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PRESENTACIÓN

POR GERARDO MOSQUERA


 

"Yemará tiene setenta y siete sayas y un cinturón las aguanta"

Refrán afrocubano

Ante América es un discurso de integración. En él participan artistas suramericanos, caribeños, mesoamericanos,


indígenas, chicanos, africano-norteamericanos, exiliados latinoamericanos en Europa... en fin, todo ese conglomerado
de diversidades que podemos sentir -más que explicar puntualmente- bajo el rubro general de América Latina o, mejor,
de Nuestra América, como la llamó José Martí. Son el sur1 de este hemisferio, no importa que algunos vivan en las
grandes ciudades del norte. Un sur establecido no por un concepto geográfico, sino por una comunidad cultural,
histórica, económica y social, más allá de diferencias obvias.

Un colombiano, en un cuento de Borges, decía que ser colombiano es un acto de fe. La afirmación pudiera extenderse a
América Latina, y a esta exposición. Pero la llamada antropología postmoderna ha restado cinismo a la frase, al mostrar
que las identidades resultan más de construcciones voluntarias que de esencias, sobre todo en los casos de
multiplicidad cultural y sincretismo. Estas construcciones se realizan a partir de situaciones e intereses comunes, como
proyectos que persiguen objetivos de beneficio general para los implicados.

Los latinoamericanos, que tanto tenemos en común, estamos urgidos de integrarnos aceptando nuestra compleja
diversidad. El próposito despierta la aprobación general, pero avanza muy poco en la práctica debido a a mezquindad
localista que fragmentó el continente y persiste hasta hoy. El problema no es sólo latinoamericano, sino de todo el
Tercer Mundo. Uno de los rompecabezas del sur es su falta de integración y comunicación horizontal, contrastante con
su conexión vertical -y subalterna- con el norte. En América Latina resalta aún más, en virtud de la proximidad cultural,
geográfica e histórica. Pero aun las culturas y países de todo el sur, tan disímiles, encaran problemas comunes
derivados de la situación postcolonial, y ésta ha determinado semejanzas estructurales que encuadran lo diverso. Es el
efecto mosaico, que tan difícil se nos vuelve aprovechar. Resulta tan retórico "hablar de Tercer Mundo y envolver en el
mismo paquete a Colombia, la India y Turquía"2 como ignorar lo que los une o puede unirlos para enfrentar el poder
hegemónico, así sea la pobreza.3 Estas culturas están necesitadas de conocerse y pensarse, de intercambiar
experiencias, emprender proyectos comunes. Una concepción radical del relativismo no debe fomentar su aislamiento,
al apartarnos del esfuerzo de aproximarnos al Otro y aprender de él (aun de lo que no nos guste, según diría Venturi). Si
la postmodernidad sitúa en primer plano la otredad, lo hace mediante un proceso de diferenciación infinito que elimina
hasta la necesidad de elegir.4 La estrategia de los dominados va en el sentido de la integración a partir de lo que los
une, y en activar su diferencia "frente a la dominante postmodernidad internacional".5 El robinsonismo sur-sur sólo
beneficia a los centros, que afianzan el verticalismo norte-sur.

La cuestión sitúa en primer plano la problemática de las relaciones interculturales, uno de los grandes temas del
momento, que está introduciendo una conciencia nueva, más compleja y diversificada. Pero el desafío de lo intercultural
comienza en casa. ¿Cómo va a enfrentar América Latina el diálogo horizontal de las culturas si apenas lo ha resuelto
dentro de países donde gran parte de la población permanece ajena al proyecto nacional supuestamente integrador? La
ideología del mestizaje como retórica que pretende resolver de modo armónico y equitativo la diversidad socioétnica ha
contribuido no poco a alejarnos de los problemas de nuestra propia otredad. A los países latinoamericanos les cuesta
trabajo reconocerse como multinacionales, porque las burguesías criollas que los forjaron construyeron los proyectos de
nación mediante relatos de identidad totalizadores, que disfrazaron la diversidad étnica y la marginación social de
grandes grupos.

