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Hablar con arboles

Buenas noticias
El manzano florece
Son mis raíces

Después de una noche de lluvia, el sol entibió el aire. Se abrieron las primeras flores.
Aparecieron allá arriba, cuando alcé los brazos hacia el cielo durante mi práctica de Chi Kung.
Sentir esa rosada transparencia contra el cielo azul es un prodigio que tantas veces no vi.
Gratitud por los millones de años de evolución que han hecho que mis ojos vean hoy  este
esplendor de la manifestación de la vida.

La noche anterior había abrazado largo al querido manzano japonés. Es algo que solo he
hecho en un par de ocasiones, pero quería agradecer todo lo recibido en estos meses, de
meditaciones y aprendizajes. Jubilosa felicidad. Esa noche no había flores ¿la explosión rosa
del día siguiente tendría que ver con mi agradecimiento?

Han sido un otoño y un invierno de trabajo amable, de investigación y de experimentación,  de


meditaciones y de preparaciones, de podar y de plantar, de contacto sutil y pleno. De sentir el
soplo vital que fluye entre sus raíces y su copa sin hojas y dejarlo circular a través de mi
cuerpo, de respirar en plenitud y comprender el mundo desde ahí. De escuchar al romero y la
granada, la mandarina y la ruda, al muérdago milenario con sus druidas y sus ecos de
bosques. Cuando mis límites y dudas se interpusieron, llegaron la luna y el sol, el viento y el
colibrí a evidenciar las señales de la trama de la vida.

Registro las “conversaciones” con el manzano: fijo en fotografías las historias de su corteza
que reverberan a Da Vinci y a los primeros humanos que pintaban animales en la roca, a Van
Gogh y a anónimos pintores místicos; traduzco la belleza incontenible de su evolución durante
las estaciones en haikus y poemas en los que intento preservar la sensación de esos
encuentros. Intenté interpretar sus consejos y reproduje seis hermanos en esquejes que
espero sean los primeros de su propagación arbórea.

El Homo Sapiens con sus 300.000 años caminando sobre la Tierra, es un recién aparecido


comparado con los cerca de 400 millones de años que han vivido los árboles en el planeta.
¿Qué extraña deriva habrá hecho que esos ancestros que habitaban en la seguridad de las
alturas arbóreas se transformaran en una especie exterminadora de selvas y bosques?
Los humanos somos flexibilidad y adaptabilidad, quizás aprenderemos a escuchar con
inteligencia y compasión, a reunir el logos de la mente con la vida orgánica, y entonces quizás
nos transformemos en guardianes de la Vida… La mente puede ir tan lejos como el viento…

Por ahora, siento latir en mí esa rosada transparencia contra el cielo azul y vivo la magia.

Gratitud al querido manzano por invitarme a arborecer.

Surge la yema
En mí brota un bosque
Lágrima rosa

El Genesis

Los Sikuani, antiguamente era un pueblo de tradición nómada,los cuales hicieron una rotación
del territorio de acuerdo a su orientación ancestral, teniendo como referente la dirección de los
ríos de su pertenencia territorial. Actualmente los Sikuani son mayoritariamente agricultores.
Antes de la masiva presencia de colonizadores, los Sikuani iniciaron un proceso de
sedentarización en las riberas de los grandes ríos por influencia de los Arawak de la región,
Piapoco y Achagua.
La cosmología Sikuani es caracterizada por su oralidad, es por esto que la recolección que es
encontrada de las narraciones, sufre distintivas alteraciones, y son consideradas como
versiones diferentes de un mismo relato, ya que su transmisión va de una generación a otra, y
cada transmisión va conllevando elementos distintivos sobre la forma de interpretación de sus
pobladores sobre el mundo.

         “Yo sé la historia de la época en que no existía nada, ni gente ni nada, la            historia


del origen del mundo. No había nada de nada sobre la tierra,                  tierra sin gente, lo
único que existía era la tierra y tres huevos en el                      centro de ella.

        De uno de los huevos salió una mujer con un niño. La mujer era una                  
anciana y el niño no era hijo suyo, pero ella lo crió, porque era pequeñito            Hasta que el
niño estuvo grandecito la viejita lo fue criando. El crecía,                  crecía. El agua de lavar
al niño se convertía en almidón. Viendo eso la                  viejita pensaba:

         -¡Qué cosa tan rara!

