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Resumen-Mearsheimer-Capitulo 1 y 2
Resumen-Mearsheimer-Capitulo 1 y 2
respecto a sus rivales, mejores serán sus chances de supervivencia. (…) la mejor garantía de superviviencia es
ser un hegemon, porque ningún otro Estado puede amenazar seriamente a un Estado tan poderoso.
(…)Las grandes potencias que no tienen razón para enfrentarse unas a otras (…) no tienen (…) mas opción que
la de perseguir el poder y buscar dominar a los otros Estados del sistema. (…)
(…)Por ejemplo, una de las cuestiones clave de la política exterior que enfrentan los EEUU es como se
comportará China si su rápido crecimiento económico continuara y efectivamente la convertiera en un Hong
Kong gigante. Muchos estadounidenses creen que si China fuera democrática y se integrara en el sistema
capitalista global, no actuaria de forma agresiva; por el contrario, se contentaría con el statu quo en el Noreste
Asiatico. (…) EEUU debería involucrar a China para promover su integración en su economia mundial, una
política que también busca alentar la transición china hacia la democracia. Si (…) tuviera éxito, los EEUU
podrian trabajar con una China democrática y rica para promover la paz mundial.
Desgraciadamente, una política de compromiso o involucramiento esta destinada al fracaso. Si China se
convierte en una potencia económica, lo mas probable es que traduzca su poder económico en poder militar y
que intente dominar el Noreste Asiatico. Que China sea democrática y este profundamente integrada en la
economia global, o que sea autocratica e autarquita tendrá poco efecto en su comprotamiento porque a las
democracias les preocupa tanto la seguridad como a las no democracias, y la hegemonía es la mejor manera en
que cualquier Estado puede garantizar su propia supervivencia. Por supuesto, ni sus vecinos ni los EEUU se
quedarían de brazos cruzados viendo como China incrementa su poder (…) intentarían contener a China, (…)
tratando de formar una coalición de equilibrio. El resultado seria una intensa competencia de seguridad entre
China y sus rivales (…) China y EEUU están destinados a ser adversarios a medida que el poder de China
crece.
REALISMO OFENSIVO:
Este libro ofrece una teoría de política internacional que desafia al optimismo prevaleciente sobre las relaciones
entre los grandes poderes. (…)
Comienzo con los componentes claves de esta teoría (realismo ofensivo). Propongo una serie de argumentos
sobre como las grandes potencias se comportan entre ellas, enfatizando que buscan oportunidades para ganar
poder a expensas una de otras. Además identifico las condiciones que hacen el conflicto mas o menos probable.
(…) también intento proveer explicaciones convicentes sobre los comportamientos y los resultados que se
encuentran en el centro de la teoría. (…)
La teoría se enfoca en las grandes potencia spoque estos Estados tienen el mayor impacto en lo que acontece en
la política internacional. Los destinos d elos Estados (…) son determinadas principalmente por las decisiones y
acciones de aquellos con las mayores capacidades. (…)
Las grandes potencias se determinan en gran medida sobre la base de su capacidad militar relativa. Para
calificar como gran potencia un Estado debe poseer suficientes activos militares como para poder presentar un
batalla seria en una gran guerra convencional total contra el Estados mas poderoso del mundo. El candidato (…)
debe tener alguna posibilidad razonable de convertir un conflicto en una guerra de desgaste que deje al Estado
dominante seriamente debilitado, incluso si este ultimo termina la ganando la guerra. En la era nuclear, las
grandes potencias deben tener disuasivos nucleares que puedan sobrevivir un ataque nuclear en su contra, asi
como también formidables fuerzas convencionales. En el poco probable evento de que un Estado gane
superioridad nuclear sobre todos sus rivales, sería tan poderoso que se convertiría en la única gran potencia del
sistema. El equilibrio de fuerzas convencionales sería enormemente irrelevante si un hegemón nuclear
emergiera.
Mi segunda tarea en este libro es demostrar que la teoría nos dice mucho sobre la historia de la política
internacional (…) el foco de las relaciones entre grandes potencias desde el comienzo de la Revolucion
Francesa y las guerras napoleónicas en 1792 hasta el final del siglo XX. Se presta mucha atención a los grandes
poderes europeos porque dominaron la política mundial durante la mayor parte de los últimos 200 años. (…)
hasta que Japon y EEUU alcanzaron su status de grandes potencias en 1895 y 1898 (…)
El libro también (…) sobre la poltiica del Noreste Asiatico, especialmente en relación al Japon imperial entre
1895 y 1945, y China en los 90’. EEUU también figura prominentemente (…) para poner aprueba el realismo
ofensivo frente a los eventos del pasado.
Tercero, utilizo la teoría para hacer predicciones sobre la política de grandes potencias en el siglo XXI. (…)
todo pronostico político esta destinado a incluir algun error. Aquellos que se aventuran a predecir, (…) deberían
por lo tanto proceder con humildad, cuidarse de no exponer confianza injustificada, y admitir que es probable
que la comprensión retrospectiva revele sorpresas y errores.
En resumen, el mundo puede ser utilizado como un laboratorio para decidir qué teorías explican mejor la
política internacional. Con ese espíritu empleo el realismo ofensivo para mirar el futuro, consciente tanto de los
beneficios como de los riesgos de tratar de predecir eventos.
Las virtudes y los límites de la teoría
Las teorías de ciencias sociales generalmente son representadas como especulaciones ociosas de académicos
con la cabeza en las nubes, que tienen poca relevancia par a lo que ocurre en el “mundo real”. (…) la teoría
debería ser patrimonio casi exclusivo del ámbito académico, mientras que los hacedores de política deberían
confiar en el sentido común, la intuición y la experiencia práctica para llevar a cabo sus deberes. Esta visión
está equivocada. De hecho, ninguno de nosotros podría entender el mundo en que vivimos o tomar decisiones
inteligentes sin teorías. En efecto, los estudiantes y practicantes de la política internacional se apoyan en teorías
para comprender sus alrededores.
(…)las teorías generales sobre cómo funciona el mundo juegan un rol importante en cómo los decisores
identifican los fines que buscan y los medios que eligen para lograrlas. Sin embargo, eso no significa que
deberíamos aceptar cualquier teoría ampliamente sostenida, no importa qué tan popular sea, porque hay tanto
teorías malas como buenas. (…) El secreto está en distinguir entre teorías firmes y teorías defectivas. Mi
objetivo es persuadir a los lectores que el realismo ofensivo es una teoría rica que arroja luz considerablemente
sobre el funcionamiento del sistema internacional. Al igual que con todas las teorías, sin embargo, hay límites al
poder explicativo del realismo ofensivo. Unos pocos casos contradicen las principales afirmaciones de la teoría,
casos que el realismo ofensivo debería ser capaz de explicar pero que no puede hacerlo. (…)
Las teorías encuentran anomalías porque simplifican la realidad enfatizando algunos factores al tiempo que
ignoran otros. El realismo ofensivo supone que el sistema internacional moldea fuertemente el comportamiento
de los Estados. Factores estructurales tales como la anarquía y la distribución de poder, sostengo, son los que
más importan a la hora de explicar la política internacional. La teoría presta poca atención a los individuos o a
las consideraciones políticas domésticas tales como la ideología. Tiende a tratar a los Estados como cajas negras
o bolas de billar. (…)
(…)el realismo ofensivo no responde cada pregunta que surge en la política mundial porque habrá casos en que
la teoría es consistente con varios resultados posibles. (…)
(…)el realismo ofensivo es como una poderosa linterna en un cuarto oscuro: aunque no puede iluminar cada
rincón, generalmente es una buena herramienta para navegar a través de la oscuridad.
(…)el realismo ofensivo es principal- mente una teoría descriptiva. Explica cómo los grandes poderes se han
comportado en el pasado y cómo es probable que se comporten en el futuro. Pero también es una teoría
prescriptiva. Los Estados deberían comportarse de acuerdo a los dictados del realismo ofensivo, porque éste
describe la mejor forma de sobrevivir en un mundo peligroso.
