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2 de octubre

Crónica completa:

Gustavo Díaz Ordaz es hasta nuestros días uno de los presidentes de México más odiados y al
mismo tiempo el menos comprendido.

Practicaba con ahínco el basquetbol, tocaba la guitarra y cantaba canciones bohemias, que le
dieron buena fama en las fiestas de juventud, incluso en la edad adulta, cuando era Senador de la
República y compartía un departamento de soltero con Adolfo López Mateos, Donato Miranda
Fonseca y Alfonso Corona del Rosal.

Nació con la Revolución mexicana en 1911 en San Andrés Chalchicomula, Puebla. Se graduó como
abogado, con honores en la Universidad de Puebla. Comenzó como actuario en un juzgado
municipal de su estado natal. Pronto fue ascendido a secretario de juzgado y luego nombrado
juez, por méritos propios. También fungió como ministerio público, presidente del Consejo de
Conciliación y arbitraje y presidente del tribunal superior del estado. Asimismo, fue catedrático y
vicerrector de su alma mater. Luego fue secretario del gobierno de Puebla, Diputado federal,
Senador, director general de asuntos jurídicos y oficial mayor de la Secretaria de Gobernación en
la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines y Secretario de Gobernación en el mandato de Adolfo López
Mateos.

Ya como Secretario de Gobernación daba señales muy claras de lo duro que sería como
presidente. Solía decir: "Al Secretario de Gobernación no sólo se le debe tener respeto, sino
también miedo".

Gustavo Díaz Ordaz gobernó el país, prácticamente dos sexenios: el suyo y el de Adolfo López
Mateos, quién como presidente pasó la mayor parte del tiempo en giras en el extranjero, en
eventos sociales, borracheras y con mujeres.

Cuando era Secretario de Gobernación decía con orgullo: "En esta oficina está el control político
de México".

En el gobierno de Adolfo López Mateos hubo una represión política total y a pesar de eso, ALM
terminó su mandato con altísima aprobación de la población, principalmente porque tenía mucho
carisma y segundo porque él no tenía que ensuciarse las manos. Para ello estaba su Secretario de
Gobernación: GDO.
A muchos les encanta tener villanos en la política. Así es más fácil culpar a alguien y desquitar el
rencor acumulado. Gustavo Díaz Ordaz ha sido uno de los tiranos favoritos por excelencia. Por
ende, lo único que la mayoría de la población sabe y quiere saber de él es sobre la matanza del 68.

Gustavo Díaz Ordaz aprendió de Maximino Ávila Camacho. Gobernó con mano dura, gritos,
regaños y severidad. Pero eso sí, nadie puede acusarlo de corrupto.

Díaz Ordaz jamás fue un presidente querido por los mexicanos. Principalmente por su aspecto
físico. Era muy feo. Y eso, en un país racista, clasista y elitista tiene mucho peso en la política.
Basta con ver la televisión mexicana. El nivel de discriminación es altísimo. Y por si fuera poco
México acababa de tener a uno de los presidentes más carismáticos de su historia: Adolfo López
Mateos. Imposible para GDO competir con eso.

La mancuerna ALM - GDO funcionó a la perfección debido a que el primero era la imagen del
gobierno lopezmateista y el segundo era el genio que hacía que el país funcionara.

Así es. GDO fue un gran presidente y el último que tuvo éxito en el plano económico. Gobernó el
país por 12 años. El sexenio de ALM y el suyo. Al llegar a la presidencia mantuvo al secretario de
Hacienda Antonio Ortiz Mena, con quien se logró el punto más alto del "Desarrollo Estabilizador"
del país. También llamado el "Milagro Mexicano".

En la administración de GDO el país tuvo un crecimiento sostenido anual de 7%. (En los últimos
tres sexenios ha sido del 2%. En el sexenio de AMLO es de 0%).

