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“Canciones para negra”

De Dennis Smith
Títulos opcionales
"Negra"
"Tortuga Negra"
"Chau, Tortuga Negra"
"Hola"
"Canciones para mi buba negra"
"Despedida Negra"
Escena 1

Dennis, vestido de conjunto de jogging deportivo blanco con cintas doradas, zapatillas
doradas, vincha tipo karate kid, tostado caribeño y el pelo bien blanco, camina por el
escenario. Hay en el centro 3 banquetas blancas roñosas. Sobre una de ella el bolso de
Dennis, también blanco. A un lado, sentado en una banqueta alta, tocando la guitarra,
EL SEÑOR DEL MOSTRADOR, pobremente iluminado, al igual que WINSTON, quien
está ubicado durante todo el espectáculo al otro lado, casi en sombras.

Al frente, sobre el lado de Winston, pero a proscenio, otra banqueta roñosa blanca con
una revista THE NEW YORKER encima.

La ACOMODADORA entra.

Acomodadora: Buenas noches a todos. Antes que nada, muchas gracias por venir…. Les
quería recordad que por favor apaguen sus teléfonos celulares y que no está permitido
sacar fotos ni filmar… (mira a Dennis, que se pasea pensativo)… también quería
contarles que la acción sucede en una sala de espera, en Miami. Dennis (lo señala) está
esperando. En la sala no hay nadie. El que está ahí en realidad en la convención de la
ficción hacemos como que no está… todavía. En Miami todo es fantástico, menos esta
sala de espera.
Dennis espera, y mientras esperan, como verán, elige pensamientos, no muy
cuidadosamente. Como un coche en los autitos chocadores, escapa de los posibles
golpes, o sea, de los pensamientos que puedan golpearlo.
Podría decirse que desde el momento en que pisó esta ciudad fantástica y se calzó ese
conjunto Converse con apliques dorados que el mismo aplicó, viene escapando, como
los autitos chocadores, de posibles golpes.
Gracias por venir. Recuerden que en este momento Dennis está solo, en esta sala de
espera. Y que en Miami todo es fantástico… y aunque el autor me puso que en esta
parte diga otra vez lo de “todo es fantástico, menos esta sala de espera”, yo me atrevo a
reescribir y digo que en Miami todo es fantástico, hasta esta sala de espera… (se
cuelga… vuelve en sí) ah… sí… Apagaron sus teléfonos, ¿no?... ¡Gracias!

Entra MUSICA.
Dennis ya está sentado esperando. Mira el reloj, mira en dirección al SEÑOR DEL
MOSTRADOR. Exhala. Piensa, elige pensamientos. Busca en su bolso un spray.
Empieza a aplicárselo. Piensa, elige pensamientos. Termina de aplicarse el producto.
Vuelve a mirar el reloj y exhala, mirando en la misma dirección que antes. Se le ocurre
algo. Guarda el spray y saca un grabador del bolso. Lo prueba con un “Hola, Hola”,
rebobina y escucha. Empieza a grabar.

La luz cambia sutilmente a ensueño.

Dennis (piensa, recuerda, como si fuese una señora de Miami, con un dejo de
melodramática nostalgia): Cocinabas ravioles y lugar común o no, nos reunías a todos
con gusto. Amasabas, llenabas todo de harina, Mamá dice que no limpiabas nunca, pero
amasabas, con joroba y todo, y hacías el relleno, con muchos atados de acelga, y paté y
picadillo de carne. 2 latas de cada uno. Íbamos caminando al mercado de Don
Zajarchizin, que entre tanta otra gente, me hacía sentir el chico más inteligente de la
tierra adulándome por poder decir su nombre sin errores a la edad de 7 años: “Don
Zajarchizin”…. Lo último que dijiste fue...

De un costado del escenario, se ilumina el cartel de ESPARCIMIENTOS INC - Miami,


Florida, y emerge el Señor del Mostrador, que lleva un sombrero de Cowboy.
Hace sonar una campanilla, Dennis despierta de su ensoñación.
La luz cambia repentina, y Dennis camina hacia él.

Dennis: Hola, buenos días, yo contraté un servicio de esparcimiento deluxe por


internet… hablé con Winston…

Sr. Del Mostrador: Ah sí… bueno, mire, Winston no llegó todavía

Dennis: Y… ¿tardará mucho?

Sr. Del Mostrador: Desconozco… de todos modos me puede ir pasando a mí el material


y yo hago el ingreso… para ir ganando tiempo…

Dennis: Ay, la verdad que no… digo, no tengo nada en contra suyo, pero… para serle
franco me quedaría mucho más contento si se lo entrego en persona a Winston…

Sr. Del Mostrador: Como guste…

Dennis: Sí… porque… ¿es él quien maneja la avioneta, no es cierto?

