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La creencia en el Muki surgiría tanto de las antiguas tradiciones andinas sobre los
demonios y pequeños seres que pueblan el “Uku Pacha” o mundo de abajo, como de
los propios temores y de la necesidad de los trabajadores de encontrar una explicación
a las cosas extraordinarias que suelen ocurrir diariamente en la labor minera.
Como se advierte, en el imaginario popular, no existe un solo tipo de Muqui. Así como
hay diversidad de elfos mineros a nivel universal, existen también variedades de
Muquis en el mundo subterráneo de los Andes. Se les conoce por los lugares en que se
hicieron visibles. Sus diferencias son formales antes que de esencia. Así tenemos
Muquis de Huacracocha, de Goyllar, de Morococha, de El Diamante, de Santender, de
la Mina Tentadora, de la mina Julcani, de Excélsior, por citar algunos de los más
conocidos de una inacabable relación que corresponde a la tradición oral de las minas.
Índice
1Leyenda
o 1.1Características
2Cuentos
3Literatura
4Notas y bibliografía
5Referencias
6Véase también
7Referencias
Leyenda[editar]
[Música]
Características[editar]
Cuentos[editar]
Era un día del mes de agosto, cuando la luna estaba llena, que un minero se fue a
trabajar en una mina cerca de Pucayaco manejando máquinas pesadas. Él tenía un hijo
llamado Eustaquio de nueve años que se encargaba de llevarle el almuerzo todos los
días a pesar de su pobreza. Un día Eustaquio salió de su casa llevando el almuerzo de
su papá. A las once de la mañana aún no llegaba con el almuerzo; ya era la una de la
tarde y su papá muy preocupado y con mucha hambre se fue a buscarlo. Cuando
estaba pasando una curva vio a su hijo jugando con otro niño con piedritas, pero
mientras más se acercaba se dio cuenta de que esas piedritas eran pepitas de oro y
que el otro niño era nada más y nada menos que un muqui. Al darse cuenta el señor
agarró su correa y ató al muqui y lo encerró en un baúl y a cambio de su libertad el
muqui le dio un baúl de oro y los padres de Eustaquio salieron de la pobreza.
Consecuente con las exigencias del trabajo, el Muqui usa casco, ropa de minero y calza
botas claveteadas. En otras tradiciones, se le representa como un geniecillo vestido
de verde musgo, a veces con una finísima capa de vicuña o con el traje impermeable
que usan los mineros. Generalmente, porta en la cintura una lámpara, ya de carburo,
ya eléctrica, según el avance tecnológico de la mina. Lleva un shicullo, soga de pelos de
la cola del caballo, atado a la cintura. Camina como pato, pues sus pies son de tamaño
anormal. Sus extremidades inferiores pueden adoptar la forma de las patas de
un ganso o cuervo. Asimismo, pueden tener la punta hacia atrás. Por ello su ropa les
cubre hasta los pies. Los curiosos esparcen ceniza o harina en su camino para auscultar
la huella que dejan a su paso.
La mayoría de relatos coinciden en que es posible atrapar al Muqui y hacer “pacto” con
él para enriquecerse. En el caso más frecuente el enanito de las minas ofrece al
trabajador hacer su “tarea” a cambio de coca, alcohol y hasta de la compañía de
una mujer para mitigar su soledad. Pero casi siempre el resultado del pacto es trágico,
pues a la larga de una u otra manera el minero incumple y el Muqui se venga
quintándole la vida.
El Muqui se abstrae en el juego o el trabajo. Por esa razón bien puede observársele sin
que lo advierta. En esa circunstancia, los audaces, logran cogerlo y sujetarlo con
el shicullo. En tal caso, al Muqui "se le amarra sólo con soga de cerda de caballo,
porque hasta el alambre lo rompe" (cf. Huanay: 78-79). Enseguida, se lo cubre con la
misma ropa de su captor. Este secreto, lo inmoviliza. Ha habido mineros que
habiéndolo amarrado lo han amenazado con llevarlo a la luz y el Muqui se ha vencido,
sabedor de su debilidad: los reflejos del sol lo desvanecen y matan.
Casi por generaciones ha pasado por nosotros la historia sobre el duende que se lleva a
los niños que no están bautizados. A tal punto que uno de los consejos que les dan a
las madres con bebés recién nacidos es: bautízalo.
Según la mitología de los Andes, un duende es conocido como “Muki”, el cual se
caracteriza por ser minero, la palabra Muki resulta de la castellanización del vocablo
quechua murik, que significa "el que asfixia" o muriska "el que es asfixiado".
Todo esto, por el temor a que el duende se lo lleve ¿a dónde? Es aquí donde fluctúan
muchas hipótesis y afirmaciones de personas que aseguran que esta historia es
verídica.
Según cuentan, los duendes o mukis son de estatura pequeña, no excede los cincuenta
centímetros, perteneciendo, estos seres, a la categoría de los enanos.
Según antiguos relatos, los niños que no son bautizados, son raptados por los duendes,
los cuales se esconden en las higueras o platanales, para que se conviertan en uno de
ellos.
LEYENDA.
Era un día del mes de agosto cuando la luna estaba llena un minero se fue a trabajar
en una mina cerca de Pucayaco manejando máquinas pesadas. Él tenía un hijo llamado
Eustaquio de nueve años que se encargaba de llevarle el almuerzo todos los días a
pesar de su pobreza. Un día Eustaquio salió de su casa llevando el almuerzo de su papa
a las once de la mañana aún no llegaba con el almuerzo, ya era la una de la tarde y su
papa muy preocupado y con mucha hambre se fue a buscarlo y cuando estaba
pasando una curva vio a su hijo jugando con otro niño con piedritas, pero mientras
más se acercaba se dio cuenta que esas piedritas eran pepitas de oro y que el otro niño
era nada más y nada menos que un muki al darse cuenta el señor agarro su correa y
ató al muki y lo encerró en un baúl y a cambio de su libertad el muki le dio un baúl de
oro y los padres de Eustaquio salieron de la pobreza.