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Mukhi, diablillo de los andes

El muki o anchancho, es un duende de la mitología de los Andes centrales de Perú; el


cual se caracteriza por ser minero y, como tal, su existencia está circunscrita al espacio
subterráneo: el muqui habita en el interior de la mina.

La palabra "muqui" resulta de la castellanización del vocablo quechua murik, que


significa "el que asfixia" o muriska "el que es asfixiado". En su
vertiente huancavelicana, la palabra muqui sugiere "el acto de torcer", "ahorcar". Por
ello, los antiguos mineros inconscientemente, identificaron al Muqui con el sílice,
polvo letal que produce la silicosis.1 Aunque también Muki en quechua significa
"húmedo" o "humedad". De ahí se dice que el Muki aparece en los lugares donde hay
agua.

A pesar de la distancia y el aislamiento de los campamentos mineros, la creencia y la


descripción del Muki es, prácticamente, la misma en la sierra desde Puno, en el sur
hasta Cajamarca en el norte del Perú, en el centro hasta Pasco, aunque su nombre
varía en algunos lugares. En Arequipa, por ejemplo, se le llama “Chinchilico”; en Puno,
“Anchancho” en Pasco y la región andina de Bolivia, “Muqui” y en Cajamarca, “Jusshi”.
Todas estas ciudades están localizadas en el Perú.

La fusión (sincretismo) de la cultura indígena con la cristiana, supuso también la


inclusión de creencias occidentales con respecto a este mito, tal como que las
principales vícitimas de estos duendecillos era los niños moritos, aquellos que aún no
habían recibido el bautismo; incluso se menciona en algunos lugares del sur del país,
que son estos niños no bautizados, eran quienes se convertían en los duendecillos.
Según antiguos relatos, Los niños que no son bautizados, son raptados por los
duendes, los cuales viven (o se esconden) en las higueras o platanales, para que se
conviertan en uno de ellos. El niño que se encuentra con estos seres, aparte de recibir
un gran susto adquiere una piel muy pálida, por lo que se recomienda llevar lo más
antes posible a una iglesia para que reciba el Sacramento.

La creencia en el Muki surgiría tanto de las antiguas tradiciones andinas sobre los
demonios y pequeños seres que pueblan el “Uku Pacha” o mundo de abajo, como de
los propios temores y de la necesidad de los trabajadores de encontrar una explicación
a las cosas extraordinarias que suelen ocurrir diariamente en la labor minera.

Como se advierte, en el imaginario popular, no existe un solo tipo de Muqui. Así como
hay diversidad de elfos mineros a nivel universal, existen también variedades de
Muquis en el mundo subterráneo de los Andes. Se les conoce por los lugares en que se
hicieron visibles. Sus diferencias son formales antes que de esencia. Así tenemos
Muquis de Huacracocha, de Goyllar, de Morococha, de El Diamante, de Santender, de
la Mina Tentadora, de la mina Julcani, de Excélsior, por citar algunos de los más
conocidos de una inacabable relación que corresponde a la tradición oral de las minas.

Índice

 1Leyenda
o 1.1Características

 2Cuentos
 3Literatura
 4Notas y bibliografía
 5Referencias
 6Véase también
 7Referencias

Leyenda[editar]

En las alturas del Cerro de Pasco se

habla de un ser diminuto y extraño

cuenta la leyenda que en los socavones

de las minas que pertenecían a la

compañía de cerro de pasco algunos

mineros percibían la presencia de un ser

diminuto y gracioso el cual les jugaba


algunas bromas a los que descansaban

plácidamente en las obras de trabajo .

[Música]

Características[editar]

De estatura pequeña, el Muqui no excede los cincuenta centímetros, perteneciendo,


estos seres, a la categoría de los enanos.

Cuentos[editar]

Era un día del mes de agosto, cuando la luna estaba llena, que un minero se fue a
trabajar en una mina cerca de Pucayaco manejando máquinas pesadas. Él tenía un hijo
llamado Eustaquio de nueve años que se encargaba de llevarle el almuerzo todos los
días a pesar de su pobreza. Un día Eustaquio salió de su casa llevando el almuerzo de
su papá. A las once de la mañana aún no llegaba con el almuerzo; ya era la una de la
tarde y su papá muy preocupado y con mucha hambre se fue a buscarlo. Cuando
estaba pasando una curva vio a su hijo jugando con otro niño con piedritas, pero
mientras más se acercaba se dio cuenta de que esas piedritas eran pepitas de oro y
que el otro niño era nada más y nada menos que un muqui. Al darse cuenta el señor
agarró su correa y ató al muqui y lo encerró en un baúl y a cambio de su libertad el
muqui le dio un baúl de oro y los padres de Eustaquio salieron de la pobreza.