Como la integración sólo puede ser erigida dialógicamente, sobre el respeto a la diferencia, la falsa conciencia que
entiende nuestras naciones como supuestamente integradas no hace más que dificultar, por paradoja, un proceso de
integración real que no ha tenido lugar ni siquiera dentro de muchos de nuestros países. Esta falsa conciencia no flota
en el aire: se asienta sobre las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales discriminatorias de los países
latinoamericanos. Los sucesos actuales en la ex-Unión Soviética y la Europa del Este muestran la debilidad de estas
construcciones cuando han sido impuestas por grupos hegemónicos y no por consenso plural. En América Latina la
situación es más fluida, pero origina conflictos de identidad y desorientación por la falta de conciencia alrededor del
problema.

Aun hablando en los términos más generales, los latinoamericanos sufrimos un problema del yo. Siempre que se discute

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de arte o cultura en América Latina, reaparece la cuestión de la identidad como un herpes incurable. No acabamos de
asumir nos tal cual somos, en nuestra diversidad y contradicción. Nos consideramos europeos de segunda,
afanándonos en solucionar nuestro complejo con el mimetismo euronorteamericano, o nos creemos "indios" y "negros"
que nada tenemos que ver con Occidente, repudiándolo en bloque, o soñamos la utopía del mestizaje como "raza
cósmica"6 o nos desesperamos como víctimas de un caos, para refugiarnos en el nihilismo o la actitud cínica. Nuestra
complejidad nos confunde o nos embriaga. No conseguimos asumirla con naturalidad, necesitamos siempre un relato
que nos ontologice, que nos indique un ser y su conducta.

Hace más de un siglo José Martí decía ya que, "por llevar el libro delante de los ojos", no veíamos que el gobierno de
"una tierra híbrida y original" debía comprender "los elementos todos (...) que se levantaron a fundarla".7 Y el libro ha
sido muchos libros y de signo contrario.

Estos extravíos provienen de nuestra heterogeneidad socio cultural, que se remonta al encontronazo de culturas de hace
quinientos años. Resultan de nuestra mezcolanza originaria, de ser a la vez occidentales y no occidentales, de
pertenecer a la periferia con el reloj marcando en nuestra muñeca la misma hora de Nueva York, de ser marginales
estando familiarizados máximo con los centros, de la conflictiva diversidad estructura de nuestras sociedades, donde se
vive de la caza y la agricultura rudimentaria cerca de las megápolis mayores del mundo, de la situación de dependencia
y sus deformaciones económica sociales y culturales. Canclini, parafraseando a Perry Andersor habla de "el continente
del semi", donde interactúan "un orden dominante semioligárquico, una economía capitalista semi-industrializada y
movimientos sociales semitransformadores".8 En Asia y África, por mal que se esté, por lo menos las cosas resulta más
claras.

Se ha dicho que carecemos de identidad artística, que "no hemos forjado un concepto latinoamericano del arte".9 Y es
que éste no ha sido ajeno a las contradicciones bosquejadas. Más bien surge de ellas. Mucho de él se ha trenzado con
la complejidad del contexto y, más importante, la ha afrontado, dando ejemplo a la política o la economía, que tan poco
lo han hecho No me refiero a un papel social de la producción simbólica, sino a su coherencia con el entorno desde y
para el cual se hace. contradicciones y manquedades que a veces se señalan al a en América Latina reflejan con
frecuencia su asunción de estructura contradictoria de la propia sociedad, su acción desde dentro. Esto lo ha llevado a
perderse o profundizar, a esterilizarse o fecundar. Y no ha rehusado el trabajo sucio de la cultura. Así, un rasgo general
del arte en el continente ha sido su vínculo activo con el contexto, al punto de que se ha hablado de una "relación
inextricable con la realidad" que condiciona "una concepción inmadura de lo simbólico", queriendo decir que lo estético
se carga continuamente de significados exteriores.10

En conjunción con todo esto, otro rasgo general sería la facilidad "pre-postmoderna" para la apropiación y la inclusión,
para hacer de "lo extranjero", como dice Forster, "algo propio e íntimo".11 Se trata de una manera de aprovechar
desprejuiciadamente nuestra multiplicidad, sacando ventaja de ella. Según Cioran, el intelectual latinoamericano,
tipificado en Borges, ejercita su espíritu en todas direcciones. Es el programa de la "antropofagia" selectiva de la
diferencia, planteado por los modernistas brasileños12, cuyo anticipado "postmodernismo" lo ha legitimado como una
astucia viable para la cultura contemporánea de América Latina.