(…)si quieren sobrevivir, las grandes potencias deberían actuar siempre como buenos realistas ofensivos.
La búsqueda de poder
(…)el concepto central de “poder”. Para los realistas, los cálculos de poder yacen en el corazón de cómo los
Estados piensan el mundo a su alrededor. El poder es la moneda corriente de la política de los grandes poderes,
y los Estados compiten entre ellos por obtenerlo. Lo que el dinero es a la economía, el poder lo es a las
relaciones internacionales.
(…)seis preguntas que tratan sobre el poder. Primero ¿por qué las grandes potencias quieren poder? ¿Cuál es
la lógica subyacente que explica por qué los Estados compiten por obtenerlo? Segundo ¿cuánto poder quieren
los Estados?¿Cuánto poder es suficiente? Estas dos preguntas son de suma importancia porque tratan sobre los
temas más esenciales del comportamiento de las grandes potencias. (…)
Tercero ¿Qué es el poder? ¿Cómo se define y se mide ese concepto central? Con buenos indicadores de poder
es posible determinar los niveles de poder de Estados individuales (…)es fácil determinar si un sistema es
hegemónico (dirigido por una sola potencia), bipolar (controlado por dos grandes poderes) o multipolar
(dominado por tres grandes potencias o más). (…) ¿contiene el sistema a un potencial hegemón –es decir, a una
gran potencia que es considerablemente más fuerte que cualquiera de las grandes potencias rivales?
Cuarto ¿qué estrategias persiguen los Estados para incrementar su poder, o para mantenerlo cuando otra gran
potencia amenaza con perturbar el equilibrio de poder? El chantaje y la guerra son las principales estrategias
que emplean los Estados para adquirir poder, y el equilibrio y “pasar la pelota” (buck-passing) son las
principales estrategias de los grandes poderes para mantener la distribución de poder al momento de enfrentar
un rival peligroso. Con el equilibrio, el Estado amenazado acepta la carga de disuadir a su adversario y compro-
mete sustanciales recursos a alcanzar esa meta. Con el “pase de pelota” la gran potencia amenazada trata de
conseguir que otro Estado se haga cargo del peso de la disuasión o la derrota del Estado amenazante.
La quinta es: ¿cuáles son las causas de la guerra? Específicamente ¿qué factores relacionados al poder hacen
que sea más o menos probable que la competencia por seguridad se intensifique y convierta en un conflicto
abierto?
Sexto: ¿cuándo es que las grandes potencias amenazadas equilibran frente a un adversario peligroso, y cuándo
intentan “pasar la pelota” a otros Estados amenazados?
Liberalismo versus realismo
El liberalismo y el realismo son dos cuerpos teóricos que mantienen posiciones de privilegio en el menú teórico
de las relaciones internacionales. (…)Para ilustrar este punto, consideremos los trabajos realistas más
influyentes del siglo XX: 1) “La crisis de los veinte años: 1919 – 1939” de E. H. Carr (…);2) “Política entre
las Naciones”, de Hans Morgenthau; 3) “Teoría de la Política Internacional”, de Kenneth Waltz.
Estos tres gigantes realistas critican algún aspecto del liberalismo en sus escritos. Por ejemplo, tanto Carr como
Waltz discrepan con la afirmación liberal según la cual la interdependencia económica fortalece las perspectivas
para la paz17. De forma más general, Carr y Morgenthau frecuentemente critican a los liberales por sostener
visiones utópicas sobre la política que, si se siguieran, llevarían a los Estados al desastre. Waltz por ejemplo,
desafía la afirmación de Morgenthau de acuerdo a la cual los sistemas multipolares son más estables que los
bipolares18. Además, mientras Morgenthau argumenta que los Estados buscan incre- mentar su poder porque
tienen un deseo inherente por el poder, Waltz sostiene que la estructura del sistema internacional fuerza a los
Estados a buscar poder para mejorar sus perspectivas de supervivencia. Estos ejemplos son solo una pequeña
muestra de las diferencias entre los pensadores realista.
Liberalismo
La tradición liberal hunde sus raíces en el Iluminismo, ese periodo de la Europa del siglo XVIII en que los
intelectuales y los líderes políticos tenían un poderoso convencimiento de que la razón podía ser empleada para
hacer del mundo un lugar mejor (…)los liberales tienden a mostrarse esperanzados con respecto a las
perspectivas de hacer del mundo un lugar más seguro y pacífico. La mayor parte de los liberales cree que es
posible reducir sustancialmente el flagelo de la guerra e incrementar la prosperidad internacional. Por esta
razón, las teorías liberales a veces son etiquetadas como “utópicas” o “idealistas”.
La visión optimista de la política internacional del liberalismo se basa en tres creen- cias centrales, que son
comunes a casi todas las teorías del paradigma. Primero, los liberales consideran que los Estados son los actores
principales de la política internacional. Segundo, enfatizan que las características internas de los Estados varían
considerablemente y que estas diferencias tienen efectos pronunciados sobre el comportamiento21. Además, los
teóricos liberales generalmente creen que algunos órdenes internos (por ejemplo, la democracia) son
inherentemente preferibles a otros (por ejemplo, las dictaduras). Por lo tanto, para los libera- les hay Estados
“buenos” y “malos” en el sistema internacional. Los Estados buenos buscan políticas cooperativas y casi nunca
desatan guerras por su cuenta, mientras que los Estados malos causan conflictos con otros Estados y son
propensos a utilizar la fuerza para salirse con la suya22. De esta forma, la clave para la paz es poblar el mundo
de Estados buenos.
Tercero, los liberales creen que los cálculos sobre el poder importan poco para explicar el comportamiento de
los Estados buenos. Otros tipos de cálculos políticos y económicos importan más, aunque la forma de esos
cálculos varía de teoría a teoría, como se hará evidente más abajo.
Los Estados malos pueden estar motivados por el deseo de incrementar su poder a expensas de otros Estados,
pero eso es solo porque están equivocados. En un mundo ideal donde solo haya Estados buenos, el poder será
en gran medida irrelevante.
El primero argumenta que altos niveles de interdependencia económica entre los Estados hace menos probable
que luchen entre ellos23. La raíz principal de la estabilidad, de acuerdo a esta teoría, es la creación y el
mantenimiento de un orden económico liberal que permite el libre intercambio económico entre Estados. Tal
tipo de orden hace a los Estados más prósperos, reforzando de esta forma la paz, porque los Estados prósperos
están económicamente más satisfechos, y los Estados satisfechos son más pacíficos. Muchas guerras son
libradas para incrementar o mantener la riqueza, pero los Estados tienen muchos menos motivos para iniciarla si
ya son ricos. Además, los Estados ricos con economías interdependientes se arriesgan a disminuir su
prosperidad si luchan entre ellos, al morder la mano que los alimenta. Una vez que los Estados establecen lazos
económicos amplios, en resumen, evitan la guerra para poder concentrarse en su lugar en acumular riqueza.
La segunda, la teoría de la paz democrática, afirma que las democracias no van a la guerra contra otras
democracias24. Así, un mundo que contenga solo Estados democráticos sería un mundo sin guerra. El
argumento aquí no es que las democracias son menos propensas a la guerra que las no-democracias, sino más
bien que las democracias no luchan entre ellas. Hay una variedad de explicaciones para la paz democrática, pero
poco consenso sobre cuál es la correcta. No obstante, los pensadores liberales concuerdan en que la teoría de la
paz democrática ofrece un desafío directo al realismo y provee una poderosa receta para la Paz.
Finalmente, algunos liberales sostienen que las instituciones internacionales mejoran las perspectivas de la
cooperación entre Estados y de esta forma, reducen la probabilidad de la guerra. Las instituciones no son
entidades políticas independientes que yacen por encima de los Estados y los fuerzan a comportarse de formas
inaceptables. Por el contrario, las instituciones son conjuntos de reglas que estipulan las formas en que los
Estados deben cooperar y competir entre ellos. Prescriben formas aceptables de comportamiento estatal y
proscriben tipos inaceptables de comportamiento. Estas reglas no son impuestas sobre los Estados por algún
Leviatán, sino que son negociadas por los Estados, quienes acuerdan acatar las reglas que crearon porque ello
responde a su interés. Los liberales afirman que estas instituciones o reglas pueden cambiar de forma
fundamental el comportamiento estatal. Las instituciones, según el argumento, pueden disuadir a los Estados de
calcular el interés propio sobre la base de cómo cada movimiento afecta su posición de poder relativa y, por lo
tanto, alejan a los Estados de la guerra y promueven la paz.
