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EL CELIBATO SACERDOTAL
ntes del Concilio era peligroso hablar del tema de posibles presbíteros
casados.
Hoy se habla del tema con entera libertad y a veces con poca sere-
nidad y equilibrio.
Algunos tratan el asunto dando razones en contra del celibato ecle-
siástico, más bien que proponiendo el problema pastoral de nuestra
Iglesia, como base de un posible cambio de la actual disciplina.
Otros, confunden el problema pastoral con los problemas personales de quie-
nes querrían la liberación de su actual celibato y afirman la necesidad absoluta de
suprimirlo cuanto antes.
Otros piensan, que el hombre de hoy no comprende un clero célibe y sí com-
prendería un clero casado, por lo cual llegan a la misma conclusión.
Unos proponen la supresión absoluta, y los más, la permanencia de un clero
célibe junto a un clero casado.
Pocas veces veo plantear el problema con actitud de amor sereno a Cristo, a
la Iglesia y al estado de celibato.
En este artículo, deseo hacer mi aporte para comprender el sentido del ca-
risma de la castidad perfecta y ayudar a buscar la solución del problema planteado .
• MATRIMONIO Y VIRGINIDAD
(1) l~ Cor., 7.
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LA VIRGINIDAD DE CRISTO
SOLEDAD Y COMUNION
El Génesis había dicho: "No es bueno que el hombre esté solo" (8).
Ahora, S. Pablo dice: "Creo, pues, que por la instante necesidad, es bueno que
el hombre quede así" (9) (sin contraer matrimonio).
A primera vista pareciera que la visión del Génesis hubiera sido modificada
por S. Pablo.
El estado de virginidad, desde cierto punto de vista, coloca al hombre solo
frente a Dios. Es solitario en un aspecto: en cuanto renuncia a la comunión matri-
monial para entrar en esta misteriosa unión. Dios estará siempre presente en su vida.
Además, en Dios encontrará su unión con los hombres. En Cristo robustecerá su vino
( 6) Col. 2, 9.
(7) Jn. 3, 13.
(8) Gen. 2, 18.
(9) 1 Coro 7, 26.
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culación profunda con ellos, para vivir en permanente comunión de caridad con to-
dos. Ciertamente esto es propio de todos los cristianos. El estado de virginidad favo-
rece una mayor plenitud y una mayor libertad en este amor: "La perfecta y perpetua
continencia por el Reino de los Cielos. .. es al mismo tiempo señal y estímulo de la
caridad pastoral y fuente peculiar de la fecundidad espiritual en el mundo ... se
dedica más libremente en El y por El (en el celibato) al servicio de Dios y de los
hombres ... y con ello se hacen más aptos para recibir ampliamente la paternidad en
Cristo" (10 ) .
Cuando alguno piensa que para asimilarse a la vida humana, debe llenar to-
das las actividades y adoptar plenamente el estilo de vida del laico, tal vez olvida
que así se corre el riesgo de perder la transcendencia típica del sacerdote como en-
viado especial de Dios, por su ordenación sacerdotal, como el Cristo que llega a los
hombres.
La encarnación debe acentuar nuestra comunión con los hombres para que
descubran en nosotros, al vernos tan cerca de ellos, el amor con que Jesús los ama
hoy día.