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La fe que vence al mundo

El autor(a) Pastor Marcelo Solis, Graduado en la Universidad de Costa Rica.

Categoría: Sermones y Bosquejos

En la primera Epístola de Juan en el capítulo 5, versículos del 1 al 5. Dice allí: "La fe que vence
al mundo", y es así como se titula esta meditación. Muy pronto Jesús vendrá a buscarnos en
gloria y majestad y ¿hallará fe en la tierra?

Leer 1 Juan 3:1: “¡Mirad qué gran amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de
Dios! ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoce a él”.

Leer 1 Juan 3:18-22: “Hijos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino con obras y en
verdad. En esto conocemos que somos de la verdad, y aseguramos nuestro corazón ante él.
Pero si nuestro corazón nos condena, Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las
cosas. Amados, si nuestro corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios; y todo
cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus Mandamientos, y hacemos lo que le
agrada”.

Leer 1 Juan 4:7-8: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. El que
ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es
amor”.

Leer 1 Juan 4:19-20: “Nosotros le amamos, porque él nos amó primero. Si alguno dice: "Yo
amo a Dios", y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a
quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”.

Agradezcamos al Señor porque Él nos amó primero, porque permitió que Jesucristo dejara la
gloria excelsa y viniese a morir por cada uno de nosotros pecadores para salvarnos, siendo
nosotros indignos de tanta misericordia divina. Agradezcamos cada día por lo poco o mucho
que Dios nos ha dado y porque tenemos un Padre Santo, fiel y verdadero.
Leamos Romanos 1:21: “Porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le
dieron gracias; antes se ofuscaron en vanos razonamientos, y su necio corazón se
entenebreció”.

Volvamos a 1 Juan 5, vamos a leer los primeros 5 versículos (...) y ahora, detengámonos más
específicamente en el versículo 4. Dice allí: “Porque todo el que es nacido de Dios vence al
mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. Veamos algunos puntos
clave de este versículo para comprenderlo en una forma más amplia.

¿Quién es nacido de Dios? Dice el versículo 1 que todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es
nacido de Dios. (Gálatas 5:24, 1 Juan 2:4-6).

¿Qué es la fe? (primero respuestas NO bíblicas, es decir, acepciones, sinónimos, participación


de la feligresía) - confianza, credulidad, fidelidad, obediencia, seguridad. (Hebreos 11:1).

¿Fe en quién debemos tener? (San Marcos 11:22, 1 Corintios 15:14, Efesios 3:11-12).

¿Cuál es la victoria? Vayamos al libro de Apocalipsis o Revelación 2:7½, desde “[…] Al que
venza le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios”.

Leer Apocalipsis 2:11½ “[…] El que venza, no recibirá daño de la segunda muerte”.

Leer Apocalipsis 2:17 ½ “[…] Al que venza, le daré del maná escondido. Le daré una piedrecita
blanca, Y en ella escrito un nombre nuevo, que ninguno conoce sino el que lo recibe”.

Leer Apocalipsis 2:26-28 “Al que venza. y guarde mis obras hasta el fin, le daré autoridad sobre
las naciones. Las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de arcilla, así como yo
recibí autoridad de mi Padre. Y le daré también la Estrella de la mañana”.

Leer Apocalipsis 3:5 “El que venza, será vestido de ropa blanca. No borraré su nombre del
Libro de la Vida, y confesaré su nombre ante mi padre y ante sus ángeles”.
Leer Apocalipsis 3:12 “Al que venza, lo haré columna en el Santuario de mi Dios, y nunca más
saldrá fuera. Escribiré sobre él el Nombre de mi Dios- el nombre de la ciudad de mi Dios, la
nueva Jerusalén, que desciende del cielo enviada por mi Dios-, y mi nuevo Nombre”.

Leer Apocalipsis 3:21 “Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono; así como he
vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”.¡Amén!

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza, Replanteemos
entonces este versículo, ampliándolo a la luz de la Biblia misma mediante los otros párrafos
que ya hemos leído: “Porque todos los que han crucificado la carne con sus pasiones y deseos,
los que guardan los mandamientos de Dios, los que andan y viven como Cristo anduvo y vivió
cuando estuvo en esta Tierra, ellos vencen al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra confianza plena, credulidad, fidelidad, obediencia y seguridad en Dios a pesar
de que no le vemos, pero estamos convencidos de que existe, y con paciencia le aguardamos.

Creo que ahora sí nos ha quedado perfectamente claro el sentido amplio de este versículo. La
vida del cristiano es una vida de comunión constante con el Padre y de una fe genuina
manifestada en nuestra confianza plena en Él y en su voluntad.

Leer Isaías 49:8-10 “Así dice el Señor: En tiempo aceptable te oí, en el día de salvación te
ayudé. Te guardaré, y te daré por alianza al pueblo, para que restaures el país, para que
hereden sus asoladas heredades; "para que digas a los presos: 'Salid', y a los que están en
tinieblas: 'Manifestaos'. En los caminos serán apacentados, y en todas las cumbres tendrán sus
pastos. No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá. Porque el que tiene
compasión de ellos los guiará, y los conducirá a manantiales de agua”.

Lamentablemente, vivimos en un mundo corrompido por el pecado, en donde el sentido


bíblico de las palabras y las normas de moralidad se han tergiversado enormemente. Y es así
que, como seres humanos que somos, nos encontramos ante dos tipos de fe muy diferentes
una de la otra.