         Con el paso del tiempo, mucho tiempo, lo que los Blancos llaman siglos,           se
produjeron unos cambios y el niño se convirtió en un joven. Dijo:

         -Abuelita, me voy a ir, me voy a ir por la superficie de la tierra y voy a                  


caminar hasta donde llegue esta tierra. Cuando encuentre algo, sonará un           estruendo y
cuando yo llegué acá de regreso, sonará también un                       estruendo. Cuando
usted oiga ese ruido piense: “¡Ah! ¡Mi nieto ya                       descubrió un mundo!” Cuando
vuelva a sonar piense: ¡Ya viene                           regresando mi nieto!””

 Dentro de la cosmología Sikuani se destaca el origen del árbol Kaliawirinae ( o


Kaliawiri) como proveedor de todos los alimentos. Los animales, según sus creencias,
fueron hombres que después se transformaron hasta adquirir la forma humana que
ahora poseen. Muchos de estos animales son los ancestros míticos de los diferentes
grupos Sikuani.  Era el  árbol de la vida que estaba al otro lado del gran río (Río
Orinoco).El árbol Kaliawirinae era inmenso con grandes ramas, su copa estaba cerca
del cielo y contenía todas las especies comestibles para el ser humano: piña, plátano,
yuca, batata, lulo, ají, mapuey, chontaduro; también las lianas del veneno para pescar
y de capi que lo sostenían del cielo;hecho que de la misma manera explica el color
rojizo de los atardeceres llaneros.
Kaliawirinae Palibaisi- La caída del árbol Kaliawirinae
El mito del árbol Kaliawirinae es quizás ta historia más popular entre los guahibos, los cuales
consideran que en la tierra antes que se tumbara este árbol todas las cosas permanecían. Los
hombres, los animales y las plantas eran inmortales; pero a partir del momento en que los
hombres lograron tumbar este árbol todos se mueren. La mayoría de las versiones narran que
Palemekune y su mujer dieron a los hombres, además de las herramientas y hachas para
tumbar el árbol, tres envueltos que contenían la oscuridad para hacer la noche; la lluvia y el
viento; y el zancudo; este último asociado a las enfermedades. En el momento que los
hombres abrieron dichos envueltos desencadenaron con ello el inexorable pasar del tiempo
que conduce a la muerte.

Por último, la historia del árbol Kalivirnae describe la subida al cielo de la familia de Tsamani
después de la conquista de la agricultura. Para ello, siguieron una estricta dieta, continencia
sexual y bailaron largamente el Jalekuma consumiendo yopo y kapi; dicha danza se baila
abrazados los hombres, mujeres y niños formando un gran círculo. Este baile es un ritual de
paso que consiste en realizar un entierro secundario al año de fallecida la persona.

Baile Jalekuma
El baile Jalekuma, está asociado a la posibilidad de entrar en contacto con el mundo del cielo,
al que también se llega con la muerte. Así pues, entre los sikuani existe una estrecha relación
entre el baile del jalekuma, la muerte y el viaje al cielo de las almas de los muertos. También
se desprende de lo anterior que los dioses habitan en el cielo. De esta manera el cielo sirve de
medio vivencial del mito y el rito de la tradición oral;  el mito se recrea y se vive a través del
ciclo astronómico anual, de los ciclos de la flora y la fauna, todos los cuales, a su vez, están
sujetos a los cambios estacionales ocasionados por el invierno y el verano. 

Bibliografía 

Rosalba Jimenez y Francesc Queixalós, comp., Entre cantos y llantos: tradición oral sikuani.
( Colombia, Fundación Etnollano)

Banco de la República, La tradición oral de los Guahibos como fuente histórica para la
investigación arqueológica en los Llanos Orientales. Obtenido
de: http://www.banrepcultural.org/node/25944

/ Colombia Cultural
SINIC

En Colombia existen un sinnúmero de manifestaciones culturales que expresan la


variedad étnica, religiosa, de costumbres, tradiciones y formas de vida de su
población, así como su riqueza natural y diversidad de climas, geografías y
paisajes, entre otros.

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región, con el fin de estimular el conocimiento y difusión de la riqueza cultural del
país en todas sus expresiones.

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Colombia Cultural

Mitos y Leyendas - CUNDINAMARCA

Leyenda de Bochica
 
Durante días y noches llovió tanto que se arruinaron las siembras; nadie volvió a salir de sus
bohíos (casas), que también se vinieron al suelo, o se mojaron tanto que lo mismo servía tener
techo de palma o no.
 
