgó una orden que se introdujeran determinadas enmiendas a la Fair Labor Stan-
del ejecutivo prohibiendo la discriminación en el seno de las fuer­ dards Act de 1938, elevando el salario mínimo de 40 a 75 centavos
Por hora. En 1950 fue aprobada una nueva ley de seguridad social,
zas armadas y creando un nuevo comité encargado de velar por su
que aumentó en 10 millones el número de beneficiarios, y en 1949
cumplimiento.
el Congreso promulgó también una ley de la vivienda (National

J4 8
Housing Acte) que preveía la desaparición del chabolismo y la la paz, junto con su evidente fortaleza militar y económica, hacían
construcción de 810.000 viviendas financiadas por el Estado a lo imposible la vuelta al relativo aislacionismo del período de entre-
largo de un período de seis años; el principal objetivo de esta ley guerras. Solamente los Estados Unidos podían llenar el vacío de
consistía en proporcionar «una vivienda decente y un entorno hu­ poder producido en el panorama político mundial por la división
mano a cada familia americana» 10. El gobierno federal pondría a y el debilitamiento de Europa y la extensión de las fronteras de la
disposición de las autoridades locales, municipales y estatales, los Unión Soviética; pero los americanos carecían de una clara visión
fondos necesarios, pero dejaría en manos de estas últimas la elabora­ de lo que significaba su nuevo papel, por lo que transformaron
ción de los programas concretos: el gobierno suministraba la ayuda el anticomunismo dentro y fuera de sus fronteras en una ideolo­
financiera, pero no tomaba iniciativas. D e aquí que numerosas auto­ gía, surgiendo así la guerra fría.
ridades no secundaran la acción gubernamental y que el programa Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre los orígenes y
de construcción de viviendas no alcanzara los objetivos deseados el desarrollo de la guerra fría. La versión ortodoxa, mantenida p o r
En 1964 sólo se habían construido 356.000. autores com o William H. M cN eill y Herbert Feis en la década de
N o fue sólo 1949 el año de las dificultades legislativas de Tru- 1950 y por Louis J. Halle, Norman A . Graebner y Arthur Schle-
man, sino también aquel en que se produjo la primera recesión singer Jr. en la de 1960, afirma que la actitud americana fue la
grave desde el final de la guerra. El paro afectó a cerca de 4.500.000 respuesta del hombre libre a la expansión y agresión comunistas.
trabajadores, es decir, el 7 por 100 de la población activa, al tiempo La tesis «revisionista», defendida por Denna F. Fleming, W illiam
que el producto nacional bruto disminuía en unos 9.000 millones de Appleman, David H orowitz, Gar Alperovitz y otros, sostiene, por
dólares. Una reducción de los impuestos, con el consiguiente aumen­ el contrario, que el gobierno americano abandonó deliberadamente
to de los gastos de consumo, atajó este movimiento de descenso, la política de colaboración con !a Unión Soviética, rechazó la no­
pero factor de mayor influencia en la recuperación fue el incremen­ ción de esferas de influencia en Europa oriental y trató de imponer
to del gasto estatal resultante del comienzo de la guerra de Corea el concepto de democracia americano con el fin de aumentar su
en 1950. propio poder político y económ ico. Cada una de estas interpreta­
ciones contradictorias encierra parte de la esencia de la guerra fría:
fue en gran medida una consecuencia de los errores de cálculo,
IV. LA GUERRA FRIA, LA GUERRA DE COREA Y EL MCCARTHYSMO equivocaciones y falsas interpretaciones tanto de los rusos com o de
los americanos acerca de las intenciones del contrario. Rusia, debi­
Una de las consecuencias más importantes de la segunda guerra litada por la devastación de la guerra y más preocupada por su
mundial fue la conversión de los Estados Unidos de una gran po­ seguridad que por la expansión, temía que América se empeñara
tencia en la gran potencia. En tanto que los restantes participantes en una política de dominación ideológica y militar; los americanos,
habían quedado devastados y agotados por el conflicto, los Estados y la mayoría de sus aliados europeos, pensaban que la Unión So­
Unidos sufrieron pérdidas insignificantes. La guerra, además, ha­ viética pretendía la ruina del capitalismo y la imposición del com u­
bía llevado la opulencia a América y en 1945 los Estados Unidos nismo en tod o el continente. El temor sirvió de base a la guerra
concentraban las tres cuartas partes del capital invertido en el fría y a su prolongación.
mundo y las dos terceras partes de su capacidad industrial. El pue­ En 1947, al tiempo que solicitaba fondos al Congreso para ayu­
blo americano era más rico y estaba mejor alimentado que cual­ dar a Grecia y a Turquía, Truman declaró que los Estados Unidos
quiera de los pueblos europeos: en tanto que ninguno de ellos su­ debían apoyar a todo país amenazado por las presiones comunistas,
peraba los 800 dólares de renta per cápita, en los Estados Unidos fueran internas o externas, siempre que estuviera resuelto a hacer­
se habían alcanzado prácticamente los 1.500 dólares 11. Y , al mismo las frente. Esta política, junto con la idea de contener a la Unión
tiempo, América era la más poderosa potencia militar del mundo. Soviética, revistió en 1947-48 la forma de un plan, elaborado por
América seguía siendo la única potencia nuclear, a pesar de la rá­ el ministro de Asuntos Exteriores George C. Marshall, de ayuda
pida desmovilización de las fuerzas armadas y la reconversión de las económica a Europa. El Plan Marshall, conocido también com o Eu-
industrias de guerra al término de la conflagración; por otra parte, ropean Recovery Programm, pretendía no sólo proporcionar asisten­
su participación en el conflicto y en la subsiguiente elaboración de cia económica a aquellos países que efectivamente luchaban contra

350 351
las fuerzas comunistas, sino también a los países de Europa no con­ C IO . La relativamente escasa oposición que despertó provenía
trolados por la Unión Soviética para acelerar su recuperación in­ principalmente de la prensa perteneciente a la cadena Hearst y del
dustrial y hacer así frente a la amenaza que representaban sus American Labor Party. La ayuda a Europa y a otras regiones con­
respectivos partidos comunistas. Los 12.000 millones de dólares tribuyó ciertamente a crear mercados para los productos america­
facilitados por América a las economías europeas en virtud de las nos y, consiguientemente, a la prosperidad económica de la pos­
disposiciones del Plan Marshall impidieron su quiebra económica guerra en los Estados Unidos. El estallido de la guerra de Corea
y estimularon su expansión industrial. En 1949 Truman dio un mostró en cualquier caso que la aprobación pública a la política
paso más en su política de ayuda económica con su «programa de del presidente Truman era general, si bien el entusiasmo fue en
cuatro puntos», que afectaba esta vez a los países subdesarrolla- disminución a medida que aquélla se prolongaba.
dos del Tercer M undo. Se pensaba que al proporcionarles ayuda Aun cuando la guerra de Corea fuese un conflicto «lim itado», su
financiera, técnica, científica y militar, estos países serían capaces impacto sobre América fue muy similar al producido por la segun­
de luchar contra la pobreza, desarrollar instituciones políticas de­ da guerra mundial. En 1952 había ya cerca de 4 millones de hom­
mocráticas y resistir a las incitaciones del comunismo. De este bres en las fuerzas armadas y los gastos militares habían aumen­
m odo, la política de contención (containm ent), originalmente con tado de 22.500 millones de dólares en 1950 a 44.000 millones en
finada a Europa, se convirtió en una estrategia global. En 1950, 1952. Durante el mismo período el producto nacional bruto pasó
con ocasión de la invasión de Corea del Sur desde el Norte, Tru­ de 264.000 millones de dólares a 339.000 millones y el paro cayó
man envió tropas americanas al mando del general MacArthur para por debajo de los dos millones. Los negros americanos y las mu­
auxiliar a los surcoreanos; a ellas se unirían más tarde fuerzas de jeres volvieron a encontrar nuevas oportunidades de trabajo y la
las Naciones Unidas en una guerra que había de prolongarse por afiliación a los sindicatos experimentó un alza, tal y com o ocu­
espacio de tres años. rriera durante la segunda guerra mundial. Y , también com o en­
N o resulta fácil hacer un balance de la reacción del pueblo ame­ tonces, estas consecuencias económicas beneficiosas han de ser
ricano frente al nuevo papel asumido por los Estados Unidos en contrastadas con el hecho de que más de 33.000 americanos per­
la política mundial. N o cabe duda de que muchos americanos dieron la vida en Corea y de que las muertes y las separaciones
se mostraron apáticos y desinteresados, cansados com o estaban de provocaron sufrimientos y perturbaciones de la vida familiar. Pero
lucha y de tensión después de la guerra; se produjo también cier­ el carácter localizado del conflicto hizo que su impacto fuera
to recrudecimiento del aislacionismo de la preguerra y de la xeno­ menor que el de la conflagración mundial; se trataba de un peque­
fobia entre quienes deseaban que su país se apartase una vez más ño conflicto por el cual la totalidad del pueblo americano no es­
de los problemas exteriores. Pero, por otra parte, desde 1917 se taba dispuesta a hacer grandes sacrificios. Tanto los sindicatos
abrigaban fuertes sospechas en torno al comunismo y a Rusia, com o las empresas se resistían a aceptar el control por el gobierno
que salieron a la superficie en la década de 1940, debido tal vez de los precios y los salarios. A finales de 1951, los obreros side­
a la retórica de los políticos. En 1946, un 58 por 100 de los rúrgicos amenazaron con ir a la huelga y, al fracasar la mediación,
encuestados en un sondeo de opinión pensaba que Rusia estaba Truman ordenó al secretario de Comercio que se hiciera cargo de
tratando de convertirse en la potencia mundial preponderante, en las fábricas. La Youngstown Sheet and Tube Company demandó
tanto que sólo un 29 por 100 estimaba que lo que intentaba era al secretario de Comercio, demanda que fue aceptada por el Tri­
defenderse; en 1948, a raíz del golpe de Estado en Checoslovaquia, bunal Supremo; ante esta decisión y la urgente necesidad de
la proporción era del 77 por 100 y del 12 por 100, y en 1950, acero, Truman se vio obligado a ceder. El público, por otra parte,
tras el estallido de la guerra de Corea, aquellos porcentajes eran, previendo la aparición de escaseces com o consecuencia de la guerra,
respectivamente, del 81 por 100 y del 9 por 100.12. Por otra parte, se lanzó a gastar frenéticamente; sólo en 1950, los gastos de los
si bien es cierto que antes de 1950 la mayoría de los americanos consumidores crecieron en 13.100 millones de dólares. Com o re­
parecían contrarios a la expansión militar y al compromiso interna­ sultado de estas diferentes presiones, la inflación amenazó con
cional, a los programas de ayuda al extranjero estaban también poner fin a la estabilidad económica. En 1950-1951 el coste de la
asociados fuertes intereses americanos. Así, el Plan Marshall re­ vida subió a un ritmo mensual medio del 1 por 100 y los precios
cibió el apoyo de muchos grandes industriales y de la AFL y el al por mayor en un 2 por 100 mensual. A l fracasar todos los 11a-

352 353
mamientos a la imposición de controles voluntarios, la Adminis también por el presidente, por la que se exigía a todos les visitan­
tración congeló obligatoriamente los salarios y los precios, contri tes extranjeros una prueba de su lealtad.
buyendo asimismo a reducir las tensiones inflacionistas el incre Las dos disposiciones McCarran constituían una amenaza contra
mentó de la presión fiscal. las libertades civiles reconocidas por la Constitución, pero ambas
En muchos aspectos, las consecuencias psicológicas de la guerra fueron confirmadas por el Tribunal Supremo. En 1951, el Tribunal
de Corea tuvieron mayor importancia que su repercusión econó­ confirmó la constitucionalidad de la ley Smith de 1940, que prohi­
mica. Tras conocerse la noticia del éxito de una prueba nuclear bía la enseñanza de las doctrinas revolucionarias de Marx y Lenin;
rusa en 1949 y hacerse público que el científico británico Klaus simultáneamente, diversos subcomités del Congreso huigaban en
Fuchs había pasado secretos atómicos a la Unión Soviética en los antecedentes y en las vidas privadas de los funcionarios del
1950, el recelo anticomunista fue en aumento; y la condena de gobierno y de otros sectores de la población. Si bien fueron muy
Hiss por perjurio aquel mismo año, así com o el programa de leal­ escasos los comunistas procesados, mucha gente perdió su puesto
tad aplicado por el gobierno federal, en lugar de aquietar los de trabajo. Incluso las personas totalmente inocentes sufrieron
temores, no hicieron más que intensificarlos. Se explica así que de resultas de aquellas investigaciones.
cuando en febrero de 1950 el senador republicano por Wisconsin. Dentro de este clima de histeria y de temor, la mediocridad, el
Joseph McCarthy anunció que tenía conocimiento de la existencia conformismo y la hipocresía lograron imponerse. Los primeros
de comunistas en el departamento de Estado, se vieran confirma­ sospechosos eran los intelectuales, lo que redundo en perjuicio
das las sospechas de muchos americanos. Por otra parte, el paso del ala liberal del partido demócrata. Cuando Adlai Stevenson se
de la guerra fría a la caliente de Corea contribuyó a crear una presentó com o candidato presidencial demócrata en 1952, fue ta­
atmósfera en la que las acusaciones indiscriminadas, y a menudo chado inmediatamente de «cabeza de huevo» y acusado por sus
inadmisibles, de McCarthy no sólo tuvieron audiencia, sino incluso contrarios de contemporizar con el comunismo. Determinadas reve­
respaldo popular. La circunstancia de que los soldados americanos laciones de corrupción en el seno de la Administración Truman
estuvieran luchando contra el comunismo en Corea animó a mu­ debilitaron aún más las esperanzas demócratas, al tiempo que la
chos compatriotas suyos a buscar y calumniar a los comunistas y guerra de Corea, que presentaba pocas perspectivas de rápida so­
a sus simpatizantes dentro del país. lución, incidía también negativamente sobre aquéllas. Cansado de
Las acusaciones de McCarthy dieron pie a la constitución de un controversias y tensiones, cruzadas y crisis, el pueblo americano,
subcomité senatorial que llegó a la conclusión de que eran falsas que estaba más preocupado por la conservación de sus logros eco­
y fantásticas. Pero el senador encontró suficientes oyentes como nómicos que por nuevos programas de reformas, -volvió sus ojos
para seguir adelante con su campaña, haciendo en las elecciones hacia el conservadurismo y la integridad personal del candidato
de 1950 una demostración de su fuerza al contribuir a la derrota republicano, Dwight D . Eisenhower. En un primer mom ento
Eisenhower (1953-61) no se esforzó por contrarrestar la influencia
del presidente del com ité investigador, Millard Tydings, de Mary­
del senador por W isconsin; sus primeras medidas como presidente
land. McCarthy sabía utilizar hábilmente la prensa, la radio y la te­
fueron precisamente de apaciguamiento. El programa de lealtad fue
levisión, que informaban sobre él incluso cuando no tenía nada que
ampliado, extendiéndose a la totalidad de los organismos guber­
decir. Sus acusaciones eran complejas y generalizadas, mezclas de
namentales, y el primitivo criterio de «lealtad» fue sustituido por
verdades, medias verdades y sospechas que no eran fáciles de desvir­ el más amplio de «riesgo para la seguridad», que abarcaba el con­
tuar y que llevaban los sentimientos anticomunistas a niveles próxi­ sumo de alcohol, las relaciones sexuales, la dependencia de la
mos a la histeria. La pertenencia, presente o pasada, a cualquier or­ droga, etc. El propio secretario de Estado, John Foster Diulles
ganización reformista, liberal o intemacionalista resultaba sospecho­ (1953-59), nom bró a un partidario de McCarthy para el puesto de
sa. En septiembre de 1950, el Congreso aprobó una ley de seguridad jefe de los servicios de seguridad de su Departamento. Pero el
interior (International Security A ct o ley McCarran), haciendo caso fin de la guerra de Corea, en julio de 1953, restó mucho impulso
omiso del veto presidencial, en la que se autorizaba a la Subversi- a McCarthy. Sus ataques contra el supuesto espionaje en las fuerzas
ves Activities Control Board a investigar las actividades comunistas armadas, en diciembre de 1953 y enero de 1954 fueron televisados,
en los Estados Unidos. D os años más tarde, fue aprobada una lo que precipitó su caída; en diciembre de 1954, el Senado le cen­
segunda ley McCarran (Inmigration and Nationality A ct), vetada suró por su conducta, acabando así con su carrera. Murió en 1957

354 355
compañías fueron reducidos en 1954; los tipos de descuento re­
V. EISENHOWER Y EL CONSERVADURISMO DE LA DECADA DE 1950
ducidos y las condiciones para contabilizar las pérdidas a efectos
impositivos suavizadas. Las empresas privadas tuvieron prioridad
La elección de Eisenhower en enero de 1953 puso fin a veinti­
sobre las públicas, en particular en lo relativo a la utilización
cuatro años de gobierno demócrata, pero su victoria no significó
de las riquezas del subsuelo y la energía. Las centrales atómicas
un paso atrás. D el mismo m odo que el gobierno conservador
pasaron a manos de compañías privadas, com o la General Electric»
británico tuvo que aceptar en 1953 la infraestructura básica del
aun cuando la investigación en el terreno de la energía nuclear
Estado benefactor, también fue aceptado en América el principio
siguiera financiada por el gobierno. También fue modificada la
de que el gobierno federal era responsable del bienestar de los
política seguida hasta entonces en materia de prospecciones petro­
ciudadanos. En consecuencia ni el N ew Deal ni el Fair Deal
líferas en la costa; en tanto que Truman sostenía que aquel
fueron atacados directamente, lo que no obstó para que se pro­
petróleo pertenecía a la totalidad de la nación y no a los estados
dujera un profundo cambio en el papel del ejecutivo. Eisenhower
individuales, Eisenhower firm ó en 1953 una ley (Submerged
se oponía al estilo de dirección «a base de puñetazos en la mesa»
Lands Act) que reconocía todos los derechos a los estados ri­
y al concepto de un presidente fuerte; presidía en el verdadero
bereños. La empresa privada fue también favorecida en lo relativa
sentido del vocablo y ejercía su autoridad sólo cuando otros no
a la energía hidroeléctrica. La oposición de Eisenhower a la
lo habían conseguido, tratando de plegarse a las opiniones de los
Tennessee Valley Authority (véase p. 309), que mencionaba com o
miembros de su gabinete e interviniendo únicamente si se pro­
uno de los ejemplos típicos de «socialismo disfrazado», dio lugar
ducía desacuerdo entre ellos. Para hacer frente a los problemas
a que se recortaran sus asignaciones y a la negativa a autorizar
que tenía planteados la sociedad de la posguerra, Eisenhower
su expansión. Antes que permitir que la T V A construyera una
ofreció su conservadurismo «dinám ico» o «m oderno» que, aun
central eléctrica, la Administración prefirió contratarla con una
aceptando gran parte de la anterior legislación demócrata, im­
empresa privada, el grupo Dixon-Yates, en condiciones particu­
plicaba una reducción en la actividad del gobierno federal y la
larmente favorables para esta última; pero cuando se insinuó que
vuelta a los presupuestos equilibrados. Con el tiempo, sin embargo,
el acuerdo había sido logrado gracias a la corrupción de alguno
su dirección resultó ser más conservadora que dinámica, produ­
de los departamentos gubernamentales, la Administración se vio
ciéndose un inequívoco cambio tanto en el contenido com o en
forzada a cancelarlo so pretexto de que no era de interés público.
la forma del gobierno.
A pesar de su postura un tanto contradictoria en el asunto
La estrecha cooperación entre el gobierno y las empresas, que
Dixon-Yates, Eisenhower siguió mostrándose partidario de las
se había desarrollado durante la segunda guerra mundial, se in­
empresas privadas y del laissez faire gubernamental. Se opuso así
tensificó durante la Administración Eisenhower. La mayoría de
a un proyecto de ley de construcción de escuelas y a una serie
los miembros del gabinete eran hombres de negocios a quienes
de enmiendas a la ley de seguridad social, afirmando que redun­
dominaba el secretario del Tesoro, George M . Humphrey, un
darían en una indebida extensión de la autoridad federal; idéntico
industrial conservador de O hio. El secretario de Defensa era
argumento fue utilizado para acabar con los controles de precios
Charles E. W ilson, antiguo presidente de la General M otors; fue
y alquileres introducidos durante la segunda guerra mundial, pero
él quien afirmó que lo que era bueno para el país era bueno
hubo que limitar también las facilidades de crédito para contra­
para la General Motors y viceversa. Alguien dijo que aquel
rrestar la inflación.
gabinete estaba compuesto por «och o millonarios y un fontanero»;
El intento de transferir las actividades y los gastos federales a
el fontanero era Martin Durkin, funcionario del sindicato de fon­
los diferentes estados tropezó con serias dificultades, al negarse
taneros, que ostentaba el cargo de secretario del Trabajo. Su
aquéllos a asumirlas a pesar del llamamiento personal de Eisenho-
nombramiento suscitó diversas objeciones por parte del ala más
Vver en la conferencia de gobernadores de 1957. Afortunadamente
conservadora del republicanismo, pero Durkin las acalló dimi­
las dimensiones y la estructura del gobierno federal y el volumen
tiendo ocho meses más tarde al no haber podido abrogar la
de sus recursos impidieron la reducción de sus atribuciones. Tras
Administración la ley Taft-Harley.
una ligera disminución en el número de funcionarios del gobierno
Habida cuenta de las estrechas relaciones entre los industriales
al término de la guerra de Corea, su cifra se mantuvo estable,
y el gobierno, a nadie sorprendió que la Administración favore­
ligeramente por debajo de los 2.500.000, para incrementarse pau­
ciera a los empresarios. Los impuestos que gravaban a las grandes

357
356
latinamente después. H abiendo contraído determinadas responsa­ sobre reorganización ministerial de 1949; al mismo tiempo, re­
bilidades, el gobierno federal no podía ignorarlas entonces y las flejaba la alarma causada por la declaración de ineptitud para el
recesiones de 1953-1954 y de 1957-1959 le obligaron a intervenir. servicio militar de muchos jóvenes durante la segunda guerra
Fue reducida la presión fiscal y aumentados los subsidios de paro mundial y la guerra de Corea debido a su deficiente salud o
y las asignaciones de la seguridad social. A la postre, el gobierno educación. Pero en 1953, el titular del nuevo D< tartamente, la
Eisenhower únicamente logró cerrar equilibrados tres de sus ocho señora Oveta H obby se opuso a la distribución grr uita de vacuna
presupuestos, acumulando un déficit total de más de 18.000 mi­ contra la poliomielitis argumentando que semeii. ite precedente
llones de dólares; en 1957 presentó al Congreso el mayor presu­ llevaría a la socialización de la medicina, hasta q< j las protestas
puesto de todos los tiempos de paz, y dos años más tarde el de la opinión pública obligaron al Congreso a votar los créditos
mayor déficit también en tiempos de paz. necesarios para la distribución de la vacuna- La señora H o b b y
Estos datos estadísticos bastan para poner de manifiesto al­ presentó su dimisión en 1955, siendo sustituida por Marión Fol-
gunas de las contradicciones inherentes a la Administración som, más liberal que su predecesora.
Eisenhower entre su declarada política conservadora, de una parte, El gobierno Eisenhower tuvo también que modificar su polí­
y su aceptación del nuevo papel y posición del gobierno federal, tica con el fin de paliar la difícil situación de los agricultores.
de otra. Las enmiendas introducidas en la legislación sobre se­ La creciente eficacia de los métodos de cultivo introducidos en
guridad social y desempleo en el curso del mandato republicano las décadas de 1940 y 1950 se tradujo en un superávit de p r o ­
demostraron que las medidas reformistas originales se habían ductos alimenticios básicos. Los precios agrícolas cayeron en an
convertido en instituciones aceptadas. En 1954 fueron incluidos tercio entre 1948 y 1956 debid o al aumento de la productividad,
en la seguridad social 10 millones de beneficiarios más, emplea­ y los agricutores recibieron una proporción menor de la renta
dos sobre todo en actividades domésticas, agrícolas y burocráticas; nacional. Alarmado ante el volumen de las subvenciones que el
más de 4 millones de trabajadores consiguieron el derecho al gobierno debía pagar para la adquisición de los excedentes, Eisen-
seguro de desempleo; y en 1955 el salario mínimo fue subido a hower se inclinó en 1954 por una escala m óvil de precios, en
1 dólar por hora. A l com ienzo de su segundo mandato presiden­ lugar de unos precios fijos; y cuando esta iniciativa fracasó
cial, en 1956, Eisenhower sometió al Congreso un programa que no tuvo más remedio que aceptar, en 1956, la idea del senador
incluía subvenciones a los agricultores, más carreteras construidas demócrata Hubert Humphrey, de que el gobierno pagara a los
con ayuda federal, fondos federales para educación y vivienda, agricultores para que éstos dejaran sus tierras en barbechos (Soil
ampliación de la legislación sobre seguridad social y el perfec­ Bank Bill); com o resultado de estas medidas, los gastos federales
cionamiento de la legislación laboral. Numerosos miembros de su en la agricultura fueron, en 1958, seis veces superiores a los
partido le acusaron de ser más demócrata que republicano, y de 1952.
llamaron la atención sobre los nocivos resultados de un excesivo Si la situación de los agricultores y de los obreros agrícolas
gasto federal. A l final, gran parte de la proyectada legislación no se deterioró, la del obrero industrial, por el contrario, siguió
vio la luz debido al enfrentamiento que se produjo entre el presi­ mejorando. A pesar de las breves, pero no por ello menos graves,
dente y el Congreso, dominado por los demócratas que pedían recesiones de 1953-1954 y 1957-1959, el conjunto del panorama
reformas más profundas. Pero ello no fue obstáculo para que económico mostraba un relativo pleno empleo y una creciente pros­
nuevas enmiendas a la ley de seguridad social elevaran las pres­ peridad. En 1960, el producto nacional bruto anual era ya de
taciones de los ancianos y los incapacitados y aumentaran las 500.000 millones de dólares, y la renta anual media de una fa­
asignaciones federales en favor de las madres y los niños. milia americana ascendía a 6.819 dólares. Los salarios semanales
La creación en 1953 de un nuevo departamento ministerial medios subieron regularmente de 76,52 dólares en 1955 a 80
de sanidad, educación y bienestar (Departament o f Health, Educa- dólares en 1956 y 90 dólares en 1960. La proporción de renta
tion and W elfare), proporciona un ejem plo típico de las dificul­ invertida en artículos de lujo, en lugar de en alimentos y ves­
tades a que conducían las contradicciones políticas de los repu­ timenta, era mayor que nunca, y entre 1950 y 1960 el núm er
blicanos. D e un lado, el nuevo departamento tenía por objeto de vehículos matriculados pasó de 20 millones a 61,5 millon
racionalizar y coordinar las diferentes políticas nacionales en aque­ que recorrían cerca de 720.000 millones de millas. Simultánea­
llas materias, tal y com o sugería el informe de la comisión H o ov er mente, el recurso a los vuelos interiores era cada vez más c o ­

3 58 359
rriente. O tro rasgo característico de la «sociedad de la abundan
and Discloure Act) que trataba de hacer más transparente la
cia» era el aparato de televisión, presente en 1960 en 45 millones
lucha por el poder dentro de los sindicatos y refrenar el gangs­
de hogares americanos, calculándose que cada familia dedicaba
terismo y la corrupción. O tro de los motivos que explica el con­
cinco horas diarias a verla.
servadurismo de los sindicatos es el mccarthysmo. Si bien a partir
En medio de esta prosperidad y relativa estabilidad económica,
de 1954 el Tribunal Supremo dictó algunas sentencias devolvien­
los sindicatos se fueron haciendo cada vez más conservadores.
do a los sindicatos parte de los derechos perdidos años atrás,
A partir de la segunda guerra mundial, la tasa de crecimiento
la agudización de las tensiones en las relaciones exterioresa par­
de los sindicatos disminuyó, situándose en una media de 100.000
tir de 1958 llevó al Tribunal a sancionar nuevamente lasmedi­
nuevos miembros anuales, con excepción del período de la gue­
das restrictivas so pretexto de que eran precisas para la seguridad
rra de Corea, en que la afiliación sindical pasó de 14.300.000 a
nacional. Pero si la postura del Tribunal Supremo no era siempre
casi 17.000.000, estabilizándose a partir de entonces en torno
inequívoca en la cuestión de las libertades civiles, no había duda
a los 16 ó 17 millones, es decir, sólo la cuarta parte de la pobla­
alguna de cuál era su actitud ante el problema racial y sus de­
ción activa total. También contribuyó a hacer más difícil el
cisiones a este respecto tuvieron importantísimas lepercusiones.
crecimiento del número de afiliados a los sindicatos el cambio que
se produjo en el mercado de trabajo en el curso de la posguerra
La cifra de personas dedicadas a actividades profesionales y
V I. LOS ORIGENES DEL NUEVO MOVIMIENTO EN FAVOR
trabajos de oficinas fue aumentando desde la segunda guerra
DE LOS DERECHOS CIVIIES EN LA DECADA DE 1950
mundial, de tal manera que en 1956 el número de «cuellos
blancos» (oficinistas) superaba ya al de «cuellos azules» (obre­
Eisenhower se negó a seguir el ejemplo de Truman y a actuar
ros industriales)13. La vitalidad de las organizaciones sindicales
enérgicamente com o presidente para solucionar el problema racial.
se vio perjudicada igualmente por el nuevo papel del gobierno
El comité de derechos civiles creado por Truman, en su informe
no Federal en las relaciones entre empresarios y sindicatos. A par­
To secure these rights, de 1947, solicitaba la adopción de amplí­
tir del N ew Deal el gobierno había reconocido sistemáticamente la
simas medidas en la cuestión racial, atacaba el principio de se­
importancia de los sindicatos para la economía, incluyéndolos
gregación y pedía el fin de la discriminación en la educación, la
cada vez más en las instancias decisorias. Es más, muchos de
vivienda y el empleo; pedía, asimismo, que se dieran los pasos
los objetivos perseguidos por los trabajadores, com o los con­
necesarios para garantizar el derecho de voto de los negros. Pero
venios colectivos, los salarios mínimos, la limitación de la jornada
la aprobación de la oportuna legislación por el Congreso fue
laboral y los subsidios de paro ya habían sido aceptados y plas­
obstaculizada por la coalición de los demócratas sudistas y los
mados en leyes. La única amenaza contra la seguridad de los
republicanos conservadores. Cuando a partir de 1950 los sudistas
sindicatos seguía siendo la ley Taft-Hartley.
obtuvieron la mayoría de los escaños Demócratas en la Cámara
En 1955, la AFL y el C IO se fusionaron, en parte para hacer
de Representantes y quedaron a falta de uno sólo para alcan­
frente a aquella amenaza, combinando sus fuerzas, y en parte tam­
zarla también en el Senado, las perspectivas de que saliera ade­
bién porque las diferencias entre ambos organismos eran ya
lante aquella legislación fueron aún más remotas. A l piop io
menores de lo que habían sido originalmente. El nuevo sindi­
tiempo, el miedo que se desencadenó durante la era de McCarthy
cato, AFL -C IO , se fijó objetivos más limitados: salario mínimo
ejerció también una influencia negativa al crear una atmósfera
anual garantizado, acuerdos sobre productividad y participación
tal que nadie se atrevía a defender la igualdad de derechos por
de los trabajadores en los beneficios y en la gestión de las em­
temor a ser tachado de «com unista». D e aquí que, a la vista
presas. Los sindicatos dejaron de ser una fuerza combativa
del peso de estas fuerzas, fuera imposible iniciar acción alguna
militante, convirtiéndose en un cuerpo conservador y en parte
sin un fuerte respaldo presidencial, a lo que se resistía Eisenhower.
integrante del proceso económico. Su estancamiento, y las di­ Al margen de su concepción de la naturaleza del ejecutivo, no
mensiones de algunos de ellos, dieron pie a acusaciones de co­
estaba en absoluto convencido de que las leyes pudieran modificar
rrupción y de mala administración financiera; al término de las
tas actitudes y los prejuicios de los hombres.
investigaciones llevadas a cabo por un comité senatorial, fue
Ello no obstante, subsistía suficiente número de indicios favo­
promulgada, en 1959, una ley (Labor Management Reporting
rables com o para que los negros conservaran sus esperanzas y

3 60
361
expectativas. En la década de 1940, el Tribunal Supremo había Cualesquiera que fuesen sus sentimientos personales sobre esta
declarado anticonstitucionales los contratos de alquiler y compra cuestión, que siempre mantuvo secretos, el presidente Eisenhovrer
con cláusulas racistas, así com o las elecciones primarias exclusi­ no tuvo más remedio que intervenir en 1957. Cuando un tribunal
vamente reducidas a los blancos, y en 1950 declaró que la segre­ federal ordenó la abolición de la segregación en las escuelas de
gación en los vagones restaurante constituía una carga indebida Little Rock (Arkansas), el gobernador del Estado, Orval Faubus,
sobre la circulación entre los diversos estados. Simultáneamente llamó a la guardia nacional para evitar el acceso de nueve niños
había comenzado a desaparecer la segregación en los transportes negros a la escuela de segunda enseñanza. Ante este desafío a las
públicos de Washington D . C., desde siempre un bastión de los leyes y a los tribunales federales, Eisenhower asumió el mando
prejuicios raciales. También contribuyeron a alimentar las espe­ de la guardia nacional y envió tropas federales para restaurar el
ranzas de la población negra las promesas hechas por Truman orden y proteger a los niños negros. Esto no impidió a la pobla­
en sus mensajes sobre los derechos civiles. Pero lo más im por­ ción blanca de Arkansas poner de manifiesto sus simpatías al
tante fue el mantenimiento de un elevado nivel de empleo y la reelegir a Faubus, permitiéndole así proseguir su política segre-
prosperidad general, que permitieron a los negros conservar, si gacionista. Aun cuando los tribunales ordenaron que se pusiera
n o incrementar, las ventajas económicas logradas durante la gue­ fin a las tácticas dilatorias empleadas en el Sur, carecían de la
rra. La guerra de Corea significó un nuevo paso adelante; una autoridad necesaria para hacer cumplir sus fallos, y a falta de
vez más aumentaron las oportunidades de empleo, y aun cuando una decisiva intervención del presidente o del Congreso, los es­
Truman se negó a crear otro comité de vigilancia de las prácticas tados continuaron retrasando la integración racial en las escuelas
laborales, sí autorizó la inclusión de cláusulas que prohibían la públicas. Seis años después de haberse pronunciado el Tribunal
discriminación racial en los contratos de trabajo suscritos con Supremo, n o se había producido aún la integración en ninguna
las industrias de armamento. En el terreno militar, finalmente, escuela de Carolina del Sur, Georgia, Alabama, Misisipí y Luisiana.
la necesidad de efectivos en Corea acabó con las últimas barreras A l mismo tiempo que los americanos blancos del Sur se dis­
que se oponían a las órdenes de Truman para abolir la segre­ ponían a hacer frente a cualquier intento de modificar su staiu
gación racial en el ejército. quo racial, los negros comenzaron también a luchar contra la
La elección de Einsenhower en 1952 y el final de la guerra de discriminación y los prejuicios. En cierto m odo, una actitud era
Corea una año más tarde marcaron el fin de una era en materia resultado de la otra: a medida que crecía la resistencia blanca
de derechos civiles y el comienzo de otra. En la línea de sus aumentaba la exasperación de los negros y su resolución de pro­
anteriores sentencias, el Tribunal Supremo proclamó en 1954 que seguir en su empeño, y, a su vez, la militancia negra tropezaba
la segregación en las escuelas públicas era anticonstitucional; con con una creciente reacción blanca. En tanto que la N A A C P
esta decisión, recaída en el caso Brown contra la junta escolar proseguía con sus ataques jurídicos, cuidadosamente preparados,
de Topeka, el Tribunal concluía una serie de procesos entablados contra la segregación, una nueva táctica, y a la larga no menos
por la N A A C P . Un año después ordenaba que la integración en importante, hizo su aparición en Montgomery (Alabama), en 1955:
el boicot. A raíz de un incidente en que se vio envuelta una
las escuelas había de efectuarse «con la mayor rapidez posible» 14.
Una abrumadora mayoría de la población blanca del Sur reaccio­ mujer negra. Allí los negros, dirigidos por Martin Luther Kíng,
nó de forma fulminante y abrumadora. Cien miembros de la organizaron un boicot a las líneas de autobuses de la ciudad
Cámara de Representantes denunciaron la actitud del Tribunal que, com o en casi todas las ciudades del Sur, sólo admitían pa­
Supremo haciendo un llamamiento a la resistencia contra su deci­ sajeros negros en la parte trasera. A l cabo de un año, la compañía
sión; el Ku-Klux-Klan reapareció y se establecieron consejos de de autobuses puso fin a su política de segregación y adm itió a
ciudadanos blancos (W hite Citizens Councils) en defensa de la pasajeros blancos y negros en igualdad de condiciones. Con aque­
respetable clase media. En algunas ciudades de Texas, Tennessee, lla campaña Martin Luther King se hizo famoso en todo el país,
Kentucky y Alabama las turbas se agolparon para impedir la en­ y creó la Southern Christian Leadership Conference con el fin
trada de niños negros en las escuelas de los blancos y, en 1956, de organizar acciones similares en otras partes. El ejem plo de
una multitud encolerizada de estudiantes y ciudadanos blancos Ghandi de la resistencia n o violenta, con la que los negros habían
im pidió la admisión de una mujer negra en la universidad de amenazado durante la segunda guerra mundial se hizo realidad
Alabama, en Tuscaloosa. y su éxito m otivó la generalización del movimiento.