La inflación en su gobierno no rebasó el 3%. (De enero a diciembre de 1995 la inflación pasó del
10.23% a 51.97% Cinco años después del "error de diciembre" en el 2000 la inflación bajó a 8.66%.
En el 2001 fue de 6.95%. Y en 2017 fue de 6.77%.)

El dólar se mantuvo a 12.50 desde finales del gobierno de Ruíz Cortinez hasta la salida de Díaz
Ordaz.

Esto se traduce a una cosa muy simple: la clase trabajadora tenía un gran poder adquisitivo. Las
verduras, la carne y otros alimentos costaban lo mismo al inicio y al final del sexenio.
El gobierno diazordista tuvo un auge en materia de construcción de grandes obras por todo el
país. Modernas autopistas por doquier y su obra más destacada: la primera línea del metro en el
país. Una obra que se concluyó en tan sólo tres años sin dejar una deuda multimillonaria a la
capital.

Desafortunadamente, en el plano político no fue tan exitoso. Tenía muchos enemigos trabajando
en su gabinete, comenzando por su secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez.

Gustavo Díaz Ordaz tenía un estupendo sentido del humor. Como candidato presidencial tuvo una
comida con reporteros de la prensa extranjera. Entonces uno de ellos le preguntó si era cierto que
los poblanos eran doble cara, a lo que el candidato respondió a tono de broma: "¿Usted cree que
si los poblanos tuviéramos dos caras yo me pondría la que traigo?"

También en la campaña presidencial, visitó Tehuacán, Puebla. Y al entrar se topó con un enorme
letrero en el que se leía: Tehuacán con Díaz Ordaz. A lo que el candidato exclamó: "¡Eso debe
saber horrible!"

En la presidencia fue a una gira de trabajo al estado de Veracruz, donde gobernaba Fernando
López Arias, quien tenía la cara chueca. (Le decían el "Pico chulo"). En esos días había llovido sin
parar. López Arias fue a recibir al presidente hasta la escalera del avión con un paraguas y le dijo:
"¡Qué feos están los días!" A lo que GDO respondió: "Pues no me irá a decir usted que los López
están muy bonitos".

Pero en la plaza pública y en los discursos presidenciales era extremadamente serio. Su amor a la
patria era tal que tenía esta frase como tarjeta de presentación: "Por los hijos, la vida. Por la
patria, los hijos."

En su discurso de toma de protesta, Gustavo Díaz Ordaz dijo: "Conservar la estabilidad económica
y la tranquilidad política es más difícil que haberlas conquistado".

Estaba seguro de que para mantener esa estabilidad tenía que gobernar con mano dura. Como
Secretario de Gobernación en el sexenio de López Mateos, Díaz Ordaz reprimió sin pestañear la
disidencia sindical organizada por el Partido Comunista Mexicano y por el Partido Obrero
Campesino de México, entre ferrocarrileros y maestros; movilizaciones de clase media; la rebelión
de organizaciones empresariales y católicas; al grupo guerrillero que encabezaba Rubén Jaramillo
en el estado de Morelos; un conato de insurrección armada en Huajuapan de León organizada por
un ex oficial del ejército que decía actuar en nombre de Dios, entre otros conflictos menores.
Una de sus mayores pesadillas como Secretario de Gobernación fue el surgimiento del
Movimiento de Liberación Nacional (MLN), en 1961, liderada por el ex presidente Lázaro
Cárdenas. Sí el mismísimo Tata Cárdenas se había declarado abiertamente a favor de la Revolución
Cubana de Fidel Castro y en contra del gobierno de Adolfo López Mateos.

La inconformidad de Lázaro Cárdenas surgió con la política de "unidad nacional" de Manuel Ávila
Camacho para combatir la polarización social que había a finales del gobierno cardenista. Es decir
que, para lograr la estabilidad del país, Ávila Camacho abandonó el proyecto cardenista y lo
sustituyó por un nuevo tipo de modernización económica.

