La industrialización
de las técnicas
Frédéric Barbier
en Roger Chartier y Henri-Jean Martin,
Histoire de l’édition française.
Tomo 3, París, Fayard/Promodis, 1990
(Traducción: Sandra Szir)
El proceso de innovación técnica, que
marca en gran medida el fin de la lógica
gutenberguiana y el pasaje a la
industrialización propiamente dicha, abarca
prácticamente más de un siglo. Su estudio,
que hasta aquí ha sido conducido
principalmente sobre el plano de la pura
historia de las técnicas, necesita abrirse a
otras direcciones.
En principio, hay que señalar,
siguiendo a Lucien Febvre, que, de una
manera general, la historia de las técnicas
debería ser “obra de técnicos [...], pero sin
encerrarla ni en su época ni en su territorio,
pues es capaz no solamente de comprender
y de describir, sino todavía de reconstituir
un utillaje mental”.
La noción fundamental para pensar así
la invención técnica, planteada
particularmente por Bertrand Gille,1 es la
de “sistema técnico”, cuya evolución supera,
englobándolas, las evoluciones de las
técnicas aisladas. En esta óptica, la suma de
las técnicas utilizadas por una cierta
civilización en una época dada constituye
1
B. Gille, ​Histoire des techniques,​ París,
Encyclopédie de la Pléiade, 1978.
una estructura lógica, donde todos los
elementos, interdependientes unos de
otros, están ligados, en grados diversos. Ese
primer punto sugiere dos observaciones.
Ese “sistema técnico” puede ser
considerado como una estructura, y posee
tres propiedades fundamentales: de
totalidad, transformación y
autorregulación.2 Un sistema se satisface a
sí mismo (es la idea de totalidad),3 pero
también un sistema está en constante
transformación y posee un mecanismo de
autorregulación: esto implica que en un
primer momento un cambio técnico no
puede aparecer y desarrollarse plenamente
porque está en contradicción con el
conjunto del sistema; en un segundo
2
Una introducción teórica a esos problemas está dada
por los trabajos de Jean Piaget, sobre el cual se
encuentra un apartado cómodo en ​Le Structuralisme,
París, 1968.
3
Lo que no quiere decir que el sistema técnico sea
independiente del contexto general, social y
económico, sino simplemente que existe una lógica
propia de la evolución técnica. Es así que,
particularmente, el impulso de partida a partir del
cual se propaga el proceso de innovación es
necesariamente exterior al sistema técnico mismo. La
determinación externa interviene de hecho
constantemente en el proceso.
momento, la adopción de una cierta
invención genera un desequilibrio puntual,
compensada por una lenta adaptación de
los otros elementos, por la puesta a punto y
la adopción de otras innovaciones, etc. El
sistema tiende así a reencontrar su
equilibrio global, y es el desarrollo de ese
proceso complejo lo que explica la larga
duración –más de un siglo– sobre la cual se
extiende en realidad lo que se ha llamado la
“segunda revolución del libro”.4
Quedan aclaradas las condiciones de
aparición del progreso técnico, además de
la lógica interna según la cual se desarrolla;
queda por abordar el delicado problema de
la adopción y de la expansión de las nuevas
tecnologías, cuya cronología y geografía
intentaremos describir en particular.
Es necesario, en efecto, que la
invención sea económicamente viable, lo
cual desemboca rápidamente en una
multitud de problemas. La invención debe
tener un mercado, debe pues ser producida
en condiciones económicas aceptables
permitiendo a los utilizadores eventuales
reembolsar las inversiones (problema
vinculado a las condiciones mismas de la
inversión). Sucede, por otra parte, cada vez
más frecuentemente, que la adopción de
una tecnología nueva de carácter industrial
implica a corto plazo una reorganización
muy profunda de las empresas: es el caso,
en especial, de los que utilizan la fuerza
motriz del vapor. Es decir, no sirve de nada
producir ventajosamente –y a menor
precio– si no hay posibilidad de difundir la
mercancía en condiciones convenientes de
rapidez: si existen problemas de transporte
pero también de organización de los
circuitos comerciales, de legislación,5 de
publicidad, etc.
