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03 Adolescencias

Presentación

En esta clase les proponemos hacer un recorrido por algunas definiciones y marcos conceptuales
mostrando la amplitud de ciencias y perspectivas que definen diversas formas de ser adolescente, y
el dinamismo que presentan estas elaboraciones. Además aportaremos una visión crítica respecto
de la forma de concebir dichas formas de ser adolescente y los posicionamientos de las personas
adultas.

Por otro lado, continuaremos el planteo de la clase anterior donde se presentó a las y los
adolescentes como sujetos de derechos. En ese marco desarrollaremos cómo se entiende su salud
integral para lograr mejorarla, y nos detendremos en la temática del embarazo en la adolescencia.

Introducción

Les pedimos que miren con atención las siguientes imágenes: las personas que
aparecen ¿son todas adolescentes? Las situaciones que se muestran, ¿son
representativas de este período? Al pensar en las trayectorias de vida ¿cómo
imaginan que son? ¿Encuentran similitudes entre ellas? ¿Qué aspectos se podrían
modificar? Además de la categoría generacional, ¿cuáles otras nos sirven para analizar
sus trayectorias? ¿género? ¿socio cultural? ¿etnia?...

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
El concepto de adolescencia es relativamente moderno y se considera que uno de los pioneros en
su introducción ─como definición de un período de la vida─ fue Stanley Hallen 1904.
Tradicionalmente definimos a la adolescencia como la época de la vida en la que tiene lugar el
empuje de crecimiento puberal y el desarrollo de las características sexuales, la adquisición de
nuevas habilidades sociales, cognitivas y emocionales y el fortalecimiento de la autoestima,
autonomía, valores e identidad (Pasqualini, 2010).

Cotidianamente escuchamos o utilizamos expresiones tales como “la adolescencia es una edad de
riesgo”, “la adolescencia pasa, es una transición entre la niñez y la adultez”, o “durante la
adolescencia los problemas son solamente sexuales”. Estas expresiones parten de preconceptos y
representaciones que las personas adultas tienen de las y los adolescentes y no necesariamente se
condicen con sus realidades. Asimismo, el concepto suele confundirse con “adolecer”, que
significa tener alguna carencia, dolencia o enfermedad, o con otras ideas negativas vinculadas a
dificultades o sufrimiento.

De este modo, en esta clase queremos distanciarnos de estas nociones comunes que suelen estar
cargadas de prejuicios o concepciones alejadas de la vida de los y las adolescentes y ofrecerles
algunas definiciones y consideraciones en torno a la adolescencia. La OMS la define como el

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“período de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la
edad adulta, entre los 10 y los 19 años”.

Para el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, “la adolescencia es una
etapa del desarrollo humano única y decisiva, caracterizada por un desarrollo cerebral
y un crecimiento físico rápidos, un aumento de la capacidad cognitiva, el inicio de la
pubertad y de la conciencia sexual, y la aparición de nuevas habilidades, capacidades
y aptitudes. Los adolescentes experimentan un aumento de las expectativas en torno
a su papel en la sociedad y entablan relaciones más significativas con sus pares a
medida que pasan de una situación de dependencia a otra de mayor autonomía”.

Observación General Nº 20. 2016

Según Dina Krauskopf (2010: 27) es un “período crucial del ciclo vital en que
los individuos toman una nueva dirección en su desarrollo, alcanzan su
madurez sexual, se apoyan en los recursos psicológicos y sociales que
obtuvieron en su crecimiento previo, y asumen para sí las funciones que les
permiten elaborar su identidad y plantearse un proyecto de vida propio”.

Pasqualini, Diana. (2010). Salud y bienestar de adolescentes y jóvenes: Una mirada integral.
OPS/ OMS Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires.

El hecho de que existan diversas definiciones posibles de adolescencia, desde distintas disciplinas,
sumado al devenir de la historia, los hechos políticos, la cultura, el lugar donde se desarrollan las
chicas y chicos, hace que puedan definirse al mismo tiempo “distintas vivencias adolescentes”
presentes en las fotos con las que empezamos este apartado.

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Salud Integral y adolescencias

Nos interesa aquí poner en diálogo una serie de consideraciones que abren la posibilidad de
cuestionar la existencia de “la adolescencia”, en singular, para dar lugar a pensar en términos de
una multiplicidad de formas de ser adolescente, es decir, de “adolescencias”. En efecto, “Si el uso
del plural tiene un sentido en el contexto de los temas que estamos abordando, es el de discutir las
identidades estáticas, esenciales, definidas en torno a supuestos atributos naturales que portan los
sujetos y la consecuente apelación a respetarlas o a corregirlas” (Kantor, 2008, p.24).

Para cuestionar las definiciones homogeneizantes de la adolescencia, diversas/os autores toman


como variable de análisis la multiplicidad de realidades socioeconómicas de las y los adolescentes a
lo largo del país.

