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Glenn Postolski: Nacimiento y organización de la radio SXX (TEO)

Grahman: economía política de comunicación (TEO)


El modelo clásico de televisión (como instrumento de producción y consumo masivos)
se basó durante treinta años en el equilibrio entre Estado, usuarios, anunciantes y
emisoras. Está siendo reemplazado por un sistema fragmentado en el que el servicio
público, si sobrevive, será marginal.
Retrospectivamente la estructura político-económica de la televisión mostraba una
estabilidad notable durante las tres décadas que siguieron al finalizar la 2DA GM. No
es por accidente que la ascensión y caída de lo que sería el periodo clásico de la
televisión, coincidiera con el boom fordista que termino con las dos grandes crisis del
petróleo de los años 70. El sistema de la televisión creado post 1945 era el lugar de la
acumulación y de la regulación fordista. Constituía el punto clave de la
acumulación porque creaba el mercado para los equipos receptores de la televisión,
que fue uno de los principales motores de crecimiento fordista y además
proporcionaba la herramienta clave del marketing para los bienes de consumo de
masas, sobre los que se basaba el boom fordista en gran medida. En cuanto a la
regulación, el sistema de televisión solucionaba una de las principales contradicciones
del fordismo. Las relaciones fordistas de producción y el boom de los bienes de
consumo fordistas potenciaron el crecimiento de lo que Raymond Williams llamo
privatización móvil. El acceso directo al entorno domestico a través de la tv, demostró
ser una herramienta poderosa para el marketing, la movilización política y la formación
de la opinión pública. Ayudo entonces a solucionar este problema y a mantener un
consenso político y social sobre el que se basaba la regulación fordista.
Economía política del sistema de televisión descansaba sobre un equilibrio construido
en TRES PROCESOS:
- Desarrollo de infraestructuras de la radiodifusión y la recepción (que suponían
una alianza entre ele estado y el consumidor de la industria electrónica; vender
aparatos de radio).
- Movilización de las fuentes de financiación de programas que suponían una
alianza entre el estado como fuente de licencias o de ingresos por los
impuestos directos y el sector colectivo de los anunciantes.
- La industria de la televisión tuvo que movilizar y mantener su legitimidad
política ya que requería un acceso al espectro reducido que el estado
controlaba.
Las razones de un sistema de equilibrios:
La naturaleza del pacto fordista que resulta entre el estado y la economía de la tv,
adopto formas nacionales diversas. Se dio una distinción crucial entre Estados Unidos
y Europa occidental.
EEUU: Eligieron regular un sistema donde la financiación provenía en su casi totalidad
de la publicidad y donde la propiedad se hizo privada (en esencia, privatizar grandes
franjas del espectro)
EUROPA OCCIDENTAL: debido al diferente equilibrio de las fuerzas sociales después
de 1945, eligió un sistema de monopolios públicos financiados por un canon. El Reino
Unido introdujo a principios de los años 50 un sistema comercial privado competitivo
pero altamente regulado; sistema que pudo ser introducido porque, al no haber sufrido
la ocupación enemiga, no existía inconveniente alguno para legitimar el estado
nacional, y porque su economía se encontraba mas ligada a la de estados unidos que
a cualquier otra economía europea.
La naturaleza del equilibrio de este sistema era fácil de determinar:
1- El estado garantizaba la existencia de una infraestructura para la radiodifusión
y unos modelos técnicos asociados y, a través de la planificación de un
desarrollo tecnológico paulatino y a largo plazo, aseguraba un mercado estable
y en desarrollo para su industria de electrónica de consumo. La venta de
aparatos de televisión fue el principal motor del crecimiento fordista.
2- El estado garantizaba una financiación segura a largo plazo para la producción
de programas. Esto tuvo tres consecuencias: aseguraba la demanda de
aparatos de tv, ayudaba a crear audiencias masivas esenciales en el uso de la
tv como herramienta de marketing fordista, el estado permitía el acceso de los
mas importantes anunciantes a estas fuentes baratas de marketing y a precios
subvencionados.
3- Proporcionaba un medio para la movilización política de masas y para la
formación de la opinión pública de la que dependían los políticos del fordismo.
Dentro de este sistema los radiodifusores tenían empleo asegurado y protección
contra la competitividad nacional y extranjera, siempre y cuando a cambio
proporcionen acceso a sus audiencias a la clase política dominante y en los casos de
algunas naciones, a la propaganda del estado. Los radiodifusores eran vehículos cuya
misión consistía en proteger y defender la llamada cultura nacional.
Era un sistema, sobre todo, compuesto por sistemas nacionales ampliamente
autárquicos, a tono con la situación del mercado capitalista mundial, a semejanza de
una alianza de Estados independientes que controlan sus políticas económicas,
industriales y mercantiles.
Un periodo de transición y reestructuración:
El sistema de tv fordista entro en nuestros días en un período de reestructuración (a
veces calificado como desregulación)
Las primeras fisuras del sistema fordista surgieron en las estructuras de transmisión y
recepción y en la industria del HARDWARE. En muchos casos los estados de las
economías mas fuertes de la Organización para la cooperación y el desarrollo
económico se vieron obligados a potenciar el desarrollo y establecimiento de nuevos
sistemas de emisión audiovisual con proyectos ambiciosos de financiación estatal para
el cable de banda ancha y el satélite de difusión directa (SDD). Como resultado los
agentes económicos de mayor peso económico o político penetraron en la economía
de transmisión y en el terreno de la política de esta.
El argumento de la politica industrial era que las infraestructuras de banda ancha eran
esenciales para la competitividad económica nacional en el desarrollo de la economía
posindustrial de la información, y que procurarían un mercado para las industrias
nacionales de fibra óptica y de componentes ópticos como plataforma de lanzamiento
para un mercado mundial.
El modelo post-fordista de acumulación:
En los años 80, al mismo tiempo, la industria jamponesa de electrónica de consumo
estableció con éxito y de manera muy rápida el VCR como un sistema estándar
alternativo para todos los equipos de tv del mundo. Los japoneses ya dominaban como
fabricantes de aparatos de tv en el mundo. El equilibrio del poder en un mercado cada
vez mas internacionalizado entre las industrias del cine y de la tv, se ha decantado a
favor de la industria del cine ya que el alquiler de películas de video se había
convertido en la mayor fuente de ingresos de esta industria y tiene prioridad sobre las
ventas de tv en los modelos de distribución.
A su vez, el desarrollo del régimen de acumulación postfordista o flexiblemente
especializado en economía, caracterizado por la competencia mundial de los
mercados de consumo, cada vez mas saturados, hizo que la función del marketing
fuera aun más importante produciendo aún más gastos en publicidad.
Otro resultado fue la búsqueda de medios para conseguir ingresos directos de los
consumidores a través de formas de suscripción, realizado por productores de
programas. De acá partió el desarrollo de la tv por abono, cuya tecnología es en la
actualidad asequible en términos económicos. Estos avances (económicos y
tecnológicos) llegaron en el momento en que los radiodifusores del servicio público
habían perdido su legitimidad política. Esta nueva intelectualidad exigía expansión y
libertad a un estado protector que estaba simbolizado en el servicio de radiodifusión
público. Así estaban dispuestos a ponerse del lado de políticos neoliberales y de los
nuevos empresarios de los medios para exigir la ruptura de los monopolios verticales
del estado en favor de la producción independiente del respaldo comercial tanto en
cantidad como en formas.
Hacia una nueva economía política de la televisión:
El problema reside en que los radiodifusores terrestre existentes tienen en su mano las
audiencias y la experiencia en hacer programas, pero, sin embargo, carecen de
incentivos para afrontar las grandes inversiones que supondría una programación en
HDTV, cuando no poseen la anchura de banda para que sus audiencias las utilicen al
máximo. Los nuevos sistemas de distribución, cable y satélite poseen el ancho de
banda y el incentivo para utilizar la HDTV y así diferenciar su servicio de los
competidores existentes en el sector.
En tal situación es probable que ocurran dos cosas:
1- Que las políticas actuales de emisión del servicio publico y la fuerza política y
cultural que supone se abandonen, mientras el servicio se concentra en zonas
urbanas rentables y segmentos de mercado
2- El mercado de la televisión probablemente se fragmente hasta el punto de que
ya no sea atractivo para los anunciantes. En una situación como esta la
recepción de la televisión parece que se convertirá en un servicio que habrá
que pagar por canal o programa.
La era fordista de la radiodifusión terminara y será sustituida por un mercado de la
cultura y la información mas segmentado y globalizado.

Exeni, José Luis: “Las PNC: latinoamericano atrevimiento” (TEO)


Uno de los dos ejes temáticos principales del debate internacional sobre la
comunicación –paralelo al NOII- fue el de las Políticas Nacionales de Comunicación
(PNC).
En cuanto a sus impulsores, si la introducción de las formulaciones y propuestas sobre
el NOII en el debate internacional se debió fundamentalmente al Movimiento de Países
no Alineados, la base de discusión y análisis sobre las PNC se aglutinó en el marco de
la UNESCO, impulsada por actores políticos e investigadores de la región.
Las PNC son parte de un mismo proceso que engloba también a las políticas
educativas y a las políticas culturales.
En principio, la idea de PNC estaba directamente enraizada en la línea de la
comunicación para el desarrollo. En el marco de dos principios centrales: a) la
comunicación-información es un recurso planificable, en tanto indicador-inductor del
desarrollo; y b) el Estado es un actor central en el proceso de formulación y aplicación
de políticas y estrategias en este campo.
De expertos a “conspiradores”
La mesa redonda sobre cultura y mass-media, realizada en Montreal en junio de 1969,
marca el paso de la futura transformación de los esfuerzos de la UNESCO en materia
de comunicación.
a) Los primeros expertos
Conceptualmente, esta reunión práctica exploratoria, en la que confluyeron
especialistas de varias especialidades científicas, definió la identificación entre poder y
medios, la relación entre tecnologías de comunicación y un posible imperialismo de la
información, el desplazamiento de las economías desarrolladas hacia actividades de
información y comunicación, el manejo comercial o político de los medios de control
social, la imposición de modelos de conducta, la “igualación por lo bajo” en el plano
cultural que produce la industria cultural, y la reducción de la información por las
tendencias monopólicas a nivel nacional e internacional.
“la reunión no trató de proponer un solo método (…), sino de sugerir directrices
generales para guiar la actividad nacional gubernamental voluntaria”.
En la perspectiva de impulsar la toma de decisiones sobre PNC a nivel regional, la
XVII Conferencia General de la UNESCO, reunida en 1974, aprobó la realización de
una Primera Conferencia Intergubernamental sobre Políticas de Comunicación,
eligiendo a América Latina y el Caribe como sujeto de la misma.
b) Los últimos “conspiradores”
Una función específica, de incuestionable orientación político-estratégica, congregó a
17 especialistas de 14 países de América Latina y el Caribe en la Segunda Reunión de
Expertos sobre Políticas de Comunicación: “ilustrar a gobiernos y responsables de
medios masivos de comunicación la urgente necesidad de implantar políticas
coherentes y de conferir a los diferentes sistemas nacionales de comunicación la
mayor organicidad y racionalidad posibles en vista de metas nacionales de desarrollo”.
La consulta a expertos realizada en Bogotá se guió por tres objetivos: expresar las
conclusiones de la reunión anterior de expertos (París 1972) en términos realistas y
aplicables a los países de América Latina, ayudar a la UNESCO a formular el orden o
el día de la Conferencia Intergubernamental de ministros, y ayudar a precisar los
trabajos preparatorios para el efecto.
Dichas recomendaciones se sustentaron en un diagnóstico consensuado entre los
expertos, que puede sintetizarse en dos percepciones generales: concentración aguda
en manos de intereses privados minoritarios de las comunicaciones en Latinoamérica,
e influencia y sometimiento a intereses económicos y políticos extra-regionales; y
cuatro convicciones: las PNC serán un instrumento capital de solución, deberían ser
democrática y pluralmente formuladas, cada Estado debe jugar –como un derecho y
un deber- el papel de conductor en el establecimiento de las PNC, y todos los países
de la región deben tener políticas conjuntas relativas al comportamiento de las fuerzas
internacionales de comunicación.
Declaración de San José: ¿Hito, credo, paliativo, retórica?
Se realizó en San José, Costa Rica, la Primera Conferencia Intergubernamental sobre
Políticas de Comunicación en América Latina y el Caribe. La reunión, que tuvo lugar
en junio de 1976, congregó a policy-makers de toda la región con el propósito de
impulsar la toma de decisiones, a nivel nacional, en materia de PNC.
Las recomendaciones incluidas en el Informe de la Conferencia pueden integrarse en
seis grandes categorías:
a) Circulación equilibrada de la información
b) Políticas nacionales y planes de comunicación
c) Formación y capacitación de recursos humanos
d) Investigación y documentación
e) Tecnología de comunicación
f) Cooperación regional en materia de comunicación.
En criterio de la investigadora estadounidense Elizabeth Fox, tales recomendaciones
apuntaban a lograr un intercambio internacional más equilibrado de noticias y
programas de entretenimiento, garantizar el acceso y participación en las mass-media
a todos los miembros de la sociedad, proteger los derechos individuales y libertades
de comunicación y expresión, y asegurar la aplicación de los media a objetivos de
desarrollo nacional y regional.
Al definir los objetivos generales de la PNC deben tenerse en cuenta los siguientes
principios: definición de las responsabilidades sociales de los sectores público y
privado, consideración de los medios de comunicación en relación con su empleo,
necesidades y prioridades reales de la población en este campo, garantías de acceso
y participación colectiva en los sistemas de comunicación, definición nacional sobre la
problemática tecnológica en el sector, coherencia entre las metas y estrategias del
sector de comunicación con las de los restantes sectores y resguardo de la soberanía
histórica y cultural de los Estados-naciones.

Lecciones del “Espíritu de Costa Rica”.


Elizabeth Fox en lo que denomina “mala sincronización” identifica tres desencuentros
esenciales que permiten abonar elementos orientados a explicar el fracaso práctico de
la Conferencia de San José.
a) Cuando se realizó la Conferencia, varios gobiernos planificadores ya habían
abandonado la búsqueda de una PNC y daban marcha atrás en sus reformas
nacionales.
b) En 1976, revertidos los pocos intentos por formular PNC, el escenario era
adverso; los medios privados volvieron a la improvisación, explotación y abuso
comercial, y los gobiernos retornaron a la negligencia.
c) Cuando se celebró la Conferencia, casi toda la región estaba gobernada por
militares, lo que generó disidencias sorbe la aplicación estatal. Más bien
gubernamental- de las PNC.
Luego de la Conferencia de San José, hubo otras dos reuniones intergubernamentales
también auspiciadas por la UNESCO: la Segunda Conferencia Intergubernamental
sobre Políticas de Comunicación en África, celebrada en Kuala Lumpur (Malasia), en
febrero de 1979; y la Tercera Conferencia Intergubernamental sobre Políticas de
Comunicación en África, realizada en Yaoundré (Camerún), en julio de 1980. Como
resultado de tales encuentros se produjeron las declaraciones de Kuala Lumpur y de
Yaoundré –en la línea de la Declaración de San José-, que representan un avance en
la precisión de posiciones teóricas y estratégicas sobre la cuestión; asimismo,
introducen temas novedosos, en el caso africano, como la relación entre políticas de
comunicación y proceso de descolonización.
El retroceso en el equilibrio informativo a nivel internacional vino de la mano del
repliegue, en el terreno nacional, de la propuesta de formular e implementar políticas
nacionales de comunicación.
América Latina sin PNC, tiempo de frustración
Faltó la voluntad política de llevar a la práctica el establecimiento de PNC.
Las experiencias en torno a PC en América Latina “compartieron la oposición unánime
e irreductible de los propietarios privados y anunciantes”, bajo el supuesto y falso
criterio de que cualquier forma de intervención estatal o pública en los media
constituía “el comienzo del totalitarismo y el fin de la libertad de expresión”.
El “espíritu de Costa Rica” pasó como un fantasma.

Graziano - "Política o Ley: debate sobre el debate" (TEO)


Debate ----> dos ámbitos:
- Investigadores y periodistas.
- Propietarios de los medios.
Pregunta: ¿Cuál ha de ser el paradigma desde el cual se analice una normativa
determinada, cuál es el criterio recto para analizar la necesidad o no de inclusión de un
artículo y cuáles las investigaciones y diagnósticos de base que aporten elementos de
factibilidad a la discusión.
Problema: se ha partido de la enunciación de las metas (legislación) sin antes tener
bien claro los grandes objetivos (políticas)
De la Ley a la Política Nacional: el camino inverso.
Investigación se da en el seno de una lucha por introducir una racionalidad distinta a la
del lucro en el funcionamiento de los sistemas de difusión masiva.
Pasquali (1964 - Comunicación y cultura de masas): desomonatar la estructura del
emisor en la convicción de que el diagnóstico de la estructura de propiedad de los
medios era un instrumento idóneo en la denuncia de las características de los
mensajes. Es entonces cuando se inicia una verdadera SOCIO-POLITICA DE LAS
COMUNICACIONES.
De esta socio-política se desprenden dos etapas:
1 era: de diagnóstico y denuncia.
2 da: corresponde a dos vertientes:
- 1. a partir de los diagnósticos realizados a escala nacional salta de la denuncia a
entrever la posibilidad de actuar a través del aparato del Estado para la enunciación de
Políticas que regulen el área.
- 2. a partir del análisis de flujos informativos internacionales anuncia la necesidad de
creación de un Orden Mundial de la Información y la Comunicación más justo y
equilibrado.
1973-75 se define como Política Nacional de comunicación al conjunto de normas que
regulan el funcionamiento de los medios de difusión masiva dentro de un Estado.
1978 se suman nuevos temas de debate internacional:
- Acceso y participación (Conferencia UNESCO).
- Derecho a la comunicación.
- Derecho a la información.
- Ampliación de las fuentes.

En Argentina los sectores privados siguen cuestionando la posibilidad de que el


Estado tenga algún nivel de intervención en el área mientras sí se le reclama que (el
Estado) se haga cargo de áreas "menos rentables" como la salud o la educación.

De la Política Nacional de Comunicación


El gran reto reside ahora en el papel que han de jugar los gremios ligados al área, las
Universidades, los partidos políticos, etc. Entre 1984 y la actualidad hubo un
fortalecimiento cada vez mayor del sector privado de las comunicaciones.
La necesidad de luchar por una Política Nacional de Comunicación (PNC) nace de
considerar que la dimensión cultural y comunicacional es un área prioritaria de trabajo
en la cual el Estado debe concentrar sus esfuerzos y recursos para cumplir con uno de
los requisitos básicos de la consolidación de la democracia: garantizar la libre
expresión de su pensamiento.
El rol del Estado debe ser entendido menos como un derecho y más como una
responsabilidad, en tanto éste deberá actuar como garante y estimulador de la libertad
de expresión. El Estado debe tomar a la comunicación como servicio público y a la
información como bien social.
Directrices generales para una Política de Comunicación Social:
- Promover y defender la garantía constitucional del derecho ciudadano a la libre
expresión del pensamiento.
- Propiciar el derecho a informar y a ser informado veraz y oportunamente como
requisito fundamental en la consolidación de la estabilidad democrática y como factor
de integración, formación de opinión y participación.
- Garantizar el acceso de los más amplios sectores de la población a los servicios de
comunicación a través de una política de maximización de coberturas basada en el
principio de la necesidad de dar respuesta a las necesidades de servicio por parte de
la colectividad y no en los criterios comerciales del mercado.
- Promover la paulatina participación de la población en los proceso de producción y
emisión de mensajes.
- Fomentar la producción nacional a través de la fijación de cuotas de participación de
talento vivo del país.
- Revertir el agudo centralismo que afecta al sistema de medios en el país reinvicando
la vigencia e importancia de la producción regional como requisito indispensable para
la defensa de las identidades culturales propias de cada zona del país. Y como
condición básica para el aprovechamiento del talento y de los recursos de las mismas.
- Vincular y articular los contenidos comunicacionales con los distintos esfuerzos que
en el campo, económico, social y cultural se efectúen con el objeto de mejorar la
calidad de vida de los ciudadanos.
- Propiciar la presencia activa del país en el debate internacional para la búsqueda de
un orden informativo más justo y equilibrado.
- Promover mecanismos de intercambio con el objeto de lograr una mayor presencia
informativa del interior en los medios de la Capital Federal.
- Promover la búsqueda de fuentes alternas en el campo de la importanción de
programas, siempre de acuerdo con una selección que respete en el plano de los
contenidos las metas fijadas para el sistema de medios.
- Regular y orientar la actividad publicitaria comercial en los medios tanto desde el
punto de vista de la fijación del tiempo asignado a la misma como desde la óptica de
los contenidos.
- Diseñar e implementar programas de capacitación y reciclaje para los recursos
humanos del sector.
- Promover la investigación en el área, orientándola básicamente hacia la detección de
las necesidades sociales en materia comunicacional y hacia la formulación de
proyectos de solución a dichas necesidades.
- Propiciar un mejoramiento en los servicios de información pública desde el punto de
vista de la coordinación con el objeto de lograr una eficiente, adecuada y oportuna
información a la ciudadanía sobre la gestión de gobierno.
- Promover una política de comercialización de la producción argentina en el exterior
que propicie la apertura de mercados no tradicionales y fomente el crecimiento de la
actividad productiva más allá de los requerimientos del mercado interno.
- Sentar las bases de una política específica para la adjudicación de licencias o
permisos para operar nuevos medios que respete las prioridades en materia de
cobertura geográfica detectadas para el área. Y no los criterios de lucro.
- Delinear las políticas específicas para la incorporación de nuevas tecnologías en el
área de los medios radioeléctricos.
- Promover y estimular una cada vez mayor participación de los sectores laborales
ligados a los medios en el plano tanto de la creatividad como de la toma de decisiones.
- Alentar la creación de nuevos medios, en especial de asociaciones intermedias, pero
garantizándoles mecanismo económicos de apoyo para instalación y funcionamiento.