4
Término mediocre, que sugiere precisamente la
existencia de un hecho repentino y brutal, a la inversa
de lo que observa el historiador.
5
El “sistema” antiguo de la economía del libro estaba
fundado sobre ediciones y eventualmente
reediciones, de pequeña tirada, y la existencia de una
verdadera economía de la falsificación: la
industrialización supone entonces la formación de un
mercado tan vasto como posible.
Nos encontramos entonces frente a un
juego complejo de interacciones, que
conviene desmontar para abordar el estudio
de un proceso de innovación técnica. La
finalidad de toda innovación técnica es una
finalidad económica: “Una técnica debe
insertarse en un sistema de precios, en una
organización de producción, sin esto no hay
interés [...]. En el otro extremo, las técnicas
artesanales han podido subsistir gracias a
una demanda particular.6 Es sobre el
mercado y en el cálculo de los márgenes de
beneficio que la técnica se impone o se ve
rechazada” (B. Gille).
Aquí no daremos más que un estado de
los conocimientos y de las cuestiones, una
síntesis de los puntos de la problemática
que venimos de trazar con el objeto de
limitarnos a estudiar lo que interesa a la
historia del libro francés en el siglo XIX.
La segunda revolución del libro
No volveremos sobre las cuestiones que han
sido precedentemente tratadas, sólo nos
limitaremos a recordar a grandes rasgos la
nueva coyuntura que se desarrolla a partir
de la década de 1730 y condiciona en parte
la renovación de las técnicas.
Una observación de carácter general
para empezar: la “segunda revolución del
libro” no constituye en ningún modo un
hecho aislado; por el contrario, se inserta
en un cambio global del sistema técnico
cuyos preliminares están probablemente en
la emergencia de una estructura
demográfica nueva7 y en la inversión de las
tendencias de las curvas económicas.8 “Es
6
Es precisamente el caso de la imprenta de la edad
industrial.
7
La mejor síntesis reciente es la ​Histoire économique
et sociale de la France​, t. II​, ​París, 1970.
Recordamos que la emergencia de una nueva
demografía reside en el repliegue de la muerte y en la
atenuación de las grandes crisis de mortandad
(epidemias, etc.).
8
Inversión de fase, de B a A, alrededor de 1730. Es
de hecho el pasaje de la “sociedad bloqueada”
descrita por E. Le Roy Ladurie a la sociedad en
evolución del periodo contemporáneo. Esos
importante constatar [...] que todas las
curvas del movimiento económico tomadas
en su conjunto aumentan vigorosamente
entre 1730 y 1760, es decir en el momento
donde se sitúa una parte importante del
esfuerzo de renovación técnica, antes
incluso de que se hayan podido sentir sus
efectos. Es necesario entonces confirmar
que la reactivación económica precede
indudablemente al establecimiento del
nuevo sistema técnico [...]. Esto nos
inducirá a pensar que, al menos en un
cierto estado de desarrollo, se podría tener
como un comienzo concordante con el salto
demográfico y con otros fenómenos, y una
mutación técnica imperceptible. Es
solamente más tarde que vendrían la
verdadera mutación técnica y el verdadero
comienzo del desarrollo” (B. Gille). En el
dominio de las técnicas del libro, la
observación confirma plenamente esta
lógica.
No solamente la “segunda revolución
del libro” interviene en un proceso general
de inversión de las tendencias, se integra en
un cambio de conjunto del nivel técnico: un
proceso de innovación no puede
desarrollarse en un dominio determinado
que no esté en contradicción con el
“macrosistema” de las técnicas de las cuales
participa.9 Uno de los elementos
fundamentales lo constituye evidentemente
el problema del material: la máquina
pre-industrial (la prensa tipográfica
gutenberguiana) es una máquina de
madera, lo que tiene por doble
consecuencia una mediocridad relativa de
funcionamiento, a causa del juego
interviniente entre los diversos elementos, y
la imposibilidad de obtener rápidamente
una producción muy elevada. Esta máquina
requiere prácticamente un trabajo de
carpintería, y hasta los años 1760 no existen
máquinas-útiles como, por ejemplo, las
máquinas de filetear (que permiten obtener
movimientos generan un mercado nuevo, aunque
todavía limitado a ciertos productos.
