Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tema Nº 1
Revelación e inspiración en la Sagrada Escritura a la luz de la “Dei
verbum” *(Cáp. I-III).
Formación del canon.
Principios y criterios de interpretación católica.
SÍNTESIS TEOLÓGICA
1. La Revelación
Muchas veces y de varios modos habló Dios por boca se sus santos profetas,
pero al fin de estos días nos ha hablado por medio de su Hijo (Hb 1,1-2). Estas palabras
determinan junto con la diferencia esencial entre la revelación del AT y del NT. , la
cualidad esencial de toda revelación bíblica por ella nos habla Dios, a la vez, se reveló
antiguamente por medio de sus profetas, estas en efecto eran la baca de Dios; a ellos les
estaba confiada la palabra de Yahvé.
Dios revela su voluntad en la ley, se ve claro que esta forma de revelar se
extiende como algo permanente y continuo a lo largo del tiempo. El AT. considera la
historia como una firme y constante manifestación de Dios, pues se revela como Señor
justo y clemente en la elección, gobierno y protección de su pueblo, en el gobierno del
mundo y su soberanía sobre todos los pueblos.
En NT. La revelación en el Hijo de Dios y por ÉL es por tanto, única, tanto en
el sentido Jesús es el único mediador de la revelación como en el de que Él, en su
persona, su doctrina y su obra redentora forman un objeto único de la revelación
Las expresiones paulinas para significar la revelación, son sobre todo
apocalípticas (apocaliptein, propiamente revelador), y faneroin ( poner de manifiesto,
dar a conocer, mostrar). La terminología paulina sobre este tema “misterio” que estuvo
“oculto” y ha hora se ha “revelado” y así da “sabiduría” espiritual) no fue tomado de
las religiones helenísticas de misterios, sino que pueden explicarse perfectamente por el
lenguaje del judaísmo posterior sobre la sabiduría y el género apocalíptico 1
a- La revelación de Dios
“Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el
misterio de su voluntad ” (Ef 1,9), mediante el cual los hombres por medio de Cristo,
Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen partícipes de su
naturaleza (Ef 2,18; 2P 1,4). En consecuencia por esta revelación Dios invisible (Clo
1,15;Tm 1,17) habla a los hombres como amigos movidos por su gran amor
(EX33,11;Jn 15,14-15) y mora con ellos (Ba 3,38), para invitarlos a su comunicación y
recibirlos en su compañía
Este plan de revelación se real¡za con palabras y gestos intrínsicamente
conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la
salvación manifiestan y confirman la doctrina los hechos significados por las palabras, y
las palabras por su parte proclaman sus obras y esclarecen el misterio contenido en
ellos. Pero la verdad profunda acerca de Dios y de la salvación humana se nos
manifiestan por la revelación de Cristo, que es a su a su tiempo mediador y plenitud de
toda la revelación 2
1
Cf DE AUSEJO, Serafín , Diccionario de la Biblia, v 27, Ed. HERDER, BARCELONA 1981 pp, 1708-1709
2
Cf. D V n 2
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 3
ofreció su alianza 5
Dios selló con Noé una alianza eterna entre Él y todos los seres vivientes, esta
alianza durará tanto como dure el mundo . Dios eligió a Abrahán y selló una alianza con
6
Evangelio comunicándoles los dones divinos. Más para que el Evangelio se conservará
3
Cf. CEC n 53
4
Cf D.V n 3
5
Cf.CEC n 70
6
Cf CEC n 71
7
Cf CEC n 72
8
Cf.CEC n.73
9
Cf. D.V n. 4
10
Cf. CEC n 74
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 4
íntegro y vivo en la Iglesia, los apóstoles establecieron como sucesores suyos a los
obispos entregándoles su propio cargo del Magisterio. Por consiguiente está la Sagrada
Tradición y la Sagrada Escritura, ambos testamentos son un espejo en el que la Iglesia
peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea
concedido el verlo cara a cara, tal como es 11
3. La inspiración
Este concepto a diferencia del de revelación divina a los profetas y por medio
de los profetas, designa el influjo carismático de Dios sobre el autor de la Sagrada
Escritura, del AT. y del NT. Influjo por el que Dios en un sentido especial, se convierte
en autor de estos escritos haciendo que ofrescan solamente la Palabra de Dios libre sin
error (2 Tm 3,16) Este influjo se realiza sin que por eso los redactores de la Escritura
dejen de ser autores literarios de sus obras. La intervención divina consiste en incitar y
dirigir la redacción de estos libros en todas sus faces internas y externas de modo que
contienen lo que Dios quiso decir en ellos, es decir la expresión genuina y libre de
error , de la doctrina y de la realidad de la Iglesia, basada en la predicación de los
apóstoles. Así estos escritos son a la vez palabra del autor inspirado y objetivación
normativa de la fe de la primitiva Iglesia para los tiempos posteriores. En ambos
aspectos son esos escritos Palabra de Dios 14
11
Cf. D:V n 7
12
Cf CEC n 76
13
Cf. D.V n. 9
14
RANER K., Diciconario Teológoico; Ed, HERDER, BARCELONA 1 966 p, 349
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 5
c) El Concilio Vaticano II
Si El Concilio Vaticano I fue el Concilio del dogma de la inspiración el Vaticano II fue
el de la Palabra de Dios en la inspiración en la constitución dogmática Dei Verbum. La
gran aportación de la constitución en retomar el tema de la Escritura como Palabra de
Dios opacado por el Vaticano I, sin este fundamento previo, no se puede hacer una
adecuada teología de la inspiración.
Sobre el tema, la Dei Verbum fue clara y tajante; aceptó la distincción del
Vaticano I entre el contenido de Palabra de Dios y la constitución de verdadera Palabra
de Dios, por una parte la Escritura contiene la Palabra de Dios (DV 24). Además es
verdadera Palabra de Dios (DV 9,”4) y lo es por la inspiración.
15
ARTOLA . ARBIZA, M. El libro de la Palabra de Dios, FACULTAD RESEMPTORIS MATER, ed. 5 ª 2006 p, 73
16
Cf: Ibedem, p,76
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 6
a) Etimología
Etimológicamente significa la caña, vara para medir, de donde procede el
sentido derivado de regla o modelo regla o maodelo y por fin list a o catálogo oficial
Esta exzpresión aplicada a la Bivblia tienme doblke sentido el de regla de fe o
costumbres y el de lista o catálogo de los libros tenid os por la Iglesia como sagrados e
inspirados
b) Entrada del Canón de la Iglesia
La expresiñón del canon era un concepto de uso profano, la expresión fue
elevada a usos religiosos por el cristianism san Pablo la utilizauyiliza un dos lugares de
sus cartas )Ga 6,16 y 2 Co 10,13,15-16) El canon entra como una expresión teologica
en el NT, bajo el significado de la sumisión a una noarma genérica que es la novedad
cristiana. Pablo estaclece la prueba de legirimidad de su apostalado frente a las
pretenciones de sus eniemigços ante la defensa se deja ver que por primera vez el canon
se refiere a Dios supremo normante de orden cristiano nuevo. El texto de 2 Co10,13,
15-16) alude con claridad a una medida establecida por Dios que mide la misión de
Pablo, a la cual es fiel. Pablo establece una ley canónica nueva fundada en la soberanía
de Dios. Esta doctrina de 2 Co. Sobre el canon del verdadero apóstol es de agran interés
por lo que vamos a decir después sobre la autoridad y el canon. A partir de este texto
entra la expresión del canon en la Iglesia, cuyo concepto alcanza una amplia utilización,
ya Clemenrte Romano conoce el canon de la Tradición del servicio ministerial , pronto
se empieza a hablar del canon o regla de fe , canon de verdad , el canon del vculto el
canon de la Iglesia o conjunto del canon eclesiático. Desde Nicea las decisionesiones
dogmáticas morales se les llamo conones18
varias razones. Ante todo las necesidades de la evanfgelización hicieron necesaria una
opción recayó sobre la Biblia de los LXX griega, en segundo lugar la polémica con los
judíos obligó a tomar varias posturas en materia de canon bíblico, por fin las sectas que
polularon también en el seno del cristianismo especialmente en el siglo II obligaron a la
jerarquía cristiana a intervenir fijando en una forma autoritativa la lista de los libros
sagrado cristianos. Por esta razón la actividad cristriana taiene una doble colección de
libros que forman su literatura sagrada oficial el AT. y. el NT. Veamos de forma
separada cual fue la actitud de la Iglesia en esta materia.
20
Cf. ARTOLA, o.c. p, 134
21
Cf. ARTOLA, o.c. p, 135
22
Cf.CEC n 128
23
Cf CEC n 128
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 9
26
DV.n 12,1
27
DVN 12,2
28
DVN 12,2
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 11
Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la
Iglesia. Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está
sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de
conservar y de interpretar la palabra de Dios29.
3.2 Criterios
El Concilio Vaticano II presenta tres criterios de interpretación de la Escritura
conforme al Espíritu que la inspiró:
El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la sagrada Escritura que hace
conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la
Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que
en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser
interpretadas las profecías (S. Tomás de A. Expos. in Ps 21,11).
4. El sentido de la Escritura
Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura:
el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico,
moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su
riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia30:
29
DVN 12,3
30
Cf. CEC n 115
31
Cf CECn 116
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 12
a) El sentido alegórico.
Podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos
reconociendo su significación en Cristo; así, el paso del Mar Rojo es un signo de la
victoria de Cristo y por ello del Bautismo (cf. 1 Cor 10,2).
b) El sentido moral.
Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducirnos a un obrar
justo. Fueron escritos "para nuestra instrucción" (1 Cor 10,11; cf. Hb 3–4,11).
c) El sentido anagógico.
Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que nos
conduce (en griego: "anagoge") hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo
de la Jerusalén celeste (cf. Ap 21,1–22,5).
BIBLIOGRAFÍA.
32
Cf CECn 117
33
Cf CECn 118
34
DV 12,3
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras 13
1. LA REVELACION.
Dios se ha revelado a los hombres de muchas maneras y modos pero siempre a través de los
hombres35. La Sagrada Escritura se ha realizado por hombres y nos describe cómo Dios se ha revelado en
la historia nunca en forma directa sino siempre en forma humana y con un lenguaje humano.
La Revelación es el diálogo entre Dios y la humanidad orientado siempre a establecer una
comunión de amor entre Dios y el hombre que en la Biblia recibe el nombre de Alianza. La Escritura
sitúa al “tú” del hombre frente al “Yo” de Dios. Ya desde el primer momento Dios se dirige a Adán con la
pregunta primordial: ¿Dónde estás?36 Esta pregunta sitúa a todo hombre frente a Dios como una llamada
divina a fin de llevar a la humanidad caída a la felicidad que se anuncia para las generaciones futuras 37.
A medida que se desarrolla la historia de la salvación la Alianza de Dios con el hombre toma como
símbolo el amor conyugal. A la confesión del amor de Dios al hombre 38, el hombre responde confesando
su amor a Dios39. El dinamismo de la Alianza a través de la Sagrada Escritura se establece como un
diálogo de amor primero entre Dios e Israel y más tarde entre Dios y la humanidad. La Revelación es la
Palabra personal de Dios dirigida a un interlocutor, al hombre. Por lo tanto no consiste en una
comunicación de una verdad o conjunto de verdades de tipo intelectual sino consiste en el hecho mismo
del diálogo estableciéndose una real comunicación entre Dios que habla y el hombre que escucha. La
espiritualidad bíblica es ante todo el hecho de alguien presente que habla, Dios, y alguien presente que
escucha, el hombre.40
35
Hb 1, 1
36
Gn 3, 9
37
Gn 3, 14-15
38
Jr 31, 3.
39
Cant 16
40
Dt 6, 4-5
41
DV n 8
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
La Palabra de Dios sale al encuentro de un hombre concreto en un determinado lugar y en un
tiempo determinado dentro de un marco histórico que se describe dentro de un contexto político y
religioso. Así ocurre con la vocación profética de Jeremías 42 o la de San Juan Bautista. 43 Es la historia y
no el mito la que actualiza la Palabra de Dios.
La peculiaridad de la Sagrada Escritura cuanto a su origen, estructura y significado sólo se hace
visible a través de su relación con la historia de la revelación de Dios en Israel, y de manera definitiva, en
Jesús de Nazaret.
La revelación acontece en el contexto de la experiencia histórica realmente perceptible del pueblo
de Dios. Es una revelación dialogal y verbal, en cuanto Dios expresa su palabra y su voluntad en el medio
del lenguaje humano y de acciones históricas.
Es social en cuanto que el destinatario de la revelación es el pueblo de Dios o la humanidad. Por
último, es escatológica en cuanto que Dios se dona definitivamente a los hombres en un acontecimiento
histórico o en la figura histórica de un mediador.
1. 4. OBJETIVO DE LA REVELACIÓN.
La misma palabra humana tiene un poder creativo de tal modo que cuando interpela a un “tú”
genera una respuesta que no es sólo palabra sino crea una concreta disposición y actuación como
respuesta a la palabra escuchada. Lo que antes no era ha venido a ser. Del mismo modo el Dios de la
revelación es un Dios que actúa mediante su Palabra. Los acontecimientos de la Historia de la Salvación
son realmente Palabra de Dios 44. Estos mismos acontecimientos históricos son pues el contenido de la fe y
es la fe de la Iglesia quien los proclama como Palabra de Dios, objeto de nuestra fe.
Toda la historia de la Salvación, desde la caída de Adán hasta Jesucristo nos ha llegado a través de
una tradición. Nosotros no hemos sido testigos inmediatos. La Biblia es por tanto la narración e
interpretación del diálogo de Dios con los hombres en la historia y a lo largo de la historia.
La interpretación de los hechos sucede en la revelación lo mismo que en la vida y en la historia de
los hombres. Unas veces hay una palabra que precede al hecho que manifiesta la intención y el sentido de
aquello que se va a realizar. Otras, la palabra sigue al hecho y lo interpreta dándole el significado preciso
de acuerdo con la intención del agente.
La Palabra es proclamación45, es explicación46, es meditación. Se medita el hecho para entenderlo
y recoger todas sus connotaciones 47. La Palabra es sobre todo narración. No se trata simplemente de una
crónica sino de la narración e interpretación de hechos en orden a la historia de la salvación. Las cuatro
tradiciones que confluyen en el Pentateuco son narración e interpretación de los hechos en este sentido.
Lo mismo los cuatro evangelios son también ejemplo de este acercamiento a los hechos de la inagotable
historia de la salvación.
El Concilio Vaticano II en la Dei Verbum precisa el sentido de la Biblia. El Santo Concilio,
escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente, hace suya la frase de San
Juan, cuando dice: "Os anunciamos la vida terna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo que hemos
42
43
Lc 3, 1-2
44
Is 55, 10
45
Dt 26, 3-10
46
Jn 13, 12-20.
47
Jr 32, 1-5.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta
comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo" 48 Por tanto siguiendo las huellas de los
Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y
sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y
esperando, ame49. Todo el primer capítulo relaciona la Revelación con su fin, que no es otro que la
salvación del hombre. Dios se revela al hombre como el don que Dios hace de sí mismo para unirse a él y
comunicarle su misma vida.