363
36 2
Siguiendo el ejemplo del boicot de Montgomery, los negros porteros o conserjes. La prosperidad general que les rodeaba hacía
de Tallahassee (Florida) lanzaron una campaña contra las com­ a los negros más conscientes de su situación, lo que unido a
pañías de autobuses locales, y en otros lugares boicotearon las la relación de los blancos contribuyó a agudizar ti carácter de
tiendas cuyos propietarios eran miembros de organizaciones racis­ su protesta. Así se inició un nuevo movimiento dispuesto a llegar
tas blancas, se manifestaron en favor del derecho de voto y parti­
más adelante aún la protesta no violenta. El 1 de febrero de 1960
ciparon en las protestas contra la segregación en las escuelas. cuatro estudiantes negros tomaron asiento en la barra del restau­
La respuesta del Sur fue violenta. La N A A C P fue tachada de rante, reservado exclusivamente a los blancos, de unos grandes
«comunista» y en diversos estados sudistas las actividades de los almacenes de Greensboro (Carolina del Norte) y pidieron ser
colaboradores de la N A A C P fueron restringidas; y cuando fra­
atendidos. A l cabo de unas semanas, el Sur fue sacudido por una
casaron las medidas semilegales se recurrió a la intimidación. oleada de «sentadas». A quel mismo año, los negros del N orte
En 1955 varios dirigentes negros, que se habían destacado por
fijaron su atención en la segregación que de fa d o imperaba en
su participación en las campañas a favor del voto, fueron ase­
sus ciudades. Con este ataque simultáneo a la segregación de jare­
sinados en Misisipí, y un miembro negro de la N A A C P resultó
en el Sur y a la que d e fa d o se producía en el Norte, se inició
gravemente herido de un disparo, produciéndose además gran
la «revuelta negra»; y una vez que se puso en marcha ni siquiera
número de incidentes menores en todo el Sur. Ante la gravedad
la nueva ley de derechos civiles, aprobada en 1960, fue sufi­
de la situación, el presidente Eisenhower hizo lo necesario para
ciente para detenerla.
que en 1957 fuera aprobada una ley de derecho civiles (Civil
La explosión de protesta de los negros significó un cam bio
Rights Act). Esta nueva disposición perseguía tan sólo la pro­
radical en la imagen que los afroamericanos tenían de sí mismos
tección del derecho de voto y, a pesar de ser la primera de esta
y del lugar que ocupaban en América. En vez de esperar pasi­
índole desde 1875, para los negros era insuficiente y tardía. La
vamente la reforma, ahora la exigían. Su actitud hizo de las
lentitud con que se progresaba no hizo más que aumentar la irri­
relaciones raciales uno de los problemas mas importantes de la
tación y la impaciencia de los jóvenes afroamericanos, habida
política interior, hasta el punto de que en las elecciones presi­
cuenta, sobre todo, de que, entre 1957 y 1965, treinta y seis anti­
denciales de 1960 los derechos civiles se habían convertido en
guas colonias africanas habían recibido la independencia. El es­
una cuestión que ningún partido podía desconocer. Aunque ambos
critor negro James Baldwin resumía sus sentimientos con estas
partidos manifestaron su proposito de acabar con la discrimina­
palabras: « A l ritmo al que van las cosas, toda Africa será libre
ción y con los prejuicios, fue el candidato demócrata, John F.
antes de que podamos tomarnos una maldita taza de c a f é » I5.
Kennedy, quien se puso inequívocamente del lado de los negros.
Pero lo que más influía en el pesimismo y en la militancia de
Cuando Martin Luther K ing fue encarcelado en Atlanta, después
los negros era el deterioro de su situación económica. Las rece­
de una «sentada», Kennedy testimonió a la señora King su sim­
siones de la década de 1950 afectaron especialmente a los afro­
patía y preocupación, y su hermano Robert pidió al juez de
americanos com o consecuencia de los prejuicios que todavía sub­
Georgia la liberación del dirigente negro, que fue puesto en li­
sistían en la industria. Entre 1953 y 1954, el índice de desempleo
bertad al día siguiente. Esta actitud granjeó a los Kennedy las
entre los negros pasó del 4,5 por 100 al 9,9 por 100, llegando
simpatías de un considerable sector de la población negra, cuyos
al 12,6 por 100 en 1958; a partir de entonces se mantuvo por
votos desempeñaron un papel decisivo en la estrecha victoria de
encima del 10 por 100, mas del doble que el de los blancos. Kennedy. Los afroamericanos, por su parte, confiaban en que el
Las diferencias entre los niveles de renta y ocupación de blancos
nuevo presidente tomaría las medidas que Eisenhower no había
y negros, que se habían ¡do reduciendo lentamente hasta 1952,
sabido adoptar.
empezaron a ahondarse al tiempo que desaparecían las ventajas
alcanzadas en los años anteriores. En 1960 el porcentaje de fa­
milias negras con rentas inferiores a los 3.000 dólares había
V il. LA SOCIEDAD AMERICANA A MEDIADOS DEL SIGLO XX
aumentado al 20,8 por 100, siendo así que los negros constituían
únicamente el 10-12 por 100 de la población. Finalmente, de los
Para América, los años cincuenta fueron años de paz y de relativa
3.600.000 negros que trabajaban, el 40 por 100 lo hacían com o
tranquilidad. Las transformaciones provocadas o aceleradas por
trabajadores no especializados, en empresas de servicios, com o
la segunda guerra mundial se afirmaron a partir de 1945, al

364
tiempo que algunos factores exteriores — com o la ayuda a Europa, Este, de tal forma que en 1964 California superó al Estado de
la guerra fría, la guerra de Corea y la carrera de armamentos con Nueva York en número de habitantes.
la Union Soviética— contribuían a los progresos económicos y Eran cada vez más numerosos los que abandonaban el campo
sociales de los Estados Unidos. A pesar de los problemas plantea­ por la ciudad. En 1960 un 70 por 100 de la población vivía
dos por las periódicas recesiones e inflaciones, aquélla fue en en grandes y pequeñas ciudades, aunque entre 1950 y 1960 las
términos generales una época de crecimiento y prosperidad. La principales ciudades experimentaron un retroceso en su población.
guerra de Corea terminó en 1953 y no hubo más guerras; des­ En Nueva Y ork, por ejem plo, la población del centro disminuyó
apareció el miedo provocado por el mccarthysmo y el panorama en un 1,4 por 100, en tanto que la que residía en su área subur­
político era menos conflictivo de lo que lo había sido en los bana crecía en un 25 por 100. Lo mismo ocurrió en la mayoría
últimos tiempos. Los adjetivos más utilizados entonces para des­ de las restantes ciudades de más de un millón de habitantes,
cribir aquella sociedad eran los de «opulenta» y «homogeneizada», com o Chicago, Detroit, Filadelfia y Los Angeles. Las clases medias
lo que, al menos superficialmente, parecía bastante exacto. Sub­ huían de los cascos urbanos en busca de una vivienda adecuada
sistían, sin embargo, amplias zonas de pobreza y de sufrimiento, a su posición y mejores servicios públicos. El radio de la ciudad
com o ponían de relieve las explosiones que se producían en las de Los Angeles se extendió cada vez más hasta abarcar una
relaciones interraciales, que los políticos de entonces desconocían superficie de 5.000 millas cuadradas. Se decía que Los Angeles
o aparentaban ignorar. Muchos de los problemas de la posguerra era un conglomerado de suburbios en busca de un centro ur­
debían ser todavía diagnosticados o resueltos. bano. Otras grandes ciudades comenzaron a extenderse, fundién­
Uno de los cambios más espectaculares se produjo en la propia dose unas con otras; en 1960 se habían configurado tres áreas
población. En 1940 los Estados Unidos contaban con 123 millones urbanas bien definidas: Chicago-Detroit, Boston-Nueva Y ork-
de habitantes; en 1951, con 151 millones, y en 1960, con 179 Washington y San Francisco-Los Angeles.
millones. La razón de esta sorprendente expansión era simple­ El anonimato y la uniformidad de la vida en las zonas subur­
mente el crecimiento del índice de natalidad y la disminución banas tenían su equivalente en la industria. Las gigantescas com ­
del índice de mortalidad. Durante la segunda guerra mundial el pañías seguían creciendo y dominaban cada vez más el mercado.
primero había aumentado rápidamente hasta alcanzar un 22 por Las 200 mayores empresas en 1945 lo eran también en 1960, con
1.000; en 1947, el baby boom llegó a la cota máxima del 27 por la diferencia de que eran aún más grandes. A medida que crecían,
1.000 y, a partir de 1949, la media fue de un 25 por 1.000 anual. éstas, las compañías dirigidas por «hom bres de traje gris» eran
Las presiones emocionales de la guerra, seguidas de la seguridad cada vez más impersonales y más burocráticas, al tiempo que se
que proporcionaba la prosperidad de la posguerra, animaron a los hacían más eficicientes, más productivas y recurrían más a la
americanos a casarse antes y a tener más hijos. Paralelamente, automación. Los fabricantes lanzaban al mercado artículos de
los avances conseguidos por la medicina, tales com o la penicilina, poca duración, asegurando así su rápida eliminación y una deman­
las sulfamidas y las vacunas contra la poliomielitis, se tradujeron da estable; simultáneamente creaban «necesidades», in viniendo
en el descenso de la mortalidad infantil y en el aumento de la enormes sumas en la publicidad de unos productos mayores y
esperanza media de vida, que si en 1940 era de 64,2 años para mejores, o simplemente de calidad superior que los de sus com ­
petidores. En 1955 la General M otors, uno de los tres grandes
los blancos, en 1960 subió a 70,6 años (si bien la de los negros
fabricantes de automóviles, gastó más de 162 millones de dólares
era de 53,1 y 63,6 años, respectivamente, lo que pone nueva­
en publicidad; y Procter and Gamble invirtió 93 millones en
mente de relieve las diferencias de sus condiciones de vida).
anunciar sus sales de baño y sus jabones; aquel mismo año se
La población no sólo creció, sino que también se desplazó del
emplearon también cerca de 9 millones de dólares para anunciar
Norte al Oeste, del campo a la ciudad y de los centros urbanos
el alka-seltzer, remedio de los dos grandes males típicos de la
a las zonas residenciales suburbanas. Los movimientos migrato­ sociedad de la abundancia: la indigestión y la resaca16. Estas
rios que se produjeron durante la guerra continuaron en tiempos transformaciones tuvieron, asimismo, repercusiones igualitarias. La
de paz. Atraída por el clima y por las oportunidades económicas, expansión y concentración de la producción y la distribución alen­
la población de California aumentó en un 50 por 100 en la dé­ taron el desarrollo del sector servicios y, consecuentemente, del
cada de 1950, frente a sólo el 12 por 100 en los estados del número de personas dedicadas a actividades administrativas y

366 367
directivas. El empleo de la tecnología y de la mecanización en la a que ni ellos ni las autoridades locales tenían dinero suficiente,
industria manufacturera requería un número mayor de obreros el casco de las ciudades se deterioró lentamente. Las personas
especializados. Desaparecieron así muchas de las divisiones de que vivían en el extrarradio utilizaban sus automóviles com o
clase, a medida en que crecía la gran masa amorfa de los «tra­ medio de transporte, con el consiguiente incremento del gasto
bajadores de camisa blanca», los oficinistas y los especialistas. En en carreteras por parte de las autoridades locales, estatales, y fe­
1960, aproximadamente 35 millones de personas trabajaban en derales, y el consiguiente descuido de los transportes públicos.
oficinas, com o vendedores, administradores y directores, y en Los que sufrían las consecuencias de estas transformaciones eran
profesiones liberales, frente a menos de 32 millones en la agricul­ siempre los pobres, muy numerosos a pesar del generalizado
tura, la industria o la minería. Al producir para un mercado de bienestar. E l número exacto de «pobres» en la América de 1960
consumo masivo, la industria se orientó progresivamente hacia la fue, y sigue siendo, ob jeto de debate. El desacuerdo estriba en
estandardización de sus artículos, ya fuesen productos alimenti­ lo que se entiende por pobreza: en tanto que unos se limitaban
cios o automóviles. Esto también redundó en una difuminación a los niveles de renta, otros tomaban en consideración las con­
de las distinciones de clase, a medida que se reducían los diferen­ diciones de vivienda, la vestimenta, la alimentación y el estilo
tes estilos de vida a un denominador común. Todos compraban de vida en general; según uno u otro criterio, las cifras de p o­
productos básicamente idénticos, independientemente de las dis­ bres oscilaban entre 20 y 40 ó 50 millones 17. Pero, en cualquier
tintas marcas, en idénticas cadenas de almacenes o supermercados. caso, todos coincidían en que la pobreza seguía siendo un fenó­
Pero el factor más importante fue la participación de un sector meno masivo, tanto más escandalizador y alarmante cuanto que
de la población cada vez mayor en la abundancia a partir de la estaba inmerso en una riqueza tan grande. La redistribución de
segunda guerra mundial; entre 1947 y 1960 el porcentaje de la riqueza, que se había iniciado durante la segunda guerra mun­
familias con rentas superiores a los 6.000 dólares anuales pasó dial, se estancó hacia 1950, y si el porcentaje de familias con
del 29 por 100 al 47 por 100, y el de aquellas que disponían de ingresos comprendidos entre los 6.000 y los 15.000 dólares
más de 7.500 dólares, del 17 por 100 al 31 por 100. La mayor aumentó del 29 por 100 al 47 por 100 entre 1947 y 1960, el de
parte de los obreros contaban con pensiones de retiro, trabajaban aquellas con menos de 4.000 dólares sólo disminuyó del 37 por
una media de cuarenta horas semanales y podían pagarse mejores 100 al 23 por 100. En 1959, de los dos millones largos de fami­
y más largas vacaciones. La mayoría de las familias disponían lias que vivían en Nueva Y ork, la mitad (49 por 100) tenía ingre­
de automóvil, televisión y refrigerador. Esta prosperidad genera­ sos inferiores a los 6.000 dólares, y un 25 por 100 percibía de
lizada creó un sentimiento de satisfacción muy extendido e hizo hecho menos de 4.000. Estas estadísticas cobran todo su signi­
posible que muchos olvidaran las injusticias aún existentes en ficado si tenemos en cuenta que el departamento de Trabajo
la sociedad americana. calculaba que una familia de cuatro miembros necesitaba entre
Los cambios producidos en la posguerra trajeron también 5.000 y 6.000 dólares anuales para asegurarse un nivel de vida
consigo numerosos inconvenientes. La automación desplazó de la «aceptable».
industria a muchos obreros que, carentes de cualificación, tuvie­ Aun cuando los pobres estaban concentrados sobre todo, aun­
ron dificultades para encontrar nuevo empleo; com o consecuencia que no exclusivamente, en las zonas urbanas, muchos trabajadores
de los nuevos métodos de producción, más de un millón de traba­ del campo percibían salarios por debajo de los niveles de sub­
jadores perdieron su puesto de trabajo en la industria manufac­ sistencia, y había regiones «olvidadas» en los Apalaches, Virginia
turera entre 1955 y1961, y muchos de ellos quedaron en paro. Occidental y Kentucky, donde se instaló la pobreza a raíz de la
En 1960, el 5,6 por 100 de la población activa, cerca de 4 mi­ decadencia de la industria minera. También carecían de los in­
llones de personas, carecía de trabajo. Los desplazamientos a gresos necesarios gran cantidad de ancianos, sin pensiones o aho­
las zonas suburbanas también plantearon problemas. El éxodo rros y sin familia que los ayudara. Finalmente, las grupos m ino­
de los más ricos privó a muchas ciudades de una parte impor­ ritarios eran los más afectados por la pobreza. Dado que no
tante de los ingresos procedentes de sus impuestos, con el resul­ tenían una igualdad de oportunidades, muchos de ellos carecían
tado de que los servicios públicos en los centros urbanos se de preparación o especialización en una época en que tales cuali-
deterioraron. Los centros urbanos fueron ocupados por los grupos ficaciones eran condición indispensable para conseguir un buen
menos privilegiados, com o los negros y puertorriqueños, debido trabajo. Pero incluso sin estos obstáculos, los prejuicios raciales

368 36 9
bastaban para que muchos no encontraran empleo. Com o diría una actitud sorprendentemente p oco crítica frente a la sociedad
alguien, aunque la mayoría de los pobres no eran negros, la mayo­ que la rodeaba. La única excepción fue un pequeño movimiento
ría de los negros eran pobres 18. La pobreza, fuera de los blancos que rechazaba los valores establecidos por la clase media blanca.
o de los negros, llevaba aparejadas la mala salud y unas deficien­ La beat generation, com o se la llamó, se inclinó por el budism o
tes condiciones de alojamiento. El censo de 1960 revela que Zen y por el estilo de vida de los negros americanos, adoptando
cerca de 9 millones de viviendas, de un total de 53 millones, el misticismo, el lenguaje, la música y las costumbres del ghetto,
carecían de retrete privado, de baño y de agua corriente. Una en un intento de hallar o crear su propia identidad. Gran parte
de las extrañas paradojas de la sociedad de la abundancia con­ de su rebelión carecía de objetivos, siendo su máxima preocupa­
sistía en que había más casas dotadas de televisión que de una ción que cada uno pudiera desarrollarse y expresarse libremente.
adecuada instalación sanitaria. Y , sin embargo, cuando se sometió, El talante y el comportamiento de los beats fue captado p o i Jack
en 1950, al Congreso un proyecto de ley destinado a facilitar Kerouac en su novela O n th e road (1957), y por Gregory C orso,
fondos federales para la construcción de instalaciones depuradoras, Lawrence Ferlinghetti y Alien Ginzberg en sus poesías. Sus es­
Eisenhower lo vetó pretextando que semejante medida ahogaría trellas cinematográficas — aunque sin duda no habrían aceptado
la iniciativa local. esta expresión— fueron los antihéroes y los rebeldes sin causa
La uniformidad y conform idad predominante en la sociedad encarnados por James Dean y Marión Brando.
de la década de 1950 no fueron aceptadas por todos. Muchos Muchos americanos podían permitirse ignorar las duras crí­
sentían un vacío en sus vidas y una sensación de alienación y de ticas de los beats, pero los acontecimientos de los últimos años
soledad no obstante su creciente bienenestar material. D e aquí de la Administración Eisenhower les obligaron a someterse, tanto
que diversos escritores hicieran un análisis crítico del papel y del individual com o colectivamente, a un análisis y a un examen.
significado del hombre en la sociedad de masas, com o David En 1957, la Unión Soviética lanzó el primer satélite artificial,
Riesman en The lotiely crowd (1952), C. W right en W h ite collar el «Sputnik» quebrantando así la seguridad que en sí mismos
(1951) y William W hite en The organization man 0 9 5 7 ). Parale­ tenían muchos americanos; un nuevo golpe al prestigio de los
lamente, los novelistas tendían a subrayar la importancia del in­ Estados Unidos sobrevino en 1958, cuando el vicepresidente N íxon
dividualismo. Las novelas de Saúl Bellow y de J. D . Salinger, fue atacado, insultado, e incluso apedreado por las multitudes
The adventures o f A ugie March (1953) y Catcher in the rye en el curso de su gira por diversos países sudamericanos. En
(1951), trataban precisamente de la búsqueda de identidad, que 1960, un avión U-2 de los Estados Unidos en misión de vigilancia
otros escritores asociaban al reconocimiento de las distintas fue abatido sobre la U nión Soviética, y ese mismo año los japo­
subculturas étnicas: Philip Roth y Bernard Malamud escribieron neses pidieron al presidente Eisenhower que cancelara su proyec­
sobre los problemas de la existencia judía en América, y Ralph tada visita a Japón ante la posibilidad de que se produjeran ma­
Ellison y James Baldwin, sobre la conciencia negra. Pero si algu­ nifestaciones antiamericanas. La pérdida de influencia americana
nos novelistas y escritores se interrogaban acerca de la sociedad, fuera y dentro del país, la intensificación de la crisis de las
lo que los lectores deseaban era aliento, consuelo y una visión relaciones raciales, la persistencia del estancamiento económ ico y
positiva. Muchas personas retornaron a la religión y a las Iglesias. el creciente desempleo pusieron de manifiesto la gravedad de
Entre 1945 y 1958, el número de miembros de una u otra Iglesia los problemas sociales y económicos, ocultos largo tiempo por
pasó de 70 a más de 100 millones. Las novelas de tema religioso, la abundancia.
com o The robe y The big fisherman, de Lloyd Douglas, alcanza­ La segunda guerra mundial acabó con la depresión, creando
ron un extraordinario éxito, y en 1953, seis de los och o libros las bases de la prosperidad de los tiempos de paz. Muchos d e los
más vendidos trataban de temas religiosos. El propio Eisenhower acontecimientos causados o acelerados por la guerra se prolon ­
demostraba públicamente la importancia que daba a la religión, garon una vez terminado el conflicto. Pero es posible que al
hasta el punto de que siempre abría las reuniones de su gabinete demostrar el éxito del sistema americano, la guerra impidiera
con una oración. ver sus defectos y debilidades. La prosperidad económica de la
Aunque en la década de 1950 el número de estudiantes que posguerra fomentó esta tendencia a la arrogancia y a la autocon-
acudía a las escuelas de enseñanza superior y a las universidades fianza, pero en 1960 ya eran evidentes varias de aquellas kcras:
era muy elevado, la población estudiantil mantenía, sin embargo, empobrecimiento a largo plazo de determinadas capas de la po­

370 371
blación, desempleo periódico de gran envergadura, inflación, 8. La década de 1960
deterioro de las condiciones de vida en las ciudades y dificulta­
des en las zonas rurales. El mandato de Eisenhower fue una
etapa en la que se consolidaron los avances del pasado y se
redujeron las tensiones, pero también fue testigo de la aparición
de muchos de los problemas que se plantearían en la década de
1960. Si los años cincuenta fueron años de prosperidad, también
lo fueron de aplazamiento.
Nos hallamos hoy en los límites de una Nueva Frontera
— la frontera de los años sesenta— , una frontera que nos
separa de nuevas oportunidades y de peligros desconocidos,
de amenazas y de esperanzas aún insatisfechas

John F. Kennedy en la Convención


demócrata de Los Angeles, en 1960,
con m otivo de su elección com o
candidato a la presidencia.

I. LA ERA KENNEDY, 1961-1963

La elección de John F. Kennedy en 1960 significó un giro radical


en la historia de la posguerra americana. Con sus cuarenta y tres
años, Kennedy no fue sólo el presidente de los Estados Unidos
más joven de todos los tiempos, sino también el primer católico
en acceder al cargo, el primer candidato demócrata de Nueva
Inglaterra en los últimos cien años y el segundo senador que pasó
directamente a la Casa Blanca. Pero lo que era más importante,
su victoria se tradujo en un inequívoco cambio en el estilo
y en la forma de gobernar. En tanto que su contrincante republi­
cano, el vicepresidente Richard M. Nixon, insistía en las realiza­
ciones pasadas de la Administración Eisenhower, Kennedy miraba
al futuro y hacía hincapié en la necesidad de renovación. En su
discurso de toma de posesión, en 1961, hizo un llamamiento al
sacrificio y al esfuerzo del pueblo americano para «vencer a los
enemigos naturales del hombre: la tiranía, la pobreza, la enfer­
medad y la guerra» '. Aunque su llamamiento en favor de vigo­
rosas reformas internas n o fuese acogido calurosamente por el
Congreso, Kennedy inició su programa de la «N ew Frontier»,
que sería completado y ampliado por su sucesor, Lyndon Baines
Johnson (1963-1969). Estas reformas, sin embargo, no estuvieron
a la altura de las expectativas que Kennedy había suscitado.
Su reafirmación del com prom iso americano en el Sudeste Asiático,
asumido y aumentado después por Johnson, llevó posteriormente

37 3
a la derrota militar y a los conflictos internos y a la actual di­ aquella situación de inactividad com o consecuencia de la meca­
visión de la población americana. nización y automación de la industria. Figuraban también entre
El nuevo estilo de trabajo del ejecutivo se puso inmediata­ los parados gran número de jóvenes carentes de especialización
mente de manifiesto con la formación del gabinete. En tanto que o preparación. El elevado índice de natalidad durante la segunda
la Administración Eisenhower tendía a representar exclusivamen­ guerra mundial y después de esta se tradujo en un incremento de
te los intereses de los empresarios, la Administración Kennedy la población activa de más de 12 millones, pero el número de
suponía un equilibrio entre los distintos intereses políticos, regio­ puestos de trabajo solamente había crecido en 10 millones. Por
nales y económicos. Kennedy nombró secretario de Defensa a un otra parte, algunas regiones del país, com o los Apalaches, se
republicano, Robert S. McNamara, presidente de la Ford M otor encontraban más afectadas que otras debido a su dependencia
Company, y secretario de Trabajo a Arthur J. G oldberg, abogado de una sola industria, com o la minería, en decadencia desde
laboralista y asesor jurídico de A FL -C IO , y Robert Kennedy, hacía largo tiempo.
el hermano menor del presidente, fue designado ministro de En un primer momento Kennedy recurrió a los métodos con ­
Justicia (attorney general). Todos los miembros del gabinete eran vencionales para lograr la recuperación económica. Inmediata­
hombres relativamente jóvenes y hombres con ideas. Esta imagen mente después de su mensaje al Congreso sobre la situación
fue confirmada por el nombramiento de una serie de asesores económica, en febrero de 1961, fueron aumentadas las presta­
y colaboradores procedentes del mundo académico, com o Mc- ciones de la seguridad social y el salario mínimo subió de 1 dólar
G eorge Bundy, decano de la universidad de Harvard; Walt a 1,25 dólares la hora. Más de 4 millones de trabajadores se
Whitman Rostow , profesor del Massachusetts Institute o f Tech­ sumaron a los 23 millones que se beneficiaban ya de las disposi­
nology, y Arthur M . Schlesinger Jr., distinguido historiador. ciones relativas al salario mínimo. También se incrementó tem­
Ganadores del premio N obel, artistas, músicos e intelectuales poralmente el subsidio de paro, mientras que una ley para des­
frecuentaban la Casa Blanca. A l propio tiempo, Kennedy asumió arrollar ciertas áreas (Area Development A ct), vetada dos veces
un papel personalizado en sus apariciones públicas. Sus frecuentes por Eisenhower, reguló la ayuda a las zonas más atrasadas. La
conferencias de prensa y charlas informales fueron las primeras ley de la vivienda de 1961 autorizó un gasto de 2.550 millones
televisadas en directo y sin guión. Su familia, y especialmente su de dólares con destino a la renovación urbana, y otras medidas
mujer, Jackie, conocida en todo el país, era también objeto de del ejecutivo, com o la reducción de los tipos de interés de las
innumerables artículos y reportajes en los medios de difusión. hipotecas, la movilización de fondos para la construcción de ca­
En sus maneras y en sus métodos, Kennedy se asemejaba mucho rreteras y el aumento de los gastos militares, contribuyeron
a Franklin Delano Roosevelt y, com o éste, muy pronto se ganó también a estimular la economía. Otras medidas adoptadas más
los corazones de los americanos, y en particular de los jóvenes. adelante para alentar y mantener la expansión económica n o fue­
Pero aun cuando la popularidad del presidente fuera en aumen­ ron ya tan ortodoxas, yen do más allá del principio del gasto
to, su victoria electoral había sido alcanzada por un estrecho deficitario únicamente en momentos de recesión. En 1962, cuando
margen: sólo le separaban de Nixon 112.881 votos, de un total la balanza comercial revelaba ya el inicio de la recuperación,
de más de 68 millones. Sin un mandato popular para realizar la re­ Kennedy consiguió que fuera aceptada por el Congreso una ley
forma, Kennedy tuvo que enfrentarse también en el Congreso de contribución sobre la renta destinada a estimular aún más el
con una coalición reforzada de demócratas conservadores y repu­ crecimiento; aun cuando sus objetivos iniciales fueron limitados
blicanos, que bloquearon la mayor parte de su programa legislati­ por las Cámaras, la ley aumentó el volumen de las deducciones
vo. Sus mayores éxitos los alcanzó desarrollando los proyectos ya fiscales por depreciación de la maquinaria y concedió desgrava-
aprobados por el Congreso y no introduciendo ctros nuevos. ciones a las inversiones realizadas para la adquisición de nuevo
El principal problema que tenía planteado América en 1961 equipo y la modernización de las fábricas. En 1963 presentó un
era la recesión económica, que en febrero de aquel año alcanzó nuevo proyecto de ley, más drástico, en el que se contemplaban
su punto culminante (PNB del primer trimestre, 501.000 m illo­ reducciones de los impuestos por valor de 10.000 millones de dó­
nes de dólares). El índice de desempleo era superior al 8 por 100, lares, tanto sobre las personas físicas com o sobre las sociedades,
con una cifra de parados de más de 5 millones, de los que una atendiendo especialmente a la situación de los grupos con rentas
parte importante — entre 1 y 2 millones— llevaban largo tiempo en más bajas y a las personas mayores de sesenta y cinco años. Pero

374 > 75
este proyecto quedó estancado en el Congreso hasta después de la causó general preocupación. Aunque las cifras proporcionadas por
muerte del presidente. Harrington fueron discutidas, com o vimos en el capítulo ante­
Una de las pocas leyes que Kennedy consiguió sacar adelante rior, todos los comentaristas coincidían en que en todo caso el
aprobada por el Congreso al cabo de mucha resistencia, fue la ley número de pobres era excesivo en el contexto de una sociedad
sobre com ercio exterior (Trade Expansión act) de 1962. Esta dispo­ opulenta. El presidente Kennedy había tomado conciencia de los
sición, que permitía al presidente reducir los derechos de impor­ problemas de la pobreza estructural y regional en el curso de
tación, tenía com o objeto resolver los problemas de la balanza de su campaña electoral en Minnesota, Kentucky y Virginia O cci­
pagos y ayudar a las empresas a reducir sus costes. Se pensaba que dental, y se refirió a la necesidad de resolverlos en su discurso
de este m odo los Estados Unidos estarían en condiciones de com ­ de toma de posesión. La ley de desarrollo regional, las propuestas
petir más eficazmente con otros países, y en especial con el de reducciones de impuestos y la extensión de los beneficios de
M ercado Común, y de reducir las tensiones inflacionistas de los la seguridad social, tendían en parte a ayudar a los pobres. O tros
precios en el interior. A pesar de que la inflación constituía programas incluían la creación de un seguro de enfermedad para
una grave amenaza para la estabilidad económica del país, Kennedy los mayores de sesenta y cinco años, la promulgación de una ley
se resistía a recurrir al control obligatorio de los precios y los de educación que aumentara los fondos para la construcción de
salarios prefiriendo el recurso a la persuasión. En 1962 todo escuelas, los subsidios a los maestros y los centros educativos para
parecía indicar que sus métodos habían triunfado, al conseguir los deficientes mentales y ayuda económica federal para el des­
la Administración que los obreros siderúrgicos aceptaran una arrollo urbano. Todos estos proyectos acabaron también bloquea­
subida no inflacionista de los salarios, en el entendimiento de dos por el Congreso, y K ennedy no se mostró dispuesto a lanzar
que las empresas no aumentarían sus precios. Pero diez días una gran campaña por su aprobación.
más tarde, el presidente de la United States Steel, Roger Blough, El temor a tropezar asimismo con la oposición del legislativo,
anunció que las principales compañías proyectaban incrementar obligó a Kennedy a enfocar el tema de los derechos civiles con
sus precios en 6 dólares por tonelada. La reacción de Kennedy especial cuidado. Durante su campaña electoral, se había com ­
fue muy violenta; denunció públicamente a los patronos por prometido a tomar una serie de medidas en favor de los negros,
haber actuado «d e forma irresponsable contra el interés públi­ pero una vez en el poder tendió a confiar más en los tribunales
c o » 2. Después que la Administración amenazara con rescindir que en la legislación, a apoyarse más en el ejemplo del ejecutivo
los contratos federales, las compañías acabaron por capitular, que en la acción del Congreso. Cierto número de negros fueron
y Kennedy, por su parte, se retractó de algunas de sus primitivas nombrados para ocupar puestos importantes. Entie ellos desta­
afirmaciones. Pero de cualquier m odo este episodio envenenó las caban Robert C. Weaver, experto en materia de vivienda, desig­
relaciones entre el gobierno y la industria, situación que se pro­ nado para dirigir la Housing and H om e Finance Agency, y Thur-
longó durante cierto tiempo. good Marshall, asesor de la N A A C P , nombrado presidente de un
Las medidas keynesianas adoptadas por Kennedy tuvieron tribunal federal. Varios negros fueron nombrados embajadores
un éxito relativo y hasta 1965, tras cuatro años de auge ininte­ y a algunos se les encomendaron cargos de responsabilidad en
rrumpido, el producto nacional bruto americano creció a un la Casa Blanca. El ministro de Justicia Robert Kennedy, por su
ritmo del 3,6 por 100 anual. Los salarios semanales medios de Parte, aumentó el número de juristas negros en el departamento
los obreros fabriles alcanzaron y sobrepasaron la cota de los de Justicia y amplió su sección de derechos civiles. Pero aunque
100 dólares y 32 millones de familias percibían más de 5.000 dó­ estas medidas representaran un manifiesto cambio de rumbo
lares al año. Pero a pesar de la evidente expansión económica, el en relación con la Administración Eisenhower, fueron insufi­
nivel de paro seguía siendo alto y los precios no dejaban de subir. cientes para aplacar las crecientes protestas de los negros.
Subsistían, además, importantes sectores de la población sumidos El movimiento de protesta iniciado por Martin Luther King
en la pobreza. y por las organizaciones estudiantiles a finales de la década de
Muchos americanos tomaron conciencia por vez primera de la 1950 logró imponerse a la apatía y al temor de los negros. La
pobreza en su sociedad en la década de 1960. La publicación en transformación que se produjo en el talante del movimiento de
1962 del libro de Michael Harrington The other America, donde l°s derechos civiles fue tal que en 1963 se podía hablar ya de
su autor afirmaba que existían en el país 50 millones de pobres. una «rebelión negra». A l comienzo de la década de 1960, el Sur

3 76 377
se vio sacudido por una oleada de «marchas de la libertad», El asesinato de Kennedy en Dallas (Texas) el 22 de noviembre
«sentadas» y boicots realizados por organizaciones tales com o el de 1963 puso fin a una etapa de esperanza y expectativas y
Congreso para la Igualdad Racial (Congress for Racial Equality = sumió a la nación en duelo. El impacto de su muerte afectó
CO R E ), el Comité Coordinador de los Estudiantes por la No a todos, fuesen partidarios o enemigos del presidente, y el trauma
Violencia (Students Non-violent Co-ordinating Committee = SNCC) producido por el atentado fue aún mayor de resultas de la
y la Conferencia de Dirigentes Cristianos del Sur (Southern posterior eliminación de su asesino, Lee Harvey Oswald, y de la
Christian Leadership Conference) de Martin Luther King. Cuando polémica suscitada en torno a las posibles motivaciones de ambos
en 1961 una de aquellas marchas fue atacada en Alabama por una crímenes. Com o reacción fíen te a estos horribles acontecimientos,
turba de blancos, Robert Kennedy envió agentes federales para los contemporáneos de K ennedy tendieron a hacer su pane­
que protegieran a los manifestantes negros, y un año más tarde gírico pasando por alto el hecho de que sus realizaciones fueron
el presidente mandó agentes y tropas federales a O xford (Misisipí) más bien escasas. Lo que sí consiguió fue infundir esperanza,
con el fin de que un veterano de guerra negro, James Meredith, dar ánimos a las gentes para que creyeran que efectivamente
pudiera aceder a la universidad hasta entonces reservada exclusi­ podían hacerse cosas dentro y fuera del país. Puede ser que
vamente a los blancos. En mayo de 1963 fue preciso que el llegara incluso a crear unas expectativas que estaban más allá de
gobierno federal se hiciera cargo de la guardia nacional de Alaba­ los límites de lo que políticamente era posible. La difícil tarea
ma hasta que el gobernador del Estado, George Wallace, desistió de traducir sus promesas en realidades y de confrontar las
de su propósito de prohibir la entrada de estudiantes negros en la esperanzas con las reformas recayó sobre su vicepresidente,
universidad de Tuscaloosa; en el curso de este último incidente, Lyndon B. Johnson.
el propio Kennedy apareció en la televisión y en un elocuente
llamamiento a la razón arrojó el peso de la presidencia a favor
de la lucha por la igualdad de derechos. En junio del mismo año, II. LA «GUERRA CONTRA LA POBREZA» Y LA «GRAN SOCIEDAD»,
el presidente sometió al Congreso un amplio proyecto de ley de 1963-1968
derechos civiles para poner fin a la discriminación racial en todos
los edificios públicos relacionados con los viajes interestatales, para Lyndon B. Johnson se hallaba extraordinariamente bien prepara­
poner a los tribunales en condiciones de terminar con la segre­ do para asumir la tarea que le había sido legada por Kennedy.
gación en las escuelas y para acabar con la discriminación en Elegido para el Congreso en 1937, pasó de la Cámara de Represen­
todas las empresas que tuvieran contratos con el gobierno. La tantes al Senado en 1948, convirtiéndose en 1953 en el portavoz
violencia con que habían tropezado las manifestaciones pacíficas del grupo demócrata en este último. En su condición de vicepre­
del Sur ya suscitó la preocupación general, y la brutal respuesta sidente, Johnson presidió una serie de importantes organismos,
de los blancos, particularmente de los policías, a un movimiento com o el Space Council y e l Committee on Equal Employment,
de protesta no violenta en Birmingham (Alabama), en abril de e hizo varios viajes oficiales al extranjero. Su larga permanencia
1963, fue difundida por la televisión tanto en América com o en el Congreso le proporcionó un profundo conocimiento de esta
en el mundo entero. Pero a pesar de los llamamientos de Kennedy, institución y de sus miembros, siendo además por naturaleza
la violencia continuó. Medgar Evers, dirigente de la N A A C P de un político hábil, diestro en el halago y en la manipulación. Com o
Misisipí, fue asesinado la misma noche en que el presidente hizo presidente se esforzó por conseguir lo que él llamaba una pclítica
su llamamiento; pocos meses después, cuatro niñas negras mu­ de consenso. Su innegable destreza, unida al impacto emocional
rieron en Alabama com o consecuencia de la explosión de una producido por la muerte de Kennedy, hizo posible que en un
bomba arrojada en la iglesia donde se hallaban. El Congreso, sin solo año fuesen aprobadas p or el Congreso más leyes que en los
embargo, fue incapaz de reaccionar ante el mensaje de Kennedy, tres en que Kennedy estuvo al frente del ejecutivo. En 1964
ante la creciente ola de violencia y ante la concentración de fue reelegido presidente p or derecho propio, al vencer al candida­
250.000 personas en una marcha a favor de los derechos civiles to derechista Barry Goldw ater por una diferencia de más de 27
que tuvo lugar en Washington en agosto de aquel año. Como millones de votos, la mayor victoria de la historia política ame­
tantos otros, el proyecto de ley sobre derechos civiles quedó es­ ricana. Su elección no sólo le proporcionó un aplastante mandato
tancado en el Congreso hasta después de la muerte del presidente Popular sino que se tradujo en una amplia mayoría demócrata en

3 78 379
el Senado y en la Cámara de Representantes, y en la quiebra, Act), aprobada el mismo año, destinaba 665 millones de dólares
siquiera fuese temporal, de la coalición entre los demócratas con­ a otras zonas donde el desempleo era grave o persistente, las
servadores y los republicanos. rentas familiares medias eran bajas o las tasas de emigración de su
En su primer mensaje al Congreso tras el asesinato de Kennedy, población altas. Pero en ambos casos la mayor parte de los fondos
el nuevo presidente pidió el mantenimiento de los programas no llegaron a los pobres, sino que se perdieron en la maquinaria
políticos de la «N ew Frontier». Pero en su primer mensaje sobre burocrática o se aplicaron a la construcción de carreteras, que
la situación del país, en enero de 1964, fue aún más lejos e en ningún caso proporcionaban ayuda directa a los más nece­
hizo un llamamiento a favor de la «guerra sin cuartel contra sitados.
la pobreza». Aquel mismo año enunció el lema de su propio El presidente Johnson intentó también hacer frente a los pro­
programa político, la «gran sociedad», una sociedad «basada en blemas que tenían planteados las ciudades y las zonas rurales.
la abundancia y en la libertad para to d o s » 3. Com o parte de su La ley de transportes públicos, que Kennedy no había logrado
programa, logró en 1963 la aprobación por el Congreso del pro­ sacar adelante, fue aprobada en 1964; destinaba 375 millones
yecto de ley de contribución sobre la renta (Revenue Bill) que, de dólares en subvenciones federales para la construcción y la
al reducir los impuestos, creaba deliberadamente un déficit en mejora de los medios de transporte. La ley de la vivienda de 1965
el presupuesto federal en un período de prosperidad, con lo que regulaba la planificación en gran escala, ampliaba los programas
aseguraba el mantenimiento del crecimiento económico. Por su de renovación urbana, proporcionaba fondos para la creación
parte, una ley aprobada en agosto de 1964 (Econom ic Opportunity de centros recreativos y concedía créditos para la reparación de
A ct) incorporaba algunas de las propuestas de Kennedy que el las viviendas y ayudas para los alquileres. El mismo año fue
Congreso había bloqueado. En el contexto de una ofensiva en creado un departamento de la Vivienda y Urbanismo (Department
varios frentes contra la pobreza, la ley creaba un l uevo organis­ of Housing and Urban Developm ent), cuyo titular, Robert C.
mo (O ffice o f Economic O pportunity) bajo la dirección del cuñado Weaver, fue el primer negro que ocupó un puesto en el gabinete.
de Kennedy, Sargent Shriver, de la que formaría parte un Job La ley de la vivienda de 1968 facilitaba subsidios federales para
Corps, inspirado en el Civilian Conservation Corps del New Deal, el pago de hipotecas a las familias de rentas más bajas. Final­
encargado de dar una profesión a aquellos jóvenes que hubiesen mente, la ley de saneamiento urbano (M odel Cities Act) de 1966
abandonado sus estudios. El Volunteers in Service to America combinaba también las medidas de ayuda a los pobres y las
(V IS T A ), versión nacional del Peace Corps creado por Kennedy educativas con un programa de erradicación del chabolismo.
en 1961, preparaba especialistas encargados de colaborar en los Otra de las grandes preocupaciones de la Administración John­
programas de ayuda local a los grupos menos privilegiados. La son fue la salud y la educación. A lo largo de sus cinco años
O ffice Econom ic Opportunity incluía también una sección encar­ de presidencia, fueron aprobadas 60 leyes sobre educación y 40
gada de animar a los pobres a participar personalmente en los relativas a cuestiones sanitarias. Los gastos federales en educación
proyectos de asistencia a ellos destinados. Otras secciones como pasaron de 2.300 millones de dólares a 10.800 millones, y los
Operation Headstart y Upward Bound, finalmente, se proponían de naturaleza sanitaria, de 4.100 millones de 13.900 m illones4.
facilitar el acceso de los pobres a la educación y su permanencia La disposición sanitaria de mayor trascendencia, cuyo origen
en ella hasta los niveles mas altos. El coste del programa com ­ databa también de los tiempos de Kennedy, fue la ley de asis­
pleto del Economic Opportunity Programm supuso cerca de 1.000 tencia médica y seguridad social (Medicare-Social Security Act)
millones de dólares. de 1965. Mediante el incremento de las cuotas y de los beneficios
A lgo más de 1.000 millones representó la Ley sobre desarrollo de la seguridad social, la ley hizo posible que todas las personas
de los Apalaches (Appalachian Regional Development Act) de mayores de sesenta y cin co años pudieran beneficiarse de los ser­
1965, destinada a promocionar las zonas económicamente débiles vicios hospitalarios y de la asistencia poshospitalaria, al tiempo
de Virginia Occidental, parte de Kentucky, Tennessee, Alabama que un sistema de contribuciones voluntarias permitía cubrir
y Georgia. Su propósito era abrir aquellas regiones al desarrollo el coste de los servicios médicos. En el terreno educativo, el
económ ico mediante el trazado de carreteras y la creación de objetivo prioritario de la reforma fue la ayuda a los pobres y la
centros de formación profesional. La ley de obras públicas y igualdad de oportunidades educativas. La ley escolar de 1965
desarrollo económ ico (Public W orks and Economic Development (Elementary and Secondary Education A ct), concedió más de

380 381
1.000 millones de dólares procedentes de fondos federales a los ción blanca en los movimientos a favor de los detechos civiles,
diferentes distritos escolares urbanos y rurales en función del que quedó relegada a segundo plano, y en la aparición de una
número de niños pobres asistentes a sus escuelas. La ley de en­ nueva generación de jóvenes militantes negros. Algunos de ellos
señanza superior (Higher Education Act) aprobada el mismo año se inclinaron por la ideología separatista de los musulmanes ne­
facilitaba becas federales a los estudiantes necesitados y concedía gros, que en la década de 1960 llegaron a contar coa unos 50.000
asimismo ayudas adicionales para la construcción de aulas y bi­ miembros y un número muy superior de simpatizantes. M uy
bliotecas en los colegios e instituciones docentes más pequeños. estrictos en cuanto se refería a la conducta sexual y al uso de
Se había logrado finalmente la tan buscada y deseada intervención estimulantes, tales com o el alcohol y las drogas, los musulmanes
federal en la sanidad y en la educación, en gran medida gracias negros obtuvieron grandes éxitos en la conversión y rehabilita­
a la iniciativa de Johnson. ción de antiguos presidiarios y drogadictos. Uno de aquéllos,
La Administración Johnson asumió asimismo un papel directo Malcom X , se convirtió en el exponente máximo del «nacionalis­
y decisivo en la ayuda a los afroamericanos. Johnson consiguió m o» negro, y su Autobiographie, publicada en 1965, en el evan­
que el Congreso aprobara en 1964 el proyecto de ley de derechos gelio de la revolución negra.
civiles de Kennedy. En determinados aspectos, esta ley iba más En 1966, Huey N ew ton y B obby Seale fundaron una organi­
allá de sus objetivos iniciales. Además de garantizar a los negros zación aún más militante, los Black Panthers. Influidos por los
protección para el ejercicio del derecho de voto y de prever las escritos de Malcolm X , Frantz Fanón y los marxistas, los Black
medidas necesarias para terminar con la segregación racial en las Panthers abogaban por e l «nacionalismo revolucioaario» basado
escuelas, prohibía la discriminación en todos los lugares y esta­ en la autodefensa armada. Aunque el número de sus miembros
blecimientos públicos, com o hoteles, restaurantes, parques y pis­ era reducido, pues no llegaban a los 5.000, hallaban, com o los
cinas; por otra parte, tanto los sindicatos com o los empresarios musulmanes negros, un gran número de simpatizantes entre la po­
fueron requeridos para que pusieran fin a sus prácticas discri­ blación negra. El respaldo de que disponían aumentaba porque
minatorias, y se tomaron las disposiciones necesarias para cortar eran conocidos por sus frecuentes y violentos enfrentamientos
los fondos federales allí donde subsistiera la discriminación. La con los guardianes del «orden blanco» y ocasionalmente aparecían
ley sobre derechos de voto de 1965 incluía nuevas garantías como víctimas de la violencia de la policía.
en tal sentido, permitiendo la intervención de los funcionarios En sus manifestaciones menos agresivas, la rebelión del Black
federales en aquellos lugares donde a los negros les fuese negado Power fomentaba el orgullo y la creciente conciencia política de
el derecho de voto o de inscripción en las listas electorales. Aquel los negros, que descubrieron la herencia cultural negra. Numerosos
mismo año, el Tribunal Supremo declaró que los rplazamientos negros americanos adoptaron la historia y el m od o de vida afri­
en el fin de la segregación de las escuelas no podían ser tolerados canos y en sus ghettos se pusieron de moda los peinados y
por más tiempo, ordenando la adopción inmediata de medidas los vestidos «afro». Se inició la búsqueda de héroes negros y
al respecto. antiguos nacionalistas, que, com o Marcus Garvey, fueron objeto de
Por muy históricas que fuesen, estas disposiciones legislativas revisión y devueltos a la historia de la América negra. En su
no lograron colmar las expectativas de los negros, ya que al per­ versión más extrema, la militancia negra probablemente contri­
seguir la remoción de los obstáculos legales al voto negro, las buyó a la expansión de la violencia urbana. Las irritadas decla­
medidas de protección de los derechos civiles se aplicaban princi­ raciones de organizaciones com o los Black Panthers y el empleo
palmente al Sur y contribuían muy poco a aliviar la suerte de de frases com o « Burn, baby, burn», unido a las tensiones, amar­
aquellos que vivían en las grandes ciudades del Norte. La frus­ gura y resentimiento de muchos negros, provocaron el estallido
tración y la impaciencia de los negros fue en aumento ante la de gran número de motines. En agosto de 1965, 34 personas
incapacidad de la reforma para satisfacer sus exigencias cada vez murieron y más de 1.000 resultaron heridas en los disturbios
mayores. La ética de la no violencia preconizada por Martin que se produjeron en Watts, ghetto de Los Angeles; al siguiente
Luther King y el concepto de la integración paulatina perseguido año, muchas ciudades, com o Chicago, Cleveland, Nueva Y ork ,
por otros dirigentes negros perdieron influencia. El llamamiento Newark y Detroit, quedaron destrozadas por los disturbios raciales.
a favor del «Black P ow er» lanzado por Stokely Carmichael en En 1967, el presidente Johnson creó una com isión de investiga­
1966 se materializó en una considerable reducción de la participa­ ción presidida por O tto Kerner, gobernador de Illinois, con el