Sr. Del Mostrador: Correcto… yo me encargo de los servicios terrestres… para cuando
guste…

Dennis: Gracias… lo tomo en cuenta… Bueno… lo espero entonces…

Sr. Del Mostrador: Adelante…

El Señor del Mostrador, como si fuese lo más natural del mundo, empieza a hacer
sonar una guitarra. Dennis, que queda boquiabierto, toma un micrófono y empieza a
cantar, otra vez en pleno ensueño.

VA INGRESANDO, DESCUBRIENDO ESTE ESPACIO ONÍRICO DURANTE LA


PRIMER ESTROFA.

Tu fotografía
Me levanto en tu fotografia,
me levanto y siempre ahi estas tu
en el mismo sitio y cada dia, la misma mirada ,
el mismo rayo de luz
el color ya no es el mismo de antes,
tu sonrisa casi se borro, y aunque no estes claro yo te invento
en mis pensamientos y en mi corazon.
Nadie tiene un pacto con el tiempo,ni con el olvido y el dolor oh no,
si desapareces yo te encuentro ,en la misma esquina de mi habitacion

Cada dia q pasa te pienso y t vuelvo a mirar,


cada cosa en su sitio ,el pasado ,presente, en el polvo mis dedos
se juntan y quiero tenerte cambiando conmigo,
luego miro tu foto, el tiempo, los aos si me hablas de lejos
procura avisarme temprano
y asi imaginarme… que te tengo aquí

Escena 2

Dennis lleva el PIE DE MICROFONO BAJO junto a su banqueta.

La música cesa. Dennis prende el grabador, todavía PREGUNTANDOSE qué acaba de


pasar.

Dennis: La cuestión es que mi CHAMAN me dijo que tengo que hablarte sobre algo
que me importe. Puedo decir lo mucho que todavía te quiero, y que el domingo 4 de
Julio del 2004 me despertó Brian (lo dice en inglés) abriendo la puerta de mi habitación
como si se acabase el mundo.

En la cama de al lado estaba durmiendo Virgi, Virginia (lo dice en inglés). Hacía frío,
como siempre en invierno, y sobre todo en ese cuarto, que para ayudar a mi alergia era
el único sin alfombra, pero también el único sin persianas y sin burletes para las puertas
ventana. Por ende, lo bien que le hacía a mi alergia que no tuviese alfombra, se veía
bastante contrariado por el hecho de estar el ambiente sometido a una constante
chifladera de vientos polares.

Mi hermano, Brian (en inglés), entró, simplemente, y con el estruendo de la puerta nos
despertó. Eran las 8 de la mañana y ya era de día, un día clarísimo.
Yo estaba recién entendiendo el quilombo de la puerta cuando se paró frente a mi cama
y nos dijo:

ENTRA MUSICA

“Se murió.... Se murió esta madrugada”

Durante esta canción, Dennis se para, como si fuese a bailar, y termina en proscenio.

Suéname en tus sueños


La noche va cayendo
Los árboles susurran al viento
Palabras que quisiera escuchar
"Suéname en tus sueños"

Voy a extrañar tu abrazo


Tus besos siempre quiero guardarlos
Cuando esté solo y triste sin ti...
Suéñame en tus sueños.

Estrellas que apagan la noche


Y yo espero por ti
Deseando encontrarte a mi lado
Diciendo así...

Voy a guardarte en sueños


Estoy contigo en cada momento
Incluso cuando deba olvidar
Vendrás en mis sueños...

Escena 3

LA MUSICA SIGUE DURANTE ESTE MONOLOGO HASTA MARCA.

Todo vuelve a iluminarse como al principio. Dennis, que está en el frente, ya tiene más
claro a su interlocutor. Habla con el MICROFONO cual stand-up.

Dennis: Tenías unos cachetitos que eran carne caída. Una carnecita divina, para darle
besos, para morderla. También era lindo abrazarte, porque calzabas justo a mi altura.
Tenías la columna toda doblada y estabas redonda, como una tortuga. Un día me di
cuenta de eso y empecé a llamarte tortuga... tortuguita...

Dennis camina hacia un revistero, y empieza a hojear unas revistas, sin prestarles
atención, más concentrado en sus pensamientos, en recordar con precisión. Hay algo
en su forma de hablar y de comportarse que tiene que ver con todo lo que uno hace en
una sala de espera. Algo que cruza charla de ascensor con necesidad física de
movimiento en un lugar donde hay poco por hacer. Se sienta junto al revistero, en
proscenio, a izquierda de público.

Dennis: Cuando era chico dormíamos juntos. Resulta que cuando caía la noche yo no
podía dejar de mirar la cortina de mi habitación, que tenía una trama muy extraña y en
conjunto con el arbusto de la ventana y la luz de afuera, formaban siluetas muy extrañas
y amenazantes.
Tenía 7 años y aunque suene extraño, sufría de insomnio.
Me acostaba en la cama, y no podía dejar de mirar la ventana: La casa y la calle estaban
llenas de ruidos. Miraba y miraba sin dejar de imaginar. De repente se escuchaba un
ruido, y

Dennis: ¡Aaaaaaaah!

