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Pedro Carrasco, Enrique Florescano, Carlos García-

Mora, Carlos Martínez Marín, Luis Millones, John V.


Murra, Franklin Pease

La etnohistoria en Mesoamérica
y los Andes

Juan Manuel Pérez Zevallos José Antonio Pérez Gollán


(compiladores)

Textos Básicos y Manuales Instituto Nacional de Antropología e


Historia
Primera edición: 1987
© Instituto Nacional de Antropología e Historia
Córdoba 45, Col. Roma, México, D.F.

Impreso y hecho en MéxicoISBN-968-6038-63-9


Índice

Introducción

1. Sobre la etnohistoria en Mesoamérica. Pedro Carrasco

2 . La antropología y la investigación histórica: El estudio del indio. Pedro


Carrasco

3. La etnohistoria en Mesoamérica. Pedro Carrasco

4. La etnohistoria: un intento de explicación. Carlos Martínez Marín

5. La etnohistoria y la unidad de la antropología. Carlos García—Mora

6 . Los estudios económicos sobre el México antiguo. Enrique Florescano

(FALTAN)

7. Temas de estructura social y económica en la etnohistoria y el antiguo


folklore andino. John V. Murra

8. Las investigaciones en etnohistoria andina y sus posibilidades en el


futuro. John V. Murra

9. La etnohistoria. John V. Murra

10. Etnohistoria andina: un estado de la cuestión. Franklin Pease G. Y

11. Etnohistoria andina: problemas de fuentes y metodología. Franklin


Pease G. Y.

12. Etnohistoriadores y etnohistoria andina: una tarea difícil, una disciplina


heterodoxa. Luis Millones
Introducción

La licenciatura de Etnohistoria desea, presentar esta antología de


textos referidos a la etnohistoria para ponerla en manos de estu-
diantes, investigadores y público en general. Algunos artículos son de
difícil acceso y otros están ya agotados. Pero, en realidad, esta es una
preocupación secundaria; lo que motivó realizar una publicación de
esta índole fueron las diversas interrogantes en torno al quehacer
etnohistórico surgidos de nuestra práctica docente en la Escuela
Nacional de Antropología e Historia (E N AH ).
Se han incorporado trabajos del área andina con el objeto de
plasmar una dimensión comparativa, pues desde la época de la
fundación de la E N A H el estudio del mundo andino se destaca como
una importante temática de su labor académica. La abordaron desde la
cátedra destacadas personalidades: Morris Swadesh y Roberto
Weitlaner en el campo de la lingüística, Eduardo Noguera y Carlos
Margáin en el de la arqueología, Isabel Kelly y Paul Kirchhoff en
etnología. En 1943 queda bajo la responsabilidad de Alfred Metraux
impartir Etnología de' Sud América, en esta misma época llevados por
el deseo de "averiguar hasta qué punto y en qué épocas hubo
contactos entre las civilizaciones andinas y mesoamericanas", Donald
Collier y John Murra realizaron investigaciones arqueológicas en el
sur del Ecuador. Pedro Armillas dictó en 1954 un seminario sobre
Arte y sociedad en Mesoamérica y Perú. Los estudiantes y becarios
de varios países sudamericanos también constituyeron con su
presencia y participación un factor dinámico que mantuvo siempre el
interés por los Andes.
Este interés comparativo llevó a un grupo de investigadores a
organizar el Primer simposio de correlaciones antropológicas
andino-mesoamericanas: Salinas 1971. Dichos trabajos e hipótesis
dieron origen a otros proyectos de importancia sobre todo para la
arqueología. El fruto de este primer simposio fue la publicación hecha
por la Escuela Superior Politécnica de Litoral Guayaquil, (1982).
En 1972 un grupo de instituciones promovió Uní reunión com-
parativa en relación a las instituciones sociales de Mesoamérica y los
Andes; dicha reunión tuvo como sede la Universidad Iberoame-ricana
de la Ciudad de México.
De igual modo, dentro del marco institucional del INAH, se hizo
sentir la preocupación por el estudio y análisis del mundo andino. Por
su parte, el Centro de Investigaciones Superiores (CISINAH), en la
actualidad Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS), organizó en 1977 un seminario com-
parativo de las civilizaciones de Mesoamérica y Perú bajo la dirección
de John V. Murra, quien en años subsiguientes fue invitado para dar
conferencias.
La producción científica en México también nos brinda ejemplo
del interés que venimos mencionando, entre los que destaca el trabajo
de análisis comparativo de Mercedes Olivera y Salomón Nahmad. En
este terreno es necesario recordar al mesoamericanista Paúl Kirchhoff
como autor de artículos sobre la organización social andina en el
clásico Handbook of South American Indians(1948). Friedrich Katz
en su libro Situación social y económica de los aztecas durante los
siglos XV y XVI (1966) dedica un capítulo para comparar la
organización socioeconómica azteca con la de los incas, en virtud de
"que su historia manifiesta entre ellos un notorio paralelismo".
Prueba de la vigencia que tiene la temática andina en el ámbito
académico mexicano, así como entre el público en general, son las
ediciones masivas de 1982 patrocinadas por la Secretaría de Educa-
ción Pública y la Universidad Nacional Autónoma de México de la
colección "Clásicos americanos", en ella han aparecido: El lazarillo
de ciegos caminantes... de Alonso Carrió de la Vandera ("Conco-
lorcorvo"); Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega y la
antología Literaturas de Anáhuac y el Incario. La expresión de dos
pueblos del sol preparada por Miguel León-Portilla. El Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la U N AM ha publicado la selección
hecha por HeatherLechtman y Ana María Soldi del primer volumen
de La tecnología en el mundo andino. RunakunapKaw-
sayninkupaqRurasqankunaqa(1981).
En el ambiente editorial ha sido un notable acierto las ediciones de la
editorial Siglo de La organización económica del estado inca (1978),
tesis doctoral de John V. Murrá, y La primera nueva coránica y buen
gobierno (1980), de Felipe Guaman Poma de Ayala con una
introducción y estudio crítico de John Murra y Rolena Adorno,
traducción y análisis textual del quechua por Jorge L. Urioste. Por su
parte la editorial Fondo de Cultura Económica lanzó al mercado El
mundo hispanoperuano, 1532-1560 (1982) de James Lockhart y La
conquista de los incas (1982) de John Hemming.
El valor de reunir en un volumen artículos de conocidos investi-
gadores del Área Andina y Mesoamérica se sitúa, en gran medida, en
los planteamientos que ellos mismos han sostenido en sus trabajos y
cuyos resultados son ampliamente conocidos, al menos en el ámbito
universitario. La mayoría asume como punto de partida una estricta y
renovada crítica de las fuentes, lo cual, y desde distintos campos de
procedencia académica (ya sea principalmente la antropología o bien
la historia), ha permitido abrir nuevas perspectivas para los estudios
de etnohistoria.
Al hacer la historia de los pueblos indios de América, tradicio-
nalmente se ha apelado como fuente básica y primordial a la crónica;
sin embargo, en las últimas dos décadas, investigadores como Murra
y Carrasco han venido insistiendo en la necesidad de que se busquen
nuevos puntos de partida, sin que este planteamiento signifique
desechar los tradicionales. En consecuencia, hoy contamos con un
creciente material documental que permite el trabajo analítico y
crítico de papeles judiciales y eclesiásticos, relaciones geográficas,
visitas, testamentos, etcétera.
En los años cincuenta se impuso en México una línea de investi-
gación que ponía en primer plano el estudio de las formaciones
estatales; sus más conspicuos representantes fueron Pedro Armillas y
Ángel Palerm. Hoy en día es innegable que esa orientación representó
una renovación teórica importante para las ciencias sociales en
nuestro país y que, además, estimuló y dio nuevo impulso a la
investigación empírica. Pero, cuando menos en la E N A H , esta preo-
cupación por la problemática estatal y los grandes esquemas taxo-
nómicos degeneró en una corriente de investigación la más de las
veces abstracta, repetitiva y mecanicista, sin que se lograra avanzar
por el camino del trabajo concreto. Las categorías que debían servir
para analizar críticamente la Historia, se transformaron, por esas
paradojas esterilizantes de los mundillos académicos cerrados, en
esquemas descriptivos rígidos que encasillaban la realidad.
Los artículos que integran el presente volumen van cronológi-
camente de 1962 a 1982; cada uno de ellos corresponde, de alguna
manera, al desarrollo de los propios autores: un balance de la práctica
profesional que les permitiera no sólo evaluar el estado de sus
investigaciones, sino también reflexionar críticamente teniendo en
mente nuevas perspectivas de análisis e interpretación.
Incluimos tres obras de Pedro Carrasco (1972,1976 y 1982); sus
consideraciones abarcan desde propuestas de investigaciones para
historiadores y etnólogos, hasta una visión retrospectiva de su
formación académica que se inicia en la antropología mexicana y
luego deriva en la etnohistoria. El trabajo de Carlos Martínez Marín
(1976), originariamente su discurso de ingreso a la Academia de la
Historia, nos da razón de la existencia de una disciplina (que él
calificó de etnohistoria), de sus técnicas y de sus investigaciones. El
artículo de Carlos García Mora (1977) es en sí una reseña bibliográ-
fica y crítica a la publicación antes citada de Martínez Marín. La
inclusión del trabajo de Enrique Florescano (1979) se justifica por
constituir un análisis riguroso de crítica certera a las principales líneas
de investigación referidas al México antiguo.
Para el caso del mundo andino incluimos, en primer término, tres
artículos de John V. Murra (1962, 1970 y 1979) en los cuales quedan
plasmadas las reflexiones de un etnólogo que busca comprender,
desde una perspectiva histórica, la situación andina y, además, como
riquísimo telón de fondo se van planteando las inquietudes e
interrogantes del experimentado investigador; las ideas se expresan
con claridad y definen el campo de la etnohistoria andina. Dos
artículos de Franklin Pease (1976 y 1977) nos señalan con precisión el
problema de las fuentes, del enfoque multidiscipli-nario y del avance
en las temáticas de investigación. El trabajo de Luis Millones (1982),
que califica a la etnohistoria como una disciplina heterodoxa y difícil,
aborda la reflexión en torno a cuatro libros, de John V. Murra y María
Rostowrowski, que se han constituido ya en obras representativas de
los estudios andinos.
En la ENAH , la Etnohistoria es una subespecialidad de la licen-
ciatura de Etnología a partir de 1955, impulsada por la labor
académica del profesor Wigberto Jiménez Moreno, el decano de los
etnohistoriadores mexicanos. Desde 1973 pasa a ser una de las
especialidades de la Escuela y cuenta con la participación de Carlos
Martínez Marín, Emma Pérez-Rocha, Jesús Monjarás-Ruiz, Perla
Valle y otros más; este esfuerzo cristalizó en la edición de la revista
Apuntes de Etnohistoria (1977). La búsqueda por definir un campo
académico propio condujo, en 1979, a que los alumnos de la licen-
ciatura organizaran la reunión Evaluación crítica de la Etnohistoria
en México.
A partir de 1980 la especialidad fue tomando nuevo impulso y
participó con mayor compromiso en la gestión escolar de la ENAH ; a
la vez, renovaba su planta de maestros de tiempo completo, introducía
cambios fundamentales en los programas de estudio y se comprometía
la participación amplia de investigadores de diversas instituciones. La
licenciatura de Etnohistoria, gracias a los cambios antes mencionados,
tiene una inscripción que va en aumento, sobrepasando el número de
200 alumnos. Sin caer en falsos optimismos, es posible afirmar que se
ha dado un crecimiento tanto cuantitativo como cualitativo.
Paralelamente a la institucionalización académica de la etnohis-
toria en la ENAH , se creó, en 1977, el Departamento de Etnohistoria
del INAH , que cuenta con una planta de investigadores de tiempo
completo que se dedica, fundamentalmente, a la investigación de la
problemática prehispánica y colonial. Es importante destacar aquí que
necesitamos contar, tanto para la docencia como para la investigación,
con un trabajo de largo aliento que aborde la historia de la
etnohistoria en México.
En el CIS -INAH / CIESAS , desde el momento de su creación en
1973, la etnohistoria tuvo un importante papel gracias al esfuerzo con-
junto de Paul Kirchhoff, Ángel Palerm, Pedro Carrasco, Luis Reyes y
Teresa Rojas. En 1977 se constituyó el Programa de Etnohistoria, que
hoy integra el Área de Relaciones Étnicas y Sociales, y cuenta con un
plantel de investigadores, dedicados en su mayoría al estudio de la
etnohistoria colonial temprana.
En otras instituciones superiores mexicanas la etnohistoria no es
una disciplina con independencia académico-administrativa, pero
cuentan con investigadores que se destacan por su labor en este
campo. Al afirmar esto estamos pensando en el Instituto de Investi-
gaciones Antropológicas, Instituto de Investigaciones Históricas,
Centro de Estudios Mayas e Instituto de Investigaciones Estéticas,
todos ellos de la Universidad Nacional Autónoma de México( UNAM ).
Por último, la llamada Historia de las mentalidades, que es practicada
por un grupo de historiadores de la Dirección de Estudios Históricos-
INAH ,tiene fuertes afinidades y puntos de contacto con la disciplina
que venimos mencionando.
La etnohistoria es una disciplina joven orientada al estudio de
sociedades que sufrieron dominación colonial; para su trabajo se ha
nutrido tanto de la historia como de la antropología: ese feliz
matrimonio, como dijera Ruggiero Romano, y que fuera planteado
como debate con el título "Por una historia antropológica" en la
revista Annales: Economies, Societes, Civilisations(1974). En aquella
unión reside su riqueza y la atracción (hasta cierto punto amorosa)
que ejerce sobre los investigadores; pero también es un campo
científico difícil de definir, difuso y sin límites precisos.
La producción del conocimiento antropológico supone una
diferencia entre la sociedad estudiada y aquélla de la cual procede el
investigador, y es en ésta, además, donde se consume el conoci-
miento. Es la diferencia entre "nosotros" y los "otros", los que
persisten en el "presente etnográfico" y los que tienen "historia". En
consecuencia, el etnocentrismo ha prevalecido como posición al
abordar el estudio de la "otra" realidad. Pero la diferencia existe y está
allí; de lo que se trata es de eliminar y desmitificar los contenidos
colonialistas que subyacen en la explicación respecto de la naturaleza
de la sociedad indígena colonizada.
La historia tampoco se salva del etnocentrismo, en tanto que
limita su campo a los pueblos con registros documentales escritos.
Según esta concepción, los "otros", los primitivos ágrafos, carecen de
historia, permanecen en un presente eterno, repetitivo, sin cambios ni
renovaciones. La idea lineal judeocristiana del tiempo es el sustento
filosófico de la historia eurocéntrica (colonialista) y los colonizados
son el espejo donde recupera su propia imagen.
En los países americanos de población mayoritariamente indígena
(Mesoamérica y el Área Andina, en particular), el movimiento del
indigenismo ha abordado el llamado "problema del indio", tratando de
darle solución -en general- desde una perspectiva espenceriana,
puesto que el núcleo del problema a resolver reside en el atraso de
losindios, asumiendo los presupuestos de la antropología y la historia
eurocéntrica. Así y a pesar de las buenas intenciones, el indigenismo
ha representado la expresión más acabada de la negación de los indios
a través de la política de integración y asimilación. En tanto ideología
estatal del México posrevolucionario, el indigenismo es uno de los
hilos conductores de la práctica antropológica mexicana.
La historia de los indios está por hacerse, siendo que ellos han
sido la base social de múltiples movimientos de rebelión e impugna-
ción, en tanto representan el sector más amargamente dominado en
América. Recuperar la historia para muchos grupos étnicos (pensemos
en los zapotecos de Juchitán, Oaxaca, y en los ñauas, huaste-c os,
otomíes, en su lucha por un espacio político y por sus tierras) es
plantearse un proyecto civilizatorio propio para el futuro. La historia
de los indios es la certeza de una necesidad en relación a los
movimientos reivindicativos que la población indígena está gene-
rando; sin historia india no habrá una conciencia real en las luchas por
la liberación y creación de alternativas democráticas.
Debemos agradecer, por último, las sugerencias de Teresa Rojas,
el apoyo desinteresado de Cristina Sacristán y el trabajo del equipo
mecanográfico de la especialidad de Etnohistoria de la ENAH : Patricia
Lagos Preisser, Ana María Gutiérrez Rivas y Lilia Maza Aguirre; sin
la ayuda de ellas hubiera sido difícil sacar a la luz esta antología.