38 3
382
fin de examinar las causas de estos estallidos de violencia. En su también puso fin al papel dirigente del partido demócrata,
informe, hecho público un año más tarde, la comisión criticaba sumiendo al país en una profunda división.
tanto a los militantes negros com o a las fuerzas de policía, a las
que acusaba de provocar muchos de los incidentes, si bien la
raíz del mal se hallaba, a su juicio, en el racismo blanco que III. VIETNAM: EL FRACASO DE LA POLITICA EXTERIOR
impregnaba todos los aspectos de la vida americana. Com o con­ Y SUS CONSECUENCIAS
firmación de los resultados a que había llegado la Comisión, Martin
Luther King, que desde siempre había abogado por la protesta La participación de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam
pacífica, fue asesinado a tiros por un blanco en abril de 1968. fue en muchos aspectos el resultado inevitable de la política ex­
Para muchos afroamericanos, la muerte de King significaba el fin terior americana tras la segunda guerra mundial. La teoría de la
de toda esperanza de reconciliación con la América blanca, lo «contención» del comunismo y la idea de América com o gendarme
que trajo consigo una oleada de violencia en gran escala que universal, formuladas en los años inmediatamente posteriores
sacudió a más de cien ciudades del país. Esta creciente escalada a la segunda guerra mundial y ampliadas durante la guerra de
de las reivindicaciones negras llevó aparejada una «reacción Corea, fueron aceptadas tanto por Kennedy com o por Johnson.
blanca» de resistencia y represión, en lugar de reforma. A finales A l contemplar la política internacional exclusivamente en térmi­
de la década de 1960 la rebelión negra parecía haber perdido nos de una lucha entre el comunismo y la democracia, los estrate­
fuerza y los ghettos negros estaban relativamente tranquilos. gas americanos no sólo pasaban por alto la existencia de diferen­
En otros terrenos, la reforma se había estancado en 1967. Como cias culturales y étnicas, sino que consideraban a todas las socie­
consecuencia de las elecciones para el Congreso de 1966, había dades com o una sociedad americana en embrión. Por otra parte,
reaparecido la coalición conservadora de demócratas del Sur y las sucesivas administraciones americanas se mostraron dispuestas
republicanos del M edio Oeste, opuesta a toda nueva legislación a respaldar regímenes dictatoriales com o el de Batista en Cuba,
en materia de bienestar social, al tiempo que el Congreso comen­ el de Diem en Vietnam y el de Fumi en Laos, antes que correr
zaba a reafirmar su autoridad frente a la del presidente. Además el riesgo de que el poder cayese allí en manos de comunistas
de la resistencia a una ulterior reforma, existía un sentimiento reales o supuestos. Estos gobiernos recibían sobre tod o ayuda
generalizado de que las medidas anteriores habían fracasado; militar y financiera. El programa de ayuda exterior iniciado por
seguía habiendo demasiados pobres y los problemas de las ciuda­ Truman para ayudar al desarrollo económ ico de los países atra­
des seguían en pie. Ninguno de los programas había recibido sados se transformó rápidamente en un arma contra el com u­
la financiación necesaria — la «guerra contra la pobreza» absorbió nismo; en 1963, el 90 por 100, es decir, 45.000 millones de
menos del 1 por 100 del producto nacional bruto— y gran parte dólares, de toda la ayuda exterior posterior al Plan Marshall
del dinero a ellos destinado había sido malgastado o había bene­ lo absorbía la ayuda militar en lugar de la económica o técnica,
ficiado a los burócratas y no a los pobres. Por otra parte, aun y en 1966, 1.600 de los 3.500 millones de dólares destinados
a aquella ayuda fueron a parar a gastos m ilitares5. Paralelamente
cuando la Administración Johnson hizo muchas cosas dignas
al apoyo financiero, los americanos contrajeron un creciente com ­
de alabanza, la multiplicidad de sus medidas era fuente de pro­
promiso militar, de tal form a que en la década de 1960 más de
blemas y despilfarro; en muchas ocasiones, la ley no tenía nada
un millón de soldados americanos se hallaban estacionados en
de censurable salvo que llegaba con veinte años de retraso. Cuando
treinta países. Tan pronto com o la ayuda y la intriga se mos­
Johnson inició su mandato, los centros de las ciudades ya estaban traban insuficientes para impedir la influencia de las fuerzas
deteriorados, y hasta las zonas suburbanas comenzaban a tropezar izquierdistas, surgía la tentación de recurrir a la fuerza. En
con dificultades. Los programas de bienenstar social eran una Vietnam, esta tentación fue irresistible y el gobierno americano
compleja maraña de disposiciones, a la que la nueva legislación acabó por embarcarse en una guerra costosa, que suscitó una
no hacía sino añadir mayor confusión. Pero la principal razón gran oposición entre la población americana y que en última
del fracaso de la «great society» fue que ésta hubo de ser sacri­ instancia resultó inútil.
ficada en aras de una costosa guerra en el Sudeste asiático. A la La política exterior de John F. Kennedy fue una mezcla de vie­
postre, la guerra de Vietnam no sólo paralizó la reforma sino que jos y nuevos métodos, d e éxitos y fracasos. Para América Latina

384 385
creó en 1961 la Alianza para el Progreso, con objeto de fomentar ricanos para impedir un contragolpe que contaba con un fuerte
la expansión económica y mejorar los niveles de vida de su pobla­ apoyo popular. La intervención fue justificada en primer tér­
ción; pretendía que sus miembros combatieran por la reforma mino como una medida para proteger a los ciudadanos america­
social y la democracia, y sólo a regañadientes colaboraba con nos; más tarde se diría que con ello se perseguía impedir la
las dictaduras militares. Ello no obstó, sin embargo, para que toma del poder por los comunistas, cosa que nunca llegaría a
un mes más tarde autorizara, aunque de mala gana, el apoyo producirse.
americano a la invasión de Cuba por los anticastristas; al cabo El apoyo al régimen anticomunista, pero reaccionario, de V iet­
de tres días de lucha en las inmediaciones de la bahía de Cochi­ nam del Sur originó la escalada del compromiso americano en la
nos, la expedición fue aplastada. La Alianza para el Progreso guerra. El número de soldados americanos creció de año en año:
logró recuperarse de este descalabro inicial, pero el compromiso en diciembre de 1963 eran p oco más de 16.000; en diciembre
americano en favor de la reforma en América del Sur nunca de 1968 superaban los 500.000. La cifra de bajas se incrementó
tuvo la fuerza necesaria y los resultados alcanzados fueron muy proporcionalmente: en 1964, murieron 147 soldados americanos,
modestos. resultando 1.000 heridos; en 1968, la cifra de muertos ascendió
El intento del gobierno soviético de estacionar misiles en Cuba a 14.500 y la de heridos a cerca de 9 3 .0 0 0 6. El coste de la
dio lugar a una grave crisis en 1962. Sólo el tacto de Kennedy guerra en términos monetarios también fue en aumento, alcan­
logró evitar una confrontación violenta entre las dos superpo- zando en 1967 un volumen anual de 28.000 millones de dólares.
tencias, y tan pronto com o persuadió a los rusos para que reti­ Pero en ningún momento fue reconocida la auténtica naturaleza
raran sus proyectiles de la isla se esforzó por mejorar las rela­ de la guerra. Sin tener en cuenta la guerra de guerrillas utilizada
ciones con la potencia comunista. En un discurso pronunciado en por el enemigo, los americanos siguieron volcando sobre Vietnam
la American University de Washington en 1963, abogó por una hombres y material, firmes en su convicción de que su superiori­
política exterior neutralista para los Estados Unidos, en ia que dad en efectivos y en potencia de fuego acabaría por imponerse.
tuviera cabida la diversidad ideológica. El tratado de supresión de En 1964, a raíz de un incidente en que se vieron envueltos
pruebas nucleares, del mismo año, contribuyó también a reducir buques de guerra americanos y norvietnamitas en el golfo de
las tensiones de la guerra fría. Pero simultáneamente Kennedy Tonkín, Johnson consiguió la aprobación por el Congreso de una
aumentó los gastos militares y en el Sudeste Asiático, lejos de resolución que le concedía poderes prácticamente ilimitados. Los
aceptar la diversidad, rechazó la postura neutralista inclinándose ataques aéreos contra Vietnam del Norte se iniciaron en 1965, y
por la intervención militar. Tom ando por comunistas a quienes tres años más tarde el tonelaje total de bombas allí arrojado
no eran más que nacionalistas y anticolonialistas, e ignorando el superaba el lanzado por todas las fuerzas aéreas aliadas durante
hecho de que lo que allí se estaba librando era una guerra civil, la segunda guerra mundial. Pero a pesar de esta escalada en la
decidió enviar las primeras tropas combatientes americanas a ofensiva americana y de la utilización de defoliantes, napalm y
Vietnam del Sur a fin de que respaldaran el régimen decrépito productos químicos tóxicos, los vietnamitas n o se dieron por
de Diem. Aun cuando confiase en una solución política del vencidos.
conflicto, aceptaba totalmente la «teoría del dom inó» y la polí­ Cuanto más se prolongaba la guerra, más profundos eran sus
tica de contención. efectos sobre la sociedad americana. En 1968, el gasto militar se
El presidente Johnson prosiguió la tarea que Kennedy había elevaba ya a 75.000 millones de dólares, el 56 por 100 del pre­
dejado inconclusa. Tras la destitución de Jrushchev en 1964, fue supuesto federal total. Johnson, sin embargo, seguía insistiendo
mantenida la política de distensión con la Unión Soviética, y ello en que América podía disponer simultáneamente de «cañones y
pese a los contratiempos que supusieron el conflicto de Oriente mantequilla», y en 1966 afirmaba ante el Congreso: «Podem os
M edio en 1967 y la invasión de Checoslovaquia en 1968. En construir la ” great society” y al mismo tiempo luchar en Viet­
América Latina, Johnson abandonó la reforma política de Kennedy, n am »7. Pero cuando en 1967 solicitó una subida de los impuestos
optando por la estabilidad a cualquier precio. D e aquí que apo­ del 10 por 100, el Congreso la rechazó a menos que redujera
yara a la dictadura militar que asumió el poder en Brasil en 1964, también los gastos en el interior; el presidente se opuso y el Con­
y que un año más tarde, su respaldo a la junta militar de la Repú­ greso denegó la subida de los impuestos sin dejar por ello de
blica Dominicana culminara con el envío de 20.000 soldados ame­ comenzar a restringir los fondos con destino a los programas

386 38 7
de política interior. La «guerra contra la pobreza», que desde un El coste de la guerra, tanto en hombres com o en dinero, alentó
primer momento estaba insuficientemente financiada, sufrió un la oposición antibélica. El movimiento, iniciado con una serie de
considerable recorte económ ico. A l mismo tiempo, dado que el manifestaciones' en las universidades en 1965, alcanzó enormes
gobierno era incapaz de cubrir el coste de la guerra, la inflación proporciones en 1967, año en que más de 200.000 manifestan-
se desato, anulándose de este m odo los anteriores esfuerzos por tantes marcharon sobre el Pentágono. Muchos jóvenes se negaron
ayudar a los mas pobres. Paralelamente, la enorme sangría de a ir a la guerra, objetando motivos de conciencia o simplemente
dolares aumento las dificultades de la .balanza de pagos americana huyendo a Canadá y Europa. A medida que se aproximaba la
y debilitó su posición en la economía mundial. campaña electoral de 1968, las divisiones en el seno del partido
Las consecuencias psicológicas de la guerra tuvieron tanto al­ demócrata y de la propia Administración iban en aumento; pode­
cance com o sus efectos económicos. Los continuos engaños y rosos políticos del partido, com o J. William Fulbright y R obert
verdades a medias de la Administración Johnson resquebrajaron Kennedy, criticaron la política seguida por Johnson, y diversos
la confianza popular en el gobierno; las acusaciones de agresión miembros del gabinete, com o McNamara, Acheson e incluso el se­
contra Vietnam del Norte, allí donde no había tal, y las pre­ cretario de Defensa, Clark C lifford, instaron al presidente a que
tensiones de victoria, cuando la victoria era imposible, crearon pusiese fin a la guerra. E n estas circunstancias, y a la vista de
un foso de incredulidad entre el pueblo y sus dirigentes. Tan los éxitos alcanzados primero por Eugene McCarthy y después
sólo en 1971, cuando se publicaron los documentos del Pentágono, por Robert Kennedy com o candidatos pacifistas en las elecciones
secretos hasta entonces, fue revelado el verdadero alcance del primarias demócratas, y del creciente clamor popular contra
fraude oficial. Pero fue el éxito de la ofensiva vietnamita del Tet aquélla, Johnson anunció el fin de los bombardeos sobre Vietnam
en 1968, pocas semanas después de que el comandante en jefe del Norte. También declaró en un discurso televisado su inten­
de las tropas americanas, general Westmoreland, hubiera hablado ción de abandonar la presidencia. La campaña iniciada por Ken­
de victoria en términos optimistas, lo que acabó con lo p oco que nedy, tras una serie de victorias sobre McCarthy en las elecciones
quedaba de la credibilidad de la Administración Johnson. primarias de Indiana, Nebraska y California, acabo trágicamente
Los triunfos de los vietnamitas debilitaron también la con­ cuando el candidato fue asesinado por un jordano. La conm ocion
fianza de los americanos en ellos mismos, obligándoles a inte­ provocada por el asesinato aumento dos meses mas tarde com o
rrogarse acerca del tan arraigado supuesto del papel de América consecuencia de los disturbios que se produjeron durante la
en el mundo. Su repercusión sobre los soldados destinados en Convención demócrata celebrada en Chicago, cuando las fuerzas
Vietnam fue infinitamente más grave. El éxito de las tácticas de policía del alcalde Daley disolvieron brutalmente una concen­
guerrilleras seguidas por el enemigo im pidió a los americanos tración de manifestantes contrarios a la guerra. Entre tanto, los
entablar una guerra convencional, enfrentarse directamente con divididos demócratas se avinieron a presentar la candidatura del
sus enemigos o incluso identificarlos entre la población civil. El vicepresidente Hubert Humphrey frente a Richard M . N ixon,
sentimiento de frustración resultante y la utilización del número elegido por los republicanos. N ixon triunfó en unos comicios en
de muertos com o baremo para medir las victorias, condujeron los que sólo participó el 60,7 por 100 de los electores, por un
margen de 500.000 votos. Esta victoria electoral se debió en parte
a labrutalizacion de las tropas. El pueblo americano, que giacias
a su promesa de poner fin rápidamente a la guerra. Pero las
a la televisión siguió la guerra en todos sus detalles, no pudo ig­
fuerzas americanas no serían retiradas sino tras cuatro años más
norar sus aspectos más horribles. En 1969 le fue revelada aquella
de enconada lucha y de una creciente división en el seno del
brutalidad al hacer público periodistas americanos que un año
país (véase cap. 9, parte I).
antes sus soldados habían dado muerte a cientos de civiles desarma­
dos, incluidos niños y mujeres, en la matanza de M y Lay. A me­
dida que la oposición a la guerra iba creciendo en, el interior IV. LA SOCIEDAD AMERICANA EN LA DECADA DE 1960
de los Estados Unidos, cundía la desmoralización entre las fuerzas
americanas estacionadas en Vietnam. M uchos soldados tomaban La década de 1960 se caracterizó por su marcado contraste con
drogas y se decía que el asesinato de oficiales impopulares con la década anterior. Aun cuando se mantuvo la prosperidad gene-
granadas de mano (fragging) era bastante frecuente. tal de la época Eisenhower, la voluntad de cambio de Kennedy y
Jonhson alentó la crítica y el análisis de los males de la sociedad rurales. El lugar de residencia en los núcleos urbanos tenía un
americana. Los intentos de introducir mejoras reales en las reía- indudable carácter racial; las zonas suburbanas eran en conjunto
ciones interraciales y en el bienestar social no hicieron más que un dominio de los blancos, en tanto que los descuidados centros
intensificar el clamor de la rebelión ideológica. Pero la creciente urbanos estaban predominantemente habitados por negros. A fina­
vehemencia de los movimientos en favor de los derechos civiles les de la década de 1960 los urbanistas profesionales corrienzaron
y la posterior aparición de los grupos antibélicos y estudiantiles a dudar de la posibilidad de resolver la miseria de las grandes
-produjeron también una reacción conservadora y la división del ciudades. Aun cuando era cierto, com o pusieron de relieve, por
país; para definir la sociedad americana de la década de 1960 ejemplo, Nathan Glazer y Richard W ade, que las condiciones
habría que recurrir a los adjetivos «turbulenta» y «violenta» en reinantes en las ciudades eran mucho más favorables que cincuenta
lugar de «pacífica» y «homogeneizada». o cien años antes, no por ello podían ignorarse las evidentes di­
A pesar de ello, persistían muchas de las corrientes visibles ferencias entre los ghettos céntricos y las zonas suburbanas.
en la década de 1950. La población americana seguía creciendo La política expansionista de Kennedy y Johnson tu vo éxito
rápidamente, aumentando en 24 millones en el espacio de diez en la medida en que en la década de 1960 no se produjo ninguna
años y rebasando la cota de los 200 millones, aun cuando la recesión. El producto nacional bruto pasó de 503.000 millones
tasa de crecimiento disminuyó a partir de 1965 aproximadamente, de dólares en 1960 a 976.000 millones diez años más tarde, y la
y el índice de natalidad cayó del 24 por 1.000 en 1960 al 18 renta anual media de las familias americanas creció de 5.660
por 1.000 en 1970. Esto obedeció al mayor empleo de la plani­ dólares en 1959 a 9.590 en 1969. Pero el Bureau o f Labor Statistics
ficación familiar mediante métodos anticonceptivos y especial­ calculaba que el presupuesto mínimo de una familia de cuatro
mente de píldoras anovulatorias, a la liberalización de las leyes personas que viviera en una gran ciudad era, en 1967, de 9.000
sobre el aborto y a la adopción de nuevas actitudes respecto dólares. Eran muchos los que ganaban menos de esa cantidad y
al papel de la mujer y a la función de la familia. El estado sa­ aunque la cifra oficial de pobres fue disminuyendo a lo largo de
nitario de la población mejoró lentamente gracias al constante aquellos años, varios millones de americanos seguían padeciendo
progreso de la medicina y a la elevación del nivel de vida. En dificultades económicas. Los programas de la «guerra contra la
1967, la esperanza media de vida de los americanos blancos era pobreza» habían ayudado a algunos de ellos, pero en m od o alguno
de 71,3 años (la de los negros seguía siendo muy inferior, 64,6 a la totalidad. Además, aquellos programas fueron recortados
años). Si las muertes por tuberculosis disminuyeron hasta el 3 drásticamente a raíz de la elección de N ixon (1969-1974). Los
por 100.000 , el elevado índice de las que obedecían a enferme­ esfuerzos del nuevo presidente por equilibrar el presupuesto me­
dades del corazón, 377 por 100.000, reflejaba el precio que se diante una reducción del gasto federal coadyuvaron también a la
pagaba por el ritmo de la vida moderna. A este respecto, no recesión; el producto nacional bruto experimentó una contracción
deja de ser paradójico e ilustrativo de la discriminación racial y el desempleo aumentó del 3,3 por 100 a finales de 1968 al
que el índice de mortalidad entre los negros por enfermedades 5,8 por 100 en 1970. Se terminaba así un largo período de ex­
del corazón fuese sólo del 27 por 100.000, probablemente debido pansión, irrumpiendo un rápido proceso inflacionista que devaluó
a su concentración en actividades menos sedentarias. el dólar en más del 8 por 100 en menos de dos años.
Esta población en expansión, y por lo general más sana, seguía Mientras la economía se mantuvo estable, las compañías indus­
disfrutando de gran movilidad. Solamente entre 1965 y 1970, el triales siguieron prosperando. Entre 1958 y 1968 la capacidad
47 por 100 de las familias americanas se había mudado de casa. de producción creció en más del 70 por 100, pero la mayor
Estas migraciones se ajustaban a las pautas ya conocidas: de las parte de este crecimiento se limitó a las grandes empresas, que
zonas rurales a las urbanas y del centro de la ciudad a las zonas dominaban cada vez más la economía americana. Muchas de las
residenciales suburbanas. Durante la década de 1960, el número 200 mayores empresas ampliaron su programa de producción y
de habitantes de las zonas residenciales suburbanas aumentó en penetraron en una gran variedad de mercados mediante fusiones
un 28 por 100, en tanto que el de residentesen el centro de y agrupamientos. En 1969 las 500 mayores empresas daban tra­
las ciudades lo hacía sólo en un 1 por 100. En 1970, 75 millones bajo al 70 por 100 de toda la población activa y menos del 1 por
de personas vivían en los barrios periféricos de las ciudades, 100 de las compañías poseía el 86 por 100 de todo el capital
62 millones en los barrios céntricos y 63 millones en las zonas industrial. O tro síntoma que alarmaba igualmente a los críticos del

3 90 391
capitalismo americano y a muchos europeos era la relativamente reconocía el poder de las empresas gigantescas, peio al m ism o
reciente expansión de los intereses mercantiles americanos en el tiempo creía ver dentro del corporaíe system americano contra­
exterior. Hasta alrededor de 1956, las inversiones de las compa­ pesos reguladores que operaban en beneficio del consumidor y
ñías europeas en los Estados Unidos superaban a las de las de la sociedad; pero en su libro The new industrial State (1967)
americanas en Europa, pero a partir de entonces la situación abandonaba aquella tesis afirmando que las grandes compañías
cambió rápidamente. En 1969, el volumen de ventas de las filiales disfrutaban de un poder económ ico y político ili*- atado. Com o si
europeas de las compañías americanas ascendía a 142.000 millones quisiera demostrar que Galbraith estaba equiv :a ¿o, un joven
de dólares, cifra superior al producto nacional bruto de Gran abogado de Connecticut, Ralph Nader, iniciaba ntre tanto una
Bretaña o de Francia8. Lo que explicaba que los europeos ha­ investigación de las prácticas empresariales en economía ame-
blasen de un nuevo «colonialism o económ ico» era el hecho de que rica'ha, dando así origen a un poderoso movimiento de consumi­
determinadas industrias clave quedaran fuera del control de sus dores; sus investigaciones e informes se materializaron en una serie
respectivos gobiernos. La industria de los ordenadores estaba de disposiciones legales sobre mejora de la seguridad en los
dominada por dos empresas americanas, IBM y General Electric; automóviles, correcto etiquetaje de los artículos de consum o y
las empresas americanas eran también propietarias de partes sus­ reducción de la publicidad del tabaco, y en la creación, final­
tanciales de otras industrias, com o las de automóviles, rodamien­ mente, de una comisión para velar por la seguridad de los pro­
tos de bolas y neumáticos. O tro tanto ocurría en otras regiones ductos (Commission on Product Safety).
del mundo; en América Latina, por ejemplo, la producción de Las actividades de Nader no eran más que un aspecto de la
cobre, estaño y petróleo estaba controlada en gran medida por participación mucho más amplia de la juventud en. la política.
los intereses americanos. Las candidaturas de Eugene McCarthy y Robert Kennedy reci­
O tro m otivo de preocupación era la estrecha relación existente bieron un gran apoyo por parte de los menores d e treinta años,
entre la industria y el estamento militar. El sociólogo C. Wright y en la campaña presidencial de 1972 el senador George M cG o-
Mills aludió en 1956 a una «econom ía de guerra permanente» vern se dirigió especialmente a los jóvenes. En reconocim iento
en su obra The pow er elite, y el propio presidente Eisenhower de la más temprana madurez y la creciente participación de los
advirtió acerca de los peligros inherentes a esta situación en su jóvenes en la política, en 1971 la vigesimosexta enmienda a la
discurso de despedida a la nación 9. Pero tuvo que producirse la constitución rebajó a los dieciocho años la edad para votar. Los
guerra de Vietnam para que aquellos gritos de alarma encontraran estudiantes participaron también en los movimientos de ayuda
el eco oportuno. En 1967, alrededor de 8 millones de trabajadores, a los grupos menos privilegiados, y en la década de 1960 los
el 10 por 100 de la población activa, dependían de contratos rela­ americanos de origen mexicano y los indios imitaron el ejem plo
cionados con actividades militares, y entre,el 10 y el 20 por 100 de los negros y comenzaron a luchar por la igualdad de derechos.
del producto nacional bruto estaba relacionado con los gastos Las mujeres empezaron asimismo a rechazar su imagen de seres
militares. Los vínculos entre las empresas y el estamento militar de segunda clase e iniciaron una campaña contra el «m achism o».
se habían visto reforzados por el paso de antiguos oficiales de Pero no todos los jóvenes estaban dispuestos a sctuar en el
las fuerzas armadas a compañías industriales, en calidad de di­ contexto del sistema político vigente; muchos de ellos eran,
rectores; en 1969, el senador William Proxmire denunció que en por supuesto, tan indiferentes com o sus mayores; otros, «politi­
la plantilla de los 100 mayores contratistas de material relacio­ zados» por su participación en las organizaciones defensoras de
nado con la defensa figuraban más de 2.000 antiguos oficiales los derechos civiles, en el movimiento por la libertad de expresión
con rango superior al de coronel. y en las protestas contra la guerra de Vietnam, exigían cambios
A l tratar de hallar una explicación al com prom iso americano radicales adoptando un pu nto de vista revolucionario. Influidos
en Vietnam, muchos autores recurrieron a las relaciones entre por los negros americanos, por los revolucionarios sudamericanos
los militares y la industria, el «com plejo militar-industrial»; otros, y por los escritos del profesor de filosofía Herbert Maicuse, dieron
sin embargo, pusieron en tela de juicio la totalidad de la estruc­ origen a una «Nueva Izquierda», partidaria de la revolución en
tura económica. El economista y en ocasiones asesor del presi­ los Estados Unidos. En 1967, los Studients, for a Dem ocratic
dente Kennedy, John Kenneth Galbraith, m odificó algunas de Societv manifestaron su intención de constituir una guerrilla urba­
sus primitivas opiniones. En su obra American capitalism (1956) na y, a finales de la década, la facción de los «Weathermen» llegó

392 393
a poner bombas en diversas instituciones. Otros jóvenes blancos
recibiendo un gran apoyo del Sur y del M edio Oeste. Ronald
rechazaron completamente el activismo político y buscaron una
Reagan, antiguo actor de H ollyw ood, fue elegido en 1966 gober­
alternativa a la sociedad existente; siguiendo los pasos de los
nador de California en base a un programa no muy diferente del
beats, los hippies experimentaron nuevas formas de vida comuni­
de Goldwater. En las campañas presidenciales de 3964 y 1968,
taria que reemplazaban a la familia nuclear y trataron de con­
Henry Wallace, gobernador demócrata de Alabama, recibió tam­
vencer con el flow er pow er y los love-ins. Para huir a la realidad
bién un gran respaldo popular por sus ataques contra los intelec­
o por amor a la aventura, muchos jóvenes se dedicaron a consu­
tuales del Este, y en las elecciones de 1968 obtuvo cerca de
mir drogas com o marihuana, LSD y heroína; otros se entregaron
10 millones de votos com o candidato de un tercer partido. Y a
a la práctica de las religiones místicas orientales.
raíz de su elección aquel mismo año, el presidente N'ixon 7 el
Com o consecuencia de esta rebelión juvenil, el m odo de vida
vicepresidente Spiro A gnew apelaron a la «mayoría silenciosa»,
americano comenzó a cambiar; aparecieron nuevas modas en el
al «americano m edio» para la defensa de los valoies de la clase
vestido y en la apariencia exterior, las ropas masculinas y feme­
media. La Administración N ixon (1969-1974) adoptó una política
ninas se hicieron cada vez más informales y los hombres se de­
de enfrentamiento con los manifestantes contrarios a la guerra y
jaron el pelo largo, barba y bigote. La vitalidad del capitalismo
con los militantes negros, frenó el proceso de integración raciaL en
se puso de manifiesto cuando las principales casas de modas
las escuelas y atacó a los beneficiarios del seguro de desempleo
incorporaron aquel estilo de la juventud haciéndolo elegante; los
y de la ayuda social acusándolos de «holgazanes». El tándem
raídos blue-jeans fueron producidos en masa, con sus remiendos
Nixon-Agnew fue reelegido en 1972 por una gran mayoría.
incorporados, de tal forma que la ropa que había simbolizado el
rechazo de los valores de la clase media fue adoptada por esta
ultima. O tro tanto ocurrió con las normas de conducta sexual;
las relaciones prematrimoniales tuvieron una creciente acepta­
ción, los matrimonios «a prueba» se generalizaron y en las ba­
rriadas lujosas hicieron experimentos de sex-group. En 1972, la
tasa de divorcios había subido a 455 por cada 1.000 matrimonios.
Incluso podían hacerse manifestaciones públicas de homosexuali­
dad, surgiendo un movimiento de liberación «gay» que reivindi­
caba el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. En
la escena y en la pantalla, así com o en la literatura, el sexo y la
violencia se convirtieron en rutina.
En tanto que algunos interpretaban estos acontecimientos de
forma optimista y afirmaban, com o Charles Reich en The greenitig
of America (1970), que los Estados Unidos estaban alcanzando
un nuevo nivel de conciencia, otros, por el contrario, profetizaban
la anarquía y el desastre. Las nuevas actitudes y la apariencia
de la juventud, los conflictos raciales y las manifestaciones contra
la guerra de Vietnam ofendieron a muchos americanos y provo­
caron un resurgimiento de los sentimientos conservadores y popu­
listas de tiempos pasados. En 1964, los republicanos rechazaron
un candidato presidencial partidario de las nuevas ideas y eligie­
ron al ultraconservador Barry G oldwater. Goldwater hizo cam­
paña a favor de una línea dura en política exterior, de la reduc­
ción de los poderes federales y del término de la violencia y de
la decadencia moral en el interior del país. Aunque derrotado,
obtuvo 27 millones de los 70,6 millones de votos depositados,

394
395
9. Doscientos años después: por 100, desconocida desde hacía mucho tiempo, en las eleccio­
nes presidenciales de 1976 indicaba el abandono, peligroso para
los Estados Unidos bajo Nixon y Ford la democracia, de la esfera política por parte de muchos ameri­
canos para refugiarse en los sentimientos patrióticos o en la
búsqueda privada de la felicidad. La crisis económica de 1973,
cada vez más profunda, con sus considerables efectos sociales, se
agudizó todavía más por la absurda política económica de N ixon,
aunque sus repercusiones mundiales hicieron que no se sintiera
A l fin terminó la pesadilla nacional. Incluso aquellos que com o una crisis específicamente americana, y su fin no se vis­
contemplan los cuatro años venideros no sin preocupación, lumbraba en absoluto a la hora del cambio de presidentes en 1977.
pueden dejar tras de sí con un suspiro de alivio los ocho
años pasados.
X. EL FIN DE LA GUERRA DE INDOCHINA
Editorial del N ew Republic, 15 de enero de 1977.

Durante el primer año d e la presidencia de Nixon, en 1969, los


efectivos de las tropas americanas en Vietnam alcanzaron su
cifra máxima con 541.000 soldados. Desde la segunda mitad del
Los ocho años de la presidencia de Richard Nixon (1969-74) y año, el presidente retiró sistemáticamente las tropas de tierra,
Gerald Ford (1974-77) no constituyeron una época particular, si hasta que en agosto de 1972, justo antes de las elecciones presi­
se consideran desde un punto de vista social y económico. Sin denciales de noviembre, volvieron a casa las últimas de ellas.
embargo, en el desarrollo de las relaciones exteriores y de la La guerra se «vietnam izó» y la participación americana se limitó
historia del sistema de gobierno americano, representaron proba­ al mayor empleo de la aviación y la marina y al apoyo financiero
blemente un período cuyo fin saludaba de todo corazón, con las y político al gobierno d e Thieu. El papel preponderante de la
palabras antes citadas, hasta el semanario The N ew Republic, que aviación es evidente si se piensa que desde 1965 a finales de
n o se conoce precisamente por su optimismo fácil, con motivo 1971 los aviones norteamericanos descargaron sobre Indochina
del discurso de toma de posesión de Jimmy Cárter en enero de 6,3 millones de toneladas de bombas, esto es, el triple de las que
1977. Las dos secuencias de la pesadilla que grandes sectores de la se lanzaron durante la segunda guerra mundial en Europa, Africa
opinión pública mundial consideraron com o la revelación del y A s i a E s t a limitación a la aviación, dirigida desde la Casa
«americano fe o » y com o la crisis del sistema de gobierno ameri­ Blanca, independizaba todavía más al presidente de la opinión
cano — o al menos com o el final de la ejemplaridad de la forma pública en lo referente a la dirección de la guerra. Por orden se­
americana de democracia constitucional— fueron la guerra de creta suya se bombardearon también, desde marzo de 1969, las
Indochina y «W atergate», el abuso inaudito de poder por parte bases y líneas de abastecimiento del Vietcong en Camboya, formal­
de un presidente, cuyo descubrimiento obligó a N ixon a presen­ mente neutral.
tar su dimisión en agosto de 1974, primera dimisión de un pre­ El movimiento de protesta contra una mayor participación de
sidente americano. los Estados Unidos en la guerra alcanzó su punto culminante
Desde abril de 1975, bicentenario del comienzo de la guerra en el invierno de 1969 y el verano de 1970. En el otoñ o de
de independencia, hasta el 4 de julio de 1976, fiesta conmemo­ 1969, los sondeos de opinión mostraban que la mayoría de la po­
rativa de la Declaración de la Independencia, América celebró blación no aprobaba la participación americana en la guerra. En
su doscientos años de existencia com o nación. Las afirmaciones noviembre de 1969 acudieron a Washington 250.000 manifestan­
patrióticas del «espíritu de 1776» y de la Constitución de 1788 tes en una «marcha contra la muerte», más de los que nunca se
iniciaron una fiesta nacional de reconciliación que terminó en habían congregado en la capital para una manifestación política.
noviembre de 1976 con la elección de un presidente sudista, no La ola más violenta del movimiento de protesta encabezado por
afectado por Vietnam, Watergate ni Washington, y con los fes­ estudiantes e intelectuales, fue desatada por la entrada de las tro­
tejos de su toma de posesión. La bajísima participación del 54,4 pas americanas en zonas fronterizas de Camboya de abril a junio

396 397
de 1970. En las manifestaciones de mayo de 1970, miembros de días antes de las elecciones presidenciales, el 26 de octubre de
la guardia nacional mataron a cuatro estudiantes de la Kent 1972, el representante americano en las negociaciones de paz de
State University de O hio y a dos estudiantes del Jackson State París, Henry Kissinger, declaraba que la paz estaba a la vista,
College de Misisipí. ya que se había puesto de acuerdo con el representante de Vietnam
La debilidad del Congreso ante la guerra «presidencial», jamás del Norte, Le Duc Tho, acerca de los principios para una solu­
declarada por él y, por tanto, anticonstitucional, volvió a ponerse ción pacífica. El 7 de noviembre los electores fueron a las urnas
de manifiesto cuando en diciembre de 1970 revocó, en forma de con esta perspectiva de éxito. Sin embargo, el presidente reelegido
apéndice a una ley sobre tráfico de armas, la resolución del golfo no dio su aprobación a los acuerdos, al parecer porque los recha­
de Tonkín de 1964. El presidente no consideró necesario negar zaba el presidente de Vietnam del Sur, Thieu. En su lugar, una
su consentimiento a la ley. Cuando la firmó, en enero de 1971, se vez rotas las negociaciones, Nixon ordenó el 17 de diciembre
limitó a declarar que la presencia de tropas americanas en Indo­ de 1972 dos semanas d e los mayores bombardeos de toda la
china estaba justificada incluso sin la resolución abrogada. Sin guerra contra Hanoi y H aifong. Tras esta apoteosis de la destruc­
embargo, la penetración de las tropas survietnamitas en Laos, en ción, de la que también fueron víctimas instalaciones civiles com o
febrero de 1971, tuvo que hacerse sin las tropas americanas de hospitales y escuelas, las nuevas negociaciones de París llevaron
tierra, pues el Congreso había prohibido expresamente su inter­ en enero de 1973 a las promesas de armisticio y a los acuerdos
vención en Laos en la ley sobre el presupuesto de defensa de entre las cuatro partes implicadas: los representantes del gobierno
1971. Pero en el Congreso no hubo la mayoría necesaria para de Vietnam del Norte, de Vietnam del Sur, de los Estados Unidos
poner una limitación legal eficaz al poder del presidente de em­ y del .gobierno provisional revolucionario del Vietcong. Acordaron,
plear tropas en el extranjero, hasta que la guerra terminó para entre otras cosas, establecer un «C onsejo de reconciliación nacio­
el bando americano (W ar Pow er A ct, 7 de noviembre de 1973). nal» compuesto por todos los participantes, y otras medidas en­
La temeridad y el disimulo de los antecesores de Nixon se caminadas a la colaboración de las fuerzas políticas de Vietnam
reveló ante la opinión pública norteamericana en junio de 1971 con el fin de reunificar e l país. Sin embargo, la función real del
cuando el N ew Y ork Times y otros periódicos publicaron extractos armisticio transitorio consistía únicamente en facilitar una salida
de los Pentagon Papers, mantenidos hasta entonces en secreto, en política para que el gobierno N ixon declarase a su vez el fin de
los que se analizaba y documentaba, por encargo del ministro la guerra («p ea ce with h on or») y retirase también la aviación.
de defensa McNamara, la implicación americana en Indochina. La Cuando esto ocurrió, los vietnamitas siguieron luchando otros dos
fuerza acusadora y posiblemente correctora de una prensa libre años y medio hasta la capitulación incondicional del Sur en abril
de censura salió reforzada, y en el extranjero admirada, tras el de 1975. Los dos mil millones de dólares de ayuda militar ame­
proceso ante el Tribunal Supremo mediante el cual el presidente ricana en 1973 y 1974 tam poco pudieron salvar el régimen mili­
N ixon quiso prohibir que se siguiera publicando el sustraído tar del Sur. En Camboya continuaba también la guerra civil
estudio secreto. después que el Congreso obligara al presidente a cesar en agosto
La debilidad y complicidad de ambas cámaras del Congreso de 1973 todos los ataques de la aviación americana. También allí
tuvo su expresión más palpable en la aprobación anual del pre­ venció en abril de 1975 e l movimiento de liberación comunista
supuesto de defensa, sin la que el presidente no habría podido y anticolonialista. En diciembre de 1975 se proclamó en Laos la
continuar la guerra. Con el respaldo financiero del Congreso, el República Popular Democrática.
presidente Nixon volvió a intentar en 1972 doblegar con los bom ­ Se desconoce el-núm ero de soldados y civiles muertos en la
bardeos al gobierno de Vietnam del Norte, decidido a la acción guerra de Vietnam. Según una fuente, por el Norte murieron
total. Después de que en marzo de 1972 el Norte iniciara una 900.000 miembros del ejército, por el Sur 185.000 y por los
nueva ofensiva contra el Sur a través de la zona desmilitarizada americanos 5 0 .0 0 0 2. Aquí n o podemos dar ningún dato sobre la
apoderándose de grandes extensiones del país, Nixon reanudó los cifra de civiles muertos y mutilados, sobre las dimensiones del
bombardeos de las ciudades del Norte a partir de abril de 1972. dolor humano y sobre la destrucción de la naturaleza, la cultura
En mayo del mismo año, dos semanas antes de su viaje a Moscú, y la economía del país. E n América, cientos de miles de jóvenes
ordenó colocar un cinturón de minas en torno a H aifong y seis se convirtieron en transgresores de la ley: unos 500.000 infringie­
puertos más para cortar así la afluencia de armas soviéticas. Diez ron la ley sobre el servicio militar al no alistarse después de

398 399
cumplir los dieciocho años; 8.800 llamados a filas habían sido mostró que sólo pensaba en medios y caminos indirectos. Según
condenados al término de la presidencia de Ford por incompare- declaraciones del director d e la C IA , W illiam Colby, la Adminis­
cencia y estaban aún pendientes de proceso otros 4.000. A finales tración Nixon puso a su disposición ocho millones de dólares para
de 1976 unos 5.000 vivían exiliados en Canadá y en Europa. minar el éxito político del reformista y presidente rhileno Salva­
Se estima que desertaron unos 20.000 soldados y que otros dor A llen d e5. Para forzar la indemnización a la multinacional
250.000, aproximadamente, fueron expulsados del ejército por International Telephone and Telegraph Company por la expro­
su «comportam iento indigno» 3. Hasta el comienzo de la presiden­ piación de que había sido objeto en Chile, el gobierno de N ixon
cia de Jimmy Cárter no fueron indultados parte de estos jóvenes intervino también en los gremios internacionales para que le
americanos que, a su manera, habían actuado contra una guerra fuese negada al gobierno de Allende toda ayuda financiera. En
anticonstitucional. Europa, la política de distensión condujo en 1971 a los acuerdos
sobre Berlín, los cuales reforzaban la esperanza de que no se lle­
gara a una confrontación militar a causa de la ciudad dividida
II. DETENTE entre el Este y el Oeste por el muro y las alambradas. El acuerdo
de Berlín de septiembre d e 1971, firmado en junio de 1972 por
Durante los mismos años en que el presidente Nixon justificaba los ministros de Asuntos Exteriores de la Union Soviética, Esta­
ante la opinión pública americana la guerra de Vietnam como dos Unidos, Gran Bretaña y Francia, reconocía la relación especial
una guerra contra la expansión de un comunismo agresivo se de la parte occidental de la ciudad con la República Federal
las arreglaba com o ningún presidente anterior con las dos grandes Alemana y reforzaba, al menos según lo entendían los gobiernos
potencias comunistas. La política exterior de los presidentes Nixon de las tres potencias occidentales, la responsabilidad común de
y Ford y de su ministro de asuntos exteriores Henry Kissinger los cuatro antiguos aliados con respecto a toda la ciudad. A l
(1969-73 ayudante presidencial para asuntos de seguridad nacional, mismo tiempo se reconocía la existencia de dos estados alemanes,
1973-77 ministro de asuntos exteriores) estuvo dominada por la y en 1974 los Estados Unidos establecían relaciones diplomáticas
cuestión del equilibrio de poder global entre los cinco centros plenas con la República Democrática Alemana. Frente a la Com u­
de poder: Estados Unidos, Unión Soviética, China, Europa occi­ nidad Europea, el gobierno americano saludaba la inclusión de
dental y Japón. A l ocupar la presidencia en enero de 1969, Nixon nuevos miembros y la animaba a que actuase de manera inde­
anunció una «era de negociaciones» después de un período de pendiente. Sin embargo, contemplaba con desconfianza su cre­
confrontación. El supremo objetivo que se había trazado era el ciente poder económico y se quejaba de las discriminaciones com er­
entendimiento con los gobiernos de la Unión Soviética y de la ciales. Las dificultades existentes en las relaciones económicas
República Popular China. Nixon y Kissinger reconocieron que el y monetarias de los estados industriales occidentales venían mar­
mundo no podía ser ya concebido com o el rígido enfrentamiento cadas por la debilidad del dólar y el elevado déficit de la balanza
entre el «m undo libre», por un lado, y el «bloqu e chino-soviético», de pagos de los Estados Unidos. Las primeras devaluaciones del
por otro, y que equivaldría a una valoración excesiva de las posi­ dólar no bastaron para frenar este desarrollo.
bilidades de la política exterior americana esperar de ella que Para Asia, la nueva política exterior implicaba '.a renuncia a
desempeñase el papel de gendarme mundial, omnipresente y ga­ aislar políticamente a la República Popular China. Para dem os­
rante del orden y de la libertad. La llamada «doctrina N ixon» trar de manera palpable y trascendental la amplia normalización
exigía más autoayuda de quienes reclamaban la ayuda americana. de las relaciones entre los dos países, en febrero de 1972, su
«La tesis central», explicaba el presidente ante el Congreso, es año electoral, N ixon fue el primer presidente americano que viajó
«que los Estados Unidos contribuirán a la defensa y al desarrollo a Pekín. C om o premio sacrificó, entre otras cosas, la anterior
de los aliados y amigos, pero no trazarán todos los planes, no ela­ pretensión de Taiwan de representar a China en las Naciones
borarán todos los programas, no tomarán todas las decisiones: no Unidas. Pero no se llegó al intercambio de embajadores porque
pueden ni quieren cargar con toda la defensa del mundo libre. Nixon rechazó la exigencia china de que rompiese las relaciones
Ayudaremos allí donde importe y responda a nuestros intereses» 4. diplomáticas con Taiwan.
Con ello, Nixon no pretendía en absoluto inaugurar una política Frente a la Unión Soviética, N ixon vio la oportunidad de refe­
exterior pasiva. Su comportamiento ante Chile, por ejemplo, de­ rirse a un interés com ún: la construción, durante decenios, de