La verdad íntima acerca de Dios y de la salvación del hombre se nos manifiesta por la revelación
de Cristo que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación 50. Es mediador porque es el
enviado definitivo del Padre como único camino para comunicar la verdad y la vida 51. Cristo es la
plenitud porque es a la vez el mensajero y el contenido de su mensaje.
Es en Jesucristo donde la revelación llega a su cumplimiento y perfección. 52 Sin embargo la
revelación no se circunscribe exclusivamente en el cristocentrismo pues se inicia por Dios Padre, nos
encuentra por medio de Jesucristo y se nos otorga el acceso a la comunión con Dios en el Espíritu Santo.
Es Dios mismo quien suscita en el hombre el impulso hacia la libre voluntad, de modo que no sólo
es Él, en la revelación, el contenido del conocimiento de Dios sino también el principio, a través del cual
percibe el hombre la inmediatez hacia Dios.
El Espíritu es el Paráclito que recuerda a los discípulos todo lo que Jesús les ha dicho. Él los lleva
a la verdad plena y total.
La misión del Espíritu Santo es, pues, el de comunicarnos el conocimiento de Jesús, de
introducirnos dentro de su entera verdad, desplegar el misterio de Cristo en la conciencia de todos los
creyentes y hacerles sentir el efecto de su poder 53.
1. 6. EL PROGRESO DE LA REVELACIÓN.
Hemos dicho que la revelación se realiza en la historia y a través de la historia, por lo tanto existe
una historia de la revelación paralela a la historia. La revelación, pues, está sometida a un progreso en
función de los hechos históricos que van sucediéndose. El Concilio nos habla de este carácter histórico y
progresivo de la revelación significando la admirable condescendencia de la eterna Sabiduría al adaptar
su lenguaje al lenguaje de los hombres.54 Si la narración histórica de los hechos ocurridos es progresiva,
la historia de la revelación está sometida a un progreso conforme al constante devenir histórico. En la
revelación bíblica se da un verdadero desarrollo que si bien contiene imperfecciones debido a la sucesión
de los tiempos, pone sin embargo de manifiesto una sabia pedagogía de Dios al revelarse progresiva y
gradualmente.
48
Cf. 1 Jn 1, 2-3.
49
Cf DV 1.
50
DV.2.
51
Jn 14, 6.
52
DV n 4.
53
Cf. Jn.14, 26. Jn. 16, 13-14
54
DV.13.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
1. 7. LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICO-TEOLÓGICA DE LA PALABRA
DE DIOS EN LA PALABRA HUMANA.
Si la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en palabras humanas, entonces se hace necesario tener
presente, para su interpretación, tanto el componente divino como el humano. La relación entre la palabra
de Dios y la palabra humana no es como la relación que se da entre una palabra alemana y su traducción
española, sino que se la debe entender como el sentido de una palabra respecto de su expresión hablada,
La relación entre la palabra de Dios y las palabras de los hombres es análoga a la de la automediación de
la divinidad de Jesús en su naturaleza humana, en su historia y en su lenguaje humano. Para evitar una
interpretación fundamentalista de la Biblia se hace necesaria una reflexión sobre el concepto de
revelación.
En la concepción de la revelación basada en la teoría de la información, la Biblia comunica
verdades sobrenaturales que desde el punto de vista epistemológico, se sitúan en el mismo nivel que las
verdades de las ciencias experimentales. Según esta definición se produce necesariamente un conflicto
con las modernas ciencias naturales que aparentemente contradicen experimentalmente las afirmaciones
bíblicas. Por ejemplo el problema del origen del universo: ¿Es creación o es autoorganización de la
materia?
En el otro extremo está la concepción de la revelación basada en la teoría de la proyección que
explica los acontecimientos como simbolizaciones o como objetivaciones racionales de la automediación
del yo religioso. Según esta teoría no existe ninguna posibilidad para una automediación de Dios en
medio de la historia ni tampoco para el encuentro del hombre con Dios en su referencia real al mundo.
Así nació la llamada “cuestión bíblica” de la que hablaremos al tratar de la interpretación de la Escritura.
2. LA INSPIRACION.
Se entiende por inspiración de la Escritura un influjo específico del Espíritu de Dios en el espíritu
de los autores humanos de la Sagradas Escrituras, en virtud del cual dichos escritos no son, ni por su
origen ni por su contenido, reacciones meramente humanas a la palabra de Dios pronunciada en la
historia, sino que en ellos está la palabra misma de Dios y su voluntad de autocomunicación como verdad
y vida del hombre por la mediación del lenguaje humano y de la analogía del conocimiento humano. Dios
es, por tanto en un sentido verdadero, autor del Antiguo y del Nuevo Testamento. 55
El Concilio Vaticano II afirma: “Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan
en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, según
la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con
todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como
tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a
hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por
ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería” 56.
55
Cf. Concilio de Florencia: DH 1334; DHR 706; Concilio de Trento: DH 1501; DHR 783; Concilio Vaticano I:
DH 3006: DHR 1778.
56
DV n 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Ya San Pablo57 tiene la convicción de que la Escritura tiene su origen en el Espíritu y así lo
explicita: “Desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que tienen el poder de instruirte para la salvación
por la fe en Cristo Jesús . Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender,
para corregir, para instruir en la virtud. De esta manera, el hombre de Dios está bien formado y bien
pertrechado para toda obra buena58.
2. 2. DIOS AUTOR.
El influjo de Dios en el origen de los escritos neotestamentarios es idéntico a aquella donación del
Espíritu en virtud de la cual los apóstoles pudieron identificar, a la luz de los acontecimientos pascuales,
al Señor resucitado e Hijo del Padre con el Jesús prepascual. Los autores de los libros del Nuevo
Testamento, testigos oculares y servidores de la Palabra, poseían el don carismático de escuchar, entender
y traducir al lenguaje humano la palabra de Dios a partir del acontecimiento de la revelación.
Santo Tomás confiesa su fe en el origen divino de la Sagrada Escritura 59: “Auctor sacrae
scripturae est Deus.” Es Dios quien habla, quien enseña, quien nos comunica una sabiduría que sólo Él
posee. En consecuencia, dada la fe en el origen divino de la Sagrada Escritura, todo el razonamiento
teológico debe remontarse al mismo Dios. Santo Tomás quiere decir con esta frase mucho más de lo que
se entiende en la doctrina general sobre la causalidad primera de Dios en todo lo que existe .Para destacar
la singularidad de la acción divina en la composición de los libros sagrados, Santo Tomás la equipara a
otras acciones sobrenaturales como son los milagros. La composición de los libros sagrados, como los
milagros, es una actuación de Dios que supera las virtualidades y fuerzas de cualquier criatura y aunque
intervengan en su ejecución las criaturas, el efecto se debe singularmente a la eficacia evidente de la
actuación de Dios.
Sin embargo es necesario recordar que la revelación divina tuvo ya en Israel una forma histórica
que alcanzó en Jesucristo una configuración y una realización humano-divina. La tradición rabínica se
inclinaba a considerar a la persona humana como un mero canal. Según Filón el factor humano como
puente elegido por Dios pierde la conciencia de sí mismo y se somete a la acción del Espíritu divino que
se sirve de él usando simplemente las facultades comunicativas de la persona. Sin embargo ya desde los
primeros siglos del cristianismo las corrientes más importantes del pensamiento rechazan la idea de una
inspiración estando ausentes las facultades del factor humano. Orígenes sostiene que bajo la fuerza de la
inspiración los autores no pierden su libre albedrío, sino que captan con mayor claridad la verdad divina.
Más aún, existen autores antiguos que citan indicios de la creatividad personal por parte de los autores
humanos, como por ejemplo Cirilo de Alejandría.
Así pues, no puede prescindirse, con mentalidad “monofisita” del factor humano. Dios es el auctor
primarius y el hagiógrafo el auctor secundarius. Mediante la causalidad instrumental de los autores, Dios
hace que escriban todo lo que Él quiere. Pero esto acontece a la manera de que pueda decirse que el
hombre es un instrumento, no una herramienta pasiva. Actúan los autores humanos de acuerdo con su
naturaleza, en espíritu y libertad, según sus dotes y cualidades personales y en el horizonte de su universo
conceptual y cultural.
Teniendo esto en cuenta es necesario tener un exacto conocimiento de los diferentes géneros
literarios, de los modos de hablar proféticos y poéticos y de las circunstancias de las diversas épocas y
57
Cf. 2 Tm 3, 15s
58
Cf. también 1 Ts 2,13.
59
Cf. S. th. II-II qq. 171-174.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
culturas. En el tercer capítulo de Dei Verbum, el Concilio Vaticano II ha propuesto una nueva concepción
de la doctrina de la inspiración. Se sitúa en el contexto hermenéutico de un modelo de la revelación,
según hemos apuntado antes, basada en la teoría de la comunicación.
“Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para
que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que Él quiso comunicarnos, debe investigar con
atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las
palabras de ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los géneros
literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso
género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete
investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la
condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para
entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender
cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos
del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.
Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se
escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al
contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la
Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer
totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el
juicio de la Iglesia.
Todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia
a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios. 60
La Sagrada Escritura transmite en su conjunto, la verdad de la autocomunicación histórica de Dios
y es esta autocomunicación la que proporciona el adecuado horizonte de interpretación del sentido literal
de los pasajes concretos.
2. 4. EFECTOS DE LA INSPIRACIÓN.
La actuación del soplo produce en los carismáticos dos efectos diversos e íntimamente conexos.
Ante todo la elevación del ser humano por encima de sus normales posibilidades. En segundo lugar está
la actuación concreta y diferenciada, según el modo de la facultad activada por el soplo: acción heroica,
profecía, evento prodigioso, gesto simbólico, escritura inspirada, etc. En el caso concreto de la inspiración
bíblica tenemos la acción combinada de las dos actividades, cuyo término es el fenómeno de la
composición de la Escritura: la “in-spiración” o recepción del soplo divino, y la “ex-piración” en el acto
concreto de la redacción carismática. A veces no se atiende a esta diversificación de momento, y se llama
“inspiración bíblica” al momento último de la composición literaria de la Biblia. Toda inspiración
comienza en la “insuflación” y termina en el libro sagrado. Si se da el nombre de inspiración al momento
último, es por sinécdoque, atribuyendo a una parte el nombre del todo.
Hay todavía un tercer efecto. Es la marca de santidad que el Espíritu deja en la Escritura. En virtud
de esta característica, la palabra de Dios es llamada “santa” y los libros “santos y sagrados”. Como la
presencia de Dios hace santos los lugares (templo, altar, etc.), o las personas (sacerdotes, profetas, reyes),
la presencia del Espíritu en la palabra y el escrito los deja impregnados de una peculiar santidad que les
acompañará como propiedad consustancial.
60
Cf. DV n. 12
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Este efecto es de gran importancia a la hora de entender la sacralidad del libro como una realidad
autónoma, independiente del autor que ya no existe, y del destinatario primero que motivó su redacción.
Por esta propiedad estática y objetiva de la santidad, el texto podrá ser estudiado y tratado en su peculiar
condición de “cosa escrita” al mismo tiempo que encerrará virtualidades que se desplegarán en el
momento oportuno, tanto en la lectura privada como en la proclamación litúrgica. Hemos de advertir sin
embargo, que la doctrina de la inspiración bíblica, en el AT se encuentra implícita y nunca se expresa la
fe en el carácter sagrado de la Escritura a causa de su procedencia inspirada.
Efectos de la inspiración son también la unidad e integridad de toda la Escritura. Es indudable que,
aunque sea muy valioso el estudio de uno de los libros por separado, la meta que debe proponerse la
investigación bíblica será el comprender las Sagradas Escrituras como un todo, como una unidad. No se
puede ver la Biblia como una colección de libros formados independientemente sin una clave interior
común velada para todo hombre a y a la que se accede solamente por la fe. Es la fe quien nos hace ver la
Biblia como una unidad completa y cerrada a través de la cual Dios nos ha dado de sí mismo y de Cristo
la imagen exacta y verdadera que Él quería darnos a conocer. No podemos dejar pasar por alto como
efecto de la inspiración la sacramentalidad de la Escritura. Si la moderna teología sacramentaria subraya
que los Sacramentos son un encuentro con Dios en Cristo, también la Biblia nos ofrece innumerables
oportunidades para experimentar este encuentro. 61
2. 5. LA INERRANCIA.
La filosofía ha presentado siempre sumo interés por esclarecer qué es la verdad, cuál es su
concepto. Los conceptos clásicos de verdad metafísica, epistemológica y lógica han sufrido en estos dos
últimos siglos nuevas formulaciones y nuevos enfoques. Nominalistas, idealistas, Kant, Hegel,
Heidegger, Nietzche, Kierkegaard y hasta Ortega y Gasset han presentado su peculiar filosofía sobre la
verdad. En la época anterior al Concilio se iniciaron dos corrientes filosóficas que ofrecían
planteamientos nuevos. Por una parte se descubrió la diferencia existente entre la verdad semítica y la
verdad griega. Por otra, la filosofía analítica separaba netamente el lenguaje de la ciencia y los demás
lenguajes; sólo el lenguaje científico es el ámbito donde se da la verdad, mientras que los demás lenguajes
no son susceptibles de verdad en sentido estricto. El descubrimiento del lenguaje “performativo sirvió
para señalar un tipo de verdad nuevo para el lenguaje no científico. ¿A cuál de estos lenguajes se podía
adscribir la Biblia? El Concilio no entró en la cuestión técnica del concepto filosófico de verdad, pero sus
opciones resultaron decisivas para modificar el enfoque secular de la verdad bíblica según el modelo
griego.
La DV enmarca la doctrina de la verdad en el contexto de lo designios de Dios, que tienen como
objeto la comunicación de su vida divina a los hombres 62. La verdad primordial es lo que ella llama “la
verdad íntima de Dios”63. Esta verdad se comunica en la revelación y sus designios por medio de la
palabra, la cual es verdadera por la correspondencia con la verdad profunda e íntima de Dios y sus
designios.
Esta verdad primera, que caracteriza el ser del “Dios vivo y verdadero”64 resplandece en Cristo,
lleno de gracia y de verdad”65, que es una verdad escondida en el misterio de Cristo66.
61
Ap 5, 1-10:
62
DV 1
63
DV 2
64
DV 3 y DV 14
65
DV 17
66
DV 24.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Esa verdad se contiene en el “verum verbum”, verdadera palabra67 que es la Escritura del AT y en
el Evangelio “fuente de toda verdad salvadora”68. Es la verdad que se da a conocer a los fieles por el
“Espíritu de verdad”69 que es el Espíritu Santo, el cual concede “a todos gusto en aceptar y creer en la
verdad”70. Los apóstoles poseían el carisma de la verdad que continúa en la predicación de los obispos.
La “plenitud de la verdad”71no es una realidad poseída, sino que la Iglesia camina hacia ella. Esa verdad
es una verdad para la salvación del hombre.