Realismo
(…) los realistas son pesimistas cuando se trata de la política internacional. Los realistas concuerdan en que
crear un mundo pacífico sería deseable, pero no le ven una solución al duro mundo de la guerra y la
competencia por la seguridad. (…)Esta visión sombría de las relaciones internacionales se basa en tres creencias
centrales. Primero, al igual que los liberales, los realistas tratan a los Estados como los principales actores en la
política mundial. Sin embargo, los realistas se enfocan mayoritariamente en las grandes potencias porque estos
Estados dominan y dan forma a la política internacional y también, causan las guerras más mortíferas. Segundo,
los realistas creen que el comportamiento de las grandes potencias es influido primordialmente por su contexto
externo, no por sus características internas. La estructura del sistema internacional, con la cual todos los Estados
deben lidiar, moldea en gran medida sus políticas exteriores. Los realistas tienden a no trazar distinciones
agudas entre “buenos” y “malos” Estados porque todas las grandes potencias actúan en consecuencia con la
misma lógica, independientemente de su cultura, sistema político o gobierno. Por lo tanto, es difícil diferenciar
entre Estados, salvo por las desigualdades en poder relativo. Esencialmente, las grandes potencias son como
bolas de billar que solo varían en tamaño.
Tercero, los realistas sostienen que los cálculos de poder dominan el pensamiento de los Estados y que éstos
compiten por poder entre ellos. Esa competencia a veces requiere ir a la guerra, que es considerada un
instrumento aceptable de la política. (…) esa competencia está caracterizada por una calidad de suma cero, lo
que a veces la torna intensa e implacable. Los Estados pueden cooperar entre ellos en alguna ocasión, pero en el
fondo, tienen intereses conflictivos.
(…) el realismo de la naturaleza humana, que es expuesto en “política entre las Naciones” de Morgenthau, y el
realismo defensivo, representado principal- mente por la “Teoría de Política Internacional” de Waltz. Lo que
distingue a estos trabajos de aquellos de otros realistas y los hace tanto importantes como controvertidos, es que
proveen respuestas a las dos preguntas fundamentales detalladas más arriba. Específicamente, explican por qué
los Estados buscan el poder -es decir, tienen algo que decir sobre las causas de la competencia en seguridad- y
cada una ofrece un argumento sobre cuánto poder es pro- bable que quiera un Estado.
(…)Los trabajos de Carr y el diplomático estadounidense George Kennan se ajustan a esta descripción. En su
influyente ensayo realista “La crisis de los veinte años”, Carr critica extensamente al liberalismo y argumenta
que los Estados están motivados principalmente por consideraciones de poder. Sin embargo, poco dice sobre por
qué a los Estados les importa el poder o cuánto quieren (…)
El realismo de la naturaleza humana, a veces denominado “realismo clásico”, dominó el estudio de las
relaciones internacionales desde finales de la década de 1940, cuando los escritos de Morgenthau comenzaron a
atraer una gran audiencia, hasta los primeros años de la década de 1970. Está basado en la simple premisa según
la cual los Estados están liderados por seres humanos que tienen un “deseo de poder” inoculado o programado
en ellos desde su nacimiento. (…) los Estados tienen un hambre de poder insaciable, o lo que Morgenthau
denomina “un deseo ilimitado de poder” lo que significa que constantemente buscan oportunidades para tomar
la ofensiva y dominar a otros Estados (…)Los realistas de la naturaleza humana reconocen que la anarquía
internacional – la ausencia de una autoridad que gobierne por sobre las grandes potencias- genera que los
Estados se preocupen por el equilibrio de poder. Pero ese constreñimiento estructural es tra- tado como una
causa de segundo orden en el comportamiento de los Estados. La principal fuerza motriz de la política
internacional es el deseo de poder inherente en cada Estado del sistema, y éste empuja a cada uno de ellos a
buscar la supremacía.
El realismo defensivo, al que generalmente se denomina “realismo estructural”, entró en escena en los últimos
años de la década de 1970 con la aparición de la “Teoría de la Política Internacional” de Waltz. (…) Waltz no
supone que las grandes potencias son inherentemente agresivas porque están imbuidas de un deseo de poder; en
cambio, afirma que los Estados simplemente buscan sobrevivir. Principalmente lo que buscan es seguridad. Aun
así, sostiene que la estructura del sistema internacional fuerza a las grandes potencias a prestar una cuidadosa
atención al equilibrio de poder. En particular, la anarquía fuerza a los Estados buscadores de seguridad a
competir entre ellos por poder, por- que el poder es el mejor medio para la supervivencia. Mientras que la
naturaleza humana es la causa primordial de la competencia por seguridad en la teoría de Morgenthau, la
anarquía juega ese rol en la teoría de Waltz.
(…)Para Waltz, en resumen, el equilibrio da jaque mate a la ofensa41. Además, pone el acento en que las
grandes potencias deben cuidarse de no adquirir demasiado poder porque “la fuerza excesiva” probablemente
genere que los otros Estados equilibren en su contra, dejándolos, de esta forma, peor de lo que hubieran estado
si se hubieran abstenido de buscar incrementos adicionales de poder.
Las opiniones de Waltz sobre las causas de la guerra reflejan aún más el sesgo del statu quo de su teoría.
Particularmente en que no sugiere los importantes beneficios que po- drían extraerse de la guerra. De hecho,
poco dice sobre las causas de la guerra más allá de argumentar que las guerras son en gran medida el resultado
de la incerteza y los cálculos errados. En otras palabras, si los Estados supieran más, no iniciarían guerras.
Mi teoría de realismo ofensivo también es una teoría estructural de política internacional. (…)mi teoría percibir
a las grandes potencias preocupadas principalmente con entender cómo sobrevivir en un mundo donde no hay
agencia que proteja a unas de otras; rápidamente se dan cuenta que el poder es la clave de la supervivencia. El
realismo ofensivo se separa del realismo defensivo en la cuestión de cuánto poder quieren los Estados. Para el
realismo defensivo, la estructura internacional provee a los Estados con pocos incentivos para buscar
incrementos adicionales de poder; en su lugar, los empuja a mantener el equilibrio de poder existente. Preservar
el poder, antes que aumentarlo es el objetivo principal de los Estados. Los realistas ofensivos, por otro lado,
creen que es raro encontrar potencias status quoístas en la política internacional, porque el sistema internacional
crea poderosos incentivos para que el Estado busque oportunidades de incrementar el poder a expensas de sus
rivales, y que tome ventaja de aquellas situaciones en las que las ventajas superen a los costos. El objetivo
primordial de los Estados es el de ser el hegemón del sistema.
Debería ser aparente que tanto el realismo ofensivo como el realismo de la naturaleza humana retratan a las
grandes potencias como incesantes buscadoras de poder. La diferencia clave entre ambas perspectivas es que el
realismo ofensivo rechaza la afirmación de Morgenthau según la cual los Estados están dotados con una
personalidad de tipo A. Por el contrario, creen que el sistema internacional fuerza a las grandes potencias a
maximizar su poder relativo porque es la forma óptima de maximizar su seguridad. En otras palabras, la
supervivencia impone un comportamiento agresivo. Las grandes potencias se comportan agresivamente no
porque quieran o porque posean un impulso interno a dominar, sino porque como tienen que buscar más poder
si desean maximizar sus chances de supervivencia.
La Tabla 1.1 sintetiza cómo las principales teorías realistas responden las preguntas fundacionales descriptas
arriba).