En el MLN militaban altos oficiales del ejército mexicano, ex diputados, ex senadores, ex


gobernadores, ex funcionarios medios y altos y personalidades de izquierda como Heberto
Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Luis Villoro, Eli de Gortari, Salvador Novo, Carlos Fuentes, Víctor
Rico Galán y Fernando Benítez, entre otros.

El MLN se desintegró poco antes de las elecciones de 1964 a las cuales pretendían postular un
candidato. Su argumento para no hacerlo fue la falta de condiciones para una contienda electoral
justa. Las razones principales de la disolución del MLN fueron sus conflictos internos. Historiadores
y analistas le adjudican al general Lázaro Cárdenas el fracaso del movimiento al mantener su
militancia en el PRI y dar apoyo al candidato Gustavo Díaz Ordaz.

Contrario a la creencia popular, Gustavo Díaz Ordaz no fue un presidente con poder omnipotente.
De haber sido así jamás habrían crecido las movilizaciones estudiantiles del 68.

Hubo manifestaciones parecidas en gobiernos anteriores que fueron reprimidas inmediatamente.


Por ejemplo, la de los mineros en 1948, la de los estudiantes del Politécnico en 1956 y la de los
sindicatos ferrocarrileros en 1958 y 1959.

El gran dilema en el sexenio de GDO era elegir entre reformar el sistema o reforzar los
mecanismos de control político. Estados Unidos y la Unión Soviética estaban en plena Guerra Fría.
En el mundo había sólo dos formas de gobierno: Democracia o totalitarismo. Capitalismo o
socialismo. Se corría el riesgo que al dar más libertad de expresión se desembocaría en una
segunda revolución mexicana, siguiendo los pasos de Fidel Castro en Cuba.

Para la gran mayoría de los mexicanos la matanza de Tlatelolco fue un arrebato del presidente
Gustavo Díaz Ordaz. Como si de un minuto a otro el malévolo inquilino de Los Pinos hubiese
decidido enviar al ejército a matar a los manifestantes. Versión extremadamente alejada de la
realidad.

Para entender un poco este acontecimiento es imperativo comprender la situación política en


todo el mundo en la década de los 60.

En 1947 se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, también llamado Tratado de


Río, en el cual toda la región quedaba integrada al sistema de seguridad estadounidense. Para
muchos América Latina quedaba a la subordinación de Estados Unidos. Pero las cosas cambiaron
con la invasión de Fidel Castro a la Bahía de Cochinos en abril de 1961. Luego vendría el violento
cierre de tránsito entre las dos Alemanias con la construcción del Muro de Berlín en agosto del 61.
Y la crisis de los misiles en el 62.

En su discurso de toma de Posesión, el presidente Kennedy advirtió: "Castro es únicamente el


principio de nuestras dificultades en América Latina. La gran batalla será tratar de impedir que la
influencia de Castro se extienda a otros países."

Estados Unidos utilizó el argumento de una "conspiración soviética" para instalar dictaduras
militares, violenta intolerancia a movilizaciones sindicales o campesinas o ejercer presión en
gobiernos vecinos, como México.

Para colmo, en 1960 en un encuentro con periodistas, se le preguntó al presidente Adolfo López
Mateos cuál era la posición ideológica de su gobierno y éste respondió a la ligera: "Dentro de la
Constitución, mi gobierno es de extrema izquierda". Aquello generó una tormenta política y una
inmediata disminución a la inversión privada.

En 1954 el gobierno de Estados Unidos había patrocinado y ejecutado por la CIA un Golpe de
Estado en Guatemala para derrocar al presidente Jacobo Arbenz. Hizo lo mismo en 1964 en Brasil,
en contra del presidente João Goulart. Y en 1965 invadió República Dominicana.