Beltrán: Comunicación para el desarrollo en LATAM (TEO)


EN EL PRINCIPIO FUE LA PRÁCTICA
La práctica, ciertamente, antecedió a la teoría. Surgió entre el último tercio de la
década de 1940 y el primero de la de 1950 al impulso de tres iniciativas precursoras:
dos nativas de la región y una de origen foráneo.
Las radio-escuelas de Colombia
En Sutatenza, una remota aldea andina, el párroco Joaquín Salcedo se valió
ingeniosamente de la radio para llegar a brindarle a los campesinos apoyo mediante la
comunicación masiva educativa a fin de fomentar el desarrollo rural. Creó la estrategia
de las “radio-escuelas” que consistía de audición, mediante receptores a batería, en
pequeños grupos de vecinos de programas especialmente producidos para ellos. Lo
hacían auxiliados por guías capacitados que los instaban a aplicar lo aprendido a la
toma de decisiones comunitarias para procurar el mejoramiento de la producción
agropecuaria, de la salud y de la educación. O sea: recepción - reflexión decisión - y
acción colectivas. Así, gradualmente, fue naciendo la agrupación católica Acción
Cultural Popular que, al cabo de poco más de una década, abarcaba a todo el país e
inclusive cobraría resonancia internacional. Apoyada por el gobierno colombiano y por
algunos organismos internacionales, ACPO llegó a contar con una red nacional de
ocho emisoras, con el primer periódico campesino del país, con dos institutos de
campo para formación de líderes y con un centro de producción de materiales de
enseñanza.
Las radios mineras de Bolivia
Unos veinte años antes de que Paulo Freiré propusiera devolver la palabra al pueblo,
se la tomaron en Bolivia paupérrimos trabajadores indígenas empleados en la
extracción de minerales. Resueltos a comunicarse mejor entre sí y a dejarse oír por
sus compatriotas en español y en quechua, estos sindicalistas establecieron por sí
solos -con cuotas de sus magros salarios y sin experiencia en producción radiofónica-
pequeñas y rudimentarias radioemisoras autogestionarias de corto alcance. Las
emplearon democráticamente instaurando en forma gratuita y libre la estrategia de
“micrófono abierto” al servicio de todos los ciudadanos. Si bien daban énfasis a
información y comentarios sobre sus luchas con tra la explotación y la opresión,
hacían sus programas no sólo en socavones, ingenios mineros o sedes sindicales,
sino también en escuelas, iglesias, mercados, canchas deportivas y plazas, así como
visitando hogares. Así llegaron pronto a operar como “radios del pueblo”. Al término de
la década de 1950 habían logrado formar una red nacional de alrededor de 33
emisoras portadoras de la “vox populi”, algunas de las cuales serían más tarde objeto
de violenta represión gubernamental.
Extensión agrícola, educación sanitaria y educación audiovisual Como ya se lo indicó
en la introducción de este documento, surgieron en Latinoamérica entre fines de los
años del 40 y principios de los del 50 servicios públicos en agricultura, educación y
salud copatrocinados por los gobiernos de Estados Unidos de América y de los de la
región. Los órganos de comunicación de estas entidades estaban dedicados,
respectivamente, a “información de extensión agrícola”, “educación sanitaria” y
“educación audiovisual”, esta última concentrada en establecimientos escolares. La
primera tenía por misión la de convertir la información científica y técnica para el
mejoramiento de la producción agropecuaria en información de educación no formal al
alcance de la comprensión del campesinado carente entonces, en proporción elevada,
de alfabetización; para ello apuntalaba con recursos de contacto interpersonal a los
agrónomos que actuaban como “agentes de extensión” residentes en comunidades
rurales y se valía complementariamente de medios masivos, principalmente radio,
folletos y carteles. La segunda estaba cifrada principalmente en el empleo de
procedimientos de contacto personal, individual y en grupos, para ampliar el alcance y
profundizar el impacto de mensajes instructivos para el cuidado de la salud pública; en
lo masivo recurría a cartillas y carteles, especialmente para campañas. Y la tercera se
esmeraba en aplicar a la enseñanza en aula estrategias pedagógicas innovadoras
cifradas principalmente en el uso de técnicas audiovisuales, como la grabación
radiofónica, la fotografía y la cinematografía. Esos tres ejercicios de comunicación
para el desarrollo contaban con algunos manuales didácticos y, aunque en forma aún
elemental, trataban de racionalizar y optimizar las intervenciones educativas haciendo
lo posible por darles orientaciones estratégicas. Pero no contaban aún para ello con
capacidad de investigación científica y, de otra parte, carecían de fundamentación
teórica integral y sustantiva.
ADVIENE LA TEORÍA
Tampoco dispusieron de aquélla los emprendimientos pioneros de Colombia y Bolivia.
En efecto, la teorización se inició aproximadamente diez años después de que la
práctica comenzara. Y lo hizo en Estados Unidos de América.
Lemer: del tradicionalismo a la modernidad
En 1958 el sociólogo del Instituto Tecnológico de Massachussetts, Daniel Lemer,
publicó un estudio realizado con datos de medio centenar de países sobre la extinción
de la “sociedad tradicional” para dar paso a la “modernización” de ella. Verificó la
existencia de clara y estrecha correlación entre el desarrollo nacional y la
comunicación social. Halló que esa transición se daba en las siguientes etapas:
urbanización (aparejada con industrialización); participación de la gente en la
comunicación masiva; alfabetismo; y participación en política. Propuso que las
funciones de la comunicación en tal proceso eran éstas: (1) crear nuevas aspiraciones;
(2) apuntalar el crecimiento del nuevo liderazgo para el cambio social; (3) fomentar
una mayor participación de los ciudadanos en las actividades de la sociedad; y (4)
enseñar a ellos “empatia”, la aptitud para “ponerse en el pellejo del prójimo”. Y
sostuvo, en resumen, que la comunicación era a la vez inductora e indicadora de
cambio social.
Rogers: difusión de innovaciones
En 1962 Everett Rogers, sociólogo rural de lowa que se afincaría en la Universidad del
Estado de Michigan, divulgó su teoría de la difusión de innovaciones como motor de la
modernización de la sociedad. Definió la innovación como una idea percibida como
nueva por un individuo, y comunicada a los demás miembros de un sistema social.
Afirmó que para que la innovación fuera lograda la conducta tenía que pasar por estas
etapas: percepción, interés, evaluación, prueba y adopción. Añadió que la difusión de
la innovación dependía de la tasa de adopción de ella. Y comprobó que los
innovadores eran, en general, aquellos que poseían elevados índices de ingreso,
educación, cosmopolitismo y comunicación. Advirtió que en el principio del proceso
sólo había unos pocos adoptantes y al final unos cuantos no resultaban adoptantes
pero, a la mitad del período, la mayoría de las personas se hacían adoptantes, si bien
muy lentamente. Y encontró que en cada una de las etapas del proceso la
comunicación cumplía papel clave por vía de diversos medios.
Schramm: creación de un clima para el cambio
En 1964 Wilbur Schramm, comunicólogo de la Universidad de Stanford, publicó un
trascendental estudio sobre comunicación y cambio en los países “en desarrollo”.
Percibiendo la comunicación masiva como “vigía”, “maestra” y “formula-dora de
políticas”, estipuló en detalle un conjunto de papeles de ella en la atención de las
necesidades de la gente en cuanto al desarrollo. Sostuvo que éstas eran: (1) estar
informada de los planes, acciones, logros y limitaciones del esfuerzo pro-desarrollo; (2)
hacerse partícipe del pro ceso de toma de decisiones sobre asuntos de interés
colectivo; y (3) aprender las destrezas que el desarrollo les demanda dominar. Al
cumplir aquellas funciones, los medios de comunicación configuraban, señaló
Schramm, una atmósfera general propicia a la consecución del cambio social
indispensable para lograr el desarrollo. La divulgación mundial de ese planteamiento
suyo, con apoyo de la UNESCO, contribuyó a hacer de este investigador y periodista
el sumo sacerdote de la comunicación para el desarrollo. Derivadas en parte de esas
teorías estadounidenses principales, tenderían a prevalecer en Latinoamérica estas
percepciones:
• La “comunicación de apoyo al desarrollo” es el uso de los medios de
comunicación -masivos, interpersonales o mixtos- como factor instrumental para el
logro de las metas prácticas de instituciones que ejecutan proyectos específicos en
pos del desarrollo eco nómico y social.
• La “comunicación de desarrollo” es la creción, gracias a la influencia de los
medios de comunicación masiva, de una atmósfera pública favorable al cambio que se
considera in dispensable para lograr la modernización de sociedades tradicionales
mediante el adelanto tecnológico, el crecimiento económico y el progreso material.
En 1966 otro investigador y catedrático del Massachussets Institute of TBchnology
(MIT), Ithiel de Sola Pool, delineó un Perfil de la personaldad del hombre moderno y
sostuvo que los me dios de comunicación eran capaces de inducir a la gente a adquirir
las características del mismo principalmente de tres maneras: (1) forjando en las
mentes de las personas imágenes favorables al desarrollo entendido como
modernidad; (2) fomentando en ellas la consolidación o la formación de una conciencia
de nación; y (3) estimulando la voluntad de planificar y de actuar en un vasto
escenario.
Y en 1967 Lerner y Schramm publicaron una compilación de las ponencias
presentadas a un seminario internacional que ellos habían organizado dos años antes
en Hawaii sobre la “comunicación y el cambio social en los países en desarrollo”.
Alcanzando sin demora amplia circulación internacional, este texto -junto con nuevos
aportes de Rogers- llegó a constituirse en otra pieza básica de la naciente literatura del
ramo.
La práctica de la comunicación para el desarrollo aplicando los formatos operativos de
origen estadounidense aquí mencionados se confirmó en la segunda mitad de la
década de 1950 y, consolidándose, crecería en variedad e intensidad desde mediados
de los años del 60. Fue tan amplia, diversa e intensa que su trayectoria en la región no
resulta resumible aquí. Pero debe anotarse que contribuyó a ello sustantivamente el
apoyo de organismos bilaterales como los del Gobierno de Estados Unidos de
América y el de los gobiernos de países europeos como Alemania y Holanda. Además,
organismos multinacionales de escala mundial como la FAO, la UNESCO, la OPS, el
UNICEF y el PNUD y, en el acápite regional, la OEA, especialmente por medio del
Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (IICA), hicieron también importantes
aportes, así como los hicieron fundaciones privadas como la Rockefeller, la Kellog y la
Ford.
LA COMUNICACIÓN ALTERNATIVA EN ACCIÓN
La estrategia colombiana de las radio-escuelas fue difundiéndose sin mayor demora
en la región. En efecto, por ejemplo en Bolivia ya a media dos de la década del 50
surgió la primera emisora de ese tipo en una zona rural poblada por indígenas
aimaras: Radio Peñas. Para mediados de la década del 60, con el patrocinio no
impositivo de la Iglesia Católica, el número de tales emisoras, mayormente
campesinas, había crecido en el país al punto de hacer necesaria su agrupación en la
red cooperativa llamada Escuelas Radiofónicas de Bolivia (ERBOL). Y ella había
empezado a incorporar a su arsenal estratégico la fi gura de los “reporteros
populares”, voluntarios de localidades rurales a los que se capacitaba como sus
corresponsales. Al principio de la década del 70, apartándose ya un poco del enfoque
propiciado por ACPO, con apoyo de la Asociación Latinoamericana de Escuelas
Radiofónicas, (ERBOL) comenzó a reorientar sus labores, en concepción y en forma,
para favorecer una educación integral y participativa identificada con la equidad y la
democracia. Y a partir de 1980 dicha red cuatrilingüe de alcance nacional, maneja da
con amplia intervención indígena, asumiría un compromiso con la lucha de los pobres
y los marginados tan franco que provocaría a veces coerción y hasta represión
gubernamental contra algunas de sus operaciones.
Era lógico que la comunicación protagonizada por el pueblo recurriera
preferencialmente a la radio por ser el medio de menor costo de equipamiento y de
mayor facilidad de operación, así como el de más amplio alcance. Por eso los
latinoamericanos fueron creando estrategias de uso pro-democrático de dicho medio,
especial mente desde principios de los años del 70. Una sobresaliente fue la
denominada “casete foro rural” creada en Uruguay por Mario Kaplún; era un recurso
sencillo pero muy útil para propiciar el diálogo a distancia entre agricultores
cooperativistas. Otra fue la de las “cabinas radiofónicas”, puestos de grabación y
contacto establecidos en territorio campesino por un sacerdote de Latacunga,
Ecuador, para dar a los pobladores capa citados la oportunidad de enviar desde ellos
mensajes a una emisora central que los divulgaba. También se distinguieron en otros
valiosos ejercicios de radio popular comunicadores de Perú, México, República
Dominicana, Nicaragua y Cuba, que combinó programas radiofónicos con visitas a
escuelas y hogares por brigadas de capacitación en salud y educación. Por otra parte,
Colombia y México estuvieron entre los países que se valieron de la radio como
instrumento de apoyo a la instrucción formal en aula.
El Salvador apoyó esa enseñanza por medio de la televisión Y México llegó a
establecer una red de canales dedicada a respaldar programas de desarrollo rural,
además de ensayar el empleo de la telenovela para educación no formal sobre salud
reproductiva.
En Brasil grupos de audaces periodistas crea ron la estrategia de la “prensa nanica”
(en miniatura) conformada por pequeños periódicos, casi clandestinos, como singular
expresión de resistencia del pueblo a las dictaduras castrenses.
En Perú un emprendedor maestro de escuela, Miguel Azcueta, promovió en Villa El
Salvador, un barrio limeño muy pobre sobrepoblado por emigrantes campesinos
indígenas, la conformación gradual de un sistema de múltiples medios alternativos.
Ellos comenzaron con periódicos murales y boletines en mimeógrafo, apelaron luego a
altoparlantes y al cine en sitios públicos, usaron la radio y llegarían un día a contar
hasta con su canal de televisión.
Y ya a principios de los años del 50 comenzó a perfilarse en Bolivia un “cine junto al
pueblo”, primordialmente indigenista, con documentales de Jorge Ruiz y Jorge
Sanjinés que ganarían varios lauros internacionales y contribuirían a sentar algunas de
las bases para lo que años más tarde iría a ser el “Movimiento del Nuevo Cine
Latinoamericano”.
Festivales de música y de bailes, ferias, pancartas, teatro callejero, concursos y
funciones de títeres fueron otros de los procedimientos empleados en varios países de
la región para decir lo que los grandes medios masivos no decían.

¿CUÁL DESARROLLO Y PARA QUIÉN?


