Está en la página 1de 8

Conocer nuestra propia mente (1987)

Donald Davidson

Luis Estrada Pérez

Seminario de Investigación en Epistemología

Doctorado en Filosofía – UNMSM

1. Legado de Wittgenstein

Davidson (2003) señala al inicio del trabajo que la manera en que nos formamos la
imagen de la mente de una persona es a través de factores externos: observamos sus
actos, leemos sus cartas, estudiamos su expresión, etc. Se vale de una cita de Robert
Motherwell para graficar esta situación: “Diría que los mejores pintores no saben lo que
piensan hasta que lo pintan” (p. 41). Wittgenstein, en sus Investigaciones Filosóficas, a
través del experimento mental del escarabajo en la caja (2010, p. 371)1, indica que un
aspecto esencial del uso de ciertos predicados mentales es que los aplicamos a los
demás sobre la base de evidencias conductuales, pero nosotros mismos los aplicamos sin
esta ayuda. A juicio de Davidson esta afirmación es verdadera y debería responder al
escéptico, pero presenta ciertas dificultades. En primer lugar, cómo se justifica que
carecer de evidencias (nosotros respecto a nuestra propia mente) es más fiable que
poseer evidencias (nosotros respecto a la mente de los demás). Por otro lado, si se trata
de un solo fenómeno (lo mental) por qué debería utilizarse dos métodos distintos
(autoridad de la primera persona, evidencias) para explorarlo. La respuesta de estilo
wittgensteiniano puede solucionar el problema de las otras mentes, pero crea el
correspondiente problema sobre el conocimiento de nuestra propia mente.

2. El caso Putnam

1
Imagina que al nacer te dan una caja con un escarabajo dentro. Se trata de un objeto muy valioso
y extremadamente personal, tanto, que nadie puede ver el interior de la caja salvo uno mismo. De
este modo, no existe una forma objetiva de confirmar que todas las cajas contengan lo mismo. En
el mejor de los casos podrían contener un escarabajo de verdad, pero nada garantiza, de forma
categórica, que en lugar del escarabajo haya otros insectos, como una hormiga o una araña, o que
incluso no haya nada. Sin embargo, cualesquiera que sean las circunstancias siempre se
considerará lo que está dentro de la caja bajo el término de «escarabajo».
Dejando a un lado el autoengaño y otros fenómenos anómalos o limítrofes, la
cuestión es si podemos, sin irracionalidad, inconsistencia o confusión, pensar simple y
llanamente que tenemos una creencia que no tenemos o pensar que no tenemos una
creencia que tenemos. A juicio de Davidson, fue Hilary Putnam quien dio un viraje en la
consideración a la asimetría entre las atribuciones de actitudes de primera persona
respecto a las actitudes de otros (2003, p. 44). Considerando el argumento de la Tierra
Gemela2 de Putnam para mostrar que los significados, dichos en sus propias palabras,
«simplemente no están en la cabeza»3, arguye persuasivamente que lo que las palabras
significan dependen de algo más que lo que «está en la cabeza»4: esta posición se
conoce como externalismo semántico (ES).

Davidson propone una figura alternativa al argumento de la Tierra Gemela de


Putnam por considerarlo que puede resultar “un poco cansado” 5, y su historia de ciencia
ficción es el Hombre del Pantano. Supongamos que cae un rayo sobre un árbol muerto en
un pantano y Davidson está cerca. Su cuerpo se ve reducido a sus elementos mientras
que por coincidencia (y a partir de moléculas distintas) el árbol se convierte en una copia
física de él. La copia, el Hombre del Pantano, se comporta exactamente como Davidson
lo hacía antes; de acuerdo con su naturaleza, sale del pantano, encuentra a mis amigos y