9
Sobre el conjunto de esos problemas teóricos, ver B.
Gille, ​Histoire des techniques, op. cit.​
tornillos y tuercas): por eso era imposible
fabricar piezas aisladas hasta la época de la
prensa metálica, como la prensa Stanhope.
Ese sistema secular de la economía y
de la técnica de madera se mueve
precisamente a partir de los años 1760:10 los
progresos de la siderurgia hacen de ahora
en más posible obtener un metal más
resistente, más abundante y más fácil de
trabajar, las máquinas nuevas que se
construyen poco a poco son susceptibles de
una productividad mayor, y nuevas fuentes
de energía permiten un mayor provecho.
Encontramos la trilogía máquina
metálica-hulla-utilización del vapor, que
sirve de base al sistema técnico del siglo
XIX industrial: el impulso de partida está
dado, el sistema técnico conducente a la
edad industrial puede desarrollarse, pero el
desarrollo de la lógica nueva se extenderá
prácticamente durante más de un siglo.
Agregamos que este movimiento se
acompaña de un movimiento concomitante
de expansión del público lector,
particularmente a causa de la
alfabetización.11
Los preliminares de la innovación
técnica. El papel
En el curso del “segundo siglo XVIII”, se
quiebra el equilibrio entre la demanda del
público de lectores y los medios
(comerciales y técnicos) de satisfacerlos. Un
primer proceso de adaptación se desarrolla
entonces, proceso que provoca a la vez un
cierto número de desequilibrios y que
tiende así a propagarse a través del
conjunto del secular sistema
gutenberguiano. Son las primeras rupturas,
que tocan en principio a la prensa
tipográfica misma, profundamente
modificada por una sucesión de mejoras
10
​Ibid.
11
Recordamos que los estudios recientes sobre la
alfabetización de Francia han mostrado que el reino
alcanzaba precisamente en los años 1730 una taza de
alfabetización que no sería superada hasta el siglo
XIX.
técnicas puntuales: de la prensa de Haas, en
1772, a la prensa de Laurent Anisson
(1783), a la prensa metálica Stanhope, y
finalmente la primera prensa mecánica a
vapor de König y Bauer. En medio siglo, la
productividad (medida en capacidad de
tirada por hora) se sextuplica.
Segundo complejo de innovación, el
del papel. El temor de la falta de materia
prima (el trapo) lo tratan ya los redactores
de la ​Enciclopedia metódica.​ El 18 de enero
de 1799, Nicolas-Louis Robert, empleado de
Léger Didot en Essonnes, patenta una
máquina de papel continuo, que introduce
la lógica del rollo frente a aquella del
tradicional vaivén.12 La historia de la
mecanización de la industria papelera
francesa no está escrita, pero importantes
conjuntos se constituyen rápidamente, y
parece que, a partir de la Restauración, las
empresas papeleras jugarían un rol
importante como proveedores de fondos de
las principales imprentas y librerías. Hasta
la gran crisis de la librería parisina,
alrededor de 1830, encontramos buen
número de papeleras entre los acreedores
de las empresas en quiebra. Una de las más
importantes de esas casas es la papelera de
Marais, cuyos establecimientos principales
se instalan en el pequeño burgo de
Jouy-sur-Morin, en Seine-et-Marne. La
evocación de sus comienzos pone en
evidencia los caminos empleados para
reunir el capital necesario para el
lanzamiento de una fabricación sobre bases
realmente “industriales”.
El acta de fundación de esta sociedad
anónima, fechado el 15 y 27 de febrero de
1828,13 precisa que se trata de “dar a la
explotación de papeleras [...] de
Marais-Sainte-Marie y Laplanche toda la
extensión de que sea capaz”. La sociedad
nueva es prevista para treinta años, con un
capital de 1,8 millones de francos, dividido
en 1800 acciones de 1000 francos cada una.