El Zipa, quien comandaba todo el imperio Chibcha, y los caciques, que eran como los capitanes
o gobernadores de los poblados de la sabana, se reunieron para buscar una solución, pues no
sabían qué hacer y el agua seguía cayendo del firmamento en torrentes. Se acordaron entonces
de Bochica, un anciano blanco que no era de su tribu y quien había aparecido de repente en un
cerro de la sabana.
 
Alto y de tez colorada, con ojos claros, barba blanca y muy larga que le llegaba hasta la cintura,
vestía una túnica también larga, sandalias, y usaba un bastón para apoyarse. Él les había
enseñado a sembrar y cultivar en las tierras bajas que quedaban próximas a la sabana; y a orar,
y a tener una especie de código para los chibchas. Cuando se iniciaron las lluvias, Bochica
estaba visitando el poblado de Sugamuxi (hoy Sogamoso), en donde había un templo dedicado
al Sol.
 
Los chibchas decidieron llamarlo, porque pensaron que Bochica era un hombre bueno podría
ayudarlos, o todo el imperio perecería a causa de la gigantesca inundación. El anciano dialogó
con dificultad con los caciques, pues no dominaba su lengua, pero se hacía entender y le
comprendían bastante. Se retiró a un rincón del bohío que tenía por habitación, rezó a su dios,
que decía era uno solo. Luego salió y señaló hacia el suroccidente de la sabana.
 
Cientos de indios organizaron una especie de peregrinación con él. Se detuvieron después de
varios días en el sitio exacto en donde la sabana terminaba, pero las aguas se agolpaban
furiosas ante un cerco de rocas. Los árboles enormes y la vegetación selvática frenaban el
ímpetu del agua. Bochica, con su bastón, miró al cielo y tocó con el palo las imponentes rocas.
Ante la sorpresa y admiración de unos y la incredulidad de todos, las rocas se abrieron como si
fueran de harina. El agua se volcó por las paredes, formando un hermoso salto de abundante
espuma, con rugidos bestiales y dando origen a una catarata de más de 150 metros de altura. La
sabana, poco a poco, volvió a su estado normal. Y allí quedó el "Salto del Tequendama". Dicen
que Bochica, tiempo después, desapareció silenciosamente como había venido.
 
Leyenda de la Cacica de Guatavita
 
Guatavita era el nombre de uno de los más poderosos caciques muiscas, cuya esposa principal
fue sorprendida por él mismo en flagrante delito de adulterio. El cacique hizo matar a su rival y
obligó a su esposa a comer en público el corazón de su amante. Asustada, la cacica tomó en
brazos a su hija y huyó hasta la laguna de Guatavita donde se arrojó. El Cacique, arrepentido,
pidió a un sacerdote que rescatara a su mujer con sus poderes pero todo fue inútil. La cacica
entonces se convirtió en la diosa tutelar de la laguna a quien los muiscas, supremos cultores del
agua desde los arbores mismos de su civilización, transformaron en un adoratorio de cuatro
kilómetros de circunferencia, 400 metros de diámetro y 20 metros de profundidad, a una altura
de 3.199 metros sobre el nivel del mar, en donde, por medio de los sacerdotes o chuques,
tributaban permanentemente a la diosa titular, quien, en forma de serpiente, de tiempo en tiempo
salía a la superficie para recordarle a la gente la necesidad de plegarias, para renovarles su fe,
en fin, para exigirles sacrificios y votos de toda especie.
 
Las ofrendas se hacían, por lo general, en figurillas de oro, tiradas por los creyentes y entregadas
al sumo sacerdote para que éste, a su vez, sirviera de intermediario ante la diosa acuática, lo que
hacia en medio de complicada liturgia, para después arrojarlas al seno de la laguna, donde
moraba la diosa quien, satisfecha con las plegarias y las ofrendas, aplacaba su cólera, otorgaba
perdón, era generosa con quienes la veneraban.
 
Este notable suceso daría origen a la ceremonia religiosa y política, conocida, desde la Colonia
hasta hoy, como la leyenda de “El Dorado”.
 