Para Alicia Stolkiner (2013) es “imposible hablar de ´la adolescencia’ en una sociedad cuya
segmentación y fragmentación ha generado notables diferencias en las formas de vivir y resolver la
cotidianeidad, en el cuidado de los cuerpos y en el acceso a los recursos materiales y simbólicos”
(p.6). Según el documento Situación de Salud de los y las adolescentes en la Argentina (2016),
elaborado por el PNSIA (Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia) si comparamos la
situación de los y las adolescentes con el resto de la población según los datos aportados por el
Censo Nacional del año 2010, observaremos que presentan desventajas en términos de incidencia
de la pobreza (tabla 3 y gráfico 7 del documento Situación de las y los Adolescentes en la
Argentina). Además, ésta varía entre las provincias de nuestro país: “Las situaciones más
desfavorables se registran en el norte del país: en Santiago del Estero, Chaco y Formosa, alrededor
de 1 de cada 4 adolescentes vive con NBI” (Ministerio de Salud, PNSIA, 2016, p. 17).

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Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
Por su parte, tanto Débora Kantor como Gabriela Diker rescatan esta dimensión en sus trabajos: “El
plural (adolescencias, juventudes) viene a denunciar, entonces, entre otras cosas, que no hay
expresión singular capaz de albergar semejante desigualdad. Y que las diferencias aluden, más que
a la diversidad cultural, a la magnitud de la injusticia y a la profundidad de sus marcas” (Kantor,
2008, p.24).

Para Diker (2003) la utilización del término “adolescencias” permite confrontar con la idea de
existencia de un sujeto natural, de identidades fijas y homogéneas que implican la nominación en
singular, “la adolescencia”. Asimismo, la afirmación de la (supuesta) naturaleza adolescente supone
una normatividad que delimita un “deber ser”, y da sustento al modo en que se clasifica y califica a
los sujetos. “En esta perspectiva, lo normal es la norma impuesta, la norma impuesta deviene
prescripción y, consecuentemente, todo aquello que no se ajusta a la norma implica un desvío (a
corregir)” (Kantor, 2008, p.24).

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Por eso, consideramos que para poder realizar abordajes integrales, tanto desde el sistema de
salud como desde el ámbito educativo y desde los organismos de protección y promoción de
derechos de NNyA, es fundamental acercarnos a ellas/os desde un marco que contemple la
diversidad de clase social, étnica, funcional, cognitiva, idiomática, religiosa, ideológica, y la
diversidad sexual, de expresión e identidad de género1, sobre la que ahora nos detendremos en su
articulación con el abordaje integral en salud. Para esto tomaremos como referencia bibliográfica al
material producido por el PNSIA Salud y Adolescencias LGTBI.

Revisar la propia práctica en cuanto a la diversidad sexo-genérica “implica repensar nuestras


experiencias en la atención en la salud, identificar de forma crítica cuál es nuestra percepción de la
‘normalidad´ y cómo esta puede invisibilizar una parte vital de la identidad y de las prácticas de las y
los adolescentes. Y, sobre todo, reconocer que la forma en la que el ‘otro´ se construye y las
prácticas que lleva a cabo son tan legítimas como las propias” (Ministerio de Salud de la Nación,
PNSIA, 2017, p.12), esta afirmación vale tanto para equipos de salud como para cualquier otro
actor que trabaje con adolescentes, docentes, jueces, equipos pertenecientes a organismos de
protección de derechos de NNyA, etcétera.

Como sabemos, determinadas prácticas sexuales e identidades de género “gozan de mayor


legitimidad en cierto contexto social, cultural y/o político y terminan constituyéndose como
’normales’, mientras otras se estigmatizan” (p.13), y esta es una de las principales vulnerabilidades
a la que se encuentran expuestos los y las adolescentes LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans,
Intersex).

Es necesario remarcar que el hecho de ser adolescente LGBTI no conduce necesariamente a una
experiencia individual o social negativa, sino que es cómo son percibidas/os, nombradas/os y
tratadas/os por su contexto lo que conduce a su estigmatización. Es justamente en contextos de
vida estigmatizantes que “la identidad de género [y sexual] con la que nos autopercibimos no
siempre puede ser expresada en el contexto en el que vivimos. No poder ser abiertamente quienes
somos puede repercutir significativamente en nuestra salud física y psíquica”(Ministerio de Salud
de la Nación, 2017, p.16).Por este motivo cuando intervenimos con adolescentes desde diferentes

1
Para profundizar en éstos conceptos dirigirse a clase “Género y Sexualidades”, del presente Curso Virtual.

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dispositivos debemos evitar todo prejuzgamiento, y preocuparnos por cómo construir vínculos de
confianza con ellos/as “que les permita compartir sus inquietudes, dudas, incluso sus secretos, para
lograr intervenciones de mayor calidad” (Ministerio de Salud de la Nación, 2017, p.16) que
garanticen el acceso a la salud integral y colaboren con la restitución de derechos vulnerados. En el
caso de que nuestro posicionamiento sea otro, podríamos convertirnos en barreras de acceso a la
salud para las adolescencias LGBTI23.