12
18 de enero de 1799.
13
A. Firmin-Didot, ​Le Centenaire de la machine à
papier continu​,​ ​París, 1900.
Entre los asociados, muchos papeleros,14
propietarios,15 administradores y miembros
de profesiones liberales –en especial
abogados–16 el conde de Tascher, pero
también negociantes, un mercader de vinos,
un pintor-dorador, etc.
En total, entonces, un grupo
relativamente dispar, representativo de las
elites adineradas constituidas bajo la
Revolución y el Imperio, a los cuales las
papeleras de Seine-et-Marne se dirigieron
para efectuar en su negocio las inversiones
que estimaron necesarias. La operación se
revelará rápidamente muy provechosa: la
Sociedad Anónima de Marais, que recibe
dos medallas de oro por su producción en
las exposiciones de 1834 y 1839, posee, en
1840, seis cubas de papel “hecho a mano” y
cuatro mecánicas.17 Entre sus
especialidades, entre los tipos tradicionales
de papel, están los “papeles de tarjetas para
acciones” y los cartones fabricados
mecánicamente para los encuadernadores.
A mitad del siglo XIX, la industria
francesa del papel tiene su inversión para
su modernización y es vista como una de las
más importantes de Europa. Las principales
empresas son entonces, aparte de la
Sociedad de Marais, las papeleras del
sudeste: Blanchet y Kléber en Rives,
Lombard, Latune y Cie. en Cres (Drôme),18
Rabourdin, cuyos dos establecimientos de
Cusset (Allier) y de Villeret (Loire)
alcanzaron una cifra anual estimada en
700.000 francos, y los Montgolfier de
Annonay. En el sudoeste encontramos en
principio las localizaciones tradicionales del
Angoumois: en Nersac, Laroche-Joubert y
Dumergue y Cie. tuvieron una cifra de
rédito de alrededor de 1 millón de francos.
Paul y Cardaillac acaban de crear una
14
AN, MCNP, estudio de M. Poisson.
15
Los antiguos propietarios de las papelerías de
Marais, a los cuales un cierto número de acciones son
remitidas a cambio de su aporte.
16
Entre ellos, un grupo de propietarios de
Châteaudun y de los alrededores.
17
Consejeros de la Corte Real, empleados del Tesoro
y de la Banca de Francia, militares, inspector general
de prisiones.
18
​Bottin,​ 1840.
papelera mecánica en Toulouse, pero tienen
otra planta en Bagnères, y han invertido en
el extranjero ya que han financiado una
planta de papel en Valladolid. Coste y
Desgatz-Ricole fabrican papel de cuba
desde 1785 hasta 1825, cuando instalan
máquinas mecánicas de papel continuo.
El este es una región tradicionalmente
especializada en el papel: la Sociedad
Anónima de Souche, en los Vosges, posee
tres “grandes máquinas”, emplea 325
obreros y produce 500 toneladas por año.
En 1854, el impresor Oscar Berger-Levrault
en Estrasburgo se aprovisiona de grandes
abastecedores nacionales (Blanchet y
Kléber, Laroche-Jouberty Montgolfier) pero
también de un gran número de papeleras
vosgas, alsacianas y lorenesas.19 Finalmente
se cuenta la región de París con las
papeleras de Essonne, las plantas de
Seine-et-Marne y las del Eure.20 Parece
cierto, y es lamentable la ausencia de
trabajos universitarios más precisos sobre
esta actividad industrial, que la papelería
francesa efectuó su transformación
industrial con la instalación en número de
mecánicas de papel continuo, alrededor de
los años 1820.
Segundo tiempo fuerte en la revolución
papelera, el abandono progresivo del trapo
en provecho de la pulpa de madera. La
invención data de 1867 y se funda en la
utilización de la madera reducida a polvo, o
limitándose a una fabricación
exclusivamente mecánica de la pasta, o
pasando las virutas de madera por bisulfito,
de manera que se conserva sólo la celulosa.
