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“EL PREDICADOR Y LA PALABRA”

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los
vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la
palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende,
exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no
sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y
apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio
en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu
ministerio”. 2ª Timoteo 4:1-5.

El objetivo de las cartas pastorales

A la primera y segunda epístola a Timoteo se les llama “epístolas pastorales”,


Pablo está en el ocaso de su vida y ministerio. Esta carta tiene como objetivo
exhortar y motivar a Timoteo, su hijo en la fe, sobre su vida y ministerio e
instarlo a defender la pureza del evangelio frente a los falsos maestros.
En el primer capítulo, de esta segunda epístola, entra con un fuerte llamado a
valorar el peso de la testificación y de la proclamación del evangelio pese a los
obstáculos. El segundo capítulo exhorta al creyente a comportarse con
dignidad y entereza. El tercer capítulo advierte el malvado y terrible carácter
que tendrán los impíos en los últimos días, es decir, los hombres en los días
finales de la humanidad. En este cuarto capítulo Pablo hace un llamado
urgente y enérgico a Timoteo a predicar con toda la fuerza del corazón la
Palabra del Señor, expone la apremiante necesidad que existe que los hombres
llamados por Dios al ministerio de la Palabra, prediquen con toda convicción,
valentía y firmeza la Palabra de Dios.
La versión Latinoamericana dice: “Predica la palabra, insiste a tiempo y a
destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y
preocupado de enseñar. Pues vendrá un tiempo en que los hombres ya no
soportaran la sana doctrina, sino que buscaran una multitud de maestros
según sus deseos. Estarán ávidos de novedades y se apartaran de la verdad
para volverse hacia puros cuentos”.
La Vulgata Latina dice: “Predica la palabra de Dios con toda fuerza y
valentía, insta con ocasión y sin ella; reprende, ruega, exhorta con toda
paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán
sufrir la sana doctrina, sino que, teniendo una comezón extrema de oír
doctrinas que lisonjeen sus propias pasiones, recurrirán a una caterva de
doctores propios para satisfacer sus desordenados deseos; y cerraran sus
oídos a la verdad, y los aplicarán a la fábulas”.

La gran responsabilidad del ministro de Dios

Analizando estos versos, en estas tres versiones, podemos pesar el valor, la


responsabilidad, lo difícil, complicado y a veces hasta ingrato que es la labor
del predicador del evangelio, sobre todo en el final de los tiempos. Hoy más
que nunca es urgente que los predicadores podamos valorar nuestra tremenda
responsabilidad, debido a que en estos días la gente simplemente no querrá
sufrir la sana doctrina, buscarán otras “voces”, otros “mensajes”, otras
“experiencias” y otro tipo de “predicadores”. Habrá una proliferación de
falsos maestros y una gran gama de nuevas doctrinas que embaucarán a miles
de personas. Contrario a esto en estos días de tanta confusión, pecado, maldad,
apostasía, herejías y engaños, lo que menos tenemos, de lo que más
carecemos, y lo que más necesitamos son de verdaderos predicadores, ungidos
por el Espíritu Santo y con autoridad bíblica. Sobran los cantantes, los
músicos, las bandas, los dúos, los tríos, cuartetos, apóstoles, locutores, levitas,
pastores, lideres, etc., pero carecemos de profetas, predicadores, heraldos y
hombres de Dios de verdad, con autoridad espiritual, autoridad moral y con
base y fundamento bíblico: “Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me
dijo Jehová: he aquí he puesto mis palabras en tu boca” Jeremías 1:9; “me
dijo entonces: profetiza sobre estos huesos, y diles: hueso secos, oíd palabra
de Jehová” Ezequiel 37:4.

Tres aéreas básicas en la vida de un predicador

Unos consejos para nuestros actuales predicadores, existen tres puntos


sumamente importantes en nuestra responsabilidad como ministros del Señor:
1. El predicador y su relación con Dios: El predicador no sólo debe
conocer la Biblia, sino también al Dios de la Biblia, no sólo conocer la
Palabra, sino al Dios que inspiró la palabra. Debe estar cerca de Dios y
lejos del mundo, de rodillas ante el creador y no de rodillas ante las
riquezas, ni ante el placer o ante la fama, debe obedecer a Dios antes
que a los hombres, debe vivir en oración y no esclavo de la televisión
(Isaías 55:6; 1ª Tesalonicenses 5:17; Santiago 5:13-18).
2. El predicador y su relación con la Palabra: El predicador debe
conocer la Biblia, familiarizarse con ella, debe tener conocimiento
bíblico profundo, comprometido con los fundamentos bíblicos, fiel a las
grandes doctrinas cristianas. No mezclar las experiencias, sentimientos
y enseñanzas nuevas con las verdades bíblicas. No puede ser un neófito
o un ignorante (1ª Pedro 4:11; Juan 5:39; 1ª Timoteo 4:13; 2ª
Timoteo 2:24).
3. Predicador y su relación con la gente: El predicador debe tener una
relación correcta con la gente, con su prójimo, de amor, comprensión,
de amistad, amar al pecador y aborrecer el pecado, pero no debe
comprometer sus convicciones por las amistades, por las prebendas ni
por las amenazas: “Pues. ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de
Dios? ¿o trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradará a
los hombres, no sería siervo de Cristo” Gálatas 1:10. Lea también
(Hebreos 13:6; Hechos 4:19; 1ª Reyes 22:14).

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