Díaz Ordaz percibía la vecindad con Estados Unidos como una espada de Damocles. En su discurso
de toma de posesión lo confirma: "Nacimos bajo el signo del anticolonialismo y en el pasado
sufrimos invasiones, agresiones, intervenciones. Está, pues, en la esencia misma de nuestra
nacionalidad, condenar cualquier hegemonía de un país sobre otro, sin importar de dónde
proceda ni la forma ni la modalidad que asuma."
En 1967 la revista US News and World Report (muy cercana al Departamento de Estado en
Washington) aseguraba que muchos mexicanos de clase media y alta estaban convencidos de que
el gobierno mexicano pediría a los Estados Unidos "que envíe tropas a través de la frontera para
salvar a México del comunismo".

Díaz Ordaz descalificó el informe: "Por ningún motivo en ningún caso, en ninguna circunstancia, ni
siquiera como último y supremo recurso, el Gobierno pedirá a otra nación que intervenga en
nuestros asuntos".

Es decir que para GDO el comunismo no era su mayor problema sino la presión que ejercía Estados
Unidos sobre México.

Por si fuera poco, los partidos de izquierda, los movimientos socialistas y partidarios de la
revolución de Fidel Castro habían crecido en la última década. Al no encontrar resultados a sus
demandas enfocaron su atención en los universitarios.

Sobre el movimiento estudiantil del 68 se han publicado novelas, memorias, crónicas, notas
periodísticas, entrevistas y opiniones. La mayoría desde la perspectiva de la izquierda, desde la
mirada de los estudiantes, reporteros o testigos de aquel día, con un sólo objetivo: satisfacer al
lector con el discurso simplista de pueblo bueno, gobierno malo.

Ha sido tan marcada la parcialidad en la lectura de la historia mexicana que nadie se cuestiona a
cuánta gente asesinó Lázaro Cárdenas en el tiempo que sirvió a las fuerzas revolucionarias. A
Miguel Hidalgo nadie lo juzga por haber ordenado la ejecución de cientos de personas.
(Degollados para no gastar balas). ¿Debería figurar como héroe de la patria alguien que mató más
gente que Luis Echeverría? (Esto no pretende justificar a Echeverría, sino demostrar la subjetividad
del juicio social).

Gustavo Díaz Ordaz hizo más por el país que Miguel Hidalgo. Desafortunadamente México ha sido
educado por la izquierda en las últimas décadas. (No se tome en cuenta los libros de la SEP.) Un
ejemplo muy claro fue la irresponsable y caprichosa decisión del sustituto de Mancera en gobierno
de la Ciudad de México, el ignorante e imbécil, José Ramón Amieva, de remover las placas de la
línea uno del metro que mencionaban a Gustavo Díaz Ordaz como el presidente que mandó
construirla. Una de las obligaciones de los gobiernos es preservar la memoria histórica, sin
manipulación.
Son pocos los estudios históricos y análisis políticos que han enfocado su atención en la matanza
del 68 de manera imparcial. Herbert Braun es uno de ellos. Pone en tela de juicio las ideas
modernizadoras y democratizadoras atribuidas a los estudiantes.

Los movimientos comunistas habían fracasado con los sindicatos obreros, por lo tanto, se
orientaron hacia los estudiantes en general y los campesinos.

El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz tenía tres grandes problemas en el verano de 1968. 1. La
presión del gobierno estadounidense. 2. Los Juegos Olímpicos, compromiso adquirido en el
gobierno de López Mateos. 3. Las manifestaciones estudiantiles, renuentes al diálogo.

El entusiasmo del presidente Díaz Ordaz por las Olimpiadas era poco. En realidad, le generaba
muchas preocupaciones. Los ojos del mundo estarían enfocados en México. El país recibiría miles
de extranjeros. La prioridad del gobierno era garantizar la seguridad a los visitantes y la estabilidad
de la nación.

Desde el primer año de su gobierno, GDO había consultado a distintos sectores de la sociedad la
posibilidad de declinar la sede de los Juegos Olímpicos. Se concluyó que al hacerlo, "podía
perjudicarse gravemente nuestro crédito en los medios bancarios internacionales y deteriorarse
nuestra economía interna."

