Está en la página 1de 18

Génesis 3:6 — El hombre y la mujer pecan | La Sagrada Palabra

GÉNESIS 3:6 — EL
HOMBRE Y LA MUJER
PECAN
26 AGOSTO, 2016 RAFAEL BELTRAN
95

Ver. 6 — La mujer quedó convencida.


Vio que el árbol era hermoso y su
fruto parecía delicioso, y quiso la
sabiduría que le daría. Así que tomó
del fruto y lo comió. Después le dio un
poco a su esposo que estaba con ella, y
él también comió.
Después del discurso de la serpiente vemos que Adán y la
mujer tenían dos opciones: creer en Dios o creerle a Satanás;
lamentablemente decidieron creerle a la serpiente. Esta toma
de decisiones es la base de la batalla espiritual que cambió el
destino de toda la humanidad, y que seguimos viendo hoy en
día con todas las religiones en el mundo, y con la complejidad
de los valores en la sociedad. Cuando en realidad, todas
nuestras decisiones deberían de estar basadas únicamente en
la revelación de Dios, que es perfecta. Vemos como la
serpiente les vendió al hombre y a la mujer la falsa idea de la
maldad disfrazada como algo más allá de lo bueno, de la
sabiduría, la sofisticación, y de grandeza; lo que los llevó a la
desobediencia por su avaricia.
“La mujer quedó convencida”
Como vimos
anteriormente, la serpiente fue envolviendo en el engaño a la
mujer de forma que le creyera sus mentiras. Satanás sabía que
no podía tentarla para que robara, mintiera, codiciara porque
estaba en el paraíso y no le faltaba nada. Pero si podía hacer
que dudara de Dios, y en eso enfocó su estrategia de ataque,
lo que le dio la victoria en esta batalla como lo vemos en este
versículo. El principal objetivo de Satanás al tentar a la
humanidad es colocarse entre Dios y las almas de los
hombres, con la esperanza de separar nuestros corazones del
Señor por medio de mentiras y engaños, y ganar nuestra
confianza para usurpar el lugar que solamente le corresponde
a Dios. Cuando Satanás gana seguidores, él se convierte en el
dios de estos hombres y mujeres a través de las diferentes
religiones, corrientes filosóficas, y valores sociales que han
existido a lo largo de la historia de la humanidad.

Como vemos el pecado original no fue el acto de comer el


fruto prohibido, sino que empezó desde que la mujer puso su
fe en Satanás en lugar de en Dios. Ellos solamente tenían una
restricción que Dios les había dado y al comer del fruto
fallaron la prueba, con lo cual provocaron la caída de la
humanidad.
“Vio que el árbol era hermoso y su fruto
parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le
daría”

La palabra “hermoso” viene


el hebreo ‫ – טֹוב‬tov, que significa bueno; puede significar algo
bello o también algo moral. En la traducción de Reina Valera
Contemporánea (RVC) dice: “el árbol era bueno para comer”,
esto también nos recuerda lo que Dios declara durante la
creación: ¡vio que era muy bueno! En este caso veremos que
lo hermoso la serpiente lo convierte en una atracción a la
desobediencia.
La tentación del fruto estaba en: 1) ser comida para el cuerpo;
2) su apariencia; 3) el deseo por su potencial para hacer a la
mujer sabia. La palabra en hebreo utilizada aquí para “deseo”
es ‫ – חָ מַ ד‬jamad. Es la misma palabra utilizada en el décimo
mandamiento: “No codiciaras”. Por eso, este versículo en la
RVC es traducido como: “y codiciable para alcanzar la
sabiduría”.
“No codiciarás la casa de tu prójimo, ni a su
mujer, ni a su siervo ni a su esclava, ni su buey ni
su asno, ni nada que le pertenezca a tu prójimo.”
— Éxodo 20:17 (RVC)
La mujer supone que el fruto le dará sabiduría, ‫ – שָׂ כַל‬sakal,
que es un término amplio para definir visión, perspicacia,
prudencia, y éxito. Que ella debió tomarlo como
conocimiento divino. Pero lo único que obtuvo con su
transgresión fue un conocimiento independiente de Dios.
Agustín de Hipona relacionó el pecado con el orgullo. Y el
orgullo es lo contrario a la prudencia y la humildad.
“El orgullo lleva a la deshonra, pero con la
humildad viene la sabiduría.” — Proverbios 11:2
(NTV)
En este versículo vemos la triple tentación de la que nos habla
el apóstol Juan cuando menciona que la tentación siempre
viene en una o más de estas tres categorías:

“Porque todo lo que hay en el mundo, es decir, los


deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino
del mundo. El mundo y sus deseos pasan; pero el
que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre.” — 1 Juan 2:16-17 (RVC)
1. El deseo de la carne: El desenfrenado deseo de la carne
por el fruto prohibido provocó un apetito irracional, una
fijación en la mente de la mujer para comer la única cosa
que no debía comer, ahora nada la iba a saciar, este
comportamiento fue provocado por su egoísmo y la
desconfianza en Dios. Jesús nos dice que los pecados de la
carne provienen del corazón del hombre. Ahí es donde
Satanás enfoca sus ataques con estímulos externos e
incitando nuestros sentidos; y nos puede tentar, pero por lo
general, no nos puede obligar. Satanás en toda su
conversación con la mujer nunca le dice que coma del
fruto prohibido. La tentación más peligrosa es raramente la
más directa. El diablo no sería muy exitoso si tratara de
tentar a las personas diciéndoles: “¡vamos! síganme al
infierno y sufrirán por toda la eternidad conmigo”. Él es
más sutil para hacernos pecar, y el resultado final para
nuestra alma es el mismo. El conflicto entre escoger el
falso “placer” y el servicio a Dios, tiene resultados para
toda la eternidad.

2. El deseo de
los ojos: En segundo lugar, la estimulación causada por la
visión del árbol y su fruto fue un “deleite para los ojos”.
Antes de la tentación probablemente, la mujer ni siquiera
se molestó en mirar el árbol, pero de repente, eso que era
prohibido se convirtió en lo más bello de contemplar. No
porque no hubiera variedad de colores, formas y tamaños
entre los árboles; sino porque Satanás había sembrado la
idea en su mente que el fruto representaba algo bueno que
Dios estaba restringiendo hasta ese momento. Nuestras
tentaciones muchas veces pueden empezar sólo con un
vistazo.
[Dice Jesús] “Pero yo digo que el que mira con
pasión sexual a una mujer ya ha cometido
adulterio con ella en el corazón.” — Mateo 5:28
(NTV)
[Dice Jesús] “Por lo tanto, si tu ojo —incluso tu
ojo bueno— te hace caer en pasiones sexuales,
sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una
parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea
arrojado al infierno.” — Mateo 5:29 (NTV)
3. El orgullo de la vida: El alcanzar la sabiduría divina
sedujo su apetito intelectual y religioso. El orgullo
incipiente en la mujer hizo que fantaseara con estar al nivel
de Dios al adquirir la sabiduría del conocimiento del bien y
del mal. Este fue el mismo deseo de Lucifer que causó su
caída. Y ahora la mujer estaba expresando el mismo deseo.
“Tú, que en tu corazón decías: “Subiré al cielo,
por encima de las estrellas de Dios, y allí pondré
mi trono. En el monte del concilio me sentaré, en
lo más remoto del norte; subiré hasta las altas
nubes, y seré semejante al Altísimo.” — Isaías
14:13-14 (RVC)
Cuando Satanás tentó a Cristo en el desierto, utilizó estos
mismos tres tipos de tentaciones. El deseo de la carne cuando
lo tentó para que convirtiera las piedras en pan, después de
haber ayunado durante 40 días.
“En ese tiempo, el diablo se le acercó y le dijo: —
Si eres el Hijo de Dios, di a estas piedras que se
conviertan en pan.” — Mateo 4:3 (NTV)

Después Jesús fue


tentado con “el deseo de los ojos” cuando Satanás le mostró
todos los reinos del mundo prometiéndole autoridad sobre
ellos.