Es una verdad salvadora. La verdad que Dios hizo consignar en los libros sagrados para salvación
nuestra. Esta es, en visión de conjunto, la idea de la DV sobre la verdad bíblica. Los libros sagrados
“enseñan sólidamente, fielmente y sin error” 72 La referencia a la salvación sirve para delimitar el ámbito
concreto al que se circunscribe la verdad bíblica que en cuanto a su naturaleza ni es estrictamente semita
ni puramente griega, es lo que llamamos verdad cristiana.
La expresión “sin error” de la DV por tanto se refiere a la exclusión de todo error en el ámbito de la
verdad salvífica lo cual parece que fuera de este ámbito pueden darse errores en la Biblia. La Escritura no
intenta dar una enseñanza en materia científica. Como dice San Agustín la finalidad de Dios con la
Sagrada Escritura no es formar astrónomos sino cristianos. Ciertamente, la Escritura describe los
fenómenos que son objeto de estudio científico bajo las apariencias sensibles, del mismo modo que en
poesía se recurre al mensaje metafórico figurado.
Aunque la palabra de fe no responda al lenguaje científico, no hay duda de que los contenidos de la
Escritura se prestan a la verificación. La verificación más conocida es la comprobación arqueológica. En
todos los descubrimientos de las excavaciones realizadas en el Próximo Oriente, la arqueología ha
realizado un control y una verificación de las narraciones bíblicas y en ninguna ha encontrado error.
En el orden histórico se da la verificación estricta cuando se descubre un documento que controla la
verdad de los textos bíblicos quedando patente y perfectamente verificada la historicidad de los textos. La
comprobación puede llevarse también a cabo mediante el control interior del documento por la crítica
literaria o la crítica histórica.
Estos tipos de control aplicados a la Biblia han dado grandes resultados. Se puede afirmar que
ningún otro libro del mundo ha sido sometido a tan sistemático trabajo de verificación externa e interna.
Fuera del ámbito de la arqueología y de la historia, las demás verificaciones científicas en materia bíblica
son de mínimo valor. Siendo la Escritura un libro de fe, entra en su propia constitución la inevidencia de
los contenidos y la verificabilidad de sus enunciados salvíficos. La única comprobación aceptable para el
lenguaje bíblico se da en el ámbito específico del lenguaje de la fe. Es la verdad propia de la revelación,
vivida en el acto de fe y en la aceptación de la voluntad de Dios con una tensión de esperanza hacia la
realización escatológica, la que ofrece la ultima evidencia de la palabra de fe. En el lenguaje de la fe la
verdad se verifica discerniendo la palabra verdadera de la falsa.
En la Biblia existe una verdad real. La verdad real es la presencia actuante de la realidad sobre la
mente humana. Esta presencias, al ser anterior a toda reflexión y conceptualización, es siempre verdadera.
En la Biblia se da la presencia activa de Dios en la mente humana.
67
DV 14
68
DV7
69
DV9
70
D V .5
71
DV8
72
D V 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
En segundo lugar está la verdad de conocimiento, propia de la mente que elabora sus conceptos y
proposiciones. En el campo bíblico hay verdad de conocimiento cuando los autores sagrados han captado
adecuadamente la realidad de fe que van a ofrecer en sus textos. La Iglesia garantiza esta verdad de
conocimiento en la Biblia mediante el Canon de las Escrituras.
Etimológicamente la palabra canon deriva del griego kanon que a su vez procedería de su raíz
semita qnh, que significa caña de medir, regla o plomada usada en la construcción. 73 También tiene la
significación en el griego profano de norma o regla de algo. Para San Pablo la palabra ya significa
norma74 y en el s. II ya se usa con el sentido de norma o criterio de la fe.
La aplicación del adjetivo canónico a los libros bíblicos se encuentra por primera vez en el
Concilio de Laodicea, mientras que la palabra canon en el sentido de catálogo de libros bíblicos
reconocidos se comienza a usar en la Iglesia latina hacia mediados del s. IV.
Así pues, la palabra canon aplicada a la Biblia tiene un primer significado de norma de fe y de vida
para los creyentes. También puede definirse como normatividad de la Sagrada Escritura, es decir, aquella
cualidad de la Sagrada Escritura por la que ésta se establece como norma, regla, canon de la fe y de la
vida del cristiano. Esta norma se ha identificado a lo largo de la historia con determinados libros que la
contienen. Son los libros canónicos.
Los libros canónicos o canon de la Biblia son los libros del AT y NT recogidos por la Santa Madre
Iglesia que, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le
han entregado a la misma Iglesia.75
Muchos de los libros han sido declarados canónicos porque eran regla, norma de fe y de vida para
la misma Iglesia. Eran su canon. La Iglesia no crea su canon, sino que declara como tal a aquellos libros
en los que ha descubierto la Palabra normativa de Dios.
Se llaman libros protocanónicos los que han sido aceptados como canónicos desde siempre y sin
discusión. Se denominan deuterocanónicos aquellos libros canónicos sobre cuya canonicidad se ha
discutido alguna vez, aunque para la Iglesia son plenamente canónicos y se hayan añadido
definitivamente al canon en época tardía.
Son libros deuterocanónicos en el AT, los libros de Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría, Eclesiástico, 1
y 2 Macabeos. En el NT, Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Apocalipsis. A estos libros hay
que añadir los pasajes en el AT 10, 4-16,24 del libro de Ester y 3,24-90 del libro de Daniel, así como la
carta de Jeremías que la traducción latina de la Vulgata sitúa en Baruc 6.
En el NT son deutrocanónicos los pasajes 16, 9-20 del Evangelio de Marcos y 7,53-8,11 del
Evangelio de San Juan.
73
Ez 40, 3
74
Ga 6, 16
75
D V 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Insistimos que para el católico los libros deuterocanónicos no son menos canónicos que los
protocanónicos pues la Biblia es norma, canon de la Iglesia y a su vez la Iglesia es quien nos garantiza y
asegura el canon de la Escritura.
La denominación de apócrifos aplicada a determinados libros ha tenido varias acepciones a lo largo
de la historia. Etimológicamente, la palabra apócrifo significa cosa escondida, oculta y se aplicaba a
aquellos libros que se destinaban al uso privado de los adeptos de alguna secta. Después con esta palabra
se designaba a los libros de origen dudoso cuya autenticidad se impugnaba y más tarde se denominaba
apócrifo al libro sospechoso de herejía y poco recomendable. En la actualidad reciben el nombre de
apócrifos los libros que la Iglesia ha determinado como no canónicos aunque alguna vez hubieran sido
considerados como tales. Por extensión se llaman también apócrifos los libros que toman una forma
literaria semejante a la de los libros del AT y NT, pero que nunca han formado parte del canon bíblico.
A través de la historia de la Iglesia hasta el Concilio de Trento se han usado muchos y diversos
criterios para decidir la aceptación de un libro como canónico. Podemos elaborar una clasificación de
esos criterios en tres grandes grupos:
En primer lugar podemos considerar los criterios externos como la apostolicidad; la gran
antigüedad de un escrito, incluso, si es posible, remontándolo a testigos presenciales; la aprobación
apostólica; la ortodoxia tanto eclesiástica como doctrinal; la concordancia y unidad con la Escritura, a
saber con el AT ya recibido por la Iglesia y con algunas obras del NT ya admitidas en una determinada
época; la función constructiva y edificante del escrito; su carácter útil e instructivo para la comunidad; el
que no sean escritos meramente circunstanciales, sino que tengan valor para todas las Iglesias; que sean
escritos susceptibles de leerse públicamente y que no contengan fantasías imaginarias y sin sentido.
Un segundo grupo al que llamaremos criterios internos, son los que en realidad fundamentan la
normatividad de la Escritura. La Iglesia acepta como canónicos sólo aquellos que sean “inspirados”, es
decir los que reciben la autoridad de Dios. Sus autores deben ser, por tanto, hombres proféticos e
inspirados. Aunque se trata de realidades no comprobables externamente, sin embargo la afirmación de la
existencia de tales criterios por los Padres y escritores eclesiásticos antiguos es sólido fundamento para su
aceptación. Se trata pues de un “criterio espiritual” interno a la Escritura que podría describirse como la
experiencia que la Iglesia tiene del testimonio del Espíritu Santo en medio de la Sagrada Escritura.
Hay un tercer grupo formado por los criterios eclesiales. Son aquellos que tienen por objeto el
resultado de las relaciones de la Iglesia con esos escritos. Tales son el reconocimiento de un libro como
Escritura canónica por un número grande de Iglesias; su recepción como tal por parte de Iglesias
antiguas, mejor si son apostólicas; la citación como Escritura por autoridades reconocidas; su empleo en
la liturgia; su reconocimiento, en fin, por autoridades eclesiásticas oficiales.
Esta triple clasificación nos ilumina para ver la triple estructura teológica de la fundamentación del
canon.
Los libros canónicos recibidos en la Iglesia Católica fueron descritos y señalados con legítima
autoridad por el Concilio de Trento 76. Aunque ya se había fijado el canon por el Concilio de Florencia en
el año 1441, para evitar discusiones y sobre todo para fijar la Escritura católica frente a las discusiones de
los reformadores protestantes, Trento dictó el siguiente decreto: “Considerando que esta verdad y esta
76
Concilio de Trento, sesión IV del 8 de abril de 1546. DS 783.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
disciplina (las contenidas en el Evangelio de Jesucristo) están contenidas en los libros escritos y en las
tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de los mismos labios de Cristo o trasmitidas por
los Apóstoles bajo el dictado del Espíritu Santo, han llegado como de mano en mano hasta nosotros, el
Santo Concilio, siguiendo el ejemplo de los Padres ortodoxos, recibe y venera todos los libros tanto del
Antiguo como del Nuevo Testamento con el mismo sentimiento de piedad y respeto, porque el mismo
Dios es el autor de ambos. Dígase lo mismo a las tradiciones referentes a la fe y las costumbres, como
transmitidas por la boca de Cristo o dictadas por el Espíritu Santo y conservadas en la Iglesia Católica por
medio de una sucesión ininterrumpida.
Y para que nadie pueda dudar cuáles son los que recibe este Concilio, ha juzgado conveniente
insertar en este decreto la lista de los Libros Sagrados:
Son los siguientes: del Antiguo Testamento, los cinco de Moisés que son Génesis, Éxodo, Levítico,
Números y Deuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los Reyes, dos de los Paralipómenos, el primero
de Esdras y el segundo, llamado Nehemías; Tobías, Judit, Ester, Job; el Salterio de David de 150 salmos;
Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico; Isaías, Jeremías con Baruc,
Ezequiel, Daniel; los doce profetas menores, a saber: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum,
Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías; primero y segundo de los Macabeos.
Del Nuevo Testamento los cuatro Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan: los Hechos de
los Apóstoles escritos por el evangelista Lucas; catorce cartas del Apóstol Pablo: a los Romanos, dos a los
Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, dos a los Tesalonicenses, dos a
Timoteo, a Tito, a Filemón, a los Hebreos; dos del Apóstol Pedro, tres del Apóstol Juan, una del Apóstol
Santiago, una del Apóstol Judas y el Apocalipsis del Apóstol Juan. Si alguno no recibiese como sagrados
y canónicos estos mismos libros en su integridad, con todas sus partes, tal y como ha sido costumbre
leerlos en la Iglesia Católica y se contienen en la antigua edición Vulgata latina y despreciare a sabiendas
y pertinazmente las antedichas tradiciones, sea anatema”.
El Concilio de Trento no entró en las razones históricas que justifican esta concreta lista canónica
de las Escrituras, sino que dio una razón dogmática: “Conservar en la Iglesia la pureza del Evangelio, que
se presenta como prometido por los profetas en las santas Escrituras, promulgado por Cristo y predicado
bajo su mandato por los Apóstoles”77. El Concilio Vaticano II precisa que la misma tradición da a conocer
a la Iglesia el canon de los libros sagrados 78 Esta tradición sigue viva en la Iglesia por el Espíritu Santo, el
cual hace posible la Escritura inspirada y la transmisión íntegra de la Palabra de Dios recibida por la
tradición.79 Por su parte, el magisterio de la Iglesia, cuyo oficio es interpretar auténticamente la Palabra de
Dios oral o escrita, haciéndolo en nombre de Jesucristo, no está por encima de la Palabra de Dios sino a
su servicio, lo cual hace con la asistencia del Espíritu Santo. “Así pues, la tradición, la Escritura y el
magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están nidos y ligados de modo que ninguno
puede subsistir sin los otros; los tres, según su carácter bajo la acción del único Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas. 80
77
DS 783
78
DV 8
79
DV 9
80
DV 10
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
4. INTERPRETACION DE LA SAGRADA ESCRITURA.
81
Ex 20, 1-17
82
Dt 5, 6-22
83
Is 40, 1-11; Is 40, 17-20
84
Cfr. Sal 78; Sal 105.
85
Lc 24, 27
86
Lc 16, 8
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
administrador que emplea el dinero injustamente adquirido en ayudar a otros 87 y finalmente hay otra
interpretación al decir que hay que ser fieles en las cosas pequeñas 88.
Esta y otras muchas muestras de reinterpretación del NT en su interior nos ilustra sobre el
dinamismo de la interpretación de las palabras de Jesús en el interior de las comunidades cristianas
apostólicas en que nacen los evangelios y todo el NT. Nunca se ha tratado de conservar congelada la
palabra del Señor, sino de descubrir su fuerza actual frente a situaciones que van surgiendo en las Iglesias.
Este dinamismo mueve también toda la historia posterior de la interpretación bíblica.
87
Lc 16
88
Lc 16, 10
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Los Padres Capadocios, especialmente San Basilio, también aportaron importantes orientaciones
exegéticas en orden a la homilética en la que la interpretación bíblica es principalmente literal. Más uso
de la alegoría hace san Gregorio de Nisa, más místico y autor espiritual que exegeta.
De gran importancia en la exégesis e interpretación de la Escrituras fue la escuela antioqueña. Para
sus autores Luciano de Samosata, Diodoro de Tarso, y sobre todo Teodoro de Mopsuesta la tarea
principal de la exégesis consiste en explicar las expresiones del texto literalmente y sin divagaciones que
solamente se le puede permitir al predicador.
San Juan Crisóstomo, la máxima personalidad antioqueña más que exégeta fue un gran predicador
que usó la Escritura con finalidad pastoral
San Jerónimo es sin duda el más grande biblista de la patrística occidental. En sus comienzos sigue
a Orígenes del que aprende el interés por los datos filológicos e históricos. Más tarde se acerca a la
interpretación literalista antioquena pero sin abandonar el magisterio de Orígenes. En sus obras de
madurez como en los comentarios a los profetas emplea un método exegético que combina el punto de
vista filológico, histórico y espiritual con abundantes alegorías Por encima de todas sus obras destaca la
versión latina del AT (395-405) y la revisión del NT que se perpetuará en Occidente con el nombre de
“versión vulgata”.
En Occidente apenas hubo exégetas, sin embargo destaca como gran biblista San Agustín. En su
época maniquea rechazó la Escritura aduciendo las incoherencias que encontraba en ella debido a una
interpretación totalmente literal. A través de la predicación de San Ambrosio descubre la interpretación
alegórica que le condujo a su conversión al cristianismo. Al principio fue fuertemente alegorista debido al
platonismo que había profesado. Poco a poco llegó al equilibrio acercándose a las posiciones de San
Jerónimo. Cultiva todos los géneros bíblicos de la época, homilías, comentarios y las quaestiones
predominando su actividad homilética. Usa principalmente la tipología tradicional y la alegoría
veterotestamentaria. En su interpretación de los Salmos, no sólo habla el salmista o el cristiano, sino sobre
todo Cristo y la Iglesia.