Gustavo Díaz Ordaz se sentía sumamente orgulloso de haber sido universitario, y más aún, de
haber sido profesor y vicerrector de su alma mater, la Universidad de Puebla. Cada año inauguraba
el ciclo escolar en la UNAM y el IPN.

¿Entonces cómo se explica la matanza de Tlatelolco?

En agosto de 1966 se fundó la Organización Continental de Estudiantes Latinoamericanos en la


Habana, con el objetivo de "promover la solidaridad de los estudiantes del continente en la lucha
contra el imperialismo, así como para consolidar los lazos de unión con los campesinos y obreros".

En 1966 el rector de la UNAM, Ignacio Chávez se vio obligado a renunciar debido a las
manifestaciones en contra de las reformas universitarias en las que se eliminaba el pase
automático y se implementan el examen de selección a todos los aspirantes sin importar si eran
egresados o no del bachillerato de la universidad.
Poco después se dio a conocer la creación del Consejo Estudiantil Universitario... Y su cercanía al
Partido Comunista Mexicano.

Tras la renuncia de Ignacio Chávez, quedó como rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, quien en
el sexenio de Adolfo López Mateos había sido Secretario de Obras Públicas y había tenido varios
desencuentros con el entonces Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz.

De acuerdo con la historia oficial Barros Sierra solucionó todas las demandas de los estudiantes
que habían provocado la renuncia de Chávez. Es decir que ya no había razón para manifestarse en
las calles.

Si algo ha demostrado la historia universal es que las grandes tragedias no se dan solas y mucho
menos por casualidad. Siempre hay alguien moviendo los hilos. Y los estudiantes fueron tan sólo
sus marionetas.

El 22 de julio de 1968, los alumnos de la vocacional 2 del Instituto Politécnico Nacional y la


Preparatoria 1 de la UNAM comenzaron un pleito callejero tras un partido de fútbol. Las
autoridades del IPN solicitaron el apoyo de la policía, lo cual concluyó en un severo acto de
represión hacia los jóvenes.

La tensión fue aumentando con el paso de los días. A petición del regente del Distrito Federal,
Alfonso Corona del Rosal, el 29 de julio llegaron a la capital tanques ligeros, jeeps con bazucas y
morteros.

El Ejército se apostó frente a la Preparatoria 1 (actualmente el Museo de San Ildefonso), al mando


del general José Hernández Toledo y dispararon un bazucazo contra la puerta. Granaderos y
militares aprehendieron a los estudiantes.

José Barros Sierra y Agustín Yáñez, titular de Educación Pública acordaron el cierre temporal de las
preparatorias y vocacionales.

Si bien es cierto que en 1968 la agitación estudiantil se había convertido en un fenómeno desde
Alemania occidental, Europa, Estados Unidos hasta América Latina, no era suficiente para que
llegara al nivel de las manifestaciones en México.
Cualquier tipo de manifestación requiere reclutamiento de participantes, organización y algún
método de financiamiento.

Si se hace una comparación imparcial con el presente se pueden encontrar numerosas similitudes
con las manifestaciones que reclamaban el regreso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en el
sexenio de EPN. Por muy descabellado que parezca, y aunque cueste admitirlo, dichas
movilizaciones fueron financiadas y apoyadas por la izquierda. Junto a ellos marcharon los
sindicatos de la CENTE, el SNTE, la extinta Luz y Fuerza y muchos más. Cabe recordar que los
padres de los 43 viajaron a Estados Unidos y Europa para manifestarse ante organismos
internacionales. Es razonable y objetivo cuestionarnos de dónde conseguían dinero tan sólo para
vivir si pasaron la mayor parte del tiempo manifestándose. Más aun, ¿por qué en cuanto AMLO
ganó las elecciones desaparecieron las manifestaciones de los 43? Se evaporó el reclamo de "Vivos
se los llevaron y vivos los queremos". Ahora sólo queda la esperanza de por lo menos encontrar
los cuerpos.