FIN DE MUSICA
Dennis registra que pegó un grito, en la dimensión real, y no de su cabeza.

Sr. Del Mostrador: Joven, ¿Se siente bien?

Dennis: (disimulando) ¡Sí!... ¡Sí!... pasa que me acordé que… creo que… ¡dejé el horno
prendido!... ¿Faltará mucho para llegue Winston?...

Sr. Del Mostrador: La verdad es que no sé… ya debería volver… salió esta mañana en
la avioneta… dios quiera que no le haya pasado nada…

Dennis se horroriza. La luz cambia.

Dennis: … este señor es muy extraño… no pienso darle nada hasta que no llegue el tal
Winston… ¿en qué estaba?... ah, sí.… Que el corazón se me subía a la boca del miedo y
yo salía corriendo de mi cuarto, empujaba la puerta de tu cuarto y me acostaba con vos.
Lo que no recuerdo bien si estaba espantado o no. Pero si que cuando me acostaba en tu
cama se me pasaba todo. Tampoco me acuerdo si me abrazabas: solo me acuerdo que
cuando me quedaba con vos, se me pasaba todo.

Dennis se levanta y camina en dirección al Señor del Mostrador. DEJA EL


MICROFONO.

Dennis: Disculpe… perdón… ¿no habrá posibilidad de que usted lo llame a Winston?...
porque, para serle franco, él me dijo que viniera a las 4… y ya son las 4 y media… y la
verdad es que con esto del horno… ¡qué mala pata!... no quiero que se me incendie la
casa como te imaginarás.

Sr. Del Mostrador: La verdad es que no sé qué decirte… recién intenté llamarlo, y no
contestó… quizá tenía muchos esparcimientos retrasados… no te das una idea los
pedidos de la gente… “que un poquito sobre el Hotel Fountainbleu… otro poquito en el
mall de las américas porque ahí nos conocímos… y otro poquito en South Beach que es
donde murió nuestro perro Benito…”… No es fácil… Intento… pero si no llegó es por
algo…

Dennis da media vuelta, respira hondo.


Se ordena a si mismo tranquilizarse. Camina hacia su bolso. Saca un vaso de
STARBUCKS y toma algo de él. ELIGE PENSAMIENTOS. Cambia el vaso por su
GRABADOR. Hace gesto de “éste sí”, como aprobando su pensamiento.

Dennis: Este sí… (pone a grabar) Podría decirse que diez años antes de tu muerte nadie
te bañaba, y Dios sabe cuantos años habrían pasado desde tu último baño.
Pasa algo: hay un tiempo durante el cuál el anciano es supuestamente dueño de sí, un
tiempo de transición entre la vejez y la senilidad.
Así que durante ése tiempo raro, impreciso, se nos fue pasando preguntarte: “¿hace
cuanto que no te bañas?”… Vos caminabas, hacías lo tuyo... Uno cree que todo el
mundo se baña. Encima, es verdad que al no moverte mucho, no transpirabas gran cosa,
y si sumamos a esto la colonia que te tirabas encima… qué sé yo. No sé… a mí no se
me ocurrió preguntarte si te bañabas, porque hasta hacía no mucho tiempo vos me
bañabas a mí.
Sumado a esto, siempre tuviste problemas de constipación, y encima comías chocolate
como refugiada. Primero ibas corriendo al baño tirándote peditos… Y era un chiste, nos
reíamos todos. Nos reíamos porque no entendíamos el potencial de esos peditos… No…
Después se convirtieron en un poquito de… lo sólido. Cuestión que no lo contabas. Con
un poco más de tiempo, quizá por la suma de saña y constipación, arte contemporáneo
en todas las paredes del baño que pisases…

No sé. Supongo que habrá empezado entonces eso de bañarte. Alguna vez te habrás
hecho encima y habremos tomado conciencia que había que bañarte.

El SEÑOR DEL MOSTRADOR hace sonar la CAMPANILLA varias veces.

En la cabeza de DENNIS, suena un teléfono. Entonces camina hacia su bolso y lo


agarra. Atiende.

Dennis: ¿Hola?... Giselda… ¿cómo te va?... me alegro querída… yo bien, acá,


esperando al tal Winston que me recomendaste… que no llega nunca… aja… mmm…
¡Ah Giselda!... Te quería pedír un favorazo… (eleva la voz)… Sabés que creo que dejé
el horno prendido en casa… ¿no habrá posibilidad de que pases y lo apagues?... Ah…
mmm… (evidentemente hablando para el Señor del Mostrador) que no podés pasar por
casa para apagarme el horno… ¡Qué pena!... Bueno… espero que no suceda ninguna
tragedia… ojalá no se me incendie la casa…

EL SEÑOR DEL MOSTRADOR TOCA LA CAMPANILLA Y DENNIS ENTRA


MAGICAMENTE EN OTRO MUNDO.
EMPIEZA HABLANDO COMO EN ENSUEÑO.