En la práctica los fabricantes mezclaron
pastas de diferentes orígenes según dosis
variables, y dispusieron así de una
multiplicidad de tipos diferentes de
papeles. Pero contrariamente a la primera
fase de innovación (la del papel continuo),
los empresarios franceses se retrasan aquí
sensiblemente en relación a los
19
“Es en 1820 que se reemplaza el antiguo sistema de
fabricación de cuba por las mecánicas de papel sin
fin”,​ Rapports de l’Exposition de 1849​,​ ​tomo III.
20
Archivos del Bajo Rin. Fondos Bergel-Levrault, 12
de enero de 1854.
competidores extranjeros, prefiriendo largo
tiempo la mejor calidad y la belleza del
papel tradicional al papel obtenido de la
pasta de madera. Desde 1873, el relator de
la Exposición de Viena lanza este aviso: “Es
importante que la papelería francesa
multiplique sus esfuerzos para no dejarse
sobrepasar por sus rivales, cuya producción
[...] supera igualmente los límites de las
demandas de sus propios mercados”.21
Más grave, el ​Internationale
Papierstatistik,​ publicado por Franz
Krawany en Berlín y en Viena en 1911, pone
en evidencia el retardo francés frente a los
competidores de Europa central y de
Escandinavia: en 1908, Francia se inscribe,
para las importaciones y exportaciones de
papel, con un saldo negativo de 48 millones
de coronas austríacas, el segundo del
mundo en importancia después de
Inglaterra; por comparación, Suecia,
Holanda y el Imperio de Alemania tienen
saldos positivos de 103,99 y 85 millones de
coronas. La producción francesa bajo la
Tercera República aumenta rápidamente,
aunque menos rápido que sus principales
competidores; de 1875 a 1908, la
producción alemana, ya superior a su
origen, se sextuplica, mientras que la
producción francesa se cuadriplica.
El análisis de ese retraso relativo
parecería remitir a una dispersión más
importante de las papeleras francesas,
donde muchos no pueden disponer del
capital necesario para pasar la segunda
capa de la industrialización.
La prensa
Explicamos en otro texto en qué consistía la
invención de la prensa mecánica a vapor
por Frédéric König. La innovación
fundamental reside en la sustitución por un
movimiento cilíndrico del movimiento de
vaivén de la prensa gutenberguiana,
innovación original, modestamente
21
Se trata sobre todo del establecimiento creado por
los hermanos Didot en Mesnil-sur-Estrée.
introducida por las ruedas de cilindros del
entintado. En la prensa de 1812 (prensa
mecánica) es en efecto la platina que se
desliza a lo largo del zócalo la que es
reemplazada por un cilindro de presión que
se detiene luego de una vuelta.
Un segundo punto capital es la noción
de integración funcional del conjunto:
todos los movimientos de la máquina son
solidarios unos con otros, la platina se
desplaza por intermedio de una cremallera
ligada al juego del molde. Esta noción de
integración funcional de una máquina es la
base del proceso de industrialización,
permite utilizar el vapor, y su lógica se
extenderá progresivamente a las
estructuras de organización de las nuevas
plantas de impresión: el entintado se hará
mecánicamente, igual que la presión del
molde y su salida. Conviene, mientras,
señalar que en la inmensa mayoría de los
casos la prensa de König y Bauer se utiliza a
mano: la utilización del vapor, en los años
1830, es una excepción. La prensa de 1812
daba una tirada de 800 hojas por hora, pero
las mejoras sucesivas permitieron aumentar
muy sensiblemente esa cifra.