Juan Manuel Pérez Zevallos y José Antonio Pérez Gollán

Cuicuilco, septiembre de 1985


Sobre la etnohistoria en Mesoamérica1*

Pedro Carrasco

1
*Actas del I Congreso Español de Antropología;vol. II, Madrid, 1982, pp.
185-193.
Se me ha encargado que trate el tema de la etnohistoria en esta sección
dedicada a los antropólogos españoles dentro y fuera de España, un
campo que si bien más reducido que otros no deja de ofrecer
numerosos problemas y ramificaciones. Dado el límite de espacio y
tiempo de que dispongo no puedo abarcar todo este campo de
estudios. Además, aunque mi formación antropológica tuvo lugar
fundamentalmente en México en los primeros años de la Escuela
Nacional de Antropología, mi actividad profesional me ha llevado a
distintas instituciones de Estados Unidos de Norteamérica donde he
hecho mis trabajos de etnohistoria en relativo aislamiento, dado el
reducido número de investigadores de este campo en la antropología
norteamericana. Prefiero, pues, hablar en primera persona no por
descaro y presunción sino porque no pretendo ser portavoz de ninguna
escuela teórica o nacional. Daré algunos hechos y opiniones sobre los
estudios de etnohistoria en México a través de mi experiencia personal
que es la de un refugiado español que se convirtió en antropólogo
mexicano.
Son varias las definiciones que se han dado de la etnohistoria
y no necesito examinarlas a fondo. Creo que se pueden reducir a tres.
Una es: estudios antropológicos hechos a base de documentos
históricos, otra: conceptos sobre su propia historia que tiene un grupo
dado; otra más: estudios sobre la formación y desarrollo de un grupo
étnico. En lo que sigue me apego a la primera definición que es la que
predomina en México y entre los mexicanistas. La palabra etnohistoria
es relativamente reciente; no recuerdo si se usaba cuando inicié mis
estudios en México en 1940, pero de hecho lo que después se ha
llamado etnohistoria se practicaba allí tanto o más que otras ramas de
la antropología, si bien se le llamaba etnografía antigua o
prehispánica.
Realicé mis estudios en la Escuela Nacional de Antropología de
México en 1940 a 1945. Pertenezco, pues, a una promoción de la
Escuela anterior a la de Ángel Palerm. Aunque fueron varios los
refugiados españoles que ingresaron a la Escuela en aquellos
años,Pedro Armillas, Adela Ramón y yo fuimos los únicos en
dedicarnos profesionalmente a la antropología.
En lo referente a etnohistoria, es preciso notar ante todo
quenose la consideraba como carrera aparte (que hoy sí lo es), sino
que losestudios de etnografía antigua formaban parte de la carrera de
etnología. Los estudios de etnografía, como ha sido tradicional,
trataban cualquier región del mundo en el llamado presente etno-
gráfico, es decir, el momento en que las culturas aborígenes fueron
conocidas por el mundo occidental. Un curso de etnografía de
Norteamérica por ejemplo, incluiría el estudio de los natchez
basado en documentos históricos, tanto como el de los hopireali-
zado por etnógrafos de campo. En los cursos sobre México se
distinguía entre etnografía antigua, que hoy se incluiría en la etno-
historia, y etnografía moderna; ambas materias eran obligatorias.
Los estudios de etnografía prehispánica eran uno de los puntos
fuertes de la Escuela. Alfonso Caso enseñaba su curso de Arqueólo-
gía de México en el que trataba principalmente de la cultura azteca
combinando datos de la arqueología, de las fuentes escritas, de
inscripciones y de códices. Wigberto Jiménez Moreno daba Análisisde
las fuentes para la historia antigua de México, y Kirchhoff Etnografía
antigua de México que dedicaba al trabajo detallado sobre regiones
determinadas como el Occidente (Jalisco y Michoacán) o Oaxaca. La
etnografía del indio colonial no se trataba en cursos especiales, pero
Miguel O. de Mendizábal incluía materiales pertinentes en su curso
sobre Evolución social de México. El enfoque de los cursos de
contenido etnohistórico era fundamentalmente histórico y descriptivo
basado en la fuerte tradición de las escuelas mexicanistas mexicana y
alemana con antecedentes como Orozco yBerra, Paso y Troncoso,
Seler, Beyer, Lehman y Krickeberg. También se sentía, como es
natural, la influencia de las escue-las historicistas norteamericanas. Se
discutía asimismo la interpretación de la sociedad azteca como una
sociedad tribal o gentilicia, elaborada por Morgan y Bandelier e
incorporada tanto a la obra de Engels y a través de ella a la ortodoxia
estalinista como a la arqueología norteamericana en obras tan tardías
como la de Vaillant. Este punto de vista, sin embargo, se consideraba
refutado por la obra de Alfonso Caso y Manuel M. Moreno y más que
la interpretación morganiana de la sociedad azteca, lo que sí perduraba
era el esquema general de evolución social que distingue entre
sociedades tribales basadas en el parentesco y sociedades más
complejas con propiedad privada, clases sociales y el Estado.
En la Escuela Nacional de Antropología, el funcionalismo se
hizo sentir primero con la presencia de Jules Henry; después con Sol
Tax y Alfonso Villa Rojas quienes impulsaron el estudio etnográfico
de campo llevando estudiantes a Chiapas y predicaron la separación a
lo Radcliffe-Brown entre la etnología como estudio histórico y la
antropología social como estudio científico. Creo, sin embargo, que no
influyeron como hubiera sido de desear en ayudar a nuevos
planteamientos en la etnografía prehispánica puesto que relegaban este
estudio a la categoría aparte e inferior de "historia", como estudio del
origen de rasgos únicos, incapaz de contribuir a un. estudio científico.
Recuerdo que me dijo una vez Sol Tax: 'Sahagún es muy interesante
pero no sirve para nada a la Antropología Social."
Otra tendencia teórica asequible entonces en la Escuela era el
marxismo. La escuela se creó como organismo independiente (dentro
del Instituto Nacional de Antropología e Historia) a partir de la carrera
de antropología del Instituto Politécnico Nacional, en la creación de la
cuál había sido figura importante Miguel O. de Mendizábal.
Representaba éste la tendencia política del cardenismo con sus dejes
de marxismo criollo. Su obra escrita y su curso sobre la evolución
social de México podrían haber sido punto de partida para buenos
estudios etnohistóricos sobre el indio bajo la Colonia pero en los años
de la Escuela, desconectado de las influencias (modernas) de la
antropología europea y norteamericana, estaba arrinconado y creo que
no influyó en la formación básica de ningún estudiante, por lo menos
en cuanto toca a la etnohistoria. Mi relación con él fue más bien
personal basada en el aprecio y ayuda que en él encontraban los
refugiados españoles.
El exponente de un enfoque teórico marxista en la
antropología era Paul Kirchhoff. Formado como antropólogo en
Alemania pero con períodos de estudio y residencia en Inglaterra y
Estados Unidos de Norteamérica, había llegado a México a
consecuencia de la situación política internacional de aquellos años.
Recuerdo que, después de una de nuestras primeras clases, un par de
compañeros de estudios, también refugiados españoles, me advirtieron
que era trotskista, como quien previene a un incauto de las tentaciones
del demonio. Nunca lo fue realmente pero de tal se le motejaba por su
oposición al estalinismo. En sus clases Kirchhoff se declaraba abier-
tamente marxista, aunque apuntaba al mismo tiempo la falta de un
desarrollo verdaderamente marxista de la antropología y la necesidad
de desbrozar la enmarañada repetición formularia de los textos de
Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado,
para ponerse al día con todo el material acumulado por los estudios
antropológicos. Kirchhoff introdujo a sus estudiantes al concepto
modo de producción asiático: el artículo de Wittfogel de 1938 sobre
este tema circuló entre nosotros en traducción que Kirchhoff mandó
hacer para uno de sus cursos. Además planteaba insistentemente los
problemas sobre el papel del parentesco en la evolución de la sociedad
en forma que revisaba de manera importante las formulaciones de
Morgan y Engels. También nos dio a leer su artículo The Principies of
Clanship in Human Societyque publicó bastante más tarde y que no es
sino un pobre resumen de las ideas que presentaba en clase. Pero esto
y mucho más lo exponía en los cursos de Organización Social y de
Teorías Antropológicas, así como en discusiones con un pequeño
grupo de estudiantes con intereses afines a los suyos que por algún
tiempo se reunió en su casa.
En su curso de Etnografía Antigua de México llegaba al aula
con las fuentes en la mano para leerlas y comentarlas en clase.
Recuerdo dosis interminables de Relaciones Geográficas y Burgoa. La
mejor introducción a la cultura del México antiguo era el curso
mencionado de Alfonso Caso. Lo que aprendía uno con Kirchhoff era
el manejo de las fuentes para la elaboración de monografías
etnográficas de tipo tradicional, para estudios de distribución y
difusión de rasgos culturales, definición de áreas culturales, migra-
ciones de pueblos, etcétera. Aunque varias veces mencionó su idea de
que el calpullimexicano, como el ayllu andino, era un clan ambilateral,
es claro que sus ideas sobre este tipo de clan se basaba
en la literatura sobre Polinesia y la Europa antigua y las había
desarrollado antes de llegar a México y de estudiar la etnografía
antigua de México. Nunca analizó, ni en clases ni en publicaciones, el
material mesoamericano sobre esta cuestión; ni tampoco lo referente a
la estratificación social o la naturaleza del Estado que trataba en su
curso de Organización Social pero que nos enseñaba a investigar con
los datos concretos de las fuentes. Por otra parte su desentenderse casi
en absoluto de la etnografía moderna de México le impidió ejercer su
debida influencia en otro campo donde hubiera podido aunar el
enfoque teórico marxista con la investigación empírica.
Creo que esta separación entre las enseñanzas de Kirchhoff en
sus cursos de etnografía y las que impartía en sus cursos teóricos es
importante para entender la débil integración de ambos intereses en el
trabajo de sus estudiantes. La tesis de Arturo Monzón es la única que
trata uno de los principales problemas de la evolución social, tal como
lo planteaba Kirchhoff, y lo estudia mediante un análisis cuidadoso de
las fuentes. Sólo en grado menor muestra una orientación semejante el
trabajo de AnneChapman. Mi tesis sobre los otomíes y la de Bárbara
Dahlgren sobre la Mixteca no se centran en los problemas de índole
teórico que planteaba Kirchhoff; también contribuyó en forma
importante a nuestros trabajos Wigberto Jiménez Moreno y es obvio
que sus antecedentes están en las monografías de Seler sobre los
totonacas. La tesis de Acosta, o al menos la parte que publicó, trata
más de los comerciantes como grupo de características culturales y
origen étnico especiales, conforme a los estudios de Kirchhoff sobre la
distribución de rasgos culturales en Mesoamérica, que del papel del
comercio y de los comerciantes en las estructuras económica y social
del México antiguo.
Una tendencia bien definida que surgió en esta época fue el
estudio de las bases materiales de la civilización mesoamericana. Al
enfoque materialista preconizado por Kirchhoff sé sumaron las
influencias de la obra escrita de Childe, Wittfogel y, aunque en menor
medida, Leslie White. Este fue el comienzo de la posición teórica de
Pedro Armillas cuya influencia se ha hecho sentir en la arqueología
mesoamericanista tanto en México como en Estados Unidos de
Norteamérica. Los trabajos que de aquí arrancan han sido
fundamentalmente arqueológicos pero también han integradolos datos
arqueológicos con los históricos y con la etnografía moderna en torno
a la cuestión de los sistemas de cultivo. Mencionemos además de
Armillas, la obra de W. Sanders y la de AngelPalerm. En lo referente
al material histórico, el uso que de él se hizo fue para demostrar la
importancia de las obras de riego en la agricultura prehispánica pero

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prestando poca atención a las instituciones sociales.
Los historiadores son otro grupo de especialistas que también
han contribuido a lo que ahora se llama etnohistoria. Entre los
refugiados españoles que cultivaron este campo en México descuella
José Miranda, quien al dedicarse principalmente al período colonial
hubo de tratar instituciones del indio colonial y aludir a sus
antecedentes prehispánicos. Otro refugiado, hecho historiador en
México, es Carlos Bosch García a quien se debe un estudio de la
esclavitud prehispánica.
No tengo experiencia directa de la Escuela Nacional de Antro-
pología después de acabada la segunda guerra mundial pues fui a
Estados Unidos de Norteamérica a continuar mis estudios. En lo
referente a etnohistoria, Jiménez Moreno amplió sus enseñanzas de
Historia Antigua de México; Kirchhoff salió a Estados Unidos de
Norteamérica, pero creo que sus ideas continuaron bien representadas
por sus antiguos alumnos ahora profesores, principalmente Arturo
Monzón, BarbaraDahlgren y Pedro Armillas, con la orientación que
cada uno desarrolló como ya se ha dicho. Una nueva promoción de
refugiados españoles que entró entonces a la Escuela y que ha hecho
contribuciones a la etnohistoria mesoamericana incluye a
ÁngelPalerm, Claudio Esteva y N. Mólins.
Hasta ahora me he centrado en la ENA que fue el centro
principal para la enseñanza de la antropología en México e institución
donde se formaron como antropólogos varios refugiados españoles. Es
preciso mencionar otros desarrollos importantes en la etnohistoria
mexicana si bien los españoles no participaron en ellos.
En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
Rafael García Granados practicaba la historia antigua de México y
dirigía el instituto de Historia. En la UNAM y en la ENA estudió
Charles Dibble quien publicaría importantes s fuentes indígenas,
incluso el texto náhuatl íntegro del Códice Florentino. Más tarde
Ángel María Garibay y sus continuadores, especialmente Miguel
León-Portilla y Alfredo López Austin formaron en el Instituto
deHistoria un vigoroso equipo de estudios etnohistóricos caracterizado
por el análisis cuidadoso de las fuentes escritas en náhuatl como
manera de alcanzar la mentalidad indígena. Este grupo ha publicado

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numerosas fuentes, varias monografías y la revista Estudios de
Cultura Náhuatl, indispensable para la etnohistoria del centro de
México. El Instituto de Historia publicó también el trabajo de
Friedrich Katz sobre la sociedad azteca. Publicado primero en
Alemania en 1956 no explica hasta qué punto su interpretación fue
influida por el ambiente intelectual de la ENA en la época en que
estuvo en México o si se trata de una aplicación independiente del
enfoque marxista al material azteca. En todo caso su interpretación
coincide con la que predomina entre los miembros de la primera
generación antes descrita de la ENA y hace uso importante de los
trabajos ya entonces publicados de Armillas y Monzón. Nótese la
favorable reseña que le dedicó Paul Kirchhoff.
El mismo Instituto de Historia fue centro de las actividades de
Paul Kirchhoff una vez que regresó permanentemente a México hacia
1952. Prosiguió sus estudios de etnohistoria mesoamericana con
énfasis en migraciones de pueblos, sistemas calendáricos y
cronologías. Participó también en el plan de estudios para el doctorado
en antropología e influyó en la formación de varios antropólogos que
han trabajado la etnohistoria: C.N. Davis, Mercedes Olivera,
VirbePiho y Yólotl González Torres. En los años sesenta y hasta su
muerte en 1972, Kirchhoff participó en los estudios que la Fundación
Alemana para la Investigación Científica realizó en la región de
Puebla y Tlaxcala. Colaboró con él Luis Reyes, formado
anteriormente en la ENA y con experiencia de investigación y
enseñanza en la Universidad de Veracruz.
En lo que a mí se refiere, aunque mi tesis de maestría en la
ENA fue de tema etnohistórico, no continué con este tipo de trabajo,
excepto una temporada de estudio en los archivos de Guatemala en
1950. Hice etnografía de campo en Michoacán (1945) y Oaxaca
(1949-1951) y también seguí con mi interés en el estudio comparado
de civilizaciones, primero durante mis años de estudiante en Nueva
York donde traté a K. Wittfogel (1946-1948) y después al realizar una
investigación de biblioteca sobre el Tíbet. Me metí de lleno a los
estudios de etnohistoria mesoamericana a partir de 1960 en conexión
con el hecho de que se me pidió que contribuyera con los artículos
sobre organización social e historia prehispánicas al Handbook of

18
middle American Indians. Desde el comienzo de mis estudios mi
interés principal en la etnohistoria mesoamericana siempre se ha
centrado en las instituciones sociales y la ideología. Esto no implica
un desdén por la base material de las civilizaciones indígenas, que
Armillas, Palerm y continuadores están estudiando adecuadamente,
sino inclinación hacia otros aspectos de la vida social. La importancia
de ellos es innegable en este caso como en el de cualquier otra
sociedad. La propiedad, la estratificación social, el Estado, el papel del
parentesco y de la religión en la organización social total son
problemas fundamentales de la evolución social. En las civilizaciones
mesoamericanas donde predominaba una economía política son, si
cabe, todavía de mayor trascendencia.
Con esta orientación decidí revisar los fondos documentales
de los principales archivos con la idea de estudiar material de casos
concretos en los documentos administrativos de principios de la
Colonia cuando todavía sobrevivían en buena medida las instituciones
indígenas. Estudié principalmente en el Archivo de Indias de Sevilla
(1963-1964) y en varios archivos de México (de 1960 en adelante).
Acabé mis contribuciones para el Handbooken 1962 y 1968 aunque no
se publicaron hasta bastante más tarde, En parte se basaron en
materiales que no he publicado en detalle sino más tarde o que todavía
necesitan más elaboración. Al intensificar mis estudios en México
presté atención especial a la región poblana e inicié mi colaboración
con Luis Reyes, Mercedes Olivera y los investigadores alemanes del
Proyecto Puebla-Tlaxcala.
Para el verano de 1971 el programa de Antropología de la Universidad
Iberoamericana dirigido por Ángel Palerm me encargó la organización
de un seminario de verano dedicado a la etnohistoria. En él traté de
reunir varios de los enfoques que he venido mencionando.
Contribuyeron Ángel Palerm y Pedro Armillas con lo
referente a las bases materiales de la civilización mesoamericana,
sobre todo la agricultura intensiva y las obras hidráulicas de riego y
protección. Paul Kirchhoff presentó sus interpretaciones, en parte
todavía inéditas, sobre la cronología de la historia prehispánica y sobre
principios ordenadores en la religión y en el calendario prehispánico.
Calnek dio un informe sobre sus estudios del urbanismo en Tenoch-

19
titlan y yo presenté materiales sobre la organización social prehis-
pánica. El verano siguiente se repitió un seminario semejante pero
muy ampliado por la colaboración de especialistas en la etnohistoria
andina organizado por John Murra.
Estos seminarios estimularon en forma decisiva el trabajo de
algunos de los participantes. Ángel Palerm comenzó entonces sus
recientes investigaciones para documentar en detalle sus tesis sobre la
conexión e importancia de las obras hidráulicas. Sirvieron además de
modelo para seminarios semejantes que organicé los veranos de
1974,1975 y 1976 en el Centro de Investigaciones Superiores del
Instituto Nacional de Antropología e Historia (CISINAH), institución
fundada en 1973 que dirigió esos años Ángel Palerm. Dentro del
CISINAH han funcionado bajo la dirección de Palerm, de Luis Reyes
y la mía, sendos grupos de investigación etnohistórica cuyos frutos ya
han comenzado a ver la luz.
Como conclusión apunto las características de la escuela
mexicana de etnohistoria en que hemos participado los refugiados
españoles. En primer lugar, se plantean con datos históricos problemas
generales de la antropología. Interpretamos la sociedad del México
prehispánico en términos de esquemas generales de evolución socio-
cultural: la importancia de la base material, el papel del parentesco
dentro de la organización social total, el modo de producción y los
tipos de estratificación social y del Estado que caracterizan a las
civilizaciones arcaicas, etcétera. Esto quiere decir que no vemos a la
etnohistoria como una disciplina aparte con una base teórica inde-
pendiente sino como una técnica de obtener datos; o sea, es un estudio
que se realiza a base de documentación histórica por el mero hecho de
que tratamos con sociedades del pasado que no se pueden observar
directamente. Se hace etnohistoria porque la naturaleza de las fuentes
de información (documentos escritos) así lo exige, en contrasté con el
trabajo de campo que se hace en sociedades vivas o a la arqueología
que estudia los restos materiales de sociedades extinguidas. Pero los
datos de la etnohistoria se estudian a la luz de los planteamientos
generales de las ciencias sociales y con vistas a resolver cuestiones
suscitadas por esos mismos enfoques teóricos generales.
En cuanto a la técnica de trabajo de nuestro grupo de

20
etnohistoriadores, es de notar que si bien intentamos el análisis más
esmerado de las fuentes bien conocidas, también hemos buscado
documentación nueva, especialmente documentos de las primeras
décadas de la administración colonial referentes a tributos, tierras y
caciques,sobre todo con la idea de analizar el material de casos
concretos que amplían considerablemente los datos de las crónicas
puesto que suministran una base más firme para generalizar acerca de
las instituciones en cuestión y porque en algunos casos son las únicas
fuentes de información de que disponemos. En el análisis de los
documentos escritos en lengua indígena intentamos descubrir
mediante el análisis lingüístico y el estudio del contexto de los
distintos vocablos, el significado preciso de éstos y las ideas que
revelan los términos de la propia visión indígena del mundo y de la
sociedad.
La antropología mexicana ha desarrollado como una de sus
tradiciones más fuertes el estudio del pasado prehispánico del país y
parte importante del crecimiento de la antropología en el último medio
siglo ha sido en el campo de la etnohistoria. Los refugiados españoles
dedicados a la etnohistoria nos contamos entre los que han contribuido
a dar a esta disciplina una orientación sociológica. Esta orientación no
es exclusiva de la escuela mexicana -nótese por ejemplo la tendencia
paralela en los estudios de etnohistoria andina. El hecho de que los
refugiados españoles nos hayamos sumado a los que practican este
tipo de orientación, se conecta indudablemente con nuestros
antecedentes políticos en la guerra civil española que nos predispuso a
las interpretaciones afines al materialismo histórico.

21
La antropología y la investigación histórica: El estudio del
indio.*

Pedro Carrasco

Del hombre de Tepexpan a los hijos de Sánchez los antropólogos se


han ocupado de una multitud de aspectos de la sociedad y cultura de
los grupos humanos que han vivido en México a través de su historia.
Son muchos los intereses de los antropólogos y no todos responden a
un mismo concepto de esta ciencia. La antropología como los demás
estudios sociales incluye planteamientos teóricos distintos y a veces
antagónicos que producen contribuciones inconexas.
Los linderos de la antropología frente a otras disciplinas son
vagos; hay muchos intereses comunes a varias de ellas y los antropó-
logos cada vez adquieren más, unos como adiciones permanentes,
otros tal vez como modas pasajeras.
Se ha discutido si la antropología es una "ciencia" dedicada a
la formulación de generalizaciones o leyes acerca de la sociedad y la
cultura humana, o bien si es una rama de la historia y como tal
describe secuencias de acontecimientos únicos. No creo necesario
discutir aquí tema tan trillado. Doy por sentado que los "científicos"
que asisten a esta conferencia se interesan en los hechos individuales
de la historia de México aunque sea únicamente para usarlos en la

*
"Investigaciones contemporáneas sobre historia de México", 1971 Memorias
de la Tercera Reunión de Historiadores Mexicanos y Norteamericanos,
Oaxtepec, Morelos, 4-7 de noviembre 1969; UNAM, El Colegio de México,
TheUniversity of Texas, Austin, México, D.F.