Concepción de sujeto, posicionamiento adulto e intervenciones

Historietas extraídas de “Experiencias para armar”. Manual para talleres en salud


sexual y salud reproductiva, efectuado en abril de 2015, disponible en
https://www.argentina.gob.ar/salud (Banco de recursos para equipos de Salud//
Tema: salud sexual).

2
Ver: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/195000-199999/197860/norma.htm
3
Ver: http://www.msal.gob.ar/images/stories/bes/graficos/0000001080cnt-salud-adol-lgbti.pdf

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En este apartado nos proponemos poner de manifiesto los vínculos existentes entre las categorías y
designaciones que otorgamos a las y los adolescentes y los efectos que estas generan en nuestras
intervenciones, a los fines de tender a prácticas respetuosas de sus derechos, deseos y
singularidades.

Partimos de considerar que ninguna nominación, ninguna forma de otorgar sentido al otro, ya sea
acerca de su salud, conductas, contexto de vida, etc., es neutral, puesto que genera efectos sobre
las personas. Y es en nuestras prácticas e intercambios cotidianos con las y los adolescentes que
debemos estar especialmente advertidas/os, puesto que “Si la categorización social se realiza en
términos estigmatizadores, probablemente los sujetos llevarán esa marca en forma persistente;
como huella del discurso y de las prácticas institucionales y profesionales en las que este se
corporiza” (Acevedo, Andrada, López, 2010, p. 4).

De este modo, siguiendo a Acevedo, Andrada, López (2010), les proponemos detenernos en las
siguientes preguntas:

¿Cómo conceptualizamos a los sujetos de nuestra intervención [las y los


adolescentes]4?
¿Qué concepciones de sujetos prevalecen o imperan en el campo profesional?
¿Cómo inciden dichas conceptualizaciones en la indagación e intervención?
(Acevedo, Andrada, López, 2010: 4)

Las preguntas que enunciamos arriba son fundamentales porque nos otorgan pistas acerca de hacia
dónde se orientará nuestro recorte respecto de la situación que el/la adolescente presenta, qué
sesgos tendrán nuestras intervenciones y qué prejuicios portamos respecto de la situación de
ese/esa adolescente en particular. “Durante la práctica profesional se ponen en juego nuestras
construcciones de la ‘normalidad’ y la ‘anormalidad’, y los prejuicios que arrastramos afectan
nuestras intervenciones”(Ministerio de Salud de la Nación, 2017,p. 11).

4
El agregado entre corchetes es nuestro.

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Proponemos algunas frases que solemos escuchar a modo de ejemplo: “No saben lo que quieren”.
“Todavía no tienen edad para decidir”. “No se enferman nunca”. “Solo se preocupan por el sexo”.
“Son irresponsables”.

Solemos escuchar estas frases, y otras del estilo, tanto en ámbitos laborales con adolescentes como
en situaciones de nuestra vida personal, dichas en nuestro entorno o por nosotros/as mismos/as.
Lejos de apuntar a un juicio moral sobre quienes las dicen/decimos, analizaremos las lógicas que las
componen para desarticularlas y dar lugar a prácticas que fortalezcan la toma de decisiones
autónomas por parte de los y las adolescentes, y sean respetuosas.

En estas frases podemos identificar visiones de mundo teñidas por el adultocentrismo. El cual
“designa en nuestras sociedades una relación asimétrica y tensional de poder entre los adultos (+) y
los jóvenes (-) [...] Esta visión del mundo está montada sobre un universo simbólico y un orden de
valores propio de la concepción patriarcal” (Krauskopf, 1998, p. 124;Arévalo, 1996, pp. 44-46).

Históricamente los niños, niñas y adolescentes han sido objeto sobre los que el adulto ejercía su
tutela, encontrándose en una posición subalterna respecto del adulto.

La categoría de adultocentrismo pone de manifiesto que en nuestra sociedad, las relaciones entre
los diferentes grupos de edad se encuentran atravesadas por inequidades en la distribución del
poder. “Los adultos gozan de privilegios por el sólo hecho de ser adultos, porque la sociedad y su
cultura así lo han definido”(Unicef Chile, 2013, p. 18).

El adulto aparece como modelo ideal y acabado de persona al que el/la adolescente tiende en su
desarrollo, esta mirada fuertemente arraigada en el sentido común vacía a la adolescencia de
contenido e importancia como etapa vital. “El reduccionismo del paradigma de etapa preparatoria
surge como una postergación de los derechos de los niños y jóvenes, al considerarlos carentes de
madurez social e inexpertos. Implícitamente se les niega el reconocimiento como sujetos sociales”
(Krauskpof, 1998, p. 121).

Concebir a la adolescencia como un momento de paso hacia la adultez, opera como un obstáculo
en el ejercicio de los derechos de los/las adolescentes.