Aunque la tensión del "¿quien come a quién?" está más o menos presente en ésta como en cualquier otra relación
intercultural, sus procesos, aún bajo condiciones de dominio, resultan más bien un "toma y daca", como decía el
etnólogo cubano Fernando Ortiz. El papel activo del receptor de elementos ajenos, quien los escoge, adapta e innova,
fue resaltado hace mucho tiempo en la antropología por Boas, Lowie, Kroeber, Herskovits y otros. No obstante, el
programa es arduo, pues no se lleva adelante en un campo neutral sino de dominio, con una praxis que asume
tácticamente las contradicciones de la de pendencia y las deformaciones postcoloniales. Y Simón Rodríguez lo ironizó
ya en el siglo pasado, al preguntarse por qué, si éramos tan buenos imitadores, no imitábamos la originalidad.

La exposición Ante América pretende ofrecer una visión del arte actual del continente que resalte éstas y otras de sus
complejidades. Se expresa en la invitación misma a artistas de tan diversa procedencia: probablemente aquí exhiben
juntos por primera vez chicanos, uruguayos, indígenas, caribeños, africano-norteamericanos y colombianos, en una
muestra que proclama a América Latina tanto en un barrio de Nueva York como en una isla de habla inglesa. La
exposición en sí es un ensayo abierto sobre el continente, pues los artistas han sido escogidos por plantear en sus
obras una conciencia de América. Ésta se expresa de modos muy diferentes, a menudo en forma nada literal. Puede
tratarse de una conciencia estética, cultural, social, religiosa, vivencial..., hilada en el trabajo artístico. Los participantes
tienen edades distintas y variado reconocimiento, pero intervienen en activo en la construcción de la cultura
contemporánea del continente.

La muestra busca además hacer algo por mejorar la comunicación y el conocimiento del arte actual latinoamericano en
la propia América Latina, donde, por ejemplo, una escena artística tan intensa como la de Jamaica es casi desconocida,
o las culturas chicana o niuyorrican resultan a menudo ignoradas o vistas con sospecha. Las barreras no sólo están
trazadas entre el sur y el norte, a consecuencia de una relación de poder centro-periferia, sino dentro del sur mismo,
como deformación postcolonial. Esta comunicación se intenta además con obras que discuten problemas de nuestro
contexto y enriquecen lo que Juan Francisco Elso llamaría "una espiritualidad latinoamericana". De otro lado, se aspira
a presentar en Estados Unidos una imagen del arte latinoamericano construida desde el sur, problematizadora, ajena a
expectativas cliché.

El arte latinoamericano ha sido tradicionalmente subvalorado y marginado en los centros, los circuitos supuestamente
internacionales y la Historia del Arte -que cada vez se descubre más como un gran relato eurocéntrico-, al igual que el
resto de la producción contemporánea, no tradicional, del Tercer Mundo. Aun en exposiciones como "Primitivism" in
2Oth Century Art o Les Magiciens de la Terre, su presencia resulta insignificante, a pesar de que hubieran tenido mucho
que aportar a ellas, sobre todo profundizando y problematizando sus perspectivas.13 Además de los mecanismos de
poder en juego, este arte no ha sido comprendido en cuanto respuesta comprometida con su propio contexto. Un mito
de la autenticidad ha dificultado apreciarlo como reacción viva a las contradicciones e hibridaciones post coloniales,
demandando una "originalidad" a ultranza o propia de la tradición y las antiguas culturas, que corresponde a una
situación desaparecida.

Uno de los grandes prejuicios de la crítica y la Historia del Arte es menospreciar esta producción como "derivativa" de
Occidente. A los artistas latinoamericanos se les exige continua mente presentar sus cédulas de identidad, se escudriña
su equipaje ante la sospecha de que intenten pasar contrabando de Nueva York o Milán. Para visar su originalidad se
les demanda ser fantastic, no parecerse a nadie o parecerse a Frida... Lo plausible sería analizar cómo el arte de un

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país o región dados satisfacen las demandas estéticas culturales sociales comunicativas, etc., de la comunidad desde y
para la cual se hace. Su respuesta suele ser mezclada, relacional, apropiatoria... en fin, "inauténtica", y por lo tanto
adecuada para enfrentar su realidad de hoy. Si hay que estar en guardia frente al colonialismo que, es cierto, castra
mucho arte contemporáneo de América Latina y, en general, del Tercer Mundo, no puede hacerse desde la nostalgia
por la máscara y la pirámide.