Dennis convierte el teléfono en GRABADOR. Le habla al SEÑOR DEL MOSTRADOR.


Vuelve la luz íntima.

Dennis: Una de las primeras veces yo tendría 15 años. Te bañaba con duchador, y no te
venía bien el agua, que muy caliente, que muy fría, que me quemo,

“¡Que no seas bruto!…” (el SR. DEL MOSTRADOR hace MIMICA)

De todos modos, en algún lugar se volvió un ritual y creo que fue una de las partes
lindas de la relación… digo, visto a la distancia. En el momento, uno está tan agobiado
por emociones encontradas que la comunicación no es buena. Había cariño en la
situación, pero también enojo porque quizá te habías hecho caca como manipulación
para llamar la atención, o de vengativa por haberte enojado. En algún lugar la tarea, que
nadie más que mi conciencia me obligaba a llevar adelante, me enojaba.

Tenías una joroba muy grande, una nariz muy grande y unas orejas muy grandes. Yo te
hacia espuma con una esponja y te frotaba bien la espalda, para que se te saliese la piel
muerta… y todo lo que pudiera estar pegado. Te daba espuma para que te limpiases la
cara y eso era hermoso, porque cerrabas los ojos y fruncías todo. Después con el
bañador te pasaba agua en la cara y cerrabas los ojos más fuerte, y a veces te ponías a
gritar como una loca que yo te quería ahogar…
Como tu equilibrio era malo, siempre estabas agarrada de la jabonera y de mí,
apretándome con una fuerza… una fuerza solo comparable con… la fuerza de un
mamut.

Dennis deja el TELÉFONO y agarra el MICROFONO. La luz cambia y estamos otra


vez en el mundo onírico.
Se encienden unas lucecitas en proscenio, del lado que está el Señor del Mostrador (él
está al fondo).

Solo Dios sabe


Tal vez no sea eterno
Este inmenso amor que te tengo
Pregúntale a las estrellas
Qué sería de mí sin ellas?
Sólo Dios sabe nuestros destinos...
Si alguna vez te fueras
Aún habría primavera
La vida continuaría
Pero ya sin poesía
Dios es quien cruza
Nuestros caminos...
Si alguna vez te fueras
Aún habría primavera
El mundo no muestra nada
A unos ojos sin mirada
Sólo Dios sabe nuestros destinos...

Escena 4
Dennis mira su reloj. No puede creer la hora que es. Lo mira al Señor del Mostrador.
Exhala sonoramente. Se dice a si mismo “respirá hondo”. Camina hacia su bolso.
Saca una FLORES DE BACH alucinógenas.
Toma un poco, cerrando los ojos por el gusto fuerte….
Abre los ojos… NADA. Los tiene inyectados de bronca. Mira al señor. Mira a público.
Toma un poco más, volteando sus cuerpo hacia atrás.
Espera un segundo, con la mano tapándose la boca.
Abre los ojos. PEOR. Los ojos son pura furia. Mira al Señor del Mostrador.
Mira a público. Mira el frasco. Respira hondo, armándose de valor.
Se manda todo el frasco. El gusto debe ser asqueroso.
Aguarda un instante, medio de lado.
Empieza a reírse, tentando.
Y habla desde ese lugar.
Poco a poco empieza a hacer estiramientos y cuando menos lo esperamos, está
haciendo una coreografía.

Dennis: Cocinabas ravioles y lugar común o no, reunías a toda la familia con gusto. Los
amasabas, llenabas todo de harina, mamá dice que no limpiabas nunca, pero amasabas,
con joroba y todo, y hacías el relleno, con muchos atados de acelga, y paté y picadillo
de carne. 2 latas de cada uno. Íbamos caminando al mercado de Don Zajarchizin, que
entre tanta otra gente, me hacía sentir el chico más inteligente de la tierra adulándome
por poder decir su nombre sin errores a la edad de 7 años.

(de espaldas a público, por entre sus piernas abiertas, en un estiramiento pleno)
"Don Zajarchizin"

(los estiramientos van volviéndose estrambóticos)


Quedaba en Alem su mini-mercado, y siempre creí que Don Zajarchizin era millonario,
porque su almacén estaba lleno de cosas, de latas, dos heladeras-mostrador gigantes, y
todo era rico ahí… y yo decía “Si tiene tanta comida es que es millonario”.
Caminábamos y me encantaba, porque todo era tan rústico… la calle de tierra… parecía
que vivíamos en el campo. Al caminar una cuadra, llegábamos a Machado, y sobre
mano derecha nos maravillábamos íntimamente al ver esa casa que parecía estar siendo
comida por la jungla que la rodeaba. Una esquina llena de verde salvaje, que parecía
importada directamente desde lo más profundo de la selva misionera. Esa casa que nos
volvía locos, por su humedad, sus paredes oscurecidas por el moho. La veíamos y los
dos no podíamos dejar de mirarla, porque nos llevaba de viaje, un viaje que era mucho
más largo que las dos cuadras para ir a lo de Don Zajarchizin.