Realismo de la natura-
leza humana (clásico)
Realismo defensivo Realismo
ofensivo
¿Cuánto poder quie- obtener. Los Estados que tienen. Los Esta- obtener. Los
élites que deciden la política de seguridad nacional hablan mayoritariamente el lenguaje del poder, no el de los
principios, y los Estados Unidos actúan en el sistema internacional de acuerdo a lo que dicta la lógica realista
(…)
(…) La política exterior de Estados Unidos usualmente se ha guiado por la lógica realista, aunque las
declaraciones públicas de sus líderes puedan llevar a pensar distinto.
(…) la brecha entre la retórica y la realidad generalmente pasa inadvertida en los mismos Estados Unidos. Dos
factores dan cuenta de este fenómeno. Primero, las políticas realistas a veces coinciden con los dictados del
liberalismo, en cuyo caso no hay conflicto entre la búsqueda de poder y la persecución de principios. Bajo estas
circunstancias, las po- líticas realistas pueden ser justificadas con la retórica liberal sin tener que discutir las
realidades de poder subyacentes. Esta coincidencia hace que sea fácil venderla. (…)
Segundo, cuando las consideraciones de poder fuerzan a los Estados Unidos a actuar de una forma que entra en
conflicto con los principios liberales, aparecen “doctores del giro” y cuentan una historia que concuerde con los
ideales liberales (…)
a cabo sus intenciones ofensivas porque el comportamiento es influido no solo por lo que los Estados quieren,
sino también por su capacidad de concretar estos deseos. (…)Mucho depende en cómo se distribuye el poder
militar entre las grandes potencias. Una gran potencia que tiene una marcada ventaja de poder sobre sus rivales,
probablemente se comporte de forma más agresiva, porque tiene tanto la capacidad como el incentivo para
hacerlo.
Por el contrario, las grandes potencias que enfrentan oponentes poderosos estarán menos inclinadas a
considerar acciones ofensivas y más preocupadas con defender el equilibrio de poder existente de las amenazas
por parte de sus oponentes más poderosos.
(…)antes de llevar a cabo acciones ofensivas, las grandes potencias piensan cuidadosamente sobre el equilibrio
de poder y sobre cómo otros Estados reaccionarán a partir de sus movimientos. Sopesan los costos y riesgos de
la ofensa frente a los beneficios probables. Si los beneficios no superan los riesgos, esperan por un momento
más propicio. Los Estados tampoco comienzan carreras armamentísticas que es poco probable que mejoren su
posición general.
No obstante, las grandes potencias de vez en cuando hacen malos cálculos porque invariablemente tomar
decisiones importantes sobre la base de información imperfecta.(…) Este problema tiene dos dimensiones. Los
adversarios potenciales tienen incentivos para representar equivocadamente su propia fuerza o debilidad, y para
ocultar sus verdaderos objetivos.
Por otro lado, un Estado empeñado en la agresión probablemente enfatice en sus objetivos pacíficos al tiempo
que exagera sus debilidades militares, así la potencia víctima no aumenta su armamento y de esta forma se hace
vulnerable a un ataque.
Algunos realistas defensivos llegan al punto de sugerir que los constreñimientos del sistema internacional son
tan poderosos que la ofensiva raramente tiene éxito, y que las grandes potencias agresivas invariablemente
terminan siendo castigadas. Como se mencionó, enfatizan que 1) Estados amenazados equilibran en contra de
los agresores y en última instancia los aplastan, y 2) hay un equilibrio de ofensa – defensa que en general se
inclina fuertemente hacia la defensa, haciendo que, en consecuencia, la conquista sea especialmente difícil..
Los límites de la hegemonía
Un hegemón es un Estado que es tan poderoso que domina todos los otros Estados del sistema. Ningún otro
Estado tiene los medios para presentar una lucha seria en su contra. En esencia, un hegemón es la única gran
potencia en el sistema.
La hegemonía implica dominio del sistema, que usualmente es interpretado como dominio del mundo entero.
Es posible, sin embargo, aplicar el concepto de un sistema de forma más estrecha y utilizarlo para describir una
región en particular como Europa, Asia del Noreste y el Hemisferio Occidental. Así, uno puede distinguir entre
hegemones globales, que dominan el mundo, y hegemones regionales, que dominan áreas geográficas
distintivas.
Mi argumento, que desarrollo en detalle en los capítulos subsiguientes, es que excepto en el improbable caso de
que un Estado alcance superioridad nuclear inequívoca, es virtualmente imposible que algún Estado alcance
hegemonía global. El principal impedimento para el dominio mundial es la dificultad de proyectar poder a lo
largo de los océanos hasta el territorio de una gran potencia rival. (…)En resumen, nunca ha habido un
hegemón global, y por lo pronto, es probable que nunca lo haya.
El mejor resultado que puede esperar una gran potencia es el de convertirse en hegemón regional y
posiblemente controlar otra región cercana y accesible por tierra. Estados Unidos es el único hegemón regional
de la historia moderno (…)
Los hegemones regionales intentan monitorear los aspirantes a hegemones en otras regiones porque temen que
una gran potencia rival que domina su propia región sea un enemigo especialmente poderoso que es
esencialmente libre de causar problemas en el patio trasero de la temerosa gran potencia.
Además, si un hegemón potencial emerge entre ellas, las otras grandes potencias de la región podrían ser
capaces de contenerlas ellas mismas, permitiendo al hegemón distante permanecer en los márgenes. Por
supuesto, si las grandes potencias locales fueran incapaces de hacer su trabajo, el hegemón distante tomaría las
medidas adecuadas para lidiar con el Estado amenazante.
(…)Pero si un hegemón regional es confrontado con un competidor par, ya no sería un poder status quoísta. En
efecto, iría hasta extremos considerables para debilitar y tal vez destruir a su rival distante. Por supuesto,
ambos hegemones regionales estarían motivados por la misma lógica, lo cual derivaría en una feroz
conflicto con la lógica del equilibrio de poder, como generalmente es el caso. En efecto, la búsqueda de estas
metas no vinculadas a la seguridad a veces complementa la persecución del poder relativo.
Algunas veces, la búsqueda de objetivos no relacionados con la seguridad no tiene casi ningún efecto en el
equilibrio de poder de una forma u otra. Las intervenciones por los derechos humanos generalmente se ajustan
a esta descripción porque tienden a ser operaciones a pequeña escala que cuestan poco y no desvirtúan las
perspectivas de supervivencia de una gran potencia.
Pero a veces, la búsqueda de metas no relacionadas a la seguridad entra en conflicto con la lógica del equilibrio
de poder, en cuyos casos los Estados usualmente actúan de acuerdo a los dictados del realismo. (…)Cuando las
grandes potencias se enfrentar a una amenaza seria, en resumen, le prestan poca atención a la ideología en la
medida en que buscan aliados.
La seguridad también triunfa sobre la riqueza cuando estas metas entran en conflicto, porque “la defensa”,
como escribió Adam Smith en La riqueza de las Naciones, “es mucho más importante que la opulencia”.
Creando orden mundial
Suele afirmarse a veces que las grandes potencias pueden trascender la lógica realista trabajando juntas para
construir un orden internacional que fomente la paz y la justicia. La paz mundial, parecería, puede solo mejorar
la prosperidad y la seguridad de un Estado.
A pesar de esta retórica, las grandes potencias no trabajan en conjunto para promover un orden mundial per se.
En cambio, cada una busca maximizar su participación en el poder mundial, lo cual probablemente choque con
la meta de crear y sostener órdenes internacionales estables.(…) trabajan duramente para disuadir guerras en
las cuales seguramente ellas serían las víctimas probables. En tales casos, sin embargo, el comportamiento del
Estado es impulsado en gran medida por cálculos estrechos sobre el poder relativo, no por un compromiso de
construir un orden mundial independiente de los intereses del propio Estado.
El orden internacional particular que se obtiene en un momento determinado es principalmente el derivado del
comportamiento auto-interesado de las grandes potencias del sistema. La configuración del sistema, en otras
palabras, es la consecuencia no intencional de la competencia por seguridad de las grandes potencias, no el
resultado de los Estados actuando conjuntamente para organizar la paz.
