El instinto de la fuerza de voluntad: Tu cuerpo está diseñado para resistirse al pastel de queso
Empieza con una oleada de excitación. El cerebro te zumba y el corazón te repiquetea en el
pecho. Es como si tu cuerpo entero exclamara ¡Sí! De súbito, te invade la ansiedad. Los pulmones se te encogen y los músculos se tensan. La cabeza te empieza a rodar y sientes un poco de náuseas. Casi estás temblando, de tanto que lo deseas. Pero no puedes. Quieres hacerlo, ¡pero no puedes! Sabes lo que tienes que hacer, pero no estás seguro de poder manejar esta sensación sin desmoronarte o sucumbir a ella. Bienvenido al mundo de los deseos irreprimibles. A lo mejor ansías fumarte un cigarrillo, tomarte una copa o pedir un café con leche de tamaño gigante. Quizá lo ha desencadenado la imagen de las últimas rebajas superrebajadas, un boleto de lotería o un dónut en el mostrador de la panadería. En ese instante tienes que tomar una decisión: ceder al deseo, o encontrar la fuerza interior para controlarte. Es el momento en que necesitas decirte «no lo haré» cuando todas las células de tu cuerpo están gritando «quiero». Sabes cuándo una situación pone a prueba tu fuerza de voluntad porque lo sientes en el cuerpo. No se trata de un razonamiento abstracto entre lo que está bien y lo que está mal. Lo sientes como si se estuviera lidiando una batalla en tu interior: una batalla entre dos partes tuyas, o como si hubiera dentro tuyo dos personas diferentes. Algunas veces es el deseo el que vence. Otras, tu parte más sabia, la que te desea lo mejor. La razón por la que ganas o pierdes estas batallas con la fuerza de voluntad parece un misterio. Un día te resistes y otro sucumbes. Tal vez te preguntes: «¿En qué estaba pensando?» Pero la mejor pregunta sería: «¿Qué estaba haciendo mi cuerpo?» La ciencia está descubriendo que el autocontrol es una cuestión de fisiología y no sólo de psicología. Es un estado temporal tanto mental como físico que te da la fuerza y la calma para vencer tus impulsos. Los investigadores están empezando a comprender cómo es este estado y por qué la complejidad de nuestro mundo moderno suele interferir en él. La buena noticia es que puedes aprender a cambiar tu fisiología para entrar en este estado cuando más fuerza de voluntad necesites tener. También puedes entrenar tu cuerpo para que se mantenga en este estado; así, cuando te enfrentes a una tentación, tu respuesta instintiva será controlarte. Un relato sobre dos amenazas Para entender lo que ocurre en el cuerpo cuando te controlas, necesitas ser consciente de una importante distinción: la diferencia entre un tigre y un pastel de queso cubierto de fresas. En un sentido importante, el tigre y el pastel de queso se parecen: ambos pueden apartarte de tu meta de vivir muchos años y llevar una vida sana. Pero en otros sentidos, son dos amenazas muy diferentes. El cerebro y el cuerpo se enfrentan a ellas de una forma muy distinta. Por suerte para ti, la evolución te ha dotado exactamente con los medios necesarios para protegerte de ambas. Cuando el peligro acecha Empecemos viajando al pasado, a un lugar donde los feroces tigres acechaban a sus presas. Imagínate que estás en el Serengueti, en el África Oriental, enfrascado en tus primitivos menesteres de homínido. Tal vez para intentar almorzar estás hurgando en los restos de animales muertos desperdigados por la sabana. ¿Es el cuerpo recién cazado de un antílope lo que ves a pocos metros de distancia? Las cosas no te podrían ir mejor. Pero de pronto, ¡mierda!, descubres un tigre agazapado detrás de las ramas de un árbol. Quizás está saboreando su tapita de antílope y ahora planea pasar al segundo plato: tú. Parece morirse de ganas d