Para la tradición cerreña, el Muqui es un ser pequeño, de cuerpo fornido y


desproporcionado. Su cabeza está unida al tronco, pues no tiene cuello. Su voz es
grave y ronca, no concordante con su estatura. Sus cabellos son largos, de color rubio
brillante. Su rostro es colorado y está cubierto de vellos. Posee una barba larga, del
color blanquecino de la alcaparrosa. Su mirada es penetrante, agresiva e hipnótica, de
reflejos metálicos. En otras tradiciones mineras, su cabeza presenta dos cuernos. Estos
le sirven para romper las rocas y señalar las vetas. Su piel es muy blanca y lleva colgado
de la mano un farolito (cf. Sosa y Tamara). Además, tiene las orejas en punta. (La
influencia occidental es nítida en este aspecto de la representación. El diablo,
originario de la cultura etrusca y difundido extensamente en el bajo medioevo por
el catolicismo, ha sido vinculado con los duendes mineros. Los metalarios del periodo
inicial de la alquimia, atribuían a los duendes, gnomos, kobolds y al diablo mismo, las
perturbaciones en el tratamiento de los metales. Por ejemplo, el nombre
del cobalto deriva de kobold (duende escandinavo) y níquel del diablo mismo, como lo
llamaba un sector de alquimistas.)

Habitan en lugares desérticos, atacan produciendo bastante miedo a sus víctimas o


adversarios, se dice que suelen llevarse niños solos e indefensos; un secreto de
personas antiguas para enfrentarlos es quitarse el cinturón o correa de los pantalones
y darles con el cinturón con mucha fuerza sin dejarse vencer por el miedo.

Su descripción varía de acuerdo a la época. Antiguamente, por la década de los años


1930, se decía que recorría los socavones sosteniendo en la mano, una pequeña
lámpara de carburo, abrigado con un poncho hecho de lana de vicuña. Tenía en la
cabeza dos pequeños cuernos relucientes y hablaba con voz suave. En la actualidad no
es muy diferente, aunque ahora vista ropa de minero, botas de agua y use una linterna
eléctrica a batería. A veces el pequeño duende toma también la forma de animal o de
un hombre muy blanco y rubio para presentarse a los mineros y engañarlos.

La leyenda del Muqui, se encuentra ampliamente extendida en el ambiente minero de


los Andes Centrales.

Consecuente con las exigencias del trabajo, el Muqui usa casco, ropa de minero y calza
botas claveteadas. En otras tradiciones, se le representa como un geniecillo vestido
de verde musgo, a veces con una finísima capa de vicuña o con el traje impermeable
que usan los mineros. Generalmente, porta en la cintura una lámpara, ya de carburo,
ya eléctrica, según el avance tecnológico de la mina. Lleva un shicullo, soga de pelos de
la cola del caballo, atado a la cintura. Camina como pato, pues sus pies son de tamaño
anormal. Sus extremidades inferiores pueden adoptar la forma de las patas de
un ganso o cuervo. Asimismo, pueden tener la punta hacia atrás. Por ello su ropa les
cubre hasta los pies. Los curiosos esparcen ceniza o harina en su camino para auscultar
la huella que dejan a su paso.

El Muqui puede andar solo o acompañado: refieren, algunos informantes, episodios


protagonizados por varios Muquis formando grupos; otros dan fe sobre su inclinación
de vivir solos. Pueblan, estos seres, un mundo de eterna oscuridad, sin tiempo. No se
le ha visto envejecer, pareciera que el tiempo no le afecta. Y, en su sorprendente
existir, se torna visible o invisible a los ojos mortales. Los Muquis gustan de lanzar
penetrantes silbidos. Éstos, anuncian peligro y salvaguardan a los mineros de su
simpatía. En otras ocasiones, producen desconcierto y miedo. Los Muquis,
son comunicativos. Hablan a los oídos, conversan en los sueños, poseen un extraño
poder premonitorio. Esta energía dialogal es sentida, vitalmente, por las gentes de las
minas. El Muqui no gusta de los agnósticos. Le molesta que duden de su existencia.

