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(2 Copias) PLAN de Clase Nro 4..aprobado., Practica III
(2 Copias) PLAN de Clase Nro 4..aprobado., Practica III
Prá ctica
Docente
III
Plan de clase Nro. 4
Paola Rivas
Laura Agüero
Curso: 2° B
Módulos: 2
Práctica Docente III
Plan de clase N° 4
Propósitos:
Construir ámbitos de intercambio de ideas donde los estudiantes como lectores puedan
expresar sus puntos de vista acerca de los textos y profundizar sus lecturas en diálogo con
otros lectores.
Suscitar la exploración de las posibilidades creativas de la escritura.
Objetivos:
Contenidos:
Clase:
Inicio
Se conversará acerca del cuento leído la clase pasada y en caso de haber quedado
inconclusas las actividades se terminarán de resolver. Se hará la puesta en común de las
actividades y sus correcciones.
Luego se hará una introducción acerca de lo que son los indicios, se dirá que proveen de
datos de significado implícito que es preciso interpretar, tal como los que remiten, por ejemplo, a
la psicología de un personaje o su clase social. Son datos (pistas) que es preciso descifrar,
requieren trabajo de inferencia, no están explícitamente dados, tienen siempre significados
implícitos (se explicará el significado de implícito: incluido pero no expresado, tácito). Se
comentará que el cuento “La soga” tiene dos versiones: la primera versión es la que la que leímos
la clase pasada y fue publicada en 1971, en el libro de cuentos Los días de la noche. La segunda
versión, que leeremos hoy, fue publicada en 1977 y está incluida en una antología de cuentos cuyo
título es La naranja maravillosa. Se mencionará que los indicios permiten imaginar el destinatario
que construyó la autora cuando escribió cada uno de los cuento. Luego se les entregará a los
estudiantes una copia de la segunda versión de La soga y se los invitará a realizar una lectura en
conjunto con la que comenzará la docente:
A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de agua,
tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Esos juegos lo entretuvieron
hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo
del aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que la soga cayó en sus
manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había esperado que le dieran la soga; ahora podía
hacer con ella lo que quisiera. Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el
caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas, después una horca para los reos,
después un pasamano, finalmente una serpiente. Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se
volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás de Toñito las
escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos. Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la
soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le
acercaba, a regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente. Con tanta maestría Antoñito
lanzaba la soga y le daba aquel movimiento de serpiente maligna y retorcida que los dos hubieran podido
trabajar en un circo. Nadie le decía: “Toñito, no juegues con la soga.”
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La soga parecía tranquila cuando dormía sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de
ahorcar a nadie. Con el tiempo se volvió más flexible y oscura, casi verde y, por último, un poco viscosa y
desagradable, en mí opinión. El gato no se le acercaba y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se
demoraban sapos extasiados. Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire, como los discóbolos
o lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a sus movimientos: sola, se hubiera dicho, la soga
saltaba de sus manos para lanzarse hacia delante, para retorcerse mejor.
A la soga ya le había salido una lengüita, en el sito de la cabeza, que era algo aplastada, con barba; su
cola, deshilachada, parecía de dragón. Toñito quiso ahorcar un gato con la soga. La soga se rehusó. Era buena.
¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay tantas en el mundo! En los barcos, en las casas, en las tiendas, en
los museos, en todas partes... Toñito decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio agua.
La bautizó con el nombre Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada movimiento, decía: “Prímula, vamos
Prímula.” Y Prímula obedecía. Toñito tomó la costumbre de dormir con Prímula en la cama, con la precaución
de colocarle la cabecita sobre la almohada y la cola bien abajo, entre las cobijas.
Una tarde de diciembre, el sol, como una bola de fuego, brillaba en el horizonte, de modo que todo el
mundo lo miraba comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito, cuando lanzaba la soga. Aquella vez la
soga volvió hacia atrás con la energía de siempre y Toñito no retrocedió. La cabeza de Prímula le golpeó el
pecho y le clavó la lengua a través de la blusa. Así murió Toñito. Yo lo vi, tendido, con los ojos abiertos
Al finalizar la lectura los estudiantes dirán su opinión acerca del relato. Luego
buscaremos las similitudes y diferencias con la versión anterior: ¿aparecen los mismos
personajes y elementos?, ¿las acciones y juegos con la soga son los mismos?, ¿el
desenlace cambia?, se pedirá a los estudiantes que comparen las dos versiones. Deberán
señalar las diferencias entre ambas, para ello se les indicará que deben prestar mucha
atención ya que algunos cambios son muy visibles pero hay otros mucho más pequeños. Y
a modo de guía se les dirá que busquen: cómo es el tratamiento del personaje del niño,
por ejemplo: mientras en la primera oración de la primera versión se dice que el
protagonista se llama Antoñito López, en la segunda aparece solo como Antoñito; cómo es
el tratamiento de la soga; cuáles son los juegos de la primera y la segunda versión; cómo
se modifica el desenlace. Se compartirán los hallazgos hechos por los estudiantes y se
escribirán en el pizarrón.