22
búsqueda de leyes generales. También supongo que los historiadores,
por más enfrascados que estén en los hechos individuales y únicos de
la historia mexicana, no negarán el uso de generalizaciones sobre
procesos culturales y sociales.
Parte del interés "científico" de la antropología es el uso
delmétodo comparativo y se ha dicho que el uso de este método es
característico de la antropología. Cierto que es mayor la importancia
de los estudios comparados en la antropología que en la historia, pero
los estudios de historia comparada muestran un interés semejante en
estudios comparativos dentro de la historia.
El concepto cultura también se da a veces como fundamento
de los estudios antropológicos, pero hay antropólogos que lo han
negado y aunque la "cultura" del antropólogo sea un concepto más
amplio que el del historiador no se puede negar que los historiadores
también estudian la cultura.
Se dice, otras veces, al describir los estudios antropológicos
de sociedades contemporáneas tratadas generalmente por sociólogos e
historiadores, que lo distintivo del estudio antropológico es la inves-
tigación detallada de localidades pequeñas, grupos familiares o
minorías étnicas -microestudios como alguien los ha llamado. Sí es
verdad, pero no podemos decir que el estudio detallado de lo pequeño
sea nuevo o exclusivo de los estudios antropológicos; también se
encuentran en la historia local y en la biografía, enfoques bien
tradicionales en la historia.
Frente a la generalidad de los estudios históricos los
antropólogos recomendarían mayor énfasis en estudios comparados,
en el estudio de instituciones más que de individuos y en estudios
intensivos de comunidades, pero al hacer esto expresamos nuestra
preferencia por algunas de las cosas que los historiadores ya hacen y
nuestras preferencias son semejantes a las que sugerirían otras
disciplinas como la sociología.
Aunque para algunos de mis colegas sea una idea anticuada y
rechazada, creo que la definición teórica de la antropología resulta
más adecuada para describir los estudios de sociedades primitivas.
Con esté punto de partida el antropólogo se ha dedicado principal-
mente al estudio del indio. Tratando el período prehispánico mediante

23
las técnicas de la arqueología, y, en el caso de los indios modernos,
con el estudio etnográfico de campo. Estos dos temas rara vez han
sido tocados por el historiador. En el caso de las culturas
prehispánicas más antiguas, por tratarse de sociedades vivas del
presente. Los grupos indígenas del tiempo inmediatamente anterior a
la conquista y de la época colonial han sido estudiados por
antropólogos para el período prehispánico con base en las fuentes
escritas de tipo histórico o etnográfico. Los estudios delindio colonial
a base de la rica documentación de archivos han sido realizados
principalmente por historiadores.
Los trabajos etnográficos de comunidades modernas
comenzaron con el estudio de pueblos indios. Al darse cuenta que
éstos no Non pueblos "primitivos" sino en su mayoría campesinos, el
antropólogo ha extendido su interés a las comunidades campesinas en
general y aun a las clases bajas de la sociedad moderna. En esta nueva
orientación de la antropología, general en todo el mundo, los estudios
hechos en Mesoamérica se cuentan entre los que iniciaron esta
ampliación del interés antropológico.
Al tratar de la contribución de la antropología a los estudios
de historia de México dejo de lado los temas de prehistoria, provincia
exclusiva de la antropología. No trato tampoco la contribución que la
antropología aporta al ofrecer al historiador conceptos generales,
romo su insistencia en el método comparativo y el refinamiento en
estudios del parentesco, o palabrejas y conceptos nuevos como
"patrones" culturales, sociedad "folk", cultura de la pobreza, etcétera.
Me limito a los estudios acerca del indioEl estudio de las culturas
prehispánicas difiere en mucho del de las culturas indígenas actuales,
aunque ambos hayan sido cultivados por antropólogos. Por una parte,
las características de las culturas mismas -el contraste entre las
antiguas civilizaciones aborígenes y las pequeñas comunidades rurales
de hoy- forman la base para esas diferencias. Pero a ellos se une la
visión fragmentaria de las culturas antiguas determinada por lo
limitado de la información que se encuentra en las fuentes escritas y,
sobre todo, en el material arqueológico, en contraste con la posibilidad
de estudiar todos los temas imaginables al tratar de las comunidades
vivas como lo hace el etnógrafo de campo. A todo esto se añaden,

24
además, las diferencias de orientación que han caracterizado a los
estudios de uno u otro tipo: la prevalencia de las distintas escuelas de
"antropología social" en los estudios del indio moderno contrasta con
los estudios de arqueología y etnohistoria donde ha dominado el
enfoque puramente descriptivo o "histórico", y los intereses teóricos
más usados han sido los derivados de la tesis de Morgan y Bandelier
acerca de la sociedad prehispánica o las interpretaciones ecológicas,
ambos distintos a los intereses dominantes en la antropología social.
De este modo los estudios de las distintas épocas en el
desarrollo de las culturas, indígenas de México han sido hechos por
grupos de investigadores diferentes que han concentrado su atención
en lo materiales que sus fuentes hacen más fácilmente accesibles,
recaí cando las peculiaridades típicas de los distintos períodos y
elaborando las diferencias de orientación o las modas que ha
desarrollado cada disciplina. Exagerando podemos decir que los
arqueólogos estudian cerámica, pirámides, inscripciones y calenda
ríos, con alguna especulación acerca de los sistemas agrícolas
practicados y el tipo de organización política que pudiera haber sido
determinado por ellos. Para el etnohistoriador hay abundante material
sobre fiestas religiosas, sacrificios humanos, leyendas migratorias y
dinastías y se ha especulado sobre ciertos problemas planteados porla
interpretación de Morgan y Bandelier; por ejemplo la existencia de
propiedad privada o si el calpulliera un clan. En los estudios del indio
colonial encontramos otros temas dominantes como el tributo, los
servicios personales, las congregaciones, la cristianización y la
demografía. En los estudios de etnografía moderna el tratamiento
suele ser más completo pero también se han favorecido ciertos temas
como mercados, compadrazgo, mayordomías o relaciones interétnicas
y se ha especulado acerca de la naturaleza "folk" o campesina de las
comunidades indígenas.
En la medida en que los intereses especiales estudiados en
cada etapa histórica responden a las características de ese período
encontramos una buena definición de las transformaciones que han
sufrido las culturas indígenas a través de la historia; pero en la medida
en que los distintos especialistas han favorecido lo que les era más
fácil estudiar o más de moda en su especialidad, encontramos

25
contrastes creados por los mismos investigadores que dificultan los
estudios comparativos de distintos períodos históricos.
El hecho de que los antropólogos hayan estudiado las etapas
prehispánica y moderna ha llevado a algunos de ellos a hacer
comparaciones directamente entre estos dos períodos sin tomar en
cuenta los materiales coloniales, o a lo sumo han buscado datos en
trabajos de historiadores y frecuentemente no los han encontrado. Son
pocos los antropólogos que han buscado en documentos coloniales
datos para discutir los problemas planteados por el estudio de las
culturas prehispánicas o modernas. La visión que se pueda obtener de
esta manera sobre la evolución de las comunidades indígenas sirve
para definir contrastes entre los dos puntos extremos de la línea
evolutiva, pero no nos dice cómo se efectuó el proceso de cambio.
Por otra parte los historiadores que han tratado el indio de la
época colonial o del siglo xix, raramente toman en cuenta los estudios
etnográficos del presente, los cuales plantean problemas de
importancia para la investigación histórica, porque definen situaciones
cuyos comienzos y antecedentes se deben investigar en la Colonia y
porque nos dan una guía para la interpretación del documento escrito,
especialmente de disposiciones legales e informes administrativos a
menudo apartados de la realidad social.
A continuación enumero algunos de los temas en que creo
necesaria mayor compenetración de los estudios históricos del indio
colonial y del siglo XIX con los productos de la etnografía moderna.
Me limito a las regiones de antecedentes indígenas mesoamericanos.
En estudios de tecnología sabemos bastante acerca de la
introducción de nuevas plantas de cultivo, animales y técnicas en los
comienzos de la Colonia. Poco se ha hecho, sin embargo, para
reconstruir la importancia cuantitativa y la distribución geográfica de
las distintas técnicas en el curso de la historia colonial. Sabemos quién
sembró el primer trigo y cuándo y dónde se construyeron las primeras
carreteras, por ejemplo; pero los indios todavía consumen poco trigo y
hay regiones donde las carreteras nunca tuvieron importancia ni la
tendrán debido a la introducción de nuevas formas de transporte. En
éstos como en muchos otros elementos de la técnica tenemos una idea
general acerca de su distribución en la actualidad. Sería importante

26
tener información comparable a través de la historia. Hay un buen
estudio de este tipo en el trabajo de West sobre Michoacán y estudios
semejantes se deberían hacer para todo el país.
En el estudio de la economía indígena hay notables
diferencias en la importancia dada a distintos temas en los trabajos
etnográficos en comparación con los de la época colonial que sólo en
parte se deben a las diferencias entre las economías de estos dos
períodos. Los estudios de la Colonia dan la importancia debida al
papel del indio como aportador de tributo y de trabajo. Que estos
temas apenas aparezcan en estudios etnográficos se entiende por
haberse realizado la mayor parte de éstos en comunidades de
pequeños productores y por el cambio efectuado en el sistema
tributario del país. Pero cómo se realizó este cambio y qué parte tocó
al indio, es tema que todavía requiere cantidad de estudios que serán
indispensables para comprender la transformación del indio colonial
en el moderno.
El sistema de tenencia de la tierra ha sido objeto de estudios,
sobre todos los períodos de la historia de México, pero falta todavía
mucho antes de poder integrar los materiales sobre los grupos
indígenas. Los estudios sobre los periodos colonial e independiente
nos dicen poco acerca del régimen de la tierra dentro de las
comunidades campesinas, tema que hay que tratar a base de estudios
monográficos de comunidades determinadas o a lo menos de regiones,
debido a la gran diversidad regional. Del mismo modo la aplicación
de las Leyes de Reforma, las revueltas agrarias durante la Revolución,
la introducción del ejido, son temas que hay que estudiar
monográficamente en distintas regiones y que sólo así se pueden
relacionar satisfactoriamente con los estudios etnográficos.
Los mercados regionales más o menos han recibido la
atención de todos los estudios etnográficos. Faltan estudios
comparables acerca del comercio indígena en las épocas colonial e
independiente.
La estratificación social es tema que se presta a estudios
comparados de importancia entre los materiales etnográficos e
históricos. La estratificación étnica de la Colonia, reglamentada por la
ley, era un rasgo fundamental en la organización social de la época.

27
La situación moderna sin sanciones legales y con una población indí-
gena de mucha menor cuantía presenta en muchas regiones caracte-
rísticas muy distintas pero en otras todavía subsiste una estratificación
étnica semejante a la colonial. El tema de relaciones interétnicas en la
actualidad ha sido bastante bien tratado. Sin embargo es mucho lo que
todavía hay que hacer con el material histórico. La documentación del
siglo XVIII no ha sido bien estudiada desde este punto de vista y el
siglo XIX, un período clave para la transformación del sistema étnico
de estratificación social en el centro y sur del país, todavía no ha
producido ningún estudio de importancia sobre el tema.
Dentro del sistema de estratificación social en cuanto a los
indios se refiere fue importante la nobleza indígena y hay varios
buenos estudios sobre ella en el siglo XVI. Faltan sin embargo estu-
dios detallados acerca de la nobleza indígena en el siglo XVIII y su
extinción o transformación a principios del XIX.
La organización política de las comunidades indígenas es un tema
tratado en detalle tanto por etnógrafos como por historiadores. La
documentación acerca de los cabildos de las repúblicas de indios es
abundante y los etnógrafos han encontrado que la organización
política local con todas sus conexiones económicas y ceremoniales es
la institución que da más cohesión a la comunidad indígena. Las
organizaciones colonial y moderna presentan toda una serie de
semejanzas y contrastes que no han sido estudiados en detalle. Faltan
estudios monográficos de comunidades para las cuales tengamos
información detallada de todas las principales etapas históricas y
faltan en general estudios sobre el siglo XIX. Aun para los períodos
coloniales mejor estudiados faltan datos acerca de algunos de los
rasgos que la etnografía moderna ha puesto de relieve, bien sea por
falta de documentos o porque los investigadores no han escudriñado
las fuentes desde el punto de vista de los problemas planteados por la
etnografía moderna. Por ejemplo los etnógrafos han notado que parte
de la unión de los organismos políticos y religiosos locales es la
existencia de una jerarquía que combina en un escalafón único puestos
civiles y religiosos. Los orígenes coloniales de este sistema no se han
documentado en detalle. Faltan especialmente estudios de las
cofradías coloniales que se puedan comparar directamente con las

28
organizaciones modernas. Baste un ejemplo para mostrar la falta de
relación que todavía existe entre los estudios etnográficos y los
históricos. Cualquier etnografía de los tarascos hará notar que el
"hospital" que hoy existe en casi todos los pueblos tarascos es un
descendiente de los hospitales establecidos por Quiroga. Los
historiadores que han tratado este tema se han concentrado en la
personalidad y las teorías del obispo. Todavía no hay un estudio que
nos diga cómo fueron los hospitales que de hecho funcionaron en el
siglo XVI y qué forma tomaron en el curso del período colonial.
Para el estudio de la religión indígena en los períodos colonial
e independiente el historiador suele estar mejor preparado que el
antropólogo en el conocimiento de los usos e instituciones de la
Iglesia católica. Mucho cabe todavía esperar en la investigación de
modalidades locales del culto católico desarrolladas en los distintos
obispados o por distintas órdenes religiosas, así como en el estudio de
cofradías ya mencionado. La distinción que hay que hacer a menudo
entre el cuadro presentado por los documentos oficiales y la realidad
social es de máxima importancia en él caso de la religión debido a la
ocultación de prácticas religiosas no aprobadas por la Iglesia y que
sólo salen a luz con motivo de las investigaciones que seguían al
descubrimiento de idolatrías. El análisis de estos documentos sobre
idolatrías y supersticiones es uno de los temas que más se presta a
comparaciones con las religiones prehispánicas y modernas y en que
más puede aportar el antropólogo. Es de esperar que aparezcan más
documentos de este tipo, aunque todavía queda bastante por hacer en
la interpretación de fuentes ya publicadas desde hace tiempo. La
actitud del clero que administraba a los indios hacia las supersticiones
de éstos es otro tema que se debe estudiar en detalle a través del
tiempo y que nos da parte importante de la situación social que
permitió la sobrevivencia de prácticas paganas. Los informes de
Cortés y Larraz sobre Guatemala tienen buenos datos sobre la
indiferencia o falta de conocimientos de los párrocos y debe haber
materiales semejantes para México.
El parentesco es un campo trabajado especialmente por la
antropología. Queda mucho por hacer en el análisis de documentos
coloniales poco usados para estos estudios como padrones y registros

29
parroquiales. Otros documentos como pleitos sobre tierras también
pueden aportar datos, especialmente en lo referente a la herencia.
Dado el interés de los antropólogos en estos temas es de esperar que
sean ellos los que más se dediquen a estos asuntos si bien los
historiadores están probablemente más familiarizados con las normas
de derecho civil y canónico que deben haber afectado el desarrollo de
las instituciones indígenas.
En resumen: el estudio de las culturas indígenas de México a
través de los distintos períodos de su historia ha ocupado en el pasado
la atención de historiadores y antropólogos y es de pensar que
continúe esta cooperación. Para lograr una mejor integración de los
estudios de ambas disciplinas conviene que los especializados en una
de ellas obtengan el mejor conocimiento posible de los estudios
realizados en la otra y prosigan en su propio campo de estudios los
problemas planteados por los otros. Concretamente y desde el punto
de vista de la antropología sugiero que los estudios etnográficos de los
indios actuales planteen una serie de problemas cuyos orígenes y
desarrollo los historiadores, debido a su mayor familiaridad con las
fuentes documentales, pueden estudiar mejor que los antropólogos.
Como parte de estos estudios sugiero el estudio monográfico de
regiones o comunidades determinadas con énfasis en la historia social
local perfiladas según el patrón de las monografías etnográficas. Muy
especialmente para ligar los periodos más cultivados hasta ahora, es
decir el siglo XVI, por una parte, y la etnografía moderna por otra,
conviene desarrollar la investigación del indio a fines de la Colonia y
durante el siglo XIX.

30
La etnohistoria en Mesoamérica**

Pedro Carrasco

La etnohistoria es el estudio, a base de fuentes escritas, de los pueblos


primitivos. O, si no nos gusta la expresión "primitivo", digamos de los
pueblos que tradicionalmente estudia el etnólogo. Mesoamérica,
donde hay fuentes pictográficas de estilo indígena, tradiciones
históricas prehispánicas escritas después de la Conquista y abundan-
tes documentos de varia índole acerca de los indios durante cuatro
ligios de colonia y república independiente, ofrece a la etnohistoria
un campo de extraordinario interés.
La definición de etnohistoria, a diferencia de otras ramas de la
antropología, se basa en la naturaleza de las fuentes que utiliza. Es
decir, estudia fuentes escritas, en contraste con las técnicas usuales de
arqueólogos o etnógrafos de campo. Por eso, muchos estudios de
etnohistoria consisten fundamentalmente en compilaciones o críticade
fuentes -estudios imprescindibles pero de interés solamente para los
especialistas en la etnohistoria de la misma región. A base de las
épocas cuyo estudio hace posible la existencia de fuentes escritas, la
etnohistoria mesoamericana comprende el estudio de la etnografía
prehispánica, el de la transformación de las sociedades indígenas
independientes en comunidades campesinas a consecuencia de la
conquista, y el de la continuación de éstas o su asimilación mediante
el mestizaje cultural a las modernas nacionalidades de la región.

*
37° Congreso Internacional de Americanistas, vol. 37, núm. 2, México,
1966, pp. 109-110
31
El estudio de la etnografía prehispánica, estrechamente
conectado con la arqueología y basado en fuentes de tipo etnográfico
que describen más o menos sistemáticamente las culturas indígenas,
ha sido tarea del antropólogo, mientras que el estudio del indio
colonial, íntimamente conectado con el estudio de las instituciones del
sistema colonial español y basado en fuentes raramente de tipo
etnográfico, ha sido cultivado casi exclusivamente por los historial
dores. Resulta entonces que las distintas etapas en el proceso de
transformación del indio han tocado a distintos especialistas de las
ciencias sociales: antropólogos, las etapas inicial y final, e historia
dores, la intermedia. Al examinar los estudios etnohistóricos se nota
que los historiadores que han cultivado el tema del indio colonial no
se han familiarizado suficientemente con los estudios de etnografía
moderna que ofrecen cuadros completos de las instituciones cuyos
comienzos se estudian en los documentos y que suscitan multitud de
problemas de investigación histórica. Por otra parte, los etnólogos a
veces incluyen en sus monografías etnográficas, capítulos o apéndices
con antecedentes históricos que poco o nada explican, pero no
emprenden trabajos sistemáticos a base de documentos.
La comparación de las culturas prehispánicas y las modernas ha
sido un tema de interés para los primeros investigadores modernos de
la etnografía actual, como Parsons y Redfield, quienes trataron de
analizar las culturas modernas a base del origen indio o español de sus
elementos. Pero estudios de este tipo han dado poco fruto, Las
sociedades y las culturas indígenas modernas son demasiado distintas
de las prehispánicas. Se puede fácilmente establecer un contraste entre
las sociedades estratificadas con organismos políticos de gran
complejidad y extensión, y las comunidades campesinas de extensión
limitada con estratificación y organización política sencilla. Pero la
comparación directa nos dice poco más que la existencia del contraste.
El proceso detallado de esta transformación sólo se suele estudiar con
base en la documentación escrita, y es uno de los principales
problemas de la etnohistoria mesoamericana. El progreso de la
etnohistoria mesoamericana requiere por eso, en forma aún más
apremiante que en otras regiones, la mayor cooperación de
antropólogos e historiadores y, mejor aún, su combinación por un
mismo estudio de las técnicas, tópicos y enfoques teóricos de ambas
disciplinas.

32
No es éste el momento de intentar una evaluación total de los
estudios de etnohistoria mesoamericana, pero cabe notar que estamos
a punto de lograr adelantos decisivos en nuestras tareas. Lareciente
publicación del libro de Gibson nos ha presentado la primera visión de
conjunto acerca de la cultura indígena.de una región dada(en este caso
el Valle de México) durante toda la épocacolonialy el Handbook of
Middle American Indians, en preparaciónpor un grupo de
antropólogos e historiadores nos dará prontounaguía para la
sistamatización de nuevos estudios. Los trabajos deestesimposio son
ejemplo de los múltiples temas y técnicas posibles en laetnohistoria, y
el Dr. Cline nos dará un informe sobre elprogreso en la preparación
del Handbook. Espero que al discutir los trabajos podamos cambiar
ideas, no sólo acerca del tema específicode cada contribución, sino
también acerca de la mejor manera defomentar la colaboración de
antropólogos e historiadores, y de estemodo aumentar la aportación
QUE la etnohistoria puede hacer a la antropología y a la historia de la
cultura.