Las grandes potencias no pueden comprometerse con la persecución de un orden mundial pacífico por dos
razones. Primero, es poco probable que los Estados se pongan de acuerdo sobre una fórmula general para
impulsar la paz.(…) Pero más importante, los decisores políticos son incapaces de acordar en cómo crear un
mundo estable.
Además, consideremos el pensamiento americano sobre cómo alcanzar la estabilidad en Europa en los
primeros días de la Guerra Fría. Los elementos clave para un sistema estable y duradero ya existían a principios
de los 1950. Incluían la división de Alemania, el posicionamiento de fuerzas terrestres americanas en Europa
Occidental para disuadir un ataque soviético y asegurar que Alemania del oeste no buscaría construir armas
nucleares.
Segundo, las grandes potencias no pueden dejar de lado consideraciones de poder y trabajar en pos de
promover la paz internacional, porque no pueden estar seguros de que sus esfuerzos tendrán éxito. Si los
intentos fallan, es probable que paguen un precio muy alto por haber descuidado el equilibrio de poder, porque
si un agresor aparece en puerta, no habrá respuesta cuando disquen al 911.
Cooperación entre Estados
Los Estados pueden cooperar, aunque la cooperación es a veces difícil de alcanzar y siempre difícil de sostener.
Dos factores inhiben la cooperación: consideraciones sobre las ganancias relativas y las preocupaciones sobre
el engaño.
Dos Estados cualesquiera que estén considerando cooperar deben tener en cuenta cómo se distribuirán las
ganancias o beneficios entre ellos. Pueden pensar en una división en términos de ganancias relativas o
absolutas (…). Con las ganancias absolutas, cada lado se preocupa con la maximización sus propias ganancias
y le importa poco cuánto gana o pierde el otro lado en el trato. A cada bando le importa el otro en tanto y en
cuanto el comportamiento del otro afecte las propias perspectivas de alcanzar ganancias máximas. Por otro
lado, con ganancias relativas, cada bando considera no solo su ganancia individual sino también qué tan bien le
fue en comparación con el otro bando.
Como a las grandes potencias les importa profundamente el equilibrio de poder, su pensamiento se enfoca en
las ganancias relativas cuando consideran cooperar con otros Estados. (…)La cooperación es más difícil de
alcanzar, sin embargo, cuando los Estados están sintonizados más con las ganancias relativas que con las
absolutas. Esto es así porque los Estados preocupados con las ganancias absolutas deben asegurarse que si la
torta se expande, obtendrán al menos una porción del incremento, mientras que los Estados que se preocupan
por las ganancias relativas deben prestar cuidadosa atención a cómo se divide esa torta (…)
Las grandes potencias generalmente son reticentes a entrar en acuerdos cooperativos por temor a que el otro
bando defeccione en el acuerdo y gane una ventaja significativa. Esta preocupación es especialmente aguda en
el ámbito militar, causando un “especial peligro de defección” porque la naturaleza del armamento militar
permite rápidos desplazamientos en el equilibrio de poder.
A pesar de la existencia de estas barreras a la cooperación, las grandes potencias sí cooperan en un mundo
realista. La lógica del equilibrio de poder frecuentemente genera que las grandes potencias formen alianzas y
cooperen contra enemigos comunes. (…)El resultado final, sin embargo, es que la cooperación tiene lugar en
un mundo que es esencialmente competitivo, uno donde los Estados tienen incentivos poderosos para
aprovecharse de otros. Este punto es gráficamente resaltado por el estado de la política europea en los cuarenta
años previos a la Primera Guerra Mundial. Las grandes potencias cooperaron frecuentemente durante este
periodo, pero eso no les impidió ir a la guerra en agosto de 1914.
Algunos sugieren que las instituciones internacionales están creciendo en número y en su habilidad de empujar
a los Estados a cooperar entre ellos.
A pesar de la retórica sobre la fuerza creciente de las instituciones internacionales, hay poca evidencia que
sugiera que pueden conseguir que las grandes potencias actúen de forma contraria a como dicta el realismo.
(…)Las Naciones Unidas es la única organización mundial con alguna esperanza de blandir tal poder, pero ni
siquiera pudo acabar con la guerra en Bosnia entre 1992 y 1995, mucho menos podrá darle órdenes a una gran
potencia.
Por supuesto, los Estados a veces operan a través de las instituciones y se benefician al hacerlo. Sin embargo,
los Estados más poderosos en el sistema, crean y moldean instituciones de forma tal que puedan mantener, si no
incrementar, su propia participación en el poder mundial.
Otros argumentan que el Estado se está debilitando frente a la globalización o debido a los actuales niveles sin
precedentes de la interdependencia económica. Particularmente, se afirma que las grandes potencias son
incapaces de lidiar con las poderosas fuerzas desatadas por el capitalismo global y se están convirtiendo en
jugadores marginales en la política mundial. (…)Para algunos, el actor central en el mercado son las
corporaciones multinacionales (CMN), las cuales se piensan que amenazan con abrumar al Estado.
Otra razón para dudar de estas afirmaciones sobre la pronta desaparición de los Estados es que no hay
alternativa plausible en el horizonte. Si el Estado desaparece, presumiblemente alguna nueva entidad política
tendría que tomar su lugar, pero parece que nadie ha identificado ese reemplazo aún.
Finalmente, hay buenas razones para pensar que el Estado tiene por delante un futuro brillante. El nacionalismo
es probablemente, la ideología política más poderosa en el mundo, y glorifica al Estado. En efecto, es evidente
que un gran número de naciones alrededor del mundo quieren su propio Estado, o, mejor dicho, su Estado-
nación, y parecieran tener poco interés en cualquier arreglo político alternativo.
La futilidad de la ofensa
Algunos sugieren que las grandes potencias ya no tienen una capacidad militar ofensiva significativa para
luchar entre ellas, porque las guerras entre grandes potencias se han vuelto prohibitivamente costosas. En
esencia, la guerra ya no es un instrumento útil de la política. (…)La Primera Guerra Mundial fue una prueba
decisiva, argumenta, de que la guerra convencional entre las grandes potencias había degenerado al punto en
que era esencialmente una carnicería sin sentido. La falla principal de esta línea argumental es que las guerras
convencionales entre grandes potencias no tienen por qué ser asuntos sangrientos y prolongados.
La variante más persuasiva de este argumento es que las armas nucleares hacen casi imposible que las grandes
potencias se ataquen entre sí.
Intenciones certeras
La teoría de la paz democrática se basa en las premisas según las cuales las democracias pueden tener mayor
certeza sobre las intenciones de las otras y que esas intenciones son generalmente benignas; de esta forma, no
luchan entre ellas.
Otra razón para dudar de la teoría de la paz democrática es el problema de la reincidencia. Ninguna democracia
puede estar segura de que otra democracia no se convertirá algún día en un Estado autoritario, en cuyo caso la
democracia restante ya no estaría a salvo ni segura.(…) Pero aun si uno rechaza estas críticas y acepta la teoría
de la paz democrática, sigue siendo poco probable que las grandes potencias del sistema se tornen democráticas
y permanezcan así en el largo plazo.
El constructivismo social provee otra perspectiva de cómo crear un mundo de Estados con intenciones benignas
que son fácilmente reconocidas por parte de otros Estados. Sostienen que la forma en que se comportan los
Estados con respecto a otros no es una función de cómo se estructura el mundo material –como argumentan los
realistas– sino que está en gran medida determinado por cómo los individuos piensan y hablan sobre la política
internacional. (…)Pero desafortunadamente, dicen los constructivistas sociales, el realismo ha sido el discurso
dominante por lo menos durante los últimos siete siglos, y el realismo demanda a los Estados que desconfíen de
otros Estados y que se aprovechen de ellos siempre que pueden.