A principios del s. V la escuela de Alejandría pierde vitalidad lo mismo que la antioquena debido a
las constantes controversias cristológicas. En Occidente no están mejor las cosas. Se escriben florilegios y
obras semejantes en la Galia y en África. La única figura con la que se puede cerrar el periodo patrístico
es la del monje Casiano que elabora la teoría patrística de los sentidos bíblicos: la histórica interpretatio
(sentido literal) y la spiritalis intelligentia (sentido espiritual). Propone tres tipos de interpretación
espiritual: la alegoría, que equivale a la tipología tradicional; la analogía que nos lleva de las cosas
terrenas a la realidad de las celestes; la tropología, que es una interpretación de tipo moral. Estos tipos de
interpretación se seguirán en la edad media con diversas modificaciones.
Durante el siglo XV se continuó con mentalidad medieval en la que mayoría de los autores
interpretaban la Escritura con el método místico-alegórico. El renacimiento de los estudios clásicos,
lenguas y antigüedades históricas a finales de este siglo y comienzos del XVI provoca una nueva
orientación de la mano del movimiento conocido con el nombre de humanismo.
El humanista por excelencia fue Erasmo de Rotterdam cuya actividad y obra marcan el rumbo de la
interpretación bíblica posterior. Siguiendo la orientación patrística propone todo un método y una serie de
principios hermenéuticos para construir la teología a la que define como elucidatio scripturae. Ante todo
es necesario conocer las lenguas bíblicas, las ciencias de la naturaleza, la retórica y los escritos antiguos.
Se debe ejercer la crítica literaria, tratando de averiguar el lugar, tiempo, ocasión, intención y tono de
cada libro bíblico. Es preciso tener en cuenta el contexto de cada pasaje e interpretarlo de acuerdo con el
pensamiento general de su autor y de toda la Escritura. Pero, sobre todo, es preciso tender al
conocimiento de Cristo, centro y corazón de la Escritura, al cual conducen todos los libros.
Erasmo, cuya influencia fue enorme, ha conjugado de este modo lo viejo y lo nuevo. Ha
introducido la dimensión crítica del humanismo, combinándola con la cultura patrística y tradicional y el
sentimiento de religiosidad interior y personal propio de la época.
La Reforma protestante nace del enfrentamiento de Lutero con el Papa y los Obispos. Lutero no
admite otra autoridad que la de la Sagrada Escritura. No puede decirse, sin embargo, que tomó partido por
un libro frente a una persona. El problema suscitado fue muy complejo. Supone una postura
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
hermenéutica de gran trascendencia para la interpretación de la Biblia. Ya le había precedido en esta
actitud John Wiclef para quien la Escritura ha de interpretarse literalmente y siguiendo la autoridad del
Espíritu frente a la autoridad de los intérpretes humanos incluido el magisterio de la Iglesia.
Cuando es acusado por su doctrina de la sola gratia Lutero apela a la Escritura contra el papa y los
concilios y recoge la doctrina ya sembrada de la única autoridad de la Escritura fundada en la autoridad
del Espíritu Santo, que no puede errar. El cristiano tuene acceso directo a las Escrituras, a su sentido
verdadero, siempre que se acerque a ellas con disposiciones adecuadas para recibir la luz del Espíritu.
Según él las Escrituras no deben ser entendidas sino en el Espíritu en que fueron escritas. Ninguna
autoridad humana puede confirmar la interpretación válida de la Escritura, pues ésta es intérprete de sí
misma y lo que nos confirma si estamos o no en la verdadera interpretación es la experiencia interna de
saber si nos conduce o no a Cristo. Los demás reformadores aceptaron lo fundamental de la interpretación
luterana.
La reacción de la Iglesia Católica a esta concepción de Lutero está contenida en el decreto sobre la
Escritura y la tradición de la sesión IV de Trento. En él se condena el principio de libre interpretación de
la Escritura contra el sentido de la Iglesia y exige que se acepten todos los libros sagrados en todas sus
partes tal y como los recibe la Iglesia, así como las tradiciones apostólicas no escritas, proponiendo
además la versión Vulgata de la Biblia como auténtica y punto de referencia obligado. Como reacción a la
polémica suscitada con los protestantes la teología católica acentuó el papel de la tradición disminuyendo
la importancia de la Escritura. No es de extrañar que en este ambiente el comentario bíblico solo sirviera
para sacar argumentos que justificaran la doctrina propuesta. La exégesis se convirtió así en una servidora
de la teología dogmática y de la apologética.
La característica de esta etapa que comienza a finales del s. XVII y alcanza su apogeo a lo largo del
s. XIX es la búsqueda del sentido literal desde perspectivas completamente nuevas. Se intenta buscar el
sentido literal originario de la Biblia a través de medios racionales olvidando la naturaleza inspirada de la
Escritura. Se utiliza sobre todo el método de la comparación con otras literaturas orientales, los nuevos
métodos de la historia y los muchos datos aportados por la arqueología.
El filósofo judío Spinoza intenta interpretar la Escritura desde presupuestos racionalistas
elaborando una hermenéutica filosófica en la que propugna que el método de interpretar la Escritura no
difiere en nada del método de interpretar la naturaleza al decir que ambos son perfectamente iguales. Se
trata de penetrar en el pensamiento de quienes escribieron los textos comenzando por una historia exacta
y desde ésta, apoyados por datos ciertos, llegar al verdadero pensamiento del autor. Dentro de la Iglesia
católica R. Simón es prácticamente el creador de la crítica bíblica al someter la Escritura a un análisis
histórico-literario. Sin embargo se suscitó una gran polémica y los tradicionalistas lograron que se
incluyera su obra en el Índice con lo que se malogró una oportunidad para el progreso de la hermenéutica
católica.
El siglo XVIII llamado de la Ilustración, se caracteriza por el auge del deísmo y se inicia una nueva
concepción de la historia como ciencia sin tener en cuenta la inspiración divina en la Escritura. Se
interpreta la Biblia desde un comparativismo histórico añadiéndose algunas concepciones filosóficas que
llegarían a su plena vigencia en el siguiente siglo.
En la exégesis católica no se dan aportaciones de relieve y se siguen los métodos tradicionales.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
4. 6. LA INTERPRETACIÓN DE LA ESCRITURA EN LOS SIGLOS XIX Y
XX.
El siglo XIX fue el gran siglo de la filología, la historia y los grandes descubrimientos
arqueológicos. Al mismo tiempo es el siglo del racionalismo más autosuficiente.
Se ponen las bases de la crítica histórico-literaria del Pentateuco con la hipótesis de sus cuatro
documentos principales: el yahvista (J), el elohista (E), el deuteronomista (D) y el sacerdotal (P). Se
perfecciona la crítica literaria pero la interpretación se hace cada vez más desde presupuestos filosóficos.
En la misma línea se mueven las interpretaciones protestantes. Strauss, discípulo de Baur de la escuela de
Tubinga en su Vida de Jesús convierte a Jesús en un sabio incomprendido y en Francia, Renan publica su
versión de la vida de Jesús presentándole como un ejemplar perfecto de ser humano sin aceptar nada que
pudiera ser sobrenatural. Harnack, conocedor de la antigüedad clásica y gran helenista promueve una
vuelta a la tradición pero en su obra La esencia del cristianismo se presenta a Jesús como un gran
predicador moral y el cristianismo como una serie de verdades morales.
Podemos decir que en la exégesis liberal de esta época se distinguen las siguientes notas
hermenéuticas: confianza en la razón, aceptación del sistema filosófico del momento y separación de
exégesis y teología.
En el campo católico se suscitó una corriente de rechazo a estas interpretaciones de la Biblia que
se redujo a una simple función apologética rechazando en la práctica cada vez más los métodos críticos
puesto que conducían a conclusiones aberrantes. Sin embargo a finales del siglo XIX surge en el campo
católico un importante movimiento que coincide con la Providentissimus Deus de León XIII que dio un
impulso moderado a los estudios bíblicos y que se promulgó como orientación en las discusiones sobre la
verdad de la Biblia.
En este aspecto destacan M. J. Lagrange que compaginó la critica racional y la visión católica de la
Escritura y A. Loisy, buen filólogo y exegeta que intentó responder a Harnack si bien separaba
claramente de la persona de Cristo la fundación de la Iglesia. La polémica quedó abierta estallando la
crisis modernista que motivo la publicación de la encíclica Pascendi de san Pío X con la que quedó
cortado el intento de Lagrange. Este tuvo que abandonar sus estudios del AT y Loisy acabó fuera de la
Iglesia católica. Se mantuvo esta situación hasta la publicación de la Divino afflante Spíritu de Pío XII en
1943.
El conflicto conocido como la “cuestión bíblica” llegó hasta la opinión pública con el modernismo.
Así se originó la tensión entre el “inmanentismo modernista” y la concepción supranaturalista y
extrínseca de la revelación según la tesis del neoescolasticismo.
Sólo ha sido posible alcanzar una mediación interna entre las afirmaciones históricas y las
teológicas trascendentales a las que se refiere el testimonio de la revelación de la Biblia gracias a la
renovación de los estudios bíblicos que entiende la revelación desde la moderna teoría de la
comunicación.
El primer paso lo dieron las encíclicas Providentissimus Deus (1891) y Spiritus Paraclitus (1920)
que se pronunciaron en contra de una división del testimonio bíblico en verdades salvíficas de una parte y
enunciados de contenido profano y no inspirados de la otra.
A estas encíclicas debe añadirse la que tuvo capital importancia en esta cuestión, Divino Afflante
Spíritu (1943). En ella se menciona la investigación del sentido literal y su alusión a la atención que debe
prestarse a los géneros literarios, (crítica textual, crítica de las formas, crítica literaria, crítica de la
redacción, historia de la tradición).
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
El Concilio Vaticano I en su constitución Dei Filius parte de la revelación natural y de la
posibilidad del conocimiento de Dios a la luz de la razón para desembocar después en la revelación
sobrenatural. Sin embargo la visión del Concilio Vaticano II supone un giro total. Confirma la visión
global del método histórico y dogmático para la interpretación de la Escritura de la mano de la
concepción de la revelación basada en la teoría de la comunicación. La revelación califica al
acontecimiento de la autocomunicación personal como verdad y vida del hombre. De este modo la razón
teológica se ve remitida a la historia de la revelación testificada en la Escritura. Debido a la unidad interna
entre la realización trascendental y la categorial de la razón y la libertad humanas, el encuentro con Dios
sólo es posible a través de la mediación de los acontecimientos históricos y su exposición en palabras
humanas. A esta estructura de la autocomunicación de Dios en la historia responde la mediación interna
del método histórico y el dogmático, es decir, del método que traslada al lenguaje la verdad de la
revelación.
El diálogo paterno y santo entre Dios y el hombre, interrumpido a causa del pecado original, se ha
reemprendido maravillosamente a lo largo de la historia y la historia de la salvación relata precisamente
este largo y variado diálogo que arranca de Dios y empalma con el hombre como una amena y
maravillosa conversación.
Así en el libro del Éxodo, al narrar la vida de Moisés, el autor, posiblemente el yahvista, narra
incomparablemente esta intimidad coloquial de Dios con Moisés, quien animado por este diálogo se pone
en camino gritando “¡Señor, haz que vea tu rostro, tu gloria!” 89.
En la Dei Verbum el Concilio Vaticano II ha manifestado el carácter interpersonal, existencial,
dinámico y comunicativo de la Revelación como Palabra de Dios, aportando una inmensa riqueza a la
concepción en cierto modo estática de los escolásticos. En la teoría de la información los neoescolásticos
siguiendo a Santo Tomás partían del concepto de que hablar es manifestar el propio pensamiento a
alguien a través de los signos. En la Dei Verbum se pone el acento en el descubrimiento del pensamiento
por medio de la palabra y en la participación que se realiza mediante ella. Al revelarse Dios habla el
lenguaje de la amistad y del amor. Dios llama, convoca, interpela a los hombres. (Función apelativa del
lenguaje). Los hombres que escuchan la Palabra y la viven son los que pasan a formar la ecclesia, es
decir, la comunidad de los santos.
Podemos decir que en la segunda mitad del siglo XX la exégesis católica se ha abierto con
seriedad y prudencia a los nuevos métodos histórico-críticos de interpretación bíblica. La Escuela Bíblica
de Jerusalén ha sido pionera en este resurgir católico de la exégesis. Lo mismo se podría decir de las
escuelas bíblicas de Francia, Alemania y EE. UU., así como del Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
También en España se ha cultivado con rigor la investigación exegética con nombres de la importancia de
A. Colunga, A. Fernández, L. Alonso Schökel y A. Diez Macho.
4. 7. CONCLUSIÓN.
Para una verdadera y válida interpretación de la Palabra de Dios contenida en la Biblia han de
tenerse en cuenta los dos principios siguientes:
Primer principio: No cabe hacer una separación absoluta entre interpretación de la Biblia como
libro meramente humano e interpretación de la Biblia como libro que contiene y es Palabra de Dios. Esta
es la precomprensión básica del exegeta católico.
Segundo principio: Es necesario tomar en serio la naturaleza humano-divina de la Escritura,
derivada del hecho dogmático de su inspiración divina, lleva consigo tomar en serio la humanidad de la
89
Ex 33, 18-23
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Escritura. Y esto porque no hay posibilidad ordinaria de acceso a la Palabra escrita de Dios si no es a
través del conocimiento de la palabra humana de la Biblia.
Estos dos grandes principios generales deben concretizarse en los siguientes corolarios:
Para conocer lo que Dios quiere decir y dice en la Sagrada Escritura es necesario conocer tanto los
condicionamientos e intención de su autor o autores humanos como los de su lenguaje, que no siempre
dependen de la intención de los autores humanos.
Es consecuencia de los principios anteriores que, para interpretar correctamente la Escritura, sea
necesario aceptar todos los instrumentos y métodos de interpretación que se emplean para cualquier obra
humana de similares características. Tales son, entre otros, el conocimiento de los géneros literarios, la
crítica textual y literaria, los métodos filológicos y lingüísticos y los métodos histórico-críticos. Es
condición indispensable para el uso de estos instrumentos y métodos el liberarlos de aquellos principios
filosóficos, a veces conectados con ellos, que entran en contradicción con la naturaleza divina de la
Sagrada Escritura.
Consecuencia también de estos principios anteriores es que pueden ser útiles y utilizables para la
interpretación de la Sagrada Escritura aquellos procedimientos y métodos de interpretación que provienen
de la investigación y del estudio en el campo de las ciencias humanas. Tales procedimientos y métodos
deben utilizarse en las mismas condiciones que los anteriores, es decir, liberados de todo principio
filosófico contrario a la naturaleza divina de la Escritura. Por estar menos experimentados en el campo de
la ciencia bíblica, se deben usar con especial cuidado.