(cuenta como coreógrafo) “And five, and six, and seven and…” (inicia una coreografía
que parece de Bob Fosse pero ejecutada por un cuerpo de baile minusválido)
Cocinabas ravioles y comprabas todo. Amasabas, hervías la verdura, picabas. Nuestra
cocina era comodísima: dos mesadas a los lados del anafe y una mesa que se bajaba
justo enfrente, donde siempre nos sentábamos para merendar rápido o jugar a las cartas.
Cuando cocinabas me ponía al lado tuyo y te miraba y siempre tenía ganas de cocinar
algo. Veíamos por la ventana el patio, que era gigante y parecía también una selva, con
los perros, el ladrillo del suelo gastado, esa palmera cruzada con palo borracho que
rompía año a año el suelo, y el gran pino al fondo, conviviendo tan insólitamente con
tantas palmeras raras… el gran pino que también era gordo y medía unos 20 metros…
No tenía pasto alrededor del tronco, y ahora creo entender a que se debía:

Respira.

El pasto no crecía alrededor del tronco debido a que la copa del pino era tan ancha que
había una gran superficie destinada a vivir en sombra, y si sumamos el ácido de la
pinocha… ningún pasto puede crecer bajo la sombra y menos, bajo la influencia de la
pinocha… si no sab
és lo que es... buscálo después.

Respira.

Mirábamos ese árbol que era como si fuera Leandro, tu marido, y cocinábamos. Yo
siempre me colgaba de vos. Una vez, creí que estabas enamorada de Luis, el señor que
limpiaba la pileta y que nos traía cuadernos y lápices de colores más baratos del
candidato a gobernador el Señor Casella. Y entonces no sé cómo asocié que te gustaba y
te levanté la pollera mientras iba corriendo y me pegaste un sopapo y me dijiste que vos
no eras

“¡Ninguna puta!”
En esa época eras muy dueña de vos. A medida que yo me iba haciendo más dueño de
mí, digamos, desde el momento en que dejé de preocuparme por ser abanderado, vos
fuiste dejando de dominarte…

¡Lo que se dice una relación inversamente proporcional!.

Dennis se da vuelta, grita “NOOOOO”, medio cantando, y entra música.


Cambia LUZ. Dennis empieza a bailar la canción con los mismo movimientos de
recién, que se vuelven pasos coreográficos.

Sin rencor
No, no hay temor
No, ya no siento temor
Si te vas, no hay dolor
Aprendí, debo dejarte ir

No, no hay rencor


No, ya no siento rencor
Fue por ti, fue por mí
Cuanto di, fue por lo que viví

Los recuerdos se van


No los quiero guardar
Hagan bien o hagan mal
¿De qué me servirán?

Ni una lagrima hay


No la hubo, ni habrá
No hay razón que llorar
Si te vas, que sea en paz

No, no hay temor


No, ya no siento temor
Si te vas, no hay dolor
Aprendí, debo dejarte ir

No, no hay rencor


No, ya no siento rencor
Fue por ti, fue por mí
Cuanto di, valió lo que viví

Escena 5
APAGÓN
Dennis se desmaya en el suelo.
Queda boca arriba.
Se autoilumina con una linterna.

Dennis: Pasábamos las tardes haciendo ¿qué?... Vos dormías la siesta, ¿no?... ¿Eras vos
la que dormía con la radio debajo de la almohada o Leandro?, ¿O eran los dos?... Creo
que los dos. Él, seguro. Pero vos también, porque cuando me quedaba en tu cama,
recuerdo que siempre me despertaba con esooooos

“bip, son las 6 de la mañana en Buenos Aires”…

Y miraba por la ventana y todavía me faltaban 50 minutos para levantarme para ir al


Colegio. Si era verano, ya a esa hora era medio de día, y yo me imaginaba que vivíamos
en el campo o en Misiones, en uno de esos cuentos de Horacio Quiroga que me hacían
leer en la escuela.

Cuando tenía 11 años escribí “Cuentos Onceañeros”, en la maquina Olivetti que me


regalaron papi y mami, que no funcionaba muy bien, y que le faltaban teclas. Me
quedaban los dedos todos machucados por golpear el metal puntiagudo. Cuando cumplí
Once años dejé de irme a dormir a tu cuarto. Mamá puso cortinas marrones oscuras, un
tanto deprimentes, pero salvadoras. No dejaban pasar la luz y de noche el problema de
las ramas vivas por el contraluz de los faroles de la calle dejó de agitarme los nervios.

Dennis se incorpora, pero dejando las piernas aún sobre la fila de sillas, como quien se
incorpora en una cama, sin bajar los pies al suelo.