Supervivencia en la comunidad global
El pensamiento realista sobre la supervivencia es desafiado en dos sentidos. Los defensores de la globalización
generalmente argumentan que los Estados hoy están más preocupados en alcanzar la prosperidad que en su
supervivencia. Conseguir riquezas es el objetivo principal de los Estados post-industriales, tal vez sea la meta
por excelencia. La lógica básica aquí es que si todas las grandes potencias prosperan, ninguna tiene incentivo
para comenzar una guerra, porque el conflicto en la economía mundial interdependiente actual redundaría en
desventaja para todos los Estados (…) Si la guerra no tiene sentido, la supervivencia se convierte en una
preocupación mucho menos saliente de lo que los realistas quieren hacernos creer, y los Estados pueden
concentrarse en cambio en acumular riquezas.
Hay problemas con esta perspectiva también. En particular, siempre existe la posibilidad de que una crisis
económica seria en alguna región importante, o en el mundo en general, socave la prosperidad que esta teoría
necesita para funcionar.
Pero aun en la ausencia de una gran crisis económica, más de un Estado pueden no prosperar; tales Estados
tendrían poco que perder económicamente y tal vez tengan algo que ganar comenzando una guerra.
Hay otras dos razones para dudar de esta afirmación según la cual la interdependencia económica hace poco
probable la guerra entre grandes potencias. Los Estados generalmente van contra un solo rival, y apuntan a
obtener una victoria rápida y decisiva. También buscan, invariablemente desalentar a los otros Estados de unirse
al otro bando durante la contienda. Pero es poco probable que una guerra contra uno o dos oponentes dañe de
manera significativa la economía de un Estado, porque generalmente solo un pequeño porcentaje de la riqueza
del Estado está vinculado a relaciones económicas con cualquier otro Estado.
Otro desafío a la perspectiva realista sobre la supervivencia enfatiza que los peligros que los Estados enfrentan
en la actualidad no provienen del tipo de amenazas militares tradicionales por las que los realistas se preocupan,
sino de amenazas no tradicionales como el SIDA, la degradación ambiental, el crecimiento poblacional
descontrolado y el calentamiento global. Los problemas de esta magnitud, de acuerdo a este argumento, puede
ser resuelto solo a partir de la acción colectiva de los mayores Estados del sistema.
En suma, las afirmaciones según las cuales el fin de la Guerra Fría conllevó cambios profundos en la estructura
del sistema internacional son, en última instancia, poco persuasivas. Por el contrario, la anarquía internacional
permanece intacta, lo que significa que no debería haber cambios significativos en el comportamiento de las
grandes potencias durante la última década.
El comportamiento de las grandes potencias en los 1990s
La aseveración de los optimistas de que la política internacional ha sufrido una gran transformación aplica
principalmente a las relaciones entre las grandes potencias, que se supone que ya no deben involucrarse en la
competencia por la seguridad e ir a la guerra entre ellas, o con potencias menores en su región.
Los optimistas no arguyen, sin embargo, que la amenaza de conflicto armado ha sido eliminada de regiones sin
grandes potencias tales como i) el subcontinente del sur de Asia, donde India y Pakistán son enemigos
acérrimos con armas nucleares atrapados en una violenta disputa sobre Cachemira; ii) el Golfo Pérsico donde
Iraq e Irán están decididos a adquirir armas nucleares y no muestran signos de convertirse en potencias status
quoístas; o iii) África, donde siete diferentes Estados están librando una guerra en la República Democrática del
Congo que algunos están denominando “la Primera Guerra Mundial de África”160. Tampoco afirman que las
grandes potencias ya no libren guerras con Estados en estas regiones conflictivas (…)
No caben dudas de que la competencia por seguridad entre las grandes potencias en Europa y el Noreste de Asia
ha sido aplacada durante los 1990s, y con la posible excepción de la disputa de 1996 entre China y Estados
Unidos sobre Taiwán, no ha habido indicios de guerra entre ninguna gran potencia. (…)Pero esto no significó
entonces, ni significa ahora, que las grandes potencias hayan dejado de pensar y comportarse de acuerdo a la
lógica realista.
Competencia por seguridad en Noreste de Asia
Los Estados Unidos estuvieron cerca de pelear una guerra contra Corea del Norte en junio de 1994 para evitar
que ésta adquiriera armas nucleares. (…)Si tal guerra ocurriera, las fuerzas estadounidenses y surcoreanas
probablemente derroten el ejército norcoreano invasor, creando una oportunidad para atacar al norte del paralelo
38 y unificar ambas Coreas. Esto es lo que ocurrió en 1950, alentando a que China, que comparte fronteras con
Corea del Norte, a sentirse amenazada y a ir a la guerra contra Estados Unidos. Esto podría probablemente
ocurrir nuevamente si hay una segunda guerra coreana.
Taiwán es otro lugar peligroso donde China y Estados Unidos podrían terminar en una fugaz guerra. Taiwán
parece determinado a mantener su independencia de facto de China, y posiblemente, a ganar independencia de
jure, mientras que China parece igualmente determinada a reincorporar a Taiwán a China. De hecho, China ha
dejado pocas dudas sobre sus intenciones de ir a la guerra para evitar la independencia taiwanesa. Estados
Unidos, sin embargo, está comprometido a ayudar a Taiwán a defenderse si es atacado por China, un escenario
que posiblemente podría llevar a las tropas americanos a luchar junto a Taiwán en contra de China.
Es necesario enfocarse más en China, la principal gran potencia rival de los Estados Unidos en el Noreste de
Asia. De acuerdo a un prominente sinólogo, China “bien puede ser la Iglesia Alta de la realpolitik de la Guerra
Fría”. Esto no sorprende si se considera la historia de China en los últimos 150 años y su entorno de amenaza
presente. Comparte fronteras, de las cuales varias aún están en disputa, con trece Estados diferentes. China
luchó por territorio con india en 1962, con la URSS en 1969 y Vietnam en 1979. Todas estas fronteras se
encuentran aún en disputa. China también reclama la propiedad de Taiwán, las islas Senkaku / Diaoyutai, y
varios grupos de islas en el sur del Mar de la China, muchas de las cuales ya no controla.
Asimismo, China tiende a ver tanto a Japón como a Estados Unidos como potenciales enemigos. Los líderes
chinos mantienen un profundo temor de que Japón vuelva a tener capacidad militar, como antes de 1945.
Vale la pena notar que las relaciones de China con Japón y los Estados Unidos han empeorado –no han
mejorado- desde el final de la Guerra Fría. Los tres Estados estuvieron alineados en contra de la Unión
Soviética durante los 1980s, y tuvieron poca razón para temerse.(…) Hacia mediados de los 1990s, sin
embargo, la posición japonesa sobre China se había “endurecido considerablemente” y mostraba evidencias de
“un realismo ansioso sobre las intenciones estratégicas de China”.
Otro indicador de la competencia de seguridad en el Noreste de Asia es la floreciente carrera armamentista en
misiles balísticos en la región. Corea del Norte ha estado desarrollando y testeando misiles balísticos a lo largo
de los 1990s, y en agosto de 1998 disparó un misil por sobre Japón. En respuesta la creciente amenaza
misilística norcoreana, Corea del Sur está procediendo a incrementar el rango de sus propios misiles balísticos,
al tiempo que Japón y los Estados Unidos están moviéndose hacia la construcción de un sistema de teatro de
defensa antimisiles (STDA) para proteger a Japón, así como a las tropas americanas estacionadas en la región.
Estados Unidos también está decidido a construir un sistema nacional de defensa antimisiles (SDAN) para
proteger el interior estadounidense de ataques nucleares por parte de pequeñas potencias como Corea del Norte.
Finalmente, el hecho de que los Estados Unidos mantengan cien mil tropas en el Noreste de Asia contradice la
afirmación según la cual la región está “preparada para la Paz”
La competencia de seguridad en Europa
Consideremos la serie de guerras que se han librado en los Balcanes en los 1990s, y el hecho de que los Estados
Unidos y sus aliados han estado directamente involucrados en la lucha. El poder aéreo estadounidense fue
utilizado contra las fuerzas terrestres serbias en Bosnia durante el verano de 1995, ayudando a finalizar la lucha
en ese país en guerra. En la primavera de 1999 OTAN fue a la guerra contra Serbia por Kosovo. Fue un
conflicto menor, con seguridad, pero el hecho es que en los años desde la finalización de la Guerra Fría, Estados
Unidos ha luchado una guerra en Europa, no en el Noreste de Asia.