En las últimas dos décadas, el 2 de octubre era un día de terror en el centro histórico. Todos los
locales de la zona cerraban sus puertas. Grupos anarquistas salían a las calles a destrozar todo a su
paso: ventanas, puertas, paradas de autobuses, lo que fuera. Y ni hablar de los Oxxos que
saqueaban. Pero el 2 de octubre de 2018, justo cuando la "izquierda" ganó las elecciones, no hubo
los tan comunes destrozos a negocios en el centro histórico.

Es fácil imaginar a veinte alumnos indignados que con sólo el poder de convencimiento lograron
atraer cien mil personas (por dar una cifra). Pero la realidad es otra. Se necesita promover "el
movimiento", convencer a la gente que abandone sus actividades cotidianas para marchar en las
calles con pancartas.

En los últimos días de diciembre del 2018 y el 2 de enero del 2019, cien personas se manifestaron
afuera de Palacio Nacional por despidos injustificados en el SAT. ¡Cien! Tan sólo cien personas, de
más 2500 despedidos. ¿Dónde estaban los otros 2400? ¿Falta de interés? ¿Falta de convocatoria?
¿Falta de financiamiento o de apoyo de algún partido político?

Lo mismo podemos preguntarnos sobre las víctimas del terremoto de 2017 en el Colegio
Rebsamen en Tlalpan. ¿Por qué no prosperaron las manifestaciones de los padres que exigían
justicia? ¿Falta de convocatoria? ¿Falta de financiamiento o de apoyo de algún partido político?
¿Sería porque hacer ruido no iba a afectar a Enrique Peña Nieto sino a la delegada de Tlalpan y
futura candidata a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum?
Pero... Si la manifestación beneficia, en este caso a los intereses de MORENA o a AMLO, la historia
es muy distinta. Desde finales de diciembre de 2018 y enero del 2019 manifestantes instalaron un
plantón afuera de la Suprema Corte de Justicia, con casas de campaña y decenas de pancartas en
las que se exigía que los magistrados bajaran sus sueldos, de acuerdo a la petición de AMLO.
¿Quién en el planeta tiene tiempo, dinero y vida para hacer un plantón por algo así? En una
investigación periodística de Milenio, se develó que varios de los manifestantes del plantón de la
SCJN han participado prácticamente en todas las manifestaciones de los últimos diez años. En
pocas palabras: reciben ingresos y viven de eso.

Hoy en día, las redes sociales son una gran herramienta de comunicación. Pero en septiembre de
1968 la única forma de llegar a la gente era por medio de desplegados en periódicos, volantes,
mantas, anuncios en paredes y voluntarios. Muchísimos voluntarios. Cientos. Y todo eso costaba
miles de pesos. (Hoy en día, un desplegado en El Universal cuesta arriba de 200mil pesos.) Alguien
tenía que financiar todo eso.

¿Quién estaría interesado en financiar y en promover el movimiento del 68? La historia nos dejó
varias pistas.

Javier Barros Sierra había sido Secretario de Obras Públicas en el sexenio de Adolfo López Mateos
y adversario de Gustavo Díaz Ordaz en la pre-candidatura presidencial. Cuando renunció Ignacio
Chávez en 1966 a la rectoría de la UNAM, Díaz Ordaz aceptó la designación de Barros Sierra para
limar las asperezas que habían quedado en el 63, cuando López Mateos designó a GDO y no a JBS.

La rectoría de la UNAM nunca ha sido cien por ciento autónoma. Por muchos años fue una
extensión del PRI. Un claro ejemplo es la cercanía entre el ex-rector José Narro y Enrique Peña,
quien le otorgó la Secretaría de Salud al doctor Narro, en cuanto terminó su gestión al frente de la
UNAM. Las universidades estatales tienen el mismo poder de convocatoria que los sindicatos y lo
han demostrado muchas veces. Pueden movilizar a toda una ciudad o al país entero. No es
casualidad que los porros sigan existiendo después de tantos años. Tampoco es normal que el
Auditorio Justo Sierra, dentro de CU, siga secuestrado desde 1999 por "grupos activistas". ¿Por
qué no los sacan?