Por último el Espíritu de Dios, que actuó en las etapas del AT y NT, que dio a conocer al pueblo de
Israel la revelación de Dios mediante hechos y palabras, bajo cuya acción ésta se puso por escrito y fue
reconocida como Escritura inspirada y normativa, es el mismo Espíritu que hace posible la encarnación
del Verbo de Dios, el mismo que Jesucristo deja a su Iglesia para que reconozca en su palabra y en sus
obras la plenitud de la revelación de Dios, el mismo bajo cuya acción estos mismos hechos y palabras se
ponen por escrito, el mismo que lleva a la Iglesia a reconocer en esos escritos la definitiva revelación de
Dios y a someterse a ellos señalándolos como normativos y canónicos . En consecuencia es también el
mismo Espíritu que habita y vive en la Iglesia como palabra interna a ella, el que sigue dándole a conocer
la palabra externa, que es la Escritura, haciendo posible su interpretación auténtica, convirtiéndola en
palabra eficaz hoy y en cada tiempo.
BIBLIOGRAFIA.
Biblia de Jerusalén. Desclé de Brouwer. Bilbao
Catecismo de la Iglesia Católica. Asociación de Editores del Catecismo.
Vaticano II: Documentos. B.A.C. Madrid
Biblia y Palabra de Dios. Antonio M. Artola. José Manuel Sánchez Coro. Editorial Verbo Divino.
Pamplona.
Dogmática. Gerhard Ludwig Müller. Biblioteca Herder. Barcelona.
TEMA 1.
De Revelatione Dei, de Inspiratione et Canone divinarum Scripturarum deque
eorum interpretatione; traditio, principia et criteria exponetur.
Expóngase la tradición, principios y criterios sobre la Revelación de Dios, la
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Inspiración y el Canon de las divinas Escrituras y su interpretación.
1. LA REVELACION.
1. 1. El hecho de la revelación.
1. 2. El Magisterio de la Iglesia y la Palabra de Dios.
1. 3. La Revelación en la historia.
1. 4. Objetivo de la Revelación.
1. 5. Carácter cristocéntrico y trinitario de la Revelación.
1. 6. El progreso de la revelación.
1. 7. La interpretación histórico-teológica de la palabra de Dios en la palabra
humana.
2. LA INSPIRACION.
2. 1. Concepto de inspiración.
2. 2. Dios autor.
2. 3. El autor humano.
2. 4. Efectos de la inspiración.
2. 5. La inerrancia.
1. LA REVELACION.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
1.1. El hecho de la revelación.
Dios se ha revelado a los hombres de muchas maneras y modos pero siempre a través de
los hombres. La Sagrada Escritura se ha realizado por hombres y nos describe cómo Dios se ha
revelado en la historia nunca en forma directa sino siempre en forma humana y con un lenguaje
humano.
La Revelación es el diálogo entre Dios y la humanidad orientado siempre a establecer una
comunión de amor entre Dios y el hombre que en la Biblia recibe el nombre de Alianza.La
Escritura sitúa al “tú” del hombre frente al “Yo” de Dios. Ya desde el primer momento Dios se
dirige a Adán con la pregunta primordial: ¿Dónde estás?90 Esta pregunta sitúa a todo hombre
frente a Dios como una llamada divina a fin de llevar a la humanidad caída a la felicidad que se
anuncia para las generaciones futuras91.
A medida que se desarrolla la historia de la salvación la Alianza de Dios con el hombre
toma como símbolo el amor conyugal. A la confesión del amor de Dios al hombre92, el hombre
responde confesando su amor a Dios93. El dinamismo de la Alianza a través de la Sagrada
Escritura se establece como un diálogo de amor primero entre Dios e Israel y más tarde entre
Dios y la humanidad. La Revelación es la Palabra personal de Dios dirigida a un interlocutor, al
hombre. Por lo tanto no consiste en una comunicación de una verdad o conjunto de verdades de
tipo intelectual sino consiste en el hecho mismo del diálogo estableciéndose una real
comunicación entre Dios que habla y el hombre que escucha. La espiritualidad bíblica es ante
todo el hecho de alguien presente que habla, Dios, y alguien presente que escucha, el hombre.94
90
Gen 3, 9
91
Gen 3, 14-15
92
Jer 31, 3.
93
Cantar 16
94
Deut 6, 4-5
95
DV n 8
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
1. 3. La Revelación en la historia.
El Dios de la Revelación es un Dios que para comunicarse con el hombre no le basta la
palabra de amistad y de amor sino que se hace presente con una presencia operativa, mediante
hechos. Dios se revela al hombre actuando en la historia.
La Palabra de Dios sale al encuentro de un hombre concreto en un determinado lugar y
en un tiempo determinado dentro de un marco histórico que se describe dentro de un contexto
politico y religioso. Así ocurre con la vocación profética de Jeremías96 o la de San Juan
Bautista.97 Es la historia y no el mito la que actualiza la Palabra de Dios.
La peculiaridad de la Sagrada Escritura cuanto a su origen, estructura y significado sólo
se hace visible a través de su relación con la historia de la revelación de Dios en Israel, y de
manera definitiva, en Jesús de Nazaret.
La revelación acontece en el contexto de la experiencia histórica realmente perceptible
del pueblo de Dios. Es una revelación dialogal y verbal, en cuanto Dios expresa su palabra y su
voluntad en el medio del lenguaje humano y de acciones históricas.
Es social en cuanto que el destinatario de la revelación es el pueblo de Dios o la
humanidad. Por último, es escatológica en cuanto que Dios se dona definitivamente a los
hombres en un acontecimiento histórico o en la figura histórica de un mediador.
1. 4. Objetivo de la Revelación.
La misma palabra humana tiene un poder creativo de tal modo que cuando interpela a un
“tú” genera una respuesta que no es sólo palabra sino crea una concreta disposición y actuación
como respuesta a la palabra escuchada. Lo que antes no era ha venido a ser. Del mismo modo el
Dios de la revelación es un Dios que actúa mediante su Palabra. Los acontecimientos de la
Historia de la Salvación son realmente Palabra de Dios98. Estos mismos acontecimientos
históricos son pues el contenido de la fe y es la fe de la Iglesia quien los proclama como Palabra
de Dios, objeto de nuestra fe.
Toda la historia de la Salvación, desde la caída de Adán hasta Jesucristo nos ha llegado a
través de una tradición. Nosotros no hemos sido testigos inmediatos. La Biblia es por tanto la
narración e interpretación del diálogo de Dios con los hombres en la historia y a lo largo de la
historia.
La interpretación de los hechos sucede en la revelación lo mismo que en la vida y en la
historia de los hombres. Unas veces hay una palabra que precede al hecho que manifiesta la
intención y el sentido de aquello que se va a realizar. Otras, la palabra sigue al hecho y lo
interpreta dándole el significado preciso de acuerdo con la intención del agente.
La Palabra es proclamación99, es explicación100, es meditación. Se medita el hecho para
96
97
Lc 3, 1-2
98
Is 55, 10
99
Deut 26, 3-10
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
entenderlo y recoger todas sus connotaciones101. La Palabra es sobre todo narración.
No se trata simplemente de una crónica sino de la narración e interpretación de hechos en
orden a la historia de la salvación. Las cuatro tradiciones que confluyen en el Pentateuco son
narración e interpretación de los hechos en este sentido. Lo mismo los cuatro evangelios son
también ejemplo de este acercamiento a los hechos de la inagotable historia de la salvación.
El Concilio Vaticano II en la Dei Verbum precisa el sentido de la Biblia. El Santo
Concilio, escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente, hace
suya la frase de San Juan, cuando dice: "Os anunciamos la vida terna, que estaba en el Padre y se
nos manifestó: lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis
también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo
Jesucristo"102 Por tanto siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone
exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el
mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame103. Todo el
primer.capítulo relaciona la Revelación con su fin, que no es otro que la la salvación del
hombre. Dios se revela al hombre como el don que Dios hace de sí mismo para unirse a él y
comunicarle su misma vida.
102
Cfr. 1 Jn 1, 2-3.
103
Cfr DV 1.
104
DV.2.
105
Jn 14, 6.
106
DV n 4.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
todos los creyentes y hecerles sentir el efecto de su poder107.
1. 6. El progreso de la revelación.
Hemos dicho que la revelación se realiza en la historia y a través de la historia, por lo
tanto existe una historia de la revelación paralela a la historia. La revelación, pues, está sometida
a un progreso en función de los hechos históricos que van sucediéndose. El Concilio nos habla
de este carácter histórico y progresivo de la revelación significando la admirable
condescendendia de la eterna Sabiduría al adaptar su lenguaje al lenguaje de los hombres.108 Si
la narración histórica de los he chos ocurridos es progresiva, la historia de la revelación está
sometida a un progreso conforme al constante devenir histórico. En la revelación bíblica se da un
verdadero desarrollo que si bien contiene imperfecciones debido a la sucesión de los tiempos,
pone sin embargo de manifiesto una sabia pedadgogía de Dios al revelarse progrsiva y
gradualmente.
107
Cfr. Jn.14, 26; Jn. 16, 13-14
108
DV.13.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
2. LA INSPIRACION.
2.1. Concepto de inspiración.
Se entiende por inspiración de la Escritura un influjo específico del Espíritu de Dios en el
espíritu de los autores humanos de la Sagradas Escrituras, en virtud del cual dichos escritos no
son, ni por su origen ni por su contenido, reacciones meramente humanas a la palabra de Dios
pronunciada en la historia, sino que en ellos está la palabra misma de Dios y su voluntad de
autocomunicación como verdad y vida del hombre por la mediación del lenguaje humano y de la
analogía del conocimiento humano. Dios es, por tanto en un sentido verdadero, autor del
Antiguo y del Nuevo Testamento.109
El Concilio Vaticano II afirma: “Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y
manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La santa
Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo
y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo,
tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la
redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias
facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos
autores, todo y sólo lo que El quería”110.
Ya San Pablo111 tiene la convicción de que la Escritura tiene su origen en el Espírit y así
lo explicita: “Desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que tienen el poder de instruirte para
la salvación por la fe en Cristo Jesús . Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para
enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en la virtud. De esta manera, el hombre de
Dios está bien formado y bien pertrechado para toda obra buena112.
2. 2. Dios autor.
El influjo de Dios en el origen de los escritos neotestamentarios es idéntico a aquella
donación del Espíritu en virtud de la cual los apóstoles pudieron identificar, a la luz de los
acontecimientos pascuales, al Señor resucitado e Hijo del Padre con el Jesús prepascual. Los
autores de los libros del Nuevo Testamento, testigos oculares y servidores de la Palabra, poseían
el don carismático de escuchar, entender y traducir al lenguaje humano la palabra de Dios a
partir del acontecimiento de la revelación.
109
Cfr. Concilio de Florencia: DH 1334; DHR 706; Concilio de Trento: DH 1501; DHR 783; Concilio
Vaticano I: DH 3006: DHR 1778.
110
DV n 11
111
Cfr. 2 Tim 3, 15 s
112
Cfr. también 1 Tes 2,13:
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Santo Tomás confiesa su fe en el origen divino de la Sagrada Escritura113: “Auctor sacrae
scripturae est Deus.” Es Dios quien habla, quien enseña, quien nos comunica una sabiduría que
sólo Él posee. En consecuencia, dada la fe en el origen divino de la Sagrada Escritura, todo el
razonamiento teológico debe remontarse al mismo Dios. Santo Tomás quiere decir con esta frase
mucho más de lo que se entiende en la doctrina general sobre la causalidad primera de Dios en
todo lo que existe .Para destacar la singularidad de la acción divina en la composición de los
libros sagrados, Santo Tomás la equipara a otras acciones sobrenaturales como son los milgros.
La comoposición de los libros sagrados, como los milagros, es una actuación de Dios
que supera las virtualidades y fuerzas de cualquier criatura y aunque intervengan en su ejecución
las criaturas, el efecto se debe singularmente a la eficacia evidente de la actuación de Dios.
2. 4. Efectos de la inspiración.
La actuación del soplo produce en los carismáticos dos efectos diversos e íntimamente
conexos. Ante todo la elevación del ser humano por encima de sus normales posibilidades. En
segundo lugar está la actuación concreta y diferenciada, según el modo de la facultad activada
por el soplo: acción heroica, profecía, evento prodigioso, gesto simbólico, escritura inspirada,
etc. En el caso concreto de la inspiración bíblica tenemos la acción combinada de las dos
actividades, cuyo término es el fenómeno de la composición de la Escritura: la “in-spiración” o
recepción del soplo divino, y la “ex-piración” en el acto concreto de la redacción carismática. A
veces no se atiende a esta diversificación de momento, y se llama “inspiración bíblica” al
momento último de la composición literaria de la Biblia . Toda inspiración comienza en la
“insuflación” y termina en el libro sagrado. Si se da el nombre de inspiración al momento
último, es por sinécdoque, atribuyendo a una parte el nombre del todo.
Hay todavía un tercer efecto. Es la marca de santidad que el Espíritu deja en la Escritura.
En virtud de esta característica, la palabra de Dios es llamada “santa” y los libros “santos y
sagrados”. Como la presencia de Dios hace santos los lugares (templo, altar, etc.), o las personas
(sacerdotes, profetas, reyes), la presencia del Espíritu en la palabra y el escrito los deja
impregnados de una peculiar santidad que les acompañará como propiedad consustancial.
Este efecto es de gran importancia a la hora de entender la sacralidad del libro como una
realidad autónoma, independiente del autor que ya no existe, y del destinatario primero que
motivó su redacción. Por esta propiedad estática y objetiva de la santidad, el texto podrá ser
estudiado y tratado en su pecuiliar condición de “cosa escrita” al mismo tiempo que encerrará
virtualidades que se desplegarán en el momento oportuno, tanto en la lectura privada como en la
proclamación litúrgica. Hemos de advertir sin embargo, que la doctrina de la inspiración bíblica,
en el AT se encuentra implícita y nunca se expresa la fe en el carácter sagrado de la Escritura a
causa de su procedencia inspirada.
114
Cfr .DV n12
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Efectos de la inspiarción son también la unidad e integridad de toda la Escritura. Es
indudable que, aunque sea muy valioso el estudio de uno de los libros por separado, la meta que
debe proponerse la investigación bíblica será el comprender las Sagradas Escrituras como un
todo, como una unidad. No se puede ver la Biblia como una colección de libros formados
independientemente sin una clave interior común velada para todo hombre a y a la que se accede
solamente por la fe. Es la fe quien nos hace ver la Biblia como una unidad completa y cerrada a
través de la cual Dios nos ha dado de sí mismo y de Cristo la imagen exacta y verdadera que Él
quería darnos a conocer. No podemos dejar pasar por alto como efecto de la inspiración la
sacramentalidad de la Escritura. Si la moderna teología sacramentaria subraya que los
Sacramentos son un encuentro con Dios en Cristo, también la Biblia nos ofrece innumerables
oportunidades para experimentar este encuentro.115
2. 5. La inerrancia.