400 401
la presidencia revestida de plenos poderes, calificada críticamente del FBI y también colaborador del com ité para la reelección de
de imperial presidency, antes de que el asunto Watergate llevase Nixon. El examen de la cuenta bancaria de uno de los asaltantes
al enfrentamiento total en forma de proceso para destituirlo del reveló que el comité para la reelección le haMi transferido
cargo.
114.000 dólares. Las huellas que apuntaban más alia de los dete­
La campaña electoral de 1972 terminó ciertamente con una nidos eran tan claras que el ministerio público se v io obligado a
arrolladora victoria de N ixon y su vicepresidente Spiro Agnew: continuar las pesquisas. A q u í es donde empezó la segunda serie
con la bajísima participación del 55 por 100 de los electores, de delitos, el encubrimiento masivo (cover u p) baje la dirección,
Nixon obtuvo 47 millones de votos (60,7 por 100), George personal de N ixon, cuya revelación pública forzó finalmente la
M cG overn, candidato del partido demócrata, 29 millones de votos ' dimisión del presidente. Pero, de momento, la conjura funcionó,
(37,5 por 100), y el adversario con más éxito de todos los demás
y antes de las elecciones de noviembre de 1972 el ministerio
partidos, el candidato del ultraconservador American Indepen-
público sólo acusó a los cin co asaltantes y a sus mandantes direc­
dent Party, 1 millón de votos (1,4 por 100). Pero en 1968 Nixon
tos Hunt y Liddy. Sin embargo, unas investígacione: que realiza­
había ganado solamente con el 0,7 por 100 de ventaja en los votos. ron por su cuenta los reporteros Bob W oodw ard y Cirl Btrnsteic,
George Wallace, candidato del American Independent Party, le
del Washington Post, reforzaron las sospechas de ca e el allana­
había arrancado el 13,5 por 100 de los votos. Por eso, el presi­
miento y otros delitos habían formado parte de un ¡abo ti je bien
dente hizo en 1972 todo lo que pudo para asegurar su reelección.
| planificado contra la campaña electoral de los demócritas y de que
Uno de sus colaboradores más íntimos, John Mitchell (ministro
Nixon y sus colaboradores más cercanos se habían conjurado para
de Justicia de 1969 a 1972), dirigió un comité casi privado para
impedir que se clarificasen los delitos y la propia responsabilidad.
la reelección del presidente, que no estaba sometido a la dirección
Hasta marzo de 1973 n o empezaron a aclarar la situación las
del partido republicano. Se gastó más de 50 millones de dólares y
Í dedaraciones de los acusados. En el curso d e los meses siguientes
organizó la campaña que alinearía tras el presidente a la «América
se desplegó ante el público americano una curiosa historia de
media», a la «mayoría silenciosa» de la clase media, especial­
aventuras sobre delitos por motivos políticos y su encubrimiento
mente en los estados no muy poblados y económicamente fuertes
por los más altos funcionarios obligados a salvaguardar tas leyes,
del «cinturón del sol» desde Florida hasta California. El comité
incluido el antiguo ministro de Justicia, John M itchell Sobre
y el personal leal de la Casa Blanca no se limitaron, sin embargo,
la base de las revelaciones, Nixon dejó qtie cayeran en abril
a los medios normales de propaganda. Persiguieron a sus adversa­
de 1973 sus cuatro colaboradores íntimos en la Casi Blanca y el
rios políticos por medios ilegales y sabotearon la campaña electo­
ministerio de Justicia: John Ehrlichman, H . R. Haldeman, el
ral de los candidatos demócratas con toda una serie de «trucos
consejero especial John D ean y el ministro de Justicia Richard
sucios». George Wallace, temido por Nixon, desapareció como
Kleindients. Por su parte, creía que todavía podría legar su par­
candidato peligroso tras las graves heridas que sufrió en un
ticipación y coronar su segundo período presidencial con el apogeo
atentado en mayo de 1972.
de las festividades del bicentenario de la república. Y consiguió
En la noche del 17 de junio de 1972, la policía sorprendió a
mantenerse en su puesto un año más.
cinco ladrones en las oficinas de la presidencia del partido de­
Desde mayo a noviembre de 1973 un comité del Senado Eevó
mócrata situadas en el hotel Watergate de Washington. Los ins­
a cabo interrogatorios para aclarar el trasfondo del allanamiento
trumentos electrónicos que llevaban consigo habían sido coloca­
de Watergate y otras irregularidades de la campaña elector il. T oda
dos allí, evidentemente, para escuchar las conversaciones y lla­
la nación participó a través de la radio y de la televisión en las
madas telefónicas celebradas en estas habitaciones. Uno de los
dedaraciones y autojustificaciones de todos los actores, t excep­
ladrones resultó ser James M cCord, que había trabajado antes
ción del presidente. En el curso de estos interrogatorios, el 16
para la Central Intelligence Agency y ahora colaboraba en el
de julio de 1973 se supo que el presidente N ixoa h abü hecho
com ité para la reelección del presidente Nixon. En las agendas
grabar en cintas magnetofónicas todas las conversaciones mante­
de dos de los detenidos se encontraron, además, el teléfono en
nidas en sus dos despachos, y por fin empezó la lacha jurídica
la Casa Blanca de H ow ard H unt, también antiguo colaborador
en torno a los testigos principales.
de la C IA , empleado ahora por Charles Colson, un consejero
En octubre de ese mismo año, N ixon tuvo que obligar a dim i­
del presidente N ixon, y el de G ordon Liddy, un antiguo agente
tir a su vicepresidente Spiro Agnew. El defensor de la ley y del

406
407
orden, que tan útil le había sido, resultó culpable de soborno con la intención de procurarse información política. A continua­
pasivo y de evasión de impuestos cuando era gobernador de ción, Richard M. Nixon utilizó el poder de su elevado cargo
Maryland y fue condenado el día de su dimisión a 10.000 dólares para, personalmente y por medio de sus colaboradores y delega­
de multa y a tres años de cárcel en libertad condicional. G im o dos, aplazar, dificultar e im pedir la aclaración de este allanamien­
to, para encubrir y proteger a los responsables y para ocultar
sucesor, N ixon nombró al jefe de la fracción republicana en la
el hecho y las dimensiones de otras actividades ilegales y secretas.
Cámara de Representantes, Gerald Ford. D e acuerdo con la vige- Este objetivo se ha perseguido por uno o más de los m edios
simoquinta enmienda a la Constitución, introducida en 1967, no y vías siguientes: (1) Fueron prestadas declaraciones falsas o
necesitaba someterse a una segunda elección; bastaba la aproba­ equívocas ante los funcionarios de los Estados Unidos encargados
ción de la mayoría de las dos Cámaras del Congreso. Ante la de la investigación, legalraente autorizados. (2) Fueron ocultadas
clara expectativa de la destitución de Nixon, el Congreso aceptó a los funcionarios encargados de la investigación pruebas e in­
el nombramiento, y desde diciembre de 1973 el parlamentario formaciones; ... (5) Fue permitido y autorizado el pago en se­
íntegro Ford estaba dispuesto a sustituirlo. creto de grandes cantidades de dinero para inducir al silencio o
a hacer determinadas declaraciones a testigos y posibles testigos
El proceso de impeachment se inició en la Cámara de Repre­
del allanamiento y de otras actividades ilegales. (6) Se intentó
sentantes cuando el presidente N ixon prohibió el 19 de octubre abusar de la Central InteUigence Agency de los Estados Unidos ...
de 1973 que el fiscal especial para el caso Watergate, Archibald (9) A los acusados y condenados se les ofreció un trato prefe­
Cox, «en calidad de empleado del ejecutivo», diera nuevos pasos rente y otras ventajas en recompensa por su silenao o sus falsas
jurídicos para obligar al presidente a entregar las grabaciones declaraciones...
con las conversaciones acusatorias de la Casa Blanca. El profesor
de Harvard rechazó esta pretensión apelando a su inequívoco Artículo 2
com etido com o investigador. A l día siguiente fue cesado por orden Abusando de sus atribuciones com o presidente de los Estados
de Nixon, pero sólo después de haber dimitido sus dos superio­ Unidos, Richard M. N ix o n ... (1) Personalmente y por medio
res, el ministro de Justicia y su suplente, puesto que no estaban de sus subordinados y delegados, ha intentado obtener de las
autoridades fiscales, violando los derechos constitucionales de los
dispuestos a ejecutar la orden del presidente. Los despachos del
ciudadanos, información confidencial sobre declaraciones d e im­
fiscal especial fueron precintados por agentes del FBI. Nixon
puestos para fines ilegales; y ha dispuesto, violando los derechos
parecía decidido a todo. Sin embargo, bajo la presión de la direc­ constitucionales de los ciudadanos, que se efectúen de m odo
ción política del Congreso tuvo que nombrar a un nuevo fiscal discriminatorio pesquisas fiscales y demás com probadones. (2)
especial que, a los diez días, prosiguió el curso decidido del ante­ Ha abusado del Federal Bureau o f Investigation, del Secret Ser­
cesor. Nixon sólo luchaba ya contra el tiempo. vice y de otro personal d el ejecutivo, al disponer o autorizar que
El 30 de octubre de 1973 se inició el proceso de destitución en estas instituciones o personas, violando los derechos constitucio­
el comité de Justicia de la Cámara de Representantes. D uró hasta nales de los ciudadanos, realizasen vigilancia electrónica y de otro
tipo, que n o servían a la seguridad nacional, a la persecución de
la última semana de julio de 1974, antes de que el com ité apro­
los delitos o a otros deberes legales de su cargo... (5) Despre­
base tres artículos de la acusación. Las mayorías hicieron saber
ciando el dom inio de la ley y del derecho e incumpliendo con su
que no cabía ya duda alguna sobre el final del proceso. Los diri­ deber de velar por la fiel aplicación de las leyes, ha intervenido
gentes del partido republicano informaron al presidente el 7 de en la actividad de órganos del ejecutivo, incluidas la Criminal
agosto de que tan sólo 10 de los 435 representantes y 15 de los División del Federal Bureau o f Investigation, la comisión especial
50 senadores votarían contra la destitución. Nixon no presentó la del ministerio de Justicia para el caso Watergate y la Central
dimisión hasta que no estuvo absolutamente seguro de la desti­ Intelligence Agency.
tución, el 9 de agosto de 1974. Los artículos acusatorios resumían
así los delitos de N ixon y sus colaboradores5: A rtículo 3
...Esta conducta de Richard M. N ixon es incompatible con sus
deberes de presidente y socava el Estado constituciond en gran
Artículo 1
perjuicio de la ley y del derecho y en detrimento evidente del
... El 17 de junio de 1972, y antes, delegados del comité para la pueblo de los Estados Unidos. Justifica la acusación y el proceso
reelección del presidente penetraron ilegalmente en el cuartel gene­ (impeachment and triol) y su separación del cargo (removal from
ral del partido demócrata en Washington, Distrito de Columbia, office).

408 409
El cargo de presidente no sólo se había convertido, desde la allanamiento de W atergate12. La medida en que se había perdido
crisis económica mundial de la década de 1930, en el factor deci­ el control d e los servicios de información se reveló en enero
sivo del equilibrio entre los poderes legislativo, ejecutivo y ju­ de 1976, cuando un com ité de investigación de la Cámara de
dicial, sino que se había elevado, desde George Washington, a Representantes confirmó que los servicios secretos se habían
instancia imprescindible para las emociones patrióticas y los juicios gastado en los años anteriores al menos el triple de la suma que
de valor colectivos. La elección regular cada cuatro años del jefe tenían a su disposición según el presupuesto. Probablemente
del ejecutivo del gobierno federal se había convertido en un gastaron anualmente 10.000 millones de dólares, que fueron re­
plebiscito del que salía una figura simbólica. Esta representaba partidos sin control parlamentario ,3.
los ideales y las virtudes, las esperanzas y los temores de todo A medida que empeoraba la situación económica en 1974 y
el país. La imagen públicamente proyectada del candidato al 1975, el interés principal de la opinión pública americana se des­
cargo era, por tanto, en las luchas electorales tan importante al plazó de las cuestiones políticas suscitadas por la guerra de Viet­
menos com o su capacidad y sus propuestas de solución a los pro­ nam y el abuso de poder d e la administración Nixon a las cuestio­
blemas de la sociedad americana. Esta cualidad del presidente, nes económicas del puesto de trabajo, los ingresos y la obtención
elevada hasta lo irracional, se corrigió con el abuso que hizo de energía.
N ixon del cargo, aunque tal vez sólo de un m odo transitorio. «Si
Richard N ixon era tan m alo», decía un corresponsal del Washing­
ton Post resumiendo la reación de la parte más autocrítica del IV . «V ID A , LIBERTAD Y BUSQUEDA DE LA FE L IC ID A D »:
público americano ante Watergate, «¿podem os ser los demás tan PROBLEMAS DE LA SOCIEDAD AM ERICANA DOSCIENTOS AÑOS
buenos? Si él era un dirigente impulsado por motivos bajos, DESPUES DE LA DECLARACION DE LA INDEPENDENCIA
¿quién es responsable de su elección ?... Si él nos engañó y estafó
en su camino al poder, entonces ha fallado en un punto decisivo En 1976 la población aumentó en otro 0,7 por 100, llegando a
nuestro proceso dem ocrático» *°. los 216 millones, doscientas veces más habitantes que en 1776.
A las pocas semanas de ocupar la presidencia, Ford hizo El Estado de 1776, en su Constitución de 1788, se había con­
uso de su derecho de gracia y, sin esperar a una posible sentencia, cebido com o una república comercial en expansión, y la multipli­
absolvió a Nixon de todos los delitos que hubiera podido co­ cación de su población había formado parte de la visión de futuro
meter en la medida en que caían bajo derecho federal. Este de sus fundadores lo mism o que su expansión territorial. En el
paso, criticado por el público com o apresurado, contribuyó tal transcurso de sólo siete generaciones, la faja de asentamientos
vez a la vinculación de Nixon con Ford y a la derrota electoral de europeos en la costa oriental del continente norteamericano se
de este en 1976, así com o el hecho de que Ford fuese- el sucesor había convertido en la cuarta nación del mundo por el número
designado por N ixon y prosiguiese el curso político de éste a de habitantes, después de China, India y la Unión Soviética.
pesar de su integridad personal. Com o consecuencia del abuso La com posición de la población, su diversidad racial, étnica y
del cargo no se llegó a ninguna reforma institucional en el cultural, superó, no obstante, las ideas más audaces de los fun­
sentido de limitar el poder del presidente. Ni siquiera se activó dadores. Todavía seguía dom inando el componente europeo. Pero
la discusión en torno a los seis años anteriores de mandato, la en 1973, tan sólo el 36 por 100 de los americanos decía ser
cual excluiría el empleo de todos los medios del ejecutivo para de origen inglés (12,6), alemán (9,9), irlandés (5,9), italiano (3,4),
asegurar la reelección 11. A consecuencia del debate público en francés (1,9), polaco (1,7), o ruso (0,8). El 8,9 por 100 indicaba
torno al abuso de poder del ejecutivo se investigó únicamente ya la América Latina com o lugar de origen de ellos o de sus
el papel de los servicios secretos que en las décadas de 1960 y antecesores; el 47 por 100 no se veía incluido en ninguna de estas
1970 espiaron, en nombre de la «seguridad nacional», a cientos categorías, entre ellos los negros, que en 1974 constituían el
de organizaciones y a miles de ciudadanos activos partidarios de 11,4 por 100 de toda la población. El origen de los inmigrantes
terminar la guerra anticonstitucional de Vietnam com o si se tra­ legales de 1974 revelaba un desplazamiento en favor de los países
tase de delincuentes. D e las indagaciones resultó, entre otras latinoamericanos y asiáticos: de los 395.000 inmigrantes, 81.000
cosas, que el director de la C IA , Richard Helms, había sido en (21 por 100) procedían de países europeos: 131.000 (33 por 100)
1972 cóm plice del presidente al obstaculizar la declaración del de Asia, y 166.000 (42 por 100), de América Latina, de los que

410 411
72.000 (18 por 100) eran de M éxico “ . A eUo se sumaba un los negros seguía siendo, en 1975, del 13,8 por 100, bastante
elevado numero de inmigrantes ilegales, especialmente mexicanos más elevado que entre los blancos (8,6 por 100), y sus ingresos
Según cálculos aproximativos de las autoridades de inmigración' per cápita ascendían únicamente a un quinto de los ingresos de
a fines de 1976 vivían en los Estados Unidos entre seis y ocho los blancos. Los blancos seguían abandonando los barrios a los
millones de inmigrantes ilegales, o sea, tantos com o parados en que se mudaban los negros 15.
ese momento. Hasta qué punto estas personas se beneficiaban El movimiento feminista, resucitado en la década de 1960,
de las prestaciones sociales del país que los acogía y hasta qué aumentó su influencia en la de 1970. Una gran diversidad de gru­
punto se dejaban explotar en beneficio de su economía -*ra un pos locales y organizaciones nacionales propugnaba la eliminación
interrogante que seguía abierto. La frontera con Latinoamérica del trato desigual para las mujeres. El Congreso dirigió en 1972
es un factor con el que la política social americana tendrá que a los distintos estados un proyecto de enmienda a las Constitución
contar en un futuro no muy lejano.
según el cual se prohibía al gobierno federal y a los estados indi­
• L? , ' f competitiva de los distintos grupos étnicos por la viduales toda discriminación sobre la base del sexo. En enero
igualdad de oportunidades se desarrolló, a diferencia de la década de 1977, Indiana fue el trigesimoquinto Estado que aprobó la
de 1960, por medios menos violentos, especialmente en forma enmienda constitucional, para cuya ratificación se requería todavía
FV. I " l0 ™ o aCCeSO 3 Ias escueIas y a las universidades. la aprobación de otros tres estados. La comisión federal para la
. ’ eJ 1 nbunal Supremo autorizó el transporte diario de los igualdad de oportunidades en el trabajo (Equal Employment
alumnos a las escuelas situadas fuera de sus inmediaciones Opportunity Commission) pudo entablar ya desde 1972 procesos
busing) com o medio de superar la segregación racial en las escue­ contra los patronos que a la hora de la contratación o el ascenso
las y crear la igualdad de oportunidades mediante una educación establecían discriminaciones por razones de raza, origen nacional,
comparativamente buena; el objetivo debía ser mezclar a los religión o sexo.
alumnos de todas las escuelas de un distrito de la misma manera Con no menos intensidad se discutió otro problema entre el
que estaba racial y étnicamente mezclada la población. Com o los público americano, otro problema que afectaba también a la
grupos afectados eran esencialmente alumnos negros, hispanoha­ relación entre los sexos: la dignidad de la mujer y la cuestión
blantes y «otros» la resistencia, a veces violenta, de los blancos fundamental de dónde empezaba el derecho a la vida que el Es­
(por ejemplo, de los irlandeses del Southend de Boston) condujo tado debía proteger. La vieja discusión, mantenida desde hacía
a una nueva confrontación entre blancos y negros, si bien local­ decenios, en torno a la constitucionalidad de la regulación estatal
mente limitada. Sin embargo, los tribunales federales no se de la decisión de interrumpir un embarazo concluyó formalmente
atrevieron a integrar por la fuerza las escuelas pobres del centro en 1973 con el veredicto del Tribunal Supremo en el sentido
de la ciudad con las escuelas ricas de las zonas suburbanas La de que la inviolabilidad de la esfera privada de la mujer afectada
disposición de un tribunal de distrito, según la cual pasarían a (right to privacy) no admitía ninguna regulación legal durante los
formar un solo distrito escolar las escuelas de la capital de Vir­ tres primeros meses del embarazo y, por tanto, todas las leyes
ginia, Richmond frecuentadas en un 70 por 100 por niños negros, de los distintos estados que lo regulasen resultaban anticonsti­
y las escuelas de las zonas suburbanas, con un 90 por 100 de tucionales. El hecho de que la asistencia médica del Ministerio
alumnos blancos, fue anulada en segunda instancia en 1972. de Salud (M edie aid) financiara el aborto a cientos de miles de
La situación de la población negra había mejorado en algunos mujeres pobres indujo, en 1976, a una mayoría del Senado y de
aspectos tras los juicios de 1975 y las estadísticas publicadas en la Cámara de Representantes a negar la utilización de los fondos
í o l n e n , com Paraclon c°n los primeros años de la década de federales para este fin, salvo en los casos en que peligrase la
1960; mas negros habían terminado la enseñanza secundaria y vida de la madre. Por primera vez el legislativo de a nivel federal
los estudios universitarios: mientras que en 1968 tan sólo 783 se manifestaba claramente en contra de que el Estado facilitase el
negros estudiaban medicina, en 1976 lo hacían 3.456; en 1966 aborto.
í i 000 neem s matr¡culados en las universidades, en 1976 Los valores fundamentales de la inviolabilidad de la vida y
había 948.000. El número de negros que habían ganado en las la dignidad del hombre ocuparon también el centro de apasiona­
ela cion es cargos públicos pasó de 1.185 (1965) a casi 4.000 dos debates públicos en torno al «derecho a la muerte». Algunos
(1976). La asistencia médica había mejorado. Pero el paro entre casos trágicos de cuerpos inconscientes mantenidos técnicamente

412
413
vano intento de frenar la inflación tomando medidas de ahorro millones de dólares que permitiera a los estados y municipios
y encareciendo el dinero, en 1971 el presidente Nixon hizo uso financiar proyectos de construcción (Public W orks Employment
de los poderes extraordinarios que le había otorgado el Congreso Act). Los iniciadores esperaban crear con esta medida 300.000
el año anterior y decretó una congelación de precios y salarios puestos de trabajo, especialmente para obreros de la construcción.
a fin de dominar a corto plazo la inflación y no poner en peligro El único intento de atacar a fondo el problema del desempleo no
su reelección en 1972. Además, introdujo una devaluación del encontró apoyo suficiente entre los representantes y senadores.
dólar y propuso un presupuesto deficitario. Pero los controles El representante demócrata por California, Augustin Hawkins,
eficaces se relajaron ya en enero de 1973. En el verano de 1973, y el senador demócrata por Minnesota, Hubert Humphrey, con el
tras otra congelación de precios, limitada a sesenta días, prosiguió apoyo pleno de los sindicatos, defendían desde 1974 un proyecto
el desarrollo inflacionista, hasta que en 1976 se apreció una de ley cuyo objetivo manifiesto era crear un puesto de trabajo
disminución de la tasa de inflación al 4,8 por 100 y de la de para toda persona mayor de dieciséis años que lo buscase (H u m ­
desempleo al 7,7 por 100, y un incremento notable de la produc­ phrey Hawkins Bill). Según este proyecto de ley, el presidente
ción industrial. estaría obligado a presentar anualmente ante el Congreso un pro­
Además, la importancia de la recesión para las repercusiones grama coordinado de medidas para introducir «el pleno em pleo
inflacionistas de los elevados costos de la guerra de Vietnam y y un crecimiento equilibrado». El banco central (Federal Reserve
la voluble política económica de Nixon, orientada únicamente Board) debería verse obligado a apoyarlo con las medidas corres­
hacia el día de las elecciones, estaba condicionada por la creciente pondientes. En el caso de que estas medidas no alcanzasen el
dependencia de la economía y de los hogares americanos con res­ fin perseguido, el gobierno federal debería facilitar a nivel federal
pecto al petróleo importado. D e 1965 a 1974 la importación y estatal fondos para un progi una de creación de puestos de
aumentó de 452 millones de barriles a 1.269 millones. En los trabajo, formación y reeducación Com o «patrono en última ins­
Estados Unidos se extrajeron 3.203 millones de barriles ,6. Como tancia», el ministerio do Trabajo debería facilitar puestos de
los países proveedores árabes impusieron una subida drástica de trabajo a los más necesitados. El argumento principal d e los
los precios del petróleo en todo el mundo tras la guerra árabe- adversarios, incluido el presidente Ford, no consistía solamente
israelí de octubre de 1973, los costos de la energía de la economía en los elevados costes que se esperaban, sino en el principio
americana se encarecieron de modo proporcional. La crisis ener­ general de que, si la ley permitía una planificación central de la
gética dio lugar a un debate público en torno a una economía que economía y el control total del gobierno federal sobre la vida de
ahorrase más energía y utilizase más los recursos propios, pero cada americano, América se convertiría así en un país socialista ,7.
a finales de la presidencia de Ford no había conducido todavía Un problema derivado y complementario del desempleo, la
a una nueva política energética del gobierno federal. pobreza, tam poco había sido resuelto en 1976. Si se toma com o
Las medidas legales para reducir el desempleo fueron modestas. base los ingresos mínimos definidos por la Social Security A d ­
Desde 1970, el ministerio de Agricultura ofreció a unos 25.000 ministration — el «límite de la pobreza»— (pór ejemplo, 5.000
jóvenes trabajo temporal en 500 campos de trabajo (Youth Con- dólares anuales para una familia de cuatro personas en 1974),
servation Corps). La elaboración de un programa anual para resulta entonces que en 1969 y en 1974, respectivamente, 24
500.000 jóvenes de dieciséis a veinticuatro años sólo había llegado millones de americanos (12 por 100) vivían en la pobreza. Los
en 1976 a un anteproyecto de ley (Young Adults Jobs Bill). gastos federales en favor de los pobres han aumentado ciertamen­
Desde 1973, el gobierno federal puso a disposición de los dis­ te en los últimos años. Incluyendo todas las medidas, desde el
tintos estados fondos para la reconversión y formación de los reparto de alimentos hasta la asistencia médica, las prestaciones
parados y para la creación de puestos por un tiempo limitado en se duplicaron entre 1968 y 1974, pasando de 14.600 a 27.000
los servicios públicos (Comprehensive Employment and Training millones de dólares. Pero el Congreso no ha podido ponerse de
A ct); el gobierno federal desarrolló también en la ptopia Adm i­ acuerdo para encontrar una solución fundamental, com o, por
nistración centros de formación profesional para jóvenes (Jobs ejemplo, un ingreso mínimo garantizado (llamado también impues­
Corps Program). Fue necesaria una mayoría de dos tercios de to negativo sobre la renta). Lo mismo puede decirse del segure
ambas Cámaras del Congreso para aprobar, contra el veto del médico nacional, discutido desde hace años, distinto al M idicare
presidente, en el presupuesto de 1976/77, una inversión de 3.950 y al programa de Midicaid, que pudiera estar a disposición no

416 417
sólo de los viejos, pobres y minusválidos, sino de todos los ame­ Notas
ricanos, y pudiera independizarlos de los numerosos seguros pri­
vados.
L o mismo que el ciudadano americano individual dependía
de la ayuda colectivamente organizada cuando estaba en situa­
ción precaria, las grandes ciudades americanas amenazadas de
ruina necesitaban en la decada de 1970 de un mayor apoyo finan­
ciero por parte de los estados y del gobierno federal. Medidas INTRODUCCION
com o la mencionada Revenue Sharing servían a este fin. Sin em­
bargo, la primera gran ciudad, Nueva York, se vio amenazada 1. Günter Moltmann, «Das problem der Universalgeschichte», Die funktion
der Geichichte in unseres zeit: Festchrift für Karl Dietrich Erdmann, compi­
de bancarrota en 1975. La tardía ayuda que recibió de los medios lado por Eberhard Jáckel y Ernst Weymar, Stuttgart, 1957, p. 137.
estatales y federales evitó la grave crisis. Pero no se llegó a una
solucion duradera de la crisis financiera de los municipios.
Capítulo 1
La aspiración a la felicidad y seguridad seguía siendo en 1976,
en gran parte, cosa del individuo, de sus esfuezos y de su suerte. 1. Louis Hartz, The founding o f neto societies: studies in tbe bistory of
the United States, Latin America, South Africa, Cañada and Australia, Nueva
El 4 de julio de 1976, el N ew Y ork Times decía en su editorial York, 1964.
«E l tercer siglo»: «C om o la nación más poderosa todavía, pero 2. John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826, Londres, 1973,
no ya com o el árbitro del mundo, los Estados Unidos inician p. 1. (La revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826, Barcelona, Ariel, 1976).
3. John Adams a Thomas Jefferson, 24 de agosto de 1815, Tbe Adams-Je-
un período histórico nuevo y distinto. La solución de los proble­
fferson Letters, compilado por Lester J. Cappon, 2 tomos, Chapel Hill, 1959,
mas sociales, económicos, raciales y políticos tal vez no sea posible II, p. 455. Rush en Chronicles o f the American revolution, compilado por
sin un cambio de partes esenciales del Estado y de la sociedad Alden T. Vaughan, Nueva York, 1965, p. 334. Más sobre la historia del
y sin el pensamiento creador e innovador que demostraron nues­ concepto y el lenguaje contemporáneo en Horst Dippel. «The American re­
volution and the modern concept o f revolution», en Erich Angermann y
tros antepasados revolucionarios. Las palabras de la Declaración otros, comp., N ew wine in oíd skins: a comparative view of socio-political
de Independencia se renuevan una y otra vez com o advertencia structures and valúes affecting the American revolution, Stuttgart, 1976, pá­
expresa si las relacionamos con las realidades de nuestro tiempo: ginas 115-134.
con los aspectos oscuros y los defectos de nuestra sociedad, con 4. Evarts B. Greene y Virginia D . Harrington, American population before
the federal census of 1790, Nueva York, 1932, y Stella H . Sutherlan, Popu­
las injusticias que aún existen y que en algunas zonas incluso lation distribution in colonial America, Nueva York, 1936. Los cálculos
aumentan.» difieren a veces considerablemente. Para Virginia, por ejemplo, oscilan entre
300.000 y 500.000.
5. Adam Smith, The wealth of nations, 2 tomos, Every Man’s Library,
sin fecha, 1, p. 371. Sung Bok Kim, «A new look at the great landlords
o f fifghteenth - century New York», William and Mary Quarterly, 27, 1970,
pp. 581-614.
6. Cari Bridenbaugh, Myths and realities: societies o f the colonial South,
Baton Rouge, 1952.
7. Greene y Harrington, American population; datos muy inseguros.
8. Sam Bass Warner, Jr., The Prívate city: Philadelphia in tbree periods
of its growth, Filadelfia, 1968, p. 5.
9. Cari Bridenbaugh, Cities in revolt: urban life in America, 1743-1776,
Nueva York, 1955, pp. 418 ss.
10. Warner, Prívate city, p. 9.
11. Pennsylvania Packet, 18 de marzo de 1776.
12. John Murrin, «Review essay», History and Theory, 11, 1972, pp. 248-250.
13. Willi Paul Adams y Angela Meurer Adams, comps., Die amerikanisebe
Revolution in Augenzeugenberichten, Munich, 1976, p. 262.
14. Jackson Turner Main, «Social origins of a political elite: the Upper
House in the revolutionary era», The Huntington Library Quarterly, 27,
1963-64, pp. 147-158.

418 419
15. Jackson Turner Main, «Government by the people: The American re 4. Para un análisis de las variaciones climatológicas y su influencia sobre
volution and the democratization of the legislatures», William and Mary las diferencias regionales, véase Ulrich B. Phillips, Life and labor in the
Quarterly, 23, 1966, pp. 391-407. Oíd South, Boston, 1929, y Rupert B. Vanee, Human geography o f the South,
16. Adissertation on the political unión and constitution of the thirteen Chapel Hill, 1932.
United States of North America, Filadelfia, 1783, p. 3. 5. «Journal o f Josiah Quincy, Júnior», Massachusetts Historical Society,
17. Jackson T. Main, Political parties before the Constitution, Chapel Hill, Proceedings, vol. 49, 1916, p. 454. Rutledge en E. E. Burnett, comp., Letters
1973, pp. 392-393. of members o f the Continental Congress, 8 vols., Washington, 1921-1936, I,
18. Edición de bolsillo con un buen índice: Alexander Hamilton, James p. 517.
Madison y John Jay, The federalist papers, compilado por Clinton Rossiter, 6. United States Bureau of the Census, Negro population in the United
Nueva York, Mentor Books, 1961. States, 1790-1915, Washington D . C ., 1918.
19. Sentencia en el proceso Vanhorne’s Lessee contra Dorrance, 2, Da­ 7. Kenneth M. Stampp, The peculiar institut ion: slavery in the ante-bellum
llas, 304. South, Nueva York, 1956. (La esclavitud en los Estados Unidos. La institu­
20. Citado por Frank J. Schechter en «The early history of the Tradition ción peculiar, Barcelona, Dikos-Tan, 1966); Stanley M. Elkins, Slavery: a
o f the Constitution», American Political Science Review, 9, 1915, p. 733. problem in American institutional and intellectual Ufe, Chicago, 1959; Eugene
21. David Hackett Fischer, The revolution of American conservatism: the Genovese, The world the slavcholders mude, Nueva York, 1969; Robert W i­
Federalist party in the era of Jeffersonian democracy, Nueva York, 1965, lliam Fogel y Stanley L. Engerman, Time on the cross, Boston, 1974.
p. 188. Véase J. R. Pole, Political representation in England and the origins 8. Rollin G. Osterweis, Romanticism and nationalism in the Oíd South,
o f the American Republic, Londres, 1966, pp. 543-562. New Haven, 1949; W. R. Taylor, Cavalier and yankee, Nueva York, 1961.
22. Sobre el uso en la época de la expresión «fostering hand of govern­ 9. H. Shelton Smith, In his image but... Racism in Southern religión, 1780-
ment» véase E. A. Johnson, «Federalism, pluralism and public policy», 1910, Durham (Carolina del Norte), 1972.
Journal of Economic History, 22, 1962, pp.427-444. Ahí se encuentran tam­ 10. Richard Hofstadter, «John C. Calhoun: the Marx of the masterclass»,
bién explicaciones del concepto «mixed economy». en Richard Hofstadter, The American political tradition, Nueva York, 1948,
23. Citadopor Stuart Gerry Brown en The first republicans: political pp. 68-92. (La tradición política americana, Barcelona, Seix Barral, 1969).
philosophy and public policy in the party of Jefferson and Madison, Syra- 11. Philip J. Staudenraus, The African colonization movement, 1816-1865,
cuse, 1954, p. 55. Nueva York, 1961.
24. Stuart Bruchey, The roots of American economic growth, 1607-1861, 12. Gilbert H . Barnes, The anti-slavery impulse, Nueva York, 2933.
Nueva York, 1968, p. 112. (Las raíces del desarrollo económico norteameri­ 13. Charles M . Wiltse, John C. Calhoun: Nullifier, 1829-39, Indianápo-
cano (1607-1861), México, UTEHA.) lis, 1949.
25. Paul Goodman, The democratic-republicans of Massachusetts, Cambrid­ 14. John L. Thomas, The Liberator: William Lloyd Garrison, Boston, 1963.
ge (Mass.), 1964, y Fischer, Revolution of American conservatism. 15. Norman Ratner, Powder keg: Northern oposition to the anti-slavery
26. Extracto del discurso de despedida, en Henry Steele Commager, comp., movement, Nueva York, 1968, y Leonard L. Richards, Gentlemen o f property
Documents of American history, Nueva York, 7.a edición, 1962, i, pp. 169-175. and standing: anti-abolition mobs in Jacksonian America, Nueva York, 1970.
27. Ambas citas en Samuel Flagg Bemis, «James Madison», en Bemis, 16. Russell B. Nye, Fettered freedom: civil liberties and tbe slavery con-
comp., The American secretaries of State and the ir diplomacy, 17 tomos, troversy, 1830-1860, East Lansing (Michigan), 1949.
Nueva York, 1927 ss., m , pp. 34 y 35. 17. David Brion Davis, The slave-power conspiracy and the paranoid style,
28. Messages and papers of the presidcnts, 1789-1897, compilado por James Baton Rouge (Luisiana), 1969.
D. Richardson, 10 tomos, Washington, 1896-1899, i, p. 323. 17 a. Las simpatías de los trabajadores e inmigrantes (especialmente ir­
29. Curtís P. Nettels, The emergence of a national economy, 1775-1815, landeses) en las ciudades del Norte por el Partido Demócrata se basaban
en la ayuda social directa que las organizaciones locales del partido ofrecían
Nueva York, 1962, pp. 285-286.
a los recién inmigrados en ciudades como Nueva York y Chicago, y en su
30. The works of the honorable James Wilson, Filadelfia, 1804, m , p. 299.
antipatía hacia los competidores negros en el mercado de trabajo de los
31. Henry Adams, History of the United States of America during the
obreros no cualificados (véase p. 213). En el siglo xx el Partido Demócrata
first Administration of Thomas Jefferson, 9 tomos, Nueva York, 1889-1891.
consolidó su fama de partido del hombre humilde mediante las medidas so­
ix, p. 240.
ciales del New Deal (véanse pp. 23 ss.). Desde la década de 1930 goza
también del apoyo de muchos sindicatos, especialmente del c ío , de los negros
y del liberal establishment en el ámbito universitario. En la misma época
Capítulo 2 aumentaron las tensiones dentro del Partido Republicano entre los intereses
del big business y los pequeños comerciantes, igualmente patrióticos y con­
1. Charles C. Tansill, comp., Documents illustratives of the formation of servadores, pero con menos capital. Las discusiones sobre el contenido del
the Union of the American States, Washington D. C., 1927, p. 471. programa se efectuaban, ya en la década de 1870, menos entre los dos
2. Alexander H. Stephens, A constitutional view of the war between the grandes partidos que entre alas dentro de los mismos, de suerte que para
States, 2 vols., Chicago, 1868-70, i, pp. 137-142. la legislación federal los acuerdos entre los demócratas conservadores del Sur,
3. Jackson en James D. Richardson, comp., A compilation of the messages por ejemplo, y los republicanos conservadores del Norte eran a menudo más
and papers of the presidents, 17891897, 10 vols., Washington, 1900, II, pá­ importantes que lo que decían los programas de los partidos (nota del com­
gina 650. Webster en J. W. Mclntyre, comp., Writtings and speeches of Daniel pilador).
Webster, 18 vols., Boston, 1903, IV, pp. 200-201. 18. Stephens, A constitutional view ..., i, pp. 137-142

420
12. Mary Antin, The Promised Land, Boston, 1912, p. 187.
19. Georg Fitzhugh, Sociology of the South, Richmond, 1954, p. 203.
13. La distinción entre los dos tipos de asimilación procede de la obra
20. F. L. Owsley, State rights in the Cortfederacy, Chicago, 1925.
fundamental de Milton M. Gordon, Assimilation in American Life: The Role
21. David M. Potter, «Jefferson Davis and the political factors in Confe-
of Race, Religión, and National Origins, Nueva York, 1964.
derate defeat», en David Donald, comp., Why the North won the Civil
14. Citado por Leonard Covello, The Social Background o f the Italo-Ame­
War, Nueva York, 1965, pp. 91-112.
rican School Child, Leiden, 1967, p. 291.
22. Roy P. Basler, comp., The collected works of Abraham Lincoln, 8 vols.,
15. Emery S. Bogardus, Essentials o f Americanization, Los Angeles, 1919,
New Brunswick (Nueva Jersey), 1953, v, p. 388.
p. 11.
23. Rayford W. Logan, The Negro in American life and thought: the nadir,
16. Antin, Promised Land, p. 273.
1877-1901, Nueva York, 1954.
17. Leo F. Schnore y Peter R. Knights, «Residence and Social Structure:
Boston in the Ante-Bellum Period», en Stephan Thernstrom y Richard Sennett,
Capítulo 3 comps., Nineteenth-Century Cities, New Haven, 1969, p. 253.
18. Everett V. Zorbaugh, The Gold Coast and the Slum, Chicago, 1929,
1. Citado en Frontier and Section: Selected Essays of Frederick Jackson p . 164.
Turner, Englewood Cliffs, 1961, pp. 49-50. 19. Nathan Kantorowitz, «Ethnic and Racial Segregation in the New York
2. Ibidem, p. 37. Metrópolis, 1960», American Journal o f Sociology, 74, 1968-1969, p. 693.
20. Paul Frederick Cressey, «Population Succession in Chicago, 1898-1930»,
American Journal o f Sociology, 44, 1938-1939, pp. 61, 69.
Capitulo 4 21. Louis Wirth, The Ghetto, Chicago, 1928, p. 8.