Después del bazucazo en la preparatoria 1, el rector tenía dos opciones: calmar a los estudiantes o
apoyarlos, lo cual implicaba declararle la guerra a la Presidencia de la República. Y lo hizo.
Alimentó el conflicto con un objetivo: quitar a Luis Echeverría de la candidatura presidencial y
lanzar al precandidato de los universitarios: Emilio Martínez Manautou, secretario de la
Presidencia. Luis Echeverría no se iba a quedar con los brazos cruzados.
Una de las fórmulas de la política más eficaces es "crear conflictos para luego solucionarlos". La
huelga universitaria de 1966, como todas las huelgas estudiantiles en México, fue una
manipulación de un grupo de priístas para quitar a Ignacio Chávez y colocar a Javier Barros Sierra
como rector. El pleito callejero entre estudiantes del IPN y la UNAM fue tan sólo la carnada para
derrotar a Luis Echeverría, entonces Secretario de Gobernación y posicionar a su propio candidato
presidencial: Emilio Martínez Manautou, secretario de la Presidencia.

El error de Javier Barros Sierra fue no medir las consecuencias. Díaz Ordaz se encontraba en gira
de trabajo el día del bazucazo a la Preparatoria 1. La orden la había dado Luis Echeverría a Alfonso
Corona del Rosal y al Secretario de Defensa, Marcelino García Barragán. Es decir que Echeverría
había mordido el anzuelo. Según los pronósticos de Barros Sierra, Echeverría Álvarez había cavado
su propia tumba.

Nadie imaginó que podría ocurrir algo peor que el bazucazo. El rector de la UNAM apostó todo.
Creyó que las manifestaciones obligarían a Echeverría a renunciar a la Secretaria de Gobernación y
a la candidatura presidencial. Se equivocó.

Barros Sierra, al encabezar las marchas de protesta, pasó a la historia como el héroe del 68 pero
metió a los estudiantes en una bomba de tiempo. Una malévola disputa por la candidatura
presidencial de 1970. Cuando quiso establecer el diálogo entre universitarios y el gobierno fue
demasiado tarde. Luis Echeverría había infiltrado gente al movimiento, inyectado dinero y
proporcionado armas para que éste creciera, se saliera de control, se hiciera violento y a su vez se
convirtiera en un conflicto nacional. Al mismo tiempo, Echeverría lograba que el presidente Díaz
Ordaz encontrara en su Secretario de Gobernación a un funcionario leal y eficiente, capaz de
mantener la estabilidad del país ante la inauguración de los Juegos Olímpicos.

El 2 de octubre de 1968 se llevó a cabo la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas
por órdenes del secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.

Documentos del director de Inteligencia e Investigación del Departamento Estado de los Estados
Unidos, Thomas L. Hughes (desclasificados en 1998), confirman la manipulación de Luis Echeverría
en el movimiento y su autoría en la matanza del 68. Asimismo, el 18 de octubre de 2006, la CIA
liberó documentos clasificados del 68, en los cuales se revelaba que Luis Echeverría Álvarez era
agente de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, que su nombre clave era
"LITEMPO 14" y que había sido reclutado por Winston Scout, jefe de la CIA en México entre 1956 y
1969. En todo ese tiempo LEA le proporcionó información clasificada del Gobierno de Gustavo
Díaz Ordaz a la CIA. Los documentos desclasificados también revelaron que Luis Echeverría falseó
información a la CIA sobre el movimiento estudiantil, asegurando que estaba siendo manipulado
por comunistas y agentes extranjeros.
Irma Serrano, quien fuera la amante de Díaz Ordaz prácticamente todo el sexenio narró en sus
memorias: "Gustavo vivía en mi casa (en el Pedregal). Por eso puedo constatar que ese día había
ido a visitar cuatro pueblos incomunicados de Jalisco y cuando regresó el 3 de octubre, azotaba las
puertas, y cuando localizó a Echeverría, que no quería darle la cara, lo llenó de injurias y lo gritó
¡Asesino! Recuerdo muy bien una conversación que tuvo con Echeverría días antes de marcharse a
Guadalajara. Ordenaba que bajo ningún motivo se tocara a los estudiantes. El responsable fue el
gusano, que dictó las órdenes precisas. Y se le pasó la mano. Díaz Ordaz se echó toda la
responsabilidad a cuestas porque así era su carácter: orgulloso a cual más".