La primera es la fe bíblica, de la que ya hemos hablado un poco anteriormente, y que es una fe


basada en la confianza en un poder superior, en un agente externo, ajeno a nosotros mismos;
es decir, la fe en Dios.
La segunda es la fe que se manifiesta cotidianamente en el mundo, fe en uno mismo, fe en un
equipo de fútbol, fe en un político o en una persona, fe en que un número de lotería deseado
va a salir, fe en que la bolsa de comercio va a subir, fe en que el país va a mejorar, fe en la foto
de un cantante o de un ser humano muerto.

Y de esta fe salen frases tan utilizadas por la gente como ser: “si crees, puedes”, “sólo confía
en ti mismo”, “todo es cuestión de pensar positivamente, no hay que tirar ondas negativas”,
“todo va a salir bien, no pienses cosas negativas porque atraes lo malo”.

Por supuesto que no hace falta aclarar que estas frases no deberían existir en boca de un
cristiano. No estoy diciendo que es malo pensar positivamente o tener una actitud positiva
frente a la vida y a las circunstancias que nos tocan vivir. Como hijos de Dios la Biblia nos
exhorta: “estad siempre gozosos”. Pero es muy diferente depositar nuestra confianza, ya sea
en nosotros mismos, en otra persona, o hasta en un objeto, que depositarla en el Padre de las
Luces de quien proviene toda sabiduría y bondad.

La Biblia denuncia también que es “maldito el hombre que confía en el hombre”. Nuestra
actitud mental positiva tiene valor permanente sólo cuando resulta de un conocimiento del
auténtico Dios (San Juan 17:3), de su verdad (San Juan 8:31-32) y del Espíritu Santo (San Juan
14: 16-17 y San Juan 16:7-8).

Y ¿qué es lo primero que nos muestra el Espíritu? Definitivamente algo muy negativo, pues nos
dice que somos pecadores, injustos y que seremos juzgados tanto por nuestros actos como por
nuestras decisiones. Estamos corrompidos y degradados por el pecado, tenemos una
tendencia innata a hacer lo malo y “no hay justo ni aún uno”.

Sin embargo, y a pesar de no poder hallar la solución a nuestros problemas en nosotros


mismos, Dios nos ha brindado en Jesucristo la posibilidad maravillosa de reconciliarnos con Él a
través de lo que conocemos como el arrepentimiento.

“Levantaos e id a vuestro Padre. Él os saldrá al encuentro muy lejos. Si dais arrepentidos, un


solo paso hacia Él, se apresurará a rodearos con sus brazos de amor infinito. Su oído está
abierto al corazón del alma contrita. Él conoce el primer esfuerzo del corazón para llegar a Él.
Nunca se ofrece una oración, aún balbuceada, nunca se derrama una lágrima, aún en secreto,
nunca se acaricia un deseo sincero, por débil que sea, de llegar a Dios, sin que el Espíritu de
Dios vaya a su encuentro. Aún antes de que la oración sea pronunciada, o el anhelo del
corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando
en el alma humana”. (Palabras de Vida del Gran Maestro, Elena de White).

Leer Salmos 139:23-24 “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame, y reconoce mis
pensamientos. Mira si voy en mal camino, y guíame por el camino eterno.

Leer Romanos 8:35, 38 y 39: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o
angustia? ¿Persecución o hambre? ¿Desnudez, peligro o espada? Por eso estoy seguro de que
ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro”.

El contraste entre el mundo que no ha querido conocer a Dios y el que sí lo conoce es abismal
e imposible de compatibilizar; por tanto uno y otro engendran un tipo de fe distinta. En el caso
de la fe bíblica, ésta es un don de Dios dado a sus hijos a través del Espíritu Santo, cuyo autor y
consumador es Jesucristo y que es fortalecida mediante el estudio de la Palabra de Dios y la
predicación de las Escrituras en nuestra propia vida. Esta conclusión nos permite pasar, de lo
negativos que somos por naturaleza a lo positivos que podemos llegar a ser cuando
entregamos nuestra voluntad pecaminosa y nuestro yo a los Pies de Jesucristo, y permitimos
que su voluntad y sus planes se manifiesten en nuestra vida al abrirle el corazón, y dejar que el
Espíritu Santo obre en nosotros tanto el querer como el hacer.

Al manifestar una completa fe y confianza en Dios venceremos al mundo aún cuando la


prueba, la tentación, el sufrimiento, la soledad, la tristeza o la enfermedad se presenten
delante de nosotros. “Porque sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a
bien, y esto es a los que conforme a su propósito han sido llamados” (Romanos 8:28).

Seguramente, en esta mañana, tendremos muchas cosas que agradecer a Dios, y muchas otras
de las cuales arrepentirnos. Ya no hay más tiempo, hoy es el tiempo de reconsagrar nuestras
vidas al Todopoderoso porque Aquel que oye en lo secreto, te recompensará en público y
borrará todos tus pecados confesados y nunca más los traerá a la memoria. Tomémonos unos
momentos para orar en forma individual y silenciosa.

Que Dios te bendiga y te guarde, que haga resplandecer su rostro sobre ti y te dé paz es mi
deseo para cada uno de los presentes en este día. Amén.
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