El Muqui se inmiscuye en el destino de los trabajadores del socavón, gratificándolos o


escarmentándolos. Es un misterioso enano conocido como el dueño de las minas.

El Muqui es un duende investido de poder. A su voluntad, hace aparecer o desaparecer


las vetas (veta de oro). Está atento a las obsesiones, resentimientos, ambiciones y
frustraciones de los mineros. Y, al tiempo que demuestra simpatía hacia unos, genera
castigo y escarmiento a otros. Puede aliviar el trabajo, ablandar las vetas o
endurecerlas, si prefiere. Suele conceder favores, establecer pactos, sellar alianzas,
llegar a acuerdos a plazo fijo, que cobra puntual e inexorablemente. Pues, estos
donantes de la buena o mala suerte, poseen un código de honor preciso y reservado.
Su ética exige discreción y reciprocidad en sus pactos. De allí que los amigos del Muqui
sean personas de opiniones reservadas y criterios parcos.

La mayoría de relatos coinciden en que es posible atrapar al Muqui y hacer “pacto” con
él para enriquecerse. En el caso más frecuente el enanito de las minas ofrece al
trabajador hacer su “tarea” a cambio de coca, alcohol y hasta de la compañía de
una mujer para mitigar su soledad. Pero casi siempre el resultado del pacto es trágico,
pues a la larga de una u otra manera el minero incumple y el Muqui se venga
quintándole la vida.
El Muqui se abstrae en el juego o el trabajo. Por esa razón bien puede observársele sin
que lo advierta. En esa circunstancia, los audaces, logran cogerlo y sujetarlo con
el shicullo. En tal caso, al Muqui "se le amarra sólo con soga de cerda de caballo,
porque hasta el alambre lo rompe" (cf. Huanay: 78-79). Enseguida, se lo cubre con la
misma ropa de su captor. Este secreto, lo inmoviliza. Ha habido mineros que
habiéndolo amarrado lo han amenazado con llevarlo a la luz y el Muqui se ha vencido,
sabedor de su debilidad: los reflejos del sol lo desvanecen y matan.

Casi por generaciones ha pasado por nosotros la historia sobre el duende que se lleva a
los niños que no están bautizados. A tal punto que uno de los consejos que les dan a
las madres con bebés recién nacidos es: bautízalo.
Según la mitología de los Andes, un duende es conocido como “Muki”, el cual se
caracteriza por ser minero, la palabra Muki resulta de la castellanización del vocablo
quechua murik, que significa "el que asfixia" o muriska "el que es asfixiado".

Todo esto, por el temor a que el duende se lo lleve ¿a dónde? Es aquí donde fluctúan
muchas hipótesis y afirmaciones de personas que aseguran que esta historia es
verídica.

Según cuentan, los duendes o mukis son de estatura pequeña, no excede los cincuenta
centímetros, perteneciendo, estos seres, a la categoría de los enanos.

Según antiguos relatos, los niños que no son bautizados, son raptados por los duendes,
los cuales se esconden en las higueras o platanales, para que se conviertan en uno de
ellos. 

LEYENDA.
Era un día del mes de agosto cuando la luna estaba llena un minero se fue a trabajar
en una mina cerca de Pucayaco manejando máquinas pesadas. Él tenía un hijo llamado
Eustaquio de nueve años que se encargaba de llevarle el almuerzo todos los días a
pesar de su pobreza. Un día Eustaquio salió de su casa llevando el almuerzo de su papa
a las once de la mañana aún no llegaba con el almuerzo, ya era la una de la tarde y su
papa muy preocupado y con mucha hambre se fue a buscarlo y cuando estaba
pasando una curva vio a su hijo jugando con otro niño con piedritas, pero mientras
más se acercaba se dio cuenta que esas piedritas eran pepitas de oro y que el otro niño
era nada más y nada menos que un muki al darse cuenta el señor agarro su correa y
ató al muki y lo encerró en un baúl y a cambio de su libertad el muki le dio un baúl de
oro y los padres de Eustaquio salieron de la pobreza.

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