La filosofía ha presentado siempre sumo interés por esclarecer qué es la verdad , cuál es
su concepto. Los conceptos cliscos de verdad metafísica, epistemológica y lógica han sufrido en
estos dos últimos siglos nuevas formulaciones y nuevos enfoques. Nominalistas, idealistas,
Kant, Hegel, Heidegger, Nietzche, Kierkegaard y hasta Ortega y Gasset han presentado su
peculiar filosofía sobre la verdad. En la época anterior al Concilio se iniciaron dos corrientes
filosóficas que ofrecían planteamientos nuevos. Por una parte se descubrió la diferencia existente
entre la verdad semítica y la verdad griega. Por otra, la filosofía analítica separaba netamente el
lenguaje de la ciencia y los demás lenguajes; sólo el lenguaje científico es el ámbito donde se da
la verdad, mientras que los demás lenguajes no son susceptibles de verdad en sentido estricto. El
descubrimiento del lenguaje “performativo sirvió para señalar un tipo de verdad nuevo para el
lenguaje no científico. ¿A cuál de estos lenguajes se podía adscribir la Biblia? El Concilio no
entró en la cuestión técnica del concepto filosófico de verdad, pero sus opciones resultaron
decisivas para modificar el enfoque secular de la verdad bíblica según el modelo griego.
La DV enmarca la doctrina de la verdad en el contexto de lo designios de Dios, que
tienen como objeto la comunicación de su vida divina a los hombres116. La verdad primordial es
lo que ella llama “la verdad íntima de Dios”117. Esta verdad se comunica en la revelación y sus
designios por medio de la palabra, la cual es verdadera por la correspondencia con la verdad
profunda e íntima de Dios y sus designios
Esta verdad primera, que caracteriza el ser del “Dios vivo y verdadero”118 resplandece
ene Cristo, lleno de gracia y de verdad”119, que es una verdad escondida en el misterio de
Cristo120.
115
Ap 5.1-10:
116
DV 1
117
DV 2
118
DV 3 y DV 14
119
DV 17
120
DV 24.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Esa verdad se contiene en el “verum verbum”, verdadera palabra121 que es la Escritura
del AT y en el Evangelio “fuente de toda verdad salvadora”122. Es la verdad que se da a conocer
a los fieles por el “Espíritu de verdad”123 que es el Espíritu Santo, el cual concede “ a todos gusto
en aceptar y creer en la verdad” 124. Los apóstoles poseían el carisma de la verdad que continúa
en la predicación de los obispos. La “plenitud de la verdad” 125no es una realidad poseída, sino
que la Iglesia camina hacia ella. Esa verdad es una verdad para la salvación del hombre.
Es una verdad salvadora. La verdad que Dios hizo consignar en los libros sagrados para
salvación nuestra. Esta es, en visión de conjunto, la idea de la DV sobre la verdad bíblica.
Los libros sagrados “enseñan sólidamente, fielmente y sin error”126 La referencia a la
salvación sirve paea delimitar el ámbito concreto al que se circunscribe la verdad bíblica que en
cuanto a su naturaleza ni es estrictamente semita ni puramente griega, es lo que llamamos verdad
cristiana
La expresión “sin error” de la DV por tanto se refiere a la exclusión de todo error en el
ámbito de la verdad salvífica lo cual parece que fuera de este ámbito pueden darse errores en la
Biblia. La Escritura no intenta dar una enseñanza en materia científica. Como dice San Agustín
la finalidad de Dios con la Sagrada Escritura no es formar astrónomos sino cristianos.
Ciertamente, la Escritura describe los fenómenos que son objeto de estudio científico bajo las
apariencias sensibles, del mismo modo que en poesía se recurre al mensaje metafórico figurado.
Aunque la palabra de fe no responda al lenguaje científico, no hay duda de que los
contenidos de la Escritura se prestan a la verificación. La verificación más conocida es la
comprobación arqueológica. En todos los descubrimientos de las excavaciones realizadas en el
Próximo Oriente , la arqueología ha realizado un control y una verificación de las narraciones
bíblicas y en ninguna ha encontrado error.
En el orden histórico se da la verificación estricta cuando se descubre un documento que
controla la verdad de los textos bíblicos quedando patente y perfectamente verificada la
historicidad de los textos. La comprobación puede llevarse también a cabo mediante el control
interior del documento por la crítica literaria o la crítica histórica.
Estos tipos de control aplicados a la Biblia han dado grandes resultados. Se puede
afirmar que ningún otro libro del mundo ha sido sometido a tan sistemático trabajo de
verificación externa e interna. Fuera del ámbito de la arqueología y de la historia, las demás
verificaciones científicas en materia bíblica son de mínimo valor. Siendo la Escritura un libro de
121
DV 14
122
DV7
123
DV9
124
D V .5.
125
DV8
126
DV 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
fe, entra en su propia constitución la inevidencia de los contenidos y la verificabilidad de sus
enunciados salvíficos. La uúnica comprobación aceptable para el lenguaje béblico se da en el
ámbito específico del lenguaje de la fe. Es la verdad propia de la revelación, vivida en el acto de
fe y en la aceptación de la voluntad de Dios con una tensión de esperanza hacia la realización
escatológica, la que ofrece la ultima evidencia de la palabra de fe. En el lenguaje de la fe la
verdad se verifica discerniendo la palabra verdadera de la falsa.
En la Biblia existe una verdad real. La verdad real es la presencia actuante de la realidad
sobre la mente humana. Esta presencias, al ser anterior a toda reflexión y conceptualización, es
siempre verdadera. En la Biblia se da la presencia activa de Dios en la mente humana.
En segundo lugar está la verdad de conocimiento, propia de la mente que elabora sus
conceptos y proposiciones. En el campo bíblico hay verdad de conocimiento cuando los autores
sagrados han captado adecuadamente la realidad de fe que van a ofrecer en sus textos. La Iglesia
garantiza esta verdad de conocimiento en la Biblia emdiante el Canon de las Escrituras.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
3. EL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS.
128
Gal 6, 16
129
DV 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
a lo largo de la historia. Etimológicamente, la palabra apócrifo significa cosa escondida, oculta y
se aplicaba a aquellos libros que se destinaban al uso privado de los adeptos de alguna secta.
Después con esta palabra se designaba a los libros de origen dudoso cuaya autenticidad se
impugnaba y más tarde se denominaba apócrifo al libro sospechoso de herejía y poco
recomendable. En la actualidad reciben el nombre de apócrifos los libros que la Iglesia ha
determinado como no canónicos aunque alguna vez hubieran sido considerados como tales. Por
extensión se llaman también apócrifos los libros que toman una forma literaria semejante a la de
los libros del AT y NT, pero que nunca han formado parte del canon bíblico.
131
DS 783
132
DV 8
133
DV 9
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
135
Ex 20, 1-17
136
Dt 5, 6-22
137
Is 40, 1-11;Is 40, 17-20
138
Cfr. Sal 78; Sal 105.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
de Jesús de un modo que supera la mera crónica. Reflejan la interpretación de la palabra de Jesús
en el contexto de nuievas circunstancias e incluso nos han dejado muestras de sucesivas
interpretaciones de un texto. Así, la parábola del mayordomo sagaz. Lucas nos ofrece cómo
Jesús la aplica para alabar la sagacidad140 de los hijos del mundo entre sí, no frente a Dios.
Además añade una explicación al presentar el modelo de un administrador que emplea el dinero
injustamente adquirido en ayudar a otros141 y finalmente hay otra interpretación al decir que hay
que ser fieles en las cosas pequeñas142.
Esta y otras muchas muestras de reinterpretación del NT en su interior nos ilustra sobre el
dinamismo de la interpretación de las palabras de Jesús en el interior de las comunidades
cristianas apostólicas en que nacen los evangelios y todo el NT. Nunca se ha tratado de conservar
congelada la palabra del Señor, sino de descubrir su fuerza actual frente a situacione que van
surgiendo en las Iglesias. Este dinamismo mueve también toda la historia posterior de la
interpretación bíblica.
140
Lc 16, 8
141
Lc 16
142
Lc 16, 10
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
comentarios se dan cita la interpretación literal y la tipología alegórico-cristológica.
En la ciudad de Alejandría surge a pricipios del s.III la primera escuela teológica
propiamente dicha. Para Clemente de Alejandría la Sagrada Escritura es voz del logos divino. El
Evangelio es la realización plena de la Ley y por eso debe interpretarse todo el AT desde Cristo.
Su discípulo Orígenes lleva a la perfección los avances exegéticos y la teoría de la
interpretación de su maestro, convirtiendo la hermenéutica bíblica en una verdadera ciencia.
Las circunstancias políticas creadas por el reconocimiento del cristianismo por parte del
emperador Constantino produjeron nuevos planteamientos culturales que afectaron también a la
interpretación de la Escritura.
Es figura importante Eusebio de Cesarea cuya vida se desarrolla entre las persecuciones
y la nueva Iglesia constaniniana. En sus obras, Cánones evangélicos y el Onomasticón se ponen
de manifiesto sus intereses históricos aplicados a la Escritura.
Los Padres Capadocios, especialmente San Basilio, también aportaron importantes
orientaciones exegéticas en orden a la homilética en la que la interpretación bíblica es
principalmente literal. Más uso de la alegoría hace san Gregorio de Nisa, más místico y autor
espirritual que exegeta.
De gran importancia en la exégesis e interpretación de la Escrituras fue la escuela
antioqueña . Para sus autores Luciano de Samosata, Diodoro de Tarso, y sobre todo Teodoro de
Mopsuesta la tarea principal de la exégesis consiste en explicar las expresiobes del texto
literalmente y sin divagaciones que solamente se le puede permitir al predicador.
San Juan Crisóstomo, la máxima personalidad antioqueña más que exégeta fue un gran
predicador que usó la Escritura con finalidad pastoral
San Jerónimo es sin duda el más grande biblista de la patrística occidental. En sus
comienzos sigue a Orígenes del que aprende el interés por los datos filológicos e históricos. Más
tarde se acerca a la interpretación literalista antioquena pero sin abandonar el magisterio de
Orígenes. En sus obras de madurez como en los comentarios a los profetas emplea un método
exegético que combina el punto de vista filológico, histórico y espiritual con abundantes
alegorías Por encima de todas sus obras destaca la versión latina del AT (395-405) y la revisión
del NT que se perpetuará en Occidente con el nombre de “versión vulgata”.
En Occidente apenas hubo exégetas, sin embargo destaca como gran biblista San
Agustín. En su época maniquea rechazó la Escritura aduciendo las incoherencias que encontraba
en ella debido a una interpretación totalmente literal. A través de la predicación de San Ambrosio
descubre la interpretación alegórica que le condujo a su conversión al cristianismo. Al principio
fue fuertemente alegorista debido al platonismo que había profesado. Poco a poco llegó al
equilibrio acercándose a las posiciones de San Jerónimo. Cultiva todos los géneros bíblicos de la
época, homilias, comentarios y las quaestiones predominando su actividad homilética. Usa
principalmente la tipología tradicional y la alegoría veterotestamentaria. En su interpretación de
los Salmos, no sólo habla el salmista o el cristiano, sino sobre todo Cristo y la Iglesia.
A principios del s.V la escuela de Alejandría pierde vitalidad lo mismo que la antioquena
debido a las constantes controversias cristológicas. En Occidente no están mejor las cosas. Se
escriben florilegios y obras semejantes en la Galia y en Africa. La única figura con la que se
puede cerrar el periodo patrístico es la del monje Casiano que elabora la teoría patrística de los
sentidos bíblicos: la histórica interpretatio (sentido literal) y la spiritalis intelligentia (sentido
espiritual). Propone tres tipos de interpretación espiritual: la alegoría, que equivale a la tipología
tradicional;la anagogíaque nos lleva de las cosas terrenas a la realidad de las celestes y la
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
tropología, que es una interpretación de tipo moral.
La Reforma protestante nace del enfrentamiento de Lutero con el Papa y los Obispos.
Lutero no admite otra autoridad que la de la Sagrada Escritura. No puede decirse, sin embargo,
que tomó partido por un libro frente a una persona. El problema suscitado fue muy complejo.
Supone una postura hermenéutica de gran trascendencia para la interpretación de la Biblia.Ya le
había precedido en esta actitud John Wiclef para quien la Escritura ha de interpretarse
literalmente y siguiendo la autoridad del Espíritu frente a la autoridad de los intérpretes humanos
incluído el magisterio de la Iglesia.
Cuando es acusado por su doctrina de la sola gratia Lutero apela a la Escritura contra el
papa y los concilios y recoge la doctrina ya sembrada de la única autoradad de la Escritura
fundada en la autoridad del Espíritu Santo, que no puede errar. El cristiano tuene acceso directo a
las Escrituras, a su sentido verdadero, siempre que se acerque a ellas con disposiciones
adecuadas para recibir la luz del Espíritu. Según él las Escrituras no deben ser entendidas sino en
el Espíritu en que fueron escritas. Ninguna autoridad humana puede confirmar la interpretación
válida de la Escritura, pues ésta es intérprete de sí misma y lo que nos confirma si estamos o no
en la verdadera interpretación es la experiencia interna de saber si nos conduce o no a Cristo.Los
demás reformadores aceptaron lo fundamental de la interpretación luterana.
La reacción de la Iglesia Católica a esta concepción de Lutero está contenida en el
decreto sobre la Escritura y la tradición de la sesión IV de Trento. En él se condena el pricipio de
libre interpretación de la Escritura contra el sentido de la Iglesia y exige que se acepten todos los
libros sagrados en todas sus partes tal y como los recibe la Iglesia, así como las tradiciones
apostólicas no escritas, proponiendo además la versión Vulgata de la Biblia como auténtica y
punto de referencia obligado. Como reacción a la polémica suscitada con los protestantes la
teología católica acentuó el papel de la tradición disminuyendo la importancia de la Escritura. No
es de extrañar que en este ambiemnte el comentario bíblico solo sirviera para sacar argumentos
que justificaran la doctrina propuesta. La exégesis se convirtió así en una servidora de la teología
dogmática y de la apologética.
4. 7. Conclusión.
Para una verdadera y válida interpretación de la Palabra de Dios contenida en la Biblia
han de tenerse en cuenta los dos pricipios siguientes:
Primer principio: No cabe hacer una separación absoluta entre interpretación de la Biblias
como libro meramente humano e interpretación de la Biblia como libro que contiene y es Palabra
de Dios. Esta es la precomprensión básica del exegeta católico.
Segundo principio: Es necesario tomar en serio la naturaleza humano-divina de la
Escritura, derivada del hecho dogmático de su inspiración divina, lleva consigo tomar en serio la
humanidad de la Escritura. Y esto porque no hay posibilidad ordinaria de acceso a la Palabra
escrita de Dios si no es a través del conocimiento de la palabra humana de la Biblia. Estos dos
grandes principios generales deben concretizarse en los siguientes corolarios:
Para conocer lo que Dios quiere decir y dice en la Sagrada Escritura es necesario conocer
tanto los condicionamientos e intención de su autor o autores humanos como los de su lenguaje,
que no siempre dependen de la intención de los autores humanos.
Es consecuencia de los principios anteriores que, para interpretar correctamente la
Escritura, sea necesario aceptar todos los instrumentos y métodos de interpretación que se
emplean para cualquier obra humana de similares caraacterísticas. Tales son, entre otros, el
conocimiento de los géneros literarios, la crítica textual y literaria, los métodos filológicos y
lingüísticos y los métodos histórico-críticos. Es condición indispensable para el uso de estos
instrumentos y métodos el liberarlos de aquellos principios filosóficos, a veces conectados con
ellos, que entran en contradicción con la naturaleza divina de la Sagrada Escritura.