Desde fines de los años del 40 se implantó en Latinoamérica, junto con la asistencia
técnica y financiera de Estados Unidos de América, el modelo de desarrollo en
vigencia en aquel país y en los de Europa Occidental. Adoptado con ciego optimismo
por los Gobiernos de América Latina, iría a ser aplicado sin Vacilación ni ajustes. Pero
ya a principios de los años del 60 comenzaron a registrarse claros indicios de
inoperancia de aquel paradigma; los gobernantes no les prestaron atención.
A mediados de esa década surgió, en cambio, un movimiento regional de economistas
y científicos sociales que inició el cuestionamiento crítico a aquel modelo. Planteó una
denuncia y pro puesta que dio en llamarse “Teoría de la Dependencia”. Destacó la
pronunciada y perjudicial injusticia que prevalecía en el intercambio comercial de
bienes y servicios entre la región y Esta dos Unidos de América. Venderle barato
materias primas y comprarle caro productos manufacturados producía un déficit
crónico y creciente para los latinoamericanos. Por eso sostuvo que sólo cambiando
esa estructura de dependencia podría haber desarrollo efectivo y verdadera mente
democrático. Y un ¡Importante estudio internacional, el Informe Pearson, le dio la
razón. Pero nadie escucharía esas tempranas voces de advertencia. Y así lo que
llegaría a ocurrir fue que, en vez de haber desarrollo, el subdesarrollo se iría
acentuando obstinada y peligrosamente. A principios de la década de 1970 el fracaso
del modelo foráneo impuesto se hizo muy evidente. Una crisis de la actividad petrolera
inter nacional tuvo consecuencias sumamente graves en la economía de
Latinoamérica de las que ella no pudo defenderse como lo hicieron los países
desarrollados. Vulnerable por causa de su extrema dependencia de Estados Unidos
de América, la región vio ya a mediados de la década bajar rápidamente sus tasas de
crecimiento y le resultaría inevitable hacer recortes en los gastos públicos, afectando
como siempre a los más desamparados. Para cubrir los déficit acumulados por obra
del inequitativo régimen de intercambio mercantil, los gobiernos latinoamericanos
tuvieron que aumentar su deuda externa a plazos de amortización más cortos y con
tasas de interés más altas. Pero el modelo de desarrollo causante de más
subdesarrollo quedó en vigor en la región. En 1973 propuse entender al desarrollo
como “un proceso dirigido de profundo y acelerado cambio sociopolítico que genere
transformaciones sustanciales en la economía, la ecología y la cultura de un país a fin
de favorecer el avance moral y mate rial de la mayoría de la población del mismo en
condiciones de dignidad, justicia y libertad”. Temprano también en esa década el
distinguido comunicólogo paraguayo, Juan Díaz Bordenave, planteó formular un
“modo de desarrollo diferente del emanado del capitalismo liberal y del comunismo
estatal y proponer a nuestros pueblos un socialismo democrático de bases
comunitarias, autogestionarias y participativas”. En 1974 la Declaración de Cocoyoc,
emitida en México, constituyó un manifiesto político regional que formuló bases para
un desarrollo más humano, equitativo y democrático. En 1975 la Fundación Daj
Hammarskjóld (Suecia) presentó a Naciones Unidas una propuesta de un modelo
mundial para “otro desarrollo” que tenía como premisa fundamental el cambio
estructural para la desconcentración del poder. En 1976 un equipo multidisciplinario
organizado en Argentina por la Fundación Bariloche planteó al cabo de un año de
estudio, con apoyo canadiense por conducto del Centro Internacional de Investigación
para el Desarrollo (CIID), un “Mo delo Latinoamericano Mundial” para forjar por
La comunicación para el desarrollo en Latinoamérica: un recuendo de medio siglo
63 4(8) 53-76 enero/junio de 2006
cambio estructural una nueva sociedad cifrada en la equidad, en la plena participación
del pueblo en la toma de decisiones y en la protección del medio ambiente.
Y también en 1976, en una singular revisión de sus convicciones, el ilustre
investigador estadounidense de la comunicación para el desarrollo, Everett Rogers,
pronosticó “la extinción del paradigma dominante” aludiendo al modelo clásico de
desarrollo. En argumentación de ocho pun tos de severa crítica al mismo, se sumó a
los pre cursores cuestionamientos y proposiciones de latinoamericanos, cuya
influencia sobre la modificación de su pensamiento en la materia reconocería luego
públicamente con franqueza e hidalguía ejemplares.
Ningún gobierno prestó atención a proposiciones como éstas y así el subdesarrollo
antidemocrático siguió en pie. En efecto, a la altura de 1978 la situación en
Latinoamérica era de aumento del desempleo, salarios más bajos y precios más altos
y aguda inflación. El 40% de las familias cayó a niveles de pobreza crítica mientras las
élites conservadoras se enriquecían más. Y el autoritarismo seguía sojuzgando al
pueblo.
EL DECENIO DE FUEGO
Como se lo ha señalado hasta aquí, la década de 1970 fue trascendental en América
Latina en cuanto a procurar el cambio de la situación, en múltiples sentidos, en favor
del pueblo. Centenares de personas se empeñaron en incrementar y mejorar la
práctica ele nuevos formatos comunicativos. Y varios estudiosos de la comunicación, a
la par con hacer proposiciones para el cambio del modelo de desarrollo, se esmera ron
en renovar la teoría sobre ella.
En efecto, al empezar esa década, una pléyade de bien documentados analistas
académicos comenzó a producir en varios países de la región una importante literatura
de protesta y de pro puesta que ventiló en debates en ella y, más tarde, inclusive fuera
de ella. Denunció al mismo tiempo la dependencia de Latinoamérica de potencias
foráneas y la dominación interna de las mayorías empobrecidas por la minorías
enriquecidas, tanto en términos de la comunicación como en los del desarrollo.
Rebeldes con causa, no desaforados radicales, esos jóvenes investigadores y
docentes propusieron soluciones integrales y medidas de cambio profundas por las
vías del consenso y de la legalidad. Y dieron aportes cruciales a emprendimientos
internacionales, principalmente los propiciados entonces por la UNESCO como el de la
formulación de “Políticas Nacionales de Comunicación”, comenzando por brindar
bases conceptuales de ellas, y esta definición que me tocó proponer a fines de 1971
en París: “Una política nacional de comunicación es un conjunto integrado, explícito y
duradero de políticas parciales de comunicación armonizadas en un cuerpo coherente
de principios y normas dirigidos a guiar la conducta de las instituciones especializadas
en el manejo del proceso general de comunicación de un país”.
La UNESCO organizó en 1974 en Bogotá la primera reunión de expertos en tales
políticas que se realizaba en el mundo. Esos pensadores latinoamericanos forjaron un
rico conjunto de con sideraciones, conclusiones y recomendaciones. Aunque
extraoficialmente, su informe iría a servir como plataforma para las deliberaciones de
la Primera Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Nacionales de
Comunicación en América Latina patrocinada también por la UNESCO en San José de
Costa Rica en 1976. Ella llegó a realizarse pese a la dura y tenaz oposición de las
agrupaciones interamericanas de propietarios y directores de medios de comunicación
masiva que hallaban cualquier proposición normativa opuesta a la libertad de
expresión. A pesar de ese hostigamiento empresarial, la reunión logró cumplir su
cometido. Desembocó en la Declaración de San José, que vino a constituir una suerte
de credo oficial de la comunicación alternativa para le construcción democrática. Y
produjo 30 recomendaciones específicas para el establecimiento, por cada país de la
región, de sus políticas mediante un consejo nacional pluralista, así como unas
cuantas propuestas para acciones cooperativas regionales. Sin embargo, la presión
obstructiva del sistema empresarial sobre el sistema político sería tan fuer te que ni
siquiera en los tres países cuyos gobiernos se organizaron post San José para
efectuar los cambios acordados -Venezuela, Perú y México- resultó posible establecer
las políticas. Y así la anomia favorable al “statu quo” antidemocrático prevalecería
infortunada e indefinidamente...
Lo que vino a encender, al mismo tiempo, las llamas de una controversia mundial fue
la proclamación por el Movimiento de los Países No Alineados, con liderazgo
principalmente yugoeslavo y árabe, primero de un “Nuevo Orden Internacional de la
Economía” y luego de un “Nuevo Orden Internacional de la Información (NOMIC)”.
Ambas propuestas provocaron el áspero y enconado rechazo por parte de los países
desarrollados, firmemente resueltos a mantener intacta su expoliatoria hegemonía.
Varios autores latinoamericanos hicieron valiosas contribuciones a la reflexión sobre el
tema. Pero la única institución social que se hizo eco de sus inquietudes fue la Iglesia
Católica, no los partidos ni los sindicatos ni las agrupaciones profesionales. En el
último tercio de la década del 70 el ácido debate llegó hasta los mayores foros
gubernamentales internacionales: la Asamblea General de Naciones Unidas y la
Conferencia General de la UNESCO.
La salida transaccional que pudo lograr la UNESCO para poner fin a la virulenta
confrontación fue la creación de la Comisión McBride, que presentó en 1980 su
informe final a la Asamblea General de dicho organismo. A pesar de su naturaleza
necesariamente conciliatoria por haber sido obtenida por consenso apaciguador, este
trascendental documento acogió en gran parte el pensamiento renovador y justiciero
de la comunicación como herramienta de democracia. Pero, lamentablemente, el
impulso transformador de los países no alineados no lograría pasar de la enunciación
a la acción. La resistencia de los países desarrollados al cambio se probó abrumadora
y paralizante. Y así vino a quedar guardado en la nevera del tiempo el sueño del
cambio justiciero...
ADIÓS A ARISTÓTELES
También en la década de 1970 los latinoamericanos fueron precursores en cuestionar
el imperan te modelo clásico de comunicación y en proponer su reemplazo. Es decir,
aquel que, nacido a fines de los años 40 en Estados Unidos con el esquema de Harold
Lasswell (“Quién dice qué en cuál canal a quién y con qué efecto?”), fue refinado y
expandido a mediados de los años 60 por Wílbur Schramm y David Berlo (“Fuente
Mensaje-Canal-Receptor-Efecto”). Lo criticaron por percibir la comunicación como un
proceso unidireccional (monológico) y vertical (impositivo) de transmisión de mensajes
de fuentes activas a receptores pasivos sobre cuya conducta ellas ejercen así presión
persuasiva para asegurar el logro de los efectos que buscan. Objetándolo por
mecanicista, autoritario y conservador, varios comunicólogos de la región
emprendieron, paulatina pero resuelta y creativamente, el diseño de lineamientos
básicos para la construcción de un modelo diferente- O sea, que se pusieron a
repensar la naturaleza del fenómeno de la comunicación en función de su realidad
económica, social, política y cultural. El impulso crítico precursor lo dio en 1963, su
cinta pero sustantivamente, el venezolano Antonio Pasquali. En 1969 el pedagogo
brasileño Paulo Freiré, también en forma breve pero enjundiosa, criticó desde el exilio
en Chile el modelo clásico en su versión áe “extensión agrícola”. Y entre 1972 y 1973
el estadounidense Frank Gerace hizo, desde Bolivia y Perú, el primer intento de
extrapolar el pensamiento freiriano sobre “educación para la libertad” por medio de la
“concienciación” basada en el diálogo forjador de la “comunicación horizontal”. Así se
fue constituyendo el núcleo generador de la propuesta para la democratización de la
comunicación, cuyos adelantados fueron el paraguayo Juan Díaz Bordenave, el
español de larga residencia en Latinoamérica Francisco Gutiérrez, la argentina María
Cristina Matta y el brasileño Joao Bosco Pinto. Al promediar la década apuntalaron
ejemplar mente el emprendimiento, entre otros, el uruguayo Mario Kaplún y el
argentino Daniel Prieto. Cer ca del término de ella el peruano Rafael Roncagliolo y el
chileno Fernando Reyes Matta entra ron también en la lid con brío, haciendo valiosos
aportes a la construcción de nuevos modelos. El argentino Máximo Simpson estipuló
como características de la “comunicación alternativa” -también llamada “dialógica”,
“popular” y “participatoria”- las siguientes: (1) acceso amplio de los sectores sociales a
los sistemas; (2) propiedad social de los medios; (3) contenidos favorables a la
transformación social; (4) flujos horizontales y multidireccionales de comunicación; y
(5) producción artesanal de los mensajes. Y en 1980, recapitulando las críticas y
procuran do conjugar las propuestas, esbocé lineamientos para la formulación de un
“modelo de comunicación horizontal” cifrado en el acceso, el diálogo y la participación
entendidos como factores interdependientes. Para enmarcar mi esquema formulé esta
definición general: “La comunicación es el proceso de interacción social democrática
que se basa sobre el intercambio de símbolos por los cuales los seres humanos
comparten voluntariamente sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e
igualitario, diálogo y participación”. Y apoyándome en esta definición y en los
lineamientos que había trazado en 1973 para un nuevo modelo de desarrollo propuse
esta conceptualización específica:
“La comunicación alternativa para el desarrollo democrático es la expansión y el
equilibro en el acceso de la gente al proceso de comunicación y en su participación en
el mismo empleando los medios -masivos, interpersonales y mixtos- para asegurar,
además del avance tecnológico y del bienestar material, la justicia social, la libertad
para todos y el gobierno de la mayoría”. Otro emprendimiento significativo de los
comunicadores latinoamericanos, principal mente a partir de la década del 70, fue el
de la constitución de agrupaciones profesionales como la Asociación Latinoamericana
de Escuelas Radiofónicas (ALER), que vino a sumarse a las ya existentes
organizaciones católicas de prensa y medios audiovisuales. Nacieron también la
Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), la Asociación Latinoamericana
de Investigadores de la Comunicación (ALAIC) antecedida por el precursor Instituto de
Investigación de la Comunicación (ININCO) en Venezuela. Y algo después,
sumándose al CIESPAL ya existente en Ecuador, surgiría también la Federación
Latinoamericana de Facultades de Comunicación (F ELAFACS), las que ahora pasan
del millar. Además se crearon, primero en México, el Instituto Latinoamericano de
Estudios Transnacionales (ILET) y, más tarde en Perú, el Instituto para América Latina
(IPAL), y el CENECA en Chile, entre otras entidades. Todas esas agrupaciones se
comprometieron a fondo con el ideal de la democratización de la comunicación y del
desarrollo. Y corresponde también anotar que, desde el comienzo de los 70, prosperó
en la región el análisis crítico general de la investigación en comunicación en práctica
en la región bajo modelos foráneos. En general, las premisas, los objetos y los
métodos de investigación propios de esos modelos fueron objeta dos por varias
consideraciones de orden académico y político. Se procuró, con impulso inicial del
dinámico e integrador CIESPAL, investigar “sin anteojeras”. Y, en particular, como en
el caso del modelo de difusión de innovaciones como eje para el desarrollo, hubo
algunos latinoamericanos que formularon severas críticas al mismo y advirtieron que
no se compaginaba con las realidades de la región. Así surgió el movimiento
académico que su analista e historiador, el sobresaliente comunicólogo brasileño José
Marques de Melo, llamaría la “Escuela Crítica Latinoamericana”. Por último, cabe
indicar que igualmente entonces comenzaron a aumentar y a mejorar las revistas
científicas latinoamericanas sobre comunicación.
LA ESPANTOSA “DÉCADA PERDIDA”
Al despuntar la década de 1980 irrumpieron en la escena del ejercicio del poder el
neoliberalismo y la globalización que llegarían a cambiar en poco tiempo las bases
estructurales de la economía, de la política, de la cultura y de la comunicación en el
mundo. Y una vez más las naciones gesto ras de aquellos fenómenos prometieron a
las demás la aurora del desarrollo universal. Entre 1981 y 1983, empero, la peor
recesión desde la histórica “Gran Depresión” afectó a los países desarrollados, y tuvo
consecuencias devastado ras para los subdesarrollados.
La tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto de Latinoamérica que había sido de
5.5 para el período de 1950 a 1980 se desplomó en 1982 hasta el nivel de -.9% y el
Producto per cápita bajó en ese mismo año en más de 3%. Y la deuda externa, que en
1975 había sido de 67 billones de dólares saltó entonces a 300 billones e ¡ría a llegar
en 1989 a la colosal cifra de 416 mil millones de dólares. Entre el principio y el final del
trágico decenio la participación de la región en el mercado internacional descendería
del 7% al 4%, y el volumen de la inversión extranjera lo haría del 12.3% al 5.8%. La
honda y demoledora crisis dio por tierra con cualquier expectativa de desarrollo y
sumió a la región en las graves consecuencias del aumento de los índices de
desempleo y de la consiguiente exacerbación de la miseria, así como de una gran fuga
de capitales al exterior y del aumento de las barreras proteccionistas. Y las in
versiones en sectores sociales como los de salud y educación fueron recortadas. No
fue, pues, en vano que la de 1980 vino a ser conocida como la “década perdida”. Y
paradójicamente esto coincidió con la restitución del gobierno democrático en los
países de la región que habían sido asolados por largas y brutales dictaduras adictas
al modelo clásico foráneo de desarrollo. La voluntad de reconstrucción democrática se
vio así privada de fondos para materializarse, pues hasta la asistencia externa al
desarrollo fue disminuida. En suma, el debut del modelo del mercado en sustitución
del modelo del Estado fue catastrófico en Latinoamérica, habiendo generado no sólo
estancamiento sino regresión en los programas para el desarrollo. Y, por supuesto, las
minorías dominantes pasaron la factura por el colapso a las mayorías dominadas. A
mediados de la década, Max-Neef y otros analistas internacionales estudiaron la
ejecutoria inicial del neoliberalismo en Latinoamérica y llegaron a esta conclusión: “... a
diferencia del desarrollismo, el neo-liberalismo ha fracasado en un período mucho más
breve y de manera más estrepitosa”.
BANDERAS EN ALTO
Desalentada por el fracaso en la lucha por las políticas de comunicación y por un
nuevo orden mundial de la información y la comunicación, la combatividad intelectual
latinoamericana por la democratización de la comunicación vio algo menguado su brío
en el primer tercio de la década del 80. Pero, a diferencia de lo ocurrido en cuanto al
desarrollo, esa década no fue perdida ni en la reflexión ni en la acción de los
comunicadores latinoamericanos que permanecieron batallando por el ideal del
cambio estructural en pos de la equidad y la libertad. Hubo, por una parte, apreciables
aportes a la literatura del ramo y surgieron nuevos horizontes conceptuales en tanto
que se mantuvieron muy activos los ejercicios de comunicación alternativa para el
desarrollo democrático.
Al inicio de la década se produjeron valiosos empeños de compilación de la literatura
regional sobre comunicación para el desarrollo democrático a cargo del brasileño José
Marques de Melo en la jurisdicción de Brasil, del argentino Máximo Simpson a escala
regional y de Elizabeth Fox, estadounidense, y Héctor Schmucler, argentino, también
en la esfera latinoamericana. A media dos de la década el peruano Rafael Roncagliolo
hizo lo propio en dicho territorio. Y al finalizar la década, Marques de Melo iría a
aportar otra compilación, esta vez de alcance regional.
A lo largo del primer quinquenio no pocos de los autores de textos de la histórica
década del 70 continuaron activos en la producción de documentos. Juan Díaz
Bordenave se destacó con trabajos sobre temas como estos: teoría y práctica de la
democratización de la comunicación; principios de comunicación para el desarrollo
rural, poniendo énfasis en el cambio de la extensión agrícola a la participación
campesina; y participación del pueblo en la comunicación y en el desarrollo. Además
de proponer la pedagogía del lenguaje total, Francisco Gutiérrez se ocupó de la
relación entre democracia y participación y, en asocio con Daniel Prieto, planteó la
mediación pedagógica como forma de educación alternativa a distancia. Marques de
Melo escribió sobre la democracia y la comunicación en la región, especialmente en
términos de un planteamiento de la propuesta de políticas nacionales de
comunicación. También Rafael Roncagliolo siguió haciendo aportes al estudio de la
relación de la comunicación con la democracia y con el desarrollo. Fernando Reyes
Matta se concentró en las búsquedas democráticas y la comunicación alternativa. El
economista colombiano Antonio García lo hizo analizando comparativamente la
comunicación para la dependencia con la comunicación para el desarrollo libre y
democrático. Y, para dar sólo un ejemplo más, el autor del presente ensayo siguió
también haciendo entonces contribuciones a esta temática.
Poco después de mediados de la década, el comunicólogo español radicado en
Colombia Jesús Martín-Barbero había abierto un surco de renovación en el
pensamiento académico latino americano sobre la comunicación popular y su nexo
con el desarrollo que pronto iría a probar se muy fértil e influyente. Propuso un nuevo
en foque analítico de los medios de comunicación en sociedades como las de
Latinoamérica, especialmente en relación con la modernidad. Sostuvo que la
comunicación es un fenómeno más de mediaciones que de medios, una cuestión de
cultura, y propuso que, por tanto, había que ver la también desde el ángulo de la
recepción de mensajes en vez de hacerlo sólo desde el de la emisión de ellos. “Y
estamos descubriendo es tos últimos años - acotó - que lo popular no ha bla
únicamente desde las culturas indígenas o las campesinas, sino también desde la
trama espesa de los mestizajes y las deformaciones de lo urbano, lo masivo”. El
original planteamiento tuvo amplia resonancia en la investigación sobre comunicación
en la región y generaría en ella una sustantiva línea de estudios.
La década de 1990 fue rica, especialmente en los países andinos, en creativas
reflexiones sobre la comunicación relativa al desarrollo. La abrió otra contribución a la
reflexión por el precursor venezolano Antonio Pasquali con su obra El orden reina,
dedicada a explorar las posibilidades de respuesta de los latinoamericanos a la
agravada situación de la comunicación por el exponencial aumento del poderío
tecnológico y económico de Estados Unidos de América y otras naciones altamente
desarrolladas. En 1992 Javier Esteinou Madrid hizo en México penetrantes análisis de
los procesos de comunicación en Latinoamérica en los tiempos del libre mercado. Y en
ese mismo año Washington Uranga aportó precursoras propuestas para el uso de las
nuevas tecnologías.
A fines del primer tercio del período Rosa María Alfaro, sobresaliente seguidora del
enfoque de Jesús Martín-Barbero, publicó en su país, Perú, una efectiva propuesta de
“una comunicación para otro desarrollo” que percibió como un fenómeno de relación
sociocultural y no nada más que como un recurso tecnológico para producir efectos en
el comportamiento humano, además de considerarla válida por sí misma y no simple
mente como un complemento de los programas de desarrollo. Coetáneamente y
coincidentemente Ivonne Cevallos, también en algún grado identificada con Martín-
Barbero, propuso en Ecuador que se viera la comunicación no meramente como factor
instrumental sino también como agente de mediación.
A mediados de la década otro admirador más de las ideas de Martín-Barbero,
Segundo Armas Castañeda, propuso en Perú revalorizar la virtud estratégica de la
comunicación en el proceso del desarrollo, contribuyendo a construir ciudadanía y
fomentando la participación protagónica del pueblo.
Cerca de fines de la década los comunicólogos colombianos José Miguel Pereira,
Jorge Iván Bonilla y Julio Eduardo Benavidez propusieron que, sin perjuicio de su
función de apoyo a los programas de desarrollo, la comunicación cumpliera también
otros papeles como el de fortalecer la capacidad expresiva de la gente y el de facilitar
los enlaces e intercambios entre in dividuos y agrupaciones para robustecer el tejido
social en su integridad. Y otro estudioso colombiano, Carlos Cortés, hizo al mismo
tiempo un perceptivo inventario de la comunicación para el desarrollo en la región.
También entonces Migdalia Pineda de Alcázar hizo notar en Venezuela que ante la
irrupción de las nuevas tecnologías telemáticas de comunicación, el desequilibrio
informativo, internacional e intranacional, se había expandido e intensifica do al punto
de agrandar la brecha del subdesarrollo y obligar a reformular políticas de
comunicación democrática desde la perspectiva de la población marginada.
En 1998 Colin Fraser, ex Director de Comunicación de la FAO en Roma, y la
comunicóloga colombiana Sonia Restrepo-Estrada publicaron en Londres una
sustancial obra sobre la comunicación y el desarrollo en el mundo, subrayando la
necesidad del cambio de conducta para asegurar la sobrevivencia. El volumen
comenzó con una introducción conceptual que destacaba el papel de la comunicación
en la participación democrática para lograr aquel cambio. Presentó luego bien
fundadas y amenas descripciones analíticas de cinco casos, uno de escala mundial,
sobre el nacimiento de la estrategia de movilización social para la inmunización con
apoyo de comunicación, y los demás de escala nacional, sobre desarrollo rural, sobre
comunicación para la planificación familiar y sobre usos creativos de la radio para
generar cambios en la sociedad. Entre ellos subrayaron el precursor ejercicio de Radio
Sutatenza de Colombia. Pero dedicaron la mayor atención al caso mexicano del
ambicioso Programa de Desarrollo Rural Integrado del Trópico Húmedo que favorecía
la creación de pequeñas o medianas empresas con participación comunitaria y que fue
apuntalado por un sistema de comunicación identificado por la sigla PRODERITH.
Sustentado en lo financiero por el Banco Mundial y apoyado por asistencia técnica de
la FAO, este sistema operó desde 1978 hasta 1995. Dio énfasis a la comunicación
participativa interpersonal (individual y en grupos) auxiliada principalmente por el uso
del vídeo por medio de unidades de campo que atendieron a 35.000 familias. Al
terminar la década, el periodista ecuatoriano Gonzalo Ortiz Crespo produjo en Ecuador
una reseña reflexiva de la situación de la comunicación en Latinoamérica en términos
de la influencia de la globalización sobre los medios, otro examen útil para repensar el
papel de ellos en el desarrollo. Y simultáneamente el comunicador boliviano Alexis
Aillón Valverde esbozó desde Ecuador una nueva perspectiva del papel de la
comunicación para el desarrollo como instrumento de “control cultural” entendido como
la capacidad de las personas para resistir, por influencia de su entorno social, la
imposición de una cultura ajena a la suya. En 2002 un par de destacados periodistas y
comunicólogos hicieron, por encargo de la Oficina de Unesco para Centro América y
Panamá, re cuentos analíticos de dos áreas temáticas que ella cultivó recientemente
con prioridad. Uno fue el realizado por la especialista colombiana en comunicación
cívica Ana María Miralles Castellanos de las actividades de la Unesco en materia de
comunicación para el desarrollo urbano. Y el otro estuvo a cargo del especialista
boliviano en comunicación y política José Luis Exeni que se ocupó de las operaciones
de dicho organismo internacional en pro de comunicación para una cultura de paz.
Ambas recapitulaciones sumarias forman parte de la colección “Vox Civis” que
publican en cooperación Unesco y Radio Nederland. Rosa María Alfaro publicó en
2004 un balance crítico de las culturas populares y la comunicación participativa que
desembocó en una pro puesta para efectuar ajustes y reorientaciones acordes con los
cambios económicos y políticos de los últimos tiempos. En ese mismo año Néstor
García Canclini señaló un cambio de agenda en las industrias culturales, advirtió la
subordinación de los productos culturales, nacionales y loca les, a una reorganización
transnacional, y plantó luego la noción de que la defensa de la diversidad cultural
constituye el eje del proyecto de la sociedad del conocimiento. Al mismo tiempo
Guillermo Mastrini pasó revista detenida al estado de la economía política de las
industrias culturales de su país, Argentina, al influjo de la economía neoliberal. Verificó
la creciente concentración de la propiedad de los medios en manos de unos pocos que
dominan los mercados en tanto que el Estado carece de la resolución y el vigor
necesarios para instaurar políticas culturales. En ese mismo año, César Bolaño y
Valerio Brittos analizaron la situación de las políticas de comunicación en el gobierno
de Lula y hallaron que, si bien éste mostraba una posición sobre ellas más adecuada
que la del régimen anterior, no parecía comprometerse aún con la formulación de la
política nacional de comunicación que hace falta. Igualmente, en 2004 el especialista
argentino en comunicación para el desarrollo rural Gustavo Cimadevilla dedicó
entonces un libro a criticar la razón intervencionista en materia de desarrollo
sustentable y a señalar los desafíos que la comunicación enfrenta para poder
apuntalar el mismo. En el ya feneciente primer quinquenio del nuevo siglo la
producción de literatura del ramo ha tenido una continuidad tal vez no intensa, pero sí
significativa. Ilustra ello el caso de Bolivia, en la que se han dado algunas
contribuciones importantes en tal período. Se destaca entre ellas un libro del 2002 de
Teresa Flores Bedregal sobre la comunicación para el desarrollo sostenible que define
las funciones de ésta en tal proceso principalmente en estos términos: (1) promoverlo
en sus múltiples dimensiones y a diversos niveles; (2) propiciar una nueva ética de
equidad y respeto al medio ambiente, a la diversidad biológica y cultural y a los
derechos humanos, especialmente en el caso de las minorías; (3) servir como vehículo
de expresión y participación social y política de los ciudadanos; (4) ser instrumento
para el diagnóstico y la solución de los problemas locales de comunidades; (5)
potenciar el empleo de canales locales de comunicación y propiciar el uso de las
nuevas tecnologías por los grupos sociales más desfavorecidos; y (6) contribuir a la
articulación de los procesos comunicativos en la planificación de programas de
desarrollo. El prologuista Juan Díaz Bordenave pronosticó que este libro “será recibido
con entusiasmo por las escuelas de comunicación del Tercer Mundo”. Otra de dichas
contribuciones bolivianas, también en el 2002, fue una nueva percepción de la
comunicación para el cambio social por José Luis Aguirre Alvis “desde la realidad de la
multiplicidad (cultural) y la diferencia”. Luego, en 2003, Carlos Camacho reflexionó
sobre el derecho a la información como práctica de formación y desarrollo de la
“ciudadanía comunicativa”, concepto sobre el que propuso un modelo. Un cuarto
aporte, en 2005, fue un examen de Alfonso Gumucio Dagrón de la diferencia universal
entre “los de arriba” y “los de abajo” en cuanto al derecho a la información y al derecho
a la comunicación. Y en materia de “radio del pueblo” Karina Herrera Miller analizó la
situación de las tres emisoras mineras sobrevivientes en Bolivia, en tanto que Carlos
Arroyo se ocupó, por inversa, de las emisoras comunitarias aimaras de reciente
nacimiento, estudios ambos de 2005 también. Y al final de aquel lustro el
comunicólogo español Alejandro Barranquero publicó en Bolivia un documentado y
perceptivo ensayo sobre el papel de Latinoamérica en la reflexión y en la práctica de la
comunicación para el desarrollo a lo largo de medio siglo, prestando especial atención
a la “conformación de un modelo propio, contra-hegemónico y crítico, con respecto a
las perspectivas académicas dominantes (principalmente, norteamericanas)”.
“COMUNICACIÓN PARA EL CAMBIO SOCIAL” En el presente primer quinquenio del
tercer milenio de la humanidad la fe en las virtudes de la comunicación para promover
la construcción del desarrollo democrático se mantiene en pie en Latinoamérica, en
cierto grado y en algún modo, tanto en la práctica operativa como en la teorización
profesional. Sucede esto pese a que la gran mayoría de los gobiernos aún no la
entiende a cabalidad ni la aprovecha plenamente y a que, lamentablemente, se la
enseña apenas en un puñado del millar de facultades de comunicación con que cuenta
hoy la región.
Al apoyo técnico y financiero que brindan para comunicación educativa algunos
organismos gubernamentales, nacionales e internacionales, y unos cuantos
organismos no gubernamentales comprometidos con el desarrollo se suma
excepcionalmente el de algunas fundaciones, públicas y privadas. Entre estas últimas,
confirman do una vieja tradición suya de servicio, se destaca la Fundación
Rockefeller, con sede en la ciudad de New York. En 1997 su Departamento de
Comunicación, dirigido por Denise Gray-Felder, comenzó a propiciar -a partir de una
reunión en Bellagio, Italia- amplia e intensamente en el mundo la “comunicación para
el cambio social”, en tendiendo por tal en principio “un proceso de diálogo, privado y
público, a través del cual los participantes deciden quiénes son, qué quieren y cómo
pueden obtenerlo”. De este concepto surge el planteamiento de que las comunidades
deben ser actoras protagónicas de su propio desarrollo, de que la comunicación no
debe ser necesariamente sinónimo de persuasión sino primordialmente mecanismo de
diálogo horizontal e intercambio participativo y que, en vez de centrarse en forjar
conductas individuales, debe hacerlo en los comportamientos sociales concordantes
con los valores y las normas de las comunidades. En 2003 la Fundación Rockefeller,
en alianza principalmente con Communication Initiative y Panos London, propició el
establecimiento de una entidad independiente para dar proyección universal e impacto
mayor a las tareas promotoras del nuevo enfoque de la comunicación para el
desarrollo. Ella se llama Consorcio de Comunicación para el Cambio Social, y tiene su
sede en la ciudad de New York, desde donde brinda sus servicios a países de África,
Asia y América Latina. Se trata de una red mundial de profesionales de la práctica, la
investigación y la docencia de comunicación que ayuda a forjar la capacidad de
comunidades marginadas para crear y manejar procesos de mejoramiento de su vida
al cobijo de la democracia, la equidad y la tolerancia. Director Ejecutivo de sus
programas operativos, con sede en Brasil, es Alfonso Gumucio, comunicador boliviano
de larga y productiva trayectoria en países africanos, asiáticos y latinoamericanos al
servicio de varios organismos internacionales. Él produjo para la Rockefeller en 2001
un estudio titulado Haciendo olas, que recogió medio centenar de testimonios de
experiencias de comunicación alternativa para el cambio social en varios países de
Latinoamérica, Asia y África. Y en los años recientes ha publicado artículos en revistas
y presentado ponencias en congresos y seminarios explicando y promoviendo la
comunicación para el cambio social. El consorcio organizó, además, en 2004 en
Bellagio, Italia, una reunión de consulta a expertos de diversos países para hacer una
selección preliminar de artículos principales sobre comunicación para el desarrollo
publicados a lo largo de medio siglo en distintos idiomas. A la fecha está entregando a
imprenta los manuscritos finalmente escogidos para integrar una compilación en libro.
Y, por otra parte, apoya al robustecimiento de las Facultades de Comunicación de
algunos países de la región con miras al establecimiento de programas de postgrado
en el ramo de comunicación para el cambio social. LA UTOPÍA IRRENUNCIABLE
Pese a las aspiraciones frustradas y a los contrastes sufridos, los comunicadores
latinoamericanos comprometidos con la construcción de una nueva sociedad no han
alzado las manos para abdicar de sus ideales. Resulta imposible reseñar aquí, ni
siquiera en la forma más sintética, lo que han venido haciendo en las décadas del 80 y
del 90 para mantenerse en pie de combate pese al nuevo contexto económico, político
y tecnológico abrumadoramente contrario al cambio estructural pro democracia real y
embelesado por las promesas de la llamada Sociedad de la Información.
Ellos bien saben que la situación de la gran mayoría de sus conciudadanos es hoy
más deplorable que la de los años del 70, que el desarrollo democrático no ha
ocurrido, que la dominación interna sigue perpetrándose y que la de pendencia
externa es mucho mayor que nunca antes. Y son muy conscientes de que ese
empeoramiento abarca también, y en grande y creciente medida, la situación de la
comunicación. “Estamos, afirma - por ejemplo - el comunicólogo boliviano de larga
trayectoria internacional Alfonso Gumucio, peor en muchos sentidos: la concentración
de medios en pocas manos es mayor que antes, la privatización de las frecuencias y
de los medios del Estado ha eliminado casi completamente la radio y la televisión de
servicio público. Por influencia de las grandes empresas multinacionales ya no se
discute la información como un hecho cultural y social sino como un hecho de
mercado”.
Esos consorcios mercantiles transnacionales dominan, en efecto, hoy mucho más que
nunca el negocio publicitario y el flujo noticioso. Y los países desarrollados, Estados
Unidos de América, los de la Unión Europea y Japón, controlan el 90% de la
producción de bienes y servicios in formativos electrónicos del mundo. Un poco más
de la mitad de los 550 millones de computadoras que hay en él están en Estados
Unidos, Japón, Alemania, Inglaterra y Francia. A estos mismos países corresponde
algo más de dos tercios del total mundial de usuarios del internet que llega a 320
millones. Y mientras Estados Unidos de Amé rica cuenta con el 57% del total mundial
de “internautas”, Latinoamérica sólo cuenta con el 1%. En resumen, en vista de la
presencia de la nueva tecnología telemática, la brecha de comunicación entre países
desarrollados y subdesarrollados se ha agigantado colosalmente.
La prédica crítica de varios latinoamericanos es, pues, inclusive más válida hoy que
otrora. Por tanto, no están dispuestos a renunciar a la utopía justiciera y siguen
luchando con fe y con denuedo con las armas de la teoría y de la práctica en medio de
un mar de conformismo con el statu quo caracterizado por la adscripción al
mercantilismo y al tecnologismo ciegos propios de la era neoliberal y globalizante.
Así lo muestran reflexiones relativamente recientes en libros, revistas e informes, en
particular en países como Perú, Colombia, Venezuela, México, Brasil, Argentina y
Bolivia. Y así lo corroboran pronunciamientos realizados en varias re uniones
profesionales, cuando menos desde la mitad de la década del 80 hasta el arranque del
nuevo siglo.
Veamos sólo tres de ellos:
• Declaración de Lima (IPAL, 1990): “Hoy más que ayer, con énfasis
sobre la práctica antes que sobre la retórica, hay que procurar una Nueva
Comunicación, sin mitificar formas y eslóganes ni desconocer los cambios, pero sin
renunciar al ideal supremo de una comunicación libre de intereses económicos y
políticos, y a la vez participatoria, sujeta a criterios de solidaridad y justicia”. •
Declaración de La Paz (OCIC-AL, UNDA-AL, UCLAP,
1992): “Democratizar la comunicación es un objetivo que hoy queremos
reafirmar... La comunicación subordinada a las reglas del mercado desaloja al hombre
como protagonista central del diálogo, de la solidaridad y de la decisión autónoma de
su porvenir. La incomunicación es mayor pese a que aumenta el número de medios y
de consumidores...”. • Declaración de la Conferencia sobre
Nuevos Escenarios y Tendencias de la Comunicación
en el Umbral del Tercer Milenio (Quito 2001): “... La convergencia entre
sociedad de mercado y racionalidad tecnológica disocia la sociedad en sociedades
paralelas: la de los conectados a una infinita oferta de bienes y saberes y la de los
excluidos tanto de los bienes como de la capacidad de decisión y del ejercicio del
poder...”. Y escuchemos nada más que a dos distinguidos comunicadores: • Carlos
Valle (Argentina, 1990): “La comunicación es uno de los temas decisivos
para la década del 90 y para el futuro de la humanidad. Nos puede llevar a la
reconciliación o a la destrucción (...) La creciente brecha entre ricos y pobres continúa
ensanchándose. Los medios de comunicación siguen multiplicándose y gozando de un
desarrollo tecnológico sin precedentes, mientras miramos azorados la concentración
de su poder en escasas manos (...)”. • Antonio Pasquali (Venezuela,
1990): “En el futuro habrá que ser más realistas, más pragmáticos, más
convincentes, concretos, exigentes, tenaces y eficientes. Reconfirmemos
solemnemente nuestro propósito de no cesar hasta que a nuestras comunicaciones
les llegue la hora de la Democracia, de la Utilidad Social y de la Calidad”.
Así sea, colegas.