Por el contrario, reconocerlos/las como sujetos plenos de derecho, tal como establece nuestro
marco normativo, obliga a los adultos que trabajamos con ellos a abandonar todo posicionamiento

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marcado por el adultocentrismo, especialmente los prejuicios; respetando y fortaleciendo su
autonomía; cuestionándonos preconceptos acerca de lo que pueden y no pueden hacer; y a
ofrecernos como apoyo para que puedan por ellos mismos transitar experiencias significativas para
su vida actual y futura.

“(...) los adultos debemos confiar en sus capacidades y aprender con ellos a transitar
este nuevo camino; los NNA, por su parte, deben aprender a tomar decisiones, tener
conductas coherentes con sus ideas, comprometerse y hacerse responsables de sus
actos, pero, claro está, con la compresión y guía de los adultos”.

Unicef Chile. Año 2013, p. 9.

Con relación a esto, parafraseando a Débora Kantor (2008, p. 66), entendemos que el lugar del
adulto no está dado primordialmente por la edad que porta este, por el diferencial de edad con
el/la adolescente, sino por su posicionamiento, por el modo en que se sostiene vínculos con cada
adolescente, cómo lo concibe, qué capacidades y potencialidades le supone, qué límites propios en
relación a su saber/hacer asume en tanto persona adulta, entre muchas consideraciones más. Por
otro lado, dicho posicionamiento no se pone en juego únicamente en la puesta de límites
restrictivos, en los “esto no se puede hacer”, “no tenés edad suficiente”, en las diferentes instancias
de prohibición que encarnamos los adultos; sino también, y con la misma fuerza, en los actos de
acompañar procesos subjetivos, de habilitar la exploración de experiencias novedosas que cada
adolescente transita para crecer y madurar, de generar espacios de encuentro intergeneracionales
que se constituyan como experiencias fundantes para los y las adolescentes.

Diversos autores analizan y conceptualizan los cambios que ha sufrido la autoridad adulta frente a
niños, niñas y adolescentes, al tiempo que aportan herramientas para construir otras nuevas. “La
asimetría radical del adulto y el monopolio de la autoridad por parte de padres y maestros, aquello
que demandaba y sostenía ciertos modos de ser adultos frente a niños, adolescentes y jóvenes, se
encuentran puestos en jaque (...)” (Kantor, 2008). La puesta en jaque está dada por la pérdida del
monopolio de certezas, de verdades incuestionables en manos de los/las adultos (docentes, madres

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y padres, médicas/os, etc.), y de su de su capacidad y credibilidad para transmitirlas a niñas/os y
adolescentes.

Ante ésta situación, propia de nuestra época, debemos optar entre dos caminos bien diferentes,
uno restitutivo, que busca recuperar el “paraíso perdido” de la autoridad incuestionada de los
adultos apelando a modelos de autoridad del pasado, o bien tender a una nueva configuración que
procure redefinir posiciones y legitimidades en el vínculo entre adultos y adolescentes.

Una nueva configuración de los vínculos entre adultos y adolescentes no puede ser pensada y
encarada sin considerar las responsabilidades del adulto frente a cada adolescente. Es justamente a
partir de la responsabilidad que se podrán “crear nuevos marcos para pensar el vínculo con
adolescentes y jóvenes” (Kantor, 2008, p.70). El adulto como quien ofrece mojones, señales que, al
tiempo que orientan a los y las adolescentes en el tránsito por diversas experiencias de vida,
operan a modo de límite, de contención que ofrece protección y resguardo a experiencias que
pudieran afectar negativamente su desarrollo.

La concepción de las y los adolescentes como sujetos de derechos es central en la consideración de


la responsabilidad adulta, ya que son los adultos, entendiendo a las familias; los referentes
comunitarios; las diferentes las instituciones del Estado (por ej. de salud y de educación) quienes
tienen la obligación de asegurar el cumplimiento efectivo de sus derechos.

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Adolescentes, sujetos de derechos

Nos preguntamos: ¿Cómo acercarnos a las y los adolescentes?, ¿cómo acompañarlos/as


respetándolos en su autonomía?, ¿cómo propiciar encuentros y espacios respetuosos para el
ejercicio de sus derechos? Podemos aproximarnos a una respuesta conociendo el marco normativo.

Retomando lo que analizamos en la clase anterior, las categorías de niñez y de adolescencias son
relativamente recientes, como así también la legislación específica y las prácticas desde la
perspectiva de la protección integral que los concibe como sujetos de derechos.

Es importante considerar que existe en la legislación diversas concepciones sobre niñez y


adolescencia que se complementan y que en ocasiones pueden entrar en tensión. La Ley 26.061 de
Protección Integral de derechos de NNyA, tomando el espíritu de la CDN, utiliza un criterio
cronológico para categorizar a las personas entre 0 y 18 años como “niño/a”. La OMS y otras
organizaciones internacionales definen como “adolescentes” a las personas entre 10 y 19 años. Por
su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas considera “jóvenes” a todos los sujetos entre
los 15 y 24 años de edad.