1. La cifra exacta nunca se podrá establecer. Así, por ejemplo, los inmi­
grantes que llegaron por Canadá y México no se contaron de modo completo
Capítulo 5
hasta 1908, y la definición del término inmigrante ha variado a lo largo
del tiempo. La cifra total tampoco incluye el número de negros que fueron
1. El uso actual del término no tiene nada que ver con el liberalismo
llevados a los Estados Unidos antes de la guerra civil con el comercio ilegal
económico. En el sentido americano de la palabra, liberal designa hoy, esen­
de esclavos. Su tipo de «emigración» peculiar y los prejuicios racistas que se
cialmente, la actitud política de quien a) reconoce la existencia de un pro­
oponían a ella no permiten tratar a fondo su destino dentro de la problemá­
blema social antes que su conciudadano conservador; b) está dispuesto antes
tica de este capítulo.
que éste a aplicar la fuerza del gobierno para resolver el problema; c) inten­
2. Harry Jerome, Business Cycles, Nueva York, 1926, p. 208; Dorothy S.
ta defender, frente a la fuerza del gobierno que empieza a regular su vida
Thomas, Social and Economic Aspects of Swedish Population Movements,
con pretensiones colectivas, el marg' ' de libertad del individuo, y d) cree,
1750-1933, Nueva York, 1941, p. 166; Brinley Thomas, Migration and Econo­
a diferencia de su conciudadano radical, socialista por ejemplo, en la renta­
mic Growth: A Study of Great Britain and the Atlantic Economy, Cambrid­
bilidad, capacidad de perfeccionamiento y adaptación del sistema político
ge, 2.* edición, 1973, pp. 83-113 y 116-118. ( Migración y desarrollo econó­
existente. A continuación se utilizará liberal en este sentido. (Nota del Editor.)
mico, París, U n e s c o , 1961.)
2. James Leiby, Carrol Wright and labor reform: the origins of labor sta­
3. Víctor R. Greene, The Slavic Communnity on Strike: Immigrant Labor tistics, Cambridge (Massachusetts), 1960, p. 115; Ashok V. Dessai, Real
in Pennsylvania Anthracite Notre Dame (Indiana), 1968, p. 27.
wages in Germany 1871-1913, Oxford, 1968, p. 1; E. H. Phelps Brown, A cen-
4. Un padrone «disponía de una red de relaciones personales en su patria, tury of pay: the course of pay and product ion in Franee, Germany, Sweden,
reclutaba obréros que se comprometían a trabajar para él durante un año,
the United Kingdom and the United States of America, 1860 bis 1960, Londres,
pagaba su pasaje a América y se procuraba una garantía al hipotecar los
1968,pp. 29-31.
bienes raíces de los padres o de otros parientes. Este método se practicaba
3. Robert W. Hunter, Poverty, Nueva York, 1965, p. vi.
a fines del siglo xix en Italia y Grecia». Philip Taylor, The Distant Magnet: 4. Stephan, Thernstrom, «Working-class mobility in industrial America», en
European Emigration to the U.S.A., Londres, 1971, p. 98.Véase también Melvin Richter, comp., Essays in theory and history: an approach to tbe
Robert F. Harney, «Tre Padrone and the Immigrant», Canadian Review of social sciences, Cambridge (Massachusetts), 1970, pp. 227-228.
American Studies, 5, 1974, pp. 101-118. 5. Richard Sennett, Families against the city: middle class houses of in­
5. Taylor, Distant Magnet, p. 64; Gerald Gilbert Govorchin, Americans dustrial Chicago, 1872-1890, Cambridge (Massachusetts), 1960, pp. 104-113.
from Yugoslavia, Gainesville (Florida), 1961, pp. 6, 44, 47. 6. Richard Hofstadter, The age of reform: from Bryan to F. D. R., Nueva
6. Constantine M. Panunzio, The Soul of an Immigrant, Nueva York, 1921,
York, 1955, pp. 60-93.
pp. 64-65.
7. Selig Perlman, A theory of the labor movement, Nueva York, 1928, pá­
7. Percy C. Ebbutt, Emigrant Life in Kansas, Londres, 1886, p. 1.
gina 161.
8. Panunzio, Soul of an Immigrant, pp. 77-78. 8. Louis Hartz, The liberal tradition in America: an interpretation o f
9. Los datos generales sobre la distribución de los grupos de ocupación American political thought since the Revolution, Nueva York, 1955.
están basados en Edward P. Hutchinson, Immigrants and Their Children, 9. John R. Commons, «Class conflict: is it growing in America, and is
1850-1950, Nueva York, 1956, especialmente pp. 215-216. it inevitable? (Discussion before the American Sociological Society, Decem-
10. Citado por Mary Roberts Coolidge, Chínese Inmmigration, Nueva York, ber, 1906)», en Labor and administration, Nueva York, 1923, pp. 72, 78.
1909, p. 87.
10. Stephan Thernstrom, The other Bostonians: poverty and progress in the
11. Citado por Harry H. L. Kitano, Japanese Americans: The Evolution of American metrópolis, 1880-1970, Cambridge (Massachusetts), 1973, pp. 258-60.
a Subculture, Englewood Cliffs (Nueva Jersey), 1969, p. 16.

423
422
11. Tom Rishoj, «Metropolitan social mobility, 1850-1950: the case of Co- 16. Martin Mayer, Madison Avenue U.S.A.: The Inside Story o f Lmtsica-
penhagen», Quality and Quantity, 5, junio de 1971, pp. 131-140. can Advertising, Londres, 1958, pp. 36, 39-40.
12. Benedetto Croce, Storta d’Europa nel secolo decimonono, 2 vols., Bari, 17. Dwight MacDonald, «Our Invisible Poor», The New Yorker, 15 de
1932, p. 267. enero de 1963, pp. 82-132.
13. Hofstadter, Age of reform, pp. 131-172. 18. Louis A . Ferman, comp., Poverty in America: A Book of Remiimgf,
14. Gabriel Kolko, The triumph of conservatism: a reinterpretation of Ame­ Ann Arbor (Michigan), 1965, p. xix.
rican history, 1900-1915, Nueva York, 1963; William Appleman Williams, The
contours of American history, Cleveland, 1961, pp. 343-425.
15. Kolko, Triumph of conservatism, Chicago, 1967, p. 287. Capítulo 8
16. Walter LaFeber, The new empire: an interpretation of American ex­
pansión, 1860-1898, Ithaca (Nueva York), 1963; William Appleman Williams, 1. Kennedy, Inaugural message, 20 de enero de 1961, en Henry Steele Co­
The tragedy of American diplomacy, ed. corregida y aumentada, Nueva York, mmager, Documents of American History, 7 * ed., Nuevi York, L96>, pá­
1961. ginas 688-689.
2. Theodore Sorensen, Kennedy, Londres, 1966, pp. 497-500. (Áerrmdy,
2 vols., Barcelona, Grijalbo, 33 ed., 1972).
Capítulo 6
3. Lyndon B. Johnson, The Vantage Point: Perspectives o f the Preridejucy,
1. Charles P. Kindleberger, Die Weltwirtschaftskrise, 1929-1939, Munich, 1963-69, Londres, 1971, pp. 77. (Memorias de un presidente, Barcelona, E cpe-
1973, p. 121. sa, 1971.)
2. Kindleberger, Weltwirtschaftskrise, pp. 181-182. 4. Ibid., pp. 342-343.
3. R. A. C. Parker, Das Zwanzigste Jahrhundert, I, 1918-1945, Francfort, 5. Ronald Steele, Pax Americana, Nueva York, 1970, pp. 255, 10. fPax
Fischer Weltgeschichte, vol. 34, 1967, p. 340. (El siglo XX . Europa, 1918-1945. americana, Barcelona, Lumen, 1970.)
Historia Universal Siglo X X I, vol. 34, Madrid, Siglo X X I, 1978.) 6. Ralph F. de Bedts, Recent American History: 1945 to the Presumí, Ho-
4. Stephen E. Ambrose, Rise to Globalism: American Foréign Policy since mewood (Illinois), 1973, p. 301.
1938, Baltimore, 1971, pp. 38-39. 7. Johnson, op. cit., pp. 326, 342-343.
8. Christopher Tugendhat, The Multinationals, Londres, 1971, pp. 24-32.
(Las empresas multinacionales, Madrid, Alianza, 1973).
Capítulo 7 9. Eisenhower, Farewell address, 17 de enero de 1961, en Commager. Do­
cuments of American History, pp. 686-687.
1. Perrett, Days of Sadness, Years of Triumph, Nueva York, 1973, pp. 10, 11.
2. Polenberg, War and Society, Nueva York, 1972, p. 73.
3. Davis R. B. Ross, Preparing for Ulysses: Politics and Veterans During
Capítulo 9
World War n , Nueva York, 1969, pp. 34-55.
4. Saúl D. Alinsky, John L. Lewis, Nueva York, 1949, pp. 286-288.
1. Raphael Littauer y Norman Uphoff, comps., The Air War in Iniocbina,
5. Perrett, Days of Sadness, Years of Triumph, p. 347.
ed. rev., Boston, 1972, p. V.
6. E. Franklin Frazier, The Negro in the United States, Nueva York, 1969.
2. Richard B. Morris, comp., Encyclopedia o f American History, Bicenteanial
p. 606.
edition, Nueva York, 1976, p. 505 y editorial «Those Who Servcd». d d
7. Neil A. Wynn, «Black Attitudes toward Participation in the American
Washington Post, en el International Herald Tribune, 10 de enero d e 1977.
War Effort, 1941-1945», Afro-American Studies, 3, junio de 1972, pp. 13-19.
3. Las cifras son inciertas. Proceden de The New Republic, 25 de diciembre
8. Harvard Sitkoff, «The Detroit Riot of 1943», Michigan History, LVitt,
de 1976 y de una noticia de UPI fechada en Washington el 16 de entro de
1969, pp. 188-194. 1977 y publicada al día siguiente en el International Herald Tribuxe sobre
9. William C. Berman, The Politics of Civil Rights in the Truman Admi
el informe de Lawrence Baskir «Reconciliation after Vietnam».
nistration, Columbus (Ohio), 1970, pp. 30-82, 238-240.
4. Citado por The Fall o f a President, por los redactores del Wtastángfofi
10. Richard O. Davies, Housing Reform During the Truman Administration,
Post, Nueva York, 1974, p. 134. (La caída de un presidente, Barcelona, Sed-
Columbia (Misisipí), 1966, pp. 64, 136.
may, 1975).
11. Howard K. Smith, The State of Europe, Nueva York, 1949, p. 92, y
5. Howard F. Bremer, comp., Richard M. Nixon, 1913—, Dobbs Ferry
David M. Potter, People of Plenty, Chicago, 1954, pp. 81-83.
(Nueva York), 1975, p. 79.
12. John E. Mueller, War, President and Public Opinión, Nueva York, 1973,
6. Congressional Quarterly W eekly Report, 20 de noviembre de 1976, p. 3.210.
p. 40. 7. John Herbers en el New York Times, 6 de marzo de 1973.
13. Daniel Bell, The End of Ideology: On the Exhaustion of Political
8. En el interrogatorio del Ad H oc Committee on Impoundment o f Funds,
Ideas of the Fifties, Nueva York, 1962, pp. 218, 265-267. (El fin de tis
en enero de 1973, citado por Marcus Raskin, Notes on the Oíd Systrm, Nue­
ideologías, Madrid, Tecnos, 1964.)
va York, 1974, p. 75.
14. Brown vs. Board of Education of Topeka (347 U . S. 483, 1954) y Coo-
9. The Fall o f a President, pp. 198-202.
per vs. Aaron (358 U. S. 1, 1958), en Henry Steele Commager, comp., Docu-
10. William Greider en The Fall o f a President, p. 29.
ments of American History, 7.a ed. Nueva York, 1963, pp. 619, 663.
11. Para la discusión anterior véase The Congressional Digest, vol. 51, nú­
15. James Baldwin, citado por Louis E. Lomax, The Negro Revolt, Lon­
mero 3, marzo de 1972, y Thomas E. Cronin, The State of the P reuiency,
dres, 1963, p. 11. Boston, 1975, pp. 298-306.

424 425
12. Commission of the CIA Activities within the United States, Report to
the President, June 1975, Washington, Government Printing Office, 1975,
p. 173, y Anthony Lewis, «Not Above the Law», International Herald Tri-
Bibliografía
bune, 4 de enero de 1977.
13. Extractos del informe del Select Intelligence Committee de la Cámara
de Representantes en The New York Times, 26 de enero de 1976.
14. Según el United States Bureau of the Census, Statistical Abstract of
the United States 1975, Washington, 1975, pp. 26, 34, 102.
15. Sar A. Levita y otros, Still a Dream: The Changing Status of Blacks since
1960, Cambridge (Massachusetts), 1975; John Nordheimer, «Spirit of 7 6 in Na
tion and New York: Self-Doubt, Hope, and Pride», New York Times, 5 de
julio de 1976. Véanse también los artículos de Current History, vol. 67, nú­ Las siguientes indicaciones bibliográficas están concebidas únicamente como
mero 399, noviembre de 1974. primer recurso. Hay que señalar que en las referencias de cada capítulo
16. Statistical Abstract of the United States 1975, p. 686. no se repiten los títulos que se dan en la parte general. Esto es especialmente
17. Congressional Quarterly Weekly Report, 15 de mayo de 1976, pp. 1.171- válido para la bibliografía y los gráficos. Una gran parte de la bibliografía
1.175. especializada sobre historia, política y sociología americanas y sobre otros
temas puede encontrarse en el John F. Kennedy Institut für Nordamerikastudien
de la Universidad Libre de Berlín. La biblioteca dispone también de un
catálogo central de las existencias de otros institutos americanos de Alemania
Occidental, proporciona información y está sujeta al sistema de préstamos
de las bibliotecas alemanas

OBRAS DE CARACTER GENERAL

1. Bibliografías

Referencias bibliográficas actuales, también sobre publicaciones periódicas,


en las revistas American Historical Review, Journal of American History,
Reviews in American History, American Quarterly, William and Mary Quarterly
(hasta 1815) y America: History and Life (con abstracts). Para los catálogos
anuales, Books in Print publica una Subject Guide to Books in Print en dos
volúmenes. La Encyclopedia Britannica (1.a ed., 1974) contiene, junto con
artículos informativos, referencias bibliográficas al final de cada artículo.

Bibliografía general publicada en forma de libro:


F r e i d e l, Frank, comp., Harvard guide to American history, 2 vols., ed. re­
visada, Cambridge (Massachusetts), 1974.
G u g g is b e r g , Hans R., «Vereinigte Staaten von Amerika», en Historische Zeit-
schrift, número extraordinario núm. 2, Munich, 1965, pp. 428-546.
H es s, Werner y otros, comp., Bibliographte zum Studium der Geschicbfe der
Vereinigten Staaten von Amerika, Paderborn, 1975.
U. S. Library o f Congress, A guide to the study of the United States of
America, Washington, 1960.

2. Obras de consulta y estadísticas

Dictionary of American biography, 22 vols., Nueva York, 1928-1958. Cubre


hasta 1940.
Dictionary of American history, 6 vols., 2.a ed. revisada, 1942.
G a r r a t y , John A. y S t e in s t e r n , L., Encyclopedia of American biography,
Nueva York. 1974.
J o h n s o n , Thomas H., The Oxford companion to American history. Nueva
York, 1966.
M o r r i s , Richard B., comp., Encyclopedia o f American history, Bicentennial
edition, Nueva York, 1976.
U. S. Bureau o f the Census, Historical statistics o¡ the United Stales, colo­
nial times to 1970, Washington, 1975.
426
427
U. S. Bureau of the Census, Statistical abstract o f tbe United States: 1975, W h ite , C. Langdon y otros, Regional geography of Anglo-America, 4.a ed.
Washington, 1975. Publicación anual. Englewood Cliffs, (Nueva Jersey), 1974.
Z e lin s k y , Wilbur, The cultural geography o f the United States, Englewood
3. Exposiciones generales, interpretaciones y colecciones Cliffs (Nueva Jersey), 1973.

A lle n , Frederick Lewis, The big change: America transforms itself, 1900 to b) Colonización del Oeste
1950, Nueva York, 1952.
B illin g t o n , Ray A., Westward expansión: a history o f the American frontier,
A l l e n , Harry C ., A concise history of the United States, 2.a ed., Londres,
4.* ed., Nueva York, 1974.
1970.
B ogue, Alian G . y otros, comp., The West of the American people, Itasca,
A n g e rm a n n , Erich, Die Vereinigten Staaten von Amerika (1917-1960), Mu­
(Illinois), 1970. Umfassende Anthologie.
nich, 1966.
S ta m m el, Heinz J., Der Cowboy, Legende und Wirklichkeit von A-Z: Ein
A n g e rm a n n , Erich, «D ie Vereinigten Staaten von Amerika von Frieden in
Lexikon der amerikanischen Pionlergeschichte, Gütersloh, 1972.
Gent (1814) bis zum Frieden von Versailles (1919)», Historia Mundi, com­
T u r n e r , Frederick Jackson, Frontier and section, selected essays, Engle­
pilado por Fritz Valjavec, vol. 10, Berna, 1961, pp. 253-331.
wood Cliffs (Nueva Jersey), 1961.
B a r t l e t t , Richard A ., The new country: a social history of the American
W eb b , Walter P., The great frontier, 2.a ed., Austin (Texas), 1964.
frontier, 1776-1890, Nueva York, 1974.
W eb b , Walter P ., The great plains, Boston, 1959.
B e r t h o f f , Rowland, A unsettled people: social order and disorder in Ame­
rican history, Nueva York, 1974. c) Urbanización
B lu m , John M. y otros, The national experience: a history of the United
States, Nueva York, 1973. G reen , Constance, The rise of urban America, Londres, 1966.
C o m m o n s , John R . y otros, comp., A documentary history of A m e r i t o i n ­ M c K e lv e y , Blake, American urbanization: a comparativehisto
dustrial society, 10 vols., Cleveland (Ohio), 1910-1911. coe (Illinois), 1973.
C u r r e n t , Richard N . y otros, American history: a survey, 4 .a ed., Nueva M i l l e r , Zane L ., The Urbanization o f modern America: a brief history,
York, 1975. Nueva York, 1973.
C u r t í , Merle y otros, Geschichte Amerikas, Francfort, 1958. W a r n e r , Sam Bass, Jr., The urban wilderness: a history of the American
D e g l e r , Cari N., Out of our past: the forces that shaped modern America, city, Nueva York, 1972.
2.a ed., Nueva York, 1970.
F a u lk n e r , Harold U., Der Weg zur Weltmacht: Geschichte der politischen und
d) Protección de la naturaleza y del medio ambiente
sozialen Entwicklung der Vereinigten Staaten von Amerika, trad. por Kurt L in t o n , Ron M ., Terracide: America’s destruction of her living environ•
Hesse, Wiesbaden, 1950. ment, Boston, 1970.
F o h l e n , Claude, L’Amérique anglo-saxonne depuis 1815, 2.• ed., París, 1969. N a s h , Roderick, comp., American environment:readings in the history of
(La América anglosajona de 1815 hasta nuestro días, Barcelona, Labor, 1967). conservation, 2.a ed., Reading (Massachusetts), 1975.
F o h l e n , Claude, La société américaine 1865-1970, París, 1973. S m i t h , Frank, E., comp., Conservation in the United States: a documentary
G a r r a t y , John A . , A short history of the American nation, NuevaYork,1974. history, 5 vols., Nueva York, 1971.
G u g g is b e r g , Hans R., Geschichte der USA, 2 vols. Stuttgart. 1975.
M o r i s o n , Samuel E. y otros, The growth of the American Republic, 6.a ed.,
2 vols., Nueva York, 1969. 5. Sociedad
P o t t e r , David, People of plenty: economic abundance and the American a) Bibliografía
character, Chicago, 1954.
T h i s t l e t h w a i t e , Frank, America and the Atlantic Community:Anglo-Ameri­ G rob, Gerald N., comp., American social history before 1860, Northbrook,
can aspects, 1790-1850, Nueva York, 1963. (Illinois), 1970.
W ie b e , Robert, H ., The segmented society: an historical preface to the B r e m n e r , Robert H ., comp., American social history since 1860, North­
meaning of America, Nueva York, 1975. brook (Illinois), 1971.
W o o d w a r d , C. Vann, comp., The comparative approach to American history, H e r b s t , Jürgen, comp., The history of American education, Northbrook,
Nueva York, 1968. (Illinois), 1973. Esbozo muy amplio.

b) Estructura social
4. El campo (geografía histórica y cultural, colonización del Oeste,
urbanización, protección de la naturaleza y del medio ambiente) B en d ix , Reinhard y L ip s e t , Seymour M ., comp., Class, status and power
A reader in social stratification, ed. revisada, Nueva York, 1966. (Clase,
a) Geografía histórica y cultural status y poder, 3 vols., Madrid, Euramérica, 1972-73).
D a h r e n d o r f, Ralph, Die angewandte Aufklárung: Gesellschaft und Sozio-
B row n , Ralph H ., Historical geography of the United States, Nueva York, logie in Amerika, Munich, 1963. (Sociedad y sociología. La ilustración
1948. aplicada, Madrid, Tecnos, 1966).
H o f m e i s t e r , Burkhard, Ñor ¿amerika, 4.* ed., Francfort, 1975. K o l k o , Gabriel, Wealth and power in America: an analysis of social class
M e in ig , Donald W ., The great Columbia plain: a historical geography, 1805- and income distribution, Nueva YortcT^ 1962. (Riqueza y poder en Es­
1910. tados Unidos, México, Fondo de Cultura Económica, 1964).

428 429
P essen , Edward, c o m p ., Tbree centuries of social mobility in America, F a in s o d , Merle y G o r d o n , Lincoln, Government and American economy,
Lexington (Massachusetts), 1974. Antología. 3.' ed., Nueva York, 1959.
R o a c h , J ack L. y otros, Social stratification in the United States, Englewood F o g e l . Robert W . y E n g e rm a n , Stanley L., The reinterpretation o f American
Cliffs (Nueva Jersey), 1969. economic history, Nueva York, 1971.
T r a t t n e r , W a lte r , From Poor Law to welfare State: a history of social H a c k e r , Louis M., The Course of American economic growth and de­
welfare in America, Nueva Y o r k , 1974. velopment, Nueva York, 1970.
H a c k e r , Louis M ., The triumph of American capitalism, Nueva York, 1940.
H a r r i s , Seymour E., American economic history, Nueva York, 1961.
c) Los indios (véase también capítulo 2)
J a e g e r , Hans, Geschichte der amerikanischen Wirtschaft im 20. J&irbundert,

D ebo, Angie, History of the Indians of the United States, Norman (Okla- Wiesbaden, 1973.
homa), 1970. K ir k la n d , Edward C., History o f American economic life, 4.a ed., Nueva
York, 1969. (Historia económica de Estados Unidos, México, f c e , 2.a edi­
D r i v e r , Harold E., Indians of North America, 2.a ed. revisada, Chicago, 1969.
ción, 1947).
H a g a n , William T., American Indians, Chicago, 1961.
N o r t h , Douglass C., Growth and welfare in the American pist, Engle­
H a rtm a n n , Horst, Die Plains- und Prárie-lndianer Nordamerikas, Ber­
wood Cliffs (Nueva Jersey), 1966. (Una nueva historia economic*. Creci­
lín, 1973.
miento y bienestar en el pasado de los Estados Unidos, Madrid, Tec-
J a c o b s , Wilbur R ., Dispossessing the American Indian, Nueva York, 1972.
nos, 1969).
L in d ig , Wolfgang, «D ie Kulturen der Eskimo und Indianer Nordamerikas»,
S l i c h t e r , Sumner H ., Economic Growth in the United States: ils bistory,
en Eugen Thurnher, comp., Handbuch der Kulturgeschichte, Francfort, 1972. problems and prospect, Baton Rouge, 1961.
L in d ig , W o lfg a n g y M ü n z e l, M a rk , Die Indianer: Kulturen und Geschichte
der Indianer Nord-, Mittel- und Südamerikas, M u n ich 1976.
S m i t h , Dwight, comp., Indians of the United States and Cañada: a biblto- 7. Ideas sociales, políticas, económicas y religiosas
graphy, nueva edición, Santa Bárbara (California), 1974. (Véase también el capítulo 5, parte 4 y 9).
S p ic e r , E d w a d H . , A short history of the, Indians of the United States,
N u eva Y ork, 1969. A h ls tr o m , Sidney E., A religious history o f the American prople, New
E., The Indian and the White man, Nueva York, 1964.
W a s h b u r n , W ilc o m b H a ven, 1972.
W a s h b u r n , Wilcomb E., comp., The American Indians and the United States, A r ie li, Yehoshua, Individualism and nationalism in American tdeology,
4 vols., Nueva York, 1973. Cambridge (Massachusetts), 1964.
B e n d e r , Thomas, Toward an urban visión: ideas and institutions in nine-
teenth century America, Lexington (Kentucky), 1975.
d) Los negros (véase también capítulo 2, 5-8).
B la n k e , Gustav H., Der amerikanische Geist: Begriffs- und ucrigeschicht-

F r a n k l in , John Hope, From slavery to freedom, Nueva York, 1974. liche Untersunchungen, Meisenheim, 1956.
B o t t o m o r e , T . B., Critics of Society: radical thought in Ñor ib America,
M e ie r, August y R u d w ic k , Elliot, From plantation to ghetto, 3.* ed.,
Nueva York, 1976. Nueva York, 1968.
B ru m m , Ursula, «Fortschrittsglaube und Zivilisationsfeindschaft im amerika­
S c h l o t t , Gerhard, Das Negerproblem in den USA: Trennung oder Ver-
nischen Geistesleben des 19. Jahrhunderts», Jahrbuch für Amerikastudien,
schmelzung der Rassen, 2.a ed., Opladen, 1970.
6 (1961), pp. 75-88.
B u rr, Nelson R., comp., Religión in American life, Northhrook (Illi­
6. Economía nois), 1971.
C o m m a g e r , Henry S., The American mind: an interpretation of American
thougth and character since the 1880’s, New Haven, 1950. (Vida y espí­
(Para el movimiento obrero, véase el capítulo 5, parte 7)
ritu de Norteamérica, Barcelona, Ariel, 1956).
C u r t í , Merle, The growth of American thought, 3.a ed., Nueva York, 1964.
a) Bibliografía D o r f m a n , Joseph, The economic mind in American civilization, 1606 to
19)3, 5 vols. Nueva York, 1946-1959.
T a y lo r, George R ., comp., American Economic history before 1860, North- G a b r i e l , Ralph H ., The course of American democratic thought, 2.a ed.,
brook (Illinois), 1969.
Nueva York, 1956.
K ir k la n d , Edward C ., comp., American economic history since 1860, North- H o f s t a d t e r , Richard, Social darwinism in American thought, ed. revisada,
brook (Illinois), 1971.
Boston, 1955.
M a r x , Leo, The machine in the garden: technology and the pasloral ideal
b) Exposiciones in America, Nueva York, 1967.
P e r s o n s , Stow, American minds: a history of ideas, Nueva York, 1958.
C a rosso, Vincent P. y otros, Investment banking in America: a history, S c h l e s i n g e r , Arthur M., Jr. y W h i t e , Morton, comps., Patbs o f American
Cambridge (Massachusetts), 1970. thought, Boston, 1963, 1970.
C l o u g h , Shepard B. y M a r b u r g , Theodore, The economic basis of American S m i t h , Henry Nash, Virgin land: the American West as symbol and myth,
civilization, Nueva York, 1968. Cambridge (Massachusetts), 1950; con nuevo prólogo, 1970.

430 4 31
W is h , Harvey, Society and thought in America, 2 vols., Nueva York F erg u son , E. James, comp., Confederation, Constitution and early national
1950-1962. period, 1781-1815, Northbrook (Illinois), 1975.
G r e e n , Jack P ., comp., The reinterpretation of the American revolution,
8. Sistema de gobierno, política 1763-1789, Nueva York, 1968.
S h y, John, com p., The American revolution, Northbrook (Illinois), 1973.
B in k le y , W ilfried E., American political parties, 4.a ed., Nueva York, 1963.
B rogan, Denis W ., Politics in America, ed. revisada, Nueva York, 1969. 2. Obras de conjunto y colecciones
C h a m b e r s , William Nisbet y B u r n h a m , Walter Dean, comp., The American
party systems, 2.a ed., Nueva York, 1975. A dam s, W illi P a u l y A dam s, A n g e la M e u r e r, c o m p s ., Die amerikanische Re­
D a h l, Robert A ., Democracy in the United States: promise and perfor­ volution in Augenzeugenberichten, M u n ic h , 1976.
mance, 2.a ed., Chicago, 1972. A ld e n , John R ., The American revolution, 1775-1783, Nueva York, 1954.
F r a e n k e l , Ernst, Das amerikanische Regierungssystem, 2.a ed., Colonia, 1962. B i l l i a s , George A ., comp., The American revolution: how revolutionary toas
H o f s t a d t e r , Richard, The American political tradition and the men who it?, Nueva York, 1965.
made it, Nueva York, 1948. (La tradición política americana y los hombres C h r i s t i e , J. R ., Crisis of empire: Great Britain and the American colonies,
que la forjaron, Barcelona, Seix Barral, 1969). 1754-1783, Nueva York, 1966.
K e l l y , Alfred H . y H a r b is o n , Winfred, The American Constitution, 4 .a ed., G ip s o n , Lawrence Henry, The coming of the revolution, 1763-1775, Nueva
Nueva York, 1970. York, 1954.
K le i n s t e u b e r , Hans J., Die USA: Politik, Wirtschaft, Gesellschaft: Eine Jen sen , Merrill, The founding of a nation: a history of the American re­
Einführung, Hamburgo, 1974. volution, 1763-1776, Nueva York, 1968.
L e e s , John D ., The political system of the United States, Londres, 1969. Jen sen , Merrill, The new nation: a history of the United States during the
M e r k l , Peter H ., Politische Soziologie der USA, Wiesbaden, 1976. Confederation, 1781-1789, Nueva York, 1950.
M i l l i s , Walter, Armies and men: a study in American military history, M c D o n a l d , Forrest, E pluribus unum: the formation of the American re­
Londres, 1958. public 1776-1790, Boston, 1965. La edición de bolsillo lleva sólo el sub­
S h e l l , Kurt L., Das politische System der USA, Stuttgart, 1975. título.
V ile , M. J. C., Politics in the USA, 2.a ed., Londres, 1976. M i l l e r , J o h n C., The federalist era, 1789-1801, N u eva Y o r k , 1960.
M o r g a n , E d m u n d , S., The birth of the republic, 1763-1789, C h ica g o , 1956.
9. Relaciones internacionales M o r g a n , Edmund, S., «D ie Amerikanische Revolution», en Golo Mann,
comp., Propyláen Weltgeschichte, vol. 7, Berlín, 1964, pp. 513-568.
A m b rose, Stephen E., Rise to globalism: American foreign policy since M o r r i s , Richard B., The American revolution reconsidered, Nueva York, 1967.
1938, Baltimore, 1971. P a lm e r , Robert R., The age of the democratic revolution, Princeton,
B esson, Waldemar, Von Roosevelt bis Kennedy: Grundzüge amerikanischer 1959-1964.
Aufienpolitik 1933-1963, Francfort, 1964. P a lm e r , Robert, R., «Der Einfluss der amerikanischen Revolution auf Euro­
B a i l e y , Thomas A ., A diplomatic history of the American people, 9.a ed., pa», en G o lo Mann, comp., Propyláen Weltgeschichte, vol. 8, Berlín, 1960,
Englewood Cliffs (Nueva Jersey), 1974. pp. 29-58.
E k i r c h , Arthur A ., Jr., Ideas, ideáis, and American diplomacy: a history P o l e , J. R ., Foundations of American independence, 1763-1815, In d ia n á p o -
of their growth and interaction, Nueva York, 1966. li s , 1972.
G a r d n e r , Lloyd y o t r o s , Creation of the American empire: U. S. diplomatic Y o u n g , Alfred F., comp., The American revolution, De Kalb (Illinois), 1976.
history, Chicago, 1973.
.K en n an , George F., American diplomacy, 1900-1950, Chicago, 1951.
3. Política e ideas políticas
K ra ka u , K n u d , Missionsbewufitsein und Vólkerrechtsdoktrin in den Ver-
einingten Staaten von Amerika, F ra n cfo r t, 1967. Adam s, Willi Paul, «Das gleichheitspostulat in der amerikanischen Revolu­
K r i p p e n d o r f f , Ekkehart, Die amerikanische Strategie: EntscheidungsprozeB tion», Historische Zeitschrift, 212, 1971, pp. 59-99.
und Instrumentarium der amerikanischen Aussenpolitik, Francfort, 1970. Adam s, Willi Paul, Republikanische Verfassung und bürgerliche Freiheit: Die
S ch o e n ta l, Klaus, Amerikanische Aussenpolitik: Eine Einführung, Colo­ Verfassungen und politischen Ideen der amerikanischen Revolution, Neu-
nia, 1964. wied, 1973.
W e in b e r g , Albert K., Manifest destiny, Baltimore, 1935. A n g erm a n n , Erich, «Stándische Rechtstraditionen in der amerikanischen
W i l l i a m s , William Appleman, The tragedy of American diplomacy, 2.a ed., Unabhángigkeitserklárung», Historische Zeitschrift, 200, 1965, pp. 61-91.
Nueva York, 1962. B a il y n , Bernard, The ideological origina of the American revolution, Cam­
bridge (Massachusetts), 1967.
B r o w n , Robert E., Middle-class democracy and the revolution in Massa­
CAP. 1: r e v o l u c ió n y fu ndación del estado n a c io n a l , 1763-1815 chusetts, 1691-1780, Ithaca, 1955.
B u e l, R ic h a r d , Securing the revolution: ideology in American politics,
1. Bibliografías 1789-1815, Ith a ca , 1972.
G r im m , Dieter, «Europáisches Naturrecht und Amerikanische Revolution: Die
A d am s, Willi Paul, Republikanische Verfassung und- bürgerliche Freiheit, Verwandlung politischer Philosophie in politische Techne», Ius Commune,
Darmstadt, 1973, pp. 364-376 3, 1970, pp. 120-51.

432 433
5. Economía y finanzas
H o fsta d te r,Richard, The idea of a party system: the rise of legitímate
oppoütion in the United States, 1780-1840, Berkeley, 1969. D a v is , Ralph, The rise of the Atlantic economies (1460-1776), Ithaca,
M a ie r , Pauline, From resistance to revolution: colonial radicals and the
Nueva York, 1973. (La Europa atlántica. Desde los descubrimientos hasta
development of American opposition to Britain, 1765-1776, Nueva York, 1972. la industrialización, Madrid, Siglo X X I, 1976).
E g n a l, Marc y E r n s t , Joseph A ., «An economic interpretation o f the
M 1973 ^aCkS° n T ’’ Political Parties before the Constitution, Chapel Hill* American revolution», William and Mary Quarterly, 29, 1972, pp. 3-32.
P o le , J. R., «Historians and the problems of early American democracy», F e r g u s o n , E . James, The power o f the purse: a history of American public
American Historical Review, 67, 1962, pp. 626-46. finance, 1776-1790, Chapel Hill, 1961.
P o l e , J. R ., Politicai representaron in England and the origins of the N e t t e l s , Curtís P., The emergence of a national economy, 1775-1815, N u ev a
American republic, Londres, 1966. York, ’ 1962.
S c h n u r , Román, com p., Zur Geschichte der Erklárung der Menschenrechte,
Darmstadt, 1964. 6. La Constitución federal
S ch ród er, Hans-Christoph, «Das Eigentumsproblem in den Auseinander-
setzungen um die Verfassung von Massachusetts, 1775-1787», Rudolf B e a rd , Charles A., An economic interpretation of the Constitution of the
Vierhaus, comp., Eigentum und Verfassung, Gotinga, 1972, pp. 11-67. United States, Nueva York, 1913.
S t o u r z h , Gerald, Alexander Hamilton and the idea of republican govern- B r o w n , Robert E ., Charles Beard and the Constitution: a critical analysis
ment, Stanford, 1970. of «An economic interpretation of the Constitution», Princeton, 1956.
S t o u r z h , Gerald, «D ie tugendhafte Republik: Montesquieus Begriff der ’vertu’
H o ck e tt, Homer C., The constitutional history o f the United States,
und die Anfánge der Vereinigten Staaten», H. Fichtenau, comp., Ósterreich 1776-1826, Nueva York, 1939.
und Europa, Graz, 1965, pp. 247-267. M c D o n a l d , Forrest, We the people: tbe economic origins of the Constitution,

S t o u r z h , Gerald, «William Blackstone, teacher of revolution», Jahrbuch für Chicago, 1958.


Amerikastudien, 15, 1970, pp. 184-200. M a in , Jackson T ., The antifederalist: critics of the Constitution, 1781-1788,

V o s s le r , Otto, Die amerikanischen Revolutionsideale in ihremVerháltnis Chapel Hill, 1961.


zu den europáischen, untersucht an Thomas Jefferson, Munich,1929. O p p e n -R u n d s t e d t , Catharin? von, Die Interpretation der amerikanischen
V o s s le r , Otto, «Die Ursprünge der Amerikanischen Revolution von 1776», Verfassung im Federalist, Bonn, 1970.
Historische Vierteljahresschrift, 26, 1931, pp. 573-588.
W illia m s o n , Chilton, American suffrage: from property to democracy, 7. Relaciones internacionales
1760-1860, Princeton, 1960.
W o o d , Gordon, The creation of the American republic, 1776-1787, Chapel G ilb e r t, Félix,To the farewell address: ideas of early American foreign
Hill, 1969. policy, Princeton, 1961.
Y oun g, James Sterling, The Washington community, 1800-1828, Nueva S t o u r z h , Gerald, Benjamín Franklin and American foreign policy, 2.* e d .,
York, 1966. Chicago, 1969.
T a y lo r, George Roger, comp., The war of 1812: past justifications and
present interpretations, Boston, 1963.
4. Historia social Van A ls ty n e , Richard W ., Empire and independence: the international
history of the American revolution, Nueva York, 1965.
G reen e, Jack P., «The social origins of the American revolution: an eva- V a n A l s t y n e , Richard W ., The rising American empire, Nueva York, 1960.
luation and interpretation», Political Science Quarterly, 88, 1973, pp. 1-22. V a r g , Paul A ., Foreign policies of the founding fathers, Ann Arbor, 1963.
H e n r e t t a , James A ., The evolution of American society, 1700-1815: an inter-
disciplinary analysis, Lexington (Massachusetts), 1973.
CAP. 2: REGIONALISMO, ESCLAVITUD, GUERRA CIVIL Y REINCORPORACION
H o f s t a d t e r , Richard, America at 1750: a social portrait, Nueva York, 1971.
J o r d á n , Winthrop D., White over Black: the devolepment of American d e l sur, 1815-1877
attitudes toward the Negro, 1550-1812, Chapel Hill, 1968.
1. Bibliografías
L o c k r id g e , Kenneth A ., «Land, population and the evolution of New
England society. 1630-1790», Past and Present, 39, 1968, pp. 62-80. D o n a ld , D a v id , c o m p ., The nation in crisis, 1861-1871, N orth brook , (I lli­
L o c k r id g e , Kenneth A ., «Social change and the meaning of the American
n o is ), 1969.
revolution», Journal of Social History, 6, verano de 1973, pp. 403-439. F eh ren b ach er, Don E ., comp., Manifest destiny and the coming of tbe
L y n d , Staughton, Class conclict, slavery, and the United States Constitution: civil war 1840-1861, Northbrook (Illinois), 1970.
ten essays, Indianápolfs, 1967. N e v in s, A lia n y o t r o s , c o m p ., Civil war books:a critical bibliograpby,
M a in , Jackson T., The social structure of revolutionary America, Prince­ 2 v o ls ., B a t o n R o u g e , 1967.
ton, 1965.
T o lle s , Frederick B., « T h e American revolution considered as a social
2. Obras de conjunto, colecciones y biografías
movement: a re-evaluation», American Historical review, 60, 1954/55,
pp. 1-12. N e v in s, Alian, Ordeal of the Union, 2 vols., Nueva York, 1947.
W a rn er,Sam Bass, Jr., The prívate city: Philadelpbia in three periods of V a n D eu sen , Glyndon G ., The Jacksonian era, Nueva York, 1959.
its growth, Filadelfia, 1968.

435
434
S ch le s in g e r,Arthur M ., Jr., The age of Jackson, Boston, 1945. 5. El movimiento antiesclavista
Alexis de, De la démocratie en Amérique, París, 1835-40.
T o c o u f.v ille ,
T y l e r , Alice Felt, Freedom's ferment: pbases of American social histon D u berm an , Martin, comp., The antislavery vanguard: new essays on the
to 1860, Minneapolis, 1944. abolitionist, Princeton, 1965.
W a r d , John William, Andrew Jackson: symbol for age, Nueva York, 1955 D u m o n d , D w ig h t L., Antislavery: the crusade for freedom in America, Nueva
W i l t s e , Charles M ., John C. Calhoun, 3 vols., Indianápolis, 1944-1951, York, 1961.
M c P h e r s o n , James, The struggle for equality: abolitionists and the Negro

3. El Sur como región in the Civil War and Reconstruction, Princeton, 1964.
R a t n e r , Norman, Powder keg: Northern opposition to the anti-slavery mo­

C ash, Wilbur J., The mind of the South, Nueva York, 1941. vement, 1831-1840, Nueva York, 1968.
R i c h a r d s , Leonard L., Gentlemen of property and standing: anti-abolition
C raven , Avery, The growth of Southern nationalism, 1848-1861, Baton
Rouge, (Luisiana), 1953. mobs in Jacksonian America, Nueva York, 1970.
E a t o n , Clement, A history of the Oíd South, Nueva York, 1949. T h o m a s , John L ., The Liberator: 'William Lloyd Garrison, Boston, 1963.
T h o m a s , John L ., comp., Slavery attacked: the abolitionist crusade, Engle-
S im k in s, Francis B., A history of the South, Nueva York, 2.a ed., 1953.
S y d n o r , Charles, The development of Southern sectionalism, 1819-1848, wood Cliffs (Nueva jersey), 1965.
Baton Rouge (Luisiana), 1948.
T a y l o r , William R ., Cavalier and Yankee: The Oíd South and the Ame­ 6. Lincoln, Secesión y guerra civil
rican national character, Nueva York, 1961.
T u rn er, Frederick Jackson, The significance of sections in American his­ A u s t in , Víctor, comp., Der Amerikanische Bürgerkrieg in Augenzeugenbe-
tory, Nueva York, 1932. richten, Munich, 1974,
C a t t o n , Bruce, The centennial history of the Civil War, 3 vols., Nueva

4. La situación de los negros y de los esclavos York, 1961-66.


D o n a l d , D a v id , comp., Why the North won the Civil War, N u e v a York,
D a v id , Paul A. y otros, Reckoning with slavery: critical essays in the quan- 1965.
titative history of American Negro slavery, Nueva York, 1976. N e v in s , Alian, The emergence of Lincoln, 2 vols., Nueva York, 1950.
N e v in s , Alian, The war for the Union, 4 vols., Nueva York, 1959-71.
D a v is , David Brion, The slave power conspiracy and the paranoid style
Baton Rouge (Luisiana), 1969. P o t t e r , D a v id M., Lincoln and his party in the secession crisis, New

E lk in s , Stanley M ., Slavery: a problem in American institutional and in- H a v e n , 1942.


tellectual life, Chicago, 1959. R a n d a ll , J. G . y D o n a l d , D a v id , The Civil War and Reconstruction, Boston,

E x p lo r a t io n s in Economic History, 12, Otoño de 1975, tema del número: 2.' e d ., 1969.
«A simposium on Time on the Cross». R o l a n d , C. P., The Confederacy, Chicago, 1960.