Cuando cumplí once años, también, se murió la tía abuela Lisle, de repente. Paty vino
en medio de la noche, muy angustiada. Mi papá la trajo porque Paty y yo éramos primos
y casi hermanos del tiempo que pasábamos juntos. Nos amábamos. Paty no quería
quedarse: nos saludamos y pidió de volver al velatorio. Era la noche de los Martin
Fierro del 96. En un corte, la tía abuela Lisle se fue a tender la cama. Cuando volvió la
transmisión, la llamaron y la tía no contestó. La fueron a buscar al cuarto de Martin,
donde estaba quedándose por unos días de visita, y la encontraron desmayada en la
cama…. Después se dieron cuenta que estaba muerta. Paty no había perdido nunca a un
abuelo, y la forma en que pasó todo la mortificó bastante.

A la mañana siguiente mientras esperaba para entrar al baño, me empezó a agarrar un


miedo a la muerte que antes no había tenido. No era miedo a “morirme”, a la idea de
morirme relativamente pronto… no. El miedo era a … la muerte… ¿no?... la muerte…

La cuestión es que fue un miedo tan oscuro, tan agobiante, que empecé a gritar.

Dennis se da vuelta y grita.


Cambia luz a realidad.

Dennis: ¡Aaaaaaaaaah!

Sr. Del Mostrador: (emergiendo como Droopy) ¿Joven, está bien?

Dennis: Eh… no… la verdad que no… ¿Me puede decir dónde está Winston?

El Sr. Del Mostrador levanta los hombros, y Dennis vuelve a darse vuelta, mientras la
luz deja en sombras al señor, que parece seguir hablando, siendo ignorado por Dennis.
Dennis: No sé porqué no fui corriendo para dormir con vos… quizá porque no quería
hablarte de algo que probablemente te daba miedo a vos también y que inevitablemente
ibas a tener que enfrentar pronto quisieras o no.

Dennis camina hacia la banqueta que está en proscenio, y se sienta.


De costado al público empieza a cantar.

Todo cambia
Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo

Cambia el clima con los años


cambia el pastor su rebaño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño

Cambia todo cambia


Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia

Cambia el sol en su carrera


cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera

Pero no cambia mi amor


por mas lejos que me encuentre
ni el recuerdo ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente

Lo que cambió ayer


tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana

Cambia todo cambia


Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Pero no cambia mi amor

LA MUSICA SIGUE DURANTE ESTE MONOLOGO HASTA MARCA.


Escena 6
Dennis camina hacia las baquetas. Se sienta. Solo él queda iluminado. Habla con
MICROFONO por sobre la música.

Dennis: Una de las primeras veces que te fui a visitar fue un sábado a la tarde. Nos
sentamos en una mesa del parque. El lugar estaba bastante aromatizado por la edad.

Hubo varias visitas. Cada vez estabas más flaca. Dormías en un cuarto compartido. Me
acuerdo cuando te dejábamos acostada para dormir la siesta. Cuando pasábamos la reja
que dividía los cuartos de los que podían moverse y de los que necesitaban ayuda para
hacerlo.

Me viene a la cabeza que no fue suficiente. Suena a que estuve con vos, que te
acompañé. Pero no fue así. No debe ser muy divertido estar de un día para el otro
rodeado de extraños. La verdad es que no estuve de acuerdo con la decisión. Sé que es
fácil decirlo de mi lado, pero es la verdad. Mi opinión era que por la misma plata podían
contratar dos enfermeras que estuvieran todo el día con vos, pero que al menos
compartieras algo de tiempo con nosotros, que te despertaras en tu cuarto, cerca nuestro.

Desde que entraste ahí casi dejaste de hablar y adelgazaste. De todas formas, como
siempre fuiste de aceptar las circunstancias, no hiciste nada al respecto. No recuerdo
que me hayas dicho… o sí. No sé… creo que una vez te fui a visitar y me agarraste del
brazo y me gritaste que por favor te lleve. No me acuerdo.

En fin… la cuestión es que… quería…. pedirte perdón… eso… perdón.

Dennis camina hacia el Señor del Mostrador.


Toca la campanilla.

FIN DE MUSICA

Escena 7
Dennis visiblemente agotado.

Dennis: Disculpe, pero la verdad, es que me estoy sintiendo mal y necesito que esto se
haga hoy, sí o sí… y Winston me prometió… por favor, le pido que haga algo…

Señor del Mostrador: Discúlpeme usted a mí, pero… no sé qué decirle… ya le dejé 8
mensajes.

Dennis: Bueno, déjele 9… 10… 11… no sé, esto es una falta de respeto… hace 10 horas
que estoy acá esperando…

Dennis se da vuelta a frente y empieza a hablar a público.


Cambia LUZ.
Dennis: Ay, mira, yo lo lamento mucho, pero me voy a tener que ir… por la verdad que
yo no sé ni qué hago acá… si no fuera porque el chaman me lo dijo yo ni venia, porque
no necesito hacer esto... yo estoy bien, yo estoy en paz, con vos, conmigo, con tu
mierda, mi mierda... y este ha sido un esfuerzo sobrehumano… si en 5 minutos no llega
Winston, yo, me voy.