La limitación de las nuevas prensas
mecánicas reside sobre todo en el
movimiento de la platina y del molde, y ese
límite se hace sentir desventajosamente en
una época donde el desarrollo de la prensa
periódica demanda tiradas más rápidas y
más importantes. La solución está en el
aire, y consiste en utilizar el principio del
cilindro impresor, lo que permite obtener
una máquina enteramente integrada por la
utilización conjunta del papel de rollo
continuo,22 del cilindro de presión, de los
cilindros de entintado y de una forma
cilíndrica. Es este último punto el que
constituyó un problema, pues parecía
imposible obtener una forma tipográfica
–por definición plana– sobre una superficie
curva: los caracteres tipográficos debían ser
refilados (recortados, rebajados) con el fin
de que su superficie recuperara la redondez
22
​ apports de l’Exposition de Vienne,​ ​ 1​ 873, tomo
R obligación del sello impone durante todo el Segundo
III.
necesaria para que la hoja de papel fuese
impresa de forma regular.
Una primera posibilidad consistió en
utilizar una superficie de diámetro muy
grande, con el fin de reducir al mínimo la
curvatura del molde: la prensa de Hoe, en
los Estados Unidos, fue construida sobre
ese principio, y permitía imprimir de seis a
diez folios a la vez, yuxtaponiendo sobre el
cilindro el número correspondiente de
moldes. Esta máquina debía utilizar un
“marginador” (es decir, los obreros que
acomodan los folios) y no podía incorporar
el papel continuo, ya que muchos moldes se
encontraban yuxtapuestos. Una prensa de
este tipo fue fabricada en Francia por
Hippolyte Marinoni para el periódico ​La
Liberté.​ Los relatores de la Exposición de
1849, señalando las mejoras recientes,
dejan entender que una era nueva se abriría
para los talleres de impresión: “En cuanto a
la celeridad, se puede decir que un solo
establecimiento puede ejecutar hoy él solo
tanta cantidad como hace veinte años
habrían ejecutado todas las imprentas de
París juntas. Para acelerar todavía la
impresión de los periódicos, tentativas han
sido hechas estos últimos años; pero por
más ingeniosos que sean los nuevos
mecanismos, no pueden adelantar la
rapidez de la mano del marginador, que por
más ágil y ejercitada que sea no puede
acomodar más de tres o cuatro mil folios
por hora sobre el pupitre de la prensa
mecánica. Hoy, ese último obstáculo no
existe más: nos informamos al instante que
se va a concluir un mecanismo que promete
proveer una máquina que imprima 20.000
periódicos por hora, en medio de un
enorme rollo de papel continuo, se
desenrollan sobre los cilindros y se
imprimen tan rápidamente como los
engranajes de esta máquina acelerada lo
permitan”.23
Esta invención que anuncia así
Firmin-Didot es la de la rotativa. El
23
Lo que no será el caso de Francia, donde la
Imperio la impresión de los periódicos folio por folio.
problema de la “forma cilíndrica” es
resuelto desde el momento en que se utiliza
la técnica inglesa (1849), que consiste en
hacer el molde no más en metal sino “a la
pasta”, es decir en un cartón a la vez fuerte
pero suficientemente flexible para ser
curvado a voluntad. No es más necesario
utilizar inmensos cilindros, y de golpe se
torna posible adaptar a las máquinas
nuevas los rollos de papel continuo: la
rotativa de Nelson de Edimburgo (1851) es
la primera rotativa europea y produce
10.000 folios por hora. El ​Times u​ tiliza una
rotativa a partir de 1853. Desde entonces,
los progresos de detalle se limitan a
aumentar progresivamente las superficies
de impresión y las cifras de tirada.24
Las máquinas de componer
En los años 1850 aparece un nuevo límite;
el equilibrio tradicional del taller es
quebrado, la composición manual no sigue
las posibilidades de tiradas del taller de las
prensas: se hace necesario disponer de
talleres de composición de efectos
pletóricos a fin de no “quebrar” el ritmo de
producción. Una primera dirección de
búsqueda consiste en componer
mecánicamente por intermedio de un
teclado: los caracteres tipográficos son
colocados en una recámara ligeramente
sobreelevada, tocando una tecla se juntan
en el orden deseado en líneas, y las líneas
una vez terminadas, en páginas.25 La
fiabilidad es mediocre, por el atascamiento
de los tubos que sirven para poner en su
lugar los caracteres y la necesidad de
efectuar a mano la justificación. Como, por
otra parte, es necesario después de la
24
​Rapports du jury à l'Exposition de 1849​,​ ​t. III.
