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Capítulo 3: La raíz humana de la crisis ecológica

El tercer capítulo de la encíclica del Papa Francisco, busca ir más allá de los síntomas
de la crisis ecológica para identificar su raíz en la vida y la acción humanas. También
critica “el antropocentrismo” la creencia que los seres humanos son radicalmente
separados y por encima del mundo natural y no-humano, señala que el antropocentrismo
devalúa la creación y lleva al “relativismo practico”, el cual valúa la creación solo hasta
el punto de utilidad para los seres humanos.
Y hay que tener en cuenta que la tecnociencia bien orientada no sólo puede producir
cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano, desde objetos
domésticos útiles, hasta grandes medios de transporte, puentes, edificios, lugares
públicos. También es capaz de producir lo bello y de hacer ‘saltar’ al ser humano
inmerso en el mundo material al ámbito de la belleza” (n. 103). Pero identificado el
poder que ello otorga, y sacado de una equilibrada proporción conforme a las
verdaderas necesidades humanas –sobre todo con la dinámica de la globalización–, y
descarrilado, además, por una falta de ética, el resultado se vuelve contra el propio
hombre.
En este capítulo, también se presenta un análisis de la situación actual "para comprender
no sólo los síntomas sino también las causas más profundas", en un diálogo con la
filosofía y las ciencias humanas, y un primer fundamento del capítulo son las
reflexiones sobre la tecnología: se le reconoce su contribución al mejoramiento de las
condiciones de vida, aunque también "dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre
todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de
la humanidad y del mundo entero".
La base del desequilibrio está en una forma equivocada de relacionarse con la realidad,
con una mentalidad y técnica de posesión, dominio y manipulación. “La intervención
humana en la naturaleza siempre ha acontecido, pero durante mucho tiempo tuvo la
característica de acompañar, de plegarse a las posibilidades que ofrecen las cosas
mismas. Se trataba de recibir lo que la realidad natural de suyo permite, como tendiendo
la mano. En cambio, ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la
imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo
que tiene delante”. De ahí se sigue la ilusión “de la disponibilidad infinita de bienes del
planeta, que lleva a ‘estrujarlo’ hasta el límite y más allá del límite” (n. 106).
El Papa, también nos advierte que hay una lógica que conduce a la explotación infantil,
el abandono de los ancianos, a reducir a otros a la esclavitud, a sobrevalorar las
capacidades del mercado para autorregularse, a practicar la trata de seres humanos, el
comercio de pieles de animales en vías de extinción, y de "diamantes ensangrentados".
Es la misma lógica de muchas mafias, de los traficantes de órganos, del narcotráfico y
del descarte de los niños que no se adaptan a los proyectos de los padres
A la luz de esta encíclica se afrontan dos problemas cruciales para el mundo de hoy.
"En cualquier planteamiento sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano,
es indispensable incorporar el valor del trabajo", pues "dejar de invertir en las personas
para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad."
La segunda se refiere a los límites del progreso científico, con clara referencia a los
OGM, que son "una cuestión ambiental de carácter complejo". Si bien "en algunas
regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudó a resolver
problemas, hay dificultades importantes que no deben ser relativizadas, por ejemplo
"una concentración de tierras productivas en manos de pocos".
De ello deriva una lógica "usar y tirar" que justifica todo tipo de descarte, sea este
humano o ambiental, que trata al otro y a la naturaleza como un simple objeto y
conduce a una infinidad de formas de dominio.
El papa Francisco, piensa en particular en los pequeños productores y en los
trabajadores del campo, en la biodiversidad, en la red de ecosistemas. Es por ello
necesaria "una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de
considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre", a
partir de "líneas de investigación libre e interdisciplinaria".

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