El primero de septiembre de 1969, al rendir su quinto informe de Gobierno, Gustavo Díaz Ordaz
dijo: "Asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica
por las decisiones del gobierno federal del año pasado". Fue un acto responsable y valiente, pues a
fin de cuentas él era le presidente y debía asumir la culpa que le correspondía por todo lo que
ocurriera en el país. Muy diferente a la actitud de López Obrador de culpar a los ex-presidentes, a
los neoliberales, conservadores, opositores y a la prensa.

Gustavo Díaz Ordaz fue el último gran presidente de México. Gracias a él se alcanzó el estatus
económico más alto:

1. Crecimiento sostenido anual de 7%. En los últimos tres sexenios el crecimiento ha sido del 2%.
En el primer semestre de AMLO es de 0%.

2. Inflación de 3%. De enero a diciembre de 1995 la inflación pasó del 10.23% a 51.97% Cinco años
después del "error de diciembre" en el 2000 la inflación bajó a 8.66%. En el 2001 fue de 6.95%. Y
en 2017 fue de 6.77%.

3. La deuda externa más baja de la historia: 3,800 millones de dólares. Con Echeverría y López
Portillo se disparó a 80,000 millones de dólares. En 2019 es de 456,000,000,000 de dólares, Tan
sólo en el primer trimestre de la administración de López Obrador aumentó 9,519,000,000 de
dólares.

4. El dólar se mantuvo a $ 12.50 desde finales del gobierno de Ruíz Cortinez hasta la salida de Díaz
Ordaz. Es decir, doce años de estabilidad.

Devaluación del peso al final de los siguientes sexenios:


(1976) Echeverría: $ 15.69.

(1982) López Portillo: $ 57.18.

(1988) De la Madrid: $ 2,289.58.

(1992) Salinas: $ 3,094.08.

Entonces tuvieron que quitarle tres ceros a la moneda mexicana, y el dólar bajó por arte de magia
a $ 3.37.

(2000) Zedillo: $ 9.45.

(2006) Fox: $ 10.87.

(2012) Calderón: $ 12.98.

(2018) Peña: $ 18.79.

(2 de octubre 2019) López Obrador: $ 19.79

Gracias por leer y compartir.

#DivulguemosLaHistoria

#PorUnMéxicoConConocimiento

Libros consultados

•Will Fowler, Gobernantes mexicanos.

•Julio Scherer García, Los presidentes.

•Alfonso Corona del Rosal, Mis memorias políticas.

•Luis Alba Martínez, Gustavo Díaz Ordaz y el presidencialismo mexicano.

•José Cabrera Parra, Díaz Ordaz y el 68.

•Enrique Krauze, el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz.

•Sodi Pallarés, Ernesto, Entrevista con Gustavo Díaz Ordaz.

•Aurora Loyo Brambila, El movimiento magisterial de 1958 en México.

•Jefferson Morley, Our man in Mexico. Winston Scott and the hidden story of the CIA.

•Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil en México.


•Raúl Álvarez Garín, La estela de Tlatelolco.

•Rodriguez Prats, Juan José, El poder presidencial. Adolfo Ruiz Cortines.

•Luis M. Farías, Así lo recuerdo.

•Irma Serrano, A calzón amarrado.

•Erasmo Fernández de Mendoza, Conjuras sexenales.

•Vernon Raymond, The dilema of Mexico's developmet.

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