25
Es evidente que la rotativa permite imprimir
muchos colores simultáneamente: es suficiente con
hacer pasar el papel bajo los rollos sucesivos
entintados cada uno con un color elemental, lo que
permite igualmente combinarlos entre sí para obtener
colores intermedios. El procedimiento había sido
utilizado excepcionalmente en el siglo XVIII para los
cobres policromos.
impresión volver a clasificar los tipos, se
ponen paralelamente a punto las “máquinas
de distribuir”.
En la Exposición de 1849, el
constructor parisino Adrien Delcambre
“expone [...] una máquina de distribuir.
Con la ayuda de un pequeño pedal que se
toca, las letras vienen a ajustarse
sucesivamente en una vara hueca móvil;
conduciendo esta varilla con la ayuda de
una guía a lo largo de unas ranuras móviles
que reciben las letras, y las dispone para ser
aplicadas al teclado por los compositores”.26
Por más imperfecta que sea, esta
máquina es mientras tanto la oportunidad
de una primera transformación de la
composición: aparece, en efecto, un
elemento esencial nuevo, que promete
importantes desarrollos, el teclado. Por otra
parte, los promotores de ese sistema ponen
igualmente de relieve el hecho de que puede
ser empleado por personal femenino.27
Las imperfecciones de la máquina de
Adrien Delcambre son perfectamente
percibidas por los relatores de la Exposición
Universal de 1867, que declaran: “Hasta la
Exposición de 1867, el problema que se
proponían los inventores [...] consistía en
buscar a través de una tecla de piano [...]
levantar​ una letra, y reducir así el tiempo
necesario para tomar un tipo con los dedos
y colocarlo en el componedor. Se está lejos
de la solución del problema así planteado,
de ayudar de alguna forma al operador por
un mecanismo auxiliar con la sustitución de
la acción de un poder natural para el
trabajo humano”.28 La conclusión es
decisiva: las máquinas de tipo Delcambre
son demasiado costosas para un resultado
muy incierto.
Una nueva lógica
26
En AN, F18-552.
27
​Rapports du jury...​, París, 1849.
28
Lo que permite pagar menores salarios. Nos
encontramos en los comienzos del ingreso de las
mujeres a las oficinas con las dactilógrafas, la
aparición de las máquinas de escribir, etc.
Nuevas direcciones de búsqueda son
entonces exploradas, y cuestionan esta vez
la lógica misma del trabajo de la
composición directamente heredado de
Gutenberg. El paso decisivo será aquí
franqueado con el aporte de las
innovaciones conseguidas paralelamente en
otra rama, la de la fundición mecánica: “La
conquista de la fuente de los caracteres por
procedimientos mecánicos sigue su curso, y
[...] los perfeccionamientos de las máquinas
serían pronto producidos. Toda la
fabricación de Alemania, toda la de los
Estados Unidos de América, una gran parte
de la de Inglaterra, una fracción menor de
la de Francia, está hoy en día hecha con
máquinas, con grandes ventajas de
economía, de facilidad y de rapidez”.29
La idea se desarrolla entonces, y
consiste en acoplar las dos operaciones de
la fuente y de la composición: Flamm, en
Francia, y Goldmann, en los Estados
Unidos, buscan obtener no ya un molde,
sino una matriz de página, con la cual se
realizaría un cliché, idea muy interesante en
su principio, pero de uso limitado, en la
medida en que ella impide prácticamente
toda corrección. La invención decisiva será
hecha por Mergenthaler, en Estados
Unidos, en 1884: la linotipia. El principio es
simple: un juego de matrices es colocado en
una recámara, de donde se las trae por
medio de un teclado. Se colocan entre dos
regletas, que aseguran la justificación.30
Luego la línea es colocada en un molde que
funde el conjunto (es la línea bloque). Las
matrices son reclasificadas
automáticamente, y reemplazadas. Es
entonces un procedimiento muy rápido,
pero las correcciones resultan complejas: es
necesario rehacer enteramente la línea.