2
Imaginemos que se descubra un planeta, la Tierra Gemela, réplica de la tierra, cuya historia es
una copia de la historia de la tierra, pues cada persona, cada objeto, lugar y evento tienen su doble
en la Tierra Gemela. Del mismo modo los habitantes de la Tierra Gemela hablan un lenguaje
homofónico al nuestro. Se envía una expedición terrícola la cual informa que la sustancia que llena
los océanos, ríos y lagos de la Tierra Gemela; al igual que lo que sus seres vivos beben, y lo que
podría ser equiparado a lo que nosotros conocemos como agua, es ahí una sustancia química
diferente llamada XYZ. Lo que informaría la expedición de la Tierra Gemela es que el término
“agua” en el lenguaje de la Tierra Gemela significa XYZ y no H2O, tal como en la Tierra. La
cuestión se vuelve interesante si consideramos la situación en una época en la que no hubiese
conocimientos científicos avanzados, como en 1750. Si consideramos los estados psicológicos de
los hablantes de la Tierra y de la Tierra Gemela antes de 1750 observaremos que son
cualitativamente idénticos. De este modo, si realmente la extensión del término “agua” es
superviviente a los estados psicológicos de los hablantes, entonces debería suceder que la
identidad de los estados psicológicos debería determinar la identidad de la extensión del término
“agua” en la Tierra y en la Tierra Gemela. Sin embargo, aquello que con justicia diríamos en la
Tierra que es “agua” no sería verdadero decirlo en la Tierra Gemela, y viceversa. Nuestra intuición
es que algo es “agua” si y sólo si es una molécula de H2O o es un montón de moléculas de H2O y
lo que se designa como “agua” en la Tierra Gemela es XYZ y no H2O (Putnam, 2000, 156 - 157).
De esta forma Putnam demuestra que el significado del término no es dependiente de los estados
psicológicos de los hablantes
3
Putnam, H. (1984) «El significado del “significado”».
4
Valga señalar que el externalismo semántico al que apela Putnam, en primera instancia, no anula
en forma definitiva el internalismo semántico, pues la definición del primero señala que la validez
de los significados no depende exclusivamente de factores internos (Kalestrup, 2011).
5
“Mi historia elude algunas dificultades que resultan ser irrelevantes en la de Putnam, aunque lleva
consigo algunos problemas nuevos” (2003, p. 46).
parece reconocerlos, devolviéndoles en inglés sus saludos según todas las apariencias.
Se traslada a su casa y parece escribir artículos sobre la interpretación radical. Sin
embargo, el Swampman no posee una historia causal que diera sentido a la afirmación de
que habla, recuerda, identifica o piensa sobre cosas en el mundo como lo hace Davidson.
A partir de este experimento mental, Davidson pretende dar a conocer que los estados
mentales no pueden ser desvinculados de factores externos, pero que no por ello
debamos mellar la autoridad de la primera persona. El Swampman, tiene creencias,
realiza conjeturas, pero dado que nos es partícipe de la cadena histórico- social no puede
desenvolverse de forma competente en su uso del lenguaje.

Davidson sostiene que Putnam argumenta que muchos filósofos se han


equivocado al suponer que los estados psicológicos como creer y conocer el significado
de una palabra son (I) «internos» en el sentido de que no presuponen la existencia de otro
individuo más que el sujeto al cual el estado se adscribe y que son (II) los propios estados
que normalmente identificamos e individualizamos como lo hacemos con las creencias y
las otras actitudes proposicionales. Dado que normalmente identificamos e
individualizamos los estados mentales y los significados, en parte en términos de
relaciones con objetos y acaecimientos distintos del sujeto, Putnam cree que (I) y (II)
resultan ser incompatibles: en su opinión no hay estados que puedan satisfacer ambas
condiciones. La posición de Davidson es que no hay razón alguna para suponer que los
estados mentales comunes no satisfacen (I) y (II). Ambos estados serían «internos», en el
sentido de que son idénticos a los estados del cuerpo, y que son identificables sin hacer
referencia a objetos o acaecimientos externos del cuerpo; al mismo tiempo son «no
individualistas» en el sentido de que, en parte, pueden ser identificados mediante sus
relaciones causales con acaecimientos y objetos externos al sujeto de esos estados, y
generalmente lo son. En este respecto, como señala Dretske, las creencias son como el
dinero. El dinero puede estar en tu bolsillo, pero lo que lo hace ser dinero no está en tu
bolsillo. El factor que permite que sea dinero está constituido por condiciones externas (en
este caso económicas y sociales) en las cuales este objeto sirve como medio de
intercambio (2003, p.132). Por ello, la autoridad de primera persona puede aplicarse sin
contradicción a estados que se identifican regularmente mediante sus relaciones con
acaecimientos y objetos externos a la persona.