Dennis se sienta en la banqueta, y saca de su bolso un tomate-cronómetro.

Dennis: un, dos, tres, cuatro, cinco… ¡TIEMPO EN EL AIRE!... Cuando era chico te
hacía entrevistas. Nos sentábamos en el jardín de invierno, y yo empezaba, con el
grabador aiwa que me costó 8 dólares en Paraguay, a preguntarte. Vos te reías, y
contestabas.

“Estamos aquí con la gran estrella Negra…”

Y yo me reía. No es que fuera muy chistosa la situación, pero nos reíamos… Después
escuchaba la cinta y ya entonces me imaginaba que un día iba a escucharte y me iba a
emocionar. Ya entonces pensaba en que te ibas a morir algún día.

¿Con qué sigo?... mmm… sí…

Desde que te moriste cambiaron bastantes cosas. Intenté escribir una obra de teatro
sobre vos, que se llamaba “Tortuguita” y en la que vos, haciéndole honor a la farsa, el
género de mis amores, eras una Tortuga.

Había una enfermera mala, que te metía en un balde para bañarte y te revolvía. También
había un zapateador americano que siempre bailaba entre actos, sin hablar nunca.

Dennis se da cuenta del sinsentido de todo.


Guarda todo mientras se despide.

Dennis: Ay, mirá, perdón… pero… yo me voy.

Camina tres pasos.


Cambia LUZ.

Señor del Mostrador: ¡Winston!... Al fin…

Dennis se detiene. Escucha atento.

Señor del Mostrador: Acá está el chico ese por el servicio de esparcimiento deluxe en
avioneta… está esperándote hace como una hora…. Mmm… ah… perfecto.

El Señor del Mostrador corta. Dennis se acerca.

Señor del Mostrador: Joven… Winston llega en 10 minutos…

Dennis: Al fin
La LUZ cambia.
Dennis piensa. Deja su bolso. Saca su grabador. Elige pensamientos.

Dennis: A ver… mmm… Sí… eso… Te moriste justo el día en que estrené la primera
obra de teatro de la que me sentí orgulloso. Terminamos la función y volví con Virgi,
mi hermana, al velatorio. La sala estaba congelada y era espantosa. Siempre velamos a
nuestra gente en PACHE HERMANOS. Es un lugar tan horrible. No lo digo por la
posible carga emocional que pueda tener en mí… no: es decididamente un lugar
asqueroso. Las paredes tienen plástico símil madera que me dan ganas de vomitar, los
vidrios son color ámbar bien de los 70´s, con trama repugnante, los sillones son huecos
con almohadones marrones que huelen muy mal. Encima nunca ponen calefacción.
Sufro el frío, y en tu última noche me agarré anginas.

Por suerte, cuando entramos, la tapa ya estaba contra la pared. Nada más horroroso que
mover la tapa de un ataúd...

Vero, mi hermana mayor, y yo, estábamos de un lado. Enfrente estaba Virgi, y nadie
más. Nosotros 3, que nos queremos mucho. Los 3 siempre responsables de llevar
adelante una de las costumbres más extrañas de la familia.

La historia empezó en el 94 cuando murió Leandro, tu marido, que estaba muy pálido y
le habían pegado los labios así nomás y maquillado muy mal. Entonces a Vero se le
ocurrió retocarlo, ponerle un poco de color... La labor pasó desapercibida, o al menos
que yo sepa nadie la felicitó. Lo único que quedó fue la labor en sí misma y la
ceremonia nueva.

Tu día, llegamos temprano y empezamos maquillarte.

Es un momento raro, pero íntimo, y supongo que por eso valioso. No había nadie, solo
nosotros 3 y vos, arreglándote como cuando te arreglábamos para navidad.

Nunca supe mucho de maquillaje, pero igual sugería. Vero te maquillaba un ojo y le
pasaba el palito con esponja a Virgi, para que repitiera en el otro ojo. Al tacto estabas
fría. Seguramente te dimos besos. Seguramente lloramos un poco.

Papá llegó al rato. En la sala ya estaban Mamá, la tía Susy, Alito y Bry, mis hermanos, y
Paty. Papá como sabés siempre te quiso mucho, pero está loco…

Cuestión que, con un sentido de situación único, al vernos con caras de velatorio,
empezó a cantar, felíz, campante

“¡De velorio, de velorio, estamos todos de velorio!”

Como si inmediatamente después todos fuésemos a ponernos a bailar y cantar al ritmo


de su tarantela imposible…. En fin…

Después te llevaron y te metieron en la cajita.

Entra MÚSICA.
Dennis se sienta en banco central.
De a poco empieza a sonreír.