Las acciones de OTAN en los Balcanes y su expansión hacia el Este han enojado y asustado a los rusos, que
ahora ven al mundo claramente desde una lente realista y ni siquiera fingen apoyar la idea de trabajar con
Occidente para construir lo que Gorbachov llamó “una casa europea común”.
Rusia también dejó en claro en 1993 que iniciaría una guerra nuclear si su integridad territorial se viera
amenazada, abandonando así la promesa de larga data de la Unión Soviética de no ser el primer Estado en usar
armas nucleares en una guerra.(…) Más evidencia de que la guerra entre grandes potencias sigue siendo una
amenaza seria en Europa emerge del hecho de que Estados Unidos mantiene cien mil tropas en la región, y sus
líderes frecuentemente enfatizan la importancia de mantener la OTAN intacta. Si Europa estuviera “preparada
para la Paz” como muchos afirman, OTAN seguramente habría sido disuelta y las fuerzas estadounidenses,
enviadas a casa.
Estructura y paz en los 1990s
Para entender por qué las grandes potencias fueron tan dóciles en los 1990s, es necesario considerar la
distribución general de poder en cada área, lo que significa determinar cuánto poder es controlado por cada gran
Estado en la región, así como por los Estados Unidos.
Europa permanece siendo bipolar con el fin de la Guerra Fría, con Rusia y Estados Unidos como los principales
rivales de la región. Hay tres aspectos particulares de la bipolaridad europea que la hacen especialmente estable.
Primero, tanto Rusia como Estados Unidos poseen armas nucleares, que son una fuerza de paz. Segundo,
Estados Unidos se comporta como un equilibrador off shore en Europa, actuando principalmente como control
de cualquier gran potencia local que trate de dominar la región. (…)Tercero, Rusia, que es la gran potencia local
que podría tener ambiciones territoriales, está demasiado débil militarmente como para causar problemas serios
por fuera de sus propias fronteras.
El Noreste de Asia, por otro lado, es ahora un sistema multipolar equilibrado; China, Rusia y Estados Unidos
son grandes potencias relevantes, y ninguna tiene la calificación de hegemón potencial. (…)Primero, China,
Rusia y Estados Unidos todos tienen arsenales nucleares, lo que hace que sea menos probable que inicien una
guerra entre ellos. Segundo, aunque Estados Unidos es claramente el actor más poderoso en la región, es un
equilibrador off shore sin aspiraciones territoriales. Tercero, ni los ejércitos chinos ni los rusos tienen mucha
capacidad de proyección de poder, lo que hace difícil que se comporten de forma agresiva hacia otros Estados
del área.
Hay dos posibles objeciones a mi descripción de cómo el poder se distribuye en Europa y en el Noreste de Asia.
Algunos pueden argumentar que el mundo de la post-Guerra Fría es unipolar, que es otra forma de decir que
Estados Unidos es el hegemón global. Si esto fuera verdad, difícilmente habría algún tipo de competencia por
seguridad en Europa o en el Noreste de Asia (…)
Pero el sistema internacional no es unipolar. Aunque Estados Unidos es un hegemón en el Hemisferio
Occidental, no es un hegemón global. Ciertamente es la potencia económica y militar preponderante en el
mundo, pero hay otras dos grandes potencias en el sistema internacional: China y Rusia.
Problemas en el horizonte
Predecir cómo será la distribución de poder en Europa y en el Noreste de Asia hacia 2020 implica dos tareas
estrechamente relacionadas: 1) calcular los niveles de poder de los actores principales localizados en cada
región, prestando especial atención a si hay un hegemón potencial entre ellos; y 2) evaluar la probabilidad de
que Estados Unidos permanezca militarmente involucrado en esas regiones, lo que depende en gran medida de
si hay un potencial hegemón entre las grandes potencias locales que pueda ser contenido solo con la ayuda
estadounidense. Es difícil predecir el equilibrio de poder en la región, porque depende en buena parte de
determinar qué tan rápido crecerá la economía de cada Estado, así como la viabilidad política a largo plazo
Aún es posible, sin embargo, emitir juicios fundamentados sobre las arquitecturas que probablemente emerjan
en Europa y el Noreste de Asia en los próximos veinte años. Podemos comenzar con el supuesto prudente de
que no habrá un cambio fundamental en la riqueza relativa o la suerte política de los principales Estados de cada
región.
Creo que las estructuras de poder existentes en Europa y en el Noreste de Asia no son sostenibles hasta el 2020.
Dos futuros alternativos se vislumbran en el horizonte, ambos probablemente menos pacíficos de los 1990s. Si
no hay cambio significativo en la riqueza relativa o la integridad política de los Estados clave en cada región,
Estados Unidos probablemente regrese sus tropas a casa, porque no serán necesarias para contener un potencial
hegemón. Desplazar las fuerzas americanas de la región, sin embargo, cambiaría la estructura de poder en
sentidos que harían más probable el conflicto de lo que es hoy.
Pero si el cambio económico o político fundamental tiene lugar en cualquiera de estas regiones y emerge un
potencial hegemón que no puede ser contenido, las tropas estadounidenses probablemente permanezcan en sus
lugares o vuelvan a la región para equilibrar frente a la amenaza. Si eso ocurriera, probablemente sobrevenga
una intensa competencia por la seguridad entre el potencial hegemón y sus rivales, incluyendo los Estados
Unidos.
El futuro del pacificador americano
El objetivo central de la política exterior estadounidenses, (…) es ser el hegemón del hemisferio occidental y no
tener hegemones rivales ni en Europa ni en el Noreste de Asia. Estados Unidos no quiere un par competidor.
En la persecución de esta meta, Estados Unidos históricamente se ha comportado como un equilibrador offshore
en Europa y en el Noreste de Asia. (…) Por lo tanto, el futuro de los compromisos militares estadounidenses en
Europa y el Noreste asiático dependen sobre si hay un potencial hegemón en esas regiones que pueda ser
controlado solo con ayuda americana.
Estados Unidos, el pacificador
Estados Unidos, según este argumento, tiene un profundo interés en mantener la paz en Europa y el Noreste de
Asia y retirar sus tropas probablemente derive en inestabilidad y tal vez incluso a la guerra entre las grandes
potencias.
La paz en estas regiones es de vital importancia para los Estados Unidos por dos razones. Por un lado, la
prosperidad económica estadounidense sería socavada por una gran guerra en cualquiera de esas regiones.
Además, Estados Unidos invariablemente es arrastrado en guerras distantes entre grandes potencias, lo que
significa que es una ilusión para los estadounidenses pensar que pueden quedar fuera de una gran guerra ya sea
en Europa o en el Noreste de Asia.
Pero incluso si el análisis es incorrecto y una guerra en Europa o el Noreste de Asia hiciera menos próspero a
Estados Unidos, aún seguiría siendo poco probable que éste luche en una gran guerra solo para asegurar la
continuidad de la prosperidad económica.
Los 1990: ¿anomalía o precedente?
(…)un análisis más minucioso sobre la situación revela que ha pasado demasiado poco tiempo desde que
finalizó la Guerra Fría para emitir un juicio sobre si las fuerzas estadounidenses permanecerán en Europa y el
Noreste de Asia en la ausencia de la Unión Soviética o una amenaza equivalente de una gran potencia. La Unión
Soviética se desmoronó a finales de 1991, solo hace diez años, y lo último de las tropas rusas fue removido de
la ex Alemania del oeste en 1994, hace apenas siete años.
Dada la brusquedad del colapso soviético, así como su profundo efecto en el equilibrio de poder de Europa y el
Noreste de Asia, no cabía duda de que Estados Unidos necesitaría tiempo para entender qué implicarían las
nuevas arquitecturas en cada región para sus intereses.
La simple inercia también es un factor importante en el retraso del retiro estadounidense.
Además, mantener fuerzas en Europa y el Noreste de Asia desde 1990 ha sido relativamente barato e indoloro
para Estados Unidos.