Davidson se pregunta: ¿por qué es natural aceptar que estados que satisfacen la
condición (II) pueden no serle conocidos a la persona que está en ellos? Volvamos a la
Tierra Gemela de Putnam. Si los significados de sus palabras y, con ello, las creencias
que expresan al usar esas palabras están parcialmente determinados mediante factores
externos que los agentes ignoran, sus creencias y significados no son restringidos en el
sentido de Putnam. Parece que deberíamos concluir que ninguno de los hablantes sabe lo
que quiere decir o lo que piensa de manera categórica. Ahora bien, podemos identificar
dos aspectos en esta crítica de Putnam. Por un lado hay una crítica psicológica al
internalismo semántico (IS)6 toda vez que se pone en cuestión la validez de los estados
internos (podría extenderse ello a la introspección); y, por otra parte, hay una crítica
epistémica también, pues se objeta la confiabilidad de los enunciados autoadscriptivos
(“Yo creo que tengo un vaso de agua frente mío”) 7. Putnam parece jugar con la
ambigüedad propia ambas facetas del (IS), pero un análisis nos permitiría formular la
siguiente pregunta: ¿La invalidez de la faceta psicológica del (IS) acarrea consigo la
invalidez de la faceta epistémica del (IS)? Y también: ¿La credibilidad del aspecto
psicológico del (IS) garantiza la credibilidad del aspecto epistémico del (IS)?
Consideramos que Putnam en el caso de la Tierra Gemela trabaja con ambas facetas del
IS sin distinguir una de la otra y a partir de ello, saca sus conclusiones. Es distinto poseer
una certeza psicológica de una creencia (“creo que tengo un vaso de agua frente mio”) de
poseer una validez epistémica de la misma (“mi creencia de tener un vaso de agua frente
mío es verdadera”), por ejemplo.

No todas las palabras y oraciones están tan condicionadas a lo que tratan de


manera indexical (“ahí está la luna” para referirse a mi experiencia directa de luna);
podemos aprender perfectamente a usar la palabra «luna» incluso sin verla. Lo que afirma
Davidson es que todo pensamiento y lenguaje debe tener un fundamento en tales
conexiones históricas directas, y estas conexiones restringen la interpretación de los
pensamientos y el habla (2003, p. 60). Es decir las conexiones históricas directas
condicionarían el aspecto epistemológico.

Putnam trabajaría con dos supuestos, a juicio de Davidson:

(1) Si un pensamiento se identifica mediante una relación con algo externo a la


cabeza, éste no está totalmente en la cabeza (no está en la cabeza).

6
Para Furmeton, el internalismo semántico identifica los estados intencionales tales como creer,
imaginar, desear, etc., con estados que son completamente internos al sujeto que se encuentra en
dichos estados (2003, p. 259).
7
Para una distinción más clara entre el internalismo psicológico y epistémico véase Fumerton
(2007, p. 35- 50).
(2) Si un pensamiento no está totalmente en la cabeza, no puede ser «captado»
por la mente de la manera que se requiere para que haya autoridad de primera persona
(2003, 62).

La idea para Davidson es la siguiente: los estados psicológicos restringidos de dos


personas son idénticos cuando sus estados físicos no pueden distinguirse. Pone,
asimismo en cuestión el supuesto (1) que conduce a la conclusión de que las actitudes
proposicionales usuales no están en la cabeza y que por ello no se les puede aplicar la
autoridad de primera persona. Ahora bien, del hecho de que los significados se
identifiquen en parte mediante relaciones con objetos externos a la cabeza no se sigue
que los significados no estén en la cabeza. Suponer esto, indica Davidson, sería tan
erróneo como argumentar que puesto que el hecho de que esté quemado por el Sol
presupone la existencia del Sol, mi quemadura no es una condición de mi piel. Mi piel
quemada por el Sol puede ser indistinguible de la piel de algún otro que se quemó por
otros medios; aun con todo sólo uno de nosotros se ha quemado realmente con el Sol.
Esto es suficiente para mostrar que apreciar los factores externos que toman parte de
nuestras maneras comunes de identificar los estados mentales no desacredita a la teoría
de la identidad entre lo mental y lo físico (2003, p. 63).

3. Crítica a la visión tradicional de lo mental

Davidson cuestiona la imagen tradicional que se tiene de la mente. Una manera


tosca de presentarla es la siguiente: la mente es un teatro en el que el yo consciente
contempla escenas (las sombras en la pared). Las escenas constan de «apariencias»,
datos sensoriales, qualia, de aquello que la experiencia «da». Lo que aparece en el
escenario no son los objetos comunes del mundo que el ojo externo registra y ama el
corazón, sino sus pretendidos representantes. Cualquier cosa que sepamos sobre el
mundo externo depende de lo que recojamos a través de pistas internas. La dificultad
radica en saber cómo es posible trazar una trayectoria fiable desde lo interior a lo exterior.
Igualmente resulta dificultoso ubicar al yo en la imagen, puesto que el yo parece que, por
una parte, incluya el teatro, el escenario, los actores y la audiencia, pero, por otra, lo que
se conoce y se registra pertenece solamente a la audiencia. Este segundo problema
podría plantearse también como el de la ubicación de los objetos de la mente: ¿están en
la mente, o simplemente se ven mediante ella? (2003, p.67). La idea central que ataca es
que éstas son entidades que la mente pueda «abrigar», «asir», «tener ante ella» o «estar
en contacto». Es fácil ver como el descubrimiento de que los hechos externos contribuyen
a la individuación de los estados de la mente altera la imagen de la mente que se ha
estado describiendo, ya que si estar en un estado mental consiste en que la mente esté
en alguna relación con un objeto, entonces cualquier cosa que ayude a determinar qué
objeto es ése debe igualmente ser captada si es que la mente conoce en qué estado se
encuentra ella. Esto es particularmente evidente, afirma Putnam, si un objeto externo es
un «ingrediente» del objeto que se encuentra ante la mente. Pero, en cualquier caso, la
persona que está en ese estado mental puede ser que no conozca en qué estado mental
está (2003:68).