Leyenda de la Creación del Mundo
 
Cuando era de noche y antes de que hubiera nada, estaba la luz metida dentro de algo grande,
que era un ser omnipotente: Chiminigagua. Este ser luminoso comenzó a amanecer y a mostrar
la luz que en sí guardaba. Procedió luego a crear cosas, empezando por unas grandes aves
negras, que mandó por todo el mundo para que echara aire resplandeciente por los picos, por lo
cual el orbe quedó iluminado. Chiminigagua, el señor de todas las cosas, el Ser Bueno, creó
también el sol, la luna y todo lo que forma la belleza del universo.
 
Leyenda sobre el origen de los muiscas
 
En una época no había nada sobre la tierra. La primera que la habitó fue una mujer joven y fuerte
que salió de la laguna de Iguaque por entre la niebla helada y el viento sonoro del páramo. Se
llamaba Bachué y llevaba de la mano a un niño de tres años. Ambos bajaron al valle y
construyeron una casa donde vivieron hasta que el niño creció y pudo casarse con Bachué.
Tuvieron muchos hijos (a veces Bachué tenía cuatro o seis a la vez), con lo que comenzó a
poblarse el territorio muisca. Bachué le enseño a cultivar la tierra y a adorar los dioses. Después
de muchos años, Bachué y su esposo, ya viejos, regresaron a la laguna de Iguaque donde se
despidieron de la multitud que, llorando, los veía partir. De repente los ancianos se transformaron
en don inmensas serpientes y desaparecieron bajo las aguas tranquilas de la laguna. Bachué se
convirtió en la diosa de la fertilidad, la que hacía que la tierra diera frutos y las familias tuvieran
muchos hijos.
 
Leyenda de la aparición del maíz
 
Había una vez un grupo de familia muy pobres. Un día un miembro de ella llevó al mercado unas
mantas y las cambió por unos gruesos y brillantes granos de oro que depositó en una bolsa.
Poco después un ave negra le arrebató la bolsa y los granos de oro cayeron a la tierra. El dios
Bochica los enterró. Más tarde el hombre los volvió a encontrar convertidos en plantas. Al querer
arrancar una de ellas, la misma ave lo atacó y le arrancó las barbas para colocársela a los frutos
de esas plantas. Los vecinos se enteraron y probaron esos granos que parecían de oro y éstos
les agradaron. Desde ese día machacaron el maíz con unas piedras llamadas “manos de moler”
sobre otras llamadas “metates”. Prepararon así harina, arepas, mazamorra, envueltos. Desde
entonces los hombres del pueblo se quedaron sin barba.
 
Leyenda de El Dorado
 
De todas las leyendas de América precolombina, ninguna ha sido tan universalizada como la de
“El Dorado”.
 
Cada vez que se posesionaba un nuevo cacique, los muiscas organizaban una gran ceremonia.
El heredero, hijo de una hermana del cacique anterior, quien antes de esto se había purificado
aunando durante seis años en una cueva donde no podía ver el sol, ni comer alimentos con sal,
ni ají, ni mantener relaciones sexuales con mujer alguna, era conducido a la vera de la laguna
donde los sacerdotes lo desvestían, untaban su cuerpo con una resina pegajosa, lo rociaban con
polvo de oro, le entregaban su nuevo cetro de cacique, un propulsor de oro y lo hacían seguir a
una balsa de juncos con sus usaques o ministros y los jeques o sacerdotes, sin que ninguno de
ellos, por respeto, lo mirara a la cara.
 
El resto del pueblo permanecía en la orilla donde prendían fogatas y rezaban de espaldas a la
laguna, mientras la balsa navegaba en silencio hacia el centro de la laguna. Con los primeros
rayos del sol, el nuevo cacique y su séquito arrojaban a la laguna oro y esmeraldas como
ofrendas a los dioses. El príncipe, despojado ya del polvo que lo cubría, iniciaba su regreso a la
tierra, en tanto resonaban con alegría tambores, flautas y cascabeles. Después, el pueblo
bailaba, cantaba y tomaba chicha durante varios días.
 
Leyenda del Cerro de las Tres Viejas de Sesquilé
 
Por esos lados se enterró a un poderoso zipa en una cueva, que luego fue tapiada, junto con sus
joyas, alimentos, armas y esposas. Tres de estas fueron secuestradas por una tribu enemiga,
pero escaparon. Fueron vistas entonces por el brujo de la tribu quien, por medio de tambores y
hechizos, las hizo estremecer de pánico; de pronto, se sintieron ligadas a la tierra, el frío las
petrificó y el viento trajo partículas de tierra y hiervas que las convirtieron en lo que hoy se
conoce como el Cerro de las Tres Viejas.
 