Consecuencia también de estos principios anteriores es que pueden ser útiles y utilizables
para la interpretación de la Sagrada Escritura aquellos procedimientos y métoodos de
interpretación que provienen de la investigación y del estudio en el campo de las ciencias
humanas. Tales procedimientos y métodos deben utilizarse en las mismas condiciones que los
anteriores, es decir, liberados de todo principio filosófico contrario a la naturaleza divina de la
Escritura. Por estar menos experimentados en el campo de la ciencia bíblica, se deben usar con
especial cuidado.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Por último el Espíritu de Dios, que actuó en las etapas del AT y NT, que dio a conocer
al pueblo de Israel la revelación de Dios mediante hechos y palabras, bajo cuya acción ésta se
puso por escrito y fue reconocida como Escritura inspirada y normativa, es el mismo Espíritu
que hace posible la encarnación del Verbo de Dios, el mismo que Jesucristo deja a su Iglesia
para que reconozca en su palabra y en sus obras la plenitud de la revelación de Dios, el
mismo bajo cuya acción estos mismos hechos y palabras se ponen por escrito, el mismo que
lleva a la Iglesia a reconocer en esos escritos la definitiva revelación de Dios y a someterse a
ellos señalándolos como normativos y canónicos . En consecuencia es también el mismo
Espíritu que habita y vive en la Iglesia como palabra interna a ella, el que sigue dándole a
conocer la palabra externa, que es la Escritura, haciendo posible su interpretación auténtica,
convirtiéndola en palabra eficaz hoy y en cada tiempo.
BIBLIOGRAFIA.
Biblia y Palabra de Dios. Antonio M. Artola. José Manuel Sánchez Coro. Editorial Verbo
Divino. Pamplona.
1. LA REVELACION.
1. 1. El hecho de la revelación.
1. 2. El Magisterio de la Iglesia y la Palabra de Dios.
1. 3. La Revelación en la historia.
1. 4. Objetivo de la Revelación.
1. 5. Carácter cristocéntrico y trinitario de la Revelación.
1. 6. El progreso de la revelación.
1. 7. La interpretación histórico-teológica de la palabra de Dios en la palabra
humana.
2. LA INSPIRACION.
2. 1. Concepto de inspiración.
2. 2. Dios autor.
2. 3. El autor humano.
2. 4. Efectos de la inspiración.
2. 5. La inerrancia.
1. LA REVELACION.
1. 3. La Revelación en la historia.
El Dios de la Revelación es un Dios que para comunicarse con el hombre no le basta
la palabra de amistad y de amor sino que se hace presente con una presencia operativa,
mediante hechos. Dios se revela al hombre actuando en la historia.
La peculiaridad de la Sagrada Escritura cuanto a su origen, estructura y significado
sólo se hace visible a través de su relación con la historia de la revelación de Dios en Israel, y
de manera definitiva, en Jesús de Nazaret.
La revelación acontece en el contexto de la experiencia histórica realmente
perceptible del pueblo de Dios.
Es una revelación dialogal y verbal, en cuanto Dios expresa su palabra y su
voluntad en el medio del lenguaje humano y de acciones históricas.
Es social en cuanto que el destinatario de la revelación es el pueblo de Dios o
la humanidad.
Es escatológica en cuanto que Dios se dona definitivamente a los hombres en
un acontecimiento histórico o en la figura histórica de un mediador.
1. 4. Objetivo de la Revelación.
El Dios de la revelación es un Dios que actúa mediante su Palabra. Los
acontecimientos de la Historia de la Salvación son realmente Palabra de Dios 145. Estos
mismos acontecimientos históricos son pues el contenido de la fe y es la fe de la Iglesia quien
los proclama como Palabra de Dios, objeto de nuestra fe.
147
Jn 13, 12-20.
148
Cfr DV 1.
149
DV.2.
150
Jn 14, 6.
151
DV n 4.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
El Espíritu es el Paráclito que recuerda a los discípulos todo lo que Jesús les ha dicho.
Él los lleva a la verdad plena y total.
La misión del Espíritu Santo es, pues, el de comunicarnos el conocimiento de Jesús,
de introducirnos dentro de su entera verdad, desplegar el misterio de Cristo en la conciencia
de todos los creyentes y hacerles sentir el efecto de su poder152.
1. 6. El progreso de la revelación.
Hemos dicho que la revelación se realiza en la historia y a través de la historia, por lo
tanto existe una historia de la revelación paralela a la historia. La revelación, pues, está
sometida a un progreso en función de los hechos históricos que van sucediéndose. El
Concilio nos habla de este carácter histórico y progresivo de la revelación significando la
admirable condescendencia de la eterna Sabiduría al adaptar su lenguaje al lenguaje de los
hombres.153
2. LA INSPIRACION.
El Concilio Vaticano II afirma: “Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y
manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La
santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del
152
Cfr. Jn.14, 26. Jn. 16, 13-14
153
DV.13.
154
Cfr. Concilio de Florencia: DH 1334; DHR 706; Concilio de Trento:
DH 1501; DHR 783; Concilio Vaticano I: DH 3006: DHR 1778.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia.
Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus
propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron,
como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería”155.
Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en la virtud. De esta manera, el hombre de Dios está bien formado y
bien pertrechado para toda obra buena156.
2. 2. Dios autor.
El influjo de Dios en el origen de los escritos neotestamentarios es idéntico a aquella
donación del Espíritu en virtud de la cual los apóstoles pudieron identificar, a la luz de los
acontecimientos pascuales, al Señor resucitado e Hijo del Padre con el Jesús prepascual.
Los autores de los libros del Nuevo Testamento, testigos oculares y servidores de la
Palabra, poseían el don carismático de escuchar, entender y traducir al lenguaje humano la
palabra de Dios a partir del acontecimiento de la revelación.
155
DV 11
156
Cfr. también 1 Tes 2,13:
157
Cfr. S. th. II-II qq. 171-174.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Teniendo esto en cuenta es necesario tener un exacto conocimiento de los diferentes
géneros literarios, de los modos de hablar proféticos y poéticos y de las circunstancias de las
diversas épocas y culturas.
En el tercer capítulo de Dei Verbum, el Concilio Vaticano II ha propuesto una nueva
concepción de la doctrina de la inspiración. “Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada
Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura
comprenda lo que Él quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron
expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con
que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos
diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta
la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe.
Todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en
última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de
interpretar la palabra de Dios.158
La Sagrada Escritura transmite en su conjunto, la verdad de la autocomunicación
histórica de Dios y es esta autocomunicación la que proporciona el adecuado horizonte de
interpretación del sentido literal de los pasajes concretos.
2. 4. Efectos de la inspiración.
La actuación del soplo produce en los carismáticos dos efectos diversos e íntimamente
conexos.
Ante todo la elevación del ser humano por encima de sus normales posibilidades.
En segundo lugar está la actuación concreta y diferenciada, según el modo de la
facultad activada por el soplo: acción heroica, profecía, evento prodigioso, gesto simbólico,
escritura inspirada, etc.
En el caso concreto de la inspiración bíblica tenemos la acción combinada de las dos
actividades, cuyo término es el fenómeno de la composición de la Escritura:
la “inspiración” o recepción del soplo divino.
La “expiración” en el acto concreto de la redacción carismática.
A veces no se atiende a esta diversificación de momento, y se llama “inspiración
bíblica” al momento último de la composición literaria de la Biblia . Toda inspiración
comienza en la “insuflación” y termina en el libro sagrado. Si se da el nombre de inspiración
al momento último, es por sinécdoque, atribuyendo a una parte el nombre del todo.
Hay todavía un tercer efecto. Es la marca de santidad que el Espíritu deja en la
Escritura. En virtud de esta característica, la palabra de Dios es llamada “santa” y los libros
“santos y sagrados”.
Efectos de la inspiración son también la unidad e integridad de toda la Escritura. Es
indudable que, aunque sea muy valioso el estudio de uno de los libros por separado, la meta
que debe proponerse la investigación bíblica será el comprender las Sagradas Escrituras
como un todo, como una unidad. No se puede ver la Biblia como una colección de libros
formados independientemente sin una clave interior común velada para todo hombre a y a la
que se accede solamente por la fe. Es la fe quien nos hace ver la Biblia como una unidad
completa y cerrada a través de la cual Dios nos ha dado de sí mismo y de Cristo la imagen
exacta y verdadera que Él quería darnos a conocer. No podemos dejar pasar por alto como
efecto de la inspiración la sacramentalidad de la Escritura. Si la moderna teología
158
Cfr .DV n12
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
sacramentaria subraya que los Sacramentos son un encuentro con Dios en Cristo, también la
Biblia nos ofrece innumerables oportunidades para experimentar este encuentro.159
159
Ap 5.1-10:
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
2. 5. La inerrancia.
La DV enmarca la doctrina de la verdad en el contexto de lo designios de Dios, que
tienen como objeto la comunicación de su vida divina a los hombres160.
La verdad primordial es lo que ella llama “la verdad íntima de Dios”161. Esta verdad
se comunica en la revelación y sus designios por medio de la palabra, la cual es verdadera por
la correspondencia con la verdad profunda e íntima de Dios y sus designios
Esta verdad primera, que caracteriza el ser del “Dios vivo y verdadero”162 resplandece
ene Cristo, lleno de gracia y de verdad”163, que es una verdad escondida en el misterio de
Cristo164.
Esa verdad se contiene en el “verum verbum”, verdadera palabra165 que es la
Escritura del AT y en el Evangelio “fuente de toda verdad salvadora”166. Es la verdad que se
da a conocer a los fieles por el “Espíritu de verdad”167 que es el Espíritu Santo, el cual
concede “ a todos gusto en aceptar y creer en la verdad” 168. Los apóstoles poseían el carisma
de la verdad que continúa en la predicación de los obispos. La “plenitud de la verdad” 169no
es una realidad poseída, sino que la Iglesia camina hacia ella. Esa verdad es una verdad para
la salvación del hombre.
Es una verdad salvadora. La verdad que Dios hizo consignar en los libros sagrados
para salvación nuestra. Esta es, en visión de conjunto, la idea de la DV sobre la verdad
bíblica. Los libros sagrados “enseñan sólidamente, fielmente y sin error”170
La expresión “sin error” de la DV por tanto se refiere a la exclusión de todo error en
el ámbito de la verdad salvífica lo cual parece que fuera de este ámbito pueden darse errores
en la Biblia. La Escritura no intenta dar una enseñanza en materia científica. Como dice San
Agustín la finalidad de Dios con la Sagrada Escritura no es formar astrónomos sino
cristianos.
160
DV 1
161
DV 2
162
DV 3 y DV 14
163
DV 17
164
DV 24.
165
DV 14
166
DV7
167
DV9
168
D V .5.
169
DV8
170
D V 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Siendo la Escritura un libro de fe, entra en su propia constitución la evidencia de los
contenidos y la verificabilidad de sus enunciados salvíficos. La única comprobación
aceptable para el lenguaje bíblico se da en el ámbito específico del lenguaje de la fe. Es la
verdad propia de la revelación, vivida en el acto de fe y en la aceptación de la voluntad de
Dios con una tensión de esperanza hacia la realización escatológica, la que ofrece la ultima
evidencia de la palabra de fe.
En la Biblia existe una verdad real: la presencia actuante de la realidad sobre la
mente humana. Esta presencias, al ser anterior a toda reflexión y conceptualización, es
siempre verdadera. En la Biblia se da la presencia activa de Dios en la mente humana.
En segundo lugar está la verdad de conocimiento, propia de la mente que elabora sus
conceptos y proposiciones. En el campo bíblico hay verdad de conocimiento cuando los
autores sagrados han captado adecuadamente la realidad de fe que van a ofrecer en sus textos.
La Iglesia garantiza esta verdad de conocimiento en la Biblia mediante el Canon de las
Escrituras.
171
Ez 40, 3
172
Gal 6, 16
173
D V 11
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Se llaman libros protocanónicos los que han sido aceptados como canónicos desde
siempre y sin discusión.
Se denominan deuterocanónicos aquellos libros canónicos sobre cuya canonicidad se
ha discutido alguna vez, aunque para la Iglesia son plenamente canónicos y se hayan añadido
definitivamente al canon en época tardía.
Son libros deuterocanónicos en el AT, los libros de Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría,
Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos.
En el NT, Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Apocalipsis. A estos libros
hay que añadir los pasajes en el AT 10, 4-16,24 del libro de Ester y 3,24-90 del libro de
Daniel, así como la carta de Jeremías que la traducción latina de la Vulgata sitúa en Baruc 6.
En el NT son deuterocanónicos los pasajes 16, 9-20 del Evangelio de Marcos y 7,53-
8,11 del Evangelio de San Juan.
Insistimos que para el católico los libros deuterocanónicos no son menos canónicos
que los protocanónicos porque la Biblia es norma, canon de la Iglesia y a su vez la Iglesia es
quien nos garantiza y asegura el canon de la Escritura..
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Un segundo grupo al que llamaremos criterios internos, son los que en realidad
fundamentan la normatividad de la Escritura. La Iglesia acepta como canónicos sólo
aquellos que sean “inspirados”, es decir los que reciben la autoridad de Dios. Sus
autores deben ser, por tanto, hombres proféticos e inspirados. Se trata pues de un
“criterio espiritual” interno a la Escritura que podría describirse como la experiencia
que la Iglesia tiene del testimonio del Espíritu Santo en medio de la Sagrada Escritura.
Hay un tercer grupo formado por los criterios eclesiales. Son aquellos que
tienen por objeto el resultado de las relaciones de la Iglesia con esos escritos.
Tales son el reconocimiento de un libro como Escritura canónica por un número
grande de Iglesias;
su recepción como tal por parte de Iglesias antiguas, mejor si son apostólicas;
la citación como Escritura por autoridades reconocidas;
su empleo en la liturgia;
su reconocimiento, en fin, por autoridades eclesiásticas oficiales.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Esta triple clasificación nos ilumina para ver la triple estructura teológica de la
fundamentación del canon.
Son los siguientes: del Antiguo Testamento, los cinco de Moisés que son
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los
Reyes, dos de los Paralipómenos, el primero de Esdras y el segundo, llamado Nehemías;
Tobías, Judit, Ester, Job; el Salterio de David de 150 salmos; Proverbios, Eclesiastés,
Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico; Isaías, Jeremías con Baruc, Ezequiel,
Daniel; los doce profetas menores, a saber: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas,
Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías; primero y segundo de los
Macabeos.
Del Nuevo Testamento los cuatro Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y
Juan: los Hechos de los Apóstoles escritos por el evangelista Lucas; catorce cartas del
Apóstol Pablo: a los Romanos, dos a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los
Filipenses, a los Colosenses, dos a los Tesalonicenses, dos a Timoteo, a Tito, a Filemón,
a los Hebreos; dos del Apóstol Pedro, tres del Apóstol Juan, una del Apóstol Santiago,
una del Apóstol Judas y el Apocalipsis del Apóstol Juan.