Por otra parte, Putnam también realizará una crítica de la visión tradicional de la
representación. En Sentido, sinsentido y los sentidos afirma que

(…) la imagen de la percepción que critica podría ser llamada la «imagen de la


imagen» o la «imagen interfaz», porque muestra la percepción no como una
conciencia de las cosas en un medio y sus propiedades, sino, en última instancia,
como una conciencia de imágenes dentro de nuestras cabezas. La percepción se
transforma así, de acuerdo con esta imagen, no en un medio de acceso al mundo
sino en una interfaz entre nosotros y el mundo (una interfaz a partir de la cual
debemos hacer «inferencias» con respecto a lo que hay «ahí fuera» altamente
problemáticas). (2000, p. 15)

Es por ello que rastrea su concepción de la percepción en la propuesta aristotélica


y sus conclusiones están más que emparentadas con la posición davidsoniana antes
descrita.

Antes del siglo XVII, la teoría dominante de la percepción era la concepción


aristotélica (…). Para Aristóteles, la forma de un perceptible puede ser una
propiedad perceptible, por ejemplo, «caliente», o su privación, «frío»; la forma de
una esfera de bronce puede ser su figura; la forma de un ser humano puede ser la
animalidad racional. La teoría aristotélica nos desconcierta, porque no entendemos
en qué sentido la mente puede «llegar a ser» caliente o fría (aunque sólo
«potencialmente», y no realmente caliente o fría) cuando percibe algo caliente o
frío, o en qué sentido la mente llega a ser «potencialmente» un animal racional
particular, cuando percibe un hombre. Pero el núcleo de la doctrina aristotélica está
claro: lo que percibimos es la calidez y la frialdad exterior, la figura, la inteligencia y
la animalidad de la persona con la que estamos hablando, etc. La idea de que sólo
experimentamos acontecimientos dentro de nosotros mismos, acontecimientos
cuya única relación con la calidez y la frialdad, la figura, la inteligencia y la
animalidad, es que aquéllos han sido causados por estos últimos, es
completamente extraña a esa más antigua manera de pensar. Sólo después del
obispo Berkeley y de David Hume llegó a parecer ésta como la única manera
posible de pensar” (2000, p. 75)

Vemos pues, que tanto Davidson como Putnam propugnan por un regreso a la
visión aristotélica de la percepción para que la autoridad de la primera persona no resulte
incompatible con el externalismo semántico. Y si bien con la respuesta de Davidson no se
da solución a que uno puede estar errado respecto al conocimiento autoadscriptivo, sin
embargo, se aclara que la incompatibilidad no es entre el externalismo semántico y la
autoridad de la primera persona, sino entre los objetos mentales, a los que según la visión
tradicional estamos forzados a captar y el externalismo semántico. Una vez eliminados
estos objetos mentales la incompatibilidad entre el externalismo semántico y la autoridad
de la primera persona desaparece.

Referencias

Wittgenstein, L. (2010) Tractatus Logico- Philosophicus. Investigaciones Filosóficas.


Sobre la Certeza. Editorial Gredos.

Davidson, D. (2003) Subjetivo, Intersubjetivo, Objetivo. Cátedra.

Dretske, D. (2003) “Externalism and Self- Knowledge”, En Nuccetelli, S. (Ed.) New essays
on semantic externalism and self- knowledge (pp. 131- 142). MIT.

Furmeton, R. (2003) “Introspection and Internalism”, En Nuccetelli, S. (Ed.) New essays


on semantic externalism and self- knowledge (pp. 257- 276). MIT.

Kallestrup, J. (2011) Semantic Externalism. Routledge Press.

Putnam, H. (1984). El significado de «significado». (J. J. Acero, Trad.) Teorema 14 (3-4),

345- 405.

_________ (2000) Sentido, sinsentido y los sentidos. Paidos.

También podría gustarte