Solo un momento
¿Cuál es aquel camino que tengo que tomar/
Si solo hay un destino al que puedo llegar?
Si siempre viajé solo y siempre vos fuiste mi faro en la ciudad
En la ciudad…

Es solo un momento
Es una mirada y saber
Cuál es el camino
Y así nada más

Es solo un momento
Es una mirada hacia atrás
Yo quiero saber mi amor
Si al llegar vas a estar ahí
Vas a estar ahí…

¿Cuál es la hora exacta en que tengo que partir?


¿Cuáles son las señales que tengo que seguir?
Si siempre viajé solo y siempre vos fuiste mi faro en la ciudad
En la ciudad…

Es solo un momento
Es una mirada y saber
Cuál es el camino
Y así nada más

Es solo un momento
Es una mirada hacia atrás
Yo quiero saber mi amor
Si al llegar vas a estar ahí
Vas a estar ahí…

Escena 8

Dennis termina de cantar y deja el MICROFONO.

Dennis: Fue el día de tu cumpleaños, en una clínica de Haedo. El domingo 27 de Junio


del año 2004 fuimos a visitarte todos. Te saludé primero, y te dije, gesticulando mucho,
“Hola”. Sonreíste y me respondiste, como podías, “Hola”. El resto de la familia intentó
hacerte hablar, pero no hubo caso. No volviste a hablar nunca más.

Fue un regalo lindo, una especie de reconciliación, saldo de cuentas. Pasan muchas
cosas en la vida de una relación… tantas que a veces uno no sabe donde está parado.
Ese “Hola” lo recuerdo como un “HOLA, Te perdono por haber caminado tan rápido
esa vez que estabas enojado conmigo y me resbalé y me caí al suelo”. También un
“Hola, gracias por bañarme, más allá de los gritos que me pegabas”. Quizá también
fue un “Hola, entiendo que fui insoportable, y entiendo que no me hayas soportado, y
que no hayas sido del todo tolerante”… Pero más que nada, fue un “Hola” de las 10 de
la mañana, que no me borro más…

Cambia luz.
Suena campanilla.

Sr. Del Mostrador: ¡Joven!... ¡Llegó Winston!

Dennis vuelve de su recuerdo.


El tecladista es WINSTON. Se para frente a su teclado y Dennis camina hacia él.

Dennis: Hola, Winston… un gusto… aleluya… ¿cómo le va?

Winston: (es muy parco): Bien… muy bien…

Dennis: Bueno… Primero que todo, quería decirle que esto es muy imporante para mí…
así que si no le molesta, me gustaría hacerle unas preguntas antes de proseguir…

Winston: Adelante…

Dennis: Usted me dijo que la avioneta tiene pasacasete, ¿correcto?

Winston: Correcto

Dennis: Perfecto… entonces, si no le molesta, quisiera pedirle si antes de iniciar el


servicio puede pasar este cassette que grabé especialmente para la ocasión… (Dennis
saca del grabador que ha usado todo el rato, el cassette y se lo da)

Winston: Ah, pero… yo no tengo este tipo de cassette…

Dennis piensa.

Dennis: Bueno, llévese mi grabador…

Winston: Perfecto.

Dennis: No lo ponga muy fuerte… tranquilito, así, que suene lindo… tampoco muy
bajito que no se escuche… así… como… agradable… Que se escuche más que las
hélices de la avioneta pero tampoco que le hagan perder el equilibrio, ¿se entiende?

Winston: Perfectamente.

Dennis: Y por último… ¿a cuánta altura vuela?

Winston: 7 mil pies…


Dennis: Ok… ¿y esa altura me asegura que no va a terminar esparcida en cualquier
azotea de morondanga?... digo… ¿que va a ser esparcida específicamente en donde le
pedí?...

Winston: Sí, quedese tranquilo… ¿Algo más?

Dennis piensa.

Dennis: No… creo que eso es todo.

Dennis se queda mirándolo, como esperando. Winston también.

Winston: Bueno… entonces, ¿me da las cenizas?

Dennis se sorprende un poco, como “uy, ¡qué tonto, no me dí cuenta!”.

Dennis: Uy, sí… (Las saca, y las mira) ¿Me da un segundo?

Winston: Sí… por supuesto.

Dennis gira sobre sí mismo dándole un poco la espalda a Winston. Mira un segundo la
cajita de cenizas, sin gran dramatismo. Vuelve sobre sí a enfrentarse a Winston.

Dennis: Bueno, acá está. Gracias.

Dennis entrega la caja y respirando profundo se da vuelta, y empujado por el impulso


empieza a hablar, ahora, a público, directamente.

Dennis: Mi abuela, mi abuela, mi abuela, mi abuela, mi abuela, mi abuela, mi abuela, mi


abuela, mi abuela, mi abuela, mi abuela era tan jorobada que yo empecé a llamarla
Tortuguita. Todo el mundo la llamaba NEGRA, porque tenía el pelo oscuro y era la
única en su familia que había nacido con ojos marrones.
La última palabra que dijo fue…

“Hola”

APAGON

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