Leyenda de las Piedras de Pandi
 
Un día el diablo se dirigía a Coyaima Indiana y al llegar al Valle de los Sutagaos tropezó con dos
piedras gigantescas que se opusieron en su camino. Encolerizado, la emprendió contra ellas a
patadas y las hechó a rodar. La primera se detuvo en medio de dos farallones que encajonaron
el río Sumapaz y formaron el puente natural que hoy se llama Cabeza de Diablo. La segunda se
quedó unos metros más arriba y se le conoce con el nombre de El Helechal, en donde los
panches plasmaron su destreza artística por medio de jeroglíficos dibujados con tinta indeleble,
jamás utilizada por tribu alguna en la América aborigen.
 
El Salto del Tequendama
 
Chibchacum se ofendió porque su pueblo aceptó malos consejos de Huitaca, porque el pueblo le
negó sus ofrendas; se indignó contra los bacates, porque ya casi todos murmuraban de él y le
ofendían en secreto y públicamente. Lleno de una extensa ira crío aguas y trajo de otras partes
los ríos Sopó y Tibitó, que creciendo rápidamente anegaron la sabana hasta inundarla
totalmente. Las sementeras y labranzas se echaron a perder; la gente, que por entonces era
numerosa, empezó a padecer las calamidades del hambre. Reunidos sacerdotes y caciques, se
decidió dar noticia del terrible suceso al dios Bochica, para clamar sus bondades y favores.
Pasaron muchos días con sus noches llenos de clamores, sacrificios y ofrendas, hasta que por
fin, una tarde, mientras reverberaba el sol en el aire, se hizo presente el arco iris en medio de un
ruido ensordecedor, que a todos hizo estremecer. Sobre la hermosa policromía del arco se
erguía majestuosa la figura del Dios Bochica, con una vara de oro en su mano. Había escuchado
las súplicas, se había condolido de los bacates. Arrojó entonces la vara de oro, que traía en su
mano, hacía el Tequendama; las peñas rocosas se abrieron, como cortadas por afilada espada,
las aguas se precipitaron dando origen al salto, hoy llamado Tequendama.
 
La sabana quedó desinundada. Bochica tuvo a bien no secar los ríos Sopó y Tibitó, pues sabía
que nos serían de gran utilidad, para regar los cultivos en épocas de aguas escasas. El pueblo
jubiloso empezó a gritar el nombre de Bochica, quien, no satisfecho con los beneficios otorgados,
castigó a Chibchacum, condenándolo a cargar la tierra sobre los hombros, que hasta ese día era
cargada por cuatro inmesos guayacanes. Esa es la causa de que, a veces, la tierra tiemble. La
llegada de Bochica ocurrió hace cerca de 30 edades o bxogonoas.
 
Chaquen Castiga a Tintoa y a Sunuba
 
Chaquen, el dios encargado de cuidar los términos o linderos de las sementeras, es también
quien se encarga de castigas a los fugitivos del delito de adulterio, como ocurrió a Tintoa y
Sunuba. Joven y valiente guerrero era Tintoa; se enamoró de la bella Sunuba, esposa principal
de un príncipe. Cuando el marido de Sunuba marchó a la guerra, el nombró a su amante como
guardián. El pueblo se enteró y expresó su disgusto por tan reprochable conducta. El príncipe se
enteró a su regreso y decidió castigarlos. Los amantes huyeron para escapar al castigo,
burlándose así de su señor y de las leyes. Ya el dios Chaquen sabía donde estaba. Los castigó
entonces convirtiéndolos a ella en una especie de junco llamado “fijiza” y a él en carrizo o “sune”;
ambos como vegetales.
 
Ella, condenada a vivir cerca del agua en los pantanos; él, condenado a vivir en tierra seca. De
esta forma el dios Chaquen los separó hasta el final de los tiempos.
 