Dejando de lado la cuestión del retraso temporal, hay considerable evidencia que muestra que Estados Unidos y
sus aliados de la Guerra Fría se están “distanciando”. Esta tendencia es más aparente en Europa, donde la guerra
de 1999 de la OTAN contra Serbia y sus enmarañadas consecuencias han dañado las relaciones transatlánticas e
impulsado a la Unión Europea a comenzar a construir una fuerza militar propia que pueda operar
independientemente de la OTAN, lo que significa, independientemente de los Estados Unidos. (…)
No, los aliados de Estados Unidos de la Guerra Fría han comenzado a actuar de menos como Estados
dependientes de éste y más como Estados soberanos porque temen que el equilibrador offshore que los ha
protegido por tanto tiempo pueda resultar ser poco confiable en futuras crisis.
Una fuente de preocupación entre los aliados de Estados unidos en Europa y el Noreste de Asia es la creencia
extendida de que éste inevitablemente retirará sus fuerzas de esas regiones; estas creencias generan dudas sobre
la seriedad de los compromisos de Estados Unidos, así como la habilidad de este de actuar en una crisis para
defender a sus aliados.
Estructura y conflicto en la Europa del mañana
Cinco Estados europeos ahora tienen riqueza y población suficientes para ser grandes potencias: Reino Unido,
Francia, Alemania, Italia y Rusia. Alemania tiene las características de un potencial hegemón. (…)Pero si las
tropas estadounidenses se retiraran de Europa y Alemania quedara como la responsable de su propia seguridad,
seguramente adquiriría su propio arsenal nuclear e incrementaría el tamaño de su ejército, transformándose en
un potencial hegemón.
A pesar del significativo potencial militar alemán, las otras potencias europeas deberían ser capaces de
impedirle dominar Europa sin la ayuda de Estados Unidos. Reino Unido, Francia, Italia y Rusia juntos tienen
alrededor de tres veces más población que Alemania, y su riqueza combinada es aproximadamente tres veces
más grande que la de Alemania. Además, el reino Unido, Francia y Rusia poseen armas nucleares que deberían
ser un fuerte disuasivo contra una Alemania expansionista, incluso si tuviera su propio arsenal atómico.
Aun así, Europa podría no permanecer en paz sin el pacificador americano. En efecto, es probable que haya una
intensa competencia por la seguridad entre las grandes potencias, con la siempre presente posibilidad de que
puedan luchar entre ellas porque ante la retirada estadounidense, Europa pasaría de una bipolaridad benigna a
una multipolaridad desequilibrada, el tipo de estructura de poder más peligroso.
El futuro de Europa podría ser diferente, sin embargo. Los dos escenarios más importantes involucran a Rusia.
En el primero, Rusia, no Alemania, será la que se convierta en el próximo potencial hegemón de Europa. Para
que eso suceda, Rusia, que ya tiene una población más grande que Alemania también debe convertirse en el más
rico de los dos Estados. Aunque es difícil predecir el futuro de la economía rusa, es difícil imaginarla llegando a
ser más rica que Alemania en los próximos veinte años. Pero en el poco probable caso de que eso suceda y
Rusia sea una vez más una potencia hegemónica, las otras potencias europeas –Reino Unido, Francia, Alemania
e Italia– deberían ser capaces de contener a Rusia sin la ayuda de Estados Unidos. Después de todo, Alemania
está ahora unificada y es rica, y Rusia solo tiene aproximadamente la mitad de la población de la Unión
Soviética (…)
En el otro escenario, la economía rusa colapsa, posiblemente causando un severo desorden político, y Rusia es
efectivamente removida del rango de gran potencia. De esta forma, tendría poca capacidad de ayudar a contener
a Alemania.
Estructura y conflicto en el Noreste Asiático de mañana
Tres Estados del noreste de Asia tienen en el presente, población y riqueza suficientes para ser grandes
potencias: China, Japón y Rusia. Pero ninguno es una potencia hegemónica. (…)Aunque Japón tiene mucha
más riqueza que China o que Rusia, tiene una población relativamente pequeña, especialmente si se la compara
con la de China. (…) sería casi imposible para Japón construir un ejército que sea más poderoso que el de
China.
Japón también enfrentaría un serio problema de proyección de poder si tratara de invadir el Noreste de Asia. Es
un Estado insular físicamente separado del continente asiático por un sustancial cuerpo de agua. De esta
manera, a menos que Japón sea capaz de asegurar un punto de apoyo en el continente asiático –lo que es poco
probable- tendría que invadir el continente asiático desde el mar para conquistarlo. Esto no fue un problema
entre 1895 y 1945, porque China y Corea eran tan débiles que Japón no tuvo dificultades para establecer y
mantener un gran ejército en el continente. (…)En resumen, si Japón se suelta de Estados Unidos y se convierte
en una gran potencia en la próxima década, es más probable que se parezca al Reino Unido en la Europa de
mediados del siglo XIX que el Japón de la primera mitad del siglo XX.
También hay poca probabilidad de que Rusia se convierta en un potencial hegemón en el Noreste de Asia hacia
2020. Es difícil imaginar a Rusia construyendo una economía más poderosa que la de Japón en el corto plazo.
Pero incluso si Rusia experimentara un crecimiento económico espectacular, aún tiene en esencia el mismo
problema poblacional que Japón vis-á-vis China.
China es la clave para entender la futura distribución de poder en el Noreste asiático. No es claramente un
potencial hegemón en la actualidad, porque no tiene la riqueza de Japón. Pero si la economía China sigue
expandiéndose durante las próximas dos décadas a la tasa a la que ha estado creciente desde principios de 1980,
o a un ritmo parecido, China probablemente supere a Japón como el Estado más rico en Asia. En efecto, debido
al gran tamaño de su población, China tiene el potencial de convertirse en un país mucho más rico que Japón e
incluso mucho más rico que Estados Unidos.
(…)Aun así, los ingredientes principales del poder militar probablemente se distribuyan en alguna de las dos
maneras posibles en las próximas décadas.
Primero, si la economía china deja de crecer a un ritmo rápido y Japón se mantiene como el Estado más rico del
Noreste asiático, ninguno se convertirá en un potencial hegemón y es probable que Estados Unidos repliegue
sus tropas. Si eso ocurriera, Japón seguramente se establecería como una gran potencia, construyendo su propio
disuasivo nuclear e incrementando significativamente el tamaño de sus fuerzas convencionales. Pero aun así
seguiría existiendo una multipolaridad equilibrada en la región: Japón remplazaría a Estados Unidos y China y
Rusia seguirían siendo las otras grandes potencias de la región.
No obstante, remplazar a Japón por Estados Unidos incrementaría la probabilidad de inestabilidad en el Noreste
de Asia. Mientras Estados Unidos tiene una gran capacidad disuasiva nuclear que contribuye a la paz, Japón no
tiene armas propias y tendría que construir su propio arsenal atómico. Ese proceso de proliferación, sin
embargo, estaría repleto de peligros, especialmente porque China, y tal vez Rusia, se verían tentadas a utilizar la
fuerza para impedir un Japón nuclear.
La segunda posible distribución de poder resultaría si la economía china continuara creciente a tasas sostenidas
y si eventualmente se convirtiera en un potencial hegemón. Estados Unidos o bien permanecería en el Noreste
de Asia o retornaría algún día para asegurarse que China no se convierta en un par competidor. Es improbable
que Japón y Rusia juntos tengan los medios para contener a China, incluso si India, Corea del Sur y Vietnam se
unieran a la coalición equilibradora. China no solo sería mucho más próspera que cualquiera de sus rivales
asiáticos e este escenario, sino que su enorme ventaja poblacional le permitiría construir un ejército más
poderoso de los que podrían reunir Japón o Rusia. China también tendría los recursos para adquirir un
impresionante arsenal nuclear. El Noreste de Asia sería obviamente un sistema multipolar desequilibrado si
China amenazara con dominar la región entera.
En resumen, aunque las estructuras de poder existentes en este momento en Europa y el noreste de Asia son
benignas, no son sostenibles para los próximos veinte años.
Conclusión