Una última invención interviene en el
mismo dominio de la composición en el
curso de nuestro periodo de estudio: la
invención de la monotipia, que viene
29
​Rapports de l’Exposition de 1867,​ t. IX.
30
​Rapports de l’Exposition de 1862,​ ​ t​ . V.
igualmente de los Estados Unidos,31 donde
es puesta a punto por Tolbert Lanston entre
1887 y 1889. La idea, que retoma el
principio de la fuente y de la composición,
mantiene separadas las dos operaciones,
consiste en moldear caracteres aislados en
lugar de las líneas-bloques de la linotipia:
un teclado de 300 teclas permite
“dactilografiar” el manuscrito bajo forma de
perforaciones en un rollo de papel sin fin.32
Cuando se aproxima el fin de la línea, el
compositor, advertido por una señal
sonora, corta la línea, y un tambor de
cálculo fijo le da el espesor necesario para
que sea justificada. Una vez terminado el
texto, el rollo de papel perforado es
colocado sobre la fundición, que él
comanda haciendo comenzar cada línea por
el fin: la fuente se forma entonces caracter
por caracter, antes que las líneas una vez
completas sean traídas en galerada. Las
ventajas del procedimiento residen
esencialmente en la gran rapidez del
trabajo,33 y en el hecho de que los caracteres
utilizados son siempre nuevos pues son
rápidamente refundidos. En su principio, la
lógica de la innovación prometida en la
segunda mitad del siglo XVIII llega
entonces a su término, un nuevo “sistema
técnico” nace y sustituye al sistema
gutenberguiano. El desarrollo mismo del
ciclo ilustra al menos el proceso interno
seguido por todo mecanismo de innovación
técnica, con un impulso inicial exógeno,
una primera adaptación puntual, que
entraña un desequilibrio en el sistema
antiguo, desequilibrio que se corrige
progresivamente con nuevas y sucesivas
mejoras: la innovación se propaga así hasta
31
Constituía un problema muy difícil de resolver,
efectuado por intermedio de láminas de latón
compuestas de dos troqueles que colisionan uno
contra el otro. Cuando el operador ve que se
aproxima al final de una línea, corta la palabra y
ajusta las bocas de justificación.
32
Las búsquedas americanas en ese dominio son
evidentemente sostenidas por los inmensos
desarrollos de la prensa periódica en ese ámbito.
33
Sobre el desarrollo del automatismo ligado a la
revolución industrial, ver B. Gille, ​op.cit.
cubrir el conjunto de la estructura antigua y
transformarla completamente.
Segunda observación: ese juego
complejo no se generaliza en todo el
“pequeño mundo” de los impresores
franceses del siglo XIX, bien al contrario.
La aplicación de los procedimientos nuevos
supone una inversión que no todos los
impresores pueden hacer o no estiman de
utilidad, pero de ahora en adelante, cada
uno se encuentra teóricamente con un
abanico de técnicas de impresión a su
disposición –impresión manual
tradicional, impresión mecánica, impresión
a la rotativa, etc.– adaptable cada una a una
situación y a una demanda particular. Los
impresores forman así un conjunto
heterogéneo, donde plantas de muchos
cientos de obreros coexisten al lado de
pequeños talleres tradicionales, y en el seno
de una empresa suficientemente
importante se encuentran siempre los
diferentes modos de trabajo:34 en todos los
casos, el mercado constituye el núcleo en
torno al cual todo lo demás debe
organizarse.35

34
Según la naturaleza de los textos a componer se
estima el rendimiento horario, a fines del siglo XIX,
en 5 o 7.000 signos por hora. Las fundidoras más
perfeccionadas alcanzaban alrededor de 20.000
caracteres por hora.
35
Que se acompañan de otras diferencias
fundamentales entre los obreros de cada sector,
particularmente sobre los modos de remuneración.