Si alguno no recibiese como sagrados y canónicos estos mismos libros en su
integridad, con todas sus partes, tal y como ha sido costumbre leerlos en la Iglesia
Católica y se contienen en la antigua edición vulgata latina y despreciare a sabiendas y
pertinazmente las antedichas tradiciones, sea anátema”.
El Concilio de Trento no entró en las razones históricas que justifican esta
concreta lista canónica de las Escrituras, sino que dio una razón dogmática: “Conservar
en la Iglesia la pureza del Evangelio, que se presenta como prometido por los profetas
en las santas Escrituras, promulgado por Cristo y predicado bajo su mandato por los
Apóstoles”175.
174
Concilio de Trento, sesión IV del 8 de abril de 1546. DS 783.
175
DS 783
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
179
Ex 20, 1-17
180
Dt 5, 6-22
181
Is 40, 1-11; Is 40, 17-20
182
Cfr. Sal 78; Sal 105.
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
183
Lc 24, 27
184
Lc 16, 8
185
Lc 16
186
Lc 16, 10
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
que buscar nuevos caminos de interpretación bíblica. Justino considera la Ley como
typos de las realidades futuras, Cristo y la Iglesia. Las profecías son logoi, palabras que
hablan de Cristo. Según él, los judíos se equivocaron porque interpretaton la Ley al pie
de la letra y porque no aceptaron que las profeccías hablasen de Cristo. En este tema,
Justino usa una selección de textos del AT, llamados testimonia que permitían un uso
práctico de la Escritura.
Ireneo se enfrenta a los gnósticos y desarrolla toda una interpretación tipológica
del AT que tiene como finalidad demostrar la continuidad entre AT y NT. Método
parecido usa también, en el norte de Africa, Tertuliano.
Hipólito de Roma es el creador de la exégesis católica como género autónomo.
En sus comentarios se dan cita la interpretación literal y la tipología alegórico-
cristológica.
En la ciudad de Alejandría surge a pricipios del s.III la primera escuela teológica
propiamente dicha. Para Clemente de Alejandría la Sagrada Escritura es voz del logos
divino. El Evangelio es la realización plena de la Ley y por eso debe interpretarse todo
el AT desde Cristo.
Su discípulo Orígenes lleva a la perfección los avances exegéticos y la teoría de
la interpretación de su maestro, convirtiendo la hermenéutica bíblica en una verdadera
ciencia.
Las circunstancias políticas creadas por el reconocimiento del cristianismo por
parte del emperador Constantino produjeron nuevos planteamientos culturales que
afectaron también a la interpretación de la Escritura. Es figura importante Eusebio de
Cesarea cuya vida se desarrolla entre las persecuciones y la nueva Iglesia
constaniniana. En sus obras, Cánones evangélicos y el Onomasticón se ponen de
manifiesto sus intereses históricos aplicados a la Escritura.
Los Padres Capadocios, especialmente San Basilio, también aportaron
importantes orientaciones exegéticas en orden a la homilética en la que la interpretación
bíblica es principalmente literal. Más uso de la alegoría hace san Gregorio de Nisa, más
místico y autor espirritual que exegeta.
De gran importancia en la exégesis e interpretación de la Escrituras fue la
escuela antioqueña . Para sus autores Luciano de Samosata, Diodoro de Tarso, y sobre
todo Teodoro de Mopsuesta la tarea principal de la exégesis consiste en explicar las
expresiobes del texto literalmente y sin divagaciones que solamente se le puede permitir
al predicador.
San Juan Crisóstomo, la máxima personalidad antioqueña más que exégeta fue
un gran predicador que usó la Escritura con finalidad pastoral
San Jerónimo es sin duda el más grande biblista de la patrística occidental. En
sus comienzos sigue a Orígenes del que aprende el interés por los datos filológicos e
históricos. Más tarde se acerca a la interpretación literalista antioquena pero sin
abandonar el magisterio de Orígenes. En sus obras de madurez como en los comentarios
a los profetas emplea un método exegético que combina el punto de vista filológico,
histórico y espiritual con abundantes alegorías Por encima de todas sus obras destaca la
versión latina del AT (395-405) y la revisión del NT que se perpetuará en Occidente
con el nombre de “versión vulgata”.
En Occidente apenas hubo exegetas, sin embargo destaca como gran biblista
San Agustín. En su época maniquea rechazó la Escritura aduciendo las incoherencias
que encontraba en ella debido a una interpretación totalmente literal. A través de la
predicación de San Ambrosio descubre la interpretación alegórica que le condujo a su
conversión al cristianismo. Al principio fue fuertemente alegorista debido al platonismo
que había profesado. Poco a poco llegó al equilibrio acercándose a las posiciones de San
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
Jerónimo. Cultiva todos los géneros bíblicos de la época, homilías, comentarios y las
quaestiones predominando su actividad homilética. Usa principalmente la tipología
tradicional y la alegoría veterotestamentaria. En su interpretación de los Salmos, no sólo
habla el salmista o el cristiano, sino sobre todo Cristo y la Iglesia.
A principios del S V la escuela de Alejandría pierde vitalidad lo mismo que la
antioquena debido a las constantes controversias cristológicas. En Occidente no están
mejor las cosas. Se escriben florilegios y obras semejantes en la Galia y en Africa. La
única figura con la que se puede cerrar el periodo patrístico es la del monje Casiano que
elabora la teoría patrística de los sentidos bíblicos: la histórica interpretatio (sentido
literal) y la spiritalis intelligentia (sentido espiritual). Propone tres tipos de
interpretación espiritual: la alegoría, que equivale a la tipología tradicional;
la anagogíaque nos lleva de las cosas terrenas a la realidad de las celestes; la tropología,
que es una interpretación de tipo moral. Estos tipos de interpretación se seguirán en la
edad media con diversas modificaciones.
En esta actividad el intérprete bíblico más importante, sin ninguna duda, fue
Santo Tomás de Aquino. Para él la Sagrada Escritura es el testimonio más cualificado
de la revelación. La finalidad teológica de su interpretación de la Escritura es conocer la
revelación de la doctrina para instrucción de los hombres. Así en la edad media se
elaboró una teoria hermenéutica del uso de la Biblia por el teólogo que supone una
independencia entre el método teológico de leer la Escritura y el que hasta entonces se
había practicado leyendo a los Padres. Los teólogos nominalistas posteriores aceptaron
como único criterio de verdad teológica la interpretación bíblica literal dada por el
magisterio de la Iglesia.
Podemos decir que en la exégesis liberal de esta época se distinguen las sigientes
notas hermenéuticas: confianza en la razón, aceptación del sistema filosófico del
momento y separación de exégesis y teología.
En el campo católico se suscitó una corriente de rechazo a estas interpretaciones
de la Biblia que se redujo a una simple función apologética rechazando en la práctica
cada vez más los métodos críticos puesto que conducían a conclusiones aberrantes. Sin
ermbargo a finales del siglo XIX surge en el campo católico un importante movimiento
que coincide con la Providentissimus Deus de Leon XIII que dio un impulso moderado
a los estudios bíblicos y que se promulgó como orientación en las discusiones sobre la
verdad de la Biblia.
En este aspecto destacan M.J. Lagrange que compaginó la dritica racional y la
visión católica de la Escritura y A. Loisy, buen filólogo y exegeta que intentó responder
a Harnack si bien separaba claramente de la persona de Cristo la fundación de la Iglesia.
La polémica quedó abierta estallando la crisis modernista que motivo la publicación de
la encíclica Pascendi de san Pío X con la que quedó cortado el intento de Lagrange.
Este tuvo que abandonar sus estudios del AT y Loisy acabó fuera de la Iglesia católica.
Se mantuvo esta situación hasta la publicación de la Divino afflante Spíritu de Pío XII
en 1943.
El conflicto conocido como la “cuestión bíblica” llegó hasta la opinión pública
con el modernismo. Así se originó la tensión entre el “inmanentismo modernista” y la
concepción supranaturalista y extrínseca de la revelación según la tesis del
neoescolasticismo.
Sólo ha sido posible alcanzar una mediación interna entre las afirmaciones
históricas y las teológicas trascendentales a las que se refiere el testimonio de la
revelación de la Biblia gracias a la renovación de los estudios bíblicos que entiende la
revelación desde la moderna teoría de la comunicación.
El primer paso lo dieron las encíclicas Providentissimus Deus (1891) y Spiritus
Paraclitus (1920) que se pronunciaron en contra de una división del testimonio bíblico
en verdades salvíficas de una parte y enunciados de contenido profano y no inspirados
de la otra.
A estas encíclicas debe añadirsa la que tuvo capital importancia en esta cuestión,
Divino Afflante Spíritu (1943). En ella se meciona la investigación del sentido literal y
su alusión a la atención que debe prestarse a los géneros literarios, (crítica textual,
crítica de las formas, crítica literaria, crítica de la redacción, historia de la tradición).
El Concilio Vaticano I en su constitución Dei Filius parte de la revelación
natural y de la posibilidad del conocimiento de Dios a la luz de la razón para
desembocar después en la revelación sobrenatural. Sin embargo la visión del Concilio
Vaticano II supone un giro total. Confirma la visión global del método histórico y
dogmático para la interpretación de la Escritura de la mano de la concepción de la
revelación basada en la teoría de la comunicación. La revelación califica al
acontecimiento de la autocomunicación personal como verdad y vida del hombre. De
este modo la razón teológica se ve remitida a la historia de la revelación testificada en la
Escritura. Debido a la unidad interna entre la realización trascendental y la categorial
de la razón y la libertad humanas, el encuentro con Dios sólo es posible a través de la
mediación de los acotecimientos históricos y su exposición en palabras humanas. A
esta estructura de la autocomunicación de Dios en la historia responde la mediación
interna del método histórico y el dogmático, es decir, del método que traslada al
lenguaje la verdad de la revelación.
El diálogo paterno y santo entre Dios y el hombre, interrumpido a causa del
pecado original, se ha reemprendido maravillosamente a lo largo de la historia y la
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
historia de la salvación relata precisamente este largo y variado diálogo que arranca de
Dios y empalma con el hombre como una amena y maravillosa conversación.
Así en el libro del Exodo, al narrar la vida de Moisés, el autor, posiblemente el
yahvista, narra incomparablemente esta intimidad coloquial de Dios con Moisés, quien
animado por este diálogo se pone en camino gritando “¡Señor, haz que vea tu rostro, tu
gloria!” 187
En la Dei Verbum el Concilio Vaticano II ha manifestado el carácter
interpersonal, existencial, dinámico y comunicativo de la Revelación como Palabra de
Dios, aportando una inmensa riqueza a la concepción en cierto modo estática de los
escolásticos. En la teoría de la información los neoescolásticos siguiendo a Santo Tomás
partían del concepto de que hablar es manifestar el propio pensamiento a alguien a
través de los signos. En la Dei Verbum se pone el acento en el descubrimiento del
pensamiento por medio de la palabra y en la participación que se realiza mediante ella.
Al revelarse Dios habla el lenguaje de la amistad y del amor. Dios llama, convoca,
interpela a los hombres. (Función apelativa del lenguaje). Los hombres que escuhan la
Palabra y la viven son los que pasan a formar la ecclesia, es decir, la comunidad de los
santos.
Podemos decir que en la sgunda mitad del siglo XX la exégesis católica se ha
abierto con seriedad y prudencia a los nuevos métodos histórico-críticos de
interpretación bíblica . La Escuela Bíblica de Jerusalén ha sido pionera en este resurgir
católico de la exégesis.Lo mismo se podría decir de las escuelas bíblicas de Francia,
Alemania y EE.UU, así como del Pontificio Instituto Bíblico de Roma. También en
España se ha cultivado con rigor la investigqación exegética con nombres de la
importancia de A.Colunga, A. Fernandez, L. Alonso Schökel y A. Diez Macho.
4. 7. Conclusión.
Para una verdadera y válida interpretación de la Palabra de Dios contenida en la
Biblia han de tenerse en cuenta los dos principios siguientes:
Primer principio: No cabe hacer una separación absoluta entre interpretación de
la Biblia como libro meramente humano e interpretación de la Biblia como libro que
contiene y es Palabra de Dios. Esta es la precomprensión básica del exegeta católico.
Segundo principio: Es necesario tomar en serio la naturaleza humano-divina de
la Escritura, derivada del hecho dogmático de su inspiración divina, lleva consigo tomar
en serio la humanidad de la Escritura. Y esto porque no hay posibilidad ordinaria de
acceso a la Palabra escrita de Dios si no es a través del conocimiento de la palabra
humana de la Biblia.
Estos dos grandes principios generales deben concretizarse en los siguientes
corolarios:
Para conocer lo que Dios quiere decir y dice en la Sagrada Escritura es necesario
conocer tanto los condicionamientos e intención de su autor o autores humanos como
los de su lenguaje, que no siempre dependen de la intención de los autores humanos.
Es consecuencia de los principios anteriores que, para interpretar correctamente
la Escritura, sea necesario aceptar todos los instrumentos y métodos de interpretación
que se emplean para cualquier obra humana de similares características. Tales son, entre
otros, el conocimiento de los géneros literarios, la crítica textual y literaria, los métodos
filológicos y lingüísticos y los métodos histórico-críticos. Es condición indispensable
para el uso de estos instrumentos y métodos el liberarlos de aquellos principios
187
Ex 33, 18-23
Revelación, Inspiración y Canon de las Escrituras
filosóficos, a veces conectados con ellos, que entran en contradicción con la naturaleza
divina de la Sagrada Escritura.
Consecuencia también de estos principios anteriores es que pueden ser útiles y
utilizables para la interpretación de la Sagrada Escritura aquellos procedimientos y
métodos de interpretación que provienen de la investigación y del estudio en el campo
de las ciencias humanas. Tales procedimientos y métodos deben utilizarse en las
mismas condiciones que los anteriores, es decir, liberados de todo principio filosófico
contrario a la naturaleza divina de la Escritura. Por estar menos experimentados en el
campo de la ciencia bíblica, se deben usar con especial cuidado.
Por último el Espíritu de Dios, que actuó en las etapas del AT y NT, que dio a
conocer al pueblo de Israel la revelación de Dios mediante hechos y palabras, bajo cuya
acción ésta se puso por escrito y fue reconocida como Escritura inspirada y normativa,
es el mismo Espíritu que hace posible la encarnación del Verbo de Dios, el mismo que
Jesucristo deja a su Iglesia para que reconozca en su palabra y en sus obras la plenitud
de la revelación de Dios, el mismo bajo cuya acción estos mismos hechos y palabras se
ponen por escrito, el mismo que lleva a la Iglesia a reconocer en esos escritos la
definitiva revelación de Dios y a someterse a ellos señalándolos como normativos y
canónicos . En consecuencia es también el mismo Espíritu que habita y vive en la
Iglesia como palabra interna a ella, el que sigue dándole a conocer la palabra externa,
que es la Escritura, haciendo posible su interpretación auténtica, convirtiéndola en
palabra eficaz hoy y en cada tiempo.
BIBLIOGRAFIA.
Biblia y Palabra de Dios. Antonio M. Artola. José Manuel Sánchez Coro. Editorial
Verbo Divino. Pamplona.