El interés postmoderno en el Otro ha abierto algún espacio en los circuitos "internacionales" para el arte latinoamericano.

Pero ha introducido una nueva sed de exotismo, portadora de un eurocentrismo pasivo o de segunda instancia, que en
vez de universalizar sus paradigmas condiciona ciertas producciones culturales del mundo periférico de acuerdo con
paradigmas que se esperan de allí para el consumo de los centros. Muchos artistas y críticos latinoamericanos parecen
bien dispuestos a "otrizarse" para Occidente. La mejor difusión y los precios relativamente altos alcanzados últimamente
corresponden sobre todo a artistas que satisfacen las expectativas de una latinoamericanidad más bien estereotipada,
apta para la nueva necesidad de exotismo. Así, se valora a Rivera muy por encima de Orozco y a Remedios Varo más
que a Torres García.

Esta muestra se presentará en Estados Unidos tratando de enfrentar esa perspectiva, usufructuando el espacio y la
atracción que se han abierto. Auspicia un diálogo más plausible, que contribuye a un conocimiento crítico de la cultura
latinoamericana desde ella misma. Lo hace a sabiendas de que el reverso de la exclusión y el silencio es la
tokenización. Aun cuando la postmodernidad ha introducido una diversificación heterogénea en las oposiciones centro-
periferia, hegemonía-subalternidad, ésta fue impuesta y es controlada desde el centro, reproduciendo su dominio. El
centro, disfrazado de relativismo, "amenaza con arrebatarle a la periferia su protagonismo de lo alterno", como dice
Richard 14, y embotarle su filo opositor, deglutiéndolo. El interés postmoderno por la alteridad es, una vez más,
hegemonista y eurocéntrico, un movimiento del dominante hacia el dominado: el Otro somos siempre nosotros.

Uno de los desafíos ineludibles de las culturas subordinadas, más postcolonial que postmoderno, es la transformación
en beneficio de ellas de la cultura dominante, deseurocentralizán dola sin mella de su capacidad de acción
contemporánea.

Muchos de los artistas aquí reunidos trabajan en esa dirección, espontánea o conscientemente.

Ante América es un discurso de integración, y también un acto. Es además una provocación a mirar más
problematizadoramente el arte del continente y el continente desde el arte. Éste puede iluminarnos mucho acerca de los
procesos que se desarrollan hoy entre nosotros, apartando algunos "libros" de delante de los ojos. Pero Ante América
es también una contribución al disfrute estético mediante obras de sensibilidad muy diversa.

Quisiera epilogar con un chiste a manera de fábula sobre la relación del arte latinoamericano con los centros y su
reconocimiento "internacional". Es un viejo chiste vernáculo de Cuba, muy cínico. Puede parecer racista, pero es todo lo
contrario. Cuenta que había una vez un negro que hizo dinero. Se compró entonces el Mercedes más grande que pudo
encontrar y contrató a un chofer blanco. Sentado en 'el asiento trasero, fue a pasear muy orondo. El auto se detuvo
frente a un semáforo en un barrio residencial. Ocurrió que pasaba por allí un blanco amigo del chofer, y se dirigió a éste
asombrado: "Chico, ¡qué bárbaro!", le dijo abriendo los brazos, "Jqué suerte has tenido! ¿Cómo fue que te hiciste rico?"
De pronto frunció el ceño y añadió en voz baja: "Oye, pero ¿qué haces llevando a un negro allá atrás?" El dueño del
auto se disgustó muchísimo y mandó al chofer a que se echara a un lado, para conducir él mismo. Tomó el timón y, muy
ufano y solemne, siguió paseando. Detenido frente a otro semáforo, en una calle de La Habana Vieja, vio venir esta vez
hacia él a un amigo suyo, un negro al que parecían salírsele los ojos de la sorpresa. El dueño del Mercedes se infló de
orgullo. "Chico, ¡qué bárbaro!", le dijo el amigo abriendo los brazos, " suerte has tenido! ¿Cómo fue que conseguiste
puesto de chofer de un blanco tan rico?"