El Código Civil y Comercial explicita que las personas entre los 13 y los 18 años son adolescentes.
Como se mencionó, el marco normativo argentino reconoce que los niños, niñas y adolescentes son
sujetos plenos de derechos, es decir que tienen los mismos derechos que todas las personas.

El derecho a la salud de niños, niñas y adolescentes se encuentra reconocido en la Convención de


los Derechos del Niño de rango constitucional, el Código Civil y en distintas leyes nacionales como
la Ley 26.061,de Protección Integral de niñas, niños y adolescentes, y la Ley 26.529,de Derechos
del paciente, historia clínica y consentimiento informado. Los NNyA tienen derecho a “disfrutar
del más alto nivel de salud posible” y se debe garantizar su salud integral. La misma incluye el
bienestar físico, mental y social y su relación con el desarrollo educativo y la participación en
actividades comunitarias, lo cual la vincula con otros derechos como a la educación, el acceso a la
información y a la participación, que aseguran el completo bienestar de las personas.

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Dichos derechos no pueden ser ejercido por nadie más que por la misma persona, es decir, por
cada niño, niña y adolescente. Esto significa que son ellos/as quienes deciden, ya que se trata de
derechos que no admiten representación y se presume que todas las personas, tengan la edad que
tengan, son capaces de decidir por sí mismas.

¿Los adolescentes¿pueden tomar decisiones sobre su salud?

¿Pueden solicitar y recibir asesoramiento solos?

¿Pueden decidir sobre tratamientos, realizar estudios, recibir resultados?

La respuesta es: Sí.

Miradas sobre la adolescencia hoy. Reflexiones desde una perspectiva integral. (2017).
Editorial Fundación Garrahan.

En efecto, la autonomía progresiva, trabajada en la clase anterior, es uno de los principios que rige
el efectivo cumplimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, también incluida en
nuestro marco normativo.

Ejercer la autonomía significa poder tomar decisiones propias sin intervenciones de otros. La
autonomía es una de muchas habilidades que comienza a desarrollarse durante la infancia y
continúa durante la adolescencia. No necesariamente guarda relación con la edad, pero sí con
distintas características individuales y el contexto (familia, educación, cultura, etc.). Por eso cada
persona desarrolla esta habilidad de manera diferente. Para poder tomar estas decisiones es
necesario que a las y los adolescentes se les ofrezca información de forma completa, de manera
que pueda comprenderla y que tengan libertad para poder evaluar las opciones.

En este sentido, el Comité de los Derechos del niño, en su Observación Nº 7, la conceptualiza como
“procesos de maduración y de aprendizaje por medio de los cuales los niños adquieren
progresivamente conocimientos, competencias y comprensión, en particular comprensión de sus
derechos, y sobre cómo dichos derechos pueden materializarse mejor”. Así entendida, la
autonomía se constituye en un articulador entre las habilidades, competencias y conocimientos y el

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ejercicio progresivo de sus derechos. “Es por ello que el acompañamiento de las familias (en su
enorme diversidad), la comunidad (compuesta por referentes de confianza de los/as adolescentes
como amigas/os, vecinas/os, parientes, etc.) y el Estado debe adecuarse a las necesidades,
capacidades y deseos de cada adolescente” (Ministerio de Salud, PNSIA, 2015).

De este modo, ya sea en el marco de la consulta médica, de la asesoría en salud integral en las
escuelas, y de todos aquellos espacios de los que formen parte, debemos reconocer el derecho a la
participación activa de los NNyA, a expresar sus opiniones y a ser escuchados (ya desarrollado en el
capítulo anterior). Un límite de edad no puede obstaculizar o restringir la capacidad de niños, niñas
y adolescentes de tomar decisiones.

A medida que los niños van desarrollando la autonomía aumenta su capacidad de asumir
responsabilidades respecto a sus derechos y al mismo tiempo va disminuyendo la necesidad de
orientación y dirección de sus padres.

Por su parte, el derecho a la privacidad garantiza que solo las personas autorizadas por los niños,
niñas y adolescentes estén presentes en los espacios de atención o asesoramiento. En caso de ser
necesario acompañamiento se le debe preguntar si tiene alguna persona de confianza que pueda
ser convocada. Este derecho está relacionado al derecho de mantener la confidencialidad sobre la
información relacionada con el estado de salud o cualquier otra situación que surja en estos
espacios. Los profesionales de la salud tienen la obligación de guardar secreto médico. (Códigos de
ética, Ley Nacional de ejercicio de la medicina y odontología y Código Penal).