33
La etnohistoria: un intento de explicación*

Carlos Martínez Marín

Hace poco más de dos décadas se empezó a utilizar en México


eltérmino etnohistoria para identificar trabajos interdisciplinarios
deantropología e historia que se habían hecho con anterioridad, y a los
que con el mismo tono y contenido se investigaban entonces en ese
campo intermedio, aún sin delimitación y teóricamente impreciso. El
término parecía adecuado porque servía para ubicar a esas
investigaciones, de las cuales las más se referían al desarrollo del
México prehispánico, realizadas con base en el riquísimo acervo de
fuentes y documentos escritos, pero utilizando las categorías y
conceptos de la antropología cultural. Esta nueva concepción tuvo
buena acogida porque sirvió para agrupar los trabajos hastaentonces
considerados indistinta y arbitrariamente como historias antiguas o
como etnografías históricas, aunque de hecho con su análisis
etnológico y su síntesis histórica, rebasaban los límites de lahistoria
antigua acostumbrada y de las descripciones inventaríales de la pura
etnografía.
A partir de ese momento, con el uso del nuevo término, todo
trabajo sobre el México prehispánico que se explique en el
marcoconceptual de la antropología, se tiene como trabajo
etnohistórico. Pronto también quedaron identificados como tales, los
estudios orientados con el mismo análisis, y referidos al mundo
indígena de época colonial. Bastantes investigaciones de esta índole se
hanemprendido y culminado desde entonces, publicadas por las

*
Anales de Antropología, vol. XIII, México 1976, pp. 161-184, y en Apuntes
de Etnohistoria, núm. 1, dic., 1976, pp. 5-25.
instituciones que en México se ocupan del conocimiento de nuestro
pasado, especialmente de nuestros antepasados nativos.
Los investigadores especializados los han publicado y también
presentado para su discusión en conferencias y confrontaciones, en
congresos y reuniones. Asimismo, hemos participado activamente en
la docencia para la enseñanza de esta nueva disciplina con cursos
especiales que se han incluido en los respectivos programas de
enseñanza superior, hasta llegar a una sección especializada a nivel
profesional. Sin embargo, cada uno de los comprometidos en este
nuevo campo han venido trabajando con los conceptos, categorías y
metodologías de la historia o de la antropología cultural, según su
preparación previa o sus personales inclinaciones, a veces
orientándose más hacia alguna de las dos disciplinas, pero sin que a la
fecha se haya manifestado ninguna importante corriente de interés en
la reflexión acerca del origen, naturaleza, campo y problemas del
conocimiento, metodología y variantes de esta nueva disciplina.
Involucrado con la etnohistoria desde su aparición explícita en
México, entre otras causas por la necesidad de incorporar elementos
informativos y enfoques más idóneos al área de mi interés, que es la
investigación y la docencia en los problemas del México antiguo, he
tenido que ver en bastantes de los hechos que han contribuido al
perfilar este nuevo campo.
En tales circunstancias, al que esto escribe le llegó el
momento de hacer un alto en la práctica empírica de su especialidad,
para detenerse en la obligada y necesaria reflexión acerca de las
peculiaridades de la disciplina practicada y de sus enfoques teóricos.
Ese interés fue estimulado por las necesidades que plantea un mayor
rigor académico en la formulación de proyectos de trabajo, de
hipótesis, en la búsqueda de tácticas adecuadas para el proceso de
trabajo y en la pretensión de alcanzar síntesis más depuradas, que con
mayor rigor explicarán los problemas planteados, con miras a lograr
en los trabajos finales un contenido realmente etnohistórico y no sólo
un acercamiento entre disciplinas anexas, más o menos manejadas
ante la necesidad de más amplias explicaciones histórico-culturales,
generalmente resueltas en reconstrucciones económico-sociales, en
descripciones puramente factuales o simplemente etnográficas, de
indudable valor que nadie pone en duda, siempre y cuando su alcance
haya sido el propósito establecido. Empero, en el intento de llegar a
definir y manejar un cuerpo específico de normas y categorías que
conduzcan a trabajos de verdadera explicación y síntesis etnohistórica,
era indispensable lareflexión pertinente y detenida acerca del avance
de esta disciplina, con aportaciones directas y en cuestionamientos
teóricos, para orientar mejor las tareas y la especialización en
etnohistoria que también endocencia tenía ya realidad al cobijo de la
etnología, con fuerteacento en la información, especialmente la
antropológica, si biencarente de enfoques teóricos específicos y aun de
los históricos yantropológicos.
La oportunidad de profundizar en esta disciplina, con cierto
detenimiento, con orden y concierto, y con alguna sistematización,se
presentó con motivo de mi ingreso a la Academia Mexicana de la
Historia, con la presentación pública del obligado trabajo que
justificara la elección. En esa respetable tribuna fue presentado el
trabajo denominado "Reflexiones en torno a la etnohistoria",
inadvertidamente de título similar a un trabajo paralelo y simultáneo
del etnohistoriador Howard F. Cline.
Enforma de discurso se dio a conocer en enero de 1973 y por
involuntarias razones hasta ahora inédito. Hemos optado por su
publicación en Anales de Antropología, revista idónea para tal trabajo,
dado su contenido y campo de interés. El texto es básicamente el
mismo del discurso, con ligeras variantes de forma para suedición.
Además, se incorporan algunas de las nuevas opiniones con que desde
1973 han contribuido varios colegas que comparten la misma
preocupación y que han publicado trabajos específicos enesta tarea de
dilucidar y organizar el contenido, naturaleza y significación de la
etnohistoria, así como el inventario de la obra lograda en este campo,
especialmente en el área mesoamericana.
ELintento no fue fácil; tuvimos que recurrir a una cuidadosa
tarea de recopilación de materiales no muy vastos ni abundantes,
locual es explicable dada la juventud de la disciplina, y sí bastante
dispersos. Empero, utilizando la literatura publicada por autores
extranjeros, la problemática del desarrollo mesoamericano y
novohispano, y la propia experiencia en la investigación y
docencia,hemosllegado a la realización de la siguiente reflexión
primaria,con la que esperamos suscitar nuevas y más amplias
aportaciones alcampo de la etnohistoria.
La etnohistoria es a la vez una nueva rama de la antropología
y de la historia, con unos 25 años de desarrollo, aunque a partir de
1 9 5 0 fue cuando se empleó ya corrientemente. Múltiples fueron las
causas de su aparición, pero es indudable que emergió de la antro-
pología cultural, que en su campo etnológico necesitaba salir del
estancamiento de los estudios sincrónicos sobre la cultura, y también
en parte de la antropología social que precisó de la dimensión
temporal para entender los procesos de cambio operados en las
sociedades. Si bien en los tiempos iniciales de la etnología, los
evolucionistas recurrieron a la historia para fundamentar sus esquemas
macrohistóricos sobre el desarrollo cultural del hombre y aunque el
uso que hicieron de esta disciplina fue abundante, el resultado fue muy
relativo aunque explicable. En sus intentos por establecer sus teorías
sobre un esquema de evolución unilineal, postulando un camino único
de desarrollo de las sociedades, que partía desde los grupos
matrilineales y las forzaba a una secuencia de estadios culturales de
paso obligado: pudieron descubrir y clasificar buena parte de rasgos
básicos de las sociedades primitivas y de las civilizaciones de la
antigüedad que estudiaron para sustanciar su teoría, y demostraron que
los materiales documentales, usados con una teoría comparativa, eran
útiles para entender la secuencia del cambio cultural.2
Pero esta primera etapa del uso de la etnología y de la historia
en forma conjunta, se perdió a principios del siglo XX con la corriente
difusionista cuyos principales representantes negaron toda posibilidad
de reconstrucción histórica en las sociedades llamadas primitivas. Su
preocupación por la identificación de rasgos culturales y sus rutas de
difusión, les llevaron a desperdiciar lo que implícitamente manejaban,
una dimensión temporal que es indisoluble de la espacial en la que
rastreaban sus objetivos.
Los distribucionistas, preocupados en conformar áreas geo-
gráfico-culturales de reparto de rasgos, sólo alcanzaron a establecer
hipotéticas relaciones histórico-cronológicas entre los grupos que
poseían o no, tales o cuales rasgos, pero nunca trataron de la
reconstrucción histórica-cultural detallada. Su trabajo fue descriptivo y
sincrónico, pues varios de ellos como Kroeber, negaron que existieran
evidencias documentales para los grupos llamados primitivos y otros
como Lowie, también negaron la posibilidad de dicha reconstrucción
de esos grupos, debido a su falta de conciencia histórica; por eso
afirmaban que la única posibilidad de resolver los problemas
históricos en esos grupos, debido a su falta de conciencia histórica,

2
Cohn, 1968, p. 441
correspondía a las disciplinas netamente antropológicaspor medio de
sus métodos objetivos y de la comparación.3 Pero la concepción
histórica en la antropología, que agudizó el rechazo de la historia por
los antropólogos, se debió a la escuela británica de antropología social.
Esto sucedió entre las décadas tercera y quinta de este siglo. Los
autores del repudio fueron Malinowski y Radcliffe-Brown y los
seguidores de su escuela funcionalista. Argumentaban que para el
estudio de las sociedades primitivas era Inútil intentar cualquier
búsqueda de profundidad temporal porque no se contaba con ninguna
documentación;4 no sólo eso, sino que debido a que la única
profundidad que se podía obtener en esos propósitos era cuando
mucho la que abarcaba la memoria de una o dos vidas de informantes,
era una profundidad que resultaba tan corta que no merecía tomarse en
cuenta por carecer de significación histórica; así Malinowski y sus
sucesores yendo en contra de esas etnología y etnografía vergonzantes
como historia, reaccionaronsuprimiéndola bajo el pretexto "de que la
historia de los etnólogos no es lo bastante buena para preocuparse por
ella...",5 y aún más, afirmaba Radcliffe-Brown que la historia y la
antropología social eran antitéticas y que la última nada tenía que ver
con la etnología, pues sólo se interesaba en lograr generalizaciones
acerca de laestructura social presente por medio del método
comparativo;6 era por tanto estrictamente sincrónica.
Así, casi todos los trabajos que produjo esta escuela sobre el
estudio del cambio social, evitaron el uso de materiales históricos y
rechazaron el enfoque diacrónico.Sin embargo, muchos etnólogos,
principalmente norteamericanos, habían utilizado para sus trabajos el
análisis y aprovechamiento de la documentación histórica, y otros
discutían a veces interminablemente y no siempre con éxito, sobre la
necesidad del "acercamiento" entre etnología e historia. Plantearon y
lograron así u n a etnología diacrónica, al principio de poca
profundidad histórica.
Con anterioridad a la rigidez de los funcionalistas, algunos
etnólogos hacían ya uso de documentación histórica, entre ellos John
R. Swantony Frank G. Speck, para sus trabajos sobre los Indios

3
Ibid
4
Cohn, 1968, pp. 441-443
5
Malinowski, en Lévy-Strauss, 1968, p. 11 5 Cohn, 1968, pp. 441-442
6
Cohn, 1968, pp. 441-443
norteamericanos, y en plena época funcionalista hubo los deJulián
Steward, William Duncan Strong y William Fenton; es
último trabajó con bastante éxito sobre íos iroqueses del noreste
los Estados Unidos.7Fenton también terció en la discusión sobre
"acercamiento" y sostenía que era indispensable en el trabajo
etnológico el uso de métodos históricos y la necesidad de que los
etnólogos se prepararan en ese campo.8 I
Pero lo que estimuló definitivamente ese acercamiento en los
Estados Unidos de Norteamérica fue la aprobación en 1946 de la Ley
de Reclamaciones Indígenas que daba derecho a los grupos indios a
reclamar al gobierno indemnizaciones por las tierras que les quitaron
los colonizadores blancos, siempre y cuando las hubieran perdido
mediante tratados. Para precisar la existencia de éstos y sus
estipulaciones, para identificar las antiguas localidades y los territorios
"cedidos", se recurrió a etnógrafos que investigaron en los archivos, y
acudieron a toda clase de evidencias pertinentes. E "acercamiento" se
había producido y surgía así un nuevo campo de trabajo, la
etnohistoria norteamericana.
También en la antropología social se perfilaba una transforma-
ción. En pleno florecimiento de la escuela funcionalista, entre 1930 y
1940, algunos llegaron a hacer estudios con amplio manejo de
documentación histórica sobre grupos africanos, como Lucy P. Mair,
Mónica Hunter Wilson, Max Gluckman y SiegfriedNadel. Aunque
esos trabajos no fueron propiamente históricos, pues sus autores se
concretaron al análisis de fuentes para comprender mejor la estructura
social de esos grupos, tuvieron importancia, pues aparte de romper el
dogmatismo de los funcionalistas contra la historia, planteaban la
utilidad del análisis histórico para entender la estructura de la sociedad
y los cambios producidos en ella.9
En este marco fue importante el estudio del antropólogo inglés
Evans-Pritchard, quien usando materiales históricos logró un modelo
para el estudio de los cambios operados entre los beduinos de
Cirenaica - África del Norte- en las épocas de las colonizaciones turca
e italiana. Analizó principalmente el papel que en la religión y el
comercio jugó una secta religiosa entre los grupos y territorios deesos

7
Cohn, 1968, p. 442
8
Fenton, 1952, p. 328
9
Cohn, 1968, p. 442
beduinos sin control político nativo, frente al impacto del cambio
impulsado por los gobiernos coloniales.10
Sin embargo este tratamiento histórico, que algunos
antropólogossociales llegaron a aceptar como necesario, seguía
siendorepudiado por la mayoría, argumentando en primer lugar que la
historia no podía considerarse como ciencia porque sólo se ocupabade
hechos significativos del pasado, dejando en la oscuridad la mayor
parte del contexto de lo que realmente sucedió y en segundo lugar que
de no haber continuidad cultural, los hechos del pasado no se podían
probar objetivamente con los del presente, por serrasgos únicos sin
posibilidad de comparación y también por lainseguridad a que da lugar
la interpretación del fenómeno cultural por el o los que lo
documentaron, con los que no se puede realizar contacto o
aproximación para la verificación personal, comosucede con los
informantes en el trabajo etnográfico. Por tanto, los hechos y las
generalizaciones en historia carecían para esos antropólogos de
validez científica.
Pero como los antropólogos sociales manejan más que
losantropólogos culturales (etnólogos, principalmente) cambios y
procesos,11 necesitaron más profundidad de tiempo que la de dos o tres
generaciones; los que se orientaron hacia la transculturación, o
aculturación, que es el proceso de cambio sociocultural, a fin de la
quinta década ya aceptaban que "ninguna cultura podía ser entendida
fuera de su contexto histórico que la explica y le da significación".12
El cambio era importante pero no definitivo, porque, para
quedar tranquilos con su conciencia que aún tenía reparos
antihistóricos, limitaron al nuevo campo hasta entonces restringido el
uso histórico de los materiales etnográficos, aunque usando mayor
profundidad temporal que los etnólogos, a un simple método para
medir el cambio sociocultural producido por el contacto,13 utilizando
dos tiempos, uno remoto, el del momento en que se produjo el
contacto de dos culturas, y otro presente para seguir el proceso entre
esos dos puntos. Así podían estudiar y comprender el cambio y sus
estudios quedaban a cubierto de lo que ellos entendían comogarantía

10
Ibid
11
Sturtevant, 1966, p. 5
12
Aguirre Beltrán, 1970, p. 13
13
Herskovits, 1952, p. 659
científica por la comprobación presente; aunque así que darán todavía
fuera de los estudios etnohistóricos muchos acontecimientos y
procesos sin supervivencias presentes.
Pero afortunadamente los historiadores, aunque más lentos en
reconocer la nueva disciplina, no tuvieron escrúpulos en aceptar lo que
el campo de la antropología brindaba para enriquecer la historia. El
camino era fácil ya que también se operaban avances y
diferenciaciones en su campo. La historia factual, de sólo hechos
únicos y a los que la posteridad y el historiador daban significación
historia desarrollada principalmente por el positivismo, que era la que
los antropólogos sociales consideraban como única y eterna,
evolucionaba contemporáneamente a las transformaciones de la
antropología. Al acentuarse el análisis causal, al considerarse como
necesario el estudio de las sociedades del pasado y de su estructura, al
lado de los hechos sobresalientes, que no se descartaron, al aparecer
nuevas especialidades como la historia social y la económica; todo
esto y la historia de la cultura de más tiempo practicada, convergieron
hacia las dos manifestaciones de la antropología: la etnología
diacrónica y el proceso de aculturación, para consolidar a la
etnohistoria como algo más que un método.
Puede considerarse como aceptación tácita de la etnohistoria
por parte de los historiadores la incorporación del uso del término en
TheHispanic American HistoricalReview(1957) por Howard F. Cline,
y por John L. Phelan en el mismo año en su trabajo sobre las Filipinas,
en el que combinaba prácticas con técnicas antropológicas,1314 aunque
ya antes se habían hecho trabajos de esa naturaleza, publicados en la
misma revista: los de Kubler y Rowe sobre el Perú y los de Gibson
sobre los indios de Nueva España.15
Pero no sólo facilitaban la conformación y consolidación de la
etnohistoria, la toma de conciencia de los antropólogos sobre la
necesidad y la ineludibilidad de la historia y la aceptación que le
daban los historiadores, sino también las circunstancias objetivas de
muchos pueblos que ya venían siendo o empezaban a ser, el campo de
los estudios etnohistóricos. Esas circunstancias son el nacionalismo, el
indigenismo, la necesidad de consolidar el presente en la historia de un
pasado propio. Se han dado en aquellos paísesen los que los

14
Cline, 1972, p. 11
15
Ibíd
pobladores nativos como dice Adams "forman una gran parte de la
población, donde la herencia indígena es evidente etnográfica,
indígena y racialmente",16 en los que su población está formada por
los descendientes de los que en el pasado crearon desarrollos de alta
cultura, como los casos de México, Centroamérica y el Área Andina;
en aquellos países que han salido del colonialismo, en el siglo XIX o
después de la segunda Guerra Mundial.17 En éstos, su orgullo nacional
requiere de la corrección de su historia colonial.18 En fin, que "para
muchas de esas naciones, una ver-dadera historia debe ser
etnohistoria",19 dadas sus especialescircunstancias.
La etnohistoria que surgió modestamente de la etnología
diacrónica, de los estudios sobre el proceso de cambio de la
antropología social, de la historia antigua y de la historia indígena
colonial, se hace ahora en la mayoría de las áreas del mundo en donde
hay sociedades subdesarrolladas, donde existen remanentes de grupos
con cultura tradicional y aun en las sociedades complejas. Bastantes
son los países en donde se ha expandido, principalmente
Norteamérica, América Latina, África, sur y sudeste de Asia. Se
empieza atrabajar en el área del Pacífico, en el próximo Oriente y algo
se ha hecho en Inglaterra y Francia donde la reconstrucción histórica y
cultura era campo de la historia sin implicaciones
antropológicas.20Varias son las instituciones que la promueven, y hay
órganos especiales para la difusión de los trabajos y muchos son éstos
y susautores.
El término etnohistoria como ya afirmé, no es nuevo, aunque
sí su utilización generalizada por los etnólogos norteamericanos, para
designar sus ensayos de reconstrucción de la historia de sus grupos
indígenas.21 Es un "producto del avance de las ciencias sociales y de la
historia".22Pero como toda nueva disciplina, no hay acuerdo
generalizado sobre su definición; las más simplistas nos dicen que
"etnohistoria es [el estudio] de la historia de los pueblos normalmente

16
Adams, 1962, p. 188
17
Cohn, 1968, p. 443
18
Sturtevant, 1966, p. 9
19
Ibid
20
Cohn, 1968, p. 443
21
Cohn, 1968, p. 440. Deschamps, 1968, p. 1433
22
Luján Muñoz, 1969, p. 43
estudiados por antropólogos"23 o que es la "historia de 1os pueblos sin
escritura".24
Una definición más amplia, pero todavía reducida al campo d
la etnografía diacrónica, con la variante metodología consiste en uso
amplio de documentación escrita, limitado a propósitos etnográficos
muy estrictos, nos dice que "es etnología documental, una
combinación de métodos y técnicas para reducir toda clase de
documentación a una cruda información etnográfica aplicable al
estudio de la conducta humana dentro del marco teórico de
antropología".25 Esta definición, en su manejo histórico logra
profundidad de tiempo y nivel heurístico, pero considera a la
etnohistoria sólo como un método auxiliar.
Casi de la misma manera conciben la etnohistoria los
españoles] los cuales se consideran a sí mismos como etnógrafos de
archivos.
Otras definiciones centran su atención en la principal de las
fuentes de información del etnohistoriador, esto es, los documento
escritos, y según Sturtevant generalmente esta es la definición que
hacen los antropólogos de la etnohistoria, "como específicamente
relacionada con los documentos escritos",26 aunque según este mismo
autor el punto de vista de los historiadores es exactamente contrario,
pues éstos "tienden a usar la etiqueta (el término) sola mente para
estudios del pasado de sociedades en las que los registros escritos
faltan o escasean".27
Otras definiciones que podríamos llamar circunstanciales
afirman que es "la contribución de la etnografía a la historia, y de 1a
historia a la etnografía".28
Una ampliación de la definición, en función de los materiales
de uso, dice que desde el punto de vista de los antropólogos se define
su campo "como esencialmente del uso de las evidencias no antropoló-
gicas (esto es, documentos históricos) para propósitos de los antro-
pólogos, en tanto que los historiadores lo ven como el uso de 1as