Quizás sea también una buena alegoría para introducir la exposición.

1 Los términos duales y simplificadores sur-norte, centro-periferia, Tercer Mundo-Primer Mundo, etc., son tan vulnerables a la crítica como generalizados por el
uso. Hay muy diversos centros y periferias y relaciones entre ellos, así como un Tercer Mundo en cada Primer Mundo y un Primer Mundo en cada Tercer
Mundo, según ha subrayado la cineasta vietnamita Trinh T. Minh-ha. Me acomodo a estas categorías de manera operacional.

2 Néstor García Canclini: " sin modernización?", Revista Mexicana de Sociología, México D.F., año LI, No. 3, julio-septiembre de 1989, p. 170.

3 Mirko Lauer: "Notas sobre plástica, identidad y pobreza en el Tercer Mundo", en Debate abierto: tradición y contemporaneidad en la plóstica del Tercer Mundo,
III Bienal de la Habana, 1989, p. 19-27.

4 Geeta Kapur: "Tradición y contemporaneidad en las Bellas Artes del Tercer Mundo", en Debate abierto..., op cit., p. 11. Reproducido con el título
"Contemporary Cultural Practice: Sorne Polemical Categories", en Third Text, Londres, No. 11, verano de 1990, p. 109-117.

5 Nelly Richard: "Latinoamérica y la postmodernidad", Revisto de Crítica Cultural, Santiago de Chile, Año 2, No. 3, abril de 1991, p. 15. La autora caracteriza a
América Latina como una "zona de experiencia (llámese: marginación, dependencia, subalternidad, descentramiento) común a todos los países del continente
situados en la periferia del modelo occidental-dominante de la modernidad centrada" (idem).

6 "Tenemos, pues, en el continente todos los elementos de la nueva humanidad (...). Solamente la parte ibérica del continente dispone de los factores
espirituales, la raza y el territorio que son necesarios para la gran empresa de iniciar la era universal de la humanidad." José Vasconcelos: "La raza cósmica",
en sus Obras completas, México D.F., t. II, p. 941 -942.

7 José Martí: "Madre América" (1889), en sus Póginas escogidas, La Habana, 1971, t. 1, p. 193.

8 Nestor García Canclini: "La modernidad después de la postmodernidad", en Ana María de Moraes Belluzzo (organizadora): Modernida de: Vanguardias
artísticas na América Latina, Sáo Paulo, 1990, p. 220-221.

9 Juan Acha: "Las posibilidades del arte en América Latina", Arte Bienal, Cuenca, Ecuador, No. 4, octubre de 1991, p. 7.

10 Angel Kalenberg: entrevista en Journal. Southern California Art Magazine, Los Ángeles, No. 25, diciembre de 1979, p. 17 y 19.

11 Ricardo Forster: "Latinoamérica: el diálogo desde los márgenes", ponencia en el simposio Identidad Artística y Cultural de América Latina, Memorial de
América Latina, Sáo Paulo, 23 al 25 de septiembre de 1991, mecanoscrito.

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12 En 1928 se fundó la Revista de Antropofagia en Sáo Paulo, en cuyo primer número apareció el Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade. Para un enfoque
crítico de su programa ver Zita Nunes: Os males do Brasil: antropofagia e a cuestäo da raça, Río de Janeiro, 1990.

13 Rasheed Araeen: "Our Bauhaus Others'Mudhouse", Third Text, Londres, No. 6, primavera de 1989, p. 3-14; James Clifford: "Histories of the Tribal and the
Modern", Art in America, New York, abril de 1985, p. 164-177, incluido en The Predicament of Culture, Cambridge y Londres, 1988; Gerardo Mosquera:
"Primitivismo y contemporaneidad en jóvenes artistas cubanos", La Revista del Sur, Malmó, año II, No. 3-4, 1985, p. 52-55.

14 Nelly Richard: "La centro-marginalidad postmoderna", ponencia en el simposio Identidad Artística y Cultural de América Latina, Memorial de América Latina,
Sáo Paulo, 23 al 25 de septiembre de 1991, mecanoscrito.

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