F o g e l , Robert W. y E n g e rm a n , Stanley L., Time on the cross: the econo-


mics ot American Negro slavery, Boston, 1974. 7. Los años de la posguerra: la Reconstrucción
F r e d e r ic k s o n , George, The black image in the white mind: the debate on
Afro-American character and destiny, 1817-1914, Nueva York, 1971. B rock , W . R., An American crisis: Congress and Reconstruction, 1865-1867,
G e n o v e s e , Eugene, The world the slaveholders made, Nueva York, 1969. Nueva York, 1966.
G e n o v e s e , Eugene, The political economy of slavery: studies inthe economy F r a n k l in , John Hope, Reconstruction after the Civil War, Chicago, 1961.
and society of the slave South, Nueva York, 1956. (La economía política M c K i t r i c k , Erie L., Andrew Johnson and Reconstruction, Chicago, 1960.
de la esclavitud, Barcelona, Península, 1970). P e rm a n , Michael, Reunión without compromise: the South and Recon­
G e n o v e s e , Eugene, Roll Jordán roll: the world the slaves made Nueva struction, 1865-1868, Cambridge, 1973.
York, 1974.
G u tm a n , Herbert G . , Slavery and the numbers game: acritique of «Time
on the Cross», Urbana, 1975. 8. Derechos civiles y Constitución
H andun, Oscar, «The capacity o f quantitative history», Perspectives in
Nye, Russel B ., Fettered freedom: civil liberties and the slavery contro-
American History, 9, 1975, pp. 7-26.
versy, 1830-1860, East Lansing (Michigan), 1949.
Frederick Law, The cotton kingdom: a traveller's observations
O lm s t e d t ,
O w s l e y , Frank L., State rights in the Confederacy, Chicago, 1925.
on cotton and slavery in the American slave states, comp. por A. M. S t e p h e n s , Alexander H ., A constitutional view of the late war between
Schlesinger, Nueva York, 1962.
the States, 2 vols., Chicago, 1868-70.
R a w ic k , George P ., from sundown to sunup: the making of the black
community, Westport (Connecticut), 1972.
S ta m p p , Kenneth M ., The peculiar institution: slavery in the ante-bellum 9. Expansión territorial y política exterior (véase también Obras
South, Nueva York, 1956. (La esclavitud en los Estados Unidos. La insti­ de carácter general 4b)
tución peculiar, Barcelona, Oikos-Tau, 1966).
W a d e , Richard, Slavery in the cities: the South 1820-1860, Nueva Y o r k , F a u lk , Odie B ., y S t r o u t , Joseph A ., Jr., comp., The Uexican war: chan-
1964. ging interpretations, Chicago, 1973.

436 437
F u lle r , J oh n D . , The movement for the acquiútion of all México, 1846- 3. El problema del crecimiento económico
1848, Nueva York, 1936, Nachdruck, 1969.
O w sley, Frank L., King Cotton diplomacy, 2.‘ ed., Chicago, 1959. A n d rea n o, Ralph, comp., The economic impact of the American Civil War
S ch r o e d e r , John H ., Mr. Polk's war: American opposition and dissen/ Cambridge (Massachusetts), 1962.
1846-1848, Madison, 1973. B ru ch ey, Stuart W ., The roots of American economic growtb, 1607-1861,
W e in b e r g , Albert K . , Manifest destiny: a study of nalionalist expansión in Nueva York, 1965.
American history, Baltimore, 1935. D a v is , Lance E . ; E a s t e r l in , Richard A .; P a r k e r , William N., y otros, Ame­
rican economic growth. An economist’s history of the United States, Nueva
10. La expulsión de los indios (véase también Obras de carácter general 5c) York, 1972.
F o g e l , Robert W ., Railroads and American economic growth, Baltimore,
D a n z ig e r , Edmund J r., Indians and bureaucrats: administering the reserva- 1964. ( Los ferrocarriles y el crecimiento económico de los Estados Unidos,
tion policy during the Civil War, Urbana (Illinois), 1974. Madrid, Tecnos, 1972).
D e R o s i e r , Arthur H ., Jr., The removal of the Choctaw Indians, Knoxville, N o r t h , Douglass C., The cconomic growth of the United States, 1790-1860,
(Tennessee), 1970. Englewood Cliffs (Nueva Jersey), 1961.
F i l l e r , Louis y G u t t m a n n , Alien, comp., The removal of the Cherokee T h o m a s , Brinley, Migration and economic growth, Cambridge (Inglaterra),
nation: manifest destiny or national dishonor, Boston, 1962. 1954. ( Migración y desarrollo económico, París, UNESCO, 1961).
F o r e m a n , Grant, Indian removal: the emigration of the five civilixed trihes W i ll ia m s o n , Jeffrey G . , American growth and the balance of payments,
of Indians, Norman (Oklahoma), 1972. 1820-191), Chapel Hill, 1964.
P r u c h a , Francis P ., American Indian policy in the formative years: the
Indian trade and intercourse acts, 1790-1834, Cambridge (Massachusetts),
1962. 4. Regiones
S a tz, Ronald N., American Indian policy in the Jacksonian era, Lincoln,
a) El Norte
(Nebraska), 1974.
Y o u n g , Mary E .( Redskins, Ruffleshirts and Rednecks: Indian Allotments A lb io n ,Robert G . , The rise of New York port, Nueva York, 1939.
in Alabama and Mississippi, 1830-1860, Norman (Oklahoma), 1961. M o r is o n ,Samuel E., Maritime history of Massachusetts, 1783-1860, Bos­
ton, 1931.

CAP. 3: LA REVOLUCION INDUSTRIAL EN ESTADOS UNIDOS b) El Sur (véase también cap. 2)

1. Bibliografías G en ovese, Eugene D ., The political economy of slavery, Nueva York, 1965.
W oodm an, Harold D., Slavery and the Southern economy, Nueva York, 1966.
B rau n , Rudolf y otros, comp., Die Industrielle Revolution: Wirtschaftliche
Aspekte, Colonia, 1972. Con un detallado índice bibliográfico.
D e S a n t is , Vincent P ., comp., The gilded age, 1877-1896, Northbrook (Illi­
c) El Oeste (véase también Obras de carácter general, 4 b)
nois), 1973.
5. Transportes
2. Obras de conjunto y colecciones C h a n d le r , Alfred D ., comp., Railroads: the nation’sfirst big business,
Nueva York, 1965.
F is c h e r , Wolfram, Wirtschaft und Gesellschaft im Zeitalter der Industriali- F is h lo w , Albert, American railroads and the transportation o f the ante-
sierung: Aufsátze, Studien, Vortrage, Gotinga, 1972.
bellum economy, Cambridge (Massachusetts), 1965.
G i l c h r i s t , David T. y L e w is , W. David, comp., Economic change in the
G o o d r ic h , Cárter, Government promotion of American canals and rail­
Civil War era, Greenville (Delaware), 1965.
roads, 1800-1890, Nueva York, 1960.
H a b a k k u k , H. J. y P o s t a n , M. M ., comp., The Cambridge Economic History
T a y l o r , George R., The transportation revolution, 1815-1860, Nueva York,
of Europe, Vol. V I, The industrial revolutions and after, Cambridge, 1965.
1951.
( Historia económica de Europa, vol. V I, Las revoluciones industriales y sus T a y l o r , George R., y N e u , Irene D ., The American railroad: network,
consecuencias, Madrid, Ed. Revista de Derecho Privado, 1977).
1861-1890, Cambridge (Massachusetts), 1956.
H ig g s , Robert, The transformation of the American economy, 1865-1914, Nueva
York, 1971.
H u g h e s , Jonathan R. T., Industrialization and economic history, Nueva 6. Agricultura
York, 1970.
B e n e d ic t ,Murray R., Farm policies of the United States, 1790-1950, Nueva
K ir k la n d , Edward C., Industry comes of age: business, labor and public
York, 1953.
policy, 1860-1897, Nueva York, 1961.
B ogue, Alian G ., From prairie to cornbelt: farming on the Illinois and
S i l b e r s c h m i d t , Max, Amerikas industrielle Entwicklung, Munich, 1958.
lowa prairies in the nineteenth century, Chicago, 1963.
T e m in , Peter, The Jacksonian economy, Nueva York, 1969.
B r u c h e y , Stuart W., Cotton and the growth of the American economy,
W o o d r u f f , William, America's impact on the world: a studyof the role
Nueva York, 1967.
of the United States in the world economy, 1750-1970, Nueva York, 1975. G a t e s , Paul W . , The farmer's age: agriculture 1815-1860, Nueva York, 1960.

438 439
Shannon, Fred A . f The farmer’s last frontier: agriculture, 1860-1897, Nueva
2. Estadísticas
York, 1945.
C a rp en ter, Niles, lmmigrants and their children, 1920: a study based on
7. De la manufactura al «big business» census statistics re lati ve to the foreign born and the native white of
foreign or mixed parentage, Washington, 1927, reed., 1969.
C la r k , Víctor S., History of manufactures in the United States, 3 vols., H u t c h i n s o n , Edward P., lmmigrants and their children, 1850-1950, Nueva
Nueva York, 1929. York, 1956.
Joseph son , Matthew, The robber barons: the great American capitalists, U. S. B u r e a u O f T h e C en su s, Historical statistics of the United States,
1861-1901, Nueva York, 1934. colonial times to 1970, Washington, 1975.
N e v in s , A lia n , John D. Rockefeller: the heroic age of American business,
N u eva York, 1940. 3. Obras de conjunto y colecciones
R o s e n b e r g , Nathan, comp., The American system of manufactures: the re­
port of the Committee on the Manufactures of the United States, 1855, B ow ers, David F ., comp.,Foreign influences in American life: essays and
Edimburgo, 1969. critical bibliographies, Princeton, 1944.
T e m in , Peter, Iron and steel in nineteenth century America, Cambridge, D a v ie , Maurice R ., World inmmigration, Nueva York, 1936.
(Massachusetts), 1964. F e r e n c z i, Imre y W i l l c o x , Walter F ., International migrations, 2 vols.,
W a l l , Joseph F ., Andrew Carnegie, Nueva York, 1970. Nueva York, 1929, 1931.
W a r e , Caroline F., The early New England cotton manufacture,Boston,1931. H a n d lin , Oscar, The uprooted, Nueva York, 1951.
H a n sen , Marcus Lee, The Atlantic migration 1607-1860, Nueva York, 1940.
H a n se n , Marcus Lee, Der Einwanderer in der Geschichte Amerikas, Stutt-
8. Tecnología gart, 1948.
J o n e s , Maldwyn Alien, American immigration, Chicago, 1960.
D a v id , Paul A ., Technical choice, innovation, and economic growth: essays
on the American and British experience in the nineteenth century, Cam­ M o l l e r , Robert, comp., Population movements in modern European history,

bridge, 1975. Nueva York, 1964.


H a b a k k u k , H . J., American and British technology in the nineteenth century, M o l t m a n n , Günter, comp., Deutsche Amerikaauswanderung im 19. Jahr-

Cambridge (Inglaterra), 1962. hundert, Stuttgart, 1976.


R osenberg, Nathan, Technology and American economic growth, Nueva Perspectives in American history, 7, 1973; tema del volumen: «Dislocation
York, 1972. and emigration: the social background of American immigration.»
S tra ssm a n , W. Paul, Risk and technological innovation: American manufac- P o s t a n , M. M. y H a b ak k u k , H . J., comp., The Cambridge Economic H is­

turing methods during tbe nineteenth century, Ithaca (Nueva York), 1959. tory of Europe, vol VI, The industrial revolution and after, 2 partes,
Cambridge, 1966, parte 1. (Historia económica de Europa, vol. V II, Las
revoluciones industriales y sus consecuencias, Madrid, Ed. Revista de Derecho
9. Finanzas Privado, 1977).
T a y l o r , Philip, The distant magnet: European emigration to the U.S.A.,
F rie d m a n , Milton y Anne J. S c h w a r t z , Monetary history of theUnited
Londres, 1971.
States, 1867-1960, Princeton, 1963.
T h o m a s , Brinley, Migration and economic growth: a study of Great Britain
M y e r s , Margáret M., The New York money markets, vol. 1, Origins and
and the Atlantic economy, 2.a ed., (Cambridge), 1973.
development, Nueva York, 1931.
T o m a s k i, John A ., «The determinants of intercountry differences in European
S m i t h , Walter B ., Economic aspects of the Second Bank of the United
States, Cambridge (Massachusetts), 1951. emigration: 1881-1900», Journal of Economic History, 31, 1971, pp. 840-853.
W i t t k e , Cari, W e who built America, Nueva York, 1939.
T r e s c o t t , Paul B., Financing American enterprise, Nueva York, 1963.
Z i e g l e r , Benjamín M., comp., Immigration. An American dilemma, Boston,
1953; Problems in American Civilization.

CAP. 4: LA EMIGRACION A AMERICA EN LOS SIGLOS XIX Y XX 4. Legislación

1. Bibliografías D iv in e , Robert A ., American immigration policy 1924-1952, New Haven,


1957.
Referencias bibliográficas actuales en The International Migration Review. G a r is ,Roy L., Immigration restriction, Nueva York, 1927.
B o w e r s , David F., comp., Foreign influences in American life: essays and K e e ly , Charles B ., «Effects of the immigration Act of 1965 on selected
critical bibliographies, Princeton, 1944. population characteristics o f immigrants to the United States», Demo-
P o c h m a n n , Henry A . , Bibliography of Germán culture in America to 1940, grapby, 8, 1971. pp. 157-169.
Madison, 1953.
S c o t t , Franklin D., The peopling of America: perspectives on immigration, 5. Ghettos
Washington, 1972.
T o lz m a n n , Don Heinrich, comp., Germán-Americana: a bibliography, Metu-
Howard P., « A new look at ethnic neighborhoods: residential
C h u d a c o ff,

chen (Nueva Jersey), 1975. dispersión and the concept of visibility in a médium sized city», Journal
o f American History, 60, 1973, pp. 76-93.

440
441
C ressey, Paul Frederick, «Population succession in Chicago, 1898-1930*, Ame­ V e c o li,Rudolph J., «Ethnicity: a neglected dimensión of American history»,
rican Journal of Sociology, 44, 1938-1939, pp. 59-69. en Herbert J. Bass, comp., The State of American history, Chicago, 1970,
K a n t r o w it z , Nathan, «Ethnic and racial segregation in the New York pp. 70-88.
metrópolis, 1960», American Journal of Sociology, 74, 1968-69, pp. 685-
695.
7. Repatriación
L ie b e r s o n , Stanley, Ethnic patterns in American cities, Nueva York, 1963.
W a r d , David, «The emergence of central immigrant ghettoes in American
C a r o li, Betty Boyd, Italian repatriation from the United States, 1900-1914,
cities: 1840-1920», Annals of the Association of American Geographers, 58.
Nueva York, 1973.
1968.
S a l o u t o s , Theodore, They remember America: repatriated Greek-Americans,
W a rn er, Sam Bass, y B u r k e , Colin B ., «Cultural change and the ghetto». Berkeley, 1956.
Journal o f Contemporary History, 4, 1969, pp. 173-187. S h e p p e r s o n , Wilbur S ., Emigration and disenchantment, Norman (Oklaho­
W i r t h , Louis, The ghetto, Chicago, 1928.
ma), 1965.
V a g ts , Alfred, Deutsch-Amerikanische Rückwanderung, Heidelberg, 1960.

6. Asimilación y etnicidad: el problema del crisol


8. Xenofobia
A n t in , Mary, The promised land, Boston, 1912.
B oga rdu s, Emory S., Essentials of americanization, Los Angeles, 1919. B illin g t o n , Ray Allen, The Protestant crusade 1800-1860:a study o f the
C h i l d , Irvin L., Italian or American? The second generation in conflict, origins of American nativism, 2.a ed., Chicago, 1964.
New Haven, 1943. H i g h a m , John, Strangers in the land: patterns of American nativism 1860-
F is h m a n , Joshua A ., comp., Language loyalty in the United States: the 1925, 2.a ed., Nueva York, 1963.
maintenance and perpetuation of non-English mother tongues by American H i g h a m , John, «Anpther look at nativism», Catholic Historical Review, 44,
ethnic and religious groups, La Haya, 1966. 1958. pp. 147-J58.
G l a z e r , Nathan y M o y n i h a n , Daniel P., Beyond the melting pot, 2.a ed., S o l o m o n , Barbara Miller, Ancestors and immigrants: a changing New England
Cambridge (Massachusetts), 1975. tradition, Cambridge (Massachusetts), 1956.
G l e a s o n , Philip, «Melting pot: symbol of fusión or confusion?», American
Quarterly, 16, 1964, pp. 20-46.
9. Industria y trabajadores
G o r d o n , Milton M., Assimilation in American life, Nueva York, 1964.
G r e e l e y , Andrew M., Ethnicity in the United States: a preliminary re- B rody, David, Steelworkers in America: the nonunion era, Cambridge, (Ma­
connaissance, Nueva York, 1974.
ssachusetts). 1960.
G r e e r , Colin. comp., Divided society: the ethnic experience in America, E r ic k s o n , Charlotte, American industry and the European immigrant, 1860-
Nueva York, 1974. 1885, Cambridge, (Massachusetts), 1957.
H a n d lin , Oscar, Race and nationality in American life, Boston, 1957. G r e e n e , Victor R.. The Slavic community on strike.Immigrant labor in
H e r b e r g , W ill, Protestant, Catholic, Jew, 2.a ed., Nueva York, 1960. Pennsylvania anthracite, Notre Dame (Indiana), 1968.
H o l l i n g s h e a d , August B., «Cultural factors in the selection of marriage H e r s h b e r g , Theodore y otros, «Occupation and ethnicity in five nineteenth
mates» American Sociological Review, 15, 1950, pp. 619-627. century cities: a collaborative inquiry», Historical Methods Newsletter, 7,
H u t c h i n s o n , Edward P., Immigrants and their children, Nueva York, 1956. 1974, pp. 174-216.
I a n n i, Francis A ., «Residential and occupational mobility as Índices of the H ig g s , Robert, «Race, skills, and earnings: American immigrant* in 1909»,
acculturation of an ethnic group», Social Forces, 36, 1957, pp. 65-72. Journal of Economic History, 31, 1971, pp. 420-428.
K ennedy, Ruby Jo Reeves, «Single or triple melting pot? Intermarriage K o r m a n , Gerd, Industrialization, immigrants and americanizers: tbe view
trends in New Haven, 1870-1940», American Journal of Sociology, 39, from Milwaukee, 1886-1921, Madison, 1967.
1944, pp. 331-339. W i lk i n s o n , A. Maurice, «European migration to the United States: an
K lo s s , Heinz, «German-American language maintenance efforts», en Jos­ econometric analysis of aggregate labour supply and demand», Review of
hua A. Fishman, comp., Language loyalty in the United States, La Haya, Economics and Statistics, 52, 1970, pp. 272-279.
1966.
M i t t e l b a c h , Frank G . y M o o r e , Joan W ., «Ethnic endogamy — The 10. Política
case o f Mexican-Americans», American Journal of Sociology, 74, 1968-1969.
pp. 50-62. John M ., A house for all the peoples: ethnic politics in Chica­
A l ls w a n g ,
P a n u n z io , Constantine M., The soul of an immigrant, Nueva York, 1921. go 1890-19)6, Lexington, 1971.
S t o n e q u is t , Everett V ., The marginal man. A study in personality and C h i l d , Clifton James, The Germán-Americans in politics 1914-1917, Madi­
culture conflict, Nueva York, 1937. son, 1934.
T h o m a s , John L., «The factor of religión in the selection of marriage mates» F u c h s , Lawrence H ., The political behavior of American Jews, Glencoe,
American Sociological Review, 16, 1951, pp. 487-491. (Illinois), 1956.
V e c o l i , Rudolph J ., « Contadini in Chicago: a critique o f The Uprooted», J en sen , Richard, The winning o f the Midwest: social and political conflict,
Journal of American History, 51, 1964, pp. 404-417. 1896-1898, Chicago, 1971.

442 443
K le p p n e r , Paul, The cross o f culture: a social analysis of Nlidwestern poli­
sprachigen Emigration in den Vereinigten Staaten, 1933-1963: Geschichte
tics 1850-1900, Nueva York, 1970.
und Politische Wissenschaft».
L e v y , Mark R. y K r a m e r , Michael S., The ethnic factor: how America’s
K e n t , Donald P., The refugee intellectual: the americanization of the immi­
minorities decide election, 2.* ed., Nueva York, 1973.
grants of 1933-1941, Nueva York, 1953.
L uebke, Frederick C., Immigrants and politics: the Germans of Nebraska,
M o r s e , Arrhur D ., While six million died, Londres, 1968.
1880-1900, Lincoln (Nebraska), 1969.
W y m a n , David S., Paper walls: America and the refugee crisis, 1938-1941,
L u eb k e, Frederick C., comp., Ethnic voters and the election of Lincoln, Lin­
Amherst, 1968.
coln (Nebraska), 1971.
N e l s o n , Clifford L., Germán-American political behavior in Nebraska and
Wisconsin, 1916-1920, Lincoln (Nebraska), 1972.
P a r e n t i, Michael, «Ethnic politics and the persistence of ethnic Identifica­ 14. Grupos de inmigrantes
tion*, American Political Science Review, 61, 1967, pp. 717-726.
R i s c h i n , Moses, « Our own kind»: voting by race, creed, or national origin, a) Chinos
Santa Bárbara, 1960.
W e e d , Perry L.. The tvhite ethnic movement and ethnic politics, Nueva S ung, Betty Lee, The story of the Chínese in America, Nueva York, 1974.
York, 1973.
b) Alemanes
11. Religión e Iglesia
C u n z, Dieter, The Maryland Germans, Princeton, 1948.
A n d erson , Charles H ., White protestant Americans: from national origins F a u s t, Albert B.. The Germán element in the United States, 2 vols., Nueva
to religious group, Englewood Cliffs (Nueva Jersey), 1970. York. ed. revisada, 1927.
E l l i s , John Tracy, American catholicism, 2.* e d ., Chicago, 1969. H a w g o o d , John A ., The tragedy of Germán-America, Nueva York, 1940.
L e n s k i, Gerhard, The religious factor, Garden City (Nueva York), 1961. K ó ll m a n , Wolfgang y M a r s c h a l c k , Peter, «Germán emigration to the United
S t e p h e n s o n , George M., The religious aspects of Swedish immigration, States», Perspectives in American History, 7, 1973, pp. 499-554.
Minneapolis, 1932. L uebke, Frederick C., Bonds of loyalty: Germán-Americans and World
V e c o l i , Rudolph J., «Prelates and peasants: Italian immigrants and the War I, DeKalb (Illinois), 1974.
Catholic Church», Journal of Social History. 2, 1968-1969, pp. 217-268. M a r s c h a l c k , Peter, Deutsche Überseewanderung im 19. Jahrhundert: Ein
Beitrag zur soziologischen Theorie der Bevólkerung, Stuttgart, 1973.
W a l k e r , Mack, Germany and the emigration, 1816-1885, Cambridge (Massa­
12. Estudios sobre ciudades específicas
chusetts), 1964.
W i t t k e , Cari, Refugees of revolution: The Germán forty-eigbters in America,
B a rton , Josef J., Peasants and strangers: Italians, Rumanians, and Slovaks
Filadelfia, 1952.
in an American city, 1890-1950, Cambridge (Massachusetts), 1975.
W u s t , Klaus. The Virginia Germans, Charlottesville, 1969.
C o l é , Donald B., Immigrant city: Lawrence, Massachusetts, 1845-1921, Chapel
Hill, 1963.
C o n z e n , Kathleen Neils, Immigrant Milwaukee, 1836-1860: accommodation c) Ingleses, escoceses y galeses
and community in a frontier city, Cambridge (Massachusetts), 1976.
E r n s t , Robert, Immigrant life in New York city, 1825-1863, Nueva York, B e r th o ff, Rowland T., British immigrants in industrial America, 1790-
1949. 1950, Cambridge (Massachusetts), 1953; Nueva York, 1968.
H a n d lin , Oscar, Boston's immigrants: a study of acculturation, ed. corregida y E r ic k s o n , Charlotte, Invisible immigrants: the adaptation of English and

aumentada, Cambridge (Massachusetts), 1959. Scottish immigrants in nineteenth century America, Londres, 1972.
T h e r n s t r o m , Stephan, The other Bostonians, Cambridge (Massachusetts), 1973. G a l l o x t a y , Lowell E. y V e d d e r , Richard K., «Emigration from the United
Kingdom to ih e United States: 1860-1913», Journal of Economic History,
31, 1971. pp. 885-897.
13. Emigración, 1933-1945 H a r t m a n n , Edward, Americans from Wales, North Quincy (Massachusetts),
1967
F e in g o ld , Henry L ., The politics of rescue: the Roosevelt Administration
and the holocaust, 1938-1945, New Brunswick (Nueva Jersey), 1970.
F e r m i, L au ra, lllustrious immigrants: intellectual migration from Europe, d) Irlandeses
1930-41, Chicago, 1968.
G r e e le y , Andrew M., That most distrustful nation: the taming of the
F le m in g . Donald, y B a il y n , Bernard, comps., Intellectual migration: Europe
American Irish, Chicago, 1972.
and America, 1930-1960, Cambridge (Massachusetts), 1969.
W i t t k e , Cari. The Irish in America, Baton Rouge, 1956.
G r o s s m a n n , K urt R ., Emigration: Geschichte der Hitler-Flüchtlinge, 1933
bis 1945, Francfort 1969.
Jahrbuch für Amerikastudien, vol. 10, 1965 y 11, 1966, con colaboraciones e) Griegos
de Louise W. Holborn, Herbert Marcuse, Albert Wellek y Gerald Stourzh,
incluyendo un* bibliograbía de Gerald Stourzh, «Bibliographie der deutsch Theodore. The Greeks in the United States, Cambridge (Massachu­
S a lo u t o s ,
setts), 1964.

444
445
H o g lu n d ,Arthur William, Finnisb immigrants in America, 1880-1920, Madi
f) Italianos
son, 196G
D ore, Grazia, «Some social and historical aspects of Italian emigration to H v e d t , Kristian, Fligbt to America, Nueva York, 1975.
America», Journal of Social History, 2, 1968-1969, pp. 95-122.
G a n s, Herbert J., The urban villagers: group and class in the life of Italian-
Americans, Nueva York, 1962.
T o m a s i, Silvano M. y E n g e l, MadelineH . , The Italian experience in the CAP. 5: LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZACION.
EL IMPERIALISMO Y LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, 1890-1920
United States, Nueva York, 1970.

g) Japoneses 1. Bibliografías

D a n ie ls , The politics of prejudice: the anti-Japanese movement in


R og er, D e S a n tis ,Vincent P.. The gilded age, 1877-1896, Northbrook (Illinois), 1973.
California and the struggle for Japañese exclusión, Berkeley, 1962. E g b ert, Donald Drew y otros, comp., Socialism and American life, vol. 2,
K i t a n o , Harry H . L., Japanese-Americans: the evolution of a subculture, Princeton, 1952.
Englewood Cliffs (Nueva Jersey) 1969. L in k , Arthur S ., y L e a r y , William M . Jr., comp., The Progressive era and
the great war, 1896-1920, Nueva York, 1969.
h) Judíos N e u f e ld , Maurice F., A representative bibliography of American labor history,
Nueva York, 1964.
F e in g o ld , H e n r y L ., Zion in America: the Jewisb experience from colonial S t r o u d , Gene S. y D o n a h u e , Gilbert E., comp., Labor history in the
times to the present, N u ev a York, 1974. United States: a general bibliography, Urbana (Illinois), 1961.
Foner, Philip S., The Jews in American history, 1654-1865, Nueva York,
1946.
G o l d s t e i n , Sidney y G o l d s c h e i d e r , Calvin, Jewish Americans: three gene- 2. Obras de conjunto y colecciones
ration in o Jewish community, Englewood Cliffs (Nueva Jersey), 1968.
H a n d lin , Oscar, Adventure in freedom: three hundred years of Jewish life F a u lk n e r , Harold U., Politics, reform and expansión, 1890-1900, Nueva
in America, Nueva York, 1954. York, 1958
H o w e , Irving, World of Our fathers, Nueva York, 1976. G a r r a t y , John, The new Commonwealth, 1877-1890, Nueva York, 1968.
G in g e r , Ray, Age of excess: the United States from 1877 to 1914, Nueva
R i s c h i n , Moses, The promised city: New York’s Jews 1870-1914, Cambridge
(Massachusetts), 1962. York, 1965
S h e r m a n , Charles B ., The Jew within American society: a study in etbnic
Hays, SamuelP., The response to industrialism, 1885-1914, Chicago, 1957.
individuality, Detroit, 1961. H o fsta d te r, Richard, The age o f reform: from Bryanto F.D.R., Nueva
York, 1955.
K o l k o , Gabriel, The triumph o f conservatism; a reinterpretation of American
i) Latinoamericanos
history, 1900-1916, Glencoe (Illinois), 1963.
F it z p a t r ic k ,Joseph P ., Puerto Rican Americans: the meaning of migration L in k , Arthur S., Woodrow Wilson and the Progressive era, 1910-1917, Nueva
to the mainland, Englewood Cliffs, 1971. York, 1954, 1963.
H a n d lin , Oscar, The newcomers: Negroes andPuerto Ricans in a changing M o r g a n , Howard Wayne, comp., The gilded age: a reappraisal, Syracuse,
metrópolis, Cambridge (Massachusetts), 1959. 1970.
M c W i l l i a m s , Carey, North from México: the Spanish-speaking people of the . M o w r y , George E., The era o f Theodore Roosevelt, 1900-1912, Nueva York,
United States, 2.* ed., Nueva York, 1961. (A l Norte de México. El con­ 1958.
flicto entre «anglos» e <rhispanos», México, Siglo X X I, 1968). P r i n g l e , Henty F., The life and times of William Howard Taft, 2 vols.,
Nueva York, 1939.
j) Polacos S c h w a b e , Klaus, Woodrow Wilson: Ein Staatsmann zwischen Puritanertum
und Liberalismus, Gotinga, 1971.
T hom as, William I. y Z n a n ie c k i, Florian, The Polish peasant in Europe W ie b e , Robert H ., The search for order, 1877-1920, Nueva York, 1967.
and America, 2 vols., Nueva York, 1918-1920, reed., 1958. W o o d w a r d , C . Vann, Origins o f the new South, 1887-1920, Baton Rouge,
W y t r w a l , Joseph A ., America’s Polish heritage: a social history of the 1951.
Poles in America, Detroit, 1961.
3. Relaciones sociales (sobre la situación de los inmigrantes véase cap. 4)
k) Escandinavos

B e ijb o m , U lf, Swedes in Chicago: a demographic and social study of the a) Nivel de vida, movilidad social
1846-1880 Immigration, Chicago, 1971.
B e n s o n , A ., y H e d in , A ., Swedes in America, 1638-1938, Nueva York, 1938, B rem n er, Robert H ., From the depths: the discovery of poverty in tbe
reed., 1969. United States, Nueva York, 1956.
B le g e n , Theodore C., The Norwegian migration to America, 2 vols., North- B r iss e n d e n , Paul F., Earnings of factory workers, 1899-1927, Washington,
field ( M in n .), 1931-1940. 1929.

446 447
O s o fs k y , Gilbert, Harlem: the making of a ghetto — Negro New York,
Robert C . , The standard of tivlng among workingmen's fam ilia in
C h a p ín ,
New York City, Nueva York, 1909. 1890-1930, Nueva York, 1966.
R u d w ic k , Elliott, W. E. B. DuBois: a Study in minority group Leadersbip,
C o o MBS, Whitney, The wages of unskilled labor in manufacturing industries
w the United States, 1890-1924, Nueva York, 1926. Filadelfia, 1960.
S c h e i n e r , Seth M., Negro Mecca: A history of the Negro in New York
D ouglas, Paul H -, Real wages in the United States, 1890-1926, Boston 1930
H u n t e r , Robert W ., Poverty, Nueva York, 1904, 1965. city, 1865-1920, Nueva York, 1965.
Spear, Alian H „ Black Chicago: the making of a Negro Ghetto, 1890-
L ong, Clarence D ., Wages and earnings in the United States, 1860-1890
Princeton, 1960. 1920,Chicago, 1967.
S p e n c e r , Samuel R., Jr., Booker T. Washington and the Negro s place in
R ees, Albert, Real wages in manufaduring, 1890-1914, Princeton, 1961.
RIIS, Jacob A ., How the other half Uves, (l.« ed., 1890), comp. por Sam American life, Boston, 1955.
Bass Warnet, Jr., Nueva York, 1970. W e is s , Nancy Joan, «The Negro and the new freedom: fighting W i ls o -
S t e in e r , Jesse F., Americans at play, Nueva York, 1933; reed., 1970.
nian segregation», Political Science Quarterly, 84, 1969, pp. 61 ss.
W o o d w a r d , C . Vann, The strange career of Jim Crow, 2.* ed., Nueva
T h e r n s t r o m , Stept-an, The other Bostonians: poverty and progress in the
American metrópolis, 1880-1970, Cambridge (Massachusetts), 1973. York, 1966.
W ynes, Charles E., Race relations in Virginia, 1870-1902, Charlottesville,
T h e r n s t r o m , Stephan, Poverty and progress: social mobility in a nine-
teentb century city, Cambridge (Massachusetts), 1964. 1961

b) Familia, situación de la mujer d) Ciudades (véase también Obras de carácter general 4 c)

A ddam s, Jane, Twenty years at Hull House, Nueva York, 1912. W arn er, Sam B ., J., Streetcar suburbs: the process of growth in Boston,
C a lh o u n , Arthur W ., A social history of the American family, 3 vols 1870-1900, Cambridge (Massachusetts), 1962.
Cleveland, 1919.
Eleanor, Century of struggle: the Women’s rights movement in the
F le x n e r ,
4. Ideas sociales y políticas
United States, Cambridge (Massachusetts), 2.' ed., 1975.
**1 9 2 9 ■Ioseph A'’ Women •» gainful occupation, 1870-1920, Washington, B ou rn e, Randolph S., War and the intellectuals: collected essays, 1925*1919,
comp. por Cari Resek, Nueva York, 1964.
Aileen S., The ideas
K r a d ito r , of the woman suffrage movement, 1890- C a r n e g ie , Andrew, The Gospel o f wealth and other timely essays (1.* ed.,
1920, Nueva York, 1965.
1900), comp. por Edward C. Kirkland, Cambridge (Massachusetts), 1962.
L u tz , Alma, Susan B. Anthony: rehel, crusader, humanitarian, Boston, 1959. D e r b e r , Milton, «The idea of industrial democracy in America, 1898-1915»,
M cG overn , James R . , «The American woman’s pre-World War I freedom
Labor History, 7, 1966, pp. 259-286.
in manners and moráis», Journal of American History, 55 1968 Davi­ F in e , Sidney, Laissez taire and the general-welfare State: a study o f conflict
nas 315-333.
in American thought, 1865-1901, Ann Arbor, 1956, 1964.
O ’ N e i l l , William L ., Divorce in the Progressive era, New Haven, 1967. H o f s t a d t e r , Richard, Social darwinism in American thought, ed. revisada,
O ’ N eill , W illiam L ., Everyone was brave: a history of feminism in Ame-
rica, Chicago, 1971. Boston, 1955. . íw )
K ir k la n d , Edward, C., Dream and thought in a business community, 1860-1900,
S e n n e t t , Richard, Families against the city: middle class hommes of indus­
Ithaca (Nueva York), 1956.
trial Chicago, 1872-1890, Cambridge (Massachusetts), 1970. L a s c h , Christopher, The American liberáis and the Russian revolution, Nue­
va York, 1962.
c) Problemas raciales y situación de los negros
L a s c h , Christopher, The new radicalism in America, 1889-196): the inteUectual
as a social type, Nueva York, 1965.
Henry, «W oodrow Wilson and the race question», Journal of
B lu m e n th a l,
L en s, Sidney, Radicalism in America, Nueva York, 1966.
Negro History, 48, 1963, pp. 1-21.
M c C lo s k e y , Robert G ., American conservatism in the age of enterprise:
Francis L ., W E. B. DuBois: Negro leader in a time of crisis,
B r o d e rick ,
Stanford, 1959. study of William Graham Summer, Stephan J. Field, and Andrew Carnegie,
Cambridge (Massachusetts), 1951.
DuBois, W. E. B., The Philadelphia Negro: a social study Nueva York,
M a y Henry F ., The end of American innocence: a study of the first years
1899, 1967.
o f ’ our own time, 1912-1917, Nueva York, 1959, 1964.
H arlan , Louis R ., Separate and unequál: public school campaigns and ra-
M a y , Henry F ., Protestant Churches and industrial America, Nueva Y o r k ,
cism in Southern seaboard states, 1901-1915, Nueva York, 1968.
J a c o b s o n , Julius, comp., The Negro and the American labor movement, 1949, 1967. .
P essen , Edward, «The egalitarian myth and the American social reality:
Garden Citv (Nueva York), 1968.
wealth, mobility and equality in the ” era o f the common man” » , Ameri­
K e l l o g g , Charles F ., NAACP: A history of the National Association for the
Advancement of Colored People, 1909-1920, Baltimore, 1967. can Historical Review, 76, 1971.
W h i t e , Edward A ., Science and religión in American thought: the impact
L ogan , Rayford W ., The Negro in American lite and thought: the nadir,
1877-1901, Nueva Y ork, 1954. ot naturalism, Nueva York, 1952.
W h i t e , Morion G ., Social thought in America: tbe revolt against forma-
M e i e r , August, Negro thought in America, 1880-1915 ; racial ideologies in
the age o f Booker T. Washington, Ann Arbor, 1963. lism, ed. revisada, Boston, 1957.

449
448
5. Constitución y derechos civiles P e r lm a n , Mark, Labor unión theories in America: background and deve-
lopment, Evanston, 1958.
Joh n son , Donald, Challenge to American freedoms. World War One and R a y b a ck , Joseph G., A history o f American labor, Nueva York, 1959.
the American Civil Liberties Union, Lexington (Kentucky), 1963. S a x t o n , Alexander, The indispensable enemy: labor and the anti-Chinese

P reston , William, Aliens and dissenters: federal suppression of radicals, movement in California, Los Angeles, 1971.
1903-1933, Cambridge (Massachusetts), 1963. T a f t , Philip, The A. F. of L. from the death o{ Gompers to tbe merger,

S c h e i b e r , Harry N., The Wilson Administration and civil liberties, 1917- Nueva York, 1959.
1921, Ithaca (Nueva York), 1960. T a f t , Philip, The A. F. of L. in the Time of Gompers, Nueva York, 1957.

W o o d , Stephen B., Constitutional politics in the Progressive era: child T a f t , Philip, Organized labor in American history, Nueva York, 1964.
labor and the law, Chicago, 1968. T a f t , Philip, Labor politics American style: the California State Federation
of Labor, Cambridge (Massachusetts), 1968.
W o l f f , León J., Lockout: the story of the homeslead strike of 1892, Nueva
6. Los agricultores y el populismo York, 1965.

C o le tta , Paolo E., William Jennings Bryan, 2 vols., vol. I: Political Evan- 8. Las reformas liberales y el movimiento progresista
gelist, 1860-1908, Lincoln (Nebraska), 1964.
G o o d w y n , Lawrence, Democratic promise: the populist movement in America, A a ron , Daniel, Men of good hope: a story of American progressives, Nueva
Nueva York, 1976. York, 1951, 1961.
H a y t e r , Earl W . , The troubled farmers, 1850-1900: rural adjustment to in- A b e l l , Aaron I ., American catholicism and social action: a search for social
dustrialism, DeKalb (Illinois), 1968. justice, 1865-1950, Garden City, Nueva York, 1960.
H ic k s , John D ., The populist revolt: a history of the farmers’ alliance and C r o l y , Herbert, The promise o f American Ufe ( l . #ed., 1909), comp. por
the People's Party, Minneapolis, 1931. Arthur M. Schlesinger, Jr., Cambridge (Massachusetts), 1965.
N o r m a n , Pollack, The populist response to industrial America. Midwestern po­ D a v is , Alien F . , Spearheads for reform: the social settlements and the P ro­
pulist thought, Cambridge (Massachusetts), 1962. gressive movement, 1890-1914, Nueva York, 1967.
P u h l e , Hans-Jürgen, Politische Agrarbewegungen in kapitalistischen Indus­ F i l l e r , L o u is , Muckrakers: crusaders for American liberalism, C h ic a g o , 2 .a ed.,
triegesellschaften: Deutschland, U 54 und Frankreich im 20. Jahrhundert, 1968.
Gotinga, 1975. F orcey, Charles, The crossroa d s of lib e ra lism : Croly, Weyl, Lippmann, and
S a l o u t o s , Theodore, Farmer movements in the South, 1865-1933, Lincoln (Ne­ the P ro g re ssiv e era, 1900-1925, Nueva York, 1967.
braska), 1964. G u s t f i e l d , Joseph, Symbolic crusade: status, politics and the American tem-
peranee movement, Urbana (Illinois), 1963.
Hays, Samuel P., Conservation and the Gospel of efficiency: the P ro g re ssiv e
7. Movimiento obrero y sindicatos conservation movement, 1890-1920, Cambridge (Massachusetts). 1959, 1969.
H u t h m a c h e r , Joseph, «Wilson liberalism and theage o f reform», Missis-
A d am s, Graham Jr., The age of industrial violence, 1910-1915, Nueva sippi Valley Historical Review, 4 9 , 1962, pp. 231-241.
York, 1966. L e t w i n , William L ., Law and economic policy in America: the evolution of
B rech er, Jeremy, Streiks und Arbeiterrevolten: Amerikanische Arbeiterbe- the Sherman Antitrust Act, Nueva York, 1965.
wegung, 1877-1970, Francfort, 1975, traducción abreviada de Strike, San L u b o v e , R o y , The struggle for social security, 1900-1935, Cambridge (Massa­
Francisco, 1972. chusetts), 1 96 8.
B r o d y , David, Labor in crisis: the steel strike of 1919, Filadelfia, 1965. M a n n , A r th u r, c o m p ., The P ro g r e s s iv e era : lib e ra l ren a issa n ce o r lib e r a l
C o m m o n s , John R., y otros, History of labor in the United States, 4 vols., fa ilu r e? Nueva York, 1963.
Nueva York, 1918-1935. M a n n , A rth u r, Yankee reformen in the Vrban age: social reform in Boston,
D u b o f s k y , Melvyn, We sha.ll be all: a history of the industrial workers of 1880-1900, C a m b r id g e (M a ssa ch u setts), 1954.
the world, Chicago, 1969. N o b l e , D a v id W . , The P aradox o f P ro g re ssiv e thought, M in n e a p o lis , 1958.
D a v id , Henry, The history of the Haymarket affair: a study in the American S p r o a t , J oh n G . , Best m en : lib e r a l r e fo r m e n in the g ild e d age, Nu ev a
social revolutionary and labor movement, Nueva York, 1936. Y o r k , 1968.
E g g e r t , Gerald G ., Railroad labor disputes: the beginnings of a federal T im b e r la k e , J am es H . , Prohibition and th e P rog ressiv e m o v e m e n t, 1900-1920.
strike Policy, Ann Arbor, 1967. C a m b rid g e (M a ssa ch u setts), 1963.
F o n e r , Philip S., History of the labor movement in the United States, W ie b e , Robert H ., Businessment and reform: a study o f the Progressive mo­
4 vols., Nueva York, 1947-1965. vement, Cambridge (Massachusetts), 1962,
K a r s o n , Marc, American labor unions and politics, 1900-1918, Carbondale, Y e llo w it z ,Irwin, Labor and the Progressive movement in New York State,
(Illinois), 1958. 1897-1916, Ithaca (Nueva York), 1965.
M a n d e l, Bernard, Samuel Gompers: a biography, Yellow Springs (Ohio), 1963.
N a d w o r t h y , Milton J., Scientific management and the unions, 1900-1932,
9. Socialistas y comunistas
Cambridge (Massachusetts), 1955.
O z a n n e , Robert, A century of labor-management relations at McCormick and Henry F., Socialism and the workers in Massachusetts, 1866-1912,
B e d fo r d ,
International Harvester, Madison (Wisconsin), 1967. Amherst (Massachusetts), 1966.