Con relación al derecho a la salud, es útil tener presente el siguiente esquema recordando que las
edades son indicativas y que se deben hacer las excepciones necesarias si el caso lo amerita:

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
Este material fue realizado en conjunto entre la Dra. Nelly Minyersky, la Dra. Lily Flah, la
Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil, el Programa Nacional de Salud Integral en
la Adolescencia y el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. Disponible
en:

http://www.msal.gob.ar/images/stories/bes/graficos/0000001140cnt-
folletoderechos_nnya_final_baja.pdf

Salud Integral

“La salud no es solo un concepto médico, sino también social y cultural. Incluye
tener en cuenta aspectos de la estructura económica social, de la cultura y de
las condiciones de vida de los adolescentes, y el derecho de que accedan al
sistema de salud en forma autónoma, sin obligación de acompañamiento de
un adulto y en el marco del respeto de la confidencialidad”.
Comunicación, infancia y adolescencia. Guía para periodistas.
Salud adolescente. UNICEF 2017.

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
Desde que Naciones Unidas impulsó el paradigma actual con foco en los derechos humanos, los
Estados son responsables de trabajar para proteger y cumplir estos derechos. Es por eso que deben
incluir en sus marcos normativos las herramientas necesarias para garantizar su cumplimiento. En
Argentina esto sucede desde la reforma de la Constitución en 1994, que incluye con carácter
constitucional los Tratados Internacionales de Derechos Humanos en su cuerpo.

Por definición, los derechos son universales, indivisibles, imprescriptibles y están interrelacionados
(son interdependientes e integrales). Los Estados deben desarrollar políticas que garanticen según
las condiciones y cultura de cada país, el cumplimiento de la máxima posibilidad de derechos. Es
decir se debe garantizar el cumplimiento de derechos como el acceso a la educación, respeto por la
identidad, derechos a la información y a la participación activa, entre otros, sin los cuales se
entiende, es imposible desarrollarse saludablemente. Esto explica por qué el trabajo intersectorial
(macro) y la interdisciplina (micro) son necesarios para lograr llevar adelante las distintas políticas
que se propongan para tal fin.

La perspectiva de curso de vida, brinda la posibilidad de entender a los individuos y comunidades


como un todo y a su vida y salud como un trayecto continuo, indivisible en etapas, donde lo que
sucede en un momento se ve afectado por lo que sucedió antes y al mismo tiempo dejará huellas
para el futuro. Este enfoque permite entender cómo interactúan múltiples determinantes,
afectando o no la salud de las personas a lo largo la vida. Por otro lado, este modelo permite
abandonar la idea imprecisa que considera a la adolescencia como un período de transición.

De esta manera los eventos históricos y los cambios económicos, demográficos, sociales y
culturales moldean las vidas individuales y de los grupos.

“La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por crecientes


oportunidades, capacidades, aspiraciones, energía y creatividad, pero también
por un alto grado de vulnerabilidad. Los adolescentes son agentes de cambio, y
un activo y un recurso fundamentales con potencial para contribuir
positivamente a sus familias, comunidades y países”.

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
Observación General N° 20, 2016

Entendiendo a la salud como un concepto dinámico en el que intervienen múltiples variables,


denominadas “determinantes sociales de la salud”, es necesario mantener un enfoque integral
para acompañar el desarrollo de los y las adolescentes.

“Los determinantes sociales de la salud, son las condiciones bajo las que las personas nacen,
crecen, viven, trabajan y envejecen” (Comisión de los Determinantes Sociales de la Salud, OMS,
2008). En 1974, Marc Lalonde publicó un informe que fue punto de partida para una serie de
modelos que toman a los determinantes sociales como ejes claves. De manera muy resumida
plantea que la salud de una comunidad, de un grupo, incluso de un individuo, se ve influida o
definida por 4 grandes grupos de determinantes:

● los estilos de vida y las conductas de los individuos (ejemplos: alimentación poco saludable,
conducir moto sin casco);
● la biología (ejemplo: enfermedades genéticas);
● el medio ambiente (ejemplos: cloacas, agua potable);
● el sistema de salud.

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
¿Qué situación se plantea en la foto? ¿Pueden identificar en sus actividades
otras situaciones que vulneren el acceso a la salud?

Foto tomada del material “Experiencias para armar”, del Programa Nacional de
Salud Sexual y Procreación Responsable. Disponible en:

http://www.msal.gob.ar/images/stories/bes/graficos/0000000546cnt-
Manual_experiencias_para_armar_baja.pdf

En referencia al sistema de salud, para garantizar la salud de manera integral, se debe brindar
servicios que cumplan con las siguientes características:

➔ Estar disponibles en número,

➔ Ser accesibles, al alcance de todas las personas, sin exclusiones (accesibilidad física,

económica y a la información.);
➔ Ser aceptables, siguiendo principios éticos y siendo respetuosos de la cultura local,

➔ Ser de calidad.

(Para mayor información consultar: Evaluación de calidad. Una guía para la evaluación de los
servicios de salud amigables para adolescentes. Ministerio de salud de la Nación, PNSIA, 2011).