Orfebres del Cobre y el Oro
 
Toda una serie de bondades y normas fue enseñada por el gran padre Bochica. Predicó la vida
pacifica, el amor entre las gentes de esta tierra; gran sabiduría predicó. De él también se
aprendió a pulir los metales, el arte de la agricultura, a amasar el barro para fabricar vasijas y
demás utensilios, a elaborar el fique o “chihize” -con el cual se hacían cuerdas, costales y tapetes
para decorar las casas. Enseñó también a apreciar las “guacatas” o esmeraldas. Grandes
orfebres fueron los antepasados. Trabajaban el cobre y el oro, o la aleación de estos dos llamada
tumbaga, en pequeñas láminas. El oro se hilaba para hacer filigranas. Se hacían distintas
variedades de figuras en oro, tales como imágenes de caciques en sus balsas, de animales, de
los dioses y toda suerte de dijes y tunjos.
 
Origen de la Laguna de Tota
 
Antiguamente el hueco ocupado por la extensa laguna era un hueco desértico de tierra amarilla.
En noches de plenilunio posábase sobre la cavidad una inmensa bola de fuego, de la cual salía
Busiriaco, Dios de los Infiernos, que cuando llegaba desataba tormentas y fuertes vientos que
alejaban las nubes del árido lugar.
 
Un día el jeque Monetá reunió a todo su pueblo para ir a conjurar a Busiriaco y a la serpiente
negra. Llegados al hueco oraron, ayunaron, hicieron ofrendas y danzaron; una bailarina lanzó un
disco de oro a la serpiente negra, dejándola herida de muerte; al otro día el jeque Monetá arrojó
al hueco la esmeralda que había regalado Bochica al jefe Suamox; al caer sobre la serpiente, la
piedra perdió su dureza, transformándose en honda verde y aguas transparentes, las cuales
fueron creciendo hasta llenar el hueco.
 
Monetá y su pueblo alabaron a Bachué, Diosa de las Aguas, a Chiminigagua, el omnipotente
Señor del Universo, después de lo cual apareció el arco iris y sobre él, la figura de Bochica.
Desde entonces el sol saca porciones del guacata ya líquida, la lleva a los cielos y luego la
devuelve en copiosa lluvia, que ha colmado de fertilidad la tan antigua esterilidad de aquel
paraje. Se exploran guacatas en Muzú y Somondoco.
 
Las profecías
 
“Toda esta tierra que ves y la que se extiende allende los confines, en las escarpadas montañas,
fue somerida desde tiempos inmemoriales por la sabiduría de mi raza. No existía paraje alguno,
en sus dominios, del cual suplanta no se hubiera posesionado. Los muiscas supimos amar,
cuidar y conservar la tierra de la que éramos hijos y moradores. Sin embargo, nada de lo que
hicimos o dejamos de hacer pudo vencer el designio de las profecías, que marcaron el destino de
nuestra raza.
 
Ya lo había anunciado nuestro gran Goranchacha. Ya lo había profetizado el anciano sacerdote
del templo de Iraca a su sobrina Tota en medio de lagrimas de sangre: las lunas pasarán y
pasarán los soles –dice la pavorosa profecía– pero llegará uno en que las aguas lejanas e
inacabables en grandes piraguas, llegarán a nuestras tierras unos hombres blancos y velludos, y
con ellos vendrá para nuestra raza la maldición. Porque esos hombres pálidos se apoderarán de
las tierras de nuestros mayores y nosotros, sus hijos, de ellas seremos desposeídos a látigo.
 
Porque no podremos tener cultos, y porque nuestros dioses tutelares serán bajados de sus
altares cambiándolos por otros que no conocemos. Porque no se nos permitirá tener riquezas, ni
costumbres, ni libertades, pues seremos esclavos y trabajaremos para nuestros usurpadores.
Porque las tumbas de nuestros soberanos bienhechores y de todos nuestros muertos amados
serán profanadas y saqueadas, sus cenizas dispersas e inquietadas sus sombras. Porque, ¡oh
dolor!, la raza chibcha, la más grande de las razas, tendrá que emigrar a la selva o, degradada y
servil acabará por desaparecer absorbida por otra poderosa para el crimen. (texto extraído de,
Raíces Muicas, Antolinez; Bogotá).
 
“La diosa Chia es conocida como una de las dos madres principales de la humanidad. Esta era la
madre protectora de la diversión, los bailes, la alergia y las artes. Opuesto al concepto que se
tenía sobre la diosa anterior, la mítica Chia, también conocida como Huitaca, era una mujer tan
hermosa como malvada, ya que arrastraba a los hombres a la corrupción y el pecado, se
convertía en luna o en lechuza, aprovechando las tinieblas de la noche para llevar a cabo sus
propósitos malignos”. 
 