450 4 51
B e ll, Daniel, Marxian socialism in the United States, Princeton, 1952, 1967. M a yer, Amo J . , Politics and diplomacy of peacemaking: containment and
B e r n s t e in ,Samuel, The First International in America, Nueva York, 1962. counterrevolution at Versátiles, 1918-1919, Nueva York, 1968.
M om m sen , Wolfgang J., Das Zeitalter des lmperialismus, Francfort, 1969.
D e s t l e r , Chester, American Radicalism, 1865-1901: essays and documents
Nueva York, 1946-1963. (La época del imperialismo. Europa, 1885-1918, Madrid, Siglo X X I, 1971).
M o r g a n , Howard Wayne, America’s road to empire: the war with Spaia
D r a p e r , Theodore, The roots of American communism, Nueva York, 1957.
E g b e r t , Donald D. y P e r s o n s , Stow, comps., Socialism and American life,
and overseas expansión, Nueva York, 1965.
2 vols., Princeton, 1952. P a r r i n i, C a ri, H eir to empire: United States economic diplomacy, 1916-1923,
P ittsb u rg h , 1969.
H e r r e s h o f f , David, American disciples of Marx: from the age of Jackson
to the Progressive era, Detroit, 1967. P r a t t , Julius W ., Expansionists o f 1898: the acquisition of Hawaii and the
K ip n is , Ira A ., The American socialist movement, 1897-1912, Nueva York
Spanish islands, Baltimore, 1936.
1952. R i e n c o u r t , Amaury de, American empire, Nueva York, 1968.
R o z w e n c , Edwin C. y L i n d f o r s , Kenneth, The United States and the new
M o r g a n , Howard Wayne, Eugene V. Debs: socialist for president, Syracu-
se, 1962. imperialism, 1898-1912, Lexington (Massachusetts), 1968.
M u r r a y , Robert K., Red scare: a study in national hysteria, 1919-1920, Nueva S c h w a b e , Klaus, Deutsche Revolution und Wilson-Frieden: Die amerika­
York, 1955. nische und deutsche Friedensstrategie zwischen Ideologie und Macbt-
S h a n n o n , David A ., The Socialist Party of America, Nueva York, 1955. politik, 1918-1919, Düsseldorf, 1971.
S t o n e , Ralph A ., Irreconcilables: the fight against the League of Nations,
S o m b a r t , Wemer, Warum gibt es in den Vereinigten Staaten keinen Sozia-
lismus?, Tubinga, 1906. Lexington (Kentucky), 1970.
W e h l e r , Hans-Ulrich, Der Aufstieg des amerikanischen lmperialismus: Stu-
W e in s t e in , James, The decline of socialism in America, :1912-1925, Nueva
York, 1967. dien zur Entwicklung des Imperium Americanum, 1865-1900, Gotinga, 1974.
Y o r b u r g , Betty, Utopia and reality: a collective portrait of American socia-
lists, Nueva York, 1969.
ca p . 6: l o s e s t a d o s u n id o s e n t r e l a s d o s g u e r r a s , 1919-1941
10. Imperialismo y política exterior
1. Bibliografías (véanse las bibliografías de las Obras de carácter general
A n g e rm a n n , Erich, «Ein Wendepunkt in der Geschichte der Monroe-Doktrin y del capítulo 5)
und der deutsch-amerikanischen Beziehungen: Die Venezuelakrise von
1902/03 im Spiegel der amerikanischen Tagespresse»,Jahrbuch für Ameri-
kastudien, 3, 1958, pp. 22-58. 2. Obras de conjunto y colecciones, 1920-1941
B e is n e r , Robert L., Twelve against empire: the anti-imperalists, 1898-1900,
Nueva York, 1968. F ra n ck , Louis R ., Histoire économique et sociale des Etats-Unis de 1919-
1949, París, 1950.
B u e h r i g , Edward H . , comp., Wilson’s foreign policy in perspective, Blooming-
ton (Indiana), 1957. G a b r ie l, Ralph H . , «Isoliertes Amerika (1913-1941)», Propyláen Weltge-
schichte, comp. por Golo Mann, vol. 9, Berlín, 1962, pp. 279-310.
D o e r r i e s , Reinhard, Berlin-Washington, 1909-1917, Dusseldorf, 1973.
H ic k s , John D ., Republican ascendancy, 1921-1933, Nueva York, 1960.
D o e r r i e s , Reinhard, «Amerikanische Au/Jenpolitik im Karibischen Raum vor
H o f s t a d t e r , Richard, The age of reform, Nueva York, 1955.
dem Ersten Weltkrieg», Jahrbuch für Amerikastudien, 18, 1973, pp. 62-82;
L e u c h t e n b u r g , William E., The perils of prosperity, 1914-1932, Chicago,
con comentarios de Klaus Schwabe.
1958.
F r a e n k e l , Ernst, «Das deutsche W ilsonbild», Jahrbuch für Amerikastudien, 5,
S c h l e s i n g e r , Arthur M., Jr., The age of Roosevelt, 3 vols., Nueva York,
1960, pp. 66-120.
1957 1960. (La era de Roosevelt, México, UTEHA).
H e l b i c h , Wolfgang J., «American liberáis in the league of Nations contro-
S h a n n o n , David A., comp., Between the wars: America, 1919-1941, Bos­
versy», Public Opinión Quarterly, 31, 1967/68, pp. 568-596.
ton, 1965.
L a F e b e r , Walter, The new empire: an interpretation of American expansión,
T i n d a l l , George B., The emergence o f the new South,1913-1945, Baton
1860-1898, Ithaca (Nueva York), 1963.
Rouge, 1967.
L a s c h , Christopher, «The anti-imperialists, the Philippines, and the inequality
o f man», Journal of Southern History, 24, 1958, pp. 319 ss.
L e u c h t e n b u r g , William E., «Progressivism and imperialism: the Progressive 3. La década de 1920
movement and American foreign policy, 1898-1916*, Mississippi Valley His­
torical Review, 39, 1952, pp. 483-504. A lle n , Frederick Lewis, Only yesterday, Nueva York, 1931, (Apenas ayer,
L e v in , N. Gordon, Jr., Woodrow Wilson and world politics: America’s Buenos Aires, EUDEBA).
response to war and revolution, Nueva York, 1968. B ra em a n , John y otros, comp., Change and continuity in twentieth century
L in k , Arthur S., Wilson the diplomatist, Baltimore, 1957. America: the 1920's, Columbus (Ohio), 1968.
M a y , Ernest R., American imperialism: a speculative essay, Nueva York, C o b e n , Stanley, «A study in nativism: the American Red Scare o f 1919-1920»,
1968. Political Science Quarterly, 79, 1964, pp. 52-75.
M a y , Ernest R., The World War and American isolation, Cambridge (M assa ­ F e i l e r , Arthur, Amerika-Europa: Erfahrungen einer Reise, Francfort, 1926;
ch u setts), 1959. trad. inglesa, 1928.

452 453
P otter, Jim, The american economy between the world wars, Londres, 1974.
G la d , Paul W ., «Progressives and the business culture of the 1920’s», Jour­ R ob ertson , R os s M., History of the American economy, Nueva York, 1964.
nal of American History, 53, 1966-67, pp. 75-89. (Historia de la economía americana, Buenos Aires, Tres Américas, 2* ed.).
H e a ld , Morrell, «Business trought in the twenties: social responsibility», Ame R o t h b a r d , Murray N., America’ s great depression, 2." ed., Los Angeles,
rican Quarterly. 13. 1961, pp. 126-139.
1972.
L e i g h t o n , Isabel, comp., The aspirin age, Nueva York, 1949.
T e r k e l , Studs, Hard times: oral history of the great depression in America,
L in k , Arthur S ., «What happened to the Progressive movement in the 1920’s?»,
Nueva York, 1970.
American Historical Review, 64, 1959, pp. 833-851.
W i n k l e r , Heinrich August, com p., Organisierter Kapitalisr us: Voraussetztin-
L y n d , Robert S. y Helen, Middletown, Nueva York, 1929.
gen und Anfánge, Gotinga, 1974.
M a y , Henry F., «Shifting perspectives on the 1920’s», Mississippi Valley
Historical Review, 43, 1956, pp. 405-427.
M u r p h y , Paul L., «Source and nature o f intolerance in the 1920’s», Missis-
6. New Deal, Franklin D. Roosevelt
sippi Valley Historical Review, 51, 1964, pp. 60-76.
S ie g fr ie d , André, Les Etats-Unis d ’aujourdhui, París, 1927. (Panorama de
A rta u d , D en is e, Le New Deal, P a r ís , 1969.
los Estados Unidos, Madrid, Aguilar, 1956).
B esson, Waldemar, Die politische Terminologie des Prásidenten Franklin D.
S i n c l a i r , Andrew, Prohibition, Londres, 1962.
Roosevelt: Über den zusamentrang von Sprache und Politik, Tubinga, 1955.
S l o s s o n , Preston William, The great crusade and after 1914-1928, Nueva
York, 1930. B u r n s, James McGregor, Roosevelt: the lion and the jox, Nueva York, 1956.
C o n k in , Paul K . , The New Deal, 2.a ed., Nueva York, 1975.
S o u l e , George, Prosperity decade from war to depression: 1917-1929, Nueva
D r o z e , Wihnon H ., High dams and slack waters: TV A rebuilds a river,
York, 1947.
Baton Rouge, 1965.
E k i r c h , Arthur, Jr., Ideologies and utopias: the impact of the Neto Deal
4. La década de 1930 on American thought, Chicago, 1969.
F r e i d e l , Frank, Franklin D. Roosevelt, 4 vols. hasta ahora, Boston, 1952 ss.
A a ron , Daniel y Robert Bendiner, comp., The strenuous decade: a social and F u s fe l d , Daniel R., The economic thought of Franklin D. Roosevelt end
intellectual record of the 1930’s, Garden City, Nueva York, 1970. the origins of the New Deal, Nueva York, 1956, 1970.
F r i s c h , Morton J. y D ia m o n d , Martin, comp., The thirties, DeKalb (Illi­ G r e e r , Thomas H . , What Roosevelt thought: the social and political ideas
nois), 1968.
of Franklin D. Roosevelt, East Lansing (Michigan), 1958.
P e r k in s , Dexter, The new age of Franklin Roosevelt, 1932-1945, Chicago,
H a w l e y , E llis W . , The New Deal and the problem o f monopoly, P r in c e to n ,
1957.
1966.
R o m a s c o , Albert M ., The poverty of abundance: Hoover, the nation, the
H e l b i c h , W o lfg a n g J ., Franklin D. Roosevelt, B e r lín , 1971.
depression, Nueva York, 1965.
K e l l e r , Morton, comp., The New Deal: what was it?, Nueva York, 1967.
S im ó n , Rita J., comp., As ive saw the thirties, Urbana (Illinois), 1967.
L e u c i it e n b u r g , William E., Franklin D. Roosevelt and the New Deal, 1933-
W ecter, Dixon, The age of the great depression, 1929-1941, Nueva York, 1948.
1940,Nueva York, 1963.
M o l e y , Raymond, After seven years, Nueva York, 1939.
5. La economía y la «gran depresión» M o l e y , Raymond, The first New Deal, Nueva York, 1966.
P e r k in s , Francés, The Roosevelt I knew, Nueva York, 1946.
B lu m , John M ., From 'the diaries of Henry Morgenthau, Jr.: years of crisis, T u g w e l l , Rexford G ., The brains trust, Nueva York, 1968.
1928-1938, 3 vols., Boston, 1959-1967. W i n k l e r , Heinrich August, comp., Die grofie Krue in Amerika: Verglei-
B r o w n , E., Carey, «Fiscal Policies in the 1930’s: a reappraisal», A m e ric a n chende Studien zur politischen Sozialgeschichte, 1929-1939, Gotinga, 1973.
Economic Review, 1956, pp. 857-879. W o l f s k i l l , George y H u d s o n , John A ., All but the people: Franklin
C h a n d l f . r , Lester V ., America’s greatest depression, 1929-1941, Nueva York, D. Roosevelt and his critics, 1933-1939, Nueva York, 1969.
1970.
C o w i n g , Cedric B., Populists, plungers, and progressives: a social history of
stock and commodity speculation, 1890-1936, Princeton, 1965.
7. Agricultores
F r ie d m a n , Milton y S c h w a r t z , Anna J., A monetary history of the United A gee, James y E v a n s, Walker, Let us now praise famous men: three tenant
States, 1867-1960, Princeton, 1963. families [1930’ s], Nueva York, 1941; 1960.
G a l b r a i t h , John Kenneth, The great crash, Nueva York, 1955. (El crac del
C o n r a d , David E ., Forgotten farmers: the story of sbsrecroppers in the New
29, Barcelona, Seix Barral, 1965).
Deal, Urbana (Illinois), 1965.
H im m e lb e r g , Robert F., comp., The great depression and American capitalism,
C r a m p to n , John A., The National Farmers Union: ideology of a pressure
Boston, 1968.
group, Lincoln (Nebraska), 1965.
K in d le b e r g e r , Charles P., Die Weltwirtschaftskrise 1929-1939, Munich, 1973.
K ir k e n d a l l, Richard S ., Social scientists and farm politics in the age of
N a h m e r , Robert Noli, «Weltwirtschaft und Weltwirtschaftskrise», P rop ylá en
Roosevelt, Columbus (Misuri), 1966.
W e ltg e s c h ic h te , comp. por G olo Mann, vol. 9, Berlín, 1960 pp. 351-388.
S a l o u t o s , Theodore y H ic k s , John D ., Agricultural discontent in the middle-
N é r é , Jacques, La crise de 1929, París, 1968. (1929: análisis y estructura
west, 1900-1939, Madison, 1951.
de la crisis, Madrid, Guadarrama, 1970).

455
454
8. Movimiento obrero
G ra n th a m , Dewey W ., Contemporary American history: the United States
since 1945, Washington, 1975; American Historical Association Pampfalets.
B e r n s t e in , Irving, The lean years: a history of the American worker, 1920-
19)3, Boston, 1960.
B e r n s t e in , Irving, Turbulent years: a history of the American workers, 1933- 2. Obras de conjunto y colecciones
1941, Boston, 1969.
B rooks, Robert R. R., When labor organizes, New Haven, 1937. B a ker, Donald G . y S h e l d o n , Charles H ., comp., Postwar America: the
Lose h e , Peter, Industriegewerkschaften im organisierten Kapitalismus: Der search for identity, Beverly Hills, 1969.
CIO in der Roosevelt-Ára, Opladen, 1974. B orch , Herbert von, Die unfertige Gesellschaft: Amerika, Utopie und
M a t t i c k , P a u l, Arbeitslosigkeit und Arbeitslosenbewegung in den USA, Wirklichkeit, Munich, 1960.
1929-1935, Francfort, 1969. D e g l e r , Cari N., Affluence and anxiety: America since 1945, 2 * ed., Glen-
Y o u n g , Edwin y D e r b e r , Milton, comp., Labor and the New Deal, Madi- view (Illinois), 1975.
son, 1957. F r e y m o n d , Jacques, «D ie Atlantische Welt [1945-1960]», Propylien Weltge-
schichte, comp. por G olo Mann, vol. 10, Berlín, 1961, pp. 221-300.
G o ld m a n , Eric F ., The crucial decade and after: America 1945-1960, Nueva
9. Política exterior York, 1961.
H u g h e s , Emmett J., The ordeal o f power, Nueva York, 1963.
A d le r , Selig, Uncertain giant: American foreign policy, 1921-1941, Nueva K en n ey , William, The crucial years, Nueva York, 1962.
York, 1965. L e u c h t e n b u r g , William E., A troubled feast: American society since 1945,
D e C o n d e , Alexander, comp., Insolation and security: ideas and interests in Boston, 1973.
twentieth century American foreign policy, Durham (Carolina), 1957. L in g em a n , Richard R., Don’t you know there's a war on? tbe American
D iv in e , Robert, A ., Reluctant belligerent: American entry into the Second home front, 1941-45, Nueva York, 1970.
World War, Nueva York, 1965. P o le n b e r g , Richard, comp., America at war: the home front, 1941-1945, En­
D iv in e , Robert A., Roosevelt and World War II, Baltimore, 1969. glewood Cliffs, 1968.
D u r o s e l l e , Jean-Baptiste, De Wilson a Roosevelt: politique extérieure des S n o w m a n , Daniel, U.S.A.: Tbe twenties to Vietnam, Londres, 1968.
Etats-Unis, París, 1960. W i s h , Harvey, Contemporary America: the national scene since 1900, Nueva
L e w is , Ethan, Republican foreign policy, 1921-1933, New Brunswick, (Nueva York, 1955.
Jersey), 1968.
F e r r e l l , Robert H . , American diplomacy in the great depression: Hoover-
Stimson foreign policy, 1929-1933, Nueva York, 1957, 1970. 3. Política y políticos
F il e n e , Peter G ., Americans and the Soviet experiment, 1917-1933, Cambrid­
ge (Massachusetts), 1967. A le x a n d e r, Charles C., Holding the line: The Eisenhower era, 1952-1961,
G a r d n e r , Lloyd C., Economic aspeets of New Deal diplomacy, Madison, 1964. Bloomington (Indiana), 1975.
G o ttw a ld , Robert, Die deutsch-amerikanischen Beziehungen in der Ara E is e n h o w e r, Dwight D., Mandate for change, 1953-1956: tbe White
Stresemann, Berlín, 1965. House years, Garden City, 1963. (Mis años en la Casa Blanca, Barcelona.
H e l b i c h , Wolfgang J., Die Reparationen in der Ara Brüning: Zur Bedéu- Bruguera, 1964).
tung des Young-Planes für die deutsche Politik, 1930-1932, Berlín, 1962. G r a e b n f.r , Norman A ., «Eisenhower’s Popular Leadership», Current Histo­
JoN as, Manfred, Isolationism in America, 1935-1941, Ithaca (Nueva York), ry, X X X V I, octubre de 1960.
1969. K o e n ig , Louis W., The Truman Administration, Nueva York, 1956.
J u n k e r , Detlef, Der unteilbare Weltmarkt: Das ókonomische lnteresse in der L a r s o n , Arthur, Einsehower: the presiden nobody knew, Nueva York, 1968.
Aufienpolitik der USA, 1933-1941, Stuttgart', 1975. M u l l e r , Herber J., Adlai Stevenson: a study in valúes, Nueva York, 1967.
L in k , Werner, Die amerikanische Stabilisierungspolitik in Deutschland, 1921- P a r n e t , Herbert, Eisenhower: the necesary president, Nueva York, 1972.
1932, Düsseldorf, 1970. P a t t e r s o n , James T ., Mr. Republican: a biograpby of Robert A. Talft,
L o c h n e r , Louis P., Herbert Hoover and Germany, Nueva Y ork, 1960. Boston, 1972.
M o l t m a n n , Günter, «Roosevelts Friedensappell vom 14. April 1939», Jahrbuch P h i l l i p s , Cabell, The Truman presideney, Nueva York, 1966.
für Amerikastudien, 9, 1964, pp. 91-109. T r u m a n , Harry S., The memoirs of Harry S. Truman, 2 vols., Londres,
W i l t z , John E., From isolation to war, 1931-1941, Nueva York, 1968. 1955, 1956. (Memorias, Barcelona, Bergara, 1957).

4. El McCartbysmo
ca p . 7: d e l a g u e r r a m u n d ia l a l a s o c ie d a d de l a a b u n d a n cia , 1941-1961
B o v e ri, Margret, Der Verrat im 20. Jahrhundert, vol. 4, Verrat ais Epidemie:
Amerika, Hamburgo, 1960.
1. Bibliografías
H o fs ta d te r, Richard, The paranoid style in American politics and other
essays, Nueva York, 1965, cap. 2 y 3.
C ron on , E. David y R o s e n h o f , Theodore, comps., The Second World War
L a t h a m , Earl, The Communist controversy in Washington: from the New
and the atomic age, 1940-1973, Northbrook (Illinois), 1975.
Deal to McCarthy, Cambridge (Massachusetts), 1966.

456
457
K e il , Hartmut, «Liberale und McCarthy: Zur McCarthyismus-Rezeption in
den fünfziger Jahren», Amerikastudien, 19, 1974, pp. 220-242. S it k o ff, Harvard, «Racial militancy and Interracial violence in the Second
R o g in , Michael, The intellectuals and McCarthy, Cambridge (Massachusetts), World War», Journal of American History, 58, 1971.
1967. S t e r n s h e r , Bernard, comp., The Negro in depression and war, Chicago,
R o v e r e , R ich a rd , Senator Joe McCarthy, N u ev a Y o r k , 1959.
1969.
W y n n , Neil A . , The Afro-American and the Second World War, Londres,
1976.
5. Economía y sindicatos (véase también capítulos 3 y 5)

B e r le , Adolph A ., The American economic republic, Nueva York, 1963. 8. Política exterior y guerra fría
B e r le , Adolph A ., Power without Property, Nueva York, 1959.
Congressional Quarterly Service, comp., Federal economic policy, 1945-1967, A a ron , Raymond, «Weltdiplomatie: Fronten und Pakte [1945-1960]», Propy-
Washington, 2.a ed., 1967. láen Weltgeschichte, comp., por G olo Mann, vol. 10, Berlín, 1961, pági­
F o h l e n , Claude, «La puissance américaine», en Pierre Léon, comp., Histoire nas 377-422.
économique et sociale du monde, vol. 6, París. A l p e r o v i t z , « H o w did the coid war begin?», New York Review of Books,

G a l b r a i t h , John Kenneth, American capitalism: the concept of countervailing V III, 23 de marzo de 1967.
powers, Boston, 1952. (El capitalismo americano, Barcelona, Ariel, 39 ed., B a ld w in , David A., Economic development and American foreign policy,
1968). 1943-1962, Chicago, 1966.
G a l b r a i t h , John Kenneth, The affluent society, Boston, 1958. (La sociedad C z e m p ie l, Ernst Otto, Das amerikanische Sicherheitssystem, 1945-1949, Ber­
opulenta, Barcelona, Ariel, 3.a ed., 1973). lín, 1966.
G o l d b e r g , Arthur J., AFL-CIO: labor united, Nueva York, 1956. F le m in g , Denna F ., The coid war and its origins, Nueva York, 1961.
L e n s, Sidney, The crisis of American labor, Nueva York, 1959. G a d d is, John Lewis, The United States and the origins o f the coid war,
V a t t e r , Harold, G ., The U. S. economy in the 1950‘s, Nueva York, 1963. 1941-1947, Nueva York, 1972.
G im b e l, John, The origins of the Marshall Plan, Stanford, 1976.
H a l l e , Louis, The coid war as history, Nueva York, 1967.
K napp, Manfred, comp., Die deutsch-amerikanischen Beziehungen. nach 1945,
6. Relaciones sociales
Francfort, 1975.
A b ra m s, Charles, The city is the frontier, Nueva York, 1965. K o l k o , Gabriel, Die Hintergründe der US-Aufienpolitik, Francfort, 1971;
Michael, The other America: poverty in the United States,
H a r r in g t o n , original americano, 1969.
Nueva York, 1962. (La cultura de la pobreza en los Estados Unidos, K ra k a u , K n u d , Die kubanische Revolution und die Monroe-Doktrin: Eine

México, FCF., 4.a ed., 1974). Herausforderung der Auf3cnpolitik der Vereinigten Staaten, F ra n cfort, 1968.
K o lk o , Gabriel, Wealth and power in America: an analysis of social class L a F e b e r, Walter, America, Russia, and the coid war, 1945-1975, 3.a ed.,
and income distribution, Londres, 1962. (Riqueza y poder en Estados Uni­ Nueva York, 1975.
M o l t m a n n , Günter, Amerikas Deutschlandpolitik im Zweiten Weltkrieg: Kriegs-
dos, México, f c e , 1964).
M i l l s , C. Wright, White collar: the American middle classes, Nueva York, und Friedensziele, 1941-1945, Heidelberg, 1958.
1951. (White collar: las clases medias en Norteamérica, Madrid, Aguilar, O b e r n d o r fe r, Dieter, «D ie Lateinamerikapolitik der USA: Bilanz und
34 ed., 1973). neuere Entwicklung», Jahrbuch für Amerikastudien, 18, 1973, pp. 24-61;
R ie sm a n , David y otros, The lonely crowd, New Haven, 1952. (La muche­ con comentarios de Hans-Jürgen Schroder.
dumbre solitaria, Buenos Aires, Paidós). P a t e r s o n , Thomas G ., comp., The origins of the coid war, Lexington (Massa­

W e a v e r , Robert C., The urban complex: essays on urban life, Garden chusetts), 1970.
S c h l e s i n g e r , Arthur, «Origins of the coid war». Foreign Affairs, 46, octu­
City, 1963.
W h y t e , William H ., The organization man, Nueva York, 1957. (El hombre bre de 1967.
organización, México, f c e , 3.a ed., 1973). S t e e l , Ronald, Pax americana: Weltreich des Kalten Krieges, Darmstadt, 1968;
original americano, 1967. (Pax americana, Barcelona, Lumen, 1970).

7. Situación de los negros y movimientos en favor de los derechos civiles


(véase también cap. 8) CAP. 8: LA DECADA DE 1960

D a lfiu m e ,Richard M ., Desegregation of the U. S. Armed forces: figthing on


1. Bibliografías
two fronts, 1939-1953, Columbia (Misuri), 1969.
G u ra d ze, Heinz, «D ie Rechtsprechung des Obersten Bundesgerichts zur Ra- H ea th , Jim F., Decade of disillusionment: the Kennedy-Johnson years,
ssentrennung und ihrer Aufhebund auf den Schulen und Hochschulen», Bloomington (Indiana), 1975, apéndice bibliográfico.
Jahrbuch für Amerikastudien, 6, 1961, pp. 7-24.
Isa a cs, Harold R., The new world of Negro Americans,Londres, 1964.
2. Obras de conjunto y colecciones
L e w is , Anthony, The second American revolution: a first hand account of
the struggle for civil rights, Londres, 1966. C hom sky, Noam, American power and the new mandarins, Nueva York,
1967.
458
459
G e t t le m a n , Marvin E. y M e r m e ls t e i n , David, comps., The great society
Jacobs, Jane, The death and life o f great american cities, Nueva York, 1961.
reader: the failure of American liberalism, Nueva York, 1967.
(Muerte y vida de las grandes ciudades, Barcelona, Península, 24 ed., 1973).
H ea th , Jim F., Decade of disillusionment: the Kennedy-Johnson years,
M o y n i h a n , Daniel P., Máximum feasible misunderstanding: community act ion
Bloomington (Indiana), 1975.
in the war on poverty, Nueva York, 1969).
O ’ N e i l l , W illia m L ., Corning apart: an informal history of America in the
sixties, N u eva York, 1971.
Se h l e s i n g e r , Arthur M., Jr., Crisis of confidence: ideas, power, and vio-
6. Disenso político y cultural
lence in America, Boston, 1969.
Y a r m o l in s k y , A d a m , The military establishment: its impact on American
B e ll, Daniel y K r i s t o l , Irving, comp., Confrontal ion: the student rebellion
society, N u ev a Y o r k , 1971.
and the universities, Nueva York, 1969.
J a c o b s , Paul y L andau, Saúl, com p., The new radicals, Nueva York, 1966.
3. Política y políticos K en n a n , George F. y otros, Democracy and the student left, Londres, 1968.
K e n n is t o n , Kenneth, Youth and dissent: the rise of a new opposition, Nueva
a) Kennedy: York, 1971.
M ic h e ls , Peter, Bericht über den politischen Widerstand in den USA,
D o n a ld , Aida D . , comp., John F. Kennedy and the New Frontier, Nueva
Francfort, 1974.
York, 1966.
R o s z a k , Theodore, Tbe making o f a counter culture, Garden City, 1969.
F a i r l i e , H e n r y , The Kennedy promise: the politics of expectation, N u eva
(El nacimiento de una coniracultura, Barcelona, Kainós, 1973).
Y ork, 1973.
M a n ch ester, William, The death o f a president, Nueva York, 1967. (La
muerte de un presidente, Barcelona, Noguer, 2.a ed., 1967).
7. Negros, movimiento en favor de los derechos civiles
S a li n g e r , Pierre, With Kennedy, Nueva York, 1966. (Con Kennedy, Buenos
Aires, Ed. Americana, 1967).
B ran d es, Volkhard y Joyce Burke, U 5 A - Vom Rassenkampf zum Klassen-
S c h le s in g e r , Arthur M., Jr., Die Tausend Tage Kennedys, 2 vols., Berna,
kampf. Die Organisierung des schwarzen Widerstandes, Munich, 1970.
J966. (Los mil días de Kennedy, Barcelona, Ayma, 1966).
C a r m i c h a e l , Stokely y H a m i l t o n , Charles V ., Black power. tbe politics of
S o r e n s o n , Theodore, Kennedy, Nueva York, 1965. (Kennedy, Barcelona, Gri-
liberation in America, Nueva York, 1967. (Poder negro, México, Siglo X X I,
jalbo, 33 ed., 1972).
6 * ed., 1973).
C l e a v e r , Eldridge, Seele auf Eis, Munich, 1970; original americano, 1%7.
b) Johnson:
(Alma encadenada, México, Siglo X X I, 4.a ed., 1971).
G o ld m a n , Eric F ., The tragedy of Lyndon B. Johnson, N u eva Y o r k , 1969. Cox, Archibald, The Warren court: constitutional decisiónas aninstrument
W h ite , W illia mS., The professional: Lyndon B. Johnson, Boston, 1964. of reform, Nueva York, 1968.
K in g , Martin Luther, Jr., Wohin fübrt unser Weg: Chaos oder Gemein-
c) Otros: schaft? 3.a ed., Dusseldorf, 1968; original americano, 1967. (¿A dónde vamos:
caos o comunidad?, Barcelona, Aymá, 1968).
M cC a rth y , Eugene J., The year of the people, Nueva York, 1969 K o n v i t z , Milton R., Expanding liberties: freedom’ s gains in poslwar Am e­
rica, Nueva York, 1966.
4. Economía M ü h le n ^ Norbert, Die schwarzen Amerikaner: Anatomie einer Revolution,
Stuttgart, 1964.
B a ra n , Paul A. y S w e e z y , Paul M., Monopolkapital: Ein Essay über die
amerikanisebe Wirtschafts- und Gesellschaftsordnung, Francfort, 1973; origi­
nal americano, 1966. (El capitul monopolista, México, Siglo X X I, 12 ed., 8. Relaciones internacionales, guerra del Vietnam
1976).
H arris, Seymour E., Tbe economics of the Kennedy years, and a look ahead, B o e ttin g e r , John R., comp., Vietnam and American foreign policy, Boston,
Nueva York, 1964. (El programa económico de Kennedy y una mirada hacia 1968.
el futuro, México, UTEHA). D ra p er, Theodore, The abuse of power: from Cuba to Vietnam, Nueva York,
H e l l e r , Walter, New dimensions of political economy, Cambridge (Massa­ 1967. (Abuso de poder, Madrid, EDICUSA, 1968).
chusetts), 1966. (Nuevas dimensiones de la economía política, Barcelona. E l ls b e r g , Daniel, Papers on the war, Nueva York, 1972.
Labor, 1968). F u l b r i g h t , James William, Die Arroganz der Machi, Hamburgo, 1970. (La
V e r n o n , Raymond, Sovereignty at bay: the multinational spread of U. S. arrogancia del poder, Madrid, Cid, 1967).
enterprise, Nueva York. 1971. G a l l u c i , Robert L., Neither peace ñor bonor: tbe politics o f American
military policy in Viet-Nam, Baltimore, 1975.
H a lb e r s t a m , David, The best and the brightest, Nueva York, 1973.
5. Relaciones sociales
H e r s h , Seymour M., My La: 4: a report on the massacre and its aftermatb, -
Nueva York, 1970. (My L^¡i 4, Barcelona, Grijalbo, 1971).
Jean-Marie, La pauvreté aux Etats-Unis, París, 1971. (La pobreza
C h e v a lie r ,
H ils m a n , Roger, To move a nation: the politics of foreign policy in tbe
en los Estados Unidos, Madrid, Zero, 1972).
administration of John F. Kennedy, Nueva York, 1968.

460
4 61
K is s in g e r , Henry A ., American foreign policy: three essays, Nueva York, The fall o f a president, por los redactores del Washington Post, Nueva
1969. ( Política exterior americana, Barcelona, Plaza Janes, 1971). York, 1974. (La caída de un presidente, Barcelona, Sedmay, 1975).
K napp, Manfred, Die Stimme Amerikas: Auslandspropaganda der USA unter F r ie d la n d , Edward y otros, The great détente disaster: oil and tbe decline
der Regierung John F. Kennedys, Opladen, 1972. of American foreign policy, Nueva York, 1975.
K uhn, Heinrich, comp., Südenfall Vietnam: Der amerikanische Krieg in M a z lis h , Bruce, In searcb o f Nixon: a psycbohistorical inqttiry, Nueva
Indochina aus der Sicht der Basler National-Zeitung, Basilea, 1974. York, 1972.
L it t a u e r , Raphael y otros, comp., The aire war in Indochina, ed. revisada, N a t h a n , Richard P., The plot that failed: Nixon and tbe ciministrative
Boston, 1972. presidency, Nueva York, 1975.
P a ch te r, Henry, Collision course: the Cuban missile crisis and coexistence, O s g o o d , Robert E. y otros, Retreat from empire: l i e first Nixon Administra­
Nueva York, 1963. tion, Baltimore, 1973.
The Pentagón papers as published by the New York Times, Nueva York, S a fir e , William, Before the fall: an inside view of the pre-Watergate White
1971. (Los documentos del Pentágono, Barcelona, Plaza Janes, 1971). House, Garden City (Nueva York), 1975.
The Pentagon papers: the senator Gravel edition, 4 vols., Boston, 1971. W i l l s , Garry, Nixon agonistes, Nueva York, 1971.
The Pentagon Papers: Government Printing Office, comp., United States-
Vietnam relations, 1945-1967, 12 vols., Washington, 1971.
Die Pentagon Papiere: Die geheime Geschichte des Vietnamkrieges, comp. por 4. Sistema de gobierno, elecciones y Constitución
Neil Sheehan, revisado por Marfa Berger y otros, Munich, 1971.
B e r g e l, Raoul, Executive privilege: a constitucional myth, Cambridge (Massa­
R ostow , Walt, Diffusion of power, 1957-1972, Nueva York, 1972.
chusetts), 1974.
C r o n in , Thomas E., The State of the presidency, Boston, 1975.
C u r r e n t H i s t o r y , vol. 66 (junio de 1974), título del número «The American
C AP. 9: 200 AÑOS DESPUES: LO S ESTAD OS UN ID O S BAJO N IX O N Y FO RD
Presidency».
M c G in n is , Joe, The selling o f the president, 196S, Nueva York, 1970.
1. Documentación actual M c G o v e r n , George, An American journey: the presidential campmgn speeches,
Nueva York, 1974.
Congressional Quarterly Weekly Report Nie, Norman y otros, The changing American voter, Cambridge (Massachu­
Congressional Quarterly Almanac
setts), 1976.
Congress and the Nation: A Review of Government and Politics. W h i t e , Theodore, The making of the president, 1968, Nueva York. 1969.
Congressional Record

2. Obras de conjunto e interpretaciones

Alexander, The wound within: America in the Vietnam years.


K e n d r ic k ,
1945-1974, Boston, 1974.
L ukas, J. Anthony, Nightmare: the underside of the Nixon years, Nueva
York, 1976.
S a le , Kirkpatrick, Power s h ift: th e r is e of th e S outhern rim and its ch a llen g e
t o th e ea stern e s ta b lish m en t, Nueva York, 1975.

3. La Administración Nixon

A dams, Angela, «Watergate — Die Kehrseite der Südstrategie», Merkur, 27 de


enero de 1973, pp. 661-674.
B e r n s t e in , Cari y Bob W o o d w a r d , All the president’s men, Nueva York,
1974, (Todos los hombres del presidente, Barcelona, Argos, 1975).
B o w l e r , M. Kenneth, The Nixon guaranteed income proposal, Cambridge,
(Massachusetts), 1974.
B r e m e r , Howard F., comp., Richard Ai. Nixon, 1913—; chronology, docu-
ments, bibliographic aids, Dobbs Ferry (Nueva York), 1975.
C o n g r e s s i o n a l Quarterly, Nixon: the first year of his presidency, Washington,
1970. y los cinco volúmenes siguientes.
C o n g r e s s i o n a l Quarterly, Watergate: chronology of a crisis, 2 vols., Washing­
ton, 1974.
D a e d a lu s (verano de 1975), título del número «Arms, defense policy and
arms control»; y (otoño de 1975), título del número «The oil crisis in
perspective».