BRENCA Y LACROIX: Radio y poder (PRÁCTICOS)


El nido del huevito
Guerra 14-18
Reacomodamiento mundial
Nuevas estrategias globales
Modificaciones de la escena en que va a nacer la radio en América Latina y
especialmente en la Argentina.
1912 Ley Sáenz Peña
Yrigoyen Alvear Yrigoyen
1920-1930 década de optimismo generalizado en la Argentina (ligada muy
estrechamente con Gran Bretaña).
1930 Golpe de Uriburu
Crisis del 30
Migración del campo a la ciudad
ISI
Fraude patriótico
Justo – Pacto Roca / Runciman
Ortiz Castillo 2GM

Puja entre intereses ingleses y norteamericanos se desarrolla sin disimulos en nuestro


país.- Uno y  otro imperio tienen orientaciones diferentes en sus políticas de
expansión.                                                                                                                                                      
En el seno de un desarrollo “pseudoindustrial” en la Argentina  con el establecimiento
de empresas norteamericanas en nuestro medio se produce el nacimiento y evolución
de los servicios de RADIO.
Emisoras de primera generación
La radiodifusión comenzó en nuestro país en agosto de 1920, en un círculo pequeño
pero de tendencias expansivas debido a la curiosidad que suscitó y el ámbito de
intereses comerciales que puso en movimiento.
Su temprano desarrollo acompaña los comienzos mundiales del medio y comparte las
actitudes vacilantes que produjo en las esferas del poder político, del público y de los
propios promotores. Esta indefinición se nota  en Argentina en las marchas y
contramarchas organizativas, la tardía regulación del funcionamiento.
La estructuración del modelo organizativo de nuestra radio coincide con el ascenso de
la influencia norteamericana en América Latina, donde busca desplazar la hegemonía
europea  debilitada tras la guerra mundial de 1914.
En la evolución de la radio argentina se puede señalar un primer período de formación
de tendencias e ideas que aparecen bastante consolidadas en 1928 cuando el
gobierno transfiere a correos y telégrafos la dependencia de la radiodifusión.
Desde este momento, se abre un segundo período de fuertes disensos en torno al
estatuto jurídico de la radio.
La ley de 1953 finalmente formaliza  el contradictorio “privatismo oficialista” que ha
sido la esencia del régimen de los medios electrónicos en nuestro país.
Nacimiento de la radio
Radioaficionados elegantes fundan el radioclub argentino en 1921, se adquirían
componentes para fabricar los propios transmisores. También había gente que los
adquiría ya fabricados. No parecían bien delimitadas las intenciones de emitir y recibir.
Recién en 1923 las radios provocan oleajes de emisiones más perceptibles. En ese
año ocurre una multiplicación de las casas de comercio dedicadas exclusivamente a
este ramo. Se implantan nuevas  y poderosas emisoras de aficionados. Hay mayor
selección en los programas broadcasting, llegan nuevos materiales al país, se realizan
exposiciones. Casi al mismo tiempo llegan al congreso dos proyectos de ley de
radiodifusión (uno del diputado conservador Rodolfo Moreno y otro del PEN). Ninguno
de estos proyectos llegó siquiera a discutirse, pero los emisores comenzarían a 
diferenciarse de los receptores. La radio captaba a las masas, con apenas unos
centavos cualquiera podía fabricarse un receptor.
En 1923 se ubicaban 5 estaciones capitalinas. En 1925 hay ya 12 estaciones en la
capital y 10 en el interior. Se generan  humildes “pools” de intereses afines: en la
capital, por ej, Radio Cultura tiene una emisora, una revista y vende discos y
receptores. La venta de receptores fomenta el crecimiento de emisoras.
El disco entra en las emisoras desde el principio, pero la crítica culta lo rechaza. Las
emisoras se prestigiaban sólo desde el concierto. En hoteles y cafés  selectos de Bs.
As. Se instalan estudios de radio. Sin embargo, promediando la época emigran a la
periferia.
Los horarios son breves y muchas veces entrecortados. La tecnología sigue los pasos
de los fabricantes. La potencia de las emisoras se multiplica. Las radios argentinas se
desvinculan del negocio de la venta de receptores y radiopartes  para convertirse en
un negocio per se, mediante la explotación como medio de publicidad. El crecimiento
en quipos transmisores acrece el interés de los anunciantes, sobretodo después de
1925.
Las quejas cuentan que los avisos eran largos y el tiempo dedicado a ellos, excesivo.
Otra crítica corriente apuntaba a las interferencias y ruidos. En 1932 el Radioclub
argentino se preocupará por el tema.
En cuanto a los contenidos, la radio argentina de los 20 no gozó del favor de la crítica.
Había quienes veían en la radio un modo de difundir la cultura aceptaba como tal
(según el modelo BBC)
En 1925  se lamenta el poco aprecio que tiene la radio por el teatro. El deporte, sin
embargo estuvo en la radio desde el comienzo. Hubo noticiosos desde bastante
temprano también.
En suma, la radio del 20 tiene que haber sido de nivel popular, modesto en cuanto a
sus talentos pero distintivo e influyente en los gustos de una gran masa poblacional.

Los años de formación de la radio y sus perspectivas


Si bien puede plantearse que el telégrafo es un antepasado de la radio, los problemas
que ésta plantea son de índole muy diversa. Cuando en nuestro país se implantan
empresas de telégrafos, el parlamento les impone normas. Éstas recaerán más tarde
sobre la radiodifusión. Esta ley establece un régimen de licencias previas aunque
transferibles con la anuencia de autoridad. Como función se disponen disposiciones
explícitas y censuras referidas a la moral y las buenas costumbres. La ley penaba
rigurosamente a los transgresores. El servicio radiotelegráfico es  exclusividad del
Estado hasta 1000 km de nuestros límites nacionales. Un decreto divide al país  en
dos zonas: marítima y terrestre. La radio desciende jurídicamente del telégrafo y este
carácter confunde su naciente identidad como medio masivo. Parece crear cierta
incomodidad jurídica y no únicamente en nuestro país. Ni siquiera los diarios veían a la
radio  como un soporte de servicios similares. Recién lo advierten cuando la radio
comienza acaparar los presupuestos publicitarios. Y en nuestro país esto sucede en la
década del 30.
Moreno es quien adjudica primero a la radio el carácter de servicio público (en su
proyecto de ley). El desarrollo de la radio dejó atrás estos proyectos de ley antes de
que fueran tratados.
En 1924 se incorpora por primera vez a la ley el término broadcasting. Los objetivos
son regularizar el funcionamiento del broadcasting  y difundir noticias de interés
general, conciertos, conferencias, etc.
El poder imponía su penetrante mirada, y aún se reservaba el derecho de clausurar
transmisores a su sólo  juicio.
En 1925 se detalla una regulación específica para la radio (que mostraba
irregularidades, interferencias, etc.) Se debía mantener un servicio, especificar
horarios y el Estado se reservaba el derecho a modificar y clausurar emisoras
arbitrariamente.
El próximo paso de la política estatal frente a la radio sería en 1928. Dos naciones
centrales han decidido ya los modos de comportamiento del medio y consagrado
actitudes antitéticas del Estado frente al fenómeno de la radiodifusión. En EE.UU. en
1927 se determina  el carácter de la radio que sería privatista, organizada en cadenas
y financiada por la publicidad. Ese mismo año Inglaterra fundaba la BBC londinense
“monopolio público bajo forma de una corporación independiente”.
Un decreto que se reglamenta en 1929 somete a las estaciones radioeléctricas de
broadcasting  de experimentación y de aficionados a la sola jurisdicción y fiscalización
del ministerio del interior. Con ello, caducan todas  las licencias. Se sigue afirmando
que el Estado es el dueño de las licencias. Se reiteran así, los patrones culruales del
modelo BBC. Se prohíben cadenas salvo las expresamente autorizadas. Desaloja las
emisoras de capital y GBA para llevarlas a descampados. El Estado disimula el
carácter de medio masivo de la radio y soslayaba así el problema de la libertad de
prensa.