Leyenda de las Piedras de Tunja
 
Estas piedras están ubicadas a las orillas de un lago muy extenso que cubría la Sabana de
Bogotá. Las leyendas o versiones históricas al respecto abundan. He aquí algunas. Se sabe que
este parque arqueológico era el sitio de reunión de los jefes chibchas o zipas. Allí, con sus
mujeres y demás súbditos de la corte se celebraban ceremonias religiosas.
 
En 1538, Gonzalo Jiménez de Quesada, al mando de sus soldados españoles, hirió gravemente
a Tísquesusa, último jefe de los chibchas. Este fue llevado por sus súbditos indígenas hasta las
piedras de Tunja, donde falleció. Más tarde, la tumba de Tisquesusa fue abierta por el
conquistador Quesada, quien creyó que ella encerraba un valioso tesoro, pero únicamente halló
una copa de oro.
 
La leyenda cuenta que los sacerdotes de la comunidad Franciscana en Quito estaban levantando
una iglesia. La construcción avanzaba pero las piedras disminuían en las canteras vecinas hasta
el punto de paralizar la obra.
 
Uno de los sacerdotes, después de pensarlo una y otra vez, tomo la fatal decisión de vender su
alma al diablo a cambio de grandes piedras para poder continuar la construcción del templo.
 
El diablo, lleno de alegría por el negocio celebrado, se puso a buscar las piedras más enormes
que pudiera encontrar; y efectivamente las halló cerca de la población de Tunja.
 
Organizó dos escuadrones de diablos, escogiendo a los fuertes y ágiles. Las enormes piedras
serían llevadas por los aires en las noches de luna para no ser vistas en el día.
 
El primer trayecto lo hicieron hasta la población de Facatativa. Allí descansaron de su gran
esfuerzo. Estando el diablo en Facatativá, un mensajero le llevó la noticia de que el sacerdote
franciscano había tenido un sueño relacionado con su iglesia y que, después de meditarlo varias
veces, había resuelto deshacer el pacto celebrado con el diablo.
 
El sacerdote se había retirado de la comunidad franciscana para ser admitido en la comunidad
de los cartujos. El diablo, furioso y humillado, maldijo a gritos; luego ordenó a su ejército de
diablos que abandonaran las piedras.
 
Dicen que los gritos y llantos del diablo eran tan fuertes, que hasta hoy se escucha el eco en las
noches de tormenta. Muchas personas piensan que las Piedras de Tunja se encuentran en la
ciudad de Tunja, pero no es así. Esas enormes piedras están, desde hace miles de años, en la
población de Facatativá, a unos 40 kilómetros de Bogotá. Conforman un hermoso parque natural
que es visitado por miles de turistas.

15 octubre 2015

Los árboles en la literatura y en frases memorables.

"Había preparado un proyecto de constitución de un estado


ideal fundado en los árboles, describiendo la imaginaria
república de arbórea, habitada por hombres justos".
El Barón Rampante de Italo Calvino. Son muchas las alusiones
a los árboles en este libro. 

"Cosimo Piovasco de Rondó:

— Vivió en los árboles.


— Amo siempre la tierra.
— Subió al cielo.
El Barón Rampante de Italo Calvino. 
Un hombre del campo me enseñó que no se coge el fruto
antes de tiempo,
ni por su color verde o amarillo sino de acuerdo a su
naturaleza,
y que no debemos rogar por la vida ni por la muerte
según el ejemplo del árbol que ofrece hojas nuevas
sin saber qué órdenes habrá recibido el leñador esta
mañana...
Geraldino Brasil

MORADA AL SUR
Te hablo de días circuidos por los más finos árboles:
te hablo de las vastas noches alumbradas
Por una estrella de menta que enciende toda sangre:
te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria
que cae eternamente en la sombra, encendida:
te hablo de un bosque extasiado que existe
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.
Te hablo también: entre maderas, entre resinas, 
entre millares de hojas inquietas, de una sola 
hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verdes es de todos los colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.
Aurelio Arturo. Morada al sur y otros poemas.
PROCULTURA, Bogotá, 1986. 

"Tu derecho a la ventana, tu deber hacia el árbol". 


Friedensreich Hundertwasser.
"Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía,
plantaría un árbol". 
Marthin Luther King. 

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