Luego se copiará la siguiente consigna:
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¿Qué función tienen las modificaciones que hizo la autora en el relato respecto de
la primera versión? O sea, ¿qué efecto provocan sobre la lectura del relato?:
• ¿Tranquilizador?
Rivas, Paola – 3ro. PL TT | ISFD 50
Práctica Docente III
Plan de clase N° 4
• ¿Moralizante?
• ¿Facilitan la lectura?
• ¿Producen agrado?
• ¿................?
Se compartirán discutirán las respuestas.
Desarrollo:
Se explicará que todo autor escribe imaginando un lector (no es que se imagine a
una persona concreta, sino más bien a un grupo de lectores: jóvenes de entre quince y
veinte años, chicas enamoradas, niños pequeños, hombres de negocios, etc.). Se trata del
lector imaginario, ideal, que el autor tiene como horizonte de expectativas. Sin embargo,
los lectores reales no siempre coinciden con los lectores imaginarios. Un autor de libros
para chicos, por ejemplo, escribe para los chicos, pero sus textos pueden ser leídos por
personas de cualquier edad. Los chicos son los lectores imaginarios, pero los que leen el
libro (chicos y grandes) son los lectores reales.
Se dictará lo siguiente:
Indicios en la literatura:
Los indicios contienen datos que es necesario interpretar. Son del orden de lo
metafórico, es preciso, descifrarlos. Remiten a un clima, a un sentimiento. La labor
interpretativa del lector, que esos textos presuponen, es muy grande. El lector debe
descubrir esos indicios, especie de "pistas" desperdigadas a lo largo del texto e
interpretarlas, para realizar una lectura más competente del relato. El lector funciona, lee
y trabaja como si fuera un detective.
Luego se explicará que los indicios también nos permiten construir un destinatario
ya que nos sirven para pensar el lector que el autor imaginó al escribir su obra. Y se
dictará:
¿Para quién se escribe?
Todo escritor imagina un lector (a quien le escribe). Es un lector imaginario que el
autor tiene en mente a la hora de pensar a quien dirige su obra. Sin embargo, los lectores
imaginarios no coinciden siempre con los lectores reales. 6
El vocabulario que se emplea, las pistas que se esconden y la construcción del
relato, nos permiten descubrir a qué tipo de lector imaginó el escritor.
1- ¿Cuál crees que es el lector imaginario de esta segunda versión del cuento? ¿Y de la
primera versión? (para esta pregunta cambie el inicio, omitiendo que la antología que
aloja a la segunda versión del cuento está destinada a niños)
2- ¿Qué versión te gustó más?, ¿Consideras que perteneces al grupo de lectores que
imaginó Silvina Ocampo para la versión que elegiste?, ¿Por qué?
3- ¿Cómo imaginó la autora a los lectores? Según los indicios encontrados en el cuento,
caractericen al lector imaginario en que pensó Silvina Ocampo para la segunda versión
de su cuento.
Cierre
Se conversará con los estudiantes acerca de la función que cumplen los cambios
introducidos por la autora, se preguntará si creen que la segunda versión es un cuento adecuado
para niños, ¿por qué sí y por qué no?, ¿y la primera versión?, ¿por qué? ¿Qué otras cosas le
hubieran cambiado ustedes al cuento?, ¿O no le hubieran cambiado ninguna?, ¿Por qué?
Se les dictarán las preguntas conversadas agregando la siguiente consigna: Imaginen las
sogas de cada relato y dibujen la versión de alguna de las dos.
Se corregirá lo escrito y se hará la comparación de los dibujos incluyendo uno elaborado
por la profesora para cada versión.
En caso de no terminar la actividad se les pedirá a los estudiantes que la finalicen en sus
hogares.
Tiempo: 2 módulos
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Recursos:
Evaluación:
D.C ES2 Prácticas del lenguaje.-1ª ed.- La plata, Dirección General de Cultura y Educación
de la Provincia de Buenos Aires, 2009.
Ocampo, Silvina. “La soga”, en La naranja maravillosa, Buenos Aires.