23
Sturtevant, 1966, p. 66
24
Deschamps, 1968, p. 1434
25
Spores, 1973, p. 25
26
Sturtevant, 1966
27
Ibíd.
28
Deschamps, 1968, p. 1439
evidencias no históricas (esto es, información antropológica) para
propósitos de los historiadores".29
A pesar de que el etnohistoriador Franklin Pease piensa que la
etnohistoria es "algo todavía magro y provisional", profundiza y aclara
bastante cuando afirma que "no se trate de pensar en laetnohistoria
solamente como una antropología del pasado..." que cubra períodos
con documentación o sin ella, ni de limitarla a laépoca anterior o
posterior al contacto, sino que es algo de más aliento "que permite...
realizar contactos... posibles entre los aportes y las tácticas de trabajo
de disciplinas afines".30
Para definirla a la luz de lo que es antropología e
historia,resulta más consecuente y de mayor amplitud la opinión de
Deschamps, que dice: "Desde que la historia se ocupa de toda
lacivilización, se encuentra con la etnología, sus categorías y sus
aproximaciones. Se vuelve una etnología del pasado, una
etnohistoria".31
Una definición más completa, es la que estudia e "intenta
reconstruir la vida de los pueblos aborígenes antes y después
delcontacto con los europeos, a través de fuentes documentales,
oralesy arqueológicas, y usando el marco conceptual y el enfoque de
la antropología social y cultural".32 Por su parte un historiador afirma
que "nosotros estamos tratando no con una simple especialidad
próxima y autónoma, con un discreto cuerpo de teoría ypráctica, sino
con algo que es adyacente o que a veces cubre ramas de la
antropología y de la historia, la cual puede compartir características
comunes, pero que por propia vitalidad y por estar firmemente
sostenida, atacó los troncos principales de las disciplinas
emparentadas".33
Este autor nos aclara más que los otros al decir que no tiene
aúnun cuerpo discreto de teoría y práctica, pero que se ha
manifestadocon tal fuerza que ya forma una disciplina aparte. De estas
definiciones podemos concluir que aunque teórica y
metodológicamente,como adelante veremos, no ha conformado su
propio cuerpo, sino que toma del campo antropológico y del histórico
29
Sturtevant, 1966
30
Pease, 1974
31
Deschamps, 1968, p. 1434
32
Cohn, 1968, p. 440. Lujan Muñoz, 1969. p. 42
33
Cline, 1972, p. 9
conceptos y prácticas, esto la llevará pronto a formular sus propias
generalizaciones, cuando se delimite mejor el campo y objeto de
estudio y seafinen los métodos de trabajo. Mientras tanto parece que
en sutotalidad se cubren con la etnohistoria los intereses de la
etnografía histórica y de la historiografía sobre culturas sin escritura34
insuficientemente documentadas o cuya información se deba a
individuo extraños a ellas y también según Jiménez Moreno, los de la
historia étnica; y maneja "la cultura total, espacial y temporalmente,
como una entidad de desarrollo, limitada solamente por la duración de
1a unidad étnica y... por la disponibilidad de la información".35
En última instancia, creo que la etnohistoria puede ser
definida como la explicación diacrónica de la cultura del hombre y de
las sociedades, tratando de Comprender mejor su estructura y su
desarrollo histórico.
Esta definición que planteo como propuesta, ya fue discutida
en la mesa redonda sobre etnohistoria del Primer Encuentro de
Historiadores Latinoamericanos celebrado en julio de 1974 en la
Universidad Nacional Autónoma de México. En general fue bien
acogida y pretende ser una premisa para la explicación de la naturaleza
de los procesos culturales operados en las sociedades o grupos sujetos
de estudio a través del tiempo, con apoyo en un momento de partida,
presente o cercano, que se analiza hacia atrás o viceversa, mediante
dos análisis ineludibles, el cultural y el histórico, en forma conjunta, ni
yuxtapuestos, ni concebidos sólo próximos, ni acercados
mecánicamente, sino en conjunción orgánica, dinámica, en liga
inextricable, manejando simultáneamente las dos dimensiones
temporales a través de las cuales se adviertan los procesos cambiantes
observables, clasificables, inteligibles, dependiendo del análisis de las
facilidades de las evidencias y de la metodología adecuada. Esta
proposición, pretensiosa, pero realizable de acuerdo a las naturales
limitaciones objetivas, quiere ubicar a la etnohistoria como una
disciplina; el resto depende de que se pueda y quiera seguir
desarrollando un cuerpo teórico mayor, con las reflexiones pertinentes
a partir de las experiencias logradas en la práctica y de la crítica
académica de cuanto se proponga.

34
Cline, 1972, p. 11
35
Dark, 1957sp. 251. Adams, 1962, p. 190
Nuestro intento por identificar y ubicar a la etnohistoria con
mayor precisión tiene como finalidad aclarar más su objeto y con-
tribuir para una práctica mejor, pero no conlleva ningún deseo de
rivalizar con la antropología o con la historia, y mucho menos dualizar
con alguna deesas disciplinas; es más, nos parece queambas pueden
reclamarla como un subcampo, esto es caso frecuente entre los
antropólogos36 y discutir acerca de ello nos parece irrelevante, sobre
todo en estos tiempos en que en ciencia ya no es posible trabajar en
estancos. La etnohistoria tiene por objeto la reconstrucción histórico-
cultural de los grupos indígenas autóctonos independientes, de los
grupos indígenas sometidos al poder Colonial, de grupos con cultura
tradicional y de grupos modernos marginales y de sus relaciones con
los demás grupos con los que conviven. Con ella se estudian unidades
como las formas de con-tacto cultural y los procesos de cambio o
dinámica socio-cultural, o la reconstrucción monográfica sobre temas
como localización, migración y asentamiento; adaptación al medio;
demografía; política de población, mestizaje y rebeliones; ciclo
económico con sistemas de tenencia de la tierra; modos de
producción en los que cuentas sistemas agrícolas, sistemas de regadío,
productos, comer-cio, guerra y tributos y sus implicaciones en el
sistema general y sus repercusiones y efectos en el cambio;
organización social en donde clanes, linajes y sistemas de parentesco
cobran especial atención; sistemas políticos y de dominio; conquista y
contacto; formas de dependencia y explotación en los grupos bajo
dominio colonial; religión y formas de culto; creaciones y expresiones
intelectuales; sistemas de comunicación; instituciones
socioculturales; expresiones populares y tradicionales; papeles
determinantes de hechos o de individuos en la sociedad y mucho más.
Su problemática deriva directamente de la naturaleza y
pluralidad de las sociedades en estudio: las que son completamente
analfabetas y anárquicas en las que predomina la tradición oral;
aquellas en que la tradición oral ha evolucionado para preservar su
pasado y transmitir su acervo cultural mediante verdaderas crónicas
orales; las que poseen escritura y en las que sus peculiaridades se
registraron por medio de extranjeros con diversos grados de interés y
de intención. También del grado de desarrollo o de la duración y
efectos del sometimiento colonial.

36
Carmack, 1972, p. 234
Igualmente del grado cuantitativo y cualitativo de las evidencias
histórico-antropológicas disponibles; del espacio temporal
seleccionado para la investigación; de la orientación teórica de los
investigadores y naturalmente de las posibilidades materiales.
De todas estas circunstancias se han derivado ya tendencias
ycorrientes de acuerdo a las particularidades de las áreas de estudio y
en qué forma se concibe la disciplina.
En la etnohistoria frecuentemente se han confundido objeto y
método, en este último aspecto se han hecho esfuerzos para aclarar y
afinar conceptos metodológicos y para delimitar las evidencias usadas
y sus instrumentos.
Se ha insistido en que la metodología de la etnohistoria es la de la
historia misma, pero esto no es exacto, por más que como dice Lévi-
Strauss,37 etnología e historia tienen un mismo "método que sólo varía
en cuanto a los procedimientos de investigación" porque tienen "el
mismo objeto que es la vida social, el mismo propósito, que es una
mejor inteligencia del hombre" y la única diferencia consiste en que
"la historia organiza sus datos en relación con las expresiones
conscientes de la vida social, y la etnología en relación con las
condiciones inconscientes". La diferencia, que aceptamos no la hay en
el fondo, en realidad se manifiesta en que sólo con los métodos
tradicionales de la historia, no se puede hacer etnohistoria; se precisa
el uso de otras categorías y también de otros instrumentos.
Si el etnólogo había trabajado con todas las evidencias no
escritas, "no tanto porque los pueblos que estudia sean incapaces de
escribir, sino porque su objeto de interés difiere de todo aquello que
habitualmente los hombres piensan en fijar sobre la piedra y el papel",
aclara Lévi-Strauss38; y el historiador principalmente sobre los
testimonios escritos, ahora ambas metodologías que antes eran
diferentes, son indispensables para el trabajo etnohistórico.
Si antes del "acercamiento" y de la configuración de la
etnohistoria, las grandes unidades del estudio del hombre y su cultura
como evolución cultural, cambio cultural y teorías respectivas
"pudieron inicialmente basarse en la etnografía de campo, tipología de
gran escala y arqueología general es evidente que sus pruebas, refina-
miento y elaboración requieran del uso de todas las evidencias

37
Lévi-Strauss, 1968, p. 19
38
Ibid, p. 25
disponibles, incluyendo los detalles de secuencias específicas pro-
porcionadas por los materiales documentales".39 De la misma manera
el trabajo histórico no puede efectuarse ya sin el uso de múltiples
evidencias procedentes de otros campos.
Pero el uso y categorización en los etnohistoriadores de
losmétodos históricos y antropológicos cobra distinta.significación ala
luz de ambas perspectivas comprendidas y manejadas como unasola
unidad.
Varios han sido los conceptos acuñados y explicados para el
estudios etnohistórico, entre ellos uno muy usado por aquellos cuyo
enfoque es más etnológico, es el upstreaming, que es el trabajo hacia
atrás, desde lo conocido a lo desconocido,40 es decir, es una manera
del método inductivo un tanto modificado mediante el cual
lacomprensión, a lo largo de la continuidad, se apunta hacia
eltratamiento de fuentes recientes, primero, a causa de que contienen
información familiar, para luego ir hasta las fuentes primitivas; estoes,
ampliando lo anterior, el uso de la información etnográfica de una
cultura moderna, como marco referencial para poder criticar e
interpretar la cultura ancestral respectiva.41
Para los estudios de cambio cultural, se ha establecido la categoría
del "punto cero" o "línea básica", que es el arranque para el estudio de
la aculturación, aquel en el cual se establece la diferencia de las
culturas básicas que entraron en contacto y cuyo conocimiento es
indispensable para seguir los resultados, que son la selección de rasgos
culturales, su aceptación, los rasgos rechazados, las reinterpretaciones
y el sincretismo y los valores tradicionales supervivientes.42
También, como ya apuntamos, algunos investigadores, redu-
ciendo la etnohistoria a un puro método para conocer mejor el ritmo
del proceso de cambio al paso del tiempo, lo categorizan como el
medio para conocer el "contraste entre el pasado y el presente. Basada
tal reconstrucción... en rigurosa documentación histórica verificada
por el estudio etnográfico de los grupos que emergieron de aquellos
comprometidos en el contacto".43 Método al que le dan relevante
importancia la que "puede aquilatarse recordando que la gran totalidad
39
Sturtevant, 1966, p. 9
40
Fenton, 1952, p. 333
41
Sturtevant, 1966, p. 14
42
Aguirre Beltrán, 1970, p. 13-14
43
Ibíd., p. 14.
del encuentro entre occidente y el mundo indígena reside en el
pasado".44
Otras varias categorías metodológicas han sido propuestas
ydiscutidas como el "alcance del tiempo" y las de "espacio y área", o
bien esquemas para explicar el contacto producido por la conquista, en
cuyo proceso los rasgos de las culturas en choque sufren una
reducción selectiva previa, un primer contacto de proximidad, estadio
que se define como "cultura de conquista"; que con la ulterior
selección, aceptación, rechazo de los rasgos culturales en juego y la
operación de procesos "formales" e "informales", conduce a la
"cultura de colonia",45 y los esquemas propuestos por Dark para llegar
a las síntesis finales, etnohistóricas, las que denomina "transversal",
"institucional" y de "continuum cultural"46que nos parece loable
contribución para la sistematización de una metodología más sólida.
Una condición indispensable es el modo de proceder en la
etnohistoria. Se deben conjugar, en lo posible y cuando los casos lo
requieran, el trabajo de fuentes y documentos, sujeto a la metodología
de la historia: selección, localización, crítica, comparación,
identificación y acortamiento de la información, generalización y
síntesis; y no perder la "óptica etnográfica" para la identificación de
rasgos e instituciones culturales con objeto de realizar el inventario
cultural del grupo o del tema estudiado; el trabajo de campo, con los
procedimientos convenientes, de encuesta libre o formal, registro o
elaboración. Con la "óptica etnográfica" se obtendrá una mayor
sensibilidad del etnohistoriador hacia la estructura de la sociedad47y
respecto del pasado las "ideas relativas a las relaciones históricas y a
los procesos pueden actualmente ser probadas en el campo, donde
aspectos de la sociedad están aún en operación",48 esta óptica
etnográfica enriquece y profundiza el trabajo puramente histórico del
etnohistoriador.49 Finalmente debe tenerse también en cuenta la
posibilidad de la comparación de rasgos y culturas, con grupos
vecinos o con otras culturas relacionadas.50 Las evidencias que usa la

44
Ibíd., p. 15
45
Foster, 1962
46
Dark, 1957
47
Cohn, 1968, p. 445
48
Ibid
49
Lujan Muñoz, 1969, p. 42
50
Sturtevant, 1966, pp. 32-34
etnohistoria son las documentales entre las que están las especialmente
hechas como fuentes o crónicas, por miembros del grupo y las que
produjeron los extraños, también las que no son de intención directa,
sino que tuvieron otros propósitos como las escritas por los
funcionarios del poder colonial, es decir también por extraños y
aquellas de esta naturaleza como las que escribieron funcionarios
indígenas de burocracias coloniales como en el caso de Madagascar,51
también los documentos contemporáneos. Las informaciones
etnográficas que no están registradas en los documentos aludidos
como son historias populares, tradiciones orales y naturalmente las
que proceden de informantes relativas a asuntos que no componen
cuerpos de tradiciones específicas. Así también registros musicales,
fotografías, colecciones etnológicas, informes y trabajos etnográficos
anteriores, producto del trabajo de registro hecho por los primeros
especialistas, así mismo los de contemporáneos, indudablemente ya
seleccionados. Son también evidencias deuso etnohistórico, pero de
función auxiliar las arqueológicas, las lingüísticas y en ciertos casos
las biológicas. Todas interrelaciona-das, y con tratamiento
metodológico completo, son deseables en este trabajo, el que completo
puede parecer terrible, si bien es deadvertirse que no siempre es
posible el uso total, ni su obligatoriedad.
La tradición oral, de reciente aceptación como evidencia histó-
rica, es un aspecto en el que ponen énfasis quienes han hechoensayos
sobre etnohistoria, debido a la oposición radical contra esa evidencia,
por su variabilidad y modificaciones que experimenta en relación a las
distintas funciones sociales que cumple.
Muchas tradiciones orales derivan de fuentes escritas, como
mucho de lo recogido por los cronistas del siglo XVI en Nueva
España; otras fueron complemento indisoluble del registro como en el
caso de los códices históricos mesoamericanos; en pueblos
sinescritura, a veces esa tradición en un puro género literario
estético,como los borundi de África Oriental,52 entre otros grupos,
sirvepara conservar el registro de genealogías que funcionan aún para
fines de organización política y social,53 como ejemplo de estos grupos
destacaron los maorí de Nueva Zelanda que manejaronextensas

51
Cohn, 1968, p. 444
52
Sturtevant, 1966, pp. 26-32
53
Ibíd.
genealogías que los especialistas transmitían y recitaban ala
perfección, habiendo sido muchas de ellas registradas en
épocacolonial. Aunque la tradición oral se ha visto frecuentemente
afectada por el contacto cultural, hay áreas en donde su predominio es
tal, que la reconstrucción etnohistórica descansa más en ella; esto esun
caso generalizado en África Negra. Allí, en las sociedades sin
gobierno institucionalizado, los jefes de clanes o los viejos de saber
reconocido,54 conocen y recitan las tradiciones históricas que son de
naturaleza más libre; en las sociedades con mandatarios hay
profesionales de la tradición, son los griots de África Occidental,
quienes recitan los hechos y las genealogías de su pueblo, sin faltas ni
libertades so pena de castigo.55
Una metodología para su recolección, registro, crítica y
comparación, interpretación, y síntesis ha sido desarrollada y
sistematizada por JanVansina, lo que es de considerable valor para 1a
etnohistoria.56
Indudablemente que el mejor aprovechamiento metodológico
y conceptual de las evidencias usadas, principalmente las documenta-
les, radica en la preparación del etnohistoriador, que sirve como
continua referencia en el manejo de sus materiales. En este sentido a
los especialistas norteamericanos les preocupa que el etnohistoriador
conozca a fondo las culturas que dieron origen a las sociedades
coloniales, pero principalmente que domine la información acerca de
la procedencia de los funcionarios y responsables de la documen-
tación, así como sus particulares casos de pensamiento, acción y
cultura, para asegurarse de la validez de sus informaciones y docu-
mentos; tal vez esto sea un remanente de sus anteriores escrúpulos
sobre la pretendida imposibilidad de la comprobación objetiva de la
historia. Lo deseable es poder documentar tales particularidades y
debe intentarse, pero no siempre se logra, cuando por ejemplo se trata
de un oscuro escribano del siglo XVI, adscrito a un corregimiento de
quinta importancia en la Nueva España. Tanta exigencia resulta
exagerada si se trata de convertirla en elemento esencial para la crítica
documental; bastará con lo más sobresaliente, por ejemplo también en
el caso de Nueva España, conocer la cultura en general de los

54
Deschamps, 1968, p. 1441
55
Ibíd.
56
Vansina, 1968
encomenderos, o de los frailes y los objetivos de su orden, o la
orientación de la política de Carlos I o de Felipe IIy sus virreyes u
oidores, o la acción ilustrada de los Borbones del siglo XVIII y de sus
adlateresen el país, y los propósitos que animaron a las diversas
empresas encargadas de recopilar información histórica y cultural. Son
buenos los rigorismos, pero a veces utópicos.
En México la práctica de la etnohistoria en forma explícita
datade hacia 1950 a 1952, cuando se dieron los primeros pasos
formales para ello. Fueron determinantes, entre otros hechos, la
formaciónde un grupo de becarios en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, en 1953, para especializarse en historia
antigua de México; en 1954 la realización de la Mesa Redonda de la
Sociedad Mexicana de Antropología sobre el Valle de México y los
cuatro vallescircunvecinos, en la que se incluyó una sección de
etnohistoria, con muchos trabajos y de mucho aliente. En 1955, el
grupo de becarios mencionados, bajo la dirección del profesor
Wigberto Jiménez Moreno, decidieron crear la especialidad de
etnohistoria en la Escuela de Antropología e Historia, donde funcionó
al principio informalmente en la especialidad de etnología, dentro de
los cursos normales pero con materias y seminarios especiales
impartidos por Jiménez Moreno y José Miranda que se incorporó con
entusiasmo a estos nuevos menesteres.
En 1960 se aprobó el primer programa completo para estos
estudios y actualmente se ha organizado ya como especialidad con
programa y planta docente propios.
Pero en el terreno específico de la investigación hay buenos
antecedentes en el país; me referiré en primer término, al destacado
proyecto Teotihuacan que dirigió Manuel Gamio, poco después de
terminado el movimiento armado revolucionario. Proyecto integral,
interdisciplinario, no sólo por el tratamiento de la cultura indígena
prehispánica, sino también por los estudios que incluyó de historia
indígena colonial, como el de Ignacio B. del Castillo y de los
descendientes contemporáneos de los indígenas. A partir de la década
de los treinta la Institución Carnegie de Washington hizo posible el
gran proyecto de investigación en el área maya: los mejores
investigadores participaron y además de los conocidos trabajos
arqueológicos se publicaron fuentes, se trabajó sobre la conquista, la
geografía histórica indígena, los antecedentes culturales prehispánicos
de los indígenas de la colonia y muchos aspectos más; así buena parte
de esos trabajos representan una contribución de la que no dudamos es
un buen antecedente de nuestra etnohistoria.
La orientación histórica que tuvo la Escuela de Antropología e
Historia y la visión integral de la antropología mexicana, dieron sus
frutos en una serie de tesis profesionales de los primeros graduados en
etnología como fueron los trabajos de Arturo Monzón, Miguel Acosta
Saignes, Pedro Carrasco y BarbroDahlgren, quienes trataron temas de
etnografía histórica, abordando temas de organización social y
monografías etnográficas de grupos prehispánicos.
Muchos otros trabajos se realizaron en la etapa inmediata
anterior a la de la etnohistoria explícita y, después de su aceptación
como disciplina sistematizada, sería largo e imposible enumerarlos
todos;57 recuerdo por ejemplo los de Miguel Othón de Mendizábal
Alfonso Caso, Wigberto Jiménez Moreno, los del grupo de 1a
Universidad iniciados sobre la cultura náhuatl de Ángel Ma. Garibay,
estudios sobre literatura y pensamiento de Miguel León Portilla, los de
creencias populares, medicina y religión de Alfredo López Austin, las
traducciones con juicios críticos de los textos sahaguntinos y los ya
muchos trabajos monográficos publicados en la revista Estudios de
Cultura Náhuatl y naturalmente los trabajos historio-gráficos para
esclarecer multitud de problemas implícitos en fuentes como la
Apologética Historia de Las Casas y la obra de Motolinia, dirigidos
por Edmundo O'Gorman.
En la etnohistoria de los indígenas coloniales se encuentran
los trabajos de José Miranda, Pedro Carrasco, Charles Gibson y
muchos más. Así como los que partiendo de la problemática de los
grupos contemporáneos se llevaron hacia el pasado para poder
determinar los procesos de cambio, entre los que destacan los de
Gonzalo Aguirre Beltrán.
Es significativo y muy útil el esfuerzo que para facilitar el
futuro trabajo etnohistórico sobre México, han realizado Howard F.
Cline y su equipo de colaboradores y que recientemente ha sido
publicado en el Manual de los indios de Mesoamérica.58