Ganancias y pérdidas del período: balance provisorio y coda


No existe orden en la asignación de frecuencias y esta se produce a título precario. En
cuanto a la gente de radio, aparece rondando siempre el mismo número reducido de
nombres. La radio es apoyada por las revistas del ramo. El período 1928/1930 trae un
reacomodamiento general. Se producen cambios técnicos. La radio va adquiriendo alf
roma que ha de regir su funcionamiento. En estas luchas intervienen cada vez más,
con mayor fuerza, el poder político, árbitro del mensaje radial poderos terciador entre
los distintos sectores. En 1928/1929 los problemas de interferencias se agudizan aún
más. Los puntos más censurados por la radio son los programas y el exceso de
publicidad.
Por todo y en todo la radio argentina parecía mirar con más cariño al modelo
norteamericano, aunque los críticos tuvieran una secreta esperanza de que la ley por
venir consagraría el modelo BBC. La lucha final se daría en la década siguiente.
Los modelos: “the one and the other”
De 1930 a 1943 la radio argentina define su futuro. Su decisión está conectada con las
formas ya adoptadas por la radiodifusión local, con los cambios sociales y con las
relaciones de dominio entre las grandes potencias y nuestro país. ISI, instalación de
empresas norteamericanas: efecto, ampliar notablemente el mercado publicitario. Este
hecho favorece el crecimiento del negocio radial y al desarrollo técnico-empresarial del
medio y asimismo amengua la puja por el reparto del presupuesto publicitario con los
diarios.
Así, más allá  de que la posición gubernamental parece inclinarse  a favor del modelo
inglés,  en los hechos se consagra finalmente el modelo “Network” norteamericano, al
crearse, por una discutida ley, en 1941, la tercera cadena argentina de radio con
centro en Radio Splendid.
¿Populista o paternalista?
La radio se formó en nuestro país según las pautas de la producción para el mercado:
sus manifestaciones, en la década del 30, evidencian el dinamismo e importancia de
este desarrollo comercial.
Jaime Yankelevich formará Radio Belgrano en 1925, adquiriendo LOY Radio Nacional.
De programación dirigida a grandes públicos es la primera en organizar
comercialmente su red. Le sigue una empresa periodística con propósitos diferentes:
Editorial Haynes, dueño de matutino Tabloid y varias revistas. Radio El mundo obtiene
la primera licencia concedida en firme y por 15 años. A cambio de esto provee del
edificio a la Radio del Estado inaugurada en 1936. Radio El Mundo se organiza pronto
en cadenas y tiene acuerdos con varias emisoras del interior. En 1941 se agregará la
red RADES. Este proceso implica la concentración y la centralización de las
comunicaciones radiales y revela la ausencia  que desde el Estado fuera capaz de
atender las necesidades nacionales. Esta concentración silencia las voces del interior
en los mejores horarios.
Los grandes diarios no sólo criticaban la programación y los excesos publicitarios de la
radio sino que también ponía reparos sobre su actividad informativa ya que la
reclamaban como un derecho de la prensa escrita. La radio está empezando a
comprar y elaborar sus propios servicios. Otra crítica es a los radioteatros, el auge del
mismo es a los ojos de la cultura y es legislador, lo peor de la radio. Otras quejas van
a la proliferación perniciosa de programas deportivos.
Con todo, la radio era ya, en la década del treinta, una presencia fundamental en la
vida cotidiana del pueblo. La disputa sobre su orientación y sobre su estatuto legal
involucraba a un extenso público y  a un conjunto empresario con peso, que ganaba
con el negocio publicitario.
La radio del treinta era hechura del modelo norteamericano. Sin embargo se seguían
discutiendo sus formas: ¿populista o paternalista?
Era claro que los grandes diarios, ciertos sectores del gobierno, gente de la cultura se
inclinaban por el modelo inglés. A los diarios les molestaba la absorción por la
empresa radial de gran parte del presupuesto publicitario y la independencia
informativa. En cuanto al poder político, sus aprensiones frente a la radio eran de
carácter  censurante y fiscalista. Ambos temores fueron resolviéndose precariamente a
través de regulaciones, decretos de tono censurador en lo que respecta a los
contenidos, etc. El gobierno podía llegar a un entendimiento con las radios y tal vez
algunos funcionarios estaban contentos con las ganancias del modelo “populista”. El
discurso crítico alude a que las radios están en todas las casas y hay que cuidar la
sugestión que puede generar cierta información que éstas transmiten.
El modelo que prevaleció era el que promovía mejores negocios. La radio comenzó en
el país como empresa privada, con emisión centralizada en Bs. As. Y financiada por la
publicidad.
La función de la radio se limitaba al entretenimiento, a las informaciones de interés
general y a la publicidad.
En el fondo el problema entre grandes radios y diarios fue comercial, así como fue de
control censurante la presión del Estado sobre la radio.
Todos quedaron más o menos conformes  con el camino finalmente seguido porque
hubo inversiones publicitarias abundantes, censura estatal explícita,  con aquiescencia
de los censurados, y los programas mejoraron, al menos en cuanto a grandes figuras y
a suntuosidad, ya que no en lo concerniente a servicios populares, democratización,
federalismo ni auténtica cultura.
Tanto aquí como en los demás países, la actitud del Estado frente a la radio es muy
otra  que la que se observa ante la prensa gráfica: con el nuevo medio se marcan
límites, se ponen formas de control y censura, se indican contenidos deseables, se
establecen normas, las emisoras están obligadas a cumplir horarios, continuidad,
condiciones técnica.
Un nuevo decreto en 1933 intenta sujetar a la radio con normas más explícitas y con
firmes penalidades. Reitera el carácter público del medio, permite suplir la falta de
servicio público con estaciones privadas con previa autorización. Define las
condiciones de los licenciatarios: argentinos o radicados en el país, personas o
sociedades, con solvencia económica y antecedentes satisfactorios.  Las emisoras del
interior se entregan por concurso. Se dice lo que no debe predominar en las
transmisiones, se explicitan los contenidos prohibidos sin aviso previo. Busca restringir
el espacio informativo. Permite explícitamente las cadenas.
En 1934 llega el folleto dedicado especialmente a la radiodifusión. Define las formas
de la publicidad por radio. Busca restringir el espacio informativo. Acota los
informativos radiales prohíbe el periodismo de opinión. Era un alarde de censura
explícita. Pero los titulares de las licencias no se conmovían por la censura, es más,
daban seguridades al Estado de que la radio comercial no reivindicaba la libertad de
prensa.
Otro cambio que llama la atención es la libertad con respecto a los discos, ahora se
toleran totalmente. Esto se puede relacionar con la presencia de grabadoras en
nuestro país.
En cambio, en toda la década del 30 hay un ataque frontal a los radioteatros. Los
definen como “carentes de valor artístico”.
Quienes se ocupan de defender aquella radio, con sus defectos y virtudes, son las
revistas especializadas: Antena, Radiolandia, Sintonía.
No hay como nombrar una comisión para que todo siga igual
En 1938 el poder ejecutivo pone en marcha una comisión para que evalúe y examine
los permisos precarios y establezca la organización integral del medio. Esta comisión
es la primera y tal vez la más importante mirada global sobre el hecho de la radio, una
esperanza cierta para las fuerzas conservadoras de la cultura y el poder político.
Se habla de dos estilos de radio: paternalista y populista. Según  la comisión la mala
calidad se originaba en la competencia: cualquier cosa era válida para ganar.
 Era preciso para la comisión, reorganizar la estructura de la radio en el país. La
comisión de 1938 se expide en 1939 sin pena ni gloria.
En 1941 a las dos cadenas privadas existentes se suma una tercera centrada en
Radio Splendid.
Las fuerzas de neto tinto conservador siguen proponiendo el modelo BBC. Pero nada
impide el modelo norteamericano.
Mientras tanto se había iniciado en 1930 la 2da Guerra Mundial y nuevos intereses
conmovían a los emisores. La radio fue un factor nada desdeñable en la introducción
de los negocios de EE.UU. en nuestro país y sus ideologías de venta.
La Guerra no trajo otro cambio en el desarrollo de nuestra radiodifusión que la escacez
de materiales. Las empresas monopólicas de nuestro país son proveedoras pero
muchos elementos se importan y eso se dificulta.
El golpe de 1943 y sus 307 artículos
Ninguno de los cambios había traído una  mejora para las voces del interior. Esa es la
situación al producirse el heterogéneo golpe de 1943. Se crea una comisión para rever
los permisos De ésta surge el decreto 1895 que reglamenta el otorgamiento de
concesiones con exigencia acerca de los propietarios (argentinos, nativos,
naturalizados con no menos de 10 años de residencia).
Se pone en vigencia, poco antes de la vuelta al democracia, el manual para las
estaciones de radiodifusión: reglamentarista, extenso y contradictorio. Se inspira en el
carácter censurante de las reglamentaciones de 1933 y 1934 y lleva el control hasta el
ridículo. Los informativos y noticiosos no pueden criticar.  Aparecen numerosos rasgos
de militarismo. Emisiones con marchas militares, etc. Se restringe el tiempo de música
grabada. Se prohíbe transmitir noticias argentinas de fuente extranjera. Los controles,
suspensiones y clausuras de emisoras son significativas.
Entre 1947 y 1948 se da un traspaso al ámbito oficial de la mayoría de las emisoras.
La presencia del gobierno en las emisoras no implica que éstas dejen de financiarse
con publicidad.
De cómo el Estado entra y sale de la radio. La ley de 1953
El Congreso trata en 1953 la primera ley de radiodifusión.
La televisión no es aún competencia. Mucho más que el universo de los diarios, la
radio sigue siendo el modo más hegemónico de recibir noticias, música,
entretenimiento.
Esta primera ley es breve, privatista y centralista, implica el pase a manos privadas
mediante licitación de las cadenas con objetivos no novedosos: “programas,
educativos, culturales, artísticos” Los contenidos que se alientan APRA el medio son
los culturales, de unidad nacional, los recién llegados a la ciudad hallan en la radio el
vínculo con la patria chica. Las prohibiciones son las clásicas: lo que hace a la moral y
las buenas costumbres. Hace su aparición el Servicio Oficial de Radiodifusión, cuarta
cadena situada también en Bs.As. La radiodifusión entra en el ámbito exclusivo del
Ministerio de Comunicaciones y se especifican características admisibles en los
noticiosos que facilitan el trabajo del censor.
Finalmente las licencias, cuya duración es de 20 años con opción de las mismas
empresas de nuevos períodos pueden heredarse.
Se adopta la forma de “interés público” que ya había aparecido antes y se corresponde
al modelo norteamericano (por esto no podía ser servicio público).
Aprobada la ley y su reglamentación, las licitaciones se producen al año siguiente, en
1954. Un año después el golpe anula por ilegales los decretos que daban las
licitaciones. Todo el sistema pasa prácticamente al Estado.

SERGIO ARRIBÁ: El Peronismo y la Política de Radiodifusión


(1946-1955) (PRÁCTICOS)
Este trabajo pretende desarrollar y analizar la historia de la radiodifusión en la etapa
del peronismo comprendido entre 1946 y 1955. Para ello será importante tener
presente que más allá de la infinidad de textos que abordan al peronismo y a la figura
de Juan Domingo Perón desde todas sus caracterizaciones, la relación con los medios
de comunicación en su conjunto -prensa gráfica, radio, televisión y cinematografía-
continúa constituyéndose hasta la fecha un vacío importante en la historia de nuestro
país.
Cuando nos referimos a la interrelación se corresponde a la integración de los
siguientes actores y sus diversos miembros: Sociedad, Estado y Mercado en
referencia a la situación histórica y al contexto internacional que influyó
inevitablemente en el proceso de constitución de estos actores.
Juan Domingo Perón modificó una realidad social de la época accionando desde la
política a través de los organismos del Estado -como una estructura horizontal-
afectando variables de la economía (para trasladarse de un modelo agroexportador a
un modelo de sustitución de importaciones) con la finalidad de generar una distribución
igualitaria de la riqueza para toda la sociedad a través de la justicia distributiva o
justicia social. Y como una estructura vertical, el Estado conformó un monopolio de la
información y un monopolio de los medios de comunicación para consolidar el
adoctrinamiento de las masas[3] (Perón siempre se dirigió a la sociedad utilizando el
concepto de pueblo) por intermedio de la difusión de sus ideas fuerzas “justicia social,
independencia económica y soberanía política” y del programa de gobierno, titulado
“Doctrina Peronista”. Esta conceptualización permitiría alcanzar finalmente lo que
Perón denominó “La Nueva Argentina”
Perón edificó dos conjuntos de políticas conflictivas y críticas: a) restricción de
libertades individuales en pos de alcanzar la igualdad de toda la sociedad y b)
obstaculización del principio político de la división de poderes para centralizar y
concentrar el poder.
Es importante destacar que en todos los países democráticos el proceso de
consolidación de la restricción del poder mediante su distribución en el Poder
Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial, se desarrolla paralelamente al concepto
de soberanía popular.
II. El Peronismo: La expresión extraordinaria de la conformación del poder
1943-1946.
El 4 de junio de 1943 el Gral. Arturo Rawson y el Gral. Pedro Pablo Ramírez
encabezaron un golpe de estado derrocando al Dr. Ramón Castillo con motivo de
finalizar una etapa de la historia de nuestro país caracterizada en la década del treinta
por la hegemonía del conservadurismo y la inexistencia de la moral política,
singularizada en el fraude electoral y el soborno político.
Este grupo militar, integrado por veinte oficiales del ejército -entre los que se
destacaba el entonces Cnl. Juan Domingo Perón- tenía como objetivo principal
constituirse como un grupo de enlace entre jóvenes oficiales del ejército, que
cuestionaba el orden social establecido de la época y pretendía colaborar con el nuevo
gobierno para evitar casos de corrupción y avances del comunismo.
El GOU, más allá de la redacción de la Proclama del golpe de estado de 1943
realizada por Perón y el Cnl. Miguel Montes, titulada “Al Pueblo de la República
Argentina”, no tuvo participación relevante en el momento inicial de la conformación
del poder del nuevo gobierno de facto o dictatorial.
El escenario internacional tuvo dos sucesos trascendentales, uno de carácter
económico, las derivaciones de la crisis del treinta y otro de carácter político, la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Las consecuencias de la crisis económica mundial de 1930 produjeron una tendencia
histórica al proteccionismo de los Estados en relación al libre comercio que fluctuaba
anteriormente.
ste nuevo modelo económico empezaba a marcar diferencias estructurales entre los
países sostenidos por la dependencia de países periféricos (agroexportadores) en
relación a países centrales (industriales). Esta variable histórica se profundizaría en la
década del cincuenta a través del desequilibrio del intercambio entre los países que
producen el estrangulamiento de los países subdesarrollados o de la periferia donde
los países subdesarrollados, manteniendo igual cantidad de sus exportaciones reciben
cada vez menos productos extranjeros o tienen que entregar cada vez más productos
propios para recibir la misma cantidad de productos. Trayendo como resultante que los
países subdesarrollados se ven privados del poder de compra externo y tienen que
reducir sus adquisiciones de maquinaria y de producción, afectando el propio
desarrollo de las naciones.
El período más crítico del conflicto bélico acompañó la presidencia del Gral. Farrell y
puso en cuestión cuál era nuestro destino político[10] en el marco de tres opciones: a)
ser un país no beligerante o neutral, b) estar a favor de los Aliados -Estados Unidos, el
Reino Unido de Gran Bretaña, la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la
República Francesa, principalmente- o, c) estar a favor del Eje -Tercer Reich y el
Imperio del Japón-.
En nuestro país la clase alta tradicional complementada por una élite económica y un
sistema de partidos políticos sostenidos por “La Concordancia”[13] marcaron una
señal que la nación argentina estaba signada por prácticas políticas desleales –fraude,
soborno y corrupción- que lograban la supervivencia de ciertos sectores de la sociedad
y de determinados partidos políticos adeptos al régimen dominante. El conjunto de la
sociedad, a través del pueblo, estaba excluido en la integración de los factores de
poder, del reconocimiento de derechos sociales y del beneficio de políticas de
desarrollo.
Este panorama demostró antes de la asunción de Perón al gobierno, una crisis
nacional comprendida en cinco aspectos críticos: identidad, dependencia, distribución,
participación y legitimidad (Waldmann, 1981). El gobierno de Farrell intentó
sobrellevar las crisis internas que producían la ausencia de toma de decisión con
relación al conflicto bélico internacional sobre todo.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, en el gobierno del Gral. Farrell,
Perón potenció al pueblo como protagonista de la historia y así el pueblo se consolidó
como el máximo factor de poder. Perón instauró aquí la esencia del poder -donde
nadie lo había realizado anteriormente- y no en las instituciones de la república. El
poder que estaba en el pueblo, en los trabajadores, Perón lo institucionalizó
posteriormente a través del sindicalismo y de la Confederación General del Trabajo
(CGT).
La fórmula Perón-Quijano triunfó -de manera inesperada- con el 52,40 % de los votos
frente al 47,50 % del binomio Tamborini-Mosca de la “Unión Democrática”.
Perón conformó un modelo de Estado social, nacional y popular donde “los distintos
factores de la sociedad estuvieron armonizados por un compromiso histórico del
Estado con la sociedad. La legitimación comenzó a basarse en la respuesta del
Estado a las demandas populares, en el distribucionismo, el apoyo plebiscitario y el
liderazgo carismático como articulador de la movilización popular”.
Sobre estos cuatro ejes construyó la fortaleza del Estado y desde éste generó tres
políticas claves: a) creación de Consejos y Comisiones Consultivas, b)
instrumentación de Planes Quinquenales y c) desarrollo de legislación y políticas
sociales.
Los Consejos tenían gran importancia como medio de influencia del Estado sobre la
sociedad siendo instituciones puente entre la esfera estatal y la social, dotándolos de
gran autonomía y designando representantes de los grupos de intereses como
integrantes de aquellos. Entre 1945-1955 se crean 9 consejos.
Cinco consignas resaltan la visión internacional: a) unidad continental en América
Latina por intermedio de un bloque liderado por Argentina, b) evitar actitud frontal con
Estados Unidos y el resto de las naciones de Occidente, aplicando una táctica de
negociación autónoma[35], c) posición cordial y equilibrada con la Unión Soviética, d)
optar por una línea directa y abstencionista en las votaciones de los organismos
internacionales y, e) difusión internacional de la doctrina justicialista, proponiéndola
como posible salida al mundo. Estos enunciados conducirían a la tercera idea-fuerza
de Perón, lograr la soberanía política de la nación.
Todas estas acciones políticas estuvieron unidas a dos conjuntos de políticas
controversiales que empezaron a opacar y poner en crisis la acción de gobierno:
a) Limitar libertades individuales -en la esfera de lo social- y
b) Dificultar la división de poderes -en la esfera de lo político-.
Para desarrollar el adoctrinamiento del pueblo fue necesario tener el monopolio de la
información y el monopolio de los medios de comunicación -para garantizar la
correcta difusión sobre todo lo actuado-. Sobre la base de un grupo de medidas -que
desarrollaremos en los próximos capítulos- Perón controló la prensa gráfica, la
radio y la televisión en un proceso de concentración y centralización.
Dentro de la concepción democrática vigente y teniendo presente que Perón hablaba
de un proceso revolucionario, consolidó el poder político y social y logró la inexistencia
de polos de oposición.
En este contexto, los dos valores centrales que ayudan a comprender la movilización
de la época son la igualdad y la libertad.
El objetivo de Perón puede sintetizarse en la necesidad de conseguir para toda la
sociedad la igualdad sistematizada en cuatro expresiones -según el orden
correspondiente que se detalla-: a) igualdad social, b) igualdad económica, c) igualdad
de oportunidades y, d) igualdad jurídica-política. Para poder llegar a estos criterios
restringió libertades del individuo, reduciendo la capacidad que tenían los ciudadanos
de actuar libremente.
Es muy importante resaltar que este clima psicológico no alcanzó la violencia represiva
de un gobierno de facto o dictatorial, que si lo conseguiría el gobierno que derrocaría a
Perón a través de un golpe de estado unos años después.
Por esto el sistema de gobierno de la época se define como democracia
autoritaria, no totalitaria ya que la característica distintiva de los movimientos
totalitarios, con relación a la sociedad de masas, radica en el esfuerzo por conquistar
un control total sobre sus partidarios y la sociedad a partir de tres elementos:
a) destrucción de todas las organizaciones de clase,
b) supresión de todos los intereses de clase y,
c) utilización de la violencia extrema