“Luego el diablo lo llevó a la cima de una


montaña muy alta y le mostró todos los reinos del
mundo y la gloria que hay en ellos. —Te daré todo
esto —dijo— si te arrodillas y me adoras.”
— Mateo 4:8-9 (NTV)
Y por último, el diablo lo tentó con el orgullo de la vida al
llevarlo a lo más alto del Templo para que Jesús fuera tentado
emocionalmente para tirarse al vacío, pero Él nunca pecó.
Mostró Su total dependencia en el Padre y sometimiento a Su
voluntad.

“Después el diablo lo llevó a la santa ciudad,


Jerusalén, al punto más alto del templo, y dijo: —
Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las Escrituras
dicen: “Él ordenará a sus ángeles que te protejan.
Y te sostendrán con sus manos para que ni siquiera
te lastimes el pie con una piedra”. — Mateo 4:5-6
(NTV)
Cuando se enfrente a las tentaciones que le causan placer y
que son más difíciles de evitar, evite pecar, siempre hay al
menos una salida, recurra a la Palabra de Dios para
permanecer firme ante la tentación. No olvide el poder de la
oración.

“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la


justicia, la fe, el amor y la paz, junto con aquellos
que con un corazón limpio invocan al Señor.” — 2
Timoteo 2:22 (RVC)
Cuando Satanás logra convencer a la gente para que haga
cosas malas, sus víctimas lo hacen pensando que están
haciendo lo correcto después de haberlo racionalizado. El
enemigo puede mantener a las personas pecando sin que ellas
se den cuenta de que están actuando mal ante Dios. No
sigamos el ejemplo de nuestros primeros padres. El apóstol
Pablo nos da unas palabras de aliento para combatir las
tentaciones.

“Las tentaciones que enfrentan en su vida no son


distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel;
no permitirá que la tentación sea mayor de lo que
puedan soportar. Cuando sean tentados, Él les
mostrará una salida, para que puedan resistir.”
— 1 Corintios 10:13 (NTV)
“Así que tomó del fruto y lo comió”
Santiago nos previene en su carta en contra de cometer todo
aquel deseo ilícito que tengamos, porque eso nos llevará a la
separación de Dios al pecar. Tenga en cuenta que los ojos y
los oídos son las ventanas del alma y lo que dejamos entrar
crece en nuestro corazón nos lleva a cometer el acto fatal.

 “Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja


llevar y seducir por sus propios malos deseos. El
fruto de estos malos deseos, una vez concebidos, es
el pecado; y el fruto del pecado, una vez cometido,
es la muerte.” — Santiago 1:14-15 (RVC)
“Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque
este determina el rumbo de tu vida.” — Proverbios
4:23 (NTV)
La responsabilidad del hombre es la de servir, obedecer y
glorificar a su Creador. El hombre no se hizo a sí mismo, por
lo tanto, está en deuda con Dios. Se debe de sujetar al
mandato Divino. La creatura al buscar ser como un dios
resiste la voluntad, rechaza la Palabra, y abandona el camino
de Dios. Así que Santiago nos recomendó no seguir los pasos
de nuestros primeros padres cuando enfrentemos a la
serpiente en nuestras vidas.

“Así que no se dejen engañar, mis amados


hermanos.” — Santiago 1:16 (NTV)
Santiago, el hermano menor de Jesús, nos alienta a no caer en
la tentación, ya que Dios tiene un premio si superamos las
pruebas de esta vida.

“Dios bendice a los que soportan con paciencia


las pruebas y las tentaciones, porque después de
superarlas, recibirán la corona de vida que Dios
ha prometido a quienes lo aman.” — Santiago
1:12 (NTV)
“A todos los que salgan vencedores y me
obedezcan hasta el final: Les daré autoridad sobre
todas las naciones.” — Apocalipsis 2:26 (NTV)
“A todos los que salgan vencedores, les daré del
maná que ha sido escondido en el cielo. Y le daré a
cada uno una piedra blanca, y en la piedra estará
grabado un nombre nuevo que nadie comprende
aparte de aquel que lo recibe.” — Apocalipsis
2:17b (NTV)
“Después le dio un poco a su esposo que
estaba con ella, y él también comió”
En las Escrituras
tenemos una explicación detallada del porque la mujer fue
víctima del engaño de la serpiente, pero no hay explicación
del porqué de la decisión de Adán de comer del fruto
prohibido. No hay excusa para Adán, como lo explica el
apóstol Pablo, el sólo siguió el ejemplo de la mujer sin
vacilar.