En líneas generales, a los determinantes de la salud se los clasifica como factores predisponentes,
precipitantes o perpetuadores de situaciones o patologías. Así como también se consideran
factores protectores a aquellos que previenen la aparición de patologías o situaciones complejas.

Un abordaje integral de la salud y el desarrollo de los y las adolescentes, contemplará la biología y


también la situación psicosocial, sus costumbres y hábitos, el espacio físico y cultural donde vive, la
relación con su familia, pares y otros integrantes de la comunidad, y requerirá “un equilibrio entre
las acciones destinadas a estimular el crecimiento y desarrollo y aquellas destinadas a prevenir o
responder a determinados problemas” con actividades de prevención y promoción.

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
“La atención de salud del adolescente debe promover su integración como persona, y
por eso no sólo deberá ser integral sino también integradora”.

(SIA CLAP)

Algunos datos

Actualmente en la Argentina hay 42 millones de habitantes y de ellos, alrededor de 7 millones son


adolescentes entre 10 y 19 años, lo que representa el 17 % del total de la población (con
variaciones regionales). Algunos datos representativos de este grupo para tener en cuenta:

● El 45% de los jóvenes no cuenta con cobertura explícita de salud, es decir sólo cuenta con el
sistema público de salud.
● El 88% de los jóvenes entre 15 y 17 años se encuentra escolarizado.
● La tasa de fecundidad adolescente es 33,7/1000, y dentro de esto, la tasa de fecundidad
temprana (de 10 a 14 años) es 1,8 y la tardía (de 15 a 19 años) es 65,1.
● El 67,5% de los embarazos en la adolescencia no son planificados.
● La tasa de maternidad materna adolescente es 3,3/10000.
● La Tasa de mortalidad adolescente es 5,4/1000. De estas muertes el 62% tienen relación con
accidentes, suicidios y homicidios, y de éstas ¾ partes corresponden a varones.

(Para ahondar en estos datos consultar: Ministerio de Salud, PNSIA, 2016. Situación de salud de los
y las adolescentes en la Argentina).

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Embarazo en la adolescencia

Quisiéramos detenernos ahora en el fenómeno del embarazo en la adolescencia.

Comencemos por algunas estadísticas básicas: en Argentina, el 15% de los nacimientos que se
produjeron en el año 2015 correspondió a niñas y adolescentes menores de 20 años.

Este porcentaje es significativo por diversos motivos, pero especialmente cuando observamos la
magnitud del embarazo no intencional: casi 7 de cada 10 adolescentes entre 10 y 19 años que tuvo
un hijo en 2015 manifestó no haber buscado ese embarazo (SIP, 2015).

Por otra parte:

En el 2016 nacieron en Argentina 728035 nacidos vivos. De los cuales:

● el 0.3 % (2.419) corresponde al porcentaje de nacidos vivos de madresmenores de 15 años


(de edad conocida).
● el 13.3 % (96.905) es el porcentaje de nacidos vivos de madres entre 15 y 19 años (de edad
conocida).
(Fuente: DEIS 2016)

Esta subdivisión etaria en franjas de 10 a 14 y de 15 a 19 años es importante por los siguientes


motivos:

● A menor edad, mayores son los riesgos en materia de salud para la persona gestante:
“Los riesgos biomédicos relacionados con el embarazo y el parto son mayores en las niñas
y adolescentes más jóvenes que tienen peores resultados maternos y neonatales
comparadas con mujeres de mayor edad (muerte materna, infecciones, eclampsia, fístula
obstétrica, parto prematuro y mortalidad neonatal). El riesgo de muerte materna en
menores de 15 años en países de ingresos bajos y medios es dos veces mayor al de las
mujeres mayores”. (Fuente: Resumen ejecutivo del estudio Niñas y adolescentes menores
de 15 años embarazadas. Ministerio de Salud, PNSIA, p. 10)

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● Además, tal como confirman estudios recientes sobre embarazo en niñas y adolescentes, “a
menor edad de la adolescente, mayor es la probabilidad de que el embarazo sea producto
de abuso sexual5, relaciones forzadas, o explotación sexual”. Esto toma mayor relevancia si
tomamos en cuenta que en Argentina cada año cerca de 3.000 niñas menores de 15 años se
convierten en madres.

“obligar a una niña/adolescente que no ha terminado de crecer a llevar a


término un embarazo forzado o no deseado es una violación de sus derechos
humanos equivalente a tortura o trato cruel, inhumano y degradante, según el
caso, en los términos de la Convención de la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes y del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos”.