Entre 1951 y 1955 la situación de Argentina cambió frente a la realidad de la primera


presidencia peronista. En estos cinco años el poder de Perón se fortaleció y debilitó de
manera paralela. El panorama interior era distinto: crisis de la producción, decaimiento
del comercio exterior, inflación y salarios que acompañaban el alza respectiva, bajas
inversiones, empresas estatales ineficientes y sector industrial y mercado interno
retraídos.
Por otra lado, en la segunda presidencia de Perón, el estado social e interventor que
reguló todas las esferas de la sociedad empezó a tener una apertura al capital
extranjero -especialmente Estados Unidos- y a revalorizar la iniciativa privada en todos
los sectores de la economía, debido a la paralización del crecimiento económico
generado en los primeros años del gobierno.
Perón entre 1954 y 1955 comenzó a tensionar la relación con la Iglesia Católica hasta
marcar una crisis profunda que apuntaba a instaurar la separación entre la Iglesia y el
Estado. A su vez El 25 de abril de 1955 nuestro país firmó un precontrato con la
empresa norteamericana Standard Oil Company de California en el cual se le otorgaba
una zona exclusiva de concesión en la provincia de Santa Cruz para la explotación y
extracción de petróleo. De los cuatro factores fácticos que lo consagraron sólo uno
era incondicional, el sindicalismo. Enfrentados a Perón se encontraban la iglesia y las
fuerzas armadas, y el sector económico se posicionaba en una actitud vacilante ante
la situación de incertidumbre generada.
Luego de dos intentos de derrocamiento, el 16 de septiembre de 1955 Lonardi
encabezo un golpe de estado a través de la revolución Libertadora que finaliza con los
diez años de gobierno Peronista. El objetivo del golpe de estado no era restituir
libertades individuales como propugnaba la concepción “libertadora” de la revolución
sino lograr un proceso de desperonización, extinguiendo al peronismo en todas
sus manifestaciones, y reestableciendo el equilibrio de poder en el interior de las
fuerzas armadas que existía antes de la asunción de Perón al gobierno en 1946.
III. La importancia de la radiodifusión
El Gral. Juan Domingo Perón para asegurar el adoctrinamiento del pueblo, que
implicaba la instrucción y difusión de la “Doctrina Nacional”, necesitaba tener el uso
extraordinario de la palabra y de la información y la garantía de la difusión correcta.
Para Perón, la comunicación, por intermedio de la industria audiovisual (sobre todo
radio y cine) y la industria gráfica (la prensa), se constituía como una herramienta
transformadora de la sociedad, comprendiendo una relación sistémica entre el Estado,
los medios de comunicación y el pueblo.
La conformación de la estructura de propiedad de los medios de radiodifusión tuvo una
funcionalidad en dos órdenes prioritarios -en esta disposición-:
a) Política, porque era esencial para el gobierno de Perón constituir identidades
políticas, sociales y culturales para formar y organizar a la opinión pública, y;
b) económica, porque era necesario integrar una élite económica que fuera
equilibrista y concordante al sistema político, a través de la normalización jurídica de la
estructura de propiedad del sistema de radiodifusión.
DOS POLITICAS AUTORITARIAS QUE AFECTARON AL DESRROLLO DE LA
COMUNICACIÓN A PARTIR DE UNA FUERTE INTERVENCION ESTATAL:
Por un lado, el gobierno restringió tres libertades básicas del individuo:
a) libertad de expresión -y sus dos variantes, libertad de pensamiento y libertad
de opinión-,
b) libertad de imprenta y
c) libertad de prensa.
Y por otro lado, el gobierno posibilitó la conformación monopólica del sistema de
medios de radiodifusión fundado en un articulado conjunto de normas.
De esta manera aseguró el monopolio político de la información centralizando el
poder de la difusión en las figuras de Perón y Eva Perón, en representación del
gobierno. Y, asimismo, el gobierno respaldó un proceso de concentración política y
económica en la estructura de propiedad de los medios ya que la sanción de la
primera ley de radiodifusión Nº 14.241/53 inició la plataforma ideal para lograr unos
años después la primera concesión de licencias de tres cadenas de radiodifusión -ya
existentes- a licenciatarios que cumplieron con una condición implícita en el
otorgamiento: corresponderse a una estructura política estatal/familiar que fuera
condicional a Perón.
La concentración en la radiodifusión presentó dos problemas determinantes: a)
pluralidad informativa y b) libre competencia de actores económicos.
La diversidad es la garantía del pluralismo y en esta instancia el pluralismo respalda la
expresión pública de opciones políticas y si ésta es perjudicada -a partir de
restricciones- se coartan las libertades de expresión, imprenta y prensa. Al respecto,
este período se destacó por la intencionalidad de desplegar un pluralismo cultural más
que político.
Si la concentración estuvo unificada a la centralización podemos sostener, en
relación a la experiencia del peronismo y la radiodifusión, que la concentración
política condujo a la regulación ideológica.
La radiodifusión entre 1946 y 1955 destacó una concentración geográfica, política y
económica. La ciudad de Buenos Aires fue el centro del desarrollo geográfico del
sistema de radiodifusión donde sectores políticos próximos al gobierno
resultaron adjudicados de las cadenas de radiodifusión conformadas e
integradas por actores económicos determinados, consagrando definitivamente
en este período un pluralismo formal (no real) y una élite económica y política.
IV. La organización del Estado en la radiodifusión
Para estructurar la radiodifusión el gobierno de Perón agrupó este principio en dos
organismos del Estado: la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia
(anteriormente Subsecretaría de Informaciones y Prensa) y el Ministerio de
Comunicaciones (anteriormente Dirección General de Correos y
Telecomunicaciones), esta ultima pasó a tener la totalidad de las responsabilidades a
partir de 1949 hasta la finalización del gobierno en 1955.
En 1940 el Estado empezó a acompañar el crecimiento de la prensa gráfica y la
radiofonía desde el Estado mismo, sólo desde lo orgánico, para contener el
ascendente progreso estructural del sistema. Creando nuevas estructuras de gobierno
que tuvieran la exclusividad de las funciones y competencias en estas actividades.
Durante esa época la comunicación tenía gravitación en tres medios: la telegrafía, la
prensa gráfica y la radiofonía La telegrafía, que se había constituido como el primer
sistema de comunicación desde 1875 y su utilización estaba supeditada
principalmente al Estado (Ministerio del Interior) quien desarrollaba este sistema (en
tierra y ultramar) para resguardar la seguridad interior y defensa exterior,
estableciendo comunicaciones de interés nacional.
La prensa gráfica se consolidó básicamente sobre una estructura histórica sostenida
por grandes medios y acompañada por un conjunto de diarios que cumplían un rol
oficial u opositor al régimen de turno (que indicaba la supervivencia en el sistema de
medios).
La radiofonía se estructuraba y desestructuraba a partir de la existencia de permisos
precarios que habilitaban a las radios para funcionar temporalmente, hasta tanto
existiera una ley que regulara al sistema en su conjunto, actualizando los adelantos
políticos, sociales y técnicos a la normativa vigente, que era el Reglamento de
Radiocomunicaciones sancionado en 1933.
El Gral. Pedro Pablo Ramírez el 21 de octubre de 1943[60] creó la Subsecretaría de
Informaciones y Prensa, dependiente de la Secretaría de la Presidencia de la Nación.
Este organismo estaba integrado por ocho áreas, dentro de ellas la Dirección General
de Radiodifusión. Esta buscaba:
- Fomentar de manera cultural las transmisiones radiofónicas y el control de las
mismas
- Reglamentar la transmisión de noticias y opiniones
- Reglamentar la publicidad
- Determinar las normas y programas para el Instituto Nacional de Locutores y
- Registro de radiodifusoras, personal técnico y artístico.

De este modo controlaba la radiodifusión en todos sus aspectos y la Dirección General


de Correos y Telecomunicaciones tenía a su cargo las disposiciones técnicas del
servicio de radiodifusión.
En una nueva reforma del Estado llevada a cabo en 1954, iniciada por una
modificación de la Ley Orgánica de Ministerios[62], Perón elevó el rango del área de
informaciones del gobierno, nombrándola “Secretaría de Prensa y Difusión” desde
el 7 de julio de ese año luego de la firma del Decreto Nº 11.183, dependiendo de ahora
en más de la Presidencia de la Nación. Teniendo este organismo como
misión informar al país acerca de las actividades oficiales del Poder Ejecutivo y
asegurar la difusión de la “Doctrina Nacional”, de los planes de gobierno y de
sus realizaciones.
Este decreto permitió consolidar normativamente el altísimo crecimiento político que
alcanzó la Secretaría de Prensa y Difusión. En dicho decreto se establecieron las
siguientes funciones para este organismo, entre las más importantes:
a) conducir, coordinar y supervisar todas las actividades de prensa y difusión que
realizan los organismos oficiales,
b) proyectar, preparar, proponer y distribuir el material destinado a difundir el
conocimiento y comprensión de la “Doctrina Nacional”, los planes de gobierno y
su realización,
c) promover en coordinación con el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto el
intercambio de informaciones para el mejor conocimiento recíproco de los
pueblos y naciones vinculados con el país,
d) promover en coordinación con el Ministerio de Transportes el conocimiento del
país a fin de fomentar el turismo interno e internacional,
e) intervenir en todo lo relativo al desarrollo de las actividades de prensa y
difusión, periodismo, cinematografía, teatro, radiofonía y televisión y,
f) registrar y archivar la documentación oficial de la Nación y todo lo que se
relacione con la “Doctrina Nacional”, los planes de gobierno, declaraciones,
conferencias, mensajes, discursos oficiales, tratados, leyes, decretos y
resoluciones.

Estas funciones se realizaron sobre una organización básica desde una estructura
superior a partir de la figura de un Secretario General que dependía del Secretario de
Prensa y Difusión y de una estructura inferior caracterizada por la figura de
organismos subordinados. Que eran específicos a partir de cinco Direcciones
Generales: a) Prensa: Informaciones Oficiales, Registro de Prensa, de Periodistas
y Circulación de Publicaciones, b) Difusión: “Doctrina Nacional”, Planes de
Gobierno, Difusión Interna, Intercambio Internacional, Difusión del Turismo,
Registro Nacional, Boletín Oficial y Archivo Gráfico de la Nación, c)
Espectáculos Públicos: Teatro, Cinematografía, Radiofonía y Televisión, d)
Publicidad y, e) Editorial e Imprenta.
V. La primera presidencia de Perón: El sistema de medios
En un contexto de disolución de los partidos políticos, del Congreso Nacional y de
restricción de libertades que imponía la naturaleza del sistema político, el gobierno
del Gral. Farrell (bajo la influencia de Perón, que ocupaba el cargo de Secretario
de Trabajo y Previsión Social) instituyó dos normas esenciales para la época: el
Estatuto Profesional del Periodista y el Estatuto del Peón. Esta normativa estaba
destinada a atenuar las carencias y desigualdades que venían sufriendo los
trabajadores del periodismo y del sector rural.
Partiendo del Estatuto del Periodista el gobierno determinó tres categorías para los
empleadores del periodismo diseñando en grandes rasgos el mapa de la prensa
gráfica de la época. (creo que prensa grafica)
En relación con la radiodifusión en este gobierno se estableció el primer antecedente
en la historia de la televisión argentina que intentó desarrollar el sistema de
radiodifusión a partir de una iniciativa privada con el apoyo del Estado.
Precisamente aquí el Estado empezó a clasificar a la radiodifusión como sonora
(radio) y visual (televisión).
Con la intención de poseer el primer servicio normal de televisión de América del Sur
y que a la vez se constituyera como punto de partida para unificar los sistemas de
transmisión y los tipos de receptores con Estados Unidos, el Gral. Farrell otorgó al Sr.
Martín Tow una licencia por el término de cinco años de duración para la instalación y
funcionamiento de una estación experimental de televisión en la Capital Federal.
El Gral. Farrell -veinte días antes de traspasar el mando a Perón- aprobó el 14 de
mayo de 1946 mediante el Decreto Nº 13.474 el Manual de Instrucciones para las
Estaciones de Radiodifusión: Estaba integrado por 307 artículos y contemplaba los
intereses del Estado, el público y los broadcasters. Esta norma se caracterizó por la
censura previa y las profundas restricciones acerca de la libertad de expresión en
materia de contenidos.
Este reglamento estaba dividido en cuatro partes:
1) del servicio de radiodifusión y sus programas (art. 1º al 287),
2) prescripciones radiotécnicas varias (art. 288 al 295),
3) contralor (art. 296 al 302) y,
4) penalidades (art. 303 al 307).
La parte primera comprendía cinco capítulos: a) generalidades, b) contenido oral, c)
revisión previa del contenido oral de los programas, d) contenido musical y, e) normas
y procedimientos ejecutivos de carácter general.
El contenido oral entendía cinco géneros radiofónicos:
a) obras de imaginación: radioteatro y especies afines, otras especies
imaginativas y canciones y letras cantables: se prohibía la creación de
personajes de ficción que pudieran incluirse en el cuadro de la delincuencia en
general o que se relacione con la explotación de problemas mentales o de
vicios repudiables
b) oratoria: general y política. No se permitía ninguna expresión antiargentina,
implícita o explícita, que atente contra el estilo de vida del pueblo (idiosincracia,
tradiciones e instituciones políticas, sociales y culturales).
c) noticiosos e informativos: imponía la responsabilidad de las emisoras de las
noticias e informaciones que transmitían, las cuales debían ser confirmadas por
las fuentes de origen antes de su puesta en el aire. Asimismo, las emisoras
tenían que evitar tomar una posición tendenciosa
d) miscelánea: comentarios de interés general o particular, audiciones de
preguntas y respuestas y transmisiones deportivas: tenían prohibido todo
relato, información o comentario sobre carreras de caballos.
e) publicidad: de acuerdo con la finalidad, se clasificaba en comercial y no
comercial diferenciándose en la intencionalidad lucrativa. En este apartado se
prohibía la transmisión de textos o anuncios publicitarios cantados,
acompañados o no de partituras musicales y en ningún caso podía utilizarse
como características comerciales, melodías de piezas clásicas consagradas,
ya sea marchas militares, himnos nacionales o canciones patrióticas.
El contenido musical se encuadraba en tres categorías básicas: música clásica,
música ligera (zarzuelas, comedias musicales y bailes regionales) y música popular
(música folklórica, música nativa y variedades musicales menores, en todos los casos
nacionales y extranjeras). Podían ser de dos tipos: música en vivo o grabada.
BENEFICIOS:
La cinematografía se vió beneficiada por la puesta en marcha de tres medidas
significativas: a) obligatoriedad de la exhibición de películas argentinas en los
cinematógrafos de todo el país[69], b) reglamentación de la ley de protección a la
industria cinematográfica[70] y, c) protección a la industria cinematográfica[71]. Unos
años después, en 1954, se realizó el Primer Festival Internacional de Cine,
desarrollado en la ciudad de Mar del Plata.
La prensa gráfica se favoreció con la ratificación con fuerza de ley del Estatuto del
Periodista Profesional, declarada por el Honorable Congreso de la Nación en 1946 a
través de la sanción de la Ley Nº 12.908.
El sistema de radiodifusión en 1946 se había construido históricamente a partir del
otorgamiento de permisos precarios a personas físicas y jurídicas y extendiéndose en
todo el país desde el concepto de la retransmisión. En estos términos existían las
siguientes modalidades de estaciones de radio: a) estaciones de origen o “cabeceras”,
b) estaciones corresponsales o “retransmisoras” y c) el conjunto de emisoras o “red de
emisoras”.
En el proceso electoral, en febrero de 1946, Perón sólo tenía el apoyo de diarios de
menor tiraje. Luego del triunfo electoral, el gobierno compró en noviembre de 1946 la
editorial “Democracia S.A.”, que editaba los diarios “Democracia” y “Rosario”. Esta
primera obtención en el mercado de medios apuntaba a constituir al diario
“Democracia” como el órgano de difusión de la “Doctrina Nacional”, para empezar a
formar a la opinión pública en el proceso revolucionario que había instaurado esta
nueva forma de poder, el peronismo.
Lo que parecía ser sólo una compra de una editorial -frente al antecedente del
contexto mediático totalmente adverso que había tenido Perón entre 1943 y 1946-
empezó a consolidarse como parte de una política de gobierno para construir un
monopolio en la estructura de medios de prensa gráfica y radiodifusión, con la finalidad
-como ya hemos afirmado- de centralizar y concentrar el poder político y económico.
Posteriormente, en febrero de 1951 frente a un nuevo proceso electoral en el que
Perón se postulaba para la reelección presidencial el escenario del gobierno en
materia de medios de comunicación era distinto al de 1946 ya que “las posibilidades
de la prensa partidaria para enfrentar la lucha preelectoral eran vastas y se podían
obtener resultados óptimos por tres razones: a) superioridad numérica, b) mayor tirada
y mayor circulación y c) preferencia en el suministro de papel a cargo del Estado”.
De esta forma el gobierno consolidó un poder excepcional en materia de difusión y de
estructura de propiedad de los medios.
Este panorama que demostraba la quasi totalidad de los medios de prensa gráfica y
radiodifusión a favor del gobierno era antagónica a la situación que la estructura de
propiedad de los medios reflejaba en 1946 durante el proceso electoral. En ese año
electoral, de asunción del gobierno y en los primeros meses de gestión, toda la prensa
gráfica y y la mayoría de la radiodifusión estaba enfrentada a Perón.
Si la radiodifusión sonora se inició a partir de la iniciativa privada (el mercado) la
radiodifusión visual, desde el gobierno de Perón, lo haría a partir de la iniciativa pública
(el Estado). Y el desarrollo histórico de estos medios también presentaría distinciones,
mientras que la radiodifusión sonora fue pionera en el mundo la radiodifusión visual se
inició con retrasos no sólo en referencia a Estados Unidos e Inglaterra que
desarrollaron la tecnología en la década del cuarenta sino en América Latina donde
México, Cuba y Brasil hicieron lo propio en 1950.
VI. La segunda presidencia de Perón: La primera ley de radiodifusión
En el marco de un formidable sistema de medios alcanzado en la primera presidencia ,
el gobierno logró que el Honorable Congreso de la Nación el 30 de enero de 1953
sancionara la ley Nº 14.184 y aprobara los objetivos fundamentales del Segundo Plan
Quinquenal: “consolidar la independencia económica para asegurar la justicia social y
mantener la soberanía política”.
El capítulo 26 de esta norma se refería al área “Comunicaciones” que tenía tres
niveles de misiones determinados que afectabana a la radiodifusión sonora y a la
radiodifusión visual: a) objetivos fundamentales, b) objetivos generales y c) objetivos
específicos.
Como objetivo fundamental resaltaba que era necesario disponer de un sistema
orgánico y racional de comunicaciones que posibilite su adecuada vinculación interna
y con el exterior y que asegure: a) la elevación del nivel cultural de la población, b) la
promoción y el desarrollo económico y, c) su adaptación a las necesidades de la
seguridad interna y de la defensa nacional.
Entre los objetivos específicos, la radiodifusión y la televisión aparecen desarrollados
puntualmente como dos temáticas del gobierno. Destacándose que el servicio nacional
de radiodifusión sería conducido por el Estado y extendido a toda la nación como
expresión de la soberanía del país, en orden a la seguridad y defensa nacional y para
elevar la cultura general de la población mediante: a) la extensión adecuada de la red
oficial de radiodifusión, b) la instalación de radiodifusoras privadas que autorice con
asistencia técnica y crediticia el Estado y, c) la orientación adecuada de las
transmisiones internacionales especiales del organismo estatal específico, a fin de
hacer conocer la vida y cultura del pueblo argentino, sus realizaciones como aporte a
la cultura universal y su “Doctrina Nacional”.
La televisión se presentó como otro objetivo de esta categoría señalando que el
servicio de televisión sería auspiciado por el Estado a fin de que goce del mismo el
mayor número posible de habitantes del país y en las mejores condiciones técnicas.
El Segundo Plan Quinquenal indicaba que todo estaba ordenado para glorificar la
acción del gobierno de estos primeros siete años en materia de informaciones y
comunicaciones, sólo faltaba la ley que regularizara definitvamente todo lo alcanzado.
El 28 de setiembre de 1953 el Honorable Senado de la Nación consideró y aprobó la
ley Nº 14.241[81], del Servicio de Radiodifusión y el 13 de octubre de 1953 la
promulgó el Poder Ejecutivo. Con el correr de los años, se consitutiría en la primera y
única ley de radiodifusión de la historia de nuestro país aprobada por un gobierno
democrático.
Esta ley, de solamente 26 artículos, tenía una división general sobre la base de cuatro
títulos:
I) disposición general: definió al servcio de radiodifusión como el que
mediante emisiones sonoras o visuales transmite directamente al público
programas culturales, educativos artísticos, informativos y de
entretenimiento que respondan al interés general.
II) servicio de explotación privada: estaba integrado por cuatro capítulos:
definición y características del servicio, régimen de las licencias, régimen
del servicio y disposiciones especiales.
III) servicio oficial de radiodifusión: se precisó al servicio de radiodifusión como
“de interés público”, destacando que el Poder Ejecutivo podría autorizar a
particulares su prestación mediante licencias sujetas a las condiciones
establecidas por la ley y su reglamentación.
IV) disposiciones transitorias: En las disposiciones especiales se destacaba la
mención que el Poder Ejecutivo podría intervenir, suspender o tomar a su
cargo, total o parcialmente, el servicio de radiodifusión que realizaran las
redes privadas (NO ESTOY SEGURA QUE ESPECIALES Y
TRANSITORIAS SE CONSIDEREN LO MISMO)
Los adjudicatarios de cada licencia pagarían, en concepto de retribución al Estado, por
la explotación de las mismas, una contribución anual a determinar por el Poder
Ejecutivo.
Excluido el servicio oficial que presta el Estado, la explotación de estaciones de
radiodifusión por particulares, su instalación y funcionamiento, se haría sobre la base
de tres redes técnicamente orgánicas.
Toda la organización del régimen del servicio de radiodifusión tendría como
fundamento el principio de la subordinación del interés particular al interés social,
cultural, económco y político de la nación.
Con respecto al régimen de las licencias se afirmaba que las licencias se otorgarían
por 20 años y a los que reunieran las siguientes condiciones: a) ser argentino nativo,
b) si fueran personas jurídicas o sociedades deberían poseer el 70 % del capital
argentinos nativos, c) el presidente, los miembros del directorio y el personal superior,
técnico y administrativo tendrían que ser argentinos nativos o naturalizados en el
supuesto de éstos tres últimos y, d) tenían que poseer un plan de acción referente a la
licencia solicitada. Las licencias se adjudicaban sobre la base de cuatro condiciones:
a) posibilidades técnicas ofrecidas, b) antecedentes personales y solvencia económica
que asegure la eficiencia del servicio, c) organización de la empresa para satisfacer
las funciones técnicas, administrativas y artístico-culturales y, d) mayor suma ofrecida
sobre los montos establecidos –expresados anteriormente-.
Asimismo se aclaraba que los titulares de las licencias, directores, administradores y
gerentes no podrán tener interés directo o indirecto en otra red, y si se cometiera
infracción en esta prohibición podría sancionarse hasta con la caducidad de la licencia.
Además, las licencias otorgadas no podían ser cedidas o transferidas total o
parcialmente por ningún título.
En materia de contenidos, se prohibía la transmisión de noticias o comentarios
contrarios a las leyes, moral, buenas costumbres, las que incitaran a la traición contra
el Estado, la rebeldía o la sedición contra las autoridades, las que provocaran alarma
pública, las que perturbaran las actividades económico-financiera, las que dañaran o
comprometan las relaciones internacionales del país y las que suscitaran polémicas o
contuvieran expresiones injuriosas o difamatorias.
En relación a la publicidad comercial se específicó que se realizaría de modo que por
su magnitud, carácter y forma de transmisión no afectara la calidad de la
programación. La publicidad comercial sólo se admitiría en forma mesurada y de
manera que no disminuyera la calidad de los programas, ya sea por la extensión,
contenido o tipo de los anuncios. Y se inspiraría en la veracidad y honestidad y se
prohibía la transmisión de publicidades que significaran una competencia desleal.
En el capítulo II, la organización de los servicios, debía ser constituida por indicación
del Ministerio de Comunicaciones quien definiría la ubicación de cada una de las tres
redes para la prestación del servicio de radiodifusión. En relación al régimen de las
licencias, que se refiere el capítulo III, los proponentes deberían satisfacer las
siguientes condiciones, además de las exigidas por la ley Nº 14.241: a) acompañar
copia autenticada de los estatutos de constitución social y b) documentar
antecedentes personales honorables y solvencia económica que demuestre la
capacidad financiera necesaria para formar la red.
La adjudicación de cada una de las redes se haría sobre la consideración de dos
motivos: a) la base de la mayor suma de dinero ofrecida en concepto de
contraprestación al Estado y b) la prestación de las mayores garantías económicas,
técnicas y artísticas que permitan la realización de un servicio que acreciente el nivel
moral e intelectual del pueblo.
La revocación de las licencias podría ser dispuesta por el Poder Ejecutivo y no daría
derecho al permisionario a reclamar indemnizaciones de ningún género.
VII. Diversas consideraciones y el final del gobierno
Para comprender el fenómeno del peronismo en todas sus dimensiones es importante
resaltar que Juan Domingo Perón fue el resultado de un sistema político y de una
corriente ideológica de la sociedad y del momento histórico.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social inició un proceso de transformación
bajo una concepción revolucionaria y en la cual estaba comprendida la construcción
de nuevas y propias reglas en el escenario político a partir de la justicia social.
Resulta esencial admitir la presencia de una mística en toda esta etapa de la historia
de nuestro país porque sólo así puede explicarse en la evolución histórica la
permanencia de la identidad y la lealtad peronista. Robert Potash al respecto expresó:
“Es inevitable que los juicios discrepen, pero parece haber existido algo más que un
mero oportunismo en el ejercicio del poder por parte de Perón. Después de todo se
había identificado con los cambios en la distribución del poder y los ingresos, los
cambios en el equilibrio entre la industria y la agricultura y los cambios de estilo con la
política exterior. Esa era su revolución y el mayor énfasis se encontraba en la
necesidad de organizarse en el nivel del gobierno, del Estado, de la nación y de la
comunidad para crear una estructura permanente que hiciera imposible un regreso al
pasado”[85].
El golpe de estado que terminó con el gobierno de Perón, encabezado por el Gral.
Eduardo Lonardi en la denominada “Revolución Libertadora”, empezó suprimiendo al
Honorable Congreso de la Nación y en la asunción de facultades legislativas se anuló
la Constitución Nacional de 1949, se anuló la licitación de radiodifusión, se derogó el
Segundo Plan Quinquenal, se disolvió la Secretaría de Prensa y Difusión, se
disolvieron los partidos peronistas masculino y femenino, se separó a los integrantes
de la Corte Suprema de Justicia, se prohibió la utilización de palabras y elementos
ideológicos peronistas -la infracción de esta norma podía alcanzar los seis años de
prisión- y se decretó la vigencia de la ley marcial en todo el país.
Todos los miembros de La Comisión Nacional de Investigaciones (tenía como objeto
investigar las irregularidades que se hubieran producido en todas las ramas de la
Administración Pública Nacional, Provincial y Municipal, durante la gestión del
gobierno de Perón) tenían la capacidad jurídica de hacer comparecer a personas
testigos, sospechadas o acusadas para interrogarlas, allanar sus domicilios,
detenerlas e incomunicarlas contando en todos los casos el apoyo de la fuerzas
policiales.
A través de la Comisiones Nº 21 y Nº 7 se investigó respectivamente todo lo
sucedido en la Secretaría de Prensa y Difusión y en el Ministerio de
Comunicaciones. Tanto la Secretaría de Prensa y Difusión como el Ministerio de
Comunicaciones se pueden definir dentro de las funciones establecidas en el Estado
nacional y social del peronismo como sectores del núcleo estratégico y sectores con
actividades exclusivas del Estado porque asumían decisiones estratégicas en la
“cabeza del Ejecutivo” y representaban en el Poder Ejecutivo Nacional el máximo nivel
de jerarquía y responsabilidad de gestión en materia de radiodifusión.
El peronismo tuvo en sus casi diez años de gobierno, en el entorno de una
democracia autoritaria, dos protagonistas: el Estado y el pueblo. Y la radiodifusión
cumplió un rol fundamental como articulador de esta relación a partir de la
construcción de la identidad peronista.
Los medios de comunicación, en esta experiencia histórica, garantizaron el
adoctrinamiento de la sociedad y la vigencia del peronismo pero no la supervivencia
del sistema de gobierno. Esta posición dentro de los factores de poder fue decidida por
un actor de un nivel institucional distinto, las fuerzas armadas. Pero la sociedad fue la
que acompañó mayoritariamente -desde los procesos electorales- la permanencia de
Perón en el poder, más allá de la relación del gobierno con la estructura de propiedad
de los medios teniendo presente que en 1946 la mayoría de éstos estaban
enfrentados y en 1955 estaban unidos a Perón.
En la primera presidencia (1946-1952) se formó un sistema extraordinario de medios
de comunicación y en la segunda presidencia (1952-1955) se regularizó y normativizó
a la radiodifusión a partir de la sanción de leyes y decretos sustanciales. El resultado
de estas etapas del gobierno fue la formación y consolidación de un proceso de
concentración, centralización y regulación ideológica.
La restricción de libertades sólo puede ser comprendida dentro de la concepción
doctrinaria del peronismo en materia de radiodifusión establecida desde la función
social de las comunicaciones, extendiendo los servicios de comunicaciones para lograr
la unidad social del pueblo, promover el desarrollo económico y mejorar el nivel
cultural, adaptándose a las necesidades de seguridad interna que reclamaba el
período revolucionario que Perón necesitaba consagrar desde lo que denominó la
“Doctrina Nacional”.