57
Una amplia revisión de los principales trabajos de etnohistoria sobre
México han sido publicados por Spores (1973) y Nicholson, (1975).
58
"Guide to Ethnohistorical Sources". Handbook of Middle American Indians,
vols. 12, 13, 14, 15, Austin, 1972-1975.
Debo mencionar las tesis recientes, trabajadas con estricto
enfoque etnohistórico, presentadas en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, entre ellas la de Arturo Warman sobre la
"Danza de Moros y Cristianos" vista como un problema de
aculturación; la de José Lameiras modelo de reconstrucción
etnohistórica del señorío prehispánico de Meztitlán; la de María de la
Cruz Labarthe que abarca un prolongado tiempo de desarrollo integral
dela región de Zacatula, la de María Teresa Sepúlveda sobre el papel
de los cargos políticos y religiosos de Pátzcuaro en la época colonial,
la de Ángeles Romero Frizzi sobre la industria textil novohispanay
recientemente la de Luis Reyes García sobre la formación y
eldesarrollo histórico del señorío prehispánico de Cuauhtinchan
entrelos siglos XII y XVI, y la de Emma Pérez Rocha acerca de la
relación d e l a tierra y el hombre en la villa de Tacuba en las épocas
prehispánica y colonial. Todas son producto de las mejores
expresiones de la etnohistoria que se enseña en la Escuela de
Antropología e Historia.
No debemos tampoco pasar por alto una buena cantidad de
trabajos que continuamente publican sobre nuestro campo los
especialistas extranjeros.
La etnohistoria tiene en México la frescura de su juventud y
por eso presenta expectativas derivadas en buena medida de sus varias
concepciones y de la riqueza de su campo de trabajo. Contamos con
una gran riqueza arqueológica, una riqueza documental considerable
a pesar de que ha sido mermada por tiempo y circunstancias y una
riqueza etnográfica aún viva en buena parte. Sobre este acervo y con
base en los cambios de valor que produjo la Revolución Mexicana,
que conformaron una robusta conciencia indigenista, se ha fincado un
orgullo nacional en nuestro pasado; todo esto estimula el progreso de
esta nueva disciplina. El proceso histórico que a ello condujo sería
motivo de trabajo aparte; baste aquí con apuntarlo.
A nuestros indígenas prehispánicos, que tuvieron una desarro-
llada conciencia histórica y formas de preservación de su pasado, les
fue arrebatada con la Conquista la posibilidad de seguir haciendo su
propia historia. La única manera de continuarla quedó subyacente en
los registros indirectos contenidos en todo tipo de documentos que,
con fines diversos, hicieron los colonizadores; los descendientes de
aquéllos y de éstos quedaron reducidos en época nacional a grupos
jurídicamente iguales, pero en realidad distintos, unos con historia y
registro, los más marginados con casi ninguna historia propia. Los
estudios acerca de la población que ha conformado nuestro país
quedaron, los de la etapa prehispánica, como campo único de cronistas
primero y de arqueólogos y etnógrafos después; la etapa colonial fue
cubierta por historiadores no siempre preocupados por los núcleos de
población de color y sí más inclinados hacia los hechos del grupo
colonialista en el poder. Los estudios sobre los indígenas de la época
nacional quedaron, salvo algunas excepciones, en buena parte
abandonados por los especialistas de siglo XIX, y los estudios
indigenistas surgirían en forma importante después de la Revolución,
reservados a etnólogos y antropólogos sociales.
Con todo y el inmenso campo de investigación que implica
nuestra base histórica cultural y los estudios acerca de los grupos que
en el pasado han integrado nuestra sociedad actual: los
providencialistas del siglo XVI, los hispanizantes del XVII, los
ilustrados medio cartesianos del siglo XVIII, los positivistas del siglo
XIX principios del XX y los estudios históricos y antropológicos
contemporáneos, de alta calidad científica; hacían falta a nuestra
historia cultural estudios más comprensivos de nuestra sociedad
global. La etnohistoria con las premisas, la metodología y el amplio
campo que cubre, que es lo que aquí hemos tratado de delinear, está
resolviendo más satisfactoriamente bastante de los problemas de
nuestro rico pasado.

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La etnohistoria y la unidad de la antropología*

Carlos García-Mora

La discusión sobre el concepto de etnohistoria, vieja entre los


investigadores estadounidenses, fue retomada en México por Carlos
Martínez Marín,1 quien revisó la bibliografía al respecto publicada —
sobre todo— en los Estados Unidos de Norteamérica. Entre otras
cuestiones, la polémica es interesante por sus implicaciones en torno a
la unidad de la antropología.
En México el término etnohistoria se ha usado desde hace más
de tres décadas para identificar estudios interdisciplinarios de
antropología e historia. El término fue útil para clasificar las inves-
tigaciones sobre la historia prehispánica, basadas en fuentes escritas,
que hacían uso de categorías y conceptos de la antropología cultural.
Por ello, con este término se agruparon los trabajos de etnografía
histórica o de historia antigua, aunque en realidad la etnohistoria

*
Versión de la reseña sobre el trabajo de Carlos Martínez Marín: "La
etnohistoria, un intento de explicación", Anales de Antropología, vol. XIII,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Antropológicas, 1976, pp. 161-184. La reseña fue publicada
originalmente con el título: "¿Etnohistoria?", Apuntes de etnohistoria.
Cuadernos de trabajo de la especialidad de etnohistoria de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia, núm. 2, México, 1978, pp. 21-31 y 41.
1
Historiador, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la
UNAM y catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de la
cual fue subdirector encargado de la dirección. Miembro de la Academia
Mexicana de la Historia. Es autor de un estudio sobre la historia prehispánica
y colonial del pueblo morelense de Tétela del Volcán y de la de su convento
dominico.
rebasaba los límites de ambos enfoques.
Pese al tiempo transcurrido, tardó en manifestarse una
corriente de reflexión sobre el origen, la naturaleza, el campo y los
problemas de conocimiento, metodología y variantes de la
llamadaetnohistoria. De ahí la utilidad de una reflexión acerca de sus
peculiaridades y de sus enfoques teóricos para imprimir un mayor
vigor académico en la formulación de proyectos de investigación y de
hipótesis y en la búsqueda de más adecuadas y depuradas tácticas para
el proceso de investigación, que expliquen los problemas planteados.
Así se podría proporcionar un contenido realmenteetnohistórico en los
trabajos finales, en vez de un mero acercamiento entre disciplinas
afines.
Para Martínez Marín la etnohistoria es una rama tanto de la
historia y de la antropología cultural (necesitada de salir de las
limitaciones de los estudios sincrónicos sobre la cultura), como de la
antropología social (empujada a buscar la dimensión temporal para
comprender los procesos de cambio en las sociedades).
En efecto, pese al rechazo del enfoque histórico, sobre todo
por parte de la escuela británica de antropología social, algunos
etnólogos utilizaron documentación histórica y discutieron sobre el
acercamiento entre la etnología y la historia, planteándose la necesidad
de practicar una etnología histórica. Durante 1946, con motivo de la
proclamación de la ley de reclamaciones de los pueblos americanos
nativos de los Estados Unidos de Norteamérica, la cual otorgó a estos
pueblos el derecho legal a reclamar indemnización por la pérdida de
sus tierras, se hizo preciso indagar sobre la existencia de tratados
antiguos. Entonces surgió la etnohistoria estadounidense. Además, los
antropólogos sociales terminaron por plantearse la necesidad del
análisis histórico de la sociedad, para entender su estructura y sus
cambios internos.
Por otro lado, aunque con más lentitud, en la ciencia histórica
se pasó de historiar sólo hechos únicos o significativos a historiar
también causalidades. Se consideró necesario tanto el estudio de los
hechos, como el de las sociedades pasadas y el de sus estructuras. De
esta manera, surgieron las historias social y económica. A esto se aunó
la historia de la cultura, ya practicada desde hacía tiempo, la cual se
orientó hacia la etnología histórica y el estudio de los procesos de
aculturación. Todo ello consolidó la etnohistoria como algo más que
un método.
A esa toma de conciencia de los antropólogos y a esa
aceptación de los historiadores, se sumó la circunstancia en los
pueblos entonces objeto del estudio etnohistórico, del surgimiento del
nacionalismo, del indigenismo y de la necesidad de consolidar su
presente con la historia de un pasado propio, sobre todo en países con
evidentes herencias étnicas propias y en los recién descolonizados.
En consecuencia, la etnología y la historia llegaron a convergir en un
punto donde tuvieron cabida todas las sociedades, alfabetas o no. Esto
se debió a la revelación de las historias de sociedades no europeas en
la historiografía de Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, así
como a la aplicación de la interpretación etnológica en los estudios
sobre las sociedades europeas contemporáneas.
Debido a ello, por una parte, la etnología se mostró como un
nuevo medio para reconstruir el pasado; y por otra, la historia abordó
la explicación del hombre más allá del accidente histórico. Así, al
hacerse histórica la etnología y sociocultural la historia, ambas
disciplinas rebasaron sus límites y se confundieron sus campos de
acción (Poirier; Rodríguez).
De esta manera, la etnohistoria surgió de la convergencia de la
etnología histórica, los estudios de antropología social sobre los
procesos de cambio, la historia antigua y la historia colonial.
Actualmente, se hace etnohistoria en la mayor parte de las áreas donde
se localizan sociedades complejas. Sin embargo, aunque gracias al
avance de la historia y de las ciencias sociales, ya es conocido el
término de etnohistoria y generalizado su uso por parte de los
etnólogos, ha faltado un acuerdo general sobre su definición.
Para Martínez Marín, "la etnohistoria puede ser definida como
la explicación diacrónica y sincrónica de la cultura del hombre y de las
sociedades, tratando de comprender mejor su estructura y su desarrollo
histórico" (p. 50). Y tiene como objetivo, la reconstrucción histórica y
cultural de los grupos autóctonos independientes, los grupos
sometidos a un poder colonial, los grupos con cultura tradicional y los
grupos modernos marginales; y de la de sus relaciones con los demás
grupos con quienes coinciden. Por tanto, la etnohistoria abarca temas
referentes a la demografía, la economía, la organización social, la
religión y otros temas. Su problemática se deriva de la naturaleza y la
pluralidad de los sistemas en estudio, del grado de desarrollo o de la
duración del sometimiento colonial, del grado cuantitativo y
cualitativo de las evidencias histórico antropológicas disponibles, del
espacio temporal seleccionado, de la orientación teórica y de las
posibilidades materiales.
El método etnohistórico, muchas veces confundido con su
objeto, requiere manejar las metodologías histórica y etnológica como
una unidad. Se debe conjugar la investigación basada en estudio de
fuentes y documentos históricos, enfocándolo etnográficamente para
identificar rasgos e instituciones, con la investigación de campo y la
comparación con grupos vecinos o culturales relacionados. En un
estudio etnohistórico se hace uso interrelacionado de evidencias
documentales, informes etnográficos orales, registro musicales,
fotografías, colecciones etnográficas e investigaciones anteriores, así
como de las evidencias auxiliares de la antropología física, la
lingüística y la arqueología.
Finalmente, al hablar sobre México, el autor relata la práctica
explícita de la etnohistoria en México, desde 1950 hasta la
organización de la etnohistoria como especialidad profesional durante
1974 en la Escuela Nacional de antropología e Historia (ENAH).Hace
referencia a los antecedentes en la investigación, con una especial
mención a las tesis profesionales de los primeros graduados en
etnología de la ENAH, fruto de la orientación histórica de dicha
escuela y de la visión integralde la antropología mexicana. Para él con
el acervo arqueológico, documental y etnográfico disponible y con los
cambios de valor producidos por los movimientos revolucionarios en
México, a principios del presente siglo, conformadores de una
conciencia indigenista, se fincó un orgullo nacional en nuestro pasado.
De esta manera, el autor resalta la conciencia indigenista como el
ingrediente básico de la acción política de esta tendencia de la
historiografía mexicana (Vázquez: 59-60). Para Martínez Marín, todo
ello ha estimulado el progreso de la etnohistoria, que con las premisas,
la metodología y el campo que ha cubierto, ha venido resolviendo más
satisfactoriamente bastante de los problemas del pasado de la sociedad
mexicana.
Hoy en día, dado el desarrollo acelerado de la ciencia, es
posible constatar la existencia de dos movimientos en apariencia
opuestos. Por una parte, se observa un proceso de creciente
especialización debido al cual las grandes ramas de las llamadas
ciencias naturales y humanas, tienden a desglosarse cada vez más,
dividiéndose en especialidades cuyo desarrollo las separa unas de las
otras, hasta el punto de alcanzar su autonomía. Sucedió con la
antropología, la cual nació de la tradición del anticuario
decimonónico, interesado en el origen del hombre y en las costumbres
de los pueblos supuestamente retrasados. A la manera de Karl
Lumholtz, en cuyas expediciones científicas abarcaba tanto el estudio
de muestras óseas humanas, como de materiales arqueológicos y
descripciones etnológicos de los pueblos visitados por él. De aquella
labor enciclopédica se llegó a la especialización en las hoy llamadas
antropología física, la lingüística, arqueología y etnología. A su vez,
éstas han sido subdivididas, como es el caso de la etnología,
desmembrada en la etnografía, la etnología propiamente dicha, la
antropología social y la etnohistoria. Y para complicar el cuadro,
aparecieron especialidades como la etnomusicología y la
sociolingüística. Además, se hanseparado tanto entre sí la antropología
física y la antropología social, por ejemplo, que se ha propuesto
incorporar la primera a las facultades universitarias de medicina. Y de
hecho, la antropología social se imparte como carrera independiente
en algunos centros educativos.
El proceso continúa, pues aún se siguen creando nuevas
disciplinas basándose en unidades, aspectos o enfoques de una rama
de conocimiento, derivando hasta el infinito disciplinas con definición,
objeto y metodología propios.
Sin embargo, por otra parte, un movimiento opuesto cobra
igualmente vigor inusitado. Un proceso de creciente convergencia e
interrelación entre las ramas de la ciencia, ha propiciado el nacimiento
de especialidades mixtas como la sicología social, resultado del
acercamiento entre la sicología y la sociología. O bien, como la
ecología donde se unen ciencias sociales y naturales. Todo ello
resultado de la necesidad de analizar integralmente una realidad
conformada por fenómenos interrelacionados.
En realidad, la diferenciación de las ciencias sociales es pura-
mente metodológica, pues su objeto de estudio es fundamentalmente
el mismo: las sociedades humanas y su desarrollo histórico y todo
aquello que esto engloba (Velasco). Por ello, una vez desarrolladas las
potencialidades propias de cada una de las disciplinas sociales, éstas
podrán orientarse hacia la convergencia de los procesos -hoy
aparentemente opuestos- de disgregación y de conjunción. Y ese
nuevo proceso podrá ser el de la construcción de una visión integral
del hombre, de su sociedad y de su historia.
Algo ilustrativo de lo aquí señalado es la antigua ciencia
histórica. Debido a los procesos citados, la historia de los hechos se ha
superado. Por un lado, ha crecido día con día, el proceso de
acercamiento de todas las ciencias sociales hacia la historia, para hacer
demografía, sociología y economía históricas. Y por el otro, la historia
se ha visto precisada a hacer historia demográfica, social y económica.
Ahora, la ciencia histórica capta tanto singularidades y
acontecimientos como hechos de repetición. Por esto, el historiador se
ha visto obligado a hacerse antropólogo, demógrafo, lingüista,
sociólogo y economista. La historia es una dimensión de la ciencia
social que converge, sin oponerse, en las ciencias del hombre. Y aún
más, la historia contiene en su seno a todas las ciencias del hombre.
Esto ocurre así, sin oponer a las disciplinas entre sí, pues solamente
hay ciencia social en la reconciliación dentro de una práctica
simultánea a los diferentes oficios. Es fácil alzarlos uno contra otro,
pero más constructiva es la colaboración (Braudel: 128).
Hoy por hoy, la historia debe elegir entre ser antropología,
economía, demografía, sociología y ecología o desaparecer (cf.
Mar:60). Toda historia privada de ambición totalizante es una historia
anticuada de antemano (Vilar: 159). Y a la inversa, toda ciencia
humana debe ser histórica. De esta manera, al devenir las ciencias
sociales en ciencias históricas, apropiándose del pasado -antiguo
objeto de estudio de la ciencia histórica- ésta terminará por ser la
síntesis global de aquéllas.2

2
Las posibilidades de la historia total, desde el punto de vista de los
historiadores, han sido esbozadas, entre otras corrientes teóricas, por las de la
historiografía francesa y las del materialismo histórico. Tanto las unas como
las otras, han coincidido en: a) el reconocimiento de la necesidad de una
síntesis global que explique a la vez las articulaciones entre los niveles que
hacen de la sociedad humana una totalidad estructurada, y las
especificaciones en el desarrollo de cada nivel; b) la convicción de que la
conciencia que los hombres de determinada época tienen de la sociedad en
que viven no coincide con la realidad social de dicha época; c) el respeto por
la especificidad de cada época y sociedad (por ejemplo, las leyes económicas
sólo tienen validez para el sistema económico en función del cual fueron
elaboradas); d)...atribuir una gran importancia explicativa al nivel económico,
aproximándose en ciertos casos a la noción marxista de la 'determinación en
última instancia' por lo económico; e) la aceptación de la unidad fundamental
de las ciencias sociales, aunque por cierto el materialismo histórico es mucho
más radical en cuanto a este punto; f) por fin. la vinculación de la
investigación histórica con las preocupaciones del presente" (Flamarion y
Por su lado, algunos enfoques antropológicos a pesar del
proceso disgregante al cual se han visto sujetos, mantienen aún su
tradición del análisis global e histórico. Pese a algunas tendencias
ahistóricas en la antropología, otras han ayudado a configurar la visión
histórica total de la evolución del hombre, como ser físico y como ser
social, económico y cultural. En efecto, la etnología y la historia son
dos términos de un quehacer común, cual es el de aportar a la
reconstrucción histórica integral, los recursos disponibles en una y
otra, para llegar a un mismo fin: una historia a la cual están llamados a
participar, en programas interdisciplinarios, tanto etnólogos e
historiadores, como geógrafos, economistas y otros especialistas. De
ser exitosa la colaboración, la etnología histórica y la historia
sociocultural se dirigirán hacia un mismo punto (Poirier).
El enfoque antropológico, junto con los demás enfoques de las
otras ciencias sociales ya historizadas y a las cuales ha aportado su
matriz social (al incorporar el estudio de la estructura, la organiza-I
lón y el funcionamiento de la sociedad), una vez desarrolladas sus
propias posibilidades, puede convergir en una ciencia del hombre y la
sociedad. De esa manera, la antropología puede ayudar a configurar la
visión total del fenómeno humano, en toda su complejidad y
heterogeneidad.
Por lo dicho, hablar de la etnohistoria como de la nueva disci-
plina científica, abstraída de la etnología y de la historia, es de por sí
contrario a la lógica. ¿Cómo apropiarse de un objeto de estudio,
patrimonio de la etnología en general? Algo parecido ocurre con el
propósito de fomentar la creación de una ciencia del folklore y aun de
una carrera profesional de folklorista, cuando su objeto de estudio ya
está de hecho incluido en la misma etnología.
Lo mismo sucede con la etnohistoria, cuya temática de estudio
abarca toda la gama de intereses de la antropología y aun de todas las
ciencias sociales. Como, al fin y al cabo, la etnohistoria es una forma
de hacer historia, la labor etnohistórica más bien muestra cómo se está
conformando una unidad en el estudio del hombre, lo cual contradice
los propósitos autonomistas.
En México, se organizó la etnohistoria como una especialidad
independiente de la etnología por motivos circunstanciales y sin duda,
teniendo en cuenta los intereses de los etnohistoriadores como grupo