Ministerio de Salud, PNSIA, pp. 12-13

Y sin embargo, esto es lo que sucede al negar la interrupción del embarazo a niñas y adolescentes,
comenzando por no brindarle el derecho a la información oportuna sobre ILE (Interrupción Legal
del Embarazo), hasta anteponer trabas de cualquier orden para su práctica efectiva cuando la niña
o adolescente lo solicitan ─sean estas de orden moral, burocrá co y/o producto del
desconocimiento de la normativa nacional vigente─. Tengamos presente que las niñas y
adolescentes pueden acceder a una ILE a partir del causal salud ─principalmente si nos ubicamos en
la perspectiva de salud integral sostenida para la población adolescente desde el Ministerio de
salud de la Nación─ y, según el caso (especialmente en menores de 13 años) puede superponerse el

5
La temática de abuso sexual se desarrollará en el Módulo 4 del presente curso.

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causal violación, ambos estipulados en el artículo 86 del Código Penal de la Nación 6 y en el Fallo
F.,A.L de la Corte Suprema de Justicia de la Nación7. Estos aspectos se profundizaran en la clase 10.

Por otra parte, tenemos que contemplar el vínculo de esta temática con la inclusión de niñas,
adolescentes y personas gestantes en el sistema educativo “la maternidad en la adolescencia es
más frecuente entre las jóvenes de sectores vulnerados y las que tienen un menor nivel educativo.
Según datos de la encuesta sobre condiciones de vida, niñez y adolescencia (ECOVNA) 2013, casi ¼
de las madres adolescentes no llegó a completar la escuela primaria, mientras que entre las
adolescentes que no son madres el valor no alcanza al 5%” (Ministerio de Salud, PNSIA, 2016, p.
37).

De este modo, y siempre teniendo en cuenta la magnitud del porcentaje de embarazos no


intencionales, el embarazo de niñas y adolescentes es un caso paradigmático de vulneración de
derechos que condensa desigualdad de género, barreras de acceso a la información en materia de
salud sexual, a la anticoncepción y en definitiva a la autonomía sobre el propio cuerpo.

“El embarazo en la adolescencia tiene un efecto profundo en la trayectoria de


vida de las adolescentes. Obstaculiza su desarrollo psicosocial, se asocia con
resultados deficientes en materia de salud tanto para ellas como para sus
hijos, repercute negativamente en sus oportunidades educativas y laborales, y
contribuye a perpetuar los ciclos intergeneracionales de pobreza y mala
salud”.

Fuente: Acelerar el progreso hacia la reducción del embarazo en la


adolescencia en América Latina y el Caribe, OPS, UFPBA y UNICEF, p. 9.

A modo de cierre

6
La información acerca de ILE se ampliará en la clase 10 del presente curso.
7
Ver:http://www.saij.gob.ar/corte-suprema-justicia-nacion-federal-ciudad-autonoma-buenos-aires--medida-
autosatisfactiva-fa12000021-2012-03-13/123456789-120-0002-1ots-eupmocsollaf

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
A través de la lectura de esta clase procuramos reflexionar sobre la adolescencia como etapa que
transcurre durante el curso de vida influida por distintos determinantes sociales. Así mismo se
aportaron herramientas para poner en cuestión las concepciones que portamos respecto a las
adolescencias y cómo estas permean nuestras intervenciones.

Por otro lado desarrollamos contenidos que tuvieron como eje la consideración de la salud integral
de las y los adolescentes partiendo de enterderlos/as como sujetos de derechos.

Sabemos que muchas veces se interponen barreras entre las y los adolescentes y el sistema de
salud, y que las situaciones de salud que atraviesan son variadas y complejas. Tal es el caso del
embarazo no intencional, presentado en este apartado. Es por eso que es importante aprovechar
distintos espacios para desarrollar estrategias que favorezcan la accesibilidad y permitan realizar
actividades de promoción y prevención de la salud. Como ejemplo de esta sugerencia, más
adelante se presentará el dispositivo de asesorías de salud en escuelas.

No quedan dudas de la necesidad del trabajo interdisciplinario e intersectorial para lograr


garantizar el cumplimiento del ejercicio de derechos de las y los adolescentes en el acceso a su
salud integral.

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Leyes

● Ley 26.061 de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes.


● Ley 26.657 de Derechos del Paciente, Historia Clínica y Consentimiento Informado.
● Ley 17.132 de las Reglas para el ejercicio de la medicina, odontología y actividad de
colaboración de las mismas.
● Ley 29.994 Código Civil y Comercial de la Nación.

Fallos judiciales

Fallo F.,A.L. de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina. Disponible en:

http://www.saij.gob.ar/corte-suprema-justicia-nacion-federal-ciudad-autonoma-buenos-aires--
medida-autosatisfactiva-fa12000021-2012-03-13/123456789-120-0002-1ots-eupmocsollaf

Créditos

Autores: Juan Del Bene; Constanza Díaz; Eugenia Soubies.


Cómo citar este texto:

Curso del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la Adolescencia (ENIA)
Del Bene, Juan; Díaz, Constanza; Soubies, Eugenia. (2018). Clase Nro. 3: Adolescencias. Curso del
Plan Nacional de Prevención del Embarazo no intencional en la adolescencia. Buenos Aires.
Ministerio de Salud y Desarrollo Social y Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la
Nación.

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