GUSTAVO BULLA: TELEVISIÓN ARGENTINA EN LOS ’60: LA


CONSOLIDACIÓN DE UN NEGOCIO DE LARGO ALCANCE
(PRACTICOS)
Más allá de que la televisión tenga su partida de nacimiento en Argentina el 17 de
octubre de 1951, en sentido estricto, su personalidad y fisonomía actual la adquirió
claramente durante la década del ´60 con un final que se extendería, en el caso
argentino, hasta mediados de los ´70.
Puede mencionarse como hito político germinal a la Revolución Cubana triunfante el 1
de enero de 1959 y, debería agregarse a la sucesión de acontecimientos, la
resistencia del pueblo vietnamita a la invasión norteamericana, la gesta revolucionaria
del Che Guevara, que no sólo inspiró a decenas de movimientos guerrilleros en
nuestro continente con el ejemplo de su vida, sino también con el ejemplo de su
muerte a manos del ejército boliviano en 1967.
En el plano nacional esa radicalidad ideológica asumió un perfil propio vinculado,
sobretodo, al movimiento peronista. Tras el derrocamiento del segundo gobierno de
Juan Domingo Perón en 1955, el heterodoxo y policlasista movimiento político que el
encabezaba sufrió una proscripción que se extendió hasta 1973. El peronismo durante
la llamada Resistencia tuvo la capacidad de ser la expresión de la rebeldía juvenil, del
ideal de una sociedad igualitaria, sin dejar de expresar a los sectores más
tradicionales del nacional-populismo.
Organizaciones que cobraron vital importancia y notoriedad en 1970:
-Montoneros
-Ejercito revolucionario del Pueblo (ERP) vinculado al Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT)
-Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)
-Fuerzas Armadas Peronistas (FAP)
En el plano cultural esta larga década del sesenta fue especialmente fértil en la
producción de nuevos fenómenos. Por primera vez en la historia de la humanidad se
empezó a hablar de una cultura joven, esto es, de pautas y hábitos culturales propios
de un recorte generacional. Si una expresión artística fue determinante para la
constitución de la cultura joven, esa fue la música. El rock and roll, el beat, el pop, la
nueva ola, son géneros musicales que promovidos por las industrias culturales se
hicieron masivos en base a la adhesión juvenil.
La creación de productos industriales para ser consumidos por los jóvenes
colateralmente produjo una nueva segmentación del mercado publicitario y éste, a su
vez, de las audiencias de los medios de comunicación, que también comenzaron a
tener sus segmentos de programación destinados específicamente a esa fracción
etaria.
En la región latinoamericana, se destaca de manera muy especial la potencia de la
Teoría de la Dependencia, que nació como una respuesta económica heterodoxa al
desarrollismo y terminó adquiriendo un carácter integral para explicar la dependencia
de los países periféricos respecto de los centrales en materia económica, para tener
después también su correlato en el nivel cultural y el político. El tramo que va desde
1958 hasta el golpe de estado de 1966 es reconocido como una era de esplendor de
la universidad pública y en especial de la UBA.
En el ámbito cultural local se trata de una época de gran renovación con la presencia
de algunas expresiones vanguardistas.
Resulta inevitable referirse en este punto al ya mítico Instituto Di Tella, pero sería
injusto no destacar lo que significó el Teatro Independiente de fines de los ´50, o el
Nuevo Cine o el Grupo de Cine Liberación, el boom latinoamericano en literatura, o el
nuevo periodismo encarnado por revistas como Primera Plana, Panorama o Crisis, o la
revolución que significó para el tango la búsqueda de Ástor Piazzolla o los primeros
pasos de lo que hoy conocemos como Rock Nacional.
Por último, no se podría cerrar este brevísimo panorama de la década del ´60 si no
mencionamos la ideología pacifista profesada por la cultura hippie. El lema “paz y
amor” fue una respuesta de jóvenes norteamericanos a la política imperial de agresión
al pueblo vietnamita. El amor libre pasó a ser un patrimonio de las nuevas
generaciones. La introducción en el mercado mundial de las pastillas anticonceptivas
produjo una revolución en los hábitos sexuales. La procreación – al menos en las
clases medias urbanas – pasó a ser una actividad más propia del orden de la
planificación racional que del azar. Estos condimentos que le confirieron un carácter
único a los ´60 fueron a su vez una buena parte de la temática que nutrió a la joven
televisión argentina en los años en que estaba forjando su personalidad.
Hecha la ley… (el decreto-ley)
La salida al aire de los nuevos canales privados no resultó nada fácil. Si bien el
gobierno de Aramburu había otorgado las licencias en 19582, hasta 1960 el tiempo
transcurrió entre los tibios intentos de revisión del gobierno de Arturo Frondizi (1958-
1962) y la búsqueda de capitales por parte de quienes habían ganado la licencia.
En relación al párrafo anterior, no se encontraron inversores argentinos dispuestos a
completar la suma necesaria para poner los canales en funcionamiento. Por otra parte,
la ley de radiodifusión prohibía la participación del capital extranjero en televisión y
radio. Para subsanar este inconveniente se crearon productoras de contenidos para
los canales de televisión, que quedaron en manos de inversores extranjero.
Estos inversores no fueron otros que las tres grandes cadenas de televisión
norteamericanas, la NBC, la CBS, y la ABC. En los papeles, las productoras se
limitaban a proveer programas a los canales, pero en realidad eran las verdaderas
dueñas de todos los activos de los canales. Cada emisora suscribió un acuerdo con
una de las grandes cadenas norteamericanas.
DISTINTOS CANALES ARGENTINOS Y DEUDAS EMITIDAS CON SUS
INVERSORES:
Canal 9, el primero en salir al aire en junio de 1960, emitió debentures (deuda privada)
por un valor de 500.000 dólares a favor de la National Broadcasting Compañy, que
además controlaba la productora Telecenter. Los accionistas de Canal 13 suscribieron
un acuerdo con el consorcio norteamericano CBS-TimeLife. Este consorcio dejo en
manos de su representante en la Argentina, el cubano Goar Mestre la administración
del Canal y su productora PROARTEL. Canal 13 inició sus transmisiones en octubre
de 1960, luego de que los socios norteamericanos inyectaran USD 1.600.000 en la
productora y otros USD 150.000 en el canal, canjeando el 20% de las acciones de
Proartel por el 80% de Río de la Plata TV. De esta manera los accionistas locales que
habían ganado la licencia de Canal 13 dos años antes, se hicieron del 20% de ambas
empresas prácticamente sin desembolsar una inversión importante3 . Finalmente
Canal 11 comenzó a emitir recién en julio de 1961, después de ceder el 40% de las
acciones al representante legal de cadena ABC, Pedro Simoncini. Además el Canal
dependía de la productora Telerama, que estaba en un 90% en manos de la ABC. Los
folletos de propaganda de la ABC a nivel mundial, incluían a Canal 11 entre sus
propiedades.
A partir del dominio directo de las productoras, e indirecto de los canales, las cadenas
norteamericanas lograban una integración vertical de producción de contenidos y
distribución, que estaba prohibida en su país de origen.
Por otra parte, si el Decreto-Ley 15460/57 era un instrumento legal mediante el cual la
llamada Revolución Libertadora pretendía evitar la constitución de un monopolio
informativo afín al peronismo, rápidamente dos de los principales obstáculos ideados
por las mentes castrenses fueron burlados.
1ER OBSTACULO: como se ha visto, los extranjeros pudieron acceder indirectamente
a las licencias de televisión por la vía de la creación de las productoras cautivas.
2DO OBSTACULO: la prohibición de constituir redes permanentes también fue
sorteada por los empresarios privados.
La precariedad tecnológica de la época no inhibe que, en lo esencial, ya en la década
del ’60 existieran cadenas de televisión, en tanto se emitían – a través de enlatados –
en distintos puntos geográficos del país programas producidos mayoritariamente en
Buenos Aires por la sociedad canal de cabecera / productora.
TRES MODALIDADES DE RELACIÓN COMERCIAL:
1. de propiedad: cuando se producía una inversión directa de las productoras
asociadas a los canales de cabecera en la empresa licenciataria del canal del interior.
2. de asociación: se basaba en la relación contractual por la cual el canal del interior
le compraba toda la programación a una sola productora porteña, con las ventajas que
supone la compra mayorista.
3. independencia: el canal del interior, sin relación contractual mediante, le compraba
su programación a dos o más productoras de Capital Federal. Que esta modalidad
haya sido la menos frecuente está directamente vinculada con los altos costos que
suponen las compras minoristas
Las productoras encontraban de esta manera más bocas de expendio y mayor
amortización para sus programas producidos para los canales de cabecera. Los
canales del interior, por su parte, accedían a un tipo de producción televisiva que no
podían solventar económicamente y, en forma muy minoritaria, participaban de la
comercialización publicitaria planificada desde Buenos Aires.
Cabe destacar que esta modalidad, amén de la ilegalidad que suponía, marcó a fuego
el mapa de la producción televisiva en la Argentina, sepultando prematuramente las
posibilidades de un mínimo equilibrio federal. El centralismo porteño, que sin dudas
responde a cuestiones históricas, políticas y culturales, se vio reforzado durante los
años ’60 con la estructuración del sistema televisivo. En un sentido similar, Heriberto
Muraro5 sostiene que en el período analizado las productoras asociadas a los canales
de cabecera produjeron el 80% de la programación emitida por los canales del interior
el país, en tanto que los cuatro canales capitalinos recaudaron alrededor del 50% de
los ingresos publicitarios del conjunto de la industria televisiva nacional.
La explosión del nuevo medio
Con cuatro canales de aire en Capital Federal ya lanzados (7, 9, 11 y 13), más dos en
el interior del país (canal 7 de Mendoza y 8 de Mar del Plata) la televisión argentina
desarrolló a lo largo de la década del ´60, su expansión y consolidación. Si la
penetración de la televisión había sido más bien escasa durante la década del ´50,
especialmente por la lenta adquisición de receptores por parte de la población. A partir
de un crecimiento significativo de la oferta televisiva en los 60, y amparado por cierto
florecimiento económico del país con un visible aumento del consumo por parte de los
sectores populares en base a una situación prácticamente de pleno empleo, cada vez
fue más habitual encontrarse con grandes aparatos receptores en los livings de los
argentinos.
Del 1964 al 1973 saltó de un 60% a un 99/97/91 porciento (nivel alto, medio y bajo
respectivamente) el número de hogares con televisor en Capital Federal y Gran
Buenos Aires. El mismo autor señala en otro trabajo que ya en 1968, en las principales
ciudades del país alrededor del 78% de los hogares poseían un aparato receptor.
Este desarrollo a lo largo del territorio nacional fue parte de una política explícita del
gobierno de Arturo Illia (1963-1966), que aplicaba el Decreto-Ley 15.460 1de la
dictadura autodenominada Revolución Libertadora.
A partir del golpe de Estado de la también autodenominada Revolución Argentina el
ritmo de lanzamiento de nuevos canales de gestión privada se frenó. En los siete años
sucesivos se inauguraron nueve canales de televisión, de los cuales tan sólo uno fue
concesionado al sector privado y los otros ocho quedaron en manos del Estado. En
1966 existían 26 canales de tv en el país, de los cuales 22 eran de gestión privada y 4
de gestión estatal.
La explicación política refiere a la necesidad de un férreo control social por parte del
gobierno dictatorial habida cuenta de la radicalización social y política que como se
dijo más arriba, se verificaba en el país. La proscripción del peronismo y el intento
fallido de cooptación de la clase trabajadora a través de acuerdos corporativos con el
ala más negociadora de la CGT, el vandorismo, habría convencido a aquel gobierno
autoritario en lo político y liberal en lo económico a intentar ejercer un control político
de la sociedad a través del manejo de canales de televisión. Desde el punto de vista
económico se puede pensar que la depresión producida en el mercado publicitario,
como se sabe vital para el financiamiento del medio, a partir del paulatino alejamiento
de las tres grandes cadenas norteamericanas del control de las productoras cautivas
de los canales 9, 11 y 13 de Capital Federal, habría desincentivado a otros inversores
privados a presentarse a licitaciones de nuevos canales de televisión.
Pájaro que comió...
A partir de 1965 se comenzó a producir un paulatino proceso por el cual las tres
grandes cadenas norteamericanas se desprendieron de sus acciones en las
productoras y canales privados de Capital Federal. Primero fue la NBC quien en 1965
se desprendió de sus acciones en Telecenter (Canal 9), la siguió la ABC que se
desvinculó de Teleinterior (Canal 11) en 1970 y por último, el consorcio CBS / Time-
Life quien vendió su participación en Proartel (Canal 13) en 1971.
La razón fundamental estuvo dada por la crisis de rentabilidad que por entonces sufría
la televisión comercial norteamericana y por una política de reorientación de las
inversiones hacia nuevos campos que prometían mejores ganancias: el desarrollo de
las comunicaciones vía satélite, las videocaseteras hogareñas y la televisión por cable.
El retiro de los inversores norteamericanos también estuvo directamente vinculado a
que el objetivo ya estaba cumplido,. El negocio de la televisión privada argentina ya se
había consolidado, lo cual significó la apertura de un nuevo mercado para los
programas de las tres cadenas televisivas y de las industrias ligadas a ellas:
programas enlatados, equipamiento profesional y hogareño y el negocio publicitario de
1
El decreto-ley 15460 /57 (ley 14467) inició la regulación de los servicios de Radiodifusión y Televisión,
entendiendo por tales los de radiocomunicaciones cuyas transmisiones estuvieran destinadas a ser
recibidas por el público.
las grandes marcas internacionales. Con una inversión relativamente poco importante
para las cifras del mercado norteamericano, las cadenas ABC, NBC y CBS en menos
de una década lograron ampliar su mercado de origen instalando nuevas bocas de
expendio a lo largo de Sudamérica, con el beneficio adicional de haberle impreso
desde su origen un sesgo estilístico – y hasta ideológico – a la televisión de la región.
Los actores locales que tomaron la posta
El primer empresario argentino en tomar las riendas integrales de un canal privado
importante fue Alejandro Romay, quien en 1965 adquirió las acciones de la Compañía
Argentina de Televisión (CADETE) licenciataria de LS83 Canal 9. Oriundo de la
provincia de Tucumán y habiéndose iniciado como locutor en Radio Tucumán y luego
en radios de Buenos Aires, y posteriormente bautizado como “El Zar” de la televisión
argentina, ingresó al negocio de los medios de comunicación al ganar la adjudicación
de la licencia de Radio Libertad en 1958.
La segunda empresa en cambiar de manos fue la licenciataria de Canal 11 de Buenos
Aires, Dicon S.A. y su productora subsidiaria Telerama. En 1970 la cadena ABC le
vendió el paquete mayoritario de acciones que tenía de ésta al empresario periodístico
Héctor Ricardo García propietario del diario Crónica, editor del semanario
sensacionalista Así, que además controlaba la emisora uruguaya Radio Colonia y la
empresa discográfica Microphon. Fundo Así es Boca. Fundo Crónica en 1963, supo
vender 324 mil y 226 mil ejemplares diarios de sus ediciones matutinas y vespertinas
respectivamente. Plasmó ese olfato periodístico en canal 11, disputándose la
teleaudiencia de los sectores más populares con el canal 9 de Romay.
Por último, en 1971 la sociedad conformada por la CBS y el consorcio Time/Life se
desprendió de sus acciones en Proartel, la productora del Canal 13 de Buenos Aires.
Quien tomó las riendas de la emisora fue el empresario de medios Goar Mestre, que
era su antiguo representante en la Argetnian. Llego a Bs As en 1960 con su hermano
Abel buscando la posibilidad de instalar un canal de tv como había hecho con canal 13
en Perú de la mano de los norteamericanos de las CBS. Finalmente, tras mantener
conversaciones con las tres firmas que se habían adjudicado la explotación de las
nuevas frecuencias, decidió asociarse con Río de la Plata TV y fundó Proartel como
productora asociada.
Tarde pero seguro...
Si algo de irregular o, por decirlo mejor, de desprolijidad, le faltaba al proceso de
creación de los canales privados de televisión por iniciativa de la llamada Revolución
Libertadora, fue la tardía reglamentación de la norma a partir de la cual fueron
adjudicados.
El Decreto-Ley 14.560 fue promulgado en noviembre de 1957, pero su reglamentación
recién fue decretada el 12 de julio de 196516 – ocho años y tres gobiernos después –
por el presidente constitucional Arturo Illia. Se cerró así un sugestivo ciclo por el cual
una norma ideada para desterrar los vestigios de peronismo de la radiodifusión
argentina, y a través de la cual se concesionaron los nuevos canales capitalinos a tres
sociedades de común anti peronismo, fue reglamentada por un gobierno radical, de
escasa legitimidad electoral, que no dudó en beneficiar una vez más a los noveles
empresarios de la televisión privada.
En efecto, el artículo 43 del Decreto 5490/65 establece que el plazo de adjudicación
“... se contará a partir del día en que la emisora inicie sus servicios”.
Las consecuencias de esta reglamentación se visualizarían a partir del 25 de mayo de
1973 con el retorno del peronismo al gobierno tras 18 años de proscripción, a partir de
una controversia judicial en torno a la vigencia o no de las licencias concesionadas.
Por lo demás, este decreto reglamentario no se diferencia demasiado de otros
instrumentos legales similares.
La demora en reglamentar la actividad radiodifusora en que un vez más incurrió el
estado argentino a lo largo de su historia, en este caso le iba permitir intentar regular
una nueva modalidad de emisión de señales audiovisuales no contemplada por
desconocida al momento de dictarse el Decreto-Ley 15.460/57; la actividad de los
circuitos cerrados de televisión, que según lo establece el artículo 45 del decreto
reglamentario, “...su instalación deberá ser previamente aprobada por la Secretaría de
Estado de Comunicaciones de acuerdo a las normas técnicas que oportunamente
especifique”.
La otra televisión
A mediados de 1962 sólo se podía ver televisión en Capital Federal y el área
metropolitana, más un puñado de ciudades importantes del interior del país. Si bien el
principal medio de información y entretenimiento seguía siendo la radio, las noticias y
los relatos casi míticos sobre la televisión recorrían todo el país pero no así las señales
ni los permisos oficiales para instalar nuevos canales.
Si la diferencia fundamental entre el origen de la radio y de la televisión en Argentina
está dada en que la primera lo hizo a partir de la iniciativa privada y
contemporáneamente con los países centrales, mientras que la transmisión de
imágenes y sonido a distancia surgió por decisión estatal y una década después que
en aquellos países17, sí es posible encontrar puntos de contacto entre el nacimiento
de la radio y de la televisión por cable en nuestro país.
Tres amigos aficionados a la nueva tecnología electrónica, uno de ellos ingeniero,
Edsel Aeschilmann, y los otros dos técnicos, Franco Conte y Alberto Cometto. Estos
tres aficionados al nuevo medio fabricaban desde 1961 televisores con el sello
Laboratorios Electrónicos Teleco, por lo cual el tendido de un circuito cerrado para
transmitir por cable sería un incentivo para vender sus receptores. Idéntica motivación
impulsó al comerciante de artículos electrónicos Jaime Yankelevich19 a convertirse en
uno de los pioneros de la radiodifusión argentina, segunda coincidencia. Al igual que
en los comienzos de la radio donde no se tenía en claro cuáles serían los alcances del
medio, el desarrollo de la televisión por cable vio favorecido su desarrollo inicial desde
el punto de vista administrativo por la ausencia casi total de regulaciones a la
actividad, sólo hacía falta un permiso municipal para el tendido del cableado.
La primera prueba la realizaron los cordobeses de Teleco el 4 de noviembre de 1963
en el barrio Villa Cabrera conectando unos cincuenta receptores a lo largo de no más
de 2 km. Poco más de un mes después, el 23 de diciembre se otorgó el primer
permiso municipal para montar un circuito cerrado en Villa Mercedes, San Luis, y
apenas un día después, la firma Sonovisión obtuvo un permiso similar en la ciudad de
Salta22 . A partir de entonces fueron muchas las ciudades del interior en donde la
televisión comenzó a llegar no por el éter sino por medio del cable coaxil. Las
características de esas localizaciones que hacían viable la instalación de estos
sistemas todavía precarios tecnológicamente, solían ser las mismas: ciudades
prósperas de poca o mediana población, con problemas para captar señales de aire
por las características de su topografía o por la lejanía de ciudades con canales
instalados, en las que existía un sector social cuantitativamente considerable con
capacidad económica para pagar un abono mensual.
En algunos casos se organizaban antenas comunitarias a través de las cuáles se
captaban señales de aire provenientes de canales capitalinos, provinciales o próximos
regionalmente y se las distribuía casa por casa de los abonados; la otra modalidad era
la del circuito cerrado de TV. La ecuación cerraba perfecto; los abonados de aquellas
ciudades accedían al menos a dos o tres canales, casi como los televidentes
porteños , mientras los comerciantes y fabricantes vinculados a la electrónica no
paraban de vender televisores.
El sistema de TV por cable, tal como lo conocemos hoy, con una gran multiplicidad de
señales entre locales e internacionales, y oligopolizado en su estructura de propiedad
a través de un puñado de grandes operadores, debió esperar hasta la década del ’80
para iniciar su expansión, tecnología satelital mediante. Una década atrás, a fines de
los ’60, eran 29 los sistemas de cable26 desparramados por el territorio argentino, los
que de alguna manera le dieron origen al sofisticado sistema actual.
Consideraciones finales
La década del ’60 marcó el desarrollo y la consolidación de la televisión en la
Argentina. Si bien el Canal 7 estatal llevaba diez años en el aire, el medio se masificó
definitivamente a partir del surgimiento de los canales privados y , sobretodo, a partir
del auge del consumo de electrodomésticos por parte de las clases medias y de la
masa asalariada. Lo que comenzó en 1957 con el Decreto-Ley de Radiodifusión de la
dictadura de Aramburu, casi como una política comunicacional antiperonista, al cabo
de unos pocos años terminó, como el resto de la política económica, introduciendo y
consolidando poderosos intereses norteamericanos en el país asociados con
fracciones de clases locales. “El resultado final de este proceso fue que en menos de
una década se creó en el país un poderoso bloque de intereses centrado alrededor del
negocio de la televisión, compuesto por empresas norteamericanas, industriales,
comerciantes y terratenientes argentinos, así como uno que otro funcionario estatal
ligado a la estructura del poder militar”, afirmaba Heriberto Muraro en su libro
Neocapitalismo y comunicación de masa. Las empresas norteamericanas alcanzaron
buena rentabilidad en un corto plazo, vendieron equipos profesionales, sus programas
enlatados y servicios informativos, miles de televisores y, muy especialmente, el mito
de la sociedad de consumo a través del aparato publicitario. La política liberal-
privatista aplicada para desarrollar la televisión, moldeó a fuego al sistema de
radiodifusión argentino, que más allá de vaivenes temporarios, se mantiene hasta
nuestro días hegemonizado por una alianza a veces contradictoria entre los intereses
del capital más concentrado a nivel internacional y el de los grupos locales
dominantes.