Pérez: 18-19).
profesional (cf. Vázquez: 60). Sin embargo, con ello se retrocedió ante
la orientación integral de algunas corrientes de la antropología en
México.3 Más útil hubiera sido fusionar las antiguas
subespecialidadesetnológicas en una sola etnología histórica, social y
cultural. Frente a esta etnología, estudiosa de la sociedad y su cultura
en el pasado y en el presente, como un todo interrelacionado e
indivisible en evolución, carecería de razón de ser la antropología
social y la etnohistoria como especialidades aparte. La primera,
estudiosa de la sociedad, de las relaciones sociales y de los procesos
de cambio de ambas, es indisociable del estudio de la cultura. Y la
segunda, es sólo un momento de una misma investigación.
El etnólogo podría capacitarse durante su etapa de escolapio,
tanto para el estudio de las sociedades contemporáneas como para el
estudio histórico de las sociedades humanas del pasado. Lo uno le
permitiría comprender la organización, estructura y funcionamiento de
instituciones o fenómenos socioeconómicos y culturales; y lo otro, el
origen y evolución de éstos. Además, el escolapio podría conocer, por
medio de cursos generales previos a la especialización, el manejo de
datos de la antropología física, la lingüística y la arqueología, para
poder hacerse de una visión integral del hombre en evolución física y
sociocultural. O para decirlo más extensamente, del hombre como ser
físico, con una lengua y una vida económica, social y cultural, en
continua transformación.
Ciertamente, existe la necesidad de la especialización
profesional, debido a la imposibilidad para una persona de dominar
todos los aspectos del estudio del hombre, la sociedad y la historia;
pero puede mantenerse la visión global, apartándose de la
convencional historia de los acontecimientos y superando la
separación entre las especialidades antropológicas. Posteriormente, en

3
Uno de los argumentos aducidos fue el siguiente: "Desde hace tiempo y por
problemas de tipo legalista se han agrupado bajo el nombre de etnología, a
tres especialidades (etnología, antropología social y etnohistoria) que si-bien
se complementan, tienen campos de conocimiento y métodos específicos
diferenciados. Ante esta situación y reviviendo una antigua problemática,
hemos considerado que es necesaria la separación -que no vendría sino a
delimitar concretamente una situación existente- de la especialidad de
etnohistoria y su reconocimiento como un campo de conocimiento
perfectamente delimitado dentro de las ciencias antropológicas" (Comisión
s/f).
la adopción de los cursos optativos, en los estudios de posgrado y
sobre todo en la práctica profesional, se puede buscar la
especialización en estudios del presente o del pasado, si así lo requiere
su labor. Pero su formación puede ser integral.
Las llamadas disciplinas antropológicas aún tienen
posibilidades de unidad, pues todas coinciden en estudiar diferentes
problemas de las sociedades humanas concretas. Las disciplinas
particulares pueden utilizarse en un contexto de explicación de la
sociedad que contenga todas las ciencias sociales. En vez de tratar de
desmembrar a la antropología, se pueden integrar los conocimientos
delas ciencias que históricamente han tenido el mismo objeto
(Velasco:105). Aunque parece difícil integrar también ala antropo-
logía física, por constituir ésta el eslabón donde la ciencia natural se
une con la ciencia social, este aparente obstáculo puede ser una
ventaja. De esta forma, se pueden desvanecer las diferencias
artificialmente interpuestas entre algunas disciplinas antropológicas, al
constatarse cómo sus objetos de estudio son los mismos. La
etnohistoriaes una manera de hacer historia.
De hecho, los etnohistoriadores han adoptado frecuentemente
la interdisciplina a diferencia de otros especialistas más reacios a ella.
Y eso es un aporte propio a la tradición integral de la antropología en
México (Monjarás-Ruiz y otros).
Una última observación. Se ha reducido el enfoque
etnohistórico al campo de análisis de las sociedades precapitalistas, los
grupos étnicos, los pueblos colonizados y los sectores sociales margi-
nados. Pero ello implicaría adoptar una visión colonial. Ninguna razón
de peso se aduce para evitar hacer estudios etnohistóricos de grupos
humanos de las sociedades capitalistas, incluso de los grupos
dominantes como los mercaderes libaneses, los banqueros ingleses, los
burócratas mexicanos, los encomenderos españoles, los industriales
alemanes o los empresarios regiomontanos (por ejemplo, véase
Salazar). A eso nos conduce la reconstrucción dé la vida de los grupos
humanos y sus relaciones con otros grupos con los cuales conviven
(Martínez Marín: 172-3). Además, tampoco se puede reducir la
etnohistoria al estudio de épocas precapitalistas, pues es posible y
deseable hacerlo para el estudio de los siglos XIX y XX.
Como ocurrió con otros intentos similares de fundamentación
de nuevas disciplinas, en realidad la independencia de la etnohistoria
se explica por la emergencia de proyectos gremiales, académicos y
políticos, a veces opuestos y aún en pugna. Es decir, la fundamen-
tación teórica de la autonomía de la etnohistoria ha respondido a la
necesidad de racionalizar situaciones de hecho, justificando -de esta
manera- el agrupamiento y las actividades concretas de personas,
grupos o instituciones. Pero en el campo científico, lo deseable es la
búsqueda de la integración en el estudio de la sociedad humana,
organizando grupos interdisciplinarios para desarrollar líneas de
investigación sobre cuestiones específicas. Ello sería una política más
acorde con la razón científica y más desligada de meros intereses
circunstanciales.

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Gral. de Divulgación, 1976 (sep/Setentas, 280), pp. 103-59.
Los estudios económicos sobre el México antiguo*

Enrique Florescano

Entre 1940 y 1976 se publica un número tan grande de estudios de


historia económica que puede decirse que nunca antes se había
publicado tanto ni se habían explorado tantos aspectos del sistema
socioeconómico. Y sobre todo, nunca antes se había hecho un
esfuerzo tan definido por estudiar el desarrollo de las civilizaciones, y
por caracterizar las bases económicas sobre las que se asentaron los
grupos humanos en cada fase de su evolución. Esto nos lleva a una
segunda observación: aun cuando los estudios socioeconómicos son
inferiores en número a los realizados en el mismo período sobre la
religión, la literatura, las artes y la historia política, científicamente
pueden considerarse como más creativos y penetrantes. En otras
palabras, estos estudios han puesto su mira en los problemas que
explican el desarrollo y características de una sociedad: se han
concentrado en el análisis de la relación de los hombres con el medio,
de las técnicas que crean para dominar y apropiarse de la naturaleza;
en la división del trabajo y en las relaciones de producción que
forman el tejido social que determina la composición y características
de un tipo específico de sociedad. También debe destacarse un hecho
significativo: obligados los investigadores a recomponer y explicar un
todo formado por elementos materiales (recursos naturales, técnicas,
sistemas de cultivo) y complejas organizaciones sociales (división del
trabajo, organización y estratificación de los grupos humanos para la
producción, la distribución y el consumo), sobre el cual existen sólo
fragmentos escasos y dispersos, han recurrido a las múltiples técnicas
y métodosdesarrollados por la investigación reciente, y con ello han

*
"Sábado", Suplemento de Unomasuno,23 de junio de 1979 (84), pp. 1-4.
70
contribuido a devolverle a la historia su amplia visión unitaria que la
especialización académica y universitaria se empeña en quebrantar.
Pero veamos con más detalle los temas y áreas estudiadas, los
resultados alcanzados y las corrientes de interpretación más
significativas.
La bibliografía acumulada muestra que el Valle de México y
la zona maya continúan siendo las áreas mejor cubiertas por la inves-
tigación; pero al contrario de lo que ocurría hace cincuenta años, hoy
se conocen las bases económicas que impulsaron las civilizaciones de
La Venta y el área mixteco-zapoteca, y se han profundizado en el
estudio de la agricultura y de los sistemas económicos de otras áreas.
Por lo que toca a los temas, destaca sobre todos los demás el estudio
del origen y desarrollo de las técnicas de cultivo y de los patrones de
asentamiento de la población. En los últimos treinta años se han
precisado el número y la antigüedad de las plantas cultivadas en
Mesoamérica, los principales centros que las originaron y su
influencia en la distribución territorial y en la organización social de
los grupos humanos. Entre estos estudios sobresalen los dedicados a
indagar el origen y características botánicas del maíz.
Arqueólogos, etnohistoriadores, botánicos y paleobiólogos
han combinado sus saberes para obtener un conocimiento más pro-
fundo de las fases evolutivas de los grupos humanos. El conocimiento
de la organización social prehispánica se ha fundado tanto en el
estudio de los recursos naturales del medio ecológico, como en las
técnicas agrícolas y en el tamaño, complejidad social y densidad
demográfica de las poblaciones observadas. Por este camino se ha
llegado a caracterizar los sistemas de cultivo utilizados en Mesoa-
mérica: roza, barbecho, regadío, chinampa. Más recientemente, las
proposiciones de Marx y de Karl Wittfogel sobre el modo de
producción asiático y su base hidráulica, han incrementado los
estudios sobre los sistemas de regadío en Mesoamérica. Pedro
Armillas y Ángel Palerm iniciaron en México estos estudios desde
fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta, aplicando
técnicas y métodos que entonces eran novedosos y hoy siguen
vigentes. Sus resultados, enmarcados en un amplio contexto expli-
cativo que inquiría sobre el origen y desarrollo de las civilizaciones,
han sido base y estímulo fundamental de las nuevas corrientes de
investigación sobre el regadío, los sistemas de cultivo, el proceso de
urbanización y la configuración de "ecosistemas" en Mesoamérica. A

71
diferencia de los estudios sobre otros temas, estos que mencionamos
se han generalizado a todoslos períodos y áreas culturales de la época
prehispánica.
Si el estudio de la agricultura y de los sistemas de cultivo ha
enriquecido la comprensión de múltiples aspectos de las sociedades
unliguas, muy poco se ha hecho en cambio por investigar el otro
componente que, según Marx, hacía autosuficiente a la comunidad
antigua: la manufactura. Con excepción del penetrante estudio de
Mendizábal sobre las artes textiles indígenas, que en su parte relativa
al México antiguo destaca la importancia económica de esta
actividad, puede decirse que no se ha hecho nada. El mismo pano-
rama se observa en la bibliografía respecto a la producción de
metales. Sólo se ha incrementado el conocimiento -y como resultado
derivado de las excavaciones- sobre la importante producción de
cerámica y alfarería, cuyos artículos tenían una amplia circulación
local y regional.
El mecanismo básico de las sociedades antiguas para
distribuir los bienes producidos era la reciprocidad social y el tributo.
Aquélla admitía que las unidades familiares y de parentesco (calpulli)
satisficieran primero las necesidades básicas que aseguraban su
producción y la producción de excedentes, en tanto que el tributo
distribuía éstos entre los grupos sociales que no participaban
directamente en la producción. En los estudios generales sobre la
economía mexica, y en los específicos que tratan del tributo, se ha
destacado la importancia capital de éste, pero aún quedan problemas y
preguntas que resolver. Gran parte de los problemas que subsisten
tienen su origen en la aplicación de enfoques y categorías tomados de
la historia económica y social europea. Para colocar las cosas en su
sitio, habría que recuperar, como ha hecho John V. Murra en sus
estudios sobre el antiguo Perú, categorías analíticas capaces de
reconsiderar la historia económica y social antigua desde una pers-
pectiva más apropiada. El problema del tributo podría servir de hilo
conductor. Hasta la fecha éste sólo ha sido estudiado en la sociedad
mexica, y en su aspecto estatal, es decir, como tributo de los pueblos
a los poderes centrales de la confederación dirigida por los mexica.
Sin embargo, la mayoría de las fuentes señala que los
calpulliproporcionaban tributo a las autoridades e instituciones
locales. En otras palabras, el estudio del tributo en las unidades que
constituíanla base sobre la que se levantaba la sociedad, podría

72
conducir a una mejor explicación de los fundamentos económicos,
sociales y políticos
de estas agrupaciones basadas en el linaje y el parentesco, y a
entender mejor su articulación con las unidades mayores: tribu
confederación de tribus, Estado.
Otro ejemplo de la aplicación de conceptos tomados de otra
realidad que distorsionan el fenómeno estudiado, es la clasificación
que se ha hecho del tributo. Todas las investigaciones aseveran que
los pueblos y calpullisdaban dos tipos de tributo: productos en
especie y fuerza de trabajo, y algunos autores han extendido esta
afirmación a los individuos. John V. Murra ha demostrado, para Perú,
que los individuos sólo proporcionaban fuerza de trabajo, tanto para
las áreas agrícolas y artesanales, como para las obras públicas y los
servicios. Los testimonios disponibles sobre la sociedad mexica
muestran también que los individuos sólo tributaban fuerza de
trabajo, en tanto que la unidad sociopolítica que los integraba, el
cqlpulli, era la unidad administrativa que repartía lo producido. La
idea de que los indios pagaban tributo en especie y tributo en trabajo
la trasmitieron los frailes y conquistadores españoles, tanto porque
interpretaron a la sociedad indígena con los conceptos feudales de su
época, como porque ellos mismos estaban interesados en el pago del
tributo en esa forma. Pero el hecho de que esta interpretación haya
persistido en los estudios actuales hace sentir la necesidad de
reconsiderar las sociedades prehispánicas partir de categorías más
propias y cercanas a las comunidades antiguas: relaciones étnicas y de
parentesco, unidades familiares y sociopolíticas (calpulli). Hay que
recordar, como apuntó Marx al reflexionar sobre las sociedades
comunitarias, que en ellas el hombre es "un ser genérico, un ser tribal,
un animal gregario", y que estas formas de vida colectiva y gregaria
se expresaron en etnias y grupos de parentesco, en unidades básicas
autosuficientes que se organizaban para reproducir colectivamente sus
formas de existencia. En consecuencia, el análisis del tributo, del
trabajo comunal y de la organización social y política de estas células
debe partir de sus supuestos internos, no de categorías extrañas.
La circulación de los productos, el comercio y las campañas
de guerra y conquista que frecuentemente acompañaban a éste,
requieren asimismo un análisis que los considere como formas
complementarias o evolucionadas de un modo de producción
deinmunidades campesinas cuya base económica se orientaba a la

73
autosuficiencia, a la reproducción interna de sus condiciones de
existencia. La autosuficiencia de la unidad familiar y comunal
(Calpulli) en productos agrícolas y manufacturas textiles, limitó en un
principio el intercambio a formas de trueque directo de un producto
por otro. El cambio de productos entre familias y grupos étnicos
diferentes y alejados sólo tuvo lugar cuando se desarrollaron
entidades políticas más complejas que absorbieron el excedente
familiar y comunal a través del tributo. Estos excedentes sustraídos a
la comunidad campesina crearon los grupos de artesanos que los
gobernantes dedicaban a la producción de objetos suntuarios y al
grupo de comerciantes encargado de intercambiar parte de los objetos
suntuarios entre los gobernantes de otras provincias. Es decir, la
producción de objetos de lujo o de acabado excelente sólo lúe
importante cuando lo fue la única clase que los demandaba y
consumía; a su vez, el comercio a que dio lugar esta producción
suntuaria tuvo que ser el llamado de larga distancia o "comercio
exterior", que tenía como destinatario a los grupos sociales dirigentes
de otros estados y provincias. En palabras de Marx, "el intercambio
de mercancía comienza allí donde termina la comunidad, allí donde
ésta entra en contacto con otras comunidades o con los miembros de
otras comunidades". Pocos estudios sobre el comercio prehispánico
han partido de estas consideraciones sencillas, pero cargadas de
significado. La existencia o no de estas formas de intercambio
deberían sin embargo ser un instrumento analítico para caracterizar la
evolución y las formas de organización social y política de los
pueblos estudiados. Por otra parte, el estudio del intercambio y de los
mercados locales, para ser consecuente, debería considerar tanto las
características de la producción familiar y comunal, como su grado de
autosuficiencia o de articulación con entidades superiores: tribu,
confederación de tribus, Estado. Las monografías de Anne M.
Chapman sobre el comercio entre mexicas y mayas, y de Acosta
Saignes sobre los pochteca, han abierto el camino a estas
investigaciones, pero falta mucho por recorrer en esta dirección. Los
estudios recientes de Pedro Carrasco ofrecen una base empírica y
metodológica que parece muy adecuada para considerar los
problemas del mercado y de la circulación de bienes en las antiguas
sociedades.
El análisis de la composición, estratificación y
caracterizaciónde las sociedades antiguas había quedado estancado,

74
hasta 1930 1940, en el nivel en que las dejaron los estudios a fines del
siglo pasado. Términos como "sociedad feudal", "imperio", "reinos",
"señoríos", "nobles", "siervos" y "esclavos", seguían entonces en uso,
tomados de los primeros cronistas. Por otra parte, la forma de
aproximarse al estudio de la sociedad y de sus grupos era la
descripción, sin que hubiera interés por explicar o introducir
conceptos analíticos más rigurosos. Entre 1875 y 1890 Adolph F.
Bandelier dio a conocer cuatro ensayos que rompieron con esa
constante y provocaron una de las polémicas más agitadas y
fructíferas. Negó que se tratara de sociedades feudales, repudió los
términos en uso, e in-fluido poderosamente por la obra de Lewis H.
Morgan (AncienSociety, 1877), las analizó como comunidades
primitivas, descubriendo en ellas una forma de organización tribal
gobernada por principios de igualdad y democracia. Es decir, llegó al
otro extremo de la discusión, pues en lugar de una sociedad
jerarquizada y estamental, encontró una democracia igualitaria. Sin
embargo, lo importante para el avance de la ciencia no fueron sus
conclusiones -como suele suceder-, sino su enfoque, su revalorización
del calpulliy de los principios básicos de la organización comunal,
que sus antecesores habían olvidado completamente, o sólo habían
considerado de manera superficial. Y sobre todo, debe apuntarse que
la tesis de Bandelier fue el estímulo principal de los estudios que
sobre la organización social y política de los mexica se han escrito en
los últimos años, comenzando por la refutación directa de Manuel M.
Moreno, a la que siguieron las obras más socioeconómicas de Arturo
Monzón, Friedrich Katz, Mauro Olmeda y Víctor M. Castillo, y los
importantes estudios de Alfredo López Austin, Pedro Carrasco y
Charles Gibson.
Con todo y que hoy se tiene una idea más rica de la
organización social mexica, debe decirse que apenas se ha publicado
una mono grafía sobre un grupo social (M. Acosta Saignes: Los
pochteca), que sabemos muy poco sobre los grupos dirigentes
(militares, sacerdotes, burocracia) y todavía menos sobre la amplia
población tributaria de campesinos. Conocemos bastante de sus
características externas -sus funciones, y ubicación en la
estratificación social pero muy poco acerca de su formación, de sus
características internas y de sus relaciones con los otros grupos. Para
ello se requerirá que los estudios sobre la organización social adopten
un enfoque más dinámico y causal, y partan de las premisas

75
socioculturales internas de los mismos grupos estudiados. Es decir, se
requiere que losinvestigadores dejen a un lado los enfoques y
categorías analíticasextraídas de la historia económica y social
europea, y se acerquen más a los métodos y análisis propuestos por el
etnohistoriador y el antropólogo que han estudiado las sociedades
indígenas antiguas y presentes. La lección más clara que puede uno
sacar de los estudios comentados es que sólo cuando se ha tratado de
explicar a las sociedades indígenas como tales, como comunidades
campesinas asentadas sobre bases étnicas, económicas y sociales
nacidas de su propia praxis histórica se ha avanzado en el
conocimiento y comprensión de ellas. Para ello es necesario pasar al
otro lado de la barrera y tratar de pensar y comprender como indios,
tal como para el Perú han intentado hacerlo Murra y Wachtel con
resultados extraordinarios.
Por otra parte, para evitar caer en un economismo absurdo y
estéril, los investigadores de las economías y sociedades antiguas
habrán de tener muy presente el reproche que a menudo hacen a los
historiadores del arte, la literatura o la religión: no fragmentar una
realidad compleja e interdependiente en estancos desvinculados del
todo que los articula. Los investigadores de la economía no han
tocado aún el riquísimo material que sobre la economía campesina
contienen los mitos, las leyendas, las prácticas mágicas de la pobla-
ción rural. Poco ó nada se han estudiado los cambios y sincretismos
observados en las cosmogonías, los mitos y dioses estatales, como
signos reveladores de profundos cambios en las estructuras econó-
micas de la sociedad. Y cómo la religión y los mitos, la literatura y la
tradición oral son otros de los muchos materiales que, bien maneja-
dos, pueden alumbrar extensas áreas de la mentalidad campesina. Lo
mismo puede decirse de la astronomía (la ciencia, por definición, de
las sociedades campesinas), que lejos de estudiarse como un
desarrollo especulativo debe ser uno de los temas principales en el
estudio de la agricultura. La astronomía fue la ciencia que las
sociedades campesinas del México antiguo crearon para dominar a
sus más terribles enemigos: la sequía, las heladas, el granizo, el
huracán y los malos temporales. De la observación persistente y
acumulada del cielo y de los astros, y de su relación con el régimen de
lluvias y la renovación vegetal, se derivaron las técnicas agrícolas que
sustentaron a este país por más de tres milenios.