“Ahora bien, no fue Adán el engañado por


Satanás; la mujer fue la engañada y la
consecuencia fue el pecado.” — 1 Timoteo 2:14
(NTV)
La historia está tan condensada que no se nos explican todos
los detalles, no hay ninguna indicación de que Adán fuera
atraído por lógica o provocación sexual, tampoco se había
opuesto a la autoridad de Dios hasta ese momento, por lo que
lo más probable es que haya dejado de creer en Su Palabra.
Adán mostró claramente un menosprecio de lo que Dios le
había otorgado, al comer del fruto prohibido y menospreciar
el árbol de la vida. No se sabe con certeza si él estuvo
presente durante la conversación entre la mujer y la serpiente.
Ya que “estaba con ella” no necesariamente explica que él
estuviera presente, y la Biblia sólo se ha referido a la mujer en
la conversación; sin embargo, la acción descrita en este verso
parece implicar que Adán fuera testigo del diálogo, además la
serpiente habló en plural a la mujer como si estuviese
hablando a la pareja.

Una de las realidades del pecado es que su efecto se extiende,


como la levadura. En la Biblia la levadura se refiere al
pecado. Después de que la mujer pecó, también involucró a
Adán. Aquellos que han hecho mal, están más propensos a
atraer a otros a hacer lo mismo. Este mecanismo del pecado
da alivio al primer transgresor (al no ser el único culpable),
quien contamina a los que tiene a su alrededor haciéndolos
que cometan la mala acción también. Por eso, confiese sus
pecados y no haga que otras personas caigan en tentación.

“«¡Atención! —les advirtió Jesús—. Tengan


cuidado con la levadura de los fariseos y con la de
los saduceos».”— Mateo 16:6 (NTV)
[Dice Jesús]”así que no les hagan caso [a los
fariseos]. Son guías ciegos que conducen a los
ciegos, y si un ciego guía a otro, los dos caerán en
una zanja.” — Mateo 15:14 (NTV)
“Por eso, ya no debemos criticarnos unos a otros.
Al contrario, propónganse ustedes no hacer nada
que sea causa de que su hermano tropiece, o que
ponga en peligro su fe.” — Romanos
14:13 (DHH)

Adán era
perfecto, inocente (ignorancia del mal), su naturaleza no era
corrupta, poseía el dominio de la creación, tenía comunión
cara a cara con Dios. Adicionalmente, él fue creado santo y
tenía completa libertad de la voluntad, pero su santidad no
había sido probada y con su libre albedrío, él era capaz de
desobedecer y pecar, lo que lo llevaría a probar su carácter
moral. La desobediencia a una orden sencilla, fácil, y
claramente expresada por Dios, repercutió en toda la creación
y llevó a su descendencia al pecado y a la ruina. Cuando Adán
y su esposa vieron la tontería que habían cometido al comer
del fruto prohibido, vieron como la felicidad los abandonaba,
y la miseria y la deshonra en la que habían caído; sintieron
vergüenza, vieron su desnudez, se llenaron de terror y
confusión, y se escondieron. Adán tenía lo que quisiera, y
podía hacer lo que quisiera; pero su pecado fue, en una
palabra, la desobediencia. Se ha preguntado, ¿Qué efecto
tiene el pecado en su vida? ¿No es acaso lo mismo que nos
ocurre ahora cuando pecamos?
“Porque así como por la desobediencia de un solo
hombre [Adán] muchos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno
solo [Jesús] muchos serán constituidos justos.”
— Romanos 5:19 (RVC)
(Nota: Estrictamente hablando, tal cosa como el libre albedrío
no existe. El hombre o la mujer están en realidad
influenciados por Satanás, o guiados por Dios.)

Adán transfirió la muerte y el juicio a toda la raza humana. Es


por eso que tenemos una naturaleza rebelde, vil, corrupta, y
destructiva; y un corazón pecaminoso que corrompe a todos
nuestros pensamientos, emociones y voluntad. Debido a que
nuestra naturaleza (carne) y nuestro corazón están en
enemistad contra Dios, por ello, nos rebelamos ante Dios, Su
ley, y todo lo que Él representa.

“Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de


Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y
jamás lo hará. Por eso, los que todavía viven bajo
el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca
pueden agradar a Dios.” — Romanos 8:7-8 (NTV)
¿Cómo es que la humanidad de estar en el paraíso ha llegado
a este estado de maldad? Este versículo en Génesis 3 responde
a esta pregunta con claridad y simplicidad. Adán desobedeció
deliberadamente a Dios. De alguna manera su pecado
contaminó a toda la raza humana, y su descendencia heredó el
amor por el pecado, el menosprecio, y la falta de respeto por
la verdadera justicia.
“Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo.
El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo
que la muerte se extendió a todos, porque todos
pecaron.” — Romanos 5:12 (NTV)
La descripción Divina de la
caída es la única explicación posible de la condición presente
de la raza humana, con la presencia de la maldad y la
universalidad del pecado en el mundo. Si uno rechaza la
explicación Divina, no hay una respuesta satisfactoria para el
pecado o la muerte. Vemos la decadencia de la humanidad en
pecado como una espiral descendente empezando en el
siguiente capítulo, en el que se relata el primer asesinato
en Génesis 4:8; después, poligamia en Génesis 4:19;
perversión sexual en Génesis 19:1-5; incesto en Génesis
19:30-38; idolatría en Génesis 31:30-35; una violación
en Génesis 34:1-2; asesinatos en masa en Génesis 34:25-29;
prostitución en Génesis 38: 14-19.
La incapacidad de amar, obedecer y complacer a Dios es la
esencia de la depravación humana. Así que no hay nada que
podamos hacer por nosotros mismos para liberarnos de la
esclavitud del pecado. No podemos dar sentido a nuestra
situación moral hasta que entendamos en donde comenzó el
problema y que Cristo es el único quien nos puede salvar.

“Así como todos mueren porque todos


pertenecemos a Adán, todos los que pertenecen a
Cristo recibirán vida nueva.” — 1 Corintios 15:22
(NTV)
Y la única solución a este dilema es la obra de recreación de
Dios en nuestras vidas.

“Esto significa que todo el que pertenece a Cristo


se ha convertido en una persona nueva. La vida
antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha
comenzado!” — 2 Corintios 5:17 (NTV)
Es lo que Jesús le dijo a Nicodemo, uno de los líderes
religiosos judíos.

“Así que no te sorprendas cuando digo: “Tienen


que nacer de nuevo”. — Juan 3:7 (NTV)
Que grandes contrastes entre el primer y el último Adán
(Jesucristo). Adán tenía todo en el paraíso, Jesús no tenía nada
en el desierto; Adán confió en Satanás, Jesús puso su
confianza en Dios Padre; Adán tuvo una derrota, Jesús tuvo
una victoria total. Por eso es tan importante estar con
Jesucristo, nuestro Salvador.

La conexión del hombre y Dios es espiritual, y nuestra


respuesta es a través de fe; por ello, el romper la conexión
significa la muerte.

“Aquel cuya alma no es recta, es arrogante; pero


el justo vivirá por su fe.” — Habacuc 2:4 (RVC)
Para concluir, se preguntará ¿Por qué Dios permite la
tentación? Y si nos regresamos a los capítulos 1 y 2,
encontramos que el hombre fue creado inocente, pero no se
había creado justo o recto. ¿Qué es justicia o rectitud? Una
persona justa es aquella persona inocente que ha sido
expuesta a la tentación y responde de acuerdo a los
lineamientos de Dios. Así que, la tentación es la prueba que
nos va a hacer crecer espiritualmente o nos va a destruir. El
carácter de la persona debe ser desarrollado, y la única forma
de hacerlo es en la presencia de la tentación. Entonces
concluimos que Dios, con Sus fines sabios y santos, permite
la tentación de la serpiente para crecer al hombre de su estado
de inocencia a un estado de justo y de rectitud, que se alcanza
solamente de una forma, con la fe en nuestro Señor Jesucristo
quien murió por nosotros en la cruz para el perdón de nuestros
pecados. Como el resto de la Biblia nos va a explicar.

También podría gustarte