Bullá: La comunicación en tiempos de radicalización política:


PERONISMO Y TELEVISIÓN (1973/1976) (PRACTICOS)

Tras dieciocho años de proscripción política, el peronismo volvió a ratificar la mayoría


social que supo exhibir desde su debut electoral en 1946. Veintisiete años
transcurrieron para que el movimiento liderado por Juan Domingo Perón, en un ya
mítico 11 de marzo de 1973 se impusiera por tercera vez consecutiva en las tres
elecciones presidenciales en las que había podido participar.
Pese a los esfuerzos explícitos por borrar al peronismo de la faz de la tierra que
hicieron los partidarios del golpe de Estado cívico-militar perpetrado en 1955, el
peronismo no sólo fue capaz de resistir esos embates, sino que, para desvelo de
analistas políticos vernáculos y – especialmente- extranjeros, de reinventarse al calor
del nuevo contexto histórico y político.
A la adhesión mayoritaria de la clase trabajadora al peronismo a través de la
participación orgánica del movimiento obrero se le sumó en el transcurso de la década
del ’60 la simpatía e incluso la militancia muy comprometida de vastos sectores
medios a través de un corte generacional juvenil, proveniente en buena medida de
hogares gorilas, denominación popular de los antiperonistas1 . Además se
referenciaron en esta versión setentista del peronismo actores religiosos como el
Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, expresiones destacadas del ámbito
cultural y también sectores numerosos de la pequeña y mediana empresa,
denominados como burguesía nacional en la terminología de época.
¿Qué hacer con los medios?
Pese a las evidentes, crecientes e irreversibles contradicciones que anidaban en el
marco del movimiento peronista, uno de los acuerdos más extendidos seguramente lo
constituía la voluntad de poner en manos del Estado el control de los medios de
comunicación masiva, especialmente la radio y la televisión.
Un vehículo fundamental para alcanzar tal objetivo lo constituía el vencimiento de las
licencias de TV entregadas a empresarios privados en las postrimerías de la
Revolución Libertadora. El Decreto 5490/65 del gobierno de Arturo Illia que les otorgó
una extensión de hecho de entre dos y tres años, fue derogado parcialmente – artículo
43 – a través del Decreto 6708/72 impuesto por Lanusse como una de las concesiones
que el general con ambiciones políticas les hizo a los partidos políticos que fueron
convocados para constituir el Gran Acuerdo Nacional (GAN) junto con las Fuerzas
Armadas.
Las licencias de los canales 9,11 y 13 de la Ciudad de Buenos Aires, el 7 de Mendoza
y el 8 de Mar del Plata, caducaban el 28 de abril de 1973, poco menos de un mes
antes de la asunción presidencial de Cámpora, dejando así en manos del gobierno
peronista el disponer qué hacer con esas emisoras: si volver a adjudicarlas a
empresarios privados comerciales o por el contrario, constituir un servicio público de
radiodifusión dejando esas emisoras y las que a futuro fueran caducando sus licencias
en la órbita estatal.
En pleno proceso judicial al que habían acudido los licenciatarios para reclamar por
sus derechos adquiridos a través del Decreto 5490/65, ya finalizada la Primavera
Camporista3 , y con la fórmula Perón firmó el Decreto 1761/73, que declaraba la
caducidad de las licencias de los cinco canales de TV que había adjudicado no sin
pocos cuestionamientos formales el dictador Pedro Eugenio Aramburu quince años
atrás. Ese mismo día, además, Lastiri dispuso la intervención de esos canales de
televisión designando para tal fin a Omar Gómez Sánchez en Canal 9, a Jorge Conti
en Canal 11 y a Pablo Rodríguez de la Torre en Canal 13, de manera tal que se
hicieran cargo de los “equipos técnicos, bienes inmuebles y la planta transmisora
asegurando la continuidad de los servicios”. No obstante, dos días después y ante la
“intranquilidad” expresada por la Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas (ATA),
se cambió la figura del “Interventor” por la de “Delegados Veedores” y se extendió por
ciento ochenta días la administración de las licencias por parte de los empresarios
privados. Por otra parte, a través del Decreto 1764/73 se derogó parcialmente el
Decreto-Ley 20180 de febrero de 1973, a través del cual se convocaba a re privatizar
las 34 emisoras de radio que estaban en manos del Estado y al Canal 7.
Luego, ya con Perón en el Gobierno, los permisionarios volvieron e recibir una
prórroga desde abril hasta la finalización de junio de 1974. Durante ese período se
intensificaron los debates sobre qué hacer con los canales de TV y se fue
consolidando la idea al interior de las organizaciones sindicales de los trabajadores de
los medios de comunicación de que había que ir hacia algún formato se servicio
público de radiodifusión. Esta decisión implicaba no sólo la estatización de la
explotación de las frecuencias, sino también la nacionalización de la producción de los
contenidos.
A fines de mayo Perón convocó a los sindicatos a una reunión para analizar la
situación de los canales concesionados, allí el viejo líder habría sostenido argumentos
contradictorios respecto del camino a seguir. Por una lado habría transmitido una
impresión muy elogiosa respecto de las bondades del servicio público europeo con el
cual había tomado contacto en su largo exilio y por el otro lado habría relativizado la
importancia respecto de que el Estado se hiciera cargo de los canales de TV.
La frágil salud con la que el General Perón retornó al país finalmente se extinguió el 1
de julio de ese mismo año, con lo cual buena parte de los lineamientos que iban a
orientar su tercer gobierno quedaron truncos o al menos en duda.
Tras las tomas de los canales de TV llevadas adelante por el Sindicato Argentino de
Televisión (SAT), prácticas que habían comenzado durante la corta presidencia de
Cámpora, hacia fines de julio el Estado Nacional tomó posesión integral de los bienes
de los canales y también de las productoras, pero recién una año más tarde, en junio
de 1975, se sancionó la Ley Nº 20.966 de expropiación de los canales de Capital
Federal, con sus respectivas productoras y repetidoras del interior del país, así como
el Canal 7 de Mendoza y el Canal 8 de Mar del Plata.
Consideraciones finales
El derrotero que fueron tomando los vertiginosos acontecimientos políticos que se
sucedieron a partir de la muerte del General Perón, hoy pueden hacer perder de vista
que en esa corta pero intensa como pocas coyunturas políticas argentinas, el sistema
de medios audiovisuales a poco tuvo de sufrir una transformación radical.
El proyecto enarbolado por los trabajadores de los medios, no del todo definido, no del
todo planificado con la prolijidad que se podría exigir en tiempos de menor convulsión
política, contenía sin dudas algunos rasgos que hoy siguen siendo reivindicables.
La estatización de los canales se produjo aunque en un sentido profundo no se puede
afirmar lo mismo respecto de la “nacionalización” de los mismos. Salvo la incidencia
política de diversos sectores internos en disputa del Gobierno en la línea editorial de
los noticieros, los contenidos televisivos no lograron ser tan radicalmente distintos a los
de la TV comercial, como el carácter de los discursos.
Por lo demás, el clima de censura, listas negras, persecuciones e intimidaciones a
artistas llevadas adelante por la llamada “Triple A”, siniestro órgano parapolicial y
paramilitar a las órdenes de José López Rega, ministro de Bienestar Social de gran
protagonismo durante el gobierno de Isabel Perón y finalmente desalojado del poder
por una imponente movilización de la CGT, terminó siendo un suave preludio de lo que
sería el Terrorismo de Estado ejercido sistemáticamente a partir del 24 de marzo de
1976.
Respecto del sistema de medios de comunicación audiovisual cabe aquí destacar dos
consecuencias si se quiere paradójicas de la estatización producida por el impulso de
los trabajadores de los medios de comunicación: por un lado terminó constituyendo
una herencia invalorable para los objetivos de la dictadura militar, el de utilizarlos
como una usina a destajo para sembrar el terror entre la población como condición de
posibilidad para imponer la reestructuración de la sociedad argentina, y por el otro,
retrasó en más de una década la conformación de grupos monopólicos como los que
se estaban gestando en los principales países de la región: esa es parte de la
explicación de por qué el ahora poderoso Grupo Clarín, llegó tarde a sentarse a la
mesa de los cuatro grandes junto a O globo (Brasil), Televisa (México) y Cisneros
(Venezuela).

GLENN POSTOLSKI: Relaciones peligrosas: los medios y la


dictadura entre el control, la censura y los negocios. (PRÁCTICOS)
Cómo los medios intervinieron en la creación de consensos, cómo fue su actuación
frente a la política de censura y represión del gobierno, y los niveles de compromiso,
espacios de negociación, resistencia y oposición que existieron.
Indagaremos si el discurso que se construyó desde los medios fue funcional al modelo
que se buscaba legitimar para favorecer su proyección empresarial, y si en función de
esto jugaron un rol activo en la legitimación del llamado Proceso de Reorganización
Nacional.

Terrorismo de Estado.
Para su aplicación necesitó de una clara política de desinformación, censura y
manipulación mediática. Para imponerla dispuso del aparato del Estado, alguna
resistencia social y mucha complicidad. La libertad de expresión estuvo suprimida y
luego, en muchos casos, negociada. Desde una política cultural más abarcativa se
implementó una lógica instrumental en los medios.
Política cultural.
La cultura era un campo de batalla estratégico, para el cual la dictadura llevó a cabo
una política cultural con una fuerte voluntad de transformación del entramado político,
social y cultural de la sociedad argentina.
Necesitó la participación de civiles profesionales de todas las especialidades. Esta
participación no sólo se limitaba a aquellos que salían a la arena pública opinando a
favor de la dictadura o los funcionarios con presencia mediática, sino también incluía a
los equipos de especialistas encargados de elaborar estudios previos.
Generar consenso.
El objetivo mediato consistía en generar un consentimiento de la población, a partir de
nuevos patrones en la educación, la comunicación y la cultura.
Política comunicacional.
Los militares pensaron a los medios como un lugar estratégico en su política de
control, y pese a declarar el liberalismo económico, durante los casi ocho años que
ejercieron el poder, nunca cedieron el control de los canales y las radios que
gestionaban.
El empleo de la censura marcó un rasgo de continuidad con la etapa política
precedente. Pero durante la dictadura estas acciones se aplicaron como un dispositivo
de control.
Las acciones iban desde el asesinato de periodistas, el cierre de diarios y el secuestro
de ediciones completas.
Antes del golpe, los militares habían hecho circular una cartilla de palabras que
consideraban inadecuadas. Los términos fueron aceptados por los dueños de
empresas periodísticas. Una vez en el poder, esto se convirtió en la norma.
Se intervino militarmente la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa.
El gobierno contrató, para su asesoramiento, a las principales agencias publicitarias
que funcionaban en el país.
De eso no se habla.
La aplicación de estas políticas tuvo diferentes grados de implementación. De la
dureza del primer momento se pasó a distintas instancias de negociación. Así, el
servicio de lectura previa dejó de funcionar al mes, y en los canales de tv surgieron
tácticas para acordar con los asesores literarios.
La dictadura no necesitó configurar una oficina de censura centralizada porque la gran
mayoría de los medios privados aceptaron sin resistencia las medidas represivas
impuestas por la junta militar.
De esta rigidez inicial se pasó a los pocos días a una situación de autocensura interna
que funcionó como un mecanismo de autocontrol tanto o más riguroso.
Publicidad y consumo.
La economía de las empresas periodísticas estaba vinculada directamente con la
capacidad de consumo del mercado interno. Por lo tanto, la política económica
neoliberal afectó directamente al sector. Como contrapartida, el mercado publicitario
que venía en retroceso, va a recuperarse, principalmente en el subsector televisivo.
Donde manda capitán, programa el productor.
El régimen militar, mientras tuvo la inciativa política, jamás pensó en delegar el control
de los medios. Existía el temor de que si estos pasaban a manos de empresarios
privados, hubiesen podido adoptar posturas críticas.
Negociados negociados
La negociación extrajudicial con los ex licenciatarios de los canales de tv; la
incorporación de la norma PAL N; la transferencia de acciones de la fabricación de
papel a los medios gráficos.
Hecha la ley…
Por un lado, el ala liberal del gobierno en conjunto con las cámaras empresarias del
sector presionaban para garantizar una Ley de radiodifusión privatista y comercial. Por
otro, los sectores duros de las FFAA argumentaban acerca de la necesidad de
controlar el discurso mediático.
En marzo de 1980 Videla sancionó el decreto ley 22285, reglamentado al año
siguiente. La norma fue diseñada por el ejecutivo con la patronal.
Se definió al servicio de radiodifusión como de interés público y se fijó un rol
subsidiario al Estado al indicar que este proveerá servicios de radiodifusión  cuando no
los preste la actividad privada…
Se estableció que podían ser titulares de licencias argentinos o naturalizados con fines
de lucro, con más de 10 años de residencia. Se prohibió el acceso a las empresas
gráficas y a los capitales extranjeros.
La ley es de carácter centralista. 

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