76
Las principales corrientes de investigación

Aun cuando no se puede hablar de escuelas historiográficas que


hayan definido un programa razonado de investigación, con enfoques,
métodos y propósitos unitarios, sí es posible discernir 1a presencia de
corrientes de investigación que dirigen las tendencias generales de los
estudios. La clasificación y caracterización de 1as principales
corrientes de investigación que a continuación se presenta es muy
gruesa y seguramente no hace justicia a las múltiples orientaciones y
metodologías que se han desarrollado en los últimos años. Pero el
intento de realizarla no atiende a estos propósitos, sino al interés de
presentar al lector no especializado un cuadro general de los
enfoques, métodos y fines que, explícita o implícitamente te, adoptan
los investigadores en sus estudios sobre la historia económica.

La corriente monografista-erudita

Esta corriente es la predominante en los estudios acerca del México


antiguo, incluidos los relativos a su economía. Veamos, en primer
lugar, los aspectos positivos que ha deparado a la investigación el
desarrollo reciente e impetuoso de la monografía histórica. El modelo
de esta forma de hacer historia proviene de las obras producidas en
las universidades norteamericanas; se impuso en nuestro medio tan
rápidamente como creció la población estudiantil y la división del
trabajo en las facultades de Filosofía y Ciencias Sociales. Adquirió
categoría científica cuando en estas facultades se decretó que para
obtener una licenciatura, la maestría o el doctorado había que
presentar una obra de investigación que llenara los requisitos
metodológicos, científicos y eruditos de la disciplina. Así, desde 1940
la investigación histórica se convirtió en un producto
mayoritariamente académico, sujeto a las normas y prescripciones de
la vida universitaria.
Pocos negarán los efectos saludables que introdujo la práctica
de la monografía erudita. Su aparición contuvo la propagación de la
"historia impresionista" que se venía haciendo con un mínimo de
datos y un máximo de "imaginación". Creó requisitos mínimos para
desarrollar lainvestigación histórica conforme a métodos y técnicas
aprobados por la experiencia y la erudición. Situó en el rango más

77
alto a las investigaciones basadas en fuentes primarias y con ello
estimuló la indagación de nuevas áreas y temáticas, e indirectamente
presionó en favor de la conservación y arreglo de nuestros archivos.
Para los profesores investigadores del sistema universitario, la
confección de tesis sobre la base de monografías fue la única manera
de promover una política de investigación, una continuidad en el
proceso del conocimiento, y así indujeron a varias generaciones a
trabajar en los temas de la historia antigua que son hoy los más
conocidos: historia política, del arte, de la religión y de la literatura,
En fin, han sido los cultivadores de esta forma de hacer historia los
más celosos guardianes de los valores tradicionales y siempre vivos
de la investigación histórica: rigor en la selección y manejo de las
fuentes; despliegue sin límites de la erudición; mesura en la interpre-
tación; presentación ordenada y sistemática de los resultados. Des-
afortunadamente, en los últimos años estos valores que promovió la
investigación monográfica casi han sido sobrepasados por sus
deformaciones.
La deficiencia más notable de la investigación de tipo
monográfico es la carencia de una teoría o marco general que guíe la
investigación. La mayoría de estos estudios parece carecer de un
marco interpretativo general acerca de la sociedad o civilización que
se proponen analizar. Sin duda esta característica es la que determina
la elección de "temas", no de problemas, como propósito esencial de
las investigaciones. De ahí, también el nombre (monografía) que
define un método, una práctica de investigación y unos resultados
estrictamente monográficos. En estas monografías, antes que la
reflexión razonada o la consideración jerarquizada de los problemas
históricos de la época, lo que induce a la elección del tema es la
mayor o menor abundancia de las fuentes, o en el mejor de los casos,
la intuición de que se está ante un tema "importante".
Desafortunadamente, la ausencia de un planteamiento previo que
defina la importancia científica y la jerarquía explicativa del tema
elegido, y establezca sus relaciones con el todo del que forma parte,
lleva con frecuencia al investigador a realizar un gran esfuerzo que
produce resultados mínimos, a encerrarse más y más en los estrechos
límites de su tema porque carece de marcos explicativos amplios y
coherentes, y a empantanarse en descripciones abultadas porque le
faltan instrumentos analíticos que lo conduzcan a la explicación de
los cientos de datos que amontona sin concierto ni jerarquía. Es decir,

78
esta forma de aproximarse a los problemas históricos niega de
principio a fin los propósitos de la investigación: constatar, relacionar,
comparar, explicar y establecer el significado de los hechos
históricos. Va en contra del propósito fundamental de la investigación
y convierte la búsqueda y acumulación de datos e|nun fin en sí
mismo; basta reunir un número más o menos impresionante de datos,
o dar a conocer un documento inédito, para hacer una "aportación al
conocimiento histórico".
Otra deformación común a esta corriente es la tendencia ya
mencionada de fragmentar el universo histórico en parcelas diminutas
sin relación entre sí. La conveniencia metodológica de acotar un
problema o un campo espacial o temporal para profundizar en su
análisis y comprensión, se desvirtúa cuando el investigador desco-
necta "su tema" del contexto general en que está inmerso y a partir de
ese momento lo analiza como un hecho aislado, separado de la
totalidad de los fenómenos que lo conforman. Esta fragmentación, ya
no analítica, sino ideológica y anticientífica, es la que lleva a dividir
arbitrariamente el desarrollo interdependiente de la historia en tantas
parcelas como "áreas de especialidad" va definiendo la división del
trabajo en las universidades e institutos de investigación. Esta
práctica, muy extendida en los estudios monográficos, propone de
hecho la desintegración artificial del proceso unitario y totalizador de
la historia y postula, como único método de explicación, la
agregación: conocida tal o cual parcela de la historia económica de
una época y de un espacio determinados, se une a las que produce la
historia social, política y de la cultura y así, a través de agregaciones
sucesivas, se va componiendo el "amplio panorama de la historia".
La mayor parte de las monografías, incluyendo a las obras generales
publicadas en los últimos años, reconocen este procedimiento como el
más apropiado para estudiar el pasado. Las primeras desvinculan de
antemano el tema elegido de su contexto general, y las segundas
acomodan en capítulos separados "la población", "la economía", "la
sociedad", "la política", "la religión", "las costumbres", "la cultura".
En ambos casos se parte de la convicción de que la realidad histórica
es algo naturalmente dividido en partes dotadas de sentido propio y
sin relación con las demás.

79
La corriente evolucionista

No he encontrado mejor título que el de "evolucionistas" para definir


al grupo de arqueólogos y antropólogos que planteó el análisis de las
sociedades mesoamericanas como un estudio del desarrollo
multilineal y autogenerado de civilizaciones autóctonas. Al contrario
del enfoque temático y renuente a la sistematización teórica de la
corriente monográfica, la evolucionista definió como centro de
estudios el desarrollo de las civilizaciones y aplicó a él las teorías
difundidas por Veré Gordon Childe, Julián H. Steward y Karl A.
Wittfogel. Éstos tres creadores de una nueva interpretación de la
evolución humana rompieron con la concepción evolucionista del
siglo XIX, que mantenía la creencia de un desarrollo común de la
humanidad que adoptaba las mismas fases y pautas (evolucionismo
unilineal), impulsado por un sentido progresivo (idea de progreso), y
postularon la teoría de una evolución múltiple, afectada por avances,
estancamientos y hasta retrocesos, condicionados por las
circunstancias históricas de cada civilización. Childe basó sus inter-
pretaciones en los cambios provocados por el descubrimiento de la
agricultura (transición del hombre consumidor al productor), y por la
"revolución urbana" que dio origen a la civilización. Steward propuso
la primera comparación científica de las antiguas civilizaciones,
mostrando las diferencias en el tiempo de niveles de civilización
semejantes. Wittfogel subrayó la importancia de las "sociedades
hidráulicas" y esclareció las diferencias sociales y políticas que se dan
entre las civilizaciones basadas en el riego y otras sociedades.
Siguiendo estas orientaciones teóricas y metodológicas, en fechas
muy tempranas Pedro Almillas y Ángel Palerm iniciaron el estudio de
los sistemas agrícolas y del regadío en Mesoamérica; decenas de
investigadores nacionales y extranjeros rastrearon el origen de las
plantas cultivadas, el desarrollo de la agricultura y. la relación de
éstas con los patrones de asentamiento y la aparición de centros
urbanos. A comienzos de los años cincuenta la acumulación de
conocimientos y la apertura a las nuevas teorías dieron lugar a los
primeros intentos sistemáticos para precisar la secuencia de la evo-
lución cultural de Mesoamérica. El análisis científico y comparado de
los fundamentos agrícolas, del desarrollo tecnológico, de las formas
de poblamiento, de la organización sociopolítica y de la religión,
sentó entonces las bases para los refinados estudios contemporáneos

80
que buscan caracterizar la evolución de las civilizaciones
prehispánicas. En otras palabras la definición de los elementos
básicos que promueven el desarrollo de las sociedades, y la adopción
de métodos comparativos para discernir las relacione que todos ellos
mantienen entre sí, creó el suelo científico que ha permitido fundar
una cronología de los estadios culturales y precisar las características
de cada período. La importancia de esto planteamientos debe
subrayarse. No sólo se perfeccionó entonces un instrumental analítico
riguroso, sujeto a comprobación científica, para observar el tránsito
de las agrupaciones humanas de un estadio a otro. Se planteó,
asimismo, la necesidad de un enfoque global de las sociedades
(ecológico, tecnológico, económico, demográfico, social y cultural), y
se reafirmó la interdependencia mutua de cada una de sus partes. Por
ello, aun cuando los seguidores de esta corriente hicieron más tarde
análisis concretos de la agricultura, el regadío, los patrones de
poblamiento o las formaciones socioeconómicas, siempre vincularon
estos aspectos parciales con la totalidad que los contenía. No es pues
casual que los estudios sobre la agricultura, las tecnologías, los
sistemas hidráulicos, los tipos de asentamiento y las formaciones
socioeconómicas, sean hoy la base sobre la que descansa nuestro
mejor conocimiento de las sociedades prehispánicas. Es este suelo
bien cimentado el que ha dotado de sentido a las múltiples y dispersas
aportaciones sobre temas diminutos y sin orientación científica
precisa; es esta base la que ha hecho acumulativo el conocimiento y
permitido confrontar, mediante la crítica sistemática, la hipótesis y
avances que produce la investigación.
Sin embargo, a pesar de que a principios de los años
cincuenta esta corriente de investigación se manifestó con gran fuerza
a través de un grupo mexicano que la dio a conocer y la aplicó con
éxito, en los sesenta se interrumpió el esfuerzo mexicano y en cambio
se afirmó una corriente evolucionista comandada por investigadores
extranjeros. En todo caso aun cuando esta corriente es sin duda una de
las más, o la más importante de nuestros días, es minoritaria en
relación a la corriente monografista que cultivan la mayor parte de
nuestros historiadores, arqueólogos, antropólogos y etnohistoria
dores. He aquí varios temas de reflexión para quienes se interesan en
la dificultad de crear políticas científicas que desarrollen y amplíen
los horizontes que logra despejar una generación.

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La corriente marxista

El marxismo hizo su primera aparición importante en la


historiografíamexicana en la década de 1930,cuando se publicaron los
estudios de Teja Zabre, Chávez Orozco, Mendizábal y Silva Herzog.
De estos autores sólo Mendizábal se ocupó de la época prehispánica y
su obra no tuvo influencia persistente entre los historiadores, aunque
sí entre los antropólogos. En los años cuarenta y cincuenta las ideas
de Marx fueron consideradas por unos cuantos investigadores que
tomaron de él conceptos y enfoques generales, o ideas concretas sobre
las sociedades asiáticas y las comunidades antiguas. Historiadores
como Mendizábal, y antropólogos como Kirchhoff, Armillas y
Palerm, establecieron entonces una relación creativa y abierta con la
obra de Marx y aplicaron algunas de las categorías socioeconómicas
desarrolladas por éste a los resultados empíricos de la investigación
que realizaban sobre el México antiguo. Esta relación científica,
alejada del dogmatismo, llevó a Mendizábal a destacar la importancia
de las bases materiales y de los fundamentos económicos en el
desarrollo de las sociedades indígenas, y a Palerm y Armillas a
plantear, a principios de los años cincuenta, el problema de las
sociedades que fundaron su desarrollo en la creación de grandes
sistemas hidráulicos que requerían una extensa mano de obra y un
poder central que dirigía los trabajos y ejercía un control absoluto
sobre la población. Esta primera relación fecunda de los
investigadores mexicanos con las ideas de Marx acerca del modo de
producción asiático tuvo, como ya se señaló, consecuencias
importantes para el desarrollo de las investigaciones sobre la
agricultura, el regadío, los patrones de poblamiento y la evolución
cultural de Mesoamérica. Sin embargo, estas aportaciones no tuvieron
repercusiones entre los marxistas de la época, y más tarde fueron
persistentemente ignoradas por quienes se asignaron la tarea de velar
por la ortodoxia de la doctrina.
La segunda aparición del marxismo en los estudios
prehispánicos tuvo lugar a mediados de los años sesenta, cuando se
publicaron los libros de Mauro Olmeda y Friedrich Katz sobre la
organización económica y social de los mexica. La obra de Olmeda se
apoya, más que en Marx, en las ideas de Morgan (AncientSociety),
Engels (El origen de la familia, la propiedad privada v el Estado), y
en los estudios de Bandelier sobre la organización social de los

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mexica. Al cabo de una exposición repetitiva y poblada de enormes
contradicciones teóricas y conceptuales, Olmeda reafirma la tesis de
Bandelier en el sentido de que la sociedad mexica era una
organización tribal que correspondía "a la categoría sociológica de
castas", asentada en la propiedad comunal de la tierra.
Entre los estudios marxistas de esta época, el que verdadera
mente hizo aportaciones a la comprensión de la sociedad mexica y ha
tenido una influencia duradera en la historiografía, es el de Friedrich
Katz. Katz observó que ni la sociedad mexica ni el problema de la
propiedad de la tierra habían sido considerados históricamente,
ligados con sus antecedentes próximos y lejanos. También percibió
que no se había esclarecido el problema de las diferente clases de
propiedad individual de la tierra, ni la diversidad de sectores sociales
que componían la clase dominante. Su obra se propuso llenar estas
lagunas y hacer un estudio más profundo de las bases económicas de
la sociedad mexica, con el fin de explicar otros aspectos de la
organización social y política. La necesidad de reunir una
información amplia y dispersa, y de reubicar conceptos categorías que
las interpretaciones anteriores habían deformado caracterizado mal, lo
llevó también a construir grandes agrupaciones analíticas (bases
económicas; propiedad de la tierra; artesanías; comercio; tributo;
composición social de las ciudades de la "Triple Alianza"; el calpulli;
las clases sociales; la organización militar), que le impidieron integrar
todos esos aspectos en una interpretación más dinámica e
interrelacionada. Pero su aportación fue creativa y fundadora.
Manejando con erudición e inteligencia la mayor parte de la
información disponible, logró componer el primer cuadro general y
sistemático de la organización económica y social mexica.
De los años sesenta a la fecha la introducción de las ideas
marxistas en el medio universitario ha adquirido las siguientes
características. Una corriente, la más delgada, utiliza el acervo teórico
y metodológico aportado por Marx y sus seguidores, pero de manera
crítica, sin someterse a la ortodoxia oficial, y poniendo a prueba las
abstracciones de la teoría con los resultados de la investigación
empírica. Otra, la más antigua y generalizada, cree que el "único
método científico" es el materialismo histórico y aboga por su
aplicación ortodoxa a los problemas de la historia mexicana. Una
tercera corriente, la más nueva e influyente, está representada por
quienes repiten y divulgan los productos del llamado

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"neomarxismo",cuyas obras inundan periódicamente el mercado
latinoamericano y producen exégesis y modas tan entusiastas como
pasajeras.1
En los últimos diez años estas tendencias se han aclimatado
en las universidades, y si bien han influido en la enseñanza casi no
han afectado a la investigación. Si hoy puede decirse que hay muchos
profesores y "teóricos" marxistas, la producción escrita es pobrisíma y
más reducido aún el número de obras que verdaderamente merezcan
el calificativo de marxistas. Bastan los dedos de una mano para contar
los estudios que reúnen los requisitos mínimos que exige la
investigación científica: presentación clara y razonada de la hipótesis
de trabajo o problema que se busca elucidar (marco teórico, para los
ortodoxos); análisis exhaustivo y profundo de las fuentes existentes;
aplicación de métodos coherentes con los marcos generales del
análisis y adecuados al material analizado; presentación persuasiva de
los resultados. Con excepción de tres o cuatro estudios1 que satisfacen
estos requisitos que el mismo Marx cultivó con el más alto rigor, la
literatura "marxista" puede caracterizarse como sobresaliente en el
discurso retórico y la profesión de fe, pobre en la aplicación
consecuente de métodos científicos y notablemente indigente en el
conocimiento de los procesos de investigación. La mayoría de las
tesis y escritos que se presentan con este sello casi nunca pasan de la
"definición del marco teórico" porque simplemente se desconoce
cómo investigar, se ignoran las fuentes y los métodos de análisis más
elementales, y se desprecia el trabajo erudito de los-"historiadores
burgueses". En una palabra, la deficiencia más notable de las
corrientes marxistas mexicanas es su carencia de suelo científico y de
rigor profesional.
El método desarrollado por Marx es un instrumento de libera-
ción científica que, precisamente por su capacidad desmitificad ora,
permite comprender mejor tanto el desarrollo social pasado, como
plantear el cambio social futuro. Pero tal como en general se practica
en México, resulta ser una de las corrientes de investigación más
1
1 Como ejemplo véase Roger Bartra, "Tributo y tenencia de la tierra en la
sociedad azteca", El modo de producción asiático, México, Ed. Era, pp. 212-
231; Víctor M. Castillo F.,Estructura económica de la sociedad mexica,
México, unam, 1972; Alfredo López Austin, "Organización política en el
altiplano central de México durante el posclásico", Historia Mexicana, vol.
XXIII, abril-junio 1974, pp. 515-550.
84
dependientes y mitificadoras. Es dependiente porque la escasa
vocación que muestran sus practicantes por la investigación básicay el
conocimiento erudito los obliga a depender del saber elaborado bajo
enfoques y métodos que teóricamente rechazan o condenan. Así,
como no realizan investigación en fuentes primarias, dependen de las
interpretaciones que de ellas han hecho los autores que consultan, de
lo cual nace una incapacidad básica para crear nuevas perspectivas de
investigación a partir de fuentes y conocimientos empíricos nuevos.
Asimismo, su conocimiento limitado y superficial de la literatura
histórica especializada los lleva a producir resultados débiles,
superficiales o inferiores al saber que pretenden superar. Es decir, se
olvida la gran lección de Marx y de todo buen científico: sólo cuando
se conoce y asimila el conocimiento anterior es posible hacer su
crítica y plantear su superación.
Esta debilidad en la base de la investigación ha hecho de los
estudios marxistas mexicanos una corriente excesivamente depen-
diente de las teorías que se generan en el exterior. Prueba de esto es
que los grandes debates recientes no han surgido de una confronta-
ción entre la investigación empírica y los desarrollos teóricos que esta
corriente genera, sino exclusivamente de los planteamientos teóricos
provenientes del exterior. El caso de la discusión alrededor del modo
de producción asiático es quizá el más revelador. Los varios
simposios y reuniones, las decenas de artículos, las innumerables
conferencias, son mero eco del debate europeo iniciado en los años
sesenta. Sorprende que esta intensa actividad no haya producido una
investigación importante que confronte los datos empíricos con la
teoría, y que con harta frecuencia la discusión teórica y metodológica
ignore tanto las investigaciones anteriores sobre las bases
económicas, como los primeros estudios que analizaron el problema
del modo de producción asiático en la sociedad prehispánica.
Por último, la subordinación de nuestros estudios marxistas al
pensamiento teórico que se produce fuera tiene gran responsabilidad
en las caracterizaciones infundadas y mitificadoras que se han hecho
del México antiguo. Las caracterizaciones de sociedad "esclavista" o
"feudal", antes que en investigación, se han fundado en acuerdos
partidistas y en consideraciones políticas que nada tienen que ver con
la ciencia ni con el conocimiento empírico que se tiene de las
sociedades del México antiguo. En suma, si los practicantes del
marxismo quieren que éste se inserte "sólida y definitivamente" en la

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ciencia social mexicana, y produzca "elementos teóricos de gran
valor", tendrán que adoptar una estrategia más humilde y más
profesional. Más humilde porque el conocimiento acumulado es
inmenso y requiere estudio prolongado para asimilarlo y más tiempo
de investigación efectiva para superarlo. Y más profesional porque
sin rigor, disciplina y erudición no es posible producir conocimientos
científicos que verdaderamente transformen nuestra conciencia del
pasado y creen una perspectiva nueva para el porvenir.

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