462
Indice del anexo estadístico Indice alfabético

abolición d e la esclavi­ American Colonization Assem blies, 23


tud en el Im perio bri­ Society, 75 Astor, Johan Jatob, 130,
tánico (1833), 76 «American División o f 164
1. Los 50 Estados que forman los Estados Unidos de absence onnership, 70 Labor», 241 Athens (Alabama), 348
América, por orden de incorporación a la Unión ... 464 Acheson, Dean, 389 American Federation o f Atlanta, 99, 128, 161, 278
Adams, Heniy, 61 Labour (AFL), 6, 226, Atlantic and Pacific Tea
Adams, Joh n (1797- 230-232, 236, 239, 241, Company, 266
2. La expansión territorial de los Estados Unidos,1781- 316, 352, 353, 360, 374 Atlántico, 27 29, 53, 61,
1801), 14, 15, 30, 51,
1970 .................................................................................. ... 465 56, 61 American Fur Company, 110, 166, 168, 180, 182,
Adams, John Q uincy, 83 130 191, 254, 285, 334
3. Población, 1790-1970 ........................................................ 466 Adams, Samuel, 22 American Independent — carta del, 325
Adamson, ley (1915), 249 Party, 406 attom ey general, 374
Africa, 16, 69, 74-76, 236, American Medical Asso- Australia, 16, 125, 141,
4. Población por regiones, 1790-1970 ............................. 467 ciation, 349 152
364
Agnew, Spiro, 395, 406, American Railway Union Austria, 176,177,182, 259
5. Desplazamientos de la población dentro de los Estados 407 (1893), 231, 232 Austria-Hungria, 180, 181
Unidos, 1870-1960 ............................................................... 467 Agricultura, Departa­ American Tobacco, 147
m ento d e (1862), 160 im erican wav o f lije, 221
Agricultural Adjust- Ameriska Domovma, 199
6. Inmigrantes, 1820-1974 ..................................................... 468 Amsterdam, 38, 49 baby boom 11947», 366
ment Administration
(AAA), 305,311-313 Anderson, mayor, 95 Bakunin, Michael, 228
7. Dimensión de las familias, 1790-1970 .......................... 469 «Aguila Azul», 311 \ nglo-con form ity, 192, Bagheria, 201
Alabama, E stad o de 193, 199 balanced government, 31,
Ann, c a b o de, 118 42
8. Negros libres y esclavos, 1790-1860 ........................... 469 (1821), 66, 81, 92, 215,
362, 363, 378, 380 Annapolis, 39 Balcanes, 169
Annapolis Convention, 39 Baldwin, James, 364, 370
9. Asistencia a las escuelas y universidades .................... 470 Alaska, com pra d e (1867),
Antietam, batalla de, 97, Báltico, países del, 29
129, 149, 326
98, 100 Baltimore, 52, 59, 113,
Albany, 113
10. Linchamientos, 1882-1970 ................................................ 470 Alberta, pradera de, 130 anti-federalists, 43, 45 115, 121, 123, 155, 208
Apalaches, los, 30, 34, Banco Federal, 150
Alburquerque (Nuevo
112, 115, 120, 149, 274, Banco d e Inglaterra, 146,
11. Producto nacional bruto, 1869-1970 ........................... 471 Méxicol, 205
297
369
Alejandro II, 229 Banco Italiano, 169
A p p a la c h ia n R e g io n a l
12. Personas empleadas por sectores, 1800-1960 ............. 473 Alemania, 8, 112, 121, Bank o f the United Sta­
D e v e lo p m e n t Act
137, 138, 140, 166, 167, (1965), 380 tes, 50, 298
169, 172, 173, 176, 179, Barton, Bruce, 277
13. Paro, 1890-1975 ................................................................... 474 181, 186, 187, 215, 242,
Appom atox, 99
A rbeiter Zeitung, 237 Batista y Zaldívar, Ful­
251, 253-255, 259, 260, Arcángel, 255 gencio, 385
14. Distribución de la renta, 1929-1964 ........................... 475 292, 294, 302, 318-320, Area D evelopm ent Act, Beard, Charles, 43
325, 327 beat generatton, 371
375
15. Superficie cultivada, 1850-1970 .................................... 475 Alianza para e l Progreso, Arizona, 183, 194, 255, Beecher, Henry W'ard,
386 339 232
Alien and Sedition Act, 51 Bélgica, 281
16. Consumo de energía, 1850-1970 ................................... 476 Alimena, 201
Arkansas, Estado de
(1836), 66, 79, 81, 93, Bellamy, Edward, 244
Allegreti, 210 213, 315, 339 Bellow, Saúl, 370
17. Congreso y presidentes, 1789-1977 ............................ 477 Allende, Salvador, 400 Arm our, 147 Bennett, ley (1889), 208
Allis, E. P., 196 A n ie le s o f Conjederation Benson, A L , 238
Alperovitz, Gar, 351 (1791), 14, 33,34,39, 42, Berger, Víctor, 239, 240
Altaville, 201 64 Berkman, Alexander, 229
América Latina, 16, 70, Asambleas de Distrito, Berlín, 66, 401
172, 176, 251, 252, 392, 230 Bemstein, Cari, 407
411 Asia, 13,172,174,176-178, Bessemer, m étodo, 121
American Anti-Slaveiy 411 Beveridge Report, 329
Society (1833), 76, 78 A sociación Internacional Biddle, Nicholas, 146
American Civil Liberties d e Trabajadores (1864), big business, 248, 263
Union, 282 228 Bills o f R ig h t S r 32, 45, 47

483
482
Birmingham (AJabama), Calloway, Emest, 342 C le m e n ce a u , G eorge, Constitución mexicana. C h ildren’s Bureau, 328 due p ro cess o f law, 4
378 Cámara d e los Comunes, 215, 243 de 1917, 254 Chile, 400, 401 Durkin, Martin, 356
Bismarck, Otto von, 215, 29, 31, 41 Cleveland, 113, 293, 383 Constitución de Nueva China, República Popu­
243 Cámara de Diputados de Cleveland, Grover, 231, York, 30 lar, 10, 173, 190, 203,
black codes, 103 Atenas, 194 247 constitutional convert- 253, 314, 319, 400, 411
Black Panthers, 383 Cámara d e Representan­ Clifford, Clark, 389 tions, 31 «chinatowns», 213 E conom ic Bill o f Rights
«Black Power», 382, 383 tes, 32, 39,40,45, 47-49, Clinton, George, 44 contadini, 188 Chiusa, Sclafani, 201 (1944), 329
Blackstone, William, 24 51, 52, 79, 83, 86, 105, clippers, 118 Continental Congress, 23 ch octas, 130 Econom ic Opportunity
Blaine, G. James (1881, 106, 317, 361, 362 Cochinos, bahía de, 386 Convención con stitu cio­ Chrysler, 267, 268 Act (1964), 380
1889-1892), 252 Camboya, 399 Cod, ca b o de, 118 nal, 74 Edison, Thomas, 142, 223
Blough, Roger, 376 Cambridge, 201 Código Civil de 1875, 108 C onvención Demócrata Edwards, ley 118991, 208
Bonus Army, 303 Cam den (Nueva Jersey), Cody, William, 131 (1924), 278, 349 Egipto, 402, 403
Boston, 19, 22, 24, 25, 66, 205 Coeur d'Alene (Idaho), Convención estatal d e Dakota del Norte, 183, Ehrlichman, John, 405,
82, 113, 115, 117, 118, Canadá, 26, 28, 57, 58, 235 Carolina d e l Sur, 92 234-236 407
121, 123, 125, 140, 170, 125, 130, 141, 172, 173, Colby, William, 400 Cooley, caso (1851), 158 — d el Sur, 183, 234 Eisenhower, EXvight D.
180, 200-202, 208, 217, 176, 181, 182, 186, 187, Colorado, 178, 183, 215, Coolidge, Calvin, 262, Daley, alcalde, 389 (1953-1961), 10, 177,
218, 222, 262, 263 230, 388 235 278, 280 Darrow, Clarence, 282 211, 355-359, 362-364,
Boston Manufacturing — delim itación d e la Colored Farmers’ Allian Coopér, Samuel, 95 Darwin, Charles, 157 370-375, 377, 378, 389,
Com pany, 118 frontera c o n (1846), ce, 234 Copenhague, 242 Davis, Benjamín O., 341 392
Bowery d e Nueva York, 129, 180, 182 Colson, Chal les, 406 «Coral Gables», 269 Davis, Jefferson, 92, 95, Eje, potencias del, 320
217 Capone, Al, 278, 284 Columbia, 88, 99, 348 Corea, guerra d e (1950 98 electoral college, 41
Brain Trust, 306 Carey, Henry, 157 — univeisidad de, 325 350, 352-355, 357, 359, D ayton, maestro, 282 Elementary and Secon-
Brandéis, Louis D., 244 Caribe, mar, 54, 58, 178 Com isión d e Com ercio 360, 362, 366, 385 D ean, James, 371 darv Education Act
Brando, Marión, 371 Carmichael, Stokely, 382 Interestatal (1887), 160 Corso, Gregory, 371 D ean, John, 407 (1965), 381
Brasil, 386 Cameige, Andrew, 121, Com m ission o n Indus­ Coughlin, paclre, 199 Debs, Eugene, V., 220, Elk Hills (California), 280
Brauer Zeitung, 240 142, 148, 221, 229, 235 trial Relations, 247, 248 Council o f E con om ic Ad- 238, 240, 242, 278 Elkins, Stanley , 69
British Trades Union Carolina del Norte, 16, Com m ission on Product visers, 329 D eclaración de Indepen­ Ellison, Ralph, 370
Congress, 231 26, 33, 45, 47, 66, 68, 93, Safety, 393 Courier, The, 342 d encia, 3,11,15, 26, 30, Emergency Tarifif Act
Brookivn, 123 128, 161, 165, 213 Com m ittee for Industrial Cox, James, 263 32, 60, 61 (1921), 272
Brotherhood o f Fireman — del Sur, 17, 23, 26, 33, Organization (1935), Cox, Archibald, 408 D eclarations o f Rights, Employment Act, 329
<1873), 231 66, 68, 80, 93, 105, 161, 232, 316, 317 Coxey, Jacob S., 227 31 Engerman, Stanley' L , 70
Brotherhood o f Locom o- 213, 363 Com m ittee o n Equal crics, 130 Degler, Cari, 222 Equal Em ploym ent Op­
tive Engineers (1863), carpetbag rule, 105 Em ploym ent, 379 Cripple Creek (Colorado i deitsch, 197 portunity C om m is­
231 carpet-baggers, 106 com m ittees o f corres- 246 Delaware, 17, 33, 40, 47, sion, 413
Brotherhood o d Raihvay Carranza, Venustiano, pondence, 22 Croce, B enedetto, 243 57, 95
Erie, lago, 113
C onductors (1868), 231 254 com m on man, 52, 91 Cuba, 253, 386 D eLeon, Daniel, 231, 240,
Ervin, Sam, 405
Brow, Alexander, 164 Carretera Naciona, 112 Common Sense (1776), 25 — guerra d e , 149, 248 241
Escandinavia, 169. 173,
Brow, Phelps, 215 Cárter, Jimmy (1977), 396, Com m ons, John R., 242 Cushing, cardenal, 208 Departam ento de Estado
181, 187
Brown, John, 90, 101 400, 403 «comm onwealthm en», 24 Bajo, 252
Brown, caso, 362 D epartam ento de Justi­ Escocia, 16, 174, 182
Casa Blanca, 10, 91, 224, Com prehensive Em ploy­
Brown Brothers, 146 chain store, 266 cia, 240 España, 7, 30, 36, 55, 243,
245 m ent and Training
Browder, Earl, 241 Chamberlain, Joseph D epartm ento o f Health, 247, 251, 253
Catalina II, 30 Act, 416
Biyan, William J., 235- Celentano, C., 211 Education and Welfa- Esso. Véase Standard Oil
co n certed action (1935), 9 243
237, 242, 282 Cem enteiy Ridge, 97 Carity Organization So re, 358 Estados del Sur, 29
Con cord, 24 Estados Unidos, 2, 3, 5-
Buchanan, Administra­ Central Pacific, 115 Con ey Island, 222 cieties, 243 D epartment o f Housing
c ió n de (1857-1861), 92 an d Urban Develop- 1 0,12,15,16,29,30,3 6,
C en tra l I n t e llig e n c e Confederación estatal Charles, río (1837), 156
Buffalo, 222, 344 Agency (CIA), 406, 409 Charleston, 19, 52, 66, 93, m ent (1968), 381 55-59, 62, 64, 86, 88, 99,
(1781), 14
«Buffalo Bill». Véase Wi­ Cermak, 210 D erby (Connecticut), 203 101, 109, 110, 112, 115,
Congreso de la C onfede­ 99, 115, 334
lliam C ody ■Cincinatti, 124, 208, 221 chartered corporations, D erechos Civiles, m ovi­ 117, 121, 122, 124, 125,
ración, 39, 40, 42, 45 129, 135, 137-139, 142,
Bull Run, 96, 97 «cinturón d e la Biblia» 48 m ien to pro, 10
Congreso continental, 146, 150-153, 157, 158,
Bundy, M cGeorge, 374 (bible belt), 282 Chattanooga, 99 d esplaced persons, 177
15, 43 161, 163, 166-168, 174,
Bureau o f Jewish Educa- Civil Rights Act, 364 Chautauqua, lago, 222 Detroit, 293, 344, 367, 383
Congress o f Industrial 175, 177, 178, 180, 185,
tion, 210 Civil Rights Committee, — m ovim iento de, 222 Detroit-W illow Run, 334
Organization (CIO), 186, 188-192, 194-196,
Bureau o f la b o r Statis- 248 checks and balances, 91 D ew ey, Thomas, E., 349
316, 374 199, 200, 204, 206, 208,
tics, 391 Civil Service, ley sobre Checoslovaquia, golpe Día d e San Patricio, 212
bushel, 236, 295, 296 Congress for Racial Diem , Ngo, 385, 386 212-216, 224, 230, 238,
(1883), 156 d e Estado en, 352
Bymes, James, 327 Equality (CORE), 378 Dinamarca, 29, 182, 189 241-243, 251-255, 257-
Civil Works Administra­ — invasión (1968), 386
Connecticut, 16, 31, 182 Distrito Federal, 9 260, 270, 292, 294, 302,
tion (CWA), 308, 309 cheroquis, 130
Civilian Conservation C on sejo d e la Corona Chevrolet, 268 Dixon-Yates, grupo, 357. 313, 318-320, 324-326,
Cabot Lodge, H emy, 256 Corps (CCC), 305, 307, británica, 54, 57, 58 Chicago, 113, 115, 122 D om estic Council, 405 336, 339, 350, 351, 353,
Calhoun, John C., 87 Constitución de 1787,14, Douglas, Lloyd, 370 366, 376, 392, 400-403
327 123, 127, 165, 201-204
California, 87, 88, 128, Clarence Hatry de 59 209, 217, 221, 237, 249 Douglas, Stephen, 89, 90 Este, 136, 139, 141, 143,
131-133, 149, 160, 163, Londres, 290 Constitución de 1788, 263, 275, 284, 293, 320 Drayton, William H., 38 146, 162-164, 184
174, 184, 193-195, 226, Clark, William, 130 411 325, 344, 348, 367, 383 druestores, 223 European Recovery Pro-
296, 298, 334, 338, 366, Clay, Henry, 80, 88 Constitución Federal 389 dual unionism, 239 gramm, 351
367, 389,414 Clayton, ley (1914), 249 (1877-1878), 3, 45, 48 — bolsa d e , 288 DuBois, W.E. B„ 225 Evans, G eorge H., 228

484 485
Evarts, William M. (1877- Ford M otor Company, Gompers, Samuel, 230, Haywood, W illiam, D. Igliesia Católica Nacional Jam estown (1607), 66
1781), 252 267, 268, 274, 374 231, 237, 262 («Big Bilí»), 241, 242 Polaca, 195 Japón, 125, 137. 176, 251,
Evers, Medgar, 378 Fordney-McCumber, ley Graebner, Norman A , Hearst, cadena, 338, 353 Iglesia evangélica lutera­ 292, 319, 320, 371, 400,
(1922), 272, 297 351 Helms, Richard, 410 na (sín od o de Misuri), 415
foreign stock, 182 Gran Bretaña, 3, 12, 13, Helsinki, 4-02 208 Jay, John, 30, 45, 51, 54,
«Fair Deal», 349, 356 Fort Dearbon, 122 15, 16, 23, 27, 29-31, 36, Henderson, Arthur, 299 Illinois, 89, 115, 182, 208, 55, 58
Fair Em ploym ent Practi- Fort Sumter, 93, 95 51, 54-58, 86, 98, 109, Heniy, Patrick, 43, 44 237 ja z z age, 8
ces Committee, 342, Foster Dulles, John 112, 118, 121, 124, 125, Hepbum , ley (1906), 248 im peachment, 404, 408 Jefferson, Thomas, 25,
343 (1953-1960), 355 137, 138, 140-142, 150- •hessiansr. 27 Im perio ruso, 1§9 52, 53,56,60, 63, 68,92,
Fair Labour Standard Act fox, 130 152, 154, 157, 168, 173, Higher Education Act impounding, 405 130
(1938), 328, 349 fo)t trot, 223 174, 176, 179, 181, 182, (1965), 382 Independencia, guerra Jeffries, James, J., 5, 224
Fall, Albert, 280 fi^gging, 388 186, 201, 242, 259, 260, Hillquit, Morris, 238 de la (1775-1781), 14 Job Corps, 380
Fall River (M assachu­ Francia, 12, 15, 28-30, 35, 273, 285, 298, 301, 318- hinterland, 118 India, 127, 411 Johnson, Andrew, 102-
setts), 204 36, 51, 54, 57, 98, 112, 320, 325-327, 392, 401. hip-flask, 283 Indiana, 115, 155, 389, 106, 404
Fanón, Frantz, 383 137, 141, 142, 255, 259, Gran D epresión, 8 hippies, 394 ■413 Johnson, Campbell C.,
Farm Security Adminis­ 260, 318, 319, 392, 401 Grandes Lagos, 16, 113, Hiss, Alger, 348, 354 Indias O ccidentales, 26, 341
tration, 327 Franklin, Benjamín, 20, 115, 130, 132 Hobby, Oveta, 359 29, 56, 57, 70 Johnson, Jack. 224
«Farmer’s Alliances», 234 30 Grange, istitución (1869), hoboes, 217 Indias Orientales, 268, Johnson, Lyndon B-
Farmer Labor Party, 236 jr e e soilers, 90 222 Ho Chi Mính. 10 319 (1963-19693, 10, 373,
Farmer's Nonpartisan Freud, Sigmund, 282 grangers, 233 Hofstadter Richard, 225, Indochina, guen'a de, 379, 381-384, 387-391
Political League (1912), Friedman, M ilton, 300 Grant, general, 97, 99,105 245 396, 405 Jones, Lewis, 342
236 Frick, Henry Clay, 229 Great Society, 10 Holanda, 54 Industrial Workers o f the Jorge III, 25
Faubus, Orval, 363 frontier, 2, 109, 118, 129, Grecia, 176, 351 Hollywood, estudios de, W orld (1905) (IWW), Joseph, Jacob, 195
Federal Farm Board, 300 130. Greeley, Horace, 99, 100 223 232, 240, 241 Journal, 231
Federal Farm Mortgage Fuchs, Klaus, 354 Greenback, m ovim iento, «Hollywood b y Sea», 269 Inglaterra. Véase Gran Jmshchev, Mikita, d es­
Corp., 307 Fulbright, William J., 389 233 Home Ovvners Loan Cor­ Bretaña titución de (1964), 386
Federal D eposit Insuran­ Fumi, régimen de, 385 Greenback Labor (1876- poration, 307 injunctions, 279 Juan XXIII, 211
c e Corporation, 307 1884), 233 hom e rule, 24 Inmigration and Natio-
Federal Emergency Re- Greensboro (Carolina del Homestead (Pensilvania), nality Act, 354
lief (FERA), 305, 307-309 gadgets, 141 Norte), 365 229, 235 246 Internacional Negra, 229
Federal Reserve Bank, Galanti, Albert (1801- Griffith, D.W., 223 Homestead, le y d e (1862), International Harvester, Kaindl, 210
273 1814), 53 Groenlandia, 319 133 147 Kalb, Johann von, 28
Federal Reserve Board, Galbraith, John K., 347, Guadalupe-Hidalgo, Tra­ Hoover, Edgar, 8 International Security Kansas, 234, 235
273, 289, 300, 417 392, 393 tado de, 180 Hoover, Herbert (1929- Act (1950), 354 Kansas-Nebraska, ley
Federal Writer’s Project, Gales, 174, 182 guerra m undial (prime­ 1933), 280, 285, 297, International Telephone (1854), 89
308 Gallup, encuesta, 325 ra), 261 300, 301 303, 304, 306, and Telegraph Com ­ ken, 203
federalists, 43 gangsters, 283, 284 guerra d e los Siete Años, 307 pany, 401 Ken State University, 398
Federation o f Organized Gante, Paz de (1815), 58, 3 — com ision, 358 Interstate Com m erce Act K ennedy, John F., 10
Trades, 230 64 J Hopkins, Harry, 308 (1887), 233 365, 373-377, 381, 382
Feis, Herbert, 351 Garrison, William Ll., 81, Horowitz, David, 351 Interstate Com m erce 385, 386, 391, 392
Ferlinghetti, Lawrence, 83 Habsburgo, los, 169 House of Burgesses C om m ission (1887), — asesinato d e (1963),
371 Garvey, Marcus, 383 Haifong, 398, 399 (1619), 23, 66 248, 249 379
Filadelfia, 18, 23, 25, 26, General Electric, 357, 392 Haldeman, H. R., 405, 407 House Un-American Acti- investm ent foruds, 289 Kennedy, Robert, 374,
38, 39, 49, 74, 113, 115, General M otors, 267, 268, Halle, Louis, J., 351 vities Com m ittee, 318 Iowa, 183, 205 377, 378. 389, 393
121, 123, 180, 195, 226, 286, 356, 367 Hamilton, Alexander, 30, Housing and Home Fi- Irlanda, 137, 139, 173, Kentuckv, Estado de
230, 348, 367 Génova, 170 45, 49, 50, 51, 56, 156, nance Agency, 377 176, 179, 182, 186, 189, (1792), 66, 93, 226, 362,
Filipinas, 251, 253, 319 Genovese, Eugene, 70 279 Hudson, río, 113 225, 227, 255 369, 377. 380
Finlandia, 181, 182, 189 G entlem ens’s Agreement Hanna, Marcus, 248 Hudson, valle del, 28 Islandia, 319 Kerensky, A.F., 243
filibuster, 349 (1907-1908), 175 Hanoi, 399 H udson Bay Company, Israel, 403 Kemer, Otto, 383
Fisher, Irving, 287 George, Henry, 274 Harding, Warren G., 256, 130 Italia, 56, 166, 173, 176, Kerouac, Jack, 371
Fiske, John, 35 Georgia, 17, 23, 25, 26, 32, 263, 279, 280 Huey, Long, 315 180, 181, 182, 189, 198, Keynes, John M., 299,
Fleming, Denna F., 351 33, 37, 47, 66, 128, 161, Harlem, m otín de, 344 Humphrey, George, M., 215, 320 310, 314
flop houses, 217 348, 363, 380 Hastie, William, H., 341 356 Ivy League, 224 kike, 199
Florida, Estado de (1845), Gettysburg, 97, 98 Harpers Ferri, 101 Humphrey, Hubert, 359, King, Martin Luther, 363,
16, 28, 55, 56, 58, 66, 92, — discurso de (1863), 96 Harrington, Michael, 376, 385, 389 365, 377, 378, 382, 384
269 Ghandi, M. K„ 363 377 Hungría, 169, 182 Kissinger, Henry, 3S9,
flower-power, 393 Ginzberg, Alian, 371 Hartz, Louis, 12, 242 Hunt, Howard, 406, 407 Jackson, Andrew, 64, 80, 400, 402, 403
Fogel, Robert W., 70 Giolitti, G., 215, 243 Harvard, universidad de, Hunter, Robert, 216, 232 S6, 130, 146, 149, 150, kiwanis, los, 223
Folsom, Marión, 359 Gipson, Laurence H., 12 224 156 Kleindients, Richard, 407
F ood Administration, Gibraltar, 29, 30 Hawaii, islas de, 184, 319 Jackson State College, Knight, E.C., caso (1895),
250 Gladden, Washington, Havvkins, Augustin, 417 398 158
Ford, Gerald (1974-1977), 244 Hawley-Smoot, arancel IBM, 392 Jacksonian democracy, Knights o f Labor, 230,
396, 400, 402, 403, 408, Glazer, Nathan, 391 (1930), 297 Ickes, Harold, 308, 333 228 231, 234
410, 414, 416 Goldberg, Arthur J., 374 Hay, John, 253 Idaho, 183, 234 Jacobo II, 14 Know Nothing, orden s e ­
Ford, Heniy, 4, 140, 142, Goldwater, Barry, 379, Hayes, Rutherford, 107 Iglesia católica, 207, 208, Jamaica, 70 creta d e los, 192
264, 267, 268, 279 394, 395 Haymarket Square, 229 211, 230 James, herm anos, 227 Kolko, Gabriel, 246

486 487
Kosciousko, Thaddeus, Lloyd, Heniy D„ 237, 244 McCarthy, Joseph (1950- M ontesquieu, Charles National Resources Plan- Oeste, 33, 34, 39, 5€, 57,
28 loan office certificates, 35 1954), 10, 211, 348, 352, Louis de, 31 ning Board, 329 61, 67, 78-81, 84, 89-91,
kosher, 202 lobby, 415 354, 355, 361 Montevideo, 170 National Urban League, 98, 99, 112, 113, 115,
Kredit Anstalt, 297 lock-outs, 221, 248 McCloskey, John, 195 Montgomerv, 363 341 117, 129, 133. 135, 136,
Ku Klux Klan, 263, 278, Locke, John, 24, 31 M cCord, James, 406 — boicot (1955), 364 National War Labor 140, 141, 143, 146, 149,
362 London, Jack, 240, 246 McClure's, 244 M ontgom eiy Ward, 266 Board (1942), 250, 326 150, 152, 154, 156, 161,
Londres, 29 McDuffie, George, 83 Montreal, 113 National Youth Adminis­ 163, 165, 170, 184 222,
L oop de Chicago, 271 M cGovem , George, 393, — centro u rban o de tration, 327 225, 227, 228 232, 235-
Lord North, 29 406 (1642), 130 Nebraska, 183, 235, 389 237, 248, 295. 298 312,
Labour Management Re- Los Angeles, 121, 123, McKinley, William, 229, Morgan, J.P., 142, 148, Necker, Jacques, 29 340
porting and Discloure 129, 155, 197, 238, 247, 237, 245, 248 288 Nelson, Donald, 326 Office o f Censorship, 327
Act, 361 271, 339, 340, 344, 367 McKees Rocks (Pensilva- Morgan, Thom as J„ 231, Nettels, Curtis, 59 Office o f Civilian D efen­
Labour Party, 6 — m isiones (1769, 1781), nia), 240 237 Nevada, 183 se, 327
Lafayette, marqués de, 130, 204, 205, 210 McNamara, Robert J., Most, Johann, 229 N ew Bill o f Rights, 329 Office o f D efense Trans­
28 love-ins, 394 374, 389, 398 muckrakers, 244, 246 New Deal, 89, 199, 249, portation, 326
LaFeber, Walter, 251 Lowell, Francis L., 118 McNeill, William, H„ 351 Muhammad, Elijah, 342 258, 292, 304-315, 317, Office o f E conom ic Op­
LaFollette, Robert F., 236, Luis XVI, 13, 28, 51 McNutt, Paul V., 326 Muller, caso, 244 318, 320-330, 349, 356, portunity, 380
249, 278 Luisiana, Estado de M edie aid, 413 mungwumps, 244 360 Office o f Pnce Adm inis­
— ley d e (1915), 249 (1812), 30, 47, 55, 56, 58, Medicare-Social Security Murmansk, 255 «New Frontier», 373, 380 tration, 325, 326, 331
laissez faire, 5, 243, 271, 66, 78, 79, 81, 86, 130, Act (1965), 381 M uscle Schoals, 279 New Haven, 199, 204, 209, Office o f Production M a­
357 150, 180, 363 M edio Oeste, 112, 113, Muskie, Edm und A , 211 211 nagement, 325
Landmannschaft, 203 — com pra d e (1803), 129 115, 117, 125, 127, 130, My Lay, matanza en, 388 New H armony (Indiana), Office o f Scientific Re­
Laos, 398 Lynch, John, 14 132, 133, 135, 139, 149, 227 search and Devek>p-
Larrabee Street, 201 Lynn, Winfred, 342 162, 179, 180, 208, 263, New L on don, 118 m ent, 327
Lasalle, Ferdinand, 228 275, 318, 384 Newburgh Conspirancy, Office o f War Mobiliza-
Las Vegas, 132 M ellon, Adnrew, 279 Naciones Unidas, 352 36 tion, 327
Lausche, Frank, 211 melting-pot, 193 Nader, Ralph, 393 Newport, 19 Office o f War Informa­
Lautenbach, Wilhelm, M adison, James (1809- Mempnis, 221 Mantucket, 118 Newton, Huey, 383 tion, 327
299 1817), 15, 43, 45, 49, 51, Meredith, James, 378 Nápoles, 170 N'ickelodeon», 223 Oficina de Libertos 101,
Lawrence (Massachu­ 53, 58, 63 m erit system, 156 Napoleón Boñaparte, 56, Nixon, Richard M. (1969- 104
setts), 240 Main, Estado de, 215 M éxico, 9, 86, 87, 130, 66 1974), 10, 371, 373, 374, Oficina de Inmigración,
Lazarus, Emma, 122 Main, Jackson T., 43, 44 131, 173, 178, 180, 189, Natchez (m isiones 1716), 389, 391, 395-402, 405- 240
Le Duc Tho, 399 Maine, 182 255, ^14, 318, 334, 339, 130 411, 414, 416 Oficina de Propiedades
Lee, Rom án H., 212 Malamud, Bemard, 370 411 National Am erican Wo- Norfolk, 334 Extranjeras, 280
Lee, Richard H., 43 Malasia, plantaciones — golfo de, 81 inan Suffrage Associa- Norman, Montagu, 273 Ohio, 41, 47, 70, 112. 115,
Lee, Robert E., 97, 99,102 de, 268 Miami, 269, 270 tion (1890), 232 Norris, George, 279 155, 180, 182 211,263
Lejano Oeste, 130, 140, M alcom X, 383 Michigan, 182, 299 National Association for Norte, 34, 39, 40, 41, 67- Oklahoma, 130. 131 238,
167 Manhattan, 204, 271 — universidad de, 224 the Advancem ent o f 69, 71-74, 79-81, 83, 88- 315
Lenin, Vladimir I., 355 Manitoba, pradera de, Milán, 66 C o lo r e d P e o p le 92, 95-98 Omaha (Nebraska 202,
Leones, los, 223 130 Mills, Wright, C„ 392 (NAACPi, 341, 348, 362- Northwest Ordinance, 41 234. 235
levée en masse, 28 Mann-Elkins, ley de Mihvaukee, 195, 204, 229, 364, 378 Northwestern Alliance, open shop, 221
Lewis, John, L„ 316, 333 (1910), 249 239, 240 National Association o f 234 Operation Headstart 380
Lewis, Meriwether, 130 Marcuse, Herbert, 393 M innesota, 122, 183, 236 Manufacturera, 221 Noruega, 182, 186, 189 Oregón, 87, 131, 132, 194
Lexington, 24 Marión (Ohio), 279 — universidad de, 224, National D efense Advi- New Hampshire, 17, 31, — Tratado de, 129
Ley d e Cuotas, 5 Marshall, George, C., 351 377 so iy Com m ission, 325 33, 47, 63, 182 Oriente M edio, conflicto
Ley d e D erechos Civiles — Plan (1947-1948), 351, miscegenation, 71 National Environmental Nueva Inglaterra, 17, 32, (1967), 386
(1964), 10 352, 385 Misisipí, Estado de Policy Act (1970), 414 58, 63, 67, 68, 74, 77, 89, Oswald, Lee H., 379
«ley de la mordaza», 83 Marshall, Jon, 52, 158 (1821), 30, 33, 53, 55, 56, National Erector s Asso­ 118-120, 140, 142, 162, OTAN, 402
Ley d e Q uebec (1774), 22 Marshall, Thurgood, 377 62, 81, 92, 97, 112, 113, ciation, 221 164, 170, 179, 180, 182, Oxford (Misisisipí), 378
liberáis, 215 Marx, Karl, 228, 355 115, 116, 124, 125, 130- National Grang, 233 197 , 215, 271, 274 Owen, Robert, 227
Liberator d e Garrison, 83 Maryland, 16, 33, 34, 40, 132, 150, 165, 213, 363 National H ousing Admi­ Nueva Jersey, 17, 33, 40, Owen, Robert Dale, 227
Liberia, 75 52, 66, 68, 74, 93, 97, Misuri, Estado de (1821), nistration, 334, 350 47, 57, 180
Liddy, G ordon, 406, 407 112 66, 78-80, 87, 93, 130, National Industrial Reco­ Nueva Orleans, 56, 58, 97,
Liga Americana, 224 Masón, George, 31. 43 194 very Act (N1R), 316 113, 115, 121, 123-126,
Liga Nacional, 224 Mason-Dixon, línea, 66, — C om prom iso de National Labor Union de 226 Pacífico, 30, 87, 132, 174,
Lincoln, Abraham (1860), 71 (1820), 79, 84, 89 Canadá 230 Nueva York, 4, 17, 26, 39, 177, 180, 182, 183, 252,
91, 93, 95, 96, 99, 100, Massachusetts, 16,23, 27, Mitchell, John, 407 National Labor Relations 40, 43-45, 47, 49, 52, 66, 318, 326
102-104, 232 31, 33, 37, 40, 47, 63, mifeed corporations, 48 Act, 316 74, 113, 115, 118, 121- padroni, 169 n. (4)
Lindbergh, Charles, 285 118, 131, 154, 182, 263 Mobile, 334 National Labor Relations 123, 125, 129, 146, 149, Paine, Thomas, 25, 35
Lingeman, Richard, 324 M assachusetts Bay, 34 M odel Cities Act (1966), Board, 316 155, 177, 180, 201-203, País d e Gales. 16
Little Rock (Arkansas), McCarran, ley (1950- 381 National Labor Union de 211, 216-218, 222, 228, Países Bajos, 29, 35, 36,
363 1951), 354 Molly Maguires, 227, 228 Estados U nidos (1866), 271, 293, 367, 369, 383 51, 189. 319
«Little Steel». Véase War McCarran-Walter, ley de M onroe, James, 56, 68, 228-230 — Bolsa de, 147, 288, Países Bálticos 173
• Labor Board (1952), 177 252 National Recovery Admi­ 294, 297 Palmer, Mitchell A_, 250
Liverpool, 118, 140 McCarthy, Eugene, 389, Montana, 183, 234 nistration (NRA), 305, Nuevo M éxico, 183, 255 Panamá, canal de, 7, 253
Livingston, Robert R., 56 393 Montañas Rocosas, 130 311, 314, 315, 320 Nugent, Walter T. K„ 225 Paris, 29

489
parity, 277 Public Works Adminis­ Riesman, David, 370 Scott, Wintield, 95 Space Counsil, 379 temporary alliances, 55
Parsons, Albert, 229 tration (FWA), 305, 308 Riga, 238 Scott Key, Francis, 59 Speer, Albert, 327 Terranova, 173, 181
Partido Demócrata, 90, Public Works and E cono­ rig/if to privacy, 413 Seabord Air Line, 287 Spencer, Herbert, 157 Texas, Estado de (1845),
91, 195, 210, 211, 239 m ic D evelopm ent Act Rockefeller, John D., 142, Seale, Bobby, 383 Spindletop (Texas), 128 £6, 84, 86,131,149,150.
Partido Popular, 235 (1965), 381 148 Sears Roebuck, 266 Specie circular, 149 180, 194, 245
Partido Republicano Public Works Em ploy­ — Rockefeller, D. Jr., 245 Seattle, 203, 262 spoils system , 156 — adquisición de (1845-
(1854), 90, 103,107, 195, m ent Act, 417 Rocosas, las, 87, 131, 132 Second Bank o f the Uni­ Springfield, 37 1848), 129
210, 211, 303 Puerto Rico, 177, 251 Rochester (Nueva York), ted States, 146, 149, Square Deal, 248 — rebelión d e (1836!, 84
Partido Socialista, 239, Pullman, 147 205 156 Stamp Act (1765), 21 Thieu, Nguyen Van, 397,
246 Pullman, George, 243 Roma, 207 S e c u titie s E x ch a n g e Stampp, Kenneth, 69 399
Paterson (Nueva Jersey), Roosevelt, Franklin D., C om m ission, 307 Standard Oil Company, Thomas, Norman, 238
240 (1882-1945), 8, 9, 199, Semíolas, 130 142, 147, 148, 245, 248 Tiflón, Elisabeth, 232
Peace Corps, 380 Q uebec, 113 249, 303-308, 310, 313- Sennett, Richard, 221, •state s rights», 40 Tilden, Samuel, 107
Pearl Harbour, 319, 320, — centro urbano (1608), 322, 325, 326, 328, 332, 222 States Rights Party, 349 To secu re these rights
325 130 342, 374 Servicemen’s Readjust- States Rights Theory, 98 (1947), 361
Pemberton, John C., 95 Q uincy, Josiah, Jr., 67 Roosevelt, T heodore ment Act (1944), 329 Stephens, Alexander, H., T o c q u e v ille , A le x is
Pensilvania, 16,26, 32, 33, (1858-1919), 224, 243- Seward, William (1861- 98, 104 (1835), 62, 165
40, 47, 48, 57, 66, 87, 245, 248 1869), 252 Steuben, Friedrich W., Tonkín, golfo de, 387,398
146, 180, 197, 226, 248 Radio Corporation o f Root, Elihu, 247, 248 share-croppers, 108 von, 28 Topeka, junta escolar de
— ferrocarril de, 308 America, 286 Rostow, Walt, W., 374 Shays, Daneil, 37 Stevenson, Adlai, 210, 362
Pentagon Papers, 398 Randolph, Philip A , 341, Rotarios, clubs de los Sheldon, Edward, 223 355 topika, 203
P eop les Party, 234, 236, 342, 348 (1905), 223 Strasser, Adolph, 230 Toronto, centro urbano
Sheridan, A dison, 60
237 Raskob, senador, 278 Roth, Philip, 370 Strategic Arms Limi- (1750), 130
Sherman, William T., 97.
Perlman, Selig, 242 Reagan, Ronald, 395 Rotschild, los, 225 tation Treaty (SALT), tory, 26
99
perm anent alliances, 55 Reconstruction Finance «Rough Riders», 248 — ley anti-trust de 402 Tovvley, Arthur C., 236
Perpetual Union between Corporation, 299, 300, Royal Navy, 57 Strong, Benjamin, 273, town meetings, 31
(1890), 158, 220, 249
the States o f New 307 Rumsfeld, Donald, 403 — Silver Purchase Act 300 Tow nsend Street, 201
Hampshire, 34 red scare (1919-1920), 10, Rush, Benjamis, 14 Submerged Lands Act, Tow nshend, 21
(1890), 234
Perret, Geofírey, 324 247, 250, 263 Rusia. Véase URSS Shriver, Sargent, 380 357 Trade Expansión Act
Persia, 169 red eem er govem m ents, Rutledge, Edward, 67 Shylock, sím b olo de, 225 Students Non-violent Co- (1962), 376
Perú, 314 106 Siberia, 255 ordinating Committee trail o f tears, 130
Petersburg, 99 Refugee Relieve Act (SNCC), 378 Tratado d e 1882, 174
Singer, 147
Pike, Zebulon, 130 (19531, 177 Siria, 402, 403 Subversives Activities Trautmann, William E..
Pilgrim Fathers, 66 regulatory agencies, 278 Sacco, Nicola, 263 slavery, 69 Control Board, 354 240
Pinckney o San Lorenzo, Reich, Charles, 394 Sagasta, Práxedes, M., Smietanka, 210 Suecia, 29, 167, 182, 186, Triborough, puente de,
tratado de, 55 Reno (Nevada), 132, 224 243 Smith, Adam, 17, 264 298 308
Pittsburgh, 122, 123, 230 Report o f Manufacturers Sajonia, 142 Smith, Al, 199, 285 Suiza, 189 Tribunal Federal Supre­
Plymouth, 66, 268 (1791), 50 Salem, 52, 118 — Smith, le y de (1940), Sur, 34, 39-41, 57, 66-68, m o, 42, 52, 63, 156-158
Polenberg, Richard, 324 República Dominicana, Salinger, J. D., 370 70-75, 79, 88, 92, 93, 95, Truman, Hany S. (1945-
347, 355
pólice power, 158 386 saloons, 223 96, 99, 102, 105, 106, 1953), 177, 346-353. 357,
Smith-Connaly. Véase
poli tax, 37, 47, 50 República Federal, 3 Salvini, Giovanni (John 107, 110, 112, 140, 143, 361, 362, 385
War Labor Disputes
República Popular De­ Suilivan), 196 150, 151, 156, 160-163, Tum er, Nat, 83
Polonia, 168, 17£, 182 Act
Poor Law, 307 mocrática d e Laos Sambuca-Zabut, 201 165, 179, 212, 217, 225, Tw eed, William, 155
Smith, M elanchton, 44
Port H udson, 97 (1975), 399 San Antonio, 130 226, 235-237, 263, 276, Tucker, Benjamin, 229
Social Gospel, 244
Porter, E.S., 223 Republican Party, 51 — m isiones en * (1718), 277, 312, 319, 344 turkey trot, 223
social overhead capital,
Posnania, 168 Resoluciones de Ken- 205 survival o f t h e fittest, 157 Turquía, 351
155 Tuscaloosa, universidad
Potencias Centrales, 250, tucky y Virginia (1798), San Francisco, 169, 203- sweatshops, 217, 232
63 205, 213, 214, 334, 344 Socialist Labor Party, de, 378
251, 255 Sylvis, William, 228
Revenue Bill, 380 — m isiones en (1776), 229, 231 Svracuse, 344 Tydings, Millard, 354
Potoinac, rio, 97, 303 Socialist Party o f Ameri­
revenue sharing, 405, 418 130
Powderly, Terence V., ca (SPA), 7, 238, 239,
Revere Beach, 222 San Lorenzo, río, 113
230 241 Unele Sam, 59
Revolución francesa, 26, San Luis, 221, 234 Taft, William H (1909-
Primera Internacional, 110 Sociedad d e Naciones, 7, Underwood, ley (19131,
Santa Fe, m isiones en 1913), 224, 245, 249
228 Revolución rusa, 262 255, 256, 261, 263 249
(1610, 1692), 130 Taft-Hartley ley (1947),
Princeton, universidad Revolución industrial Santísima Trinidad, igle­ Soil Bank Bill, 359 347, 349, 356, 360 Union Pacific, 115
de, 224 británica, 110 sia de la, 207 Sorge, Friedrich, 228 Tallahassee (Florida), 364 United Autom obile W or­
Procter and Gamble, 367 Revolución industrial en Santo D om ingo, 101 South Clark Street de Tanvnany Hall, 115 n. kers, 317
Progressive Movement, 7 Estados Unidos, 109 Saratoga, 29 Chicago, 217 Tarbell, Ida M., 245 United Irish Cultural
Progressive Party, 349 Revolución industrial en Saskatchewan, pradera Southern Alliance, 234 Taylor, Frederick W., 264 Center (1971), 214
Prom ontory Point, 115 Europa, 110 de, 130 Southern Christian T eapot D om e (Wyo- United Italian Societies,
Providence (Rhode Is- Rhode Island, 17, 31, 33, Sauk, 130 Leadership Conferen- ming), 280 204
land), 197, 202, 206 34, 39, 44, 45, 63, 68, Savannah, 99 ce, 363, 378 Tennessee, Estado de United M ine Workers o f
Próximo Oriente, 402, 182 Schlesinger, Arthur Jr., Southern Pacific, 155 (1796), 8,47,66,93,1 05, America, 231, 316
403 Ribicoff, Abraham, 211 351, 374 Sovereign, James R., 230 213, 282, 362, 380 United States Steel Cor­
Proxmire, William, 392 Ricardo, D., 157 Schediter, caso, 315 S o z i a l d e m o k r a t is c h e Ten nessee Valley Autho- poration, 147, 148, 286
Prusia, 142 Richm ond, 66, 96, 97, 99 Scopes, John, 282 Partei, 6 rity (IVA), 309, 315, 357 Upton Sinclair, 248

490
Upward Bound, 38o Wagner Act, 316 White, John, 170
URSS, 2, 112, 137, 169, Waite, David H., 235 White, William 370 Indice de ilustraciones
173, 176, 180-182, 239, Wallace, George, 378, 406 White Citizens Councils,
241, 243, 253, 255, 351, Wallace, Henry, 349, 395 362
352, 354, 366, 371, 400- Walling, E. W., 240 W ilmot, David, 87
403, 411 Walk on the water, 113 W ilson, Charles E., 356
Utah, 87, 115, 131, 154, Wall Street, 122, 128,148, W ilson, James, 59
169, 183, 234, 339 149, 165, 270, 281, 297, W ilson, W ood row (1913-
299 1921), 239, 243, 245,
Waltham, 118 249, 254-256, 261
Valley Authority, 79 «Waltham System», 119 Williams, William A , 246,
Vandalia, 112 War Industries Board, 251, 351
Vanzetti, Bartolomeo, 326 Willkie, W endell, 318 1. La expansión territorial de los Estados Unidos ..........
263 War Labor Board, 330, Wirth, Louis, 202
Varsovia, 166 332, 337 W isconsin, 163, 180, 182,
— pacto de, 402 War Labor Disputes Act, 194, 202, 208 2. Alineamiento de los diferentes Estados .........................
Vaticano, 230 333 — universidad de, 246
Veracruz, puerto de, 254 War M anpow er Commis- wobblies. Véase Indus­
Vergennes, Charles Gra- sion, 326 trial Workers o f the 3. Obstáculos geográficos a la expansión de la coloniza­
vier, 29 War on Poverty, 10 W orld
Vermont (1777), 32, 47, War Power Act (1973), 398 W oodhull, Victoria, 232 ción d e los Estados U n id o s .................................... ... ...
182, 280 War Production Board, W oodw ard, Bob, 407
Versalles, Conferencia 326, 332 W orcester Country, 37
de, 261 War Relocation Autho­ W orkingm en's Party, 228, 4. Duración de los viajes a Nueva York en 1860 ..........
— Tratado de, 255, 258, rity, 338 229
259 W ashington, 93, 96, 132, Works Progress Adminis­
Vicksberg, fortaleza, 97 194, 227, 342, 396 tration (WPA), 308, 309,
V'iejo Sur, 4, 66, 70 W ashington, Booker T., 318, 327
Viena, 166, 402 225 Woytinsky, Wladirmr S.,
Vietcong, 397, 399 W a s h in g t o n , G e o rg e 299
Vietnam del Norte, 387- (1789-1797), 15, 25, 28, Wright, Carrol D., 215,
389, 398, 399 39, 43, 50, 51, 54-56, 60, 370
— del Sur, 387, 398, 399 68, 74, 251, 290 Wright, Francés, 227, 232
— guerra de, 10, 11, 384, WASP, 6, 193 W yoming, 183, 234, 339
385, 393, 394, 416 «Watergate», 396, 403,
V-girls, 336 406, 407, 410, 411
Virginia, 16, 29, 33, 34, 39, W atson, Tom , 226, 236 Yale, universidad de, 224
40, 43,44,57, 66, 68, 93, Watts (ghetto de los An­ vellow -d og co n tra cts,
97, 98, 131, 369, 377, geles), 383 220, 279
380 «Weathermen», 393 yellcrw joum alism , 247
— Con vención de (1776), Weaver, James, B., 233- yeom an dem ocracy, 135
31 235 Yorktown, 29, 97
Vladivostok, acuerdo de, Weaver, Robert C., 377, Young Adults Jobs Bill,
402 381 416
Vólkersplitter o Voker- W ebster, Daniel, 65 Youngstown Sheet and
dünger, 169 Webster, Noah, 60 Tu be Com pany, 353
Volstead, ley (1919), 219, W ebster, Peletiah, 38 Youth Conservation
283 W estern Federation Mi- Corps, 416
Volunteers in Service to ners (WFM), 240, 241 Yugoeslavia, 189
America (VISTA), 380 Westminster, Parlamen­
to de, 32
W estmoreland, general z appa, 188
Wade, Richard, 391 William C., 388 Zen, budism o, 371
Wade-Davis, ley (1864), whigs, m oderados, 25 «Zimmerman, telegrama
whigs, radicales, 24, 86 de», 255

492

También podría gustarte